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DEPRESIÓN

La depresión es un trastorno mental caracterizado fundamentalmente por un bajo estado de ánimo y


sentimientos de tristeza, asociados a alteraciones del comportamiento, del grado de actividad y del
pensamiento.

Supone una de las patologías más frecuentes en Atención Primaria y es la primera causa de atención
psiquiátrica y de discapacidad derivada de problemas mentales.

Aparece con más frecuencia en mujeres y en personas menores de 45 años.

Porque se da la depresión.

Salvo algunos casos de depresión asociada a enfermedades orgánicas (enfermedad de Parkinson,


tuberculosis, etc.), la depresión se produce generalmente por la interacción de unos determinados
factores biológicos (cambios hormonales, alteraciones en los neurotransmisores cerebrales como la
serotonina, la noradrenalina y la dopamina, componentes genéticos, etc.), con factores psicosociales
(circunstancias estresantes en la vida afectiva, laboral o de relación) y de personalidad (especialmente,
sus mecanismos de defensa psicológicos).

La depresión afecta a personas de todas las edades, situaciones económicas y razas. Aunque la
depresión sea frecuente, sobre todo en los adolescentes, hay personas que se deprimen y otras que no.

 Los acontecimientos vitales

Otros acontecimientos difíciles en la vida de una persona, como cuando los padres se divorcian , se
separan o se vuelven a casar, pueden desencadenar una depresión.

El hecho de que un acontecimiento difícil lleve o no a una depresión pueden depender en gran medida
de lo bien que la personas sea capaz de afrontarlo, mantenerse positivo y pedir y recibir apoyo.

Reacción ante las situaciones de la vida

La vida está llena de altibajos. El estrés, las dificultades y los contratiempos suceden (pero,
afortunadamente, no demasiado a menudo). La forma en que reaccionamos a las dificultades de la vida
es muy importante. La actitud de una persona puede contribuir a que se deprima o puede ayudar a
protegerla de la depresión.

Las investigaciones muestran que una actitud positiva actúa como una protección contra la depresión,
incluso para las personas que corren el riesgo de desarrollarla por sus genes, su química cerebral o las
circunstancias vitales que están atravesando. Lo contrario también es cierto: las personas que tienden a
pensar de forma negativa corren un mayor riesgo de desarrollar una depresión.

No podemos controlar nuestros genes, nuestra química cerebral ni otros factores que también
contribuyen a la depresión. Pero sí que tenemos un control sobre cómo vemos e interpretamos las
situaciones y cómo las afrontamos.

Esforzarse en pensar en positivo, como creer que todo problema se puede solucionar, puede ayudar a
protegerse de la depresión. También ayuda desarrollar unas buenas habilidades de afrontamiento, así
como un sistema de apoyo basado en unas relaciones sociales positivas. Estos factores ayudan a
desarrollar la resiliencia (la cualidad que ayuda a las personas a recuperarse y a salir adelante, incluso
en situaciones difíciles).

DEPRESIÓN, UN FRACASO ADAPTATIVO ANTE SITUACIONES ESTRESANTES


Cuando nos centramos en el ámbito de salud y enfermedad, podemos considerar el estrés prolongado
como un fracaso adaptativo de la persona ante una determinada situación, generalmente ambiental, que
le provoca un exceso de activación orgánica y una gran resonancia emocional.

Cualquier situación o demanda ambiental (ya sea del ámbito laboral, social, familiar o personal) a las que
nos enfrentamos diariamente los individuos, suele generar una serie de reacciones adaptativas que
implican unas activaciones fisiológicas y emocionales determinadas, con el único objetivo de dar
respuesta, de hacer frente, a la demanda inicial.

Ante estas situaciones ambientales estresantes con las que nos encontramos tan a menudo, las
personas ponemos en marcha una serie de mecanismos cognitivos y conductuales que nos ayudan a
dar una respuesta orgánica positiva, tanto de carácter fisiológico como emocional, que nos permite hacer
frente a la situación. Esta reacción se llama capacidad de adaptación positiva.

Por el contrario, otras veces que nos encontramos ante una situación ambiental en la que tenemos que
dar respuesta y no sabemos cómo poner en marcha los mecanismos adecuados de resolución.

Notamos que esta demanda excede los propios recursos de afrontamiento y se cronifica en el tiempo,
provocando unas reacciones físicas y emocionales negativas (tensiones, inquietudes y malestar) que
afectan nuestra calidad de vida.

Es entonces cuando estamos ante un fracaso adaptativo, que nos genera mucho malestar y nos hunde
hacia los trastornos emocionales y del estado de ánimo, Ansiedad y Depresión, muy probablemente los
dos trastornos psicológicos con mayor afectación social de hoy día.

