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SANTA GERTRUDIS LA MAGNA- 4ª PARTE

4ª PARTE- EN LA INTIMIDAD DE LA RELACIÓN ENTRE DIOS Y TRUTTA.

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Llegamos al último tramo de este recorrido por la espiritualidad de santa Gertrudis. Como
prometimos, esta cuarta parte la dedicamos a desarrollar aspectos que consideramos más
íntimos y personales entre Dios y Trutta.

De su vivencia personal del misterio de Dios surgen expresiones como: Suplencia, Ternura,
deificación. Lo que nos proponemos es desarrollar el rico contenido de estos términos,
aparentemente lejanos a nuestra mentalidad del siglo XXI, seguras de su vigencia para
nuestra relación con Dios. Esperamos que os familiariceis con ellos a medida que los
vayáis conociendo, acompañados con la lectura de santa Gertrudis.

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La Ternura de Dios: Una teología de la justificación por la Gracia

«Dios es Amor». Para Trutta este amor -según revelación del mismo Cristo-, es «Ternura».
242 veces aparece este término a lo largo de los 5 libros que componen el «Heraldo». La
divina pietas fue descubierta por Trutta desde la primera de sus visiones y tenía sus raíces
en autores tan solventes como Agustín, Gregorio Magno y Bernardo de Claraval. Sobre
todo Gregorio Magno insiste en que la pietas de Dios mismo es la fuente y modelo de la
pietas en el ser humano. Gertrudis va más allá al reservar exclusiva-mente la pietas
(Ternura) para Dios. Los tres autores antes mencionados aplican a Dios la expresión
víscera misericordiae (Entrañas de misericordia); en un pasaje del «Heraldo», como
reminiscencia del Benedictus, Trutta hace la sustitución de esta expresión por viscera
pietatis (Entrañas de Ternura). Gertrudis debió advertir que ya San Benito en el mismo
prólogo de la Regla reservó la palabra pietas para Dios, en la única mención que se hace a
este término: «Ecce pietate sua demonstrat nobis Dominus viam vitae».

La traducción del término pietas, atendiendo a las monjas de Helfta es «lo más íntimo, lo
más substancial y lo más fuerte del amor de Dios».

La Ternura de Dios se presenta en Trutta como el rasgo más propiamente divino. Para
Gertrudis pietas es el nombre propio de Dios, y se muestra a través de Jesucristo. Es tan
“hiperabundante” que el mismo Cristo es a menudo incapaz de contenerla y obliga a Dios
a perdonarlo todo. Sobre esta "incontinencia" de la pietas insis-te mucho Trutta y sus
colaboradoras. Dios no puede dominar la Ternura que desborda su ser y fluye
incontenible. A esta "incontinencia" divina corres-ponde la "continencia" del ser humano:
«Yo no te pido nada (dice el Señor) sino que vengas a mí enteramente vacía y dispuesta a
recibir, pues todo lo que en ti será de mi agrado, lo habrás recibido de mi como puro
don». Es lo que pide el Señor a Gertrudis, que tenga capacidad de recibir y conservar el
don de su Ternura.

(Como si dijera: ¡Hazte capacidad y Yo me haré torrente!)eeee

Otra característica para recibir la pietas es la «confianza plena» en el Señor y sus


promesas. Algo que a Trutta le costó muchísimo conseguir, por cierta tendencia que tenía
a los escrúpulos, y fue más un don del Señor que una virtud suya. La confianza sin fisuras
atrae irresistiblemente la pietas de Dios, de tal manera que Trutta llega un momento en
que, por su experiencia de la Ternura de Dios, es capaz de oponerse a las corrientes de su
tiempo que restringían la participación en la mesa eucarística a muy raras ocasiones, por
considerar al ser humano normal, indigno de acercarse al altar de Dios. Trutta se opone a
ello, no porque considere al ser humano preparado para recibir al Señor, sino porque la
misma Ternura de Dios «suple» (suplettio) las deficiencias. La Eucaristía es para Trutta la
fuente y cumbre privilegiada de la manifestación de la pietas.

