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el sistema educativo colombiano refleja la situación de un país que por años ha sido

manejado con desidia por las mismas clases sociales acomodadas en el poder desde el
nacimiento de la Republica (siglo XIX), donde se relega a la educación al último de los
planos posibles y se piensa en el país desde las frías cifras del llamado crecimiento
económico.

Desde tiempos de la colonia, donde la administración pública se hacía desde la Corona


Española, la educación en Colombia era un asunto casi sin importancia. Llegada la
República y el nacimiento de los partidos políticos a mediados del siglo XIX, la situación
no cambió y la instrucción se le otorgó a la iglesia católica, quien gustosa asumió la tarea
para conseguir mantener el statu quo por medio de las escuelas que estaban a su cargo, y
con currículos que más parecían catecismos que planes de estudio. La educación pública en
Colombia nace ya entrado el siglo XX, en condiciones deplorables tanto para los niños y
niñas como para los y las docentes. Las condiciones económicas del país, la
industrialización tardía, el crecimiento de las ciudades, el entorno internacional, y la agitada
vida política de la primera mitad del siglo XX, hizo que se colocara a la educación como
uno de los temas de debate.

Es solo hasta 1936, en el primer gobierno de Alfonso López Pumarejo, que se da inicio a la
separación Iglesia–Estado en el manejo de la instrucción pública. Durante los gobiernos
liberales, que se mantuvieron hasta 1946, hubo tímidas reformas en la educación con una
constante: la falta de presupuesto.

Tanto la situación de la educación en Colombia en general, como de los maestros y


maestras en particular, son asuntos que aún hoy requieren ser pensados de manera
fundamental. Una rápida radiografía de la educación secundaria (pública) en Colombia,
muestra el abandono del que esta ha sido víctima:basta fijarse en las profundas diferencias
en cuanto a la calidad de la educación entre instituciones públicas y privadas. Mientras que
las segundas cuentan generalmente con el músculo financiero, producto de las familias que
tienen la posibilidad de asumir los altos costos económicos de matrícula y pensión, la
educación pública depende del presupuesto que el Estado destina para su funcionamiento.
Así, la solidez financiera de la educación privada hace posible que cuenten con
instalaciones adecuadas y personal docente y administrativo suficiente, lo cual redunda en
planes de estudio que consiguen estándares de calidad altos en la presentación de pruebas
nacionales. No está de más recordar que las clases dirigentes, empresarios, actores y
deportistas reconocidos, no tienen a sus hijos adscritos a la educación pública.

Puede sumarse a este hecho, que la educación pública urbana tiene profundas diferencias
con la del sector rural, ya que ésta cuenta con menores recursos. En las regiones del país
que resultan más alejadas de los centros urbanos, las escuelas sobreviven gracias al impulso
de los mismos pobladores; niños y niñas van a estudiar después de varias horas de camino,
en la mayoría de los casos a pie; no cuentan con sillas ni mesas para escribir; en ocasiones
no hay servicio de agua o de luz y, en otras, ni siquiera hay maestros nombrados, por lo que
las escuelas permanecen varios meses del año sin clases.

La situación de los y las docentes no es mejor. En las regiones apartadas se encuentra la


figura de Etnoeducadores, quienes son contratados por las gobernaciones o por los
municipios con contratos de 7 u 8 meses por año, lo que hace que la escuela no cuente con
maestros por algunas épocas del año. De allí el empobrecimiento económico de los
mismos, pues no tienen garantías de estabilidad laboral.

Según la legislación vigente, existen dos estatutos para el ejercicio de la profesión docente:
el 2277 de 1979 y el decreto 1278 de 2002. En el primero hay un escalafón de salarios que
depende del tiempo de servicio del servidor público. Este escalafón va del grado 1 al grado
14, éste último obtiene el salario más elevado, que a la fecha es de $3´120.000
(aproximadamente 1.040 euros) En otros términos, se puede afirmar que un docente
dedicado al servicio de la educación, en Colombia, con 30 o más años de servicio, no puede
aspirar a devengar más de 1.000 euros mensuales, pues es el tope salarial que se estipula en
el escalafón 14 del decreto 2277.

