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EL SENTIMENTALISMO

Concepción filosófica que profundiza en el concepto de sentimiento dentro del terreno de la


moral, de la estética, de la metafísica. En la antigüedad el sentimiento indicaba el asombro
causado por las emociones. En la escuela de los sentimentalistas ingleses, iniciada por
Shaftesburv el sentimiento divino transporta al hombre en una inmediatez opcional y es la
norma del obrar ético. Kant ve en el sentimiento la forma subjetiva del sentir, respecto a la
representación objetiva de los sentidos, en la que se basan los juicios relativos a la situación
emotiva.
En la perspectiva del romanticismo, el sentimiento constituye un contrapeso teorético al
racionalismo; tiene funciones cognoscitivas, en virtud de las raisons du coeur (Pascal) que
expresan un coeficiente de inmediatez; interpreta la tensión hacia el infinito religioso (F
Schleiermacher) y es el fundamento de los valores morales (A. Schopenhauer). En la
perspectiva fenomenológico-existencial, H. Bergson revalora el sentimiento como clave de
lectura de la esencia de la realidad; M. Scheler le atribuye una capacidad trascendental de
institución de valores; M. Heidegger, finalmente, lo concibe como una situación cognoscitiva
de la totalidad que precede al mismo conocimiento.
En este capítulo estudiaremos sucesivamente las ideas morales de aquellos filósofos que han
dejado una clara impronta en el movimiento cultural conocido como ―Sensibility‖,
(Shaftesbury, Hutcheson, Hume, Smith y, fuera del ámbito británico, Rousseau) y las de
aquellos otros que tradicionalmente han sido considerados detractores del sentimentalismo,
es decir, Bernard Mandeville y, entre los filósofos de la Ilustración francesa, los que
representan más claramente el materialismo y el escepticismo hacia la religión tradicional y
revelada
es la coincidencia de la defensa de la virtud en la naturaleza humana y la separación de
la ética del campo de lo racional e inteligible.
Así pues la cultura del sentimentalismo ocupa el vértice superior derecho de nuestro
esquema, el lugar de la virtud y la espontaneidad de las pasiones, oponiéndose tanto a
las éticas racionalista.
REPRESENTANTES
Los representantes más importantes de la doctrina filosófica, el sentimentalismo son:
- Anthony Ashley Cooper, 3.er conde de Shaftesbury (1671-1713), Inglaterra.
- Francis Hutcheson ( 1694 -1746), Irlanda.
- David Hume (1711-1776), Escocia.

SHAFTESBURY: la virtud como equilibrio de las pasiones


Anthony Ashley Cooper, Earl of Shaftesbury o Lord
Shaftesbury es una figura destacada e influyente de la
Ilustración británica, y esa influencia puede ser considerada
desde el punto de vista filosóficamente, como precursor de
la escuela del sentido moral.

Los rasgos básicos de su pensamiento son la defensa


de la tolerancia religiosa, la consideración de la ética como
algo separado de la teología y la doctrina, y un cierto
Anthony Ashley Cooper
optimismo que se refiere tanto a la capacidad humana para Lord Shaftesbury
el bien y la felicidad como a la providencia divina y al
concepto deísta de un Ser Supremo garante del orden universal y la justicia.

Tomando en cuenta su aspecto como antecesor de la llamada escuela del sentido


moral (Hutcheson, Hume y Smith), nos centraremos en su ensayo sobre ética titulado An
Inquiry Concerning Virtue or Merit (1699). Este puede verse como un doble intento de, por
un lado, investigar la relación entre virtud y religión, y, por el otro, refutar las ideas de los
filósofos escépticos y pesimistas, como Hobbes, que asocian la idea de virtud con el interés
egoísta del individuo.

