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id 11 lo difícil es estimulante; solo la resistencia que nos


.. 111 l'S capaz de enarcar, suscitar y mantener nuestra
1f.1 111 de conocimiento; pero, en realidad. ¿qué es lo
11,11 Ji ¡,lo sumergido. tan solo, en las maternales aguas
I 1" uro?, ¿lo originario sin causalidad, antítesis o lo·
I I lu forma en devenir en que un paisaje va hacia
1111110. lIna interpretación o una sencilla hermenéuti·
1"'''' ¡, después hacia su reconstrucci6n, que es en deH-
I1I qm: marca su cricacia o desuso, su fuerza arde-
1,.1_111 11 MI npagado eco, que es su visión histórica. Una
¡" '" dificultad en su sentido; la otra, la mayor, la
1,,1,1.11111 dc una visi6n hist6rica. He ahí, pues, la diH-
,",1 ,kl >clllido y de la visi6n hist6rica. Sentido o el
11, 11110 de una causalidad regalada por las valoracio-
1'\"III,lei>tas. Visión hist6rica, que es ese contrapunto
',,11>111 "11\ rcgado por la ¡mago, por la imagen partici-
1" 111 1/1 historia.
I Il'vlHlII'llOS una serie de lienzos, desde ilustraciones
1111111,. de horas hasta pintura flamenca o italiana re-
lltl',III, podemos situar, con la visualidad que da la
", '••"IHC el devenir hist6rico, esa causalidad de sen-
I 111 IInagcn, que da la visión hislórica. Si contem-
111 1I"'ll'aci6n "Sepliembre", de los hermanos Lim-
'" I { fi{lfo <1" !Joras, del duque de Berry, vemos
"'"II,,',IIIOS regando alegremente a los pies del cas-
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EL SECRETO DE GARCILASO

A luan Ramón liménez

EXTRAÑO GARCILASO

G ARCILASO, convertido en pastilla, se ha quemado, pero


sus aspirados vapores han motivado efectos contra-
dictorios no previstos por Lopillo. Clarísimos vapores
recogidos por romanceados y por cultos, y lejos de ser
una ostentación o un lujo intraspasable para una especí-
fica casta poética, ha sido la más especial coincidencia,
una de las más extrañas detenciones en que se han plan-
teado distantes equilibrios y conjugaciones. Por encima
de una resolución dual del fenómeno poético, vemos al
retorno de muchas ingenuidades y forzadas contrastacio-
nes, cómo la raíz de muchas devociones al culto marfil
pasaban nutricias, aparte de su momentáneo enamora-
miento o seducción, a dibujar los materiales traídos por
lo popular y lo indígena. Vemos cómo la ascensión de 10
popular onírico -molesto por su tomista convencimiento
de última actualidad de toda forma- hasta lo culto arqui-
tectónico -dolido también por la constante comproba-
ción de sus vivencias, por la oportunidad temporal de
la cosa aprehendida- eran tan coincidentes y desespera-
das, como llenar los agujeros, las ausencias excluidas por
cl inteleclo con una adivinación telúrica, con una extraña
12 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 13

coincidencia con ]a embriaguez terrenal. A la vuelta de se va filtrando en lentas incursiones la manera culta en
esa dual rebusca eran muchas las semejanzas recíprocas, gran número de dramas y de comedias de Lope. La
las semejanzas inversas. "Sutilizamos y mandamos -dice influencia popular nutría a G6ngora, un afán manteni-
en una desenfadada premática Polo de Medina- que do favorecía en Lope, la aspiraci6n a un estilo donde
lodos los que comieren uvas muerdan del grano, y no la palabra se bastase. Esta vena secreta de G6ngora
le arranquen con los dedos, porque acontece quedarse a Lope, quizá nos dé la primera palabra del secreto de la
alguna parle pegada al palillo." Soluci6n unitiva si al coincidencia de escuelas y aun de simples maneras en
morder las uvas poéticas llegábamos al grano de su Garcilaso. El dualismo poético que va a traspasar todo
virLud y gracia inasequibles. Todas las complicaciones el siglo XVI, aparece en éL centrado y 1"esuelto, pues si
y renCOl"Osas disparidades surgían de los apresuramientos hist6ricamente Garcilaso sufre la contrastaci6n de la poesía
arrancados con las uñas, sin esperar el dulzor adivinado tradicional, orgánicamente está resuelta en él sin intentar
o la desaz6n que conoe y anuncia que la sustancia poéti- excluir, sin cruz de problematismo. Caso raro. Una poesía
ca uLilizada debe de ocultarse o desaparecer, más que la que hist6ricamente tiene que adquirir riesgo de choque,
lásLima rejuvenecida de ser aún uLilizada en diestras do- y que no obstante se presenta en Garcilaso como un
sificaciones. Ya sabemos que Ja pocsía no es cosa de chorro liso, puntas limadas y accidentes, abatidas todas
exquisitos ni de acuario impresionista, sino de íntimo, las compuertas que obstaculizan la formaci6n de las pri-
entrañable centímetro taurob6lico, de diluir lo marm6reo meras líneas poéticas, el1"emate de un cuerpo o manifies-
y objetivo para que penetre por nuestros poros, de disol- to poético.
ver nuestro cuerpo para que llegue a ser forma. Algunas dificultades. Crist6bal de Castillejo va a ofre-
"Creo -decía Lope- que muchas veces la falta del cerle un requiebro molesto. Va a oponer la intromisi6n
natural es causa de valerse de tan estupendas máquinas renacentista italiana a la satisfacci6n femenina, al único
de arte," Se favorecía con esto toda clase de confusio- objeto en quien pueda depositar y encarnar la galantería
nes, negando enraizamiento o sustentáculo terrenal a otra de corte y cortesanía. Dejando el sa16n renacentista
clase de poesía, a la que consideraban utilizando hasta hueco y sin la esperada malicia que salta de las pregun-
el agotamiento su egoísmo desesperado o su irreconci- tas a los recuerdos. Llega también 'la molestia de la estro-
liable 'laminaci6n. Vossler ha eliminado tan dispareja filla de Gregorio Silvestre:
ingenuidad, consistente en dos tipificaciones, en dos
cx.presiones poéticas opuestas. Un mito absorbente y per- El sujeto frío y duro,
f rechado de esencias populares en Lope, y un mito de y el estilo tan oscuro,
delicias exclusivas o de cámara secreta en la que se ha que la dama en quien se emplea
operado el vacío absoluto en G6ngora. Ya se le han duda, por sabia que sea,
si es requiebro o es conjuro.
suponiendo habitabilidad, hasta motivaci6n ética, "fruto
de tll1 anhelo de intimidad, de la nostalgia de una Tule, de
una Orplid «que a lo lejos luce», de un país donde pena No le basta. Insiste:
y gloria se pierden y diluyen como los contornos y co-
lores del mundo real en irreal lontananza". (Vossler.) Sentencio al que tal hiciere
Ya vemos al G6ngora adolescente atraído hasta la parodia que la dama por quien muere
por los romances moriscos de Lop,e. Ya vemos c6mo 10 tenga por cascabel.
14
LEZAMA LIMA.-oBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 15

\ La contradicción se hace historia y polémica. Ni un paisaje neoclásico que se deja penetrar. Linealidad cas-
momento Garcilaso es perturbado. Su obra va a engen- tellana, canon romano, entre lo gótico que diluye y lo
drar otras posiciones, su conducta va a desembarcar en barroco a que obliga posteriormente, una línea tensa,
otros rumbos. Obra y conducta van a engrosar una supre- la política imperial, corte, cortesía, cortesanía, y una
ma unidad -exteriormente divisas- invisible. Mien- poesía en la que los elementos que la integran se presen-
tras la conducta se va a encuadrar dentro de ciertos tan sin heridoras púas; que utiliza todos los cuerpos
signos habituales en el Renacimiento, la obra se va a cifrar simples de la poesía con respecto a un centro movible,
CIL secretos y en sigilos. Altaneros residuos de tina con- pero adquirido; convirtiendo el cosmos rodeante de puro
ducta que intenta establecerse en 10 establecido. Gritar imperio, en una poesía en que 'la imprcsi6n -cualquier
para ser oído. Diestramente ocupa su cuerpo y su con. inquietud, malevolencia, oristaci6n- está resuelta en la
ducta la codificada cOliesanía renacentista, y el espacio expresión cóncava, ajustadora. Entonces, ¿cómo pudo bro-
sc ocupa lindamente, a cabalidad, sin embargo, la obra tar de allí una larga onda insatisfecha, el romanticismo
que intenta rescatarse en sus más puros momentos resi- en la pregunta viva de cada generación?
duales, resulta el prodigio de formar una teoría indivisa. El dominio, la impasibilidad de su arquitectura. To-
Prodigio en la fusi6n de amigos contrarios, sin mezqui- ledo diluyéndose sin marcar una obra de descomposición
na superposici6n, utilizando superficies momentáneamente vertical -viva en El Greco- y un simple destierro en
antag6nicas sin buscarse la necesidad amiga, la adivina- el Danubio, sin mayores consecuencias, sin que podamos
ción o sublimación de una conducta esperada, cortedad swtirlo apresado en lo g6tico ni el mucho humus pro-
cortés, dentro de la genuflexión que está subrayada por voque el fervor ornamental; aliadas esas negaciones o re-
una flecha indicativa, bastante gruesa, desde siempre sistencias, tan sutilmente rechazadas que casi nos duele
esperada. la palabra resistencia, al canon romano, produce un mo-
Extraño Garcilaso, extrañeza en lo no barroco. Lo ba- mento gracioso, eficaz en lo decisivo de sus confluencias.
noco, dice Worringer, es la degeneración de lo gótico. Lope, asustado, nos dice la estrofilla gustada con
Nace en Toledo y carece de preocupaciones teocentristas. fruición por los retores: "mientras por el temor de culta
Se depura en el sentimiento nórdico del paisaje, y adopta jerigonza quemaban por pastilla Garcilaso". Pero Gón-
una arquitectura de concha mediterránea, o mejor se fija gora también 10 hace suyo. Garcilaso, centro del cual van
suavemente romanizado. Ni por asomo entra en él lo a surgir Lope y GÓngora. Extraño Garcilaso. Qué anuda-
gótico, ejemplificando como el que más la sobriedad cas- do tan extraño secreto. Que no salta, secreto sin escon-
tellana. Trae lo renacentista y la traici6n provoca que dite de palabras o de sombras.
adivina lo mejor de lo que iba a nacer. Caramillos, Virgi- Góngora también le va a recordar. Sin acaso propo-
J io y Petrarca y sale de él el más feroz marfil culto.
nérselo sentimos a Garcilaso extendiendo su onda hasta
y siempre que adopta una postura origina, en su secreta incluir a GÓngora. Seguro homenaje su estrofa: "como
adivinación, lo mejor de los contrarios. Si contemplamos la ninfa bella compitiendo - con el garzón dormido en
en El Greco el resuelto escándalo de la pulpa veneciana cortesía". ¿No sentimos como un eco de 10 mejor de Gar-
y la línea castellana, en Garcilaso el canon romano insu- cilaso, convirtiéndose en invisible hilo con el cual se va
nado en el ardor castellano produce una fabricada nueva a tejer y a destejer, llegando a ser invisible e imposible
sobriedad; mientras que el probable gótico que se puede el aire respirado en el Góngora de las fábricas de corcho
desprender de un destierro en el Danubio, le dicta un y de nieve, en el de los airados momentos en que nos
16 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 17
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entrega su abanico de púas? Comprende Góngora la inde- adquirido popular y ese mínimo elemento reducido a mí-
cisión de Garcilaso, su situación dual, cuando le alude: nima unidad, que incomprensiblemente llaman algunos
"solicilnr le oyó silva confusa - ya a docta sombra, ya material culto, pues toda poesía desligada lo único que
a invisible musa". Pero adivina en justísima estrofa el hace es proceder más indirectamente -astuto Ulises pro-
respnldo de Garcilaso, lo que le asegura en esa graciosa tegido siempre de Pallas Atenea-, más cautamente en el
indecisión, su secreta elegancia, su desenvuelto sigilo. "Lá- ofrecimiento de su nettete desesperé, como dice Valéry;
minn dice G6ngora- es cualquier piedra de Toledo." no por accidentes, cada uno de los cuales podía haber
significado otra vivencia del fenómeno poético, clasifi-
cándole como culto o como tcmperancia ele donde ascen-
día una obligación no exigida, un rendimiento no pedido,
OIUIE pOn'I'ICO Dli CÓNGORA y PENETRACIÓN pero que para ella eran simples condiciones de ascenso
AMIlIEN'l'AI. EN CARCILASO o despeño. En el centro de un orbe poético no tiene
que estar el poeta, el cual puede indiferentemente, use-
Debemos distinguir orbe poético ele aire plcno, de mos la expresión de Joyce, ser el dios de la creación
ambienle poético. El primero comporta una señal de man- o limpiarse las uñas. Formado por el poeta el orbe poéti-
do por la que todas las cosas al sumergirse en él son co es arrastrado por él; en ocasiones, como en el caso de
obligadas a obcdiencia ciega, aquietadas por un nuevo Lautréamont, creerá romperlo, dominarlo, detenerlo cuan-
sentido regidor, Orbe poético -ya en el caso de GÓn· do quiera. La obligación para con él es dura, el trabajo
gora, ya en el de la mística del siglo XVI, que se va apo- desesperado, la obediencia ciega. Hastiado, quiere esca-
derando de las cosas, de las palabras, quedando dete- par y cae en pecado original, copia, es arrastrado por
nidas por la sorpresa de esa aprehensión repentina que otros orbes poéticos, desaparece. Góngora queda así como
las va a destruir eléctricamente, para sumergirlas en un el poeta imán perfecto. Cualquier referencia suya va con
amanecer en el que ellas mismas no se reconozcan. Ani- fuerza decisiva a engastarse en su unidad poética. Su
males, ángeles y vegetales, fines en su impenetrabilidad, dureza se debe quizás a esa misma tensión del nacimien-
en su sueño desesperante, son dentro de la red de un orbe to de la palabra y a la fuerza con que ésta va a ocupar un
poético, medios ciegos por la impetuosidad de la nueva lugar irreemplazable en su orbe poético.
unidad que los encierra. Góngora es sin duda no un Mientras Góngora domina den tro de las posibilidades
barroco, en el sentido de ser arrastrado por una fuerza de su orbe poético, Garcilaso es penetrado por el ambien-
poético-religiosa que nace sin resignarse a constituirse -en te. En el orbe poético el poeta lucha con elementos
expresión, como familia de sirenas que pudiesen vivir sin impares, agrios, de extrema violencia, y es obligado -na-
respirar. Es un barroco posrenaccnlísta. Ha visto cómo tural reacción que marca su unidad incontrastable en la
la formación idiomiílíca se ha ido aislando, ennoblecién- fiereza domada- a colocarse por encima de las exigen-
dose, afilándose, cómo el Renacimiento puede ejercer cias con sus imposiciones. Ambiente es imposición. No es
un dominio de elegancias ardas y vencidas complicacio- suave voluptuosidad que se va extendiendo en la luz otor-
nes y conocedor astuto de la experiencia temporal que gada. No es negación del sentido imperial o de la volun-
le corresponde, decide empavonar, sombrear, agigantar, tad de alteración de las distancias que separan las cosas
como desfile o discurso rechinante de marfiles, plumas y espesan el humo en que están enterradas. Cuando la
y palabras de estatuas enterradas. Orbe poético de 10 búsqueda del destino individual marcha paralelizada con
18 I.EZAMA L1MA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 19

el destlrlollo fáctico del destino histórico, la obra artís- Mozart, desaparece lo original al nacer 10 perfecto que
1¡en l'S conlO un desarrollo de círculos concéntricos en ellos no sintieron como entregado por instintivos primi-
qUl' todo csl;Í justificado. La penetración del ambiente tivistas, sino la dosificación de la fuerza de creación pura
cn l'l CIISO de Garcilaso no podrá nunca aparecer como el conducida hasta el Partenón o hasta las cuatro reglas
de!.1 ino 11 istórico triunfando sobre el microcosmos inde- de la razón de Newton. La exigencia de la fuerza no
fenso. COl11prender esto es saber que Garcilaso, sin haber utilizada trocada en -la teleología de una técnica perfecta,
hl'rL'd:tdo lo eterno -su gracia no es de ángel visible, de dosificada para que 10 perfecto no muera en lo acabado
lonlll iner:tbilidad- no necesita de la originalidad, en el ni el desarrollo de las formas en administración técni-
IH'OI' hl'lllido, es decir, sentir la poesía como contrastante ca o en honesto oficio. ¿En qué consiste 10 original en lo
virtltd. CO!110 Illcha <.le generaciones, tal como la quieren perfecto? ¿Cómo se fue extendiendo el ambiente en Gar-
illlpOlIl'r los rl'llll'icos de la antirretórica. Veremos que cilaso? Goethe acostumbraba decir: "trabajando dentro
Sil migin:did:td IHI cOllsisti6 en el hallazgo sino en el desa- de los límites es como se revela al maestro". No senti-
1'10110 ti\: IlIs fOI'lIlIlS. Allí mismo donde generaciones mos tanto esa frase al enterarnos de la leyenda griega
111(¡S Inl'<ll' (;()ngOl':t Sl' vería 1t'lcidamente precisado para que nos previene que el primero de los griegos que
l\j~,lir :t Ilglolllcr:lI' dislintos accidcnt(;s temporales del nombró al infinito, pereció en un naufragio. El hombre
poenJ:l, I1:tCil'IHlo su l1liJ~1gro, su peligro, de la exigencia de hoy siente ese afán, pero en el sentido tosco de limi-
final que I'(xlalllaban cada LIno de los accidentes que S0 tarse para embellecer, como los antiguos políticosacos-
k fugaban. El ambiLllte, en el sentido que esta palabrl:1 tumbraban decir: "divide y reinarás". Es como una repen-
;Ol11porta cn la historia de la cultura después de los pin- tina sensación de pobreza que reconoce que primero es
torcs impresionistas, sc va cxtendiendo en la obra dc necesario limitar, aislar, deshumanizar. Mientras que la
Cnl'l'illlSll, no sol:tnwnle cuando le vemos llegar con llcgn- perfección hipostática proviene de la cantidad necesaria
dn iI11IH·l..'~cilldihll' 11 rl'fcn.:ncias descriptivas. sino cuando de fuerza ciega, sin necesidad de exigir un factor muerto
il) dl'slizll l'llll ondulal1te soplo que se esconde detrás de experimentable.
IIIS plllllbnls. La penetración del ambiente pudiera pare- Un equilibrio inefable sostiene a Garcilaso, fiel del
ccr inll10nd en nuestros días en que el afán de integración descuido y del cuidado, como quiere la "polida cortesa-
del J11 icrocosmos se encuentra con un simple medio hostil nía". En el punto medio de una expresión cn donde han
qU0 n0 es afán elirectísimo de imperio como en el coincidido conducido hasta un adquirido tono poético que
;OS1110::; integral elel español de la época ele Carlos V-, le domestica. En la misma poesía artizada del Marqués de
contru 01 cual hay que reaccionar hoscamente, naciendo Santil1ana notamos cómo lo inacabado se presenta en ori-
\,;J uf:ín de violentar con la originalidael individual enar- ginalidad que rechina. En Jorge Manrlque, en quien ya
cudo un medio tonto, carente de apetencia instintiva de la lengua empieza a deslizarse sin romperse bruscamente.
fines imperiales. El fenómeno poético en la época ele Gar- resbalan también interrogaciones y resabiosos supuestos
cilaso. tnn distinto del que impone los placeres plateres- éticos; pero tan solo en Garcilaso, ya calculado su tono,
cos de Góngora y del nuestro reducido a imagen aislada el ambiente va a penetrar con incalculable sigilo: Car-
y a soledad agónica, permitía desechar el afán de origi- los V en el role de Carlomagno sin que se le pueda cari-
nalidad, naciendo ésta como consecucncia de la perfec- caturizar, la impasibilidad ante su juventud en Toledo,
ción ofrecida; no otra cosa es lo que relega la originalidad descansos amorosos en Nápoles, destierros en las islas
a una apreciación mínima o secundaria en Rafael o en del Danubio.
20 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 21

Todo~ aquellos sentimientos primarios de la lírica me- oyesen desde muy lejos, soñadas y despedazadas. Ale-
dioeval, polémicas históricas, sátiras y castigos, final de grémonos de saber que cuando su verso ahilándose se in-
la vidll y de la muerte, ceden en él a delicados y lentísi- terroga para palparse, está formando la superficie onírica
mOH ~(;nli mientos de índole renacentista. La influencia de la entrevista de la Luna con Endimión, el que duerme
r(;nnc(;nli~ta le obliga al discurgo poético y al desarrollo sin envejecer.
alusivo, pero ondulatorio y hasta sibilino; oculta en su Dominio inefable de magia y memoria, no como Gón-
I1rquitectura domada, nieblas y fugacidades saltantes. Este gora sometido a la punta hiriente de la imagen acciden-
equilibrio del aire ambiental -ambiente penetrado en la tada en el tiempo. El que se enamora con los ojos, dice
bru dc captación voluptuosa y obligación histórica im- la sabiduría china en el Libro del Tao, busca el ciento; el
rerial que lcciñe como de digno abandono o de adelan- que se enamora con el cuerpo busca el uno indual. Ena-
tudo dominio- consistió en algo más que la tranquilidad morarse con el cuerpo significa en poética, sentido innato
poética deslizada que forzosamente había de rendirle, el de la unidad de las formas; pero no vayamos a equivo-
material crítico entregado por la poética medioeval, en carnos, aun en momentos de más asegurada ganancia
algo más que el necesario vaivén poético marginal, pro- sabe deslizarse entre ecos y repliegues del oído, sin estar
ducto del choque de un medioevalismo inconsciente con asegurado de la penetración ambiental:
un scguro paseo renacentista en el que la mirada se agarra
de estatuas prefijadas, de fosforadas panoplias y de co- es esto sueño, o ciertamente toco
lumnas acuáticas. Equilibrio no producto de astucia críti- la blanca mano.
ca, sino del descuido que le trae el ambiente -adoles- (GARCILASO.)
cencia olvidada en Toledo, amores en Nápoles, islas del
Danubio- mientras continúa en sus deseos de "plata
cendrada y fina". Un poeta contemporáneo que le llama
ave frfa, aludiendo a sus seguridades de cartógrafo y a sus PASEO POR LAS ÉGLOGAS
torsos mitológicos, tolera su realización del ideal cortesa-
no: "Si Ga¡'cilaso vivicra - yo sería su escudero." Des- Es frecuente atribuirle a Garcilaso en nuestra litera-
confiemos -principal enemiga injusta de Garcilaso- tura la adquisición del paisaje. Este descubrimiento lo
de la influencia de corte y cortesanía en su realidad revela Garcilaso con radical humildad. Para él todavía
poética. el agua es engarzada por ser ,la titular de la claridad, y el
"Usando en toda cosa, aconseja El cortesano, un cier- frescor y 10 verde son el primero y único modo del prado.
to desprecio o descuido con el cual se encubra el arte." Como se ve y se oye, no tiene la violencia del descubri-
Garcilaso aparece como un cortesano hamlético, para el miento, sino su manso discurrir supone la presencia del
cual no asegura la cortesanía su obra poética, sino que paisaje con el adjetivo de poco atrevimiento en el bautizo.
salvándole del desarrollo invariable la penetra de invisi- Pero recordemos íntegra la estrofa:
bles aguas ondulantes. El ambiente quemante de Toledo
reiterado en sensualidad neblinosa y el ascenso de ciertas Por donde un agua clara con sonido
¡leyendaSl"deFcadísimas que' resp'aldan la terminación tec- atravesaba el fresco y verde prado.
/i6nic'kl c1~ 'algUnos versos, prestándole como ambientación
impresionada de ecos y de aseguradas leyendas que se Sin embargo, ese adjetivo primero, absoluto en su
22 ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 23
LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS

humildad, produce la estrofa con distinción pecadora. ci6n de Nemoroso supone que Elisa ha muerto. Y le pide
¿Cuál es la motivación productora? Todo tiende a un apo- a ella -irrealidad- que le lleve a él junto a ella:
deramiento certero, pero el resultado final se adquiere
en In ambientación, en el estado de ánimo. Vemos que la y en la tercera rueda
simplicidad primera de aquella agua clara, se enturbia contigo mano a mano
momentáneamente, con nueva claridad de agua clara con busquemos otro llano,
busquemos otros montes y otros ríos.
sonido. Ha remontado de pronto una palabra lenta, de
líquida lentitud, que sin destellar, como más tarde en
óngora, nos fija y entretiene. Mientras el estilo poético se desenvuelve mansamen-
Si a esa lenta sorpresa añadimos la manera de ascen- te, hay como una atm6sfera de nieblas y sobresaltos, de
dcr cn el deslizarse, o si se prefiere, de romper con una fantasmas jugadores de ajedrez en un navío sin sire-
levedad matizada la continuidad del verso, alcanzado na de despedidas. Nemoroso cree que Elisa ha muerto,
por la vía más rácil y la más irreemplazable, un tono inci- después, cuando la vuelve a ver, la comprobaci6n de
sivo de despcdidas y de pura despedida crepuscular, de su traición es olvidada o des realizada por una nueva
puro crepúsculo despedido: promesa.
y todas las églogas van terminando en serenos rom-
que apresura pientes, como si temieran salir bruscamente tantos fan-
el curso tras los ciervos temerosos, tasmas por un agujero de realidad. Es como si se retiraran
que en vano su morir van dilatando. soplándose al oído el sitio del nuevo silencio o del nuevo
parlamento poético:
Se va a contentar con poco, sus deseos frecuentes
y de todos: recordando
ambos como de sueño, y acabandu
el fugitivo sol, de luz escaso,
el fresco vien to,
su ganado llevando,
el blanco lirio y colorada rosa se fueron recogiendo paso a paso.
y dulce primavera deseaba.

