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phase

año LIII
noviembre – diciembre 2013
núm. 318

La celebración de las exequias

Editorial
La celebración de las exequias (Julián Barrio Barrio).. 583

Artículos
F. Xavier Parés Saltor
El sentido pascual de las exequias cristianas .................... 587
Juan Damián Gandía Barber
Aspectos jurídicos-canónicos y litúrgicos en torno a la
cremación............................................................................. 607
Jordi Latorre
El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI..... 625
Lluís Prat
Ideas para una nota pastoral sobre la incineración......... 645

Puntos de vista
Participación litúrgica en los funerales (Ramiro Gon-
zález)................................................................................... 657
El color litúrgico de los funerales (Roberto Russo)........ 662
«Mors et vita duello»: la música en la misa de réquiem
(Jordi-A. Piqué i Collado)................................................ 668
Apología del «Dies irae» (Pere Tena)............................... 674

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Crónicas
100 años de «Rivista Liturgica» (Manlio Sodi)................ 681

Libros
AA.VV., Homilías para las misas con niños. Ciclo A (Jaume
Fontbona); Félix María Arocena – David W. Fager-
berg – Bogusław Migut – Manlio Sodi, Teología litúrgica.
Métodos y perspectivas (José Luis Gutiérrez Martín);
Félix María Arocena, Los himnos de la tradición. El him-
nario de la Liturgia Horarum y otros himnos de la tradición
litúrgica. Texto – Traducción – Notas – Espiritualidad (Jordi
A. Piqué i Collado); Marco Felini, La parola della
riconciliazione. L’ascolto della Parola di Dio nel Rituale della
Penitenza di Paolo VI (Juan de Pablos); Gabriel Ramis
Miquel, Introducción a las liturgias occidentales no roma-
nas; Cristóbal M. Orellana González, La liturgia en
el Catecismo de la Iglesia católica y en su Compendio (José
Antonio Goñi)..................................................................... 685
Bibliografía reciente en inglés (Cristóbal M. Orellana
González)........................................................................... 694
Fuentes y documentación litúrgica recientemente publi-
cadas (José Antonio Goñi)................................................. 696

In memoriam
Manuel Garrido Bonaño, OSB (1925-2013) (Juan Pablo
Rubio)................................................................................... 699

Índice general del año LIII (2013)................................ 701

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Editorial

La celebración de las exequias

Vivimos inmersos en una cultura que tiende a esconder la realidad


de la muerte, considerada como un hecho biológico, humano, reli-
gioso, social y no siempre como netamente cristiano. «El silencio
sobre la muerte se impone porque hoy en día está desacralizada,
ha pasado de ser un rito a ser un espectáculo; ya no ocupa una
función social, y se celebra decididamente en la esfera privada».
Es urgente profundizar el dato de fe en la celebración de la muerte
cristiana para no correr el riesgo de aceptar la censura del pensa-
miento y del lenguaje respecto a ella. Hay que rescatar la inevitable
muerte del hombre de las categorías de la angustia, de la oscuridad
impenetrable, de la desaparición en la nada, de la disolución de la
comunión con los hombres y con el mundo. Sabemos del aspecto
doloroso y oscuro de la muerte ante el cual no podemos hacer otra
cosa que llorar como Jesús ante la muerte de Lázaro. Pero a través
de la fe hemos de contemplar la muerte con la luz de la Palabra de
Dios, que nos dice que la muerte ha sido absorbida en la victoria
de Cristo resucitado (cf. 1 Cor 15,54).
La Sagrada Escritura nos ofrece dos imágenes elocuentes acerca
del sentido cristiano de la muerte. Se nos dice que la muerte es
un parto en el que nace el hombre nuevo, destinado a vivir para
siempre (cf. Rom 8,19ss). Es también un bautismo: san Pablo habla
de «sepultados en el bautismo» y «bautizados en la muerte» (cf.
Col 2,12; Rom 6,3). Y comenta a los corintios: «Lo mismo es la
resurrección de los muertos: se siembra un cuerpo corruptible,
resucita incorruptible; se siembra un cuerpo sin gloria, resucita
glorioso; se siembra un cuerpo débil, resucita lleno de fortaleza;

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se siembra un cuerpo animal, resucita espiritual. Si hay un cuerpo


animal, lo hay también espiritual» (1Cor 15,42-44; cf. 2Cor 5,2ss).
Un vestido nuevo pero idéntico al de antes. San Agustín exclamaba:
«Queremos ser felices con nuestra carne, no a despecho de ella».
Pues los que vivimos en esta tienda suspiramos abrumados, por
cuanto no queremos ser desvestidos sino sobrevestidos para que lo
mortal sea absorbido por la vida, y el que nos ha preparado para esto
es Dios, el cual nos ha dado como garantía el Espíritu (2 Cor 5,4-5 ).
La Iglesia siempre ha considerado que la muerte física no inte-
rrumpe la relación con aquellos hermanos nuestros que, traspa-
sado el umbral de la muerte, gozan ya de la visión de Dios o bien
se preparan a gozarla.
La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos
que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe.
Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comu-
nicación de los bienes espirituales. [...] La Iglesia peregrina, perfec-
tamente consciente de esta comunión de todo el Cuerpo místico de
Jesucristo, desde los primeros tiempos del cristianismo honró con
gran piedad el recuerdo de los difuntos y también ofreció por ellos
oraciones, pues es una idea santa y provechosa orar por los difuntos
para que se vean libres de sus pecados (2 Mac 12,46) (LG 49-50).
La celebración de las exequias supone confesar nuestra fe en el mis-
terio pascual y manifestar la alegría de nuestra esperanza, porque
una vez más se nos recuerda que «si hemos muerto con Cristo,
creemos que también viviremos con él» (Rom 6,8). Porque, si bien la
certeza de morir nos entristece, poniendo a prueba las íntimas y oscuras
evidencias de la fe, Cristo nos acompaña como a los discípulos de
Emaús, reaviva nuestra fe decaída, nos explica las Escrituras y nos
alimenta dándonos su cuerpo y su sangre (cf. Lc 23,13-33).
Las exequias son una providencial ocasión para que la comunidad
cristiana reflexione sobre el sentido de la vida y de la muerte; y a
su vez los pastores realicen una eficaz acción evangelizadora. La
actitud normalmente receptiva de los familiares del difunto y la
participación en la celebración exequial de muchos amigos de la
familia que tal vez en la práctica viven alejados de la fe o que no
creen, ofrecen la ocasión para propiciar un redescubrimiento de

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la fe o para que su adhesión al Evangelio sea más consciente y


vigorosa.
Hay, no obstante, una serie de circunstancias que han ido sur-
giendo en nuestra sociedad y en la propia comunidad cristiana,
a las que necesariamente habrá que prestar atención, para que
la celebración de las exequias cristianas no se desvirtúe o pierda
su verdadera naturaleza pascual. Cuestiones como el lugar más
idóneo para la celebración, la necesaria atención a los tanatorios
y a los cementerios; el verdadero sentido de la homilía más allá
de los elogios fúnebres; la alusión al testimonio de vida cristiana
del difunto, cuando constituye motivo de edificación o acción de
gracias; el peligro de una posible acepción de personas por razón
de su posición cultural, social, económica, etc., estas cuestiones
entre otras exigen una ponderada reflexión tanto por parte de los
pastores, como de los teólogos, y demás personas comprometidas
en la pastoral de las diócesis.
El Concilio Vaticano II insistió en el carácter pascual de la muerte
cristiana. También otros documentos abundan en esta misma idea
como el de la liturgia renovada en la pastoral de la Iglesia del Concilio
Pastoral de Galicia, que observa que «las verdades de fe sobre
el destino último han de proclamarse con toda su fuerza, en el
orden de importancia y en el sentido que les da la revelación. En
ella el tema central es la muerte–resurrección de Jesús y sus con-
secuencias para el cristiano». Ante los funerales, las motivaciones
de los familiares y de las personas que participan son diferentes.
En todo caso es un valor la postura ante la muerte y el cuidado
de los difuntos. Es preciso que la pastoral tienda a situarlos en
su verdadero lugar con respecto al resto de la pastoral litúrgica y
a las demás acciones pastorales. Los sacerdotes deben avivar la
esperanza de los asistentes y afianzar su fe en el misterio pascual y
en la resurrección de los muertos, de forma que sepan dar ánimos
a los creyentes dentro del respeto a su natural dolor al ofrecer el
auxilio espiritual a los difuntos.
+ Julián Barrio Barrio
Arzobispo de Santiago de Compostela

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Phase 318 (2013) 587-605

El sentido pascual de
las exequias cristianas
F. Xavier Parés Saltor

Resumen

F. Xavier Parés Saltor muestra en estas páginas cómo las exequias cristianas se
enmarcan dentro de la victoria de Cristo sobre la muerte, quedando el misterio de
la muerte del hombre iluminado a la luz de la resurrección de Cristo. Por ello unas
exequias cristianas no son una simple despedida del difunto, como puede ocurrir
en una «despedida civil» de la persona fallecida, sino cómo comparte la muerte de
Cristo esperando ser partícipe de la resurrección.

Palabras clave: Exequias, Pascua, muerte.

Abstract

F. Xavier Pares Saltor shown in these pages how the Christian funeral are part of
Christ's victory over death, leaving the mystery of the death of the man illuminated
in the light of the resurrection of Christ. Thus a Christian Funerals are not a simple
farewell the deceased, as may occur in a «civil farewell» of the deceased, but how
you share Christ's death waiting to partake of the resurrection.

Key words: Funerals, Easter, death.

Si la liturgia es la celebración del misterio pascual de Cristo y en ella


«se ejerce la obra de nuestra redención»,1 necesariamente podemos
afirmar y hablar del sentido pascual de la celebración litúrgica

1 SC 2.

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588 F. Xavier Parés Saltor

de las exequias cristianas. La obra de la redención humana y de


la perfecta glorificación de Dios, fue realizada plenamente por el
misterio pascual de Cristo, en su pasión, su resurrección de entre
los muertos y su gloriosa ascensión.2 Por este misterio pascual
«con su muerte destruyó nuestra muerte y con su resurrección
restauró nuestra vida».3
Joseph Ratzinger, en su obra litúrgica, explica muy bien los dos
sentidos de la «obra de Cristo». Se designan primeramente las
acciones históricas de la salvación de Jesús, su muerte y su resu-
rrección; y por otra parte, se designa «obra de Cristo» la celebración
de la liturgia. Ambos significados están íntimamente unidos en
el misterio pascual, ya que la muerte y la resurrección no son solo
acontecimientos históricos sino que trascienden la historia; no es
la acción de un hombre sino la de Dios la que conduce a Jesús más
allá de la historia, a su lugar a la derecha del Padre.
En el lenguaje de la fe, la expresión «misterio pascual» es el ver-
dadero núcleo del evento de la salvación. Si el misterio pascual
constituyó el núcleo de la «obra de Jesús» se pone ya de manifiesto
la relación con la liturgia, ya que la «obra de Jesús» es el verdadero
contenido de la liturgia. En ella, la «obra de Jesús» sigue pene-
trando en la historia a través de la fe y de la oración de la Iglesia.
La liturgia continua la obra de Cristo y es lugar permanente de
nuestra salvación.4
La historia de la liturgia exequial es compleja puesto que en cada
lugar y tiempo hay el substrato antropológico que la determina
y distintas teologías que se suceden. Todo esto está reflejado en
las distintas etapas de la formación del ritual de las exequias y
sus contenidos. Y muchas veces se da una cristianización de los
ritos fúnebres de cada lugar, la cual cosa no significa de ninguna
manera que se renuncie a los contenidos de la fe cristiana sobre la

2 Cf. SC 5; CEC 1067.


3 Prefacio pascual del Misal Romano.
4 Cf. J. Ratzinger. Obras completas XI. Teología de la liturgia, Madrid: BAC
2012.

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El sentido pascual de las exequias cristianas 589

muerte y la resurrección, sino que estos contenidos se expresan


en las diversas formas, ritos y eucología de los libros litúrgicos.
Intentaré hacer un breve recorrido por la historia de las exequias
cristianas, remarcando el sentido pascual que siempre han tenido
desde la concepción bíblica del sentido de la muerte hasta la gran
importancia que el actual ritual de las exequias, fruto del Concilio
Vaticano II da al sentido pascual de las mismas, donde me exten-
deré de modo más particular. El Concilio Vaticano II, al revisar los
ritos funerarios se limita a pedir solamente tres cosas: 1. Responder
mejor a las circunstancias y tradiciones de cada país; 2. Revisar el
rito de la sepultura de los niños; y 3. Sobre todo que «el rito de las
exequias debe expresar más claramente el sentido pascual de la
muerte cristiana».5

1. Concepción bíblica del sentido pascual de la muerte


El Nuevo Testamento presupone el concepto de muerte que se
encuentra en el Antiguo Testamento: la muerte es el final de la
vida y da a la misma vida un carácter irreemplazable. La muerte
es una fuerza que viene del diablo, y actúa a lo largo de la vida del
hombre.6 La imagen apocalíptica del mundo cercano al judaísmo
tardío, ha dejado, definitivamente, modificada la concepción de
la muerte en el Antiguo Testamento. Según los autores neotesta-
mentarios, la muerte será vencida por la salvación escatológica de
la resurrección y la venida del reino de Dios. La muerte terrestre
ya no es una muerte absoluta. En el Nuevo Testamento, la expe-
riencia cristiana de la fe transforma la escatología apocalíptica,
y los tiempos viejos pasan a ser tiempos nuevos. La experiencia
salvadora de Jesús ya no habla más de la muerte en sí misma sino
de la victoria de Jesús sobre la muerte.
La tradición de los evangelios sinópicos, presupone la muerte y la
resurrección de Jesús, cumpliéndose así la promesa de la resurrec-
ción general de los muertos, al final de los tiempos. En el centro de

5 SC 81.
6 Cf. Mt 16,26; Mc 8,36; Lc 12,16-21;16,22; Jn 8, 44; Hch 22,4; Rom 7,1; Rom
5,12; 8,38; 1Cor 3,22; 15,26; 1Cor 5,5; Rom 8, 36; 1Cor 15,31; 2Cor 4,10ss.

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la resurrección se encuentra el mensaje de la proximidad del reino


de Dios prometido por Jesús. Jesús cumple las promesas:
Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los
sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados.7
Jesús devuelve la vida a los muertos, y da la salud a los que creen en
él. Jesús al dar la vida ha de asumir los sufrimientos de la muerte,8
invitándonos a que nosotros hagamos lo mismo (cf. Mc 8,34), esto
es fundamental para el creyente.
El evangelista Juan, sabe muy bien que la humanidad sin Jesucristo
está destinada a la muerte. Juan, define la realidad del universo y
del mundo de los hombres, con las expresiones de pecado, tinie-
blas, esclavitud, muerte:
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por
medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos
no la recibieron.9
Por no creer, el mundo está condenado (cf. Jn.3,18), pero el que cree
no está condenado, ya que pasa de muerte a vida (cf. Jn.5,24), y
la vida es la luz, totalmente opuesta a las tinieblas de la muerte.10.
El pensamiento paulino también parte de Jesús y expresa su pen-
samiento de la muerte a partir de la fe en Jesucristo que, con su
muerte trae la salvación y la vida. Pablo, habla de dos posturas,
la del primer Adán y la del segundo Adán (Cristo). Ya que, por el
pecado del primer Adán (y por los pecados personales de los demás
hombres) entró la muerte al mundo, así también por un hombre
(Cristo, segundo Adán) vendrá la resurrección de los muertos.11
Con Jesús, Dios libera el hombre de la muerte porqué Jesús triunfa
sobre la muerte, y el triunfo está en la resurrección. Él es el Señor de
vivos y de muertos. A los que creen en él les da la vida y los que no

7 Mt 11,5; cf. Lc 7,22.


8 Cf. Mt 9,18ss.; Mc 5,21ss.; Lc 7,11ss.; 8,40ss; Mc 5,36; Lc 24,26.
9 Jn 1,9-11; cf. 1Jn 1,8ss.
10 Cf. Jn 12,35.46; 1Jn 1,5; 2,8ss.11.
11 Cf. Rom 5,12-21; cf. Cor 15,21

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creen, van a la perdición (cf. 2Cor 4,3-4). El destino de los pecadores


es la muerte,12 mientras que los creyentes adquieren la vida y la fe.
Para Pablo, la vida y la fe van asociadas al bautismo.13 Por el bau-
tismo, el hombre se abre a la vida de Dios,14 ya que no es el hombre
que vive para sí mismo sino que es Cristo que vive en él, por la fe
(cf. Gal 2,19ss). El hombre, con Cristo, es una nueva creación,15 y
a la hora de la parusía, Cristo someterá definitivamente el poder
de la muerte (cf. 1Cor 15,26), haciendo que el hombre corruptible
sea revestido de incorruptibilidad,16 y la misma creación, toda
entera, quedará libre de corrupción (cf. Rom 8,19ss). Los que son
de Cristo están salvados porque la ley del espíritu que da vida, los
ha librado del pecado y de la muerte (cf. Rom 8,1-2). Es Cristo, el
último Adán, que nos ha dado el espíritu y la vida.17

2. La mentalidad cristiana presupone el sentido pascual


de la muerte
La mentalidad cristiana sobre la muerte era totalmente distinta
de la de los paganos, a causa de la fe y la esperanza en la resurrec-
ción. La nueva mentalidad cristiana proviene de la doctrina de
Jesucristo que define la muerte como un sueño: «La chica no está
muerta, duerme.» (Mc 5,39). Asimismo, la palabra cementerio,
donde los cristianos sepultan a sus difuntos viene de la palabra
griega Κοιμητήριο (Koimeterio), del verbo dormir, y significa lugar
de dormición. También, en la mentalidad cristiana, la muerte
supone pasar a una vida mejor. Con esta mentalidad podemos ver
que el hombre que muere es el que retorna a la patria. Sale de este
mundo a la patria celeste para encontrarse con Cristo: «…deseo
partir y estar con Cristo.» (Flp 1,23). Esto supone pasar a una vida
mejor. En definitiva, es la idea de Pascua, pasar de este mundo al
Padre; participar de la muerte y resurrección de Cristo, porqué el

12 Cf. Rom 1,32; 6,16ss.; 7,5; 8,2ss.; 2Cor 2,15; 4,3; Flp 3,19.
13 Cf. Rom 6; Ga 3,26ss.
14 Cf. Rom 6,10ss.;12ss.; 7,4; Ga 2,19.
15 Cf. 2Cor 5,17; Gal 5,6; 6,15
16 Cf. 1Cor 15,44ss.; 2 Cor 5,1ss.; 1Te 4,13ss; Flp 3,21.
17 Cf. 1Cor 15,45; 2Cor 3,17.

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paso lo hacemos muriendo y resucitando, así la muerte cristiana


es un hecho pascual. El mensaje tenía que ser bien claro, ya que
esta doctrina de la resurrección era lo fundamental y esencial de
los cristianos; era lo que los distinguía como tales.18 San Agustín
dirá que solamente es la fe lo que separa a los cristianos de los que
no lo son.19

3. Sentido pascual de las primitivas oraciones y salmos


exequiales
Las plegarias más antiguas tienen en común el desarrollo de temas
simbólicos, inspirados casi siempre en la tradición bíblica (aunque
en algunas ocasiones tienen paralelos con las religiones profanas).
Hay que subrayar, también, que su temática con frecuencia ensam-
bla varios temas.
Cuando se habla de plegaria por los muertos en la antigua edad
cristiana hay que distinguir entre los mártires y el resto de los
difuntos. Los mártires terminan su vida con un glorioso combate y
pronto se ven coronados de gloria y reciben culto. Los demás cris-
tianos siguen la suerte común de todos los hombres. Las oraciones
que se rezaban por los moribundos y por los difuntos, puesto que
eran para ayudar a dar el paso de esta vida a la eternidad, eran ya
como una intercesión por el difunto, y esta intercesión continuaba
después que el cristiano había expirado y había sido colocado en
el sepulcro en espera de la resurrección pascual.
Los santos padres de la Iglesia, siempre que alguien de la comuni-
dad eclesial fallecía, invitaban a la oración, al sacrificio, a la limosna
e incluso a la Eucaristía en sufragio, pues, los difuntos tenían que
presentarse delante del tribunal de Dios (cf. 2 Cor 5,10) y, por tanto,
tenían que purificarse de sus faltas y pecados para poder alcanzar la
plenitud de Dios, en comunión con Cristo resucitado. La Eucaristía
era la mejor oración que la comunidad cristiana podía hacer para

18 1Cor 15,17: «Si Cristo no ha resucitado, vacía es nuestra predicación y


nuestra fe». 1Tes 4,13-18: «Si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la
misma manera Dios llevará consigo a los quienes murieron en Jesús».
19 Cf. San Agustín, Confesiones lib. IX, 11-12.

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El sentido pascual de las exequias cristianas 593

la purificación de los pecados del difunto y poder así, alcanzar la


gloria pascual a la que todos los hombres estamos llamados des-
pués de la muerte. Los ritos exequiales aparecen habitualmente
formando una sola celebración con la oración por el moribundo.
Como figura en el Ordo Romanus XLIX, lo más común es que en
esta oración se comenzara leyendo los relatos de la pasión, nor-
malmente del evangelio de san Juan. Con esta lectura se intentaba
unir la muerte del cristiano con la muerte de Cristo. Luego, cuando
parece que se va acercando la muerte, se le administraba el viático,
considerándose que la Eucaristía preparaba al moribundo para
la futura resurrección, uniendo así, la muerte del cristiano con la
Pascua de Cristo. Una vez el moribundo había expirado, se cantaba
el Subvenite y el salmo 113, que es un salmo pascual y que sigue
conservándose en la liturgia actual. Entre las preces se encuentra
la admirable despedida del hermano que deja este mundo, el
Procifiscere anima de hoc mundo, y la letanía Libera, Domine, animam
servi tui, en la que se enumera la salvación de Dios a lo largo de la
historia. La finalidad es pedir a Dios que los ángeles y los santos
lleven al difunto al paraíso de su reino eterno.
El texto más expresivo lleno de sentido pascual es la oración
Suscipe, Domine, animam famuli tui revertentem ad te de Aegipto, que
aparece en los sacramentarios, a partir del siglo xi, y que todavía
encontramos en la segunda edición del Ritual de Exequias de la
Conferencia Episcopal Española.
En torno a la celebración de la vela diurna y nocturna se formó la
commendatio animae, que pasó a formar parte del ritual cristiano
para dar sepultura a los bautizados.
También es interesante preguntarnos: ¿cuáles eran los salmos
utilizados en la liturgia exequial cristiana? Ante esta pregunta
inmediatamente nos parece que los salmos más genuinos, dada la
costumbre secular, hasta nuestros días fuesen los salmos peniten-
ciales. Y por excelencia entre ellos los salmos 50 y 129, el Miserere
y el De profundis. A mi entender estos salmos no tienen un sentido
primariamente penitencial, en el sentido estricto de oración de
sufragio por el difunto. Los dos salmos tienen un sentido pascual
y bautismal (no olvidemos que el Miserere se utiliza actualmente

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como uno de los salmos responsoriales de la noche de Pascua).


Los versículos 9-12 tienen un sentido pascual y la antífona esco-
gida desde antiguo es el v. 10: «et exultabuntt ossa humiliata». El
salmo 129, según el comentario de san Agustín, es un canto a la
muerte y a la resurrección del Señor. No hay que olvidar que para
la procesión a la Iglesia con el cuerpo del difunto se cantaban, en
el ritual tridentino, los salmos graduales y no los penitenciales.
Precisamente en el Ordo XLIX se indica que el Miserere debe ser
cantado dos veces en el rito. Creo que estos salmos eran cantados
desde el sentido cristológico plenior, y por tanto el acento era pas-
cual y no tanto penitencial (aunque este elemento está presente
en el núcleo más antiguo). Y no hay que situarlos como expresión
de una teología tremenda y pavorosa ante el juicio de Dios. Será una
teología y una eucología que vendrá después, en la época carolingia
y que se acentuará todavía más en la edad media, por ejemplo en
la secuencia Dies irae.
En la antigüedad cristiana, a partir del siglo vii, cuando el mori-
bundo ya había expirado, encontramos el rezo de salmos con
sentido pascual que trataban de sustituir los llantos y gritos de
las plañideras. De manera especial figuran el salmo 113, In exitu
Israel de Egipto…, que habla de la liberación del pueblo de Israel
y la entrada a la tierra prometida; y el salmo 117, Confitemini…,
que los judíos cantaban al final del banquete pascual. También
encontramos algunas antífonas como Ego sum resurrectio et vita…;
In paradisum…; Exultabunt Domino…; Chorus angelorum…; o el res-
ponsorio Subvenie…,20 todas ellas pascuales. Finalmente, la oración
romana Deus apud quem… que pide que los santos acojan al difunto.
También encontramos el salmo 92, Dominus regnavit (salmo pas-
cual), acompañado de la antífona De terra, que pide la resurrección
a Dios. Los hombres lavan el cuerpo y Dios lava el alma. Durante la
procesión a la iglesia se cantan el salmo 41, Quemadmodum desiderat
cervus ad fóntes… (Deseo del alma de encontrar a Dios); el salmo 4,
Cum invocavero… (Descanso en Dios); el salmo 14, Quis habitavit…
(Deseo de encontrar el reino). Las antífonas que acompañan a

20 El Subvenite a veces se rezaba antes de expirar. Hoy todavía se conserva


en este mismo momento (cf. Ritual de Enfermos, 151).

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El sentido pascual de las exequias cristianas 595

estos salmos, generalmente todas son también con matiz pascual


y de esperanza. Esta visión optimista, de las primitivas exequias
cristianas, es una característica propia del sentido pascual que en
ellas encontramos, tanto por los salmos seleccionados como por
las oraciones que se rezan. La celebración exequial es la celebración
de un éxodo pascual. El difunto experimenta su salida de Egipto
y su entrada a la tierra prometida, donde lo acogen los ángeles y
los santos. Sería altamente interesante buscar y descubrir en la
abundante, casi ingente, literatura patrística sobre los salmos, los
motivos de la elección de cada salmo, presente desde antiguo en
la liturgia exequial cristiana. Pongo dos ejemplos: el primero sobre
el salmo 114. El salmo: Dilexi, quoniam exaudit Dominus. La sola
lectura de este salmo en el contexto de la muerte de un cristiano
está teñido de la esperanza cristiana. Todo el misterio pascual del
Señor Jesús está contenido en el salmo. El salmista apretado por
los lazos de la muerte y de las angosturas del seol (v. 3) invoca el
Señor y él lo libera, de modo que el salmo, junto con el siguiente
se convierte en acción de gracias a él que ha rescatado su alma de
la muerte (quia eripuit animam tuam de morte) (v. 8) y en el salmo
siguiente (en la tradición hebraica constituyen el mismo salmo),
la Iglesia se fija en el versículo 15 «Preciosa es en la presencia del
Señor, la muerte de sus fieles». Para Dios la muerte de los que le
temen es algo importante, ya que es él quién vela por sus vidas.
Los salmos de la iniciación cristiana eran incorporados a la litur-
gia exequial. Propiamente eran los mismos salmos. Esto da una
gran belleza teológica a la celebración de la Pascua en ocasión de
la muerte de un cristiano. Y la celebración de la Eucaristía. Una
Eucaristía que el moribundo había recibido como viático como
prenda de resurrección, después de haber proclamado la pasión del
Señor. Hay que tener presente la comendatio animae que contenía,
en el Ritual del 1614, el salmo 117. San Basilio dice al principio de
su comentario al salterio que en los salmos está contenida toda la
integridad de la teología.21 Los salmos leídos desde Cristo en el
Espíritu Santo son anuncio del misterio pascual, fuente de toda

21 Hom in Ps 1,1: PG 39, 213.

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596 F. Xavier Parés Saltor

esperanza en la muerte de los creyentes. Lo que ilumina toda esta


praxis litúrgica es el misterio de la Pascua del Señor. El sentido
cristiano de la muerte es revelado a la luz del misterio pascual de
la muerte y de la resurrección de Cristo, en quien radica nuestra
única esperanza. El cristiano que muere en Cristo Jesús «sale de
este cuerpo para vivir con el Señor» (2 Cor 5,8).

4. La etapa que olvida el sentido pascual de las exequias


Fue la larga etapa de la liturgia tridentina (1614–1969) que potenció
más el sentido de temor y de misericordia ante el juicio de Dios,
olvidando el carácter pascual de las exequias cristianas.
Presenta la muerte no como un simple cambio de la vida terrena
a la vida celestial, un pasar al Padre, un retorno al Señor, sino que
presenta la muerte como un comparecer ante el tribunal de Dios
y un inicio del tiempo de purificación que todo ser humano tiene
que hacer por los pecados cometidos durante la vida terrena, antes
de entrar en el reino de los cielos.
En las oraciones del Ritual tridentino no está presente el carácter
pascual. La liturgia fúnebre es una intercesión por el difunto, no
tiene en cuenta el carácter escatológico de la Eucaristía. Da gran
importancia a la absolución al final del funeral, como un elemento
esencial del rito, y en los ritos pontificales para las exequias de los
obispos, el pontifical (no el ritual) llega a hacer, hasta cinco veces
esta absolución. Los colores son negros y tristes, tanto los litúrgicos
del sacerdote, como los del túmulo y los vestidos de los familia-
res. Esto repercute también en los cantos litúrgicos, sobre todo en
algunos como los de la absolución (siglo x): Salmo 50 (Miserere),
salmo 129 (Desde el abismo), expresando su sentido más penitencial
que pascual. Los del Gradual: Salmo 119 (Clamo al Señor), salmo 133
(El adiós de los peregrinos). La secuencia: Dies irae (siglo xii-xiii). El
responsorio: Libera me, Domine (siglo xi).
El Oficio de difuntos que se reza en la iglesia, antes de la misa,
(compuesto en los siglos ix-x), abunda en lamentaciones y duelos,
y se reza tanto por el difunto como en nombre del difunto. La sal-
modia todavía es de alabanza a Dios. Los únicos cantos de gozo
que figuran son: el Benedictus, Subvenite, In paradisum.

libro ph318.indb 596 21/11/2013 9:34:22


El sentido pascual de las exequias cristianas 597

En las exequias de niños, encontramos ornamentos y vestidos


blancos, salmos de alabanza como el salmo 23 (Entrada del Señor
al santuario), salmo 112 (Alabanza al nombre del Señor), salmo 118
(Elogio a la ley divina) y salmo 148 (Alabanza al Señor).
Los textos tridentinos son de muchos tipos y épocas. Las de los
siglos vii y viii están tomadas de los sacramentarios con una
mentalidad pascual de fe en Dios que recibe y salva al difunto,
en cambio la antífona de ofertorio: Domine Iesu Christe, libera eas
de ore leonis ne absorveat eas tartarus, ne cadant in obscurum, del
siglo x, expresa el eco psicológico del profundo interior22 con
mentalidad totalmente lejana del gozo pascual que ha de tener la
muerte cristiana.23 Las del siglo xii expresan miedo y temor ante
la muerte, y se refieren más al juicio particular24 y al purgatorio,25
también con ausencia total del sentido y del gozo pascual. Es la
época del miedo, en que las predicaciones y reflexiones cristianas
están dominadas por el temor y el miedo a la condenación eterna.
Las oraciones son siempre para el difunto, no tienen en cuenta a
la familia que sufre el dolor de la separación. Corresponde a una
mentalidad renacentista (1500-1600), en que se piensa, sobre todo,
en la preparación a la buena muerte. De aquí el famoso librito de
san Roberto Bernardino: Artis bene moriendi.