En el caso de los docentes adscritos al decreto 1278, la situación no es mejor. Dicho


escalafón está dividido en tres niveles (1, 2 y 3); a su vez, cada uno de estos está dividido
en cuatro sub niveles (a, b, c y d). Una vez terminados los estudios de licenciatura, al
inscribirse al escalafón docente (requisito para poder ejercer) el profesor queda
automáticamente en el escalafón 2A con un sueldo de $1´624.511 (aproximadamente 540
Euros) y su mayor aspiración salarial es de 6´137.000 (es decir, aproximadamente 2.100
euros) Pero, para que esto se haga realidad, no solo se tiene en cuenta el tiempo de servicio
que puede llegar a los 30 años, sino que debe tener especialización, maestría y doctorado.
Sin embargo esto no es lo peor: para llegar allí, debe además pasar una serie de concursos y
pruebas donde, según la política establecida, se promueve al 20% de los aspirantes. Este
20% que superará las pruebas debe esperar a que el Estado garantice los recursos con que
se le va a pagar dicho salario; si los recursos no están, no se le hace efectivo el incremento
salarial.

A este panorama del salario de los y las docentes se suman otra serie de problemáticas: un
sistema de salud deficiente, plagado de corrupción; el proyecto de implantar una jornada
extendida de clases (llamada jornada única) pero sin adecuaciones en infraestructura y sin
destinar más recursos; el número de estudiantes por curso que oscila entre 40, y 50
estudiantes; la ausencia de infraestructura y de herramientas básicas para garantizar un
nivel adecuado en la adquisición de aprendizajes (para dar un ejemplo de los muchos que
existen: el acceso a internet en las instituciones educativas es limitado o inexistente). En
últimas, la educación en Colombia, como en el siglo XIX, sigue siendo precaria.

Motivados por estas situaciones, y otras que por motivos de espacio no se desarrollan, la
Federación Nacional de Educadores (FECODE), organismo que asocia a todos los
sindicatos de docentes del país, ha llamado a la huelga en todo el territorio colombiano. Son
ya tres semanas de huelga, donde más de 8 millones de niños y niñas se encuentran
perjudicados, pues han dejado de recibir clases y se escuchan las voces de apoyo de muchos
padres y madres de familia que se solidarizan con la lucha de los docentes en busca de
mayores recursos para la educación (en la actualidad, se destina el 3.8% del presupuesto
nacional a la educación; los maestros exigen por lo menos el 7.5%). Hay que recordar que
según las pruebas PISA de 2012, Colombia quedó entre los diez países peor educados a
nivel internacional. De otra parte, los medios de comunicación masiva, que obedecen a
sectores económicos definidos, se han encargado de invisibilizar la protesta y a pesar de
que todos los días se organizan marchas, mitínes y plantones todos los días en las
principales ciudades del país, los informativos no las registran, dejando como único medio
de información, las redes sociales. Sin embargo, cuando se mencionan las multitudinarias
marchas, se hace alusión a que los y las docentes son indolentes al mantener a los y las
estudiantes sin clases.

La lucha del magisterio colombiano es de largo aliento, es por la dignidad docente, es por el
derecho a la educación, es porque el Estado ha relegado a la educación a un segundo, tercer
o cuarto plano, es porque a los educadores nos importa más el país que a los políticos. En
palabras de Paulo Freire: “Cuanto más pienso en la práctica educativa y reconozco la
responsabilidad que ella nos exige, más me convenzo de nuestro deber de luchar para que
ella sea realmente respetada. Si no somos tratados con dignidad y decencia por la
administración privada o pública de la educación, es difícil que se concrete el respeto que
como maestros debemos a los educandos”
Durante su primer discurso como presidente, Iván Duque también se refirió a la educación
y dijo que es necesaria para construir la equidad que Colombia necesita.