Sin embargo, procuremos averiguarlo en su destejer, Se van juntando los fantasmas amigos para conven-
situ6moslc el andumio etcrno de un secreto. Estamos en un cerse de su existencia. Salicio quiere oír la vida poética
momcnto de I'('solutiva delicia, aún la poesía no es ni de Albano. Ellos mismos se adentran para palparse en la
pensamicnto ni pnlabra. Situar y sombrear, son el rever- realidad de su irrealidad, y temen estar equivocados.
sO de lo quc se puso, nombrar y olvidar, y después el El mismo estilo es lento y deslizado, teme despertar los
descmpleo dc la palabra produce la cámara neblinosa en fantasmas convocados. No es una cita de bucolismo falso,
la que el resultado rinal es el milagro diario, la tradici6n de falsos pastores. Un hálito onírico recorre a las églo-
de la sorpresa. gas en el momento eficaz, cuando todo parecía conducido
En la égloga primera se mantiene el tono de amante a la insoportable luz medrosa y a los crepusculamientos.
rechazado, larga es la declaraci6n de su tristeza. Todo ello Dudan de su realidad, pero para comprobarse se aden-
sc desenvuelve dentro de un mundo irreal. La lamenta- tran progresivamente en el sueño.
ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 25
24 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS
César Borgia, pero en donde podía haber asegurado una
Al que velando el bien nunca se ofrece,
qui:r.lí que el sueño le dará durmiendo
declaraci6n amorosa tan directa -usando el intermedio
1I11\(ln placer, que presto desfallece; mediato de la fuente como espejo- sin apoyarse en ges-
'n tus manos ¡Oh dueño! me encomiendo. tos, en miradas, en palabras confesadas, que tenía que
situarse en los jardines de Hip6lito del Este, los más bellos
Esu utm6sfera de sueño, sigue aludida: del Renacimiento, jardín que aun en tierra parecía sus-
pendido, revés de los de Babilonia:
los árboles y el viento
al sueño ayudan con su movimiento. Le dije que en aquella fuente clara
vería de aquella que yo tanto amaba
Almólifera que contrasta con la clarísima continui· abiertamente la hermosa cara.
Ella, que ver aquesta deseaba,
dud dc su hilo disct1l'sivo, pcro tendrá siempre oporttt- con mayor diligencia discurriendo
nidud pura n:cordur el tiempo más claro y sus pasa- de aquella con que el paso apresuraba.
tiempos. a la pura fontana fue corriendo
Los eruditos han sopesado y detenido las distintas y en viendo el agua, toda fue alterada,
alusiones en que se había fijado Garcilaso y que nos re- en ella su figura sola viendo.
velan sus afinidades, que nos esconden sus simpatías. El
recuerdo mitológico surge clareado, clareador, provocati- Aun en el momento en que navega con ajustada ruta
vo, se une a la nebulosa del ánimo poético o a la variabi- de flecha, entre tantas nieblas y entredichos, comprende
lidad temperamental impuesta por el lugar visitado. El su imposibilidad de alcance concreto, su rotunda convic-
combate de las Piérides con las musas, las leyendas de las ci6n de impasibilidad hamlética:
metamorfosis de Filomena, el abandono de las torres para
¿Si solamente el poder tocalla
el nido de la perdiz, por la envidia de Dédalo a Talo, perdiese el miedo yo? Mas ¿Si despierta'!
inventor de Ja sierra; provocando en el ascendimiento Si despierta, tenella y no soltalla.
hasta la expresión, un delicado índice de refracción que
después subrayaremos. Entre el regulado incitante mito- Su diálogo obligado con Camila, momento abierto de
lógico y su acepción y devolución por la impresi6n sensi- claridad inutilizada, lleno de fea realidad, cuyo cuerpo
ble, demuéstrase que aquellas influencias llegaban hasta de fealdad es la misma seguridad de vencer. Ponderable
la misma rllíz del producir, donde Garcilaso ejercía des- proceder la rotundidad de Camila, y queda de nuevo
pués absoluto señorío de propiedad. ¿Cómo los eruditos Albano con sus largos acostumbrados lamentos.
pudieron sorprenderlo? Siendo Garcilaso de los primeros que incapaz de lu-
A veces las si tUlleiones poéticas se le hacen simple- char contra esa claridad que le tundía, considera su
mente pictóricas, qucdondo embodurnadas del más inde- cuerpo delante de sus ojos, quedando en gusto buscarlo
ciso claro de luno. Una simple confesión amorosa le y abandonarlo:
parccería abuso de extramuros, y aun en los momentos
más afiebrados requiere la lengua del espejo, de las inde- Una figura de color de rosa
cisiones, al colocar sus mejores deseos en la punta saltan- estaba allí durmiendo; ¿si es aquella
te de los chopos. Estamos en un momento en que Italia mi cuerpo?
........................................
no es todavía torso mutilado gracias a las cabriolas de
26 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 27

¡.('ullu!" que callarás? ¿Hasme escuchado? momentos en que logra aunar sujeto y asunto--, su recur-
so es la palabra extensiva que va lanzando sus redes,
10h Sunto Dios! Mi cuerpo mismo veo,
o yo tengo el sentido trastornado.
comprendiendo la movilidad de punto que vuela que sos-
¡Oh cucrpo! Hate hollado, y no lo creo, tiene al obstáculo. ¿No es como un supremo adelantado
lunto sin ti me hallo descontento. o como un sigilo sin perversión, al acercarse a las galeras
Por fin ya a tu destierro y mi deseo. combativas utilizando más el extendido sentido que la
poesía hebraica, como veremos más tarde en Fernando
1'1,.'1'0 no se crea que este sucedáneo de nieblas, está de Herrera? Véase esta mansa y sibarita descripción de
111l:l'lllllenle recoslado en las situaciones y abandonos ita- una batalla:
I iUII izudos, con la suficiente tristeza para parear las pala-
brus, $(11)(; IlImbi¡;n precipitar las imágenes o cortarles las El sentido, volando de uno en uno,
punlUs, punl producir tina sola imagen indicativa y efi- entrábase importuno por la puerta
cacísima: de la opinión incierta; y siendo dentro,
en el íntimo centro allá del pecho
y romper su muro de diamante, les dejaba deshecho un hielo frío,
como hizo cl amante blandamente el cual, como un gran río, en flujos gruesos,
por la consorte ausente, que cantando por médulas y huesos discurría.
cstuvo halagando las culebras Todo el campo se veía conturbado
de las hermanas negras mal peinadas. y con arrebatado movimiento
solo del salvamento platicaban.
Siendo sus palabras de loco, las de más actual cor-
dura, y las que le restan todo valor de quincalla petrar- Scheler, desarrollando la reiterada idea spengleriana
quista. Como cuando para abandonar las peanas muertas de la morfología de las culturas, "conocer grandes perio-
y los mármoles de oficio, pregunta: dos históricos por un detalle y multitudes por un per-
fil", nos ha hablado de cómo la problemática de la tragedia
¿Sabes algunas nuevas de mí? griega se resuelve en la física matemática francesa de los
siglos XVII y XVIII; de las analogías entre el gótico arqui-
Con una penetración sigilosa logra apoderarse de las tectónico y la escolástica de gran estilo; entre el expre-
oposiciones más radicales. No intentando, ni aun en sionismo y el panromanticismo vitalista. La expresión
las sorpresas más descriptivas, más que una inundación intentada en una de las formas del dominio y de la cul-
invisible, una manera plausible de ir apoderándose al paso tura se resuelven ingrávidamente en otras artes. Un gran
de las palabras, de las compuerlas que las obstaculizan. ejemplo contemporáneo 10 tenemos en la transposición
~s por eso que en sus momenlos más bordeantes, que- de las geometrías no euclidianas (Riemann), y la física del
mador de las nrislas y de las suslancias negadas, asciende espacio-tiempo, a la perspectiva simultánea y a los planos
hasta el conlorno y el perfil. La molestia de las descrip- sometidos a la divagación en la sinusoidal del tiempo, casi
ciones, dañada por la inulilidad de un apoderamiento realizadas en el cubismo o expresionismo abstracto de
que laslimábase en el asalLo al objeto sensual, a las mura- Pablo Picasso. Recordemos la afirmación reciente de Ches-
llas verbales y al Eros escondido. Frente al obstáculo, tov de que fue Dostoyevski, y no Kant, el que escribió
frente al motivo bochornoso en su oposición -deliciosos La crítica de la raz6n pura. Así en el trato sutil al paisaje
28 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 29

y el sutilizado paisajismo de Claudia de Lorena, encon- y quedan en el mejor de sus perfiles. Garcilaso desde
tramos la rcalizaci6n del intento de Garcilaso. Un crítico luego distingue con exactitud las sirenas de las nereidas
scñula cn cl paisajismo de Lorena, cómo el estado de y no confunde una hamadriada con las oreades... En el
únimo cs rcalizado ascendiendo a las referencias literarias, momento de surgir un contraste cegador "la ninfa peina
a amor de urquitectura y amor también por ruinas. Des- sus cabellos de oro fino", pero se encuentra con el prado
aparición de clementos naturales. Los árboles penetran sombroso picado por el instante de las abejas. Pero más
admilidos 1'01' la estilización, el agua se presenta inamo- que en contrastaciones, la raíz mitológica chocando con
vible cn su faliga y la luz tímida, más de reflejo que de el recuerdo del Danubio, todos los elementos poéticos
mantcnida proyecci6n. Sin embargo, Ors traza con justeza preparados y domesticados van a seguir el discurso del
la Ifncll de las filiaciones: Lorena, Turner, los impresio- río, la ganancia del abandono, la seguridad previa que
nistas. Igualmente quisiéramos nosotros encontrar pareja se fía. En una sola estrofa se aglomeran las delicias y Gar-
continuidad de Garcilaso, a Góngora, a Bécquer, a la cilaso, generalmente tan espacial, se ve obligado a frag-
actual mística de scnsualidad corporal whitmanesca, de mentarse en un impresionismo musical. Esto nos permite
cscondida resoluci6n ncoclásica, de flordclisadas ramas descomponer un instante de un fragmento del poema,
hiladas en G6ngora y dcshiladas cn el sueño y en los tan delicada situación excede nuestro tiempo de repre-
médanos. sentación, y si antes hablamos de impresionismo musical,
En la tercera égloga cierta contracción, quizá por el debemos ahora subrayar en él el inicio de una inmoralidad
acuoso paso de la octava que comienza a desligarse, a des- romántica abandonada al caz del tiempo. En una sola es-
pertarse lentísimamente, significa un tránsito. El asunto trofa los ojos cegados, se abandonan, figuraos: las pisa-
dialogal se borra y el tono grisaille se traslada a la inti- das caben en lo enjuto, escurren las ninfas el agua de sus
midad de la estrofa, buscando el centro frío. Sin duda, cabellos, al esparcirse protegen las espaldas como oscilan-
la lentitud sombrosa de Virgilio va insuflando la atmós- tes lotos bizantinos; la delgadeza de las ninfas es tan
fera plausible, eliminando el asunto petrarquista. Recor- aprovechada como las telas improvisadas en movediza
demos la simpatía de los clásicos -fray Luis de Le6n agua congelada, se esconden en lo intrincado y hacen aten-
destácase- por colocar a Virgilio en la ganancia desli- tas la frecuencia de sus labores. Las invenciones de sus
zada de la octava. Lentitud entrelazada de sensualismo colores se aprovechan de las tintas en la concha del pes-
descubridor en cada palabra que asciende y desciende en cado. Cómo no ver a través de la niebla del Danubio un
el tacto para el florilegio mito16gico. Las ninfas convo- brazo romántico que multiplica las situaciones con tanta
cadas las mcjores, las posturas esbozadas, la elegancia velocidad que se convierten tan solo en goce temporal
que sc queda cn el grupo escult6rico. En última lástima del oído y otro fijo brazo romano en el afán primero de
)a situación poé! ica no penetra por mezquina, y la atmós- romper las leyendas mitológicas y ascenderlas en la for-
fera poética como un vaho lunar, se hace blanda a cada malidad de una cobertura receptora. Fil6doce, gracia del
toque; cada palabra queda cogida por la cintura en el espacio, se goza en mover la lengua dolorosa donde sal-
momento cn que se sumergía. Blanda y blanca la recep- taba el divo Orfeo. Eurídice: descolorida, con el pie mor-
ción ninfca cn la matcria poélica de Garcilaso. Entre las dido de sierpe, "y el ánima los ojos ya volviendo de su
bravas ninfas homéricas que obligan a la tortura del más- hermosa carne despidiendo". Dinámene, después del otro
til y las chirriantes de Claudia Debussy, las aprovechadas artificio, el artificio de labor entretejida, entre el Apolo
ninfas de Garcilaso que ascienden con un tempo gentile cazador y el Apolo derretido en el gotear del lloro, encla-
30 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 31

vado por lu runta de los amorcillos. Dafne, cabello suelto del ambiente, surgen ya de una dualidad de nacimien-
y pie (;usLigado, corriendo delante de Apolo. El cortejo to sin posible despego. La frase hecha poética obliga
no Se detiene hasta ascender al encuentro de Toledo, pero a creer forzosamente en la ambientación final, como úni-
sin ullí det¡:ncrse -él que resistió a Toledo y se rindió co recurso del discurso sensible. La superfetación disocia-
a Romu . Como si el paisaje se diluyese sigiloso en el tiva obliga a una captación óptica, mientras que la len-
esludo tic iínimo variable, la nadada equilibrada de las titud de la carga de tiempo en la frase hecha poética los
est rofll~, husta escaparse de la convocatoria ninfea, enu- n.e,va ~ un, grzoso ini~io. acús~ico .que ter~in~ en vi?r~­
!11erutivlI cita en punto, en que el impresionismo del paisa- ClOn sm lamina, en lamma sm aire exphcatlVo. Qmzas
je es pulrlldo por las palabras colocadas en una maravi- el secreto de Garcilaso sea aún más hermético que el de
Iltll'lll dCSup:ll'ieión de todo final, de cualquier rompimiento GÓngora. En un homogéneo tejido poético, Garcilaso
hcrid\1l·. 11 kllllznndo en esa prolongada superficie gris, la rehúsa los elementos visuales del poema para utilizar to-
ml'jol' lllldlldn (10 Ins ninfas, largo tiempo silenciosas, pro- das sus destrezas, que en épocas del Marqués de Santi-
longndllH hil['I'ns, riegos, incapoces de despertar en el tin- llana llamaríamos italianizantes y en la de Garcilaso rena-
tineo de UIlIl illlllgCIl () en una brusquedad que proyectase centistas, en huir del sometimiento de la poesía descriptiva
soJ)l'l) l'llns todo la lu7. que las desapol'eciese: al paisaje. La comparación de dos efectos desiguales, para
tanto paladar actualista, produciendo la unidad del ma-
1~1l In hermosa tela se veían terial poético, es fin apetecido; pero la ambición renacen-
entretejidas las silvestres diosas tista era gozarse en lo inverso, no poder aislar ningún
salir de la espesura, y que venían
lodas a las riberas presurosas, momento gráfico del poema. Sobre el deslizamiento de un
cn el semblante tristes, y traían material semejante producir la magia de un estado de áni-
eeslillos blancos de purpúreas rosas, mo receptor, o acaso por la semejanza verbal entre el
las cuales esparciendo derramaban tiempo del que se narra el milagro y el transcurrir del
sobre una ninfa muerta que lloraba.
Todas con el cabello desparcido hecho poético.
lloraban una ninfa delicada, Cuando Garcilaso se acerca a las variaciones expre-
cuya vida mostraba que había sido sivas del paisaje, al detalle gráfico, que no es el mante-
antes de tiempo y casi en flor cortada. nedor de la estrofa, aunque desenvuelto siempre con
Cerca del agua en el lugar florido,
'stoba entre la hierba degollada, líquida sobriedad, se limita a reproducir con justeza, ha-
lInl queda el blanco cisne cuando pierde ciendo así al paisaje lo más detenido posible en su afán
lu dulce vida entre la hierba verde. de linealidad, pero al margen de ese torcedor poético,
diluir el momento del paisaje en la fugacidad anecdótica
Pel'O YlI VII siendo hora de consignar cómo gravita la del estado de ánimo, que el sobrio toledano resuelve
magia do CHlu impalpable, de situar las concreciones de con un equilibrado paralelismo incomparable; aparte de
ste deliendo. Ya CasAra nos previene en la pista para des- esa gracia, subrayable en el momento de la fácil arbi-
entraño.' su seerelo. Unión de t6rminos, de donde brotan trariedad desligada creacionista, es la dosificación del ele-
las maliciosos y aconsejadas parejas de plurales gongori- mento sugestión, que abandona la grafía reproductiva, para
nos, ya que 110 de palabras. Las palabras son las sílfides apoyarse en un accidente, es la delioadeza de una imagen
condenadas que se agitan en el orgullo del orbe poético. no asegurada, de tortuosidad movediza la que ha ganado
Las uniones de términos, producto ahumado y sobrante el riesgo.
32 LEZAMA UMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 33

Así, por ejemplo. Garcilaso acompaña con fijos y ase- reto de la circunstancia, ofrece un resolver fluctuante,
gUl'odos elementos I'l.:prouuctores, la lástima de una pues- riesgoso, vibrador, que puede acertar o quedarse a medio
ta de sol. Todo tr;lIl~l:urre sin sobresaltos, la virtud poéti- decir.
ca 110 solta todavfa: La lentitud que se descubre sin finalidad, la cámara
onírica en donde el cuerpo se desenrolla, sus retardos
y veladuras, los ojos meramente anímicos para ver el pro-
Los TUYOS yu del sol se trastornaban.
escondiendo su luz al mundo cara pio cuerpo en la distancia que reconoce el propio tacto,
tI·us altos montes, Y a la luna daban las mallas del sentido en su dimensión más extensiva, le
lugar para mostrar su blanca cara. afirman y le reconocen rápidamente entre nosotros, entre
los más cercanos y también entre los más imposibles y le-
SlIrp,e un detalle, ya empieza a clarear el encuentro janos. Así, si en el barroco seiscenysta es la confluencia
del puisuju con In recepción poética, la referencia previa de cultos y lopistas, realiza siglos mas tarde otro riesgo de
al goce dd último sulto antes del hundimiento definitivo equilibrio y confluencia, centrar el claroscuro musical,
conseguido. 1,I:ómo no, tan vicjos'?, con la resolución cari- bajo especie de romanticismo temporal, que mira el curso
ñoso de los peces. El procedimiento hasta ahora consistía impresionista del Rin, y la letra y el espíritu del impera-
en una equilibrada y reproductora tarjeta del paisaje, des- tivo romano, que ordena y manda, bajo especie de eterni-
pués adelanta el riesgo de una sugestión, que ondula como dad, dibujando cárcel para monstruos y sugestiones.
primera premisa poética,

los peces a menudo ya saltaban.