Shaftesbury concluye que el bien y el mal no pueden concebirse de manera aislada


para el individuo sino en relación con el conjunto de la naturaleza y más cercanamente con
su propia especie. El interés propio y la utilidad para el conjunto de la especie y el orden
general de la naturaleza han de converger en nuestro concepto de virtud, que se relaciona con
el concepto de “afecto” para poder juzgar el contenido moral en las acciones de las criaturas
con capacidad sensitiva, por lo tanto es por “afecto” simplemente que una criatura es
considerada buena o mala, nuestro negocio será examinar cuáles son los buenos y malo.

La naturaleza de un ser será buena si el conjunto de sus pasiones está equilibrado de


manera que conduzca al bien de la especie o bien común. El bien humano, la virtud, consistirá
no solamente en el conjunto equilibrado de sus afectos que conduzcan al bien común, sino
en la actitud racional hacia los propios afectos. Siendo el hombre un ser racional, los
conceptos del bien y el mal son inteligibles, aunque el principio del hecho moral esté en los
afectos del hombre como ser sensible.

Dentro del progresivo decantamiento hacia posturas menos racionalistas y más


“sentimentales” que se produce en el pensamiento moral británico en el siglo XVIII, vemos
como en Shaftesbury se ha iniciado ya tal proceso, pero el componente racionalista tiene aun
un peso considerable.

Shaftesbury emprende un tratamiento más amplio de la virtud como economía de las


pasiones, es decir, un equilibrio adecuado entre los tres tipos de afectos que actúan sobre el
hombre: afectos naturales, afectos egoístas y afectos antinaturales, (natural affections, self
affections, unnatural affections). Los primeros son aquellos que conducen preferentemente
al bien público, los segundos al bien del individuo, mientras que los últimos son contrarios
tanto al bien del individuo como de la especie.

Pero en tanto que el bien del individuo solo puede concebirse dentro de algún tipo de
sociedad, los afectos naturales son tanto o más importantes para la felicidad del hombre que
los egoístas. Aunque de hecho, en casos extremos, la falta de virtud puede venir dada por un
exceso en las pasiones naturales y un defecto en las egoístas (como sucede cuando un
individuo es temerario y no está lo suficientemente afectado por el instinto de
autoconservación, o cuando el exceso de amor por los hijos conduce a la debilidad y a una
educación errónea) la gran mayoría de los ejemplo de vicio consisten en lo contrario, un
defecto en los afectos naturales y un exceso en los egoístas y antinaturales.

Shaftesbury menciona como afecciones egoístas el resentimiento causado por las


ofensas (resentment of injury) el placer asociado a las necesidades del cuerpo, como la
necesidad de alimento y propagación de la especie; el interés, la emulación, o el amor a los
honores y alabanzas, y la indolencia.

Así, en la concepción de Shaftesbury, virtud y felicidad convergen y ambas provienen


de la presencia, predominante aunque no exclusiva, de los afectos naturales. Los afectos
naturales determinan la sociabilidad humana y se pueden resumir con el término
benevolencia y, en términos cristianos, amor al prójimo, ya sea el amor a la familia y los
amigos (también el amor entre los sexos cuando va más allá de lo meramente sensual) o bien
la disposición benevolente hacia cualquier miembro de la comunidad humana. También es
un afecto natural el amor al conocimiento y la sabiduría, ya que los afectos naturales también
están predominantemente asociados a los placeres del espíritu y no a los del cuerpo. Es
bastante claro que Shaftesbury identifica naturaleza humana y sociabilidad y su pensamiento
está en el origen del concepto de benevolencia de Hutcheson y la noción de sympathy de
Hume.

Por último las pasiones antinaturales son tratadas por Shaftesbury de manera más
breve. La más destacada de ellas sería lo que en términos actuales denominaríamos sadismo,
definida como: que antinatural e inhumano se deleita en contemplar tormentos y al ver la
angustia, la sangre, la masacre y la destrucción con una alegría y un placer particulares.
También serían afecciones antinaturales la malicia, la envidia, la misantropía en general, y
un cierto tipo de misantropía ejercida de manera colectiva y dirigida también a un sujeto
colectivo, la cual, de nuevo en términos actuales, podríamos relacionar con la xenofobia.

