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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD CATÓLICA “SANTA ROSA”

ARQUIDIÓCESIS DE BARQUISIMETO

INSTITUTO DE ESTUDIOS SUPERIORES “DIVINA PASTORA”

III DE FILOSOFÍA

DEL SENTIDO DE LA VIDA


(ENSAYO)

ESTUDIANTE: SALAS ORTIZ, RAFAEL ALEJANDRO.

C.I.: V-25.649.090.

Dentro de la existencia del ser humano, perdura una interrogante que se hace muy tangible para

el mismo: ¿cuál es el sentido de mi vida?; y, se añade a esta pregunta: ¿para qué existo? Si bien es

cierto, existen muchísimas más, pero la que más sobresale es acerca del sentido propio. Jean

Grondin ve en este enigma una gran mesa de trabajo, por lo que dedica un libro titulado Del sentido

de la vida. En este texto, Grondin va relatando lo que ha sentido se refiere: ¿cuál es su origen

etimológico?, ¿cómo se puede entender el sentido?, ¿puede la vida tener un sentido, dirección, a

pesar de estar enmarcada por un inicio y un final ineludible?, ¿de qué le puede servir al hombre

buscar un sentido, si al final va a desaparecer?, ...; estas y muchas más interrogantes las va

respondiendo a lo largo de su escrito, por lo que busca que el lector se vaya encontrando con el

propio sentido de su existir, único e irrepetible.

Cuando leía fragmentos de El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl, encontraba cierta

similitud de ambos escritos y, a pesar de que Frankl habla desde su propia experiencia en los

Campos de Concentración y Grondin parte más de un análisis filosófico, concordaban en que es

necesario buscar el sentido a la vida; pero ¿cómo se hace esto? Se parte de un cuestionamiento de
la existencia actual (¿Quién soy?, ¿para qué estoy aquí?, etc.), es decir, una introspección para que

pueda haber una apertura a la exploración del sentido. De allí que me gusta pensar en la flecha que

es lanzada con rumbo a un tablero y, haciendo una analogía con este tema del sentido, se equipara

el lanzamiento con el momento en que nacimos -somos lanzados-, en donde el tablero se puede

representar a lo máximo con la muerte -aunque también se puede pensar en eso que le da el sentido

a mi vida, y en lo que me siento realizado-. Pero, para que la flecha pueda tener un buen destino

es necesario el sentido que se dé; el ser humano, con sus decisiones diarias va dándole ese sentido-

dirección a la propia vida. Grondin acude repetitivamente a una expresión de San Agustín: darle

sabor, a lo que se puede aludir a este transcurrir de la vida con sentido; en la que, direccionada por

el Bien, logra alcanzar la felicidad.

Otra frase que este autor utiliza es que “mientras haya vida hay esperanza”. Por lo que, anterior

a esto, se puede entender que el sentido se da cuando se espera algo de lo que realizamos; que,

como se dijo en el párrafo anterior, lo que se quiere es la felicidad total. La vida puede ser frívola

cuando no se tiene este sentido-esperanzador, aunque -como él dirá- hasta los más escépticos

poseen esperanza en algo de lo que realizan; o sea, que ese algo que realizan (acto, cosa, amistades,

trabajos, ...) se den de una manera que le hagan feliz.

Por lo que, ante la cuestión de si la religión da sentido a mi vida, se puede decir con claridad

que sí, debido a su característica netamente intrínseca de sentido y de esperanza. Es la religión

quien ilumina al ser humano para hallar el sentido propio, el sabor por el vivir, no en el

masoquismo o en el rechazo del otro, sino en la capacidad de abrir mi ser -lo que se comentaba al

inicio- a lo que es realmente valioso dentro de mi existencia. Representaría una propulsión dentro

del viaje de la flecha, en la que la religión da esperanza de que hay algo más allá del simple tablero

de la muerte a lo que se debe traspasar. La religión cristiana, en lo particular, me ayuda a vivir de


acuerdo a unos principios esperanzadores de que lo que realizo y vivo (sacrificios, sufrimientos,

agobios, etc.), en realidad poseen un sentido pues Cristo mismo, el Gran Maestro enseña a que lo

sabroso de la vida se encuentra allí.

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