Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
Coordinadores
© Cuerpo Académico 16
Desarrollo Económico y Organizaciones
Facultad de Economía “Vasco de Quiroga”
Edificio “T”, Ciudad Universitaria
Morelia, Michoacán
Impreso en México
ISBN: 978-607-424-569-1
Contenido
Lista de cuadros 9
Lista de figuras 10
Presentación 11
1 Muestra de estudio 94
2 Instrumento de investigación 98
3 Resultados del procedimiento analítico aplicado a los progra-
mas muestra de estudio 100
4 Actividades económicas de las empresas encuestadas 132
5 Capital social según tipo y descripción 176
6 Organizaciones activas en Lázaro Cárdenas 192
7 Identificación de capacidades y fortalezas para contener/re-
vertir las amenazas de violencia: Matriz de resiliencia 208
8 Clasificación de las capacidades tecnológicas según tipo de
capacidad y función tecnológica 269
9 Procesadores de aguacate: mecanismos generales de aprendi-
zaje tecnológico 275
10 Innovaciones tecnológicas de procesos, productos y adminis-
trativas según tipo de productor 284
11 Procesadores de aguacate: innovaciones tecnológicas según
regulaciones y mecanismos de aprendizaje 285
Lista de figuras
1 Desarrollo territorial 53
2 La sostenibilidad fuerte aplicada a la región 57
3 Teoría general de sistemas para una visión de sostenibilidad
del desarrollo local 58
4 Evaluación social en el marco del desarrollo local 62
5 Componentes teóricos metodológicos de la Evaluación
Social 71
6 Componentes transversales de la Evaluación Social para el
desarrollo local 72
7 Diseño de las políticas en la matriz de marco lógico 96
8 Hechos violatorios asociados a la violencia social, según la
CEDH, 2008 194
9 Notas relacionadas con los casos de violencia de género en los
medios de comunicación, 2008 196
10
Presentación
11
junto de los actores sociales excluidos y subsumidos por el capital.
La construcción de un proyecto alternativo de desarrollo o trans-
formación social a partir de una matriz socioeconómica popular,
implica la construcción de una cultura popular contra hegemónica
y estructurada desde el ámbito local. Se trata así de territorializar
las formas de la economía social a través de la acción autónoma y
articulada de la economía popular, de sus múltiples formas
organizativas y dimensiones de la acción social en el ámbito local.
En el marco de la política pública, Carlos Federico José Ca-
brera Tapia propone, en el segundo capítulo “Evaluación social
de política pública en el marco del desarrollo local”, abordar el
desarrollo local desde una perspectiva crítica. El concepto y la
teoría del desarrollo utilizados en el texto son enriquecidos con
los aportes de las vertientes estructuralista, institucionalista y de
la economía social, así como por el debate sobre la sostenibilidad
del desarrollo.
El autor hace un repaso sobre las concepciones del desarro-
llo territorial, local y regional con base en las aportaciones y rela-
ción con las vertientes de la teoría del desarrollo. Plantea también
las dimensiones urbana y rural del desarrollo local como una pers-
pectiva de abordaje del mismo, lo cual le permite reflexionar so-
bre la escalada del discurso del desarrollo local en la aplicación
de políticas públicas y apuntar los elementos básicos para contar
con una política de desarrollo local. En este sentido, retoma una
propuesta metodológica de evaluación social del desarrollo, como
una herramienta para desencadenar procesos de desarrollo local
en el contexto de las políticas de desarrollo nacionales y de la
globalización, así como de la crisis global del capitalismo.
Así, es necesario comprender que el desarrollo económico y
social con sus componentes políticos y culturales y la sostenibilidad
del mismo alcanzan su concreción en un determinado espacio
geofísico o territorio. La localidad (comunidad o municipio) es el
lugar más específico determinado por factores históricos, políti-
cos y culturales, como el espacio de vida cotidiano de un conjunto
de individuos en comunidad, es decir por su ser social. Lo local,
entonces es la adjetivación de la localidad.
12
Por su parte, el contenido concreto de la región está dado
por un determinado territorio o un espacio delimitado físicamen-
te. El territorio es la región objetivada y ambas contienen a lo
local. Es decir, que el concepto central que cruza a la región y a la
localidad es el territorio y éste abarca el espacio geofísico, por lo
tanto, los ecosistemas, los recursos naturales y la existencia del ser
humano como ser social. Luego entonces, los aspectos económi-
cos, políticos y, en general sociales, son elementos incorporados a
la territorialidad como adjetivación del territorio. Se presenta así
una propuesta de evaluación social de política pública para el
desarrollo como un marco teórico metodológico que le dé senti-
do y dirección a la utilización de herramientas como la evalua-
ción participativa y la evaluación cualitativa multicriterio.
En el tercer capítulo “Valores culturales y causalidad técni-
ca. Análisis del diseño de las políticas de desarrollo del gobierno
del estado de Michoacán, 2003-2010”, Hugo Amador Herrera
Torres, Daniela Arias Torres y René Colín Martínez buscan
identificar en qué medida el cuadro de valores culturales de la
población se incorpora en el diseño de las políticas de desarrollo
implementadas por el gobierno de Michoacán, durante el perio-
do 2003-2010, y determinar el grado de causalidad técnica (con-
gruencia metodológica) entre los diversos objetivos que se
manejaron en el diseño de estas políticas. Se toma el supuesto de
que a mayor amplitud y calidad de la participación social en la
formulación de políticas se elevan las probabilidades de conside-
rar los valores culturales. El instrumento de investigación utiliza-
do —por tanto— analiza la participación de los diversos actores
en el diseño así como las relaciones de causalidad existentes con
la Metodología del Marco Lógico. Los autores analizaron 14 pro-
gramas de origen estatal, con cierto grado de maduración, y vin-
culados directamente con la generación de procesos de desarrollo.
Los resultados obtenidos señalan que el nivel de participación
social en el diseño de las políticas es bajo (0.44 de 1.00); siendo
así, es poco probable que se hayan considerado los valores cultu-
rales de la población. La medición de causalidad técnica fue de
0.51 (baja). Hay elementos entonces para plantear que las políti-
13
cas de desarrollo del gobierno de Michoacán responden a los in-
tereses de algunos grupos o pueden ser producto inercial del fun-
cionamiento del sistema político. El diseño de estas políticas —en
el mejor de los casos— se inscribe en el modelo incrementalista.
Sobre el mismo tema de la política pública Pablo Manuel
Chauca Malásquez explica en el capítulo “Sistema productivo y
política pública en los procesos de desarrollo territorial:
constataciones y propuestas para el estado de Michoacán, Méxi-
co”, la importancia de considerar a los sistemas productivos loca-
les como centro de atención de las políticas públicas de desarrollo
territorial, y formula propuestas de objetivos e instrumentos de
dicha política para México al tomar como referencia el estudio
de dos sistemas productivos en el estado de Michoacán. En este
capítulo se busca contestar a dos interrogantes básicas: ¿Cómo
entender la política pública para fortalecer los sistemas producti-
vos locales en México? ¿Cuáles son los objetivos e instrumentos
de dicha política pública?
Según los resultados del estudio, los enfoques de desarrollo
territorial conceden un papel central a las formas de organiza-
ción de la producción de las empresas, ya que juegan un rol fun-
damental en los procesos de desarrollo y cambio estructural. En
este escenario se introducen los sistemas productivos locales ( SPL),
como la respuesta de las localidades para asumir nuevos desafíos
basándose en la identidad local, en la colaboración entre las insti-
tuciones vinculadas a las políticas territoriales y en las relaciones
sociales de los actores locales, para mejorar las capacidades com-
petitivas de las empresas y de los territorios.
Los gobiernos estatales y municipales en México deben asu-
mir nuevos desafíos, entre ellos, los de crear o mejorar capacida-
des competitivas y transformar los tejidos productivos en sus
territorios. Estos dos aspectos deben vincularse a las políticas te-
rritoriales y, más precisamente, al desarrollo de una cultura terri-
torial que integre a ambos. Si bien es cierto que son las empresas
las que compiten, su capacidad de competir se puede ver reforza-
da si el entorno territorial facilita esta dinámica y si, por su parte,
14
ellas también sienten la importancia de ser empresas del territo-
rio antes que empresas en el territorio.
Los casos que reseña el autor en su estudio: sistema produc-
tivo de la industria porcina en La Piedad, Michoacán y Santa
Ana Pacueco, Guanajuato, y de la industria textil y de la confec-
ción en Morelia, evidencian la existencia de redes inter-empresa-
riales (sobre todo de tipo familiar) que permiten flexibilidad y
división del trabajo; por otra parte, una trayectoria histórica de
apego al territorio, y procesos de innovación y de aprendizaje
colectivo, han permitido enfrentar la competencia interna y ex-
terna. También se observan vinculaciones de las empresas con
otros actores sociales (universidades, asociaciones empresariales y
gobiernos). Pero ni la dinámica interna de los sistemas producti-
vos ni el entramado institucional que se ha ido construyendo, han
permitido reducir las condiciones de incertidumbre y contribuir
de manera importante al desarrollo de las localidades.
Ahora bien, el desarrollo territorial significa incluso la mo-
dificación de la actuación individual o colectiva de los sujetos en
los ámbitos social, económico y espacial. En este sentido, en el
capítulo “Aproximación al papel de las y los jóvenes campesinos
en la construcción del sujeto colectivo”, Enna Paloma Ayala Sie-
rra señala que la noción de la juventud campesina implica la rup-
tura con la esencia colectiva del campesinado, aunque procesos
como la proletarización de las unidades campesinas han contri-
buido en la transformación de la identidad agraria y de explota-
ción de las y los jóvenes.
La forma flexible que toma la expansión capitalista modifi-
ca directamente la identidad política y perturba los mecanismos
de reproducción de la clase campesina debido a los impactos di-
rectos sobre la base material de supervivencia. Esto se evidencia
en la erosión de las estrategias productivas de solidaridad
intergeneracional que ancestralmente los campesinos han procu-
rado como mecanismo de permanencia. El modelo neoliberal en
general propone una descampesinización acelerada, al articular
mecanismos que reeditan las formas primitivas y originales de
acumulación, contra lo cual surgen significativos fenómenos de
15
crítica y de construcción de posicionamientos específicos sobre la
base de la organización local.
Muchos de estos cambios se reflejan en la neopolitización de
las clases, lo que significa un cambio cualitativo en el orden social
y productivo que en el centro gravitacional tiene en la mira a las y
los jóvenes, en este caso campesinos. Las transformaciones mate-
riales y políticas que representa la amenaza de la desposesión, la
inviabilidad de un proyecto de vida en el campo, han acarreado
una reorganización interna de las familias campesinas. En medio
de este proceso se destaca la emergencia de comportamientos ju-
veniles que convocan a la reintegración social y material desde
una apuesta política, y el regreso del maíz como símbolo del obje-
tivo inmanente del campesinado.
Por su parte, Josefina María Cendejas aborda en el capítulo
“Capital social y violencia en Lázaro Cárdenas, Michoacán”.
Un análisis crítico-propositivo, el asunto de la violencia en las
regiones de la Sierra-Costa y Tierra Caliente del estado de Mi-
choacán. Cendejas coincide con otros autores (Maldonado 2012,
Azaola 2014) en que se han ido incubando durante mucho tiem-
po —décadas— las semillas de la violencia que hoy se vive, y que
desterrarlas no será una labor rápida ni sencilla. Muchas volunta-
des, capacidades, recursos y condiciones tienen que confluir para
que el clima social se transforme, de un clima atemorizante y
debilitador de las energías colectivas, en otro que las reanime y
las encauce hacia el logro de mayor bienestar y prosperidad para
todos.
La autora confirma ampliamente tres hipótesis al respecto
de las tensiones en dicha región: i) el principal motor de la violen-
cia en el municipio de Lázaro Cárdenas es la existencia de una
enorme y creciente desigualdad; ii) la debilidad de las institucio-
nes gubernamentales es una fuente de violencia al no contener la
impunidad, no garantizar seguridad e incluso violentar a los ciu-
dadanos; y, iii) existe en Lázaro Cárdena un capital social consi-
derable, con una historia propia, y un vigor suficiente para actuar
de manera articulada y eficaz como contenedor y transformador
de la violencia.
16
Partiendo de esas premisas se llega a la conclusión lógica de
que las líneas de acción principales para prevenir, contener, com-
batir y erradicar en lo posible las violencias sociales —circuns-
tanciales y estructurales— en Lázaro Cárdenas tienen que ver
con el abatimiento multimodal de la desigualdad socioeconómica,
con la recuperación activa de la legitimidad del gobierno, y con el
fortalecimiento deliberado y respetuoso del tejido social activo en
el municipio.
El diagnóstico realizado indica algunos riesgos y focos rojos
que de seguir desatendidos aumentarán la ocurrencia de hechos
y procesos violentos en Lázaro Cárdenas. Por el contrario, se les
puede tomar como ejes para diseñar y priorizar acciones que de
manera efectiva, consensada con los ciudadanos y sin vulnerar
sus derechos, no sólo prevengan y contengan la violencia, sino
que contribuyan a mejorar la calidad de las relaciones sociales y
en general del bienestar de la población en su conjunto.
Implementar acciones relacionadas con los puntos anterio-
res será lo que indique que se está realmente actuando para cons-
truir un clima social libre de violencia en el municipio, pero el
promover paralelamente la educación y la cultura de la paz es
una estrategia indispensable, que contribuirá a empoderar a los
ciudadanos y a fortalecer las capacidades del gobierno local.
En “Actores políticos y económicos en torno al Tratado de
Libre Comercio de América del Norte”, Leticia Araiza de Olarte
se adentra en las cuestiones políticas y económicas en la relación
México-Estados Unidos durante las negociaciones del acuerdo
comercial regional hasta la crisis económica de México de 1994,
lo cual le permite examinar las opiniones y visiones de actores
políticos y empresariales estadounidenses acerca de los benefi-
cios, inconvenientes o perjuicios que derivarían de la firma de un
tratado comercial con un país en desarrollo y un sistema político
poco democrático. El periodo de estudio es de gran importancia
porque se conjugan tres factores que antes no eran la constante
en la agenda bilateral: el incremento de la problemática del
narcotráfico, una mayor cobertura de la prensa estadounidense
17
de la actividad económica y política de México, y el aumento del
interés del Congreso estadounidense en los asuntos de México.
La autora advierte que la fragilidad de la economía mexica-
na no fue el principal factor para que varios sectores de Estados
Unidos se resistieran a la firma de un acuerdo comercial sino la
inestabilidad política. Estos aspectos definitivamente marcaron la
pauta en la relación bilateral y mantuvieron la atención y tensión
del gobierno estadounidense hacia el gobierno mexicano. Por esta
situación, se incrementaron los cuestionamientos del Capitolio
para establecer un acuerdo comercial con un país con problemas
políticos y sociales. De esta manera, la relación México Estados
Unidos profundizó su tensión, más por parte del Congreso que
de la Casa Blanca, por el incremento de la migración mexicana a
Estados Unidos y el aumento de las actividades del narcotráfico
en México, lo que fue motivo para que el Capitolio cuestionara
más el desempeño del gobierno mexicano, cuya credibilidad iba
en descenso, y por consiguiente los beneficios de un Tratado de
Libre Comercio de América del Norte.
Eduardo Nava Hernández en “Recuperación de empresas
fabriles: dos casos contrastantes recientes en México”, analiza la
forma en que a escala internacional se ha desarrollado, con dis-
tintas modalidades, nuevas formas del movimiento obrero, como
la recuperación de fábricas y empresas quebradas o en crisis tem-
porales o definitivas, en defensa del derecho al trabajo y a la vida
por quienes de ellas dependen, y más allá del derecho a la ganan-
cia y el lucro de quienes las poseen.
En la Argentina desde los inicios del presente siglo ese movi-
miento se fue estructurando y adquirió un nombre. Pero en México
había ya antecedentes que alcanzaron relevancia. El ingenio de
Puruarán, en el Estado de Michoacán, y la Cooperativa Trabaja-
dores Democráticos de Occidente, Tradoc, en el municipio de
El Salto, Jalisco, resultan significativos, aunque su destino haya
sido muy distinto. En ambos caos, los conflictos obrero-patrona-
les y el cierre de la empresa desembocaron en el control del pro-
ceso productivo por los trabajadores; pero en el primero, por
condiciones externas y deficiencias técnicas y financieras, dicho
18
control no se pudo a la larga sostener; en el segundo, por el con-
trario, el movimiento obrero ha dado lugar a una empresa coope-
rativa exitosa con inserción y competitividad en el mercado
internacional.
Finalmente, en “La influencia del Codex Alimentarius en la
formación de capacidades tecnológicas y de innovación: el caso
de los procesadores de aguacate de Uruapan, Michoacán”, Ma-
ría de la Luz Martín Carbajal explora el peso de la norma de
calidad Codex Alimentarius sobre la competitividad empresarial
de las firmas procesadoras de aguacate ubicadas en Uruapan, Mi-
choacán. Se muestra cómo su éxito en el mercado internacional
ha dependido de la creación y fortalecimiento de sus capacidades
tecnológicas, principalmente básicas e intermedias, a través de la
generación de mecanismos de aprendizaje internos y externos y,
por lo tanto, de innovaciones tecnológicas.
Los autores de este libro han orientado sus análisis de diver-
sas formas desde el enfoque del desarrollo local, la economía so-
cial, la política pública, el capital social, las nuevas formas del
movimiento obrero y la innovación tecnológica. Abordan, a lo
largo de nueve capítulos, los principales componentes del desa-
rrollo local y describen sus articulaciones con los diversos niveles
de dinamismo local. Contribuyen a reafirmar la idea de que las
políticas para el desarrollo social y comunitario local no exclu-
yente deben combinar estrategias que fomenten mucho más que
solamente la oferta y demanda de bienes y servicios, sino espe-
cialmente una aplicación óptima de múltiples políticas
sincronizadas en todos los ámbitos. Estos trabajos muestran, asi-
mismo, que un adecuado diseño y la coordinación de políticas
selectivas y de intervención adecuada las redes y cadenas produc-
tivas es una condición necesaria para competir exitosamente en
los mercados local, regional y global. Los diferentes capítulos que
se agrupan en este libro son un aporte importante para definir e
implementar políticas adecuadas para una inserción virtuosa de
las comunidades y localidades de México no sólo en la economía
regional y nacional sino en la global.
19
Todos los capítulos contenidos en este libro pueden ser un
estímulo para repensar las formas las relaciones entre los agentes
económicos aun con el medio ambiente, con lo que se podrían
conseguir condiciones de dinamización para posibles y necesa-
rios cambios futuros que brinden soluciones a la severa
marginación económica, social y política de la población, princi-
palmente la rural.
Diciembre de 2015
20
1
Introducción
21
cuando se trata de los estudios socioterritoriales, donde se intenta
investigar la diversidad y heterogeneidad de las condiciones de
reproducción y en cuanto que el problema de estudio no está im-
plicado en un espacio cerrado ni de relaciones inconexas.
Los fenómenos adquieren coherencia como un problema te-
rritorial en la medida en que se evade la sola descripción de una
situación dada y se accede al análisis y la explicación del proceso
social a estudiar. “Un error común en los estudios geográficos,
económicos o sociológicos (...) consiste en creer que un mero in-
ventario formal, una tipología taxonómica y descriptiva de las
relaciones de producción que se pueden constatar, basta para en-
tender la dinámica económico-social correspondiente (...) las re-
laciones de producción constituyen un concepto eminentemente
social, global, cuyo sentido sólo aparece cuando se refiere al siste-
ma económico-social en su totalidad” (Brignione, 1984: 44-45).
En consecuencia, el concepto de desarrollo que aquí se trata
se circunscribe a las condiciones que la misma dinámica de re-
producción que la economía capitalista garantiza, inclusive con
sus naturales y específicas contradicciones y desequilibrios. Es decir,
se parte de que el desarrollo está sujeto a la forma social de pro-
ducción predominante y que se difunde a través del mercado, en
una situación de espacio y tiempo concreto (De Oliveira, 1977).
En el margen internacional, nacional o local, es usual pre-
sentar el desarrollo de manera homogénea, bajo la forma de índi-
ces económicos (tasas de crecimiento, niveles de ingreso, de
educación, etc.), sin percibir claramente las diferencias que el pro-
pio desarrollo genera. En este caso está ausente el elemento de lo
socioterritorial. Es la referencia al territorio lo que permite perci-
bir los efectos del desarrollo en su forma desigual y heterogénea.
Es en términos del territorio que se hacen tangibles los significa-
dos del desarrollo, cuando pueden identificarse a partir de dife-
renciar ciertas formas homogéneas y específicas en las relaciones
que genera el desarrollo.
A través del análisis territorial es factible abordar el proble-
ma del desarrollo como un fenómeno con incidencia específica,
diferenciado y jerarquizado; y evadir los enfoques reduccionistas
22
o disciplinarios, que ocultan la complejidad de los efectos que
genera el régimen del capital. El análisis del desarrollo implica
entonces comparar y confrontar condiciones diversas de vida de
la población, establecer “magnitudes comparables”, para com-
prender y explicar los efectos del desarrollo y sus características
diferenciadas.
El problema del desarrollo ha de referir a una situación re-
gional/local en función de las relaciones sociales que se estructuran
en su seno y que generan efectos de homogeneidad y heteroge-
neidad. Es así que resulta vana la generalización de modelos de
organización territorial —en el sentido de su teorización— que
podrían implantarse en otros lugares. No obstante, se acepta la
posibilidad de que algunos de los eventos que concurren en esos
modelos puedan considerarse como alusiones para la promoción
del desarrollo. Pero ello es diferente a asumir su consideración
como modelos ejemplares y generalizables del desarrollo.
El documento se ordena en dos apartados. Primero, el terri-
torio como referente parala resignificación de lo local y como con-
secuencia de la reestructuración del capitalismo; se propone el
ámbito local como unidad y sujeto del desarrollo. Segundo, la
dinámica alternativa de transformación y cambio del sistema, con
contenido y efectos de desarrollo local, que puede aportar la Eco-
nomía Social.
23
figuras propiciadas en el proceso de la internacionalización del
capital y que pretenden sobreponerse como modelos ideales para
un desarrollo con carácter generalizable.
La cuestión de lo local refiere a formas diferentes y distinti-
vas de organización territorial en función de una dinámica gene-
ral de homogeneización y uniformidad de las relaciones sociales
dadas por una entidad territorial mayor —regional, nacional o
internacional (Boisier, 1999). Su identificación como ámbito te-
rritorial distintivo -y sin olvidar el componente natural- es pro-
ducto de los procesos socioeconómicos de homogeneización que
difunden y generan condiciones de desigualdad y de diferencia-
ción social y, en consecuencia, de fragmentación territorial.
A medida que se propagan y generalizan las condiciones de
acumulación capitalista, opera la uniformización de las relacio-
nes sociales y, aunque no mecánicamente, de la homogeneización
de las formas de organización territorial. Se trata de un proceso
homogeneizador que por sí mismo también genera formas de des-
igualdad y diferenciación social, aún en situaciones naturales si-
milares. Dada esta diferenciación —social y espacial— provocada
por la uniformización de las relaciones del capital, cobra vida y
permanencia un ámbito local dado.
La homogeneización tiene expresiones específicas y concre-
tas que adquieren sentido a través de la expansión de las relacio-
nes mercantiles en términos capitalistas, de la difusión de las
maneras de gestión y explotación de los recursos naturales y hu-
manos o mediante las acciones de política regional por el Estado.
Si a ello aunamos la diversidad de condiciones naturales que con-
curren en una superficie determinada, la conformación de un
lugar asume una dimensión espacial, temporal y social particular
y con amplias restricciones para su generalización.
Por esta doble manifestación de homogeneidad-heterogenei-
dad de las relaciones socioterritoriales, el proceso de homogeneiza-
ción se hace visible como una tendencia en cuanto que ocurre a
través de diversos mecanismos e instancias y con ritmos e intensi-
dades diferentes, pero como un fenómeno permanente. En este
sentido la homogeneización territorial da cuenta de un proceso
24
contrario a una dinámica lineal y progresiva; y que destaca las
desigualdades, la diferenciación y las contradicciones sociales en
la organización de un sitio.
Cuando se habla de homogeneidad se refiere a los efectos
territoriales permanentes, combinados y desiguales, que generan
las relaciones del capital en cualquiera de los niveles de la repro-
ducción social; que a la vez que se difunden para generalizarse y
uniformar, reproducen condiciones de heterogeneidad. En estos
términos, por heterogeneidad habrá de entenderse lo contrario y
efecto de la homogeneidad territorial.
En este amplio margen, el análisis de lo local se sustenta en
el estudio de las formas territoriales de los procesos sociales, se
parte de que todo proceso social tiene una dimensión espacial.
Esta visión se deriva de sostener que la ocupación de un lugar es
condicionada por las relaciones sociales.
En función de los procesos sociales, el espacio no es conside-
rado como una categoría puesto que no es constitutivo del orden
social; refiere entonces a la espacialidad de los procesos sociales.
En ese sentido el espacio es una referencia indirecta y sólo ad-
quiere significado mediante los soportes físicos; así, las relaciones
sociales requieren para su realización de soportes físicos (Boisier,
1999).
Desde esta visión, no pueden formularse leyes acerca del com-
portamiento y regulación desde la región o de lo local en sí mis-
mos, en cambio ambas escalas adquieren contenido mediante la
espacialidad de los fenómenos sociales y sus leyes “sobreconstru-
yendo a la legalidad natural” (Coraggio, 1987: 28-30).
De la relación entre el espacio y las estructuras sociales to-
man sentido los conceptos de configuración, organización y for-
ma espacial, que refieren a los soportes físicos y su expresión a
través del conocimiento de las leyes que regulan los fenómenos
sociales. La organización territorial (o espacial como también la
designa Coraggio) presupone que los fenómenos sociales tienen
la característica de ser procesos; y por proceso se entiende una
secuencia de eventos que constituye un ciclo recurrente, que im-
plica repetición y autorregulación; tiene sujeto consciente y está
25
regulado por un plan y es históricamente determinado. En estos
términos, la organización territorial está definida por un proceso
social asociado a la configuración y a la forma espacial.
Sobre la base de la organización territorial se caracteriza
región y regionalización, a partir de la definición del concepto de
“ámbito”. Se entiende por “ámbito territorial de una relación
social particularizada el segmento (convexo mínimo) de territorio
que incluye la localización de los agentes y medios directamente
acoplados por la relación así como los segmentos de los flujos
materiales que la realizan (cuando corresponda)” (Coraggio, 1987:
50). Su delimitación opera en la realidad concreta y puede identi-
ficarse en función del tipo de relaciones investigadas y del nivel de
estudio. Es posible determinar “áreas territoriales de homogenei-
dad relativa, ya sea de las relaciones entre agentes y medios o de
ciertos atributos”, que constituyen segmentos continuos del terri-
torio en los que se localizan agentes o medios involucrados en un
mismo tipo de relaciones o un mismo nivel o calidad de particula-
ridades y durante un periodo de análisis.
A manera del concepto como ámbito territorial, el espacio
en tanto condición de existencia de la realidad, o sea de los proce-
sos sociales, se constituye en una dimensión tangible (del mismo
modo que no puede evadirse el tiempo histórico) de los fenóme-
nos sociales y toma contenido a través de la noción de espaciali-
dad de lo social o relaciones socioterritoriales, donde lo social
adquiere materialidad como producto de la transformación entre
hombre y naturaleza en términos del proceso de trabajo en tanto
sustento del proceso de valorización del capital —en el sentido de
Marx (1946) en El Capital.
Es decir, la naturaleza se presenta como soporte general en
cuanto condición previa y dada de la existencia de las relaciones
sociales, es el soporte general de la reproducción de los hombres y
de los procesos sociales. La naturaleza carece de identidad social
y es el trabajo humano el que la convierte en objeto social; el
hombre (socialmente) se apropia, la transforma, la destruye y la
reproduce, bajo determinadas condiciones sociales (Pradilla, 1984:
86-93).
26
Con esta percepción la noción de territorio refiere a la
interrelación entre lo natural y lo social como totalidad analítica;
o sea, lo local, toma forma a través de la territorialización de las
relaciones sociales. De este modo el análisis territorial se constitu-
ye como una dimensión de la totalidad social, que al igual que las
dimensiones sociológica, económica o política, es determinada
por la racionalidad del carácter social que define a la idea de la
totalidad (Hiernaux y Lindon, 1993: 103-105).
Sobre esta base, se destaca la especificidad de los procesos
socioterritoriales por oposición a los planteamientos que
extrapolan y buscan universalizar tipos y modelos acerca de lo
regional y lo local. Se trata de una especificidad que aporta la
lógica de los fenómenos sociales, en cuanto a su situación tempo-
ral y espacial, y que tradicionalmente en algunas corrientes de la
ciencia social se ha asimilado bajo el sentido de lo “histórico-con-
creto”.
De la especificidad de los procesos territoriales se desprende
entonces la necesidad de caracterizar las particularidades, dife-
rencias y contradicciones de los fenómenos sociales, por oposi-
ción a los análisis que sólo subrayan situaciones generales y
destacan las condiciones de igualdad y homogeneidad. Se le otor-
ga una mayor importancia a los fenómenos socioterritoriales en
cuanto ámbito particular, el nivel de lo local es inscrito en un su
articulación con lo regional, nacional e internacional. Asimismo,
se asume que los procesos territoriales son fenómenos dinámicos,
en constante movimiento, cambio o transformación, por oposi-
ción a las visiones que los perciben en tanto formas estáticas y
permanentes (Oliveira, 1977).
27
del capital y, en consecuencia, sus secuelas en las relaciones
socioterritoriales en cualquiera de sus escalas: local, regional, na-
cional e internacional.
La economía capitalista, en tanto proceso social de acumu-
lación, genera la tendencia de uniformización de las relaciones
económicas y sociales. En términos de integración territorial im-
plica incorporar a las diferentes entidades económicas (local, re-
gional o nacional) a una sola y general dinámica de una economía
determinada (nacional o internacional).
Esta tendencia a igualar, uniformar y homogeneizar las con-
diciones y relaciones de reproducción social, de acuerdo con
Oliveira, jamás se materializa de forma completa en cuanto que
la reproducción del capital es desigual y combinado (1977: 30).
En esa medida, la dinámica de homogeneización se expresa como
una tendencia fluctuante y a plazos amplios en su materialidad,
particularmente en lo territorial. De ahí que los cambios en lo
social no se traduzcan inmediatamente en términos espaciales.
Aunque esta tendencia —conforme con Oliveira— orienta
a la igualación de las condiciones de acumulación y a la desapari-
ción de las diferencias, ha de considerarse que en tanto tendencia
asume también ritmos e intensidades diferenciadas en función de
los procesos particulares de acumulación de capital entre los dis-
tintos ámbitos territoriales, en donde —además— pueden persis-
tir formas disímiles a la producción capitalista que, no obstante,
contribuyen a la reproducción de la dinámica general de la acu-
mulación.
Se trataría de una tendencia estimulada por el capital social
en su conjunto; pero que en el nivel de la concreción y particula-
ridad territorial y social adquiere expresiones diferenciadas y con
magnitudes e intensidades distintas, que pueden asimilarse a las
condiciones generales de la producción social.
Es así que el proceso de acumulación es un proceso objetiva-
mente regionalizado y localizable, en tanto que se organiza como
trama de procesos particulares de acumulación que tienen ámbi-
tos territoriales. A nivel del capital social en su conjunto existe la
tendencia a que el ámbito de acumulación se extienda mediante
28
la incorporación de regiones donde otros modos de producción
predominaban. “Pero esta tendencia no opera efectivamente de
manera directa y lineal, ni sus manifestaciones particulares son
fáciles de discernir, en tanto se trata de una ley de tendencia, sin
plazos definidos, resultante de una compleja trama de
determinismos, y posiblemente válida solamente para una época
del desarrollo del capital” (Coraggio, 1987: 57).
El reordenamiento territorial no podrá ser unidireccional ni
uniforme para todos los procesos de la producción social, es de
esperarse que sea un proceso contradictorio. En este sentido, puede
considerarse que el ordenamiento territorial no puede reducirse
a una tendencia lineal de ampliación de los mercados y extensión
a las relaciones capitalistas, asumiéndola como una “tendencia
de homogeneización monopolística del espacio económico”
(Coraggio, 1987: 58, en cita a Oliveira).
En esta posibilidad vale hacer énfasis en los procesos de dife-
renciación y desigualdad y segmentación que provoca de por sí la
tendencia a la homogeneización de las condiciones y en las rela-
ciones de la acumulación del capital, como el camino que aporta
una visión de mayor objetividad y alcance en el análisis de los
procesos socioterritoriales.
Estas formas diferenciadas en que se reproduce el capital en
lo social y territorial, han de verse en un sentido amplio y
problematizador, de tal modo que no se limite al registro de sim-
ples contrastaciones e inclusive a su tipología. En el análisis
socioterritorial, han de asimilarse y evidenciarse, además, las des-
igualdades y contradicciones internas de un lugar, y con respecto
de otros ámbitos, generadas por la acumulación del capital y que
conlleva a relaciones de dominación social.
En este sentido, más que hablar de diferencias, se prefiere la
noción de heterogeneidad en la búsqueda de una idea de mayor
amplitud e inclusión de las desigualdades y contradicciones en
discusión y como una situación antónima a la homogeneidad. En
consecuencia, la tendencia a la uniformización y homologación
de las relaciones de acumulación del capital —en tanto proceso
29
territorial—, implica una doble manifestación: la homogeneización
y la heterogeneidad.
La tendencia a la homogeneidad, en tanto dinámica de ho-
mologación y heterogeneidad de las relaciones y de las formas
sociales y territoriales, toma contenido sustancialmente a través
de los procesos de concentración y centralización dados por la
acumulación social del capital.
Ambos fenómenos, la concentración y la centralización, tam-
poco pueden ser concebidos con un sentido lineal y progresivo.
En su materialidad, se constituyen, por un lado, en las principales
palancas de la acumulación de capital y en los dinamizadores de
la integración y articulación de las formas territoriales en las so-
ciedades capitalistas. Pero, en ciertos momentos de la reproduc-
ción del capital, estos impulsos suelen convertirse en obstáculos
severos de las posibilidades de acumulación; y sus límites son a su
vez renovados estímulos del proceso acumulativo.
Ambos factores aportan el contenido de la conformación de
las ciudades, en tanto núcleos de concentración y centralizados
del capital, y de su relación con el campo. A la vez que aportan
uniformidad económica y social, generan desigualdades y con-
tradicciones. Son, en otra de sus manifestaciones, factores que
provocan mediante la competencia la inclusión o exclusión de los
productores y de áreas económicas, con respecto de los flujos del
capital y riqueza.
Los procesos de concentración y centralización son también
diferenciados. Si bien casi siempre se refiere a sus formas más o
menos genéricas de apropiación y reproducción social y territo-
rial, conllevan también una dinámica de desigualdad. Por ejem-
plo, en la reproducción dispareja de los agentes sociales que
intervienen en una localización territorial conjunta y que, en con-
diciones de competencia, algunos son eliminados; de modo tal
que pueden aparecer nuevas formas de capital como circuitos
paralelos y diferenciados, que convergen en el mercado (Ramírez,
1995).
La concentración refleja el margen de la acumulación, de la
composición de capital existente sectorial o regionalmente en un
30
país. Elementalmente este concepto refiere a la multiplicación del
capital social, en cuanto al número y a la distribución de capitales
a partir de los ya existentes (Marx, 1946). En términos territoria-
les refiere al proceso de reproducción y aglomeración de unida-
des económicas (industriales y comerciales) en un área
determinada; así como su distribución y dispersión en el espacio.
La concentración puede establecerse como un estímulo o un obs-
táculo del crecimiento capitalista en cualquiera de sus escalas (lo-
cal, regional, nacional o internacional, que casi siempre se
interrelacionan) y en función de las circunstancias de reproduc-
ción del capital. De este modo, la concentración de capital puede
adquirir formas de desconcentración, de desaglomeración o de
desintegración vertical.
La centralización se manifiesta en la constitución de centros
de poder, en tanto que implica la fusión de capitales en uno sólo y
presupone la producción en gran escala y la formación de gran-
des empresas (Marx, 1946). La centralización es el proceso que
expresa la acción social de fusionar o unificar la capacidad de
decisión por un centro de acción o poder, poder central. El Esta-
do y la gestión empresarial son considerados, por un lado, como
instancias de toma de decisiones y del ejercicio del poder y, tam-
bién, como agentes sociales capaces de reunir grandes volúmenes
de recursos. En términos territoriales, además de la absorción de
los recursos existentes por una superficie determinada, implica la
capacidad de que un agente (el Estado o el capital) ejerza el con-
trol sobre los recursos.
La comprensión en estos fenómenos es pertinente para el
entendimiento de los procesos urbanos e industriales y la conse-
cuente asimilación y subordinación del campo y la agricultura y en
tanto componentes del proceso de acumulación (Ramírez, 1995: 16).
El proceso actual de acumulación del capital, como tenden-
cia de homogeneización de las relaciones sociales y territoriales,
se estructura con base en una red de diferentes y particulares pro-
cesos de acumulación distribuidos en diversos lugares del plane-
ta, segmentos territoriales. La acumulación opera como una forma
general de reproducción social, aunque en función de condicio-
31
nes sociales específicas y en tiempos diferenciados. Es decir, por
una lado, la dinámica general de la acumulación del capital social
se articula con diversas formas de producción a las que subsume
en su lógica e inclusive sin liquidarlas por completo, las asimila
como factores que concurren para la acumulación capitalista; por
otra parte, en este tejido de procesos, la tendencia se materializa
en momentos y ritmos divergentes.
En estos términos, la acumulación del capital —que actúa
de manera combinada y desigual— se expresa como un proceso
con delimitación territorial y su implantación puede ubicarse en
la escala internacional, nacional, regional y local. La acumula-
ción ha de analizarse entonces como una forma históricamente
delimitada y determinada de la reproducción social y en un ám-
bito territorial dado; y, por tanto, puede adquirir modalidades
diversas que —durante un cierto periodo— definen condiciones
específicas de articulación (económica y social) entre formas par-
ticulares de producción y acumulación, que conforman una es-
tructura unitaria y contradictoria.
32
comprometió también un proceso de reestructuración y moder-
nización de las condiciones que propiciarían un mayor refina-
miento de las formas de explotación y de reproducción de la fuerza
de trabajo.
Esta reestructuración, entre el fin y el inicio de una época,
ha implicado la necesidad de derribar los atolladeros de la diná-
mica de acumulación. De manera recurrente se derivaron fre-
cuentes procesos de desvalorización del capital, a través del cierre
de plantas obsoletas, fusiones, privatización y la segmentación de
las empresas. Se aceleró la rotación del capital mediante la efi-
ciencia de los flujos y de los instrumentos comerciales y financie-
ros. Se introdujeron amplias libertades al curso y movilidad de los
capitales internacionales. Se simplificaron las funciones econó-
micas del Estado, se instrumentaron fuertes políticas de ajuste y
de austeridad en el gasto público. Se modificaron las normas para
el empleo y de contratación en el mercado laboral, como la
precarización del trabajo, y decreció de modo significativo el po-
der de compra y el nivel de vida de la población en general.
En esa reestructuración, un lugar específico lo ocupan las
innovaciones tecnológicas fincadas en la automatización de los
procesos productivos y que cada vez más tienden a ampliarse. Su
aplicación, que no ha sido generalizada ni homogénea, ha intro-
ducido la posibilidad de la simplificación de los procesos produc-
tivos en todas sus escalas, tanto en el técnico-productivo, en lo
laboral como en la administración; lo mismo que en el nivel inter
e intraindustrial; inclusive en los ámbitos comercial y financiero.
