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1. INTRODUCCIÓN
"Casi todo el mundo piensa que sabe qué es una emoción hasta que intenta definirla.
En ese momento prácticamente nadie afirma poder entenderla" (Wenger, Jones y Jones, 1962, pg. 3).
La psicología de la emoción es una de las áreas de la psicología en la que existe un mayor número de
modelos teóricos, pero quizás también un conocimiento menos preciso. Posiblemente sea debido a que se
trata, por las propias características del objeto de estudio, de un campo difícil de investigar, en el que los
estudios sistemáticos son recientes y quizá hasta hace unas décadas mucho más escasos que en cualquier
otro proceso psicológico, al tiempo que la metodología utilizada es, si cabe, mucho más variada y diversa.
En la exposición de los aspectos conceptuales de la motivación vamos a seguir la misma lógica que en lo
que se refiere a la motivación, esto es, centrarnos en las variables principales que están incidiendo sobre la
emoción y relacionar en ese contexto las aportaciones teóricas y experimentales de diferentes autores.
Habitualmente se entiende por emoción una experiencia multidimensional con al menos tres sistemas de
respuesta: cognitivo/subjetivo; conductual/expresivo y fisiológico/adaptativo. Este planteamiento coincide con el
modelo tridimensional de la ansiedad propuesto por Lang (1968). Para entender la emoción es conveniente
atender a estas tres dimensiones por las que se manifiesta, teniendo en cuenta que, al igual que en el caso de
la ansiedad, suele aparecer desincronía entre los tres sistemas de respuesta.
Además, cada una de estas dimensiones puede adquirir especial relevancia en una emoción en concreto,
en una persona en particular, o ante una situación determinada. En muchas ocasiones, las diferencias entre los
distintos modelos teóricos de la emoción se deben únicamente al papel que otorgan a cada una de las
dimensiones que hemos mencionado.
Cualquier proceso psicológico conlleva una experiencia emocional de mayor o menor intensidad y de
diferente cualidad. Podemos convenir que la reacción emocional (de diversa cualidad y magnitud) es algo
omnipresente a todo proceso psicológico.
Desde el advenimiento de la psicología científica ha habido sucesivos intentos por analizar la emoción en
sus componentes principales que permitieran tanto su clasificación, como la distinción entre las mismas. Quizá
la más conocida sea la de teoría tridimensional del sentimiento de Wundt (1896), que defiende que éstos se
pueden analizar en función de tres dimensiones: agrado-desagrado; tensión-relajación y excitación-calma. Cada
una de las emociones puede entenderse como una combinación específica de las dimensiones que hemos
mencionado.
A partir del planteamiento de Wundt se han propuesto diferentes dimensiones que caracterizarían las
emociones (Schlosberg, 1954; Engen, Levy y Schlosberg, 1958). No obstante, las únicas que son aceptadas
por prácticamente todos los autores y que además son ortogonales son la dimensión agrado-desagrado y la
intensidad de la reacción emocional (Zajonc, 1980), si bien atendiendo únicamente a éstas no puede
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establecerse una clasificación exahustiva y excluyente de todas las reacciones afectivas, puesto que emociones
como la ira o el odio pueden ser desagradables e intensas y no se trata del mismo tipo de emoción.
Es difícil, entonces, lograr una clasificación exahustiva de todas las emociones posibles en base a
dimensiones independientes. No obstante, la dimensión agradodesagrado sería exclusiva y característica de las
emociones, de forma que todas reacciones afectivas se comprometerían en dicha dimensión en alguna medida.
Esta dimensión alguedónica de placer-displacer sería la característica definitoria de la emoción respecto a
cualquier otro proceso psicológico. De forma similar, Oatley (1992) señala que lo realmente definitorio y
diferenciador de las emociones es la disposición para la acción y la "cualidad fenomenológica". Así, una
emoción podría definirse como una experiencia afectiva en cierta medida agradable o desagradable, que
supone una cualidad fenomenológica característica y que compromete tres sistemas de respuesta: cognitivo-
subjetivo, conductual-expresivo y fisiológico-adaptativo.
La relevancia de las emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin
(1872/1984), quien argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un
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papel de extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos
menos sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres
principios exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son
el de hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso.
Los autores más relevantes de orientación neo-darwinista son Plutchik (1970),
Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos más adelante, los investigadores que se
centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones ponen especial interés en el estudio de la
expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones básicas, estudios transculturales de las
mismas y funciones específicas que representan.
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La función motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la
existencia de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la
reacción afectiva.