Este sentimiento de desconfianza y odio hacia el extraño, aquí asociado a los pueblos
bárbaros, se opone a la hospitalidad que proviene del sentimiento de la universalidad de lo
humano, que es una manera de expresar la benevolencia propia de la cultura del
sentimentalismo.

La relación de la obra de Shaftesbury con esta cultura queda patente pues en su


concepción de la virtud, íntimamente ligado al concepto de naturaleza, al tiempo que la
naturaleza humana se concibe necesariamente como social. De ahí la preponderancia de los
afectos naturales, que podrían igualmente denominarse sociales‖, pues su tendencia básica es
mantener a los hombres unidos por lazos de amor y benevolencia, posibilitando con ello,
además, la felicidad individual.
HUTCHESON: la benevolencia humana en el centro del sistema ético.
Se aprecia una mayor cercanía al sentimentalismo en la
obra del filósofo escocés Francis Hutcheson, para quien
el concepto de virtud presenta un importante
componente psicológico, e incluso estético. Al contrario
que Shaftesbury, que llega a tal concepto restringiendo
y aplicando a la especie humana una idea del bien
universal, Hutcheson se interesa desde el principio por
la virtud humana como concepto sacado de la
experiencia de la vida práctica en sociedad, nacido a
partir de un sentido interno que guía nuestro
comportamiento y que denominará moral sense.
La obra de Hutcheson incluye un primer libro publicado
en 1725 y dividido en dos tratados. El primero, An
Inquiry Concerning Beauty, Order, Harmony and
Design, trata cuestiones estéticas, mientras que el
segundo, An Inquiry Concerning Moral Good and Evil,
está dedicada a la filosofía moral, disciplina de la que
Hutcheson fue profesor en la Universidad de Glasgow durante muchos años. Entre el resto
de su obra hay que mencionar Illustrations on the Moral Sense (1728) y A System of Moral
Philosophy (1755).
Nos interesan básicamente dos aspectos de Hutcheson: su antiracionalismo ético, que postula
la existencia de ese sentido moral que percibiría la virtud independientemente de nuestras
cualidades intelectivas, y su equiparación de virtud y benevolencia, que lo aleja bastante del
concepto tradicional de virtud, especialmente de la virtud militar de las sociedades
aristocráticas o la virtud cívica de la ideología republicana.
El estudio del sentido moral toma en Hutcheson el papel de una epistemología que servirá de
instrumento para su ética de la benevolencia. El sentido moral es un sentido interno, no siendo
el único pues también se habla de un sentido de la belleza o de un sentido del honor, y, al
igual que los sentidos externos permiten percibir las cualidades de forma, color, olor,
sonoridad etc., nos permitiría percibir el carácter virtuoso de las acciones de los agentes
racionales.
Hutcheson utiliza la asociación, que tiende a ser una identificación, de aprobación moral y
sensación placentera para establecer una postura antiracionalista, argumentando que si la
aprobación es placer y el placer es algo no racional, la aprobación moral no puede ser algo
racional.
Lo propiamente ético es no racional y por lo tanto no 32 susceptible de error; solo podemos
acertar o equivocarnos en aquellos juicios que sirven de orientación al ―sentido moral‖.
Puede resultar difícil aceptar esta separación entre un componente de base, emotivo y
primario, de la ética y la actividad racional de juzgar lo que es moral, pero parece ser una
consecuencia del antirracionalismo de filósofos como Hume y Hutcheson.
En realidad Hutcheson parece opinar que existen tantos ejemplos de corrupción moral en la
Europa moderna como en la antigüedad o en los países remotos y la impresión contraria
puede ser producto de un error de perspectiva y de la manera cómo las descripciones que
tenemos de esas sociedades resaltan intencionadamente todo lo exótico y extravagante,
refutando que la moral individual sería una función indirecta de estas de las opiniones
prevalecientes en una determinada sociedad transmitidas a través de la educación y las costumbres.