con la cola azotando el agua clara. MUERTE DE GARCILASO

Pero surge la salvación, cuando el campo visual poéti· De Italia vienen los bárbaros, vienen de las guerras
ca ha lanzado una imagen en la que intenta reproducir en de Italia. El emperador vigila directamente, mereciéndose
el estado de ánimo localizado un asunto intraspasable, en su diezmo de sudor de refriega. Viene también de Italia
acompañando el otro paisaje como enemigo que hay que Garcilaso, en el séquito de Carlos V, como maestre de
repl'oducir, para encontrarle el centro frío inefable, el oal- campo. Cualquiera de los momentos de su vida, que nin-
deroniano centro frío de los peces, conseguido con el cam· guno de ellos se queda enredado en anécdota submarina,
bio lentísimo dc posturas de las ninfas, como si hubiesen puede subrayarse dentro del tipo tan claro y contorneado
sido sopladas o hubiesen recibido el secreto de la des- de cortesanía renacentista. Arquetipo fijo, prefijado, aun-
pudida: que resentido de eticidad como buen escapado y defini-
tivamente entrampado por Toledo, de una manera social
cuando las ninfas la labor dejando,
hacia el mnl' se fueron paseando.
agudizada, no necesita justificación anchar los momentos
de su muerte para darle también prestancia simbólica:
la del microcosmos querido y acariciado, el de la persona
Señalemos otro de los mantenedores de este equilibrio
inefable de Garcilaso. El paisaje no 10 localiza reprodu- poética que intenta momentáneamente rescatarse, pero se
ciéndolo humildemente, tampoco se diluye en el desdibujo ve en sus más claros instantes de expresión, devuelto
interpretativo. A la seguridad del objetivo ofrecido por el por la llamada del imperium en cuyas ondas su origina-
UZAN'A L., 11.-2
34 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 35

lidad se ve justificada y acrecentada. Toledo, Nápoles y el Indos de El Greco. Al retroceder ha mirado hacia atrás
Danubio enriquecieron lo más seguro de sus recursos y ha visto sobre él el ojo de mármol del Emperador. En
poéticos. El contacto con las cortes de Italia afila el segui- l:se parpadeo temporal cabe una dilatada resonancia his-
miento de su perfil, pero el contraste provoca el hilo sub- tórica. El poeta huyendo rescatado, de pronto sobre él la
tel'l'fgcno dc su poesía, que hace que lo mejor de él lo en- dcmanda del cese del orgullo moroso ante exigencia de
con I remos en aquellas cosas presentidas, escapadas al pulso mctáfora que quiere participar. Es el primer momento del
y 111 dominio despiertos. Ya Isabel Freyre está muer- Narciso, evocado en los versos de Valéry: "Tú solo, mi
ta y ;Ihora va pensando en Boscán. Chispas de voces y lan- cucrpo, mi querido cuerpo, te amo, único objeto que me
ZflS, voces rapidísimas, tropas que desaparecen. Después dcfiende de los muertos." Ese encuentro, ese retroceso
llegan con multiplicados gritos yecos y gorda respiración y csa mirada constituyen una de las peripecias de la Espa-
que forma plicgucs cn las maduras. Brevísima oquedad fl(l renacentista en la que se entrelazan más hilos sutiles.
y ya la patrulla va a sumergirse de nuevo en el tropel. Ahora la nube rodea la torre, Garcilaso ha perdido la
~I cabccco espeso de las bestias, somnolienta respiración pulsación del coro que chillaba. Oye cortésmente otra
en los bárbaros que vienen de Italia. Enterrada, desde voz renacentista: "Señores, suplícoos, pues vuestras mer-
lejos giradora, una torre quc el polvillo clareador hace ccdes tenéis tanta honra, que dejéis ganar a mí una poca
ondular como si se moviese sobre las aguas. No puede la honra." Concedido y Garcilaso embiste también. Es el
levedad que el polvillo va trenzando en la torre, hacer otro momento destructivo del Narciso, rectamente tocado
más clara la voz, el chillido picado. Un chillido que es en el verso de Valéry: "Oh mi cuerpo, mi querido cuerpo,
como la columna que sostiene el polvillo, que hace girar Icmplo que me separas de mi divinidad." Ya la nube no
la torre. La tropa destapada de sudores acolchados ve las obtura el espacio entre la torre y los infantes embesti-
manos alzarse, ve alzarse las espadas. No oye el chillido, dores:
la subdividida voz de los adolescentes. Ahora la torre
Dulce y varón, parece desarmado
gira más rápidamente y una nube se interpone entre la un dormido martillo de diamante,
torre y el arco de las ballestas. Se han desgajado del sé- su corazón un pez maravillado
quito de Carlos V, infantes que van a embestir contra y su cabeza rota
la torre de Muy. Ya se demoran más de lo esperado y el una granada de oro apedreado
con un dulce cerebro en cada gota.
Emperador empieza a preguntar inquieto. Garcilaso va
a intervenir en la demora por adquirir una torre. La nube
permanccc fija y como Garcilaso embiste sin ceñirse aun Ahora Garcilaso oye distintamente el chillido de los
cl casco, no puede taladrarla para oír 10 agudo de las udolescentes. El poeta ha saltado graciosamente de la per-
flautas, las gargantas obturadas en las cañas. Garcilaso sona y del orgullo original a ser enrolado por un dogma,
retroeedc. Tan solo él ha oído claramente las voces divi- mantenido gratuitamente por una fe. Esa angeología polí-
didas, cl chillido de los adolescentes. Por un momento el tica se llama imperio. Esa cortesanía renacentista, que
poeta, la pcrsona y el consejo luciferino van a triunfar rcclamaba del cortesano, "que alcance cierta gracia en su
del tipo, dcl dogma imperial. Es en verdad un símbo- gcsto", observad que pide gracia, en lugar de estudiar
lo delicadísimo, una delicada logración temporal, y por cl gesto, está en él integrando la persona contradictoria
un momento intenta rescatarse, consumirse en la flor dis- saturadora del arquetipo categorial.
tinta, la misma flor que ondula en las manos de los tetra- Esa poesía integró su discurso sensible con una es-
36 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ~NSA YOS.-ANALECTA DEL RELOJ ~7

tructuraci6n tan ~ccrctn, que aseguraba su legitimidad en- Illuelu espectralizaci6n paideumática. El matiz de morbo-
raizándose tun rlll'l'kllll'llt~ en el ambiente que había con- clncl. la lejanía ideal que· se le ha inculpado, al mismo
vertido como se Iw dicho el estigmatismo en un enigma lh IllpO que un continuo desprenderse de formas, de imá-
semejante ni de III sonrisa de la Gioconda. ~~\ nes, de sueños, se debe a que si Garcilaso evita la pro-
~su poesrll pL'rnlit(a el dillertissement dentro de las blL'll1aticidad por su lealtad a su centro inm6vil -que
nieblas de la U(IlH'íS[(;1"éI plausible, que era su plus más 1 onstituye una de las esencias del tipo cultural hispánico-
eficaz, que lerlllillaba impulsada por un momento im- pues su poesía nace ya orgánicamente resuelta en el áni-
perial, que él pod(a permitirse descifrar tan solo señala- 1110 demoníaco creacional. Hay que adivinar la raíz que
da por Ullll mirada. \ollcertaba originalidad y creación, como en el otro gran
IlIomento orgánico de los místicos posteriores. Cuando
vllmos a ver después, época de Felipe IV, como al nacer
1,1 humor, el madrileñismo, la originalidad lograda como
l'OSIBLH SECRETO DE GARCILASO Illla resta o exclusión de lo demoníaco creador. Por eso
1~1l necesario enarcar junto al secreto de El Greco, el secre-
Esta antinomia primera de Garcilaso, el tono queman- lo ele Garcilaso. En el primero su judaísmo, el plantea-
te y vertical de El Greco convertido en un sentido exten- Illiento cretense por primera vez en la cultura del pro-
sivo y el misticismo en sobriedad, resuelto en la dialécti- blema Oriente-Occidente, Grecia-Persia, resuelto en el
ca de las formas, La curvatura de la llama se debe tan bizantinismo de la figura viva y encarnada, en el ener-
solo a una contingencia horizontal. La llama, el secreto Hetismo vertical resuelto por desrealizaci6n. En El Greco
dialogal, el arco enrojecido sobre las multitudes que vi- el medioevalismo persistente de Toledo acaba por recha·
ven el secreto. La llama, la vibraci6n vertical, hecha de IIr la primera influencia veneciana, donde existía tam-
esfuerzo tenso y de extensión particular. Ahora el secre- hién un ideal de coloraci6n y de cortesanía, para fijarse
to de Garcilaso, al margen del discurso y de la disoluci6n .'11 Nápoles y en Sicilia, donde España, en Italia, realizó su
vertical, traza el centro inmóvil que se va conectando Ideal de imperio y de sinergia de las formas. Azorín
sigilosamente con la materia que pasa, con el pensamien- e planteaba sin resolverlo la raíz que produce la espiritua-
to que fluye. "Garcilaso -nos advierte a tiempo Azorín- lidad atormentada de El Greco y la espiritualidad sobria
es entre todos los poetas castellanos, el único poeta lk Garcilaso. Cualquier encuentro con Toledo a base de la
exclusiva e íntegramente laico. No solo constituye una fllsi6n elel espíritu meridional con la impresionabilidad del
excepci6n entre los poetas, sino entre todos los escritores Norte, como cualquier barresiana explicación de El Gre-
clásicos de España. En la obra de Garcilaso no hay ni lO a base de la fusión árabe-católica, es elemental y falsa.
la más pequeña manifestación extraterrestre." Reempla- Ambos, El Greco y Garcilaso -quizá la antinomia más
zar en vez de la persistencia medioeval de Toledo, el dis- 1Ilil y fusionada, la producción más milagrosa de Tole-
curso sensible que va imponiendo a la extensión de la do- se vieron obligados a asimilar y vencer una colora-
materia un sentido extensivo, imponiéndole a sus residuos LÍl'm italiana conducida a servir la palabra más eterna de
espaciales la salvación por la atm6sfera poética. La blan- ('lIstilla, definitivamente resuelto en su San Mauricio;
dura con que trabaja la materia poetizable está manteni- y Garcilaso, su gesto en la cortesanía, su poesía en el buen
da porque el sujeto percipiente y el objeto poético están l~lIsl0, su facilidad para excluir, para no extraer ningún
penetrados de lo que un etnólogo contemporáneo ha lla- Iccidcnte del discurso sensible, en una poesía en la cual
38 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 39

lo qUlJ mús nos queda es el halo desplazado, la espectra- poético la imposición de la persona, de la condición por
Iiztlción, la atmósfera plausible en la que cualquier ele- 111 que el acercamiento a la materia poética ambiciosa de
mento poetizable recoge lo que no puso, se encuentra con Ilominación se verifica imposibilitando el diálogo de con·
il' im:sperndo. Su poesía se ha desprendido de sus pala- 1I arios y de amigos; estado de gracia es el reconocimiento
I,,'us, cada una de ellas al avanzar se ha fijado ya en un de la materia homogénea que al fin soporta el frunci-
hilo Il:nso de antemano, y flota alrededor de su centro miento de un tiempo plausible o de un aire fruncidor,
inmóvil, inapresado, sigiloso, puro siempre en su secre- diferenciador. Esa supresión del diálogo es lograda en el
lo. Confesemos que el proceso, o mejor la descarga poéti- ¡nimo poético creacional, que logra centrar raíz, nemo-
ca, por la que el misticismo se transforma en sobriedad ine, y nominalismo. La seguridad de la sangre, la lim-
y una poesía cuya materia está ya dada se ofrece en una pieza de 10 olvidado en el ánimo poético, en la primera
atmósfera poética sorprendida, diáfanamente encontrada; blandura infantil, ascendiendo en planos giratorios a la
que se encuentra despierta en materiales que la concien- dialéctica de las formas y al tiempo gentil para apoderar-
cia vigilante ha aportado en un ánimo poético, deberá ~c del objetivo poético en su instante de brindamiento
cntenderse ánimo en el sentido empleado por Claudel inefable. De la confusión primera de este ánimo creacio-
y pOI' Pl'obenius; que no obstante se mantiene replegada nal sale el pajarón que se posa en el hígado, y el delfín,
en la vivencia de una fijeza hialina, de tal modo que ;uyo malévolo detalle relata cualquier simbólica elemen-
cualquier relación que establezcamos con Garcilaso, con· tal, en las más opulentas o ticianescas consagraciones del
sistente en fijar ese centro, rayar ese sigilo y ese secreto, lltuor venusino. Después sabemos que en el hígado se en-
nos entregará una de las faenas por las que empezar para cuentran los humores, que por ahí se iba la época de los
plantear el problema poético. Aunque en Garcilaso en- mitos en Grecia, y que el delfín es el escurridizo extraño
contramos la gracia de resolver sin problematicidad, o me- que aparece en las más relevantes sexualidades. Porque,
jor la gracia de no resolver, de no tocar, herir ni desper- en efecto, el pajarón tenía tres vidas: los humores. el
lar, sino de provocar en la cámara especial una sombra :oraz6n y el cerebelo, y toda la suerte de Esquilo consis-
más espesa, una respiración más ondulatoria, ondas y es- tió en dejarlo escapar para el hígado, independiente de la
pesuras cubiertas que van a mantener su corriente, su interpretaci6n posterior de ese mito, como una absorci6n
rumor. La supresión de espacios intersticiales, no debida del humor que debilita a favor de cualquier macrocefalia,
como en Góngora a la fijeza óptica y a la simultaneidad el intelecto como monstruo distinto.
espacio-tiempo, sino al estado de gracia para excluir, para La polarizaci6n sensorial de Garcilaso, su espectra-
extender un hilo del discurso poético con desovillamiento Iizaci6n ambiental, surge clareada contrastándola con la
pluusible, convirtiendo el peligro, los ojos que miran, el unidad orgánico-sintética de GÓngora. Este se dirige di·
antecedente desleal, los contactos atolondradores, en avi- I'l:ctamente al objeto poético, participando de un campo
sos que mantienen la vivencia del centro inmóvil y la l'plico justísimo, como una testa que reposase exacta-
imantación del hilo fluido. Una gracia sin diálogo en mente en la mano cóncava. Su ojo frío justifica casi
Castilla, un toledano dórico cuya gracia está en la raíz, icmpre el tiempo de aprehensión. En ocasiones, su in-
no de estado de gracia, sino de ánimo de gracia, de ánimo Il'nsidad, no desenvuelta con apropiada dimensi6n, pro-
creacional suscitable en la desenvoltura de considerar duce una estructura 6sea; pero donde el puente entre
como escogido 10 que ha sido entrega de regalía al margen 111 acometida, la salida poética y el objeto poético que
de la persona rescatada. Consideramos estado de gracia pl'Oduee en ese momento su virtud inefable. están neo-
40 LEZAMA L1MA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 4t

pIados con apretozón. Sobre el campo óptico, el tiempo ",11 de perfil y aun de dos cuencas. Mientras Góngora
de npn.:hcnsi6n rcuJizo su fortuna principal. Claro está 1'llt1ulza su estructura, abrillanta su esqueleto y enrojece
que el cspeclador que fácilmente puede alcanzar como 111 vivo su connatural de viveza que aduerme voluntaria-
put:blo el espacio óptico, no logra reconstruir el tiempo llIente un solo ojo, Garcilaso orgánicamente resuelve la
en q\IC ~c hu sorrrendido o inflamado la estopa poética. nntinomia Medioevo-Renacimiento, Toledo-Roma, doma-
Ahf sc esconde su problematicidad, que después resulta da fiebre de las formas y garbeo de cortesanía. Pero él no
secrl'lo vocemlo, secreto con muchos participantes. La IIIS resuelve, las produce, las devuelve no en la unidad
firmc7.u de su centro de acercamiento sensible, el arco n.:presentativa, sino en el ascendimiento neblinoso, nebli
tenso que la mano curva y que el ojo frío puede acari- lIeblinoso, refractado en el ambiente desalojado. Sorpren-
ciar, permiten que se abra su secreto en la unidad operan- derlo es situarle su índice de refracción. Se ha hablado,
te del pIono giratorio. Garcilaso traslada el fenómeno refiriéndose a Garcilaso, de un perfume percibido por la
p06tico o In atmósfcra plausible, al sobrante o al halo vista, que produce un continuo desprenderse de formas,
que cl sentido extensivo -donde la dimensión neblino- de imágenes, de sueños. Lo que antes era superposición
sa poética es mayor que su intensidad óptica-, suti- ~ensorial, resuelta en unidad representativa, ahora en
lizado sobre un tejido homogéneo, donde cada fragmento 'arcilaso es trueque del sentido aprehensivo en espiral
temporal que penetra tiene su nombre. La imposibilidad quebrada inopinadamente, produciendo entonces la deten-
de lograr su centro participante hace más dificultoso su l'i6n óptica, el sobrante ambiental. Lentos vapores, nube
secreto, su acercamiento, su inicial creacional más sutil de humo congelado, quemada madera trocada al fin en
y aun más turbia, más claramente turbia, obligan a adi- ruparazón celentéreo, mano diluida en aire de piscina
vinarlo en la atmósfera cernida sobre el discurso sensi- y esguince róseo de la vihuela. El humo levantado forma
ble. El secreto de Góngora se clarea al mediodía de su corceles, forma nubes, asoma dedos entre hilos que se
unidad representativa. Superposiciones sensoriales resuel- horran en humo, islotes de humo adquieren perfil de
tas en la homogeneidad óptica del campo poético, na- dedos rotundos y artizados. Ya asegurado ese regusto 01-
cidas en la equidistancia del ánimo poético y de la estruc- rulivo, ese epicureísmo dimensional, empieza la refrac-
tura grecolatina. La oscilación de la poesía entre el sentido ción de ondas y vapores en el campo óptico. ¡Qué deli-
y el sonido, reclamada por Valéry, la ejemplifica en cabal da estudiar las celdillas cerebrales de Proust y el índice
resolución. Toquemos de nuevo el gustado verso de Gón- de rcfracción de Garcilaso! La clara sinusoide espacial de
gora: "quejándose - venían sobre el guante los raudos (;óngora nos permite reproducir con exactitud el tiempo
torbcllinos de Noruega". Al asomarnos a su inmediata Iprehensivo, por 10 que su enigma es secreto gráfico,
satisfacción 110 advertimos la superposición sensorial que rcsuelto por el acoplamiento que él nos brinda de com-
motiva tensa su delicia. La sensación acústica motivada p~s temporal y de imperio representativo. Claro está que
en el verso largo, desperezado, "quejándose venían", le- l:1 viraje sensorial de Garcilaso, es imposible de sustituir
vantado CI1 la quejo y en cl ondular del guante; y el otro II enarcar de nuevo, e imposibilitado de una simultanei-
decisivamente óptico, "los raudos torbellinos de Norue- dlld temporal, produce un espacio morboso, flotante, le-
ga", en toda la referencia a una representación gráfica ¡1I110, que traslada el problema poético de la gentileza
conseguida con el más directo apoderamiento, contras- Ipl'chensiva a la atmósfera plausible, donde no es posible
ta con el otro verso que queda oscilante en su impresión, hllblar de estructura, sino de extensión sigilosa, de rever-
sirviendo de pulpa o de muelle ondulación para la arma- de palabras, de contraluces desalojadas por un hilo
42 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 43

inaprensible, por la eficacia de un momento no nomo de sangre, el hilo de su discurso extensivo. Queda tan
brado. ~lllo el agua encantada que trocó la máquina de avisos,
Ofdl.c: I ccaeJos y enredos -clarísima agua y magia recóndita,
t:scondida-; agua segura que aplacaba la salida de la
IInción no has de tener MlIngre distinta, más de plumas que de flechas, levantando
conmigo que ver más en malo o en bueno 1'\ sueño y las memorias refractadas del mundo exterior,
lrálame como ajeno. hin pervertirse decidiendo entre las sombras y el detalle,
entre la agudeza de la dialéctica de las formas y el corri·
~l secreto dialogal de El Greco, el secreto a voces de miento y aun inmoralidades del adelantado. "Hay que ir
GÓngorn. Nadie ha supuesto en Garcilaso, la contracifra por el camino del agua -nos dice Yung- que siempre
de que hablaba la malicia gracianesca; sin embargo, su va hacia abajo, si se quiere levantar de nuevo la preciosa
habitabilidad, apnrentcmente obsequiosa por su blandura, herencia del padre." "Hace falta -nos vuelve a decir
es tan cautelosa como muelle los mimbres de su presen- Yung- que el hombre descienda al agua, para producir
cia. Mientras Góngora ofrece la textura de tensa nervio- el milagro de la vivificación del agua." Subrayemos en
sidad y exterior hialino, en su intimidad reducida es Garcilaso la gananciosa obtención del agua sobre la san-
frutado y goloso; Garcilaso, arquitectónicamente fluyen- gre distinta, mezcla de las impurezas del agua y del fuego.
te, de adamado discurso, reserva su almendra presentida, Ouedémonos con el agua clarísima de su amistad, de su
desaparecida, punto que vuela, al fácil alcance de la mano hermosa cabeza, de su colección de vihuelas; agua clarí·
y a la imposibilidad de su total asimiento. Entre ambos sima y quemada también, la del dogma eterno de su
secretos, el descubierto y el imposibilitado, el voceado muerte.
y el escondido, el de espacio tiempo y el de tiempo
ambiente, el secreto de la tierra y de la sangre del cosmos 1937.
de Carlos V y el interior saltante de la época de Feli-
pe IV, el secreto de lontananza, regalo del descubridor
del paisaje, y el preocupado sobre 10 ya adquirido y sobre FIN DE
medidas contenciones. Garcilaso no dice su secreto, no se "EL SECRETO DE GARCILASO"
cierra en secreto, ni aun el primer secreto del silogismo
de la llave.
Oídle:

Canción, yo he dicho más que me mandaron,


y menos que pensé;
110 me prcgunten más que lo diré.