Es decir, sus consecuencias afectan considerablemente a la divi-
sión del trabajo técnica y social, aunque de modo diferenciado y
desigual.
En este contexto, es factible afirmar que la automatización y
la informática han modificado los diversos ámbitos de las relacio-
nes socioterritoriales. En general se ha generado el acuerdo de
que la automatización y la informática tienen importantes conse-
cuencias —particularmente— en la organización social del tra-
bajo y en las condiciones de valorización del capital. Sin embargo,
estas transformaciones necesariamente han sido amplias y dife-
33
renciadas en virtud del contexto capitalista en que se establecen
(Naville, 1963).
A partir de la potencialidad que ofrece la automatización en
las prácticas productivas, comerciales y financieras, se despren-
dieron visiones para señalar que la organización territorial ha-
bría de reestructurarse en función de procesos de descentralización
económica, de difusión y desintegración industrial, como aglo-
meraciones de producción flexible (Benko y Lipietz, et. al., 1994).
Lo característico de estas percepciones son las contratendencias
a la concentración económica como la forma tradicional de las
sociedades industriales. Se habla de una reorganización de la di-
visión social del trabajo hacia la descentralización, de mayor au-
tonomía de las empresas, de adecuación y flexibilidad del ambiente
que las rodea (la localidad).
Dado que la automatización y la informática habrían de es-
timular a la descentralización y la autonomía de las empresas, se
discute sobre las nuevas condiciones y reglas en la organización y
gestión de la producción, los modos de integración, de vincula-
ción y dimensiones de las empresas, de las formas de la circula-
ción de las mercancías y del flujo de capitales y —también— acerca
de las densidades de población y su arreglo y de la composición
del mercado laboral y de la distribución de los ingresos (Sociolo-
gía del Trabajo, 1991).
A este proceso de suplantación o reestructuración -basado
en el dominio de la producción flexible-, generalmente se dio una
explicación en función del agotamiento del sistema socioeconó-
mico de la posguerra (llamado fordismo) y de una descripción de
los innegables eventos manifiestos por las innovaciones tecnológi-
cas y la internacionalización del capital.
Los posfordistas intentaron destacar las pautas de desarrollo
que estructuran a un modelo basado en la desintegración de la
gran empresa, que superaría a la crisis y potencie al régimen de
vida capitalista en una situación de estabilidad; se asumió a la
producción flexible como el régimen alternativo; sostienen que la
descentralización económica y la desintegración industrial es la
forma de organización espacial donde el mercado y la localidad
juegan un papel sustancial (Sociología del Trabajo, 1991).
34
La crisis de los años setenta-ochenta fue considerada como
un parte aguas, como una situación con efectos de ruptura, don-
de las deficiencias de la producción son sustituidas por el predo-
minio de las formas de acumulación flexible para vencer la crisis
y generar condiciones de estabilidad; o donde los defectos de la
producción fordista son reproducidos pero en condiciones de una
explotación más intensa.
En el contexto de los años ochenta resurgió entre los países
industrializados el interés sobre el papel de las pequeñas y media-
nas empresas así como su impacto en la economía regional. Como
reacción a la crisis mundial, desde los años setenta, la economía
capitalista implantó un amplio proceso de reestructuración fincado
en la doctrina neoliberal del mercado. El nuevo modelo de orga-
nización espacial se redefinió en el marco de los distritos indus-
triales (Becattini, 2002), se asimiló a los ajustes que la dinámica
del capital imponía a través de su internacionalización y de la
políticas económicas de un Estado cada más retraído y regulador.
En América Latina los severos ajustes y restricciones econó-
micas y la amplia apertura al mercado externo demoraron el re-
planteamiento de la problemática regional, ante los efectos de
mayor polarización social y pobreza. Lo local apareció como con-
trapartida de la globalización, en apariencia perdía relevancia lo
nacional y lo regional, se desarticulaban los espacios locales, como
áreas significativas y estratégicas para el desarrollo (Coraggio,
1997). No obstante, el ámbito local adquiere un mayor protago-
nismo como efecto de las políticas de descentralización y como
reacción de los actores sociales ante la crisis sistémica de las eco-
nomías nacionales.
El desarrollo local como expectativa cobra contenido en el
contexto de la reestructuración del capital, como estrategia que
incorpora tanto propuestas funcionales a la competencia del mer-
cado y al proyecto neoliberal; como a iniciativas alternativas en la
construcción de “otra economía”.
Lo característico y específico de las proposiciones postula-
das en el desarrollo local es ubicar a la pequeña empresa como la
unidad económica central, sujeta al mercado y en función de la
35
producción de valores. La empresa es el agente principal del de-
sarrollo a través de la eficiencia de los precios (costo-beneficio),
aplicable también a todas las formas de organización social. La
institución central del sistema es el mercado y la competencia la
llave para su inserción exitosa. El Estado y los gobiernos apare-
cen como instrumentos coadyuvantes a la acción de las empresas
(Coraggio, 2000).
Asimismo, el desarrollo local se caracteriza por su dimen-
sión territorial, las localidades, como efecto de procesos
organizativos y tecnológicos, son consecuencia de la historia dada
por su entorno institucional, económico y social. El desarrollo
—incluso endógeno—, en cada lugar aparece por su configura-
ción propia, definido en función de sucesivos sistemas producti-
vos, ante los cambios tecnológicos y organizativos de las empresas
e instituciones (Vázquez, 2000; Alburquerque, 2004, 2004(a);
Méndez, 2000).
No obstante, en el contexto Latinoamericano las pequeñas y
medianas empresas (pymes) en general carecen de condiciones
socioeconómicas y de políticas adecuadas para su crecimiento com-
petitivo. A su vez, el ámbito local difícilmente puede erigirse como
una instancia de gestión y acción en términos sociales, se diluye la
posibilidad de que las empresas locales, como agentes centrales
del desarrollo, influyan en los poderes públicos subnacionales y
nacionales (Coraggio, 1997b). Inclusive la economía de mercado
es fundamentalmente capitalista y obliga a las empresas y empre-
sarios a orientarse no por el desarrollo sino por el beneficio inme-
diato; más aún cuando la economía mundial se encuentra en
condición recesiva y regida por un mercado monopólico y rentista.
36
dores para incidir en su entorno, el desarrollo encuentra escasas
posibilidades en el contexto de la economía del capital.
En la perspectiva del desarrollo en América Latina se re-
quiere, en efecto, siguiendo a Coraggio (1997), un poder capaz de
contrabalancear las tendencias del mercado e incorporar en la
agenda política nacional la necesidad de intervenciones transfor-
madoras en las regiones fuertemente pobladas y sin recursos, cuyo
pleno desarrollo no interesa al capital.
Pensar en promover un proceso de desarrollo local, en con-
textos periféricos y con relativa autonomía supondría: a) recono-
cer las contradicciones y conflictos, las disonancias cognitivas y la
pluralidad de valores y creencias en el punto de partida; b) supe-
rar los conflictos que bloquean el desarrollo deseado, mediante el
diálogo social o la interacción en las instituciones de gobierno; c)
generar o potenciar poderes colectivos capaces de filtrar, mode-
rar o contrarrestar los impactos negativos que se originan fuera
de la sociedad o comunidad; d) considerar las propuestas estraté-
gicas, con intención de ser generalizadas (Coraggio, 2000).
En esa medida “lo local” remite, en sentido estricto, a un
lugar delimitado como sociedad local en tanto que conforma una
identidad colectiva expresada en valores y normas interiorizadas
por sus miembros; integra un sistema de relaciones de poder cons-
tituido en torno a procesos locales. En esa medida la sociedad
conforma un sistema de relaciones constituida por grupos
interdependientes (Suárez, 2003).
La lógica de lo local, de acuerdo con Francisco Suárez, se
constituye como una unidad donde la producción generada en el
lugar es objeto de negociaciones entre los grupos socioeconómicos,
estructurando así el sistema local de relaciones de poder. Por tan-
to, la pertenencia se expresa en términos de identidad colectiva a
través de la interacción cotidiana de los distintos actores sociales
en los diferentes ámbitos de socialización: familiares, educativos,
laborales, barriales, recreativos, comunitarios, étnicos (Suárez,
2003).
En términos territoriales, la localidad es el sujeto del desa-
rrollo, factor de desarrollo socialmente organizado, parte consti-
37
tutiva de los procesos socioeconómicos. El desarrollo local es en-
tendido entonces en tanto propósito político y escenario de cam-
bio social, estratégicamente orientado y dado a partir de las
experiencias organizativas acumuladas.
El ámbito local aparece como la unidad mínima para des-
plegar e integrar sinérgicamente las acciones, superando el
sectorialismo; la unidad compleja y articulada al todo social y
como escenario para “otro desarrollo” desde la sociedad local. El
desarrollo requiere ámbitos territoriales limitados con fuerte peso
de relaciones interpersonales, donde se expresan y reconocen ini-
ciativas y rasgos particulares, donde pueda lograrse sin aliena-
ción una evaluación de lo posible y deseable (Coraggio, 2000).
“Otro desarrollo” en el contexto local, basado en fuerzas y
procesos endógenos, y contrapuesto al desarrollo del capital a es-
cala global, aparece alternativo a los modelos del mercado exclu-
yente. “Otro desarrollo” implicaría rechazar la integración al
mercado global y se centra en el desarrollo desde abajo, dando a
la sociedad y a sus comunidades un papel predominante, para
resolver coherentemente la relación “externa” entre los sistemas
diferenciados y el mercado global (Coraggio, 2000).
El desarrollo local con base en la economía popular y no a
través de la empresa, implicaría incidir en las condiciones de re-
producción de los integrantes de la comunidad. La economía
popular tiene como sustento la economía doméstica que, además
de unidad de productiva, es una unidad de reproducción familiar
y comunitaria.
Tomar a la economía popular como la parte central de de-
sarrollo lleva a fijarse en las actividades económicas que están
fuera del sector empresarial capitalista y que actualmente miti-
gan el desempleo y subempleo. Fortalecer la constitución de un
subsistema como economía del trabajo, por oposición a la econo-
mía del capital y como empresas que no se orientan a la acumula-
ción.
Las economías domésticas, predominantemente de base fa-
miliar, son la unidad elemental del subsistema de economía po-
pular. Un sistema constituido por unidades domésticas a través
38
de sus emprendimientos y redes, orientadas por la reproducción
ampliada de la vida de sus miembros; redes interactivas, de circu-
lación de productos, servicios e información, coordinadas mediante
la interacción de agentes autónomos, en términos de una compe-
tencia cooperativa, donde sus actividades se estimulan y apoyan
productivamente (Coraggio, 1997a).
En términos de Coraggio, la economía popular constituida
como el eje del desarrollo local e interactuante con otros
subsistemas económicos, la economía de empresa capitalista y la
economía pública. La economía popular como puntal del desa-
rrollo de la sociedad y de la economía local en su conjunto. La
interacción de los tres subsistemas en torno a la economía popu-
lar implicaría incidir sobre los términos de intercambio entre la
economía popular y la economía pública, o entre la economía
popular y la economía empresarial (Coraggio, 1997a).
Por naturaleza la economía popular es el sector más arrai-
gado o estrechamente ligado a la economía, a la historia y a la
cultura del lugar. El hecho de considerar a la economía popular
como eje del desarrollo conlleva, en efecto, a la posibilidad de
converger con el mejoramiento de la calidad de vida de la sociedad
local y con la estabilidad de una democracia fincada en la partici-
pación de las mayorías como protagonistas en el desarrollo local.
En esa medida, de acuerdo con Coraggio (1997), la confor-
mación de un sistema de economía popular local habría de con-
tribuir a la constitución, por una lado, de nuevos sujetos políticos,
representantes autónomos de los intereses mayoritarios y como
condición para la profundización de instituciones democráticas;
y, por otra parte, abre la posibilidad de la creación de alianzas
estratégicas con objetivos compartidos para el conjunto de la ciu-
dad, localidad o región (Coraggio, 1997a).
La conformación de un sistema de economía popular local
involucraría la constitución de una matriz amplia de alianzas y de
sujetos colectivos capaces de disputar la hegemonía al capital; im-
plicaría la construcción de un bloque contra-hegemónico al siste-
ma del capital, como propuesta alternativa de desarrollo y
transformación social.
39
En ese contexto, el desarrollo local, requiere además de un
contexto favorable y promovido desde el poder político, desde el
Estado Nacional. Se precisa de la refundación de lo político y de
la acción colectiva para el desarrollo, sobre la base de un sistema
representativo democrático.
El propósito es que el poder político y las instancias admi-
nistrativas estatales sean recuperados y controlados desde la so-
ciedad. Asegurar la participación activa y autónoma en la gestión
de las mayorías marginadas por el capital. Resolver en el marco
de un fuerte cambio en la cultura política, junto con la creación
de nuevas estructuras económicas integradoras. Sin consolidar
nuevas bases materiales para un poder social de sentido popular,
y sin un papel concomitante del Estado, parece difícil revertir las
tendencias desintegradoras existentes en la mayoría de las regio-
nes del continente (Coraggio, 1997).
El desarrollo local como un cambio estratégicamente orien-
tado a través de la experiencia acumulada en la acción de los
movimientos sociales alternativos hade apuntar hacia la genera-
ción de un marco para la acción y promoción del desarrollo des-
de las instancias locales, instaurando como eje a la economía
popular.
Esa expectativa del desarrollo local conlleva a la promoción
de inversiones productivas a partir de un esquema institucional
integrador, abarcar tanto al sector empresarial, especialmente
pymes, a la economía popular, pequeños emprendimientos, redes
cooperativas y servicios autogestionarios, al sistema educativo y
de investigación, así como a la gestión eficiente y participativa del
presupuesto público.
Así mismo, intervenir activamente en los procesos de des-
centralización y focalización de las políticas sociales, para darles
un sentido distinto. Aprovechar los recursos financieros, organi-
zaciones e instituciones, para superar la visión administrativa y
eficientista en el ejercicio del gasto público, favorecer su coordi-
nación y adecuación con iniciativas de desarrollo desde las comu-
nidades.
40
En términos de Coraggio, la alternativa viable es “cabal-
gar” sobre esas fuerzas y redirigirlas a fin de cambiar cualitativa y
cuantitativamente sus resultados, reencauzar los recursos que pue-
den contrarrestar las tendencias no deseadas de la reestructura-
ción socioeconómica. Redireccionamiento colectivo, que
involucraría a muchos y muy diversos actores, que podrían lograr
un efecto conjunto al operar de manera consistente con el objeti-
vo estratégico del “desarrollo humano sustentable” (Coraggio,
1997a).
La economía popular como eje del desarrollo y transforma-
ción social está, entonces, asociado necesariamente a la existen-
cia de lo local, entendido en términos territoriales. Se trata de la
construcción de un espacio social integrado, dinámico, creativo,
con capacidad de generar percepciones y valores universales y
con rasgos propios de pertenencia.
El ámbito local como un sistema socioeconómico-cultural
con capacidad de orientar las acciones colectivas para transfor-
mar la económica popular en un subsistema de economía del tra-
bajo, como base de la economía social.
Conclusión
41
que da cabida a relaciones internas de solidaridad, cooperación y
confianza (Benko y Lipietz, et. al., 1994).
Convergentemente, a la localidad se le considera como la
unidad territorial de desarrollo y adversa a los efectos de concen-
tración espacial y de centralización del poder. En ese sentido, como
el contorno donde puede estimularse la autonomía municipal o
comunitaria en cuanto a su capacidad de organización económi-
ca, social y política.
En mayor o menor grado, estas genéricas referencias han
sido apropiadas desde diferentes posiciones y dimensiones analí-
ticas. Para los estudiosos de los ámbitos rurales, inclusive de la
sostenibilidad ambiental, la posibilidad del desarrollo comunita-
rio ha sido un interés permanente; a los especialistas en urbanis-
mo, representa una alternativa que podría contrarrestar la
concentración de las poblaciones; en los politólogos implica un
estímulo a la autonomía y a la vida democrática local, como op-
ción a la concentración y desequilibrios del poder; para los soció-
logos la integración de redes —como forma de organización
social— se constituye en un objeto de estudio y que justifica, en
diversos casos, el quehacer analítico; para los interesados en el
crecimiento industrial y su organización, significa una alternativa
que se traduce en mayor productividad, competitividad y eficien-
cia tecnológica y administrativa; entre los planificadores de polí-
ticas regionales se alude a una modalidad que fomenta una mayor
igualdad de distribución y desarrollo en la explotación de los re-
cursos disponibles.
En ese sentido, el estudio de las transformaciones espaciales
no cabe la elaboración acerca de una teoría del desarrollo local,
como si el fenómeno del desarrollo en las economías actuales fue-
ra una condición unívoca y uniforme; tampoco implica la gene-
ralización y extrapolación de ciertas experiencias consideradas
ejemplares, asimiladas a la lógica actual de la acumulación del
capital, como modelos adaptables a cualquier situación
socioeconómica.
El problema de lo local ha de abordarse a través del análisis
de las relaciones sociales en el marco de la presente internaciona-
42
lización del capital y sus contradicciones y mediante su expresión
e interrelación en las diferentes escalas: internacional, nacional y
regional. Es el ámbito local, la unidad básica de análisis en donde
confluyen los distintos componentes y agentes de la acumulación
del capital y que adquiere un contenido específico y particular,
tanto temporal como espacial. Es en ese sentido que lo local se
reconoce como un asunto socioterritorial.
El desarrollo local sustentado en la economía popular tiene
mayor correspondencia y consecuencia histórica en el contexto
de los países Latinoamericanos. Inclusive, como vía de cambio es
un área que requiere ser apropiada y construida desde abajo y
entre los sectores de la sociedad interesados tanto en el desarrollo
como en la generación de modos económicos alternativos al capital.
La economía popular aparece como necesaria en la trans-
formación estructural del contexto en que se desenvuelve, integra
y supera a la economía empresarial y a la economía pública y las
concreta en el nivel local. A través de las organizaciones de la
sociedad y el Estado debe redirigirse al fomento integral de la
economía popular. Implica fundar el desarrollo en un subsistema
socioeconómico y cultural de producción y distribución orienta-
do estratégicamente por la reproducción ampliada de la vida de
sus miembros.
En términos políticos la expectativa es la constitución de su-
jetos colectivos capaces de disputar la hegemonía al capital, como
un proceso alternativo de desarrollo o transformación social que
gane autonomía relativa en su reproducción material y cultural.
Constituir una economía popular capaz de autosostenerse y
autodesarrollarse en vinculación abierta con la economía capita-
lista y la pública.
43
Bibliografía
44
Hiernaux, D. y A. Lindon. (1993). “El concepto de espacio y el análisis
regional”. Secuencias, núm. 25, pp. 89-110.
Marx, C. (1946). El Capital. Crítica de la economía política. México, Fondo de
Cultura Económica.
Méndez, R. (2002). “Innovación y desarrollo territorial: algunos debates
teóricos recientes”. EURE, núm. 84.
Naville, P. (1963). ¿Hacia el automatismo social? Problemas del trabajo y de la
automatización. México, Fondo de Cultura Económica
Oliveira, F. (1977). Elegía para una re (li)gión. Sudene, nordeste. Planificación y
conflictos de clases. México, Fondo de Cultura Económica.
Pradilla, E. (1984). Contribución a la crítica de la “teoría urbana”. Del “espacio”
a la “crisis urbana. México, Universidad Autónoma Metropolita-
na, Xochimilco.
Ramírez, B. (1995). La región en su diferencia: los valles centrales de Querétaro
1940-1990. México, UAM, Xochimilco/UAQ/RNIU.
Sociología del trabajo, 1991. ¿Neofordismo o especialización flexible?
Revista cuatrimestral de empleo, trabajo y sociedad. Congreso
de Alicante. Eds. Siglo XXI, España.
Suárez, F. (2003). “Lo local como componente estratégico del desarrollo.
Apuntes del Taller Instrumentos para el desarrollo local”. Apun-
tes para el Módulo del Curso de Posgrado Desarrollo Local en
Áreas Metropolitanas. Argentina.
Vázquez, A. (2000). “Desarrollo económico local y descentralización:
aproximación a un marco conceptual”. Proyecto CEPAL/GTZ” De-
sarrollo económico local y descentralización en América Lati-
na”. Santiago, Chile.
45
46
2
Introducción
47
que iniciaremos recapitulando nuestra perspectiva teórica del
desarrollo, en función del contexto actual del desarrollo local. Por
tanto, haremos un repaso sobre las concepciones del desarrollo
territorial, local y regional, pero con base en las aportaciones y
relación con las vertientes de la teoría del desarrollo que hemos
incorporado en el marco teórico de la evaluación social de políti-
ca pública para el desarrollo (Cabrera, 2015).
Posteriormente, abordaremos las dimensiones urbana y ru-
ral del desarrollo local como una nueva perspectiva de abordaje
del mismo. Esto nos permitirá contar con elementos para reflexio-
nar sobre la escalada del discurso del desarrollo local en la aplica-
ción de políticas públicas y apuntar los elementos básicos para
contar con una política de desarrollo local. Entonces retomaremos
nuestra propuesta metodológica de evaluación social del desarro-
llo, como una herramienta para desencadenar procesos de desa-
rrollo local en el contexto de las políticas de desarrollo nacionales
y de la globalización, así como de la crisis global del capitalismo.
En primer lugar es necesario comprender que el desarrollo
económico y social con sus componentes políticos y culturales y
por supuesto la sostenibilidad del mismo, alcanzan su concreción
en un determinado espacio geofísico o territorio.
La localidad (comunidad o municipio) es el lugar más espe-
cífico determinado por factores históricos, políticos y culturales,
como el espacio de vida cotidiano de un conjunto de individuos
en comunidad, es decir por su ser social. Lo local, entonces es la
adjetivación de la localidad.
La región es un concepto netamente espacial y más comple-
jo y abstracto que la localidad ya que son una serie de factores los
que definen a una determinada región. La región está dada por
ciertos factores que la identifican del resto del espacio, estos facto-
res en común le dan un cierto sentido de homogeneidad, aunque
las regiones no son necesariamente conjuntos homogéneos, sino
que presentan elementos particulares que las caracterizan.
El contenido concreto de la región está dado por un deter-
minado territorio, es decir un espacio delimitado físicamente.
El territorio es la región objetivada y ambas contienen a lo local.
48
Es decir, que el concepto central que cruza a la región y a la loca-
lidad es el territorio. El territorio implica el espacio geofísico y,
por lo tanto, los ecosistemas y recursos naturales; pero, también
implica como elemento central lo antrópico, es decir la existencia
del ser humano como ser social. Luego entonces, los aspectos eco-
nómicos, políticos y en general sociales son elementos incorpora-
dos a la territorialidad como adjetivación del territorio. Se puede
enfatizar en uno o en varios aspectos (económicos, políticos, so-
ciales y ecosistémicos), pero el territorio existe en toda su comple-
jidad y totalidad como ente concreto y los aspectos soslayados
podrían estar determinando o por lo menos influyendo en él o en
los aspectos elegidos.
De tal forma que la perspectiva sistémica resulta útil para el
análisis del desarrollo territorial. En realidad, todo desarrollo eco-
nómico y social es territorial, el espacio de análisis tradicional
solía ser el espacio nacional, luego la globalización ha contribui-
do a la disolución de dicho espacio y la construcción del espacio
en función de las denominadas cadenas de valor globales.
Es en este contexto que ha tomado relevancia el discurso del
desarrollo local y se ha dejado de lado el desarrollo regional, aun-
que en realidad ambos pueden concebirse como versiones o me-
jor aún, expresiones históricas del desarrollo territorial. Lo ante-
rior, con la finalidad de hacer hincapié en la necesidad de proce-
sos de evaluación de la política pública que detonen y potencien
el desarrollo de diversas regiones y localidades. Para ello, nuestra
propuesta de Evaluación Social de Política Pública para el Desa-
rrollo se presenta como un marco teórico metodológico, que le dé
sentido y dirección a la utilización de herramientas como la eva-
luación participativa y la evaluación cualitativa multicriterio.
49
ideas de progreso y modernización como patrimonio cultural de
occidente, que ha de ser universalizado para sacar de la barbarie
a los pueblos atrasados, es decir, es eurocéntrico, occidental y pro
hegemónico. El contenido real y objetivo de la idea convencional
de desarrollo es el proceso de acumulación de capital y el creci-
miento económico a él asociado, pero su contenido formal es el
del avance cultural y social como resultado del progreso econó-
mico y material de la sociedad.
Ese contenido formal puede consustanciarse a través del
concepto amplio de desarrollo, es decir, trascendiendo el economi-
cismo que ha caracterizado la práctica convencional del desarro-
llo y adoptando una postura crítica y abierta a las aportaciones de
diversas vertientes teóricas, previa contrastación y reflexión.
El desarrollo como discurso político impulsado en el con-
texto del ascenso, consolidación y debilitamiento de la hegemo-
nía estadounidense, coincide en su visión con el planteamiento
lineal e historicista de Rostow (1961) y con el economicismo sub-
jetivo neoclásico. Sin embargo, la heterogeneidad de condiciones
objetivas en las que se da el proceso de desarrollo económico en
distintos países, incluso entre países con grados de desarrollo eco-
nómico similares, niegan la visión lineal del desarrollo. Por otro
lado, las enormes brechas económicas y sociales entre países de-
sarrollados y subdesarrollados pueden ser comprendidas a través
del concepto centro-periferia del estructuralismo latinoamericano.
Por otra parte, incorporamos la visión del institucionalismo
en la vertiente de Ostrom (1990), que nos permite comprender el
desarrollo económico y la sostenibilidad (como relación de lo eco-
nómico, lo social y lo ambiental) como el resultado de las formas
de organización, las normas, arreglos institucionales y relaciones
de poder. La base para la asignación eficiente de los recursos no
es solamente la definición de los derechos de propiedad privada,
sino también los de la propiedad colectiva y sobre todo las nor-
mas y formas de organización que la promuevan.
En esta concepción institucionalista, formas de propiedad
social y colectiva, pero sobre todo formas de organización comu-
nitaria con base en acuerdos y definición de normas claras, con
50
un sistema consensuado de incentivos y normas, pueden permitir
el manejo de recursos de uso común en forma sostenible hacia el
largo plazo.
Es indispensable también considerar los límites del desarro-
llo económico en función de la capacidad de los ecosistemas para
absorber los impactos de la intervención humana y el agotamien-
to de los recursos naturales (renovables y no renovables). Entre
otras cosas, la visión lineal del desarrollo propia del proceso de
acumulación capitalista de la visión neoclásica y de la teoría de la
modernización a la Rostow (1961), carecen de sentido a la luz de
la crisis ambiental actual.
Hay que enfatizar en la relación inmanente de lo social, lo
económico y lo ambiental, no como aspectos o dimensiones del
desarrollo, sino como elementos o componentes de un sistema
que constituyen subsistemas diferenciables entre sí, pero suma-
mente imbricados o entrelazados, constitutivos de un sistema to-
tal planetario, lo cual se pone de manifiesto en la crisis ambiental
que enfrenta la humanidad. Sin embargo, en el contexto de la
globalización y de las políticas de estabilización y ajuste estructu-
ral se ha reforzado en los hechos la posición economicista del
desarrollo y se han incorporado débilmente los discursos del de-
sarrollo social y sustentable.
Esto es evidente al ver la débil coordinación entre las políti-
cas ambientales, sociales y económicas, a la vez que el deterioro
social y ambiental se profundiza y el desarrollo económico es cada
vez más concentrado y dirigido por los grupos del gran capital
nacional y transnacional. Si bien las problemáticas sociales y
ambientales han sido incorporadas a la lógica del capital a través
de la imagen corporativa de “empresas socialmente y
ambientalmente responsables” y de los mecanismos de mercados
e industrias ambientales, estás problemáticas se agudizan pues su
solución se subordina a la acumulación de capital y prevalece por
tanto el cinismo y la apología del desarrollo económico como prio-
ridad y condición última.
Por otro lado, el tema ambiental se pone de moda y es usado
como comodín por gobiernos que en los hechos hacen muy poco
51
al respecto, pero en el discurso quieren aparecer como
vanguardistas. En la práctica convencional de las políticas de de-
sarrollo y en su contraparte local, se impone la lógica de la acu-
mulación de capital y de los intereses privados, que subordinan la
política pública y el interés común al suyo propio.
Además las políticas ambientales y sociales no forman parte
neural ni se articulan con la política de desarrollo económico, ni
desde la estructuras de la planeación del desarrollo, ni en cuanto
a sus objetivos. La política económica y financiera tendría que
considerar el incremento de los presupuestos destinados a la polí-
tica social y ambiental, e incorporar en el corto mediano y largo
plazo el objetivo de fortalecer la infraestructura y capacidad
operativa de las entidades encargadas de su operación, así como
incrementar los medios objetivos de integración de la sociedad.
Es en este contexto, que los territorios ya sean en su dimen-
sión regional o local, toman una particular relevancia en el pro-
ceso de valorización del capital. La acumulación capitalista en
cada patrón de acumulación y estilo de desarrollo, asume una
cierta territorialidad. De tal forma, que durante el patrón de acu-
mulación de la 2ª posguerra y el proceso de ISI en varios países de
A.L. entre ellos México, se hablaba y se impulsaban programas
de desarrollo regional, que llegaron a aplicarse en forma intensi-
va hasta los años 60 y 70. En contraste, con el advenimiento de
las políticas de estabilización y ajuste estructural se impuso el dis-
curso del desarrollo local.
Recapitulando el contexto actual del desarrollo en sus ras-
gos principales, insistimos en el ámbito en que ha surgido el dis-
curso del desarrollo local (DL) como resultado del agotamiento
del desarrollo regional (DR), ambas versiones del desarrollo terri-
torial (DT), tal como se muestra en la figura 1.. La lógica del capi-
tal subordina y determina el contenido formal y real, teórico y
práctico, en tanto que nuestra propuesta de evaluación social tie-
ne como objetivo inherente trascenderla.
Hasta la década de los 70 se hablaba de desarrollo regional
y a partir de los años 80 se planteó el desarrollo local como un
supuesto nuevo paradigma. De León (2010) plantea la configura-
52
Figura 1 Desarrollo territorial
Desarrollo Regional
(DR)
Impulso de políticas de
desarrollo regional desde la
Desarrollo territorial
planificación del Estado
(DT)
53
Posteriormente, las economías de aglomeración han sido
recogidas en formas distintas en los planteamientos de clústeres y
del diamante de Porter (1998), así como en la denominada Nueva
geografía Económica de Krugman (1997). No es nuestro objetivo
profundizar en dichos planteamientos, simplemente reconocer la
lógica del desarrollo urbano ligado al desarrollo industrial, para
trascender dicho tipo de visión sin negarla, hacia un planteamiento
más integral del desarrollo territorial acorde con la situación de
heterogeneidad estructural de los países subdesarrollados.
Es decir, nos movemos más en la concepción de la geografía
económica de Ángel Bassols Batalla, en la que se consideran tres
conjuntos básicos: a) la reciprocidad en la influencia entre el me-
dio geo-físico y el hombre; b) la espacialidad de los fenómenos
productivos que determina una distribución y especialización de
los mismos ligada con una específica estructura social; c) deriva-
do de los conjuntos anteriores, la transformación de la naturaleza
por la sociedad (Bassols, 1993).
El desarrollo territorial lo entendemos entonces como la
manifestación del proceso de acumulación capitalista en su
correlato ampliado de relaciones sociales de producción y de po-
der, que implica reconocer el proceso económico como un hecho
social y como el metabolismo entre el hombre y la naturaleza,
por lo tanto, como una manifestación concreta e identificable en
un espacio territorial determinado.
En primer lugar, tenemos que el desarrollo territorial no
puede desligarse del conjunto de la teoría del desarrollo y del
desarrollo como concepto general. Al simplificarlo podemos ini-
ciar concibiendo el desarrollo territorial como el proceso de desa-
rrollo en un contexto específico (territorio, región o localidad),
pero evidentemente este desarrollo se encuentra inmerso en un
contexto más general, que es en primer lugar el de la nación y en
última instancia el de la mundialización como proceso incompleto.
Lo regional puede corresponder al de un bloque de países o
a una región geográfica y/o económica dentro de un país. En
todo caso, si bien la delimitación de una determinada escala de
análisis es necesaria al plantear el DT (lo cual implica establecer
54
claramente los criterios de delimitación, de acuerdo con el con-
cepto específico de región económica o geográfica que se mane-
je), debemos tener presente la articulación con otras escalas de
análisis. La articulación es necesaria, en la medida que el DT es
posible y a la vez está limitado por el contexto más general de las
políticas de desarrollo nacional (o su ausencia) y por los flujos de
capital y estrategias de desarrollo corporativo de grandes firmas
transnacionales en el contexto de la globalización.
También es importante para nosotros definir un margen de
acción potencial, no autárquico, pero si creado en función de la
construcción y fortalecimiento de los sujetos sociales. Dicho mar-
gen, puede fundarse en instituciones de acción colectiva y en su
capacidad de incidencia en las políticas públicas gubernamenta-
les y en la articulación o limitación de los intereses privados en
función del interés social. Normativamente debe fundarse en busca
de un desarrollo sostenible, económico, social y ambiental.
En primer lugar, debemos entender que el desarrollo terri-
torial y regional se convierte en objeto de estudio a partir del pro-
ceso de acumulación capitalista con el surgimiento y expansión
de la revolución industrial, puesto que conlleva la mayor dispari-
dad entre los territorios beneficiarios de dicho proceso y los terri-
torios rezagados condenados a convertirse en proveedores de
materia prima y/o mano de obra.
Esto se relaciona claramente con el principio de causación
cumulativa de Myrdal (1959) y de la pobreza circular de Kaldor
(1974) en el sentido de que las disparidades de crecimiento eco-
nómico entre países y regiones es resultado del mismo proceso de
acumulación capitalista. Las divergencias entre países con grados
distintos de desarrollo tienden a profundizarse como resultado de
la exacción de recursos de los países más pobres y lo mismo se
reproduce con mayor intensidad a su interior, acendrando en es-
tos las diferencias entre regiones.
El desarrollo regional se relaciona sobre todo con las políti-
cas de corte Keynesiano que buscaban reducir las desigualdades
regionales mediante la intervención del Estado. Aunque para
Myrdal (1959) esta intervención no podría escapar a la lógica de
55
la causación circular cumulativa, porque la acción del Estado res-
ponde a la lógica del sistema capitalista.
De acuerdo con Perroux (1983) para entender la realidad
económica, a la economía en sus dimensiones convencionales de
crecimiento en el tiempo debe agregarse no sólo una descripción
y recolección de datos sobre una relación espacio-tiempo, espacio
delimitado y tiempo a él relativo. Además de lo anterior, se debe
culminar en el análisis del cambio estructural, los tipos de organi-
zación y las líneas de fuerza a través de las cuales se posibilita el
avance social.
El crecimiento económico por sí mismo solo es indicativo
del tamaño de la economía, y puede ser un indicativo también del
desarrollo sólo en la medida que se diferencia claramente de él y
se muestra su efectividad como instrumento o medio para alcan-
zarlo. Ello dependería de una serie de factores entre los que des-
tacarían aspectos relacionados con la redistribución de la riqueza
y la consideración de los costos del hombre y de la naturaleza
(Perroux, 1983).
Las divergencias del desarrollo entre regiones, en primera
instancia, se manifiestan como un dualismo estructural que sepa-
ra a la economía capitalista de las formas de organización econó-
mica no capitalistas, por supuesto que como modelo teórico el
dualismo estructural puede sobre simplificar la realidad (Hiernaux,
1997), pero desde nuestra perspectiva es importante recalcar ese
punto de partida en función del propio proceso de acumulación
de capital como realidad objetiva.
En el proceso histórico concreto, la dualidad estructural se
manifiesta como heterogeneidad estructural ya que la divergen-
cia entre la economía capitalista y la no capitalista implica dife-
rentes grados y formas de subordinación de esta última con la
primera y/o de relación entre ambas. Las diversas combinacio-
nes de sectores económicos y el grado de especialización produc-
tiva, así como el nivel de productividad e incorporación o desa-
rrollo de tecnología, son factores fundamentales que definen a
una región económica. Pero, desde nuestra perspectiva estos fac-
tores van entrelazados con sus aspectos socio-culturales y el terri-
56
Figura 2. La sostenibilidad fuerte aplicada a la región
Relaciones sociales
Instituciones
S
F Energía Energía u Energía Energía
u Subsistema m
e económico i Subsistema
n regional creciente d económico
t e regional creciente
e Recursos Recursos r
o Recursos
Recursos
Ecosistema
regional abierto
Calor de desperdicio
57
Figura 3 Teoría general de sistemas para una visión de sostenibilidad
del desarrollo local
Subsistema económicoregional:
Subsistema económico regional:sistemas
sistemas productivos,
productivos;
comercio
comercio yy consumo;
consumo;sistema
sistemafinanciero;
financiero; finanzas
finanzas públicas;
públicas;
política económica.Es
política económica. Eselelsubsistema
subsistemanuclear
nuclear o base
o base económica,
económica,
en el que
que el
el trabajo
trabajoeseselelelemento
elementomediador
mediador entre naturaleza
entre naturaleza y y
cultura
cultura
Subsistema social
Subsistema socialregional:
regional:satisfacción de necesidades
satisfacción básicas;
de necesidades básicas;
relaciones dedepoder
relaciones podere e intereses
intereses enenconflicto; formas
conflicto; de de
formas
organización social
organización social subordinadas;
subordinadas;instituciones;
instituciones;elementos
elementos
socio culturales e identidades colectivas. Constituye el
socio culturales e identidades colectivas. Constituye el amplio amplio
espectro de
espectro de lolo social
sociale eincluye
incluyelalasuperestructura
superestructuraideológica-
ideológica-
institucional.
institucional
Ecosistema regionalabierto
Ecosistema regional abiertoenenuna
una visión
visión dede materialismo
materialismo
ambiental
ambiental
58
hombre y la naturaleza que incorporaron Kapp (1950, citado por
Perroux, 1983) y Perroux (1983) como parte fundamental de la
discusión sobre el desarrollo.
El concepto de ecodesarrollo de Sachs (1982) sale de la lógi-
ca fundamentalista del no crecimiento y lo que propone es un
cambio de fines u objetivos en la estrategia de desarrollo. En este
concepto se incorporan nuevas modalidades del mismo, con base
en la recuperación de aportaciones culturales de las poblaciones
involucradas para el mejor aprovechamiento de sus recursos dis-
ponibles, privilegiando los objetivos sociales y la satisfacción de
necesidades, más allá de la simple acumulación de capital.
Con el concepto anterior podemos sustentar la importancia
de nuestra propuesta de evaluación social como herramienta para
involucrar a las poblaciones y grupos sociales en la formulación
de la estrategia de desarrollo, como un proceso continuo que arran-
ca con la evaluación de las políticas públicas vigentes. Lo ante-
rior, en el espacio delimitado de la región que está dada por facto-
res económicos, políticos, sociales y culturales, pero que también
es como toda construcción social, dinámica.
La región en sí misma, es resultado de la configuración de la
economía en su conjunción con el estado y la sociedad, en su
expresión territorial. La manifestación objetiva del territorio es el
espacio físico y este es de entrada y en diferentes sentidos una
construcción social y cultural. En el sentido histórico, la región es
dinámica y se transforma por efectos de la transformación
geopolítica sobre el territorio como expresión de poder y de rela-
ciones sociales también en transformación.
