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. Krewani, Wolfgang, Emmanuel Lévinas. Pensador del ‘Otro'. Alber, 1992, R5.
. Lévinas, Emmanuel, Cuando Dios viene al pensamiento. Discursos sobre el asalto por
la Trascendencia. Alber, 1999, R16.
. Fischer, Norbert/Hattrup, Dieter, Metafísica desde los reclamos del ‘Otro'. Kant y
Lévinas. Schöningh, 1999, R17/18.
Ahora bien; apunta K. que "sería un completo malentendido creer que L. 'criticó'
a Husserl y a Heidegger". Él acepta lo hecho por la fenomenología, pero busca un
camino por el que se pueda salir del encierro en la inmanencia; éste será también
el camino a la "responsabilidad". Hay una convicción básica que no abandona
nunca L.: que la trascendencia lleva al "Otro". L. distinguió explícitamente dos
fases en su filosofía, que llama "pre-crítica" y "crítica" respectivamente, que
descansan en lo que es, según él, el lugar de la "primera" experiencia del "Otro":
la 1ª fase, representada por "Totalidad e Infinito", afirma al Otro, pero en el
camino "más allá" de la fenomenología. En la 2ª fase, en cambio, que comienza a
fines de la década de los años 50 y se muestra claramente en trabajos incluídos en
este volumen, sobre todo "La ruina de la representación", "Intencionalidad y
metafísica" e "Intencionalidad y sensa-ción", se trata de buscar al Otro no en un
más allá de la conciencia, sino en un "más acá": L. regresa a Husserl para apurar
los análisis husserlianos del tiempo interno de la conciencia y de la sensación. L.
lleva a cabo un giro (S. Strasser, en "Jenseits von Sein und Zeit", habla de la
"Kehre" en el pensamiento de L.) de una "metafísica de lo trascendente" a una
"metafísica de lo trascendental".
En la fase 1ª, representada, como se dijo, por T.I., hizo L. la distinción a la que
nos referimos en la reseña anterior entre "existir" y "existente". Este es el primer
paso de toda filosofía. Con el existente aparece el "sujeto idéntico". El segundo
paso lleva del sujeto idéntico al Otro. Lo decisivo en este segundo paso es el
modo de responder la cuestión por la "Otridad" del Otro. El Otro que le interesa a
L. no es meramente el Otro del Yo, el "otro" Yo. En T.I. se dice que "el Otro no
es el Otro en relación al Mismo, a uno mismo, sino el Otro es otro en sí mismo, y
el Mismo es en sí mismo el mismo. La independencia del Mismo no es pues
meramente relativa, sino una 'independencia absoluta', que 'no es puesta mediante
una 'contra-posición' (a otro)" (31). En el desarrollo de esta distinción acude L. a
una distinción de dos formas de "trascendencia": la de la "necesidad" (besoin,
Bedürfnis), que urge satisfacer, y la del "deseo" (désir, Begehren). Cuando se
"necesita" algo, eso que se busca "falta" en el que busca; la necesidad se satisface
con "otro", pero ese otro es buscado "sub conditione". En el deseo no se trata de
satisfacer una necesidad; al contrario, el que desea, como ocurre en el amor
"desinteresado - ya tiene todo, es independiente y, sin embargo, el amante es
atraído por el Otro por causa de él mismo. La fuente del deseo, dice L., no radica
en el sujeto, sino en el objeto. El deseo no conoce "término", "cumplimiento"
(Erfüllung), sino que crece, más y más, mientras el sujeto más se acerca al objeto.
Este es pues "infinito". En cuanto el hombre es sujeto de necesidades es ser
"natural"; el deso lo saca al hombre de la naturaleza, el deseo es la esencia
metafísica del hombre.
El tema del "rostro" completa estos desarrollos. El "rostro" del Otro es el lugar en
el que el Otro se experiencia como "Otro". Lo que dice del rostro L. son las
determinaciones de lo "infinito": el rostro es "expresión", no "fenómeno", en el
sentido de lo que una cosa manifies-ta, por relación a su horizonte de pertenencia
o contexto; es fundamento de determinación de la voluntad (Bestimmunsgrund
des W.) y lo originariamente temporalizante.* N.A.E.
