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Regla y Constituciones de la

Real y Militar Orden de los


Redentores de la B. V. M. de
la Merced
REGLA Y CONSTITUCIONES
DE LA

Real y Militar Orden de los Reden-


tores de la B. V. M. de la Merced

Editadas por la Provincia de Chile

SANTIAGO DE C H I L E
'mp. y Lit. «la llilplración»
SANTO DOMINGO 863
U>!l!t
Compendio de las Constituciones de la
Real y Militar Orden de los R e d e n t o r e s
de la B. V. M. de la Merced.

Traducción al castellano del R. P. José L. Pérez


de la misma Orden
9 ^ g ^ T

CON LAS LICENCIAS DEBIDAS


N . P. San P e d r o N o l a s c o p r e s e n t a n d o un n o v i c i o a la S a n t í s i m a V i r g e n .
X PREÁMBULO

deberes: ¿qué estudios entonces más interesantes y de más


utilidad que el que enseña cuanto debemos conocer y
práctícar en la vida religiosa?
Con razón el Qapítulo de 1931 aprobó entre sus con-
clusiones aquellas que dicen :
"Para la instrucción de los novicios y hermanos con-
versos será de gran utilidad se haga un compendio de las
Constituciones en lengua vulgar" .
" A fin de que nuestros religiosos conozcan a fondo
lo que están obligados a observar, parece conveniente agre-
ga* al número 108 de las Constituciones estas palabras:
durante el noviciado esfuércense los novicios por apren-
der perfectamente la Regla como las Constituciones,
de tal manera que no se les admita a la profesión fino rin-
diesen de tellas un examen satisfactorio" .
Y en realidad, nadie podrá negar la convenien-
cia y necesidad de que la persona que se ha de
vincular para siempre a su profesión conozca y se ins-
truya en el libro que le enseña sus derechos y deberes,
que le ha de guiar paso a paso por los rectos senderos
señalándole las normas que ha prometido respe-
tar durante toda su vida. Y es esto lo que las Constitu-
ciones enseñan al que se inicia en la vida religiosa: se
puede comprender entonces la necesidad que hay de co-
nocerlas, para asegurar el éxito en un estado de
tantas y de tan grandes 'dificultades y responsabilidades,"
como es el religioso.
Ahora, las Constituciones en castellano, el idioma de
nuestro país y el de la mayoría de nuestras Provincias
facilitan la noble tarea de asegurar en gran parte la me-
jor formación de nuestros religiosos, su divulgación, so-
bre todo, entre nuestros estudiantes y hermanos con-
versos, será de un valor inapreciable, porque si no cono-
cen todavía suficientemente el latín, las Constituciones
PREÁMBULO XI

podrán conocerlas y aprenderlas en castellano, formán-


dose entonces un concepto cabal de todo aquello que
constituye la esencia del estado religioso.
En este sentido, creemos haoer algo práctico, porque
nuestros postulantes, novicios y coristas con una sólida
base de ciencia constitucional, no hay duda que se afian-
zarán cada vez más en su vocación, aprendiendo desde
temprano lo que necesitarán saber en todo tiempo para
hacerse verdaderos religiosos.
Otra ventaja del compendio castellano de las Cons-
tituciones, será facilitar y secundar la ardua y difícil la-
bor de los Maestros. Bien sabemos cuánto les cuesta ir
modelando y puliendo a los que venidos del mundo con
corteza rústica e informe deberán convertirlos en los
futuros sacerdotes y religiosos, modelos perfectos, sal
de la tierra, ejemplos de virtudes, de laboriosidad y de
vasta preparación para el ejercicio de su sagrado minir-
terio.
Las Constituciones en castellano facilitarán repito
la labor del respectivo Maestro, porque éste tendrá un
texto con el cual podrá guiarse para sus conferencias,
enseñándoles a sus religiosos aquellas distinciones y ca-
pítulos que más convenientes y necesarias sean, según la
edad y capacidad de cada uno, o siegún el grado en que
se encuentren derde el postulantado al íacerdoclo.
Las Constituciones en el propio idioma facilitarán
también la labor de nuestros estudiantes, porque un es-
tudio de ellas en el retiro de sus celdas les será más
comprensivo y provechoso, recordarán mejor en su pro-
pio texto lo que el Maestro les enseñara acumulando en-
tonces un precioso caudal de conocim'en'os, que será
rico tesoro, fuente inagotable de perfeccionamiento y
virtudes religiosas.
Los Maestros estimularán a nuestros jóvenes al estu-
XII PREÁMBULO

dio p r o f u n d o y detallado de la Sagradas Constituciones,


pensando siempre que si nuestros estudiantes se penetran
de la importada que las Constituciones tienen para la
formación del espíritu de disciplina, para el perfecciona-
miento 'de los buenos hábitos y el ejercicio de las vir-
tudes sacerdotales, para el conocimiento de los oficios y
responsabilidades a que la Orden y la obediencia los desig-
nare en su tiempo oportuno, no hay duda que su estudio
será altamente interesante y provechoso, se sacarán los
más preciosos frutos, se formarán religiosos que sabrán
comprender y estimar la alta misión a que han sido lla-
mado y a la que su Instituto los tiene destinados.
En el Compendio que presentamos, le hemos dado
la mayor importancia a todo aquello que deben conocer
todos los religiosos, pero principalmente los estudiantes,
por eso se presentan íntegras, la Regla, el Fundamento,
y siete Distinciones, en las otras de éstas últimas se
ponen los Capítulos principales, ya que no interesan tan
directamente, sino a cierta clare de religiosos, como son
los superiores, o los que tienen que ejercer algunos pues-
tos de serhlada responsabilidad.
Hemos considerado conveniente anotar algunos cá-
nones del Derecho, como también ciertas determinacio-
nes de los últimos Capítulos Generales y de la Congre-
gación. de Religiosos, creemos serán de utilidad para
aclarar varios puntos que han experimentado modifica-
ciones canónicas y constitucionales, o bien servirán pata
completar algo que es conveniente saber para mejor
guiarse en casos determinados.
Al dar a la publicidad la Regla y compendio !de las
Constituciones, cumplimos con lo que aconsejan
estas mismas en su epílogo, con lo que recomen-
dó el último Capítulo General; pero creemos principal-
mente con la actual edición en castellano, cooperar a la
PREÁMBULO XIII

mejor formación de nuestros estudiantes, los que si se


aprovechan de sus sabias lecciones constituirán un feliz
augurio de prosperidad para cada uno y para toda la
Orden

Santiago, marzo 1933.

FR. RAMON ROMERO


Provincial
Regla y Constituciones
Regla de N. S. P. Aurelio Agustín, Obispo
de Hipona y Doctor eximio de la Iglesia

CAPITULO I

Del amor de Dios y del prójimo; de la unión de lo« corazones


y comunidad de las cosas

1. Ante todas las cosas, hermanos muy amados,


amad a Dios, y después al prójimo; porque esitos pre-
ceptos son los principales que nos ha dado el Señor.
Estas son, pues, las cosas que os mandamos observar
a los que estáis congregados en d monasterio.
2. El fin principal porque estáis congregados en
un solo cuerpo, es para que viváis unánimes en el con-
vento, y que tengáis una sola alma y un solo corazón
en Dios.
3. Y n o llaméis ni tengáis cosa alguna como pro-
pia, sino que todas sean comunes entre vosotros. Y re-
pártase a cada uno de vosotros por vuestro Prelado, el
alimento y el vestido; no igualmente a todos, porque
i?.o todos tenéis las mismas fuerzas; sino más 'bien a
cada uno según sus necesidades. Pues así ete como se lee
en los Hechos de los Apóstoles: "Que todas las cosas
les eran comunes, y se repartía a cada uno según lo que
había menester".
4. Los que tenían algo en el siglo al tiempo de en-
trar al monasterio, han de querer de buena gana que
2 REG:LA DE N. S . P . S. AGUSTIN

esto sea común entre todos. Más, los que nada tenían,
no busquen en -el monasterio lo que fuera de él no po-
dían tener. Sin embargo, provéase a sus necesidades se-
gún fuere necesario, aunque su pobreza, cuando estaban
en el siglo fuese tanta, que no pudiesen tener ni aún
las cosas más necesarias. Pero no se tengan por dicho-
sos, por haber encontrado el alimento y el vestido que
no pudieron tener en el siglo.

CAPITULO II

DE LA HUMILDAD

1. N o se envanezcan los religiosos, porque en el mo-


nasterio fe ven en compañía de aquellos a quienes en
el siglo no se atrevían a acercarse; mas, levanten su co-
razón hacia arriba, y no busquen las cosas terrenas y
vanas; no sea que los monasterios vengan a ser útiles
para los ricos e inútiles para los pobrés, si sucede que
los ricos se humillan en ellos, mientras los pobres se
hacen soberbios.
2. Además, los que parecían ser algo en el siglo
al tiempo de entrar al monasterio, no miren con despre-
cio a aquellos de sus hermanos que vinieron a esta san-
ta compañía desde el estado de la pobreza; antes bien
procuren gloriarse, no de la dignidad de sus parientes
ricos, sino de la compañía de sus hermanos pobres.
Ni fe ensoberbezcan si acaso dieron alguna cosa de sus
bienes para la vida común, no sea que sus riquezas sean
mayor motivo para enorgullecer los porque las han da-
do al monasterio, que si las disfrutasen en el siglo;
porque cualquier otro vicio nos incita solamente a co-
meter obras malas, pero la soberbia tiende lazos aún
3 REG:LA DE N. S . P . S. AGUSTIN

a las mismas obras buenas, para que estas pierdan todo


el mérito. Y ¿qué aprovecharía dar uno syu hacienda a
los pobres e igualarse a ellos, si el alma miserable se
hace más soberbia, despreciando las riquezas, que sí las
estuviera poseyendo?
3. Vivid, pues, todos unánimes y concordes, y hon-
rad mutuamente en vosotros a Dios, de quien sois hechos
templos.

CAPITULO III

DE LA ORACION Y OFICIO DIVINO

1. Dedicaos a la oración a las horas y tiempos se-


ñalados. Ninguno haga otra cosa en el oratorio fuera
de aquello para lo cual fué hecho, y de donde tomó
el nombre; para que si algunos quieren hacer oración
en el, fuera de las horas señaladas, si es que tienen tiempo
para ello, no se lo impidan los que pensaren h a « r allí
alguna otra cosa.
2. Cuando alabais a Dios con salmos o con him-
nos, pensad en vuestro corazón lo que decis con la bo-
ca. Y no cantéis, sino lo que leéis que se debe cantar,
mais, lo que no está escrito para ,que se cante, no lo can-
téis .

CAPITULO IV

DEL AYUNO, Y DE LA REFECCION ESPIRITUAL Y


CORPORAL

1. Domad vuestra caine con el ayuno y con la abs-


tinencia en el comer y beber, cuanto os lo permita la
4 REG:LA D E N. S. P. S. AGUSTIN

salud. Mas, cuando alguno no pudiere ayunar, no por


esto coma fuera de la hora acostumbrada, a no ser que
esté enfermo.
2. Cuando os sentéis a la mesa, hasta que de ella
os levantéis, escuchad en silencio y sin disputas lo que
según costumbre s¿ os leyere; de manera que no sola-
mente la boca tome el alimento corporal, sino que tam-
bién lo's oíldos manifiesten hambre de escuchar la pala-
bra de Dios.

CAPITULO V

DEL CUIDADO DE LOS ENFERMOS

1. Si a los que son habitualmente enfermos se les


ttata con alguna distinción ¿n la .comida o bebida, esto
no debe ser molesto, ni parecer injusto a aquellos a quie.
nes sus fuerzas y salud han hecho más robustos. Y no
juzguen más dichosos a los otros, porque comen lo
que a ellos no se da; sino más bien., alégrense, porque
con sus fuerzas pueden hacer lo qu¿ los otros no pue-
den.
2. Si a los que vinieron al monasterio d^sde unas
costumbres más delicadas, se da alguna cosa d ; comi-
da o vestido, que no se concede a otros de más robusta
complexión, y que por esta .misma razón son más feli-
ces, deben éstos reflexionar, cuánto han bajado aque-
llos de los regalos que tenían en el siglo, viniendo a la
vida del claustro, aunque no hayan podido sujetarse
a la misma frugalidad de los que son más robustos.
3. N o han de querer todos los religiosos, que se dé
a ellos lo que sólo se concedí a algunos, no por razón
de honra, sino por que se sobrellevan su§ necesidades;
5 REG:LA DE N. S . P . S. AGUSTIN

a fin de que no suceda un destcstable desorden, es depr,


que en el convento los pobres se hagan tan delicados,
cuanto los ricos se hlacen laboridsas.
4. Así como los enfermos deben tomar menos ali-
mento para no agravarse, así también, después de la en-
fermedad, deben ser tratados de modo que puedan res-
tablece: S2 piornamente, aunque hubiesen venido de la
más humilde pobreza del siglo; pues la reciente enfer.
medad los ha puesto en las mismas circunstancias en
que la costumbre ha colocado a los que se criaron deli-
cadamente. Pero luego que hayan recobrado sus anti-
guas fuerzas, vuelvan también a su antigua costumbre,
la cual es tanto m,ás conforme a los sieivos de Dios,
cuanto son menores sus necesidades. Los que están ya
sanos no se dejen llevar del1 deleite que causan aquellos
alimentos qu>e la necesidad *les había concedido para
que se restableciesen; antes bien, téngase por más ricos
aquellos que fueren más fuertes para soportar la fru-
galidad religiosa; pues es mejor tener -menos necesida-
des, que tener más cosas.

C A P I T U L O VI

DEL HABITO Y DE LA COMPOSTURA EXTERIOR

1. N o sea notable vuestro hábito o vestido, ni ten-


gáis inclinación a agradar con tos vestidos, sino con las
costumbres.
2. Cuando salgáis en púb'lico, id acompañados, y
cuando estuviéreis juntos en un lugar determinado, no
os apartéis de vuestro compañero. En el andar, estar en
pie, en el modo de vestir, y en todos vuestios movi-
mientos, no haya nada que ofenda la vista de los que
o REG.'LA DE N . S . P . S. AGUSTIN 15

os vean,, sino que todo sea conforme a la santidad


que profesáis.
3. N o se fijen vuestros ojos en miujer alguna, pues
no es ver a las personas lo que se os prohibe cuando
váis por vuestro caimdno, sino el deseadas o querer ser
deseados por ellas, lo cual es malo y delictuoso. Y no
só'o con mai',as 'acciones y afectos, simo también con la
vista se mancha la virtud de la pureza. Ni digáis que sois
puios en vuestras almas si sois libres en el mirar, por-
que la mirada es un reflejo del interior del corazón.
Y cuando dos corazones se están manifestando un afec-
to desordenado y se complacen en lo malo, desaparece
a honestidad de sus costumbres, aunque no se llegue a co.
meter acción alguna pecaminosa. N i debe imaginarse
el que fija sus miradas en otra persona y apetece que
ella fije las suyas en él, que cuando eisto hace n o l<e ve
ninguno, poique en verdad, es visto tal vez de los que
él menos piensa.
4. Mas, aún cuando 'lo haga ocultamente y sin ser
visto de nadie, ¿qué hará para ocultarse de la mirada
de aquel supremo escudiiñador, a quien no se puede
ocultar cosa alguna? Dirá por ventura que Dios no lo
ve, porque disimula con una paciencia igual a sp cien-
cia? Tema pues desagradar a Dios el religioso que hace
piofesión de santidad, para que de esta manera no des-íe
agradar a. alguna persona y reflexione que Dios ve
todas las cosas y se abstenga de mirar desordenadamen-
te. Por esta razón se le lecomienda el temor del Señor
con estas palabras de la Escritura: El que fija sui ojos
en ¡'o malo es abominable delante de Dios.
5. Cuantío cstpviéreis pues en la Iglesia o en cual-
quier otio lugar, guardáos unos a otros, porque Dios
REG.'LA DE N. S . P . S. AGUSTIN 7

que está entre vosotros, de este modo conseivará vues-


tra modestia por vosotros mismos.

CAPITULO VII

DE LA CORRECCION FRATERNAL, Y DE LA PENA CONTRA


LOS DESOBEDIENTES Y CONTUMACES

1. Cuandio descubriereis, puies, en alguno de vues-


tros hermanos esta inmodestia en el mirar, de que os
hablo, amonestadle al momento, para que no vayan
adelante estos malos principios, sino que sean coriegr
dos inmediatamente. Y si después de l'a amonestación
fuere visto otra vez, o <palquier otro día, cometer la
misma falta, entonces cualquiera que lo hubiere visto
recaer, manifiéstelo como a un (herido que necesita de ser
cúiádo. Pero antes se debe hacer obeservar esta falta
a dos o tres religiosos, para que, mediante el testimonio
dé ellos, el delincuente pueda ser convencido y casti-
gado con la severidad coi respondiente.
2. N o penséis que isois reos de malevolencia, cuan-
do descubrís esta falta de vuestros hermanos; antes
bien, no seríais inocentes si le dejáseis perecer con
vuestro silencio, pudiendo corregirlo con la manifesta-
ción de sas defectos. Porque si un hermano vuestro tu-
viese en el cuerpo una herida que no quisiese descubrir
{.or temor de la incisión, ¿por ventura, no seríais crue-
les en guardar silencio y piadosos en dar cuenta de su
enfermedad. Pues, ¿con cuanta mayor razón estaréis
obligados a manifestar la herida espiritual de vuestro
hermano para que no vaya cottompiendo cada vez más
su corazón?
3. Sin embargo, si después de amonestado no q>ii-
8 REG.'LA DE N . S. P . S. AGUSTIN 8

daré de enmendarse, antes de llamar Vos testigos conve-


nientes para convencerlo en caso de que negare su fal-
ta, se debe dar aviso de ella al Superior, a fin de hacerlo
volver a su deber con una corrección secreta, sin divul-
gar su culpa. Mas, si la negare, entonces se debería lia.
mar a los otros, a fin de que pueda ser convencido en
presencia de todos, n o por el testimonio de uno sola-
mente, sino por el de dos o tres.
4. Luego que haya sido convencido, deberá sujetarse
a la pena que le fuere impuesta para su enmienda como
pareciere conveniente al Prelado, a cuyo arbitrio perte.
nece este asp-nto cspeoialmerut;; mas, si rehusase el cas-
tigo, aunque él no se vaya por sí mismo, arrojadlo de
vuestra comtpañía, pues esto no Se haice p o r un efecto
cW crueldad, sino por compasión, a fin de que no sirva
para una fatal ruina de otros muchos con su contagio
pestilente.
5. Esto qpe os he dicho con respecto a las miradas
deshonestas, obsérvese también con diligencia y fideli-
dad en orden a investigar, prohibir, denunciar, conven-
cer o castigar cuaiquier otra falta, usando de caridad cpn
el prójimo y aborreciendo los vicios.
6. Además, cualquiera que llegare a tai grado de
maldad, que se atreviere a recibir ocultamente de algu-
na mujer cartas o regalos, si confesare vcT.unf,ariamen-
te su falta, perdónesele y hágase oración por él. Pero
si fuere sorprendido en el delito y convencido de él,
sea gravemente castigado, conforme a la discieción del
Prelado.
REG.'LA DE N. S. P . S. AGUSTIN 9

CAPITULO VIII

DEL CUIDADO DE ¿LAS COSAS COMUNA

1. Tened vuestros vestidos en común bajo el cui-


dado de u n o o dos de vosotros, ?> de los que fueren ne-
cesarios, para conservarlos libres del daño de la polilla.
Y así como es alimentáis de una misma mesa, así tam-
bién vestios de una ropería común. Cuando se os da
alguna clase de vestido, según las circunstancias de los
tiempos, sí fuere posible, no reparéis si a cada uno le
roca lo que dejó, o lo que otro había ya tenido; con
tal, sin embargo, que a ninguno le sea negado Lo que
necesita.
2. Si de aquí nacen entre vosotros contiendas y m u r
rr.ui aciones, y alguno se queja de haber recibido cosas
peores que las que antes había tenido, y de que se hace
poco caso de él, no proveyéndosele de vestidos como
se provee a ailgún otro religioso dte aquí debéiis inferir
vosotros mismos que formáis disputas por el hábito
del cuerpo, cuánto os falta en aquel santo hábito, in.
terior del corazón. Sin embargo, si se tolera, por vues-
tra flaqueza, que recibáis los mismos vestidos que ha-
bíais dejado, tened, nos obstante, el que dejéis, en el
lugar establecido bajo el cuidado de los roperos comu-
nes. Por lo cual, ninguno haga cosa alguna para sí
mismo en particular, antes bien todas vuestras obras
háganse para el bien común, y con mayor empeño y
prontitud que si cada uno las hiciese para sí mismp.
3. En efecto, la caridad de la cual está escrito, que
no busca sus propias comodidades, por esto mismo hace
ver, que prefiere el bien común al bien propio, y no el
10 REG.'LA DE N. S. P . S. AGUSTIN 10

bien propio al bien común. Por tanto, cuanto más cui-


dareis Ide las cosas comunes que de las propias, ta>nito
más conoceréis vuestro apiovechamienito espiritual,
obrando de manera que en las necesidades transitorias
resplandezca sobre todo aquella caridad que perjmanece
eternamente.
4. Infiérese, pues, de lo dicho, que cuando alguna
persona diere a sus hijos o parientes que están en el con-
vento, a>gún vestido o cualquiera otra cosa que se juz-
gue neocsaiia, no se reciba ocultamente, sino que pase
al poder del Superior, a fin de que, puesta en comúr,
se dé en seguida a quien tuviere necesidad de ella.
5. Mas, si alguno ocultare la cosa que se la ha dado,
sea castigado como reo de hurto.

CAPITULO IX

DEL LAVADO DE LA ROPA; DE LOS BAÑOS Y DE OTRAS


NECESIDADES DE LOS RELIGIOSOS

1. Lávense vuestros vestidos según la voluntad del


Superior por vosotros mismos o por personas destina-
das para esto; teniendo cuidado de no contraer man-
chas en el alma por la ambición de la demasiada lim-
pieza en los mismos vestidos.
2. No se niegue el uso de los baños cuando Vo pida
la necesidad eje alguna enfermedad; p¿ro hág^sye sin
disputas y con el dictamen dell médico, de manera que,
aunque el enfermo no quiera, se someta, no obstante, al
mandato del Superior, haoiend'o lo qpe conviene para la
salud. Mas si el enfermo quiere bañarse, y no le es
conveniente, no se condescienda con su apetito; porque
a veces se cree que aprovecha lo que da gusto aunque
REG.'LA DE N. S. P . S. AGUSTIN 11

tai vez sea nocivo. Si el religioso dice que está enfermo,


aunque su enfermedad no sea manifiesta, désele crédito
desde luego; pero tratándose <le remedios agradables,
cuando no consta de su eficacia y necesidad, primero
s e debe consultar al módico.
3. No vayan los religiosos a los baños ni a cual-
quiera otia parte a donde sea necesario ir menos de dos
o tres en compañía; y el que tuviere necesidad de ir a
aiguna parte, deberá ir con aquellos que el Superior le
hubiere asignado por compañeros.
4. El cuidado de los enfermos, ya se ti ate de los
convalecientes, ya de aquellos que sufren algún acha-
que, aunque éste no sea fiebre, encomiéndese a alguno,
a fin de que éste pida de la despensa lo que viere ser
n e c e s a r i o a cada uno de los misinos enfermos.
5. T a n t o los que tienen a q-j cargo la despensa, co-
mo aquellos otros a quienes se ha confiado el cuidado
de los vestidos o de los libros, siivan a sus hermanos
sin murmuración.
6. Los libros pídanse todos los días a la hora es-
tablecida; y al que los pidiere fuera de ella no se los
den.
7. Los que tienen cudadto de la ropa, sean solícito"
en dar vestidos y cailzado a los que los pidieren, cuando
t'ngan necesidad de elíos.

CAPITULO X

DE LA PETICION DEL PERDON Y DEL PERDON DE LA


OFENSA

1. N o haya contiendas entre vosottos y si las hu -


bieie, terminadlas cuanto antes; no sea que la ira se
12 REGULA DE N. S. P . S. AGUSTIN

convierta en odio, haciendo una viga de una paja, y de


este modo haga al alma homicida. Pues ertá escrito:
El que aborrece a su hermano es homicida.
2. Cualquiera que ofendiere a otro con injurias, o
con maledicencias o echándole en rostro algún defecto,
acuérdese Ide reparar cuanto antes la ofensa con una
debida satisfacción; y el ofendido por su parte sea tam-
bién pronto en perdonar deponiendo teda disputa.
Y si se han ofendido mùtuamente, mùtuamente tam-
bién deberán perdonarse; y esto lo haréis atendiendo
a vuestras oraciones, las que deben ser tanto más puras
cuanto son más frecuentes.
3. A la verdad, es mejor aquel que, aunque es más
propenso a la ira, se apresura, no obstante, a pedir per-
dón a quien reconoce haber ofendido, que aquel otro
que es más tardo en airarse, peí o que con más dificul-
tad se inclina a pedir p3rdón. El que no quiere perdo-
nar a su hermano, no espere ser oído en sus oraciones,
y el que nunca quiere pedir pendón, o no lo pide de
corazón, inútilmente está en el monasterio, aunque no
lo separen dz él'. Por tanto, guardaos de las palabras
duras; pero si salieren de vuestros labios, no se hos ha-
ga dificultoso el qjue ila medicina salga d<e la misma
boca, de d'onde tuvieron origen las heridas.
4. Mus, cuando la necesidad de la disciplina regu-
lar os obligare a decir palabras duras al corregir las cos-
tumbres de los subditos, aunque conozcáis haberos ex-
cedido en el modo, no se os exige que les pidáis perdón;
.a fin d>e que no se .menoscabe vuestra autoridad,, humi-
llándoos demasiado a aquellos que deben estar sujetos
a vosotros; pero deberéis pedir perdón ail Señor de to-
dos, el cual conoce con cuanto afecto amáis a aquellos
mismos a quienes corregís quiziás más de lo que con"
REG.'LA DE N. S . P . S. AGUSTIN 13

viene. Mas, el am'dr que debe habar enítire vosotros no


ha de ser carnal, sino espiritual.

CAPITULO XI

DE LA OBEDIENCIA

1. Obedézcase al Superior como a Padre, y mucho


más al Prelado principal q u í tiene quidado dz todos
vosotros.
2. A fin de que se observen Codas estas cosas y de
que si alguna no se observare debidamente, no se mire
esto con negligentia, sino que se procure enmendar y
corregir la falta que hubiere, será del cargo especial del
Superior cuando ocurre alguna cosa que exceda a sus fa-
cultades o fuerzas, el dar cuenta de ella al Prelado prin-
cipal que tiene mayor autoridad entre vosotros.
3. Vuestro Superior, no se juzgue feliz por la po-
testad del mando, sino ponga más bien su felicidad
en servir con caridad a sus religiosos.
4. El Prelado sea honrado por vosotros en presen-
cia de todos; pero delante de Dios esitá postrado con
temor a vuestros pies. Sea para todos un modelo de
buenas obras, corrija a los inquietos, consuele a los pu-
silánimes, trate con caridad a los débiles y enfermos,
y sea paciente don todos. Sea amante de la disciplina
regular, e impóngala con temor a los demás. Y aunque
el hacerse temer como el hacerse amar sean cosas ne-
cesarias en un superior, sin em'bargo, procure más el
ser amado de vosotros que temido, pensando siempre
que ha de dar cuenta a Dios de vosotros. Por lo cual,
prestándole mayor obediencia, no sólo mostraréis com-
pasión por vuestras almas, sino también po¡r la del Su-
14 REGlLA DE N. S. P . S. AGUSTIN

perior, porque cuanto más elevado es el puesto que ocupa


entre vosotros, tanto mayor es el peligro en que se en-
cuentra .

CAPITULO XII

DE LA OBSERVANCIA Y FRECUENTE LECCION DE


LA REGLA

1. El Señor os conceda la gracia de que observéis


todas estas cosas como inflamados en el amor di¿ la
be'ileza espiritual, y exhalando de vuestra buena conducta
el buen olor de Jesucristo; no como siervos constitui-
dos b a j o el yugo de la ley, sino como hijos que viven
bajo el suave gobierno de la gracia.
2. Finalmente, a fin de que podáis miraros en esta
Regla como en un espejo, léase entre vosotros una vez
a la semana, para que no dejéis pasar por olvido al-
guna cosa de las que en ella se contienen. Y cuando en-
contréis que habéis cumplido con lo que «n ella está
escrito, dad gracias a Dios, que es el Dador de todo
bien. Mas, cuanido conociéreís haber faltado en algún
punto, arrepentios de la falta, y andad con más pre-
caución para en adelante, rogando a Dios que os per-
done h deuda de la culpa, y que no os deje caer en
alguna nueva tentación. Así sea.
Comienzan las Constituciones de la Real
y Militar Orden de los R e d e n t o r e s de
la B i e n a v e n t u r a d a Virgen María
de la Merced
PROLOGO

C o m o no puede subsistir sin leyes ninguna socie-


dad bien ordenada, tan pronto como nuestra sagrada
famalia de Redentores tuvo existencia por divina re-
velación de la Inmaculada y Bienaventurada Virgen
María, dignándose Ella para su mayor gloria ser desde
el cielo su Inspiradora y Piisima Fundadora, nuestro
glorioso Padre San Pedio Nolasco, que había sido cons-
tituido Organizador, Fundador y Patriarca de ella por
la misma Bienaventurada Virgen María, comenzó a
preocuparse seriamente de sus estatutos; y para con-
feccionaros cíe la manera más conveniente, como lo exi-
gía la gravedad del asunto, de común acuerdo con el
Ínclito don Jaime L. Rey de Aragón, a quien la misma
revelación de María había designado ejecutor y patro-
no de su Orden, confió la elaboración de los misimos al
varón más sabio en Derecho Eclesiástico de aquel si-
glo, San Raimundo de Peñafort, confesor entonces de
ambos, y quien había tenido igualmente la nv'sma reve-
lación, a fin de que por boca de tres testigos constase
esta revelación, y a fin de que prestase su ayuidla en la
realización de esta admirable obra.
Este, poniendo puntualmente mantos a l'a obra, en
16 PROLOGO

virtud de la autorización de aquellos, fotimó para nues-


tra Orden e Instituto ciertas normas adaptadas a i'a vi-
da contemplativa y activa, las que en forma de Cons-
tituciones (1) ordenó sabiamente nuesro santísimo Pa-
dre Pedro Nolasco, y como primer Maestro, Fundador
y Legislador desde el principio de su institución, las
propuso para su observancia a todos sus religiosos pre-
sentes y futuros.
Nuéstia Orden, pues, aprobada y confirmada legal-
mente por la Iglesia poco después de su fundación, tu-
vo esta primera legislación, esto es, la Regla de San
Agustín y las predichas Constituciones, las que en lo
substancial no ihan sido alteradas hasta el presente, pues-
to que aquellas primitivas Constituciones en cuanto a lo
substancial son las .mismas que hasta ahora ha profe-
sado nuestra Orden. ( 2 ) .
En lo accidental sin embargo, han sufrido cambios
y aditamentos, por exigirlo así la diversidad de las

1) Las Constituciones de 1272 promulgadas por el Ge-


neral Fr. P e d r o A m e r , s o n sin duda n u e s t r o C ó d i g o más an-
tiguo, formado con los estatutos y decretos de los capítulos
anteriores, como allí s e dice expresamente. Esto no excluye
en a b s o l u t o la i n t e r v e n c i ó n de San R a i m u n d o , a u n q u e la haga
m e n o s probable (Manual de la Historia d e la O r d e n . Fr. Gui-
l l e r m o Vásqu-ez). P á g . 32.

2) Las Constituciones por las que se ha regido nuestra


O r d e n •son las s i g u i e n t e s : Primitivas 1218 a 1272. Ameria_
nas 1272 a 1327. Albertinas 1327 a 1691 Matritenses 1691
a 1895. Romanas que rigen actualmente^ (Prefacio de las
Constituciones. Fr. Pedro Armengol Valenzuela, Maestro Ge-
neral. Pág. 46) .
PROLOGÓ 17

circunstancias y de los tiempos para el mejor régimen


de la Orden.
La pre:ente compilación y ordenación de nuestras
leyes, aunque a p: imera vista parezca discrepar de las
antiguas compilaciones, de ninguna manera se separa
de la substancia ¿e nuestro Instituto, antes por el con-
trario, expresa de una manera más perfecta y más arii-
p/ia el fin de la Orden, y muchas cosas restablece a su
primitiva forma. Por tanto, para gloria dfe Dios
Omnipotente y obsequio de N . S. Jesucristo, para hon-
ra de la Bienaventurada Virgen María Fundadora nues-
tra y de nuestro Santísimo Padre Pedro Nolasco y para
conseivación, decoro y aumento de nuestra Orden, esta-
blecemos, decretamos y mandamos que sólo tengan
fuerza de Constituciones en toda la Orden todas aque-
llas cosas qu.e se contienen en el Fundamento, en las
c'oce Distinciones y en el Epílogo do la presente Cons-
titución. Pues a estas solas cosas hemos reducido e"J ín-
tegro cuerpo d» nuestras leyes constitucionales, según la
propia distinción de sus partes, para que viviendo b a j o
una misma regla y profesión, sirvamos a Dios con una
observancia regular uniforme y alcancemos la salva-
ción de nuest; as almas y las de los prójimos.

2
Fundamento

PROEMIO

Así comfo en ¡las fachadas de los edificios públicos


suelen ponerse inscripciones que dan a conocer el objeto
a que están destinados, así nosotros ponemos en la
portada de nuestras Constituciones en breve resumen lo
cue en ellas es lo principal y como la base de todo, y
a lo cual hemos dado el nombre de Fundamento por lo
mismo que es el sostén y apoyo de los demás.

CAPITULO I

DEL FIN DE LA ORDEN

1. Nuestra sagiada Orden de Redentores, llamada


también Celestial, Rea? y Militar p o r su origen, funda-
ción y primera destinación, fué fundada p o r encargo de
la misma Bienaventurada Virgen María Madre de Dios
con el fin de que los que a ella perteneciesen alcanzasen
la perfección cristiana ajusfando su vida a los consejos
evangélicos y reduciendo su cuerpo a servidumbre, y pro-
curasen la salvación del prójimo. (1) .

i) Las Reglas y Constiituciones particulares de cada una


de las R e l i g i o n e s , n o contrarias a los C á n o n e s de e s t e Código
c o n s e r v a n su fuerza, p e r o lia« qme s e o p o n e n a l o s m i s m o s son
abrogadas. (Código Canon 489) .
20 FUNDAMENTO

2. La santificación de sus almas la conseguirán


nuestros religiosos mediante el ejercicio de la disciplina
regular de todas las virtudes con el auxilio de .a gracia
divina, y el bien espiritual del prójimo lo procurarán
por la redención de cautivos, por la predicación de la
divina palabra y por la educación de la juventud.
3. Se dedicarán, ya a uno, ya a otro de estos ofi-
cios de caridad con preferencia a los demás, a aquel que
los Superiores vieren convenir más al sei vicio de Dios
y a la salvación del prójimo, teniendo en cuenta las
necesidades de los tiempos y de los pueblos y los me-
dios de que disponga la Orden.

CAPITULO II

DEL GOBIERNO DE LA ORDEN

4. Afinque el hombre es de tal naturaleza y condi-


ción que no se mantiene en el cumplimiento del deber so-
lamente por amfcw a Dios y a lo honesto, sino qfjie es
necesario el temor del castigo para apartarlo de la cul
pa, sin embairgp, nuestra Orden, por lo g,ener'all ha de
regirse más bien con paternal caridad que con dureza
y rigor, para qiue cada uno de nuestros religiosos deside
el principio de su vida religiosa aprenda y se acostum-
bre a cumplir con su deber por amor a Dios y por mo-
tivos de virtud.
5. Usense los castigos y correciones, no tanto como
pena de lo? delincuentes o vindicta contra los infractores
sino más bien corno confortativo de los débiles y me-
dicina de los enfermos.
6. Corríjanse todos los abusos paternalmente y con
moderación en cuanto sea posible, teniendo presente que
FUNDAMENTO 21

snienttas haya hombres, en virtud de su innata flia-


queza, será imposible evitarlos en absoluto. Mas, las in-
vestigaciones judiciales, los estrépitos y aparatos forences
de ninguna manera s,e usen, sino solamente cuando sea
inevitable recurrir a ellos para desterrar algún gravísimo
mal de la Orden,

CAPITULO III

DE LA CONSERVACION Y AUMENTO DE LA ORDEN

7. Siendo divina nuestra Orden por su origen y


fundación, necesita por lo mismo de la ayuda divina
pa:a su conseivacíón y aumento; santa y piadosamen
ce hay que vivir, pues, para qu€ Dios confirme su pro-
lección a nuestra Orden, En seguida debemos solicitar
con incesante oración su clemencia para qyai de día en
día se digne aumentar nuestra O;den.
8. El religioso debe ciertamente estar dotado de to-
cias las virtudes; mas, debe cultivar de preferencia aque-
llas en que estriban, principalmente la trabazón y el
vigor de la Orden y en ellas aventajarse y sobresalir,
enmo son la subordinación y unión de todos a sus su -
periores inmediatos y la de éstos con todos sus subditos
a! Jefe Supremo de la Orden: la mutua y sincera caridad
entre todos como asimismo el amor a la Orden y a to-
do lo que le pertenezca.
9. Mii a a este m p e c t o el hacer una diligente selec
ción de los que ingresan a la Orden, y a éstos imbuir-
los desde el principio en óptimas co¡stumibr:s y en só
lidas virtudes como que de ambas cosas depende cier
lamente el que todo marohe con felicidad y prosperi-
dad; por otra parte el incremento de la Orden no de-
22 FUNDAMENTO

pende del número de las personas, sino de la bondad


de ellas.
1
10. P o r lo común cuajes fueren los superiores tales
serán más o menos los súbditos y todo el cuerpo de la
Religión; por lo tanto grandemente se ha de cuidar de
que para el cargo de Superior no &e elijan sino ¡los me-
jores; mas, los mejores no se han de juzgar aquellos que
sobresalen en ciencia o en méritos, sino aquellos que
sean más aptos para desempeñar el cargo, pues el ofi-
cio de Superior se ha creado para procurar el bien co-
mún y no el privado.

CAPITULO IV

DE LA OBSERVANCIA REGULAR

11. La observancia regular es de tal manera necesa-


ria a cada religioso y a toda ila Oí den, que de ella de-
pende la salvación de aquellos y la conservación de és-
ta; nadie en efecto conseguirá su salvación desprecian-
d o los deberes de su propio estado, y ninguna cosa que
no llene el fin paia que ha sido hecha podrá subsistir
por mucho tiempo.
12. De aquí es que con un cuidado constante y un
vivo empeño deben dedicarse a esta observancia regu-
lar todos aquellos que quieran (todos por lo demás
están obligadbs a querer) conseguir su propia salva-
ción y mirar por h conservación de la Orden.
13. Mas, esta observancia de que hablamos abraza
no solamente todo lo substancial, como los preceptos
divinos, los votos y la ley eclesiástica, sino también to-
das aquellas cosas . que son propias de cada instituto,
como ¡os estatutos, las costumbi es y las tradiciones.
FUNDAMENTO 23

CAPITULO V

DE LA PERFECTA VIDA COMUN Y DE LA UNIFORMIDAD


QUE SE HA DE GUARDAR SIEMPRE

14. La vida común en cuanito a las cosas tempora-


les es perfecta cuando todos los religiosos tienen en co-
mún casa, comida, vestidos, erarilo y todo lo que perte-
neoe al uso y cuidado de la vida corporal b a j o la auto-
ridad y arbitrio de un Superior común, y no se reservan
absolutamente nada como privad'o, ni siquiera b a j o
pretexto de proveerse a sí mismo de cosas mínimas, si-
no que todas estas cosas las confían a la providencia
y cuidado del Superior.
15. Como a causa de la fragilidad bprnana no podrá
conservarse ilesa por miuoho tiempo la sustancia de la
pobreza, ni taríipoco el espíritu religioso se mantendrá
íntegro sin la perefcta vida común, se manda observar
perpetua e inviolablemente en toda la Orden esta per-
fecta vida cibmún, la que jamás ha de mitigarse o al
terarse.
Sea, pues, ilícito y un crimen para cualquiera de
nuestros religiosos ej peculio privado, del cual, como de
infecta raíz, proceden la avaricia, la envidia, la deso-
bediencia, la solicitud de las cosas mundana? y la ruina
de toda la vida espiritual.
16. Esía misma vida común en cuanto a lo espiri-
tual consiste en que todos los religiosos tengan en el
Señor un solo corazón, una sola alma, un mismo mé-
todo y orden de vida, unas mismas comodidades, unos
mismos trabajos y premios semejantes.
17. Para que esta celestial concordia de los ánimos
24 FUNDAMENTO

y placentera armonía reine perpetuamente en la Orden,


ha de ser común y unifoime en todo lugar el orden y
plan de vida de todos, del cual a nadie le será lícito
apartarse jamás a no ser por imprescindible necesidad.
18. P'or lo tanto, los privilegios, honores, exencio-
nes y preeminencks, o no toleramos en absoluto que
íe admitan e introduzcan en nuestra Orden, o permi-
timos solamente aquellos que exige la salud, la edad y
la naturaleza dial oficio, y qiíe de ninguna manera se
oponen a la benevolencia mutua y al recíproco obse-
quio, pues será conveniente que el varón religioso ten
ga siempre presente y ponga en práctica aquel consejo
evangélico: "el que quisiere entre vosotros ser el pri-
mero, sea vuestro siervo". (Matth XX, 26, 27)

CAPITULO VI

DEL AMOR DE LA PERFECCION

19. Supuesto que la substancia y fin .de toda la vida


religiosa se : esume en buscar la perfección sobreña
turaí del alma y en ap'icarse a adquirirla con todo ah : n
co, el compendio de los deberes de todo religioso no
puede ser otro que éste: tener un solícito af?n de las
cosas espirituales y dedicarse con diligencia y actividad
u adquirir las sólidas virtudes, principalmente la cari-
dad, que es el víncu,!o de la perfección.
20. Muchos son 'os med'os y documentos que, fue-
ra de la guarda de Jas leyes, ayudan a conseguir la
santidad; nos complacemos en traer aquí a la memoria
de nuestros religiosos los más comunes y de mayor
utilidad. El primero es usar y emplear tan provechosa-
mente el tiempo fugaz de la vida, que ninguno de sus
FUNDAMENTO 25

momentos se pase sin a'guna ocupación honesta, o a


lo menos útil. El segundo es adquirir conocimiento de
la religión y pcricia en las cosas espirituales, sin las
males no se podrá ser de provecho ni asimismo ni a lots
demás. El tercero es acercarse frecuente y devotamente
a los Sacramentos, por medio de los cuales el hombre
obtiene ¡a gracia y los auxilios de Dios. El cuarto es
acercarse a Dios por n v d i o de una oración constante y
asidua, presto que sin El nacía de bueno puede hacerse.
Y por último examinar a menudo la propia conciencia
para que sepa cada cual lo que le falta.

CAPITULO VII

DE LA ABNEGACION DE SI MISMO Y PESPRECIO


DEL MUNDO

21. T o d o aquel que profesa los votos religiosos, se


declara discípulo y socuaz de Cristo, lo q/ie importa
estas dos cesas: abnegarse asimismo haciéndole una
guerra tenaz a sus priopias concupiscencias, y llevar re-
sueltamente su c uz en pos de las huellas de Cristo has-
ta la muerte, o lo que es lo mismo, despreciados los ¡bie-
nes m u n d a r c s , convertirse enteramente a ilos del cíelo.
22. Mas, para que el soldado de CriiCo obtenga fe.
i.zmente el triunfo y el premio de la victoria contra sus
enemigos en este rudo combate de la vida, debe en pri-
mer lugar vencerse a sí mismo y abatirse por medio de
ta h u m e d a d , pues, cultivando evíd'arfbsamenite esta
virtud y guiado por ella en todas paites, no sólo sentirá
bajamente de sí mismo, sino también deseará que los
c'tmás sientan lo mismo de él, y deberá sentirse gozo-
so de que tanto en los oficios como en, las cosas nece-
26 FUNDAMENTO

sarias para la vida, se le dien las cosas más viles, tenién-


dose por indignísimo de todo.
23. El que de este modo, pues, se hiciere vencedor
de sí mismo por medio de la humildad, abnegará no
sólo su propia voluntad, obedeciendo pronta, alegre y
fielmente, sino también someterá su propio juicio al d d
Superior, sintiendo absolutamente lo mismo que él res-
pecto de la cosa mandada.
24. Por tanto, si el religioso con toda verdad y jjus-
ticía quire ser discípulo de Cristo y enemigo d,el mun-
do, debe odiar y despreciar los honores, las riquezas, l'os
placeres y todo lo qu<e el m u n d o ama y busca; por el
contrario debe amar y apetecer el desprecio de sí mismo,
la pobreza,, la mortificación y todo aquello que el mun-
do odia y rechaza.
25. N o ha de olvidar tampoco, antes por el con-
trario, ha de poner en ptáccioa con gran exactitud aq'ue-
ilo que Cristo impuso de una manera clara y terminan-
te a los que le seguían, si querían llamarse y ser sus
discípulos, esto es, que es necesario aborrecer a los pa-
dres y parientes carnales. Debe, pues, el religioso con-
vertir en espiritual amor carnal de sus consanguíneos
y no andar preocupado de sus asuntos y negocios tem-
porales.

CAPITULO VIII

DE LA SANTIDAD Y GUARDA DE LOS VOTOS

26. Por los votos el religioso se entrega y consa-


gra a Dios de tal míanera, que todo lo que es y tiene
ío restituye de buen grado a Dios de quien lo ha reci-
bido y se consagra enteramente a El. El que está, pues,
FUNDAMENTO 27

consagrado y dedicado a Dios de ¡palabra y de hecbo,


es preciso que sea realmente santo en las costumbres y
en el vivir.
27. Mas, para alcanzar esta santidad de vida, no
basta de ninguna manera guardar inviolablemente la
substancia de los votos, sino qus se requiere además
que se cultive perfeotísimamente y con 'gran cuidado la
virtud misma a que se subordina cada voto, esto es, la
obediencia, 'la pobreza y la castidad.
28. La perfección, pues, de la obediencia comprende
principalmente tres cosas a saberr la indiferencia de la
voluntad para aceptar de buen gradío cualquier precep-
to que se le ijmponga; la conformidad del juicio acerca
de lo m a n d a d o con el juicio del Superior, y finalmen-
te aquel'á disposición de ánimo por la cual se reconoce
í'n la potestad del Superior La misma autoridad de Dios.
29. N o tener nada propio, precioso o siuperfluo, y
usar de las rosas necesarias al arbitrio y voluntad del
Superior, pertenece ¡ciertamente a la substancia de la
pobreza; mas carecer voluntariamente de las menos ne-
cesarias o privarse algunas veces espontáneamente de
•las verdaderamente necesarias y en éstas amar la medio-
cridad y vileza, pertenece muy principalmente a la per-
fección de la pobreza.
30. Finalmente, no habiendo virtud más expuesta a
los peligros que la castidad, y siendo la naturaleza hu-
mana de p o r sí, no sól'o impotente paira conservar, sino
al contrario poderosa para arruinada a causa de su pro-
pia depravación, es necesario en primer lugar pedir in-
cesantemente a Dios esta virtud; en seguida apartar di-
ligentemente los sentidos de las cosas malas y reducir-
los a servidumbre por !a mortificación, evitando al mismo
tiempo las ocasiones con la mayor cautela. En la cas-
28 FUNDAMENTO

tidad además poco se distingue la substancia de la per-


fección, y más bien la una se confunde y une con la
otra, de tal modo, que el que no se empeñe en alcanzar la
perfección de -la castidad, apenas guardará incólume su
substancia.

C A P I T U L O IX

DEL PROCURAR LA ETERNA SALVACION 1DEL /PROJIMO

31. Nuestra sagrada Orden desde sus comienzos se


consagró toda entera a servir .al prójimo y todos sus
esfuerzos los empleó en aquellas cosas que miran a la
salvación <d,e las almas. Ante todo se dedicó a la reden-
ción, de cautivos durante casi seis siglos con tal denpedo y
fortaleza de ánimo, que restituyó la suspirada libertad
a innumerables cautivos, redimidos de la cruel .'ervi-
dumibre de los infieles por medio de cárceles, fatigas,
tormentos y efusión de lia poi'pia sangre, oon el fin y
propósito primordial de librarlos de que abjurasen de
la fe y de que incurriesen en la condenación eterna. Y
no contenta con la ¡rola redención de cautivos, atendía
con igual solicitud al mismo tiempo a la predicación de
i'a divina palabra, al qjidado de los menesterosos, a la
misma defensa de la r-í'igión y a muchas otros oficios
de caridad. De aquí es que nuestros primeros religiosos
fueron al mismo tiempo redentores de cautivos, prego-
neros de la palabra de Dios y también soldados que ,en
certas ocasiones peleaban valerosamente en los campos
de batalla contra los enemigos de la religión cristiana,
prestando ademas cariñoso aíí'o a 'os desamparados, a
los mendigos y peregrinos. Después, habiendo desapa
recido por todas partes la esclavitud de los cristianos
37 FUNDAMENTO

entre los bárbaros por haber cambiado las condiciones


de la humana sociedad, nuestra Orden se dedicó entera-
mente a los sagrados ministerios, a ¡a conversión de los
infieles y ,a la educación de la juventud.
32. Nuestros religiosos, pu«s, en virtud de la natu-
raleza y fin de nuestro Instituto están obligados a es-
tudiar, y a entregarse con todo empaño a aquellos mi-
nisterios y oficios con que de cualquier manera piuedan
ayudar al prójimo a conseguir la salvación de su alma.
33. Requiriéndose, pues, diversas aptitudes en nues-
tíos religiosos para tan diversos ministerios que miran
al bien espiritual del ipiójimo, tengan, los Superiores
por cosa de gí'an importancia destinar ¡f aplicar a cada
religioso a aquellos estudios y ministerios a los cuáles
se sienta más indinado por naturaleza y para los cua-
les aparezca más apto por su ingenio, a fin de que todo
suceda suave y provechosamente.
CONSTITUCION E1S

Distinción Primera
DE LOS QUE HAN DE INGRESAR Y SER ADMITIDOS EN
LA ORDEN, Y DE SU EDUCACION

PROEMIO

Para elevar la fábrica espiritual de la Orden co-


nvenzamos por sus cimientos, eligiendo aquellas pie-
dras vivas que, pulidlas por el martillo de l,a disciplina
v ajustadas por el vinculo de la caridad fraterna, se ele-
ven hasta la cima de lia perfección.

CAPITULO I

DE LA POTESTAD Y MODO DE ADMITIR

34. Siendo el admitir a la Orden y dar su hábito un


acto potestativo, a f i n de que por falta de autoridad no
sea este acto alguna vez inválido o nulo, declaramos
que para recibir novicios y darles el hábito tienen ca-
nónica potestad en nuestra Orden, fuera del Maestro
General y los Provinciales, los Superiores de las Casas
de probación con licencia del Generlal o del Provincial.
35. Si se presentase, pues, alguno evidentemente idó"
D I S T I N C I O N P R I M E R A 39

neo a una casa no d..signada para noviciado o a alguno


de nuestros religiosos que no tuviere facultad de admi
tir, remítasele a aqueQvos que puedan admitir, más
no antes de que aparezca indudable la aptitud del pos-
tulante, a fin de n5o originarle gastos y molestias inú-
tílesr
36. U n a vez que se haya hecho el examen de la vo-
cación y del ingenio y después que se hayan recibido las
debidas informaciones, de que hablaremos después, y
una vez que se tenga el suficiente condcimiento de -a
idoneidad del postulante pora el «stado religioso, el Su-
perio:' lo admi'tipiá, temiéndolo en observación y prueba
por algunos días, durante los cuales vivirá entre nos-
otros como huésped, entregado a santas meditaciones
y a la oración b a j o la dirección de algún religioso sufi-
cientemente versado en estas materias, a fin de que
conozca mejor la voluntad d'e Dios y (se manifieste más
claramente su propia índole a los religiosos, f l ) .
37. En cuanto sea posible haya un lugar a propósi-
to, distinto del dormitorio de los d*imás, para instruir
y probar a los postulantes, si es que han de ser instruí-
dos y probados por algún tiemlpo antes de ingresar al
noviciado.
38. U n a vez que se ha llegado a la certidumbre de
que el postulante es apto para la vida religiosa y previas
la aprobación y licencia del Maestro General o Provin-
cial, el Superior de ila Casa de Noviciado, reunidos 'los
que tienen deiecho de deliberar en esta materia, lo pro-

1). En las R e l i g i o n e s d e v o t o s p e r p e t u o s . . . y si se trata


.ue Religión de v o r o n e s , tos C o n v e r s o s a n t e s de ser admitidos
al N o v i c i a d o hagan postulantaido, al m e n o s d u r a n t e seis meses
íntegros. ( C ó d i g o Can 539) .
DISTINCION PRIMERA 33

pondrá para novicio. T o d a s las noticias y datos que se


hubieren obtenido sobre el candidato, ya sea por el
examen, ya por la observación o informes, se expon -
drán fielmente, se leerán en público ¡los documentos y
un día después, reunido de nuevo el Capítulo Conven-
tual, resolverá por votos secretos sobre la admisión o
rechazo del postulante. Se considerará aprobado si le
favoreciere la mayor parte de los sufragios, de lo con-
trario se tendrá por reprobado y de ninguna manera se
vuelva a proponer otra vez a éste o a otro convento de
la Orden. En caso de igualdad d,e votos por uno y otro
lado, prevalecerá la voz del Superior.
39. Declaramos que tienen derecho de sufragio en la
recepción al noviciado y a la profesión todos los sacer-
dotes profesos de votos solemnes que residen en la casa
de probación.
40. Admitido ya el postulante y señalado el día en
que ha de ser revestido del hombre nuevo y cambiado
en varón perfecto, se preparará para comenzar el servi-
cio del Señor con nuevo fervor y para ganar la indul-
gencia plenaria concedida por la Santa Sede para .el
acto de la toma de hábito, dedicándose de antemano a
Jos ejercicios espirituales dWante ocho días por .lo me-
nos y recibiendo los sacramentos de la Penitencia y Sa-
grada C o m u n i ó n .
41. Reunida, pues, la comunidad e instruido opor-
tunamente el candidato sobre lo que ha de hacer y res-
ponder, se colocará delante del Prelado y de rodillas
oirá lo que él le dijere. El Prelado le expondrá con bre-
vedad y gravedad lo arduo de la vida que va a comen-
zar; cuán difícil y laboriosa ¡sea; cómo está sembrada de
espinas y de toda clase de asperezas, cuánta abnegación
de la propia voluntad requiere; no ofrece delicias ni hol-
3
34 DISTINCION P R I M E R A 34

ganzas, sino haimbre, s^d, vigilias y perpetua pobreza.


Mas, si bien al principio este género de vida es amar-
go, no obstante con di ejercicio y la costulmlbre y con él
auxilio divino se hace más suave durante eil transcurso
de la vida y al final de ella más dichoso en vista del pre-
mio de la eterna bienaventuranza que está reservada a
los que en él trabajan.
T o d o 2o demás se hará según el Ritual de la Orden.
42. Se tendrá un libro especial en que re anote la re-
cepción de los novicios, el año, mes, día y hora, como
también la edad de cada uno, firmándolo en seguida,
tanto el novicio como el Prelado y dos testigos.
Las ropas seculares de los novicios guárdense cui-
dadosamente para que puedan devolvérseles en caso de
que quisieren retirarse antes de lia emisión de los votos.
Del mismo modo se les ha de devolver el dinero que
acaso hubieren entregado al convento por razón de ali-
mento y de vestido, si es que se retiran antes de la profe-
sión, deducidos siempre los gastos.
43. Siendo de gran conveniencia para el bien y au-
mento de la Orden eíl que niños de buena índole y de
selecto ingenio se preparen diligentemente para 'la vida
religiosa fuera del tumulto del siglo, principalmente en
los tiempos presenten en que muy pocos y de prepara-
ción muy deficiente, acuden a la religión, recomenda-
mos expresamente la fundación de Seminarios para la
formación de los postulantes en el temor de Dios y en
las letras. Estos Seminarios se estableceián con licencia
del Maestro General en los Conventos más importantes,
deberán estar separados del resto deil convento, confiar-
se a un religioso dotado de virtud y sabiduría y estar
sometidos a los mismos íequisitos y leyes que el1 no-
viciado. N o se recibirán niños de menos de catorce años
DISTINCION PRIMERA 35

de edad, ni se les retendrá más a'liliá de los quince, de-


biendo en esite año o irse ,a sus casas o ingresar al novi-
ciado; no se les admitirá tampoco de ninguna manera
durante el postulado al consorcio y ejercicios de la Co-
munidad.

CAPITULO II

DEL EXAMEN DE LA VOCACION Y DE LAS CUALIDADES


PARA INGRESAR A NUESTRA ORDEN

44. El apóstol San Juan (¡1 Joan. IV, 1) nos ad-


vierte que no hay que creer a todo espíritu, sino que
necesario probar diligentemente a cada uno si aca,so es
de Dios; fundados en esita sabia doctri'na, mandamos
a los, Superiores que cuando alguno pretenda ingresar
a nuestra Orden y pida vestir su santo hábito, exami-
nen cauta y minuciosamente su vocación con la ayuda
del Maestro de Novicios y de otros religiosos pruden-
tes en la discreción d,e espíritus; o sea, averiguarán con
qué espíritu y con qué intención elige la vida regular,
qué fin se propone, si es al deseo de una vida más per-
fecta y con el ánimo de poder servir a Dios con, mayor
libertad, o acaso movido más bien por ligereza o por
afecto humano, o por huir de la pobreza del siglo o de
algunas dificultades de su estado. T o d o ésto tratarán
de averiguar prudentemente. (1)
45. Nuevamente 1c interrogarán- por qué elige núes

(i) Los p o s t u l a n t e s antes d e emlpezar e l n o v i c i a d o practi_


quen ejercicios espirituales al m e n o s durante ocho días ín_
tegros y s e g ú n el j u i c i o p r u d e n t e detl c o n f e s o r , hagan confe-
s i ó n general d e la vida -pasada. ( G 4 d i g o Can 541).
36 DISTINCION P R I M E R A 36

tra Orden e Instituto con preferencia a otros; aquí se-


rá ocasión de manifestarle claramente cuán arduas son
las sendas de nuestra caridad y profesión; le descubri-
rán franca y sencillamente las austeridades y votos de
la Orden, y principalmente la obligación en virtud de
la cual debe consagrar su existencia a la salvación del
prójimo, hasta el derramamiento de sangre y hasta la
muerte.
46. Y antes de pasar más adelante, se le amonesta-
rá una y otra vez a fin de que con la frecuencia de los
sacramentos y con fervientes súplicas procure mover a
Dios a que s,e digne, si le conviene, confirmarle esa
voluntad. Fiél es Dios, y a nadie que acuda a él humil -
demente <se niega'. De nuevo tratarán d,e observarlo
atentamente si cumple estas recomendaciones y qué efec-
to produce en él la dilación, la cuall em una vocación
falsa suele amortiguar el deseo y al contrarío, en una
verdadera suele aumentarlo mucho más.
47. Mas como hay algjunos defectos de tal manera
manifiestos a la simple vista que por la excelencia y
decencia del estado debemos alejarlos prontamente, no
queremos que los que padecen tales u otros defectos
traten de vocación ní que pretendan que se les haga un
ulterior examen, sino que a primera vista recháceseles
y al punto despídaseles vacíos de toda esperanza.
48. Una vez, pues, que el postulante aparezca libre
de todos estos defectos, y por otra parté hábil y su vo-
cación bien comprobada, deberá rendir inmediatamente
examen delante del Comendador y de los examinado-
res nombrados p o r el Provincial, quienes seriamente
indagarán una y otra vez sobre su suficiencia en las
letras, sobre su agudeza de mente, facilidad de memo-
ria, fu.erza y destreza de ingenio; y si lo encontrasen
DISTINCION PRIMERA 37

deficiente en instrucción literaria según £u edad o inca-


paz de adquirir la necesaria, rechácenlo absolutamen-
te. Mas cuando se trata de magnates o varones muy ilus-
tres o que poseen de modo sobresaliente algún arte, po-
drá el Maestro dispensar respecto de la suficiencia y
capacidad científica con, tal que den esperanzas de que
podrán conseguir la ciencia que sé requiere para recibir
las sagradas órdenes. Tratándose de liegos el examen
versará acerca de su instrucción en la doctrina cristia-
na, de la capacidad para las cosas espirituales y de las
aptitudes para Jos ministerios materiales y domésticos.
49. Aprobado el postulante por los examinadores, se
procederá inmediatamente a !las informaciones y a ob-
tener del Ordinario las tetras testimoniales acerca de la
vida, costumbres y demás cualidades, que por derecho
común y según el nuestro debe tener el candidato; di-
chas cualidades, fuera de las ya señaladas, son Tas si-
guientes:
50. E n cuanto a lo exterior se requiere buena salud
y fuerzas partí llevar el1 peso <d¡e niuestro Instituto, una
fisonomía decorosa y la edad que convenga al destino
de cada uno en la Orden, la que debe exceder siempre
de los quince años en los aspirantes al sacerdocio, y de
los' veinte en los legos; mas nunca pasará más allá de los
cuarenta aunque el postulante siea sacerdote; podrá sín
•embargo disipensar el Maestro General sobre este exceso
de edad siempre que lo juzgare conveniente.
51. En cuanto a las dotes interiores del alma, se re-
quiere una doctrina sana o la aptitud para adiquírírla a
su tiempo; un recto juicio y prudencia en discernir y
obrar, y una fácil y tenaz memoria; es de desear vi-
vamente que sean además humildes, deseosos de la vir-
tud y perfección, constantes y esforzados a<mantes de
38 DISTINCION PRIMERA 38

nuestra Ofden y encendidos en celo por la gloria de


Dios y el bien de las almas. Cuanto miás abunde el
postulante en estos dones naturales y espirituales, tan-
to más idóneo se le ha de juzgar y por el contrario tan-
to menos apto será cuanto más destituido aparezca de
ellos. .
52. Acerca de la ciencia requerida en el candidato,
apenas puede establecerse a'lgo determinado, pendiendo
su resolución de tantas circunstancias, de personas, tu-
gares y tiempos. Sin embargo pata los menores de die-
ciséis años se requiere que sepan por lo menos la doc-
trina cristiana, leer y escribir correctamente y ¡los ru-
dimentos tanto de la lengua patria como de la latina;
para los mayores se exige aquella ciencia que razona-
blemente puede suponerse según la edad de cada cual.
(Cf. N. 4 4 3 ) . Los qiuie se reciben para legos basta
que conozcan líos principales artículos de la doctrina
cristiana, que entiendan.: las cosas que tocan a la perfec-
ción y finalmente que lean mediocremente o por lo
menos se encuentren capaces de aprender.

CAPITULO III
DE LOS IMPEDIMENTOS PARA RECIBIR EN NUESTRA ORDEN
53. Negamos en absoluto el ingreso a nuestia Or-
den a todos los siguientes: a los ciegos, a I03 tuertos o
muy cortos de vista, a los cojos, a los jorobados, a los
notablemente deformes, a los epilépticos o que sufren
de otra enfermedad habitual, manifiesta e igualmente
grave; talmbién a los eunucos y a los que tengan algún
miembro principal mutilado, y por último a los demen-
tes y fatuos.
54. Según el decreto de Sixto V, no se admiten al
hábito a ninguno que sea h i j o de acto sacrilego o in-
DISTINCION PRIMERA 39

«•estuoso hasta el tercer grado de consanguinidad o afi-


nidad. Igualmente rechazamos de nuestra Orden a los
demás ilegítimos, espurios o naturales, aunque en otro
tiempo legitimados. Mas con licencia y dispensa del
General o Provincial, podrán los primeros ser recibidos
entre los legos y los últimos aun entre 'los clérigos, con
.tai que por otra parte alguna buena cualidad supla el
defecto (Cf. n. 103) .
55. Del mismo modo rechazamos de la Orden a to-
dos los que algunas vez fueron sospechosos de la fe cris-
tiana o por esta misma fe sometidos a inquisición.
56. Además prohibimos la entrada a nuestra Orden
a todos los criminales o infamados por hurto, latroci-
nio, homicidio o cualquier otro crimen semejante o
mayor, o por el castigo público, de hecho o de derecho
de estos mismos delitos. También a los que son casados
y no hubieren sido exonerados canónicamente de las
obligaciones del matrimonio. A Jos que son o hubieren
sido siervos; a 'los que tengan deudas superiores a sus
haberes, a los que estén obligados a rendir cuenta de
algo en tal forma que por esta causa se hayan visto en-
vueltos en. pleitos o en otras molestias o que se tema que
esto les haya de suceder en adelante.
57. Igualmente a aquel que por razón de su oficio
u ocupación abyecta estuviere deshonrado ante la so-
ciedad; al que padree alguna enfermedad grave, oculta,
contagiosa o incurable; al que sea lunático o borra-
cho; al que ya alguna vez hubiere s'ido expulsado del
noviciado de nuestra Orden o de otra, y mucho más
si lo hubiere sido después de emitida la primera profe-
sión; al que tenga a sus padres sumidos en gran pobre-
za, de tal' m o d o que sin su ayuda n o puedan susten-
tarse o se tema fundadamente que por esta causa la Or
40 DISTINCION P R I M E R A 40

den haya de sufrir después molestias o detrimento, y


por último mandamos terminantemente que de ningún
m o d o sean admitidos al hábito aquéllos cuyo ingreso
en religión les esté ya por otra parte y de cualquier ma-
nera prohibido por derecho ( 1 ) .

'(l) Firme la prescripción de los .cánones 539 y 541 y


las d e m á s ide Jais p r o p i a s C o m s t i t u c i o n e s de cada Religión.:
1.—Son inválidamente admitidos al n o v i c i a d o : los que no
•tengan la edad r e q u e r i d a para el noviciado.
Los que se hayan a d h e r i d o a seicta acatólica. Los q u e i.i-
.gresan en la ireiligión i n d u c i d o s por violencia, miedo grave o
d o l o o a i o s q u e recibe el Suiperior i n d u c i d o dei m i s m o modo.
El cónyuige d u r a n t e el matrimonio. Los que esitán o estuvie-
sen obligados por vínculo de profesión religiosa. Aquellos a
los cuales aimenaza pena por >grave delito comedido del cual
han sido acusadlos o pueden serlo. El Obiisipo ya residencial,
ya titular, aunque haya s i d o s o l a m e n t e d e s i g n a d o por el iRo-
m a n o .Pontífice. Los clérigos que por institución d e la S a n t a
S e d e están o b l i g a d o s c o n j u r a m e n t o al s e r v i c i o de su diócesis
o de m i s i o n e s , por el t i e i m p o que dura la o b l i g a c i ó n del ju-
ramento.
2.—ilícita pero válidamente son admitidos: Los clérigos
constituidos in sacris, inconsulto el Ordinario del lugar o
c o n t r a d i c i e n d o al . m i s m o p o r q u e su a u s e n c i a r e d u n d a e n grave
daño de las almas que no puede s e r .evitado de o t r o modo;
Jos gravados c o n d e u d a s que n o p u e d e n pagar; Los s u j e t o s a
remdtir cuenitais o im|pll iie/ados en otros negocio« seculares de
los cuales puede temer la Religión pleitos o molestias; Los
.hijos que de<ben a u x i l i a r a s u s ipadres; esto es, al padre o
•madre-, abuelo o abuela, constituidos en .grave necesidad; y
Jos padres c u y o a u x i l i o sea n e c e s a r i o para educar o alimentar
S los h i j o s . . . (Código Can 542).
DISTINCION PRIMERA 41

58. E n cuanto a 1os profesos de otro Instituto, co-


mo también del nuestro, que por cualquier causa hayan
vuelto al mundo después de su profesión, deseando que
ésto quede declarado especial y expresamente, estable-
cemos que ninguno de los talas, de cualquier calidad y
condición que sea, pueda ser a d m i t i d o en <la Orden. Por
lo cual aconsejamos al Maestro General que no preste
su consentimiento para el tránsito o regreso de estos
religiosos sino rarísima vez y p o r í'a vía legítima del
derecho.
59. Mas si alguno de estos afectados por semejantes
impedimentos, diere por otra parte grandes indicios de
insigne santidad o tuviere otra cualidad que acarreara
no pequeña utilidad a la Orden, podrá dispensar el
Maestro General con tal que no se trate de irregulari-
dades canónicas o de aquellos defectos que llevan con-
sigo manifiesta indecencia o repugnancia al estado re-
ligioso.

CAPITULO IV

DE LAS INFORMACIONES ACERCA DE LA APTITUD DE


LOS POSTULANTES

60. A fin, pues, de que lo dicho más arriba se co-


nozca, deberá el postulante presentar en primer lugar
letras testimoniales de vida y costumbres, dadas por el
Ordinario del lugar de su origen, y en algunos casos
también del de su domicilio.
61. Después se procederá a las informaciones priva-
das, por las cuales deberá constar de lo sigúiente: por
el testimonio fiel de dos personas por lo menos, qué
conozcan al postulante y a sus padres: 1.') si el pos"
42 DISTINCION P R I M E R A 42

luíante es h i j o legítimo de padres honrados; 2.') si


los padres necesitan de su ayuda; 3.') si es libre y no
ligado por vínculo o promesa de matrimonio, ni pro
cede impelido por efecto humano; 4'.) si es inclinado
a la virtud y a la piedad y no corrompido por malas
costumbre?, o si ha cometido algún crimen público de
hecho o de derecho; 5.') si ha contraído deudas que
no puede pagar, o si está implicado en asuntos de qpe
deba dar cuenta y por los cuales se pueda temer allgún
pleito o molestias y; 6. 9 ) si es sano de mente y de
cuerpo, (1) .
62. Mas cuando el candidato es tan conocido, o se
tiene de él el testimonio de una persona tan digna de

(i) i.—En toida RELIGION todos los aspirantes antes de


ser admitidos, deben presentar testimonio de haber recibido
•el B a u t i s m o y Confirmación.

2 Los aspirantes varones deben además presentar


Letras Testimoniales del Ordinario de orige.n y de cualquier
lugar que desipués d e cumplidos catorce años d e edad, han
morado más de un año morataiente continuo, quitado cual-
quier privilegio contrario.

