Sei sulla pagina 1di 80

C O N C ILIUM

Revista internacional de Teología

238
MUJER-MUJER

EDICIONES CRISTIANDAD
Madrid 1991
«Concilium» 1991: temas de los seis números CONSEJO DE DIRECCIÓN

233. SAGRADA E S C R I T U R A / H I S T O R I A DE LA I G L E S I A Giuseppe Alberigo Bolonia-Italia


La Biblia y sus lectores Enero Gregory Baum Montreal-Canadá
Willem Beuken Nimega-Holanda
234. LITURGIA Leonardo Boff Petrópolis-Brasil
Pastoral de los enfermos Marzo Paul Brand Ankeveen-Holanda
Antoine van den Boogaard Nimega-Holanda
235. MORAL Ann Carr Chicago/m.-EE. UU.
La tercera fase de la vida Mayo Marie-Dominique Chenu (t) París-Francia
Julia Ching Toronto-Canadá
236. DOGMA John Coleman Berkeley/Cal.-EE. UU.
No hay cielo sin tierra Julio Mary Collins Wake Forest/N. C.-EE. UU.
Yves Congar París-Francia
237. SOCIOLOGÍA DE LA RELIGIÓN Christian Duquoc Lyon-Francia
«Rerum novarum»: 100 años después Septiembre Virgilio Elizondo San Antonio/Texas-EE. UU.
Casiano Floristán Madrid-España
238. TEOLOGÍA FEMINISTA Sean Freyne Dublín-Irlanda
Mujer - mujer Noviembre Claude Geffré París-Francia
Norbert Greinacher Tubinga-Alemania
Gustavo Gutiérrez Lima-Perú
Hermán Haring Nimega-Holanda
Bas van Iersel Nimega-Holanda
Jean-Pierre Jossua París-Francia
«Concilium» se publica en nueve idiomas: espa- Hans Küng Tubinga-Alemania
ñol, francés, alemán, inglés, italiano, holandés, Nicolás Lash Cambridge-Gran Bretaña
Mary Mananzan Manila-Filipinas
portugués, polaco (parcial) y japonés (parcial). Norbert Mette Münster-Alemania
Johannes-Baptist Metz Münster-Alemania
Dietmar Mieth Tubinga-Alemania
Jürgen Moltmann Tubinga-Alemania
Alphonse Ngindu Mushete Kinshasa-Zaire
Aloysius Pieris Gonawala-Kelaniya-Sri Lanka
No se podrá reproducir ningún artículo de James Provost Washington D. C.-EE. UU.
esta revista, o extracto del mismo, en nin- Karl Rahner (t) Innsbruck-Austria
gún procedimiento de impresión (fotocopia, Giuseppe Ruggieri Catania-Italia
Edward Schillebeeckx Nimega-Holanda
microfilm, etc.), sin previa autorización de Paul Schotsmans Lovaina-Bélgica
la Fundación Concilium, Nimega, Holanda, Elisabeth Schüssler Fiorenza Cambridge/Ma.-EE. UU.
Lisa Sowle Cahill Chestnut HiU/Ma,EE. UU.
y de Ediciones Cristiandad, S. L., Madrid. David Tracy Chicago/Ill.-EE. UU.
Marciano Vidal Madrid-España
Knut Walf Nimega-Holanda
Antón Weiler Nimega-Holanda
Christos Yannaras Atenas-Grecia

SECRETARIA GENERAL

Prins Bernhardstraat 2, 6521 AB Nimega-Holanda


Depósito legal: M. 1.399.—1965
TEOLOGÍA FEMINISTA GLOSA DE ACTUALIDAD

Comité consultivo ¿PSICOLOGÍA EN LUGAR DE TEOLOGÍA?


UNA CONTROVERSIA NUEVA Y VIEJA
Directores:
Anne Carr Chicago/Ill.-EE. UU.
Elisabeth Schüssler Fiorenza Cambridge/Ma.-EE. UU.
«En el caso del Dr. Drewermann, lo que está en discusión son
Miembros: las estructuras fundamentales, que tienen la máxima importancia
para la construcción de la teología, aunque no puedan hacerse pal-
Kari Borresen Oslo-Noruega
Bernadette Brooten Cambridge/Ma.-EE. UU. pables tan fácilmente». Y en otro pasaje de la entrevista se dice:
Mary Buckley Jamaica/N. Y.-EE. UU. «Aquí, de todas formas, lo que está en discusión es el fundamento
Francine Cardman Cambridge/Ma.-EE. UU.
Mary Collins OSB Washington D. C.-EE. UU. de la fe bíblico-cristiana». Con estas palabras, el presidente de la
Monique Dumais Rimouski/Qué.-Canadá Conferencia episcopal alemana, el obispo Dr. K. Lehmann, secun-
Marita Estor Bonn-Alemania daba el 7 de octubre de este año al arzobispo de Paderborn,
Toinette Eugene Rochester/N. Y.-EE. UU.
Margaret Farley New Haven/Conn.-EE. UU. Dr. J.-J. Degenhardt, en su decisión, publicada el mismo día, de
Ivone Gebara Camaragibe-Brasil retirar el permiso de docencia de la Iglesia hasta nueva orden al
Catharina Halkes Nimega-Holanda
Silver Spring/Md.-EE. UU. profesor invitado Dr. Eugen Drewermann. En cuanto al fondo,
Mary Hunt
Marianne Katoppo Yakarta Pusat-Indonesia Lehmann argumentaba su acusación diciendo, entre otras cosas,
Úrsula King Bristol-Gran Bretaña que en la obra del teólogo sancionado no se destaca como es debi-
Alice Laffey Worcester/Ma.-EE. UU.
Tulsa/Ok.-EE. UU. do lo radicalmente nuevo de la fe cristiana, basándolo en las inter-
Denise Lardner Carmody
Mary-John Mananzan Manila-Filipinas pretaciones de la ciencia comparada de las religiones, sino que se
Elisabeth Moltmann-Wendel Tubinga-Alemania
Chicago/Ill.-EE. UU. coloca como un grado más en el conjunto del mundo de los sím-
Jaime Phelps OP
Judíth Plaskow Bronx/N. Y.-EE. UU. bolos de la historia de la humanidad y de las religiones, a los que
Marjorie Procter-Smith Dallas/Texas-EE. UU. interpreta como arquetipos. Al centrar su atención en el sujeto y
Rosemary Radford-Ruether Evanston/Ill.-EE. UU.
Greven-Alemania sus experiencias internas, se olvida de que la fe cristiana tiene su
Ida Raming Kassel-Alemania
Christine Schaumberger origen en primerísimo lugar en un hecho revelado que ha ocurrido
Sandra Schneiders IHM Berkeley/Cal.-EE. UU.
Kassel-Álemania fuera de nosotros. El obispo Lehmann declara: «Sin embargo,
Helen Schüngel-Straumann Nimega-Holanda Drewermann se interesa en gran parte sólo por la dimensión de la
Hadewych Snijdewind OP San José-Costa Rica
Elsa Támez 'verdad interna'. De este modo llega muchas veces a antítesis muy
Nueva York/N. Y.-EE. UU.
Beverly Wildung Harrison erróneas, como, por ejemplo, 'biológico-simbólico'. La realidad de
la revelación —Dios ha entrado físicamente en nuestra historia—
se desfigura y se caricaturiza no pocas veces en Drewermann».
Aquí no debemos ni podemos hacer una defensa y valoración
de la extensa obra de E. Drewermann, que, al menos en el mundo
de lengua alemana, ha llegado a ediciones de best-seller. Y tampoco
debemos ni podemos poner sobre el tapete una vez más la larga
historia del conflicto entre el arzobispo de Paderborn y el teólogo
352 N. Mette ¿F'sicología en lugar de teología? 353

ahora retirado de su puesto por él. Al margen de todos los embro- es claramente un intento por indagar de nuevo, metódicamente y
llos que haya habido entre las personas implicadas, este «caso» en su contenido, con la ayuda de 'la psicología profunda, en cierta
tiene una importancia más general. Se plantea de nuevo a debate manera todo el terreno de la teología —una empresa impresionan-
el problema de la relación de la teología con las ciencias humanas te, aunque presente aspectos unilaterales evidentes—. Al menos
modernas, en este caso con la psicología (profunda). de una manera programática, partiendo de aquí, indiquemos algu-
En última instancia, si de lo que se trata es de recibir los co- nas posibilidades de enfoque para un encuentro fecundo de la psi-
nocimientos psicológicos no meramente de una manera superficial, cología (profunda) y las diversas disciplinas teológicas, aunque se-
como «técnicas» para ampliar y mejorar el arsenal de los métodos ñalando también los problemas que se derivan de esta relación:
pastorales, sino de integrarlos realmente en la teología (y desde De la idea de que la conciencia y las acciones del hombre están
luego sin dejar a un lado el reto consiguiente a los modelos teoló- muy marcadas e influidas por estructuras inconscientes, que casi
gicos tradicionales de pensamiento y de representación), este dis- siempre aparecen y se forman ya en la primera infancia, y de que
curso interdisciplinar es claramente, hasta hoy —sobre todo en el esto produce presiones y represiones, angustias y sentimientos de
mundo de la Iglesia católica—, sumamente conflictivo. De hecho culpabilidad, se le plantea a la predicación moral de la Iglesia el
sucede que quien admite poner en relación los artículos y símbolos problema de en qué sentido es ella útil cuando apela de forma
de la tradición cristiana con el contenido crítico de las experiencias abstracta a la libertad humana y a su capacidad de conocimiento
del psicoanálisis, y que sólo así se pueden entender realmente en —y, por tanto, también a su capacidad de culpa—- y piensa que
su dimensión interna, se vea ante graves dificultades con el len- puede orientar la conducta humana con mandamientos y normas
guaje teológico especializado habitual hasta hoy y con las categorías supuestamente objetivos válidos. Hay incluso ejemplos bíblicos que
usuales en él. pueden demostrar que las condenas confirman la manipulación
Sin embargo, sería poco ponderado valorar y rechazar este es- exterior y la enajenación interna, mientras que, por el contrario,
fuerzo por investigar la fe cristiana de una manera nueva como un la comprensión es lo que posibilita irse liberando poco a poco de la
cuestionamiento o incluso una negación de los fundamentos de violencia interiorizada y, sobre todo, ir logrando la fuerza del yo
esta misma fe. Lo que ocurre realmente es que se dan modos fun- necesaria para la autodeterminación. De todas formas, si esto signi-
damentalmente distintos de aproximación a la realidad de la fe, fica que gracia y capacidad se excluyen de suyo mutuamente, éste
que a primera vista no se pueden conciliar entre sí sino muy difí- es un problema que, a la recíproca, debe plantearle la ética a la
cilmente y que con clasificaciones generalizadoras, «subjetivista psicología profunda.
versus objetivista» o «simbólico versus histórico», piensan que han De la idea de que los símbolos y las imágenes míticas poseen
comprendido todo lo demás suficientemente. Pero mucho peor es una verdad propia e irrechazable, puesto que posibilitan a los
esto si se piensa que estos modos diferentes de interpretación y los hombres recordar experiencias importantes para ellos, así como
malentendidos que de ellos resultan pueden eliminarse unilateral- también expresar deseos y esperanzas insatisfechos, es posible de-
mente con la ayuda de las resoluciones del magisterio. ducir que la psicología profunda puede ayudar a entender y a inter-
Hasta qué punto y en qué campos el debate con la psicología pretar los textos de la Biblia, de modo que no se lean meramente
es un reto a la teología y necesita ser revisado (para lo cual, natu- como testimonios de las experiencias religiosas hechas por genera-
ralmente, hay que tener en cuenta que no existe «la» psicología, ciones anteriores, sino que resulten instructivos y provechosos para
como tampoco «la» teología), puede verse, de una manera tan ela- la experiencia de los hombres actuales. Una exégesis que proceda
borada como hasta ahora no se ha dado en ninguna parte, en la de una manera histórica y crítica consigue resultados importantes,
obra de E. Drewermann, a pesar de las precisiones que se le pue- ya que ayuda a comprender mejor los textos investigados en las
dan hacer en algunos puntos concretos. Su planteamiento de fondo circunstancias de su época Pero es insuficiente cuando hay que
¿Psicología en lugar de teología? 355
354 N. Mette
concienciación y el fortalecimiento del yo frente a toda tutela y ma-
explicar a los hombres la consecuencia redentora de lo que se
nipulación exterior. Si vemos las cosas así, esta psicología pone
comunica en ellos. La interpretación de la psicología profunda
unos obstáculos irrebasables, que tienen que parecerle peligrosos,
puede ayudar precisamente a esto, aclarando los textos tanto en
si no amenazadores, a una Iglesia que hasta hoy experimenta serias
su forma como también en su contenido como expresión conden-
dificultades para reconocer la libertad del hombre cristiano. Por
sada de experiencias fundamentales —individuales y biográficas o
consiguiente, no son tanto los fundamentos de la fe lo que está en
colectivas de la humanidad— que afectan a los hombres en lo más
discusión en esta controversia nueva y vieja sobre la relación entre
interno de su existencia y abriéndole así un camino a las verdades
psicología y teología, sino que es, evidentemente, el problema del
auténticas de la vida religiosa. De todas formas, sería un peligro
poder en la Iglesia, que hay que impedir plantear y dirimir públi-
que esta concentración en la indigencia psíquica disminuyera la
camente con todas las fuerzas hasta nueva orden.
atención para la opresión y el sufrimiento de los hombres en su
historia concreta y que le son causados estructuralmente. N. METTE
De la idea de que el lenguaje es indudablemente una forma de [Traducción: ELOY RODRÍGUEZ NAVARRO]
expresión necesaria, pero insuficiente, para la comprensión de sí
mismo y la autocomunicación de un yo con otro, se puede concluir
que la psicología profunda ilumina a la teología, especialmente a la
dogmática, sobre las posibilidades y los límites del intento de for-
mular y comunicar las verdades de la revelación de una manera
conceptual y didáctica. Así se acerca mucho a la idea de Agustín
de que sólo cuando se consigue poner en relación las capas pro-
fundas del alma humana puede explicarse realmente y hacerse efec-
tiva la acción redentora del mensaje cristiano. Esto significa que
hay que procurar que los contenidos doctrinales tradicionales de
la fe cristiana han de ofrecerse una y otra vez destacando su valor
de experiencia humana comprensible y no presentarlos meramente
como doctrina «externa». Desde este punto de vista se recogen y
se discuten de nuevo los problemas que habían quedado pendientes
desde el «modernismo» en la teología católica, como la definición
de la relación entre experiencia y revelación (y desde luego sin que
amenace directamente un veredicto del magisterio).
A pesar de todo, la prohibición de no darle la libertad necesaria
al discurso interdisciplinar entre teología y psicología profunda pa-
rece no estar tan relacionada con la actualidad de los temas y pro-
blemas fundamentales que hemos citado. Al contrario, el factor
desencadenante incluso del reciente conflicto que se ha mencionado
aquí podría haber sido un hecho distinto, a saber: la explicación
radical que defiende la psicología profunda sobre el origen y la
función de la autoridad y el poder, como se encuentra en las estruc-
turas sociales en todas partes, y su esfuerzo por superarlos con la
PRESENTACIÓN

La cuestión de la diferencia esencial de las mujeres ha vuelto a


convertirse en centro de discusiones. Numerosos pensadores, cuya
obra ha sido utilizada directa o indirectamente por la teología y la
praxis cristianas, han afirmado que la mujer posee una naturaleza
peculiar. Algunos recurren al tópico de que hay una naturaleza
esencialmente femenina para confirmar las nociones tradicionales
—y estereotipadas— del «lugar y la función» limitados de la mujer
en la sociedad y en la Iglesia. Otros han sugerido que, precisamente
en virtud de su naturaleza peculiar, las mujeres están en condicio-
nes de hacer una aportación característica e importante, y puesto
que la diferencia de las mujeres ha sido marginada o suprimida,
será preciso redescubrir y reconocer las aportaciones peculiares de
las mujeres. Este número de «Concilium» trata de situar los ele-
mentos del debate acerca de la naturaleza de las mujeres y de explo-
rar algunas de sus dimensiones políticas, sociales y eclesiales.
Nuestra primera sección examina algunos de los combates espe-
cíficos en que ha ocupado y sigue ocupando un lugar capital el
tema de la «diferencia de lo femenino». El artículo inicial, de Ina
Praetorius, explora el concepto de la igualdad de derechos en el
contexto de la Ilustración europea en cuanto que terminó por in-
cluir la noción de los privilegios especiales de las mujeres. Demues-
tra esta autora que el ideal de la naturaleza femenina y de la fun-
ción peculiar de las mujeres dentro de la familia, tal como lo
entendían las clases medias, estaba inextricablemente entreverado
con las discriminaciones derivadas del racismo, el clasismo, el anti-
semitismo y el eurocentrismo, y a la vez propone una visión del
futuro que tiene en cuenta las desastrosas consecuencias de la pa-
sada asimetría en la manera de entender la diferencia de sexos.
Rosemary Radford Ruether aborda el tema con especial refe-
rencia a la lucha de las mujeres en demanda de la igualdad de dere-
chos dentro de las iglesias cristianas, sobre todo en cuanto se re-
fiere a la participación de las mujeres en el ejercicio de la autoridad
y la ordenación o ministerio. Señala cómo, tradicionalmente, la na-
turaleza de Dios y del hombre han sido formuladas en términos
Presentación 359
358 A. Can/E. Schüssler Fiorenza
la unicidad y la diferencia de los pueblos, que han sido modelados
generalmente masculinos, hasta el extremo de convertir a las muje-
por unas peculiares fuerzas históricas y culturales.
res en seres subordinados tanto en la sociedad como en la Iglesia,
En un análisis final de un combate específico, Mary John Ma-
excluyéndolas del ámbito de la autoridad en una y en otra. Con
nanzan se sirve de su personal experiencia con mujeres en Filipinas
las nuevas facilidades para el acceso de las mujeres a la educación
para analizar la diferencia existente entre una educación en que se
superior y los estudios teológicos, se les ha abierto la posibilidad
afirma la «feminidad tradicional» y otra educación para un femi-
de lanzar un desafío a los modelos del predominio masculino en
nismo vigorizante. La educación que en el pasado se impartía en
los contextos social y eclesial. Las iglesias protestantes de talante
la familia, la escuela y la Iglesia compartía una visión de los sexos
más liberal han aceptado la crítica feminista de la tradición teoló-
en que se trataba de inculcar los estereotipos de la «masculinidad»
gica cristiana y han admitido a las mujeres al ministerio, no así la
y la «feminidad», pero la aparición del pensamiento feminista du-
Iglesia católica. Radford Ruether pone como ejemplo el proyecto
rante los años sesenta ha significado una forma distinta de educa-
de carta pastoral de los obispos norteamericanos sobre las incum-
ción, caracterizada por los métodos de colaboración y cooperación
bencias de la mujer para poner en evidencia el conflicto entre la
en que la experiencia compartida de las mujeres lleva a la adopción
antropología de la equivalencia y la coparticipación y la antropo-
de unas perspectivas colectivas que fundamentan un nuevo enten-
logía de la complementariedad, la «antropología bíblica», que cuen-
dimiento. La educación feminista se ha hecho ya interdisciplinar
ta con el beneplácito de Roma. Esta antropología, que divide lo
y a la vez implica a mujeres de todas las clases, razas y religiones,
masculino y lo femenino en «dos ontologías psicosimbólicas opues-
a la vez que recurre no sólo a las perspectivas racionales, sino a
tas», ha servido de base al papa Juan Pablo II para fundamentar
todas las artes en su labor de emancipar a la mujer.
la diferencia esencial entre los cometidos que incumben respectiva-
mente a varones y mujeres, en especial en la Iglesia. Esta afir-
mación de una diferencia esencial está en contradicción con la idea En nuestra segunda sección, los artículos adoptan una perspec-
de la igualdad en la creación y en Cristo y delata una grave incohe- tiva histórica sobre la forma en que se estableció la diferencia de
rencia en la teología católica. las mujeres en el pasado. Linda Maloney analiza las ideas de la filo-
sofía clásica sobre las mujeres (y las esclavas) y señala cómo las teo-
En un tercer análisis de un caso concreto, Kwok Pui-lan estudia
rías políticas y educativas de Platón y Aristóteles tuvieron conti-
la ambigüedad del cometido y la función de la «señora blanca» en
nuidad en diferentes sectores del antiguo cristianismo. Su análisis
el colonialismo occidental y en las misiones cristianas. Explora la
feminista sugiere que la tendencia hacia la supresión de las dife-
relación de sexo y raza en los ambientes misioneros del siglo xix
rencias socialmente establecidas entre varones y mujeres, basadas
y demuestra que la ideología misionera subrayaba la diferencia
en la función reproductora, que había sido iniciada por el movi-
esencial entre la mujer blanca y la mujer de color, y que la intro-
miento desencadenado por Jesús y el primer Pablo, se invirtió en
ducción del cristianismo implicaba una menor libertad y participa-
los textos posteriores del Nuevo Testamento, a fin de acomodarse
ción de las mujeres colonizadas. La imagen de la «señora blanca»
a las estructuras sociales grecorromanas de corte patriarcalista.
formaba parte del mito etnocéntrico de la superioridad occidental
sobre los demás pueblos, que eran caracterizados como «los otros», Elisabeth Gosmann rastrea la formulación de la diversidad fe-
mientras que la civilización cristiana era identificada con la cultura menina en los escritos de los Padres de la Iglesia y en los teólogos
blanca. De ahí que las mujeres del Tercer Mundo entiendan que su medievales que buscaban la síntesis del pensamiento bíblico y las
liberación exige liberarse también del colonialismo, del control eco- filosofías del platonismo, neoplatonismo, estoicismo y aristotelis-
nómico y del militarismo, y a la vez estiman que la idea de las dos mo. Desde Agustín hasta las síntesis escolásticas de la Edad Media,
esencias superpuestas y mutuamente irreconciliables forma parte predomina un dualismo tajante en que las esperanzas de la tradición
de la maquinaria de la dominación. Al mismo tiempo insisten en androcéntrica cristiana se centran en que, cuando llegue la ésjaton,
360 A. Carr/E. Schüssler Fiorenza Presentación 361

las mujeres se tornarán plenamente humanas, es decir, se conver- su «giro lingüístico», han sido utilizadas con buenos resultados en
tirán en varones o al menos en seres «semejantes a los varones». algunos trabajos teológicos recientes y prometen dar pie en el futu-
Estudiar los textos de esta tradición de pensamiento asimétrico ro a nuevos avances por lo que se refiere a la «diferencia» en todos
ayudará a las mujeres y a los varones de hoy a pensar más allá de sus aspectos, como los relacionados con la clase, la raza y la etni-
las dualidades y polaridades del pasado, conforme al principio nue- cidad.
vo y singular de lo humano.
Sylvia Marcos utiliza una serie de textos del antiguo México En nuestra sección final hay tres artículos referentes a cuestio-
como material altamente significativo para fundamentar las críticas nes específicamente teológicas. Katherine Zappone revisa el tema
feministas de la antropología y la etnología. Se centra en la inter- de la antropología teológica desde la perspectiva de la afirmación
sección de sexo y moral para analizar en profundidad una sociedad de que la diferencia existente entre mujer y mujer es tan impor-
precristiana que no afirma ni legitima unas categorías rígidas o mu- tante como la que se da entre las mujeres en conjunto y los varo-
tuamente excluyentes de distinción entre los sexos, que se fundían nes. Su punto de partida es que la biología de las mujeres (y la de
en un dualismo dinámico y ordenado a un equilibrio. En la religión los varones) afecta a sus vidas y destinos en la medida en que la bio-
y en la vida cotidiana se manifestaba una actitud positiva con res- logía se combina con otros factores, como la cultura, la raza o la
pecto al placer y la vida sexual. En la sociedad azteca nada indica situación geográfica e histórica. Insiste Zappone en que el pensa-
que se considerara superior a uno de los dos sexos, sino que más miento feminista ha de superar su miedo a la «diferencia», como
bien se daba la conciencia de que los sexos son diferentes por ne- si se tratara de una categoría analítica que necesariamente implicara
cesidad con vistas a mantener el deseado equilibrio. Los textos que inferioridad y desigualdad. La praxis de «vivir con diferencia»,
analiza Marcos reflejan una sociedad en que la estructuración del moviéndose al margen de las distinciones raciales, sexuales, cultu-
sexo se basa en la semejanza y no en la jerarquía. rales y de clase que cada cual ha heredado desembocará en una
En una esclarecedora presentación de las filosofías ilustrada y nueva solidaridad cargada de sentido con vistas al cambio político,
romántica, así como de las literaturas con ellas relacionadas, Sarah genuino y constante, que servirá para mejorar la situación de todas
Coakley emprende el estudio de la idea del «hombre de la razón» las mujeres.
y de las valoraciones que se formularon en los siglos xvm y xix a En una línea semejante, Maria Clara Lucchetti Bingemer aboga
propósito de las diferencias existentes entre los sexos. Argumenta por una recuperación del «eterno femenino» en una temporalidad
que la cuestión que este complejo legado plantea al feminismo cris- o historicidad continuamente cambiante y liberadora. Señala cómo
tiano es la integración, a partir de los recursos que ofrecen la his- antes y ahora se ha apropiado la Iglesia de la figura de María de
toria y la espiritualidad cristianas, del deseo sexual y del anhelo Nazaret, e indica tanto las distorsiones como las posibilidades que
de Dios. Demuestra que el pensamiento feminista depende de la incorpora el símbolo de María tal como ha funcionado y podría
herencia de la Ilustración y expresa la duda de que sus exigencias funcionar para las mujeres. Partiendo de una perspectiva liberacio-
en el plano de los principios éticos generales puedan ser desecha- nista iberoamericana, Lucchetti Bingemer afirma que no existe un
das hoy sin más. «eterno femenino» en el sentido simplista, pero que hay lugar nue-
No ha sido posible incluir en esta sección un artículo con que vamente para un conjunto provisional, diverso, múltiple y contin-
contábamos sobre la valoración del esencialismo en la teoría femi- gente de expresiones de su significado en diferentes contextos cul-
nista. Pero los lectores reconocerán que la crítica posmodernista del turales y períodos históricos, como el acceso de lo humano al Dios
pensamiento esencialista y su consiguiente exaltación de la dife- eterno, trascendente e inmanente. Aporta una revisión feminista
rencia de la mujer son referencias a tener muy en cuenta. Las teo- de Dios como padre y madre amorosos y compasivos, como hijo y
rías de algunas feministas francesas, basadas en el psicoanálisis y palabra encarnados en varones y mujeres y como espíritu de vida,
362 A. Carr/E. Schüssler Fiorenza

fecundo y siempre sorprendente, en la existencia de los pobres. EN BUSCA DE LA CONDICIÓN FEMENINA


En el artículo final, Elizabeth Johnson analiza la masculinidad
de Cristo y el abuso histórico de esta realidad en la teología y en DEFENSA DE UN ECUMENISMO DE LAS MUJERES '
la praxis cristianas. Al mismo tiempo demuestra que esta mascu-
linidad queda abierta a una interpretación liberadora, feminista.
Insiste en que el principio de una naturaleza humana única en la I. LA LÓGICA ANDROCENTRICA
interdependencia de múltiples diferencias se sitúa más allá de los
modelos del dualismo sexual o de la igualdad abstracta de los indi- «Mi» lenguaje, que sólo relativamente es el mío, ya que soy
viduos, para desembocar en la celebración de la diversidad como mujer, concibe la realidad de manera específica de una forma dua-
algo absolutamente normal. Se trata de una secuencia multidirec- lista. Parejas de contrarios asimétricos estructuran mis percepcio-
cional en que lo importante es la conexión en la diferencia, no la nes: racionalidad y emocíonalidad, vida pública y vida privada,
identidad a través de la oposición o la uniformidad. Una antropo- saber y fe, trabajo mental y trabajo manual, logos y mito, espíritu
logía de este corte permitiría a la cristología integrar sin distorsio- y materia, Dios y hombre, señor y esclavo, fuera y dentro se con-
nes la masculinidad de Cristo. Johnson propone unas interpreta- traponen como hombre y mujer en el matrimonio patriarcal. En
ciones del misterio de la resurrección, de la cristología sapiencial cada caso se define a una de las dos partes como de valor superior
y del símbolo bíblico del cuerpo de Cristo que permiten ensanchar y a la otra como de valor inferior. Las polaridades esenciales que
la realidad cristiana hasta incluir a todos los redimidos. Señala tam- establecen su estructura, y que este lenguaje le asigna desde hace
bién la importancia de las tradiciones del bautismo y el martirio siglos a la realidad, se relacionan a fin de cuentas entre sí como lo
para una cristología totalizante. «masculino» y lo «femenino» en un orden patriarcal.
Se ha indicado recientemente que la cuestión de la «naturaleza Las mujeres, al menos si quieren ser oídas en la opinión pública,
de las mujeres» se ha convertido en una cuestión internacional den- tienen que servirse necesariamente de este lenguaje, que divide el
tro de la Iglesia católica. Creemos que los artículos recogidos en mundo en una mitad masculina interesante y otra femenina trivial.
este número de «Concilium» ponen de manifiesto la diversidad de Si quieren tener éxito en los debates políticos concretos, por ejem-
posturas adoptadas por la teoría y la teología feministas recientes plo, en la lucha por acceder adecuadamente a los bienes necesarios
en torno a la cuestión de la diferencia de las mujeres hoy, y espera- para la vida, se les exige respuestas a la pregunta de si son, y hasta
mos que esta colección sirva para impulsar el desarrollo de ideas qué punto lo son, «iguales» que los hombres o «distintas» a los
y acciones en la comunidad internacional e interdependiente de mu- hombres. Porque el problema del acceso adecuado a los bienes ne-
jeres y varones. cesarios para la vida se articula casi siempre en el momento actual
A. CARR como un problema de «igualdad de salario para igual trabajo». Las
E. SCHÜSSLER FIORENZA mujeres que se acreditan como iguales reciben su parte; las otras
[Traducción: J. VALIENTE MALLA]
se quedan dentro: en la vida sujeta de la casa, donde el trabajo no
cuenta como trabajo y donde, por consiguiente, no hay nada que
se pueda merecer digno de mención. E n el orden dominante, el
problema de la igualdad o diferencia no puede significar ante todo
1
Este artículo debe su origen a las discusiones, en controversias solidarias,
con las señoras del grupo de proyectos «Ética en el feminismo»: Marianne
Briner, Ruth Egloff (t), Endrea Günter, Sigrun Holz, Rose Killinger, Beatrix
Schile, Jacqueline Sonego-Moser, Heidrun Suter-Richter.

24
364 I. Praetorius En busca de la condición femenina 365
otra cosa que esto: si las mujeres se insertan en el campo «supe- un método de cómo podemos escapar a la lógica de la igualdad, sin
rior», que se presenta como el criterio de la igualdad, o si aceptan dejar por eso nuestras pretensiones de liberación. Se buscarían
pertenecer, como se les ha atribuido desde hace tiempo, al otro lugares en los que, y desde los que, pueda derribarse la lógica do-
campo, al «inferior». Si una mujer, por ejemplo, dice que considera minante —o la identificación de las mujeres con ella—•. Para poder
a las mujeres, por su socialización o por su «naturaleza», más sen- conseguir que las mujeres aprovechen la lógica de «iguales que/
sibles y más empáticas que los hombres, no está haciendo una afir- distintas a» (los hombres) como instrumento para su liberación, en
mación neutral sobre las mujeres. Al contrario, las está incluyendo lugar de someterse a ella, tienen que situarse en lugares fuera de
de forma irremisible, y posiblemente contra su voluntad, en el cam- esta lógica. ¿Cómo pueden volverse a descubrir o a proyectar estos
po de valor inferior. lugares?

II. LAS RAICES DE LA P O L Í T I C A DE LA IGUALDAD


II. AFRONTAR LA LÓGICA PATRIARCAL: DE DERECHOS EN LA ILUSTRACIÓN EUROPEA
ESPACIOS PARA LA MUJER
Ante todo me parece necesaria la convicción de que son posi-
Es verdaderamente humillante que el acceso a una existencia bles lugares fuera del orden patriarcal: que el lenguaje dominante
justa con las mujeres —por ejemplo, a una existencia sin pobreza— no es el único recto y el Estado dominante no es el único posible.
esté regulada por un mecanismo primitivo de este tipo. Pero éste Para llegar a esta convicción, puedo preguntar históricamente: ¿Fue
es el statu quo patriarcal, al menos en la parte del mundo en la que siempre así? ¿Cómo han llegado las mujeres a la situación de que
yo vivo. Las mujeres tienen que seguir, aprovechar, emplear nece- puedan afirmarse a sí mismas sólo como «iguales» o «distintas» en
sariamente la lógica de «iguales que» o «distintas a» (los hombres) relación con la norma establecida hombre y, por tanto, inauténti-
si quieren conseguir un acceso a los campos en los que se decide camente? Mi intento de dar respuesta a esta pregunta se limita al
sobre la distribución de los bienes que posibilitan la vida, como el contexto cultural al que pertenezco, porque considero probable que
espacio, el dinero o la formación. Es decir, que tienen que servirse las mujeres en otros contextos, por ejemplo, en el oriental, descri-
de un lenguaje dentro del cual no es posible una expresión autén- ban de otra manera su historia en relación con el dilema de la lógica
tica de lo específico de la mujer. Una mujer que quiera conseguir androcéntrica.
influencia para obtener un escaño en el parlamento tiene que de- En Europa, a más tardar desde la Ilustración, las mujeres han
mostrar claramente que sabe hablar y argumentar «tan bien» como impulsado su liberación de las situaciones injustas valiéndose del
los hombres, aunque sepa con claridad desde hace tiempo que la concepto de igualdad de derechos. Este concepto es una consecuen-
retórica masculina, con su presunta objetividad y falta de emoción, cia del programa de la Ilustración. Enfrentándose al orden feudal,
es un juego de mentiras. El camino hacia la mayoría de las posicio- los ilustrados habían proclamado la igualdad de todos los hombres,
nes influyentes pasa por la «igualdad» y, por eso, de hecho, por la v de ahí habían sacado extensos programas de reforma social que
adaptación a los estándares masculinos. muchos de ellos, al principio, quisieron aplicar también a la mujer.
Si las mujeres se hacen conscientes de que están sujetas a una Pero como una igualdad real de derechos de la mujer habría impli-
lógica que les es extraña, entonces cambia la cualidad del problema cado cambios más profundos que cualquier otra reforma inspirada
de la «igualdad o diferencia». No se buscarían afirmaciones esen- en la igualdad, y puesto que, como hoy sabemos, el concepto de
ciales sobre la mujer en el lenguaje dominante, porque esta búsque- igualdad, subterráneamente androcéntrico, en relación con la mujer
da puede no conducir a nada, hasta que no hayan pasado los pre- i mpieza con límites lógicos, pronto se recortaron los programas de
supuestos del pensamiento androcéntrico. Al contrario, se buscaría la igualdad de derechos de la mujer a lo que puede tolerar una
366 I. Praetorius En busca de la condición femenina 367

sociedad patriarcal: la ley matrimonial siguió siendo jerárquica, no esta campaña universal de destrucción, posiblemente única, contra
se le permitió a las mujeres el derecho de sufragio y las universi- las mujeres y su cultura que sobre todo las mujeres europeas y nor-
dades no se abrieron para las personas del sexo femenino 2. Las teamericanas se hayan hipotecado, para salir de la situación de
mujeres, que habían esperado de la Ilustración más progresos rea- aislamiento, al ideal engañoso de la igualdad y, por tanto, a una
les, siguieron aferradas al programa de la igualdad de derechos. idea de libertad que las ha alienado? Y si es así, ¿cómo se pueden
Sólo unas pocas comprendieron la estructura patriarcal profunda proyectar de nuevo, en las circunstancias modernas, espacios llenos
de este concepto, en el que seguía inamovible el axioma, ya esta- en los que las mujeres se sientan seguras mutuamente de su valor
blecido en la Antigüedad, de que lo masculino, como principio su- y de su fuerza?
perior, es la norma de la igualdad y, por tanto, de lo femenino.
La política de la igualdad de derechos consiguió algunas de sus
metas: el acceso al derecho de sufragio activo y pasivo, el acceso a IV. ELEMENTOS DE UNA TEORÍA DE LAS RELACIONES
la formación formal y reformas en el derecho matrimonial... Pero ENTRE MUJERES
la calidad real de la vida de las mujeres no está hoy en una relación
Actualmente, teóricas de diferente procedencia4 trabajan en
proporcional con los inmensos esfuerzos a ios que se sometieron
este problema de cómo puede establecerse una cultura femenina
las mujeres a lo largo de la política de igualdad de derechos y se
independiente fuera del orden patriarcal o cómo puede sacarse a
someten desde entonces en adelante: luchas agotadoras por trivia-
la luz y llenarse de valor la cultura femenina todavía existente no
lidades, exceso de trabajo sobre el trabajo tradicional de la mujer
valorada o subestimada. Su trabajo se basa en la idea de que de las
y adaptación al estándar del rendimiento masculino. En el «occi-
estructuras independientes de la cultura y la tradición femeninas
dente cristiano» el patriarcado no ha sido relegado a sus límites,
puede salir una subversión más eficaz del orden patriarcal que de
sino que se ha anexionado la fuerza de trabajo de las mujeres
una «política de exigencias» dirigida por el principio de igualdad 5.
«iguales» para sus fines, que son tanto más destructores global-
Todos estos principios teóricos, que se discuten vivamente en nues-
mente cuanto más grandes. Las mujeres que han logrado el estatus
tro tiempo en el contexto europeo y norteamericano, comprenden,
de la igualdad —casi siempre mujeres de clase media y alta— par-
si no me equivoco, una importante cantidad de elementos estruc-
ticipan en la praxis de la explotación patriarcal frente al «Tercer
turales comunes:
Mundo», la naturaleza y los grupos marginados dentro de la propia
sociedad. Las mujeres que no pueden o no quieren alcanzar este 1) Parten de un análisis del orden dominante, en el que las
estatus pertenecen, lo mismo que siempre, a las clases pobres 3. mujeres están fijadas a unas relaciones con hombres —a la hetero-
Por eso las feministas hacen hoy la pregunta de si el concepto sexualidad en un sentido general—. Cuando Janice Raymond habla
ilustrado de igualdad ha significado para las mujeres realmente un de «heterorrealidad», Adrienne Rich de «heterosexualidad obliga-
progreso, o si el señuelo de la igualdad no es, por el contrario, sino
una sustitución lamentable de las estructuras culturales femeninas, * Por ejemplo: Librería de las mujeres de Milán, Wie weibliche Freiheit
entsteht. Eine neue politische Praxis (Berlín '1988); Diotima, Philosophinnen
que sistemáticamente han sido destruidas en Europa en el curso gruppe aus Verona. Der Mensch its zwei. Das Denken der Geschlechterdif-
de la persecución de las brujas. ¿No podría estar relacionado con ferenz (Viena 1989); Sarah Lucia Hoagland, Lesbian Ethics. Toward New
Valué (Palo Alto 1988); Janice G. Raymond, Frauenfreundschaft. Philosophie
2 der Zuneigung (Munich 1986); Adrienne Rich, Zwangsheterosexualitdt und
Cf., sobre este contexto, Úrsula Pia Jauch, Immanuel Kant zur Ge-
schlechterdifferenz. Aufklarerische Vorurteilskritik und bürgerliche Gesch- lesbische Existenz, en Elisabeth List/Herlinde Studer (eds.), Denkverháltnisse.
lechtsvormundschaft (Viena 1988). Femtnismus und Kritik (Francfort del Main 1989) 244-278. El capítulo 4 hace
3
Cf., sobre el concepto de pobreza que aquí se presupone: Enrique Dus- referencia a esta tesis.
5
sel, Etbik der Gemeinschaft (Dusseldorf 1988) 31-32. Librería de las mujeres, op. cil., 26.
368 I. Praetorius En busca de la condición femenina 369

da», Sarah Lucia Hoagland de «heterosexualismo» y las mujeres de de orientación. Llena, por así decirlo, el lugar que en el orden pa-
las librerías femeninas de Milán de «genealogía masculina», se está triarcal es ocupado por el matrimonio monógamo. Sin poner la
diciendo —dicho en lenguaje sencillo— lo mismo: el cautiverio de forma de vida lesbiana como la única deseable, las mujeres que
las mujeres en un orden social y simbólico que las fija a relacionarse siguen esta reorientación basada en unos valores explican así su
con su contrario real y simbólico, el hombre, aislándolas así a unas preocupación central: la fijación en el hombre, que encuentra su
de otras, y en el que, consiguientemente, «igualdad» no puede sig- expresión clásica en el orden del matrimonio monógamo, queda
nificar otra cosa que igualdad con el hombre. Todas las teóricas suprimida en favor de la orientación de una relación obligatoria
llegan en su análisis a la conclusión de que este orden no sólo daña entre mujeres.
a las mujeres, sino que es también co(responsable) del estado ca-
5) Todas las autoras unen la dimensión personal de las rela-
tastrófico del mundo: de la catástrofe ecológica, del rearme y de
ciones entre mujeres con la política, y la intelectual con la corporal-
la guerra. Cuando (¿determinados?) hombres se ponen a sí mismos
cotidiana: las relaciones entre mujeres pueden ser no sólo perso-
como la medida de todas las cosas y de los seres humanos, sojuzgan
nales, si se toma en serio el potencial de ruptura del orden patriar-
a las otras formas de vida hasta la posibilidad de la destrucción
cal que se da en ellas. Por otra parte, los puros vínculos dirigidos
global.
a un fin entre las mujeres sin cualidad emocional no son el ideal
2) Partiendo de este análisis, las teóricas postulan que las al que se sienten impulsadas estas feministas. La esfera política y la
mujeres deben ayudar a las mujeres: no como una afición cualquie- personal se ensamblan.
ra, sino como acto revolucionario. Si las mujeres apartan su mirada
En estos cinco elementos estructurales comunes veo una espe-
de los hombres y empiezan a hacerse valer, a protegerse y a valo-
cie de guía para las reflexiones y acciones feministas futuras, que
rarse entre sí, entonces el orden patriarcal en sí se derrumbará.
puede salir de la alternativa infecunda «iguales que/distintas a».
Porque los hombres están necesitados, en el fondo, de la sanción
Una teoría y praxis feminista con esta meta tiene que recorrer de
y la admiración de «sus» mujeres y del trabajo de las mujeres cen-
hecho, en mi opinión, estos cinco pasos: el conocimiento del andro-
trado en los hombres.
centrismo cerrado de «nuestra» cultura y de sus consecuencias ca-
3) Todas las teóricas parten de que desde hace tiempo hay tastróficas; el conocimiento de que una autoexpresión auténtica de
relaciones intensas entre las mujeres. Adrienne Rich habla de un las mujeres sólo es posible si escapamos de esta lógica relacionán-
«continuo lesbiano», al que de hecho están atadas todas las muje- donos entre nosotras; la idea de que, si queremos darle valor a las
res, en cuanto que son hijas de madres y con frecuencia madres de mujeres y a sus relaciones entre sí, no estamos en el vacío, sino
hijas, en cuanto que son cuidadas por mujeres mientras son niñas que hay que iluminar una historia llena y darle expresión a una
y siempre que están enfermas o son mayores, en cuanto que se re- «existencia incomprendida»6; el cuestionamiento radical de un
lacionan con amigos, etc. No se trata, por tanto, de crear de la nada concepto de ser humano que se base en el «complemento natural
las relaciones entre mujeres, sino sobre todo de llamarlas por su mutuo» de los sexos y, consiguientemente, la destrucción de los
nombre y atribuirles así su valor, escribir su historia y poner al des- miedos y prejuicios frente a las formas de vida lesbianas; y, final-
cubierto su función revolucionaria potencial. Lo que ya existe sin mente, el trabajo consciente para superar los dualismos asimétricos
expresarse, debe conocerse y concebirse conscientemente como una que quieren dividir nuestra vida en una mitad privada y otra pú-
forma de vida valiosa. blica.

