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El contextualismo y el escepticismo como 1. Universalidad y verdad1


problemas específicos de paradigmas
particulares Richard Rorty
104 Verdad y justificación
112 La concepción semántica de la verdad
y la perspectiva pragmática
119 La concepción epistémica de la verdad
en una perspectiva pragmática
127 La concepción pragmática de la verdad I. ¿Es relevante el tem a de la verdad
135 La naturalización de la razón lingüistizada
para la política democrática?

143 3. Respuesta a Jürgen H aberm as


La pregunta sobre la existencia de creencias o
Richard Rorty
deseos comunes a todos los seres humanos tiene
poco interés, excepto desde la perspectiva de una
comunidad humana utópica, inclusivista, que se
jacte de las diferentes clases de personas que aco­
ge, y no de la firmeza con que mantiene afuera a
los extraños. La mayoría de las comunidades hu­
manas son exclusivistas; su sentido de la identi­
dad y las autoimágenes de sus miembros depen­
den del orgullo de no ser verdaderos otros tipos de
personas: personas que adoran a un dios equivoca­
do, comen comidas equivocadas o tienen algunas

1 Este ensayo fue preparado para presentarlo en un coloquio


que tuvo lugar en Cerisy-la-Salle en 1993; una versión revisa­
da fue leída en la Universidad de Girona en 1996. Una versión
resumida se publicó en francés con el título «Les assertions
expriment-elles une prétention á une validité universelle?»,
en La Modernité en Question: de Richard Rorty á Jürgen Ha-
bermas, ed. Frangoise Gaillard, Jacques Poulain y Richard
Shusterman, París: Éditions du Cerf, 1993. Otra versión, tam­
bién resumida, apareció como «Sind Aussagen universelle Gelt-
ungsansprüche?», en Deutsche Zeitschrift für Philosophie, vol.
42, n° 6 (1994), págs. 975-88. Esta es [la traducción castellana
de] la primera publicación en inglés de la versión completa.

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otras perversas y repelentes creencias o deseos. filósofos acostumbran explicar el uso que hacen de
, Los filósofos no se preocuparían por tratar de mos­ la palabra ‘razón’ enumerando esas tres premisas
trar que ciertas creencias y deseos se encuentran como «constitutivas de la idea misma de racionali­
en todas las sociedades, o que están implícitos en dad». A los colegas que tienen dudas sobre alguna
algunas prácticas humanas imposibles de eliminar, de ellas los consideran ‘irracionalistas’. El grado
a menos que esperaran mostrar que la existencia de irracionalidad atribuido depende de cuántas de
de esas creencias es una prueba de la posibilidad o esas premisas el(la) desacreditado(a) filósofo(a)
de la obligación de construir una comunidad pla­ niegue, y también de cuánto interés muestre por
netaria inclusivista] En este ensayo usaré la expre­ la política democrática.2
sión «política democrática» para referirme al in­ En este ensayo consideraré la posibilidad de de­
tento de plantear la existencia de tal comunidad. fender la política democrática al tiempo que se nie­
Uno de los deseos que los filósofos interesados gan las tres premisas enumeradas. Sostendré que
en la política democrática consideran universal es lo que los filósofos han descripto como el deseo uni­
el deseo de verdad. En el pasado, esos filósofos versal de verdad puede describirse mejor como el
unieron la afirmación de que hay un acuerdo hu­ deseo universal de justificación.3 La premisa bási-
mano universal sobre la suprema deseabilidad de
2 N ietzsch e es el irra cion a lista para d igm ático, porqu e no
la verdad con otras dos premisas: que la verdad es
mostró interés alguno por la dem ocracia y porque resistió vi­
correspondencia con la realidad y que la realidad g orosam en te la s tres prem isas. Ja m es es con sid erad o m ás
tiene una naturaleza intrínseca (que hay, en tér­ confuso que vicioso, porque, aunque estaba com prom etido con
minos de Nelson Goodman, una Manera de Ser la dem ocracia, no estaba dispuesto a afirm ar dos de las pre­
del Mundo). Dadas estas tres premisas, proceden misas: adm itía que todos los seres hum anos desean la verdad,
pero pen saba que la afirm ación de que la verdad es correspon­
a argumentar que la Verdad es Una, y que el inte­
dencia con la realidad es ininteligible, y acarició la idea de que,
rés humano universal por la verdad proporciona dado que la realid ad es m aleable, la s verda des son M uchas.
un motivo para crear una comunidad inclusivista. H aberm as se enfrenta firm em ente a esta idea, aun cuando co­
Cuanto más descubramos esa verdad, más bases incide con Jam es en que tenem os que abandonar la teoría de
comunes compartiremos y, por ende, más toleran­ la verdad com o correspondencia. A sí pues, H aberm as es con­
denado por irracionalista sólo por los reaccionarios que afir­
tes e inclusivistas seremos. Se dice que el surgi­
man que las dudas sobre la verdad com o correspondencia son
miento de sociedades relativamente democráticas dudas sobre la existencia o, al m enos, la unidad de la Verdad.
y tolerantes en los siglos recientes se debe a la ma­ Los filósofos stra u ssian os y a n alíticos com o Searle afirm an
yor racionalidad de los tiempos modernos, donde que se n ecesitan las tres prem isas: abandonar alguna de ellas
‘racionalidad’ denota el empleo de una facultad in­ es situ am os en una pendiente resbaladiza, arriesgam os a ter­
nata orientada a la verdad. \ m inar coincidiendo con N ietzsche.
3 Los lectores de m i artículo «Solidarity or Objectivity?» re­
Se suele decir que las tres premisas que he enu­ conocerán esta línea de argum entos com o una variante de mi
merado son «racionalmente necesarias». Pero esta a firm ación p revia de qu e n ecesita m os reform u la r n uestras
afirmación es habitualmente tautológica, pues los am biciones in telectu ales en térm inos de relaciones con otros

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I

ca de mi argumento es que no se puede apuntar a conocido o para convertirse en una meta. La justi­
algo, no se puede obrar para conseguirlo, a menos ficación es meramente bella, pero es reconocible y,
que se lo reconozca una vez que se lo ha consegui­ por tanto, es posible bregar por ella de manera sis­
do. Una de las diferencias entre verdad y justifica­ temática. Aveces, con suerte, la justificación se lo­
ción es la que existe entre lo no reconocible y lo re­ gra, aunque ese logro suele ser apenas tempora­
conocible. Nunca sabremos con seguridad si una rio, pues tarde o temprano se desarrollarán nue­
creencia dada es verdadera, pero podemos estar vas objeciones a las creencias temporariamente
seguros de que nadie es actualmente capaz de in­ justificadas. Tal como veo las cosas, el ansia de in-
vocar objeciones residuales, de que todos coinciden condicionalidad — ansia que lleva a los filósofos a
en que merece ser sostenida. insistir en que necesitamos evitar el «contextualis-
Desde luego, está lo que los lacanianos llaman mo» y el «relativismo»— se satisface, por cierto,
objetos del deseo imposibles, indefinibles, subli­ con la noción de verdad. Sin embargo, esa ansia no
mes. Empero, el deseo por un objeto semejante no es saludable, porque el precio de la incondicionali-
puede ser relevante para la política democrática.4 dad es la irrelevancia para la práctica. De modo
En mi opinión, la verdad es un objeto de este tipo. que pienso que el tema de la verdad no puede ser
Es demasiado sublime, por así decirlo, para ser re­ relevante para la política democrática, y que los fi­
lósofos dedicados a esta política deberían atenerse
al tema de la justificación.
seres hum anos, más que en térm inos de relación con la reali­
dad no hum ana. Com o diré m ás adelante, se trata de una afir­
m ación con la cual A pel y H aberm as tienden a estar de acuer­
do, aunque piensan que m i cam ino para llevar a cabo este pro­
yecto llega dem asiado lejos. II. H aberm as y la razón comunicativa
4 La im portancia de lo sublim e p ara lo político es, desde lu e­
go, una cuestión en disputa entre lacanianos com o Z izek y sus
oponentes. Tom aría m ás que una nota estudiar sus argum en­
Con el fin de ubicar mi perspectiva dentro del
tos. Traté de ofrecer un fundam ento prelim inar para m i afir­ contexto de las controversias filosóficas contempo­
m ación sobre la irrelevancia en las págin as de Contingency, ráneas, empezaré con algunos comentarios sobre
Irony and Solidarity, donde analizo la diferencia entre la bú s­ Habermas. Habermas traza su célebre distinción
queda privada de lo sublim e y la búsqueda pública de una re­
entre razón centrada en el sujeto y razón comuni­
conciliación bella de intereses en conflicto. E n el presente con­
texto, quizá sea suficiente señalar que coincido con H aberm as
cativa en relación con su intento de separar lo que
en que la exaltación que hace F oucault de u na especie de reino es útil para la política democrática — según la no­
‘sublim e’, in expresable, im posible — que, de algún m odo, no ción filosófica tradicional de racionalidad— de lo
estuviera constituida por el poder— , le vuelve im posible reco­ que es inútil. Creo que incurre en un error táctico
nocer los logros de los reform adores liberales y, por ende, enca­
cuando trata de preservar la noción de incondicio-
rar una reflexión política seria sobre las posibilidades de las
dem ocracias con Estado de bienestar (véase The Philosophical
nalidad. Aunque pienso que Habermas está total­
Discourse ofModernity, págs. 290-1). mente en lo cierto cuando afirma que es preciso

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socializar y lingüistizar la noción de ‘razón’ median­ tras propias prácticas sociales en la definición de
te una perspectiva comunicativa,5 también conside­ algo universal e inevitable, porque es presupuesto
ro que debemos ir más lejos: es preciso naturalizar por prácticas de todos y cada uno de los usuarios
la razón abandonando su afirmación de que «los del lenguaje. Sería más franco y, por tanto, mejor
procesos fácticos de entendimiento mutuo llevan decir que la política democrática no puede apelar a
inscripto un momento de incondicionalidad».e esos presupuestos más de lo que puede hacerlo la
Habermas, como Putnam, cree que «la razón no política antidemocrática, pero no por ello es peor.
puede ser naturalizada».7 Ambos filósofos piensan Habermas está de acuerdo con la crítica que los
que es importante insistir en este punto con el fin posnietzscheanos han hecho del ‘logocentrismo’,
de evitar el ‘relativismo’, el cual, para ellos, pone la y específicamente con su negación de que «la fun­
política democrática en el mismo nivel de la políti­ ción lingüística que representa los estados de co­
ca totalitaria. Los dos consideran que es importan­ sas constituye un monopolio humano».8 Yo tam­
te decir que el primer tipo de política es más racio­ bién estoy de acuerdo, pero extendería esa crítica
nal que el segundo. No pienso que debamos decir­ del siguiente modo: sólo una atención exagerada a
lo, porque no creo que la noción de ‘racionalidad’ la enunciación de los hechos haría que uno pensa­
pueda ser ampliada hasta tal punto. ra que hubo una meta de la indagación llamada
En cambio, deberíamos admitir que no tene­
mos un fundamento neutral en el cual basamos
8 P h ilosoph ical D iscourse, pág. 311. En la pág. 312, Haber-
cuando defendemos esa política contra sus opo­ m as afirm a qu e la m a yor parte de la filosofía del lenguaje,
nentes. Si no lo admitimos, creo que podríamos fuera de la tradición de los «actos de habla» de A ustin-Searle, y
con justicia ser acusados de contrabandear nues­ en particu lar la «sem ántica de las condiciones de verdad» de
D onald D avidson , en carn a la típicam en te logocén trica «fija­
5 Si se lingüistiza la razón, diciendo, com o Sellars y D avid- ción en la función representativa de los hechos del lenguaje».
son, que no hay creencias ni deseos no lingüísticos, inm ediata­ P ien so qu e h ay u n a im p ortan te corrien te en la filosofía del
m ente se la socializa. Sellars y D avidson acordarían de buen lenguaje recien te que no m erece tal acusación, y que los tra­
grado con H aberm as en que «[N]o existe una razón pura que bajos posteriores de D avidson son un buen ejem plo de libertad
sólo a posteriori vistiera trajes lingüísticos. La razón, por su respecto de esa fijación. V éase, por ejem plo, la doctrina de D a­
propia naturaleza, está encarnada tanto en los plexos de ac­ vidson sobre la ‘triangulación’ en su «The Structure and Con­
ción com u nicativa com o en las estru ctu ras del m u n do de la ten í o f T ruth», doctrin a que contribuye a explicar por qué la
vida» (Philosophical D iscourse on M odernity, pág. 322). enunciación de los hechos y la com unicación no pueden ser se­
6 Philosophical D iscourse on M odernity, págs. 322-3. paradas. A nalizo esta doctrina m ás adelante. (En mi opinión,
7 Repliqué a la crítica de P utnam sobre m i perspectiva (en aceptar la hipótesis de D avidson vuelve innecesario postular
su ensayo de 1983 titu lado «W hy R eason C an ’t be N aturali- lo que H ab erm as llam a «‘m u n d os’ an álogos al m undo de los
zed») en m i «Solidarity or O bjectivity» (reeditado en Objectiv- hechos ( . . . ) para las relaciones interpersonales legítim am en­
ity, R elativism an d Truth). R epliqu é a u lteriores críticas de te regu lad as y para las experiencias su bjetivas que h ay que
Putnam (en su R ealism with a H um an F ace) en «Putnam and atribuir a cada h ablante» (ibid., pág. 313). Pero este desacuer­
the Relativist M enace», Journal o f Philosophy, septiem bre de do es un problem a lateral que no necesita m ayor exploración
1993. en el presen te contexto.)