5. Importancia del sentido pascual en las exequias del


Vaticano ii
Hacía tiempo que un movimiento dentro de la Iglesia católica,
pedía la renovación de la liturgia exequial. Se quería recuperar el
carácter pascual, perdido en gran parte en la edad media y en la
época moderna. A principios del siglo xx (1919), se introdujo un
prefacio propio en las misas de difuntos, tomado de la liturgia

22 Cf. Soressi, «L’offertorio della messa dei defunti», Ephemerides Liturgicae


61 (1947) 245-252.
23 Cf. F. Ermini, Il «Dies irae», Florencia: Olschki 1928; B. Capelle, «Le
Dies irae chant d’espérance?», Les Questions Liturgiques et Paroissiales 22 (1937)
217-224.
24 La doctrina católica del juicio particular fue definida en 1336.
25 La doctrina católica sobre el purgatorio fue definida en 1439.

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598 F. Xavier Parés Saltor

hispánica, y que contenía un profundo sentido de la resurrección.


La misma Constitución conciliar en el número 81, nos dice que el
nuevo Ritual ha de expresar el carácter pascual de las exequias;26
y lo más importante de este nuevo Ritual es precisamente que
subraya este carácter pascual de la muerte y de las exequias, al
tiempo que sabe situar los ritos en el ambiente de las costumbres
de cada uno de los pueblos, no solo de las de la antigua Europa y de
las que de ella dependen, sino de las del mundo entero. Este nuevo
Ritual subraya lo característico de la muerte a la luz del evangelio
y tiene en cuenta la práctica real de las comunidades. Por tanto,
tiene carácter pascual y la antropología propia de cada país. De
entrada, en el nuevo Ritual de Pablo VI, ya figura un precioso texto
que remarca todo el sentido pascual del mismo. Empieza diciendo:
La Iglesia en las exequias de sus hijos, celebra el misterio pascual,
para que quienes por el bautismo fueron incorporados a Cristo,
muerto y resucitado, pasen también con él a la vida eterna, primero
con el alma, que tendrá que purificarse para entrar al cielo con los
santos y elegidos, después con el cuerpo, que deberá aguardar la
bienaventurada esperanza del advenimiento de Cristo y la resu-
rrección de los muertos.27
El carácter pascual de la exequias, no puede reducirse a la sola
resurrección; la Pascua incluye tres facetas: la muerte (con sus sufri-
mientos), la sepultura (con la esperanza de la resurrección), y la
resurrección (victoria final del cristiano).28 Muchos textos y detalles
subrayan el sentido pascual de las exequias, como la colecta Suscipe
Domine.29 Un detalle que también recuerda el sentido pascual de

26 «El rito de las exequias debe expresar más claramente el sentido pascual
de la muerte cristiana y responder mejor a las circunstancias y tradiciones de
cada país, aún en lo referente al color litúrgico».
27 Ordo Exequiarum. Praenotanda núm. 1.
28 P. Farnés, «La escatología en el ritual de exequias de Pablo VI», en C.
Izquierdo (ed.), Escatología y vida cristiana. XXII Simposio Internacional de
Teología de la Universidad de Navarra, Pamplona: Servicio de Publicaciones de
la Universidad de Navarra, 2002.
29 Ordo Exequiarum, núm. 30.

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El sentido pascual de las exequias cristianas 599

las exequias es la iluminación del cirio pascual, junto al féretro.30


En el interior del mismo Ritual los textos y detalles que subrayan
el sentido pascual de la celebración y con su presencia dan al rito
un nuevo rostro son numerosos.

5.1. La Eucaristía
La Eucaristía es elemento normal en la celebración de la liturgia
fúnebre. La Eucaristía se celebra en la iglesia (en casos extraordi-
narios se puede celebrar en la casa del difunto), el día del entierro
u otro día; pero es importante celebrarla ya que une la muerte del
cristiano con la Pascua de Jesucristo. Excluir la Eucaristía, por
principio, no tiene razón justificable.

5.2. El lenguaje y los símbolos pascuales


Tanto en la eucología como las lecturas bíblicas del actual Ordo
Exequiarum tienen un carácter marcadamente pascual, de manera
que la liturgia de difuntos hoy es una espléndida profesión de fe
en la Pascua del Señor y un momento de comunión eclesial intensa
con quien ya no está entre nosotros y con los que lloran su ausencia.
La eucología del actual Misal Romano contiene 39 formularios con
un conjunto de 114 oraciones, todas ellas de marcado carácter
pascual. Las oraciones del nuevo ritual expresan la esperanza de
que quien ha muerto en Cristo resucitará con él. Así oramos: «te
encomendamos Señor, a nuestro hermano a quien rodeaste de
amor infinito… participe en el descanso eterno».31 Esperanza para
los que lloran: «que tu palabra sea luz en las tinieblas y fe en las
dudas».32 Esperanza para quien ha muerto: «Dale estancia en el
lugar de la luz y de la paz»; «llegue al convite celestial»; «tenga la

30 La iluminación del cirio pascual en la edición renovada de la Conferen-


cia Episcopal Española va acompañada de una expresiva fórmula que dice
el celebrante (cf. por ejemplo p. 122); esta fórmula, con todo, no figura en la
edición típica del Ordo exequiarum.
31 Ritual de las Exequias. Primera edición castellana de la Conferencia Episcopal
Española (1971), 317.
32 Ibíd., 113.

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600 F. Xavier Parés Saltor

felicidad eterna».33 Esperanza profunda en Cristo resucitado: «Te


encomendamos el alma de nuestro hermano/a con la esperanza
que resucitará en Cristo».34 Por la fe profesamos que Cristo que
murió, ha resucitado: «concede a tu siervo/a que ha muerto en
Cristo, participar de su resurrección».35 Esperanza en la participa-
ción plena de la comunión de los santos: «dale con tus santos, la
felicidad del paraíso»; «Que resucite entre tus santos y elegidos».36
La lectura de la Palabra de Dios es un elemento que no puede
omitirse, incluso en el caso de no celebrarse la misa. La abundante
selección de lecturas bíblicas, proclaman el misterio pascual y
afianzan la esperanza de una vida en el reino de Dios, exhortan a
la piedad hacia los difuntos y a dar testimonio de vida cristiana
(Prenotanda ,11). La homilía, forma parte de la liturgia de la Pala-
bra, que intenta hacerla realidad, presente en aquel momento,
iluminando el misterio de la muerte concreta de una persona, con
la luz de la fe divina.
En cuanto a los símbolos hay que destacar también su importante
sentido pascual, empezando por el mismo color litúrgico que pasó
de negro al morado, como color prepascual, que se usa en la Cua-
resma. También admite el color blanco, por expresar mejor el sen-
tido de la resurrección, (en muchos lugares se usa el color blanco).
El silencio es el mejor lenguaje ante la muerte porque el misterio
de la muerte supera toda palabra. La cruz, se lleva en procesión,
normalmente suele también ponerse una cruz sobre el ataúd, y
sobre todo, la cruz preside siempre la celebración exequial. Es el
símbolo de la muerte del cristiano que ha seguido y se ha unido
a la muerte de Cristo. El cirio pascual, es el símbolo de Jesucristo
resucitado que se encendió la noche santa de Pascua, ilumina la
noche oscura de la muerte con la nueva vida de la resurrección.
También es el símbolo de la fe, que se recibió el día del bautismo
y que ha acompañado toda la vida del cristiano que ha procurado

33 Ibíd., 74, 186, y la colecta de la misa por un obispo del Misal Romano.
34 Ibíd., 92.
35 Ibíd., 170.
36 Ibíd., 105, cf. 139, 120, 136, 147, 151.

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El sentido pascual de las exequias cristianas 601

vivir en la luz de la fe, dando sentido e iluminando toda la vida


humana, hasta llegar al momento de la muerte que, dejando ya
la fe, se entra en la luz de la eternidad, donde brilla para siempre
en la felicidad del cielo. El agua bendita, recuerdo del bautismo y
símbolo de la purificación. Es el agua de la nueva vida y de la libera-
ción, como el agua del diluvio y el agua del mar Rojo, como el agua
del Jordán y del bautismo, que purifica, una vez más, al cristiano
difunto juntamente con la oración de la Iglesia. Cristo es el agua
viva (cf. Jn, 4), que sacia definitivamente la sed de felicidad que
se alcanza en el cielo.37 El Incienso, perfume y fiesta, símbolo de la
oración, del honor y del respeto hacia el cuerpo difunto que es hijo
de Dios y miembro de la Iglesia, pasando de la Iglesia de la tierra
a la del reino de los cielos. Expresa el aprecio que la comunidad
eclesial siente por el cuerpo que ha sido templo del Espíritu Santo
y que está destinado a la resurrección. Tiene sentido de ofrenda
total y definitiva que ha supuesto la muerte.38

5.3. Los cantos


Los cantos del actual Ritual son cantos pascuales, que proceden
de las sagradas escrituras o de la inspiración litúrgica. Algunos
textos tétricos y miedosos han sido apartados de la liturgia actual.
Tampoco hay que fomentar cantos nostálgicos y de añoranza. Los
textos actuales del canto litúrgico exequial son expresión de fe y
esperanza cristiana, con un fondo teológico propio del misterio
pascual. El canto es pues considerado un elemento rico e impor-
tante y extraordinariamente pascual. Por ello se pide el canto
propio de esta liturgia, más que otros, quizá más populares pero
menos adecuados, tanto por su texto como por la misma música.
La edición renovada de la Conferencia Episcopal Española ofrece
la celebración de las exequias con canto y sin canto, para cuando
no es posible que la asamblea entone cantos exequiales verdade-
ramente apropiados.

37 Cf. Ap 7,17; 22,1.


38 J. Aldazábal, Vocabulario básico de liturgia (Biblioteca Litúrgica 3), Bar-
celona: Centre de Pastoral Litúrgica 1996, 180-181.

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602 F. Xavier Parés Saltor

5.4. Las procesiones


El Ritual actual presenta también dos procesiones en el rito de las
exequias. Una procesión de la casa a la iglesia, y otra procesión
de la iglesia al cementerio. Son signo de peregrinaje y acompaña-
miento hacia la Pascua celestial. Donde puedan realizarse, hay que
hacerlas con dignidad y con devoción, dándoles el significado y
el valor que realmente tienen.

5.5. Significado pascual de los salmos 113 y 117


El Ritual actual recupera, sobre todo, los más antiguos y expresivos
salmos 113 y 117, matizando claramente su sentido pascual.
El salmo 113 describe la Pascua de Israel, el paso de la esclavitud
a la libertad; este significado pascual hace que los judíos lo canten
en la noche de Pascua como parte del gran Halell. Para la Iglesia, el
salmo 113 es uno de los salmos de la liturgia dominical y pascual:
es el paso de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la
libertad de los hijos de Dios. Muchas de sus expresiones, tales
como: «Cuando Israel salió de Egipto», «Judá fue su santuario», «el
mar al verlos, huyó», «el Señor transforma las peñas en estanque, el
pedernal en manantiales de agua viva»… son aplicadas a la Pascua
o tránsito definitivo del cristiano en su muerte,39 expresando así
el deseo del Vaticano II de que las exequias expresen con mayor
claridad el sentido pascual de la muerte cristiana.40 Con estos
acentos pascuales del salmo 113 es muy recomendable iniciar el
rito de exequias en la despedida de nuestros hermanos difuntos.
Por lo que respecta al salmo 117, es otro salmo pascual que en
Israel también formaba parte del Halell recitado al final de la cena
pascual; aunque en su origen fue el canto de acción de gracias por
la victoria de un rey que había vencido en una batalla. En el Nuevo
Testamento, más de una vez, este salmo se aplica a Jesucristo y
a su triunfo pascual.41 Por ello, actualmente figura como salmo

39 P. Farnés, La escatología.
40 Cf. SC 81.
41 Mt 21,42; Hch 4,11.

libro ph318.indb 602 21/11/2013 9:34:22


El sentido pascual de las exequias cristianas 603

responsorial en muchos domingos y misas feriales del tiempo


pascual.42 Es Cristo quien da gracias al Padre por su triunfo pas-
cual. Por esto es muy apropiado dar este mismo sentido a este
salmo en las exequias cristianas, como históricamente ha sido,
ocupando de hecho diversos lugares de la celebración: procesión
de la casa a la iglesia, la entrada a la iglesia, la procesión de la igle-
sia al cementerio, el momento del sepelio, etc. Expresiones como
«Abridme las puertas del triunfo…» y todo el final del salmo, son
una visión llena de luz –de vida eterna– a la que se llega después
de la oscuridad de la muerte.
Estos dos salmos, 113 y 117, son quizá el elemento más destacado
del carácter pascual de las exequias, sin olvidar todos los otros
matices que hemos comentado y que supone esta misma cele-
bración. Pero hay que reconocer que todavía hoy, en la práctica,
quedan poco subrayados estos dos salmos mayores que dan todo
el sentido pascual a las exequias cristianas. Por ello, con mucho
acierto, la edición renovada de la Conferencia Episcopal Española
propone una paráfrasis de este salmo a recitar de manera litánica
por el que preside,43 para cuando no es posible el canto –cosa muy
frecuente– en algunas celebraciones exequiales. Así no falta el
contenido pascual del salmo ni en las celebraciones más simples.
La elección de estos salmos obedece a una adecuación del salmo
en el corazón y la boca del difunto, la Iglesia canta estos salmos,
no por él, sino con él. Se reúne entorno del difunto para expresar
la solidaridad de fe y de oración con él. Es el misterio más íntimo
de la comunión de los santos, es decir, no orar por el difunto, sino
vicariamente rezar con él.
Los salmos exequiales cristianos son todos absolutamente cris-
tológicos y son usados curiosamente, tanto en la liturgia de la
Iniciación cristiana, el bautismo, como en las exequias. Se pre-
senta toda la teología de la muerte a partir de la resurrección de

42 Cf. Aleluya de la vigilia pascual, misa del día de Pascua; domingos de


Pascua 2A y 4B; también alternativamente, una semana en laudes y otra en
la hora intermedia.
43 Cf. Ritual de las Exequias. Segunda edición castellana de la Conferencia Epis-
copal Española (1989), 617 y 855.

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604 F. Xavier Parés Saltor

Cristo en el sentido de san León Magno, Victor mortis et Dominus


vitae.44 Esto centra la muerte del cristiano a tenor del misterio de
la Pascua del Señor. No se trata únicamente de la muerte pagana
(por la cual hay que ofrecer sacrificios a la divinidad para que sea
propicio al difunto) sino que la fe de la Iglesia comprende que el
destino del difunto es participación en el misterio de la muerte y de
la resurrección del Señor. En este sentido la Iglesia puede utilizar
los salmos cristológicos, (los que cantan in prophetia) la muerte y
la resurrección del Señor, interpretados ya desde el Nuevo Testa-
mento, como referidos al Señor mismo. La oración de los salmos
es llevada a la plenitud por la oración del Hijo amado del Padre;
nadie como él ha santificado los salmos, de manera que él lleva a la
plenitud (como arrastrándola) toda la oración tanto del viejo como
del nuevo Israel. El Señor asumió todo el salterio, vocem Christi ad
Patrem, y lo regaló a la Iglesia para que sea vox ecclesiae ad Patrem.

6. Conclusión
Con coherencia teológica los ritos cristianos exequiales, renovados
y puestos más de relieve en la reforma litúrgica, según el deseo de
Sacrosanctum Concilium, evocan y de alguna manera hacen presente
el bautismo del cristiano. No es la muerte de alguien cualquiera,
es la muerte de un hijo de Dios y un miembro de la Iglesia. Y esta
condición está más allá de la santidad o del pecado del que muere,
puesto que es la muerte redentora de Cristo la que salva. La litur-
gia, decía Juan Pablo II, nos pone continuamente en camino del
misterio pascual que nos abre Cristo, donde uno aprende a morir
para entrar en la vida. El papa Francisco, este mismo verano, en la
JMJ de Río de Janeiro, repetía la misma idea diciendo:
Solo en Cristo muerto y resucitado encontramos salvación y reden-
ción. Con él, el mal, el sufrimiento y la muerte no tienen la última
palabra, porque él nos da esperanza y vida: ha transformado la cruz
de ser instrumento de odio, de derrota, de muerte, en signo de amor,
de victoria y de vida.

44 Tract. 30, 5: CCL 138, 157.

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El sentido pascual de las exequias cristianas 605

Esta es la propuesta y el camino que sigue la liturgia de las exequias


cristianas: un camino con verdadero sentido pascual.
F. Xavier Parés Saltor

Presbítero de la diócesis de la Seu d'Urgell, es doctor en teología


litúrgica y ejerce su ministerio sacerdotal como canónigo – párroco,
delegado de liturgia de su diócesis y profesor del Instituto Superior
de Liturgia de Barcelona.

libro ph318.indb 605 21/11/2013 9:34:22


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libro ph318.indb 606 21/11/2013 9:34:23


Phase 317 (2013) 607-623

Aspectos jurídico-canónicos
y litúrgicos en torno a la cremación
Juan Damián Gandía Barber

Resumen

El artículo presenta, desde una perspectiva histórica, las razones de la prohibición


de la cremación en la historia hasta su aceptación en el Código de Derecho Canónico
de 1983. Después se aborda la celebración de las exequias eclesiásticas para los
que eligen la cremación, y la posibilidad de celebrarlas con la urna de las cenizas.
Finalmente se trata de los columbarios como lugar apto para la deposición de las
cenizas y de la práctica de esparcirlas.

Palabras clave: Incineración, columbario, cementerio, exequias.

Abstract

This article presents, from a historical view, the reasons for the prohibition of cre-
mation in history until its acceptance in the Code of Canon Law (1983). It also deals
with the ecclesiastical funeral celebrations for those who choose cremation, and the
ability to celebrate them with the Ashes urn. Finally it considers the columbarium as
a suitable place for the deposition of the ashes and the scattering practice.

Key words: cremation, columbarium, cemetery, funeral rites.

La reciente introducción de la cremación y su creciente aceptación-


utilización,1 plantea algunas preguntas a los pastores de la Iglesia,
que tienen que cumplir con la obligación de proporcionar abun-

1 Cf. M. Merino Quesada, «La cremación y los columbarios», Pastoral


litúrgica 318-319 (2010) 376.

libro ph318.indb 607 21/11/2013 9:34:23


608 Juan Damián Gandía Barber

dantemente el bien espiritual de las exequias a los fieles cristianos


que optan ya por esta práctica. ¿Es cristiano pedir la cremación del
cadáver? ¿Tienen prohibidas las exequias eclesiásticas? ¿Dónde
depositar las cenizas?
Cada una de estas preguntas ofrece el marco para una reflexión
extensa, como demuestran algunas monografías publicadas.
Ahora bien, el objetivo de este trabajo será ofrecer las principa-
les afirmaciones que responden a las preguntas que suscita esta
nueva práctica de creciente aceptación social, apoyándonos en el
tratamiento del tema en la historia.
La Iglesia mantiene la piadosa y constante costumbre de inhumar
los cuerpos de los fieles, sin que considere la cremación intrínse-
camente mala, y la permite cuando esta práctica no es expresión
de una ideología contraria a la doctrina de la Iglesia.
Será también necesario acudir al proceso codificador, para compro-
bar cómo los miembros del coetus encargado de la elaboración de
esta parte del Código, equiparan los columbarios a los cementerios,
aplicándoles la disciplina del Código.
Está claro que la temática es amplísima, por lo que un primer
límite del estudio será que solo haremos referencia a momentos
más relevantes de la historia. No podemos, tampoco, presentar
la legislación civil de los diversos temas, solamente la canónica.
No nos referiremos a los aspectos de la ordenación litúrgica más
que cuando sea necesario, de forma que no entremos en materia
asignada a otros colaboradores. En cuanto a la normativa referente
a los cementerios, que se ha de aplicar a los columbarios por la
equiparación que se hace con ellos, haría falta un estudio minucioso
que excede las finalidades y límites de este trabajo.

1. Aspectos históricos de la cremación (prohibición y


permisión)
1. La Iglesia no considera que la cremación sea intrínsecamente
mala ni contraria a la fe cristiana, tal como expresan los mismos

libro ph318.indb 608 21/11/2013 9:34:23


Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 609

decretos que la prohíben en un momento concreto de la historia.2


Ahora bien, la inhumación de los cadáveres es una práctica que se
introduce desde los inicios del cristianismo y que cambiará progre-
sivamente las costumbres de la sociedad pagana, terminando por
ser considerada la forma tradicional de tratar los cuerpos de los
fieles cuando han muerto, prohibiéndose la praxis de la cremación
y considerándose contraria a la costumbre cristiana.3
De este proceso se seguirá una modificación terminológica en
las palabras que designaban el lugar de descanso de los difuntos
cristianos. El término «necrópolis» (ciudad de los muertos), se sus-
tituyó gradualmente por «cementerio», que se deriva del griego
«koimáo» (dormir).4
Las razones que justificarán la prohibición serán la misma costumbre;
el respeto a los cuerpos de aquellos que han sido templo del Espíritu;
la mejor adecuación a los textos bíblicos; las certezas de fe de en la

2 Cf. Sagrada Congregación del Santo Oficio, «Instructio De crema-


tione cadaverum, ad omnes locorum ordinarios cum Apostolica Sede pacem
et communionem habentes (19 de junio de 1926», AAS 18 (1926) 283: Íd.,
«Instructio Piam et constantem de cadaverum crematione (5 de julio de 1963)»,
AAS 56 (1964) 822.
3 Cf. Z. Suchecki, La cremazione nel diritto canonico e civile, Città del Vaticano
1995, 141; S. Aloso Morán, «La sepultura eclesiástica», en A. Alonso Lobo –
L. Miguélez Domínguez, S. Alonso Morán Comentarios al Código de Derecho
Canónico con el texto legal latino y castellano (Cánones 682-1321) 2, Madrid 1963,
798. En la época medieval algunas prácticas nacidas en situaciones especiales
fueron rechazadas por la Iglesia fundándose en la antiquísima tradición cris-
tiana, el uso tan antiguo como el mismo género humano, que se fundamenta
en los sentimientos justos de reverencia hacia el cuerpo humano. Entre los
años 1096 y 1291, para que los cruzados que morían lejos de su tierra pudie-
sen ser enterrados en ella, se llevó a cabo una cremación del cadáver que no
afectaba a los huesos, de manera que estos restos pudiesen ser trasladados al
lugar de origen (cf. Suchecki, La cremazione, 124-126; F. X. Wernz – P. Vidal,
Ius canonicum. De rebus: sacramenta, sacramentalia, cultus divinus, coementeria
et sepultura eclesiastica 4/1, Romae 1934, 686; Extrav. Com. 3.6.1).
4 Cf. Suchecki, La cremazione, 116 y 120-122; Wernz – Vidal, Ius canonicum,
685-686.

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610 Juan Damián Gandía Barber

resurrección de la carne, en la inmortalidad del alma, en el juicio


final y en la vida eterna.5
2. A algunas sociedades y organizaciones masónicas o carbonarias,
o a otro tipo de grupos sectarios que maquinaban, manifiesta o
clandestinamente, en contra de la Iglesia o de los poderes públicos,
se les aplicaba la excomunión latae sententiae reservada de modo
general al romano pontífice.6 Esta misma pena se aplicaba a los
que ayudaban a estos grupos, y a los que no denunciaban a sus
jefes o sus reuniones ocultas, teniendo conocimiento de todo ello.7
Estas organizaciones, bajo capa de motivaciones y objetivos sani-
tarios y de prevención de la salud, fomentaban «sociedades» que
trabajaban por la sustitución de la inhumación por la cremación,
con el fin último antieclesial de negar la inmortalidad del alma, la
resurrección de la carne y la vida eterna. Esto explica el por qué
la masonería es nombrada explícitamente en los primeros docu-
mentos de la Iglesia que tratan el tema de la cremación.8 El Decreto
Quoad cadaverum cremationes (19 de mayo de 1886), que prohíbe
la incineración, distinguía claramente entre sociedad crematoria

5 Cf. F. di Molfetta, «I rischi della cremazione per l’antropologia cris-


tiana», Rivista liturgica 99 (2012) 146-148. La cultura occidental ha sido ajena
a la incineración considerandola como práxis poco respetuosa con el cuerpo
humano, como constatan algunas afirmaciones antropológicas contenidas
en G. Boselli, «Il rito delle esequie: confessione della fede e umanizzazione
della morte», Rivista liturgica 99 (2012) 65-66.
6 La Constitución Apostolica Sedis del papa Pío IX, dividió las excomu-
niones latae sententiae en reservadas al romano pontífice de forma especial;
reservadas al papa de modo general; reservadas al obispo diocesano o a los
ordinarios; y no reservadas; cf. Pío IX, «Constitutio Apostolica Sedis, qua
ecclesiasticae censurae latae sententiae limitantur (12 de octubre de 1869)»,
ASS 5 (1869) 805-312.
7 Cf. Pío IX, «Constitutio Apostolica Sedis», 311.
8 Como podemos ver, por ejemplo, en Sagrada Congregación de la
Santa y Romana Inquisición, «Decretum Quoad cadaverum cremationes (19
de mayo de 1886)», ASS 19 (1886) 46; Sagrada Congregación del Santo
Oficio, «Responsa De crematione cadaverum (27 de julio de 1892)», en DS 3276.

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Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 611

y masónica, aunque constata que de hecho todas las sociedades


crematorias de la época, surgían de la masonería.9
Además, a los que elegían la cremación se les privaba de las exe-
quias y de la sepultura eclesiástica. El 15 de diciembre de 1886,
la Congregación romana y universal de la inquisición, introduce
un cambio de postura permitiendo las exequias y sepultura en
sagrado, a las personas que son incineradas por mandato de
terceros, considerando que estos no tenían voluntad explícita de
oponerse a la doctrina de la Iglesia. Se debía, no obstante, evitar el
escándalo y que constase públicamente que no existía en el sujeto
la voluntad de ser quemado. Los ritos funerarios se podían hacer
tanto en el domicilio, como en la Iglesia, pero no en el lugar donde
se llevaba a cabo la cremación.10
El 27 de Julio de 1892, el Santo Oficio, respondiendo a las preguntas
del arzobispo de Friburgo, declara que no se pueden administrar
los sacramentos a las personas que han pedido la cremación de
su cadáver, aunque tuviesen otras motivaciones y no la de ir en
contra de la Iglesia o de su doctrina.11
3. Esta legislación viene recogida en el Código Pío-Benedictino con
las finalidades de resaltar la doctrina de la inmortalidad del alma,
de la resurrección de la carne y de la vida eterna; promover la
piedad hacia los restos mortales del difunto que ha sido templo

9 Cf. Sagrada Congregación de la Santa y Romana Inquisición,


«Decretum Quoad cadaverum cremationes», 46. El Decreto reivindica la piadosa
costumbre de enterrar a los muertos, prohíbe la cremación considerándola
como una fase del programa descristianizador de la masonería, y condena a
los que se inscriban en estas sociedades a la excomunión y al privación de la
sepultura eclesiástica.
10 Cf. Sagrada Congregación de la Santa y Romana Inquisición,
«Decretum Quoad corporum cremationem (15 de diciembre de 1886)», ASS
25 (1892-1893) 63; cf. similiter Sagrada Congregación del Santo Oficio,
«Decretum Quoad cremationem aliena voluntate peractam (15 de diciembre de
1886», ASS 29 (1896-1897) 642; Sagrada Congregación del Santo Oficio,
«Responsa De crematione cadaverum (27 de julio de 1892», en DS 3277.
11 Cf. Sagrada Congregación del Santo Oficio, «Responsa De crematione
cadaverum (27 de julio de 1892)», en DS 3276.

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612 Juan Damián Gandía Barber

del Espíritu Santo; y conservar la pía costumbre instaurada desde


los inicios del cristianismo.12
El canon 1203 decía que los cuerpos de los fieles difuntos han de
sepultarse, reprobándose su cremación. Si alguno disponía de
cualquier forma que su cuerpo fuese incinerado, era ilícito cum-
plir esta voluntad, teniendo como no puesta la cláusula en un
contrato, testamento o acto cualquiera en el que se dispusiesen
tales términos.13
Estaban privados de la sepultura eclesiástica, de cualquier misa
exequial (incluso aniversario) y de otros oficios públicos aquellos
que hubieran mandado quemar su cadáver (no los incinerados
en contra de su voluntad), salvo que antes de la muerte hubieran
dado algún signo de arrepentimiento (cans. 1240 §1 núm. 5 y
1241),14 con señales evidentes y ciertas, como el deseo de confesar
o la realización de algún gesto de devoción.
Estas señales debían constar claramente por el testimonio de
alguna persona fidedigna. No bastaba la mera suposición de un
arrepentimiento en los últimos instantes de la vida acogiéndose
a un beneficio oculto de la misericordia divina, puesto que estas
gracias no entraban en el juicio exterior de la potestad eclesiástica.15
4. Las peticiones de diversos padres conciliares replantearon la
cuestión,16 de manera que la Instrucción Piam et costantem de 1963,
después de recordar la piadosa y constante costumbre de sepultar
los cuerpos, porque expresa mejor la esperanza en la resurrección,
mitigará las disposiciones del Código de Derecho Canónico de 1917,
fundándose en las mismas razones que suscitaron la oposición a la
práctica de la cremación.17 Así pues, constatando que habiéndose

12 Cf. Wernz – Vidal, Ius canonicum 4/1, 687 y 689-670.


13 Cf. CIC (1917) 1203.
14 Cf. CIC (1917) 1240, núm. 5; CIC (1917) 1241.
15 Cf. Aloso Morán, «La sepultura eclesiástica», 834-835 y 839-840.
16 Cf. Suchecki, La cremazione, 159-167.
17 Cf. Sagrada Congregación del Santo Oficio, «Instructio Piam et
constantem», 823.

