Sei sulla pagina 1di 156

Nuestro Federalismo

Pastor Eduardo Flores


IBRL
2015
Introducción

Los nuestros son días de gran confusión. El relativismo ha imperado e


infectado todas las áreas del pensamiento humano. La verdad ha sido
marginada y despreciada a todo nivel. La opinión personal, los sentimientos y
las emociones están, en este mundo posmoderno, por encima de la evidencia.

Y el Cristianismo no ha quedado exento de esta enfermedad. La poca claridad


de pensamiento, la ignorancia y el rechazo de las doctrinas bíblicas son el más
claro ejemplo de esta triste realidad.

En Octubre del año pasado el Ministerio Ligonier de R. C. Sproul, un pastor y


académico americano, en conjunto con el equipo de investigación de la
compañía Lifeway publicaron un documento titulado, “El Estado de la
Teología.” 1

El estudio intentaba medir el conocimiento teológico de la población adulta


en los Estados Unidos. Y los resultados obtenidos de la entrevista de 3000
adultos, incluyendo algunos identificados como creyentes así como incrédulos,
mostraron, según mi análisis personal, el terrible estado en el que se encuentra
el Cristianismo de nuestros días.

Por ejemplo, el estudio evaluaba diferentes variables: la creencia acerca de


Dios; acerca de la bondad y el pecado; acerca de la salvación; de los diferentes
textos religiosos; del cielo y el infierno; creencias acerca de la iglesia y de la
autoridad en ella.

Y los resultados, como dije, mostraron la gran ignorancia y quizás el rechazo


de una gran parte del Cristianismo de doctrinas que consideramos
fundamentales.

Por ejemplo, cuando se les preguntó acerca de Dios, sólo el 77% de los que se
identificaban como evangélicos estuvieron de acuerdo en que Dios es un ser
perfecto y que no puede cometer errores.

Cuando se les preguntó si Dios era quien determinaba todas las cosas que
sucedían en la creación, el 31% de los evangélicos entrevistados estuvieron en
desacuerdo con el postulado, indicando que Dios no estaba en control de
todo sino que Él simplemente tiene un conocimiento previo de lo que va a
suceder.


1http://ligonier-static-media.s3.amazonaws.com/uploads/thestateoftheology/TheStateOfTheology-
Whitepaper.pdf

2
Cuando se les preguntó si Dios era el autor de la Escritura sólo el 77% de los
que se consideraban evangélicos estuvieron de acuerdo. Cuando se les
entrevistó acerca de la doctrina de la Trinidad sólo el 50% estuvo de acuerdo
con la doctrina ortodoxa de la Iglesia: un Dios en tres personas.

Cuando se les preguntó si Jesús era Dios verdadero y hombre verdadero sólo
el 77% de los evangélicos estuvieron de acuerdo con la doctrina. Además, el
38% de los evangélicos enrevistados piensan que el hombre debe contribuir
por sus propios esfuerzos a su salvación.

Y los invito a estudiar el documento que está publicado en internet para que
hagan su propio análisis. Pero, es claro que la enfermedad que ha plagado al
Cristianismo en los últimos años es la ignorancia bíblica.

Por ello la urgencia de recuperar el confesionalismo que caracterizó a la


Reforma Protestante. Porqué es que tantos de los que se identifican con el
Cristianismo no encuentran ningún problema con las enseñanzas de la Iglesia
Católica Romana? Porque no han salido de Roma. Su identificación con el
protestantismo tiene que ver más con gustos que con diferencias doctrinales.

Y por eso es que nuestro evangelismo, nuestro crecimiento, nuestro impacto


en el mundo se ha visto tan afectado: porque desconocemos lo que decimos
creer.

Qué somos? Qué creemos? Qué es lo que nos une? Cómo entendemos las
Escrituras? Todas estas son preguntas importantes y relevantes para el
Cristianismo de nuestros días.

Porqué somos Bautistas Reformados? Y si usted no es miembro de esta


iglesia, le pregunto: Porqué no es usted Bautista Reformado? Porqué es
pentecostal o carismático o bautista fundamental o presbiteriano?

“Yo soy cristiano,” dicen muchos, “no trate de encerrarme bajo ningún tipo de
nomenclaturas.” Bueno, pero la pregunta que surge es la siguiente: qué tipo de
cristiano es usted? “Bueno el que cree en Dios.” En cuál Dios? “En el Padre de
Jesús.” De cuál Jesús? “Bueno, en el Jesús de la Biblia.” Y qué cree usted del Jesús
de la Biblia; o del Dios de la Biblia? Es más, qué cree usted de la Biblia
misma?

Esas son las preguntas que debemos responder. Porque la realidad es que
todos los cristianos tienen un sistema doctrinal que los caracteriza y que debe
ser examinado, confrontado y conformado según las enseñanzas de la Biblia.

3
Esa debe ser la meta de todo cristiano: que sus creencias sean lo más
consistentes con lo que Dios ha dicho en Su Palabra. Si esto no es así, pues el
deber del creyente es rechazar lo que cree y aceptar lo que establece la Biblia.

Porqué soy Bautista Reformado, entonces? Esa fue la pregunta que nos
hicimos hace un año. Y la respuesta que les quise mostrar fue la siguiente:
porque nuestro entendimiento de las Escrituras, a pesar de que no es perfecto
y de que necesitará siempre ser reformado según la Biblia, es el más
consistente con ella.

Y es así como este año empezaremos un estudio sobre nuestro federalismo o


nuestra teología de los pactos bíblicos. Con qué fin? Crecer espiritualmente,
dejar nuestra ignorancia, madurar en la fe, defender con claridad lo que
creemos, para la gloria de Dios, la edificación de esta iglesia local, y el alcance
de los incrédulos.

Como les dije hace un año: entre más entendamos porqué somos lo que
somos, más fuertes seremos como iglesia y mejor podremos servirle al Señor
en Sus propósitos para glorificarse a Sí mismo por medio de nosotros.

Y con esa meta vamos a definir primero la teología federal; luego, definiremos
el término “pacto;” demostraremos su fundamento bíblico; examinaremos los
diferentes pactos bíblicos.

También examinaremos brevemente otros sistemas de interpretación, entre


ellos el dispensacionalismo y la teología del nuevo pacto, y finalmente
veremos las aplicaciones de la teología del pacto en nuestras vidas individuales
y corporativas.

Teología Federal

I. Definición

Cuando nos referimos a la teología federal nos estamos refiriendo a la teología


de los pactos divinos. Es decir, estamos hablando del estudio de los pactos que
Dios ha hecho con los hombres a lo largo de la historia de la humanidad.

Charles Spurgeon le llamó a este estudio, “la médula de la divinidad,” diciendo en


un sermón sobre Hebreos 13: 20-21 el 2 de Agosto de 1874 que, “aquel que no
conoce los pactos conoce casi nada del evangelio de Cristo.” 2


2 http://www.spurgeon.org/sermons/1186.htm

4
Walter Chantry un pastor Bautista Reformado, escribiendo acerca de la
teología federal escribió lo siguiente,

“La médula está en el centro de los huesos que dan forma a nuestro cuerpo. Así la
doctrina de los pactos se encuentra en el centro de la teología, y la salud de cualquier
sistema teológico depende de su entendimiento de esta verdad.” 3

La teología federal o teología de los pactos es, entonces, un sistema de


interpretación bíblica. Es un intento de juntar las piezas de la Biblia alrededor
del concepto del pacto, que es, si hemos leído la Biblia y como veremos más
adelante, la estructura global de las Escrituras.

Y este estudio lucha por mostrar como es por medio de los pactos que Dios
se glorifica a Sí mismo en Su obra para salvar pecadores por medio de
Jesucristo.
La Biblia no es una coleción de historias, sino una sola historia con una
dirección progresiva, puntual (es decir, que tiene una meta o un propósito), y
los pactos, como desmotraremos a lo largo de este estudio, son los elementos
que unen esa historia.

La Reforma Protestante trajo consigo no sólo el redescrubrimiento de la


doctrina bíblica y de la teología, sino también el entendimiento federal o
pactual de la Palabra de Dios. Ha sido este entendimiento particular de la
Biblia lo que ha distinguido a las iglesias reformadas a los largo de la historia.

Porqué somos Bautistas Reformados? Bueno, porque nuestro entendimiento


de las Escrituras es uno de pactos. Por ello no somos dispensacionalistas ni
creemos en lo que se conoce como la Teología del Nuevo Pacto. Y estas dos
corrientes de interpretación bíblica las estaremos analizando más adelante en
nuestro estudio.

Es también por nuestro entendimiento específico de los pactos por lo que no


somos presbiterianos (aquellos entre los reformados que creen en el bautismo
de infantes).

Y es claro que somos federalistas, es decir, que tenemos un entendimiento


pactual de la Biblia. Una lectura superficial del capítulo 7 de nuestra confesión
pondrá esto en evidencia. El párrafo 1 dice,

“La distancia que media entre Dios y la criatura es tan grande, que aun cuando las
criaturas racionales le deben obediencia como a su creador, sin embargo, ellas no


3 Walter Chantry. The Covenants of Works and Grace. Kindle-Loc 17

5
podrán nunca llegar a vida espiritual, si no es por alguna condescendencia voluntaria
de parte de Dios, habiéndole placido a Éste expresarla por medio de un pacto.” 4

Somos Bautistas Reformados porque somos federalistas; adoramos a Dios


como lo hacemos porque somos federalistas; somos bautistas porque somos
federalistas. Es nuestra teología federal, la que estaremos aprendiendo a lo
largo de estos tres meses, la que informa, como también dejaremos claro,
nuestra doctrina del bautismo.

Los Bautistas Reformados, entonces, creemos que para ser bíblicamente


consistentes y bautistas al interpretar las Escrituras uno deber hacerlo
pactualmente.

Ahora esto es muy importante y debemos enfatizarlo: Esta manera de


interpretar las Escrituras, por pactos, es la manera más consistente de entender la
Biblia. Porqué?

1. La Biblia está estructurada pactualmente:

a. Esta dividida en dos testamentos. Ese término no es otra cosa que


pactos. Nuestra Biblia está dividida en dos pactos: el pacto antiguo
hecho con Israel y en nuevo pacto inaugurado con el derramamiento de
sangre de Cristo.
b. Hay libros escritos con una estructura pactual. Deuteronomio es un
libro escrito como un tratado pactual: contiene un preámbulo (1:1-5);
un prólogo histórico (1:6-4:43); estipulaciones (4:44-26:19); sanciones
(27:1-28:68), y sucesiones (29:1-34:12).
c. La Biblia inicia con dos pactos: el pacto de obras y luego en Génesis
3:15 vemos la publicación de las promesas del pacto de gracia. [Si no
entendemos los primeros 3 capítulos de la Biblia no podemos
entender el resto de la Biblia]
d. El término pacto es mencionado en 284 ocasiones en la Biblia

2. La Biblia nos muestra que Dios hace juramentos: Un juramento no es otra


cosa que un pacto. Según la Real Academia Española un juramento es un voto
“cuyas afirmaciones son aceptadas como decisivas.” 5 En el Salmo 89:3 Dios dice,

“Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo”

En Hebreos 6: 13-18 el autor de la epístola afirma que, “cuando Dios hizo la


promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por Sí mismo.” Y luego


4 Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689. Capítulo 7, párrafo 1.
5 http://lema.rae.es/drae/?val=juramento

6
continúa con su argumento para demostrar que ese acto divino ocurrió para
nuestro beneficio,

“para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta,
tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza
puesta delante de nosotros.”

3. La existencia de Dios es pactual: Dios es uno en tres personas distintas. Y


esas personas deben relacionarse una con las otras. Y las Escrituras nos
muestran que esta relación entre las personas de la Trinidad es una de
completo compromiso. El Salmo 110:4 dice,

“Juró Jehová y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de


Melquisedec.”

Aquí tenemos a dos personas de la Divinidad relacionándose una con la otra


por medio de un juramento o pacto.

4. La relación de Dios con el hombre es pactual: Génesis 1-3 está escrito en


forma de pacto. La estructura del texto es definitivamente pactual: preámbulo
(1: 1-2); prólogo histórico (1:3-2:4,25); estipulaciones (2:16-17); sanciones
(2:17b); sucesiones (3:15, 21-24).

Además, la Biblia es clara en que el hombre (i.e. Israel en el caso del Antiguo
Pacto) está relacionado con Dios por pactos. Jeremías 31: 32 dice,

“No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de
la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo marido para
ellos, dice Jehová.”

La Biblia, entonces, no es un conglomerado de partes sin relación la una con


la otra, sino una sola unidad sostenida, como veremos conforme se vaya
desarrollando el estudio, por pactos.

He ahí la importancia de tener una teología pactual consistente.

II. Qué es un pacto?

Para muchos de nosotros, viviendo en el mundo posmoderno, es difícil


comprender la idea de los pactos bíblicos. Sin embargo, si comprendemos que
el mundo en el que se escribió la Biblia era uno de reinos, de conquistas, de
pueblos que eran tomados como vasallos, este concepto será mucho más claro
para nosotros.

7
En la antigüedad las naciones, los reinos y los imperios buscaban expandir sus
territorios. Esto lo hacían, como vimos la semana pasada, conquistando
naciones más débiles.

Cuando uno de estos imperios conquistaba a otro pueblo el rey o el


emperador redactaba lo que se conoce en arqueología como Tratados Imperiales
de Vasallaje, por medio de los cuales regulaban sus relaciones con el pueblo
conquistado. 6

En esos tratados o pactos se le daban las leyes y estatutos que regularían la


vida del pueblo vasallo para poder continuar viviendo en paz bajo su nuevo
gobernante.

Ahora, si queremos entender como se desarrolla la teología de los pactos en


las Escrituras, debemos primero comprender como se desarrolla el concepto
de “pacto” en la Biblia.

La simple lectura de la Biblia nos comprueba que ese término es usado muy
frecuentemente en las Escrituras. La Biblia, como dijimos, fue escrita en ese
mundo de pactos y tratados.

En el Antiguo Testamento, por ejemplo, se usa el término hebreo berith que


significa “atar,” para transmitir la idea de un pacto entre dos partes. La
Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento, usa el término
diatheke.

En el mundo griego la idea de pacto era expresada frecuentemente con el


término suntheke. Sin embargo, los traductores de la Septuaginta prefirieron
utilizar el término diatheke.

El término suntheke se basaba en la idea de una igualdad legal de las partes que
entraban en un pacto, y como veremos en unos momentos, ese no era el
término que describía con mayor fidelidad la verdad bíblica. La preferencia,
entonces, por el término diatheke quizás haya ocurrido por el entendimiento
que tenían los traductores del concepto de pacto en las Escrituras.

Qué es, entonces, un pacto en la Biblia?


6 Alberto Bernabé. Historia y leyes de los Hititas. Página 53

https://books.google.co.cr/books?id=9O8VaXP7lr0C&pg=PA53&lpg=PA53&dq=tratados+imperiales+de
+vasallaje&source=bl&ots=2xur2D9OJ8&sig=h7XDd7aUHgXtZ85TJk2mIbV4F7w&hl=en&sa=X&ei=9g-
yVIi-GsP7sASTsoDgAw&redir_esc=y#v=onepage&q=tratados%20imperiales%20de%20vasallaje&f=false

8
Muchas definiciones se han dado a lo largo de la historia para intentar definir
este concepto bíblico. Robert Rollock (1555-1599) lo definió como, “una
promesa bajo cierta condición.”

William Ames (1576-1633) lo definió como, “un tipo de transacción de Dios con la
criatura por medio de la cual Dios ordena, promete, amenaza, y cumple; y la criatura se ata
a sí misma en obediencia a las demandas de Dios.” 7

Más recientemente, Meredith Kline, definió el concepto de pacto como, “un


compromiso divinamente sancionado.” 8 Ahora, la manera en que los Bautistas
Reformados hemos entendido la enseñanza bíblica con respecto a los pactos
ha llevado a la siguiente definición,

“Un pacto es un arreglo dado soberanamente por Dios, con estipulaciones o sanciones,
por medio del cual el hombre puede ser bendecido.” 9

Es decir, un pacto en la Biblia se trata de un arreglo que Dios ha establecido


en Su infinita sabiduría y por medio del cual decidió demostrar Su bondad y
Su gracia hacia el hombre.

Se trata de un arreglo de Dios para el hombre y no de algo que ocurre entre


Dios y la criatura como iguales. De ahí la importancia de la diferencia hecha
en la Septuaginta entre los términos diatheke y suntheke. En los pactos bíblicos
no hay negociaciones. En la Biblia se trata de algo que Dios hace como el Rey
del universo con Sus criaturas.

Por lo tanto, para los bautistas particulares del siglo XVII como Nehemías
Coxe, un pacto se trataba de “una declaración del soberano placer divino concerniente a
los beneficios que Él derramaría sobre los hombres, a la comunión que ellos tendrían con
Él, y a la manera y a los medios por los cuales estos beneficios serían disfrutados por ellos.”
10

III. Características de los Pactos

Estos pactos divinos tienen, entonces, ciertas características particulares:

1. Son impuestos soberanamente: Es decir, es Dios quien los establece. El


hombre no tiene ninguna participación en la creación ni
establecimiento de los mismos. El hombre, como dijimos, no negocian
con Dios, ni Dios le propone estatutos a los hombres. Sino que es Dios

7 William Ames. Marrow of Theology. Página 111
8 Meredith Kline. Kingdom Prologue. Página 1-2
9 Walter J. Chantry. The Covenants of Works and of Grace. Convenat Theology. A Baptist Distinctive. Página 91.
10 Nehemiah Coxe and John Owen. Covenant Theology. Página 36

9
quien unilateralmente dicta los términos del acuerdo.
2. Tienen estipulaciones y sanciones: Es decir, cada pacto en la Escritura
está conformado por regulaciones que Dios le da a los hombres por
medio de las cuales les ordena hacer ciertas cosas, y también contienen
sanciones, promesas o amenazas para el hombre que cumple o no con
lo establecido por el Señor. [Esto es evidente en todos los pactos en
la Biblia: Opera, Salutis, Gratis]
3. Existe una relación entre las estipulaciones y las sanciones: Es decir,
existe una relación entre lo que el hombre debe hacer y las bendiciones
de Dios para él. Y esto, como veremos cuando estudiemos los
diferentes pactos, es vital en la teología federal.
4. Son permanentes: Cuando Dios hace un pacto con la criatura cada
elemento del pacto debe ser perfectamente satisfecho mediante el
perfecto cumplimiento de las estipulaciones del pacto, de otro modo el
pacto continúa vigente (i.e. Vigencia del pacto de obras).

IV. Ejemplos Bíblicos

Veamos, entonces, algunos ejemplos bíblicos que nos pueden ayudar a


entender y a visualizar esas características de los pactos en las Escrituras.

1. Pacto Mosaico (Éxodo 19:4-6 y 24: 1-8):

Características

Impuesto soberanamente (Éx 19:5,7-8; 24:3-4,7-8)

Estipulaciones y sanciones (Éx 20: 1-17; 20:12)

Relación: Dios no le dice a Israel que deben obedecer con el fin de obtener
vida eterna. La ley les fue dada porque Dios los había rescatado de Egipto

Podía ser violado (Jeremías 31:32)

2. Pacto Davídico (2 Samuel 7: 12-16): Ciertamente no encontramos el


término “pacto” en este pasaje. Sin embargo, es claro que se trata de arreglo
con las características de un pacto divino. Sin embargo, más adelante en 2
Samuel 23: 5 y en el Salmo 89:4 se confirma que se trata de un pacto. Esto nos
muestra a la Biblia como una revelación progresiva de Dios.

10
Características

Impuesto soberanamente (2 Sam 7:12; 23:5)

Condiciones o Estipulaciones (2 Sam 7:14)

Promesas o sanciones (2 Sam 7:16): Un constructor de una casa; un rey (No


cumplido por ninguno de los reyes de Israel. Cristo lo cumplió.

Permanente: Cumplido en Cristo para siempre.

3. Nuevo Pacto (Hebreos 10: 15-22): Según la Biblia éste era un pacto muy
diferente; uno que no podría ser quebrantado a diferencia del mosaico
(Jeremías 31: 31-33; Ezequiel 36: 22-32).

Características

Impuesto soberanamente (Heb 10:16; Jer 31: 31-33; Ez 36: 22)

Condiciones (Le fe es lo que nos hace entrar en el pacto y asirnos de sus


bendiciones)

Bendiciones (Heb 10: 16-17: Regeneración, Ley en el corazón, perdón de


pecados, etc). No dependen de lo que hagamos en relación a la ley de Dios,
sino por lo que Cristo, nuestra cabeza federal, hizo por nosotros y por
nuestra conexión con Él por medio de la fe. Lo que necesitamos es lo que
Dios provee monergísticamente.

Es permanente (Heb 7:27).

Lo que veremos es que cada pacto desde la caída de Adán expresa el principio
divino de salvación por gracia, no por obras, particularmente para Su pueblo.
El camino de salvación, por lo tanto, siempre ha sido el mismo en todos.

V. Cabeza Federal

El otro concepto que debemos definir es el de cabeza federal. La cabeza federal


de un pacto es aquel con quien Dios hace el pacto y quien representa a todos
los que están relacionados a él por descendencia.

11
Adán, como veremos, fue la cabeza federal del pacto Adánico; Abraham, la
cabeza del pacto Abrahámico; David la del pacto Davídico; y Jesús, el
representante del Nuevo Pacto.

Lo que debemos saber en este momento es que Dios siempre establece Sus
pactos con una cabeza federal determinada por Él mismo. Adán fue el
representante de la humanidad porque así lo quiso Dios; lo mismo Abraham,
Noé, etc.

Además, entender este concepto es importante porque es la relación con la


cabeza federal de un pacto divino lo que determina quienes son o serán los
miembros de ese pacto y por lo tanto quienes recibirán las promesas o
bendiciones del mismo.

Por ejemplo, todos los hombres estamos bajo el pacto de obras simplemente
por el hecho de que Adán al ser nuestro primer padre actuó, por la voluntad
de Dios, como nuestro representante. Eso nos hace miembros del pacto de
obras y receptores de sus sanciones.

Los creyentes, a diferencia del resto de la humanidad, ya no están bajo ese


pacto, sino que están bajo el Nuevo Pacto. Porqué? Porque están conectados
por fe a la cabeza federal de ese pacto, quien es Cristo. Y unidos a Él son
receptores de todas las bendiciones que hay en ese pacto.

Es la cabeza federal, entonces, la que cumple las condiciones o estipulaciones


del pacto y la que gana las bendiciones o promesas de ese pacto para sus
representados.

12
La Hermenéutica de nuestra Teología Federal

La importancia de la teología federal no debe subestimarse. La simple lectura


de la Biblia nos muestra claramente que el tema de los pactos es uno al que la
misma Escritura le da amplia importancia.

Y la teología federal, como hemos dicho, tiene que ver con el estudio de esos
pactos que Dios ha hecho con los hombres a lo largo de la historia humana y
que nos han sido revelados a nosotros en las Escrituras.

No tiene que ver con el estudio de todos los pactos bíblicos, sino de los pactos
divinos. Es decir, la teología pactual no tiene que ver con el estudio de los
pactos entre los hombres en la historia bíblica. Sin embargo, la comprensión
de estos arreglos es importante para el correcto entendimiento federal.

Es decir, cuando hablamos de la teología federal no nos estamos refiriendo al


estudio del pacto entre Salomón e Hiram en 1 Reyes 5:12, sino
específicamente de los pactos entre Dios y los hombres.

La teología federal tampoco incluye el estudio del pacto matrimonial. Sin


embargo, a pesar de ser un arreglo bíblico, un pacto en la Escritura, no se
incluye en nuestro estudio dado a que no se trata de un pacto de Dios con los
hombres específicamente en ese plan último de redención de pecadores de
parte Señor para Su gloria.

Pero, su estudio nos puede ayudar a comprender mejor estos últimos. Es


decir, a pesar de que la teología federal no tiene que ver con el estudio de los
pactos entre los hombres (i.e 1 Reyes 5:12, matrimonio), entenderlos -su
forma, sus implicaciones,- es importante, pues nos ayuda a comprender mejor
esos pactos de Dios.

Y entender los pactos de Dios, como dije al inicio, es de vital importancia,


pues como veremos en esta serie, la teología federal es la clave para entender e
interpretar la Escritura. Es como escuchamos de Spurgeon, “la médula de la
teología,” aquello que le da y mantiene la salud de nuestra teología.

La Biblia declara que todo lo que Dios ha hecho desde la eternidad ha tenido
el único y más grande propósito de glorificarle a Él, el ser más supremo del
universo.

“Los cielos cuentan la gloria de Dios,” dice el Salmo 19. La formación del pueblo
de Israel, declara el Señor en Isaías 43:7, fue para la gloria de Dios. La
destrucción de faraón y los egipcios fue para glorificarse a Sí mismo, como
hemos visto con el pastor Eric, demostrándole a los hombres que no hay otro

13
dios más que Él. Y nuestra propia salvación, dice Pablo a la iglesia en Roma,
fue para “hacer notorias las riquezas de Su gloria.” 11

El universo no llegó a existir por casualidad. Dios no creó todas las cosas por
capricho. La Biblia nos declara que Dios tenía un propósito. Dios, afirma la
Biblia, creó el universo con el fin de glorificarse a Sí mismo en la salvación de
pecadores.

El propósito de Dios al crear el universo era manifestar Su gloria en la cruz de


Cristo, y la prueba de esta afirmación es que Jesucristo, el Cordero de Dios,
fue inmolado según Apocalipsis 13:8, literalmente, “antes de la fundación del
mundo.”

Es decir, la lectura bíblica nos debe demostrar que Dios planificó toda la
creación para salvar pecadores para Su gloria; y que Él ha llevado a cabo o ha
estado desarrollando este maravilloso plan de redención progresivamente a lo
largo de la historia de la humanidad. Y lo que sostiene ese plan de salvación,
lo que lo une y le da forma, son esos pactos divinos.

Ahora, porque menciono todo esto? Bueno, porque cualquier distorsión en el


entendimiento de esos pactos o de ese plan de Dios implica una distorsión del
evangelio mismo de Jesucristo.

Entonces, es por ello que el día de hoy vamos a estudiar los principios
hermenéuticos o de interpretación necesarios para tener un correcto
entendimiento de la teología federal. Y vamos también a ver como difieren
algunos sistemas teológicos de nosotros, especíicamente por su inconsistencia
al aplicar esos principios hermenéuticos básicos.

Principios hermenéticos en el estudio Federal

Uno de los mayores logros de la Reforma Protestante fue, por la gracia de


Dios, el re-descubrimiento de la Escritura. No era que la Biblia se había
perdido en un sentido literal. La Biblia estaba disponible para los hombres.

Pero, en cierto sentido y por la maldad de los hombres la palabra de Dios


había sido ocultada. 12 Con la Reforma Protestante Dios le dio a los pueblos la
Biblia en su propia lengua.

Los reformadores, entonces, lucharon no sólo para que las personas tuvieran
acceso a la Biblia, sino que también se dedicaron a estudiarla y a enseñar los

11Romanos 9:23
12Durante la Edad Media, por ejemplo, la Biblia se encontraba traducida y era predicada en latín, a pesar de
que la gran mayoría de las personas que asistían a las Iglesias no entendían el idioma.

14
principios fundamentales para que todos los hombres, no sólo los sacerdotes
como era la creencia Católico Romana, pudieran estudiarla y entenderla.

Y fueron estos principios de interpretación los que llevaron a la los


reformadores, no sólo a dejar la Iglesia Católico Romana, sino también a re-
descubrir la teología federal que, como veremos rápidamente la próxima
semana, había sido distorsionada en la Edad Media, pero que había sido el
entendimiento de las Escrituras a lo largo de la historia de la Iglesia.

La iglesia de la Reforma, entonces, tenía un entendimiento federal de las


Escrituras. [Hoy en día la gran mayoría de Bautistas son
Dispensacionalistas y Arminianos. Esto no fue así hasta un poco más
de cien años, porque por más de 400 años las iglesias protestantes
tenían un entendimiento federal de la Biblia]
Ahora, es importante hacer notar que no todos los que se denominan a sí
mismos o que se identifican con la Reforma Protestante tienen el mismo
entendimiento federal. El ejemplo más claro es la diferencia que existe entre la
interpretación de nuestros hermanos presbiterianos y la nuestra como
Bautistas Reformados.

Sin embargo, las diferencias surgen, no del uso de diferentes principios de


interpretación, sino de la aplicación consistente de los mismos. Tanto
presbiterianos como nosotros los Batistas Reformados buscamos ser guiados
por esos principios de interpretación bíblica de la Reforma, pero nuestras
diferencias nacen de la aplicación consistente o inconsistente de ellos.

Cuáles son, entonces, esos principios básicos de interpratción bíblica claves


para el correcto entendimiento de la Teología Federal? [Si usted desea un
estudio más profundo de cada uno de estos principios le invito a estudiar el
curso de Hermenéutica que impartimos hace unos años y que está disponible
en la página web de la iglesia.]

1. La inspiración e inerrancia de las Escrituras. A pesar de que existen


diferentes interpretaciones de ciertos pasajes, todos los protestantes están de
acuerdo en la inspiración verbal y plenaria de las Escrituras.

Es decir, creemos que tanto el Antiguo Testamento como el Nuevo


Testamento fueron plenamente inspirados por Dios y por lo tanto no hay
error en ellos, habiendo Dios guardado de error a los hombres que usó para
registrar la Escritura.

Ahora, esto parece obvio, pero no lo es. Existen sistemas teológicos como la
Teología del Nuevo Pacto, por ejemplo, que a pesar de que creen que el
Antiguo Testamento es la palabra inspirada por Dios, argumentan que el

15
Antiguo Testamento no es para el creyente del nuevo pacto. Por ejemplo,
después de hacer la lista de los libros que son inspirados, tanto del Antiguo
como del Nuevo Testamento, nuestra confesión dice,

“La autoridad de las Santas Escrituras,; por la que ellas deben ser creidas y
obedecidas, no depende del testimonio de ningún hombre o iglesia, sino enteramente del
de Dios (quien en si mismo es la verdad), el autor de ellas; y deben ser creídas porque
son la palabra de Dios.” 13

La aplicación consistente, entonces, de este principio implica que el creyente


entiende el Antiguo Testamento como un documento totalmente cristiano.

2. El uso del método literal, gramático e histórico en la interpretación de las


Escrituras. Es decir, creemos que la Biblia debe entenderse literalmente. Esto
implica un entendimiento que esté de acuerdo con el significado ordinario de
las palabras, a menos que el texto o el contexto de un pasaje le den un
significado distinto a una palabra.

Por ejemplo, Booz le dice a Rut, “Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea
cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.” 14
Debemos entender, entonces, que Dios tiene alas? No! La interpretación
literal no implica que debemos tomar las palabras de Booz así, sino que
debemos interpretarlas como lo que son: una metáfora.

Porqué sabemos que es una metáfora? Porque la misma Escritura afirma que
Dios es espíritu. 15

Pero, además, la Biblia debe ser interpretada gramáticamente según las lenguas
originales en las que fue escrita; e históricamente, es decir, prestando atención
al contexto histórico en el que fue escrito un texto particular. Para ello es
importante entender las costumbres, el lenguaje, etc, antes de aplicar la
enseñanza bíblica a nuestras vidas.

Y a pesar de que muchos estamos de acuerdo con este principio existen, por
ejemplo, los dispensacionalistas con su entendimiento doble de ciertas
profecías bíblicas, uno carnal y otro espiritual, como veremos.

3. La analogía de la fe (analogia fidei). Esto quiere decir que el intérprete final


de un texto específico de la Biblia es el resto de la Biblia. Esto pone a la Biblia
como la autoridad por encima de las tradiciones humanas, de la ciencia, etc.


13 CBL 1. 4
14 Rut 2:12
15 Juan 4:24

16
Es decir, si tenemos dudas sobre el correcto entendimiento de un pasaje de la
Biblia debemos estudiar si la Biblia misma enseña algo al respecto en otro
lugar. Si esto es así, entonces, debe ser la Biblia la que interprete ese pasaje y
no permitir que nuestras tradiciones humanas guíen nuestra interpretación.

Es por ello que los Bautistas Particulares del siglo XVII redactaron en el
primer capítulo de nuestra confesión lo siguiente,

“La regla infalible para interpretar la; Biblia, es la Biblia misma, y por tanto,
cuando hay dificultad respecto al sentido verdadero y pleno de un pasaje cualquiera
(cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), éste se puede buscar y establecer por
otros pasajes que hablan con más claridad del asunto.” 16

El error ocurre, por ejemplo, entre los católicos romanos y su falsa doctrina
de la justificación por obras. La Iglesia Católico Romana afirma que el hombre
es justificado por fe y por obras. Es más, el concilio de Trento anatemizó a
todos los protestantes afirmando,

“Si alguien dice, que sólo por la fe el impío es justificado; queriendo decir, que nada
más es requerido para co-operar para obtener la gracia de la Justificación, y que no es
necesario que él se prepara y disponga por el movimiento de su propia voluntad; sea
anatema.” 17

Y uno de los pasajes usados por los católicos para justificar esta doctrina es
Santiago 2. Pero, si estamos estudiando la doctrina de la justificación, es
prudente ir a un pasaje que tiene que ver con la fe y no con la justificación?
De qué está hablando Santiago en el capítulo 2 de su carta? De la fe o de la
justificación? De la fe.

Lo correcto sería, entonces, ir a los pasajes que hablan didácticamente acerca


de la justificación para saber que es lo que Dios afirma de la doctrina (i.e
Romanos 4, Gálatas 3, etc).

Bueno, como veremos en un momento, es también en la aplicación de este


principio en el que diferimos de nuestros hermanos presbiterianos en cuanto
al bautismo.

4. La perspicuidad de las Escrituras. Esto quiere decir que las Escrituras son
suficientemente claras en los temas esenciales para la fe y la práctica
necesarios para la vida del creyente. El Salmo 119:130 dice,

“La exposición de tus palabras alumbra; hace entender a los simples.”



16 CBL 1.9
17 Concilio de Trento. Canon 9 de la Justificación.

17
Es por ello que nuestra confesión afirma en el capítulo 1, párrafo 7,

“Las cosas contenidas en las Escrituras, no son todas igualmente claras ni se


entienden con la misma facilidad por todos; sin embargo, las cosas que necesariamente
deben saberse, creerse y guardarse para conseguir la salvación, se proponen y se
declaran en uno u otro lugar de las Escrituras, de tal manera que no sólo los eruditos,
sino aun los que no lo son, pueden adquirir un conocimiento suficiente de tales cosas
por el debido uso de los medios ordinarios.”

5. La unidad de las Escrituras. La Biblia, como hemos dicho en múltiples


ocasiones, es un solo libro; es un solo plan de Dios. El Antiguo y el Nuevo
Testamento son complementarios no contradictorios. Escritos por el mismo y
único autor, el Espíritu Santo; y ambos necesarios para entender la voluntad
de Dios.

Y a pesar de que muchos que se llamarían protestantes argumentarían a favor


de este principio, es claro que no todos lo aplican consistentemente. Tal es el
caso de los dispensacionalistas, como veremos la próxima semana, quienes
ven una disrupción en el plan divino de salvación. Ven en la Biblia dos planes
de Dios para salvar a dos pueblos distintos, por ejemplo.

Pero, el entendimiento reformado es que la Escritura es una unidad, una sola


historia de principio a fin, un solo comentario divino de Su voluntad para
glorificarse a Sí mismo en la redención de pecadores, judíos y gentiles, por
medio de Su Hijo Jesucristo manifestado progresivamente a lo largo de la
historia de la humanidad por medio de pactos.

Esa es la conclusión lógica de la aplicación consistente de este principio de


interpretación bíblica.

6. La diversidad de la Escritura. Sin embargo, a pesar de su unidad, creemos


como decía Agustín de Hipona en sus escritos contra Pelagio que “el Nuevo
Testamento está velado en el Antiguo; y el Antiguo está revelado en el Nuevo.” 18

La interpretación correcta de las Escrituras como la revelación progresiva de


Dios en la historia necesita ver la distinción que existe entre la administración
del Antiguo Pacto y la del Nuevo Testamento. Si no fuera así, entonces no
hubiera sido necesario este último.


18 Augustine. Anti-Pelagian Writings. Capítulo 27. XV. http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf105.xi.xxx.html

18
7. La finalidad y claridad del Nuevo Testamento. Además, es necesario
comprender que una correcta interpretación de la Biblia implica ver al Nuevo
Testamento como la más clara y la final revelación de Dios.

Es decir, el Nuevo Testamento debe ser entendido como más claro que el
Antiguo por la razón de que el Nuevo es el que interpreta los tipos y las
sombras del Antiguo Testamento.

8. La prioridad del Nuevo Testamento. Debido a que el Antiguo Testamento


es revelado en el Nuevo Testamento debe existir en todo proceso
interpretativo de la Escritura una dependencia final en la revelación del Nuevo
Testamento que nos permita determinar como es que el Antiguo Pacto se
cumple en él.

Este principio hermenéutico no sólo es necesario para entender la teología


Bíblica, y para comprender la revelación progresiva de Dios, sino que es
esencial para tener una teología sana. Louis Berkhof afirma que,

a. El Antiguo Testamento ofrece la clave para interpretar correctamente el


Nuevo.
b. El Nuevo Testamento es un comentario del Antiguo. Es decir el
Nuevo Testamento tiene prioridad en la enseñanza de cómo es que el
Antiguo Pacto es cumplido en él. 19

Para los reformadores este principio excluía que se hiciera del AT la autoridad
final en cuanto a su propia interpretación. No es sano, entonces, fue el
argumento de la Reforma hacer inferencias del AT y aplicarlas a la iglesia del
nuevo pacto.

Y aplicando este principio tuvieron que desechar todo el sacramentalismo


Católico Romano que había sido impuesto a la iglesia (sacerdocio,
vestimentas, altares, utensilios, etc). La Iglesia Católico Romana había ido al
Antiguo Testamento y había inferido “por necesaria consecuencia” que la liturgia
eclesiástica debía incluir elementos que le fueron dados a Israel.

Lorraine Boettner, un presbiteriano, escribió diciendo,

“Ya que el sacerdocio ocupaba un lugar tan importante en la administración del


Antiguo Testamento en el pensamiento de los judíos, es inconcebible que de haberse
debido continuado en la administración del Nuevo Testamento Dios no haya hecho
mención del todo de él…” 20


19 Louis Berkhof. Principios de Interpretación Bíblica. Página 127
20 Lorraine Boettner. Roman Catholicism. Página 48

19
Los presbiterianos y bautistas aplicando consistentemente este principio
entendieron que los elementos en la adoración a Dios que debían ser
practicados por las iglesias eran exclusivamente aquellos que habían sido
expresamente prescritos por Dios para la Iglesia: la predicación, oración,
escuchar la Palabra de Dios, la enseñanza y la admonición por medio de
salmos, himnos y cánticos espirituales, así como la adecuada administración de
las ordenanzas (Cena del Señor y bautismo).

Pero como veremos, también, los presbiterianos son inconsistentes y como


Roma cometen el mismo error en la aplicación de este principio. David
Kingdon nota esta inconsistencia y afirma lo siguiente en su libro,
“Por lo tanto contra Roma ls paidobautistas insisten: NO hay un mandamiento
positivo para continuar el sacerdocio del Antiguo Testamento, por lo tanto no está
vigente, pero contra los Bautistas declaran que a pesar de que no hay un mandamiento
positivo para bautizar infantes, el mandamiento del Antiguo Testamento para
circuncidar infantes aún debe mantenerse como bueno, y provee el permiso para el
bautismo de ifantes.” 21

El llamado al cristiano es, entonces, a la consistencia.

9. La tipología de la Escritura. Este principio es importante especialmente


cuando estamos interpretando la profecía del Antiguo Testamento y su
cumplimiento en el Nuevo. Por ejemplo, al interpretar la profecía del nuevo
pacto en Jeremías 31: 31-24 muchos paidobautistas, con el fin de defender el
bautismo de los bebés de creyentes, afirman que este pacto no está en efecto
aún, violando este principio fundamental. 22

Dentro del dispensacionalismo existe también un error en cuant al uso de este


principio, pues ellos requieren que las profecías del Antiguo Testamento se
cumplan exactamente como lo dice la profecía, sin dejar que el Nuevo
Testamento les guía para comprender allí se afirma el cumplimiento literal de
las mismas en el Nuevo Testamento.

Por ejemplo, su error en cuanto al uso de este principio los lleva a enseñar la
venida de un futuro reino milenial en donde los judíos reinarán, se re-edificará
el templo y se reinstaurarán los sacrificios del Antiguo Testamento. Y no
permiten que el Nuevo Testamento hable cuando afirma que esas profecías
fueron cumplidas en Cristo quien entró a un tabernáculo mucho mejor, no
hecho con manos, para ofrecer Su sacrificio y abrogar la necesidad de algún
otro (Hebreos 9).