La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se
producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta
motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda
conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas
conductas motivadas y no otras.
3. EMOCIONES BÁSICAS
Una de las cuestiones teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el
estudio de la emoción es la existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el
resto de reacciones afectivas. La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de
los planteamientos de Darwin y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas,
presentes en todos los seres humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963;
Ekman, 1984; Izard, 1977). La diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en
una determinada dimensión, sino que serían cualitativamente diferentes.
Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier emoción para ser considerada como básica
son los siguientes:
-Tener un sustrato neural específico y distintivo.
-Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva.
-Poseer sentimientos específicos y distintivos.
-Derivar de procesos biológicos evolutivos.
-Manifestar propiedades motivacionales y organizativas de funciones adaptativas.
Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos requisitos son: placer, interés, sorpresa,
tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma emoción culpa y vergüenza, dado que no
pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte, Ekman, otro de los autores relevantes en el
estudio de la emoción, considera que son seis las emociones básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y
miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman, 1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y
Matsumoto, 1991a y b).
En general, quienes defienden la existencia de emociones básicas asumen que se trata de procesos
directamente relacionados con la adaptación y la evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un
estado afectivo asociado único. Para Izard (1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son
fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de la selección natural, que organizan y motivan
comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la adaptación.
Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema controvertido,
sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner (1990) señalan
que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las demás, ya que cada
autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con las que proponen otros
investigadores. Si realmente existieran emociones básicas claramente distintivas no debería existir tal
desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan las emociones
básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al medio, se
encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las emociones básicas
de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que todas las emociones
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se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están muy relacionadas y su
distinción es fundamentalmente didáctica.
Ekman (1992) sale al paso de las críticas de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones
básicas a nivel fisiológico corroborado por la existencia de una serie de universales en la expresión emocional
demostrados transculturalmente, así como por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las
diferentes manifestaciones de actividad del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas
motoras apropiadas para las distintas emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían
directamente relacionadas con la adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón
de actividad autonómica específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio.
No obstante, los resultados en este particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos
de respuesta característicos de cada reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se
ha esgrimido con mayor vehemencia para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que
tanto la expresión como el reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darvinista fue
expuesto inicialmente por Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman,
1994; Izard, 1994). No obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen
estudios experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de
la expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de
importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c).
FELICIDAD
Características La felicidad favorece la recepción e interpretación positiva de los diversos estímulos
ambientales. No es fugaz, como el placer, sino que pretende una estabilidad emocional
duradera (Delgado, 1992).
Instigadores -Logro, consecución exitosa de los objetivos que se pretenden.
Congruencia entre lo que se desea y lo que se posee, entre las expectativas y las
condiciones actuales y en la comparación con los demás (Michalos, 1986)
Actividad Aumento en actividad en el hipotálamo, septum y núcleo amigdalino (Delgado, 1992)
fisiológica -Aumento en frecuencia cardiaca, si bien la reactividad cardiovascular es menor que en
otras emociones, como ira y miedo (Cacioppo y cols., 1993).
-Incremento en frecuencia respiratoria (Averill, 1969)
Procesos -Facilita la empatía, lo que favorecerá la aparición de conductas altruistas (Isen, Daubman
cognitivos y Norwicki, 1987)
implicados -Favorece el rendimiento cognitivo, solución de problemas y creatividad (Isen y Daubman,
1984), así como el aprendizaje y la memoria (Nasby y Yando, 1982).
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-Dicha relación, no obstante, es paradójica, ya que estados muy intensos de alegría
pueden enlentecer la ejecución e incluso pasar por alto algún elemento importante en
solución de problemas y puede interferir con el pensamiento creativo (Izard, 1991).
Función -Incremento en la capacidad para disfrutar de diferentes aspectos de la vida.
-Genera actitudes positivas hacia uno mismo y los demás, favorece el altruismo y empatía
(Isen, Daubman y Norwicki, 1987).
-Establecer nexos y favorecer las relaciones interpersonales (Izard, 1991)
-Sensaciones de vigorosidad, competencia, trascendencia y libertad (Meadows,1975)
-Favorece procesos cognitivos y de aprendizaje, curiosidad y flexibilidad mental
(Langsdorf, Izard, Rayias y Hembree, 1983).
Experiencia -Estado placentero, deseable, sensación de bienestar.
subjetiva -Sensación de autoestima y autoconfianza (Averill y More, 1993).