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Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 613

debilitado el espíritu sectario y anticatólico, habiéndose dado un


cambio de mentalidad en las personas y la sociedad, siempre que
sobrevengan razones de utilidad pública o privada, y cuando la
persona no haya expresado su intención de ser quemada, es mejor
que la Iglesia no se oponga a la cremación.18
Esta instrucción impide, sin embargo, que los ritos fúnebres se
lleven a cabo en el mismo horno crematorio o lugar de incineración,
para que claramente aparezca que la Iglesia prefiere la inhumación
y no sufra merma esta piadosa costumbre eclesial.19
5. Los prenotandos del Ritual de Exequias promulgado el 15 de
agosto de 1969, modifican toda la legislación permitiendo la cele-
bración de las exequias eclesiásticas a los que eligieron la cremación
de su cadáver, sin sustentar su decisión en razones ideológicas.20
Se trata de una modificación disciplinar introducida en el Ritual
que influyó en el proceso de codificación.21

18 Cf. Suchecki, La cremazione, 171-172.


19 Cf. Sagrada Congregación del Santo Oficio, «Instructio Piam et
constantem», 823.
20 Cf. Rituale Romanum ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani
II instauratum auctoritate Pauli PP. VI promulgatum. Ordo Exsequiarum. Editio
typica, Città del Vaticano 1969, núm. 15 p. 10.
21 Cf. Pontificia Comisión para la revisión del Código de Derecho
Canónico, «Coetus studii De locis et de temporibus sacris», Communicationes
35 (2003) 84; Pontificia Comisión para la revisión del Código de Dere-
cho Canónico, «Coetus studiorum De locis et de temporibus sacris deque cultu
divino», Communicationes 12 (1980) 347. Cierto es que en la etapa de redacción
del Código de Derecho Canónico se derogaron de una manera atípica normas
de carácter disciplinar del Código Pío-Benedictino, mediante los libros litúrgi-
cos. Esta fuerza derogatoria y abrogatoria la recibían en base a los decretos
con los que estos eran promulgados. Así lo expresa una nota de la revista
Notitiae, órgano oficial de la Sagrada Congregación para el Culto Divino [cf.
Sagrada Congregación para el Culto Divino, «Acta Congregationis de
habitudine ritualis instaurati ad normas canonicas vigentes», Notitiae 9 (1973)
333. Las disposiciones del Concilio, las normas de la gran reforma litúrgico-
sacramental y las normas disciplinares contenidas en los libros litúrgicos,
fueron material que tuvieron presente aquellos que elaboraron la materia
litúrgico-sacramental del Código de Derecho Canónico. Una vez promulgado,
el material litúrgico tuvo que adaptarse a las disposiciones del Código (cf.
Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino,

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614 Juan Damián Gandía Barber

El decreto acerca de la sepultura eclesiástica del 20 de diciembre


de 1973 abrogó el canon 1240 §1, y dijo que no se privase de la
sepultura eclesiástica a aquellos que han dado alguna señal de
penitencia antes de la muerte, evitando siempre cualquier público
escándalo de los otros fieles.22
Estas son las líneas que desembocan en el proceso de codificación,
en el que se pide se redacte una norma que exprese la voluntad de
la Iglesia de conservar la pía y constante costumbre de enterrar
a los muertos, pero permitiendo la cremación sin referirse a ella
de forma negativa, siempre que no sea un acto que exprese una
posición contraria a la fe de la Iglesia.23
6. El canon 1176 §3 del Código de Derecho Canónico promulgado en
1983 por Juan Pablo II aconseja vivamente se conserve la piadosa
costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos, permitiendo la
cremación.24
La Iglesia atribuye la máxima importancia a la práctica de enterrar
a los muertos,25 ahora bien, sólo prohíbe la incineración cuando
se realiza por razones contrarias a la doctrina cristiana. En este
caso se ha de negar la sepultura eclesiástica a la persona que esto
elija, salvo que muestre alguna señal de arrepentimiento antes de

«Decretum Promulgato Codice quo variationes in novas editiones librorum


liturgicorum ad normam “Codicis Iuris Canonici” nuper promulgati intro-
ducendae approbatur», Notitiae 19 (1983) 540-541; Sagrada Congregación
para los Sacramentos y el Culto Divino, «Textus variationum in novas
editiones librorum liturgicorum ad normam “Codicis iuris canonici” nuper
promulgati introducendarum (12 de septiembre de 1983)», Notitiae 19 (1983)
541-555). Cf. T. Rincón-Pérez, La liturgia y los sacramentos en el derecho de la
Iglesia, Pamplona 1998, 27; A. Montan, «Liturgia e Sacramenti nel nuovo
Codice di Diritto Canonico», Rivista Liturgica 71 (1984) 158-159; J. D. Gandía
Barber, La noción del matrimonio en los prenotandos de 1990. Interpretación
teológico-canónica, Murcia 2010, 51-55.
22 Cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, «Decretum
La sepoltura ecclesiástica (20 de septiembre de 1973)», AAS 65 (1973) 500.
23 Cf. Pontificia Comisión para la revisión del Código de Derecho
Canónico, «Coetus studiorum De locis et de temporibus sacris deque cultu
divino», 346-347.
24 Cf. CIC (1983) 1176 §3.
25 Cf. Suchecki, La cremazione, 199.

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Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 615

la muerte. Si surge alguna duda al respecto, debe consultarse al


Ordinario del lugar, ateniéndose a sus disposiciones.26
El canon 1185 prohíbe, además, se realicen exequias a aquellos que
han sido privados de la sepultura eclesiástica, aunque puedan
ofrecerse otra clase de sufragios.27
La privación de las exequias y sepultura eclesiástica debe ser la última
medida pastoral cuando se demuestra fehaciente y públicamente
que el sujeto pide la cremación como acción contraria a la fe eclesial,
bien haciendo profesión de creencias materialistas, manifestando
su posición en contra clara y nítidamente, inscripción en sociedades
claramente anticristianas… a esta publicidad notoria se debe añadir
una segunda condición: se produzca «escándalo» entre los fieles. Si no
se dan estas circunstancias se podría dañar la buena fama del difunto
(cf. can. 1352 §2).
7. Las disposiciones del Código son las mismas que han regido la
normativa a lo largo de la historia, en la que pesan de modo diverso,
según los momentos históricos, las diferentes razones que sustentan
la prohibición o permisión de la cremación:
a) Preferencia por la inhumación, piadosa costumbre introducida por el
cristianismo, porque manifiesta mejor la fe y la esperanza cristiana,
y la mejor adecuación a los textos bíblicos.
b) La cremación no es intrínsecamente mala.
c) Se permite la cremación siempre que no sea manifestación de posicio-
nes contrarias a la Iglesia, de modo que, poco a poco se va tolerando
esta práctica en los diversos documentos, cuando desaparece la
ideología que la sustenta.
d) Si bien se priva de la sepultura eclesiástica y de las exequias en un
primer momento histórico de la cremación, para afianzar la piadosa
tradición (costumbre) cristiana de la inhumación, después se hace
como consecuencia de la elección de la cremación por motivos anti-
eclesiales. Cuando comienza a verse un cambio de mentalidad en
torno a la cremación se permite esta, para aquellos que son incine-
rados a petición de terceras personas, por falta de voluntad expresa

26 Cf. CIC (1983) 1184.


27 Ibíd., 1185.

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616 Juan Damián Gandía Barber

de querer quemar el cuerpo. Cuando cesa totalmente la ideología


anticristiana y la incineración es preferida por motivos higiénicos,
sociológicos, económicos… se permite no solo la cremación, sino
que se celebren las exequias eclesiásticas.

2. Las exequias eclesiásticas


1. En los prenotandos del Ordo Exequiarums se disponía que se
pudiese celebrar en el mismo lugar de la cremación o en la misma
aula crematoria, el rito previsto para la capilla o el sepulcro, sobre
todo cuando faltase otro lugar apto. En este caso, se debía evitar
el peligro de escándalo, o provocar el indiferentismo religioso.28
Se trataba del segundo tipo de exequias: aquellas que se celebran
sin la misa exequial, que se llevará a cabo en un tiempo oportuno
antes o después de los ritos funerarios, sin presencia del cadáver.29
Nada explícito decía el Ritual acerca de la celebración en las iglesias
con la urna funeraria. La Sagrada Congregación para el Culto Divino
en 1977 respondía a esta cuestión diciendo que era posible celebrar
el rito de las exequias en la iglesia con la presencia de la urna con
las cenizas, aunque no se veía oportuno realizar el mismo rito que
se hacía sobre los cuerpos, no porque se condene la cremación, sino
porque no se adecua a la verdad de los signos que se ha de obser-
var en las celebraciones litúrgicas, ya que las cenizas no pueden
expresar la riqueza simbólica de la liturgia, orientada a significar
la índole pascual de la muerte y sepultura, así como que el cuerpo
de los fieles fue templo del Espíritu.30
2. Las orientaciones del Episcopado Español contenidas en la
primera versión del Ritual comprendían toda esta normativa,
remitiendo a «[…] los organismos competentes a nivel nacional,

28 Cf. Ordo Exsequiarum, núm. 15, p. 10.


29 Cf. Ibís., núm. 7, p. 8 y núm. 59, p. 28.
30 Cf. Sagrada Congregación para el Culto Divino, «Resp. De cele-
bratione exequiarum pro iis, qui proprii cadaveris cremationem elegerint (enero de
1977)», en X. Ochoa (ed.), Leges Ecclesiae post Codicem Iuris Canonici edictae 5,
col. 7290, núm. 4493; (cf. Suchecki, La cremazione, 186).

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Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 617

regional o diocesano […]»,31 para la elaboración de una legislación


particular.
En la segunda edición del Ritual, si bien no se da indicación alguna
en las orientaciones pastorales de los obispos,32 encontramos un
rito para la celebración de las exequias en caso de cremación del
cadáver.33
En las rúbricas iniciales se dice que se prefiere la celebración de las
exequias previa a la cremación, con los mismos ritos que se usan
en las exequias habituales, exceptuando, por la misma veracidad
del rito, la forma típica, ya que en la incineración no se traslada al
difunto al cementerio, sino al lugar de la cremación.
Si la familia lo prefiere y el ordinario del lugar lo juzga conveniente,
puede llevarse a cabo la cremación antes de las exequias. En este
caso el funeral se celebrará con la urna según el rito contemplado
para el caso, terminando con el traslado al columbario o cemen-
terio.
No se permite un posterior traslado a la iglesia de las cenizas para
el aniversario u otra conmemoración, puesto que esto «[…] se
reserva a los santos canonizados».34
3. Recientemente la Conferencia Episcopal Italiana ha editado la
segunda edición del Ritual de Exequias, en las que se orienta la praxis
para atender pastoralmente a los que han previsto la cremación de
sus cuerpos. Se han introducido algunas afirmaciones, que serían

31  Cf. Conferencia Episcopal Española, «Orientaciones doctrinales y


pastorales», en Ritual de Exequias reformado según los decretos del Concilio Vati-
cano II, aprobado por el episcopado español y confirmado por la Sagrada Congregación
para el Culto Divino, Madrid 1971, núm. 61, p. 24.
32 Cf. Conferencia Episcopal Española, «Orientaciones doctrinales y
pastorales del episcopado español», en Ritual de Exequias reformado por mandato
del Concilio Vaticano II y promulgado por su Santidad el Papa Pablo VI. Edición
típica adaptada y aprobada por la Conferencia Episcopal española y confirmada por
la Congregación para el Culto Divino, Barcelona 21989, 33-62.
33 Cf. Ritual de exequias. Edición típica adaptada, 1106-1117.
34 Cf. Ibíd., 1107.

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618 Juan Damián Gandía Barber

dignas de tener en cuenta en una modificación de lo dispuesto en


el Ritual español.
En primer lugar se indica que la celebración debe preceder a la
cremación, utilizando los mismos formularios previstos en el Ritual
para las exequias, escogiendo los textos litúrgicos más adecuados
a la situación particular.
Se podrán celebrar excepcionalmente, en la sala crematoria, los
mismos ritos que en la capilla del cementerio o ante la tumba,
utilizando un formulario expresamente redactado para tal fin,
evitando el escándalo, indiferentismo o la introducción de cos-
tumbres contrarias a la tradición de la Iglesia.
El sacerdote o diácono acompañarán el féretro al lugar de la cre-
mación, salvo que esta sea diferida en el tiempo. Se considera que
concluye esta con la deposición de las cenizas en el cubículo del
columbario o cementerio,35 afirmación que debe ser leída en rela-
ción a la indicación del Ritual italiano acerca de las no pocas perple-
jidades que pueden causar el esparcir las cenizas,36 ya que pueden
ser manifestación de posiciones panteísticas o naturalistas.37
Cuando excepcionalmente se haya de celebrar las exequias des-
pués de la cremación (como podría ser la muerte en el extranjero
y posterior repatriación de las cenizas), se permite la celebración
de las exequias con la Eucaristía teniendo presente la urna con las
cenizas,38 siempre que no se haya incinerado el cuerpo por motivos
contrarios a la fe, y con la valoración del obispo diocesano en cada
caso. En el formulario se ofrecen indicaciones rituales concretas

35 Cf. Conferenza Episcopale Italiana, Rituale Romano riformato a norma


dei Decreti del Concilio Ecumenico Vaticano II e promulgato da papa Paolo VI. Rito
delle esequie, Città del Vaticano 2011, 207-208.
36 Cf. A. Lameri, «La nuova edizione italiana del rito delle esequie. Moti-
vazioni e caratteristiche», Rivista liturgica 99 (2012) 32.
37 Cf. Rito delle esequie, 206.
38 El Ritual italiano cita un especial indulto de la Congregación para el
Culto y la Disciplina de los Sacramentos del 24 de mayo de 2010 (Port. N.
446/10/L).

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Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 619

para la recepción y colocación de las cenizas para llevar a cabo las


exequias.39
Por la veracidad del rito, se indica que no se puede utilizar el pre-
facio cuarto de difuntos, por la referencia al cuerpo que vuelve a
la tierra, se sugieren concretos textos de la Escritura, no se lleva a
cabo la incensación ni la aspersión con agua bendecida,40 y no se ve
conveniente que se realice la procesión al cementerio con la urna,
aunque se sugiere, que de acuerdo con la familia, se lleven a cabo
oraciones para la deposición de la urna funeraria.41

3. Los columbarios

3.1. Equiparados en derecho a los cementerios


Los cementerios son lugares de culto, de peregrinación, expresión
positiva de la espera de la resurrección y del reconocimiento de la
dignidad personal del difunto. Estos permiten mantener vivo el
recuerdo de los seres queridos que han muerto, siendo una ayuda
y consuelo para las personas que hacen duelo.42
Para poder conservar esta memoria, lo mejor es depositar las
cenizas de los difuntos en columbarios, que en el derecho se
equiparan a los cementerios. En efecto, en el proceso codificador
se pidió se introdujese la mención explícita de los columbarios
junto a los cementerios, cuando se hicieron las animadversiones
a los cánones 1131 §1 y 1191 §1 del esquema de 1980.43 A esto se

39 Cf. Rito delle esequie, 331-232.


40 En concreto acerca de la veracidad de estos concretos ritos: cf. Boselli,
«Il rito delle esequie», 68-69.
41 Cf. Rito delle esequie, 331-232.
42 Cf. Rito delle esequie, 207.
43 Cf. Pontificia Comisión para la revisión del Código de Derecho
Canónico, Schema Codicis Iuris Canonici iuxta animadversiones S.R.E. Cardina-
lium, Episcoporum Conferentiarum, Dicasteriorum Curiae Romanae, Universitatum
Facultatumque ecclesiasticarum necnon Superiorum Institutorum vitae consecratae
recognitum (Patribus commissionis reservatum), Città del Vaticano 1980, 256 y
265.

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620 Juan Damián Gandía Barber

respondió que la palabra cementerio asumía un sentido amplio,44


incluyendo los columbarios. No son propiamente cementerios,
pero se equiparan a ellos.
Así pues, el columbario, como el cementerio, será lugar sagrado
cuando por la bendición se destina a la sepultura de los fieles (can.
1205), aplicándosele los cánones 1206-1213 (cánones generales
sobre los lugares sagrados), y los cánones 1240 al 1243 que tratan
específicamente sobre los cementerios.
Han de ser bendecidos. Si se trata de un columbario que no ha
sido bendecido, o se deja parte del mismo para uso de la comuni-
dad católica, se bendecirá cada una de los nichos o toda la parte
destinada a la deposición de las urnas con las cenizas (can. 1240).
No se puede depositar la urna con las cenizas en las iglesias (can.
1242).
El derecho particular debe establecer normas oportunas sobre el
funcionamiento de los cementerios y columbarios, que resalten su
carácter sagrado (can. 1243).

3.2. Los columbarios: lugar propio para la deposición de las cenizas de


los fieles
1. Está claro que la Iglesia opta por el enterramiento de los cuerpos
de los fieles difuntos. Si permite la incineración, los restos, análo-
gamente, deberían ser depositados en el columbario o en algún
nicho del cementerio.
Al igual que la comunidad cristiana puede poseer cementerios
allí donde sea posible (can. 1240), de igual modo podrá poseer y
establecer columbarios, dentro del mismo cementerio o adosados
a las iglesias, dada la prohibición de enterramiento dentro de las
mismas (can. 1242). Sería una acción que, junto a otras, podría

44 Cf. Pontificia Comisión para la revisión del Código de Derecho


Canónico, Relatio complectens synthesim animadversionum ab Em.mis atque Exc.
mis Patribus Commissionis ad novissimum schema Codicis Iuris Canonici exhibita-
rum, cum responsionibus a secretaria et consultoribus datis (Patribus Commissionis
stricte reservata), Città del Vaticano 1981, 270.

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Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 621

colaborar a mantener la costumbre de conservar los restos de los


fieles cristianos en espera de la resurrección, reorientando ciertas
prácticas poco acordes con la esperanza cristiana, como el esparcir
las cenizas, o conservarlas en las casas.
Las personas físicas y jurídicas, a tenor del canon 1241, podrían
poseer panteones o cementerios propios (ajustándose a la legisla-
ción civil). Estas también podrían poseer columbarios en diversos
lugares, siempre que la legislación estatal lo permitiese. Es decir,
tanto las familias, como otras personas jurídicas podrán tener sus
panteones y columbarios en los que depositar los restos mortales
de sus miembros difuntos. La decisión de bendecir todo el lugar
convirtiéndolo en sagrado, dependerá del juicio del ordinario del
lugar.45
Si se trata de columbarios privados no bendecidos y, por ello, con-
vertidos en lugares sagrados, debería bendecirse cada uno de los
cubículos cuando se trate de un fiel cristiano (can. 1240).
2. También otras personas jurídicas podrían poseer un columbario
para el enterramiento de sus miembros, siempre que la legislación
civil se lo permitiese. Estamos hablando de personas jurídicas que
en la sociedad se plantean esta opción para los miembros de una
asociación deportiva, cultural etc… Aplicando los criterios de la
historia acerca de la cremación, podríamos decir que siempre que
esta sociedad no tenga fines contrarios a la fe cristiana, podrá ser
lugar apto para el enterramiento de los fieles, observando lo que
se prescribe en el Derecho Canónico acerca de la bendición de los
lugares singularmente considerados.

3.3. Las prácticas de esparcir las cenizas o conservarlas en lugares diversos


a los cementerios o columbarios

Causan cierta perplejidad las prácticas de esparcir las cenizas o


conservarlas en lugares diversos a un cementerio o columbario,
sobre todo porque pueden ser expresión de concepciones pan-

45 Cf. J. D. Gandía Barber, «Las exequias eclesiásticas en los tanatorios»,


Anuario de Derecho Canónico 1 (2012) 57-59.

libro ph318.indb 621 21/11/2013 9:34:24


622 Juan Damián Gandía Barber

teístas o naturalistas46 contrarias a la fe cristiana.47 En estos casos


podría ser objeto de alguna medida pastoral-penal.48
No se puede decir de modo absoluto que, el conservar las cenizas
en un lugar diverso de un columbario-cementerio, sea signo de
posiciones contrarias a la fe. Muchas veces responden a motiva-
ciones psicológicas y afectivas, que no ofrecen motivos para una
medida disciplinar eclesial. En este sentido, algunas personas
esparcen las cenizas por imitación, por ignorancia, porque lo
consideran algo bonito…49
Ambas prácticas, aunque no sean hechas por motivos contrarios
a la fe, sin embargo impiden la posibilidad de poder expresar
el dolor personal y comunitario en un preciso lugar. Impiden la
memoria concreta de los familiares y amigos difuntos, extinguién-
dola antes de tiempo, haciendo que desaparezca el recuerdo de las
generaciones precedentes, sin dejar huellas de los seres que nos
han precedido en la historia. Son una expresión de una religión
hecha «a medida» que no tiene en cuenta vínculos comunitarios
ni anamnéticos de la expresión de fe cristiana.50
Ciertamente no es condenable lo que no tiene un ánimo contrario a
la fe, lo cual no quiere decir que sea aceptable, debiendo ser pacien-
temente reconducido pastoralmente a la praxis de conservar las
cenizas en lugar sagrado, como expresión de la esperanza cristiana.

46 Cf. Rito delle esequie, 206.


47 Cf. di Molfetta, «I rischi della cremazione», 150-151.
48 La Conferencia Episcopal Italiana dio unas orientaciones pastorales
sobre la cremación en las que se contemplaba la privación de las exequias
eclesiásticas para los que esparcían las cenizas, al considerarlo como una
elección por razones contrarias a la fe (cf. Conferenza Episcopale Italiana-
Commissione Episcopale per la Liturgia, Proclamiamo la tua risurrezione.
Sussidio pastorale in occasione della celebrazione delle esequie, Roma 2007, 114-115).
Esto no se puede suponer de todos los que eligen esparcir las cenizas tal como
se recoge en A. Gallotti, «Le esequie ecclesiastiche», en Gruppo Italiano
Docenti di Diritto Canonico (ed.), Diritto e Liturgia. XXXVIII Incontro di
Studio Centro Pio X- Borca di Cadore (BL) 27 giugno – 1 luglio 2011, Milano 2012,
189-192.
49 Cf. Gallotti, «Le esequie ecclesiastiche», 192.
50 Cf. Rito delle esequie, 206; di Molfetta, «I rischi della cremazione», 151-152.

libro ph318.indb 622 21/11/2013 9:34:24


Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la cremación 623

En este sentido, en estos momentos históricos, la comunidad


cristiana, igual que hizo y hace con los cementerios, no puede
dejar pasar la oportunidad de construir y gestionar columbarios,
como un instrumento pastoral, que reconduzca ciertas costumbres
actuales poco adecuadas en el tratamiento de las cenizas, de modo
que se conserven en un lugar sagrado (equiparado a los campos
santos), mostrando claramente la esperanza de la resurrección
de la carne y la vida eterna. Lugares que mantengan despierta la
memoria de las personas queridas que nos han precedido y de la
dignidad personal de los difuntos. Espacios sagrados que puedan
ser también, una ayuda y consuelo para las personas que hacen
duelo por la pérdida de seres queridos.
Juan Damián Gandía Barber

Presbítero de la diócesis de Valencia, licenciado en liturgia y doctor


en derecho canónico y en teología dogmático-sacramentaria, es
decano de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad
Católica de Valencia, donde además imparte clases y ejerce su
ministerio como capellán.

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Phase 318 (2013) 625-644

El Leccionario del
«Ritual de Exequias» de Pablo VI
Jordi Latorre

Resumen

En el artículo se presentan los textos bíblicos del Ritual de Exequias, donde se nos
ofrece la fe bíblica en la vida más allá de la muerte, entendida como nueva creación
de Dios y como vida bienaventurada de los que en su vida terrena se mantuvieron
fieles a la fe en el Señor; al tiempo que se nos invita a la serena confianza en la
providencia divina. La muerte del cristiano es puesta en relación directa con la
persona de Jesucristo, muerto y resucitado, resurrección y vida, de cuyo destino
está llamado a participar.
Palabras: Lecturas, Biblia, Leccionario, Exequias, Salmo.
Abstract

The author presents the biblical texts from the Order of Christian Funerals. These
texts offer biblical faith in life beyond death, understood as a new creation of God
and the blessed life for those who, during their earthly existence, remained faithful
to faith in the Lord; they also invite us to peacefully confide in divine providence.
The death of a Christian is directly related to the person of Jesus Christ, dead and
risen, resurrection and life. We are called to participate in his destiny.

Key words: readings, Bible, Lectionary, funeral rites, psalm.

Antes de la publicación del Ritual de Exequias de Pablo VI (1969), el


anterior Rituale Romanum contenía, en el título VI De exequiis, los
capítulos 3 y 4 dedicados, respectivamente, al Exsequiarum Ordo y
al Officium defunctorum. Las exequias cristianas se basaban en dos
celebraciones, la misa exequial y el oficio de difuntos, a los que se
añadía el canto de los salmos 50 y 129 y de algunos responsorios

libro ph318.indb 625 21/11/2013 9:34:24


626 Jordi Latorre

(Subvenite, Líberame Domine, In paradisum), acompañados de sus


relativas oraciones.1
El Missale Romanum contenía tres formularios de misas: la misa
exequial, con las lecturas 1Te 4,13-18 y Jn 11,21-27; la misa de
aniversario, con las lecturas 2 Mc 12,43-46 y Jn 6,37-40; y la misa
cotidiana, con las lecturas Ap 14,13 y Jn 6,51-55. Las tres epístolas
presentaban la convicción de la resurrección de los difuntos para
«estar siempre con el Señor», la necesidad de orar por la remisión
de sus pecados, y la bienaventuranza referida a los que duermen
«en el Señor», respectivamente. Los tres evangelios contenían
la afirmación de Jesucristo, «Yo soy la resurrección y la vida»,
la promesa de la resurrección a los que crean en Jesucristo, y a
los que coman su carne y beban su sangre. Además, para la con-
memoración de todos los fieles difuntos, el día 2 de noviembre,
contenía tres formularios de misas: la primera con las lecturas de
1Cor 15,51-57 y Jn 5,25-29, en ellas se proclama que la muerte ha
sido absorbida por la victoria de Cristo, al tiempo que se confiesa
que quien escucha y cree en la palabra de Jesucristo ha pasado ya
de muerte a vida; y las otras dos contenían las lecturas de la misa
de aniversario y la cotidiana, ya señaladas.2
El oficio de difuntos consistía en tres horas canónicas: Ad vesperas,
con los salmos 114, 119, 120, 129 y 137; Ad matutinum, dividido
en tres nocturnos, con los salmos 5, 6, 7, 22, 24, 26, 39, 40, 41 y
las lecciones de Job 7,16-21; 10,1-12.18-22; 13,22-28; 14,1-6.13-16;
17,1-3.11-15; 19,20-27; y Ad laudes con los salmos 50, 62, 64, 150 y
el cántico de Is 38,10-20. Las lecciones del libro de Job expresaban
el carácter efímero y a la vez sufriente de la vida humana.3

1 Rituale Romanum Pauli V Pontificis Maximi jussu editum aliorumque pon-


tificium cura recognitum atque ad normam Codis Juris Canonici accommodatum
sanctissimi domini nostri Pii Papae XII,auctoritate ordinate et auctum. Editio prima
juxta typicam (1952).
2 Missale Romanum ex decreto Sanctissimi Concilii Tridentini restitum Sum-
morum Pontificum cura recognitum. Editio Typica (1962).
3 Aunque escapa al alcance del presente artículo, cabe señalar que en el
actual oficio de difuntos de la Liturgia de las Horas, las lecturas de libro de
Job han sido reemplazadas por 1Cor 15,12-34; 15, 35-57; 2Cor 4,16–5,10 que
expresan el sentido de la muerte del cristiano a la luz del misterio pascual
de Cristo. Por otra parte se han seleccionado los salmos 39 y 41 para el oficio

libro ph318.indb 626 21/11/2013 9:34:24


El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 627

En el capítulo 7 de dicho título De exequiis se añadía el Ordo sepe-


liendi parvulos con los salmos 112, 118, 23, 148, y el cántico Dn 3,
para ser cantados a lo largo de las tres estaciones: en la casa del
párvulo difunto, a la puerta de la iglesia, y en el cementerio. Dichos
textos estaban escogidos por la mención que de los párvulos se
hace en ellos, y por su carácter festivo. El rito no contaba con una
misa propia.
El Ritual de las Exequias de Pablo VI,4 siguiendo las directrices del
Concilio Vaticano II,5 reformula el ritual de las exequias cristianas
como una celebración de la Palabra, y a ella adapta la estructura
de la celebración exequial: acogida del cadáver y reunión de
la asamblea –escucha de la Palabra en los textos de la Sagrada
Escritura– oración de la asamblea (salmos, preces y oraciones,
Padrenuestro), y despedida del cadáver y de la asamblea. Eviden-
temente, este esquema se muestra flexible a las circunstancias y a
las consiguientes posibilidades de adaptación de la celebración:
con o sin misa; en una, dos o tres estaciones; según las condiciones
vitales del difunto; según la composición de la asamblea; etc.6
Al abrir el Ritual de Exequias destaca una novedad importante,
con respecto al anterior Rituale Romanum, y es la inclusión de un

de lectura; los salmos 50 y 145 (o 150), junto con Is 38,10-20 para laudes; los
salmos 69, 84 y 85 para la hora intermedia; y los salmos 120, 129 y el cántico
de Flp 2,6-11 para vísperas.
4 Ritual de Exequias. Reformado por mandato del Concilio Vaticano II y pro-
mulgado por su santidad el papa Pablo VI. Edición típica adaptada y aprobada por
la Conferencia Episcopal Española y confirmada por la Congregación para el Culto
Divino. Comisión Episcopal Española de Liturgia, 2ª edición renovada.
Barcelona 1989.
5 Cf. Concilio Vaticano II, Constitución sobre la sagrada liturgia Sacro-
sanctum concilium (4 de diciembre de 1963), especialmente los núms. 62, 63,
81, y 82.
6 Ordinariamente se proponen cuatro formularios comunes y tres par-
ticulares: para las exequias de un difunto que ha dejado a la familia muy
desconcertada, para las exequias de un difunto muy joven, y para las exequias
de un niño llegado al uso de razón. Para cada uno de estos sietes formularios
se proponen varias celebraciones: con canto, sin canto, con tres, dos o una
estación. Además los libros V y VI proponen textos propios y formularios
para las exequias de ministros de la Iglesia o de religiosos, así como para las
exequias de casos sociales o personales particulares.

libro ph318.indb 627 21/11/2013 9:34:24


628 Jordi Latorre

Leccionario propio para las misas de difuntos; en él encontramos


una amplia selección de lecturas para las exequias de adultos,
para las exequias de párvulos bautizados, y para las exequias de
párvulos no bautizados. Además, a lo largo de los ocho libros en
los que se divide el Ritual, se proponen diversidad de celebraciones
adaptadas a las circunstancias pastorales que contienen lecturas y
salmos de la Sagrada Escritura, seleccionados por su oportunidad
de entre los muchos que propone el Leccionario.
En el presente artículo presentaremos la rica selección de textos
escriturísticos contenidos en el Leccionario de misas de difuntos
que contiene el Ritual, y del que extrae el material para los diversos
formularios, y la teología que en ellos se contiene. Procederemos
de forma sistemática, según las secciones del mismo Leccionario.

1. Exequias de adultos
El Leccionario, habida cuenta que se presenta para las misas de
difuntos, se presenta dividido según las etapas de la liturgia de
la palabra: primeras lecturas del Antiguo Testamento, primeras
lecturas del Nuevo Testamento para el tiempo pascual, salmos
responsoriales, segundas lecturas del Nuevo Testamento y evan-
gelios. Y así en las tres secciones: para adultos, para párvulos
bautizados, y para párvulos no bautizados.

1.1. Primeras lecturas del Antiguo Testamento


Se presentan ocho lecturas del Antiguo Testamento. Dos de ellas
constituyen los textos más antiguos entre los que mencionan la fe
en la resurrección de los difuntos: 2Mac 12,43-46 y Dn 12,1-3. Son
dos textos tardíos, dentro de la tradición del Antiguo Testamento,
de la época helenística y en los que de forma clara el autor sagrado
proclama su fe en la resurrección.7 El primero de ellos menciona
una colecta realizada por Judas el Macabeo para ofrecer unos
sacrificios en el templo a favor de los fallecidos en la batalla y de

7 Para la datación del libro de Daniel, considerado en otro tiempo un texto


de la época persa, véase el reciente comentario de Gonzalo Aranda, Daniel,
(Colección de comentarios de la Biblia de Jerusalén núm. 22), Bilbao 2006,
especialmente la p. 22.

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 629

la remisión de sus pecados. El segundo menciona la resurrección


de muchos de los que duermen en el polvo para un doble destino
de vida eterna o de vergüenza e ignominia perpetua; este doble
destino se desarrollará en el Nuevo Testamento y en la teología
cristiana posterior.8
Otros tres textos, aunque no mencionen explícitamente la resu-
rrección, sí expresan la fe en la vida post mortem: Job 19,1.23-27a;
Sb 2,1-5.21-23; 3,1-6; e Is 25,6a.7-9. Son textos de finales de la época
persa o comienzos de la helenista. En ellos se habla «del final de mis
días», «el final de los tiempos», o bien del destino de inmortalidad
que Dios reserva para el justo perseguido.
El primero de ellos se transcribe en la versión litúrgica de acuerdo
con la moderna Neo Vulgata,9 oficial en la Iglesia católica de rito
romano, que sigue de cerca la antigua versión Sixto-Clementina. El
texto hebreo masorético resulta ininteligible en este punto, lo que
propició variaciones de lecturas posteriores, como la que recogió
san Jerónimo.10 El texto actual recoge la fe en la vida más allá de
la muerte, ante la presencia de Dios, a quien el creyente verá con
sus propios ojos.