Acerca de la Depresión

La depresión es aquella “epidemia silenciosa” que afecta a todos los estamentos sociales (infancia, edad
adulta y vejez) y se caracteriza por unos sentimientos, prolongados en el tiempo, de tristeza y melancolía
que interfieren muy negativamente en la vida diaria de las personas, causándoles un enorme dolor
interior.

Este suele venir acompañado de la pérdida de autoestima, el interés y el placer, de enormes


sentimientos de culpa, problemas para comer o dormir y una importante sensación de cansancio,
malestar y falta de concentración.

En función del número y la intensidad de los síntomas afectivos, cognitivos y psicológicos asociados
(rumiaciones, obsesiones, llanto, irritabilidad, ansiedad, preocupación excesiva,…) que se observan en
estas personas, podemos clasificar la depresión como leve, moderada o grave.

Aunque se desconocen las causas últimas de la depresión, lo que sí sabemos es que hay un grupo de
factores que interaccionan entre sí, afectando globalmente el proceso normal de la vida psíquica y física
de las personas:

Factores genéticos: Los hijos biológicos de pacientes con depresión presentan un mayor riesgo de sufrir
episodios depresivos a lo largo de su vida.

Factores biológicos: Alteración en los neurotransmisores (noradrenalina, serotonina y dopamina),


disfunciones biológicas en el eje neuroendocrino (hipotálamo- hipófisis -adrenal) y cambios
estructurales en el cerebro (disminución del hipocampo).

Factores psicosociales: Rasgos muy característicos de la personalidad (perfeccionismo, estrictas,


obsesivos, rigidez de pensamiento, intolerancia, gran sentido del deber, autoexigencia…), dificultad en la
gestión del estrés ante un acontecimiento concreto y pensamientos negativos de uno mismo, del
mundo o del futuro.

Cuando a las personas les cuesta afrontar y adaptarse a las situaciones estresantes, ya sean ambientales
o personales, es del todo necesario que pidan ayuda a un profesional que les acompañará en la
búsqueda de nuevas alternativas, válidas y funcionales, para poder interpretar y resolver estas
disfunciones adaptativas.

El psicólogo les ayudará a reducir este malestar con el que conviven y les proporcionará nuevas
herramientas para adquirir nuevos aprendizajes y ampliar las experiencias adaptativas, tanto en el
ámbito cognitivo (modificando patrones de pensamiento) como de conducta (reduciendo y eliminando
emociones del todo disfuncionales).

Es impensable vivir sin ningún tipo de estrés, pero lo que sí es cierto es que debemos ser capaces de
hacerle frente y vivir nuestra vida con una mayor serenidad.

Aprender a tener recursos disponibles, reconocer nuestros estresores, conocer cómo se genera y
desarrolla este estrés, o qué efecto personal puede tener sobre nosotros,… son algunos de los objetivos
que la psicoterapia puede aportarte para tratar de desarrollar nuevas habilidades cognitivas,
emocionales y conductuales que favorezcan un cambio a la hora de percibir , afrontar y abordar las
diferentes situaciones estresantes.

Algunas pautas rápidas que le pueden ayudar a controlar y prevenir el estrés serían:

Llevar a cabo alguna actividad relajante

Aprender a saber expresar lo que sientes

Pensar en positivo

Ser capaz de decir NO en algunos momentos

Hacer uso de las propias redes sociales, o establecer otras nuevas .

Saber diferenciar entre “lo que puedes hacer” y “lo que no puedes hacer”

Fomentar actividades para distraerte y tomarte las cosas con buen humor

Una buena alianza terapéutica entre las personas que padecen trastornos de ansiedad y los
profesionales de la salud es imprescindible, si queremos incrementar la eficacia y eficiencia del
tratamiento. El paciente siente que hay alguien que lo entiende y comprende la situación vivida, al
tiempo que le proporciona información clara y precisa de los diferentes métodos terapéuticos para
avanzar en su bienestar.

La elección recomendada de este tratamiento es mediante dos vías de trabajo conjuntas: una es la
farmacológica, que nos permitirá cierta estabilización personal mediante la reducción de la intensidad y
frecuencia de la angustia , y el otro es la psicoterapéutica, que nos permitirá abordar, de forma integral,
el manejo de la ansiedad y la prevención de las recaídas, eliminando interpretaciones erróneas de las
sensaciones físicas y corporales que aparecen, miedos altamente invalidantes y conductas de evitación
que tan rápido se desarrollan.

Por otra parte, deberíamos desterrar, de una vez por todas, aquella creencia mayoritaria de “cuando
alguien sufre una depresión, ésta ya es de por vida”. ¡Esto no es cierto! Ni la depresión debe ser
permanente, ni tendremos que medicarnos siempre.

De hecho, el tratamiento de elección en una depresión leve es la psicoterapia y para una depresión
moderada o grave es una combinación de fármacos y psicoterapia. En los casos de depresión infantil el
tratamiento inicial de elección no debe ser nunca con fármacos, si no con psicoterapia, tanto a nivel
individual como familiar.

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