IRA
Características La ira es el componente emocional del complejo AHI (Agresividad-Hostilidad-Ira). La
hostilidad hace referencia al componente cognitivo y la agresividad al conductual. Dicho
síndrome está relacionado con trastornos psicofisiológicos, especialmente las alteraciones
cardiovasculares (Fdez-Abascal y Martín, 1994a,b).
Instigadores -Estimulación aversiva, tanto física o sensorial, como cognitiva (Berkowitz, 1990)
-Condiciones que generan frustración (Miller, 1941), interrupción de una conducta
motivada, situaciones injustas (Izard, 1991), o atentados contra valores morales
(Berkowitz, 1990).
-Extinción de la operante, especialmente en programas de reforzamiento continuo
(Skinner, 1953
-Inmovilidad (Watson, 1925), restricción física o psicológica (Campos y Stenberg, 1981)
Actividad -Elevada actividad neuronal y muscular (Tomkins, 1963).
fisiológica -Reactividad cardiovascular intensa (elevación en los índices de frecuencia cardiaca,
presión sistólica y diastólica) (Cacioppo y cols., 1993).
Procesos -Focalización de la atención en los obstáculos externos que impiden la consecución del
cognitivos objetivo o son responsables de la frustración (Stein y Jewett, 1986).
implicados -Obnubilación, incapacidad o dificultad para la ejecución eficaz de procesos cognitivos.
Función -Movilización de energía para las reacciones de autodefensa o de ataque (Averill, 1982).
-Eliminación de los obstáculos que impiden la consecución de los objetivos deseados y
generan frustración. Si bien la ira no siempre concluye en agresión (Lemerise y Dodge,
1993), al menos sirve para inhibir las reacciones indeseables de otros sujetos e incluso
evitar una situación de confrontación.
Experiencia -Sensación de energía e impulsividad, necesidad de actuar de forma intensa e inmediata
subjetiva (física o verbalmente) para solucionar de forma activa la situación problemática.
-Se experimenta como una experiencia aversiva, desagradable e intensa. Relacionada
con impaciencia.
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MIEDO
Características El miedo y la ansiedad quizá sean las emociones que han generado mayor cantidad de
investigación y sobre las que se han desarrollado un arsenal de técnicas de intervención
desde cualquier orientación teórica en psicología. El componente patológico son los
trastornos por ansiedad están relacionados con una reacción de miedo desmedida e
inapropiada. Es una de las reacciones que produce mayor cantidad de trastornos
mentales, conductuales, emocionales y psicosomáticos. La distinción entre ansiedad y
miedo podría concretarse en que la reacción de miedo se produce ante un peligro real y la
reacción es proporcionada a éste, mientras que la ansiedad es desproporcionadamente
intensa con la supuesta peligrosidad del estímulo. (Bermúdez y Luna, 1980; Miguel-Tobal,
1995).
Instigadores -Situaciones potencialmente peligrosas o EC's que producen RC de miedo. Los estímulos
condicionados a una reacción de miedo pueden ser de lo más variado y, por supuesto,
carecer objetivamente de peligro.
-Situaciones novedosas y misteriosas, especialmente en niños (Schwartz, Izard y Ansul,
1985).
-Abismo visual (Gibson y Walk, 1960) en niños, así como altura y profundidad (Campos,
Hiatt, Ramsay, Henderson y Svejda, 1978)
-Procesos de valoración secundaria que interpretan una situación como peligrosa
(Lazarus, 1977, 1991a).
-Dolor y anticipación del dolor (Fernández y Turk, 1992)
-Pérdida de sustento (Watson, 1920) y, en general, cambio repentino de estimulación.
Actividad -Aceleración de la frecuencia cardiaca, incremento de la conductancia y de las
fisiológica fluctuaciones de la misma. (Cacioppo y cols., 1993).
Procesos -Valoración primaria: amenaza. Valoración secundaria: ausencia de estrategias de
cognitivos afrontamiento apropiadas. (Lazarus, 1993).
implicados -Reducción de la eficacia de los procesos cognitivos, obnubilación.
Focalización de la percepción casi con exclusividad en el estímulo temido.
Función -Facilitación de respuestas de escape o evitación de la situación peligrosa. El miedo es la
reacción emocional más relevante en los procedimientos de reforzamiento negativo
(Pierce y Epling, 1995).
-Al prestar una atención casi exclusiva al estímulo temido, facilita que el organismo
reaccione rápidamente ante el mismo.
-Moviliza gran cantidad de energía. El organismo puede ejecutar respuestas de manera
mucho más intensa que en condiciones normales. Si la reacción es excesiva, la eficacia
disminuye, según la relación entre activación y rendimiento (Yerkes y Dodson, 1908).