Tenemos que concebir entonces, que la relación sociedad-
territorio no es una relación unidireccional sino una relación
bidireccional, en tanto que el espacio físico no es un simple recep-
táculo, ni solo un reflejo de la sociedad (Hiernaux, 1997: 36). El
impacto del espacio transformado por el hombre implica una es-
pecie de respuesta del entorno geofísico, en la medida que la ac-
ción antrópica no considera los efectos e incertidumbre genera-
dos por su propia intervención. Ello como resultado también de
59
la propia complejidad y “naturaleza” de los ecosistemas y su me-
dio geofísico.
La región como espacio geofísico, influye y determina relati-
vamente la configuración económica, social y cultural, pero a su
vez el espacio es transformado y por ende construido mediante
intervención antrópica en un proceso dialéctico. Este proceso
implica como resultado el incremento de la entropía (grado de
desorden en un sistema) y de la incertidumbre en cuanto al esta-
do de los sistemas naturales y sus efectos sobre la economía y la
sociedad.
Pero a su vez, lo anterior se relaciona con la manifestación
de las desigualdades regionales como expresión de las desigualda-
des sociales, ya que el usufructo económico de la intervención
antrópica, está determinado por las relaciones sociales y estás por
supuesto que tienen una determinada expresión espacial. Esto no
significa, como expresa Hiernaux (1997), que las diferencias en-
tre regiones son solo una expresión de las desigualdades sociales,
ya que esto es una sobre simplificación, sino que implica entender
que las relaciones sociales tienen una cierta configuración espacial.
Las desigualdades regionales si bien no surgen con el capita-
lismo, tienen una especificidad en el capitalismo (como en cual-
quier otro modo de producción o formación económica-social) y
esta es resultado de la concreción de las relaciones sociales de
producción en un espacio geográfico. Las características de la re-
gión y su espacio inherente en cuanto espacio económico, es de-
cir, en cuanto a la expresión territorial del proceso económico,
son resultado del intercambio económico en la región y entre re-
giones, y sus condiciones objetivas. Como hemos dicho, la espe-
cialización productiva y la composición sectorial, así como la tec-
nología y su influencia sobre la productividad son elementos ob-
jetivos. Sin embargo, carecen de sentido si se consideran en for-
mas abstractas o aisladas de su concreción histórica como expre-
sión de las relaciones sociales de producción y de una determina-
da estructura de poder económico y político.
La utilización de los recursos naturales por la intervención
antrópica en el medio geofísico, así como su usufructo y la distri-
60
bución de la riqueza generada en ese contexto, se articulan en un
espacio concreto con el plusvalor apropiado por los dueños de los
medios de producción. Lo anterior implica también la subordi-
nación de formas de producción no capitalistas en los circuitos de
apropiación del valor controlados por los capitalistas.
Entonces, la región no puede ser construida simplemente
con base en criterios de agregación económica o de indicadores
preestablecidos que implican problemas metodológicos de diver-
sa índole. Dichos indicadores son útiles para la aproximación
empírica a los fenómenos de estudio, pero la región y el espacio
no pueden ser reducidos a eso. De acuerdo al objeto de estudio
que hemos propuesto, la región está dada por el marco geopolítico
y económico pero fundamentalmente por la búsqueda del desa-
rrollo sostenible.
De aquí que los concepto de DT, DR y DL, los consideramos
insertos en procesos de desarrollo más amplios como el Proyecto
de Desarrollo Nacional (PDN) y en el contexto del sistema mundo
capitalista, de acuerdo a la figura cuatro.
En el sentido de lo hasta aquí expuesto, nuestro concepto de
desarrollo aplicado al desarrollo territorial supera los enfoques
convencionales del DR y DL en los que ha prevalecido el
economicismo. Dicho lo anterior, repasaremos las visiones y el
discurso convencional del DT, el DR y el DL, para ubicarlas en el
marco de la teoría de desarrollo y de la estrategia de desarrollo.
De esta forma se perfila el desarrollo local como parte de una
estrategia de desarrollo más amplia (nacional y regional).
El concepto de desarrollo regional tuvo su auge en la etapa
de la posguerra como una forma de intervención del Estado para
promover el desarrollo nacional a través del impulso a regiones
atrasadas con recursos estratégicos más que para tratar de resol-
ver las desigualdades regionales, ya que como señalaba Myrdal
(1959) la acción del Estado va de acuerdo a la lógica del sistema
de mercado.
El concepto de desarrollo local se asocia claramente con el
contexto de la globalización, ya que como corriente teórica y como
discurso político alcanzó un gran auge en la década de los 90.
61
Ante el fracaso de las políticas anteriores y el contexto de las polí-
ticas neoliberales, se presenta el desarrollo local como un discur-
so de apoyo al abandono del Estado de las políticas sectoriales y
regionales de desarrollo.
El DL tiene como fundamento el estudio de los distritos in-
dustriales italianos y se retoman también los planteamientos de
los modelos de localización industrial de la Geografía Económica
Clásica. En este tipo de análisis se privilegian los factores de cer-
canía a los mercados, costos de transporte, disponibilidad de mano
de obra y recursos naturales y le dan gran relevancia al concepto
de economía de aglomeración, todos ellos de corte neoclásico.
Figura 4 Evaluación social en el marco del desarrollo local
62
Este es un discurso vulgar que en forma oportunista resalta
aspectos culturales para pretender explicar diferencias económi-
cas y sociales, es decir, es culturalista. A la vez destaca los valores
empresariales propios del capitalismo (la acumulación de capital)
como superiores y los únicos capaces de promover el bienestar
humano, con lo cual es también burdamente economicista, aun-
que pretenda superarse a sí mismo.
El discurso del DL también ha posibilitado la revalorización
de planteamientos anteriores. Desde nuestra perspectiva, los
enfatizan en la acción de los sujetos sociales en sus entornos de
vida cotidiano (Heller, 1985), la educación popular de Freyre, el
desarrollo rural y la sociedad política. El discurso del DL ha re-
querido de incorporar planteamientos relacionados con la parti-
cipación social y la formación de ciudadanía, el medio ambiente
social y la necesaria transformación de la relación estado-socie-
dad para el desarrollo. Pero se cae más en la retórica discursiva
que en la argumentación a favor de procesos transformadores de
la realidad a partir de la movilización social, como única vía para
detonar procesos de creatividad social y por tanto un verdadero
desarrollo.
Como versión del DT, el DL, retomó y enfatizó en la necesi-
dad de impulsar procesos de desarrollo desde los actores sociales,
aunque sobre todo en el desarrollo empresarial. Se reconoce que
para impulsar iniciativas tendientes al incremento de la riqueza
social, se requiere de una amplia participación de la sociedad,
pero las más de las veces esta participación queda enunciada como
necesidad, sin proponer ni adentrarse en los mecanismos que la
harían efectiva.
Autores del enfoque de desarrollo local como Sanchis (2002)
señalan que el enfoque convencional del desarrollo corresponde
al enfoque propuesto por Perroux (citado por Sanchis, 2002), con
un modelo de concentración/difusión que tiene su origen en la
teoría de polos de desarrollo o desarrollo polarizado. En realidad
este autor trata de entender objetivamente el proceso de desarro-
llo económico y para Sanchis (2002) este modelo implica un desa-
rrollo de arriba hacia abajo en tanto que la teoría del desarrollo
63
local plantea un desarrollo desde abajo, aunque reconoce que en
la práctica ambos elementos interactúan. Aquí es donde pode-
mos notar lo contradictorio que pueden resultar los planteamien-
tos del desarrollo local en la práctica.
Según Vázquez (2007) el modelo de desarrollo local pro-
puesto presenta las siguientes características:
• El territorio se considera un agente de transformación
social y no solo un soporte físico del desarrollo: “del es-
pacio funcional al espacio activo”.
• El desarrollo potencial de una zona está en función de
sus propios recursos.
• Ofrece una perspectiva territorial (y no funcional),
microeconómica (y no macroeconómica) y de producto
(no sectorial).
• Muestra la relevancia y protagonismo de las administra-
ciones públicas, sobre todo de la local, pero también de
la regional y central.
• Insiste en la necesidad de la actuación conjunta de los
gestores públicos y los agentes privados a través de una
“interacción colectiva”.
64
El elemento a retomar del desarrollo local, es el papel que
juega la participación social y la endogeneidad del proceso de
desarrollo, pero a diferencia del enfoque convencional, entendida
esta última en función de la articulación de escalas. El desarrollo
endógeno de una región o localidad no puede tomarse en serio
sin un planteamiento endógeno en la política de desarrollo nacio-
nal y en términos del concepto de endogeneidad acorde a un plan-
teamiento de desarrollo endógeno, es decir aquel que tienen ba-
ses propias para su desenvolvimiento.
Como señala Coraggio (2003) en la práctica el discurso del
desarrollo local en el contexto de la globalización neoliberal pone
a competir a las regiones y localidades entre sí, para atraer los
flujos de capital. Esto se da a costa de incurrir en la competitividad
espuria de la que hablaba Fajnzylber (1989) basada más en la
disponibilidad de mano de obra y en la depredación de los recur-
sos naturales.
Cuando se tienen este tipo de “situaciones favorables” para
el crecimiento económico, estas son sin embargo, sumamente
vulnerables a cambios pequeños en los mercados mundiales
(Coraggio, 2003). El desarrollo local es entonces un sin sentido si
no se consideran los factores endógenos y de integración econó-
mica territorial, regional y nacional, que potencialicen los merca-
dos internos y que articulen cadenas productivas y de realización
del valor. Hasta aquí hemos establecido una concepción del desa-
rrollo territorial que tuvo su versión regional a partir del análisis
de los distritos de desarrollo industrial italianos, una versión que
denominamos local.
Para Omar de León (Vidal y De León, 2010: 56) el desarro-
llo territorial se perfila como un nuevo modelo de organización
socioeconómica, cuyas características principales son las siguien-
tes: a) necesita de políticas específicas, ya que la especificidad
socioeconómica del territorio requiere de un diseño diferenciado;
b) las economías menos desarrolladas tienen posibilidades al par-
tir del análisis del territorio, el relevamiento de los recursos y su
articulación para el desarrollo económico, más allá de la atrac-
ción de grandes empresas y los problemas derivados de sus
65
externalidades económicas; c) el desarrollo se convierte en un pro-
blema principalmente de organización, donde la disponibilidad
de capital, el nivel de ingreso y ahorro y el nivel de calificación de
la población, siguen siendo factores importantes, pero es posible
diseñar estrategias desde cualquier situación, para movilizar y
aprovechar los recursos disponibles.
Si bien, como señala León (2010: 52-60) se ha dado un pro-
ceso importante de emergencia de la sociedad civil y del papel
que juegan los actores económicos y sociales en el desarrollo lo-
cal; esto sucede más como una respuesta a las políticas neoliberales
de abandono del Estado y de la ausencia de estrategias de desa-
rrollo económico, así como ante la presión que ejerce la
globalización neoliberal sobre las regiones y localidades con cier-
to nivel de desarrollo. Este tipo de experiencias, sin embargo, sue-
le darse en las regiones y localidades en las que existen antece-
dentes de organización y movilización social en pro del desarrollo
económico y social.
Es complicado afirmar que estas tendencias realmente con-
figuren un nuevo paradigma de desarrollo económico o menos
aún de un nuevo patrón de industrialización o de acumulación de
capital, distinto al neoliberal. Si bien, como hemos afirmado al
principio del presente capítulo, existe un cierto margen de acción
que puede ser aprovechado por los actores locales y en nuestro
enfoque por sujetos sociales, en la etapa actual la lógica del capi-
tal se ha venido profundizando como respuesta a las crisis de acu-
mulación.
Por ello, la propuesta de evaluación social de políticas públi-
cas puede constituirse en un componente de moderación de inte-
reses en conflicto y potenciación de las capacidades empresaria-
les y sociales. También puede servir para impulsar la inserción de
grupos que tienen objetivos de protección ambiental, de forma
que sus objetivos puedan realmente encontrar elementos de arti-
culación objetiva y traducirse en desarrollo local sustentable.
Sin embargo, esto contrasta con todas las versiones del desa-
rrollo local en las que destaca la ausencia de la perspectiva
ecosistémica. Si bien se llega a incorporar en algunos casos el
66
concepto de sostenibilidad, suele referirse a la acepción débil del
término en la que la primacía del proceso de desarrollo se le otor-
ga a aspectos convencionales del desarrollo económico y los as-
pectos sociales y ambientales siguen estrictamente subordinados
al primero. Desde esta perspectiva, podemos integrar el desarro-
llo territorial con el concepto de ecodesarrollo y de sostenibilidad
fuerte, con nuestra propuesta de evaluación social de política pú-
blica para el desarrollo, como elementos de una estrategia de de-
sarrollo que parte desde los sujetos sociales.
El desarrollo de capacidades y fuerzas creativas para el de-
sarrollo sostenible implica en principio incrementar la capacidad
de incidencia en las políticas de desarrollo. La negociación de
intereses y visiones en conflicto, es parte fundamental de este pro-
ceso e implica un redimensionamiento del proceso de desarrollo
económico y de su contraparte política, al reconocer las
interacciones con el medio ambiente y sus ecosistemas y concebir
todo este conjunto como una construcción social. Como enten-
día Furtado (1964), el desarrollo es invención y por tanto implica
creatividad, es decir, salir de los cánones establecidos y buscar la
originalidad. Para ello, se requiere la movilización y negociación
de visiones e intereses de los diferentes grupos de la sociedad na-
cional, en la construcción de un proyecto nacional de desarrollo
que contenga los proyectos regionales y locales.
Los planteamientos sobre el desarrollo local y desarrollo eco-
nómico territorial se incorporan críticamente a una perspectiva
más amplia que parte desde la teoría del desarrollo en su conjun-
to y con una perspectiva que trascienda el economicismo y reco-
nozca la multiplicidad de actores y sujetos sociales del desarrollo.
Si bien, los actores empresariales no deben dejarse de lado, la
propuesta de evaluación social traslada el eje del análisis sobre el
proceso de desarrollo a los procesos participativos. Por otro lado,
esta propuesta implica la ampliación de los criterios en el proceso
de evaluación de políticas públicas para el desarrollo en cuanto a
su complejidad y la negociación política que implica en cuanto a
la multiplicidad de intereses económicos y visiones sociales
involucradas.
67
Sería objeto de otro estudio analizar experiencias relevantes
de desarrollo territorial en México. Es necesario enfatizar en que
este se encuentra marcado por el patrón de acumulación capita-
lista y estilo de desarrollo que corresponda.
Al presentarse los límites del desarrollo industrializador bajo
el régimen de sustitución de importaciones, las políticas de desa-
rrollo regional que eran de por sí insuficientes y poco efectivas
para reducir las desigualdades regionales, se vieron afectadas por
el advenimiento de las políticas neoliberales. La reducción del
gasto público y social gubernamental y de la participación del
estado en el desarrollo económico, dieron paso al discurso del
desarrollo local. En este, eran los actores económicos y sociales
los responsables del proceso de desarrollo y se delegaba la res-
ponsabilidad del Estado en las autoridades de los tres niveles de
gobierno en cuanto a la promoción del mismo. Es decir, el desa-
rrollo local se hizo funcional a la necesidad del Estado, en el con-
texto de las políticas de estabilización y ajuste estructural.
González (2008) señala que en México el desarrollo territo-
rial tiene bases jurídicas en la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos. Para este autor, las políticas neoliberales en el
discurso programático han pretendido avanzar en esa línea, pero
en la práctica han carecido del orden y la estructura suficientes
para lograrlo, sobre todo en cuanto a la coordinación
interinstitucional necesaria. La Secretaría de Hacienda y Crédito
Público (SHCP) concentraba todas las atribuciones presupuestales
hasta 1976, con la creación de la SPP y posteriormente la Secreta-
ría de Desarrollo Social (SEDESOL), se avanza en descentralizar las
funciones de programación presupuestal, especialmente en fun-
ción del objetivo de focalización de las políticas de combate a la
pobreza.
Las estructuras de planeación enmarcadas en el Sistema
Nacional de Planeación del Desarrollo (SNPD) creado durante el
sexenio de De la Madrid, tienen como prioridad el establecimiento
de los mecanismos de participación ciudadana consecuentes con
los objetivos de democratización y descentralización en el ejerci-
cio de los planes y programas de gobierno (González, 2008).
68
Sin embargo, dicho sistema no ha podido crear los mecanismos
efectivos para la consecución de sus objetivos, entre otras cosas
por la poca atención puesta a la articulación entre metodologías
participativas y diseños institucionales operativos y funcionales a
ellas. En otras palabras el SNPD tiene existencia formal, pero no
real ni sustancial.
González (2008) analiza el diseño institucional y las posibili-
dades que este tiene de servir para la promoción del desarrollo
económico institucional, pero desde nuestro enfoque el aspecto
fundamental es la búsqueda y adopción de metodologías
participativas, que potencialicen la creatividad social y el proceso
de negociación entre actores y sujetos sociales, para el logro de
objetivos de desarrollo sostenible, económicos, sociales y ambien-
tales.
69
ración de los programas o proyectos. La sistematización de la eva-
luación como insumo a posteriori sería un aspecto nodal de su
implementación e instrumentalización para el diseño y evalua-
ción de la política pública, en el nivel de especialistas o escritorio.
Además la aplicación de la evaluación social en la escala
micro, puede agregarse y servir como insumo para la construc-
ción de una estrategia de desarrollo alternativa y como parte esen-
cial de la misma. El proyecto nacional de desarrollo de esta forma
puede sustentarse en la evaluación social, como sustanciador de
la práctica de la política pública, siendo su insumo fundamental
en vías de la democratización de la misma. Por otra parte, si no se
incorpora la perspectiva de la sostenibilidad del desarrollo, el pro-
yecto nacional de desarrollo y su estrategia carecen de viabilidad
en términos de la conjunción de las problemáticas ecológicas, so-
ciales y del desarrollo económico.
La perspectiva de la sostenibilidad implica la transversalidad
de los aspectos económicos, sociales y ambientales del desarrollo.
Estos son los componentes de la evaluación social, en la forma
básica de una matriz de análisis Económico, Social y Ambiental-
Ecológico (ESAE). Estos aspectos se trabajan mediante los compo-
nentes metodológicos que implican el diseño operativo de las he-
rramientas y técnicas específicas de evaluación por parte de los
especialistas encargados en los que llamamos el nivel escritorio,
previo (ex ante) a su aplicación en el nivel campo. Este nivel debe
complementarse preferentemente con herramientas cuantitativas
y cualitativas, de investigación directa e indirecta de pre-diagnós-
tico de la región o localidad y de la problemática vinculada al
proyecto o programa específico a evaluar. El monitoreo y evalua-
ción participativa ( MEP ), así como la evaluación cualitativa
multicriterio (ECM), constituyen el marco metodológico de la eva-
luación social de políticas públicas para el desarrollo.
De acuerdo con la perspectiva territorial del desarrollo, la
evaluación social debe enmarcarse en el conocimiento y reflexión,
por parte de los actores y sujetos sociales involucra-dos sobre la
realidad de su región y localidad (Figura 6). La delimitación espa-
cial no puede solo depender de la aplicación de un programa o
70
proyecto específico, sino de la propia construcción social de la
región con base en los factores de identidad y cohesión social que
pueden ser detectados por la misma evaluación social ex ante y ex
post.
71
portante considerar en forma general. Ello no implica profundi-
zar en los múltiples vínculos entre lo rural y lo urbano, sino espe-
cialmente considerar que la aplicación de cualquier estrategia de
desarrollo e incluso de programas y proyectos específicos debe
buscar la complementación armónica de ambas dimensiones.
72
mismo tiempo, forman parte de la construcción simbólica y de la
conciencia social, en múltiples formas, matices y variedades espe-
cíficas y particulares que presenta la interacción entre sociedad y
medio ambiente, a la vez que este determina una parte sustancial
de la calidad de vida de los seres humanos.
El espacio físio-geográfico (planeta tierra) contiene al siste-
ma económico y social, no como recipiente sino como base del
mismo; pero los sistemas productivos metabolizan o procesan los
materiales y la energía de él provenientes. Los espacios rurales de
acuerdo a la convención estadística, se definen como aquellos con
la más baja densidad poblacional, y los parámetros de tal conven-
ción pueden cambiarse arbitrariamente, pero los espacios rurales
están determinados por la preexistencia de recursos y actividades
primarias y se identifican claramente con la preeminencia del
campesinado y la economía de subsistencia como forma de vida y
de producción. Aunque estos sistemas cada vez se desarticulan de
la economía tradicional campesina y se subordinan y articulan de
diversas formas a la economía urbana y capitalista.
En contraste, los espacios urbanos son determinados por la
preponderancia de actividades secundarias y terciarias, es decir,
por la producción y el consumo industrial. La producción de bie-
nes y servicios requiere de los materiales y energía que proviene
del espacio físico y específicamente de los espacios rurales, por lo
que el metabolismo social como proceso económico que toma y
transforma lo recursos naturales implica el mayor y más impor-
tante vínculo entre lo rural y lo urbano.
El desarrollo como cambio estructural tiene como compo-
nente sustancial básico la reducción de la desigualdad económi-
ca-social y de las desigualdades regionales como expresión terri-
torial de las relaciones sociales de producción. Para lo cual, el
desarrollo debe entenderse también como proceso de transfor-
mación social y por tanto de incremento de la capacidad y creati-
vidad social para impulsar dicha transformación.
Entonces, al no vincular los procesos de desarrollo rural y
urbano, en las políticas de desarrollo y en su planeación, tenemos
un sin sentido que parte de considerar que son dos mundos apar-
73
te que no tienen nada que ver uno con otro; o peor aún de visio-
nes racistas o fascistas que identifican a uno con el progreso puro,
y al otro con el más puro atraso.
Nuestra propuesta de evaluación social no pretende resolver
de una vez por todas esta problemática, pero empieza por ofrecer
un mismo planteamiento general que puede aplicarse tanto en
contextos rurales como urbanos. La especificidad de uno y otro se
considera en el propio camino metodológico que señala una guía
general en cuanto a las cualidades de un proceso de evaluación
que trasciende los límites de la racionalidad instrumental en pos
de una racionalidad sustancial y transformadora, basada en prin-
cipios de participación democrática y negociación.
Normalmente se asocia el desarrollo rural con el combate a
la pobreza, que sin duda debe ser uno de sus componentes objeti-
vos, pero sin el contenido asistencialista que le han conferido las
políticas focalizadas. En este caso particular sería un gran avance
la aplicación de la propuesta de evaluación social para ubicar en
forma amplia los alcances y límites de dichas políticas; así como
las fallas en su implementación, más allá de la evaluación técnica
y de escritorio que suele realizarse con base en los criterios limita-
dos a la racionalidad puramente instrumental, o incluso pura-
mente utilitarista.
Suelen asociarse los procesos participativos con su
aplicabilidad en forma idónea en espacios rurales, ya que en los
entornos urbanos suele ser más complicado, lo cual puede tener
algo de cierto, aunque no es absoluto ni limitativo sino relativo a
una situación en particular. Por ello en el trabajo ex ante de pre-
paración del proceso de evaluación social y en particular de eva-
luación participativa; es importante tomar en cuenta las condi-
ciones específicas de la población sujeto, niveles de organización
y cohesión social, conflictividad, nivel socioeconómico, escolari-
dad, disponibilidad de tiempo y las que puedan resultar relevan-
tes para el proceso.
Una característica destacable del desarrollo territorial es
comprender que el combate a la pobreza como el desarrollo eco-
nómico no depende estrictamente de la elevación del nivel ingre-
74
so, sino primaria y sustancialmente del incremento de la capaci-
dad efectiva del ser individual y colectivo, es decir del ser social,
para transformar su entorno en busca de su propio beneficio. Claro
está, que esta asunción no puede ser en términos individualistas
ni del homo economicus; sino del hombre frente a todo lo que le
rodea, obligado a conocer y entender cada vez más de sí mismo y
de su entorno, y no la visión simplista del hombre frente a deci-
siones maximizadoras de beneficio individual en el corto plazo.
El desarrollo urbano como el rural son complejos, pero la
clave para descifrar dicha complejidad se halla en comprender
que son indisolubles el uno del otro. Por ello, es importante no
solo aplicar metodologías participativas como la evaluación so-
cial propuesta en la presente tesis, en entornos rurales y urbanos
atendiendo a su especificidad; sino también aplicar evaluaciones
donde las problemáticas de ambas dimensiones se interrelacionen
y donde los participantes de ambos mundos puedan plantear sus
posiciones frente a frente, mediando solo las reglas básicas de la
urbanidad y de la convivencia social.
Lo anterior no es un ideal, sino una propuesta objetiva sobre
la base de comprender el desarrollo como un todo complejo y
dinámico. Por ejemplo ahí donde un proyecto de modernización
destinado a satisfacer necesidades derivadas de la urbanización
afecta entornos rurales, la inclusión en el debate sobre las formas
en que se llevará a cabo por parte de las comunidades rurales
afectadas, es no solo un asunto de justicia, sino de comprender
que si ellos no son parte del desarrollo propuesto entonces no
existe tal. Puede existir tal vez como un proyecto de inversión que
beneficie a unos pocos, pero nunca como un verdadero proyecto
de desarrollo.
A manera de conclusiones
75
la determinación del mismo por los procesos de globalización
económica y financiera y su correlato de reformas estructurales y
políticas neoliberales. Por ello, el desarrollo local debe conside-
rarse una versión del desarrollo territorial, el cual si no considera
los aspectos sociales y ambientales ecosistémicos no puede refle-
jar sino de una forma parcial los impactos de la acumulación de
capital en el patrón de acumulación neoliberal hoy en descompo-
sición.
Bibliografía
76
(1979). Creatividad y dependencia. México, Siglo XXI editores S.A.
(1975). El desarrollo económico: un mito. México.
(1971). La hegemonía de los USA y América Latina. España, Edicusa.
(1967). Teoría y política del desarrollo económico. México, Fondo de
Cultura Económica.
(1965). Subdesarrollo y estancamiento en América Latina. Buenos Aires,
EUDEBA.
(1964). Dialéctica del desarrollo. México, Fondo de Cultura Econó-
mica.
(1959). Formación económica del Brasil. México, Fondo de Cultura
Económica.
(1961). Desarrollo y subdesarrollo. Rio de Janeiro, Fundo de Cultura.
(1968). Umprojeto para o Brasil, Rio de Janeiro, Saga.
(1979). Formaçãoeconômica da América Latina, Rio de Janeiro, Cía.
Editora Nacional.
González, S. (2008). “Políticas e instituciones para el desarrollo econó-
mico territorial. El caso de México”. Instituto Latinoamericano de
Planificación Económica y Social. Comisión Económica para Améri-
ca Latina y el Caribe. Santiago de Chile.
Hiernaux, D. y A. Lindón. (1997). “¿En qué sentido las desigualdades
regionales?”. EURE, vol. XXII, núm. 68, abril, pp. 24 – 93.
Hirschman, A. (1970). The Strategy of Economic Development. USA, Yale
UniversityPress.
(1984). De la economía a la política y más allá. Fondo de Cultura Eco-
nómica.
Heller, A. (1970). “El último estadio de la historia”. Isegoría, núm.14,
pp. 95 – 110.
(1985). Historia y vida cotidiana. Aportaciones a la sociología socialista.
México, Editorial Grijalbo.
Kaldor, N. (1974). “Qué anda mal en la teoría económica”. El Trimestre
Económico, vol. 49, núm. 170, abril – junio, pp. 255 – 265.
Keynes, J. M. (1958). Teoría general de la ocupación el interés y el dinero, México,
Fondo de Cultura Económica.
Krugman, P. (1997). Development, geography, and economic theory. Nueva York,
MIT press.
Leff, E. (1994). Ecología y capital. Racionalidad ambiental, democracia participativa
y desarrollo sustentable, México, Siglo XXI editores, Instituto de In-
vestigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de
México.
77
Leff, E. (Coordinador) (1986). Los problemas del Conocimiento y la Perspectiva
Ambiental del Desarrollo. México, Ed. Siglo XXI.
Martínez, J. y K. Schlüpmann. (1991). La ecología y la economía. México,
Fondo de Cultura Económica.
y J. Roca. (2000). Economía ecológica y Política Ambiental. México,
Fondo de Cultura Económica.
Max, M. (1986). El desarrollo a escala humana. Una opción para el futuro.
Development dialogue, número especial, Centro de Alternativas
de Desarrollo. Santiago, Chile.
(1995). Desarrollo a escala humana. Conceptos, aplicaciones y reflexiones.
Barcelona, Editorial Icaria/Nordan.
Munda, G. (2006). “La evaluación social de políticas públicas”. Revista
iberoamericana de Economía ecológica. vol. 1: 31-45. Disponible en
www.redibec.org.
(2000). “Conceptualising and responding to complexity”. Envi-
ronmental Valuation in Europe, Policy Research Brief, Number 2.
Myrdal, G. (1975). La pobreza de las naciones. México, Siglo XXI editores.
(1959). Teoría económica y regiones subdesarrolladas. México, Fondo de
Cultura Económica.
Ostrom, E. (1990). Governingthecommons. The evolution of institutions for collec-
tive action. Cambridge, Cambridge UniversityPress.
(1995). “Diseños complejos para manejos complejos”. En Hanna,
S. y M. Mohan (eds.). Property Rights and the Environment. Social and
Ecological Issues. The BeijerInternation Institute and The World
Bank. Washington, USA. Traducción de Horacio Bonfil en Gace-
ta Ecológica No. 54.
Porter, M. E. (1998). The Competitive Advantage: Creating and Sustaining Supe-
rior Performance. Nueva York, Free Press.
Perroux, F. (1984). El desarrollo y la nueva concepción de la dinámica económica.
Barcelona, Serbal-UNESCO.
(1983). A new concept of development. Basic tenets. United Nations
Educational, Scientific and Cultural Organization, Croom Helm
Ltd. Provident House, United Kingdom.
Rostow, W. (1960). The Stages of Economic Growth: a Non Communist Mani-
festo. Cambridge, Cambridge UniversityPress.
Sachs, I. (1982). Ecodesarollo, desarrollo sin destrucción. México, El Colegio
de México, Programa sobre Desarrollo y Medio Ambiente.
Salama, P. (1999). Riqueza y pobreza en América Latina. La fragilidad de las
nuevas políticas económicas. México, Fondo de Cultura Económica.
78
Sanchis, J. (2002). Las estrategias de desarrollo local: Aproximación metodológica
desde una perspectiva socio-económica e integral. Universidad de Valen-
cia: Departamento de dirección y administración de empresas.
Toledo, V., P. Alarcón-Chaires y L. Barón. (2002). La modernización rural
de México: un análisis socioecológico. México, SEMARNAT, INE, UNAM.
Vázquez, A. (2007). “Desarrollo endógeno. Teorías y políticas de desa-
rrollo territorial”, Investigaciones regionales.
Veblen, T. y J. Galbraith. (1974). Teoría de la clase ociosa. México, Fondo de
Cultura Económica.
Vidal, G.; A. Guillén y J. Déniz (Coords.) (2010). Desarrollo y Transforma-
ción. Opciones para América Latina. México, Fondo de Cultura Eco-
nómica.
Vidal, G. y O. de León. (Coords.) (2010). América Latina: Democracia, Eco-
nomía y Desarrollo Social, España, Trama editorial, Agencia Espa-
ñola para la Cooperación y el Desarrollo.
Villamar, A. (2000). “Impactos ambientales de la liberalización econó-
mica” en Resultados del Tratado de Libre Comercio de América del Norte
en México. Lecciones para la negociación del Acuerdo de Libre Comercio de
las Américas. Alberto Arroyo, et. al. Red mexicana de Acción Fren-
te al Libre Comercio, México.
Vidal, G. (2005). “El desarrollo como tarea: homenaje a Celso Furtado”.
Disponible en www.redcelsofurtado.edu.mx
Wallerstein, I. (2005). Después del liberalismo. México, Siglo XXI editores
coedición con el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en
Ciencias y Humanidades, UNAM, México, D.F.
Wallerstein, I. (2006). Análisis de sistemas-mundo. México, Siglo XXI edito-
res.
Zermeño, F. (2004). Lecciones de desarrollo económico. México, Plaza y Valdés.
79
80
3
Introducción
81
aprobación social porque su contenido carece de los valores cul-
turales significativos para la comunidad.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) gobernó poco
más de siete décadas —de manera ininterrumpida— hasta el 2002
en Michoacán. El Partido de la Revolución Democrática (PRD) se
alzó con la victoria electoral para el gobierno estatal en 2001. Por
primera vez se presentó la alternancia política en Michoacán. En
2007 volvió a ganar el PRD. El periodo gubernamental de este
partido político en el 2003 comenzó con la creación de algunas
dependencias, como la Secretaría de Desarrollo Social y la Secre-
taría de Planeación y Desarrollo Estatal, dependencias sustancia-
les para la generación de procesos de desarrollo; se realizaron
-además- consultas ciudadanas para elaborar el Plan Estatal de
Desarrollo de Michoacán (PEDM) 2003-2008. En el periodo gu-
bernamental 2008-2012, se crearon otras dependencias, como la
Secretaría de los Pueblos Indígenas, la Secretaría de la Mujer, la
Secretaría de la Juventud, la Secretaría de los Migrantes y la Se-
cretaría de Finanzas y Administración. Los dos PEDM se hicieron
de manera similar, bajo el mismo método. Los dos Gobernadores
(Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy Rangel) recogieron de-
mandas ciudadanas desde sus campañas electorales, organizaron
foros y talleres, realizaron mesas de trabajo sobre temas delinea-
dos y establecieron líneas de comunicación para recolectar las
peticiones de los diferentes actores. El PRI regresó al ejecutivo de
la entidad en el 2012, ganó las elecciones de 2011, seguido del
Partido Acción Nacional (PAN), relegando al PRD al tercer lugar
(Arias, Herrera y Colín, 2013: 83-84).
Este capítulo tiene dos objetivos: 1) identificar en qué grado
se introdujeron los valores culturales de la población en las políti-
cas implementadas por el gobierno de Michoacán, durante el
periodo 2003-2010, y 2) determinar el grado de relación causal
entre las diversas categorías de objetivos que se manejaron en el
diseño de estas políticas. El artículo no busca evaluar productos,
resultados o impactos de las PPs.
El trabajo se divide en cuatro partes. En la primera se marca
la ubicación teórica de las PPs en la política y se hace una aproxi-
mación al concepto de PP. En la segunda se señalan las etapas más
82
frecuentes en la formulación de PP, se pone mayor énfasis en la
etapa de diseño. Estas dos partes corresponden al marco teórico
del artículo. En la tercera, se determina el universo y la muestra
de estudio. Con base en los PEDM 2003-2008 y 2008-2012 se iden-
tificaron las finalidades generales (dimensión normativa) y los
cursos de acción (dimensión operativa). Los planes están forma-
dos por PPs, muestran de forma coherente e integrada las finali-
dades generales, las PPs contienen cursos de acción, los cuales
corresponden a los programas, que para ponerlos en marcha se
requiere de proyectos específicos. Los programas se clasifican aten-
diendo a su origen: estatal o federal. Los programas de origen
estatal orientados a promover algún aspecto significativo del de-
sarrollo durante el periodo 2003-2010 representan el universo
del trabajo. Utilizando el muestreo de juicio se seleccionaron los
programas a estudiar. En la cuarta parte se describe el procedi-
miento para analizar la introducción de valores culturales en las
PPs a través de la participación de actores y el nivel de congruen-
cia metodológica de las PPs. En la quinta parte, se presentan los
resultados obtenidos con la aplicación del instrumento de investi-
gación. Al final del artículo aparecen las conclusiones y la biblio-
grafía utilizada.1
1
El artículo se desprende del proyecto Entre políticas gubernamentales y políticas públicas. Aná-
lisis del ciclo de las políticas de desarrollo del gobierno del Estado de Michoacán, México, 2003-2010
(Arias y Herrera, 2012). Los indicadores manejados en el procedimiento metodológico
fueron seleccionados del total de indicadores considerados en dicho proyecto.
83
atender sus focos conflictivos o para construir escenarios sociales
planeados. Esta actividad debe desarrollarse atendiendo necesa-
riamente al marco institucional existente. El resultado obtenido
implica la adopción de decisiones que requieren cursos de acción.
La política no alude a la solución completa de los conflictos socia-
les. El término solución evoca una salida satisfactoria para todos
los implicados en el problema, es muy difícil conseguir tal satis-
facción (Vallès, 2002: 18, 21).
En este concepto de política se puede identificar una estruc-
tura, un proceso y una respuesta. La estructura política se refiere
al entramado institucional que siguen los actores para producir
las posibles respuestas que aminoren sus conflictos. 2 El proceso
político anota -de manera particular- la forma de intervención de
los actores. Las organizaciones gubernamentales (OGS) represen-
tan a los actores que coordinan dicho proceso. La intervención de
las OGS con base en las instituciones da entrada a la noción de
Estado. La respuesta política dada a los problemas sociales —en
un horizonte temporal determinado— surge de los procesos que
se pusieron en marcha siguiendo la estructura. La respuesta polí-
tica propiamente es la PP (Vallès, 2002: 45-46). Estos tres elemen-
tos permiten —hasta cierto punto— el desarrollo sistemático de
la política (sistema político).
Para que el proceso político mantenga el calificativo de “po-
lítico” tiene que desarrollarse atendiendo al cuadro institucional
(estructura). Politizar un asunto social significa atenderlo en rela-
ción con lo estipulado en las instituciones, no tiene connotación
negativa, no es sinónimo de “grillar”. Las instituciones son pre-
ponderantes para una comunidad porque contienen la manera
en que ésta ha decidido resolver sus conflictos o planear sus esce-
narios. Las instituciones tienen una vigencia temporal, es necesa-
rio —por consiguiente— cambiarlas parcial o completamente de
manera permanente. Lo que caracteriza a la política de otras for-
mas de tratar los conflictos o construir escenarios es el apego a las
2
Por actores entiéndase a los organismos gubernamentales y a los diferentes grupos so-
ciales que se desenvuelven en una comunidad: empresarios, organizaciones no guberna-
mentales, partidos políticos, ciudadanía en general.
84
instituciones. Las respuestas políticas (PPs) se toman con base en el
conjunto de reglas y pautas decididas por la comunidad.
No todos los conflictos sociales entran a la agenda política.
Aquí se inicia el primer proceso político, que corresponde a la
politización del problema. La politización consiste en trasladar
un asunto percibido como arriesgado para la comunidad a la vía
institucional en busca de controlar el riesgo que acarrea. Los ac-
tores involucrados moverán diversos factores y recursos para lo-
grar apoyos sociales que ayuden al traslado. Aguilar (2012: 33)
hace notar que los “problemas” a final de cuentas son juicios de
valor. En este primer proceso, las OGs elaboran un diagnóstico
sobre la situación, particularmente averiguan quiénes son los ac-
tores involucrados, cuál es la información, las evidencias o argu-
mentos que justifican que un problema sea problema público, se
analiza también quiénes son los actores que se oponen a la
politización del problema. Los conflictos que entran a la agenda
política se someterán a un nuevo proceso político (segundo proce-
so), mediante el cual se responderá de manera específica a éstos.
Se trata del diseño de la PP, donde ya están marcadas las acciones
a realizarse. Tanto en el primer como segundo proceso partici-
pan OGs y diversos actores sociales en la generación de acuerdos.
Aproximarse a la conceptualización de PP requiere de considera-
ciones básicas (Arias y Herrera, 2012: 45-47; Arias, Herrera y
Colín, 2013: 79):
• Política de fines o dimensión normativa. Se presupone
que las PPs no representan finalidades decididas exclusi-
vamente por las OGs, sino reflejan finalidades que los ac-
tores sociales proyectan como respuestas generales a sus
problemas comunes, finalidades que además están car-
gadas de valores culturales. La manera en cómo una co-
munidad satisface sus necesidades determina un tipo de
cultura (Neef, Elizalde y Hopenhayn, 2000: 56-57). Los
valores culturales hacen referencia a las estrategias de vida,
a la forma en que una comunidad se relaciona con su
medio ambiente, a las normas sociales específicas (mu-
chas veces informales) que definen el comportamiento
85
de los integrantes de una comunidad. La cultura refleja
la situación histórica del vivir de las comunidades.