No, no lo dice, no lo podría decir. Seguidle pregun-


tando, no 10 dirá, no lo podrá decir. Se le han hecho unas
cuantas preguntas a las que responde con el mito clarea·
dar del silencio y de su muerte. Su cabeza rota, el hilo
ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 45

Cuando esperábamos la hoja verde, aparece la hoja eléc-


trica, la morada, la hoja que crece en las espaldas o en
las sienes como una cabellera vista desde debajo del agua,
como un racimo de peces girando sobre un cristal fi-
nísimo, eterno. Después, piel, sangre del humo. Una
mano fuerte aprieta, estrangula un limón, define una gar-
ganta.
Etapas: piel, piel del guante, piel disecada. Serpiente
de cristal: el estilo, la manera, la costumbre de la sensi-
QUlO CON JUAN RAMON JIMENEZ bilidad. Un día nos burlamos de 10 primero. Vidas multi-
plicadas por tronos, potestades, demonios y ángeles, no
alcanzarían acaso 10 segundo, contestar por todos de una
vez para quedarse definitivamente en fracaso, en hundi-
No/a: En las opiniones que José Leza· miento, en mutismo.
mu Lima "me obliga a escribir con su pie·
tórica pluma", hay ideas y palabras que re· Picasso dice: "No busco, encuentro." Juan Ramón
conozco mías y otras que no. Pero lo que Jiménez dice: "No estudio, aprendo." Aprendieron encon-
no reconozco mío tiene una calidad que me trando, modo también de la serpiente de cristal: saliendo
obliga también a no abandonarlo como aje· siempre de su piel, sus últimas adquisiciones. Por eso, si
no. Además el diálogo está en algunos mo-
mentos fundido, no es del uno ni del otro,
buscamos en ellos las distintas maneras que han atrave-
sino del espacio y el tiempo medios. sado, nos perdemos; sorprendemos solo una experiencia
He preferido recoger todo lo que mi ami· sensible aislada. Su legitimidad nos obliga a descubrir
go me adjudica y hacerlo mío en lo posible, en ellos lo más valioso, lo que es en sí curiosa obra de
a protestado con un no firme, como es neo arte, fuerza creacional, riqueza infantil de creación. Pa'ra
cesario hacer a veces con el supuesto escrito
ujcno de otros y fáciles dialogadores. ellos, la manera, el estilo han sido últimas etapas de
largas corrientes producidas por organismos vivientes
J. R. J. de expresión. Mientras que los más (temed al hombre de
una sola experiencia sensible victoriosa) alcanzaron una
N os elllllllorlllllOS de la piel, contemplamos invaria-
blemente sobre nosotros la misma piel en forma de
carIo estelur. Piel, mirada y cartografía sideral. Luego
manera y la degeneraron en manía; una tradición frac-
cionada, y se apresuraron a convertirla en ley.
Juan Ramón, Picasso. Su fidelidad radica solo en el
resulta que lu piel no corresponde al cuerpo, quien debe acoplamiento de la virtud aprehensiva volcada sobre
rcsponder por la piel y por la mirada. La serpiente de el objeto provocador en el momento en que éste ofrecía el
cristnl prosigue, se persigue; ha quedado la piel, que mejor de sus cuerpos, como en la cita final. Su secreto,
es cntonccs sombrn, f1ccha sobre la sombra, muro que se su primer acercamiento a las claves y a lo eterno, perma-
hunde sobrc la espnlda soplada. La serpiente de cristal necen intactos. Picasso: Roma y Africa, fauna boreal
está ya sobre otra piel y nosotros tardamos en conven- y urnas cinerarias, barracas de feria y piedras carboniza·
cernos de que la piel anterior es ya un papel, de que das de la era terciaria. Un común denominador: fide-
el papel cae con la elegancia con que se frunce la hoja. lidad, riqueza fabulosa de recuerdos de infancia creado-
46 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 47

ra, absoluta erotizuci6n de la adolescencia, serenidad, cita tUl' que formulo la pregunta en una cámara donde flota
cumplidu y firmu legible. Juan Ram6n Jiménez: resolu- In poesía, que la pregunta va dirigida a un poeta cuya
ción cn olldns y Iíncus, como en un pez que resuelve; I'llSpuesta siempre fabricaría claridad. La respuesta que
lfnea y nllísic/l ulndus. Enterrado oído marino para las pudiera dar un sociólogo o un estadista no nos intere-
abejas nllllvlI y UJ"() de la ciudad clórica andaluza. Nardo, suda ahora.
paSl'OS 11 l'lI/lnllo pOI" hierbas húmedas, tierras violetas, J. R. J.: Si la pregunta no es una "salida", ¿qué exten-
revul'lllls IIIlIH1S respil·adas. Maestro, ¿por qué la rosa si6n le da usted al concepto "insularismo"? Porque si
y no 1'1 t:lllvel'? ("Porque la rosa es mujer y yo hom- ~uba es una isla, Inglaterra es una isla, Australia es una
brl' .. ' J. le J,) De la rosa, ¿la ausencia o su definitiva isla y el planeta en que habitamos es una isla. Y los que
lcologi;l dl~ lo nievc, su círculo que es anillo? ¿La rosa viven en isla deben vivir hacia adentro. Además, si se
alz/ulll llllllUlo lu "lllllil vuelca su agua con sueño, y se habla de una sensibilidad insular, habría que definirla
quedll lo vl'l'C1c pura morir? o, mejor, que adivinarla por contraste. En este caso,
AhOl"n e~IOlllOi> lodos con Juan Ramón. Una sala ¿[rente a qué, oponiéndose a qué otra sensibilidad, se
uOlldl' IS L'xigilllc lccr fllll1undo, unos sillones academi. Icvanta este tema de la sensibilidad diferente de las islas?
zudos 1!L'1l110 ele sus rosudus pieles. Biblioteca y salón. En poesía, para concretarme a la esencia de todo pro-
Mcdilot'itÍn sobre lus culturas, como espiral ascendente blema de sensibilidad, no he advertido que el problema
rcsul'll'l ('11 el humo de los ciganillos. Se leen poesías, se del "insularismo" penetre el de la sensibilidad artística
siguen leyendo y la poesía se escapa. Un poco supersti- hasta darle un tono distinto. Véase, por ejemplo, la gran
ciosos con la leyenda silenciosa de Juan Ramón, él nos Ií rica inglesa.
¡Ivisn vurias veces, y la poseía vuelve, prolonga su visita. Yo: Mi pregunta no tiene el agrado de una salida
Ik pronto salta una voz intempestiva: "¿Qué opina de tono. Nos está pellizcando, nos mortifica, nos empie-
w;lL:d de estos poemas?" za a doler en la carne. "Insularismo" ha de entenderse no
JUUIl Ramón vacila, luego contesta rápidamente: "Será tanto en su acepción geográfica, que desde luego no deja
llll'jor que opinen ustedes. Como se conocen bien, opi- ele interesarnos, sino, sobre todo, en cuanto al problema
lH!rllll mtís pronto y más preciso." que plantea en la historia de la cultura y aun de la sen-
I/uy olra pausa en la lectura, pausa muy metida ya sibilidad. Desde el punto de vista de lo que empieza
denlro de In Icyenda silenciosa que precede a Juan Ramón. o llamarse "ciencia cultural", recordemos a Scheler, uno
OUil'11 110S diee que si no opinamos sobre los poemas de sus propulsores. Sabemos que Grecia fue un archi-
oídos. podcl!los sin duda hablar de poesía. Hablar de piélago por lo del estado-ciudad, y su centro fue en oca·
pOl'sío, P''l'SCilldiendo de los poetas, será quizá la única siones Atenas. También nos interesa el sentido del "insu·
mancl'll lk cnlendcrnos. larismo" cuando se dice que Francia es una isla.
Vo: Dcsco 1I0eer algunas preguntas que pueden pare- J. R. J.: Supongamos que la isla provoca nuestra
cer aprcsurudas y lambién ingenuas. En el breve tiem- desesperación por aislamiento, como ocurre en los irlan·
po que lleva usted en tre nosotros, ¿no ha percibido cier- deses. Joyce, por ejemplo, dice: "Me siento vacío, desha·
tos elementos de sensibilidad (cosa que nada tiene que bitado"; y Stephen Dedalus repite que su ideario ha de
ver con la etapa aclunl de nueslra lírica ni con lo más ser silencio, destierro y astucia. En este caso, el "insu-
visible de nuestra sensibilidad), que nos hagan pensar Inrismo" es una clase, una forma de sensibilidad indivi-
en la posibilidad del "insularismo"? Deseo hacer cons- dlloUsima que puede convenir a cualquier otro tipo de
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sensibilidad. Por eso, insisto, ¿frente a qué otro tipo Se oirán llegar pisadas de sandalias
de sensibilidad lo contrnsta usted, que rebase los carac- y el trueno de las flautas mexicanas.
teres, las modulidades generales, que son desde luego
intransferibles'! Si el tema no presenta una vida típica, Esto nos aclara algo el asunto. Quizás existan eontras-
quedando C0l110 castigo o agrado personales, frecuentes tildas la sensibilidad insular cubana y la sensibilidad
en el juego de Jos temperamentos y de las actitudes, IIlexicana continental. Entramos en una zona peligrosí-
¿cómo puede definirse? En la misma Inglaterra subsisten IIlU, pues solo por atisbos larvados, no por afirmaciones
dos tradic.;iones, que responden a dos tipos de sensibi- 1'1I1egóricas o por entelequias diferenciadas, podemos ver
lidad: una humanista, que viene de Roma, y otra celta, l' 11 esta extensión superficialmente indistinta. Pudiera ima-
tan viva desde Irlanda. 1~lllllrse una inmotivada vanidad insular escondida en mi
Yo: Frobenius ha distinguido las culturas de litoral pn:gunta. Pero recuérdese que un crítico norteamericano,
y de tierra adentro. Las islas plantean cuestiones referen- Wuldo Frank, nos aconsejaba el ejercicio, en un presunto
tes a las culluras de litoral. Interesa subrayar esto desde Illpcrialismo antillano, de una hegemonía del Caribe.
el punto de vista sensitivo, pues en una cultura de litoral hlo tampoco nos interesa mucho por ahora, aunque desde
interesará más el sentimiento de lontananza que el de Illego podría llegarse con ello a algo seductor y teoréti-
paisaje propio. Se me puede contradecir con el rico paisa- 10lllente y también a levantar nuestra voluntad de poderío
jismo interior de Inglaterra. Pero éste ha servido de poco, Ion un pueblo y una sensibilidad que siempre padecieron
ya que no ha sido concertado por ninguna gran escuela de de complejo de inferioridad.
pintura, lo que nos hubiera afirmado verdaderamente J. R. J.: Está usted hablando de una sensibilidad mexi-
que su paisajismo era legítimo. Me interesa subrayar su colla continental. Fíjese usted que la sensibilidad perua-
afirmación de que el insular ha de vivir hacia den- 1111, por ejemplo, es muy distinta de la mexicana; tanto
tro, opinión que coincide con la del maestro Ortega y 101110 la cubana de la inglesa, aunque las dos pertenezcan
Gasset cuando afirma que los isleños solo entornan los ,ti tipo de sensibilidad insular o de cultura de litoral.
ojos a la vista de los barcos cargados de enfermedades Yo: Me obligo a clarear más mi pregunta. Inglaterra,
infecciosas. por ejemplo, ha ejercido siempre un poderío lírico que
J. R. J.: Lo que provocó la calidad poética en Martí pllede competir con los más lujosos y, sin embargo, su
o cn Casal, dos de los más expresivos estilos sensibles I ~ presión pictórica ha sido insuficiente. El aislamiento
de Cuba, fue una reacción contra las culturas incorpora- y In nostalgia, producto de un egotismo o de una lami-
das. No se ve en la diferencia que los caracteriza nada IlIleión excesiva, acaban en un subjetivismo diestro para
que nos haga pensar en un estímulo insular legítimo. Lo Ilq¡ar al mayor lirismo. En la música donde la proyec-
mejor de ellos está en el diverso universalismo a que \ ¡(1l1 y la voluntad de diálogo obligan a una dualidad
tiende su obra. pOJ'ticipante, no ha podido Inglaterra gozar de la tradi-
Yo: Antes de reincidir en los dos nombres ofrecidos, 'Ilín que ostenta en la filosofía pragmática, en la moral
quiero aludir a su pregunta anterior. Un fino poeta mexi- \ lelllffica o en la biología evolutiva. Que los ingleses
cano, Alfonso Reyes, nos amenazó con algo que parecía hon estado prestos a reconocer una diferenciación insu-
un desembarco armado de poetas de Anáhuac, cuando 101' se evidencia en que ellos han iniciado el determi-
terminaba un poema suyo de motivo cubano, con este lIl~lllO. El determinismo de Taine se debe principalmente
anuncio sibilino: Il In atracción ejercida en él por Spencer, por Hume y por
so LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 51

Darwin, Además, siempre que se ha formulado la tesis lile algunos momentos, por rápidos que fuesen, de esta
de la unidad moral de Europa, Inglaterra no se ha con- 19nificación?
sidcrudo uluuiuu. De igual manera, nosotros los cubanos Yo: Me gustaría que el problema de la sensibilidad
nunca hcmos becho mucho caso de la tesis del hispa- insular se mantuviese solo con la mínima fuerza secreta
noumcl'icl1l1ismo, y ello señala que no nos sentimos muy para decidir un mito. Presentado en una forma concreta,
obligudos con la problemática de una sensibilidad conti- ('S te problema alcanzaría una limitación y un rencor
mm lnl. Lu estabilidad y la reserva de una sensibilidad l'xclusivistas. Yo desearía nada más que la introducción
conlinental contrastan con la búsqueda superficial ofre- 11 estudio de las islas sirviese para integrar el mito que
cida por nuestra sensibilidad insular. El mexicano es fino 1I0S falta. Por eso he planteado el problema en su esen-
y discreto, ama la palabra larga y con sordina; nosotros, ;ia poética, en el reino de la eterna sorpresa, donde, sin
excesivos y falsamente expresivos, ofrecemos nuestra tra- Ir directamente a tropezarnos con el mito, es posible que
gedia cn "comino de chiste criollo", como ha dicho la ste se nos aparezca como sobrante inesperado, en prueba
Mistral. de sensibilidad castigada o de humildad dialogal. Es indu-
La reserva con que la poesía mexicana, tan aristo- dable que los cubanos insistimos en los toques y percu-
crática, acogió al indio, como motivo épico o lírico, con- ~iones musicales, y sin embargo no hemos llegado a una
tra el gran ejemplo de su pintura, contrasta con la brus- rcsultante de compases tonales; hemos obligado casi a la
quedad con que la poesía cubana planteó de una manera poesía a que sea cantada con acompañamiento de voz
quizá desmedida, la incorporación de la sensibilidad ne- o de instrumento. (Lo que ha sido sustituido por la co-
gra. Olvidando otros incitantes, la resaca, y desvincu- piosa lluvia de los recitadores,) Entre nosotros, la poesía,
lándola ahora de su más estricta alusión, es quizás el pri- cuyo principal hallazgo ha sido la incorporación de la
mer elemento de sensibilidad insular que ofrecemos los sensibilidad negra y, más frecuentemente, la incorpora-
cubanos denlro del símbolo de nuestro sentimiento de ción del vocablo onomatopéyico, se resiente de haber
lontananza. La resaca no es otra cosa que el aporte que estado de espaldas a la prueba por nueve, a la que debe
las islas pueden dar a las corrientes marinas, mientras responder toda poesía según Cocteau, y se ha contentado
que los trabajos de incorporación se lastran en un bizan- con la primera simpatía de la prueba orejera. Nuestra
tinismo cuyo límite está en producir en el litoral un falso pintura, tocada de afrancesamiento, se ha situado en un
espejismo de escamas podridas, en crucigramas viciosos. doctrinal meramente occitánico, y en consecuencia se
J. R. J.: Cuestión de ondas. Por eso insisto e insistiré resiente de una sequedad desarraigada. Más claro, un ele-
siempre en la internación, la vida hacia el centro, única mento percutible, en su más elemental forma musical no
manera de legitimarse. Ustedes han estado más atentos produce más que una poesía anecdótica. Esto se debe
a los barcos que les llegaban que al trabajo de su resaca. I que un sujeto disociado intenta apoderarse de un obje-
Su pregunta es más bien un problema de fauna marina. livo ambiguo; a que se confunde, por ahora, el accidente
y sigo insistiendo en que me gustaría conocer alguna re- ('otoreado con la sustancia mítica, con la esencia vivencia!.
ferencia concreta a los secretos más significativos de una <'Iaro está que estos temas de sensibilidad solo pueden
sensibilidad puramente insular. ..freo que lo que usteg ~l'r tocados por nosotros en sus primeros planos, pues no
me ofrece es un mito, y por eso tal vez sea prematura mi ofrecen todavía un material clareado, ascendido ya a con-
pregunta sobre hechos evidentes de una sensibilidad yá n'pto o a entelequia. Ceilán no existe para la historia
definida. En Martí o en Casal, ¿no podría usted señalar- de la sensibilidad, pero sin embargo plantea cuestiones de
1

52 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 53

sensibilidud 10l'vada dc fabulosa importancia. Lawrence, luta. El poeta, al llegar a la casa de la poesía, deberá
cuyo doelrillll d\.: los dos círculos de sangre nos parece dejar el sombrero y los guantes, es decir, la magia con
;lIIX:i(lSII, hohlulw de un día en que se sintió ascender en posibilidades de truco. Valéry, situado dentro de la línea
la 111111'\:11 de lo siesta de Ceilán, tan distinta de la siesta clásica del cartesianismo, repite la vieja máxima que
dl,l Illglnll'I'I'II. ~ill duda nos habló como los místicos aconseja colocar los diablos alrededor de un centro. La
ClIlIllllll difen;neiull el cielo de cristal y el cielo de es- metafísica, que puede vivir dignamente en la poesía, es
In-lIl1s. solo la abstracción que da forma al cuerpo poemático.
J. R. J.: El mito de la sensibilidad insular, de que Mientras que la filosofía da a la poesía malsanas seguri-
IIslcd habla, pudiera ser también suscitador de un orgu- dades, la metafísica es la nueva vida que todo poema
llo disociulivo, que quizá los apartase a ustedes prema- empieza después de la primera experiencia sensible. Se
11I1'I1I1ll'lIl\: de una solución universalista. Sabemos que me dirá que Mallarmé, libre de toda escuela filosófica,
1'111'11 I(ls grkgoH 111 isln era aquella is,la de la canción, pe- cayó en la temática wagneriana. Valéry comprendió el
ligrww pura l" IIsI\llo lJliscs. Ese mito es además un inci- error; y cuando dejó de ser cartesiano se convirtió en
Ifllllll muy vllgo. Y COll\O hierro para una conducta social pascaliano, aunque siempre haya hecho declaraciones an-
110 IÍL'I1l; perfil upl'esudor. Se ha hablado de la lucha tipqscalianas.
IIcltlld l:llll'll los hom bres-islas y los hombres-ríos. n crítico ha observado que el instante que hipnoti-
I.os ríos, según Pascal, son caminos que andan. Los za a Valéry es aquel en que el inconsciente va a ser cons-
hombres-islas, tipo Joyce, plantean, en su forma más des- ciente, en que el pensamiento se hace acto y la nada se
e::,pcl'ada, la atomización de la personalidad: los hom- convierte en el nacer de la poesía. .La embriaguez y el
hrcHíos dependen de la legitimidad de sus fuentes en la delirio son la vida _misma del poema. Cuando el poeta
Iil:1'1'1I y en el aire. Este tema pudiera conducirnos a viejas despierta, _encuentra el .P9~!.l.1a_ terminado. Creo haber
IISOt:iudoIlCS filosóficas: género y especie, esencia y sus- dicho que el solo arte era lo espontáneo sometido a lo
1;111<;10, ele. consciente. Desde luego, conciencia de desesperación,
Yo: En la actualidad, la filosofía empieza a plantear- pecho hundido, conciencia de 10 inconsciente, concien-
~e el lcma dc la angustia, la raíz misma del existir, que cia que teje y desteje lo espontáneo.
hllsln IIhOl'n acostumbrábamos a resolverlo con las largas Yo: Creo también que Valéry ha participado en la
dl'('IIII'aciollcH dcl yo pocmático de los románticos. La entrega de una claridad demasiado rotunda a la línea
plll.:síll ('llIpÍ\;ZlI 11 cllcerrarse en un castillo limitadamen- que va del logos a la clarté. A mi manera de ver, esa
Il' t'lIl'll'HiIlIlO. VlI1¡;I'Y pide morir doctamente, morir clasi- crisis de la razón europea se ha acentuado después de
ficulldu. Goethe, quien puso un orden trágico en todo el goticis-
J. R, J.: Lo diferencia entre filosofía y metafísica, Va- 1110 germano. Los que después han mantenido un ideario
léry y Mallul'll1~, C$ la que existe entre lo que intenta jus- ('xclusivamente occidentalista como Maurras, Valéry, Ben-
tificarse y lo qtll.': 110 es sino un andamio o una explora- du, Ors, han reincidido en el proceder de Goethe, que en
ción sobre lo ya adquirido. Si la filosofía es lIna reacción l~1 era un proceder adquirido orgánicamente, una con·
tOlal, que aeuba siempre en una tesis comprometida, será quista lógica y en ellos el disfrute de una claridad que
lastre para un pocla cuyo dogma conceptual 10 acerque I1 fuerza de fácil es un poco inmoral. A pesar de que in-
previamente a las cosas. Es sabido que la metafísica re- ,luyo a Valéry en esa línea de europeístas, quiero poner
suelve los hallazgos de la filosofía en su forma más abso- l'O su fnvol' una adquisición que me parece fundamental.
54 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 55

Valél'Y, que debula en el momento del impresionismo Valéry, continúo con el mismo símil, coge los guantes y el
y dcl simbolismo, cuando la expresión adolecía de un ombrero de copa que Mallarmé abandonó en su sitio
rápido relativismo de la sensibilidad, reacciona hacia y a liempo, y entra con ellos en la Academia. Es en reali-
un absolulismo sensible, un todo coherente volcado sobre dad un divulgador de Mallarmé. Lo que en él no es ma-
la sugerencia o sobre ese pinchazo que distingue un tiem- lIarmeano, su pesada filosofía con mayúsculas, es 10 que
po sensible en estado de gracia, virtus inefabile. En este lustra de impureza su poesía. Ha buscado siempre l~
senlido, su inlenlo es análogo al de Lucrecio o al de poesía pura, mágica, inefable, y no la ha encontrado nun-
anle, cuyos cosmos poéticos están informados de la vi- ca; la ha cargado siempre de arena discursiva.
sión leológica del siglo XIII y del epicureísmo atómico. Yo: La poesía, como expresi6n de un estado de áni-
Valéry ha rcaccionado contra la poesía como momen- mo inefable, me parece un tanto ingenua. Por otra parte,
tánea experiencia sensible, y ha pretendido que sea total, la unión de momentos inefables perseguidos por una téc-
sistemálica, cohercnle, al atrapar la sensible fugacidad. nica coherente, como ha pretendido Valéry en su desarro-
Su mundo sensible inlenta removerse dentro de las ca- llo poemático, es ilusoria. La unión de momentos causales
legarías ordenadas por buenos europeos como Leibnitz dc la sensibilidad que han intentado los sobrerrealistas, es
y Descarles, Goethe y Mallarmé, habitantes de palacios experiencia que tiene un final infiel, pues las palabras
dolidos por la cantidad de sus elementos irreconcilia- regidas por el sentido no excluyen que las palabras diso-
bles, fuerzas negativas, visitas paradojales, inoportunas ciadas produzcan luego los postceptos de que habla Una-
en aquellos momentos y que hoy pueden irrumpir con- muna, la encarnación del sentido. Las palabras rebela-
tra el hombre técnico que fabrica un tubo elevador como uas, demoníacas, son también comprendidas, defendidas
fabrica un poema que es correcto, pero que invariable- y justificadas por el Espíritu Santo. Las palabras desalo-
menle se encuentra con lo que se ha colocado de antema- jan una tensión que provoca la aparición del sentido, y no
no en él. Quizás un Spengler del mañana, experto en pa- es éste el que las precede y el que les impone leyes de
ralelos de morfologías de la cultura, halle rclaciones ftobierno sintáxico.
enlrc la mentalidad colectiva de una asamblea de inge- J. R. J.: La poesía se desenvuelve adquiriendo intem-
nieros reunidos para tratar de la construcción ele un pestivamente las leyes de los cuerpos o las almas disími-
puentc y la sensibilidad estética que dictó "El cemen- les, que la lógica conceptual rechaza. La poesía tiene su
tcrio marino" o las décimas, tan del gusto de Joyce, de lógica maravillosa, que aparece solo como el halo que
NU desprende de la virtud adquirida por el logro, por la
"La serpiente".
r. R. J.: Sin duda se exagera un poco cuando se afir- perfección del cuerpo poemático. Todas estas cosas nos
conducen a viejas polémicas que nada resuelven. La poesía
ma que Valéry es un académico o cuando se dice que es
LOS lo único que siempre sigue respondiendo preguntas,
un alejandrino. Aparte de que el calificativo de académi-
co no puede ser en Fnmcia denigrante. Es evidente que que son, contestadas por ella, la suprema adivinación de
Valéry usufructúa legítimas conquistas de Mallarmé. Bl se III vida íntima de los elementos, el fuego, el aire, la tierra.
disculpa en cierto modo cuando nos dice que la esencia de No hay que buscar en la rosa su ausencia, sino su eterno
lo clásico es venir después. Mal1armé rehus6 siempre lo y absoluto resolver. Los que han propuesto la granada en
académico. Fue uno de los espíritus que más sugestiones lIstiluci6n de la rosa, la granada, flor y fruto, han olvi-
Jespcrtal'on en la juventud. Estuvo dotado de una fabu- dlldo quc, cn poesía, la pretensión del frutecer, más que
losa capacidad para el diálogo intelectual de alta tensión. l~ilpCral' una consecucncia, que al fin sería inútil y descom-
56 LEZAMA LlMA.-0BRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 57