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Aseguró que en su agenda gubernamental se abordará la educación con un enfoque integral


en la niñez. Además, señaló que ampliará la cobertura de la universidad gratuita.
"Nuestra agenda de equidad aborda la educación con un enfoque integral de primera
infancia, ampliación de la jornada única con doble alimentación, promoción de la
formación para el empleo y la doble titulación, ampliación de la universidad gratuita para
los más vulnerables y valoración de nuestros profesores", añadió el presidente electo.

Afirmó también que la educación será el impulso para lograr el cambio social que requiere
el país.

"La educación será el motor del cambio social que vamos a dejarle a nuestro país. Mi padre
y mi abuelo fueron hijos de la universidad pública y quiero verla fortalecerse con
excelencia académica", añadió.

Uno de los temas más urgentes que deberá tratar Duque en materia de educación, serán los
acuerdos firmados entre el Gobierno Santos y Fecode (la asociación que agremia a los
maestros) en 2017 durante una jornada de protestas que duró 37 días.

En esos acuerdos se contempla incremento salarial, jornada única y salud, entre otros
temas. De 24 puntos, hasta el momento se han cumplido 12, según información de la
cartera de educación. Seis están próximos a cumplirse y los seis restantes están en proceso.

Recientemente, el ministerio de Educación informó que expidió un decreto para agilizar el


pago de prestaciones de los docentes.
n cuanto a educación básica señaló “mi plan es construir mil preescolares en los próximos
cuatro años con un modelo dual: una parte la puede hacer el Estado, y otra parte la pueden
hacer los privados, asociaciones de maestros, o la pueden hacer inclusive las cajas de
compensación”.

También presentó la iniciativa de la jornada única de siete horas para lo cual dijo, “se
necesitan 17.000 aulas en los próximos cuatro años ¿Cómo las pienso financiar? Con un
punto del 4xmil, 1,5 billones de pesos por año”.

Asimismo, presentó la propuesta del bachillerato técnico para que en los últimos tres grados
del bachillerato los estudiantes reciban formación técnica para el empleo “para que se
gradúen en una mano con el título de bachiller y en la otra con el diploma de técnico”.
Duque dijo que para dar mayor acceso a la educación superior, reformará el programa ‘Ser
Pilo Paga’.

“Yo quiero que el programa ‘Ser Pilo Paga’ se mantenga, pero que le abra el programa al
resto de universidades. Quiero buscar un vehículo para el financiamiento de la universidad
pública”.

De la misma forma planteó la gratuidad en educación superior para los estudiantes de los
estratos 1 y 2.

“Estoy promoviendo un sistema de gratuita para los estratos 1 y 2 en universidades públicas


y universidades privadas con una especie de subsidio donde el estudiante escoja la
universidad”, afirmó.

Ante la necesidad de que haya más investigación en las universidades, enfatizó en que
espera que “los recursos de la regalías para ciencia y tecnología, realmente se vayan para el
financiamiento de la universidad”.
Regular el alcance del derecho a la educación

Hay que garantizar, por medio de la ley, el acceso y permanencia a una educación de
calidad. Hay que reconocer que en este aspecto estamos atrás del promedio en América
Latina tanto en educación inicial como en superior. Sabemos que una educación inicial
integral y de calidad es la mejor inversión para formar niños más sanos intelectual y
emocionalmente a lo largo de la vida, pero hemos hecho relativamente poco por
materializar este derecho. En educación superior hay que fortalecer la educación pública y
asegurar el mejoramiento de la calidad y el robustecimiento de las universidades regionales.
Medidas del gobierno como las de transferir recursos masivos hacia la educación privada,
desplazándonos de esta manera a sistemas de “subsidio a la demanda” y atendiendo tan solo
una ínfima población de los jóvenes de los estratos más bajos de la población no ayudan a
este fin. Dicha política deberá modificarse para poder garantizar el derecho a seguir
estudiando al que tiene la población que culmina la educación media. “La educación es un
derecho y no una mercancía”, gritaban en las calles los estudiantes universitarios en 2012.
En Colombia todavía es un derecho a medio cumplir para los jóvenes universitarios y para
los menores de cinco años.
Mayor articulación de los niveles educativos