4) En casi todos los proyectos, la forma de vida explícita- 6


Cf. Adriana Cavarero, Ansatze zu einer Theorie der Geschlechterdif-
mente lesbiana desempeña un papel esencial como modelo y punto ferenz, en Diotima, op. cit., 65-102.
En busca de la condición femenina 371

VI. UN CAMPO DE TRABAJO PARA EL FUTURO: embargo, un discurso real y no la especulación en los despachos
UNA DEFINICIÓN DE LA CONDICIÓN FEMENINA europeos. No sólo porque la expansión global del patriarcado occi-
QUE SUPERE LAS FRONTERAS dental nos fuerza a una colaboración global, sino también porque
es interesante y alentador ir en busca de la condición femenina con
Lo que todavía se discute con muy poca intensidad en el femi- otras mujeres de otros contextos, considero importante dedicarle
nismo europeo, y posiblemente también en el norteamericano, me una creciente atención a un diálogo feminista que supere las fron-
parece que es cómo puede ser, superando las fronteras, la cultura teras. Como este diálogo no actúa por sí mismo —aunque nos base-
femenina que se ha postulado, o más exactamente: cómo podemos mos en una supuesta hermandad universal—, debe ser objeto de
transformar las formas de discriminación, arraigadas estructural- un trabajo teórico cuidadoso, lo mismo que lo han sido para las
mente, que existen entre las mujeres. El racismo, el dominio de citadas teóricas las relaciones entre mujeres dentro de un círculo
las clases, el antisemitismo, el eurocentrismo y otras formas de dis- cultural. Si las mujeres quieren dedicarse a esta tarea muy global
criminación son obstáculos para una cultura comunicativa de las y de intenso trabajo, posiblemente deben dar ya el paso decisivo
mujeres que supere las fronteras. Si las mujeres, sin embargo, quie- que postulan las teóricas de las relaciones entre mujeres: tienen
ren llegar a descubrir qué son como mujeres y qué características que decidirse a darle prioridad al discurso entre mujeres sobre el
tienen sus ideas —posiblemente comunes— sobre una vida justa diálogo con hombres. Esto significa para mí, como teóloga cristiana
con las mujeres, si quieren, por tanto, desvincular su definición de occidental, que examine la economía de mi propio tiempo: ¿Qué
sí mismas y del mundo de la norma hombre, supuestamente uni- cantidad de mi tiempo limitado le dedico al debate con mi propia
versal, entonces es importante hacer extensivo el discurso más allá tradición androcéntrica —y, por tanto, a volver a un discurso do-
del propio grupo. Porque también las mujeres corren el peligro de minado por varones— y cuánto al debate con mujeres de otros
pretender considerar las propias experiencias limitadas como «la contextos? Si he descubierto la prioridad de la otra mujer para mi
condición femenina». Es sabido que las mujeres blancas de la clase propia seguridad y la nuestra, entonces cualquier debate con tradi-
media de los países altamente industrializados han caído ya en este ciones androcéntricas que no tenga como norma el entendimiento
peligro y que, por eso, han surgido incomprensiones infecundas y con otras mujeres es superfluo.
divisiones en el movimiento feminista. Si hoy, por otra parte, el
concepto de igualdad, dominante hasta ahora en los movimientos
feministas occidentales, resulta problemático, sólo por esta razón VIL UNA VISIÓN
no puede seguirse la opinión, que continúan sosteniendo muchas
feministas occidentales —con frecuencia sin expresarlo—, de que Me imagino este sueño: mujeres de diversas religiones históri-
el feminismo occidental es el «más progresista». Más bien podrían cas, de diversos sistemas políticos y tradiciones culturales se aso-
asumir posiblemente un papel de guías las mujeres de culturas en cian en redes ecuménicas feministas. Para esto no necesitan en
las que unas tradiciones feministas (relativamente) autónomas ha- absoluto una supraestructura patriarcal. Los centros de congresos
yan permanecido más intactas que en Europa y Norteamérica —y y las asambleas internacionales no son necesarios, porque nuestras
a ésas es a las que las feministas occidentales califican a menudo sociedades son ya multiculturales. Puedo viajar a países extranje-
de «reaccionarias»—; y esto porque quizá, basándose en sus tra- ros, pero no tengo que hacerlo para entrar en diálogo con otras
diciones feministas existentes, pueden prestarle contribuciones más mujeres sobre lo que nos diferencia y nos une. Lo decisivo es mi
importantes al problema de una concepción femenina no androcén- deseo y el de otras mujeres de iniciar juntas un diálogo común.
trica de sí mismas que las que están más alienadas por una larga Me imagino este sueño: las mujeres que se han encontrado en
lucha por su «igualdad». Si es o no así, sólo puede decidirlo, sin dichas redes discuten cuidadosamente, con mucho tiempo y en una
372 I. Praetorius

controversia solidaria, sobre las propuestas que se han hecho ya,


DIFERENCIA Y DERECHOS IGUALES
o se hagan en el futuro, para definir su ser en este mundo, sobre
DE LAS MUJERES EN LA IGLESIA
esta frase: «Las mujeres deben conocer lo que tienen en común,
aunque propongan decisiones completamente distintas. Estímese
como sea su capacidad reproductora: en todo caso es preciso que
la libertad en su vida no signifique nada concreto hasta que no se
den las condiciones que les permitan formar esta misma libertad» 7. La plena incorporación de las mujeres a los ministerios de las
O sobre ésta: «Realmente somos iguales en cuanto que nos pre- iglesias cristianas se ha convertido hoy en un problema crítico del
ocupa la diferencia mal interpretada de los sexos, que es el funda- cristianismo. El modo como las iglesias traten este problema puede
mento de que seamos-iguales-entre-nosotras» *. determinar sin duda su supervivencia como opciones religiosas via-
Me imagino este sueño: las mujeres experimentan placer en este bles para la humanidad en el futuro. El cristianismo hereda de su
debate. Contagian a otras, cada vez más. Se ponen de acuerdo un pasado histórico una contradicción fundamental en sus concepcio-
día en principios y frases orientadoras que le posibiliten a todas nes y tratamiento de la mitad de la humanidad, las mujeres. Por
expresarse en ellas y, no obstante, seguir siendo distintas de las un lado, el cristianismo, desde sus comienzos, se ha comprometido
otras, que se expresan también en estas frases. Se apoyan en estas a un igualitarismo soteriológico universalista. Todos los seres hu-
frases y principios, cuando llevan adelante (lo cual parece lo pri- manos, prescindiendo de su sexo, clase o etnia, han sido creados
mero inevitable) su política de exigencias en favor de una existen- por Dios y salvados por Jesucristo. La salvación no hace ninguna
cia justa con la mujer. Han encontrado un lugar desde el que es distinción entre los seres humanos.
posible desempeñar la igualdad, cuando sea necesario. Un lugar en Por otro lado, la concepción cristiana de la naturaleza y del ser,
el que es posible una sonrisa libre (en lugar de maliciosa) sobre lo tanto de Dios y de Cristo como también del criterio normativo de
que los hombres se atrevieron a ofrecernos una vez como meta la humanidad, se ha descrito en términos de género masculino. Esta
suprema: la igualdad. concepción del ser basada en el género masculino se ha usado para
I. PRAETORIUS subordinar a las mujeres, sea como miembros de la humanidad o
[Traducción: ELOY RODRÍGUEZ NAVARRO] sea como personas capaces de ejercer la autoridad y representar a
Dios y a Cristo. La exclusión de las mujeres de los ministerios orde-
nados, y desde luego de todo cargo público, en las sociedades cris-
lunas del pasado ha tenido su raíz en la concepción del ser humano
y divino como del género masculino.
Sólo en nuestro siglo las mujeres han logrado el acceso a los
dmvhos políticos en la sociedad y a la educación superior y han
llegado así, por primera vez, a la posición de poder retar estas
exclusiones de una responsabilidad cristiana en las iglesias. En ge-
neral, lian sido las sociedades liberales las que han estado a la ca-
beza de las iglesias en el reconocimiento de los derechos de las
mujeres como personas humanas plenas, aunque hay todavía algu-
7
Beverly Wildung Harrison, Our Right to Choose. Toward a New Ethic nas cuestiones que permanecen sin resolver en la vida social. Este
nf Abortion (Boston 1983) 36. hecho ha sido usado por algunos conservadores para afirmar que
* Adriana Cavarero, op. cit., 96.
todo el problema de los derechos de las mujeres en la Iglesia es
374 R. Radford Ruether Las mujeres en la Iglesia 375

inadecuado. Afirman que el feminismo es la importación a las igle- cesis. Por un lado, los obispos reconocen que no pueden realizar
sias de una cuestión puramente «secular» '. su ministerio sin mujeres. Las mujeres son al mismo tiempo la ma-
Sin embargo, esta separación de religión y sociedad secular por yoría de los practicantes activos y la mayoría de los voluntarios en
lo que respecta a los sexos es errónea. Los modelos dominantes del la Iglesia. Una parte creciente del ministerio profesional, es decir,
varón en el cristianismo tienen su origen en la época en que la pagado, es realizado por mujeres.
Iglesia y la sociedad patriarcal se relacionaron de una forma total, Los obispos están atados al Vaticano por un sistema de juris-
cuando la Iglesia tomó los modelos de organización de la sociedad dicción universal y nombramiento de obispos que fue creado por
patriarcal y reforzó estos modelos con simbolismo y argumentación el ultramontanismo del siglo xix. Esto significa que los obispos no
teológica. La cuestión de la subordinación de la mujer es tanto tienen independencia para desafiar al Vaticano en ninguna cuestión
social como religiosa. Es una parte de la herencia de ideologías crítica de enseñanza doctrinal o moral en las áreas citadas de los
seculares y teológicas. Las iglesias deben ocuparse de este problema derechos a la reproducción y la ordenación. Incluso la cuestión del
no sólo en términos de organización eclesiástica, sino también en control artificial de la natalidad, que se decidió recientemente con
términos de teología. el consenso de teólogos morales y de laicos, desde hace veinte años
Las iglesias protestantes liberales, a lo largo de los últimos permanece sin cambios en la enseñanza oficial3.
ciento treinta años, y particularmente en los últimos treinta, han Los borradores de la carta pastoral de los obispos americanos
cambiado sus prácticas y han comenzado a ordenar a mujeres. Pero sobre la mujer revelan también lamentablemente estas contradic-
la mayoría de ellas no estaban preparadas para reconocer que este ciones 4. Por un lado, los autores diocesanos de la carta consiguie-
cambio exigía una reconsideración de su simbolismo teológico y su ron darle una afirmación retórica plena a la legitimidad de los inte-
organización eclesiástica. En consecuencia, las mujeres se han inte- reses de la mujer sobre su igualdad total en la sociedad y en la
grado en los ministerios, en números simbólicos y en posiciones Iglesia. Condenaron en términos bien claros los «pecados del sexo
marginales y mal pagadas, en un sistema que simboliza todavía al que violan los dogmas básicos de nuestra fe». Pero está totalmente
ser humano y especialmente al divino como varón. Éste, desde ausente su capacidad para llevar hasta el fin estas palabras con
luego, no es distinto al trato de las mujeres en la sociedad y la cul- cambios prácticos en áreas como los derechos a la reproducción, el
tura secular 2. apoyo a la carta de los derechos humanos o la ordenación de las
En el catolicismo, el sistema del celibato clerical de sus minis- mujeres. Las estructuras que atan a las mujeres a posiciones subor-
tros está en crisis. Mujeres no expertas, especialmente monjas, es- dinadas en la sociedad y en la Iglesia siguen ampliamente vigentes.
tán ejerciendo en proporción cada vez mayor los ministerios actua- Los obispos adoptaron como su punto de partida teológico el
les de la Iglesia, pero sin un reconocimiento oficial como ministros texto bíblico, Génesis 1,27, que dice que el «hombre» fue creado
ordenados. El Vaticano se ha movilizado contra cualquier libera- a imagen de Dios, varón y hembra. Dan por probado que este texto
lización en las áreas de los derechos a la reproducción y la orde- significa, y ha significado siempre, la igualdad de los hombres y las
nación de las mujeres. mujeres. Esto ignora el hecho de que para la mayoría de la historia
Los obispos católicos americanos están cogidos en el centro de la tradición cristiana este texto fue interpretado asimétricamen-
entre elevar la conciencia de las mujeres en la Iglesia y esta intran- te. Es decir, se ha pensado que significaba que el varón posee la
sigencia del Vaticano. Esto es verdad también de otras muchas dió-
3
1
Robert Blair Kaiser, The Politics of Sex and Religión (Kansas City 1985).
William Oddie, What Will Happen to God: Yeminism and the Re- 4
El primer borrador, redactado en marzo de 1988, se titulaba «Los ma-
construction of Christian Belief (Londres 1984). trimonios en el misterio de la redención». El segundo borrador, redactado
1
Jackson W. Carroll/Barbara Hargrove/Adair T. Lummiss, Women of el 5 de abril de 1990, se tituló «Uno en Cristo Jesús: una respuesta pastoral
the Cloth: A New Opportunity for the Churcbes (San Francisco 1981). a los derechos de la mujer en la Iglesia y la sociedad».
376 R. Radford Ruether Las mujeres en la Iglesia 377

imagen de Dios de manera normativa y que las mujeres están in- ner hasta el final su punto de partida teológico de la igualdad de
cluidas en la imagen de Dios sólo bajo el varón como cabeza suya 5 . las mujeres en la creación acaba en una contradicción de este punto
La antropología católica más reciente ha pasado de los argu- de partida teológico. Afirman que las mujeres son plenamente igua-
mentos de la inferioridad natural de las mujeres a argumentos en les a los hombres como imagen de Dios y, sin embargo, incapaces
favor de la diferencia de las mujeres y sus relaciones complemen- de la imagen de Cristo. ¿Cuál es la raíz de esta contradicción?
tarias con los varones. En el primer borrador los obispos no hicie- ¿Cómo puede ser que los obispos, que presumen de ser los prime-
ron caso a las antropologías de la subordinación y la complemen- ros maestros teológicos de la Iglesia, no reconocen esta estrepitosa
tariedad. Adoptaron una antropología de equivalencia y sociedad contradicción entre su antropología teológica y su cristología?
de iguales entre los hombres y las mujeres en la familia, en la so- Las raíces de esta contradicción están en la misma Declaración
ciedad y en la Iglesia. Sin embargo, parece que fueron parados por del Vaticano de 1976, que consiguió crear tal cisma entre la antro-
el Vaticano y los obispos católicos americanos más conservadores. pología y la cristología. Esta Declaración pretendía separar la cues-
Como es evidente por la encíclica del Papa sobre la «Naturaleza tión de la igualdad civil de las mujeres en la sociedad de la orde-
y vocación de la mujer» (septiembre de 1988), sigue una antropo- nación. Afirmaba que la Iglesia católica (el magisterio) siempre
logía de complementariedad, que divide a los hombres y a las mu- había defendido la igualdad civil de las mujeres, pero que la cues-
jeres en dos ontologías psicosimbólicas opuestas 6 . tión de la ordenación de las mujeres no es una cuestión de derechos
La incapacidad de los obispos americanos para afirmar unas civiles o igualdad en el orden natural, sino que pertenece a un plano
relaciones realmente iguales entre los hombres y las mujeres se separado y superior de relaciones sacramentales entre la Iglesia y
hace explícita cuando volvemos a la cuestión de su participación en Dios. En efecto, lo que esto hace es separar el orden creado o na-
los ministerios de la Iglesia. En la carta pastoral, todo lo que los tural y el orden sacramental u orden de la gracia en dos esferas dife-
obispos pudieron ofrecer fue una participación cada vez mayor de rentes sin relación alguna entre sí. Se dice que las mujeres son
las mujeres en los ministerios de los laicos. El clero ordenado per- iguales en el orden natural de la creación, pero que esto no tiene
manece un coto cerrado a los hombres. Confirman la posición de implicaciones para el orden eclesial o sacramental de la salvación.
la Declaración del Vaticano de 1976 (reafirmada por Juan Pablo II Curiosamente, este dualismo invierte de forma parcial la con-
en su carta) contra la ordenación de las mujeres, que afirmaba que cepción clásica seguida por los Padres de la Iglesia, en la que se
éstas son ontológicamente incapaces de ser ordenadas, porque no suponía que las mujeres eran desiguales y sobre todo inferiores por
pueden ser imagen de Cristo 7. Tanto el Papa como los obispos naturaleza, pero iguales en el orden de la gracia. Los Padres de la
parecen inconscientes a la contradicción entre esta afirmación y su Iglesia pensaban que las mujeres no eran iguales como imagen de
propio punto de partida teológico de la igualdad de los hombres Dios y que debían estar bajo la dirección del varón en el orden
y las mujeres como imagen de Dios. creado. Pero en Cristo esta desigualdad había quedado anulada. En
La incapacidad de los obispos católicos americanos para soste- el lenguaje de Gálatas 3,28, en Cristo no hay varón ni hembra.
El cristianismo clásico fue víctima de una contradicción entre
5 su antropología creacional y su cristología, pero en dirección opues-
Las ambigüedades de la inclusión y exclusión de las mujeres como ima-
gen de Dios en la teología cristiana tradicional se investigan en Karl Borre-
ta. Se suponía que las mujeres eran desiguales por naturaleza. Esta
sen (ed.), Image of God and Gender Models (Oslo 1991). desigualdad configuró la estructura temporal de la Iglesia como
6
Juan Pablo II, «La dignidad y la vocación de la mujer» (15 de agosto patriarcal. Pero en el plano de la salvación, que anticipa el cielo,
de 1988). esta jerarquía patriarcal del varón sobre la mujer ha quedado anu-
' Congregación para la Doctrina de la Fe, «Declaración sobre la cuestión lada. ¿Por qué razones hemos evolucionado a una concepción
dr la admisión de las mujeres al ministerio sacerdotal» (15 de octubre de
l'»/fi).
inversa en la enseñanza católica moderna, en la que las mujeres son
378 R. Radford Ruether Las mujeres en la Iglesia 37?

iguales por naturaleza o creación (sociedad secular), pero desiguales nivel soteriológico se apartó santo Tomás de esta construcción pa-
en la gracia (en Cristo y en la Iglesia)? triarcal. Al mantener la tradición cristiana antigua, asume que esta
Básicamente, esto ha ocurrido porque las sociedades civiles en desigualdad de las mujeres está superada por la gracia de, la salva-
Occidente han pasado a otorgarle a las mujeres la igualdad civil. ción lograda por Cristo. De esta forma, las mujeres quedan inclui-
Al contrario que la Declaración del Vaticano, esta reforma no fue das en la salvación, a pesar de su incapacidad para representar al
apoyada por el Papa o los obispos cuando se estaba produciendo. ser humano plenamente.
De hecho, ambos se opusieron al sufragio de las mujeres cuando La tradición tomista es la raíz de la sorprendente afirmación
se suscitó esta lucha en la primera parte del siglo xx 8. Pero esta de la Declaración del Vaticano de 1976, que afirmaba que las mu-
historia, afortunadamente, está olvidada. El magisterio católico jeres no pueden ser ordenadas porque no son imagen de Cristo.
(más o menos) le concede a las mujeres este nuevo campo de igual- Pero la Declaración del Vaticano trata de eliminar las raíces antro-
dad civil. Esto significa que cambia también su enseñanza anterior pológicas de este punto de vista teológico. La incapacidad de las
de que las mujeres son desiguales por naturaleza a los hombres. mujeres para ser imagen de Cristo se pone ahora en duda como
Declara que ella «siempre ha enseñado» que las mujeres son igua- una cuestión de simbolismo sacramental solo, no basada ya en la
les a los hombres por naturaleza. Esto significa que, en orden a inferioridad natural.
defender la tradición de excluir a las mujeres de la ordenación, hay Podemos preguntarnos entonces si el otro polo de la relación
que inventar una nueva distinción entre los planos natural y sacra- está ahora en peligro. Si el hecho de ser Cristo varón es ahora una
mental. limitación de la gracia, y no la naturaleza, ¿significa esto que las
El ordenamiento jerárquico de naturaleza y gracia recuerda a mujeres, de hecho, no son iguales tampoco en la gracia? Si la inca-
la tradición escolástica o tomista, pero contradice la concepción pacidad de las mujeres para ser imagen de Cristo reside en -el reino
personal de Tomás de Aquino. En la enseñanza de santo Tomás, de la gracia, y no en el de la naturaleza, ¿significa esto que la gracia
las mujeres son fundamentalmente desiguales por naturaleza. Adop- lograda por Cristo no incluye ya igualmente a las mujeres? O, para
tó la falsa biología de Aristóteles para afirmar que las mujeres son abrir otra vía, si las mujeres no pueden ser ordenadas, tampoco
seres humanos imperfectos o «bastardos», que carecen de natura- pueden ser bautizadas.
leza humana plenamente normativa. Por esta razón no podían re- Lo que todo esto significa es que la Iglesia está retada de una
presentar a la naturaleza humana en ninguna posición de respon- manera nueva hoy a darle un sentido coherente a este problema
sabilidad en la sociedad. Sólo el varón podía representar plena fuera de su teología, a armonizar su antropología, su cristología y
o normativamente a la naturaleza humana 9. su soteriología. Si se pensara que las mujeres son iguales tanto por
La cristología y la teología del sacerdocio de santo Tomás se- naturaleza como en la gracia, ya no habría base alguna para afirmar
guía esta antropología patriarcal. Como sólo los hombres poseen que no pueden representar a Cristo sacramentalmente. La vuelta a
naturaleza humana plena, normativa, la consecuencia era que Cristo una antropología de complementariedad y el abandono de la antro-
tenía que ser varón para poseer la plenitud de la humanidad. Sólo pología de la equivalencia en el segundo borrador de la pastoral
los hombres, a su vez, podían representar a Cristo en el sacerdocio. de los obispos americanos trata de eludir esta cuestión. El resul-
La construcción patriarcal de la antropología, la cristología y el tado es un documento reaccionario que no aporta contribuciones
sacerdocio de santo Tomás era perfectamente coherente. Sólo en el positivas a los problemas y debería ser rechazado enteramente 10.

10
8
Cf. Rosemary Radford Ruether, Contemporary Román Calholicism: Ha habido una condena general del segundo borrador de la pastoral por
Crises and Challenger (Kansas City 1987) 36-37, 79, nota 22. parte de grupos de mujeres católicas americanas progresistas; incluso el obis-
9
Tomás de Aquino, Summa Theologica I, 92. po Rembert Weakland, de Milwaukee (Wisconsin), solicitó que la pastoral
25
380 R. Radford Ruether Las mujeres en la Iglesia 381

Cuando el patriarcalismo católico romano pierde su base social ciones. Puede tomar la dirección del Vaticano II y progresar hacia
de la sociedad feudal patriarcal y se enfrenta, en su lugar, a socie- una comunidad más auténticamente participativa, en la que todos
dades que son (en teoría, si no en la práctica) democráticas e igua- los miembros tengan derecho a voz, o puede retraerse a la direc-
litarias, se ha producido una tentación creciente a defender sus ción del Vaticano I y tratar de restaurar la monarquía papal abso-
modelos sociales tradicionales heredados del pasado por un dogma- luta. Esta última dirección sólo puede crear una secta romana men-
tismo encerrado en sí mismo. El modelo social de la Iglesia ya no guante, no una Iglesia católica. Las mujeres y los hombres que son
tiene a la sociedad más extensa como su punto de referencia y, por respetuosos de su propio carácter de seres humanos abandonarán
eso, ya no puede argumentar que estos modelos derivan del «orden cada vez más tal Iglesia.
natural», como pudo argumentarlo Tomás de Aquino en el si- La cuestión de cómo las feministas católicas tratan de encontrar
glo XIII. En orden a mantener estos modelos, la Iglesia sacramen- caminos de participación en las iglesias locales, parroquias y con-
taliza ahora un sistema social patriarcal y monárquico, presentán- gregaciones religiosas tienen una gran importancia crítica. ¿Qué
dolo como si fuera una expresión especial del ordenamiento divino cosas podemos y debemos intentar hacer a la luz de los esfuerzos
de la Iglesia, apartado de la sociedad y desconectado de ella. Este ambiguos y cada vez más limitados de los obispos católicos ameri-
autoritarismo encerrado en sí mismo se expresó en el dogma de la canos para ensanchar el espacio a los ministerios de las mujeres?
infalibilidad, que fue promulgado en 1870, precisamente en el mo- Las mujeres deben tomar posesión y ocupar cualquier espacio
mento en que la Iglesia católica estaba perdiendo su relación con de los ministerios que les esté abierto y tratar de hacerlo en un es-
la sociedad católica feudal y enfrentándose a nuevas sociedades pacio lleno de vida. Esto significa insistir en unas condiciones de-
democráticas. centes de trabajo, legal y humanamente. Es decir, contratos y remu-
El Concilio Vaticano II dio la impresión de que prometía un neración razonables y toma de decisiones participada. Pero debemos
cambio en este dogmatismo encerrado en sí mismo. Pero los Papas hacer esto con los ojos bien abiertos a los peligros espirituales de
actuales están llevando a cabo un ataque mayor y total a estas evo- las condiciones de trabajo patriarcales. Estas condiciones son peli-
luciones y están intentando reafirmar un sistema de poder que grosas para nuestra salud espiritual. Lo cual significa que no hay
tiene sus raíces en el infalibilismo monárquico encerrado en sí mis- que depositar toda la vida y el alma de uno en tales comunidades,
mo. Este sistema de poder no admite ya ninguna necesidad de ba- sino también crear comunidades libres alternativas de alimento y
sarse en unas consultas al resto de la Iglesia en ningún nivel, desde protección espiritual ". Estos dos tipos de opciones necesitan exis-
los obispos a los sacerdotes y los laicos. Para que puedan tener tir una al lado de la otra para poder sobrevivir espiritualmente y
algún futuro para la Iglesia católica o las relaciones ecuménicas ayudar a la Iglesia institucional a reformarse.
entre los católicos y protestantes, hay que oponerse a esta reduc- Necesitamos encontrar vías creadoras para llevar a las comu-
ción del absolutismo papal. Ninguna enseñanza de la Iglesia que no nidades institucionales y libres a una interacción, de modo que
posea un auténtico consenso del pueblo puede mantenerse en pie. puedan avivarse entre sí, en lugar de asumir que son opciones mu-
Así pues, la cuestión de la ordenación de las mujeres, o incluso tuamente excluyentes. Las iglesias institucionales ofrecen de una
la discusión de cualquier evolución en la enseñanza de la Iglesia, forma típica dos alternativas: o conformarse a sus límites o dejarlas
pone de manifiesto la cuestión más profunda de la autoridad en la como individuos aislados. Necesitamos rechazar estas dos opciones.
Iglesia. El catolicismo está hoy en una encrucijada entre dos direc- En lugar de esto, necesitamos establecer un nuevo terreno en el
margen externo de las comunidades históricas, mientras retengamos
fucra cambiada por ser contraproducente. Cf. Rosemary Radford Ruether,
Dcar Bishops, You Insult our Intelligence: «National Catholic Repórter» " Rosemary Radford Ruether, Women-Church: Theology and Practice of
(IX de mayo de 1990) 16. Feminist Liturgical Communities (San Francisco 1986).
382 R. Radford Ruether

una base en el margen interno de estas comunidades. De esta forma


uno tiene la libertad para una nueva creatividad, asumiendo y usan- LA IMAGEN DE LA «SEÑORA BLANCA»:
do los recursos institucionales para desarrollar y comunicar estos GENERO Y RAZA EN LA MISIÓN CRISTIANA
proyectos. Las feministas cristianas necesitan encontrar vías creado-
ras para hacer uso de esta estrategia dialéctica de transformación
de las estructuras culturales y sociales, rechazando quedar aisladas
o permanecer sumisas. El siglo xix ha sido denominado por los historiadores de la
Las relaciones opresivas de poder no desaparecerán en ninguna Iglesia como «el gran siglo de la misión cristiana». El cristianismo
institución completamente. Además, la capacidad de tales relacio- fue llevado a muchas partes del mundo simultáneamente con la rá-
nes opresivas de poder está en nosotros mismos, lo mismo que en pida expansión de Occidente y la colonización de los países del
nuestros oponentes. Todos nosotros estamos en un proceso de con- Tercer Mundo. El movimiento misionero ha sido interpretado de
versión continua. Lo que necesitamos realizar aquí y ahora no es modos conflictivos según diferentes perspectivas.
la perfección, sino un espacio adecuado de trabajo y de vida para Algunos resaltan la función benevolente de los misioneros en
nosotros mismos y para los otros. Dondequiera que podamos hacer presentar el Evangelio, la Reforma cristiana y la civilización occi-
algo en concreto para extender este espacio adecuado de vida para dental a las sociedades no occidentales. Otros critican la empresa
nosotros mismos y para los otros, es digno de hacerse. Donde- misionera como culturalmente imperialista y que apoya los intere-
quiera que podamos ayudar a formar comunidades en que al menos ses políticos y económicos de las potencias coloniales occidentales.
se vislumbre el amor y el testimonio profético, es digno de hacerse.
En el pasado debate sobre la misión cristiana, la función des-
Esto es fundamentalmente lo que debe ser el ministerio y la Iglesia
empeñada por las mujeres en el movimiento misionero no ha sido
de Cristo en todas partes.
estudiada de modo suficiente. De hecho, la misión cristiana se
R. RADFORD RUETHER
expandió durante la segunda mitad del pasado siglo con la proli-
[Traducción: ELOY RODRÍGUEZ NAVARRO]
feración de misiones de mujeres y sociedades de reforma a ambos
lados del Atlántico. Una parte importante de los fondos para mi-
sioneros provenía de donaciones de mujeres de la Iglesia. A través
del envío de misioneras para trabajar entre los «gentiles», las mu-
jeres occidentales establecieron importantes vínculos con mujeres
en otras regiones del mundo. En el ámbito misionero, las damas
misioneras predicaban no sólo el Evangelio, sino también los ideales
occidentales de feminidad. En su país respectivo, ayudaron a mode-
lar los ideales de las mujeres occidentales acerca de las mujeres del
Tercer Mundo mediante sus cartas, sus informes y el grueso de la
literatura misionera.
Este artículo estudia el mito y la realidad subyacentes a la ima-
gen de la «señora blanca» en la misión cristiana y el colonialismo
occidental. Examinando la interacción de construcciones de género
y raza en el encuentro entre Occidente y otras culturas, suscita im-
portantes cuestiones de identidad y diferencia entre las mujeres en
la perspectiva transcultural.
La imagen de la «señora blanca» 385

I. LAS MISIONERAS Y LA MISIÓN CRISTIANA que decía: «¿Puede haber algo más adecuado para las mujeres,
elevadas por el Evangelio a la alta posición que tienen en los países
Antes de estudiar la imagen de la «señora blanca» con detalles, cristianos, que extender su mano para ayudar a las mujeres 'que
es importante tratar las razones sociales y culturales para el envío viven en la región y sombra de la muerte' —ignorantes, degrada-
de mujeres como misioneras. Al comienzo sólo se enviaba a los das y que mueren por falta de visión—?» 2 Similar retórica se ha-
hombres como misioneros a los países extranjeros. Si estaban acom- llaba con frecuencia en la literatura misionera para pedir apoyo y
pañados por sus esposas, se esperaba que éstas se encargasen de las fondos para las misiones.
responsabilidades en el hogar y de los hijos. A veces estas esposas Primero hubo alguna duda en enviar a mujeres solteras al cam-
misioneras también ayudarían en el trabajo misionero visitando a po de misión por miedo a que no pudiesen cuidar de sí mismas en
mujeres en sus hogares y dirigiendo pequeñas escuelas de misión. el país extranjero sin la protección de sus familias. Pero aquellas
Se consideraba demasiado peligroso enviar a las mujeres a viajar y damas demostraron que podían compartir vivienda y formar una
trabajar solas en un país extranjero y desconocido. red de apoyo propia. Sin obligaciones familiares, podían dedicar
La necesidad de enviar misioneras surgió debido a que en países más tiempo y energía al trabajo misionero y viajar como itineran-
como China e India los dos sexos estaban separados en la sociedad. tes. Las misioneras eran principalmente responsables del «trabajo
La propiedad social hacía impropio que los misioneros tratasen con femenino» en la misión cristiana, consistente en evangelismo, edu-
mujeres. La propaganda anticristiana a menudo describía a los mi- cación femenina y servicio médico. El trabajo misionero se dividió
sioneros como hambrientos de sexo y utilizando encantos y medi- de modo claro a lo largo de la línea del género a causa de la segre-
cinas para lograr acceso a las mujeres '. Por ello, había que enviar gación de los sexos.
misioneras para trabajar entre las mujeres, a quienes se conside- El número de mujeres solteras enviadas como misioneras por
raba mucho más receptivas al trabajo misionero que los hom- los Consejos de Mujeres siguió aumentando en la segunda mitad
bres. Se esperaba que estas mujeres, una vez convertidas al cristia- del pasado siglo. Junto con las esposas misioneras, el número total
nismo, influirían sobre su familia y llevarían a sus hijos por el de mujeres en un campo de misión particular podría incluso supe-
camino cristiano. Además, se consideraba que las misioneras blan- rar al de hombres. La feminización de la fuerza misionera era clara-
cas eran menos amenazadoras que los hombres blancos. Allí donde mente evidente en China, por ejemplo. Aunque enviadas y apoyadas
la antipatía hacia la misión cristiana era muy profunda, se enviaba por los Consejos de Mujeres, el trabajo de las misioneras era su-
a las mujeres blancas como pioneras para abrir el campo de misión. pervisado por los misioneros a cargo de una misión particular. En
La demanda de misioneras recibió una favorable respuesta de algunas categorías, las misioneras no podían ejercer tareas dirigen-
los Consejos misioneros femeninos, recién creados en Europa y tes similares a las de los hombres. Existía tensión en algunas mi-
América. El repunte del interés por las actividades misioneras se siones donde las misioneras no aceptaban su posición subordinada
acentuó con el fervor religioso suscitado por el movimiento restau- y exigían tener más control sobre su actividad. También criticaban
rador evangélico. Al mismo tiempo, las mujeres blancas también a los misioneros por no fijarse en la importancia del componente
consideraban que era su obligación el salvar a sus hermanas «gen- distinto del «trabajo de la mujer» en la misión cristiana.
tiles» de su posición degradada e inferior. En 1869, cuando las
mujeres congregacionistas de Estados Unidos organizaron el Con-
sejo de Mujeres, se hizo un llamamiento a las mujeres cristianas,

1 2
F.. C. Carlson, The Foocbow Missionaries, 1847-1880 (Cambridge, Mass., A. Bowker/J. A. Copp, To Christian Women, en Behalf of Their Sex
1974) 128-129. in Heathen Lands: «The Missionary Herald» 64 (1868) 139.
La imagen de la «señora blanca» 387

II. LA «SEÑORA BLANCA» EN LA MISIÓN: MITO Y REALIDAD


Al vivir en un lugar extranjero, algunas de estas misioneras
aprendieron el idioma respectivo e intentaron adaptarse a las cos-
Las misioneras blancas, que recorrían largas distancias para sal- tumbres locales. Pero un mayor número se aferraría al estilo occi-
var a sus hermanas «gentiles», eran descritas casi como santas en la dental de vida más que vivir como la gente del lugar. Muchas si-
literatura misionera y en sus biografías «hagiográficas». Era verdad guieron llevando faldas occidentales, aunque no eran idóneas para
que muchas de estas mujeres estaban impulsadas por una intensa el cálido clima y eran inadecuadas para viajar. Vivían en los edifi-
convicción religiosa para incorporarse a la misión cristiana, pero el cios de la misión y decoraban sus hogares de modo similar al de
campo de misión también ofrecía oportunidades no fácilmente dis- sus casas en Occidente, con muebles y, en ocasiones, incluso tra-
ponibles en su país respectivo. Un estudio de los antecedentes yendo el órgano de música a través del océano. Estas misioneras
sociales de las misioneras americanas a finales del pasado siglo intentaron mantener su identidad no sólo porque sentían nostalgia
indica que un alto porcentaje de ellas procedía de familias de clase y desearan vivir al estilo tradicional. Resaltaban su identidad blan-
media en pequeñas ciudades del Medio Oeste de Estados Unidos 3. ca también debido a los privilegios asociados con ello. El que vi-
Los recién creados centros universitarios femeninos en América viesen de modo diferente de la gente corriente aumentaba su atrac-
también aportaban un creciente número de licenciadas que no po- tivo. Por ejemplo, muchas mujeres de pueblo sentían curiosidad
dían encontrar fácilmente un puesto de trabajo adecuado en su por echar una ojeada a una mujer extranjera, y tocarían sus ropas,
país. Una carrera misionera en un país extranjero ofrecía nuevos o las visitarían para ver cómo vivían.
retos y la libertad que se les negaba en sus propias sociedades. Las misioneras, a menudo, asumían un papel materno supuesto
en su relación con los cristianos nativos. En sus cartas y escritos,
Impulsadas por su celo religioso y encantadas por las posibili-
se referían a quienes estaban bajo su instrucción y supervisión como
dades en el extranjero, las mujeres jóvenes blancas se hacían mi-
«hijos», incluso aunque estas personas fuesen adultos. A menudo
sioneras en nombre de la abnegación y del sacrificio. Aun así, el
establecían un estrecho vínculo emocional con las mujeres y mu-
campo de misión les ofrecía una autoridad y un poder inesperados,
chachas bajo su tutela y procuraban influir sobre ellas mediante
contrarios a sus propias creencias de subordinación femenina. Po-
lazos personales. Pero exactamente como cualquier madre, las mi-
dían vivir una vida independiente desarrollando una carrera como
sioneras descubrían a veces que sus «hijas» podían actuar de modos
profesoras, doctoras o misioneras. En una situación colonial o semi-
muy alejados de su expectativa y control. Cuando, en 1872, Mary
colonial, gozaban de privilegios y lograban respeto como miembros
Porter, una misionera en China, exigió que las muchachas de su
de la raza blanca. La historiadora Jane Hunter, que ha estudiado
escuela se quitasen las vendas que aprisionaban sus pies, no podía
a las misioneras americanas en China, describe cómo estas damas
ella haber esperado que esto conduciría a: «El mejor resultado de
blancas se adaptaban a este nuevo entorno: «Al principio sentían
quitar las vendas de los pies en la escuela de Pekín no fue previsto
malestar por la discrepancia entre su conducta esperada de modes-
por los misioneros. Las muchachas, sometiéndose a esta ruptura
tia y humildad y su experiencia de la autoridad. No obstante, de
con la costumbre establecida..., aprendieron a pensar y actuar por
modo gradual dicha experiencia transformaba las propias expecta-
sí mismas» s . Más tarde, otras misioneras también se sorprendieron
tivas y las misioneras llegaron a descubrir certezas interiores para
al ver a sus estudiantes participar en manifestaciones masivas y acti-
hacer frente a sus circunstancias. Gradualmente desarrollaron tem-
vidades nacionalistas contra la dominación y el colonialismo extran-
peramentos coloniales para estar a la altura de su rango colonial» 4.
jeros.