21 David Kingdon. Children of Abraham. Página 48
22 Ver Hebreos 8-10.

20
La correcta interpretación tipológica de la Biblia pone la prioridad en el
Nuevo Testamento como el intérprete final del Antiguo Testamento, en lugar
de hacer del Antiguo su propio intérprete de su cumplimiento en el Nuevo
Testamento.

10. Prioridad en la aplicación de los principios hermenéuticos. La realidad es


que todos los hombres por causa de su pecado son falibles. Por lo tanto, y
debido a que el significado de la Escritura es solamente uno y que la Biblia no
se puede contradecir en ningún lugar, se han descrito cinco prioridades
generales en la aplicación de esos principios de interpretación:

a. El contexto más cercano es más determinativo en el significado que el contexto más


lejano. Es decir, un argumento del apóstol Pablo debe relacionarse
primero con otros argumentos de Pablo antes de compararlo con los
argumentos de otros autores de la Escritura.
b. Un enunciado didáctico o sistemático de un tema es más significativo para ese tema
que una narración histórica o descriptiva. Es decir, cuando encontramos un
suceso que ocurre en una narración histórica en la Biblia bajo ciertas
circunstancias, no podemos inferir conclusiones teológicas de él (i.e
permisión de poligamia por el relato de las múltiples mujeres de Jacob).
c. Una enseñanza explícita es más significativa que las supuestas implicaciones de un
texto.
d. Los pasajes literales son más determinantes que los simbólicos.
e. Pasajes bíblicos más recientes reflejan una revelación más completa que los más
antiguos. Como hemos dicho, entonces, esto pone prioridad sobre el
Nuevo Testamento sobre la interpretación del Antiguo Testamento.

Aplicación Inconsistente de los Principios Hermenéuticos

En la Inglaterra de los siglos XVI y XVII muchos dentro del clero de la Iglesia
Anglicana viendo la terrible situación en la que se encontraba la iglesia
buscaron ser fieles a estos principios de interpretación de la Escritura que
habían sido pulidos durante la Reforma Protestante.

Y fue intentando tener una doctrina consistente con la Biblia que tuvieron que
separarse de la Iglesia Anglicana. Y de ese movimiento separatista puritano del
siglo XVII surgieron los Bautistas Particulares.

Muchos de esos hombres, todos paidobautistas, buscando igualmente ser


consistentes y fieles a esos principios de interpretación bíblica terminaron
desechando el bautismo de infantes y enseñado y adoptando el bautismo de
creyentes en sus iglesias.

21
Los Bautistas particulares consideraron que su aplicación de esos principios
hermenéuticos era muchísimo más consistente que la de sus hermanos
presbiterianos o congregacionalistas. Ellos estaban convencidos que su
manera de abordar la Escritura era más fiel a esos principios de interpretación
y por lo tanto siempre se consideraron hijos de la Reforma.

Hoy en día muchos en el campo presbiteriano nos acusan de haber adoptado


un nombre equivocado. Muchos argumentan que ser reformado implica ser
presbiteriano (adherido a las confesiones reformadas: eclesiología y bautismo,
por ejemplo).

Sin embargo, a pesar de que este nombre –Bautista Reformado- le fue dado a
iglesias bautistas calvinistas aparentemente en la década de los 50’s por los
mismos presbiterianos del Seminario Teológico de Westminster en Estados
Unidos, creemos que ese nombre no es una mala representación para lo que
creemos y para lo que somos.

Porque estando convencidos, como nuestros antepasados, de nuestra mayor


consistencia y fidelidad a los principios de interpretación de la Escritura,
creemos verdaderamente que los Bautistas particulares, como dije hace un
año, somos los que llevamos la Reforma Protestante a su máxima expresión.

Y quiero, con un ejemplo, mostrar las inconsistencias a esos principios que


hemos descrito con el fin de que cuando veamos nuestro entendimiento de
los pactos bíblicos veamos la importancia de la consistencia.

1. Inconsistencia presbiteriana:

La Confesión de Westminster afirma lo siguiente con respecto a la Biblia,

“El consejo completo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia
gloria y para la salvación, fe y vida del hombre, está expresamente expuesto en las
Escrituras, o se puede deducir de ellas por buena y necesaria consecuencia, y, a esta
revelación de su voluntad, nada ha de añadirse, ni por nuevas relaciones del Espíritu,
ni por las tradiciones de los hombres.” 23

Es decir, con el fin de sustentar su doctrina del bautismo de infantes, los


hermanos presbiterianos del siglo XVII que redactaron la Confesión de Fe de
Westminster estaban negando el principio hermenútico que establece que el
Nuevo Testamento es la más clara y final revelaciónde Dios y que es él quien
determina como es que se cumple el Antiguo Testamento en él.


23 Confesión de Fe de Westminster. Capítulo 1, párrafo 6.

22
Por ejemplo, escuchen lo que escribió Benjamín Warfield, un presbiteriano, en
uno de sus libros de teología con respecto al bautismo de infantes,

“Si tal garantía como esta fuera necesaria para justificar el uso que debemos tener
deberíamos dejarla incompletamente justificada. Pero la carencia de este expreso
mandamiento es algo tan lejano para prohibir el rito; y si la continuidad de la Iglesia
a lo largo de los siglos puede ser hecha buena, la orden para el bautismo de infantes no
debe ser buscado en el Nuevo Testamento sino en el Antiguo Testamento cuando la
iglesia fue instituida, y nada menos que una prohibición real de esto en el Nuevo
Testamento nos obligaría a omitirlo ahora.” 24

Warfield desecha por completo los principios de interpretación de la Escritura


establecidos por nuestros padres durante la Reforma Protestante.

Bueno, los Bautistas Particulares del siglo XVII entendieron el error


presbiteriano y cuando editaron lo que es ahora nuestra confesión de fe
omitieron esa frase de la CFW y dijeron,

“Todo el consejo de Dios tocante a todas las cosas necesarias para su propia gloria; y
para la salvación, la fe y la vida del hombre, está expresamente expuesto o
implícitamente revelado en las Escrituras y, a esta revelación de su voluntad, nada
será añadido, ni por nuevas revelaciones del Espíritu, ni por las tradiciones de los
hombres.” 25

Ahora, uno de los argumentos de nuestros hermanos presbiterianos para


justificar el bautismo de infantes es, como veremos más adelante en la serie, la
continuidad del pacto de gracia desde Abraham hasta Cristo.

Por lo tanto, si en el pacto Abrahámico se incluían dentro de la


congregaciónde Israel a los infantes por medio de la circuncisión, entonces la
deducción “por necesaria consecuencia”, para usar las palabras de la CFW, es
que los niños de los creyentes deben ser bautizados e incluidos en la
membresía de la iglesia del Nuevo Pacto.

Ahora, una pregunta importante que surge de esa interpretación es la


siguiente: pueden, entonces, los hijos de creyentes, bautizados en su infancia,
tomar de la Cena del Señor sin ser creyentes? Y esto es por lo que Dios le
ordenó a Israel en Éxodo 12:24 con respecto a la Pascua, que debía ser
observada “por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre.”

Si los hijos de los israelitas del Antiguo Pacto, receptores del pacto
Abrahámico, podían comer de la Pascua sólo por ser circuncidados, entonces,

24 B. B. Warfield. Studies in Theology. Página 399-400
25 Confesión Bautista de Londres de 1689. Capítulo 1, párrafo 6.

23
no deberían ser los presbiterianos más consistentes y admitir a la Cena del
Señor a sus hijos?

Bueno, Berkhof afirma que esto no debe ser así porque los niños no cumplen
con los requerimientos dados por el Nuevo Testamento para una
participación digna de la Cena: fe y la capacidad de realizarse un auto-examen.
26

Pero la inconsistencia de Berkhof está en su mala aplicación de los principios


hermenéuticos. Su argumento es que el Nuevo Testamento ordena fe y el
auto-examen a todos los que participan de la Cena del Señor, por lo tanto,
como esto es un requisito en el Nuevo Pacto, no pueden admitirse niños a
pesar de que en el Antiguo Pacto ellos participaron de la Pascua.

Pero, no es cierto que el Nuevo Testamento claramente ordena el


arrepentimiento y la fe antes del bautismo? Porqué, entonces, se aplica el
principio de la finalidad del Nuevo testamento para la Cena y no para el
bautismo?

John Murray, otro presbiteriano, descarta la participación de los hijos de


creyentes de la Cena del Señor afirmando que el texto en Éxodo no hace
mención de infantes participando de la Pascua y que la dieta que se daba en la
celebración no era apta para ellos.

Porqué, entonces, asume Murray que en los relatos en el Nuevo Testamento


de los bautismos en las casas habían infantes siendo bautizados? Además,
quien dice que un niño pequeño (1 año o meas) no puede comer pan ni carne?
El argumento de Murray está basado en suposiciones y no en la clara
enseñanza de la Escritura, violando así los principios básicos de interpretación
de la Reforma.

Nuestro deber, entonces, como cristianos primero, y como Bautistas


Reformados, segundo, es ser consistentes a la Biblia. Y esto se logra siguiendo
los principios de interpretación que hemos señalado lo más fielemente
posible.


26 Louis Berkhof. Systematic Theology. Página 656

24
Los Pactos Bíblicos

Nuestra teología federal, la teología de los pactos divinos creída y enseñada


por los Bautistas Particulares del siglo XVII, no sólo es lo que nos hace parte
de la Reforma Protestante, sino que es también lo que nos distingue de ella, y
es lo que quizás más tristemente nos separa de muchos otros bautistas de
nuestro país, de latinoamérica y del mundo.

Y digo que es triste porque aún los bautistas generales del siglo XVII, aquellos
que creían en la doctrina de la expiación general de Cristo, entre otras cosas (es
decir, que creían que Cristo había muerto en la cruz para expiar los pecados de toda la
humanidad –de ahí su nombre “generales”), eran federalistas.

El estudio de sus confesiones prueba que tenían un entendimiento pactual de


las Escrituras. Y es triste que ese entendimiento haya sido cambiado muy
recientemente –quizás desde principios del siglo XX- por un entendimiento
dispensacional de las Escrituras, el cual nunca había sido creído, como
veremos más adelante en la serie, en la historia de la iglesia.

Pero, no cabe duda que nuestra confesión prueba sin lugar a dudas que
nuestros antepasados y nosotros tenemos un entendimiento pactual de la
Biblia.

El capítulo 7 de nuestra confesión tiene que ver específicamente con lo que


nosotros como Iglsia Bautista Reformada creemos con respecto a los pactos
divinos.

Y la discusión en este capítulo tiene que ver exclusivamente con el pacto de


gracia, ese pacto que sirve como el único fundamento para la salvación del
pecador. Aquel pacto por medio del cual Dios se ha dispuesto a salvar
pecadores para Su gloria.

Pero la realidad es que todos los pactos de Dios con los hombres que
encontramos en la Biblia están relacionados entre sí por esa única promesa de
salvación. Y es así, como veremos, que nuestros antepasados estuvieron en
línea, por así decirlo, con el pensamiento de los reformadores.

El pacto con Noé, por ejemplo, fue dado como el marco por el cual la
creación entera sería preservada por gracia hasta el cumplimiento de la
promesa hecha a Adán y Eva en el jardín del Edén.

El pacto Abrahámico fue dado para dar origen al pueblo del cual vendría ese
Redentor. El pacto Mosaico le otorgaba a ese pueblo las leyes para
establecerse como una nación y se le promete un rey, un profeta y un

25
sacerdote como ningún otro en Israel.

En el pacto Davídico se promete el reinado de Dios sobre ese pueblo por


medio de ese Rey Redentor que vendría de la línea genealógica de David. Y en
el Nuevo Pacto, ese Redentor aparece y cumple todas las promesas que
fueron reveladas en los pactos previos e inaugura, como Su Rey, la forma final
del pueblo del pacto.

Es decir, lo que la Biblia nos muestra, como hemos dicho hasta ahora, es una
revelación progresiva de Dios para con Su pueblo por medio de pactos. Es
así como lo entendieron los Bautistas Particulares en el siglo XVII y es como
nosotros entendemos la enseñanza de la Biblia.

Ese pacto de gracia del que habla nuestra confesión en el capítulo 7


corresponde, entonces, a todo un proceso de revelación progresiva que inició
con Adán hasta ser revelado completamente en el Nuevo Testamento.

Esto es lo que nos diferencia de muchos bautistas que siendo


dispensacionalistas afirman que el evangelio inició en el Nuevo Testamento
exclusivamente para la iglesia. A diferencia nuestra y de todos los que surgieron
de la Reforma Protestante, ellos ven una disrupción en el trato de Dios para
con Israel y para con la Iglesia.

Y es también lo que nos diferencia de los hermanos presbiterianos quienes no


admiten una progresión, sino que afirman un mismo pacto de gracia bajo
diferentes administraciones. Por ello, si el pacto de gracia es el mismo que fue
hecho con Abraham, entonces dicen ellos, debemos incluir en la membresía
de la Iglesia a los hijos de los creyentes.

Pero, todas estas diferencias las vamos a ir viendo conforme avancemos en


nuestro estudio de los diferentes pactos bílicos.

Pactos Bíblicos

Cuando leemos la Biblia y la interpretamos consistentemente aplicando todos


los principios hermenéuticos que fueron establecidos en la Reforma, podemos
llegar a distinguir tres pactos divinos o tres arreglos hechos por Dios con el
fin de bendecir a los hombres.

Los reformadores les llamaron a estos tres pactos: el Pactum Salutis; el Pactum
ad Opera; y el Pactum Gratis. 27


27 Del latín: Pacto de la Redención; Pacto de Obras; y Pacto de Gracia.

26
Ahora, debemos tener claro que en ningún lugar la Biblia usa estos términos
(i. e Pacto de Gracia; o Pacto de Redención, o Pacto de Obras). Sin embargo,
el hecho de que no se encuentren en las Escrituras no quiere decir que su
enseñanza no esté presente en ella.

Es la aplicación de esos principios hermenéuticos lo que llevó a los


reformadores, y es lo que nos ha llevado a nosotros, a definir
sistemáticamente esos tres pactos bíblicos. Es decir, es la interpretación
consistente de las Escrituras lo que nos convence de la realidad de estos
pactos de Dios con los hombres. Esto no es un invento.

Por ejemplo, la Biblia nunca usa el término “trinidad.” La Iglesia no inventó


esa doctrina. Sino que aplicando principios hermenéuticos se logró entender
que la doctrina de la Trinidad es una de las verdades descritas en la Biblia
acerca de nuestro Dios.

El término “trinidad” es simplemente una sistematización de la enseñanza


consistente de la Biblia co respecto a Dios.

Bueno, lo mismo ocurre con la teología federal y con los diferentes pactos que
vemos en las Escrituras. El hecho de que la Biblia no emplee esos términos
no quita el hecho de que ella hable acerca de ellos.

I. Pactum Salutis: Pacto de la Redención

A pesar de que no es el primer pacto descrito en las Esrituras, sí es el primer


pacto hecho por Dios.

Y este pacto se refiere al acuerdo hecho en la eternidad – en el espacio


atemporal- por todos los miembros de la Trinidad -el Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo- con el propósito de glorificarse a Sí mismos en la salvación de
pecadores por gracia.

Esto es lo que afirma nuestra confesión,

“El pacto de Dios [el pacto de gracia] es revelado en el evangelio; en primer lugar a
Adán en la promesa de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego, paso a
paso hasta la entera revelación de salvación en el Nuevo Testamento. La salvación de
los elegidos esta basada en un pacto de redención que fue trazado en la eternidad entre
Dios Padre e Hijo, y es únicamente a través de la gracia dada en este pacto que todos
los descendientes del Adán caído, quienes han sido salvados, han obtenido vida e
inmortalidad bendita, pues los términos de bendición que aplicaban a Adán en su
estado de inocencia no son aplicables a su posteridad para hacerles aceptables ante

27
Dios.” 28

Y a pesar de no ser el primero descrito en la Biblia –el primero es el pacto de


obras- es la base para todo lo que ocurre en la historia del universo. Este
pacto fue lo que motivó a Dios a crear el mundo y fue lo que inició los demás
pactos de Dios con los hombres.

Es, por lo tanto un pacto pre-temporal o atemporal, es decir, un arreglo que


ocurrió, como dijimos, en la eternidad cuando el tiempo aún no existía. Por
ello es que afirmamos que es el primero de los pactos de Dios.

En ese pacto Dios el Padre y Dios el Hijo acordaron bendecir a la humanidad


enviando al Hijo con la finalidad de rescatar pecadores por medio de la
redención hecha por gracia por el Hijo; y con el Espíritu Santo acordaron
ejecutar esa redención en el tiempo. Es un pacto, entonces, intra-trinitario.

Y en este pacto, como bien lo aclara Blackburn, 29 el Padre requirió del Hijo
dos cosas:

1. Que asumiera una naturaleza humana pero sin pecado


2. Que el Hijo se pusiera bajo la Ley para pagar la pena del pecado por
medio de Su muerte con el fin de ganar la vida eterna y la justificación
de aquellos que el Padre había escogido en la eternidad.

Pero, también en este pacto hay promesas del Padre al Hijo:

1. Ungirlo y asistirlo con el Espíritu Santo


2. Apoyar la obra de Su Hijo
3. Guardarlo del poder de la muerte y sentarlo a Su diestra
4. Enviar al Espíritu Santo para terminar la obra edificando a la iglesia -un
pueblo de toda raza, nación y lengua-
5. Preservar a esos elegidos.

Lo que nos revela este pacto -y la Biblia entera- es que la salvación no es un


plan B de Dios, como lo quiere afirmar el Dispensacionalismo, sino como
dice Blackburn, “es un plan cuidadosamente diseñado por Dios en la eternidad para
salvar pecadores.” 30

A. La Base Bíblica

Ahora, todo esto no tendría validez si no es apoyado por las Escrituras. Pero,

28 CBL 1689. Capítulo 7. 3
29 Earl Blackburn. Covenant Theology. A Baptist Distinctive. Página 29
30 Ibid. Página 30

28
nuestra confianza es que el estudio de la Biblia demuestra todo lo que hemos
dicho respecto al Pacto de la Redención.

En el evangelio de Juan se encuentran registradas las palabras de Jesús quien


afirmó cosas como estas,

“Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amarías; porque yo de Dios he salido, y
he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que Él me envió.” Juan 8: 42

“Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio
para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre
me ha enviado.” Juan 5: 36

“Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió. Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me
diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” Juan 6: 38-39

Entonces, lo primero que debemos notar de estos pasajes es que Jesús afirmó
que Él fue “enviado” para hacer algo. Este envío se dio en el cielo, pues afirmó
que había descendido del cielo, y fue voluntario. Sin embargo, fue el Padre
quien lo envió.

Ahora, si el Hijo vino de Su propia voluntad, pero fue enviado por el Padre,
esto implica que hubo un acuerdo entre ambos para llevar esto a cabo. Cierto?

Además, para completar esta obra de salvación el Espíritu Santo viene sobre
el Hijo en Su bautismo para darle poder con el fin de que pueda llevar a cabo
Su obra para lo que fue enviado por el Padre. Además, el Padre y el Hijo
envían al Espíritu Santo para continuar la obra de Cristo de llevar Su nombre
hasta lo último de la tierra.

El Espíritu Santo no fue forzado a hacer esto, sino que fue algo voluntario, y
por lo tanto demuestra ese arreglo intra-trinitario.

Segundo, este arreglo garantizó ciertas cosas. Por medio del rey David Dios
dijo,

“Pero yo he puesto mi Rey sobre Sión, mi santo nombre. Yo publicaré el decreto;


Jehová me ha dicho: Mi Hijo eres tú; Yo te engendré hoy. Pídeme, y te daré por
herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.” Salmo 2: 6-8

“No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado
por mi santidad, y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre, y su trono
como el sol delante de mí. Como la luna será firme para siempre, y como un testigo fiel

29
en el cielo.” Salmo 89: 34-37

“Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies…Juró Jehová, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre
según el orden de Melquisedec.” Salmo 110: 1,4

“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras
en Su boca, y Él les hablará de todo lo que yo le mandare.” Deuteronomio 18:18

“El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía,
sino del Padre que me envió.” Juan 14: 24

Este pacto, entonces, garantizaba a Cristo como Rey sobre un reino


venciendo a todos Sus enemigos; un sumo sacerdote perfecto; y un profeta
que hablaría las palabras de Dios.

El mismo Jesús confirmó este pacto cuando instituyó la Cena. Después de


darles ese nuevo pacto en Su sangre le dijo a Sus discípulos,

“Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a Mí.” Lucas 22:29

El término que usa el Señor allí y que se traduce como asignar es el término
griego diatithemi, verbo relacionado con el sustantivo diatheke que significa
“pacto.” Jesús estaba afirmando que Dios el Padre le había pactado un reino a
Él.

Tercero, este pacto fue hecho en la eternidad, antes de que el tiempo fuese.
Por ejemplo, el Nuevo Testamento declara lo siguiente,

“sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin
contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado
en los postreros tiempos por amor de vosotros.” 1 Pedro 1: 19-20

Cristo, afirmó el apóstol, fue ofrecido como sacrificio desde antes de la


fundación del mundo, es decir, antes de la creación. Y la idea de sacrificio en
la Biblia está atada a la realidad de un pacto. Por lo tanto, si el Hijo fue
ofrecido como un sacrificio antes de la creación, esto implica un pacto hecho
por Dios en la eternidad.

El apóstol Pablo también dijo lo siguiente,

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes
de la fundación del mundo.” Efesios 1: 3-4

30
Y Juan confirma finalmente esta verdad en Apocalipsis,

“Y la adoraron todos los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban escritos en


el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.”
Apocalipsis 13:8

Literalmente, “desde antes de la fundación del mundo,” que no es otra cosa, como
vimos, que la eternidad, Cristo fue inmolado como el cordero de Dios para
salvar pecadores.

Es decir, cuando combinamos todas estas verdades sobre un cordero


inmolado y nombres escritos en el libro de la vida antes de la creación; sobre
Cristo obedeciendo a Su Padre para salvar todo aquello que le había dado en
Sus manos, terminamos con la realidad de un pacto para rescatar pecadores.
Por tal motivo se le ha llamado el Pacto de la Redención.

Entonces, la evidencia bíblica es clara para afirmar este pacto divino, el cual,
como dijimos al principio, es el fundamento para todo lo que Dios ha hecho
en el espacio y el tiempo. Es el pacto que le da sentido y del cual fluyen todos
los demás.

Por lo tanto, cuando leemos pasajes como el Carmen Christi en Filipenses 2: 5-


11, en donde se nos declaran verdades de Cristo quien se hizo“obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz,” debemos recordar que Él se hizo obediente a ese pacto
de la Redención hecho en la eternidad para la gloria de Dios en la salvación
por gracia de pecadores como nosotros.

El Pactum Salutis o el Pacto de la Redención afirma Renihan,

“establece la redención de los elegidos por medio de la encarnación, muerte, resurrección


y ascención de Cristo como aquello que es el propósito principal de la historia. El
decreto de Dios es que de la humanidad caída, el Hijo, por el poder del Espíritu
Santo, redimierá un número específico de Su propio pueblo que le fue dado a Él como
un regalo dado por haber completado Su obra en su lugar.” 31

II. Pactum ad Opera: Pacto de Obras

Ahora, a diferencia del Pacto de la Redención que ocurrió en la eternidad y


que involucró a las tres personas de la Trinidad, el Pacto de Obras ocurrió en
el tiempo y el espacio. El primero siendo un pacto a-temporal y éste, así como
todos los demás después de él, un pacto temporal.


31Micah and Samuel Renihan. Reformed Baptist Covenant Theology and Biblical Theology. Página 1.
https://thelogcollege.files.wordpress.com/2012/11/rb-cov-theo-renihans.pdf

31
Se le ha llamado de diversas maneras: el pacto de la naturaleza; pacto de la
vida; pacto de la creación; pacto edénico o pacto adánico. Sin embargo, no fue
sino hasta finales del siglo XVI que se le dio formalmente el nombre del Pacto
de Obras. 32

Ahora, lo primero que debemos tener en cuenta es su importancia. Este pacto


es sumamente relevante para el desarrollo de la narrativa bíblica. Y su
relevancia está en que un malentendimiento de este pacto conlleva a
malentender toda la Biblia.

Nehemías Coxe, el editor de nuestra confesión Bautista de Londres de 1689,


en su tratado sobre la teología bautista particular de los pactos bíblicos,
hablando sobre la relevancia del pacto de obras dijo que,

“si un hombre falla en entender correctamente este pacto, él queda desorientado en todo
el estudio a fondo de aquella verdad que más le concierne conocer. Por lo tanto es
necesario que observemos con diligencia lo que el Espíritu Santo nos ha dejado
registrado para nuestra instrucción con respecto a este tema.” 33

Entender el pacto de obras, entonces, es sumamente importante para nuestra


comprensión de la Biblia, y sobre todo, para nuestro entendimiento del
evangelio.

A. La Base Histórica

Ahora, a pesar de que la doctrina concerniente a la existencia de este pacto en


la Biblia no es aceptada entre algunos evangélicos en nuestros días; y a pesar
de que el argumento de los opositores es que se trata de una novedad de la
Reforma Protestante; la realidad es que a lo largo de la historia la Iglesia, no
sólo se ha entendido la historia bíblica de una manera pactual, sino que
también siempre se ha referido a un pacto de Dios hecho con Adán. 34

Ireneo (c. 125-200 d.C), por ejemplo, uno de los padres de la Iglesia, afirmó lo
siguiente,

“Por esta razón cuatro pactos fueron dados a la raza humana, uno previo al diluvio,
bajo Adán; el segundo, posterior al diluvio, bajo Noé; el tercero, dando la ley, bajo
Moisés, y el cuarto, aquel que renueva al hombre, y reúne todas las cosas en él mismo
por medio del Evangeio, levantando y cargando hombres sobre sus alas hacia el reino


32 Este es el argumento de Pascal Denault en su obra, “The Distinctiveness of Baptist Covenant Theology.” Página 27
33 Nehemiah Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 42
34 Entre los opositores de este pacto se encuentra la Teología del Nuevo Pacto

32
celestial.” 35

Agustín de Hipona (c. 354-430 d.C), otro de los padres de la Iglesia, en una de
sus obras más famosas, “Ciudad de Dios,” hablando de los infantes dijo,

“aún todos los infantes, no personalmente en su propia vida, sino de acuerdo al común
origen de la raza humana, han quebrantado el pacto de Dios en aquel en quien
pecaron (Romanos 5:12,19)…Pues el primer pacto, que fue hecho con el primer
hombre, es justamente este: “En el día que de él comieres, ciertamente morirás.” 36

Entonces, Agustín así como Ireneo reconocen en las Escrituras un pacto de


Dios hecho con Adán. Algo que refuta, entonces, la idea de nuestros
opositores de que esta doctrina es una novedad.

B. Definición

Ahora, a qué nos referimos con el “pacto de obras”? Bueno, nos referimos al
primer pacto hecho soberanamente por Dios con Adán en el cual Él probaría
su obediencia, no sólo a la ley que escribió en su corazón, sino a un
mandamiento positivo por el cual le ordenó no comer del fruto del árbol de la
ciencia del bien y del mal.

Y la evidencia de que esta transacción entre Dios y el primer hombre fue un


pacto está en que hubo una promesa añadida a la obediencia y una sanción
estipulada para la desobediencia. Si Adán obedecía ese mandamiento divino
obtendría la vida eterna, y si desobedecía, dice literalmente el relato en
Génesis “muriendo ciertamente morirás.” 37

Adán entró a este pacto de una manera doble: como individuo, y como el
representante de su posteridad.

Como hombre Dios lo creó con un intelecto, con la capacidad de razonar; le


dio Su ley, la cual escribió en su corazón; inocente; hecho a la semejanza de
Dios –imago dei- y perfecto, es decir, con la capacidad de cumplir toda justicia.

El capítulo 4 de nuestra confesión afirma que,

“Después que Dios hubo creado todas las demás criaturas, creó al hombre, varón y
hembra, con alma racional e inmortal, y en toda manera posible les preparó para una
vida en armonía con él. Fueron creados a su imagen, dotados de conocimiento, justicia
y santidad verdadera, teniendo la ley de Dios escrita en su corazón, y dotados del

35 Ireneo. Against Heresies. Libro III, XI, 8. http://www.ccel.org/ccel/schaff/anf01.ix.iv.xii.html
36 Agustín. Ciudad de Dios. Libro XVI, capítulo 27. http://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf102.iv.XVI.27.html
37 Génesis 2:17

33
poder de cumplirla; sin embargo, había la posibilidad de que la quebrantaran dejados
a la libertad de su voluntad que era mudable.” 38

Como criatura perfecta y santa tenía la posibilidad de andar con Dios, hablar y
aprender cada día más de Él. Ciertamente Dios le ha de haber dicho muchas
más cosas a Adán de lo que tenemos registrado en Génesis. Le ha de haber
contado, después de que lo hiciera despertar, como fue que creó a la mujer.

Por ese conocimiento fue que Adán le puso por nombre “Varona,” porque
ella era “hueso de mis huesos y carne de mi carne.” 39

Pero, también, como criatura perfecta debía reflejar el carácter divino


cumpliendo toda justicia. Y esa justicia contenía el derecho a la vida eterna
que obtendría por obras. La meta de Adán era vivir una vida justa, santa y sin
mancha, en perfecta obediencia a la ley de Dios y al mandamiento que le fue
dado en Génesis 2:17. De hacer esto viviría con Dios por la eternidad.

Ahora, como representante de su posteridad, su obediencia o desobediencia a


ese mandamiento divino, traería sobre sus hijos la promesa o la sanción. Dios
imputaría la justicia de Adán o su deuda a su descendencia.

La respuesta a la pregunta 34 del catecismo infantil, “Adán actuó sólo para él en el


pacto de obras?” le enseña a los niños que,

“No, Adán representó a toda su posteridad.”

Ahora, debemos reconocer que Dios estaba en todo Su derecho de poner a


prueba al primer hombre. Él es Dios, el hombre Su criatura. Y fue por causa
del pacto de la Redención que este pacto de obras probatorio vino a ser una
realidad.

También Dios estaba en todo Su derecho de añadirle a ese pacto una


bendición y una sanción. El fin de Dios era ser glorificado por Sus criaturas.
De que otra manera iba a ocurrir esto sino otorgándoles vida eterna a ellas?

Y aún más, Dios estaba en todo Su derecho de elegir a Adán como el


representante de toda su descendencia. De que otra manera haría del Hijo,
como vimos la semana pasada, la cabeza o el representante de ese pueblo que
eligió en la eternidad y que le entregó a Él en Sus manos para salvar?

Muchas veces escuchamos a personas quejándose de esta transacción y


38 CBL 1689. Capítulo IV, 2
39 Génesis 2:23

34
acusándola de ser algo injusto. “Porqué yo,” es su argumento, “voy a ser culpado
por lo que hizo otra persona?” Su argumento es que ellos hubieran hecho diferente
de haber estado en el jardín.

El problema es que ellos no pueden comprender que Dios hizo la mejor


escogencia en Adán para representar a la humanidad. Adán era perfecto,
santo, justo, el único con la capacidad de obedecer el mandamiento de Dios.
Si alguien podía pasar la prueba en Edén era Adán.

Ahora, esta ley que Dios le dio a Adán para probarlo, como dijimos hace unos
momentos, no fue sólo Su ley moral –los Diez Mandamientos- sino que fue
también un mandamiento positivo,

“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás
comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de
él comieres, ciertamente morirás.” 40

Este era el mandamiento por el cual Adán sería probado para ver, si dejado a
su propia y hasta ese momento perfecta, santa, y mutable voluntad, obedecía o
no; para ver si obtendría la bendición o la condena.

Obedecer significaría obtener una mejor vida de la que ya tenía. “El hombre,”
escribió Nehemías Coxe, “era capaz y fue hecho para un grado mayor de felicidad de la
que gozaba inmediatamente.” 41

Lo que debemos reconocer es que Edén no era la meta para el hombre. Edén
era el lugar donde él sería probado. La meta era la vida eterna gozándose en
Dios. Pero, esto dependería de su obediencia al mandamiento de su Creador.

C. Los Sacramentos del Pacto de Obras

Como los demás pactos en la Biblia el pacto de obras tenía sacramentos


establecidos por Dios.

Un sacramento lo podemos definir de varias maneras. Francis Turretin, un


teólogo reformado suizo del siglo XVII, lo definió como “un signo sagrado o un
símbolo externo que exhibe algo a los sentidos, y otra cosa a la mente.” 42

Más simplemente lo podemos definir como “una palabra visible.” Es decir, las
palabras y el lenguaje fueron hechos para ser escuchados. Luego se crearon los
símbolos para que esas palabras pudieran ser visualizadas. [Ejemplo usando

40 Génesis 2:16-17
41 Ibid. Página 47
42 Francis Turretin, Institutes of Elenctic Theology. 3:338.

35
la palabra “perro”]

Dios, por ejemplo, le habló a Noé y le dijo que Él no volvería a destruir la


tierra por medio de un diluvio. Y para que Él mismo y Noé pudieran ver ese
pacto que Dios había hablado; para que ese pacto pudiera ser visible, entonces
Dios puso el arco iris en las nubes. 43 Noten como lo dice Moisés en Génesis
9: 16,

“Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré de pacto perpetuo entre Dios y
todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra.”

Entonces, el arco iris es el sacramento, como veremos la próxima semana, del


pacto Noéico; que servía como una palabra visible para Dios y Noé. [El
Bautismo y la Cena del Señor!!!!]

Los sacramentos del pacto de obras funcionaban, entonces, como “palabras


visibles,” a la vista de Adán, para confirmarle la certeza de la promesa divina
por su obediencia y al mismo tiempo para recordarle su deber para con Dios y
de la sanción por su desobediencia al pacto que Dios había hecho con él.

Y en este pacto podemos ver al menos cuatro sacramentos o cuatro palabras


visibles que Dios le dio a Adán.

1. El Paraíso o el Huerto de Edén: Este fue un huerto, que como dice Génesis
2: 8, Dios plantó. Y después de haberlo creado Dios puso allí a Adán. Era ahí
donde Dios se reunía ocasionalmente con él y donde también tenía comunión
con él. Y Dios lo puso allí para que lo labrara y lo cuidara. 44

Al ver el paraíso Adán recordaría la promesa de un lugar futuro en donde


tendría comunión perfecta con Dios continuamente, no ocasionalmente, por
la eternidad.

2. El árbol de la vida: En medio del huerto también fue puesto por Dios el
árbol d la vida. Dice Génesis 2:9, “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol
delicioso a la vista, y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto.”

Este árbol servía como la palabra visible de la promesa de la vida eterna para
Adán si obedecía el mandamiento de Dios. Entendiéndolo prospectivamente
significaba al Hijo de Dios, la fuente de vida, puesto como Cristo, en el centro
del huerto, como Cristo es el centro de la salvación.

Adán entraría al huerto, vería el árbol de la vida, y recordaría la promesa hecha



43 Génesis 9: 13-17
44 Génesis 2:15

36
por Dios para él y su posteridad si obedecía.

3. El árbol de la ciencia del bien y del mal: Este árbol servía como la palabra
visible de la maldición por la desobediencia al mandato de Dios. Debemos
reconocer que ni el árbol en sí ni su fruto eran malos.

De hecho, la Biblia afirma que Dios vio todo lo que había creado, incluyendo
el árbol de la ciencia del bien y del mal, y dijo, “es bueno.” 45 El árbol, entonces,
no era malo. Simplemente en Su soberanía y sabiduría Dios decidió hacer de
ese árbol el sacramento por el cual le recordaría al hombre de lo que vendría
sobre él y su descendencia si desobedecía a Dios.

Le serviría a Adán como un memorial de su deber para con Dios; de buscar


agradar a Dios y de su deber de no buscar agradarse a sí mismo.

4. El Día de Reposo: Dios creó el día de reposo y lo santificó, es decir, lo


separó como un día especial, que le serviría a Adán como una palabra visible
que le recordaría el descanso que obtendría al contemplar a Dios por la
eternidad después de pasar la prueba en el jardín.

El hombre vería el día de reposo como aquello que apuntaba a un lugar


infinitamente mejor en el cual reposaría gozándose en Dios por la eternidad.

D. La Base Bíblica

Ahora, todo lo que hemos dicho hasta el momento no tiene validez si no


puede ser demostrado por la Escritura.

Y cuando vamos a ella, cuando la estudiamos y analizamos sus enseñanzas,


podemos estar seguros de que nuestra doctrina del pacto de obras es bíblica y
por lo tanto debe ser creída, no porque esto es lo que haya dicho Agustín, o
Calvino, o Nehemías Coxe. Sino porque es lo que Dios el Espíritu Santo ha
enseñado en Su palabra.

Leamos, entonces Génesis 2: 8-9, 16-17;

“8 Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que
había formado. 9 Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista,
y bueno para comer; también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de la
ciencia del bien y del mal. 16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo
árbol del huerto podrás comer; 17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no


45 Génesis 1:31

37
comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.”

Qué tenemos aquí? Bueno, nada menos que un pacto.


Primero, por definición es un pacto. Recordando la definición que dimos hace
unas semanas de un pacto divino, tenemos aquí a Dios como el Creador del
hombre poniéndolo en medio del huerto donde están los dos árboles y le da
soberanamente un mandamiento: No comer del fruto del árbol de la ciencia
del bien y del mal.

Como dijimos, este no era en sí malo; pero lo fue porque Dios así lo quiso
hacer en la prohibición que le dio a Adán.

Y como un pacto no sólo había sido dado soberanamente por Dios, sino que
contenía promesas y sanciones. La sanción era la muerte y la promesa era la
vida eterna. Si Adán obedecía tendría como recompensa el poder comer del
árbol de la vida y así tener una comunión con Dios eterna y perpetua.

Segundo, es un pacto porque así es como lo afirma la Biblia. En Oseas 6:7


leemos lo siguiente,

“Mas ellos, cual Adán46, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí.”

Oseas admite, entonces, que Israel transgredió un pacto al igual que lo hizo
Adán.

Tercero, en ese pacto Adán no sólo actuó como individuo, pues él mismo
murió, sino que actuó como representante de toda su descendencia. El
apóstol Pablo afirma esta verdad cuando le dice a la Iglesia en Roma,

“12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues
antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de
pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no
pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de
venir.” 47

En el momento en que Adán pecó todos nosotros, su descendencia, pecamos


en él. Y así como él murió, todos nosotros morimos. Porqué? Porque él fue
puesto por Dios como la cabeza federal o el representante de toda la
humanidad en el pacto de obras y lo que él ganara sería obtenido por su
descendencia.


46 LBLA lo traduce, “Pero ellos, como Adán, han transgredido el pacto…”
47 Romanos 5: 12-14

38
Cuarto, la Biblia declara la realidad de esos sacramentos del pacto de obras.
En Génesis 3: 22-24 leemos lo siguiente,

“22 Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien
y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y
coma, y viva para siempre. 23 Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase
la tierra de que fue tomado. 24 Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del
huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados,
para guardar el camino del árbol de la vida.”

El hecho de que Dios lo echara del jardín y pusiera querubines con espadas de
fuego para que el hombre no pudiera tener acceso al árbol de la vida prueba
que este árbol servía como sacramento de las promesas que ahora había
perdido por su desobediencia.

Ya no estaba cerca de él, ya no lo podría ver diariamente, ya no podría llegar a


él por sus obras. Ahora, la recompensa se había perdido. Ya no tendría esa
palabra visible que le diera esperanza. Ahora, el árbol de la ciencia del bien y
del mal y su fruto le recordaría la justa condena por su desobediencia.

La otra prueba de que ese árbol era un sacramento del pacto de obras lo
tenemos en la manera en la que el Nuevo Testamento hace alusión a ese árbol.
En Apocalipsis 2: 7 el apóstol Juan escribe las palabras del Señor cuando dijo,

“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré
a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

Este árbol era un sacramento para recordar la seguridad de vida eterna que
obtendría Adán si cumplía las estipulaciones del pacto de obras, pero Cristo lo
usa como analogía del regalo que Él le daría a los fieles en los términos de
otro pacto.

E. La Transgresión del Pacto de Obras

El Pacto de Obras, entonces, se refiere al primer pacto hecho soberanamente


por Dios en el tiempo y el espacio –a diferencia del pacto de la Redención-
con Adán por medio del cual se propuso probar la obediencia del hombre.