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«verdad», además de la justificación. De manera tad de poder que se encamó en los nazis. Me gus­
más general, sólo una atención exagerada a la taría volverla atractiva llamándola ‘norteameri­
enunciación de los hechos haría que uno pensara cana’ e interpretándola como la idea común de
que la pretensión de validez universal es impor­ Emerson y Whitman, la idea de una nueva comu­
tante para la política democrática. Aún más gene­ nidad autocreada, unida no por el conocimiento de
ralmente, abandonar la idea logocéntrica de que el las mismas verdades, sino por compartir las mis­
conocimiento es una capacidad distintivamente mas generosas, inclusivistas, democráticas espe­
humana daría lugar a la idea de que la ciudadanía ranzas. La idea de autocreación comunal, de reali­
democrática se adecúa más a ese rol. Esta última zación de un sueño que no halla justificación en
es aquello por lo cual los seres humanos debemos pretensiones no condicionadas de validez univer­
estar más orgullosos y aquello que debemos poner sal, les suena sospechosa a Habermas y Apel, por­
en el centro de nuestra autoimagen. que la asocian naturalmente con Hitler. Les suena
Tal como veo las cosas, el intento de Habermas mejor a los norteamericanos, pues la asocian natu­
de redefinir ‘razón’ después de decidir que «el pa­ ralmente con Jefferson, Whitman y Dewey.11 La
radigma de la filosofía de la conciencia está agota­
do»9 — su intento de describir la razón como ‘comu­ 11 C onsidérese la crítica de H aberm as a Castoriadis: «no se
ve cóm o este dem iúrgico pon er en obra verdades históricas po­
nicativa’ por entero— es insuficientemente radi­
dría tran sform arse en el proyecto revolucionario propio de la
cal. Es una solución de compromiso entre pensar praxis de individuos autónom os, que actúan conscientem ente y
en términos de pretensiones de validez y pensar se realizan a sí m ism os» (Philosophical Discourse, pág. 318). La
en términos de prácticas justificatorias. Se queda historia de E stados U nidos de A m érica m uestra de qué modo
a mitad de camino entre la idea griega de que los puede lograrse esa transform ación. Apel y Haberm as tienden a
pensar que la Revolución Norteam ericana está firmem ente ba­
seres humanos son especiales porque pueden co­
sada en la clase de principios que pretenden validez universal,
nocer (mientras que los demás animales sólo pue­ que ellos aprueban y que Jefferson enum eró en la Declaración
den arreglárselas) y la idea de Dewey de que so­ de la In depen den cia (véase A pel, «Zu rück zur N orm alitát?»,
mos especiales porque podemos hacemos cargo de en Z erstóru n g d es m oralischen Selbstbew usstseins, pág. 117).
nuestra propia evolución, llevamos en direcciones Aceptaría que los Padres Fundadores fueron la clase de dem iur­
gos que C astoriadis tien e en m en te cuando habla de «la ins­
que ni en biología ni en historia tienen preceden­
titución del im aginario social». Lo que ahora pensam os como «el
tes ni justificación.10 pueblo norteam ericano», una com unidad de «individuos que ac­
Esta última idea puede llegar a sonar poco túan conscientem ente, autónom os, que se autorrealizan» consa­
atractiva si se la llama «nietzscheana» y se la in­ grados a esos principios, fue apareciendo gradualm ente (muy
terpreta como una forma de la despiadada volun­ gradualm ente; pregúntese si no a los afroam ericanos) durante
el proceso de cum plim iento de lo que im aginaron los Fundado­
9 Philosophical D iscourse, pág. 296. res. A sí, cuando H aberm as critica a Castoriadis por no recono­
10 Tal com o lo interpreto, D ew ey sim patizaría con el énfasis cer «ninguna razón para revolucionar la sociedad reificada, ex­
de Castoriadis en la im aginación, m ás que en la razón, com o cepto la resolu ción existencialista ‘porque qu erem os’», y pre­
motor del progreso moral. gunta «quién pu ede ser ese ‘nosotros’ de la voluntad radical»,

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moraleja que se debe extraer es, a mi juicio, que parezca deseable. Si se considera que esa descrip­
esta sugerencia es neutral entre Hitler y Jefferson. ción es mera ‘retórica’ y no un ‘argumento’, agre­
Si se pretenden principios neutrales a partir de garía que no es más retórica que el intento de mis
los cuales decidir entre Hitler y Jefferson, habrá oponentes de describir el discurso y la comunica­
que encontrar un modo de reemplazar las ocasio­ ción en términos que hacen que la democracia pa­
nales referencias de Jefferson a la ley natural y a rezca vinculada con la naturaleza intrínseca de la
verdades políticas autoevidentes por una versión humanidad.
más actualizada del racionalismo iluminista. Es­
te es el papel que Apel y Habermas le atribuyen a
la «ética del discurso». Únicamente si se ha aban­
donado la esperanza de tal neutralidad parecerá III. Verdad y justificación
atractiva la alternativa que sugerí. El abandono
de esa esperanza, a mi entender, debe decidírselo Hay muchos usos de la palabra Verdad’, pero el
— al menos en parte— evaluando el argumento de único que no puede ser eliminado de nuestra prác­
la autocontradicción performativa que está en el tica lingüística con relativa facilidad es el uso pre­
corazón de esa ética. cautorio.12 Es el uso que hacemos de la palabra
A mi entender, el argumento es débil y no con­ cuando contrastamos justificación y verdad y de­
vincente, pero no tengo sustitutos para ofrecer. Así cimos que una creencia puede estar justificada pe­
pues, me inclino a rechazar tanto la ética del dis­ ro no ser verdadera. Fuera de la filosofía, se recu­
curso como la idea misma de principios neutrales, rre a este uso precautorio para contrastar públicos
y a preguntarme qué podrían hacer los filósofos menos informados y públicos más informados, pú­
por la política democrática, aparte de tratar de blicos del pasado y públicos del futuro. En contex­
fundamentarla en principios. Mi respuesta es: tos no filosóficos, el fin de contrastar verdad y jus­
pueden bregar por el reemplazo del conocimiento tificación es, simplemente, recordarse a uno mis­
por la esperanza, por la idea de que lo importante mo que puede haber objeciones (que surjan de da­
para el ser humano es la capacidad de convertirse tos recientemente descubiertos, o de hipótesis ex­
en ciudadanos de la democracia plena que aún es­ plicativas más ingeniosas, o de un cambio en el vo­
tá por advenir, en lugar de la capacidad para cap­ cabulario empleado para describir los objetos en
tar la verdad. No es una cuestión de Letztbegründ- cuestión) que no se le han ocurrido a nadie toda­
ung, sino de volver a describir la humanidad y la vía. Hacemos esta especie de gesto hacia un futuro
historia en términos que hagan que la democracia
12 V éanse, acerca de este punto, las páginas iniciales de mi
«Pragm atism , D avidson and Truth», en Objectivity, Relativism
pienso que sería ju sto responder que, en 1776, el ‘nosotros’ re­ and Truth. Lo que allí llam o los usos ‘com o aval’ y ‘desentreco-
levante no era el pueblo norteam ericano, sino Jefferson y algu­ m illa dor’ de lo ‘verdadero’ pu ede ser fácilm ente parafraseado
nos de sus am igos, tan im aginativos com o él. en térm inos que no incluyan ‘verdadero’.

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impredecible cuando, por ejemplo, decimos que dad? Esta pretensión implica una ambigüedad en­
nuestras creencias morales y científicas de la ac­ tre la afirmación de que todos ellos desean justifi­
tualidad pueden parecerles tan primitivas a nues­ car sus creencias ante otros, aunque no necesaria­
tros descendientes remotos como las de los anti­ mente ante todos los demás seres humanos, y la
guos griegos nos parecen a nosotros. afirmación de que todos quieren que sus creencias
Mi premisa básica — solamente es posible tra­ sean verdaderas. La primera afirmación es inobje­
bajar por lo que se puede reconocer— es un corola­ table y la segunda dudosa, pues la única interpre­
rio del principio de James de que una diferencia tación alternativa que los pragmatistas podemos
debe entrañar diferencia en la práctica antes de dar a la segunda afirmación es que a todos los se­
que valga la pena discutirla. La única distinción res humanos les preocupa el peligro de que algún
entre verdad y justificación que establece tal dife­ día aparezca un público ante el cual alguna de sus
rencia es, en mi perspectiva, la distinción entre creencias justificadas en la actualidad no pueda
público antiguo y público nuevo. Así pues, tomo la justificarse.
apropiada actitud pragmatista hacia la verdad po­ Sin embargo, en primer lugar, el mero falibilis-
tencial: ya no es necesario tener una teoría filosófi­ mo no es lo que quieren los filósofos que esperan
ca sobre la naturaleza de la verdad, o el sentido de hacer que la noción de verdad sea relevante para
la palabra ‘verdad’, como tener una acerca de la la política democrática. En segundo lugar, tal fali-
naturaleza del peligro, o el sentido de la palabra bilismo no es, de hecho, una característica de todos
‘peligro’. La razón principal por la que tenemos en los seres humanos. Predomina mucho más entre
la lengua una palabra como ‘peligro’ es alertar a los habitantes de las sociedades ricas, seguras, to­
las personas, prevenirlas de que quizá no han con­ lerantes e inclusivistas que en otros medios. Se
siderado todas las consecuencias de la acción que trata de personas educadas para pensar que pue­
se proponen. Nosotros, los pragmatistas, pensa­ den estar equivocadas: que hay quienes pueden
mos que las creencias son hábitos de acción, en lu­ estar en desacuerdo con ellas, y cuyos desacuerdos
gar de intentos de correspondencia con la reali­ necesitan ser tomados en cuenta. Si se favorece la
dad, y vemos el uso precautorio de la palabra Ver­ política democrática, se querrá, desde luego, alen­
dadero’ como marca de una clase especial de peli­ tar el falibilismo. Pero hay otros caminos para ha­
gro. La usamos para recordamos que puede haber cerlo, además de insistir en la diferencia entre el
personas que en diferentes circunstancias — frente carácter condicionado de la justificación y el carác­
a públicos futuros— no sean capaces de justificar ter incondicionado de la verdad. Por ejemplo, se
la creencia que hemos justificado triunfalmente puede insistir en el triste hecho de que muchas co­
ante todos los públicos que hemos encontrado. munidades del pasado traicionaron sus propios in­
Dada esta visión pragmatista de la distinción tereses porque estaban demasiado seguras de sí
verdad-justificación, ¿qué sucede con la preten­ mismas, y no pudieron atender a las objeciones
sión de que todos los seres humanos desean la ver­ planteadas por los de afuera.

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Además, deberíamos distinguir entre falibilis- error por la descripción de las creencias como in­
mo y escepticismo filosófico. El falibilismo no tiene tentos de representar la realidad, y por la idea aso­
nada en particular que ver con la búsqueda de uni­ ciada de que la verdad es una cuestión de corres­
versalidad e incondicionalidad; el escepticismo, sí. pondencia con la realidad. Así pues, somos cohe­
Generalmente, no se entrará a la filosofía a menos rentistas.13 Pero los coherentistas estamos divi­
que se esté impresionado por la clase de escepticis­ didos en cuanto a qué es lo que se necesita decir so­
mo que se encuentra en las Meditaciones de Des­ bre la verdad, si es que hace falta decir algo. Pien­
cartes, la clase de escepticismo que dice que la me­ so que, una vez que se ha explicado la distinción
ra posibilidad de error acaba con toda pretensión entre justificación y verdad, y, por ende, entre jus-
de conocimiento. No muchas personas hallan in­ tificabilidad presente y futura, queda poco más
teresante esta clase de escepticismo, pero aquellas para decir. Mis colegas coherentistas —Apel, Ha-
que lo hacen se preguntan: ¿Hay algún modo de bermas y Putnam— consideran, como Peirce, que
aseguramos contra las creencias que pueden ser in­ hay mucho más para decir, y que decirlo es impor­
justificables para algún futuro público? ¿Hay algún tante para la política democrática.14
modo de asegurarnos de que tenemos creencias
justificables para todos y cada uno de los públicos? 13 Ser coherentista en este sentido no significa necesaria­
La pequeña minoría que encuentra interesan­ mente tener una teoría de la coherencia de la verdad. El repu­
dio de Davidson a esta etiqueta para su enfoque —etiqueta
tes estas preguntas está casi enteramente consti­
que él previamente había aceptado— es corolario de su afir­
tuida por profesores, y se divide en tres grupos. mación de que no puede haber definición del término «verda-
dero-en-L» para L variable. La visión actual de Davidson, con
1. Los escépticos como Stroud dicen que el ar­ la que acuerdo, es que «[N]o deberíamos decir que la verdad es
gumento cartesiano del sueño es irrefutable; para correspondencia, coherencia, asertibilidad garantizada, aser-
los escépticos, siempre hay un público —el futuro tibilidad idealmente justificada, lo que es aceptado en la con­
yo que ha despertado del sueño— que no quedará versación de la gente correcta, lo que la ciencia terminará por
satisfecho con ninguna justificación ofrecida por sostener, lo que explica la convergencia en teorías únicas en
ciencias, o el éxito de nuestras creencias comunes. En la medi­
nuestro yo presente y posiblemente soñador. da en que el realismo y el antirrealismo dependen de uno u
2. Los fundacionalistas como Chisholm dicen otro de estos enfoques de la verdad, tendríamos que negarnos
que, aunque ahora estemos soñando, no podemos a suscribir alguno» («The Structure and Content of Truth»,
estar equivocados respecto de ciertas creencias. Journal o f Philosophy, vol. 87, 1990, pág. 309).
3. Los coherentistas como Sellars dicen que «to­ 14 También Davidson piensa que hay más para decir, pero la
clase de cosas que él quiere decir es, tal como lo veo, irrele­
das nuestras creencias están disponibles, pero no vante para la política. En lo que sigue me inspiro en Davidson,
todas al mismo tiempo». pero postergo el análisis de la afirmación de la pág. 326 de
«The Structure and Content of Truth» acerca de que «la base
Los pragmatistas, influidos por las críticas de conceptual del entendimiento es una teoría de la verdad», en
Peirce a Descartes, pensamos que tanto los escép­ el sentido de una «teoría de la verdad» según la cual hay una
ticos como los fundacionalistas fueron inducidos al para cada lenguaje. Esta afirmación me parece distinta de la

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en los presupuestos del discurso. Todos concuer-
IV. «Validez universal» y «trascendencia
dan en que el motivo principal por el que la razón
del contexto» no puede ser naturalizada es que la razón es nor­
mativa y las normas no pueden naturalizarse. Sin
Putnam, Apel y Habermas toman de Peirce embargo, dicen, podemos dar cabida a la normati­
una idea que rechazo: la idea de convergencia en va sin volver a la idea tradicional de una función
la Verdad Única.15 En lugar de sostener esta idea de correspondencia con la naturaleza intrínseca
porque la realidad es Una, y la verdad se corres­ de la Realidad Unica. Lo hacemos atendiendo al
ponde con esa Realidad Unica, los peirceanos sos­ carácter universalista de los presupuestos ideali­
tienen que la idea de convergencia está contenida zantes del discurso. Esta estrategia tiene la venta­
ja de dejar a un lado las cuestiones metaéticas so­
que cito más adelante, acerca de que «la fuente última, tanto bre la existencia de una realidad moral a la cual
de la objetividad como de la comunicación», es lo que Davidson nuestros juicios morales podrían aspirar a corres­
llama ‘triangulación’. No estoy seguro de si hay un motivo, ponder, como nuestra ciencia física supuestamen­
aparte del respeto por la memoria de Tarski, para que una teo­ te corresponde a la realidad física.16
ría que codifica los resultados de esa triangulación deba ser Habermas dice que toda pretensión de validez
descripta como una teoría de la verdad, en lugar de la conduc­
ta de cierto grupo de seres humanos. tiene «un momento trascendente de validez uni­
15 Putnam ha repudiado algunas veces esta tesis de la con­ versal [que] hace estallar todo provincianismo»,
vergencia (véase Realism with a Human Face, pág. 171, sobre además de su rol estratégico en determinada dis­
Bemard Williams), pero (conforme lo sostengo en mi «Putnam cusión vinculada al contexto. Tal como lo veo, la
and the Relativist Menace») no creo que pueda conciliar este
única verdad en esta idea es que muchas preten­
repudio con su noción de «asertibilidad ideal». Tal como lo veo,
el único sentido en el cual la Verdad es Unica es que, si el pro­
siones de validez provienen de personas que esta­
ceso de desarrollo de nuevas teorías y nuevos vocabularios rían dispuestas a defender sus afirmaciones ante
está obstruido, y hay un acuerdo sobre los objetivos que una un público diferente de aquel al que se están diri­
creencia debe cumplir —esto es, sobre las necesidades que de­ giendo actualmente. (Desde luego, no todas las
ben satisfacer las acciones dictadas por esa creencia— , enton­ aserciones son de este tipo; los abogados, por ejem­
ces se desarrollará un consenso acerca de qué candidato de
una lista finita debe ser adoptado. Esta generalización socioló­
plo, son conscientes de que adaptan sus afirmacio­
gica, que está sujeta a numerosas y obvias restricciones, no de­ nes para adecuarse al contexto típico de una juris­
be ser confundida con un principio metafísico. El problema con prudencia en extremo local.) Pero la disposición a
la idea de convergencia al final de la indagación, de acuerdo tomar en consideración públicos nuevos y no fami-
con lo que han señalado muchos críticos (especialmente Mi-
chael Williams), radica en que resulta difícil imaginar una
16 «La razón comunicativa se extiende en todo el espectro de
época en la cual sería deseable dejar de desarrollar nuevas
pretensiones de validez: las pretensiones de verdad proposi-
teorías y nuevos vocabularios. Según ha observado Davidson,
cional, sinceridad y corrección normativa» (Habermas, Be-
el argumento de la «falacia naturalista» de Putnam se aplica
tween Facts and Norms, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1996,
tanto a su teoría de la «aceptabilidad ideal» como a cualquier
pág. 5).
otra teoría de la verdad.