3.—Si se trata de admitir a aquellos que estuvieron


en S e m i n a r i o ; Colegio Postulantado o> N o v i c i a d o d e otra Re-
ligión, se requieren adeimás Letras Testimoniales., dadas se-
gún los diversos casos, ipor el rector del Se-rrinario o del
C o l e g i o , o í d o eJ O r d i n a r i o del lugar o del S u p e r i o r M a y o r de
la R e l i g i ó n . (Código Can 544).
DISTINCION PRIMERA 43

fe que toda ulterior investigación parezca superflua.


podrá emitirse dicha información. (2) .
63. Sí para evitar ulteriores molestias pareciere con-
veniente obtener eí consentimiento de los padres del
postulante, especialmente si es menor de edad, exíjase
por escrito. Finalmente entregue ell postulante cierta
cantidad de dinero según la condición) de las personas
y lugares para los gastos de alimento y de vestido du-
rante el año de noviciado.
CAPITULO V
DE LAS CASAS DE NOVICIADO
64. Siend'o de gran conveniencia para la recta forma-
ción de los Novicios la buena condición de la casa de-
signada, oidenamos que el lugar destinado a los Novi-
cios er.té completamente separado del domicilio y mo-
rada de los Profesos, de modo que los Novicios no pue-
dan teneí con ellos ningún consorcio; sino que sepa •
raidos por una clausura especial de todos los demás
religiosos tanto pre'bíferos como clérigos, tengan una
mansión propia en cuanto 'lo permita la capacidad' del
lugar y los recu/rsos del convento. Haya celdas para dor-
mitorios en número suficiente para que no tengan que
habitar dos en cada una, sino que cada cual tenga la
suya aparte, a fin de que gua'rdlen má? profundamiente

( 2 ) . Los que .deben dar Letras Testimoniales por pres-


cripción d e l d e r e c h o denlas' no a los a s p i r a n t e s , s i n o a los S u -
periores religiosos .gratuitamente, 'dentro del término de un
t r i m e s t r e des-de la p e t i c i ó n 'de Us mismas, cerradas con se-
llo, y si se trata de los q u e hayan estaido en S e m i n a r i o , Co-
legio. Noviiciado, Postuíartado de otra Religión, firmada 1 ?
por el S u p e r i o r con juramento. (Código Can 545).
44 DISTINCION P R I M E R A 44

el silencio y recogimiento, y con más libertad se den


a las cosas espirituales. Haya también celdas para el
Maestro y su Socio, a quienes de ninguna manera les
es lícito habitar fuera del Noviciado.
65. Además, de otras comodidades, desígnense en el
Noviciado lugares a propósito para conferencias espi-
rituales, para oír las instrucciones del Maestro, para el
cultivo de las letras y para reunirse en la recreación
cotidiana.
66. Téngase además, una Capilla para ejercitar a los
Novicios en la oración, en la confesión de sus culpas
y en las ceremonias. También, debe haber, en cuanto
sea posible, un huerto especial bien cerrado; mas, si no
pudiere tenerse uno especial y exclusivo, podrán los N o -
vicios usar el huerto común, con tal que nadie entre a
él mientras ellos estuvieren allí de paseo. ( 1 ) .

(i) 1.—Sea erigida casa de noviciado según las normas


de las Constituciones, pero si s e í r a t a de Religión de dere-
cho pontificio, para erigirla es necesario la licenícia de la
Santa Sede.
2.—'Si la Religión está d i v i d i d a en Provincias no pueden
Eer d e s i g n a d a s en las m i s m a s provincias varias casas de No.,
viciado, a n o s e r por (grave causa y c o n es-pecia! i n d u l t o de
la Santa Sede.
3.—¡Los Superiores no coloquen en las Casas die Novi-
ciados y d e e s t u d i o s , s i n o a r&liigiosos e j e m p l a r e s en el amor
a Ja o b s e r v a n c i a regular. (Cód. Can. SS4).
A d e m á s , d e las c o s a s q u e se r e q u i e r e n en el Can 5 4 2 pa-
ra ía validez d e l N o v i c i a d o , 'para que valga d e b e ser practi-
cado: 1). Después de cumplidos los quince años de edad
por l o menos; 2). Durante un año íntegro y continuo, y;
3). En la Gasa de Noviciado. (Can 555).
DISTINCION PRIMERA 45

67. A ningún religioso de nuestra o de otra Orden


y mucho menos a ningún seglar, le sea lícito entrar
al Noviciado y b a j o ningún 'pretexto, excepto al Maes-
tro y su Socio y a los Superiores; sino .esté siempre
cerrado y la llave en poder del Maestro o del Socio, y
solamente al Superior le será lícito conceder a alguno
la entrada por grave causa. Mas, si el que entra quisie-
re hablar con algún Novicio, lo hará estando presente
el Maestro o su ayudante, y no de otra manera.
68. E n cada Provincia o Vice-Provincia se elegirá
una o más casas según sus recursos o necesidades, y
que sean las mejoíteis y más a propósito, en donde nues-
tros Novicios aprendan santa y piadosamente la ciencia
de los Santos, y cuidadosamente la disciplina regular,
de tal modo que nadie, b a j o pena ck nulidad de la pro-
fesión, pueda hacer su Noviciado en otras casas no de-
signadas para esto.
Al Maestro General corresponderá determinar, pre-
via información y presentación de|l Consejo Provin-
cial, qué Conventos; se ham de e,legir y designar como
Casas de Noviciado. Si una misma Casa sirve para No-
vicios y Coristas profesos, estén, en cuanto sea posible,
separados unos de otros, a fin die quie puedan sin con-
fusión dedicarse a su propia disciplina. ( 2 ) .

(2). i.—.El Noviciado se i n t e r r u m p e ide taj m a n e r a que


haya de ser emipezado y hecho de nuevo si el 'Novicio des-
p e d i d o p o r el Superior,, s a l i e s e d e la Casa o la a b a n d o n a s e sin
licencia de aquel ipara n o v o l v e r , o p e r m a n e c i e s e fuera d e la
Casa, aún con intención de volver, más d e itreinta d í a s ; ya
continuos y a d i s c o n t i n u o s , ipor c u a l q u i e r causa y aún con la
licencia de l o s Superiores.
2.—Si el Novicio permaneciese más de quince días
pero no menos de treinta, aún no continuos con li-
46 DISTINCION PRIMERA 46

CAPITULO VI

DEL MAESTRO DE NOVICIOS

69. Para el oficio de Maestro de Novicios deseamos


con todas las veras de niueatro corazón que se nombre
siempre a los varones más graves de la Orden, y a los
más sobresalientes en virtud, prudencia y letras; a quie-
nes por las entrañas de Cristo amonestamos que siem-
pre que sean llamados a este oficio, de ninguna mane-
ra lo rehusen, sino que acepten esta labor que ha de
agradar al Señor con tantos méritos y frutos.
70. El que ha de ser, pues, constituido Maestro de
Novicios debe estar dotado de los siguientes requisitos:

cencía de su Superior, obligado por fuerza, fuera de


•la casa, bajo la obediencia del Superior, para Ja validez del
Noviciado es necesario y suficiente suplir los días pasados
de e s t e motdo; si n o más de> q u i n c e díais,, p u e d e s e r prescrito
por l o s Superiores que "sean suplidos, pero no es necesario
•para la validez.
:3.—Los Superiores no den licencia de permanecer fuera
del á m b i t o del Noviciado, a n o s e r ipor justa y grave causa.
4.—Si el N o v i c i o es t r a s l a d a d o por .los S u p e r i o r e s a otra
Casa de Noviciado de la m i s m a religión, &I N o v i c i a d o no se
interrumpe. (Canon 556).
< En las r e l i g i o n e s en las c u a l e s hay d o s c l a s e s de- r e l i g i o s o s
e! N o v i c i a d o p r a c t i c a d o para una cíase n o vale para la o t r a .
Can. 558. Son d o s clases de religiosos en la misma Orden
los dedicados al s a c e r d o c i o y los conversos.
DISTINCION PRIMERA 47

1.') Que sea sacerdote de edad provecta (1) y ejerci-


tado en toda observancia regular por 'un tiempo sufi-
ciente desde su profesión; 2'.) Que sea sobresaliente en
doctrina, prudencia y caridad; 3.') Que sea altamente
recomendable por el ejemplo de su vida pasada, y de-
dicado a las obras de oración, de piedad y mortifica-
ción; 4'.) Que sea de carácter suave, de modales agra-
dables, y de costumbres serias, pero sin molestia de los
demás, y esté muy lejos de la ira, precipitación y de-
más pasiones que suelen impedir o perturbar la cari-
dad: 5.') Que esté de tal modo adornado de virtudes,
que en todas las cosas pueda presentarse como ejemplo
de buenas obrias, y que los que esltán confiados a su
cuidado, más bien que temerle, le amen y reverencien;
6.') Que sea suficicnlteimente versado e,n lias cosas espi-
rituales y celador constante de la observancia regular,
y del bien de nuestra Orden: 7. 9 ) Finalmente, que

(1). A¡ f r e n t e de la f o r m a c i ó n de l o s N o v i c i o s ha d e ser
p u e s t o un Maestro, el cual t e n g a .treinta y c i n c o a ñ o s d e edad,
sea p r o f e s o ail m e n o s diez años desde la p r i m e r a profesión,
señalado por la prutdenicia, caridad, piedad, observancia re_
guiar, y c o n s t i t u i d o en el sacerdocio* si ise trata d e religión
clerical. (Can. 559).
El Maestro de N o v i c i o s tiene grave obligación d e emplear
toda diligencia para que sus alumnos s.e e j e r c i t e n cuidadosa-
m e n t e c o n a r r e g l o al '.canon 56 5, e n ta d i s c i p l i n a r e l i g i o s a se.,
gún las Constituciones- (Can. 562).
El Noviciado esté separado todo lo posible, de aquella
parte de la casa en la cual habitan Jos iprofesos, d e l tal ma.
nera que sin espacial causa y licencia del Superior o di!
Maestro, los Novicios no (tengan coraunicación alguna con
ios p r o f e s o s , ni éstos con los Novicios. 2.—Mas* a los No^
vicios c o n v e r s o s señáleseles tugar separado. (Can. 564).
48 DISTINCION P R I M E R A 48

sea paciente y asiduo en enseñar, suave y lleno de man-


sedumbre en corregir, ésto, sin embargo, no ha de ser
en tal grado, que no seipa alguna vez ,ena¡rde¡cerse a fin,
de que no se doblegue cuando sea necesario y así no se
menoscabe su autoridad.
71. Siempre que no fuere suficiente un Maestro para
la formación de los Novicios, el Superior le designará
como ayudante a un religioso dotado de cualidades se-
mejantes a las del mismo Maestro y sujeto a él en todo
lo toe ante al Noviciado, pudiendo ser aun un poco
más joven y no sacerdote; o también, el miismto Maes-
t r o podrá nomibrar Prefecto a alguno dle los Novicios
que sea de más edad y de mayor prudencia.
72. Tiene el Maestro plena y absoluta potestad en
la formación y régimen de los Novicios, de tal manera
que nadie, excepto los Superiores, se atreva a ingerirse
en las cosas del Noviciado. El mismo oirá las confe-
siones de los Noviciots, (2) a no ser que al Superior

(2). 1.—Acerca dej confesor de los Novicios, según d


número de los Novicios¡, ténganse uno o vari os confesores
ordinarios, salvo la p r e s c r i p c i ó n del can. 891. 2.—Los con_
f e s o r e s ordinarios, si s e trata de religión clerical, habiten gn
la m i s m a Casa del ¡Noviciado; 3.—Además, de los confesores
ordinarios, sean designados algunos confesores, a ilos cuales
los Novicios puedan acudir libremente en casos (particulares,
i• I el Maestro muestre que 'lleva esto a mal; 4.—AI menos
cuatro veces al a ñ o dése a Jos Novicios confesor extraordi.
nárioi, al cual se acerquen todos, al ¡trenos ¡para recibir h
bendición. (Can. 566).
•Con arreglo al Can. 519 los Novicios de las religiones
de varones, si para tranquilidad d e ¡su conciencia acuden a
ün c o n f e s o r aprobado por el O r d i n a r i o del lugar, ¡la confe-
s i ó n es válida y 'lícita y p u e d e n ser absueltos.
DISTINCION PRIMERA 49

le pareciere más conveniente asignar a algunos u n c'on-


fesor especial para su mayor provecho espiritual. Cui-
dará el Superior de proporcionar cuatro veces en el año
nn confesor extraordinario a todos los Novicios. ( 1 ) .
73 . El Maestro no sólo está eximido sino que se le
prohibirán aquellos oficios y cargos que puedan im-
pedir el cuidado y gobierno de los Novicios, tales co-
mo predicar, enseñar u oír confesiones de seglares.
74. Si el Maestro enfermare ó tuviere que estar au-
sente por algún tiempo, el Superior local podrá desig-
nar en su lugar a otro sacerdote idóneo, hasta que el
Provincial provea.

CAPITULO VII

DE LA FORMACION DE LOS NOVICIOS

75. Así como no hay nada más útií en la Orden


que la formación de los Novicios, así también, no hay
cosa más grave en la responsabilidad y más difícil en
la ejecución , Pues, el Noviciado es como un tierno
criadero de arbustos en donde se eligen las plantltas
para el jardín del Señor', y <Iosi pimipolWos desprendidos
del árbol del siglo y plantados en la casa del Señor
son injertados en la buena oliva, no sin gran t r a b a j o y
habilidad.
76. Considerando atentamente todo esto, y desean-
do proveer al bien de la Orden en cuanto podemos en

(1) El Can. 891 d i s p o n e que e l M a e s t r o de N o v i c i o s y s u


compañero o socio no oigan la« confesiones de sus No_
v i c i o s a n o s e r q u e ésitos, pór .grave y urgente causa, espon-
táneamen f *. l o p i d a n en1 c a s o s particulares.

4
50 D I S T I N C I O N P R I M E R A 50

el Señor, ordenamos y mandamos a los Superiores, y


principalmente all Maestro de Novicios, que instituyan
con gran cuidado a los novicios en todo aquello que
constituye un perfecto religioso; sobre todo recomen-
damos grabar profundamente en el alma de los N o -
vicios las siguientes cosías:
77. En prime'r lugar instruyaseles en 'la Ley divina,
de tal manera que, pospuesto, el amor de sí mismos y
de las creaturas, dirijan t o d o eil afecto de ru cdriazón y
energía de su allima a Dios que ha de ser amado sobre
todas las cosas, de suerte que todos sus actos los con-
formen a la santísima voluntad de Dios, y tanto en
las cosas prósperas como en las adversas, no busquen
nada fuera del obsequio y servicio de Dios.
78. Conozcan lös_ Novicios la excelencia dé la vo-
cación religiosa y la misericordia de Dios que los llama,
dignándose substraerlos a los lazos y vanidades del
siglo; por consiguiente, aprendan a detestar el siglo y
las cosas mundanas: a huir de ellas y a amar las co-
sas espirituales, el retiro, el silencio, y todos los ejer-
cicios monásticos, como también, la disciplina de nues-
tro Instituto, sus cdsas y personas; 'impónganse, pues,
del principio, progreso e historia de nuestra Orden pa-
ra que puedan darse razón a sí mismos y a las personas
que los interroguen por qué han abrazado este camino
para su propia santificación. AJ'ábese ante elllos ía Obe-
diencia, enzálcese la Pobreza, y con palabras p'uras re
comiéndese la Pureza, y trátese de infiltrarle, continua-
mente el amor all prójimo, t a n grato a Dios y tan pro-
vechoso a' ailma, a fin de que siu's corazones se infla-
men en cada una de estas virtudes de dos votos, y no
deseen otra cosa que hacerse conformes a la imagen del
Hiio de Dios.
79. Enséñesele? a labrar su propia santificación con
DISTINCION PRIMERA 51

temor y temblor, a sentir bajamente de sí mismos, a


atribuir a Dios todos, el bien y todo lo bueno que
encuentren en sí; a imputarse a sí m i s m o ' todo lo malo
como capaces de todos los crímenes; a no indignarse por
la fragilidad y caída de los demás, sino más bien a temer
para si males mayores; a observar e imitar las virtudes
de los demás y a interpretar en buen sentido las acciones
malas que por ventura notaren en alguno; a dar a todos
buen ejemplo y no envidiar a nadie; y finalmente a
no andar con 'la cerviz erguidla, sino con humildad y
con los ojos puestos en el suelo.
80. Procúrese infundirles Ha persuaoión de que toda
la perfección de la vida religiosa consiste en la obser-
vancia re guiar y en la moderación, de todas 'las pasio-
nes, las que debe esforzarse cada uno por someterlas
a la recta razón apartándose de los vicios por la guar-
da v mortificación de los sentidos, por la pureza de
conciencia, por la manifestación de los movimientos
internos y de las tentaciones, por el ejercicio de la hu-
mildad, por la modestia y el silencio, por la frecuencia
de los Sacramentos, principalmente de la confesión.
81. A los 'religiosos de nuestra Orden los liga una
especial obligación a la Santísima Virgen María, por
haberse dignado llamarse y ser la verdadera fundadora
y Patrona beneficentísima de nuestro Instituto; por
e*o, pues, el Maestro de Novicios incite desde un prin-
cipio vivamente y con frecuencia a los Novicios a la
devoción, culko y piedad hacia la bondadosísima Ma-
dre, v p'iocxirie moverlos de tal m o d o a su amor que
éste llegue a grabarse como un sello en sus corazones,
de suerte que nada ihaya en su boca, nada en su mente
o en sus obras que no respire amor a María, nada les
agrade sin María, y nada les desagrade con María, y
todas las acciones empréndanlas y háganlas en su nom-
52 D I S T I N C I O N P R I M E R A 52

bre. Por tanto comiencen con entusiasmo desde él prin-


cipio de la vida religiosa lo que han de hacer después
en el curso de su existencia, y como cotidiano tributo
de su devoción le rezarán cinco décadas del Rosario
con las Letanías Lauretana?.
82. Debe además, instruirse a los Novicios en los
misterios de la doctrina cristiana, en los principales Ca-
pítulos de la Regla y de las Constituciones, en los de-
beres esenciales del estado religioso, en los documentos
de Ja vida espiritual, en los métodos para orar y en ¡a
manera de rezar debidamente el Oficio divino, y servir
correotamenjte al allt'ar.
83. A este fin el¡ Maestrjo exiptonidiriá a los Novicios
con paciencia y con mucha frecuencia los rudimentos
de la fe, les explicará la Regla y Constituciones de la
Orden, y les dará a conocer la perfección de la vida re-
ligiosa; les enseñará a tener humildad de corazón, a
confesarse con frecuencia, con sinceridad y lágrimas de
arrepentimiento, con integridad y santa vergüenza; a
alimentarse con el Pan celestial y a ejercitarse en la
oración y en la asidua deploración de sus pecados an-
tes de la Comunión para que se acerquen dignamente a
la Eucaristía.
84. En cuanto a da oración menital y vocal, el Maes
tro enseñará a los Novicios el método, orden y m o d o
de hacerla y les enseñará igualmente la manera de ha-
cer fructuosamente el examen de conciencia. Enséñeles a
leer con asiduidad y con provecho espiritual los libros
ascéticos y místicos para que an el/los aprendan la cien-
cia de los Santos. Déles a conocer la manera de meditar
y de contemplar; y la diferencia que hay entre estos
dos actos, y señale a cada u n o de ellos (U'no ú otro ejer-
cicio según lo exigiere el grado de perfección y la ne-
cesidad de cada cual. Introduzca la costumbre de leer
DISTINCION PRIMERA 53

continuamente las vidas de los Padres y Santos de la


Orden.
85. Respecto de Ja oraición vocal procure ante todo
que en el coro recen ordenada y devotamente las horas
canónicas, y que las preces tanto matutinas como ves-
pertinas, y todo lo que recen ya dentro ya fuera del
coro, lo pronuncien no sólo con la boca sino también
con la mente y con el corazón. Instruyalos diligente-
mente en los ritos y ceremonias según el uso romano.
Para todo esto y para explicar y enseñar la Regla y
Constituciones, reservará tiempos especiales enteramen-
te 'libres de las demás ocupaciones.
86. Hagan inviolablemente dos veces al día el exa-
men de conciencia por un breve rato, y una vez a la
semana digan al Maestro sus culpas, reunidos en Ca-
pítulo. A los que ól hallare abiertamente negligentes o
que hayan caído en alguna culpa constitucional, corre-
girá de pai'abra o de obra, no con dureza y acritud, sino
con suavidad y blandura a fin de reducirlos a mejor
conducta por la benignidad más 'bien que por la seve-
ridad, Enséñeles cómo deben obtener el perdón del Su-
perior en Capítulo o doquiera que fueren reprendi-
dos. Ejercítelos tamibién con frecuencia en áilguna mor-
tificación, y de cuando en cuando impóngales algunas
penitencias y castigos sin motivo, para que se acositum
bren a la obediencia y prontitud de ánimo y aprove-
chen en la abnegación de si miamos-
87. El novicio se mantendrá siempre en su celda y
no entrará a otra sin licencia del Maestro. Esté siem-
pre bien ocupado en leer, escribir o tratar de asuntos es-
pirituales. En ninguna parte tenga los ojos levantados
sino bajos. Inclínese devota y humildemente ante el que
k da o h quita algo, o ante el que k vitupera o alaba.
Reciba con igual semblante lo próspero y lo adverso.
54 D I S T I N C I O N P R I M E R A 54

Con ninguno se atreva a reñir por cosa alguna, ni a


defenderse a sí mismo o a otro con protervia. Si ha
ocasionado escándalo a su hermano, póstrese a sus píes
hasta que él le diga que se levante.
88. De mingutaa manera hablarán los Novicios con
los seglares, y con los parientes rarísima vez y después
de haber obtenido la licencia del Superior; con los de-
más religiosos de la casa no tendrán ninguna comuni-
cación; no se juntarán a ellos ni para una brevísima
conversación o detención, ¡sino que pasarán j u n t o a
elios en silencio y con los ojos bajos, no dando absoluta-
mente ocasión paia hablar, ya sea respondiendo o pre-
guntando. Mucho más evitaián entrar a sus celdas
aunque los llamen a no ser que se trate del Superior.
89. C u a n d o fuere necesario saldrán del Noticiado
de dos en dos y no de otra manera. N o esc liban, no
envíen, ni reciban cartas sin 'licencia del Maestro, quien
las leerá primero; del mismo modo no darán ni pres-
tarán, ni recibirán lo que otro les diere sin la venia del
Maestro; sino que itodas las cosas que tengan para siu
uso, las poseerán b a j o la omnímoda, dependencia del
Maestro. i
90. Ejercítense con frecuencia en mortificaciones ex-
teriores ya privadas, ya públicas, en obras de humil-
dad!, ayunos y cilicios, según lo exigiere ¿1 fervor de la
devoción y la necesidad espiritual de cada uno; mas,
no se den a estas obras imprudentemente sino con dis-
creción y con el consejo del Maestro. Pero a la mor-
tificación interior; y guarda de los sentidos se dedicarán
siempre y em t o d o llagan.
91. Además, de lo que toca a la formación del es-
píritu, a 1a. disciplina regular, a la doctrina cristiana y
al Oficio divino, se ha de enseñar también a los No-
vicios el canto eclesiástico, y todo el tiempo sobrante
DISTINCION PRIMERA 55

se empleará en enseñarles los elementos de la lengua


patria y de la latina, y aún de la griega, como también
la Historia Sagrada y e'l arte de leer correctamente y
con elegancia, y aún el arte de declamar; p'ara l o cual
convendrá aprender de memoria los mejores trozos de
algún orador selecto, y recitarlo^ en público frecuente-
mente. N o menor cuidado se debe tener, finalmente,
en que nuestros jóvenes aprendan modales cultos y fi-
nos para tratar con los demás .y todas las reglas de ur-
banidad y cultura, omitiendo naturalmente las que son
propias y exclusivas del trato de personas seglares. Na-
da hay más desdoroso para jun religioso qpe ha de tra-
tar con toda clase de personas, que mostrarse rústico
incivil y ajeno de toda cortesía. Fuera de estas cosas,
no les será lícito a los Novicios dedicarse a ciencias más
elevadas durante el tiempo de prueba, y ni aún a la;
ya dichas se aplicarán con t a n t o ardor que vengan a
distraerse de la educación religiosa que es el fin prin-
cipal del Noviciado.
92. Los Novicios desde su recepción hasta h emisión
de su profesión no serán ocupados en ninguna clase de
ministerios fuera de la clausura de su Noviciado, ná se
les destinará para ayudar o acompañar a otro, de cual-
quier condición que sea, b a j o ningún pretexto, ni se
les dai'á licencia para salir de casa, a no ser en Comu-
nidad en compañía del Maestro, de. siu ayudante o de
algún grave religioso designado1 por el Superior.
93. Si algún Novicio se portare inmoral o atentare
con soberbia de algún modo contra la obediencia, con-
tra el orden establecido en d Noviciado, o de cualquier
modo se condujere gravemente indecoroso, se le expul-
sará inmediatamente.
Mas, si hubiere cometido otras faltas no tan gtlaves,
y por otra parte diere espeíanzas de una probable en-
56 D I S T I N C I O N P R I M E R A 56

mienda, trátese de reducirlo a mejor conducta con sa-


ludables amonestaciones y penitencias. Si un Novicio
quebrantase la clausura, esto es, si saliere de la casa sin
licencia, téngasele por el mismo hecho como expulsado,
a no ser que hubiere hecho ésto por ligereza, y arrepen-
tido de ello, volvie'se espontáneamente pidiendo ser ad-
mitido; mas entonces deberá empezar de muevo.
Mas, si un Novicio, mirando para atrás volviese al
siglo, no se le admita más.
94. Los Novicios legos tendrán, en cuanto sea po-
sible, un luglar separado de los Novicios de coro para
habitar; y si para su gobierno e instrucción no fuere
suficiente, el Maestro de los Novicios clérigos, destí-
nese otro religioso igualmente diligente, piadoso y lle-
no de caridad que los cuide e instruya con toda dili-
gencia y paciencia. Estos podrán desempeñar oficios del
convento durante el tiempo de la prueba, con tal que
estos oficios no impidan siu instrucción, la cual debe
comprender absolutamente la doctrina cristiana, la subs-
tancia de dos vottos y del estado ifelígíoso, una sumaria
noticia de la Regla y Constituciones, pericia en desem-
peñar cumplida y devotamente los ministerios sagra-
dos, y por fin, q\¡e conozJcan también las principales
reglas de urbanidad.
95. Mas, como no dudamos de qtue siempre el mun-
do hará cruelísima guerra a lo¡s Novicios, por eso el
Maestro vigile prudentemente sobre elflos para que de
todos los que í<e han rido confiados no pierda ninguno.
Si notare, pues, a alguno triste o desalentado, trate
de apartarlo de sus malos pensamientos con prudencia
y habilidad. Encargúele que ore con más fervor, que
ayune con más sobriedad, y que se confíese y comul-
gue con más frecuencia, pues con tales dardos se ame-
drenta y se vence el demonio. Amonestándolos, pues,
56 DISTINCION PRIMERA 57

así, quizás se gane al que está para caer; mas si, menos-
preciado por él, pereciere, sepa que su sangre se le ha de
exigir a su propia cuenta.

C A P I T U L O VIII

DE LA DISTRIBUCION DEL TIEMPO EN EL NOVICIADO

96. Debiendo estimarse tanto el tiempo cuanto la


misma bienaventuranza del cielo, lo que logrará con-
seguir sin duda el que usare bien del tiempo, nuestros
religiosos acostúmbrense desde el mismo Noviciado a
usar debidamente del tiempo, y a no desperdiciar ni
siquiera una partícula de él por lo cual ordenamos
que en cada Casa de Noviciado se establezca con la apro-
bación del Superior, un horario detallado, en el que
Sfe exprese cuidadosamente lo que cada uno ha de hacer
cada día y cada hor/a.
97. Eli orden diario de vida y de ocupaciones será
más o menos éste: por.la mañana a la señal de la cam-
pana del despertador, se levantarán los Novicios con
presteza, y mientras se visten y lavan, procurarán ocu-
par su mente en algo piadoso, o esto mismo lo profe-
rirán con los labios; después rezarán las preces matina-
les en la celda o en la capilla, en seguida irán a la
oración mental1, y rezo de las Horas Canónicas en Co-
munidad, y oirán la Misa; hecho ésto, arreglarán las
celdas, y tomarán desayuno. El tiempo que sobre antes
del medio día lo dedicarán al estudio de cosas espiri-
tuales y a las clases. Antes del mediodía harán tam-
bién examen de conciencia y almorzarán después. En
seguida tendrán un rato de honesta recreación, y des-
pués se retirarán a sus celdas en silencio' por algún
breve espacio de tiempo. Desde el mediodía para ade-
56
D I S T I N C I O N P R I M E R A 58

lante distribuirán el tiempo entie el rezo del Oficio di-


vino, lias lecciones que nuevamente se han de tener, pa-
seo en¡ algunos días, cena, recieo, rosario y examen de
conciencia. Después de todo esto, se recogerá cada cual
a su celda, donde, después de rezadas las preces vesper-
tinas, se entregarán al reposo en el Señor.
98. Dos veces en la semania se enseñará indefectible-
mente la doctrina cristiana y la ciencia de las cosas es-
pirituales a líos Novicios; dos veces también se les ex-
plicará la observancia regul'ar, la Regla y Constituciones
y las ceremonias; una vez se ejercitarán en el canto
eclesiástico; una vez tendrán Capítulo de Culpas, y
un día finalmente, por l o común el jueves, no ocurrien-
do próximiamente algún otro día de fiesta, se les con-
cederá para descanso y soi'az del ánimo y del cuerpo,
quedando exentos y libres de clases.
99. En las conferencias que ha de haber, se proce-
derá de este u otro modo semejante: oirá primero aten-
tamente lo que se les explica o lee, en seguida comen-
tarán entre sí lo que hubieren oído, preguntando y
respondiendo, por. ejemplo, cómo se ha de meditar íobre
algún punto propuesto, y qué f r u t o se ha de facar d_'
él; por qué medios se ha de extirpar un vicio o se ha
de adquirir una virtud, pómo se ha de vencer una ten-
tación y otras cosas semejantes; finalmente, el Maestro
resolveiá tes dudas y determinará lo que se ha de hacer
en cada caso. ( 1 ) .

(1) Los Novicios igozan de todos Jos privilegios y gra-


cias e s p i r i t u a l e s concedidas a ila r e l i g i ó n ¡ y si m u e r e n tienen
derecho a los mismos sufragios prescritos ipara los demi;
religiosos. Los N o v i c i o s n o sean p r o m o v i d o s a órdenes duran-
te el Noviciado. (Can. 567).
56 DISTINCION PRIMERA 59

CAPITULO IX

DE LA ADMISION DE LOS NOVICIOS A LA PROFESION

100. El Apóstol dice: "Probadlo itodo, y lo que es


bueno, conservadlo (1 Thesal. V . 2 1 ) ; por consi-
guiente, no a todos o cualesquiera Novicios por el sólo
hecho de haber terminado su Noviciado, se debe recibir
a la Profesión, sino solamente a aquellos que el íntegro
año de prueba y la integridad de sus costumbres dio-
ren a conocer como idóneos para la Orden, ni por otra
parte aparecieren indignos a la luz de la información
auténtica.
101. Mas, a fin de que en materia tan grave no se
haga índebidami2n|te alguna admisión, ya sea por falta
de declaración o ya por cualquiera otra causa, hemos
creído conveniente consignar aquí lo que se requiere pa-
ra la legítima profesión, según el derecho común y el
nue&tio. E n primer lugar, no admitimos a la profesión
a ninguno que no haya cumplido dieciseis años de edad,
y uno íntegro de prueba, y declaramos por otra parte
que dicho a ñ o no empieza sino al fin, de los quince
años, aunque el Novicio hubiere entrado antes de esta
edad, y pasado eü cual íntegramente de un p u n t o a otro,
debe hacer di la profesión; y si se intentare hacer de otro
modo, la profesión será inválida y nula, según lo dis-
puesto por el Concilio de Trento. T o d o esto debe cons
tar por testimonio legítimo según derecho. Nada sin
embargo, se opondrá a que los Novicios sean demorados
por más ticunpo por razón de prueba y experimento,
antes bien, esto a veces podrá ser conveniente con tal
de que haya causa especial y de que la prolongación de
la prueba no fe alargue más allá de los seis meses.
56
D I S T I N C I O N P R I M E R A 60

102. Declaramos además, nula y sin valor la profe-


sión que fuere hecha sin consultar al Maestro General
o Provincial y ;al Capítulo conventual.
103. Del mismo modo, según la disposición de Six-
to V, confirmada especialmente para nuestra Orden por
Alejandro VIII, declaramos que es írrita e inválida ipso
facto, la profesión de aquellos qjue han sido procreados
de acto sacrilego o incestuoso, hasta el tercer grado de
consanguinidad o afinidad. Podrán sin embargo, éstos
ser admitidos a la profesión en calidad de conversos, con
licencia del Maestro General o del Provincial y con el
consentimiento unánime; de sus respectivos Consejos,
según lo dispuesto p o r el misino Sixto V, con tal que
por otra parte estén dotados de buena índole y de ho-
nestos costumbres, ni estén afectados por algún impe-
dimento de derecho o de nuestras Constituciones (C,F.
N. 54) .
104. Bajo la tmisma pena de nulidad prohibimos
nuestra profesión a todos los individuos de ajena pro-
fesión .
105. Todos aquellos, púas, que impedidos por los
susodichos defecto:, o por otros semejantes, pretendie-
ren nuestra profesión y la emitieren obrepticia o su-
brepticiamente, esto es, con afectada falsedad u ocul-
tando la verdad, en cualquier tiempo que esto se descu-
briere, serán expulsados inmediatamente de muestra
Orden, como que su profesión ha sido nula por el mis-
mo hecho. Y el Superior que a sabiendas hubiere admi-
tido a k profesión a estos tales, quedará sometido a las
penitencias que el Superior Mayor le impusiere según
su arbitrio después de privarle del oficio.
406. Declaramos, además, que la profesión deberá
hacerse en nuestra Orden solemnemente en manos deí
Superior facultado para esto. Por su parte el Prelado
56 DISTINCION PRIMERA 61

que recibe la profesión deberá tener siempre el ánimo e


intención de protestar en nombre propio y de toda la
Orden que no pretende consentir en ella en caso de que
haya algún impedimento odulto en el profesante.
107. Si algún Novicio se manifiesta por cualquier
causa indigno o inepto, el Maestro impondrá pronta-
mente de ello al Superior, quien, sin esperar el fin del
Noviciado y tan pronto como le conste que el Novicio
no es idóneo para Ja profesión, lo despedirá, después de
consultar a} Provincial. Aconsejamos sin embargo, al
Prelado que no sea siempre fácil para expulsar a los No-
vicios, ni sea tampoco demasiado benigno en retenerlos.
No se despida inmediatamente al que. entibiándose en su
vocación quisiere volver al siglo; deténgasele por algún
tiempo, y mientras tanto algunos religiosos piadosos
procuren exhortarlo y excitarlo a la perseverancia por si
ha caído en esa tentación engañado p o r astucias diabó-
licas o por alguna ligereza. Mas, si amonestado persis-
tiere en su determinación; déjesele a su arbitrio, y si no
fuere aún mayor de edad, entregúese benignamente a sus
padres o tutores.
108. Mas, sí perseverare en su vocación, el Maes-
tro General o el Provincial por sí mismo o por otros
religiosos fieles y expertos, explorará dentro de los dos
meses próximos a la profesión con toda diligencia el
ánimo del Novicio y examinará su vocación, su espí-
ritu, su preparación y práctica en la disciplina religio-
sa, sobré lo cual oirá también al Maestro y a otros, y,
si después de bien considerado todo esto lo hallare dig-
no de la profesión, ('o aorobará, y dará sfu licencia para
proceder ulteriormente. Entonces el Superior de la Casa
dé Probación lo propondrá a la Comunidad, la que,
después de oír las informaciones del Maestro, procede-
rá por votación secreta a la aprobación o reprobación
56
D I S T I N C I O N P R I M E R A 62

con toda equidad. Ha de saber el Maestro que está obli-


gado en conciencia a manifestar sinceramente y sin nin-
gún doblez todo lo bueno o malo que hubiere notado
en el Novicio durante el Noviciado. E n caso de empa-
te de votos, prevalecerá la voz del Superior. C. E. N ' .
54) .
109. Finalmente, hacemos saber a los Novicios ad-
mitidos a la profesión de votos simples, que si antes
de la profesión quisieren disponer de sus bienes, pue-
den libremente confiar la administración de ellos a quie-
nes fueren más de su agrado, pues mientras sean de vo-
tos simples, se les prohibe el uso y administración de su
hacienda, aunque conserven el dominio radical de ella.
A los profesos de votos simple.-, aunque son verdade-
ros religiosos, no se les ha de permitir la formal renun-
cia de sus bienes, puesto que todavía pueden volver al
estado secular. ( 1 ) .

O)- i.—Antes de la profesión de los votos simples ya


temporales, ya perpetuos, el Noviciado debe, para todo
e¡ tiemipo en q u e esité l i g a d o c o n 4os v o t o s s i m p l e s , ceder !a
administración de s u s b i e n e s a q u i e n q u i s i e s e , y a n o ser que
las C o n s t i t u c i o n e s o r d e n e n o-tra oosa, disponer libremente del
u s o y u s u f r u c t o d e los mismos.

2.—Si esta cesión y disposición fuese omitida por faJtí


de b i e n e s y é s t o s desipuiés s o b r e v i n i e s e n , o si ihubiere s i d o he-
cha y después otros bienes fuesen adquiridos por cualquier
tríate, sea -hecha o r e p e t i d a s e g ú n las n o r m a s e s t a b l e c i d a s ->n
el número anterior, n o obstan-te la s i m p l e profesión emitida.
(Can. 569).
56 DISTINCION PRIMERA 63

CAPITULO X

DE LA PROFESION Y SU SOLEMNIDAD

110. Llegándose ya el tiempo en que el Novicio de-


berá emitir la profesión de votos simp!fes, hará ejerci-
cios espirituales inmediatamente antes de ella durante
ocho días por lo menos, bajo la dirección de su Maes-
tro o de otro sacerdote. (1) .
E n estos días se dedicará de lleno a pedir a Dios la
gracia y el valor d>z conformarse a su vocación y hacer
siempre lo qiu-e más agrade a su divina Majestad.
En seguida, y después de hecha una confesión ge-
mera! y recibida la Santísima Eucaristía, se acercará a
profesar, y arrodillado ante el Prelado oirá respetuosa-
mente sus palabras. ( 2 ) .

(1)1.—El Novicio puede libremente dejar la religión


o ser destpedMo por l o s S u p e r i o r e s o por eJ C a p í t u l o , según
las Constituciones, por cualquier justa causa sin que el Su-
p e r i o r o el C a p í t u l o es¡tén o b l i g a d o s a m a n i f e s t a r al d e s p e d i d o la
causa que hay para ello.
2.—Acabado el N o v i c i a d o , si es j u z g a d o i d ó n e o , e1 N o v i -
cio sea a d m i t i d o a la p r o f e s i ó n , d e !o c o n t r a r i o sea despedido;
si queda duda de si es i d ó n e o , 'puede- ser 'prorrogado por los
Superiores Mayores e! tiemipo de la p r u e b a , 'pero n o más de
seis meses. (Can. 571).

(2) Antes 'de da profesión de los votos temporales, h


cual d e b e preceder «¡eirwpre a la p r o m o c i ó n a la t o n s u r a y
órdenes menores, los Novicios presentarán al Superior una
petición por escrito, d a n d o fe de su v o c a c i ó n a! e s t a d o reli-
gioso y clerical, y e x p r e s a n d o a U v e z su f i r m e p r o p ó s i t o de
56
D I S T I N C I O N P R I M E R A 64

Eli Prelado le expondrá breve y gravemente la obli-


gación de los votos de Obediencia, Pobreza y Castidad,
y el Cuarto V o t o especial de nuestra Orden que dimana
de las entrañas y primitiva institución de la misma, en
virtud del cual nuestros religiosos están obligados a pro-
curar la íalvación de los cautivos1 de la mejor manera
que pudieren, aún con peligro de fw propia vida.
111. Después de ésto, le hará presente también todos
los sacrificios y asperezas de la vida regular y las obser-
vancias de la Orden, las que deíben practicar no como se
hace aquí o allá, sino según se contienen en las Cons-
tituciones.
Expuesto así todo ésto, pregunte al que va a pro-
fesar si, bien considerado todo, elige permanecer más
bien en la Religión que volver al mundo; y, respon-
diendo él afirmativamente, ejecutará I'o demás confor-
me al Ritual de la Orden. ( 1 ) .

•dedicarse perpetuamente a la milicia celestial en el estado


religioso; petición y declaración que serán guardadas en si
archivo" (Decreto de la Sagrada Congregación de Religio-
sos del i.1? ,de d i c i e m b r e de 193 1 ) .
(i) Para la validez de 'Cualquier profesión religiosa se
requiere que; 1). El q u e la ha de emitir ¡tenga la edad legi_
tima s e g ú n la n o r m a del Can. 5 73; 2.' Qué admita a la p r o -
fesión Superior legítimo según las Constituciones; 3). Que
haya precedido, Noviciado válido, según 'la n o r m a del Can.
555 ; 4 ) . La 'profesión sea h e c h a sin v i o l e n c i a o m i e d o grave
o d o l o ; 5 ) . Sea e x p r e s a , y ; 6 ) . Sea recibida por legítimo Su-
perior, s e g ú n las C o n s t i t u c i o n e s por sí o p o r otro.
Mas, para ila validez de la p r o f e s i ó n 'perpetua, ya solemne,
ya s i m p l e , se requiere además que haya (precedido la profe-
s i ó n s i m p l e t e m p o r a l , s e g ú n la n o r m a d e l c a n o n -?7 74. (Can.
572).
56 DISTINCION PRIMERA 65

112. En seguida, el Novicio, haga y lea en esta for-


ma la profesión escrita por él mismo o por otro:
"Yo, Fray N. N. h i j o de legítimo matrimonio de
N. y N. nacido y criado en N. (ciudad, aldea o lugar"»
hago profesión de votos simples (o solemnes), y pro-
meto a Dios, a la Bienaventurada e Inmaculada Virgen
María y al Bienaventurado Padre nuestro San Pedro
Nolasco, y a vos Reverendo Padre, N . Comendador, o
Muy Reverendo Padre N. Provincial de esta Provincia
de N . ) , de este Convento de N. de la Real Orden de la
misma Inmaculada Virgen, María de la Merced, en lu-
gar del Reverendísimo Padre N. Maesitro General y de
¿us sucesores (si el Reverendísimo Padre Maestro Ge-
neral personalmente recibe la profesión, se omiten las
palabras lugar. de etc..." y todo se dirige a él) ob-
servar obediencia, pobreza y castidad según la Regla de
Nuestro Padre San Agustín y las Constituciones de la
dicha Orden, tal como en ellas se contienen; y quedaré
en rehenes en poder de infieles, si fuere necesario, para
la Redentción de (los fieles cristianos".
Esta profesión la emito libre y espontáneamente
terminado ya el año íntegro de la primera prueba (o
terminados ya los tries años de la segunda prueba) y
cumplidos todos los requisitos según lo decreta el Con-
cilio Tridentino y Constituciones de la Orden. T o -
do lo cual se realizó en mí, debida y legítimamente y
se hizo cumplidamente. En testimonio de ello he dado
fp de esta canónica profesión y la he firmado con m i
propia mano" .
Aquí se menciona el Convento, año, mes, día y
hora, y también el año de la fundación de la Orden.
T o d o lo cual deben igualmente atestiguar el Prelado y
otros dos religiosos con sus firmas. El Libro de Profe-

56
D I S T I N C I O N P R I M E R A 66

siones se guardará siempre con todo cuidado en algún


lugar seguro del Convento.
113. Finalmente, después de hecho todo ésto, el Pre-
lado con la Comunidad lo recibirán al ósculo y abrazo
de paz, como a hermano ya vinculado a ellos mismos;
y volviendo de nuevo a los pies del Prelado, éste lo
amonestará brevemente a que dé gracias a Dios por el
beneficio tan grande que ha recibido, y le asignará el
último lugar entre líos profesos de su categoría.
114. Más, para que el fervor originado en Ib profe-
sión nunca se entibie, sino que se encienda cada día más
en el fuego del amor divino, contribuirá a ello gran-
demente él tener los votos delante de sí, apreciarlos y
amarlos; por eso cuiden nuestros religiosos de traer
muchas veces a la memoria los votos y renovar la pro-
fesión, y todos los profesos estarán obligados a renovar
públicamente sus votos una vez cada año, en la fiesta
de Nuestra Santísima Madre María de la Merced, o en
otro día, previa la confesión y la sagrada Comunión,
y ésto bajo la fórmula prescrita más arriba para la
profesión, u otra; el Maestro General puede volver a
prometer obediencia al Sumo Pontífice.
Distinción Segunda
DEL REGIMEN DE (LOS RECIEN PROFESOS, DE SU EDUCA-
CION Y PROMOCION A LAS SAGRADAS ORDENES

PROEMIO

Difícilmente podremos explicar con palabras con


cuánta energía y eficacia quisiéramos recomendar la
formación de nuestros jóvenes ya profesos en el ejercí-"
ció de todas las virtudes y en el. estudio de las ciencias,
pues de aquí depende no sólo la honra y esplendor de
la Orden, sino su misma vida.

CAPITULO I

DEL REGIMEN DE LOS PROFESOS

115. T a n pronto como nuestros clérigos hubieren


emitido su profesión de votos simples, se les dedicará
al estudio de (las letras en alguna casa de estudios de la
Orden, o en otro lugar, distinto en todo caso de la Ca-
sa de Noviciado, en donde, se darán a las ciencias con
toda diligencia y empeño, sin descuidar por cierto, ni
dejar entibiarse el deseo y el amor de las cosas espiri-
tuales, antes al contrario, tratando de que vayan.en.au-
mento cada día.
68 DISTINCION SEGUNDA

116. Para su enseñanza religiosa y su gobierno, des-


tínese por el Maestro General o por el Provincial en
cada uno de nuestros Colegios, un varón fiel suficiente-
mente versado en el conocimiento de nuestra Orden y
en las cosas espirituales, dotado de los mismos requisi-
tos de que debe estar adornado el Maestro de Novi-
cios, a quien, b a j o el nombre de Maestro de Profesos
o de Estudiantes, se le confiará el cuidado de todos
los estudiantes. (1) .
117. La potestad de este Maestro, como asimismo
•sus deberes para con aquellos que le han sido confia-
dos son absolutamente iguales a los del Maestro de
Novicios respecto de sus subditos; más aún, debe con-
siderar su cargo de tanto mayor importancia cuanto
contribuye más al bien de la Orden, el perfeccionar en Ja
virtud 'a los religiosos ya profesos que el preparar a
los Novicios para la vida religiosa-
118. Siempre que el Maestro de Profesos no pudie-
re desempeñar debidamente por sí solo todo lo que
se refiere a la educación moral de los estudiantes, de-
berá tener uní ayudante sobresaliente por el amor de la
virtud y por el celo de la gloria de Dios. Y también,
nombrará "Prefecto" a uno de los mismos estudiantes,
al que fuere de más edad y más sobresaliente por su
observancia, a fin de que se guarde inviolablemente el
orden en todas partes
119. Si por alguna causa razonable debieren perma-
necer algunos clérigos profesos en la misma Casa de
Noviciado, obedecerán al mismo Maestro de Novicios,

(1) Cualquiera que haya de emitir la profesión re-


ligiosa, es necesario que h a y a cum'püido d i e z y seis años de
edad, si s e trata 'de p r o f e s i ó n t e m p o r a l } V e i n t i u n o si es d e !a
p e r p e t u a ya s o l e m n e , ya simiple. (Can. 573)'.
69 DISTINCION SEGUNDA

o a otro sacerdote no menos celoso de la observancia


regular destinado especialmente para ésto, estando sin
embargo separados de los Novicios y de los demás pro-
fesos solemnes del mismo Convento. Igualmente los le-
gos continuarán perfeccionando su propia formación re-
ligiosa bajo la dirección del Maestro de Novicios o de
otro hasta la profesión de Votos solemnes. ( 1 ) .
120. El deber del Maestro de Profesos será llevar a
la perfección con gran celo y diligencia la educación
religiosa incoada en el Noviciado. Cuidará, pues, solí-
citamente de que cada uno conozca íada día más perfec-
tamente los deberes de su propio estado, profundice siem-
pre más y más en el conocimiento de la Regla y de las
Constituciones y llegue con la ayuda de Dios a la conse-
cución de todas las virtudes . Y así como debe evitar di-
ligente y empeñosamente que se enfríe el amor de la
perfección religiosa, de la verdadera piedad y de las
sólidas virtudes, a causa del entusiasmo por los estu-
dios, así también con igual solicitud y prudencia debe
moderar el demasiado fervor de la devoción y de la
mortificación que puede perjudicar al aprendizaje de las

1.—En toda O r d e n ya d e varones ya d e mujeres,, y en


toda Congregación que tenga votos penpetuos* el Novicio
d e s p u é s de a c a b a d o el N o v i c i a d o , d e b e h a c e r a n t e s de los v o -
tos perpetuos, ya solemnes, ya simples, salvo la prescrip-
ción del C a n . 634t, en la misma Casa d e l Noviciado, profe-
sión de v o t o s simiples valedera por un t r i e n i o , o para tiempo
más largo si la edad requerida 'para la ' p r o f e s i ó n perpetúa
dista más, a n o ser que las C o n s t i t u c i o n e s exijan profesiones
anuales.
2.—El legítimo Superior puede prorrogar este tiemipo,
renovada la p r o f e s i ó n t e m p o r a l por el r e l i g i o s o , p e r o no más
de o t r o t r i e n i o . (Can. 574).
77 DISTINCION SEGUNDA

letras y a la salud, pues el religioso dedicado por obe-


diencia a las letras está obligado a aplicarse a ellas con
todas sus fuerzas y con una recta intención.
121. Así pues, fuera de la oración mental,, el exa-
men cotidiano de conciencia, la frecuencia de los Sacra-
mentos y demás prácticas espirituales prescritas en el
Colegio, no les permitirá otras devociones sino con par-
simonia y gran prudencia.

C A P I T U L O II

DEL CUIDADO ESPIRITUAL Y CORPORAL DE LOS


ESTUDIANTES

122. Puesto que la perfección religiosa no puede con-


cebirse ni subsistir sin la observancia de los votos, de
ahí es que hay que comenzar por explicar y encarecer
los votos a fin d» formar nuestros jóvenes en la vir-
tud; en seguida se ha de tratar de lo demás que mira
al mismo f i n .
123. Y en primer lugar se esforzará contíniuamente
el Maestro por infiltrar en ellos la excelencia y hermo-
sura de la obediencia a la que Dios suele preferir y amar
más que a todo otro h u m a n o sacrificio, y ía cual es raiz
y madre de toda religiosa perfección. Enciéndalos en el
amor a esta virtud, de tal manera que se encuentren siem-
pre listos para obedecer al Superior cualquiera quie él sea y
cualquiera que sea la cosa que se les mande, sea agrada-
ble o desagradable, fácil o difícil, pues, el mérito y pre-
mio de la obediencia no se consigue sino se somete al
Superior por amor a Dios,, tanto la voluntad como él
juicio, sin preocuparse absolutamente de si el Superior
obra prudente o imprudentemente, debiendo únicamen-
te el súbdito ejecutar con humildad, presteza y exacti-
71 DISTINCION SEGUNDA

tud la obra mandada, como si fuera ordenada por el


mismo Dios
124. Para conseguir la perfección de la obediencia
conviene grandemente que nuestros jóvenes se ejerci-
ten frecuentemente en aquellas cosas que importan ab-
negación de la propia voluntad. A este fin les impon-
drá cosas contrarias a(l carácter e índole de cada uno, y
algunas veces cosas difíciles y aún aparentemente inú-
tiles, con tal que no tengan ni sombra de mal, a fin de
que aprendan a someter en el acto su propia voluntad
y a conformar su juicio con el del Superior.
125. Enséñeles a amar en tal grado la pobreza evan-
gélica que no sólo se acostumbren a usar a voluntad de
los Superiores las cosas necesarias concedidas para su uso,
sino que también experimenten gustosos alguna vez
ciertos efectos de la pobreza, por la carencia de las cosas
necesarias; que no sólo rechacen las cosas superfluas sino
también que no se apeguen más de lo conveniente a las
necesarias.
126. Estén ciertos de que violan los fueros de la po-
breza al dar, recibir o de cualquier maneta conceder algo
ignorándolo o repugnándolo el Superior.
127. Por* lo que toca a la castidad, enséñesele a tener
siempre pensamientos, conversaciones y acciones puras, a
guardar los sentidos con la modestia, a reducir el cuer-
po a servidumbre con la mortificación, y a pedir final-
mente a Dios con incesantes preces la gracia de la con-
tinencia .
128. La comunicación con los de afuera, ya sea de
palabra o por escrito, no se les permita sino rarísima vez
y cuando al Superior le conste que esta comunicación le-
jos de acarrearles algún daño, ha de ser de alguna utili-
dad para ellos mismos o para los otros; del mismo modo
72 DISTINCION SEGUNDA

no saldrán de casa sino cuando y con los que el Superior


ordenare.
129. En seguida, el Maestro les exhortará eficazmente
a la caridad y mutua concordia, sin las cuales no puede
existir la paz ni cultiváis« verdaderamente ninguna vir-
tud. Acostúmbrelos a la humildad, a la cortesía y a la
uniformidad en el pensar, en el hablar y en el obrar, lo
que suele ser fecunda semilla de amor recíproco.
130. Para enseñar estas y otras cosas que tocan a la
formación espiritual y religiosa de los jóvenes, designará
tiempos oportunos en los cuales les hará conferencias
espirituales, les explicará más a fondo la disciplina re"
guiar, los ejercitará en el arte de hablar en público en pre-
sencia no sólo de los estudiantes, sino también en p ú -
blico, en presencia de todo el Colegio; les enseñará los
modales más finos según las reglas de urbanidad, y se
dedicará también algún tiempo a aprender prácticamente
la sagra'da liturgia ( 1 ) .
131. En las cosas que tocan al cuerpo, el Superior
proveerá solícitamente a fin de que no :les falte lo nece-
sario en cuanto a la comida, al vestido y a la habitación,
para que las fuerzas y salud se conserven sin menoscabo,

(i). 1.—Durante todo el curso de los estudios los re-


ligiosos sean encomendados al especial! c u i d a d o del P r e f e c t o ó
Maestro de Espíritu, el cual informe sus almas en la vida
religiosa con o p o r t u n o s avisos, instrucciones y exhortaciones.
2.—El P r e f e c t o o Maesitro de e s p í r i t u iha d e estar dotaldo
de aquellas cualidades que se requieren en el Maestro de
N o v i c i o s según 1 la n o r m a d e l C . 559.
3.—-Mas, los Superiores vigilen diligentemente ¡para que
lo que se presicribe en el C. 5 9 5 para t o d o s l o s r e l i g i o s o s , sea
observado perfectísimamente en la ¡casa de estudios. (Can.
588).
73 DISTINCION SEGUNDA

teniendo siempre en cuenta lo que exigen la pobreza y


mortificación religiosas, según la condición y necesidad
de las personas. En lo cual se han de procurar diligente-
mente dos cosas: primero, que los jóvenes no descuiden
la salud espiritual por cuidar demasiado de la corporal;
v segundo, que por cuidar menos de lo que se debe la
salud, se hagan ineptos para los ministerios de su pro-
pia vocación
132. Haya, pues, método tanto para los trabajos es-
pirituales como para los corporales!, a fin de que no sufra
detrimento la salud. Nunca el estudio de una misma
materia se prolongará más allá de dos horas continuas,
sino que una vez que el ánimo haya sido recreado con
algún pequeño descanso, se pasará a estudiar otras ma-
terias. Además, en ciertos tiempos determinados cesarán
completamente en sus estudios y se entregarán a una
honesta recreación y a ejercicios corporales.
133. Las privaciones, enfermedades y dolores los su-
frirán con paciencia, en cuanto se pueda, como conviene
a religiosos. Los Superiores tendrán un solícito cuida-
do de los enfermos, de modo que el médico, medicina y
enfermero estén prontos según la necesidad de los enfer-
mos .
C A P I T U L O III

DE LAS CIENCIAS QUE SE HAN DE ENSEÑAR A NUESTROS


ESTUDIANTES Y COMO SE HAN D|E ENSEÑAR

134. Para formar el perfecto ministro del Evangelio,


que es el fin que se propone nuestra Orden con el cultivo
de las letras, son por lo común necesarias las siguientes
disciplinas, a saber: pericia en los idiomas y en las asig-
naturas de humanidades, la filosofía tanto racional co
74 DISTINCION SEGUNDA

m o natural, la teología dogmática y moral, la historia


eclesiástica, el derecho canónico y la Sagrada Escritura.
Estos serán, pues, los estudios a que se dedicarán en sus
cursos, los que se harán en más o menos tiempo y con
más o menos extensión, según la condición de las per-
sonas, de los tiempos y lugares. ( 1 ) .
135. Fuera de la lengua patria, de la latina y griega,
no se enseñe otra en el curso de idiomas y de humani-
dades, a fin de que la memoria no padezca confusión.
Los demás idiomas en que fué escrita primitivamente la
Sagrada Escritura o traducida en la antigüedad, pueden
aprenderse cuando estudien ciencias sagradas. Las len-
guas vivas extranjeras, si algunas de ellas parecieren muy
Útiles, podrán aprenderse al terminar la retórica o en
otro tiempo ¡más o p o r t u n o .
136. Si alguno manifestare especial disposición de in_
genio para otras ciencias o artes fuera de las dichas, que
pudieren ser de utilidad y ornamento para toda la Orden,
no se le impida su estudio, antes por el contrario esti-

(1) 1.—Los religiosos bien instruidos e-n las asignaturas


Inferiores, ocúpense diligentemente, según las instrucciones
d e la S e d e Aipóstolica, al m e n o s d o s a ñ o s en l o s estudios de
filosofía, y al menos cuatro en l o s de saigrada teología, si-
guiendo la d o c t r i n a de S a n t o Tomáis con a r r e g l o a la norma
del c I, 326.
2.—Durante el tiempo de i o s estudios no se imponga a
los Maestros y alumnos oficios que los aparten del estudio,
o l e s impidan de c u a l q u i e r m a n e r a ¡la clase; mas, el Supremo
Moderador y en casos iparticulares también los demás Su-
periores, pueden según su pruide-ncia, eximirlos de algunos
actos de comunidad» aún del coro, sobre todo en rías horas
nocturnas, cuantas veces aparezca necesario para aproveiohár
en los e s t u d i o s . (Can. 589).
75 DISTINCION SEGUNDA

múlesele y ayúdesele a ello, a fin de que pueda reportar


copioso f r u t o del talento recibido del Señor.
137. A ninguno le será permitido subir a una asigna-
tura superior sin haber cursado la inmediatamente in-
ferior, por lo menos con mediocre aprovechamiento.
138. Si el Superior llegare al convencimiento de que
alguno, por su mediocridad de ingenio, poco había de
oprovechar haciendo, prolijamente todos los susodichos
cursos de ciencias, podrá permitirle que sea promovido al
sacerdocio, instruido sumariamente em las cosas absolu-
tamente necesarias, con tal que por otra parte demuestre
alguna sobresaliente aptitud para desempeñar algunos
ministerios útiles; mas, el que resulte completamente
inepto e incapaz ;para las ciencias, despídasele o redúzca-
sele a la condición de lego, si él lo quisiere.
139. T o d o s los' que están destinados a los Colegios,
se consagrarán con todas sus fuerzas a desempeñar cum-
plidamente su obligación, debiendo remowise absoluta-
mente todos los impedimentos que pudieren perturbar
la marcha de los estudios, como son los ministerios ex-
ternos, a fin de que ni los maestros ni los discípulos des-
cuiden su propia obligación1 implicándose en cosas ex-
trañas. ( 1 ) .
140. Los estudiantes se mostrarán diligentes en pre-
parar, sus lecciones, atentos en oír las explicaciones, em -

(i). En caída >casa, ai! nrenos formada, por lo menos una*


vez al mes,, t é n g a s e s o l u c i ó n 'de c a s o morad y litúrgi>co, a/1 cual
si el Superior lo juzgase oportuno, puede añadirse diserta-
ción de cuestiones- dogmáticas o de a s i g n a t u r a s afines; y
todos los clérigos profesos qué se dedican al estudio de h
sagrada teo!ogía¡ o que Ib termiriarbh y vive-n en la casi,
éstán o b l i g a d o s a asistir, a no ser que s& d i s p o n g a o t r a co'sa
en las C o n s i i t u c i o n e s . (Can. 591 > .
76 DISTINCION SEGUNDA

penosos en repetir y anotar las cosas enseñadas y solícitos


en preguntar las que no hubieren entendido, procurando
tener en todo recta intención y pureza de conciencia, y
pidiendo con humildad el don de sabiduría a Dios, que
lo da a todos abundantemente.

C A P I T U L O IV

DE LA ADMISION DE LOS PROFESOS DE VOTOS SIMPLES


A LA PROFESION DE VOTOS SOLEMNES

141. Así como de ninguna manera puede admitir al


Noviciado y a la profesión de votos simples el Superior
local sin la aprobación y licencia del Maestro Genera!
o del Provincial, así también, y con mayor razón, no
podrá admitir a la profesión de votos solemnes sin apro-
bación y licencia de los mismos, las que no deberán con-
ceder sino cuando les conste de que es idóneo y digno el
que ha de profesar.
142. Se reputará como digno de la profesión so-
lemne aquel que por espacio de tres años, desde que emi-
tió sus votos simples, hubiere dado claras muestras de
virtud y de capacidad. Este trienio de la segunda prueba
no podrá de ninguna manera abreviarse; podrá, sí, alar-
garse por justas causas, pero no más allá de los veinti-
cinco años de edad del que profesa. Además, es necesa-
rio que el candidato haya concluido el curso de filoso-
fía, o por lo menos que haya estudiado las humanida-
des, si se trata de religiosos clérigos. Sobre todo ésto
averiguará el Prelado por sí mismo o por otro j u n -
tamente con los examinadores, oyendo principalmente
al Maestro de profesos, al Superior bajo cuya autori-
77 DISTINCION SEGUNDA

dad haya vivido el candidato y a los religiosos que haya


tenido por compañeros. (1) .
143. Para una ulterior información el Superior in-
mediato del que ha de profesar, consultará también, al
Capítulo Conventual, esto es, a aquellos que tienen
derecho a deliberar en la admisión de los Novicios al
hábito y a la profes ion de votos Simples; mas, su opi-
nión expresada por votos secretas acerca de la idoneidad
c!el candidato será solamente consultiva, perteneciendo
al Maestro General la sentencia resolutiva.
144. Una vez pues, que el Superior se hubiere cer-
ciorado lo bastante de que el candidato no sólo carece
de vicios y defectos, sino que también ha alcanzado al-
gún grado de perfección, esto es, ha adelantado algo en
la caridad, en la abnegación de sí mismo, en la obedien-
cia, humildad y pobreza, y que en las ciencias ha llegado
siquiera a la mediocridad, lo admitirá a la profesión de
votos solemnes en la misma forma y con la misma solem-
nidad prescritas para los votos simples, mutatis mutan-
dis. ( 2 ) .

(1) i . — P a s a d o .el tiempo de Ja profesión temporal, M


religioso, según las normas del c 6 3 7(, o haga la profesión
perpetua, s o l e m n e o sirrjple s e g ú n las C o n s t i t u c i o n e s , o Vuel-
va al s i g l o ; i r a s , taimlbié n d u r a n t e el 'tiemipo de la ¡profesión
temporal puede ser destpeidido por el legítimo Superior, se__
g ú n la n o r i r a del C. 6 4 7 , si no es t e n i d o ipor d i g n o de h a c e r
los votos perpetuos.
2.—.El S u f r a g i o dal C o n s e j o o del C a p í t u l o ipara la p r i m e r a
profesión temporal es d e l i b e r a t i v o ; para la s u b s i g u i e n t e pro-
fesión perpetua es solamente consultivo. (Can. 5 75).
(2) 1.—'En !la eimisión de Ja p r o f e s i ó n religiosa guárdese
el rito prescrito en las Constituciones.
2.—El documento de la profesión hecha, guárdese en
78 DISTINCION SEGUNDA

145. Los que van a emitir sus votos solemnes, si


quisieren disponer de sus bienes habidos o por haber,
podrán libremente renunciarlos en favor de quien qui-
sieren, dentro de los dos meses anteriores a la profesión,
después de obtenida la licencia del Ordinario, según la
disposición del Tridentino. (1) .
^ 146. El que 'ha sido aprobado para emitir los votos
solemnes, se preparará a este acto haciendo ejercicios es-
pirituales durante ocho días antes de la profesión, y en
este tiempo tratará solamente con Dios y su alma por
medio de meditaciones y lecturas sagradas, y finalmente,
hecha la confesión y recibida la santísima Eucaristía, se
acercará a ofrecerse a Dios en olor de suavidad.

CAPITULO V

DE LA PROMOCION DE NUESTROS CLERIGOS A LAS


SAGRADAS ORDENES

147. Sólo el Maestro General en toda la Orden, el

e¡ a r c h i v o de ia r e l i g i ó n , f i r m a d o por e l - p r o f e s o m i s m o , y al
m e n o s ipor aquel 'delante d e l icual la p r o f e s i ó n fué hecha, y
además, si se trata de p r o f e s i ó n solemne, el S u p e r i o r que la
reciba debe d e c e r c i o r a r d e la m i s m a al p á r r o c o d e l bautismo
del p r o f e s o , s e g ú n la n o r m a del c 4 7 o y 2. (Can. 576).
(1) 1. — El p r o f e s o de v o t o s s i m p l e s d e b e r e n u n c i a r a
t o d o s los b i e n e s que a c t u a l m e n t e t i e n e d e n t r o /de los sesenta
días antes de Ja p r o f e s i ó n ' s o l e m n e en f a v o r de q u i e n e s qui-
s i e s e , bajo la c o n d i c i ó n de q u e l u e g o haga la p r o f e s i ó n , salvo
ios p e c u l i a r e s indultos d e la Santa Sede-.
2.—Hecha la profesión, háganse al momento todas las
diligencias que sean n e c e s a r i a s 'para que la r e n u n c i a produzca
su efecto en el derecho civil. (Can. 581).
79 D I S T I N C I O N SEGUNDA

Provincial en su Provincia y los vicegerentes del General


tienen derecho de aprobar a nuestros clérigos para recibir
las sagradas órdenes y concederles letras dimisorias según
los cánones.
148. N o se propondrá a ninguno para recibir las sa-
gradas órdenes sin que conste de su probidad en las cos-
tumbres y de su suficiencia en las letras, en lo cual, como
que se trata de una cosa de grandísima importancia, se-
pan los Prelados que gravan su conciencia gravísima-
mente. La honestidad de costumbres e integridad de vida,
se probarán con el testimonio que el Superior local fir-
mará juntamente con el Maestro del ordenando después
que hubiere oído a los demás religiosos que moran en el
mismo convento. ( 1 ) . Mas, la suficiencia la compro-
bará el mismo Prelado que ha de dar las dimisorias, exa-
minando al candidato por sí mismo o por otro, acom-
pañado de dos examinadores.
149. Además de la edad, ciencia, honestidad de costum-
bres y demás requisitos exigidos por los sagrados cánones
principalmente por el Santo Concilio Tridentino, nues-
tros ordenados ye someterán también, a estas condiciones;

(1) Fuera de l o que d i s p o n e n nuestras Sagradas Consti-


t u c i o n e s en que o r d e n a n se s o m e t a a ia c o n s i d e r a c i ó n de-1 Ca-
pítulo conventual al r e l i g i o s o q u e ha de r e c i b i r las sagradas
ó r d e n e s , el d e c r e t o d e la Sagrada C o n g r e g a c i ó n de! 1 0 ¿de di-
ciembre d e 1 9 3 1 dice l o s i g u i e n t e : " N o p e r m i t a n l o s Superio-
res que n i n g u n o se a c e r q u e a las ó r d e n e s , m i e n t r a s no c o n o z -
can por E s c r u t i n i o c u i d a d o s o s u s costumbres, piedad, modes-
tia, castidad, ¡ p r o p e n s i ó n al e s t a d o s a c e r d o t a l , así tamibién¡ co-
mo su disciplina religiosa. Para lograr una mayor certeza
en este punto, busque el testimonio del Direiotor espiritual
y d e a q u e l l o s que por su trato c o n l o s a l u m n o s , p u e d a n saber
su vida y costumbres".
80 DISTINCION SEGUNDA

a los profesos de votos simples les será lícito iniciarse


únicamente en la primera tonsura y cuatro órdenes me-
nores, pues para recibir las órdenes sagradas es absolu-
tamente necesaria la profesión de votos solemnes. A la
primera tonsura y cuatro órdenes menores no serán pro-
movidos sino los que hubieren terminado todo el curso
de humanidades. A la sagrada orden del subdiaconado,
podrán ascender al concluir el primer año de teología,
al diaconado al concluir el segundo y al presbiterado
concluido el tercero, observando la ley de los intersticios.
( 1 ) . (Ningún regular puede ser admitido por el Ordi-
nario de lais sagradas órdenes sino después de haber cur-
sado un año de teología para el subdiaconado, dos años
par-a- el diaconado y tres para el presbiterado S. C . E .
R. P. Auctis adrtodtim. 4 Novembr. 1892). (2).
150. El que 'ha de recibir las1 sagradas órdenes mayores
tendrá inviolablemente ejercicios espirituales por diez días
continuos antes de la ordenación con todo empeño y
diligencia bajo la dirección de un experto sacerdote es-
cogido para ésto por el Superior. Los ya ordenados no
empezarán a ejercer sú ministerio hasta que lo permÍTa

(1) El s u b d i a c o n a d o n o sea c o n f e r i d o a n t e s de los veintiún


años cumplidos; el diaconado a los veintidós años cum-
plidos; el presbiterado a los veinticuatro años cumplidos.
(Can 975).
(2) 1.—Nadie ya sea seicular o r e l i g i o s o sea p r o m o v i d o a la
p r i m e r a t o n s u r a a n t e s de c o m e n z a d o al c u r s o d e teología.
2 . — f i r m e lo preicrito en el C . 9 7 5 , el s u b d i a c o n a d o n o se
c o n f i e r a a n o s e r t e r m i n a d o el t e r c e r año del c u r s o teológico;
el d i a c o n a d o a n o ser e m p e z a d o el c u a r t o a ñ o ; y el presbite-
rado a no ser d e s p u é s de la mitad d e l m i s m o c u a r t o año.
3 Los c u r s o s t e o l ó g i c o s han de h a c e r s e en la e s c u e l a y n o
p r i v a d a m e n t e o b s e r v a n d o el plan p r e s c r i t o - Can 976.
DISTINCION SEGUNDA 81

el Superior, después de encontrarles idóneos en las ce-


remonias eclesiásticas. ( 1 ) .
151. A ningún religioso que hubiere profesado co-
mo lego le será permitido pasar al estado clerical. Si
ésto pareciere convenir alguna vez en el Señor, el Maes-
tro General lo podrá permitir, pero rarísima vez, des-
pués de haberlo pensado maduramente y con licencia de
la Santa Sede. Mas, el kgo que sin dicha licencia y
aprobación se atreviere a iniciarse en las sagradas órde-
nes, o el clérigo que sin legítima licencia o con dimiso-
rias falsas o supuestas, o premunido subrepticiamente
de cualesquiera otras, recibiere las sagradas órdenes, per-
derá toda esperanza de dispensa en nuestra Orden para
el ejercicio de ellas, y se le reducirá a la condición de
lego o se le arrojará para siempre de la Orden.

(i) i.—¡Toda religión clerical ¡tenga lugares ¡de estudios


a p r o b a d o s ¡por el C a p í t u l o General o p o r los< Superiores;, firme
la p r e s c r i p c i ó n del C. 5 5 4 .
2.—En cada casa de e s t u d i o s e s t é e n v i g o r la vida común
.perfecta; d e lo c o n t r a r i o los e s t u d i a n t e s n o ¡pueden ser promo.
vidos a las órdenes.
3 . — S i la r e l i g i ó n o provincia,, n o p u e d e t e n e r c a s a s de e s -
t u d i o s b i e n c o n s t i t u i d a s , o si t e n i é n d o l a s es difícil a j u i c i o del
Superior acudir a ellas los alumnos religiosos sean enviados
a un lugar d e e s t u d i o s b i e n o r g a n i z a d o s de otra ¡provincia o r e -
ligión,, o a las c l a s e s del S e m i n a r i o e p i s c o p a l , o a un público
instituto católico. (Can. 587).