8 El texto de 2Mac 12,43-46 ya formaba parte del formulario de la misa de


aniversario en el Missale Romanum de 1961.
9 Biblia Neo Vulgata. Sacrosancti OEcumenici Concilii Vaticani II ratione habita,
iussu Pauli Pp. VI recognita, auctoritate Ioannis Pauli Pp. II promulgata. Romae
1979.
10 A título informativo, el Texto masorético afirma en Job 19,25-26: «Yo sé
que mi redentor vive y a la postre se alzará sobre el polvo, y detrás de mi piel
ellos han golpeado esto (traducción conjetural) y de mi carne veré a Eloah.
Yo mismo lo veré, mis ojos lo verán y no otro». La versión Septuaginta: «Yo sé
efectivamente que él es eterno, el que me librará sobre la tierra para restaurar
mi piel que soporta estas cosas. En efecto, por el Señor se realizarán estas cosas.
Lo sé por mí mismo, mi ojo lo ha visto y no otro». La Vulgata Sixto-Clementina:
«Scio enim quod redemptor meus vivat et in novissimo de terra surrecturus sim et
rursum circumdabor pelle mea et in carne mea videbo Deum, quem visurus sum ego
ipse et oculi mei conspecturi sunt et non alius reposita est haec spes mea in sinu meo».
Mientras que la Neo Vulgata aporta: «Scio enim quod redemptor meus viviet in
novissimo super pulvere stabit; et post pellem meam hanc, quam abstraxerunt, et
de carne mea videbo Deum». La versión litúrgica española traduce: «Yo sé que
está vivo mi redentor, y que al final se alzará sobre el polvo: después que me
arranquen la piel, ya sin carne veré a Dios».

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630 Jordi Latorre

El segundo texto hace referencia a la inmortalidad. Los comentaris-


tas, dado su contexto original, refieren el término «inmortalidad»
no a la virtud imperecedera del alma, sino a la vida más allá de la
muerte del creyente, a la presencia de Dios, propia de la fe bíblica.
Finalmente el texto de Isaías presenta la fe en una nueva situación
de la humanidad, «al final de los tiempos», alejada del llanto y de
la muerte, en un banquete convivencial con Dios, en la cumbre del
monte: si el pueblo, acampado al pie del Sinaí, participa, a través
de sus dirigentes, en un banquete con Dios en la cumbre del monte
(cf. Ex 24,9-11), entonces será toda la humanidad la llamada a
participar de la presencia de Dios liberada no de Egipto, sino del
poder de la muerte.
Dos textos más, tomados de la Sabiduría de Salomón, intentan
dar sentido a la muerte de los justos perseguidos (cf. Sb 3,1-9) y de
los difuntos prematuros (cf. Sb 4,7-15). Frente a los que pensaban
que las injurias y la persecución eran un castigo divino, el autor
sagrado considera su muerte como un «sacrificio de holocausto»
agradable a Dios, que los llenará de su paz y los tratará con gracia
y misericordia. Y en contra de la opinión tradicional que conside-
raba la vida larga como un premio y la muerte prematura como
un castigo, el autor sagrado, considera a esta como una gracia de
Dios a favor de aquellos que han madurado en poco tiempo, y a
los que Dios se presta a arrebatarlos pronto de la maldad de este
mundo, a fin de acortar su sufrimiento en esta vida.
Finalmente el texto de Lm 3,17-26 expresa la serena confianza del
autor sagrado en la misericordia de Dios en medio de las penas de
este mundo: «Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor».
Invita, pues, a una mirada esperanzada frente al decurso humano
en medio de las inquietudes de la vida terrena.

1.2. Primeras lecturas del Nuevo Testamento en tiempo pascual


El Leccionario incluido en el Ritual de Exequias propone cuatro
primeras lecturas para el tiempo pascual. La primera de ellas
(Hch 10,34-43) es un fragmento del discurso de Pedro en casa
del centurión Cornelio en Cesarea; en él el autor sintetiza la vida
de Jesús en su misterio pascual y proclama la misión apostólica:
la de dar testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 631

y muertos. La resurrección de Cristo lo constituye como juez de


toda la humanidad presente y difunta; con ello se sobreentiende
que los difuntos se hallan «vivos» a la presencia del juez de todos.
Las otras tres lecturas están extraídas del Apocalipsis de san Juan.
La primera de ellas, breve, proclama la bienaventuranza de los que
han muerto «en el Señor», pues ya descansan de su fatigas y sus
obras los acompañan (Ap 14,13). Las otras dos están tomadas de los
capítulos finales del libro, donde se presenta la victoria definitiva
del Cordero sobre los agentes del mal. En 20,11–21,1 la tierra y el
mar devuelven a los difuntos que reposan en ellos para ser juz-
gados según sus obras. En 21,1-5a.6b-7 se proclama la llegada del
cielo nuevo y la tierra nueva y el descenso de la nueva Jerusalén,
donde ya no habrá ni muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, elementos
todos ellos del primer mundo. Así la resurrección de Jesucristo
obra la novedad radical, haciendo todo nuevo; la participación
en el mundo nuevo solo se consigue superando el juicio final.11

1.3. Salmos responsoriales


En el actual Leccionario del rito romano, el salmo responsorial hace
referencia al contenido de la primera lectura, a la que sigue, de
modo que transforma en oración de la asamblea lo que acaba de
proclamarse como lectura. En algunas circunstancias, sin embargo,
el salmo responsorial pierde su entronque directo con la lectura
precedente, y se propone como expresión orante del contenido de
la fiesta litúrgica o de la circunstancia de la celebración. Este último
es el caso del rito de exequias; en él, el salmo responsorial no hace
referencia directa a las lecturas proclamadas sino que transforma
en oración de la asamblea la actitud cristiana ante la muerte.12
La selección para las misas de difuntos del Ordo lectionum missae,
todavía incluía un salmo responsorial propio para cada primera
lectura, ligando de esta forma el salmo con la lectura precedente.
En cambio, el Leccionario de misas de difuntos, inserido en el Ritual

11 El texto de Ap 14,13, a pesar de su brevedad, ya formaba parte del for-


mulario de la misa de difuntos cotidiana en el Missale Romanum de 1961.
12 Cf. Congregación para el Culto y la Disciplina de los Sacramen-
tos, Ordenación de las lecturas de la Misa (1981), núms. 19-23.

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632 Jordi Latorre

de Exequias, ha desplazado los salmos responsoriales a una sección


propia, a continuación de las primeras lecturas del Nuevo Testa-
mento para el tiempo pascual.
Los salmos seleccionados –enteros, o fragmentos de ellos– expre-
san todos ellos la confianza del salmista, en su dolor o necesidad,
puesta en manos del Señor. La respuesta propuesta al Salmo para
ser cantada por la asamblea, asume la expresión de confianza
creyente, con palabras del mismo salmo.
Exponemos la lista completa de los salmos, con sus respuestas: Sl
22 R. El Señor es mi pastor, nada me falta; o bien: Aunque camine por
cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo. Sl 24 R. A ti, Señor,
levanto mi alma; o bien: Los que esperan en ti, Señor, no quedan defrau-
dados. Sl 26 R. El Señor es mi luz y salvación; o bien: Espero gozar de la
dicha del Señor en el país de la vida. Sl 41 R. Mi alma tiene sed del Dios
vivo. Sl 62 R. Mi alma está sedienta de ti, mi Dios. Sl 102 R. El Señor es
compasivo y misericordioso; o bien: El Señor es quien salva a los justos.
Sl 114,5-6 y 115,15-16 R. Caminaré en presencia del Señor en el país de la
vida; o bien: Aleluya. Sl 121 R. ¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos
a la casa del Señor; o bien: Vamos alegres a la casa del Señor. Sl 129 R.
Desde lo hondo a ti grito, Señor; o bien: Espero en el Señor, espero en su
palabra. Sl 142 R. El Señor escucha mi oración.
Es de notar que el Sl 121 ha sido incluido no tanto por su aspecto
de súplica confiada en la prueba, sino como canto de peregrina-
ción hacia la ciudad de Jerusalén, con lo que se quiere expresar el
sentido cristiano de la vida humana como un constante peregrinar
hacia el encuentro con Dios.

1.4. Segundas lecturas del Nuevo Testamento


De entre los libros del Nuevo Testamento, el Ritual nos presenta
seis lecturas extraídas de la carta a los Romanos: 5,5-11; 5,17-21;
6,3-9; 8,14-23; 8,31b-35.37-39; y 14,7-9.10c-12. Las dos primeras, del
capítulo 5 de la carta, se centran en la soteriología que procede del
misterio pascual de Cristo: con su muerte y resurrección nos ha
salvado, nos ha justificado, conduciéndonos así a la vida eterna.
Con ello se enlaza el misterio pascual de Cristo con el acceso a
la vida de la bienaventuranza que Dios ofrece al creyente, más
allá de la muerte. La tercera, se centra en la acción del bautismo

libro ph318.indb 632 21/11/2013 9:34:24


El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 633

en el cristiano; nos insiere en la muerte y resurrección de Cristo,


abriéndonos la esperanza a participar de la vida gloriosa que ya
posee Cristo: «si nuestra existencia está unida a él en una muerte
como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya»
(v. 5). Las dos siguientes, del capítulo 8, invitan a la esperanza:
«los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día
se nos descubrirá» (v. 18), es decir esperamos vernos libres de la
corrupción del cuerpo mortal para entrar en la gloria de los hijos
de Dios; ya que, en el fondo, nada «podrá separarnos del amor de
Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (v. 39). Final-
mente, la última lectura seleccionada, del capítulo 14, centra toda
nuestra vida en el Señor, tanto la vida presente, como la futura
que aguardamos, seguros de que «todos compareceremos ante
el tribunal de Dios … [donde] cada uno dará cuenta a Dios de sí
mismo» (v. 10c.12).
Siguen otras dos lecturas seleccionadas del capítulo 15 de la pri-
mera carta de san Pablo a los Corintios (15,20-24a.25-28 y 15,51-57);
un capítulo dedicado a la resurrección de Cristo, y a la nuestra.
La primera lectura presenta la resurrección de Cristo como la
primera de una serie que abarca a todos: «los que son de Cristo» y
«los últimos». Por Cristo todos volveremos a la vida, de forma que
Dios llegue a serlo todo en todos. En cambio la segunda lectura
propuesta, hay que entenderla en la clave de la situación en que
fue escrita la carta: se esperaba el final del mundo y de la historia
de forma inminente; por ello Pablo afirma que «no todos morire-
mos, pero todos nos veremos transformados». Compara además,
el paso de una vida a otra como la muda de vestidos: desvestirse
de corruptibilidad para revestirse de incorruptibilidad; de esta
manera garantiza la permanencia de la identidad personal, pero
cambia el modo de existencia, de un modo terreno y corruptible,
a uno divino e incorruptible.13
Encontramos otras dos lecturas de la segunda carta de san Pablo a
los Corintios, en concreto de la unidad formada por los capítulos 4
y 5: 4,14–5,1 y 5,1-6-10. En la primera de ellas, el autor parte de la

13 El texto de 1Cor 15,51-57 ya formaba parte de la primera misa de la


conmemoración de todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre, en el Missale
Romanum, anterior al de Pablo VI.

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634 Jordi Latorre

convicción de que Dios, que resucitó al Señor Jesús, nos resucitará


también a nosotros, lo cual es motivo de esperanza y no de de-
sánimo. Aquí para expresar la novedad de la resurrección utiliza
la imagen de la construcción, la casa a la que el paso del tiempo
destruye, luego es reconstruida de nuevo. En la segunda el autor
sigue la imagen de la construcción: el tabernáculo (la tienda del
campamento) y el sólido edificio; el primero es figura de la vida
terrena, frágil y perecedera, el segundo, construido por Dios, es
imagen de la vida definitiva post mortem. Una segunda compa-
ración aparece en esta lectura: la vida en el destierro y la vida en
la patria, siendo provisional la primera y definitiva la segunda.
Saber que lo definitivo no es lo actual, sino lo futuro aporta la
confianza necesaria para vivir la vida presente, encaminándose
así serenamente hacia la muerte, y al juicio final de Cristo sobre
nuestro obrar terreno.14
Siguen otras tres lecturas paulinas: Flp 3,20-21; 1Te 4,13-14.17b-18; y
2 Tim 2,8-13. En la primera de ellas, la muerte se nos presenta como
una transformación de un cuerpo humilde a un cuerpo glorioso,
gracias a la energía que posee Jesucristo, el Salvador, a la vez que se
afirma la ciudadanía celeste de los cristianos. En la segunda –que
forma parte el texto cristiano más antiguo conservado– Pablo res-
ponde a las dudas de los cristianos de Tesalónica y asocia la suerte
de los cristianos difuntos a la de Cristo: «Si creemos que Jesús ha
muerto y resucitado, del mismo modo, a los que han muerto, Dios,
por medio de Jesús, los llevará con él. Y así estaremos siempre con
el Señor» (v. 14). La vida post mortem consiste, pues, en estar siem-
pre con el Señor.15 El autor de la tercera lectura nos presenta como
doctrina segura, la unión del cristiano con Cristo, una unión que
traspasa la frontera de la muerte: «Si morimos con él viviremos
con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también
él nos negará…» (v. 13).

14 Estas lecturas de 1Cor y 2Cor están también seleccionadas como pro-


puesta de lectura bíblica para el Oficio de lectura del oficio de difuntos en la
actual Liturgia de las Horas; cf. nota 1.
15 Tal como se ha señalado al inicio del presente artículo la lectura de 1Te
4,13-18 ya formaba parte de la misa exequias en el Missale Romanum de 1961.

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 635

Las dos últimas lecturas de esta sección están seleccionadas de la


primera carta de san Juan: 3,1-2 y 3,14-16. Estas dos lecturas, como
los capítulos 3 y 4 de dicha carta, están centradas en el amor de Dios
manifestado en Jesucristo, y los efectos de ese amor en nosotros. Por
amor, Dios nos ha hecho hijos suyos, pero de una forma todavía no
manifiesta. Cuando se manifieste «seremos semejantes a él, porque
lo veremos tal cual es» (v. 2). La última lectura nos hace saber que
hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos;
se refiere a la vida eterna, aquella que dimana directamente de la
relación con Dios.
En todas estas lecturas de los escritos apostólicos del Nuevo Tes-
tamento la muerte del cristiano se pone en relación con la persona
de Jesucristo, muerto y resucitado. El cristiano participará del
destino de Cristo, después de pasar por la muerte y el juicio de sus
obras. La vida post mortem se califica como gloriosa, celeste, o sim-
plemente como vida. Se establece una continuidad y una novedad
entre la vida ante y post mortem: es un vestido, es un domicilio, es
un cuerpo… que se renovará, o se transformará, o se reconstruirá
gracias a la acción poderosa de Cristo y de Dios. Saber todo esto
es motivo de esperanza y de consuelo para el cristiano, al tiempo
que le aporta fuerzas para proceder en esta vida.

1.5. Evangelios
El Leccionario nos propone hasta diecinueve evangelios para el
ritual de las exequias, diez de ellos extraídos de los evangelios
sinópticos, y nueve del evangelio según san Juan.
Del evangelio según san Mateo se nos proponen cuatro perícopas:
5,1-12a; 11,25-30; 25,1-13; y 25,31-46. La primera de ellas contiene el
texto de las bienaventuranzas, donde se proclama la felicidad del
reino de Dios; el acento recae en la última expresión «estad alegres
y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo»
(v. 12a). Y es que la vida del cristiano apunta toda ella a la plenitud
escatológica, de la que la muerte constituye el acceso. Vale la pena
señalar la bienaventuranza de los que lloran, junto con el consuelo
prometido por Jesús, ya que esa es la situación de los asistentes a
las exequias. Igualmente, la segunda perícopa acentúa la acción
consoladora de Jesucristo: él, que es manso y humilde de corazón,

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636 Jordi Latorre

nos invita a cargar con su yugo para encontrar su alivio y consuelo.


Por otra parte, la perícopa comienza con la exclamación de gozo de
Jesús porque esas cosas se han escondido a los sabios del mundo
para revelarlas a los sencillos; y es que la fe en la resurrección escapa
a los parámetros de la sabiduría puramente humana. Las otras
dos perícopas, extraídas del Discurso escatológico del capítulo
25, contienen sendas parábolas, la de las muchachas prudentes y
la del juicio final. La primera de ellas ayuda a entender la muerte
como una espera en medio de la noche, que exige de nosotros la
prevención necesaria; mientras que la segunda nos sitúa ante Dios
que juzgará nuestra vida en función del bien obrado a los nece-
sitados, y constituye una llamada de atención a revisar nuestra
existencia cristiana en este mundo.
De Marcos se nos reporta una única perícopa evangélica (15,33-39;
16,1-6) que contiene la muerte de Jesús y el anuncio de la resurrec-
ción a las mujeres. Constituye el centro del mensaje cristiano y la
auténtica iluminación del misterio de la muerte cristiana: Jesús
ha compartido nuestra muerte para que nosotros compartamos
su resurrección.
De Lucas el Leccionario nos presenta cinco perícopas. La primera
(7,11-17) contiene la resurrección del hijo de la viuda de Naín. En
ella Jesús se presenta como portador de la vida de Dios; y la resu-
rrección del joven de Naín constituye la profecía de nuestra propia
resurrección. La segunda (12,-35-40) contiene la dos parábolas, la
de la vigilancia –en la que los criados se mantienen atentos a la
llegada de su Señor–, y la del amo previsor ante la llegada impre-
vista del ladrón. Así también el cristiano se mantiene vigilante
ante el encuentro con su Señor en la muerte. La tercera y la cuarta
forman parte del relato de la pasión (23,33.39-43; y 23,44-46.50.52-
53; 24,1-6a) y presentan por una parte el diálogo de Jesús con sus
compañeros de crucifixión, con la promesa a uno de ellos: «hoy
estarás conmigo en el paraíso» (v. 43), promesa que leemos referida
también a nosotros, en la medida en que participemos de la con-
fianza mostrada por el crucificado hacia Jesús; y, por otra parte, la
muerte de Jesús y el anuncio de la resurrección a las mujeres, que
ya habíamos visto en Marcos: cabe señalar aquí la actitud confiada
de Jesús ante su propia muerte –«Padre, a tus manos encomiendo
mi espíritu» (v. 46)– y que debe marcar también la actitud del

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 637

cristianos ante la muerte propia y de los demás. Finalmente, la


última perícopa nos presenta el encuentro del resucitado con los
dos discípulos que se dirigen a Emaús; en ella, las palabras de Jesús
–«¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su
gloria?» (v. 26)– nos aclaran el sentido cristiano de la muerte: es el
paso necesario para el acceso a la gloria del `resucitado, a pesar del
desconcierto y el dolor que provoca a los familiares y conocidos.
Del evangelio según san Juan, el Leccionario nos reporta nueve
perícopas. Ello ya nos da idea de la importancia de este evangelio
para la comprensión cristiana de la muerte. De entrada debemos
decir que para este evangelista el término vida o vida eterna no
se refiere solo a la vida post mortem sin fin junto a Dios, sino a la
existencia del creyente cualitativamente renovada por la comu-
nión con Dios, fuente de vida, gracias a la fe en la palabra y en la
persona de Jesucristo. Esta existencia renovada comienza ya aquí,
en este mundo, gracias a la fe y al bautismo, que permiten «nacer
de nuevo» y se proyecta, más allá de la muerte, en la comunión
plena y definitiva con Dios en Jesucristo. Desde esta perspectiva
podemos entender las expresiones de Jesús que encontramos en
las perícopas seleccionadas.
En primer lugar, en 5,24-29 se afirma que quien escucha la palabra
de Jesús y cree en él, ya ha pasado de muerte a vida. El juicio con-
siste en creer o no en Jesucristo y en hacer el bien, de hecho «los
que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los
que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio» (v. 29). Todo
se dirime en escuchar o no la palabra de Jesús.16
Las otras dos perícopas forman parte del discurso del pan de vida
(6, 37-40 y 6,51-58). El que cree en el Hijo tiene ya ahora vida eterna y
él lo resucitará en el último día. Por otra parte, el que come la carne
del Hijo y bebe su sangre tiene vida eterna, y él lo resucitará en el
último día. Lo que la primera perícopa afirma de la fe, lo afirma
la segunda del pan y el vino eucarísticos. Esta segunda perícopa

16 Este texto ya formaba parte de la primera misa de la conmemoración de


todos los fieles difuntos, el 2 de noviembre, en el Missale Romanum de 1961.

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638 Jordi Latorre

es especialmente adecuada para las exequias del cristiano que ha


participado asiduamente en la Eucaristía.17
Las dos perícopas siguientes han sido seleccionadas del capítulo 11,
dedicado a la muerte y resurrección de Lázaro (11,17-27 y 11,32-45).
En la primera encontramos la declaración reveladora de Jesús: «Yo
soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto,
vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre» (v.
25). La segunda recoge el momento dramático de llanto de Jesús,
su oración confiada al Padre, y la salida de Lázaro de la tumba,
que desemboca en la fe en Jesús. En ambas perícopas, como en el
resto del evangelio según san Juan, la fe juega un papel importante,
como fundamento de la resurrección.18
Las otras cuatro perícopas joánicas (12,23-28; 14,1-6; 17,24-26; y
19,17-18.25-30) contemplan el destino del cristiano como un par-
ticipar del destino de Jesús y como un estar donde está Jesús. Así
la primera habla del grano de trigo que muere en la tierra para
poder dar fruto abundante, y la cuarta nos presenta al crucificado
inclinando la cabeza y exhalando su espíritu sobre las mujeres y
el discípulo amado. En la segunda Jesús se despide de los suyos
asegurándoles que va a prepararles una estancia: «para que donde
estoy yo, estéis también vosotros» (v. 3); y en la tercera, Jesús reza
al padre y pide que sus discípulos «estén conmigo donde yo estoy
y contemplen mi gloria» (v. 25). La muerte de Jesús, como la del
grano de trigo, da fruto abundante porque se ha confiado en manos
del Padre y ha hecho don de su espíritu, de esta manera los suyos
podrán compartir su destino y estar dónde él está.
En el conjunto de las perícopas evangélicas seleccionadas en el
Leccionario del Ritual de Exequias se nos invita a permanecer vigi-
lantes ante la muerte que llega y, con ella, el encuentro con el Señor
que juzgará nuestra vida. Es el misterio pascual de Cristo, muerto
y resucitado, el que ilumina el sentido de la muerte cristiana y

17 Cabe recordar, tal como indicábamos al inicio, que los textos de Jn 6,37-40
y Jn 6,51-55 ya formaban parte de la misa de aniversario y de la misa cotidiana
de difuntos, respectivamente, en el Missale Romanum de 1961.
18 El texto de Jn 11,21-27 ya formaba parte de la misa exequias en el Missale
Romanum.

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 639

nos abre la puerta a la esperanza de la resurrección, estando por


siempre junto al resucitado. Haber escuchado la palabra de Jesús,
haber participado del sacramento eucarístico, haber obrado el
bien, especialmente hacia los necesitados, nos hacen participar
ya desde ahora de la vida eterna que alcanzará su cumplimiento
y plenitud más allá de la muerte. Las resurrecciones obradas por
Jesús constituyen una profecía de su propia resurrección, de la que
esperamos participar plenamente también nosotros, sus discípu-
los. Jesús mismo se proclama la resurrección y la vida del mundo.

2. Exequias de párvulos, y de párvulos no bautizados


Para las exequias de párvulos bautizados el Leccionario propone
una selección de entre las lecturas presentadas para las exequias
de adultos.
De entre las lecturas del Antiguo Testamento, propone Is 25,6a.7-9
y Lm 3,17-26, ya comentadas. Para el tiempo pascual propone Ap
21,1a.3-5a, ya comentado, y Ap 7,9-10.15-17: Juan contempla una
muchedumbre inmensa con vestidos blancos y palmas en sus
manos que aclaman a Dios y al Cordero, día y noche, mientras que
este los conduce hacia fuentes de aguas tranquilas.
Como salmo responsorial propone los salmos 22, 24, y 41; aña-
diendo el salmo 148. Este es un salmo de alabanza, en el que el
salmista une en un solo coro a distintos grupos sociales del pueblo
de Israel, entre los cuales se encuentran los niños; con ello la liturgia
nos invita a contemplar a los párvulos bautizados difuntos entre
los coros que en la gloria alaban ya continuamente a Dios.
Como segunda lectura, propone cuatro ya seleccionadas para las
exequias de adultos: Rom 6,3-4.8-9; Rom 14,7-9; 1Cor 15,20-23; y
1Te 4,13-14.17b-18. Pero añade Ef 1,3-5 en la que el apóstol afirma
que Dios nos eligió en la persona de Jesucristo, antes de crear el
mundo, para que fuésemos santos. El texto, aplicado al párvulo
difunto, lo presenta como santo, destinado a ser hijo de Dios en la
persona de Jesucristo.
Seis son las perícopas evangélicas seleccionadas, cinco de ellas
comunes con las exequias de adultos: Mt 11,25-30; Jn 6,37-40; Jn
6,51-58 –con la indicación de que puede usarse con un párvulo

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640 Jordi Latorre

que ya ha comenzado a participar del sacramento eucarístico–;


Jn 11,32-38.40 y Jn 19,25-30. A estas, añade Mc 10,13-16 en la que
Jesús muestra su aprecio por los niños: «Dejad que los niños se
acerquen a mí». Cabe señalar que el texto de Jn 19 lleva un título
diferente con respecto al de las exequias de adultos: «Ahí tienes
a tu madre»; con él se quiere expresar que él párvulo difunto ha
abandonado los brazos de su madre terrena para abrazar los de
María, la madre de Jesús, ahora ya como madre suya.
La selección de lecturas para las exequias de párvulos bautizados
no pretende ser exclusiva, sino indicativa, ya que se proponen
aquellas que pueden resultar más adaptadas a la situación del
difunto o de su familia. En cambio las lecturas añadidas a esta
selección (Ap 7,9-10.15-17; Salmo 148; Ef 1,3-5 y Mc 10,13-16) nos
presentan más específicamente el sentido teológico de la muerte
del párvulo bautizado que, santo entre los santos, goza ya plena-
mente de la compañía de Jesús, de María y de Dios, pues permanece
en la gracia bautismal sin la malicia del pecado adulto.
Para las exequias de párvulos no bautizados se presenta aún una
selección menor, tomada de entre las lecturas para las exequias de
párvulos bautizados. Se nos presenta Is 25,6a.7-9 y Lm 3,17-26 como
lecturas del Antiguo Testamento. El salmo 24 como responsorial. Y
Mt 11,25-30; Mc 15,33-46; y Jn 19,25-30 como perícopas evangélicas.
En todos estos textos resuena la esperanza de que estos párvulos,
a pesar de carecer de la gracia del bautismo, hayan sido recibidos
también ellos en la presencia de Dios, con Jesús y con María.

3. Salmos y antífonas
Bajo este epígrafe el Ritual de Exequias transcribe en apéndice el
texto completo de varios salmos, precedidos de antífonas tradi-
cionales y de antífonas sálmicas, para ser usados libremente en
diversos momentos de la celebración exequial. En concreto los
salmos 22; 24; 41; 50; 92; 113; 114; 115; 117; 118; 120; 121; 122; 125;
129; 131; 133; 148.
Los salmos 22, 24 y 41 son salmos de confianza en los que el orante
expresa su deseo de Dios y la seguridad que le proporciona el
saberse en compañía del Señor. En el contexto de las exequias

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 641

expresan el abandono confiado en Dios en medio del dolor por la


muerte de un miembro de la comunidad.
El salmo 50 es un salmo penitencial en el que el orante reconoce
su pecado, pide al Señor que lo purifique, pide también el don del
Espíritu para proceder rectamente, y se presta a la alabanza divina
y a ofrecer los sacrificios prescritos. Es un salmo muy completo
usado profusamente por las liturgias cristianas. En el contexto de
las exequias implora el perdón para el difunto, al tiempo que pide
de la misericordia divina su purificación y su admisión a la liturgia
del templo celestial.
El salmo 92 constituye un himno al Señor creador, vencedor de las
aguas primordiales, que es el Dios de Israel. En la actual Liturgia de
las Horas, forma parte de los salmos seleccionados para las laudes
dominicales. Usado en los ritos de las exequias sirve para confesar
la fe en el Dios creador, inmutable, más allá de los avatares de la
vida humana.
Los salmos 113, 114, 115, y 117 son salmos pascuales que la actual
Liturgia de las Horas reserva para el domingo. En el contexto de
las celebraciones exequiales estos salmos ayudan a contemplar el
misterio de la muerte en sintonía con el misterio pascual de Cristo.
El salmo 118 constituye una larga meditación de la ley como expre-
sión de la alianza del Señor con el pueblo, a lo largo de la cual el
salmista va exponiendo los elogios de la ley y cómo esta guía su
vida y sus afanes. En el contexto de las exequias cristianas el rezo
de este salmo, o una parte de él, sirve para confesar el anhelo de
Dios y de su palabra, como fuente y sentido para la vida.
Los salmos 120, 121, 122, 125, 129, 131, y 133 pertenecen a la serie
de salmos graduales o salmos de peregrinación a la ciudad de
Jerusalén y al templo del Señor. Igualmente en las exequias estos
salmos nos ayudan a contemplar la vida como una peregrinación
hacia la Jerusalén celeste, y la muerte como el ingreso en la misma,
al final del camino.
Finalmente el salmo 148, que se reserva para las exequias de
párvulos. Tal como ya hemos indicado previamente, este salmo
de alabanza universal a Dios nos ayuda a contemplar al párvulo

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642 Jordi Latorre

fallecido en medio de los coros de los ángeles y de los justos, en


la liturgia celeste.
Esta selección de salmos para ser usados libremente en los distintos
ritos exequiales nos propone un itinerario espiritual ante la muerte,
que, partiendo del reconocimiento de la culpa, y llenos de confianza
en la misericordia divina, entiende la vida como un itinerario hacia
el encuentro del Señor, creador del mundo y salvador del pueblo;
la meditación de su palabra sostiene nuestra marcha hacia él.

4. Conclusión
El Leccionario de las exequias se ha visto notablemente enriquecido
en el paso de los antiguos Missale y Rituale Romanum al actual Ritual
de Exequias, publicado según las directrices del concilio Vaticano II.
Se han asumido las anteriores lecturas incluidas en los formularios
de las misas de difuntos y de la conmemoración de todos los fieles
difuntos, y se han ampliado con otros textos del Antiguo y, sobre
todo, del Nuevo Testamento. De ocho textos –cuatro epístolas y
cuatro evangelios– se ha pasado a 47 textos distintos, sin contar
los salmos responsoriales y los otros salmos de libre disposición.
Las lecturas del Antiguo Testamento presentan la fe bíblica en la
vida más allá de la muerte, entendida como nueva creación de
Dios y como vida bienaventurada de los que en su vida terrena se
mantuvieron fieles a la fe en el Señor. El texto de Is 25 extiende esa
perspectiva a todos los pueblos, más allá de las fronteras de Israel. Al
mismo tiempo enseñan a esperar la muerte con confianza en Dios.
Los salmos responsoriales, independientemente de la lectura
que acompañen, expresan la serena confianza del salmista en la
providencia divina. Aunque no hablan de la vida más allá de la
muerte, sin embargo, en el contexto de las lecturas proclamadas,
ayudan a expresar la esperanza del creyente en el Señor, que no
abandona a los suyos. Por otra parte, los salmos propuestos para
otros momentos de las exequias nos proponen un conjunto de
actitudes ante la muerte: el reconocimiento de la culpa, la con-
fianza en la misericordia divina, la vida como un itinerario hacia
el encuentro del Señor, al tiempo que la meditación de su palabra
sostiene nuestra marcha hacia él.