Experiencia -Se trata de una de las emociones más intensas y desagradables.
subjetiva Genera aprensión, desasosiego y malestar.
-Preocupación, recelo por la propia seguridad o por la salud.
-Sensación de pérdida de control.
TRISTEZA
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Características -Aunque se considera tradicionalmente como una de las emociones
displacenteras, no siempre es negativa (Stearns, 1993). Existe gran variabilidad cultural e
incluso algunas culturas no poseen palabras para definirla.
Instigadores -Separación física o psicológica, pérdida o fracaso (Camras y Allison, 1989)
-Decepción, especialmente si se han desvanecido esperanzas puestas en algo.
-Situaciones de indefensión, ausencia de predicción y control. Según Seligman (1975) la
tristeza aparece después de una experiencia en la que se genera miedo debido a que la
tristeza es el proceso oponente del pánico y actividad frenética.
-Ausencia de actividades reforzadas y conductas adaptativas (Lewinsohn, 1974)
-Dolor crónico (Sternbach, 1978, 1982).
Actividad -Actividad neurológica elevada y sostenida (Reeve, 1994).
fisiológica -Ligero aumento en frecuencia cardiaca, presión sanguínea y resistencia eléctrica de la
piel (Sinha, Lovallo y Parsons, 1992).
Procesos -Valoración de pérdida o daño que no puede ser reparado (Stein y Levine, 1990).
cognitivos -Focalización de la atención en las consecuencias a nivel interno de la situación (Stein y
implicados Jewett, 1986).
-La tristeza puede inducir a un proceso cognitivo característico de depresión (tríada
cognitiva, esquemas depresivos y errores en el procesamiento de la información), que
son, según Beck, los factores principales en el desarrollo de dicho trastorno emocional
(Beck, 1983)
Función -Cohesión con otras personas, especialmente con aquéllos que se encuentran en la
misma situación (Averill, 1979).
-Disminución en el ritmo de actividad. Valoración de otros aspectos de la vida que antes
de la pérdida no se les prestaba atención (Izard, 1991).
-Comunicación a los demás que no se encuentra bien y ello puede generar ayuda de otras
personas (Tomkins, 1963), así como apaciguamiento de reacciones de agresión por parte
de los demás (Savitsky y Sim, 1974), empatía, o comportamientos altruistas
(Huebner e Izard, 1988).
Experiencia -Desánimo, melancolía, desaliento.
subjetiva -Pérdida de energía
SORPRESA
Características -Se trata de una reacción emocional neutra, que se produce de forma inmediata ante una
situación novedosa o extraña y que se desvanece rápidamente, dejando paso a las
emociones congruentes con dicha estimulación. (Reeve, 1994).
Instigadores -Estímulos novedosos débiles o moderadamente intensos, acontecimientos inesperados.
-Aumento brusco de estimulación.
-Interrupción de la actividad que se está realizando en ese momento.
Actividad -Patrón fisiológico característico del reflejo de orientación: disminución de la frecuencia
fisiológica cardiaca,
-Incremento momentáneo de la actividad neuronal.
Procesos -Atención y memoria de trabajo dedicadas a procesar la información novedosa.
cognitivos -Incremento en general de la actividad cognitiva.
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implicados
ASCO
Características -El asco es una de las reacciones emocionales en las que las sensaciones fisiológicas son
más patentes. La mayoría de las reacciones de asco se generan por condicionamiento
interoceptivo.
Está relacionado con trastornos del comportamiento, tales como la anorexia y bulimia,
pero puede ser el componente terapéutico principal de los tratamientos basados en
condicionamiento aversivo, tales como la técnica de fumar rápido (Becoña, 1985).
Instigadores -Estímulos desagradables (químicos fundamentalmente) potencialmente peligrosos o
molestos.
-EC´s condicionados aversivamente. Los EI's suelen ser olfativos o gustativos.
Actividad -Aumento en reactividad gastrointestinal
fisiológica -Tensión muscular.
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Oliva Delgado, A (2004). Estado actual de la teoría del Apego. Revista
de Psiquiatría y Psicología del Niño y del Adolescente, 4 (1); 65-81.
Recuperado de http://psiquiatriainfantil.org/numero4/Apego.pdf
ESTADO ACTUAL DE LA TEORÍA DEL APEGO
Current state of The Attachment theory
RESUMEN
La teoría formulada por John Bowlby y Mary Ainsworth sobre el apego o vínculo afectivo que se establece
entre madre e hijo constituye uno de los planteamientos teóricos más sólidos en el campo del desarrollo socio-
emocional. Lejos de verse debilitada con el paso del tiempo, dicha teoría se ha visto afianzada y enriquecida
por una gran cantidad de investigaciones realizadas en los últimos años que la han convertido en una de las
principales áreas de investigación evolutiva.