' J. Hunter, The Gospel of Gentility: American Women Missionaries in 5


A. H. Tuttle, Mary Porter Gamewell and Her Story in the Siege of
l'iirn-of-the-Century China (New Haven 1984) 28-29.
4 Peking (Nueva York 1907) 69.
IbiJ., 265.
388 K. Pui-Lan La imagen de la «señora blanca» 389

Como mujeres blancas gozando de poder y privilegio, se rela- y del ejemplo de las esposas de los misioneros. Como productos de
cionaban con los hombres de una raza diferente en un modo ambi- su propia época, estas misioneras captaban «el ideal cristiano de
guo. Por un lado, su independencia y rango les permitían infringir feminidad» como no muy distinto de sus propios valores victoria-
ciertos estereotipos de género prescritos en sus países de origen. nos de domesticidad y subordinación. Por ejemplo, prescribían que
Por otro, descubrieron que los hombres asiáticos o africanos eran las mujeres deberían tener «cualidades refinadas y femeninas»,
más bajos y menos masculinos que los hombres occidentales. Aun- manteniendo sus hogares cómodos y limpios. Las esposas deberían
que la sensibilidad, la amabilidad y la moderación eran virtudes lograr respeto de sus maridos mediante su inteligencia y estudio,
valoradas por la tradición cristiana, las mujeres blancas considera- y deberían mantener relaciones con los parientes políticos para sa-
ban a los hombres de color que mostraban tales cualidades como tisfacción de todos. Como madres iluminadas, deberían tratar a sus
no masculinos o tímidos según sus expectativas occidentales de hijos de modo consciente, juicioso y con autodominio. Mostrando
género. Las mujeres blancas a veces denominaban a sus estudiantes menos tolerancia para con los ideales indígenas de feminidad, las
varones «chavales» y a sus criados «chicos», precisamente como a misioneras deseaban transmitir su propio estilo de vida, modos so-
los negros en su país 6. Albergaban sentimientos ambivalentes al ciales y valores culturales a sus hermanas «gentiles».
ver a esos jóvenes «chavales» recibir un día la ordenación, predicar La finalidad original de su carrera misionera era salvar las almas
desde el pulpito y ejercer obligaciones eclesiásticas que ellas, como femeninas. No obstante, juzgando desde sus propias normas, las
mujeres, tenían prohibido desempeñar. misioneras consideraban que sus hermanas no podían posiblemente
El encuentro con un ethos social y cultural diferente hizo tomar ser «salvadas» sin adoptar algunas de sus costumbres y valores tales
a las misioneras más consciencia de cómo las mujeres eran tratadas como la monogamia, la familia nuclear y la educación femenina 8 .
en contextos distintos. Resaltaban que el cristianismo había con- A finales del pasado siglo, la ideología misionera pasó de convertir
tribuido a la elevación social de las mujeres en Occidente, mientras a las almas individuales a regenerar la cultura «pagana» mediante
que la idolatría y la superstición eran causas de degradación de las la transmisión de la civilización e instituciones occidentales. Las
mujeres en otras zonas del mundo. En un libro titulado W'ornen misioneras aportaron su parte introduciendo la educación femenina,
in All Lands, un misionero americano, Young J. Alien, señalaba la Reforma cristiana, el Movimiento de Templanza, la Y. W. C. A.
que la mejor prueba individual de la civilización de cualquier pue- (Asociación Cristiana de Mujeres Jóvenes) y la medicina occidental
blo es el grado de libertad y educación de sus mujeres 7. El predo- en otras culturas.
minio del vendaje de los pies, el concubinato, la reclusión de las Comparadas con otras mujeres radicales que estaban luchando
mujeres y el analfabetismo femenino se tomaban como signos y sín- por los derechos de las mujeres en sus países de origen, las misio-
tomas de la inferioridad de otras culturas. Con una inconmovible neras eran generalmente consideradas más conservadoras en sus
creencia en su propia superioridad cultural, Alien y otros misione- opiniones políticas. Parece irónico que tuviesen que asumir la res-
ros resaltaban que otros países deberían gozar de los beneficios de ponsabilidad de propugnar la emancipación de las mujeres en el
la civilización cristiana para transformar su cultura y su sociedad campo de misión. El historiador Alison R. Drucker ha intentado
Las misioneras creían que el cristianismo les otorgaba un rango aportar una explicación plausible: «Era menos molesto criticar a
más alto en la sociedad y que tenían la responsabilidad de difundir otra cultura por su injusticia con las mujeres que luchar contra la
«el ideal cristiano de feminidad» a través de las escuelas cristianas propia; las mujeres religiosas reconocían frecuentemente que intro-

6 8
J. Hunter, op. cit., 204-206. Véase P. R. Hill, The World Their Household: The American Woman's
7
Y. J. Alien, Quandi wu dazhou nüsu tongkao (Women of All Lands) Voreign Movement and Cultural Transformation: 1870-1920 (Ann Arbor
(Shanghai 1903), Prefacio. 1985).
390 K. Pui-Lan La imagen de la «señora blanca» 391

ducir el cristianismo entre los paganos elevaría el rango de las mu- participar como seres humanos, con derechos y rango firmemente
jeres en esos países» 9. Con el fin de-justificar su trabajo, los infor- asentados, en sus comunidades tribales. Esta posición contrastaba
mes misioneros se concentraban invariablemente en la lamentable agudamente con su situación bajo la esclavitud 10. De modo similar,
condición de las mujeres de otros países y sus enormes necesidades. Mary John Mananzan, de Filipinas, afirma que las mujeres filipinas
Esta literatura misionera, ampliamente leída por mujeres eclesiás- gozaban de un rango más alto en la sociedad antes de la introduc-
ticas del siglo xix, tendía a reforzar la creencia de los lectores acrí- ción del catolicismo en su país u .
ticos en su propia superioridad cultural. Los mitos y las verdades parciales de la «señora blanca» se
mantuvieron como parte de una ideología para la dominación de
Occidente sobre otros pueblos. El colonialismo occidental se basa-
III. GENERO, RAZA Y LA MISIÓN CRISTIANA ba en los supuestos de las diferencias esenciales entre los gobernan-
tes y los gobernados. Los pueblos colonizados o dominados no eran
El estudio de la misión cristiana revela la compleja yuxtaposi- tratados como iguales o sujetos, sino como «el otro», según la teó-
ción de género, superioridad cultural e identidad religiosa. La ideo- loga feminista coreana Chung Hyun Kyung: «Los colonizadores
logía misionera resaltaba la diferencia esencial entre las mujeres occidentales describían a los asiáticos como 'el otro', no totalmente
blancas y las mujeres de color: las primeras, como liberadas debido 'avanzados' como la gente de Occidente. Los colonizadores occiden-
a su religión cristiana; las segundas, como ignorantes y degradadas tales no querían tratar a los asiáticos como personas que les podían
en su paganismo. Se consideraba a las demás culturas como diame- retar, influir y transformar. Los occidentales objetivaban a los asiá-
tralmente opuestas y jerárquicamente inferiores a la cultura occi- ticos sin ninguna disposición para tratarse y aprender de ellos» n.
dental, y la subordinación de las mujeres se tomaba como un signo Al tratar a los pueblos colonizados como «el otro», su identi-
o manifestación de esta inferioridad. Tales opiniones se pueden dad cultural y su modo de vida no eran respetados o considerados
utilizar para justificar el interés eclesial de la misión cristiana y como valiosos. Los colonizadores blancos daban por supuesto que
también el etnocentrismo de Occidente. la supremacía de su cultura e ideología misionera aportaba el re-
Para mantener tal ideología misionera, la «señora blanca» debe frendo religioso. Las culturas indígenas necesitaban ser transforma-
ser mixtificada, de modo que pueda ser colocada sobre el pedestal. das para cumplir la norma de la civilización cristiana, que se igua-
La lucha de las mujeres occidentales contra la estructura de poder laba simplemente con la cultura blanca. En nombre de la elevación
masculina de la Iglesia en la primera oleada de feminismo en el si- de sus hermanas, las misioneras tuvieron una parte no desdeñable
glo xix no podía ser contada. La limitación y opresión de la idea en esta transformación cultural. A menudo resulta difícil estable-
victoriana de la verdadera feminidad no ha sido estudiada en la cer una clara distinción entre transmisión cultural genuina y etno-
literatura misionera. Por otro lado, la vida y realidad de las muje- centrismo, mucho más si las partes implicadas tienen un poder des-
res de color estaban mal representadas en esta construcción social igual. Por otro lado, las misioneras blancas introdujeron nuevos
de identidad de género. Recientes análisis feministas realizados por conceptos de género mediante su trabajo y su modelo de función.
mujeres del Tercer Mundo nos han precavido contra las desviacio- Además, se sentían fácilmente tentadas de definir lo que era bueno
nes y falsedad de tales representaciones erróneas. Por ejemplo,
10
Barbara Omolade ha señalado que las mujeres africanas podían B. Omolade, Black Women and Feminism, en The Future of Difference
(ed. de H. Eisenstein y A. Jardine, Nueva Brunswick y Londres 1985) 247-257'.
" M. J. Mananzan, The Filipino Women: Bejore and After the Spanish
' A. R. Drucker, The Role of the Y. W. C. A. in tbe Development of the Conquest of the Philippines, en Essays on Women (Manila 1987) 7-36.
12
Chínese Women's Movement, 1890-1927: «Social Service Review» 53 (1979) H. K. Chung, Struggle to be the Sun Again: Introducing Asían Women's
425. Theology (Maryknoll, Nueva York 1990) 33.
392 K. Pui-Lan La imagen de la «señora blanca» 393

para otras mujeres y dictar el significado de feminismo en sus pro- la simplicidad de las esencias. Dividir y conquistar ha sido, durante
pios términos. siglos, su credo, su fórmula del éxito» M.
Al vivir bajo una múltiple opresión, las mujeres del Tercer La distribución de las mujeres en diferentes categorías les im-
Mundo veían el feminismo de modo muy diferente al aceptado por pide establecer un vínculo femenino entre ellas mismas. La nive-
el cristianismo evangélico con su ideal Victoriano implícito de femi- lación de las diferencias enmascara los privilegios y el poder blanco
nidad. Muchas estudiantes de las escuelas misioneras para mucha- no articulados en una situación colonial. Ambas técnicas funcionan
chas participaron en las luchas revolucionarias y en el movimiento para servir los intereses políticos, económicos y eclesiales de la su-
popular a finales del pasado siglo, para sorpresa de sus profesoras premacía masculina blanca. Con el fin de luchar en solidaridad con
misioneras. Para éstas, la liberación de las mujeres no podía sepa- las demás, las mujeres deben resistir a la falsa clasificación que
sitúa a algunas mujeres por encima de otras. Tenemos que comen-
rarse de la liberación total del colonialismo, el control económico
zar a ver nuestras luchas como profundamente entrelazadas e inter-
y el militarismo. La creciente consciencia de las mujeres aportó el
relacionadas. Además, debemos aprender a respetar nuestras dife-
contexto crítico para que ellas desafiasen las prácticas patriarcales
rencias reconociendo que cada una estamos arraigada en una cultura
de la Iglesia y las eclesiologías heredadas de Occidente 13. Las mu-
distinta. Existe una posibilidad de diálogo real y respuesta creativa
jeres del Tercer Mundo consideraron de modo creciente el tipo de
a esta separación en nuestra coexistencia en un mundo multicul-
feminismo propugnado por las señoras blancas como inadecuado
tural y multiétnico.
porque pasaba por alto las desiguales relaciones de poder entre las
K. P U I - L A N
mujeres.
[Traducción: A. VILLALBA]
De lo tratado hasta ahora se puede ver que la imagen de la
«señora blanca» es una construcción social que funciona para crear
una polarización artificial entre las mujeres. Según la teórica femi-
nista Trinh T. Minh-ha, la identidad bajo las condiciones del do-
minio hegemónico está estructurada para mantener separados a los
miembros de grupos diferentes reificando en las instituciones cul-
turales y sociales unas esencias mutuamente irreconciliables. Al mis-
mo tiempo, la unicidad de otros pueblos y las diferencias modela-
das por fuerzas históricas y culturales no son reconocidas. Como
consecuencia, se allana la diversidad sin respeto alguno por la
inviolabilidad de los límites del otro que delinean nuestras identi-
dades separadas. Según Trinh: «La hegemonía actúa nivelando
nuestras diferencias y estandarizando contextos y expectativas en
los más pequeños detalles de nuestras vidas. Por ello, desvelar esta
nivelación de las diferencias es resistir a esa noción misma de dife-
rencia que, definida en los términos del amo, a menudo recurre a

14
T. M. H. Trinh, Not You/Like You: Post-Colonial Women and thc
" P. L. Kwok, The Emergence of Asían Feminist Consciousness of Culture
Interlocking Questions of Identity and Difference: «Inscriptions» 3/4
and Theology, en We Daré to dream (ed. de V. Fabella y S. A. Lee, Mary-
kiiüll, Nueva York 1990) 92-100. (1988) 72.
EDUCACIÓN PARA LA FEMINIDAD
O EDUCACIÓN PARA EL FEMINISMO

I. INTRODUCCIÓN

Hay un cartel que proclama: «Educad a una mujer y educaréis


a una comunidad». Uno puede preguntar: «Educarla, ¿para qué?»
Si este lema es cierto, por supuesto es incomprensible por qué des-
pués de que la esclavitud ha sido declarada inmoral y se han hecho
revoluciones por asuntos de clase, la explotación y subordinación
de las mujeres aún predomina en casi todas las sociedades. Es in-
cluso más abrumador pensar que las mujeres perpetúan su propia
opresión y la de sus hijas y nietas. En este contexto es donde este
artículo tratará la socialización de las mujeres mediante la edu-
cación.

II. PRINCIPALES FORMAS DE SOCIALIZACIÓN

Los agentes más importantes del aparato ideológico de cual-


quier sociedad son la familia, el sistema educativo, la religión y los
medios de comunicación social. Son los medios más significativos
para formar la conciencia de los pueblos. Y aunque son sistemas
distintos, son realmente todos educativos en su función, siendo
institucional y formal el sistema educativo, mientras que los otros
tres son más informales. Estas formas de socialización no recibirán
la misma cantidad de tratamiento, ya que este documento se con-
centrará en el modo más formal de educación.

1. Socialización en la familia

Cuando nace un bebé y cuando a ella se le pone en una cuna


rosa y a él en una azul, el asunto es más que una cuestión de color:
es fijar una dirección al bebé recién nacido para toda la vida. Caro-
lina Bird escribe: «Una niña pequeña se entera que es niña cuando
tiene dos o tres años de edad. Los libros de puericultura que la
madre lee le dicen cómo son las niñas y lo que hacen. Las niñas

26
396 M. J. Mananzan
Educación para la feminidad o para el feminismo 397
son mamaítas. Las niñas son enfermeras. Las mamaítas cuidan a
ropa de sus hermanos, incluso si éstos son bastante capaces de hacer
los hijos. Las enfermeras son ayudantes. Ayudan a los hombres, y
eso ellos mismos y realmente tienen más tiempo para estas tareas,
los médicos son hombres. Los libros no muestran a chicas científi-
que, no obstante, se consideran «tareas de mujeres». A las hijas
cas. No muestran a hermanas mandando a hermanos. No muestran
se les dan generalmente tareas domésticas, mientras que los chicos
a las chicas haciendo descubrimientos, creando inventos, tomando
pueden andar por ahí, con la excusa de que, de cualquier modo,
importantes decisiones que otras personas de ambos sexos llevan
«los chicos no tienen virginidad alguna que perder», mientras que
a cabo. Los expertos nos dicen que los niños viven de acuerdo con
las chicas tienen que mantenerse atareadas en casa para que no se
las expectativas no expresadas de los padres. Se alienta a las chicas
vean en peligro de «perder su virtud».
para que sean limpias, aseadas, pequeñas encantadoras tiernas,
mientras que se espera de los chicos que sean físicamente activos,
exploradores, rebeldes y ruidosos. Los chicos deben ser físicamente 2. Socialización en la escuela
competentes. No tienen que ser charlatanes» '.
La semilla de la estereotipada función sexual plantada en el
De la actitud de los miembros adultos de la familia y de los
hogar se estimula sin cesar en la escuela. Sue Sharpe describe ade-
amigos de la misma, la chica absorbe de algún modo el valor de
cuadamente lo que ocurre: «La escuela refuerza lo que los niños
que lo importante para una chica es ser guapa. La rivalidad fra-
tienen que aprender sobre papeles sexuales en la familia, a través
terna raramente lo produce la envidia de la mayor inteligencia, sino
de los medios de comunicación y en las experiencias cotidianas
del mayor atractivo del hermano envidiado. Niñas y mujeres son
fuera del hogar. Los niños descubren, por ejemplo, que chicos y
así socializadas en emplear la mayor parte de su tiempo, energía
chicas son tratados de modo diferente, Jas actividades de Jos chicos
y dinero en hacerse físicamente atractivas. La industria cosmética
tienen categoría más alta que las de las chicas y que la conducta
multimillonaria, que agota los recursos naturales del mundo que
agresiva y ruidosa es menos tolerada para las chicas. Dentro de la
de otro modo podrían utilizarse para mejores fines, se basa en este
escuela, estos tipos de desigualdades y diferencias sexuales se per-
lavado cerebral de las mujeres sobre que lo más importante es ser
petúan, junto con las de clase y raza» 2.
bellas. Esto está conectado de alguna manera con la idea de que
La mayoría de los profesores de escuela primaria son mujeres,
una chica tiene que atraer a un chico de modo que ella pueda hacer
y la mayoría de ellas han interiorizado las normas de feminidad.
realidad el sueño más importante de las chicas: casarse y ser espo-
Exigen obediencia, silencio, conformidad, pasividad, todo lo cual
sas y madres. Los chicos parecen tener ambiciones más de desarro-
se considera características de la conducta femenina. Las chicas que
llo propio en la vida, como llegar a ser piloto, cirujano jefe, etc.
muestran tal conducta logran aprobación reforzando los valores
La formación de una muchacha ya sea en conducta, modo de vestir,
aprendidos en el hogar. Éstos se muestran como una prueba de su
hablar, actitud, formación en destrezas, etc., están todas orientadas
mayor madurez y responsabilidad, pero como Sue Sharpe lamenta:
a hacerla valiosa en el mercado del matrimonio.
« ¡Es irónico que estos mismos atributos se utilicen más tarde para
Las madres siempre están reprendiendo a las hijas por ser rui- demostrar la inferioridad! » (op. cit., p. 147).
dosas. Se ordena a las niñas que sean tranquilas, dulces, adapta- Durante esta fase, a las niñas se les dan cuentos de hadas para
bles, amables, reservadas, discretas, y «como damas»; en un pala- leer. Es alarmante cómo esta literatura aparentemente sana inculca
bra: «femeninas». Se les dan muñecas, tacitas de té en miniatura, valores y actitudes que afectarían de modo adverso a las mujeres:
etcétera, orientándolas sistemáticamente a su función doméstica. En la malvada madrastra y las hermanastras, la bruja, etc., y el mesías
una familia filipina, se espera que las hermanas cocinen y laven la es el príncipe encantador que, cuando besa a la protagonista, la
1
C. Bird, Born Vernales (Canadá 1971) 40-41. 2
S. Sharpe, Just Like a Cirl (Middlesex 1981) 141.
398 M. ]. Mananzan

salva de cualquier problema, se casa con ella y «viven felices para 3. Influencia especial de la educación religiosa
siempre». Es sorprendente cómo los valores de la persona más secular
Cuando las muchachas van a la escuela secundaria, la divergen- que afirma no tener religión alguna son realmente valores religio-
cia entre los asuntos de los chicos y los de las chicas se hace mayor. sos que han llegado a ser parte de la cultura propia y de la con-
A ellas se les enseña economía doméstica y a ellos jardinería. Ellas ciencia colectiva de las personas. Así, muchos de los estereotipos
asumen de algún modo la idea de que son malas en matemáticas de papel sexual que se han tratado han procedido realmente de
y buenas en literatura. De hecho, los programas escolares se basan creencias y principios religiosos. Aun así, las mujeres que han teni-
en el falso supuesto de qué asuntos son para chicos y chicas sin do una educación religiosa están doblemente socializadas en el
darles ninguna posibilidad de elegir. papel.
Es verdad que en la escuela secundaria los alumnos no leen ya Entre las enseñanzas religiosas que son dañinas para las mujeres
cuentos de hadas, pero sí novelitas románticas que son realmente están la insistencia en su subordinación como esposas, la identifi-
modernos cuentos de hadas con la misma trama y los mismos valo- cación de su valor con la virginidad si está soltera y el cambio de
res en gran medida. Y dado que las chicas han llegado a la etapa valoración para su función reproductiva una vez que se ha casado.
adolescente en que el sexo y el romance se convierten en la priori- Una teología moral basada en la dicotomía de cuerpo y alma ha
dad, sus cabezas se llenan de ilusiones románticas que nunca pare- identificado a la mujer con el sexo y el pecado, y ha atribuido tanta
cen olvidar y que más tarde producirán en su matrimonio desilusión culpa a las mujeres que éstas se sienten culpables cuando son vio-
y falsas expectativas. La creencia de que las chicas encuentran su ladas; se sienten culpables cuando son golpeadas, se sienten cul-
mayor satisfacción en un marido y unos hijos se convierte, de igual pables cuando su matrimonio se rompe, se sienten culpables cuando
modo, en la excusa para su abandono de metas académicas más sus hijos actúan mal. La Virgen Bendita, que es presentada como
altas. un modelo para la mujer, se representa a menudo como santa arcilla
Cuando las jóvenes ingresan en la universidad, sus «valores sumisa y pasiva en vez de la mujer valiente de la Biblia que canta
femeninos» están bastante arraigados. Les parece correcto leer los versos poderosos del Magníficat y se halla valientemente al pie
libros de historia escritos como si ninguna mujer hubiese aporta- de la Cruz.
do algo a la misma. No son críticas sobre la literatura que describe Las enseñanzas sobre matrimonio resaltan el papel secundario
a las mujeres como pasivas, ineficaces, y que está escrita con len- y pasivo de la mujer en la familia, dándola muy poca decisión res-
guaje sexista. No cuestionan por qué parece no existir grandes pecto a sus funciones reproductivas, pero, por otro lado, cargada
científicas, artistas, músicas. Siguen cursos y estudian materias con la responsabilidad casi total por el buen funcionamiento o el
principales que se espera estudien las mujeres. Y temen denun- fracaso de la familia.
ciarlo cuando son víctimas de hostigamientos sexuales por profe- La socialización realizada por la educación y la religión es un
sores. Su domesticación es completa: preparadas para asumir su resultado de mil y una «pequeñas» cosas que, cuando se toman por
función en la sociedad como buenas esposas y madres, el único separado, pueden parecer triviales, pero su efecto acumulativo es
socio responsable de hacer que un matrimonio funcione o que un la perpetuación con éxito de una sociedad patriarcal.
hogar sea feliz.
4. El paradigma patriarcal de la educación
para la feminidad
La anterior descripción del proceso educativo que la mayoría
de las mujeres sigue muestra de modo muy claro el paradigma pa-
400 M. ]. Mananzan Educación para la feminidad o para el feminismo 401

triarcal de la educación principal en la mayor parte del mundo, en sido puestos en tela de juicio y desafiados por el movimiento femi-
teoría y en la práctica. Dale Spender analiza las características de nista. Se han iniciado programas de respuesta en las escuelas. Hay
este paradigma 3. un asombroso aumento de los cursos de estudios femeninos en
En términos de organización, la educación está definida y con- muchos países. ¿Cuáles son las características de este modelo femi-
trolada por los varones, con el resultado de que «las mujeres, y su nista en desarrollo de la educación? Esto se tratará en la siguiente
experiencia particular del mundo, están excluidas» (Dale Spender, mitad de este artículo, tanto en sus componentes generales como
p. 144). Incluso si hay más profesoras que profesores, los hom- en la experiencia particular de una escuela del Tercer Mundo.
bres siguen siendo los elaboradores de las políticas en el sistema
educativo. Son ellos quienes fijan las normas y quienes determinan
lo que es significativo y relevante, y la experiencia femenina que III. EDUCACIÓN PARA EL FEMINISMO
no se atiene a la norma se consideraría desviada. Los hombres tam-
bién controlan de modo predominante las asociaciones, agencias y Es difícil dar un concepto acabado del modelo feminista de edu-
publicaciones que establecen los rumbos de las diferentes discipli- cación, ante todo porque aún está evolucionando y porque «no se
nas académicas. También tienen que decidir en lo que se financia ha limitado a parámetros estrechos e institucionalizados» (Dale
y lo que no se financia como investigación. El resultado es que: Spender, p. 149), sino que se está desarrollando en distintos ámbi-
«En cada nivel... los hombres consiguen excluir a las mujeres de tos, desde seminarios de toma de conciencia de la organización de
la elaboración del conocimiento: pueden excluirlas como sujetos las mujeres hasta cursos de posgraduado en las universidades. No
cuando les asignan investigación que es problemática para los hom- obstante, hay tendencias definidas que se manifiestan en estas dife-
bres, pueden excluirlas como investigadoras y teóricas no asignán- rentes formas.
dolas fondos para proyectos que se consideran problemáticos para
las mujeres y denegando investigación no financiada de mujeres...» 1. Tendencias en el modelo feminista de educación
(Spender, p. 147).
La escuela como institución está gobernada por un «régimen A finales de los años sesenta, el movimiento emergente moder-
de género» particular que puede definirse como «el modelo de no de liberación de las mujeres comenzó a plantear cuestiones so-
prácticas que forma diversos tipos de masculinidad y feminidad bre la condición de las mismas. Entonces no había libros feministas
entre claustro y alumnos, los ordena en términos de prestigio y po- ni expertas feministas, ni siquiera datos adecuados sobre la situa-
der y crea una división sexual del trabajo dentro de la institu- ción de las mujeres. Así que se necesitaba que las mujeres produ-
ción» *. jesen ese conocimiento sobre ellas mismas. Dale Spender recuerda:
La educación principal entonces es realmente estudios de hom- «Las mujeres se encontraron reuniéndose con otras mujeres y ha-
bres. Está profundamente arraigada. No obstante, cuando se ejerce blando sobre su experiencia personal (y validándolo en el proceso);
el poder, y se ejerce enérgicamente, origina resistencia. En los últi- estaban creando una nueva realidad sin lograr necesariamente indi-
mos diez años, los supuestos patriarcales del sistema educativo han car de modo explícito lo que ellas estaban haciendo... Ninguna de
nosotras (me acuerdo) tenía mucho más que nuestra experiencia
3
D. Spender, Education: The Patriarchal Paradigm and the Response to personal para avanzar. Ninguna de nosotras era una experta que
Feminism, en Madeleine Arnot y Gaby Weiner (eds.), Gender and the Pol- pudiese confiar en 'aprender de los libros'. Todas éramos iguales,
itics of School (Londres) 143-153. en el sentido de que todas sentíamos que habíamos sido 'mal orien-
4
S. Kessler y otros, Gender Relations in Secondary Schooling, en Ma-
deleine Arnot y Gaby Weiner (eds.), Gender and the Politics of School (Lon- tadas y todas queríamos llegar a entender cómo eso había ocurrido,
dres) 232. y asegurar que no volviese o ocurrir'».
402 M. J. Mananzan Educación para la feminidad o para el feminismo 403

Esto aporta ya una tendencia, que es la carencia de jerarquía en Respecto al contenido de la educación feminista, incluye el aná-
estos esfuerzos y la necesidad de métodos cooperativos y colaborati- lisis de la cuestión femenina, la recogida de datos sobre los asuntos
vos. El conocimiento compartido se convirtió en análisis colectivos femeninos de todos los sectores, clases, etnicidad, religión, etc.
que originaron nuevo conocimiento. Y dado que el punto de partida Procura hallar una explicación de los orígenes del patriarcado y
del proceso eran las experiencias de las mujeres, este conocimiento describir todas sus manifestaciones en la sociedad. Expone y neu-
tiene una relación directa con la vida y no con teorías abstractas. traliza las formas de socialización que perpetúan la cuestión feme-
Las experiencias compartidas también borraron los límites entre nina y esboza un programa de transformación de la sociedad.
enseñanza y aprendizaje. La educación se convierte en un proceso
dialógico.
2. Estudios femeninos. Experiencia filipina
También hay un énfasis en el papel de lo personal, que se opo-
ne a la educación patriarcal. Debido a esta ratificación de la expe- Quizá sea interesante señalar la evolución de la educación para
riencia personal, las mujeres se sienten bien respecto a ellas mismas la feminidad y la educación para el feminismo mencionando un
después de dedicarse a estudios femeninos. Pero estos estudios son estudio de caso particular.
también políticos. Se orientan a la habilitación de las mujeres indi- El St. Scholastica's College es una institución universitaria para
vidualmente y como grupo. Cuestionan las estructuras: educativas mujeres dirigida por monjas benedictinas en Manila, Filipinas. Se
y sociales. Exigen cambios estructurales en el sistema educativo, fundó en 1906, y aunque fue creada primero para los pobres, pron-
tanto en la teoría como en la práctica, y prevén una sociedad igua- to se convirtió en una escuela para mujeres de la clase selecta.
litaria alternativa. Como tal, pretendía educar a las mujeres para las tareas tradicio-
También existe la tendencia de la interdisciplinariedad. A. Fit- nales que la sociedad les había asignado. De hecho, no importa qué
gerald explica: «Los estudios femeninos... son necesariamente in- materias principales elijan las estudiantes, todas tenían artes domés-
interdisciplinarios... Al reconocer la orientación masculina del ticas como su asignatura menor.
currículo tradicional, destaca las desviaciones inherentes en todas En 1975, en respuesta a la situación de injusticia económica y
las disciplinas, y así, la naturaleza política de la educación misma... política en el país, la escuela se reorientó hacia la justicia social.
Cuestionar los supuestos subyacentes acerca de la verdad y del co- Sus objetivos, sus curricula, sus metodologías y sus actividades
nocimiento supuestamente objetivo de los ámbitos académicos es extraacadémicas fueron pensadas todas para crear una conciencia
reconocer que el desglose y la clasificación del conocimiento en el social y despertar la responsabilidad social y el compromiso en la
mundo académico es en sí mismo un acto político» s . comunidad académica.
Otra característica es la creatividad en la metodología y la flexi- A finales de los años setenta y comienzos de los ochenta el mo-
bilidad. Reaccionando a la metodología puramente racional de la vimiento feminista comenzó en Filipinas y para 1984 se formó una
educación principal, la educación feminista hace uso de las artes, coalición de organizaciones femeninas, GABRIELA, abarcando a
interpretativas y visuales, en su proceso de enseñanza-aprendizaje. 105 de tales entidades y a unos 45.000 miembros individuales.
Las mujeres interpretan sus informes, no sólo los leen. En muchos Además de ésta, había otras federaciones de mujeres. Dicho de
seminarios de consciencia femeninos, se apartan las mesas y sillas otro modo: para entonces el movimiento de las mujeres estaba ya
y el aprendizaje se produce en posturas muy relajadas, incluso algu- en marcha. Pero, como de costumbre, el mundo académico iba por
nas muy poco «femeninas». detrás.
En 1985, Mary John Mananzan, OSB, que era y aún es la deca-
5
A. Fitgerald, Teaching Interdisciplinary Women's Studies, en Great na del St. Scholastica's College, fue elegida presidenta nacional de
Lakes College Association's Facully Newsletler (Great Lakes 1978) 3. GABRIELA. Al ver cuánto había avanzado el movimiento femé-
Educación para la feminidad o para el feminismo 405
404 M. J. Mananzan
b) La creación del Institute of Women's Studies.
niño, le pareció adecuado que una institución femenina como la
mencionada debería ser la punta de lanza en la creación de un pro- El Programa de Estudios Femeninos pronto desarrolló otros
grama de estudios femeninos. proyectos además del académico. Por ello, se consideró aconsejable
crear un Instituto de Estudios Femeninos, que recibió su permiso
a) El curso introductorio para los estudios femeninos.
de la Secundes and Exchange Commission para funcionar en abril
En 1985 no había mujeres con título en estudios femeninos en de 1988. Su folleto informativo indica los objetivos del Instituto:
Filipinas. Esto era una bendición oculta, porque las mujeres activas — despertar la conciencia y aportar comprensión de la cues-
en las organizaciones femeninas eran las que se contrataron para tión femenina mediante una estrategia de educación institucional
dar forma al primer curso de estudios femeninos y para impartirlo. formal;
Así se evitó la distancia entre los programas de estudios femeninos — llevar a cabo estudios de investigación referentes a cuestio-
y los programas de las mujeres activistas en las organizaciones fe- nes de género;
meninas. Dieciocho mujeres se comprometieron a participar en este — iniciar y administrar proyectos que promuevan la causa de
nuevo curso como pioneras. En el segundo semestre de 1985 se las mujeres;
seleccionó una clase piloto formada por 16 especialistas en psico- — ofrecer programas especiales para mujeres fuera de la insti-
logía. ¡En las 18 sesiones del curso hubo 16 estudiantes y 18 pro- tución educativa formal.
fesores!
Para concretar estos objetivos ofrece actualmente los siguien-
Los cursos incluían las siguientes materias: naturaleza frente a tes programas:
crianza, fisiología de las mujeres, psicología de las mujeres, relacio-
nes, imágenes de las mujeres en las artes y en los medios de co- 1. El Programa de Investigación y Publicación.
municación, familia y matrimonio, cuestiones actuales de las muje- En la valoración del Curso Introductorio sobre Estudios Fe-
res en Filipinas, las mujeres en la historia filipina, mujeres y reli- meninos, una dificultad que surgió fue la carencia de materiales
gión, patriarcado y programa para la renovación. de recursos locales. El texto utilizado era la compilación de lectu-
Debido a la respuesta entusiasta, tanto de estudiantes como de ras de los clásicos feministas escritos en Estados Unidos y Europa.
profesores, y a la evaluación muy positiva al final del semestre, el Aunque éstos eran muy útiles, existía aún la necesidad de elaborar
curso introductorio se incluyó en el Programa de Educación Gene- materiales teniendo presente la cultura e historia particulares de
ral del Centro, siendo un requisito para la licenciatura. Al año los estudiantes. Esta necesidad dio origen al Programa de Investi-
siguiente, el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes filipino gación y Publicación. El primer libro escrito se titulaba Essays on
otorgó el permiso para el Cognaticio sobre Estudios Femeninos, Women, que era una recopilación de los primeros artículos escritos
que consistía en doce unidades de cursos principales y seis de opta- sobre asuntos femeninos y movimiento femenino en Filipinas. Este
tivos. libro tiene ahora una segunda edición revisada. Siguió la publica-
Después de cinco años de ofrecer el Curso Introductorio, se ción de tres libros más: Women and Religión, Women in Arís and
hizo una evaluación del mismo utilizando un cuestionario entrega- Media y un libro sobre las mujeres en la historia filipina escrito en
do a todas las personas que seguían dicho curso durante el año filipino.
académico 1989-1990. Los estudiantes dieron, una vez más, una Un nuevo desarrollo de este programa es la creación de un
evaluación abrumadoramente positiva, y a la pregunta de si reco- colectivo editorial femenino por diecisiete escritoras. Éstas se com-
mendarían el curso, la mayoría no sólo respondió «sí», indicando prometen a escribir, traducir, ilustrar y publicar obras literarias.
también «sí, por supuesto», y «claro que sí», o «sí, y también a Tienen publicados hasta ahora tres libros de poemas y ensayos.
los hombres», etc. Sueñan con ser un día una empresa editorial de mujeres.
406 M. J. Mananzan Educación para la feminidad o para el feminismo 407
2. La Ampliación Local. 4. El Curso intercultural sobre mujeres y sociedad.
Se planteó la cuestión de la ampliación del curso a las mujeres Las peticiones para formación recibidas de mujeres de algunos
que no estaban inscritas en el Centro. Para atender esta necesidad países de Asia y el Pacífico promovieron el comienzo de un curso
percibida se desarrolló un módulo para un seminario de toma de de tres meses de duración sobre Mujeres y Sociedad, primordial-
conciencia de tres días de duración para mujeres rurales. Cada año mente para mujeres de Asia y el Pacífico. Su objetivo general es
se dan cuatro o seis seminarios a campesinas, trabajadoras de fábri- «permitir a las mujeres de la región Asia-Pacífico compartir, apren-
ca, trabajadoras del sector terciario y mujeres urbanas pobres. der y establecer vínculos de solidaridad mutua en un escenario
Otro proyecto de alcance local se centra en los profesores. Algo académico alternativo» 6. Hasta ahora se han ofrecido dos de tales
que se ha comprobado a través de los años es la necesidad no sólo cursos y las participantes han valorado el curso muy positivamente.
de ofrecer un curso de estudios femeninos, sino de desarrollar una
perspectiva femenina en todas las demás materias y respecto a la
IV. CONCLUSIÓN
educación como un todo. Así que, en colaboración con el Consor-
cio de Estudios Femeninos que el Centro ha creado con otros cua-
La educación feminista está en su inicio cuando se compara con
tro centros y universidades, se preparó un módulo llamado «Hacia
la educación principal arraigada que, para las mujeres, significa
una educación no sexista» y se han celebrado seminarios y consul-
educación para la feminidad. Ayudar a perpetuar las ideas y acti-
tas con profesores de los niveles elemental, secundario y terciario
tudes inculcadas por la escuela es la poderosa influencia de los me-
como participantes. Este módulo consiste en analizar el sistema
dios de comunicación, que igualmente es todavía muy sexista y
académico y determinar el sexismo en la estructura, en las actitu-
está dominada por valores patriarcales. Por ello, las educadoras
des y en las prácticas de los centros y en los materiales educativos
feministas se ven ante formidables obstáculos a su objetivo de des-
que utilizan. Luego trata los valores de la educación feminista y
pertar la conciencia, dar poder a las mujeres y lograr finalmente
aporta destrezas y métodos para inculcar estos valores.
cambios estructurales en las instituciones y en la sociedad.
3. Programa de Desarrollo de Recursos. No obstante, nadie puede negar que el movimiento feminista
ha tenido un progreso real. Actualmente, muchas jóvenes dan por
Este programa comenzó con la recogida de libros y materiales supuesta la libertad que disfrutan en diferentes ámbitos de la vida
audiovisuales. Después de algún tiempo había una considerable y por lo que lucharon las feministas de los años sesenta. Han sur-
cantidad de materiales reunidos para un archivo vertical. Resultó gido nuevos estilos de vida y formas de relación entre hombres y
evidente que debería haber un lugar para guardar estos materiales mujeres. También las actitudes han cambiado. Por ejemplo, un es-
y abrirlo al público. tudio en Estados Unidos señala: «Mientras que en 1957 el 80 por
En 1988 se compró una casa y mucho terreno anejo para el ciento consideraba que una mujer soltera estaba enferma, neurótica
centro del Instituto de Estudios Femeninos. El viejo edificio fue o era inmoral, dos decenios después sólo el 25 por ciento mantiene
demolido y en enero de 1990 se colocaron los cimientos del nuevo tal opinión. Más de la mitad de la población cree que tanto los
edificio. El 16 de diciembre de 1990 se terminó de construir el maridos como las esposas deberían cuidar de los niños pequeños:
edificio, de tres pisos. Ahora aloja el centro de recursos de imprenta en fecha tan reciente como 1970, sólo una tercera parte pensaba
y no imprenta, las oficinas del personal e instalaciones de dormito- así» 7.
rio y seminarios. 6
1WS, Final Report of the 2nd Intercultural Course on Women & Society
(1990) 1.
7
D. Yankelovich, New Rules (Nueva York 1981) 58, 93, 94.
408 M. ]. Mananzan

E incluso en la educación feminista, leemos la siguiente valo- EL ARGUMENTO DE LA DIFERENCIA


ración provisional optimista (Spender, op. cit., p. 143): «Puede
afirmarse que el feminismo ha logrado importantes avances dentro DE LAS MUJERES EN LA FILOSOFÍA CLASICA
del ámbito de la educación: el asombroso aumento de los cursos Y EL CRISTIANISMO PRIMITIVO
de estudios femeninos en muchos países, el desarrollo de modelos
alternativos y con éxito en la enseñanza y el aprendizaje, las críti-
cas sistemáticas y convincentes del modo en que el conocimiento
Hay que decir desde el principio que cuando los filósofos grie-
se elabora y se difunde y la creación de programas de investigación
gos clásicos argumentaban en favor de las diferencias entre los
diversos y de largo alcance son todos testimonios del logro femi-
hombres y las mujeres no pretendían rechazar ni intentaban re-
nista dentro del ámbito educativo».
mediar una situación existente (exceptuando, parcialmente, a Pla-
¡El futuro es brillante!
tón). Simplemente exponían, y racionalizaban, las condiciones de
M. J. MANANZAN
vida de la Grecia clásica tardía. Cuando los escritores cristianos
[Traducción: A. VILLALBA]
adoptaron, o adaptaron, los mismos argumentos varios siglos más
tarde, se limitaron a intentar reimponer las normas sociales vigen-
tes en comunidades a veces ingobernables, estimuladas desde den-
tro por el ideal de una «igualdad entre discípulos» y desde fuera
por los que sospechaban que el cristianismo, lo mismo que las
otras religiones orientales, representaban un ataque a las institu-
ciones de la sociedad grecorromana. Naturalmente, dentro de las
comunidades había también quienes se sentían incómodos por el
derrumbamiento de los modelos de vida «normales».