Hasta el momento carecemos de un verdadero sistema educativo que permita la articulación


de los diversos niveles y subsistemas. El desafío consiste en trabajar para que los distintos
subsistemas interactúen de manera participativa y descentralizada tanto a nivel horizontal
como vertical. La educación oficial y privada debe responder a fines comunes y los
diferentes niveles deberán superar la fragmentación actual. En un sistema, los diversos
elementos están articulados a las mismas finalidades. Ese es el reto.

Lineamientos curriculares pertinentes

Para construir la identidad nacional y aprender de otras experiencias y contextos es


necesario que el país construya lineamientos curriculares generales, pertinentes y flexibles.
Enfoques excesivamente prescriptivos e informativos terminan por violar la Ley General de
Educación. Por ello, hay que empezar por reconocer que los llamados Derechos Básicos de
Aprendizaje representan más un retroceso que un avance. Múltiples estudios concluyen que
fortalecer la autonomía es una condición para mejorar la calidad de la educación. La
explicación es sencilla: la autonomía empodera a la comunidad. Hoy sucede exactamente lo
contrario: docentes y directivos sienten que las decisiones vienen “desde arriba” y que ellos
no participan en su elección. Creen que los problemas se originan por fuera de la escuela y
por ello es poco lo que sienten que pueden hacer para transformarlo. Mientras no
cambiemos esto, no será posible mejorar la calidad de la educación colombiana.

Una política pública para la formación de docentes

Algo muy grave pasa en los actuales procesos de formación docente. Los egresados de las
facultades de educación alcanzan los peores puntajes entre todos los egresados del sistema
universitario, como en las pruebas Saber pro, con los resultados más bajos en lectura
crítica, razonamiento numérico y competencias ciudadanas. La calidad educativa depende
en alto grado de los niveles alcanzados en formación por sus docentes. Es por ello que hay
que replantear por completo el modelo de formación de maestros en Colombia ya que es
obvio que, mientras no cambiemos esta situación, no será posible mejorar la calidad de la
educación. Otro reto complejo, pero necesario y posible.

Puede leer: El país no puede seguir equivocado en sus prioridades


Hay que dejar de enseñar lo mismo

Es necesario un profundo replanteamiento pedagógico y de los currículos. Los modelos que


enfatizan la transmisión de informaciones, hoy vigente en la mayoría de instituciones
educativas, han demostrado que no logran promover el desarrollo humano e integral de los
estudiantes. Los niños y jóvenes presentan graves limitaciones para pensar, comunicarse y
convivir debido, en parte, a la supremacía de los modelos pedagógicos tradicionales en la
mayoría de colegios. Para transformar esta realidad, necesitamos fortalecer la formación,
garantizar reuniones periódicas de docentes y ampliar el apoyo y el estímulo a las
innovaciones educativas para que sistematicen, evalúen e investiguen sobre sus procesos.
Todos los docentes del país tendremos que aprender a partir de allí.

El problema de la educación no es tecnológico, sino pedagógico

Los cambios tecnológicos, per se, no producirán transformaciones pedagógicas. La


tecnología puede apoyar procesos de cambio pedagógico y por eso debe ser pensada y
adecuada tanto para mejorar la enseñanza como para hacerlo en el aprehendizaje. Sin
embargo, es indispensable impulsar el uso pertinente y generalizado de las nuevas
tecnologías para el aprendizaje, la enseñanza, la investigación y la innovación.