24 25
liares es una cosa, y hacer estallar el provincianis­ un análogo que puede parecer más relevante en la
mo es otra. práctica. Este análogo es lo que él llama «la ten­
La doctrina de Habermas sobre un «momento sión entre la facticidad y la validez». Habermas
trascendente» me parece que reúne una loable dis­ considera que esta tensión es un problema filosófi­
posición a intentar algo nuevo y una fanfarronada. co central, y dice que es responsable de muchas de
Decir: «Trataré de defender esto contra todos» es a las dificultades que se presentan al teorizar la po­
menudo, dependiendo de las circunstancias, una lítica democrática.17 Piensa que un rasgo distin­
actitud loable. Empero, decir: «Puedo defender con tivo y valioso de su teoría de la acción comunica­
éxito esto contra todos» es tonto. Tal vez podamos, tiva es que «ya absorbe la tensión entre facticidad
pero no estaremos en posición de pretenderlo más y validez en sus conceptos fundamentales».18 Lo
de lo que el campeón de pueblo puede pretender hace al distinguir entre el uso ‘estratégico’ del dis­
que le ganará al campeón mundial. La única clase curso y el «uso del lenguaje orientado a alcanzar el
de situación donde estaríamos en posición de decir entendimiento».19 Esta última distinción puede
lo segundo es aquella en que las reglas del juego ar­ parecer la que estamos buscando: aquella que nos
gumentativo están acordadas de antemano —co­ permite interpretar la distinción entre dependen­
mo en la matemática ‘normal’ (opuesta a la ‘revo­ cia del contexto y universalidad de una manera
lucionaria’), por ejemplo— . Pero en la mayoría de que tenga consecuencias en la práctica.
los casos, incluyendo las afirmaciones morales y Tal como veo las cosas, sin embargo, la distin­
políticas en las que Habermas está tan interesado, ción entre el uso estratégico y el uso no estratégico
no hay tales reglas. La noción de dependencia del del lenguaje es apenas la distinción entre los casos
contexto tiene un claro sentido en los casos men­ en los cuales lo único que nos importa es convencer
cionados —en los tribunales provinciales y en los a los demás y aquellos en los cuales esperamos
juegos de lenguaje, como la matemática normal, aprender algo. En este último conjunto de casos,
que están regulados por convenciones claras y ex­ estamos dispuestos a deponer nuestras opiniones
plícitas—. Para la mayoría de las aserciones, sin presentes si oímos algo mejor. Estos casos son dos
embargo, ni la dependencia del contexto ni la ‘va­ extremos de un espectro, en uno de los cuales usa­
lidez universal’ tienen sentido. Para aserciones remos cualquier truco sucio (mentir, omissio veri,
como «Clinton es el mejor candidato», «Alejandro suggestio falsi, etc.) para convencer. En el otro ex­
es anterior a César», «El oro es insoluble en ácido tremo, les hablamos a los demás como nos habla­
clorhídrico», es difícil ver por qué tendría que pre­ mos a nosotros mismos cuando estamos más có­
guntarme: «Mi afirmación, ¿es universal o depende modos, cuando somos más reflexivos y más curio-
del contexto?». En la práctica, no hay diferencias
cuando se opta por una alternativa o la otra.
17 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 6.
Respecto de esta distinción entre lo dependien­
18 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 8.
te del contexto y lo universal, Habermas plantea 19 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 8.

26 27
sos. La mayor parte del tiempo estamos en algún nomos-physis nos parecen, a los deweyanos como
lugar entre ambos extremos. yo, remanentes de la obsesión de Platón con la cla­
Mi problema es que no veo que los dos extremos se de certeza encontrada en las matemáticas y,
tengan algo en particular que ver con la distinción más generalmente, con la idea de que lo universal,
entre dependencia del contexto y universalidad. por ser de alguna manera eterno e incondicionado,
«La pura búsqueda de la verdad» es un nombre proporciona en cierto modo un escape de lo que es
tradicional para la clase de conversación que tiene particular, temporal y condicionado.
lugar en uno de los extremos de este espectro. Pero A mi entender, en este pasaje, Habermas está
no veo cómo esa clase de conversación se relaciona utilizando la expresión «prácticas de justificación
con la universalidad o con la incondicionalidad. Es orientadas a las pretensiones de verdad» para re­
«no estratégica» en el sentido de que esas conver­ ferirse al extremo más agradable del espectro que
saciones presuponen algo que no está presupuesto describí anteriormente. Pero, desde mi punto de
en las aserciones que hago cuando estoy en el otro vista, la verdad no tiene nada que ver con ello. Es­
extremo del espectro. tas prácticas no trascienden la convención social.
Sin embargo, Habermas piensa que, a menos Antes bien, están reguladas por ciertas convencio­
que reconozcamos que «las pretensiones de vali­ nes sociales particulares: las de una sociedad aún
dez planteadas hic et nunc y que apuntan al reco­ más democrática, tolerante, acomodada, rica y di­
nocimiento o la aceptación intersubjetivos pue­ versa que la nuestra —una en la cual el inclusivis-
den, al mismo tiempo, superar los estándares loca­ mo esté inscripto en el sentido de identidad moral
les para adoptar las posiciones sí/no», no veremos de cada uno— . Estas son también las convencio­
que «este momento trascendente, por sí solo, dis­ nes de ciertas partes afortunadas de la sociedad
tingue las prácticas de justificación orientadas a contemporánea; por ejemplo, los seminarios en la
las pretensiones de verdad de otras prácticas que universidad, los campamentos de verano para in­
están reguladas únicamente por la convención so­ telectuales, entre otras.21
cial».20 Este pasaje es un buen ejemplo de lo que Tal vez la diferencia de mayor envergadura en­
me parece el indeseable compromiso de Habermas tre Habermas y yo es que los pragmatistas como
con la distinción logocéntrica entre opinión y cono­ yo simpatizamos con los pensadores antimetafísi-
cimiento —una distinción entre la mera obedien­ cos, ‘posmodemos’, que él critica cuando sugieren
cia a nomoi, aun el tipo de nomoi que podría en­ que la idea de una distinción entre práctica social
contrarse en una sociedad democrática utópica, y y lo que trasciende esa práctica es un remanente
la clase de relación physei con la realidad que pro­ indeseable del logocentrismo. Foucault y Dewey
porciona la aprehensión de la verdad— . Tanto la pueden estar de acuerdo en que, sea o no una cues-
distinción entre opinión-conocimiento como entre
21 Por razones davidsonianas, preferiría la voz ‘prácticas’ a
20 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 15, ‘convenciones’, pero aquí las trataré como si fueran sinónimos.

28 29
tión de ‘poder’, la indagación nunca trasciende la gumentación justificando esa pretensión de vali­
práctica social. Ambos dirían que lo único que tras­ dez».22
ciende una práctica social es otra práctica social, Pero, ¿qué sucede con alguien consternado (co­
así como lo único que puede trascender al público mo lo son muchos administradores de universida­
actual es un público futuro. Del mismo modo, lo des norteamericanas) por las convenciones socia­
único que puede trascender una estrategia discur­ les de las mejores partes de las mejores universi­
siva es otra estrategia discursiva, que apunte a ob­ dades —lugares donde aun las afirmaciones más
jetivos diferentes y mejores. Pero, dado que no sé paradójicas y poco prometedoras son seriamente
cómo se apunta a ello, no creo que la Verdad’ de­ discutidas, y en los cuales las feministas, los ateos,
signe esas metas. Y no me parece que pueda ser de los homosexuales, los negros, etc., son tomados se­
ayuda agregar Verdad’ o ‘universalidad’ o ‘incon- riamente como iguales morales y compañeros con­
dicionalidad’ a nuestra lista de metas, pues no veo versacionales—? Según la perspectiva de Haber-
qué podríamos hacer diferente si recurriéramos a mas, esa persona estaría contradiciéndose si ofre­
tales agregados. ciera argumentos a los efectos de que esas conven­
En este punto, puede parecer que la diferencia ciones fueran reemplazadas por otras, más exclu­
entre Habermas y yo no tiene consecuencias en la sivistas. En contraste, no puedo decir que el admi­
práctica: ambos tenemos las mismas utopías en nistrador de mente estrecha esté contradiciéndose
mente, y ambos nos comprometemos en el mismo a sí mismo. Sólo puedo intentar convencerlo de
tipo de política democrática. Entonces, ¿por qué que tenga mayor tolerancia con los habituales me­
perder tiempo discutiendo sobre si de las prácticas dios indirectos: dando ejemplos de las presentes
de comunicación utópicas debe decirse que están o obviedades que fueron alguna vez paradojas, de
no «orientadas a la verdad»? La respuesta es que las contribuciones a la cultura hechas por ateas
Habermas considera que esto tiene consecuencias lesbianas negras, entre otros 23
prácticas, porque logra hacer un movimiento ar­ La gran pregunta es si alguien ha sido alguna
gumentativo que no es franco para mí: logra acu­ vez convencido por la acusación de autocontradic­
sar a sus oponentes de autocontradicción perfor- ción performativa. No creo que haya muchos ejem­
mativa. Habermas piensa que «el discurso univer­ plos claros de tal acusación que puedan tomarse
sal de una comunidad interpretativa ilimitada» es en serio. Si a un fanático del tipo que describí le de­
«inevitablemente asumido» por cualquiera que en­ cimos que está comprometido a hacer afirmacio­
tre en la discusión, incluso por mí. Sostiene: «Aun nes de validez que superen el contexto, a apuntar
si estos presupuestos tienen un contenido ideal
que sólo puede ser satisfecho aproximadamente, 22 Habermas, Between Facts and Norms, pág. 16.
todos los participantes deben aceptarlos de fado 23 No estoy seguro de si, cuando lo hago, Apel y Habermas
siempre que afirmen o nieguen de algún modo la continuarían considerando que estoy argumentando o que he
abandonado la argumentación y he caído nuevamente en la
verdad de un enunciado y quieran entrar en la ar­
orientación estratégica de la sensibilidad.

30 31
a la verdad, probablemente esté de acuerdo en que todos como las expresiones ‘libertad académica’ o
eso es exactamente lo que está haciendo. Si se le ‘moralidad’, o ‘perverso’, ni cómo el coherentismo
dice que no puede hacer esas afirmaciones y se­ antifundacionalista que Habermas y yo compar­
guir rechazando las paradojas o las personas que timos puede dar cabida a un interruptor de la con­
quiere rechazar, probablemente no entienda el versación no recontextualizable, no relativizable,
planteo. Dirá que las personas que alegan seme­ llamado «autocontradicción performativa». Lo que
jantes paradojas están demasiado locas como para el fanático y yo hacemos, y pienso que tendríamos
discutir con ellas o acerca de ellas, que las mujeres que hacer, cuando nos dicen que hemos violado un
tienen una visión distorsionada de la realidad, o presupuesto de la comunicación, es regatear acer­
algo similar. Pensará que tomar esas paradojas y ca del significado de los términos utilizados al afir­
esas personas seriamente es irracional o inmoral, mar el presupuesto —términos tales como Verda­
o ambas cosas.24 dero’, ‘argumento’, ‘razón’, ‘comunicación’, ‘domina­
No puedo ver gran diferencia entre la reacción ción’, etc.— . 25
del fanático ante mí y Habermas, y mi reacción y Con suerte, este regateo derivará en una con­
la de Habermas ante él. No puedo ver que la «ra­ versación mutuamente beneficiosa sobre nuestras
zón comunicativa» favorezca nuestras reacciones respectivas utopías —nuestras respectivas ideas
en lugar de las de él. Esto es así pues no veo por acerca de cómo sería una sociedad ideal, que auto­
qué el término ‘razón’ no está tan disponible para riza a un público idealmente competente— . Pero
esta conversación no terminará con la reticente
24 Los duelistas solían decir que algunas personas no eran aceptación del fanático de que se ha enredado en
satisfaktionsfahig: uno no debía aceptar si era desafiado por una contradicción. Aun cuando, mirabile dictu, lo­
ellas. Necesitamos algunas nociones análogas —para descri­ gremos convencerlo de la validez de nuestra uto­
bir a las personas cuyas demandas de justificación tenemos de­
recho a rechazar—. La clase de fanático exclusivista que tengo
pía, su reacción será lamentar su previa falta de
en mente no piensa que sus propias afirmaciones requieran curiosidad e imaginación, antes que lamentar su
justificación por parte de la clase equivocada de personas. fracaso en percibir sus propios presupuestos.
Pero el fanático no es la única persona que necesita invocar
una noción como Rechtfertigungsempfanglichkeit. Ninguno de
nosotros toma a esos públicos seriamente; todos rechazamos
demandas de justificación de determinados públicos por consi­
derarlas una pérdida de tiempo. (Piénsese en el cirujano que
se niega a justificar su procedimiento ante los cientistas cris­ 25 El fanático puede no saber cómo hacerlo, pero entonces
tianos, o ante los médicos chinos que prefieren confiar en la las convenciones locales que Habermas y yo compartimos su­
acupuntura y la moxibustión.) La gran diferencia entre noso­ gieren que nosotros, los filósofos, debemos intervenir y ayu­
tros y el fanático, como sostendré más adelante, es que él pien­ darlo — ayudarlo a construir significados para esos términos
sa que cuestiones no discursivas como la herencia racial son lo que se incorporarán en su perspectiva exclusivista, así como
importante en este contexto, mientras que nosotros pensamos mi perspectiva inclusivista y la de Habermas están incorpora­
que solamente importan las creencias y los deseos. das en nuestro uso de esos términos— .

32 33
V. Independencia del contexto Wellmer, quien, como yo, rechaza el convergentis-
sin convergencia: la perspectiva mo que Habermas y Apel comparten con Putnam,
de Albrecht Wellmer acepta, sin embargo, que nuestras pretensiones de
verdad «trascienden el contexto —el contexto local
Concuerdo con Apel y Habermas en que Peirce o cultural— en el cual son planteadas».27 Opone
estaba en lo cierto cuando nos decía que hablára­ esta afirmación a mi propio etnocentrismo, e inter­
mos sobre el discurso y no sobre la conciencia, pero preta este último como negador de ciertas cosas
considero que el único ideal presupuesto por el que él considera importante afirmar; en particu­
discurso es el de ser capaz de justificar nuestras lar, que «los argumentos para sostener y desarro­
creencias ante un público competente. Como cohe- llar críticamente los principios y las instituciones
rentista, pienso que si podemos lograr el acuerdo de las democracias liberales» son ‘buenos argu­
de otros miembros de ese público acerca de lo que mentos’,28 aunque no convenzan a todos.
Mi problema con Wellmer, Apel y Habermas es
debe hacerse, entonces, no tendremos que preocu­
que no veo cuál podría ser la fuerza pragmática de
pamos por la relación con la realidad. Pero todo
decir que un argumento que, como la mayoría de
depende de lo que constituye un público competen­
los demás argumentos, convence a determinadas
te. A diferencia de Apel y Habermas, la moraleja
personas y no a otras, es un «buen argumento». Se
que extraigo de Peirce es que los filósofos que esta­
mos involucrados en la política democrática debe­ parece a decir que una herramienta que, como to­
ríamos dejar en paz la verdad como tópico sublime das las herramientas, es útil para determinados
e indiscutible, y volvemos, antes bien, a la cues­ propósitos pero no para otros, es una buena herra­
tión de cómo persuadir a las personas para que mienta. Imagínese al cirujano diciendo, después
de un infructuoso intento de cavar un túnel con un
sean más amplios el público que consideran com­
petente y la comunidad de justificación que consi­ bisturí para escapar de su celda en prisión: «Y, sin
embargo, es una buena herramienta». Luego, ima­
deran relevante. Este proyecto no solamente es
relevante para la política democrática: es en gran gíneselo diciendo, después de tratar infructuosa-
medida política democrática.
que sólo se plantea entre los representacionalistas, quienes
Apel y Habermas piensan que el pedido de ma-
piensan que para ‘volver’ verdad los juicios veritativos tiene
ximizar el tamaño de esa comunidad ya está in­ que haber un objeto. Los no representacionalistas como Da­
cluido, por así decirlo, en la acción comunicativa. vidson y como yo, y aun los cuasi-representacionalistas como
Es el valor efectivo de su afirmación de que toda Putnam, estamos perfectamente satisfechos de pensar que «El
aserción pretende validez universal.26 Albrecht amor es mejor que el odio» tiene tantos méritos para el valor
de verdad como «La energía siempre es igual a la masa por la
velocidad de la luz al cuadrado».
26 La finalidad de hablar sobre validez universal, en lugar 27Albrecht Wellmer, Endgames: the Irreconcilable Nature of
de hablar sobre la verdad, parece ser evitar la pregunta acerca Modernity, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1998, pág. 150.
de si los juicios éticos y estéticos tienen valor de verdad. Duda 28 Endgames, pág. 151.