puesta, es aceptar imposjcjones que, impidiendo la flor, Yo: La tesis de la sensibilidad insular, aparentemen-
le corrompen el frulo. La ética de la flor es tan vana te orgullosa, tiene tanto de juego como de mito. No de-
como la hcrmosura del fruto, que es siempre como un searía ser el reverso en la búsqueda de una expresión
tardío nacer. mestiza, pues lo que intenta articular es menos que un
Vumos u dejar ahora estas cuestiones. Yo quiero ahora mito. Se limita, humilde, a una justificación, una vida
preguntar u ustedes. En estos días he oído en La Habana legitimista. Los problemas étnicos del mestizaje, estu-
una cOllferencia quc predecía la fusión de razas en Cuba, diados desde el punto de vista biológico, no me intere-
fusión quc producirá necesariamente la expresión poética san. Una realidad étnica mestiza no tiene nada que ver
mcstiza. Me interesa saber si la busca de una distinta sen- con una expresión mestiza. Entre nosotros han existido
sibilidad insular que ustedes intentan, no es el reverso de mestizos que han intentado expresarse dentro de los cá-
esa exprcsión mestiza. Las dos tesis que remueven un nones del parnasianismo, y gran parte de la poesía afrocu-
orgullo direrente, una solución disociadora por deseme- bana, en cambio, es de poetas de raza blanca. Se ve
janza y cxclusión. La tesis de la sensibilidad insular va que una cosa es el mestizaje y otra abogar por una expre-
contra la scnsibilidad continental y la de la expresión sión mestiza. Una expresión mestiza es un eclecticismo
mestiza contra la expresión de valores y angustias univer- artístico que no podrá existir jamás. Los antiguos gnósti-
sales. Todas las razas han producido culturas, y si todas cos afirmaban que la sangre era una mezcla del agua
las razas se expresan distintamente, se derivará de esa y del fuego. Ya 10 vemos. Sangre: impureza. Agua y fue-
diferente expresión conjunta una unidad y una universa- go: espíritus puros. Podemos reclamar una poesía del
lidad con todos los valores y las categorías. Por eso el agua y Garcilaso nos ofrece la suya para que en el agua
proceso del retorno de una raza a su cxpresión diferente, más limpia adivinemos la turbiedad. Whitman es el ejem-
rencorosa, por decirlo así, no me parece claro y termi- plo del poeta más cercano a las capas centrales del
nante. Quizás el mundo esté un poco cansado de sus fuego. ~n el nacimiento de la poesía, como en el origen
incesantes paseos de la síntesis a la unidad, y es induda- del mundo, hay una lucha entre los elementos plutonis-
ble que ha superado, por fusión y decantación, las expre- tas y neptunistas, pero la sangre, líquido impuro en el
siones que pretenden ser última voz de una raza que supuesto de estar formada por mezclillas de agua y fue-
logra expresarse: y esas manifestaciones pueden consi- go, produce una poesía inexacta, de inservible impureza.
derarse ya como curiosidades o anécdotas. La poesía será siempre amor absoluto o definido
La poesía está definitivamente del lado del espíritu, rcncor. Abogar por una expresión mestiza es intentar
que fusiona a esos enemigos aparentes de la naturaleza un eclecticismo sanguinoso. La poesía plantea sus proble-
y de la cultura. Quererla retrasar de nuevo a su primera mas en tensión última, inapelable, y un intento de fusión
sangre, pudiera hacerla reincidir en etapas de la sensi- con ella sería una timidez que provocaría toda clase de su-
bilidad ya ganadas. Por eso los europeos consideramos perficialidades e insolencias. Las síntesis del amor y de
la poesía como una eficaz resolución de los momentos otras insalvables antipat1as, la pureza que se ve obligada
del espíritu. Me interesa saber lo que piensan ustedes de a producir sus más eficaces reacciones bajo un signo
esta transfusión de sangres poéticas, de una poesía cuya que la interprete o le robe el secreto de su rendimiento
expresión surja de una fusión de sangres. El espíritu máximo, son el clima donde la poesía gusta hospedarse,
sopla dondequiera: la sangre enemista y separa. ¿Se podrá imponiendo a sus ataduras y a sus obligaciones prefijadas
colocar la sangre antes que el espíritu? dominios y leyes, ya para la oscuridad provocada o para
58 LEZAMI\ LIMI\.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ ':1

aquella otra que se embosca y nos aturde de veras, que signifIca hospedarse apresuradamente en cada uno
o para el delirio, que después resuelve los más enemis· de los accidentes integradores. Preferir la música elemen·
tados pril1l:ipios de enlaces verbales. tal de la sangre a las precisiones del espíritu es lo mismo L
Su1.>rllYllr6 que me parece innecesario considerar la in- que habitar los detalles sin asegurarse de la legitimidad j
terrogante de una scnsibilidad insular diferenciada, como de una sustancia. Hasta ahora hemos preferido los deta-
el reverso en la bllsqueda de una expresión mestiza. ]1 lles, gozosos de su presencia más grosera, de sus exigen-
plantellmiento de una sensibilidad de tipo insular no cias más visibles, sin intentar definir la sustancia, que
rehúye soluciones universalistas. Francia, cuyos valores es lo único que puede otorgar una comprobación univer-
de sensibilidad y de arte son los que centran las más salista.
puras devociones a los universales y a las soluciones ge· La expresión de los andaluces no tiene que ver nada
néricas, comenzó llamándose "Ille de France", nombre con el andalucismo; las exigencias de una sensibilidad
dc la provincia de París en la Edad Media. ':La sensibili- insular no tienen tangencias posibles con una solución
dad principia humildemente planteando meros problemas de mestizaje artístico. Aquélla asciende de la historia al
existenciales y luego intenta llegar a las soluciones uni- espíritu, ésta no es más que un recuento bizantino del
-versales, regalándonos las razones de su legitimidad, con cletalle, un disfrute epicúreo y elemental de factores exó-
el anhelo de ofrecer un momento de su aislamiento, la genos. No hay duda de que el mestizo recalcó su ban·
delicia de su particularismo, única manera de afirmarse durria presionado por las guitarras andaluzas de Garda
en una concepción universalista previa que rehusase las Larca, llevando las síncopas a la fluencia láctea del ro-
matizaciones históricas, dejándonos el esqueleto de una mance. Tocamos una diferencia radical. El andaluz tiene
categoría, la banalidad de un arquetipo desencarnado. un precioso sentido de 10 universal; ya hemos hecho re-
Por el contrario, la tesis de una expresión mestiza es, por ferencia a la época de Alfonso el Sabio, cuando la cultura
ahora, una síntcsis aprcsurada; queda solo la paradoja oriental resolvió una síntesis con la tradición cristiana
de esa síntesis sanguínea. Buscándole a esa tesis tangen- grecolatina, gracias a lo cual el andaluz se incorporó al
cias sociales (de hecho está llamada a tener más tan- europeo, a la limpidez del polvillo dórico, al ideal de
gencias políticas que estéticas), podemos provocar con- la ciudad mediterránea. La expresión mestiza es, por el
secuencias contradictorias, excluyendo, en la integración contrario, disociativa, y nos obliga a 'retrotraernos a la so-
de la nacionalidad, ciertos elementos constitutivos que se lución de la sangre, al feudalismo de la sensibilidad.
resentirán de esa violencia de síntesis forzada. J. R. J.: Me gusta que usted considere el romance
Auemás, las presiones sanguíneas que se agitan en la como una limitación técnica para una poesía que está
intimidad del yo más oscuro o musical, está muy lejos aún en su fase, dice usted, teogónica. Yo creo que la
de reconocer ninguna síntesis, pues la sangre salta cual- emoción poética debe ser expresada, al nacer, en metros
quier axioma unificador. Cualquier solución universalis- personales, inventados, al margen de las formas corrien-
ta intentaría provocar los deseos de una expresión dentro tes. Con eso, la poesía naciente sería de una gran pureza,
del espíritu, que tiende siempre a unificar sus conceptos, y se impediría que toda la mezquindad neoclásica dejase
tanto en una forma luciferina como en otras más humil- el poema temprano en ejercicio, en acertijo alimentado
des, las del triunfo del cordero; mientras que las arro- por el hastío, sumido tal vez en la nada por la suscitada
gancias alteradas de la sangre se dedican a reconocer con nngustia. Muchos poetas, y me acuerdo ahora del ameri-
detenimiento analítico la calidad de cada componente, lo cnno Herrera y Reissig, desvirtuaron su despertar poético
60 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 61

con formas 111811 idas, décima, soneto, etc. Cuánto mejor Yo: Los argentinos tratan hace tiempo de enarcar su
hubiera sido para ellos que hubiesen intentado su poesía IlIIIO, cuya forma simbólica está encarnada en La Cruz
en versos libres, invel1tndos, particulares. Valéry ha insis- ¡Id SlIr. Si poseyesen sociólogos más decididos, se empe-
tido en la difercncio entre el verso dado y el calculado. 0111 (un cn torcer 10 que hemos convenido en llamar la
(El verso dado no tiene nada que ver con el verso inven- Ilfl" dc la civilización, que hasta ahora hemos supuesto
tado que yo digo.) En España, el uso repetido del octo- 1I11l' vu dc Oriente a Occidente. Están enamorados de un
sílabo y el endecasílabo ha limitado el movimiento de I II or voluntario y afirman que la ruta es vertical, de

muchos poetas. Todo poema necesita un ritmo, un tono, 1I111[C a sur. Una arrogancia exterior los mueve a consi-
un esl ilo propio y que muere con él. En realidad, el .11'1'111' a los demás compadritos como viejos extranjeros
poeta no debiera repetir ninguna forma, a menos que Ih'~lll fiados. Los mexicanos, innegablemente, puesto que
considere la forma, y a mí me gusta así, por ciclos; es l' "poyan en un cronista español, lanzan su afirmación,

decir, que un libro fuese el "poema de una forma". '1lIU es delicia de uno de sus humanistas actuales; detienen
Herrera y Reissig, que usted citó primero, consiguió un IlIuscamente al viajero y le aseguran que ha llegado a la
sentido propio para la imagen sorprendida, pero tuvo que 1l'I\lón más transparente del aire, ~osotros, obligados for-
recortar, limar demasiado esa imagen para meterla en 'lI!,IIIllCnte..Q.or fronteras d~ agua a una teleología, a situar-
los sonetos, en las décimas, etc. Y lo mejor de su fantasía IIflN en la pista de nuestro único telas, no exageramos al
o 10 mejor de sus consecuciones saltaba fuera como una .11 dI' que la Argentina, México y Cuba son los tres países
cabeza cortada por la guillotina inexorable del metro. Id'lJlllnOamericanos que podrían organizar una expresión.
Para conseguir unidad de fondo y forma, se necesita una ~JllN()[ ros, insulares, hemos vivido sin religiosidad, bajo
plenitud que él no tuvo. Si se hubiese limitado al versillo pecie de pasajeros accidentes, y no es nuestra arrogan-
más o menos libre, su imaginación hubiese ostentado 1111 lo que menos nos puede conducir al ridículo. Hemos ca-
calidad muy distinta. Su Pegaso fue domado por la calle II'!'ido de orgullo de expresión, nos hemos recurvado al vi-
principal de tina provincia imaginista, I lO, que es elegancia en la geometría desligada de la flor, y
El otro día me preguntaron ustedes si yo no veía 1, ohra de arte no se da entre nosotros como una exigencia
una diferencia esencial entre la poesía última, verso libre, ll/l 1ert'igena, sino como una frustración de la vitalidad.
de García Larca y la del Romancero gitano. Yo quise J. R. J.: Tal vez puedan ustedes alcanzar así una ale-
explicar, y no sé si 10 conseguí porque soy premioso de l'dll que no les adormezca la inquietud, y una elegancia,
palabra, que las imágenes locas parecen más locas en ver- '111110 usted dice, que no sea el refugio rencoroso de 10
so descuidado que en verso regular. La forma simétrica 11111' 110 se ha tocado o despertado.
da una garantía de limitación a la imagen. En realidad, la En España, ahora, como reacción contra una poesía in-
forma regular domina un poco la locura. Pero para ese IlIIllle, monstruosa, que empleó por 10 general una expre-
dominio se necesita mucho instinto y mucha gracia. "'111 que se perdía en un bajo sensualismo (goce de subir
Esto nos llcvaría muy lcjos. Lo que yo quisiera saber 11. liguas subterráneas con todo su arrastre), se ha vuelto
ahora, volviendo al punto inicial, es qué oportunidad ni NOIH.:lo. Yo no he rehusado nunca 10 subconsciente, la
temporal tiene la exigencia con que irrumpe la isla; de IIvIIsi6n de las larvas sexuales; pero 10 subconsciente,
otra manera, cn qué relación se encuentran ustedes, al presudo en una simple enumeración de momentos sen·
ofrecer su búsqueda, con otros mitos o con determinadas I"h~s. en una aglomeración de imágenes que no intentan
etapas de otros mitos. di IllIir su lugar en el espacio, sino simultanear perspecti-
62 LTIZAMA L1MA.-OBRAS COMPLETAS ·NSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 63

vas, resbaloso desfile momentáneo, y sin virtud ascensio- Insislo en que la verdadera poesía está, para mí, en
nal humano O estética, me parece un desfile vulgar. Pido 111 expresión aislada, acabada, suficiente, única, del pen-
lu prcfen:nciu, el compromiso, el acierto que eternizan 11111 ¡enlo o el sentimiento plenos.
los eklllenlos líricos. Y me parece mal que los poetas Yo: ¿Qué formas poéticas considera usted más ori-
VIIl'!VIIII 11 las formas neoclásicas, si no poseen la virtud IInks y posibles en español?
d(; IIlterur sus superficies formales, remozándolas, reavi- l. R. J.: Las llamadas "formas" que yo usé en mi ado-
v/ÍlldolllS n los más primitivas cercanías. Están cayendo, 1~lil'cncia poética, que ahora uso más y que más me gus-
ul ra vez, en el ejercicio, en las viejas manías que usan 11111 como más españolas y más mías, son el romance
l'1 poema como una fábrica de delicia, fragmento paradi- f111osílabo, la canción y el verso libre que yo llamo "des-
síaco de la otra piedra filosofal. IIl1do" y que nada tiene que ver con el llamado verso
Ni la poesía informe, vacía de la sublime posibilidad 11111'(; o blanco en el neoclasicismo español de todas las
UíJ la palabra y de todo lo que puede encarcelarse en la pocos, con el usado recientemente por los informes. La
palabra, ni el academicismo remozado, que ahora parece IlIl'jor poesía española en verso y prosa, antigua y moder-
que preocupa a los jóvenes ahítos de un bajo y falso 1111, anda con esos pies. Es cierto que yo he cultivado, de
verso libre. ~lIl1l mooo, en mi juventud especialmente, la silva, ita-
Siempre han existido poetas verdaderos que han pre- 111111lI, y que tanto abunda en la poesía española, la estan-
ferido la virtud ascendente (o si se quiere, descendente) ~ ill alejandrina, francesa y otras formas. Pero hoy tengo
de los elementos poéticos a la expresión, a la expresión t\~lIlSaS simpatías por dlas, aunque vuelva, como es lógi-
musical acaso. Pero el neoclasicismo, entendido como una ell , sobre 10 escrito.

rigurosa vuelta a la forma, es peligroso. Casi siempre su Recordando 10 que dijo el gran Claudel sobre su pro-
secreto, más o menos confesado, es una reacción contra pio versículo podría decirse que el poeta italiano respira
el verdadero clasicismo que sustenta todas las grandes 111 silva consonante, el francés en estancia alejandrina
épocas poéticas. Estamos, pues, entre dos peligros: la es- 111l1sonante, ambas muy hechas y redichas, y el español
critura informe, más o menos poética, sin conciencia para '11 romance asonantado, canción suelta y verso desnudo;
eludir lo abundante y lo fácil, y que pretende enlazarse flldo libre, abundante y natural, pero preciso. Y estoy
con lo primitivo, y el neoclasicismo resucitado una vez IlIlIlento de que el destino me haya hecho iniciar, en
más por profesores que cultivan la poesía al margen de hI conlemporáneo español, la vuelta al romance, a la can-
sus lecciones de retórica, y que yo he llamado "poetas IIÚII y al verso desnudo. (Este verso desnudo de que
voluntarios", para diferenciarlos de los poetas fatales, que lillillo, tiene también poco que ver, en proporción y sen-
son los que se escapan igualmente del falso primitivismo Iido, con el de Claudel.)
y del neoclasicismo más falso. Ambas falsedades viven Si una época emplea los mismos metros que otra,
de "la imagen" y "del concepto", mezclado más o menos ¡JII re el peligro de repetir también e inconscientemente
ingeniosamente; imagen tirada como una plasta a los ojos ül lil'nlido poético de la primera. El soneto vale hoy 10
abiertos, para cegarlos, y concepto escamoteador del ver- '"IIH: ¡lÍempre, pero a condición de que no suene ni espeje
dadero pensamiento lírico, no filosófico. En los dos casos I Gnrcilnso, a Herrera, a Quevedo, a Góngora, como está

la escritura es enumerativa o acumulativa, como lo fue la II;\II'ricndo. Cualquier poeta diestro puede conseguir estas
pasada pintura sobrerrealista que domina ambas tenden- lepll!ciones, útiles o bellas para los que no conozcan
cias literarias. ItlclI lo:, dechados de donde proceden. Imitar formas cl>l-
64 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS

sicas O neoclásicas quiere decir casi siempre incapacidad


de invención interna, porque ningún poeta libre sorpren-
dido por la bellcza libre sabe de antemano la forma en
que la va a expl'Csar. La forma es, terminado el poema,
otra sorprcsa. En sus años jóvenes, el poeta puede y debe
aprender en todos los países y más en los que en el mo-
mento dc su dcspcrtar viven en la plenitud de la expre-
sión poética. (España aprendió mucho del renacimiento
italiano y del simbolismo francés, otro renacimiento.) Pero
una vez oricntado en su camino ideal, el poeta consciente TUllAN DEL CASAL
vuolvc en espfritu y forma a su patria. Si yo he usado
tanto el romance, la canción y el verso desnudo, no ha
sido por una sugestión técnica. La poesía popular españo-
la sigue desarrollándose, es claro, en sustancia, como nin- 1
guna otra que yo conozca, y su forma no es nunca arqui-
tectura externa ni juego ingenioso, aunque también haya
de esto en 10 popular español, sino gracia sucesiva, en
todos los sentidos de la gracia, y la gracia poética mayor
N UESTRA historia poética ha luchado contra dos ene-
migos, visibles, constantes, por invisibles. El rastro
de una visión rastrera, pura cercanía y vulgaridad, gra-
del mundo. Y esa forma poética que yo amo tanto, por tuito apego que se solaza con cualquier fragmento, por
española y por graciosa, es, a mi juicio, la forma de la ¡uteresado desconocimiento de la esencial verdadera fuen-
verdadera aristocracia humana española, tipo acabado Il', Otra actitud, pesarosa de antítesis, enamorada de las
de 10 natural y lo reflexivo, que tanto se encuentra en el grandes teorías, de vastos puntos de vista, ha visto en lo
pueblo español. Y terminemos aquí, de pronto, esta con- Iluestro poético o una camisa rellena de paja o un bulto
versación. Abandonemos la palabra en este gran tipo de arena donde cualquier esgrima puede ensayarse. Lo
humano y poético, que tanta poesfa estará acumulando primero es ingenuo, lo otro, hinchado, y como actitud es
hoy. Es buen punto. 111 misma pobreza de lo que combate como realizado,
Con usted, amigo Lezama, tan despierto, tan ávido, tan ()ué importa que ninguno de nuestros poetas haya teari-
lleno, se puede seguir hablando de poesía siempre, sin ago- IIdo ni realizado en su poesía aquellos polysemos de que
tamiento ni cansancio, aunque no entendamos, a veces, su IIOS habla Dante en su carta al Can Grande de la ScaIa,
abundante noción ni su expresión borbotante. Otros tra- II sobre las ausencias maHarmeanas. Eso no puede otor-
bajos poéticos y menos poéticos esperan. Gracias, en fin, gllt'nos un regalado desdén. Hay que buscar otro acerca·
por su presencia y su asistencia, conmigo a la poesía, ItliCl1to, hay que cerrar los ojos hasta encontrar ese único
punto, redorado insecto, espejismo, punto. De la misma
funio, 1937, 1I111IH:ra que un poeta o pintor detenido en la estética de
111 flor, tendría que abandonarse, reconstruirse para a!can-
\t' lo estética de la hoja, y estaba allí, cerca, rodeando,
FIN DE IIl1bos, rosa y hoja, a igual distancia de la distracción
"COLOQUIO CON JUAN RAMÓN JIMÉNEZ" \dlll1lll o bochorno primero del fruto,

lllf"'''''' l '1 11 '¡


66 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 67

Hay que empezar de nuevo, como siempre. Pero si la 1I1ll1'izan después con esas vastedades fáciles, llegando
crítica no COllcluye, y goza también de ese empezar, la crí- I proclamaciones insensatas. Así en nuestrobric-a-brac
lica y lo otro, fundidos ambos en un solo enemigo, no 1lI('I'(\l'io, un crítico puede encontrar insinuaciones, roces
distingue tampoco, no ofeece tregua tampoco. Mejor. Hay 1'lItivos, verdaderas delicias, con tal de que su lente osten-
que hllblul' de pl'odncción, no de creación, se propone, II más que el resguardo de una irónica estampa, un verso
o la poesfa se adhiere a la teoría del conocimiento; la '1UL' flota, que no hizo falta reconstruirlo, en nuestra
('l'{[kll se puede trocar en creación, no en capricho, ape- Itlolescencia. Así la furia y los entretenimientos de uno
garse' a invisibles orígenes sin olvidar la corrección, sus til' nuestros principales románticos, quedaban reducidos
:ljusles. No se trata de confundir, de rearmar de nuevo Ilill'l\ mí a este verso lento y delicioso: "las húmedas reli-
11110 de aquellos imbroglios finiseculares y volver a lo de qllias de su nave". O en este otro donde parece irisarse la
fu crftica creadora, sino de acercarse al hecho literario t'l'picnte metálica de Paul Valéry: "Y junto a cada cuna
con lu trndición de mirar fijamente la pared, las manchas IIlla invisible í panoplia al hombre aguarda donde lucen."
de la htllnedud, las hilachas de la madera, inmóvil, sen- ;'llll versos de José Martí, de una plasticidad espléndida,
tado; que ya entl'tllHI la calcntura y la pasión en ese abso- dt llna dócil dignidad, en que la inteligencia ha relacionado
luto fijarse en un llecho, dejar caer el ojo, no como la dos cosas con un ligero golpe mágico, produciendo un se-
ceniza que cae, sino deteniéndolo, hasta que esa cacería P,III'O diamante. Estos versos son de otro romántico, para
inmóvil se justifica, empezando a hervir y a dilatarse. 11 ¡/l1' el distingo de las escuelas, sin embargo, hay en ellos
Una ,sucesión de reyes y tres edades pueden servir, IIIlU especie de embriaguez nocturna, de reflejo último y
pero en América, la crítica frente a valores indetermina- 1 /lllsado. Y mientras parece derivarse de nuestros román-
dos o espesos, o meras secuencias, tiene que ser más sutil, Ilc:os cierta vastedad, ciertas generalizaciones impetuosas,
no pueden abstenerse o asimilarse un cuerpo contin- I kl'to confesionalismo regalado, se borraban muchas cosas
gente, tiene que reincorporar un accidente, presentándolo p/lrn mí, y solo quedaba el encanto de ese verso obtenido
en su aislamiento y salvación. Así, quien vea en el ba- pOI' la inteligencia y el ángel.
rroco colonial un estilo intermedio entre el barroco jesuí- tras veces no era el aislamiento de un solo verso.
tico y el rococó, no le valdrá de nada lo que ha visto, 111'/1 un paseo preferente el haberse decidido por una
hay que acercarse de otro modo, viendo en todo creación, tllacción casi inconsecuente. Así, cómo es posible que
dolor. Una cultura asimilada o desasimilada por otra no dt'll! ro de la cacareada frialdad de Luaces, éste revelase
es una comodidad, nadie la ha regalado, sino un hecho pl'dcrencias por el tema de Erígone. Aunque no lo hubie-
doloroso, igualmente creador, creado. Creador, creado, l' IIlcanzado, solamente el tema, el acercamiento teje Una
desaparecen, fundidos, diríamos empleando la manera de IillLllll que es necesario aclarar. Yo he sentido una extraña
los escolásticos, por la doctrina de la participación. El llulción cuando he visto un documento de Casal, no estu-
hecho de que Casal quisiera imitar a Stacheti, o a parna- dl;ldo oún por ningún crítico. Es un libro de balance de
sianos de tercera clase como León Dierx -a los que 1:ldlldes dimensiones. El padre de Casal lo usaba para
supera fácilmente- tiene la misma mudez y escaso valor 111'1I11tor la lista de sus esclavos. Casal va colocando sobre
simbólico qnc el que se haya encontrado con Baudelaire, hit> p6ginas ya ocupadas, recortes de periódicos, cosas de
al que no supcrará nunca. Ambos hechos tienen el mismo 1I BustO. En 1886, todavía Rimbaud necesita de Verlaine.
eScaso valor, la misma mudez. Las gentes ociosas cogen I't'lO yu por aquellos años entre nosotros, Casal se intere-
esas insignificancias y las retuercen, las prolongan, yate. I por ¡<I, coloca en el librote poemas y referencias de
68 LEZAMA L1MA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 69