La sociedad colombiana ha enfermado emocionalmente

La larga y cruenta guerra llenó a Colombia de ira, odio e intolerancia. Algunos grupos
políticos han querido nutrirse de esta enfermedad con fines electorales y por ello
promueven la venganza como solución a los problemas. Este peligroso escenario nos obliga
a los educadores a trabajar por consolidar las competencias ciudadanas de manera que
fortalezcamos la convivencia sana, el trabajo en equipo y la interacción respetuosa con los
demás. El desafío es construir la paz desde las aulas y ayudar a impulsar el cambio cultural
que requerimos como sociedad.

Superar el atraso en los niveles educativos del sector rural

Si no lo logramos, no será posible una paz estable y duradera. La pobreza estructural rural y
la falta de tierra, crédito y tecnología constituyeron el factor más importante que explica el
origen del reciente y cruento conflicto armado colombiano. Es por ello que actualmente se
requiere hacer un énfasis especial en la educación dirigida a la ruralidad, en esa Colombia
olvidada y atrasada que depende en exceso de sus propios y limitados recursos porque no
ha podido contar con el necesario apoyo estatal.

Se requiere de mayor inversión

Para elevar la calidad hay que destinar recursos suficientes a la formación, educación
inicial, rural, salarios y a la jornada completa. Todo esto de cara a asumir las metas
incumplidas y abordar en serio un proceso de mejoramiento en la calidad. Contrario a lo
que se ha dicho con fines publicitarios, hoy los recursos siguen siendo los mismos que
veinte años atrás: 4,5% del PIB. Así es difícil garantizar el derecho a una educación de
calidad que consolide la frágil democracia colombiana.

Más información: “Si tu candidato no sabe cómo cambiar la educación, cambia de


candidato”

Más apoyo a la ciencia y la investigación

Una sociedad que piense impulsar el desarrollo humano requiere de la ciencia para
aumentar la capacidad de respuesta a las demandas sociales, basándose en la investigación
de nuestros propios problemas, y porque la ciencia está intrínsecamente asociada a la salud
y la calidad de vida. Lo triste de la historia es que, en los últimos años, la inversión en
ciencia en Colombia es una "locomotora" que se apagó. Por eso, los recursos para la
entidad que apoya la investigación vienen bajando desde el año 2013 cuando alcanzó los
mayores rubros. Hoy son inferiores en un 44 %. El reto es revertir esta tendencia.
Los dos planes decenales anteriores lamentablemente no lograron impactar la política
educativa nacional o regional ni tampoco generaron una amplia movilización de recursos
hacia la educación. La pregunta sigue en pie: ¿cómo darle al nuevo Plan la fuerza política,
social, económica y legal que se requiere para que, en verdad, el próximo gobierno lo
incorpore en su plan de desarrollo y los gobiernos regionales hagan lo propio?
La respuesta es muy sencilla: necesitamos que la educación se convierta en una prioridad
nacional y que los gobernadores y alcaldes así la asuman. Estamos todavía lejos de lograrlo.
Necesitamos un Acuerdo Nacional que le evidencie a la sociedad que la única posibilidad
para desarrollarnos a mediano y largo plazo es consolidando procesos educativos de mayor
calidad que garanticen la democracia formando individuos con mayor criterio y autonomía
para pensar y actuar. El desafío es estructural: o formamos individuos más autónomos
moral y cognitivamente, o seguiremos carcomidos por la corrupción y siendo borregos de
intereses de otros.

La decisión no depende de los políticos, sino de la ciudadanía. Al fin y al cabo, somos los
ciudadanos los que elegimos a los gobernantes. Y no será eligiendo a los mismos como
transformaremos la sociedad colombiana, ni como resolveremos los problemas
estructurales de la educación colombiana
Para empezar a discutir sobre la calidad de la educación deberíamos reconocer que tenemos
un pésimo sistema educativo, las pruebas PISA señalan que nuestros mejores estudiantes,
quienes pertenecen a los colegios privados (donde estudian los hijos de las élites del país),
no alcanzan a los escolares con más bajos resultados de otros países.