34 35
mente de convencer a sus guardias de que lo dejen genstein, cuál es la finalidad de la pregunta. ¿Está
escapar para que él pueda reasumir su posición cuestionando mi sinceridad? ¿Está expresando
como líder de la resistencia: «Sin embargo, eran incredulidad acerca de mi habilidad para ofrecer
buenos argumentos». las razones de mi creencia? Puedo tratar de en­
Mi problema se agudiza cuando me pregunto si derezar las cosas pidiéndole que explique por qué
mis pretensiones de verdad «trascienden mi con­ pregunta. Pero si responde: «Simplemente quería
texto cultural local». No tengo una idea clara sobre estar seguro de que estabas haciendo una afirma­
si lo hacen o no, porque no puedo ver qué significa ción que trasciende el contexto», quedaré perplejo.
«trascendencia» en este caso. No puedo siquiera ¿Acerca de qué quiere estar seguro, exactamente?
ver cuál es la finalidad de considerar que mi aser­ ¿Cómo sería para mí hacer una aserción depen­
ción «tiene una pretensión de verdad». Cuando diente del contexto? Desde luego, en el sentido tri­
creo que p, y expreso esta creencia afirmándola en vial de que una aserción no siempre puede ser
el curso de la conversación, ¿estoy formulando una oportuna, todas las aserciones son dependientes
pretensión? ¿Cuál es la fuerza de decir que sí? De­ del contexto. Pero, ¿qué significaría para la propo­
cirlo, ¿qué puede agregar a decir que estoy (en tér­ sición afirmada ser dependiente del contexto, a
minos de Peirce) informando a mi interlocutor diferencia del acto de habla que es dependiente del
acerca de mis hábitos de acción, dándole algunas contexto?
pistas sobre cómo predecir y controlar mi futura No estoy seguro sobre el modo en que personas
conducta conversacional y no conversacional? De­ como Habermas y Wellmer, que se han entregado
pendiendo de la situación vigente, también puedo a las teorías de la correspondencia con la verdad y,
invitarlo a estar en desacuerdo conmigo y a infor­ consecuentemente, no pueden distinguir entre
marme acerca de sus diferentes hábitos de acción, una afirmación para referir un hábito de acción y
sugerirle que estoy preparado para dar razones de una afirmación para representar la realidad, pue­
mi creencia, que estoy tratando de darle una bue­ den trazar esta distinción entre dependencia del
na impresión, y mil cosas más. Como nos recuerda contexto e independencia del contexto. Mi mejor
Austin, hacemos muchas cosas al emitir una aser­ conjetura es que, según palabras de Wellmer, creen
ción. Todas ellas componen el toma y daca entre el que «cada vez que planteamos una pretensión de
interlocutor y yo. Este toma y daca consiste, grosso verdad sobre la base de lo que consideramos buenos
modo, en ajustar recíprocamente nuestras con­ argumentos o pruebas concluyentes, tomamos las
ductas, en coordinarlas estratégicamente de ma­ condiciones epistémicas que prevalecen aquí y
nera que puedan llegar a ser mutuamente benefi­ ahora como ideales, en el sentido de que presupo­
ciosas. nemos que en el futuro no aparecerá ningún argu­
Desde luego, si alguien me pregunta, después mento o prueba que ponga en duda nuestra afir­
de haber afirmado p, si creo que p es verdadero, mación». O, como también lo expresa Wellmer,
siempre diré «Sí». Pero me preguntaré, con Witt- «confiar en razones o pruebas como medios conclu-

36 37
sivos que excluyen la posibilidad de que se de­ de «redescripción de la persona A en términos de
muestre que son equivocadas en el transcurso del la persona B». Si A puede explicar en sus propios
tiempo».29 términos qué está haciendo y por qué lo hace, ¿qué
Si esto es lo que constituye una pretensión de derecho tiene B para seguir diciendo: «No, lo que A
verdad que trasciende el contexto, entonces, nun­ realmente está haciendo e s . ..»? En este caso, los
ca he planteado ninguna. No sabría cómo excluir deweyanos pensamos que tenemos un medio muy
la posibilidad que Wellmer describe. Ni tampoco bueno para describir nuestra propia conducta
sabría cómo presuponer que en el futuro no apare­ —conducta que Habermas aprueba— de modo de
cerá ningún argumento ni prueba que pueda arro­ evitar expresiones como ‘universal’, ‘incondicional’
jar dudas sobre mi creencia. Confiando una vez y ‘trascendencia’.
más en el principio pragmatista fundamental de Me parece que está en el espíritu de la crítica de
que cualquier distinción tiene que establecer dife­ Peirce a la «duda imaginaria» de Descartes plan­
rencias en la práctica, quiero saber si ese ‘excluir’ tear la pregunta sobre si no estamos lidiando aquí
y ese ‘presuponer’ son cosas que puedo decidir ha­ con una «trascendencia imaginaria» —una especie
cer o no hacer. Si lo son, quiero saber más sobre có­ de respuesta imaginaria a una duda igualmente
mo tengo que proceder. De lo contrario, me pare­ irreal— . La duda real, afirma Peirce, se produce
cen vacíos. cuando se encara alguna dificultad concreta al ac­
Puedo explicarme de otra manera y preguntar: tuar de acuerdo con el hábito que es esa creencia.
¿Cuál es la diferencia entre un metafísico, compro­ (Tal dificultad puede ser, por ejemplo, tener que
metido con una teoría de la verdad como corres­ dejar de creer en alguna proposición relevante pe­
pondencia, que me dice que, lo sepa o no, lo admita ro conflictiva.) Diría que la trascendencia real ocu­
o no, mis aserciones equivalen, automáticamen­ rre cuando digo: «Estoy preparado para justificar
te, de grado o no, a una pretensión de representar la esta creencia no sólo ante las personas que com­
realidad de manera exacta, y mis colegas peircea- parten las siguientes premisas conmigo, sino ante
nos, que me dicen que, automáticamente, lo quie­ muchas otras que no comparten esas premisas pe­
ra o no, mis aserciones equivalen a una exclusión ro sí comparten ciertas otras».30 La pregunta acer-
de posibilidades, o a una presuposición acerca de
lo que persistirá en el futuro? En ambos casos, se 30 Considérese a un abogado que les dice a sus clientes, fun­
cionarios de una corporación multinacional: «Me temo que mi
me dice que presupongo algo que, aun después de dictamen se basa en una aberración del Código Napoleón. Así
considerable reflexión, no pienso que crea. Pero la que, aunque en Francia, Costa de Marfil y Luisiana tengamos
noción de ‘presuposición’, cuando se extiende a las un caso ganador, no puedo hacer nada por ustedes en los tri­
creencias que quien presupone niega categórica­ bunales de, por ejemplo, Gran Bretaña, Alemania, Ghana o
mente, se vuelve difícil de distinguir de la noción Massachusetts». Sus clientes consultarán a otro abogado, me­
jor, que les diga: «Puedo trascender eso; tengo un argumento
que funcionará en los tribunales de todos los países, excepto
29 Endgames, pág. 142. Japón y Brunei».

38 39
esta distinción determinar una diferencia en la
ca de si estoy preparado es una cuestión práctica y
práctica?
concreta, cuya respuesta determino, por ejemplo,
Concluyo que el camino de Wellmer para dis­
a través de la previsión imaginativa de las res­
tinguir entre afirmaciones dependientes del con­
puestas de otros diversos públicos a mi aserción p,
texto y afirmaciones independientes del contexto
y mi conducta subsiguiente.
no puede ser plausible, al menos para los pragma­
Pero esos experimentos sobre la imaginación,
tistas. Dado que no puedo pensar en un camino me­
obviamente, tienen límites. No puedo imaginarme
jor, considero que deberíamos preguntar por qué
defendiendo mi aserción ante cualquier público
Wellmer, Apel y Habermas piensan que vale la
posible. En primer lugar, habitualmente puedo
pena establecer esa distinción. La respuesta obvia
pensar en el público respecto del cual será inútil
es que quieren evitar el ‘relativismo’ que supues­
tratar de justificar mi creencia. (Tratar de defen­
tamente entraña el contextualismo. Vuelvo ahora,
der creencias sobre la justicia ante Atila, o sobre
pues, hacia lo que Wellmer llama «la antinomia de
trigonometría ante niños de tres años.) En segun­
la verdad»32, la colisión entre intuiciones relativis­
do lugar, ningún buen pragmatista usaría nunca
tas y absolutistas.
la expresión «todo posible...». Los pragmatistas
no saben cómo imaginar o descubrir los límites de
la posibilidad. Por cierto, no podemos figuramos
cuál podría ser el sentido de intentar tales haza­
VI. ¿Deben los pragmatistas ser relativistas?
ñas. ¿Bajo qué circunstancias concretas sería im­
portante considerar la diferencia entre «todo X en
el que puedo pensar» y «todo X»?31 ¿Cómo podría En el comienzo de su «Truth, Contingency and
Modemity»», Wellmer escribe lo siguiente:
31 Esta pregunta retórica puede ser contestada diciendo: es
importante en matemáticas. En matemáticas no sólo estamos «Si hay un desacuerdo irresoluble acerca de la po­
diciendo que todos los triángulos euclidianos trazados hasta sibilidad de justificar las pretensiones de verdad,
ahora tienen ángulos interiores que suman 180 grados, sino
acerca de los estándares de argumentación o del
que ese es el caso para todos los triángulos. Pero, como nos lo
recuerda Wittgenstein en Remarks on the Foundations ofMa- apoyo de la prueba, por ejemplo, entre miembros
thematics, el valor efectivo de esta afirmación en el examen del de diferentes comunidades lingüísticas, científicas
reino de las posibilidades consiste apenas en que uno no trata­ o culturales, ¿puedo seguir suponiendo que hay
rá de justificar determinadas afirmaciones ante determinadas —en algún lugar— estándares correctos, criterios
personas: no se discute sobre geometría euclidiana con per­
acertados', en resumen, que hay una verdad ob­
sonas que intentan descubrir la cuadratura del círculo. Una
vez que, siguiendo a Quine y el último Wittgenstein, abando­ jetiva al respecto? ¿O debería más bien pensar que
namos las distinciones sintético-analítico y lenguaje-hecho, no la verdad es ‘relativa’ a las culturas, lenguajes, co-
podemos estar tan cómodos con la distinción entre «todo posi­
ble X» y «todos los posibles X hasta el presente» como lo estuvi­ 32 Endgames, pág. 138.
mos otrora.

41
40

L
munidades, o aun a las personas? Mientras el re­ cibles (público futuro, dilemas morales futuros,
lativismo (la segunda alternativa) parece ser in­ etc.), entonces, no tiene demasiado sentido pre­
consistente, el absolutismo (la primera) parece im­ guntar si la justificación lleva o no a la verdad. La
plicar postulados metafísicos. Llamaré a esto la justificación ante públicos más amplios entraña un
antinomia de la verdad. En las décadas recientes riesgo cada vez menor de refutación y, por tanto,
se ha desarrollado un abundante trabajo filosófico una necesidad cada vez menor de advertencia. («Si
de importancia para resolver esta antinomia de la los convencí a ellos», nos decimos con frecuencia,
verdad, tanto buscando mostrar que el absolutis­ «tendría que ser capaz de convencer a cualquie­
mo no necesita ser metafíisico como buscando mos­ ra».) Pero uno sólo diría que tal cosa conduce a la
trar que la crítica al absolutismo no conduce al re­ verdad si pudiera de algún modo proyectarse de lo
lativismo».33 condicionado a lo incondicionado —desde todos los
imaginables hasta todos los posibles públicos— .
Mi problema con la antinomia de Wellmar es Esta proyección tiene sentido si uno cree en la
que no pienso que negar la existencia de «estánda­ convergencia, pues, para esta creencia, el espacio
res correctos» conduzca a nadie a decir que la ver­ de las razones es finito y estructurado, de modo
dad (opuesta a la justificación) es ‘relativa’ a algo. que, cuanto más amplio es el público satisfecho,
Según lo veo, nadie creería que la crítica del abso­ mayor cantidad de elementos de un conjunto finito
lutismo conduce al relativismo, a menos que pen­ de posibles objeciones quedan eliminados. Uno se
sara que la única razón para justificar nuestras sentirá alentado a ver el espacio de las razones de
creencias ante los otros es que tal justificación ha­ esta manera si es representacionalista, porque ve­
ce más verosímil la veracidad de estas. rá la realidad (o, al menos, la porción espacio-tem­
En otro lugar sostuve que no hay razón para poral de ella relevante para la mayoría de las preo­
pensar que esa justificación aumenta la verosimi­ cupaciones humanas) como finita y como si nos sa­
litud.34 Empero, no pienso que esto sea motivo de cara constantemente del error y nos llevara a la
preocupación, pues no creo que la práctica de justi­ verdad, desalentando las representaciones impre­
ficar nuestras creencias requiera justificación. Si cisas de ella y, por ende, produciendo representa­
estoy en lo cierto cuando digo que la única función ciones cada vez más precisas.35 Pero si uno no to­
indispensable de la palabra ‘verdadero’ (o cual­ ma el conocimiento como la representación pre-
quier otro término normativo indefinible, como
‘bueno’ o ‘correcto’) es alertar, prevenir, contra el 35 Esta metáfora de ser empujado hacia las verdades por ob­
peligro como un gesto hacia situaciones imprede- jetos suena menos plausible en la ética y la estética que en la
física. Es por ello que los representacionalistas suelen ser ‘an­
tirrealistas’ respecto de las primeras, y a menudo se reservan
33 Endgames, págs. 137-8. la noción de hacedores de verdad para las partículas elemen­
34 Véase «Is Truth a Goal of Inquiry?: Donald Davidson ver­ tales, que parecen disparadores más plausibles que los valores
sus Crispin Wright», reeditado en mi Truth and Progress. morales o estéticos.