Rimbaud. Claro está que en el librote aparecen también Ill/iOonte. Digo potencia porque supone un material hostil,
recortes de la peor pacotilla hispanoamericana. Pero que- 111111 resistencia. Resistencia que puede describir un arco
da una gracia que sopla, una intuición que se tornea, dl' infinitas variaciones. Desde la frustración de una obra
hay un fragmento de Rimbaud. Está también en el1ibrote hllslu el acierto momentáneo que agrandado -con aque-
el soneto Erígone, de Luaces. No se ha visto con dete- 1111 óptica del conejo que Ortega encontraba en Proust-
nimiento el parnasianismo inocente de los sonetos de pm:cJe situar la definitiva gracia. Es un modo que no
Luaces. Casal sorprende la calidad de algunos de ellos. dl'sc1eña la frustración y la diana de una vez, aun en el
Junto a la rápida ganancia de la calidad que sopla en Idolescente que prueba sus fuerzas en la ocasión entre-
ajenos sitios, también la otra pequeña adquisición del /tildo por una embriaguez pascual. Digo razonamiento
tranquilo logro humilde, de 10 frustrado que una vez la Il'llliniscente, en vez de razonamiento sugestivo como Poe,
gracia animó. Es curioso que la pintura histórica y Los plll' el poderoso y pleno atractivo que esta palabra tuvo
trofeos, provoquen los sonetos de Casal, pero añade una poll'H 'los griegos. Tanto la Grecia de los mitos como la
seguridad, y como un arte para rehallar el hilo de la ol'J'útica mantuvieron idéntico gesto con respecto a la me-
tradición, que allí oerca se encuentre aquel Erígone. IlIoria. Prometeo, en su lecho incuestionablemente incómo-
Claro está que la rugosidad mate y el hielo frito de do, se vuelve para decirnos: "Encontré para ellos, para
Luaces dista mucho de este otro tipo de inmovilidad, 11l~ mortales, el número, lo más ingenioso que existe, y la
sin dilatación provocada, de aquellos otros sonetos de dl~posición de las letras, y la memoria, madre de las
Casal, con más misteriosa wla de pez y una voluptuosi- IIIIISOS." Todavía en Esquilo es más misteriosa, soplo más
dad más universal y exquisita. 111111'idor, como rocío o niebla, la memoria. En definitiva
Es necesario volver, mejor intensificar, a la luz miste- 111 mitología acepta eso, pero ingresa Júpiter para dis-
riosa, la claridad que se desespera. Allí concurren muchas IIdlluir la fuerza creadora de la memoria. Las nueve
cosas diferentes, homogéneas, bruscas, silenciosas. Como II111S0S son hijas de Nemósine y Júpiter, acepta el griego
en la horizont8'1 del agua concurren animales diferentes, de di" siglo IV antes de Cristo, ya muy apegado a Sócrates,
distinto peso, pero unidos, intensificados en un impulso dl'lltro de una mitología oficial. De ese modo la memoria
por romper con su inmovilidad, el cristal, la red también. purticipante y actúa en el conocimiento de la materia.
¿Acaso la sed no es el nacimiento del cristal, el primer 1Il'l'Ordar para un griego era un ejercicio, tan saludable
impulso necesario, que después se congela, se hace aro de '1l/1I0 el conocimiento bíblIco, algo carnaI, copulativo, Ese
límite el cristal? Queda así la sed como el cristal invisi- IllIonamiento reminiscente, favorece una mutua adquisi-
ble, el cristal como agua invariable. 1 klll, apega 10 causal a lo originario, vuelve el guante

Hay un momento que en la crítica y en la poesía, plll'lI mostrar no tan solo las artificiosas costuras y el
arranca de Poe, divulga Baudelaire, aprovecha Valéry, en Illdl) de la transpiración. Este razonamiento reminiscente,
que todo quiere quedar como método dentro de una dlllYl.:nta la reminiscencia del capricho o de la nube, ca-
noche en la que se han borrado los astros naturales, de 1I11111iclíndole a la razón una proyección giratoria de la que
acompañante luz. Poe en sus cuentos, en sus estudios dI' l~spejada y gananciosa. Yo creo que esta crítica, cuyo
sobre la luz, en sus críticas, hablaba de "un método de 111I1I1I11cnto es el razonamiento reminiscente, sería infruc-
razonamiento sugestivo". Esa frase es tan real como esta 111111;11 para acercarse a grandes sistemas de expresión; si
otra que yo propondría, para declarar la crítica que le '" I'fll'II1l10S ese procedimiento a Dante o a Goethe, escri-
conviene a un poeta: una potencia de razonamiento remi- 1,11 (11 11 lOS alejandrinos diccionarios y enciclopedias orde-
70 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 71

nadas por un aHabeto chino. En obras de vastaspropor- I'(l('lisn. Todos creados, recordados por el centro de Juana
ciones sÍlunr el ser sustancial y las proporciones de la obra 11l1l1·l"·O. Ahora los protagonistas no van a ser ellos. Otros
en lu circUllstnncio, pucde scr divertido, prudente y reco- 111 IIIHlnos, zonas grises, que ahora se tornan maravillosa-
mcndoble. Pero tendremos que contentarnos, en definiti- Illl'lllo comprensivas. Hay ese silencio coral del trópico,
vo, con lu gracia que se aloja en aquel ser sustancial, l'il que ya -siesta o crepúsculo- no hay nada que decir,
gruciu que se encarnaba sin apelaciones ni disculpas. Claro IINll en el que nadie se atreve a romper, a despedirse. Un
cst{t que esa gracia adquiere la mejor de sus formas en la l1l'qllcño hermano de Juana Barrero se pierde, cuando
plenitud o en descubrirnos a tiempo, haciéndolos un tan- l. lIpnrcce, esgrime un loto, haciéndolo girar lentamente en-
to más audible, el vasto rumor acurrucado en los oríge- 11 (' sus dedos. Hay ese silencio coral del trópico, siesta
nes, o el trágico rebote contra el muro de las lamenta- (1 cn·púsculo. Otro pequeño hermaño de Juana Borrero,
ciones de los que no querían que el espíritu se acogiese e.,\ luma un verso de Casal: "un loto blanco de pistilos
a la letra cscritn, sino que permaneciese inalcanzable dl oro". El poeta se siente entonces necesario, y desde
rumor. .. En otro tipo de cultura ese razonamiento re- llll'go, comprende lo misterioso de esa comprensión, y des-
miniscente, puede evitarnos que la crítica se acoja a un d,· luego creo que llora. Es algo más que una estampa,
desteñido complejo inferior, que se derivaría de meras P lIna delicada mezcla de oportunidad y comprensión.
comprobaciones, influencias o prioridades, convirtiendo Np~ puede servir para refutar las siguientes frases de
miserablemente a los epígonos americanos, en meros testi- J! 1111611 Darío: "Casal en nuestras letras es un ser ex6tico.
monios de ajenos nacimientos. Ese procedimiento puede r ~dl:i6 allí en las Antillas, como Leconte de LisIe en la
habitar un detalle, convirtiéndolo por la fuerza de su 111 Barbón y la emperatriz Josefina en la Martinica.
mismo aislamiento, en una esencia vigorosa y extraña; ',11 casualidad tiene sus ocurrencias." La anterior estampa
no detenerse en los groseros razonamientos engendrados IH1~i demuestra que la casualidad siempre tiene su justi-
por un texto ligado a otro texto anterior, sino aproxi- 1111Il'Í6n. El momento en que el garzón arranca el loto,
mándose al instrumento verbal en su forma más contra- JI.II·II l:onducir su agrado al visitante. El otro garzón que,
puntística, encontrar la huella de la diferenciación, dán- Iltlylíndose en el azar de su memoria, repite felizmente
dole más importancia que a la influencia enviada por el 1 Vl'rsO. Y el poeta que, enterrado en su silencio y en el
texto anterior al punto de apoyo, rápido y momentáneo, .,ro de los otros silencios, siente como la futura plástica
en el que se descargaba plenamente. Así, por ese olvido de !I qlle su obra va a ser apreciada y recibe como una
estampas esenciales, hemos caído en 10 cuantitativo de las !l!JliI anlicipada.
influencias, superficial delicia de nuestros críticos, que
prescinden del misterio del eco. Como si entre la voz
originuriu y el eco no se interpusieran, con su intocable II
misterio, invisibles lluvias y cristales. Nadie toca o vuelve
sobre la página de Esteban Barrero, en recuerdo de Ca- "Nnda se parece menos al hombre -nos dice el
sal. Ningtlll erudito la repite, ningún crítico la aprieta ¡{11m/y lord Brummel, astuto para lograr la aparente pro-
para destilada. Es algo de una escueta y suculenta belle- Il.'lididlld de SllS frases- que un hombre." Y a su vez el
za. Puede llevarnos a prescindir de muchos antecedentes ('I//I/v Chnrles Baudelaire, nos afirma que lo que hace
cercanos o lejanos. Casal acude a la casa de Barrero, allí 1II IlIdividualidad es una amalgama indefinible. Así, yo
está la poetisa, los hermanos de la poetisa, el padre de la 11'11 qlll' las repetidas valoraciones de una línea de tra-
72 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 73
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dici6n clásica: Descartes-Racine-Baudelaire-Mallarmé-Va- 11 ducibles, esas vastas amalgamas, que tiene que detener
léry, se ha ,construido dándole preeminencia en Baudelaire I I poeta para que su obra confine con la nada y con 10
11'11 ible sucesivo, pero resistido con una previa vastedad
a su fucrza analítica sobre sus poderosos recuerdos de
1 1llIlllitativa. Se había puesto Casal en contacto con una
infancia. Era su adolescencia un rebelarse ante un desti-
no impucsto. Pero presto ese resentimiento iba a desapa- de Ins más peligrosas revelaciones de la cultura francesa,
reccr por las delicias entrevistas: Sorrento, los mares de IIJH,rtando tan solo las decisiones externas que 10 impelían
I IIpoderarse de un temario más que de un secreto. Ro-
In Jndia, la isla Mauricio, Ceilán. .. Esas visiones de su
adolescencia aunadas a su afán ,de apoderarse y construir dl'lIcio de sus espías, de sus enemigos, de sus perfumes
el secreto, como Poe, del jugador de ajedrez, de la má- y de sus recuerdos de Ceilán, Baudelaire ofrecía una re-
quina pensante. En eso Baudelaire saltaba, como Poe, del ducción, en la que alternaban las indirectas delicias de
cuento racionalista a las visiones de Eleonora y La isla h,s olores con su devoción a la máquina pensante, conju-
del hada. De esos recuerdos deriv6 Baudelaire sus tenta- 1\lIlldo los venenos más refinados y las más dogmáticas
ciones y su atracción por el perfume, tentaci6n y no tema, 1I1l'ditaciones acerca del pecado original. Ya él era deudor
1 vastos envíos de sensibilidades disímiles, con los cua-
invasiones lentas pero incontenibles que prescindían de
un centro de dureza, comunicándole la desolación de un h',s se había construido un oído y unas fomlas inauditas.
constante deshielo. ('nsal había sido embriagado por esas mezclas de Baude-
Con esos recuerdos, rodeado de esas tentaciones, Bau- IlIire, pero careciendo de una castigada servidumbre crítica
delaire podía soportar con una gran elegancia, el peso de pllra desmontar aquel delicioso organismo, había deriva-
una gran tr,adición. Todo en él parecía desenvolverse do tan solo un temario con aquel cansancio externo y cier-
dentro de esa amalgama indefinible, en que 10 cuan- flls devociones superficiales de Baudelaire -la ramera, las
titativo es ya cualitativo, momento estudiado por Des- l'llrbatas rojas, la Venus Negra, Satán Trismegisto-, con
IllS cuales contestaba con propios signos las devocio-
cal'tes, y en que, según su frase, la ceniza se convierte
IIl'S románticas. Claro está que el Baudelaire del cual
en cristal.
Nada hacía suponer en Baudelaire 'el antecedente de dl'liva Valéry la comprensión de su secreto, y aquel otro
esa otra poesía, en que ya no interesa la creación, ofre- qlle gustaba de afirmar la creación como un éxtasis de
cer, siquiera sea en su gracia, un pequeño universo, sino I)Ios, permanecían silenciosos para Casal. Pero había
el momento de esa creación, demoníaca física de ese mo- dI' pasar casi íntegra a la obra de Casal la pervivencia del
mento, ell que con una apresurada frialdad desdeñosa pllisnje tropical, que en Baudelaire es eso y su rayon
contemplamos el trueque de 10 inconsciente en consciente. /l/I/cabre. Ya que la crueldad, los martirios, la insatisfac-
l' 11) n y el vocinglero apetito de los trópicos, forman como
Contru eso es necesario repetir frases del mismo Baude-
laire: "es la infalibilidad misma del medio que constituye I puisaje de su obra y su color central. De una manera
la inmoralidnd, como la infalibilidad supuesta de la ma- llsi invisible receptaba Casal de aquel vasto organismo
gia le impone su estigma infernal". Rechazando por igual lit que podía incorporarse porosa y musicalmente, "Me
un método y una magia grosera, Baudelaire va superando ¡',lista rodearme de una amable pestilencia", exclama Bau-
el perfume reminiscente de su adolescencia por una so- dl'll1ire, y Casal glosa su visita a su médico, con tan
beranía espléndida en que las palabras que más asoman 11Il'rtes toques que parece el relato de una excursión
11 Argel durante la peste: "Brillan ante mis ojos -nos
en su obra son ya gracia y pecado original.
No podía presumir Casal de poseer esas impurezas dll'C ('u5al- las arborescencias que los herpes dibujan
74 LEZAMA L1MA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 75

sobre la piel o el pus que mana, como crema de ámbar, Por las ramas nudosas de las vides
de las llagas en putrefacción; y siento el vaho cálido de Cuajadas de rocío. Aletean
Los flamencos rosados que se irguen
los organismos abrasados por la fiebre o la humedad Después de picotear las fresas rojas
viscosa de los miembros deformados por la lepra." Pero Nacidas entre pálidos jazmines.
no sería tan solo en ese acercamiento demasiado inme-
diMa en el que habitaría Casal. Con ese impulso natural, Yo creo que, a pesar de girar dentro de esa reminis-
de ligero peso, o impulsado por esas voluptuosidades na- c(;llcia del paisaje tropical en Baudelaire, hay dos notas
turales, según decía el propio Baudelaire, se lanza a diferenciales en Casal que aportan nuevas matizaciones.
rodearse de una fauna y flora, de propia y exquisita per- nodeado de sus voluptuosidades naturales, Baudelaire
tenencia, entregando un trópico no totalmente habitado, huía del vino y de cualquier forma de voluptuosid:::d so-
pero sí rápidamente entrevisto. 101', prefiriendo el opio lento y poroso; "constituyen -de-
La inteligencia lentísima, pero indetenible, de las da- un lenguaje jeroglífico del cual yo no poseo la lla-
plantas, de Jos insectos, de los estambres y pistilos, la in- ve". Casal intentaba trasladar esas voluptuosidades a un
teligencia voluptuosa, se esbozan levemente, pero sufi- centro de mayor energía. Lo sexual en Casal es perentorio
cientes para revelarnos su entrevisto en la poesía de Casal: y decisivo. Así el buitre, hijo de Tifón y Echydna, que le
roe fijamente el sexo, cuando en el mito clásico era el híga-
El olor resinoso del abeto do la víscera nutritiva. Un ardor más inmediato hace
Mezclado al de las rojas azaleas
Que engendran la locura en el cerebro nparecer el trópico, menos invadido y laxo en Casal, en
Del pájaro que llega fatigado miel pocos momentos, pero muy significativos. Ya en sus pri-
A libar en los pistilos verdes. meros poemas aparecía la muerte y el titán que le destru-
ye. "Cual si en mi pecho la rodilla hincara / Joven Titán
Baudelaire había encontrado entre otros improbables de miembros acerados." Las mayúsculas empleadas nos
efectos que el haclziclz se tornaba numérico, reduciendo dicen que se trataba de un Dios.
violentamente la melodía a una vasta operación. Pero Apartándose Baudelaire del concepto del mar en los
también gustaba de señalar los efectos contrarios; cuan- románticos, o de colocación del tema a través de la fuerza
do la inmóvil prisionera se rodea de una fauna de sá- de la evocación dejada por sus viajes para romper ciertos
tiros, monos y bufones, que le provocarían las variantes cristales, no llega a la identidad del tema, tal como 10
y acumlllllción de 10 barroco. Eso parece persistir en vemos en Valéry, "el mar siempre sin cesar recomenzan-
Casal, que convoca en algunos momentos de su poesía do", aun allí, en Baudelaire, regazo romántico, el mar es
a una delicuda fauna. En esos momentos, alejado de los l~~pejo. El tema en fuertes cambiantes, busca una inclu-
pavos reales y juegos de agua de Versalles, que habían de ión total, de imagen a imagen, buscando el secreto del
insistir y dañar la poesía de Darío, Casal ve llegar len· l\llcio del oleaje. En Casal esa atracción radical de 10
tos y correctos a la hora del baño, animales que parecen Illorino desaparece, así como cualquier intensidad deri-
ir integrando en su poesía un contorno y una circunstan- vuela de una evocación natural. Pero el contorno de
cia de total ajuste central, de propia impulsión: lo marino se puebla de cabelleras y de diosas que nos
l'llvían sus quebradizos ecos. Surge el tema de la Venus
Encajes invisibles A Ilndyomena.
Extienden en silencio las arañas Impulsado por el rOluanticismo de la líquida vaste·
76 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 77

dad -no huy la lejanía recordada o la atracción extensa IJliruda, una isla circular.. :', "la ribera y su imagen esta-
en Casal- Ilcgu u IllS figuraciones del agua obligando a la hlln tan bien fundidas que todo parecía suspendido en el
tierra !I forl11u y color, a 10 necesario insular: ui rc". Existe una lejanía, una interposición que no es
II paisaje como paraíso plenamente disfrutado. El viajero
SlIl'f(l'n de pronto del marino seno I'~ lItraído -como en uno de sus poemas- por El palacio
FjC:rl'ilQs de oceúnidas hermosas '/(' la dicha. Cuando mira en torno, la lluvia, en un remoli-
Ik' f1l\rzo~ ojos Y rosados cuerpos
Olll:, con ramas de algas en las manos
IHl, cs absorbida por la tierra. Lo que le comunica su
y perlas en los húmedos cabellos deseo y movimiento, en otro remolino, desaparece, como
Ciliar de 01'0 verdoso. 11110 visión que no puede reproducir la fuga de sus com-
plises. Y el enloquecedor zumbido del insecto en torno
Unu de lus mayores delicias que nos rinde Casal es del hombre y de la flor, contribuye a trocar el sonido en
cllllndo logl"il simultanear esas energías sexuales respal- lotal desvanecimiento.
dlldas por IJll pllisuje líquido. En su soneto Galatea los No era que Casal no hubiese acudido a la cita con
conlr:tsles (kl /'Osa y dl.:! verde adquieren un destello ce- lI11udelaire armado de valiosos atributos. A la deliciosa
gudO!'. Mientras la mirada dcscubre y recubre la piel color ,illtesis que ofrecia Baudelaire, Casal podía responder con
de roSll, lu 11Ijuria logra vencer la lenta extensión de la IlIla síntesis sanguínea igualmente deliciosa. Tenía ese vas-
1I1irudu, upuniendo al rosa la fijeza de su ojo verde. En tu arsenal cuantitativo en el cual día a día el poeta esconde
ot ros momentos la diosa marina queda sin contraste efi- y distribuye. Sus contemporáneos, gráficos y groseros, solo
CllZ, pcro adquiere la sola pureza de su figura. La diosa k distinguen cuando se disfraza con babuchas orientales,
clIlwlga un pálido delfín al pie de rocas verdinegras. El \) cuando adopta la vestimenta del eterno huérfano. Su sín-
cont rastc sexual desaparece, los colores se atenúan. Pero Il'ois sanguínea ofrecía unos contrastes ejemplares: ex-
uhlllldunado a su identidad, adquiere el verso una plasti- quisitos neuróticos, místicos, cardenales, viajeros vascos,
cidlld y una rapidez eficaces: "sobre la espalda de un I'lIdres arruinados. Asegurado así, puede llegar, como
(h;lffn cetrino". Pero la Venus Anadyomena está evocada IllIudelaire, armado de sus métodos, a los mismos resulta-
en dirccto contraste con Galatea, huida la nota sexual y la dos: hastío, ronda de la muerte, porosa voluptuosidad,
figunlción nítidamente marina. l'Cl'ctos.
IllIY una nota que no aparece en Casal y que Baude- En aquel juego de secretos, el método de Baudelaire
l:tire Iwbfll situado como una de las primeras glorias del Illlbiese obtenido un incomparable resultado. Pero Casal
/wc!lich: Iu luz. La lluvia y el embriagado insecto apare- l' quedó en la etapa adolescente del primer Baudelaire,
ccn y se rcitcl'an en Casal, cada vez que surge el tema del IIbtcniendo de él temas y resultados aparentes. Hasta la
trópico. ASI, si el mar en Baudelaire es espejo, el paisaje liL'gada de Casal habíamos contemplado en nuestro si·
casi sicmpre cs voluntarioso, intentando trocar sus pen- 1'10 XIX, superficiales complementos, gratuitas recepciones
sers bru/a/lls cn una atmósfera calmada (ver Paysage). p(l~ticas, influencias porque sí y cómodas resonancias.
En Ja manera dc tocar el paisaje, por algunos vestigios "no a fines de ese siglo se brinda con Casal una esplén-
parcce Casal aCCrCilrse más a Poe. Al Poe de El palacio dido muestra de madurez poética. Casal tenía todos los
de la dicha. En el último círculo de Poe, de sus éxtasis, 1IIIccedcntes de sangre y de gusto, para receptar a Baude-
aparecc siempre la isla: "aproximadamente -nos dice-- IlIil'l·. Nuestra crítica -tan absurda y municipal para
en el centro de la angosta perspectiva que abarcaba mi tllglll' el hecho poético- se contentaba con presentarlo
\
78 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 19

