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Toledo nunca muere

La Jornada digital

Conocido, venerado y respetado en su terruño simplemente como “el Maestro”, al cual no


había necesidad de agregar un nombre o apellido, el Maestro era sólo uno, el único, y lo
seguirá siendo. El Maestro de Maestros: un ser humano de una calidad ética y moral
intachable, generoso, honorable, valiente, y poseedor de una creatividad que no conoció
límite alguno. Era además un caballero absolutamente encantador, un conversador de pocas
palabras pero sustanciales, de un humor agudo y sagaz, matizado por una fina ironía que
salpimentaba sus relatos hablados y pintados. No veremos más al Maestro caminando
apresurado y apesadumbrado por las calles oaxaqueñas, saludando con su acostumbrada
timidez y gentileza a propios y a extraños, pero en realidad el Maestro no se va porque su
huella permanece en su portentosa obra artística y en sus invaluables proyectos culturales y
sociales. Al escuchar en estos días la composición musical de Macedonio Alcalá que se ha
convertido en el “himno” de Oaxaca, pensé con sentida nostalgia: Toledo nunca muere.

La mirada del Maestro

Conocí a Toledo a mediados de los años noventa cuando se comenzaba a hablar del boom
de la pintura oaxaqueña, fenómeno propiciado por el regreso del Maestro a la ciudad de
Oaxaca después de una estancia en Europa, su incursión en la creación de museos y centros
culturales, y el surgimiento de las primeras galerías de arte. Tuve el privilegio de tejer una
amistad con ese personaje que admiraba profundamente desde mi juventud y conté con su
generosidad para realizar numerosas entrevistas para este diario y para la realización de la
película El informe Toledo, del director Albino Álvarez, estrenada en 2010 y en la que
quedó plasmada su actividad humanista y su vocación de servicio a la comunidad. En el
filme expresa: “Cuando yo participaba en Juchitán en los ochentas, Tamayo me decía: ´Ya
deje de hacer cosas y póngase a trabajar. Usted es un pintor, no un político. Con esa voz
que tiene tan chiquitita no va a hacer gran cosa´. Y bueno, debí de haberlo escuchado. Pero
no, hay algo que me jala para otro lado”. Tamayo no percibió que su paisano de “voz
chiquitita” tenía un corazón grandotote en el que palpitaban su amor por su tierra y el
compromiso de atender, denunciar y resolver las injusticias de la sociedad. Qué fortuna que
el Maestro no le hizo caso a su coetáneo y siguió adelante, contra viento y marea, en sus
incansables luchas que corrieron paralelas a su inagotable quehacer artístico.

A lo largo de este año el Maestro organizó tres exhibiciones: Francisco Toledo. Obra
reciente, en la Bodega Quetzalli en la ciudad de Oaxaca, e Imagen y texto en la Galería de
Arte Mexicano (gam) en Ciudad de México; ambas versaron sobre la relación del artista
con la literatura, que fue una inagotable fuente de inspiración desde sus inicios, a la par de
las historias y leyendas de los pueblos del Istmo de Tehuantepec que se transmiten por
tradición oral. La tercera continúa actualmente en exhibición en el Museo Nacional de
Culturas Populares en Coyoacán y se titula Toledo ve. Esta ambiciosa muestra está
integrada por cerca de ochocientos cincuenta piezas y muchos se preguntarán por qué un
artista contemporáneo de la dimensión de Toledo se exhibe en un recinto dedicado a las
culturas indígenas. Unos días previos al deceso del Maestro tuve el privilegio de hacer el
recorrido con la directora del recinto, Lluvia Sepúlveda, quien, hablando todavía del artista
en vida, me expresó lo siguiente: “Esta exposición intenta reflejar lo que el Maestro ve y
cómo se inspira en la naturaleza, en los objetos de la vida cotidiana, todo lo que adopta,
adapta y transforma en algo totalmente personal y contemporáneo. Toledo quiere transmitir
a los jóvenes diseñadores que no volteen hacia el exterior en busca de inspiración, sino que
dirijan su mirada a su entorno, a nuestras culturas indígenas. Por eso eligió este museo cuyo
rango de actividades es muy amplio. No somos un museo de arte popular, nuestra misión se
expande a todo lo que tiene que ver con el mundo indígena y los artistas contemporáneos
que trabajan con las comunidades tienen cabida aquí. Ahora mismo tenemos una pequeña
exhibición de un joven artista mixteco, Olegario Hernández, y los diseños de joyería en
papel de la estadunidense Kiff Slemmons, quien colabora con Toledo en el Taller Arte
Papel Vista Hermosa en Etla.”

La directora y también curadora del museo me explicó la complejidad que significó la


selección y montaje de una exposición tan vasta y diversa que integra obras provenientes de
colecciones particulares, de instituciones y del acervo personal del Maestro. Pero lo más
significativo es que el propio Toledo, en coordinación con su esposa Trine y su hija Sara,
cuidó de principio a fin hasta el más mínimo detalle de esta epopeya curatorial y
museográfica. El resultado es de una belleza y elegancia sublimes. Toledo invirtió largas
horas en la organización de esta muestra que ahora resulta imprescindible y que percibo
como su gran despedida. Quiso presentar al público capitalino un extenso panorama de la
incansable labor que desarrolló a lo largo de su vida con los artesanos oaxaqueños y que fue
una de sus más grandes pasiones. Toledo ve destaca su faceta de diseñador, quehacer que
desarrolló en forma paralela a su pintura, escultura y grabado desde sus remotos años de
formación en el Taller Libre de Grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías. Y al ver
aquí este “gabinete de maravillas” nos preguntamos: ¿Qué veían esos ojos inquietos y
pispiretos que convirtieron lo más insignificante en obras de arte? Unos ojos intensos cuya
luminosidad hablaba mucho más que sus palabras. Toledo observaba, escudriñaba, oteaba a
su alrededor y captaba todo lo que para la mayoría pasa inadvertido: petates, comales,
anafres, cucharas, parrillas, ollas, juguetes, tejidos, canastas… el repertorio infinito de
enseres domésticos y utilitarios que conforman ese universo de prodigios que son los
mercados mexicanos y que fueron su fuente inagotable de inspiración. Toledo atrapó con su
mirada alacranes, tortugas, caracoles, gusanos, gatos, murciélagos, arañas, peces, elefantes,
pulpos… y construyó su propia arca de Noé fantástica en vidrio, bordados, felpa, metal,
papel, madera, piel, barro, mica, plumaria, mosaicos hidráulicos, plata, oro, toda suerte de
materiales y técnicas tanto tradicionales como experimentales. Quienes han viajado a
Oaxaca y visitado el Instituto de Artes Gráficas (IAGO) y el Centro de las Artes de San
Agustín en Etla (CASA), dos pilares del movimiento cultural oaxaqueño creados y
auspiciados por el propio Maestro, estarán familiarizados con esta producción, pero
seguramente para muchos de los miles de visitantes que ha recibido el museo, esta
exposición ha sido una revelación. Aquí se comprueba que todo lo que Toledo vio, lo
convirtió en arte.

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