• Política de medios o dimensión operativa. Las PPs abar-
can un proceso interrelacionado de finalidades generales
(política de fines) con cursos de acción específicos (políti-
ca de medios). La política de medios busca contribuir a
lograr la finalidad general. La PP necesita de acciones es-
pecíficas para materializarse; de lo contrario, se queda-
ría como mera finalidad. Parafraseando a Dussel (2006:
29): la PP como finalidad general (política de fines) es la
semilla del árbol. Las raíces, las ramas y los frutos se dan
con los cursos de acción (política de medios). La política
de medios corresponde a la parte técnico-científica. Los
cursos de acción son de tipo causal, se movilizan recursos
humanos, financieros, técnicos y organizacionales para
generar impactos, resultados y productos.
• El espacio público está determinado por la confluencia e
interlocución institucional entre las OGs y los actores so-
ciales. Lo público no equivale a lo gubernamental. La PP
es considerada pública en tanto se genere y ponga en
marcha con la participación dinámica, ordenada, simé-
trica y transparente de los actores sociales con base en el
marco institucional. Las OG s juegan la función de
promotoras y coordinadoras de dicha participación. La
participación se presenta tanto en el primer proceso polí-
tico que permite la generación de la agenda política como
en el segundo proceso que produce el diseño de la PP. La
política gubernamental es la respuesta que dan las OGs
—como agente único y exclusivo— a problemáticas so-
ciales. Este tipo de políticas son comunes en enfoques de
gobierno dictatoriales.
86
formalmente en el marco de las instituciones -lo cual les confiere
la capacidad de obligar-, precedidas de un proceso de elabora-
ción en el cual han participado de manera simétrica, sin arbitra-
riedades y discriminaciones, y en forma transparente una
pluralidad de actores, incluyendo a las OGs. La implementación
de los cursos de acción exige gastos responsables de los recursos
(sin corrupciones e ineficiencias) (Vallès, 2002; Aguilar, 2012).
Diversas fallas se presentan en las conceptualizaciones de PP,
estas fallas pueden ser de dos tipos. Primero, conceptos que son
de naturaleza normativa (finalidad general), que retratan la cons-
trucción de sociedades, pero se separan de los procesos políticos
que las generan y de los problemas que estos procesos traen con-
sigo. Los procesos políticos son contingentes, inestables, sin pa-
trones estrictos de comportamiento de los actores, están sujetos a
múltiples determinaciones que no permiten que ocurran de ma-
nera lineal. Segundo, conceptos que no incorporan todos los ele-
mentos, sólo las presentan como cursos de acción sin considerar
su finalidad general. Estas fallas provocan que se considere como
PP a decisiones o acciones que no lo son. Se coincide con Velásquez
(2009: 153-154) que son pocos los autores que construyen
sistemáticamente un concepto de PP.
3
Entre estos autores están Lasswell (1971), Bardach (2001), Canto (1996), Cabrero (2007),
Pallares (1988) yVallès (2002).
87
Las etapas son la agenda política, el diseño, la implementación y
la evaluación (Arias y Herrera, 2012: 50-59).
Agenda política
Diseño de políticas
88
Existen diversos modelos para diseñar PPs. Aguilar (2012:
32-40) subraya dos básicos, el de racionalidad radical y el de ra-
cionalidad limitada, en éste último identifica cinco propuestas: el
“incrementalista” de Lindblom, “arte y artesanía” de Majone,
“escáner mixto” de Etzioni, “análisis partidario” de Lindblom, e
“interacción social” de Wildavsky.
El modelo de racionalidad radical tiene su base en el cálculo
costo-beneficio. Tinbergen y Dror4 señalan que este modelo re-
quiere de condiciones perfectas e inasequibles, como información
suficiente, recursos abundantes, previsión completa sobre las con-
secuencias. El modelo de racionalidad limitada, por su parte, re-
conoce la imposibilidad de hacer cálculos que permitan solucionar
plenamente los conflictos sociales, busca llegar a resultados razo-
nables en lugar de aspirar a resultados exactos (Vallès, 2002: 383),
no se compromete con las condiciones de la racionalidad radical.
La racionalidad limitada ha tomado varias formas, que modula-
ron el análisis racional de otro modo al incorporar el proceso
político (Aguilar, 2012: 40-45):
• Incrementalismo. Las OGs suelen seguir la regla pragmá-
tica de “salir del paso” (muddlingthrough). El procedi-
miento incremental consiste en identificar primero las PPs
que se han formulado para atender asuntos públicos si-
milares al que se esté presentando, reduciendo el univer-
so de las opciones a considerar, la PP seleccionada se
corrige o mejora con las introducción de nuevas varia-
bles.
• Arte y artesanía. El artesano a partir de las limitaciones
de los materiales con que trabaja produce artesanías que
son apreciadas por la gente; de igual manera, las OGs de-
ben diseñar PPs a partir de las restricciones de informa-
ción y conocimiento, además deben lograr que los
variados actores sociales reconozcan la idoneidad de és-
tas. Las OGs deben estar dispuestas a mejorar y evolucio-
nar el diseño de la PP como respuesta de la discusión y
debate.
4
Citados por Salazar (2010: 107).
89
• Escáner mixto. Esta propuesta sugiere analizar primero
toda la situación problemática, y luego centrarse en aque-
llas áreas que, reveladas por la primera, necesiten exami-
narse a profundidad. Etzioni, autor de este modelo, toma
una postura optimista con respecto a la racionalidad ex-
haustiva, sabiendo sus limitaciones, reconoce que el dise-
ño de PPs no es meramente una actividad técnica. El autor
—a la vez— crítica al incrementalismo en el sentido de
que este modelo centra su análisis sólo en lo que conoce
y renuncia al estudio de situaciones.
• Análisis partidario. Se trata de un análisis racionalizador
más que racional, pues las actividades informativas, ana-
líticas y argumentativas se realizan desde las preferencias
valorativas de los actores que tratan de defender su posi-
ción. Hace más referencia al análisis del proceso político,
de cómo facilitar los entendimientos para echar andar
una PP, que a producir una modelación causal.
• Interacción social. El análisis de PPs detecta los proble-
mas que pueden ser resueltos, lo cual implica primero
contrastar las aspiraciones con los recursos disponibles.
En este enfoque se usa el recurso de pedagogía política
que enseña a OGs y ciudadanos a redimensionar sus me-
tas conforme a los alcances de las capacidades guberna-
mentales y sociales. El análisis incluye interlocución
permanente entre los diferentes actores sociales y forma-
ción de acuerdos.
Implementación de políticas
90
nes, cargas de trabajo y responsabilidades. La implementación se
vuelve un proceso muy complejo, también conflictivo, y es casi
imposible encontrar una fórmula de coordinación que integre las
diferencias y configure una acción colectiva armónica y efectiva.
Evaluación de políticas
5
En realidad, pocas políticas son drásticamente eliminadas. En algunos casos porque los
objetivos a lograr son muy amplios y ambiciosos; en otros, porque las resistencias de los
beneficiarios directos pueden ser intensas y crear problemas políticos fuertes (Vallès, 2002:
388).
91
Determinación del universo y muestra de estudio 6
6
Se toma como base el estudio de Arias y Herrera (2012: 62-85) y Arias, Herrera y Colín
(2013: 83-86).
7
El periodo de análisis comprende hasta el 2010 por la disponibilidad de información, la
recolección de ésta se hizo en 2012.
92
políticas sectoriales. Los resultados positivos en una dimensión
deben servir para avanzar en las demás, tratando de afianzar los
resultados positivos iniciales. Para Solari (2003: 21) aquí está la
clave para generar procesos de desarrollo. En efecto, algunas po-
líticas de desarrollo son políticas sectoriales con efectos sinérgicos.
Lo ideal estaría en que las políticas consideraran simultánea y
sincrónicamente varios sectores/elementos. No obstante, se aumen-
taría la complejidad en su diseño, implementación y evaluación.
La mayoría del análisis de las políticas se efectúa en su di-
mensión operativa. El universo de estudio —por consiguiente—
abarca los programas de origen estatal derivados de los planes.
En el PEDM 2003-2008 se encontró un total de 123 programas,
mientras que en el PEDM 2008-2012 se ubicaron 125. En total se
identificaron 248 programas (considerando ambos periodos). Con
estos programas, el gobierno estatal durante 2003-2010 intentó
disminuir la problemática de la entidad.
Para conocer el total de programas de origen estatal, se de-
terminó el número de programas de origen federal que operan
en Michoacán, recurriendo para ello al Consejo Nacional de Eva-
luación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) y al Instituto
Nacional para el Federalismo y el Desarrollo Municipal (INAFED).
Los programas no enunciados por estas dos organizaciones co-
rresponden a los programas estatales, resultando 121, de los cua-
les 54 se marcaron en el periodo 2003-2008 y 67 en el periodo
2008-2012. Estos programas de origen estatal (dimensión operativa
de la política) representan el universo de estudio. 8
Determinado el universo de estudio, se define la muestra
con base en los siguientes criterios. Se hace muestreo de juicio:
• Los programas deben ser exclusivamente de creación es-
tatal y no por convenio y/o participación con el gobier-
no federal.
• Los programas deben tener alguna preponderancia en la
promoción de los procesos de desarrollo.
8
Algunos programas del gobierno federal operados a través de convenios con el gobierno
estatal se muestran como si fuesen de origen estatal, por lo que no hay exactitud de los
programas que son de corte estatal, hay cierto grado de error en el universo de estudio.
93
• Se eligen programas que operaron durante el periodo
2003-2010. Son programas con cierto grado de madura-
ción.
• Los programas deben responder —en la medida de lo
posible— a la problemática detectada en los diagnósti-
cos de los PEDM.
Cuadro 1.1.Muestra
Cuadro Muestra dede estudio
estudio
Programa Programa
8. Financiamiento a la actividad productiva
1. Desarrollo urbano
para el empleo
2. Conservación y uso sustentable de la 9. Cadenas productivas y canales de
biodiversidad en el Estado comercialización
3. Contención del deterioro ambiental 10. Promoción turística
4. Desarrollo forestal sustentable del Estado de
11. Cruzada estatal del maíz y otros granos
Michoacán
5. Concursos artesanales 12. Impulso a la producción pecuaria
6. Difusión, divulgación y apropiación social de 13. Rehabilitación y mantenimiento de
la ciencia, la tecnología y la innovación embalses
9
No se considere como concluyente y definitivo el procedimiento metodológico, es nece-
sario reforzarlo con otros métodos para aumentar la confiabilidad de los resultados.
94
diseño de la PP. Los indicadores restantes recaban información
sobre la definición del problema, sobre las relaciones de causalidad
entre los diferentes niveles de objetivos que se manejan en las
políticas, y sobre los mecanismos de evaluación. Estos indicadores
se formularon con base en la Metodología del Marco Lógico (MML),
la cual se concreta en una matriz de cuatro filas por cuatro co-
lumnas. Las filas presentan las relaciones causales entre cuatro
niveles de objetivos (figura 7), permiten el análisis de la lógica
vertical de la PP:
1. Fin (finalidad general). Representa la política de fines,
tiene relación directa con la agenda política.
2. Propósito. Señala el inicio de la política de medios, co-
rresponde a la definición del problema (identificación del
problema central), cuya traducción en sentido positivo
equivale al programa, éste, por su parte, contribuirá a la
obtención —en la medida de lo posible— del fin.
3. Componentes. Estos corresponden a los proyectos que
deben implementarse para lograr el propósito (progra-
ma).
4. Actividades. Son las acciones que deben realizarse para
lograr lo marcado en los compontes.
95
Los indicadores están conformados por una pregunta, la cual
especifica el aspecto clave que se desea analizar (parámetro de
medición), por una serie de respuestas (métrica de medición ba-
sada en la Escala Likert)y por las fuentes de información (cuadro
dos). La operación de cada indicador consiste en colocar el
parámetro de medición en algunas de las opciones manejadas en
la métrica.
Propósito
Actividades
96
El promedio de las PG de participación de actores de los 14
programas ofrece una aproximación al grado de incorporación
de los valores culturales en el diseño de las PP. De igual manera, la
relación media de las PG de causalidad técnica de los 14 progra-
mas corresponde al nivel de incorporación de esta categoría en el
diseño.
97
Cuadro 2. Instrumento de investigación
98
Fuente: elaboración propia con base en Arias y Herrera (2012: 96-97) y Arias, Herrera y Colín (2013: 88).
Valores culturales y causalidad técnica en el diseño
de las políticas
11
Este dato es aproximado por el margen de error en la muestra de estudio y por las
limitaciones ordinarias del procedimiento metodológico.
12
La prioridad del plan se sustituye frecuentemente por la “solución” inmediata a situa-
ciones que pueden tener consecuencias políticas negativas para los gobernantes. En oca-
siones -no esporádicas- se reacciona a consecuencia de presiones de grupos sociales, que
actúan a través de marchas y bloqueo de calles.
13
Sólo se incluyen los aspectos manejados en los indicadores que conforman al instru-
mento de investigación.
99
El promedio de causalidad técnica en los programas anali-
zados es bajo (0.51) (cuadro tres). El análisis de verticalidad mues-
tra que la relación causa-efecto no es consistente, sólo algunas
actividades realizadas conducen a los componentes (objetivos de
proyectos), los cuales no siempre llevan al propósito (objetivo de
programa) y, por consiguiente, éste no contribuye de manera sig-
nificativa al logro del fin (política de fines/finalidad general).
100
• El 0.49 que falta para obtener el valor óptimo (1.00) evi-
dencia las deficiencias en la causalidad de las PPs:
• La definición del problema no se apega —en buena me-
dida— a los diagnósticos de los PEDM; no obstante, si la
definición del problema tuviera relación directa con los
diagnósticos, los resultados obtenidos posiblemente no
serían satisfactorios, ya que los diagnósticos presentan
deficiencias en su elaboración.
• La definición del problema se hace con base en las de-
mandas urgentes, éstas no necesariamente corresponden
a las demandas significativas de la entidad.
• Es recurrente también en los programas analizados la
confusión del problema con la falta de solución. La estruc-
turación del problema —casi en definitiva— es fallida.
• Los objetivos de los programas son amplios, tienden a
confundirse con finalidades generales (fin), no se logra
distinguir del todo entre política de fines y política de
medios. La poca precisión en los objetivos del programa
inhibe el establecimiento de proyectos adecuados.
• Las causas que originan el problema no están identifica-
das con claridad y analizadas con el rigor técnico míni-
mo indispensable. Esto provoca que los proyectos sean
ambiguos, además no hay certeza de que los proyectos
enlistados como proyectos sean los suficientes para lo-
grar el objetivo del programa.
• Predomina la improvisación teórica en el diseño de la PP.
No se toman planteamientos doctrinarios base. Las teo-
rías son las que determinan la forma de ver el problema.
En los programas examinados resalta la visión del fun-
cionario, que generalmente sustenta su análisis teórico-
técnico en normas jurídicas.
101
dos en el instrumento de investigación. Los indicadores con res-
puestas colocadas en los intervalos 1, 2, 3 o 4 de la métrica de
medición deben pasarse al intervalo 5. Una acción gubernamen-
tal es considerada socialmente eficaz por lo que efectivamente ha
hecho y por el modo como lo ha hecho, es decir, por los efectos y
por los atributos de la acción (Aguilar, 2012: 53).
La alternancia política en Michoacán no ha significado
propiamente la existencia de procesos electorales confiables, le-
gales e imparciales, incluso, la legalidad de varios procesos re-
cientes está en tela de juicio. Todavía más allá, la responsabilidad
y competencia directiva de las OGs son tareas olvidadas, la calidad
técnica, económica y administrativa de las políticas se encuentra
—en el mejor de los casos— en fase embrionaria. El momento
gubernativo de la democracia (en términos de Luis Aguilar) inte-
resa, pero también es importante el aspecto operativo-técnico de
las OGs con características de eficacia. Hasta la fecha ambas cues-
tiones siguen sin resolverse, una más que otra.
Conclusiones
102
gramas considerados como programas no tenían técnicamente
esa categoría, correspondían a líneas de acción dispersas, algunos
otros programas presentados como de origen estatal eran proyec-
tos derivados de programas federales.
Aun cuando el PRD, sobre todo en Michoacán, ha tenido
una actitud crítica sobre el funcionamiento del sistema político,
no logró materializar en la entidad los cambios —de diversa ín-
dole— que sugería. En Michoacán se sentaron algunas bases para
el surgimiento de la Corriente Democrática del PRI que se trans-
formó, junto con otras fuerzas de “izquierda”, en elFrente Demo-
crático Nacional, para integrar en 1989 al PRD. La entidad es uno
de los bastiones emblemáticos y electorales más importantes de
este partido. En 2012 regresó el PRI al gobierno estatal, sus resul-
tados fueron iguales o peores. En las votaciones del 7 de junio de
2015 retornó a la gubernatura el PRD, las proyecciones y expecta-
tivas no son positivas. El PAN o cualquier otro partido —con bas-
tante certeza— traería resultados similares a los generados por
los gobiernos analizados.
Con el instrumento de investigación se precisó que el nivel
de participación social en el diseño de las PPs fue bajo (0.44), es
poco probable —por tanto— que se hayan considerado los valo-
res culturales de la población. Hay elementos para formular la
hipótesis de que las políticas de desarrollo del gobierno de Mi-
choacán respondieron a intereses de grupos o fueron simplemen-
te producto inercial del funcionamiento del sistema político. La
causalidad técnica fue de 0.51. El análisis de verticalidad muestra
que la relación causal entre los distintos niveles de objetivos no es
suficientemente coherente. El análisis horizontal refleja la caren-
cia de medios que permitan evaluar de forma adecuada los dis-
tintos objetivos. El diseño de estas PP s se acerca al modelo
incrementalista. Los PEDM 2003-2008 y 2008-2012, por su parte,
no contemplan del todo la problemática de la entidad y puede ser
que las políticas resultantes atiendan asuntos que realmente no
sean problemas. Varios elementos indican que los criterios que
permiten validar las PPs residen en participaciones sociales am-
plias, ordenas, simétricas, transparentes y consistentes, en análisis
103
técnicos, y en resultados eficaces. Estos criterios por lo menos dan
las pautas para la construcción de una cultura política democráti-
ca mínima.
Bibliografía
Arias, D., H. Herrera y R. Colín. (2013). “Políticas del gobierno del Es-
tado de Michoacán, 2003-2010, ¿Políticas gubernamentales o
políticas públicas? Análisis desde el desarrollo local”, en Economía
y Sociedad, año XVII, núm. 29, Morelia, FEVaQ, UMSNH.
Arias, D. y H. Herrera. (2012). Entre políticas gubernamentales y políticas pú-
blicas. Análisis del ciclo de las políticas de desarrollo del gobierno del Estado
de Michoacán, 2003-2010, México, INAP, A.C.
Aguilar, L. (2012), “Introducción”, en Aguilar, L. Política pública,
(compilador). México, Siglo XXI y BBAP.
(2003), “Estudio introductorio”, en Aguilar, L. Problemas públicos y
agenda de gobierno (coordinador), México, Porrúa.
Bardach, E. (2001), Los ocho pasos para el análisis de las políticas públicas. Un
manual para la práctica, México, Porrúa-CIDE.
Cabrero, E. (2007), “La agenda de políticas públicas en el ámbito muni-
cipal: una visión introductoria”, en Cabrero, E. Políticas públicas
municipales: una agenda en construcción (coordinador). México, Porrúa
- CIDE.
(2000), “Gerencia pública municipal. Marco de análisis estratégi-
co para la toma de decisiones en gobiernos municipales”, en Ca-
brero, E. y G. Nava. Gerencia pública municipal. Conceptos básicos y
estudios de caso (coordinadores), México, Porrúa - CIDE.
Canto, M. (1996), “Introducción a la ciencia de las políticas públicas”,
en Merino, M. Política pública y gobierno local (coordinador), Méxi-
co, Colegio de Licenciados en Ciencias Políticas y Administra-
ción Pública.
Dussel, E. (2006), 20 tesis de política, México, Siglo XXI, CREFAL.
Gobierno del Estado de Michoacán (2003), Plan Estatal de Desarrollo del
Estado de Michoacán de Ocampo, 2003-2008, Morelia, Gobierno del
Estado de Michoacán.
Gobierno del Estado de Michoacán (2008), Plan Estatal de Desarrollo del
Estado de Michoacán de Ocampo, 2008-2012, Morelia, Gobierno del
Estado de Michoacán.
104
Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y
Social (2004), Metodología del marco lógico, Boletín del ILPES, núm. 15,
Santiago de Chile, ILPES-CEPAL.
Lasswell, H. (1971), A pre-view of policy science, New York, American Elsevier
Publishing.
Max-Neef, Manfred, A. Elizalde y M. Hopenhayn. (2000), Desarrollo a
escala humana. Una opción para el futuro, Medellín, CEPAUR, Funda-
ción DagHammarsskjold.
Pallares, F. (1988), “Las políticas públicas: el sistema político en acción”,
en Revista de Estudios Políticos, núm. 62, Madrid, Centro de Estu-
dios Políticos y Constitucionales.
Ortegón, E., J. Pacheco y A. Prieto. (2005), Metodología del marco lógico para
la planificación, el seguimiento y la evaluación de proyectos y programas,
Serie Manuales 42, Santiago de Chile, ILPES-CEPAL.
Parsons, W. (2007), Políticas públicas. Una introducción a la teoría y la práctica de
análisis de políticas públicas, México, Edit. Miño y Dávila-FLACSO.
Salazar, C. (2010), Políticas públicas, México, Fundación Rafael Preciado
Hernández.
Solari, A. (2003), “Siete teoremas sobre el desarrollo local”, en Realidad
Económica, núm.14, Morelia, FEVaQ, UMSNH.
Vallès, J. (2002), Ciencia política: una introducción, Barcelona: Ariel.
Velázquez, R. (2009), “Hacia una nueva definición del concepto ‘políti-
ca pública”, en Desafíos, núm. 20, Bogotá, Universidad del Rosa-
rio.
105
106
4
Introducción
1
Esta trabajo se deriva del proyecto de investigación titulado “Políticas públicas para
fortalecer los sistemas productivos locales en Michoacán”, patrocinado por la Coordina-
ción de la Investigación Científica de la Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo como parte del Programa de Investigación 2015-2016.
107
los actores locales que permitan mejorar las capacidades compe-
titivas de las empresas y de los territorios.
Todo esto exige políticas públicas territoriales como espa-
cios de construcción social y de confluencia de decisiones y accio-
nes de actores gubernamentales y no gubernamentales acerca de
asuntos de la colectividad o del bien común, y la participación
activa de todos los actores involucrados en el territorio.
Pero las políticas de los gobiernos (federal, estatal, munici-
pal) en México se han diseñado en lo fundamental con escasa
participación de empresas, asociaciones empresariales, universi-
dades y asociaciones de la sociedad civil, menos aún en las etapas
de implementación y seguimiento/evaluación de dichas políticas.
En este orden de ideas el desarrollo territorial es una resul-
tante no sólo de procesos económicos macro, sino sobre todo con-
secuencia del comportamiento de instituciones y de actores
diversos (como empresarios, actores gubernamentales y grupos
sociales). Se basa en los recursos y potencialidades endógenos de
los territorios, buscando disminuir las desigualdades que presen-
tan esos espacios socio-territoriales. Pero no ignora las oportuni-
dades exógenas que brinda el sistema económico y social mundial,
sino que busca también aprovecharlas. Propone políticas para el
desarrollo bajo una orientación de abajo hacia arriba que se com-
plementan con políticas de arriba – abajo.
En el contexto de estas reflexiones, el objetivo central del
presente trabajo es explicar la importancia de considerar a los
sistemas productivos locales como centro de atención de las polí-
ticas públicas de desarrollo territorial, así como formular propues-
tas de objetivos e instrumentos de dicha política para México,
tomando como referencia el estudio de dos sistemas productivos
en el estado de Michoacán.
Se busca contestar a dos interrogantes básicas: ¿cómo en-
tender la política pública para fortalecer los sistemas productivos
locales en México?; ¿cuáles son los objetivos e instrumentos de
dicha política pública?
El trabajo se organiza en cinco secciones además de esta
introducción. En la primera sección se explican los referentes con-
108
ceptuales para considerar a los sistemas productivos locales como
centro de atención de la política pública. A continuación se deta-
llan las características de una política pública para el desarrollo
territorial. En la tercera sección se analizan los resultados de dos
estudios acerca de sistemas productivos locales en Michoacán,
como una de las bases para sustentar las propuestas de política
pública territorial. Luego se formulan propuestas generales y es-
pecíficas para el fortalecimiento de los sistemas productivos loca-
les en dicha entidad. Por último se resumen las ideas centrales del
trabajo a modo de conclusión.
109
Los procesos de innovación, en el nivel local y regional, sólo
funcionan cuando se producen fuertes vinculaciones entre activi-
dades industriales y de servicios, que den lugar a redes que con-
tengan diferentes tipos de tecnologías, métodos de gestión, formas
de financiación y cualificación de los recursos humanos, así como
de su alta calidad (Alburquerque, 1999).
El dinamismo de una localidad, ciudad o región depende de
la densidad de estas redes, ya que ello va a permitir crear masas
que permitan mayores niveles de competitividad de la localidad,
ciudad o región y, además, mayores flujos de información y cono-
cimiento lo que, en última instancia, favorece el aumento de la
productividad y de la competitividad en el territorio. Las iniciati-
vas para el desarrollo territorial, por tanto, se proponen mejorar
y aumentar los niveles de relaciones que fomenten los acuerdos
operativos entre las empresas y organizaciones que forman el te-
jido productivo y social locales.
Por todo lo anterior los enfoques del desarrollo territorial
conceden un papel central a las formas de organización de la
producción de las empresas,2 ya que juegan un rol fundamental
en los procesos de desarrollo y cambio estructural. En este orden
de ideas, se introducen los sistemas productivos locales (en lo su-
cesivo SPL), considerados como formaciones con una configura-
ción histórica en un territorio, utilizando las potencialidades
endógenas y las redes de actores locales que los diferencian de
otras formas de organización de la producción.
La aparición de nuevas formas de organización de la pro-
ducción, como es el caso de los SPL,3 se debe a la respuesta de los
territorios específicos para asumir nuevos desafíos, a la identidad
local, a la colaboración entre las organizaciones para vincularse a
las políticas territoriales, y a las relaciones sociales de los actores
2
Existen múltiples interpretaciones de los autores sobre las formas de organización de la
producción tales como: los distritos industriales en Becattini (1979); la especialización
flexible en Piore&Sabel (1984); los nuevos espacios industriales en Scott (1988); los clústeres
industriales en Porter (1990); los entornos innovadores (“milieux”) en Aydalot (1986) y
Maillat (1995); y los sistemas productivos locales en Garofoli (1995). Todos estos autores
son citados por Vázquez Barquero (2006: 78, 80, 82-85) y Sforzi (2007: 34, 50).
3
Las ideas planteadas aquí acerca de los SPL se retoman de Soto & Chauca (2014ª).
110
locales que permitan mejorar las capacidades competitivas de las
empresas y de los territorios.
El nacimiento y consolidación de los SPL se ha ido dando en
áreas que se caracterizan por un sistema socio-cultural que está
fuertemente vinculado al territorio y su organización constituye
una de las fuerzas centrales de los procesos de acumulación de
capital en los territorios (Vázquez, 2005), constituyendo una es-
tructura sistémica que refuerza los vínculos económicos entre las
empresas y las relaciones con el ambiente local (Garofoli, 1995).
El debate sobre la definición de los SPL no está exento de
polémica entre las diferentes posturas. Sin embargo, las caracte-
rísticas identificadas con mayor frecuencia en la literatura espe-
cializada son las siguientes:
• Es un espacio geográfico definido, que se caracteriza por
la localización de un número de empresas que están
involucradas en varias fases y líneas de producción de un
producto homogéneo (Sáez, et. al., 1999: 14). Un aspec-
to importante es la configuración de la estructura empre-
sarial donde prevalece un número importante de
pequeñas y medianas empresas (PYMES) de tipo familiar
que realizan diversas fases del proceso productivo, de ma-
nera que el producto final es el resultado del trabajo ela-
borado en diferentes unidades productivas (Vázquez,
1988: 93).
• La organización y liderazgo lo desempeñan las empresas
de tipo familiar, que están unidas por la división especia-
lizada del trabajo. Cada grupo de empresas se especiali-
za en una o varias fases del proceso productivo o en
servicios que complementan a la producción. El conjun-
to de empresas puede alcanzar economías de escala simi-
lares a las de las empresas grandes, ya que las inversiones
en equipos y maquinaria pueden dar servicio a todas las
empresas que conforman el sistema (Sáez, et. al., 1999).
Las economías externas derivan de la especialización por
la división del trabajo (Costa, 1995: 110; Garofoli, 1995:
65). Y la razón de que existan numerosas empresas pro-
111
ductoras, se debe a la ruptura de las economías internas
lo que causa una desintegración vertical y horizontal del
SPL pero un factor fundamental es la desestabilización y
la competencia en los mercados y dependen del entra-
mado de interdependencias a nivel productivo y socio-
cultural que se establecen a nivel local (Garofoli, 1995:
58,92).
• En los SPL se generan relaciones en las dimensiones eco-
nómicas, socio-culturales, e institucionales y su compor-
tamiento depende de las sinergias que se generen entre
ellas. Su desarrollo y transformación es a través del apren-
dizaje y la innovación como elementos que dinamizan al
sistema y los aspectos institucionales y sociales y la toma
de decisiones de los actores locales dentro de un territo-
rio son importantes para su buen funcionamiento
(Vázquez, 2005: 151).
4
“La especialización flexible se funda en la utilización de equipos flexibles de usos múlti-
ples, empleo de mano de obra cualificada y la presencia de una comunidad industrial
capaz de eliminar todas las formas de competencia desfavorables a la innovación” (Courlet
y Soulagne, 1995: 241).
112
Estos son los elementos característicos que definen digamos
al SPL ideal. Pero es importante recordar que cada territorio cuen-
ta con especificidades que lo diferencian de otras localidades; su
desarrollo y transformación dependen de las sinergias que se den
entre las potencialidades endógenas y exógenas, y de la manera
particular de cómo se relacionan las empresas entre ellas, con el
entorno institucional y con la cultura local.
Se puede decir que las características estructurales y más
permanentes de los SPL son (Garofoli, 1995: 94):
• Una elevada división de trabajo entre las empresas que
conforman el sistema productivo local.
• Especialización productiva de la empresa.
• Multiplicidad de los sujetos económicos locales.
• Construcción de un sistema informativo eficiente.
• Existencia de capacitación profesional de los trabajado-
res del área.
• La existencia de relaciones cara a cara entre los diferen-
tes sujetos.
113
dos a las técnicas particulares (expertos-profesionales) y los liga-
dos a la acción sobre el territorio (Arocena, 2002: 45). Para
Vázquez (1988: 26) los empresarios locales usan su capacidad para
organizar los factores productivos locales con niveles de producti-
vidad suficientes para ser competitivos en los mercados.
Es así que se entiende que el SPL es algo más que una simple
concentración de empresas, ya que está caracterizado por su for-
ma de organización, las relaciones inter-empresariales y cómo se
relacionan con su entorno. En este sentido los valores sociales
juegan un papel fundamental en el funcionamiento del SPL. Al
mismo tiempo el tener una identidad local favorece la coopera-
ción y confianza de los empresarios y asegura las transacciones
entre empresas locales. La misma dinámica de los SPL ha ido for-
taleciendo la cultura empresarial, acumulando conocimiento tec-
nológico, productivo y comercial.
En esta lógica de argumentación, se retoma a los SPL como
unidad de análisis para el diseño, implementación y evaluación
de la política pública. Esto significa reconocer que ésta no debe
tener como centro de atención a las empresas de manera indivi-
dual y aislada de sus entornos; sino sobre todo a las redes de cola-
boración inter-empresariales y sus interrelaciones con el sistema
socio-cultural. Estas redes se desarrollan y se transforman por
medio del aprendizaje y la innovación, son dinámicas, en tal sen-
tido lo que se debe conformar son políticas públicas que van cam-
biando conforme los SPL se modifican, para así construir el
entramado institucional que dichos sistemas requieren a medida
que evolucionan.
114
dos por Cabrero, 2003:17) que entienden la acción pública como
una “acción resultante de un entramado institucional y de un
conjunto de actores que con diferentes intereses participan en la
atención de problemas públicos” y en esa perspectiva el espacio
de lo público es un espacio de confluencia entre actores guberna-
mentales y no gubernamentales, que implica cierto grado de plu-
ralidad.
En esta perspectiva, el análisis de redes de política pública 5
se convierte en un concepto de gran utilidad dado que esta políti-
ca supone condiciones de interdependencia entre organizaciones
y actores a través de sus recursos basada en redes intergubernamen-
tales, redes temáticas, redes profesionales y de productores (Ca-
brero, 2006). Estas redes son el resultado de la cooperación más o
menos estable, no jerárquica, entre organizaciones o grupos que
se conocen y se reconocen, negocian, intercambian recursos, pue-
den compartir normas e intereses, y disminuir así los costos de
transacción.6
Esto implica ver a la política pública como un proceso de
aprendizaje de los actores involucrados, en particular resaltar la
capacidad de aprendizaje de los gobiernos a partir de un necesa-
rio proceso de retroalimentación con los actores sociales (Cabre-
ro, 2006). Se trata de una modificación de comportamientos en
los actores a partir de la experiencia acumulada así como de cam-
bios en las diferentes coaliciones promotoras que forman parte de
un ámbito de política, que permiten el rediseño de políticas pú-
blicas o procesos de innovación en las mismas.
En tal sentido la política pública es un conjunto interrela-
cionado de decisiones y no decisiones que, regularmente, tienen
como foco la gestión de un conflicto o una tensión social. Se trata
5
Rhodes (1981 y 1997) citado por Cabrero (2003:18).
6
Según Williamson (citado por Koschatzky, 2002:16), los costos de transacción son gene-
rados por los contratos económicos y distingue entre los costos transeccionalesexante y
expost. Los primeros son los costos relacionados con el diseño, negociación y asegura-
miento de un acuerdo (en este caso para la política pública); mientras que los costos de
transacción expost surgen durante el período de vigencia del contrato (en la implementación
de la política pública) debido a cambios y adaptaciones que no es posible conocer ni fijar
de antemano.
115
de decisiones que han sido antecedidas por un proceso de elabo-
ración, en el cual han participado todos los actores involucrados
(Vallés, 2002).
La gestación y desarrollo de políticas públicas sigue un pro-
ceso secuencial: el ciclo de política. Las etapas que comprende
este ciclo son: definición de problemas, diseño, implementación y
seguimiento/evaluación (Aguilar, 2003). Cada una de estas eta-
pas atraviesa por dificultades, que de no superarse, impiden el
ciclo de las políticas (Arias & Herrera, 2012:50-59). A continua-
ción comentamos algunas de ellas.
En la definición de problemas, frecuentemente la informa-
ción es limitada y sesgada, provocando que el diagnóstico sea in-
adecuado. El diagnóstico muchas veces refleja respuestas a
demandas urgentes, demandas que no necesariamente son las
prioritarias. El diagnóstico llega también a proyectar parcialidad
en la selección de problemas, enfatiza por lo regular aquellos con
soluciones dentro del período gubernamental (Vallés, 2002;
Aguilar, 2003; Cabrero, 2003).
En la etapa de diseño se construyen objetivos no muy claros,
no se consideran los efectos reales de las políticas, se presupuesta
de manera insuficiente, se realiza el análisis costo – beneficio in-
completo, se omiten aspectos externos que determinan el impac-
to de la política, y se diseñan a corto plazo (Vallés, 2002; Cabrero,
2003). En la implementación se presentan reglas confusas para la
coordinación de los ejecutores de la política, lo gastado llega a
superar lo presupuestado, hay demoras en la entrega de los pro-
ductos generados, los beneficiarios son distintos a la población
objetivo inicial, y hay incompatibilidad entre la política y las con-
diciones específicas de sus destinatarios (Bardach, 2001; Vallés,
2002; Cabrero, 2003).
La etapa de seguimiento/evaluación es confusa y ambigua.
Es realizada por las mismas dependencias encargadas de
implementar los programas de la política, lo que permite hallar
argumentos para excusar las insuficiencias que se presenten. Ade-
más no se contempla el tiempo de maduración de los programas
116
para poder evaluarlos, se confunde evaluación de impacto de po-
líticas con evaluación de resultados de programas o con evalua-
ción de productos de proyectos, se presentan resultados parciales
o sesgados hacia intereses individuales, y no hay rendición de cuen-
tas (Vallés, 2002; Cabrero, 2003).
Este enfoque de política pública está muy ligado a la acción
colectiva en un espacio social determinado, se posiciona como un
instrumento teórico – metodológico idóneo en lo territorial. 7 Su
utilidad permite llevarlo al ámbito de lo local, 8 y explicar así la
“dinámica de la acción pública localizada, visualizar el tejido so-
cial de esa realidad específica, identificar con mayor precisión las
redes de actores, los mecanismos de interacción y regulación, el
papel del gobierno local y los itinerarios de políticas públicas par-
ticulares” (Cabrero, 2006:42-43).
Duran y Thoenig (1996, citados por Cabrero, 2006:43) sos-
tienen que la acción pública territorial se caracteriza por la exis-
tencia de problemas que rebasan el marco de una sola organización
en tanto los métodos tradicionales de agencias y actores son toda-
vía funcionales; y por una creciente turbulencia en el medio am-
biente. El cambio fundamental radica en un “desplazamiento del
modelo productor de bienes y servicios, el cual constituía el prin-
cipal reto de gobiernos regionales y locales hace algunos años,
por un modelo de acción pública más amplia orientada al desa-
rrollo integral de un territorio determinado” (Cabrero, 2006:43).
La acción pública regional y local se ha ido diversificando,
han aparecido nuevos actores, se han activado nuevos intereses,
se han desplegado acciones de colaboración/competencia públi-
co-privadas, y la coordinación horizontal se ha constituido en un
7
El territorio se entiende como una construcción social con la participación de todos los
actores involucrados, más allá de sólo el espacio físico-geográfico. En tal sentido es el
sujeto fundamental del desarrollo, e incorpora sus distintas dimensiones: conjunto de
actores y agentes que lo habitan, las formas de producción, la organización social y polí-
tica, cultura e instituciones, medio físico o medio ambiente (Alburquerque, 2015:18-19).
8
Lo local se trata de un “concepto relativo, es una respuesta a un estado de sociedad,
supone una definición de actor social bien precisa, parte de una concepción integral e
integradora del desarrollo, se sitúa al mismo tiempo en la afirmación de lo singular y de
las regulaciones estructurales” (Arocena, 1995:15).
117
elemento central para la acción territorial. El desafío es confor-
mar un marco institucional para construir un nuevo contexto de
la acción pública local; un espacio institucionalizado de intercam-
bio y generación de acuerdos y consensos para el desarrollo terri-
torial (Costamagna & Larrea, 2015:60-61).
Cuando la acción pública local es capaz de promover el de-
sarrollo, es posible pensar en un grado de autonomía relativa im-
portante de lo local respecto de lo nacional, y en esa medida la
acción pública local cobra importancia como espacio de análisis
relevante y con una cierta especificidad.