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El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI 643

Las lecturas del Nuevo Testamento para el tiempo pascual expre-


san de forma explícita el sentido de la muerte del cristiano en
consonancia con el misterio pascual de Cristo, su muerte y su resu-
rrección, anticipan el destino definitivo del cristiano. Igualmente
en las lecturas de los escritos apostólicos, la muerte del cristiano
es puesta en relación directa con la persona de Jesucristo, muerto
y resucitado. El cristiano está llamado a participar del destino de
Cristo, después de pasar por la muerte y el juicio de sus obras.
La vida más allá de la muerte es calificada como gloriosa, celeste,
o simplemente como vida. Se establece una continuidad y una
novedad entre la vida terrena y la vida celeste: es un vestido que
se cambia, es un domicilio que se renueva, es un cuerpo que se
transforma, o se reconstruirá gracias a la acción poderosa de Cristo
y de Dios. Este saber es motivo de esperanza y de consuelo para
el cristiano, al tiempo que le aporta fuerzas para proceder en esta
vida y mantenerse fieles en las dificultades.
El conjunto de perícopas evangélicas seleccionadas constituyen
una llamada a la vigilancia ante la muerte que llega y, con ella, al
encuentro con el Señor que juzgará nuestra vida. Es en el misterio
pascual de Cristo, muerto y resucitado, donde se ilumina el sentido
de la muerte cristiana y se nos abre la puerta a la esperanza de la
resurrección, cuando estaremos por siempre junto al resucitado.
La escucha de la palabra de Jesús, la participación en la Eucaristía,
obrar el bien, especialmente hacia los necesitados, son acciones
que nos hacen participar ya desde ahora de la vida eterna que
alcanzará su cumplimiento y plenitud más allá de la muerte. Las
resurrecciones obradas por Jesús en los evangelios constituyen por
una parte una profecía de su propia resurrección, pero por otra
parte anticipan la que esperamos participar plenamente también
nosotros, sus discípulos. En definitiva, Jesús mismo se revela como
la resurrección y la vida del mundo.
Las lecturas propias para las exequias de párvulos bautizados nos
presentan el sentido teológico de la muerte del párvulo bautizado
que, santo entre los santos, goza ya plenamente de la compañía de
Jesús, de María y de Dios, pues permanece en la gracia bautismal
sin la malicia del pecado adulto. En cambio en las lecturas para
las exequias de párvulos no bautizados resuena la esperanza de
que estos párvulos, a pesar de carecer de la gracia del bautismo,

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644 Jordi Latorre

hayan sido recibidos también ellos en la presencia de Dios, con


Jesús y con María.
Hemos ido viendo cómo el leccionario de las exequias se ha visto
notablemente enriquecido en el paso de los antiguos Missale
y Rituale Romanum al actual Ritual de Exequias. De ocho textos
anteriores se ha pasado a 47 textos distintos, sin contar los salmos
responsoriales y los otros salmos de libre disposición.
La vida más allá de la muerte se entiende como nueva creación de
Dios y como vida bienaventurada de los que en su vida terrena se
mantuvieron fieles a la fe en el Señor; ello lleva al creyente a una
serena confianza en la providencia divina.
La muerte del cristiano está puesta en relación directa con la per-
sona de Jesucristo, muerto y resucitado; de esta manera el cristiano
está llamado a participar del destino de Cristo, después de pasar
por la muerte y el juicio de sus obras. Ello conlleva una llamada a
la vigilancia ante la muerte que llega y, con ella, al encuentro con
el Señor que juzgará nuestra vida, ya que la muerte encuentra su
sentido a la luz de Jesucristo y de su misterio.
El actual Leccionario del Ritual de Exequias nos abre la puerta a
la esperanza de la resurrección, cuando estaremos por siempre
junto al resucitado. En definitiva, Jesús mismo se revela como la
resurrección y la vida del creyente.
Jordi Latorre Castillo
Sacerdote salesiano, licenciado en ciencias bíblicas y doctor en
teología bíblica, es profesor ordinario de Sagrada Escritura en el
Instituto Superior de Ciencias Religiosas Don Bosco de Barcelona
e imparte clases también en otros centros como la Facultad de Teo-
logía de Catalunya o el Instituto Superior de Liturgia de Barcelona.

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Phase 318 (2013) 645-655

Ideas para una nota pastoral


sobre la incineración
Lluís Prat

Resumen

El artículo describe la situación de las exequias cuando el cuerpo ha sido incinerado,


teniendo en cuenta las adaptaciones realizadas al traducir la edición típica a dife-
rentes lenguas, para que con este material en la diócesis puedan redactar una nota
pastoral para regular las crecientes situaciones de incineración.

Palabras clave: Exequias, incineración, cenizas, entierro.

Abstract

This article describes the situation of the funeral rites when the body has been cre-
mated, taking into account the adjustments made to the typical edition translated
into different languages. With this material, every diocese can prepare a pastoral
note to regulate the growing situations of cremation.

Key words: funeral rites, cremation, ashes, burial.

Como para los demás rituales, también para el Ritual de Exequias


el Concilio Vaticano II determinó su revisión:
El rito de las exequias debe expresar más claramente el sentido pas-
cual de la muerte cristiana y responder mejor a las circunstancias y
tradiciones de cada país… (SC 81).
Estas «circunstancias» no son, evidentemente, las mismas que hace
cincuenta años. Los padres conciliares, y los redactores de la editio
typica del Ritual de Exequias (1969), no podían prever los cambios

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646 Luis Prat

que, de forma tan rápida, se han producido en muchos campos,


pero muy particularmente en este de la cremación de cadáveres,
que se extiende cada día más y ya no es un número insignificante
en las estadísticas (puede que lo sea todavía en zonas rurales).
Este hecho implica una serie de cuestiones que van más allá del
propósito de este artículo, pero que no pueden ser obviadas por
la importancia que tienen de cara al sentido de la muerte, de la fe
en la resurrección y de la práctica cristiana de las exequias.
Cuestiones antropológicas, teológicas (el misterio pascual de
Cristo, muerto, sepultado y resucitado; la simbología del bautismo
y de la iniciación cristiana en san Pablo se apoya en Cristo sepul-
tado [cf. Rom 6,4]), sociológicas (acompañamiento en el luto de los
familiares de uno de los miembros de la comunidad), sicológicas
(la aceptación del luto pide un tiempo más largo que el de la rápida
desaparición, resultado de la cremación del cadáver; el lugar de
referencia donde reposa el cuerpo). Podríamos añadir, de forma
muy esquemática, otros cambios en este campo de la muerte y
de las exequias: ha nacido y crecido un mercado al entorno de las
exequias (las funerarias con sus múltiples ofertas incluso a través
de internet); el entierro, exceptuando todavía algunas zonas rura-
les, se convierte cada vez más en asunto privado; se multiplican
las formas, no solo eclesiásticas, de despedida de los difuntos; el
entierro pasa a ser, para no poca gente, un acto puramente técnico…
La práctica pastoral debe continuar ofreciendo el sentido cristiano
de la muerte, destacando su aspecto comunitario: la muerte de un
miembro de la comunidad afecta a toda ella (el acompañamiento
del difunto y de la familia rompe la privatización, el círculo fami-
liar cerrado), remarcando la dignidad de la persona más allá de
la muerte (la llamamos por su nombre, la incensamos); buscando
equipos de acompañamiento (las grandes unidades pastorales, con
la escasez de ministros, piden que se creen estos equipos donde no
los haya)… Pero no se puede actuar pastoralmente como si esta
«nueva cultura» de la muerte no existiera…
En el caso concreto que nos ocupa, el de la cremación de cadáveres,
surgen una serie de cuestiones prácticas, pastorales: ¿Qué hay que
hacer cuando nos piden exequias en la iglesia en caso de cremación

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Ideas para una nota pastoral sobre incineración 647

del cadáver? ¿Cómo se desarrolla el rito en este caso? ¿Se pueden


celebrar las exequias en presencia de la urna que contiene las ceni-
zas? ¿Cuál debe ser después el destino de las cenizas? ¿Se puede
pensar en una plegaria en el lugar de la cremación?
Hay que considerar, por lo tanto, al menos estos cuatro posibles
puntos concretos:
– Cremación posterior a las exequias en la iglesia.
– Exequias en la iglesia ante la urna que contiene las cenizas.
– Oración en el lugar de la cremación.
– El destino final de las cenizas.

1. El desarrollo lógico del rito: La cremación tiene lugar


después de las exequias en la iglesia
La Iglesia prefiere y recomienda la tradición de sepultar los cadá-
veres (la inhumación), a imagen del Señor que fue enterrado.
Considera que expresa mejor el honor debido al cuerpo, templo
del Espíritu, y también la fe en la resurrección. De todos modos,
autoriza, no solamente la tolera, la cremación, que no es conside-
rada intrínsecamente mala, ni se exige una causa justa para elegirla.
Solo requiere una condición: que la cremación no haya sido elegida
por razones contrarias a la fe cristiana. La cremación del cadáver
debe ser posterior a la celebración de las exequias en la iglesia con
el cuerpo presente. Este proceder es absolutamente lógico, dado
que la cremación es una práctica destructiva, mucho más rápida,
evidentemente, que tiene correspondencia con la inhumación, en
la que el cuerpo se descompone lentamente. Además, esta sucesión
de hechos favorece la participación de la comunidad local que
puede estar al lado, con la plegaria y la compañía, del difunto y
de su familia. En este caso, la celebración en la iglesia no presenta
ninguna particularidad: se usa sin más el Ritual de Exequias y solo
habrá que tener en cuenta la necesaria acomodación de algunas
frases en el último adiós al cuerpo del difunto, dado que se cita
a menudo el cuerpo que será enterrado. Habrá que seleccionar
previamente los textos que van a ser utilizados.
Pero quedan pendientes otras cuestiones, que señalamos a con-
tinuación.

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648 Luis Prat

1.1. La celebración en la iglesia en presencia de la urna con las cenizas


Cada vez es más frecuente la petición de celebrar las exequias des-
pués de la cremación del cadáver (por razones diversas: persona
fallecida lejos, simple cuestión práctica). En tal caso, «Que cada
ordinario juzgue sobre la oportunidad de celebrar la liturgia por
los difuntos, en presencia de la cenizas, teniendo en cuenta las
circunstancias concretas de cada caso, con respeto al espíritu y al
contenido de las normas canónicas» (Carta de la Congregación
para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos, de 4 de
junio de 1986, en respuesta al episcopado francés). Si se da este
caso, habrá que adaptar algunas fórmulas (moniciones y oraciones)
del Ritual y del Misal.
En una carta de la misma Congregación, dirigida a los obispos
del Canadá (12 de marzo de 1985) se citan algunos ejemplos de
adaptaciones convenientes (no son muchas), como por ejemplo,
sustituir la palabra «cuerpo» por «restos»; suprimir la frase «cerró los
ojos a la luz de este mundo» (pero en estos casos, seguramente sería
preferible escoger otra oración, entre las muchas que existen); no
elegir el prefacio cuarto, que se refiere explícitamente al cuerpo…
Esto supone un trabajo previo de preparación más cuidadoso que
para una celebración «normal». En la edición típica latina no hay
formularios previstos para estas celebraciones. Hay que usar los
de la celebración «normal», con las debidas adaptaciones (más
adelante presentamos los textos que algunos rituales proponen…
y la recomendación de incluir en otras ediciones o al menos en
subsidios…). En este caso, la urna debe ser colocada en un lugar
discreto, no más relevante que cuando se celebran las exequias
con el cuerpo presente.

1.2. Una plegaria en el mismo lugar de la cremación


Hay algún Ritual que propone formularios para una celebración
en el lugar de la cremación para antes de ella (o mientras dura e
incluso para después). La instrucción Piam et constantem (1963),
núm. 4, que fue la que abrió el paso a no considerar la cremación
como anticristiana, no lo admitía ni para el acompañamiento al
lugar de la cremación ni en el mismo lugar de esta. El hecho de

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Ideas para una nota pastoral sobre incineración 649

pedirla podría responder a la «necesidad» de llenar el tiempo,


difícil de vivir, si se diera el caso que la familia quisiera estar pre-
sente en el lugar de esta «operación técnica». Por otra parte, hay
que considerar si este hecho podría llevar a suprimir cualquiera
otra forma de celebración litúrgica. En este punto, el núm. 15 de
los praenotanda del Ritual es más mesurado (discreto).

1.3. El destino de la urna después de la celebración de las exequias ¿Cuál


debe ser?
En algunos países la legislación civil determina el destino de las
cenizas. En muchos otros, no. El destino final de la urna debe ser
el cementerio o un columbario.
Queda otro punto al que hay que prestar atención: es el destino de
la urna que contiene las cenizas del difunto. El respeto debido al
cuerpo de un difunto debe ser prestado también a las cenizas: la urna
debe encontrar, por lo tanto, un lugar de acogida definitivo, sea en
el cementerio, sea en un columbario preparado a tal efecto, pero no
dentro de la iglesia. En ningún caso no debe ser desplazada y llevada
de nuevo a la iglesia para un oficio conmemorativo posterior (Carta
de la Congregación al episcopado francés, citada más arriba).
Por eso se deben desestimar prácticas como la dispersión de las
cenizas en el mar, en la montaña, en un jardín… o la conservación
de la urna en el domicilio. Los casos de dispersión de las cenizas,
si se dan, no tienen previsto ningún acompañamiento ritual.

1.4. ¿Una «editio typica» altera del «Ritual de Exequias»?


Otros rituales han conocido segundas ediciones típicas latinas. No
es el caso del Ritual de Exequias que, solo en los preanotanda, núm. 15,
y de manera muy sumaria, habla de la cremación del cadáver. En
este punto la evolución en estos últimos años ha tomado un ritmo
acelerado. La editio typica del Ritual no presenta ningún formulario
para esta nueva situación. Lo mismo pasa en ediciones en otras
lenguas. De todos modos, algunas de ellas, ya desde hace bastantes
años, de acuerdo con el capítulo V de los praenotanda del Ritual
(adaptaciones que corresponden a las Conferencias Episcopales),
han introducido algún que otro formulario. En algunos países se

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650 Luis Prat

han publicado ediciones más recientes del Ritual que incluyen


nuevos formularios, que tienen la ventaja de presentar unos textos
ya acomodados a las situaciones concretas que no obligan a cada
celebrante a tener que elegir con mucha precaución entre los textos
de los rituales en uso para evitar fórmulas que no corresponderían
a la realidad de la situación concreta de la cremación posterior o
de la celebración ante la urna con las cenizas.
Sería conveniente, a buen seguro, como ha sido el caso en otros
rituales, una editio typica altera del Ritual de Exequias que tomara en
consideración, y no solo para el tema que nos ocupa, la evolución
experimentada en estos 50 años. O, al menos, que los rituales que
no lo tienen todavía (o solo de forma muy sumaria) presentaran
nuevas ediciones que incluyeran estos formularios acomodados.

2. La cremación en algunas ediciones de Rituales que ya


tienen unos años

2.1. El «Ritual» en lengua castellana (segunda edición renovada, 1989)


El Ritual en lengua castellana (segunda edición renovada, 1989), en
su libro VI (Celebración de las exequias en casos extraordinarios),
dedica el capítulo VII a la celebración de las exequias en caso de
cremación del cadáver. El capítulo contiene unas observaciones
previas, que exponen la doctrina oficial (de la que en este artículo
se encuentran algunas pinceladas, expuesta con más detalle en el
artículo de J. Latorre, pp. 625-644, de este mismo número de Phase).
Y presenta a continuación un formulario completo para el caso de
la celebración de las exequias ante la urna de las cenizas, en tres
pasos: 1. Recibimiento de las cenizas en el atrio de la iglesia. 2.
Misa exequial o liturgia de la Palabra. 3. Último adiós al difunto.

2.2. El «Ritual» en lengua francesa


El Ritual en lengua francesa (II. Oraciones por los difuntos en la
casa y en cementerio, 1972, con reediciones posteriores), después
de unas muy breves observaciones previas, resumen de la doctrina
oficial, propone para el lugar de la cremación (para antes, durante
e incluso después de ella), tres elementos: 1. Sugerencias para la
monición. 2. Breve lectura (incluye cuatro textos). 3. Oración final.

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Ideas para una nota pastoral sobre incineración 651

3. La cremación en algunas ediciones más recientes

3.1. El «Ritual» en lengua alemana (2009) y el «Manual» posterior


(2012)
Una nueva edición del Ritual de Exequias en lengua alemana (2009),
preparada durante años por la comisión de versiones, tuvo que
dejar paso a una traducción literal de los textos de la editio típica,
de acuerdo con la Instrucción Liturgiam authenticam (2001). Debido
a las dificultades de aceptación por parte de muchos párrocos, las
Conferencias de Obispos de territorios de lengua alemana publi-
caron posteriormente (2012) un Manual que recoge, en esencia, la
segunda edición aprobada por la Congregación, pero que se aparta
de ella en algunos puntos y que ha obviado, entre otros detalles, una
de las traducciones literales que provocó más reacciones en contra:
aures misericordiae tuae = Ohren deiner Barmherzigkeit = las orejas de
tu misericordia. Este Manual estará en uso, dicen los obispos, hasta
que una editio typica altera recoja los cambios que se han producido
estos últimos años acerca del sentido de la muerte, de la fe en la
resurrección y de la práctica de las exequias en la sociedad actual.

«Ritual»

Capítulo VI: La celebración del último adiós antes de la incine-


ración. Presenta un formulario completo que se puede realizar
«en la iglesia, en la capilla del cementerio, en el tanatorio o en un
lugar de despedida». Propone los siguientes pasos: 1. Comienzo
(salutación, introducción, salmo, oración). 2. Liturgia de la Palabra
(lectura, homilía). 3. Recomendación final y último adiós (silencio,
invocaciones, oración, despedida). Y, como en otros capítulos,
sigue una oración por los difuntos y por lo vivos (oración de los
fieles, Padre nuestro) y la conclusión (a la que puede seguir una
oración a la Virgen).
Capítulo VII: La celebración de la inhumación de la urna. También
aquí se presenta un formulario completo (pero más breve) que
se realiza en el lugar de la inhumación de la urna. Propone los
siguientes pasos: 1. Comienzo;. 2. Inhumación (salmo, oración,
silencio, invocaciones, Padre nuestro); 3. Conclusión (y oración
a la Virgen).

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652 Luis Prat

«Manual»
Capítulo V: La celebración del último adiós antes de la cremación
(cambio de incineración por cremación). Antes de la presentación del
formulario completo, se encuentra una nota que no figuraba en el
Ritual: Si la celebración tiene lugar en la iglesia corpore presente, se
puede celebrar la misa (o la liturgia de la Palabra) como de costum-
bre, y después de la postcomunión se pasa al punto tercero de los
que siguen. Formulario completo (con algunos cambios respecto
al Ritual): 1. Comienzo (salutación, introducción, salmo, Kyrie,
oración); 2. Liturgia de la Palabra (lectura, homilía); 3. Último adiós
(silencio, invocaciones, oración de despedida, despedida, Credo).
Y, como en otros capítulos, sigue una oración por los difuntos y
por los vivos (oración de los fieles, Padre nuestro) y la conclusión
(a la que puede seguir una oración a la Virgen).
Capítulo VI: La celebración de la inhumación de la urna. También
aquí, después de breves indicaciones, se presenta un formulario
completo (pero más breve) que se realiza en el lugar de la inhu-
mación de la urna. Propone los siguientes pasos: 1. Comienzo. 2.
Inhumación (salmo, oración, silencio, invocaciones, Padre nuestro,
conclusión, oración a la Virgen).
Capítulo VII: La celebración del último adiós y de la inhumación
de la urna. Después de unas breves indicaciones, propone un
formulario completo (que une en una sola celebración los dos
capítulos anteriores). A. En la iglesia, en la capilla del cemente-
rio, en el tanatorio, en un lugar de despedida o en el lugar de la
inhumación de la urna: 1. Comienzo (salutación, introducción,
salmo, Kyrie, oración). 2. Liturgia de la Palabra (lectura, homilía).
3. Último adiós (silencio, invocaciones, oración de despedida,
despedida, procesión). B. En el lugar de la inhumación de la urna:
4. Inhumación (bendición del sepulcro de la urna, inhumación,
Credo, oración por los difuntos y por los vivos, Padre nuestro,
conclusión, oración a la Virgen).

3.2. El «Ritual» en lengua italiana (2011)


El Ritual en lengua italiana (2011) presenta, en apéndice las exe-
quias en caso de la cremación. A unas observaciones relativamente
largas que exponen la doctrina oficial, siguen tres capítulos.

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Ideas para una nota pastoral sobre incineración 653

Capítulo I: En el lugar de la cremación. 1. Exequias en la liturgia


de la Palabra antes de la cremación (ritos iniciales, liturgia de la
Palabra, recomendación y último adiós). 2. Oraciones en el lugar
de la cremación. Se ofrecen dos esquemas. El primero: señal de
la cruz, proclamación de la Palabra de Dios, breve exhortación,
intercesiones. El segundo: señal de la cruz, proclamación de la
Palabra de Dios, profesión de fe, Padre nuestro.
Capítulo II: Moniciones y oraciones para la celebración exequial
después de la cremación en presencia de la urna con las cenizas.
Presenta: 1. Disposiciones pastorales. 2. Textos (acogida en la
puerta de la iglesia, moniciones al principio de la misa después
de la salutación y antes del acto penitencial, recomendación final
y último adiós).
Capítulo III: Oraciones para la inhumación de la urna. Se presen-
tan tres esquemas, con los mismos elementos: señal de la cruz,
monición, proclamación de la Palabra de Dios, oración, conclusión.

3.3. Número 17 de «Guides Célébrer»


En el número 17 de la colección Guides Célébrer, del Service National
de Pastorale Liturgique et Sacramentelle (SNPLS) de París (del
año 2009) se presenta un formulario para celebrar en la iglesia en
presencia de la urna funeraria. Sigue este esquema: 1. Acogida en
la puerta de la iglesia. 2. Preparación penitencial (principalmente
si se celebra misa). 3. Oración. 4. Liturgia de la Palabra. 5. Oración
de los fieles. 6. Oración de acción de gracias (si no se celebra la
misa). 7. Padre nuestro. 8. Último adiós. 9. Conclusión.

4. Aspectos conclusivos
Estos formularios tienen la ventaja que indicábamos: facilitan el
trabajo de preparación de las celebraciones, dado que ofrecen, ya
seleccionados, los textos adecuados a cada situación concreta. Pero
se pueden observar en ellos (en los pocos que hemos comentado)
bastantes diferencias, debidas, como es lógico, a las diversas prác-
ticas pastorales en cada país concreto, no aplicables de la misma
manera de un país a otro: si el cadáver entra o no en la iglesia, si
después de la celebración hay acompañamiento ritual al cemen-

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654 Luis Prat

terio, si la celebración se realiza preferentemente en la iglesia o en


otro lugar… Entre las diferencias, hay algunas bastante notables:
– Aspersión con agua bendita e incienso a la urna: alemán, sí; italiano,
no; francés (en Guides Célébrer), sí, pero no a la urna sino a los fieles.
Creemos que no se debería incluir ni la aspersión ni el incienso, que
indican el respeto y la dignidad del cuerpo.
– Unos proponen textos para diversas situaciones, incluso para el lugar
de la cremación; otros, solo para la celebración en presencia de la urna
con las cenizas.
– Unos sugieren que, en la celebración de las exequias antes de la cre-
mación del cadáver, se prescinda del acompañamiento posterior del
cadáver al crematorio. Otros presentan formularios para el lugar de
la cremación.
Resumiendo:
– La Iglesia prefiere y recomienda la tradición de sepultar los cadáve-
res (la inhumación), a ejemplo del mismo Señor que fue enterrado.
Considera que expresa mejor el honor debido al cuerpo, templo del
Espíritu, y presenta de forma más clara la fe en la resurrección.
– Pero autoriza, no solo la tolera, la cremación, que no es considerada
intrínsecamente mala, ni exige una causa justa para elegirla. Una
sola condición: que la cremación no haya sido elegida por razones
contrarias a la fe cristiana.
– No obstante, pide que la cremación sea posterior a la celebración de
las exequias en la iglesia con el cuerpo presente, con excepción de
los casos que el Ordinario juzgue oportunos.
– En la celebración de las exequias en la iglesia antes de la cremación
hay que utilizar los textos del Ritual de Exequias, sin más (necesaria
alguna posible adaptación del texto en el último adiós).
– Si se da el caso de una celebración en la iglesia en presencia de la
urna que contiene con las cenizas, hay que utilizar también textos del
Ritual, pero habrá que tener en cuenta las adaptaciones necesarias de
los textos (no referencia a cuerpo, etc.). En este caso, la urna debe ser
colocada en un lugar discreto (no más destacado, evidentemente, que
cuando se celebran las exequias en presencia del cuerpo del difunto),
y no habrá ni aspersión ni incienso.

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Ideas para una nota pastoral sobre incineración 655

– El destino final de la urna debe ser el cementerio o un columbario. Si


se diera el caso de dispersión de las cenizas, no está previsto ningún
rito de acompañamiento.
Lluís Prat
Sacerdote de la diócesis de Solsona, estudió liturgia en el Instituto
Superior de Liturgia de París y ejerce su ministerio como párroco,
delegado diocesano de liturgia, miembro de la Comisión Interdioce-
sana de Liturgia y del Secretariado de Arte Sacro de la Tarraconense.

libro ph318.indb 655 21/11/2013 9:34:26


Cuadernos Phase, para el estudio

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de la tradición litúrgica bizantina,
datable a mediados del siglo VII,
algunos de cuyos textos siguen en uso
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liturgia más ayudan a quien se forma
en el ámbito del culto litúrgico.

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libro ph318.indb 656 21/11/2013 9:34:26


Puntos de vista

Participación litúrgica en los funerales


Ramiro González
La participación consciente, activa y fructuosa de los fieles en la
liturgia, ha sido el principal objetivo de los grandes maestros del
movimiento litúrgico y el estribillo de Sacrosanctum Concilium
(núms. 10-11; 14; 17; 19; 21; 28-30, 48, etc.).
Se ha insistido, a partir de la reforma litúrgica, en la actuosa partici-
patio, pero reduciendo con frecuencia el concepto en el sentido de
«actuar» en la celebración, mediante gestos, acciones y/o palabras.
Se ha insistido en la participación pero desatendiendo los adjetivos:
fructuosa, consciente, piadosa, interna, externa, plena. Benedicto
XVI en la Exhortación apostólica Sacramentum caritatis, núms.
52-65, ha profundizado en la auténtica participación litúrgica. Él se
refiere explícitamente a la Eucaristía, pero se puede extender a toda
celebración litúrgica. Su gran afirmación interpretando la voluntad
del Concilio y ahondando en ella es que, la participación activa «se
ha de comprender en términos más sustanciales,1 partiendo de una
mayor toma de conciencia del misterio que se celebra y de su rela-
ción con la vida cotidiana» (núm. 52). El papa indica dos claves para
interpretar bien el concepto y luego realizarlo adecuadamente: el
misterio que actualiza la Iglesia y la vida diaria de cada fiel. Lo primero
exige formación, educación y fe; lo segundo comporta coherencia,
esfuerzo y compromiso misionero. A partir de lo dicho, se entiende la
exhaustiva aplicación a diversas circunstancias, que Benedicto XVI

1  Creo que el papa quiere superar la comprensión de la participación como


hacer cosas, actuar, moverse, etc.

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658 Puntos de vista

explica en los números siguientes. A la luz de su reflexión quisiera


iluminar la participación litúrgica de los fieles en la liturgia de las exequias.
La participación en los funerales es de lo más diversa: fieles
fervorosos, practicantes, ocasionales, creyentes no practicantes,
agnósticos, no creyentes e incluso de otras confesiones religiosas.
La participación en la actio liturgica puede ir, desde la fructuosa
(plena), hasta la participación por la presencia, sin relación ninguna
con el misterio ni influjo en la vida. Pero también cabe la posibilidad
de que cualquier persona sea impactada por el «misterio» hasta el
punto de producirse una conversión. Por esto, el pastor y quienes
le ayudan tienen la obligación de ser ministros de Dios y servidores
de todos. Deben acoger y tener presentes en su ánimo a todos. Para
ello y, apoyándome en Sacramentum caritatis, trataré de proponer
algunas notas que comportaría la auténtica participación en el caso
de los funerales. Más que exponer lo que sucede, hablaré de cómo
actuar y ofrecer criterios para contribuir a mejorar.

1. Una participación adaptada e inculturada


Los pastores se han de esforzar por ayudar a los fieles a participar
en la Eucaristía o en la celebración de la Palabra. Para eso, tendrán
en cuenta distribuir bien los ministerios evitando confusiones,2
beneficiarse de las adaptaciones que ofrecen los libros litúrgicos
y teniendo muy en cuenta el ámbito cultural y las tradiciones locales
en armonía con la liturgia. El misterio de Cristo que se celebra, ha
de seguir siendo inculturado (núm. 54), el campo de las exequias
admite muchas posibilidades: en la predicación, catequesis, cele-
braciones, gestos y signos (núm. 65). Esta adaptación e incultura-
ción ayuda de hecho a una participación más fructuosa.

2. Una participación más personalizada


Es decisivo contribuir a crear las adecuadas actitudes personales para
una participación más fructuosa y plena: un espíritu constante
de conversión (núm. 55), una actitud de recogimiento y silencio,

2  El papa se refiere a que no haya confusión entre lo que hace el presbítero


(presidente), los demás presbíteros y diácono (cf. núm. 53). En los funerales
cada ministerio hará sólo lo que le corresponde.

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Puntos de vista 659

el ayuno eucarístico y, cuando sea necesario, el sacramento de la


reconciliación. También es conveniente ofrecer a Dios la propia
vida en unión con el sacrificio de Cristo, vivir personalmente lo que
se celebra, introducir a los fieles en el conocimiento del misterio
celebrado, llevarlos a un encuentro vivo y persuasivo con Cristo
y ayudar a tomar conciencia de que, la propia vida se transforma
progresivamente por los misterios celebrados (núm. 64). Es preciso
recordar a los fieles que, para participar bien en los misterios, es
necesario participar en la totalidad de la vida de la Iglesia y ser cons-
cientes del deber misionero hacia todos. La participación plena en
el misterio de Cristo tiene lugar en la comunión eucarística, pero
en las exequias es preciso advertir sobre las condiciones requeri-
das, para evitar cierto «automatismo» de los fieles al acercarse a
comulgar (núm. 55). La participación en la misa aún cuando no
se comulgue, «sigue siendo necesaria, válida, significativa y fruc-
tuosa» (núm. 55) y se perfecciona activando el deseo de la unión
completa con Cristo mediante «la comunión espiritual».3 Será
importante que los signos, gestos y ritos realizados por el cele-
brante y la comunidad, abran a todos los presentes al significado
trascendente de los mismos y a la esperanza cristina que los anima.