Igual ocurre con las pruebas SABER, conocemos de antemano el balance: los estudiantes
de colegios privados obtienen mejores resultados que los de colegios oficiales, de manera
especial aquellas instituciones que cobran a las familias más de $1.5 millones mes, por
pensión, y, además, tienen un proyecto educativo, con un currículo definido en el que un
grupo de docentes y personal de apoyo trabajan a fondo para cumplir sus objetivos. Para
comparar y reflexionar sobre la calidad de la educación, les recuerdo que en la educación
oficial se invierte apenas $350.000 mes, por estudiante.

Las autoridades educativas y la sociedad deben reconocer que las pruebas PISA, SABER y
otras de ese tipo, miden una parte de la calidad del sistema educativo, pero no evalúan
todos los componentes que inciden en la calidad; su principal utilidad es que permiten
comparar entre instituciones escolares y entre regiones los logros o competencias de los
estudiantes. Un buen ejemplo lo constituye el caso de Colombia, donde la política
educativa se concentró en los resultados en dichas pruebas, pero la calidad de la educación
no avanza.

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Al son del estribillo: ¡lo que no se mide no existe! La política pública educativa en
Colombia dio el salto de garrocha (nos saltamos los procesos pedagógicos y la gestión
educativa), y nos concentramos en el resultado final: las pruebas tipo SABER, ellas sirven
para todo, evalúan, establecen la clasificación de los colegios y determinan, sin mayores
razones, quiénes son los buenos y los malos, en términos de calidad.
Todos los años el MEN anuncia que mejoramos en las pruebas SABER y cada tres años el
gobierno de turno sostiene que somos el país que más avanza en las pruebas PISA. Sin
embargo, además de los deficientes resultados en estas pruebas, no disminuimos los hechos
violentos, ni las tasas de criminalidad; la lucha política se construye sobre la mentira y el
odio; la corrupción, la ilegalidad y la politiquería tienen escasa sanción social; la injusticia
social y la inequidad siguen siendo un grave problema que parece no tocar a la sociedad
colombiana; muy pocas acciones nos reconcilian como país y como ciudadanos en ejercicio
para una mejor humanidad. La economía del país se construye con mano de obra barata y
escasa calificación, el conocimiento no importa.

La evidencia indica que durante este siglo, la calidad de la educación y las metas de calidad
en los planes de desarrollo nacionales y territoriales se determinaron a través de los
resultados a obtener en las pruebas SABER 11. Insisto en los planes de desarrollo territorial
el proceso pedagógico y educativo no existen.

Las pruebas tienen valor social, lo que explica que, en la mayoría de las instituciones
escolares, los docentes y los directivos se concentren en ellas con desespero. Para los
colegios el resultado en SABER 11 es la calidad y según el puntaje de sus estudiantes
refuerza o desaprueba la imagen institucional, frente a los padres y la sociedad.

Quizás sin proponérselo, las pruebas, tipo SABER, terminaron presionando el sistema
educativo, a los colegios y a los docentes para que estandarizaran sus prácticas educativas.
Acá no importa el proceso educativo, menos lo pedagógico y lo curricular, del Proyecto
Educativo Institucional ni hablar. En este escenario se impone el resultado del ICFES, ya
no importa una educación que tenga como propósito fundamental formar buenos seres
humanos. A los padres de familia, a las instituciones y a los técnicos y académicos les
interesa el resultado de la prueba y la ubicación del colegio en las clasificaciones de
calidad, igual a los gobiernos.

Le sugerimos: La política educativa en el PND perpetúa la inequidad y la exclusión

Lo anterior explica porque los colegios cada año exhortan a sus estudiantes a prepararse
para la prueba SABER11. Además, contratan expertos para que les ayuden a los estudiantes
a mejorar en las pruebas, para ello convocan a los escolares de los grados décimo y once
durante meses, a jornadas extras en las tardes o los fines de semana. También, los colegios
convocan a los padres de familia y les explican la importancia de SABER 11 y la necesidad
de pagar los cursos extras o las jornadas adicionales en el propósito de mejorar los
resultados en dicha prueba.