42 43
cisa de la realidad, ni la verdad como correspon­ racionalidad — en todos los sentidos relevantes de
dencia con la realidad, entonces, es más difícil ser la palabra— no puede terminar en la frontera de
convergentista, y más difícil pensar que el espacio juegos de lenguaje cerrados (dado que no existe tal
de las razones es finito y estructurado. cosa)».38
Wellmer quiere, me parece, proyectarse desde Nuestro desacuerdo comienza cuando, después
lo condicionado (nuestras diversas experiencias de un punto y coma, Wellmer termina su oración
exitosas en la justificación de nuestras creencias) diciendo: «pero, luego, la contextualidad etnocén-
a lo incondicionado (la verdad). La gran diferencia trica de toda argumentación es perfectamente
entre Wellmer y yo es que pienso que la respuesta compatible con pretensiones de verdad que tras­
a su pregunta: «¿Nuestros principios democráticos cienden el contexto —el contexto local o cultural—
y liberales definen sólo uno de los posibles juegos en el cual son planteadas y en el cual pueden ser
de lenguaje entre otros?» es un «Sí» categórico. justificadas». Yo habría terminado esa misma ora­
Wellmer, sin embargo, dice que «un ‘No’ moderado ción diciendo: «pero, luego, la contextualidad etno-
puede justificarse, y por justificación entiendo céntrica de toda argumentación es perfectamente
aquí no la justificación para nosotros, sino una jus­ compatible con la afirmación de que una sociedad
tificación, punto».36 liberal y democrática puede reunir, incluir, todo ti­
Tal como lo veo, la idea misma de «justificación, po de ethnoi diversos». No veo forma de llegar de la
punto» compromete a Wellmer con la tesis de que premisa de que no hay cosas tales como estánda­
el espacio lógico de las razones es finito y estructu­ res de argumentos mutuamente ininteligibles a la
rado. Por ende, lo instaría a abandonar la última conclusión de que las afirmaciones de las socieda­
tesis por las mismas razones que abandonó el con- des democráticas son «trascendentes al contexto».
vergentismo de Apel y Habermas. Pero, curiosa­ Este es un modo de resumir la diferencia entre
mente, estas razones son casi las mismas que pro­ Wellmer y yo: coincidimos en que una de las razo­
porciona para dar el «‘No’ moderado». Su argu­ nes para preferir las democracias es que nos per­
mento central en defensa de esta respuesta es uno miten construir contextos de discusión siempre
que acepto vivamente, a saber: que la idea misma mayores y mejores. Pero me detengo allí, y Well­
de juegos de lenguaje incompatibles, y quizá recí­ mer sigue. Agrega que esta razón no es únicamen­
procamente ininteligibles, es una ficción inútil, y te una justificación de la democracia para noso­
que, en los casos reales, los representantes de dife­ tros, sino «una justificación, punto». Piensa que
rentes tradiciones y culturas siempre pueden en­ «los principios democráticos y liberales de la mo­
contrar un camino para debatir sus diferencias.37 dernidad», «contra lo que piensa Rorty», deberían
Concuerdo enteramente con Wellmer en que «la ser «comprendidos en un sentido universalista».39
36 Endgames, pág. 148.
37 Esto es lo que señala Davidson en «The Very Idea of a 38 Endgames, pág. 150.
Conceptual Scheme». 39 Endgames, pág. 152.

44 45
Mi problema, desde luego, es que no tengo la consistente con la práctica política». Pero no pien­
opción de comprenderlos de ese modo. Los prag­ so que el reconocimiento de la contingencia sirva
matistas como yo no podemos saber si estamos como «justificación, punto» para las políticas de­
comprendiendo una justificación como «justifica­ mocráticas, porque no me parece que funcione co­
ción para nosotros» únicamente o como «justifica­ mo dice Wellmer: en otras palabras, que «destruye
ción, punto». Esto me parece similar a tratar de las bases intelectuales del dogmatismo, el funda-
decidir si pienso que mi bisturí, o mi computadora, cionalismo, el autoritarismo y la desigualdad mo­
es «una buena herramienta para esta tarea» o ral y legal».41
«una buena herramienta, punto». Esto es así pues no pienso que el dogmatismo ni
Al respecto, sin embargo, uno podría imaginar la desigualdad moral tengan «bases intelectua­
a Wellmer replicando: «Entonces, peor para el les». Si soy un fanático partidario de la desigual­
pragmatismo. Cualquier perspectiva que nos ha­ dad de los negros, las mujeres y los homosexuales
ga incapaces de comprender una distinción que to­ respecto de los varones heterosexuales, no necesa­
dos los demás comprenden debe de tener algo riamente tengo que recurrir a la negación de la
equivocado». Mi refutación sería la siguiente: sólo contingencia invocando una teoría metafísica so­
tenemos derecho a esa distinción si podemos sos­ bre la naturaleza verdadera de los seres humanos.
tenerla con una distinción entre lo que nos pare­ Podría hacerlo, pero también sería posible, en lo
cen buenas razones a nosotros y lo que le parecen atinente a la filosofía, ser un pragmatista. Un fa­
buenas razones para algo similar a un ahistórico nático y yo podemos decir la misma cosa foucaul-
tribunal kantiano de la razón. Pero estamos pri­ tiana/nietzscheana: que la única cuestión real es
vados de esa posibilidad cuando dejamos de creer la del poder, la pregunta sobre cuál de las comuni­
en el convergentismo y, por tanto, abandonamos el dades heredará el planeta, si la mía o la de mi opo­
sustituto no metafísico de ese tribunal —o sea, la nente. La elección propia de una comunidad con
idealización llamada «situación de comunicación ese fin está vinculada con la percepción propia de
no distorsionada»— . lo que es un público competente.42
Concuerdo con Wellmer en considerar que «las En sí mismo, el hecho de que no haya juegos de
instituciones democráticas y liberales son las úni­ lenguaje mutuamente ininteligibles no contribuye
cas en las cuales el reconocimiento de la contingen­
cia podría coexistir con la reproducción de su pro­ 41 Endgames, pág. 152.
42 Desarrollo este punto con alguna extensión en «Putnam
pia legitimidad»,40 al menos si uno piensa que «re­
and the Relativist Menace», Journal o f Philosophy, vol. 90
producir su propia legitimidad» significa algo así (septiembre de 1993). Sostengo allí que Putnam y yo tenemos
como «hacer que la perspectiva propia sobre la ambos la misma idea sobre lo que consideramos un buen argu­
situación de los seres humanos en el universo sea mento —es decir, uno que satisfaga a un público de liberales
moderados como nosotros— y que mi perspectiva, aunque di­
fiere de la de él en que es explícitamente etnocéntrica, no es
40 Endgames, pág. 152. más ‘relativista’.

46 47
demasiado a mostrar que las querellas entre racis­ seriamente. Quizás ambos debamos recurrir a las
tas y antirracistas, demócratas y fascistas, pue­ armas.
dan decidirse sin el recurso a la fuerza. Ambos la­
dos pueden estar de acuerdo en que, aunque com­
prenden perfectamente bien lo que el otro dice, y
comparten opiniones comunes en la mayoría de VIL ¿Los presupuestos universalistas
los temas (incluyendo, tal vez, el reconocimiento
unifican la razón?
de la contingencia), no parece haber perspectivas
de llegar a un acuerdo sobre el problema en cues­
A diferencia de Habermas, no pienso que disci­
tión. Así, mientras toman las armas, ambos lados
plinas como la filosofía, la lingüística y la psicolo­
dicen «parece que tendremos que batimos».
gía evolutiva puedan hacer mucho por la política
Ala pregunta de Wellmer acerca de si nuestros
democrática. Para mí, el desarrollo de las conven­
«principios democráticos y liberales definen ape­
ciones sociales de las cuales Habermas y yo nos re­
nas un juego de lenguaje político posible entre mu­
gocijamos es un accidente afortunado. Aun así, me
chos otros», respondo «sí, si la intención de la pre­
haría feliz pensar que me equivoco. Tal vez el de­
gunta es inquirir si en la naturaleza del discurso
sarrollo gradual de tales convenciones efectiva­
hay algo que singulariza este juego en especial».
mente ilustre, como piensa Habermas, un patrón
No veo qué otra intención pueda tener esta pre­
universal de desarrollo filogenético y ontogenético,
gunta, y pienso que tenemos que contentamos con
patrón captado por la reconstrucción racional de
decir que no hay tesis filosófica, ni sobre la contin­
las competencias que ofrecen las diversas ciencias
gencia ni sobre la verdad, que haga algo decisivo
humanas e ilustrado por la transición de las socie­
por la política democrática.
dades ‘tradicionales’ a las sociedades ‘racionaliza­
Por ‘decisivo’ entiendo hacer lo que Apel y Ha-
das’.43
bermas quieren hacer: declarar al antidemocráti­
Sin embargo, a diferencia de Habermas, no me
co culpable de una autocontradicción performati-
perturbaría si las ofertas que hacen actualmente
va. Lo máximo que la insistencia en la contingen­
las ciencias humanas se retiraran: si las ideas uni­
cia puede hacer por la democracia es proporcionar
versalistas de Chomsky acerca de la competencia
un punto más de debate del lado democrático de la
comunicativa fueran repudiadas por una revolu-
argumentación, así como la insistencia en que (por
ejemplo) sólo la raza aria está a tono con la natura­
leza intrínseca y necesaria de las cosas proporcio­ 43 Tiendo a coincidir con Vincent Descombes (en el capítulo
na un punto más de debate del otro lado. Yo no final de su obra The Barometer o f Modera Reason) en que la
puedo tomar este último punto seriamente, pero distinción de Weber es un uso penoso e interesado del término
tampoco puedo pensar que hay algo autocontra- ‘racional’. Pero debo admitir que si Chomsky, Kohlberg y el
resto sobreviven a la crítica actual, sus afirmaciones sugeri­
dictorio en el rechazo de los nazis a tomarme a mí
rían que Weber tenía razón.

48 49
ción conexionista en la inteligencia artificial,44 si sostén del universalismo que ofrecen estudios em­
los resultados empíricos de Piaget y de Kohlberg píricos como los de Chomsky y Kohlberg. Pero su­
demostraran no ser reproducibles, y así sucesi­ pongamos que decimos que toda esa racionalidad
vamente. No veo que importe demasiado si hay —todo eso que distingue a los seres humanos de
aquí un patrón universal. No me preocupa si las otras especies animales— se reduce a la habilidad
políticas democráticas son una expresión de algo para usar el lenguaje y, por ende, a tener creencias
profundo o si no expresan nada mejor que algunas y deseos. Parece plausible agregar que no hay más
esperanzas que pasaron de la nada a los cerebros motivos para esperar que todos los organismos
de unas pocas personas notables (Sócrates, Jesu­ que comparten esta habilidad formen una única
cristo, Jefferson, etc.) y que, por razones desconoci­ comunidad de justificación, que para esperar que
das, se volvieron populares. todos los organismos capaces de recorrer largas
Habermas y Apel piensan que una manera de distancias, o de permanecer monógamos, o de di­
contribuir a la creación de una comunidad cosmo­ gerir vegetales, formen tal comunidad. No se espe­
polita es estudiar la naturaleza de algo llamado rará que se cree una única comunidad de justifica­
‘racionalidad’ que comparten todos los humanos, ción por la habilidad para comunicarse, puesto
algo ya presente dentro de ellos, pero insuficiente­ que la habilidad para usar el lenguaje es, como el
mente reconocido. De allí que se sentirían desa­ pulgar prensil, una astucia más que los organis­
lentados si, en el curso del tiempo, se retirara el mos han desarrollado para aumentar sus probabi­
lidades de supervivencia.
44 Quizá valga la pena señalar que uno de los presupuestos Si combinamos este argumento darwiniano con
de la comunicación mencionados por Habermas —la atribu­ la actitud holística hacia la intencionalidad y el
ción de significados idénticos a las expresiones— queda com­ uso del lenguaje que encontramos en Wittgenstein
prometido por el argumento de Davidson, en «A Nice Deran- y Davidson, podemos decir que no hay uso del len­
gement of Epitaphs», de que se puede tener competencia lin­
güística sin tal atribución, que las estrategias holísticas de in­
guaje sin justificación, no hay habilidad para creer
terpretación dictadas por el principio de caridad vuelven inne­ sin habilidad para argumentar acerca de las creen­
cesaria la atribución. El argumento de Davidson de que no hay cias que deben profesarse. Pero esto no equivale a
dominio del lenguaje, en el sentido de internalización de un decir que la habilidad para usar el lenguaje, para
conjunto de convenciones acerca de lo que significan las expre­ tener creencias y deseos, entraña un deseo de jus­
siones, interviene en la reciente crítica ‘conexionista’ al ‘cog-
tificar la propia creencia ante cada uno de los or­
nitivismo’ del MIT y, por ende, al universalismo de Chomsky.
Tal vez lo que Habermas quiere decir mediante «atribución de ganismos usuarios del lenguaje que uno encuen­
idénticos significados» es, simplemente, lo que Davidson quie­ tra. No cualquier usuario del lenguaje que se nos
re decir mediante «ser caritativo»; pero, si es así, dado que la acerca será tratado como miembro de un público
caridad no es opcional, tampoco lo es la atribución. Esta es au­ competente. Al contrario, los seres humanos se di­
tomática, y nadie puede ser culpado de no atenerse a ella. Por
viden, por lo común, en comunidades de justifica­
tanto, no puede constituir la base de una acusación de auto-
contradicción performativa. ción mutuamente sospechosas (no mutuamente

50 51
ininteligibles) —grupos mutuamente excluyen- construidas, en parte, por algo parecido a los al­
tes— que dependen de la presencia o ausencia de goritmos utilizados en el procesamiento de la in­
una coincidencia suficiente en la creencia y el de­ formación distribuida en paralelo por programa-
seo. Esto se debe a que la principal fuente de con­ dores informáticos, de la misma manera nuestras
flicto entre las comunidades humanas es la con­ mentes están constreñidas (y en parte construi­
vicción de que no tengo por qué justificar ante los de­ das) por la necesidad de reunir nuestras creencias
más mis creencias, ni descubrir qué creencias al­ y deseos en un todo razonable y nítido.45 Por este
ternativas pueden tener los otros, dado que ellos motivo, no podemos «desear creer» —creer lo que
son, por ejemplo, un infiel, un extranjero, una mu­ queremos, a despecho de toda otra cosa que crea­
jer, un niño, un esclavo, un pervertido o un paria. mos—. Es por ello, por ejemplo, que nos cuesta tan­
En resumen, no son «uno de los nuestros», ni tam­ to mantener nuestras creencias religiosas en un
poco uno de los seres humanos reales, de los seres compartimiento separado de nuestras creencias
humanos paradigmáticos, aquellos cuyas perso­ científicas, y aislar nuestro respeto por las institu­
nas y opiniones pueden ser tratadas con respeto. ciones democráticas de nuestro desprecio por mu­
La tradición filosófica intentó suturar las co­ chos (incluso la mayoría) de los votantes.
munidades exclusivistas diciendo: hay más coinci­ La necesidad de volver coherentes nuestras
dencias entre infieles y verdaderos creyentes, en­ creencias, por razones que nos son familiares des­
tre amos y esclavos, entre hombres y mujeres, de de Hegel, Mead y Davidson, no es separable de la
lo que se podría pensar. Pues, como dijo Aristóte­ necesidad de respeto de nuestros pares. Nos cues­
les, todos los seres humanos, por naturaleza, de­ ta tanto tolerar el pensamiento de que todos me­
sean saber. Este deseo los retine en la comunidad nos nosotros están a contracorriente, como el pen­
universal de la justificación. Para un pragmatista, samiento de que creemos tanto p como no-p. Nece-
sin embargo, esta máxima aristotélica parece ab­
solutamente engañosa. Considera juntas tres co­ 45 La noción del ‘MIT’, asociada a Chomsky y Fodor, de
sas diferentes: la necesidad de volver coherentes ‘competencia comunicativa’ está siendo gradualmente despla­
las propias creencias, la necesidad de respeto de zada, dentro del campo de la inteligencia artificial, por la
los pares y la curiosidad. Los pragmatistas pensa­ perspectiva ‘conexionista’, preferida por aquellos que conside­
mos que el motivo por el cual las personas tratan ran que el cerebro no contiene diagramas de flujos cableados,
del tipo construido por los programadores ‘cognitivistas’. Los
de volver coherentes sus creencias no es que amen
conexionistas insisten en que las estructuras biológicamente
la verdad, sino que no pueden evitarlo. Nuestras universales que se encuentran en el cerebro no pueden ser
mentes no soportan la incoherencia, al igual que descriptas como si se tratara de diagramas de flujo etiqueta­
nuestros cerebros no pueden soportar el desequili­ dos con los nombres de «tipos naturales» de cosas y palabras.
brio neuroquímico que se produzca como correlato Así, la noción de ‘competencia comunicativa’, en tanto común a
todas las comunidades lingüísticas, es abandonada en favor
de tal incoherencia. Así como nuestras redes neu- de la noción de «suficientes conexiones neuronales para permi­
ronales están presumiblemente constreñidas y tir que el organismo se convierta en un usuario del lenguaje».