El desarrollo territorial es una resultante no sólo de procesos
económicos macro, sino sobre todo consecuencia del comporta-
miento de instituciones9 y de actores diversos (como empresarios,
actores gubernamentales y grupos sociales).
En este contexto debe recordarse que en la década de los
ochenta del siglo pasado se fueron construyendo referentes con-
ceptuales que denominamos los “enfoques del desarrollo territo-
rial” (Moncayo, 2002; Chauca, 2014). Estos enfoques ubican en
el centro del proceso de desarrollo a los actores sociales y a una
serie de condiciones locales que impulsan el desempeño econó-
mico, social, político y medioambiental del territorio. Existe con-
senso entre los estudiosos con esa perspectiva analítica10 en que el
desarrollo territorial es una oportunidad para que los actores lo-
cales tomen en sus manos la posibilidad de enfrentar las grandes
transformaciones de la economía y sociedad globales.
El desarrollo territorial se basa en los recursos y potenciali-
dades endógenos de los territorios, buscando disminuir las des-
igualdades que presentan esos espacios socio-territoriales. Pero
no ignora las oportunidades exógenas que brinda el sistema eco-
nómico y social mundial, sino que busca también aprovecharlas.
Propone políticas para el desarrollo bajo una orientación de abajo
hacia arriba que se complementan con políticas de arriba – abajo.
9
Respecto a la relevancia de las instituciones en el desarrollo, han sido determinantes los
trabajos de: North (2006) y de Williamson (2009).
10
Puede mencionarse a: Arocena (1995), Berbejillo (1997), Boisier (1997), Alburquerque
(2007, 2015), Vázquez (2000, 2005).
118
Si bien el desarrollo territorial depende en buena medida de
las empresas del territorio, sin duda las autoridades locales tam-
bién desempeñan un papel muy relevante así como las organiza-
ciones de la sociedad civil. El papel de los gobiernos locales se
puede concretizar en diversas estrategias como —por ejemplo—
convertirse en buscadores de subvenciones; desreglamentar y li-
beralizar la actividad empresarial local; buscar una autonomía
fiscal local; o crear la infraestructura local necesaria para el desa-
rrollo (Cabrero, 2006).
No obstante, estas estrategias de generación de externalidades
no son condiciones suficientes para conformar un motor endógeno
del desarrollo. Si hay ausencia o debilidad en las relaciones hori-
zontales entre actores económicos, autoridades locales y otros gru-
pos sociales del territorio, las externalidades no podrán ser
apropiadas o internalizadas como refuerzos del desarrollo terri-
torial. En ese sentido las autoridades locales juegan un papel fun-
damental en la construcción de la acción pública, al centrar parte
de sus esfuerzos en construir mecanismos que promuevan la con-
fianza entre actores y permitir las alianzas en proyectos compar-
tidos.
Estos esfuerzos concertados de los diversos actores territo-
riales se conocen como las iniciativas de desarrollo territorial 11 y
deben saber combinar tanto los recursos endógenos como los
exógenos e incorporarlos en una estrategia de desarrollo capaz
de generar “efectos multiplicadores en términos de creación de
nuevas actividades y empresas, a fin de conseguir mayores niveles
de empleo e ingresos para la comunidad local” (Alburquerque,
1999:121).
De lo que se trata es de lograr una capacidad de moviliza-
ción de los actores y recursos, especialmente a partir del mejor
aprovechamiento de las potencialidades endógenas, estimulando
11
Son propuestas de todo tipo desde el interior de un territorio, sector económico u
organización, con el objeto de aprovechar las capacidades, potencialidades y habilidades
propias, que se concretan en proyectos (económicos, sociales, ambientales, tecnológicos y
territoriales) y que van construyendo una economía y sociedad locales más humanas
(Alburquerque, 1999; Solari, 2003).
119
con ello el desarrollo territorial. En términos de las propuestas de
políticas, los enfoques del desarrollo territorial profundizan en
tres aspectos importantes (Vázquez, 2000:43-44; Elizalde, 2003:
38-39):
1. El desarrollo local opera y se desenvuelve en función di-
recta del nivel y madurez de la institucionalidad existen-
te, mediante la reducción de los costos de transacción y
del mejoramiento de la competitividad sistémica territo-
rial.
2. La necesidad de procesos locales de vasta participación
social para la construcción del desarrollo territorial, de
manera que se amplifique sus resultados en el largo pla-
zo. La participación social mejora su calidad cuando se
da sobre la base de una autonomía organizacional res-
pecto a los poderes locales y a los partidos políticos, para
garantizar una extensa creatividad transformadora y una
fiscalización sin cortapisas, base de la credibilidad ciuda-
dana para construir una participación crecientemente
fuerte.
3. El desarrollo territorial requiere que los espacios locales
adopten un papel protagónico en la construcción de una
ciudadanía local en constante fortalecimiento, sin la cual
no puede pensarse en un desarrollo sostenido a largo plazo.
120
En tal sentido, es cada vez más importante —sobre todo en
el plano territorial— diseñar instrumentos y políticas públicas de
gestión dirigidas a estimular el aprovechamiento de los recursos
locales endógenos para impulsar nuevos estilos de desarrollo ba-
sados en las potencialidades de las economías locales, como com-
plemento indispensable de las políticas nacionales de desarrollo.
Pero, es más significativo resaltar que las localidades y regio-
nes necesitan reestructurar su sistema productivo, de modo que
sus explotaciones agrarias y empresas industriales y de servicios
mejoren la productividad e incrementen la competitividad en los
mercados locales y externos.
Para ello, es preciso no sólo reestructurar el sistema econó-
mico sino también ajustar el modelo institucional, cultural y so-
cial de cada territorio a los cambios del entorno y de la
competencia (Vázquez, 2000:44). Las experiencias de desarrollo
territorial muestran que el camino a seguir pasa por la definición
y ejecución de una estrategia de desarrollo, instrumentada a tra-
vés de acciones que persigan los objetivos de productividad y
competitividad; pero también los de equidad y ecología.
En tal sentido la política de desarrollo territorial se
instrumenta mediante un conjunto de acciones de carácter muy
diverso que crean o mejoran las capacidades competitivas del te-
rritorio. Unas se dirigen a la mejora de las infraestructuras
(“hardware”), otras tratan de suplir las carencias y mejorar los
factores inmateriales del desarrollo (“software”) y, otras se proponen
fortalecer la capacidad organizativa del territorio (“orgware”). 12
El “hardware” del desarrollo territorial está formado por
todas las infraestructuras que sirven de base a los procesos de cam-
bio estructural y que son instrumentos indispensables para el fun-
cionamiento del sistema productivo. Las inversiones en
infraestructuras y capital social se proponen mejorar el atractivo
de las ciudades y regiones y convertirlas en un lugar adecuado
para vivir y trabajar. Por ejemplo, medidas de ese tipo que hay
que considerar son: las dirigidas a mejorar las redes de transporte
12
Para este punto seguimos el planteamiento de Vázquez (2000:45-46).
121
y comunicaciones; las que crean suelo acondicionado para facili-
tar la localización de empresas; y la construcción de instalaciones
de capital social (como hospitales o escuelas).
El “software” del desarrollo territorial lo conforman todas
las iniciativas que inciden sobre los aspectos cualitativos del desa-
rrollo y, que tienen un carácter inmaterial. Se incluyen aquí las
medidas que inciden sobre factores como la cualificación de los
recursos humanos, el saber–hacer tecnológico e innovador, la di-
fusión tecnológica, la capacidad emprendedora, la información
existente en las organizaciones y empresas, y la cultura del desa-
rrollo de la población. Las iniciativas territoriales de ese tipo más
frecuentes son las dirigidas a estimular la capacidad empresarial
y organizativa en el territorio. En unos casos los nuevos instru-
mentos apuntan a fomentar el surgimiento de empresarios, como
sucede con los Centros de Empresas e Innovación (promovidos
por la Comisión Europea), las Incubadoras de Empresas, o las
iniciativas que se proponen incidir sobre grupos-objetivos especí-
ficos como son los jóvenes o las mujeres. Otras iniciativas tratan
de favorecer el desarrollo de las empresas, proporcionarles servi-
cios financieros (capital riesgo, fondos de garantía) y servicios rea-
les (información sobre materias primas y tecnología, accesibilidad
a mercados internacionales, entre otros).
La transferencia de tecnología y la utilización de los resulta-
dos de la investigación mediante la implantación de Institutos
Tecnológicos y/o Parques Científico-Tecnológicos, son iniciati-
vas que se proponen estimular la competitividad de las empresas
y territorios y, por tanto, su posicionamiento en los mercados. Las
iniciativas de formación, por su parte, tratan de responder a las
necesidades que crea la obsolescencia, cada vez más rápida, del
capital humano, por un lado, y, sobre todo, son el instrumento
para satisfacer las demandas específicas de las empresas y organi-
zaciones en los procesos de desarrollo.
Las acciones dirigidas a mejorar la organización del desa-
rrollo (“orgware”), se proponen mejorar la capacidad de organi-
zación que existe en la ciudad o región y, por tanto, dar una
respuesta eficaz a los problemas y desafíos que tienen que supe-
122
rar. Ésta es una cuestión crítica para que las localidades y territo-
rios puedan competir, ya que la intensidad de las redes de empre-
sas y demás actores, públicos, privados y sociales, favorece la
circulación de la información y del saber–hacer, lo que contribu-
ye al fortalecimiento de las externalidades del territorio.
Estas propuestas son uno de los rasgos distintivos de los en-
foques del desarrollo territorial, sin embargo estas iniciativas al
momento de llevarlas a la práctica implican ciertos obstáculos
que hacen percibirlas como planteamientos ideales con pocas
posibilidades de ser realidad en países como México.13
Debe señalarse que este trabajo toma en cuenta los aportes teóri-
cos y los estudios empíricos acerca de los procesos de desarrollo
territorial, en particular los referidos a los SPL y la política pública
para fortalecerlos, en el caso de México.
Uno de esos estudios es el de Paunero et. al. (2007) que seña-
lan que los SPL en México se han dado de manera espontánea, y
no se ha logrado involucrar de manera sistemática la participa-
ción de empresas, gobiernos y otros actores locales, y operan en
contextos globalizados, con productos perecederos que en su
mayoría son exportados. Resaltan que la mayor proporción de las
empresas en el país son micros, pequeñas y medianas que suelen
estar relacionadas de manera indirecta con las grandes empresas
en el sector en el que se desarrollan. Enfatizan que la apertura
comercial que se inició a finales de los ochenta y los noventa del
siglo XX, tuvo como consecuencia la ruptura de encadenamientos
productivos, nacionales y regionales, existiendo una escasez de
vínculos entre los sectores y los actores.
Otro es el de Lozano (2010, 2015) que investiga sobre el SPL
de la industria mueblera del estado de Jalisco. Hace importantes
aportaciones empíricas sobre los SPL en México. La autora señala
13
Evidencias al respecto puede consultarse en Rosales (2007), Rosales & Chauca (2010),
Chauca & Nava (2010).
123
que Jalisco tiene una significativa cultura histórica sobre la activi-
dad mueblera, siendo una de las regiones más importantes en el
país en esta actividad. En los resultados de su investigación da
cuenta de la falta de cultura de cooperación que existe entre los
empresarios, también sugiere que dentro de las políticas de desa-
rrollo se debe considerar a la actividad mueblera como un SPL, en
donde deben existir redes de cooperación entre empresas e in-
cluir también todos los eslabones de la cadena de valor (provee-
dores, clientes, comercializadores). Para el estado de Michoacán
a continuación se comentan resultados de dos estudios de caso.
14
Este apartado resume los principales hallazgos (adaptados para propósitos de este tra-
bajo), de la investigación realizada para la elaboración de la Tesis de Maestría en Ciencias
en Desarrollo Local en la Facultad de Economía de la Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, titulada “Empresas michoacanas y su contribución a la conforma-
ción de sistemas productivos locales”, de la M.C. Livier Julieta Soto González, de la cual
el Dr. Pablo Manuel Chauca Malásquez fue el director de tesis. Algunos resultados de esa
investigación se publicaron en: Soto & Chauca (2014b).
15
Se trata de una muestra no probabilística y se suele usar en métodos de investigación
cualitativa. Se identifican a los participantes claves y se agregan a la muestra, se les pre-
gunta si conocen a otras personas que puedan proporcionar datos más amplios, y una vez
contactados, se incluyen también en la muestra, hasta que ningún otro contacto amplíe
nueva información(Hernández, et. al, 2010:398).
16
Las empresas encuestadas no sólo fueron de La Piedad, Michoacán, también de Santa
Ana Pacueco, Guanajuato, que dada las interrelaciones empresariales muy intensas con-
forman el mismo sistema productivo. Este rasgo evidencia la diferencia existente entre las
fronteras político – administrativas y la delimitación territorial de las actividades econó-
micas en una región o país (Alburquerque, 2014). Un elemento clave que los hacedores de
política pública deben tener muy en cuenta.
124
actores sociales identificados (un antiguo porcicultor como infor-
mante clave; tres representantes de asociaciones empresariales;
tres funcionarios municipales; y tres funcionarios estatales). El traba-
jo de campo se llevó a cabo en los meses de mayo a agosto de 2012.
Para el diseño del cuestionario semiestructurado y la defini-
ción de las dimensiones y variables, se adaptaron para fines de la
investigación las denominadas “fuerzas del desarrollo” propues-
tas por Vázquez (2005) y las aplicaciones realizadas por Saéz et.
al. (1999). Las dimensiones consideradas fueron las siguientes:
1. Organización flexible de la producción: Es una de las
fuerzas centrales del proceso de acumulación de capital,
basadas en una división del trabajo entre empresas, con
una articulación horizontal entre ellas. Esto da mayor
flexibilidad al sistema productivo y permite conformar
redes e intercambios locales para crear ventajas competi-
tivas.
2. Cambio tecnológico y difusión de la innovación: Es un
impulsor de la transformación y renovación del sistema
productivo. Las innovaciones posibilitan a las empresas
diseñar y aplicar estrategias para ingresar a nuevos mer-
cados. La difusión de las innovaciones en el tejido pro-
ductivo permite mejorar las economías de escala y reducir
los costos de transacción, aumentar la productividad y su
competitividad.
3. El desarrollo urbano del territorio: Cuando las empresas
utilizan la infraestructura urbana disponible en el terri-
torio para fortalecer la proximidad de empresas y de los
actores locales, facilitando los intercambios y la diversi-
dad del sistema productivo, se potencia mucho más la
dinámica territorial.
4. Cambio y adaptación de las instituciones: Éstas se con-
vierten en uno de los factores determinantes del desarro-
llo, ya que permiten un buen funcionamiento de los
mercados e intercambios entre los actores y las organiza-
ciones, formando redes que se caracterizan por relacio-
nes e intercambios que se desarrollan de forma dinámica
y sistemática.
125
En lo que sigue se comentan los hallazgos del trabajo de
campo según dichas dimensiones.
1.- Organización flexible de la producción: Se identificaron cuatro
grupos de empresas que actúan en red. Son conglomerados de
tipo familiar, con fuertes vínculos de parentesco que contribuyen
a la flexibilidad, diversificación y división del trabajo en el siste-
ma productivo. Al interior de los conglomerados se organizan
diversas plantas de producción, de distribución y laboratorios de
innovaciones en procesos y productos que fortalecen la descen-
tralización empresarial, comportamiento que ha sido crucial para
enfrentar las distintas crisis del sector porcino sobre todo desde la
puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del
Norte y la intensa competencia interna y externa.
El mercado laboral local es altamente valorado por las em-
presas en el sentido de que el conocimiento y aprendizaje facilita
la introducción y difusión de las innovaciones, capacitando a los
trabajadores para que se adapten a la nueva forma de organiza-
ción. Asimismo hay conciencia entre los empresarios que es im-
portante contar con personal calificado para la introducción de
las innovaciones con mayor facilidad, coadyuvando a un mejor
desarrollo de la organización de la producción.
Todas las empresas tienen relaciones comerciales hacia atrás
con proveedores en materias primas, insumos, maquinaria y equi-
po, y hacia delante con clientes para la distribución de sus pro-
ductos.
El 72% de las empresas encuestadas afirman tener redes de
cooperación con otras empresas (que no son sus filiales). Coinci-
den en que las relaciones de cooperación les han permitido tener
economías de escala, lo que les ha ayudado a mantenerse en el
mercado.
El 63% de las empresas encuestadas afirman que sus princi-
pales competidores se encuentran en La Piedad y Santa Ana
Pacueco; el 19% en Jalisco, Sinaloa y Sonora; y el 18% en el
extranjero.
Las relaciones y el intercambio de información de las em-
presas suelen hacerse de manera informal, debido a la proximi-
126
dad geográfica y a que muchas de ellas forman parte de un mis-
mo conglomerado. Cuando las relaciones son de manera formal
se realizan entre empresas que se dedican a actividades similares
y/o a través de las asociaciones empresariales.
2.- Cambio tecnológico y difusión de las innovaciones: La tecnificación
y modernización de las granjas porcinas se inició a finales de la
década de los noventa del siglo XX y hasta la actualidad continúa.
A través de la modernización de las empresas, los empresarios
porcicultores han podido acceder a sistemas de calidad a nivel
nacional e internacional, lo que les ha brindado oportunidades
para acceder a nuevos mercados. Las empresas cuentan con tec-
nología más avanzada para competir en el mercado local y nacio-
nal. El saber-hacer acumulado permanece en las empresas y se
va difundiendo dentro de las organizaciones, dándoles flexibili-
dad al momento de implementar innovaciones en los procesos
productivos.
Los empresarios reconocen que las innovaciones y las mejo-
ras no han partido de ellos mismos, sino que se han visto forzados
a incrementar la calidad, ser competitivos e ir adoptando los cam-
bios en los procesos productivos, por exigencias de la demanda
nacional e internacional. Pero esto ha fortalecido los procesos de
aprendizaje de manera colectiva.17
Todas las empresas encuestadas afirman que en los últimos
cinco años han incrementado sus ventas logrando ampliar su
mercados; principalmente por la mejora de la calidad, el valor
agregado y la diversificación de sus productos. Las once empresas
encuestadas venden sus productos en el mercado local, y venden
entre el 50% y 70% de sus distintos productos a nivel nacional.
El 36% de las once empresas encuestadas realizan
exportaciones, el 75% de ellas a Centroamérica y Sudamérica, el
25% restante (que equivale a una empresa) exporta a Estados
Unidos y Canadá como subcontratista para empresas en esos
países.
17
El aprendizaje continuo favorece la adaptación de las empresas a las condiciones
cambiantes de los mercados y las capacita para responder a las estrategias de las empresas
rivales (Vázquez, 2005: 77).
127
Los entrevistados consideran como aspectos favorables para
las innovaciones: la calidad, precio, variedad de productos,
cooperación y competencia, capacitación a los empleados, y
tecnología e innovaciones. Y como obstáculos: la falta de apoyo
financiero, información de centros de innovación, apoyos
gubernamentales, conocimiento de las nuevas tecnologías y
procesos productivos.
3.- Desarrollo urbano del territorio: La Piedad y Santa Ana
Pacueco son considerados por los empresarios entrevistados como
territorios que mantienen rasgos históricos; pero no se ha presen-
tado un desarrollo adecuado de la infraestructura urbana de acuer-
do a la potencialidad del territorio, y el acceso y difusión de las
innovaciones se han desarrollado de una manera lenta y en oca-
siones limitada.
4.- Cambio y adaptación de las instituciones: Como infraestructu-
ra institucional han sido importantes las asociaciones empresa-
riales. La Asociación Ganadera Local de Porcicultores de La
Piedad, Michoacán y La Asociación Ganadera Local de
Porcicultores de Santa Ana Pacueco, forman parte del entorno
institucional y se han generado normas y reglas para ayudar a los
empresarios a reducir la incertidumbre en la toma de decisiones
empresariales.
Por su parte la Unión Ganadera Regional de Porcicultores
de Michoacán fue creada para tener conocimiento y seguimiento
de las acciones y políticas de los gobiernos federal y estatal; y para
acceder a los apoyos en la compra de granos y materias primas.
La Unión ha establecido contratos con la CONASUPO18 para com-
prar materia prima debido a que la producción local no alcanza-
ba para abastecer el mercado.
El 18% de la muestra encuestada pertenece a la Asociación
Ganadera Local de Porcicultores de La Piedad; el 36% a la
Asociación Ganadera Local de Porcicultores de Santa Ana, y el
90% a otro tipo de asociaciones. De este 90%, el 20% pertenecen
18
Compañía Nacional de Subsistencias Populares. Empresa paraestatal creada en el sexenio
de Adolfo López Mateos.
128
a INFARVET,19 el 30% está asociada a ANFACA20 y el 50% restante a
diversas asociaciones como: ANETIF,21 CNP,22 entre otras.
El 80% de los entrevistados afirma vincular sus empresas a
instituciones educativas locales,23 en menor proporción e intensidad
con universidades a nivel nacional (10%) y con universidades de
Estados Unidos (10%). Los principales beneficios que se han
obtenido de esas vinculaciones son: cursos de capacitación,
conocimiento de avances tecnológicos que se desarrollan en otros
países y en ocasiones sobre nuevas oportunidades de mercado.
Todas las empresas asisten a ferias y exposiciones. Participan
en la Feria Local Porcina que se celebra año con año en la cabecera
municipal de La Piedad. Todas han participado en diferentes ferias
a nivel nacional. El 63% de las empresas durante los últimos cinco
años ha asistido a ferias de carácter internacional. Los principales
beneficios alcanzados han sido los contactos con nuevos clientes y
productores, y el conocimiento de nuevas tecnologías.
El 72% de las empresas encuestadas han recibido apoyos
por parte de los gobiernos24 durante los últimos cinco años. El
37% recibió apoyo financiero para capital de trabajo; el 37% para
introducción de innovaciones; y el 62% para compra de maqui-
naria y equipo.25
El 63% de las empresas coincide en que los distintos órdenes
de gobierno, en ocasiones les ponen obstáculos para acceder a los
programas de apoyo. El 28% considera que los gobiernos cuen-
tan con pocos programas de financiamiento, y muchos de ellos
exigen que el empresario primero haga la inversión, una vez ter-
minada la obra o la compra de la maquinaria, el gobierno la re-
embolsa. El 57% considera que existen demasiados trámites para
19
Industria Nacional Farmacéutica Veterinaria (INFARVET).
20
Asociación Nacional de Fabricantes de Alimentos (ANFACA).
21
Asociación Nacional de Establecimientos TIF A.C. (ANETIF)
22
Comité Nacional de Porcicultores (CNP).
23
Universidad del Valle de Atemajac (UNIVA), Instituto Tecnológico de La Piedad, Colegio
de Michoacán extensión La Piedad.
24
El 75% del recurso de los apoyos es otorgado por la federación a través de la SAGARPA y
el 25% lo proporciona el gobierno del estado.
25
La suma de los apoyos no da el 100% debido a que las empresas pueden haber recibido
más de un tipo de apoyo.
129
acceder a los programas de apoyo gubernamental del sector
agropecuario.
Se puede concluir26 que en el sistema productivo de la in-
dustria porcina en La Piedad, Michoacán y Santa Ana Pacueco,
Guanajuato, se aprecian redes inter-empresariales (sobre todo de
tipo familiar) que permiten flexibilidad y división del trabajo; una
trayectoria histórica de apego al territorio; y procesos de innova-
ción y de aprendizaje colectivo que han permitido enfrentar la
competencia interna y externa, y las crisis frecuentes en el sector.
Existen vinculaciones de las empresas con otros actores sociales
(universidades, asociaciones empresariales y gobiernos).
Pero ni la dinámica interna del sistema productivo ni el en-
tramado institucional que se ha ido construyendo, han permitido
reducir las condiciones de incertidumbre y contribuir de manera
importante al desarrollo territorial. Esto permite sugerir que es
necesario diseñar políticas públicas con participación de los acto-
res claves que amplíen las redes empresariales y sociales; que esti-
mulen no sólo innovaciones tecnológicas (de productos, procesos,
mercadotecnia y de tipo organizacional) sino también sociales (la-
borales, institucionales y medioambientales) (Alburquerque, 2015);
y que fortalezcan el entorno institucional.
130
derar en su estudio no sólo su importancia en la producción, em-
pleo, ingresos y redes empresariales; sino sobre todo en las redes
sociales, la cohesión social y para la identidad territorial; elemen-
tos significativos para los enfoques de desarrollo territorial.
Es una investigación exploratoria y descriptiva. Se diseñó y
aplicó una encuesta con base en un cuestionario semi-estructurado
a los propietarios – directivos de 21 empresas que conforman el
SPL en estudio (cuadro cuatro). Se complementó esta informa-
ción con entrevistas a profundidad (para conformar testimonios e
historias de vida) a tres informantes clave (dirigentes y familiares
de las empresas). El trabajo de campo se llevó a cabo los meses de
agosto a noviembre de 2014.
En la industria textil y de la confección de Michoacán se
registraron en el 2008, 3,110 establecimientos, representando el
11.2% de los establecimientos manufactureros de la entidad. El
subsector Fabricación de prendas de vestir concentraba el 53.7%
de las unidades económicas y generaba el 49.90% de los empleos
en la industria; mientras que el subsector Fabricación de produc-
tos textiles (excepto prendas de vestir) significaba el 43.9% de las
unidades económicas y el 42.1% de los empleos (cifras elabora-
das con base en INEGI, 2009).
En ese mismo año, en la industria textil y de la confección
en el municipio de Morelia se registraron 235 unidades económi-
cas, distribuidas por subsector: 9 de fabricación de insumos texti-
les y acabados de textiles; 58 dedicadas a la fabricación de
productos textiles (excepto prendas de vestir); y 168 a la fabrica-
ción de prendas de vestir.28
28
Cifras obtenidas de INEGI (2009).
131
Cuadro 4. Cuadro
Actividades económicas de las empresas encuestadas
4. Actividades económicas de las empresas encuestadas
Código Actividad económica
Taller 1 = E1 Confección de ropa especializada de tipo clerical
Taller 2 = E2 Fabricación de Ropa Deportiva
Taller 3 = E3 Corte y Fabricación de Uniformes Escolares
Taller 4 = E4 Corte y Confección
Taller 5 = E5 Uniforme Deportivo y Escolar
Taller 6 = E6 Uniformes
Taller 7 = E7 Uniformes Deportivos Escolares
Taller 8 = E8 Confección de Uniformes Deportivos
Taller 9 = E9 Textil
Taller 10 = E10 Fabricación de Uniformes en General
Taller 11 = E11 Sastrería
Taller 12 = E12 Uniformes Deportivos y Escolares
Taller 13 = E13 Bordado y Uniformes Industriales
Taller 14 = E14 Comercializadora
Taller 15 = E15 Uniformes Deportivos y Escolares
Taller 16 = E16 Fabricación y Venta de Uniformes
Taller 17 = E17 Fabricación y Comercialización de Prendas de Vestir
Taller 18 = E18 Uniformes Escolares
Taller 19 = E19 Uniformes Escolares, Deportivos e Industriales
Taller 20 = E20 Artículos Deportivos, Textiles Deportivos y Escolares
Taller 21 = E21 Uniformes Escolares, Deportivos e Industriales
Fuente: Elaboración propia con base en información de trabajo de campo.
Fuente: Elaboración propia con base en información de trabajo de campo.
132
1.- Organización flexible de la producción: Las 21 empresas
encuestadas se ubican en el subsector 315 Fabricación de prendas
de vestir con predominancia de las dedicadas a la confección de
diversos tipos de uniformes. Los datos que proporcionaron los
empresarios entrevistados no permiten identificar con precisión
el tamaño empresarial,29 sin embargo en las conversaciones esta-
blecidas con un informe clave en su opinión se trata de “unidades
económicas de tamaño micro y pequeño de corte familiar y con
larga vida de operación” lo que predomina en la industria de la
confección moreliana.
Se constata una alta especialización de las empresas en el
giro de la fabricación de uniformes (16 de las 21 empresas
encuestadas) con cierta diversificación en su interior: uniformes
escolares, deportivos escolares, deportivos en general, industria-
les, y combinaciones diversas de esos uniformes.
En cuanto a la longevidad de las empresas encuestadas, se
constató que el 9.5% inició operaciones en los años sesenta; el
4.8% comenzó en la década de los setenta; el 38.1% en los ochen-
ta; en los noventa el 23.8%; e igual porcentaje en la primera dé-
cada del siglo XXI. Esto es, un poco más de la mitad (52.4%) bordea
ya los 30 años de existencia, superando situaciones de crisis eco-
nómicas y la fuerte penetración de la competencia de países asiá-
ticos en la industria.
El 80% de las empresas encuestadas aún pertenecen a la
familia del fundador y se instalaron en el local actual por ser el
lugar de origen del propietario inicial. Cuatro de los empresarios
entrevistados (E3, E4, E5, E19), manifestaron haber heredado el
negocio de un familiar (principalmente los padres). El 48% afir-
ma que se dedica a la confección por tradición familiar; el 19%
para complementar los ingresos familiares; y el 33% para tener
29
Comentan que tienen varios trabajadores eventuales que contratan por temporadas
(por ejemplo campañas escolares), y participan en el taller algunos familiares que no son
remunerados de manera permanente o sólo por temporadas. Esto lleva a reflexionar que
muchas veces el dato del número de trabajadores para determinar el tamaño de la empre-
sa no es fácil de definir en el caso de esta industria, y que resultan de mayor significancia
aspectos cualitativos como presencia de miembros de la familia, importancia del propie-
tario-director en la toma de decisiones, mayor proximidad con los clientes, entre otros.
133
independencia económica y como forma de autoempleo. En su
mayoría son empresas familiares; sólo los talleres E7, E11, E13,
E16 no son de tipo familiar.30
Todas las empresas encuestadas cuentan con personal cuali-
ficado (en diferentes proporciones) para las distintas etapas del
proceso productivo. Se trata de mano de obra especializada que
ha adquirido sus conocimientos en gran medida a través de la
práctica y la experiencia; es decir los procesos de aprendizaje a
través de la experiencia son muy importantes en el SPL. Todos los
empresarios entrevistados afirman no brindar cursos de capaci-
tación formales a sus trabajadores; comentan que la capacitación
del personal especializado se da en el momento de la producción.
El 43% de los empresarios entrevistados coinciden en que la
calidad es el factor decisivo para la competitividad en la indus-
tria. El 19% considera que el precio es otro factor, ya que les
permite tener un posicionamiento en el mercado con precios com-
petitivos. El 14% comentó que la disponibilidad de productos es
otro factor. Otro 14% mencionó que es la variedad de sus pro-
ductos lo que les ha permitido tener una organización más flexi-
ble y competir mejor. El 10% consideró que la permanencia en el
sector por varios años y la experiencia acumulada es otro elemen-
to de competitividad en la industria.
2.- Cambio tecnológico y difusión de las innovaciones: El 33% de los
empresarios entrevistados manifestó no haber realizado innova-
ciones en la empresa en los últimos tres años. El otro 67% ha
realizado innovaciones: adquiriendo nueva maquinaria y equipo
(25%); brindando capacitación al personal (22%); efectuando cam-
bios o generando nuevos productos o procesos (19%); con cam-
bios en la organización (15%); o implementando algún sistema
de calidad (19%). De acuerdo con otro informante clave, los “sis-
temas de calidad que se implementan en la industria, se dan de
forma eventual y no son procesos sistemáticos”.
30
Según Amat (2000) son empresas donde más de un individuo, de una misma familia,
tienen a la empresa como un medio de vida. Se trata de empresas conducidas y controla-
das por uno o más miembros de una familia; y son la conjunción de tres sub-sistemas:
Familia, Propiedad y Control.
134
El 81% de los entrevistados afirmaron tener obstáculos al
momento de realizar innovaciones. Las causas principales son:
falta de apoyos financieros; no tener información de centros de
innovación; la insuficiencia de apoyos gubernamentales; falta de
mano de obra cualificada; y por desconocimiento del mercado.
Las principales fuentes de información para la innovación
son externas a las empresas (opina el 53% de los entrevistados):
los clientes (25%); los proveedores (21%); otras empresas del mis-
mo sector (16%); las ferias y exposiciones (22%); las universidades
o institutos de investigación, revistas especializadas y programas
gubernamentales (11%); las asociaciones empresariales y
subcontratistas (5%). El otro 47% considera que el personal de la
empresa son los que han aportado información para introducir
innovaciones.
El 24% de las empresas encuestadas venden la totalidad de
su producción en el mercado local. El 76% vende sus productos
en diversos mercados (local, estatal, nacional e internacional).
Como mercado estatal destacan: Uruapan, Zamora, Pátzcuaro,
Ciudad Hidalgo y Apatzingán. A nivel nacional se distinguen:
Guerrero, Guanajuato, Estado de México, Puebla, Jalisco y Que-
rétaro. Las empresas que exportan son: E1 (Italia); E4 (Estados
Unidos); E5 (Estados Unidos y Canadá); E8 (Estados Unidos y
Canadá); E20 (Estados Unidos). Las exportaciones son eventua-
les y sobresalen las destinadas a los mercados estadounidense y
canadiense, en particular las destinadas a clientes con arraigo al
territorio (michoacanos con residencia en el extranjero) y se trata
de uniformes de fútbol y de básquetbol.
3.- Desarrollo urbano del territorio: Sólo el 38% de los entrevista-
dos percibe como buena la evolución del clima laboral en el terri-
torio; y el 43% tiene las mismas percepciones para el clima
tecnológico. El 53% opina que la evolución de la infraestructura
carretera es mala; mientras que el 29% tiene la misma opinión
para el caso de los servicios básicos (agua, electricidad, drenaje,
internet, teléfono). Sólo el 29% tiene una buena opinión del Plan
de Desarrollo Municipal.
135
4.- Cambio y adaptación de las instituciones: Existen cuatro insti-
tuciones de apoyo a la industria: la Asociación de Industriales de
la Confección y del Textil A. C. (INCOTEX), Cámara Nacional de
la Industria Textil (CANAINTEX), Cámara Nacional de la Industria
de Transformación (CANACINTRA – Delegación Michoacán), y Cá-
mara Nacional de Comercio (CANACO – Delegación Michoacán).
El 52% de las empresas encuestadas pertenecen a alguna
asociación empresarial; el otro 48% no pertenece a ninguna aso-
ciación. El 5% pertenece a la CANAINTEX; el 19% a INCOTEX; y el
28% a otro tipo de asociaciones. De este último porcentaje, la
mitad pertenece a la CANACINTRA, y la otra mitad a la CANACO.
El 29% de los entrevistados afirman estar vinculados con
instituciones educativas. Las universidades locales son las más li-
gadas con la industria, ya que el 80% de los vínculos son con
universidades ubicadas dentro del municipio; el otro 20% con
Academias e Institutos Técnicos. Los principales beneficios obte-
nidos son: cursos de capacitación; conocimientos acerca de avan-
ces tecnológicos; asesoría en administración; y sobre búsqueda de
nuevos mercados. Además, tres empresarios comentaron que ellos
mismos han brindado cursos y charlas en instituciones educativas
locales acerca de: desarrollo de la industria; uso de maquinarias y
equipos especializados; confección de prendas; búsqueda de nue-
vas modas, entre otras. De igual manera comentaron recibir a
estudiantes para “realizar su servicio social, con ello se aporta en
la adaptación al mercado laboral de los futuros trabajadores o
profesionales de la industria”.
El 57% de las empresas encuestadas asisten a ferias y expo-
siciones; de estas empresas el 33% asiste a ferias locales; mientras
que el otro 67% participa en eventos a nivel nacional relaciona-
dos con la industria. Los principales beneficios que han obtenido
de esos eventos son: conocimiento de nuevos proveedores de ma-
teria prima, maquinaria y equipo; información acerca de innova-
ciones en la industria; conocimiento sobre nuevos procesos y
productos; y dar a conocer sus productos.
El 90% de los empresarios entrevistados manifestaron no
haber recibido apoyos por parte de ningún nivel de gobierno. El
136
otro 10% afirma haber recibido apoyos por parte del gobierno
federal. Todas las empresas encuestadas coinciden en que los dis-
tintos órdenes de gobierno, en ocasiones les ponen obstáculos para
acceder a los distintos programas de apoyo. Igualmente conside-
ran que los gobiernos federal y estatal cuentan con escasos pro-
gramas de financiamiento; y que los empresarios tienen que
realizar inversiones en compra de insumos, maquinaria o capaci-
tación, que luego esos niveles de gobierno les reembolsan el dine-
ro una vez concluida la producción de los productos, o después de
largo tiempo de la adquisición de la maquinaria o equipo.
En definitiva la información de campo denota una dinámi-
ca económica intensa del SPL de la industria textil y de la confec-
ción en el municipio de Morelia, que se complementa con fuertes
interrelaciones no comerciales en particular aquéllas entre perso-
nas y los miembros de las familias. Se tratan de vinculaciones que
se construyen por la proximidad geográfica, por la identidad con
el territorio, por razones afectivas y consanguíneas. Estas
interrelaciones son las que sostienen la competitividad en el mer-
cado; pero lo más importante que son las que han conformado
prácticas, convenciones y rutinas endógenas en las empresas que
les permiten vinculaciones con otras empresas, con asociaciones
empresariales y con instituciones educativas.
31
Con este propósito se revisaron y adaptaron para fines de este trabajo Dussel et. al.
(1997), Vázquez (2000), Meyer-Stamer (2002), Elizalde (2003) y Riffo (2013).
137
dad, la especialización y la integración productiva, y que genere
condiciones marco estables para las redes de colaboración inter-
empresariales que permitan la generación de productos más va-
riados y especializados, orientados tanto al mercado interno como
externo, y el desarrollo de encadenamientos mercantiles locales y
globales. Es también importante que establezca los mecanismos
adecuados para la participación activa de todos los responsables
y afectados con la política industrial.
La política pública territorial debe generar y/o consolidar
las interrelaciones entre empresas, asociaciones empresariales e
instituciones gubernamentales, que se ajusten a las vocaciones
productivas de la entidad, estimulando las condiciones favorables
para la concertación público – privada – social.
Se deben fortalecer los programas (federales y estatales) de
apoyo a las micros, pequeñas y medianas empresas; así como las
incubadoras de empresas, los centros de innovación y desarrollo
tecnológico, los mecanismos de financiamiento de inversiones
productivas locales, y el desarrollo del sector servicios ajustado al
perfil productivo del estado.
Se debe centrar el foco de atención de la promoción de in-
versiones en los factores condicionantes de las ventajas competiti-
vas de los territorios y no sólo de las empresas y organizaciones de
manera aislada, y contemplar no sólo los beneficios económicos
sino también socio-culturales, político – institucionales y
medioambientales.
Es importante considerar la gestación e implementación de
proyectos de inversión de bajo impacto ambiental y que privile-
gien las energías renovables y menos contaminantes. En tal senti-
do se debe buscar un equilibrio entre las necesidades económicas
y sociales y la conservación del medio ambiente, así como la cali-
dad de vida de las poblaciones locales que se pueden afectar. Asi-
mismo se debe tener en cuenta el derecho para fiscalizar la política
pública territorial a través de la participación ciudadana y la ren-
dición de cuentas, que abarque el acceso a información pública,
la formulación de denuncias, y participación en la aprobación de
instrumentos de gestión pública, planes, proyectos, reglamentos y
normas.
138
Específicamente según las dimensiones contempladas en las
investigaciones de los SPL, se sugiere:
1. Organización flexible de la producción: Fortalecer la iden-
tidad territorial de empresas y empresarios mediante cursos de
sensibilización y capacitación que faciliten la definición de los
problemas para la política pública con participación de los acto-
res involucrados, la formulación de alternativas para gestionar o
aminorar esos problemas, y el seguimiento/evaluación de los re-
sultados obtenidos con esos cursos.