Este punto explica por qué para la política educativa, en los planes de desarrollo no
aparecen programas o proyectos que potencien la calidad de la educación con otras metas,
por ejemplo, una educación que desarrolle capacidades para pensar de manera crítica,
donde se reflexione y se analice la vida humana y el entorno social en el cual existimos;
tampoco interesa cómo formar para tener comunicaciones asertivas y basadas en razones; y,
menos en cómo educar para convivir en paz, sin violencia, actuando dentro del marco de la
legalidad y con un sentido ético de la vida humana y del medio ambiente. La calidad de la
educación, gran ausente en el Plan de Desarrollo, sostiene Julián de Zubiría.

¿Qué hacer para avanzar en la calidad de la educación? Además de las pruebas SABER o
PISA, el país requiere discutir y acordar, con los actores del sector, estrategias para
fortalecer los procesos pedagógicos y de gestión educativa, así como las metas a lograr y el
sistema para evaluar resultados.

También se requiere establecer procesos y metas como número de: facultades de educación
fortalecidas; profesores de las facultades de educación financiados para realizar estudios en
el exterior (en países con mejor sistema educativo); normales con apoyo de universidades
acreditadas para avanzar en su calidad; bibliotecas construidas y dotadas en los colegios
rurales; aulas especiales construidas y dotadas en los colegios rurales para idiomas, artes,
educación inicial, laboratorios y desarrollo de las TIC; estudiantes de colegios oficiales del
grado once que pasan al año siguiente a la educación superior y nuevos cupos escolares
para los grados de transición y jardín, entre otras.

Lea también: En educación, al Plan Nacional de Desarrollo, le faltan dientes y recursos

Pero sobre todo el Gobierno debe aceptar que los recursos son importantes para alcanzar
una educación de calidad, la Unesco sostiene que “el éxito de la enseñanza y el aprendizaje
probablemente se encuentre influenciado fuertemente por los recursos disponibles para
apoyar el proceso, y la forma directa en que estos recursos se administran. Obviamente, las
escuelas y maestros, sin libros ni materiales de aprendizaje, no podrán hacer su trabajo”.
El Plan Nacional de Desarrollo (PND) en Educación no acierta en las propuestas para
resolver los grandes problemas del sector; aunque es un compendio de buenas intenciones,
cuenta con un buen diagnóstico del sector, con datos y referencias precisas sobre la mayoría
de los problemas de la educación en Colombia, pero las propuestas no son ambiciosas y de
entrada se nota que la educación no es una prioridad para este gobierno, ojalá estuviera
equivocado.

Para empezar, el Plan para el sector educativo no es producto de un acuerdo con las
organizaciones del sector, tampoco buscó algún tipo de acercamientos con los maestros a
través de Fecode; más grave, no tuvo en cuenta documentos institucionales del Ministerio
de Educación Nacional (MEN) como los diez desafíos estratégicos del Plan Decenal 2016-
2026 o iniciativas como Ideas Para Tejer: Reflexiones sobre la Educación en Colombia
2010-2018 de la Fundación Empresarios por la Educación o el esfuerzo gigantesco que han
realizado organizaciones como Compartir, Viva la Ciudadanía, CINEP y otras en el tema
de la educación rural.

En educación el PND plantea siete objetivos, muy generales, que no tienen resistencia en el
sector. Con cada uno de los objetivos se puede iniciar una discusión a fondo para
determinar tres acciones: ¿qué se puede hacer (con mayor ambición)? ¿definir cuáles son
las metas y los indicadores de seguimiento? y determinar los recursos año a año para
cumplir dichas metas, es decir, sin populismo técnico y sin carreta.

Lea también: Las diferencias entre docentes explican, en parte, las brechas en educación

Los siete objetivos son:

Educación inicial de calidad para el desarrollo integral.