como un afrancesado mús o cualquiera. Pero ese reparo 'n la adoración" del rococó 'y de Luis XV. ¿No era eso
ofrecido en esa forma era radicalmente innecesario. una equivocación esencial y costosa?
Toda la vida previa y misteriosa de Casal, cuando se De la estancia de Casal en el jesuita Colegio de Belén,
encuentra con Baudelaire no 10 abandona, aunque anima- derivó en sus primeros versos una tendencia hacia el pas-
do por éste, convierte la externa queja en invisible se- tiche de los clásicos. En esas primeras poesías -Hojas
creto. Secreto donde vida y poesía se resuelven. El punto al viento- situadas dentro de los cánones del modernis-
qUL: vuela, la espaela por doquier, invisibles en vida mo, nos extraña que sobrenaden algunos recuerdos de Gar-
y poesía, resguardando, asemejando, llevando al ángel o al cilaso. Recordándolo Casal, con 10 ingenuo y simple de
mar. Nudie lo sabe, 10 pregunta, 10 dice. Por eso Darío 1111 ejercicio de poesía escolar. Así, en su primer libro,
en la glosa que le dedicó a su muerte, pregunta: "¿Quién lIsoman versos que están dentro de las lecciones recibi-
fue su confidente?" De mi vida, oirás contar una cosa que das: "Sus labios de carmín, que afrenta fueron I de las
te deje el alma helada -dice Casal. Los incapaces de fragantes rosas encarnadas", o estos otros en los que alude
llegar a la tensión de la poesía creerían encontrar ahí un u la hora "en que se cubre el fresco prado I de blancos
eco de aquel verso de Baudclaire: "Le secre! douloureux lirios y purpúreas rosas". A veces son más que versos
qui me fait languir." Pero aquel verso en Casal era su- aislados, logra una visión, una continuidad de la imagen
premamente necesario. Por primera vez en la historia de no muy lejana de la cortesanía de los poetas italianizan-
nuestra sensibilidad, el poeta hace arrodillar, obliga a que tes del Renacimiento:
se le crea. Está más allá de sus recursos voluntariosos,
puede mirar su obra como un cuerpo desprendido o como La rubia cabellera de la hermosa
un planeta muerto: sacudir la ceniza o mirar fijamente, ya En largos rizos de oro descendía
Por su mórbida espalda
nadie podrá verle ni preguntarle. Se justifica, se ha ido Que hecha de nieve y rosa parecía.
reduciendo n un punto visible por invisible, y el mismo Mientras al borde de su blanca falda
es materia y su obra, materia firmada, como decían los Asomaba su pie breve y pulido,
escolásticos, oculto dentro de la forma formadora. Como su cuello asoma,
Aunque entramos en una zona cambiante y de muy Entre las ramas del caliente nido.
Enamorada y cándida paloma.
pdig"rosas suertes, quizá creeríamos que los principales
impedimentos de Casal para Ilegal' al total logro, consis-
ticrnn elJ UllU IJO profnndización del análisis poético que De su estancia en aquel colegio de jesuitas derivó sus
ofrecía Baudelnire, a un desconocimiento de lo que el sim- agrupamientos verbales resueltos trivialmente, su senti-
bol iSIllO en! rallaha (él, en realidad, se quedaba con el do sucesivo desenvuelto en una forma simplista, casi
Mallarmé que nos dL:scubl'Ía Huysmans, pero no con lIunca con realización creadora. Y aquellos horribles textos
aquel qtll: desprendía un fuego helado en el misterio de -Martínez de la Rosa, Núñez de Arce- con los que se
la penúltimH sílaba muerta, que era del que arrancaría 10 fabrican allí los ejercicios de composición. Alternando
otro, Va16r)' y todo lo demás). Sería excesivo exigirle ¡Isí ejercicios espirituales y ejercicios de composición. El
a Cnsal que 10hallase el hilo de nuestra tradición para 10 sustantivo y su abrazado acompañante, disminuidos de
exquisito, pero no el olvidar las poderosas adquisiciones estatura, parecen alcanzar allí un talle oblicuo de cultura
verbales hechas en la corte de Felipe IV. Se alejaban de decorativa sin creación, forma entre paréntesis, cuyo fon-
nuestra propia tradición para 10 exquisito y se hundían do no es la sustancia. sino la justificación. el escoger
80 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 81

constantemente entre los dos ejércitos, pero sin fiebre ni qllo trasladar la poesía, ya que no podrá alcanzar la feli-
terrible reposo. Aquellos versos de Casal donde aparecen 1 ¡dad de la obra, a una constante prueba de actitud
"olas diamantinas, cerúleos mares, rayo purpurino", pare- poética, de vida poética. Así es posible reconstruir la
cen tocados, muertos por aquellas perennes angosturas. Il'janía que habitó su poesía, estrechándola con otras in-
Sustantivo jesuita y su acompañante dosificado, allí situado omprensibles lejanías. En su poesía, en la atmósfera que
para ocupar un lugar que viene siempre, siempre presen- l~ va desprendiendo de la palabra como cáscara o ruido,
tc, aunquc recostado y yerto. Los movimientos del len- podemos encontrar bien visibles dos direcciones que son
guajc, sus ccrrazones elípticas, sus peligrosos ritmos, nun- I su vez dos signos. Sigue a veces una línea de gustosa

ca le habían rozado ni con fidelidad l1evadera ni con Illlbitabilidad de una tierra única -tal vez el misterioso
cicga y total cnemistad. y refractado palacio de la dicha, del cuento de Poe-,
E! salto de esos ejercicios a Baudelaire, solo podía romo el viajero que l1ega a una ciudad abandonada la
vcrificarse por la cxquisitez y seguridad de una sangre. v(spcra por todos sus moradores. Allí existe un rasgado
La riqueza de una adolescencia, que, concentrándose, pue- tlencio, martirio que llega para todos los sentidos y el
de saltar y mostrar la parábola de su elasticidad. La ele- Illsccto enloquecido vaga por las dobladas columnas: "Más
gante síntesis de la sangre, convirtiéndose en un a priori, \Iuve el canto del nocturno insecto / Más leve el ruido
y verificando la concentración poemática. (,,~ la humana planta." En esa ciudad abandonada los
Aunque girando dentro de los grandes temas -111ar, ~'.l'stos y los ruidos, el pie casi invisible y el invisible ruido
sexo- dentro del ambiente desalojado por Baudelaire, en tld insecto muriendo en su campana de papel de China
el que señalamos diferenciales matizaciones, pero Casal, 'lIn haciéndose inservibles para obligarnos a una cons-
entrando definitivamente por ese resquicio en la poesía, IlIllte evocación. Pero en esos confines abandonados por
logra trasladar la circunstancia como eco doloroso a propia (' I hombre, ha quedado el recuerdo lluvioso de un trabajo
obra. Esa extraña sensación, por desconocida e intradu- hien hecho; hasta el último momento el hombre que allí
cible, de gozar un momento favorable de la poesía, hace lJubitó se entretuvo en que saliesen de sus fábricas la más
que poetas como Baudelaire poseídos por un rayon ma- oacta nieve y el más figurado fuego: "Donde al caer de
cabre, no olviden fugarse en la ironía o en la dignidad I I'guidos surtidores / las sierpes de agua en las marmóreas

de la inteligencia tierna. "J'ai senti comme une ironie l.t:t;as", es decir, el ambiente de alcanzada ceniza y frus-
-dice 13audelaire-le soleil dechirer mon sein." La ironía Il'I\ción, va a gozarse en las figuraciones de altivo relieve,
solar, pcro en Casal, eso se traduce en molestia, frustra- rOIl la riqueza de 10 nítido y su cobertura de respetable
ción, interminable silcncio. En la piel, en el sexo, en el 1I11tuosidad.
conocimiento, no la ironía solar, sino el enemigo que Pero ved a Casal sin tregua. En cualquiera de los mo-
persigue, que se hace dueño de nuestra pesadilla. Moti- IIll'ntos que hemos destacado no tendrá el respiro de 10
van esa ironfu cn Baudelairc, el convencimiento de que I (lllico y de la buena acogida. En la desolación de su

si su pocsfa habita una tierra desolada, la posibilidad de IIl1biente respirado, en la altivez de sus símbolos vividos,
diálogo reitera su promesa. Así Baudelaire hablándonos Iklll1zados, se ha vuelto todo contra él, que queda, de ese
de una ciudad escogida: "OLÍ ;amais un soupir ne reste 111000, fijo centro de esa furia que vuelve una vez más
sans écho.JI (que es desapacible, que no la queremos, pero que después
Casal, por el contrario, tiene que resistir los rigores Il~bulta la única compañía que nos salva). Aunque parez-
de la poesía, su lejanía viciosa, su hastío demoníaco: tiene lU solazarse en ser el {mico paseante de la ciudad aban-
82 LEZAMA L1MA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 83

donada, posn por su más oscuro ser el silbido que convo- do ti nuestros ponzoñosos profesores ni a los pasivos
ca para lo inexpresable: "Oirás contar una cosa que te Ill'lhivcros.
deje el ulmo helada." En esa fatalidad final, que no está lh:siste Casal en propio cuerpo los rigores de la poesía,
dichll dircclumcnte, pero que invade el reverso de su obra, 1I convocatoria y último remontar. No así Baudelaire,
es donde podemos situar sus mejores precisiones y su 'lile en cualquier momento sabe recubrir sus ojos con los
perdurabilidad. vidrios azules que pedía en uno de sus más agradables
Entre los espejuelos de plomo de Varona y la levita ddirias. No así en Rimbaud, de cuyos ojos decía Verlaine
ladstone de Montoro, Casal comporta entre nosotros qlle eran de un pálido azul inquietante, amortiguando con
un especial siglo XIX. Ese siglo ha estado hasta ahora en 1'\ azul y la palidez su desatada inquietud. Como un
manos de profesores mansuetos y de pasivos archiveros. íllgel al que afeitan, nos dice Rimbaud, yo estoy siempre
Las consecuencias de eso han sido unas entecas, fúnebres 1!lltado. Así puede decir Baudelaire: "J'ai puni sur une
el:itadísticas de valores, que propagaban el ruido del afran- Ikllr l'insolance de la nature"; castigar como un duende
ccsllmicnto de Casal, que fue entre nosotros la poesía de H)luntarioso a la flor que va a decirnos el vencimiento
su éPOCll, mientras día a día intentaban reivindicar a los del mundo colérico de los fenómenos. No podrá Casal
pesndos autonomistas, que fueron la antipoesía de su épo- depositar ese castigo sobre el halago de un mundo ajeno.
ca. Pero ya a fines de ese siglo, como muestra de su IJn poderoso castigo va cayendo tan solo sobre su in-
madurez, existe la comprensión misteriosa y la amistad timidad resistente, con un ademán inequívoco que aca·
a la distancia. Yo he visto una preciosa dedicatoria de hará por hundir su vida, obligándonos a encararnos
Maceo a Casal. Y Martí, que no conoció a Casal, cuando l'I.>n su poesía por lo que opuso de resistencia a lo in-
éste muere, le dedica unas páginas muy merecidas. Pero 'omprensible de ese castigo.
Varona, que entre nosotros representa el laicismo sin vio-
lenta religación, siempre ofrecía sus reparos a Casal, que
fue el antilaico, el fervoroso de la poesía. La imagen
que aparece en un poema de Casal" tabletear del trueno", III
le molesta a Varona. Pero he ahí que un fenómeno de la
naturaleza no empleado como los románticos, sino en for- ESTETICISMO y "OANDYSMO"
ma de dos tablillas, que teniéndolas un niño al alcance
de su mano puede provocar, será sin duda delicada. Casal La belleza se convierte en mal peligroso, puede encaro
respetaba a Varona, decía que los críticos tenían que ser nar, las manos la asen. Ni su llegada ni su despedida,
como Taine y como Varona. Eso es una muestra de su L'xistía tranquilamente, el dedo podía tocarla con acusa-
eSleticismo, de su cortesía. Pero plantea una posible dora levedad y el ojo moroso repasarla o reconstruirla
enemistad que nosotros tenemos que dilucidar. Así podre- incesantemente. En aquella irreconciliable sustancia, es
mos hacer con ese siglo XIX, calembours, boutades, mu- posible situar la ligereza de nuestros dedos mientras se des-
lants, descoyul1tar,lo, tomarlo en serio o reducirlo airó· prende un breve remolino de humo. Por eso el siglo XIX,
nica estampa, variarlo, ordenarlo, exigirle; esa es una después de ciertas brusquedades románticas, enarca y con·
posición que no nos podemos dejar arrancar, un nuevo funde los temas del esteticismo y dandysmo. Pero Casal
siglo XIX nuestro, creado por nosotros y por los demás, y Baudelaire han de servirnos para establecer precisas
pero que de ninguna manera podemos dejar abandona- lklimitaciones. Determinados presupuestos puros, indivi-
84 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 85

sibles ingredientes, caen en su violenta exclusividad y re- des y confluencias en la temática de ambos poetas, ahora
chazo, pora ofrecer después, olvidando la sorpresa de la t'on respecto al modo de acercarse a la poesía, hay radi-
trasmutación intermedia, una síntesis de anticipadas pure- rllles disonancias. Desde Baudelaire hasta la poesía que
zas. En otras ocasiones, terrible seguridad, establece una sc agita en nuestros días, conviene distinguir entre esteti-
disl inción pcligrosa y el poeta conduce o mira fijamenle. l'lsmo y dandysmo, y conviene tener de esas dos posicio-
Las cosas cstán ahí en su imposible aliento de toro des- IIL'S poéticas una distinción tan precisa como los órdenes
truido, nos rodean mansamente, pero frente a ellas no un dc los círculos infernales. El esteticismo llega a nuestros
tlpetito cognoscente, que supone una furia y una resisten- dios, dándole vuelta entre sus dedos a la estética de la
cia, sino una distinción que establece en el mundo exterior "osa, pero la brevedad de su tránsito, tema ético, y su
o enemigo una preintencionada categoría, que establece no Illisteriosa geometría, donde el misterio es mínimo y la geo·
uno fría diferencia resuelta, sino una falsa escala de metría superficial, limitan las vastas agitaciones que tiene
J acob, donde el lago romántico tiene más atractivos quc tlue domeñar el poeta y las resultas de sus totales y fieros
la cloaca surrealista, o los chalecos rojos del buen Théo- dolores. Por eso el tema de la rosa se desenvuelve en el
phile nos resultan más tolerables que la endiablada pis- poema breve, en la suite y en el solo de arpas, y desde
tola de Alfred Jarry. Iloracio hasta la venerable figura de Juan Ramón Jimé-
asa!, en ocasiones, distingue para ver, para prolon- II\:Z, parece olvidar que Dios y el hombre incluyen a la
ga ,. su mirada. Para alcanzar la tregua de adormecer la Ilelleza sin nombrarla, porque solo ellos son infinitamente
mirada sobre las cosas que él distinguió o alcanzó. Casal hermosos y están siempre desnudos.
L'S, quiere ser esteticista. Él adora la belleza como se decía Casal prefiere la cabellera teñida al trigo y el ópalo
l'.l'm:iosllmen le cn aquellos días, convirtiéndola así en ar- l'llgastado a la tranquila atmósfera del astro. Pero, ¿qué
e¡ 11l: I i po r¡Íci l. en cosa cercana, burguesa y táctil. Descono- IlOS interesa eso y por qué 10 subrayamos? Él está ro-
ciel1do tul vez lo otro, a que tiene que ir todo poeta: el deado de maravillosas hojas, de la fauna de un trópico
vel1cimienlo de una sustancia que motiva en nosotros hreve y calmado, que parece querer retener las delicias
1111 incesante índicc de refracción, mediante el cual las y rechazar las abundancias. Pero Casal, influido por la
cosas revierten, se alejan o divierten. Propia pertenencia, ¡Ilfonía de las flores que aparece en el Al revés de Huys-
lkl'l'tl poseída. Y aquel invisible y tenaz rumor que le co- 111(1 I1S, detesta el maravilloso trenzado de la hoja que le
IlIllllica I1 la suslancia que ha de ser vencida un leve frun- Itlt!ea, y sus amigos señalan como sus flores favoritas
Cilllicllto, mediante el cual surge la forma, como un paseo los crisantemos, el ixon, amarylis, el Hang, los crolilopsis,
y como lll1 nacer. Pero sin distinguir, sin romper, sin que Huysmans había mirado y aspirado por él. El esteti-
1H\(;er. J)e tal manera que en aquel vasto sistema de lo rismo tiene como principal enemigo una refinada cursi-
homogéneo y de lo indistinto, hay siempre la espera mis- I~rla, como la excesiva ambición poética tiene como
leriosa, el silencio que se realiza y aquel afuera nuestro, I L'll1edo el ridículo, pero acaso no es la primera virtud

medianle el clIal el misterio de los enlaces goza de un pllética huir del buen gusto cortesano como huye de sí
suave despertar. invisible deslizarse, donde distinguir es dc todos.
una enojosa espera o una grosera interrupción. Contrastemos ese esteticismo con el dandysmo de
Esteticismo y d.li1dysmo, Casal y Baudelaire, peligros ('harles Baude1aire, que asoma siempre que se acerca al
y perdurables soluciones marcan en esos poetas totales se- ll'IllU de lo bello, principalmente en su Hymne a la Beauté,
paraciones. Si antes señalamos una zona de reciprocida- Ik' una parte, cielo, Dios, ángel; de ]0 otra, Sátán, obis-
86 LEZAMA LrMA.-OBRAS COMPLETAS ENSA YOS.-ANALECTA DEL RELOJ 87
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mo, sirenn, 1')('1'0 el dwuly prescinde de una selección. pues y de hombres, y encuentra al fin en el tiempo empleado
ello, la bd Il.:zll , solo contribuye a hacernos el Universo en consagrar cada uno de sus movimientos, la propia
moi/ls llitll'lIx el les inslants moins lourds. La terrible y mejor distribución de la distracción de sus miradas. El
indifl'rL'nt:Ía del dandy -que estrena sus mejores jubones hastío del dandy le impulsa a prescindir de las cosas
pal'(l 1111 paseo solilario o instala sus candelabros en una y queda así posesor poseído, infinito en su interminable
mcsu sin invitudos- que todo lo reduce a la persona, línea de puntos; por eso confunde, mejor iguala, un rey
qll(: de elln parle y en ella se anega, están patentes en y un criado, pues, distraído, le dice lord Brummel a
CHUS dccJuraciones de Baudelaire. El dandy es en realidad Jorge V: "Gales, toque el timbre." Y aunque no le dé
el último de Jos artesanos de gran estilo que, carente de mucha importancia, tiene que fugarse a Bolonia, desterra-
fe, termina convirtiéndose a sí mismo en piedra y se labra do. No ha querido ofender, estaba abstraído, y tiene que
conslilntcmente, con la misma indiferencia que si fuese irse al destierro casi igual tiempo que un tirano cansado.
I"bl'ndo por el agua o por invisibles instrumentos. Pero he ahí que Charles Baudelaire, dandy perfecto, pre-
Pcro cn la rcpulsa el dwulysmo se muestra más de- tende entrar con la misma poesía en el destino, la gracia
ddido 'lUí.' el estclidsmo. La poesía más huera e insulsa y el pecado original. Pero en sus últimos momentos, los
cslolw reprL'sL'n(mJu entonces por el señor José Fornaris. esenciales, el dandy se puede trocar en un solitario per-
Pero Cusol. ya en los años en que comenzaba su moder- durable. Incapaz de ser abuelo o de despertarse con el
lIismo. se separa de él sin brusquedades, y con motivo trigo en la mañana, el dandy dedica sus últimos años a los
de su muerte Casal se detiene. Hay en eso una exquisita sorbos teologales. Ved a Baudelaire coincidiendo con San-
cortesía, pero también una indudable vacilación. Señala to Tomás de Aquino en el rechazo y condenación de lo
lo:, qlle subrayaban la inutilidad de Fornaris y de ellos. que los escolásticos llamaban el progreso necesario.
el ice Casll 1: "no serían capaces de componer la peor de sus
d~dlllos". Pero no hay en eso una equivocación de Casal
sino d 'lile ve en el pobre Fornaris, el escondido detrás
de olrus pobrezas enmascaradas. "Hasta por los metros IV
que clllpll.:a -dice de nuevo Casal refiriéndose a For-
n:lri¡.¡ se conoce que su maestro ha sido Quintana, hueco, Las últimas crisis del láudano, las más soberbias, se
vulgorotc e insulso rimador de lugares comunes." Baude- lruecan en grandes invasiones de agua. Interminable jue-
loi re Sl' lI1uestra irreductible, acompañado del hastío, solo HO de curvas, despeños, palacios submarinos van propi-
rCt'OlHlCC a I:IS nubes y su imprescindible innecesario, el dando una interminable extensión. Ya los maestros an-
dwuly y lo soledad. "Excepto Chateaubriand, Balzac, liguos veían en el agua la materia y en el fuego la forma.
Sll:ndhul. N1L'ril11eé. Vigny, Flaubert, Banville, Gautier, I,os tejidos del agua y la forma comprobada que crece
ecolllc de Lisie -nos dice Baudelaire- toda la chusma .Y se reconstruye, se esconde, reaparece, en una exquisita
moderna 1110 da horror. La virtud, horror; el vicio, horror; irnultaneidad, se tornan en cuerpo intocable. He aquí el
el estilo fluido, horror; el progreso, horror." La cantidad /lIl1dy apoyado en el láudano, como en un bastón invisi-
dc su hastío, sus crecedoras cifras, le permiten aislar las hle. Proporción, peso y sonido se van borrando ante la
negaciones del mundo exterior con el tiempo distribuido en Iliria de lo extenso. Queda así el dandy reducido al hom-
días favorables. Ocioso mandarín, ocio y hastío, le burlan hre y al terrible dominio del agua, de la planicie, de lo
las cosas al hombre, para hacer de éste un juego de cartas lineal absoluto. Las cosas, borradas, han comenzado por
Illl I I'I:A 1\1 A L11\1A. (JIIRAS COMI'I h I'AS ENSAYOS.-ANALECTA VEL RELOJ 89

no existir para huir de una forma dañada que 110 flcrlll ,/(/I/(Iy está engendrado por la imposibilidad de la pareja.
otra cosa que una incomprensible detención. Por eso idl I'm eso Baudelaire nos dice: "La mujer es 10 contrario
a sumirse en temas teologales, encontrando cn cl ¡lU' .Id dandy. Debe horrorizarnos. La mujer tiene hambre
raiso y en el ángel, esa vasta zona de lo indistinto y de y quiere comer, sed y quiere beber. El bello mérito. La
lo interminable homogéneo. IIIlIjer es natural, es decir, abominable." En el soneto
Desde su esteticismo Théophile Gautier afirmaba qUl' ('(/sticlad, de Casal, no resuelto artísticamente, pero muy
una piel de pantera era más bella que el hombre. Lo .Ignificativo para subrayar cómo este dandysmo de Baude·
primero que nos atrae del dandysmo y su reducción al IlIlre se filtra a través de su esteticismo. Ni con voz de
hombre es su coincidencia con el antropocentrismo cal(¡ IlIgel ni lenguaje obsceno, logra en mí enardecer al torpe
lico. El esteticismo, que no puede negar su línea de conli· hluto, dice Casal, refiriéndose a la mujer.
nuidad con los helenistas alemanes del XVIII, un Winckel Queda así sujeto el dandy a las líneas que parten de
mann, un Lessing, nos plantea directas relaciones entre i I Y que en él vuelven a confundirse. Es amarga esa
el hombre y el sentido de las apariencias. Del antropo- drnendra de perpetuo destierro, y una enumeración de
morfismo esteticista al antropocentrismo dandysta hay landys literarios, Lawrence Sterne, Villiers, Barbey, Bau-
la diferencia enlre dos culturas, dos actitudes que con· Iklaire, Nerval, 10 comprueban alternando el suicidio,
ducen a dos finales poéticos de distinta enemistad. Mien· ron el insoportable tedio y con el lluvioso emigrar. Con-
tras el dalldyslIlo termina en Charles Baudelaire, buscando trnstemos esas enumeraciones dolorosas con el regodeo
el paraíso revelado y las reducciones del pecado origi- ¡'sleticista: Gautier, los Goncourt, Montesquieu-Fezensac,
nal, el esteticismo culmina en las vitrinas, en las colec- los chalecos rojos, los salones y las joyas, les ocupan tanto
ciones de ídolos muertos, de materia que no quiere ser 'll:mpo que su poesía termina en mera verba y exteriores
firmuda, que no marcha hacia nosotros. Ved a Casal sigi- llpulencias. El dandy, Baudelaire 10 demostró a cabalidad,
loso, dl: manos del cronista teatral Conde Kostia penetr,an- ¡'s el enemigo del snob, el esteticista cuenta con los de-
do en el camerino de Sara Bernhardt, Casal, inquieto, le más, con sus cegueras para despreciarlos y con sus des-
arranca de la túnica un pedazo de encaje. Sorprended lumbramientos para atraerlos. El dandy no tiene que ver
11 Casal en las opulentas y graciosas cámaras que gustaba liada con el snob. A los esteticistas les faltó no solo
de habilar, cuyo repaso constituyen unas valiosas estam- propio pozo, sino también trágica objetividad, terrible
pas finiseculares y cuyo trazado me complazco ahora en ronocimiento de 10 indistinto.
eviturcolocando como imágenes de su gusto en las pare- Las categorías del mundo exterior son una de las gus-
des. desnudos del Moulin de la Gallete envueltos en las tosas fruiciones del esteticismo. Gusta de suponer más
espiras de la serpiente. El encaje está ya hoy amarillento, hella la rama del almendro que la corrupción del pez,
su polvo no dl:salará ninguna mariposa, y el desnudo son del hambre o del zapato. Las excesivas reducciones del
los que yu se han convertido en estampa finisecular, en dandysmo al hombre le llevan a crear lo natural excesi·
postales de imposible pornografía. va. Esta tensión propuesta por Baudelaire es la enemiga
Rodeado de sus ídolos, el esteticista sufre de hastío, del sueño gobernado dirigido por los surrealistas. Lo na-
pero ¿acaso el dandy no se aburre también? Pero he ahí lural que se excede, que impulsa al globo de fuego, redu-
dos clases de hastío. El esteticista sufre el hastío de la cido después a vellón o a paloma. No el sueño convertido
riqueza arlificial, pero igualmente el dandy está ganado m ganancial y alquilado palacio subacuático, Casi toda la
por el hastío de la riqueza natural. Solo que el hastío del poesía contemporánea arranca de ese natural excesivo.
90 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 91