La Ternura de Dios se estremece ante la confianza del ser humano que es capaz de
traspasar el corazón de Cristo, recubriendo con una sola intensa mirada de amor cualquier
miseria humana. El concepto de «suplettio» es clave en la teología de la Gracia en
Gertrudis. Podemos calificar la teología de Trutta como teología de la «Justificación», en la
que no es por las obras o méritos que uno o una pueda ser acogido por Dios, sino que Él
en su Ternura se adelanta a nuestras acciones o deficiencias, para pedirnos una fe
expresada en la "confianza" a su Amor-Ternura.

La «suplettio»:

Después de su conversión Trutta experimenta fuertemente la limitación de sus fuerzas


para responder como es debido y como ella quisiera al amor de Dios, y tiene por ello
momentos de impaciencia, escrúpulos y un sentimiento insuperable de su indignidad de
criatura. Jesús tiene que enseñarla a confiar en él, a olvidarse de su debilidad y apoyarse
en la gracia incompara-ble de la «suplencia» con que su «Amor Tierno» (pietas) recubre
las deficien-cias del ser que quiere acercarse a él y abandonarse a su Ternura. En la
psicología de Trutta domina tranquilamente -una vez superados sus escrúpulos- la
conciencia de la soberanía de la Gracia y de la «suplencia» que hace Cristo, a los pobres
esfuerzos de aquellos que les están unidos sinceramente con buena voluntad y pureza de
corazón. En este sentido el ascetismo de Gertrudis fue eminentemente positivo,
cristológico y teocéntrico, en línea con su vivencia y formación en la escuela de la liturgia,
en la cual, en el binomio inseparable Dios-ser humano, Gracia-esfuerzo humano,
concentra más la atención sobre Dios y sobre la Gracia que sobre el hombre y su esfuerzo
y cuyo medio de sanar y estimular el esfuerzo humano es precisamente dirigir su atención
y su amor, ante todo, sobre la Gracia, sobre Cristo y sobre Dios.

Esta teología de la «justificación», fundada por el mismo San Pablo en su carta a los
Romanos sobre todo, fue luego transmitida a la espiritualidad de la Edad Media a través
fundamentalmente de San Agustín y de San Gregorio Magno. De ellos la recoge Gertrudis
como encuadramiento teológico de sus experiencias místicas y lo va desarrollando a lo
largo de su experiencia de la actuación de Jesús en su vida, con los conceptos que
acabamos de ver.

La Ternura de Jesús: Una teología de la Encarnacióng

El misterio de la Encarnación, fue el descubrimiento fulgurante de Trutta en la visión


inaugural. Dios se hizo hombre y habitó con nosotros desde entonces. Cristo, Dios y
hombre, es el gran protagonista en la obra de la santa. Cristo es el mediador ante Dios,
por el cual podemos subir al Padre y al seno de la Trinidad, por ello Trutta sigue una
dialéctica cristológico-trinitaria a la que gusta referirse con las formulas litúrgicas de la
fiesta de la Trinidad. Hay innumerables textos de Trutta que nos hacen ver el enorme
énfasis que en su vivencia tenía el contenido de la fórmula «por nuestro Señor Jesucristo»,
que continuamente estamos recitando en la liturgia.

A este respecto, no deja de resultar curioso que siendo la teología de Trutta, una teología
de la Encarnación, la vida mortal de Jesús de Nazaret no tuviera para Gertrudis una
especial relevancia. Para ella Jesús es el Cristo resucitado, y ello es debido a que solo si
Cristo vive es capaz de comunicarse aquí. Trutta quiere mantener continuamente el
diálogo con el Resucitado, quien continuamente le transmite así, su poder de dar vida.

El pensamiento y la visión de Gertrudis es profundamente joánico, se puede decir que


exclusivamente joánico, pues nadie mejor que el Evangelio de San Juan transmi-te la
doctrina de la Iglesia que celebra en una sola acción sacramental la encarnación, la
muerte, la resurrección y la glorificación de Jesús, el Cristo. En todo el decurso del
«Memorial» (único libro del «Heraldo» redactado por la misma Gertrudis) no se habla de
la resurrección de Cristo: ‘La cruz de Cristo es gloriosa, la muerte de Cristo en la cruz es
comunicación de vida. La contemplación de las llagas de Cristo no induce a una reflexión
sobre la muerte, sino a la proclamación del poder del Resucitado. Paradójicamente, es la
omnipresencia del Resucitado... lo que explica su ausencia.’ (Hugues Minguet)

Trutta se manifiesta sumergida en la teología de San Juan, que del costado abierto de
Jesús hace brotar la vida para el mundo. El corazón humano en toda la antigüedad bíblica -
y en general oriental-, designa lo esencial del ser humano. En el mismo sentido el Corazón
de Jesús es la expresión de su esen-cia y Gertrudis emplea esta imagen para hablarnos de
la Ternura de Cristo (por nosotros) que le llevó a entregarse, por nosotros, hasta la
muerte.