6
Distinción T e r c e r a

DE LOS VOTOS Y DIVINAS ALABANZAS

PROEMIO

Por cuanto los que estamos dedicados al servicio di-


vino por los sagrados; votos de la religión, manifestamos
a Dios nuestros homenajes, principalmente cuando ejer-
citamos su culto, cantando sus alabanzas con himnos y
cánticos, por eso reunimos en una sola Distinción todo
lo que se refiere a los votos y divinas alabanzas .

CAPITULO I

DEL VOTO DE OBEDIENCIA

152. Los que quisieren vivir piadosamente en Cristo


y seguir sus pisadas enseña el Evangelio que deben ne-
garse a sí mismos. Este es, en efecto, el yugo que predi-
camos ser suave y liviano. Esta es la más alta cumbre
de la perfección a la cuail va dirigido todo el esfuerzo de
la vida regular y a la que suben los que se hacen violen-
cia a sí mismos con una perpetua guerra hasta arrebatar
por fin el cielo. Por eso nuestros religiosos se arman del
voto de obediencia para que, tendiendo a h más elevada
84 DISTINCION TERCERA

perfección, la consigan tanto más seguramente cuanto


más hayan contrariado su propia voluntad.
153. Es, pues, la obediencia una pronta y devota vo-
luntad de cumplir lo mandado por los Superiores íegún
la ley divina y eclesiástica, como asimismo lo que se con
tiene en la Regla y Constituciones de la Orden, a las
cuales los religiosos están siempre doblemente ligados,
o por obediencia laita o estricta, de tal modo que nada
pueden hacer sin el mérito de la obediencia. Esta, pues,
y el predicho voto nos someten de tal modo a la Orden
y a sus Reglas y Prelados, que estamos obligados abso-
lutamente 3 cumplir bajo pecado mortal todo lo que se
manda en virtud del mismo voto.
154. N o reconocemos empero ningún precepto en la
Regla, en las Constituciones! y en las ordenaciones de los
Superiores, sino en aquellas cosas con respecto a las cua-
les ya estamos obligados por otra parte en razón de un
voto esencial, o de la ley divina o eclesiástica, o porque
se nos intima bajo formal obediencia. Las palabras por
las cuales los religiosos deben comprender que se trata de
formal obediencia son frecuentemente las siguientes:
Mandamos en virtud de formal o de santa obediencia.
En virtud del JEspíritu Santo. Bajo pena de excomunión
iatae (o ferendas) sententiae; bajo amenaza de juicio
divino; bajo obtestación d¡e muerte eterna; bktjo pena de
incurrir en la maldición, en la indignación o ira de Dios.
y otras semejantes amenazas y execraciones que por su
gravedad y terror denotan un formal precepto y su in-
tención: de ellas sin embargo, no debe usar el Prelado
sino cuando lo exigiere la gravedad de la materia.
155. DeelaramosI que es materia grave y digna de
precepto formal lo que directa y expresamente o indirec-
ta e implícitamente, como también lo que de suyo por
fin o las circunstancias, conduce a la observancia de
85 DISTINCION TERCERA

la ley divina o eclesiástica, o de los votos esenciales de


la Orden, y a veces de la Regla y Constituciones de la
misma; a fin de que no se destruya la vida regular en
común ya que su observancia en común pertenece a la
substancia de la Religión.
156. Pertenece a la obediencia el que se observe una
omnímoda subordinación entre los Superiores menores
y mayores, de tal manera que cada religioso obedezca
a su Superior inmediato y éste con aquéllos obedezca
con gran reverencia a los otros Superiores mayores. Así,
pues, los Superiores locales estén absolutamente some-
tidas a sus Provinciales y éstos del mismo modo al
Maestro General, quien a su vez debe obedecer humil-
demente no sólo al Sumo Pontífice, a quien están so-
metidos todos los hijos de la Iglesia, sino también a
toda la Orden, ora reunida en Capítulo G;neral, ora al
proponer algo por medio de los Asistentes Generales.
157. El varón religioso no debe contentarse sin em-
bargo, con obedecer sólo en aquellas cosas que consti.
tuyen la 'substancia de la obediencia, pues como no se
mueve a obedecer sólo por el peso de la obligación o el
miedo del pecado, sino principalmente por el amor de
la perfección, no mira la gravedad de la materia ni el
precepto expreso, sino que ejecuta por amor a Dios
cualquier indicio de la voluntad del Superior en cual-
quiera materia.
158. La perfecta obediencia requiere, pues, una
pronta y alegre ejecución de lio mandado, una voluntad
perseverante y un juicio conforme con el jucio del Su-
perior; propio es de esta obediencia ejecutar lo manda-
do mientras en ello no se ve ningún pecado, y no mirar
la persona del que manda, el modo de mandar o la
cualidad de la cosa mandada.
159. Para obedecer con perfección conviene en gran
86 DISTINCION TERCERA

manera que todos reverencien al ¡Superior interior y


exterior y exteriormente, venerando en él la persona
misma de Nuestro Señor Jesucristo cuyas veces hace.
A él, como al mejor amigo, más aún como a verdadero
padre, manifiéstenle todas las cosas, ni se atrevan jaw
más a pedir algo a un extraño ni aún a la misma Santa
Sede sin consultar a su propio Superior.
160. T o d o s y cada uno de los religiosos, pues, dé-
jense llevar, enviar a cualquier parte o destinar a cual-
quier ministerio, sin ninguna perturbación de ánimo
y aún con gozo interior y alegría exterior, como u n
puñado de barro en manos del alfarero o como un trozo
de mármol o de madera en mano del artífice. Y cada vez
que fuere necesario representar alguna cosa al Superior,
háganlo con indiferencia y humildad y después de tratar
el asunto con Dios en la oración.

C A P I T U L O II

DEL VOTO DE POBREZA

161. Siendo absolutamente necesaria a los religiosos


la pobreza evangélica de la cual han hecho voto a Dios,
puesto que sin ella la vida religiosa no puede existir ni
concebirse, toda propiedad y uso libre e independiente
de las cocas debe considerarse como algo detestable para
todos, de modo que ninguno de nuestros religiosos podrá
ni deberá jamás eximirse de la verdadera pobreza. P o r lo
cual mandamos en virtud de santa obediencia, y dejamos
establecido inviolablemente y par,a siempre, que debe
observarse por todo?, nuestros religiosos siempre y en
todas partes verdadera pobreza y perfecta vida común
de tal modo que el cuidado de suministrar lo necesario
87 DISTINCION TERCERA

para la vida corresponda a los Superiores y no a los


particulares.
162. T o d a s las cosas que en común o en particular
usan los religiosos, no se han de considerar como de
propiedad de los particulares, sino de la Comunidad y
de la Orden, las que, por lo tanto, no se han de distri-
buir y usar al arbitrio de cada uno sino al arbitrio del
Superior. Ni las cosas de la Comunidad por el hecho de
ser comunes deben cuidarse menos que si fueren pro-
pias, antes al contrario han de tratarse con mayor di-
ligencia y con cierta reverencia, porque por el voto de
pobreza y por el f i n a que se ordenan, están como con-
sagradas a Dios y a su culto.
163. T o d a s muestras casas podrán en efecto tener
toda clase de posesiones, réditos y censos en común, con
tal que en estos se proceda parca y moderadamente, a
fin de que no se descuiden las riquezas del cielo por el
amor de las de la tierra; más, la administración y dis-
tribución de estos bienes y rentas corresponderá al Su-
perior, según las Constituciones.
164. Ninguno de nuestros religiosos puede dar, re-
cibir, comprar o vender cosa alguna, sino a nombre y
con licencia del Superior. Cualquiera, pues, que reci-
biere algo de los amigos, de los parientes o de cualquie-
ra otra persona por cualquier motivo, lo entregará
cuanto antes al propio Superior, a f i n de que, puesto
en común, lo dé libremente a quien tuviere más nece-
sidad.
T o d o aquel, pues1, que por el ministerio de predi-
car, de enseñar o por cualquier otro título, recibiere al-
go, lo pondrá inmediatamente en manos del Superior;
lo mismo hará el religioso viajero con lo que le hubie-
re sobrado del viático.
165. N o permitimos en las celdas de los religiosos
88 DISTINCION TERCERA

muebles de seda, de plata, de oro o preciosamente elabo-


rados y bordados, ni pinturas, o láminas profanas con
ricos y dorados marcos, sino sólo imágenes devotas, pocas
y pobres, que levanten la mente a Dios y no que la
inficionen con el mal. N o permitimos tampoco ningún
escritorio precioso o que por su apariencia huela a va-
nidad mundana, ni muchas sillas, sino pocas y humildes,
ni finalmente ningún objeto que ya por el primor del
arte o ya por lo precioso de la materia desdiga de la
pobreza y modestia religiosa.
166. En cuanto a los vestidos no sólo se ha de ob-
servar la forma y color prescritos en las Constitucio-
nes, sino también se ha de cuidar de que la materia no
se oponga a la pobreza, como igualmente se ha de pre-
ferir la modestia, la mediocridad y aún la vileza ern lo
que toca a la habitación, al alimento y demás cosas ne-
cesarias para la vida.
167. Cuiden nuestros religiosos de no tener en su
poder nada reservado u oculto, o de cualquier manera
ignorado del Superior, pues es preciso que el Superior
lo sepa todo y vea qué cosa es necesaria o superfina a
cada uno.
Además, con frecuencia y principalmente en> tiem-
pos determinados por lo menos una vez al año, pongan
a disposición, del Superior, muestren realmente y en-
tréguenle lo que tienen concedido para su uso, dejando
a su voluntad el que lo conceda a ellos mismos o a
otros, como él quisiere.
168. Del mismo modo los religiosos elevados al
episcopado o a otra dignidad fuera de la Orden, no
llevarán consigo nada de lo que se les ha concedido para
su uso sin licencia del Superior, estando obligados a
restituir, a no ser que el General permitiere que tales
cosas Ies fueran donadas. El que obrare de otra manera,
89 DISTINCION TERCERA

como también el que aceptare dichas dignidades sin


licencia y aprobación del General, carecerá de los sufra-
gios que la Orden acostumbra celebrar por sus hijos
difuntos. Los que pasan de una casa a otra o de una a
otra Provincia, no llevarán ni vestidos, ni libros u
otros objetos, fuera de lo necesario para su persona, y
esto con expresa licencia del Superior.
169. Ningún religioso se atreva a pedir o a recibir
limosnas para sus padres, parientes o pobres, sin licen-
cia del General o Provincial. Si sucediere que el pajdre
o la madre de algún religioso se vieren afligidos por una
urgente o grave necesidad, recúrrase al General o al Pro-
vincial, quienes, después de examinada la necesidad y
consideradas las demás circunstancias, la remediarán de
la mejor manera que puedan, y no permitirán que nin-
guno trate por sí mismo este asunto o se mezcle en él.
Tengan todos entendido, sin embargo que por sola
caridad y no por otro motivo está obligada la Orden
o sus Superiores' a socorrer a los padres de los religio-
sos que se hallaren oprimidos por grave necesidad y es-
to conforme a la pobreza de nuestro estado y a la po-
sibilidad de la Orden.
170. Los procuradores; y todos los demás oficiales
que tienen a su cargo el cuidado de proveer, de exi-
gir, de comprar, de vender o de hacer cualquiera otra
cosa que toque a la administración de la temporal, ha-
rán todo ésto conforme a la disposición de los Superio-
res, a quienes darán exacta cuenta en determinados
tiempos de lo dado y recibido. También los Superiores
locales darán cuenta de todo lo que hubieren recibido
c gastado, ya al Provincial o ya al Capítulo Provin-
cial; del mismo modo el Provincial dará cuenta al Maes-
tro General y también al Capítulo Provincial tanto
de la administración del erario provincial como de cada
90 DISTINCION TERCERA

una de las casas de la Provincia, y por último el Maes-


tro General someterá la administración de los bienes de
la Orden al juicio del Capítulo General; de tal modo
que ninguno que tenga en> nuestra Orden alguna admi-
nistración de bienes temporales quede eximido de dar
cuenta de lo que hubiere recibido y gastado. T o d o
aquel, pues, que hiciere lo contrario a que, contra lo es-
tablecido en estas Constituciones fuere hallado pro-
pietario, sepa que es compañero de Judas y que, pri-
vado para simpre del oficio y de voz activa y pasiva,
ha incurrido en las otras penas señaladas en el Dere-
cho . Y si alguno (lo que Dios no permita) muriere
propietario, carezca de sepultura eclesiástica y de los su-
fragios de los muertos.
171. Amen, pues, los religiosos con todas sus fuer-
zas la santa pobreza, muro y defensa de toda la vida
regular, puesto que. una vez desaparecida ella, es for-
zoso que se disipe y perezca todo el esplendor y hermo-
sura de la Religión; a ella además, el Salvador y Se-
ñor nuestro Jesús la puso por fundamento de toda la
perfección cristiana, y tanto la amó, que El mismo,
siendo el Hacedor y Señor de todas las cosas, no tuvo
en la tierra dónde reclinar' su cabeza. Ni este amor a la
pobreza debe consistir en el solo afecto del corazón sino
en la realidad de la obra: por lo cual abracemos de bue-
na gana todo lo que dice pobreza y lleva consigo los
efectos de ella, como son el hambre, la desnudez, el
mendigar de puerta en puerta cada vez que la necesi-
dad o la obediencia lo pidiere, y otras cosas semejantes.
172. Finalmente, sea éste un precepto firme invio-
lable y perpetuo en nuestra Orden, o sea, que a nadie
jamás y ba jo ningún pretexto le sea lícito innovar o
cambiar algo tocante a la estricta pobreza y a la per-
fecta vida común, que nuestra Orden profesa y observa.
91 DISTINCION TERCERA

si n.o es a fin de que se observen con mayor estrictez


y severidad; pues a causa del peculio privado para el
vestido y el afán de proveerse a sí mismos de algunas
cosas pequeñas, y por otros abusos semejantes contrarios
a la perfecta pobreza introducido^ poco a poco, muchos
y muy florecientes institutos religiosos decayeron de su
primitiva perfección y hermosura o perecieron misera-
blemente .

C A P I T U L O III

DEL VOTO DE CASTIDAD

173. Así como la vida regular se perfecciona con la


Pobreza y Obediencia, así se embellece con el voto de
Castidad. Para que los religiosos aprendan, pues, a
cuánto les obliga el voto de castidad, sepan que él es
una nueva obligación que cada uno se impone de guar-
dar perfecta continencia b a j o pena de sacrilegio. De
aquí podrán conocer ya con cuántos vínculos están obli-
gados a la pureza después del voto, pues sí la manchan,
no sólo quebrantan la promesa hecha a Dios, sino tam-
bién la ley divina y aún a veces la humana; por lo
cual empéñense diligentísimamente en guardar la pureza
de la mente y del cuerpo, pues que se contienen tantos
reatos de culpa en un solo crimen.
174. A fin de que puedan defenderse de todo enga-
ño diabólico, di'ponemos en primer lugar, y lo aconse-
jamos por las entrañas de Cristo, que no aparten de
sus ojos ni dejen de tener entre sus manos! los consejos
de N. P. San Agustín, con los cuales los amonesta
saludablemente en su Regla a la guarda de la castidad.
Mandamos, pues, que cuando salgan a la calle marchen
juntos, y cuando lleguen al punto a donde van, estén
92 DISTINCION TERCERA

inviolablemente juntos, para que el uno al otro y mu-


tuamente se guarden su castidad, teniendo siempre a un
testigo a quien respetar. En el modo de andar y de estar
en pie, no haya nada que se oponga a la delicadeza o que
desdiga de la santidad que deben profesar. Aparten siem-
pre sus ojos de las vanidades del mundo y llévenlos de
tal modo bajos, que no vayan a fijarse alguna vez en
alguna mujer que les sirva de lazo, pues si bien no es
prohibido el verlas, es culpable el apetecerlas o querer
ser apetecidos de ellas. Y no digan o crean que tienen
el corazón puro si tienen los ojos impuros y los dejan
vagar por todas partes, porque la mirada deshonesta es
indicio de la deshonestidad del corazón.
175. Su lenguaje ha de ser siempre puro y casto, sus
ademanes no afeminados ni libres, sus oídos no han
de escuchar palabras ociosas, chocarreras o deshonestas,
sino que sus sentidos y todos sus actos han de ser de
tal modo compuestos, que manifiesten la pureza infe-
rior del corazón.
176. Eviten con el mayor cuidado el trato y fami-
liaridad con mujeres, ni, presumiendo demasiado de sí
mismos o de ellas, so color de piedad, mantendrán
dem'asiada comunicación aún con las muy piadoísas:
por lo cual, guardándose de ellas, no las visiten sino muy
rara vez y muy brevemente, y ésto solamente cuando lo
exija alguna necesidad, bien convencidos que no es
conveniente proceder de otra manera, ni puede permitirse
sin gran peligro.
177. Ningún religioso, por ningún motivo, compon-
ga, lea, cante o retenga en su poder, bajo pena de más
grave culpa, cánticos profanos, versos impuros o fer
lletos que traten de asuntos amatorios y que contengan
algo de lascivo.
Nadie se atreva tampoco a usar palabras deshones -
93 DISTINCION TERCERA

tas equívocas, o de doble sentido, o inútiles cuentos de


enamorados, y el que ésto hiciere sea castigado como
merece por el Prelado. Mandamos además, severísimar
mente que se eviten como ídolos de Babilonia las dan-
zas de mujeres, las representaciones teatrales y demás
festivos y vanos espectáculos del siglo.
178. T o d o esto es necesario recordarlo y observarlo
ciertamente en todas partes, pero de un modo especial
es necesario tenerlo presente y cumplirlo cuando nos
dedicamos a procurar la salvación de los prójimos en
los ministerios públicos, pues, si el ministro de Dios no
da ejemplo de todas las virtudes y principalmente de
la castidad, será un lobo que dispersa y mata las ovejas
de Cristo que él redimió con su sangre.

CAPITULO IV

DEL VOTO DE REDENCION

179. Fuera de los tres votos esenciales ya dichos


y que son comunes a todas las Religiones, nuestra Or-
den añadió un cuarto voto de Redención de Cautivos,
en virtud del cual endereza de tal manera la redención
corporal a la salvación de las almas y a la libertad es-
piritual, que sujeta a todos su:; religiosos a las prisio-
nes, a derramar su sangre y aún a la misma muerte por
redimir las almas del peligro de renegar de la fe y de la
condenación eterna.
180. Mas, por chanto esta obra de tan sublime ca-
ridad de la Orden, necesita más de exposición que de
leyes, y a fin de que no ignoren los religiosos qué y
cómo es este voto, declaramos que él es una promesa
voluntaria de redimir cautivos, librándolos de las ata-
duras de la mente y del cuerpo, y esto tanto por medio
94 DISTINCION TERCERA

del oro o de la plata como por ¡la entrega de sí mismos


en rehenes (si fuere necesario) para la salvación de las
almas y para preservarlas del peligro de 'renegar de la fe.
181. Sabemos, en efecto, que nuestro Padre San Pe-
dro Nolasco conoció por una revelación del todo celes-
tial, que él y los suyos eran llamados a procurar la
salvación de los prójimos, y que él mismo y muchos de
sus hijos de ardentísima caridad, encendidos en fer-
viente deseo del bien de las almas, no se ahorraron
ningún trabajo y libraron a una multitud casi innu-
merable de hombres de la fiera tiranía de los paganos,
sacándolos con la palabra y el ejemplo de la desgracia-
da cautividad de los vicios, y en estasi dos obras de su-
blime amor a Dios y al prójimo nuestra Orden res
plandeció maravillosamente por todas paites desde sus
primeros principios.
182. Declaramos además, que este voto es esencial
porque constituye a nuestra Orden inseparablemente
en su especie y substancia en fuerza de su primitiva ins-
titución, y nuestro Santo Patriarca Pedro Nolasco qui-
so que tuviera esta obligación del voto, así lo dejó ex-
preso y que así lo entendiera toda la Orden; así lo han
profesado siempre nuestros Padres y así lo han ejecu-
tado . ,
183. Y no han de creer que aquellas palabras, sí fuere
necesario, anulan el rigor del voto absoluto o consté
tuyen una especie de voto condicionado, con lo cual
se les presenta un medio de evadir la obligación del voto.
Nó; por ellas, así como de una manera absoluta profe-
samos el instituto de redimir y todos los actos que se
suponen necesariamente antes de entregarse a sí mismos
en rehenes, así igualmente prometemos de una manera
absoluta en obsequio de la fe entregarnos a nosotros
95 DISTINCION TERCERA

mismos P o r cautivos puiestos en peligro de renegar


de ella.
Para cumplir, pues, esto no se ha interpuesto nin-
guna condición a que debe atender el voto, sino que
debe ejecutarse prontamente donde quiera que la fe es-
tuviere en peligro y el cautivo sólo pudiere redimirse
entregándonos a nosotros mismos. De donde se sigue
que no deben los religiosos tomar dichas palabras co-
mo una condición, sino más bien como una expresión
y declaración de que el voto de la Orden, fuera de la
redención absoluta de los cautivos, va más allá y tien-
de también de una manera absoluta a aquella perfec-
tísima caridad por la cual nuestros religiosos, por me-
dio de la entrega de sí mismos, libran la fe y a las almas
de la necesidad y del peligro; y esto le deberán, hacer
siempre y en todas partes sin ninguna condición.
184. Por esta declaración, pues, debemos entender
en primer lugar que todos nuestros religiosos están de
tal manera comprometidos a la redención de los fieles
cautivos, que no sólo deben estar siempre dispuestos a
ejecutarla en el hecho, si la Orden los envía, sino tam-
bién a juntar limosnas o (si los Prelados los eligieran)
a hacer cualquiera otra cosa que fuere necesatia para
que el acto de la redención se lleve a efecto: pues el que
se obliga a un fin está obligado igualmente a los me-
dios necesarios. -Sepan también que para que deban
obedecer en ésto con todo rigor a los Prelados, no e-s
necesario que éstos hagan uso de un precepto formal,
sino que basta la simple y pura expresión de la volun-
tad, puesto que recae sobre una materia ya por otra
parte obligatoria en razón de este cuarto voto.
2 85. Para la perfecta ejecución de es-te voto, importa
grandemente que nuestros religiosos sean sólidamente
versados en las cosas de la Religión para que puedan en-
96 DISTINCION TERCERA

señarlas debidamente a los pueblos, ya sean fieles o in-


fieles.
En seguida es necesario que estén constantemente
ligados al servicio de la fe, que se ejerciten en, sus actos
y que hagan con frecuencia profesión explícita de ella
para que cuando llegare el caso de que sea necesario
ofrecerse y entregarse tan heroicamente a la muerte por
ella, no ,se sientan tibios por ninguna pesadumbre sino
que se lancen audaz y valientemente al peligro. Estando
entre infieles, y mientras se dedican a sus ministerios,
si fueren interrogados acerca de su fe, o por causa de
ella y de su ministerio fueren atormentados con cárceles,
fatigas o con la misma muerte, deben pensar a qué di-
cha se ha dignado llamarlos el Señor al constituirlos
campeones de su amor y de su fe.
186. Finalmente les aconsejamos encarecidamente
que oren por la conversión de los infieles, católicos y
pecadores, y por las almas del Purgatorio, a fin de que
procuren socorrer al menos con sus oraciones a aque-
llos que no han podido convertir a Dios con su caridad
y sus ministerios apostólicos.

CAPITULO V

DE LA CELEBRACION DEL SACROSANTO SACRIFICIO DE LA


MISA

187. T a n t o el oficio del Coro como el del Altar se ¿e-


lebrarán en todas sus partes según el Ritual Romano,
no sólo en lo esencial sino también en las ceremonias
y ritos: todos nuestros sacerdotes, por consiguiente, y
además1 ministros del altar, están obligados a aprender
cuidadosamente todas y cada una de las ceremonias de
la Santa Iglesia Romana en la celebración de las Misas,
97 DISTINCION TERCERA

V los que aparecieren ignorantes en los sagrados ritos,


deben ser suspendidos 'de la celebración de la misa, hast3
que adquieran en esto los conocimientos necesarios.
188. Tratarán de pronunciar y de ejecutar toda otra
acción exterior en la celebración de la misa, de tal modo
que satisfagan no sólo a la devoción propia, sino tam-
bién contribuyan a la edificación de los presentes. Y
así en los movimientos, en las inflexiones del cuerpo,
en la emisión de la voz y en la pronunciación de lo
que se ha de leer, parte en secreto y parte en voz alta
no hayja nada indecoroso, alterado o ajeno a los sagra-
dos ritos.
189. T o d o s los sacerdotes de nuestra Orden cele-
bren cada día modesta, grave y devotamente el santo
Sacrificio de la Misa, y de tal manera tomen en sus
manos el Verbo de la vida, que resplandezca la grande-
za del Sacramento, el amor de la Religión y su propia
fe. Ninguno se abstenga de celebrar sin causa razona-
ble, reconocida por el Superior.
190. Antes de celebrar medité el sacerdote por algún
tiempo en la grandeza de este Sacramento, considere
su propia vileza con toda humildad y cuide de lim-
piar diligentemente su conciencia con la confesión sa-
cramental cada vez que fuere necesario; asi y no de
otra manera se ha de atrever a comer de aquel Pan y
a beber de aquol Cáliz. Del mismo modo, después de
recibido el Sacramento, reconcéntrese en sí mismo por
algún tiempo como lo exije la grandeza de tan inefable
beneficio
191. Emplee el sacerdote en la celebración del Santo
Sacrificio un espacio de tiempo t a l que no sea motivo
de tedio a los oyentes por su prolijidad, ni de enfria-
miento de la devoción por su celeridad.
192. Celébrese cada día misa conventual en todas las
7
98 DISTINCION TERCERA

casas de la Orden- en hora determinada y conveniente,


a la cual estarán obligados a asistir todos los no presbí-
teros, y sí alguno no pudiere asistir por alguna ciausa
razonable, deberá oír inviolablemente alguna misa pri-
vada. La misa conventual debe cantarse en cuanto sea
posible todos los días domingos y fiestas de precepto y de
la Orden, como igualmente los sábados; los demás días
de la semana no se cante nunca o rarísima vez.
193. Finalmente, distribuyase en tal forma la cele-
bración de las Misas, que se consulte no sólo la comodi-
dad del pueblo, sino también lia de los sacerdotes cele-
brantes, según las ocupaciones de cada uno. Y donde los
sacerdotes fueren numerosos, a fin de que no nazca
confusión, señálese a cada uno la hora de la celebración
en una tablilla que debe fijarse en un lugar visible.

C A P I T U L O VI

DE LA APLICACION DE LAS MISAS

194. T o d o s y cada uno de los sacerdotes de nuestra


Orden, aunque sean huéspedes, sin exceptuarse los Su-
periores, están, obligados a aplicar siempre, la Misa por
la Caja común, o sea por las obligaciones de la casa
donde moran.
Mas, el General, el Provincial y sus oficiales respec-
tivos podrán aplicar por las obligaciones del erario ge-
neralizo o del Provincial, a no ser que deban celebrar
también por la casta en que están. El que tuviere nece-
sidad de aplicar por sí mismo, o por la intención de sus
parientes o de otros, deberá hacerlo con licencia del Su-
perior y no de otro modo
195. Queda prohibido bajo formal obediencia el que
alguno se atreva a recibir limosna bajo cualquier espe-
99 DISTINCION TERCERA

cié, o bajo cualquier pretexto por estas misas concedi-


das a la devoción particular, pues estas concesiones de
misas se permiten precisamente, bajo la condición de
no recibir limosna alguna por ellas.
196. Mandamos además estrictamente que no se
acepte sino el número de misas que cómoda y lícitamente
pueda aplicarse. Tampoco se obliguen nuestras casar1 por
limosna de presente a aplicar perpetuamente un número
determinado 'de misas tanto solemnes como privadas, si
no es con licencia por escrito del Maestro General o del
Provincial, y siempre que el estipendio anual sea conve-
niente y justo, según costumbre del lugar, y, en cuanto
fuere posible, no expuesto a engaño o a otra enventuali-
dad. El Superior que obrare de otra manera estará so-
metido a la privación del cargo y demás penas señaladas
por el Derecho, y la aceptación no tendrá valor alguno.
197. Dicha facultad no se conceda sino después que
se averigüe cuáles son las obligaciones de misas que tie-
ne el Convento que solicita tal licencia, y si puede satis-
facer las cargas ya aceptadas, se le concederá la facultad
pedida, pero si no, no se le concederá de ninguna manera.
198. Recíbanse con tal parsimonia las limosnas por
aplicación de misas manuales que pueda cumplirse en
poco tiempo con la obligación de aplicarlas, y si no
fuere suficiente el número de sacerdotes, o no se reciban
absolutamente, o entréguense al punto a otros sacerdo-
tes para su aplicación. Debe cumplirse en primer lugar
con la obligación de las misas perpetuas, y en seguida
con la de las misas manuales.
199. El estipendio de las misas no se gaste antes de
que éstas hayan sido aplicadas, sino que entre tanto
debe guardarse en una caja segura. E n todas nuestras
sacristías es necesario que haya las riguientes cosas: 1).
U n a tablilla legible y bien visible en que estén anota-
100 DISTINCION TERCERA

das todas las misas perpetuas del convento; 2 ) . U n li-


bro en que conste la aplicación de cada una de estas
misas; 3.) U n libro en que conste igualmente la re-
cepción y aplicación de todas las misas manuales.

C A P I T U L O VII

DE ¡LA IGLESIA Y DE SU SANTIDAD Y CULTO

200. Puesto que la casa del Señor es casa de oración


y por lo mismo le conviene la santidad mandamos es-
trictamente a los que están encargados de ella que vi-
gilen a f i n de que no se tengan conversaciones dentro de
ella, sobre todo a la hora de la celebración de los ofi-
cios. Prohibimos también en la iglesia, a no ser con
expresa licencia del Prelado, las visitas dé^ mujeres y las
alocuciones políticas, aunque sean necerarias y honestas.
Más, cuando con dicha licencia pareciere conveniente
permitir ésto, prohibimos, sin embargo, con toda ener-
gía que se tengan semejantes discursos en los, lugares
destinados a oír confesiones, a fin de que tan santo
tribunal no haya de avergonzarse aún de lo que parece
decente.
201. Prohibimos además, a todos los religiosos que
jamás lleven o permitan llevar en cualquier forma, co-
mida o bebida a alguien en la iglesia o en sus capillas,
en la sacristía o en los claustros, b a j o cualquier urgente
pretexto, aunque se trate de persona muy distinguid.!?
ni les permitimos a ellos mismos pasearse por la iglesia
en ningún tiempo, ni pasar por ella cuando salen del
convento o vuelven a él.
202. Y por cuanto sabemos que el Sacramento de
la Penitencia, no sólo aprovecha a los que lo reciben,
obteniendo el perdón de sus pecados, sino también a
101 DISTINCION TERCERA

veces a los mismos que lo rehusan, edificándolos y sir-


viéndoles de ejemplo, no queremos que los lugares
destinados a administiar este Sacramento estén en los
sitios más escondidos de la iglesia, sino bien visible,
para que inciten y atraigan a los pecadores. P o r lo cual,
prohibimos estrictamente a los confesores de nuestra
Orden que admitan penitentes a este Sacramento, espe-
cialmente mujeres, en los rincones de la iglesia o en
los lugares apartados u ocultos.
203. Por lo que toca al culto de la iglesia, sea el Sa-
cristán Mayor en sumo grado solícito por que resplan-
dezca en ella el debido ornato y decoro. Hágala barrer
con frecuencia juntamente con sus capillas; limpie cada
día el polvo de los altares. T o m e en sus manos todos
los ornamentos, no con irreverencia, sino pía y devota-
mente, como cosas consagradas a Dios. N o deje que
la ropa de lino de la iglesia se ensucie demasiado, sino
que según el uso que tenga, hágala lavar con frecuen-
cia, especialmente los corporales. Procure que se remiende
lo que está roto y no deje que se destruya del todo.
204. Por tanto, recomendamos encarecidamente en el
Señor a todos los Superiores locales que no sólo cuiden
de conservar los ornamentos de la Sacristía, sino que,
en cuanto sea posible, traten de aumentarlos siempre
más con otros nuevos. Prohibimos estrictamente que se
enajenen, se empeñen y aún que se presten los objetos
sagrados y cosas destinadas al servicio de la iglesia. Si
alguna vez pareciere conveniente enajenar dichos obje-
tos preciosos, no se haga sino con la aprobación del
Maestro General y con las debidas licencias.
205. Tenga el Sacristán tan gran cuidado de que
arda perpetuamente la lámpara ante el Venerable Sa-
cramento que, si se apagare por descuido suyo, tenga
entendido que falta no levemente a su deber. Hágase
102 DISTINCION TERCERA

la renovación del Sacramento privada o solemnemente


cada semana en todas las épocar> del año; en invierno
no es licito postergarla más allá de dos semanas.
206. Renuévese cada año a su debido tiempo el óleo
santo de los enfermos, y el vaso en que se guarda ha de
ser de materia decente y labrado con arte. T o d o s áque-
llos vasos en que se guarda el Venerable Cuerpo de Cris-
to h a n de ser de plata y dotados en su interior, como
con respecto del cáliz lo manda el Ritual, al írtenos
por la parte o concavidad que toca el Sacramento. Man-
damos también que el Sagrario donde se ha de colocar el
Sacramento esté debida y decentemente provisto de cor-
porales y de ara consagrada.
207. Para que todo esto se observe debidamente,
mandamos a todos lo s Superiores locales que, fuera de
las visitas de los Prelados Superiores, visiten ellos misr
mos muchas veces, o por lo menos tres veces en el año.
juntamente con otros sacerdotes celosos del decoro de
la casa de Dios, la iglesia, la sacristía, tpdos los vasos
destinados a los Sacramentos y los lugares en que s¿
guardan, como también, las reliquias de los Santos, y
examinen todas estas cosas y vean con qué limpieza y re-
verencia se mantienen y hasta qué p u n t o se observan
estas nuestras disposiciones, qué ornamentps estáh en
mal estado y cuáles faltan, y, según ésto, adquieran otros.
208. T o d o lo demás que toca al esplendor del tulto
divino y al ornato de la iglesia, dispóngase según los
usos y normas de la Iglesia Romana y los recursos de 13
casa.
103 DISTINCION TERCERA

C A P I T U L O VIII

Dfc LA FRECUENCIA DE LOS SACRAMENTOS

209. Los que hemos elegido la vida espiritual y


hacemos profesión de tener hambre de los sagrados pas-
tos en el monte de la perfección, debemos aspirar prin-
cipalmente a aquella grosura y espiritual alimento con
que los sacramentos fortifican nuestras almas. Por lo
cual mandamos estrictamente a todos los religiosos de
nuestra Orden, tanto presbíteros como no presbíteros,
que cada ocho días se acerquen indefectiblemente, y de-
bidamente dispuestos al Sacramento de la Penitencia.
Imponemos esta obligación no sólo a los profesos, sino
también a los Novicios y terciarios que viven con no-
sotros en el claustro. Recomendamos y aconsejamos sa-
ludablemente en el Señor hacer cada año una confesión
anual y una general de toda o de alguna época de la
vida.
210. Aconsejamos también, a todos los presbíteros
de nuestra Orden que celebren cada día la santa Misa,
a no ser que lo impida la tríala salud o alguna otra ur-
gentísima causa, reconocida por el Superior. Mas, el
que con frecuencia y sin una causa razonable deje de
celebrar, previa una admonición, sea severamente casti-
gado por el Superior. (1) •

(1) C u i d e n los S u p e r i o r e s d e q u e t o d o s los r e l i g i o s o s : 1).


Cada cual haga ejercicios espirituales; 2). Los no iimpedL
dos legítimamente asisitan diariamente a la Misa, hagan ora,,
ción merital, y se ocupen diligentemente en otros ejercicios
de piedad q u e sean (prescritos ipo.r las Reglas y Constitucio-
nes; 3). Acérquense por lo menos una vez por semana al
104 DISTINCION TERCERA

211. T o d o s los religiosos no presbíteros, tanto clé-


rigos como legos, y los terciarios de nuestra Orden de
uno y otro sexo que viven ciaustralmente; haciendo
antes humildemente una confesión sacramental y otros
ejercicios de piedad, acerqúense a la Sagrada Eucaristía
todos los días domingos, siempre que no ocurra próxi-
mamente antes o después alguna de las siguientes ÍO-
kmnidades en las cuales mandamos que reciban la Sa-
grada Comunión, a saber: en las fiestas de primera y
segunda clase, que se llaman primarias de Nuestro Se-
ñor Jesucristo y de nuestra Bienaventurada Madre y
Fundadora, aunque no sean de precepto; en ambas fies-
tas de San Miguel Arcángel, en ia de San J u a n Bau-
tista, de los Santos Apóstoles y Evangelistas, del San-
tísimo José, de nuestro Padre San Pedro Nolasco y de-
más Santos de la Orden, y en las festividades de ella;
además en el día de T o d o s los Santos, tanto de la

s a c r a m e n t o ide la 'penitencia; 4). Los Superiores promuevan


entre sus subditos 'Ja f r e c u e n t e y aún diaria recepción del
Santísimo Cuenpo de Cristo; y los religiosos bien dispuestos
pueden libremente acercarse con frecuencia y aún diariamen-
t e a la S a n t í s i m a Eucaristía. (Can.- 5 9 5 ) .
Tanto los Novicios .corro los conversos y postulantes
acerquénse- cada día a 'Ja Sagrada Eucaristía; si en ajgunas
partes no existe esta práctica, el C a p í t u l o alaba esta cos-
tumbre de comulgar diariamente y la r e c o m i e n d a encarecida-
mente donde estuviese en uso, y m a n d a f o m e n t a r a l a d o n d e no
e x i s t i e r e , s e g ú n ,las n o r m a s deJ C ó d i g o y la d o c t r i n a d e nues-
tros mayores; más Ja obligación de acercarse a la sagradá
Eucaristía, cuando lo mandan las Constituciones, 'permanece
inalterable-. ( C a p í t u l o GeneraJ, rrayo de 1931).
105 DISTINCION TERCERA

Iglesia como de nuestra Orden, y finalmente todos los


días en que hay Absolución General o Bendición con in-
dulgencia plenaria.

C A P I T U L O IX

DEL OFiCIO DIVINO Y CORO

212. E n todo lo que toca al Oficio divino, como ya


antes se dejó establecido, obsérvense por todos los reli-
giosos p u n t o por p u n t o y exactamente los ritos de la
Santa Iglesia Romana y las rúbricas del breviario,
tanto en el rezo y el canto, como en las demás ceremo-
nias de estar en pie, de rodillas, sentados o inclinados.
213. El coro debe estar, en cuanto sea posible, de
tal modo separado del cuerpo de la iglesia, que los reli-
giosos mientras están en él o al entrar al mismo y salir
no puedan ser vistos de ninguna manera por el pueblo.
El Sacristán, o el que esté encargado de ésto, tenga un
especial cuidado en lo que toca a la limpieza del coro.
Téngase también en él algunas pequeñas saliberas lle-
nas de arena u otras clases de vasos para escupir.
214. Los clérigos destinados a los ministerios del
coro, procuren llegar a él oportunamente y bien dis-
puestos a fin de preparar diligentemente los libros, las
luces y todo lo demás que fuere necesario.
215. N o se permita de ninguna manera que los ex-
traños entren al coro, principalmente mientras se reza
el oficio, a no ser que sean eclesiásticos.
216. Oída la señal que llama al oficio divino, todos
los religiosos diríjanse pronta y alegremente al coro,
como quien corre humilde y devotamente tras el olor
del Señor, y cumplan allí devotamente con la obliga-
106 DISTINCION TERCERA

ción del oficio divino, conforme a la calidad de la hora


canónica y !a la importancia de la fiesta.
217. Los que llegaren al coro después de empezado
el oficio, se agregarán inmediatamente a los demás en
el rezo, para rezar después .lo que hubieren omitido
Nadie salga del coro sino con licencia del Superior, y,
en ausencia de él, hará sus veces en todo lo que se re-
fiere al coro el más digno de los presentes.
218. El m o d o de rezar y de cantar las horas canó-
nicas ha de ser siempre devoto y grave, con ptausa y
silencio conforme a la solemnidad, procurando llegar
con tal exactitud al medio y fin de los versículos, que
no ¿ause tedio la prolongación de la voz, antes bien,
la uniformidad de la terminación aumente la devoción
y el provecho. La voz ha de ser unísona, y todos pro-
curen emitirla con tal atención de la mente, según siu
capacidad, que la tarea del oficio divino sea siempre más
grata a Dios y más provechosa para sí mismos.
219. Se prohibe estrictamente en el Coro a todos
que, mientras duran las funciones sagradas, hablen, lean
o se atrevan a hacer cualquiera otra cosa ajena a las
divinas alabanzas.
220. En las ¿asas que están obligadas al rezo coral,
ninguno se atreva a eximirse de la asistencia al coro,
a no ser que esté impedido por alguna imposibilidad o
por otra causa legítima; mas los que h a n de estar im-
pedidos por mucho tiempo, transládenre a las casas no
obligadas al coro. Los Superiores locales de las suso-
dichas casas que faltaren al coro con mucha frecuencia
o fueren negligentes en procurar que aristan los demás,
sean castigados con toda severidad .
107 DISTINCION TERCERA

CAPITULO X

DE (LA OBLIGACION |DEL (OFICIO DIVINO

221. T o d a s nuestras casas en que hay por lo me-


nos seis religiosos clérigos no impedidos, están obliga-
das a rezar cada día el oficio divino en coro. De esta
ley se exceptúan, sin embargo, en primer lugar los Co-
legios, tanto de religiosos nuestros como de seglares y
laicos, y en segundo lugar aquellas casas que aunque
tienen seis religiosos clérigos, por dedicarse a continuos
ministerios de caridad, no pueden cumplir con la obli-
gación del coro. Los conventos destinados 1 a Novicia-
do están perpetua e inviolablemente obligados al coro.
El privilegio de no rezar en coro concedido a los Co-
legios, se entiende que rige solamente en los días en que
funcionan las clases.
222. A fin de que nuestros hermanos legos que están
dedicados a la vida activa no se vean privados de los
beneficios de la vida contemplativa, y a f i n de que
tengan alguna participación en el f r u t o de las horas
canónicas, mandamos, consultando su bien en el Se-
ñor, que cumplan también con ellas según su capaci-
dad; por todo el Oficio divino rezarán una vez cada
día una tercera parte del Rosario de la Bienaventurada
Virgen María. N o están sin embargo, sujetos a esta
obligación b a j o grave, aunque sean de Votos solemnes.
223. Los Novicios y coristas profesos de votos sim-
ples no están obligados a rezar en privado el oficio
divino, a no ser que por otra parte estuvieren inicia-
dos en Ordenes mayores; deben sin embargo los Nof
vicios asistir al coro con los demás, a la recitación pú-
blica del oficio, para que aprendan a rezar debidamente
108 DISTINCION TERCERA

las divinas alabanzas', y los profesos de votos simples,


estando presentes en el coro, están sometidos a la misma
obligación que los profesos de votos solemnes en cuan-
to a la recitación del Oficio.
224. T o d o s los clérigos profesos de votos solemnes
aunque no hayan recibido ninguna Orden Mayor, es-
tán obligados b a j o grave al rezo del Oficio, tanto en
público como en privado. Podrá sin embargo, el Maes-
tro General conmutar temporalmente esta obligación en
otras piadosas preces por motivo de los estudios.

C A P I T U L O XI

DE LOS HOMENAJES CON QUE |DEBEMOS HONRAR A LA


SANTISIMA VIRGEN MARIA

225. Aunque la devoción nos tenga enteramente


prosternados a los pies de la Santísima Virgen María,
nuestra Madre y Fundadora, nada sin embargo, juzga-
mos proporcionado y digno de sus beneficios para con
nuestra Orden. Pero, deseando corresponder de la me-
jor manera que podamos según nuestra capacidad, man r
damos en primer lugar que cada día todos nuestros re-
ligiosos recen en su honor una tercera parte del Rosario.
226. En seguida establecemos que todos los sábados
de cada semana (excepto el sábado Santo, la Vigilia y
Natividad del Señor y la Fiesta de nuestro Padre San
Pedro Nolasco) se celebre solemnemente en todas nues-
tras casas, según la antigua costumbre de la Orden, una
Misa de la Bienaventurada Virgen María, a la cual
llamamos a todos nuestios religiosos sin ninguna ex-
cepción. Igualmente los sábados se cantará en la tarde
con toda la solemnidad que sea posible la antífona Sa'-
115 DISTINCION TERCERA

v¿ Regina delante de la imagen de la Santísima Virgen,


oudiendo añadirse también otras alabanzas de la misma
Celestial Reina, según la costumbre de cada lugar.
227. Disponemos también en su h o n o r que todas
las iglesias que fe construyan, se consagren a su nombre
y la tengan p o r titular; y si esto n o fuere posible, se
erigirá siempre p o r lo menos una capilla especial b a j o
su título y nombre.
228. Además, todos los meses, en el domingo más
oportuno se hará la Procesión del Escapulario, en la
cual se llevará la imagen de la Santísima Virgen María
en memoria de la revelación de la misma con el fin de
fundar nuestra Orden, y cada año se celebrará en toda"'
partes con toda la solemnidad que fuere posible, la fies-
ta de la misma Bienaventurada Madre de Dios, b a j o
el título de la Merced. Si en estos días hubiere predi-
cación, se expondrán fielmente todas las indulgencias
concedidas al escapulario y a las predicihas festividades.
229. Para que sepan los religiosos que la Santísima
Virgen debe estar como grabada en sus corazones y que
toda la Orden, f u n d a d a p o r ella misma para su honor,
debe estarle enteramente consagrada, establecemos y
mandamos que los sellos mayores, t a n t o de la Orden
como de las Provincias, tengan como t í t u l o de nobleza
la imagen de la Bienaventurada Virgen María en al-
guna de sus advocaciones.
230. M a n d a m o s finalmente que todos los religiosos
tengan siempre en su celda la imagen de la Santísima
Virgen María, a la cual saludarán con las labios, con
el corazón y con u n a inclinación al entrar y salir. Esto
mismo harán dondequiera que encuentren su imagen,
tanto dentro como fuera del Convento, oues 'asi es con-
veniente que lo hagan sus siervo«; e h i j o s . A ú n más,
estamos justamente obligados a h o n r a r aun la imagen
110 DISTINCION TERCERA

de tan egregia Señora y Madre amantísima, de cuya


amorosa protección estamos continuamente gozando.
Procurarán también, con no menos empeño propagar
con la palabra y el ejemplo este amor y devoción a María
entre los hombres.

C A P I T U L O XII

DE LA MUERTE Y SEPULTURA DE LOS RELIGIOSOS

231. Cuando un religioso enfermo ha llegado ya al


ttance de la muerte, procure el Superior local adminis-
trarle los Sacramentos que aún no haya recibido, con-
forme a lo que más adelante se dispondrá, y encargue
también a dos religiosos de buen espíritu y doctrina que
le asistan constantemente y lo ayuden hasta la muer-
te; y si este estado de peligro se prolonga, podrán al-
ternarse en el trabajo.
232. Entrando ya el enfermo en la última agonía,
toqúese una matraca por todo el convento, y todos
los religiosos reúnanse en la celda del moribundo, don-
de después de haber encomendado con devoción el aTma,
cantarán repetidas veces el Símbolo de la fe hasta que
haya exhalado el espíritu.
233. Una vez que ya haya fallecido, se cantará e!
responsorio Subvenite Sancti... Deí. Inmediatamente
después se le vestirá con su hábito regular, como los
demás religiosos, a no ser que antes sea necesario lavar
su cadáver, y a'sí ya vestido con el hábito y capa, se le
cruzarán las manos encima del pecho con una cinta
blanca y una cruz entre los pulgares. Después a su de-
bido tiempo se le llevará al lugar acostumbrado donde
se le acomodará decentemente sobre un oaño negro ex-
tendido sobre el suelo hasta la hora de la sepultura,
111 D I S T I N C I O N TERCERA

colocando a ambos lados cirios encendidos y a sus1 pies


y n vaso con agua bendita. Estando aquí o en cualquie-
ra otra parte después de la muerte hasta que sea se-
pultado, asistirán siempre su cadáver religiosos, clérigos
o presbíteros designados por el Superior, los que rezarán
con devoción el salterio y cumplirán los debidos oficios
de caridad
234. En seguida, colocado en un ataúd de madera o
de otra materia, se le llevará a la Iglesia, y delspués de
celebrar allí el oficio y Misa en sufragio de su alma es-
tando presente el cadáver, se le dará sepultura según la
costumbre del lugar, acompañándolo y rezando las acos-
tumbradas preces algunos religiosos hasta el último
adiós.
235. Cuiden también diligentísimamente según su
posibilidad los Prelados de la Orden, de que cada vez
que aconteciere que un religioso muera fuera del claus-
tro, sea llevado a una iglesia de la Orden, si fuere po-
sible, donde se le puedan rendir los mencionados obse-
quios de caridad fraterna, y así los que estuvieron
unidos por el vínculo del amor durante la vida, no se
separen ni aún en la muerte; en caso contrarío, se le ha-
rán los sufragios dichos en cualquiera iglesia más ve-
cina .
236. Mandamos por fin severísimamente a los Su-
periores locales que tengan en sus conventos un libro
para inscribir a los religiosos difuntos, en el cual se ana-
ten diligentemente pus nombres, el año, mes y día de
su muerte; además1 bajo aué General, Provincial y Co-
mendador han muerto, y si es posible, qué día han na-
cido y profesado. Y si hubieren sido de vida laudable,
o por otra parte también varones eminentes y dignos de
•ser recomendados a la posteridad, todo lo harán cons-
tar fielmente en dicho libro, trazando un breve pero
112 DISTINCION TERCERA

completo compendio de su vida para que de esta fuente


puedan sacarse los datos pata nuestra historia y los
ejemplos de los Padres. U n a copia fiel de este libro se
enviará a su tiempo al Provincial, quien a su vez debe
también hacer sacar otra copia juntamente con los otros
de su Provincia y enviarla al General, a fin de que tanto
en el archivío provincial como en el general se conserve
una perpetua noticia de nuestros difuntos-

C A P I T U L O XIII

DE LOS SUFRAGIOS POR LOS MUERTOS

237. La caridad que nunca fenece y que por lo mismo


nos une con nuestros hermanos en la vida y después de
la muerte, exige que nos apresuremos a ayudar de bue-
na voluntad con piadosos sufragios de sacrificios y orar
ciones las almas de los difuntos. De consiguiente, en
cuanto haya fallecido u n religioso nuestro, el Superior
de aquella casa donde hubiere fallecido, pondrá esto en
conocimiento del Superior Provincial, quien a su vez
lo comunicará inmediatamente a todos los conventos de
su dependencia como también al Maestro General, el
cual asimismo cuidará de transmitirlo a las otras Pro-
vincias a fin de que no haya ninguna demora en los su-
fragios por falta de noticias.
238. Por cualau'er religioso difunto, la casa de don-
de era conventual celebrará solemnemente sin interrup-
ción durante tres días misas de difuntos, según el Ri-
tual Romano, la que concluirá cada día con responso
en la iglesia; en estos días también se distribuirá un ín-
tegro ofidio de difuntos con rito doble, como en el día
del entieTo de un difunto, el que podrá cantarse se-
gún la costumbre de los conventos. Igualmente durante
DlüTINCÍON TERCERA 113

nueve días continuos, desde la muerte, cantarán los re-


ligiosos un responso, terminado el almuerzo o en otro
t i e m p o más oportuno. ( 1 ) .
239. En cuanto a lo que corresponde a cada uno de
los religiosos de la casa donde hubiere fallecido, manda-
mos a los presbíteros apliquen tres misas por un conven-
tual; los no presbíteros tres comuniones, y los clérigos
Novicios recen un oficio íntegro de difuntos en su ora-
torio, además del que se ha ordenado para todo el con-
vento; y los conversos y terciarios recen un rosario ín-
tegro a la Santísima Virgen; infundimos además a to-
dos el pensamiento de que procuren ganar y aplicar a
dichos religiosos difuntos, por tres días desde la muerte
y su noticia, las indulgencias concedidas por Paulo V
a los regulares que visiten sus iglesias y oren en ellas de
votamente
240. Estos mismos sufragios mandamos que se hagan
en toda la Orden por los Maestros Generales que falle-
cieren en el cargo, o que lo hubieren desempeñado, e
igualmente por los Asistentes Generales, el Secretario y el
P r o c u r a d o r General fallecidos durante el desempeño de
su oficio.
2 4 1 . Cada Provincia estará obligada a estos mismos
sufragios por aquellos que son o han sido Provincia-
les, como también por el actual Visitador en aquellas
casas respectivamente que están sometidas a su visita.
2 4 2 . Por los religiosos no conventuales, cada Casa

El C a p í t u l o General d e H 9 3 1 , en la seisión d é c i m a octava


a-probó l o siguiente: "Añádase al N.® 2 3 8 de las irismas
C o n s t i t u c i o n e s lo q u e s i g u e : A p l i q ú e s e t a m b i é n por cada uno
una serie de t r e i n t a misas gregorianas. Por un r e l i g i o s o di_
funto obligamos a cada sacerdote, d e s u P r o v i n c i a a aplicarle
tres misas privadas''.
8
114 DISTINCION TERCERA

de la Provincia, y la Casa de Noviciado por los no


vicios, estarán obligadas a una Misa solemne y vigilia
de difuntos con responso final. Cada sacerdote de di-
chas casa$ estará obligado a una misa privada, los cié.
rigos a U|n nocturno de difuntos, y los conversos y ter-
ciarios a una tercera parte del Rosario y a la antedicha
visita a la iglesia, como ya antes lo dejamos estableci-
do. Igualmente a los religiosos de nuestra Orden lle-
vados a la dignidad episcopal o a otra cualquiera, se
le aplicarán los mismos sufragios que, según las Cons-
tituciones, se han de aplicar a los que han fallecido en
la Orden. Por lois religiosos difuntos de otra Provin-
cia, cada casa aplicará una misa, a la cual estarán obli-
gados a asistir todos los conventuales o a oír otra
privada.

2 4 3 . Del mismo modo, mandamos que cuando se


tenga la noticia de la muerte de nuestro Santísimo Pa-
dre el Papa, se celebre una misa solemne en todas nues-
tras casas, que todos nuestros sacerdotes apliquen una
misa privada,, y los no presbíteros recibana la Sagrada
Eucaristía y recen una tercera parte del Rosario en su-
fragio de su alma. Por el Cardenal Protector difunto
cada convento celebrará una misa solemne.
2 4 4 . Además en el primer día no impedido que si-
gue a la fiesta de los Santos de nuestra Orden, se hará
en toda la Orden la solemne Conmemoración de todos
los difuntos Religiosos, Religiosas y Bienhechores de la
misma, a semejanza de la misma solemnidad con qule se
honra la memoria de todos los Fieles Difuntos por la
Iglesia universal, el día dos de noviembre. Manda-
mos que se apliquen perpetuamente por dichos difuntos
todos los sufragios, misas y demás obras de piedad que en
este día ofreciere a Dios toda la Orden.
115 DISTINCION TERCERA

245 Además cada año, fuera de los sufragios dichos,


se celebrarán en nuestra Orden tres aniversarios con
Misa y Oficio doble; el primero después de la Purifica-
ción de la Santísima Virgen María, por todos los Re-
ligiosos Profesos difuntos de nuestra Orden; el segundo
después de la octava de los Santos Apóstoles Pedro y
Pablo, por las almas de nuestros padres y parientes; y
e l tercero después de la fiesta de San Dionisio, por los
cautivos y bienhechores!, por los cofrades del Escapula-
rio y nuestros familiares; y por último se aplicará per-
petuamente la misa conventual una vez por semana en
cada una de nuestras casas por todos los fieles difuntos.
(!)•
2 4 6 . E n el convento donde mora el Maestro Gene-
ral, se cantará además una misa con responso por el
alma del último difunto General o ex-General, cada
año en el aniversario de su muerte, hasta que fallezca
otro General, por el cual se hará lo mismo, y así en
adelante.
247. Cuiden diligentemente todos los Prelados locales
de que los nombres de todos los religiosos difuntos
estén escritos en cédulas o tablillas visibles en el coro
o en la Sacristía, con anotación del día, mes y año y del
convento donde hubieren fallecido. Dichas tablillas se
renovarán cada tres años, quedando al juicio de los Su-
periores mayores el que por ellas se impongan de la
manera cómo se ha cumplido con la aplicación de los
sufragios por los religiosos difuntos.

(1). El c i t a d o C a p í t u l o Gral. de t 9 3 i i a p r o b ó lo siguiente


en la sesión décima octava: "Al N. 9 245 añádase: Por el
padre o la madre de cada r e l i g i o s o , la casa d e d o n d e éste es
conventual hará aplicar tre-s misas".
Distinción C u a r t a
DE LAS DISCIPLINAS DE LA OBSERVANCIA REGULAR

PROEMIO

Siendo así que la imagen o tipo de todas las Or-


denes contiene no sólo sus fines y votos esenciales sino
también sus estatutols accidentales, se sigue que, des-
pués de explicados los fines y votos de nuestra Orden,
debem.03 tratar de las disciplinas regulares de la mis-
ma .

CAPITULO I

DE LA ORACION MENTAL

248 . Siendo la oración mental el fundamento y la


compañera inseparable de toda la vida espiritual, con cuya
guía marchamos de virtud en virtud hasita subir a la
cumbre de la perfección, mandamos estrictamente a to-
dos los religiosos de nuestra Orden que por lo menos
dos veces al día oren mentalmente, siquiera durante
media hora cada vez, o sea, en la mañana y en la tarde,
teniendo presente aquello del Profeta: "Anima mea de-
siderávit te in nocte, sed et spiritu meo in praecortfiis
meis de mane vigilabo ad te (Is. X X V I , 9 ) " .
2 4 9 . Marchen, puies los religiosos por la trillada
senda de los Santos en estie elevado y provechoso ejer-
118 DISTINCION CUARTA

cicio, teniendo en cuenta el estado y necesidad de cada


uno, y considerando que la causa más frecuente por que
muchos, muy poco o nada adelant'an en este camino, es
porque no hacen como se debe la preparación, el co-
mienzo, el ejercicio y la conclusión de este acto. D e .
seando evitar a nuestros religiosos» el que por esta causa
se malogre la oración, hemos creído necesario tocar
aunque ligeramente algunos avisos para ejercitar debi-
damente esas distintáis partes, los que deben observarse
cuidadosamente

2 5 0 . Por lo cual, teniendo en cuenta la diferencia


entre una y otra preparación, han de procurar con no
menor empeño alcanzar la remota que la próxima. Por
lo que toca a la primera, qué debe preceder como dis-
posición previa para sacar fruto de la oración, han de
evitar absolutamente con el ejercicio de la Divina pre
senda las malas obras, las vanas conversaciones, los pen-
samientos mundanos, los afectos desordenados, y todo
lo demás que contribuye a fomentar las distracciones.
En cuanto a la segunda, llegando el tiempo de la ora-
ción, traten de conocer el estado de su conciencia, vean
de qué bien espiritual tienen mayor necesidad y pre-
vengan las consideraciones y afectos más eficaces para
conseguirlo; preparen la materia más apropiada para
ésto con algún género de lectura, y enderecen concien-
zudamente según sus fuerzas todo el curso de ella a
conseguir esto mismo; así y no de otra manera se
acercarán reverentemente al lugar de la oración'
251 . Para empezar la oración, hecha la señal de la
cruz, represéntense cor viva fe a Dios presente a su
lado o dentro de sí mismos por esencia, presencia y
potencia, penetrando hasta lo más íntimo de sus cora-
zones y conociendo y ayudándolos en la obra que están
119 DISTINCION CUARTA

haciendo. E n seguida adoren a Dios allí presente, ha_


gan un acto de contricción, pídanle la gracia de orar
bien y por fin pasen a la purificación de la intención
con la debida resignación, con la cual, entregándose en-
teramente. a la voluntad de Dios, protestarán que en
este ejercicio no pretenden otra cosa que su divino be-
neplácito y el mayor bien de su propia alma-
252 En el ejercicio de la oración siempre la inteli-
gencia ha de suministrar pábulo a la voluntad, para
que arda el fuego de la meditación Para lo cual, em-
pezando por la consideración de la materia preparada,
examinen sus causas, efectos y circunstancias, ya discu-
rriendo, ya ponderando, hasta que se exciten a algún
devoto afecto; entonces dejarán que la voluntad ejecute
su obra, y por todo el tiempo que el afiecto mueva el
ánimo se detendrán en él; entre tanto no han de estar
preocupados 'de lo que queda por meditar, sino que,
después de apagado o entibiado el afecto, han de volver
a otros afectos que muevan, o a consideraciones discur-
sivas o ponderativas. En estos actos se han de mover
como en un círculo de oro, de modo que todo se enca-
mine a la obra y sirva para el ejercicio de las virtudes-
253. Al llegar ya el momento de terminar la ora-
ción, la concluirán con tres actos El primero ha de ser
de acción de gracias, que ha de nacer en cierto modo
de lo mismo que hubieren meditado, principalmente de
todo lo que e>n, el curso de la oración hubieren recibido
de la divina bondad; a ésto añadirán también acciones
de gracias por los beneficios generales de la Creación,
de la Redención y de todos los demás concedidos, tanto
a la Iglesia universal como a sí mismo El segundo
ha de ser de ofrecimiento, por el cual ofrezcan al Eterno
Padre los méritos de Cristo y de todos los santos y a
sí mismos con ellos y todas sus obras con perfecta re-
125 D I S T I N C I O N CUARTA

sígnación en todo lo qtte fuiere el beneplácito de Dios.


El tercero, Analmente, ha de ser de petición de todo
aquello que es necesario para conseguir la salvación eter-
na para sí mismos, en seguida por el estado de la iglesia
universal, por el supremo pastor y Señor de ella y por
todos los Prelados, p o r los reyes Y príncipes; por los
Prelados y religiosos de nuestra Orden y sus bienhecho-
res, por su conservación y aumento y especialísima-
men.te por la conversión de los infieles, herejes y peca-
dores y por las almas del purgatorio, poniendo por
intercesores a la Santísima Virgen, a los Angeles y San-
tos
254 Esta forma o método de orar se usará tanto
en la mañana como en la tarde En la primera hora de
la mañana, antes de toda otra obra, estando ya los re-
ligiosas reunidos en el coro, de rodillas y después de
invocar humildemente al Espíritu Santo con las preces
señaladas para esto en el Ritual de la Orden, permane-
cerán en oración por lo menos durante media hora;
lo mismo harán en la tarde a la hora conveniente, ha-
ciendo antes la misma deprecación, y terminarán con
las preces acostumbradas, conforme al Ritual.
255 En las horas dichas estarán obligados todos
los religiosos a acudir a la oración mental, sin excep-
tuarse nadie, ni aún el Maestro General, a no <er por
algún grave impedimento, o por una causa razonable
con la que parezca conveniente condescender alguna rara
vez- Los que estén cada día en otra parte, cómo tam-
bién los viajeros, han de orar también mentalmente
dos veces al día, procurando observar esta disposición
según lo permitan las circunstancias del tiempo y del
lugar, conforme .a aquello de David: "in omni loco
dominatíonis ejus, benedic, anima mea, D o m i n ó " "fps
C II. 22)
121 DISTINCION CUARTA

CAPITULO II
de LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES, DEL EXAMEN DE
CONCIENCIA Y DE OTRAS PRACTICAS DE PIEDAD

256. La experiencia de todos y los ejemplos de los


santos, están demostrando que nada contribuye más a
fomentar la piedad y la devoción y a renovar y confir-
mar el espíritu en el servicio y el amor de Dios, que
dejando a un lado por completo toda preocupación de
las cosas temporales, dedicarse por algún tiempo exclu-
sivamente a la contemplación de las cosas del cielo.
Por lo cual mandamos en el Señor a todos 'nuestros re-
ligiosos que una vez cada año en el tiempo que se crea
más oportuno, hagan con toda diligencia ejercicios es-
pirituales en común durante ocho días por lo menos
Los que por alguna causa razonable, que debe ser re-
conocida por el Superior, no pudieren hacerlos en co-
mún. estarán obligados inviolablemente a hacerlos en
privado, de modo que ninguno de nuestros religiosos
se atreva a pasar un año sin ejercicios espirituales
257. Aconsejamos también encarecidamente a los
Superiores que, antes de tomar sobre sus hombros la
carga del oficio, procuren no sólo prepararse, sino tam-
bién implorar el auxilio divino por medio de los ejer-
cicios espirituales; lo mismo aconsejamos a nuestros mi-
sioneros antes de emprender sus tareas apostólicas
258- El primer grado en el camino de la perfección
consiste en conocer sus propios vicios y malas inclina-
ciones, de suerte que cada uno sepa lo que debe "arran-
car y destruir" y lo que ha de "edificar y plantar" en sus
almas; por lo cual mandamos a todos nuestros re-
ligiosos que dos veces cada día examinen su propia con-
ciencia . Dése a este examen el tiempo oportuno cada día
en la mañana y en la tarde, el que se ha de indicar
122 D I S T I N C I O N CUARTA

con un toque especial de la campana o con el mismo


que se llama a silencio.
2 5 9 . Así como cada día se da al cuerpo el alimento
necesario para que no perezca, así también es necesario
dar al espíritu el suyo para que no desfallezca, a sea,
la sagrada doctrina contenida en las Santas Escrituras y
en los mejore® libros espirituales; por eso, además de
las lecturas espirituales en el refectorio y en el coro
como preparación a la oración mental, cada uno en
privado lea y medite con frecuencia y con empeño las
Sagradas Páginas y otros libros espirituales.
2 6 0 . Esfuércense también en. dar en todas partes
sin vana ostentación ejemplos de devoción y de piedad
a los prójimos, pues nada desdice tanto de un religioso
como mostrarse descuidado en estas virtudes; guárden-
se sin embargo de recargarse demasiado de pequeñas de-
vociones o preces de poca importancia, a fin de que no
omitan por ellas las graves obligaciones.
261 . Se dedicará también en todas nuestras casas
una vez cada mes, u n día íntegro a tratar de cosas
espirituales; en este día de retiro, dejando a un lado
los asuntos y cuidados temporales, nuestros religiosos
se entregarán de lleno a las cosas espirituales, meditan-
do, leyendo, escuchando la palabra de Dios y teniendo
pláticas espirituales

CAPITULO III
DEL SILENCIO Y MODESTIA

2 6 2 . Pasando a las observancias de la vida regular


que son como el antemural y centinela de la Ley Divina
y de los votos, nos encontramos con el silencio que es la
principal de todas ellas, porque, según el Profeta, es
verdaderamente el culto de la Justicia (Isai, X X X I I , 17).
y, como dice el bienaventurado Apóstol Santiago, de tal
DISTINCION CUARTA 123

manera nos hacemos religiosos por el silencio, que, si


alguno no refrena su lengua, es vana su religión. (Jac.
1,27). . .
263. Distinguimos dos clases de silencio, uno que con-
siste en hablar con moderación, con oportunidad y en
voz baja solamente aquello que es necesario, atendidas
las circunstancias de tiefmpo, de lugar y de personas, y
otro que consiste en abstenerse absolutamente de toda
conversación y rumor. Al primero llamamos silencio lato
y al segundo estricto.
264. El primer silencio mandamos que se observe por
nuestros religiosos en todas partes, pero principalmente
en la iglesia y sacristía, en especial durante las sagradas
funciones, en el coro, en el dormitorio y en el refectorio,
tanto en la primera como en la segunda mesa, y en los
claustros; en estos lugares ha de evitarse absolutamente
todo estrépito, toda elevación de la voz y bullicio en
las palabras, y si hubiere necesidad de hacer saber alguna
cosa, hágase con modestia y en voz baja, y en el refec-
torio será suficiente pedir con alguna señal lo que se
necesite, a fin de no perturbar al lector ni la atención
de la mente. Nunca hablarán bulliciosamente en los claus-
tros entre sí, ni mucho menos con los seglares, sino que
procurarán llevar a éstos a los lugares destinados a las
visitas de los extraños, y allí despacharán sus asuntos mo-
destamente y sin pérdida de tiempo.
265. Podrán sin embargo, los Prelados en los días
de gran solemnidad y cuando come con nosotros algún
varón insigne, como el Obispo o algún Magistrado, dis-
pensar el silencio en el refectorio.
266. Fuera de este silencio lato y general, mandamos
que se observe otro más estricto y profundo en todas
nuestras casas dos veces al día al toque de campana, o
sea, después del almuerzo y recreación del medio día
124 DISTINCION CUARTA

basta la hora de vísperas, y después de la cena y recrea-


ción de la tarde hasta la hora de prima del día siguien-
te:
267. Mandamos, pues, a todos los religiosos que, he-
cha la señal con la campana, se retiren prontamente e n
dichas horas a sus propias celdas, donde se abstendrán
absolutamente, no sólo de las palabras, sino también de
los demás géneros de locución de los sentidos y de toda
acción, y ¡hablando con Dios y su corazón, hagan dili-
gentemente su examen de conciencia, si aún no lo hubie-
ren hecho. Los enfermos en sus lechos y los huéspedes en
la hospedería, no están obligados al silencio estricto; sin
embargo, en esos momentos deben ser tan en voz baja
y moderadas sus conversaciones, que no molesten con
ningún estrépito a los que están en silencio.
268. Los que están de viaje y los que se encuentren
en cualquier parte fuera de casa, guardarán el silencio
evitando las conversaciones estrepitosas, ni se atreverán
a hablar delante de los más dignos, sino cuando fueren
interrogados por ellos o se les diere autorización para
hablar. Los religiosos se acusarán humildemente en los
Capítulos de culpas de la violación del silencio y recibi-
rán devotamente la penitencia impuesta por el Superior
por esta infracción.
269. Eviten como cosa execrable y absolutamente
ajena de religiosos las palabras ociosas, chocarreras y obs-
cenas, tanto en sus propias conversaciones como princi-
palmente en las conversaciones con los seglares.
270. Guarden sus sentidos de todo desorden, y de tal
manera compongan su exterior manera de obrar, que la
modestia del rostro, la gravedad de los movimientos y
la compostura de toda la persona sirvan de edificación a
los que los observen. Condúzcanse con humildad, cor-
tesía y reverencia con toda clase de personas, siendo de-
DISTINCION CUARTA 130

, ntes p a r a con los demás, tanto en las palabras como


los hechos, reputándolos interiormente como supe-
^"res y honrándoles exteriormente, según la condición
¿ ° cada uno. Tratándose de los religiosos, ya que con
ellos es más estrecha y duradera la familiaridad y unión,
e s preciso no omitir medio alguno a fin de que la com-
añía se haga amable por la caridad, y agradable por la
s u a v i d a d de las costumbres. Previniéndose, pues, mutua-

mente en el honor, trátense suave y cortésmente, pero evi-


ten los cumplimientos y títulos honoríficos del mundo.
271. Procuren finalmente llevar de tal manera com-
puesto su exterior, que todos sus gestos, movimientos y
acciones sirvan en todas partes al mismo tiempo que de
edificación, también como un ejemplo de urbanidad. El
andar ha de ser moderado, la cabeza derecha, los ojos
bajos, la frente despejada y serena, el rostro modesta-
mente alegre, las manos quietas o movidas con decoro,
los vestidos limpios y bien acondicionados.