2. Cambio tecnológico y difusión de las innovaciones: Esti-
mular los procesos de aprendizaje colectivos y la formalización
de las prácticas de innovación al interior de las redes inter-empre-
sariales a través de concertaciones entre universidades, empresas
y gobiernos que beneficien la generación, adquisición, absorción
y acumulación de conocimientos e innovaciones en los territo-
rios.
3. Es importante que en la definición de los problemas y
obstáculos para la colaboración entre empresas y los aprendiza-
jes, participen activamente todos los involucrados para evitar cua-
dros valorativos de conclusiones negativas de reprobación y
malestar; y esto se continúe en las etapas de la implementación y
seguimiento/evaluación de las políticas y programas.
4. Desarrollo urbano del territorio: Se requieren programas
gubernamentales que mejoren las redes de transporte, comunica-
ciones y conectividad electrónica; crear suelo acondicionado que
facilite la localización de empresas que favorezcan las redes de
colaboración clientes–proveedores; y mejorar las instalaciones de
escuelas y hospitales.
5. Cambio y adaptación de instituciones: Poner en práctica
programas y cursos de sensibilización acerca de los beneficios e
impedimentos de la colaboración entre los diversos actores (em-
presas, asociaciones empresariales, gobiernos, universidades y
organizaciones de la sociedad civil). Precisar de manera colectiva
los problemas de comunicación, de las prácticas tradicionales, de
las leyes y normatividades, y de los riesgos de engaño y traición, al
momento de desplegar las acciones de colaboración multi-actoral.
139
6. Deben quedar claros los mecanismos que vayan permi-
tiendo superar esos problemas en la etapa de implementación de
las prácticas colaborativas que posibiliten su seguimiento/evalua-
ción y efectuar los ajustes correspondientes.
A modo de conclusión
140
portante de lo local respecto de lo nacional, y en esa medida la
acción pública local cobra importancia como espacio de análisis
relevante y con una cierta especificidad.
Los gobiernos estatales y municipales en México deben asu-
mir nuevos desafíos, entre ellos, los de crear o mejorar capacida-
des competitivas y transformar los tejidos productivos en sus
territorios. Estos dos aspectos deben vincularse a las políticas te-
rritoriales y, más precisamente, al desarrollo de una cultura terri-
torial que integre a ambos. Si bien es cierto que son las empresas
las que compiten, su capacidad de competir se puede ver reforza-
da si el entorno territorial facilita esta dinámica y si, por su parte,
ellas también sienten la importancia de ser empresas del territo-
rio antes que empresas en el territorio.
Los estudios reseñados acerca del sistema productivo de la
industria porcina en La Piedad, Michoacán y Santa Ana Pacueco,
Guanajuato, y de la industria textil y de la confección en Morelia,
evidencian la existencia de redes inter-empresariales (sobre todo
de tipo familiar) que permiten flexibilidad y división del trabajo;
una trayectoria histórica de apego al territorio; y procesos de in-
novación y de aprendizaje colectivo que han permitido enfrentar
la competencia interna y externa. También se observan vincula-
ciones de las empresas con otros actores sociales (universidades,
asociaciones empresariales y gobiernos). Pero ni la dinámica in-
terna de los sistemas productivos ni el entramado institucional
que se ha ido construyendo, han permitido reducir las condicio-
nes de incertidumbre y contribuir de manera importante al desa-
rrollo de las localidades.
Estos hallazgos (sin la representatividad estadística como para
hacer generalizaciones) y la literatura revisada, permiten sugerir
que es necesario diseñar políticas públicas con participación de
los actores claves que amplíen las redes empresariales y sociales;
que estimulen no sólo innovaciones tecnológicas (de productos,
procesos, mercadotecnia y de tipo organizacional) sino también
sociales (laborales, institucionales y medioambientales); y que for-
talezcan el entorno institucional.
141
Bibliografía
142
Boisier, S. (1997). “El vuelo de un cometa: una metáfora para una teoría
del desarrollo territorial”. En Revista EURE. núm. 69. Santiago de
Chile, Universidad Católica de Chile, (pp. 13-49).
Cabrero M., E. (2003). “La agenda de políticas públicas en el ámbito
municipal: una visión introductoria.”. En Cabrero M., E. (coor-
dinador). Políticas públicas municipales: una agenda en construcción. (pp.
13-47). México, CIDE – Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa.
Cabrero M., E. (2006). Acción pública y desarrollo local. México, Fondo de
Cultura Económica, primera reimpresión.
Chauca M., P. & E. Nava H. (2010) (coordinadores). Relaciones, contextos y
actores sociales para el desarrollo local en México. México, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Economía.
Chauca M. P. M. (2014). Desarrollo local: actores, organizaciones y procesos des-
de distintos ámbitos (material para la docencia y la investigación). México,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Coordina-
ción de la Investigación Científica.
Chauca M., P. & J. Guzmán C. (2015). “Sistema productivo y desarrollo
local: el caso de la industria textil y de la confección en el munici-
pio de Morelia, Michoacán”. Ponencia presentada en el IX Colo-
quio de Investigación Nacional e Internacional de Cuerpos Académicos y Quinto
Worshop de la PYME y Desarrollo Local. Del 18 al 19 de Junio de
2015. Universidad Autónoma de Aguascalientes. Aguascalientes,
Ags.
Costa C., T. M. (1995). “Cambios en la organización industrial: coope-
ración local y competitividad internacional”. En: Vázquez Bar-
quero, A. y G. Garofoli, Desarrollo Económico Local en Europa (pp.
105-135). Madrid, España, Colegio de Economistas de Madrid.
Costamagna, P. & M. Larea (2015). “El enfoque pedagógico y la
investigación acción para el desarrollo territorial”. En
Costamagna, P. y S. Pérez (compiladores). Enfoques, estrategias e in-
formación para el desarrollo territorial: los aprendizajes desde Conecta DEL
(pp. 47-73). Buenos Aires, Argentina, Programa Conecta DEL,
Fondo Multilateral de Inversiones (BID).
Courlet, C. y B. Soulagne (1995). “Dinámicas Industriales y Territorio”.
En: Vázquez Barquero, A. y G. Garofoli. Desarrollo Económico Local
en Europa (pp. 227-255). Madrid, España, Colegio de Economis-
tas de Madrid.
Dussel, E., M. Piore & C. Ruiz (1997). “Hacia un nuevo paradigma in-
dustrial”. En: Dussel, E., M. Piore y C. Ruiz. Pensar globalmente y
143
actuar regionalmente: hacia un nuevo paradigma industrial para el siglo XXI,
(pp. 11-23). México, UNAM, Fundación F. Ebert, Editorial JUS.
Elizalde, A. (2003). Planificación estratégica territorial y políticas públicas para el
desarrollo local. Serie Gestión Pública, núm. 29. Santiago de Chile:
ILPES– CEPAL.
Garofoli, G. (1995). “Desarrollo Económico, Organización de la Pro-
ducción y Territorio”. En Vázquez Barquero, A. y G. Garofoli.
Desarrollo Económico Local en Europa (pp. 53-71). Madrid, España,
Colegio de Economistas de Madrid.
Hernández S., R., Fernández C., C. & P. Baptista L. (2010). Metodología
de la Investigación. México, Editorial Mc Graw Hill, quinta edi-
ción.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) (2009). Censos Econó-
micos 2009, México, INEGI.
Koschatzky, K. (2002). “Fundamentos de la economía de redes: especial
enfoque a la innovación”. En Revista Economía Industrial (346, IV).
España, Ministerio de Industria, Energía y Turismo, (pp.15-26).
Lozano U., K. M. (2010). Desarrollo Local a partir de los Sistemas Productivos
Locales: El caso de la Industria de Muebles en Jalisco. Tesis de Doctora-
do en Economía. México, Universidad Nacional Autónoma de
México.
Lozano U., K. M. (2015). “Gobernanza del sistema productivo de mue-
bles de Jalisco a partir de las políticas de clúster”. En Rosales O.,
R. & L. Brenner (coordinadores). Geografía de la gobernanza: dinámi-
cas multiescalares de los procesos económico-ambientales (pp. 151-177).
México, Siglo XXI Editores, Universidad Autónoma Metropoli-
tana (Iztapalapa).
Meyer-Stamer, J. (2002). “La competitividad sistémica: de un concepto
casual a una herramienta del benchmarking”. En Altenburg, T. y
D. Messner (editores). América Latina competitiva: desafíos para la eco-
nomía, la sociedad y el Estado (pp. 241 - 257). Venezuela, Instituto
Alemán de Desarrollo, GTZ, Nueva Sociedad.
Moncayo, E. (2002). Nuevos enfoques teóricos, evolución de las políticas regionales
e impacto territorial de la globalización. Serie Gestión Pública, núm.
27. Santiago de Chile, ILPES – CEPAL.
North, D. (2006). Instituciones, cambio institucional y desempeño económico. Méxi-
co, Fondo de Cultura Económica, tercera reimpresión.
Paunero A., X., G. Sánchez & L. Corona (2007). “Sistemas productivos
locales en México. Tipología desde la perspectiva europea”. En
Economía Informa, (pp. 216-237). UNAM.
144
Riffo P., Luis (2013), 50 años del ILPES: evolución de los marcos conceptuales sobre
desarrollo territorial. Santiago de Chile, CEPAL – ILPES, Serie Desarro-
llo Territorial, núm. 15.
Rosales O., R. (2007) (coordinadora). Desarrollo local: teoría y prácticas socio-
territoriales. México, Miguel Ángel Porrúa librero – editor, UAM
(Iztapalapa).
Rosales O., R. & P. Chauca M. (2010) (coordinadores). Desarrollo local:
Teorías, políticas y experiencias. México, Plaza y Valdés Editores –
UAM (Iztapalapa) – UMSNH.
Sáez C., A., M. Atienza, M. A. Miralles & A. Viñas (1999). Transformación
y Ajuste Productivo en los Sistemas Locales de Empresas. Valencia, Espa-
ña, Fundación Unversitaria San Pablo CEU.
Sforzi, F. (2007). “Del distrito industrial al desarrollo local”. En: Rosales
Ortega, R. Desarrollo local: Teoría y Prácticas Socioterritoriales, (pp. 27-
50). México, Miguel Ángel Porrúa librero-editor, UAM (Iztapalapa).
Silva L., I. (2005), “Desarrollo económico local y competitividad territo-
rial en América Latina. En Revista de la CEPAL. (85). Santiago de
Chile, ILPES-CEPAL, (pp. 81-100).
Solari V., A. (2003), “Siete teoremas sobre el desarrollo local”.En Revista
Realidad Económica (14). México, Universidad Michoacana de San
Nicolás de Hidalgo, Facultad de Economía, (pp.19-30).
Soto, L. & P. Chauca (2014a). “Sistemas productivos: elementos para su
análisis desde la perspectiva del desarrollo local”. En Revista
INCEPTUM, vol. IX, núm. 16, enero - junio. México, Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Instituto de Investiga-
ciones Económicas y Empresariales, (pp. 59-82).
Soto, L. & P. Chauca (2014b). “Sistema productivo y desarrollo local: el
caso de la industria porcina en La Piedad, Michoacán. En Ayala
O., D. A. y J. C. Hidalgo S. (coordinadores). El desarrollo local en
construcción: aplicaciones y experiencias. Volumen II (pp. 163-186). Méxi-
co, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facul-
tad de Economía.
Vallés, J. (2002). Ciencia política: una introducción. Barcelona, España, Edi-
torial Ariel.
Vázquez Barquero, A. (1988). Desarrollo local. Una estrategia de creación de
empleo. Madrid, España, Pirámide.
Vázquez Barquero, A. (1995). “Desarrollo económico: Flexibilidad en la
acumulación y regulación del Capital”. En A. Vázquez Barque-
ro, & G. Garofoli, El Desarrollo Económico Local en Europa (pp. 13-
36). Madrid, España, Colegio de Economistas de Madrid.
145
Vázquez Barquero, A. (2000). “Desarrollo económico local y descentra-
lización”. En: Solari, A. y J. Martínez (compiladores) (publicado
2005). Desarrollo local, textos cardinales (pp. 33-68). México, Univer-
sidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de Eco-
nomía.
Vázquez Barquero, A. (2005). Las nuevas fuerzas del desarrollo. Barcelona,
España, Antoni Bosch.
Vázquez Barquero, A. (2006). “Surgimiento y Transformación de Clusters
y Milieus en los Procesos de Desarrollo”. En Revista EURE, mayo,
año/vol. XXXII, núm. 095. Santiago de Chile, Universidad Cató-
lica de Chile, (pp. 75-93).
Williamson, O. (2009). Las Instituciones Económicas del Capitalismo. México,
Fondo de Cultura Económica, primera reimpresión.
146
5
Introducción
147
En términos de las transferencias generacionales que de al-
gún modo soportan la reproducción de las estructuras campesi-
nas, la lógica de la economía campesina y la juventud se convierten
en categorías decisivas de los cambios cíclicos de las sociedades
agrarias.
De ahí que la juventud sea también una noción que expli-
que una posición frente a los medios de producción desde las dife-
rencias sexuales y etarias; así, hombres y mujeres, se posicionan
en distintos lugares respecto a la división social del trabajo y res-
pecto al rendimiento de la fuerza de trabajo, un ajuste que ocurre
principalmente en la juventud (Feixa, 1999).
La extensión de las relaciones salariales tiene, por consecuen-
cia, la extensión de los patrones de regulación de la fuerza de
trabajo asalariada y sobre ellos son específicas las modificaciones
en la normatividad de los comportamientos sobre los procesos de
producción y reproducción social.
Bajo la lógica de las formas de reproducción de la economía
campesina, por ejemplo, la posición etaria es la marca de la divi-
sión del trabajo campesino lo cual se ajusta a líneas de sexo y
edad, desde esta división se establece una forma típica de especia-
lización institucional (Shanin, 1976).
El bajo nivel de especialización institucional de la economía
campesina se expresa en el encaje de esta estructura a una más
general y en el hecho de que todas las unidades esenciales de la
acción social aparecen como unidades básicas de la vida econó-
mica, en la cual se determinan derechos de consumo para todos
los miembros de la unidad familiar como parte de una compren-
sión consuetudinaria de los derechos de propiedad (Shanin, 1976).
Cabría preguntar si la tendencia de los campesinos jóvenes
a desvincularse institucionalmente de los medios de producción,
así como de algunos momentos en que se toma control de la base
material, tiene alguna relación con cambios suscitados en la com-
148
prensión del cuerpo normativo y la forma de organización social
campesina cuyas funciones están rígidamente asignadas por pre-
siones que operan contra el cruce de líneas divisorias.
Es necesario mencionar que la ocupación productiva de un
campesino consiste en un amplio espectro de tareas interrelaciona-
das con cierto nivel de especialización; de ahí que los ajustes en
cada etapa del ciclo vital no sólo tienen que ver con el grado de
especialización y la división sexual del trabajo sino con determi-
naciones exógenas.
La penetración de la forma de socialización capitalista al
medio rural necesariamente genera cambios en la reproducción
social; así, existen cambios específicos que modifican el funciona-
miento de sexo y edad dentro de la familia campesina teniendo
repercusiones sobre el sujeto y el objeto de la reproducción, pro-
cesos estrechamente ligados a la parcialidad del control sobre los
resultados del propio trabajo campesino (Bartra, 1982).
Carácter parcial que genera altibajos relacionados a una
natural escasez que forma parte de la economía campesina y que
se encuentran dentro de un número importante de mecanismos
que limitan al formación de capital (Shanin, 1976).
Lo que tiene que ver con el desprendimiento de las nociones
de propiedad sobre la acción social en su conjunto, de ahí que la
desvinculación institucional de los jóvenes campesinos pueda for-
mar parte de dichos mecanismos niveladores.
Esto se relaciona con la cohesión de la unidad orgánica cam-
pesina; no sólo la tierra, sino el conjunto de medios de produc-
ción y control sobre entradas y salidas de la fuerza de trabajo, está
íntimamente ligado a una red de relaciones sociales, con diferen-
tes grados de formalidad, que son determinantes del bienestar
campesino, ya que por medio de esta cohesión se genera un mapa
complejo de relaciones humanas que se estructuran mediante je-
rarquías de control social (Shanin, 1976).
No obstante, aun los fuertes impactos que provoca el grado
y vía de penetración del capitalismo en el campo sobre el nivel de
cohesión de la unidad orgánica, el cambio y expansión del modo
de producción, no sehan destruido de todo ciertas formas genéri-
149
cas y de estructura social, de lo cual se puede cuestionar si la emer-
gencia de una juventud campesina se adapta a las características
cíclicas de los factores disolventes y reconformadores de la clase.
150
Las características propiamente productivas, rendimientos,
comercialización e incluso organización y capacitación de los pro-
ductores distingue a esta región de la media nacional y sus pro-
ductores han sido, en general, categorizados como ‘campesinos
medios’, principalmente por una aparente transición hacia la agri-
cultura comercial; en cierta manera, la desestructuración de la
base material de reproducción, que se refleja en pobreza y
pauperismo, no es tan alta como ocurre en las entidades del su-
roeste.4
La presencia permanente de empresas agroindustriales,
semilleras y de exportación, permite el análisis de la relación di-
recta entre los campesinos y las empresas en relación a los efectos
que dichos agentes tienen sobre la organización campesina y so-
bre los recursos sociales y naturales de la zona.
Además una cercanía geográfica con la metrópoli tapatía
permite el análisis de la relación rural-urbano en relación con el
funcionamiento del mercado de productos, los incentivos cultu-
rales y la refuncionalización de la familia y la escuela.
A pesar de los altos rendimientos en la producción de maíz
el caso que se analiza puede ilustrar una proyección sobre el com-
portamiento juvenil a nivel de la formación socioeconómica cam-
pesina, en cuyo caso cada peculiaridad y cada condición atípica
serán tratadas con el cuidado necesario para no caer en generali-
dades e interpretaciones erradas.
Sin embargo, previo al análisis es necesario puntualizar al-
gunos elementos exógenos a la formación social propiamente cam-
4
La zona de estudio presumen una importante vocación maicera debido sobre todo a
características orográficas así como a su ubicación estratégica con los distritos de riego,
esto permite a la región adoptar características sobresalientes en términos productivos,
por ejemplo, a nivel nacional el rendimiento de maíz de grano en 2013 fue de 3.1 tonela-
das por hectárea, en Jalisco el promedio de rendimiento fue de 5.5 toneladas, sin embargo
a nivel municipal Ixtlahuacán del Río y Cuquio observaron un rendimiento entre las 7 y
las 8 toneladas mientras que la localidad Palos Altos su rendimiento se ubicó entre las 10
y hasta las 14 toneladas por hectárea. Las unidades de producción locales conservan
fuertes rasgos campesinos sin embargo y su dinámica productiva lleva a que sus procesos
de organización entre productores sean amplios como lo demuestra la presencia de la
Asociación Agrícola Local, a diferencia de la media de comportamiento nacional donde
los rendimientos productivos son bajos y la organización de productores poco activa.
151
pesina que son necesarios considerar en el proceso de rearticula-
ción de las condiciones generacionales de las unidades productivas.
152
Este proceso marca una tendencia importante de descampe-
sinización que en últimas fechas muestra un retorno a lo rural.
Señala Bartra (2011) que este tipo de retorno se asoma como un
neocampesinismo conservador que tiene como base la renta dife-
rencial.6
Incide, pues, en la transformación de los mecanismos de
permanencia estructural del campesinado, basado en transferen-
cias generacionales, un conjunto de factores externos específicos
del momento económico-político.
No obstante, explica Shanin (1976), los principales detona-
dores del cambio socioeconómico estructural parecen estar situa-
dos fuera de la sociedad campesina, y esto ocurre en un proceso
paulatino de ajuste histórico que proviene más de la destrucción de
los estabilizadores específicos que de la estructura social campesina.
La construcción de lazos intergeneracionales de solidaridad
como mecanismo de persistencia estructural corresponde a estos
estabilizadores, y el cambio en ellos, derivado de la desintegra-
ción de la unidad orgánica de la unidad campesina, se está refle-
jando en el papel que los jóvenes campesinos desempeñan sobre
niveladores y estabilizadores con importantes efectos de erosión
sobre la base material de la reproducción social.
agroindustrial, se muestra como un modelo económico que intensifica las relaciones en-
tre agricultura e industria, donde la última somete a la primera y al tiempo se vincula
íntimamente con el sector financiero, moldeando entonces un modelo productivo de
intensificación de capital en el marco de un régimen agroalimentario.
6
Posterior a los desastres sociales de la crisis alimentaria mundial y durante su transcurso,
las posiciones políticas de las potencias económicas comenzaron a cambiar. Se reconoció
que la forma más viable de alimentar a las poblaciones en condiciones de hambre era
desde la producción local, doméstica y nativa. Precisamente en 2008 el Banco Mundial
–BM– señalaba “[…] el ajuste estructural desmanteló un elaborado sistema de agencias públicas que
proveía los campesinos con acceso a la tierra, al crédito, a los seguros, a los insumos y a las formas
cooperativas de producción. La expectativa de que estas funciones serían retomadas por agentes privados no
ocurrió. Mercados incompletos y vacíos institucionales impusieron costos enormes, un crecimiento que se
frustró y pérdidas en bienestar para los pequeños productores, amenazando su competitividad y en muchos
casos su sobrevivencia […] es necesario volver a colocar a la agricultura en el centro del programa de
desarrollo […] considerando que de los 5 mil 500 millones de habitantes en los países en desarrollo, 3 mil
millones viven en el campo” (Banco Mundial, 2008: 12). Y en el mismo tenor han hecho decla-
raciones el Fondo Monetario Internacional –FMI–, la Organización de las Naciones Uni-
dades para la Agricultura y la Alimentación –FAO–, y la Comisión Económica para
América Latina yel Caribe (CEPAL).
153
Esto significa que los mecanismos de regulación institucional
exigen una adaptación a las formas de explotación del trabajo
campesino donde se trasponen viejas y nuevas prácticas; es decir,
hay una especie de retraso entre un cambio socioeconómico y el
ajuste del sistema cultural tradicional al que los individuos se adap-
tan.
En este sentido, se cuestiona sobre las modificaciones res-
pecto a la reposición generacional y paulatina provocada por el
cambio en las prácticas de organización del trabajo para la pro-
ducción. Si la condición juvenil se define dentro de un proceso de
tránsito y adaptación, en el caso del campesinado en condiciones
de reproducción impuestas por las formas agroindustriales, la
cuestión versa respecto a qué tipo de adaptación se somete a las y
los jóvenes.7
154
Aunque subsisten otros elementos que dan pauta para la
compresión de la noción de juventud “paloalteña”, para los fines
de esta exposición se presta atención a un solo eje articulador del
proceso de organización social local, el monocultivo, y a una de
sus expresiones más peculiares en términos de organización, el
colectivo Juxmapa.
Cabe señalar que ambos fenómenos locales, son al mismo
tiempo representaciones de dos procesos ya señalados, la descom-
posición y la reintegración de la base material campesina de una
comunidad que preserva, reproduce y mantiene el carácter vigo-
roso de sus miembros debido a su simbiosis con el proceso migra-
torio que es al mismo tiempo determinante en la formación de
fuerza de trabajo migrante.9
Este proceso por encima de todo se consuma en la manera
en que la comunidad responde a una forma específica de división
del trabajo; por ello la observación del papel de los jóvenes cam-
pesinos permite comprender a una sociedad agrícola en constan-
te transición, con diferentes formas de paliar la incertidumbre
económica, con una organización comunitaria para la produc-
ción, con capacidad de reconversión productiva como estrategia
de continuidad, entre otros elementos.
9
El estado de Jalisco tiene una añeja tradición migratoria a Estados Unidos que se re-
monta a finales del siglo XIX; se estima que 1.4 millones de personas nacidas en esta
entidad habitan en Estados Unidos y que alrededor de 2.6 millones de personas nacidas
en el vecino país son hijos de padres jaliscienses. Jalisco ocupa el lugar decimotercero
entre las entidades del país con mayor intensidad migratoria. En el municipio de
Ixtlahuacán del Rio el 11.58 por ciento de las viviendas recibieron remesas en 2010
(INEGI, 2010).
155
una fuerte dependencia tecnológica que se renueva cada dos años10
y perniciosos efectos para la salud con un resultado específico, la
proletarización de una buena parte de la población campesina de
Palos Altos y en relación a esto, una autoconstrucción basada en
un sistema sociocultural donde se recrea la proletarización.
Estos campesinos destacan principalmente el carácter alta-
mente burocrático de la función del gobierno en cuanto a los apo-
yos para el campo, la disfuncionalidad de los apoyos respecto a la
cantidad y tiempos, y observan cierta dinámica en la cual el go-
bierno mexicano enfrenta a los productores a una competencia
desleal en términos de precios, condiciones de producción y culti-
vos subsidiados. Razonan, sobre todo, que el gobierno no protege
al productor rural ante el fenómeno de volatilidad del precio del
maíz y consideran como afrenta la introducción de maíz impor-
tado en temporada de cosecha.11
Además expresan preocupación por un proceso de
privatización en las prácticas de producción y reproducción en
términos económicos y organizativos que llevan a que lo colecti-
vo sea un aspecto considerado fuera del sistema, proceso que ade-
más se relaciona históricamente con el funcionamiento objetivo
del modelo neoliberal en el campo durante la década de los no-
venta.
10
En el maíz, y en general en la mayoría de cultivos no autconsutivos, la utilización de
insumos es intensiva en el proceso de producción; cada paquete de semilla se encuentra
condicionada a la implementación de fertilizantes y pesticidas, así como otros insumos y
técnicas específicas de cultivo, adecuados al comportamiento de la semilla que se comer-
cializa. Esto provoca que los productores experimenten una fuerte dependencia a los
cambiantes insumos promocionados para obtener una elevada productividad debido a
que cada paquete tiene un ciclo de alta productividad que tiende a durar sólo dos años,
además que las agroindustrias poseen incidencia en los derechos de propiedad de los
paquetes tecnológicos. Las empresas utilizan una serie de mecanismos para regular la
transferencia tecnológica, una de ellas es que las comercializadoras asociadas a las semilleras
demanden producción de determinada línea de semilla. Pero también factores como la
presencia de corporaciones transnacionales en la provisión de semillas certificadas y ferti-
lizantes, comportamiento de los precios del maíz, política comercial del producto, son
condicionantes de dicha dependencia.
11
La información que a continuación se vierte proviene de entrevistas y discusiones grupales
con habitantes de la localidad que se ubican en perfiles distintos en relación a su posición
respecto a los medios de producción campesinos; la clasificación sociológica y la defini-
ción de perfiles de los informantes puede consultarse con Ayala (2015).
156
En las dinámicas que estos procesos imponen localmente,
los productores adultos encuentran explicación al desaliento de
los jóvenes hacia la producción agrícola y consideran la proposi-
ción local al problema es en términos del impulso de reconver-
siones productivas.
Como maiceros se autoidentifican los campesinos de Palos
Altos, sin embargo, identifican un desplazamiento de la siembra
de maíz por cultivo de chia de forma acelerada, indican que el
incremento de la superficie sembrada con este cultivo entre 2012
y 2013, del 500%.12
Los socios señalan que el proceso de reconversión producti-
va está sucediendo a pasos agigantados debidoa viarios fenóme-
nos, por un lado la volatidad en el precio de mercado del maíz y
los bajos niveles de precio por hectárea reportados los últimos
años y proyectados para los siguientes, la falta de garantías sobre
el valor total de la cosecha de maíz, así como la alta rentabilidad
del cultivo de chia y un precio comparativamente mayor de este
producto.
Aun con esto, los productores se cuestionan sobre la posibi-
lidad de “estar traicionando una vocación”, pero mencionan que
ante el contexto económico el factor ingresos se superpone a las
orientaciones culturales.
Asimismo los socios señalan que este proceso de reconversión
productiva es una “alternativa, no nos dejan opciones”, en un
discurso donde reconocen la importancia de la alimentación, la
importancia de la región en términos productivos así como el pro-
ceso a los que se enfrentan como “maiceros” haciendo de este
adjetivo una marca de identidad y reconocimiento, aunque en
mayor medida los socios se autollamaban agricultores más que
campesinos.
12
Ya que en 2012 hubo, en el municipio de Cuquio aproximadamente unas 500 hectáreas
con el cultivo y en 2013 había crecido a 5000 hectáreas.Señalan un desplazamiento im-
portante de un cultivo sobre el otro “de las 18 [hectáreas] son de superficie cultivable de maíz, su
ya nos invadieron 6 mil de chia, lo que pasa es que lo está desplazando poco a poco”. Ante el contexto
económico general en que se da ese proceso de reconversión productiva comparan la
inversión “los costos de inversiónpor hectárea de chia anda en unos cuatro mil pesos, no rebasa los 5 mil
[…] son treinta y cinco mil pesos nomas de pura ganancia por hectárea contra cinco mil de inversión […]
en el maíz por ejemplo, para ganarse unos 35 mil pesostiene un costo de quince mil a veinte mil pesos”.
157
Lo anterior refleja que ante el desgaste material proveniente
de la dinámica de mercado se abre la posibilidad de generar una
posible transformación en la vocación productiva y en la identi-
dad agraria buscando la permanencia de la sociedad rural; la es-
tructura jerárquica se modifica en razón a la deserción juvenil
que es asociada a la rentabilidad del cultivo, lo que da indicio de
generar modificaciones en la vocación productiva y por ello en la
identidad agraria en razón a un objetivo de permanencia rural.
Contradicción importante si se traslada el fenómeno a la obser-
vación de las transferencias generacionales.
Analizando los diversos discursos se encuentra que sobre el
maíz se construye un símbolo; esto se señala para explicar que en
el caso de Palos Altos la presencia del monocultivo de maíz es una
realidad avasallante asociada a la proletarización.
Como señala Bartra (2007), la especialización y el monocul-
tivo son aspectos sustantivos de la explotación del campesino; la
proletarización agraria es un proceso de descampesinización que
sigue una tendencia capitalista y hegemónica por el control de los
alimentos, la concentración de los medios de producción en po-
cas manos y la modificación de la estructura productiva de una
región.
En el caso de este análisis es posible observar que fue preci-
samente el orden que tomó la estructura productiva lo que per-
mitió la especialización en la producción de maíz; la imposición
del monocultivo de maíz en la región ha provocado un proceso de
competencia desigual respecto a los sistemas de producción.
Retomando testimonios se observa que la selección de la semilla
perfecciona la producción de maíz criollo en tanto mejora el ren-
dimiento siendo mayor en calidad respecto a las semillas hibridas.
No obstante, este proceso implica una producción de menor es-
cala con una inversión mayor de trabajo que deriva en un benefi-
cio comparado socialmente menor al necesario, este proceso
refuerza la capacidad homogeneizadora del monocultivo dado
que el proceso competitivo entre una producción criolla y una
producción industrial se da en razón a los rendimientos y los sub-
sidios directos e indirectos.
158
Las y los jóvenes alteños
159
Palos Altos (Juxmapa), un colectivo formado en el año 2011 que
comenzó a cuestionar la condición especifica de los jóvenes cam-
pesinos en medio de un duro proceso de erosión social, económi-
ca, política, ambiental, cultural, una condición casi invisible para
la mayoría de los pobladores de la región.
160
bre las convencionalidades y las formas de convivencia usuales en
su comunidad.
En junio de 2013 el caso de la comunidad de Palos Altos fue
uno de los que se presentó en la Preaudiencia del Tribunal Per-
manente de los Pueblos (TPP) como muestra de que existe una
violencia sistemática del Estado mexicano hacia la población en
general del país; fue el análisis del colectivo Juxmapa lo que per-
mitió dilucidar el conjunto de problemáticas que experimenta el
campo mexicano en espacios donde el monocultivo es la norma y
el desvío de poder es evidente.
Como tal el diagnóstico que los integrantes del colectivo rea-
lizan para presentar el caso de Palos Altos ante el TPP puede con-
siderarse una síntesis del discurso y lectura que el colectivo tiene
sobre su realidad inmediata.
En diferentes momentos el colectivo señala insistentemente
ver afectado tanto su presente como su futuro y el de su comuni-
dad, así aparece tanto en la denuncia presentada ante el TPP como
en diversos momentos de su conversación y consideran que esta
situación no es privativa de su comunidad sino que se extiende a
“[…] escalas mayores que se repite en otros lugares del país, en todos ellos se
ha venido devastando el campo y denigrando la vida campesina” (TPP, 2013).
Entienden que el menosprecio por el campo no es actual, se
fue reforzando por los modelos de desarrollo implementados por
los gobiernos donde se exaltó lo industrial y se industrializó la
agricultura.
El proyecto de incrementar la vinculación entre el sector
agrícola general en el Tratado de Libre Comercio de América del
Norte es el antecedente inmediato de la situación económica de
la comunidad “la agricultura […] base imprescindible de nuestra subsis-
tencia como pueblos”, y añaden que además ven la presencia de otro
tipo de afectaciones sociales y culturales.
Entre su comunidad se difundió la idea de que los estudios
universitarios eran una buena opción para el desarrollo “[…]
muchos de los que suscribimos esta acusación hemos escuchado de nuestros
padres, madres y abuelos ‘estudia para que no seas como yo’, como si de lo que
se tratara es de dejar de ser campesino para poder tener una vida digna, por
161
otro lado esta frase también supone que los estudios universitarios están divor-
ciados del trabajo del campo. También se fue reforzando el estereotipo de que
quien estudia no puede ser campesino y un verdadero campesino tiende a ser
ignorante o no tiene tiempo para estudiar”.
De esta manera los jóvenes del colectivo consideran que existe
un divorcio entre las expectativas, las posibilidades y los estereoti-
pos entre la universidad y el campo<las universidades no enseñan a
estar en el campo> y el campesino universitario se encuentra
estructuralmente excluido de su comunidad cuando opta por este
tipo de proyecto.
Acusan a la “educación formal”, de brindar un pésimo servicio
que les impide una lectura, una comprensión y una apropiación
adecuada de su medio ambiente social, natural y económico <pasa
que en las escuelas como que no te dan una educación que te ayude a entender
como la problemática que hay aquí en el rancho y cómo enfrentarla, no te
enseñan a verlo>.
Además identifican que el sistema escolarizado obliga a los
estudiantes a convertirse en empresarios y a competir, lo que de-
finen como un elemento que fractura las relaciones entre los alum-
nos y luego entre la comunidad.
También observan una total desvinculación del sistema edu-
cativo que promueve un modo de vida urbano en medio de un
entorno rural y agrícola, una fractura que termina por fortalecer
la supeditación al conocimiento externo, provocando el olvido de
los conocimientos agrícolas y agroecológicos de los campesinos
<viene el ingeniero y les habla con un idioma que no es el idioma del campesi-
no, y a veces son para venderles cosas, la semilla, pero es como confundirlos
con cosas técnicas>.
Lógico es que ante estos cuestionamientos las rupturas se
hagan evidentes “[…] se nos pretende hacernos los culpables de no intere-
sarnos en la vida. A los y las jóvenes nos han enseñado a ser pasivos, para no
meternos en problemas, se valora en nosotros el no ser desobedientes, se nos
regaña para no cuestionar las cosas que no nos parecen; después, ante las
dificultades de la vida, se espera de nosotros que seamos críticos e inteligentes
ante ellas”.
162
Así se observa un enfrentamiento generacional, mientras los
adultos acusan a los jóvenes de su abandono y desinterés por el
campo, y éste lo explican por el proceso de degradación econó-
mica y las dificultades productivas, los jóvenes van más allá y con-
sideran que no sólo el proceso económico incide en este
desprendimiento sino en el conjunto de cambios e imposiciones
que se observa en el sistema social de su comunidad.
Lo anterior es evidencia de una doble invisibilidad hacia los
jóvenes rurales, tanto en el conjunto de la sociedad que tiende y
obliga a urbanizar los modos de vida como dentro de su comuni-
dad bajo los parámetros y normas impuestas por jerarquías y for-
mas de organización familiar y comunal. Eso resulta evidente
cuando se subraya el hecho de que los agricultores adultos obser-
van con poco detenimiento el problema de los jóvenes y cuyas
soluciones, que localmente se ofrecen, se limitan a simples estra-
tegias productivas sin una clara rearticulación política.
Estos jóvenes, no obstante, consideran riesgos inmediatos en
sus formas de reproducción y permanencia; la idea de éxito que
la sociedad impone continuamente sobre los jóvenes “y la idea de
que tener éxito es tener dinero” ha provocado que muchos jóvenes tien-
dan a buscarlo pasando por encima de la naturaleza o de sus teji-
dos comunitarios.
“Con respecto a estas formas culturales, la escuela nos dice poco, nues-
tros padres están confundidos exigiéndonos responder inteligentemente como si
tuviéramos todas las herramientas para hacerlo, mientras la televisión y los
medios forman parte de nuestra socialización sin ningún control, ni nuestro, ni
de nuestros padres ni de las instituciones gubernamentales que tienen la obliga-
ción de cumplir frente a esta situación, por ejemplo, en los últimos años se ha
permitido la socialización de la cultura del narco que promueve y naturaliza
la violencia como modo de vida y forma de relación”, acusan en la denun-
cia de 2013 ante el TPP.
Si de algo hace gala el colectivo es de la necesaria reivindica-
ción de su condición de campesinos y campesinas “¡queremos que el
maíz vuelva a ser la vida y no la lenta muerte de nuestro pueblo!” reconocen
como la principal demanda que emana de su organización, y ésta
es resultado de las condiciones materiales que claramente iden-
tifica el colectivo como “ataques a la subsistencia”.
163
“Las empresas que producen los maíces transgénicos tienen ya muchos
años metidas en nuestra comunidad, desde que nacimos conocemos sus marcas
[…] nuestro pensamiento es así: si en estos 20 años esas empresas con sus
maíces transgénicos mal llamados “mejorados” nos han destruido el sueño de
una vida digna ¿qué nos espera con el maíz transgénico que ellos mismos
producen con su ambición desmedida?”.
Efectivamente, el despojo de un proyecto de vida viable en
el campo ocurre no sólo para la economía agrícola de subsisten-
cia; la imposición del monocultivo, a decir del colectivo, ha sido
la manera en que el modo de vida campesino se ha ido devastan-
do como tal y ha invadido su experimentación inmediata. <ningu-
no de nosotros sabíamos que había milpa, nosotros decimos milpa a la mazorca,
no al frijol y la calabaza y todo eso junto, y pensamos que aquí eso no se hacía
hasta que empezamos a preguntar a los abuelos y sí, ellos sembraban la milpa>.
El colectivo ha identificado así, la manifestación de la
desposesión material de su modo de vida señalándolo a grandes
rasgos en tres procesos.13
El primero es la imposición y la promoción del monocultivo
de maíz; al respecto el colectivo denuncia que el uso comercial de
las semillas está condicionado a la compra de un paquete tecno-
lógico, y por tanto despoja de los conocimientos adquiridos que
requisita una dependencia adicional con el mercado de servicios
a través de asesores técnicos promocionados también por las
agroindustrias. Asimismo señalan la incertidumbre de mercado
en que sus padres se someten cada cosecha.
Las y los jóvenes del colectivo denuncian también la inva-
sión de publicidad ofensiva, engañosa y la contaminación visual
que promueven maíces híbridos y agrotóxicos: “usan imágenes fal-
sas y sin contenido […] le quitan al maíz su condición de semilla para con-
vertirlo en dinero” y en este proceso observan una forma específica
de ocupación del territorio <date tu una vuelta y en todas las parcelas
vez publicidad engañosa, en todas, eso es contaminación visual>.
13
En este sentido la desposesión se toma categóricamente desde el análisis que ofrece
David Harvey (1998; 2010), en cuanto a los mecanismos de movilidad espacial y tempo-
ral de los flujos de capital y como la forma que adquiere el proceso de territorialización y
exacción de la renta capitalista.