El Sagrado Corazón de Jesús: La donación gratuita de la Ternura.

Para Trutta los términos afectivos que pueda emplear afectan más al ser que a los
sentimientos; no es una mera expresión de su afectividad sino un lugar central de su
pensamiento.tomas

Para Gertrudis el Corazón de Jesús (imagen expuesta con gran sobriedad. No hay nada
forzado, excesivo o vulgar) es un descubrimiento teológico que hace en San Juan. Brota de
la misma Palabra de Dios en el relato de la pasión, cuando del costado abierto el «Amor-
Ternura» de Dios se derrama sobre toda la creación. La base teológica como vemos es
firme. Evidentemente, hay que diferenciar esta teología de Trutta -y en general de la
«escuela de Helfta»- de la "devoción" que varios siglos más tarde desarrollará Santa
Margarita María de Alacoque, como "espiritua-lidad de la reparación", y en la que existe
un cierto velo de tristeza, ya que ella veía el Corazón sangrante que sufre por la ingratitud
y los pecados de los seres humanos. En Gertrudis no existe nada de esto, no hay rastro de
"dolorismo" sentimental por los sufrimientos de Cristo, ni una espiritualidad del
sufrimiento corredentor que se añade a ellos. Por esto, no se pueden entender la unión a
las llagas de Cristo en un sentido "expiatorio" sino como un don que expresa la comunión
con el «Amor-Ternura» de Cristo manifestado en la cruz. Jesús el Cristo, como resucitado
triunfante, no puede sufrir. Su Corazón, henchido de alegría por el triunfo de Dios sobre la
muerte y el mal, solo rebosa «Amor-Ternura». "La vivencia de Gertrudis es la del Espíritu-
Amor que se derrama y que requiere un receptáculo; ese receptáculo es el Corazón de
Cristo y el corazón de Gertrudis".

Esta es la fe de Trutta y lo que nos transmite con su imagen del Corazón de Jesús, si
emplea el término de "reparación" lo hace sólo para hablar de la obra de Cristo en favor
de los hombres, según la influencia heredada de la teología medieval de San Anselmo de
Canterbury (siglo XI).

El banquete del Novio: Una teología litúrgica

Gertrudis con su teología del Corazón de Jesús, expresa simplemente el «Por nuestro
Señor Jesucristo» de la liturgia, y la liturgia es para ella el lugar privilegiado donde se
revela y se celebra. Es en la liturgia donde tiene lugar la experiencia mística de Gertrudis.
Las fiestas del año litúrgico, los misterios de la salvación en su realidad viva, se convierten
para ella en fuentes de la Revelación.

Su modo de vivir adquiere una perspectiva litúrgica, y es cómo sintoniza íntimamente con
la vida del Espíritu. En la vida monástica todo es acción vivida en un acto de la liturgia o de
la Eucaristía (horas canónicas, fiestas, tiempos fuertes, etc.), ya sea en su preparación,
prolongación o consecuencia de las mismas. En sus libros abundan las reminiscencias
litúrgicas; sobre todo en los «Ejercicios» encontramos expresado como un mosaico de la
liturgia y de la misma Escritura, que le llega a través de lo que vive en la celebración
litúr-gica.