I. PLATÓN

Platón (427-347 a. C.) nació en una Atenas en guerra. La


Guerra del Peloponeso entre Atenas y Esparta (431-404 a. C.) ha-
bía llevado a una cierta relajación de los modelos de vida tradicio-
nales, pero el clima de la juventud de Platón fue el de una ciudad
dedicada a los esfuerzos de restaurar la vida como se había vivido
en los días anteriores a la guerra. Para las mujeres ciudadanas, esto
significaba una existencia en un retiro casi total. La mujer atenien-
se de la clase ciudadana permanecía confinada en la casa de sus
padres hasta que se eligiera un marido para ella (en aquella época
sería entre los trece y diecinueve años, mientras que él debía tener
no menos de quince); después era transferida a la casa de su ma-
rido, donde debía realizar su función principal: dar a luz y criar
hijos. De estos hijos (cuatro o cinco como promedio, uno o dos de
los cuales morían en el parto), los varones eran criados dentro de la
410 L. M. Maloney
Las mujeres en la filosofía clásica... 411
familia (particularmente en los años posteriores a la guerra, cuando
Los diálogos de Platón contienen dos descripciones sobre el
había una falta de hombres); pero por lo general sólo una hija,
origen del varón y la hembra: la fábula fantástica del Simposio y
como máximo, sería educada en casa. Las otras hijas probablemente
el relato más pesimista del Timeo. En el primero, Aristófanes relata
eran abandonadas; si no morían, podían ser compradas por tra-
cómo los primeros seres humanos, que se dividían en tres clases
tantes de esclavas o por prostitutas y preparadas para una vida de
esclavitud, prostitución o las dos. Los hombres atenienses tenían (varón, hembra y hermafrodita), fueron separados en dos mitades
una variedad de oportunidades para satisfacer sus impulsos sexua- por Zeus; desde entonces, las dos mitades han estado procurando
les: chicos jóvenes y otros hombres, cortesanas o hetairai, prostitu- su reunión: los entes primeramente varón y hembra en las relacio-
tas o sus propias mujeres esclavas y también sus esposas. La fun- nes homosexuales, los primeros hermafroditas en las relaciones de
ción de la esposa, sin embargo, era primariamente la de prolongar varón-hembra. Estas últimas son esenciales para la continuación de
la familia y representar su núcleo básico; la satisfacción sexual, la raza, pero son también placenteras para las dos partes, lo mismo
para ella o para su marido, era una cuestión marginal. La esposa que lo son las uniones homosexuales 3.
no llevaba vida social con su marido y sus amigos; las reuniones En el tardío Timeo, por otra parte, son sólo los varones los
sociales de los hombres, incluso si se celebraban en su propia casa, que devienen creados directamente por los dioses y reciben un
se hacían al margen de ella. Ir a la plaza del mercado o al pozo alma. Los que viven rectamente vuelven a las estrellas, pero «cuan-
comunal era una actividad reservada para los hombres o las muje- tos fueron cobardes y pasaron la vida en injusticia, cambiaron en
res esclavas \ la segunda generación, y según verosímil razonamiento, su natura-
La concepción de la mujer y del hombre de Platón estuvo ne- leza por la de mujeres»4. Este progreso descendente puede conti-
cesariamente coloreada por el contexto en que vivió: una sociedad nuar a lo largo de sucesivas reencarnaciones, a no ser que dé marcha
en la que las diferencias impuestas socialmente entre las mujeres atrás. En esta situación, evidentemente, sólo los hombres son seres
y los hombres eran tan evidentes que podía cuestionarse (y se cues- humanos completos y pueden esperar una realización última; lo
tionaba) seriamente si los dos sexos participaban de la misma natu- mejor que una mujer puede esperar es llegar a ser varón 5.
raleza humana. A veces planteó serias dudas contra este stuto quo; Esta ambivalencia respecto de la diferencia innata entre las
en otros momentos, su concepción de la diferencia entre los hom- mujeres y los hombres, y su igual o desigual dignidad, se refleja
bres y las mujeres parece que fue completamente convencional. en los dos diálogos «utópicos» o «políticos» que son más próximos
Algunas de las ideas de Platón sobre el ser humano pueden en el tiempo al Simposio y el Timeo, y son la República y las Le-
haber derivado de hecho del Sócrates histórico. Por ejemplo, en el yes, respectivamente. Un erudito ha sugerido que el cambio en la
Menón, Platón presenta a Sócrates rechazando el dicho de Gorgias concepción de la mujer de Platón entre los diálogos Simposio/
de que la virtud es diferente en los hombres y las mujeres. La vir- República y Timeo /Leyes puede atribuirse a un cambio en su acti-
tud que se necesita para administrar una ciudad o para llevar una tud hacia las teorías fisiológicas de Hipócrates, que van de una
casa son, según el Menón, diferentes en grado, pero no en calidad. primera aceptación a un rechazo final6. Sin embargo, puede ser
Esto, de hecho, preparó el terreno para la igualdad potencial de los
hombres y las mujeres guardianes en la República2. 3
Cf. Anne Dickason, Anatomy and Destiny: The Role of Biology in
Plato's Views of Women, en Carol C. Gould y Marx W. Wartofsky (eds.),
1
Cf. las descripciones de la vida de Atenas en Sarah B. Pomeroy, God- Women and Philosophy. Toward a Theory of Liberation (Nueva York 1976).
desses, Wbores, Wives and Slaves. Women in Classical Antiquity (Nueva 4
Timeo 90e.
York 1975). 5
Dickason, Anatomy and Destiny, 49
2 6
Martha Lee Osborne (ed.), Woman in Western Thougbt (Nueva York Hipócrates (460-380 a. C), a diferencia de Aristóteles, le asigna a la
1979) 1, 2: «Platón». mujer un papel biológico igual en la reproducción. Cf. Dickason, Anatomy
and Destiny, 51-52.

27
412 L. M. Maloney Las mujeres en la filosofía clásica... 413
simplemente, como cree Susan Moller Okin, que la República re- medida en que lo necesitara la polis. Ni siquiera debían saber qué
presenta un Estado modelo, que Platón no esperaba ver realizado, hijos eran los suyos, sino que debían quererlos a todos por igual 9 .
y la segunda mejor ciudad de las Leyes se aproxima más a lo que Estas medidas se aplicaban, sin embargo, sólo a los guardianes; el
pensaba que podía conseguirse en la Grecia del siglo iv 7. statu quo debía mantenerse en los órdenes inferiores de la sociedad.
En la República, Platón hace la sorprendente afirmación de La diferencia esencial entre la República y las Leyes, por lo
que, mientras las mujeres como clase son siempre inferiores a los que respecta a las mujeres, es que en este último diálogo la insti-
hombres como clase, poseen, sin embargo, la misma naturaleza y, tución del matrimonio monógamo se vuelve a incluir para todos;
como individuos, pueden ser igualmente capaces de hacer las mis- las mujeres ciudadanas, lo mismo que las mujeres de la clase arte-
mas tareas. Hace decir a Sócrates que algunas diferencias afectan sana, quedan unidas de nuevo a hombres particulares y la familia
a las ocupaciones a las que la gente se dedica, es decir, constituyen queda restablecida. Un corolario necesario es la restricción de las
cualificaciones de estas ocupaciones, y otras (como la calvicie o la actividades de las mujeres, que una vez más se centran en la casa
caída del pelo en los zapateros) no. Y, según Platón, los papeles y dejan poco tiempo para el servicio público.
de la reproducción no constituyen cualificaciones o descalificacio- En resumen, por tanto, la diferencia entre el hombre y la mujer
nes absolutas para gobernar: «Mas si apareciese que se diferencian consistía primariamente, para Platón, en sus funciones reproducto-
precisamente en eso de que la hembra pare y el macho engendra, ras diferentes, pero esta diferencia no determinaba el conjunto de
no diremos en modo alguno que quede demostrado el que respecto la vida: una vez recibida la educación adecuada, y supuesto que no
de lo que decimos se diferencia la mujer del varón, sino que conti- había deberes familiares para toda la vida, las mujeres podían en
nuaremos pensando haber de ocuparse de lo mismo nuestros guar- principio realizar los mismos papeles que los hombres dentro de su
dianes y sus mujeres» 8. propia clase 10. Ésta, al menos, es la concepción optimista de Pla-
Este pasaje insinúa que para Platón, como Moller Okin señala, tón; el Timeo, por otra parte, parece que afirma una inferioridad
la «naturaleza» (physis) no estaba fijada, sino que era producto «natural» de las mujeres, para la que no hay remedio ".
tanto de la educación como del nacimiento, quizá más. Estos dos
diálogos, la República y las Leyes, son esencialmente obras de teo-
ría de la educación. Para el programa de la igualdad de varón y II. ARISTÓTELES
mujer en la clase de los guardianes de la República fueron centrales
dos cambios en el estado de las cosas tal como las conoció Platón El discípulo de Platón, Aristóteles de Estagira (384-322 a. C ) ,
en Atenas: la igual educación para los chicos y las chicas y la abo- no hizo uso de las teorías utópicas de su maestro. Todo el propó-
lición de la familia. Antes de que las mujeres pudieran llegar a ser sito del extenso programa de la filosofía natural y moral de Aris-
iguales a los hombres y cumplir los mismos deberes, tenían que tóteles fue presentar y describir las cosas como son. Su noción de
dejar de ser bienes privados de sus maridos; por tanto, la abolición conocimiento científico se basaba en el principio de lo que ocurre
de la propiedad privada entre los guardianes incluía la eliminación necesariamente: «Todos nosotros, sin excepción, creemos que lo
del estatuto de «cosa» de las mujeres. Los guardianes debían for-
mar, de hecho, una «familia» única que poseyera todas las cosas,
' Moller Okin, op. cit., especialmente cap. 2.
incluidos ellos mismos, en común, y que se propagaran sólo en la 10
El intento no era, desde luego, la emancipación o el bien de la mujer:
la preocupación de Platón era el bien de la polis.
11
7 Sobre una visión negativa de Platón, cf. Julia Annas, Plato's «Re-
Susan Moller Okin, Women in Western Political Thought (Princeton public» and Feminism, en Osborne (ed.), Woman in Western Thought, 24-33.
1979), parte I: «Platón». Annas difiere de Dickason (cf. nota 3) al datar el Timeo al menos como de
8
República V, 454e. la misma época que la República.
414 L. M. Maloney Las mujeres en la filosofía clásica... 415

que nosotros sabemos no admite ser de otra manera. En cuanto porque exige que el que da la «forma» (el varón) queda separado
a las cosas que admiten cambios, desde el momento en que ellas del que suministra la «materia» (la hembra). De esta forma lo «in-
escapan a las miradas del espíritu (observación), nosotros no pode- ferior» no se mezcla con lo «superior» en el mismo individuo.
mos pronunciarnos sobre ellas, sobre su existencia o su no exis- Aristóteles suscribía lo que Caroline Whitbeck ha llamado la «teo-
tencia. Así pues, el objeto del conocimiento científico es lo nece- ría del tiesto y la flor» de la generación humana '3. La mujer, como
sario y tiene, por consiguiente, un carácter eterno» 12. Por tanto, es imperfecta en su calor natural, es incapaz de «cocer» su fluido
cuando considera las diferencias entre los hombres y las mujeres, menstrual hasta el punto de su refinamiento, en el que se conver-
Aristóteles vio que su tarea era describir el estado existente de las tiría en semen (es decir, «semilla»). En consecuencia, su única con-
cosas y explicar por qué debe ser necesariamente así. tribución al embrión es su materia y un «campo» en el que pueda
Además, la filosofía de Aristóteles es una filosofía funcionalista. desarrollarse. Su incapacidad para producir semen es su imperfec-
Las cosas se definen por su función y, por tanto, una cosa es buena ción: «una mujer —concluye Aristóteles— es como si fuera un va-
o mala según su capacidad para hacer lo que se supone que debe rón infértil» 14. Por tanto, aunque Aristóteles, como Platón, habla
hacer. «Función», desde luego, sólo existe en virtud de unas rela- ambiguamente sobre la cuestión de si el varón y la hembra son
ciones; el corolario del funcionalismo de Aristóteles es, por tanto, diferentes en su naturaleza (physis), está perfectamente de acuer-
una concepción jerárquica de las cosas, en la que el «fin» o pro- do con su concepción funcional de las cosas afirmar que, por lo que
pósito de la más baja es servir a la más alta. Así, no produce sor- respecta a la reproducción, «un varón es varón en virtud de una
presa que los seres humanos estén en la parte alta de la escala de particular capacidad, y una hembra en virtud de una particular
los mortales y que el resto del universo exista para ellos. Pero acla- incapacidad» 15.
ra que «seres humanos» en su sentido pleno son sólo los hombres Como para Aristóteles una cosa es lo que es por su función,
acomodados: Aristóteles no está seguro de que los esclavos sean esta situación reproductora rige toda la vida: las mujeres existen
seres humanos, y a las mujeres, por ser imperfectas en su «facultad para reproducir seres humanos; cuando las cosas van bien, produ-
deliberativa», que es la que hace a los humanos plenamente huma- cen varones, y cuando las condiciones son malas, producen varones
nos, las coloca también en los lugares inferiores de la escala y, por imperfectos, es decir, mujeres, un accidente lamentable, pero, por
tanto, al servicio de los más altos. De esta forma se plantea una la naturaleza de las cosas, beneficioso para la continuación de la
importante distinción: los varones, al menos mientras son miem- raza. En su doctrina política y ética, Aristóteles desarrolló un có-
bros de la clase acomodada, tienen la plenitud de la humanidad y digo consistente de conducta en la vida de la familia —que, a dife-
deben ser servidos por los otros; las mujeres, sean libres o escla- rencia de Platón, consideró la base necesaria de la sociedad—. El
vas, son por definición menos que seres humanos plenos y están hombre libre era el gobernante natural de su familia, que constaba
destinadas a servir. de esposa, hijos y esclavos. Aunque parezca mentira, Aristóteles
En este campo, las observaciones biológicas de Aristóteles estu- observa suavemente que «la hembra y el esclavo son por naturaleza
vieron profundamente coloreadas por su visión de las cosas-como- distintos» 16, y se burla de los bárbaros porque no hacen esta dis-
son-y-por-tanto-deben-ser. Su dicho de que las mujeres son «imper- tinción: «Sin embargo, entre los bárbaros, la mujer y el esclavo
fectas por naturaleza» es curioso, pero era la consecuencia de su
13
sistema. Como para él era un principio fundamental que, de los Caroline Whitbeck, Theories of Sex Difference, en Gould y Wartofsky
factores o componentes de todo ente, la «forma» es superior a la (eds.), Women and Pbilosophy, 54-80.
14
«materia», la reproducción sexual era considerada un beneficio, La generación de los animales I, 728a; cita tomada de Moller Okin,
Women in Western Political Tbought, parte II: «Aristóteles».
15
La generación de los animales IV, 766a, en Moller Okin, op. cit., 82-83.
12 16
Ética a Nicámaco VI, 1139b. Política I, 1252b.
416 L. M. Maloney
Las mujeres en la filosofía clásica... 417
tienen la misma categoría». Evidentemente, las mujeres esclavas
quedaban completamente fuera de su comprensión. su vez hermanos y hermanas, madres e hijos, pero no padres. El
En resumen, podemos decir que Aristóteles colocaba a las mu- patriarcado y su papel central quedan superados. Esta ética debía
jeres entre los «seres humanos» (es decir, los hombres libres) y las ser practicada no sólo por los misioneros ambulantes, sino también
consideraba imperfectas. Definió sus diferencias funcionalmente: por los que viven en su casa; en las tradiciones primitivas no se
las mujeres y los esclavos, cada uno de una manera diferente, exis- dice nada sobre el hecho de abandonar a las esposas o maridos,
ten para el bien de los hombres libres. (Insistió en que los bienes pero como el patriarcado estaba abolido, los papeles esposa-marido
eran mutuos, aunque ciertamente el miembro «más alto» recibía se transformaron en papeles de servicio mutuo, e incluso de inver-
un bien más grande, como debe ser.) Las mujeres se distinguen de sión de papeles. Los «últimos» son ahora los «primeros» (cf. Me
los hombres precisamente por su imperfección; carecen de plena 10,29-31 y par.; también Me 3,31-35; Le 11,27-28; Me 10,42-45;
capacidad reproductora, carecen de pleno poder deliberativo y son Mt 23,8-11, entreoíros).
claramente imperfectas en fuerza física. Pero están bien dotadas Un rechazo todavía más explícito de la diferencia entre varón-
para ser vehículos reproductores y para mantener la vida de la fa- mujer, basada únicamente en los papeles reproductores, es la fórmu-
milia, el corazón de la polis, que es la mejor de todas las formas la bautismal prepaulina de Gal 3,28: «No hay ya judío o griego, no
de comunidad humana. hay siervo o libre, no hay varón o hembra, porque todos sois uno
en Cristo Jesús» 19.
Evidentemente, el corazón de este pasaje es la eliminación de
las «diferencias» determinadas socialmente, pero es también la esen-
III. EL HOMBRE Y LA MUJER EN LA COMUNIDAD
cia de la realidad que los cristianos reconocían en el hecho del
CRISTIANA PRIMITIVA
bautismo. El texto modifica claramente a Gn 1,27, en el que Dios
creó a los seres humanos «varón y hembra». Este pasaje del Gé-
Aunque es extraordinariamente difícil trazar líneas directas de
nesis ha sido usado para justificar la división de los papeles huma-
influencia de los filósofos griegos clásicos a los escritores cristianos
nos a lo largo de la vida de acuerdo con su función procreadora.
del siglo i 17 , podemos discernir algunas corrientes en el cristianis-
La fórmula bautismal de Gal 3,28 suprime esta distinción no afir-
mo primitivo, cuyas ideas sociales fueron semejantes a las de Pla-
mando una humanidad andrógina, sino reduciendo el papel repro-
tón en sus aspectos más radicales, y también una serie de contra-
ductor a su lugar propiamente restringido en la existencia humana.
corrientes a las ideas aristotélicas.
La calidad de miembro y los papeles de dirección o servicio en la
La idea de que la familia patriarcal deformaba las capacidades comunidad cristiana no están determinados por diferencias de gé-
de sus miembros no fue única de Platón. La actividad del primer nero. Los cristianos que se bautizaban con esta fórmula estaban
Jesús en Palestina adoptó una ética antifamiliar, que llama a los de acuerdo con Platón, en la República, al pensar que la capacidad
seguidores de Jesús a rechazar los vínculos de la familia patriarcal procreadora no era un criterio adecuado para decidir las funciones
y a dejar su casa (y la autoridad que se ejerce en ella o a la que se que un individuo debía realizar dentro de una comunidad más
está sometido), los hermanos, hermanas, madre, padre, para buscar amplia.
el reino de Dios. En la «igualdad entre los discípulos» 18 habrá a
Esta modificación del paradigma del papel reproductor como
17
Cf. David Balch, Leí Wives be Submissive: The Domestic Code in
criterio omnisuficiente para determinar las funciones en la familia
I Peter (Atlanta 1981). Describe la influencia de Aristóteles y su concepción y la comunidad fue revolucionario en una sociedad dominada por
del «cuidado de la casa» en los códigos domésticos en las cartas del NT.
18
Cf. E. Schüssler Fiorenza, In Memory of Her. A Feminist Theologicd " Cf. el texto y su discusión en ibid., cap. 6, con referencias bibliográ-
Reconstruction of Christian Origins (Nueva York 1983). ficas.
418 L. M. Maloney
Las mujeres en la filosofía clásica... 419
convicciones patriarcales que habían sido elevadas al estatus de filo-
sofía por las adaptaciones neopitagóricas y estoicas del pensamien- ble y pura y a dar a sus maridos el afecto que deben. Enseñadles
to de Aristóteles. Al enfrentarse con una comunidad religiosa de también a guiarse por la regla de la obediencia y a llevar sus casas
con dignidad y entera discreción» (1 Clem 1,3).
Corinto, en la que las mujeres profetas ejercían plenamente su
Por muy irreal que sea como retrato de Corinto, era un estado
libertad, e incluso evitaban el matrimonio para preservar esta liber-
de cosas que se hubiera ganado el aplauso de Aristóteles. En tal
tad, Pablo modificó su redacción de la fórmula bautismal, omitien-
situación, el deseo de los cristianos de no ser manchados con la
do la parte de «no hay varón o hembra» y destacando que «todos
calumnia de «tratar de derrocar la sociedad» era muy fuerte. Un
hemos sido bautizados en un solo cuerpo, judíos y griegos, esclavos
medio básico de prevenir esta acusación era mostrar que los papeles
0 libres» (1 Cor 12,13). En otra parte de la carta, Pablo subraya de cada género dentro de la comunidad cristiana no eran diferentes
que el varón es imagen de Dios y la mujer es «gloria» del varón de los que tenían fuera de ella: que las esposas se sometan a sus
(1 Cor 11,7-8) a . maridos (1 Pe 3,1-6) y vivan una vida casta y limpia dentro de su
Aquí, como en las últimas cartas escritas por los discípulos de casa, dando a luz y criando hijos (1 Tim 5,14; Tit 2,4-5).
Pablo bajo su nombre y en otra correspondencia cristiana primitiva
(por ejemplo, 1 Pe, 1 Clemente), la intención del autor es clara-
mente invertir la tendencia a borrar las diferencias entre varón y IV. CONCLUSIÓN
mujer basadas en los papeles reproductores. Las razones son igual-
mente claras: aparte de la disconformidad individual del autor con En la Grecia clásica y en la sociedad helenística las diferencias
la situación, está también el temor a escandalizar a la sociedad cir- entre varón-hembra en los papeles reproductores constituían un
cundante. Por eso escribe Pablo: «Y no seáis objeto de escándalo paradigma por el que se prescribían la «verdadera esencia» del
ni para los judíos, ni para los griegos, ni para la Iglesia de Dios, hombre y la mujer y la forma de sus vidas. Para los hombres libres,
como procuro yo agradar a todos en todo» (1 Cor 10,32); y las ésta era una regla de liberación; para las mujeres, libres o esclavas,
cartas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) y 1 Pedro están salpicadas era una regla de subordinación y restricción. Por tanto, cualquier
de exhortaciones a los cristianos para no escandalizar. Los cristia- desafío a los papeles sociales prescritos de las mujeres suponía un
nos vivían en una sociedad que estaba de acuerdo con Aristóteles ataque al sistema de la familia centrado en el paradigma de la re-
en que el statu quo es todo lo que hay o debe ser. Aquellos entre producción. Pero como la familia, cuya cabeza era el varón, era el
los poderosos que estaban descontentos con las cosas como eran no corazón de la polis griega, y más tarde del orden civil romano, cual-
levantaban sus voces en favor de un «nuevo orden». Al contrario, quier desviación del modelo prescrito era vista con desdén, alarma
recordaban nostálgicamente los «buenos días viejos» de varios si- o total hostilidad. Los retos cristianos al rígido modelo de las rela-
glos pasados, en los que se suponía que la vida había sido mejor, ciones varón-hembra se suprimieron, a veces desde fuera de la
porque era más ordenada, las mujeres trabajaban en los telares y comunidad, pero con más frecuencia desde dentro. Sin embargo,
todos tenían su corazón donde residían. La pasión del autor de los escritores de los evangelios procuraron al mismo tiempo pre-
1 Clemente es el «orden». En esta carta, el supuesto pasado dorado servar la «memoria peligrosa» de este reto, basándolo en la práctica
de la iglesia corintia se describe de este modo: «Obedeced a vues- y las palabras de Jesús y manteniéndolo como una esperanza para
tros superiores y dad a vuestros ancianos el debido respeto... el futuro.
L. M. MALONEY
Enseñad a vuestras esposas a hacerlo todo con conciencia intacha-
[Traducción: ELOY RODRÍGUEZ NAVARRO]

Cf. la discusión de todas estas materias en Antoinette C. Wire, The


Corinthian Women Prophets (Minneápolis 1990).
LA CONSTRUCCIÓN DE LA DIFERENCIA
DE LAS MUJERES
EN LA TRADICIÓN TEOLÓGICA CRISTIANA

La construcción de la diferencia de los sexos en la tradición


cristiana está relacionada con la recepción de los sistemas filosófi-
cos del platonismo, neoplatonismo y aristotelismo, que se incorpo-
raron al espíritu de la Biblia. Por muy distintas que hayan sido en
concreto estas síntesis interpretativas de la Biblia y la filosofía grie-
ga, coinciden en afirmar el papel principal del varón y que la mujer
es un ser humano derivado. Papel principal significa: son el co-
mienzo y están llamados a la soberanía. Este presupuesto no es
cuestionado ni por los Padres de la Iglesia ni por la mayoría de los
escolásticos medievales. El constructo «mujer» se explica esencial-
mente como una negación o disminución del constructo «varón».
Aunque hay tradiciones contrarias, que se apartan de este concepto
andronormativo del ser humano, de hecho en la historia se impone
la tradición principal de la teología oficial hasta muy entrada la
Edad Moderna (en las dos confesiones) en virtud de sanciones
constantemente nuevas de la Iglesia, y las tradiciones contrarias,
se argumenten en determinadas escuelas teológicas o estén soste-
nidas por mujeres llamadas místicas o poetisas, se dejan a un lado.
Dado que es el mismo texto bíblico el que se interpreta una
y otra vez a través de los siglos, se mantiene el carácter andronor-
mativo del concepto de hombre por encima de los límites de las
épocas. Nosotros nos vamos a limitar aquí, además de ofrecer algu-
nas retrospectivas patrísticas, a la Edad Media, aunque se apunte
una panorámica ocasional de la primera Edad Moderna.

I. ADÁN, E L CREADO P R I M E R O , LA IMAGEN P E R F E C T A


DE D I O S , Y EL D É F I C I T DE LA MUJER.
TRADICIÓN CONTRARIA: EVA, OBRA MAESTRA DE DIOS

Hannah Arendt afirma que el trato es la única actividad de la


vita activa que tiene lugar entre los seres humanos directamente
422 E. Góssmann Las mujeres en la tradición teológica cristiana 423

sin mediación de materia, material y cosas. La condición funda- miento, voluntad). Esto no deja de tener su importancia, ya que
mental del trato es la pluralidad, «el hecho de que en la tierra no aquí se superponen la fe y la gracia y se basa la igualdad de la
vive un hombre, sino muchos hombres». En el ser humano de mujer en la redención. Pero el déficit de la mujer sigue teniendo
Gn 1, creado como un ser plural masculino-femenino, es evidente, sus consecuencias, porque no se la considera llamada a señorear,
según ella, esta condición fundamental, mientras que critica el re- contra Gn 1,26-28, el dominio de la creación, que se encomienda
lato de la creación de Gn 2 de la siguiente manera: «Aquí el plural a los dos sexos. En caso de que se advierta que esto es una contra-
no es originalmente peculiar del ser humano, sino que su pluralidad dicción, se dice que la mujer perdió esta vocación por su papel de
se explica por la multiplicación. Cualquier idea de ser humano en tentadora en Gn 3 3.
general de esta índole concibe la pluralidad humana como resul- La tradición contraria de las mujeres, que puede seguirse de
tado de una reproducción infinitamente variada de un modelo pri- forma continuada al menos del siglo xn hasta el xvn 4, ve a «Eva»,
mitivo» '. Esto es lo que interpreta precisamente la tradición cris- la última creada, como la criatura más perfecta, la resplandeciente
tiana. imagen de Dios y la huella de la sabiduría divina. Hildegard von
Si dejamos a un lado el primer capítulo del Génesis, cuya im- Bingen le confirma al varón, por haber sido creado de la tierra, el
portancia como fuente independiente (P) no conoció todavía, la privilegio de la fuerza física; pero a la mujer, por haber sido crea-
tradición cristiana se centra en Gn 2 (J): de Adán como modelo da del cuerpo del varón, le da el privilegio de la mayor habilidad,
primitivo descienden todos los seres humanos, también las mujeres. sutileza y agilidad 5. La superioridad corporal de Eva se emplea en
Indudablemente, la imagen y semejanza de Dios de los dos sexos la tradición femenina apologéticamente contra el argumento esco-
no se suprime totalmente después de Gn 1; pero, sin embargo, se lástico de que el alma, evidentemente, no tiene sexo, pero puede
limita mucho respecto del sexo femenino. Según Guillermo de desarrollar mejor sus fuerzas en un cuerpo masculino que en uno
Auxerre (al principio del esplendor de la escolástica), porque el femenino. Las mujeres, con un silencio elocuente, dejan aparte las
varón 1) es creado directamente a imagen de Dios, y la mujer, en limitaciones escolásticas de que la mujer sea imagen y semejanza de
cambio, sólo indirectamente a través del varón (mediante viro); Dios y subrayan que el ser humano es imagen de Dios de manera
porque 2) tiene una inteligencia más perspicaz y la mujer, consi- igualitaria; su voluntad de intervenir en este tema va dirigida con-
guientemente, tiene que estarle sometida según el orden natural; tra sus deformaciones. Su protesta contra la semejanza con Cristo,
porque 3) todos los seres humanos, también las mujeres, pueden que se le negaba a las mujeres, se expresa en las palabras de Cristo
reducirse a uno solo, lo mismo que de un solo Dios procede todo que oye Gertrudis la Grande en su visión: «Como yo soy imagen
lo creado 2. De aquí resulta el siguiente déficit para la mujer: no perfecta de Dios Padre en la divinidad, tú serás para la humanidad
es imagen de Dios directamente, sino sólo a través del hombre, la imagen perfecta de mi persona» 6. La mujer es imagen y seme-
con lo cual se pretendía ser fiel al texto de 1 Cor 11,7. Está subor-
3
dinada al hombre «por naturaleza», lo que la hace desemejante a Ian Maclean, The Renaissance Notion of W'ornan (Cambridge 1980) 11
y passim.
Dios y la coloca al margen de la creación, porque no puede reflejar 4
Cf. mi artículo «Eva, Gottebenbildlichkeit und Spiritualitat», en el Wor-
a Dios en su creatividad como creador. ¿Qué queda de su imagen terbuch der Feministischen Theologie (Gütersloh 1991).
de Dios (imago Dei)? La escolástica dice que no está detrás del 5
Elisabeth Gbssmann, Ipsa enim quaú domus sapientiae. Zur frauen-
hombre respecto de reflejar a la Trinidad con las tres facultades bezogenen Spiritualitat Hildegards von Bingen, en Margot Schmidt/Dieter
del alma que Agustín nombró expresamente (memoria, entendi- R. Bauer (eds.), «Eine Hohe über die nichts geht». Spezielle Glaubenser-
fahrung in der Frauenmystik? (Stuttgart-Bad Cannstadt 1986) 1-18, sobre
1
Hannah Arendt, Vita activa oder vom t'átigen Leben (Stuttgart 1960) 15s. todo 9-11.
6
2
Guillermo de Auxerre, Summa Áurea (París 1500; Francfort 1964), Gertrudis la Grande, Legatus divinae pietatis, traducción de Johanna
ed. Pigouchet, fol. 58s. Lanczkowski (Heidelberg 1989) 25.
424 E. Góssmann Las mujeres en la tradición teológica cristiana 425

janza de Dios no sólo como ser humano, como lo ha pretendido cepción escolástica, porque no peca sólo contra Dios y contra sí
también Scheeben, sino como mujer. La tradición femenina ha re- misma, como el varón, sino además también contra el prójimo, al
clamado también este aspecto, que en Marie de Jars de Gournay que tienta al pecado 10.
se dio incluso unido con la petición encubierta del ministerio ecle- Que al sexo femenino se le identificara con el paso de los siglos
sial 7 , lo cual es también una señal de hasta qué punto el concepto con «Eva, la tentadora», provocó una resistencia especialmente
de imagen de Dios actuó como precursor del de derechos huma- aguda. Mientras Hildegard von Bingen presenta a la primera mujer
nos, y en este significado social lo reivindicaron las mujeres y tam- más como engañada por la serpiente que pecadora, y se fija en el
bién los varones. tumor de la soberbia en el pecho del varón 1 1 , y Mechthild von
Magdeburg subraya la igualdad del pecado del varón y la mujer,
Christine de Pizan es la primera que empieza a absolver a Eva.
II. LA EVA PECADORA. TRADICIÓN CONTRARIA:
Esto se encuentra a veces también en los hombres, pero casi siem-
LA EVA ENGAÑADA Y HASTA INOCENTE
pre de una manera ambivalente, por ejemplo, sólo yuxtaponiendo
la «Eva mala» y la «buena», como ocurre en Enrique C. Agrippa
Como (para los católicos) dentro de la misma Biblia, con el pa-
von Nettesheim. Sin embargo, entre las mujeres la defensa del pro-
saje de Sir 25,24, empieza ya la interpretación del Génesis hostil
pio sexo en su mundo es el motivo de la absolución de Eva, con el
a las mujeres, que continúa en 1 Tim 2,13s 8 , es perfectamente com-
fin de coger por la raíz el mal de la discriminación: «Para termi-
prensible que la tradición cristiana no pudiera liberarse de pro-
nar tengo que entrar también en los argumentos más ligeros de
yectar el pecado y la muerte sobre la mujer, lo cual sucede también
algunos hombres. Argumentan principalmente que Eva fue la causa
en otras religiones. Los Padres de la Iglesia y los escolásticos pro-
del pecado de Adán y, consiguientemente, de nuestra caída y nues-
curaron realmente mantener en pie la igualdad formal del varón
tra miseria. Respondo que Eva no llevó a Adán de ninguna manera
y la mujer en el pecado original, cargándole a los dos la culpa de
al pecado, sino que, al contrario, sencillamente le propuso comer
este pecado más en un aspecto o en otro; pero que a la mujer se
del fruto prohibido... Pero no sabía que comer de él era pecado
le hace la primera responsable pesa en ellos mucho más, como
y tampoco sabía que la serpiente... era el diablo» (Lucrecia Mari-
demuestra la historia. Agustín transformó el pecado de Adán de
nella, 1600) 12. Dado el carácter especial del platonismo del Rena-
facto en un delito de caballero, ya que, aunque ve que peca en la
cimiento, Marinella llega incluso a incorporar los rasgos físicos y
desobediencia, destaca, sin embargo que pecó ante todo por simpa-
psíquicos del propio sexo en la subida, que se produce de manera
tía con la Eva culpable, para no dejarla perderse sola. Pedro Lom-
bardo, en el siglo x n , al que después tuvieron que comentar todos
los futuros teólogos, habla del cáncer de la arrogancia en el pecho 10
Cf. sobre esta temática también el capítulo «Der Mensch ais Mann und
de Eva 9 . El pecado de la mujer se agrava también, según la con- Frau» en mi escrito de habilitación Metaphysic und Heilsgeschichte. Eine
7
theologische Untersuchung der Summa Halensis (Munich 1964) 215-229, y
Marie de Jars de Gournay se expone en Elisabeth Gbssmann (ed.), también ibid., Anthropologie und soziale Stellung der Frau nach Summen
Archiv für philosopbie- und tbeologiegescbkhtliche Frauenforschung, t. 1 und Sentenzenkommentaren der 13. Jahrhunderts: «Miscellanea Mediaevalis»
(Munich 1984), cap. 1; cf., sobre todo, 28s. 12/1 (Berlín 1979) 281-297.
8
Cf. Helen Schüngel-Straumann, Die Frau am Anfang. Eva und die " Cf. Barbara J. Newman, O femínea forma. God and Woman- in the
Folgen (Friburgo 1989). Works St. Hildegard (Ph. D. Diss., Yale University 1981).
9 12
Sobre Agustín y Pedro Lombardo cf. los capítulos correspondientes en Lucretia Martinella se expone en Elisabeth Góssmann (ed.), Archiv für
Monika Leisch-Kiesl, Eva in Kunst und Theologie des Frühchristentums und philosopbie- und tbeologiegescbichtlicbe Frauenforschung, t. 2 (Munich 1985),
Mittelalters. Zur Bedeutung «Evas» für die Anthropologie der Frau (Dis. teol. cap. 1, p. 41. Sobre E. C. Agrippa von Nettesheim cf. el tomo 4 del mismo
de la Facultad de la Universidad de Salzburgo 1990). Archiv (Munich 1988), introducciones y texto.
426 E. Góssmann Las mujeres en la tradición teológica cristiana 427
gradual, pasando por la belleza, hasta el Uno divino, atribuyéndole fuego y tierra, en el cuerpo del varón 14. Las cualidades de los
así a la mujer una función mediadora para el varón, lo contrario, sexos, por tanto, se producen polarmente, sus actividades se com-
por tanto, de una tentación a la «pendiente». plementan y los dos se ayudan mutuamente. Las palabras de Pablo
de que Eva es creada para Adán se completan así: lo mismo que
él para ella 15. Aunque el ordenamiento jurídico de signo andro-
III. EL VARÓN ACTIVO Y LA MUJER PASIVA. céntrico sea contrario a esto todavía mucho tiempo, aquí se anun-
TRADICIÓN CONTRARIA: LA COOPERACIÓN DE LOS SEXOS cia ya una disminución, más o menos velada, de la jerarquía de
los sexos.
La afirmación de Agustín y de la escolástica de que la inteli- En rigor, la escuela franciscana sigue también este camino, aun-
gencia del varón tiene una mayor perspicacia se basa en concepcio- que engañe la primera ojeada. Aristóteles, que no entiende nada
nes de la Antigüedad de filosofía de la naturaleza y biológicas his- de la Sacra Scriptura ( = Biblia e historia de la salvación), no es
tóricamente superadas, sobre todo la doctrina de los elementos y para los franciscanos una autoridad en este terreno. Esto se observa
de los humores. En la Escuela de Chartres del siglo xn, influida como muy tarde en el estudio de la mariología franciscana, aunque
por el platonismo, se lee que Dios, al formar a la mujer, no mezcló también la doctrina de la creación de Buenaventura muestra una
los elementos tan bien como al formar al varón 13. Los elementos cierta tendencia a una concepción polar del ser humano ló. El hom-
superiores del Cosmos (fuego, aire) se identifican como «masculi- bre recibe beneficios de la mujer, como ella de él, aunque, sin
nos» y los inferiores (agua y tierra) como «femeninos». De aquí embargo, esto último, en el sentido de la jerarquía de los sexos, se
resulta el calor y la sequedad del varón, que produce una mezcla estima más. Como los franciscanos en su biología y psicología de
de temperamentos más favorable para el desarrollo intelectual, por los sexos no siguen a Aristóteles, sino a Hipócrates y Galeno 17,
tanto, su inteligencia más perspicaz, y la humedad y frialdad de la admiten un germen femenino activo, acercándose así al descubri-
mujer, causas de una mezcla de temperamentos menos favorables miento del óvulo femenino en los años veinte del siglo xix mucho
y, consiguientemente, de su debilidad intelectual. Pero también la más que la línea aristotélica. Activo y pasivo es recíproco entre los
actividad del varón y la pasividad de la mujer se explica así: una sexos, aunque prevalece la actividad del varón. Por eso, el pensa-
doctrina que se impone tanto más cuanto más se adopta la recep- miento franciscano concluye la concepción inmaculada de María:
ción de Aristóteles. Con pocas excepciones se explica filosófica- como toda mujer, es en su maternidad también activa y, por tanto,
mente también de esta forma, para los teólogos de la tradición, la además de la concepción virginal, que evita la transmisión del pe-
jerarquía «bíblica» de los sexos varón-mujer. La armonía de «Bi- cado original a su hijo, no puede transmitirle, no obstante, una
blia» y «filosofía» se convierte en un soborno y no se advierte su
carácter en forma de círculo vicioso.
" Cf. Prudence Alien, The Concept of W ornan. The Aristotelian Revolu-
Sin embargo, no se aceptó sin discusiones. Así, ya en el si- tion (Montreal-Londres 1985); ídem, Two Medieval Views on Woman's
glo XII, Hildegard von Bingen desarrolló una antropología cósmica Identity: Hildegard von Bingen and Thomas Aquinas: «Studies in Religión.
A Canadian Journal» 16 (1987) 21-36.
que rompía la jerarquía de los sexos, viendo los elementos centra- 15
Scivias I, 2, Migne PL 197, 393; CCCM 43,21.
les, aire y agua, sobre todo en el cuerpo de la mujer, y los extremos, K
Cf. mi ensayo sobre la estructura del sistema y la concepción de la
mujer en los franciscanos: Theodor Schneider (ed.), Mann und Frau - Grund-
problem theologischer Anthropologie (Friburgo 1989) 44-52.
13
Cf. Hans Liebeschütz, Kosmologische Motive in der Frühscholastik. Cf. Emma Thérese Healy, Woman according to St. Bonaventure (Erie
Vortráge der Bibliothek Warburg 1923-24, ed. por F. Saxl (Leipzig-Berlín Pennsylvania 1965) lis. Un germen inactivo de la mujer lo admitió también
1926), sobre todo 128. Alberto Magno. Cf. Paul Hossfeld, Albertus Magnus über die Frau: «Trierer
Theol. Zeitschr.» 91 (1982) 221-240.