Y con ese fin Dios le dio a Adán un mandamiento positivo: “mas del árbol de la
ciencia del bien y del mal no comerás.” 48

Este pacto de obras probaría a Adán premiando su obediencia y castigando su


48 Génesis 2:17

39
desobediencia a este mandamiento específico. Inmediatamente después de
haberle dado esa orden, el Señor le dijo: “porque el día que de él comieres,
[muriendo] ciertamente morirás.” 49

Adán, como dijimos la semana pasada y como ampliaremos el día de hoy,


había sido creado perfecto, sin embargo, fue creado para un destino
muchísimo mejor que el jardín del Edén.

Ahí, había sido puesto por Dios con el fin de tener comunión con Él, de
reunirse con Él, ser instruido por Él, y para gozarse en Él. Sin embargo, esto
lo hacía ocasionalmente sólo cuando Dios venía a él. El resto del tiempo Adán
lo dedicaría, como leímos la semana pasada, a labrar y cuidar el jardín. 50

Pero, lo que no debemos dejar de notar en la narrativa de Génesis es que el


primer hombre había sido creado con la posibilidad de un futuro
infinitamente mejor.

Dios lo había creado de tal manera que pudiera ofrecerle la posibilidad de


pasar su vida, no ocasionalmente, sino eternamente en comunión con su Dios,
gozándose eternamente en Él. Y con ese fin fue que Dios hizo el pacto de
obras con Adán.

Dios es Dios y Adán la criatura de Dios. Como Dios debía ordenarle a Su


criatura como vivir en la tierra donde lo había puesto para Su gloria. Como
criatura, Adán debía obedecer a esa ley que Su Creador le había dado con el
fin de glorificarle solamente a Él.

Dios no tenía la necesidad ni la obligación de ofrecerle algo más a Adán. Pero,


esto fue justamente lo que quiso hacer y lo creó con la capacidad de poder
gozar de algo mejor. Sin embargo, para esto debía trabajar. En este pacto de
obras Adán debía ganarse la vida eterna por su obediencia al mandamiento
que Dios le había dado.

Es decir, lo que el pacto de obras nos enseña es que Adán iba a trabajar por
un premio, por una bendición, la cual era la vida eterna. No nos enseña, como
objetan algunos, que Adán debía trabajar para ganarse el amor de Dios. Dios
le amaba incondicionalmente. Adán era su hijo, era el representante de Su
imagen. El amor de Dios era un hecho para Adán.

Pero, el premio no lo era. Como dijimos antes Dios no tenía el deber de


regalarle la vida eterna al hombre. Dios debía amarlo, y le amaba, porque era
Su hijo y era el portador de Su imagen. Pero, Dios no tenía la obligación de

49 Traducción literal del mismo texto hebreo
50 Génesis 2:15

40
premiarlo con la vida eterna.

El concepto es similar al padre que desea que su hijo, a quien ama, aprecie su
educación en una buena universidad y le dice que él le ayudará a pagar sus
estudios con la condición que él también trabaje para pagar la otra parte de
ellos.

Si el hijo trabaja, el padre pagará parte de sus estudios y obtendrá una buena
educación, un buen trabajo, un buen salario, y podrá tener una vida mucho
mejor. Si, por el contrario, el hijo se rehúsa a trabajar, el padre no pagará parte
de sus estudios, no irá a esa buena universidad, no obtendrá un buen trabajo y
tendrá una vida más complicada.

En esta ilustración el hijo trabaja por un premio no por el amor de su padre.

Bueno, es algo parecido en el pacto de Obras –teniendo en cuenta que todas


esas ilustraciones se quedan cortas para expresar la realidad bíblica. Lo que
debemos comprender es que Adán trabajaría por un premio, la vida eterna, no
por el amor de Dios.

Pero, si desobedecía a ese mandamiento en Génesis 2:17 lo único que traería


sobre sí mismo y su posteridad, sería la muerte.

La idea en el pacto de obras es que es todo lo opuesto a la gracia. Obtener la


vida eterna no estaba basado en la fe de Adán. Él no necesitaba gracia porque
él era perfecto. La vida eterna estaba basada en su obediencia al mandamiento
divino. Si obedecía, viviría eternamente; si desobedecía, sobrevendría la
muerte sobre él.

Esto es lo justo. Este es el pacto de obras. Y esto es precisamente lo que


vemos en Génesis 2 y 3, obras pero no gracia. Pregúntense esto: Porqué
necesitaría gracia un hombre santo, justo y perfecto? La necesidad de gracia
implica que algo anda mal. Pero este no era el caso de Adán antes de Génesis
3.

Entonces, el pacto en Edén era un pacto de obras, no de gracia. Como


escribió Nehemías Coxe, “[el pacto de obras] no incluía ni intimaba en lo más mínimo
una misericordia perdonadora.” 51 A Adán no se le prometió ninguna otra cosa
más que la muerte si desobedecía.

Pero, en ese pacto, como dijimos la semana pasada, Adán no sólo actuó en su
nombre, sino que actuó como representante de su posteridad, como leímos y


51 Nehemías Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 49

41
como veremos más adelante también en Romanos capítulo 5.

F. La Constitución de Adán

Ahora, lo primero que vamos a decir con respecto a la constitución de Adán


es que él había sido creado “a imagen de Dios.” 52 El libro de Eclesiastés afirma
que “Dios hizo al hombre recto.” 53 Ese término en el original quiere decir,
“correcto, justo.” 54

Es decir, Adán fue creado perfecto. Cuando Dios lo creó no había mancha
en él, no había ni un solo pecado en su corazón. Él era santo y justo.

La Biblia afirma que sin santidad “nadie verá al Señor,” 55y el primer hombre
hablaba cara a cara con Él, demostrando que antes de su caída Adán era
perfectamente santo.

Además, Proverbios 15:29 declara que “Jehová está lejos de los impíos.” El impío
no es otra cosa que el opuesto al santo y al justo. Mas lo que leemos en los
primeros dos capítulos de Génesis es que Dios tenía comunión con Adán y
que estaba, por el contrario, cerca de él.

En Génesis 1 hay una frase que se repite constantemente. Inmediatamente


después de que Dios crea algo leemos: “y vio Dios que era bueno.” Sin embargo,
a diferencia de los demás días después que Dios crea al hombre notamos un
cambio en esa frase tan común y leemos al final del sexto día, “Y vio Dios todo
lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera.” 56

Porqué? Bueno, porque Dios vio al hombre que había creado perfecto, santo
y justo. Adán no tenía mancha alguna en él. Y Dios se gozo al ver lo que había
creado.

Segundo, constitucionalmente Adán tenía la ley moral de Dios –los Diez


Mandamientos- escrita en su corazón. Pablo afirma que “cuando los gentiles que
no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley
para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones.” 57

El argumento de Pablo es que los gentiles son personas morales con la


capacidad de discernir entre el bien y el mal. Todos los hombres sabemos

52 Génesis 1:27
53 Eclesiastés 7:29
54 Esto es lo que yashar implica en el original según Robert L. Thomas. New American Standard Hebrew-Aramaic-

Greek Dictionaries: Updated Edition


55 Hebreos 12:14
56 Génesis 1:31
57 Romanos 2:14-15

42
desde niños que robar es pecado; que desobedecer a nuestros padres está mal;
que matar merece un castigo. Y lo sabemos, afirma Pablo, porque esto es algo
que tenemos por naturaleza: le ley de Dios escrita en nuestros corazones.
Porqué? Porque tenemos un común denominador: Adán.

Cuando Dios lo creó escribió Su ley moral en su corazón y tenía, entonces, la


capacidad de discernir entre el bien –obedecer a Dios- y el mal –desobedecer
a Dios.

Ahora, a pesar de que constitucionalmente Adán era perfecto, esto no


significaba que Adán fuera inmutable. La otra característica de la constitución
del primer hombre es que tenía la capacidad de cambiar. Adán tenía una
voluntad o un libre albedrío santo y perfecto -porque él era perfecto- pero
mudable o con la capacidad de cambiar.

Él había sido creado, puesto en el jardín y dejado para ejercer libremente su


voluntad. Estaba en su propio poder y libertad ya sea obedecer y obtener la
vida eterna o pecar y exponerse a la muerte. De nuevo, Coxe escribió,

“él fue dotado con aquel poder y rectitud de la naturaleza para no haber pecado ni
muerto nunca.” 58

Él no fue creado con la incapacidad de pecar o con la incapacidad de morir.


Pero, lo que sí es cierto es que Adán fue creado con la capacidad de no pecar
y de no morir. 59 Esto es lo que expresa nuestra confesión,

“Fueron creados a su imagen, dotados de conocimiento, justicia y santidad verdadera,


teniendo la ley de Dios escrita en su corazón, y dotados del poder de cumplirla; sin
embargo, había la posibilidad de que la quebrantaran dejados a la libertad de su
voluntad que era mudable.” 60

Ahora, sólo para hacer una breve aclaración. Adán, como todos nosotros,
poseía un libre albedrío. Nosotros como bautistas reformados creemos que el
hombre tiene un libre albedrío. Los que digan que el calvinismo niega que los
hombres posean una voluntad y que son como “robots” no sabe nada de lo que
creemos y está hablando mentiras.

Sin embargo, debemos notar dos cosas sumamente importantes: primero, esa
libertad en la voluntad del primer hombre no le hacía libre de Dios. Es decir,
Dios continuaba siendo el Rey soberano; Sus decretos son los que gobiernan
el universo incluyendo la voluntad de este hombre perfecto. Adán no podía

58 Nehemías Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 50
59 Esto es lo que los reformadores llamaron non posse pecare, non posse mori y posse non pecare, posse non mori
60 CBL 1689. Capítulo IV, párrafo 2

43
nunca ser libre de Dios.

Si Adán hubiese sido libre de Dios, Dios hubiera dejado de ser Dios. Nada ni
nadie puede ser libre de Dios. Él es quien gobierna y “hace según Su voluntad en
el ejército del cielo y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga Su mano y le diga:
¿Qué haces?” 61Ni siquiera este perfecto Adán.

Ciertamente, entonces, el primer hombre tenía un libre albedrío, pero no uno


tan libre como para ser libre de Dios. Adán iba a hacer lo que Dios quería que
hiciera. Esto es lo que se conoce como la doctrina de la concurrencia. 62 Es
decir, Adán no era independiente de Dios, y haría lo que Dios quería que
hiciera.

Y esto lo vemos claramente en que lo sucedido en Edén fue predeterminado


por el Dios que en la eternidad pactó glorificarse a Sí mismo salvando
pecadores por gracia por medio de Su Hijo Jesucristo quien fue inmolado,
como dice Apocalipsis 13:8, “desde antes de la fundación del mundo.”

Es decir, la realidad de que Adán no era independiente de Dios está en que


Cristo fue sacrificado en la mente de Dios antes de que Él creara al mundo.

Ciertamente es difícil entender como es que esto puede ocurrir, pero es lo que
la Biblia enseña y por lo tanto es lo que debemos creer.

Dios no estaba engañando a Adán prometiéndole algo que él no podría


alcanzar. Adán tenía una voluntad tan libre, tan santa y tan justa como para
obedecer y obtener la vida eterna. Pero, no era tan libre para escapar los
decretos de un Dios que había pactado en la eternidad traer gloria a Su
nombre por medio de la cruz de Cristo.

Segundo, a diferencia de nosotros el libre albedrío o la voluntad de Adán tenía


la capacidad de no pecar. Él era perfecto, santo y justo. Su voluntad no era
esclava del pecado; su ser no estaba corrompido por ese mal; su corazón no
era ni engañoso ni perverso. Antes de la caída su voluntad era santa y justa y
con la capacidad de obedecer o desobedecer.

Algo que nos es extraño a todos los que por naturaleza descendemos de él.

Ahora, ese era Adán como Dios lo había creado. Pero que fue lo que sucedió
cuando fue probado por Dios en el pacto de obras? Leamos Génesis 3: 1-6,


61Daniel 4:35
62Lo que dice esta doctrina es que si el hombre ha de actuar, Dios ha de actuar. Si Dios actúa, entonces el
hombre actúa. C. Mathew McMahon. Covenant Theology made easy

44
“1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová
Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de
todo árbol del huerto? 2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles
del huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo
Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4 Entonces la serpiente
dijo a la mujer: No moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán
abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6 Y vio la mujer
que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable
para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el
cual comió así como ella.”

Lo que tenemos aquí es la narración del evento más trágico en la historia del
mundo. Habiendo sido creado perfecto y dejado a la libertad de su propia
voluntad para ser probado por Dios, Génesis 3 nos enseña que el hombre
decidió dejarse engañar por la serpiente y transgredir el mandamiento que Dios
le había dado.

De su propia voluntad, perfecta pero mutable, decidió desobedecer al Señor.

Con su pecado Adán desechó el pacto hecho con Dios. Desechó el premio
que su Creador se había comprometido a darle. Su desobediencia implicó no
sólo perder el derecho a la vida eterna, sino que también cayó inmediatamente
bajo la condenación de Dios y bajo el poder del pecado. “Su transgresión,”
escribió Nehemías Coxe, “fue la total apostasía de Dios,” y más adelante escribió,

“y ahora en lugar de esa justicia original con la que fue adornado, no había nada en
él sino la abominable suciedad y horrida deformidad. Su mente fue cubierta, aún
poseída de la oscuridad infernal. El odio a Dios reinaba en su corazón y sus afectos
no eran más sujetos a la razón sino que se convirtieron en viles y rebeldes.” 63

Adán creyó la mentira de la serpiente. Pensó que iba a ser como Dios, que
lograría independizarse de Él. Pero, cuando comió del fruto del árbol
prohibido sus ojos fueron abiertos a la realidad. Y supo que Dios era Dios y
que él, por el contrario, era una criatura. Y ahora una criatura que se había
rebelado contra su Creador.

“7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos;
entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales. 8 Y oyeron la voz de
Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se
escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. 9 Mas Jehová
Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? 10 Y él respondió: Oí tu voz en el
huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” 64

63 Nehemías Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 51
64 Génesis 3: 7-10

45
Adán estaba ahora bajo la condena de la ley por haber transgredido el pacto
de obras hecho con Dios. Dios vino al huerto, no como un ignorante –Él es
el Dios omnisapiente- sino como el Juez del universo dispuesto a castigar a
una criatura rebelde.

Una criatura que ahora odiaba a Dios, que no quería estar en Su presencia,
que prefería estar a solas en la oscuridad que con el Dios tres veces santo; una
criatura con una voluntad esclava al pecado, que en lugar de decir la verdad
admitiendo su pecado, prefirió culpar a Dios por su miseria.

Noten lo que el relato en Génesis continúa diciendo,

“11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de
que yo te mandé no comieses? 12 Y el hombre respondió: La mujer que me diste por
compañera me dio del árbol, y yo comí. 13 Entonces Jehová Dios dijo a la mujer:
¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.” 65

Así fue como Adán quebrantó, transgredió, o violó el pacto de obras. Así fue
como se rebeló contra su Dios.

G. El Resultado de la Caída

Ahora, habiendo desobedecido lo único que le esperaba era el castigo que


Dios le había prometido si desobedecía: la muerte. Y fue lo muerte lo que
Dios le fue a dar como leímos en Génesis 3.

Adán se dio cuenta que Dios cumple Su palabra. Y que Él castiga al pecador, a
todo aquel que peca contra Su gloria y Su bondad. Y fue la muerte lo que
recibió.

Como lució, entonces, esa muerte por causa de su transgresión de ese primer
pacto.

1. Su muerte espiritual: Muchos creen que Dios mintió argumentando que


Adán no murió literalmente después de pecar. Pero, la realidad es que él sí
murió, pero lo hizo espiritualmente en el momento en que desobedeció a
Dios y comió del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal.

Tener vida espiritual significa tener comunión con Dios. Tener vida espiritual
significa tener la capacidad de gozarse en y de obedecer la ley de Dios.

Pero, por su pecado lo que Adán obtuvo fue la muerte espiritual. Y esto es


65 Génesis 3: 11-13

46
evidente en su deseo de separarse vivir separado de Dios. Es también evidente
en su mentira y en su deseo de culpar a Dios por su pecado. Y es evidente en
la expulsión de Dios del jardín del Edén. Dios estaba expulsando a un rebelde
de Su presencia.

Adán, ahora un pecador muerto en sus delitos y pecados, ya no podía estar


delante de la presencia de Dios. “Jehová está lejos de los impíos,” fue lo que leímos
en Proverbios 15. Su impiedad quedó demostrada en su exclusión, en la
prohibición de estar en la presencia de Dios.

2. Perdió la posibilidad de obtener la vida eterna por sus obras: En Génesis


3:24 leemos lo siguiente,

“Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una
espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de
la vida.”

La realidad es que el árbol no tenía un poder místico que le daría la vida eterna
a Adán. Era un árbol con un fruto. Dios era quien le podía dar la vida eterna a
nuestro padre Adán. Sólo Dios podía hacerlo.

El árbol era simplemente el sacramento de la promesa hecha por Dios a Adán


en el pacto de obras. Ese árbol le recordaría a Adán la promesa de un premio
–la vida eterna- si obedecía la voluntad de Dios.

Al poner querubines que protegieran el camino al árbol, el Señor no sólo le


estaba mostrando la terrible condición en la que se encontraba Adán ahora,
sino que le estaba recordando también todo lo que había perdido.

En su condición actual Adán no podía hacer nada para obtener la vida eterna.
Cuando era perfecto tenía esa posibilidad, pero ahora, muerto espiritualmente,
corrompido por el pecado, le era imposible. El camino a Dios por las obras le
traería a Adán solamente la muerte.

Como decía un pastor, “intentar entrar al Edén por sus propios medios haría que los
querubines lo hicieran pedazos.” 66

3. Murió físicamente: Ciertamente Adán no murió en el momento en el que


pecó. Pero su ser se corrompió de tal manera que murió cientos de años
después. Su ADN era perfecto y por ello le tomó al pecado tanto tiempo
corromperlo de tal manera que lo debilitara y lo llevara a la muerte.


66 Pastor Samuel Renihan en Twitter: https://twitter.com/sujetosalaroca/status/551155905174441984

47
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte,”
escribió Pablo en Romanos 5:12. En su condición original Adán no debía
haber muerto. Como criatura perfecta no tendría porque morir. No había
razón para ello.

La evidencia de que después de violar el pacto ya no era el mismo Adán


perfecto, sino un pecador, está en Génesis 5:5, “Y fueron todos los días que vivió
Adán novecientos treinta años; y murió.”

4. Sumergió a su descendencia en el pecado: Como leímos hace una semana


en Romanos 5 Adán fue puesto por Dios como el representante de la
humanidad. Él serviría para representar a toda su posteridad. Lo que Adán
ganara lo ganaría a favor de sus hijos; y lo que perdiera, lo perderían también
ellos.

Y en su desobediencia el primero hombre le trajo a su descendencia la misma


sentencia que obtuvo él. Romanos 5,

“12 Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. 13 Pues
antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de
pecado. 14 No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no
pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de
venir.”

Y luego, a partir del versículo 17,

“17 Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en
vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la
justicia. 18 Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los
hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la
justificación de vida. 19 Porque así como por la desobediencia de un hombre los
muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los
muchos serán constituidos justos. 20 Pero la ley se introdujo para que el pecado
abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; 21 para que así
como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida
eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.”

Entonces, con su pecado Adán nos trajo la muerte. El hecho de que todos
nosotros muramos prueba, no sólo que somos descendientes de Adán, pero
también que somos pecadores, pues si no lo fuésemos no tendríamos razón
para morir, pues Pablo afirmó en Romanos 5:12 que la muerte entró por el
pecado.

48
Si usted muere es prueba de que usted es hijo de Adán y que usted es un
pecador.

Pero, también su pecado nos trajo la muerte espiritual. Como Adán todos
nosotros estamos corrompidos por el pecado y lo mismo que hizo Adán es lo
que hacemos nosotros; en quien se convirtió Adán, es lo que somos nosotros
por naturaleza,

“9 ¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya
hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. 10 Como está
escrito: No hay justo, ni aun uno; 11 No hay quien entienda, no hay quien busque a
Dios. 12 Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno,
no hay ni siquiera uno.” 67

“Si pecaren contra ti (porque no hay hombre que no peque)” 68

“Se apartaron los impíos desde la matriz; se descarriaron hablando mentira desde que
nacieron.” 69 [Se ha preguntado usted porque mienten sus hijos?]

Pero, también por causa de nuestro representante obtuvimos la condena por


el pecado. Pablo le escribió a los Efesios,

“1Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados,
2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,
conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de
desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los
deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y
éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” 70

“Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres”
71

5. Corrompió a toda la creación: El pecado de Adán no tuvo efectos sólo


sobre él o su descendencia. Su pecado también afectó a la creación: las
estrellas se destruyen, los animales mueren, hay terremotos, maremotos, hay
enfermedades, virus mortales, infecciones terribles. Y todo por causa del
pecado de Adán.

Esto fue lo que argumentó Pablo en Romanos 8,


67 Romanos 3: 9-12
68 1 Reyes 8:46
69 Salmos 58:3
70 Efesios 2:1-3
71 Romanos 5:18

49
“19 Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los
hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia
voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; 21 porque también la
creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de
los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está
con dolores de parto hasta ahora”

Es decir, antes de Adán no había muerte. La muerte sobrevino a la creación


sólo después de que Adán violara el pacto de obras. Antes de eso reinaba la
vida.

Es por eso que la teoría de la evolución es un claro ataque al evangelio de


Jesucristo. Porque si negamos no sólo la existencia de un Adán literal, y
negamos también el efecto propio del pecado, que es la muerte, entonces
negamos la necesidad de uno que nos represente y negamos también la
terrible condición de la que debemos ser salvados.

La muerte no es natural! La muerte es la consecuencia del pecado! El que los


hombres mueran; el que enfermen; el que tengan cáncer; el que los niños
nazcan con deformidades; los abortos; etc, todo es causa del pecado. Nada de
eso es natural. Y es lo que la evolución desea promover.

Entonces, debemos ver la importancia de entender correctamente todo lo que


sucedió en el jardín del Edén. Sólo esta comprensión nos permitirá
comprender correctamente la Biblia y el evangelio. Un mal entendimiento de
esto implica una perversión del mensaje divino.

“Usted es una buena persona!” No! Usted es un pecador. “Usted es esencialmente


bueno, sólo comete errores!” No! Usted está muerto en delitos y pecados. “Dios le
ama a usted así como es!” No! Usted está por naturaleza bajo la ira de un Dios
santo por causa de su propia maldad.

“Usted puede hacer esto o aquello para acercarse a Dios!” No! Usted, como Adán, no
puede hacer nada para acercarse a Dios. En Adán todos los hombres hemos
quebrantado el pacto de obras y por lo tanto todos estamos bajo la ira de
Dios, condenados al infierno. A menos que Dios haga algo.

Y eso es lo que veremos la próximo semana en el pacto de gracia.

50
III. Pactum Gratis: Pacto de Gracia

Como dijimos la semana pasada Génesis 3 contiene la narrativa del suceso


más trágico de la historia humana.

Adán había sido creado por Dios perfecto, santo y justo; había sido hecho a
Su imagen y semejanza, con el fin de ofrecerle por medio de un pacto de
obras la posibilidad de un futuro mejor.

Así, el Señor había pactado con el primer hombre darle la vida eterna si él
pasaba la prueba y obedecía el mandamiento de no comer del árbol de la
ciencia del bien y del mal. 72 Adán trabajaría para ganarse ese regalo de Dios.

Sin embargo, a pesar de tener todas las condiciones externas, estando en un


lugar perfecto, y teniendo también todas las condiciones internas, siendo
intrínsecamente perfecto, pero teniendo una voluntad mudable, Adán decidió
voluntariamente rebelarse contra Dios desobedeciendo Su Ley,

“Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y
árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también
a su marido, el cual comió así como ella.” 73

Fue así como Adán quebrantó el pacto de obras. Y cuando esto sucedió el
pecado de Adán cambió no sólo su relación con Dios, sino que también le
cambió a él.

La narrativa de Génesis es clara al mostrar que en el momento en que el


hombre peca Dios se presenta en el jardín del Edén para ejecutar la sentencia
del pacto de obras. Si Adán obedecía ganaría la vida eterna, pero si
desobedecía, se le dijo, “[muriendo] ciertamente morirás.”

El Señor no se presentó en el jardín ignorando la caída. Sus cuestionamientos


hacia Adán no eran por ignorancia, sino más bien, el deseo divino era
mostrarle todo lo que había traído el pecado a su vida:

1. Había roto su relación con Dios (ahora se escondía con temor de Él)
2. Lo había matado espiritualmente (buscaba echarle la culpa de su
transgresión a Dios)
3. Había roto su relación con su mujer (ya se avergonzaba en presencia de
ella)
4. Había roto su relación con la creación a la cual debía sojuzgar (la
creación ya no estaría sujeta a él).

72 Génesis 2:17
73 Génesis 3:6

51
Como dice nuestra confesión, Adán fue dado “a inexplicables miserias espirituales,
temporales y eternas.” 74

Por causa de su pecado la maldición de Dios llegó a él. Esto es lo que leemos
en Génesis 3: 16-19,

“16 A la mujer dijo: Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con
dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.
17 Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol
de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con
dolor comerás de ella todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos te producirá, y
comerás plantas del campo. 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que
vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”

Fue Dios quien maldijo al hombre y a la mujer. En el pensamiento de muchos


cristianos pareciera que la caída y sus implicaciones ocurrieron de una manera
casi mística; Adán pecó y la caída “simplemente ocurrió.”

Pero, lo que nos afirma el primer libro de la Biblia, y específicamente el pasaje


que acabamos de leer, es que fue Dios quien maldijo al hombre. Fue Dios
quien lo puso en la condición en la que se encontró después de rebelarse
contra Él. Como un juez le impuso la condena al criminal.

Y bajo la maldición divina se encontraba ahora, como dijimos, desprovisto de


toda justicia, de toda santidad y de toda perfección. Ahora, como dijo Pablo a
los Efesios, estaba “sin esperanza y sin Dios en el mundo,” 75 y “enteramente
inclinado,” como dice nuestra confesión, “a todo mal.” 76 Fue por esa razón que
Dios lo echó fuera del jardín del Edén.

Pero, qué sucedió inmediatamente después de la caída? Algo totalmente


inesperado: Dios pone en marcha Su plan de salvación. Ese plan pactado en la
eternidad por las tres personas de la Trinidad, pero ahora en el espacio
temporal. Y ese pacto lo ejecutaría “paso a paso” mediante diversos pactos
hasta culminar en el Nuevo Pacto, el cual es la expresión misma del Pacto de
Gracia.

Dice la Confesión Bautista de Londres de 1689,

“El pacto de Dios es revelado en el evangelio; en primer lugar a Adán en la promesa


de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego, paso a paso hasta la entera


74 CBL 1689. Capítulo VI, Párrafo 3
75 Efesios 2:12
76 CBL 1689. Capítulo VI, Párrafo 4

52
revelación de salvación en el Nuevo Pacto.” 77

Es decir, en el momento en que Adán pecó contra Dios quebrantando el


pacto de Obras, Dios, en Su infinita misericordia, decidió implementar Su
plan de salvación por gracia.

A. El pacto de Obras abolido

Surge, entonces, la pregunta: qué sucedió con el pacto de obras? Y la pregunta


es importante porque muchos piensan que el pecado deshizo el pacto de
obras. “Por lo tanto,” dicen, “ahora Dios no le exige a los hombres obediencia. El
hombre, ahora esclavo del pecado, es incapaz de obedecer, por lo tanto es imposible que Dios
se lo exija.”

Sin embargo, la realidad bíblica es que luego de que Dios maldijera a Adán
nada cambió con respecto a la Ley y la responsabilidad del hombre de
obedecerla. Es decir, Dios requería del Adán muerto espiritualmente la
obediencia a Su ley.

Pablo le escribió a los Gálatas diciendo,

“Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar
toda la ley.”

Esto porque la obediencia a la Ley de Dios no está basada en un pacto, sino


en Dios mismo. Él es Dios; sólo Él es digno de toda alabanza; es inmutable, y
precisamente porque Él nunca cambia, Su Ley nunca cambia. Y si la Ley de
Dios nunca cambia, entonces la incapacidad humana de obedecer no le resta
el deber que tiene de hacerlo.

La caída no abolió el deber de Adán ni el de todos los hombres de obedecer la


Ley de Dios perfectamente. El evangelio tampoco abolió esta responsabilidad.
Si hay algo claro en la Escritura es que, por el contrario, el evangelio confirma
el pacto de obras.

Es decir, el hecho de que Dios haya hecho un pacto de Gracia demuestra la


obligación que tienen todos los hombres de obedecer la Ley de Dios. Y el
evangelio lo confirma revelando al único que pudo hacer lo que fue imposible
para Adán; a Cristo quien cumplió el pacto de obras en lugar de Su pueblo.

Entonces, si Dios no abolió la necesidad de los hombres de obedecer la Ley,


que ocurrió con el pacto de obras? Como acabamos de decir el pacto de obras


77 Ibid. Capítulo VII, Párrafo 3

53
continúa vigente para toda la descendencia de Adán. El argumento de Pablo
en la epístola a los Efesios es que todos los hombres por naturaleza están bajo
la ira de Dios. Porqué? Porque en Adán todos están bajo la condena del pacto
de obras.

Estando ese primer pacto vigente, todos los hombres lo han quebrantado en
Adán, quien como dijimos fuera nuestro representante, y lo continuamos
violando constantemente con nuestros propios pecados.

A pesar de que Dios no abolió este pacto, lo que sí abolió fue que el hombre
pudiera adquirir la vida eterna intentando obedecer la ley. En Su infinita
misericordia le plació a Dios no dejar al hombre en sus pecados. Es decir,
Dios no le siguió ofreciendo la vida eterna a los hombres si obedecían la Ley,
pues ahora les era imposible.

Lo que hizo fue implementar, en Su misericordia, el plan de salvación


ejecutando en el tiempo y en el espacio el pacto de la Redención, al cual le
llamamos en teología: el pacto de Gracia.

B. Pacto de Gracia o Pactos de Gracia?

Ahora, es aquí donde debemos hacernos una pregunta sumamente


importante: Fue el pacto de Gracia lo que Dios puso en marcha
inmediatamente después de la caída de Adán ejecutándolo bajo distintas
administraciones o economías? ¿O fueron diferentes pactos ejecutados
progresivamente por medio de los cuales Dios iba revelando Su gracia “paso a
paso” hasta revelarla en todo su esplendor en el Nuevo Pacto?

Y digo que esta pregunta es sumamente importante, porque es aquí donde


difiere nuestra teología federal de la de nuestros hermanos presbiterianos.

La forma más común de ver la teología de los pactos divinos posteriores a la


caída de Adán es referirse a todos ellos como el Pacto de Gracia. Desde el
inicio de la Reforma Protestante hasta finales del siglo XVII estaba la idea de
que este pacto de Gracia fue administrado tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento.

Se hablaba, entonces, de un pacto bajo diferentes administraciones,


enseñando que todos los pactos después de la caída, tanto del Antiguo
Testamento como el Nuevo Pacto, eran diferentes administraciones del
mismo pacto, en vez de entenderse como pactos distintos uno de otro.

54
El pacto Adánico era, entonces, el mismo pacto de Gracia, igual que el pacto
Abrahámico, igual que el hecho con Moisés, y con David. Y aún más, era el
mismo pacto que fue hecho con el Señor Jesucristo.

“Este pacto,” afirma la Confesión de Fe de Westminster refiriéndose al pacto


de Gracia, “fue administrado en diferentes formas en el tiempo de la ley y en el del
evangelio.” 78 Y al final del párrafo 6 dice,

“Por lo tanto, no hay dos pactos de gracia que difieran en sustancia, sino uno y el
mismo bajo varias dispensaciones.”

Los pedobautistas (aquellos que creen en el bautismo de bebés) hacen la


diferencia entre la sustancia y la administración de cada uno de estos pactos
bíblicos. Esto les permitía afirmar que todos los pactos en el Antiguo
Testamento eran diferentes en forma (administración), pero no en sustancia.

Herman Witsius, un teólogo pedobautista del siglo XVII escribió defendiendo


esta posición con respecto al pacto de Gracia, “Si vemos la sustancia del pacto es
solamente una…Pero si atendemos a las circunstancias del pacto, fue dispensado en
diferentes tiempos y en diversas maneras, bajo varias economías [administraciones], para la
manifestación de la sabiduría de Dios.” 79

O el mismo William Ames, cuya teología sirvió como la base para la Primera
Confesión Bautista de Londres de 1644, quien escribió afirmando lo siguiente,

“El nuevo pacto es nuevo en relación con lo que existía desde el tiempo de Moisés y en
relación a la promesa hecha a los patriarcas. Pero no es nuevo en esencia sino en
forma…y por lo tanto viendo que ahí no apareció una diferencia integral, entre el
Nuevo Pacto y el Antiguo.” 80

Cuadro 1. Modelo Pedobautista de los pactos bíblicos.


78 CFW. Capítulo VII, Párrafo 5
79 Herman Witsius. The Economy of the Covenants. Página 411.
https://archive.org/stream/oeconomyofcovena01witsrich#page/410/mode/2up
80 William Ames. The Marrow of Theology. Capítulo XXXIX, Párrafo 4

55
Esta distinción entre la sustancia y la administración le permitió a los
pedobautistas afirmar la unidad del pacto de gracia sin negar las diferencias
entre los diversos pactos después de la caída; y también les sirvió para
justificar su enseñanza de una naturaleza mixta del pueblo de Dios, por medio
de la cual mezclaban en la membresía de la iglesia miembros regenerados y
otros no-regenerados. 81

Si bajo el Antiguo Pacto, como afirmaban ellos, estaban incluidos los


descendientes naturales del pueblo de Dios, entonces en el Nuevo Pacto que
era, según ellos, sustancialmente idéntico al Antiguo, el principio con respecto
a la descendencia debía mantenerse.

Ese principio les permitió considerar a sus hijos como miembros del Pacto de
Gracia y les dio permiso para darles un lugar en la iglesia y recibir el sello,
antes, en el Antiguo Pacto la circuncisión, y ahora, según ellos, el bautismo.

Y aquí debemos incluir también, no sólo a los presbiterianos, sino a todos


aquellos cuya teología federal enseñe esa supuesta unidad en sustancia y
diversidad en administración entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, entre ellos los
anglicanos y también los Católicos Romanos.

B. El Entendimiento Bautista Reformado del Pacto de Gracia

Cómo entendieron, entonces, nuestros antepasados en la fe, los Bautistas


Particulares, el pacto de Gracia?

En el siglo XVII los Bautistas Particulares, especialmente por las


circunstancias político-religiosas que se estaban dando en Inglaterra, estaban
deseosos de mantener la unidad con sus hermanos pedobautistas.

Nehemías Coxe, el editor de la Segunda Confesión Bautista de Londres,


afirma que retrasó la publicación de su tratado sobre el federalismo bautista,

“en parte por mi propia aversión a cualquier cosa que pareciera buscar la controversia
con aquellos que aman al Señor Jesús y que con sinceridad apoyan el interés
Protestante, a pesar de diferir conmigo en principio y práctica en algún punto
controversial. No hay nada que mi alma anhele más en la tierra que ver una unión
completa y de corazón de todos los que temen al Señor y se aferran a la Cabeza, a
pesar de diferir en sus sentimientos sobre algunas cosas de menor relevancia.” 82

El deseo de nuestros hermanos era mantener la unidad afirmando la unidad


del Pacto de Gracia, es decir, afirmando que la Biblia enseña solamente un

81 Los hijos incrédulos de los creyentes
82 Nehemiah Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 31

56
pacto de Gracia por medio del cual Dios salva pecadores. Nuestra confesión
afirma lo siguiente en el párrafo 2 del capítulo 7,

“Además, ya que el hombre, por razón de su caída en el pecado, se colocó a sí mismo


bajo la maldición de la ley de Dios, le plació al Señor hacer un pacto de gracia, según
el cual Dios ofrece libremente a los pecadores vida y salvación por Jesucristo.” 83

Para los Bautistas Particulares, y para nosotros como sus herederos, el pacto
de Gracia había iniciado inmediatamente después de la caída. En el siguiente
párrafo de nuestra confesión se lee,

“El pacto de Dios es revelado en el evangelio; en primer lugar a Adán en la promesa


de salvación a través de la simiente de la mujer, y luego, paso a paso hasta la entera
revelación de salvación en el Nuevo Testamento.”

Sin embargo, a pesar de tener un gran deseo de mantener la unidad con los
pedobautistas, estudiando las Escrituras y aplicando los principios
hermenéuticos de la Reforma Protestante, tuvieron que llegar a rechazar el
modelo de un pacto bajo diferentes administraciones.

Los Bautistas veían una unidad en la sustancia del pacto de Gracia de Génesis
a Apocalipsis, pero no apoyaban la idea que los pactos del Antiguo
Testamento eran diferentes administraciones del mismo pacto de Gracia. Y
esto es evidente en la redacción del capítulo 7 de su confesión, pues a pesar de
que intentaron seguir lo más posible la CFW, este capítulo es quizás el que
contiene mayores cambios con respecto a aquella.

John Owen, quien fuera un pedobautista, en su comentario de la epístola a los


Hebreos, confirmó la interpretación federal Bautista Particular. En su
exposición sobre Hebreos 8:6 escribió lo siguiente,

“Habiendo observado estas cosas, debemos considerar que la Escritura llana y


expresamente hace mención de dos testamentos, o pactos, y hace distinción de ellos de
tal manera, que lo que se dice difícilmente puede ser acomodado a una doble
administración del mismo pacto.” 84

Para la gran mayoría de Bautistas, como lo expresó Owen, sólo existe un


pacto de Gracia, que fue revelado desde la caída en una manera progresiva
hasta su completa revelación y conclusión en el Nuevo Pacto. Por lo tanto,
para nosotros, antes de la llegada del Nuevo Pacto en Cristo, el pacto de
Gracia no había sido dado formalmente, sino que había sido solamente
anunciado y prometido.

83 Ver también la unidad en el capítulo 11.6 y 21.1
84 Nehemiah Coxe and Joh Owen. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 186

57
Escribió Coxe al respecto,

“También debe ser notado que a pesar que el Pacto de Gracia fue revelado hasta aquí
a Adán, sin embargo vemos en todo esto que no hubo una transacción pactual formal
y expresa con él. Aún menos fue el Pacto de Gracia establecido con él como persona
pública o representante de cualquier tipo.” 85

Owen demuestra la razón por la cual el pacto hecho con Adán no era el pacto
de Gracia. Él escribió diciendo,

“A ese pacto le faltó la confirmación solemne y el establecimiento por la sangre del


único sacrificio que pertenecía a él. Antes de que esto fuera hecho en la muerte de
Cristo, no tenía la naturaleza formal de un pacto o testamento, como lo demuestra
nuestro apóstol en Hebreos 9: 15-23. Pues nunca, como lo muestra en ese lugar, la ley
dada en Sinaí pudo haber sido un pacto, si no hubiera sido confirmado con la sangre
de sacrificios. Para ese fin la promesa no fue antes un pacto solemne y formal.” 86

Entonces, el modelo Bautista Reformado del Pacto de Gracia es el de un


pacto revelado progresivamente y concluido formalmente bajo el Nuevo
Pacto. Este es, creemos afirma la Biblia, el pacto de Gracia ejecutado por Dios
en el tiempo y el espacio para Su gloria.

No creemos que los pactos que precedieron al Nuevo Pacto fueran el pacto
de Gracia. Los que creemos es que eran pactos de gracia o pactos que iban
revelando paso a paso la promesa del Nuevo Pacto o el Pacto de Gracia. Esto
fue lo que expresó la Primera Confesión Bautista de Londres de 1644. En el
párrafo 10 afirmaba que,

“Jesucristo es hecho el intermediario de un pacto nuevo y perpetuo de Gracia.”

Para los Bautistas Reformados el pacto de Gracia había sido prometido o


revelado en el Antiguo Testamento y concluido en el Nuevo. Esa promesa fue
solamente revelada por medio de tipos y sombras a Adán, Abraham y Moisés.
De nuevo, usando las palabras de John Owen,

“Debido a su carácter distinto, se le llama “un nuevo pacto.” Así es con respecto al
antiguo pacto hecho en Sinaí. Para ese fin por este pacto, aquí considerado, no se
entiende absolutamente la promesa de gracia dada a Adán; ni la dada a Abraham,
que contenía la sustancia de ella, la gracia exhibida en él, pero no la completa forma
de él como un pacto.” 87


85 Ibid. Página 57
86 Ibid. Página 185
87 Ibid. Página 239

58
Por eso es que hablamos de pactos de gracia revelados en el Antiguo
Testamento, revelando progresivamente por medio de sombras el Pacto de
Gracia concluido formalmente en el Nuevo Pacto hecho en Cristo Jesús.

Cuadro 2. Modelo Bautista Reformado de los pactos bíblicos.