3. Una participación diferenciada


La participación litúrgica en los funerales puede ser con misa o sin
ella. En una celebración así, dentro de una liturgia de la Palabra, la
participación de las personas de distintas confesiones y de diversos
grados de fe, es más fácil. Incluso los no practicantes u ocasionales,
los agnósticos y no creyentes pueden escuchar la Palabra de Dios
con respeto, con deseo sincero de recibirla y con agrado al obser-
var la coherencia, veracidad y unción con que se la propone. Otra
cosa distinta es la celebración de la Eucaristía. Habrá que tener en
cuenta a los que no están en plena comunión con la Iglesia católica.
La misa no puede ser participada con la comunión eucarística
por quienes no poseen la plena unidad con la Iglesia. Además,
la Eucaristía no solo manifiesta nuestra comunión personal con
Jesucristo, conlleva también la plena communio con la Iglesia (núm.
56). En orden a la salvación, se puede admitir individualmente a

3  El papa apunta otras actitudes personales en los núms. 64-65.

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660 Puntos de vista

cristianos no católicos a la Eucaristía, en situaciones determinadas


y excepcionales, con condiciones precisas (núm. 56).4

4. La participación a través de los medios de comunicación


El término «participación» ha adquirido recientemente un sentido
más amplio, debido al gran desarrollo de los medios de comuni-
cación social. Estos instrumentos ofrecen nuevas posibilidades
respecto a las celebraciones litúrgicas. Lo observamos respecto
a celebraciones pontificias desde Roma y en los viajes del papa.
También en las misas dominicales radiadas y televisadas o por
internet. Lo mismo se diga de las celebraciones de funerales; pienso
en el funeral del beato Juan Pablo II, contemplado a través de las
pantallas de televisión, en gran parte de las naciones del mundo.
Dado el influjo que estos actos pueden tener en todo tipo de perso-
nas, reclaman a los agentes pastorales una cuidada preparación y
un gran sentido de responsabilidad. Cuando se celebra la misa, se
convierte inevitablemente en algo ejemplar, lo cual requiere espa-
cios dignos, bien adecuados y respeto exquisito a las normas litúr-
gicas (núm. 57). Es claro que no vale para cumplir con el precepto
dominical de la Misa, en circunstancias normales, la participación
por los medios. «El lenguaje de la imagen representa la realidad,
pero no la reproduce en sí misma» (núm. 57). Quienes no están
impedidos, deben ir al templo para participar en la asamblea de la
Iglesia viva. Pero todas las celebraciones ofrecidas por los medios,
pueden hacer mucho bien a los enfermos y ancianos5 que participan
en ellas, a los discapacitados y particularmente a los mentales6 y a
los emigrantes (núm. 60). Las celebraciones de la muerte cristiana
ofrecidas por los medios, bien preparadas y mostrando con clari-
dad la esperanza de la vida eterna, serán una buena ayuda para los
cristianos practicantes y una llamada a lo más íntimo de aquellos
que buscan, dudan o desean encontrar la respuesta adecuada a los

4  Cf. CCE 1398-1401.


5  Benedicto XVI invita a los pastores a prestarles atención espiritual con-
creta y ayudarles a unir sus sufrimientos al sacrificio de Cristo y a la misión
de la Iglesia (cf. núm. 58).
6  Siendo bautizados y confirmados reciben la Eucaristía también en la fe
de la familia o de la comunidad que los acompaña (cf. núm. 59).

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Puntos de vista 661

interrogantes más profundos. Dichas celebraciones pueden ser un


buen instrumento para la nueva evangelización.

5. La participación en grandes concelebraciones


Con frecuencia y a distintos niveles, se dan grandes concelebraciones
de exequias cristianas. He citado el caso de la celebración de las exe-
quias del beato Juan Pablo II; se dan casos de exequias por muchos
difuntos (en catástrofes, accidentes, etc.) y es frecuente el caso de
concelebraciones con muchos sacerdotes, presididos por el obispo
(en entierros de obispos y/o presbíteros). En tales casos, el número
de fieles suele ser grande. Son circunstancias particularmente signi-
ficativas, en las que se capta más fácilmente la realidad de la Ecclesia
orans: obispo, presbíteros, diáconos, otros ministros, diversidad de
funciones, participación fructuosa y consciente del pueblo.
Se ha de cuidar mucho estas celebraciones; ha de brillar la unidad
del sacerdocio, del presbiterio y la unidad-diversidad de todo el
pueblo de Dios. Ha de tenerse muy en cuenta la ejecución digna
de la plegaria eucarística (obispo-presbíteros) y la distribución de
la comunión (presbíteros-pueblo, núm. 61). Se evitará la dispersión
tanto en los ministros como en el pueblo. Se procurarán modos
adecuados de coordinación en: los gestos y posturas corporales,
en el canto, con algunas moniciones y avisos breves y la dispo-
sición de espacios, de modo que faciliten a presbíteros y fieles
una participación plena y real. Serán importantes los silencios,
como momentos de inmersión más profunda en el misterio que
se celebra. El poder tener algunos cantos, en lengua latina y en
gregoriano, expresa mejor la unidad y universalidad de la Iglesia
(núm. 62). La atención a estos aspectos ayudará a una participa-
ción piadosa y activa, que abra a las realidades de fe, configure
con Cristo muerto y resucitado y renueve el corazón y la mente
según el Espíritu que da vida eterna. La celebración del paso del
cristiano, como participación en la Pascua de Cristo, fomentará la
esperanza en la futura resurrección.
Ramiro González
Doctor en liturgia, delegado de liturgia de Orense
y profesor de esa materia.

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662 Puntos de vista

El color litúrgico de los funerales


Roberto Russo

En los últimos años se está produciendo una situación que poco a


poco se va extendiendo: celebrar los funerales con ornamentes de
color blanco. ¿Qué pensar de esta tendencia? ¿Estamos en el campo
de la adaptación litúrgica e inculturación? ¿Cuál es la normativa
de la Iglesia?
La cuestión de los colores en el ámbito litúrgico, tanto en lo que
afecta a su variedad como a su uso mismo en determinadas cele-
braciones, no es, ciertamente, un tema mayor, pero eso no quiere
decir que no debamos prestar atención o, al menos, conocer su
significado.

1. El uso de los colores en la liturgia


La liturgia se expresa a través de palabras, acciones, gestos, y
también el silencio. La Iglesia celebra el misterio pascual de
Cristo expresándose con el lenguaje litúrgico, verbal y no verbal,
según que utilice o no las palabras para transmitir el mensaje de
salvación. El lenguaje no verbal se sirve de medios y señales tan
variados como el gesto, la mirada, los ademanes, los ornamentos,
los objetos, el espacio, etc. Forma parte de este lenguaje el código
cromático: los colores.
En todas las culturas se hace uso del simbolismo de los colores,
tanto para la vida social como para la expresión religiosa. La ban-
dera nacional o un partido político o un grupo deportivo tienen, por
ejemplo, sus colores propios, que vienen a representar a la entidad.

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Puntos de vista 663

En cada cultura puede ser distinto este simbolismo. En el Japón,


por ejemplo, el luto se puede expresar, además de con el negro,
también con el color blanco. Mientras que allí el color más noble
es el morado, porque se encuentra en el escudo imperial.1
En la liturgia cristiana, durante los primeros siglos no parece que
hubiera una norma general en cuanto a los colores. Lo único que
se tenía en cuenta era que para los días más festivos se eligieran
colores más vivos (en Oriente, sobre todo, policromados), y para
tiempos penitenciales, colores más oscuros y austeros.
La aparición tardía en Occidente del color litúrgico –como color car-
gado de intencionalidad propia– y la poca variabilidad cromática
en Oriente nos hacen ver que la expresividad en la liturgia es un
proceso evolutivo que pretende hacer verdaderamente simbólica
la celebración en todas sus características.2
A partir de la época carolingia, cuando un cierto lujo hace su apa-
rición en la Iglesia, el oro y los colores brillantes se apropian de
las telas y de las vestiduras del culto.3 Pero las costumbres varían
mucho, según las diócesis, y es muy difícil discernir, antes del siglo
xi, los usos de los colores que serían comunes a toda la cristiandad.
Será el papa Inocencio III (1198-1216), el que dará unas directrices
en su De Sacro altaris mysterio recogiendo los colores en uso en
Roma: blanco, rojo, verde, negro y morado.4 Fue él quien esbozó
el uso de los colores litúrgicos que utilizamos actualmente en las
celebraciones de la Iglesia. Este papa basó su simbolismo sobre
las interpretaciones alegóricas de los colores y las flores mencio-
nados en la Escritura, especialmente en el libro del Cantar de los

1 Cf. José Aldazábal, «Los colores», en Íd., Gestos y símbolos (Dossiers


CPL 40), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 72003, 74-81; aquí 74-75.
2 Cf. Adolfo Ivorra, Teología del color y lex credendi [en línia]: Lex orandi
<www.lexorandi.es/Teología litúrgica/colorlexcredendi.htm>
3 Cf. El número monográfico de Rivista Liturgica 6 (2009): «L’oro nel culto».
4 Inocencio III, De sacro altaris mysterio, Libro I, cap. LXV. Texto en español
en: Josep Urdeix (ed.), Los colores litúrgicos (Cuadernos Phase 165), Barcelona:
Centre de Pastoral Litúrgica 2006, 33-37.

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664 Puntos de vista

Cantares, en el que los colores juegan un importante papel en toda


la narración.
Las recomendaciones del papa se hicieron oficiales, durante el
pontificado de Pío V (1566-1572), en las rúbricas del Misal por él
reformado (1570) admitió como legítimos únicamente los cinco
colores de Inocencio III.
A partir del Concilio de Trento, en el siglo xvi, se llegó a un cierto
código, bastante parecido al actual, para el uso de los colores
litúrgicos.
Juan XXIII (1958-1963) en 1960 publica las nuevas rúbricas del Bre-
viario y del Misal Romano. El mismo texto aparecerá en la edición
del Misal de san Pío V del año 1962, la última que se llevó a cabo
antes de la renovación del Vaticano II.
El Misal Romano promulgado por Pablo VI (3ª edición típica, de
2002) en su Ordenación General número 346 dice que: «Por lo que
toca al color de las vestiduras sagradas, obsérvese el uso tradicio-
nal». Los colores que menciona son: blanco, rojo, verde, morado o
violeta; y también «puede usarse» el negro (núm. 346 e), y «puede
emplearse» el rosa (núm. 346 f).

2. ¿Por qué los colores?


La variedad de los colores en nuestra liturgia tiene, según la Orde-
nación General del Misal Romano (núm. 345), dos finalidades.
– Ayudan a sintonizar mejor con los misterios que celebramos:
«la diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin
expresar con más eficacia, aún exteriormente, las características de
los misterios de la fe que se celebran».
– Tienen la pedagogía de la variedad y la dinámica de un año cristiano
que nos va conduciendo por misterios y actitudes graduales: «expresa
también el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año
litúrgico».
El color, como elemento visual sencillo pero eficaz, uniéndose a
otros más importantes como son las lecturas, las oraciones y los
cantos, quiere ayudarnos a celebrar mejor nuestra fe.

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Puntos de vista 665

3. El color para las misas de exequias


Tomando como punto de partida a Inocencio III, en su De sacro
altaris mysterio, se indica que «es preciso utilizar el color negro los
días de dolor y de abstinencia, (al orar) por nuestros pecados y
por los difuntos».5
Pasando ahora a los libros litúrgicos propiamente dichos, el Misal
de Pío V indica el uso del color negro para las misas de difuntos; lo
mismo que su última edición del año 1962. El Misal de Pablo VI en la
Ordenación General establece que para las misas de difuntos «puede
usarse el morado o violeta» (núm. 346 d); «el negro puede usarse,
donde sea tradicional, en las misas de difuntos» (num. 346 e).
De acuerdo a este breve recorrido histórico hasta la aparición del
Misal de Pablo VI hay una constante, al menos para el rito romano
en Occidente, el uso del color negro en las misas de difuntos. Desde el
Misal Romano de Pablo VI, además del color negro si es tradicional,
se puede usar el morado o violeta.
El simbolismo del color negro recuerda espontáneamente la oscu-
ridad, la noche, la falta de luz, y por ello simboliza la perdición,
la desgracia, el pecado. Entre nosotros es el color típico del duelo
y de la tristeza.
En la liturgia, el negro había sido durante los siglos de la edad
media el color del Adviento y la Cuaresma. Ahora ha quedado más
relegado: queda solo como facultativo, donde sea tradicional, en
las exequias y demás celebraciones de los difuntos, aunque cada
vez se usa más el morado.
La muerte, en general, es una realidad misteriosa y compleja, que
podemos celebrar con un lenguaje diverso, según la sensibilidad
de una época o de una teología. En la edad media, las exequias
cristianas se revistieron de unos cantos y unas oraciones que ahora
han sido cambiados, porque el Concilio Vaticano II (cf. SC 81) quiere
que el misterio de la muerte se vea con un tono más pascual. Lo
mismo ha sucedido con el color: del negro se ha pasado más bien

5 Texto en español en Josep Urdeix (ed.), Los colores litúrgicos, 36.

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666 Puntos de vista

al morado, que conjuga la seriedad de lo que celebramos con el


tono de la esperanza cristiana.
El morado es un color discreto, serio, aun dentro de su elegancia.
Por eso, su simbolismo apunta a la penitencia, a la tristeza y al
dolor. Según en qué culturas, también a la realeza y nobleza. Se
usa el morado para las celebraciones penitenciales y también para
las exequias, en las que antes se utilizaba el negro.
Es interesante acotar que el Ritual de Exequias, en el capítulo dedi-
cado a las exequias de niños indica que: «El color litúrgico debe
ser festivo y pascual» (núm. 81 de la edición latina).
Esta indicación introduce el uso del color blanco en las exequias. El
blanco es en nuestra cultura un color alegre, que de entrada sugiere
la limpieza, la fiesta y la luz. Por eso se ha convertido en símbolo
de la inocencia, de la pureza y de la alegría.
Los vestidos de los ministros son blancos en la Navidad, en la
Pascua, en las fiestas del Señor (a no ser que se refieran a la cruz)
y de la Virgen, así como en las de los santos que no sean mártires.
También para la celebración del bautismo, del matrimonio y de
la unción de enfermos, si es con misa. El blanco es, por tanto, el
color privilegiado de la fiesta cristiana, como expresión de la luz,
la alegría y la vida que Dios nos comunica.
Llegados a este punto, qué opinar del color litúrgico a usar en
las misas de exequias. Ciertamente habrá que hacer un discerni-
miento, teniendo en cuenta los siguientes criterios:
a) el criterio general que el color debe expresar claramente el sentido
pascual de la muerte;
b) tener presente la normativa oficial vigente: color morado o violeta;
c) pero además, hay que tener en cuenta la cultura propia de los países,
entrando así en el campo de la adaptación de la liturgia.
Esta atención a lo cultural, ya lo prevé la misma Ordenación General
el Misal Romano, al decir que cada conferencia episcopal «puede
estudiar y proponer las adaptaciones que respondan mejor a las
necesidades y modos de ser de los pueblos» (núm. 346). También la
IV Instrucción para aplicar debidamente la Constitución conciliar

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Puntos de vista 667

Sacrosanctum Concilium (núms. 37-40) sobre la liturgia romana y la


inculturación Varietates legitimae que en el núm. 43 dice:
La celebración litúrgica se enriquece por la aportación del arte, que
ayuda a los fieles a celebrar, a encontrarse con Dios, a orar. Por tanto,
también el arte debe tener libertad para expresarse en las iglesias de
todos los pueblos y naciones, siempre que contribuya a la belleza de
los edificios y de los ritos litúrgicos con el respecto y el honor que les
son debidos y que sea verdaderamente significativo en la vida y la
tradición del pueblo. Lo mismo se ha de decir por lo que respecta a
la forma, disposición y decoración del altar, al lugar de la proclama-
ción de la palabra de Dios y del bautismo, al mobiliario, a los vasos,
a las vestiduras y a los colores litúrgicos. Se dará preferencia a las
materias, formas y colores familiares en el país.
En este sentido la posibilidad del uso del color blanco en las misas
de exequias de todo fiel, y no solo de los niños, es un caso de
adaptación a la cultura de los pueblos. Además, como ya hemos
indicado, es un color que expresa lo que pide el Ritual de Exequias
–aunque solamente lo prevé para niños–, es decir, que el color a
usar debe ser festivo y pascual, asumiendo así el criterio dado por
la Sacrosanctum Concilium:
El rito de las exequias debe expresar más claramente el sentido pas-
cual de la muerte cristiana y responder mejor a las circunstancias
y tradiciones de cada país, aun en lo referente al color litúrgico.
(núm. 81)
Roberto Russo
Doctor en liturgia y profesor en la Facultad de Teología de Uruguay.

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668 Puntos de vista

«Mors et vita duello»:


la música en la misa de réquiem
Jordi-A. Piqué i Collado

Mors et vita duello: con estas palabras la sequentia de la misa del día
de Pascua contempla la agónica batalla entre la vida y la muerte.
La liturgia pascual refiere esta lucha a Cristo: Mors et vita duello
confixere mirando: dux vitae mortuus, regnat vivus (vida y muerte en
lucha sin par: el rey/comandante de la vida, muerto, reina vivo).
La muerte de Cristo, precisamente rey de la vida, comporta ahora
una vida absolutamente nueva: la pasión y la muerte de Cristo
encuentran su culminación en la resurrección.
Cristo, como todo ser humano, pasa por la muerte. Pero su muerte
es vida. Esta podría ser la clave para comprender el sentido de la
muerte para el cristiano. Asociados a Cristo por el bautismo, cree-
mos que seremos asociados también a su triunfo sobre la muerte.
Él obtuvo la vida para nosotros, precisamente y paradójicamente,
muriendo pro nobis (por nosotros).
Dos experiencias paralelas marcan este punto de vista sobre la
música y el canto en la misa de réquiem. Por una parte el curso sobre
formas musicales litúrgicas que imparto en el Pontificio Instituto
Litúrgico (Roma) donde he podido desarrollar este tema desde
el punto de vista litúrgico y con el resultado de la admiración y
sorpresa de algunos estudiantes al descubrir la riqueza musical y
teológica que contiene la llamada misa de réquiem. Por otra parte
la conferencia que pude dar a un grupo numerosos de médicos
y cirujanos en Barcelona sobre el tema de la muerte a partir del
análisis de los textos y la música del Réquiem K626 de W. A. Mozart

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Puntos de vista 669

con el resultado de una aproximación cristiana y teológica al tema


de la muerte en medio de un auditorio, al cuanto menos, escéptico
religiosamente hablando.
Hablar de la celebración litúrgica de la muerte nos lleva a todos a
algunos momentos cruciales de nuestras vidas. La experiencia de
la muerte no deja indiferente a nadie. Pero su celebración, desde
la más solemne hasta la más simple, exige y comporta siempre
algún elemento musical.1 Todos los grandes compositores se han
acercado a la forma musical réquiem. Toda cultura toma elementos
musicales para significar el momento de la muerte, desde las más
primitivas a las más desarrolladas.
La celebración de una misa exequial puede comportar un momento
pastoral intenso y un locus especial para adentrarnos en la visión
cristiana de la muerte. Pastoralmente y musicalmente es un reto
constante y una fuente de dificultades litúrgicas. Me interesa espe-
cialmente, y por eso he elegido el texto de la sequentia de Pascua,
el hecho del canto y de la música ante la muerte y el particular
fenómeno que supone la forma musical de la contemplación cris-
tiana de la misma.
¿Son estas obras fúnebres solamente una contemplación del drama
del fin de la vida, o son algo más? La muerte, en la liturgia cristiana
católica, es cantada y contemplada musicalmente. En el momento
de la máxima victoria de Cristo se recuerda, precisamente su
muerte. Por ello, creo que se puede hablar de una liturgia musical
para la muerte. Pero ¿se puede captar la finalidad o el objeto de
este canto en nuestras celebraciones?
Por una parte nos encontramos con un patrimonio musical litúr-
gico de grandísimo nivel que queda en manos de las salas de con-
cierto o de las discográficas. Hay que recordar de vez en cuando
que el Réquiem de W. A. Mozart o el Officium defunctorum de T. L.
de Victoria nacieron como formas musicales litúrgicas.2 Por otra

1 Cf. J. Radigales (ed.), Música per a la mort, Barcelona: Cruïlla 2000.


2 Podría citar, entre otros, el profundo estupor que produce la audición
del Réquiem K 626 de Mozart, o la apabullante impresión de la Grande messe

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670 Puntos de vista

la realidad de ciertas celebraciones litúrgicas que no tienen en


cuenta ni los textos eucológicos para las misa de exequias ni los
límites celebrativos del rito de los funerales cristianos. Asistimos
a una «teatralización» de la muerte como recuerdo mediático del
difunto. En ámbitos de inculturación la celebración cristiana de la
muerte convive con formas propias de creencias ancestrales, muy
a menudo relacionadas con el canto y la música.
El esquema de la tradicional misa de réquiem, no corresponde al
esquema celebrativo de la misa de exequias o funeral, ni con la misa
de difuntos del Ritual del Concilio Vaticano II. Por ello es difícil
pensar en la conservación de un texto eminentemente pascual
como la secuencia Dies irae3 o el canto de las absoluciones dentro
del rito reformado por el Vaticano II. Pero también es cierto que
ciertas prácticas musicales en los funerales no corresponden ni al
sentido pascual de la misma de funeral ni a al carácter de interce-
sión por el alma del difunto.
Como consecuencia nos hallamos ante una liturgia exequial que no
conmueve delante la muerte. El luto ha pasado a ser propiedad de
los psicólogos que se han apropiado del término «hacer el duelo,

des morts Op. 5 de Berlioz, entre los clásicos, o la contemplación sonora de


la muerte que es la Passio et mors Domini nostri Iesu Christi secundum Lucam
de Kristoph Penderecki, por citar una autor contemporáneo. Creo que estas
obras nacidas desde la comprensión cristiana de la muerte, van más allá de
ellas mismas y permiten experimentar algo de la trascendencia que cantan.
3 La alternancia entre el temor del juicio y la confianza ante la misericordia
del juez son impresionantes. La condición pecadora del hombre y su destino
de condena ante un juez de inmensa majestad resultan poéticamente descri-
tos. Pero, hay que remarcar el diálogo sincero entre el tú del pecador y el juez
de piedad: «Quaerens me, sedisti lassus»: evoca el episodio de la samaritana,
cuando Jesús, cansado de caminar, se sienta al lado del pozo de Jacob (cf. Jn
4,6). El juez justo, rey de majestad terrible, es el que nos ha buscado primero
para salvarnos con su muerte en cruz («redemisti crucem passus»). La mesura
del juicio es el perdón: «Qui Mariam absolvisti» –María Magdalena, de quien
Jesús había sacado siete demonios (cf. Lc 8,2)– «et latronem exaudisti» el buen
ladrón que recibe la promesa del paraíso en la cruz (cf. Lc 23,40-43). Pero el
paradigma es el precio de este rescate: «Rex tremendae maiestatis, qui salvandos
salvas gratis, salva me, fons pietatis» (O rey de majestad tan terrible, que salvas
por gracia (gratis) a los que han de ser salvados, sálvame fuente de piedad).

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Puntos de vista 671

cumplir el luto» inventando una serie de rituales paliativos que


no contemplan la visión cristiana y pascual de la muerte.
Desde este punto de vista, propongo visitar y repasar los textos
de la missa de réquiem con humildad y con visión teológicamente
analítica.4 Nos daremos cuenta cómo contienen elementos emi-
nentemente pascuales y cristológicos de primer orden: quem
latronem exaudisti; qui salvandos salvas gratis; el Kyrie integrado en
el introito, etc. Igualmente contemplar el nuevo eucológico como
fuente de inspiración musical, basta escuchar el Réquiem (1985) de
Lloyd Webber. Por ello los intentos de adecuar nuestra liturgia de
la muerte actual con ciertos esquemas musicales pre-conciliares no
puede pretender la totalidad. Pero abandonar al olvido a Haydn,
Salierei, Victoria, Fauré, Berlioz, Perosi, etc. en nombre de una
visión más actual de la muerte, no me parece un buen criterio.
Así mismo olvidar las riquezas de nuestro ritual actual, lecturas,
celebración de la liturgia de las horas, dimensión más pascual,
elementos significativos como el cirio pascual y la simplicidad,
me parecen también un mal criterio.
Un planteamiento de base del problema de la comunicabilidad
del misterio de Dios hoy, especialmente desde el aspecto teológico
que llamo affectus fidei, me parece fundamental. El segundo será
plantear cómo a partir del arte musical y de la música como meta-
lenguaje, se puede entender y captar alguna cosa, o como mínimo

4 Cf. J. Piqué, Teología y música: una contribución dialéctico-trascendental sobre


la sacramentalidad de la percepción estética del misterio. Agustín, Balthasar, Sequeri;
Victoria, Schönberg, Messiaen (Tesi Gregoriana. Serie Teologia 132), Roma: Edi-
trice Pontificia Università Gregoriana 2006; J. Piqué, «L’attimo fuggente/sfu-
ggente: l’universo sacramentale della música. Dalla forma estetica all’evento
empatico», en P. Sequeri (ed.), Il Corpo del Logos. Pensiero estetico e teologica
cristiana, Milano: Glossa 2009, 179-196. J. Piqué, «Livre du Saint Sacrement.
Eucharistie als Manifestation von Erfahrung und Transzendenz», en M.
Ch. Hastetter (ed.), Musik des Unsichtbaren. Der Komponist Olivier Messiaen
(1908-1992) am Schnittpunkt von Theologie und Musik, St. Ottilien: EOS Verlag
2008, 104-125; J. Piqué, «Experiencia, empatía y conversión: una teología
de la música como epifanía del Misterio», en J. Alonso - J. J. Alviar (eds.),
XXXI Simposio Internacional de Teología. Conversión Cristiana y Evangelización,
Pamplona: Eunsa 2011, 119-126.

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672 Puntos de vista

proponer algo, de este misterio que se manifiesta epifánicamente,


especialmente cuando se habla de música litúrgica.
Visitar teológicamente el arte contemporáneo y especialmente
la música contemporánea es un ejercicio a considerar cuando
se quiere proponer una palabra sobre Dios a nuestro mundo y
a los hombres y mujeres actuales.5 Pienso que el arte musical se
encuentra entre las expresiones artísticas que más se acercan a
la experiencia trascendente y, por lo tanto, merece una atención
por parte de la teología y, también, de la cultura, y como no de
la liturgia. Entorno a la muerte y a su celebración litúrgica, este
aspecto, me parece también fundamental. El exceso, el plus de
evocación que posee la música – sea por su lenguaje particular,
sea por su comunicabilidad no-material, no-corpórea−, permite de
considerarla como un elemento privilegiado para la comprensión
experiencial del misterio.
Se puede proponer una primera lectura de la liturgia de difuntos
desde una mera perspectiva antropológico-cultural. Como he
dicho en la liturgia cristiana, el centro de la celebración de la muerte
del cristiano es la identificación de este con la muerte de Cristo.
Por tanto las acciones de petición de perdón, intercesión y súplica
van dirigidas a Cristo para que haga partícipe de su resurrección
al difunto por el cual se ora. Aparece así pues una doble dimen-
sión: la súplica y la esperanza de la salvación, siempre dentro de
la libertad del ser humano ante su propio destino de salvación o
de perdición. La música encuentra en la liturgia, y en especial en
la liturgia de difuntos, un espacio reservado que no puede ocupar
ninguna otra expresión ni formulación racional, ya sea plástica o
verbal. El ritual de la presencia/ausencia que se actúa en la liturgia
de difuntos encuentra en la intangibilidad de la música su paralelo
más sorprendente.
Por todo ello creo que afrontar una reflexión sobre el canto y la
música litúrgica ha de pasar necesariamente por los siguientes
dos parámetros: preguntarse qué nos dice sobre Dios la música

5 Cf. E. Salmann, Presenza di Spirito, Padova: Messaggero 2000, 493.

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Puntos de vista 673

que forma parte de nuestra celebración litúrgica y observar de


qué manera –locutiva– comunica nuestra visión/experiencia de
Dios. La relación de la música con la Palabra celebrada, la bondad
de las formas musicales que se adapten al momento y al tiempo
litúrgico celebrado, la dignidad y calidad musicales (composición
y ejecución) que correspondan a la celebración litúrgica ya no
dependen de uno u otro gusto estético, sino del peso teológico que
hace de la música litúrgica un elemento performante que permite
una experiencia de Dios, una comprensión empática de la fe y
una edificación interior que lleva al afecto de la fe (affectus fidei).
En definitiva, conduce a una participación en el misterio de la fe
y a una identificación con la acción litúrgica celebrada a través
del sonido. Un momento fundamental, performante y empático.
Jordi-A. Piqué i Collado
Monje benedictino de la abadía de Monserrat es Preside
del Pontificio Instituto Litúrgico (Roma).

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674 Puntos de vista

Apología del «Dies irae»


Pere Tena
Hace casi ya cincuenta años que, en las exequias, no cantamos
ni escuchamos la secuencia Dies irae. Ha desaparecido del Misal
Romano, y reaparece solo, tímidamente, dividida en tres frag-
mentos, en la última semana del tiempo ordinario, como himnos
ad libitum de la Liturgia de las Horas. Tengo la impresión de que
no son muchos los que recogen esta oportunidad. De esta forma,
un texto y una melodía que habían sido de los más frecuentes (y
también, reconozcamos, más viciados en el canto) de la liturgia
romana, y objeto de magnífica inspiración musical (¡el Réquiem de
Mozart!) han desaparecido de la experiencia de la celebración. Los
sacerdotes y los fieles que empezaron su vida litúrgica después del
Concilio Vaticano II, ya no tienen idea de lo que se trata. ¿Es bueno
y necesario que la cosa quede así? ¿No tiene alguna consecuencia
doctrinal y pastoral este hecho?

«Videtur quod non»


La Constitución Sacrosanctum Concilium afirmó que las exequias
cristianas tenían que respirar más intensamente el sentido pas-
cual que les es propio; de ahí la íntima relación con la Eucaristía,
propuesta desde el principio en los praenotanda del Ritual. En el
momento de la reforma concreta, los que prepararon el nuevo ritual
de exequias consideraron que había dos piezas antiguas muy clási-
cas que podían «atentar», o de hecho «atentaban» a este principio:
el responsorio Libera me Domine, que se cantaba invariablemente
en el momento de la llamada «absolutio», y la secuencia Dies irae,
que formaba parte del propio de las misas exequiales.

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Puntos de vista 675

El motivo para eliminar el responsorio fue el cambio de orientación


del momento litúrgico: de la «absolutio» a la «valedictio». El Libera
me Domine era la voz del difunto ante el juicio de Dios, y la vale-
dictio tenía que ser la voz de la Iglesia encomendando al hermano
a las manos de Dios en la asamblea de los santos y de los ángeles
(Subvenite sancti Dei…). Sin embargo, el Libera me Domine consta
todavía en el Ritual entre los textos ad libitum.
La eliminación de la secuencia podía tener diversos motivos, más
o menos plausibles. Este texto nació para la devoción privada,
aunque muy pronto –en algunos misales ya en el siglo xiii– aparece
en la liturgia exequial. Al principio era una pieza extraña, por el
hecho que el canto de las secuencias iba unido al aleluya, y esta
aclamación no se cantaba en la liturgia exequial. El motivo explícito
de la supresión fue la insistencia del texto –excesiva, parecía– en
el juicio de Dios sobre el hombre como un dies irae, cosa que se
consideró menos adecuada al sentido pascual de las exequias.

«Sed contra, respondeo dicendum...»


El día del juicio de Dios sobre el hombre y sobre la historia es
ciertamente un dies irae; los profetas, y los textos apocalípticos del
evangelio hablan en este sentido. Además, el juicio de Dios entra en
la dinámica de la participación del cristiano en el misterio pascual.
La Palabra de Dios, en el Antiguo y en el Nuevo Testamento, es
unánime en presentar la vida del hombre y la historia sujeta al juicio
de Dios. Es Dios quien dice la última palabra sobre la situación final
del hombre, aunque esto no es un acto arbitrario, por así decirlo,
sino la confirmación de las actitudes libres del hombre.
Dios no envió su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para
que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado, el
que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del
Unigénito de Dios. Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los
hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas
(Juan 3,17-19).
Con otro lenguaje, la carta a los Romanos habla del evangelio como
fuerza de Dios para salvar a los creyentes, porque en él se revela a
la vez la santidad/justicia de Dios y su ira contra toda impiedad
e injusticia de los hombres (cf. Romanos 1,16-18).