C A P I T U L O IV.

DE I A DEBIDA OBSERVANCIA DE LA CLAUSURA REGULAR

272. La clausura regular comprende dos cosas: la sa-


lida de los religiosos del convento y la entrada de los
extraños al mismo. En cuanto a lo primero, se prohibe
que los nuestros, donde quiera que vivan conventualmen-
te, aunque la casa no esté sujeta a las leyes de la clausura
canónica, se atrevan a salir de casa sin licencia y sin
compañero designado por el Superior. T o d o aquel, pues,
que quisiere salir, deberá hacerlo después que le hubiere
126 DISTINCION CUARTA

dado a conocer al Superior el motivo de la salida y des-


pués que hubiere pedido y conseguido licencia, y no de
otra manera; al volver se presentará de nuevo al Supe-
rior para recibir su bendición.
273. Jamás se conceda a nadie licencia general para
salir cada vez que se quiera y por cualquier motivo; podrá
sin embargo concederse tal licencia para alguna cosa de-
terminada y que se ha de hacer en alguna hora fija, al
religioso que por causa de esto mismo necesita salir mu-
chas veces, como ser, a oír lecciones, a enseñar, o a otras
cosas semejantes.
274. E n cuanto a la entrada de los extraños al con-
vento, hay que distinguir entre hombres y mujeres. Los
primeros pueden, es verdad, entrar a nuestras casas, pero
por justos motivos, con prudencia y usando las debidas
cautelas, a fin de que no se perturben el orden y ocupa-
ciones del monasterio por causa de los seglares.
275. N o ha de franquearse, pues, indistintamente a
todos los hombres la entrada al interior de nuestras casas,
sino con justa causa que debe ser conocida y aprobada
por el Superior, y haciendo la debida distinción de las
personas; pues no se ha de proceder de la misma manera
con los Prelados, con los religiosos de otras Ordenes y
con los varones insignes que con los particulares del
vulgo.
276. De ninguna manera se admita a los seglares en
las oficinas del monasterio, a no ser que su trabajo fuere
allí necesario, y mucho menos se les permitirá que pene-
tren a las celdas de los religiosos; lo cual se prohibe es-
trictamente si se trata de jóvenes.
277. Prohibimos que lo s mismos seglares vivan, co-
man o pernocten juntos con los religiosos en nuestras
casas. Mas, si la caridad o la hospitalidad aconsejare al-
guna vez recibir algunos seglares honorables y de reco-
DISTINCION CUARTA 127

nocida probidad con el fin de vivir entre nosotros por


algún breve tiempo, hospédeseles, en cuanto sea posible,
en algún lugar separado de los dormitorios de los reli-
giosos para que la armonía regular no se perturbe con
el trato de los seglares. Iguales cautelas se han de tener
con los seglares que se reciban entre nosotros con el fin
de hacer ejercicios espirituales.
278. E n los Colegios donde se educan seglares o haya
externos que comen con nosotros, ha de haber un lugar
completamente separado para los religiosos que por el
momento no atienden a la guarda y cuidado de los ni-
ños, para guardar la clausura y demás disciplinas regu-
lares.
279. Finalmente, la entrada de mujeres a los monas-
terios de varones, no sólo está prohibida por institución
regular, sino también por estrictísima ley eclesiástica,
b a j o gravísimas penas. Por consiguiente, todas nuestras
casas que sean verdadera y propiamente conventos, ceno-
bios o monasterios, estén de tal manera sujetos a las
leyes de la clausura canónica, que a ningún Superior ni
a ningún religioso particular le es lícito bajo las penas
señaladas en el Derecho y de privación del cargo y de
voz activa y pasiva para siempre, introducir mujeres en
la clausura designada o permitir que entren, b a j ó cual-
quier pretexto o motivo, ni aún para servir o curar en-
fermos. Por lo cual declaramos que la clausura de un
convento, cenobio o monasterio, comprende todo aquello
que pertenece a la habitación y domicilio del mismo,
excepto las iglesias, y claustros inferiores si contienen ca-
pillas y oratorios; en este caso permitimos que las mu-
jeres entren a estos claustros, pero solamente durante
la celebración de la Misa, o de alguna procesión. El
Maestro General podrá, para el buen régimen, declarar
D I S T I N C I O N CUARTA 133

e interpretar las dificultades que puedan ocurrir en esta


materia. ( 1 ) .
280. Para que ésto se observe debidamente, manda-
mos que en cada una de nuestras casas haya una sola
puerta, por la cual, t a n t o los religiosos como los externos
salgan y entren, y no por la iglesia, la cual ha de abrirse,
durante el día y cerrarse cada día por lo menos a la
hora de la salutación angélica de la tarde, y las llaves
han de entregarse al Superior. Si fuera de la susodicha
puerta hiciere falta otra para introducir carros, caballos
y otras cosas necesarias, puede permitirse, con tal que
se abra solamente cuando fuere necesario.

C A P I T U L O V.

DE LA COMUNICACION CON LOS EXTRAÑOS

281. Las visiitas de los extraños no se reciban en las

1.—En las casas de r e g u l a r e s ya v a r o n e s ya m u j e r e s , ca-


nónicamente constituidas, aún no formadas; guíndese clau-
sura papal.
2 . — L a l e y de la c l a u s u r a papal a f e c t a a t o d a la casa que
habita la comunidad regular, icón los huertos y jardines re-
servados aü a c c e s o d e los religiosos; exceptuados además del
templo páblico con la sacristía contigua también, la hospe_
dería para los f o r a s t e r o s , si existe;, el l o c u t o r i o , el cual debe
estar c o l o c a d o en c u a n t o sea p o s i b l e c e r c a de la p u e r t a de la
casa. '
3.—Las partes sujetas a la clausura estén indicadas pa-
t e n t e m e n t e ; iras, c o r r e s p o n d e al S u p e r i o r m a y o r o al C a p í t u l o
general, según :las C o n s t i t u c i o n e s , o si s e trata d e mo-
n a s t e r i o o d e monjas« al Obis<po, prescribir d e t a l l a d a m e n t e los
límites de la clausura o por legítimas causas cambiarlas.
(Can. 596).
DISTINCION CUARTA 129

Idas privadas de los religiosos, sino en la sala de recibo,


Ce
ésto con conocimiento y licencia del Superior. Por lo
cual en cada una de nuestras casas deberá haber una sala
eza de recibo, aseada y decentemente adornada con
muebles e imágenes sagradas, según lo permitan los recur"
del convento, con entrada y puerta fuera del recinto
de la clausura y junto a la portería, para recibir a los
extraños y apropiada para conversar con ellos, y para
que allí puedan esperar honesta y religiosamente los se-
glares que llegaren de visita.
282. Será oficio del portero acudir pronto a la puerta
para abrir y satisfacer a los que llamen. Sí los que buscan
a los religiosos son personas de poca consideración, pue-
den recibirse junto a la puerta y despacharse ahí sus asun-
tos, pero si fueren de más distinguida condición, deberán
introducirse a la sala de recibo. Mientras los religiosos
están en el coro, en el refectorio, en clases, en conferencia
o en silencio, no se les debe llamar jamás para recibir
visitas, a no ser que se trate de algún asunto grave, que
debe ser reconocido por el Superior.
283. Se ha de «vitar con el mayor cuidado el que en
la sala de recibo o en cualquiera otra parte hable a solas
un religioso con una mujer, a no ser que sea su propia
madre, su hermana o alguna señora de gran autoridad y
dt edad madura. Nadie, pues, converse con alguna mujer
que no venga acompañada.
284. No pretendan los religiosos visitar su tierra y
sus parientes, ni los Prelados p3rn\itan ésto fácilmente
a cualquiera, pues el frecuente trato con los parientes,
más suele perjudicar al religioso que aprovechar a los
mismos parientes.
285. Ningún religioso se atreva a tomar a su cargo
asuntos y negocios de seglares, aunque sean sus parientes;
9
130 DISTINCION CUARTA

pues sería en extremo chocante dejar lo propio y admi-


nistrar lo ajeno, profesar vida espiritual y enredarse de
propósito en asuntos temporales.
286. Finalmente recomendamos grandemente la mo-
deración y religiosa modestia en escribir y recibir cartas,
pues la frecuente comunicación por cartas con los de
fuera, lo mismo que el frecuente trato, produce la disi-
pación del alma. N o ha de bastar tampoco cualquier fútil
motivo para escribir cartas, sino alguna causa que sea
honesta y legítima y que mire a las cosas espirituales o a
otros asuntos necesarios. Además todas las cartas que se
han de enviar o recibir muéstrense indefectiblemente al
Suparior para que les dé curso o las retenga, como fuere
de su agrado, pues el Superior tiene libre potestad di
abrir, de leer, de entregar o retener todas y cada una de
las cartas de sus súbditos, según lo creyere más conve-
niente en el Señor, (excepto aquellas que se envían a los
Superiores mayores o se reciben de ellos). Mas, el par-
ticular que se atreviere a usurpar e:ta facultad d> loj
Superiores, abriendo, ocultando o de cualquier manera,
violando las cartas de otros, sea castigado severísima-
mente.

C A P I T U L O VI

DE LOS RELIGIOSOS VIAJEROS Y HUESPEDES

287. Cuando alguna necesidad obligue a nuestros re-


ligiosos a emprender un viaje, ninguno se pondrá en
camino, sino con licencia del Superior. T o d o s los reli-
giosos viajeros de nuestra Orden llevarán, pues, siempre
consigo la licencia por escrito de su Prelado o letras tes-
timoniales que poder mostrar cada vez que se les exigiere.
Pero si no las llevaren ni pudieren exhibir alguna carta de
DISTINCION CUARTA 131

recomendación u otros documentos, ni por otra parte


constare que no son fugitivos o apóstatas, deben ser re-
tenidos por el Prelado bajo custodia hasta que la verdad
quede de manifiesto y entonces se procederá con ellos
según su mérito.
288. Todos los religiosos que están obligados al rezo
de las horas canónicas deberán rezar siempre el oficio
divino cuando e9tán de viaje. Los sacerdotes nunca dejen
de celebrar la santa misa, si tuvieren oportunidad. No
debe tampoco pasar ningún día sin que tengan su oración
mental, la que deben hacer dos veces al día, según nues-
tras Constituciones, aún estando en viaje. Si viajan va-
rios juntos, respeten y obedezcan siempre en todo al que
se les ha designado como Superior o al más digno, y
den en todas partes ejemplos de modestia interior y ex-
terior.
289. Si alguno estando de viaje hubiere de detenerse
en algún lugar donde hay convento de la Orden, deberá
siempre pasar a él y rendir obediencia al Comendador.
Para que nadie deje de hacer ésto y resplandezca en todas
partes en nuestra Orden la virtud de la hospitalidad, el
Comendador reciba con honor al Comendador que lle-
gare de visita y cumpla todos los oficies de caridad con
todos los viajeros de la Orden, según la calidad de la
persona, y sobre todo reténgalos inviolablemente a alojar
y obligúelos a ello por todo el tiempo que se detuvieren
en su convento. Debemos también recibir con una caridad
semejante a los religiosos de otras Ordenes, como ligados
a nosotros con un vínculo de verdadera fraternidad y aún
atraerlos a nuestras casas con especiales muestras de cari-
dad, y mandamos que se les atienda con toda solicitud
y alegría.
290. Sin embargo, ningún religioso de cualquier ins-
tituto, grado o condición, que fuere vagabundo, após -
132 DISTINCION CUARTA

tata o de cualquier manera infiel a su profesión, no debe


ser recibido jamás en nuestras casas, a no ser con el fin
de ser entregado a sus Superiores.
291. Nuestros religiosos huéspedes nada hagan ni sal-
gan sin licencia del Comendador de la casa en que se
hospedan, sino que préstenle obediencia en todo, aún en
las correcciones, si fuere necesario aplicárseles. Podrá tam-
bién el Comendador permitirles que descansen, exceptuán-
dolos por tres días de los actos de Comunidad, pasados
los cuales, si han de permanecer por algún tiempo en
aquella casa, sigan a los demás religiosos en todos los
actos y ejercicios y pongan en manos del Superior el
dinero que se les haya dado como viático, sin que les
sea lícito gastar algo sin su permiso. De esta entrega del
dinero se exceptúan los Prelados y sus procuradores.
292. Ningún religioso que haya de emprender o pro-
seguir un viaje, parta del monasterio sin pedir antes la
obediencia a su Prelado y sin recibir de él o de otro sa-
cerdote la bendición de los viajeros; y mientras esté en
viaje rece cada día las preces de los caminantes, y al
volver a casa preséntese inmediatamente al Prelado para
recibir su bendición, dicíéndole, Benedicite; enseguida de-
lante de él o de otro sacerdote, dirá las preces para el
fin del viaje.
293. Cuando los Prelados o Visitadores emprendan
un viaje o vuelvan de él, han de despedirse o recibirse
con las preces y oraciones propias. Y si el Maestro Ge-
neral o Provincial viene de viaje y llega por primera
vez a alguna casa de la Orden, debe recibírsele con las
ceremonias y preces señaladas en el Ritual de la Orden.
294. Solamente el Maestro General puede conceder
licencia para viajar fuera de la propia provincia o por
cualquiera otro lugar; el Provincial podrá usar de esta
facultad solamente dentro de los términos de su P r o -
DISTINCION CUARTA 133

vincia; pero si alguna necesidad obligare a alguno a mar-


char fuera 'de su Provincia, ni pudiere esperarse sin detri-
mento la licencia del General, entonces podrá el Provin-
cial conceder dicha licencia, con tal que al p u n t o ponga
ésto en conocimiento de1! General. Los Superiores locales
podrán también conceder licencia para viajar a sus sub-
ditos en casos ordinarios por breve tiempo para ejercer
sus ministerios comunes, pero de ninguna manera en casos
extraordinarios, a no ser por una necesidad urgente qué
no permita recurrir al Provincial, a quien sin embargo,
procurarán informar de ello cuanto antes.

C A P I T U L O VIL

DE LA DISPOSICION DE LAS CELDAS

295. E n cada una de nuestras casas1 debe haber el


suficiente número de habitaciones completamente sepa-
radas unas de otras y fen todo uniformes, a ser posible,
higiénicas y limpias, peto modestas y humildes; provis-
tas de mesa, silla, lumbre, lecho se'ncillo y otras cos3";
necesarias, pero no superfluas. Y todos los muebles y
demás objetos deben ser del todo conformes a la pobreza
que hemos profesado, como se dijo en el número 165.
296. E n las celdas de los Superiores o en las destina-
das a oficina de los oficiales principales podrán permi-
tirse algunas otras comodidades que se juzguen necesa-
rias según la dignidad del oficio, con tal que se destierre
toda apariencia de lujo superfluo y de vanidad mundana
y no se concedan jamás a ningún particular.
297. Distribuyanse las celdas de cada una de nues-
tras casas según la necesidad y dignidad de h s personas,
y concédanse no para toda la vida, sino temporalmente
134 DISTINCION CUARTA

y al arbitrio del Superior, para disfrutar de su simple


uso y no de la propiedad.
298. T o d o s nuestros religiosos habiten separadamente
en sus celdas, las que de ninguna manara deben cerrarse
con llave, o deben cerrarse con una llave común para
que pueda abrirlas el Superior cada vez que quisiere.
Dentro de ellas no se ha de tener con llave ninguna
caja o depósito de algo, sino que todo debe estar patente
y manifiesto. Los Superiores de las casas visitarán dos
veces al año o con más frecuencia las celdas de cada
religioso con uno o dos de los padres más graves, para
que vean qué'falta para la comodidad de la vida reli-
giosa, pira la conservación de la salud y para la lim-
pieza, y qué sobra fuera de lo necesario, cuidando de
proveer de lo necesario con toda diligencia, según lo per-
mitan la pobreza religiosa y los recursos de la casa.
299. Ningún particular se atreva a entrar al aposento
de otro sin causa razonable y sin licencia del Superior,
y el que hiciere ésto sea castigado según la gravedad de
la falta; se exceptúan sin embargo de esta ley las celdas
de los Superiores y de los oficiales.
300. Podrán fijarre en las puertas de las celdas los
nombres de los particulares escritos en tablillas o en
papel, pero se prohibe escribirlos de un modo f i j o en
el muro o en las jambas de las puertas, a no ser que se
trate de las estancias de los Prelados y de las que están
dedicadas a oficinas de los oficiales.
301. A ninguno le será lícito, a no ser por causa de
enfermedad, comer o guardar comestibles en las celdas
particulares.
302. Nunca se conceda a algún religioso tener varias
piezas, ni mucho menos un huerto particular,
DISTINCION CUARTA 135

C A P I T U L O VIII.

DEL MODO DE PROVEER A CADA UNO DE LO


NECESARIO

303. El Superior local está obligado a dar a todos y


a cada uno de los religiosos de su convento lo necesario
para la vida honesta, religiosa y humilde, según las ne-
cesidades de cada uno y según lo permitan los recursos
del convento, para que cada uno, libre de las preocupa-
ciones de las cosas temporales, pueda dedicarse entera-
mente al servicio de Dios y a su propia santificación y
nunca ¿e dé ocasión de pecar contra la pobreza y la vida
común.
304. Estas dos cosas deben tener en vista los Comen-
dadores al adquirir y distribuir el alimento, el vestido, la
habitación y demás cosas necesarias o convenientes para
la vida, a saber: que todas las cosas que se han de dar
a los religiosos sean comunes y pobres, pero acomoda-
das al decoro y necesidad de cada uno, atendida la con-
dición de las personas.
305. Los vestidos, el calzado y demás objetos con-
cedidos a alguno, estarán siempre b a j o la libre potestad
y disposición del Superior y en simple uso temporal de
los particulares, de tal modo que ninguno podrá darlos,
cambiarlos o de cualquiera otra suerte disponer de ellos
sin legítima licencia.
306. Estén sin embargo sobre aviso los Superiores, y
guárdense de dar a alguno las cosas necesarias en dinero
o en materia, sino en especie y ya preparadas para su
uso inmediato; y así no han de dar dinero para comprar
paño, ni paño para hacer un vestido, sino que ha de
darse el mismo vestido ya hecho, y así en lo demás.
136 DISTINCION CUARTA

307. Procuren también que los religiosos que han de


trasladarse a otras casas no se vayan rin la ropa necesa-
ria, a fin de que esas casas no tengan que soportar gra-
vamen antes de experimentar la utilidad de los que lle-
gan.
308. Los que reciban alguna cosa nueva, de cual-
quier especie que sea, para su propio uso, han de de-
volver lo viejo para remendarlo para ellos mismos o
para otros, si es posible, o para darlos a los pobres.

C A P I T U L O IX.

DEL BUEN EMPLEO DEL TIEMPO

309. Para quitar toda ocasión de ocio en la Religión,


disponemos que en todas nuestras casas se distribuyan
de tal modo los oficios, ministerios y ocupaciones diarias
entre Jos religiosos que allí moran, que no haya ninguno
que pase ni siquiera un día sin alguna obra de obedien-
cia. Después de ejecutadas, sin embargo, las obras de
obediencia, no hay duda de que le habrá de sobrar a
cada uno algún tidmpo vacante y libre, el que conviene
en gran manera emplear santa y útilmente en cosas es-
pirituales, intelectuales, materiales o en obras de cari-
dad.
310. En cuanto a las espirituales, la primera y mejor
ocupación del tiempo libre es la oración, tanto mental
como vocal, conforme le sugiera a cada uno su propia
devoción; la segunda es la lectura de libros espirituales;
la tercera los actos de virtudes y otros ejercicios mentales
de este género referentes a Dios y a la propia salvación
eterna.
311. Por lo que toca a la ilustración de la inteligen-
cia, todo? deben tener el más grande interés en sabe?
DISTINCION CUARTA 137

perfectamente aquellas cosas que tocan a los deberes pro-


pios del estado y condición de cada uno. Los sacerdotes
en especial, que deben ser la luz del mundo, procurarán
dedicarse cada día a estudiar más a fondo muchas ma-
terias en cuanto se lo permitieren las ocupaciones de la
obediencia, no sólo por huir del ocio, sino también por
necesidad y utilidad. Mas, en primer lugar y de un modo
especial se ejercitarán en la Teología moral y en los
casos de conciencia, enseguida en la Sagrada Escritura y
los Santos Padres y por último en el Derecho Canónico,
la Historia eclesiástica y demás ciencias y disciplinas sa-
gradas.
312. Será también de gran provecho dedicarse algunas
veces a escribir cosas útiles, ya porque escribiendo, las
cosas se ven mejor y por lo mismo se comprende más
perfectamente, ya porque los escritos pueden servir par3
traer más fácilmente a la memoria lo que en otro tiempo
se ha leído, o para enseñar a otros. En lo cual deben
guardarse de aplicarse a aquellas cosas que no prestan
ninguna utilidad o que están sobre su capacidad.
313. En cuanto a lo material, apenas puede faltar
ocasión de hacer algo en nuestras casas, donde hay
tantas cosas que ejecutar, limpiar o reparar. Y, si bien
este ministerio es propio de los conversos, no deben sin
embargo los sacerdotes desdeñarse de cultivar plantas y
flores, de barrer los claustros, de remendar sus propios
vestidos y hacer otras cosas semejantes, no sólo p3ra
evitar la ociosidad y procurar el bien común, sino tam-
bién para aprovechar en humildad.
314. Lícita y decorosamente podrán, pues nuestros
religiosos aprender y ejecutar muchas obras de mano,
como carpintería albañilería, sastrería, y otras semejan-
tes; como asimismo las artes nobles, principalmente la
138 D I S T I N C I O N CUARTA

música sagrada, con tal que al cultivarlas se rechace todo


lo profano y mundano.
315. Las obras de caridad en que nuestros religiosos
pueden emplear su tiempo, ron las que se señalan en el
último capítulo de la Distinción sexta.
316. Consideramos como ilícitas para nuestros reli-
giosos1, y por lo mismo las prohibimos, las acciones pro-
hibidas a los clérigos por los sagrados cánones, tales
como el comercio de cualquier género, la defensa de
pleitos y la medicina y cirugía; ,íin embargo, los reli-
giosos que antes de su entrada en Religión hubieren
profesado la jurisprudencia y medicina, podrán defender
las causas del propio, convento y curar gratuitamente a
los religiosos y a los pobres, con tal que se aleje todo
peligro de muerte; nadie sin embargo se atreva a ejercer
el arte de la cirugía.
317. Finalmente, prohibimos estrictamente a todos
nuestros religiosos que tengan diversiones enteramente
prohibidah o asistir i ¡ellas como espectadores, como
asimismo les prohibimos todas aquellas operaciones que
fe tienen como profanas, indecentes o de cualquier manera
inmorales para los clérigos.

CAPITULO X

DEL AYUNO Y MORTIFICACION

318. Por h privación del alimento del cuerpo se for-


tifica ciertamente la vida de la mente, la que hacemos
más robusta mientras más nos debilitamos físicamente.
A fin. pues, de que nuestros religiosos no falten a la
sobriedad, los exhortamos con tales veras a la templanza
en el alimento y al ayuno, que no reconozcan otra me-
dida en la abstinencia de alimentos y en el ayuno, que
DISTINCION CUARTA 139

lia qu« señala la Regla, cuando dice: Domad vuestra


sqU€
<>1 avuno y abstinencia en el comer y beber,
carne con /
os lo permita la salud.
cu3
gj n e m b3rgo, como ni la salud ni los ministerios de
'A d a que tenemos obligación de dedicarnos nos per-
^ t e n observar un continuo y riguroso ayuno, se ha de
^ner siempre en cuenta por lo menos la ley de la sobrie-
dad y templanza en el comer y beber, de suerte que no
3
tome alimento fuera de lo necesario para la vida, y
esto sólo a la hora establecida,, y fuera de ella no se ha
de comer ni beber absolutamente nada, a no ser por
alguna necesidad.
319. Todos nuestros religiosos están obligado» a ob-
servar estricto ayuno en todos los días señalados por la
ley común de la Iglesia, como asimismo en aquellos días
en que se ha introducido algún ayuno por voto o jura-
mento de ciertos lugares, o por costumbre, y ésto por
precepto de la Iglesia. Además, en fuerza de estas Consti-
tuciones deben ayunar en los tiempos siguientes, a saber:
en los días de Rogaciones y todos los Viernes del año,
excepto cuando cayere en dicho día la fiesta de la Nati-
vidad del Señor; además, en la vigilia de la Descensión
de la Santísima Virgen María a fundar nuestra Orden,
en la vigilia de Nuestro Padre San Pedro Nolasco y fi-
nalmente en Adviento los lunes, miércoles y sábados, o
sea, todos los días, menos lo? martes y jueves.
320. En cuanto a la calidad de los alimentos en los
días de ayuno, se debe seguir la práctica de la Iglesia
Romana o de la diócesis del lugar. Usen en todo caso de
viandas cuadragesimales todos los viernes y sábados dei
año, aún cuando en aquellos lugares en donde el sábado
no sea día de abstinencia y ésto en honor de la Bienaven-
turada Virgen María nuestra Madre.
321. La mortificación le es absolutamente necesaria al
140 DISTINCION CUARTA

cristiano y mucho más al religioso para conseguir la per-


fección y la salvación, pues el que quiera venir en pos
de Cristo es necesario que se niegue a sí mismo cada día,
tome su Cruz y k siga. La mortificación, una es interna
y mira a los movimientos y operaciones de la mente, so-
metiéndolos de tal modo a la ley divina que n o sólo se
refrenen por amor de Dios los afectos malos y los menos
perfectos, sino también algunas veces los honestos; otra
es externa que modera los deleites sensibles, aún los lí-
citos, y castiga el cuerpo para someterlo más fácilmente
a la razón: tales son los ayunos, disciplinas, vigilias y
otros semejantes. El modo y medida de la mortificación
interna será la gracia divina que Dios benignamente con-
cediere a cada uno, más el de la mortificación externa
será la prudencia y la obediencia.
322. Las mortificaciones o penitencias corporales que
han de imponer los Superiores como corrección por los
defectos y culpas, deben ser proporcionados a las culpas,
atendida la condición de lai personas, públicas por las
faltas públicas y privadas por las faltas privadas. Cada
cual acepte dichas penitencias con verdadera humildad,
con de eo de la enmienda y por amor de la mortificación
aunque crea no haber cometido ninguna falta.
323. Conviene también en gran manera que toda la
Comunidad tenga en ciertas épocas sus mortificaciones
comunes, como disciplinas, ayunos u otras mortificacio-
nes extraordinarias para aplacar la ira de Dios y p a n
implorar su clemencia en las calamidades públicas o en
las grandes necesidades de la Orden.
324. Igualmente permitimos y alabamos las mortifi-
caciones públicas y voluntarias hechas por los religiosos
en el refectorio o en otro parte, con tal que se hagan
con prudencia y con la bendición del Prelado.
325. Finalmente, para que no haya ninguno que no
DISTINCION CUARTA 141

tenga algún ejercicio de mortificación y humildad, con-


viene que aún los mismos Superiores, para provecho pro-
pio y ejemplo de los demás, se ejerciten de cuando en
cuando en los oficios comunes de humildad, como en
el oficio del coro, barrer los claustros, etc. Igualmente
todos los sacerdotes desempeñen de buen grado muchas
veces tales oficios y por sí mismos hagan el aseo de sus
aposentos, arreglen sus camas, laven sus vasos y hagan
otras cosas semejantes, a no ser que la edad y la salud
aconsejaren otra cosa.

C A P I T U L O XI

D(E LA REFECCION Y EL ALIMENTO

326. En la refección del cuerpo se ha de tener en vista,


la necesidad de la naturaleza y no el deleite; por eso
nuestros religiosos deben cultivar y observar con gran
diligencia la templanza en la calidad y cantidad de los
alimentos, la modestia en el comer, la devoción en la
bendición y acción de gracias y la atención a lo que se
lee. Tomarán dos refecciones cada día, el almuerzo a
medio día y la cena por la tarde, a las cuales añadirán
un ligero desayuno por la mañana, según la costumbre
de los lugares. En los días de ayuno la parvedad de la
mañana debe ser tal que no quebrante el ayuno, y la
colación será siempre de viandas cuaresmales. La ben-
dición de la mesa y la acción de gracias se harán según
el rito romano; mas en la pequeña colación de los días
de ayuno, como el breviario no registra ninguna ben-
dición para ella, ce usará nuestra antigua bendición, o
sea, al d?cir el lector Benedicte, el hebdomadario dirá:
I.argitor omnium bonorum benedicat refectionem servo-
rum suorum.
142 DISTINCION CUARTA

327. A la hora conveniente se tocará la campana con-


ventual para el almuerzo o cena, y al oírla todos se reuni-
rán en el refectorio, donde, después de dada la bendición,
ocupará cada cual su lugar y, hecha la señal por el Pre-
lado, comerán modestamente y en silencio las viandas
que Ies presentaren. Ningún religioso que esté en el conr
vento, sin exceptuarse aún los Superiores, falte a la pri-
mera mesa sin causa razonable y sin legítima licencia,
y todos los que hubieren faltado comerán, en la segunda,
no siendo lícito hacer una tercera mesa. N o se sirva a
nadie, ni aún al Superior, algún manjar que no se sirva
a toda la Comunidad, a no ser que se trate de convale-
cientes, a quienes se permite alguna excepción en los
manjares y en los condimentos. Ningún religioso envíe
o otro algún manjar, excepto el Superior, sino con licen-
cia y beneplácito de él; podrá sin embargo participar
de lo suyo a sus colaterales en la mesa. Empezada la
primera mesa, ninguno entrará al refectorio sin licencia
del Superior o del que preside en su lugar. Deberán tam-
bién asistir al refectorio los enfermeros, los que atienden
a los huéspedes y todos los demás oficiales, a no ser que
la necesidad del oficio, con la aprobación del Prelado, los
obligue a comer fuera del refectorio.
328. Nunca empiecen a comer sino después que el
Prelado haya hecho la señal, ni se levanten de la mesa
hasta que, terminado el almuerzo o la cena, haga de
nuevo él mismo la señal de levantarse. Si no estuviere
presente el Prelado o su Vicario, hará dicha señal el sa-
cerdote más digno. Si alguno necesita salir antes de ter-
minar la comida, no lo hará sino con licencia del Supe-
rior o del que preside. A ningún religioso le será lícito
donde hay convento de la Orden, comer fuera de él,
sino con licencia del Prelado, la que queremos se conceda
rara vez.
DISTINCION CUARTA 143

329. Podrán hacer uso de carnes y de otros alimentos


sanos, guardando las leyes del ayuno y abstinencia en
los días prescritos, como también teniendo en cuenta la
pobreza y sobriedad en la calidad y cantidad de los
manjares. E n los días de gran solemnidad permitimos
que se mejore la calidad y se aumente la cantidad de los
manjares, en cuanto lo consientan la templanza reli-
giosa y los recursos de la casa.
330. Y no sólo deseamos que re tenga esta liberalidad
con los religiosos en dichos días, sino también con los
pobres que vengan a nuestras casas, a quienes mandamos
no sólo se dé limosna cada día, partiendo el pan a los
hambrientos, como dice el profeta, sino también un más
abundante alimento de caridad en estas solemnidades.
331. Los Superiores locales que faltaren con frecuen-
cia al refectorio o que permitieren a otros faltar muchas
veces o toleraren que se rebaje la disciplina del refectorio
que acabamos de describir, sean castigador severísima-
mente, aún con la privación del cargo.

C A P I T U L O XII.

DE LA LECTURA EN LA MESA Y LA RECREACION


DESPUES DE ELLA

332. Mientras los religiosos comen, siempre un lector


alimentará sus inteligencias con algún espiritual y pro-
vechoso su'tento. de modo que no sólo la boca tome el
alimento corporal sino que también los oídos manifies-
ten hambre de escuchar la palabra de Dios. Generalmente
s? debe leer antes de todo lo demás algo de la Sagrada
Escritura, a fin de que, oyéndola cada día. se les haga
familiar. Por lo demás, el Prelado o la costumbre deter-
minarán lo que se ha de leer. Sin embargo, la Regla de
144 DISTINCION CUARTA

N. P. San Agustín se ha de leer indefectiblemente todos


los viernes, y además, todos los sábados, uno o varios ca-
pítulos de nuestras Constituciones, de modo que se lean
íntegras cada año.
333. En todo lo que se haya de leer, ha de procurar
el lector que su lectura sea de tal modo sostenida y las
pausas reguladas en tal forma que ella no resulte dema-
siado precipitada ni interrumpida por largos silencios, sino
sólo lo suficiente para que descanse u n poco la respira-
ción, tratando al mismo tiempo de componer de tal
modo la voz y la pronunciación que no se escape ni si-
quiera una sílaba a los oyentes.
334. Nombre el Superior a alguno de los más peritos
en el arte de leer para el oficio de corregir al lector en
el refectorio, quien ha de ver con anticipación lo que va
a leer, a fin de que no mueva a escándalo o risa con su
ignorancia o sus yerros; y si al leer errare en algo, al ser
advertido por el corrector, ha de repetir inmediatamente
lo que haya dicho mal y de la manera como él se lo
haya insinuado. Nadie sin embargo, que no sea el co-
rrector nombrado se atreva a corregir al lector en la mesa,
a excepción del Prelado
335. Es cosa averiguada que una honesta recreación
en conformidad con la severidad religiosa, contribuye no
poco a la misma observancia regular, pues los religiosos
con el ánimo un tanto descansado de la continua con-
templación y del trabajo, suelen aplicarse de nuevo con
mas entusiasmo a los acostumbrados ejercicios. Por eso
después del almuerzo y de la cena, todos se reunirán en
el lugar destinado a la recreación, siquiera durante media
hora todos los días, excepto el Jueves y Viernes Santo y
el día en que muere algún religioso de la misma casa, y
allí se alegrarán en el Señor, conversando honestamente.
N o se admita a los extraños a esta recreación, ni los mis"
DISTINCION CUARTA 145

mos 'religiosos se reúnan en confusa mezcla unos con


otros, sino los novicios bajo la autoridad de su Maestro,
los estudiantes bajo la de su Superior y los demás con
su Prelado local, como asimismo los legos: con su pre-
fecto, a no ser que alguna vez por alguna especial y rara
circunstancia convenga que todos se recreen y conversen
juntos.
336. Por otra parte conviene que las conversaciones
y pláticas de nuestros religiosos durante la recreación y
siempre, sean espirituales o por lo menos honestas y útiles;
por consiguiente deben estar absolutamente desterradas
y muy lejos las palabras difamatorias, satíricas, choca-
rreras, y todo lo que desdice de nuestro estado, como el
tratar de linajes, de la patria y de asuntos políticos.
Eviten con todo empeño las disputas, aunque sean de
cosas honestas, los gritos, las carcajadas y todo lo que
repugna a la modestia y tengan siempre muy presente
las reglas de la calidad y buena educación.
337. Siempre que por motivos de salud o recreación
sea conveniente pasear fuera de la ciudad o salir al campo,
cuidarán los Superiores de que queden en casa los que
sean necesarios para desempeñar los oficios comunes, y
de que no sufra ningún detrimento el espíritu de los que
salen. Si la permanencia en el campo hubiere de pro-
longarse más de un día, ello no será lícito, sino en nues-
tras fincas o en las casas de campo de la Orden, donde
no falte nada de aquello que es necesario para la obser-
vancia de la disciplina regular, a fin de que mientras se
mira por la salud del cuerpo no se descuide la del alma.
Podrán también tenerse en nuestros colegios otros ho-
nestos entretenimientos, tales como certámenes oratorios
y poéticos, actos musicales y representaciones de come-
dias, con tal que no contengan nada de indecoroso o
deshonesto.
10
146 DISTINCION CUARTA

C A P I T U L O XIII.

DEL VESTIDO Y COMPOSTURA EXTERIOR

338. Nuestros religiosos llevarán siempre y en todas


partes el vestido exterior de lana y completamente blanco
en honor de la pureza de la Santísima e Inmaculada
Virgen María nuestra Madre, y en señal del candor in-
terior que debemos profesar en las costumbres; la de-
más ropa interior, con tal que sea del todo blanca, podrá
ser de lana, de lino, de algodón o de cáñamo. Ha de
guardarse sin embargo uniformidad en cuanto a la ma-
teria y la forma, tanto en la ropa como en el calzado,
de modo que a nadie le sea lícito apartarse de la cos-
tumbre recibida en la Provincia o en la casa donde
mora.
339. La túnica superior debe ser redonda y de nin-
gún modo abierta por la parte delantera, y tan larga
que llegue cerca de la planta de los pies. El escapulario
debe ser un poco más corto, y la capa igual a la túnica.
La capilla debe ser tan corta que sobrepase sólo un poco
del pecho por la parte anterior, y la punta posterior
apenas exceda un poco del cinto; la parte que cubre la
cabeza debe ser de tal modo proporcionada a dichas
dimensiones, que se adapte fácilmente a la cabeza o a
los hombros, quedando siempre bien acomodada, y no
caiga desordenadamente a causa de su grandeza sobre el
dorso y las espaldas.
340. Ceñirán la túnica exterior debajo del escapu-
lario con una correa negra de cuero que nunca podrán
cambiar por faja de lana o de lino, ni será claveteada y
llamativa por algún arte especial, sino sencilla, y de ella
penderá por un lado una correa que llegará hasta el ex*
DISTINCION CUARTA 147

tremo del escapulario. Usarán sombrero negro y de h


forma que esté en uso entre el clero de la región donde
habitan. Al salir de casa, todos llevarán siempre en el
escapulario el escudo o emblema de la Orden.
341. Los zapatos han de rer humildes y sencillos, sin
adornos superfluos, hechos para la necesidad y no para
la vanidad o elegancia. Los calcetines o medias han de
ser blancos y conformes también a la modestia y pobre-
za. Nunca usarán botas ni guantes, sino en los viajes
muy largos a causa de la aspereza de la región o de la
inclemencia del aire. T o d a otra indumentaria profana o
que no sea blanca, o ajena de la humildad religiosa por
la materia, la forma o el arte, o que huela a mundo, la
prohibimos en absoluto a nuestros religiosos.
342. N o es permitido mudar el hábito típico de la
Orden ni siquiera por poco tiempo, ni en traje clerical,
a no ser por alguna gravísima causa y con licencia del
General. Entre infieles y acatólicos, siempre que no se
pueda llevar el hábito religioso o clerical, usarán el traje
que la costumbre del pueblo y las circunstancias permi-
tan. Aún entre los católico*, si por odio del pueblo al
hábito religioso no conviniere salir con nuestro hábito
blanco a la calle, se podrá llevar con licencia del General
un gabán negro sobre el hábito de la Orden.
343. Exhortamos encarecidamente en el Señor a todos
los Comendadores que en este sentido provean a las ne-
cesidades de todos y cada uno de sus súbditos sin ninguna
distinción, tomando en cuenta sin embargo la edad y
salud de cada uno, suministrándoles oportunamente la
necesaria ropa interior y exterior. E n lo cual, como en
lo demás que se relaciona con el cuerpo, se ha de tener
en vista que haya ocasión de ejercitar la abnegación y la
virtud y al mimo tiempo que no falte lo necesario a la
naturaleza y a la decencia.
148 DISTINCION CUARTA

344. Nuestros religiosos al cortarse el cabello, al afei-


tarse la barba y hacerse la tonsura eclesiástica, han de
buscar la modestia y humildad y no el aliño y pulcritud.
Se cortarán, pues, el cabello y se rasurarán la barba se-
gún la costumbre eclesiástica, pero la tonsura o corona
será un poco más grande que la de los sacerdotes secu-
lares. Finalmente los oficios de peluquero y barbero se-
rán desempañados por los mismos religiosos y no por los
extraños.

CAPITULO XIV

D £ L SUEÑO Y DE LAS CAMAS

345. Después de tocada la campana para el silencio,


una vez terminada la recreación de la tarde, ~e dará me-
dia hora para rezar las preces de la noche y hicer los de-
más ejercicios piadosos, y pasada esa media hora, todos
apagarán la luz y se entregarán al sueño. Ninguno pre-
tenda quedarse en vela por más ¿iempo, a no ser por
una causa razonable y con licencia del Superior. El cela-
dor o el mismo Superior deberán inspeccionar con fre-
cuencia los 'dormitorios y exigir que todos cumplan con
esta disposición de la cual depende ciertamente el que en
la mañana se levanten a tiempo y ejecuten debidamente
las primeras acciones del día. Por h mañana se dará
igualmente el tiempo suficiente para que cada uno, entre
el llamado del despertador y el de la oración, atienda a
sus devociones particulares y al aseo del cuerpo, y acuda
a tiempo a la oración mental.
346. A fin de no dar pábulo a la molicie en el lecho,
mandamos a todos los religiosos que jamás duerman des-
nudos, sino con su ropa interior. En las camas, donde
DISTINCION CUARTA 149

puedan, podrán usar dos sábanas, observando siempre


¡a pobreza religiosa y sin sombra de profana vanidad.
347. Cada religioso tendrá su celda separada en el
dormitorio y cada uno se acostará sólo en su propio
lecho, b a j o pena de más grave culpa, que de ningún modo
ha de ser mitigada por el Superior. Usarán cubiertas de
lana o de otra materia más ordinaria y dormirán sobre
colchones de paja o a lo sumo de lana, o sobre jergones
hechos de materias más ásperas y despreciables. Sin em-
bargo, estando fuera del convento podrán dormir en cual-
quier cama que se les tuviere preparada, a fin de que
no causen molestia a sus huéspedes.
348. Finalmente prohibimos estrictísimamente que al-
guno de nuestros religiosos, donde hubiere convento de
la Orden, se atreva a pernoctar fuera de él por cualquier
razón o motivo, a no ser por exigirlo la caridad o una
verdadera necesidad del ministerio.

CAPITULO XV.

DE LA ROPERIA, DESPENSA Y REFECTORIO

349. En cada una de nuestras casas destínese un lugar


apropiado para depósito de vestidos o ropería, donde se
guarde fiel y diligentemente la ropa y todo lo que suele
suministrarse a los religiosos para cubrirse. Cada cosa
señálese con sus peculiares marcas y dispóngase con tal
orden que pueda hallarse fácilmente y distribuirse a cada
uno según su medida. Sepárese lo nuevo de lo viejo, lo
roto remiéndese a tiempo, y si re viere que ya no está en
estado de seguir usándose, el Superior determine lo que
se ha de hacer de ello.
350. Dicha ropería encomiéndese a uno o dos cus-
todios, según lo exija el número de los religiosos, quienes
150 DISTINCION CUARTA

deberán tener todo el empeño necesario en cuidar todo


aquello que se guarda en la misma ropería, adquirir
oportunamente lo que se necesite, sacudir el polvo y la
polilla de los vestidos de lana y proveer a cada uno
de lo necesario, según su necesidad, con la debida licencia
del Superior. Tenga también consigo dicho custodio una
libreta en la cual se tenga anotado claramente todo lo
que se guarda en la ropería a fin de que a su tiempo
pueda dar razón de cada cosa.
351. Las ropas de seglar de los novicios guárdense
en la ropería del noviciado, señaladas con los nombres
de cada uno hasta la profesión; después de ella el Pre-
lado determinará a qué uso se han de destinar. Los ves-
tidos, en cuanto fuere posible, confecciónense y lávense
en casa por los mismos conversos de nuestra Orden, ins-
truidos y destinados especialmente para ésto.
352. Destínese además un lugar para despensa o re-
postería, dotado de las condiciones de tal y dispuesto
de tal manera que los alimentos puedan guardarse sin
peligro de corrupción. Dicha despensa debe proveerse de
aquellas cosas que pueden conservarse largo tiempo sin
detrimento y las que se conservan menos tiempo pue,
den comprarse tanto a granel como por menor. Es ne-
cesario inspeccionar con frecuencia las cosas guardadas
en la despensa o en otros sitios, principalmente aquellas
que se corrompen fácilmente, a fin de que se conserven en
buen estado, y una vez que se acaben las antiguas, se
adquieran a tiempo otras nuevas.
353. Es preciso que en el refectorio reine siempre la
mayor limpieza, y así ténganse siempre bien limpios los
vasos, los manteles y el servicio, bárrase con frecuencia,
y todo manténgase sacudido y aseado. Los manteles y
servilletas remúdense cada vez que fuere necesario, y no
DISTINCION CUARTA 151

falte a la entrada del refectorio lo necesario para lavarse


las manos.
354. Al levantarse de la mesa procure cada uno dejar
su lugar limpio y aseado; y por último recójanse los
restos de comida para repartirlos a los pobres.

CAPITULO XVI.

DE LOS ENFERMOS

355. N o hay ciertamente ninguna 'disciplina más sa-


ludable para los que vivimos sometidos a una Regla que
la mano del Señor cuando El nos toca y corrige. Y aun-
que ésta no sea de aquel género de cosas que pueden
elegirse libremente o que son mandadas por la Orden,
sin embargo recíbase de buen grado por los religiosos, a
fin de que, soportando con toda paciencia y magnani-
midad semejantes correcciones, consigan y posean con
gozo el f r u t o que de ellas se deriva. Ante todo manda-
mos severamente a los Prelados que provean a los reli-
giosos enfermos de la oportuna y debida administración
de los sacramentos, procurando con todo empeño y dili-
gencia que tan pronto como cayeren enfermos, o por lo
menos dentro de uno o dos días, se acojan, con la recep-
ción del sacramento de la Penitencia, a la segunda tabla
después del naufragio, y si luego se hallaren en grave
peligro de la vida, valiéndose del parecer del médico si
no hubiere peligro en la demora, reciban la sagrada re-
fección del Viático; y por fin, acercándose ya el artículo
de muerte, y antes que el enfermo pierda el uso de los
sentidos, procuren que sea fortalecido con el saludable
auxilio de la Extrema-Unción.
356. Recomendamos en el Señor a todos los religiosos
que ejerciten los debidos oficios de caridad con los enfer-
152 DISTINCION CUARTA

mos, y muy especialmente lo recomendamos a los Co-


mendadores a quienes corresponde tratar a los enfermos
en tal forma que mejoren prontamente, conforme a la
Regla de N . P. S. Agustín. Por lo cual les mandamos
in Christi visceribus que no permitan, bajo ningún título
o pretexto, que falte lo necesario a los religiosos enfer-
mos, tanto a lo que se refiere al alimento como a las
medicinas y aún al decoroso lecho.
357. Siendo de verdadero consuelo para los enfermos
las piadosas visitas de los religiosos, con las cuales ellos
se animan a sufrir y a conseguir la recompensa del su-
frimiento, mandamos en primer lugar a todos los Co-
mendadores que visiten cada día indefectiblemente a sus
enfermos y hagan con ellos el oficio no rólo de hermano,
sino de padre y de pastor, y a los demás religiosos les
aconsejamos en Cristo que no dejen de cumplir con fre-
cuencia este deber de caridad, teniendo presente aquello
del Apóstol: Quis infirmatur et ego non ínfirmor? (2
Cor. 1 1 - 2 9 ) .
358. Sigan los enfermos aún por obediencia las pres-
cripciones del médico en cuanto al alimento y medicinas.
A ningún religioso aunque esté enfermo se dé licencia
por motivo de la misma enfermedad para salir a casas
de seglares a curarse de ella. E n este p u n t o la conciencia
de los Prelados queda severísimamente gravada. Mas si
alguno necesita mudar de clima para recuperar la salud
o para conservar la ya recuperada, podrá trasladarse al
lugar que le convenga con licencia del Superior Mayor,
con tal que sea a una casa de la Orden. A los religiosos
que sufren de alguna enfermedad contagiosa medicínese-
les separadamente en un lugar también separado, y si
ésto no puede hacerse en el propio Convento, trasládeseles
a otra casa de la Orden apropiada para ello, con licencia
del Provincial.
DISTINCION CUARTA 153

359. T o d o religioso que cayere enfermo pida a su


Prelado por sí mismo o por otro la bendición para obte-
ner su curación. Finalmente el que no sufre de grave mal
de debilidad, o no está delicado de salud, ni siente fas-
tidio por los alimentos, de ningún modo omita los ayu-
nos ni busque alimentos especiales, sino sométase a la
refección común. Los religiosos enfermizos y ya consu-
midos por la vejez, podrán siempre y en todas partes
usar bastón, lo que prohibimos en absoluto a los de-
más.

CAPITULO XVII

DE LA ENFERMERIA U HOSPITAL

360. A fin de que con más presteza pueda la caridad


¡levar el socorro y el consuelo a los religiosos enfermos,
ordenamos que en cada Provincia se establezcan dos hos-
pitales, uno conventual en cada convento y otro pro-
vincial en alguna casa de la Provincia. En cada un,a de
nuestras casas, pues, en cuanto fuere posible, destínense
algunas ralas para enfermería conventual entre las me-
jores y más bien situadas en cuanto al temperamento
donde los enfermos del mismo convento reposen, coman
y re medicinen. Y en el lugar más apropiado y más sano
de la Provincia, establézcase el Hospital Provincial a ex-
pensas de todos los Conventos de la misma Provincia,
el cual debe constar de varias salas, estar provisto de
abundantes muebles y no sólo de lo que se requiere pata
la necesidad, sino también para la comodidad, al cual
pueden enviarse los enfermos crónicos y convalecientes
de toda la Provincia.
361. En la cura de los enfermos sígase más o menos
este orden: los que solamente tienen quebrantada la sa-
154 DISTINCION CUARTA

lud, o sea, los que están ligeramente enfermos, guarden


cama y cúrense en sus propias celdas; mas, a los que pa-
decen una grave y larga enfermedad, trasládeseles a la
enfermería del convento, donde la hubiere, de lo contra-
rio medicínense en sus aposentos particulares; y por úl-
timo, los que sufren alguna enfermedad crónica e incu-
rable, como también los convalecientes que necesitan mu-
dar de clima, envíense al Hospital Provincial.
362. Si alguno enfermare estando de viaje, trátesele
caritativamente en el convento donde fuere atacado por
la enfermedad, y procúrese que no carezca de ninguna
cosa que fuere necesaria para recuperar su salud; más el
convento del cual fuere domiciliario deberá restituir fiel-
mente todo lo que se hubiere gastado en su curación;
ninguna casa, sin embargo, está obligada a esta restitu-
ción si se trata del Maestro General o del Provincial
dentro de su Provincia.
363. Dicho Hospital póngase bajo la autoridad de
un religioso sacerdote que sea solícito en su caridad y
en procurar lo necesario, paciente en los trabajos y de
complexión fuerte, a quien ayude obedientemente en
todo uno o varios religiosos legos, si uno no bastare, de
los cuales aquel será y se llamará enfermero mayor y éste
enfermero menor, y juntos harán respectivamente los ser-
vicios de los enfermos. Estos enfermeros tengan también
especial cuidado de los religiosos ancianos y débiles, lo
mismo que de los gravemente enfermos. Por lo demás,
a fin de que puedan servir con mayor esmero a los en-
fermos y no falten en ningún ministerio para con ellos
mandamos que mientras están sirviendo a los enfermos
no se les ocupe en otros oficios del convento.
364. Además, a fin de que dicho enfermero mayor
pueda guardar las cosas necesarias a los enfermos y a
su tiempo proveer de ellas, tenga un departamento espe-
DISTINCION CUARTA 155

cial donde guarde todos los utensilios y lo demás que


fuere necesario para el cuidado y alivio de los mismos
enfermos; dicho departamento tenga dos llaves, de las
cuales una esté en poder del Comendador y la otra en
poder del enfermero mayor.
365. Mas, para que los objetos allí guardados no se
pierdan, ordenamos que todos estos utensilios de los en-
fermos, los bienes y los muebles se anoten en un libro
especial con toda exactitud, y por ningún pretexto o mo-
tivo se saquen de su depósito para aplicarlos a otros
usos.

CAPITULO XVIII.

DE LA DISTRIBUCION DE LAS COSAS CONCEDIDAS PARA


EL USO DE LOS RELIGIOSOS DIFUNTOS

366. T o d a s las cosas de cualquier manera pertenecien-


tes a nuestros religiosos fallecidos, pertenecen sin duda
alguna a la Religión, ya sea que ésta se las hubiere con-
cedido para su uso, ya sea que hubieren llegado a su po-
der de otra parte por cualquier título; sin embargo, a fin
de que en la distribución particular de estas cosas no
nazca alguna dificultad mandamos que se observen las
normas siguientes:
367. El menaje y los libros que el difunto hubiere
tenido en su poder, entréguense a aquella casa de la cual
era conventual, excepto aquellos que por alguna señal o
inscripción se descubriese que pertenecen a la biblioteca
de algún convento, los cuales es necesario devolver a la
biblioteca de donde fueron extraídos.
368. El dinero que por ventura tuviere alguno en de-
pósito o en otra parte al tiempo de la muerte, entréguese
a aquel convento que se lo concedió o a la casa de la
156 DISTINCION CUARTA

cual era conventual, deducidos siempre los gastos de la


enfermedad y pagadas las deudas, si las hubiere.
369. Con respecto a los bienes que el Maestro General
dejare al morir como de su pertenencia pro suo tempore,
mandamos estrictamente al Procurador General de la Or-
den o al Provincial de la Provincia en la cual, fuera de
la Curia Romana, hubiere fallecido dicho Maestro, que
recoja con la mayor diligencia todas esas cosas como bie-
nes de la Orden y las coloque en lugar teguro para su
fiel custodia. De dichos bienes pagará primero las deudas
del Maestro y de la Orden si las hubiere, y lo restante
lo reservará con todo cuidado para el próximo f u t u r o
Maestro General, y una vez elegido, pondrá cuanto antes
a su disposición dichas cosas y le dará cuenta de ellas. Lo
mismo re ha de observar, guardada la debida proporción,
con respecto a los bienes que hubiere en poder del Pro-
curador General de la Orden, de los' Provinciales, o de
otros Prelados y oficiales que tienen administración de
bienes temporales.

CAPITULO XIX

DEL ORDEN QUE SE HA DE GUARDAR EN TODAS PARTES


Y DE LOS HONORES QUE SE HAN DE RENDIR
MUTUAMENTE LOS RELIGIOSOS

370. La naturaleza de cualquier multitud exige que


cada uno de sus miembros tenga su lugar asignado y su
oficio determinado a fin de que no se destruya la eficacia
y hermosura en el obrar a causa de la confusión; pero
a ninguna multitud le es más necesario el orden que a la
de los religiosos, pues por eso se llama por antonomasia
Orden, porque todo debe hacerse con perfecto orden.
Ahora bien, el primero y supremo orden de la vida reli-
DISTINCION CUARTA 157

giosa exige cbl religioso que ante todo y en todas las cosas
busque el mayor servicio de Dios y la propia santifica-
ción en conformidad a los deberes de su estado.
371. Ningún religioso mientras sus fuerzas se lo per-
mitan, trate de rehuir el oficio impuesto por la obedien-
cia ni pierda ociosamente el tiempo que le sobre, discu-
rriendo de una parte a otra o charlando con, los demás,
sino conságrelo a la lectura, a la oración o a otra útil
ocupación. Esmérense todos por desempeñar lo más per-
fectamente posible el oficio que se les haya confiado, y
siempre que no pudieren hacerlo como es debido, háganlo
saber al Superior para que provea oportunamente.
372. Esfuércense los Superiores, e igualmente los súb-
ditos, por que todo se haga en nuestras casas ordenada-
mente, en los tiempos y del modo establecido. Desem-
péñense principalmente sin perturbación del Orden y a
las horas establecidas a aquellos ministerios que miran a
la utilidad de los de fuera, como la celebración de misas
y otros semejantes.
373. En cuanto al lugar de precedencia que cada uno
ha de ocupar, obsérvese este orden: el Maestro General v
todo el que le sucediere en el cargo, ocupa el primero y
principal lugar en toda la Orden, así como también el
Provincial y su Vicario en toda la Provincia, los Comen-
dadores en sus conventos y los Recto-es en sus colegios.
374. El Vicario General designado en alguna Provin-
cia o Provincias ocupará igualmente el primer lugar en
ella o en ellas, y estará sobre los Provinciales; lo cutí
también se entenderá del Visitador General respectiva-
mente en aauelh casa que de presente visita. Por la mi.sma
razón el Visitador Provincial se anteoone al Comenda-
dor y ocupa el primer lugar en aquella casi que visita
y solamente durante la visita. Los presidentes in capite,
158 DISTINCION CUARTA

como los mismos Comendadores, ocuparán el primer lu-


gar en todo el convento.
375. Después del Superior local se sentarán los Con-
sejeros Generales, a continuación seguirán los Definido-
res Provinciales, cada uno según el orden de su profesión,
y por último, después 'de todos los ya nombrados, to-
marán colocación todos los otros religiosos conventuales
de cualquier grado y condición que sean según la anti-
güedad de su profesión, de tal modo sin embargo que
los ordenados precedan a los no ordenados y los clérigos,
tanto profesos como novicios, a todos los hermanos le-
gos. A los huéspedes extraños que alguna vez se hospe-
daren entre nosotros, como también a los nuestros, se
dará el primer lugar después de los Superiores, si es que
los huéspedes de nuestra Orden fueren también Superio-
res, más si fueren simples particulares se sentarán en el
primer lugar entre sus iguales en eda'd y condición.
376. Con respecto a los honores que se deberán tribu-
tar mutuamente los religiosos, les aconsejamos encareci-
damente que siempre traten de adelantarse unos a otros
en las muestras de consideración; sin embargo, de nin-
guna manera deberán rendirse honores y atenciones mun-
danas, sino tales que pueda verificarse el dicho de Salo-
món: Magnati humilia caput tuum, et presbytero animan
tuam (Ecc. iV, 7) ; no que parezca como que veneran a
un ídolo de vanidad con exageradas reverencias, sino que
como espirituales, se rinda el uno al otro de corazón, con
verdadera humildad de la mente.
377. Mas, para que en esta materia fijemos una not-
ma a los religiosos, según la calidad de las personas de h
Orden, mandamos que al solo Maestro y en su defecto ai
Vicario General, se le dé el título de Paternidad Reveren-
dísima. Al Procurador de la Orden, a los Asistentes Ge-
nerales, a los Provinciales y Vicarios Provinciales, a los
DISTINCION CUARTA 159

VicerProvinciaks y Visitadores que de presente desempe-


ñan su cargo, les concedemos el honor de Paternidad Re-
verenda; a los Comendadores y demás Superiores locales
y a los Definidores Provinciales, rólo les permitimos el
título de Paternidad. A los demás religiosos, quienes
quiera que sean, ordenamos que se les nombre sólo con
el título de Reverencia. Guárdense por otra parte todos
¿e mar indistintamente y de confundir estos diversos tí-
tulos honoríficos.

CAPITULO XX

DEL CAPITULO COTIDIANO D E CULPAS

378, Donde se descuida la disciplina, no sólo es for-


zoso que venga por tierra la observancia regular, sino
también que perezca la mi c ma Religión; por lo cual en-
tre los antiguos monjes y entre nuestros mayores se tenía
por solemne y verdaderamente saludable la costumbre de
explicar cada día a la hora de Prima, algo de la Regla
o de las Constituciones y confesar y corregir al punto
las transgresiones contra ellas; de donde viene que aún
ahora llamamos Capítulo cotidiano de culpas a tales
reuniones de los religiosos. Y en verdad practicamos la
observancia regular en los Capítulos de culpas, en los
cuales no ?ólo nos acusamos a nosotros mismos de las
culpas regulares y somos1 corregidos saludablemente por
el Prelado, sino también somos enseñados y amonesta-
dos acerca de los deberes de nuestra profesión, por lo
cual mandamos severamente a todos los Comendadores
y demás Superiores locales de cualquier denominación,
que cada viernes o en otro día más oportuno de cada
semana celebren Capítulo de culpas.
379. El pequeño número de religiosos que moran en
160 DISTINCION CUARTA

una casa, no podrá excusar a ningún Superior de esta


obligación, pues aunque hubiere dos solamente, 'debe-
rán absolutamente reunirse en el tiempo establecido para
leer al menos un capítulo de la Regla o de las Cons-
tituciones y recitar las acostumbradas preces del Capí-
tulo. Podrá sin embargo, diferirse una que otra semana
el Capítulo de culpas, siempre que en la misma semana
se tenga Capítulo conventual acerca de la observancia
regular o conferencias espirituales.
380. El modo de celebrar dicho Capítulo ha de ser
el siguiente: reunido en el lugar acostumbrado todos
los religiosos que moran en el convento sin exceptuarse
ninguno, ni aún nuestros mismos huéspedes, a excep-
ción solamente de los Superiores mayores que aquel que
hace el Capítulo, y rezadas las preces señaladas en el
Ritual, el Prelado hará a los religiosos una piadosa, clara
y breve plática en la cual explicará algún capítulo de
la Regla, de las Constituciones o de los Estatutos o
bien tratará de la disciplina regular en general promo-
viendo la observancia y excitando a la virtud y a 'a
piedad; hecho ésto, pasará a la corrección de los defectos
y transgresiones contra las Reglas. Acerca de ésto, le
recomendamos encarecidamente que no tema corregir de-
terminadamente y en concreto en algunas ocasiones las
culpas públicas y graves de cada uno, a fin de que no
suceda que, queriendo ahorrarle a alguno la vergüenza
de su falta, empañe el buen nombre de toda la Comu-
nidad con vagas sospechas, y dé motivo a los religiosos
que no conocen al culpable de pensar mal unos de otros;
pues lo que de derecho o de hecho es público, si fuere
conveniente según prudencia, el mismo culpable ya co-
nocido debe repararlo con una pública reprensión.
381. Cada vez que entre las' faltas que se han de co-
rregir hubiere alguna cuyo conocimiento no pareciese
DISTINCION CUARTA 161

conveniente a los huéspedes y novicios, después de co-


rregidos ellos mismos si fuere necesario, hágaseles sal-'r
del Capítulo. Además si juzgare que así conviene al
mayor provecho espiritual, podrá el Prelado encargar a
otros sacerdotes de su convento que hagan la plática a
los religiosos.
382. Después de la exhortación v a fin de proceder
al juicio de las faltas regulares y defectos manifiestos y
a fin de que éstos sean conocidos por confesión propia
por la cual el Prelado pueda corregir cada cosa, diga
él mismo a los religiosos: Dicite cu'pas; oído ésto, le-
vántense por su orden principiando por los inferiores del
primero o segundo coro conforme a la disposición del
Prelado, quien, como fuere de su agrado, podrá elegir
el coro por donde empezar y llamar a muchos religiosos
o a algunos pocos en particular. Los que han sido lla-
mados confiesen en voz clara y acúsense delante del Su-
perior de las transgresiones y defectos manifiestos come-
tidos contra la Regla y Constituciones, ya en especial y
determinadamente o ya en general según el modo y la
fórmula señalada en el Ritual. Mas si la falta es tal que
necesita corrección, no sólo de palabra sino de obra, el
culpable deberá recibir humildemente y cumplir con fi-
delidad la penitencia que el Prelado le imponga.
383. Las culpas de que deben acusarse en este Ca-
pítulo los Religiosos son tod^s aquellas que se enume-
ran en la Distinción De Transgressionibus regularibus.
Nadie por otra parte hable en capítulo sino diciendo
sus faltas o respondiendo a alguna interrogación del
Superior, ni estando otro de pie y hablando, se atreva
a levantarse a hablar.
384. También a los novicios y clérigos profesos los
sometemos a esta disciplina con el fin de que se enmien-
den más eficazmente entre ellos y por separado sus de-
11
162 DISTINCION CUARTA

fectos especiales; por lo cual mandamos tanto al Maes-


tro de Novicios como de Coristas que tengan por lo
menos una vez al mes en sus respectivos oratorios, tales
Capítulos, en los cuales todos deberán aprovechar con
las correcciones y la práctica de la humildad.
385. Por último, tanto el Maestro General como el
Provincial y sus Visitadores al visitar alguna casa, ce-
lebren allí Capítulo de culpas, como también en la casa
donde moran habitualmente, al cual aún los Superiores
respectivamente subalternos deben asistir.

CAPITULO XXI

DE LA CONSERVACION E INCREMENTO DEL ESPIRITU


RELIGIOSO

386. El e"píritu religiosos que es un ánimo cons-


tante de aprovechar en el estudio y consecución de las
virtudes, debe conservarse y acrecentarse con el mayor
empeño por nuestros rligiosos, y aunque todo lo que
se contiene en la Regla y Constituciones mira a este fin,
no estará demás determinar expresamente algunas cosas
acerca de esta materia.
387. A la conservación y aumento de este espíritu
contribuye en primer lugar el decidido y fervoroso em-
peño de cada uno en el cumplimiento del propio deber,
y enseguida la diligencia del Superior porque cada uno
se dedique, realmente a adquirir las virtudes. ( 1 ) .

(i) Todos las religiosos están también, sujetos a las


obligaciones .comunes de los c l é r i g o s , ¿contenidas en l o s cáno_
n e s 1 2 4 y 1 4 2 , a no ser q u e c o n s t e d e otra ¿cosa p o r el con<_
texto del lenguaje o la naturaleza del asunto. (Can. 592).
1.—Por consiguiente e s t á n o b l i g a d o s a Mevar vida interior
DISTINCION CUARTA 163

388. Si alguno, pues, de nuestros religiosos se apar-


tare de la piedad y del rigor de la observancia, somé-
tasele una y otra vez a los ejercicios espirituales por el
tiempo que pareciere suficiente para curar su tibieza, y
si ésto no le aprovechare, envíesele a las casas donde
está en vigor una observancia regular más estricta, o
bien a las casas de probación con tal que no haya peli-
gro de que con su mal ejemplo pueda perjudicar a la disci-
plina de los novicios. ( 1 ) .
389. Además, para que el espíritu religioso se sos-
tenga donde decae, se fortifique donde está en vigor y
se estimule donde aspira a cosas mayores, permitimos y
aconsejamos que se establezca una o dos casas de reco-
lección o de recogimiento en aquellas Provincias donde
ésto pareciere necesario para restaurar la observancia re-
gular, o donde algunos religiosos manifestaren éstos de-
seos.
390. Dichas casas de recolección deben erigirse o es-
tablecerse con autorización del Maestro General a quien
estarán también sometidas de una manera inmediata.
En ellas debe absolutamente estar en todo su rigor la
observancia de la Regla y Constituciones de la Orden,
como también de las peculiares ordenaciones aprobadas
por el Maestro General en las cuales se propone un ma-

y exterior irnás santa que los seglares,, a prestar obediencia


y reverencia a sus Superiores, a adquirir y conservar la cien-
cia eclesiástica, guardar la m o d e s t i a exterior, evitando todos
aquellos actos y p r o f e s i o n e s que d e s d i c e n o s o n ajenos a su
profesión y en particular las negociaciones particulares con
los seglares.

(1) El Código d i s p o n e que a l a s c a s a s d e probación vayan


sólo los religiosos ejemplares.
164 DISTINCION CUARTA

yor retiro del mundo, una más prolija salmodia, más


frecuentes mortificaciones y ayunos, conforme a la pri-
mitiva forma usada en la Oíden. Deben guardarse sin
embargo de introducir diferencia alguna substancial con
los demás conventos de la Orden, sino que ha de con-
servarse la unidad del Instituto no sólo en la substancia,
sino aún en las mi c mas ceremonias.
391. En esta materia mandamos severamente que no
se atrevan los particulares o los Superiores a impedir o
a molestar a los que quisieren abrazar este género de
vida, antes bien procuren ayudar a los que deseen seguir
el orden de vida usa'do por nuestros antiguos padres y
esfuércense por confirmarlos y estimularlos en su pro-
pósito de mayor austeridad, según la gracia que Dios les
ha dado.
D i s t i n c i ó n Quinta
» E L EJERCICIO Y PROFESION DE LAS LETRAS

PROEMIO

Construido ya el edificio de la Religión sobre el


monte que es Cristo, encendemos la antorcha de las le-
tras que estamos obligados a cultivar por deber de
nuestro Instituto, no sólo porque nos dedicamos con los
demás religiosos a procurar la salvación del prójimo y
la enseñanza de los pueblos, sino también porque por el
voto especial de nuestra profesión, debemos tratar con fre-
cuencia con los paganos y gentiles, con los desertores
de la fe, y los que vacilan en ella; entre los cuales es
necesario, según el dicho del Apóstol, que nuestros re-
ligiosos abracen la que, según doctrina, es fiel palabra,
para que sean capaces de exhortar en doctrina sana, re-
batir a los que contradicen y darles razón de la fe cuan-
do ocurriere disputar acerca de ella.

CAPITULO I

DEL ESTUDIO DE LAS LETRAS Y DE LOS COLEGIOS EN


GENERAL

392. Para llenar cumplidamente los deberes de nues-


tra profesión conforme al fin de nuestro Instituto, no
166 DISTINCION CUARTA

basta de ninguna manera que miremos por nuestra pro-


pia salvación, sino que es necesario además que procu-
remos el bien espiritual de nuestros prójimos. De ahí
es que es necesario que nuestros sacerdotes posean cono-
cimientos no vulgares de las ciencias humanas y divinas
para que puedan enseñar debidamente a los hombres lo
que toca a Dios, a su propio fin y deberes. Así pues,
todos los jóvenes clérigos que están destinados al ser-
vicio divino en nuestra Orden, no sólo han de formarse
en las buenas costumbres y en las virtudes propias del
estado religioso, sino que han de instruirse cuidadosa-
mente en las letras y ciencias, según la capacidad de cada
uno.
393. N o haya ninguna de nuestras casas en donde no
se ejercite alguna disciplina de las letras, porque en nin-
guna parte es lícito a nuestros religiosos descuidar la
ciencia sin la cual nadie puede desempeñar dignamente
los deberes del sacerdocio cristiano. En consecuencia man-
damos que en todas nuestras casas, aunque sean peque-
ñas, se tengan invariablemente conferencias de Teología
Moral, o casos de conciencia una vez por semana, y de
Sagrada Escritura o Teología Expositiva también una
vez cada semana. Mas, donde fuere mayor el número de
sacerdotes, añádanse a las antedichas conferencias otras
de Derecho Canónico, de Historia de la Iglesia o de los
Concilios, de los Santos Padres de Sagrada Liturgia, o
bien de Ascética y Teología Mística, al menos una vez
al mes. Pongan los Comendadores todo su empeño por-
que dichas conferencias no se omitan alguna vez por
cualquier pretexto, y los Superiores mayores sancionen
severamente cualquier negligencia en esta materia.
394. Por lo demás, aconsejamos encarecidamente y
mandamos en el Señor a todos nuestros presbíteros y
clérigos que de presente no se dedican al estudio de las
DISTINCION QUINTA 167

ciencias, que consagren empeñosamente todo el tiempo


que les quede libre de las ocupaciones de la obediencia a
cultivar las sagradas letras, a escribir sermones y prepa-
rar todo aquello, que toca al sagrado ministerio, para que
cuando llegue la ocasión de predicar, puedan anunciar dig-
na y competentemente la palabra de Dios, pues nada
puede haber más vergonzoso que el que un varón reli-
gioso sea incapaz en aquello que toca a su profesión y
al género de vida que ha abrazado.
395. En cada Provincia o Vice-Provincia de nuestra
Orden, destínense varias casas para Colegios de nuestros
estudiantes según las necesidades de las personas, tiem-
pos y lugares, y asimismo para la educación de los se-
culares cuantas puedan sostenerse cómodamente, todas las
cuales gozarán de los derechos de los Colegios. En ellas
nuestros estudiantes se dedicarán a las letras y ciencias
principalmente sagradas, libres y desligados de las de-
más ocupaciones, y nuestros profesores y maestros ejer-
citarán la caridad de nuestro Instituto para con el pró-
jimo en la enseñanza cristiana de la juventud. Y si
fuere necesario retener a los estudiantes en la Casa de No-
viciado, vivan éstos separados de los demás religiosos con
su propio Maestro, y queden eximidos de la asistencia al
coro en los días de clase juntamente con sus profeso-
res.
396. Corresponderá al Maestro General con su
Consejo, aceptar, donde lo estime conveniente nuevos Co~
legios, destinar nuestras casas a este fin o convertir los
Colegios en conventos ordinarios con el consentimiento
del Consejo Provincial, y proveer en lo demás que toca
a la utilidad e incremento de los Colegios.
D I S T I N C I O N QUINTA 173

C A P I T U L O II.