Diagrama 1. Modelo Bautista Reformado de los pactos bíblicos. 88

Entonces, para contestar la pregunta que nos hicimos al inicio: Fue el pacto de
Gracia lo que Dios puso en marcha inmediatamente después de la caída de
Adán ejecutándolo bajo distintas administraciones o economías? ¿O fueron
diferentes pactos ejecutados progresivamente por medio de los cuales Dios
iba revelando Su gracia “paso a paso” hasta revelarla en todo su esplendor en el
Nuevo Pacto?

La respuesta es la segunda opción. Luego de la transgresión del pacto de obras


y de la maldición que Dios le dio a Adán por su desobediencia, Él ejecutó


88 Tomado de www.1689federalism.com

59
distintos pactos, por medio de los cuales iba revelando Su gracia salvífica,
hasta concluir Su revelación en el Nuevo Pacto, el cual correspondería al
Pacto de Gracia.

El Pacto de Gracia se puede definir, entonces, como el Nuevo Pacto hecho


con Cristo para la salvación de pecadores elegidos por gracia en la eternidad
para la gloria de Dios.

Benjamín Keach, uno de los más grandes representantes de los Bautistas


Particulares del siglo XVII, describió el pacto de Gracia en 4 secuencias:

1. Decretado inicialmente en la eternidad


2. Revelado seguidamente al hombre después de la caída de Adán y Eva
3. Ejecutado y confirmado por Cristo en Su muerte y resurrección
4. Hecho efectivo para sus miembros cuando son unidos a Cristo por
medio de la fe

Y de esto vamos a estar hablado con más profundidad cuando estudiemos el


Nuevo Pacto. Lo importante en este momento es entender que los pactos que
estaremos estudiando a partir de la próxima semana no son el pacto de
Gracia, como lo demostraremos, sino que son parte de la revelación
progresiva del Pacto de Gracia que culminará en el Nuevo Pacto.

60
IV. Pactos de Gracia: El Pacto Adánico

Como vimos la semana pasada, una vez que Adán quebrantó el Pacto de
Obras se encontró desprovisto de toda justicia, de toda santidad y de toda
perfección. Habiéndose convertido en un pecador se encontraba ahora bajo la
condenación de Dios, el Juez del universo.

Y fue ese Juez quien fue a su encuentro en el jardín del Edén a ejecutar la
sentencia dictada contra el que ahora era un criminal.

Sin embargo, lo que es claro en la narrativa de Génesis es que Dios no ejecutó


todo el rigor de la ley sobre él, sino que hizo otro pacto que generó el
descubrimiento de algo que antes había sido para Adán desconocido e
innecesario: la gracia de Dios.

Génesis 3 narra lo sucedido de la siguiente manera,

“6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y
árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también
a su marido, el cual comió así como ella. 7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos,
y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron
delantales. 8 Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del
día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los
árboles del huerto. 9 Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?
10 Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me
escondí. 11 Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del
árbol de que yo te mandé no comieses? 12 Y el hombre respondió: La mujer que me
diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. 13 Entonces Jehová Dios dijo a la
mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y dijo la mujer: La serpiente me engañó, y comí.”

Adán y Eva pecan contra Dios, quebrantan el primer pacto hecho con Dios, y
como dijimos la semana pasada, son corrompidos por el pecado rompiendo
así su relación con Dios, consigo mismos, y con la creación que había estado
sujeta a ellos hasta ese momento.

Adán se esconde inmediatamente del Dios con quien amaba tener comunión;
y cuando es llamado a cuentas por Su Creador lo que hace es echarle la culpa a
Él por su pecado: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.”

La mujer, por otro lado, hace exactamente lo mismo que su esposo: “La
serpiente me engañó, y comí.” Es como si le hubiera dicho al Señor, “Si no la
hubieras creado, no hubiera yo pecado contra Ti.”

Dios se vuelve, entonces, para maldecir a la serpiente y a nuestros primeros

61
padres por lo ocurrido, pero en la maldición a la serpiente Dios le abre al
hombre una puerta de esperanza al establecer una nueva fundación para poder
llegar a ser aceptado por Él,

“14 Y Jehová Dios dijo a la serpiente: Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre
todas las bestias y entre todos los animales del campo; sobre tu pecho andarás, y polvo
comerás todos los días de tu vida. 15 Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre
tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el
calcañar.”

Este pacto lleno de gracia 89 contenía la promesa de redención y salvación del


hombre. Se vislumbraba por primera vez en la corta historia de la humanidad
aquel pacto hecho en la eternidad por Dios, el Pacto de la Redención, en el
cual Cristo, la segunda persona de la Trinidad, vendría a cumplir el pacto de
obras que había roto el primer Adán.

Fue por causa del Pacto de la Redención que Dios estaba en la libertad de no
ejecutar, como dije antes, todo el peso de la ley, sino que por el contrario
entrar en un pacto distinto con Adán.

Y muy diferente al principio de obras que encontramos en el pacto que había


sido quebrantado, lo que rige éste y los distintos pactos que prosiguen a él es
el principio de gracia.

A. El Evangelio prometido en medio de la maldición

Es claro que la promesa de redención que encontramos en Génesis 3:14-15


ocurre en medio de un lenguaje militar. Y la narrativa desea enfocarse en el
triunfo de Dios rescatando al hombre. Lo que tiene preeminencia no es la
salvación de Adán, sino deshacer la deshonra que ha sido hecha contra la
gloria de Dios por el pecado del hombre.

El Pacto de la Redención, que empieza a vislumbrarse aquí, tiene como


objetivo, como habíamos dicho, la gloria de Dios. El Señor va a manifestar
toda Su gloria al universo rescatando al hombre de la muerte.

Pero, cuáles son esas promesas hechas por Dios en este pacto con Adán?

1. Enemistad perpetua entre la mujer y Satanás: Dios no le permitió a


Satanás conquistar a toda la humanidad desde el principio, sino que le
prometió una enemistad con la mujer a la que había engañado. Ella
sería la primera que se levantaría contra él. Y esto era una bendición

89Intencionalmente estoy utilizando ese lenguaje para dejar claro nuestra creencia que el Pacto de Gracia no
fue hecho con Adán.

62
para la humanidad.

2. Enemistad entre los hijos de Satanás y los hijos de la mujer: La realidad


era que ahora Dios le había prometido a la serpiente que a lo largo de la
historia de la humanidad existiría siempre una rivalidad, un odio, una
enemistad entre su simiente y la de la mujer. Ambos grupos serían
enemigos irreconciliables

Y esto es evidente a partir del capítulo 4 de Génesis donde se nos narra


la enemistad entre Caín, el hijo de Satanás y Abel, el hijo de la mujer.
Esta es la realidad de la historia bíblica: Set y su descendencia contra el
resto de la humanidad; Noé y su familia contra el mundo; Moisés
contra Egipto, y más adelante la Biblia refleja la rivalidad entre la Iglesia
y el mundo.

Dios prometió preservar un pueblo que sería el heredero de la salvación


prometida a Adán y Eva.

3. Enemistad entre Cristo y Satanás: La promesa contenía también otra


rivalidad: la simiente particular de la mujer y Satanás: “ésta [éste, más literal del
Hebreo] te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” Es decir, no sólo
habría una enemistad entre dos grupos, sino entre dos individuos
específicos.

Esa simiente singular de la mujer no es otro que Cristo, la segunda


persona de la Trinidad encarnada, cuyo ministerio fue confrontado por el
diablo desde el inicio cuando fue llevado por el Espíritu Santo al desierto
para probar esa enemistad permitiéndole ser tentado por él.

B. Las buenas noticias de gracia en la promesa

Esa simiente es, en esencia, el corazón de la promesa que encontramos en


el Pacto Adánico. Pero, qué se le promete a la humanidad por gracia en
este pacto?

1. La simiente vendría de la mujer: Esto es claro en la esperanza que


refleja Eva cuando nace su primogénito, lo toma en sus brazos y le pone
por nombre “Caín.” “He adquirido” de Jehová, es lo que dijo. Literalmente,
“He aquí.” La esperanza de la mujer era tener en sus manos a esa simiente
prometida.

Dios había prometido usar a la mujer para traer al mundo a Cristo. Luego,
la Biblia promete que esa simiente prometida en Génesis vendría de
Abraham (Gálatas 3:16); luego, que sería un Rey del linaje de David (2

63
Samuel 7). Para el final del Antiguo Testamento el pueblo de Dios estaba
esperando al Profeta, Rey, Sacerdote, Siervo, y Señor de todo el universo.

Y, como dice la Biblia, en el momento justo vino al mundo como un


hombre de María, una mujer.

Paso a paso había sido revelada la simiente que redimiría a la humanidad.

Pero, esa simiente debía ser un hombre como el primer Adán, para poder
redimir al hombre que estaba bajo la condenación divina por haber
quebrantado el pacto de obras. La simiente sería, “hijo de José, hijo de Elí,
hijo de Matat…hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.” 90

De otra manera hubiera sido imposible la redención del hombre. Era


necesario un hombre perfecto para redimir al hombre pecador.

2. La simiente vendría a destruir a Satanás: Esta simiente prometida no


vendría a dialogar, sino como el capitán de un ejército dispuesto a acabar
con su enemigo. Su misión era “deshacer las obras del diablo.” 91

Y las buenas noticias en esta promesa era la finalidad del lenguaje


utilizado. Es decir, la realidad evidente para Adán y Eva era que este
hombre obtendría la victoria: “ésta te herirá en la cabeza.” El golpe en la
cabeza no es otra cosa que afirmar la implacable victoria y derrota de la
simiente sobre Su enemigo.

“y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente,


triunfando sobre ellos en la cruz.”

Imaginemos lo que esta declaración significó para Adán y Eva. Ellos


habían experimentado toda la maldad y el engaño de Satanás, pero ahora
Dios les prometía una simiente, un descendiente suyo que vendría a
destruirlo de una vez por todas.

3. La simiente sufriría en el lugar del hombre: Esto es lo que promete


Dios al final del Génesis 3:15, “y tú le herirás en el calcañar.”

Ese término que se traduce “herirás,” es un término que implica gran


violencia, literalmente podría traducirse, “aplastar.” 92

Aquí tenemos el mayor destello de la gracia prometida en el pacto



90 Lucas 3: 23-38
91 1 Juan 3:8
92 Es el término hebreo yesup

64
Adánico: Dios prometía a la mujer un descendiente que vendría a estar en
su lugar para recibir el castigo que ellos merecían.

4. Dios provee la gracia para creer en Su promesa: La única manera de


apropiarse de esa promesa era por medio de la fe. Esa es la gran verdad de
las Escrituras: si un hombre desea estar en paz con el Dios al que ha
ofendido por haber quebrantado en Adán el pacto de obras, debe ser por
medio de la fe.

“Justificados, pues, por la fe,” dice Pablo a los Romanos, “tenemos paz para con
Dios.” 93

Y es evidente de la narrativa que tanto Adán como Eva creyeron la


promesa de Dios. Habiendo escuchado la promesa de una simiente
proveniente de la mujer que les daría vida, Adán se vuelve a su mujer a
quien había llamado “Varona” 94 y le pone por nombre Eva, “por cuanto ella
era madre de todos los vivientes.” O, “por cuanto de ella vendría quien daría vida.”

Adán, por así decirlo, creyó a Dios y le fue contado por justicia.

Pero, Eva también creyó la promesa. Como vimos en el pasaje de Génesis


4:1, esto se nota en el nombre que le pone a Caín. “He adquirido varón,” o
“aquí está.” Eva creyó que su primogénito era la simiente prometida, de ahí
el nombre que le puso.

5. Dios provee la gracia para ser justificados delante de Él: Lo primero


que hicieron Adán y Eva luego de haber pecado contra Dios, fue hacerse
delantales con hojas de higuera para intentar ocultar su pecado. 95 Por sus
obras quisieron ocultar su maldad.

Pero, eso era insuficiente. En esos trapos inmundos no podían pararse


delante de Dios. Ellos lo sabían y fue la razón por la cual se tuvieron que
esconder de Él. Pero, en Su gracia y misericordia, en ese pacto con Adán,
por la fe suya, no por obras, pues ahora era imposible agradar a Dios por
medio de ellas, Dios le otorgó la justicia que había perdido y que ahora
tanto necesitaba.

“Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió.” 96

Dios no había creado esas túnicas de la nada. Esas túnicas eran de pieles

93 Romanos 3:1
94 Génesis 2:23
95 Génesis 3:7
96 Génesis 3:21

65
de animales que Dios debió matar para poder vestir a Adán y a Eva. El
lenguaje aquí es el de un sacrificio hecho por Dios para vestir
apropiadamente al hombre pecador.

Esto representaba un acto de gracia de parte de Dios. En lugar de


castigarlos eternamente sacrifica un animal en su lugar. Esas vestiduras
representan la justicia perfecta de Cristo imputada a nuestros primeros
padres por su fe en la promesa divina.

Era por esa justicia que pudieron pararse delante de Dios y estar en paz
con Él.

Adán y Eva no hicieron nada para que Dios hiciera todo esto por ellos. Todo
había sido por gracia. Ellos solamente fueron cubiertos por gracia por Dios.

Escribió Nehemías Coxe,

“El pacto de gracia fue revelado hasta aquí a Adán, sin embargo vemos en todo esto
que no hubo un pacto formal con él. Aún menos, fue el Pacto de Gracia establecido
con él como una persona pública o representante de algún tipo. Sino que obtuvo interés
solamente por sí mismo por su propia fe en la gracia de Dios revelada en esta manera,
igual que aquellos de su posteridad que son salvos.” 97

La realidad es que esto no fue el Pacto de Gracia, como dice Coxe. Sino un
pacto de gracia, por medio del cual Dios estaba tipificando el Pacto de Gracia
venidero, el pacto que sería firmado con la sangre del representante de ese
pacto, Jesucristo.

Para resumir, escribió J. R. Williamson,

“esta promesa de inestimable valor para nosotros. Ella contiene los elementos
esenciales de la promesa de redención que se desenvolverá y expandirá en las
generaciones que le siguen. En la misma ocasión que la maldición fue pronunciada
sobre Adán y Eva, la simiente del Evangelio fue echada dentro de la narrativa.” 98

El Pacto Noéico

Los hombres, entonces, ya no estaban bajo el principio de obras. Habiendo


quebrantado el pacto de obras, ahora debían basar su aceptación por Dios en
base a su fe son respecto a la Palabra de Dios. Y es claro que la humanidad no
estaba en ignorancia de ella.
En Génesis 4 vemos a Caín y a Abel llevar ofrendas a Jehová. Quién le había

97 Nehemiah Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 57
98 J. R. Williamson. From the Garden of Eden to the Glory of Heaven. Página 43

66
enseñado esto a ellos? Bueno, su padre Adán. Pero, quién le había enseñado a
Adán que debía hacer esto? Dios mismo en su acto de enseñanza al hombre
en Génesis 3:21.

Es más, antes del diluvio, el pueblo de Dios sabía que existían animales
inmundos y animales limpios. Dios le dijo a Noé, “De todo animal limpio tomarás
siete parejas.” Cómo sabría Noé cuales animales eran limpios y cuales inmundos
si Dios no se lo había enseñado?

Sin embargo, lo que leemos en los primeros capítulos de Génesis es que la


humanidad se rebeló contra Dios y desobedeció Su Palabra, y decidió seguir,
no el camino trazado por el Señor, sino sus propios caminos,

“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo
designio de los pensamientos del corazón de ellos eran de continuo solamente el mal.”
99

“Y miró Dios la tierra, y he aquí que estaba corrompida; porque toda carne había
corrompido su camino sobre la tierra.” 100

Todos menos los hijos de la mujer. Ellos sí andaban por fe; ellos sí esperaban
aún la simiente prometida en Génesis 3:15. Noten como le pone Lamec por
nombre a su hijo,

“Vivió Lamec ciento ochenta y dos años, y engendró un hijo; y llamó su nombre Noé,
diciendo: Este nos aliviará de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa
de la tierra que Jehová maldijo.” 101

“Éste,” era lo que pensó Lamec, “será quien nos libre de la maldición de Dios.” Esa
era la esperanza de ese hombre; en esa promesa estaba puesta su fe. No fue
así, es decir, no fue Noé quien salvaría al pueblo de Dios de la maldición, pero
si fue usado por Dios para raera, como veremos, una salvación temporal.

Pero, esta es la evidencia de que la promesa de Dios era una realidad: la


simiente de Satanás creciendo y luchando contra la simiente de la mujer.

Y la maldad era tan grave en el mundo que Dios, como leemos en Génesis
6:3, decide acortar la vida del hombre a “ciento veinte años.” Pero, además, Dios
decide juzgar al mundo por su pecado. En Génesis 6:13 Dios le dice a Noé,

“He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos;
y he aquí que yo los destruiré con la tierra.”

99 Génesis 6:5
100 Génesis 6:12
101 Génesis 5:28-29

67
Haber hecho esto con Adán hubiera sido justo, pero por 1600 años Dios fue
paciente con el hombre hasta que llegó el punto de juzgarlo y destruirlo.

Todos excepto Noé, dice el relato. Porqué? Porque era diferente a los demás
en sí mismo? No, sino porque halló algo que no hallaron el resto de los
hombres.

Dice Génesis 6:8,

“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová.”

De no haber sido por el Pacto de la Redención hecho en la eternidad esa


gracia de Dios no hubiese sido posible y la humanidad hubiese dejado de
existir. Pero, porque Dios había decidido derramar Su gracia sobre un
hombre, aún había esperanza para la humanidad.

Ahora, para juzgar al mundo Dios enviaría un diluvio de enormes magnitudes.


Ese diluvio sería una ilustración del juicio de Dios sobre el pecado. Las cosas
no serían las mismas que como al principio de la creación.

A. El pacto establecido

Pero, detrás de ese juicio venidero, Dios había decidido hacer un pacto de
gracia con Noé, con el fin de salvarlo a él y a su familia. Leemos en Génesis
6:18-19,

“Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las
mujeres de tus hijos contigo. Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especia
meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán.”

Esta es la primera mención de la palabra pacto en la Biblia. Ciertamente el


principio, como hemos dejado claro a lo largo de la serie, ha estado desde los
capítulos iniciales de Génesis, sin embargo es aquí donde aparece el término
por primera vez.

Y lo interesante es que en este pacto se incluye no sólo a Noé y su familia,


sino a todos los animales. Todos ellos iban a ser salvados del juicio de Dios
por la maldad del hombre. En eso consistía el pacto de Dios con él.

Y en ese pacto Dios le indica a Noé que debe construir un arca. Le da órdenes
específicas para construirla y para la escogencia de los animales que debía
meter dentro. Y dice la Biblia que Noé lo hizo así: “E hizo Noé conforme a todo lo

68
que le mandó Jehová.” 102 Y dice el autor de la epístola a los Hebreos que lo hizo
por fe. 103

Dios, entonces, trae el diluvio, le ordena entrar dentro del arca a Noé, y por
cuarenta días y cuarenta noches descarga aguas torrenciales sobre la tierra que
destruyen todos los seres vivientes. Y todo por causa del pecado de los
hombres.

B. Los beneficios del pacto

Cuáles fueron los beneficios del pacto de Dios con Noé?

1. La salvación de Noé: Por causa de ese pacto, Dios había decidido derramar
Su gracia sobre Noé como lo hizo con Adán. Fue por gracia que Noé tuvo fe
para creer la Palabra de Dios y obedecer.

“Por la fe Noé,” dice Hebreos 11:7, “cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que
aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al
mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.”

Tengan presente el orden de las cosas: primero Noé creyó y luego obedeció. Y
entendiendo el orden establecido en el Nuevo Testamento, fue por gracia,
como le dijo Pablo a los Efesios, que le creyó a Dios. 104

Y digo esto porque quiero que vean que lo importante aquí es recordar que
aún este pacto contiene y desarrolla el principio de gracia, no de obras. Noé
hizo lo que hizo por gracia; y fue salvado por gracia, no por obras.

Y fue por esa gracia de Dios que experimentó salvación del juicio temporal de
Dios. Pero, entendiendo el Nuevo Testamento, podemos estar seguros que
esa salvación ilustraba su salvación eterna por gracia.

2. La salvación y preservación del pueblo de Dios: El pacto de Dios con Noé


iba a permitir que la promesa de Dios con respecto a la simiente de la mujer –
esa simiente plural- continuara vigente. Por medio de Noé el pueblo de Dios
sería preservado del juicio divino.

Una vez que el diluvio acabara, como veremos, Dios le ordenaría a Noé
multiplicarse. Esto con el fin de continuar preservando la existencia de un
pueblo que Él salvaría para Su gloria.


102 Génesis 7:5
103 Hebreos 11:7
104 Efesios 2:8

69
3. La llegada de la simiente particular prometida en Génesis 3:15: Noé fue
preservado por gracia en el pacto Noéico con el fin de traer al mundo a la
simiente prometida a la mujer. El pacto con Noé servía para mantener vigente
la promesa del Pacto de la Redención.

De nuevo, Lucas 3:36, afirma que Jesús es hijo de “Cainán, hijo de Arfaxad, hijo
de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec.”

Noé fue salvado y le fue ordenado reproducirse con el fin de traer al mundo al
Redentor de la humanidad. El arca tipificaría a ese Salvador por medio de
quien Dios salvaría al mundo de Su juicio por el pecado. Todos los que
estuvieran en Él, así como ocurrió con los que estuvieron en el arca, serían
beneficiados de esa gran salvación.

C. El pacto desarrollado

Qué pasó una vez que el diluvio cesó y las aguas descendieron? Dice Génesis
8: 18-20,

“18 Entonces salió Noé, y sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos con él.
19 Todos los animales, y todo reptil y toda ave, todo lo que se mueve sobre la tierra
según sus especies, salieron del arca. 20 Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de
todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar.”

Noé obedeció el mandamiento de Dios, salió del arca y habiendo entendido la


gran salvación que había recibido por gracia de parte de Dios, edificó un altar
y adoró al Señor. Y noten lo que dice Dios inmediatamente después,

“21 Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a
maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es
malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho.
22 Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el
calor, el verano y el invierno, y el día y la noche. [Capítulo 9] 1 Bendijo Dios a Noé
y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. 2 El temor y el
miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos,
en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano
son entregados. 3 Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como
las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. 4 Pero carne con su vida, que es su
sangre, no comeréis. 5 Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de
mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su
hermano demandaré la vida del hombre. 6 El que derramare sangre de hombre, por el
hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el hombre.
7 Mas vosotros fructificad y multiplicaos; procread abundantemente en la tierra, y

70
multiplicaos en ella.” 105

Dios, entonces, revela aún más de su pacto con Noé, y le informa aún más de
los beneficios del mismo. Cómo cuáles?

1. Dios promete estabilidad en la tierra: “No volveré más a maldecir la tierra por
causa del hombre.” Es por ello que muchos le han llamado a este pacto un pacto
de gracia común. “Mientras la tierra permanezca,” dijo Dios, “no cesarán la
sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche.”

Esa estabilidad era necesaria, inclusive, para la venida del Redentor.

2. Dios le ordena a Noé y a sus hijos multiplicarse: Como había ocurrido con
Adán, Noé ahora debía reproducirse y poblar o “llenar” la tierra. No sólo,
como dijimos, para preservar al pueblo de Dios, sino para traer al Salvador del
mundo.

3. Dios le ordena a Noé sojuzgar la creación: “ El temor y el miedo de vosotros,”


leemos en Génesis 9:2, “estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los
cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano
son entregados.”

Ciertamente no sería lo mismo que al inicio de la creación cuando había paz


en la tierra. Ahora, por el contrario, los animales andarían con temor y miedo
del hombre.

Pero, de igual manera, Noé debía someter la creación en sus manos.

4. Dios ordena una ampliación en la dieta del hombre: Y esto es interesante!


Antes del pacto con Noé y el diluvio la dieta del hombre consistía de
legumbres y vegetales. No es hasta este momento que Dios le ordena al
hombre: “Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: así como las legumbres
y plantas verdes, os lo he dado todo.” 106

Esto debemos considerarlo como una bendición de parte de Dios incluída en


el pacto Noéico. [Especialmente para los que somos carnívoros!]

5. Dios reafirma la santidad de la vida humana: De todo animal podía matar,


pero, “4 carne con su vida, que es su sangre, no comeréis. 5 Porque ciertamente demandaré
la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre;
de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre. 6 El que derramare sangre
de hombre, por el hombre su sangre será derramada; porque a imagen de Dios es hecho el

105 Génesis 8:21-9:7
106 Génesis 9:3

71
hombre.”

No sólo se reafirma lo que muchos desprecian en nuestros días, esto es, la


santidad de la vida humana; sino que Dios comienza a revelar la importancia
de la sangre. “En la sangre está la vida”, es el principio que Dios desea imprimir
en la mente de Noé. Por eso no debía despreciarse la muerte del hombre.

El resultado de desobedecer este mandamiento traería la retribución divina.


Porqué? Porque “a imagen de Dios es hecho el hombre,” dice Génesis 9: 6.

D. Algunas consideraciones finales

Es interesante que el lenguaje de estos capítulos dan la impresión que Noé


recibe el pacto en un orden inverso al que recibió Adán por primera vez en el
Pacto de Obras.

Noé debía multiplicarse; sojuzgar la creación; y luego debía comer de todo lo


que Dios le ha dado.

Con Adán Dios hizo un pacto de obras, le dio a comer de todo árbol –menos
uno, le dijo que debía fructificar y multiplicarse y luego se le dio la creación
para someterla a su señorío. Y fue puesto, luego, en medio del jardín del Edén
donde estaba el árbol del fruto prohibido.

Qué ocurrió luego de que Noé sale del arca y recibe las estipulaciones del
pacto?

“20 Después comenzó Noé a labrar la tierra, y plantó una viña; 21 y bebió del vino,
y se embriagó, y estaba descubierto en medio de su tienda.” 107

No pareciera una coincidencia que Noé plantara un árbol y pecara allí contra
Dios inmediatamente después de salir del arca.

Lo que deseo mostrarles es que Adán comenzó por obras, pero terminó con
la promesa de gracia que impidió que fuera destruido. Pero, Noé comenzó
con gracia debido a que estaba en la misma condición que su padre Adán
después de pecar en el jardín del Edén.

Y fue por ese principio de gracia que se le confirma un pacto a Noé similar al
pacto hecho con Adán, no sólo para recordarnos que el pacto de obras sigue
vigente, sino que también sirve para mostrarnos que ahora, para poder llevar a
cabo esas estipulaciones pactuales es necesaria la gracia divina.


107 Génesis 9:20-21

72
El pacto Noéico no es el pacto de Gracia, como es evidente. El pacto con
Noé fue un pacto con toda la creación. Noé no era quien salvaría a su pueblo
de la maldición divina; él no actuó como representante del Pacto de Gracia.

Noé apuntaba a Cristo el Redentor. El pacto Noéico era una promesa que
apuntaba al Nuevo Pacto de Cristo, el pacto de Gracia de Dios para salvar a
Su pueblo por medio de la fe en Su Hijo, para que todos los que estuvieran
por medio de esa fe en Él, fueran salvos del juicio venidero.

E. El Sacramento del Pacto Noéico

Cuál fue, entonces, ese sacramento, esa palabra visible, que Dios le dio a Noé
para confirmar la veracidad de Su promesa?

“12 Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y
todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: 13 Mi arco he puesto en
las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. 14 Y sucederá que
cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes.
15 Y me acordaré del pacto mío, que hay entre mí y vosotros y todo ser viviente de
toda carne; y no habrá más diluvio de aguas para destruir toda carne. 16 Estará el
arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser
viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. 17 Dijo, pues, Dios a Noé: Esta es
la señal del pacto que he establecido entre mí y toda carne que está sobre la tierra.” 108

La señal visible de Dios para Noé y toda la humanidad de que el pacto Noéico
era una realidad fue el arco iris. Dios vería ese arco y se acrodaría de Sus
palabras a Noé.

Nosotros vemos el arco iris, y sabemos que Dios se acuerda de Su pacto. Más
aún, vemos el arco iris y recordamos que Dios se acordó de Su pacto y guardó
la tierra y preservó a la humanidad con el fin de traer al mundo al Salvador,
por medio del cual ha salvado perpetuamente a todos los que por la fe a Él se
acercan.


108 Génesis 9: 12-17

73
El Pacto Abrahámico

Una vez que Noé sale del arca lo que es evidente en la narración bíblica es la
continuación de los efectos del pecado de Adán sobre su posteridad.

La primera prueba de esto la encontramos cuando Noé planta un árbol -una


viña para ser más fiel al relato bíblico- se embriaga, pecando así contra el
Señor, y dice la Biblia que, “estaba descubierto en medio de su tienda. Y Cam, padre de
Canaán, vio la desnudez de su padre, y lo dijo a sus dos hermanos que estaban afuera.” 109

Noé se embriaga, cae inconsciente en su tienda intoxicado por el vino, y Cam


quien fuera su hijo menor ,110 dice el relato en Génesis 9, “vio la desnudez de su
padre.” Ahora, qué fue esto que hizo Cam tan grave como para que su hijo
Canaán recibiera posteriormente la maldición de su padre?

Cuando Dios estableció el pacto Mosaico con Israel les dijo en Levítico 18:8,
“La desnudez de la mujer de tu padre no descubrirás; es la desnudez de tu padre.” Y más
adelante les vuelve a repetir lo mismo, “Cualquiera que yaciere con la mujer de su
padre, la desnudez de su padre descubrió.” 111

Lo que hizo Cam, siendo el menor de los hijos de Noé, fue intentar suplantar
la autoridad que Dios le había dado a su padre. Su deseo fue el establecerse a
sí mismo como el patriarca de la humanidad, cuando esto le había sido dado a
Noé de parte de Dios. Y lo hizo acostándose con su madre aprovechando la
embriaguez de su padre.

El producto de este terrible pecado contra su padre y contra su madre fue


Canaán. Es por ello que Noé maldice a Canaán y no a Cam diciendo, “Maldito
sea Canaán; siervo de siervos será a sus hermanos.” 112

Los efectos de la caída de Adán, padre de Noé, eran evidentes no sólo en su


propia vida, sino en la de su descendencia.

La segunda evidencia que nos muestra de esa triste realidad el relato en


Génesis es que en la cuarta generación después de que Noé salió del arca,
quizás liderado por Nimrod, hijo de Cus, hijo de Cam, la humanidad se rebeló
contra Dios diciendo,

“Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y


109 Génesis 9: 21-22
110 Génesis 9: 24
111 Levítico 20: 11
112 Génesis 9: 25

74
hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra.” 113
Dios, como lo hizo en tiempos de Adán, y como lo hizo en tiempos de Noé,
viendo que “todo designio de los pensamientos del corazón de los hombres era de continuo
solamente el mal,” queriendo ellos hacerse un nombre para ellos mismos y no
glorificar el único nombre que merece ser glorificado en el universo, trae
juicio sobre la humanidad.

Y allí, en Babel, Dios dividió a la humanidad. Fue por esa razón que Heber,
descendiente de Sem, hijo de Noé, llamó a su hijo Peleg, que significa
“división,” “porque en sus días,” dice Génesis 9:25, “fue repartida la tierra.”

Los efectos del pecado de Adán, entonces, eran evidentes aún. Ni el paso de
los años, ni el diluvio habían hecho desaparecer lo que el primer hombre había
hecho en el jardín del Edén.

Pero, a pesar de la evidente maldad y del juicio y la condenación de Dios por


todo ese pecado del hombre, el Señor continuaba revelando Su gracia a los
hombres. Y cada vez lo iba haciendo de una manera más clara. “Paso a paso,”
como dice nuestra confesión, pero cada vez con mayor claridad.

Porque cuando vino la maldición sobre Cam y su descendencia, vino también


la revelación de la gracia de Dios sobre Sem, el primogénito de Noé,
manifestada en la bendición conferida por su padre: “Bendito por Jehová mi Dios
sea Sem.” 114

No sólo por la maldición de Dios a Canaán por el pecado de Cam fue que la
tierra le fue quitada a los canaaneos y entregada a Israel; sino que Sem había
sido apartado por Dios para ser el linaje entre la humanidad del que vendría el
Mesías. Escribió Lucas de la genealogía de Cristo en su evangelio,

“hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec” 115

Dios no había abandonado a la humanidad, sino que continuaba revelando Su


plan de salvación progresivamente, ahora mediante la escogencia, por gracia,
de Sem, de quien vendría el Mesías.

Pero, también lo vemos en que fue en el lenguaje del linaje de Sem en el que
Dios decidió revelar Su Palabra. Los oráculos de Dios, como les llamó Pablo
en Romanos 3:1-2, fueron dados en el idioma de Heber, descendiente de Sem.
El resto de la humanidad, por lo tanto, no hallaron gracia delante de Dios, y
fueron esparcidos sin Dios y sin Su Palabra en el mundo.

113 Génesis 10: 4
114 Génesis 9: 26
115 Lucas 3: 36

75
De nuevo, es de suma importancia ver ese principio de gracia que se va
revelando progresivamente en la Escritura. Es ese principio lo que regula la
buena relación de Dios con los hombres y no el principio de obras.

Ahora, el siguiente paso en el descubrimiento de la gracia divina hacia la


humanidad la hallamos en el tiempo de Abraham. Este hombre, descendiente
de Sem, cuyo padre fuera Taré, encontró la misericordia de Dios.

Abraham no era diferente a los demás hombres; no era un hombre piadoso; ni


recto, sino que era un idólatra como todos los demás. Junto a su padre, afirmó
Josué, “servían a dioses extraños.” 116 Su esposa era una mujer llamada Sarai,
quien afirma Génesis 11:30, era estéril.

Pero, a pesar de ser Abraham igual que todos los demás hombres en su
tiempo, Dios derramó Su gracia sobre él demostrado por medio la declaración
de promesas y un pacto hecho con él.

A. Las Promesas: Génesis 12: 1-9

Estando en la casa de su padre, Dios le habló a Abram y le dijo,

“1 Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te


mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre,
y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren
maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”

Aquí tenemos la primera transacción de Dios con el patriarca, el evangelio que


Dios le habló a Abram. 117 Estando aún en casa de su padre, el Señor lo llama
ordenándole salir de su tierra, dejar a su padre, e ir a la tierra de Canaán. Y
promete hacer de él una nación grande, bendecirlo, y hacerle instrumento de
bendición para las naciones de la tierra.

La seguridad del cumplimiento de estas promesas las encontró Abram en la


reiteración de la frase, “haré.” La certeza del cumplimiento estaba en el
juramento de Dios.

Y no sólo le hizo una nación muy grande; y no sólo lo bendijo con bienes
materiales y espirituales; sino que le hizo, como veremos más adelante,
instrumento para bendecir a las naciones. Todas las promesas de Dios a
Abram fueron cumplidas.

El relato en este capítulo de Génesis afirma que Abram hizo como el Señor le

116 Josué 24: 2
117 El apóstol Pablo afirma en Gálatas 3: 8, que ésta fue “la buena nueva” de Dios “a Abraham.”

76
había dicho, tomó a Sarai y a su sobrino Lot y se fue camino a la tierra de
Canaán. Y cuando llegaron ahí Dios le apareció a Abram por primera vez y le
dijo en el versículo 7, “A tu descendencia daré esta tierra.”

Ahora, esta es una aclaración y una expansión de la promesa que le había dado
anteriormente. No sólo le iba a hacer una nación muy grande; no sólo
engrandecería su nombre; y no sólo lo iba a usar para bendecir a las naciones,
sino que quien heredaría la tierra sería su descendencia.

Y esto es importante notarlo porque el Nuevo Testamento explica a cual


descendencia le había sido prometido esto. Pablo dice a los Gálatas, “Ahora, a
Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente [descendencia]. No dice: Y a las
simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a su simiente, la cual es Cristo.”

Entonces, la promesa de Dios es que a uno de los descendientes de Abraham,


Él haría el heredero de todas las promesas hechas a él. La promesa no era para
una multitud, sino para uno en particular. Y Pablo afirma que este era Cristo.

Entonces, la promesa de Dios a Abraham incluía la venida de uno en quien


todas las promesas de Dios se cumplirían.

B. Las Promesas selladas: Génesis 15: 1-21

Luego de haber rescatado a su sobrino Lot, quien había sido tomado preso
cuando 4 reyes hicieron guerra contra Bera y Birsa, reyes de Sodoma y
Gomorra y otros, y de haber recuperado todas las riquezas de esos reyes, el
rey de Sodoma llama a Abram y le ofrece recompensarlo.

Abram, habiendo escuchado las promesas de Dios, se rehúsa diciéndole, “para


que no digas: Yo enriquecí a Abram.” 118 El patriarca no iba a permitir que nada se
interpusiera en la manifestación de la gloria de Dios. Sería el Señor quien iba a
enriquecerlo, no un hombre.

Dios, entonces, vuelve a él en una visión con el fin de reiterar Su fidelidad y


sellar las promesas que le había hecho tiempo atrás, y le dice, “No temas,
Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.” 119

Es obvio en el relato bíblico que Abram le ha creído a Dios. Él salió de su


tierra y dejó su parentela cuando Dios se lo ordenó. Él creía firmemente que
Dios cumpliría Su promesa. Pero, él está envejeciendo y su mujer es estéril, y
no puede entender como es que tendrá una gran descendencia. Y le dice al

118 Génesis 14: 23
119 Génesis 15: 1

77
Señor,

“Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi
casa es ese damasceno Eliezer? 3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado
prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.” 120

Pareciera como si Abram estuviera tratando de armar la promesa en su


cabeza: “Dios me prometió una gran descendencia; yo ya soy viejo, mi esposa estéril, quizás
quien me vaya a suceder sea este damasceno, mi esclavo.” Su fe estaba siendo probada.

Pero, la respuesta de Dios es definitiva. El Señor le dice en Génesis 15: 4-5,

“4 No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. 5 Y lo llevó fuera, y
le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así
será tu descendencia.”

Y el testimonio de la Escritura fue que habiendo sido su fe probada, Abram


“creyó a Jehová, y le fue contado por justicia.” 121 Aquí tenemos la primera mención
de la imputación de justicia sobre un hombre en toda la Escritura. “Pero, debido
a que su fe era ahora manifestada en un mayor grado,” dijo Nehemías Coxe, “le plació
a Dios desde ese día registrar un mayor tributo a ella que antes.” 122

Después de esto leemos que el Señor le dijo a Abram, “Yo soy Jehová, que te
saqué de Ur de los caldeos, para darte a heredar esta tierra. Y él respondió: Señor, Jehová,
¿en qué conoceré que la he de heredar?” 123 Lo que Abram desea es estar más firme
en esa fe por la que había sido ya justificado. Y Dios le concede su petición, y
leemos en los versículos 9 al 17,

“9 Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero
de tres años, una tórtola también, y un palomino. 10 Y tomó él todo esto, y los partió
por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves. 11 Y
descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba.
12 Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una
grande oscuridad cayó sobre él. 13 Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que
tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida
cuatrocientos años. 14 Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y
después de esto saldrán con gran riqueza. 15 Y tú vendrás a tus padres en paz, y
serás sepultado en buena vejez. 16 Y en la cuarta generación volverán acá; porque
aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí. 17 Y sucedió que
puesto el sol, y ya oscurecido, se veía un horno humeando, y una antorcha de fuego que

120 Génesis 15: 2-3
121 Génesis 15: 6
122 Nehemiah Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 87
123 Génesis 15: 7-8

78
pasaba por entre los animales divididos.”

Dios le asegura a Abram la realidad de una descendencia muy grande. Ella


moraría en tierra ajena y sería esclava y oprimida allí por más de cuatrocientos
años. Sin embargo, Dios le promete juzgar no sólo a la nación opresora, sino
también a las naciones que en ese tiempo se encuentren habitando la tierra de
Canaán.

Cuál es la razón para mantener al pueblo de Abram en esclavitud y sacarlos


400 años más tarde? Versículo 16, “porque aún no ha llegado a su colmo la maldad
del amorreo hasta aquí.” El propósito de enviarlos a Egipto, mantenerlos
esclavos por 400 años y luego sacarlos fue, entre otras cosas, para traer juicio
sobre el amorreo cuando la paciencia de Dios llegara a su colmo.

Pero, luego de decirle estas cosas, ya de noche, Abram “veía un horno


humeando,” dice el versículo 17, “y una antorcha de fuego que pasaba por entre los
animales divididos.” En la antigüedad esto no era otra cosa que la confirmación
de un pacto.

Cuando dos hombres entraban en pacto en esos tiempos, partían animales y


cada uno de los pactantes pasaba entre los animales muertos. Cada uno de
ellos ponía su vida como seguro de que cumpliría lo que se había pactado.
Era, entonces, una promesa hasta la muerte.