52 53
sitamos el respeto de nuestros pares porque no po­ gel y de Mead acerca de que nuestros yoes son dia-
demos confiar en nuestras propias creencias, ni lógicos hasta el final —que no hay un núcleo pri­
mantener nuestro respeto por nosotros mismos, a vado sobre el cual construir— y el uso que Apel y
menos que estemos muy seguros de que nuestros Habermas hacen de esa toma de conciencia puede
interlocutores conversacionales están de acuerdo mostrarse observando la oración que sigue inme­
entre sí sobre proposiciones como «No está loco», diatamente a la de Davidson que acabamos de ci­
«Es uno de nosotros», «Puede tener creencias ex­ tar: «Dada esta fuente», dice Davidson, «no hay ca­
trañas sobre ciertos temas, pero básicamente está bida para un concepto relativizado de la verdad».
cuerdo», etcétera. El argumento de Davidson es que la única clase
La interpenetración de la necesidad de hacer de filósofo que tomaría seriamente la idea de que
que nuestras creencias sean coherentes entre sí y la verdad es relativa a un contexto, y particular­
la necesidad de que las creencias propias sean co­ mente a una elección entre comunidades huma­
herentes respecto de las creencias de los pares re­ nas, es aquella que sostiene que es posible contras­
sulta del hecho de que, como señaló Wittgenstein, tar «estar en contacto con una comunidad huma­
para imaginar una forma de vida humana tene­ na» y «estar en contacto con la realidad». Pero el
mos que imaginar acuerdo tanto en los juicios co­ argumento de Davidson sobre la no existencia de
mo en los significados. Davidson aporta las consi­ lenguaje sin la triangulación significa que no po­
deraciones que apoyan la máxima de Wittgenstein demos tener ningún lenguaje ni ninguna creencia
cuando dice: «La fuente última tanto de la objeti­ sin estar en contacto con la comunidad humana y
vidad como de la comunicación es el triángulo que, con la realidad no humana. No hay posibilidad de
al relacionar hablante, intérprete y mundo, deter­ acuerdo sin verdad, ni de verdad sin acuerdo.
mina los contenidos del pensamiento y del ha­ La mayoría de nuestras creencias deben ser
bla».46 No sabríamos lo que creemos, ni tendría­ verdaderas, dice Davidson, porque atribuir a una
mos creencias, a menos que nuestra creencia tu­ persona creencias en su mayoría falsas significa­
viera un lugar en una red de creencias y deseos. ría que hemos traducido erróneamente las señas y
Pero esa red no existiría a menos que nosotros y los sonidos de la persona, o que no tenía en reali­
los demás pudiéramos aparear rasgos de nuestro dad ninguna creencia, o que no estaba en realidad
entorno no humano con la aprobación de otros hablando un lenguaje. La mayoría de nuestras
usuarios de lenguaje respecto de nuestros enun­ creencias deben estar justificadas a los ojos de
ciados, enunciados causados (como lo son los nues­ nuestros pares por una razón similar: si no estu­
tros) por esos mismos rasgos. vieran justificadas — si nuestros pares no pudie­
La diferencia entre el uso que a Davidson y a mí ran atribuimos una red de creencias y deseos am­
nos gustaría hacer de la toma de conciencia de He- pliamente coherente— , tendrían que llegar a la
conclusión de que o bien nos malinterpretaron, o
46 Donald Davidson, «The Structure and Contení of Truth», bien no hablamos su lenguaje. Coherencia, verdad
Journal o f Philosophy, vol. 87 (1990), pág. 325.

54 55
y comunidad van juntas, no porque la verdad deba Estos dos filósofos unen la necesidad de cohe­
ser definida en términos de coherencia en lugar de rencia y de justificación que se requiere cuando se
correspondencia, en términos de práctica social en usa el lenguaje a un compromiso con lo que llaman
lugar de lucha con las fuerzas no humanas, sino, la «validez universal», compromiso que sólo puede
simplemente, porque atribuir una creencia es atri­ ser realizado de manera coherente apuntando a la
buir automáticamente un lugar en un conjunto clase de comunicación libre de dominación que se­
ampliamente coherente de creencias en su mayo­ rá imposible mientras existan comunidades hu­
ría verdaderas. manas exclusivistas. Davidson y yo no sabemos
Pero decir que no hay contacto con la realidad, qué hacer con la afirmación de que toda acción co­
a través de la creencia y el deseo, a menos que ha­ municativa contiene una pretensión de validez
ya una comunidad de hablantes es, sin embargo, universal, porque nos parece que este denominado
no decir nada sobre qué clase de comunidad está ‘presupuesto’ no desempeña ningún rol en la expli­
enjuego. Una comunidad radicalmente exclusi­ cación de la conducta lingüística.
vista —constituida únicamente por sacerdotes, o Sí cumple una función, a no dudarlo, en la ex­
nobles, o varones, o blancos— es tan buena como plicación de la conducta, lingüística u otra, de una
cualquier otra clase de comunidad a los fines de pequeña minoría de seres humanos — aquellos
Davidson. Esta es la diferencia entre lo que David­ que pertenecen a la tradición liberal, universalis­
son piensa que podemos obtener de la reflexión so­ ta, inclusivista, de la Ilustración europea— . Pero
bre la naturaleza del discurso y lo que Apel y Ha- esta tradición, a la cual Davidson y yo estamos tan
bermas piensan que podemos obtener. Estos dos apegados como Apel y Habermas, no encuentra
filósofos piensan que podemos obtener un argu­ ningún apoyo en la reflexión sobre el discurso como
mento en favor del proyecto inclusivista —un ar­ tal. Los usuarios del lenguaje que pertenecemos a
gumento que diga que las personas que se resisten esta tradición minoritaria somos moralmente su­
a este proyecto caen en autocontradicciones per- periores a los que no pertenecen, pero estos no son
formativas— . menos coherentes en su uso del lenguaje.
Por el contrario, Davidson piensa que cualquier Apel y Habermas invocan la presuposición de
comunidad de justificación servirá para convertir­ validez universal para ir de un compromiso de jus­
nos en un usuario del lenguaje y en un creyente, tificación a una voluntad de someter las creencias
no importa cuán distorsionada esté, a juicio de propias a la inspección de todos y cada uno de los
Apel y Habermas, la comunicación dentro de esa usuarios del lenguaje —incluso un esclavo, incluso
comunidad. Desde el punto de vista de Davidson, un negro, incluso una mujer— . Ven el deseo de
la filosofía del lenguaje se bate en retirada antes verdad, interpretado como deseo de afirmar la va­
de que alcancemos los imperativos morales que lidez universal, como el deseo de justificación uni­
constituyen la «ética del discurso» de Apel y Ha- versal. Pero, a mi entender, de «No puedes usar el
bermas. lenguaje sin invocar un consenso dentro de una co-

56 57
munidad de otros usuarios del lenguaje» están in­ entre tribus o entre castas a que lleva la obsesión
firiendo, de manera no válida, «No puedes usar el erótica, la necesidad de comerciar a través de esos
lenguaje coherentemente sin ampliar esa comuni­ límites que deriva de la falta de (por ejemplo) oro o
dad para incluir a todos los usuarios del lenguaje». sal dentro del propio territorio, la posesión de su­
Dado que considero no válida esta inferencia, ficiente riqueza, seguridad, educación e indepen­
pienso que lo único que puede desempeñar el rol dencia, de manera que el respeto por uno mismo
que Aristóteles, Peirce, Apel y Habermas le han ya no dependa de pertenecer a una comunidad ex­
atribuido al deseo de conocimiento (y, por ende, de clusivista (de no ser, digamos, un infiel, un esclavo
verdad) es la curiosidad. Uso este término para o una mujer). La comunicación creciente entre las
significar el impulso de expandir los propios hori­ comunidades previamente exclusivistas que es
zontes de indagación —en todas las áreas, tanto producto de esos desarrollos humanos contingen­
éticas como lógicas y físicas— , de modo de abarcar tes puede crear universalidad gradualmente, pero
nuevos datos, nuevas hipótesis, nuevas terminolo­ no puedo ver ningún sentido en el cual reconozca
gías, etc. Este impulso entraña cosmopolitismo y una universalidad previamente existente.
política democrática. Cuanta más curiosidad ten­ Filósofos como Habermas se preocupan por los
gamos, más interés tendremos en hablar con ex­ matices antiiluministas de las perspectivas que
tranjeros, con infieles y con todo aquel que afirme denominan ‘contextualistas’. Reconocen que la
saber algo que no sabemos, tener ideas que aún no justificación es una noción obviamente relativa al
hemos tenido. contexto — uno justifica frente a un público deter­
minado, y la misma justificación no funcionará pa­
ra todos los públicos— . Luego, infieren que dejar a
un lado la verdad en favor de la justificación pon­
VIH. ¿Comunicar o educar? drá en peligro el ideal de fraternidad humana. Ha-
bermas piensa que el contextualismo es apenas
Si consideramos que el deseo y la posesión de la «la contracara del logocentrismo».47 Para él, los
verdad y la justificación son inseparables del uso contextualistas son metafísicos negativos, infa­
del lenguaje, aunque sigamos resistiendo el pen­ tuados por la diversidad, y dice: «La prioridad me­
samiento de que este deseo puede ser utilizado pa­ tafísica de la unidad sobre la pluralidad y la priori­
ra declarar culpables de autocontradicción perfor- dad contextualista de la pluralidad sobre la uni­
mativa a los miembros de comunidades humanas dad son cómplices secretos».48
exclusivistas, entonces, consideraremos que las Estoy de acuerdo con Habermas en que es tan
comunidades inclusivistas están basadas en desa­ inútil preconizar la diversidad como preconizar la
rrollos humanos contingentes tales como la curio­
sidad compulsiva de esa clase de excéntricos que 47 Habermas, Postmetaphysical Thinking, pág. 50.
llamamos ‘intelectuales’, el deseo de matrimonio 48 Postmetaphysical Thinking, págs. 116-7.

58 59
unidad, pero no coincido con su afirmación de que Habermas dice que «lo que el hablante, aquí y
podemos usar la pragmática de la comunicación ahora, en un contexto determinado, afirma como
para hacer la tarea que los metafísicos esperaban válido trasciende, de acuerdo con el sentido de su
cumplir recurriendo al Uno de Plotino o a la es­ afirmación, todos los estándares de validez depen­
tructura trascendental de la autoconciencia. Mis dientes del contexto y meramente locales».51 Co­
razones para el desacuerdo son las ofrecidas por mo lo manifesté anteriormente, no alcanzo a ad­
Walzer, McCarthy, Ben-Habib, Wellmer y otros vertir qué significa ‘trasciende’ en esta frase. Si
—razones bellamente resumidas en un artículo de significa que pretende decir algo verdadero, en­
Michael Kelly—,49 Habermas argumenta que tonces, la pregunta sería si se establece alguna di­
ferencia cuando decimos que una oración O es ver­
«la unidad de la razón solamente es perceptible en dadera o simplemente ofrecemos una justificación
la pluralidad de sus voces — como la posibilidad, para ello diciendo «estas son mis razones para creer
en principio, de pasar de un lenguaje a otro, pasaje O». Habermas entiende que hay una diferencia,
que, aunque ocasional, no deja de ser comprensi­ pues considera que cuando afirmamos O aspira­
ble— . Esta posibilidad de mutuo entendimiento, mos a la verdad, pretendemos representar lo real,
que ahora está garantizada sólo en los procedi­ y que la realidad trasciende el contexto. «Con el
mientos y es realizada transitoriamente, forma el concepto de realidad, a la que se refiere necesaria­
trasfondo de la diversidad existente de aquellos mente toda representación, presuponemos algo
que se encuentran —aun cuando no logren com­ trascendente».52
prenderse mutuamente— ».50 Habermas tiende a dar por sentado que las pre­
tensiones de verdad representan con precisión, y a
Concuerdo con Habermas —en contra de Lyo- sospechar de aquellos que, tal como Davidson y yo,
tard y Foucault, entre otros— en que no hay len­ abandonamos la noción de representación lingüís­
guajes inconmensurables, en que todo lenguaje tica. Sigue a Sellars y es un coherentista en lugar
puede ser aprendido por aquel que sea capaz de de un escéptico o un fundacionalista, aunque alber­
usar cualquier otro lenguaje, y en que Davidson ga dudas acerca del movimiento que quiero hacer
está en lo cierto al denunciar la idea misma de un desde el coherentismo hacia el antirrepresentacio-
esquema conceptual. Pero disiento de él acerca de nalismo. Recomienda a Peirce por encima de Saus-
la relevancia de este punto en la utilidad de las sure, porque Peirce examina «las expresiones desde
ideas de «validez universal» y «verdad objetiva». el punto de vista de su posible verdad y, al mismo
tiempo, desde el punto de vista de su comunicabili­
dad». Sigue diciendo que
49 «Maclntyre, Habermas and Philosophical Ethics», en Her-
meneutics and Critical Theory in Ethics and Politics, ed. Mi­
chael Kelly, Cambridge, Mass.: MIT Press, 1990. 51 Postmetaphysical Thinking, pág. 47.
50 Postmetaphysical Thinking, pág. 117. 52 Postmetaphysical Thinking, pág. 103.