28
428 E. Gossmann Las mujeres en la tradición teológica cristiana 429
naturaleza humana debilitada y herida por las consecuencias del contraria a la naturaleza, que no es útil para la paz de la familia
pecado, lo que le descalificaría a éste como redentor 18. que muchos varones gobiernen a una mujer.
El desinterés de Tomás de Aquino y de su escuela por la inma- También Hugo Grotius piensa en este punto lo mismo que la
culata conceptio de María se explica también por esta razón: dada escolástica. La autoridad conyugal que se da por derecho natural
la pasividad de la mujer, de la que no hace ninguna excepción, ni la equiparan muchos autores con la de un soberano absoluto. Pu-
siquiera se puede plantear que sea transmisora de cualquier tipo fendorf limita, sin embargo, la posible poliginia por derecho na-
de consecuencias del pecado original a su hijo. En cambio, la escue- tural del varón, subrayando que el fuerte crecimiento del número
la franciscana, al oponerse a la pura pasividad de la mujer, supera de la población en todo el mundo la ha hecho verdaderamente su-
un déficit del sexo femenino. perficial. Gisbert Voetius, de la Academia reformada de Utrecht,
en su Politica ^eclesiástica, en 1669, defiende que en el corazón
de todos los hombres está inscrita la mayor dignidad del varón
IV. LA MUJER, DAÑADA POR EL ORDEN NATURAL, respecto de la mujer por la ley natural, que destina al hombre a
LA LEY NATURAL Y LA LEY DIVINA. gobernar y a la mujer a obedecer. También para él la autoridad del
TRADICIÓN CONTRARIA: LA USURPACIÓN MASCULINA padre de familia es de derecho divino y natural (iure divino et
naturali). Si Tomás de Aquino había llamado una vez, en una frase
Una pregunta que se hace con frecuencia en la tradición es si que recuerda al neoplatonismo, al varón origen y meta de la mujer
la monogamia es por ley natural (lex naturae), y se hace porque por su cualidad de principio último dentro del mundo y reflejo de
evidentemente los padres de la fe en el AT no vivieron así. La res- Dios creador x, Voetius dice lo mismo que él, pero sin citarlo. Más
puesta, eximiendo a los patriarcas veterotestamentarios, termina claramente no puede expresarse la subordinación total de la mujer
diciendo que en cada caso, de acuerdo con las necesidades de las al varón 21 . Naturalmente, también se dio una resistencia contra
diversas épocas históricas, es de derecho natural que un varón esta idea del derecho natural, que durante el cambio de la primera
aumente su prole con varias mujeres o se limite a los hijos de una Edad Moderna había pasado del campo de la teología moral al jurí-
mujer, y esto tiene que considerarse como regla irreversible para dico. En ella no hay que pensar tanto en el partido que había adop-
la época del Evangelio. La poliandria de la mujer, sin embargo, se tado una actitud positiva en la controversia sobre la ginecocracia,
explica desde el principio y para siempre como violación contra el porque defendiera incluso que las mujeres, que llegaban a reinar
orden o la ley de la naturaleza, argumentando, como lo expresa la por faltar un descendiente varón en las monarquías hereditarias,
Summa Halensis franciscana, superando escuelas y épocas, que una debían dejar la ética masculina de la sumisión obediente y seguir
mujer no puede quedar embarazada al mismo tiempo de varios la masculina, es decir, llevar a cabo en cierto modo un cambio inte-
varones, pero sí varias mujeres pueden parir al mismo tiempo los lectual de sexo 22. Aquí hay que pensar más bien en el intento de
hijos de un varón («quia una non potest fecundan a pluribus, sed mujeres de la alta nobleza, como Margarita de Navarra, quien,
unus bene potest fecundare plures») w . como otras muchas mujeres, especialmente en Francia, escribió una
Es interesante observar que, cuando se hace la ficción de la
poliandria de la mujer, no tanto se invierte la jerarquía de los 20
Tomás de Aquino, Summa Theol., I q. 93 a. 4 ad 1: «Nam vir est
sexos, sino que se da como segunda razón de que esta relación es principium mulieris et finis, sicut Deus est principium et finis totius crea-
18 turae».
Cf. Elisabet Gossmann/Dieter R. Bauer (eds.), María für alie Frauen 21
Politicae Ecclesiastice Pars II (Amsterdam 1669) L. I, Tr. 4, De mu-
oder über alien frauen? (Friburgo 1989) 63-85. lieribus, p. 186: «Vir est origo et principium ex quo mulier, et est finis
" Summa Fratris Alexandri, tomo IV, libro I I I (Quaracchi 1948) núme- propter quem producía est mulier».
ro 253-255. 22
Cf. Maclean (nota 3) 62s.
430 E. Góssmann Las mujeres en la tradición teológica cristiana 431

apología de su propio sexo, donde cita la formación privilegiada sada desde el lado masculino sino como una «elevación» y seme-
de Eva como obra maestra de Dios como la razón del talento polí- janza con el propio sexo, como una reducción al ser humano único,
tico de las mujeres y explica todo el dominio de los varones direc- al verdadero, de signo mascculino. El mandamiento de la igualdad,
tamente como una usurpación 2i. La subordinación de la mujer es que cumplían con gusto las mujeres de la Antigüedad cristiana, que
para ella la consecuencia de una transgresión por parte del varón con peinado y vestidos masculinos vivían como «eunucos» en el
del derecho establecido sólo por Dios (Gn 3,16). desierto o también como vírgenes con su familia 27, decía así: « ¡Sed
iguales a nosotros! » En la situación de entonces esto no se enten-
día de una manera hostil para las mujeres, pero admite dos inter-
V. LAS MUJERES DEBEN SER VARONILES.
pretaciones totalmente distintas: por un lado, la supresión de lo
TRADICIÓN CONTRARIA: SIENDO INTEGRAS EN NUESTRO SEXO,
femenino como lo imperfecto en lo perfecto-masculino como lo
ENCONTRAREMOS A C R I S T O (HILDEGARD VON BINGEN)
primero y lo último; por otro, la supresión de los sexos en gene-
ral, también el masculino, como una liberación concebida en sentido
Es conocido el pasaje del Evangelio apócrifo de Tomás donde neoplatónico. A Escoto Eriúgena hay que entenderlo en este sen-
Pedro, argumentando que las mujeres de la vida no son dignas, tido 28. El carácter escatológico del movimiento ascético de la Anti-
quiere arrojar a María Magdalena del círculo de los discípulos. El güedad tardía sugiere la utopía de un ser humano sin sexualidad.
Jesús de este texto responde que la guiará para que se haga varonil, Aquí está el punto en el que Agustín intenta encauzar las ideas
para que sea espíritu vivo y así pueda entrar en el reino de los cie- hacia otra dirección. Aunque precisamente él defienda con gran
los M. Es sabido, además, que también los Padres de la Iglesia, como fuerza el simbolismo de positivo-negativo de lo masculino y lo
Ambrosio y Jerónimo, hablan de una manera semejante cuando femenino, siempre que se refiera a la vida terrena, procura no ha-
llaman «mujer» a la que sirve todavía al marido y a los hijos o to- blar del carácter distinto de la mujer como algo que no sería digno
davía no ha llegado al conocimiento pleno de la fe y, por el con- conservar para el más allá. Rechaza decididamente una resurrección
trario, «hombre» a la mujer que renuncia a la procreación o ha de todas las mujeres como varones. Como el cuerpo transformado
avanzado en la fe 25 . Dejar lo carnal y hacerse religiosa, entendido habrá abandonado la libido y el vitium, es decir, su debilidad con-
como cambio simbólico (¿o real?) de sexo, se le deja o se le man- dicionada por el pecado, ya no podrán darse conflictos por la forma
tiene abierto a las mujeres como una posibilidad; pero con esta femenina del ser humano; por eso Agustín le reconocería su belleza
idea el cristianismo no está en absoluto solo, sino que presenta, como criatura: «Ser mujer no es una perversidad, sino naturale-
precisamente aquí, paralelismos (¿transmitidos por la gnosis?) con za» 2 '. Que era necesario decir esto, se basa en el «sentimiento» de
el budismo 2 6 . La perfección de un ser femenino no puede ser pen- la cultura de la Antigüedad tardía, en la que se había insertado el
cristianismo y a la que se amoldó con su interpretación de la Biblia.
25
Cf. sobre Margarita de Navarra, Archiv (nota 7) 13s.
24
Sobre el Evangelio de Tomás y su entorno cultural cf. P. R. L. Brown, 27
The Body and Society. Men, Women and Sexual Renunciation in Early Cf. Ruth Albrecht, Das Leben der hl. Makrina auf dent Hintergrund
Cbristianity (Nueva York 1988), sobre todo 113, con más bibliografía. der Thekla-Traditionen (Gotinga 1986); Kari Vogt, «Convertirse en varón».
25
Sobre estos textos y contextos llamó ya la atención desde hace tiempo Aspectos de una antropología cristiana primitiva: «Concilium» 202 (1985)
Haye van der Meer, Priestertum der Frau? Sine theologiegeschichtliche Unter- 383-397.
28
suchung (Friburgo 1969). Sobre Jerónimo y Ambrosio, 97s. Sobre Escoto Eriúgena cf. los trabajos de Werner Beierwaltes, sobre
26
Cf. Elisabeth Gossmann/Haruko Okano, Himmel ohne Erauen? Zum todo Denken des Einen. Studien zur neuplatoniscben Philosophie und ihrer
Eschatologie des weiblichen Menschseins in óstlicber und westlicber Religión. Wirkungsgeschichte (Francfort 1985).
2
Das Gold im Wachs: «Festschr. f. Thomas Immoos», ed. Gossmann/G. Zobel ' «Non est autem vitium sexus femineus, sed natura»: De chítate Dei
(Munich 1988) 397-426. 22,17.18.
432 E. Góssmann

Con su doctrina de que en el ésjaton se conserva el ser mujer,


Agustín le dio una buena dote a la Edad Media, y también para su GENERO Y PRECEPTOS DE MORAL
ataque de las sectas dualistas, que hablaban constantemente de que EN EL ANTIGUO MÉXICO
las mujeres se harían varones en la escatología. Las mujeres escri-
toras de la Edad Media, que subrayan —con signos importantes de LOS TEXTOS DE SAHAGUN *
solidaridad con las «madres»— que su ser mujer es ser «vírgenes»,
abandonan los símbolos de hacerse varón y adoptan su «lugar co-
mún» de modestia femenina, con el que introducen sus obras, con Hija, mi amada, mi pequeña paloma... estas palabras son...
una fuerte conciencia de elección. preciosas como gemas bien talladas. Tómalas y guárdalas en tu
corazón, escríbelas profundamente dentro de ti... (Huehuetla-
Espero que en esta exposición muy resumida haya quedado cla- tolli aztecas según transcripción de Sahagún).
ro que a pesar de la pertinacia de la tradición principal androcén-
trica-patriarcal fueron también posibles ciertas modificaciones de La sabiduría de los antepasados, de los «antepasados femeni-
su constructo «mujer». Hasta qué punto las tradiciones contrarias nos, de las damas nobles, ancianas y de cabellos grises, las abuelas,
dieron motivo para ello no es posible determinarlo aún con exacti- de los ancianos, sabios y prudentes hombres y mujeres» (Sahagún,
tud por falta de la investigación correspondiente. De todas formas, 1989) está contenida en las muy pulidas formulaciones de los anti-
que las tradiciones contrarias hayan tenido que luchar durante si- quos huehuetlatolli aztecas antiguos. Parten de una larga y rica tra-
glos por refutar siempre los mismos prejuicios frente al sexo fe- dición oral, incluyen preceptos y dichos que describen la conducta
menino indica claramente su escaso éxito. Si se ha producido la esperada y las responsabilidades adultas. En forma escrita aparecen
impresión de que las teorías de las tradiciones contrarias son meras en el libro V I del Codex Florentinus de fray Bernardino de Saha-
inversiones, es decir, sobrevaloraciones del ser humano femenino gún, un misionero franciscano que llegó poco después de la con-
antes subestimado, hay que contestar a esto que no es así. Porque quista de México. Como preceptos morales, son una clave para la
las tradiciones contrarias realizan una verdadera «negación de la interacción entre cultura y conducta.
negación» 30. El concepto de una feminidad que no ha logrado un El saber feminista reciente en México sugiere que éstos con-
ser humano pleno y que está determinada por un criterio andro- firman el papel femenino pasivo y sumiso en la sociedad azteca.
normativo se llegará a refutar cuando se parta del carácter original Esa lectura puede parecer válida si sólo se estudian los preceptos
de ser mujer y se intente describirla a ésta no como un ser humano para las muchachas (L. Arizpe, 1984; G . Hierro, 1990; M . Rodrí-
derivado, sino independiente. Meditar tales textos puede ayudar guez, 1989). No obstante, el análisis de todos los preceptos —los
a las mujeres y los hombres de hoy a superar la idea de un prin- destinados a los muchachos, así como los destinados a las mucha-
cipio único y a desarrollar un modelo de ser humano dual, no dua- chas— revela una ideología subyacente de equilibrio de género.
lista y tampoco sólo polar, que aún nos falta. Existen indicaciones de que las mujeres participaban en la vida
política de modos significativos dentro de las sociedades mesoame-
E. GÓSSMANN
ricanas. En una obra anterior (Marcos, 1976) trato estos ejemplos
[Traducción: ELOY RODRÍGUEZ NAVARRO]

* Deseo agradecer a Alfred López Austin, Rosalind Petchesky, June Nash


30
La formulación píocede de Katharina Fietze, Spiegel der Vernunft. y Hal Benenson sus útiles comentarios críticos sobre este artículo.
Theorie zum Menschsein der Frau in der Anthropologie des 15. Jahrhunderts, La investigación para este artículo se hizo posible por una beca Rockefeller
«Dis. Filosófica de la Facultad de la Universidad de Munich» 1990 (que se Humanist in Residence en el Programa de Estudios Femeninos del Hunter
publicará presumiblemente en Paderborn 1991). College. Gracias en especial a su directora, Rosalind Petchesky, y a los muchos
colegas y estudiantes que aportaron apoyo y estímulo para mi trabajo.
434 S. Marcos

y sus fuentes. Por ejemplo, en los Anales de Cuatutitlán se indica I. LA DUALIDAD EN LA COSMOLOGÍA NÁHUATL
que seis mujeres y seis hombres fueron elegidos para gobernar de
modo colectivo. En zonas bajo dominio azteca, la costumbre de Los aspectos religiosos y sociales de la sociedad precolombina
llamar Cihuacoatl o «Mujer Serpiente» a uno de los ancianos go- estaban estrechamente entretejidos: la religión, la filosofía, las
bernantes indica el valor dado al elemento femenino (Sahagún, artes, la guerra, la agricultura y las relaciones sociales formaban
1989). Las mujeres también poseían propiedades y en ocasiones un todo que reflejaba la visión dominante del mundo o la cosmo-
dirigían a guerreros en el combate. En el Codex Selden hay una visión. Los aztecas ' consideraban a sus deidades como la unidad
referencia a una princesa guerrera que defendió sus dominios. Her- suprapersonal que hacía a lo colectivo más importante que la suma
nán Cortés, en sus Cinco cartas al Emperador, habla de una gober- de sus miembros. Del dios azteca de la guerra, Huitzilopochtli, los
nante local que bloqueaba el avance de los españoles en su marcha informadores nativos de Sahagún decían que: «No es más que sub-
a Tenochtitlán. dito y príncipe», queriendo indicar: «No es más que el pueblo
El quinto centenario en 1992 del «encuentro» de dos mundos como un todo, del más alto al más inferior» (Sahagún, 1989).
ofrece una oportunidad para tratar algunos de los valores y las tra- Las referencias a las diosas y dioses náhuatl en los textos de
diciones de los pueblos del Nuevo Mundo que se pasaron por alto, Sahagún revelan un complejo concepto de la divinidad. Los aztecas
se perdieron o se transformaron en ese proceso. Su cosmología for- utilizaban generalmente el vocablo teotl (literalmente, «pétreo»,
maba la base para su modo de ser en el mundo. pero figurativamente «permanente» o «poderoso») para sus deida-
La cosmología mesoamericana se basaba en la idea de las dua- des (Parrinder, 1984). Les atribuían diversas cualidades, pero una
lidades y los opuestos y en la búsqueda del equilibrio. La dualidad característica que la mayoría de las deidades compartían era una
aparecía en toda obligación religiosa, actividad política y tarea do- naturaleza dual, una mezcla de rasgos femeninos y masculinos en
méstica. El punto de partida para mi estudio de la construcción del grados variables (Marcos, 1989a). Ambos géneros estaban fusiona-
género es este elemento clave de la visión mesoamericana del mun- dos, por ejemplo, en Coatlicue, la diosa azteca con falda de ser-
do: la dualidad de los opuestos complementarios según lo tratan piente (Fernández, 1959). Tlaloc, la deidad de la lluvia, no tenía
todos los principales expertos mesoamericanos (véanse las obras de ningún rasgo específicamente femenino o masculino, según se re-
Alfredo López Austin y Miguel León-Portilla). Mi preocupación, presenta en el mural Tepantitla de Teotihuacán (Nash/Leacock,
por tanto, es analizar cómo esta característica está en la raíz del 1982). En Tlazolteotl, la deidad asociada con el nacimiento y con
género y modela el mismo en las sociedades mesoamericanas. «lo que se abandona» (Karttunen, 1988), los atributos femeninos
Los teóricos feministas han afirmado la «inseparabilidad del y masculinos se fusionaban (Sahagún, 1988; Heyden, 1977).
género y otras relaciones sociales... Como consecuencia, no pode- Muchas deidades mesoamericanas antiguas eran parejas diosa-
mos dar por supuesto por más tiempo un determinado universal dios, comenzando por el creador supremo, Ometeotl, cuyo nombre
de la construcción social del género» (Malson y otros, 1989). Con- significa «dos dioses» o «doble dios». Habitando el más alto mun-
centrando nuestra atención en la intersección entre género y pre- do superior, el decimotercer paraíso, Ometeotl era considerado
ceptos de moral, este artículo intentará aportar información sobre como una pareja femenina y masculina. Otras deidades, descendien-
una disposición cultural que no parece fomentar o validar catego- tes de la suprema pareja, eran, a su vez, fenómenos naturales.
rías de género rígidas y mutuamente excluyentes.
1
El examinar las muy pulidas formulaciones referentes a la con- Los aztecas (también llamados «mexicas») eran sólo uno de los hablantes
ducta correcta en el antiguo México contenidas en los huehuetlatolli náhuatl. La nahua es una categoría geográfica y temporalmente mucho más
amplia. La mesoamericana es un área cultural y geográfica incluso mayor que
servirá, espero, para ampliar el debate en marcha referente a la incluye a los nahuas y a muchos otros grupos lingüísticos. Utilizaré los térmi-
conducta de género construida socialmente. nos de modo intercambiable en este artículo.
436 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 437

La dualidad en la cosmovisión mesoamericana no era fija y es- 1969, 1989). De igual modo, el maíz podía ser femenino (Xilonen-
tática, sino fluida y en constante cambio. Esto era un elemento Chicomecoatl) o masculino (Cinteotl.-ltzlacoliuhqui).
clave en el pensamiento náhuatl. Las deidades, el pueblo, las plan- Incluso el calendario mesoamericano era dual: el calendario
tas, los animales, el espacio, el tiempo y las direcciones cardinales ritual estaba formado por trece ciclos de veinte días cada uno; el
tenían todos una identidad sexual como femenino o masculino, y calendario solar tenía dieciocho ciclos de veinte días y un período
esta identidad cambiaba constantemente a lo largo de un continuo. de cinco días para corregir el calendario. De igual modo, el habla
El género impregnaba cada aspecto de la vida como una identidad y la poesía reflejaban la duplicidad: las declaraciones importantes
siempre cambiante. El dualismo primordial en Mesoamérica era se repetían en parejas con mínimos cambios (Garibay, 1964; Sulli-
dinámico, y esta valencia femenina y masculina se manifestaba en van, 1983). Gran parte de la poesía náhuatl está formada por pa-
la religión y en la vida cotidiana (Gossen, 1986). rejas de versos en los que el orden puede variar, pero los dos miem-
El equilibrio era importante como una fuerza sustentadora en bros de la pareja no pueden separarse. Entre otros investigadores,
el universo y en la sociedad, como se verá en la siguiente investi- López Austin (1988) distingue la totalidad del pensamiento meso-
gación del género y sus relaciones con la cosmología. Las fuerzas americano en términos de dualidad.
opuestas o los extremos aparentemente opuestos de una polaridad Las deidades mesoamericanas, como todo en el cosmos, tenían
deben mantenerse en equilibrio en el universo, en la sociedad y en dos partes complementarias: femenino y masculino, benéfico y ma-
el individuo. La consciencia del equilibrio y la necesidad de restau- lévolo, luz y oscuridad, etc. «Lo que podrían percibir como una
rarlo era (y es) la base de las prácticas sanadoras mesoamericanas contradicción distorsionadora, los mesoamericanos lo consideran,
(López Austin, 1971; Viesca, 1984; Marcos, 1988). Dentro de los desde su punto de vista, como complementariedad, totalidad y ar-
cuatro niveles de la tierra donde los nahuas vivían (su universo monía» (Karttunen, 1986). Pero éstas no son dicotomías estáticas.
tenía nueve submundos y trece mundos superiores), nada había Las identidades de genero se movían a lo largo de un continuo
que fuese exclusivamente femenino o masculino. Dentro de este cambiante donde el factor determinante era el logro y el manteni-
ámbito, todos los seres combinaban características de género en miento del equilibrio. En los huehuetlatolli podemos ver estos prin-
grados variables (López Austin, 1990). Los atributos femeninos cipios básicos del pensamiento náhuatl en el contexto de la vida
y masculinos se fusionaban en entidades fluidas. Estas expresaban cotidiana y de las relaciones sociales.
el equilibrio cambiante de las fuerzas opuestas, que, a su vez, re-
flejaban el equilibrio fundamental del cosmos y de la sociedad. De
lo individual a lo cósmico, el género aparecía como la metáfora II. EL DILEMA DE SAHAGUN
raíz del equilibrio.
Este ideal muy estimado de equilibrio se recomendaba como Las formas escritas de las oraciones de los antiguos sobre la
un modelo de conducta para los adultos jóvenes de la comunidad. conducta datan del período posterior a la conquista. Aunque las
Otros ejemplos de dualidad se hallan en la naturaleza y en la es- batallas habían terminado en su mayor parte, la época estaba mar-
tructura social. Muchos tienen un componente implícito de género. cada por el intento español de consolidar su control sobre los habi-
La vida y la muerte como no más que dos aspectos de la misma tantes originales de Mesoamérica y estaba llena de la tensión de
realidad se expresan en la alfarería del Tlatilco con dos rostros, uno los conflictos entre dos visiones del mundo y dos organizaciones
vital y el otro representando un cráneo. El Sol y la Luna eran vis- sociales profundamente divergentes. Los sangrientos combates ha-
tos como combinaciones de lo femenino y lo masculino (Báez-Jorge, bían dado el control político a un grupo relativamente pequeño de
1988). Cuando los recién nacidos eran purificados por el baño colonizadores. La bella ciudad azteca de Tenochtitlán fue destruida,
ritual, se invocaban las aguas femeninas y masculinas (Sahagún, fueron quemados los impresionantes templos y hechas pedazos las
438 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 439

pasmosas estatuas de las diosas y los dioses. Las poblaciones nati- raria de la tradición oral formal. Así, cuando en 1558 se le pidió
vas, ahora sometidas, quedaron bajo la influencia de misioneros que escribiese en náhuatl lo que para los catequistas sería útil que
tales como «Los doce», una docena de frailes franciscanos que conociesen acerca del pueblo al que estaban enseñando, aprovechó
llegaron en 1525 con gran entusiasmo para convertir a los indios la oportunidad para describir la vieja cultura y sus modos. Pasó
al cristianismo (Ricard, 1982). En 1529 llegó otro grupo de misio- años entrevistando a los ancianos de dos ciudades cercanas a la ca-
neros, y entre ellos estaba fray Bernardino de Sahagún. La aparente pital, Tepepulco y Tlatelolco. De largas conversaciones y cuestio-
sumisión de los indios llevó a los evangelizadores a creer que la narios y con la ayuda de asistentes indios, recogió material para su
conversión se estaba llevando a cabo de modo fácil y rápido. «enciclopedia etnográfica», como Burkhart (1989) lo denomina.
Sin embargo, después de los esfuerzos de los primeros años, los Pero la presentación sistemática de los importantes elementos de
frailes de Nueva España notaron que, lejos de convertir realmente la creencia y del ritual, las prácticas médicas, las festividades reli-
a los indios (Klor de Alva y otros, 1988), su trabajo había puesto giosas, los himnos a las deidades y otras formas de expresión ná-
las bases para la aparición de una nueva configuración de los ele- huatl provocaron la sospecha de que estaba difundiendo «idola-
mentos religiosos. Pese a los esfuerzos de los misioneros, en la ma- trías». El fraile franciscano tuvo que hacer frente a la persecución
yoría de los casos simplemente aportaron a la población nativa otro por parte de las autoridades eclesiásticas y sus textos náhuatl no
conjunto de personas y rituales sagrados que se insertaron en la fueron traducidos al español hasta 1575.
estructura existente de un modo original (Burkhart, 1989) 2 . Ahora Su penetrante percepción y rigurosa investigación dieron ricos
los misioneros no estaban ya seguros de su eficacia. Comprendían detalles a su Historia general de las cosas de Nueva España o Codex
que gran parte de la cultura supuestamente vencida había escapado Florentinus. Alfredo López Austin señala: «El trabajo bilingüe
a su control y que la cristianización estaba fomentando, de modo que registra al pie de la letra las respuestas de los informantes
inadvertido, prácticas y ceremonias en las iglesias que mantenían ancianos constituye la mayor fuente para el estudio de los antiguos
vivas lo que las autoridades eclesiásticas calificaban como «ido- náhuatls» (Sahagún, 1989). Según Klor de Alva, el texto es «el
latrías». más complejo registro disponible de la propia reconstrucción de su
Fray Bernardino de Sahagún, que ya había demostrado interés cultura por los nativos» (1989). El material pictográfico aportado
por el pueblo que estaba siendo catequizado y había traducido la por los escribas indios acompaña a las versiones náhuatl y española
Biblia al náhuatl, recibió el encargo de escribir un manual extenso y fue la base para partes del texto escrito.
acerca de las creencias y las prácticas nativas. Sahagún comprendía
Aunque el propósito de Sahagún era ayudar a la conversión de
que convertir con éxito a los indios requeriría un profundo cono-
los indios, también estaba sinceramente interesado por ellos y por
cimiento de sus costumbres, valores, creencias e idioma 3 . Comen-
su cultura, y se alineó con quienes lucharon para protegerlas. Así,
zando en 1547 y utilizando su amplio conocimiento del principal
se apresuró a resaltar las semejanzas entre las prácticas religiosas
idioma indígena, recopiló plegarias, canciones, discursos admonito-
y los códigos morales nativos y sus valores católicos españoles. Esto
rios y otros ejemplos de expresión muy pulida, metafórica y lite-
explica por qué, aunque su texto contiene numerosas referencias
2
a las mujeres, disminuye su posición en la sociedad azteca. Inves-
Inmediatamente después de la conquista y cristianización, la población tigadores que han estudiado esta discrepancia incluyen a B. A.
indígena siguió abiertamente su modelo, establecido desde hacía mucho tiem-
po, de asimilación e integración de las nuevas figuras y creencias religiosas Brown (1983) y A. Ichon (1973) 4 . Finalmente, Nash comenta que
en las estructuras existentes. Los frailes interpretaron esta aceptación del
cristianismo dentro de su propio contexto cultural y teológico.
3 4
Hasta 1537, el papa Paulo III no decretó, en la bula papal Sublime Este asunto lo trata de modo elocuente Irene Silverblatt en relación con
Deus, que los habitantes del Nuevo Mundo eran seres humanos. las fuentes históricas primordiales en Perú (1987).
440 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 441

los pictogramas 5 acompañantes indican una mayor participación basado en el español elaborado para el náhuatl 6 . Los huehuetlatolli
femenina que lo observable en el texto (1978). incluyen oraciones familiares, así como discursos para ocasiones
Por supuesto, el Codex Florentinus ha sido analizado desde religiosas. Mercaderes, artesanos y sanadores y otras profesiones
varias perspectivas por muchos expertos (López Austin, 1988; tenían sus oraciones. Otras se referían a hechos del ciclo vital. Las
León Portilla, 1988; Gibson, 1964; Klor de Alva y otros, 1988), palabras de la comadrona a una madre en el nacimiento de su hijo
y casi no hay ningún experto del antiguo México que no haya ba- son un ejemplo sorprendente y bien conocido de un discurso del
sado la principal parte de su investigación en este texto o en un ciclo vital. Una mujer que daba a luz a un hijo era considerada
texto básico similar. No obstante, respecto a las cuestiones de géne- como un guerrero que iba al combate. En las oraciones antes del
ro, incluso aunque algunos estudios han resaltado la abundante nacimiento, la partera le urgía a librar su combate con bravura.
presencia de las mujeres (Hellbom, 1967; Rodríguez, 1988), las Cuando el niño había nacido, la partera daría un grito de guerra
implicaciones de esta presencia para las cuestiones de complemen- significando que « . . . la mujer había librado bien su combate...
tariedad y de la dualidad en relación con el género han sido inves- había tomado un prisionero, había capturado a un niño» (Sahagún,
tigadas por sólo unos pocos expertos (Nash, 1978; Nash y Leacock, 1969).
1982). La importancia de los huehuetlatolli para los nahuas es resu-
mida por Thelma Sullivan: «Todo acontecimiento importante en la
III. ANTIGUOS PRECEPTOS MORALES vida de un azteca... estaba marcado por largas y elocuentes oracio-
nes adecuadas para la ocasión. En las frases rítmicas de estas ora-
Mediante su atención a los preceptos morales, el libro VI del ciones, con sus exquisitas metáforas, frases complementarias y sinó-
Codex Florentinus revela los valores náhuatl. Los textos contienen nimos cuidadosamente elegidos, se transmitirían los conceptos reli-
las enseñanzas éticas encarnadas en discursos formales conocidos giosos, morales, sociales y políticos de los aztecas de una generación
como los huehuetlatolli o los «preceptos de los antiguos». Se refe- a la siguiente. Los huehuetlatolli eran los grandes depositarios de
rían a éstos como los antepasados rituales, como descendientes de las tradiciones y de la sabiduría aztecas, y en el corpus de la litera-
los fundadores del linaje azteca. Las mujeres y los hombres ancia- tura azteca se hallan como lo más revelador de la mente y del pen-
nos de las comunidades mesoamericanas eran depositarios de sabi- samiento aztecas» (Sullivan, 1986).
duría y conocimiento; podía lograr prestigio y a menudo eran Entre quienes han contribuido a la bibliografía sobre los hue-
considerados como poseedores de gran energía vital. En consecuen- huetlatolli están Baudot (1979), que analiza su estructura literaria,
cia, merecían respeto y eran considerados muy poderosos (López y Karttunen y Lockhart (1987), que los estudian desde un punto
Austin, 1988; Sahagún, 1969). de vista lingüístico y literario. Las oraciones han sido estudiadas
Los huehuetlatolli que sobrevivieron a la conquista fueron por la riqueza de información cultural que revelan (León-Portilla,
transcritos por hablantes nativos y por misioneros en el alfabeto 1988). López Austin (1984) se refiere a ellas como «educación
mexicana», y Thelma Sullivan tituló su estudio de las oraciones
5
Los habitantes de Mesoamérica habían desarrollado un sistema de escri-
tura pictográfica y registraban los acontecimientos, el comercio y el ritual 6
mediante pinturas descriptivas en libros de papel de corteza. Esto coexistía Los textos de huehuetlatolli utilizados en este artículo están tomados de
y dependía de una poderosa tradición oral que sobrevive en algunas formas la versión española del Codex Florentinus con paleografía, introducción y no-
hoy día. Los etnógrafos contemporáneos mencionan ejemplos de pueblos in- tas de Alfredo López Austin y Josefina García Quintana. Otro misionero,
dios de consejo que aún se transmite en discursos poéticos y retóricos for- fray Andrés de Olmos, comenzó a recopilar huehuetlatolli en 1533 e incluyó
males (Karttunen, 1986; Good, 1990). No obstante, el alcance de esta discu- algunos de ellos en su Gramática de la lengua mexicana, originalmente publi-
sión no permite su inclusión. cada en 1547.
442 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 443

con una metáfora náhuatl: «Un puñado de jades: las palabras de drar, Dios ordenó que una mujer busque a un hombre, y un hom-
los antiguos aztecas» (1986). bre a una mujer...» (p. 381).
Los huehuetlatolli presentados más adelante se dirigían a hijas Como señala López Austin (1988), la sexualidad era conside-
e hijos en el momento adecuado, cuando comenzaban a mostrar rada como un placer otorgado por Dios para suavizar el dolor en
signos de madurez física. Estos textos han sido citados a menudo la tierra. Pero fray Bernardino de Sahagún, esforzándose en pre-
de un modo fragmentario, mencionando sólo el consejo para las sentar a los indios en un modo aceptable para la Iglesia, transformó
muchachas porque parece reforzar los rígidos papeles de género este mandato divino. Se convirtió en «el oficio de la generación»
familiares para los investigadores occidentales (Brumfiel, 1990). (literalmente, el arte de la generación). Aunque los placeres de la
Los textos raramente se equilibran con referencias al consejo dado vida deberían considerarse como un don de Dios, nada libraba a
a los muchachos. No obstante, una vez comparados los preceptos, los nahuas de una preocupación por el equilibrio: «Hija, ... no te
revelan mucho material cultural referente al género y muestran la arrojes en el fétido estiércol de la lujuria...» (p. 369). «Hijo, ... no
conducta vinculada al género esperada tanto de las muchachas como te arrojes sobre una mujer como un perro se lanza sobre su alimen-
de los muchachos en el antiguo México, así como aportan la base to...» (p. 381).
para entender algunos elementos clave del pensamiento azteca. Se aconsejaba a las hijas no ver a los hombres como si fuesen
«frescas mazorcas de maíz, para encontrar la mejor y la más sabro-
sa» (p. 369).
IV. VOCES DE LOS ANTIGUOS Debido al interés de Sahagún por ayudar a los indios, resaltó
las semejanzas entre sus valores y los valores católicos españoles y
«Mi amada hija, mi pequeña paloma... preciosa como una bo- redujo las divergencias. Pero en ocasiones, metáforas como la men-
lita de oro y una rara pluma... escucha con atención lo que tengo cionada señalaban con fuerza, pese a los mejores intentos de Saha-
que decirte...» (Sahagún, 1989, p. 365). gún, una actitud diferente frente al placer.
«... Mi muy amado apreciado, eres mi hijo... valiosa gema... Raramente los textos antiguos dan una presentación tan clara,
bellas plumas, he decidido decirte algunas cosas debidas a mi obli- detallada y doméstica de las normas éticas en una sociedad como
gación como tu padre...» (p. 373). hacen estos textos náhuatls que recomiendan las formas más no-
bles y admiradas de conducta en todos los ámbitos de la vida adulta
Expresiones de afecto, lenguaje florido y empleo de metáforas
para los jóvenes que acaban de entrar en la edad adulta.
aparecían a menudo en la primera parte de las alocuciones tanto
Pero para penetrar verdaderamente estas recomendaciones mo-
para muchachas como para muchachos.
rales debemos situarlas en el contexto específico de las creencias
Los aztecas se preocupaban por el modo correcto de gozar de aztecas formadas por la cosmología y la experiencia. Para los pue-
los placeres de la vida. Algunas de las oraciones incluían frases blos náhuatl de Mesoamérica, la conducta no era una cuestión de
como: «Hija, ... nuestro Señor nos dio risa y sueño, alimento y expresión individual. La conducta humana era una cuestión de vida
bebida con los que nos mantenemos. Dios también nos dio el don y muerte. Como señala Burkhart: «Los nahuas no tenían concepto
de engendrar por el que nos multiplicamos en el mundo. Todas alguno de castigo para los pecados después de la muerte, pero
estas cosas aportan algún contento en nuestras vidas durante algún creían que los actos humanos podían provocar un cataclismo final»
tiempo...» (p. 366). (1989). El miedo a atraer sobre sí mismos el caos y la destrucción
La vida es placentera por mandato del Señor; el placer era con- mediante su conducta personal actuaba dentro de la estructura más
siderado como un don que disfrutar y gozar: «Hijo mío, ... el mun- amplia de la responsabilidad colectiva (Wolf, 1959). Infringir las
do tiene este modo de generar e incrementar, y para este engen- normas tenía efectos que iban más allá de lo individual y alteraba

29
444 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 44?

el orden cósmico mismo. Así, un individuo que se equivocaba era pago de tributos (Garibay, 1965). Se alentaba a las jóvenes a es-
un peligro para la supervivencia del colectivo, y la eliminación del forzarse en lograr maestría y excelencia como tejedoras. Se decía
trastorno tenía que ser rigurosa, radical e inmediata para mitigar a los muchachos que plantasen maíz, frutas y agave. Las activida-
la amenaza para el cosmos. En vez de un concepto de bondad mo- des productivas de mujeres y hombres se complementaban mutua-
ral personal y conducta buena y justa, los nahuas creían que existía mente: la actividad de un sexo no se consideraba como más valio-
una conexión entre las flaquezas individuales y los efectos de esta sa que la del otro: «Hija, ... aprende bien cómo hacer comida y
falta, no sólo para el individuo, sino para toda la comunidad 7 . No bebida... aprende pronto cómo hacer chocolate... o moler maíz o
obstante, la responsabilidad colectiva tenía otro aspecto, ya que cómo tejer y bordar...» (p. 367). «Hijo, cuida de sembrar los cam-
implicaba la posibilidad de crear y sostener el universo. La exis- pos de maíz, magüeys y tunas (frutos de cactus) y árboles fruta-
tencia exigía disciplina de los nahuas, pero también implicaba les...» (p. 364).
poder. La sociedad azteca, después de sus grandes victorias iniciales
Incluso estas selecciones limitadas de los huehuetlatolli demues- en la meseta central, evolucionó hacia una sociedad militarista que
tran que, aunque los preceptos se dirigían a los sexos por sepa- valoraba, por encima de todo, las actividades relacionadas con la
rado, no hay implicación alguna de que un sexo sea superior al guerra y de las que generalmente se excluía a las mujeres. No
otro. El cumplimiento de las obligaciones se presenta como esen- obstante, éstas tenían un ámbito donde, cumpliendo bien sus tareas,
cial para la vida correcta, y se insiste en la conducta correcta para alcanzaban la misma estima concedida al guerrero valeroso: «Y si
los hijos así como para las hijas. Por ejemplo, se esperaba que tanto te aplicas a tus tareas... serás elogiada y honrada... y te valorarás
muchachas como muchachos cumpliesen sus obligaciones religiosas: como si estuvieses en las filas de quienes merecen honor por sus
«Hija, ... no te quedes profundamente dormida. Deberías levan- hazañas en la guerra. Merecerás la insignia del águila como los bue-
tarte por la noche, barrer 8 , lavar las bocas de los dioses y ofrecer- nos soldados. Y si por casualidad eres hábil en tus oficios como
les incienso...» (p. 367). «Hijo mío, ... lo primero es que seas muy un soldado en la batalla...» (p. 368).
cuidadoso para levantarte y mantenerte despierto sin dormir toda El honor como guerreros también se daba, según se indicó an-
la noche... Debes levantarte por la noche... Y cuidar de barrer el tes, a las mujeres cuando daban a luz y traían «un cautivo»; las
lugar donde las imágenes se hallan y ofrecerlas incienso...» (p. 383). que morían en el parto eran igualmente honradas como guerreros
Se esperaba un duro trabajo de ambos sexos, pero cada uno caídos.
tenía una tarea. El tejer era una importante actividad productiva Estos ejemplos son de consejo para cada sexo que es equiva-
que hacían las mujeres. No sólo su tejer aportaba ropas, sino que lente. A continuación damos ejemplos de recomendaciones de con-
también producía riqueza. Trozos de tela tejida o «mantas» se usan ducta para actividades tan mundanas como vestirse, comer y pasear,
como intercambio para la compra de muchos productos y para el que son similares para muchachas y muchachos: «Hija, ... no ca-
mines apresuradamente ni con lentitud... porque caminar lenta-
7
Podemos comparar este ethos moral con el de los romanos del siglo m, mente es un signo de pomposidad y caminar con rapidez revela
tratado por Foucault en El cuidado del sí mismo, en Historia de la sexuali- desasosiego y escaso juicio. Camina con moderación... No camines
dad, vol. III. Para los romanos, «equilibrio» y «armonía» se refieren a virtu- con tu cabeza baja o tu cuerpo relajado, pero tampoco lleves tu
des interiores cultivadas para el autodesarrollo individual. Esto está en claro cabeza erguida y levantada abiertamente, porque esto es una señal
contraste con la idea náhuatl de la responsabilidad colectiva, que era la base de mala educación» (p. 371).
tanto del concepto de sacrificio como de la celebración del placer erótico.
8
Barrer no era simplemente el acto de limpiar. Tenía el ritual y el signi- «Hijo, ... ten cuidado, cuando camines por las calles, de andar
ficado metafórico de abrir el camino para que los dioses entrasen (Soustelle, con tranquilidad, ni de modo apresurado ni demasiado lentamente,
1961). sino con franqueza y medida... No camines con la cabeza baja, ni
446 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 447

te agaches, con la cabeza a un lado, ni mirando a todos lados, de menudo (Quezada, 1973; Baudot, 1973). Pero su implicación para
modo que te digan que estás mal educado y eres indisciplinado...» las cuestiones de género no se ha elaborado (Marcos, 1989b).
(p. 383). El señor Netzahualcoyotzin, aparentemente sorprendido por
Se recomendaba el equilibrio en el vestir; las expectativas para estas ancianas que aún estaban activas e interesadas por el placer,
ambos sexos eran similares: «Hija, ... no te vistas con ropas extra- les dijo: «Abuelas, decidme, ¿es verdad que aún estáis interesadas
ñas y complicadas, porque esto significa extravagancia... Ni es ade- por los placeres de la carne... siendo tan viejas como sois?»
cuado que tus ropas sean feas, o estén sucias o desgarradas...» Las ancianas contestaron con una larga explicación que termi-
(pp. 370-371). «Hijo, ... tus ropas (deberían) ser modestas y sin naba con una metáfora: «... (Nosotras) mujeres nunca nos cansa-
adornos. No te vistas de modo extraño, ni extravagante, ni excén- mos de hacer eso ni tenemos suficiente porque nuestros cuerpos
trico» (p. 384). son como un profundo abismo que nunca se llena; toma todo,
No obstante, los consejos para las relaciones matrimoniales eran queriendo y exigiendo más y más...» (pp. 382-383)10.
distintos para las muchachas y los muchachos. Se aconsejaba a las Además de recomendaciones complementarias para la conducta
mujeres tener sólo un compañero sexual: «Cuando Dios quiere que en el matrimonio, se decía a ambos sexos que el erotismo era un
tomes un marido, ... mira, no des permiso a tu corazón para ser don del Señor, pero se esperaba que lo tratasen de modo sabio. Se
arrastrada a algún otro lugar... en ningún momento y en ninguna esperaba que ambos no fuesen demasiado apasionados y que fuesen
parte cometerás el pecado llamado adulterio, ... mira, no des tu capaces de esperar a los momentos rituales en el calendario azteca
cuerpo a otro» (p. 372). de festividades, cuando se permitía. De nuevo aparece el ideal de
equilibrio. La sexualidad también tenía connotaciones religiosas.
Los muchachos no tenían esta ¡imitación, pero se íes advertía
Se ha registrado la sexualidad ritual en los templos junto con la
sobre el peligro de convertirse en «maguey seco» y ser inútiles para
abstinencia ritual (Sahagún, 1988). Lo que se rechazaba de modo
sus mujeres: «Serás como el maguey cuyo jugo se ha secado... y
absoluto era la fijación de la conducta en uno de los extremos. Por
quienquiera que intente lograr néctar de ti, nada consigue...»
ejemplo, se consideraba anormal la represión absoluta de la sexua-
(p. 381). «Tu esposa, dado que estás seco y no eres bueno ya y
lidad.
nada tienes para darle, te rechazará porque no satisfaces su deseo,
En otro artículo he analizado poesía erótica y datos que pare-
y ella buscará a otro porque estás acabado. E incluso aunque ella
cen revelar elementos eróticos en la cultura (Marcos, 1989b), pero
no tenga la intención de hacerlo así, debido a tu falta cometerá
también es verdad que la disciplina era importante. Los opuestos
adulterio» (p. 382) 9 .
estaban siempre presentes; dos polos aparentemente distintos fu-
En los huehuetlatolli se describe a los hombres como en peli- sionados. Los opuestos demuestran ellos mismos ser complemen-
gro de «secarse» y necesitando conservar sus fuerzas, pero las mu- tarios.
jeres no tenían este problema. En una de las alocuciones para los Este ideal de equilibrio era un elemento esencial del pensa-
muchachos, encontramos un relato que ilustra una diferencia en la miento náhuatl. Encontrarlo y mantenerlo era una preocupación
percepción de los sexos. Dos mujeres ancianas, abuelas con «cabello constante y requería hallar el centro del cosmos y la posición de
blanco y fuerte como fibra de sisal» fueron descubiertas teniendo uno mismo en relación con ese centro. Mantener el equilibrio era
relaciones sexuales con dos jóvenes ayudantes del templo y fueron
llevados ante Netzahualcoyotzin. Este fragmento se ha citado a
,0
¿Está Sahagún fijándose en su formación católica europea en este caso
y desviándose de un concepto náhuatl a un concepto propio referente a la
' Estos textos podrían indicar que el adulterio por parte de la mujer se naturaleza sexual de las mujeres? Compárese con la idea de la «insaciabili-
esperaba y era bastante común. dad» sexual de las mujeres hallada en el Malleus Maleficarum.
448 S. Marcos Género y preceptos de moral en el antiguo México 449

equilibrar los opuestos. Esto se hacía no negando los extremos, Brown, B. A., Seen bur not Heard: Women in Aztec Ritual -The Sahagun
Texis, en J. C. Berlo (eds.), Art and Image in Pre-Columbian Art (Oxford
sino reconociéndolos y abarcándolos y descubriendo ese punto siem-
1983).
pre cambiante de equilibrio. En el universo náhuatl, nada se nega- Brumfiel, E., Weaving and Cooking: Women's Production in Aztec México,
ba: bien y mal, frío y calor, vida y muerte, noche y día, mundo en J. Gero y M. Conkey (eds.), Women and Pre-History (Oxford 1990).
superior y mundo inferior, femenino y masculino. Burkhart, L. M., The Slippery Earth (Tucson 1989).
Fernández, J., Coatlicue: Estética del arte indígena antiguo (México 1959).
Garibay, A., La literatura de los aztecas (México 1964).
(ed.), Historia de los mexicanos por sus pinturas, en Teogonia e historia
V. CONCLUSIÓN de los mexicanos. Tres opúsculos del siglo XVI (México 1965).
Gibbson, C , The Aztecs Under Spanish Ruler (Stanford 1964).
Los textos de los preceptos transmitidos a los miembros jóve- Good, C , Personal communication, 1990.
nes de la comunidad parecen reflejar una sociedad donde la cons- Hellboom, A., La participación cultural de las mujeres indias y mestizas en
el México precortesino y pos-revolucionario (Estocolmo 1967).
trucción del género se basaba en la idea de equilibrio y aceptación
Heyden, D., El aspecto andrógino de los dioses mexicanos del postclásico
de la dualidad y sus necesarios opuestos. Los huehuetlatolli que tardío, conferencia dada en Guanajuato, México, DEAS-N1AH, 1977.
acabamos de examinar revelan una construcción social del género Hierro, G., De la domesticación a la educación de las mexicanas (México
dentro de la moralidad azteca, donde la la similaridad y/o la equi- 1989).
valencia aparecen como la norma para la comunidad más que la Ichon, A., La religión de los totonacos de la Sierra (México 1973).
Karttunen, F., The Survival of Indigenous Social Organization and Valúes
jerarquía o la superioridad de género. El equilibrio, que era tan
in Mesoamerica, conferencia dada en el Instituto para Estudios del Des-
valorado en la sociedad, servía tanto como medida y como expre- arrollo, Helsinki 1986.
sión del bienestar individual y colectivo. La ausencia de equilibrio y Lockhart, J., The Arte of Náhuatl Speech: The Bancroft Dialogues
implicaba la amenaza de trastorno en el cosmos. (Los Angeles 1987).
El género era la metáfora constante que sostenía, construía y Klor de Alva, J.; Micholson, H . B., y Keber, E. Q., The Work of Bernardino
de Sahagún (Albany, Nueva York 1988).
explicaba el cosmos. Las oposiciones de género, así como otras en Klor de Alva, J., European Spirit and Mesoamerican matter: Sahagun and
el universo mesoamericano, compartía la característica común de the «Crisis of Representation» in Sixteenth-Century Ethnography, en
todas las dualidades: el imperativo de trascender los extremos. David Carrasco (ed.), The Imagination of Matter (Oxford 1989).
Mujeres y hombres reproducían en ellos mismos un reflejo del León-Portilla, M., Huehuetlatolli: Testimonios de la antigua palabra. Repro-
equilibrio esencial para la cosmología mesoamericana. ducción facsímil e introducción, Comisión Nacional Conmemorativa del
Encuentro de Dos Mundos, Instituto de Investigaciones Antropológicas
(México 1988).
S. MARCOS , Toltecayotl, aspectos de la cultura náhuatl (México 1980).
[Traducción: A. VILLALBA]
López Austin, A., Cuerpo humano e ideología: Las concepciones de los anti-
guos Nahuas, vols. I y I I (México 1980).
, La educación entre los Mexicas (México 1984).
, Conferencia dada en Ciudad de México en el DEAS-INAH, 1990.
BIBLIOGRAFÍA Malson, M., y otros, Feminist Theory in Practice and Process (Chicago 1989).
Marcos, S., La mujer en la sociedad prehispánica, en La mujer en México:
Arizpe, Lourdes, etc., Cichuatzin: las mujeres mesoamericanas (fragmentos Época prehispánica (México 1976).
comentados en la Historia de las cosas de la Nueva España), en FEM, , Mujeres, cosmovisión y medicina: las curanderas mexicanas, en Trabajo,
vol. I I I , núm. 11 (México 1979). poder y sexualidad (México 1989a).
Báez-Jorge, F., Los oficios de las diosas (Zalapa 1988). , Curas diosas y eroticismo: El catolicismo frente a los indios, en Muje-
Baudot, G., Las letras precolombinas, trad. de Xavier Massimi (México 1979) res e Iglesia: Sexualidad y aborto en América Latina (Washington-México
(Les lettres précolombiennes, 1976). 1989b).
450 S. Marcos