164
El segundo proceso es la nula atención a los efectos ambien-
tales del monocultivo, “el monocultivo de maíz es el más grande de nues-
tros problemas ambientales”, de sus efectos señalan “no hemos visto alguna
medida efectiva para enfrentarlos” son el envenenamiento de los suelos;
la contaminación del aire y el agua; la perdida de variedades lo-
cales en la milpa; la pérdida irreparable de la biodiversidad, entre
otros como enfermedades en la piel y severos problemas de ali-
mentación pues declaran que en cuanto recibieron el agua para
uso potable que venía de la presa <las gentes comenzaron a tener como
alergias en la piel, como ronchas, primero no decían nada hasta que unos les
dijeron a otros y en muchas familias había este problema de la piel>; <noso-
tros fuimos a la presa y se veía como algo verde como una capa verde fosforiloca
[…] es que a la presa cae todo el desasolve cuando llueve se van todos los
residuos tóxicos que se usan en la siembra, caen en la presa>; <aquí hay
muchos problemas de alimentación por eso>.
Sus acusaciones van directamente hacia el Estado Mexica-
no y sus tres niveles de gobierno quienes suscriben la obligación
de “garantizar la vida digna de los pueblos” y que por el contrario, el
Estado no ha hecho nada por mitigar, evitar o eliminar aquello
que imposibilita y debilita al campo; “las y los jóvenes rurales represen-
tamos el futuro de la agricultura, tenemos derecho a existir porque esta activi-
dad y su desarrollo digno depende la vida de la humanidad”.
La lucidez de su demanda no es lo único que contradice el
estereotipo de los y las casi invisibles jóvenes rurales; su misma
condición los ha llevado a un conjunto de contradicciones especí-
ficas con su medio. El colectivo ha generado estrategias de inter-
vención para dar a conocer la situación del municipio y su localidad
<en la cual se generan 10 toneladas de basura cada día y eso es puras enfer-
medades> y en estas formas de intervención se observan las ruptu-
ras constantes a las que tienen que enfrentarse.
Señalan que al avanzar en el diagnóstico ambiental se die-
ron cuenta de los complejísimos efectos del monocultivo y del uso
de paquetes tecnológicos; conscientes de los daños intentaron di-
fundir información entre los agricultores, sus padres <pero decían,
va, ¿tú qué sabes?”>; eso llevó al colectivo a reflexionar la estructura
de parentesco en la que se desenvuelven; sin embargo se han so-
165
brepuesto a esta situación al grado que comienzan a discutir un
conjunto de procesos convergentes.
También promueven el diálogo con la población, no sólo en
términos del sistema económico-productivo del maíz hibrido, sino
de la condición cultural comunal, y profundizaron en el proceso
de la formación del sujeto y su sexualidad; su conversación se
amplía hacia la homosexualidad, el matrimonio y los derechos
lésbico-gay, la influencia de la Iglesia sobre la moralidad de la
comunidad y las formas de relacionarse entre las y los adolescentes.
La necesidad de enfrentar y dar a conocer la problemática
de su pueblo implica enfrentarse a las prácticas de sus padres:
<[…] me dijo mi papá -ahí están tres hectáreas, siémbralas con eso orgánico
a ver si es cierto. Pensó que no podía; que me voy con Juan Alba [Ingeniero
de la AAL] y que le digo -vamos a hacer un experimento, y ya vamos a
empezar el próximo ciclo […] creen que porque somos mujeres no podemos
sembrar, ser campesinas>.
Les ha requerido enfrentar y transformar figuras de autori-
dad <trabajamos un año seguido en la secundaria a la hora del receso> para
evitar el uso de desechables y sustituirlo por vasos y platos de
<gabazo de caña que es más resistente y biodegradable>y que ellas mis-
mas donaron a la institución <pero con los maestros, ¡uff !, había que
hacerles entender que ellos tenían una responsabilidad; pero ellos, como son los
maestros, como que no les gusta que uno les diga qué hacer, por eso tuvimos que
ir nosotras, cada quien un día, también con los alumnos, pues no hace mucho
nosotras salimos de la secundaria, siempre está ahí el típico vaguillo, hay que
saberles decir cómo hacer las cosas>.
Entre todo, los y las jóvenes del colectivo expresan en su
discurso una politización amplia y crítica, reconocer la <explota-
ción> a la que sus padres y madres son sometidos por <el capitalis-
mo>; reconocen la infiltración perniciosa de la <cultura de masas>,
los procesos de <segregación de género>, las <transformaciones estructu-
rales> y los <impactos históricos>;y en su plática varias veces señala-
ron: <[…] queremos ser campesinos porque eso es lo que somos>.
Además se encontró una fuerte preocupación sobre la base
social de reproducción en función a la utilización del bono demo-
gráfico rural.<Es que yo sí vi que aquí las cosas estaban re mal, aquí la
166
gente vive de la siembra y entonces la cosa está grave porque lo que supimos de
un señor que dijo que para cierto año se quería sacar a 10 mil campesinos del
campo [la referencia de la chica es hacia los desafortunados cálcu-
los de Luis Tellez K. (1994) quien consideró que la moderniza-
ción y apertura comercial del campo mexicano requería liberar
mano de obra estancada] y ¿por qué? ¿Qué hay de malo en vivir uno en el
campo? O sea que como que nos quieren quitar esa idea de que en el campo uno
puede vivir dignamente, y qué va a pasar con nosotros en nuestras familias>.
En términos generales es posible hablar de desposesión, la
misma que ha dotado a los jóvenes de la capacidad de darle una
lectura específica a su realidad <nos dimos cuenta de que cuando noso-
tros seamos adultos ya no va a quedar nada, ni tierra, ni agua, ni nada>
señaló acuciante en la conversación una de las integrantes del
colectivo.
Conclusiones
167
La presencia de jóvenes campesinos en el medio parece evi-
denciar la extensión de la proletarización rural. Por lo menos en
el caso de Palos Altos, los jóvenes sin problema atienden a todas
las características de la superpoblación relativa: sin empleo, so-
portados por sus infraestructuras familiares y comunales, en cons-
tante movilización, sin propiedad de medios de producción aun
cuando los padres sí los poseen, etcétera.
La resistencia que comienza a plantear el colectivo Juxmapa
es a la proletarización, la cual se efectúa a través de la violencia
concreta e implícita del Estado, factor que identifican como vio-
lencia sistemática. Este proceso los lleva a plantear una agenda
donde la principal preocupación en el reconocimiento en sí de su
condición material actual como campesinos y campesinas. Sus
intervenciones, como ellas las llaman, tienden a reconstituir al
maíz como fundamento de su pueblo, por tanto su actuar es polí-
tico.
Este fenómeno de organización refleja además la constante
cíclica de composición de la clase campesina que se muestra en el
hecho de que desde la base material se solidifica y se construye al
sujeto colectivo y que son las determinaciones etarias y de género
fundamentales en la consideración del devenir de las sociedades
agrarias.
El desgaste constante de ese reducto de subsistencia produc-
tiva que fue el campo, provocó una forma moderna de éxodo,
intermitente, dinámico, de ida y de vuelta, interiorizado y juvenil,
que ha permeado en las estructuras más íntimas de las comuni-
dades y que se refleja en todos los procesos económicos, políticos
y culturales.
La proletarización no sólo encarna desarraigo sino también
acostumbramiento, adaptación y cambios; el Estado ha tenido en
este proceso un papel protagónico facilitando la devaluación de
la fuerza de trabajo rural en un ataque sistemático a las posibili-
dades de subsistencia de las y los jóvenes.
La forma, tamaño y comportamiento de la pirámide
poblacional del país explica la importancia de manejar a una masa
de trabajadores devaluados en medio de un escenario de desem-
168
pleo estructural, destrucción de la base material y ruptura del
tejido social en relación a una necesaria reestructuración de di-
versas áreas productivas.
La privatización se impone sobre los procesos de reproduc-
ción ya que ésta se realiza en torno a un conjunto de bienes priva-
dos rebasando “la gestión colectiva del excedente” como lo expone
Dussel (2013).
Para privatizar la vida se legitiman las estrategias perversas
del Estado desde la misma interiorización de las fallas de éste.
<!Estamos acostumbrados a que el gobierno nos dé todo¡> repiten conti-
nuamente campesinos de Jalisco, de Michoacán, de Guerrero, de
Guanajuato, a pesar de que desde hace décadas el gobierno mexi-
cano ha disminuido a casi cero la política fiscal para el campo, ha
eliminado subsidios, ha permitido que las empresas acaparen los
medios de producción, ha eliminado la propiedad social y se ha
mantenido una planeación económica donde la infraestructura
básica es para apoyar a grandes capitales agroindustriales, carre-
teras que incomunican a las comunidades y presas que despojan
de agua a los agricultores, limitándose a emplear programas de
transferencias improductivas al medio rural.
Son procesos de ‘planeación económica’ que tienen como
fundamento el desmantelamiento político de la clase campesina
que implica no sólo coerción o represión sino también consenti-
miento y acostumbramiento. De ahí la importancia del caso que
se presentó anteriormente; en los jóvenes se recrea tanto los pro-
cesos de desmantelamiento de la clase campesina como se evi-
dencian las contradicciones que genera el proceso de regulación
íntimamente relacionado a las crisis crónicas del capitalismo y
sus sutiles formas de estabilidad.
169
Bibliografía
170
Harvey, D. (1998). La condición de la posmodernidad, investigación so-
bre los orígenes del cambio cultural. Segunda edición. España,
Akal.
. (2004). El nuevo imperialismo, acumulación por desposesión.
España, Ed. Akal.
Leonard, E., &Mollard, E. (S/f). “Caracterización y perspectivas de la
agricultura periférica”. Relaciones, núm. 37, pp. 25-60.
Mies, M. (1987). Patriarchy and Accumulation on a World Scale. Women in the
International Division of Labor. Londres, ZedBooks.
Paré, L. (1981). El proletariado agrícola en México ¿Campesinos sin tierra o prole-
tarios agrícolas? Cuarta Edición. Ed. Siglo XXI. DF.
Sánchez, D. (2012). “Comunidad-migración: interpretando la construc-
ción de una relación compleja”. Tesis de maestría. Universidad
Autónoma de Querétaro, Facultad de Psicología, Maestría en
Psicología social.
Shanin, T. (1974). Campesinos y sociedad campesina. México, Fondo de Cul-
tura Económica.
. (1976). Naturaleza y lógica de la economía campesina. Barcelona, Edi-
torial Anagrama.
Téllez, L. 1994. La modernización del sector agropecuario y forestal. México,
Fondo de cultura económica.
Consultas WEB
Testimonios
171
172
6
Introducción
173
A partir de una investigación exploratoria, he partido de tres
hipótesis que permitirán, a lo largo del capítulo, ir hilvanando
datos y testimonios que puedan confirmarlas y, lo que es más im-
portante, apuntalar algunas propuestas de política pública y de
acción ciudadana en torno al problema de la violencia. Estas hi-
pótesis son las siguientes:
1. El principal “foco rojo” del municipio de Lázaro Cárde-
nas en relación a la violencia social es el alto grado de
desigualdad que prevalece desde los años 70 que se inició
el desarrollo industrial del puerto, y que se ha ido
agudizando al paso del tiempo, debido a la política eco-
nómica neoliberal. Si damos crédito a los estudios nacio-
nales e internacionales que identifican a la desigualdad
como una causa directa de la violencia social, más que la
pobreza neta (Buvinic, et al., 2005, Maldonado, 2012),
hemos de aceptar que Lázaro Cárdenas, junto con
Zamora, Uruapan y Morelia, concentran los mayores
índices de desigualdad en el estado y, con ello, un impor-
tante potencial para detonar procesos violentos entre su
población. En el caso de Lázaro Cárdenas, el modelo de
desarrollo que se impuso contiene desde su concepción y
su origen las semillas de una profunda desigualdad (Toledo
y Alcalá, 2003).
2. Aunado a esta condición de violencia estructural, la vio-
lencia directa puede exacerbarse debido a la existencia
de un estado débil, que no cumple con las tareas de pro-
teger y brindar seguridad a la población, en virtud de
que sus instituciones son incapaces de erradicar proble-
mas endémicos como la impunidad y la corrupción (Ro-
jas, 2008). En Lázaro Cárdenas, la percepción de la
población es que no puede confiar en las instituciones
gubernamentales, ni de impartición de justicia, lo que
aumenta la sensación de estar “solos” a merced de la vio-
lencia. Más aún, se identifica a los gobiernos y a las fuer-
zas del orden como una de las fuentes de violencia hacia
los ciudadanos.
174
3. El capital social del municipio de Lázaro Cárdenas existe
y no es nada despreciable. Ese capital, que se ha manifes-
tado en el pasado defendiendo causas laborales y am-
bientales, puede ser movilizado para prevenir y contener
la violencia, pero sólo tendrá éxito en combinación con
la voluntad actuante de los actores más poderosos: el go-
bierno y las empresas asentadas en la zona. Es preciso
recuperar, depurar y fortalecer el capital social de los di-
ferentes movimientos sociales que han tenido lugar en el
municipio y en general en la zona portuaria, y que ha
sido muchas veces tergiversado y manipulado por intere-
ses políticos y económicos de distinto origen.
175
La noción de capital social
Cuadro Cuadro
5 Capital social
5 Capital social según
según tipotipo y descripción
y descripción
1
Citado en PNUD, Informe sobre Desarrollo Humano Michoacán 2007, p. 101
176
Como puede apreciarse en el cuadro anterior, el capital so-
cial constituye una dimensión fundamental para la vida en socie-
dad, ya que da forma a las estructuras relacionales y a los acuerdos
indispensables para la convivencia humana civilizada. Sin capital
social es improbable que las personas se organicen en grupos o
asociaciones para lograr fines comunes, o que los individuos man-
tengan cierto nivel de lealtad hacia su comunidad y un claro sen-
tido de pertenencia. Las normas no escritas referentes a la ayuda
mutua, la prestación de favores, la confianza y la reciprocidad,
elementos de capital social sin los cuales no es posible concebir la
cohesión social y la autorregulación de recursos de todo tipo
—materiales y simbólicos— que dan vida a los intercambios coti-
dianos entre los individuos.
Sin embargo, como el propio Putman (2000) señala, es más
fácil destruir el capital social que crearlo. Cuando se ha instalado
un clima de violencia en una región, es muy probable que las
delicadas fibras del tejido social hayan sido desgarradas previa-
mente, y la tarea de reconstruirlas no se avizora ni sencilla ni rá-
pida.
Si damos crédito a los diferentes autores que han estudiado
y caracterizado al capital social en los últimos años, sabremos que
este tipo de capital muestra características similares a otro tipo de
capitales, como el capital natural o el capital financiero. Por ejem-
plo, es difícil de crear, y fácil de destruir. Al igual que el capital
natural, constituido por los recursos naturales disponibles en un
territorio, y cuya existencia se debe a siglos o milenios de evolu-
ción de la naturaleza, el capital social es un conjunto de bienes
que a la comunidad que lo posee le ha llevado mucho tiempo y
esfuerzo crear y mantener. Si esos bienes no se cuidan y se prote-
gen, pueden ser dilapidados, depredados y finalmente destruidos,
tal y como ocurre con los recursos naturales.
Llevando la comparación un poco más allá, podremos con-
cluir que, una vez deteriorados los ecosistemas, es mucho más
costoso y difícil restaurarlos que si los hubiésemos protegido y
mantenido. A veces, incluso, la restauración resulta imposible
debido al grado de deterioro sufrido. De manera similar, el capi-
177
tal social puede ser restituido después de haber sufrido procesos
de destrucción sistemática, pero este proceso suele ser muy lento
y requiere de inversiones —acciones, sacrificios, tiempo— muy
altas y constantes por parte de los actores sociales interesados en
ello(Putnam 2000; Häuberer, 2011). En ese sentido, parecería más
sensato proteger y aumentar el capital social existente, que des-
truirlo y restaurarlo, o comenzar a crearlo desde cero.
La reflexión anterior viene al caso porque en este capítulo
haré referencia al capital social en relación al fenómeno de la
violencia social, tomando en cuenta el riesgo de que, en contextos
de violencia generalizada, este capital puede destruirse o dismi-
nuir, o bien, jugar un papel de contenedor y neutralizador de las
conductas violentas. Así, es un hecho que:
178
violentas entre individuos, sino a condiciones que, siendo inhe-
rentes al funcionamiento de un sistema social, colocan a grandes
grupos de personas en una situación de vulnerabilidad perma-
nente, debido a sus carencias económicas, educativas, de acceso a
la salud, etc. Considerado lo anterior, podemos distinguir al me-
nos tres formas de abordar las posibles relaciones entre capital
social y violencia:
a) Destrucción: Si bien, la violencia no es el único meca-
nismo efectivo mediante el cual se destruye el capital so-
cial, para los propósitos de este estudio es de capital
importancia ubicarla como uno de los factores que ma-
yor capacidad destructiva ejercen en contra de las for-
mas establecidas –formal e informalmente- de relación
social. Esto es evidente en situaciones como la generali-
zación del miedo y la desconfianza entre los habitantes
de una localidad, cuando éstos perciben un aumento de
las conductas violentas e ilegales en su entorno. La
internalización de actitudes como el miedo y la descon-
fianza se traducen en una disminución de la participa-
ción en asuntos colectivos, así como en la renuencia a
cooperar con y a ayudad a otros. Formas aparentemente
menos graves de desvinculación ocurren también en tor-
no a la menor participación de las personas en eventos
de tipo cultural y recreativo, por el temor a sufrir agresio-
nes en medio de un clima de inseguridad. Esta baja en la
participación en eventos y acciones colectivas conduce al
aislamiento de las personas en el único espacio que con-
sideran seguro: el hogar y la familia, en detrimento de la
creación o el fortalecimiento de vínculos sociales más
amplios. Sin duda, el debilitamiento de los lazos sociales
resultante tiene consecuencias en todas las esferas de la
vida social.
b) Creación de capital social perverso: en entornos
donde la violencia se haya a la alza, sin que existan es-
tructuras efectivas de control estatal o social de la misma,
es común que surjan formas de capital social perverso,
179
mediante las cuales la violencia se reproduce y adquiere
mayor potencial para actuar. Es el caso de las pandillas
juveniles criminales, de las mafias del crimen organiza-
do, y de algunos casos de sectas o cultos que aprovechan
la vulnerabilidad de las personas para fines de lucro o de
poder. Aunque prácticamente no existen estudios del ca-
pital social perverso, la mayoría de los autores reconocen
que el capital social creado a partir del establecimiento
de relaciones sociales puede ser usado con fines de bien
común o con fines de beneficios de un determinado gru-
po a costa del resto de la colectividad. Hoy en día se ha
hecho evidente que tanto las pandillas criminales (Ej. las
“maras” en Centroamérica), como las células del crimen
organizado operan basándose en estructuras de relacio-
nes muy complejas, con sus propias reglas y códigos de
pertenencia. Al igual que otras formas no perversas de
capital social, estas estructuras ilegales benefician a sus
miembros en función de sus “inversiones” en el manteni-
miento de sus recursos relacionales, simbólicos, operativos
y económicos.
c) El capital social como red de protección de la
comunidad:esta última modalidad de la relación entre
capital social y violencia se refiere a la capacidad de las
formas de socialidad para brindar seguridad y protec-
ción a sus miembros ante la eventualidad de la violencia.
En este sentido, la existencia de redes sociales solidarias
sólidas y efectivas puede ser vista como una ventaja en
una localidad, en tanto que pueden actuar como meca-
nismos de contención, protección ante e incluso disuasión
del ejercicio de actos violentos entre o hacia sus miem-
bros. Estudios de la vulnerabilidad social frente a situa-
ciones de riesgo (Ej. desastres naturales y ambientales)
reconocen como una capacidad importante la existencia
de cierto nivel de organización de la comunidad para
actuar de manera coordinada ante una posible amenaza.
Lo mismo aplica para el caso de la violencia. Una comu-
180
nidad desestructurada, sin mecanismos organizativos para
la cooperación y la ayuda mutua, es altamente vulnera-
ble a la violencia y no posee los recursos organizativos y
de cohesión que le permitan enfrentarla de manera efec-
tiva. Ahora bien, es importante señalar que en un entor-
no sociopolítico donde las instituciones responsables de
mantener la seguridad y el orden y de impartir justicia,
difícilmente el capital social por sí mismo podrá tener
éxito en mantener a raya la violencia. Sin embargo, el
nivel de resiliencia de la población o comunidad, basado
en gran medida en la existencia de redes de protección
social, sí puede convertirse en un recurso estratégico para
los individuos y grupos más vulnerables.
181
Capital social y desarrollo humano
182
presentaba una tendencia creciente el capital social iba en descen-
so a partir de 1999” (PNUD, 2007).
183
viendo a los ciudadanos más vulnerables en todos sentidos, a la
vez que fomenta un individualismo que se traduce en la actitud
de “sálvese quien pueda”. Parece entonces pertinente revertir pro-
cesos que erosionan las relaciones y las organizaciones sociales
que buscan un bien común, y fomentar procesos nuevos que for-
talezcan las capacidades de las personas para ayudarse y prote-
gerse entre sí, y en general para mejorar sus condiciones de vida,
una vida “libre de violencia”.
Confianza
184
los ciudadanos del estado. Más allá de indagar sobre las posibles
causas de este déficit, es pertinente reflexionar sobre sus conse-
cuencias para todas las esferas de la vida social en el estado, in-
cluida la económica. Putnam y otros estudiosos del capital social
enfatizan que la confianza reduce significativamente el costo de
las transacciones comerciales, mientras que la desconfianza
—entre ciudadanos y de éstos hacia las instituciones— dificulta
en gran medida la creación de un clima propicio para los nego-
cios y la prosperidad de las poblaciones. Imaginar y realizar prác-
ticas relacionales que fortalezcan y, si es preciso, restituyan la
confianza entre los michoacanos parece, en todo caso, una tarea
difícil pero urgente.
De acuerdo con testimonios recabados para este estudio, la
desconfianza entre ciudadanos está muy relacionada con la infil-
tración del crimen organizado en prácticamente todos los ámbi-
tos de actividad y de convivencia de las poblaciones. Así, como
menciona una joven entrevistada “no puedes decir lo que piensas
porque no sabes con quién estás hablando”. Es decir, cualquier
vecino es sospechoso de participar “con los malos” y por lo tanto
hay que cuidar lo que se dice, pues las consecuencias de hacerlos
enojar pueden ser fatales. En Lázaro Cárdenas, esta infiltración
ha llegado a ser tan sistemática como el hecho de que, según tes-
timonios, “hay un ‘halcón’ en cada grupo de estudiantes de cierta
institución de educación superior, que se encarga de informa todo
lo que sucede, y de abrir mercado para la droga entre los alumnos
del plantel” (Grupo focales realizados en Apatzingán y en Cd.
Lázaro Cárdenas).
Según la Encuesta sobre capital social realizada en Mi-
choacán en 2006 (PNUD, 2007) las personas otorgan la mayor con-
fianza a los miembros de su familia, y en segundo lugar a la Iglesia
como institución. Es notorio observar los bajos niveles de
confiabilidad que ante los ojos de la población merecen las perso-
nas e instituciones dedicadas a impartir orden y justicia, como los
jueces, la policía y el gobierno. Y más abajo aún se sitúan los
empresarios y los partidos políticos. En este tema, las diferencias
entre la población pobre y no pobre no parecen significativas.
185
Redes sociales
186
Los temas en torno a los cuales la población se organiza y
actúa en forma colectiva, también difieren según se trate de per-
sonas pobres y no pobres, o de hombres y mujeres. Para el tema
que nos concierne, que es el de la relación entre capital social y
violencia, esta información resulta particularmente valiosa. Pri-
mero, porque nos muestra que, si bien, la población pobre es la
que más participa de manera organizada en torno a temas de
violencia, la población no pobre tiene una mayor participación
en asuntos de seguridad. Ambos temas están íntimamente rela-
cionados, y pueden eslabonarse con relativa facilidad, cuando se
trate de buscar sinergias y de potenciar la participación social
generalizada para prevenir y/o contener la violencia. Por otra
parte, la amplia participación de las mujeres en torno a asuntos
de servicios urbanos básicos, salud y educación (PNUD, 2007) dan
pista acerca de aquellas propuestas o programas que pueden
resultarles de mayor interés, propiciando así la creación y el forta-
lecimiento de espacios de interacción que redunda, como es sabi-
do, en el aumento del capital social compartido.
En el caso de Lázaro Cárdenas, si bien la población parece
compartir en general estas tendencias de participación, hay un
tema en el que se rompe tal similitud: el medio ambiente. A dife-
rencia de los datos estatales, en Lázaro Cárdenas ha sido la po-
blación pobre y excluida la que ha enarbolado las causas
ambientales con mayor ahínco (Alcalá, 2003), particularmente,
el movimiento de los pescadores, autodenominado Sector Pesquero
de Lázaro Cárdenas. Este movimiento constituye por lo tanto un
referente obligado en relación al capital social del municipio (Cano,
2003).
Los aportes que hacen los michoacanos para resolver pro-
blemas comunes en forma organizada, son principalmente: tiem-
po, trabajo y dinero, en el caso de la población no pobre; y tiempo,
dinero y trabajo, en ese orden, el caso de la población pobre. Esta
última aporta, además, bienes en especie y comida, lo cual proba-
blemente refleja un rasgo cultural de las comunidades rurales e
indígenas, para quienes la comida forma parte indispensable de
la convivencia y de la creación de vínculos sociales. Es muy signi-
187
ficativo que el Sector pesquero de Lázaro Cárdenas, durante sus
movilizaciones, donara pescado a otros grupos solidarios con su
movimiento, o a grupos necesitados de ayuda, para aumentar su
legitimidad ante la sociedad porteña (Cano, 2003).
Finalmente, la Encuesta revela las razones que la población
michoacana encuentra como explicación para no participar en
causas comunes. Dichas razones aparecen nuevamente distin-
guiendo entre población pobre y no pobre. Llama la atención
que ambos grupos poblacionales consideran al egoísmo como la
principal razón para no participar, aunque éste tiene mayor peso
entre la población no pobre, mientras que los desacuerdos figu-
ran como de mayor importancia para los pobres. Una posible
explicación de estas diferencias puede encontrarse en el hecho de
que la población pobre mantiene por tradición o por necesidad
ciertas prácticas de cooperación y ayuda mutua, mientras que la
población de mayores ingresos —y presumiblemente, más urba-
nizada— es más proclive a las conductas individualistas. El dar
más peso a los desacuerdos como obstáculo para la participación
puede evidenciar que la población pobre carece en mayor medi-
da de recursos como la negociación y la mediación para dirimir
diferencias y conflictos, lo que, por otra parte, puede desembocar
en una mayor proclividad al uso de la violencia.
En el caso de Lázaro Cárdenas, los participantes en el grupo
de enfoque coincidieron en esas explicaciones. Para profundizar,
uno de los asistentes mencionó que a mayor ascenso en la escala
socioeconómica, los ciudadanos buscan “deslindarse” de su en-
torno y por lo tanto, abandonan toda participación en las causas
“de los pobres”. Esto, como una manera de “desidentificarse”
con la pobreza, pero también como una estrategia para evitar ser
excluidos de beneficios y/o privilegios en sus nuevos grupos de
pertenencia e interacción. Estas actitudes se relacionan directa-
mente con las otras razones para no participar que menciona la
encuesta: el miedo a la crítica y el miedo a la autoridad. De acuer-
do con los participantes, ambas son razones de mucho peso en el
medio social porteño, pero en especial destacan el aumento del
miedo a la autoridad, particularmente en los últimos 6 años, cuan-
do se establece la presencia de las fuerzas federales en el municipio.
188
El capital social activo en Lázaro Cárdenas
189
que, según los participantes, se formaron con fines electorales al
amparo de partidos políticos, y por lo tanto sólo actúan en perío-
dos de elecciones y su actividad es meramente coyuntural.
Destaca la ausencia de asociaciones típicas de las ciudades
medias, como el Club de Leones o el Club Rotario. Sin embargo,
hay una presencia importante de Alcohólicos Anónimos, que De
acuerdo con testimonios, ha jugado un papel importante en la
zona, debido al grave problema de alcoholismo existente. Se des-
conoce si la Iglesia Católica, a través de la pastoral social, ha for-
mado grupos o asociaciones con objetivos más allá de los
devocionales. Durante el estudio no escuchamos ninguna men-
ción al respecto.
190
nes del Gral. Cárdenas), implicó una dinámica de decisiones top
down, que nunca ha considerado importante consultar e involu-
crar a la población y por ende, ha dejado en segundo plano, por
decir lo menos, sus necesidades y su bienestar. Este estilo de pla-
neación, que ha prevalecido en todo el país, alcanza en Lázaro
Cárdenas dimensiones dramáticas por los profundos desequilibrios
sociales y ambientales que ha producido. Para Toledo, tales
desequilibrios son estructurales en la economía y la sociedad re-
gionales, pues derivan de la forma en la que se construyó el com-
plejo portuario-industrial.
Es imposible estudiar la violencia social en la zona sin esta-
blecer conexiones con estos procesos que, aunque pensados en
principio como detonadores del desarrollo del país, han genera-
do a la par destrucción de los recursos naturales vitales para el
sostenimiento de la población urbana y rural, y profundas esci-
siones y desigualdades entre los diversos sectores que habitan el
territorio. Otro de los estudios realizados sobre esta región en su
propio título se cuestiona: Las Truchas: ¿inversión para la des-
igualdad? (Restrepo, 1984).
Es preciso, pues, identificar las causas de la violencia social
en estos orígenes que, aunque recientes, han dejado profundas
marcas —algunas quizá irreversibles— en el territorio
lazarocardense. Partiendo, de la noción de “zona de desastre”
como propone Alejandro Toledo, habría que buscar el potencial
de la reconstrucción y recuperación del territorio, en el sentido
más amplio posible: como reservorio de recursos naturales y ser-
vicios ambientales, como hábitat humano, como espacio de
interacciones económicas, y desde luego, como un espacio de
posibilidad para relaciones sociales y culturales que generen un
clima de convivencia pacífica entre sus habitantes.
Estrechamente ligados a estos desequilibrios económicos, am-
bientales y sociales, han surgido en la región y en el municipio
respuestas enérgicas y exigencias por parte de los pobladores afec-
tados: campesinos ejidatarios, pescadores, obreros, colonos. La
historia de los movimientos sociales de Lázaro Cárdenas, su re-
clamo por mejorar las condiciones de vida de la gente, así como
191
Cuadro 6 Organizaciones activas en Lázaro Cárdenas
192
recuperar los ecosistemas de los que depende en gran medida su
subsistencia, debe ser el otro punto de partida para plantear al-
ternativas a la violencia social en el municipio. Éste puede ser la
fuente de energía y de esperanza necesarias para hacer contrape-
so al “desastre”.
193
Participantes en el grupo focal coincidieron en que la vio-
lencia y el miedo al crimen han aumentado entre la población
desde la llegada de fuerzas federales de seguridad, incluyendo al
ejército y la marina. A su entender, los operativos llevados a cabo
por estas agrupaciones, en el contexto de la lucha contra el cri-
men organizado, han aumentado significativamente las situacio-
nes peligrosas para la propia población. Esto debido a que no
sólo se dan enfrentamientos entre la fuerza pública y los delin-
cuentes, sino que se han exacerbado las pugnas entre grupos cri-
minales, y en algunas ocasiones, son los propios policías y/o
militares quienes comenten ilícitos o simplemente son omisos ante
agresiones contra la población.
194
determinante en el clima de violencia social que experimentan.
Aunque indican que delitos como el secuestro son comunes en el
área desde hace unas 3 décadas, reconocen que actos como la
extorsión y los “levantones” han aumentado en los últimos cinco
años, coincidiendo con la entrada y presencia permanente de las
fuerzas federales. Consideran que un factor importante a consi-
derar en el aumento de la violencia es que el puerto ha sido du-
rante muchos años un sitio estratégico para el trasiego de
precursores químicos y drogas ilegales, y en fechas más recientes,
para el tráfico de armas.
Otro aspecto medular dentro de los fenómenos de violencia
social en Michoacán es la violencia de género y la violencia
intrafamiliar. Según estadísticas recientes, Michoacán ocupa el
3er lugar nacional en cuanto a violencia de género, a pesar de
que el estado ha realizado esfuerzos importantes para mejorar las
condiciones de las mujeres y las niñas, tales como garantizar el
pleno acceso al sistema educativo. (INEGI-UNIFEM, 2009). No obs-
tante, prevalecen rezagos importantes de la población femenina
en cuanto a indicadores educativos y de ingresos, lo cual podría
ser una de las causas de la gran vulnerabilidad de las mujeres
michoacanas frente a la violencia.
Los participantes reconocieron que aunque en Lázaro Cár-
denas hay muchos signos de cultura machista, se han hecho es-
fuerzos importantes por implantar sistemas de equidad de género
a nivel institucional. Un caso exitoso que se menciona es el del
instituto Tecnológico, donde no sólo han logrado la certificación
del Inmujeres al respecto, sino que se ha logrado de hecho mejo-
rar bastante el clima laboral, al disminuir las agresiones, el acoso,
la discriminación y otras manifestaciones de violencia de género.
Se reconoce, sin embargo, que a nivel municipal no existe un área
ni programas destinados a sensibilizar a los funcionarios y a la
población sobre la equidad de género, así como tampoco existen
espacios de atención a mujeres violentadas ni a víctimas de vio-
lencia intrafamiliar.
La figura siguiente muestra que los delitos más frecuentes
reportados en la región de Tierra Caliente y de la Sierra Costa,
195
están en gran medida vinculados a las relaciones entre hombres y
mujeres e intrafamiliares. De ahí que resulte de primordial im-
portancia considerar los factores culturales y educativos en cual-
quier propuesta de prevención y contención de la violencia en
estas regiones del estado. Si bien, Lázaro Cárdenas no es el muni-
cipio de mayor incidencia en cuanto a violencia de género, sí com-
parte algunas características con otros municipios de esas regiones,
que por tradición mal entendida prodigan maltrato y discrimina-
ción a las mujeres.
Es de atenderse asimismo el abuso sexual y de otro tipo con-
tra niños y niñas, para lo cual tampoco existen suficientes progra-
mas e instituciones especializados en el municipio.
Factores precursores
196
pistas acerca de la configuración específica de la violencia social
en el municipio de Lázaro Cárdenas. Cabe señalar que la selec-
ción de los distintos factores no está basada en datos cuantitati-
vos, sino más bien en la percepción de los propios actores, y en un
análisis del contexto histórico-social del municipio, tal como lo
hemos venido haciendo en los apartados anteriores. El propósito
es identificar algunas vertientes de la acción social que derivan o
confluyen en actos y procesos violentos, a fin de poder imaginar
acciones que en el corto, mediano y largo plazo se constituyan en
factores de prevención, de contención y de ser posible, capaces de
revertir las dinámicas de violencia social vigentes.
La lista no es exhaustiva pero ha sido cotejada y validada
con los participantes y entrevistados, por lo que confiamos en que
sí refleja un mapa de la violencia social que se vive en Lázaro
Cárdenas. Consideramos que es verosímil en tanto que se conec-
ta fácilmente con la historia socio-económico-ambiental del mu-
nicipio, así como con los datos sobre violencia y desarrollo humano
en el estado, y con los testimonios y las vivencias reportados por
los propios participantes en el estudio.
• Años 70s y 80s. Población masculina mayorita-
ria (desequilibrio); prostitución, alcoholismo
197
ción inmigrante, hay ya una generación de
lazarocardenses, que tienen arraigo en la ciudad y que
no sólo buscan mejorar sus condiciones de vida, sino
mejorar el medio ambiente y en general la calidad de
vida de la población. Sin embargo, reconocen que viven
en una sociedad fragmentada que no puede cohesionarse
por las grandes desigualdades que existen, por ejemplo:
los inmigrantes extranjeros, que gozan de grandes privi-
legios al ser dueños o ejecutivos de las grandes empresas
instaladas en el complejo portuario industrial, viven en
su propio mundo y no se mezclan con la población nati-
va. Por otro lado, los empleados de esas empresas, que
disfrutan de mejores salarios y prestaciones que la mayo-
ría de la población, y en el otro extremo, los antiguos
productores rurales y pescadores que poco a poco fueron
perdiendo sus medios de vida debido a la urbanización e
industrialización de la zona del delta del río Balsas y que
viven en condiciones precarias. Son ellos los que han pro-
tagonizado los mayores conflictos sociales, reclamando
indemnizaciones, derecho a parte del territorio, mejorar
las condiciones ambientales, etc.
198
de la empresa. Más aún, afirman que entre la población
se maneja la hipótesis de que en sus inicios la represión
definitiva del sindicalismo combativo se disfrazó de “lu-
cha contra el crimen organizado”. Por otra parte, se ce-
rraron al mismo tiempo varias empresas, creándose de
golpe un problema grave de desempleo. Fue a partir de
allí, que, según lo señala un entrevistado, muchas perso-
nas empezaron a ingresar en las filas del crimen organi-
zado, pues no encontraban trabajo en donde solían
hacerlo hasta hace pocos años.
Factores detonadores
199
• Cierre de empresas genera alto desempleo. Muchos
desempleados ingresan a actividades ilegales por necesi-
dad.
• Venta de espacios verdes de colonias y fraccionamientos
por parte del gobierno municipal. Se ha generado un
amplio movimiento de vecinos que se oponen a estas ac-
ciones. Algunos de ellos han recibido amenazas.
200
• Corrupción de las policías estatal y municipal.
Abusos y violaciones de derechos humanos por
parte de las fuerzas federales
201
anteriormente, es uno de los factores de riesgo de violen-
cia más importantes.
202
na, yo ya le levanté su barda, ya no lo veo ni me ve y ahí grita y
salta pero en su casa” (E). 2
203
• Capital social perverso: captación de “bases so-
ciales” por parte del crimen organizado”
204
car la normatividad ambiental. El deterioro constante de
la calidad ambiental y la destrucción del hábitat de dece-
nas de especies —vegetales y animales, terrestres y mari-
nas— la pérdida de tierras fértiles, la contaminación del
agua, etc., todo ello ha afectado las actividades producti-
vas, la base del sustento y la calidad de vida de miles de
familias, tanto del medio rural como urbano.
205
tenido un impacto todavía incalculable —y en algunos
casos irreversible— sobre el medio ambiente y sobre la
salud de la población. Pero más grave aún, se ha destrui-
do la base del sustento de miles de familias rurales y semi-
rurales, sin crear alternativas productivas y sustentables
que incluyan las vocaciones productivas y las capacida-
des de los habitantes de la región (Toledo 2003, 2004;
Alcalá 2004; Cano, 2004; Martínez, 2003).
Conclusiones y recomendaciones
La violencia es un fenómeno multidimensional y complejo,
que surge de la combinación de causas muy diversas. Por ello no
es posible ofrecer respuestas ni soluciones unívocas o lineales.
Creemos que en el caso de Lázaro Cárdenas, y más ampliamen-
te, en las regiones de la Sierra-Costa y Tierra Caliente del estado
de Michoacán, se han ido incubando durante mucho tiempo
—décadas— las semillas de la violencia que hoy se vive, y que
desterrarlas no será una labor rápida ni sencilla (Maldonado,
2012).
Muchas voluntades, capacidades, recursos y condiciones tie-
nen que confluir para que el clima social se transforme, de un
clima atemorizante y debilitador de las energías colectivas, en otro
que las reanime y las encauce hacia el logro de mayor bienestar y
prosperidad para todos. En esta búsqueda, los líderes guberna-
mentales y sociales podrían orientarse con la tesis del Gral. Lázaro
Cárdenas, principal impulsor del sueño demodernizara la costa
michoacana: “Sólo la justicia social garantiza la paz y la felicidad
humana”.