La benevolencia es un concepto intersubjetivo, al mismo tiempo individual y social. Es


individual porque es un afecto o pasión del alma, pero una pasión calmada que juega un papel
positivo en la sociabilidad, al modo de las pasiones naturales de Shaftesbury y al contrario
de las que éste denomina pasiones egoístas. Hutcheson también diseña una especie de método
para calcular el mérito moral de las acciones, estableciendo un claro precedente del tipo de
ética utilitarista predominante en la filosofía británica posterior. El mérito moral depende a
un mismo tiempo de la voluntad racional y de la efectividad de las acciones, que a su vez
dependen de las capacidades naturales del agente. Los aspectos utilitaristas de la teoría moral
de Hutcheson son, más que nada, un complemento de su concepto básico de la benevolencia.
Ésta, para ser propiamente virtuosa, debe ser un afecto hacia el bien ajeno de alguien que
tenga una cierta capacidad de producir ese bien y que no produzca, aunque de manera
involuntaria, consecuencias negativas inesperadas. Esta última idea es importante en las
polémicas sobre la caridad que encontraremos en la novela sentimental. La benevolencia
dirigida hacia personas poco dignas, que estimula su proclividad hacia la pereza y el vicio,
no puede ser considerada virtuosa.
HUME: la circulación de las pasiones

La importancia de David Hume en la cultura del


sentimentalismo viene dada no solo por el concepto de
sympathy en sí mismo sino más bien por lo que
constituye la base de 34 la importancia de tal principio,
que es la acentuación por parte de Hume del
antiracionalismo ético de Hutcheson.
Desde la base de su epistemología empirista Hume
argumenta que la razón no puede constituir una base para
el juicio moral, ya que su ámbito propio es el de las ideas
abstractas y no el de las realidades, mientras que nuestro
comportamiento práctico depende de la voluntad, que
viene determinada por las pasiones.
A continuación Hume hace su célebre afirmación de que
la razón es y debe ser esclava de las pasiones (THN, 156)
y añade que es poco filosófica y engañosa la tópica imagen de la batalla entre las pasiones y
la razón, ya que, siendo la razón puramente instrumental, lo único que puede enfrentarse son
pasiones que empujan a la voluntad en sentidos contrarios
El error del racionalismo ético consistiría en tomar por determinaciones de la razón en el
juicio moral lo que son en realidad pasiones tranquilas (calm passions), que mueven la
voluntad en un sentido muy general, como por ejemplo el amor propio que tiende a la
autoconservación o la benevolencia hacia el prójimo.
La base de su ética es, de hecho, su psicología. Así el libro II de su obra fundamental A
Treatise on Human Nature trata de las pasiones y el libro III de la moral. En el tratamiento
de las pasiones juega un papel central el principio denominado sympathy, que es el que
permite socializar todo lo que en primera instancia pertenece a la vida interior del individuo.
La manera de actuar de este principio de sociabilidad sería a través de lo que Hume llama
―doble relación de impresiones e ideas. Hume divide a su vez las impresiones en
sensaciones originales, como las percepciones de los sentidos, el placer o el dolor, y
secundarias, entre las cuales estarían las pasiones. Las ideas serían en cambio reflejos de las
impresiones, siempre menos vivas y poderosas, pero dotadas en cambio de la estabilidad que
les permite ser objeto de la razón y el lenguaje. Pues bien, a través del principio de sympathy
las ideas que nos formamos de las pasiones de los demás se convierten en nosotros mismos
en pasiones, debido a esa doble relación o intercambiabilidad entre impresiones e ideas. De
esta manera llegamos a sentir lo mismo, o al menos algo cualitativamente similar aunque en
menor grado, a lo que sienten los demás en determinadas situaciones y de ahí el carácter
―contagioso‖ de las pasiones humanas que explica tantos hechos sociales e incluso el
funcionamiento de la sociedad en general.