Nash, J., The Aztecs and the Ideology of Male Dominance, en Signs, Journal
of Women in Culture and Society (1978), vol. 4, núm. 2. GENERO Y CONOCIMIENTO
—— y Leacock, E., Ideologies of Sex: Archetypes and Stereotypes, en EN LA FILOSOFÍA OCCIDENTAL
L. Leob Adler (ed.), Cross-Cultural Research at Issue (Nueva York 1982).
Nicholson, H . B., Religions in Pre-Hispanic Central México, Handbook of
EL «HOMBRE DE RAZÓN» Y EL «OTRO FEMENINO»
Middle American Indians, Vol. 10, Archeology of Northern Mesoamerican,
Part I, R. Wanchope, G. F. Eckholm, I. Bernal (eds.) (Austin 1971). EN EL PENSAMIENTO ILUSTRADO Y ROMÁNTICO
Parrinder, G., Aztecs and Mayas, en World Religions from Ancient History
to the Present (Nueva York 1984).
Quezada, N., Amor y magia amorosa entre los Aztecas (México 1973). En gran parte de la teología occidental reciente 1 , y más espe-
Ricard, T., The Spiritual Conquest of México (Berkeley 1982) (Conquéte
spirituelle de Méxique, publicado como vol. XX de Travaux et mémoires
cialmente en la filosofía y teología feministas 2, acecha un anti-
de ITnstitut d'Ethnologie, París 1933). héroe: el «hombre de razón» de la Ilustración. ¿No podemos todos
Rodríguez, M. J., La mujer azteca (Toluca 1988). estar de acuerdo en despreciarle? Este villano tiene un número de
Sahagún, fray Bernardino de, Historia General de las Cosas de Nueva España, características: cogitativo, solitario, individualista, despreciador del
tomo I, Introducción, paleografía, etc., por A. López Austin y J. García cuerpo, de las pasiones, de las mujeres y, por supuesto, de toda
Quintana (México 1989).
, Plorentine Codex: General History of the Things of New Spain (Salt sociabilidad, se abstrae de modo artificial de las dependencias mis-
Lake City 1969). mas que él da por supuestas: los productos de la tierra, las como-
Silverblatt, I., Moon, Sun, and Witches: Gender Ideologies and Class in Inca didades de la familia y las amistades y —no menos— la aparición
and Colonial Perú (Princeton 1987). milagrosa de comidas regulares.
Soustelle, J., Daily Life of the Aztecs (Stanford 1961) (La vie quotidienne
des azteques a la veille de la conquéte espagnole, París 1955). Pero, como muchos estereotipos, este «hombre de razón» es
Sullivan, T., Compendio de la gramática Náhuatl (México 1983). él mismo una amalgama, un identikit policial formado con una di-
, A Scatteñng of jades: The Words of the Azlec Elders, en G. Gossen, versidad de testimonios. A continuación intentaré interrogar al
Symbol and Meaning Beyond the Closed Community: Essay in Mesoame- menos a unos pocos de los más influyentes entre esos testimonios
rican Ideas (Albany 1986).
de la Ilustración y situar sus puntos de vista al lado de la búsqueda
Wolf, F., Pueblos y culturas de Mesoamérica (México 1967) (Sons of the
Shaking Earth, Chicago 1959). (ostensiblemente compensatoria) del Romanticismo de mediación
Viesca, C , Prevención y terapéutica mexicas, en A. López Austin y C. Viesca divina a través del «eterno femenino». Mi conclusión paradójica,
(eds.), Historia general de la medicina en México, tomo I (México 1984). para anticiparla, es que aunque la visión de las «mujeres» que surge
de estos autores es, en conjunto, depresivamente unánime en sus
estereotipos 3 , los diferentes puntos de vista del «hombre» que
ellos proclaman no son los que las feministas modernas pueden
permitirse rechazar simpliciter. Como mínimo, o así argumentaré,

1
Véase especialmente F. Kerr, Theology after Wittgenstein (Oxford 1986)
cap. 1.
2
Cf. especialmente G. Lloyd, Man of Reason (Londres 1984); S. M. Okin,
Women in Western Political Thought (Londres 1980); E. Kennedy y S. Men-
dus (eds.), Women in Western Political Philosophy (Brighton 1987). Y exa-
minar la influencia sobre la teología feminista de C. Gilligan, In a Different
Voice (Cambridge, Mass., 1982).
3
Cf. Kennedy y Mendus (eds.), op. cit., p. 16ss., para un resumen de los
estereotipos penetrantes de la emocionalidad y la sumisión.
452 S. Coakley Género y conocimiento en la filosofía occidental 453

nos plantean «antinomias» restantes contra las que el feminismo, de vista de Descartes sobre la relación mente/cuerpo son más suti-
y especialmente el feminismo cristiano, aún está luchando. les y complejos de lo que comúnmente se le atribuye (y discutible-
Estudiemos, primero, la relación entre «hombre» y «Natura- mente, la naturaleza de su conexión nunca se aclara por completo) 7 .
leza» según lo interpreta Francis Bacon (1561-1626). Genevieve Pero lo que Descartes niega con fuerza en su Sexta meditación es
Lloyd dirige la atención correctamente al tono claramente «moder- cualquier sugerencia de que su mente esté en su cuerpo «sólo
no» del argumento de Bacon: rechazando la búsqueda platónica como un piloto en un navio». Y en su última obra, Las pasiones
clásica de «formas ideales» bosquejadas en el mundo natural, Bacon del alma, insiste en que «el alma está unida a todas las partes del
interpreta la materia como directamente mecanicista. La tarea de cuerpo de modo conjunto», especulando (curiosamente, como aho-
la «mente» científica (masculina) es prestar atención al mecanismo, ra nos parece) que el asiento corporal del alma no es «todo el ce-
experimentar y probar hasta que se logre el control predictivo. De rebro», sino la glándula pineal.
modo notorio, Bacon identifica entonces la «Naturaleza» aquí como También hay que recordar los amarres teístas del cogito de
«femenina», urgiendo al científico a establecer un «matrimonio Descartes, su resalte del significado de la dependencia radical del
sagrado y legal», a «vincular (a la Naturaleza) a su servicio y a alma respecto de Dios, y su motivación religiosa al afirmar su dis-
convertirla en su esclava»4. Pero a la solicitud (¿conmovedora?) tinción del cuerpo: su inmortalidad. En una lectura secular, el dua-
de Bacon de «castidad» y «respeto» en este «matrimonio», se han lismo de Descartes puede resultar tosco e insoportable; pero para
establecido de modo fatal las líneas de género. Y aun así, aquí se los cristianos (incluyendo a las feministas cristianas) es difícil ver
plantea también nuestra primera paradoja perdurable para el femi- cómo puede evitarse al menos una distinción entre alma y cuerpo,
nismo actual: pues mientras algunas feministas contemporáneas que no es lo mismo que una separación definitiva. De nuevo, en-
(especialmente historiadoras y antropólogas) se afanan en decons- tonces, tenemos aquí paradojas restantes: podemos perfectamente
truir, o relativizar, la visión de la «Naturaleza» como un dato uni- criticar el modo en que Descartes ha elaborado la relación alma/
versal por completo (sin hablar de un dato identificado con lo cuerpo, pero es difícil eliminar el problema de otro modo. El pen-
«femenino»)5, otras feministas «radicales» se regocijan en la iden- samiento de Descartes no era explícitamente sexista: en principio,
tificación misma de Bacon de «Naturaleza» y «mujer», urgiendo, el ejercicio de la Razón estaba tan abierto a las mujeres como a los
en cambio, una nueva liberación del «rugido interno de ella» 6. hombres, pero, como surge de modo revelador en su corresponden-
Si asociamos el testimonio de Bacon con el control «masculino» cia con la princesa Elizabeth, las arduas exigencias de su forma
de una Naturaleza «femenina», a Rene Descartes (1596-1650) se particular de razonamiento abstracto eran difíciles de soportar
le acusa más comúnmente de crear un dualismo diferente, pero como mujer: «A veces, los intereses de mi hogar», se lamenta Eli-
discutiblemente incluso más fatal entre mente y cuerpo. En su fa- zabeth, «a veces, conversaciones y cortesías que no puedo evitar...
mosa Segunda meditación, Descartes hace un experimento de pen- (no) me permiten disponer de suficiente tiempo libre para adquirir
samiento de abstracción del cuerpo hasta que llega a una noción una costumbre de meditación de acuerdo con vuestras normas» 8.
de identidad distinta de ello: «Al menos, lo he descubierto —el Desde esta perspectiva podemos ver la aparición de epistemologías
pensamiento—; sólo éste es inseparable de mí». Pero los puntos feministas (tales como la de Sara Ruddick 9) como una réplica ade-
cuada a Descartes: el énfasis aquí no está tanto en el dualismo
4
Lloyd, op. cit., p. 12, citando The Masculine Birth of Time (1653) de
Bacon.
5 7
Cf. por ejemplo, C. P. MacCormack y M. Strathern (eds.), Nature, Así, A. Kenny, Descartes (Nueva York 1968) 222-223.
Culture and Gender (Cambridge 1980). 8
Lloyd, op. cit., pp. 48-49, citando una carta de la princesa Elizabeth a
6
Cí. S. Griffin, Women and Nature; the roaring inside ber (Londres Descartes, 10-20 de junio de 1643.
9
1984). S. Ruddick, Maternal Thinking (Boston 1989).
454 S. Coakley

alma/cuerpo como en la clara complejidad de la toma de decisiones Género y conocimiento en la filosofía occidental 455
maternal en el remolino de las exigencias y el chantaje emocional
de los niños muy pequeños. De este modo, podemos volver a Des- tencialmente peligrosas en su capacidad para la pasión, pero tan
cartes (¡justamente!) en su cabeza y defender la alta complejidad seguramente contenibles dentro del enclave privado y doméstico.
del «pensamiento maternal», la creación de paz, armonía y crianza (Julia, en La nueva Eloísa, manifiesta todos estos rasgos: cultiva
a partir de los intersticios confusos de la existencia doméstica. un pequeño huerto donde la «Naturaleza ha hecho todo»; cae tem-
pranamente, presa de la pasión, en la pérdida de su virginidad con
Si Descartes deja una herencia intelectual más compleja para el su tutor Saint-Preux, pero sitúa la obligación para con su familia
feminismo de lo que a menudo se reconoce, el legado de Jean- por delante de esta pasión, sometiéndose a un matrimonio adecua-
Jacques'RousseauXiy^-lVVSy'es incluso más confuso, por supuesto do y a la «felicidad» doméstica, mientras aun así considera enga-
acribillado de autocontradicciones 10. Ejemplo de vegetarianismo y ñosa la felicidad real12. Por el otro lado de la divisoria sexual,
nutrición materna con el pecho, él mismo crió cinco hijos ilegíti- la Razón «masculina» surge de modo dinámico de la Naturaleza
mos que fueron abandonados como expósitos; protegido y man- («El paso del estado de naturaleza al estado civil produce una opor-
tenido en momentos cruciales de su carrera por mujeres ricas y tunidad muy notable en el hombre, sustituyendo el instinto por la
dedicadas, él mismo recomendaba que la educación de las niñas justicia...»: El contrato social, tomo I, cap. VIII); aun así, tam-
debería simplemente prepararlas para una vida de subordinación bién existe nostalgia por el estado «natural», y una esperanza en
(«Incapaces de juzgar por ellas mismas, deberían aceptar el juicio que la transformación de la sociedad podría producir un nuevo
del padre y del marido...»: Emilio, libro V); dedicando El con- acercamiento. No obstante, la razón debe seguir rigiendo en el
trato social a un detallado análisis de por qué «el hombre (sic) ámbito público, para que los sentimientos apasionados no entren
nace libre» pero aun así «en todas partes... está encadenado», no en conflicto con las exigencias del orden estatal.
concedió a las mujeres ambiciones tales de libertad e igualdad. Será evidente, quizá, que la teoría de la «complementariedad»
Y con todo, Rousseau fue un adulador de las mujeres, un de- sexual de Rousseau presenta realmente una «diferencia» entre los
fensor positivo de la importancia de la familia, del cuerpo, del sen- sexos en modo alguno basada en la igualdad (y este punto no se
timiento y de la imaginación, como resulta especialmente de Emilio perdió en Mary Wollstonecraft, adversaria fogosa de Rousseau so-
y de su novela La nueva Eloísa u. Aquí no hay un caso claro, pues, bre este aspecto en The vindication of the Rights of Women,
de nuestro identikit, «hombre de razón». Más que situar separados 1792). Así, en Emilio se nos dice que «Un hombre perfecto y una
el pensamiento y el cuerpo, Rousseau creó una serie más bien dife- mujer perfecta no deberían ser más semejantes en mente que en
rente de dualidades alineadas (masculino/femenino, razón/Natura- rostro... En la unión de los sexos, cada uno de ellos contribuye al
leza, razón/pasión, público/privado) basada en una teoría de la fin común, pero de modos diferentes». Siguiendo la lectura, se hace
diferencia y «complementariedad» sexuales. Las mujeres se sitúan visible el aguijón: «De esta diversidad surge la primera diferencia
como cercanas a la Naturaleza, como ejemplares morales, como po- que puede observarse entre hombre y mujer en sus relaciones mo-
rales. El hombre debería ser fuerte y activo; la mujer debería ser
10 débil y pasiva; uno debe tener tanto el poder como la voluntad;
Existe actualmente una amplia bibliografía feminista sobre Rousseau.
Así, Lloyd, op. cit.; Okin, op. cit., y Kennedy y Mendus (eds.), op. cit. Véan- es suficiente que el otro ofrezca escasa resistencia» B . Nada tiene
se también J. B. Elshtain, Meditations on Modern Volitical Thought (Nueva de extraño, quizá, que tanto las famosas protagonistas de Rousseau,
York 1986), y J. B. Elshtain (ed.), The Family in Volitical Thought (Brighton
1982). 12
Cf. Okin, op. cit., cap. 8, para un tratamiento de esto.
" Para un debate de estos aspectos del pensamiento de Rousseau, cf. es-
" Para un debate de esto, cf. C. W. Korsmeyer, Reason and Moráis in
pecialmente Elshtain (1986), cap. 4.
the Early Feminist Movement: Mary Wollstonecraft, en C. G. Gould y M. W.
Wartofsky (eds.), Women and Philosophy (Nueva York 1976) 97-111, espe-
cialmente p. 99.
456 S. Coakley Género y conocimiento en la filosofía occidental 457

Sofía en Emilio (que pierde su honra decisivamente cuando se tras- Kant resalta que el «sexo amable entero» evita este «escalón hacia
lada a un ámbito urbano y «público») y Julia en La nueva Eloísa la competencia». Aun así, de modo ostensible, el individuo autó-
(que mantiene una virtud indiferente en el matrimonio), tienen nomo kantiano es asexuado. Por supuesto, en Fundamentos para
que ser asesinadas al final de sus relatos: su «complementariedad» una metafísica de la Moral (1785), por ejemplo, Kant insiste en
subordinada les deja poco espacio para la maniobra. que los principios morales enunciados ahí son aplicables no sólo a
Por consiguiente, las paradojas restantes del pensamiento de todos los seres humanos, sino a los «seres racionales» per se. El
Rousseau están situadas de modo distinto de las de Descartes: la sexo parece irrelevante; en especial cuando, en La crítica de la
retórica de la «diferencia» aún sigue fascinando (especialmente en razón pura (1781 y 1787), el extraño «sí mismo noumenal» «inde-
el feminismo francés contemporáneo) y por supuesto así debe ser, pendiente y libre de toda... necesidad» es comparado con el «sí
si tenemos que evitar una imitación directa de una visión «mascu- mismo fenomenal», conocido a través de las acciones en el mundo
lina» de la Humanidad. Con todo, el «feminismo liberal» (testigo, empírico. Entonces, ¿qué tenemos que hacer con el sexismo ram-
Mary Wollstoncraft misma) sospecha comprensiblemente de cual- pante de los escritos políticos de Kant, y especialmente su discusión
quier versión de «complementariedad» sexual soñada por los hom- «De la naturaleza de los sexos» en la Antropología? Aquí, como
bres; los ideales de libertad, igualdad y autonomía de la Ilustración señala Susan Mendus, «la mente de Kant, casi totalmente no estor-
podrían parecer preferibles, en comparación. Esta tensión de géne- bada por cualquier experiencia real, queda desnuda y se revela el
ro se transfiere e interioriza de modo interesante en Rousseau en prejuicio y la intolerancia» 16. Una mujer casada, por ejemplo, es
lo que Margaret Canovan ha descrito como su «anhelo de autono- representada como promiscua y no fiable, celosa y avinagrada («En
mía (hasta el extremo de la soledad), por un lado, y de integración el matrimonio, el marido ama sólo a su única esposa, pero la esposa
(hasta el extremo de la autoaniquilación), por otro lado» 14. Ena- siente una inclinación por todos los hombres», etc.); ninguna jus-
morarse es un asunto peligroso (aunque necesario) en los escritos tificación se da para estas afirmaciones, pero la conclusión, noto-
de Rousseau: la dependencia es, según él, tanto un requisito ten- riamente, es que «la mujer debería reinar y el hombre debería
tador del amor sexual y también su patología destructiva. ¿No hay gobernar; porque la inclinación reina y la razón gobierna». El po-
modo alguno de resolver este dilema? 15 der doméstico de las mujeres es sustituido, en definitiva. Nada
tiene de extraño, entonces, que en la filosofía política de Kant se
Por supuesto, la respuesta de Immanuel Kant (1724-1804) fue conceda a las mujeres solamente la categoría de ciudadanos pasivos;
que la razón autónoma debería trascender cualesquiera enredos de y en el matrimonio, la mujer es considerada como renunciando a
dependencia o «heteronomía». De este modo, evita la fascinación su igualdad en deferencia a «la superioridad natural del marido so-
de Rousseau por el amor sexual y el sentimiento. Su ensayo «¿Qué bre la esposa».
es la Ilustración?» (1784) es un documento fundamental del juicio Como concluye Mendus: «Puede ser perfectamente que Kant
crítico independiente: Sapere aude significa liberarse de la sumi- sea un burgués honesto pero de mente estrecha, incapaz de ver más
sión inmadura a la simple autoridad; el individuo debe atreverse allá de las convenciones sociales de su época». Pero ¿su sexismo
a asumir responsabilidades para entrar en el ámbito público de los es simplemente fortuito? La cuestión más interesante es si su visión
principios universales de razón y moralidad. De modo significativo, distintiva del individuo autónomo, independiente y desapasionado
«no puede acomodarse fácilmente... a unidades sociales tales como
14
la familia, que trasciende el simple atomismo» 17, y, por consiguien-
En Kennedy y Mendus (eds.), op. cit., p. 79.
15
Cf. el debate de este asunto en E. Rapaport, On the Future of Love:
16
Rousseau and the Radical feminist, en Gould y Wartofsky (eds.), op. cit., Cf. Kennedy y Mendus (eds.), op. cit., p. 35.
pp. 185-205. " Ibid., pp. 40ss.
458 S. Coakley Género y conocimiento en la filosofía occidental 459

te, basa la construcción de este punto de vista del sí mismo parásito Simposio de Platón, y al relato de Aristófanes ahí de las mitades
en la sumisión de las mujeres (y, por supuesto, de los sirvientes divididas que vagan en busca de su otra mitad. Pero la reasimila-
masculinos). Es, por tanto, la paradoja de la «autonomía» y de la ción por los románticos del tema era parte de su fascinación por la
«heteronomía» lo que la forma kantiana del «hombre de razón» literatura esotérica —especialmente la alquimia— y por sus ante-
lega de modo duradero al feminismo moderno. Si las mujeres re- cedentes en el pensamiento pietista alemán, influido él mismo por
claman una forma kantiana de autonomía, se arriesgan a caer en el místico protestante Jakob Bóhme. En todas estas fuentes, el
las trampas del atomismo; pero si lo comprometen, vuelven a caer mito del andrógino aparece en alguna forma; en Bohme (censura-
en la subordinación, o quizá nunca emergen totalmente del caldo do hasta 1682) existen justificaciones atrevidas del deseo sexual
de la relación indiferenciada. como una «inclinación divina», y las últimas palabras de Cristo en
la cruz (consummatum est) se toman para significar alguna fusión
final de los sexos.
EL «ETERNO FEMENINO» DEL ROMANTICISMO En los románticos, el mito puede reunir un número de evoca-
ciones diferentes. En las obras de Novalis, «volver romántico el
La respuesta del Romanticismo a este problema fue compensar mundo» significa elevar «el sí mismo inferior» hasta «un signifi-
la «autonomía» masculina solitaria con una adulación, por supuesto cado elevado... (de) un brillo infinito»; así, la conciencia (mascu-
casi deificación, de lo «femenino». De nuevo otra vez, no tratamos lina) es elevada por contacto con la inspiración femenina, y el sím-
con un consenso de puntos de vista; los primeros escritos de bolo del andrógino representa su unión. La elaboración de este
Friedrich von Schlegel (1772-1829), en particular, podrían tener tema, especialmente en Heinrich von Ofterdingen, es, como ha
un tono sorprendentemente «moderno», ridiculizando de modo demostrado Marilyn Massey 21, sexual y políticamente atrevida, in-
vicioso el estereotipado del sexo emotivo de las rimas alegres y cluso insultante: combina un erotismo desenfrenado, y (entre otras
ligeras de Schiller («El marido debe entrar / En la vida hostil / cosas) una adulación de las madres-diosas solteras, con ritos extra-
Con lucha y esfuerzo. / ... (pero) Dentro está otra persona / La ños tales como la ingestión de las cenizas disueltas de una madre
casta ama de casa / La dulce, la madre / Su hogar es su vida») 18 . para que ella pueda estar «presente en cada uno». Lo sexualmente
En resumen, en el primer Schlegel hay una visión alternativa (con- incitante se combina (no insólitamente) con el mundo de fantasía
centrada en el modelo de Antígona, pero probablemente inspirada de lo fantástico y maravilloso. Pero es revelador saber que la expe-
por una mujer de la vida real, Carolina Bóhmer) de una mujer in- riencia de la vida real de Novalis de la unión andrógina era una
dependiente que logra su realización sin los beneficios del amor idealización de una niña de doce años de edad, Sophie, a quien
masculino w. Mucho más característico del Romanticismo, no obs- conoció y de quien se enamoró; ella falleció tres años después, pero
Novalis afirmó tener alguna experiencia de unión mística con ella
tante, fue una aspiración a la «androginia» lograda a través de la
(y con el mundo del espíritu) en su tumba. La extrema juventud
unión amorosa; y a este punto de vista se sumó más tarde el mis-
de Sophie, y su muerte prematura, son seguramente significativas,
mo Schlegel.
e invitan a hacer conjeturas tanto sobre la madurez de la relación
Sara Friedrichsmeyer x ha descubierto recientemente los oríge- andrógina ideada y sobre el alcance de la reciprocidad de la mujer
nes del ideal andrógino del Romanticismo. Se remonta al menos al en ello. ¿Es ella definitivamente prescindible?
El destino de Gretchen en el Fausto de Goethe es no menos
18
Ibid., pp. 106-107. revelador de un doble patrón: pues mientras Gretchen es respon-
Cf. el debate en S. Friedrichsmeyer, The Androgyne in Early Germán
Romanticism (Berna 1983) cap. 5. 21
M. Massey, Feminine Soul: The Vate of an Ideal (Boston 1985).
20
Ibid., caps. 1-2.
30
460 S. Coakley
Género y conocimiento en la filosofía occidental 461
sable de la alta tarea (como das ewig Weiblicbe: el eterno feme-
Podemos perfectamente concluir que todos los «andróginos
nino) de llevar el alma de Fausto a la salvación eterna, debe ella
románticos» son «iguales», pero algunos son decididamente más
misma, no obstante, hacer penitencia por su propia transgresión
iguales que otros. Pero de nuevo las paradojas de este tema román-
sexual. «Quizá —comentan Susan Cocalis y Kay Goodman— esta
tico están lejos de haber sido resueltas: la obsesión por la «dife-
desigualdad es lo que constituye la tragedia real del Fausto de
rencia» sexual está aún con nosotros, y la idea (en feministas radi-
Goethe» 22 . De igual modo, apenas es tranquilizador saber (por
cales como Adrienne Rich) de que la naturaleza femenina, y la ma-
Wilhelm von Humboldt) que las mujeres están «más cercanas» al
ternidad, son capaces de producir «visiones» nuevas y distintas del
ser humano ideal que los hombres, cuando resulta que cualquier
mundo se hace eco irónicamente de las renuncias románticas.
tipo de autoafirmación activa o talento manifiesto se desaprueba,
Y cuando recordamos que el primer Romanticismo deseaba liberar
en su caso, como «no femenino» B . Las graves desigualdades y
a hombres y mujeres de los conceptos fijos de género (aunque no
sexismos de la «androginia», equilibrados en favor del desarrollo
retirándose a una consideración asexuada abstracta de la persona)
e integración masculinos, se manifiestan aquí, y notoriamente se
comprendemos que ese programa está aún con nosotros también,
repiten en la teoría del sí mismo de C. G. Jung algunas generacio-
por pobremente que fuese atendido por las soluciones de los ro-
nes después, donde la incorporación del animus de una mujer se
mánticos individuales. Además, para el feminismo cristiano espe-
trata de modo mucho más resumido (y, por supuesto, negativa-
cialmente, perdura aún la enorme cuestión (intensamente exigida
mente) que la integración del anima («femenina») de un hombre.
por el Romanticismo) de la integración del deseo sexual y del deseo
En la novela de Schlegel Lucinde, en cambio, los amantes Julius
de Dios, y hasta dónde una integración tal podría elaborarse a par-
y Lucinde intercambian papeles en su acto de amor (Julius, mos-
tir de los recursos de h historia y espiritualidad cristianas. ¿Ena-
trando «entrega encantadora»; Lucinde, «ardor considerado»), y
morarse es invariablemente nada más que una falsa ilusión, una
en este intercambio andrógino, Julius encuentra una «maravillosa...
patología de la dependencia sexual? ¿O es, de algún modo, capaz
alegoría del desarrollo de lo masculino y lo femenino hasta una
de un alineamiento con una consideración feminista del crecimiento
humanidad total y completa». Pese al cambio, después, de esta fase
humano ante Dios? s
inicial a la interpretación más obviamente romántica de la idea
«andrógina», vemos aquí, en Schlegel, una interpretación ligera-
CONCLUSIONES
mente más equitativa del tema. También discutiblemente, en el
«Diálogo de Nochebuena» de Schleiermacher tenemos expresiones
Mediante un examen selectivo (y necesariamente breve) de las
de «sentimiento» religioso y del «alma femenina» según lo repre-
visiones de la Ilustración y del Romanticismo del sí mismo mascu-
sentan Josef (que reprende a los demás hombres por su tediosa
lino normativo, y mediante referencia a parte de la bibliografía
chachara y él mismo «ríe y exulta como un niño») y Sophie, la
feminista floreciente sobre este asunto, he intentado evitar algunos
pequeña niña que más obviamente muestra el espíritu de la Navi-
de los estereotipos más simplistas de este «hombre de razón» y des-
dad y religiosidad espontánea24.
tacar que muchas de las cuestiones planteadas por los pensadores
22
interesados son aún —paradójicamente— acuciantes para el pensa-
S. L. Cocalis y K. Goodman (eds.), Beyond the Eternal Feminine (Stutt- miento feminista contemporáneo. En resumen, nuestra herencia
gart 1982).
23
Kennedy y Mendus (eds.), op. cit., pp. 110-111.- ilustrada no se descarta fácilmente. Por supuesto, sin ella es difícil
24
Así, D. de Vties, Schleiermacher's «Christmas Eve Dialogue»: Bourgeois
Ideology or Feminist Theology: «Journal of Religión» 69 (1989) 169-183, 25
He presentado algunos pensamientos preliminares sobre este asunto en
discrepando de la interpretación menos positiva de Massey en Feminine Soul:
S. Coakley, Creaturehood before God, Male and Female: «Theology» 93
The Fate of an Ideal, cap. 6.
(1990) 343-353. Cf. también supra, nota 15.
462 S. Coakley

imaginar que el feminismo occidental moderno hubiese tomado la LA NATURALEZA ESPECIAL DE LA MUJER
forma que tiene en primer lugar. Y a medida que el cambio impe-
tuoso hacia el relativismo posmoderno se convierte en una opción UN HORIZONTE DIFERENTE PARA LA ANTROPOLOGÍA TEOLÓGICA
filosófica atractiva para un creciente número de feministas, pode-
mos perfectamente plantearnos si la exigencia de la Ilustración de
principios globales en ética (en oposición a los programas políticos ¿Por qué no queremos saber si la «mujer» tiene una «natura-
locales) puede descartarse con ligereza cuando seguramente deba- leza especial»? ¿Cuáles son los intereses teológicos (y otros) que
mos pensar en una «abolición del sistema de clases de sexo» sin se agolpan tras la cuestión, empujándolo al lugar central del debate
más 26 . feminista? Inicialmente, el centrar la atención sobre la naturaleza
C. COAKLEY de la mujer fue impulsado por una preocupación muy práctica. La
[Traducción: A. VILLALBA] reflexión teológica tradicional había definido a la mujer como dife-
rente del hombre e inferior al mismo. «Lo especial» de la mujer
significa realmente confinamiento a una categoría y a unas funcio-
nes sociales específicas secundarias. La dignidad, igualdad y liber-
tad de la mujer estaban en juego. Así que los teólogos feministas
criticaron las definiciones pretéritas e iniciaron el largo viaje de
intentar responder a esta pregunta: ¿Es diferente la mujer del hom-
bre de un modo distinto que éste había pensado? ¿Es ella dife-
rente y, aun así, tan meritoria, igual y libre?
Ahí es donde todo comenzó, surgiendo otros intereses cuando
la cuestión de la naturaleza especial de la mujer disparó la creati-
vidad de la teología feminista. Si pudiésemos nombrar la experien-
cia de la mujer de ser humano, entonces podrían criticar una tra-
dición teológica basada en la experiencia del hombre de ser hu-
mano. Si pudiésemos identificar las características de la naturaleza
innata de la mujer, entonces podrían indicar con claridad los tipos
de contribuciones que ella tiene para ofrecer al ámbito público. El
rumbo de nuestro planeta no ha sido el correcto con los hombres
al mando. Quizá las experiencias y la naturaleza especial de las
mujeres podrían cambiar los modelos sociales de opresión, hambru-
na y guerra. No obstante, en medio de estos intereses y cuestiones,
los teólogos se zambulleron en los mismos tipos de dilemas que las
feministas, en otras disciplinas, estaban intentando resolver. ¿Qué
determina la naturaleza de la mujer? ¿Son la biología, las expecta-
tivas socioculturales o las experiencias históricas? ¿Afecta la biolo-
26 gía a las características innatas y nos predispone hacia ciertas fun-
Para un debate reciente importante del legado de la Ilustración para el
feminismo, cf. S. Lovibond, Feminism and Postmodernism: «New Left
ciones sociales? ¿Está la mujer «más cerca de la Naturaleza» que
Review» 178 (1989) 5-28. el hombre?
La naturaleza especial de la mujer 465
464 K. E. Zappone
un artículo fundamental que modificó el rumbo de la teología y su
Un punto central del debate lo estableció la publicación por
antropología. Su ensayo galvanizó la investigación femenina por
Audre Lorde, en 1980, del ensayo Age, Race, Class and Sex:
varias razones. Argumentando que la experiencia «femenina» es
Women redefining difference. Describiéndose ella misma por en-
esencialmente diferente de la «masculina», logró criticar las afir-
tonces como una «socialista feminista lesbiana negra de cuarenta
maciones de la teología referentes a la naturaleza universal del pe-
y nueve años de edad, madre de dos hijos, incluido un chico, y
cado como «la preocupación injustificada del sí mismo por su pro-
miembro de una pareja interracial» ', Lorde expresó una perspica-
pio poder y prestigio», y el amor, como «la entrega de sí mismo
cia de un cambio decisivo: la diferencia de las mujeres entre sí es
por completo, sin pensar en absoluto en sus propios intereses, sino
tan significativa como su diferencia respecto de los hombres. Las
buscando sólo el bien de la otra persona» 3 . Éstas pueden ser defi-
feministas deben reconocer e incorporar el significado de estas dife-
niciones de pecado y amor desde la perspectiva del hombre, pero
rencias en sus teorías si están interesadas en la dignidad, igualdad
argumentó Saiving que no se aplicaban a las mujeres. En efecto,
y libertad de todas las mujeres. La autodenominación de «mujer»
ella desafió la posibilidad de formular afirmaciones universales acer-
no podría hacerla un grupo homogéneo. Nos espera una tarea bas-
ca de la naturaleza humana prestando atención sólo a la experien-
tante importante.
cia de una mitad de la raza humana. Y fue una de las primeras
Quiero fijarme en cómo la cuestión de la «naturaleza de la mu- personas en describir la estructura de la experiencia «femenina»
jer», desde una perspectiva feminista, revoluciona la antropología con el fin de demostrar su importación teológica.
teológica. Pretendo resaltar algunos de los cambios significativos Judith Plaskow eligió los hallazgos fundamentales de Saiving
en el contenido y planteamientos metodológicos que la teoría femi- para estructurar una comprensión más matizada de cómo la expe-
nista aporta a la comprensión teológica de la naturaleza y destino riencia de las mujeres socava los significados universales de pecado
de la persona humana 2 . Mis propios intereses son tanto prácticos y gracia 4. No obstante, en contra de Saiving, Plaskow adujo que
como teóricos. Como estadounidense originaria de Irlanda, y como las mujeres no poseen siempre y en todo lugar características esen-
alumna y profesora en medio de diferencias de clase, me pregunto ciales similares. Saiving había propuesto que la experiencia «feme-
constantemente cómo vivir con diferencia de modo que contribuya nina» estaba directamente afectada por la biología; la mujer era
al proceso creativo/salvífico global. Como teóloga estoy convencida de modo natural más pasiva y menos ansiosa que el varón y se con-
de que la preocupación por lo distintivo y la diversidad de las mu- centraba más en ser que en llegar a ser. Plaskow lo negó. Los an-
jeres ofrece una de las herramientas más imaginativas para crear tropólogos y otros científicos sociales habían demostrado que los
teoría que se origina de una diferencia y sigue estableciendo una factores culturales afectan al sentido de la mujer de ella misma
diferencia. mucho más que los psicológicos. En consecuencia, identificó el con-
tenido de la experiencia de las mujeres mediante un análisis de lo
I. LA EXPERIENCIA DE LAS MUJERES que la cultura espera y cómo las mujeres viven en relación con esas
Y LA NATURALEZA HUMANA expectativas. Esto aportó a Plaskow una base para sugerir que el
pecado de las mujeres se describe de modo más adecuado como
La atención a la «experiencia de las mujeres» fue uno de los autonegación (más que como autoafirmación), y la autorrealización
primeros modos que los teólogos feministas buscaron para volver (más que el amor desinteresado) es su proceso lleno de gracia.
a definir la naturaleza humana. En 1960, Valerie Saiving escribió
3
The Human Situation: A Yeminine View, en Carol Christ y Judith
1
De Sister Outsider: Essays and Speeches (Trumansburg 1984) 114. Plaskow (eds.), Womanspirit Rising (San Francisco 1979) 26.
2 4
Véase también el excelente examen por Anne Catr del feminismo y de Sex, Sin and Grace: Women's Experience and the Theologies of Reinhold
la antropología teológica en Transforming Grace: Christian Tradition and Niehhy and Paul Tillich (Washington, D.C., 1980).
Women's Experience (San Francisco 1988) 117-133.
466 K. E. Zappone La naturaleza especial de la mujer 467