I»E LA DIFERENCIA Y REGIMEN DE LOS COLEGIOS

397. Los Colegios para instrucción de nuestros reli-


giosos divídanle en cuanto sea posible, en tres clases y en
distintas casas separadas entre sí. La primera sea aquella
en que se enseñen humanidades, o sea, idiomas, histo-
ria política y retórica; la segunda, en que se enseñe fi-
losofía tanto racional como natural, y la tercera en que
se estudien las disciplinas sagradas, esto es, Teología,
Derecho Canónico e Historia de la Iglesia. T o d o s estos
oistintos establecimientos pueden llamarse Colegios o Se-
minarios. Más, si una misma casa reúne a los estudiantes
de las distintas ciencias, o porque los recursos de la Pro-
vincia, no bastan para dividir las casas de estudio de la
manera dicha, o porque los estudiantes son pocos, ensé-
ñense ordenada y cuidadosamente todas las diversas disci-
plinas repartidas en las tres clases de Colegios en aquel úni-
co Colegio bajo e'1 nombre de Universidad de la Provincia.
Hasta aquí hemos tratado de los Colegios en las Provin-
cias y Vice-Províncias, por lo mismo son Colegios Pro-
vinciales, mas, si pareciere conveniente, podrán fundarse
Colegios Generalicios en las ciudades más ilustres por la
celebridad y gloria de las letras, para los estudiantes de
cada Provincia, los que deberán sostenerse a expensas de
las diversas Provincias y estar sometidos a la autoridad
del solo Maestro General. Corresponderá al Capítulo
General determinar en este punto lo que más conviniere
al bien común.
398. Igualmente los Colegios para seculares, de cual-
quier grado que sea la instrucción que se imparta en
ellos, son o casas propias de la Orden o solamente pues-
DISTINCION QUINTA 169

tas bajo la administración y dirección de la misma. Si


lo primero, deberán estar sometidas a las leyes comunes
de nuestros Colegios, guardada la debida proporción; si
lo segundo, lo estarán a los reglamentos dictados por
el General juntamente con los fundadores. En uno y
otro caso, sin embargo, debe tenerse sumo cuidado de
no aceptar tales Colegios, sino con todas las condicionen
necesarias para que nuestros religiosos puedan llevar en
ellos vida monástica regular.
399. Póngase al frente de todos los susodichos Cole-
gios debidamente erigidos, un Rector que sea un varón
dotado de celo por la Religión y por las ciencias, y qu¿
con autoridad tanto en lo espiritual como en lo tempo-
ral, los gobierne como verdadero Prelado local por sí
mismo y por los oficiales del Colegio, el Regente o Pre-
fecto de Estudios, el Maestro de Estudiantes y el Minis-
tro del Rector. Sin embargo, el Rector de un Cplegio
perteneciente a alguna Casa no será Prelado, sino que
él con el Colegio estarán cometidos al Superior de aque-
lla Casa cuyo es el Colegio.
400. El Rector, pues, constituido por el Maestro Ge-
neral o el Provincial lleva la administración de las cosas
temporales, ayudándole el Ministro y los Depositarios,
especialmente designados. En las cosas espirituales, en
las que como buen pastor debe vigilar con la mayor di-
ligencia por el bien de las ovejas que lé han cido con-
fiadas, le prestará su ayuda el Maestro de Estudiantes,
y en el estudio de las letras1, que procurará organizar de
tal modo que los estudiantes obtengan el mayor aprove-
chamiento, deberá valerse de la ayuda del Regente o
Prefecto de Estudios y de los Profesores, todos los cua-
les deberán ser siempre designados por los Superiores
mayores.
401. En los Colegios para nuestros religiosos se ce-
170 D I S T I N C I O N CUARTA

lebrará cada día misa conventual a la que todos los no


presbíteros deben asistir; ésta deberá cantarse todos lo¡,
sábados, domingos y días de precepto, pudiendo también
cantarse en otros días en que no funcionan las clases,
si así pareciere conveniente. Por esta razón los Colegios
no pueden aceptar la obligación de cantar más misas que
las que pueden cantar, según este mandato.
402. Finalmente, para que la disciplina de las letras
no se relaje con distracción alguna en nuestros Colegios,
mandamos que las fundaciones de misas, aniversarios o
cualquiera otra carga con que los maestros o los estu-
diantes se vean impedidos para dedicarse libremente a las
letras, no se acepten de ninguna manera. A ú n más, los
ministerios que se han de llevar a cabo en los templos de
los Colegios, encomiéndense en cuanto sea posible a los
sacerdotes que estuvieren libres del oficio de enseñar y
de aprender. Además no se envíe a los estudiantes a las
procesiones públicas o exequias, ni se les emplee en otras
ocupaciones que puedan perjudicar la marcha y pro-
greso de los estudios.

C A P I T U L O III.

DEL OFICIO Y AUTORIDAD DEL RECTOR

403. Al Rector, como a verdadero Prelado, corres-


ponde todo aquello que después se dirá de los Comen-
dadores, tomada en cuenta la diferencia entre Colegio y
Convento. Es de su obligación en primer lugar promo-
ver la observancia regular y el aprovechamiento espiri-
tual de sus subditos, y cuidar de que el demasiado afán
de adquirir las letras no debilite el fervor de la caridad
y de la virtud.
404. Mantenga en su Colegio las costumbres reci"
DISTINCION QUINTA 171

bidas y aprobadas y de ningún modo introduzca otras


nuevas sin la autorización de los Superiores. Vele por-
que cada uno cumpla exactamente su propio oficio, por-
que los profesores y sacerdotes dedicados al Colegio no
sólo conserven su espíritu y devoción, sino que los
aumenten y acrecienten cada día y porque nuestros jóvenes
escolares estén libres en casa, afuera y en todas partes
de todo "impedimento para aprovechar en la virtud y
en las letras.
405. E n los asuntos de gran importancia no proceda
sino después de pensarlo mucho delante de Dios y de
oír el parecer de sus Consejeros; mas las cosas difíciles
e inciertas remítalas al Provincial, sin cuya licencia no
ajite causas forenses ni emprenda edificaciones.
406. Cada semana o mes, según lo permita la multi-
plicidad de asuntos y la costumbre del Colegio, haga en
los libros racionales el cómputo de todo lo recibido y gas-
tado, estando presentes y dando y tomando al mismo
tiempo razón al Ministro, los Depositarios y demás ofi-
ciales en lo temporal, de tal modo que no se reciba ni
gaste absolutamente nada de que no conste o no se pueda
dar razón. Provea a todos de lo necesario a la vida,
según la modestia y pobreza religiosa.
407. Tenga su ánimo constantemente aplicado al
progreso de las letras y cuide de que los profesores des-
empeñen correctamente su oficio y que los alumnos ob-
tengan el mayor provecho. Amoneste y corrija una y
otra vez a los profesores y estudiantes perezosos o neg-
ligentes, y, si no se enmiendan, dé parte al Provincial
para que tome las medidas del caso.
408. Remueva diligentemente todo lo que pueda im-
pedir el aprovechamiento en los estudios, como ser las
frecuentes ocupaciones externas, la mucha comunicación
con seglares, las prolongadas devociones y la demasiada
172 D I S T I N C I O N CUARTA

fatiga en el mismo estudio. Téngase por consiguiente


método en los trabajos mentales y no falte el necesario
descanso del espíritu y la honesta recreación del cuer-
po..
409. Anote claramente cada año en los libros corres-
pondientes el resultado anual de los estudiantes en cada
disciplina, y al fin de cada curso el examen, general de
las diversas facultades a fin de que, terminados los es-
tudios, pueda discernirse por esos experimentos y por
el juicio de los examinadores cuál es la capacidad de
cada uno en las letras y su aptitud para los grados y
ministerio:. Tenga también un libro en que se anoten
la édad, la profesión, la entrada y salida y los grados
de los estudiantes.
410. Cuide por último, de que por causa de los es-
tudios no se entibie el celo por la salvación de las almas,
antes bien, que no sólo los sacerdotes desempeñen su mi-
nisterio público en cuanto sea posible, sino que aún los
mismos estudiantes se ejerciten constantemente en lo que
toca a los sagrados ministerios y a su correcto desempe-
ño en lo futuro.

C A P I T U L O IV.

DEL OFICIO DEL MINISTRO DEL RECTOR

411. El oficio del Ministro es ayudar al Rector en


el régimen y administración del Colegio, ya con su con-
sejo, ya con su obra, y hacer sus veces como verda-
dero Vicario y Procurador del mismo Colegio. A él k
corresponde cuidar de que se cumpla debidamente lo
ordenado por el Rector y proveer oportunamente al Co-
legio y a los colegiales de todo lo necesario; en ausencia
del Rector tendrá su lugar y autoridad.
DISTINCION QUINTA 173

412. Llevará con gran diligencia y amor a la po


breza, juntamente con el Rector y Depositarios, la carga
de la administración de las cosas temporales, de modo
que nada se gaste fuera de lo necesario y ninguna
cosa perteneciente al Colegio se destruya. Provea sin
embargo a cada uno de lo necesario tan oportuna y ca-
ritativamente que parezca como que se adelanta a las
peticiones.
413. Estudie con anticipación las variaciones que hay
que hacer en la distribución de las horas según la época
del año, y vea qué cosas conviene comprar, confeccionar
o componer a fin de que todo se haga a su debido tiem-

414. Tenga gran solicitud por el aseo y limpieza de


la casa, especialmente de aquellas partes que caen bajo
las miradas de los extraños, y por último procure estar
bien informado de todo lo que se hace en casa para que
pueda dar razón a quien se lo pregunte.

C A P I T U L O V.

I)EL OFICIO DEL REGENTE O PREFECTO DE ESTUDIOS

415. Debiendo el peso de los estudios y su recta dis-


posición depender de un hábil y solícito director que
deberá organizados con gran cuidado y diligencia para
que el campo literario florezca debido a su cultivo, con-
siderando por otra parte que los Rectores se encuentran
con mucha frecuencia demasiado embarazados y preocu-
pados en la dirección de pus Colegios, y por lo mismo
no pueden prestar la debida atención y cuidado a los
estudios, disponemos por la presente Constitución que
en cada Colegio y en cada casa destinada a los estudios,
se nombre especialmente por el General o el Provincial
174 D I S T I N C I O N CUARTA

un religioso que con el nombre de Regente o Prefecto


tenga a su cargo la dirección de todos los estudios en di-
chas casas y Colegios y a quien los profesores y alumnos
obedecerán humildemente en todo lo que se refiere a las
clases.
416. Y por cuanto nuestra intención es establecer
en debida autoridad este cargo, exigimos que se elija
siempre para él a un varón de sobresaliente ingenio y
de sólida erudición que, después de haber cursado con
brillo las distintas asignaturas, sea distinguido y perse-
verante en el estudio de las letras y celoso de que ellas
den sus frutos, debiendo, para el recto desempeño de su
oficio, estar libre de los demás cuidados y ocupaciones.
417. El oficio del Prefecto de estudios debe ser ve-
lar por los estudios que se le han confiado, promover-
los con toda diligencia, alejar prudentemente todo aque-
llo que los perjudique y procurar con todas sus fuerzas
todo aquello que ha de ser de provecho para su mejor
rendimiento. Debe también estar al cabo de lo que dis-
ponen nuestras Constituciones, y de lo que estableciere ti
los Capítulos Generales y Provinciales, el Maestro Ge-
neral. el Provincial o los Visitadores acerca de la recta
organización de los estudios y tratar de que se cumplan
diligentemente tales disposiciones.
418. Es también de su incumbencia el procurar que
los profesores cumplan debidamente con su oficio: que
sean asiduos y puntuales en hacer sus clases a las horas
correspondientes; que asistan a las controversias y argu-
mentaciones semanales y mensuales cada vez que se ten-
gan en casa, y concurran a las que se verifiquen fuera,
y se les dé su debida remuneración según la costumbre
del lugar. A aquellos por otra parte que en estas y otras
cosas encontrare negligentes y descuidados, podrá lla-
marlos a las lecciones, conferencias y argumentaciones, y
DISTINCION QUINTA 175

amonestarlos al mismo tiempo con prudencia a fin de


que cumplan diligentemente su deber en todo. Y si no
atendieren a la admonición, deberá dar parte al Rector
o a los Prelados superiores, según lo juzgare más con-
veniente.
419. Por lo demás damos facultad a los Regentes
para que puedan corregir y reprender los defectos de to-
dos los estudiantes en la práctica y ejercicio de las le-
tras, y aún podrán proponer al Maestro de los mismos
algunas penitencias y privaciones que se les podrán apli-
car, las que sin embargo, si han de ser públicas, han
de darse a conocer al Prelado, a quien por cierto acon-
sejamos que siempre se ponga de parte del Regente, a
fin de prestar mayor apoyo a su autoridad; y si ha
de perdonar a algún culpable, se ha 'de hacer ésto des-
pués de consultar al Regente.
420. Visite frecuentemente las clases y de cuando en
cuando asista a ellas hasta el fin para que vea si todo
marcha correctamente. Estando ausentes el Rector y el
Ministro, presidirá las controversias y pruebas, tanto
particulares como generales. Si el Rector fuere negligente
en promover la enseñanza de las letras o de cualquier
manera impidiere el f r u t o de ellas, el Regente impondrá
de ello inmediatamente al Provincial para que aplique
el oportuno remedio.
421. Toca además al Regente fijar el horario de es-
tudios de invierno y de primavera, según la costumbre
de las Provincias, y para los casos extraordinarios deter-
minar horas especiales con licencia 'del Superior. Para
ésto procure diligentemente que se proporcione a cada
uno papel, plumas y todo lo demás que fuere necesario
para los estudios, y el Prelado por su parte provea abun-
dantemente de todo ésto, de modo que nunca los es-
176 DISTINCION CUARTA

túdios hayan de sufrir entorpecimiento a causa de la


escasez de dichos elementos.
422. Cuando haya de concederse recreo a los estudian-
tes, hágase siempre en tiempo oportuno y con licencia
del Prelado. Por lo cual declaramos que, aunque todos
los asuntos literarios y su recta disposición correspon-
dan al Regente, no obstante en las cosas principales y en
aquellas que pueden ocurrir al mismo tiempo que otros
actos conventuales, como asimismo para invertir las ho-
ras que parezcan más oportunas, siempre el Regenta ha
de consultar al Prelado para que entre ambos se trate
de conciliar lo que toca a los estudios con las demás obli-
gaciones del Colegio, y así se destine para cada co-a
el tiempo más oportuno, de modo que no se estorben
mutuamente o se hagan fuera del tiempo coaveniente.
En ausencia del Regente, desempeñará su cargo el pro-
fesor principal y más antiguo, a no ser que el Superior
dispusiere otra cosa.

C A P I T U L O VI

DEL OFICIO DEL MAESTRO DE ESTUDIANTES

423. Así como en las casas de probación se encomien-


da la formación de los novicios al Maestro de los mis-
mos, así en los Colegios de profesos el cuidado de los
estudiantes y su ulterior y más perfecta instrucción en
las disciplinas espirituales y regulares se confía al Maes -
tro de estudiantes, quien debe consagrarse con tanta más
diligencia al cumplimiento del oficio que se le ha con-
fiado cuanto interesa más a la Orden con-ervar y ade-
lantar a los profesos que a los novicios.
424. Revestírnosle de la misma y aún de mayor au-
toridad que al Maestro de Novicios, y le amonestamos
DISTINCION QUINTA 193

ninguna excepción, ningún privilegio, si no es que los


graduados están obligados a ser mejores y más humil-
des que los demás, por cuanto se presume que son más
sabios. Más aún, ni siquiera han de usar los nombres
de dichos grados, a no ser en asuntos literarios y en títu-
los de libros, porque se consideran y son realmente só-
lo un signo o contraseña por la cual se distinguen los
más aptos para el oficio de enseñar.
486. El que ha de ser distinguido con el grado de
bachiller en Letras y Filosofía, es necesario que haya
terminado con provecho, todas las disciplinas liberales
y la Filosofía, que haya rendido con lucimiento las
pruebas anuales, y que además demuestre su propia su-
ficiencia en un doble examen, uno de humanidades y
otro de Filosofía.
487. Los dos primeros requisitos deberán constar por
lo anotado en los libros de estudios; más, para los
exámenes se procederá de esta manera; el que ha de ser
examinado en Letras deberá escribir de inmediato una
disertación sobre una materia dada dentro del término
de cuatro a seis horas a lo sumo y sin libros de que
poder copiar; en seguida someterá al juicio de los exa-
minadores su trabajo y luego durante media hora res-
ponderá a las preguntas que ellos mismos le harán. De
la misma manera se procederá en el examen de Filoso-
fía, con la diferencia sin embargo, de que el examinado,
apenas escrita y presentada a los examinadores la diser-
tación, explicará de viva voz ante los mismos examina-
dores una materia de Filosofía señalada de antemano,
y durante una hora íntegra responderá a las perguntas
que se le ¡hicieren sobre cualquier parte de la Filosofía.
488. El que ha de ser creado Doctor en Teología
ha de estar en posesión del grado de bachiller; en se-
guida es necesario que haya terminado todo el curso de
13
194 DISTINCION CUARTA

cuatro años de Teología, que haya rendido cada año con


brillo todos los exámenes, y, por fin, quK se haya demos-
trado digno por un doble examen, uno de Teología es-
colástica y otro de Derecho Canónico. E n uno y otro
de estos exámenes precederá una prueba escrita, como
se dijo antes, después se seguirá una disertación oral du-
rante media hora acerca de una materia señalada con
veinticuatro horas de anticipación, y finalmente, una
disputa de una ihora completa sobre al menos diez
puntos o tesis que deben señalarse con un mes de ante-
lación. Lo s dos exámenes pueden hacerse por separado.
Los examinadores deben ser por lo menos tres, y ser
nombrados por el General o el Provincial.
489. Al grado de Maestro en Sagrada Teología, que
es antiquísimo y de grandísimo honor en nuestra Orden,
no serán promovidos sino aquellos Doctores que hubie-
ren desempeñado con fruto por largo tiempo el cargo de
enseñar, que hubieren enseñado con brillo principalmen-
te por cuatro años las ciencias sagradas, y que, en fin,
hubieren publicado algún libro de alguna importan-
cia. ( 1 ) .
490. Corresponde al Provincial con su Definitorio o
Consejo de Provincia conocer y dar fe sí en cada caso
concurren las susodichas condiciones y presentar al
Maestro General a los que son dignos de ser promovi-
dos, cada vez que el General no pueda por sí mismo ver
y discernir en esta materia. Por lo demás no se admiten
de ninguna manera en nuestra Orden graduados con

(1) El Capítulo General de 1931 dispuso lo siguiente: "El Capítu-


lo decrsta que se promueva a los grados de Maestro, de Doctor
en S . Teología y d ì Bachiller e n Letras, según la costumbre
de la Orden, con sus derechos conforme a las Constituciones".
D I S T I N C I O N QUINTA 195

dispensa de dichos requisitos o de gracia. La colación


de los grados se hará según el Ritual de la Orden.
491. Fuera de los cursos académicos que acabamos de
mencionar, se establecerán otros más breves para ins-
truir en lo necesario para ejercer debidamente los sa-
grados ministerios a aquellos que por su mediocridad de
ingenio o por su edad u n tanto avanzada, perderían el
tiempo dedicándose a estudios más prolijos, pero que,
habiendo sido recibidos en vista de alguna aptitud
peculiar, conviene que hagan uso sin pérdida de tiempo
para el bien común del talento que han recibido de
Dios.
CAPITULO XVI

DE LAS ACADEMIAS

492. Con el fin de promover el incremento y es-


plendor de las Letras humanas y de perfeccionar cada
vez más el arte de escribir correctamente y de hablar
con elegancia, permitimos que nuestros estudiantes fun-
den y establezcan en los Colegios con licencia de los
Superiores torneos literarios o Academias donde se ejer-
citen en la oratoria, en la poesía, en la historia y demás
disciplinas convenientes a nuestro estado.
493. T o d o s los estudiantes de Retórica y los que ya
la hubieren estudiado, podrán ser miembros de la Aca-
demia. U n profesor suficientemente versado en Letras
humanas, deberá ser nombrado por el Superior Director
de la Academia, siendo su oficio dirigir los trabajos li-
terarios y cuidar de que el orden reine en todas partes.
Por lo demás, los mismos académicos podrán dictar
los estatutos de la Academia, fijar los días de reunión
y de ejercicio y elegir entre ellos mismos el Presidente
y los censores.
196 DISTINCION CUARTA

494. Los ejercicios de dicha Academia serán éstos:


recitar discursos y poesías, examinar los méritos y los
defectos de los escritos de los académicos según las re-
glas del arte, leer y discutir algún trozo de los mejores,
escritore?, y por fin disertar sobre cualquier materia to-
cante a las ciencias ya conocidas.
495. La censura y corrección de los defectos en ma-
teria literaria, háganse públicamente en las sesiones de la
Academia, pero sin humillar a los que han errado; tri-
bútense también alabanzas sin adulación a los que las
merecen, y todo hágase de tal modo que la caridad, la
modestia y la mutua cortesía no hayan de sufrir ningún
detrimento, sino más bien se perfeccionen con el cultivo
de las letras.

C A P I T U L O XVII

DE LAS BIBLIOTECAS Y LOS BIBLIOTECARIOS

496. Siendo la biblioteca la enseñanza común de los


religiosos y la oficina de las letras de donde cada uno
puede sacar con abundancia todo lo que necesita para
su instrucción, mandamos que en todas nuestras casas
se tenga un depósito común de libros, provisto, en cuan-
to sea posible, de obras relativas a todas las ciencias,
por lo menos en los Colegios y principales conventos;
en los pequeños bastará que se tengan siquiera los libros
necesarios para el cultivo de las ciencias sagradas.
497. T o d o s los religiosos, pues, que quisieren leer o
copiar algo, podrán acudir libremente en todo tiempo
a la biblioteca, y allí dedicarse a los trabajos literarios;
para esto su recinto debe estar bien provisto de mesas,
sillas, recado de escribir y todo lo demás que fuere ne-
cesario para el estudio.
DISTINCION QUINTA 197

498. Los que tuvieren necesidad de usar con más de-


dicación y por más tiempo de algún libro, podrán lle-
varlo a su celda desde la biblioteca, especialmente si
fueren profesores o predicadores, con tal, sin embargo
que lo hagan con licencia del Superior local, y lo hagan
constar en un libro que con este fin debe tenerse siem-
pre en la biblioteca, escribiendo de su p u ñ o y letra de
esta manera: " Y o N. N. saqué tal día de la librería, tal
o tales libros por tanto tiempo;" y después los dejarán
oportunamente en su lugar. Los que obraren de otra
manera, serán castigados la primera vez; mas, los que
lo hicieren repetidas veces deberán rer privados de la fa-
cultad de sacar libros. En los conventos pequeños donde
hubiere pocos libros, podrá el Prelado guardarlos en su
celda y prestarlos a los religiosos cuando los necesiten,
dejando, sin embargo, anotado ésto en algún documen-
to para que los libros sean devueltos a su debido tiempo.
499. Mas, para que toda biblioteca de nuestra Or-
den se conserve fielmente y los libros no puedan desapa-
recer o extraviarse por alguna negligencia, mandamos
en virtud del Espíritu Santo y de Santa Obediencia,
bajo pena de incurrir ipso facto en excomunión ma-
yor, que ningún religioso de cualquier grado o condi-
ción que sea, se atreva a sacar de la biblioteca por cual-
quier excogitable pretexto o motivo, uno o varios libros,
cualesquiera que sean, y llevarlos a otros conventos, o
venderlos o prestarlos a los seglares de afuera, o de cual-
quier manera dispensarlos; ni los Prelados locales po-
drán conceder licencia para esto, bajo las mismas penas
V bajo el mismo precepto. Sin embargo, el Maestro Ge-
neral y el Provincial podrán conceder licencia para sacar
libros de la biblioteca del modo y con los fines ya di-
chos, y aún p o d ' á el Prelado local cuando se trata de
198 DISTINCION septimA

libros duplicados o de cambiar los inútiles, o de vender


algunos, pero sólo con el fin de comprar otros.
500. Los seglares, y cualesquiera extraños, podrán
entrar a la biblioteca con las licencias del Superior, con
tal que sean leales y dignos de tal obsequio, pero nunca
se les permita estar solos allí, sino que ha de estar
presente el bibliotecario u otro religioso.
501. Para la guarda y cuidado de dicho depósito de
libros, deberá el Prelado nombrar a un religioso listo y
muy amante de los libros, a quien entregará toda la
biblioteca con su número o catálogo de libros, de los
cuales deberá dar cuenta siempre que se le pidiere. Para
esto se ha de hacer un doble inventario, debiendo guar-
darse u n o en el depósito del convento y el otro en po-
der del mismo bibliotecario, y firmarse siempre al píe
de ambos por el Prelado con los Depositarios y el bi-
bliotecario, y ésto cada vez que re haga alguna altera-
ción en la calidad o en el número de los libros.
Fuera de los dos inventarios dichos ténsase también
algunos registros a la mano para comodidad de los lec-
tores, dispuestos por orden alfabético, y por los nombre-
de los autores y de las materias.
502. Mandamos, pues, al bibliotecario que disponga
de tal modo las varias clases de libros en series diver-
sas, que estén separados unos de otros según la diferen-
cia de materias. Los que pertenezcan a una ciencia o fa-
cultad, colóquelos juntos en uno o varios estantes en sus
respectivos anaqueles y series, añadiendo el título o nom-
bre de la facultad y señalando los volúmenes con sus
números propios pira que por medio de ellos sea fácil
hallarlos en el catálogo.
503. Además para conservar el aseo y limp-'eza en
los libros, debe procurar mantener cerradas las ventanas
contra la lluvia y el viento, hacer que d recinto se barra
DISTINCION QUINTA 199

con frecuencia y se sacuda constantemente el polvo v


la polilla de los libros. La llave de la biblioteca debe
guardarla siempre en su poder; debe también estar siem-
pre pronto para abrir a los que quisieren estudiar y para
asistir allí mientras tanto personalmente, o por medio
de un socio fiel y de confianza que debe ser designado
por el Prelado.
504. Ponga además, todo su empeño, no sólo en que
los libros no se destruyan o desaparezcan, sino robre to-
do en que aumenten siempre más. De todos e l l e debe
estar tan enterado, que siempre trate de adquirir los
más importantes, tanto antiguos como nuevos: lo que
por cierto podrá hacrse no sólo con dinero dado por
el Superior, sino también canjeando o vendiendo los re-
petidos. Por lo demá<\ siempre aue sea necesario hacer
ésto, nunca se haga sesún el propio arbitrio, sino cor
el consentimiento y mandato del Superior.

CAPITULO XVIII

DE LO?? HISTORIADORES Y DEMAS ESCRITORES DE


NUESTRA ORDEN

505. Conocedores de la utilidad de la historia, que


muchas veces ha reformado las costumbres disipadas de
los presentes con los ejemplos de lo« antiguos Padres,
mandamos qn® el Maestro General elija un historiador
nara toda la O-den cada vez que fuere necesario, o con-
f : rm" en su oficio al anticuo y orlstel? la necesaria avu~
d^. dp modo aue nunca falte quien transmita a la pos-
teridad todo*; lo* acontecimientos v hecho* d<* la O^den
nt'nc'pa'merite 1T<¡ vidas d® lo<¡ religiosos1 venerables y de
W varoneT insignes, v aumente siempre con nuevos vo-
'úmenrs y tratados la comenzada historia. Del mi«mo
200 DISTINCION septImA

modo en cada Provincia nombrará el Provincial un re-


ligioso que narre y clasifique fielmente los sucesos de
toda la Provincia, para que de esa fuente pueda el his-
toriador general sacar los datos para componer la histo-
ria de toda la Orden.
506. Queremos por otra parte que los que hayan de
ser nombrados para este oficio, tengan gran inclinación
a él por carácter y por propensión natural, y sean ade-
más sobresalientes en letras sagradas y humanas. Antes
de encomendarle este oficio será razonable que el Pre-
lado haga examinar al candidato por algunos religiosos
eruditos acerca de las susodichas condiciones a fin de
que se elija con discreción al que parezca más útil y con-
veniente al fin que se persigue.
507. Mientras dichos cronistas estuvieren dedicados a
su trabajo, podrán tener a su servicio uno o varios re-
ligiosos amanuenses libres de toda otra ocupación, se-
gún fuere necesario, a quienes el Prelado deberá propor-
cionar todo lo que fuere menester para el desempeño de
su oficio.
508. Los gastos que el historiador general necesitare
hacer al dar a la imprenta sus escritos, deberán ser costea-
dos por la Orden, según lo dispusiere el Maestro General,
a quien aconsejamos encarecidamente que procure con to-
do su empeño que siempre se imprima todo lo que se es-
cribiere sobre esta materia.
509. Si el historiador de la Provincia se propone or-
denar y escribir la historia propia y especial de la Pro-
vincia, deberá hacerlo a expensas de la misma Provincia,
según la disposición del Provincial. Y cada año envíe
al cronista genera! todo lo que hubiere hallado digno
de referir.-e y lo que hubiere escrito, para que se inserte
en las crónicas generales.
510. Aconsejamos además y e x h o r t a r o n encarecida"
DISTINCION QUINTA 201

mente en el Señor a los religiosos que están dedica'dos


al cultivo de las letras, que procuren con el mayor em-
peño, según sus fuerzas, componer y publicar escritos y
libros a la mayor gloria de Dios, exaltación de la Santa
Madre Iglesia y honor de nuestra Orden; sin embargo,
no se han de atrever a publicar cualquier obra, de cual-
quier clase y valor que sea, sino solamente aquellas que
parezcan dignas de la majestad de la Religión y del
honor de la Orden. ( 1 ) .
511. Fuera de lo que el Concilio Tridentino exige
para la impresión de los libros, en nuestra Orden se
requiere también licencia del Maestro General o del Pro-
vincial, la que a ninguno ¡ha de concederse si no con-
curren estas condiciones: 1.' El Libro que se trata de
componer, antes de que salga a luz con licencia del Ge
neral o Provincial, se ha de entregar por lo menos a
dos examinadores nombrados especialmente para ésto,
quienes deberán leerlo íntegramente, e informar acerca
de su valor y oportunidad, y sí no están de acuerdo
deberá agregarse un tercero que defina la cuestión, que-
dándole, sin embargo, al autor el recurso al General:
2.' Si el mismo Maestro General o el Provincial qui-

(1) Fuera de la licencia del Superior Mayor la que deben


tener los religiosos para Imprimir imágenes sagrada, ya sea
que t e n g a n preces u oraciones, ya s e a n publicadas, s i n ellas
como t a m b i é n l a licencia para publicar libros de cualquier n a -
turaleza que sean, necesitan también la licencia del Ordinario
dsl lugar.
Está prohibido a los clérigos saculares sin consentimiento
de ÍU Ordinario y a los religiosos sin consentimiento de sus
Superiores Mayores, o del Ordinario del lugar, editar también
libros que t r a t e n de cosas profanas y escribir e n diarios, h o j a s
o foHetos y periódicos, o dirigirlos. Can 1386,
202 DISTINCICt QUINTA

sieren publicar algo, encomienden también el escrito i


dos revisores para su examen y aprobación; 3.* Para los
escritos de poca importancia, como ser artículos de re-
vistas y otros de esta clase, será suficiente que el Pre-
lado conceda licencia de palabra- con tal que le conste
que en ellos no se contiene nada de inconveniente; 4.'
Deberá enviarse indefectiblemente un ejemplar de todos
los libros publicados a la biblioteca de la casa principal
de la Provincia, y otro al Maestro General de la Orden.
Distinción S e x t a
DE LOS MINISTERIOS DE LA O R D E N

Proemio

Hemos fortificado a la familia escogida con las leyes


que con razón se exigen para servir a Dios en justicia
y santidad, y hemos instruido al real sacerdocio en la
doctrina que con justicia se requiere para sacrificar a
Dios la hostia de alabanza y paia desempeñar digna-
mente el santo ministerio sacerdotal; ahora siguiendo el
encadenamiento natural de las cosas, venimos a tratar
de las leyes que rigen los ministerios para con el pró-
jimo.

CAPITULO I

DE LA SANTIDAD SACERDOTAL

512. Lo que hasta ahora se ha ordenado y lo que


en adelante se ha de proponer para sostén de la obser-
vancia regular y para conseguir la virtud y perfección,
han de aplicárselo de un modo especial para sí nuestros
sacerdotes, quienes por la excelsa dignidad del sacerdo-
cio no sólo están obligados a tender con todo su em-
peño a la perfección en fuerza de la profesión, como los
204 DISTINCION SEpTimA

demás religiosos no sacerdotes, sino también a poseer en


cierto grado y medida, real y efectivamente, esa misma
perfección, pues son la sal de la tierra y la luz del mun-
do. ( 1 ) .
513. Por lo cual es necesario que los sacerdotes sean
en casa los primeros y como los abanderados en la ob-
servancia regular. T e n g i n en gran estimación las cosas
pequeñas y menudas de la Regla y Constituciones y es-
fuércense en observarlas con toda exactitud; pues no de-
ben creer que les es permitido mirar con desprecio alguna
observancia por el hecho de que la han observado largo
tiempo y de que ya son viejos, pues ha de presumirse
que con el largo ejercicio, tales observancias les han de
resultar más fáciles y habituales. Y estando fuera, y
principalmente desempeñando los sagrados ministerios,
han de demostrarse tales cuales conviene a los ministros
de Cristo y los dispensadores de los misterios de Dios.
(I Cor. I V - I ) .
514. Esfuércense por mantener siempre y en todas
partes aquella pureza de conciencia que exige la obla-
ción cotidiana de la Hostia inmaculada, de modo que
ca'da día puedan tratar santamente las cosas santas; para
ésto acerqúense con frecuencia y cada vez que fuere ne-
cesario, al Sacramento de la Penitencia.

(1) Los sacerdotes d?ben llevar una vida interior y exterior


m á s santa que los seglares y aventajar a éstos en virtud y
buenas obras para ejemplo de ellos. Can 124.
Qu"> todos los clérigos laven frecuentemente las manchas
de su conciencia e n el sacramento de la penitencia; Que los
mismos se apliquen por algún tiempo a la orac'ón montal,
visiten al Santísimo Sacramento, honren con el rosario a la
Virgen Madre de D i o s y examinen su conciencia. Can 125.
DISTINCION SepTimA 205

515. Conozcan perfectamente y observen con toda


exactitud los sagrados ritos y ceremonias según el uso
romano. Pronuncien perfectamente y ejecuten con tal
piedad y decoro las genuflexiones, inclinaciones y demás
acciones que se usan en los sagrados oficios, que sirvan
de edificación de los demás y aumento de la propia de-
voción.
516. Desempeñen con gran prontitud de ánimo el
ministerio de oír confesiones, siempre que sean destina-
dos a él por la obediencia; y a fin de que en tan difícil
ministerio no yerren por su parte y hagan errar a lo.i
demás con peligro de eterna condenación, manejen y lean
día y noche libros que traten de asuntos morales y de
discreción y dirección de espíritus.

C A P I T U L O II

DE LOS MINISTERIOS PARA CON EL PROJIMO EN


COMUN

517. Cuando eran otras las circunstancias dé los tiem-


pos y diversas las costumbres de la sociedad, aquellos
antiguos y santos Padres de nuestra Orden, encerraron
en la sola y sublime obra de la Redención todos los ofi-
cios de caridad con que puede ayudarse al prójimo en el
negocio de su salvación, no ahorrándose para ello ni
trabajos ni penalidade: de ningún género, y ni aún las
cárceles ni la misma muerte por la libertad de aquellos
cuya fe y salvación eterna estaban en peligro. Porque,
en efecto, tal era el fin principalísimo a que se encami-
naba el glorioso oficio de redimir cautivos del poder de los
paganos, o sea, a procurar que los vínculos del cauti-
verio temporal no se convirtieran en lazos de esclavitud
eterna. Habiendo cambiado las cosas y los tiempos, no
206 DISTINCION SEpTimA

por eso ha cesado el fin de nuestra Orden, pudiendo y


debiendo actualmente y siempre hasta la consumaoou
de los siglos, ayudarse al projimo a conseguir la vida
eterna de muchas maneras y por muchos ministerios, de
los cuales unos deben ser ejercitados por todos ios re-
ligiosos y otros por algunos solamente, con ayuda sin
embargo de todos los demás; por consiguiente todos
nuestros ministerios son comunes al cuerpo de la Reli-
gión y cada miembro tiene parte en ellos.
518. T o d o s nuestros religiosos, pues, sin exceptuarse
los legos y novicios, procuren el bien del prójimo, en
primer lugar viviendo honesta, piadosa y santamente,
pues nada inclina tanto a los hombres al bien como el
esplendor de la virtud y el buen ejemplo; en seguida
consiguen esto mismo ofreciendo de continuo a Dios hu-
milde y fervorosamente oraciones, sacrificios y mortifi-
caciones por la conversión de los infieles, herejes y pe-
cadores, por la felicidad de los que les están unidos, po-
los bienhechores y por el eterno descanso de las almas
del Purgatorio; miran además y velan por el bien del
prójimo, estimulándolo al bien con piadosas pláticas y
exhortaciones, y por fin no lo ayudan con menos efi-
cacia desempeñando debidamente los oficios y cargos que
la Orden les ha confiado; de esta manera se consigue que
todo el cuerpo de la religión y cada uno de sus miembros
procedan de un modo más eficaz en la consecución de
su propio fin, que es la salvación de las almas. Estos son
pues, los ministerios comunes a todos.
519. Otros son peculiares de los sacerdotes o de aque-
llos a quienes se encomiendan por la obediencia, cuales
son: la en~eñanza cristiana de la juventud, los obras de
misericordia corporales, la predicación de la palabra di-
vina, las misiones entre fieles e infieles, la administra-
ción de los Sacramentos, la enseñanza de la doctrina
DISTINCION SEpTimA 207

cristiana a niños y todos los demás ministerios de esta


clase.

C A P I T U L O III

DE LO QUE TOCA A LA REDENCION DE CAUTIVOS

520. Entre los ministerios de la Orden ocupa el pri-


mer lugar la Redención de cautivos, que por las entrañas
de caridad de nuestro Instituto y por precepto de nues-
tra excelsa Fundadora María estamos obligados a cum-
plir en favor de nuestro prójimo reducido de cualquier
manera a la inhumana condición de esclavo; y aunque
todos los religiosos se obligan con voto a practicarla,
sin embargo, su ejecución depende de la voluntad de
los Superiores, principalmente del Maestro General, a
quien corresponde ordenar la recolección de limosnas,
designar en todas partes los redentores, fijar el tiempo
y lugar de las redenciones y disponer todo lo demás que
toca a esta materia, según las circunstancias.
521. Esta obligación por otra parte incluye no sólo
la redención, sino también todo lo necesario para eje-
cutarla; de aquí es que nuestros religiosos están obliga-
dos, mandándolo el Prelado, a poner en práctica todos
los actos conducentes a la redención, principalmente el
oficio de recoger limosnas, aunque no intervenga ningún
precepto de obediencia. Nadie sin embargo, se de a pedir
limosnas sin expreso mandato escrito de los Superiores
y sin las oportunas licencias de la autoridad, tanto ecle-
siástica como civil, y sin tener antes a mano las indul-
gencias y privilegios de los Sumos Pontífices y los des-
pachos de los Príncipes concedidos en esta parte a nues-
tra Orden.
DISTINCION SEXTA

322. Dichas limosnas recolectadas en cualquiera parte


han ele guardarse y custodiarse con todo cuidado separa-
damente de todo otro ingreso de los conventos Hasta
que se apliquen a su propio íin que es la liberación d¿
los que están sometidos a la esclavitud, o la propaga-
ción de la fe. Por consiguiente, mandamos b a j o pena de
Excomunión Mayor a todos y a cada uno de los reli-
giosos de nuestra Orden que de ninguna manera y bajo
ningún pretexto apliquen o permitan que se apliquen
dichos fondos de la redención, de donde quiera que sí
hayan obtenido y en cualquier parte que se guarden,
en todo o en parte a otros fines, aún a socorrer alguna
necesidad o a cualquiera obra de caridad fuera del fin y
empleo exclusivo de lo que se refiere a la efectiva 'reden-
ción o la propagación de la fe.
523. Empero si alguna vez sucediere que, consumida
toda la limosna de la redención por ser escasa, apare-
cieren algunos cautivos, de cualquier sexo, edad o con-
dición que fueren de quienej se temiere razonablemente
que renieguen de la fe, entonces, según la obligación del
cuarto voto y el ejemplo de nuestros mayores, uno de
los redentores ofrézcase de buen ánimo por el cautivo,
o loj cautivos puestos en tal peligro, y entréguese a las
ataduras de la caridad, y permanezca detenido en rehe-
nes en poder de los infieles, fijando el precio y término
de su rescate. Más, en esta grandiosa empresa de cari-
dad han de guardarse con el mayor empeño los reden-
tores, de dejarse llevar por un inconsiderado celo, pues,
no se h a n de entregar espontáneamente por cualquier
cautivo, o por cualquier motivo, sino solamente cuando
la fe está en peligro y por la redención del alma, que es
el fin y objeto de esta obra de caridad; porque aunque
piadosamente libramos también los cuerpos, ello se en*
DISTINCION SEpTimA 209

camina a conseguir que los hierros no opriman el alma,


y que las ataduras del cuerpo no vengan a ser al mismo
tiempo lazos del espíritu para eterna esclavitud.
524. Guárdense por otra parte los redentores de obli-
garse jamás con pacto o alguna condición a canjear cau-
tivos de cualquier religión o secta por cautivos cristianos
u otros, y muchos menos de ejecutarlo. El redentor que
permaneciere detenido en rehenes entre los infieles, ma-
nifiéstese activo como una laboriosa abeja en procurar
la salvación del prójimo. Fijando sus ojos en la piedra
de donde fué cortado, tenga siempre presente que no se
ha quedado solamente en prenda por redimir al que es-
taba en peligro, sino que muchas veces sucede por divina
dispensación que venga a ser el maestro de las costum-
bres y de la fe, y el médico, tanto de los cautivos como
de los infieles, al darles a aquellos como Tobías conse-
jos de salud, y al señalarles a éstos el camino de la
verdad.
525. Elíjase siempre como redentores a aquellos re-
ligiosos que sean respetables por su vida, edad, ciencia,
costumbres y discreción, y que estén dotados de pru-
dencia y celo según ciencia, a fin de que no vengan a
ser engañados en algo con fraude o dolo por los infie-
les o aún por los mismos cautivos so capa de peligro y
de miserias, ni de otra manera burlados con alguna as-
tucia. Ejecuten por sí mismos la redención desde el prin-
cipio hasta el fin, y nunca por intermediarios, si no es
:uando a ellos les esté absolutamente impedido el arribo
a las playas de los infieles, para no arrojarse temeraria-
mente a la pérdida de sí mismos y de los caudales de
la redención; mientras tratan de la redención, atien-
dan según sus fuerzas a la salvación de los cautivos, dis-
pénsenles los debidos oficios de caridad, no cesando con
14
210 DISTINCION SEpTimA

e! Apóstol de amonestar a cada uno con lágrimas día


y noche; ni dejen de procurar la conversión de los in-
fieles, con toda prudencia, sin embargo, predicando por
las casas y lugares apartados, si no es posible hacerlo
públicamente, para que la redención no sufra detri-
mento.
526. E n todas las compras y contratos con los in-
fieles procedan con tal fidelidad que no despierten én
ellos ninguna sospecha de engaño; sino que esfuércense
con toda sinceridad por tener un buen testimonio de cris-
tiana y religiosa fidelidad de parte de aquellos que es-
tán fuera. Ejerciten en tal forma la misericordia con los
cautivos, que se propongan dar libertad no a cualquiera
de ellos, sino en primer lugar a aquellos que estuvieren
en peligro de renegar de la fe y más urgidos por las
penalidades. Apresúrense a dar libertad cuanto antes a
los niños y mujeres jóvenes a causa de la fragilidad de la
edad y del sexo, de modo que siempre se tenga en vista
la mayor ventaja de la fe. E n los demás obsérve'e el
orden de la equidad. Para ésto les señalamos esta regla
como deber de equidad; una vez redimidos aquellos que
están en pelisrro de su fe. traten de rescatar de preferen-
cia los cautivos de aquellas regiones de donde provienen
las limosnas. El dinero que hubieren recibido de parte
de los padres, parientes o amibos de alerna determinada
persona para su rescate, 'de ninguna manera lo emplearán
en d">r libertad a otros v sí por cnalnnier mot ; vn no
pudieren rescatar el cautivo por el cual les entrego di-
cho dinero, deberán cuardarlo íntegramente con todo
cuidado v entregarlo fielmente a sus dueños.
527. A f'n de mi» lo<¡ redentores cumplan su oficio
ron mayor fe, claridad y comodidad mandamos rme
tengan sus libros correspondientes en que anoten todas
DISTINCION SEpTimA 211

las limosnas recibidas para la redención de cautivos, dan-


do antes a los donantes un recibo del dinero que se les
ha entregado. Apunten además, en dichos libros todo
lo que de necesidad hubieren gastado, para que siempre
que fuere necesario puedan dar cuenta en todas partes
de lo dado y recibido. Guárdense, sin embargo, con el
mayor cuidado de hacer gastos superfluos de los dineros
de la redención tanto en favor de sí mismos como de
otros, y tanto' al ir como al volver, sino que en todo
han de manifestarse sobrios, parcos y humildes, como
conviene a los ministros de Cristo y a los dispensa-
dores de los bienes de los pobres.
528. Además, queremos y mandamos que en los li-
bros de redención se mencionen todos los cautivos re-
dimidos, anotando sus nombres propíos, su edad, pa-
tria, tiempo de esclavitud y precio del rescate; y orde-
namos que se añada al fin un instrumento público y
una relación de todo lo que se haya hecho en toda la
redención y sea más digno de mencionarse. Hecho así todo
ésto, los redentores organizarán el regreso y volverán con
los cautivos a la propia patria, suministrándoles entretanto
en el camino lo necesario con piadosa generosidad y
prudencia. Y una vez que llegaren a tierra de cristianos
después de dar u n descanso de algunos días a los cau-
tivos prodigándoles caritativas atenciones; se les des-
pedirá a todos llevando consigo el escapulario de la Or-
den; también, en cuanto fuere posible, se le dará un
viático a cada uno, a fin de que puedan llegar a la
propia casa sin necesidad de mendigar. Más, por que la
larga distancia o la mala salud los puede obligar al-
guna vez a pedir limosna, queremos que se dé a cada
uno un testimonio auténtico de su redención junta-
mente con una petición a los jueves ordinarios y auto.
212 DISTINCION SEpTimA

ridades locales, tanto eclesiásticas como civiles, para que


los reciban misericordiosamente y no los tomen por
prófugos o vagos.
529. Antes de partir una redención, anuncíesela en
ios periódicos de mayor circulación o en carteles fijos
en las ciudades y lugares principales de donde va a ser
enviada; publíquense también las indulgencias que es-
tán concedidas a esta piadosa obra, haciendo pláticas
al pueblo y celebrando piadosas rogativas. Después de
terminada le redención, mandamos a los mismos reden-
tores que den estricta cuenta del desempeño de su oficio
a cuatro Padres por lo menos, comisionados para esto
por el Provincial o por el Maestro General, quienes
tomando a su cargo este juicio con toda equidad regis-
trarán con toda exactitud los libros de los redentores,
someterán los cómputos a un nuevo examen y coteja-
rán diligentemente todas las cuentas de lo dado y re-
cibido viendo si están de acuerdo entre sí, ni dejarán
pasar alguna cosa sin censurar ni aprobarán cualquier
gasto o desembolso si no fuere justo y razonable. Y
si los redentores resultaren negligentes en algo o que
han cometido alguna culpa, deberán ser castigados se-
veramente según la gravedad de la falta.
Además hágase imprimir la relación de todo lo que
se hubiere hecho en la redención para que sea conocido
de todos. Lo demás se hará conforme a las instruccio-
nes que diere al respecto el Maestro General, según las
circunstancias de los tiempos.
DISTINCION SEpTimA 213

C A P I T U L O IV

DE LOS PREDICADORES

530. Puesto que nuestra Orden se consagra de un


modo especial a la salvación de las almas, es necesario
que todos nuestros sacerdotes se esfuercen con toda su di-
ligencia por hacerse aptos para la predicación de la pa-
labra de Dios, oficio ciertamente muy difícil y que ne-
cesita en gran manera del auxilio de Dios y del inge-
nio y trabajo particular de cada uno.
531. A fin de que la predicación sirva para la gloria
de Dios y provecho de las almas y acarree honor a la
Orden, no se envíe a nadie a predicar si no consta que
es suficientemente versado en ciencias humanas y divinas
y que está adornado de sólidas virtudes, principalmente
de la caridad y del celo del honor divino: todos, sin
embargo, deben ser tales.
532. Es necesario, pues, que los que han de dedicarle
a la predicación, hayan aprendido más que mediana-
mente las humanidades, la lengua patria y la retórica,
y hayan hecho con algún aprovechamiento el curso teo-
lógico al menos abreviado. Y si no constare claramente
de la suficiencia de alguno, el Prelado lo examinará
acerca de los dogmas de la fe y de la inteligencia de las
Sagradas Escrituras, como también acerca de sus aptitu-
des para hablar en público.
533. Los predicadores deben tener en vista muchas
cosas al desempeñar este santo ministerio, y en primer
lugar han de saber que han sido puestos por Dios en el
apostólico oficio de ganar almas para la vida eterna,
para lo cual, como las fuerzas naturales son impotentes
214 DISTINCION SEpTimA

.sin el auxilio divino, han de poner todo su empeño e n


remover todos los impedimentos del concurso divino
como son las propias imperfecciones y pecados, y en po-
ner todo aquello que los haga dignos instrumentos de
la misericordia divina para con los hombres, cuales s o n
la virtud y la ciencia.
534. Para ésto esfuércense con el auxilio de Dios por
conseguir las virtudes apostólicas, principalmente la ca-
ridad y el celo del honor divino y de la salvación de las
almas, la costumbre y práctica de la piedad y devoción,
de suerte que atraigan a los hombres al bien más por
el ejemplo que por la doctrina. Y no contentos con
aquella ciencia que es necesaria para empezar, como di-
jimos empéñense en aumentar cada día sus conocimien-
tos de las cosas divinas por medio de la lectura y medi-
tación de las Sagradas Escrituras, de los Santos Padres
y escritores eclesiásticos. De todas estas fuentes cada uno
procurará anotar sumariamente lo que le pareciere más
útil y reducirlo a lugares comunes, a fin de tener a ma-
no un rico arsenal de materias. Con frecuencia traigan
también a la memoria las reglas que se dan para pre
dicar bien, y reciban de buen grado las correcciones de
los más peritos en esta materia.
535. Mas, como quiera que el ministerio apostólico
de la predicación se encamina a instruir las inteligencias
de los oyentes en las cosas necesarias a la salvación, a in-
formar las costumbres en las virtudes y a levantar los
corazones al amor de Dios, han de abstenerse nuestros
predicadores de cuestiones curioras, sutiles y de ninguna
importancia, y de inútiles artificios de cosas y palabras.
Huyendo de toda vana ostentación practiquen la modes-
tia apostólica. Los ademanes y todos los movimiento';
del cucrpo han de ser graves, y la voz acomodada al lu_
DISTINUíwím' sexta 215

gar y la materia. El que faltare en ésto y pusiere mayor


cuidado en agradarse a sí mismo o a sus oyentes que ¿
IJIOO, debe ser suspendido del ministerio de la predi-
cación.
536. Antes de llegarse alguno a predicar, encomien"
dese a Dios y a la Santísima Virgen, iviaria, prepare con
diligente empeño y meditación lo que ha de decir y, te-
niendo en cuenta la calidad de sus oyentes, proponga
lo que sea más acomodado a su inteligencia y utilidad;
pero de un m o d o especial no deje de inculcar con fre-
cuencia la perseverancia en el cumplimiento de los de-
beres de su propio estado, la frecuencia de ios sacra-
mentos, el culto de Dios y las obras de penitencia y mi-
sericordia.
537. A los predicadores que deben predicar muchas
veces o que necesitan mucho tiempo y trabajo para pre-
pararse, les concederá el Superior las exenciones de las
ocupaciones comunes que estimare oportunas.

C A P I T U L O V.

DE LAS CONFESIONES Y DE LOS CONFESORES

538. T o d o s los que han de desempeñar el ministerio


de oír confesiones, deben estar bien instruidos en aque-
llas disciplinas que llevan al conocimiento de la cien-
cia de los santos y de la mística teología, a fin de que
lleguen a ser prudentes guías de las almas en el foro de
la penitencia y sepan distinguir una lepra de otra. Por
lo cual, deseando en nuestros confesores aquella suficien-
cia que conviene a los ministros de Cristo y a los dis-
pensadores de los misterios de Dios, establecemos fir-
memente que ningún religioso oiga confesiones de per-
216 DISTINCION SEpTimA

sona alguna en nuestra Orden si no fuere aprobado por


el Maestro General de la Orden o por el Provincial, a
quienes por otra parte exhortamos encarecidamente a que
elijan para este ministerio solamente a aquellos religio-
sos que fueren recomendables por sus letras y santidad
de vida y por su edad provecta.
539. El Prelado vendrá en conocimiento de la ho-
nestidad de costumbres de los que han de ser aprobados
ya por su propia observación, o ya por las informacio-
nes de los Superiores locales; más la suficiencia doctrinal
la conocerá el Maestro General o Provincial por un do-
ble examen a que deberá ser sometido el candidato ante
tres examinadores por lo menos, designados especial-
mente para ésto. El que triunfare con lucimiento en la
primera prueba, será aprobado por tres años, pasados
los cuales, dará el segundo examen, y si estuviere sufi-
cientemente instituido en las ciencias morales quedará
aprobado sin ninguna limitación de tiempo.
Quedan dispensados de este segundo examen los pro-
fesores que de presente enseñan ciencias sagradas. Puede
además el Prelado a quién corresponde aprobar, someter
a ulteriores exámenes a cualesquiera confesores cada vez
que lo juzgue conveniente en el Señor, principalmente
en el tiempo de visita, y confirmarles o retirarles la li-
cencia para confesar.
540. Fuera de la aprobación y licencia de la Orden,
ninguno de nuestros sacerdotes puede oír confesiones de
reglares sin haber obtenido antes jurisdicción del Pre-
lado ordinario de los mismos, ni de religiosos sin facul-
tad de su legítimo Superior. Además no se destine a
ninguno a este ministerio sino después de un año de
haber recibido el presbiterado.
541. T o d o Superior local deberá nombrar en su con-
DISTINCION SEpTimA 217

vento de entre los aprobados del modo dicho, algunos


sacerdotes idóneos y bien probados para que oigan las
confesiones de los demás religiosos. í él mismo deberá
oír siempre de buen grado a los que quisieren confesar
con él, y deberá distribuir la Comunión a todos sus sub-
ditos en la misa solemne del Jueves Santo, a no ser
que estuviere presente algún Superior mayor.
542. Los religiosos ya sean conventuales o huéspe-
des que estuvieren en el convento no se confesarán con
ningún otro confesor, sino solamente con aquellos que
el Superior ¡hubiere designado para el convento. ( 1 ) .
Pero fuera del convento y donde quiera que no hubiere
confesores nuestros, podrán confesarse con confesores
extraños aprobados por sus respectivos Superiores. ( 2 ) .
543. Cada vez que fueren llamados para oír confe-
siones, acudan prontamente y de buen grado a la Igle-
sia; reciban caritativa y paternalmente a los penitentes,

(1) Pueden los religiosos válida y lícitamente confesarse con


cualquier confesor aprobado por el Ordinario del lugar y ser
absueltos a ú n de pscados reservados, quedando firmes, sin
embargo las Constituciones que mandan o aconsejan l a con-
fesión con determinados confesores. Can 519.
(2) 1.—El Ordinario del lugar e n el cual son recibidas las
confesiones, confiere a los sacerdotes, tanto seculares como reli-
giosos, aún exentas, jurisdicción delegada para recibir con-
fesiones de cualesqui;ra, ya seculares, ya religiosos; pero los
sacerdotes religiosos no usen de la m i s m a sin licencia, al m e -
nos presunta, do su Superior, firme no obstante, lo prescrito
en el can 519.
2.—Los Ordinarios no concedan habitualmente jurisdicción
para oír confesiones a los religiosos que no sean presentados
por el propio Superior; y a aquellos que son presentados por
218 DISTINCION SEpTimA

principalmente a los rudos y pobres; y a aquellos, sin


embargo, que se confiesan con frecuencia los despacha-
rán brevemente, en especial a las mujeres, con quienes
jamás hablará en el confesionario de cosas que no tocan
a la confesión, ni hablará con ellas fuera de confesión,
a no ser obligado por alguna necesidad, en lugar patente
y con gran circunspección y modestia. ( 1 ) .
544. Siempre que fuere necesario oír confesiones de
mujeres enfermas en sus propias casas o visitarlas poi
cualquiera otra causa razonable, el sacerdote deberá ha-
blar con ellas de modo que pueda ser visto por su com-
pañero. Por último, se mostrarán con todos los peni-
tentes más bien graves y severos que familiares.

el propio Superior, no la nieguen sin grave causa; firme sin


embargo lo prescrito e n el can 877. Can 874.
(1) En la religión clerical exenta para recibir confesiones de los
profesos, novicios y demás de le« cuales £e habla en el can 514,
confiere también jurisdicción delegada el Superior propio de
los mismos, según l a norma de las Constituciones; al cual le
es lícito concederla también a sacerdotes de! clero secular o de
otra religión. Can 875.
El Capítulo General de 1931 dispuso lo siguiente: "Que
a ninguno de nuestros saesrdotes se dé licencia para confesar
mujeres antes de haber cumplido treinta años de edad, a no
ssr en misiones, o e n ejercicios espirituales o en otras cir-
cunstancia-, especiales". "Que los nuestros antes de rendir
e x a m e n ante la Curia Episcopal, lo rindan ante los examina-
dores provinciales".
DISTINCION SEpTimA 219

C A P I T U L O VI.

DE LOS MISIONEROS ENTRE CATOLICOS

545. Las misiones entre católicos se predican con ei


fin de ganar laj amias de aquellos que las más de las
veces se encuentran en peligro de condenación eterna
por la ignorancia de las cosas necesarias para la salva-
ción, o que están retenidos por las ataduras del pecado;
cuya liberación de la cautividad de la ignorancia y del
pecado y restitución a la libertad de la gracia, es gran-
demente conforme con el fin esencial e histórico de
nuestra Orden.
546. Siendo así que todo el f r u t o de ias misiones di-
pende de la misericordia de Dios, se ha de tener ei
máximo cuidado de no destinar a este ministerio, sino
a aquellos que sean celosos del honor divino y de la
salvación de las almais, o sea, a aquellos que fueren pro-
bados en la virtud, empeñosos en procurar la gloria di-
vina y el bien de los prójimos, dados a las cosaj espiri-
tuales, instruidos en las letras y de edad provecta.
547. Antes de partir a trabajar en la viña del Señor
se tomarán los misioneros el tiempo suficiente para pre-
pararse convenientemente a emprender tan grande obra.
Y así escribirán las instrucciones que han de dirigir ai
pueblo, teniendo en cuenta la capacidad de las perso-
nas, y harán acopio con anticipación de libros, imá-
genes y demás objetos piadosos para distribuirlos a los
pobres; de un modo muy especial conviene que por
medio de los ejercicios espirituales y por la contempla-
ción de las cosas del cielo, enciendan en sus corazones
el amor de Dios y del prójimo, y así, preparados de este
modo, lanzarán la red en el nombre del Señor.
220 distincion septima

548. Los misioneros deberán enviarse de tres en tres


o por lo menos de dos en dos; uno de ellos será cons-
tituido prefecto, y si alguno fuere designado para este
oficio, será considerado como tal el que fuere más an-
tiguo en la profesión. Unidos estrechamente con los
vínculos de la caridad fraterna, protéjanse, ayúdense, co-
rríjanse y auxilíense mùtuamente, tanto en lo espiritual
como en lo temporal; si alguno faltare por algún mal
del cuerpo o del espíritu deberá volver a casa inmedia-
tamente y ser reemplazado por otro.
549. Conviene también que los misioneros, después
de haberse dedicado al ministerio apostólico por algún
tiempo que debe ser determinado por el Superior según
las circunstancias de lugar y de personas, se retiren a al-
gunas de nuestras casas con el fin de reparar las fuerzas
del alma con el retiro y la oración y las del cuerpo con
el descanso, y poder así volver en seguida con nuevos
bríos al sagrado ministerio.
550. Acepten todos con ánimo pronto y decidido el
oficio de misioneros y no traten de excusarse con pre-
texto alguno, porque, como este ministerio pertenece en
cierto modo a la substancia de nuestro Instituto, hay
que obedecer de rigor al Superior que manda en este
asunto. En cuanto a los lugares, tiempos y demás cir-
cunstancias de las misiones, deben manifestarse indife-
rente-, de tal modo que consideren como más grato a
Dios lo que el Superior man'dare.
551. Aunque nuestros religiosos deben dar en todas
partes ejemplos de virtudes, deben p r o c u r a r ésto de un
modo muy especial mientras desempeñan el ministerio
de las mi iones, a fin de que puedan edificar a los próji-
mos más con las obras que con las palabras. Y así no
sólo h3n de sufrir sino también han de buscar de buena
distincion septima 221

gana el comportarse como pobres en cuanto al viajar,


al alojamiento y a las demás cosas necesarias a la vida.
552. Es de suyo manifiesto que nunca es lícito des-
cuidar el negocio de la propia salvación, ni aflojar en
el empeño de adquirir la perfección: guárdense por lo
tanto nuestros misioneros de portarse remisos en el or-
dinario fervor y en lo observancia regular, a pretexto
de misiones, y de omitir de ninguna manera en especial
la oración mental y el examen diario de conciencia. Con
los seglares han de tratar con tal piedad y gravedad,
que consigan atraerlos a mejores sentimientos con la
fuerza del ejemplo. Eviten con el mayor cuidado la fa-
miliaridad con las mujeres y no hablen con ellas, sino
delante de testigos y de cosas necesarias.
553. T a n pronto como los misioneros llegaren al
lugar fijado, tendrán cuidado de presentarse a la auto-
ridad eclesiástica allí constituida, rendirle el debido ho-
menaje y obtener las oportunas facultades, si fuere ne-
cesario; igual cortesía observarán con la autoridad civil
si así lo exigiere la costumbre del lugar. Tratarán en
seguida de imponerse de las necesidades espirituales de
los habitantes, de sus costumbres y vicios, y después de
implorar el auxilio de Dios, darán principio a la misión
en el nombre del Señor y la prolongarán cuanto fuere
necesario para obtener el debido fruto.
554. Pondrán todo su esmero en acomodar las ins-
trucciones y sermones a la capacidad y necesidades de los
oyentes y procurarán llamar al pueblo, a la Iglesia a las
horas que sean más convenientes, tomando en cuenta las
ocupaciones de la mayor parte.
555. A fin de que el fruto de las misiones no se
disipe, una vez retirados los misioneros, traten de poner
en práctica aquellas industrias y medios con que prin-
222 distincion septima

cipalmente se conserve el espíritu de piedad, la paz, la


caridad, la integridad de costumbres y el santo temor de'
Dios. Para ésto, en cuanto sea posible, han de fundarse
piadosas asociaciones y cofradías, principalmente del
Santísimo Sacramento y de nuestra Santísima Madre, y
ha de recomendarse encarecidamente a los padres de fa-
milia la práctica de rezar cada día un sumario o com-
pendio de la doctrina cristiana y una tercera parte del
rosario.
556. Los misioneros no han de amedrentarse por las
dificultades e impedimentos que oponga el común ene-
migo de la salvación de los hombres contra el f r u t o de
las misiones, sino que, apoyados en el auxilio divino
y sostenidos por la paciencia y fortaleza, han de mani-
festarse preparados para sobreponerse y tolerarlo todo
por amor a Dios y al prójimo.

C A P I T U L O VII.

DE LOS MISIONEROS ENTRE INFIELES

557. La conversión de los infieles a la verdadera fe


es la continuación del ministerio apostólico, y aún de la
obra del mismo Redentor Jesucristo que dijo a los Após-
toles y a sus sucesores en la predicación del Evangelio:
Sicut misit me Pater, et ego mirto vos. (Joan. 20,
2 1 ) . ¡Grande oficio ciertamente y que necesita de gran
sabiduría y virtud! Pero Dios, que se dignó destinarnos
a tan alto ministerio al llamarnos a la Orden de su
Santísima Madre que está consagrada a la salvación del
prójimo, nos dará también la fe, la caridad, la fortaleza
y demás dones del Espíritu Santo, que fueron conce-
didos a los Apóstoles. Por lo demás, los que siguen su
distincion septima 223

propia vocación y buscan realmente la perfección reli-


giosa, conseguirán fácilmente de Dios, dador de todo
bien, todo aquello que se exige en un perfecto misionero,
de donde se sigue que los mejores religiosos serán los
mejores misioneros.
558. Elíjanse para misioneros entre infieles solamen-
te aquellos que aparezcan dotados de mayores prendas
espirituales y corporales para tal oficio. Y los que hayan
sido designados por la Santa Sede o por los Superiores
de la Orden, acometan la empresa alegres y con buen
ánimo, dando gracias a Dios por haber sido hallados
dignos de sufrir trabajos apostólicos por su nombre y
por la salvación de los prójimos. N o anden solícitos por
jas cosas necesarias a la vida, pues, Dios, que no permite
que las aves sufran hambre y que viste maravillosamente
los lirios del campo, les proveerá de todo; no los atemo-
rice el hambre, la desnudez, ni aún la misma muerte,
pues su recompensa es muy grande en el cielo. ( 1 ) .
559. Su conducta entre los infieles depende de la di-
versa índole de las distintas gente?, de su religión. ÍU
condición, sus costumbres y muchas ot r as circunstancias;
por lo mismo apenas pueden establecerse algunas pocas
reglas generales, debiendo determinarse lo demás en cada
caso particular según las circunstancias.
560. Ante todo rechace el misionero el temor de las

(1) "Acerca de la acsptación de alguna Misión entre infieles.


El Capítulo s e adhiere al voto del Capítulo de 1925. Que tengan
en vista estas precaucionas: 1.» Que *e mantenga íntegra y sin
detrimento la función principal de las Provincias, cuál es, la
formación de óptimos religiosos; 2.« Que e n las Misiones se
proceda por una casa formada, dotada d i seis religiosos sa-
cerdotes por lo menos". (Capítulo General 1931).
224 distincion septima

tribulaciones y de la muerte que la fragilidad de la carne


se imagina encontrar en todas partes, y tenga ante sus
ojos el amor de Dios que es más fuerte que la misma
muerte. Se entregará, pues, todo a Dios y a él sólo te-
merá y no a los 'hombre?, que pueden matar el cuerpo
pero no el alma.
561. Si cree que su trabajo obtiene poco o ningún
fruto, no por eso se deje dominar del te'dio o del desa-
liento, pues, el premio está reservado en el cielo al tra-
bajo desempeñado por Dios y no al fruto del mismo
que depende de la Providencia divina.
562. Trate el misionero de aprender la lengua de
los pueblos a donde ha sido enviado y de conocer, lo-
usos, costumbres y supersticiones para que pueda dispo-
ner las cosas según sus necesidades; procure aumentar
entre ellos la estimación de sí mismo que nace de una
vida santa y benéfica; empéñese además en conformarse
con ellos en todo aquello que no contiene nada de malo,
de modo que con los bárbaros y rudos, con el fin de
ganarlos e instruHos, aparezca como uno de ellos, y
haciéndose todo para todos, los gane a todos para Cris-
to.
563. Continúe cultivando con todo empeño la semi-
lla de la palabra divina sembrada en el c^moo del Señor
para que pueda recoger frutos de fe: explicará cada día
más claramente a los neófitos lo- dogmas y preceptos de
la fe cristiana: y si él por sí mismo no basta para todo,
elija a los mejores y más capaces de los neófitos, y des-
pués de instruirlos con especial esmero, constituyalos ca-
tequistas y maestros de los niños, y, si es posible, pre-
párelos para e1 sacerdocio.
564. Siempre que se trate de convertir a la fe a gentes
muy rudas y errantes, a fin de conseguir algún bien es-
distincion septima 225

table; es necesario reducirlas a una vida social con 'domi-


cilio fijo y costumbres humanas, enseñándoles los pri-
meros rudimentos del modo de vivir humano y de la
vida civilizada.
565. Procurará en cuanto sea posible, escribir cuida-
dosamente las cosas de alguna importancia que se re-
fieren a las misiones y a las gentes y regiones de ellas y
enviar oportunamente al General todo lo que escribiere
con el fin de agregarlo a la historia de las misiones y de
la Orden.

C A P I T U L O VIII.

DE LA CONVERSION DE LOS ACATOLICOS

566. La conversión de los herejes, cismáticos y de-


más acatólicos, es ciertamente más difícil que la de los
mismos paganos; no por eso, sin embargo, se ha de de-
sesperar de ella, no habiéndose abreviado la mano del
Señor para que no pueda salvarlos. Cuando nuestros
religiosos, pues, se dediquen a trabajar en la conversión
de los tales, procurarán conocer sus errores y la razón
por la cual cayeron en la herejía, si han nacido en ella
y la siguen por ignorancia o mala fe, o bien si son de
aquellos que, despreciando la verdadera fe, pasaron al
error por corrupción del corazón o por engaño, a fin de
poder aplicar a cada uno el oportuno remedio según su
enfermedad.
567. Hay quienes padecieron naufragio en su fe por
maldad del corazón, o sea, han sacudido el yugo de la
fe para entregarse más libremente a las concupiscencias
de la carne: a éstos es necesario corregir en sus malas
costumbres; otros no pocos perseveran en la herejía
19
215
distincion septima

porque temen que, abjurada la herejía, les falte lo ne-


cesario para la vida; y a éstos es necesario aumentarles
la confianza en la Providencia de Dios.
568. Como mucha s veces el mayor de los impedi-
mentos para la conversión de los acatólicos proviene de
los predicadores del error, de los ministros o cualquier
otro nombre que se les dé a estos maestros de la herejía,
a éstos es preciso convertir a la verdad de la fe, o en
todo caso reducirlos al silencio y confundirlos, rebatién-
dolos de palabra o por escrito o atacándolos y confun-
diéndoles en públicas disputas.
569. Nada, sin embargo, aprovechará el varón apos-
tólico en la conversión de éstos, si no se prepara antes
el camino y la entrada al corazón de aquel a quién
trata de sacar de la senda de la perdición, lo que sin
duda conseguirá si usa de estas trazas: 1.', procurar re-
comendarse ante ellos por su caridad, dulzura, toleran-
cia y buena educación, de tal modo que comprendan que
él los ama, y se dejen tratar de buen grado; 2.', poner
ante sus ojos obras de caridad y de verdadera solicitud
por su bien; 3.', manifestarse, finalmente, sincero, des-
preciador de las riquezas, empeñoso de la santidad y no
ignorante en las letras, pues ésto contribuirá mucho a
su propia estimación.
570. Sin embargo, como está escrito que si el Señor
no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican,
de ahí es que procurará ofrecer cada día a Dios, autor
de la fe, oraciones, ayunos y otras piadosas obras, tanto
propias como ajenas, para conseguir la conversión de
los herejes.
distincion septima 227

C A P I T U L O IX.