Pues, esto era lo que Dios estaba haciendo en Génesis 15. Dios estaba
poniendo Su nombre, Su vida en juego, con el fin de asegurarle a Abram las
promesas hechas a él. Por lo cual leemos a partir del versículo 18,

“18 En aquel día hizo Jehová un pacto con Abram, diciendo: A tu descendencia
daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; 19 la tierra
de los ceneos, los cenezeos, los cadmoneos, 20 los heteos, los ferezeos, los refaítas,
21 los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos.”

Y como Dios es Dios, y Él es verdad, le estaba demostrando a Abram la


imposibilidad del no cumplimiento de Sus promesas.

C. El Pacto establecido: Génesis 17: 1-27

Pero, desde la perspectiva de Abram los años continuaban pasando. Él se


hacía más viejo, Sara continuaba estéril, y la promesa de Dios no se hacía
realidad.

Y el testimonio de la Biblia en Génesis 16 es que en un momento de debilidad


en su fe, pecando contra el Señor queriendo hacer realidad esa promesa por

79
sus propios medios, Sarai le dio a su sierva Agar para que por medio de ella
Abram tuviera un hijo.

Ese día Agar concibió un hijo al cual dio a luz cuando Abram tenía 86 años de
edad, Y le pusieron por nombre Ismael.

Trece años pasan, aparentemente Abram piensa que Ismael era el hijo por
medio del cual Dios cumpliría la promesa que le había dado años atrás. Pero,
Dios, ya no solamente por medio de Su voz, ahora le aparece a Abram para
revelarle aún más y confirmar Su pacto con él. Y Dios le dice en Génesis 17,

“1Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. 2 Y pondré mi


pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. 3 Entonces Abram se postró
sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: 4 He aquí mi pacto es contigo, y serás
padre de muchedumbre de gentes. 5 Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que
será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes.
6 Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. 7 Y
estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones,
por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré
a ti, y a tu descendencia después de ti, la tierra en que moras, toda la tierra de
Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios de ellos.”

Trece años después, como dijimos, Dios le aparece a Abram con el fin de
confirmar el pacto que había hecho con él. El fin era progresar en Su
revelación de ese pacto.

Y allí Dios le promete: 1. una gran descendencia; 2. una realeza, y 3. una tierra.
Y para confirmar el pacto Dios le cambia el nombre de Abram a Abraham
que significa, “padre de una multitud.”

Es claro que Dios le estaba prometiendo a Abraham un reino. Noten que para
que un reino se constituya se requiere de una tierra, un pueblo, y un rey.
Bueno, esto fue precisamente lo que Dios prometió darle a Abraham. En
Canaán Abraham y su descendencia tendrían su reino.

Pero, noten algo muy importante: estas eran promesas incondicionales de


Dios para con Abraham. Es decir, Dios era quien iba a hacerlas una realidad.
Noten el lenguaje, “te multiplicaré,” “haré naciones de ti,” “te daré a ti,” “seré el Dios
de ellos.” Se trata de promesas incondicionales hechas a Abraham de parte de
Dios por gracia.

Y esto es claro cuando vemos que las promesas hechas a Abraham tomaron la
forma de un pacto divino, como veremos inmediatamente, mucho tiempo
antes del requerimiento de la circuncisión.

80
Pero, noten la diferencia con lo que Dios le dice después al patriarca. Génesis
17: 9 al 14,

“9 Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y tu


descendencia después de ti por sus generaciones. 10 Este es mi pacto, que guardaréis
entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de
entre vosotros. 11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal
del pacto entre mí y vosotros. 12 Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón
entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a
cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. 13 Debe ser circuncidado el nacido en
tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto
perpetuo. 14 Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su
prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.”

Es por lo que aquí leemos que se le ha llamado al pacto Abrahámico, “el pacto
de la Circuncisión,” siguiendo la descripción que hizo Esteban antes de ser
martirizado en Hechos 7: 8.

Y lo que debemos notar es el lenguaje aquí cambia de lo incondicional hacia lo


condicional; de la certeza del cumplimiento a la posibilidad de que algunos de
la descendencia de Abraham puedan ser cortados de las promesas de Dios.

Ya no es, “re multiplicaré,” o “te daré,” sino, “tú guardarás,” o, “tú harás.” La
responsabilidad cambia de sujeto, pues ya no se trata de lo que Dios se
compromete a hacer, sino de lo que le corresponde hacer a Abraham y a su
descendencia después de él.

Esta es la primera vez en la que Dios requiere la obediencia del patriarca


como una condición para el pacto hecho con él. Y todo comienza con el
prólogo del pacto en el versículo 1, “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de
mí y sé perfecto.”

Abraham debía confiar en ese Dios Todopoderoso capaz de cumplir Sus


promesas. Pero, ahora se le revelaba la necesidad de obediencia perfecta para
heredar las bendiciones del pacto.

Y esto no es otra cosa que el pacto Mosaico destellando aquí como el paso
siguiente en las transacciones de Dios con Su pueblo. Lo que vemos ahí es un
vistazo rápido y previo del pacto con Moisés.

Ahora, lo que Abraham debía hacer era circuncidarse él y a todo varón que
descendiera de él. Y no en cualquier momento, sino al octavo día de nacido;
tanto el nacido en su casa como el comprado por dinero; y debía hacerlo, no
por un tiempo limitado, sino perpetuamente.

81
Cuál era el resultado de desobedecer este mandamiento de Dios en este pacto?
Ser cortado del pueblo de Dios. No circuncidarse o no circuncidar a su
descendencia al octavo día implicaba que esa persona debía ser excluida de la
membresía del pueblo de Dios. Porqué? Porque como dice el versículo 14, “ha
violado mi pacto.”

Dios, entonces, estaba diferenciando a Su pueblo del resto de la humanidad.


La circuncisión serviría como la muralla de separación entre Israel y las demás
naciones de la tierra.

Pero, no sólo eso le dijo Dios a Abraham en esta confirmación de Su pacto


con él. Génesis 17: 15-22 dice,

“15 Dijo también Dios a Abraham: A Sarai tu mujer no la llamarás Sarai, mas
Sara será su nombre. 16 Y la bendeciré, y también te daré de ella hijo; sí, la
bendeciré, y vendrá a ser madre de naciones; reyes de pueblos vendrán de ella.
17 Entonces Abraham se postró sobre su rostro, y se rió, y dijo en su corazón: ¿A
hombre de cien años ha de nacer hijo? ¿Y Sara, ya de noventa años, ha de concebir?
18 Y dijo Abraham a Dios: Ojalá Ismael viva delante de ti. 19 Respondió Dios:
Ciertamente Sara tu mujer te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Isaac; y
confirmaré mi pacto con él como pacto perpetuo para sus descendientes después de él.
20 Y en cuanto a Ismael, también te he oído; he aquí que le bendeciré, y le haré
fructificar y multiplicar mucho en gran manera; doce príncipes engendrará, y haré de él
una gran nación. 21 Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te dará a luz
por este tiempo el año que viene. 22 Y acabó de hablar con él, y subió Dios de estar
con Abraham.”

Como dijimos antes, Abraham pensaba que Ismael era el hijo de la promesa.
Quizás creyó que la descendencia que Dios le había prometido vendría de su
carne, de sus esfuerzos, debido a la aparente tardanza de Dios. Noten las
palabras de Abraham en el versículo 18, “Ojalá Ismael viva delante de ti.”

Pero, Dios le confirma que no sería Ismael el hijo de la promesa. Dios le


confirma a él que el hijo de la promesa vendrá de Sara. El hijo prometido
vendría sobrenaturalmente, de los lomos, por así decirlo, de un hombre de
100 años y de una mujer estéril de 90.

Sería con ese hijo, Isaac, con quien Dios confirmaría Su pacto para los
descendientes de Abraham. “Mas yo estableceré mi pacto con Isaac, el que Sara te
dará a luz por este tiempo el año que viene.” Éste, y no Ismael, sería quien traería
gozo y “risa,” como significa su nombre, a Abraham y Sara.

Pero, entonces, no sólo estaba Dios separando a Abraham y a sus


descendientes de los demás pueblos de la tierra por medio de la circuncisión,

82
sino que en Isaac estaba separando aún más a los hijos circuncidados de
Abraham.

En este pacto Dios estaba poniendo una muralla entre las naciones del mundo
e Israel por medio de la circuncisión, y entre la misma descendencia de
Abraham.

Israel sería el pueblo de Dios entre todos los pueblos de la tierra, e Isaac, el
hijo sobrenatural de Abraham, sería el heredero de todas las promesas de Dios
entre los hijos circuncidados de Abraham. Génesis 17: 23-27,

“23 Entonces tomó Abraham a Ismael su hijo, y a todos los siervos nacidos en su
casa, y a todos los comprados por su dinero, a todo varón entre los domésticos de la
casa de Abraham, y circuncidó la carne del prepucio de ellos en aquel mismo día,
como Dios le había dicho. 24 Era Abraham de edad de noventa y nueve años cuando
circuncidó la carne de su prepucio. 25 E Ismael su hijo era de trece años, cuando fue
circuncidada la carne de su prepucio. 26 En el mismo día fueron circuncidados
Abraham e Ismael su hijo. 27 Y todos los varones de su casa, el siervo nacido en
casa, y el comprado del extranjero por dinero, fueron circuncidados con él.”

No sería Ismael, el primogénito de Abraham, el descendiente circuncidado


suyo, quien le heredaría ni con quien Dios confirmaría Su pacto; sino que sería
Isaac, como claramente lo estableció el Señor.

Y todo esto porqué? Por causa, como veremos la próxima semana, de la


simiente particular que le fue prometida a Abraham en Génesis 12:7. Esta
simiente, no sólo vendría de la mujer, sino que vendría de Abraham, y más
específicamente del linaje de Isaac. Esta es la verdad revelada en el evangelio
de Mateo,

“1 Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.


2 Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, y Jacob a Judá y a sus hermanos…
17 De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce;
desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a
Babilonia hasta Cristo, catorce.”

D. El Pacto confirmado: Génesis 22: 1-18

Ahora, esto le fue confirmado a Abraham en Génesis 21. Moisés nos cuenta
que Sara descubre a Ismael burlándose de Isaac y le dice a su esposo, “Echa a
esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo.” 124


124 Génesis 21: 10

83
Aparentemente Sara tenía más claras las palabras de Dios en su corazón que el
mismo Abraham, a quien le parecieron graves las palabras de su esposa. Pero,
Dios vuelve a Abraham y le confirma lo que le había prometido unos años
atrás, diciéndole en el versículo 12,

“No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere
Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia.”

Habiendo escuchado a Dios Abraham se levantó muy de mañana al día


siguiente y despidió a Agar y a Ismael, su hijo de la carne, su hijo
circuncidado, y los envió lejos de su casa y, sobre todo, lejos de Isaac.

Porqué? Porque la promesa era para Isaac y no para todos los descendientes
carnales circuncidados de Abraham.

Ahora, sucedió unos años después que Dios vuelve a llamar a Abraham pero
esta vez con el propósito de probarle. Y leemos en Génesis 22: 1-2,

“Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham, y le dijo: Abraham.
Y él respondió: Heme aquí. 2 Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien
amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes
que yo te diré.”

Esta era una verdadera prueba de su fe en Dios: entregar a su hijo para ser
sacrificado; al hijo de su vejez; a su hijo amado; su único hijo; el hijo de la
promesa; sacrificándolo él mismo, asumiendo el rol de sacerdote habiendo
sido ordenado por Dios. Esto representó la mayor prueba de su fe.

Y el testimonio de la Escritura es que el patriarca lo hizo sin dudar;


obedeciendo inmediatamente la voz del Señor. Versículo 3, “Y Abraham se
levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su
hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo.”

Tres días después, ya en Moriah, junto con Isaac, su hijo, tomó leña, hizo
todos los preparativos para el sacrificio a Jehová. Luego ató las manos de su
hijo, lo puso sobre el altar, tomó el cuchillo para matarlo, y de pronto, justo
antes de que el arma acabe con la vida de Isaac, Abraham oye una voz del
cielo que le dice,

“11 Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. 12 Y dijo: No extiendas tu


mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por
cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único.”

El libro de Hebreos afirma que Abraham lo hizo creyendo que Dios, quien le

84
habría prometido años antes que en Isaac le daría todas Sus promesas, era
capaz de levantar a su hijo de entre los muertos luego del sacrificio.

Es decir, si Dios le había jurado que le daría una gran descendencia, una tierra
y reyes en Isaac, entonces, Dios lo resucitaría después del sacrificio. Dios era
incapaz de mentir! Él le había anunciado la buena nueva muchos años antes y
era incapaz de incumplirla.

Dios, entonces, mira su fe, detiene la mano de Abraham, y le da un carnero


para ofrecer “en holocausto en lugar de su hijo.” 125 Y luego de esto, el Ángel de
Jehová viene a él y le confirma el pacto hecho previamente diciéndole en los
versículos 16 al 18,

“16 Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has
rehusado tu hijo, tu único hijo; 17 de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia
como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu
descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. 18 En tu simiente serán benditas
todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.”

Por causa de su fe, le plació a Dios, confirmar una vez más la promesa del
Evangelio a Abraham. Porque no sólo le aseguró una vez más la certeza de las
bendiciones que recibiría de Dios; no sólo le aseguró multiplicarlo
grandemente; sino que sobre todo le volvió a recordar la promesa de aquella
simiente que heredaría la tierra y por medio de la cual bendeciría las naciones.

La promesa que le fue confirmada a Abraham, fue la promesa que le fue


predicada en Génesis 12; la promesa con respecto a su simiente, no a sus
simientes; sino la promesa con respecto a Cristo.

Así fue el pacto de Gracia revelado a Abraham y no en Abraham. El pacto


Abrahámico –el pacto de la circuncisión- no fue el Pacto de Gracia, sino un
pacto de gracia, o mejor dicho, el pacto de las promesas.

El pacto de gracia, entonces, le fue revelado a Abraham para cumplirse


exclusivamente en la simiente que le fue prometida por Dios a él.

E. La Teología del Pacto Abrahámico

A lo largo de la historia de la Iglesia se ha dado un debate entre la continuidad


y/o discontinuidad de las Escrituras.

Los gnósticos, por ejemplo, debido a su entendimiento, entre otras cosas, del


125 Génesis 22: 13

85
mundo como algo inherentemente malo, rechazaron el Antiguo Testamento,
queriendo rechazar la revelación de Dios como el Creador del universo. Para
ellos había una clara y notoria discontinuidad entre la revelación del Antiguo
Testamento y la del Nuevo.

Los Zionistas Cristianos, por el contrario, creyendo en una estricta


continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, han enseñado que la
Iglesia debería buscar reconstruir el templo judío y volver a restablecer el
sistema sacrificial. Para ellos no existe ninguna diferencia entre el Antiguo y el
Nuevo Pacto.

Y como es obvio, este debate ha afectado e influenciado la teología federal o


pactual de múltiples grupos religiosos.

Cuadro 3. Diferentes posiciones teológicos con respecto a la Continuidad y discontinuidad de las


Escrituras. 126

Sin embargo, el debate entre la discontinuidad y la continuidad se ha centrado


básicamente en la naturaleza del pacto Abrahámico. Y para ilustrar esto
quisiera enfocarme en las diferencias entre los presbiterianos,
dispensacionalistas, y comparar luego sus posiciones con nuestro
entendimiento del pacto de Dios con Abraham.

I. Teología Pactual Presbiteriana

Este sistema intenta establecer la continuidad entre los hijos físicos de


Abraham en el Antiguo Testamento y sus hijos espirituales en el Nuevo

126 Cuadro tomado del libro, “The Kingdom of God,” de Jeffrey Johnson

86
Testamento. Su federalismo estresa la continuidad en los pactos divinos.

Para establecer tal continuidad este sistema debe encontrar un común


denominador entre estos dos pueblos. Este común denominador lo han
encontrado colocando al Pacto de Gracia -ese pacto eterno de Dios ejecutado
en el tiempo y el espacio- fuera del tiempo con el fin de unificar el Antiguo y
el Nuevo Testamento.

Y esto los ha llevado a afirmar que el Antiguo y el Nuevo Pacto son


simplemente diferentes administraciones del Pacto de Gracia, haciendo de
ambos pactos uno solo.

Para ellos, existe un solo Pacto de Gracia que se ha ido revelando


progresivamente a los hombres mediante diversos pactos divinos, primero en
Génesis 3:15, luego más claramente a Noé; luego más claramente a Abraham;
a Moisés, a David, hasta ser manifestado completamente en el Nuevo Pacto.

Pero, estos pactos no son independientes, sino que son simplemente


diferentes administraciones del único Pacto de Gracia.

La razón, entonces, por la cual ellos incluyen dentro de la membresía de sus


iglesias a los infantes, en razón de su creencia de que ellos pertenecen al Pacto
de Gracia por ser los hijos de creyentes, se debe a que cada administración
del Pacto de Gracia ha sido establecido con “los creyentes y su simiente.”

Es decir, debido a que ellos creen que el pacto Abrahámico era una
administración del Pacto de Gracia, y que los hijos naturales de Abraham
eran, por lo tanto, parte del Pacto de Gracia, lo mismo debe ocurrir con los
hijos naturales de los creyentes, pues ellos –los creyentes- son parte del Nuevo
Pacto.

El verdadero pueblo de Dios, entonces, para los Presbiterianos ha sido


siempre, y continúa siéndolo, una mezcla entre la simiente espiritual y natural.
Ellos no ven dos simientes, sino que afirman que Abraham tuvo una sola
posteridad, compuesta por un pueblo mixto del Pacto de Gracia.

II. Dispensacionalismo

Por el contrario, los dispensacionalistas no buscan la cotinuidad, sino que


hacen énfasis en la discontinuidad de los pactos.

Esencialmente el Dispensacionalismo enseña que Dios tiene dos pueblos:


Israel, la simiente natural de Abraham; y la Iglesia, la simiente espiritual. Para
ellos, Israel, como etnia, continúa siendo el pueblo de Dios.

87
Y Dios tiene, según este sistema, dos propósitos distintos, uno para cada uno
de estos pueblos.

En el Antiguo Testamento Dios le prometió a Abraham hacerlo una gran


nación gobernando al mundo por medio del Mesías quien gobernaría el
mundo desde el trono terrenal de David. Según ellos, Dios pospuso este plan
con el rechazo del pueblo judío del Señor Jesucristo, y decidió volverse y
edificar la Iglesia.

Pero, una vez que Dios haya acabado Su propósito con la Iglesia volverá a Su
objetivo principal cumpliendo las promesas físicas dadas a Abraham,
reconstruyendo así el templo y estableciendo el reinado de Cristo en el trono
de David por mil años.

III. El Error de ambos sistemas

Entonces, a pesar de que los presbiterianos abogan por la continuidad y los


dispensacionalistas por la discontinuidad, el error de ambos sistemas se centra
en la identificación de una simiente natural que pertenece al pueblo de Dios.

Los presbiterianos incluyen a la descendencia natural de los creyentes y los


dispensacionalistas a los judíos incrédulos. Todos ellos, por ser simiente natural,
unos de creyentes y los otros de Abraham, son todos incluidos dentro del
pueblo de Dios, o dentro del Pacto de Gracia, como argumentan los
pedobautistas.

IV. El Entendimiento Consistente del Pacto Abrahámico

La clave para entender correctamente la continuidad/discontinuidad del


Antiguo y del Nuevo Pacto se encuentra en tener un entendimiento apropiado
de la naturaleza del pacto Abrahámico.

Para recordar las palabras de este pacto leamos, entonces, Génesis 12: 1-3,7,

“1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la


casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te
bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las
familias de la tierra. 7 Y apareció Jehová a Abram, y le dijo: A tu descendencia daré
esta tierra. Y edificó allí un altar a Jehová, quien le había aparecido.”

Y luego, Génesis 17: 4-14,

88
“4 He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. 5 Y no se
llamará más tu nombre Abram,[a] sino que será tu nombre Abraham,[b] porque te
he puesto por padre de muchedumbre de gentes. 6 Y te multiplicaré en gran manera, y
haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. 7 Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu
descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y
el de tu descendencia después de ti. 8 Y te daré a ti, y a tu descendencia después de ti,
la tierra en que moras, toda la tierra de Canaán en heredad perpetua; y seré el Dios
de ellos. 9 Dijo de nuevo Dios a Abraham: En cuanto a ti, guardarás mi pacto, tú y
tu descendencia después de ti por sus generaciones. 10 Este es mi pacto, que guardaréis
entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será circuncidado todo varón de
entre vosotros. 11 Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será por señal
del pacto entre mí y vosotros. 12 Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón
entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a
cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje. 13 Debe ser circuncidado el nacido en
tu casa, y el comprado por tu dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto
perpetuo. 14 Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su
prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.”

Como habíamos dicho este pacto incluía al menos cuatro promesas de Dios a
Abraham:

1. Una simiente
2. Una tierra de reposo
3. Que Abraham sería el padre de muchas naciones
4. Los hijos de Abraham serían el pueblo de Dios

Históricamente los Bautistas Particulares del siglo XVII entendieron que en el


pacto de Dios con Abraham, tanto el pacto de gracia como el pacto de obras
fueron manifestados. El principio de obras manifestado a la descendencia
natural de Abraham; mientras que el principio de gracia fue manifestado a su
descendencia espiritual.

Hombres como Nehemías Coxe, John Spilsbury, Thomas Patient, Benjamín


Keach, enseñaron la dicotomía del pacto Abrahámico, es decir, que este pacto
consistía de dos partes: una física y otra espiritual. Benjamín Keach, por
ejemplo, escribió lo siguiente,

“Dios hizo un doble pacto con Abraham, y la circuncisión no tenía relación con el
pacto de gracia, sino con el pacto legal que Dios hizo con la simiente natural de
Abraham.” 127

Y Nehemías Coxe en su tratado sobre la Teología de los Pactos defendió la



Benjamin Keach. The Axe Laid to the Root, or, One Blow at the Foundation of Infant Baptism, and Church
127

Membership. http://quod.lib.umich.edu/e/eebo/A47391.0001.001/1:1?rgn=div1;view=fulltext

89
misma idea diciendo,

“Abraham debe ser considerado en una doble capacidad: él es el padre de todos los
verdaderos creyentes y el padre y la raíz de la nación Israelita. Dios entró en pacto con
él por ambas simientes y debido a que ellos son formalmente distinguidos uno del otro,
su interés en el pacto debe ser necesariamente distinto y caer bajo una consideración
diferente.” 128

La clave, entonces, para entender las promesas hechas por Dios a Abraham se
encuentra en entender la dicotomía o el doble cumplimiento del pacto.

Es decir, la naturaleza del pacto Abrahámico es doble. Por lo tanto, sus


promesas deben ser vistas desde dos perspectivas diferentes, en donde cada
una de ellas (simiente, tierra, etc) tienen un lado natural y otro espiritual; hay
promesas condicionales e incondicionales; hay tipos y anti-tipos o sombras y
realidades espirituales.

DIMENSION NATURAL DIMENSION SOBRENATURAL


Temporal Eterna
Tipo Anti-tipo
Bilateral Unilateral
Condicional Incondicional
Cuadro 4. Dicotomías en el pacto Abrahámico

Sin embargo, debemos tener claro que el pacto Abrahámico no son dos
pactos, sino un solo pacto con dos lados. Una ilustración que nos ayuda a
entender esto es el de la moneda: el pacto Abrahámico es como una moneda
con dos lados distintos.

Ahora, porqué los Bautistas Particulares del siglo XVII interpretaron de esta
manera el pacto Abrahámico? Porque, fue esta manera de entender este pacto
lo que les hizo desechar el bautismo de niños y adoptar el bautismo de
creyentes. Fue esta manera de interpretar el pacto Abrahámico lo que les hizo
bautistas.

Bueno, no sólo entendieron esta dicotomía del pasaje en Génesis 17, cuyas
palabras hablan claramente de un pacto incondicional de parte de Dios; pero
también hay una parte condicional en ese mismo pacto.

Pero, lo que quizás influyó más en su manera de interpretar el pacto


Abrahámico fueron las afirmaciones del Nuevo Testamento con respecto a él.

El apóstol Pablo, el apóstol a los gentiles, fue instrumental en la lucha y la



128 Nehemiah Coxe. Covenant Theology. From Adam to Christ. Página 72-73

90
argumentación contra los judaizantes. Ellos querían que los gentiles, ahora
creyentes en el Mesías judíos, volvieran a la ley mosaica. Y para defender a los
gentiles y atacar las malas enseñanzas judaizantes Pablo enseñó la naturaleza
doble del pacto Abrahámico.

Noten lo que escribió el apóstol Pablo contra estos falsos maestros en su


epístola a los Gálatas 4: 21-31,

“21 Decidme, los que queréis estar bajo la ley: ¿no habéis oído la ley? 22 Porque está
escrito que Abraham tuvo dos hijos; uno de la esclava, el otro de la libre. 23 Pero el
de la esclava nació según la carne; mas el de la libre, por la promesa. 24 Lo cual es
una alegoría, pues estas mujeres son los dos pactos [literalmente: “son dos pactos”]129;
el uno proviene del monte Sinaí, el cual da hijos para esclavitud; éste es Agar.
25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual,
pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26 Mas la Jerusalén de arriba, la
cual es madre de todos nosotros, es libre. 27 Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril,
tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido. 28 Así que,
hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de la promesa. 29 Pero como entonces el
que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así
también ahora. 30 Mas ¿qué dice la Escritura? Echa fuera a la esclava y a su hijo,
porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre. 31 De manera,
hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.”

Lo primero que debemos notar es que Pablo está hablando del pacto
Abrahámico. Él está aclarando, inspirado por el Espíritu Santo, su
entendimiento del acuerdo que Dios hizo con Abraham en el Antiguo
Testamento.

Lo segundo que debemos ver es que lo hace presentando una alegoría. Él dice
en el versículo 24, “lo cual es una alegoría.” Y usa esta alegoría para mostrar las
diferencias entre los dos hijos de Abraham, Ismael e Isaac.

Lo otro que debemos tener claro es que Pablo afirma que el pacto
Abrahámico “son dos pactos.” Y esto lo hace ilustrándolo con dos mujeres, Agar
y Sara. Ellas, afirma el apóstol inspirado por el Espíritu Santo en el versículo
24, “son dos pactos.”

Entonces, no sólo eran los hijos de Abraham simbólicos, sino que sus
respectivas madres lo eran también.

1. Agar e Ismael: Según el apóstol Pablo Agar representaba el pacto


129 Ver la traducción de la Biblia de las Américas de Gálatas 4:24

91
condicional hecho con Abraham, aquel pacto de obras que guiaba a los
hombres a la esclavitud.

Ismael, de igual manera, siendo su hijo, representaba el pacto de obras


precisamente porque su nacimiento no tuvo nada de sobrenatural. Él fue
concebido por Abraham intentando tener por sus obras una descendencia. El
nacimiento de Ismael no requirió que Abraham tuviera fe, por lo tanto él no
era el hijo de la promesa.

De la misma manera, así como ocurrió con Ismael, la simiente natural y física
de Abraham, así mismo ocurre con todos los descendientes físicos de
Abraham que no han nacido de nuevo.

2. Sara e Isaac: Por el contrario, Sara representaba, según Pablo, el pacto


incondicional. Sara representaba el pacto de gracia revelado a Abraham. Isaac,
como lo deja claro el Antiguo Testamento, nació sobrenaturalmente; de
padres en extrema vejez; de una madre anciana y estéril; de la esposa de
Abraham, no de la esclava; y de acuerdo a la promesa que Dios le había dado.

Y a pesar de que tanto él como su hermano Ismael eran hijos naturales del
mismo padre, sólo Isaac era el hijo de la promesa, mostrando así la gran
diferencia entre el pacto de obras y el pacto de gracia; ese doble pato hecho
con Abraham.

Interpretación de la Alegoría

Es importante notar que de acuerdo al apóstol Pablo estas dos mujeres


representan dos pactos. Pero, más importante aún es entender que representan
los dos pactos hechos por Dios con Abraham, pues ese es todo el argumento
del apóstol. “Porque está escrito que Abraham tuvo dos hijos,” es lo que dice en el
versículo 22.

Los judaizantes deseaban lograr que los gentiles, como hijos espirituales de
Abraham, se circuncidaran, volviendo así a la ley. Si no se circuncidaban, era
su argumento, dejarían de ser parte del pueblo de Dios como decía el pacto en
Génesis 17.

Pero, Pablo refuta sus argumentos interpretando el pacto Abrahámico.

Y lo hace usando esta alegoría por medio de la cual une a la descendencia


natural de Abraham con el pacto de obras y a la descendencia espiritual con el
pacto de gracia. Noten de nuevo los versículos 25 al 27,

“25 Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual,

92
pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26 Mas la Jerusalén de arriba, la
cual es madre de todos nosotros, es libre. 27 Porque está escrito: Regocíjate, oh estéril,
tú que no das a luz; Prorrumpe en júbilo y clama, tú que no tienes dolores de parto;
Porque más son los hijos de la desolada, que de la que tiene marido.”

El pacto de obras establecido con la simiente natural de Abraham estaba


representado en Agar y llevaba a los hombres a la esclavitud. Pero, el pacto de
gracia revelado a Abraham –y noten la diferencia de lenguaje: uno fue
establecido y el otro revelado- estaba representado por Sara, su mujer. Ella era
la Jerusalén de arriba, la espiritual, la que da hijos para libertad.

Pablo, siendo un judío, entendía claramente que aún los judíos necesitaban
nacer de nuevo. Ser hijos naturales de Abraham sólo los ponía en la misma
categoría que Ismael. Cuando Pablo dice, “Echa fuera a la esclava y a su hijo,
porque no heredará el hijo de la esclava con el hijo de la libre,” no está hablando de los
ismaelitas, sino de los israelitas.

Así como Ismael, siendo el hijo natural de Abraham, el hijo circuncidado, no


era el hijo que Dios le había prometido. Así mismo los descendientes físicos
nunca fueron los hijos de la promesa. Es claro en este pasaje de Gálatas que
para Pablo ser descendiente físico de Abraham no hacía a los judíos ser parte
del pacto de gracia.

Todo lo contrario: ser descendiente físico de Abraham colocaba a un judío


bajo el pacto de obras y no bajo el pacto de gracia.

Solamente los hijos de la promesa, aquellos que nacía del Espíritu; aquellos
que como Abraham eran por la fe; eran verdaderamente los hijos de
Abraham, y por lo tanto los herederos de todas las promesas de Dios a
Abraham. Sólo ellos eran el verdadero pueblo de Dios.

Gálatas 4: 26, 31,

“Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre…31 De


manera, hermanos, que no somos hijos de la esclava, sino de la libre.”

Gálatas 3: 7,

“Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.”

Este fue el mismo argumento de Pablo a los Romanos,

“Esto es: no los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que

93
son hijos según la promesa son contados como descendientes.” 130

Y la evidencia, según Pablo, de que los israelitas estaban bajo el pacto de obras
y no el de gracia, era que estaban persiguiendo a la iglesia, de la misma manera
en la que Ismael persiguió a Isaac. Versículo 29, “Pero como entonces el que había
nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora.”

V. Resúmen

El pacto Abrahámico debe ser entendido como dos pactos en uno. En


Génesis 12 Abraham recibe la revelación del pacto de gracia, en donde se le
promete una simiente singular. En Génesis 17, veinticinco años después,
recibe un pacto de obras, el pacto de la circuncisión, según lo dijo Esteban en
Hechos 7:8.

El pacto de gracia le prometía a Abraham que en él todas las naciones serían


bndecidas; pero el pacto de la circuncisión de Génesis 17 le prometía
bendiciones para una sola nación: Israel, sus descendientes físicos, los cuales
debían circuncidarse para permanecer dentro de ese pacto condicional de
obras.

Y por ser dos pactos en uno, debemos entender que tiene dos cumplimientos,
dos participantes, y dos condiciones. Por lo tanto, debemos tener gran
cuidado en no confundir ambos pactos, ni mezclarlos de alguna manera.

1. Simientes naturales y espirituales

A Abraham se le prometieron hijos naturales, como las estrellas, que moraría en


tierra ajena por cuatrocientos años y que luego serían sacados con mano

130 Romanos 9:8

94
poderosa por Dios, según Génesis 15.

Pero, también se le prometieron hijos espirituales, como vimos en Gálatas 3 y


Romanos 9, quienes como él creerían la promesa del evangelio que le fue
revelada a Abraham en Génesis 12.

2. Tipos y Anti-tipos:

Dios cumplió las promesas naturales a Abraham: en Isaac, Canaán, la nación


de Israel. Pero, más adelante cumplió las promesas espirituales que se
encuentran en las realidades del nuevo pacto: Jesucristo, los creyentes, el
reposo eterno.

Pero, esos cumplimientos naturales eran sombras de esas realidades


espirituales del Nuevo Pacto. Las promesas verdaderas eran las promesas
espirituales hechas al patriarca. Isaac, a pesar de ser el hijo de la promesa,
jamás se podría comparar con el Señor Jesucristo; Canaán, a pesar de ser la
tierra en la cual Israel encontró un reposo limitado de sus enemigos, jamás se
podría comparara con el reposo que hay para el pueblo de Dios en Jesucristo;
y la nación de Israel, a pesar de ser el pueblo de Dios externamente, jamás se
podría comparar con el “verdadero Israel de Dios,” la Iglesia.

95
3. Incondicional y condicional

Además, este pacto era condicional para la descendencia natural de Abraham.


Si los descendientes físicos de Abraham no se circuncidaban violaban el pacto,
es decir, rompían el pacto y eran, entonces, cortados de Israel.

Sin embargo, a diferencia de la descendencia física, las promesas para la


descendencia espiritual de Abraham estaban basadas en la fe, y por lo tanto
eran incondicionales. Como lo escribió Pablo a los Romanos,

“13 Porque no por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que
sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe. 14 Porque si los que son de la
ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa. 15 Pues la ley produce
ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión. 16 Por tanto, es por fe, para
que sea por gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda su descendencia; no
solamente para la que es de la ley, sino también para la que es de la fe de Abraham,
el cual es padre de todos nosotros.” 131

Charles Hodge, un presbiteriano, no pudo haber expuesto de una mejor


manera el entendimiento Bautista del pacto Abrahámico,

“Debe ser recordado que hubo dos pactos hechos con Abraham. Por el uno sus
descendientes naturales por medio de Isaac, fueron constituidos una nación, una
comunidad externa; por el otro sus descendientes espirituales fueron constituidos en
una iglesia, [invisible por supuesto, debido a que en ese entonces, la única organización
formal fue la de la ley]. Las partes del primer pacto, fueron Dios, y la nación; para el
otro, Dios, y Su verdadero pueblo. Las promesas del pacto nacional, eran bendiciones
nacionales; las promesas del pacto espiritual, eran bendiciones espirituales. La
condición para el uno era la circuncisión, y la obediencia a la ley; las condiciones para


131 Romanos 4: 13-16

96
el otro, eran y siempre han sido, fe en el Mesías, como la simiente de la mujer, el Hijo
de Dios, el Salvador del mundo. No puede haber mayor error que confundir el pacto
nacional con el pacto de gracia, y la nación fundada en uno, con la iglesia fundada en
el otro. La iglesia es por lo tanto, en su naturaleza esencial, una compañía de
creyentes, y no una sociedad externa, requiriendo meramente una profesión externa
como la condición de membresía.” 132

Y a pesar de este entendimiento permaneció siendo pedobautista. A pesar de


haber argumentado que no se debían confundir la parte natural con la
espiritual; a pesar de haber afirmado que la iglesia está conformada por
aquellos que tenían “fe en el Mesías,” “la compañía de creyentes,” dijo, “si los infantes
eran miembros de la Iglesia bajo la teocracia, entonces ellos deben ser miembros de la Iglesia
ahora, a menos que se pruebe lo contrario.”

Es aquí donde se encuentra la principal diferencia con la teología federal de


nuestros hermanos presbiterianos, pues ellos no ve a Ismael y a Isaac, a Agar y
a Sara, a la promesa y a la circuncisión, al Antiguo y al Nuevo Pacto de
manera separada.

Sino que ellos unen esas dualidades dentro del mismo pacto de gracia
incluyendo dentro de él las realidades naturales y espirituales. Y por supuesto,
como hemos visto del testimonio del Nuevo Testamento, esta interpretación
no armoniza con el relato bíblico.

VI. Dos Pactos?

Para los Bautistas Particulares del siglo XVII no se trataba de dos pactos
formales. Ciertamente entendían la dicotomía del pacto Abrahámico, pero no
creían que el pacto Abrahámico fuera dos pactos formales. La razón es que
como hemos dicho antes, para nuestro entendimiento es que el pacto de
gracia no fue establecido con Abraham.

En otras palabras, lo que recibió Abraham fue la revelación del pacto de


gracia, pero no la formalización del mismo. El pacto de Gracia fue
formalizado exclusivamente con el Señor Jesucristo con el derramamiento de
Su sangre en la cruz del Calvario.

La dicotomía debe entenderse entre un pacto formal de obras y la promesa


revelada del pacto de gracia.

Ahora, la pregunta que debemos responder es la siguiente: Cómo puede ser el


pacto Abrahámico un pacto de obras y un pacto de gracia al mismo tiempo?

132 Charles Hodge. The Visibility of the Church. Princeton Review, October, 1853. Páginas 684-685
http://quod.lib.umich.edu/m/moajrnl/acf4325.1-25.004/698:6?page=root;rgn=full+text;size=100;view=image

97
Bueno, la respuesta es simple: Jesucristo.

El Señor Jesús cumplió en totalidad el pacto Abrahámico, tanto en su aspecto


natural como espiritual.

Primero, Él es la simiente natural de Abraham, y como tal fue circuncidado al


octavo día, como lo requirió Dios en Génesis 17. Pero, no sólo eso, pues el
Señor Jesús cumplió el requerimiento implícito en la circuncisión.

La circuncisión traía consigo el entendimiento de que aquellos que entraran en


ese pacto con Dios debían ser perfectos. En Génesis 17:1 Dios el dijo al
patriarca, “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.” La
circuncisión de la descendencia natural de Abraham implicaba esta obediencia
a Dios.

Bueno, Jesucristo no sólo fue circuncidado al octavo día, sino que vivió
perfectamente delante de Dios. Él vino a cumplir la Ley. Y no sólo eso, pues
también vino a soportar el castigo de la ley. Él cumplió las promesas
espirituales satisfaciendo los aspectos condicionales y naturales del pacto
Abrahámico.

Por ende, la salvación fue lograda por el cumplimiento del pacto de obras de
parte de Jesucristo, la verdadera simiente de Abraham. Los descendientes
naturales de Abraham fueron incapaces de guardar el pacto, excepto uno:
Jesús. Escribió Jeffrey Johnson,

“Lo que Cristo fue llamado a ser como la simiente de Abraham, los judíos pensaron
que ellos podían hacer como la simiente de Abraham. Consecuentemente, su
incredulidad fue la principal causa de su perdición. En resúmen, ellos debieron haber
confiado en el Mesías quein cumpliría la promesa Abrahámica en lugar de pensar que

98
ellos mismos eran su cumplimiento.” 133

Entonces, a pesar de ser un pacto con una clara y evidente dicotomía, es un


sólo pacto, pues tiene su cumplimiento exclusivamente en Jesucristo. Como el
mismo Johnson escribió,

“Sólo Cristo es el cumpliminento d ela simiente prometida a la mujer. Sólo Cristo es


el cumpliminento del pacto Abrahámico. Sólo Cristo es el cumplimiento del pacto
Mosaico. Sólo Cristo es el cumplimiento del pacto Davídico. Por lo tanto, sólo estando
espiritualmente unido a Cristo por la fe puede una persona (Judío, Gentil, o hijos de
algunos de ellos) llegar a ser miembro verdadero de la familia espiritual de Abraham,
un heredero de la promesa, y por lo tanto miembro del pacto de gracia.” 134

Y tercero, Cristo cumplió los aspectos incondicionales del pacto Abrahámico.


Por Su sangre derramada en la cruz, el Sennor estableció las promesas del
pacto, y es por lo que hizo allí que todas ellas han llegado a ser una realidad.
Por lo tanto, por medio de la fe, Su simiente espiritual pueden participar de
esas promesas de Dios.

Entonces, la dicotomía era necesaria, porque se requería que el pacto fuera


tanto un pacto de gracia y un pacto de obras, para que Cristo pudiera
establecer el pacto de gracia cumpliendo el pacto de obras.

En otras palabras, el pacto de gracia tenía una condición: ser moralmente


perfecto. Pero, esta condición fue cumplida por el Señor Jesucristo. Por ende
el pacto Abrahámico fue para Jesús un pacto de obras, pero para los creyentes
un pacto de gracia. Abraham y su descendencia espiritual reciben las promesas
por fe, porque las promesas fueron establecidas por medio de las obras por la
simiente natural, singular y particular de Abraham: Jesucristo.