En el presente artículo se presentan, partiendo de los planteamientos iniciales, las aportaciones más recientes
en este campo, tales como la transmisión intergeneracional de la seguridad en el apego, las diferencias entre
el tipo de apego establecido con el padre y con la madre, el apego múltiple a más de una figura, las relaciones
entre la seguridad en el apego y los cuidados alternativos (day -care), las relaciones entre temperamento y
apego, y la validez cultural de la teoría del apego.
Palabras clave: Apego, procedimiento de la "Situación del Extraño", modelo representacional, validez
transcultural.
ABSTRAC
The theory formulated by John Bowlby and Mary Ainsworth on the attachment or affective link that is
established between mother and son constitutes one of the most solid theoretical approaches in the field of
the socio-emotional development. Far from turn debilitated with the passage of time, the above mentioned
theory has met guaranteed and enriched by a great quantity of researches realized in the last years that have
turned her into one of the principal areas of evolutive investigations.
In the present article they appear, departing from the initial approaches, the most recent contributions in this
field, such as the intergenerational transmission of the security in the attachment, the differences between the
type of attachment established with the father and with the mother, the multiple attachment to more than one
figure, the relations between the security in the attachment and the day-care, the relations between
temperament and attachment, and the cultural validity of the theory of the attachment. Key words: Attachment,
"Strange Situation" procedure, internal working model, crosscultural validity
Antecedentes históricos
La teoría del apego constituye una de las construcciones teóricas más sólidas dentro del campo del
desarrollo socioemocional. Desde sus planteamientos iniciales, a finales de los 50, esta teoría ha
experimentado importantes modificaciones y ha ido recogiendo las críticas y las aportaciones de distintos
investigadores que, lejos de debilitarla, la han dotado de un vigor y una solidez considerable.
El surgimiento de la teoría del apego puede considerarse sin ninguna duda uno de los hitos
fundamentales de la psicología contemporánea. Alejándose de los planteamientos teóricos
psicoanalíticos, que habían considerado que el estrecho vínculo afectivo que se establecía entre el bebé
y su madre era un amor interesado que surgía a partir de las experiencias de alimentación con la madre,
John Bowlby (1907-1991) supo elaborar una elegante teoría en el marco de la etología. No obstante, a
pesar de mostrar una indudable orientación etológica al considerar el apego entre madre e hijo como
una conducta instintiva con un claro valor adaptativo, su concepción de la conducta instintiva iba más
allá de las explicaciones que habían ofrecido etólogos como Lorenz, con un modelo energético-hidraúlico
muy en consonancia con los antiguos postulados de la física mecánica. Basándose en la teoría de los
sistemas de control, Bowlby (1969) planteó que la conducta instintiva no es una pauta fija de
comportamiento que se reproduce siempre de la misma forma ante una determinada estimulación, sino
un plan programado con corrección de objetivos en función de la retroalimentación, que se adapta,
modificándose, a las condiciones ambientales.
El modelo de Bowlby
El modelo propuesto por Bowlby se basaba en la existencia de cuatro sistemas de conductas
relacionados entre sí: el sistema de conductas de apego, el sistema de exploración, el sistema de miedo
a los extraños y el sistema afiliativo. El sistema de conductas de apego se refiere a todas aquellas
conductas que están al servicio del mantenimiento de la proximidad y el contacto con las figuras de
apego (sonrisas, lloros, contactos táctiles, etc.). Se trata de conductas que se activan cuando aumenta
la distancia con la figura de apego o cuando se perciben señales de amenazas, poniéndose en marcha
para restablecer la proximidad. El sistema de exploración está en estrecha relación con el anterior, ya
que muestra una cierta incompatibilidad con él: cuando se activan las conductas de apego disminuye la
exploración del entorno. El sistema de miedo a los extraños muestra también su relación con los
anteriores, ya que su aparición supone la disminución de las conductas exploratorias y el aumento de
las conductas de apego. Por último, y en cierta contradicción con el miedo a los extraños, el sistema
afiliativo se refiere al interés que muestran los individuos, no sólo de la especie humana, por mantener
proximidad e interactuar con otros sujetos, incluso con aquellos con quienes no se han establecido
vínculos afectivos.