60 61
«desde la perspectiva de su capacidad para ser moral de solidaridad. Mi desacuerdo central, tan­
verdadera, una aserción mantiene una relación to con Habermas como con Putnam, reside en la
epistémica con algo del mundo —representa un es­ cuestión de si las ideas reguladoras de «comunica­
tado de cosas—. Al mismo tiempo, desde la perspec­ ción no distorsionada» o «representación precisa de
tiva de su empleo en un acto comunicativo, mantie­ la realidad» pueden hacer más por los ideales de
ne una relación con una interpretación posible por la Revolución Francesa que la despojada noción
parte de un usuario del lenguaje —es adecuada de ‘justificación’ dependiente del contexto.
para la transmisión de la información—».53 Algunos se preocupan por defender sus asercio­
nes únicamente ante pocas personas, y otros se
Mi propia opinión, que tomo de Davidson, es preocupan o dicen preocuparse por defenderlas
que podemos abandonar la noción de una «rela­ ante todos. No estoy pensando aquí en la distin­
ción epistémica con algo del mundo», y simple­ ción entre discurso especializado, técnico, y discur­
mente confiar en las relaciones causales ordina­ so no técnico. Antes bien, la distinción a la cual
rias que vinculan los enunciados con los entornos apunto es la que existe entre las personas que se
de los enunciadores. La idea de representación, conformarían con intentar defender sus opiniones
desde esta perspectiva, no agrega nada a la noción frente a todos aquellos que comparten ciertos atri­
de «participar en la práctica discursiva de justifi­ butos —por ejemplo, la devoción por los ideales de
car las propias aserciones». la Revolución Francesa, la pertenencia a la raza
Habermas considera que Putnam, al igual que aria— , y las personas que dicen querer justificar
él mismo, defiende una tercera posición contra la su opinión ante todo usuario del lenguaje real y
metafísica de la unidad, por un lado, y los entu­ posible.
siastas de la inconmensurabilidad, por el otro. De­ Ciertamente, hay quienes dicen querer esto úl­
fine esta tercera posición como «el humanismo de timo, pero no estoy seguro de que realmente lo di­
aquellos que siguen la tradición kantiana inten­ gan en serio. ¿Quieren justificar sus opiniones an­
tando emplear la filosofía del lenguaje para salvar te usuarios del lenguaje de cuatro años de edad?
un concepto de razón que es escéptico y posmetafí- Bueno, quizá sí, en el sentido de que querrían edu­
sico».54 Putnam y Habermas plantearon críticas car a los niños de esa edad en la medida en que pu­
similares a mi intento de deshacerme de un con­ dieran apreciar los argumentos en favor y en contra
cepto específicamente epistémico de razón —con­ de las opiniones en cuestión. ¿Quieren justificarlos
cepto según el cual somos racionales únicamente ante nazis inteligentes pero convencidos, personas
cuando intentamos representar la realidad con que piensan que lo primero por descubrir es si la
precisión— y reemplazarlo con la idea puramente perspectiva en discusión está contaminada por los
ancestros judíos de sus inventores o expositores?
53 Postmetaphysical Thinking, págs. 89-90. Bueno, quizá sí, en el sentido de que querrían con­
54 Postmetaphysical Thinking, pág. 116. vertir a esos nazis en personas con dudas acerca

62 63
de la conveniencia de una Europa libre de judíos y ron a la juventud alemana. Pero por ello somos
de la infalibilidad de Hitler y, por ende, más o me­ objeto de la desdeñosa sugerencia de Nietzsche de
nos deseosos de escuchar argumentos en pro de que estamos simplemente inculcando nuestra pro­
posiciones vinculadas a pensadores judíos. Pero, pia ideología: la ideología de lo que él llamó ‘socra-
en ambos casos, me parece que lo que quieren no tismo’. El problema entre Habermas y yo se redu­
es justificar su perspectiva ante todos, sino crear ce a un desacuerdo sobre qué decirle a Nietzsche al
un público ante el cual tendrían una oportunidad respecto.
de justificar su perspectiva. Yo le replicaría aceptando que no hay una vía
Permítaseme utilizar la distinción entre discu­ no local, no contextual, de establecer la distinción
tir con personas y educar a personas para conden­ entre la educación ideológica y la no ideológica,
sar la distinción que acabo de establecer: la distin­ porque en mi uso del término ‘razón’ no hay nada
ción entre proceder suponiendo que las personas que no pueda ser reemplazado por «el modo en que
seguirán nuestros argumentos y saber que no pue­ nos conducimos nosotros, liberales occidentales
den pero esperando modificarlos de manera que lo moderados, herederos de Sócrates y de la Revolu­
logren. Si toda la educación fuera una cuestión de ción Francesa». Concuerdo con Maclntyre y Mi-
argumentos, esta distinción se derrumbaría. Pero, chael Kelly en que todo razonamiento, tanto en fí­
a menos que se amplíe el término ‘argumento’ has­ sica como en ética, está ligado a la tradición.
ta volverlo irreconocible, buena parte de la educa­ Habermas piensa que esta es una concesión in­
ción no lo es. En especial, buena parte de ella es un necesaria y que mi alegre etnocentrismo puede ser
simple recurso a los sentimientos. La distinción evitado considerando lo que él llama «la estructu­
entre ese recurso y un argumento es borrosa, pero ra simétrica de las perspectivas incorporadas en
nadie diría que hacer que un nazi no regenerado cada situación de discurso».55 El problema entre
mire los filmes sobre la apertura de los campos de Habermas y yo llega a un punto crítico cuando él
concentración, o hacer que lea El diario de Ana discute mi propuesta de que abandonemos las no­
Frank, equivale a discutir con él. ciones de racionalidad y objetividad y, en su lugar,
A las personas como Habermas y yo nos es caro apenas discutamos el tipo de comunidad que que­
tanto el ideal de la fraternidad humana como el remos crear. Parafrasea esta propuesta diciendo
objetivo de la disponibilidad universal de la educa­ que quiero tratar «la aspiración a la objetividad»
ción. Cuando nos preguntan qué clase de educa­ como «simplemente el deseo de alcanzar todo el
ción tenemos en mente, solemos decir que es una acuerdo intersubjetivo que sea posible, es decir, el
educación en pensamiento crítico, en la habilidad deseo de expandir el referente de ‘para nosotros’ lo
para analizar los pros y los contras de distintas máximo posible». Luego parafrasea una de las ob­
perspectivas. Contraponemos pensamiento crítico jeciones que me hace Putnam preguntando: «¿Po-
a ideología, y decimos que nos oponemos a la edu­
cación ideológica, como la que los nazis impusie­ 55 Postmetaphysical Thinking, pág. 117.

64 65
demos explicar la posibilidad de crítica y autocríti­ de contribución para una política democrática que
ca de prácticas de justificación establecidas si no puede obtenerse de lo que Habermas llama aquí
tomamos con seriedad la idea de expansión de ‘gramática’. Como dije anteriormente, creo que to­
nuestro horizonte interpretado como una idea, y si do lo que podemos obtener de la gramática de Ver­
no conectamos esta idea con la intersubjetividad dad’ y ‘racional’ es lo que podemos obtener de la
de un acuerdo que permita, precisamente, la dis­ gramática de una idea más bien ligera, la de ‘justi­
tinción entre lo que es admitido ‘para nosotros’ y lo ficación’. Esta idea ligera equivale a poco más que
que es admitido ‘para ellos’?».56 el uso de medios no violentos para cambiar la opi­
Habermas amplía su argumento diciendo: nión de las personas.
A diferencia de Foucault, entre otros, pienso
«La fusión de horizontes interpretativos (. . . ) no que es posible e importante mantener intacta la
significa una asimilación a ‘nosotros’; antes bien, distinción de sentido común entre medios violen­
tiene que significar una convergencia, regida por tos y medios no violentos. No pienso que sea útil
el saber, de ‘nuestra’ perspectiva y ‘su’ perspectiva ampliar el término Violencia’ tanto como lo amplía
—sin que importe si ‘ellos’ o ‘nosotros’ o ambos la­ Foucault. Sea lo que fuere que estemos haciendo
dos tienen que reformular prácticas de justifica­ cuando les mostramos a los nazis fotos de sobrevi­
ción establecidas en mayor o menor grado— . Pues vientes de campos de concentración, no se trata de
el saber no pertenece ni a ellos ni a nosotros; am­ violencia, no más de lo que era violencia educar a
bos lados están afectados por él de la misma ma­ la juventud hitlerista en la creencia de que los ju­
nera. Incluso en los más difíciles procesos para al­ díos eran alimañas despreciables.
canzar el entendimiento, todos los partidos recu­ La inevitable imprecisión de la línea entre per­
rren al punto común de referencia de un posible suasión y violencia causa problemas, sin embargo,
consenso, aun cuando ese punto sea proyectado en cuando llegamos a la cuestión de la educación. So­
cada caso desde adentro de sus propios contextos. mos reticentes a decir que los nazis usaron la per­
Porque, aunque puedan ser interpretados de dife­ suasión sobre la juventud hitlerista, dado que te­
rentes maneras y aplicados según diferentes cri­ nemos dos criterios de persuasión. Uno es, simple­
terios, conceptos tales como verdad, racionalidad o mente, el uso de palabras en lugar de golpes u otras
justificación desempeñan la misma función gra­ formas de presión física. Es posible imaginar, dis­
matical en toda comunidad lingüística».57 torsionando un poco la historia, que, en este senti­
do, sólo se usó la persuasión sobre la juventud hi­
El núcleo de la discusión entre Habermas y yo tlerista. El segundo criterio de persuasión incluye
en este campo es un desacuerdo acerca del grado la prescindencia de palabras como: «¡Basta de ha­
cer esas estúpidas preguntas sobre si no hay algu­
56 Postmetaphysical Thinking, pág. 138.
nos judíos buenos, preguntas que me hacen dudar
57 Postmetaphysical Thinking, pág. 138. de tu conciencia aria y de tus ancestros, o el Reich

66 67
encontrará otro uso para ti!», y no hacer leer Der la conducta de todas las actividades e institucio­
Stürmer a los propios alumnos. nes)».58
Habermas diría que los métodos antisocráticos Me parece que la idea reguladora que nosotros
de este tipo no respetan las relaciones simétricas —liberales moderados, herederos de la Ilustra­
entre los participantes del discurso. Claramente, ción, socráticos— usamos con más frecuencia para
considera que en la gramática de «conceptos como criticar la conducta de varios interlocutores es la
verdad, racionalidad y justificación» hay algo que de «necesitar la educación con el fin de superar los
nos dice que no usemos métodos tales. Presumible­ miedos, odios y supersticiones primitivos». Este es
mente, Habermas admitiría que el uso de esas pa­ el concepto que los ejércitos aliados victoriosos uti­
labras es un uso del lenguaje, pero luego tiene que lizaron cuando emprendieron la reeducación de
decir que puede ser un uso erróneo simplemente los ciudadanos de la Alemania ocupada y de Ja­
pensando en aquello que el lenguaje es. Eso es lo pón. También es el que usaron los maestros de es­
que él hace, casi. Inmediatamente después del pa­ cuela norteamericanos que habían leído a Dewey
y estaban preocupados por que los alumnos pensa­
saje que cité acerca de la gramática, Habermas
ran ‘científicamente’ y ‘racionalmente’ respecto de
afirma:
temas como el origen de las especies y la conduc­
ta sexual (es decir, para que leyeran a Darwin y
«Todos los lenguajes ofrecen la posibilidad de dis­ Freud sin disgusto ni incredulidad). Es un concep­
tinguir entre lo que es verdadero y lo que sostene­ to que yo, como la mayoría de los norteamericanos
mos como verdadero. La suposición de un mundo que enseñamos humanidades o ciencias sociales
objetivo común está incluida en la pragmática de en universidades, invocamos cuando tratamos de
cada uso del lenguaje. Y los roles del diálogo en ca­ componer las cosas de modo que los estudiantes
da situación de habla refuerzan una simetría en que ingresan siendo fanáticos, homófobos, funda-
las perspectivas participantes». mentalistas religiosos, egresen con visiones más
parecidas a las nuestras.
Un poco más adelante dice: «Desde la posibili­ ¿Cuál es la relación entre esta idea y la idea re­
dad de llegar al entendimiento lingüísticamente, guladora de ‘razón’ que Putnam cree trascendente
podemos leer un concepto de la razón situada que y que Habermas supone susceptible de ser descu­
tiene voz en las pretensiones de validez que son bierta dentro de la gramática de conceptos inelu­
tanto dependientes del contexto como trascenden­ dibles en nuestra descripción de la formulación de
tes». Luego cita con aprobación a Putnam, cuando aserciones? La respuesta a esta pregunta depende
dice: «La razón es, en este sentido, tanto inmanen­ de cuánto tenga que ver la reeducación de los na-
te (no se encuentra fuera de juegos de lenguaje
58 Estas dos últimas citas provienen de Postmetaphysical
concretos e instituciones) como trascendente (es Thinking, págs. 138-9. El pasaje de Putnam está extraído de
una idea reguladora que utilizamos para criticar Reason, Truth and History, pág. 228.

68 69
zis y los fundamentalistas con horizontes inter­ venes homosexuales por las mismas razones que
pretativos que se fusionan y cuánto con el reem­ los maestros de escuela alemanes del período de
plazo de esos horizontes. Los padres fundamen­ posguerra presentaban El diario de Ana Frank.
talistas de nuestros estudiantes fundamentalistas Putnam y Habermas pueden replicar que los
piensan que todo el «establishment liberal norte­ docentes nos esforzamos por ser socráticos para
americano» está comprometido en una conspira­ llevar a cabo nuestra tarea de reeducación, secula­
ción. Si hubieran leído a Habermas, esas personas rización y liberalización mediante el intercambio
afirmarían que la típica situación de comunica­ conversacional. Esto es verdadero hasta cierto
ción en las aulas universitarias del país no es más punto, pero, ¿qué sucede con presentar libros como
herrschaftsfrei que en los campos de la juventud Black Boy, El diario de Ana Frank y Becoming a
hitlerista. Man? Los padres racistas o fundamentalistas de
Esos padres tienen un argumento, y es que no­ nuestros alumnos dicen que en una sociedad ver­
sotros, los docentes liberales, no nos sentimos en daderamente democrática los estudiantes no de­
una situación comunicativa simétrica cuando ha­ berían ser forzados a leer libros escritos por esa
blamos con fanáticos, como no se sienten los maes­ gente—negros, judíos, homosexuales— . Protesta­
tros de un jardín de infantes cuando hablan con rán, sosteniendo que sus hijos son atosigados con
los niños. Tanto en las aulas de la universidad co­ esos libros. No sabría cómo responder a esta acu­
mo en los jardines de infantes es igualmente difícil sación sin decir algo similar a: «Hay credenciales
que los maestros sientan que lo que está sucedien­ de admisión en nuestra sociedad democrática, cre­
do es lo que Habermas llama una «convergencia, denciales que nosotros, los liberales, hemos vuelto
regida por el saber, de ‘nuestra’ perspectiva y ‘su’ más restrictivas al esforzamos por excomulgar a
perspectiva —sin que importe si ‘ellos’ o ‘nosotros’ racistas, varones chauvinistas, homófobos, entre
o ambos lados tienen que reformular prácticas de otros. Usted ha sido educado con el fin de ser un
justificación establecidas en mayor o menor gra­ ciudadano de nuestra sociedad, un participante de
do—».59 Cuando nosotros, los docentes universi­ nuestra conversación, alguien con quien podamos
tarios norteamericanos, encontramos fundamen­ encarar la fusión de horizontes. Por tanto, esta­
talistas religiosos, no consideramos la posibilidad mos haciendo lo posible por desacreditarlo a los
de reformular nuestras propias prácticas de justi­ ojos de sus hijos, tratando de despojar de dignidad
ficación para dar mayor peso a la autoridad de las a su comunidad religiosa fundamentalista, tra­
Escrituras. Antes bien, nos esforzamos por con­ tando de hacer que sus opiniones parezcan tontas,
vencer a esos estudiantes de los beneficios de la se­ más que discutibles. No somos tan inclusivistas
cularización. A nuestros alumnos homófobos les como para tolerar intolerancias como la suya».
presentamos relatos en primera persona sobre jó- No tengo problemas en ofrecer esta respuesta,
dado que no pretendo hacer una distinción entre
59 Postmetaphysical Thinking, pág. 138.
educación y conversación, excepto sobre la base de