VII. El Propósito de la Circuncisión de Abraham

La realidad es que no había nada especial en Abraham. Él no era físicamente


superior, ni genéticamente, ni siquiera era éticamente diferente a los demás
hombres antes, durante, o después de su tiempo.

Lo que le hacía especial no era su circuncisión, sino la gracia de Dios


manifestada a él y expresada en su fe.

Porqué razón fue, entonces, circuncidado? Bueno, el argumento de Pablo en


su epístola a los Romanos es que Abraham fue circuncidado por la simple


133 Jeffrey Johnson. The Kingdom of God. Página 84
134 Ibid. Página 30

99
razón de que él era un creyente, y no por haber nacido en una familia especial.

Su circuncisión, entonces, a diferencia de la circuncisión de sus descendientes,


era un sello de la justicia que le fue imputada por fe. Esto fue lo que le dijo
Pablo a la iglesia en Roma,

“Y recibió la circuncisión como señal, como sello de la justicia de la fe que tuvo


estando aún incircunciso”135

Para el apóstol Pablo el orden en que ocurrieron los eventos en la vida de


Abraham era esencial. Primero la fe, luego la justificación, y finalmente, como
un sello de esa justicia imputada por la fe, la circuncisión 25 años después de
haber creído.

Y el propósito divino al ordenarlo de esa manera era hacer de Abraham el


padre de todos los creyentes; el ejemplo de como un creyente entra en el
Pacto de Gracia, no por obras, sino por fe. Pablo continúa en Romanos 4: 11,

“para que fuese padre de todos los creyentes no circuncidados, a fin de que también a
ellos la fe les sea contada por justicia.”

Al haber sido circuncidado después de haberle creído a Dios pudo mostrar


como su descendencia espiritual podía ser declarada justa aparte de la
circuncisión de la carne.

Por lo tanto, es evidente que la circuncisión del patriarca fue diferente de la


que recibió su simiente natural. Cómo leemos en Génesis 17, la circuncisión
que recibió su descendencia era para ponerlos bajo la ley, demandándole a
todo aquel que era circuncidado ser perfecto delante de Dios.

Y este es el gran error de muchos presbiterianos, pues quieren hacer de la


circuncisión de Abraham la misma que recibió su descendencia. Pero, esto no
es válido bíblicamente. A quien le fue hecha la promesa del Evangelio? El
argumento de nuestros hermanos es: “A Abraham y a su descendencia. Por lo
tanto,” argumentan, “los hijos de creyentes son hijos de la promesa o hijos del pacto,”
como ellos les llaman

Escribía un hermano en Facebook,

“[los hijos de creyentes] en virtud de que por la fe de sus padres entran en un pacto de
gracia, puesto que pertenecen a la misma iglesia visible que fue prometida a
Abraham, deben recibir la señal externa de pertenencia a esta iglesia. Esta señal es el

135 Romanos 4:11

100
bautismo con agua limpia en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.

Se enseña que los niños hijos de los creyentes o de padre o madre creyente son santos
porque Dios cuando introduce a un creyente al pacto y como tal a la iglesia visible,
introduce también a sus hijos, así ellos no sean todavía salvos o no hayan hecho
profesión de fe.”

Pero, de nuevo: a quién le fue hecha la promesa? Según el apóstol Pablo en


Gálatas 3, la promesa fue hecha a Abraham y a su simiente. Pero, esta
simiente, a diferencia de lo que enseñan los presbiterianos no era toda su
descendencia natural, sino Cristo.

Abraham, fue circuncidado como señal de ser un creyente, según Pablo en


Romanos 4:11, con el fin de ser padre de todos los creyentes no
circuncidados. Pero su simiente natural, su descendencia por la carne, debía
ser circuncidada con el fin de sujetarlos a la Ley de Dios.

El pacto bajo el que se encontraba Abraham era el pacto de Gracia por la fe.
Su circuncisión era evidencia de esto. Pero, sus hijos estaban bajo el pacto de
obras, y su circuncisión era prueba de ello, pues la circuncisión les obligaba a
cumplir toda la ley. De no hacerlo serían cortados del pueblo de Dios, pues
eran considerados violadores del pacto.

Igualar, entonces, como lo hacen nuestros hermanos presbiterianos, la


circuncisión de infantes o la pedocircuncisión con el bautismo de infantes es un
evidente error por al menos tres razones.

Porque el argumento pedobautista es que los hijos de los creyentes son “hijos
del pacto” de Gracia de la misma manera que lo fue la descendencia de
Abraham.

Por lo tanto, así como fueron circuncidados sus hijos, deben ser bautizados
los hijos de los creyentes del Nuevo Pacto y ser hechos miembros de la
Iglesia. Pero, esto es claramente un error.

Primero, la circuncisión de Abraham y la de sus hijos era totalmente diferente.


Los presbiterianos quieren enseñar que los hijos del patriarca fueron
circuncidados bajo el mismo principio que su padre, pero esto simplemente
no es cierto según el testimonio del Nuevo Testamento.

Por lo tanto, querer forzar el bautismo como la entrada de la descendencia


natural del creyente al pacto de gracia como Abraham es un error, pues
Abraham entró en el Pacto de Gracia 25 años antes de ser circuncidado; y
entró por la fe.

101
Sus hijos naturales, como Ismael o como los hijos de Cetura a pesar de haber
sido circuncidados no entraron en el pacto de Gracia por la circuncisión. Ellos
continuaron estando bajo el pacto de obras como el resto de la raza humana.

Ser descendientes naturales de Abraham no les sirvió para entrar en el Pacto


de Gracia. Debían ser hijos espirituales de Abraham por la fe. Esa era la
garantía de estar bajo el Pacto de Gracia.

Isaac fue el hijo que entró en el Pacto; pero no fue por su circuncisión, sino
porque él era el hijo de la promesa. Y como Isaac sólo entraron en el Pacto de
Gracia aquellos descendientes de Abraham que lo fueron por la fe como él,
no por su circuncisión.

Porqué, entonces, incluir dentro de la membresía de la iglesia visible, la cual es


la representación de la iglesia invisible, a incrédulos? Personas que no están en
el pacto de Gracia como lo ejemplifica Abraham?

Segundo, la circuncisión de la descendencia natural de Abraham, como ya dije,


no era para hacer a la descendencia de Abraham parte del pacto de Gracia,
sino para sujetarlos al pacto de obras. Cada uno de ellos debían ser perfectos
delante de Jehová.

Y tercero, Ismael fue circuncidado, así como los hijos de la segunda esposa de
Abraham, Cetura, fueron circuncidados. Pero, Génesis 25 dice, “Y Abraham
dio todo cuanto tenía a Isaac.” Porqué? Porque él era el hijo de la promesa por la
fe, no por la carne.

Es decir, los hijos de Abraham por la carne, que habían sido circuncidados, no
recibieron la circuncisión porque eran parte del pacto de Gracia, sino porque
eran parte del pacto de obras. Isaac recibió la bendición de su padre porque él
era el hijo de la promesa, no así sus hermanos.

Pero, para nuestros hermanos pedobautistas, contrario a la evidencia bíblica,


todos los hijos de Abraham eran parte del pacto de Gracia y por lo tanto lo
mismo deben serlo los hijos de los creyentes, razón por la cual bautizan a sus
hijos y los hacen miembros de la iglesia del Nuevo Pacto.

Pero, como leímos en Gálatas 4:28, “hermanos, nosotros, como Isaac, somos hijos de
la promesa.” Es por eso que no bautizamos incrédulos. Es por esa razón que no
aceptamos dentro de la membresía de la iglesia del Nuevo Pacto a individuos
que no tienen fe.

Porque para ser hijo de la promesa, y por ende un hijo espiritual de Abraham,
y por ende estar dentro del pacto de Gracia, se debe ser un creyente.

102
Mis hijos, sin fe, no están dentro del pacto de gracia por el simple hecho de
ser hijos de creyentes, como tampoco lo estuvieron los hijos carnales de
Abraham. Sólo por la fe podrán mis hijos encontrar parte en el pacto de
Gracia.

He aquí la responsabilidad de todo padre creyente de evangelizar a sus hijos.


Sin fe ellos están lejos de Cristo; sin fe ellos están fuera del Nuevo Pacto; sin
fe están sin esperanza y sin Dios en el mundo, como dijo Pablo en Efesios 2.

La mayor muestra de amor por parte de un padre creyente hacia sus hijos, no
es otorgándoles el bautismo, el cual es una ordenanza para la Iglesia del
Nuevo Pacto, sino predicarles constantemente el evangelio y orar por su
salvación.

El deber de todo padre cristiano es mostrarle a sus hijos que están por
naturaleza bajo la condenación del pacto de obras. Que ser descendientes de
padres cristianos no les confiere el derecho de ser parte del Pacto de Gracia. Y
enseñarles también su necesidad de estar bajo el Pacto de Gracia, al cual se
entra por la fe en el Señor Jesucristo.

A diferencia de lo que hicieron los judíos quienes confiaron en su relación


carnal con Abraham, nuestros hijos nunca deben creer que por estar
relacionados en la sangre con creyentes eso les pone dentro del pacto de
Gracia. Porque los hijos del pacto, aquellos que fueron elegidos de Dios en la
eternidad “no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón,
sino de Dios.” 136

Ser hijos de creyentes ciertamente les ofrece ventajas: escuchar el evangelio


constantemente; ser catequizados; aprender los Diez Mandamientos;
memorizar la Biblia; tener padres orando constantemente por ellos, etc.

Pero, no les confiere la ventaja de estar dentro del Nuevo Pacto que es por la
fe, en el cual una de sus ordenanzas es el bautismo. Para estar en el Pacto de
Gracia, como era necesario para todo judío descendiente de Abraham y
circuncidado en su carne, ellos deben creer.

Los hijos de la promesa, entonces, como lo fue con Isaac son determinados
por Dios y no por nacimiento. Son los que tienen la misma fe de Abraham los
que son sus hijos.

Sólo ello son los hijos de la promesa, los hijos de pacto. La membresía en el
Pacto de Gracia, y como veremos la próxima semana, en el Nuevo Pacto,

136 Juan 1: 13

103
viene por haber nacido de arriba y no por el nacimiento terrenal.

El Pacto Mosaico

[Como lo pueden notar, es sumamente necesario e importante tener una


comprensión bíblica consistente de los pactos divinos.

El Pacto de Gracia no debe ser confundido con los demás pactos del Antiguo
Testamento. En ellos Dios estaba revelando, como hemos insistido, el pacto de
Gracia, pero ninguno de ellos era el Pacto de Gracia.

Puede el Pacto de Gracia ser condicional? Puede ser quebrantado? Puede una
persona que ha entrado en el Pacto de Gracia ser cortado de entre el pueblo
de Dios? Puede una persona que entrado en el pacto perderse?

Esas son preguntas importantes que no pueden ser contestadas


consistentemente por nuestros hermanos presbiterianos. Para ellos toda la
descendencia de Abraham estaba bajo el Pacto de Gracia sólo por ser
descendientes suyos. Y todos ellos entonces eran hechos partícipes de las
promesas reveladas al patriarca.

Pero, si el pacto Abrahámico era el Pacto de Gracia, entonces, éste puede ser
quebrantado, uno de sus miembros puede ser cortado del pueblo de Dios, y
Cristo, quien es la cabeza federal de ese pacto puede perder a uno por el cual
vino a dar Su vida.

Es esto consistente con el testimonio de la Escritura? La respuesta es: no.

Cómo entender estos pactos del Antiguo testamento? Bueno, como hemos
anotado antes: como una progresión en la revelación divina del Pacto de
Gracia, el cual fue establecido exclusivamente por Cristo en el Nuevo Pacto.

Los pactos previos eran simplemente pactos que incluían el principio de obras
y el principio de gracia; pactos en los cuales se reveló progresivamente el
evangelio hasta el establecimiento del Nuevo Pacto.

La mejor ilustración que he encontrado de esto es el de un edificio que está en


construcción. Para ello se usan andamios. Estos andamios sirven para irle
dando forma al edificio final, pero los andamios no son el edificio final, sino
que sirven para su construcción.

Bueno, así funcionaron los pactos del Antiguo Testamento, para ir


levantando, como andamios, progresivamente, paso a paso, el Pacto de
Gracia. Y, como veremos la próxima semana, una vez que el edificio fue

104
levantado, los andamios, como ocurre en cualquier construcción fueron
desechados y eliminados.]

Dios, entonces, tenía un plan para la pequeña familia de Abraham. Con el fin
de separarse del mundo, Dios le ordenó a Abraham circuncidar a sus hijos. El
Señor había levantado una muralla de separación que serviría para proteger a
la simiente prometida.

Por ello, Abraham, a diferencia de Ismael que se casó con una egipcia, debía
ser muy cuidadoso acerca de la esposa para Isaac, su hijo. En Génesis 24,
toma al siervo más viejo de su casa y le dice, “no tomarás para mi hijo mujer de las
hijas de los canaaneos, entre los cuales yo habito; sino que irás a mi tierra y a mi parentela,
y tomarás mujer para mi hijo Isaac.” 137

Fue por ello que Isaac se casó con Rebeca, su pariente, la esposa escogida por
Dios. Y por medio de ella tuvo dos hijos gemelos: Esaú y Jacob. Ambos
circuncidados al octavo día como le había ordenado Dios a su padre
Abraham, pero muy diferentes uno del otro. Cada uno de ellos mostrando la
dicotomía del pacto Abrahámico, uno, Esaú, hijo natural de Abraham, y el
otro, Jacob, su hijo espiritual.

Esaú, como lo fue Ismael, fue desechado por Dios, a pesar de haber sido un
descendiente natural y circuncidado de Abraham. Jacob fue el hijo escogido
por Dios, para demostrar que no se trataba de la descendencia, sino del que
llamaba. 138

Y es con Jacob con quien Dios ratifica la promesa hecha a Abraham. Y esto
ocurrió en Peniel donde Dios le cambió su nombre a Israel. Era Israel y su
descendencia a los que Dios estaba separando del mundo.

Ni Isaac ni Jacob eran la simiente prometida. Dios simplemente estaba


separando y protegiendo a un pueblo del cual vendría el Mesías.

Siendo apenas 70 personas, el Señor había enviado a uno de ellos a Egipto


con el fin de prepararles sustento y protección.

Luego, el Señor, trajo una hambruna a la tierra para meterlos a Egipto, la


nación más poderosa del mundo, y protegerlos de la muerte, de nuevo, por
causa de la simiente prometida. Además, los lleva hasta allí con el fin de
esperar en Su paciencia que la maldad del amorreo, como le dijo a Abraham,
llegara al colmo, para después destruirlos usando a Israel como el instrumento
de Su justicia.

137 Génesis 24: 3-4
138 Romanos 9:11

105
Pero, de esta familia de Israel, no eran todos los que iban a ser privilegiados,
sino sólo uno de sus hijos: Judá. De él vendría esa simiente real que le había
sido prometida a Abraham. Justo antes de morir, Jacob bendice a sus hijos
diciendo lo siguiente de Judá,

“8 Judá, te alabarán tus hermanos; Tu mano en la cerviz de tus enemigos; Los hijos
de tu padre se inclinarán a ti. 9 Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo
mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará? 10 No
será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga
Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.” 139

Allí en Egipto, Israel se multiplicó en gran manera y fueron puestos bajo dura
servidumbre por 400 años, como Dios se lo había prometido a Abraham en
Génesis 15.

Satanás deseaba destruir la simiente prometida. Y lo primero que intenta es


hacerlo por la fuerza. Pero, luego, viendo su incapacidad, lo hace ordenando
por medio de Faraón la muerte de todos los niños varones israelitas
echándolos al río. Su intención era acabar con la simiente prometida.

Sin embargo, a pesar de que todo Israel había olvidado a Dios, aún
permanecía un remanente que creía en la promesa hecha a Abraham. Los
padres de Moisés, se rehúsan a matar a su hijo, creyendo que de Israel vendría
la simiente prometida. Y Dios protege a Moisés llevándolo a la casa de Faraón
como uno de los hijos de la princesa de Egipto.

Israel clama a Dios por rescate y la Biblia dice que Dios los escucha; no por
ser ellos un pueblo piadoso, sino porque “se acordó de Su pacto con Abraham,
Isaac y Jacob.” 140 Israel no iba a ser destruido; Dios le había prometido una
simiente particular a Abraham. Y ese pacto era incondicional.

Con el fin de mostrarle a los Egipcios y a Israel que Él era el único Dios
verdadero; con el fin de mostrar Su gloria; con el fin de traer juicio a los
amorreos, trae diez plagas a la tierra de Egipto y hace juicio, como lo vimos,
sobre todos los dioses de esa nación.

Y al final los saca de Egipto con mano poderosa y los lleva por el desierto por
3 meses hasta que llegan el monte Sinaí.

Dios está, “paso a paso,” como dice nuestra confesión, mostrándole a Su


pueblo Su plan de redención.


139 Génesis 49: 8-10
140 Éxodo 2:24

106
Es allí, en el monte Sinaí, donde Dios estableció el pacto Mosaico -llamado así
por el mediador de ese acuerdo- o el pacto de la Ley. Y las primeras palabras
de Dios al pueblo de Israel las tenemos en Éxodo 19: 3-4,

“3 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la
casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel: 4 Vosotros visteis lo que hice a los
egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.”

La razón por la cual Israel debía atender a este pacto era por lo que Dios
acababa de hacer en medio de ellos. Ahora, cuando Moisés reflexiona en lo
ocurrido ese día, él le recuerda al pueblo en Deuteronomio 4:13,

“Y Él os anunció Su pacto, el cual os mandó poner por obra”

Éxodo 19 es, entonces, el establecimiento del pacto Mosaico. Es lo que Dios


le confirma a Moisés en Éxodo 34, cuando re-escribe las tablas de la Ley,
diciendo,

“Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y
con Israel.” 141

I. El Contenido del Pacto Mosaico

Cuál era, entonces, el contenido del pacto? Éxodo 19: 5-6,

“5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi


especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me
seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los
hijos de Israel.”

Qué era lo que Israel debía oír? Qué significaba guardar el pacto? Bueno,
significaba poner por obra el contenido del pacto. De nuevo, en
Deuteronomio 4:13, Dios le dijo a Moisés que Él había anunciado Su pacto
con ellos, y le dice,

“los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra.”

En Éxodo 34: 28, luego de confirmarle a Moisés que lo que estaba haciendo
era estableciendo Su pacto con ellos, dice,

“Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió


141 Éxodo 34: 27

107
agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.”

El contenido del pacto Mosaico era en esencia la Ley moral de Dios, los Diez
Mandamientos, las diez palabras de Dios para Israel. 142 Esa ley era la manera
en la que Dios le ordenaba a Israel vivir; era lo que la nación debía ser y hacer.

Y esa ley tenía que ver con la santidad: la santidad de la adoración a Dios; la
santidad de la Persona de Dios; la santidad del Nombre de Dios; la santidad
del día de Dios; la santidad de la autoridad; la santidad de la vida; la santidad
del matrimonio; la santidad de la propiedad; la santidad de la verdad; y la
santidad del corazón.

Esos Diez Mandamientos estaban divididos en dos tablas, la primera relativa a


la adoración a Dios, y la segunda relativa a la relación con el prójimo.

Sin embargo, a ese pacto, la torá, Dios le fue agregando, además de los Diez
Mandamientos, otras ordenanzas y regulaciones, leyes civiles y ceremoniales,
que Israel debía también obedecer, porque su Dios, quien los había sacado de
Egipto, se las había dado.

Las leyes civiles, por un lado, servirían para gobernar su estado como una
nación política en el mundo. Regían asuntos como los derechos de propiedad;
el trato que le debían dar a los deudores; el trato a los esclavos, o a los pobres,
etc.

Las leyes ceremoniales, por otro lado, le fueron dadas a Israel como un cuerpo
religioso con el fin, no sólo de separarlo del resto de las naciones, sino
también para enseñarles a ser una nación pura. Y esas leyes tenían que ver con
días religiosos, comidas, sacrificios, ofrendas, etc.

II. Los Términos del Pacto

Ahora, no sólo debemos tener claro el contenido del pacto, sino también sus
términos. Es claro, como lo leemos en Éxodo 19, que el pacto de Dios con
Israel era condicional: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto,” entonces,
“vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos…”

Es decir, había una condición para poder obtener las promesas que Dios le
ofrecía a Israel en este pacto. Y esa condición era obedecer esa Ley moral que
Dios les había dado en los Diez Mandamientos. Y no sólo obedecer los Diez
Mandamientos, sino también el resto de leyes -613 en total- que Dios le dio a
Israel por medio de Moisés registradas en el Pentateuco.


142 Éxodo 20: 1-17

108
Ahora, esa obediencia debía ser algo corporativo más que individual. Esto lo
sabemos porque a pesar de que el pecado abundaba entre los individuos que
conformaban la nación de Israel, al final del libro de Josué, Dios afirma que
“Israel sirvió a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que
sobrevivieron a Josué.”

Es decir, a pesar de que hubo muchos que se rebelaron contra Jehová, Dios
aún afirmaba la fidelidad corporativa de Israel a Su pacto.

De vivir así, en obediencia a la Ley de Dios, Él traería sobre ellos todas las
bendiciones estipuladas en el pacto. Y esas bendiciones las tenemos resumidas
en Éxodo 23, Levítico 26 y Deuteronomio 28.

Ahí Dios promete darles una tierra próspera; hacerlos una nación numerosa; y
estar con ellos como su Dios, morando entre ellos de una manera especial.

Sin embargo, en el pacto habían tres promesas claras que Dios le daría a Su
pueblo si obedecían Su voz. Cuatro de ellas las encontramos en Éxodo 19,
una de ellas es una confirmación de la promesa hecha a Abraham, y la otra
confirmada más adelante por medio de Moisés.

La primera es hacer de Israel Su especial tesoro. Israel, de ser obediente al


pacto en Sinaí obtendría un cuidado especial de parte de Dios. Y esto, como
leemos en Deuteronomio 7, no porque Israel fuera un pueblo especial, sino
por el pacto hecho con Abraham.

La segunda es hacer de la nación un reino. Esta promesa le había sido dada a


Abraham en Génesis 17, pero ahora era confirmada en el pacto Mosaico. Si
Israel iba a ser un reino, entonces, necesitaría de un rey que le gobernara. Esta
promesa también le fue repetida en Números 24:17.

La tercera es hacer de ellos una nación de sacerdotes. Todos ellos, de ser


obedientes, ministrarían delante de Dios, le adorarían y le glorificarían.

Cuarto, serían una nación santa. Es decir, una nación separada por Dios de
entre las demás naciones del mundo. Su obediencia garantizaría distinguirse
como nación en cuanto a su pureza y piedad, reflejando así la santidad de
Dios.

Y la última bendición que recibirían de obedecer el pacto hecho en Sinaí sería


la de un profeta en quien Dios pondría Sus palabras para hablarle a Su pueblo
todo lo que Él le mandare. Israel no sólo necesitaba un rey que los guiara, sino
que también necesitaba de un profeta que intercediera entre ellos y Dios.

109
Esto fue lo que entendieron en Éxodo 19 cuando experimentaron la gloria de
Dios llenando el monte Sinaí. Cuando vieron los truenos y relámpagos, y la
espesa nube, se aterrorizaron y le exigieron a Moisés en Éxodo 20:19 que
intercediera por ellos delante de Dios.

Bueno, Dios les prometió en el pacto Mosaico un profeta como Moisés. En


Deuteronomio 18: 18, Dios les dice, “Profeta les levantaré de en medio de sus
hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le
mandare.”

Ahora, de no vivir en perfecta obediencia a este pacto, entonces Dios traería


las maldiciones estipuladas en el pacto. En Levítico 26 Dios le dice a la nación
de Israel,

“14 Pero si no me oyereis, ni hiciereis todos estos mis mandamientos,15 y si


desdeñareis mis decretos, y vuestra alma menospreciare mis estatutos, no ejecutando
todos mis mandamientos, e invalidando mi pacto, 16 yo también haré con vosotros
esto…”

Y el Señor procede a señalar las consecuencias de violar el pacto Mosaico. Y


entre las consecuencias estaban: enviarles terror, dañar sus tierras, ser tratados
como enemigos de Dios, ser hechos esclavos de otras naciones, enviar plagas
sobre ellos, destrucción de sus hijos y animales, hambre, canibalismo, muerte,
desolación de sus ciudades, etc.

Y en Deuteronomio 28 el Señor vuelve a repetir y ampliar las maldiciones en


caso de que Israel desobedeciera el pacto. En resúmen, las maldiciones no
eran otra cosa que la reversión de las bendiciones, es decir, Dios les quitaría la
tierra; les haría una nación pequeña en número; y Dios, en lugar de ser como
un padre para ellos, sería su enemigo.

En el pacto Abrahámico Dios les había prometido que el que desobedeciera


sería cortado de entre su pueblo. Pues, con el pacto Mosaico Dios estaba
detallando aún más lo que la desobediencia traería.

III. El Propósito del Pacto

Ahora, es sumamente importante tener en cuenta que el pacto Mosaico hecho


en Sinaí fue un pacto hecho exclusivamente con la nación de Israel. Esos Diez
Mandamientos dados en tablas de piedra por Dios no le fueron dados a todas
las naciones de la tierra, sino sólo a la descendencia de Abraham.

Por lo tanto, el resto de naciones no tenían cabida en él. El pacto Mosaico, no


tenía nada que ver con el resto de las naciones del mundo. Y le había sido

110
dado a Israel en relación con su vida en la tierra de Canaán.

Cuál era, entonces, el propósito de este pacto divino con Israel? De nuevo,
Éxodo 19: 5-6,

“vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.
Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”

El propósito, entonces, era ampliar y/o suplementar el pacto hecho con


Abraham. Es decir, el pacto Mosaico vino a expandir el pacto Abrahámico,
con el fin de dar cumplimiento a la promesa dada por Dios al patriarca en
Génesis 17, haciendo de su descendencia una gran nación.

El pacto Mosaico sirvió para conformar a la descendencia de Israel como una


nación entre las demás naciones de la tierra dándosele la Ley de Dios, estando
bajo el gobierno de Dios, con el fin de demarcar aún más la pared de
separación con las demás naciones de la tierra.

La circuncisión, como habíamos dicho, ya había servido como una de esas


barreras de separación con los gentiles, pero el pacto Mosaico trajo consigo
barreras adicionales, en leyes morales, civiles y ceremoniales, que servirían
para proteger a la simiente prometida por Dios.

Los animales que debían y no debían comer; el tipo de ropa que debían vestir;
la manera en la que debían y no debían acercarse a Dios; etc, sólo servían para
separarlos de las demás naciones de la tierra y proteger así la venida del
Mesías.

Fue ahí, entonces, en Sinaí en donde la familia natural de Abraham fue


constituida como la nación de Israel, el pueblo especial de Dios, bajo una
Teocracia, y con la Ley de Dios como su constitución. La ley de Dios era la
ley de la tierra. Con ese propósito le fue dado el pacto Sinaítico.

111
Y Dios cumplió estas promesas hechas a la nación de Israel. El Señor les dio
la tierra de Canaán, les hizo una nación numerosa, les dio reyes, sacerdotes, y
los separó de las demás naciones de la tierra. El Antiguo Testamento da
testimonio de la fidelidad de Dios al pacto Mosaico,

“Bendito sea Jehová, que ha dado paz a su pueblo Israel, conforme a todo lo que Él
había dicho; ninguna palabra de todas sus promesas que expresó por Moisés su siervo,
ha faltado.” 143

IV. Las Características del Pacto Mosaico

La primera característica de este pacto divino es que carece de una cabeza


federal. A diferencia del pacto Abrahámico o el Nuevo Pacto, éste no fue
hecho con un individuo, sino, como ya dijimos, con toda la nación de Israel, con
la descendencia natural de Abraham.

El plan de Dios era desarrollar las promesas condicionales y naturales, como


lo vimos la semana pasada, del pacto con el patriarca.

Moisés, por lo tanto, no era la cabeza federal del pacto Sinaítico, sino sólo
sirvió como su mediador. Dios le decía a Moisés lo que debía decirle al
pueblo; y luego él llevaba la respuesta del pueblo o sus plegarias al Señor. Era
él como mediador quien le enseñaba al pueblo la voluntad de Dios. En Éxodo
20:19 leemos,

“Y dijeron a Moisés [el pueblo de Israel]: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos;
pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos.”

Qué diferencia con el Nuevo Pacto en el cual, como dice Jeremías 31: 31-33,
todos los beneficiarios conocerán a Dios “desde el más pequeño de ellos hasta el más
grande.” 144

143 1 Reyes 8: 56
144 Jeremías 31: 34

112
La segunda característica del pacto Sinaítico es su solemnidad. Cuando el
pueblo escuchó las Palabras de Dios pronunciando Su pacto con ellos como
nación dijeron,

“Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.” 145

Estas palabras se repiten en el capítulo 24 en donde se recalca la solemnidad


del pacto. No sólo vuelve el pueblo a repetir su juramento a Dios obligándose
a cumplir el pacto, sino que hace sacrificios ilustrando su obligación a costas
de la muerte.

Israel estaba entrando en pacto con Dios, por lo que fue rociado con la sangre
de los animales. “He aquí,” dijo Moisés en Éxodo 24: 8, “la sangre del pacto que
Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.”

La tercera característica es que se trataba de un pacto bajo el principio de


obras. Es decir, se trataba de un pacto de “haz esto…y vivirás/seréis bendecidos.”
No sólo se trataba de que toda la nación de Israel debía guardar el pacto,
como lo leemos en Levítico 19:2,

“Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.”

Sino que también individualmente cada israelita estaba atado a guardar el


pacto hecho por Dios en Sinaí. En Levítico 18:5 Dios, por medio de Moisés,
le dijo al pueblo,

“Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis ordenanzas, los cuales haciendo el hombre,
vivirá en ellos. Yo Jehová.”

Al ser, entonces un pacto bajo el principio de obras, cada israelita y la nación


como cuerpo debían obedecer todos y cada uno de las leyes, ordenanzas, y
regulaciones que Dios le había impuesto por medio de Moisés. Especialmente
el cumplimiento del Decálogo.

La cuarta característica es que a pesar de ser un pacto bajo el principio de


obras, también estaba bajo un principio de gracia.

La realidad era que ningún israelita y por ende, la nación, cumplieron o podían
guardar perfectamente el pacto. Una y otra vez Moisés le informa al pueblo y
le recuerda esta triste realidad. En Deuteronomio 9: 23, recordándoles lo que
sucedió cuando subieron de Cades-barnea les dijo,


145 Éxodo 19:8

113
“también fuisteis rebeldes al mandato de Jehová vuestro Dios, y no le creísteis, ni
obedecisteis Su voz.”

Y llegando al final de su vida Moisés les vuelve a recordar la realidad: ellos


habían violado el pacto que se habían comprometido a guardar.
Recordándoles la idolatría en la que habían caído, sacrificando a demonios,
habiéndose olvidado de Dios, les dijo,

“Esconderé de ellos mi rostro, veré cuál será su fin; porque son una generación
perversa, hijos infieles.” 146

Fue por esa realidad que Dios proveyó todo un sistema sacrificial, por gracia,
por medio del cual la nación pudiera ser perdonada por Dios por causa de
todos sus pecados y violaciones contra ese pacto.

La última característica es que este pacto podía ser quebrantado. Ya hemos


dejado claro que era un pacto condicional, lo que implica que podía ser
violado por el pueblo de Israel. Y de hecho, el testimonio de Dios es que esto
fue precisamente lo que ocurrió. Por medio del profeta Jeremías Dios les dijo,

“Se han vuelto a las maldades de sus primeros padres, los cuales no quisieron escuchar
mis palabras, y se fueron tras dioses ajenos para servirles; la casa de Israel y la casa
de Judá invalidaron mi pacto, el cual había yo concertado con sus padres.” 147

Por medio de Oseas también testificó,

“Pon a tu boca trompeta. Cómo águila viene contra la casa de Jehová, porque
traspasaron mi pacto, y se rebelaron contra mi ley.” 148

V. La Teología del Pacto Mosaico

La realidad es que Israel se había convertido en un pueblo como Egipto. Con


el paso de los años en esa tierra los descendientes de Abraham se habían
convertido a la idolatría y estaban adorando a los dioses de Egipto. 149

En Su soberanía y fidelidad al pacto hecho con Abraham, Dios viene al


encuentro de Israel, y les impone el pacto Mosaico. El fin era condicionar las
promesas hechas a Abraham y a su descendencia natural. El pacto Mosaico,
como dijimos, le fue dado exclusivamente a la nación de Israel, la
descendencia natural de Abraham.

146 Deuteronomio 32: 20
147 Jeremías 11:10
148 Oseas 8:1
149 Josué 24:14; Ezequiel 20:6-9

114
Por medio de ese pacto Dios controlaría la ocupación de la tierra, los límites
de la nación, y regularía también la realeza. Todo esto con el fin de cumplir las
promesas hechas a Abraham. Sin embargo, podrían ser perdidas por la
desobediencia de Israel siendo éste un pacto condicional.

Y Dios lo hizo dándole a Israel los Diez Mandamientos. Esa Ley gobernaría al
pueblo natural de Abraham y regularía su vida en Canaán. Y ese pacto, desde
el punto de vista de nuestra teología federal no era otra cosa que una
elaboración más amplia del pacto que estaba en vigencia desde antes de
Abraham.

Es decir, para los Bautistas Particulares del siglo XVII el pacto Mosaico no era
otra cosa que la re-publicación del pacto de obras. No era el pacto de obras
hecho con Adán, sino su re-publicación; dado a Israel, no con el fin de ofrecer
la vida al receptor del pacto, sino con otro fin totalmente distinto.

Es decir, no estamos afirmando que Dios haya puesto nuevamente a Israel


bajo el pacto de obras antiguo. Israel no necesitaba ser puesto otra vez bajo
ese pacto. Ellos ya estaban bajo ese pacto por nacimiento, al igual que el resto
de la humanidad que desciende de Adán.

El propósito de Dios al poner a Israel, la descendencia natural de Abraham,


bajo este pacto de obras en Sinaí fue triple:

1. Mostrar la necesidad de cumplir el Pacto de Obras: La humanidad estaba en


la condición espiritual en la que se encontraba por causa de la violación del
Pacto de Obras ocurrida en Edén. Israel se encontraba en esa misma
condición por el mismo hecho.

No sólo la humanidad, sino el mismo pueblo de Israel estaban lejos de Dios,


separados espiritualmente de Él por el pecado original: la violación del Pacto
de Obras. Y esto es evidente en que ningún israelita podía acercarse a Dios en
el tabernáculo.

Ninguno de ellos pudo acercarse al monte en Éxodo 19; ninguno de ellos


podía entrar al Lugar Santísimo sin morir. Sólo el sumo sacerdote podía
hacerlo, y una sola vez al año habiendo expiado previamente sus propios
pecados.

Por lo tanto, el pacto Mosaico servía para mostrarle a Israel la necesidad de


que el Pacto de obras original fuese cumplido por alguien con el fin de reparar
el daño que había traído su transgresión.

115
2. Mostrar la gracia del Evangelio de Dios: El pacto en Sinaí no fue dado para
cambiar los corazones de los israelitas. Le lay no tenía que ver con el cambio
de actitudes internas, sino con la necesidad de un cambio de corazón. Pero, el
pacto Mosaico era inútil para lograr esto.

La ley moral de Dios serviría para confrontar a cada israelita con la realidad,
mostrándoles su incapacidad para amar a Dios con todos sus corazones. De
hecho, Pablo le llama “el ministerio de muerte,” en su segunda carta a los
Corintios. 150

El fin del pacto Sinaítico era llevar a Israel a Cristo. Este fue el argumento de
Pablo cuando habló del pacto Mosaico en Gálatas 3,

“10 Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues
escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el
libro de la ley, para hacerlas. 11 Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios,
es evidente, porque: El justo por la fe vivirá; 12 y la ley no es de fe, sino que dice: El
que hiciere estas cosas vivirá por ellas.”

Con qué fin fue dada, entonces, la ley, según el apóstol? Versículo 24, “De
manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos
justificados por la fe.”

Y esto era algo que le había sido predicado, según el autor de la epístola a los
Hebreos, a Israel. Él dijo, “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena
nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en
los que la oyeron.” 151

Es decir, Dios no le dio la Ley a Israel para que ellos buscaran su propia
justificación, sino para predicarles la necesidad de que buscaran la justicia que
viene por la fe en la simiente que le había sido prometida a su padre Abraham,
y a Eva antes que a él.

Como escribió Nehemías Coxe,

“En la economía Mosaica, hubo tal recuerdo del Pacto de Obras revivido, con sus
términos y sanciones, como este que es llamado el ministerio de muerte y
verdaderamente engendraba para esclavitud…Pero, aún la promesa Salvación por el
Mesías, habiendo sido hecha mucho antes no fue debilitada, sino que fue subordinada
a los propósitos Evangélicos; y también el Evangelio les fue predicado a ellos, sin
embargo menos claro en tipos y sombras, por medio de lo cual fueron instruidos a
buscar la justificación para vida prometida por Cristo, y a ser libertados de la

150 2 Corintios 3: 7
151 Hebreos 4:2

116
maldición de la ley por medio de Él.” 152

Y para ello, a diferencia del Pacto de Obras original que carecía de la


satisfacción por el pecado, Dios proveyó, como dijimos, todo un sistema
sacrificial absolutamente necesario para todo israelita que hubiera violado el
pacto.

Y a pesar de que ese sistema era incapaz de hacer que Dios perdonara el
pecado del pueblo, sí sirvió para apuntar a Israel a aquel que llevaría sobre Su
cuerpo la culpa por el pecado, con el fin de que fueran justificados por la
misma fe de Abraham en el Mesías prometido.

3. Resguardar la Simiente Prometida: La circuncisión ya había servido, como


habíamos dicho la semana pasada, para separar a Abraham y su descendencia
de las demás naciones de la tierra.

Sin embargo, el pacto Mosaico serviría para ampliar aún más esa muralla de
separación entre Israel y el mundo. Y el fin de todo esto era cuidar el linaje del
Mesías. La simiente prometida sería un descendiente natural de Abraham, por
lo tanto, su descendencia debía permanecer separada de los demás.

Por ello, una de las señales de incredulidad de Israel, y por lo cual Dios los
castigó tan severamente, era cuando pecaban mezclándose con mujeres de los
pueblos paganos. Lo que le estaban diciendo a Dios era, “No creemos en la
necesidad de esa simiente;” o, “no queremos a esa simiente prometida.”

La Ley moral de Dios sirvió para separarlos aún más y proteger así el linaje del
Mesías.

Pero, también, por causa del Mesías, Israel debía comprender lo que era
requerido para estar reconciliados con Dios; para ser Su Pueblo, y que Él
fuera su Dios. Y lo que Dios requería de ellos era que fueran perfectos. Si
ellos iban a ser salvos, ellos debían cumplir el pacto de Obras que había sido
quebrantado en Edén.

Y en el pacto Mosaico Dios re-publicó ese pacto de obras que debía ser
cumplido. Israel tenía la lámpara para sus pies, pero el resto de las naciones
andaban en tinieblas. Y Dios se lo dio a Israel para que pudiera ser cumplido
por el Mesías prometido. Israel había sido puesto bajo la ley para que el
Mesías pudiera redimir a Su pueblo cumpliendo la ley.

Y aquí fue, como dijimos la semana pasada, donde se equivocó Israel. Ellos

152

117
habían creído, confiando en su circuncisión, confiando en su parentesco con
Abraham, que ellos eran la simiente prometida, e intentaron justificarse
cumpliendo la ley.

“El evangelio, escribió Jeffrey Johnson, “no dependía de la justicia de las múltiples
simientes de Abraham, sino que el evangelio dependía exclusivamente de la justicia de uno
de los descendientes particulares de Abraham-Jesucristo.” 153

Pero, también el pacto Mosaico fue dado porque las demandas del pacto de
Obras debían ser satisfechas. El pacto Mosaico, en su esencia que era la Ley
moral de Dios, le había sido dado a Israel para mostrarle el gran costo del
evangelio.

Si la descendencia de Abraham iba a recibir las promesas hechas por Dios,


entonces las demandas y las maldiciones de la ley debían ser satisfechas. Israel
debía morir. Esa era la sentencia que pesaba sobre el pueblo por causa del
pacto de Obras.

Sin embargo, el pacto Mosaico le fue dado a Israel para que un israelita, la
simiente prometida a la mujer y posteriormente a Abraham llevara en su
cuerpo las maldiciones de la ley con el fin de redimir y justificar a la
descendencia espiritual de Abraham y darle a ellos las bendiciones y promesas
del pacto Abrahámico.