Por lo tanto, lejos de encontrarnos ante una simple conducta instintiva que aparece siempre de forma
semejante ante la presencia de un determinado estímulo o señal, el apego hace referencia a una serie
de conductas diversas, cuya activación y desactivación, así como la intensidad y morfología de sus
manifestaciones, va a depender de diversos factores contextuales e individuales.
Tipos de apego.
Durante los años sesenta, Schaffer y Emerson (1964) realizaron en Escocia una serie de
observaciones sobre sesenta bebés y sus familias durante los dos primeros años de vida. Este estudio
puso de manifiesto que el tipo de vínculo que los niños establecían con sus padres dependía
fundamentalmente de la sensibilidad y capacidad de respuesta del adulto con respecto a las necesidades
del bebé. Mary Ainsworth, en el análisis de los datos que había recogido en sus observaciones de los
Ganda en Uganda, encontró una información muy rica para el estudio de las diferencias en la calidad de
la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Estos datos también revelaron la
importancia de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.
Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro que lloraban poco y
se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego inseguro, que
lloraban frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no
mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Otro trabajo realizado posteriormente en
Baltimore (Bell y Ainsworth, 1972) confirmó estos datos. Ainsworth diseñó una situación experimental, la
Situación del Extraño (Ainsworth y Bell, 1970), para examinar el equilibrio entre las conductas de apego
y de exploración, bajo condiciones de alto estrés. La Situación del Extraño es una situación de laboratorio
de unos veinte minutos de duración con ocho episodios. La madre y el niño son introducidos en una sala
de juego en la que se incorpora una desconocida. Mientras esta persona juega con el niño, la madre
sale de la habitación dejando al niño con la persona extraña. La madre regresa y vuelve a salir, esta vez
con la desconocida, dejando al niño completamente solo. Finalmente regresan la madre y la extraña.
Como esperaba, Ainsworth encontró que los niños exploraban y jugaban más en presencia de su madre,
y que esta conducta disminuía cuando entraba la desconocida y, sobre todo, cuando salía la madre. A
partir, de estos datos, quedaba claro que el niño utiliza a la madre como una base segura para la
exploración, y que la percepción de cualquier amenaza activaba las conductas de apego y hacía
desaparecer las conductas exploratorias.
Ainsworth encontró claras diferencias individuales en el comportamiento de los niños en esta
situación. Estas diferencias le permitieron describir tres patrones conductuales que eran representativos
de los distintos tipos de apego establecidos:
1. Niños de apego seguro (B). Inmediatamente después de entrar en la sala de juego, estos niños
usaban a su madre como una base a partir de la que comenzaban a explorar. Cuando la madre salía de
la habitación, su conducta exploratoria disminuía y se mostraban claramente afectados. Su regreso les
alegraba claramente y se acercaban a ella buscando el contacto físico durante unos instantes para luego
continuar su conducta exploratoria.
Cuando Ainsworth examinó las observaciones que había realizado en los hogares de estos niños,
encontró que sus madres habían sido calificadas como muy sensibles y responsivas a las llamadas del
bebé, mostrándose disponibles cuando sus hijos las necesitaban. En cuanto a los niños, lloraban poco
en casa y usaban a su madre como una base segura para explorar.
Ainsworth creía que estos niños mostraban un patrón saludable en sus conductas de apego. La
responsividad diaria de sus madres les había dado confianza en ellas como protección, por lo que su
simple presencia en la Situación del Extraño les animaba a explorar los alrededores. Al mismo tiempo,
sus respuestas a su partida y regreso revelaban la fuerte necesidad que tenían de su proximidad. Este
modelo ha sido encontrado en un 65-70% de los niños observados en distintas investigaciones
realizadas en EE. UU.
2. Niños de apego inseguro-evitativo (A). Se trataba de niños que se mostraban bastante
independientes en la Situación del Extraño. Desde el primer momento comenzaban a explorar e
inspeccionar los juguetes, aunque sin utilizar a su madre como base segura, ya que no la miraban para
comprobar su presencia, sino que la ignoraban. Cuando la madre abandonaba la habitación no parecían
verse afectados y tampoco buscaban acercarse y contactar físicamente con ella a su regreso. Incluso si
su madre buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento.
Debido a su conducta independiente en la Situación del Extraño en principio su conducta podría
interpretarse como saludable. Sin embargo, Ainsworth intuyó que se trataba de niños con dificultades
emocionales; su desapego era semejante al mostrado por los niños que habían experimentado
separaciones dolorosas.