El calendario litúrgico es para Trutta su real calendario, no solo externo sino interno. Esto
es muy característico en ella a la hora de situar en el tiempo las gracias místicas. La liturgia
es el fundamento objetivo de la expe-riencia mística; el factor que la libra del peligro de
una subjetividad arbitraria. En ella queda patente lo que puede significar para la vida la
interiorización de la liturgia, que es el lugar privilegiado donde Dios se manifiesta, una
verdadera teofanía cotidiana que modela suavemente el corazón de Gertrudis. Esta
interiorización hace que la liturgia pase a ser algo propio, tan propio, que se siente con
libertad absoluta a la hora de manejar el material litúrgico en las manifestaciones de sus
devociones privadas. Por ello no se sujeta a normas, esquemas o métodos; si glosa el
ritual del bautismo se permite cambiar el orden de las ceremonias, omitir o añadir lo que
le parece. Desarrolla su meditación a la luz de los tiempos litúrgicos: no es lo mismo vivir
la meditación, el silencio y la contemplación en Adviento, en Cuaresma o en Pascua; no es
lo mismo vivirla unida a un misterio de la vida del Señor o de la Virgen, no es lo mismo la
meditación de la mañana antes de la alabanza de Laudes o la de la noche, después de
Completas... Estamos en un tiempo, en una historia, en un actuar de Dios que es dinámico
y salvífico. Y esto está muy presente en la relación que mantiene Trutta durante la liturgia.

La Ternura echa afuera el temor: La ascesis integrada. Uno de los frutos de la formación
en la escuela de la liturgia en la santa, es el situar su doctrina ascética con una visión
eminentemente positiva, cristológica y cristocéntrica, poniendo el acento fundamental en
el poder de la «Ternura» (pietas) divina para transformar al ser humano, siendo la acción
de la persona la de acoger activamente la gracia de Dios, que es la que hace todo. La
penetración de Trutta en el espíritu de la liturgia, se nota en que es capaz de librarse de
las influencias ambientales sobre la espiritualidad que imperaban en su medio.

Es sabido que en la Edad Media la visión negativa y pesimista sobre el ser humano y el
poder del demonio sobre él y sobre la historia, estaba muy incrustada en la mentalidad
general de la gente. Por eso, toda circunstancia catastrófica: guerras, huracanes, pestes,
etc., eran provocadas por las fuerzas demoniacas a las que Dios permitía actuar para
castigar a los seres humanos por sus pecados. Incluso en los monasterios el miedo al
demonio estaba muy presente. En Gertrudis no existe nada de esto. Trutta ha superado el
miedo a Dios y por lo tanto al "adversario", el cual, para ella, no tiene poder sobre el «libre
albedrio», porque Dios no le permite actuar por encima de nuestras fuerzas. Si unimos
nuestra voluntad a la voluntad divina, Dios combatirá por nosotros y alcanzaremos la
Victoria. Además para Trutta la ascesis no debe -ni de hecho está en ella-, estar dirigida a
extirpar las pasiones en el ser humano, sino a ordenarlas. En esto Gertrudis sigue a
Ricardo de San Víctor que al hablar de las afecciones del alma (affectiones animae) -las
cuales son siete: timor, dolor, gaudium, amor, spes, odium, pudor- dice que la sensibilidad
afectiva (affectio) y la razón (ratio) -simbolizadas en él por Raquel y Lia- forman parte de la
vida del alma y representan su papel. Gertrudis siguiendo a Ricardo de San Víctor piensa
que no es fácil obtener el equilibrio entre ambas, pero rechaza claramente la legitimidad
cristiana de un "ser sin pasiones" porque Jesucristo nunca predicó la "impasibilidad" ni la
poseyó; incluso en una visión le dice a Trutta: "Yo mismo, mientras viví en la tierra,
experimenté el ardor de las pasiones, en esto Gertrudis se me parece”. R Doyère dice que
«el problema de las pasiones no le interesa tanto bajo su aspecto de moral ascética como
en correlación con la vida mística: la vida de las pasiones, en vez de turbar la vida de
unión, debe servirla y enriquecerla». (Tema que encontramos siglos después en otro gran
místico español san Juan de la Cruz)

Para Trutta es muy importante no separar, aislar, la ascesis de la mística, incluso llega a
considerar la ascesis como una forma de unión, cuando la justifica como participación en
la misma ascesis de Cristo. La ascesis solo tiene sentido si conduce a la plenitud del
«Amor-Ternura».

Guillermo de Saint-Thierry, -siguiendo a Orígenes- considera las virtudes no tanto desde el


ángulo moral de su adquisición necesaria, como desde el punto de vista de consecuencia
normal de nuestra «deificación» en Cristo, aspecto que caracteriza la mística cisterciense,
en contraposición con las tendencias más racionalistas de la escolástica, que llega a su
apogeo con Santo Tomás. Esta tendencia de los autores cistercienses, se llevó a sus
últimas consecuencias en el movimiento místico del siglo XIII al que pertenece Gertrudis:

En la espiritualidad cristiana, al contacto con el mundo greco-romano, se produjo por


efecto de la inculturación en aquella sociedad ajena al mundo semítico, un
desplazamiento en la concepción del mensaje central del evangelio para el cristiano: para
los autores sinópticos éste era la implantación del Reino de Dios; para San Juan, desde
otra terminología, la defensa de la vida.