Brindar una educación con calidad y fomentar la permanencia en la educación inicial,
preescolar, básica y media.
Apuesta por una educación media con calidad y pertinencia para los jóvenes colombianos.
Más y mejor educación rural.
Apuesta para impulsar una educación superior incluyente y de calidad.
Eficiencia y desarrollo de capacidades para una gestión moderna del sector educativo.
Alianza por la calidad y pertinencia de la educación y formación del talento humano
El PND evade discutir a fondo el problema central del sector educativo oficial que es la
financiación y ligar los recursos a cada uno de los objetivos, metas y programas del Plan
para la educación preescolar, básica y media, sólo así conoceríamos la magnitud de los
retos, su posibilidad de ejecución y ¿cuál es la importancia del sector educativo (el
principal problema político de un Estado es definir cómo obtiene los recursos y en qué se
los gasta) y hasta dónde vamos a llegar en este Gobierno?

Insisto una vez más, faltan recursos para la educación, por ejemplo, en el documento Ideas
para Tejer se propuso desde el año pasado el crecimiento progresivo de la inversión pública
para educación. Aumentar los recursos “en los próximos cuatro años debe realizarse con el
propósito de trazar un camino hacia el mejoramiento de la calidad, equilibrar la balanza con
el gasto privado hasta lograr disminuir su participación a 15 % (gasto excesivo de pobres y
clases medias en educación) y aumentar a 6% del PIB la inversión en educación. Esta
propuesta se plantea de acuerdo con la proyección alrededor de las metas de crecimiento y
lo que se invierte en otros países con características similares a Colombia”. Ojo, no lo dice
Fecode, ni otra organización sindical, lo sostiene la Fundación Empresarios por la
Educación; institución con conocimiento del sector, que cuenta con un equipo técnico
calificado.

Por limitaciones de espacio me referiré en este artículo al primer objetivo. Muy importante
y valioso para el país que el PND, en educación, centre su atención en la educación inicial y
que se proyecte atención integral para los 500.000 niños matriculados en el grado de
transición. Sin embargo, en el diagnóstico se destaca que la cobertura neta en dicho grado
es de 55,3%, es decir, el 44,7% de los niños que asiste a la educación formal no tienen 5
años; en la zona rural se amplían al 53% los niños que sin tener 5 años están matriculados
en el grado de transición.

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Lo anterior demuestra que las familias (las más pobres) están matriculando en el grado de
transición a niños de 4 años o de 6 años y más. Esto es muy grave, arrancamos mal,
originando problemas de extra-edad a través de la ruta escolar o bachilleres que terminan a
los 15 años, sin la madurez suficiente para definir su vida presente y futura (jóvenes con
problemas emocionales y sin pasión por mejorar o avanzar en el camino de la vida, ellos no
saben qué hacer).

El Plan propone como meta pasar de 55,3% a 68% la tasa de cobertura neta en transición.
Con esta meta estamos aceptando que en 4 años este gravísimo problema NO se resuelve,
por ello propongo ser muy ambicioso, el país se debe acercar al 90% la cobertura neta en
transición, esto no requiere grandes recursos adicionales, se demanda gestión, información
y propuestas, como una gran movilización nacional para convencer a todos los padres de
familia de que los niños de 5 años deben estar matriculados y deben asistir a los colegios.
De lo contrario, se puede pensar en expedir un marco legal para hacer obligatorio este
derecho de los niños de 5 años, como ocurre en otros países; los padres de familia que no
matriculen a los niños en este grado (ojalá fuera a los 4 años en el grado jardín, pero no
tenemos la oferta oficial suficiente) deben ser sancionados o multados. Aclaro que en este
grado tenemos los cupos, la cobertura bruta es cercana al 100%, así como la infraestructura
y los maestros.

Por último, en Colombia hay 520.000 niños de 4 años que no acceden al grado de jardín, el
Plan no tiene una sola meta para incrementar en este grado la cobertura. En el mundo hoy
se recomienda para mejorar calidad y la permanencia, mínimo, dos años de preescolar.

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