El ensayo que reseñamos es relativamente corto. Refiere K. que hay otro estudio,
aparecido en el mismo año, "Le temps et l'autre", que reproduce casi el mismo
desarrollo de ideas, con una diferencia, que concluye L. en "el otro", lo que en el
"Del ser al ente" aparece sólo aludido como el término de un arco de
pensamiento que pasa por tres momentos: "ser", "ente" (Dasein) y "el otro". La
obra está articulada en cuatro partes y un cierre y cada parte exhibe dos capítulos,
excepto la cuarta que contiene tres. La IP. se titula "La relación entre ser e
instante" y contiene: 1. La relación al ser; 2. El cansancio y el instante. La IIP.
"El mundo" contiene: 1. La intenciones; 2. La luz. La IIIP. "Ser sin mundo": 1. El
exotismo; 2. Ser sin entes y IVP. "La hipostasis: 1. La vigilia (falta de sueño); 2.
La posición; 3. Hacia el tiempo. La mera mención del articulado no puede de
ninguna manera orientar a un lector que desee acercarse a un pensador, desde
tantos puntos de vista, "original", como es precisamente L. Para esta reseña nos
vamos a ayudar en el libro mencionado de K. recordando lo anotado en nuestra
anterior reseña y entresacando lo escrito por él en relación a "Del ser al ente".
Para K. los conceptos centrales sobre los que gira la filosofía de L. son: tiempo,
otro y sujeto. El sujeto fue pensado por la filosofía tradicional como una
"relación consigo mismo" (Selbst-verhältnis). La fenomenología de Husserl -
pero, según L. - esto vale también para H., no se separa de esta tradición: en el
Dasein heideggeriano, como en el sujeto trascendental (concien-cia) de H.,
encontramos la misma situación, a saber, de un "ente", que está solo, encerrado
en sí mismo. También allí, como en Heidegger, donde se pone el acento en la
finitud y tempora-lidad del sujeto, sigue interpretando la fenomenología al
tiempo con la categoría tradicional de la "auto-relación" o auto-referencia". Para
L., por el contrario, se trata, por así decirlo, de la destrucción de la subjetividad
(entendida como relación a sí mismo, reflexión, etc.). 74 La subjetividad se
revela en un contacto con "el otro". Con esto estalla el tiempo "circular"; el otro
se presencializa sólo con la ruina del sujeto, que pierde su posición de sujeto. L.
insiste en una "separación" incondicional, absoluta de "otro" y "sujeto". Esta
separación es mucho más que una "distancia" entre uno y otro; el otro se
presencializa en un "más allá" que no puede ser reducido por el sujeto, etc.
Ahora bien; ¿en qué consiste ese pasaje - de "la existencia" al "existente" y, de
éste, al "otro"? Dice L. que "la distinción de ser y ente es para mí lo más
profundo en SyT". Pero, "en H. hay sólo distinción y no separación; el existir es
captado en el existente; la expresión heideggeriana 'Jemeinigkeit' apunta
exactamente al hecho de que el ser es siempre poseído por alguien. No creo que
H. aceptaría hablar de un ser sin entes, esto le parecería absurdo" (En "El tiempo
y el otro", 21 ss.). L. piensa en un ser sin ente como camino que hace posible la
liberación del sujeto de su soledad. Esta depende, según L., del mundo; pues en
el mundo el sujeto se encierra en sí mismo y excluye de sí al otro. "El mundo y la
luz son la soledad". De la soledad no hay salida posible, porque el ser en el
mundo agota el ser del sujeto; el ser no conoce otra posibilidad que desarrollarse
como 'ser en el mundo'". Esta es precisamente la teoría de Heidegger: el Dasein
es el ente de cuyo ser se trata; D. significa: "ser en el mundo". Desde los
supuestos del planteo de H. en SyT no hay subjetividad fuera del mundo. Si la
razón de la soledad del hombre es el ser en el mundo, y éste no agota las
posibilidades de ser, entonces es dable pensar en el ser "separado" del mundo y
del Dasein. El ser del hombre no es en toda circunstancia ser en el mundo; éste es
sólo una de las posibilidades de ser. La razón de que ser en el mundo sea la causa
de la soledad del hombre es que, para esta concepción - que para L. arranca con
Parménides y se perpetua hasta Heidegger - "entidad", o sea, ser ente significa
"unidad". Como lo repite toda la filosofía (Platón, el Medio Evo, Hegel), ens et
unum convertuntur". La separación de ser y ente implica pues la separación de
ser y unidad. El ser -pensado sin ente - no es ni uno ni muchos, sino lo "amorfo",
"indiferenciado", "indeterminado", "indecible", "innombrable", "anónimo", etc.
Sólo en un segundo paso puede devenir uno o muchos.