Pero al introducirse en el mundo griego, en síntonía con las doctrinas filosóficas


imperantes -sobre todo el estoicismo-, se desplazó la centralidad del evangelio hacia la
consecución de las virtudes. Este cambio de acento hizo que la espiritualidad cristiana
tendiera a alejarse de los aspectos más conflictivos que podían chocar con aquella
sociedad: la defensa del pobre, del marginado, de las viudas y mujeres, de los pecadores y
publicanos; para centrarse en conseguir las virtudes personales que había definido la
filosofía y que se fue imponiendo en la mentalidad cristiana, a través de la visión que los
“manuales de espiritualidad” dieron de los Padres de la Iglesia, sin que en ellos realmente
se produzca un desplazamiento tan radical.

A lo largo de la historia de la Iglesia, sin ser plenamente conscientes de este cambio de


acento en la espiritualidad cristiana, hubo autores y escuelas que representaban de alguna
manera un intento de volver a la centralidad del evangelio. Pienso que la mística
cisterciense se encuadra dentro de este mundo; de aquí lo que decíamos más arriba de
Guillermo de Saint-Thierry y podemos decir de San Bernardo y de los demás autores
cistercienses.

El tema de la adquisición de las virtudes es entonces un aspecto secundario, consecuencia


de la unión del ser humano con Dios y no fin de la vida cristiana, ni siquiera camino para
lograr la unión, que se realiza "por" y "en" el Amor de un ser limitado y pecador, pero que
quiere sinceramente amar a Aquel que le ha amado, dejándose amar por Él.

Esta visión tenía que poner necesariamente en conflicto a los cistercien-ses con la
escolástica- que iría más en la otra línea-, sin que ni en unos ni en otros exista una línea
claramente delimitada.

En esta comprensión «originaria» de la espiritualidad cristiana, situaría la vivencia que


Trutta hacía de la ascesis en su doctrina: no una búsqueda de santificación personal a
través de la ascesis, sino en la comunión con el Amado.

Por ello la doctrina espiritual de la santa es luminosa, optimista, esperanzadora, atractiva.


Es, al mismo tiempo, la traducción experiencial y humanizada, de la teología dogmática de
Santo Tomás -a quien había leído por su contacto con los dominicos de Halle-, quien
define la gracia como "amistad de Dios". Según Santo Tomás todo ser humano está
llamado, por su misma naturaleza, a ser amigo de Dios. La perfección del ser humano, su
plena realización, consiste en su participación en la misma vida de Dios.
Gertrudis desarrolla está doctrina a partir de su propia experiencia espiritual. A su
experiencia de «conversión», en la que Jesús le ofrece su amistad de un modo gratuito, le
sigue una percepción cada vez más profunda de lo que es el "amor de amistad" (amor
amicabilis) que el Señor le profesa. Esto hace que su vida se convierta en una continua
acción de gracias -se percibe muy claramente en el «Memorial»- en donde una persona
"mundana" se va transformando por el «Amor-Ternura» de Dios en una persona
«divinizada».

Por otra parte, la conciencia de su finitud e imperfección se le hace muy patente, ante la
Luz sin sombras que es la Gracia que Dios derrama en ella, resultando un movimiento
natural de vergüenza, dolor y sentimiento de indignidad e inmerecimiento. Ante esto, Dios
le demanda que se centre en su «Ternura» y no en ella, en un movimiento de salir de sí
misma y poner su mirada en el Otro:

Lo infinito "absorbe" a lo finito y sólo queda Dios que es «Todo en todos» (Col 5,28).

Frase esta que resume la experiencia religiosa de Gertrudis.

Y para acabar avisaros de la publicación de dos libros de Santa Gertrudis. Se trata de dos
tomos con las obras de la santa. Podéis haceros con ellos encargando en vuestras librerías
los números 41 y 42 de la colección de la BIBLIOTECA CISTERCIENSE, editados por la
Editorial Gertrudis_2MonteCarmelo.g

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