DE LOS CATEQUISTAS

571. Entre los ministerios que se refieren al bien del pró-


jimo, no ocupa ciertamente el último lugar la enseñanza de
la doctrina cristiana o catequesis, pues sin el conocimiento
de la verdad revelada no se puede tener la fe de los miste-
rios divinos sin la cual es imposible agradar a Dios; por
eso nuestra Orden, que se emplea toda entera en la salva-
ción de los prójimos, impone como una ley a sus hijos
el ministerio de enseñar a los pueblos los principios de
la Religión, de tal modo que no sólo los sacerdotes, sino
también todos nuestros religiosos están obligados a tra-
bajar en ésto cada vez que sean destinados a ello por
la obediencia.
572. En obsequio al método y a la claridad, dividi-
mos la doctrina cristiana en tres especies, en cuanto a
la manera de enseñarla, o sea, pequeña, media y gran-
de.
573. Doctrina pequeña es aquella que enseña a los
niños y gente más ruda del pueblo a hacer correcta-
mente la señal de la cruz y a aprender de memoria los
principales misterios de la fe, el Símbolo de los Apósto-
les, la Oración Dominical y Angélica, los Mandamien-
tos de Dios y de la Iglesia y el compendio del Catecis-
mo.
574. La doctrina media es una breve y clara expli-
cación del texto del Catecismo hecha sin artificio y a
modo de conversación familiar. En primer lugar los ni-
ños repiten de memoria las fórmulas o el texto del Ca-
tecismo y se les interroga acerca de su sentido; en se-
228 distincion septima

guida se expone algún artículo de la fe, algún sacramen-


to, algún mandamiento o alguna petición de la oración
dominical. El método que se ha de seguir ha de ser fa-
miliar y claro, ilustrando las materias por medio de com-
paraciones y ejemplos.
575. La doctrina grande consiste en la exposición
más extensa, más copiosa y profunda de las mismas
materias. Las sentencias y ejemplos de autores profa-
nos deberán traerse a colación rara vez y con gran dis-
creción, y lo que se tome de las Sagradas Letras, deberán
expresarse en lengua vulgar. N o se entablen controver-
sias y dirputas, sino cuando se trate de vindicar los dog-
mas de la fe, de las impugnaciones de los herejes. El
estilo no ha de ser demasiado esmerado o florido, sino
más bien familiar y sencillo y apropiado para fomentar
la devoción.
576. Aunque es propio de los sacerdotes enseñar al
pueblo, sin embargo la doctrina que hemos llamado pe-
queña puede encomendarse para su enseñanza a los clé-
rigos y aún a los laicos idóneos, la media a lo s clérigos
más instruidos en las letras, y la grande solamente a los
presbíteros, puesto que es verdadera y propiamente una
predicación.

C A P I T U L O X.

DE LA EDUCACION DE LA JUVENTUD

577. Como uno hubiere sido educado desde sus pri-


meros años, así generalmente persevera hasta el fin de
la vida; por lo cual la formación de la juventud en las
costumbres y en las virtudes cristianas toca de un modo
distincion septima 229

muy principal al ministerio de procurar la salvación


eterna de los prójimos.
578. Nuestra Orden puede ejercitar de muchas ma-
neras este ministerio, pues o toma a su cargo el oficio
de enseñar a los niños los primeros rudimentos de las
letras, o de preparar a los jóvenes para las humanida-
des y la filosofía, o bien el de enseñar las ciencias sagra-
das, principalmente a aquellos que se preparan al sacer-
docio. En el primer caso los niños, viviendo entre los
suyos y bajo su custodia, acudirán a nuestras escuelas
a horas determinadas para volver luego a sus casas, a
no ser que se trate de institutos destinados por sus f u n -
dadores a recibir, alimentar y educar niños abandona-
dos y privados de todo socorro, donde los niños viven
habitualmente y todo su cuidado está en manos de
aquellos que están a cargo de dichas casas. En el se-
gundo caso los jóvenes alumnos pueden ser convictores,
u oyentes que viven fuera, o bien estar mezclados éstos
con aquellos, según lo exigiere la costumbre y necesidad
del lugar. En el tercer caso es necesario que los jóvenes
aspirantes al estado eclesiástico vivan colegialmente b a j o
ordenada custodia y severa disciplina para que aprendan
y practiquen las costumbres cristianas y eclesiásticas.
579. Además, nuestros Colegios, cuyas puertas están
francas para los de fuera, pueden ser de dos clases: la
primera comprende aquellos en que estudian los alum-
nos de nuestra Orden y la segunda aquellos que han sido
fundados solamente para los externos. En los Colegios
donde se instruyen nuestros religiosos, los estudiantes
seglares se admiten sólo como oyentes, en tal forma que.
viviendo fuera, acudan a nuestras clases a horas deter-
minadas, porque no conviene ni es lícito que habiten
convictores seglares en las casas de Noviciado y de Es-
230 distincion septima

ludiantado. En los Colegios de la segunda clase pueden


admitirse estudiantes seglares, tanto convictores o pen-
sionistas como oyentes, o de ambas categorías.
580. Los oyentes que estudian juntos con los nues-
tros observarán el mismo método de estudio que ellos;
mas Ioj convictores y los demás que se educan en los
Colegios destinados a los solos externos, seguirán el que
está establecido para tales Colegios, según las costum-
bres, leyes y necesidades de los países, y en cuanto a la
enseñanza o disciplina moral guardarán las normas ge"
nerales y particulares prescritas para el buen régimen de
los Colegios.
581. Los Superiores y todos los que son destinados
al dificilísimo cargo de enseñar y dirigir niños, han de
poner todo su empeño en que, juntamente con las letras,
aprendan ellos cristianas y honestas costumbres; y como
ésto no puede conseguirse sin el conocimiento y el ejer-
cicio de la religión, han de tratar de instruirlos cuida-
dosamente en las enseñanzas cristianas e inclinarlos sua-
vemente a las prácticas de piedad; para que abracen poco
a poco y espontáneamente la devoción y se acostumbren
a orar con frecuencia, a oír devotamente, la Santa Misa
y a asistir a las prácticas sagradas.
582. N o se les permita cosa alguna, que ya sea en
palabras o en acciones, envuelvan algún libertinaje o des-
honestidad o de cualquier manera sea impropio de un
cristiano, sino que toda su conducta ha de ser tal qu^
en todas partes respire amor a Dios y al prójimo, justi-
cia y honradez, y resplandezca por su afabilidad y de-
coro, y a todos edifique con su ejemplo.
583. De spués de la educación religiosa y moral, de don-
de pende todo el curso y fin de la vida, esmérense en que
la instrucción intelectual eche profundas raíces y se grabe
distincion septima 231

de sólida manera en la mente; y así enseñen primero los


principios de cada ciencia, y en seguida los consectarios
y aplicaciones y todo el cuerpo de doctrina, de m o d o que
los alumnos entiendan perfectamente la asignatura o dis-
ciplina que estudian antes de pasar a otras cosas; pues,
es mejor comprender bien unas pocas cosas que tocar
muchas de una manera superficial y ligera.
5 8 4 . T a m b i é n ha de tenerse cuenta de la buena sa-
lud para que el ánimo, que n o puede tener vigor en
un cuerpo enfermo, sea sano y capaz para el t r a b a j o ;
por lo cual se ha de procurar la limpieza y salubridad
del lugar donde m o r a n ; el alimento ha de ser sano y
suficiente, ni han de faltar los convenientes ejercicios
corporales y demás prácticas que aconseja la higiene.
5 8 5 . Cada vez que fuere necesario hacer alguna co-
rrección, se ha de acompañar la severidad con la benig-
nidad; y si no bastaren ni las paternales admoniciones
ni los castigos para la enmienda de los culpables o para
el aprovechamiento de los ineptos en las letras, sepáre-
seles del Colegio o de la clase, a fin de que n o sirvan de
escándalo para los demás; ni ellos mismos pierdan inú-
tilmente el tiempo.
5 8 6 . El régimen, el número y autoridad de los ofi-
ciales, h a n de responder a la naturaleza y fin del Cole-
gio. Las clares, los experimentos, los grados y premios,
dispónganse según las costumbres de los lugares, de tal
modo, sin embargo, que todo contribuya al aprovecha-
miento en las letras y al f o m e n t o de la virtud.
232 distincion septima

C A P I T U L O XI.

DE OTROS DEBERES DE CARIDAD

587. Puesto que nada de lo que toca al bien del pró-


jimo debemos creerlo ajeno de nuestro Instituto de ca r
ridad, es necesario ejercer también otros ministerios que
se refieren a la salvación de las almas. El bien espiritual,
empero, ha de anteponerse al corporal, ya porque es de
mayor importancia, ya porque se conforma mejor con
nuestro estado; pero no se ha de descuidar completamente
el corporal, principalmente siendo é:te de tal naturaleza
que contribuye grandemente a conseguir el espiritual."
588. Con frecuencia los encarcelados mientras pagan
la pena impuesta por sus crímenes, no sólo no se hacen
mejores con el castigo, sino que aprenden cosas peores
y salen de la cárcel más malvados que cuando entraron,
porque no han tenido ningún estímulo para el bien; a
éstos, pues, procurarán nuestros religiosos con gran ca-
ridad enseñar el Catecismo y formarlos en las buenas
costumbres mediante las instrucciones y las misiones.
589. Debemos también ejercitar nuestra caridad de un
modo muy principal procurando que los condenados a
muerte mueran cristianamente; a éstos es necesario dis-
poner de tal modo que no se forjen ilusiones con espe-
ranzas de indulto, sino más bien que acepten la muerte
como una justa pena de sus crímenes para satisfacer a la
justicia divina y humana.
590. Se ha de procurar también que los que se hallan
en artículo de muerte, reciban oportunamente los sacra-
mentos, que dispongan de un modo justo de sus cosas
temporales y que entreguen su alma al Creador en paz
distincion septima 233

con Dios y con los hombres, perdonando y pidiendo a su


vez perdón a todos..
591. Nuestros religiosos han de tener por cosa muy
grata visitar y consolar a los enfermos en los hospitales,
a los pobres y necesitados en los hospicios, o en otras
partes, y socorrer a los afligidos y oprimidos por otras
calamidades.
592. En tiempo de peste, de hambre y de guerra
nuestros religiosos han de ser los primeros en prestar
auxilio, tanto espiritual como material, a los necesita-
Distinción Séptima
D E LOS C A P I T U L O S Y D E L A E L E C C I O N D E
LOS S U P E R I O R E S Y D E M A S O F I C I A L E S D E LA
ORDEN

C A P I T U L O I.

DE LOS CAPITULOS

593. De tres clases son los Capítulos, Dietas o


reuniones que suelen tenerse en nuestra Orden: Capítu-
lo General, Capítulo Provincial y Capítulo Conven-
tual. En el primero se trata del bien 'de toda la Orden,
en el segundo del de una Provincia y en el tercero de
la conservación de cada casa. ( 1 ) .
594. Además, el Capítulo General puede ser de dos

(1) Los Superiores y los Capítulos, s e g ú n l a s normas de las


Constituciones y del derecho común, t i e n e n potestad dominativa
sobre los súbditos; pero e n la religión clerical e x e n t a tienen
jurisdicción eclesiástica, t a n t o para el fuero Interno como para
el externo. Can 501.
El c a n o n 501 se refiere a los Capítulos G e n e r a l e s .
Provincia s e dice, la unión entre sí de m u c h a s casas reli-
giosas bajo u n m i s m o Superior, constituyendo parte d e la m i s -
ma religión. Canon 488 n 6.
236 distincion septima

clases, ordinario y extraordinario. El ordinario se reúne


cada doce años para elegir al Maestro General y promo-
ver el bien e incremento de toda la Orden. El extra-
ordinario se convoca por algún asunto de muy grande
importancia que mira al bien de toda la Orden, para
tratar de la remoción del Maestro General o de darle
un Vicario. Los vocales del Capítulo General son: el
Superior General, los ex-Generales, los Consejeros Ge-
nerales, los Provinciales, los Superiores que están al fren-
te de alguna congregación o cualquier conjunto de casas
que no constituyen aún una Provincia, y un Diputado
o Procurador de cada Provincia o VicerProvincia, como
también aquellos Padres a quienes el Presidente llamare
con voz consultiva, con el consentimiento del Capítu-
lo. ( D -

(I) "1.—Si el Provincial por cualquier causa u ocasión estuviere


impedido para gobsrnar su Provincia debe necesariamente subs-
tituirlo un Vicario Provincial 'el cual lo sucederá en todos los
derechos y también e n ' el voto del Capítulo General. Pero si
sucediere que el Provincial quedare impedido en tiempo d e la
convocación al mismo, entonces el Vicario Provincial nombrado
por él, no podrá sufragar, sino que para emitir el dicho s u -
fragio le sucederá siempre el Primer" Definidor, y si éste estu-
viese impedido o fuese Delegado, le sucederá el Segundo o Tercer
Definidor.
2.—Este decreto vale también para las Vice-Parroquias. Ca-
pítulos 1919-1925-1931.
Solamente las Vics-Provincias que tengan dos casas for-
madas tendrán derecho a mandar al Capítulo General dos re-
presentantes,' ésto es el Comisario y el Delegado. Si no h a y sino
una sola casa formada, irá sólo el Comisario. (Reforma al N . o
594 de las Constituciones. Aprobado por tres Capítulos, 1919-
1925-1931.
distincion septima 237

595. El Capítulo Provincial se reúne cada cuatro años


o cada vez que pareciere conveniente al Maestro General.
En él tienen voz el General, o el que hace sus veces, el
Provincial, los ex-Generales, los ex-Provinciales que
hubieren gobernado con aplauso durante 4 año s y no
hubieren sido removidos de su cargo, los Definidores de
Ja Provincia, todos los Superiores (1) locales, los Maes-
tros en Sagrada Teología, el Secretario de Provincia, los
Maestros tanto de Novicios como de Estudiantes, y
aquellos que con voz consultiva quisiere llamar el Pre-
sidente con el beneplácito del Capítulo. Es de su incum-
bencia investigar acerca del estado y régimen de la Pro-
vincia, tomar informaciones tanto de las cosas como de
las personas para enviarlas al General y mirar por el
bien e incremento de la Provincia.
596. Por fin el Capítulo conventual puede ser de tres
clases según la naturaleza de lo que en él se ha de tratar,
a saber: plenario, al que asisten todos los conventuales;
ordinario, al que asisten todos los profesos, y especial,
en que toman parte sólo los sacerdotes de votos solem-
nes.

( D "Que el Maestro d3 Postulantes se equipare al Maestro


de Estudiantes o de Novicios en todos los derechos, cuando el
Postulantado s e a a modo de Colegio, y distinto del Noviciado en
el lugar y e n el régimen". Decreto aprobado por tres Capítulos
Generales: 1919,-1925-1931.
"Los asistentes Generales que hubieren cumplido su oficio
durante seis años, sean tenidos como ex-Provinciales en la Pro-
vincia a la cual al presente estuvieren afiliados". Esto se con-
cede también al Procurador y al Secretario General. Aprobado
por tres Capítulos: 1919-1925-1931.
238 distincion septima

C A P I T U L O II.

DE LAS NORMAS COMUNES QUE SE HAN DE OBSERVAR


¡EN LOS CAPITULOS

597. Ante todo tengan presente nuestros religiosos


que los Capítulos se han establecido en nuestra Orden
con el fin de promover el divino servicio y el bien de la
misma Orden; reúnanse, pues, en el nombre del Señor
y con amor del prójimo, para que en medio de ellos
esté el Señor, según su promesa.
598. En estos Capítulos según lo exigiere la natu-
raleza de los asuntos que se han de tratar, puede nom-
brarse un Canciller del gremio del mismo para que pro-
ponga lo que se ha de discutir, a no ser que prefiera
proponerlo el mismo Presidente, y para que escriba las
actas.
599. Cada vez que un asunto ha de definirse por vo-
tos secretos, el Presidente emite su voto en primer lu-
gar, mas, cuando la sentencia se da de viva voz, él
dará la suya en último lugar; los demás: seguirán el
orden de su profesión.
600. Se designarán dos o más escrutadores para re-
gistrar los votos secretos, a quienes corresponde abrir la
urna, vaciar las cédulas, contarlas y proclamarlas en voz
alta,
601. Los asuntos de alguna importancia se discuti-
rán y definirán por lo menos un día después que hubie-
ren sido propuestos, por votos secretos o de viva voz,
según lo disponga la ley o lo pida la naturaleza del
asunto.
602. Siempre que ocurran cosas difíciles sobre las
distincion septima 239

cuales los vocales no están de acuerdo, la mayor parte


del Capítulo podrá encomendarlas para su definición a
personas delegadas, a cuya decisión todos estarán obli-
gados a conformarse, como si fuera de todo el Capí-
tulo.
603. T o d o vocal debe retirarse del Capítulo cada vez
que se ha de tratar algo que toca a su persona o a sus
parientes.
604. Cada uno se sentará en el lugar que le corres-
ponde, dará su opinión por orden y no hablará de
nuevo ni se retirará sino con licencia del Presidente.
605. T o d o s hablarán modesta, tranquila y sobria-
mente. Nadie interpelará al que está hablando, o hablará
con los demás o hará alguna otra cosa con que le im-
pida hablar.
606. Todos, finalmente, deben guardarse de divul-
gar los actos de los Capítulos, o de decir que han pen-
sado de otra manera, o de atreverse a censurar de cual-
quier manera lo que se hubiere establecido, pues, todo
lo que hubiere sido aprobado por la mayor parte del
Capítulo debe tenerse por ratificado y firme por to-
dos,

C A P I T U L O XII.

DE LOS CAPITULOS PROVINCIALES Y D E LA


DESIGNACION DE LOS SUPERIORES
PROVINCIALES

681. Los Capítulos Provinciales deliberativos podrán


celebrarse en cualquier Provincia o Vice-Provincia, al
arbitrio del Maestro General; mas los electivos podrán
tenerse solamente en las Provincias formadas que tienen
240 distincion septima

suficiente número de casas y de religiosos y en las cuales


está en su vigor la observancia regular.
682. Corresponde a lo s Capítulos Provinciales elec-
tivos, fuera de otras cosas, elegir al Superior Provincial,
a los Definidores y al Diputado de la Provincia al Ca-
pítulo General. ( 1 ) .
683. Si el Maestro General preside por sí mismo di-
chas elecciones, podrá inmediatamente y sin demora con-
firmarlas o anularlas; pero si las preside por medio de
otro, lo hará dentro del tiempo hábil y necesario, según
la distancia de los lugares. Siempre que la elección no
fuere canónicamente perfecta o el elegido fuere algún
inepto, el Maestro anulará la elección y nombrará por
sí mismo al Provincial. El mismo Maestro nombrará
también por sí mi?mo un Vicario Provincial, siempre
que suceda por cualquier motivo que el Provincial venga
a faltar, o siempre que sea necesario diferir el Capítulo
Provincial más allá de los cuatro años.
684. Se consideran Provincias formadas aquellos
conjuntos de casas que en otro tiempo fueron canónica-
mente erigidas en Provincias y que tienen por lo menos
diez electores legítimos y cuatro casas regulares en todas
las cuales se observan la Regla y Constituciones.
685. En las Provincias desoladas y en aquellas en
que la observancia regular estuviere relajada, como asi-
mismo en aquellas agrupaciones de casas que aún no
(1) Si el Provincial cesare e n su oficio por cualquier motivo
dentro del a ñ o de la elección, el Vicario que rija la Provincia
hasta la celebración del Capítulo Provincial, gozará de los Pri-
vilegios y gracias de los ex-Provine! al es. Para el efecto de la
elección estará sometido a la misma ley como si fuera Provin-
cial. (Aprobado e n los Capítulos 1919-1925-1931).
distincion septima 241

han sido erigidas en Provincias propiamente dichas,


cualquiera que sea su denominación, el Maestro General
nombrará por sí mismo, oído su Consejo General, a
los Superiores mayores, ésto es, a los Provinciales, Vice"
Provinciales o Comisarios Generales. Los Definidores y
el Diputado al Capítulo General se elegirán según lo
disponga el Maestro General.
686. T a n pronto como el Provincial haya sido de-
signado canónicamente, prestará este juramento sobre el
fiel desempeño del cargo que se le ha impuesto: " J u r o
que, pospuesto todo odio o amor, gobernaré según Dios
y mi propia conciencia y según las Constituciones de la
Orden la Provincia que se me ha encomendado; igual-
mente juro que seré obediente al Maestro General y que
procuraré con todo empeño y solicitud que todos los mi-
nisterios de la Orden sean desempeñados debidamente por
mis súbditos, y por fin, que daré cuenta de lo recibido y
gastado, según las Constituciones". Luego, emitida la
profesión, de fe. y dicho el himno T e Deum en acción
de gracias, todos los presentes le rendirán obediencia.
Los Definidores Provinciales, el Diputado al Capítulo
General y el Secretario de Provincia jurarán de esta ma-
nera: " J u r o que, pospuesto todo odio o amor, ejecutaré
según Dios y mi propia conciencia lo que toca a mi
oficio y no tendré en vista en cosa alguna las ventajas
de las personas, sino solamente el bien de la Orden y
de la Provincia".

16
242 distincion septima

C A P I T U L O XIII.

DE LA CONVOCACION, PRESIDENTE, LUGAR Y TIEMPO


DEL CAPITULO PROVINCIAL

687. Sólo el Maestro General puede convocar el Ca-


pítulo Provincial por sí mismo o por un Delegado, cu-
yas letras patentes tan pronto como las recibiere el P r o -
vincial, las dará a conocer al convento donde se encon-
trare y desde allí las transmitirá a las otras casas; más,
sí el Maestro General se halla en la Provincia donde se
va a celebrar el Capítulo, hará publicar por sí mismo
dichas letras convocatorias, las que han de publicarse
por lo menos veinte días antes de la celebración del Ca-
pítulo.
688. El mismo Maestro presida estos Capítulos
donde quiera que pueda hacerlo cómodamente; mas, si
estuviere razonablemente impedido u otra causa apre-
miare, podrá nombrar un Vicario y Presidente para la
celebración de cualquier Capítulo Provincial.
689. En cuanto al lugar de su celebración, mandamos
que se tenga siempre en aquella casa que fuere la prin-
cipal de toda la Provincia o en aquella que el Maestre
General designare en sus letras convocatorias. En cuan-
to al tiempo disponemos que los Capítulos Provinciales
ordinarios se celebren el Sábado más próximo al fin del
cuadrienio; podrá sin embargo, el Maestro General ade-
lantarlos o postergarlos por tres meses, sí le pareciere
conveniente, como también convocar Capítulos extra-
ordinarios en cualquier tiempo. Más, los Provinciales y
Definidores permanecerán en su oficio hasta la desig-
nación de sus sucesores.
í5istincion septima 243

CAPITULO XIV

DE LA CELEBRACION DEL CAPITULO PROVINCIAL

690. En el Capítulo Provincial los vocales se sen-


tarán en el orden que antes fueron nombrados', obser-
vando la antigüedad en la Religión y siguiendo la mis-
ma manera de proceder que en su lugar se dejó esta-
blecida para el Capítulo General, mudando lo que se ha
de mudar y guardando la debida proporción. Y a:í se
han de recitar las mismas preces, se ha de celebrar la
Misa del Espíritu Santo, se ha de comprobar de la mis-
ma manera la legitimidad de los vocales, se ha de pres-
tar el mismo juramento sobre el recto modo de hacer las
elecciones, y se ha de hacer la misma exhortación para
ejecutar bien este acto; y por fin se destinará un día a la
oración y a la preparación delante del Señor antes de
empezar. ( 1 ) .
691. Enseguida se procederá a las elecciones. En lo
cual aconsejamos encarecidamente y mandamos en el
Señor que para el cargo de Provincial se escojan los me-
jores religiosos, o sea, aquellos que sean sobresalientes

(1) 1.—En las elecciones que s e hacen por los Capítulos,


guárdese el derecho común, expresados e n los cánones 160 al
182, además de las Constituciones de cada religión no contra-
rias al mismo.
2.—Guárdense todos de procurar directa o indirectamente
sufragios, ya para sí mismos, ya para otros.
3.—La postulación puede ser admitida sólo en un caso extra-
ordinario y siempre que no se prohiba e n las Constituciones.
Can 507.
244 distincion septima

en el ejercicio de las sólidas virtudes, amantes de toda


la disciplina regular, providentes, discretos, distinguidos
en las letras y que tengan por lo menos doce años de
profesión. Unas dotes semejantes exigimos en aquellos
que han de ser elegidos Definidores Provinciales, los
que deben ser ciertamente varones graves en sus actos y
palabras, intachables en su tenor de vida, juiciosos en
sus consejos, prudentes en su modo de obrar y solícitos
del bien común.
692. Los Provinciales y Definidores provinciales se
eligen por un período de cuatro años; pueden, sin em-
bargo, ser confirmados una vez sin intervalo en el mis-
mo oficio y en la misma Provincia, ( 1 ) , del m o d o ya
dicho en el N . o 649, respecto del Maestro General y
Asistentes Generales. El Provincial puede renunciar su
cargo al solo Maestro General de la Orden: los Defi-
nidores pueden hacerlo también al Definitorio de la Pro-
vincia. El Maestro General puede, cada vez que lo es-
time conveniente en el Señor, remover de su puesto a
los Provinciales y demás oficiales de la Provincia, con
gran prudencia, sin embargo, y sin escándalo de los de-
más, y, si se trata de los Provinciales, con el consenti-
miento del Consejo General; sin embargo, dos meses antes
del Capítulo Provincial ningún vocal de él podrá ser pri-
vado del cargo en virtud del cual tiene voto en dicho
Capítulo, a no ser por una causa gravísima.

(1) Los Superiores Mayores sean temporales, a no ser que


otra cosa ordenen las Constituciones; pero los Superiores Me-
nores locales no sean constituidos para tiempo mayor de un
trienio; pasado el cual pueden ser reelegidos para el mismo
cargo, si las Constituciones así lo autorizan, pero no por ter-
cera vez e n la misma casa religiosa. Can 505.
distincion septima 245

693. Es deber preferente del Capítulo Provincial,


fuera de lo dicho anteriormente, examinar a fondo el
régimen y estado de la Provincia, investigar los defectos
y transgresiones y aplicarles el oportuno remedio, pro-
teger y promover los estudios, discutir la administración
en lo temporal, inspeccionar y juzgar los libros racio-
nales, tanto del Provincial como de cada uno de los con-
ventos, para que no se hagan gastos superfluos e inú-
tiles ni se omitan los necesarios. Toca al Definitorio
Provincial emitir este juicio acerca de la administración
de las cosas temporales con exclusión de los demás vo-
cales del Capítulo, y con exclusión también del Pro-
vincial cuando se trata de su administración.
694. Para que este examen de la administración sea
útil, completo y bastante minucioso, elíjanse dos reli-
giosos idóneos para cada una de las administraciones que
hay que examinar, quienes, después de revisar cuidado-
samente los libros racionales, tanto de la Provincia co-
mo de los conventos, informarán sumariamente al De-
finitorio.
695. Mas, si los electores no convinieren dentro del
primer día de la elección en la persona que se ha de
elegir, o la elección no resultare legítima en el misimo
día, entonces el derecho de elegir se devuelve al sólo
Maestro General, quién, si está presente, debe elegir in-
mediatamente por sí sólo al Provincial; más sí está au-
sente, el Presidente del Capítulo hará sabedor al Maes-
tro del hecho de la devolución y entre tanto nombrará
por sí mismo un Vicario Provincial con el cual conti-
nuará y concluirá el Capítulo; dicho Vicario gobernará
la Provincia hasta que el Maestro nombre Provincial.
Mas, si la elección fuese litigiosa y no abiertamente nula,
se la someterá igualmente al juicio del Maestro de quien
246 distincion septima

se deberá esperar asimismo la sentencia, y el Provincial


elegido será tenido por tal hasta ta declaración del
Maestro.

C A P I T U L O XV.

DEL CONSEJO PROVINCIAL, DE LA SUCESION DEL


PROVINCIAL Y DE LA ELECCION D E LOS
SUPERIORES LOCALES

696. El Consejo o Definitorio Provincial consta en


las Provincias de tres Definidores elegidos por el Capí-
tulo Provincial, o por el Maestro de la Orden donde
tales Capítulos no pueden celebrarse, y del Secretario de
Provincia designado por el solo Provincial; en las Vice-
Provincias consta solamente de dos consultores nombra-
dos por el Maestro General. Su cargo y oficio es el mis-
mo que el del Consejo General, guardada la debida pro-
porción. Es, pues, propio de estos Definidores ayudar
al Provincial, tanto con la obra como con el Consejo
en el gobierno de la Provincia, y amonestarlo por sí o
por otro designado para ésto, sobre aquello que toca
al bien común y a la persona y costumbres del Provin-
cial. Y si rehusare oírlos en cosas de alguna importan-
cia, háganlo saber al Maestro General.
697. Así, pues, en las cosas difíciles que tocan a la
administración de la Provincia, nada haga el Provincial
sin consultar a su Consejo. Y aunque corresponde al
solo Provincial despachar y ordenar todo aquello en
que, según las Constituciones, no se requiere el sufragio
decisivo del Consejo, ha de tenerse, sin embargo, su opi-
nión en gran consideración y estima.
698. Si el Provincial renunciare, o fuere promovido,
distincion septima 247

suspendido o destituido, el Maestro General o el que hace


sus veces nombrará un Vicario Provincial hasta la elec
cíón del sucesor o hasta la reposición del mismo. Si el
Provincial falleciere, el Definitorio Provincial elegirá por
votos secretos a dicho Vicario, del mismo modo y forma
que se señaló en el Capítulo X I de esta Distinción para
la elección del Vicario de toda la Orden; de tal modo
que el primer Definidor, u otro, o él Superior de la
casa donde moraba el Provincial sea nombrado Vicario
Provincial, siempre que no se tenga elección canónica
dentro del tiempo prefijado. Dicho Vicario apenas cons-
tituido legítimamente, lo dará a saber al Maestro Gener
ral, y entretanto tendrá y ejercerá en todo la autoridad
del Prelado Provincial hasta que provea el Maestro de
la Orden, quien podrá confirmarlo a él mismo o desig-
nar a otro. Los Definidores que fallecieren o vinieren a
encontrarse impedidos serán reemplazados por el resto
del Definitorio por sufragios secretos hasta algún tiempo
determinado o hasta la futura elección.
699. El Provincial dentro del Capítulo elegirá y cons-
tituirá juntamente con su Definitorio, y fuera de él por
sí sólo, a todos y cada uno de los Superiores locales,
al Maestro de Novicios y a los Consejeros domésticos
o Padres del Consejo para cada casa de su Provincia.
Los Superiores locales se eligen por cuatro años, termi-
nados los cuales el mismo que hubiere sido Superior no
podrá ser elegido de nuevo para la misma casa, a no
ser que el Maestro General con su Consejo dispensare
por una manifiesta necesidad o una grande utilidad. Po-
drán también los mismos renunciar su cargo al Maestro
General o al Provincial. El Provincial sólo designará al
Maestro de Profesos, a los profesores, a los sagrados mi-
nistros y demás oficiales de la Provincia.
248 distincion septima

700. Los que son nombrados Superiores locales, co-


mo que de ellos depende la conservación de la obser-
vancia regular y la recta administración de las cosas
temporales, deben ser óptimos religiosos, que por lo
menos durante ocho años hubieren dado claras mues-
tras en la profesión regular de amor a Dios y al prójimo,
de prudencia y de celo del bien espiritual y temporal, y
de no vulgar pericia en el manejo de los negocios. La
ausencia de los Superiores locales la suplirá el Vicario
designado por ellos; y si no hubieren designado ninguno,
hará sus veces el primero o segundo Consejero, que será
también Vicario por muerte del Prelado hasta que el
Provincial provea.

C A P I T U L O XVI.

DEL CAPITULO CONVENTUAL

701. El Capítulo conventual es la reunión de lo: re-


ligiosos que viven en alguna de nuestras casas, dirigida
bajo el propio Superior local o el Prelado mayor, y
que se compone o de todos los religiosos que allí viven,
sin excepción ninguna, o de los solos profeso:, o sola-
mente de los sacerdotes de votos solemnes, según el mo-
tivo y fin de la reunión.
702. El Capítulo conventual plenario se reúne en
todas nuestras casas por lo común cada ocho días con
el objeto de corregir las costumbres y promover la ob-
servancia, y se llama Capítulo de culpas o cotidiano.
El Capítulo conventual de los profesos de votos solem-
nes tiene lugar cada vez que ocurre algún asunto de
gran importancia que tratar, y que por derecho, por
costumbre o por prudencia no se debe despachar, sino
distincion septima 249

en Capítulo, como son las dudas y negocios acerca de


las cosas temporales, administración de heredades y cen-
sos, condonación de deudas, alguna erogación grande y
extraordinaria de dinero, supresión o traslación de al-
guna casa y demás asuntos de esta clase, los cuales exa,-
mina y discute el Capítulo conventual para dar a conocer
claramente las razones y oportunidad de dichos asuntos a
aquellos a quienes corresponde en último término resolver
acerca de ellos. El Capítulo conventual de solos los pro-
fesos de Votos solemnes se reúne además en determina-
dos días dos veces al año para tratar de la disciplina
regular. En esta reunión cada uno podrá hacer notar en
qué puntos se obrervan menos la Regla y Constituciones,
dónde la disciplina regular y el empeño por las cosas
espirituales tiendan a la relajación y al descuido y qué
remedios se han de aplicar a cada mal.
703. Ningún asunto que toque a los bienes tempora-
les del convento o a h Oíden y que sea necesario pro-
poner en Capítulo, se resuelva el mismo día que se
propone, sino que su resolución se ha de diferir para el día
siguiente o para otro día, a fin de que los religiosos tengan
lugar de tratarlo entre sí y de resolver con más calma, no
sea que alguna vez venga a causar algún daño a la Orden
o al convento alguna resolución o dictamen dado fuera
de tiempo y con demasiada precipitación. Por lo cual
mandamos a los Superiores que siempre elijan para ce-
lebrar estos Capítulos aquellos días y horas en que los
religiosos suelen estar ordinariamente en el convento, y
así la parte más sana y los Padres no falten a la reunión.
704. El Prelado local tiene doble voz en estos Ca-
pítulos, por lo cual en caso de empate en los votos, su
opinión prevalece y resuelve; nunca, sin embargo, po-
drá obrar contra la resolución de la mayor parte, pues
250 distincion septima

solamente el Maertro General puede reformar dichas re-


soluciones con el consentimiento de su Consejo. El Pro-
vincial sólo puede suspenderlas hasta la resolución del
Maestro General.
705. El Capítulo conventual de los sacerdotes de vo-
tos solemnes se convoca p a r a acordar la admisión de los
postulantes al hábito y al Noviciado, y de los novicios
a la profesión. Los vocales de este Capítulo emitirán su
sentencia por votos secretos, cuya resolución, si la ma-
yor parte conviniere en algo, será decisiva, excepto en
la admisión de los profesos de votos simples a la pro-
fesión de votos solemnes, en que la resolución toca al
Maestro General en caso de duda.
706. Finalmente mandamos a los Superiores locales
que no hagan firmar, sin haberse leído antes en pleno
Capítulo, las súplicas y peticiones que por asuntos de
sus casas hayan de presentarse a los Superiores mayores
firmadas por los conventuales, y en él han de firmar
públicamente declarando cada uno el propio parecer afir-
mativo o negativo.
C A P I T U L O XVII.
DEL CONSEJO DOMESTICO

707. El Consejo doméstico consta de tres consulto-


res, dos de ellos elegidos por el Provincial, y el Secre-
tario de la casa designado por el Superior de la misma.
El oficio de este Consejo es el mismo que el del Con-
sejo Provincial, guardada la debida proporkfión; por
tanto debe procurar el bien así e piritual como tempo-
ral de la casa, amonestando y ayudando al Superior, y
si éste no obra correctamente en alguna cosa ni se en-
mienda con la admonición, debe denunciarlo al Pro-
vincial,
distincion septima 251

708. H a y ciertas cosas pequeñas y comunes que el


Prelado local puede despachar sin el consentimiento dc-
otros; otras hay tan grandes que de ninguna manera de-
ben ejecutarse o resolverse sin el dictamen de todo el
C o n v e n t o y la licencia de los Prelados mayores; otras,
en fin son de mediana importancia, y para tratarlas y
ejecutarlas basta, y en las más graves conviene, valerse
del consejo de unos pocos, a fin de que el Prelado al
resolver a su arbitrio tales asuntos no se exponga a obrar
menos sabiamente contra la sentencia de Salomón.
709. Ya dejamos determinado en el Capítulo ante-
rior lo relativo a los asuntos m u y difíciles y graves que
por derecho o por costumbre exigen la deliberación del
Capítulo conventual. Mas, ahora para los apuntos di
mediana gravedad, y a veces también para los difíciles
que no conviene someterlos al juicio de t o d o el conven-
to, designamos en cada una de las casas de la Orden el
Consejo doméstico, al que no permitimos sufragio deci-
sivo, sino solamente consultivo. Guárdese, sin embargo
el Prelado de despreciar alguna vez la opinión de la ma-
yor o más sana parte, por apegarse con demasiada con-
fianza a su propio juicio.
710. Para formar esta j u n t a deben escogerse aquellos
religiosos que sean de reconocida discresión, ejercitados
en el m a n e j o de los negocios, amantes del bien, no de-
masiado aferrados a la propia opinión y que se crea
tienen el espíritu de Dios. Así pues, con este Consejo de
prudentes Padres debe el Comendador tratar y consultar
dichos negocios y principalmente lo que se refiere a los
bienes de la misma casa, como también de un m o d o m u y
especial aquellas cosas que suceden raramente acerca del
gobierno de la casa.
Distinción Octava
DEL REGIMEN D E LA O R D E N , D E LA A U T O R I D A D Y
OFICIO D E LOS S U P E R I O R E S Y D E LOS
D E B E R E S D E LOS OFICIALES M E N O R E S

PROEMIO

Entregada ya la viña de la Orden para su cultivo a


varones escogidos, como a diligentes agricultores, ahora
se les señala el modo y método con que deben practicar
el cultivo que se les ha encargado, a fin de que los
frutos que se han de presentar al Señor se cosechen abun-
dantes a su debido tiempo.

C A P I T U L O I.

DEL R E G I M E N D E LA O R D E N

713. El régimen y gobierno de nuestra Orden con-


viene y es preciso que se funde en el amor de Dios y
del prójimo, de tal modo que los que gobiernan deseen
más ser amados que temidos de sus subditos, los que a
su vez al obedecer deben dejarse guíaT más por el amor
que por el temor. Y así los Superiores al amonestar,
corregix y castigar, dejando a un lado toda pasión de
ira o de venganza, han de tratar de imitar la bondad
254 d i s t i n c i o n septima

de Dios que castiga misericordiosamente a los que pe-


can y busca su bien en las penas que les impone y a su vez
los súbditos han de venerar a sus Superiores como a ver-
daderos padres y aún como a representantes de Dios en
la tierra, no mirando su persona, sino el oficio que de-
sempeñan. Se requiere, pues, por una parte gran caridad
y por la otra gran humildad, y por ambas partes abne-
gación de la propia voluntad, a fin de que todo se haga
no por afectos humanos, sino por caridad sobrenatu-
ral.
714. T o d a la Orden es gobernada por el Maestro
General con autoridad suprema, tanto sobre las personas
como sobre las cosas; las Provincias se gobiernan por
el Provincial, las Vice-Provincias por un Comisario, o
Vicario General y cada casa por un Comendador o Rec-
tor, según la condición de las mismas. Cada religioso ha
de estar sometido en todo a sus Superiores inmediatos,
éstos con sus súbditos a los Provinciales, los Provinciales
con toda su Provincia al Maestro General y por último
el Maestro General con toda su Orden a la Santa Sede.
715. T o d a la Orden se divide en Provincias, las que
podrán constar de un número mayor o menor de casas.
Toca al Maestro General con su Consejo constituir nue-
vas Provincias de nuevas casas, dividir las antiguas, o
de pocas casas erigir Vice-Provincias o Congregaciones;
ésto, sin embargo, deberá hacerlo con sujeción al f u -
turo Capítulo General a quien corresponderá .aprobar
este asunto en definitiva. Las Provincias erigidas así por
el Maestro General, aunque no aprobadas por el Capí-
tulo, gozan de todos los derechos como las demás Pro-
vincias. El Maestro General gobernará también según su
arbitrio y conciencia por medio de Vicarios, Comisarios
u otros oficiales, las Provincias desoladas mientras queda
distincion septima 255

allí algún religioso, también las casas, residencias u hos-


picios fuera de las Provincias formales, y los religiosos
dispersos.
716. Aunque tengamos en común Provincias y casas
fijas, los religiosos en particular no tendrán ninguna
mansión permanente, sino que es necesario que estén
preparados y dispuestos a ir a cualquier parte, como que
no pertenecen a ésta o a aquella casa, sino a la Orden y
2 la Iglesia. Pero en cuanto a otros efectos, la Provincia
propia de cada uno es aquella donde está la casa en que
hizo su noviciado y emitió su primera profesión, y es
conventual de aquella casa a la cual al presente sirve por
obediencia; también los viajeros son conventuales de
aquella casa en la cual han de vivir una vez terminado
el viaje. Por fin los misioneros pertenecen a aquella Pro-
vincia y casa de donde partieron, a no ser que el lugar
de la misión tenga residencias propias e independien-
tes.
717. A ningún religioso le será lícito vivir contra el
espíritu de nuestras leyes e introducir usos, costumbres
u otras novedades semejantes contrarias a nuestro ins-
tituto, o conseguir de la Santa Sede privilegios deroga-
torios de las Constituciones sin licencia del Capítulo
General. E n cuanto a los privilegios no contrarios, o
concesiones y gracias en favor de toda la Religión, de
algún lugar o persona, sólo el Maestro General podrá
pedirlos o permitirá que se pidan.

C A P I T U L O II.

DEL ESCUDO Y SELLOS DE LA ORDEN

718. Las Ordenes regulares, como los Prelados ecle.",


256 distincion septima

siásticos, los príncipes y familias distinguidas por su


antigüedad y nobleza, se crearon, por alguna sobresa-
liente cualidad que les era propia o por las hazañas rea-
lizadas, o por rotas causas, una señal o distintivo, por
el cual se distinguen entre sí y con el cual acostumbran
sellar sus cartas o documentos. Nuestra Sagrada Or-
den tiene la insignia real de Aragón dada por el Rey
Jaime I, su generoso fundador, que consta de cuatro
barras rojas en campo de oro y a la cual se le ha añadido
la cruz de la catedral de Barcelona y la corona real. Es,
pues, el escudo de la Orden, un pequeño broquel divi-
dido en dos partes rodeado por una corona real, en cuya
parte inferior está dicha insignia real y en la superior
una cruz blanca en un campo rojo. De este escudo de la
Orden se forman los sellos de que usan el Maestro Ge-
neral, el Capítulo y el Consejo General, el Procurador
y el Secretario Generales, el Provincial y los Superiores
locales.
719. El Maestro General debe tener en su poder dos
sellos, grande y pequeño; en el primero debe estar gra-
bada la imagen de la Revelación de la Orden con el
sello de la misma y con este versículo alrededor: Re-
demptionem misit Dominus populo suo. En el segundo
esté solamente el escudo de la Orden con esta inscrip-
ción alrededor: Sigillum Magistri Generalis; del cual,
como que es en verdad menor, debe hacer uso en los
asuntos menores, y del primero solamente en los mayo-
res, que, según su importancia y dignidad así lo exigen.
720. Le aconsijamos que, p3ra perpetua memoria,
al fin de todas sus cartas o escrituras testimoniales, agre-
gue al año del Señor, también el año de la fundación de
la Orden, con estas palabras: I de la Descensión y Apa-
rición de la Santísima e Inmaculada Virgen María para
distincion septima 257

la fundación de nuestra Orden, año N. Lo que man-


damos igualmente que se observe por todos los demás
Prelados, a fin de que la antigua costumbre de la Orden
introducida desde su primer origen no perezca, y tri-
butemos este obsequio, aunque pequeñísimo, a la dig-
nación de tan gran Madre.
721- Por lo que toca a los sellos de las Provincias,
la Provincia de Aragón tonga por sello mayor la imagen
de la Concepción de la Bienaventurada Virgen María
nuestra Madre y fundadora, en cuyo honor fué fundada
y erigida nuestra Orden por ella misma en Barcelona, y
honrada con el hábito blanco en s:ñal de su pureza y
con el escudo de la Orden. J u n t o al borde de dicho sello
inscríbase este versículo: Tota pulchra es, amica mea.
722. El sello d2 la Provincia de Castilla contenga
la imagen de la Asunción de la misma Bienaventurada
Virgen y el dicho escudo con este versículo: Assumpta
est María in coelum.
La Provincia de Valencia tenga el misterio de la Pu-
rificación de la misma y el escudo con estas palabras:
Lumen ad revelationem gentium. La Provincia de An-
dalucía, la Presentación de la misma en el templo y
el escudo con esta inscripción en rededor: Respexit Do"
minus humilitaíem ancillae suae. La Provincia de Fran-
cia tenga como sello h Natividad y el escudo con esta
letra: Nativitas gloriosae Virginis Maríae. La Provincia
de Italia, la Visitación y el escudo con este versículo:
Benedicta tu inter mulieres.
723. La Provincia de Santo Domingo tome la ima-
gen de San Pedro Pa r cual y el escudo con esta inscrip-
ción: Bonus Pascor anímam suam dat pro ovíbus suis.
La Provincia Mejicana, el Desposorio de María y el
escudo con estas palabras: Cum esset desponsata Mater
17
258 distincion septima

Jesu María Joscph. La Provincia de Guatemala, la efi-


gie de San Ramón N o n a t o y el escudo con este verso:
Suscepisti me de útero matris meae. La Provincia de Li-
ma, la imagen de Nuestro Padre San Pedro Nolasco y
el escudo con esta letra: Majorem charitatem nemo ha-
bet. La Provincia del Cuzco, la efigie de San Pedro Ar-
mengol y el escudo con el verso: Suspendium elegit ani-
ma mea. La Provincia Chilena tenga por sello, fuera del
escudo, el Patrocinio de la Santísima Virgen, o sea, su
imagen protegiendo a los hijos d? su Orden b a j o su
manto con esta leyenda: Beata es, María Patrona et
Miter nostra. La Provincia del Tucumán, la Expecta-
ción de la misma y el escudo con este versículo: Expectans
expectavi Dominum. Y finalmente la Provincia de Quito,
fuera del escudo, tendrá la imagen de la misma Biena-
venturada Virgen Dolorosa con estas palabras: T u a m
iosius animam pertransibit gladius.
724. En cuanto a las Congregaciones o Vice'Pro-
vincias, ordenamos que la de París, adopte como sello
la Anunciación de la Santísima Virgen María y el escudo
con estas palabras: Ave gratia plena. La Congregación
del Marañón en el Brasil, la imagen de Santá María de
las Nieves como apareciéndose en las nubes que nievan
sobre el collado, y el escudo con esta letra: Candidiores
Nazaraei ejus nive. Y por fin la Vice-Provincia de Cer-
deña. ostentará como sello la imagen de San Serapio y
el escudo con la letra: Effusa sunt ín térra viscera mea.
Los sellos menores de la Provincia y los sellos de cada
una de las casas, estarán formado-» por el simple escudo
de la Orden con el nomb~e de la Provincia, Vice-Pro-
vincia o Casa, al rededor; por ejemplo: Provincia de
Castilla, Vice-Provincia de Cerdeña, Casa Romana de
los Mercedirios, Convento o Colegio tal.
distincion septima 259

725. Así pues, todas y cada una de las Provincias


c Více'Provincias deben tener dos sellos, de los cuales
deben usar sus Provinciales en sus documentos oficía-
les: el sello pequeño con el solo escudo de la Orden y la
dicha inscripción en los asuntos pequeños y comunes,
y el grande con el mismo escudo al pie y la imagen de
algum festividad de la Santísima Virgen o, en su de-
fecto, de algún Santo de la Orden o de otro de gran
devoción en la Orden en su campo principal, en las pa-
tentes de oficios y demás documentos de la misma im-
portancia. Corresponderá al Maestro General con su
Consejo, o al Capítulo General, formar nuevos sellos
para las nuevas Provincias, y en la Curia General debe-
rán tenerse ejemplares de todos los sellos de la Orden,
de modo que sea fácil comprobar su autenticidad cuando
fuere necesario. Los sellos del Capítulo General, del Pro-
curador y demás oficiales, han de contener el escudo de
la Orden y el nombre del oficial

C A P I T U L O III

DEL EXACTO CUMPLIMIENTO DEL PROPIO OFICIO

726. T o d o s lo> oficios de la Orden desde los más


pequeños hasta los más elevados han de cumplirse por
amor a Dios y teniendo por mira la obediencia y la per-
fección, de modo que ningún oficio por humilde que
sea ha de despreciarse, sino tenerse en gran estimación,
puesto q\je lo que vale para el mérito ante Dios no es la
excelencia de la obra, sino la rectitud y pureza de in-
tención M u y lejos debe estar, pues, toda ambición y
soberbia al tomar posesión de algún oficio, lo cual vicia
y corrompe todo «1 fruto de una acción, antes al con -
360 distincion septima

trario acostumbren nuestros religiosos cumplir lo más


perfectamente posible los oficios que se les hayan im-
puesto. como si los hubieren recibido del mismo Dios, no
mirando quién o de qué cualidades es el que manda, sino
más bien, teniendo en vista cuan digno es de obediencia
aquél por quien obedecen a los Superiores, o sea. Jesu-
cristo Señor nuestro que se hizo por nosotros obediente
hasta la muerte. (Philip, II, 8)
727. Toca a aquellos que distribuyen los oficios con-
siderar con toda atención qué y cuánto pueden soportar
¡a"! fuerzas, la salud, la edad y demás condiciones de
cada uno, a fin de que dividan equitativamente los ofi-
cios según las aptitudes de cada cual; mas, a los particu-
lares corresponde estar siempre prontos e indiferentes pa-
ra aceptar de buen agrado cualquier oficio y cumplirlo
fielmente Y si a algún religioso se le ha impuesto algún
oficio o cualquier precepto, con tal que no sea contrario
a la ley divina, debe aceptarlo sin murmuraciones ni
disputas, confiado en el auxilio divino que está siempre
pronto y multiplica las fuerzas de los que obedecen por
amor a Dios. Mas, si alguno ve que se le impone u n í
carga que sus fuerzas no pueden soportar, deberá hacer-
lo ver sincera y humildemente al Superior, y si él con-
desciende y lo releva del oficio déle a él y a Dios las
debidas gracias, y sea por ésto más humilde, reconociendo
su propia insuficiencia, pero si el Superior rehusa mudar
la obediencia, sepa que ésta es la voluntad de Dios v
continúe haciendo lo que pueda con toda diligencia. A
ninguno pue", sea lícito rehusar con protervia le» oficios
que se le han impuesto o renunciar indeclinablemente
como dicen, los que ya hayan aceptado, porque es un
crimen contra la obediencia, contra la humildad y su-
bordinación, y aún contra la buena educación, rehusar
distincion septima 261

los mandatos de los Superiores y mucho más ir contra


ellos.
728. El que recibe algún oficio que no sabe ejecutar,
pida al Superior que le señale algún perito en dicho ofi-
cio que le enseñe cómo debe ejecutarlo; debe saber ade-
más hasta donde se extiende en fuerza del oficio la po-
testad que se le ha conferido, y en las dudas recurra al
Superior para las oportunas facultades y explicaciones,
a fin de que no suceda alguna vez que varios oficiales
pretendan que una misma cosa pertenece a su propio
oficio Y cuando conociere, que sólo no es capaz par.i
todas las obligaciones de su cargo, pida un ayudante, a
quien debe tener como compañero y no como subdito,
y tratarlo caritativa y afablemente.
729. Sí alguno supiere por experiencia cierta que no
puede cumplir el oficio que se le ha impuesto, sin daño
de su alma o de su cuerpo, o que halla demasiada difi-
cultad en ejecutarlo, pida humildemente al Superior que
se le exonere, o por l o menos que fe le ayude, y .el Pre-
lado, después de considerar el asunto delante de Dios,
disponga lo que pareciere más conveniente.
730. Sepan finalmente todos los oficiales y Superiores
que a ellos se les ha de imputar con razón, cualquier
detrimento que pueda sufrir, tanto el bien común como
el particular, por su negligencia en el desempeño de sus
oficios, pues están obligados a dar cuenta a Dios y a la
Orden de las faltas cometidas y de los bienes omitidos,
en iodo aquello que toca a sus oficios.
731. Por lo que toca en especial al oficio de los Su-
periores, conviene que tengan ellos presente de prefe-
rencia, que el cargo no se les ha dado para honor y des-
canso sino para solicitud y trabajo, y por lo tanto han
de sobrellevar todo el peso de la vida religiosa y no
262 d i s t i n c i o n septima

buscar para sí ninguna singularidad, si no es aventajar


a los demás en la santidad de vida.
732. Conozcan exactamente las obligaciones propias
y las de los demás oficiales, para que todo lo que se
hace en casa, o fuera de ella, por nuestros religiosos, no
se haga inconsideradamente y a capricho, sino según las
normas de la prudencia y de la ley.
733. Defiendan a sus súbditos de todo mal, previ-
niendo oportunamente todo aquello que puede acarrear-
les algún detrimento y remediando caritativamente loj
males en que incurrieren, de modo que queden seguros
y a salvo la fama, y el buen nombre de la Orden y de
sus miembros. Sin acepción de personas tengan para
todos igual afecto, y cuando se vean obligados a corregir
y castigar, procuren evitar la demasiada aspereza, la ira,
las injurias, y todo desordenado afecto; guárdense sin
embargo de caer en la demasiada indulgencia por querer
obrar con suavidad, y así vengan a perder a aquellos que
neciamente quieren perdonar.
734. T r a t e n de remediar con paternal solicitud las
necesidades, tanto corporales como espirituales de sus
súbditos, de modo que esté pronta la medicina para los
enfermos, el consuelo para los afligidos, y el aliento para
los tentados. Y no crean que han de corregir solamente
los delitos manifiestos, sino también todas las malas
afecciones, principalmente aquellas que pueden fácilmen-
te arrastrar a los vicios. N o han de hacer uso del pre-
cepto formal de obediencia, sino rara vez y con grave
causa.
735. Además, de tal modo han de daríe al oficio de
gobernar a sus súbditos, que no vengan a descuidar su
propia perfección y salvación, antes al contrario traten
de aventajar a los demás, creciendo en fervor cada día.
263 d i s t i n c i o n septima

736. Los Superiores incapaces, malversadores de los


bienes de la Orden y prevaricadores, han de ser remo-
vidos inmediatamente.

C A P I T U L O IV.

DE LA AUTORIDAD Y OFICIO DEL MAESTRO GENERAL

737. El Maestro General tiene potestad universal en


toda la Orden; o sea, aquella potestad, que se concede
a los Prelados Supremos de cualquiera Orden, por el
derecho común, o por privilegio, y que se conceda en
adelante para todo lo que por peculiar estatuto de nuesr
tra Orden no le está prohibido, para el cuidado o admi-
nistración de toda la Orden, tanto en lo espiritual como
en lo temporal. Por lo tanto tenga por sí sólo en todas
y cada una de las cosas en toda la Orden aquella potes-
tad, y aún mayor, que tiene el Provincial en su Pro-
vincia y el Comendador, o cualquier Prelado local en
ru encomienda o casa, y además, aquella que puede co-
rresponderá en razón de su oficio por derecho común,
por privilegio, o por nuestras Constituciones. Sin em-
bargo, no se mezcle en el ministerio de los Prelados in-
feriores, a n o ser por defecto de ellos o cuando la pru-
dencia, o una causa razonable lo exigiere. Siempre, sin
embargo, los Superiores estarán obligados a obedecerle.
738. El Maestro General tiene potestad para insti-
tuir, trasladar o dirigir a todos los Prelados y oficiales
de la Orden y para removerlos de su oficio, cada vez
que le pareciere conveniente en el Señor; sin embargo,
dentro de los seis meses antes del Capítulo General no
podrá privar a ningún vocal de dicho Capítulo del ofi-
cio por el cual tiene voz en él, si no es por una causa
264 d i s t i n c i o n duodecima

gravísima, que ha de ser aprobada por el Consejo Gene-


ral. Tiene asimismo potestad para distribuir todos los
ministerios de la Orden entre los religiosos, y para en-
viar a los mismos de una Provincia a otra, o a cual-
quier parte, sin más limitaciones que aquellas que s2 con-
tienen en las Constituciones, o que nacen de la utilidad
común, o de la necesidad de conservar la paz y concordia
entre los religiosos.
739. Toca al Maestro General con su Consejo, pro-
nunciar las sentencias de expulsión según el d.recho y
las Constituciones, contra lo s incorregibles, de dimisión
contra los relajados, y de separación de la Orden de los
profeses de Votos simples, cada vez que se hagan in-
dignos, así como también es privativo de él mismo, ad-
mitir de nuevo en la Ofden a aquellos que fueron re-
chazados, o de cualquier manera segregados de ella.
740. A él pertenece también, modificar razonable-
mente y con justa causa las penas impuestas por nues-
tras Constituciones, y conferir grados académicos a núes
tros religiosos en toda la Orden.
741. Puede asimismo dar estatutos, decretos y or-
denanzas que tengan fuerza de ley y que deban obser-
varse, por todos aquellos a quienes se refieren, hasta que
el Capítulo General o su sucesor, disponga otra cosa; lo
que tiene lugar principalmente cuando h s personas o
cosas de la Orden se encuentren en peligro por pertur-
baciones de guerras, por conmociones populares, o por
otra grave causa, pues entonces tiene plena y libre po-
te:tad de ordenar lo que juzgare en el Señor ser más
conducente al fin de resguardar las personas e intereses
de la Orden.
742. A él corresponde también, como moderador su-
premo, que debe dirigir la Orden siempre a lo mejor,
2-75
distincion octava

dispensar sobre la Regla y Constituciones en casos par-


ticulares, toda vez que con la 'dispensa se pueda conser
guir un bien mayor; sin embargo, como lo dicta la na-
turaleza de la dispensa, la ley dispensada no se abroga
sino que se suspende solamente. Además, puede inter-
pretar la Regla y Constituciones, así como también otros
cualesquiera estatutos y privilegios apostólicos cuyo uso
en la Orden está bajo la dependencia del General, siem-
pre que en ellos haya algo obscuro; puede por consi-
guiente suplir por especiales órdenes nuestras leyes, cuan-
do falten o sean deficientes, aplicarlas donde parezcan
indeterminadas y moderarlas y mitigarlas cuando, según
las exigencias de los tiempos y lugares, no pudieren ob-
servarse a la letra, con tal que ésto no esté expresamente
prohibido.
743. Puede además, convocar por sí mismo, cualquier
género de Capítulos, Reuniones y Consejos, presidirlos
personalmente o por otro designado p a r a ésto, y tener
voz decisiva en ellos. Más aún, como Padre de la Orden,
puede y debe dirigir a los vocales con su palabra, si está
presente, o con sus cartas si está ausente, aún aconsejando
qué es lo que conviene deliberar o a quienes conviene
elegir. ( 1 ) .
744. Ejerce también suprema potestad y vigilancia
cobre la administración de las cosas temporales en toda
la Orden, de tal modo que sin su licencia no pueden
aceptarse, abandonarse, transferirse o enajenarse nuevas
casas, Colegios, fundos o réditos. Fuera 'de aquellos gas-
tos que son necesarios para la conservación de las casas
y el sustento de las personas, no pueden hacerse otros

(1) Bórrense en las Constituciones las palabras: "aut quos


eligere", Capitules 1919-1925-1931.
266 d i s t i n c i o n duodecima

extraordinarios sin su licencia. Podrá dispensar libre-


mente, conforme a las Constituciones, los bienes y di-
neros destinados a la utilidad de toda la Orden y con-
fiados a su administración. Ha de saber, sin embaTgo,
el Maestro General que acerca de dichos bienes de la
Orden, le concedemos solamente la mera potestad de ad-
ministración y dispensación, y no de dominio dentro de
la Orden sobre aquellas cosas que miran al bien de la
misma; debe por consiguiente mirarlos como comunes
y no como propio--, y por ningún motivo o pretexto, a
emplearlos o permitir que se empleen en otros fines, fuera
de la utilidad de la Orden; aún más, estará obligado a
dar cuenta en los Capítulos Generales de todo lo que se
le ha confiado, tanto de lo ¿recibido como de lo gastado,
y de la vigilancia que ha tenido sobre la administración
de los Superiores que le están sometidos.
745. Tiene pues, el P. Rvmo. de nuestra Orden de-
recho y potestad de gobernar, regir y obligar a obede-
cerle a todas las Provincias, Congregaciones y personas
de la Orden,, y a su vez todos y cada uno de nuestros
religiosos están obligados a obedecerle con toda reve~
renda y sujeción en fuerza del V o t o de Obediencia que
a él Le prometieron en la profesión. Por lo tanto, puede
nombrar Vicarios, Comisarios o Delegados Generales,
donde quiera que se necesite su autoridad presente en
la Orden.
746. Puesto que, como a General, Pastor y Jefe le
corresponde, visitar la Orden y conocer sus propias ove-
jas, de ahí es que, mirando por su propia conciencia,
le mandamos en el Señor, que cada tres años, o con más
frecuencia, si fuere necesario, no deje de visitar con toda
solicitud toda la Orden y todos sus conventos por sí
mismo o por otros Padres idóneos, si él no pudiere. En
distincion octava 2-75

su visita manifiéstese justo y manso con todos y amante


de la disciplina regular, corrigiendo ya de palabra, ya da
obra, y aún con vara de hierro, si fuere necesario, de tal
modo que enderece a todos sus súbditos, en cuanto sea
posible, por el buen camino y por la severa disciplina de
la Orden.
747. Para el perfecto conocimiento de la Orden, que
es absolutamente necesario al Maestro General, contri-
buye además que tenga en su poder tan cuidadosamente
dispuesto y tan claramente anotado en los libros, todo
lo que se refiere a las cosas, lugares y personas de la
Orden, que pueda conocerlo y discernirlo todo y proveer
con conocimiento de causa y con prudencia en todo,
cuando fuere necesario.
748. Lo primero entre los deberes del General será
procurar con toda diligencia y solicitud que se observen
inviolablemente y estén en todo su vigor en toda la
Orden los votos, la sustancia del estado religioso y toda
la observancia regular. Con este objeto debe animar cons-
tantemente a los Prelados y súbditos, y aún obligarlos
por la fuerza, a procurar cada día con mayor perfección
esos fines; en especial ponga todo su empeño en que se
observen en todas partes perfectamente la pobreza reli-
giosa y la estricta vida común, pues de la guarda de la
pobreza y de la perfecta comunidad de vida y de todas
h s cosas entre los religiosos, nace todo bien y prospe-
ridad para la Orden; y por el contrario, del amor de las
cosas temporales y de la vida particular proviene la des-
trucción de los monasterios y de la Orden; pues los re-
ligiosos que se apegan a las propias comodidades, fácil-
mente descuidan la utilidad común y con frecuencia la
dañan y perjudican.
749. Cuide además diligentemente de que el estudio
268 d i s t i n c i o n duodecima

de las letras, que después del ejercicio de las virtudes


son el fundamento de nuestra Orden, se continúe acti-
vamente en toda la Orden donde esté en vigor, y se
restaure con toda solicitud donde estuviere descuidado.
750. En esta solicitud que debe tener por el bien co-
mún entienda el Maestro que aprovechará en gran manera
a sus súbditos si se muestra a sí mismo como un ejemplo
de virtudes y de toda observancia, de tal modo que edi-
fique a los presentes con su ejemplo, y con su buena
fama, aliente y fortalezca a los ausentes, y asi insista
asiduamente en la oración, implorando d»e Dios auxilio
y gracias para sí y para sus religiosos. Tenga siempre
entre manos la Regla, las Constituciones, los estatutos
y privilegios de la Orden y todo lo que toca a su uni-
versal condición, y trate de conocer muy bien todo ésto,
para que pueda satisfacer sobre ello a los religiosos.
751. Cuide de tener debidamente Capítulos y reu-
niones, y vele a fin de que los que se reúnan para edifi-
car, no destruyan con alguna inobservancia o escándalo.
Procure, pues, con toda diligencia que se publiquen las
útiles y edificantes disposiciones, y no olvide de ninguna
manera que ninguna autoridad en la Orden puede es-
tablecer algo contra su instituto, o contra la pobreza y
vida común.
752. Vele porque las Provincias tengan óptimos Pro-
vinciales; para ésto debe conocer muy bien quienes son
en cada Provincia los más idóneos para este cargo, y
siempre que sepa que alguno se ha conducido bien en
su desempeño, no lo releve fácilmente del oficio, pues,
los cambios no han de hacerse sino en mejor, ni trate
de conferir jamás a nadie él Provincialato como recom,-
pensa de mérito, aunque insignes, porque los cargos y
Prelaturas han sido instituidos para utilidad de la Or-
2-75
distincion octava

den y no de las personas. Muéstrese más generoso con


las Provincias desoladas y con aquellas que menos pue-
den bastarse a sí mismas, en concederles religiosos útiles
e idóneos para desempeñar aquellos oficios de que tienen
mayor necesidad. Debe también componer y dirimir las
contiendas que pudieren suscitarse entre las Provincias y
preservarlas de las mutuas ofensas. Debe por fin conocer
con exactitud el estado de cada Provincia a fin de poder
mirar oportunamente por su esplendor e incremento.
753. Acerca de las dispensas debe observarse una ra-
zonable medida y un temperamento tal, que no impida
un mayor bien a causa de la demasiada rigidez, ni por
h mucha facilidad introduzca una peligrosa relajación
en la Orden, y guárdese en absoluto de conceder aque-
llas dispensas, honores, exensiones o privilegios que pue-
dan ser causa de relajación en la disciplina, o de depra-
vación en las costumbres. Sepan también todos nuestros
zeligiosos que nunca les es lícito aceptar dignidades fuera
de la Orden sin licencia del Padre Reverendísimo. Por
su parte él mismo use parcamente de estas dispensas y
solamente cuando la necesidad lo exija, procurando ade-
más insinuar oportunamente esta necesidad a los religio-
sos a fin de que no se escandalicen por ello. N o se per-
mita a sí mismo ninguna singularidad en el vestido, en
la habitación y en la comida, sino que en ésto, como en
todo lo demá?, muéstrese como un dechado de pobre-
za, de humildad y de modestia. Guárdese también de
hacerse molesto en servicios que no se acostumbran con
los demás religiosos, o en algún fausto, como si no fuese
uno de ellos, o en el trato con los demás, exigiendo
demasiadas reverencias, sino más bien, esfuércese, por
que su compañía sea grata y amable para todos. Tenga
consigo algún religioso converso de modales cultos y
270 d i s t i n c i o n duodecima

suaves y de alguna instrucción, que tenga cuidado de


las cosas que tocan a sus necesidades personales y reciba
y despida cortésmente a los que acudan a él, ya sean re-
ligiosos o extraños.
754. Al Padre Reverendísimo incumbe además corre-
gir con prudencia y energía las prevaricaciones y excesos
de los religiosos, tributar el debido honor a los benemé-
ritos, mostrarse agradecido con los que trabajan con
aplauso y con fruto por el bien de la Orden, acoger
piadosamente a los enfermos, tanto del cuerpo como de
la mente, consolar con dulzura a los tentados y afligi-
dos, quebrantar varonilmente la dureza de los contuma-
ces y protervos, escuchar de buen grado las peticiones
razonables de los religiosos y, cuando hayan de recha-
zarse, explicar prudentemente el motivo del rechazo; or-
denar lo que fuere justo, después de considerar diligen-
temente las causas de los querellantes, recibir con alegre
semblante a los religiosos que acudan a él y despedir
con la bendición y el ósculo de paz a los que se retiran,
y adaptarse al bien y utilidad de todos y cada uno, se-
gún las diversas condiciones.
755. Corresponde de un modo muy especial a la pa-
ternal solicitud que el Padre Reverendísimo debe des-
plegar en favor de la Orden, el que con frecuencia,
según lo exigiere la necesidad o utilidad, envíe a los
religiosos, Conventos y Provincias, cartas, tanto gene-
rales como particulares de consuelo, de útil exhortación
o de corrección.
Cuide también de que las indulgencias, gracias y pri-
vilegios concedidos de nuevo a la Orden, como asimismo
las Constituciones apostólicas que se refieren a la disci-
plina regular, lleguen oportunamente al conocimiento de
todos, que los hechos de los nuestros y sus ejemplos de
2-75
distincion octava

edificación y en las cosas de la Orden que sean dignas


de ser conocidas, estén siempre y en, todas partes en co-
nocimiento de todos los religioros. Conteste con bondad
y, en cuanto sea posible, graciosamente a los que le es-
criban, o a los extraños que se dirijan a él sobre algún
asunto que exija respuesta; en lo ,cual, fuera del Secre-
tario, puede valerse también de otros religiosos peritos en
escribir, de cuyos servicios puede hacer uso no sólo en
escribir cartas, sino también en recordarle lo que se ha
de contestar.
756. A fin de que el oficio de gobernar la Orden no
sufra detrimento, no conviene que el Maestro General
se dedique a predicar, a oír confesiones o a otros minis-
terios semejantes, sino en cuanto se lo permitan las ocu-
paciones del cargo y no de otro modo. Quién necesita
de todo su tiempo, atención v fuerzas para tratar de
tantos y tan graves asunto?, no debe embarazarse en co-
sas y negocios que pueden distraerlo de su oficio; si le
sobra algún tiempo, empléelo más bien, parte con Dios,
parte tratando con los oficiales, y parte también medi-
tando consigo mismo sobre qué es lo que más conviere
al bien común para ponerlo por obra.
757. Ponga por fin el Maestro General todo su em-
peño de enderezar y dirigir todos los esfuerzos de la
Orden, al fin de que ella se conserve en el vigor de la
disciplina y crezca delante de Dios y de los hombres;
por eso cuide de restaurarla donde se vea arruinada, for-
talecerla donde aparezca débil, recoger sus restos donde
pereciere, y establecerla donde no existe, especialmente
donde pueda aprovechar más a la gloria de Dios y a la
salvación de las almas.
758. Los Maestros Generales después de terminado su
oficio, si no hubieren sido depuestos, tienen voz decisi-
272 d i s t i n c i o n duodecima

va y electiva en todos los Capítulos de la Orden, tanto


Generales como Provinc'ales y conventuales, y en los D e .
finitorios y Consejos, y están sometidos al solo Maestro
General en cuanto a acción coactiva.

C A P I T U L O V.