La simpatía no es desinterés; Su funcionamiento no garantiza que nuestras acciones sean

Adaptado a los sentimientos de los demás. Lo que proporciona es la accesibilidad de aquellos

Sentimientos.

Explica pasiones como la envidia y la malicia como resultado del mismo principio. En estos
casos la forma en que afectan al prójimo provoca en nosotros una idea que se transforma en
una impresión o pasión no similar, sino en cierta medida opuesta. La envidia es una idea del
placer ajeno que al ser percibida nos provoca una disminución de nuestro propio placer y
consecuentemente se transforma en una especie de odio. La malicia es el afán de aumentar
el dolor o disminuir el placer ajeno con el objeto de hacer más viva una impresión de placer
propio o menos viva una 37 impresión de dolor propio. Incluso existe una especie de malicia
contra uno mismo que se da cuando el dolor sentido en el pasado es agradable comparado
con uno mayor que se siente en el presente o cuando el placer sentido en el pasado resulta
doloroso al no poder sentirlo ya en el presente.

Hume aborda en el libro III de su Treatise. En éste, tras volver a insistir en la incapacidad de
la razón como base de la ética, se desarrolla el concepto de sentido moral, y su razonamiento
supone un desarrollo del pensamiento de Shaftesbury y Hutcheson
la ética de Hume sería descrita mejor como una teoría de los sentimientos morales y no del
sentido moral
Hume realiza un análisis de diferentes virtudes concretas, dividido en un amplio análisis de
la justicia y de las virtudes políticas .Virtudes naturales, como la magnanimidad y la
benevolencia, que son posibles en el hipotético estado de naturaleza del hombre, se explican
exclusivamente por la acción de las pasiones y su comunicación a través del principio de
sympathy
una visión general de la virtud, en el estado real del hombre, que es el de las sociedades
políticas y en las naciones más civilizadas un estado moderno, la virtud que ocupa un lugar
central es la justicia. Un hombre virtuoso es, no exclusivamente pero sí fundamentalmente,
un hombre justo.
A continuación Hume también descarta como motivación de la acción justa el principio del
interés público o la benevolencia. Lo primero se refuta muy fácilmente con claros ejemplos
de cómo a veces las acciones justas son claramente contrarias al interés general. En cuanto a
la benevolencia, no puede ser una base importante de la justicia, ya que ésta nos impele a
actuar de manera honesta aun con nuestros enemigos, aquellos hacia los que no podemos
sentir benevolencia, y, por otro lado, la benevolencia hacia grupos cada vez más amplios de
personas como familiares lejanos, vecinos o compatriotas, sería una de esas pasiones
calmadas que no pueden contrarrestar el egoísmo y el propio interés. En realidad Hume pone
en duda la existencia de un amor hacia la humanidad (love of mankind) y cree que lo que une
a los hombres es la acción del principio de sympathy en situaciones concretas y en círculos
más reducidos.
acepta la equiparación de los sentimientos morales con los sentidos físicos ya que sostiene
que la aprobación procede de un sentimiento placentero ligado al principio de sympathy pero
afirma que éste debe completarse con un sentido de perspectiva, que hace que sintamos con
más intensidad lo más cercano y no lo más lejano, al igual que sucede con las visiones y los
sonidos. De esta manera la emoción agradable puede ser muy diferente en intensidad en
distintos casos, a pesar de que la aprobación derivada de ella sea exactamente la mism
Ballesteros A. (2010).TESIS DOCTORAL SENTIMENTALISMO, ESTOICISMO Y
LIBERTINAJE EN LA OBRA DE HENRY MACKENZIE FERNANDO BARREIRO GARCÍA.

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