Las observaciones en el hogar apoyaban esta interpretación, ya que las madres de estos niños se
habían mostrado relativamente insensibles a las peticiones del niño y rechazantes. Los niños se
mostraban inseguros, y en algunos casos muy preocupados por la proximidad de la madre, llorando
intensamente cuando abandonaba la habitación.
La interpretación global de Ainsworth era que cuando estos niños entraban en la Situación del
Extraño comprendían que no podían contar con el apoyo de su madre y reaccionaban de forma
defensiva, adoptando una postura de indiferencia. Habiendo sufrido muchos rechazos en el pasado,
intentaban negar la necesidad que tenían de su madre para evitar frustraciones. Así, cuando la madre
regresaba a la habitación, ellos renunciaban a mirarla, negando cualquier tipo de sentimientos hacia ella.
Estos niños suponen el 20% del total de niños estudiados en EE. UU.
3. Niños de apego inseguro-ambivalente (C). Estos niños se mostraban tan preocupados por el
paradero de sus madres que apenas exploraban en la Situación del Extraño. Pasaban un mal rato
cuando ésta salía de la habitación, y ante su regreso se mostraban ambivalentes. Estos niños vacilaban
entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de
contacto.
En el hogar, las madres de estos niños habían procedido de forma inconsistente, se habían mostrado
sensibles y cálidas en algunas ocasiones y frías e insensibles en otras. Estas pautas de comportamiento
habían llevado al niño a la inseguridad sobre la disponibilidad de su madre cuando la necesitasen. El
porcentaje que los estudios realizados en EE. UU. encuentran de este tipo de apego ronda el 10%. Sin
embargo, en estudios realizados en Israel y Japón se encuentran porcentajes más altos.
Además de los datos de Ainsworth, diversos estudios realizados en distintas culturas han encontrado
relación entre el apego inseguro-ambivalente y la escasa disponibilidad de la madre. Frente a las madres
de los niños de apego seguro que se muestran disponibles y responsivas, y las de apego inseguro-
evitativo que se muestran rechazantes, el rasgo que mejor define a estas madres es el no estar siempre
disponibles para atender las llamadas del niño. Son poco sensibles y atienden menos al niño, iniciando
menos interacciones. Sin embargo, el hecho de que en algunos estudios (Isabella, 1993; Stevenson-
Hinde y Shouldice, 1995) se haya encontrado que en algunas circunstancias estas madres se muestran
responsivas y sensibles, podría indicar que son capaces de interactuar positivamente con el niño cuando
se encuentran de buen humor y poco estresadas.
Un aspecto muy destacado del comportamiento de estas madres tiene que ver con su actitud ante
la conducta exploratoria del niño, ya que los estudios que han considerado este aspecto han hallado que
tienden a intervenir cuando el niño explora, interfiriendo con esta conducta. Este aspecto, unido al
anterior, aumenta la dependencia y falta de autonomía del niño, y sirve para explicar la percepción que
el niño puede llegar a tener sobre el comportamiento contradictorio de la madre.
Algunos autores (Cassidy y Berlin, 1994) consideran el comportamiento de estas madres como fruto
de una estrategia, no necesariamente consciente, dirigida a aumentar la dependencia del niño,
asegurando su cercanía y utilizándole como figura de apego. Así, la no responsividad materna puede
verse como una estrategia para aumentar la petición de atención del niño. Al igual que la inmadurez del
niño aumenta la conducta de cuidados de la madre, la incompetencia de la madre aumenta la atención
del niño a la madre, en una reversibilidad de roles.
En cuanto al comportamiento del niño, puede explicarse como una respuesta a un padre o una madre
mínima o inestablemente disponible; el niño puede desarrollar una estrategia para conseguir su atención:
exhibir mucha dependencia. Esta estrategia consistente en acentuar la inmadurez y la dependencia
puede resultar adaptativa a nivel biológico, ya que sirve para mantener la proximidad de la figura de
apego. No obstante, a nivel psicológico no resulta tan adaptativa, ya que impide al niño desarrollar sus
tareas evolutivas. Esta misma estrategia de acentuación de la inmadurez se observa en otras
situaciones, por ejemplo, ante el nacimiento de un hermanito.
Los tres tipos de apego descritos por Ainsworth han sido los considerados en la mayoría de las
investigaciones sobre apego. Sin embargo, más recientemente se ha propuesto la existencia de un
cuarto tipo denominado inseguro desorganizado/desorientado (D) que recoge muchas de las
características de los dos grupos de apego inseguro ya descritos, y que inicialmente eran considerados
como inclasificables (Main y Solomon, 1986). Se trata de los niños que muestran la mayor inseguridad.