DEL OFICIO DE LOS ASISTENTES GENERALES

759. Corresponde a los Asistentes Generales ayudar


y prestar apoyo al Maestro General en nombre de toda
la Orden al ordenar y disponer lo que toca al régimen
de la Orden y amonestarlo respetuosamente en aquello
que omitiere o hiciere mal; de ningún modo, sin em-
bargo, se crean Prelados, sino que en todo estén some-
tidos humildemente al Maestro y ejerzan con gran pru-
dencia y modestia la autoridad que en algunas cosas se
les concede.
760. Apliquen y dirijan aquel celo del bien común
y aquel eximio amor de la Orden en que deben sobre-
salir, en primer lugar a mirar por el bien de las Provin-
cias y regiones que representan de un modo especial, y
enseguida por el de todo el Instituto. Traten con fre-
cuencia entre sí de las cosas que tocan al bien común., y
siempre que vean ser conveniente no dejen de rogar al
Maestro que convoque el Consejo General para tratar
de los asuntos más urgentes y convenientes; por lo de-
más ellos podrán dedicarse a la predicación y demás mi-
nisterios, según fuere del agrado del Maestro General.
761. Deponiendo todo humano afecto y pasión des-
ordenada, y teniendo en vista sólo la gloria de Dios y
el bien de la Orden, propongan con santa libertad y
sinceridad, lo que les parezca más sano y mejor, delante
2-75
distincion octava

de Dios guardando los derechos de la caridad, modes-


tia y obediencia y no apegándose demasiado al propio
juicio; sométanse, sin embargo, sin queja a la resolu-
ción de la mayor parte o del Padre Reverendísimo, aun-
que ella sea contraria a la propia opinión; ni fuera de
la consulta se atrevan a desaprobar la resolución o a
significar que ellos pensaron de otro modo, antes bien,
alaben como mejor y más justo lo que se hubiere defi-
nido.
762. Traten de comprender bien el asunto que se va
a definir antes de manifestar lo que sienten acerca de él,
imploren de Dios las luces necesarias y enseguida pro-
pongan mode:ta, grave y brevemente el propio juicio y
razones; jamás, sin embargo, se atrevan a dar a saber
a alguno fuera del Consejo lo que se hubiere discutido,
lo que cada cual hubiere dicho o lo que se hubiere esta-
blecido, pues, corresponde al Maestro promulgar y har
cer cumplir las resoluciones.
763. Finalmente, es de la incumbencia del Consejo
General tener cuidado y providencia en algunas cosas
referentes al alma y al cuerpo del Padre Reverendísimo,
corrigiendo prudentemente sus defectos en las costum-
bres y principalmente en el desempeño de su oficio, mo-
derando la demasiada solicitud o negligencia en lo que
toca al cuerpo y reduciendo estos extremos al justo me-
dio. Y a fin de que en ésto no se origine alguna con-
fusión :i cada Consejero pudiese presentarse al Maestro
con el fin de amonestarlo, constituyase en pleno Con-
sejo alguno de su gremio o de otros, que debe ser por
cierto un Padre grave y prudente, temeroso y amante de
Dios, a quien se le confíe este encargo; ni en adelante
re atreva alguno a amonestar al Maestro acerca de al-
guna cosa, sino por medio de dicho comisionado. Nada
18
274 d i s t i n c i o n duodecima

además se opone a que el mismo confesor del Maestro


sea designado para este oficio de corrector o de íntimo
consejero.

C A P I T U L O VI.

DEL OFICIO DEL PROCURADOR DE LA ORDEN

764. El Procurador General de la Orden en la Curia


Romana debe ser siempre un varón sobresaliente en le-
tras, dotado de prudencia y de honestidad de costumbres,
apto para tramitar negocios, fiel, solícito, afable y tal
que pueda presentarse delante del Sumo Pontífice y de
los Cardenales. E n razón de su oficio no le compete
ninguna autoridad, sino colamente aquella que el Maes-
tro General quisiere conferirle, y aunque elegido en Ca-
pítulo General, puede el Maestro con el consentimiento
de la mayor parte del Consejo, removerlo de su oficio
y colocar por sí mismo a otro en su lugar, principal-
mente cuando vea que así conviene al bien de la Orden,
o cuando el mismo Procurador no se ajustare a la dis-
ciplina regular y no la favoreciere con todas sus fuerzas,
o fuere incapaz o remiso en su oficio.
765. Pertenece al oficio del Procurador patrocinar
fielmente todas las causas, conducir a su término todos
los negocios que tuviere la Orden ante la Curia Romana
y promoverlos con todas sus fuerzas; defender enérgica-
mente sus derechos, privilegios, gracias, inmunidades y
favores, y resguardar con la mayor diligencia sus bienes
temporales. Correspondiéndole, pues, privativamente al
Procurador de la Orden b a j o el arbitrio del Maestro Ge-
neral, llevar a cabo dichos negocios de la Religión, se
prphibe en absoluto a los demás religiosos entrométerse
Si
distincion octava 2-75

en su tramitación, a no ser con expresa licencia y bajo


la depedencia del Procurador.
766. El Procurador General debe reunir diligente-
mente todos los diplomas y decretos de la Santa Sede
que de cualquier modo se refieran a nuestra Orden o a
los regulares y, puestos en forma auténtica y aprobada,
guardarlos en el archivo de la Religión, para que se con-
serven, y notificar de ellos cuanto antes a toda la Orden
de parte del Mae:tro General. Reciba de su predecesor
bajo inventarío en un registro especial firmado por tes-
tigos, todas las cartas, instrumentos y todo lo que toca
a su oficio. Disponga un prolijo catálogo de todos, los
dichos escritos para que puedan hallarse y consultarse
cómodamente; todo lo cual deberá conservar en el ar-
chivo general o en algún aposento particular bajo llave.
767. El Procurador General es también administra-
dor ordinario del depósito o erario de la Orden junta-
mente con otro que1 ha de rer designado por el Consejo
General; y de,todo aquello que recibe y gasta en su ofi-
cio, dará cuenta al Maestro General, quién junto con to-
do su Consejo deberá dar cuenta de todo lo recibido y
gastado al Capítulo General.
768. Siempre debe residir donde está la Curia del Su-
mo Pontífice, de la cual no podrá alejarce sin licencia
del Padre Reverendísimo. Podrá tener uno o varios coad-
jutores designados por el Maestro General, según lo exi-
giere el número de asuntos que se han de despachar; y
aunque esté cometido al solo Maestro, como los demás
Consejeros Generales, rinda sin embargo, obediencia y
respeto también a los demás Superiores.
769. Trate con frecuencia con el Maestro General,
acérca de lo que ha de hacer, déle cuenta de lo hecho
276 d i s t i n c i o n duodecima

y no emprenda ninguna cosa sin su consentimiento y


aprobación.

C A P I T U L O VIL

DEL OFICIO DEL SECRETARIO GENERAL

770. El Secretario de la Orden, a quien nombra el


solo Maestro, pudiendo también quitarlo cuando quisie-
re, debe ser en primer lugar distinguido por su pureza
de vida, por la práctica de los negocios, por su doctrina
y buen nombre delante de todos; enseguida debe ser eru-
dito en letras clásicas y cultas, perito en el arte de escri-
bir cartas y más empeñoso en escribir de una manera
sentenciora y breve que hinchada y ampulosa.
771. El oficio del Secretario General es asistir a!
Maestro en escribir y despachar todo lo que el Maestro
le encomendare, y además, como Notario Apostólico de
toda la Orden transcribir auténticamente y refrendar sus
despachos y documentos. Por lo cual a él corresponde
tener consigo los sellos de la Orden, sellar las cartas,
tener a mano todo lo que mira a este fin y guardar el
archivo y los libros del Maestro y de la Orden.

C A P I T U L O VIII.

DEL REGIMEN DE LAS PROVINCIAS

772. Las agregaciones de casas de nuestra Orden


dotadas de suficiente número de religiosos y todo lo
que toca a la vida regular, ,al estudio de las letras y a
los ministerios de la Religión y que bajo la autoridad
de un Provincial constituyen un miembro principal de
2-75
distincion octava

la Orden, se llaman Provincias; si las casas así reunidas


son pocas o les falta algo de los susodichos requisitos,
se llaman Vice-Provincias o Congregaciones.
773. El mínimum de casas que se requieren para for-
mar una Provincia, es de cinco; el máximum no se de-
termina sino que se deja por determinar según la utili-
dad del régimen y el incremento de la Orden. Las' Vice-
provincias, las casas dispersas por el mundo, las residen-
cias y las reuniones de religiosos que actualmente y en
las distintas épocas existieren en cualquier parte del orbe,
están sometidas a la dirección y providencia del Maestro
y se rigen regún su arbitrio en todo.
774. Todas las Provincias y Vice-Provincias de la
Orden tengan sus Superiores Provinciales, su Consejo
Provincial y un Procurador o Diputado para los Ca-
pítulos Generales y para cada casa sus propios Prelados
locales qu? se llaman Comendadores, excepto los elegidos
para el régimen de los Colegios a quienes damos el nom-
bre de Rectores, y el destinado al gobierno del Con-
vento de Barcelona a quien ordenamos se designe con
el título de Prior. En efecto, la casa de Barcelona es en
cierto modo la cabeza de la Orden, en la cual a la verdad
se desarrollaron sus principios, y fué su cuna; por lo cual,
en atención a ésta su antigüedad y dignidad, y desean-
do que se observe su primitiva costumbre, distinguimos
con una denominación especial a su Prelado; finalmen-
te. llamamos simplemente Superiores a los que gobier-
nan residencias o cualesquiera otros domicilios que aún
no fueren conventos formados.
775. La residencia ordinaria del Provincial y de su
Curia ha de estar en la Casa principal de la Provincia
o en aquella desde la cual sea más fácil la comunicación
con las demás casas de la Provincia, desde donde pueda
278 d i s t i n c i o n duodecima

fácilmente comunicarse el Provincial con sus subditos por


medio de cartas y visitarlos cuando fuere necesario.
776. Tenga además cada provincia una o varias Ca-
sas de Probación dotadas de las condiciones y comodi-
dades requeridas por el Derecho y por nuestras Consti-
tuciones; también una o varias casas para los estudios
de las letras, para formar en ellas a nuestros religiosos y
también a los externos; por lo menos un Colegio o Se-
minario de misioneros y asimismo un hospital o casa
dónde sé goce del mejor temperamento a la cual puedan
enviarse los enfermos y ancianos.
777. Además cada Provincia tenga un depósito o
erario Provincial compuesto y formado por las eroga
ciones anuales de todas las casas de la Provincia, del cual
se saquen las cuotas de dinero que se han de enviar al
erario generalicio y se hagan los gastos de la misma
Provincia.
778. El orden y número de las Provincias y Vice"
Provincias de nuestra Orden es éste: 1.' Provincia de
Aragón;"'2'.' Provincia de Castilla'; 3'. Provincia de Fran-
cia; 4°. Provincia de Lima; 5'. Provincia de Guatemala;
6". Provincia del Cuzco; 7'. Provincia de Chile: 8'. Pro-
vincia de Andalucía; 9'. Provincia del T u c u m á n ; 10",
Provincia de Valencia; l l 9 . Provincia de Italia; 12'.
Provincia de Quito; 13". Provincia de Méjico; 14'. Pro-
vincia de Santo Domingo; 15'. Vice-Provincia de París;
16'. Vice-Provincia del Marañón en el Brasil; 17'. Vi-
ce-Provincia de Cerdeña: 18'. Vice-Provincia de la
Santísima Concepción en el Sur de la República de Chi-
le 19?. Co ngregación Boliviana en Bolivia. Algunas de
éstas ya han dejado de existir y otras apenas conservan un
resto de su antigua vida y esplendor, sin embargo con-
2-75
distincion octava

servamos sus nombres. Las Provincias se colocarán en las


ícuniones generales en el orden aquí señalado,

CAPITULO IX

DE LA AUTORIDAD Y OFICIO DEL PROVINCIAL

779. El Provincial, como que en su Provincia tiene


las veces y autoridad del Maestro General, atienda di-
ligentemente a lo que antes se ha establecido acerca del
Maestro, y cuide de observarlo ,»n cuanto le corresponde;
como un padre solícito, provea a todo en su Provincia,,
distribuyendo a cada religioso los oficios y empleos se-
gún su capacidad, de tal modo que el que ha recibido
de Dios mayores talentos para algo y parece más apto,
de ningún modo se destine a otros oficios. Ponga gran
empeño y cuidado en que los religiosos encomendados
a su caridad se conserven siempre y en todas partes y se
afiancen en la observancia de la disciplina regular y en
el empeño de la perfección; en que se ejercite incansa-
blemente y con todo ardor por nuestros religio-"os la
predicación, la administración de los Sacramentos y la
educación de la juventud. Use la suficiente cautela a'l
recibir a los que solicitan su ingreso en la Orden, de modo
que lo: postulantes manifiesten vocación religiosa, ap-
titud para la vida regular e inclinación a la virtud, que
los clérigos se manifiesten idóneos para las letras <y los
legos para las obras manuales, a fin de que una multi-
tud de inútiles no venga a servir de carga para la Orden
más bien que de alivio.
780. T o d o s y cada uno de los religiosos, de cualquier
condición y grado, que de cualquier manera moraren en
alguna Provincia, aún los Prelados de otras Provincias
280 d i s t i n c i o n duodecima

que estuvieren de viaje, están sometidos a la jurisdicción


del Provincial tanto en lo espiritual como en lo tem-
poral. Tiene, pues, la suma potestad en toda la Provin-
cia, y en cada casa la que los Superiores locales tienen
en sus conventos; mas ésta no debe ejercerla casi nunca
en toda su plenitud, ni añadirla a su cargo sino cuando lo
exigiere la negligencia o la falta de los Comendadores, o
alguna causa legítima; debe más bien servirse de la ac-
ción de los Superiores locales para disponer las cosas
de la casa. Ninguno sin embargo, se atreva o pretenda
censurar al Provincial de que se excede en su propia
autoridad o burlarse de sus mandatos, sino que todos
han de obedecerle humildemente, como al Maestro de la
Orden, a quien debe estar subordinada y sujeta en todo
la autoridad del Provincial.
781. Cada do:¡ años o con más frecuencia, si fuere
necesario, estará obligado a visitar todas y cada una
de las casas de su Provincia por sí mismo, o, si no pu-
diere, por idóneos Comisarios, y, como verdadero padre,
provea a todo, tanto en lo espiritual como en lo tem-
poral y al mismo tiempo empéñece, por conocer, sí es
posible, cada una de las ovejas que se le han confiado.
N o visitará sin embargo el Provincial la casa donde ha,-
bita el Maestro General o que ya éste visitó en el mí^mo
año, sin su especial licencia.
782. Cadai vez que lo juzgare conveniente en el
Señor, podrá trasladar a los religiosos de una casa a
otra, según lo exigiere la necesidad de las casas, el bien
de los religiosos o alguna razón de gobierno; debe sin
embargo poner todo su cuidado en que esto se haga sin
nota alguna de escándalo, sin denigración de la Orden
o infamia de los religiosos, lo que observará principal-
mente en el acto de la Visita, en el cual, a no ser que
2-75
distincion octava

la causa del traslado sea de una urgencia pública y ma-


nifiesta, no debe proceder de una manera precipitada
sino que debe diferirlo algún tiempo hasta que desapa-
rezca el peligro de sospecha contra la fama del religioso.
Nunca conceda a los religiosos o deje a los Comendado-
res licencia en blanco.
783. Por lo que se refiere a estos traslados, debe ser
el Provincial tan discreto y prudente que aleje siempre
de lo: conventos pequeños y de los ministerios peligro-
sos a los menos perfectos o que claudican en la obser-
vancia regular y en la virtud, y los traslade donde pue-
dan ser mejor custodiado-, y ser reducidos a mejor cami-
no con el común ejemplo de la observancia regular.
Distribuya a los demás en las distintas casas de la Pro-
vincia, teniendo siempre en vista las cualidades de cada
uno y según lo pida el mayor fruto y la ventaja de las
casas y de los religiosos. Al efectuar este traslado debe
procurar que el religioso reciba el viático suficiente, se-
gún la longitud del viaje y del camino.
784. Cuando el Provincial entra a alguna casa con el
fin de visitarla, debe averiguar en primer lugar si los
Superiores y súbditos viven honesta y decorosamente y
si desempeñan bi?n el oficio que se les ha encomendado;
en seguida, si los predicadores, confesores y profesores
poseen aquella suficiencia que es necesaria para el recto
desempeño de sus respectivos ministerios. Tenga cuidado,
pues, de que todos ellos por discordias o por negligencia
no vengan a menos en la pericia que se requiere para
su oficio, y a los que conociere o viniere en sospecha de
que son inhábiles o remisos en aprender la disciplina
del propio oficio, sométalos con discreción por sí mismo
a su propio juicio y examen; a los que hallare insufi-
cientes, remuévalos inmediatamente del cargo y no les
282 d i s t i n c i o n duodecima

permita ejercerlo hasta que hayan adquirido la suficiente


pericia, sabiendo que ha de dar cuenta a Dios de todos
ellos y de los errores que por ignorancia cometieren.
785. Con respecto a la Provincia y sus casas debe se-
gún. sus fuerzas cortar las divisiones que pudieren susci-
tarse, reduciendo ambas partes y sus respectivos bandos
a la unidad y concordia; debe asimismo terminar y ex-
tinguir cuanto antes las querellas y pleitos que por
ventura se originaren entre los conventos por cau c a de
sus intereses; igualmente debe, con el consentimiento de su
Definitorio y después de consultar al Maestro General
tratar de adquirir nuevos conventos que se juzgaren evi-
dentemente útiles, dejar o transferir los inútiles y ayudar
con su obra y con su dinero a las casas pobres siempre
que convenga conservarlas. N o debe ser fácil en relevar
de su puesto a los Superiores locales que son probados
como buenos, ni los remueva por sus instancias o por
las imjjqftunaciones de los religiosos, antes bien, sosr
téngalos y anímelos, y a quienes se muestren enemigos
de ellos reprímalos y disuádalos de ""su mal propósito;
aquellos que se consideran menos idóneos podrá rele-
varlos con más facilidad, especialmente si puede dispo-
nerse de otros mejores. Finalmente, a todos ellos podrá
trasladarlos de una casa a otra por justos motivos siem-
pre que lo creyere conveniente al bien de la Religión.
786. Ponga en ejecución con diligencia y oportuna-
mente todo lo que parezca ser conducente al bien de la
Provincia y que contribuye a la reforma de la observan-
cia y a la corrección de las costumbres, y si no puede
hacer por sí mismo algunas cosas, comuníquelo al Maes-
tro General a fin de que él provea. Tenga siempre en-
tre. manos la Regla, las Constituciones, los decretos de
los Capítulos, las cartas y ordenanzas disciplinares del
2-75
distincion octava

Maestro General y los privilegios de la Orden para ob-


servarlos él mismo y hacerlos observar a los demás, y
pueda dar un prudente consejo y atinada decisión a los
que lo soliciten. Cuide también de que los religiosos no
traspasen los límites de nuestros privilegios, ni éstos
sean descuidados por ellos, que guarden el debido respeto
al Obispo y tengan paz con el clero y con el pueblo, que
no se divulguen fuera de los muros del monasterio las
fragilidades de los religiosos y de los conventos, que
nuestros religiosos no anden discurriendo inútilmente ni
vagando por afuera sin objeto, ni mucho menos se hos-
peden entre los seglares sin una gravísima causa.
787. Cuide de que nuestros religiosos edifiquen no
sólo con la predicación, sino también con el buen ejem-
plo al clero, al pueblo y a los demás religiosos, que re
corrijan por obra de nuestros religiosos, cuando es posible
los escándalos públicps las discordias y desórdenes y todo
se arregle en paz. Estando de visita en nuestras-casas, no
deje de visitar también al Ordinario del lugar, a los
bienhechores y amigos de la Orden. Debe también mos-
trarse asequible a todos los religiosos que quisieren ha-
blar con él. ya de asuntos relativos a sus conciencias o
ya de otras cosas, asistir con frecuencia a las conferen-
cias espirituales y literarias a fin de promover y conocer
el aprovechamiento de todos, oír a los enfermos y ten-
tados y ayudarlos &on especiales muestras de consuelo,
con-.ervar a todos en caridad, en paz y buen ánimo,, en
cuanto pueda en el Señor, y finalmente conducirse de
tal modo entre los religiosos que los edifique y confirme
más con sus ejemplos que con sus palabras.
788. Es, pqjr fin, deber del Provincial informar con
frecuencia por cartas al Ma.e c tro General acerca de Ta
conducta de las personas y del estado de las cosas de su
284 d i s t i n c i o n duodecima

Provincia, y principalmente cuidará de cumplir con este


deber fielmente todos los años, y que después de una
reunión provincial se le envíe una información de aque-
llos que pueden ser Provinciales; y cada vez qu? se vea
obligado a ausentarse de su Provincia puede dejar en ella
un Vicario con su autoridad.
789. Para los gastos de su cargo y para todas las
cuotas que ha de enviar cada año al depósito generalicio,
tomará dinero del erario de la Provincia. E n hacer sus
gastos y en todo su tenor de vida ha de dar a los demás
ejemplo de modestia y pobreza religiosa, y al pasar por
los conventos guárdese de imponerles gravamen con
gastos superfluos, sino que conténtese en todas partes
con una modesta y pobre hospitalidad, a fin de que no
suceda que quien está obligado a ayudar a las casas y a
mirar por sus. recursos, las arruine con sus gastos'. De
todo lo que recibiere y gastare dará cuenta discutida y
aprobada , en reunión provincial, al Maestro General.
790. Los que hubieren sido Provinciales durante un
período de cuatro años y no hubieren sido depuestos del
oficio, tienen asiento y voz en todos los Capítulos, De-
finitorios y Consejos de su Provincia. ( 1 ) .

(1) En las constituciones se h a n de borrar las palabras: "Los De


finitorios y consejos, de tal modo que los Ex Provinciales tengan
voz en los capítulos". Aprobado por los Capítulos de 1919-1925-
1931.
Bórrense también las palabras del N<>. 774 d3 nuestras Cons-
tituciones: "Residentiarum tandem et quorumcumque domicil'o-
rum, qua/enondum fusrint conventus format!, Rectores slmnlt-
citer Superiores vocamus". Capítulos 1919-1925-1931.
2-75
distincion octava

CAPITULO X

DEL OFICIO DEL CAPITULO Y DEL CONSEJO PROVINCIAL

791. A lo que anteriormente se ha establecido acerca


del Capítulo y del Consejo Provincial, creemos újtil
agregar aquí solamente lo que sigue: si algún Superior
local no puede venir al Capítulo Provincial por causa
de su delicada salud o por otro grave motivo, le damos
facultad para enviar en lugar suyo, con consentimiento
del Capítulo conventual de los sacerdotes de votos so-
lemnes quienes deberán reconocer el impedimento, a un
religioso probo y perito que dé cuenta al Capítulo de
los asuntos de la casa y represente su persona y su
derecho, excepto en el voto.
792. Nladie sin embargo se atreva a presentarse al
Capítulo, a excepción de lo s vocales de derecho; cual-
quier religioso profeso, sin embargo, tiene libre facultad
para escribir al Capítulo acerca de lo que juzgare con-
veniente al bien de las casas de la Provincia o de la
Orden, con tal que escriba la verdad.
793. Si el Maestro General se halla dentro de los
términos de la Provincia, puede, cada vez que quiera,
convocar el Definitorio, presidirlo y tener voz decisiva
en él; en los demás casos reside en el Provincial la far
cuitad de convocar el Consejo Provincial, cuyo presi-
dente tiene doble sufragio, excepto en las elecciones en las
cuales tiene solamente una voz.
794. Si sucediere que un consultor provincial está au-
sente o impedido y hay urgencia de reunir el Consejo,
será lícito, con la mayoría de las sufragios de los con-
sultores presentes, elegir a otro, por el tiempo de la au-
sencia o del impedimento, o hasta el fin de aquel Con-
286 d i s t i n c i o n duodecima

sejo si el impedimento fuere perpetuo o el consultor que


falta falleciere.
795. Si el Diputado de la Provincia al Capítulo Ge-
neral renunciare fuéra del Capítulo Provincial o falleciere,
o estando para celebrarse el Capítulo General se viere im-
pedido por cualquier motivo para asistir a él, podrá el
Provincial con su Consejo elegir a otro Diputado. En esta
y en otras elecciones semejantes, si los sufragios de los
electores después de un tercer escrutinio no convienen en
alguno el derecho de elegir se devuelve al Presidente.
796. Teniendo obligación el Definitorio, o Consejo
Provincial de mirar según sus fuerzas por la conservación
e incremento de toda la Provincia, es su deber: ayudar al
Provincial con su acción y su consejo, y amonestarlo
sobre lo que sea necesario hacer u omitir, por medio del
corrector designado para esto del mismo modo exacta-
mente como se dejó establecido para el Maestro General
como asimismo inspeccionar y corregir la administración
del depósito provincial; y si el Provincial se condujere
mal de cualquier manera en asuntos de alguna impor-
tancia, ni quisiere oír las amonestaciones del Consejo,
deberá éste dar parte de ello al Maestro General. Todos
los oficiales provinciales estarán sometidos al Prelado lo-
cal en todo aquello que no toca a su oficio.

C A P I T U L O XI

DEL OFICIO DEL DIPUTADO Y SECRETARIO PROVINCIAL

797. El Diputado o Procurador de la Provincia al


Capítulo General, se elige en Capítulo o Consejo Pro-
vincial según los casos, el cual de tal modo debe dis-
tinguirle- por su virtud, prudencia, ilustración, celo de
la gloria divina y amor de la Orden, que pueda reprc-
2-75
distincion octava

sentar dignamente a su Provincia juntamente con el Pro-


vincial delante de toda la Orden reunida, y sea capaz de
promover el bien de ella y de toda la Orden.
-798. Corresponde, pues, a dicho Procurador tratar
con teda diligencia de conocer muy bien el estado, ne-
cesidad y personas de toda la Provincia, para lo cual
ayudará mucho visitar personalmente con licencia del
Provincial todas las casas, para ver cómo marcha la ob-
servancia regular, en qué cosas se falta con más fre-
cuencia, qué remedios sea necesario aplicar, y qué cosas
Laya necesidad de afianzar o restaurar.
799. Debe leer diligentemente las actas de los Capí-
tulos anteriores, las ordenanzas de los Maestros Generales
y toda la legislación de la Orden para ver en qué dosas
sea necesario urgir la observancia, y examine con toda
prudencia y cuidado si convenga confirmar dichas cosas,
hacerlas desaparecer enteramente o establecer otras nuevas
con las cuales el bien de la Orden y de la observancia
regular tienda siempre a lo mejor. Considere, pues, mu-
chas veces consiglo mismo delante de Dios y trate c-on
discretos religiosos aquellas cosas que convenga promo-
ver en él Capítulo General para gloria de Dios y utilidad
de la Orden, acerca de las cuales, si fuese necesario, es-
criba un memorial a fin de que no padezca algún olvido
y además esté bien seguró de üodas las cuentas e infor-
maciones que ha de dar al Capítulo o al Maestro Ger
neral, para qué pueda responder.
800 Cuide el Provincial de elegir para Secretario de
Provincia a un sacerdote de Votos solemnes, prudente en
el Conrejo, fiel en el secreto, perito en el arte de es-
cribir cartas y que esté completamente de acuerdo con
él en el celo de la observancia regular. Es del oficio de
este Secretario manejar los libros de la Provincia, anotar
en ellos las consultaciones o Definitorios, las elecciones
388 d i s t i n c i o n duodecima

y demás actos del Provincial, registrar auténticamente


en los mismos libros las visitas y copias de los conven-
tos y guardar con diligente cuidado el archivo 'de la Pro-
vincia. A los religiosos que a veces se manifiestan que-
josos del Provincial debe tratar de inducirlos a la tran-
quilidad y a mejores sentimientos respecto de él, de tal
modo que siempre se muestre discreto mediador entre
ellos y el Provincial.

C A P I T U L O XII

DE LA AUTORIDAD Y OFICIO DEL SUPERIOR LOCAL Y


DE SU VICARIO Y SUCESOR

801. T o d o aquel que es constituido Superior local


quien ciertamente debe ser siempre un varón bastante útil
a la casa que se le ha confiado, buen administrador y su-
ficientemente aventajado en el celo y diligencia en el
régimen doméstico y el culto de la vida regular, sepa
que se le ha encomendado este doble cuidado, a saber,
conducir a sus súbditos a la santidad de vida y admi-
nistrar fielmente la casa que se le ha confiado y sus bie-
nes.
802. Como buen pastor vigile y dirija siempre a
tod|os los religiosos en lo espiritual, proporcióneles su
sustento en lo corporal, provea a cada uno de todo y
principalmente de que no falte a los enfermos nada de lo
que según el consejo del médico contribuya a su resta-
blecimiento y a conseguir su salud. Empéñese con dili-
gente caridad en conceder a los ancianos y ya cargados
por el peso de la edad aquello que su estado exige.
803. Sin licencia del Maestro o del Provincial no co-
mience ni continúe edificaciones, ni sin dicha licencia
2-75
distincion octava

de c truya cosa alguna de su convento b a j o ningún pre-


texto o color.
804. Asista siempre al coro a todas las horas del Ofi-
cio divino como también a la oración, dejando a un
lado toda otra ocupación, para que dé ejemplo a los
demás, y no sólo con el ejemplo sino también con las
palabras estimúlelos de cuando en cuando a cantar sin
intermisión las alabanzas de Dios. N o falte tampoco ni
de día ni de noche al refectorio.
805. Nunca se ausente de su casa por mucho tiempo
sin licencia de los Superiores, ni re retire de ella sino por
alguna no pequeña utilidad de la mi c ma, que sea de tal
naturaleza que no pueda tratarse ni llevarse a cabo por
otro sino por sí m'smo. Si ocurriese algún asunto de no
pequeña importancia por el cual se viere o b l e a d o a au-
sentarse por largo tiempo de la casa y hubiere peligro
en la demora, podrá salir con licencia interpretativa del
Provincial, con tal que le dé aviso prontamente de
ello; por último, cada vez eme tenga necesidad de au-
sentare, deie st»more a un idóneo vicario en su luga"
806. A su Vicario y demás oficiales de su casa qr^
él por sí mismo con su Conseio doméstico ha consti-
tuido v nombrado, puede removerlos de su oficio cada
vez que lo juzgare conveniente en el Señor v colocar
a otros en su lugar; y si viere que otros oficiales, cuya
institución no le corresponde, deben ser retirados, comu-
níou o 1 o a ninVn le cor'espond" nombrados.
807. Estando ausenta el M^e-frio General o el Prcr
v W i i l a é1 le incumbe la obligación de llevar a cabo el
oficio del alta^- v ¿leí coro, administrar la« Sacramentos
a los enfermos, dar sepultura a lo« rplícríoso«; difuntos
y hacer otras do'as sem o iantes. invariablemente
a todos los actos y ejercicios comunes del convento, teng?
19
290 d i s t i n c i o n duodecima

Capítulos de culpas y conferencias espirituales y teolo-


g í a s , que deberá presidir, a fin de fomentar el aprove-
chamiento espiritual de los religiosos y el cultivo de las
buenas costumbres.
808. Proceda con mucha parsimonia y cautela en la
dispensa de las leyes, y en los ayunos o abstinencias nun-
ca conceda di c oensas a toda la Comunidad, excepto en
los cas'os previstos por las Constituciones. Corrija las
negligencias de los oficiales, y respecto de aquello que
deben hacer, amonéstelos e instruyalos con frecuencia;
cuide además de que, so pretexto de los oficios, no des-
cuiden la observancia regular, a no ser que se vean obli-
gados a ello por la necesidad del oficio, y con la debida
licencia se les hubiere permitido razonablemente.
809. Siempre podrá nombrar un Vicario o Ministro
que le ayude en el gobierno de la caca, principalmente
cuando debe ausentarse por lago tiempo o asistir al Ca1-
oítulo Provincial. Dicho Vicario gobernará la casa hasta
la vuelta del Superior o hasta que tome posesión per-
sonalmente el nuevo Superior, a no ser que al Provinr
cial pareciere conveniente disponer las cosas de O t r a ma-
n e n . pues siempre tiene facultad para reformar tales ncyrr
br^r^'entos. En el caso de que por olvido o negligencia
no hubiere dejado tal Vicario, suplirá su ausencia el
primero o segundo Consejero doméstico, o e ' t a r d o im-
pedidos o faltando éstos respectivamente, el sacerdote más
antiguo de la casa; lo mi?mo mandamos se observe en
el caso de que el Superior local falleciere.
810. Ningún Vicario, estando vacante el cargo d?
Superio- local, puede alterar cosa alguna, ni aún deter-
minar algo en los asuntos difíciles, imprevistos y ur-
gentes que no pueden esperar l a licencia del Prelado su-
perior, sino con el consentimiento y la consulta del Con-
sejo doméstico; más, en las cosas ordinarias y no limi-
2-75
distincion octava

tadas, el Vicario o Presidente tomará sobre sí en todas


partes el curso usual de la ordinaria potestad directiva
v coactiva en uno y otro régimen.. Estando ausente ei
Prelado o el Vicario, del coro, del refectorio o de otro
acto público, el sacerdote más antiguo presidirá y con-
cederá licencia para entrar y salir.
811. Corresponde al Superior local promover con to-
das sus energías la práctica de la observancia regular y
los ministerios de la Orden, por eso no conviene aue se
dedique t a n t o a las cosas externas que venga a descui-
dar las internas, ni que se encierre tanto en su celda que
vengan a malograrse con perjuicio los frutos que pupde
obtener afuera, a fin de que no suceda que por amor a
la quietud descuide los intereses de los religiosos y de la
Orden, o se abandone lo espiritual a causa de la dema-
siada solicitud por lo maternal.
812. Es también su deber recibir y tratar con el de-
bido respeto al Maestro General de la Orden, al Provin-
cial y a los que hacen sus veces; exponeros fielmente el
estado de su casa; recibir con la debida obediencia los
mandatos y órdenes de los Superiores, y de los Capítu-
los, proponerlos a los religio-os y procurar que se cum-
plan; atender con empeño al bien de la ca'a v de los
que le están sujetos; soportar con paciencia y fortaleza
el peso y contrariedades de su cargo; tratar a sus súb-
ditos no con arrogancia sino con digna humildad y dul-
zura de espíritu, y estimularlos al bien con todo su em-
peño.
813. Aisí como ,es de su incumbencia proporciona"
oportunamente a cada u r o lo necesario para la vida, se-
gún la necesidad de cada cual, así también lo es el pro-
curar oue en todo lo dicho se ob^e've en cuanto al precio
calidad y forma, la costumbre de la Orden, la modestia
y pobreza; que se evite la superfluidad y singularidad, y
292 d i s t i n c i o n duodecima

se dé a todos del común lo que necesiten. Al procurar


los bienes temporales tenga cuidado dt que no se hagan
ganancias o negocios torpea que no se busque la vana
ostentación en los edificios, sino la comodidad de los re-
ligiosos y la utilidad de la Orden; que no se destruyan
las cosas comunes por negligencia, o se gasten indebida-
mente por prodigalidad, sino que se usen con conveniente
parsimonia y con temor de Dios.

C A P I T U L O XIII.

DEL REGIMEN DE NUESTRAS CASAS

814. T o d a s y cada una de las casas de nuestra Or-


den tengan su Prelado local y ordinario con autoridad
ordinaria, tanto sobre las personas como sobre las cosas,
el cual se llamará Comendador, Rector o simplemente
Superior; Comendador si está a cargo de un convento
formal, Rector si de un Colegio, y Superior si de una
residencia. Convento formal es una casa donde hay un
número suficiente de religiosos y se reza cada día el oficio
divino en coro; Colegio es una casa donde nuestra? reli-
giosos se dedican a aprender las letras o a educar a los
externos; residencia, en fin, es una casa donde viven
unos pocos religiosos dedicados principalmente a los mi-
nisterios sagrados. Toca al Maestro de la Orden decre-
tar y determinar en cuál de las dichas especies se ha de
contar cada casa. De ningún modo han de recibir nues-
tros religiosos casas con cura de almas, a no ser con li-
cencia del Maestro General y rarísima vez.
815. Se ha de procurar diligentemente que todas
nuestras' casas, a ser posible, se construyan o recidan don-
de el clima fuere puro y saludable.
816. En todas nuestras casas obsérvense a la letra y
2-75
distincion octava

según su calidad y destinación, la Regla, las Constitu-


ciones, usos y costumbres de la Orden.
817. E n cada una de nuestras casas no vivan más re;-
ligiosos que los que fueren necesarios para ejercer debi-
damente los ministerios, tanto domésticos como exter-
nos y que puedan alimentarse y sostenerse cómodamente.
818. T o d o s y cada uno de los religiosos, ya sean
conventuales o huéspedes que viven en una casa, están
sometidos completamente a la obediencia del Superior y
a la disciplina y costumbres de la casa en que se hallan.
819. Cada casa tenga un sello pequeño que contenga
el escudo de la Orden y el nombre de la misma casa, del
cual use el Superior en los documentos públicos que por
su oficio le corresponda expedir.
820. Las casas fundadas por otras casas se conside-
rarán como filiales de la casa fundadora hasta que pue-
dan subsistir por sí mismas con sus propias fuerzas y
recursos y estarán sujetas a los Superiores' de esas misr
mas casas por el tiempo que pareciere conveniente al
General.
821. T o d a s nuestras casas sustentarán a los religior
sos con los emolumentos provenientes del trabajo y lo:
ministerios de los mismos, con los réditos y productos
de las propiedades comunes y con las limosnas ofrecidas
espontáneamente por los fieles o buscadas de puerta en
puerta por nuestros religiosos. Pues, aunque por privi-
legio pueda nuestra Orden poseer en común rentas y
bienes inmuebles, es en realidad mendicante y goza de
todos los privilegios concedidos a los institutos mendi-
cantes; por lo cual en todas nuestras casas, a ser posible,
se ha de ejercitar piadosamente la mendicidad por nues-
tros clérigos o conversos.
294 d i s t i n c i o n duodecima

C A P I T U L O XIV.

DEL OFICIO DEL VICARIO Y DEL DESPENSERO


CONVENTUAL

822. T o d o Superior local puede y aún debe elegir


como Vicario o Ministro a un 'religioso piadoso, pru-
dente y esforzado que le ayude en todó lo rlacionado co-
su oficio, pero que no por eso, sin embargo, pretenda tener
el nombre y atribuciones de Prelado. Debe el mismo Pre-
lado instruirlo acerca de la potestad que quiere concederle,
tanto en su presencia como en su ausencia, y no extenderse
más allá. Declaramos sin embargo que, si el Prelado está
ausente, dicho Vicario o Ministro hace sus veces en todo
lo que toca al gobierno doméstico en uno y otro régi-
men, a fin de que ni siquiera durante una hora falte a
los religiosos la autoridad legal con potestad directiva y
coactiva. Mas, aquellos asuntos que pueden esperar la
llegada del Superior y que le han sido restringidos por él,
o que por otra parte les han sido limitados a dichos Vi-
carios por las Constituciones, no permitimos de ningu-
na manera que sean ejecutados por ellos. E n las cosas
urgentes de alguna importancia, nada absolutamente de-
termine sin el parecer y asentimiento del Consejo do-
méstico.
823. El Vicario debe bondadosamente interesarse an,"
te el Superior, aún de aquello que es útil al convento, ya
sea espiritual o corporal; si éste ocasiona algún grava-
men a los religiosos debe manifestárselo con prudencia;
más, lo que puede corregir por sí mismo no lo denuncie
importunamente al Superior, sino solamente aquello q u ;
fuere de más gravedad.
824. Cuide además, de que resplandezca en todas
2-75
distincion octava

partes la observancia regular, el orden en las cosas y la


concordia en las personas, y de que toda la casa y la
iglesia con sus respectivos anexos se mantengan con el
mayor orden y limpieza. Por lo cual inspeccione con fre-
cuencia a los oficiales de la casa, los departamentos y
celdas, a fin de que todo marche correctamente.
825. Siempre que el Superior por sí mi-ano o po:-
medio del Vicario o Procurador no bastare para adquirir
las cosas necesarias al sustento y para cuidarlas y dis-
tribuirlas a los religiosos que de ellas necesiten, podrá
nombrar a un religioso diligente, discreto y caritativo
que con el nombre de Despensero tenga a su cargo el
cuidado especial de estas cosas.
826. Será de su oficio conservar guardadas con todo
empeño las cosas que tocan al alimento, visitar y asear
con frecuencia la despensa y lugares donde están guar-
dadas, con el objeto de que se conserven en el mejo.
estado, y antes de que se consuman las antiguas» adqui-
rir otras nuevas.
827. E n la distribución de estas cosas, ajústese a lo
dispuesto por el Superior y observe igualdad entre todos,
fuera de aquellas excepciones que es razón hacer a favor
de los enfermos y ancianos. Cu.de de trasegar oportu-
namente el vino y guardarlo en toneies limpios para
que no se corrompa.

CAPITULO XV.

DEL OFICIO DE LOS DEPOSITARIOS DEL CONVENTO

828. A fin de que los bienes y dineros de los convento;


se conserven con el debido orden, se administren con fide-
lidad y se dirijan con prudencia, ordenamos que se nom •
bren dos Depositarios o agentes por el Superior local con
296 d i s t i n c i o n duodecima

el consentimiento del Consejo Doméstico en cada una de


nuestras casas que tengan alguna copia de bienes y doce re-
ligiosos; en las pequeñas y pobres ba.ta un Depositario
Para este cargo se ha de elegir un religioso suficiente-
mente idóneo en el arte de calcular, de probada fideli-
dad y de pericia económica.
829. Toca a dichos Depositarios gobernar juntamen-
te con el Superior todos los libroj de io dado y recibido,
tener cuenta de todas las cosas que pertenecen al con-
vento y según sus propias especies y cualidades dLponer
diversos libros en los cuales se anote todo distintamente.
830. En cuanto a dinero les mandamos estrictamente
que en los libros racionales no anoten ni firmen cantidad
alguna de cualquier especie que sea que no se les conste
realmente que en verdad fué dada o recibida; ni per-
mitan que los gastos e ingresos se anoten confusamente,
sino con distinción y claridad, agregando al mismo tiem-
po los nombres del que da y del que recibe, como del
que compra y del que vende. T o m e n además las nece-
sarias disposiciones en común consejo o valiéndose de la
experiencia de otros, a fin de que el dinero sobrante de los
gastos diarios se coloque en conveniente y seguro depó-
sito.
831. Mandamos además a los mismos Superiores y
Depositarios que no tomen a su cargo ninguna suma de
los extraños con el objeto de guardarla en depósito en
su poder, sino con la condición de que nuestra Orden
no estará obligada de ninguna manera a su restitución
en caso de que desapareciere por robo, incendio o cual-
quiera otra causa semejante. Por fin, ri algún Deposita-
rio estuviere de cualquiera manera impedido de su ejer-
cicio y cargo por poco o por largo tiempo, entregue la
llave del depósito y el ejercicio del cargo al Prelado, el
cual con el otro Depositario sustituya a otro en su lu-
distincion octava 2-75

gar, quién obtendrá su misma potestad y estará sujeto


a todo lo dicho anteriormente como verdadero Deposi-
tario.
832. Siendo obligación principal de los Depositarios
tener perfecto conocimiento de lo: bienes del Convento,
dirigir los libros y anotar en ellos las escrituras, los nue-
vos dueños de las hipotecas, y los deudores de censos,
a fin de que de todo puedan tener y dar cuenta exacta
juntamente con el Prelado local, disponemos que uno
de ellos, aquel que a juicio del Prelado sea más diligen-
te y hábil en la guarda y entendimiento de las escrituras,
haga el oficio de archivero y tenga de tal manera dis-
puestos, ordenados y guardados todos los documentos
que, en cuanto sea posible, no puedan destruirse. Tenga
siempre en su poder la llave del archivo, del cual no
permita que se saque ningún documento, a no ser por
breve tiempo y dejando mención escrita del que lo ha
sacado, para qué fin y a dónde lo ha llevado. Cuide
igualmente de que el lugar sea apropiado y esté limpio
de polvo, de polillas, guranos y ratas, que con frecuen-
cia suelen destruir las escrituras, y de reproducir de nue-
vo de sus originales las demasiado antiguas antes que
desaparezcan completamente, o busque otro medio como
se mantengan siempre con el vigor necesario para hacer
fé pública.

C A P I T U L O XVI.

DEL OFICIO DEL PROCURADOR CONVENTUAL

833. E n cada una de nuestras casas, si fuere necesa-


rio, elíjase uno o varios religiosos Procuradores según la
importancia y muchedumbre de los negocios, para que
entiendan en sus bienes temporales. El Prelado podrá
298 d i s t i n c i o n duodecima

designar a aquel o aquellos que sean más hábiles en


asuntos del foro y para tratar sus negocios, con el con-
sentimiento del Consejo doméstico y con los derechos
y facultades que el mismo Superior quisiere concederles
según su arbitrio. Si fuere necesario podrá conceder tam-
bién a dicho Procurador un instrumento auténtico de
su cargo con las oportunas facultades. Podrá también
el mismo Prelado con el consentimiento de dicho Con-
sejo y del Procurador del Convento encomendar la pro-
curaduría y defensa de las causas en el foro a abogados
seglares que sean de reconocida probidad y fidelidad.
834. Sepa el Procurador que no puede de ninguna
manera distraerse en procurar negocios de otros fuera de
la Orden. Si alguna otra de nuestras casas necesita es-
pecialmente de los servicios de su cargo, no los preste
sino con licencia del Provincial, quien no deberá con-
cederla si no le consta de un modo cierto que es capaz
de sobrellevar tales cargas. Por otra parte, todo lo que
recibiere o gastare entréguelo o manifiéstelo cuanto antes
al Superior y Depositarios.
835. En el manejo de los negocios ante los extraños
esfuércese con la palabra y con la obra por crear buena
opinión tanto de sí como de la Orden y por acrecentar
la benevolencia principalmente de aquellos cuyos servi-
cios necesita en el ejercicio de su cargo. Evite diligen-
temente los pleitos ante los jueces seculares y procure a
la medida de sus fuerzas que los asuntos controvertido;
se arreglen amigablemente por medio de alguna transac-
ción antes que llevarse a los tribunales.
836. Tenga cuidado, juntamente con el despensero y
demás oficiales, de adquirir oportunamente aquellas co-
sas que pueden conservarse por largo tiempo, a fin de
obtenerlas de mejor calidad y a más justo precio, como
2-75
distincion octava

asimismo de que se conserven seguras y se consuman a


su tiempo para que no se pierdan por descuido.
837. Tenga consigo una suma de todos los documen-
tos que se guardan en el archivo, como también una
memoria de los dineros recibidos y gastados y de aque-
llos asuntos que el Superior suele encomendarle para su
ejecución, a fin de que nada se olvide y no se siga de
ahí algún detrimento.

C A P I T U L O XVII.

DEL OFICIO DE LOS EXAMINADORES

838. En las casas de probación y de estudios estará


obligado el Provincial, (en las demás si lo juzgare con-
veniente) , a nombrar dos o más examinadores a cuya
censura sometemos primaria y principalmente a. todos
los que se llegan a recibir el hábito, para que los prue-
ben acerca de su suficiencia en las letras y de su capaci-
dad para ellas. A éstos no sólo deben examinar acerca
de lo que saben, sino también acerca de su capacidad para
aprender, si se trata de niños y de adultos que han ade-
lantado poco en el aprendizaje de las ciencias, e infor-
mar fielmente al Provincial y al Capítulo conventual.
839. A ellos toca igualmente examinar a los religio-
sos que se han de ordenar y a los que se han de destinar
a oír confesiones y a predicar, si no están condecorados
con la láurea de Teología y Derecho Canónico, a quie-
nes los experimentos escolásticos para recibir los grado:
pueden computárseles por un examen; manifiesten, pues,
por igual su juicio al Provincial acerca de la suficiencia
de los examinados; por lo cual gravamos sus concien-
cias para que no aprueben a alguno al hábito, y prin-
cipalmente para recibir las sagradas órdenes o para oír
300 d i s t i n c i o n duodecima

confesiones, a aquellos que al servir al altar manifies-


ten al Señor un ministerio ignorante o guíen ignoran-
temente a los penitentes por falta de ciencia.

C A P I T U L O XVIII.

DEL OFICIO DEL SACRISTAN

840. Debiendo el Superior amar sobre todo lo demás


el decoro de la casa, del Señor, encomiende el cuidado
del templo y de su culto a un sacerdote celoso de la
gloria divina y a algunos devotos religiosos conversos,
cuantos fueren necesarios. Aquél se llamará sacristán ma-
yor y éstos sacristanes menores. El sacristán mayor por
su parte tenga presente lo que en otra parte se ha orde-
nado acerca de la santidad y culto de la Iglesia, y ponga
todo su empeño en que el templo, las capillas, la sacris-
tía, los altares, ornamentos, reliquias, cálices y demás ob-
jetos semejantes, se mantengan con toda diligencia, lim-
pieza y reverencia.
841. Por mandado del Superior fije en una tabla en
qué hora y orden ha de celebrar misa cada sacerdote,
principalmente en los días festivos y cuando son muchos
los sacerdotes, a fin de que no falten las misas para
el pueblo o se origine confusión. Cuide además, de que
las misas, tanto perpetuas como manuales, los sufragios
por los difuntos y todas las demás cargas de la Iglesia
que se le ha confiado, se celebren a su debido tiempo,
distribuyéndolas entre los sacerdotes, según lo dispusiere
el Superior.
842. Procure que la Santísima Eucaristía se guarde
decentemente en su custodia, que se renueve en días fijos
y que se consagren hostias frescas para las personas que
han de comulgar; cuide también de que se renueve cada
2-75
distincion octava

año, como está ordenado, el óleo de los enfermos, y de


que las reliquias de los santos re guarden con piadoso
empeño, y vele además por que los sacristanes menores
cumplan debidamente t o n su deber.
843. El deber por otra parte del sacristán menor es
en primer lugar mostrase modesto, piadoso y devoto
en la Iglesia y en la sacristía, principalmente cuando sirve
en las sagradas funciones. A los que recurran a él ha
de responder con edificación y cortesía, más, con las mu-
jeres no ha de hablar sino rara vez. brevemente y con
los ojos bajos.
844. Toca también a su oficio procurar que los sa-
cerdotes que van a celebrar tengan puntualmente ayu-
dante para la misa, que a los confesores se les llam?
a tiempo a la Iglesia, que el templo se barra cada vez
que fuere necesario, principalmente en las vigilias de las
fiestas, que los altares estén perfectamente limpios, de-
bidamente preparados y bien adornados y que los orna-
mentos, vasos sagrados y todo lo demás que pertenece al
culto de Dios, se trate y se guarde con todo decoro, con-
veniencia y decencia.

CAPITULO XIX.

DEL OFICIO DEL BIBLIOTECARIO

845. El Provincial por sí mi°mo. o el Superior local


con el consentimiento del Consejo doméstico nombrará
a un religioso diligente y amante de los libros para la
guarda y cuidado de la biblioteca, a quién, con el nom-
bre de prefecto de la biblioteca o bibliotecario, se le en-
tregará toda la biblioteca con todos sus libros, de los
cuales deberá dar cuenta cuando se le exigiere. Dicho
bibliotecario, fuera de lo que ya en otra parte de estas
302 d i s t i n c i o n duodecima

Constituciones se ha ordenado, estará también obligado


a observar lo que sigue:
846. El prefecto de la librería ha de tener una celda
de estudio en la misma biblioteca, si el lugar lo permite,
o cerca de ella, y allí ha de morar casi siempre a fin de
que lo puedan encontrar fácil y prontamente lo^ que lo
buscan, y él o su socio ha de tener a mano la llave de
la biblioteca para poder abrir a los que quisieren estu-
diar.
847. Pondrá todo su empeño en que se tengan libros
relativos a todas las ciencias, y en que se aumenten y
conserven; tratará de comprar oportunamente los que en
el trascurso del tiempo se van publicando, y cuidará de
vender los duplicados o triplicados, de que los lectores
no hacen mucho uso, y con su producto comprar otros
nuevos y más útiles.
848. Cada vez que los religiosos o los extraños con
licencia del Superior saquen de la biblioteca algún libro
o cualquier escrito, se dejará testimonio de ello por es-
crito a fin de reclamarlo a su tiempo si no se devol-
viere. Si los religiosos trataren con negligencia o de mala
manera los libros que se les han prestado, hágalo saber
al Superior para que los culpables sean corregidos y cas-
tigados, aún negándoles en adelante la licencia para sacar
libros.
849. A los extraños y a los que por cualquier moti-
vo pretenden sacar libros fuera de la casa, no se lo per-
mitan de ninguna manera, sino con licencia del Provin-
cial y cuando le conste que tal?s libros no han de correr
ningún peligro, y dejando además memoria escrita y
firmada por el que ha retirado el libro.
850. Cuidará de que los libros sacados de cualquier
manera de la biblioteca se devuelvan a su debido tiempo
y se coloquen en su lugar respectivo; que se coloquen en
sitios convenientes, mesas, sillas, tinteros, y demás ins-
2-75
distincion octava

trunientos necesarios para leer y escribir, y que se guarde


silencio en todo momento en la biblioteca.

C A P I T U L O XX.

DEL OFICIO DEL ROPERO

851. Toca al oficio del ropero guardar en la ropería


común todo lo que se refiere a los vestidos-, calzado y
objetos de viaje, con aquel cuidado y diligencia con que
los pobres que no tienen con qué comprar más, suelen
guardar sus cosas, y aún con cierta veneración y respete
como objetos de los pobres de Cristo. Tenga un libro
en que anote diligentemente todo lo que hay en la rope-
ría, todo lo que da a los que piden, todo lo que 'de
nuevo se deposita y todo lo que de nuevo se confecciona
y todo lo demás por este estilo, agregando el día, mes y
año para poder dar cuenta fácilmente de su oficio.
852. Tenga cuidado de que los vestidos nuevos se
hagan conforme a las normas de nuestras Constituciones
y a la modestia y pobreza religiosa en cuanto a la ma-
teria y forma, y que, en cuanto sea posible, se cosan en
casa por religiosos sastres, y el lavado de la ropa se haga
igualmente por religiosos conversos. La distribución de
la ropa deberá hacerla según la voluntad del Superior
y según la necesidad de cada uno. Sacuda con frecuen-
cia las ropas de lana, echándoles alguna sustancia aro-
mática para preservarlas de la polilla. Coloque cada pie-
za en su lugar y por su orden, señalada con sus marcas
o letras, según las distintas personas a que pertenezcan.
Cuide de arreglar y remendar los vestidos rotos y viejos,
y consulte al Superior qué se ha de hacer de aquellos
que ya están inservibles para el uso.
853. Visite frecuentemente con licencia del Superior
304 d i s t i n c i o n duodecima

las celdas de los religiosos, y trate de provee: inmedia-


tamente de aquello aue viere faltar a alguno y lo que
viere ser superfluo, llévelo a la ropería para guardar'o
allí. Guarde también separadamente en la m ; sma rope-ía
los vestidos seculares de los novicios hasta su profestón,
colocando sobre ellos el nombre de cada cual.
854. Entregará tanto al lavandero la ropa que se ha
de lavar, como al refitolero y cocinero los paños necesa-
rios, contados y marcados, e igualmente los recibirá de
ellos. En días determinados distribuirá a cada u n o la
ropa limpia y a su tiemno también recibi'á la que está
destinada al lavado, teniendo cuidado de que no falte
alguna pieza de las que se le han entregado. Cuidará
también de mudar a su tiempo las sábanas de las ca*-
mas, según la época del año.

C A P I T U L O XXI.

DEL OFICIO DEL PORTERO

855. El Superior cuidará de nombrar portero a un


religioso de edad provecta, de aspecto recomendable, dis-
tinguido por su virtud y afabilidad y de p r obada fide-
lidad, pues de su comportamiento depende en gran parte el
buen nombre de toda la casa. Teniendo que ejercer un
oficio de suyo sujeto a muchas molestias, debe el reli-
gioso portero en primer lugar pedir a Dios paciencia y
humildad para poder desempeñar su cargo con edificar
ción de los demás y provecho propio; reciba con pru-
dencia a los que vengan y despídalos con afable corte-
sía; el tiempo sobrante empléelo en lew libros piadosos
y en obras manuales.
856. Apresúrese a abrir a los que llamen, más, cuan-
do éstos fueren niños, mujeres u otros que vienen por
2-75
distincion octava

asuntos de poca importancia, óigalos por la ventanilla


o adentro y despáchelos rápidamente. Jamás admitirá a
alguno a hablar con los religiosos o les anunciará algo
de parte de los de afuera a horas intempestivas o cuando
todos están dedicados a algún acto en común, como ser
el coro, el refectorio o la oración mental, a no ser que
la condición de la persona que llama o la gravedad del
asunto aconsejare otra cosa. Entregará al Superior Jas
cartas recibidas, y sin licencia del mismo no permitirá
salir las que se quieran enviar.
857. Llamará con licencia del Superior a la sala de
recibo a los religiosos para hablar con los de fuera que
pidieren ésto; los niños y los que no merecen una aten-
ción especial pueden recibirse y despacharse de pie; las
mujeres no se admitan a hablar con nuestros religiosos,
a no ser que sean muy honestas, por breve tiempo y de-
lante de un compañero.
858. Entienda bien el portero qué cosa desean los
que llaman para que pueda darlo a saber fielmente y
volver a traer con exactitud la respuesta; a los que bus-
can algo que no pueda obtenerse o que no conviene
anunciarlo al Superior, despáchelos sin más con buenas
palabras. Lleve inmediatamente al Superior las limosnas
y todo lo demás que se ofrece a los religiosos o al con-
vento. Distribuya caritativamente a los pobres las so-
bras de los alimentos y demás limosnas, según el be-
neplácito del Superior, y mientras les reparte el alimen-
to corporal, procure también hacer algún bien a sus al-
mas, ya - corrigiendo sus defectos,, ya explicándoles los
preceptos y misterios de la Religión, o ya exhortándo-
los a la paciencia.
859. Tenga siempre la puerta cerradi, y'siempre bien
aseadas aquellas partes que están contiguas o vecinas a
20
306 d i s t i n c i o n duodecima

ella; al ausentarse no deje las llaves colocadas en las


puertas, sino téngalas consigo y procure que en la puerta
se guarde siempre silencio por todos. A la hora de la
salutación angélica vespertina cerrará la puerta y entre-
gará las llaves al Superior, sin cuyo expreso mandato no
permitirá que nadie entre o salga en adelante.

C A P I T U L O XXII.

DEL OFICIO DEL REFITOLERO

860. El refitolero cuidará de tener tan limpio y asea-


do el refectorio y sus utensilios que nada haya en él que
ofenda la vista de nadie. Los manteles han de estar lim-
pios y han de ser lo bastante amplios para que puedan
cubrir las mesas, la vajilla, el servicio y las lámparas
han de brillar siempre por su limpieza.
861. El refitolero ha de tener un catálogo de las co-
sas que pertenecen al refectorio y un lugar cerrado con
llave para guardar los objetos de su ministerio, mientras
no se hace uso de ellos, a fin de que no se destruyan:
cuando advierta que falta algo, avílelo al Superior para
que lo adquiera oportunamente, y siempre ha de estar
preparado para dar cuenta de todo lo que se le ha co ña-
fiado, si se le exigiere.
862. A él le corresponde llamar con la campana a
la Comunidad al almuerzo y a la cena a primera y ser
g u n d i mesa a su debido tiempo, una vez que sepa por
el cocinero que todo está preparado. Recoja diligente-
mente los restos de comida y entréguelos a quién está
encargado de distribuirlos a los pobres, o deposítelos en
algún lugar limpio.
863. Guárdese el refitolero de poner a alguno vian-
das especiales, a no ser a aquellos a quienes por su salud
2-75
distincion octava

o por su edad el Superior así lo hubiere ordenado, ni


fuera de la hora de comida se permita a nadie la entrada
al refectorio, sino con expresa licencia del Prelado.

CAPITULO XXIIL

DEL OFICIO DEL COCINERO

864. Es deber del cocinero en primer lugar aprender


bien el arte de preparar y condimentar los alimentos,
consultar la economía al comprar las cosas necesarias
para la comida y procurar que ésta sea sana y saludable;
en seguida debe tener muy en cuenta la limpieza y pro-
curar con todo empeño que los demás la observen en
la cocina; debe, pues, esmerarse por que el recinto de
la cocina, las vasijas y demás utensilios se mantengan
siempre limpios y aseados.
865. Siga a la letra el mandato del Superior en cuan-
to a la calidad y cantidad de los alimentos que se ha de
dar a cada uno. Sin orden del Superior no preparará él
ni permitirá que otros preparen vianda alguna particu-
lar.
866. Teniendo siempre en vista la pobreza religio-
sa, no comprará nada que no sea absolutamente nece-
sario, ni permitirá que cosa alguna se destruya, y por
fin anotará en un catálogo los útiles-e instrumentos de
cocina, a fin de que pueda en cualquier momento dar
cuenta de todos.
308 d i s t i n c i o n duodecima

CAPITULO XXIV.

DEL OFICIO DEL CELADOR Y DESPERTADOR

867. Como el religioso tiene muchos deberes que


cumplir en cada momento de su vida y como per otra
parte la fragilidad humana rehusa muchas veces tomar y
llevar cada día la cruz de la disciplina regular, hay ne-
cesidad de estímulos y de incentivos para que se manten-
ga constantemente una cuidadosa diligencia en la obser-
vancia regular de cada día; por lo cual ordenamos que
se nombre 3. un religioso diligente y cultivador incan-
sable de la disciplina monástica con el fin de que la cele-
y promueva el progreso espiritual de cada uno, a quien
llamamos Celador, Promotor o Prefecto de las cosas es-
pirituales. Este oficio podrá ejercerlo el mismo Vicario
del Convento u otro religioso, como pareciere mejor al
Prelado.
868. A él corresponde inspeccionar si todos los reli-
giosos satisfacen debidamente los deberes comunes de la
vida regular y los propios de cada uno, si todos se levan-
tan puntualmente en la mañana y cumplen cuidadosa-
mente con la oración, el oficio divino, el examen de con-
ciencia y demás obras diarias espirituales, mentales y ma-
teriales, conforme al deber de cada uno. Visite con fre-
cuencia toda la casa, sus oficinas y dependencias, y si
hallare en alguna de esas partes algún religioso o reli-
giosos que estuvieren haciendo o diciendo algo contra la
Religión o el debido decoro de la Regla, tenga autori-
dad para corregirlos según la facultad recibida del Su-
perior. Y si descubriere en algunos acciones licenciosas
que no se deben ocultar al Prelado, póngalas en su co-
nocimiento a su debido tiempo para que se corrijan y a
2-75
distincion octava

fio de que toda la casa marche siempre con la debida


tranquilidad, orden y regularidad. Después que hubiere
provisto suficientemente acerca de ésto que es el funda-
mento y fuente de toda la religiosa perfección, ha de
pasar a promover lo demás en que se contiene el pro-
greso espiritual de cada uno; y vea que método y orden
sigue cada cual en la oración, en la recepción de los sa-
cramentos, en el estudio de las virtudes y en la extirpa-
ción 'de los defectos, y qué f r u t o y provecho saca de las
cosas espirituales; lo que viere que marcha correctamente,
confírmelo con todo celo y lo que hallare descuidado o
indebido estimúlelo y corríjalo según las normas de la
vida espiritual. De aquí fe colige que importa grande-
mente por una parte que dicho celador de las cosas espi-
rituales sea perfectamente versado en la ciencia de tales
cosas para que pueda enseñarlas con la debida compa-
tencia a todoi, y por otra parte que todos los religiosos
acudan a él con confianza y le manifiesten sin disimulo
todo lo que toca a la conciencia para que puedan ser
dirigidos por él en el camino de la salvación.
869. N o por esto sin embargo, pretendemos eximir
al Prelado de la obligación de celar por sí mismo, antes
al contrario de nuevo le mandamos que vigile siempre
como verdadero pastor y centinela, tanto acerca de la
observancia y diligencia de cada uno en el cumplimiento
de sus propios deberes como respecto de la guarda de
la casa, de la clausura y de su quietud y tranquilidad,
tratando siempre de promover con toda diligencia el pro-
greso y perfección espiritual de todos sus ¡súbditos.
870. El religioso encargado de despertar tenga, a ser
posible, un reloj despertador para que pueda cumplir
su oficio con más seguridad. Según la costumbre del lu-
gar y de la casa, despertará por la mañana a una hora
determinada a todos los religiosos en sus respectivos apo-
310 d i s t i n c i o n duodecima

sentos, y pasado un cuarto de hora, recorrerá de nuevo


las celdas, y si hallare alguno que no se ha levantado,
averigüe si ésto es por negligencia o por enfermedad, y
dé parte al Superior. Desde el momento de despertar en
la mañana hasta el toque de la campana, dejará pasar
por lo común media hora, y después del silencio y des-
canso del medio día, un cuarto de hora.
Distinción Novena

DE LA P O S E S I O N DE LOS B I E N E S TEMPORALES Y DE
SU ADMINISTRACION

CAPITULO VI.

DE LA A D M I N I S T R A C I O N DE LOS B I E N E S D E CADA
CASA

921. La administración y dispensación de los bienes


de cada casa corresponde al Superior de la misma, con
la ayuda de los oficiales y consejeros destinados para
ésto. Dichos oficiales son dos Depositarios para las ca-
sas grandes y ricas y uno para las pequeñas y pobres,
el Procurador, el Despensero y demás ayudantes encar-
gados de las cosas temporales, los cuales no han de
nombrarse todos siempre y en todas partes sino sólo
donde fueren necesarios, según lo exigieren las circuns-
tancias de las cosas y de los tiempos. Los gastos ordi-
narios penden de la conciencia y voluntad del Superior;
pero los extraordinarios no pueden hacerse sin la apro-
bación del Provincial y la licencia del Maestro Gene-
ral.
312 d i s t i n c i o n duOdEcimA

922. Cada semana o mes, en los días fijados por el


Superior mayor según la¡s circunstancias, háganse los
cómputos, pero no en privado sino delante de los coad-
jutores que tienen intervención en la administración,
quienes deben firmar toda la cuenta dada. Mandárnosles
además que en los libros racionales n o añadan ni firmen
cosa alguna que no les conste que realmente es así como
está escrita, y que n o anoten las cosas en ellos confu-
samente, sino con toda distinción y claridad, agregando
al mismo tiempo los nombres del que da y del que
recibe, del que compra y del que vende, y señalando los
documentos y recibos que se refieren a cada cosa.
923. Como a dichos administradores correspond?
manejar los libros de toda la administración y, según
las especies y cualidades de las cosas, establecer diversos
libros en los que se apunte todo con claridad y se ano-
ten también las escrituras, las nuevas hipotecas, los
arriendos y los deudores de censos para que, estando bien
al cabo de todo, puedan siempre tener y dar cuenta de
todo, por esto, uno de ellos, aquel que a juicio del
Prelado, sea más diligente y más hábil en la guarda y
entendimiento de las escrituras, deberá hacer el oficio de
archivero
924. Téngase una caja con dos llaves por lo menos,
una de las cuales tendrá consigo el Prelado y la otra
uno de los Depositarios, en ella han d,? guardarse el
dinero, los documentos, los títulos de rentas, los com-
probantes de los dineros colocados en los Bancos y to-
dos los demás objetos de valor.
925. Sin el parecer y licencia del Definitorío Pro-
vincial, no se lleve a cabo de ninguna manera ni se
tome sobre sí el dar o recibir inmuebles en arriendo, el
contraer deudas o prestar dinero, la carga de cualquier
distincion novena 313

tributo o la notable mudanza en las cosas o persona>


en la administración de dichos inmuebles. (1)
926. Si se viniere en conocimiento de que, algún

(1) 1.—Los bienes, ya de la religión, ya de la Provincia y


casa, sean administrados según las normas de las Constitu-
ciones .
2.—Ad3más de los Superiores, hacen válidamente gastos y
actos jurídicas de administración ordinaria, dentro de los lími-
tes de sus cargos, también los oficiales que son destinados para
esto en las Constituciones. Can 532.
1.—Firme la prescripción d;l Can 1531, si se trata de e n a -
jenar cosas preciosas u otros bi,;nes, cuyo valor supere la suma
de 30,000 francos o pesos, o de contraer dsudas u obligaciones
íobre la indicada suma, el contrato carece de fuerza, a no ser
que haya precedido el beneplácito apostólico; de lo contrario,
se requiere y basta licencia, dada por escrito, del Superior,
según las normas de las Constituciones con cons :nt.miento de
su Capítulo o Consejo, manifestado por sufragios secretos; pero
si se trata de monjas o hermanas de dsrecho diocesano, es ne-
cesario además el consentimiento dado por escrito, del Ordina-
rio del lugar, y también d?l Superior regular, si el monasterio
de monjas está sometido a él.
2.—En las preces para obtener el consentimiento para con-
traer deudas u obligaciones, deben expresarse otras deudas u
obligaciones por la.s cuales esté gravada hasta aquel día la
misma persona moral, religión o provincia o casa; de lo con-
trario el permiso obtenido es inválido. Can 534.
El canon 1531 dispone que las cosas eclesiásticas se enajenen
por pública subasta, a no ser que las circunstancias aconsejen
otra cosa y que el dinero obtenido sea asegurado útilmente en
bien de la Iglesia,
314 distincion duodecima

Superior local administra mal o dilapida los bienes de


su convento, debe denunciársele inmediatamente al Pro-
vincial para su corrección, según fuere necesario. Ade-
más cada año debe examinarse, corregirse y comprobarse
por el Provincial toda la administración de cada casa,
> donde no hay Provincial, por aquel a quien el Maes-
tro General diere este cargo.
927. Como lo establecido anteriormente y las forma-
lidades que se han de observar en la administración de
las cosas temporales miran al fin de que los bienes de la
Orden se conserven y se usen debidamente, y al mismo
tiempo se mantenga en todas sus partes el espíritu de
pobreza, de aquí es que cada vez que alguna de las su-
sodichas disposiciones no pudieren observarse, correspon-
derá al Maestro General prescribir y ordenar la norma
y modo que se ha de seguir en los casos especiales que
ocurrieren en esta materia.