Este es, de nuevo, el argumento de Pablo en Gálatas 3,

“13 Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero, 14 para que en
Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe
recibiésemos la promesa del Espíritu.” 154

Y más adelante en la epístola continúa diciendo,

“4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de
mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de
que recibiésemos la adopción de hijos.” 155

El pacto Mosaico sirvió, entonces, para proteger al Mesías, quien cumpliría el


Pacto de Obras que había sido quebrantado y llevaría sobre Su cuerpo las
maldiciones estipuladas por la desobediencia de Israel, con el fin de ofrecer
salvación a la descendencia espiritual de Abraham, ya fueran judíos o gentiles.

153 Jeffrey Johnson. The Kingdom of God. Página 201
154 Gálatas 3: 13-14
155 Gálatas 4: 4-5

118
VI. Conclusión

Cómo podemos entender, entonces que Dios no haya destruido a la nación de


Israel en el Antiguo Testamento? Cómo podemos reconciliar todas esas
promesas perpetuas que Dios le hizo a la nación en el pacto Mosaico?

Bueno, como acabamos de ver, todo esto ocurrió por causa del Mesías. En Su
paciencia Dios toleró el pecado de Israel porque “cuando vino el cumplimiento del
tiempo, Dios envió a Su Hijo,” la simiente que le prometió a la mujer y luego a
Abraham; “nacido de mujer,” una descendiente de Abraham; “y nacido bajo la ley,”
es decir, miembro del pueblo que fue conformado como nación en el pacto
Mosaico, un israelita.

Fue por ello que Dios no destruyó a Israel.

Ahora, mintió Dios cuando prometió darle perpetuamente las promesas a la


nación de Israel? No. El pacto Mosaico, como vimos, era condicional. Dios
daría bendiciones si Israel cumplía las estipulaciones del pacto, pero asimismo
traería todas las maldiciones si la nación de Israel lo quebrantaba.

Fueron ellos, como leímos en Éxodo 19, quienes después de haber escuchado
el pacto de Dios juraron diciendo, “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos.”
Inclusive, justo antes de entrar en la tierra de Canaán, estando frente a Josué,
juraron diciendo,

“Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses…serviremos a
Jehová, porque Él es nuestro Dios.” 156

Dios no mintió! Dios no quebrantó Su pacto hecho con Israel en Sinaí! Por el
contrario, fue Israel quien lo quebrantó! La única razón por la cual Dios no
desechó a la etnia de Israel como Su pueblo fue el Mesías que le había
prometido a Abraham.

Fue por causa del pacto de Gracia revelado a Abraham, por causa de la simiente
prometida, que Dios fue paciente con Israel y toleró su constante rebeldía y
sus constantes pecados en Su contra.

Pero, una vez venida la simiente; una vez ratificado el Nuevo Pacto con
Cristo; mediante Su muerte y Resurrección, Dios ya no tenía que seguir
tolerando a esa nación incrédula, por lo que fueron desechados. Cristo les
había profetizado que su reino les sería quitado y dado a un pueblo de
creyentes.


156 Josué 24: 16, 18

119
Y la prueba de que Dios había traído las maldiciones del pacto Mosaico
fueron evidentes en el año 70 cuando el general romano Tito entró en
Jerusalén y destruyó todo a su paso, incluyendo el templo. Dios había dejado
de ser Su Dios y ellos habían dejado de ser Su pueblo.

El pacto condicional con la descendencia natural de Abraham había servido


Su propósito; la simiente había llegado y el pacto de Gracia se había cumplido
en el Nuevo Pacto de Dios con la simiente espiritual de Abraham: con Cristo
y los que están unidos a Él por medio de la fe.

Israel, entonces, -la nación, la etnia, ese pueblo en el Medio Oriente- no es el


pueblo de Dios. El pueblo de Dios es el Israel espiritual, aquellos que como
Abraham han creído en Cristo. En ellos es que se han cumplido todas las
promesas y bendiciones reveladas por Dios a Abraham.

En Cristo, Dios estableció Su reino; en Cristo Dios le dio a ese reino Su


verdadero Rey; en Cristo Dios hizo a Su pueblo un reino de sacerdotes, todos
conociendo a Dios, sin la necesidad de que otros les enseñasen de Él, y todos
una nación santa.

El Pacto Davídico

Moisés ha muerto y el liderazgo de la nación de Israel le había sido dado a


Josué, hijo de Nun. Él sería quien llevaría a Israel a la conquista de la tierra de
Canaán.

El libro de Jueces nos describe como se dio no sólo esa conquista, sino como
fue que Israel vivió estando en la tierra prometida. Y lo que leemos una y otra
vez es, “los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová.”

La realidad es que una vez conquistada la tierra la nación de Israel


constantemente estaba violando el pacto Mosaico. “Cada uno,” escribió el
autor del libro de Jueces, “hacía lo que bien le parecía.” El pueblo carecía de un
líder que guiara al pueblo. “En aquellos días,” leemos en Jueces 17:6, “no había
rey en Israel.” 157

Este período en la vida de Israel como nación se caracterizó por una


constante transgresión del pacto hecho en Sinaí. Constantemente Dios estaba
trayendo sobre ellos el castigo por sus pecados, y constantemente les estaba
dando jueces que los rescataran de sus enemigos.

Pero, como queda claro al final del libro la mayor necesidad para ellos era un


157 Es interesante que esta rase se vuelve a repetir al final del libro en Jueces 21:25

120
rey fiel que pudiera gobernarlos, guiarlos y protegerlos. Esto fue lo que Dios
le había prometido a su padre Abraham, era lo que había profetizado por
medio de Jacob, y lo que les había recordado por medio de Moisés: “se
levantará cetro de Israel.” 158

Es por ello, que en tiempos de Samuel, todo el pueblo se levanta y va al


profeta y le dicen, “constitúyenos ahora un rey que nos juzgue.” 159 Esta no era una
petición pecaminosa. Dios se los había prometido cientos de años antes. El
pecado era que su deseo no era un rey conforme al corazón de Dios, sino uno
conforme a su propio corazón; uno, “como tienen todas las naciones;” uno
escogido por ellos. 160

El pecado estuvo en haber desechado la Ley de Dios con respecto al rey que
buscarían. En Deuteronomio 17 leemos que Dios les había dicho,

“14 Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da, y tomes posesión de
ella y la habites, y digas: Pondré un rey sobre mí, como todas las naciones que están
en mis alrededores; 15 ciertamente pondrás por rey sobre ti al que Jehová tu Dios
escogiere; de entre tus hermanos pondrás rey sobre ti; no podrás poner sobre ti a
hombre extranjero, que no sea tu hermano.”

Ellos no querían que Dios les escogiera un rey, sino que su deseo era
establecer ellos mismos un rey de su agrado. El rey debía, como les dijo el
Señor en Deuteronomio 17, liderar al pueblo a la santidad, evitando así la
degradación espiritual y moral del pueblo. Debía evitar que el pueblo volviera
espiritualmente a Egipto.

Y para ello cada rey debía tener una copia de la Ley y meditar de día y de
noche en ella. “La palabra de Dios,” escribió Jonty Rhodes, “sería el verdadero
poder detrás del trono.” 161

Pero, debido a que el pueblo de Israel no deseaba un rey así, Dios les dio a
Saúl, un benjaminita, un hombre atractivo a los ojos del pueblo, un hombre de
guerra, pero un hombre que no estimaba la Palabra de Dios.

Eventualmente Dios desecharía a Saúl y escogería para ser rey sobre Israel a
David, el pastor que sería rey. Y por medio del profeta Natán establece con él
un pacto, del cual leemos en 2 Samuel 7. Y el pacto surge del deseo de David
de construir una casa para Jehová.


158 Números 24:17
159 1 Samuel 8:5
160 Ibid
161 Jonty Rhodes. Covenants Made Simple. Página 83

121
Dios les había dado descanso en la tierra prometida, pero continuaba
morando, según el rey, en una tienda. El arca del pacto y la presencia de Dios
necesitaban de un lugar más permanente. Entonces, Dios envía a Natán y le
dice al rey,

“12 Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré
después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino.
13 El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino.
14 Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con
vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; 15 pero mi misericordia no se
apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti. 16 Y será
afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu rostro, y tu trono será estable
eternamente. 17 Conforme a todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así
habló Natán a David.” 162

Dios continuaba progresando la revelación del pacto de Gracia, ahora


cumpliendo en David la promesa de un rey poderoso de la tribu de Judá que
gobernaría al pueblo de Dios. La meta era hacer de ellos un reino de
sacerdotes.

Ahora, a pesar de que en este pasaje no se hace mención de que se trata de un


pacto entre Dios y David, otros lugares de la Escritura se refieren a él como
un pacto. En el Salmo 89 dice,

“3 Hice pacto con mi escogido; Juré a David mi siervo, diciendo: 4 Para siempre
confirmaré tu descendencia, Y edificaré tu trono por todas las generaciones. Selah” 163

I. Las Características del Pacto Davídico

Ahora, cuáles eran las características de este pacto hecho por Dios con David?

Lo primero que vemos es que no se trataba de un pacto nacional, es decir, ya


no era un pacto de Dios con la nación de Israel, sino con un individuo, el rey.
La cabeza federal del pacto sería David. Él sería el representante del pueblo
delante de Dios.

Israel, entonces, sería bendecido o castigado según la fidelidad del rey al pacto
de Dios. Esto es lo que vemos una y otra vez durante los distintos reinados en
Israel. En 2 Samuel 24, por ejemplo, David peca contra Dios censando al
pueblo, y por causa del pecado del rey Dios envía la peste sobre Israel
matando a 70 mil hombres.


162 2 Samuel 7: 12-17
163 Salmo 89:3-4

122
Porqué? Porque el rey actuaba en representación del pueblo. Cuando él era
obediente las bendiciones de Dios venían sobre él y sobre el pueblo, pero
cuando él violaba el pacto, el pueblo sufría las consecuencias.

Segundo, era un pacto hecho con la casa de David. Es decir, no era un pacto
hecho con todas las tribus que descendieron de Abraham, sino solamente con
la tribu de Judá. Por medio de él vendría la bendición hecha por Jacob a Judá,

“No será quitado el cetro de Judá, ni el legislador de entre sus pies, hasta que venga
Siloh; y a Él se congregarán los pueblos.” 164

Esa fue la razón por la cual Dios preservó a la tribu de Judá a pesar de haber
tenido reyes, descendientes de David, tan perversos como los del reino del
norte, el reino que estuvo conformado por las 10 tribus restantes de la nación,
luego de ser dividido Israel.

Esa es la razón, además, por la cual el libro de Reyes registra únicamente las
genealogías de los reyes de Judá. Porque esa era la tribu más importante, pues
de ella vendría el Mesías prometido.

La tercera característica del pacto Davídico es que tiene que ver con la
promesa incondicional de Dios con respecto al hijo de David. “Yo levantaré
después de ti,” le prometió Dios a David, “a uno de tu linaje.”

La esencia del pacto Davídico sería un hijo particular de David. A ese hijo, “el
cual procederá de tus entrañas,” Dios afirmaría su reino y el trono de su reino. Y
como si fuera poco Dios promete estar siempre con él. “Yo le seré a él padre,”
dijo Dios, “y él me será a mí hijo.”

Es decir, la promesa de Dios para David era la promesa incondicional de un


hijo de su sangre que reinaría eternamente sobre el pueblo de Dios, quien
afirmaría la casa de David y le daría estabilidad a su trono eternamente.

A partir de ahora sería la descendencia de David los que serían exclusivamente


los reyes de Israel.

Cuarto, sería este hijo quien edificaría casa a Jehová. Es decir, no sería David,
sino éste hijo prometido.

La otra característica es que esta promesa tenía un cumplimiento doble. Como


muchas de las profecías del Antiguo Testamento, ésta tenía un cumplimiento
inmediato y otro futuro; los hijos inmediatos de David y uno futuro.


164 Génesis 49:10

123
Esto lo vemos en el contexto inmediato, pues si ese hijo de David hiciere el
mal, Dos le castigaría con vara de hombres y con azotes, como dice el
versículo 14.

Por otro lado, Salomón, el hijo de David reinó sobre su pueblo y fue él quien
le edificó casa a Jehová, como Él le había prometido a David. Fue Salomón
quien edificó un lugar con el fin de que Dios estableciera Su morada entre Su
pueblo para siempre.

Y el testimonio de la Biblia es que esto no ocurrió y la gloria de Dios


abandonó el templo y a la nación de Israel por la maldad de los reyes de Judá.
Pero, fue Salomón quien edificó el templo, cumpliéndose así inmediatamente
la promesa del pacto Davídico.

Sin embargo, David entendió que esa promesa tendría un cumplimiento


futuro. Y esto es evidente porque la promesa incluye a un hijo de David que
fuera eterno para poder reinar eternamente sobre Su trono. Ninguno de los
hijos de David en la carne lo podían cumplir.

Además, el reino que establecería este hijo suyo sería, por consecuencia,
eterno también. Es por eso que David dice en 2 Samuel 7:19, “Y aún te ha
parecido poco esto, Señor Jehová, pues también has hablado de la casa de tu siervo en lo por
venir.”

Y esto es claro cuando leemos los salmos del rey David. Él escribió de ese
hijo prometido que saldría de sus entrañas y que sería su Señor, su adonai,
como escribió de Él en el Salmo 110. 165

David entendió, entonces, que Dios no sólo estaba hablando de eventos que
ocurrirían en la proximidad de su vida, sino de algo que también ocurriría en
el futuro con uno de sus descendientes.

La sexta característica es que este pacto no sólo era incondicional, sino que
también contenía un grado de condicionalidad. Dios prometió
incondicionalmente traer un rey que establecería el reino de David
eternamente. Él lo había prometido y era lo que iba a hacer
incondicionalmente.

Ese era Su plan. David no tenía que hacer nada para que esta promesa se
cumpliera. Sin embargo, las promesas respecto a la descendencia natural de
David, Salomón y los demás reyes de Israel, y a las bendiciones para ellos
dependían de su obediencia a Dios. En el Salmo 132, Dios le confirmó la esta

165El término Adonai era un hebraísmo para referirse a Dios. Significa “señor” y fue usado con el fin de no
blasfemar el nombre de Dios: “Jehová”

124
condicionalidad a David,

“11 En verdad juró Jehová a David, y no se retractará de ello: De tu descendencia


pondré sobre tu trono. 12 Si tus hijos guardaren mi pacto, y mi testimonio que yo les
enseñaré, sus hijos también se sentarán sobre tu trono para siempre.” 166

El pacto Davídico incluía también un principio de obras para la descendencia


natural de David. Si ellos, como reyes de Israel, no obedecía la voz de Dios; si
no cumplían Su ley, entonces Dios prometía sentarlos sobre el trono de David
para siempre. Fue lo que Dios dijo por medio del profeta Jeremías,

“1 Así dijo Jehová: Desciende a la casa del rey de Judá, y habla allí esta palabra, 2 y
di: Oye palabra de Jehová, oh rey de Judá que estás sentado sobre el trono de David,
tú, y tus siervos, y tu pueblo que entra por estas puertas. 3 Así ha dicho Jehová:
Haced juicio y justicia, y librad al oprimido de mano del opresor, y no engañéis ni
robéis al extranjero, ni al huérfano ni a la viuda, ni derraméis sangre inocente en este
lugar. 4 Porque si efectivamente obedeciereis esta palabra, los reyes que en lugar de
David se sientan sobre su trono, entrarán montados en carros y en caballos por las
puertas de esta casa; ellos, y sus criados y su pueblo. 5 Mas si no oyereis estas
palabras, por mí mismo he jurado, dice Jehová, que esta casa será desierta. 6 Porque
así ha dicho Jehová acerca de la casa del rey de Judá: Como Galaad eres tú para mí, y
como la cima del Líbano; sin embargo, te convertiré en soledad, y como ciudades
deshabitadas. 7 Prepararé contra ti destruidores, cada uno con sus armas, y cortarán
tus cedros escogidos y los echarán en el fuego. 8 Y muchas gentes pasarán junto a esta
ciudad, y dirán cada uno a su compañero: ¿Por qué hizo así Jehová con esta gran
ciudad? 9 Y se les responderá: Porque dejaron el pacto de Jehová su Dios, y adoraron
dioses ajenos y les sirvieron.” 167

Es por eso que David le encomienda estas palabras a su Hijo Salomón antes
de sucederlo en el trono,

“3 Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando


sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está
escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello
que emprendas; 4 para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus
hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y
de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel.” 168

Si los hijos de David desobedecían, entonces, Dios los quitaría del trono, y
siendo ellos los representantes de Israel, Dios castigaría al pueblo como
consecuencia del pecado del rey.

166 Salmo 132:11-12
167 Jeremías 22: 1-9
168 1 Reyes 2: 3-4

125
II. La Teología del Pacto Davídico

Cuando intentamos comprender el pacto de Dios con David podemos notar


que la naturaleza del mismo es similar al pacto Abrahámico. Es decir, así
como este último, el primero es una dicotomía o debemos verlo como un
pacto doble: con un lado incondicional y otro condicional.

Para David la promesa de Dios era incondicional. Así fue como lo dijo el rey
al final de 2 Samuel 7,

Ten ahora a bien bendecir la casa de tu siervo para que permanezca perpetuamente
delante de ti, porque tú, Jehová Dios, lo has dicho, y con tu bendición será bendita la
casa de tu siervo para siempre.” 169

Y era incondicional, como vimos, porque dependía únicamente de la fidelidad


de Dios.

Pero, por otra lado, la promesa a los hijos de David era condicional. Ellos
debían obedecer los mandamientos de Dios, ese era el requisito para Salomón
y sus descendientes, si querían permanecer en el trono. Ninguno de los hijos
de Salomón tenían la seguridad de permanecer en el trono. El requisito para
permanecer perpetuamente en el trono era la obediencia perfecta a la Ley de
Dios.

Esto porque en el pacto con David estaban representadas dos simientes: la


simiente natural, es decir, Salomón y sus descendientes; y la simiente


169 2 Samuel 7: 29

126
sobrenatural, Jesucristo, quien vino del linaje de David. 170

Ninguna de las simientes naturales de David pudo cumplir con el requisito del
pacto Davídico. Todos ellos, desde Salomón hasta el último de los reyes de
Israel violaron el pacto con David. Al final de la vida de Salomón la Biblia
registra esta triste realidad,

“1 Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres


extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las
heteas; 2 gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a
ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros
corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. 3 Y tuvo
setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón.
4 Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses
ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre
David. 5 Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de los sidonios, y a Milcom, ídolo
abominable de los amonitas. 6 E hizo Salomón lo malo ante los ojos de Jehová, y no
siguió cumplidamente a Jehová como David su padre. 7 Entonces edificó Salomón un
lugar alto a Quemos, ídolo abominable de Moab, en el monte que está enfrente de
Jerusalén, y a Moloc, ídolo abominable de los hijos de Amón. 8 Así hizo para todas
sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban incienso y ofrecían sacrificios a sus
dioses.” 171

Y el relato continúa diciendo que por causa del pecado de Salomón contra el
pacto Davídico, Dios se enojó contra él y dividió al reino de Israel en dos. Y
así como ocurrió con Salomón fue con todos sus descendientes. Ninguno de
ellos pudo cumplir las condiciones del pacto.

La otra similitud del pacto de David con el pacto Abrahámico es en la


sombras y tipos encontrados en él. Salomón, por ejemplo, fue quien le
construyó casa a Jehová, pero fue Jesús el verdadero Salomón quien era Él
mismo el templo de Dios, la morada perpetua de Dios con Su pueblo. Fue
Jesús, no Salomón, quien cumplió esta promesa.

Además, fue durante el reinado de Salomón que se cumplió la promesa del


reposo de Dios para Israel. Fue durante su reinado que la nación gozo de
verdadera paz con sus enemigos. Él había expandido el reino hasta su mayor
plenitud.

Sin embargo, por causa de su pecado el reino fue dividio y fue sucedido por

170 María, la madre del Señor Jesucristo era del linaje de David lo que le daba cumplimiento a la promesa del
pacto Davídico, pero José, su padre adoptivo, lo era también, confiriéndole a Jesús el derecho a reclamar el
trono de David (ver Mateo 1:16 y Lucas 3:23ff)
171 1 Reyes 11: 1-8

127
sus hijos pecadores quienes llevaron al final al pueblo de Israel al cautiverio.
Pero, fue Jesús quien verdaderamente estableció el reino de Dios. Fue Él
quien le dio verdadero reposo a Su pueblo de sus enemigos. Sólo Jesús es el
eterno Rey de Dios sentado en el trono de David.

Y por último ninguno de los descendientes naturales de David pudo cumplir


con las condiciones del pacto. Todos ellos, como leímos de Salomón, pecaron
contra Dios. Todos excepto Cristo. Él obedeció las condiciones del pacto
Davídico a la perfección.

Y fue por esa razón por la cual la muerte no tenía potestad sobre Él y por l
cual resucitó y asumió lo que era Su derecho, el trono de David. Este fue el
argumento de Pedro en su primer sermón en Pentecostés,

“24 al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible
que fuese retenido por ella. 25 Porque David dice de él: Veía al Señor siempre
delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido.” 172

El cumplimiento, entonces, del pacto Davídico ocurrió en la resurrección del


Señor Jesucristo, la simiente prometida a David. De nuevo, Pedro más
adelante en su sermón les dijo,

“29 Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió
y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy. 30 Pero siendo
profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en
cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, 31 viéndolo
antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni
su carne vio corrupción.” 173

La realidad es que para este tiempo Dios había cumplido todas Sus promesas.
Cuando Salomón tomó el trono dijo lo siguiente,

“24 Porque él señoreaba en toda la región al oeste del Eufrates, desde Tifsa hasta
Gaza, sobre todos los reyes al oeste del Eufrates; y tuvo paz por todos lados alrededor.
25 Y Judá e Israel vivían seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su
higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón.” 174

Justo como lo había prometido a Abraham en Génesis 15, no sólo era Israel
tan grande como las estrellas del cielo, sino que ahora habitaba en la tierra
prometida. Es por eso que el rey, meditando en las promesas de Dios para el
pueblo dijo,

172 Hechos 2: 24-25
173 Hechos 2: 29-31
174 1 Reyes 4:20-21

128
“23 dijo: Jehová Dios de Israel, no hay Dios como tú, ni arriba en los cielos ni abajo
en la tierra, que guardas el pacto y la misericordia a tus siervos, los que andan delante
de ti con todo su corazón; 24 que has cumplido a tu siervo David mi padre lo que le
prometiste; lo dijiste con tu boca, y con tu mano lo has cumplido, como sucede en este
día.” 175

Dios fue fiel, no así Israel ni ninguno de sus reyes. Pero, a pesar de su
infidelidad el trono de David continuaba teniendo esperanza. Y esto por causa
del rey prometido. Hasta que viniera ese Rey la casa de Judá permanecería en
pie.

Como escribió Jeffrey Johnson,

“El pacto Abrahámico prometía que ese niño sería el hijo de Abraham. En el pacto
Mosaico, aprendimos que el niño sería un profeta. Finalmente, el pacto Davídico
prometía que el profeta sería el hijo real de David. En cada pacto sucesivo, la
esperanza del evangelio se hacía cada vez más específica, de un hijo varón de la
humanidad a un hijo de Israel, y de un hijo de Israel a un hijo de David.” 176

El Nuevo Pacto

El Salmo 78 resume el Antiguo Testamento: el pacto antiguo hecho por Dios


con Israel.

Con el motivo de glorificarse a Sí mismo, como lo dice el Salmo; con el fin de


que todos los hombres conocieran “las alabanzas de Jehová, y Su potencia, y las
maravillas que hizo,” como leemos en el versículo 4, Dios había ideado un plan
en la eternidad.

Ese plan no era otra cosa que el Pacto de la Redención; por el cual Dios
manifestaría Su infinita gloria redimiendo a un pueblo de entre una raza de
hombres pecadores, a los cuales el Padre había elegido en la eternidad, se los
había entregado en las manos a Su Hijo con el fin de que Él los redimiera
viniendo a la tierra, y en los cuales el Espíritu Santo haría esa salvación una
realidad.

Fue por causa de ese Pacto eterno que Dios creó el universo. Fue por ello que
Dios creó a Adán y a Eva. Fue por ello que hizo el Pacto de Obras con el
primer hombre. Fue por ello que hizo, luego de que Adán quebrantara por su
pecado el pacto en Edén, un nuevo pacto en el cual le reveló a él el Evangelio:
la promesa de una simiente proveniente de la mujer.


175 1 Reyes 8: 23-24
176 Jeffrey Johnson. The Kingdom of God. Página 226

129
Esa simiente vendría a deshacer todo lo que Satanás había hecho, pero sufriría
el castigo en sustitución de Adán y Eva.

Fue por causa de ese pacto eterno que Dios volvió a visitar a los
descendientes de Adán, quienes habiéndose rebelado contra Dios, merecían la
muerte. Y en Su gracia los visitó y preservó la vida de Noé y su familia. E hizo
un pacto con él de preservar el mundo para la llegada de esa simiente
prometida.

Fue por causa de ese pacto eterno que el Señor visitó a Abraham y por gracia
hizo un pacto con él en el cual le prometía primeramente una simiente
particular por medio de la cual Él bendeciría a las naciones. Pero un pacto,
también, que incluía hacer de su descendencia un gran reino en la tierra.

Por causa de esa promesa Dios se acordó de Israel cuando estaba bajo la dura
servidumbre de Egipto. Y lo sacó con mano poderosa y los llevó bajo Sus alas
hasta el monte Sinaí en donde hizo un pacto con ellos: Él los haría una nación
en su propia tierra bajo una constitución: Su ley.

E Israel juró obedecer todos los mandamientos de Dios con el fin de


permanecer siendo una nación en Canaán.

Sin embargo, una y otra vez, lo que leemos en el Antiguo Testamento es


como Israel violó ese pacto hecho con Dios. Dios había cumplido todas Sus
promesas: Él había hecho de la descendencia de Abraham una nación
numerosa; les había dado la tierra de Canaán; pero, aún así el pueblo, como lo
afirma el salmista una y otra vez, invalidó el pacto. [versículos 10-11; 17; 21-
22; 32; 37; 56] 177

Fue por ese pacto eterno que visitó a Israel e hizo pacto con David
progresando en esa revelación del Evangelio prometiéndole una simiente
particular que establecería el reino eternamente; pero también jurándole un
linaje de reyes. Esos hombres debían, como debió hacerlo el mismo David,
guiar espiritualmente a Israel evitando que volvieran espiritualmente a Egipto.

Al final del Salmo 78 el salmista escribe diciendo,

“70 Eligió a David su siervo, Y lo tomó de las majadas de las ovejas; 71 De tras las
paridas lo trajo, Para que apacentase a Jacob su pueblo, Y a Israel su heredad. 72 Y
los apacentó conforme a la integridad de su corazón, Los pastoreó con la pericia de sus
manos.”


177 Ver Salmo 78: 10-11, 17, 21-22, 32, 37, 56; Jeremías 11:7-10; Oseas 8:1

130
Sin embargo, ni David, ni su hijo Salomón, ni ninguno de los otros reyes de
Israel lo hicieron. Desde David hasta Sedequías todos violaron el pacto hecho
por Dios con David, su padre.

Israel se había cortado, por su rebelión, de las bendiciones hechas por Dios a
Abraham. Por haber violado el pacto con Dios no sólo fue dividió el reino en
tiempos de Salomón, sino que también Dios los envió en cautiverio como
esclavos.

Por medio del profeta Jeremías, por ejemplo, Dios declaró,

“25 He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a
todo incircunciso; 26 a Egipto y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab, y
a todos los arrinconados en el postrer rincón, los que moran en el desierto; porque
todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de
corazón.” 178

Un rey pasaba y otro nuevo subía al trono, pero todo continuaba igual. Aquel
que debía representar al pueblo delante de Dios llevaba cada vez más al
pueblo a la ruina espiritual.

La única esperanza para Israel, entonces, estaba en la simiente particular que le


fue prometida a David, el rey pastor que apacentaría a Jacob, como leímos en
el Salmo 78, conforme a la integridad de su corazón.

Lo que declara todo el Antiguo Testamento es que a pesar de la infidelidad de


la nación de Israel, a pesar de la infidelidad de sus reyes, Dios permanecía fiel
a Su pacto eterno.

Y en medio del anuncio de juicio a Israel por su maldad viene el anuncio de


un Nuevo Pacto.Y este pacto divino lo encontramos descrito en Jeremías 31:
31-34 y en Ezequiel 36: 22-38. La profecía de Jeremías dice,

“31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa
de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día
que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi
pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que
haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su
mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano,
diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos
hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me


178 Jeremías 9: 25-26

131
acordaré más de su pecado.”

A pesar de la infidelidad del pueblo de Israel, los descendientes naturales


circuncidados de Abraham, Dios continuaba siendo fiel a Su pacto.

A. Las Promesas del Nuevo Pacto

Lo primero que debemos notar es que este pacto hecho por Dios es un “nuevo
pacto.” No se trata de una nueva administración del pacto antiguo, sino de un
pacto completamente nuevo: “no como el pacto que hice con sus padres,” es lo que
afirma el profeta en el versículo 32.

Pero, cuáles eran las promesas de Dios en este Nuevo Pacto?

1. Un cambio de corazón: Ciertamente está implícito en Jeremías 31, pero en


Ezequiel 36: 26, Dios dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”

La primera promesa, entonces del Nuevo Pacto era la regeneración, el nuevo


nacimiento, el nacimiento de arriba. 179 Él haría un trasplante de corazón a
cada individuo de Su pueblo; cambiaría el corazón de piedra que había en cada
uno de ellos y pondría un nuevo corazón de carne.

2. Dios escribiría Su ley en esos nuevos corazones: De la misma manera en


que había sucedido en Sinaí cuando Dios escribió con Su propio dedo Su ley
en dos tablas de piedra, en el Nuevo Pacto Dios prometía escribir con Su
dedo esa misma Ley en los corazones de Su pueblo. Versículo 33,

“Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón.”

La ley del creyente, la ley de todo miembro de este Nuevo Pacto, que estaría
escrita en sus corazones, sería la misma Ley moral que Dios le había dado a
Israel en tablas de piedra en Sinaí.

3. Dios pondría a Su Espíritu Santo dentro de cada miembro de este pacto: El


profeta Jeremías no lo dice abiertamente, pero Ezequiel 36: 27 promete, “Y
pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra.”

Esto es lo que vemos en el libro de los Hechos. Allí Dios nos revela el Nuevo
Pacto siendo ejecutado en el tiempo y el espacio: los judíos, prosélitos y
gentiles, todos los miembros del Pacto recibiendo la promesa del Espíritu


179 Juan 3: 1-8

132
Santo.

Y el fin de este regalo es la santificación progresiva y la glorificación final de


cada uno de los miembros de este pacto. Sería el Espíritu Santo quien llevaría
a cada individuo a amar la Ley que Dios escribió en sus corazones de tal
manera que anduvieran en ella, la guardaran y la pusieran por obra.

El Salmo 119 sería la realidad para cada miembro del Pacto.

4. Dios haría de los individuos del Pacto un pueblo en comunión con Él: El
profeta Jeremías lo dice así, “y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.”

El Nuevo Pacto no dividiría al pueblo de Dios, sino que serviría para


unificarlo como una comunidad de individuos que confiesan a Dios como Su
Señor y que se sujetan a Él como Su pueblo.

Este Pacto no promete individuos andando cada uno por su lado, sino en una
comunidad pactual, no sólo con Dios, sino unos con los otros.

5. Todos los miembros del Nuevo Pacto conocerán a Dios: En Jeremías 31:34
leemos, “Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo:
Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más
grande, dice Jehová.”

Todos, sin excepción, desde el más pequeño hasta el mayor conocerán


salvíficamente al Señor.

6. Dios perdonará los pecados de los miembros del Pacto: La promesa del
Nuevo Pacto es la remoción de todos los pecados de los individuos de ese
pueblo de Dios. Ezequiel 36:35 dice,

“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras


inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.”

Jeremías 31:34 afirma lo mismo, “perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más


de su pecado.” Como el criminal que recibe un nuevo expediente, tal es la
promesa de Dios en este Nuevo Pacto: nunca más se acordará del pecado de
aquellos a los que redimió; sino que los limpiará de todo pecado.

7. Dios dará una habitación eterna para los miembros del Nuevo Pacto: Como
le había prometido a Adán; como se lo prometió a Abraham; y como se lo
prometió a David, Dios proveería en este Nuevo Pacto la tierra prometida. Él,
dice Ezequiel 36:24,

133
“os tomaré de las naciones, y os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestro
país.”

En Jeremías 32: 41, dice, “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien, y los plantaré en
esta tierra en verdad, de todo mi corazón y de toda mi alma.” Esa tierra no es otra cosa
que la ciudad esperada por Abraham, “que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y
constructor es Dios.” 180

B. La novedad del Nuevo Pacto

Ahora, si este pacto no era una nueva administración del pacto antiguo, como
dijimos, sino un “nuevo” pacto, entonces la pregunta que debemos responder
es: Qué hace de él algo nuevo?

1. El Nuevo Pacto es inquebrantable: Otra forma de decirlo es que el Nuevo


Pacto es incondicional, es decir, no depende de la obediencia de los
miembros, sino de la fidelidad de Dios.

Como vimos, el pacto antiguo era condicional, es decir, contenía un principio


de obras: si obedeces…entonces… Y la evidencia bíblica es que Israel quebrantó
ese pacto antiguo. Jeremías 31, refiriéndose a la diferencia entre el Nuevo y el
antiguo pacto, dice,

“31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa
de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día
que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi
pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.”

Todo el lenguaje de Dios con respecto a este Nuevo Pacto es: “Yo os tomaré,”
“esparciré,” “Os daré,” “quitaré,” “pondré,” “haré,” “os guardaré,” “Multiplicaré,” etc.
181
“No lo hago por vosotros,” es lo que dice en Ezequiel 36: 22, “sino por causa de mi
santo nombre.”

La realidad es que no hay ninguna posibilidad de que este Nuevo Pacto


fracase. Dios mismo es quien se responsabiliza de hacerlo una realidad. Él es
quien le dará cumplimiento a todas Sus promesas.

2. Todos los miembros del Nuevo Pacto serán transformados: Todos los
miembros tendrán sus pecados perdonados, serán regenerados, y conocerán
personalmente a Dios.

A diferencia del pacto antiguo en el cual por cada 12 Acabs, o por cada 20

180 Hebreos 11: 10
181 Ezequiel 36: 22-30

134
Manasés, o por cada 30 Corés, había uno de sus miembros que conocía
personalmente a Jehová; en este Nuevo Pacto esta sería una realidad para
todos los miembros.

Los hijos del profeta Elí, por ejemplo, conocían el nombre de Jehová; ellos
ministraban en Su nombre; pero, a pesar de ser miembros del pacto antiguo,
no le conocían.

Lo que ocurría exclusivamente en un remanente en el Antiguo Testamento,


ese conocimiento salvífico de Jehová, sería universal en el Nuevo Pacto: todos
y cada uno de los miembros de él conocería personalmente a Dios.

Hablando de la novedad del Nuevo Pacto, escribió James White,

“la novedad del Nuevo Pacto es vista parcialmente en la extensión de la expresión de


la gracia de Dios para todos en él. Es una demostración exhaustiva de gracia, pues
todos en el Nuevo Pacto experimentan todo lo que es inherente en el pacto en la sangre
del Hijo de Dios. No es meramente un remanente el que experimenta estas cosas, sino
todos, así que el dicho, “Ellos no guardaron mi pacto” no puede ser dicho de ellos,
pues a diferencia del Antiguo Pacto en donde habían muchos que no tenían la ley en
sus corazones y mentes, no conocían al Señor, y no conocían el perdón de pecados, este
no es el caso en el Nuevo Pacto…La novedad del Nuevo Pacto se encuentra por lo
tanto en la realidad que el mejor mediador, la mejor esperanza, y los mejores
sacrificios significan que todos, del más pequeño hasta el mayor de ellos, conocen al
Señor salvíficamente. Esta es su gloria, pues refleja el poder de la sangre en el cual fue
sellado.” 182

3. La creación de un pueblo espiritual: El Antiguo Pacto creó una nación


física, un pueblo descendiente de la carne de Abraham. Sin embargo, el
Nuevo Pacto sería novedoso en que traería consigo la creación de un pueblo,
ya no carnal, sino espiritual.

Todos y cada uno de los miembros del Nuevo Pacto serían hijos espirituales
de Abraham por la fe. Su conexión con Dios no sería algo meramente
externo, no sería sólo de nombre, ni por ascendencia, sino que sería una
conexión interna, del corazón, por la fe.

Escribió J. R. Williamson,

“El fracaso del pueblo era descarado y continuo, y clamaba por un nuevo pueblo de
Dios, constituido por algo más que el nacimiento físico y una mera conexión externa
con Dios. Debía existir un pueblo que fuera el pueblo de Dios no sólo de nombre, sino


182 James White. The Newness of the New Covenant. Recovering a Covenantal Heritage. Página 363-364

135
del corazón también, un pueblo que, como una comunidad pactual estuviera marcado
por el conocimiento del Señor y la experiencia del perdón de pecados.” 183

En este Nuevo Pacto, entonces, no se entraría por “sangre, ni de voluntad de


carne, ni de voluntad de varón”, sino, como dice Juan 1: 13, “de Dios.” Lo que haría
de una persona un miembro del Nuevo Pacto sería, entonces, el nacimiento
de arriba.

Y el pueblo de Dios sería, por lo tanto, una comunidad conectada no por la


sangre, sino por la fe.

C. El Nuevo Pacto Establecido o por Cumplir?

En este punto deseo contestar dos preguntas: Primero, si el Nuevo Pacto ya


fue establecido o si aún está pendiente su cumplimiento; y segundo, cuando y
con quien fue establecido.

1. Fue establecido o está pendiente su cumplimiento: Y esta pregunta es


importante dado el argumento de algunos presbiterianos. Para muchos de
estos hermanos el Nuevo Pacto no es otra cosa que una administración
diferente del Pacto de Gracia.

Por lo tanto, así como el pacto antiguo incluía en su membresía a los hijos
circuncidados descendientes de Abraham, de la misma manera en el Nuevo
Pacto deben ser aceptados como miembros los hijos de los creyentes. Porqué?
Porque el Nuevo Pacto es simplemente una administración del mismo Pacto.

Pero, es claro, como vimos, que el Nuevo Pacto no es una administración


diferente del Pacto de Gracia en el Antiguo Pacto, sino que él es el Pacto de
Gracia que fue prometido y revelado solamente en el Antiguo Testamento. El
Nuevo Pacto es un nuevo pacto, no el mismo, por lo tanto desde esa
perspectiva la inclusión de los hijos de los creyentes en la membresía del
Nuevo Pacto no puede ser justificada.

Ahora, viendo la claridad de la evidencia bíblica al respecto, algunos


presbiterianos han querido modificar su entendimiento del Nuevo Pacto para
poder seguir justificando el bautismo de infantes y por lo tanto la membresía
de ellos en la iglesia.

Richard Pratt, un presbiteriano por ejemplo, y profesor del Seminario


Teológico Reformado, hablando del Nuevo Pacto descrito en Jeremías 31
dice,

183 J. R. Williamson. From the Garden of Eden to the Glory of Heaven. Página 192-193

136
“Sin duda alguna Jeremías distingue el Nuevo Pacto como uno que no puede ser
quebantado…sería completamente internalizado…demostrando que Dios mismo
traería una transformación interna profunda en su pueblo pactual…Así que en el
pacto del que habló Jeremías la salvación vendría a cada participante. No habrían
excepciones.” 184

Pero luego, después de confirmar lo que dice la profecía de Jeremías, Pratt se


pregunta,

“Cómo entonces podemos bautizar personas en un ambiente pactual externo aparte de


la regeneración?...De hecho, el bautismo de infantes introduce personas no regeneradas,
incrédulas dentro de la comunidad del Nuevo Pacto.” 185

Cómo justifican Pratt y otros presbiterianos la inclusión de incrédulos –los


hijos no regenerados de creyentes- dentro de la membresía de la iglesia, la
comunidad del Nuevo Pacto? Bueno, lo hacen afirmando que el
establecimiento del Nuevo Pacto es aún futuro.

Es decir, para Pratt el cumplimiento del Nuevo Pacto se dará con la segunda
venida del Señor Jesucristo. En este tiempo el pacto es quebrantable y el
pueblo está conformado, como en el Antiguo Pacto, por una comunidad
mixta de personas, creyentes e incrédulos, siendo éstos últimos los hijos de los
creyentes.

Las promesas que vimos de Jeremías 31 y Ezequiel 36 no son una realidad


ahora.