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676 Puntos de vista

Estas afirmaciones, junto con tantas otras, tanto del evangelio


como de otros textos neotestamentarios, fundan la verdad de la
profesión de fe: «Y de allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los
muertos». No se puede decir que la participación del cristiano en
el misterio pascual de Cristo, no implique la referencia al juicio. Si,
en Cristo, el misterio pascual es plenitud de gloria y de exousia, en
el cristiano lo es a través de la «verificación» de la autenticidad de
su vida en comunión con el misterio. Después del himno a Cristo
en su misterio pascual, Pablo exhorta a los cristianos a trabajar por
su salvación «con temor y temblor» (cf. Filipenses 2,5-12) De ahí la
imprescindible referencia al perdón de los pecados en las exequias.
El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al
cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo (Hch 1,11).
Los profetas del Antiguo Testamento, especialmente los que profe-
tizan sobre el día del Señor, describen la presencia del Señor como
un juicio definitivo sobre el hombre y sobre la historia, y lo hacen
casi siempre en términos oscuros, aunque finalmente luminosos
para los justos. Sirvan estos textos de Joel 2,1-2.3 asumidos por la
liturgia en el Dies irae y en el Libera me Domine:
Tocad la trompeta en Sión, gritad en mi monte santo, se estremecen
todos los habitantes del país, pues llega el día del Señor. Sí, se acerca,
día de oscuridad y negrura, día de niebla y oscuridad…El fuego
devora por delante, por detrás consume la llama…
También el de Sofonías 1,14.15-16:
Se acerca el gran día del Señor… día de cólera, aquél día, día de angus-
tia y de aflicción, día de desolación y devastación, día de oscuridad
y negrura, día de nieblas y tinieblas, día de trompas y trompetas
contra ciudades y fortalezas, contra torres elevadas.
Un cierto contrapunto a estos anuncios lo hallamos en las palabras
de Oseas:
Mi corazón está perturbado, se conmueven mis entrañas. No actuaré
en el ardor de mi cólera, no volveré a destruir Efraín, porque yo soy
Dios, y no hombre; santo en medio de vosotros, y no me dejo llevar
por la ira (Os 11,8-9).
Pero hay que notar que aquí no se habla del día del Señor, sino de
la invasión extranjera y del regreso.

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Puntos de vista 677

Los evangelios, sobre todo Mateo, han asumido esta visión del
día del Señor en los discursos apocalípticos de Jesús. Se trata de
textos no precisamente dulces y tiernos, sino duros y amenazan-
tes, aunque todo concluye con una llamada a la esperanza y a la
vigilancia:
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza, se acerca
vuestra liberación… Estad pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo
que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en
pie ante el Hijo del hombre (Lc 21,28.36).
Aunque estos textos haya que interpretarlos de acuerdo con su
género literario, ello no significa que el lenguaje que usan no sea
muy cercano al del Antiguo Testamento, y es el que la liturgia ha
utilizado durante largos siglos.
Cuando leemos o escuchamos el capítulo 25 de san Mateo, con su
representación del juicio por parte del rey pastor, y después reci-
tamos el Dies irae, constatamos que la secuencia es íntegramente
una respuesta del hombre situado en el interior de la parábola
evangélica.
Quantus tremor est futurus… Quid sum miser tunc dicturus… Iudex
ergo cum sedebit… Rex tremendae majestatis… inter oves locum praesta…
confutatis maledictis… voca me cum bendictis.
Con facilidad podríamos proponer textos bíblicos paralelos para
cada uno de los versos de la secuencia: En el centro del texto, se
concentra la apelación a la misericordia de Dios, («Qui salvandos
salvas gratis, salva me, fons pietatis»); a los misterios de Cristo, y su
misión salvífica, («Recordare… quod sum causa tuae viae; Quaerens me
sedisti lassus, redemisti crucem passus, tantus labor non sit cassus!; Qui
Mariam absolvisti, et latronem exaudisti, mihi quoque spem dedisti»);
a la profunda humillación del pecador ante Dios y la petición de
perdón («Salva me, fons pietatis…; Donum fac remissionis…; Culpa
rubet vultus meus, supplicanti parce Deus…»). Y, en la conclusión,
la suprema confianza: («Oro suplex et acclinis, cor contritum quasi
cinis, gere curam mei finis…»).
La melodía gregoriana de este texto es ya bellísima, pero hay
que reconocer que los temas quedan más resaltados todavía en

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678 Puntos de vista

melodías como la del Réquiem de Mozart, por ejemplo. Invitaría


a quien considere el Dies irae como texto menos propio para la
liturgia cristiana, a escuchar atentamente estas melodías. Es casi
seguro que saboreará el texto en profundidad, no solamente por
la estética, sino por la espiritualidad.
Queda la cuestión de la referencia a la «ira de Dios». He dicho más
arriba que esta expresión está tomada directamente del lenguaje
bíblico. Habría que remitirse, por tanto, a la exégesis bíblica. Una
breve pero suficiente explicación se puede dar, de esta manera: la
secuencia está planteando la situación del hombre ante el juicio
de Dios, tanto el juicio particular como el juicio universal. Este
«día» del juicio es un dies irae, porque en él se manifiesta a la vez
la acogida definitiva de los «justos» y la reprobación –«ira»– hacia
los «malditos», como las dos vertientes de la sentencia divina.
Siempre, sin embargo, evitando trasladar a Dios lo que es propio
de la «ira» del hombre (véase más arriba el texto de Oseas).
La sensibilidad de nuestro tiempo es reacia a considerar estos
aspectos de la relación del hombre con Dios. El tema del juicio
final ha desaparecido de las representaciones artísticas, después
de haber sido frecuente durante siglos en las iglesias, sea en el
pórtico, sea en el ábside, sea sobre la puerta de salida. Así fue
prácticamente hasta el renacimiento: El juicio de Miguel Ángel en
la Capilla Sixtina es como una última explosión artística de este
sujeto en el arte.
Pero sucede algo más: la predicación y la catequesis son poco
proclives a insistir sobre este tema, por temor a dar una impresión
de «miedo de Dios» en la vida cristiana. Sin duda, «el Padre es
misericordioso», pero hay que estar atento para no formar pau-
latinamente una imagen de Dios más light que misericordiosa,
un Dios que simplemente da «el pase» al hombre, sin decir nada
sobre su vida, porque difícilmente se concibe que exista «la ira/
reprobación» de Dios. Curiosamente, en el tiempo en que los
hombres manifiestan a menudo su juicio negativo sobre las deci-
siones políticas, culturales o económicas que les perjudican, a su
entender, no se plantean en cambio el tema de la decisión plena
de Dios sobre su vida.

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Puntos de vista 679

A partir de estos planteamientos, las exequias no resuenan más el


misterio pascual, sino que pierden su dimensión de plegaria por
el difunto, para convertirse en un simple «adiós», que es más un
adiós intracomunitario, «personalizado a la carta», que el hecho
eclesial de poner el difunto en manos de la misericordia de Dios.
Cabría preguntarse en cuántas ocasiones hemos leído, en las exe-
quias, textos bíblicos que se refieran al juicio, si no es, en algún
caso de una persona dedicada a los pobres, el texto de Mateo 25.

Conclusión
Se discute a veces si los hombres medievales eran mejores cristianos
que los cristianos de nuestro tiempo. A juzgar por la historia, ellos
eran tanto o más pecadores que nosotros, pero con una diferencia:
ellos tenían –o podían tener fácilmente– más presente que nosotros
el juicio de Dios. Lo «veían» anunciado cuando entraban o salían
de la iglesia, cantaban o escuchaban el Dies irae, y se les predicaban
los novíssimos con frecuencia –¿demasiada?–.
Esto no es una llamada a la práctica medieval, pero sí quiere ser
un interrogante sobre nuestra predicación, y sobre la oportunidad
de reconsiderar el lenguaje y las referencias de la liturgia exequial,
para que en ella aparezcan con suficiente presencia todos los ele-
mentos del misterio pascual en relación con la muerte del cristiano.
Creo que el Dies irae expresa muy bien uno de estos elementos,
fundamental. Optaría porque, con una decisión de la Congrega-
ción para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, se
permitiera ad libitum el canto del Dies irae, como sucede con las
otras antiguas secuencias: Lauda Sion, Stabat Mater.
+ Pere Tena
Obispo titular de Cerenza, auxiliar emérito de Barcelona.

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Crónicas

100 años de «Rivista Liturgica»:


Un siglo al servicio del culto
entre movimiento, reforma y renovación
Rivista Liturgia acaba de cumplir un siglo de vida al servicio de la
liturgia. Desde su fundación en 1914 ha estado ofreciendo pun-
tualmente sus páginas haciendo de la liturgia el corazón de la
vida de la Iglesia y de cada cristiano, como podemos descubrir si
repasamos los índices de estos 100 años, accesibles desde la web
de la revista (www.rivistaliturgica.com).
Al leer el texto del editorial que abrió el primer número, resuenan
las ideas que casi cincuenta años después encontraríamos en la
Constitución de liturgia del Concilio Vaticano II Sacrosanctum
Concilium, y que de modo profético fueron plasmadas como ideal
a seguir por la revista que en aquel 1914 nacía.
Siendo… nuestro vivo deseo que el espíritu cristiano reflorezca de
cualquier modo y si mantenga fiel en todos, es necesario proveer
previamente de otra cosa a la santidad y dignidad del tiempo, donde
los fieles se reúnen para esperar el espíritu de su primera e indispen-
sable fuente, que es la participación activa en los sagrados misterios
y en la plegaria pública y solemne de la Iglesia.
Desde entonces han trabajado en esa dirección, haciendo realidad
los deseos de ese primer editorial: propagar la liturgia como vida
y alimento de la piedad cristiana y como vehículo e instrumento
del jugo vital y realmente católico de la religión, presentar la pers-
pectiva teológica de la liturgia a partir de su relación con el dogma,
mostrar la perspectiva filosófica a partir de la psicología religiosa,
examinar la perspectiva histórica a partir de la variedad de ritos
teniendo en cuenta sus origen y desarrollo, ofrecer la perspectiva
pedagógica a partir de la docencia. En definitiva, conseguir que la

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682 Crónicas

liturgia sea amada y puesta en práctica como vida religiosa propia


de cada cristiano, porque la liturgia es la vida propia de la Iglesia.
Desde esta perspectiva Rivista Liturgica tuvo un papel importante
dentro del movimiento litúrgico con su aportación a la espiritua-
lidad, a la pastoral, a la formación, a la teología, a la animación, a
la catequesis, a la música…
Tras la aprobación de Sacrosanctum Concilium se inició una nueva
etapa que se extiende hasta el año 1983. Estos años estuvieron
caracterizados por la reforma y renovación litúrgica de la Iglesia,
en el que Rivista Liturgica ofreció su aportación afrontando los
problemas con una metodología que permitiera al lector formarse
en los principios litúrgicos afirmados por Sacrosanctum Concilium
y comprender la renovación litúrgica que se estaba realizando. Se
inició entonces el boletín bibliográfico anual con la presentación
de los estudios litúrgicos publicados en el año correspondiente.
Los veinte años sucesivos (1984-2003) Rivista Liturgica continuó
en la perspectiva precedente, en diálogo con la reforma litúrgica
tratando temas diversos del panorama eclesial, teológico, pastoral,
espiritual… y estudiando también aquellos puntos que presen-
tan dificultad o que todavía estaban por conseguir en el campo
litúrgico.
En esta última decena de años (2004-2013), Revista Liturgia ha
procurado mantener el equilibrio entre diferentes corrientes
litúrgicas, y particularmente dentro de la complejidad eclesial
creada por la duplicidad celebrativa del rito romano -ordinaria y
extraordinaria- aprobada por el papa Benedicto XVI. Y ha seguido
profundizando en los temas clásicos de liturgia e iluminando las
nuevas situaciones y los problemas.
La nueva etapa que se abre ahora tiene como objetivo continuar la
misma línea de los 100 años precedentes, esto es:
– Profundizar en la relación del culto con la Palabra de Dios.
– Dialogar con las ciencias humanas para que el lenguaje codificado
en la Palabra de Dios y en la eucología encuentre en el mundo de los
signos y símbolos una interrelación que haga comprender cómo el
culto envuelve a la totalidad de la persona.

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Crónicas 683

– Valorar los diferentes lenguajes, particularmente los propios del arte


y de la música, como expresión interior de la persona.
– Elaborar una teología litúrgica que sepa dialogar con el resto de
disciplinas teológicas para favorecer una síntesis entre fe y vida.
– Invitar a la investigación histórica como garantía de un conocimiento
objetivo de las formas y de los textos litúrgicos que se mueva en la
tradición eclesial.
– Educar en la valoración de los libros litúrgicos como instrumento
para garantizar la comunión en una comunidad concreta y entre
todas las comunidades como signo de la relación entre lex credendi y
lex orandi.
– Recordar que la liturgia no es solo la Eucaristía, sino también los
otros sacramentos y sacramentales, y difundir el valor de la piedad
popular como lugar de encuentro entre culto y cultura.
– Favorecer la experiencia de un estilo celebrativo tal que haga que
cada persona se sienta acogida y en cada celebración se pueda dar
un culto en Espíritu y verdad.
– Difundir cómo la raíz de la espiritualidad y de la mística cristiana
se encuentra en la experiencia celebrativa porque en la liturgia está
presente y actúa el Espíritu transformando la vida.
– Vivir la dimensión litúrgica como un encuentro pleno con la Trinidad
que permite la síntesis en lo íntimo de la persona.
Manlio Sodi
Director de «Rivista Liturgica».

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Libros sobre arte y liturgia
Arte y liturgia.
Asociación Española
de Profesores de Liturgia.
108 págs., 15,00 €
Este libro recoge las ponencias de las
37 Jornadas anuales de la Asociación
Española de Profesores de Liturgia,
celebradas en el Monasterio de El
Escorial (Madrid) del 29 al 31 de agosto
de 2011.
La liturgia, inspiradora de las artes.
Fundación San Juan.
108 págs., 8,50 €
Un libro fruto del diálogo entre
liturgistas, arquitectos, historiadores y
artistas en el Congreso «La arquitectura
al servicio de la liturgia» celebrado en
Madrid en mayo del 2012 y en la Jornada
«Ars sacra: via pulchritudinis» realizada
también en Madrid en noviembre del
mismo año.

Centre de Pastoral Litúrgica


+ Nàpols 346, 1- 08025 Barcelona
 933 022 235 6 933 184 218
8 cpl@cpl.es - www.cpl.es

libro ph318.indb 684 21/11/2013 9:34:27


Libros

AA.VV., Homilías para las misas con niños. Ciclo A (Dossiers CPL
131), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2013, 180 pp.

El Centre de Pastoral Litúrgica mente, ciertamente habiéndola


acaba de editar un nuevo material asumido personalmente (sin
para acercar la Palabra de Dios a caer en la improvisación). Pero
los niños y niñas que participan además, contiene las solemnida-
en la celebración eucarística. Se des del Señor y las fiestas de los
trata de material para elaborar las santos y santas que puedan caer en
homilías, pensando en el presbítero domingo. Del esquema preparato-
u obispo que las va a presidir y en el rio, se apuntan tres ítems, a saber,
equipo de catequistas, educadores 1) las características principales de
o monitores que también colaboran la persona de Jesús que ofrece el
en la preparación y desarrollo de la evangelio del domingo; 2) el men-
Eucaristía con niños. saje principal del mismo; y 3) los
puntos de conexión con la vida de
El director de la colección Dossiers
los niños y su contexto.
CPL, Josep M. Romaguera, presenta
el material apuntando que el mate- Finalmente, debemos señalar que
rial ofrecido «pretende ayudar, en los distintos autores, además del
cuanto a la homilía, a preparar las director de la colección, que cola-
misas con niños cuando ésta se boran en este Dossier CPL pro-
celebra principalmente para ellos, curan dirigirse al público infantil
como para la explicación que se desde su imaginario y experiencia,
les hace cuando se les separa de la pues lo hacen desde su experiencia
asamblea durante la Liturgia de la pastoral. Como último detalle a
Palabra». tener en cuenta es que la variedad
de autores favorece, como dice el
El material ofrece, para cada
director de la colección en la pre-
domingo del ciclo A (Adviento,
sentación, el reto de predicar para
Navidad, Cuaresma, Pascua y
los más pequeños de la familia con
tiempo ordinario), un esquema
su propio estilo.
para preparar la homilía y un pro-
yecto para poder leerla directa- Jaume Fontbona

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686 Libros

Félix María arocena – David W. Fagerberg – Bogusław migut


– Manlio sodi, Teología litúrgica. Métodos y perspectivas (Dossiers
CPL 128), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2013, 150 pp.
La búsqueda del significado más logía litúrgica de la Universidad
auténtico del culto eclesial ha cons- de Notre Dame, Indiana (USA). A
tituido uno de los fenómenos más partir de los trabajos de A. Schme-
característicos del pensamiento mann y A. Kavanagh, presentados
teológico del siglo xx. De una visión de un modo sintético, el autor ofrece
puramente externa, sensible y cere- una delimitación del estatuto cien-
monial, hasta la actual conciencia tífico y epistemológico de la cien-
de que «es el Misterio de Cristo lo cia litúrgica. En esta tarea, David
que la Iglesia anuncia y celebra en Fagerberg se inclina por lo que
su liturgia» (Catecismo de la Iglesia denomina una definición más amplia
católica 1068), un intenso y apa- de liturgia, que abarque la entera
sionado debate ha acompañado economía de la salvación: desde
el nacimiento de una nueva disci- la circulación del amor trinitario,
plina teológica: la ciencia litúrgica. que se desborda en la creación,
hasta la obra redentora del Hijo y
Cuatro autores, de otras tantas del Espíritu, que nos hacen capaces
áreas culturales, nos ofrecen en de ser partícipes de la misma vida
este volumen –simultáneamente de Dios. Y, en ese sentido, afirma:
publicado en cuatro lenguas– una «mi definición de liturgia es esta:
aproximación para la comprensión “liturgia es la perikóresis de la Trini-
teológica de la naturaleza de la cele- dad kenóticamente extendida para
bración del culto eclesial. En sus impulsar nuestro ascenso de modo
páginas desfilan las aportaciones sinérgico hacia la deificación”»
de autores como Odo Casel (1886- (p. 26). Por ello, piensa que toda
1948), Cipriano Vagaggini (1909- theologia secunda (reflexión) del
1999), Salvatore Marsili (1910- culto, debe partir de una auténtica
1983), Alexander Schmemann theologia prima (experiencia de la
(1921-1983), Aidan Kavanagh celebración) litúrgica. Y concluye:
(1929-2006), Achille Maria Triacca «queremos motivar a los teólogos
(1935-2002)..., capitales para com- de la theologia prima a entender su
prender el decurso de la teología vocación bautismal como llamada
litúrgica en el periodo en torno a la a ser teólogos litúrgicos y ascetas
celebración del Concilio Vaticano II litúrgicos. Queremos dejar ver que
y la publicación de la constitución la fuente de la teología litúrgica está
Sacrosanctum Concilium. en el alma de la Iglesia» (p. 33).
Abre el volumen un estudio de A partir de la doctrina enunciada
David Fagerberg, profesor de teo- en el Concilio Vaticano II (Sacro-

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Libros 687
sanctum Concilium 16 y Optatam mía salvífica, la liturgia hace viva
Totius 16) Manlio Sodi, profesor y actual la comunión con el Cristo
de la Universidad Pontificia Sale- pascual. Y desde este presupuesto
siana (Roma), encuentra en la lex encuentra en el trinomio «myste-
orandi (liturgia) el «momento sim- rium–actio–vita», ya propuesto por
bólico» entre la lex credendi (fe) y la Achille Maria Triacca, la clave para
lex vivendi (espiritualidad y vida una adecuada fundamentación de
cristiana). Tal aserto, le sirve para la teología litúrgica. Ello le sirve
exponer un estatuto de la teología para exponer como «la liturgia no
litúrgica en continuidad con las es el logos, ni el ethos del Miste-
aportaciones de Salvatore Marsili rio, pero es su symbolon; es decir,
y Achille Maria Triacca. De este la mediación simbólica que pone
modo concluye que «la teología en relación y condensa al mismo
litúrgica es tal cuando el discurso tiempo la fe y la ética» (p. 72). En
sobre Dios se lleva a cabo mediante este contexto, la teología litúrgica
las categorías litúrgicas, y estas son: «sería una reflexión teológica sobre
a) la sacramentalidad de la revela- el Misterio de Cristo (…), tendente
ción; b) la certeza de que en el sacra- a advertir su presencia y actua-
mento-Cristo reside la totalidad de ción sacramentales (objeto formal
la revelación; c) la actualización de quod) en todas las acciones litúrgi-
la economía salvífica en la litur- cas (objeto material), realizadas por
gia; d) el carácter culminante de la los bautizados (sujeto agente), para
celebración como consecuencia de la gloria de Dios y la salvación del
la presencia en ella del Misterio de hombre (objeto final)» (p. 73).
Cristo» (p. 46). Esta consideración Completa el volumen el estudio
le sirve a M. Sodi como fundamento de Bogusław Migut, docente de
para presentar como hipótesis una teología litúrgica en la Universidad
meta ya enunciada por la obra de Católica de Lublin. Su aportación
A.M. Triacca: la contemplación analiza la teología litúrgica como
de la teología misma como locus orientación teológica a la revela-
liturgicus (p. 52). Y, así, en palabras ción desde la perspectiva de la vida
del citado autor, «la teología o bien cristiana. En su desarrollo, a partir
desemboca en la doxología, o bien de la doctrina del Concilio Vaticano
no es nada y pierde toda consisten- II, el autor se apoya en una visión
cia» (p. 53). de la teología que expresa una com-
prensión renovada de la revelación,
Félix María Arocena, profesor de la no sólo entendida como conjunto
Facultad de Teología de la Universi- de contenidos doctrinales, sino
dad de Navarra, toma como punto como un todo de hechos y palabras
de partida su caracterización de la de Dios en la historia de la salvación
teología litúrgica el hecho de que (cf. p. 111). Descubre así el vínculo
en el presente régimen de la econo- litúrgico de la revelación con la vida

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688 Libros

cristiana (cf. p. 114ss.) y caracte- En definitiva, los estudios recogi-


riza a la teología litúrgica como el dos en este volumen forman una
descubrimiento de los lazos entre contribución a la mejor compren-
dicho trinomio: revelación, liturgia sión de la naturaleza del saber teo-
y la vida cristiana (cf. p. 119). Final- lógico que se ocupa de la celebra-
mente, concluye su trabajo con una ción del culto.
descripción sintética de algunas
propuestas de teología litúrgica. José Luis Gutiérrez Martín

Félix María Arocena, Los himnos de la tradición. El himnario de la Liturgia


Horarum y otros himnos de la tradición litúrgica. Texto – Traducción – Notas
– Espiritualidad (Obras Litúrgicas 23), Madrid: Biblioteca Autores
Cristianos (BAC) 2013, LIV+727 pp.
Cuando a inicios de los setenta del hímnico de la tradición latina y de
siglo xx, se aplicó en la abadía de la himnodia gregoriana, lo cual ha
Montserrat la reforma de la Litur- dado sus frutos de belleza, de arte
gia de las Horas, se decidió celebrar litúrgico y de comprensión de la
todas las horas canónicas en lengua tradición cristiana.
vernácula y abandonar el latín y
Encontramos, pues, en este bello
como consecuencia el canto gre-
ejemplar de Félix María Arocena,
goriano. Solo la enorme dificultad
publicado admirablemente por
de encontrar textos hímnicos en
la BAC, el camino para ahondar
lengua vulgar, que estuvieran a la
en la comprensión, el estudio y
altura de los que se pretendía aban-
la divulgación del patrimonio
donar, salvó la rica tradición hím-
poético litúrgico de la tradición
nica latina en mi monasterio. Así
latina. Junto con la recopilación
pues, las horas del día comienzan
de los himnos que conforman hoy
puntualmente, inmediatamente
la Liturgia de la Horas vigente, se
tras el versículo introductorio –
añade un segundo cuerpo que bien
otra modificación de la reforma
puede llamarse tradicional, consti-
postconciliar– con el canto del
tuido particularmente por himnos
himno en latín, debidamente tra-
hispánicos y de algunas secuencias,
ducido en doble columna para que
sin olvidar ejemplos de tradición
los fieles puedan seguir y com-
medieval y moderna.
prender fácilmente su ejecución,
y en modo gregoriano, el único En una amplia y detallada intro-
resquicio de la bella modalidad que ducción de más de cincuenta pági-
sobrevivió. Esta realidad tuvo que nas, el autor, reconocido liturgista,
ser acompañada con una formación justifica la necesidad de reflexionar
y reflexión sobre el valor del cuerpo sobre el material himnódico que

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Libros 689
conforma el actual Liber himnarius otros himnos de la tradición litúr-
y su necesaria ampliación. De aquí gica. Una y otra parte están estruc-
se deduce la propuesta del subsidio turadas según el esquema del oficio
que adjunta la presente edición. de durante el año, los propios y el
Igualmente se explican amena- santoral.
mente los orígenes y los entresijos
de las composiciones hímnicas, sus Cada himno es presentado con
autores más relevantes, y la función su título, normalmente el incipit
del himno del Oficio divino. Un del primer verso con su traduc-
capítulo especial se adentra en los ción, una indicación sobre el metro
entresijos de la reforma conciliar poético –clase rítmica y metro– y
promovida por el Vaticano II y en sobre el modo gregoriano con que
concreto con la labor de la comisión se canta. Se señala si se conoce la
encargada de revisar la himnódia autoría del himno y la indicación
latina según los deseos expresa- del día o motivo por el cual se
dos por los padres en Sacrosanctum canta y la hora u horas concretas
Concilium 93. La introducción se en que viene interpretado. En los
preocupa de explicar las dificulta- himnos del santoral se añade una
des de la composición latina de los indicación biográfica del santo.
versos en sus distintas métricas, sin Una sucinta explicación a modo de
olvidar la modalidad musical que introducción precede al texto del
les da vida. Así mismo se ocupa de himno. En ella se da un breve resu-
las figuras retóricas y figuradas que men del texto, su contexto litúrgico
dan forma a los misterios cantados y alguna indicación para la medita-
en la Liturgia de las Horas. Final- ción. Son útiles las indicaciones que
mente una profunda justificación en algunos himnos se refieren al
sobre los criterios de traducción de subsidio presentado en la segunda
los himnos al español y las opciones
parte. A todo ello sigue el texto en
hechas frente a otras traduccio-
latín en negrilla y en columna para-
nes que se pueden encontrar en
lela a la derecha en texto normal, la
los vigentes libros oficiales. Todo
ello complementado con amplia traducción castellana. Respecto de
erudición, seriedad en los datos esta, el autor señala repetidas veces
aportados, enumeración sincera que es una traducción libre, que
de las dificultades y límites, y una no pretende reproducir la métrica
detallada bibliografía –en especial latina y que añade algún elemento
las fuentes textuales de los himnos que hace comprender el sentido
tratados– para profundizar y poder auténtico del texto latino, el cual
contrastar el tema. por su parquedad puede expresar
en pocas palabra conceptos o ideas
El cuerpo de la obra se divide en que en lengua vulgar necesitan
dos partes. La primera dedicada una paráfrasis. Se añaden algunas
a la himnodia del Oficio divino notas a pie de página para aclarar
romano. La segunda centrada en

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690 Libros

elementos concretos de algunas Junto a estos pequeños elementos,


estrofas o versos. yo añadiría que la cuestión musi-
cal, contemplada solamente con
A toda esta información hay que
la indicación del modo, no hace
añadir un apéndice extenso, donde
justicia a la forma musical litúrgica
se aportan los datos biográficos e
«himno». Por tanto, a partir de la
históricos de algunos himnógra-
labor ahora publicada, se puede
fos. Sigue un segundo apéndice
pensar en un trabajo que comente
–utilísimo– con la explicación de
e ilustre la himnodia poética latina
la métrica latina de los himnos.
con su plasmación musical, con
Un tercer apéndice, con las voces
un estudio detallado de la forma,
de los documentos eclesiales a
del modo y de la retórica musical
partir de Sacrosanctum Concilium
monódica.
que contemplan los himnos y su
función litúrgica. Y, finalmente, Nos hallamos, pues, ante un trabajo
un elaborado índice onomástico de recopilación sistemática, estu-
de los íncipits de los himnos del dio detallado, traducción ingente y
Breviarium Romanum (1568). de erudición litúrgica encomiable.
Encontrar en un único volumen tal
El material está bien elaborado
cantidad de himnos, ordenados y
y la edición es muy bella. Como
traducido con sólidas indicacio-
en toda obra humana hay algu-
nes fontales y acotaciones históri-
nos límites. Un monje perspicaz
cas, hace de este libro un ejemplar
de mi monasterio, sabio en eru-
imprescindible para afrontar el
dición y liturgo experto, me hizo
estudio de la himnodia latina hoy.
notar cómo en la tercera estrofa del
La pretensión del autor es que sirva
himno de vísperas (núm. 158*) de
también este material para la medi-
la solemnidad de Nuestra Señora
tación. Bienvenido sea, también
de Montserrat (27 de abril), que se
en este aspecto. Seguro que en el
encuentra en la p. 586 de la presente
campo del estudio litúrgico será
edición, falta un verso. Igualmente
apreciado y consultado como base
me hace notar mi interlocutor que
para el estudio de la himnodia. Lo
no aparece el himno de la solemni-
recomendamos con gusto.
dad de Santiago apóstol anterior
a la reforma, que parece ser tenía Jordi A. Piqué i Collado
algún problema textual, pero por su
valor se mantuvo hasta la reforma.