C A P I T U L O VII

DE LOS ARCHIVOS QUE SE HAN DE TENER EN LA ORDEN

928. La guarda y conservación de las escrituras y los


prontuarios de noticias contribuyen tanto al gobierno
de la Orden como a la administración de los bienes de
la misma: de ahí es que ha parecido oportuno determi-
nar en qué cosas deben ordenarse tales archivos y con
que normas deben regirse. Elíjase, pues, en la casa gi-
neralicía y en la principal de la Provincia, como tam-
bién en los conventos de alguna importancia, un lugar
distincion novena 315

seguro, provisto convenientemente de armarios, asientos


y demás cosas necesarias para formar el archivo, el que
debe tener forzosamente dos llaves que deben conser-
varse siempre una en poder del Superior y otra en po-
der del archivero que debe ser nombrado por el Superior
y que debe tener el cuidado de guardar todo con tal di-
ligencia que no se destruya cosa alguna, ni aun de mí-
nima importancia, por descuido o negligencia. Para el
cargo de Archivero general es preciso que se elija a un
religioso verdaderamente docto, gran estudioso de la an-
antigüédad y de la Historia de la Orden, el que debe
durar en el oficio toda su vida.
929. E n el archivo general de la Orden deben depo-
sitarse y guardarse con todo cuidado, orden y claridad to-
das las Letras, Constituciones y Rescriptos Apostólicos,
las facultades, privilegios y concesiones pertinentes a '.a
Orden, una copia auténtica de las Constituciones y de
los Decretos, tanto del Maestro como del Capítulo Ge-
neral, y todas las escrituras de cualquier género que ten-
gan relación con la misma Orden; de todo esto convie-
ne hacer ¡un compendio o suma para que puedan ha-
llarse fácilmente. Téngase además un catálago de las
Provincias en el cual, después de anotar la fecha de la
erección de la Provincia, indíquese el número de casas
de que consta y los principales ministerios de los re-
ligiosos; también un catálogo de todas las casas de la
Orden dispuesto por Provincias con la anotación de las
posesiones, rentas y gastos de cada una; asimismo tén-
ganse catálogos de las personas de toda la Orden, dis-
puestos unos por Provincias y casas y, otros por orden
alfabético; en ellos se han de dar a conocer la edad, el
grado, oficio, cualidades, ingenio, ciencia, virtudfeis v
316 distincion duodecima

defectos más notables de cada uno; dichos catálagos


deben renovarse cada vez que fuere necesario. Haya tam-
bién por lo menos una noticia sumaria d» todos los
bienes de cada una de las casas de la Orden,' mas, de
aquellos que pertenecen al uso y propiedad de la Cu-
ria General, deben tenerse documentos y títulos autén-
ticos. Finalmente, téngase una copia de los hechos, or-
denanzas y cartas del Maestro General y un repertorio
de las cosas notables de toda la Orden que pueda con-
sultarse para escribir su historia.
930. Igualmente en el archivo provincial han de guar-
darse esos mismos documentos pontificios, las Cartas
encíclicas y ordenanzas del Maestro General, y los De •
cretos de los Capítulos Generales, las disposiciones-y he-
chos del Provincial y todas las escrituras que conciernen
al bien de la Provincia o de algún convento, los ins-
trumentos de los bienes inmuebles, y lo s inventarios de
los objetos muebles que pertenecen al oficio del Provin-
cial, y de los inmuebles de cada una de las casas ha de
tenerse al menos un inventario, y por último un ca-
tálogo del personal.
931. Finalmente en el archivo conventual, fuera de
las ordenanzas y decretos de los Superiores, han de guar-
darse con toda diligencia los instrumentos, los contratos,
los privilegios, los títulos de cualquier clase de bienes,
las escrituras que de cualquier modo contienen los pri-
vilegios y derechos del convento, los inventarios de los
bienes inmuebles, el catálogo de las personas y las bio-
grafías de los muertos, de tal suerte que dichas cosas'rio
sufran el menor detrimento ni se destruyan.
932. N o se permita que se saque de dichos archivos
escritura alguna sino con expresa licencia del Superior y
con la suficiente garantía para que se restituya a su de-
distincion novena 317

bido tiempo; ni se entregue a quien no conste que la ha


de devolver oportunamente. Por lo cual ha de dejarse
memoria firmada por el que ha retirado el escrito y por
el archivero, en la que se declare cuándo se ha sacado
el documento, cuál ha sido éste y en qué fecha se ha de
devolver; y si algún religioso obrare de otra manera o
fuere causa de que desaparezca algo del archivo, sea
castigado severamente, según el grado de culpabilidad.
Distinción Décima
D E LAS MONJAS, D E LOS TERCIARIOS Y D E OTROS
QUE P A R T I C I P A N DE LOS B I E N E S D E LA O R D E N

CAPITULO VI

DE LAS C O F R A D I A S DEL ESCAPULARIO D E N U E S T R A


ORDEN, Y D E S U I N S T I T U C I O N Y M I E M B R O S

946. T a n t o el Maestro General como el Procurador


de la Orden por concesión Apostólica tienen facultad
para erigir e instituir en todas partes cofradías de am,'
bos sexos b a j o la invocación de la Santísima Virgen de
la Merced o cualquiera otra, y para agregarlas así eri-
gidas e instituidas a la Archicofradía de la Orden y co-
municarles todas sus gracias y privilegios, observando,
sin embargo, la forma establecida por Clemente V I I I
para estas erecciones y agregaciones, la cual exige que an-
te todo se obtenga la facultad del Ordinario del lugar
donde se ha de fundar la cofradía, en seguida que no se
haya erigido antes allí mismo o en otra parte otra co-
fradía nuestra en el espacio de tres millas a la redonda,
320 distincion duodecima

si bien sobre esta disposición puede dispensarse por al-


guna justa causa aprobada por el Ordinario del lugar;
y por último a la cofradía que así se ha de erigir, se l*
han de comunicar lo s privilegios, indulgencias y demás
gracias espirituales e indultos que han sido concedidos es-
pecialmente a nuestra Orden, pero no los concedidos por
extensión o comunicación, y haciendo constar esto en el
diploma, no bajo una fórmula general, sino cada pri-
vilegio en especial. ( 1 )
947. Y a fin de que lo que fué concedido por los
Sumos Pontífices en beneficio de nuestra Orden no se
convierta alguna vez en su daño, disponemos que el
Maestro General no instituya nuestra cofradía en igle-
sias ajenas, principalmente de regulares, sino con la con-

( D 1.—Son Terciarios saculares los que en el siglo, bajo la


d'rección de alguna Orden, y según el espíritu de la misma, se
esfuerzan por llegar a la perfección cristiana, de un modo a c ó .
modado a la vida seglar; según las reglas aprobadas paria lo5
mismos por la Sedo Apostólica.
2.—Si un Tercera Orden secular se divide e n muchias asocia-
ciones, cada una de estas legítimamente constituida se llama
Hermandad de Terciarios. Can 702.
Se diferencian las Ordenes Terceras de las cofradías e n que
tienen regla, aprobada por la Santa Sede, noviciado, profe-
sión, y hábito peculiar que consiste generalmente e n u n esca-
pulario.
La Orden Tercara de la Merced data de los comienzos de
nuestra Orden.
Lo.-j Sumos Pontífices desde el año 1246 le concedieron in-
numerables privilegios. H a sido aprobada por las Bulas de los
Papas Inocencio X I , del 22 de agosto del año 1681, y por l a d'l
P a p a Benedicto X I I I del 36 de febrero de 1728.
d i s t i n c i o n duodecima 321

dición expresa de que si nuestra Orden con el transcurso


del tiempo llegare a fundar alguna casa en el mismo lu-
gar, la fundación de la cofradía hecha en la iglesia aje-
na expire enteramente por el mismo hecho, y quede
sin ningún valor: antes bien el Maestro General pueda
entonces hacer una nueva erección en nuestra iglesia,
servatis servandis. T o d o esto procure «fianzarlo de tal
modo, que tanto los Superiores de las iglesias extra-
ñas donde se ha de establecer la cofradía, como los
mismos cofrades, prometan con juramento que jamás,
ni directa, ni indirectamente, ni por sí ni por otros,
habrán de ser impedimento para que, si se presenta !a
ocasión, podamos adquirir allí u^n nue,vo convengo;
aún más. protesten expresamente que desde ahora para
entonces dan su consentimiento para esto, en cuanto
iuere necesario.
948. La facultad de erección dada por el Maestro G:-
neral debe insertarse al principio del libro de la misma
cofradía; en seguida, para las cofradías que han de ins-
tituirse en nuestras iglesias, redáctense siempre por algu-
nos discretos religiosos nuestros juntamente con los fu-
turos cofrades, algunos estatutos o leyes por las cuaks
se rijan con el debido orden conforme a su fin y a sus
deberes de piedad; en las iglesias extrañas esto se deberá
hacer por algún sacerdote de acuerdo con el Ordinario.
Entre dichos estatutos no debe omitirse el que un sa-
cerdote nuestro en nuestras iglesias y un extraño en las
ajenas tomen parte en las reuniones de cofrades como di-
rectores de ella con voto decisivo en todo.
949. E! que quisiere, pues, ser debidamente admitido
como cofrade y ser participante de toaos los bienes es-
pirituales que están concedidos por dispensación apos-
tólica a nuestra cofradía del escapulario, debe inscribirs?
21
322 d i s t i n c i o n duodecima

en el Libro de la misma y recibir el escapulario bende-


cido por algún Superior de la Orden o por alguno qu.>
de él haya recibido facultad, juntamente con el escudo
según la forma prescrita, y llevarlo continuamente; sin
embargo, si se perdiere o se gastare p o : el uso, podrá
usarse otro no bendecido. La facultad de bendecir el es-
capulario es privativa de todos los Prelados de la Or-
den con la diferencia, sin embargo, de que el Maestro
General puede bendecirlo para toda la Iglesia, el Pro-
vincial para toda la Provincia, y ambos delegar igual-
mente su bendición e imposición; mientras que el Pre-
lado local puede subdelegar su facultad no para la ben-
dición, sino para la imposición solamente.
950. Los miembros de nuestras cofradías y de las
que se han agregado a ellas, después de mirar por su
propia salvación, deben trabajar ante todo, según su
condición y fuerzas, por el bien espiritual de los próji-
mos, en seguida todos los cofrades de ambos sexos re-
zarán cada día tres veces la oración dominical y otras
tantas la salutación angélica por las almas del Purgatorio,
y una tercera parte del Rosario por la conversión de los
pecadores y herejes; por fin todos nuestros cofrades ayu-
narán los Sábados y todas las vigilias de las fiestas de
la Bienaventurada Virgen María, principalmente de su
Revelación y Descensión a fundar nuestra Orden.
951. Además para que los cofrades puedan lucrar
de presente las indulgencias y gracias concedidas a nues-
tra cofradía, deben cumplir con todas las obras de pie-
dad que para conseguir cada una de esas gracias están
prescritas por lo-; Sumos Pontífices.
d i s t i n c i o n duodecima 323

C A P I T U L O VII

DE OTROS PARTICIPANTES DE LOS BIENES ESPIRITUA-


LES DE LA ORDEN

952. Con frecuencia se hallan insignes bienhechores


de la Orden que han colmado de especiales favores y
beneficios a las personas, a los conventos y a los inte-
reses de la misma, a quienes conviene sobremanera dar
las debidas muestras de gratitud; por lo cual el Maes-
tro General podrá admitir a tales bienhechores, dán-
doles las correspondientes letras patentes, a la participa-
ción de los bienes espirituales de un convento, de una
Provincia o de toda la Orden, según lo exigiere la im-
portancia del beneficio recibido: lo que también podrá
conceder el Provincial en su Provincia respectiva.
953. Esta participación comprende por lo común, los
bienes espirituales comunes del Convento, de la Pror
vincia o de la Orden, como son las oraciones, los su-
fragios que suelen hacerse por los bienhechores, las mi-
sas, trabajos y demás buena s obras que, por la gracia
de Dios, se llevan a cabo por nuestros religiosos; no debe
sin embargo extenderse a alguna carga de misas y de
sufragios que hayan de aplicarse a los bienhechores des-
pués de su muerte, a no ser que el beneficio hecho por
ellos a la Orden fuere de tal magnitud que pareciere
exigirlo en cierto modo en justicia, y entonces es prer
ciso que se declare en las letras patentes si dichos su-
fragios debe celebrarlos toda la Orden, toda la Provin-
cia o solamente algún convento.
Distinción Undécima
DE LAS CULPAS DE LAS T R A N S G R E S I O N E S A LAS REGLAS
Y I>E S U S PENAS

C A P I T U L O XI

DE LA CULPA Y PENA DE LOS INCORREGIBLES (1)

998. Han de considerarse incorregibles aquellos que,


haciendo caso omiso del temor de Dios y del respeto
que| ise debe a< los hombres, cometen a cada paso culpas
más graves o gravísimas, y, o rehusan en absoluto su-
frir la pena merecida, o la sufren tan inútilmente que
se ve claro, por la aplicación repetida del castigo, que
no quieren volver a mejores sentimientos. Mas, para
que un profeso de Votos solemnes pueda ser arrojado de
h Orden en mérito de su protervia y endurecimiento,
es necesario que, según las disposiciones del Derecho co-

(1) En la presente Distinción se establecen los distintos gra-


dos de culpas y las penas correspondientes, consideramos que
los Superiores deben '»er los que juzguen estos m i s m o s grados
para aplicar las penas Constitucionales o canónicas s?gún los
caíos.
'326 distincion undecima

mún. sea verdaderamente incorregible, y, según el man-


dato de nuestras Constituciones, sea probado en el ayu-
no y la penitencia por algún tiempo determinado.
999. Probada suficientemente la incorregibilidad poi
un proceso instruido debidamente según las normas de
las Constituciones, córtesele como a miembro podrido
del cue:po de la Religión, y como a animal infecto arró-
jesele de la grey del Señor para que no inficione a >otros
con su contagio. La sentencia de expulsión, sin embargo,
ha de dictarla el solo Maestro General con el consen-
timiento y aprobación del Consejo General, o, si se
encuentra en alguna Provincia fuera de su residencia
ordinaria por motivo de Visita, con el concurso de cua-
tro Definidores Provinciales y algunos Padres de IOÍ

Bs conveniente que e n la aplicación de las penas se tengan


presante fuera de las sab ! .as y oportunas di¡ posiciones consti-
tucionales lo que recomienda el Derecho e n el Canos 2218: "En
decretar pjnas guárdese equitativa proporción con el delito,
habida razón de la imputabilidad, del e-cándalo y del daño,
por lo cual deben ser atendidos, no sólo el objeto y gravedad
de la ley, sino también la edad, la ciencia la instrucción el
sexo; la condición; el estado mental del delincuente, la digni-
dad de la persona que es ofendida con el delito o que comete
el delito, el fin intentado, eL lugar y tiempo en que el delito
ha s f do cometido, si el delincuente obró por ímpetu de pasión
o por miedo grave, si se arrepintió del de Sito y si él mismo
trató de evitar los malos efectos de ést? y co as semejantes".
En la aplicación de las penas debe observarse lo que establece
el Código en el canon 6 n 5. "En lo que atañe a las penas, de
las cualer> no se hace ninguna mención en el Código, ya s e a n
espirituales, ya temporales; medicinales o como llaman vindica-
tivas, latae o ferendae sententia?, éstas sean tenidas como abro-
gadas".
distincion duodecima 327

más graves que le inspiren más confianza; y así de esta


manera, con los dichos Definidores y Padres, en cual-
quier Provincia que se hallare podrá el General dictar
sentencia definitiva de expulsión por causa de incorre-
gibilidad contra cualquier religioso de la Orden.
1000. Y aunque cualquier repetición de una culpa
más grave o gravísima constituya a uno reo de incorrer
gibilidad y baste para la expulsión, señalamos particu-
larmente los siguientes crímenes por la espacial fealdad
que llevan consigo, a saber: la apostasía o fuga; el robo
y la dilapidación de los bienes de la Orden; las frecuen-
tes contiendas y riñas con grave desacato de hecho con
los demás religiosos, y principalmente si a esto se añade
además la conspiración y sedición contra los Prelados:
introducir y fomentar partidos y divisiones a manera
de bandos enemigos en los conventos; el pecado desho-
nesto cometido con cualquier cómplice; la falsa acusa-
ción o el falso testimonio; la falsa confección de Letras
apostólicas o de los Superiores de la Orden; la embria-
guez; el recurso a los tribunales reculares para los asun-
tos religiosos; la introducción de mujeres con mal fin
dentro del recinto del Convento u otros hechos y e n o r
mes crímenes de esta clase, repetidos y no enmendados
con las correcciones.
1001. Finalmente aconsejamos a los mismos Prelados,
por las entrañas de caridad de Cristo, que antes de po-
ner en práctica el extremo remedio de la expulsión, se
acuerden de la paternal caridad y mansedumbre que pro-
fesan por su oficio y por la imitación de Cristo, y nada
dejen por intentar a fin de conseguir ganar las almas de
los religiosos que les están confiados y librarlos con todo
empeño y amor del abismo de la maldad, no sea que,
si por su negligencia caen en el p r o f u n d o de los vicios
328 distincion duodecima

y por ventura perecen, exija el Señor de sus manos, h


sangre de ellos.

C A P I T U L O XII

DE LA CORRECCION FRATERNA Y DE LA MANIFESTACION


DEL DELITO

1002. Puesto que Dios mandó a cada uno tener cui-


dado de su prójimo (Eccl. X V I I , 12), de modo que el
uno desee y procure el bien de! otro, nada debe ser tan
sagrado para los religiosos como velar cada uno por el
aprovechamiento espiritual de su hermano por medio
del santo deber de la corrección, no sólo dende se descu-
bren pecados graves sino también donde se ven leves
imperfecciones y defectos que, si se desprecian, pueden
conducir fácilmente a cosas peores.
1003. Sin embargo en el cumplimiento de este deber
de caridad deben observarse cuidadosamente cada una de
las condiciones de la corrección fraterna, de modo que
s? tomen muy en cuenta la edad, el oficio, el carácter y
demás circunstancias de las personas, posponiendo todo
afecto desordenado y procediendo sólo por el celo de las
almas y el bien de la Religión, a fin de que la correc-
ción no resulte inútil y aun perjudicial.
Mas, el que despreciare la corrección hecha en la de-
bida forma y perseverare en su pecado, debe ser denun-
ciado al superior, conforme al divino mandato.
1004. Dicha forma de corrección ha de observarse en
verdad respecto a los delitos ocultos y comunes; mas los
que se hubieren cometido públicamente dentro del re-
cinto del convento y mucho más los que llevan consigo
una nota de pública infamia en el mundo, deben maní-
distincion duodecima 329

festarse cuanto antes al Prelado sin previa corrección fra-


terna a fin de que se repare prontamente el escándalo.
Sin embargo, si los crímenes fueren ocultos, pero de ellos
se originare tan grande detrimento a toda la Orden, a la
Provincia, al Convento o a cualquier tercera persona que
sobrepujare absolutamente a la fama del delincuente, en-
tonces, cualquiera que lo supiere, deberá sin ninguna de-
mora y sin previa corrección fraterna denunciarlo al Su-
perior o a quien corresponda aplicarle el remedio. Mr.s
si tales delitos redundaren solamente en daño del delin-
cuente, no deberán manifestarse al Superior sino después
que se hubiese llegado al convencimiento de que la co-
rrección fraterna no ha sido de ningún provecho, según
el precepto divino.
1005. El que denuncia en secreto los delitos ocullos
de un religioso, no está obligado de ninguna manera a
probarlos, puesto que los conoce él sólo, y los manifiesta
sólo por caridad al Pre'ado que a nadie los revelará y
que aplicará paternalmente el remedio; guárdese sin em-
bargo de herir de palabra o por escrito la fama del pró-
jimo, y muy especialmente de contar cosas falsas o de
exagerar las verdaderas. F,1 Prelado a su vez no descu-
bra a los que denuncian espontáneamente ni dé a cono-
cer a los que han sido denunciados, sino que corrija con
la más g-ande caridad, no buscando más que la salud de
las almas y el servicio de Dios.
1006. Además como el buen nombre de cada religio-
so contribuye a la fama de toda la Religión, si concu-
rriere el testimonio de varias personas fidedignas acerca
de algún exceso de un religioso y por otra parte no cons-
tare lo bastante su culpabilidad, ni pudiere probarse su-
ficientemente, a fin de que su fama no se haga sospe-
chosa por estas opiniones divulgadas, podrá el Superior,
330 distincion duodecima

si pareciere conveniente, permitirle sincerarse canónícv


mente, o de cualquiera otra manera mirar por el decoro
de la Orden y por la honra del religioso.
1007. Las culpas una vez castigadas y corregidas
nunca más se han de denunciar ni recordar, a no ser
cue amenace un peligro moral de recaída; ni se ha de
manifestar el culpable que, aunque no castigado, ya por
lo demás está enmendado y por otra parte su culpa h i
sido tan oculta, que de ella no se ha originado ningún
escándalo, ni hay ninguna necesidad de satisfacer a h
vindicta pública. El que de oídas manifiesta alguna cul-
pa, debe declarar al mismo tiempo de quién o de quiénes
la ha oído; y en toda denuncia ha de declararse también
todo aquello que pueda ayudar al Superior a convencer
al delincuente.
Distinción Duodécima
EÍE LOS QUE HAN DE SER D E S P E D I D O S O
E X P U L S A D O S DE LA O R D E N
PROEMIO

Así como el Señor plantó primeramente el Paraíso,


en seguida puso en él al hombre, hechura de sus manos,
para que lo cultivase y guardarse, y por último lo con-
minó con la pena de muerte si quebrantaba el precepto
que le había dado y no vivia conforme a I3 santidad del
lugar, así nosotros hemos plantado igualmente desde el
principio en las anteriores Distinciones el Paraíso de
nuestra Religión en toda su sustancia e integridad y he-
mos colocado a los religiosos para que lo cultiven y
guarden su disciplina. Y ahora que llegamos a la última
Distinción establecemos la pena extrema, o sea la expul-
sión de este Paraíso, contra los violadores de la ley.

CAPITULO I

DE LA D I M I S I O N Y DE LA P O T E S T A D DE D E S P E D I R

1036. Así como interesa en gran manera al incremen-


to de la Orden recibir con discreción muchos varones
332 distincion duodecima

dotados de vocación y de aptitudes para la religión, así


también importa grandemente a su conservación que se
despidan sin vacilación antes de la profesión aquellos
que durante el tiempo de prueba aparecieren faltos de
las condiciones requeridas o de cualquiera otra manera
ineptos; aún más, para que el cuerpo de toda la religión
se conserve incólume, aún los mismos profesos deben
ser rechazados alguna vez, aunque estén ya ligados con
votos solemnes, es decir, aquellos que han llegado a ser
tan depravados y sin esperanzas de en'mienda que su
conservación venga a ser altamente perjudicial a la Orden,
pudiendo perder muchos otros con su contagio pestilen-
te y aún arruinará toda la Religión, estando adem'ás
inútilmente en el monasterio, aunque no los separen de
él.
1037. Es preciso, pues, tener el mayor cuidado en
no admitir al noviciado sino a aquellos que se mani-
fiesten atraídos por inspiración divina, e igual cuidado y
r.ún mucho mayor, se ha de poner en no aprobar a la
profesión sino a aquellos que hayan demostrado en las
pruebas tener voluntad y facultad de responder al divino
llamamiento. Nada tiene, pues, de extraño si algunos
se retiran espontáneamente del noviciado y otros muchos
se ven obligados a retirarse, como tampoco si algunos
por la inclinación natural del hombre al mal y por su
inconstancia y debilidad para el bien, abandonan mu-
chas veces completamente los deberes y el tenor de vida
que al principio habían abrazado con ánimo generoso y
rehusan volver a mejores sentimientos. Nadie dejará de
reconocer que mantener a estos tales en la Religión, se-
ría contra el fin de la vida religiosa, que es el servicio
de Dios y la salvación de las almas.
1038. La potestad de despedir reside en primer lugar
distincion duodecima 333

en toda la Orden reunida en Capítulo General. La mis-


ma facultad reside además en el Maestro General de la
Orden con todo su Cons?jo; mientras está en visitas en
Provincias lejanas, con el Definitorio Provincial y algu-
nos de los Padres más graves que fueren más de su agrado,
con los cuales integre el número de seis, si se trata de
dimisión y expulsión de profesos de votos solemnes, y
con su Consejo General, o con dos Definidores Provin-
ciales en el caso de lejana visita, si se trata de despedir
« profesos de votos simples; además para decretar la di-
misión de éstos, podrá con su Consejo General en casos
extraordinarios y principalmente tratándose de regiones
y lugares remotos, subdelegar a algunos prudentes y pro-
bos religiosos que deberán ser por lo menos tres.

CAPITULO II

DE LAS CAUSAS PARA DESPEDIR EN GENERAL

1039. Tres son los géneros de personas en nuestra


Orden en cuanto a los efectos de la dimisión. El primero
son los novicios, los cuales todavía no están ligados a
la Orden con ningún vínculo; el segundo son los pro-
fesos de votos simples los cuales pertenecen efectivamen-
te a la Orden, pero su vínculo puede romperse fácilmente'
dadas ciertas circunstancias: el tercero finalmente son los
profesos de votos solemnes, cuyo vínculo con la Orden
es estrechísimo y por lo mismo no puede romperse sino
muy rara vez y con mucha dificultad. La condición de
Jos oblatos y terciarios es la misma de los novicios a este
respecto. Varias son, pues, y de distinto peso las causas
de dimisión siegún la diversidad de las personas, y ellas
334 distincion duodecima

deben ser tanto más poderosas cuanto más estrecho es el


vínculo con que están ligadas a la Orden.
1040. Una causa generalísima de dimisión para cual-
quiera, es ésta: sí delante del Señor se ha hallado que al-
guno (lo que Dios no permita) ha llegado a tal extre-
mo que su conservación en la Orden sea manifiestamente
contraria al divino servicio, o nociva para él mismo, o
perjudicial para la Orden; como por ejemplo, si se sir-
viera del estado religioso más para pecar que para ser-
vir a Dios o si la perfección de la vida regular redundara
en su ruina más bien que en su salud, o por cualquiera
causa se previera que alguno ha de servir de deshonor
y de infamia para la Orden. Las causas por otra parte
que bastan para despedir a los que de un grado su-
perior, bastan con mayor razón para despedir a los que
pertenecen a un grado inferior.

C A P I T U L O III

DE LA MANERA DE » E S P E D I R V DE SU EFECTO

1041. Siendo la dimisión un asunto de gran impor-


tancia tanto para la Orden como para el que ha de ser
despedido, han de investigarse y pesarse con la mayor
prudencia y caridad las causas por las cuales conviene
que alguno sea despedido, y no con menor circunspec-
ción temor de Dios y amor del prójimo se ha de eje-
cutar la misma dimisión, no sólo para evitar la deshonra
a: despedido y a los demás el escándalo, sino también
para mirar por la paz y buen nombre de la Orden. Por
lo cual amonestamos en el Señor a los Superiores y a
todos los que participan de esta potestad, que antes de
tomar alguna determinación en este asunto, posponien-
distincion duodecima 335

do todo humano afecto y teniendo en mira sólo a Dios,


y el bien de la Orden, traten repetida: veces entre sí el
caso, consulten a los religiosos más prudentes y teme-
rosos de Dios, e invoquen de Dios, padre de las luces,
el auxilio necesario para proceder según su benepláci-
to.
1042. Y a fin de que el que ha sido despedido no
quede notado de alguna infamia es preciso que se cubran
con un velo de caridad las causas de su dimisión, prin-
cipalmente si llevan consigo alguna ignominia, lo que
a ser posible, no conviene manifestar sino al mismo de-
lincuente; ni se ojnitan después para con él los deberes
espirituales de caridad, como son los buenos consejos. con
los cuales pueda compensar principalmente la gracia de
la vocación con otras obras del divino servicio; ni fi-
nalmente se le deje ir destituido de los necesarios auxi-
lios materiales. Al despedir a algún novicio, permítasele
llevar consigo todo lo que trajo, deducidos solamente sus
gastos; al profeso provéasele de vestidos según su propia
condición y, en cuanto sea posible, también de algún di-
nero; dénsele por fin letras testimoniales de su dimisión
y solución del vínculo de la Religión.
1043. La dimisión de los novicios se efectúa por una
simple intimación del Superior, y aunque para despe1-
dii< a> las, profesos de votos simples se requieren causas
justas y razonables, reconocidas diligentemente y pen-
sadas detenidamente delante de Dios, no hay necesidad
sin embargo de ningún aparato forense sino que, in-
dagado todo por oficio y paternalmente, ha de definirse
todo el asunto extra judicialmente, dejando memoria del
hecho de la dimisión y de sus causas. Para la dimisión
y expulsión de lo profesos de votos solemnes, se requie-
re un proceso judicial instruido por el mismo Maeátro
336 distincion duodecima

General a quien corresponde pronunciar la sentencia de-


finitiva, o por el Provincial, o sus delegados, según la
forma permitida a los regulares; mas, tratándose de di-
misión, si el mismo que ha de ser despedido consiente
en retirarse espontáneamente, entonces, omitido el estré-
pito judicial, pueden los Superiores recurrir a la Sede
Apostólica para el efecto de conseguir la dimisión.
1044. El efecto de la dimisión con respecto a los
novicios es restituirlos a su estado secular; también los
profesos de votos simples legítimamente despedidos que-
dan desatados de todo vínculo de la Religión y vuelven
de nuevo a la libertad que tenían antes de la profesión.
Los profesos de votos solemnes despedidos o expulsados,
quedan libres de la carga de la obediencia para con la
Orden y sus Superiores, y, quedando íntegro el vínculo
de la castidad, la obligación de la obediencia y de la
pobreza se acomoda a su nuevo género de vida.

CAPITULO IV

DE LA DIMISION DE LOS NOVICIOS

1045. El año de prueba en el noviciado tiene por ob-


jeto el que, por una parte, la Orden experimente sí
el novicio es apto para conseguir la perfección según el
propio instituto, y por otra, para que el mismo novicio
pruebe si puede acomodarse al género de vida y obligarse
a los deberes de la Religión; cualquiera de es as dos cosas
que falte, es necesario que el novicio sea despedido o que
se retire.
1046. T o d o novicio, pues, que durante el tiempo
de prueba apareciere afectado por algún impedimento
especialmente por aquellos por los cuales se prohibe el
distincion duodecima 337

ingreso en Religión, y que ya en otra parte se han men-


cionado, o que padece notables defectos del alma o del
cuerpo, como por ejemplo, si fuera estúpido, rudo e in-
capaz de aprender, a no ser que sea lego, o que no po-
see la salud y fuerzas que se requieren para los minis-
terios de la Orden, o que por cualquiera otra causa apa-
rezca de tal modo inepto para la vida regular que haya
de servir más bien de carga que de utilidad, este tal
debe ser despedido sin demora.
1047. Igualmente ha de rechazarse el novicio que
fuere soberbio, inquieto, demasiado tenaz en el propio
juicio, intolerante de la sujeción, enemigo de la morti-
ficación, afanoso de la propia comodidad, dado a la
pereza y que no muestra ningún interés por la piedad y
la virtud; estos tales suelen ser para los demás un estor-
bo y un semillero de discordias, y para la Orden una
c3Tga inútil.
1048. U n a vez, pues, que conste con certeza que un
novicio tiene estos u otros defectos semejantes después
de considerar el caso delante de Dios y de tratarlo con el
Maestro de Novicios y los Consejeros domésticos, el Su-
perior sin más lo despedirá en paz y caridad.

C A P I T U L O V.

DE LA DIMISION DE LOS PROFESOS DE VOTOS SIMPLES

1049. Asi como el noviciado es una prueba de la vo-


cación y de la aptitud para la vida regular, así la expe-
riencia de tres años o más en los votos simples es como
una confirmación y último examen de la capacidad para
la disciplina y los deberes de la Religión. De aquí que se
ha establecido que l o s votos1 simples, aunque perpetuos
22
338 distincion duodecima

por parte del que los emite e iguales a los votos solemnes
en cuanto a la fuerza de obligación, puedan disolverse
por dispensa de la Iglesia o por dimisión de la Orden, y
ésto al mismo tiempo en favor del Instituto y del que los
ha emitido. ( 1 ) .
1050. Corresponderá a los Superiores inquirir cuidar
dosamente e investigar con diligencia si aquellos que,
después de terminados los tres años de votos simples, han
de ser promovidos a los votos solemnes, se han condu-
cido correctamente en todo .el tiempo de dicha prueba,
y si se manifiestan dignos. Y no se han de juzgar dignos
sino aquellos que se hubieren demostrado deseosos de la

T e n g a n presente los Superiores en los casos graves que se


puedan presentar lo establecido en el canon 646 en que se les
autoriza para despedir de la Orden (Ipso f a c t o ) .
El canon 647 n.'' 2 establece que loi Superiores gravemente
onerada su conciencia n o pueden despedir al religioso, sino
guardadas las casas que siguen: 1.—Las causas de la despe-
dida deben ser graves. 2 . — P u ' d e n tener lugar ya por parte de
la religión, ya por parte del religioso. La falta de espíritu re-
ligioso que sirve de escándalo a los demás, es causa suficiente
de la despedida, si la monición repetida juntamente con salu-
dable penitencia h a sido inútil, pero no la falta de salud, a no
ser que corste ciertamente que ésta antes de la profesión fué
dolosamente callada o disimulada. 3.—Aunque al Superior que
despide deben constar coiT certeza las causales, sin embargo,
no .es necesario que sean comprobadas en juicio formal; pero
al religioso .siempre deben ser manifestadas, dada plena licencia
para contestar; y sus c o n t e n c i o n e s sean fielmente sometidas
al Superior que de-pide. 4. -t—Contra el decreto de despedida
tiene el religioso la facultad de recurrir a la Sede Apostólica; y
pendiente el recurso, la desdedida no tiene efecto alguno ju-
rídico,
distincion duodecima 339

virtud y perfección religiosa, empeñosos en abnegar su


voluntad, dados a la observancia monástica y muy aman'
tes de nuestra Orden; si falta alguno de estos requisitos,
los candidatos deben ser despedidos o ciertamente pro-
bados aún por más tiempo.
1051. N o sólo, pues, los criminales y culpables han
de ser rechazados de la profesión solemne, sino también
todos los que por cualquier causa son indignos del con-
sorcio de los siervos de Dios; así como no todos los ino-
centes y libres de crimen habrán de ser admitidos, preci-
samente por ser tales, sino porque además son hallados
aptos para los deberes y perfección de la Religión, así
con mayor razón será necesario arrojar a todos aquellos
que, después de emitida la primera profesión, aparecen
afectados por tales impedimentos que si se hubieren des-
cubierto antes de la profesión, de ninguna manera ha-
brían sido admitidos a ella, o que tienen cualesquiera
otros defectos que los hagan inútiles, o que difícilmente
O de ninguna manera pueden quitarse.
1052. La mala salud que procede de defecto heredi-
tario o físico o que hubiere precedido a la profesión de
votos simples y que hubiere sido ocultada intencional -
mente o por ignorancia, será causa suficiente de dimi-
sión. especialmente si hace inútil al que la padece. Mas.
si la enfermedad hubiere tenido su origen después de emi-
tida la primera profesión, no bastará para la expulsión,
especialmente si hubiere sido contraída en servicio de la
Orden. Pero el mismo profeso podrá recurrir a la Santa
Sede para la dispensa de los votos simples siempre que
tuviere una causa razonable, ni ésto se le ha de impedir,
ni se le ha de aconsejar otra cosa, a no ser que conste
que lo hace inducido por un engaño del demonio. (Los
profesos de votos simples constituidos en Oídenes Sa-
gradas se equiparan en todo a los profesos de votos sor
340 distincion duodecima

lemncs en cuanto a la expulsión; por lo tanto no pueden


ser despedidos sino en caso de que sean verdaderamente
incorregibles y medíante un proceso. S. C. EE. et R. R.
Auctis admodum, 4 Nov. 1 8 9 2 ) .

C A P I T U L O VI.

I)E LA DIMISION Y EXPULSION DE LOS PROFESOS DE


VOTOS SOLEMNES EN GENERAL

1053. En virtud del contrato entre la Religión y el reli-


gioso que obliga en justicia por ambas partes a la Religión
por un lado a proveer al religioso de lo espiritual y mate-
rial y al religioso por otro a servir a la Religión hasta la
muerte, los profesos de1 votos solemnes están estrecha-
mente unidos a la Orden que ni ésta puede arrojarlos de
sí, ni ellos pueden abandonarla, a no ser que intervengan
gravísimas causas. La Orden, sin embargo, al aceptar en
nombre de Dios y de la Iglesia los votos de los que profe-
san y al obligarse a conservarlos hasta la muerte, supone
precisamente esta condición, a saber: con tal que ellos lle-
ven siempre una vida conforme a las leyes de la Orden y
no sea alguna vez de impedimento para su fin esencial,
,es decir, para la santificación y salvación de ellos mis-
mos y de los demás. Si algún profeso, pues, de votos so-
lemnes llegare a tal grado d? maldad que rehusase vivir
según la Regla, Constituciones y Estatutos de la Orden
o cometiese tales crímenes que su conservación entre
nosotros fuera motivo de infamia o de ruina para nues-
tro Instituto, sin' duda alguna debe ser removido de la
Orden.
distincion duodecima 341

1054. Sin embargo, así como hay dos géneros de ra-


zones o causas de rechazo de la Orden, que son la deli-
berada disposición de ánimo de vivir contra o fuera de
nuestras leyes y la incorregibilidad en las faltas, asi tam,
bién distinguimos dos especies de rechazo: la simple di-
misión y la expulsión. Una y otra se decretan por el
Maestro General con el consentimiento de la mayor parte
del Consejo, previo siempre el proceso judicial.
1055. La gravísima pena de la dimisión sólo puede
aplicarse al religioso incorregiblemente relajado, y se
ejecuta de este modo: una vez que conste con certidum-
bre, después de una cuidadosa exploración de los hechos
y después de oír al culpable, que ha resistido pertinaz,-
mente a los consejos, correcciones y penitencias que se le
han dado tres o más veces y que realmente no quiere vivir
según las leyes y observancias de la Orden, o porque está
aburrido de la vida regular o porque tiene odio a las per-
sonas o cosas de la Orden, aunque no sea reo de críme-
nes atroces, el Maestro General, después de pensar dete-
nidamente el asunto delante de Dios, juntamente con su
Consejo General, le ordenará dejar nuestro hábito y ves-
tir la sotana clerical y lo enviará al Ordinario del lugar
con los oportunos documentos para que reciba de él el
orden y norma de vida con que pueda asegura: su sal-
vación.
1056. Con la pena extrema de la expulsión se ha de
castigar sólo el criminal incorregible, y se tiene- por in-
corregible en nuestra Orden el que comete con frecuencias
culpas más graves o una y otra vez culpas gravísimas
y acepta de buen grado, pero sin enmienda las penas por
ellas impuestas, o el que comete una vez esas mismas
culpas, pero rehusa sufrir la p:na merecida. La sentencia
de expulsión se dicta por el'solo Maestro General, juz-
gando juntamente con todo su Consejo según un próce-
342 distincion duodecima

so instruido judicial y canónicamente. ( 1 ) . Pronunciada


debidamente la sentencia, el Maestro General la dará a co-
nocer al Ordinario del lugar donde se encuentra el expul-
sado al mismo tiempo de la expulsión y se lo enviará en
hábito clerical y lo someterá a su autoridad y obediencia.
El Maestro General amonestará al expulsado o despedido
de votos solemnes sobre lo siguiente: primero, por la
expulsión o dimisión no se le relajan los votos esenciales
de nuestra Orden y emitidos por él en la profesión, sino
que se le suspenden solamente en aquellas cosas que no
se avienen con su condición de expulsado, y en aquello
que no se opone, está obligado absolutamente a su ob-
servancia. Segundo, si fuere iniciado en Ordenes Sagra-
das, queda suspenso de todo ejercicio de las mismas, pero
obligado a la recitación del oficio divino. Tercero, está
obligado en conciencia a corregirse y a volver al buen
camino para hacerse digno de ser recibido de nuevo en la
misericordia y consorcio de la Orden.

C A P I T U L O VII.

DE LAS CAUSAS PARA DESPEDIR A LOS PROFESOS DE


VOTOS SOLEMNES EN ESPECIAL

1057. Con justa razón establecemos en el Señor como


una causa para despedir a los profesos de votos solem-
nes, el desprecio formal o la deliberada negligencia de la
norma regular de vida y de la observancia que debe regir
en nuestra Orden según sus estatutos y leyes, pues el que
desprecia el peculiar método de vida de l|i Orden y sigue

(1) Esto mismo, es decir el Proceso Judicial es lo que exige


el can 654.
distincion duodecima
343

las costumbres mundanas, no sólo está inútilmente en la


Religión, sino también con peligro propio y de los de-
más; esta mala disposición de ánimo se deja conocer fá-
cilmente por las obras.
1058. El que se hallare, pues, así dispuesto y que des-
pués de haber sido amonestado y corregido muchas veces
con la debida caridad y diligencia, no quiere de ninguna
manera volver sobre sus pasos y a mejores sentimientos,
debe ser despedido de la Orden como reo de inobservancia
y relajación.
1059. Sin embargo, cuanto más digna de lástima es
la condición de aquel que obstinadamente desprecia la
salvación de su alma, tanto más necesaria es para con él
la compasión y la misericordia; de aquí es que, fuera de
aquellos casos en que toda demora en expulsar a los de-
lincuentes sería contra el orden de la caridad por la cual
debemos mirar por el bien de la Orden sobre cualquiera
otro bien, se ha de proceder en este asunto con la mayor
prudencia, caridad y paciencia. Y así a los descarriados del
recto sendero amonéstense primero oportuna e importu-
namente, corríjaseles con saludables penitencias, aplique-
seles a otros trabajos y ministerios, envíeseles a otras car
sas o Provincias y aún a regiones lejanas, y una vez que
se vea que todos los medios resultan inútiles, entonces,
finalmente se ha de recurrir a la expulsión.

C A P I T U L O VIII.

DE QUE MANERA SE HA DE HABER NUESTRA ORDEN


CON AQUELLOS QUE HAN SIDO SEPARADOS DE
SU SENO

1060. A todos nuestros religiosos y especialmente a los


Superiores les aconsejamos en el Señor que se muestren
344 distincion duodecima

bien dispuestos hacia aquellos que en un tiempo estuvieron


unidos con nosotros con el vínculo de la fraternidad, aun-
que al presente sean ramas desgajada« del árbol de la
Religión, que les manifiesten entrañas de caridad y les
presten ayuda en aquello que toca a su alma. Jamás les
acusen de algo, ni los depriman revelando los motivos
de su salida. Guárdense sin embargo de familiarizarse de-
masiado con ellos o de recibirlos alguna vez en nuestras
casas para pasar el día o la noche, especialmente si son
tales que puedan perturbar a otros por tener mala vo-
luntad, envidia u odio contra la Orden o sus Superio
res.
1061. Con respecto a los que se han de recibir de nue-
vo en la Orden, téngase presente las normas siguientes:
Los novicios despedidos una vez o que se han retirado
voluntariamente, de ninguna manera se admitan otra vez
al hábito si no es con licencia del Maestro General y en
caso de que las causas de su dimisión hayan deaparecido
completamente y compensen la ligereza u otra razón por
la cual se retiraron, con nuevos indicios de una sincera
vocación. Mucho más difícilmente será lícito recibir a
aquellos que después de emitida la profesión de votos
simples, fueron separados de la Orden en virtud de una
dispensa apostólica o de una dimisión. Pero si aquel que
se retiró por dispensa da muestras de manifiesta vocación
y de seriedad de propósitos, o las causas de su dimisión
han desaparecido completamente, podrá ser admitido de
nuevo. Más, para esta recepción se requiere dispensa del
Maestro General, la que de ninguna manera debe concer
der si no se ve que las aptitudes y la virtud del preten-
diente han de acarrear alguna singular utilidad a la Or-
den. Los que por fin han sido admitidos de esta ma-
nera, deberán repetir el año íntegro de prueba sin nin-
guna dispensa y serán sometidos con más empeño aún
distincion duodecima 345

que los demás novicios a experimentos y pruebas, a fin


de que no les haya de suceder algo peor.
1062. Por fin, los profesos de votos solemnes, cual-
quiera que haya sido la causa de su separación de la Or-
den, no han de admitirse de nuevo, sino rarísima vez y
ésto solamente cuando, después de considerada madura-
mente delante de Dios tocias y cada una de las circuns-
tancias relativas al que pretende volver, pareciere con-
venir así al Maestro General con el Consejo de la Orden,
a quienes, así como corresponde privativamente decretar
la remoción de éstos, así también corresponde acordar de
nuevo su admisión. Se consideran profesos separados de
la Orden no sólo los despedidos y expulsados, sino tam-
bién los que por indulto apostólico han obtenido facul-
tad de vivir fuera de la Orden, pero no los que han sido
promovidos a alguna dignidad eclesiástica fuera de la Oi<-
den. Se ha de tener, sin embargo, el mayor cuidado en
no admitir de nuevo a ninguno de éstos, sino después
que conste cierta y plenamente que las causas de la pri-
mera remoción se han disipado del todo y que jamás
haya de suceder que revivan. Además se les ha de somer
ter a todas las pruebas y experimentos que a los demás
novicios, y aún con mayor razón; y a fin de velar por
su propia fama y la de la Orden, envíeseles a otras casas
y aún a otras Provincias.
Epílogo
C A P I T U L O I.

DEL CONOCIMIENTO, OBLIGACION Y OBSERVANCIA DE


LAS LEYES DE N U E S T R A O R D E N

1063. Nuestra Orden, fuera de que, como toda la so-


ciedad de los Cristianos obedece a las leyes divinas y hu-
manas que rigen a los hombres en cuanto cristianos y en
cuanto ciudadanos, tiene sus leyes especiales y propias
que son: 1.') Los decretos de los Romanos Pontífices en
cuanto se refieren a los Regulares en general o a nuestra
Orden en especial; 2.o), la Regla de N. P. San Agustín;
3.o), las Constituciones de la misma Orden; 4.o), los
decretos de los Capítulos Generales; 5.o), las ordenacio-
nes de los Maestros Generales, y 6.o), los Estatutos par-
ticulares que miran a alguna Provincia o casa particular.
T o d o ésto deben saberlo de un modo conveniente los
Superiores 'y todos los que en la Orden tienen el encargo
de enseñar a otros las disciplinas regulares, y a los reli-
giosos particulares es absolutamente necesario el concr
cimiento de nuestra Regla y Constituciones al menos en
cuanto a las cosas sustanciales del estado religioso, a lo
esencial de los votos y a lo que toca al ministerio y deberes
de cada uno. Además en los Capítulos cotidianos léase con
348 epilogo

frecuencia en lengua vulgar y expliqúese algún capítulo de


las Constituciones y por fin cada religioso lea en privado
al menos una vez al mes aquellos, capítulos de las Consti-
tuciones que se refieren al estado y oficio de cada uno; para
lo cual ayudará mucho tener a disposición alguna versión
en lengua vulgar principalmente de aquellas partes de las
Constituciones que explican las obligaciones y ministe-
rios de los legos y de los ignorantes de la lengua latina.
1064. A todos los religiosos, sin embargo, interesa
grandemente saber con qué rigor y en qué medida tocan
al foro de la conciencia los preceptos y mandatos de la
Regla y Constituciones o cuánta es la fuerza que tienen
de obligar, a fin de que no les ponga en intranquilidad
el escrúpulo de transgresión, o la inobservancia pase a ser
uso y desprecio, y las caídas repetidas vengan a conducir
poco a poco al precipicio. Por lo cual les recordamos qu_
la Regla, las Constituciones, las ordenanzas y mandatos
de los Prelados no les obligan de ninguna manera a culpa
que se llama teológica, sino solamente a la pena, a no sli-
cuando interviene precepto formal de obediencia o des-
precio de la Regla, de las Constituciones o del Prelado,
o a no ser que se trate de materia que obligue por otra
parte en razón de voto o de precepto. Ilícito es sin em-
bargo mirar en menos por ésto la observancia o inferir
que le es permitido a alguno descuidarla sin peligro, antes
al contrario es preciso que todos estén persuadidos de que
en la fiel observancia está la perfección y salud de cada
uno.
1065. Siendo, pues, la voluntad de Dios nuestra san-
tificación por la guarda de aquello que es propio de nues-
tro Instituto, no será lícito de ningún m o d o apartarse
ni a la derecha ni a la izquierda del camino que nos se-
ñalan nuestras leyes. Y ésto debe estar, tanto más en el
corazón de cada uno, cuanto que de ahí depende, no
epilogo 349.

sólo la salvación de los religiosos en particular, sino tam-


bién la conservación de toda la Orden, pues así como
nuestra Orden ha vivido tantos siglos hasta el presente
por la observancia regular, así por la misma se conser-
vará y acrecentará en adelante. Por esto sepan los Supe-
riores que nada es de mayor importancia y nada
se les recomienda tanto como que se empeñen y es-
fuercen con todo su ahinco por que florezca en todas
partes constantemente en la Orden la observancia re-
gular: el General, pues, en toda la Orden, el Provin-
cial en su Provincia y el Superior en su casa deben de-
mostrarse cada cual activamente como vindicador,,
guarda y modelo de la observancia regular para los
demás. ( 1 )
1066. Es, pues, nuestro ánimo que se mantenga de
una manera tan inviolable la observancia de todo lo
que se contiene en la Regla y Constituciones, qu,e ni
siquiera una mínima parte quede expuesta a la negli-
gencia o al desprecio, a fin de que no vengamos a caer
poco a poco en cosas mayores. Ni de tal modo impo-
nemos severidad en los estatutos pequeños y simples que
ocurriendo una obligación mayor, pueda urgimos la
observancia menor con detrimento de la principal, y
para que esto no suceda y se subsane la incompatibilidad
de las leyes que a veces puede ocurrir, concedemos a
todos los Prelados en la Orden facultad de declarar qué
obligación prevalece y se ha de preferir en conflicto con

(1) Todos y cada uno de los religiosos, los Superiores igual-


mente que los subditos, deben, no sólo guardar fi?l e íntegra-
mente los votos que hicieron, sino también ajustar la vida a
las Reglas y Constituciones de la propia religión y así tender
a la perfección de su estado. Can 593.
350 epilogo

otras, como también de dispensar a los religiosos algu-


nas observancias de menor importancia cada vez que
prudente y razonablemente juzgaren que conviene así,
y especialmente aquellas que impiden un bien mayor o
una común utilidad de la Orden y generalmente una ma-
yor observancia y obligación incluida en una menor.

CAPITULO II

DE LA INTEGRIDAD, INTERPRETACION Y DISPENSA DE


NUESTRAS CONSTITUCIONES

1067. Siendo todas y cada una de las cosas esta-


blecidas en estas Constituciones, dictadas por la sabi-
duría de nuestros padres y nuestros mayores, compro-
badas por la experiencia de tantos siglos y tan dete-
nidamente y de propósito examinadas en la presente
compilación que nada se encuentra en ellas, ni aun lo
más insignificante, que no haya sido sometido a una
severísima consideración y examen, a nadie por consi-
guiente debe ser lícito mudar, añadir o quitar cosa
alguna del presente texto. Y si por las vicisitudes de los
tiempos y la mudanza de las cosas se hiciere necesario
innovar, mitigar o mudar algo, hágase siempre sin der
formar este texto, por modo de exposición, dispensa o
sustitución de una cosa por otra, con distinción del
texto y al fin del capítulo, o agregúese en otra parte,
conservando inviolablemente su integridad.
1068. Las Constituciones, como que revisten la fuer-
za y naturaleza de verdadera ley, tienen vigor perpetuo,
ni pueden derogarse, abrogarse o cesar sino por otra ley
semejante, o sea, que tenga la fuerza de Constitución.
Los decretos de los capítulos Generales y las ordenanzas
de los Maestros Generales de la Orden pro tempore, se
epilogo 351.

consideran como principios de ley o de Constitución y


pueden ser abrogados por otro Capítulo General o por
otro Maestro respectivamente, y no adquieren fuerza y
naturaleza de Constitución sino después que fueren
aprobados por do s Capítulos Generales y promulgados
como verdaderas leyes. Los estatutos de los Superiores
menores y de los Capítulos Provinciales pueden ser
anulados por el Maestro General, por los sucesores de
aquellos que los dictaron o por otros Capítulos Pro-
vinciales. ( 1 ) .
1069. Los usos piadosos y las costumbres útiles inr
t; aducidos legítimamente, con tal que no se opongan a
la letra o al espíritu de las Constituciones, deben con-

(1) Repetimos aquí lo ya hemos dicho más adelante: "Las Re-


glas y Constituciones particulares de cada una de las Religiones
no contraríes a los cánones de este Código conservan su fuerza;
pero las que se oponen a los mismos son abrogadas". Canon
489.
Para mayor claridad y para que siempre se respete nuestro
propio código que es nuestra Constitución ponemos el canon
22 que dice: "La ley posterior dada por autoridad competente,
abroga la anterior, si expresamente lo dice, o si es contraria a
ella, o dispone íntegramente toda la materia de la ley anterior;
pero salvo lo prescrito por el canon 6 n.o I, la ley general de
ningún modo deroga a los estatutos de lugares espaciales y de
personas singulares, a no ser que otra cosa se disponga expre-
samente en la misma". Hay otra disposición del Derecho que
conviene tener siempre presente: "Los derechos adquiridos, y
así mismo los privilegios e indultos que, concedidos hasta ahora
por la Sede Apostólica a personas ya físicas, ya morales, estén
todavía en UÍO ni han sido revocados, permanecen íntegros, a
no s^r que sean expresamente revocados por los cánones de!
Código". Can 4.
352 epilogo

servarse: mas los que fueren manifiestamente contrarios,


aunque sean inveterados y estén muy extendidos, han
de extirparse prontamente como corruptelas; ni podrán
por lo mismo derogar las Constituciones o favorecer a
alguien en cosa alguna. I.as declaraciones, disposiciones,
ordenanzas y demás actos de este género que parecen
estar en pugna con la letra de las Constituciones, obp
tendrán fuerza local, particular y temporal, suspendién-
dose en tal caso, pero no abrogándose, las Constitucio
nes.
1070. Cada vez que ocurra alguna duda acerca d,e la
inteligencia y aplicación de nuestras Constituciones, la
cual esté definida de una manera cierta por el Derecho
Canónico, es necesario atenerse a él, pues donde falta
el derecho privado rige el derecho común. En las de-
más dudas hay que atenerse a la interpretación del
Maestro General a quien toca interpretar y declamr
auténticamente las Constituciones, bajo la corrección sin
embargo del futuro Capítulo General.
1071. Además el mismo Maestro General tiene en to-
da la Orden suprema y universal potestad de dispensar
en las Constituciones, tanto en favor de los particula-
res, como de las casas y Provincias: la cual potestad
debe ejercer juntamente con su Consejo General, siempre
que se trate de asuntos de mayor importancia: Los de>-
más Superiores, tanto Provinciales como locales, podrán
también usir de la misma facultad dentro de los térmi-
nos de su jurisdicción en casos particulares y con suje-
ción al Maestro. Guárdense sin embargo los Superiores de
extender esta facultad a aquellas cosas que son de dere-
cho divino, en las cuales no tienen ninguna potestad, o
de invadir los dominios del derecho eclesiástico, si no es
en aquello que fuere permitido por la misma Iglesia. Les
recordamos además que esta facultad se les ha concedido
epilogo 353

para edificación y no para destrucción, y que la dispensa


es justa cuan'do interviene alguna necesidad, o laudable
cuando ocurre alguna utilidad común, pero que si falti
alguna causa razonable es absolutamente reprobable y
perjudicial.

Fin de las Constituciones de la Celeste, Real y Militar


Orden d,e los Redentores 'de la B. V . María de la Merced.

I.as Constituciones últimas en el texto latino fueron apror


badas y confirmadas por el Papa León X I I I en el de-
creto de 11 de mayo de 1895. La Regla y el compendio
de las Constituciones editadas en castiellanjo en San-
tiago de Chile en enero de 1933 están con la debida li-
cencia eclesiástica .

23
Apéndice

El Rvdmo. P. General en una circular a los Provin-


ciales de la Orden, recomienda el fiel cumplimiento de la
Instrucción de la Sagrada Congregación de Religiosos del
10 de Diciembre de 1931, dice:
"Aunque no dudo que V. P. Rda. habrá dado a esas
Letras toda la importancia que tienen, como sé que la da
a todos los mandatos, indicaciones y directivas emana1-
das de la Santa Sede, no obstante me permito recomen-
dárselas de un modo especial por haberme manifestado
este deseo personalmente el Eminentísimo Cardenal Pre-
fecto de Religiosos, a saber: que las tengamos siempre a
la vista y que demos cumplimiento exacto y estricto a
esas instrucciones gravando la conciencia de los Superio-
res.
Y a nadie se le oculta la oportunidad y justicia de
esos avisos, porque si siempre el sacerdote debió ser luz
del m u n d o y sal de la tierra, hoy más que nunca debe
serlo con su doctrina y con su ejemplo; as,í lo exigen
las necesidades de la época; los sacerdotes de la actua-
lidad debemos ser buenos y doctos si hemos de ponernos
a la altura que ha menester el cumplimiento de nuestra
misión; buenos al grado que nuestra conducta aparezca
intachable; doctos en forma que nuestra preparación esté
por encima de tóda mediocridad. A eso van enderezadas
356 apendice

las presentes "Instrucciones" de la Sagrada Congregación


de Religiosos que nosotros debemos recoger y obedecer
con amor y entusiasmo secundando el interés que ellas
demuestran por la buena formación de nuestros sacer-
dotes".
Circular del Rvdmo. P . General, Fr. Juan del C. Ga-
rrido, Roma 5 de Agosto de 1932.

FORMULARIO QUE D E B E N SUBSCRIBIR LOS RELIGIOSOS


ANTES DE SU ORDENACION

En todas las Ordenes y Asociaciones sacerdotales y


antes que sean presentados al subdiaconado, además de
la inquisición mandada en el número anterior, deben los
Superiores exigir a los ordenandos la testificación que,
con vistas a la próxima ordenación, debe ser suscrita por
el candidato y firmada con fe de juramento, por este
tenor:
" Y o el infrascrito N. N . alumno de la Orden o Con-
gregación N. N., habiendo expuesto el deseo de recibir
el sagrado orden del subdiaconado y después de haberlo
examinado diligentemente ante Dios, por vía de juramen-
to testifico: l . o ) . Que ninguna coacción, fuerza o temor
me impele a recibir el dicho orden sagrado, sino que lo
deseo espotáneamente y quiero abrazarlo con plena y
libre voluntad y con todas sus cargas anejas; 2 . o ) . Con-
fieso que me son plenamente conocidas todas las obliga-
ciones dimanantes del mismo sagrado orden, las que acep-
to espontáneamente y con la ayuda de Dios propongo
cumplirlas fielmente todo el curso de mi vida; 3 . o ) . L o
que está mandado por el voto de castidad y la ley del
celibato testifico conocerlo claramente y resuelvo con to-
da firmeza guardarlo íntegramente, con la ayuda de Dios
hasta el fin de mí vida; 4 . o ) . En fin, con sinceridad pro-
apendice 357

meto obedecer fiel y constantemente, conforme a los sa-


grados cánones, en todo lo que los Superiores según dis-
ciplina de la Iglesia me mandaren; dispuesto a dar a los
demás, ejemplos de virtud, ya de obra, ya de palabra,
para que así merezca la retribución prometida por Dios
?. la recepción de tan gran oficio, En fe 'de lo cual juro
sobre estos santos evangelios que toco con mí m a n o " . . .
día mes . año . . . .
N. N. con propia mano".

"Se ha de notar que en las Ordenes de votos solemnes,


la anterior testificación suscrita por el religioso y firma-
da con juramento, debe proceder a la emisión de los vo-
tos solemnes.
En las dimisorias para la ordenación, conforme a lo
prescrito por el Código canónico, así como en las testi-
moniales, los Superiores darán fé de todas estas cosas,
con gravamen de conciencia, al Obispo, el cual queda
libre para preguntar, aún privadamente a los ordenan-
dos.
Aunque para las órdenes del diaconado y presbiterado
no sean menester tan amplias informaciones, ni buscar
nuevos testimonios, vigilen, no obstante, los Superiores
y vean si en el intervalo de una a otra ordenación han
ocurrido cosas nuevas que manifiesten vocación religiosa
dudosa o nula. E n este caso y tras atenta investigación
y previo consejo de varones prudentes, prohibirán en abr
soluto el acceso a nueva ordenación y remitirán el caso a
esta Sagrada Congregación, la que resolverá lo que más
conveniente fuere, según las circunstancias.
Nuestro Santísimo Padre Pío por la divina Provi-
dencia Papa X I en audiencia, del día 10 de Diciembre
del año 1931, después de oír la relación hecha por el in-
358 apendice

frascripto Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación


se dignó ratificar y confirmar todas estas cosas, mandan-
do que la presente instrucción sea notificada a todos los
Superiores Moderadores de las Ordenes religiosas y Aso-
ciaciones clericales a fin de que sea observada escrupulo-
samente, y disponiendo que al principio de cada año sea
leída a los religiosos clérigos y que los Superiores en la
relación quinquenal informen a esta Sagrada Congrega^
ción acerca del exacto cumplimiento de estas prescripcio-
nes.
N o obstante cualquiera cosa en contrario.
Dado en Roma, en la Secretaría de la Sagrada Congre-
gación de Religiosos, el día, mes y año, ut supra".

FR. A. H. M. C A R D . L E P I C I E R , O. S. M „ Prefecto.

V . LA P U M A , Secretario.
indice:
Pags.
Preámbulo del Compendio de las Con tituciones . . . . IX

Regla de N . S . P . Aurelio Agustín 1


Prólogo de las Constitución :s .. 15

FUNDAMENTO

Capítulo I—Del Fin de la Orden 18


II—Del Gobierno de la Orden . . 20
" III—De la conservación y aumento de la Orden. 21
IV—DJ la Observancia Regular 22
" V—De la perfecta vida común y d i la uniformidad
que se h a de guardar siempre . . . . . . 23
" VI—Del amor de la perfección . . . . . . . 24
" VII—De la abn gación de si mismo y desprecio
del mundo . 25
VIII—De la Santidad y guarda de los Votos .. 26
" IX—Del procurar la eterna salvación del
Prójimo . . ... ... 28
360 indice

distincion primera

De los que h a n de ingresar y ser admitidos en la orden y dt


s u educación

Capitulo I—De la potestad y modo de admitir . . . . 31


" II—Del e x a m e n de la vocación y de las
cualidades para ingresar a nuestra Orden . 35
" III—De los impedimentos para recibir e n
nuestra Orden . 38
" IV—De las informaciones acerca d s la aptitud
d s lois Postulantes 41
" V—De las Casas de Noviciado 43
" VI—Del Maestro de Novicios 46
'' VII—De la Formación de los Novicios . . . . 49
V I I I — D i la distribución del tiempo en el No-
viciado . . . . . 57
" IX—De la admisión de los Novicios a la Profe-
sión . . . . . . . 59
" X — D e la Profesión y su solemnidad 63

DISTINCION SEGUNDA
Del régimen de los recién profesos, de su educación'y promoción
a las Sagradas Ordenes

Capitulo I—Del régimen de los Profesos 67


" II—Del cuidado espiritual y corporal de los
Estudiantes 70
" III—De las ciencias que se han de enseñar a
nuestros Estudiantes y cómo se h a n d3
enseñar 73
" IV—De la admisión de los profesos de Votos
Simples a l a profesión d s Votos Solemnes . 76
" V—De la promoción de nuestros clérigos a las
Sagradas Ordenes . . . . . . . . . . . . . 78
apendice 361

DISTINCION TERCERA

D e los Votos y divinas alabanzas

Capitulo I—Del Voto de Obediencia 83


II—Del Voto de Pobreza 88
III—Del Voto de Castidad 91
IV—Del Voto d3 Redención , 93
" V—De la celebración del Santo Sacrificio de la
Misa . . . 96
" VI—De la aplicación de las Misas . . . . . 98
VII—De la Iglesia y de su Santidad y Culta . 100
" VIII—De la frecuencia de los Sacramentos 103
IX—Del Oficio Divino y Coro . . . . . . 105
X — D e la obligación del Oficio Divino . . . . 107
" X I — D e los homenajes con que debemos h o n -
rar a la Santísima Virgen Maria . . . . 108
" X I I — D e la muerte y sepultura de los reli-
giosos 110
" XIII—De los sufragios por los muertas . . . 112

DISTINCION CUARTA

De las disciplinas de la observancia regular

Capítulo I—De la oración mental . . . . 117


" II—De los Ejercicios espirituales, del e x a m e n
de conciencia y de otras prácticas de
piedad . . . . . 121
III—Del silencio y modestia . 122
" IV—De la d;bida observancia de la clausura
regular 125
" V—De la comunicación con los extraños 128
362 apendice

Capítulo VI—De los religiosos viajeros y huésp:des . , 130


VII—De la disposición de las caldas . 133
VIII—Del mcdo de proveer a cada uno de
lo nece:ario 135
" IX—Del buen empleo del tiempo 136
X—Del ayuno y mortificación 138
XI—De la refección y el alimento 141
XII—De la lectura en la n n s a y la recrea-
ción después de ella 143
" XIII—Del vestido y compostura exterior 146
" XIV—Del s u m o y de las camas 148
XV—De la ropería, despensa y refectorio 149
" XVI—De los enfermos 151
XVII—De la enfermería u hospital . . . 153
" XVIII—De la distribución d e las cosas c o n -
cedidas para el uso de los religiosos
difuntos 155
X I X — D e l orden que ¿e h a de guardar e n '
todas partes y de los honores que se
han de r;ndir mutuamente los religiosos 156
X X — D e l Capítulo cotidiano da Culpas . . . 159
X X I — D j la conservación e incremento del
espíritu religioso 162

DISTINCION QUINTA

Del ejercicio y profesión de tas letras

Capitulo I—Del estudio de las letras y de los Colegios


en general . 165
II—De la dife.encia y régimen de los Co-
legios 168
III—Del ofic'o y autor.dad del Rector 170
IV—Del oficio del Ministro del Rector . . . . 172
apendice 363

Capítulo V—Del oficio del Regenta o Prefecto de Estu_


dios 173
" VI— Del oficio del Maestro de Estudiantes . . 173
" VII—De las cualidades d i los Profesores y de
su oficio 177
" VIII—De los Consultores y otros oficiales del
Colegio . 179
" IX—De los que h a n de consagrarse a los es-
tudios 180
" X — D e las clases y de los libros que se h a n de
usar , . 181
" XI—Distribución de las disciplinas qus se h a n
de enseñar . . . . . . . ... ... 182
" XII—Del o r d m y método de enseñar . . 184
" XIII—De los medios de aprovechar e n el
aprendizaje de las letras . ... . . 188
XIV—Del adelanto en la formación regular
y eclesiástica de los estudiantes . 190
" XV—De los cursos d : cada facultad y de los
grados académicos 191
XVI—De las Academias 195
XVII—De las biKotecas y los bibliotecarios . . 199
XVIII—De los historiadores y demás escrito-
res de Nuestra Orden . . . . . 199

DISTINCION SEXTA

De los Ministerios de la Orden

Capítulo I—De la Santidad Sacerdotal .


" II—De los ministjrios para con el prójimo
e n común . . . . 205
" III—De lo que toca a la Redención de los
Cautivos 207
364 apendice

Capítulo IV—De los Predicadores . . . . .. .... 213


" V—De las confesiones y da los confesores 215
" VI—De los Misionero, entre católicos . 219
" VII—De los Misioneros entre infieles . 222
" VIII—De la Conversión de los acatólicos 225
" IX—De los Catequistas 227
X—De la educación d3 la juventud . . . 228
" X I — D e otros deberes de caridad 232

DISTINCION SEPTIMA

De los Capítulos y de la elección de los Superiores y demás


oficiales de la Orden

Capítulo I—De tos Capítulos 236


" II—De las normas comunes que se h a n de ob-
servar en los Capítulos , . 238
" XII—De los Capítulos Provinciales y de la de-
signación de los Superioras Provinciales 239
" XIII—De la c o n v o c a c i ó n Presidente, lugar y
tiempo del Capítulo Provincial . _ 242
" XIV—De la celebración del Capítulo Provincial 243
" XV—Del Consejo Provincial, d3 la Sucesión
del Provincial y de la elección de los S u -
periores Locales .... . . 246
XVI—Del Capítulo Conventual 248
" XVII—Del Consejo doméstico 250

DISTINCION OCTAVA

Del Régimen de la Orden, de la autoridad y oficio de los


Superiores y de los deberes de los oficiales menores

Capítulo I—Del Régimen de la Orden 253


apendice 365

Capítulo II—Del Escudo y Sello de la Orden 255


" III—Del exacto cumplimiento del propio oficio 259
" IV—Da la autoridad y oficio del Maestro
General 263
" V—Del oficio de los Asistentes Generales . 272
" VI—Del oficio del Procurador de la Orden . 274
VII—Del oficio del Secretario General 276
VIII—Del Régimen de las Provincias 276
" I X — D 3 la autoridad y oficio del Provincial 279
" X—Del oficio del Capítulo y del Consejo Pro-
vincial 285
" XI—Del oficio del Diputado y Secretario
Provincial . . . . . . . ..... . . 286
X I I — D e la autoridad y oficio del Superior lo-
cal y de su Vicario y Sucesor _ 288
" XIII—Del Régimen da nuestras Casas . . . 292
" XIV—Del oficio del Vicario y del Despensero
Conventual 294
" XV—Del oficio de los Depositarios del Con-
vento 295
XVI—Del oficio del Procurador Conventual 297
" XVII—Del oficio de los Examinadores . . 299
XVIII—Del oficio del Sacristán 300
X I X — D e l oficio del Bibliotecario . 301
X X — D e l oficio del Ropero . 303
X X I — D s l oficio del Portero 304
X X I I — D e l oficio del Refitolero . . . . . . 306
X X I I I — D e l oficio del Cocinero 307
X X I V — D e l oficio del Celador y Despertador 308
366 apendice

DISTINCION NOVENA

De la posesión de los bienes temporales y de su administración

Capítulo VI—De la administración de los bienes da


cada casa . . 311
XII—De los archivos que se han de tener e n
la Orden 314

DISTINCION DECIMA

De las Monjas, de los Terciarios, y de otros que partici-


pan de los bienes de la Orden

Capitulo VI—De las Cofradías del Escapulario de nues-


tra Orden y de su institución y m i e m -
bros 321
VII—De otros participantes de los bienes es-
pirituales de la Orden 324

DISTINCION UNDECIMA

De las culpas, de las transgresiones a las reglas


y de sus penas

Capítulo XI—De la culpa y pena de los incorregibles 325


" XII—De la corrección fraterna y de la m a -
nifestación del delito . . . . 328
apendice 367

DISTINCION DUODECIMA

De los que h a n de ser despedidos o expulsados de la Orden

Capítulo I—De la dimisión y de la potestad de despedir 331


" II—De las causas para dBspedir e n general . . 333
" III—De la manera de despedir y de su efecto 334
IV—De la dimisión de los Novicios . . . . 336
" V—De la dimisión de los Profesos de Votos
Simples . . . . . . . 337
" VI—De la dimisión y expulsión de los profesos
de Votes Solemnas e n general . 340
" V i l — D e las causas para despedir a los pro-
fesos de Votos Solemnes e n especial . . 342
" VIII—De qué manera se h a de haber N u e s -
tra Orden con aquellos qua h a n sido sepa-
rados de su seno . . . 343

EPILOGO

Capítulo I—Del conocimiento, obligación y observancia


de las leyes da Nuestra Orden 347
" II—De la integridad, interpretación y dispen-
sa d s nuestras Constituciones 350

A p é n d i c e 355

Formulario que deben subscribir los reli-


giosos antes de su Ordenación 356
FE DE ERRATAS
PÁGINA LÍNEA SE DICE LÉASE
XII 12 llamado llamados
8 21 cualquier cualquiera
9 4 os
12 22 líos os
27 27 conservar conservarla
32 2 de la Nota vorones varones
38 29 admiten admita
42 4 efecto afecto
43 2 emitirse omitirse
49 h está estará
57 5 lo q u e la q u e
58 18 oirá oirán
59 21 hacer de la p r o f e s i ó n h a c e r la profesión
62 18 Noviciado Novicio
87 16 estos esto
92 18 inferior interior
92 26 convencidos que c o n v e n c i d o s de que
aa 17 católicos acatólicos
96 17 además demás
105 16 saliberas saliveras
114 10 le les
127 19 estén están
132 l no debo debe
13» 31 »un c u a n d o en aun e n
143 17 rebaje relaje
145 18 calidad caridad
152 7 tanto a lo tanto e n lo
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