70 71
mi lealtad a una comunidad en particular, comu­ saba que tenemos que contrabandear cierto pro­
nidad cuyos intereses requirieron reeducar a la ju­ vincianismo —alguna sustancia ética— antes de
ventud hitlerista en 1945 y reeducar a los estu­ poder servimos de la noción kantiana de «obliga­
diantes fanáticos de Virginia en 1993. No veo nada ción moral no condicionada». En particular, tene­
herrschaftsfrei en mi modo de tratar a los estu­ mos que contrabandear alguna regla como «ningu­
diantes fundamentalistas. Antes bien, pienso que na contribución putativa a una conversación pue­
son afortunados por encontrarse bajo el benevo­ de ser rechazada simplemente porque proviene de
lente Herrschaft de personas como yo, y de haber alguien que tiene algún atributo que puede variar
escapado de las garras de sus temibles, viciosos y independientemente de sus opiniones —un atri­
peligrosos padres. Sin embargo, pienso que tratar buto como el ser judío, negro u homosexual—».
a esos estudiantes es un problema para Putnam y Llamo a esta regla ‘provinciana’ porque viola las
Habermas. Me parece que soy tan provinciano y intuiciones de mucha gente fuera de la provincia
contextualista como los maestros nazis que hacían en la cual nosotros, herederos de la Ilustración, di­
que sus alumnos leyeran Der Stürmer, la única di­ rigimos las instituciones educativas.60 Viola lo que
ferencia es que sirvo a una causa mejor. Vengo de ellos describirían como sus intuiciones morales.
una provincia mejor. Soy reticente a admitir que son intuiciones mora­
Reconozco, desde luego, que la comunicación li­ les, y preferiría llamarlas prejuicios repugnantes.
bre de dominación es sólo un ideal regulador, nun­ Pero no pienso que nada en la gramática de las ex­
ca alcanzable en la práctica. Pero, a menos que un presiones ‘intuición moral’ y ‘prejuicio’ nos ayude a
ideal regulador establezca una diferencia prácti­ alcanzar un acuerdo sobre este punto. Como tam­
ca, no es demasiado útil. Así pues, pregunto: ¿Hay poco lo hará una teoría de la racionalidad.
una ética del discurso que me permita presentar
los libros que quiero dar a mis alumnos pero que
no haga referencia a las consideraciones locales y
etnocéntricas que debo citar para justificar mis
prácticas pedagógicas? ¿Puede obtenerse una éti­ 60 Uno puede tratar de justificar esta regla haciéndola deri­
var de la regla según la cual sólo la razón debería tener fuerza.
ca así a partir de las nociones de «razón, verdad y
Si esto significa «el argumento sólo debe tener fuerza», enton­
justificación», o tenemos que cargar los dados? En ces, hemos encontrado algún sentido según el cual los argu­
defensa de mi acción, ¿puedo invocar nociones uni­ mentos basados en la autoridad de las Escrituras cristianas
versalistas, al igual que nociones locales? no son realmente argumentos. Pero, ¿la gramática de concep­
Igual que Maclntyre, Ben-Habib, Kelly, entre tos como ‘razón’ puede realmente decirnos que la razón se dis­
torsiona cuando invocamos la autoridad de la Biblia? Si es así,
otros, pienso que tenemos que contrabandear cier­
¿también se distorsiona con un Bildungsroman que hace sur­
to provincianismo en nuestros universales antes gir la piedad y la simpatía del lector diciéndole cómo es descu­
de que puedan hacernos algún bien. Pensamos brir, para nuestro horror, que sólo podemos amar a los miem­
esto por la misma clase de razones que Hegel pen­ bros de nuestro propio sexo?

72 73
IX. ¿Necesitamos una teoría reemplazar la escritura ideográfica por la alfabéti­
de la racionalidad? ca, o de representar tres dimensiones espaciales
en una superficie bidimensional. Estas tres ideas
Como ya lo he señalado, Habermas piensa que fueron buenas, inmensamente fructíferas, pero
«el paradigma de la filosofía de la conciencia está ninguna de ellas necesita un respaldo universalis­
agotado» y también que «los síntomas de agota­ ta. Pueden erguirse sobre sus propios pies.62
miento deberían disolverse con la transición al pa­ Si abandonamos la idea de que la filosofía pue­
radigma del entendimiento mutuo».61 Mi propia de ser políticamente neutral y, a la vez, relevante,
opinión es que la utilidad de los tópicos sugeridos podríamos preguntar lo siguiente: «Dado que que­
por Weber —modernidad y racionalidad— tam­ remos ser cada vez más inclusivistas, ¿a qué debe­
bién se ha agotado. Opino que los síntomas de este ría parecerse la retórica pública de nuestra socie­
agotamiento pueden disiparse si dejamos de ha­ dad? ¿Cuán diferente sería de la retórica pública
blar acerca de la transición de la tradición a la ra­ de las sociedades precedentes?». La respuesta im­
cionalidad, dejamos de preocupamos por la caída plícita de Habermas a esta pregunta es que debe­
de la racionalidad al relativismo y al etnocentris- mos aferramos a varias buenas ideas kantianas
mo, y dejamos de contrastar lo dependiente del sobre la conexión entre universalidad y obligación
contexto con lo universal. moral. Dewey, sin embargo, deseaba alejarse mu­
Esto significaría abandonar explícitamente la cho más de Kant. Aunque habría estado entusias­
esperanza de que la filosofía pueda situarse por tamente de acuerdo con Habermas en que el voca­
encima de la política, abandonar la desesperada bulario político de Aristóteles era incapaz de cap­
pregunta: «¿Cómo puede la filosofía encontrar pre­ tar el espíritu de la política democrática, no le gus­
misas políticamente neutrales, premisas que pue­ taba la distinción entre moralidad y prudencia
dan ser justificadas ante cualquiera, a partir de que Habermas considera esencial, y en este punto
las cuales sea posible inferir una obligación de per­
seguir una política democrática?». Abandonar esta 62 Considérese a Vasari en el movimiento artístico que co­
pregunta nos permitiría admitir que, en la fórmu­ menzó con Giotto como un análogo de Hegel en los movimien­
tos inclusivistas que comenzaron cuando la filosofía griega se
la de Wellmer, «los principios democráticos y libe­
sumó al igualitarismo cristiano. El arte moderno nos ha en­
rales definen apenas un juego de lenguaje posible trenado para ver el movimiento previo como si fuera opcional,
entre otros». Esta aceptación estaría en línea con pero no algo que deberíamos abandonar una vez que lo hemos
la idea darwiniana de que el proyecto inclusivista obtenido. Considero que la mayor parte de la filosofía pos-
no está más arraigado en nada más vasto que él nietzscheana nos ha ayudado a ver que el último movimiento
era opcional, aunque no algo que, por alguna razón, hubiera
mismo de lo que lo está, por ejemplo, el proyecto de
que abandonar. Aquí, ‘opcional’ contrasta con ‘destinado’, en
un sentido amplio de ‘destinado’ que cubre la noción de Ha-
bermas sobre la tendencia universalista del desarrollo filoge-
61 The Philosophical Discourse o f Modernity, pág. 296. nético.

74 75
habría pensado que es preferible Aristóteles.63 De- puede volver a juntar. Para él, todas las obligacio­
wey pensaba que la noción kantiana de «obliga­ nes eran situacionales y condicionadas.
ción incondicional», como la noción de incondicio- Este rechazo de lo incondicional llevó a Dewey
nalidad misma (y de universalidad, en la medida a ser acusado de ‘relativismo’. Si ‘relativismo’ sig­
en que la idea está implícitamente acompañada de nifica solamente no encontrar usos para la noción
la de necesidad incondicional),64 no podía sobrevi­ de Validez independiente del contexto’, entonces,
vir a Darwin. esa acusación era enteramente justificada. Pero
Mientras que Habermas piensa que necesita­ ningún camino conduce de allí a la incapacidad
mos «las ciencias reconstructivas diseñadas para para comprometerse en políticas democráticas, a
aprehender las competencias universales» con el menos que se piense que esas políticas requieren
fin de romper «el círculo hermenéutico en el que de nosotros que neguemos que «los principios de­
las Geisteswissenschaften, así como las ciencias mocráticos y liberales definen apenas un posible
sociales comprensivas, están atrapadas»,65 Dewey juego de lenguaje entre otros». La pregunta sobre
no se sentía atrapado. Y era porque no veía necesi­ la universalidad es, para Dewey, apenas la pre­
dad de resolver la tensión entre facticidad y vali­ gunta sobre si la política democrática puede empe­
dez. Veía esa tensión como una ficción del filósofo, zar de una afirmación, en lugar de una negación,
como el resultado de separar dos partes de una si­ de ese enunciado.
tuación sin una buena razón (es decir, sin vina ra­ No creo que avancemos mucho debatiendo esta
zón práctica), y después quejarse de que no se las pregunta mediante la discusión sobre modernidad
y razón. La cuestión de si Hegel debería haber de­
63 Véase Habermas, Moral Consciousness and Communica- sarrollado una teoría de la razón comunicativa o,
tiveAction, pág. 206: «En contraste con la posición neoaristoté- en lugar de ello, abandonado por completo el tópi­
lica, la ética del discurso se opone enfáticamente a volver a un co de la razón en beneficio de una variedad más ra­
estadio del pensamiento filosófico previo a Kant». El contexto
dical de historicismo, no se resolverá mirando más
vuelve claro que Habermas quiere decir que sería erróneo
abandonar la distinción entre moralidad y prudencia que
de cerca la gramática de palabras como Verdade­
Kant hizo y Aristóteles no. ro’ y ‘racional’, y ‘argumento’. Tampoco la pregun­
64 Dewey, desde luego, podía haber aceptado la distinción de ta sobre si filósofos como Annette Baier están en lo
Goodman entre necesidad nomológica y generalizaciones uni- cierto al sugerir que dejemos a un lado a Kant y
versalés que son simplemente accidentales, pero es porque
volvamos al intento de Hume de describir la razón
Goodman no hace una descripción nomológica del universo, si­
no de la coherencia de nuestro vocabulario descriptivo. (Sobre
en términos de sentimiento condicionado, en lugar
este punto, véase el comentario de Davidson sobre Goodman: de obligación incondicional.66
«Emeroses by Other Ñames».) La necesidad nomológica se
mantiene a distancia de las cosas que se describen, y no, como
en el caso de Kripke y Aristóteles, de las cosas kath’auto. 66 Baier describe a Hume como «el filósofo de la moral de la
65 Habermas, Moral Consciousness and Communicative Ac- mujer» porque su tratamiento de la moral facilita su pro­
tion, pág. 118. puesta de que reemplacemos ‘obligación’ por ‘confianza apro-

76 77
Sin embargo, aunque no necesitemos, si estoy la narrativa de la maduración de Dewey. No puedo
en lo cierto, una teoría de la racionalidad, sí nece­ ofrecer nada remotamente parecido a un argu­
sitamos una narrativa de la maduración. El más mento concluyente, basado en premisas común­
profundo desacuerdo entre Habermas y yo quizá mente aceptadas para esta narrativa. Lo mejor que
gire en tomo a si la distinción entre lo incondicio­ podría hacer para defender mi perspectiva sería
nal y lo condicionado en general, y la distinción en­ contar una historia más completa, que abarque
tre moralidad y prudencia en particular, es una más tópicos, con el fin de mostrar cómo se ve la fi­
marca de madurez o un estadio transicional en un losofía europea posnietzscheana desde el ángulo
camino hacia la madurez. Uno de los muchos pun­ de Dewey, en lugar de uno universalista. (He tra­
tos en los cuales Dewey concuerda con Nietzsche tado de hacerlo en otros lugares, con variados re­
radica en haber elegido la segunda opción. Dewey cursos.) Pienso que las narrativas son un medio de
pensaba que el deseo de universalidad, incondicio- persuasión perfectamente justo, y que El discurso
nalidad y necesidad era indeseable, porque nos filosófico de la modernidad de Habermas y La
alejaba de los problemas prácticos de la democra­ búsqueda de certezas de Dewey constituyen admi­
cia rumbo a la tierra de nunca jamás de la teoría. rables ejemplos del poder de las narrativas de ma­
Kant y Habermas piensan que es un deseo desea­ duración.
ble, uno que compartimos solamente cuando llega­ Prefiero a Dewey no porque piense que capta
mos al más alto nivel de desarrollo moral.67 correctamente la verdad y la racionalidad, y que
He tratado de mostrar cómo son las cosas cuan­ Habermas lo hace erróneamente. Considero que no
do se pone la política democrática en el contexto de hay allí nada correcto ni equivocado. En este nivel
de abstracción están disponibles conceptos como

piada’ como noción moral básica. En «Human Rights, Rationa-


lity and Sentimentality» (reeditado en mi Truth and Progress) nicht mehr zu erkennen bzw. anzuerkennen vermogen». Apel
discuto esta idea de Baier en relación con mi afirmación (rei­ sigue diciendo que esa actitud marca «el fin de la filosofía». Me
terada en el presente trabajo) de que deberíamos tratar de parece que marca un estadio en la ulterior maduración de la fi­
crear, en lugar de presuponer, la universalidad. losofía — un paso más allá del culto al poder inscripto en la
67 Otro aspecto de estas dos historias divergentes sobre la idea de que hay un poder llamado ‘razón’ que vendrá a ayudar­
maduración es la actitud diferente que alientan respecto de la nos si seguimos el ejemplo de Sócrates y hacemos explícitas
querella entre Sócrates y los sofistas y, más generalmente, nuestras definiciones y premisas— . En la versión de la his­
respecto de la distinción entre argumento y los modos de per­ toria que daría un deweyano, la idea de filosofía como strenge
suasión que describí como ‘educativos’ en la sección prece­ Wissenschaft, como búsqueda de conocimiento, es en sí misma
dente. Apel (Diskurs und Verantwortung, pág. 353ra.) dice que un síntoma de inmadurez; los sofistas no estaban totalmente
una de las muchas cosas equivocadas en la perspectiva común equivocados. Las acusaciones recíprocas de inmadurez en las
a Gadamer, Rorty y Derrida es que la despreocupación de esos cuales caemos Apel y yo pueden fácilmente parecer super­
hombres acerca de «Unterschied zwischen dem argumenta- ficiales y vacías, pero expresan convicciones sinceras de ambos
tiven Diskurs und, anderseits, dem ‘Diskurs’ im Sinne von Ver- lados, convicciones sobre cómo es la utopía y, por ende, sobre
handlungen, Propaganda, oder auch von poetischer Fiktion cuáles son los requisitos para avanzar hacia ella.

78 79
verdad, racionalidad y madurez. Lo único que im­ 2. El giro pragmático de Richard Rorty
porta es qué manera de modificarlos los volverá, a
JUrgen Habermas
largo plazo, más útiles para la política democráti­
ca. Como nos enseñó Wittgenstein, los conceptos
son usos de palabras. Los filósofos hemos querido
durante mucho tiempo entender conceptos, pero el
asunto es cambiarlos de modo que sirvan mejor a
nuestros propósitos. La lingüistización de los con­ En «Trotsky and the Wild Orchids», Richard
ceptos kantianos de Habermas, Apel, Putnam y Rorty lanza una mirada romántica sobre su desa­
Wellmer es una propuesta acerca de cómo volver­ rrollo como filósofo.1 Utilizando la forma de una
los más útiles. El profundo naturalismo antikan­ «narrativa de maduración», presenta su desarro­
tiano de Dewey y Davidson es una propuesta al­ llo intelectual como un distanciamiento progresi­
ternativa. vo de su sueño adolescente; era el sueño de fundir
en una sola imagen la extraordinaria belleza de
las orquídeas salvajes y la liberación del profano
sufrimiento de una sociedad explotada: el deseo de
«unir la realidad y la justicia en una sola visión»
(Yeats). El trasfondo existencial del neopragmatis-
mo de Rorty es su rebelión contra las falsas premi­
sas de la filosofía: una filosofía que pretende ser
capaz de satisfacer las necesidades estéticas y mo­
rales al satisfacer las teóricas. Había una vez en
que la metafísica quería instruir a sus alumnos en
los ejercicios espirituales que entrañaban una con­
templación purificadora del bien en la belleza. Pe­
ro el joven Rorty, que había permitido que lo llena­
ran de entusiasmo Platón, Aristóteles y Tomás de
Aquino, termina dándose cuenta dolorosamente
de que la perspectiva del contacto con la realidad
de lo extraordinario ofrecida por la teoría —un
contacto a la vez deseable y reconciliador—, aun­
que posiblemente alcanzable en las formas más

1 R. Rorty, «Trotsky and the Wild Orchids», Common Know-


ledge, 3 (1992): 140-53.

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