Creo que la aportación perdurable de Judith Plaskow está en reconoce que, por su vida dentro del hogar, la mujer da al Estado
su disposición para reconocer que «no estoy... argumentando en un apoyo sin el cual no puede alcanzarse el bien común. Por ello,
favor de la universalidad de mi propia definición de la experiencia el Estado se esforzará en asegurar que las madres no sean obliga-
de las mujeres... Mi punto de vista... es el de la experiencia de das por necesidad económica a trabajar por un sueldo, en perjuicio
las mujeres de clase media, occidentales, blancas y modernas» 5. de sus tareas en el hogar».
Las teólogas deberían ser igual de cuidadosas que los teólogos en Esta realidad sociojurídica aporta un ejemplo muy concreto de
sus intentos de formular afirmaciones universales. Esto deja la por qué la teoría feminista debe echar otra ojeada a la relación entre
puerta abierta para teorizar no sólo desde la perspectiva de la dife- sexo (esto es, las diferencias biológicas entre mujer y hombre) y
rencia de las mujeres respecto de los hombres, sino también pres- destino.
tando atención a las diferencias de las mujeres entre sí. Quienes El trabajo de Janet Sayers Biological Politics 7 ofrece una tesis
mantienen una posición «esencialista» estricta no pueden prestar constructiva respecto a esta conexión y creo que también mantiene
atención adecuadamente a ambos tipos de diferencia. Por ello quie- las diferencias reales entre las mujeres. Su tesis central es ésta: la
ro fijarme ahora en teóricas feministas selectas que describen mo- biología —según interactúa con los factores socioeconómicos e his-
dos de centrar la atención en ambas diferencias y estudiar cómo tóricos— afecta de modo directo a la experiencia de las mujeres y
afecta esto al modelado de la antropología teológica. a cómo ellas viven las tareas dentro del orden social. Ella argumenta
contra la posición feminista de «esencialismo biológico», es decir,
que la biología provee a las mujeres de un carácter «femenino»
II. ¿AFECTA LA BIOLOGÍA AL DESTINO DE LAS MUJERES? esencial y particular. Cuando se aplica a la función social de «ma-
ternidad», la teoría esencialista afirma que las mujeres están, de
Como ya he señalado, el asunto de la antropología teológica hecho, mejor provistas para criar niños que los hombres. La igual-
tiene mucho que ver con el destino humano. ¿Cómo deberíamos dad de las mujeres se logrará, entonces, no a través de la elección
comportarnos, qué deberíamos estar haciendo, qué virtudes encar- abierta de funciones sociales, sino a través de un cambio radical en
naremos de modo que la praxis humana cree y sane con Dios? En la valoración de la maternidad por la cultura. Sayers afirma que esta
parte de la reflexión teológica y eclesial pasada, la «naturaleza es- idea no tiene en cuenta de modo adecuado las diferencias mate-
pecial» de la mujer —sólidamente arraigada en la capacidad bioló- riales entre las mujeres. La maternidad, sin acceso a la independen-
gica para la maternidad— significaba que su destino era santificar cia económica, no es necesariamente una experiencia positiva y
al ámbito doméstico. Aun hoy día, en Irlanda, el artículo 41 de la uniforme para todas las mujeres ni transformará automáticamente
Constitución (redactada bajo la influencia de la doctrina social ca- una cultura patriarcal.
tólica 6) legitima este concepto de destino de la mujer: «El Estado Entonces, ¿establece la biología cualquier diferencia en abso-
reconoce a la familia como el grupo fundamental y primario natu- luto? Sí, afirma Sayers, y por esta razón critica también la teoría
ral de la sociedad... Por ello, el Estado garantiza la protección de feminista del «construccionismo social», que postula que «la in-
la familia en su formación y autoridad... En particular, el Estado fluencia de la biología sobre el estatus de las mujeres es... indirec-
ta, ... está mediada por el modo en que su biología es interpretada
5
6
Ibid., p. 6. y elaborada dentro de una determinada sociedad» 8. Sayers aduce
Véase el análisis por Liam Dowd de cómo la doctrina católica afectó de
modo radical a este y a otros varios aspectos de la redacción de la Constitu-
7
ción de 1937 en su ensayo Church, State and Women: The Aftermath of Biological Politics: Feminist and Anti-Peminist Perspectives (Londres
Partition, en Chris Curtin, Pauline Jackson y Barbara OConnor (eds.), Gender 1982).
in Irisb Society (Galway 1987) 3-36. ' Ibid., p. 3.
468 K. E. Zappone La naturaleza especial de la mujer 469

que esta teoría reduce la importancia de cómo las mujeres indivi- esencialista— refuerza su atrapamiento en un ciclo de extraordi-
duales experimentan sus diferencias biológicas respecto de los hom- nario sufrimiento. No obstante, el análisis de Sayers ofrece algo
bres. Por ejemplo, ella estudia cómo diferentes mujeres interpre- más. Al estudiar la experiencia de las mujeres prestando atención
tan la realidad biológica de la menstruación. ¿Afecta la experien- a las enormes diferencias en las vidas de las mujeres, podemos aún
cia de la menstruación al potencial de las mujeres para trabajar? afirmar que la biología afecta al destino de las mujeres (y de los
La tesis construccionista social —postulada por mujeres de clase hombres). Sin embargo, no afecta al rumbo de nuestras vidas eli-
media— argumenta que sólo las actitudes sociales negativas hacia giendo por nosotros. En cambio, la elección humana se ve restrin-
la menstruación, no la experiencia biológica misma, reduce las ca- gida (o aumentada) por el modo en que esas diferencias biológicas
pacidades profesionales de las mujeres. Por ello, puede ser el caso interactúan con otras realidades culturales, sociales e históricas.
que las mujeres pilotos, médicas o abogadas no se vean inhibidas en Quizá podamos decir, entonces, de la naturaleza humana que
su competencia y eficacia debido a la menstruación. No obstante, deberíamos ser capaces de practicar la elección a través de las dife-
esta teoría niega que la experiencia de la menstruación de algunas rencias biológicas y con las mismas. Nuestra feminidad o masculi-
mujeres es negativa y físicamente debilitadora (sin tener en cuenta nidad afecta de modo directo a las formas en que concebimos y
el empleo de la medicación). Sayers señala que las mujeres que criamos mutuamente. Nuestras elecciones con referencia a estas
trabajan en empleos industriales mal pagados no se han beneficia- actividades se producen siempre, aunque dentro de los límites de
do a menudo de esta negación del efecto biológico directo. Las mu- raza, clase, orientación sexual y cultura. Nuestra respuesta creativa
jeres de clase trabajadora que procuran acumular posibilidades de a la diferencia biológica según interactúa con estos otros factores
baja laboral por dolor menstrual se han visto bloqueadas por afir- es lo que contribuye al proceso creativo/salvífico. Esta respuesta
maciones de que los efectos de la menstruación se elaboran social puede ser no tanto la trascendencia de la biología como la recons-
y psicológicamente, no son reales fisiológicamente. Similar al esen- trucción de relaciones y sistemas sociales que hacen de la biología
cialismo biológico, esta posición no sirve al interés de todas las una prisión para mujeres. Esto señala también a la poderosa na-
mujeres. turaleza de la persona humana. Nuestro poder para hacer cambios
¿Cómo este análisis puede beneficiar a la antropología teológi- en bien de todos (lo que necesariamente incluye a nosotros mis-
ca? Inicialmente contribuye a la deconstrucción de la ideología pa- mos) no puede ocurrir, no obstante, sin una orientación comunal
triarcal de la «naturaleza especial» de la mujer. Como Beverly que respete las diferencias entre nosotros. La gracia —como el pe-
Harrison argumenta de modo persuasivo, «el desarrollo industrial cado— puede concebirse mejor como una realidad social. La aten-
capitalista avanzado necesita el mito social de la 'naturaleza y lugar ción feminista sobre diferentes tipos de experiencias de las mujeres
especial' de las mujeres para mantener a éstas fuera del trabajo desafía una conceptualización individualista de toda categoría teo-
productivo o, en caso negativo, fuera del movimiento sindical...» '. lógica.
El artículo 41 de la Constitución irlandesa demuestra claramente
las implicaciones socioeconómicas de tal mito. Mi propio trabajo III. ¿HASTA QUE PUNTO LA «DIFERENCIA» ESTABLECE
con mujeres que sufren pobreza confirma que el concepto de «na- UNA DIFERENCIA?
turaleza especial» —incluso en la versión feminista de la teoría
He argumentado que la atención tanto a los factores de la bio-
9
Carol Robb (ed.), Making the Connections (Boston 1987) 52. Véase tam- logía como a los socioculturales debería ser parte de una redefini-
bién el análisis de Elisabeth Schüssler Fiorenza de cómo Aristóteles aporta ción teológica feminista de la naturaleza humana. Esto significaría
una justificación filosófica para dos clases de naturaleza humana debido a que que las diferencias entre hombres y mujeres, y las diferencias entre
las estructuras sociopolíticas de la democracia ateniense lo requieren, en
Romper el silencio, lograr un rostro visible: «Concilium» 202 (1985) 301-320. mujeres, modelan el punto de partida de nuestra elaboración de
470 K. E. Zappone
La naturaleza especial de la mujer 471
teoría. Lo que esto exige de nosotros, en primer lugar y sobre todo,
es la capacidad de ir más allá del miedo a la «diferencia» como una la cultura. La raza y la clase afectan también de modo radical a la
categoría analítica. Permítaseme sugerir un par de razones por las experiencia de ser mujer dentro de una determinada cultura. El
que sentimos este miedo. Dentro de una estructura sociocultural género, entonces, no puede analizarse .por sí mismo. La antropología
patriarcal, describir a alguien como diferente significa en general feminista debe describir cómo la raza y la clase son experimentadas
que ella o él es diferente de la norma. En consecuencia, la diferen- a través del género. El ser mujer es inseparable de ser el tipo de
cia lleva consigo la implicación de inferioridad y desigualdad. E in- mujer que una es 10.
cluso, aunque los patriarcas digan que la mujer es «diferente pero Cuando nos ponemos a reflexionar teológicamente acerca de la
igual», esta denominación sólo oculta una inferioridad asumida por- naturaleza de la Humanidad con las experiencias de las mujeres
que la diferencia de la mujer se define para ella. Si vamos más allá como una de las fuentes primordiales, ya no es suficiente centrar
de este miedo de que las mujeres se nombren ellas mismas, encon- la atención de modo exclusivo en la diferencia que el género esta-
tramos otro. Una descripción feminista de la diferencia de la mu- blece. Nuestro análisis debería comenzar por las realidades que
jer respecto del hombre ofrecía inicialmente una perspectiva blanca, surgen de los diferentes trasfondos de las mujeres e incorporar
de clase media y occidental como si fuese verdad para todas las dichas realidades de modo consistente. Susan Thistlethwaite sigue
mujeres. Aceptar la «diferencia entre las mujeres» como parte de este tipo de método cuando estudia cómo la raza y el género afec-
nuestro punto de partida significa que tendremos que ser autocrí- tan a la antropología teológica n . Desafía a las feministas blancas
ticas tanto como críticas. Desafiará la teoría que muchas de nos- a estudiar la teoría mujerista (de las mujeres negras). Esto aporta
otras lucharon encarnizadamente para crear. Y relativizará los in- no sólo un correctivo a la tendencia feminista blanca a hacer afir-
maciones universales para todas las mujeres, sino que también de-
tentos universalizadores de las mujeres que mantienen el dominio
muestra la disparidad entre la teoría de las mujeres negras y la de
en términos de clase, cultura, orientación sexual o raza.
las blancas. Por ejemplo, Thistlethwaite estudia la diferencia entre
Si acepto el reto de ir más allá de ambos tipos de miedo, en-
tonces una consciencia declarada de la diversidad de las experiencias 10
Henrietta Moore, Feminism and Anthropology (Cambridge 1988) 1-11
de las mujeres será sólo el paso inicial para socavar la extensión y 186-198. No obstante, Moore no presta suficiente atención a cómo la bio-
que la «diferencia» puede crear como punto de partida. Henrietta logía afecta directamente a las experiencias de las mujeres. Acepta la tenden-
cia general dentro de la antropología, que dice que «lo que las cultural hacen
Moore, en su libro Feminism and Anthropology, identifica la fase de las diferencias de sexo es casi infinitamente variable, así... que la biología
siguiente y considerablemente más significativa. Postula que no no puede desempeñar una función determinante» (p. 7). Aunque el género
existe la «mujer universal». Esboza la deconstrucción sociológica puede elaborarse de modo diferente dentro de culturas distintas, esto no elimi-
de la «mujer» mostrando que es una categoría analítica sin signifi- na la posibilidad de que cada mujer interpreta por ella misma —dentro del
contexto de su categoría socioeconómica— el significado de su biología. Parte
cado alguno. Na hay modo alguno de describir a la «mujer» (o al del significado de las diferencias de sexo (género) procede de la influencia de
«hombre») que incorpora la atención a las diferencias reales entre la biología. Por ejemplo, como señala Sayers, la experiencia del embarazo
mujeres (u hombres). Como antropóloga es muy sensible a cómo puede ser vivida por algunas mujeres como el crecimiento de un parásito den-
el significado de «mujer» cambia de una cultura a otra. Por ello, tro de ellas, mientras que para otras mujeres puede ser experimentado como
el crecimiento de una prolongación de ellas mismas. Las diferencias en la
el «género», es decir, el significado atribuido a las diferencias de interpretación —debido a la elaboración personal de la mujer— afectará al
sexo, es una categoría analítica más adecuada que «mujer». El «gé- tipo de actividad y a las características «maternales» que la mujer manifiesta
nero» permite tener presente la diferencia cultural. Pero la teoría (cfr. Sayers, pp. 147-172). La investigación antropológica —y teológica— debe-
ría seguir estudiando cómo las diferencias biológicas afectan a la experiencia
feminista, afirma H. Moore, debe también reconocer que existen
humana.
muchas diferencias entre mujeres dentro de la misma cultura. No " Sex, Race and God: Cbristian Feminism in Black and White (Nueva
es suficiente decir que la identidad de género es modelada sólo por York 1989).
472 K. E. Zappone La naturaleza especial de la mujer 473

la teoría feminista blanca y la mujerista respecto a la Naturaleza se generan dentro de la tarea diaria para sobrevivir. Por encima
y la Creación. Mientras que la primera tiende a resaltar los aspec- de todo, me enseña cómo manejar de modo creativo los conflictos
tos armoniosos, buenos y creativos de la Naturaleza, la reflexión inherentes de la diferencia más que ignorarlos o eliminarlos. En
mujerista se concentra más en el carácter conflictivo y destructivo esto descubro el significado de la «solidaridad» y su significación
de la Naturaleza. Ella señala que, «según muchas mujeristas..., la para el cambio político que beneficiará a mí misma y a las mujeres
Creación ha caído, el pecado y el mal son asombrosamente reales que no son como yo en absoluto. La «solidaridad» o la «herman-
y no existe (¿fácil?) acceso alguno a la armonía»12. Mientras que dad» con el poder real no es posible sin la lucha para estudiar y
las feministas blancas tienden a identificar la Naturaleza como bue- respetar las diferencias.
na y la cultura como mala, la bibliografía de las mujeres negras La práctica de vivir con la diferencia, a su vez, motiva profun-
muestra cómo la raza afecta a la experiencia de la Naturaleza por las damente el método teórico esbozado anteriormente. Pero ¿adonde
mujeres: destruye tanto como cría en las vidas de quienes constan- conduce en definitiva todo esto? Hemos ido mucho más allá de la
temente se enfrentan a las duras realidades del racismo y la pobreza. cuestión de la «naturaleza especial de la mujer». Es lo que lo hace
Por ello, la salvación de las mujeres negras no implica tanto la tan buena y por lo que debemos seguir preguntándolo. Implícita en
búsqueda de experiencias de unidad con el mundo natural como el toda la discusión, sin embargo, no está simplemente la afirmación
luchar para cambiar los sistemas sociales que mantienen los aspec- que las experiencias de las mujeres complementan a la antropología
tos destructivos de la Naturaleza en sus escalones de la puerta. teológica. También estoy diciendo que esta fuente lo hace mejor.
Surge una pregunta clave: ¿cómo este concepto de salvación cri- Sí, la teología feminista ha hecho esta afirmación desde sus comien-
tica la teología feminista blanca? Al menos, los esfuerzos teológicos zos. Pero necesitamos refinar esta afirmación a la luz de centrar la
blancos para comprender la interdependencia de la Humanidad atención en la diferencia. Si decimos que es necesario teorizar desde
con el mundo natural no deberían excluir la reflexión negra que la perspectiva de la diferencia, ¿cómo podemos decir cualquier cosa
identifica independencia de la Naturaleza y potencial destructivo. que signifique algo para alguna otra persona? O ¿cómo puede
En el horizonte, no obstante, puede existir un modo completamente nuestra teoría, que está arraigada en las experiencias particulares
distinto de nombrar la naturaleza de la Creación. Y esto podría de diferentes mujeres, ser verdad para todas las mujeres y hom-
llevarnos más cerca para representar más detalladamente el modo bres? Con referencia al asunto presente, ¿cómo podemos formular
en que las cosas «son realmente», así como aportar estrategias efi- mejores declaraciones acerca de la naturaleza de ser humano si no
caces para salvar a la Humanidad y al mundo. tenemos presente la experiencia particular de cada mujer?
No obstante, reconocer e incorporar la diferencia es mucho más Éstas son preguntas difíciles. Forman una variación contempo-
que una aventura teórica. Su valor no reside en el ámbito teórico so- ránea sobre el tema filosófico heredado de la relación entre expe-
lamente. La praxis de vivir con la diferencia, es decir, salir de las riencia particular y verdad universal. El debate de Sara Ruddick
separaciones raciales, sexuales, culturales o de clase que heredamos respecto a su propia tendencia universalizadora es una aportación
aporta un sendero lleno de gracia para conocer, respetar y amar la significativa al dilema actual". Es consciente del talante filosófico
diferencia. Mi experiencia de atravesar las fronteras de clase y cul- y feminista de la diferencia. Por ejemplo, sabe que la experiencia
tura revela, ante todo, los complejos de superioridad inherentes a de ser madre depende de la situación social, cultural e histórica de
ser norteamericano y de clase media. Me muestra aspectos del mal la persona. Insiste ella todavía en que es posible perfilar el conte-
y de la opresión que nunca varía dentro de mis propios círculos nido de lo que denomina «pensamiento maternal». Ruddick pro-
seguros. De igual modo, manifiesta las extraordinarias virtudes que
13
Véase su obra Maternal Thinking: Toward a Politics of Peace (Boston
12 1989), especialmente las pp. 51-57 y 127-140.
Ibid., p. 61.
474 K. E. Zappone La naturaleza especial de la mujer 475

pone que existen modos de conocer y un cuerpo de conocimiento descripción de su trabajo y su pensamiento por una versión gene-
que salen a la superficie dentro de la práctica de cualquiera que ral del mío propio» 1S. En su lugar, Ruddick insiste en que debemos
«es madre». Define la práctica de ser madre como asumir la res- seguir recopilando los diferentes relatos de ser madre (o las dife-
ponsabilidad de satisfacer las exigencias de protección de los niños, rentes historias de las experiencias de las mujeres), mientras que
crianza y aceptabilidad social. Recurriendo a su propia experiencia al mismo tiempo aseveramos lo que es común entre ellas con el fin
de ser madre y escuchando los relatos y teorías de muchas otras de corregir los modos pasados de pensar acerca de la paz (o de
mujeres que han sido madres, Ruddick identifica modos de pensar teologizar acerca de la naturaleza humana). Los aspectos univer-
que son comunes a toda «madre». Por ejemplo, define una forma sales de las diferentes experiencias de las mujeres aportan la base
tal de pensamiento maternal como «mantener»: «Mantener signi- para afirmar que «éste es el modo en que las cosas son realmente».
fica reducir al mínimo el riesgo y reconciliar las diferencias más Los análisis acumulativos —no las interpretaciones aisladas de dife-
que acentuarlas con fuerza. Mantener es un modo de ver con un rentes experiencias— tienen la fuerza de desafiar el discurso do-
ojo hacia el mantenimiento de la armonía mínima, de los recursos minante.
materiales y de las destrezas necesarias para mantener seguro a un ¿Cómo sabremos que estas teorías acerca del pecado y de la
niño» w . gracia y de la Creación y la Redención son mejores? En primer
También aduce que el pensamiento maternal es mejor que el lugar, necesitaremos estar consistentemente vigilantes respecto a
discurso dominante del pensamiento militarista. El pensamiento los tipos de prácticas que fomentan. Tendremos que someter a prue-
maternal —no el militarista— abre el paso hacia la política de la ba continuamente su «verdad-en-acción» 16. ¿Fomentarán ellas mo-
paz auténtica. dos de comportarse de forma que nadie sea violada? ¿No mostra-
Volvamos a nuestra pregunta: ¿cómo podemos hacer mejores rán cómo sobrevivir a nuestras diferencias? Al mismo tiempo, ne-
declaraciones acerca de la naturaleza de ser humano si no tenemos cesitamos incorporar la humildad y la provisionalidad en nuestra
presente la experiencia particular de cada mujer? Aplicando la elaboración de teorías. Ruddick se refiere a la idea de buscar una
práctica teórica de Ruddick, buscaremos primero rasgos comunes «universalidad acumulativa» más que una absoluta ". Nunca pode-
en el centro de la escucha a la diferencia entre mujeres. La bús- mos decir que nuestra teología acerca de la naturaleza humana es
queda de comunalidad implica necesariamente el proceso de criticar absolutamente cierta. Esto no permite la posibilidad de revisar
y ser criticado por teorías que proceden de posiciones sociales e nuestras prácticas debido a las diferentes experiencias que aún no
históricas que son diferentes de las nuestras. Implica un análisis se han indicado. Anne Carre tiene razón cuando dice que nuestra
socioeconómico, cultural y racial, así como uno psicológico. Enton- idea de la naturaleza humana debería ser mantenerse cambiando 18.
ces nuestra descripción de lo que es común y familiar —quizá in- Ruddick, con honestidad cautivadora, ofrece una metáfora que es
cluso universal— se basa en la asunción de la diferencia, no de la útil a este respecto. Aunque teoriza acerca de lo que es común entre
igualdad. las diferencias, admite que «soy una lectora, observadora y madre»
El núcleo del asunto tiene que ver con por qué queremos des- y «lo integro» ,9. Después de toda nuestra investigación, escucha
cribir lo que es común. No puede proceder del deseo —no obstan- y práctica, también nosotras «lo integramos».
te, inconsciente— de negar la diferencia. Al referirse a la práctica
de ser madre de una mujer rural, Ruddick dice: «La identificación 15
con el trabajo protector que siento y proclamo con esa granjera no lbid., p. 52.
16
Thistlethwaite, pp. 24-26.
puede depender de mi ser como ella. Ni aspiro a reemplazar una 17
Maternal Thinking, pp. 259-260, nota 24.
18
Transforming Grace, pp. 131-133.
lbid., pp. 78-79. " Maternal Thinking, p. 61.

31
476 K. E. Zappone

La cuestión de la «naturaleza especial de la mujer» es signifi-


MUJER: TEMPORALIDAD Y ETERNIDAD
cativa no simplemente porque provoca el análisis de género, raza
y clase; su importancia reside también en describir un nuevo hori-
LA MUJER ETERNA Y EL ROSTRO FEMENINO DE DIOS
zonte teológico con colores nunca destacados anteriormente.

K. E. ZAPPONE
[Traducción: A. VILLALBA] La reflexión teológica hecha en la perspectiva de la mujer ha
intentado, en los últimos tiempos, explorar el difícil y al mismo
tiempo desafiante asunto del concepto y de la imagen de Dios. El
punto de partida para esta reflexión ha sido el que el cristianismo,
en las diferentes culturas donde arraigó, siempre ha privilegiado la
nomenclatura y la perspectiva masculinas para identificar al Dios
de quien habla y al que se refiere. Pese a ello, la pregunta por lo
femenino en Dios ha surgido cada vez con mayor frecuencia. Y las
causas de esa reaparición indican, y no sólo respecto a las conse-
cuencias producidas para la antropología, que sin lo femenino que-
daría desprovista de uno de sus dos polos constitutivos para com-
prender al ser humano en cuanto imagen de Dios. Se refieren tam-
bién a la teología y a la reflexión sobre la identidad y el rostro del
Dios de la fe cristiana. Por el propio contenido de su autocomuni-
cación, y los rasgos de su revelación, ese Dios no puede identifi-
carse de modo privilegiado con uno solo de los sexos sin negarse
en su totalidad, infinitud y trascendencia.
En la Iglesia de Occidente, sobre todo en la Iglesia católica,
hubo una tendencia de hallar algunas pistas de respuestas para estas
preguntas sobre lo femenino en Dios en el misterio de María. En
este artículo intentaremos demostrar cómo, en verdad, la fuerte
característica mariológica que marcó a la Iglesia de Occidente pro-
cede, en buena parte, de una laguna pneumatológica. Después pro-
curaremos encontrar algunas pistas para pensar el misterio de
María no sólo en cuanto prototipo de humanidad, sino sobre todo
de la parte femenina de la Humanidad. E intentaremos ver cómo
esa perspectiva mariológica, que procura construirse sobre nuevas
bases antropológicas, puede abrir para la mujer nuevos caminos
para reencontrar su identidad. Asimismo, puede abrir vías más con-
sistentes para volver a pensar lo femenino en Dios desde la propia
comunidad trinitaria divina, constituida por esa tripersonalidad
invocada por el pueblo cristiano como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Mujer: temporalidad y eternidad 479

I. LA «AUSENCIA» DEL ESPÍRITU SANTO Para el asunto que ahora nos ocupa, esta «ausencia» 3 del Espí-
EN LA VIDA ECLESIAL DE OCCIDENTE ritu Santo trajo a Occidente una búsqueda de «sustitución» de su
presencia y de todo lo que ella connota y trae consigo. No se puede
Cualquier reflexión sobre la «desaparición» de lo femenino en construir vida de Iglesia sin Espíritu. Y la obra del Espíritu es
la concepción teológica cristiana de Dios debería comenzar por una engendrar vida, vida donde lo gratuito, lo sensible, la acogida —en
importante distinción: la evolución y el itinerario de la teología fin, todo aquello que encanta y seduce al ser humano— esté pre-
trinitaria y de la reflexión sobre el Dios de la fe cristiana en Occi- sente. Una comunidad eclesial en que prime casi solamente lo ra-
dente y en Oriente. cional, lo lógico, lo institucional, no consigue mover los corazones
Sabido es que ya desde los inicios de la vida de la Iglesia (si- y tocar el fondo más profundo de los deseos, motivando a las per-
glos II y m de la era cristiana), esta institución mantuvo en Oriente sonas y sus afectos, haciéndolas sentir cariño, protección, acogida,
un armonioso equilibrio entre cristología y pneumatología, con to- consuelo en definitiva.
das las consecuencias derivadas de ello para la eclesiología, en tér- El hecho de que en nuestra cultura todos esos atributos hayan
minos de menos rigidez y más flexibilidad; para la espiritualidad, sido tradicional y culturalmente relacionados con la mujer y lo
que impregnó todos los ámbitos de la vida eclesial, desde la femenino incluye un elemento más en el cuadro que intentamos
organización misma de la Iglesia hasta la liturgia, el arte sacro, esbozar aquí. Además de eso, explica, en buena parte las dificul-
etcétera; para la propia reflexión teológica, estableciendo la racio- tades que hoy día se sufren en Occidente para incluir la dimensión
nalidad como una de sus dimensiones, y no la principal. Ello hizo femenina en la reflexión teológica cristiana sobre Dios.
posible una teología entrelazada de modo profundo e indisoluble El espacio dejado vacío por la pneumatología fue siendo ocu-
con la espiritualidad y la contemplación, donde lo simbólico y lo pado de modo paulatino —en muchos lugares y para muchas per-
poético tienen un derecho asegurado y central de ciudadanía. sonas y comunidades, pero sobre todo en lo imaginario religioso
En Occidente se sufrieron y aún se sufren, como consecuencias popular, y muy concretamente en los ambientes católicos— por la
directas de la «pérdida» de la presencia más fuerte del Espíritu figura de María de Nazaret, Nuestra Señora, madre de Jesús y ma-
Santo, una cristología bastante disociada de la pneumatología, con dre de Dios 4. En María, el pueblo católico fue buscando y descu-
énfasis en una tensión dialéctica entre lo dogmático y lo histórico-
horizontal bordeando el riesgo de un casi cristomonismo y una ecle- brino, Espiritualidad y teología, en Liberación con Espíritu (Santander 1985)
siología donde lo «institucional» canónico es el elemento principal 60. Cf. asimismo las obras recientes de D. A. Lañe, The experience of God.
en la definición organizacional y donde el aspecto mistérico de la An invitation to do theology (New Jersey 1981) 22-23; K. Leech, Experiencing
God. Theology as spirituality (San Francisco 1985) 25-26. Remito igualmente
misma Iglesia difícilmente consigue ser asociado a ella en el enten-
a mi artículo Teología y espiritualidad. Observaciones metodológicas sobre el
dimiento y en el comportamiento de los diversos segmentos del tratamiento teológico de la obra de Ignacio de hoyóla: «Perspectiva Teológi-
pueblo de Dios '. La reflexión teológica en este contexto favorece ca» 22 (1990) 205-220, y mi libro Em tudo amar e servir. Mística trinitaria
la racionalidad disociada en su contenido, en su método pensante e praxis crista em Inácio de Loyola (Sao Paulo 1990).
1
y en su género literario, respectivamente, de lo espiritual, lo sim- Entendemos aquí «ausencia» en el sentido de no expresión tangible y
destacada en lo cotidiano de la vida eclesial. Es decir, la «ausencia» es por
bólico y lo poético; lo mistagógico que debe caracterizar toda re- parte de la propia Iglesia en su memoria de la persona del Espíritu. No por
flexión y comunicación sobre el misterio de Dios se encuentra difí- parte del propio Espíritu.
cilmente perceptible, si no ausente 2. 4
Al hacer esta afirmación, somos conscientes de estar adoptando más una
perspectiva católica. Ésta es, por nuestra parte, consciente y deliberada. Con
1
Cf. J. Comblin, O Espirito Santo e a libertacao (Petrópolis 1987) 32-33. el transcurso del texto, creemos haber convergido, ulteriormente, con la pers-
2
Jbid., p. 33. Véanse también, sobre este asunto, H . U. von Balthasar, pectiva ecuménica que quiere ser la nuestra aquí. Véase sobre lo dicho, res-
Teología y santidad, en Verbum Caro (Ed. Cristiandad, Madrid 1971); J. So- pecto a la importancia de María en las tradiciones ortodoxa oriental y católica
480 M.a C. Lucchetti Bingemer Mujer: temporalidad y eternidad 481

briendo lentamente aquello que era su más recóndito objeto de ambiguas. Si por un lado, en términos de la teología académica y
deseo: el rostro femenino y materno de Dios. Fue ella quien, final- científica, se desarrolló una mariología que, en cierta manera, ais-
mente, dio cuerpo e hizo visible la dimensión femenina —miseri- laba y dividía las dimensiones humana y trascendente de María,
cordia, ternura y compasión— del Dios bíblico s . situándola más del «otro» lado del cielo, junto al trono de la divi-
nidad y compartiendo su majestad e inaccesibilidad, por otra parte,
en el pueblo católico más sencillo crecía una devoción por María
II. MARÍA DE NAZARET: ¿DIOSA O CRIATURA DE DIOS? de Nazaret —la Nuestra Señora de los muchos nombres (de la
Concepción, de Copacabana, de Lujan, de Lourdes, de Fátima, la
Los tratados clásicos de mariología dejan transparentar de ma- Aparecida, etc.)— que iba poco a poco tomando proporciones ver-
nera bien clara esta «transposición teológica» para María de la lagu- daderamente gigantescas y casi sustituyendo —al menos en térmi-
na divina femenina y materna dolorosamente sentida por buena nos de proximidad, confianza e intimidad— a la relación con Jesu-
parte del pueblo de Dios. Las antropologías que subyacen a estas cristo y con el propio Dios Padre 8 .
mariologías llevan consigo las limitaciones de las que padeció la Sobre esta devoción no se puede hablar de modo superficial ni
vida eclesial en Occidente desde muy pronto. Son antropologías apresurado. El pueblo católico más sencillo, en especial e incluso
marcadamente androcéntricas, pensadas a partir del hombre-varón, por ser pobre, carente y sufrido en varías de las dimensiones de su
haciendo de él el modelo de lo humano y, por tanto, igualmente, vida, busca en María un «sustento», un «apoyo» que le permite
modelo de la imagen de lo divino 6 . Son, en buena parte, dualistas esperar, más allá de toda posibilidad material y concreta de espe-
en su concepción, que disocia el cuerpo del espíritu, privilegiando ranza, que la última palabra sobre la vida no se reduzca al nivel
a éste sobre aquél. Separan lo histórico y lo temporal de lo eterno de lo visible y de lo tangible en el día a día de la historia, sino que
y escatológico, situando a la revelación y a la historia de la salva- encuentre su referente en algo o en alguien —una trascendencia
ción como una dimensión por encima y más allá de la historia real, que se revela en la temporalidad, pero que no es agotada por ella—
cronológica, factual, sin diálogo posible de una con otra. Son uni- que ayude a interpretar la vida, a sentirse acompañado y no aban-
dimensionales, haciendo de lo humano (y, por tanto, también de lo donado, por malas que sean las circunstancias y las tragedias que
divino) una definición predeterminada y cerrada, excluyendo la acontecen.
riqueza pluridimensional y dinámica como negación de lo revelado Para este pueblo, María representa y simboliza esta esperanza:
y querido por Dios 7 . es la madre, la protectora, aquella que no abandona a sus hijos y
María de Nazaret y la reflexión que sobre ella se hace en la que puede fácilmente ser invocada y cuya presencia es sentida y
teología católica estuvo profundamente marcada sobre todo por ese tocada en el consuelo del corazón, en la seguridad lograda por
plano de fondo antropológico y teológico, que tuvo consecuencias el recitado de las letanías, del rezo del tercio y de todas las leta-
nías que la creatividad popular inventa. Tan perfecta maternidad
occidental, A. E. Carr, The Salvation of Wornen: Christ, Mary and the Churcb,
en Transforming Grace. Christian Tradition and Women's Experience (San
Francisco 1988). Cf. asimismo L. Boff, O rostro materno de Deus (Petrópo- 8
Destaco esta perspectiva popular debido al lugar desde donde escribo:
lis 1979) 19-34 y 92-118. la América Latina y, concretamente, Brasil, donde esta devoción a María por
5
Cf., sobre esto, A. E. Carr, op. cit., p. 190. parte de los pobres es algo que impresiona por su magnitud e importancia.
6
Véase, sobre esto, K. E. Borresen, L'antropologie théologique d'Augustin Cf. sobre eso en I. Gebara y M. C. Bingemer, op. cit., los capítulos «Aspectos
et de Thomas d'Aquin: «Recherches de Science Religieuse» 69/3 (1981). da dogmática dos pobres», pp. 140-146, y «Algumas tradicóes de culto a
7
Cf. sobre esta tipología antropológica I. Gebara y M. C. Bingemer, Ma- Maria na América Latina», pp. 147-183. Véase también A. G. Dorado, De
ría, máe de Deus e mae dos pobres (1987) 13-27: «Por urna nova perspectiva Marta conquistadora a María liberadora. Mariología popular latinoamericana
antropológica». (Santander 1988).
482 M.a C. Lucchetti Bingemer

—en el sentido que la cultura dio a este vocablo y en el que el III. LA INMACULADA Y EL MISTERIO DE LA CREACIÓN
inconsciente humano atribuyó al arquetipo del desencadenar de la
vida deseado desde siempre por la humanidad— es explicablemen- El tan polémico y controvertido dogma católico de la Inmacu-
te sentida como más que humana, como casi divina, y, aunque así lada Concepción —pese a todas sus implicaciones teológicas, mo-
no se diga ni se exprese siempre, como realmente divina. rales y eclesiales delicadas y difíciles en términos ecuménicos— nos
¿Se perderá así la posibilidad de avanzar y caminar en la dimen- puede decir algo sobre la cuestión tratada; es decir, el concepto
sión humana, criatural y «carnal» de María, que es la que verdade- y el tema de lo femenino en Dios.
ramente corresponde a lo dado revelado y a la enseñanza oficial de En primer lugar, en términos antropológicos, la formulación
la Iglesia? ¿Estarán así definitivamente comprometidas las otras dogmática u deja entrever un concepto de persona humana integra-
y enormemente ricas posibilidades de pensar lo femenino en Dios, do y unificado. No es solamente el alma de María lo que se preserva
no a partir de María, sino a partir de las tres personas divinas que del pecado y de la oposición al designio de Dios. Es toda su per-
constituyen la identidad del Dios de la fe cristiana: Padre, Hijo sona, penetrada y animada por la vida divina; su corporeidad como
y Espíritu Santo? Más aún: ¿ayuda la hipertrofia del culto y de morada del Dios Santo, el lugar donde reposa y levanta su tienda
la devoción mariana a todo el proceso de liberación de la mujer el Espíritu de Dios. Siendo, en buena hora, fruto sin mancha de la
que se viene produciendo, cada vez con más fuerza, tanto dentro creación divina, María es más que nunca, según esta idea, hija de
de la Iglesia como en la sociedad como un todo? ¿Puede esta Ma- la tierra. Aunque morada de la plenitud del esplendor del Espíritu
ría, así entendida —más como ser divino o semidivino y menos de Dios, permanece anclada en la historia y en la concreción de la
como criatura de Dios—, ofrecer una vía fecunda para una reflexión condición humana, a la que nunca deja de pertenecer n.
sobre Dios desde la perspectiva de la mujer que responda a los La corporeidad femenina, que durante tantos siglos fue entendi-
anhelos de la época y de las personas de hoy día? Finalmente, ¿crea da por muchos segmentos de la Iglesia —a partir de una interpre-
este proceso de «divinización» de María condiciones para que esta tación ambigua del relato del Génesis— como causa del pecado
reflexión de lo femenino en Dios se haga en el seno del diálogo
10
ecuménico, que es para todas las Iglesias cristianas una gran prio- Comenzamos nuestra reflexión propiamente dicha sobre María por el
ridad, sobre todo en los últimos decenios? 9 dogma de la Inmaculada por querer resaltar el misterio de la Creación o, más
exactamente, del Dios Creador, del cual pueden extraerse algunos rasgos im-
Elegimos aquí, como vía de reflexión, un camino que puede portantes y significativos para la reflexión teológica desde la perspectiva de
parecer, a primera vista, reductor: pensar la identidad de María la mujer.
11
a partir de dos dogmas marianos de la Iglesia católica, uno de ellos Se trata de la bula Ineffabilis Deus, promulgada el 8 de diciembre de
bastante polémico, ecuménicamente hablando: el de la Inmaculada 1854 por el papa Pío IX, que dice: «Declaramos, pronunciamos y definimos
que la doctrina, la cual afirma que la beatísima Virgen María, en el primer
Concepción y el de la Maternidad divina. Haciéndolo así, asumimos instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipo-
conscientemente los riesgos de esa iniciativa, esperando que la tente y ante los méritos de Jesucristo, salvador del género humano, ha sido
opción hecha ayude a aportar más luz a la problemática suscitada preservada inmune de cualquier mancha del pecado original, es revelada por
por ello. Dios y, por tanto, debe ser creída firmemente y constantemente por todos los
fieles».
12
Cf. I. Gebara y M. C. Bingemer, op. cit., p. 131, nota 23. Véase asimis-
mo A. E. Carr, op. cit., p. 192: «Las mujeres están reivindicando a María, en
su papel humano, como un símbolo femenino de serio poder religioso. Los
9 dogmas de la Inmaculada Concepción y de la Asunción son vistos reciente-
Cf., hablando desde la Iglesia católica, la enorme preocupación ecuméni- mente como símbolos específicamente femeninos de la libertad creada y de la
ca que marcó todo el Concilio Vaticano II y los tiempos posteriores al mismo transformación final del mundo que las mujeres aguardan». Véanse también las
Concilio. páginas siguientes a ésta.
484 M." C. Lucchetti Bingemer Mujer: temporalidad y eternidad 485

original, situando sobre todo el sexo femenino un baldón y una tiempo, un Dios de misericordia y ternura, cuya compasión perma-
carga difíciles de soportar, es rehabilitada por la Iglesia católica al nece de generación en generación y cuyas entrañas compasivas son
declarar bienaventurado ese cuerpo femenino animado por el Es- descritas con las mismas palabras utilizadas para describir el útero
píritu divino 13. En esa carne y en la persona de esa mujer, el Dios femenino, que se conmueve, se agita y gime en dolores de aflicción
Creador realizó y vio realizadas la plenitud de sus maravillas y la por los hijos e hijas que engendró 14.
humanidad puede ver su vocación y su destino, en cuanto creación, María, prototipo de la criatura en quien Dios halló libre espa-
llevados a feliz término. cio para su manifestación en el mundo, revela el rostro de ese Pa-
En cuanto «hija de Sión», María representa al pueblo de Israel, dre Maternal que Jesús de Nazaret enseñará a llamar cariñosamente
del que es hija legítima. Con ella llega a su punto máximo el itine- Abba. Ese Padre Maternal, misterio de vida, generación y alum-
rario de Alianza de este pueblo con su Dios. Siendo la fiel israelita, bramiento, participa y se envuelve, apasionadamente, con los sufri-
que espera el consuelo del pueblo elegido y canta las maravillas que mientos de su pueblo, habita entre los humildes y pequeños y envía
el Señor hace, reconociendo su presencia creadora y productora de a su Hijo, para encarnarse en el vientre de la mujer María I5.
vida, en sí y alrededor de sí misma, María es el prototipo del pue-
blo de Dios de antaño y de hoy día, mostrando a ese mismo pueblo

su vocación de «elegido desde antes de la creación del mundo para IV. LA «TEOTOKOS» Y EL MISTERIO DE LA ENCARNACIÓN
ser santo e inmaculado» (Ef 1,4).
Prototipo de la criatura, por tanto, y no diosa, es lo que se La primera gran verdad de fe que la Iglesia proclama sobre
puede decir de María de Nazaret, tal como es vista por la teología María es la de que ella es madre de Dios. María es fundamental-
católica. En su condición criatural, puede anunciar ella, a los hijos mente, para los Evangelios, la madre de Jesús, y la Iglesia en el
de Dios, la grandeza de su vocación y la posibilidad de su plena Concilio de Éfeso, en el año 431, la proclama solemnemente Teo-
realización. En ella, el Dios Creador manifiesta todas sus maravi- tokos: madre de Dios.
llas y toda la potencialidad de su sueño creador y productor ince- Reconocer a María como madre de Dios significa, de hecho,
sante de vida. Permaneciendo criatura, en estrecha alianza con sus profesar que su hijo, el carpintero de Nazaret, el crucificado, es
hermanos y hermanas de carne y de elección, señala al misterio de Hijo de Dios y Dios mismo. Ahora bien: toda mujer es madre no
la creación, donde hombres y mujeres se perciben en alianza con el sólo del cuerpo, sino de la persona toda entera del hijo que engen-
cosmos y se abren para lo sin límites de lo divino. dra y lleva durante nueve meses en sus entrañas, alimentándolo
El milagro y el misterio de su creación señalan no a ella misma, 14
La palabra hebrea rahem-rahamin, que significa, en su literalidad, el
sino a quien la creó, y que en ella se revela no sólo como Padre útero femenino, es utilizada en varios pasajes del Antiguo Testamento para
amoroso, creador del cielo y de la tierra y de todo lo que existe, describir los sentimientos e incluso la identidad del Dios de Israel. Cf. sobre
sino también como Madre que da a luz y nutre al fruto de sus en- este asunto nuestro artículo A Trindade a partir da perspectiva da tnulher
trañas. Descrito en la Biblia como Señor poderoso, fuerte guerrero, (Algumas pistas de reflexao): «Revista Eclesiástica Brasileira» 46 (1986) 73-99.
15
Padre generador, el Dios de Israel, el Dios de María, es, al mismo Esta terminología de Padre Maternal refiriéndose a la primera persona
de la Trinidad es utilizada por algunos estimables teólogos actuales. Véanse
J. Moltmann, El Padre Maternal: «Concilium» 163 (1981) 381-389; L. Boff,
13
Recientemente, en 1989, la encíclica del papa Juan Pablo II Mulieris A Trindade, a sociedade e a libertacao (Petrópoüs 1986) 210-211.
dignitatem sitúa con mucha claridad esta cuestión del pecado original como 16
El misterio de la Teotokos proclama que María es aquella de cuya carne
no proveniente en primer lugar de la mujer, sino como siendo, como de hecho fue formada y dada a luz la carne del propio Dios, hecho hombre en Jesús
es, el pecado de toda la humanidad. Cf. sobre la encíclica M. C. Bingemer, de Nazaret. Por eso, porque nos parece iluminador para una comprensión del
(ed.), O misterio de Deus na mulber (Río de Janeiro 1990) 99-131, con co- misterio de la Encarnación desde la perspectiva de la mujer, decidimos estu-
mentarios de varias teólogas. diarlo en el texto de este artículo.
486 M.a C. Lucchetti Bingemer Mujer: temporalidad y eternidad 487

después con la leche producida y generada desde dentro de su pro- sobre sí misma y se vuelve referente supremo para juzgar y valo-
pia corporeidad. No pudiéndose separar, en Jesucristo, la humani- rar pasado, presente y futuro está la carne humana. Carne de hom-
dad y la divinidad, tampoco se puede separar, en María, la mujer bre y mujer. Carne de Jesús de Nazaret, Verbo de Dios encarnado
sencilla de Nazaret y aquella que la Iglesia venera y a la que rinde por la fuerza del Espíritu, verdadero Dios y verdadero hombre.
culto como Madre de Dios. Carne de la mujer María, corporeidad abierta a la invasión del Es-
Por el misterio de la Encarnación de Dios, misterio central de píritu y posibilidad humana del cuerpo de Dios encarnado en la
la fe cristiana, del que el misterio de la Teotokos es parte integran- historia. El Verbo se hace carne en la carne humana, carne de hom-
te, se puede afirmar que la grandeza y la infinitud del Espíritu de bre y mujer, carne histórica marcada por el espacio y por el tiempo,
Dios sólo puede hallarse en la fragilidad, en la pobreza y en los por la vida y por la muerte, por la alegría y por el dolor, por la
límites de la carne humana. La carne de María, que engendró y construcción y por la destrucción; en fin, por esa conflictividad
formó en sus entrañas, célula a célula, aquello que sería la carne inherente al ser y a la historia humanos 18.
humana del Verbo de Dios, es parte integrante del misterio de la La mujer está, pues, en el centro mismo del misterio cristiano,
Encarnación. a través de la persona de María de Nazaret. No la María «ironiza-
Mucho se ha dicho y afirmado sobre que Dios se encarnase en da», de la que muy frecuentemente se intentó quitar la carne, trans-
un varón, con el fin de reforzar la supremacía del hombre sobre formándola en una proyección puramente espiritualizada, sino la
la mujer dentro de la Iglesia. El contenido más profundo de ese María que desvela en su persona todo el misterio de la mujer. Mis-
misterio central de la fe cristiana, sin embargo, no es que Dios se terio de apertura, de fuente y protección de la Vida. Mujer vincu-
hiciese hombre, sino que se hicese carne, carne humana u. Si a] ini- lada, como toda mujer, y mucho más que cualquier otra, a la
cio del proceso de generación humana del Verbo de Dios, el Espí- generación y al misterio de la vida.
ritu divino es el único artesano que plasma y vuelve grávida la Madre de Jesús, madre de Dios, María es, al mismo tiempo,
carne intocada de María, la lenta, progresiva y paciente composi- la revelación plenamente humana de un lado inédito e inexplorado
ción de la corporeidad del Verbo ya hecho carne se da en el vien- del misterio del propio Dios, encarnado en su seno. Dios, que es,
tre de la propia María. Su carne va formando y dando carne al en sí mismo, la vida y vida en plenitud, que se compara a sí mismo,
Verbo de Dios, día a día, momento a momento, en el misterioso en la revelación bíblica, con la mujer que da a luz y amamanta al
diálogo de cuerpo a cuerpo que toca las raíces más remotas y pro- hijo de sus entrañas (cf. Is 66,13; 42,14; 49,15), muestra su rostro
fundas de la vida. en María de Nazaret. Y de la carne de esta mujer toma su carne
Y esa corporeidad del hombre Jesús, formada y compuesta en en el Hijo Jesús.
las entrañas de la mujer María por el Espíritu Santo de Dios, es
lo que fue por el mundo haciendo milagros, curando enfermos, re-
V. CONCLUSIÓN: NI DIOSA NI MUJER ETERNA
sucitando muertos, multiplicando panes, siendo odiada, perseguida,
torturada y crucificada. Anunciando y revelando, en fin, de manera La «sustitución» realizada en la práctica eclesial occidental,
definitiva e irreversible, la alianza convertida para siempre en po- dando fuerte realce a la persona de María debido a la ausencia sen-
sible por la misericordia de Dios entre la carne y el espíritu. tida del Espíritu Santo y de una consecuente pneumatología con-
En el centro del misterio mayor que hace a la historia girar sistente, se halla hoy día en una encrucijada. Así, por un lado,
17
Es significativo que el texto griego del prólogo del cuarto Evangelio no el retorno de la pneumatología a primera línea de la reflexión teo-
use, para indicar la encarnación del Verbo, la palabra correspondiente a hom- lógica y eclesial aporta nuevas posibilidades de pensar no sólo en
bre-varón (andros), sino la palabra sarx, que significa la carne humana como
18
un todo. Cf. I. Gebara y M. C. L. Bingemer, op. cit., p. 16.
488 M.a C. Lucchetti Bingemer