Lo maravilloso [tÍl:til es otro de los guiños del esteticismo man deliciosamente la buena intención asidua, que resuel-
que antecedía ch'rlus curas, o momentos de la materia ve las bruscas agresiones o armonizaciones entre el des-
en que ésta IIOS hablubn. Pero lo natural excesivo, cuenta tino y la dignidad. Lo natural excesivo se ha tornado en
con los primcros rccllI'sos que después se transforman lIn gracioso movimiento del hombre, que ahora lucha irre-
en un prolongado bulunceo entre los orígenes y el Juicio conciliablemente con los grandes y únicos temas, elimi-
Final. nada toda fatalidad de nueva especie, con la gracia, des-
E~u~ Villl('l1(us rcdueeiones llevaban la poesía a su des- lino y pecado original. Ahora Baudelaire, que ha alcanzado
tino y ¡d cid Sl'r. Se convertía la poesía en la comprensión 1I ambiciosa madurez, habita el ámbito de Racine, y el
de /0 SUSl:llldu y su rdlejo y la mentira primera coincidía paraíso revelado está radicalmente escindido del paraíso
con el Il1~H custigado artificio, llegando en ese juego de ;omprado o sustitutivo. Desaparecen los excitantes, y Bau-
timbres u \1I1U futal y dcsdeñosa coincidencia entre la vi- dclaire une la evocación a la inspiración, como Claudel
bración y l'I cco. Lo natural excesivo engendraba en el tlne la evocación y la creación. Eso ha sido el aporte más
ser un,1 tensión que el análisis podía receptar, uniendo ;uantioso de Baudelaire a la poesía, la más perfecta
lo inefuble provocado a los instrumentos receptores. Ese e inaudita trayectoria de poeta, la más gananciosa y ab-
inefable provocado se prolongaba, junto con lo natural soluta de todos aquellos poetas que han pretendido
cxcesivo, en la sustancia que no refracta diabólicamente que su conciencia domine su ser; después de él, evo-
el pcnsamiento, no coincidiendo, como en el sueño de cación, creación e inspiración y consecuente método,
laudel, el conocimiento con el nacimiento de las cosas. llIarcan el inicio de toda poesía que aspira a un abso-
Esc mundo de reducciones, de tensiones y de provoca- luto nuestro.
;iones, se iba sumergiendo en las delicias de una porosi- Impedido por el esteticismo no llega Casal a esos
dud ll1ol'1lvillos ú , cuya sorpresa residual era el hastío de una grandes temas de la poesía de Baudelaire. El catolicis-
coincic!l:ndu espcrada. Lo natural excesivo se transfor- mo de Casal procedía de declaraciones cabales y de com-
molla en un nucvo destino, o para decirlo con palabras probaciones en la introducción a la muerte. "Me encuen-
de Boudelaire, cn una fatalidad de nueva especie. Claro t ro muy enfermo, le dice en carta a Darío, tan enfermo
stú que las reducciones al hombre podían ser reempla- que desde julio a la fecha he recibido dos veces los san-
.:Hlns por las reducciones a un punto y enclavar la poesía tos sacramentos." Después de haber recibido a la poesía
cntre el fenómeno de la creación y la nada, En esa caída en la misteriosa propiedad de la carne, ésta se apegaba
del lÍngcl no podía prolongarse la etapa de una posición I la salvación, insistencia ciega de la carne. De su estancia
relndol'1l. Entonces Baudelaire, que nunca ha dejado de l'Jl el jesuita Colegio de Belén había derivado el frío del
ser un crisfiuno Jansenista descendiente de Racine, como lIstantivo y de su acompañante, pero ahora, tema jesuí-
le ha IInllllldo Thibaudet, comprende que cuando la pala- I leo, las postrimerías le rondan. Casal conserva nítida-
bra se Jibern de loda gravitación y logra total nacimiento lIlente el resguardo adolescente de su fe. Sin embargo, el
y pureza, surge entonces por rara adquisición de su re- elltolicismo no está en su obra, ni mucho menos los temas
verso, el irreemplazable verbal, igualado con el tema del d<'l Trento jesuita. Sin embargo, en Baudelaire la deses-
destino, y el trabojo de su mágica insistencia, adquiere perada brusquedad y tenebrosa angustia, con que se incita
entonces como el residuo de toda libre elección, la más (lIda una de las integraciones de su obra, se agitan en la
inaudita dignidad. Baudelaire, en esto también como en tksesperación o clamor del catolicismo. El grito con que
todo, dandy perfecto, comprende lo que los católicos lIa- (Íl:l'ra su obra fundamental: sumergido en el fondo del
92 LEZAMA LlMA.-OllRAS COMPLETAS bNSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 93

golfo, cielo o infierno, qué importa. Al fondo de 10 des- \la logró llegar a ese último y dilatado ámbito de Baude-
conocido para cncontrar lo nuevo. Ya aquí no presencia- Illil'e, más cercana todavía, se demoró como un San Este-
mos a Baudclairc y su acompañante método. Lo descono- IWll paciente en la mera imploración de los sentidos,
cido, clnl110r o rumor, qué importa, la única novedad t'll sus creencias, en sus abandonados deseos.
tienc que salir de ese desconocido, que huye de la falsa Hasta la última etapa de Baudelaire y la maravillosa
paz de quc nos habla Pascal. La época del método de dillnza de Claudel, la poesía se abandonaba a los sen-
13[1uuciaire la podemos reconocer en las ediciones con ¡iuos o a los perfumes y el hastío. Después de esas dos
tablas de variantes de Les fleurs du mal, allí donde había JlllJabras, que son las más repetidas en poesía, después
puesto "porte toujours 1,8 chatiment", rectifica y pone del continuo y un tanto monótono oleaje de Hugo, pode-
{Jort sOllvent le chatiment". Un siempre sustituido por un lilaS observar que a la despreocupación laxa de los sen-
frfvolo 11 veces. Pero en ese desconocido para alcanzar 10 lidos, al perfume, la frase que ha venido a reemplazarla
nucvo, Btllldclai re tocó la más inaudita integración de es olvido. Olvido y hastío, porque en aquella confesada
poeta moderno conocida. Ya en esa frase parece Baude- impedimenta para el apoderamiento, ha venido a reempla-
laire tocnr la ZOI1Il del "speculum per enigmate" de San Ir un total absoluto negativo.
Pablo, enigma del cspejo. De esa manera su poesía, que Casal había gozado alguna de las perfecciones de ese
lUlbíu ut il izndo el reflejo de los sentidos, los envíos del hastío, llegando a las delicias del hastío inmóvil:
pcrfume, y que alcanza los grandes temas de la gracia
y el paraíso revelado, se cierra deslumbradoramente con Siento sumido en mortal calma,
una postura de desesperado catolicismo, de contracción vagos dolores en los músculos.
y clamor.
Pero sus sentidos, en mera imploración, no habían
de gozar de la destrucción primera que es lujo de todo
v verdadero poeta. Sus preferencias esteticistas le impedían
llegar a las lentas invasiones del perfume.
Ccreano al paraíso revelado, la tentación se ha con- A pesar de su presencia incompleta no sería excesivo
verl ido en pCl'rume. Con una grosera pasividad el perfu- ('1101ar en los momentos finales de Casal, cuando su este-
111(,: mueve sus ondos, gozándose en dos impedimentos I idsmo prolonga una definición tan clara en un poema
slIcesi vos, l'n dos sucesivos hastíos. Fijo rocío, cristal, el que no me decido a citar por sus extremas deficiencias,
conocimh;nlo 110 pucde penetrar la sustancia y el perfume ( 'usnl escinde belleza y sentido de verdad y muerte. Claro
se recubre elc un tiempo inerte, donde un indetenible l'~¡á que en ese hastío rodeante la rebeldía o la separa-
gir::ll', propone invariables absolutos distintos. El otro 1 Ión luciferina pueden esbozarse, ese momento, roza

hastío, quizá hoy el más aprovechado, va recogiendo ¡quiera sea levemente su poesía:
y rectificando cn cada uno de sus detalles el misterio
que se apodera del mnliz o de una prolongada diferencia. Oh ninfas de la mar no hagáis que acate
"Le ennui, le daire, enllui de son nuance", dice Valéry. de Zeus el cobarde poderío.
Hasta que Baude1aire 110 logró habitar en su poesía el
paraíso revelado, el perfume y el hastío, los reflejos de los Pero untes de llegar a esas imploraciones sensoriales,
sentidos solo lograban habitarlo. La poesía de Casal que 1 t'('()l'dcmos algunos juegos en los que los sentidos se aglo-
94 LEZAMA LIMA.-OBRAS COMPLETAS ENSAYOS.-ANALECTA DEL RELOJ 95

meran como danznntcs alrededor de un invisible punto ,'('eucrdos, por las evaporaciones de Ceilán, decidió aban-
central o en que logrnn dctener la corriente de la sangre, donar el paso lento de las voluptuosidades, la correspon-
en innumerables respuestas y correspondencias. dencia de los sentidos. "Je croyais -dice Baudelaire-
Esn acumtdución de los sentidos es una de las varian- "'",pirer le parfum de ton sang." Sus creencias, la sangui-
tes de las reducciones al hombre, logrando una sorpren- Ilusa corriente, como los cuatro ríos del Paraíso le ayu-
dente sumu que hu de descargarse en un punto. Pero no dulJan a entrar en el paraíso revelado.
Jo hace, <]uecJundo de esa impulsi6n y de ese no reali- "Respirar el perfume de tu sangre", dice Baudelaire,
~(lrse, la compl'Obuei6n de sus furias. G6ngora anaci- deseoso de superar el perfume furtivo, el paraíso verde,
mabll sus sentidos, como todos sabemos, provocando ese l'1 que está más allá de la India y de la China.
leve remolino verbal, quedando en la fuerza de esa con- Frente a esa abundancia acumulada de los sentidos
vergel1ciu su delicia principal. Pero los sentidos que han y n sus danzantes sucesivas respuestas, Casal queda como
ele ginll' entre lu incitaci6n de su insatisfacci6n y la de 1111 primitivo implorante. Ellos -sus deseos- se quedan
su cumplimienlo. presto adquieren por cada uno de sus \'11 el intento de ese primer momento de la belleza. Apeti·
apetitos el convencimiento de que está frente al vacío. lo y diferenciación que son tan solo las apariencias de lo
nónlJorn ofrece ejemplos incansables: que la poesía tiene que atraer y respetar. A esa implora-
ción en Casal se aunaba la creencia primitiva también,
El ardiente sudor niega d' que los sentidos podían reaparecer, mostrarnos algo
en cuantas le dens6 nieblas su aliento. que no existía cuando se prolongaban. Dice Casal:

Baudelaire en la continuidad de una nítida tradici6n, Muere al fin, creadora ya agotada,


podía prescindir de esos mosaicos de Rávena y de sentido O brinda algo nuevo a los sentidos ...
superpuesto. En él la música ofrecía un peligro inminen- ¡Ya un color, ya un sonido, ya un perfume!
te, pues no está lejos de hablarnos un poco desdeñoso de
la perversa música. Lo sucesivo de la onda, sus dilatadas Esas sagradas invocaciones tienen un especial sentido:
sugerencias y la provocaci6n constante de su arco, habían vit'nen a ser como la más exquisita comprobaci6n de
sido reemplazadas no solo por las grandes invasiones de lIuestro siglo XIX. No se llega a una trasmutaci6n total,
ligua, de las últimas crisis del láudano, sino por un cambio pno lo entrevisto, el filtro voluptuoso, las conjugaciones
correspondiente de ecos y reflejos: Ilol'lurnas de los insectos, de las plantas, aparecen, se
I~~¡tan y retornan. Puede realizar una sorprendente y poro-
f.('s parfums, les couleurs et les son se répondent I presencia: utilizar todos los cansancios y síntesis ante-
llores, no obstante mostrar, como un primitivo, la implora-
En esus respuestas en la que cada sentido más en des- \ Ion de sus sentidos. Ya en él, en forma de insinuaci6n, lo
prendimientos lentos, en misteriosas evaporaciones. que voluntarioso propio busca y se resuelve en 10 resistente
en rápido suceder confuso, como en toda coincidencia, 111 propio. Contaba tan solo con sus sentidos y no pudo
había un tiempo voluptuoso. Pero esa voluptuosidad del 11I(1~t rar un<l soberbia y decisiva reducci6n. El espejismo
tiempo sensorial, del tiempo de la evaporaci6n y su llega- .Y Il'spucstas de todos los sentidos era con lo único que
da a nosotros, decantaba el hastío del paraíso comprado !,l!llta contar para su natural excesivo, para esas impre-
o sustituto, cuando Baudelaire, fascinado por sus propios \'1111\5 reducciones. Ya en él las lentas evoluciones acro-
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báticas de la voluptuosidad, ocupando, girando en el ser, IUllIblén se iba a cumplir. El perfume iba a ser reempla-
postura opuesta a la sola acomodación estoica, aparece IIllo por el sabor. Y una gravitación, una severa grave-
siquicra sea como rumol o hilacha de los grandes y totales dlld iba a ocupar el sitio de la anterior evaporación. "El
clementos. No es postura voluptuosa, esos batimientos, poeta -dice Claudel- en su boca, sin hablar, siente las
esos negros bastiones. La voluptuosidad inane o con- pulabras por su sabor." Tenía Martí el sabor de las pala-
templativa, en primera llegada. No la voluptuosidad ocu- IIms, aunque en ocasiones masticaba demasiado deprisa.
ponle, rcsuelta en exacta medida en el ser. Ni la última Ilabía llegado por esa salvadora pesantez del verbo a una
voluptuosidad casi siempre terrible, resuelta en breve danza, más tumultuosa que de ballet, en que el paladar
remolino, pero en total muerte. La de San Juan, digamos. intcrvenía directamente en la sabiduría. Claro está que,
Aquí el secreto está resuelto con buen ocultamiento de así como Casal no llegó a una total recepción entre la
postor que convoca escondido detrás de un árbol. Brazos imantación y la onda como Baudelaire, Martí tampoco
y órganos de comunicación verá en esos árboles, pero no había de llegar a la total rumia, salvadora gota de plomo
podrá intcr(ln:turlos, quedando al fin sin tregua, pues o buey junto al establo, de Unamuno, Claudel o Peguy.
mucrto se hu qucdudo <lsido dc ellos. Ya que el sabor no es una prueba deliciosa, como el des-
prcndimiento de la sustancia, sino poema incorporado,
como lo es también la respiración. Y esa danza nocturna
en que la palabra en una innumerable ley de gravitación
VI gira sobre el secante de la lengua que absorbe con una
lentitud que es casi un irradiar. Y el cielo del paladar
Ya sabemos que Baudelaire, por una intensificación cayendo, triturando casi la oscura ley del verbo, muy
de la distancia y por una genial concepción de las ten- scmejante al otro cielo sobre nosotros mismos.
taciones de ese tiempo en forma de perfume, quería li- Pero quedaba otra posición no cubierta almo La que
berar el verbo en sucesivas evaporaciones, de la fuerza en el siglo XIX desempeñó un Lautréamont; se ha hablado
que le comunicaba la caída o sus comprobaciones exce- II propósito de éste de dinamogenia primitiva, de acto
sivas. El matiz y el hastío, dos lebreles que chasquean impuesto como un universo. Ya sabemos que todo acto im-
IIUS góticos rabillos, en ese ámbito laxo que los envíos plica la justa desenvoltura del punto como reducción,
del perfume terminaban por transmitir en una plúmbea un sitio punto donde descargar un golpe brutal. Entre
Llll11ósfcrll de ópalo, de un vapor gris perla y negro. nosotros las fronteras de agua, reducidas, bruñidas, pare-
asal distó mucho de alcanzar esa cumplida distancia cen irse reduciendo a un punto terrenal, punto que puede
dondc los scntidos sobrenadan sin ninguna exigencia del ser un demoníaco resorte o una sobresaturada tensión.
tiempo. Pcro Casal viene a cumplir en nuestra literatura Ese acto que incluye como el agua, rechaza como el fuego,
]0 entrevisto dc los sentidos, que permiten ver la noche todavía en nuestra poesía no ha sido presentado. Poesía
acurl'll(;ada en una hoja y a esa misma hoja trocarse en que más que un acto es una meditación sobre la sus-
oído o en concha marinll. Lo que se esconde detrás tuncia, engendrada por el rencor de la especie y por el
de un cucrpo. y que apenas mucstra sus orejas como dos maligno uno indiviso. Sería tan imprudente su existencia
índices groseros. Esa posición ante la poesía a fines del como el provocarla. No se trata de la poesía de los innu-
siglo XIX se cumplió entre nosotros por obra de Casal, merables pequeños absolutos, sino tan solo esa eternidad
¿cómo no agradecérselo? Pero quedaba otra posición que llprovechamiento, ese punto como infinito receptor que
n '/4NA L., lf.
98 LEZAMA LlMA.-OBRAS COMPLETAS 1'.NSi\ YÜS.-ANALECTA DEL RELOJ 99

después se diversifica y ondula. No se trata de un uni- 1111111) IIcubada la continuidad de su curva y termina aban-
verso POélico, cosa poetizada, que sería después de todo ." 11 l(¡ IIll0se a los antojos, a los más pasadizos caprichos.
candorosa rcducción. Más allá de la distancia recorrida II!,lIlle que esa unidad de medida se va colmando con la
por la evaporaci6n de la sustancia y más allá de la rumia 1 IllIsión de una serie de puntos, olvidando que ese pa-
de la gl'lIvjlnción, lodo parece dirigirse, imantarse o pro- 1C11I puede ser interminablemente movedizo. Y que por
vocarse alredcdor dc una sustancia que suprime toda in- 11. 1111110 no estamos obligados a prolongar para cerrar,
coherencia y aun continuidad invisible, pues cualquier 1I11111iendo tiempo para formar después la figura que se
f ragl11en lO repcti ría cualidades mayores no concebidas ni 11"¡t1 cn el espacio.
desprcndidas, sino eternas participantes impulsadas a su y que una frustración puede ser voluntaria, por si-
correspondienle progrcsión y espejo, pero de esta última 1¡IIIt'se con un salto elástico fuera de las circunstancias.
posici6n poética, ¿cómo podría hablar yo ahora? ¡'lll'dc ser involuntaria ... Lo primero será siempre una
,llIud. Lo otro, reducido el tiempo, nos parece que todo
IlIlItscurrir ocupa su posición más legítima. Ya aquí la
1I11lginación se hunde en el barranco por inútil, por so-
F[NAL 11Il·lIñadida. No tiene ya que añadir nada más, ningún
1IIIl'VO fragmento puede ser aclarador. ¿No veis en la
uando Casal muere, leía a Amiel, repasaba el Kem- 1IIIslración de Casal, en su sacrificio, el cumplimiento
pis. .. ¿Volvía a la adolescencia? Se encontraba en ese íll' un destino armonioso?
retorno a las primeras figuras del que solo puede deri-
J1111.
varse paz y dimensión. Se iniciaba una seguridad, una
tregua. Iba a sumergirse en delicias o en refinamientos
más profundos. Situado ya en la más perdurable posición:
entre la lregua de Dios y la flauta del Maligno.
En todo símbolo hay concupiscencia, nos previene
FIN DE
Pascal. Ese añadido que una sensualidad para 10 per-
"JULIÁN DEL CASAL"
durnblc, gusta de poner en el tiempo hecho, hacia atrás
;01110 una línea límite de la propia insuficiencia. Ese
vudo uclunl que no se resigna a ocupar una forma, busca
señulur vestigios, posibilidades, como una comprobación
de lu eXlcnsión de sus miradas. Por eso encuentra en la
fruslraci6n de una búsqueda pasada, una temerosa justi-
ficnci6n dc lo posible plenitud que anhelamos. Gusta de
suponcr frllslrnciones, rupturas, violentísimas imposicio-
nes del deslino, como si se sintiese dueño de una unidad
ele medida, la que mueve a su antojo, procurando col-
marla de parle de los que él pretende bienaventurados.
Esa consideración de fruslración se ve obligada inútilmen-
te a compararse proporcionalmente con los que muestrap

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