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Libros 691

Marco Felini, La parola della riconciliazione. L’ascolto della Parola di


Dio nel Rituale della Penitenza di Paolo VI (Studia Anselmiana 157 –
Analecta Liturgica 31), Roma: Pontificio Ateneo S. Anselmo 2013,
XXVIII-835 pp.
La tesis doctoral de Marco Felini Tras la descripción histórica, se
fue merecedora del premio de San centra en el tercer capítulo (pp.
Anselmo 2012 y la correspondiente 51-100) en el análisis de las líneas
publicación en la colección Studia de reforma presentes en Sacrosanc-
Anselmiana del Pontificio Ateneo tum Concilium recorriendo toda su
San Anselmo de Roma. El trabajo historia, desde la consultas reali-
está dedicado al lugar que ocupa zadas para preparar el Concilio
la Palabra de Dios en el Ritual de hasta la redacción de la parte de
la Penitencia, una novedad intro- la penitencia del texto definitivo
ducida en la renovación postcon- de la Constitución conciliar sobre
ciliar de los textos litúrgicos. Seis liturgia, pasando por las modifica-
capítulos conforman el libro, pre- ciones introducidas en el texto por
cedidos de una serie de cuestiones los padres conciliares.
preliminares (siglas y abreviaturas,
bibliografía, instrumentos, estu- El cuarto capítulo (pp. 101-163) está
dios) y dos apéndices. En ellos se dedicado al trabajo del coetus XXIII-
estudia el periodo que va desde la bis del Consilium ad exsequendam
aprobación de la Constitución litúr- Constitutionem de sacra liturgia, res-
gica Sacrosanctum Concilium (1963) ponsable de revisar el rito triden-
hasta la publicación del renovado tino de la penitencia y de preparar
Ritual de la Penitencia (1974). el nuevo ritual. Progresivamente
se estudian los 19 esquemas que
La presentación del trabajo reali- prepararon.
zado ocupa las páginas del primer
capítulo (pp. 1-16) donde se intro- El renovado Ritual de la Penitencia es
duce el estudio mostrando el el protagonista del capítulo quinto
método seguido y los límites de la (pp.165-202). La descripción de
investigación realizada. los praenotanda y de las tres formas
de celebrar el sacramento inician
El segundo capítulo (pp. 17-49) nos el capítulo para pasar después a
hace volver la mirada a la historia exponer la mens del Ritual y acer-
para poder descubrir la presencia de carse también a la praxis pastoral.
la Palabra de Dios en la penitencia a
lo largo de la historia. Así son estu- Finalmente unas conclusiones
diados los períodos de la penitencia generales (pp. 203-224) cierran el
pública (siglos iii-vii), de la peniten- estudio.
cia tarifada (siglos vii-xvii) y de la Resultan muy interesantes los dos
penitencia moderna (siglos xvii-xx). apéndices que complementan el

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692 Libros

cuerpo del trabajo. El primero A lo largo de estas páginas descu-


(pp. 225-229) con la documenta- brimos cómo la perenne vitalidad
ción complementaria al capítulo de la tradición, converge con las
III de Sacrosanctum Concilium y adquisiciones modernas de las
el segundo (pp. 231-829) con los ciencias teológicas en el renovado
esquemas del coetus XXIIIbis. Todo Ritual de la Penitencia. Se trata, por
su contenido es un material inédito tanto, de un estudio imprescindible
ofrecido al lector y puesto a dispo- para quien desee conocer la esencia
sición de futuros investigadores. del actual Ritual.
Juan de Pablos

Gabriel Ramis Miquel, Introducción a las liturgias occidentales no


romanas (Bibliotheca «Ephemerides Liturgicae». Subsidia 165),
Roma: Centro Liturgico Vincenziano–Edizioni Liturgiche 2013,
164 pp.
Este libro recoge el fruto de 16 años trar cómo la liturgia es expresión
de docencia de la asignatura de celebrativa y actualización del
Liturgias occidentales no romanas en misterio de Cristo, no un monu-
el Pontificio Instituto Litúrgico San mento arqueológico o histórico. En
Anselmo de Roma. Cada una de las segundo lugar, se hace un recorrido
liturgias occidentales, más allá de de la llegada del cristianismo a
la romana, merecerían un estudio Occidente y su situación inicial, de
particular extenso, es por ello que, modo que se puedan conocer las
como dice el propio autor en el circunstancias históricas en la que
prólogo, se trata de una introduc- empezaron a germinar las liturgias
ción: «no es un tratado completo occidentales.
de cada una de las liturgias occi-
dentales, sino una introducción a La segunda parte del libro, prece-
su estudio». dida por una introducción general,
recoge el estudio particular de cada
El libro está articulado en tres una de las liturgias: la africana, la
partes. ambrosiana, la galicana, la hispá-
nica y la céltica. De cada una se
En la primera se encuentran una
describe el nombre, los orígenes,
serie de presupuestos necesarios
el ordo missae, el año litúrgico y el
para abordar correctamente las
oficio divino. No se tratan los sacra-
liturgias occidentales. En primer
mentos, más allá de alguna alusión.
lugar, una aproximación a los
principales elementos teológicos Finalmente, en la tercera parte, se
(Verbo encarnado, Espíritu Santo, presenta un esbozo de estudio com-
sacramentos e Iglesia) para mos- parativo entre las liturgias occiden-

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Libros 693

tales estudiadas, particularmente Se trata de un trabajo interesante,


el ordo missae ordo missae y el año ya que no hay muchas publicacio-
litúrgico. nes en este campo. Sin embargo
debemos de ser conscientes de que
Tres apéndices completan el libro:
se trata de una introducción, por lo
el primero sobre la teología simbó-
lica como clave de interpretación de tanto, como el propio autor reco-
los textos eucológicos, sobre todo noce, es un «trabajo incompleto»
de las liturgias hispana y galicana; que «necesitaría ulteriores estudios
el segundo sobre la paleoanáfora, comparativos entre las liturgias y
o la plegaria eucarística que habría también estudios históricos, patrís-
estado en el origen de las anáforas ticos y conciliares que seguramente
de todas las liturgias occidentales; darían mucha luz sobre los proble-
y el tercero sobre las fuentes de las mas suscitados».
liturgias occidentales.

Cristóbal M. Orellana González, La liturgia en el Catecismo de la


Iglesia católica y en su Compendio, México: Buena Prensa 2012, 159 pp.

Este volumen ofrece un estudio cismo para describir, después, la


en torno a la forma en la que el presentación de la liturgia y los
Catecismo de la Iglesia católica y su sacramentos en el mismo. En el
Compendio presentan el tema de la capítulo segundo, en el que se
liturgia, realizado con ocasión del trata el Compendio (pp. 75-119),
25 aniversario del primero. Con la se sigue un esquema semejante:
publicación del Catecismo en 1992 iter redaccional y análisis. Final-
se ofrecía un documento magiste- mente, el tercer capítulo (pp. 121-
rial que presentaba de forma equi- 146) compara ambos documentos
librada de la liturgia que reflejaba la mostrando cómo el Compendio
aportación del Concilio Vaticano II ha empobrecido el Catecismo en
e incluso las enriquecía. Al mismo su visión de la liturgia, en cuanto
tiempo se ponía en sintonía con las que es una síntesis por lo que es
Iglesias orientales. necesario leer ambos documentos
en conjunto. Un anexo documental
Tres capítulos comprenden el análi-
sis realizado. El primero está dedi- concluye la obra.
cado al Catecismo (pp. 15-73). Se José Antonio Goñi
presenta el iter histórico del Cate-

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694 Libros

Bibliografía reciente en inglés

Anscar J. Chupungco, The prayers of the new Missal, Collegeville:


Liturgical Press – Pueblo Book 2013, 144 pp.

Este trabajo final de Anscar J. Chu- corazónmismo del misterio refle-


pungco desborda una combinación jado en la liturgia tan amada por él.
de experiencia académica y sabi- Los predicadores y catequistas reci-
duría pastoral; ambos elementos, birán agradecidos su guía firme y
característicos de su obra, resultan recomendaciones prácticas para la
de gran valor. En The prayers of the comprensión del nuevo Misal. Al
new Missal demuestra que las colec- seleccionar las oraciones presiden-
tas del Misal, las oraciones sobre ciales de difícil comprensión en la
las ofrendas, las oraciones después nueva traducción, el padre Anscar
de la comunión y la oración de los analiza, en primer lugar, el texto
fieles son una rica fuente de doc- en su latín original y presenta su
trina y espiritualidad que esperan traducción al inglés, sugiere una
ser compartidas. La presente obra traducción renovada y luego plan-
muestra el don valioso de un maes- tea ideas homiléticas y catequéticas
perspicaces que servirán de fuente
tro y predicador nato, que impulsa
valiosa de alimento para la predi-
a sus estudiantes y a escuchar al
cación y la catequesis.

Gabriel Pivarnik, Toward a trinitarian theology of liturgical partici-


pation, Collegeville: Liturgical Press – Pueblo Book 2013, 280 pp.

Medio siglo después de la lla- Cristo, la reforma y la teología


mada del Concilio Vaticano II a conciliar que manó de esta hace
una participación activa de los un llamado a una comprensión
laicos en la liturgia, aún continúa trinitaria más profunda de la litur-
imprecisa, en gran medida, una gia y los sacramentos.
teología de lo que en la actualidad
significa esa participación litúr- En esta obra, Gabriel Pivarnik señala
gica. Mientras la mayor parte de los avances teológicos de mayor
los estudios sobre los sacramentos importancia en el concepto de la
enfatizan el papel y acción de participación activa del último siglo,

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Libros 695

con mayor énfasis en la Mediator Dei una muestra lúcida de cómo puede
y los documentos del Vaticano II y visualizarse la participación litúrgica
considera la recepción dada a dichos en términos metafísicos, soterioló-
avances.Al delinear, de manera espe- gicos y eclesiológicos a través de la
cial, la obra de Cipriano Vagaggini y lente de una narrativa trinitaria.
Edward Kilmartin, Pivarnik ofrece

Joseph P. Swain, Sacred treasure. Understanding catholic liturgical


music, Collegeville: Liturgical Press – Pueblo Book 2012, 400 pp.

En Sacred treasure, Joseph Swain dentro de cualquier concepción


plantea una teoría enfocada en la holística de la música litúrgica.
creación de tradiciones auténti-
cas de música litúrgica para las Swain ofrece un caso convincente
parroquias católicas. Swain trata de y atractivo en base a las cualida-
mostrar la manera en que una esta- des intrínsecas de la música sin
bilidad, espiritualmente íntegra, apoyarse en descripciones suma-
puede cambiar la frecuente situa- mente técnicas y asequibles solo
ción de desconcierto. Esta obra es para músicos calificados. El músico
un ejercicio de crítica de la música preparado encontrará mucho de lo
pragmática. Presenta un funda- actualmente novedoso y esclarece-
mento racional para la valoración dor, sin embargo, el pastor, el litur-
de temas fundamentales además gista, el teólogo, el integrante de un
de plantear la forma de conside- coro, y la persona laica podrán, asi-
rar la difícil realidad de la música mismo, comprender su argumento.

Máximo Faggioli, True reform: Liturgy and ecclesiology in «Sacro-


sanctum Concilium», Collegeville: Liturgical Press – Pueblo Book
2012, 188 pp.

Máximo Faggioli afirma que con En True reform, Faggioli considera


demasiada frecuencia el debate Sacrosanctum Concilium como la
sobre el significado del Vaticano clave hermenéutica del Concilio.
II omite la profunda importancia Ofrece una reflexión acuciosa sobre
de aquel primer documento de la relación entre la Constitución
consecuencias trascendentales del litúrgica y el logro total del Vati-
Concilio, es decir, Sacrosanctum cano II. Además, argumenta que las
Concilium. El resultado de todo ello interconexiones entre ambos deben
es la incomprensión del Concilio tenerse presentes si deseamos com-
como un todo y de la posterior prender el impacto del Concilio en
reforma litúrgica. el catolicismo mundial.

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696 Libros

Paul F. Bradshaw - Maxwell E. Johnson, The Eucharistic liturgies.


Their evolution and Interpretation, Collegeville: Liturgical Press –
Pueblo Book 2012, 544 pp.
La obra de Maxwell Johnson, The adentra en los diversos ritos occi-
rites of christian initiation: Their dentales (ambrosiano, galicano y
evolution and interpretation, se ha mozárabe), además del romano.
convertido en un texto funda- Respecto a los temas teológicos, los
mental dentro de los programas autores dedican su atención espe-
de graduados en teología. Ahora cialmente a temas sobre la presen-
Maxwell Johnson y Paul Bradshaw, cia real (incluso la «consagración»
presentan un libro guía sobre la del pan y el vino) y el sacrificio
evolución histórica de la liturgia y eucarístico, consideraciones que
resultan verdaderamente centra-
la teología de la Eucaristía.
les y ecuménicamente desafiantes
Al igual que la publicación ante- desde la época de las reformas del
rior, el enfoque de este estudio es siglo xvi. Las síntesis finales ofre-
histórico y abarca desde los oríge- cen un texto de fácil acceso para
nes de la Eucaristía hasta nuestros profesores y estudiantes. Cada
días. Incluye una introducción y capítulo incluye una lista abun-
una síntesis de la evolución de las dante de obras litúrgicas para su
diversas liturgias eucarísticas del rápida referencia.
Oriente cristiano. Asimismo, se
Cristóbal M. Orellana González

Fuentes y documentación litúrgica


recientemente publicadas

Josep Urdeix (ed.), El Eucologio Barberini. Gr 336 (Cuadernos Phase


215), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2013, 80 pp.

Se publica en castellano el texto del de mediados del siglo vii, estando


más antiguo y célebre manuscrito algunas de sus plegarias en uso
de la tradición litúrgica bizantina, actualmente.

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Libros 697

Manlio Sodi – Giacomo Baroffio – Alessandro Toniolo, Sacra-


mentarium Gregorianum. Concordantia (Veterum et Coaevorum
Sapientia 7), Roma: LAS 2013, 608 pp.
El volumen presenta la relación de una introducción al sacramentario
todos los términos del Sacramenta- y a la descripción, valor y actuali-
rio Gregoriano en orden alfabético dad de la concordancia. Se incluye
indicando el lugar donde aparecen también bibliografía sobre las con-
en el mencionado libro litúrgico. cordancias y sobre los términos del
La concordancia está precedida de Sacramentario Gregoriano.

Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los


Sacramentos, Decreto Vitae et regni (22 de febrero de 2013).
La Congregación para el Culto Texto previo:
Divino y la Disciplina de los Sacra-
M., magno gaudio communitats
mentos ha realizado una modifi-
christiana te excipit. In cuius nomine
cación en el texto que acompaña
ego signo te...
la signación en la frente del bebé o
del catecúmeno en los ritos iniciales N., la comunidad cristiana te recibe
de la celebración del bautismo para con gran alegría. Yo, en su nombre,
manifestar que el bautismo es la te signo...
puerta de acceso a la única Iglesia Nuevo texto:
de Cristo, que subsiste en la Iglesia
católica, regida por el sucesor de N., magno gaudio Ecclesia Dei
Pedro y los obispos en comunión te excipit. In cuius nomine ego
con él. Así quedará redactado en la signo te…
próxima edición típica del Ritual del N., la Iglesia de Dios te recibe con
bautismo de niños. gran alegría. Yo, en su nombre,
te signo…

Giacomo Baroffio (ed.), Missale monasticum secundum consuetu-


dinem Vallisumbrosae. Editio princeps (1503) (Monumenta Studia
Instrumenta Liturgica 71), Città del Vaticano: Libreria Editrice
Vaticana 2013, 732 pp.
La Editrice Vaticana ha publicado Se trata de un texto que nos per-
la edición anastática del Misal mite descubrir la aportación de
propio de la Orden de Vallombrosa las familias religiosas al posterior
fundada por san Juan Gualberto, Misal tridentino. Destaca además
cuya edición impresa vio la luz las notaciones musicales presentes
hace poco más de quinientos años. en el texto.

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698 Libros

Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los


Sacramentos, Decreto Paternas vices (1 de mayo de 2013).
La Congregación para el Culto garias eucarísticas II, III y IV del
Divino y la Disciplina de los Misal Romano, tras en nombre de
Sacramentos ha decretado que el María: «María, la Virgen Madre
nombre de san José, esposo de la de Dios, su esposo san José, los
Virgen María, se añada a las ple- apóstoles…».

Dietrich von Hildebrand, Liturgia y personalidad (Cuadernos


Phase 216), Barcelona: Centre de Pastoral Litúrgica 2013, 80 pp.

Aparece en castellano una de las de los seres humanos. Particular-


primeras obras del filósofo y teó- mente en este libro, cuya edición
logo alemán Dietrich von Hilde- original fue publicada en 1933, el
brand del siglo xx, que destacó por autor destaca aquellos aspectos
haber contribuido al desarrollo del que, por la objetividad de la litur-
personalismo cristiano, sobre todo gia, más ayudan a quienes se forma
por su énfasis en la trascendencia en el ámbito del culto litúrgico.

Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los


Sacramentos, Decreto Unigenitum Filium (30 de mayo de 2013).
La Congregación para el Culto Sacramento. Se desea así fomentar
Divino y la Disciplina de los Sacra- así el culto a Jesucristo sumo y terno
mentos ha aprobado dos letanías sacerdote y a Jesucristo pan vivo
especiales: una de Jesucristo sacer- bajado del cielo.
dote y víctima, y otra del Santísimo José Antonio Goñi

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In memoriam

Manuel Garrido Bonaño, OSB


(1925-2013)

En la noche del 14 al 15 de septiembre de 2013, fallecía el liturgista


benedictino Manuel Garrido Bonaño en la abadía de Santa Cruz
(Valle de los Caídos) a la edad de ochenta y siete años.
Había nacido en Valverde del Camino (Huelva), el 1 de octubre
de 1925 y, desde su infancia, tuvo un contacto estrecho y duradero
con la familia salesiana. Su primer paso hacia la consagración al
Señor lo dio en el seminario de Sevilla donde permaneció hasta
los veintiún años, momento en el que decidió ingresar en la abadía
benedictina de Santo Domingo de Silos (Burgos). Culminado el
tiempo de noviciado, realizó la profesión de votos temporales el
29 de junio de 1948 y, tres años más tarde, en el mismo día, la de
votos solemnes, siendo ordenado sacerdote el 27 de julio de 1952.
De forma inmediata comenzó su labor docente con los monjes
estudiantes de su monasterio así como su colaboración con la
revista Liturgia, publicada por la abadía castellana.
En noviembre de 1954 fue enviado con el grupo de monjes que
restauró la vida monástica en San Salvador de Leyre. Sin embargo,
su estancia allí fue muy breve: el abad de Silos, Isaac María Toribios,
le reclamaba al año siguiente para que se trasladara al Pontificio
Ateneo San Anselmo de Roma, donde siguió los cursos del Ins-
tituto Monástico (1955-1957). Su experiencia anselmiana le iba a
marcar profundamente. Siempre mantuvo muy vivo el recuerdo
de profesores como Hallinger, Steidle, Kremmer, Calati o Vaga-
ggini. Ahora bien, si en su primera formación litúrgica en Silos
había desempeñado un papel de primer orden el padre Santiago
Alameda (1891-1963), a quien él mismo definió como un «maestro
de la espiritualidad del Oficio divino», ahora en Roma, fue dom

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700 In memoriam

Cipriano Vagaggini (1909-1999) quien iba a orientar y dar forma


a su pensamiento sobre la liturgia de la Iglesia. De hecho, vuelto a
España, su labor inmediata consistió en traducir y publicar la obra
de Vagaggini El sentido teológico de la liturgia (BAC, Madrid 1959).
En 1960 se estableció en la nueva fundación que Silos llevó a cabo
en el Valle de los Caídos, desde donde asistió al Concilio Vaticano
II como asesor en liturgia de los obispos españoles. A su regreso,
trabajó incansablemente dando conferencias y cursos en favor de
la reforma litúrgica en España. Fue nombrado, asimismo, consul-
tor de la Sagrada Congregación de Ritos y, más tarde, perito de
la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal
Española. A partir del curso 1968-1969 se incorporó como profesor
de liturgia a la Facultad de Teología del Norte de España (Burgos)
durante una década. Por entonces su influencia en España era ya
considerable gracias a su Curso de liturgia romana (BAC, Madrid
1961) y a la edición de algunas obras patrísticas relevantes, como el
Tratado sobre el evangelio de san Lucas de san Ambrosio (BAC, Madrid
1966) o las Homilías sobre el año litúrgico de san León Magno (BAC,
Madrid 1969). Entre sus nombramientos, merece la pena destacar
el concedido en 1972 como miembro adjunto de la Pontificia Aca-
demia Mariana Internacional, de la que sería miembro ordinario
desde 1985. Por otra parte, además de contribuir a la difusión de
grandes maestros de la espiritualidad monástica como Gertrudis
de Helfta, Luis de Blois o Ildefonso Schuster, su magisterio litúrgico
se vio incrementado con decenas de artículos de investigación, en
especial sobre los himnos medievales, y con el manual Iniciación a
la liturgia de la Iglesia, realizado en colaboración con el profesor José
Antonio Abad (Palabra, Madrid 1988), que cuenta ya con cuatro
ediciones, o la obra de divulgación Grandes maestros y promotores
del movimiento litúrgico (BAC, Madrid 2008).
Quienes hemos tenido la suerte de convivir con el padre M. Garrido
pudimos apreciar su extraordinaria capacidad de trabajo, una
memoria prodigiosa, su claridad explicativa, todo ello unido a un
profundo amor a la Iglesia a la que trató de servir siempre mediante
el estudio, la docencia, las publicaciones y la fiel participación en
la celebración litúrgica cotidiana.
P. Juan Pablo Rubio, OSB
Abadía de Santa Cruz (Valle de los Caídos).

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Índice

Índice general año LIII


(2013)

Temas
Liturgia y devociones......................................................... núm. 313
Celebraciones particulares de los nuevos movimientos
eclesiales....................................................................... núm. 314
La Liturgia en Latinoamérica y en la Nueva Evangeli-
zación............................................................................ núm. 315
Los fundamentos de la renovación litúrgica del siglo xx. núm. 316
A los 50 años de «Sacrosanctum Concilium».................. núm. 317
La celebración de las exequias.......................................... núm. 318

Editoriales
Liturgia y devociones (José Antonio Goñi).................... 5-7
Creatividad litúrgica y nuevos movimientos eclesiales
(José Antonio Goñi).................................................... 123-124
Dos acontecimientos eclesiales (Lluís Martínez
Sistach)........................................................................ 243-245
Los fundamentos de la renovación litúrgica del siglo xx
(Matías Augé)............................................................... 371-374
En el 50 aniversario de «Sacrosanctum Concilium» (José
Antonio Goñi)............................................................. 475-482
La celebración de las exequias (Julián Barrio Barrio)... 583-585

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702 Índice

Artículos
El misterio de Cristo en el centro de la celebración (Luis
Fernando Álvarez González).................................. 9-20
Liturgia, piedad y devoción (Ángel Gómez Guillén).... 21-38
De la «devotio moderna» a la «devotio posmoderna» en
la liturgia (Aurelio García Macías)......................... 39-54
Lo emotivo en la liturgia (Lino Emilio Díez Vallada-
res)................................................................................ 55-68
La liturgia en los movimientos eclesiales: entre lo general
y lo particular (Julián López Martín)...................... 125-134
La comunidad monástica de Bose (Goffredo Boselli).... 135-145
La celebración eucarística y el Camino Neocatecumenal
(Ricardo Reyes Castillo).......................................... 147-171
La Comunidad de San Egidio y la liturgia: del sacra-
mento del altar al sacramento del pobre (Francesco
Tedeschi)...................................................................... 173-192
Variaciones rituales y unidad de la Iglesia: El problema
de los movimientos (Cettina Militello)................. 193-207
La liturgia en el magisterio latinoamericano: de «Mede-
llín» a «Aparecida» (Víctor Sánchez)....................... 247-281
La celebración de la Palabra en el día del Señor: «Vivimos
de la Palabra» (Carlos Gustavo Haas)...................... 283-302
El papel de la liturgia a partir del Sínodo sobre la Nueva
Evangelización (Juan Javier Flores Arcas)............ 303-320
Manos que se extienden y se juntan: teología del saludo
litúrgico (Adolfo Ivorra)........................................... 321-332
Dom Lambert Beauduin (Roberto Russo)....................... 375-381
Odo Casel (Guillermo Rosas)........................................... 383-389
Romano Guardini (1885-1968): «El espíritu de la liturgia»
(José Luis Gutiérrez Martín).................................. 391-401
Próspero Guéranger y «El año litúrgico» (Juan Javier
Flores Arcas)............................................................. 403-410
Pío Parsch y el movimiento litúrgico (Ramiro Gonzá-
lez)................................................................................ 411-419
El beato Ildefonso Schuster y su «Liber sacramentorum»
(Bernabé Dalmau)....................................................... 421-428

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Índice 703

Cipriano Vagaggini: «El sentido teológico de la liturgia»


(Alfonso Berlanga Gaona)...................................... 429-440
Los «altiora principia» de la «Sacrosanctum Concilium»
(Félix María Arocena Solano)................................. 483-493
La relación de la Constitución sobre la sagrada liturgia
con las otras Constituciones conciliares (Ángel
Cordovilla Pérez)..................................................... 495-500
Música sacra/música litúrgica: Lenguaje musical y
liturgia (Jordi-A. Piqué i Collado).......................... 501-515
Documentos y textos litúrgicos que explicitan la Constitu-
ción «Sacrosanctum Concilium» (José Antonio Goñi) 517-532
El sentido pascual de las exequias cristianas (F. Xavier
Parés Saltor).............................................................. 587-605
Aspectos jurídico-canónicos y litúrgicos en torno a la
cremación (Juan Damián Gandía Berber).............. 607-623
El Leccionario del «Ritual de Exequias» de Pablo VI
(Jordi Latorre Castillo)............................................. 625-644
Ideas para una nota pastoral sobre la incineración (Lluís
Prat)............................................................................. 645-655

Puntos de vista
La «Sacrosanctum Concilium» en «Phase». Historia y
anécdotas (Joaquim Gomis)....................................... 69-74
La dimensión litúrgica del «Documento de Aparecida»
(Roberto Russo)........................................................... 75-84
¿Quién representa a Cristo en la procesión del Domingo
de Ramos? (José Antonio Goñi)................................ 209-211
Liturgia: ¿«moderna antigüedad» o «vieja moderni-
dad»? (Andrea Grillo).............................................. 212-216
El estilo celebrativo de los papas (Matías Augé)............ 333-334
El legado litúrgico de Benedicto XVI (Juan José Silves-
tre Valor).................................................................... 335-342
A 50 años de «Sacrosanctum Concilium» (Héctor
Muñoz)......................................................................... 343-348

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704 Índice

Sobre las promesas diaconales (Josep Urdeix)............... 349-351


Por razones pastorales (Jaume González Padrós)....... 441-444
¿Una nueva Constitución de liturgia para hoy? Suge-
rencias (Dionisio Borobio)......................................... 533-536
Las dudas del sector tradicional de la Iglesia sobre
«Sacrosanctum Concilium» (P. Charbel)................ 537-546
La lengua vulgar, lengua de Dios (Joaquim Gomis)...... 547-551
La oración de los fieles: ¿Qué sentido tiene? ¿Es correcto
equiparar «fieles» a «laicos»? (Pedro Farnés Sche-
rer)................................................................................ 552-561
Participación litúrgica en los funerales (Ramiro Gonzá-
lez)................................................................................ 657-661
El color litúrgico de los funerales (Roberto Russo)........ 662-667
«Mors et vita duello»: la música en la misa de réquiem.
(Jordi-A. Piqué i Collado)........................................ 668-673
Apología del «Dies irae» (Pere Tena).............................. 674-679

Crónicas
Nuestro Señor Jesucristo, sumo y eterno sacerdote:
una nueva fiesta para los calendarios propios (José
Antonio Goñi)............................................................. 85-95
Reformar y promover: Para una renovación de la liturgia
y de la vida de la Iglesia (Katia de Simone).............. 96-99
El Sínodo de los Obispos: «La Nueva Evangelización
para la transmisión de la fe» (Salvador Pié-Ninot) 217-221
Reunión del Consejo de Redacción de la revista «Phase»
(Luis Fernando Álvarez)........................................... 222-223
La liturgia, cumbre y fuente de la evangelización (F.
Xavier Parés)............................................................... 445-450
El Concilio Vaticano II. Liturgia, arquitectura, arte (José
Antonio Goñi)............................................................. 451-453
La mención de san José en la plegaria eucarística (Mau-
rizio Barba).................................................................. 453-456
A los 50 años de la Constitución «Sacrosanctum Conci-
lium» (José Luis Gutiérrez Martín)....................... 563-564

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Índice 705

La mistagogia. Actualidad de un medio antiguo (Juan


de Pablos).................................................................... 565-566
La liturgia: celebración de la fe (Roberto Russo)............ 566-567
100 años de «Rivista Liturgica» (Manlio Soli)................ 681-683

Libros
Dionisio Borobio, Historia y teología comparada de los
sacramentos. El principio de la analogía sacramental
(José Ramón Matito).................................................. 101-104
Daniele Nigro, I diritti di Dio. La liturgia dopo il Vati-
cano II (Matías Augé)................................................... 105
Damásio Medeiros, A ciência litúrgica contemporânea.
Itinerários genético-epistemológicos do «actus liturgi-
cus» (Manlio Sodi)....................................................... 106
Patrick Regan, Advent to Pentecost. Comparing the seasons
in the ordinary and extraordinary forms of the Roman
rite (José Antonio Goñi).............................................. 106-107
Bibliografía reciente en castellano (José Antonio Goñi
– Cristóbal M. Orellana González)....................... 108-116
Otros títulos en castellano sobre liturgia editados en
el 2012 (Cristobal M. Orellana González)............ 116
Ruggero Dalla Mutta, Liturgia degli infermi. Studio
storico-teologico (Juan de Pablos)............................... 225-226
Dionisio Borobio, Antropología, símbolos y sacramentos en
los salmanticenses (siglo xvii). Un comentario al «Cursus
theologicus» sobre sacramentos en general («De Sacra-
mentis in genere») (Damiano Passarin)..................... 226-227
Dionisio Borobio, La eucaristía en los salmanticenses
(siglo xvii). Un comentario autorizado (F. Xavier Aróz-
tegui)............................................................................ 228-229
Antonio Lara Polaina, Missale secundum consuetudinem
sanctae ecclesiae Giennensis (siglos xv y xvi). Introduc-
ción y edición comparada (Gabriel Ramis Miquel).... 230-231
Ramiro González Cougil, La mistagogía en los sacramen-
tos de la Iglesia (de los «sacramentos» a los «misterios»)
(Julián López Martín)................................................ 231-232

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706 Índice

Actas de congresos de liturgia y misceláneas reciente-


mente publicadas (José Antonio Goñi).................... 233-239
Bernard Botte, El movimiento litúrgico. Testimonio y recu-
erdos (Josep Urdeix).................................................... 353-354
Andrea Grillo, La forma rituale della fede cristiana. Teolo-
gia della liturgia e dei sacramenti agli inizi del xxi secolo
(José Luis Gutiérrez)................................................. 354-356
Bibliobrafía reciente en italiano (Juna de Pablos).......... 357-366
Joan Josep Moré, Eucaristia i Penitència. Els seus aspectes
teològics, espirituals i pastorals en l’obra de Mons. Pere
Tena (Jaume González Padrós)................................ 457-459
José Antonio Goñi, Peregrinar a Tierra Santa. Celebraciones
para cada lugar; José Antonio Goñi, Tierra Santa. Libro
del peregrino (Josep Lligadas).................................... 459-460
Diego Giovanni Ravelli, La solennità della Cattedra di
San Pietro nella Basilica Vaticana. Storia e formulario
della Messa (Juan de Pablos)....................................... 460-461
José Manuel Fernández Rodríguez, El sacramento de
la Santa Crismación. Perspectivas teológicas ortodoxas
(José Antonio Goñi).................................................... 461-462
Annibale Bugnini, «Liturgiae cultor et amator, servì la
Chiesa». Memorie autobiografiche (Joaquim Gomis)... 463-464
Juan Rego, El bosque simbólico. Itinerarios para una reflexión
sobre la acción sacramental (Juan Javier Flores
Arcas)........................................................................... 464-466
Bibliografía reciente en francés (Emilio Vicente de Paz).. 467-471
Alfonso Berlanga, Liturgia y teología. Del dilema a
la síntesis (Ramiro González Cougil)...................... 569-571
Josep Urdeix – Corrado Maggioni – Jean-Yves Hame-
line, Rúbricas y ceremonias (José Antonio Goñi)...... 571-572
Luis Bouyer – Ignacio Oñatibia, Los frutos de la reforma
litúrgica (José Antonio Goñi)...................................... 572
Josep Lligadas, El año litúrgico, para seguir a Jesús (José
Antonio Goñi)............................................................. 572-573
Asociación Española de Profesores de Liturgia,
Arte y liturgia (José Antonio Goñi)............................ 573-574

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Índice 707

Adolfo Ivorra Robla, Espiritualidad litúrgica en la pos-


modernidad (José Antonio Goñi)................................ 574-575
Bibliografía reciente en alemán (Lluís Prat).................. 576-580
AA.VV., Homilías para las misas con niños. Ciclo A (Jaume
Fontbona).................................................................... 685
Félix María arocena – David W. Fagerberg – Bogusław
migut – Manlio sodi, Teología litúrgica. Métodos y
perspectivas (José Luis Gutiérrez Martín).............. 686-688
Félix María Arocena, Los himnos de la tradición. El himna-
rio de la Liturgia Horarum y otros himnos de la tradición
litúrgica. Texto – Traducción – Notas – Espiritualidad
(Jordi A. Piqué i Collado)......................................... 688-690
Marco Felini, La parola della riconciliazione. L’ascolto della
Parola di Dio nel Rituale della Penitenza di Paolo VI
(Juan de Pablos).......................................................... 691-692
Gabriel Ramis Miquel, Introducción a las liturgias occi-
dentales no romanas (José Antonio Goñi)................... 692-693
Cristóbal M. Orellana González, La liturgia en el
Catecismo de la Iglesia católica y en su Compendio (José
Antonio Goñi)............................................................. 693
Bibliografía reciente en inglés (Cristóbal M. Orellana
González)................................................................ 694-696
Fuentes y documentación litúrgica recientemente publi-
cadas (José Antonio Goñi).......................................... 696-698

In memoriam
Ramon Pou (1928-2012) (Josep Urdeix).......................... 117-118
Hortensio Velado Graña (1917-2013) (José Antonio
Goñi)............................................................................. 367-368
Manuel Garrido Bonaño, OSB (1925-2013) (Juan Pablo
Rubio)........................................................................... 699-700

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