María en su correcta perspectiva de criatura de Dios enteramente LA MASCULINIDAD DE CRISTO


santificada y plasmada por el Espíritu, sino también de pensar en
lo femenino en Dios. No a partir de María, sino en su correcto
lugar y en su adecuada perspectiva: la comunidad divina trinitaria,
donde Dios se revela, al mismo tiempo, uno y plural, integrador de La historia de Jesús de Nazaret, crucificado y resucitado, con-
todas las dicotomías e insuficiencias de lo humano, inclusive aque- fesado como el Cristo, está en el centro de la fe cristiana en Dios.
llas que impiden la feliz expresión de lo que sea el misterio de lo En el poder gracioso de Sofía-Espíritu desencadenado a través de
masculino y lo femenino, misterio de diferencia y reciprocidad. su historia y destino, la comunidad de discípulos vuelve a contar
Y, por otro lado, sin embargo, esa recolocación de María en su y representa de modo continuo esa historia como la historia de
lugar apropiado dentro del conjunto de la revelación, lugar desde Dios con nosotros para sanar, redimir y liberar a todo el pueblo
el cual puede iluminar a aquellos que en ella creen y a ella invocan, y al cosmos mismo. Buenas noticias, por supuesto. Pero esas bue-
no podría ni debería traer de vuelta a la vida de la Iglesia el mito nas noticias se suprimen cuando la masculinidad de Jesús, que per-
del «eterno» femenino, que impuso durante tiempo sobre la mujer tenece a su identidad histórica, se interpreta como esencial para
un único prototipo y camino de vivir su identidad. A medida que su función e identidad cris ticas redentoras. Entonces, el Cristo
el proceso de emancipación personal y colectiva del sexo femenino actúa como un instrumento religioso para marginar y excluir a las
se producía, la mujer pasaba a no identificarse más con la referen- mujeres. Seamos muy claros: el que Jesús de Nazaret fuese un ser
cia mariológica que le era representada. No se reconocía más en la humano masculino no se cuestiona. Su sexo era un elemento consti-
María que le era presentada: callada, silenciosa, discreta y subor- tutivo de su persona histórica junto con otras particularidades tales
dinada, diciendo siempre sí, prototipo del eterno femenino w . como su identidad racial judía, su ubicación en el mundo de la
El «eterno» femenino no puede ser encontrado, simplemente Galilea del siglo i, y así sucesivamente, y como tales hay que res-
porque no existe. Lo que existe es lo provisional, lo diverso, lo petarlas. La dificultad surge, más bien, del modo en que la mascu-
múltiple, lo contingente de la vida en la temporalidad de la histo- linidad de Jesús se elabora en la teología y la práctica eclesial andro-
ria, que se presenta según diferentes matices, según los diferentes céntricas oficiales.
contextos culturales y tiempos históricos en que acontecen. En esta
temporalidad, la mujer puede hallar su inspiración en María, no
como prototipo estático y aprisionador, sino como alguien que vi-
I. LA HISTORIA REAL DE LA MASCULINIDAD DE JESÚS
vió una manera de ser temporal y humana, que constituye la única
vía de acceso a la eternidad y trascendencia del verdadero Dios.
Dios, que es Padre y Madre amoroso y compasivo, Hijo y Verbo El análisis teológico feminista revela al menos tres modos en
que se encarna en la historia en la carne del hombre y de la mujer, que se produce tal interpretación distorsionada.
Espíritu productor, generador y acogedor de la vida, que sopla 1. Dado que el hombre Jesús se confiesa que es la revelación
impetuosamente al mismo tiempo que enseña a hablar, alimenta y de Dios, el símbolo de Cristo señala la masculinidad como una
protege la llama frágil de la vida creada por Dios. característica esencial del ser divino mismo. Esto se agrava con el
uso exclusivo de las metáforas del padre y del hijo para interpretar
M.a C. LUCCHETTI BINGEMER
[Traducción: A. VILLALBA]
la relación de Jesús con Dios, y por el uso del logos, conectado en
la filosofía griega con el principio masculino, para articular su rea-
" Cf. sobre esto nuestro artículo María, a que soube dizer nao: «Grande lidad personal como Dios con nosotros: «Quien me ha visto, ha
Sinal» 40 (1986) 245-256, nota 4. visto al Padre» (Jn 14,9). Esto se toma literalmente como signifi-
490 E. A. Johnson La masculinidad de Cristo 491

cando que el hombre Jesús es la encarnación del Logos masculino pese a la creencia cristiana en la universalidad del intento salvador
y el revelador de un Padre-Dios masculino, pese a la evidencia en de Dios 1.
las Escrituras y en la tradición de que el misterio de Dios trascien- La historia real del símbolo de Cristo presenta una sorpren-
de toda denominación y crea la realidad femenina en la imagen y dente evidencia de cómo una concentración desequilibrada de la
semejanza divinas. atención en la masculinidad distorsiona la teología de Dios, la an-
tropología cristiana y la buena nueva de la Salvación. Para recons-
2. La creencia de que el Verbo se hizo carne y habitó entre
truir la cristología es imperativo volver a pensar tanto la antropo-
nosotros como un varón indica que, gracias a su semejanza corpo-
logía fundacional, que ha llevado a tal fijación en la masculinidad,
ral natural, los hombres gozan de una identificación más estrecha
cuanto el significado teológico del símbolo de Cristo.
con Cristo que las mujeres. Los hombres son no sólo teomórficos,
sino que, en virtud de su sexo, son también cristomórficos de un
modo que va más allá de lo que es posible para las mujeres. Así, II. ANTROPOLOGÍA: DE UN PREDOMINIO DE LA MASCULINIDAD
sólo los hombres entre los seres humanos son capaces de represen- A UNA CELEBRACIÓN DE LA DIFERENCIA
tar a Cristo totalmente. Aunque las mujeres pueden ser receptoras
de la gracia divina, son inadecuadas para desarrollar acciones cris- La ubicación social de este uso problemático es una comunidad
ticas públicamente debido a su diferencia sexual respecto de su eclesial donde la voz oficial, el voto y la presencia pertenecen por
masculinidad. Para esta mentalidad, la idea de que la palabra po- ley sólo a los hombres. Recurriendo a expresiones intelectuales que,
dría haberse convertido en carne femenina no es siquiera imagina- por necesidad, soportan el statu quo, este patriarcado es funda-
ble seriamente; así que se piensa que las mujeres son incapaces de mento sólido para la construcción antropocéntrica de las diferen-
identidad crística, y esto, pese a la doctrina de la Creación y a la cias de género que modelan el uso equivocado de la masculinidad
práctica de la Iglesia y la teología del bautismo. de Cristo. El imaginar un tipo diferente de comunidad unido por
relaciones de mutualidad y reciprocidad permite al pensamiento
3. Dado el dualismo que esencialmente separa a la humani-
feminista diseñar la antropología en una forma (gestalt) igualita-
dad masculina de la femenina, la masculinidad de Cristo pone en
ria, con efecto práctico y crítico. Entonces la masculinidad de Cris-
peligro la salvación de las mujeres. La historia cristiana de la sal-
to está abierta a una interpretación simultáneamente menos impor-
vación implica no sólo la voluntad compasiva de Dios para salvar,
tante y más liberadora.
sino también el método por el que esa voluntad es efectiva, a sa-
ber: sumergiéndose en la historia humana pecadora y transformán- Al comienzo de este esfuerzo era evidente qué modelo de antro-
dola desde dentro. El primitivo aforismo cristiano «Lo que no se pología no quería el pensamiento feminista, a saber: el modelo
asume no se sana» resume la idea de que la solidaridad salvadora dualista predominante que moldea a mujeres y hombres como
de Dios con la humanidad es lo crucial para el nacimiento de la opuestos polares, cada uno con características únicas de las que el
nueva Creación. Como confiesa en el credo de Nicea, «et homo otro sexo está excluido. Aquí, varón y mujer están relacionados
factus est». Pero si de hecho lo que se entiende es et vir factus est, por la noción de complementariedad, que predetermina de modo
si la masculinidad es esencial para la función crística, entonces las rígido las cualidades que cada uno debería cultivar y las funciones
mujeres están separadas del lazo salvador, pues la sexualidad hu- que cada uno puede desempeñar. Aparte de la ingenuidad acerca
mana no fue asumida por el Verbo hecho carne. Así, para la pre- de su propio condicionamiento social, su confianza en estereotipos
gunta investigadora de Rosemary Radford Ruether «¿Puede un y la denegación de la totalidad de la experiencia humana que ello
salvador masculino salvar a las mujeres?», la interpretación de la 1
R. Ruether, Sexism and God-Talk: Toward a Feminist Theology (Boston
masculinidad de Cristo como esencial sólo puede responder no, 1983) 116-138.

32
492 E. A. Johnson
La masculinidad de Cristo 493
implica, esta posición actúa como una pantalla de humo para la
ralezas masculina y femenina predeterminadas para siempre, ni una
subordinación de las mujeres, dado que, por su definición, las mu-
abreviación en un solo ideal, sino una diversidad de modos de ser
jeres son siempre relegadas al ámbito privado y pasivo 2 .
humano: un conjunto multipolar de combinaciones de elementos
Por contraste con esta antropología dual, las pensadoras femi-
humanos esenciales, de los que la sexualidad es solamente uno. La
nistas desarrollaron primero una antropología de la naturaleza indi-
existencia humana tiene un carácter multidimensional. Si la mascu-
vidual, que considera la diferencia sexual como biológicamente
linidad y la feminidad pueden imaginarse en un contexto más holís-
importante para la reproducción, pero no determinadora de las per-
tico, puede concebirse de modo más correcto su relación mutua.
sonas como tales. Dado que el significado de masculino y femenino
Todas las personas están constituidas por un número de cons-
está surgiendo aún históricamente, cada cual es libre de desarrollar
tantes antropológicas, elementos esenciales que son intrínsecos para
lo mejor de las características masculinas o femeninas en la bús-
su identidad. Estos incluyen la relación con el propio cuerpo y, por
queda de la totalidad, y puede asumir funciones públicas y priva-
consiguiente, con la propia sexualidad, como el medio de la con-
das según sus dones. Aquí se resalta la semejanza básica más que
ciencia humana; la relación a través del cuerpo con la red ecológica
la diferencia, hasta el punto en que las diferencias se vuelven rela-
entera del planeta; la relación con otras personas significativas
tivamente inconsecuentes. Aparte de su olvido de la importancia
como la matriz en donde surge la individualidad; la relación con
de la encarnación sexual, que afectan mucho más que a la repro-
las estructuras sociales, políticas y económicas; el condicionamiento
ducción en la vida de cada persona, este punto de vista también se
por el tiempo y el lugar históricos; la función de la teoría en la
somete a crítica por tender a mantener un solo ideal humano, posi-
práctica de la cultura propia como opuesta al instinto solo; y la
blemente andrógino, que puede ser destructivo de la diversidad
orientación a la esperanza y al tirón del futuro 4. Estas constantes
humana genuina.
se condicionan mutuamente entre sí, y en sus combinaciones infi-
Por otro lado, el pensamiento feminista resiste a una doble
nitas son constitutivas de la humanidad de cada persona. Cambie-
corriente monótona de pensamiento, un punto de vista de la pola-
mos de modo significativo cualquiera de ellas y surge una persona
ridad sexual de la naturaleza humana que inevitablemente conduce
diferente.
a un modelo dominante/subordinado. Y además, la reducción a
Es falto de perspicacia el considerar la sexualidad como siem-
una igualdad de uniformidad ignorando la diferencia sexual es
pre y en todo lugar más fundamental para la existencia histórica
también inaceptable. ¿Dos tipos separados de naturaleza humana
concreta que cualquiera de las demás constantes. Tomemos, por
o unisexo?
ejemplo, casos documentados de crueldad con mujeres esclavas ne-
Un modo de resolver tal bloqueo es ir más allá de esas opcio-
gras en el sur de Estados Unidos antes de la guerra civil. ¿Basán-
nes: una naturaleza humana exaltada en una interdependencia de
dose en qué diría uno a una mujer maltratada como esa que el sexo
diferencias múltiples 3. No un punto de vista binario de dos natu-
es más fundamental que la raza y el sistema económico de la escla-
vitud en el diseño de su identidad? Los pensadores afroamericanos
2
Para esto y para el modelo siguiente, cf. A. Carr, Transforming Grace: actuales sobre la mujer son muy críticos con el feminismo blanco
Women's Expertence and Christian Tradition (San Francisco 1988) 117-133) por resaltar en exceso la discriminación sexual con exclusión del
y M. A. O'Neill, Toward a Renewed Anthropology: «Theological Studies» 36 prejuicio racial y de clase que las mujeres negras sufren también.
(1975) 725-736.
3
Cf. M. Marx Ferree y B. Hess (eds.), Analyzing Gender: Perspectives Estas tendencias están tan intrínsecamente unidas mutuamente en
from the Social Sciences (Beverly Hills, CA, 1987); J. Scott, Deconstructing su experiencia, que las mujeres de color no pueden distinguir el
Equality-V ersus-Difference: «Femíníst Studies» 14 (primavera 1988) 33-50.
El uso teológico de este modo es evidente en R. Chopp, The Power to Speak: 4
Feminism, Language, God (Crossroad, NY, 1989). E. Schillebeeckx, Chrisl: The Expertence of Jesús as Lord (Crossroad,
NY, 1980) 731-743.
494 E. A. Johnson

sufrimiento que procede de una más que de otra 5. Otro ejemplo: IH. CRISTO: DE LA IMAGEN ESTÁTICA DEL HOMBRE PERFECTO
en la vejez, cuando disminuye la atracción sexual, las diferencias A LA COMUNIDAD ESCATOLOGICA Y VIVA
biológicas entre mujeres y hombres pierden importancia compara-
das con la cuestión de los recursos disponibles para vivir los últi- La hermenéutica feminista ha abierto un camino mostrando
mos años de la vida con dignidad o en la miseria. cómo el relato evangélico de Jesús resiste el ser utilizado para justi-
Concentrarse en la sexualidad, con exclusión de otros elementos ficar el predominio patriarcal en cualquier forma7. Su predicación
igualmente constitutivos, es el equivalente de usar un microscopio y estilo de vida expresaron y vivían lo opuesto, planteando un reto
para este factor clave de la vida humana cuando lo que se necesita que hizo caer sobre su cabeza la ira de la autoridad religiosa y civil.
es un telescopio para captar las galaxias de la rica diferencia hu- Le crucificaron. A la luz de esta historia, la masculinidad de Jesús
mana. La sexualidad debe integrarse en una visión holístíca de las puede considerarse que tiene una significación social definida. Si
personas humanas en vez de convertirse en la piedra de toque de una mujer hubiese predicado el amor compasivo y establecido un
la identidad personal y, así, distorsionarse. El modelo antropoló- estilo de autoridad que sirve, se le hubiese respondido con un enor-
gico de una naturaleza humana ejemplificada en una multiplicidad me encogimiento de hombros. ¿No es esto lo que se supone que
de diferencias va más allá de los modelos contrastantes, ya sea del las mujeres hacen por naturaleza? Pero desde una posición social
dualismo del sexo o de la uniformidad de los individuos abstractos de privilegio masculino, Jesús predicó y actuó de este modo, y en
hacia la exaltación de la diversidad como enteramente normal. El ello está el llamamiento. La cruz también es un símbolo de la
objetivo es reordenar los sistemas de dos términos y de un término «kenosis del patriarcado», el autovaciamiento del poder dominante
en un esquema de término múltiple que permita la conexión en la masculino en favor de la nueva humanidad del servicio compasivo
diferencia más que garantizar constantemente la identidad mediante y de la mutua habilitación 8. El relato evangélico de Jesús deja en
la oposición o la uniformidad. El respeto puede, así, extenderse a claro que el núcleo del problema no es que Jesús fuese un varón,
todas las personas en sus infinitas combinaciones de constantes sino que más varones no hayan sido como Jesús.
antropológicas, ilimitadamente concretas. ¿Qué ocurre entonces con Cristo? Las claves para la interpre-
Y la diferencia misma, más que un lamentable obstáculo para tación feminista pueden encontrarse en la resurrección, la cristolo-
la comunidad, puede actuar como una fuerza creadora modeladora gía de la sabiduría y el símbolo bíblico del Cuerpo de Cristo.
de la comunidad. Como valora la poetisa Audre Lorde: «La dife- La resurrección es un misterio de fe envuelto en el misterio de
rencia es la conexión primera y poderosa...» 6 Dios. Niega un literalismo simple que imagina a Jesús existiendo
Una antropología multipolar permite a la cristología integrar aún como en la época de su vida terrenal, solamente que ahora
la masculinidad de Cristo usando la interdependencia de la dife- invisible. Jesús ha muerto realmente, con todo lo que esto implica
rencia como una categoría primaria más que resaltar la sexualidad de cambio: se ha ido del centro de la historia según la carne. La fe
de un modo ideológico y distorsionado. en la resurrección afirma que Dios tiene la última palabra para esta
víctima ejecutada de la injusticia estatal, y esa palabra, benditamen-
te, es vida. Jesús, con toda su historicidad, es elevado a la gloria
por el poder del Espíritu. Lo que esta afirmación resonante signi-
7
5
Cf. E. Schüssler Fiorenza, In Memory of Her: A Feminist Theological
B. Hooks, Aitt't I a Woman? Black Women and Feminism (Boston Reconstruction of Christian Origins (Crossroad, NY, 1983); R. Nakashima
1981), y una respuesta de S. Thistlethwaite, Sex, Race, and God: Christian Brock, Journeys by Heart: A Cbristology of Erotic Power (Crossroad, NY,
Feminism in Black and White (Crossroad, NY, 1989). 1988).
6
A. Lorde, Sister Outtider (Freedom, CA, 1984) 112. " R. Ruether, op. cit., p. 137.
496 E. A. Johnson La masculinidad de Cristo 497
fica con precisión es inconcebible. Su vida está ahora oculta en el Entre el sufrimiento y los conflictos de la historia, los miembros
sagrado misterio de Dios, mientras que su presencia es conocida de la comunidad de discípulos están en Cristo y sus propias vidas
solamente a través del Espíritu: dondequiera que dos o tres per- asumen un modelo crístico. La cristología cósmica bíblica expande
sonas se reúnan, se parta el pan y se alimente a los hambrientos. la noción de Cristo aún más (Col 1,15-20), viendo que el universo
Pero esto indica una transformación de su humanidad tan profunda mismo está destinado a ser cristomórfico en un nuevo cielo y una
que escapa a nuestra imaginación. La humildad del planteamiento nueva tierra reconciliados 10.
apofático reconoce que el lenguaje acerca de la masculinidad de
Cristo en este punto actúa bajo el signo negativo de la analogía,
más distinta que similar a cualquier masculinidad conocida en la IV. LAS MUJERES COMO «IMAGO CHRISTI»
historia.
La cristología de la sabiduría del Nuevo Testamento elabora a El igualitarismo fundamental del bautismo y las tradiciones del
Jesucristo en términos de la poderosa figura femenina de Sofía que martirio expresan el carácter de las mujeres como imago Christi en
es creador, redentor y divino renovador del pueblo de Israel y, por modos que son apreciados de nuevo. Uno en Jesús Cristo, mujeres
supuesto, del planeta entero (cap. 7,10). Diciendo sus palabras, bautizadas precisamente en su existencia corporal femenina, y no
realizando sus actos y encontrando su rechazo, Jesús es descrito aparte de ello, están vestidas con Cristo (Gal 3,27-28). Pablo indica
como el hijo de Sofía, su profeta, y en definitiva incluso su encar- el significado de esta identificación con mucha precisión utilizando
nación (Le 11,49 y Mt 23,34; Jn 1). Esta identificación es lo que la idea evocadora de la imagen/icono. La esperanza nos hace actuar
vincula al profeta crucificado con la creación misma del mundo, y con gran osadía, escribe él, pues descubrimos nuestros rostros para
sitúa los pies de la Iglesia en el camino a Nicea. La cristología de mirar fijamente a Cristo. Luego, a través del poder del Espíritu,
Jesús Sofía hace añicos el predominio masculino basado en el len- «todos nosotros somos transformados en esa misma imagen de un
guaje exclusivo acerca de Jesús como el Logos masculino eterno grado de gloria a otro» (2 Cor 3,18). El inclusivo «todos nosotros»
o el Hijo del Padre, permitiendo la articulación de incluso una alta deja en claro que toda la comunidad, mujeres tanto como hombres,
cristología encarnacional en poderosas y bellas metáforas feme- recibimos el don de la transformación «en la misma imagen», en
ninas 9. griego, el mismo eikon, es decir, la imagen/icono de Cristo. Otro
Desde el comienzo, los cristianos están marcados por la confe- ejemplo: en el designio de Dios, la comunidad es llamada «a con-
sión de que Jesús Sofía es el Cristo, el ungido, el bendito. Pero formarse a la imagen» de Cristo (Rom 8,29). El idioma griego es
esta confesión también da testimonio de la verdad que la amada instructivo, pues los miembros de la comunidad son identificados
comunidad comparte en esta cristiandad, participa en la vida, muer- como sym-morphos al eikon, es decir, compartiendo la forma de la
te y ascensión de Cristo hasta tal punto que también tiene un ca- semejanza, o formados según la imagen de Cristo. No se hace ni se
rácter cristomórfico. Desafiando a un ingenuo fisicalismo que resu- necesita distinción alguna basándose en el sexo. El ser cristomór-
me la totalidad del Cristo en el Jesús ser humano, metáforas como fico no es don distintivo del sexo. La imagen de Cristo no se halla
el Cuerpo de Cristo (1 Cor 12,12-27) y las ramas que sostienen el en la similaridad sexual con el Jesús ser humano, sino en coheren-
vino (Jn 15,1-11) expanden la realidad de Cristo para incluir a toda cia con la forma narrativa de su vida compasiva y liberadora en el
la humanidad redimida, hermanas y hermanos, aún en el camino. mundo, a través del poder del Espíritu.
9
E. Johnson, Jesús, the Wisdom of God: A Biblical Basis for a Non- 10
Elisabeth Schüssler Fiorenza, Wisdom Mythology and the Christological
Androcentric Christology: «Ephemerides Theologicae Lovaniensis» 61 (1985) Hymns of the New Testament, en Robert Wilkens (ed.), Aspects of Wisdom
261-294. in Judaism and Early Christianity (Notre Dame 1975) 17-41.
498 E, A. Johnson

Teológicamente, la capacidad de mujeres y hombres para ser V. LA MASCULINIDAD DE JESÚS EN EL CRISTO ENTERO
sym-morphos con el eikcn de Cristo es idéntica.
Una valoración similar de las mujeres en la imagen de Cristo Se han reunido elementos clave de una cristología feminista,
fluye a través del discurso acerca de quienes sufren por la fe. En aunque aún no se han sintetizado. En esa síntesis, el símbolo de
una narración magnífica, Lucas hace explícito este cristomorfismo: Cristo el redentor ocupará su lugar, pero su nexo simbólico cam-
«Pero Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discí- biará, expandiéndose para incluir símbolos tomados de la expe-
pulos del Señor, fue al gran sacerdote y le pidió cartas para las riencia femenina n. Sin las anteojeras de la antropología dualista,
sinagogas en Damasco, de modo que si encontrase a alguien perte- el símbolo de Cristo mismo se interpretará de modo inclusivo y
neciente al Camino, hombres o mujeres, podrá llevarlos atados a escatológico. En el poder del Espíritu, la historia de Jesús libera
Jerusalén». una historia de discipulado igualmente entre mujeres y hombres,
Cuando la luz del cíelo destella, cuando la voz pregunta: «¿Por que avanza en fragmentos anticípatorios de curación y liberación.
qué me persigues?», cuando Saulo pregunta: «¿Quién eres tú, Se- Entre una multiplicidad de diferencias, la masculinidad de Jesús
ñor?», surge la respuesta inmediata: «Soy Jesús, a quien tú estás se aprecia como intrínsecamente importante para su propia iden-
persiguiendo» (Hch 9,1-5). Las mujeres perseguidas son aquí iden- tidad histórica personal y el reto histórico de su ministerio, pero no
tificadas de modo explícito con Jesús, como los hombres, sin dis- teológicamente determinadora de su identidad como el Cristo ni
tinción. El intento asesino de Saulo y sus acciones atormentadoras normativa para la identidad de la comunidad cristiana. En el poder
contra las discípulas son acciones contra Cristo, sin calificación. de Espíritu-Sofía, mujeres y hombres son cristomórficos, como ne-
Escribiendo sobre ios mártires, siglos después, el Concilio Vati- gros y blancos, viejos y jóvenes, judíos y griegos, y el cosmos mis-
cano II continúa esta tradición duradera de interpretación. El mar- mo, todos en el camino hacia el nuevo cielo y la nueva tierra. De
tirio transforma a un discípulo en una imagen intensa de Cristo, modo ideal, si la igual dignidad humana de las mujeres es recono-
imago Christi, pues el mártir «perfecciona esa imagen incluso hasta cida alguna vez en la teoría y la praxis eclesiales, este debate sobre
el derramamiento de sangre» í! . En este texto conciliar no se hace la masculinidad de Cristo se desvanecerá. En una Iglesia más justa,
distinción alguna basándose en el sexo de los mártires, ni debería nunca se habría convertido en un asunto tal.
hacerse. Las cuatro monjas norteamericanas asesinadas en El Sal- E. A. JOHNSON
vador en 1980 y los seis jesuítas universitarios asesinados con su [Traducción: A. VILLALBA]
ama de llaves y su hija, diez años después, dan todos un testimonio
de la unicidad de sus propias personas y de las circunstancias que
es teológicamente idéntico.
La liturgia bautismal hasta este mismo día establece la realidad
de que la capacidad fundamental de ser iconos de Cristo es un don
no limitado por el sexo; las mujeres son el Cuerpo de Cristo. La
tradición del martirio reconoce que al entregar sus vidas, las muje-
res son cristomórficas de un modo más profundo y gráfico. El efec-
to práctico y crítico de esta verdad evangélica destruye cualquier
conexión intrínseca entre masculinidad y Cristo y se plantea como
un desafío al gobierno patriarcal.
12
Cf. la recuperación por M. Grey, Feminism, Redemption and the
11
Lumen gentium, núm. 42. Christian Tradition (Mystic 1990).
COLABORADORES DE ESTE NUMERO

INA PRAETORIUS

Nació en Karlsruhe. Hizo sus estudios de teología evangélica y de germa-


nística en Tubinga, Zurich y Heidelberg. De 1983 a 1987 es colaboradora
científica en el Instituto de Ética Social de la Universidad de Zurich, da con-
ferencias, clases y publica obras y artículos. Actualmente desempeña un encar-
go de profesora en la Facultad de Teología de la Universidad de Berna, es
investigadora independiente, madre de una bija y esposa del pastor de una
pequeña parroquia rural en Suiza. Entre sus publicaciones pueden citarse:
Geschlechtsspezifische Arbeitsteilung ais tbeologisches Problem: «Theologia
Practica» 2/1987, 136-144; Peministiscbe Ethik. Eine Einführung: «Offene
Kirche» 5-XI-1988, 2-7; Retirada del servicio. Ética feminista y ciencias natu-
rales: «Concilium» 223 (1989) 429-438; Der kleine Unterschied ztvischen
Mutter und Retorte, oder: Vom Frauenbild des (Natur-)Wissenschaftlers
en Jürg von Ins/Peter Grossmann (eds.), Künstliches Leben - arztliche Kunst
(Zurich 1989) 75-91; Biotechnologie und Ethik: «Neue Wege» 4/1990,
103-111.
(Dirección: Bühl, CH-9622 Krinau, Suiza.)

ROSEMARY RADFORD RUETHER

Es profesora de teología aplicada en el seminario de teología de la Garrett-


Evangelical en Evanston, Illinois, Estados Unidos. Es autora de numerosos
libros y artículos sobre teología de la liberación feminista, entre ellos Sexism
and God-Talk: Toward a Peminist Theology (1983); Sexismus und die Rede
von Gott (1985); Women-Guides: Texts for Peminist Theology (1985);
Frauenbilder, Gottesbilder: Peministiscbe Erfahrungen in religionsgeschicht-
lichen Texten (1985); Women-Church: Theology and Practice of Peminist
Liturgical Communities (1986); Vnsere Wunden Heilen/Unsere Befreiung
feiern (1986). Ha escrito también obras sobre las relaciones judeocristianas:
Faith and Pratricide: The Theological Roots of Antisemitism (1974); Nach-
stenliebe und Brudermord: Die Theologischen Wurzeln des Antisemitismus
(1978); y también sobre las raíces religiosas del conflicto judeopalestino: The
Wrath of Jonah: The Crisis of Religious Nationalism in the Israeli-Palestinian
Conflict (1989).
(Dirección: Garrett-Evangelical Theological Seminary, 2121 Sheridan Road,
Evanston, 111 .-60201, EE. UU.)
KWOK PUI-LAN SYLVIA MARCOS

Es escritora, conferenciante, madre y teóloga. Se doctoró en la Universidad Ha investigado y publicado trabajos sobre asuntos del género en el México
de Harvard y enseña religión y sociedad en la Universidad China de Hong- antiguo y contemporáneo. Recientemente recibió el Rockefeller Humanist in
Kong. Activa en el movimiento ecuménico en Asia, ha dado conferencias sobre Residence Award en el Women's Studies Program del Hunter College de la
teología feminista asiática en muchos países de la zona. Es autora de un libro ciudad de Nueva York. Ha sido investigadora asociada en el Women's
de próxima aparición: Chínese Women and Cbristianity, 1860-1927, y co- Program for Sociology and the Psychology of Religión en la Harvard Divinity
editora de Inheriting our Mother's Gardens: Feminist Theology in Third School. Actualmente es editora internacional de Gender and Society, investi-
World Perspective. Sus artículos también se publican en «East Asian Journal gadora asociada del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México
of Theology» y «Journal of Feminist Studies in Religión». y profesora de Psicología Social en la Universidad Autónoma del Estado de
(Dirección: Chung Chi College. The Chínese University of Hong-Kong. Morelos. También es psicóloga clínica en ejercicio privado en México.
Theology Building, Shatin, N. T., Hong-Kong.) (Dirección: Apartado 698, Cuernavaca, Morelos, 6200 México.)

MARY-JOHN MANANZAN SARAH COAKLEY

Es la presidenta nacional de GABRIELA, una federación nacional de orga- Sarah Coakley (Londres 1951) estudió teología en las Universidades de
nizaciones femeninas. También es la decana del St. Scholastica's College y di- Cambridge y Harvard y desde 1976 ha sido catedrática (lecturer) y más re-
rectora del Institute of Women's Studies. Es cofundadora de la Citizen's cientemente catedrática sénior (sénior lecturer) de estudios religiosos en la
Alliance for Consumer Protection, siendo su actual secretaria general, y del Universidad de Lancaster. En octubre de 1991 ocupó la cátedra de teología
Center for Women's Resources, del que es presidenta del Consejo de Asesores. del Oriel College, Oxford, y dará clases sobre asuntos sistemáticos y feminis-
(Dirección: St. Scholastica's College, 2560 León Guinto Street, P. O. Box tas para la Facultad de Teología de Oxford. Es autora de Christ without
3153. D-406 Manila, Filipinas.) Absolutes (Oxford 1988) y actualmente edita un libro sobre Religión and the
Body (Cambridge 1992), de próxima aparición. En 1982 se convirtió en la
primera mujer que se incorporó a la Comisión de Doctrina de la Iglesia de
LINDA M. MALONEY Inglaterra, y ha aportado capítulos sobre pensamiento y plegaria trinitarios
a sus dos informes más recientes: We believe in God (Londres 1987) y
Es doctora en filosofía por la American Studies de la Universidad de We believe in the Holy Spirit (Londres 1991).
St. Louis y doctora en teología por la Universidad Eberhard-Karls de Tubinga. (Dirección: Lancaster University, Dept. of Religious Studies. Lancaster
Es autora de All That Had Done With Them: The Narration of the Works LA1 4YG, Reino Unido.)
of God in the Early Christian Community as Described in the Acts of the
Apostles (Nueva York 1991). La doctora Maloney es profesora ayudante de KATHERINE E. ZAPPONE
Estudios del Nuevo Testamento en la Franciscan School of Theology, Gra-
dúate Theological Union. Enseña en la Escuela de Estudios Hebraicos, Bíblicos y Teológicos en el
(Dirección: Franciscan School of Theology, 1712 Euclid Avenue, Berkeley, Trinity College, Dublín, y codirige «The Santy Educational Project», un pro-
Cal. 94709, EE. UU.) grama para mujeres y hombres con posibilidades educativas y económicas
limitadas. Edita una publicación irlandesa sobre espiritualidad feminista, ha
ELISABETH GOSSMANN aportado recientemente un artículo sobre ética feminista a la colección Ethics
and the Christian (Dublín) y su libro The Hope for Wholeness: A Spirituality
Nació en 1928 en Osnabrück. Es profesora honoraria de la Universidad for Feminist aparecerá este año editado por Twenty-Third Publications,
de Seishin de Tokio y profesora extraordinaria en la Facultad de Filosofía de Mystic, TC.
la Universidad de Munich. Tiene muchas publicaciones en el campo de la (Dirección: University of Dublin, Trinity College. School of Hebrew,
interpretación de la Edad Media, la historia de las religiones en Japón y la Biblical & Theological Studies, Dublin 2, Irlanda.)
investigación teológica y filosófica sobre la mujer. Muchas se han traducido
al japonés, francés, español, italiano y holandés.
(Dirección: Sollnerstrasse 57, D-8000 München 71, Alemania.)
M." C. I.UCCHETTI BINGEMER

Casada, madre de tres hijos. Profesora de teología sistemática en la Pon-


tificia Universidad Católica de Río de Janeiro. Investigadora del Centro
Joáo XXIII-IBRADES, Río de Janeiro, y coordinadora regional latinoame-
ricana de la Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo (EATWOT).
Doctorada en teología por la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma en
1989. Publicaciones más recientes: O misterio de Deus na mulher (Río de
Janeiro 1991); O lugar da mulher (Sao Paulo 1991); Em tudo amar e servir.
Mística trinitaria e praxis crista em Santo Inácio de hoyóla (Sao Paulo 1990);
The Holy Spirit as possibility of universal dialogue and mission, en L. Swidler
y P. Mohzes (eds.), Christian mission and interreligious dialogue (Col. Reli-
gions in Dialogue, vol. 4, The Edwin Mellen Press, Lewiston-Queeston-
Lampeter 1990) 34-41; Solidariedade ou confuto - possibilidades de diálogo
entre a Doutrina Social da Igreja e a Teología da Libertacáo: «Revista Ecle-
siástica Brasileira» 50 (1990) 844-857; A pneumatijicacáo da antropología, da
Igreja e da praxis: «Convergencia» 25 (1990) 258-271; «Como o Pai me
enviou, eu tamben vos envió» (A mulher na evangelizacáo): «Perspectiva
Teológica» 22 (1990) 289-309; Teología e Espiritualidade. Observacóes meto-
dológicas sobre a abordagem teológica da obra de Inácio de Loyola: «Perspec-
tiva Teológica» 22 (1990) 205-220.
(Dirección: Rúa Aímírante Salgado, 51, Laranjeiras, 22240 Río de Janeiro
RJ, Brasil.)

ELIZABETH A. JOHNSON

Catedrática de teología en la Catholic University of America, Washing-


ton, DC. Es miembro del USA Lutheran < , Román Catholic Dialogue y ex
miembro del Consejo de Directores de la Sociedad Teológica Católica de
América. Autora de más de treinta artículos en publicaciones teológicas, su
trabajo más reciente es Consider Jesús: Waves of Renewal in Christology
(Nueva York-Londres 1990). Sus clases le han llevado a Suráfrica, Canadá,
México y a numerosas universidades e iglesias estadounidenses.
(Dirección: The Catholic University of America, School of Religious Stn-
dies, Dept. of Theology, Washington, DC, 20064, EE. UU.)

Potrebbero piacerti anche