Cuando se reúnen con su madre tras la separación, estos niños muestran una variedad de conductas
confusas y contradictorias. Por ejemplo, pueden mirar hacia otro lado mientras son sostenidos por la
madre, o se aproximan a ella con una expresión monótona y triste. La mayoría de ellos comunican su
desorientación con una expresión de ofuscación. Algunos lloran de forma inesperada tras mostrarse
tranquilos o adoptan posturas rígidas y extrañas o movimientos estereotipados.
Temperamento y apego
Habida cuenta que el apego es el resultado de una relación que se establece entre los dos miembros
de una díada, las características del niño pueden influir en la seguridad del apego que se ha establecido.
Hay evidencia de que algunas características como el bajo peso al nacer, ser prematuro, y ciertas
enfermedades del recién nacido, exigen más cuidados de los padres, y en familias de riesgo pueden
llevar a un tipo de apego inseguro.
Desde este punto de vista, es razonable pensar que el temperamento del niño puede influir en el tipo
de apego que llegue a establecer. La existencia de esta relación ha suscitado un acalorado debate en
los últimos años, sin que se haya llegado a un acuerdo absoluto.
Una primera postura con respecto a esta cuestión es la de considerar que algunas características
temperamentales del niño pueden afectar a su comportamiento y sus reacciones en la Situación del
Extraño, y por lo tanto a su clasificación en un tipo de apego. Por ejemplo, un niño irritable es probable
que experimente más malestar ante la separación, y que busque más contacto cuando vuelva la madre,
aunque sin llegar a calmarse. Esta reacción sería independiente de las características de responsividad
y sensibilidad de su madre. Este niño tendrá más posibilidades de ser considerado de apego inseguro-
ambivalente. Sin embargo, los datos disponibles indican, como señalan Belsky y Rovine (1987), que el
temperamento del niño parece influir sobre el comportamiento del niño en la Situación del Extraño, pero
sin afectar a aspectos que tienen que ver con la clasificación que recibe el niño. En concreto, lo que se
ve afectado es la expresión emocional de la seguridad o inseguridad del niño en esta situación.
Entre los argumentos expuestos por quienes consideran que temperamento y apego son factores
independientes, hay que destacar la alusión a las diferencias entre los tipos de apego que el niño
establece con distintas figuras como padre y madre, padres y cuidador, etc. Los datos no son del todo
concluyentes, ya que, como hemos apuntado más arriba, en la mayoría de los casos existe concordancia
entre el tipo de apego establecido con el padre y con la madre. Sin embargo, ello no quiere decir que
sea debido a la influencia de las características temperamentales del niño sobre las interacciones que
los adultos sostienen con él y que determinan la seguridad del apego establecido, ya que, como ya
hemos indicado, esta concordancia puede deberse a que los padres compartan valores e ideas en
cuanto a aspectos tan relevantes para la formación del apego como la responsividad y sensibilidad hacia
las peticiones del niño. En cuanto a la concordancia entre apego a padres y a otros cuidadores, los datos
son muy escasos como para poder sacar conclusiones sólidas.
A nuestro juicio, la mejor hipótesis sobre las relaciones entre temperamento y apego es la que
plantea el modelo de bondad de ajuste (Thomas y Chess, 1977), referida a la interacción entre las
características temperamentales del niño y las características de los padres. Es decir, ciertos rasgos del
niño pueden influir en el tipo de interacción adulto-niño y, por tanto, en la seguridad del apego, pero en
función de la personalidad y circunstancias del adulto. Por ejemplo, la irritabilidad en el niño puede
suscitar respuestas completamente diferentes en dos personas de distintas características de
personalidad, o con distinto apoyo social, etc. Los hallazgos de un estudio realizado por Mangerlsdorf,
Gunnar, Kestenbaum, Lang y Andreas (1990) apuntan en esta dirección. Era más probable que un niño
estableciese un apego inseguro con su madre cuando éste tenía un temperamento difícil y, además, su
madre mostraba una alta compulsión. Crockenberg (1981) fue capaz de predecir la inseguridad en el
apego a los doce meses a partir de la irritabilidad del recién nacido, pero sólo para bebés cuyas madres
eran poco responsivas al llanto de su hijo cuando éste tenía tres meses, y que además carecían de
apoyo social. Es decir, aunque el temperamento difícil del niño no lleva directamente a la formación de
un vínculo afectivo inseguro, sí limita las posibilidades de que desarrolle un apego seguro.
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