Sin embargo, es esto consistente con las Escrituras? Habla la Biblia acerca del
establecimiento o futuro cumplimiento del Nuevo Pacto? Y la respuesta es
afirmativa.

El autor de la epístola a los Hebreos, hablando de la superioridad del Nuevo


Pacto sobre el antiguo; el cual dice tuvo defectos, razón por la cual se tuvo la
necesidad de un Nuevo Pacto; afirma lo siguiente en Hebreos 8:6,

“Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto,
establecido sobre mejores promesas.”

El autor afirma que el Nuevo Pacto, cuyo mediador es Jesucristo, fue


“establecido.” No hay ninguna indicación que el cumplimiento del mismo esté

184 Richard Pratt. Infant Baptism in the New Covenant.
http://www.thirdmill.org/files/english/html/th/TH.h.Pratt.New.Covenant.Baptism.html
185 Ibid

137
aún pendiente. De hecho, el tiempo verbal en el original indica una acción que
ya fue completada. 186

El establecimiento de este Nuevo Pacto, afirma el autor, está relacionado con


la caducidad del antiguo. En el versículo 13 él dice, “Al decir: Nuevo Pacto, ha
dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo se envejece, está próximo a desaparecer.”

Además, en el capítulo 10 el autor afirma que este Pacto ya ha sido


establecido, razón pr la cual dice, “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar
en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos
abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo gran sacerdote sobre la casa de Dios,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe…” 187

Es claro, entonces que el Federalismo parcial que propone Pratt no es


consistente con el testimonio de la Biblia. El Nuevo Pacto ya fue establecido y
por lo tanto ya es una realidad y todas sus promesas, a pesar de nos ser
perfectas ahora, son una realidad para todos los miembros del Nuevo Pacto.

2. Cuándo fue establecido el Nuevo Pacto? El testimonio de la Escritura es


que el Nuevo Pacto fue establecido por Cristo, su cabeza federal.

Siendo el Nuevo Pacto el Pacto de Gracia, es decir, la ejecución del Pacto de la


Redención hecho en la eternidad por los miembros de la Trinidad, en el
tiempo y el espacio; siendo el Nuevo Pacto el cumplimiento de las promesas
que le fueron dadas a Abraham y a David, debía, por lo tanto, establecerse
con la simiente de Abraham, el hijo de David: Jesucristo.

Él es el mediador del Nuevo Pacto, su representante y cabeza federal. Este es,


por ejemplo, el testimonio del autor de la epístola a los Hebreos. En el
capítulo 7 dijo,

“26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27 que no tiene necesidad cada día,
como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados,
y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí
mismo.” 188

Era en ese sumo sacerdote, en ese mediador, en quien fue establecido el


Nuevo Pacto. De nuevo, Hebreos 8:6, “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo,
cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas.”


186 El verbo se encuentra en tiempo presente
187 Hebreos 10: 19-22a
188 Hebreos 7: 26-27

138
Pero, el testimonio más claro lo tenemos en los Evangelios. Cuando el Señor
instituyó la Cena, Él le dijo a Sus discípulos,

“26 Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus
discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. 27 Y tomando la copa, y
habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi
sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.”
189

El Nuevo Pacto, entonces, fue establecido con Cristo, su cabeza federal, el


representante de Su pueblo, y se hizo mediante Su muerte en la cruz del
Calvario. Fue por Su sangre que el Nuevo Pacto fue establecido; fue por Su
sangre que el Nuevo Pacto es ahora una realidad para el pueblo de Dios.

Ya no más un remanente, sino que ahora todos los miembros del pacto,
gracias a la obra perfecta de Cristo en la cruz, reciben todas las promesas, no
en un futuro, sino hoy por medio de la fe.

D. Cómo, entonces, se cumplió el Pacto Antiguo?

La semana pasada un hermano me hizo una pregunta sumamente importante:


Si usted dijo que la nación de Israel debía cumplir el Pacto Mosaico, así como
lo tuvo que cumplir el rey de Israel, como fue que Cristo lo cumplió?

Ciertamente Cristo era el Rey verdadero de Israel, el hijo de David, quien


cumplió todos los mandamientos de Dios representando perfectamente a Su
pueblo. Pero, cómo pudo Él cumplirlo por Israel? Y la pregunta es una muy
inteligente.

Cómo pudo Cristo hacer esto? Bueno, siendo Él mismo el verdadero Israel.

La Biblia habla de Israel en el Antiguo Testamento como el hijo de Dios


(Oseas 11:1, “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi
hijo”); como la niña de su ojo (Zacarías 2:8, “Porque así ha dicho Jehová de
los ejércitos,” hablando de Sion, “Tras la gloria me enviará Él a las naciones
que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo”); como el
hijo de Abraham.

Bueno, los Evangelios son muy claros en apuntar al cumplimiento de Cristo


como el verdadero Israel. El Evangelio de Mateo, por ejemplo, que desea
mostrar a Cristo como el Rey [EXPLICAR como hacen esto los
evangelios] inicia con Su genealogía diciendo,


189 Mateo 26: 26-28

139
“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.” 190

Israel en el Antiguo Testamento, el hijo de Abraham, apuntaba a Jesucristo, el


verdadero Israel, el verdadero hijo de Abraham.

El mismo Mateo escribió en el versículo 17 del primer capítulo,

“De manera que todas las generaciones desde Abraham hasta David son catorce;
desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce; y desde la deportación a
Babilonia hasta Cristo, catorce.”

Cristo, afirma Mateo, es el cumplimiento de la historia de Israel: desde


Abraham hasta Su persona en la encarnación.

Poco tiempo después de que Jesús naciera Herodes quiso matarlo. Un ángel
se le apareció a José y le dijo que se llevara a Él y a su madre a Egipto. Y
noten lo que escribe Mateo,

“y estuvo allá hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliese lo que dijo el Señor
por medio del profeta, cuando dijo: De Egipto llamé a mi Hijo.” 191

Mateo va al Antiguo Testamento, a la profecía de Oseas 11:1 y afirma que


Jesús es el cumplimiento de ella. Porqué? Porque Él es el verdadero Israel de
Dios.

Inmediatamente después, en Su bautismo tenemos la declaración del Padre,


diciendo,

“Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia.” 192

Así como Dios declaró esto de Israel en el Antiguo Testamento, ahora, estaba
afirmando lo mismo del verdadero Israel, Jesucristo.

Un capítulo más adelante el mismo Mateo narra cuando el Espíritu Santo


llevó a Jesús al desierto. Allí estuvo por cuarenta días. Pero, a diferencia de
Israel en el Antiguo Testamento, quien estuvo en el desierto cuarenta años,
éste Israel le fue perfectamente fiel a Dios estando débil, cansado y
hambriento. Y nunca tentó a Jehová.

Pero, el Antiguo Testamento hablaba de Israel como la viña que fue plantada
por Dios. “Ciertamente la viña de Jehová de los ejércitos,” dijo Isaías 5:7, “es la casa de

190 Mateo 1:1
191 Mateo 2:15
192 Mateo 3:17

140
Israel.” Fue Dios quien la había plantado y fue Él quien la había cuidado. Pero,
esa viña fue hollada y consumida por ser una mala viña.

Pero, es lo mismo que se dice de Jesús en los Evangelios. El apóstol Juan


registra las palabras de Jesús cuando dijo a Sus discípulos, “Yo soy la vid
verdadera, y mi Padre es el labrador.” Pero, a diferencia de Israel que no dio fruto,
Jesús como la vid verdadera, sí le dio fruto a Su Padre celestial.

E. Conclusión

Entonces, la gloria del Nuevo Pacto es que Jesucristo vino a cumplir el pacto
de obras que fue quebrantado en Edén; fue quien vino a cumplir
verdaderamente el requisito de la circuncisión del pacto Abrahámico; quien
vino a cumplir perfectamente el pacto Mosaico; y quien vino a cumplir el
pacto Davídico en representación de Su pueblo.

Escribió Jeffrey Johnson,

“A pesar de que la narrativa histórica del Antiguo Testamento termina con fracaso,
lleva consigo la esperanza de la victoria. El reino de Dios permanecía en ruinas, pero
la simiente prometida de la mujer daba esperanza a todos aquellos que creyeran. El
pacto de obras sería cumplido, pues el segundo Adán establecería el reino de Dios
cumpliendo el mandato del pacto. El nuevo Adán sería el hijo de Abraham, el hijo
real de David, el nuevo Profeta, un Sacerdote Santo, y un Rey Justo. El reino de
Dios triunfaría sobre el reino de las tinieblas, pues este es el mensaje central del
Antiguo Testamento. Toda la historia de la redención en el Antiguo Testamento
apuntaba ultimadamente a una persona –Jesucristo.” 193

Por lo tanto, si alguien ha de ser salvo, debe estar unido al verdadero Israel
por medio de la fe. De otra manera se encuentra fuera del pueblo de Dios y
por lo tanto bajo la condenación del pacto de obras. En este Israel está la
gracia de Dios disponible para los que se acercan a Él por la fe.

Y el que está en este Israel, a diferencia del Israel del Antiguo Testamento,
será verdaderamente salvo.


193 Jeffrey Johnson. The Kingdom of God. Página 228

141
Las Implicaciones de Nuestra Teología Federal

Como les había dicho al inicio de este estudio, para Charles Spurgeon, el gran
predicador inglés del siglo XIX, el estudio de los pactos divinos era “la médula
de la divinidad.” Para este pastor “aquel que no conoce los pactos conoce casi nada del
evangelio de Cristo.”

Así de importante y necesario era el estudio de este tema para Spurgeon. El


federalismo bíblico está íntimamente relacionado con el entendimiento del
Evangelio.

Y por ende nuestra salud espiritual depende de un correcto entendimiento de


ellos, razón por la cual nos hemos dedicado a estudiarlos. Cito de nuevo a
Walter Chantry, un pastor Bautista Reformado, quien escribiendo acerca del
tema dijo,

“La médula está en el centro de los huesos que dan forma a nuestro cuerpo. Así la
doctrina de los pactos se encuentra en el centro de la teología, y la salud de cualquier
sistema teológico depende de su entendimiento de esta verdad.” 194

Entonces, un conocimiento bíblico de los pactos divinos nos darán un mejor


entendimiento del Evangelio y por ende mantendrá la salud de nuestra vida
espiritual.

Ahora, si hay algo que debemos tener aún más claro es que nuestro
entendimiento de los pactos divinos trae consigo implicaciones teológicas y
doctrinales que nos hacen ser la iglesia que somos. Como les dije al inicio:
nosotros somos Bautistas Reformados, creemos lo que creemos, hacemos lo
que hacemos, precisamente por tener un entendimiento específico del
federalismo bíblico.

Y creemos que no sólo ese entendimiento pactual es el más consistente con


las Escrituras, sino que lo son también nuestra fe y práctica.

Pero, entonces, cuáles son las implicaciones de nuestro federalismo? Cómo es


que se aplica nuestra teología de los pactos divinos?

1. En nuestra Teología Bíblica

La teología bíblica no es otra cosa que buscar la unidad de la Biblia en medio


de su diversidad. Se trata de comprender la narrativa, el hilo que une cada
porción de la Escritura, o lo que se conoce en teología como la metanarrativa


194 Walter Chantry. The Covenants of Works and Grace. Kindle-Loc 17

142
bíblica. Se trata de conocer, como dijo Graeme Goldsworthy, el gran panorama
de la revelación divina. 195

Y nuestro federalismo debe ser aplicado en este tema tan importante. Es


decir, debemos entender que la Biblia no se trata de diferentes temas, de
diferentes historias, sino de un sólo libro, una sola historia que desea
mostrarnos la gloria de Dios en la redención de pecadores por medio de
Jesucristo.

Es decir, nuestro federalismo hará que nosotros como iglesia estudiemos la


Biblia, la enseñemos y la prediquemos de una manera Cristocéntrica. Es
nuestro federalismo lo que le da sentido a las palabras de Jesús que todas las
Escrituras hablan de Él.

Fue por medio de la obra perfecta de Cristo en la cruz del Calvario que Dios
decidió glorificarse a Sí mismo, por lo tanto, es a Cristo a quien debemos
encontrar en las Escrituras y a quien debemos predicar.

“Él es,” como escribió Douglas van Dorn, “el Dios pactual del Antiguo
Testamento,” pero que aparece en el Nuevo Testamento, “en la carne.” 196

Entonces, en lugar de ver los libros de la Biblia desarticulados unos de los


otros, los entendemos como una sola unidad, con una sola enseñanza, y un
solo centro: la persona del Señor Jesucristo. Es a Él a quien esta iglesia
proclamará mientras permanezcamos Bautistas Reformados.

2. En nuestra adoración a Dios

Nuestro federalismo nos debe mostrar con una mayor claridad al Dios de la
Biblia y nos debe llevar a Él en adoración.

Conocer a este Dios infinitamente Santo, Glorioso, Justo, Perfecto,


Omnipotente, Omnisapiente, Bueno, Misericordioso, lleno de Amor, que se
ha revelado a Sí mismo por medio de pactos a los hombres nos debe llevar a
humillarnos y a rendirnos a Su voluntad.


195 Muchas definiciones se han dado al respecto. Sólo quiero citar algunas de ellas: “La teología bíblica es la rama
de la Teología Exegética que trata con el proceso de la auto-revelación de Dios depositada en la Biblia.” (Geerhardus Vos.
Citado por Vern Poythress en, “Kinds of Biblical Theology,” Westminster Journal of Theology 70 (2008):
130). “La teología bíblica…busca descubrir y articular la unidad de todos los textos bíblicos tomados juntos” (D. A. Carson
en New Dictionary of Biblical Theology. Página 100). “Desde la perspectiva del predicador evangélico, la teología bíblica
involucre la búsqueda por el gran retrato, o el gran panorama, de la revelación bíblica.” (Graeme Goldsworthy. Preaching
the Whole Bible as Christian Scripture. Página 22)
196 Douglas van Dorn. Covenant Theology. A Reformed Baptist Primer. Página 144

143
Es por ello que cuando le adoramos no lo hacemos de cualquier forma. No, si
éste es el Dios de la Biblia, entonces le adoraremos como Él desea ser
adorado.

Es decir, nuestra teología federal debe hacer de nosotros una iglesia regida por
lo que se conoce como el Principio Regulador de la Adoración. Nuestra
confesión lo dice de esta manera,

“el modo aceptable de adorar al verdadero Dios fue instituido por Él mismo, y está de
tal manera limitado por Su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios
conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de
Satanás, ni bajo ninguna representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en
las Sagradas Escrituras.” 197

Es decir, conocer al Dios de los pactos, al Rey soberanos del universo, debe
llevarnos a adorarle conforme a lo que Dios nos ha mostrado en la Biblia. Es
Él quien decide los medios o elementos por medio de los cuales será adorado
por Su pueblo.

A diferencia de muchas iglesias que son reguladas por el Principio Normativo


–aquel que dice que podemos adorar a Dios como lo deseemos, a menos que
Dios lo haya prohibido explícitamente en la Escritura- nosotros adoraremos a
Dios guiados por mandamientos positivos: Dios es quien nos dice cómo
debemos adorarle.

El Principio Normativo invita, entonces, “la invención, creatividad, y nuevos


elementos de adoración nunca ordenados o mencionados en la Escritura.” 198

Por lo tanto, teniendo este entendimiento federal, siempre nos


preguntaremos: Cómo nos manda Dios adorarle? Nunca le adoraremos,
entonces, según nuestras imaginaciones, o a nuestro parecer, ni inventando
nada, sino solamente como está prescrito en las Sagradas Escrituras.

Y nuestra confesión resume lo que la Biblia establece como la adoración


religiosa a Dios,

“La lectura de las Escrituras, la predicación y la audición de la Palabra de Dios, la


instrucción y la amonestación los unos a los otros por medio de salmos, himnos y
cánticos espirituales, el cantar con gracia en el corazón al Señor, como también la
administración del bautismo y la Cena del Señor.” 199

197 CBL 1689. 22.1
198 Fred Malone. The Baptism of Disciples Alone. A Covenantal Argument for Credobaptism versus Paedobaptism. Página
154
199 Ibid. 22.5

144
Porqué, entonces, adoramos a Dios como lo hacemos? Porqué no buscamos
ser como Nadab y Abiú, hijos de Aarón? Por causa de nuestro entendimiento
de los pactos divinos.

3. En nuestra vida cristiana

Nuestra teología federal debe llevarnos a un mayor crecimiento cristiano. Este


conocimiento debe llevarnos, según el autor de la carta a los Hebreos a “que
con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído.” 200

Saber lo que Dios ha hecho por nosotros y que planeó en la eternidad para Su
gloria debe llevar a todo cristiano, y especialmente a nosotros como Bautistas
Reformados, a buscar que la Palabra de Dios llegue hasta nuestros corazones
y cambie nuestra vida.

Nuestra meta será, entonces, una mayor transformación o un mayor deseo


por ver progreso en nuestra santificación. Es por este conocimiento que, para
seguir el argumento del autor a los Hebreos, “no descuidamos una salvación tan
grande.” 201

Pero, no sólo nos debe llevar a crecer en santidad, sino que nos debe llevar a
servirle a Dios de una manera distinta. De nuevo, Hebreos lo dice así; después
de haber mostrado la superioridad del Nuevo Pacto sobre el Antiguo, dice,

“Así que recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mdiante ella
sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia.” 202

Es, entonces, el entendimiento correcto del Evangelio, motsrado en la


teología pactual de la Biblia, lo que debe llevarnos a vivir vidas de constante
agradecimiento a Dios, que se reflejan en vidas que le sirven con temor y
reverencia.

“Debe el cristiano temer a Dios?,” preguntó el pastor Eric hace dos semanas. Por
supuesto que sí. Pero, porqué? Por lo que nos ha mostrado de Sí mismo en el
Evangelio que fue revelado en los pactos divinos.

Es por causa de lo que Él hizo por nosotros desde la eternidad y que lo


manifestó a manera de pactos que nosotros le agradecemos y vivimos para
servirle con temor y reverencia.


200 Hebreos 2:1
201 Ibid 2:3
202 Hebreos 12: 28

145
4. En nuestra doctrina de la Iglesia

Nuestro federalismo nos lleva a concluir que la Iglesia de Cristo no es otra


cosa que la comunidad del Nuevo Pacto. Esa Iglesia universal está compuesta
por todos los que han creído en el Señor Jesucristo a lo largo de la historia de
la humanidad: creyendo la promesa del Antiguo Testamento o la plena
revelación de Él en el Nuevo.

Desde Adán y Eva; Abel y Set; Lamec y Noé; Sem y Heber; Abraham, Isaac y
Jacob; Moisés y Josué; David y todo el remanente espiritual de Israel, junto
con todos aquellos que han creído luego de Su ascención, forman juntos la
Iglesia.

Y nuestro federalismo nos muestra que en el plan eterno de Dios estaba la


creación de ella. Dios planeó en la eternidad y pactó esto. “Pídeme,” dice el
Salmo 2:8, “y te daré por herencia las naciones.”

Pero, esa Iglesia universal está reflejada en la Iglesia local, la cual es la


manifestación visible de esa comunidad del Nuevo Pacto. Ella debe
representar e ilustrar la relación que Cristo tiene con Su pueblo. Y esto debe
manifestarse de diferentes maneras:

a. En nuestro compromiso con ella. El cristiano que ha entendido los pactos


divinos y el plan de Dios para la Iglesia debe amar la Iglesia local. Y ese
amor debe expresarse en su deseo de ser miembro de una y servir en ella
con los dones que el Espíritu Santo le ha concedido por gracia para la
edificación de esa Iglesia local.

Es nuestro entendimiento de los pactos divinos que nos hace


comprometernos con esta iglesia local, con su salud, sirviéndole a Cristo
aquí, nuestra cabeza federal, sirviéndole a los hermanos. Lo que
buscamos es que ella sea edificada para la gloria de nuestra cabeza.

Pero, sobre todo nuestro compromiso con esta iglesia local se debe
mostrar en buscar una membresía biblica. Es decir, debe ser nuestro
entendimiento federal lo que defina quienes deben ser miembros de esta
iglesia local.

Y es ese entendimiento lo que nos muestra que la comunidad del Nuevo


Pacto está conformada, ya no por un pueblo mixto de creyentes e
incrédulos como sucedía en el Antiguo Pacto, sino de un pueblo
conformado exclusivamente por aquellos que profesan fe en el Señor
Jesucristo.

146
Nuestro compromiso con la iglesia debe ser el de ser vigilantes de que
sólo se admitan a su membresía verdaderos creyentes. Eso fue lo que el
Señor Jesucristo le ordenó a Sus discípulos antes de subir al cielo. Él les
dijo,

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced


discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Amén.” 203

Y cómo entendieron esto los apóstoles? Qué estos discípulos que debían
hacer eran sus hijos bebés como argumentan algunos presbiterianos? No,
sino que entendieron la gran comisión como la orden de hacer discípulos
de Cristo predicando el Evangelio yendo a las naciones, y que aquellos
que creyeran ese mensaje fueran bautizados y luego contados como
miembros de la Iglesia.

Eso es lo que nos muestra el libro de los Hechos. Pedro, por ejemplo,
por el poder del Espíritu Santo se levanta en Hechos 2, predica el
evangelio, y de pronto los hombres son convencidos de su pecado y
creyeron, y dice en Hechos 2: 41,

“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel
día como tres mil personas.”

Se añadieron a qué? Bueno, a la comunidad del Nuevo Pacto compuesta


en ese momento por 120 creyentes. Y la iglesia local de Jerusalén pasó de
120 a una membresía de 3120 personas. Todas ellas en la iglesia
perseverando “en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el
partimiento del pan y en las oraciones.” 204

Y ese fue el cuidado que tuvo siempre la iglesia primitiva, la de admitir


discípulos de Cristo exclusivamente. Y esto lo vemos en Hechos 9,
cuando después de la conversión de Pablo, él llega a Jerusalén y leemos
que,

“trataba de juntarse con los discípulos [de nuevo: discípulos de quien?]; pero todos
le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo.” 205

La pregunta de si alguien era un verdadero creyente era sumamente



203 Mateo 28: 18-20
204 Hechos 2:42
205 Hechos 9:26

147
importante para admitirlo en la iglesia. No fue hasta que Bernabé dio
testimonio de Pablo que la iglesia en Jerusalén lo aceptó y lo envió como
misionero.

Usar pasajes como Mateo 13, por ejemplo, para insistir en que la iglesia
es una comunidad mixta; o los pasajes en Hebreos que hablan de la
apostasía, para justificar la inclusión de incrédulos en la iglesia es
totalmente injustificada.

Y es injustificada por la claridad con la que habla la Biblia del Nuevo


Pacto y los estándares para la membresía en él. Mateo 13 no habla de la
iglesia, sino del mundo. Y cuando Cristo venga Él destruirá en el lago de
fuego a la cizaña, a todos los incrédulos, y salvará a todo Su pueblo.
Pero, esto es simple hermenéutica. 206

Los pasajes de apostasía no deberían llevarnos a incluir incrédulos, sean


estos bebés o adultos. Sino a entender que entre todos esos que han
profesado fe en el Señor Jesucristo y que por esa razón han sido
incluidos en la membresía de la iglesia habrán algunos falsos profesantes
como Simón el mago, quien hasta fue bautizado posterior a su profesión
de fe.

La apostasía no es culpa de nuestro entendimiento de la membresía de la


iglesia, sino de lo engañoso y perverso del corazón humano. Sin
embargo, la apostasía le sirve a la iglesia no sólo para saber que “salieron
de nosotros, pero no eran de nosotros,” pero también para tener un mayor
cuidado y ver nuestra responsabilidad como miembros de esta iglesia
local de que se admitan únicamente verdaderos creyentes.

Como les dije, esto no lo podremos saber infaliblemente, pero debe ser
nuesro anhelo que esta iglesia local refleje lo más fielmente posible el
caracter del pueblo del Nuevo Pacto.

Y esto requiere nuestro compromiso y amor por esta iglesia local


basados en nuestro entendimiento federal de las Escrituras.

b. En la búsqueda de la unidad. Y nuestro federalismo no sólo debe


aplicarse en la búsqueda de una teología cada vez más bíblica, predicando
a Cristo, teniendo una unidad doctrinal o en la fe. Sino que nuestro
federalismo nos debe llevar a querer ser una iglesia unificada social y
étnicamente.

206 En Mateo 13: 36-43 tenemos la explicación de la parabola. Y allí el Señor define los elementos: “El que
siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña
son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del siglo; y los segadores son los ángeles.”

148
En Efesios 3:10 el apóstol Pablo afirmó que la “multiforme sabiduría de
Dios” fue dada a conocer “por medio de la iglesia.” Ese término “multiforme”
quiere decir literalmente, “multicolor.”

Es la iglesia la que manifiesta la sabiduría multicolor de Dios en que Él


decidió en la eternidad, y pactó para ello, salvar pecadores de toda raza,
nación, y lengua. Y para elo derribó la pared intermedia e hizo de la
iglesia “un solo y nuevo hombre.” 207

Y nuestro federalismo nos debe llevar a buscar la unidad de nuestra


iglesia en la diversidad social y étnica. Aquí estamos unidos ticos,
nicaragüenses, salvadoreños, hubo estadounidenses, puertoriqueños;
personas de clase alta, media y baja.

Y todos unidos en armonía adorando a nuestro gran Dios. Porqué?


Porque lo que nos une es infinitamente mayor y mejor de lo que nos
diferencia: lo que nos une es nuestro Señor Jesucristo. Es por ello que
Pablo le pudo decir a la iglesia local en Efeso que ellos eran,

“un cuerpo, y un Espíritu…un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de


todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” 208

c. En nuestro entendimiento que la Iglesia es el Israel de Dios. Nuestro


federalismo nos muestra que la Iglesia es la esposa de Cristo, la nueva
Israel. Sus miembros son “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo
adquirido por Dios.” 209

Todos los términos que usó el Antiguo Pacto para el pueblo físico de
Israel, ahora son usados para esta comunidad del Nuevo Pacto. Porqué?
Porqué afirmamos ser el Israel de Dios? Porque odiamos a los judíos?
Porque somos anti-semitas?

La realidad es que nuestro federalismo, contrario a de lo que se nos


acusa, no enseña una Teología de Reemplazo. Es decir, los opositores de
nuestro entendimiento pactual de la Biblia afirman que nosotros
predicamos que la Iglesia reemplazó a Israel como el pueblo de Dios.

Como hemos visto en nuestro estudio Israel era en primera instancia un


vehículo por medio del cual vendría la simiente prometida. Israel era un
tipo, es decir, era un pueblo real, de carne y hueso, pero que apuntaba a
algo más allá de él.

207 Efesios 2:15
208 Efesios 4:4-6
209 1 Pedro 2:9

149
El verdadero Israel nunca estuvo constituído exclsuivamente por
descendientes naturales de Abraham. Este fue el argumento de Pablo en
Romanos 9. “Ha fallado la Palabra de Dios? Ha fallado el Pacto de Dios con
Israel? De seguro que sí porque muchos se están perdiendo.”

Pero, cuál es la respuesta de Pablo a esta pregunta retórica? “No que la


Palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son
israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos.” 210

Entonces, Pablo, quienes son los verdaderos israelitas? Él responde en


Romanos 9, pero también lo confirma en Gálatas 3 diciendo, “Sabed, por
tanto, que los que son de la fe, éstos son hijos de Abraham.”

Nuestra teología federal no reemplaza a nadie, sino que muestra el


cumplimiento de ese plan eterno y divino de redención. De nuevo,
escribió van Dorn,

“No se trata, entonces, de un pueblo reemplazando a otro, sino el de un pacto


reemplazando a otro cuando la promesa revelada por el Pacto de Gracia en
Génesis 3:15 en adelante fue cumplida…Los gentiles no reemplazan a Israel,
sino que son añadidos como herederos de las bendiciones de Israel. La oposición
en el Nuevo Testamento es entre el Antiguo y el Nuevo Pacto y no entre Israel
y la Iglesia.” 211

Es más, nuestro federalismo nos lleva a concluir de pasajes como


Romanos 10 y 11, que Dios tiene un plan para la salvación masiva de
personas de la etnia de Israel en los últimos días: injertar en el verdadero
Israel a israelitas físicos por medio del Evangelio.

4. En nuestra administración de los sacramentos

Es por causa de nuestra teología de los pactos divinos, no sólo por lo que nos
sujetamos a un principio regulador de la adoración, sino que buscamos
administrar apropiadamente los sacramentos dados en el Nuev Pacto.

Esas “palabras visibles” como definimos el término “sacramento” al inicio de la


clase, del Nuevo Pacto consisten en el bautismo y la Cena del Señor. Nosotros
creemos, como lo resume nuestra confesión, que,


210 Romanos 9: 6-7
211 Ibid. Página 148-149

150
“el Bautismo y la Cena del Señor son ordenanzas que han sido positiva y
soberanamente instituidas por el Señor Jesús, el único legislador, para que continúen
en Su iglesia hasta el fin del mundo.” 212

Y si son ordenanzas de Cristo, entonces, deben ser administradas según Él lo


ha prescrito. Es decir, el principio regulador de la adoración regula también el
bautismo y la Cena del Señor.

Además, estos sacramentos son medio de gracia, como lo establece nuestra


confesión, por medio de los cuales el Señor nos nutre y alimenta nuestra fe.
Porqué? Porque ambos representan de una manera visible el Evangelio. Tanto
el bautismo como la Cena “proclaman el mismo mensaje. Ellos proclaman Su cuerpo
crucificado, muerto, enterrado, y resucitado. No se tratan de lo que yo hago, sino de lo que
Él ha hecho. Ellos son el Evangelio. Pero el Evangelio a nuestros sentidos y pertenecen a
aquellos que primero han recibido fe.” 213

a. El Bautismo. El bautismo no es el sello de la comunidad del Nuevo


Pacto. El sello de la Iglesia es el Espíritu Santo. Con Él, le dijo Pablo a
los Efesios, “fuisteis sellados.” 214

El Bautismo es un sacramento, una palabra visible, que ilustra o que hace


visible la realidad de un corazón que ha sido circuncidado con la mano
de Dios. O como lo dice Samuel Waldron, “el bautismo profesa un nuevo
corazón.” 215

Y por lo tanto, como lo prueba Pablo en su carta a los Colosenses, debe


ser administrado exclusivamente a aquellos que profesan haber sido
regenerados o haber nacido de nuevo por el poder del Espíritu Santo. 216

Bautizar incrédulos, sean bebés o adultos, es, entonces, una violación del
Principio Regulador de la Adoración. Porqué? Porque estaríamos
realizando algo que no ha sido ordenado por el Señor. Este es el
Principio que tanto defienden con nosotros los presbiterianos, pero que
tan inconsistentemente violan.

Charles Hodge, el gran teólogo de Princeton y presbiteriano, redefinió el


concepto de la iglesia sólo para permtir la membresía y el bautismo de
bebés. Él escribió,


212 CBL 1689. 28.1
213 Douglas van Dorn. Ibid. Página 152
214 Efesios 1:13; 4:30
215 Samuel Waldron. A Modern Exposition of the 1689 Baptist Confession of Faith. Página 351
216 Colosenses 2: 11-13

151
“La dificultad en este tema es que el bautismo por naturaleza involucra una
profesión de fe; esa es la manera en la que por la ordenanza de Cristo, Él debe
ser confesado delante de los hombres; pero los infantes son incapaces de hacer tales
confesiones; por lo tanto no son sujetos apropiados para el bautismo. O, para
afirmar el tema de otra forma: los sacramentos pertenecen a los miembros de la
iglesia; pero la iglesia es la compañía de creyentes; los infantes no pueden ejercer fe,
por lo tanto ellos no son miembros de la iglesia, y consecuentemente no deben ser
bautizados…Con el fin de justificar el bautismo de infantes, debemos alcanzar y
autenticar tal idea de la iglesia que permita incluir a los hijos de padres
creyentes.” 217

Es decir, como el deseo es bautizar a los niños de los creyentes y


hacerlos miembros de la iglesia, pero como el Nuevo Testamento lo
prohibe, entonces que debemos hacer? Modificar nuestra eclesiología!
Así de simple se viola el Principio Regulador de la Adoración y se rige la
Iglesia por la imaginación y las invenciones de los hombres.

El federalismo bíblico nos debe llevar a entender que el bautismo es un


sacramento del Nuevo Pacto, no del Antiguo, y por lo tanto debemos
dejar que Cristo defina la manera de administrarlo y los sujetos
apropiados para recibirlo.

Y el testimonio inequívoco del Nuevo Testamento es que “los que


recibieron su palabra,” como dice Lucas de aquellos que creyeron el
evangelio que fue predicado por Pedro en Hechos 2, “fueron bautizados.”
Y fueron bautizados para ilustrar lo que había sucedido previamente en
sus corazones, esto es, el nuevo nacimiento.

En ningún lugar vemos que el Nuevo Testamento ni la iglesia primitiva


bautizara infantes, ya fueran hijos de los que habían creído u otros.

Aplicar el argumento del silencio o la inferencia es violar el Principio


Regulador de la Adoración el cual obliga a la iglesia a adorar a Dios
según Sus mandamientos positivos, no por el silencio o la falta de
prohibición –eso es el Principio Normativo de la Adoración- ni mucho
menos por la invención de los hombres, por más piadosos que estos
sean.

El bautismo es un sacramento reservado, entonces, exclusivamente para


discípulos, pero no los discípulos de los creyentes, ni sus propios hijos,
sino reservado para los discípulos de Cristo, que son por la fe. Aquellos
que están en la escuela de Cristo. 218

217 Charles Hodge. Systematic Theology. III: 546-547
218 Efesios 4:20-21

152
b. La Cena del Señor. Este sacramento, dado también por el Señor a la
iglesia, representa una comida perpetua con el fin de mantener la
esperanza y la expectación de la Iglesia en aquel día cuando Cristo
vuelva.

Es un sacramento que el Señor Jesucristo deseó celebrar con Sus


discípulos y que ilustra el Evangelio: la muerte del Señor quien por
medio de la Cena nos nutre espiritualmente. En ella contemplamos, no
algo hipotético, sino la demostración histórica de la seguridad de la
promesa que Dios nos dio en Cristo.

Nos recuerda también de nuestro pecado y lo que esto requirió de parte


de Dios para perdonarnos completamente. Esta Cena, dice Williamson,
“nos recuerda que Dios en Su soberano poder declaró que le conoceríamos. Nos
recuerda que Él determinó darnos un nuevo corazón y rociarnos con agua limpia. Nos
recuerda que Él ha puesto Su ley en nuestros corazones, para que andemos tras de Él
en obediencia fiel.” 219

Además, nos recuerda que Él está en medio nuestro espiritualmente,


pero que pronto estará con nosotros físicamente por la eternidad.

Por lo tanto, debe ser realizada por la iglesia reunida, cuando ésta se
reúna, pues representa también el compromiso que existe entre los
creyentes que son miembros de una comunidad de fe local. Por lo tanto,
si alguien no pertenece a una iglesia local, y si no están bajo el cuidado de
otro hermanos en la fe, esa persona no debería tomar del sacramento.

5. En nuestro evangelismo

Nuestro evangelismo debe llevarnos a evangelizar.

Es decir, entender que Dios hizo un pacto en la eternidad para salvar un


pueblo particular de pecadores para Su gloria, a quienes le entrgó en las manos
a Su Hijo para que por medio de Su obra perfecta en la cruz lograra esa
salvación pactada, para ser ejecutada posteriormente por el Espíritu Santo;
debe llevarnos a desear proclamar el mensaje que Dios dispuso en la eternidad
sería por medio del cual Él haría de ese pacto de la Redención una realidad.

La gran comisión se da cuando los discípulos de Cristo, la Iglesia, comprende


la realidad de ese pacto eterno, y va a las naciones porque Cristo, habiendo
cumplido el Pacto, fue sentado en Su trono. Es cuando comprendemos que
por haber cumplido y establecido el Pacto en Su sangre que todo lo que fue


219 J. R. Williamson. Ibid. Página 215

153
prometido será una realidad, que el creyente irá al mundo predicando con
confianza sabiendo que Dios salvará a Su pueblo.

Nuestro federalismo le da soporte a esa confianza en la predicación del


evangelio: Dios tiene Sus elegidos a los cuales llamará usando a Su iglesia
mientras ella proclama el evangelio de salvación a los hombres.

6. En una visión correcta de nuestros hijos

af

Nuestros hijos

154
Análisis Histórico de la Teología Federal

Muchas de las doctrinas bíblicas que atesora la Iglesia han llegado hasta
nosotros mediante un desarrollo paulatino. Esto no quiere decir que estas
doctrinas no se encuentren claramente enseñadas en la Biblia, sino que se
encuentran dispersas a lo largo de las Escrituras y que pueden ser
comprendidas únicamente cuando estudiamos todos esos pasajes en conjunto
para derivar nuestra teología.

Un ejemplo de esto es la doctrina de la Trinidad. Si pudieramos volver al


primer siglo y preguntarle al apóstol Pablo, “Explíqueme la doctrina de la
Trinidad,” el apóstol no hubiera entendido a lo que nos referíamos. Porqué?
Porque la doctrina de la Trinidad fue desarrollada muchos años después.

Esto no quiere decir que Pablo no creyera lo mismo que creemos nosotros
con respecto a Dios, pues si le pudieramos haber preguntado a Pablo si el
Padre es Dios, hubiera respondido afirmativamente. Si le hubiéramos
preguntado si Jesús es Dios igualmente hubiera respondido con un sí. Y si le
hubiéramos preguntado si el Espíritu Santo es Dios la respuesta habría sido la
misma. Y esto es evidente en sus escritos en el Nuevo Testamento.

Pero, Pablo no hubiera podido articular la doctrina de la Trinidad, pues fue un


concepto teológico posterior.

Lo mismo ocurre con la Teología Federal o Teología de los Pactos. El


entendimiento de la historia de la relación de Dios con los hombres siempre
ha sido, desde la Iglesia primitiva, un entendimiento pactual. Es decir, desde el
inicio, la Iglesia ha entendido que Dios se ha relacionado con los hombres por
medio de pactos.

Obviamente, y como ocurrió con la doctrina de la Trinidad, el pleno


desarrollo de este sistema de interpretación bíblica no se llegó a dar hasta la
Reforma Protestante.

Por ejemplo, la epístola de Bernabé escrita entre los años 70 y 135 d. C y que
trata sobre la relación entre el judaísmo y el Cristianismo habla claramente en
un lenguaje de pactos. Afirma, por ejemplo, que Moisés rompió las tablas del
pacto con el fin de que “el pacto del amado Jesús fuera sellado en nuestros corazones.”

155
220

Más adelante afirma que Moisés recibió el pacto de Dios como siervo, pero
que el Señor Jesús “nos lo dio directamente a nosotros para hacernos el pueblo de la
herencia, sufriendo por nosotros.” 221

Ireneo (202 d.C) habló de dos pactos (antiguo y nuevo) y de aquellos que eran
justos que tenían la Ley escrita en sus corazones y no en piedra. 222 Cipriano
quien muriera en el año 258 d. C dijo,

“la vieja circuncisión dio camino a la nueva, la circuncisión espiritual; la ley de Moisés
está cesando y una nueva ley es dada; existe ahora un nuevo pacto, y un nuevo
bautismo.” 223

Y más adelante dijo,

“Todas las bendiciones que antes eran para los judíos son ahora para los Cristianos,
y los judíos deben unirse a la Iglesia para recibir el perdón de pecados.” 224

Agustín de Hipona (354-430 d.C) hablando del pacto de obras escribió lo


siguiente,

“Ahora, es cierto que muchos pactos verdaderos se les llama pactos de Dios, aparte de
los dos principales, el Viejo y el Nuevo, que cualquiera puede conocer leyéndolos. Pero
el primer pacto, hecho con el primer hombre, es ciertamente este: “En el día que
comiéres, ciertamente morirás.” 225

El argumento del patriarca es que todos los bebés son culpables de pecado
delante de Dios por haber quebrantado el pacto de obras en Adán, al igual
que toda la humanidad.

En la Edad Media, a pesar de que se perdió mucho del pensamiento


agustiniano con respecto a la inhabilidad del hombre para salvarse y de la
necesidad urgente de la gracia divina, siempre se mantuvo la idea del pacto
por medio del cual Dios acepta a pecadores. “Dios,” decían algunos teólogos
medievales, “se obligaba pactualmente a otorgar meritos a los hombres que cumplían las
demandas de las promesas del pacto.”


220 Epistle of Barnabas. 4.7 http://www.earlychristianwritings.com/text/barnabas-hoole.html
221 Ibid 14.4
222 Ireneus. Against Heresies. Libro 4.9.1
223 Cyprian. Treatise 12. Libro 1
224 Ibid
225 Saint Augustine. City of God. Página 688

156

Potrebbero piacerti anche