Hemos confirmado de manera suficiente las hipótesis que
planteamos al inicio del capítulo, a saber:
206
a) que el principal motor de la violencia en el municipio de
Lázaro Cárdenas es la existencia de una enorme y cre-
ciente desigualdad;
b) que la debilidad de las instituciones gubernamentales es
en sí una fuente de violencia, al no contener la impuni-
dad, no garantizar seguridad e incluso violentar a los ciu-
dadanos;
c) que existe en el municipio un capital social considerable,
con una historia propia, y un vigor suficiente para actuar
de manera articulada y eficaz como contenedor y trans-
formador de la violencia.
207
En la matriz de resiliencia presentada más arriba se señalan
ya muchas de las acciones que podrían formar parte de alguna de
estas líneas de acción.
208
1. Abatir la desigualdad. La desigualdad es un fenómeno que
abarca muchas dimensiones, de las cuales la más notoria
es la referente a los ingresos. Sin embargo, se extiende a
todos aquellos aspectos de la calidad de vida que tienen
que ver con el acceso a bienes y servicios y a la toma de
decisiones que afectan nuestras vidas, con las capacida-
des para manejar dichos recursos y tomar esas decisio-
nes, con las posibilidades para participar en la vida
pública, de interactuar con otros para lograr fines comu-
nes, de disfrutar beneficios, de tener, en fin, una vida dig-
na de ser vivida. En Lázaro Cárdenas, el acceso al empleo,
a la salud, al esparcimiento y a servicios urbanos básicos
de buena calidad parecen ser indicadores clave en la ta-
rea de disminuir la desigualdad. Estas acciones son indis-
pensables en tanto que se enfocarían de manera directa
en combatir las causas estructurales de la violencia so-
cial, que son las más importantes.
2. Fortalecer la relación gobierno-ciudadanía: aumentar la confianza
en las instituciones. Si hubo una constante en los testimo-
nios recabados, fue la frustración y la rabia ante lo que
los ciudadanos consideran “inatención”, “desprecio”,
“ineficiencia”, “falta de capacidad” y “corrupción” de
las autoridades municipales en el ejercicio de sus funcio-
nes. Con contadas excepciones, la ciudadanía desconfía
profundamente del gobierno municipal —y de los otros
niveles también— como la instancia a la que pueden re-
currir para resolver sus problemas de servicios, de orden
y civilidad, de seguridad, etc. La percepción generaliza-
da es que no se puede esperar mucho de los programas
gubernamentales. Se percibe a los funcionarios públicos
como personas que usan el puesto para beneficiarse a sí
mismos, y que hacen poco en favor de la ciudad. Estable-
cer mecanismos eficaces de comunicación social y de aten-
ción a las demandas ciudadanas sería un una clave para
fortalecer la relación ciudadanía-gobierno, en el enten-
dido, desde luego, de que dichas demandas serán resueltas.
209
3. Fortalecer a las organizaciones y asociaciones no gubernamentales.
Considerarlas interlocutoras y colaboradoras, no enemigas. Más allá
de la retórica de los planes de gobierno, incorporar de
manera sistemática la participación de la sociedad civil
organizada en el diseño y operación de los planes y pro-
gramas de gobierno puede ser un mecanismo excelente
para obtener mejores resultados y para hacer un ejerci-
cio transparente de los recursos públicos. Los mecanis-
mos de participación democrática son espacios propicios
para la creación y fortalecimiento del capital social, ade-
más de que pueden ahorrarle un buen número de con-
flictos al gobierno local. Sea para causas de seguridad
ciudadana, medio ambiente, desarrollo económico, etc.,
convocar a las organizaciones locales creará oportunida-
des nuevas de interacción, de sinergia de recursos y co-
nocimientos, y de alianzas de colaboración para temas
concretos.
Promover, facilitar y respetar la organización de los ciu-
dadanos es una de las características de los gobiernos con
vocación democrática, que favorecen la gobernabilidad
y con ello, la convivencia armónica de la sociedad. Por el
contrario, como se ha vivido ya en Lázaro Cárdenas, re-
primir e ignorar las energías sociales activas o emergen-
tes sólo puede conducir al conflicto y, eventualmente, a
favorecer un clima de violencia. Existen ejemplos alenta-
dores en países de América Latina como Brasil, Cuba y
Venezuela, donde la creación de consejos vecinales, la
planeación y el presupuesto participativos, dan muestra
de que el involucramiento de los ciudadanos organiza-
dos en “la cosa pública” sólo reporta beneficios, además
de que aumenta la legitimidad de los gobiernos locales.
4. Mejorar la seguridad: depurar y fortalecer a la policía, crear una
instancia de denuncia ciudadana. Aunque en este tema están
actualmente involucrados los 3 niveles de gobierno, el
gobierno municipal puede hacer esfuerzos y propuestas
propias para mejorar el funcionamiento de su fuerza pú-
210
blica y recuperar la confianza de los ciudadanos en el
sistema de seguridad. Programas que en el pasado fue-
ron exitosos, como el “Policía de barrio”, capacitar al
personal de seguridad con un enfoque de respeto a los
derechos humanos, crear un área de atención de emer-
gencias y denuncias ciudadanas que realmente funcione,
son algunos ejemplos de lo que se puede hacer al respecto.
5. Incrementar y mejorar el uso de los espacios colectivos y los servicios
urbanos. La existencia de espacios públicos en buenas con-
diciones permite la sana convivencia social, el esparci-
miento, la posibilidad de ejercitarse y mejorar la salud,
etc. Si estos espacios se deterioran o de plano desapare-
cen, la salud de los ciudadanos y de la vida social sufre.
Es vital, por lo tanto, mantener y acrecentar áreas como
los parques públicos, las unidades deportivas, los jardi-
nes, las plazas, las zonas peatonales. Al mismo tiempo,
promover una oferta constante y de calidad en cuanto a
deporte, recreación y cultura, a la que tengan libre acce-
so todas las personas, sin importar su nivel socioeconó-
mico, mejoraría de manera rápida y significativa el clima
social, además de reducir las oportunidades de los jóve-
nes de incurrir en actividades de ocio negativo (ej.;
adicciones y delitos).
Por otra parte, la mejoría del equipamiento urbano, en
especial el dotar de buena iluminación a todas las colo-
nias, incidiría positivamente en la confianza de los ciuda-
danos para circular libremente y sin miedo, y desalentaría
la comisión de delitos. De igual manera, el mejoramien-
to general de los servicios municipales y de la imagen
urbana, además de contribuir directamente al bienestar
de los vecinos, reducen la percepción de desigualdad y
con ello, las posibilidades de violencia. Si en estas accio-
nes se involucra a las asociaciones de vecinos y a otras
organizaciones, se estaría contribuyendo a fortalecer el
capital social, o a crear uno nuevo donde no lo hay. La
razón es muy sencilla: la gente se reúne, colabora y actúa
211
junta cuando sabe que esas acciones le generarán benefi-
cios en cuanto a mejorar su calidad de vida.
6. Fortalecer y/o crear redes de protección social para fines específicos,
como prevención de adicciones y violencia intrafamiliar. Alrede-
dor de los espacios públicos renovados y dinámicos, pue-
den crearse programas que convoquen a un gran número
de personas, de manera formal e informal, que a la larga
se constituyan en “redes” que pueden ser convocadas para
actuar cuando es preciso. En particular, las actividades
culturales y deportivas, la educación artística, los talleres
y cursos para padres de familia, etc., generan relaciones
y conocimientos que se comparten, y que pueden deri-
var en acciones más amplias. Es importante tomar en
cuenta a todas las organizaciones e instituciones que ten-
gan alguna vocación o fin en común, para generar estas
redes de protección: desde las clínicas de salud pública,
los centros educativos y de cultura, las iglesias, los clubes
deportivos, las asociaciones empresariales, etc.
Preocupa la proliferación en distintas ciudades del país
—y en Lázaro Cárdenas— de “Centros de rehabilita-
ción” que funcionan encasas particulares, sin ningún
controlni vigilancia, y que muchas veces operan como
centros de reclutamiento para el crimen organizado, o
son de hecho espacios donde se ejerce la violencia y se
violan los derechos humanos. En cambio, destaca la
inexistencia de verdaderos centros de atención a víctimas
de violencia, sea intrafamiliar o de otro tipo, donde se
pueda ofrecer a las víctimas atención médica, psicológi-
ca, espiritual jurídica, etc.
7. Promover la educación en derechos humanos y manejo no violento de
conflictos. Por último, pero no menos importante, promo-
ver una cultura de la paz y la no violencia, así como de
conocimiento de los derechos humanos, parece ser ur-
gente en la región. Una larga tradición de aislamiento,
de hacer justicia por propia mano, así como la presencia
durante varias décadas del narcotráfico y el crimen orga-
212
nizado (Maldonado, 2012), han contribuido a que la cul-
tura y el imaginario colectivo estén impregnados de se-
ñales y significados vinculados a la violencia. Esto, aunado
a la incapacidad de las autoridades de proteger a los ciu-
dadanos y de proveerles seguridad, ha creado un ánimo
de cierta desesperanza e impotencia en los habitantes de
Lázaro Cárdenas.
Bibliografía
213
Duncan, J. y & L. Arntson. (2004). Children in Crisis: Good Practices in
Evaluating Psychosocial Programming. Retrieved August 15,
2006, from http://www.savethechildren.org/publications/
Good_Practices_in_Evaluating_Psychosocial_Programming.pdf
Häuberer, J. (2011). Social capital theory. Towards a methodological foundation.VS
Research, Praga
Hiernaux, D. (2004). “Del fordismo periférico al enclave mundial. Rela-
tos de una investigación sobre las formas territoriales en Ciudad
Lázaro Cárdenas”, en Marín, G. (compilador) El fin de toda la tie-
rra. Historia, ecología y cultura en la costa de Michoacán. México, Cole-
gio de México-CICESE.
INEGI-UNIFEM. (2009). Las mujeres en Michoacán de Ocampo. Estadísticas
sobre desigualdad de género y violencia contra las mujeres.
Kliksberg, B., y L. Tomasini. (2001). Capital social y cultura: claves estratégicas
para el desarrollo. México, Fondo de Cultura Económica.
Maldonado, S. (2012). “Drogas, violencia y militarización en el México
rural. El caso de Mihcoacán.” Revista Mexicana de Sociología, 74,
núm. 1, enero-marzo, pp. 5-39
Martínez, J. (2004). “Del enclave regional al enclave internacional en
Lázaro Cárdenas, Michoacán”, en Marín, G. (compilador)El fin
de toda la tierra. Historia, ecología y cultura en la costa de Michoacán.
México, Colegio de México-CICESE.
Nussbaum, M. (2000). Women and Human Development. The Capabilities Ap-
proach. Cambridge, Cambridge University Press.
Observarorio de Violencia Social y de Género en Michoacán (2008) Re-
sultados de la situación de violencia social y de género en el estado de Mi-
choacán. Responsable: Pedro Hugo Romero Flores. Morelia, Mich.
PNUD (2007) Informe Sobre Desarrollo Humano Michoacán 2007. PNUD, Méxi-
co, DF.
Putnam, R. (2000). Bowling alone. Simon and Shuster, New York.
Restrepo, I. (coord.), (1984) Las Truchas ¿inversión para la desigualdad?, Cen-
tro de Ecodesarrollo-Océano, México.
Rojas, F. (2008). “Violencia en América Latina. Debilidad estatal,
inequidad y crimen organizado inhiben el desarrollo humano”.
Revista Pensamiento Latinoamericano, FLACSO. Edición electró-
nica.
Toledo, A. y L. Bozada. (2002)El delta del río Balsas. Medio ambiente, Pesque-
rías y sociedad. México, Instituto Nacional de Ecología ( INE-
SEMARNAT) El Colegio de Michoacán, A.C.
214
Toledo, A. (2003).“Hacia un diagnóstico socioeconómico y ambiental
del delta del río Balsas”, en Alcalá, G. (coord.). Espacios y activida-
des costeras en Michoacán. Aproximaciones varias. México, El Colegio
de Michoacán.
Toledo, A. (2004).“Territorio, medio ambiente y población en la costa
de Michoacán”, en Marín, G. (compilador) El fin de toda la tierra.
Historia, ecología y cultura en la costa de Michoacán. México, Colegio
de México-CICESE.
Vite, M. Á., y G. Tapia. (2007) “Reflexiones sobre la pobreza en Mi-
choacán”. Revista El Cotidiano, noviembre-diciembre, año/vol.
22, núm. 146. Universidad Autónoma Metropolitana-
Azcapotzalco, pp. 32-42
Zapata, F. (1978) Las Truchas. Acero y sociedad en México, México, El Cole-
gio de México, Centro de Estudios Sociológicos.
215
216
7
Introducción
217
crisis económica de México de 1994, lo cual nos permite exami-
nar las opiniones y visiones de actores políticos y empresariales
estadounidenses acerca de los beneficios, inconvenientes o prejui-
cios que derivarían de la firma de un tratado comercial con un
país en desarrollo y un sistema político poco democrático. El pe-
riodo de estudio es de gran importancia porque se conjugan tres
factores que antes no eran la constante en la agenda bilateral: el
incremento de la problemática del narcotráfico, una mayor co-
bertura de la prensa estadounidense en la actividad económica y
política de México y aumenta el interés del Congreso estadouni-
dense enlos asuntos de México.
218
En los dos primeros años de la administración de Salinas de
Gortari, dentro del Acuerdo Marco de 1987, se trataron los te-
mas referentes a la liberación gradual de los productos siderúrgi-
cos, negociaciones textiles, el Sistema General de Preferencias e
impuestos antidumping. Con el Entendimiento Marco de 1989 se
discutieron cuestiones de agricultura. En la petroquímica se reali-
zaron consultas sobre aranceles, inversión, propiedad intelectual,
trato nacional, normas y estándares. (Archivo General de la Na-
ción, 1990 a) Pero con la legislación estadounidense de comercio
y competitividad de 1988 algunos productos mexicanos se verían
afectados. Ante esta situación se pensó en la necesidad de crear
un mecanismo provisional para la solución de diputas en lo que
se creaba el Tratado de Libre Comercio.
La decisión mexicana de firmar un acuerdo comercial con
Estados Unidos no era repentina, esa posibilidad se planteó des-
de 1984 por parte de algunos funcionarios mexicanos al observar
la intensificación de la política proteccionista estadounidense; por
otra parte, el mandatario Carlos Salinas de Gortari vio la necesi-
dad de concretar la transformación de la relación bilateral que se
venía dando en los años ochenta, y con ello, la inserción total de
México a la dinámica de la economía mundial. Esto quedó de
manifiesto en el discurso de toma de posesión del presidente, al
mencionar que ante una época de mayor interdependencia bus-
caría nuevos equilibrios con Estados Unidos, y México se abriría
al mundo. (Secretaría de Relaciones Exteriores, 1992:123) Como
se aprecia, establecer una nueva relación con Washington y el
resto de la comunidad internacional era una decisión del gobier-
no que iría paralelamente.
Puesto que la necesidad de crear un acuerdo comercial obe-
deció a dos aspectos: como parte de una estrategia rápida ante las
necesidades económicas mexicanas y al imperante de insertar a
un México competitivamente atractivo en la economía interna-
cional, la cual estaba caracterizada por la incorporación de nue-
vos participantes en el contexto internacional, el surgimiento de
bloques comerciales, y la creciente competencia por los mercados
en materia de exportaciones y flujos de capital.
219
En el caso de Estados Unidos desde principios de los años
setenta estuvieron proponiendo al gobierno mexicano la creación
de un acuerdo comercial para contrarrestar a la Unión Europea
y enfrentar los inconvenientes de la economía mundial. Durante
la campaña electoral para la presidencia, George Bush mencionó
que como presidente trabajaría para extender el acuerdo de libre
comercio a toda Norteamérica, con el objetivo de construir una
zona de libre comercio o un mercado común. La iniciativa de
Bush sería apoyada por otros funcionarios en octubre de 1989
cuando Robert Mosbacher, Secretario de Comercio, se declaró
en favor de un acuerdo de libre comercio con México.
A pocos meses de asumir la presidencia, ambos presidentes
tuvieron algunos encuentros para conversar sobre la posibilidad
de crear un acuerdo de libre comercio. The Wall Street Journal
publicó que a finales de febrero de 1989 se iniciaron las pláticas
para negociar un acuerdo comercial entre México y Estados Uni-
dos. En la reunión se encontraban los Secretarios de Comercio
de ambos países, Jaime Serra Puche y Robert Mosbacher, el titu-
lar de la Coordinación de la Presidencia de la República, José
Córdoba, James Baker, Secretario de Estado, la Secretaria de
Comercio Exterior, Carla Hills, y el Consejero de Seguridad Na-
cional, Brent Scowcroft. Para ellos esta reunión era solamente
una plática preliminar.
Paradójicamente, la realización de un acuerdo comercial
bilateral entre los dos países era complejo en ese momento, por el
estancamiento económico en el que se encontraba México, y Es-
tados Unidos estaba en la antesala de una recesión, esto provocó
que los grupos económicos políticos y sociales de cada país no
accedieran tan fácilmente a la firma de un tratado comercial donde
sus intereses se verían más afectados. Pero precisamente por la
debilidad económica en las dos naciones y en medio de una eco-
nomía mundial ralentizada, parecía que este convenio era inapla-
zable.
Por esas circunstancias, la reacción de ambos gobiernos fue
inmediata, la Casa Blanca como el Departamento de Estado co-
municaron brevemente que los encuentros de febrero sólo eran
220
“discusiones preliminares” sobre la viabilidad de un acuerdo de
libre comercio, por lo que no significaba el inicio de las negocia-
ciones. Por su parte, la embajada mexicana en Estados Unidos
indicó que mientras no concluyera el análisis sobre las posibilida-
des de que las exportaciones mexicanas encontraran un mercado
estadounidenses estable, no se podía hablar de crear un acuerdo
de libre comercio con Estados Unidos.
La decisión de iniciar estas conversaciones provino de parte
del gobierno mexicano. El presidente del Comité de Finanzas del
Senado, Lloyd Bentsen, expresó a mediados de abril de 1989 que
era “muy alentador que funcionarios mexicanos hayan tomado
la iniciativa de buscar el comienzo de las negociaciones sobre un
tratado de libre comercio con Estados Unidos” (Archivo General
de la Nación, 1990 b).
No es de extrañar que las conversaciones iniciaran inmedia-
tamente al tomar posesión de su cargo los dos presidentes electos
en 1988, pues el escenario internacional se estaba transforman-
do. Con el fin del socialismo en Europa del este, era obvio que la
competencia comercial y la pelea por los capitales se intensifica-
rían; por ello, independientemente de la complejidad de las con-
versaciones, el objetivo era lograr el acuerdo comercial. La
interdependencia se convirtió en la estrategia para impulsar la
economía de los dos países; así, las negociaciones fueron conti-
nuas.
A finales de marzo de 1990 varios periódicos estadouniden-
ses como el New York Times, Los Angeles Times, el Financial
Times informaban sobre una reunión entre altos funcionarios
mexicanos y autoridades estadounidenses para iniciar las nego-
ciaciones sobre un acuerdo de libre comercio; pero sobre todo, el
Wall Street Journal publicaba que posiblemente se confirmaría
esa noticia en el viaje del Presidente Salinas a Estados Unidos en
el mes de junio, lo cual sucedió, a pesar de la negación del gobier-
no mexicano semanas previas. (Archivo General de la Nación,
1990 c) Durante los siguientes meses, los diarios estadounidenses
publicaban varias notas en torno a la creación de un acuerdo de
libre comercio entre México y Estados Unidos.
221
Las autoridades en México mantenían una actitud reserva-
da hacia el tema; por esa razón, los empresarios discutían entre la
conveniencia de aceptar un acuerdo comercial o un mercado co-
mún con Estados Unidos. Algunos empresarios, como el grupo
Visa, los empresarios del Centro del Norte de Coahuila y la Unión
de Organismos Empresariales, consideraron que la aplicación de
un mercado común con Estados Unidos debería plantearse a
mediano y largo plazo, pero antes, debería mejorarse la infraes-
tructura, modernizar la legislación, las cuestiones fiscales y defi-
nir los criterios para negociar una integración comercial.
Otros como la Asociación de Industriales del sur de
Tamaulipas se inclinaban más por un acuerdo comercial. Para la
Cámara de Comercio México-Estados Unidos era realista la po-
sibilidad de lograr un acuerdo de libre comercio con el gobierno
estadounidense. Las autoridades mexicanas despejaban toda duda
sobre el tipo de acuerdo que sería viable para México en abril de
1990, el Subsecretario de Comercio de la Secretaría de Comercio
y Fomento Industrial (Secofi), Herminio Blanco, indicó que “en
esos memento se estudiaba con Estados Unidos los obstáculos
sobre la inversión y la comercialización como preámbulo para el
establecimiento de un acuerdo de libre comercio, y que de ningu-
na manera se trataba de integrar un mercado común” (Archivo
General de la Nación, 1990 d).
Para el gobierno mexicano los tratados de libre comercio
representaban un mecanismo más para expandir el comercio
mexicano; por ello, paralelamente a las pláticas sobre un acuerdo
con América del Norte, la administración salinista propuso y par-
ticipó en las reuniones para reestructurar la Asociación Latinoa-
mericana de Integración (ALADI) en marzo de 1989, con la finalidad
de lograr una mayor integración regional; asimismo, instauró una
comisión para cooperar y trabajar con Centroamérica, se prorro-
gó el Acuerdo de San José, se iniciaron negociaciones para un
acuerdo complementario económico con Chile, y se conformaría
el grupo de los tres con Venezuela y Colombia.
A pesar del interés de la Casa Blanca por concretizar el con-
venio comercial, algunos políticos estadounidenses no considera-
222
ban que fuera de los principales objetivos de ambos gobiernos, y
que tampoco ese proyecto se consolidaría pronto; éste era el caso
de Marlin Fitzwater, vocero presidencial. Por su parte, otros fun-
cionarios opinaban, como la Secretaria de Comercio Exterior,
Carla Hills, o el Washington Post, que era necesario primero
modernizar y fortalecer las reglas del comercio internacional, que
en ese momento se estaban discutiendo en la Ronda Uruguay
(Archivo General de la Nación, 1990 e).
A principios de abril de 1990 se presentó un proyecto de ley
en el Senado estadounidense que autorizaba al ejecutivo iniciar
formalmente negociaciones con México para establecer un acuer-
do de libre comercio. Sin embargo, a pesar de que el presidente
Bush reiteró su interés en un convenio de este tipo, el 17 de ese
mes consideraba que su implementación era prematura, y subra-
yó que no presionaría a México para concretizar ese proyecto
(Archivo General de la Nación, 1990 f). De esta manera algunas
autoridades mexicanas tenían bastantes reticencias al respecto.
Mientras se establecían las pláticas de consulta sobre la via-
bilidad de un tratado de libre comercio, el 101 Congreso estado-
unidense, que tuvo constantes dificultades con el ejecutivo, presentó
114 iniciativas que afectaban a México; con ello se vislumbraba
la posición áspera de una gran parte del Capitolio que el gobier-
no mexicano tendría que enfrentar. Los rubros que inquietaban
más al gobierno mexicano eran el comercio y las asignaciones
presupuestales, con 27 y 21 respectivamente. La mayoría de las
iniciativas comerciales eran de tipo proteccionista, las cuales pre-
tendían mejorar la balanza comercial de Estados Unidos o forta-
lecer su política en contra de prácticas desleales de comercio. En
su mayor parte estas iniciativas eran de congresistas demócratas
(Archivo General de la Nación, 1990 g).
Entre el panorama proteccionista estadounidense y la des-
confianza mexicana por firmar el acuerdo, posiblemente las con-
diciones difíciles en el ámbito internacional coadyuvaron a que el
Senado mexicano aceptara el establecimiento de un acuerdo de
libre comercio entre ambos países el 22 de mayo para dar certi-
dumbre a la relación bilateral y crear un mecanismo de consulta
223
para la solución de controversias. El Congreso mexicano autori-
zaba un acuerdo comercial y no un mercado común con la finali-
dad de preservar la soberanía política y económica.
El 26 de septiembre el presidente George Bush solicitó al
Congreso empezar negociaciones sobre el acuerdo de comercio
con México. A partir de esa fecha se iniciaron las pláticas forma-
les, y Canadá informó que se incorporaría a las consultas para
explorar la posibilidad de un acuerdo trilateral. Para ese momen-
to, las autoridades estadounidenses ya estaban enteradas de que
el petróleo no estaría en las negociaciones del Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN).
Ante las transformaciones económicas y políticas en México
y la relación bilateral en 1990 algunos segmentos de la opinión
pública estadounidense como medios, analistas y congresistas
mantenían una visión positiva de México, consideraban que el
presidente Salinas de Gortari transformaba a México como nin-
gún otro gobierno. En ese sentido, el Senador Pete Domeneei
mencionó que México estaba en una “revolución callada” em-
prendida por el ejecutivo, al permitir mayor competitividad y
apertura económica, por lo que traería beneficios políticos, socia-
les y económicos. A su vez, la revista Fortune destacaba el progra-
ma económico gubernamental: la privatización, la apertura
comercial y la disminución del déficit presupuestal, lo que
reactivaba la producción nacional (Archivo General de la Na-
ción, 1990 h).
En cuanto a la opinión de los estadounidenses hacia Méxi-
co, la empresa Research and Forecast de New York realizó un
estudio al respecto en las ciudades de Nueva York, Chicago y
México a mediados de 1990, los resultados indicaron que existía
un apoyo abrumador hacia la firma de un acuerdo de libre co-
mercio, aunque se tenía una pobre opinión sobre la honestidad
del proceso político mexicano. Por su parte, los congresistas esta-
dounidenses mostraban inquietud ante la posibilidad de que los
trabajadores mexicanos desplazaran a los estadounidenses, situa-
ción que favorecería el desempleo (Archivo General de la Na-
ción, 1990 i).
224
La revista Business Week expresó que el presidente Salinas
buscaba la posibilidad de que México se convirtiera en un puente
entre el norte y América Latina; pero en general, para la prensa
estadounidense era necesario vender la idea del TLCAN en Estados
Unidos (Archivo General de la Nación, 1990 j). Situación que ya
tenían presente los dos gobiernos; por eso, los Secretarios de Co-
mercio de ambas naciones iniciaron el 23 de octubre una gira por
cinco ciudades estadounidenses.
Pero el tema del narcotráfico cuestionaba la firma de un
acuerdo comercial por su penetración en la política y la sociedad
mexicana que estaba aumentando. No obstante de que el Secre-
tario Nicholas Brady expresó que el historial de México en su
lucha contra el narcotráfico era un estímulo para que Estados
Unidos interviniera decididamente ante los banqueros interna-
cionales para negociar una reducción de su deuda externa (Ar-
chivo General de la Nación, 1990 k).
El congresista Charles Rangel, presidente del Comité sobre
narcóticos de la Cámara de Representantes, indicó que México
no debería oponerse a vincular el problema del narcotráfico con
el Tratado de Libre Comercio, ya que el Congreso no aprobaría
un acuerdo comercial más liberal con un país donde existían cul-
tivos ilegales y mandaba a Estados Unidos grandes cantidades de
cocaína (Archivo General de la Nación, 1990, l).
A pesar de los cuestionamientos de algunos congresistas como
el anterior o como la propuesta Helms, (Archivo General de la
Nación, 1990 m) para la Casa Blanca era importante mantener
los recursos destinados al gobierno mexicano para combatir el
narcotráfico ante la posibilidad de un acuerdo comercial o del
incremento de las relaciones económicas. Por eso, las certificacio-
nes de 1989 como de 1990 reconocían los esfuerzos del gobierno
mexicano para contrarrestar el narcotráfico, pero Washington
argumentaba que con una mayor cooperación se podría contra-
rrestar la corrupción en ciertos sectores gubernamentales; e insis-
tía que la erradicación de mariguana y heroína y la detección de
cocaína que transitaba por México no eran suficientes (Archivo
General de la Nación, 1990 n). El gobierno mexicano rechazó
esta información.
225
Por esta razón, el gobierno estadounidense presionaba a
México para colaborar estrechamente en la información sobre el
“lavado de dinero” en bancos mexicanos, (Archivo general de la
Nación, 1989 ñ) que accediera a la “persecución en caliente” de
aeronaves de traficantes en México por aviones estadounidenses,
o que aceptara la tripulación de carácter mixto y una flota con-
junta para contrarrestar el narcotráfico en la frontera.
Es de suponer que ante las presiones de algunos congresistas
estadounidenses, y que esto pudiera obstaculizar la firma de un
acuerdo comercial, el presidente Salinas reforzó la lucha contra
el narcotráfico al crear la Coordinación General de Investigación
y Lucha Contra el Narcotráfico en octubre de 1990 (Archivo
General de la Nación, 1990 o).
Además, el mandatario mexicano autorizó los sobrevuelos
de aeronaves del Servicio de Aduanas de Estados Unidos con los
radares apagados desde y hacia sus bases en territorio estadouni-
dense en febrero de 1991, y efectuarían sus operaciones en aguas
internacionales del océano pacífico, pero se exigía la presencia de
un funcionario mexicano mientras la nave estuviera en territorio
nacional. En julio de 1994 se consintieron tres rutas más; (AHSREM,
1994 a) y el gobierno aceptó la implementación de la operación
cobra a finales de septiembre de ese mismo año, que consistía en
un operativo policiaco en contra del lavado de dinero, coordina-
do por la PGR y la DEA (Archivo General de la Nación, 1994 p). A
pesar de estas acciones y de que en la certificación de 1994 se
mencionó que la colaboración entre los dos países era una coope-
ración activa, las críticas de algunos miembros del Capitolio eran
constantes y duras (Archivo General de la Nación, 1994 q).
Para los especialistas en Estados Unidos en general el acuer-
do comercial sería benéfico. Para Alan Stoga, responsable del
análisis de la economía latinoamericana en el despacho del ex
Secretario de Estado Henry Kissinger, un acuerdo de libre co-
mercio “sería la punta de lanza para que el continente americano
recuperara el crecimiento que perdió frente a Europa y Asia por
las ‘políticas estadounidenses erradas en el manejo de la deuda,
que hicieron de Latinoamérica una carga’ ”. (Archivo General de
226
la Nación, 1990 r) Para la catedrática Karen Lissakers, economis-
ta de la Universidad de Columbia, el acuerdo de libre comercio
era de suma importancia, ya que México sería el primer país en
desarrollo que se vincularía a un proceso que sólo países desarro-
llados habían iniciado (Archivo General de la Nación, 1990 s).
Pero lo más importante de las negociaciones serían los mecanis-
mos para dirimir los conflictos, de acuerdo con Raymond Vernon.
Por su parte, algunos países latinoamericanos expresaron que
no temían a la creación de un acuerdo comercial en América del
Norte. Costa Rica mencionaba que si la economía mexicana
mejoraba, ellos podían exportar más a México. Colombia indica-
ba que si no se establecían tratos discriminatorios estaba bien;
por su parte, Venezuela, Chile y Bolivia manifestaron que si el
mercado era accesible no habría dificultades (Archivo General de
la Nación, 1990 t).
El establecimiento de un acuerdo comercial con Estados
Unido no perjudicaba a México como miembro del GATT , ya que
en su artículo XXIV de sus disposiciones establecía que un TLCAN
era compatible con la disciplina de este organismo, mientras el
tratado cubriera sustancialmente el comercio entre los países par-
ticipantes, se instrumentara en un periodo de transición razona-
ble, que mantuviera los aranceles no mayores a los anteriormente
vigentes para terceros países y que tuviera reglas de origen (Ar-
chivo General de la Nación, 1991 u).
En plena recesión en Europa y Japón, y sus posibles conse-
cuencias para la economía estadounidense, el presidente George
Bush solicitó una prórroga de 2 años del Congreso para hacer
uso de la vía expedita el 1 de marzo de 1991 para agilizar el pro-
ceso administrativo del acuerdo comercial. Los presidentes de los
Comités de Medios y Procedimientos de la Cámara de Represen-
tantes y Finanzas del Senado enviaron una carta al ejecutivo para
condicionar su apoyo, la cual indicaba que aceptarían sólo si se
incluían en el tratado los asuntos laborales y ambientales. Por su
parte, el líder de la Mayoría demócrata de la Cámara de Repre-
sentantes, Richard Gephardt, daría su aprobación si se presenta-
ba un análisis económico real, y si se realizaba un informe de
227
cómo se tenía pensado negociar reglas de origen, cláusulas de
escape, periodos de transición, movilidad laboral y derechos hu-
manos (Archivo General de la Nación, 1991 v).
Después de la respuesta del ejecutivo, Gephardt resolvió fa-
vorablemente, lo que influyó positivamente en la Cámara de Re-
presentantes y el Senado; sin embargo, aclaró que el Congreso se
reservaba el derecho de enmendar el tratado. El 23 de mayo en la
Cámara de Representantes y en el Senado el 24 autorizaron la
extensión de la vía rápida. A pesar de su aprobación, el Capitolio
contaba con varios mecanismos para anular la autorización de la
vía rápida de no ser consultado a lo largodel proceso negociador.
Pero los congresistas estadounidenses tratarían de presionar
de diferentes formaspara no lograr un acuerdo comercial con
México. Así, a pesar de la petición de la embajada de México en
Washington de que no se realizaran audiencias para atender asun-
tos de fraude electoral y violación de derechos humanos en Méxi-
co, éstas se celebraron el 16 de octubre de 1991 bajo el patrocinio
del Subcomité de Asuntos del Hemisferio Occidental y parte del
Comité de Relaciones Exteriores, presididas por el congresista
Robert Torricelli. Las audiencias tenían la finalidad de que los
problemas de México se vincularán a las negociaciones del TLCAN
y causar un impacto negativo en la opinión pública. Sin embar-
go, faltó más participación de los legisladores y representantes de
la administración Bush, por lo que Robert Torricelli anunció a
mediados de octubre que se efectuaría una segunda audiencia.
Finalmente, el objetivo de las audiencias no se concretó. Pero esto
permite observar que la imagen de México dentro del Congreso
estaba bastante deteriorada, de ahí que la situación mexicana se
discutiera con frecuencia en el Capitolio.
Se pensó que el tratado sería firmado en junio de 1992, pero
por la recesión estadounidense y la popularidad baja del presi-
dente Bush, los republicanos pospondrían la firma hasta 1993;
otra situación que lo demoró fue que el desenlace de las negocia-
ciones de la Ronda Uruguay retrasaría los tiempos del TLCAN, ya
que el Congreso estaría de tiempo completo en la Ronda.
228
Pero como se esperaba, la dilación de la firma se debió prin-
cipalmente al estancamiento en las negociaciones en el tema de la
desgravación arancelaria, Estados Unidos propuso cuatro plazos:
inmediato, 5, 10 y más de 10 años, por su parte México solicitó
que fuera en tres etapas, los plazos más largos serían para los
cítricos y verduras por las presiones de los agricultores estadouni-
denses (Archivo General de la Nación, 1991 w).
Finalmente, el tratado fue firmado en diciembre de 1992, y
el gobierno del presidente Clinton lo ratificó en noviembre de
1993 para que entrara en vigor el 1 de enero de 1994. El TLCAN
representaba el 18% del comercio mundial. Los objetivos de este
tratado eran la eliminación progresiva de los aranceles y barreras
no arancelarias para el intercambio de bienes y servicios, medi-
das para facilitar la inversión, protección a la propiedad intelec-
tual y crear un mecanismo justo y expedito para la resolución de
controversias (Archivo General de la Nación, s/fx).
Por su parte, Raúl Ramos, Director General de la Política
de negociaciones Comerciales Internacionales de la Secofi, ex-
presó ante el Senado que no se aceptarían las propuestas estado-
unidenses y canadienses sobre desgravación arancelaria de un
producto que afectara las cadenas productivas y que no haya lo-
grado reestructurarse a cinco meses de la entrada del TLCAN (Ar-
chivo General de la Nación, 1994 y).
La petición del Congreso estadounidense de incluir los te-
mas laborales y de medio ambiente en el Tratado de Libre Co-
mercio de América del Norte fue establecida en los acuerdos
paralelos que se firmaron en septiembre de 1993. Los tres países
firmaron estos acuerdos para lograr la ratificación del TLCAN.
México había acordado con Estados Unidos que éstos no se con-
virtieran en medidas proteccionistas. Para dar cierta seguridad
sobre eso, la legislación tanto del Acuerdo de Cooperación Am-
biental de América del Norte (ACAAN) y del Acuerdo de Coopera-
ción Laboral de América del Norte (ACLAN) mantenía la autonomía
de cada país (Vega, 2010: 156-159).
Durante el gobierno de George Bush el comercio bilateral
aumentó 85%, cinco estados de Estados Unidos instalaron ofici-
229
nas de promoción comercial desde diciembre de 1989: Arizona,
Illinois, Louisiana, Missouri, y Nuevo México. Por su parte, tres
estados de México abrieron oficinas en San Antonio: Jalisco, Nuevo
León y Tamaulipas. El objetivo era promover, impulsar y fortale-
cer los vínculos comerciales entre los dos países, ya que el 49% de
la población estadounidense no había oído hablar del TLCAN, se-
gún una encuesta del New York Times.
A pesar de continuar con algunas dificultades en el comer-
cio bilateral, como el caso de la fructuosa de maíz mexicana, el
representante comercial de Estados Unidos, Mickey Kantor, ase-
guró que el TLCAN comenzaba a cumplir con la expectativas para
generar empleos, ya que las exportaciones estadounidenses hacia
México aumentaron 15.7% y las importaciones desde México se
incrementaron 22.5% durante el primer trimestre de 1994.
Comentario similar tenía el Secretario de Comercio y Fo-
mento Industrial, Jaime Serra Puche, que indicó que a partir del
TLCAN las exportaciones mexicanas a Estados Unidos se habían
triplicado, e incrementaron las inversiones y creció el empleo (Ar-
chivo General de la Nación, 1994 z).
Durante la administración de William Clinton las cuestio-
nes políticas de México serían de gran interés en la opinión públi-
ca estadounidense, sobre todo en los círculos políticos, e influyeron
en la negociación del acuerdo comercial con el gobierno mexica-
no. Para abril de 1994, la prensa estadounidense estaba pendien-
te por la estabilidad política del país; sobre todo, en el tema del
asesinato de Luis Donaldo Colosio. Al respecto consideraban que
el esclarecimiento del crimen se dio rápido porque favorecería las
próximas elecciones, pero mencionaban sobre la falta de credibi-
lidad de las investigaciones oficiales, por lo que era evidente una
crisis de seguridad pública en México, e insistieron sobre la inten-
sificación de la crisis del PRI.
En cuanto a la elección de Ernesto Zedillo como candidato
a la presidencia en el PRI, Estados Unidos consideraba que el pro-
ceso no fue democrático, pero esperaban que las elecciones fede-
rales fueran limpias y libres para restituir la credibilidad a la vida
pública. Sobre la cuestión de Chiapas y los asuntos económicos
230
los comentarios no eran alentadores, pero la gran noticia fue el
ingreso de México a la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo (OCDE) (Archivo General de la Nación, 1994 a1). Sin
embargo, se tenía el temor de que una crisis financiera, como
consecuencia de la fuga de capitales, afectara la paridad cambiaria
y se incrementara el flujo de inmigrantes.
La prensa estadounidense señalaba que el país se encontra-
ba en una difícil situación por los acontecimientos políticos, ya
que se hablaba de la renuncia del Secretario de Gobernación, la
disolución de la Comisión del caso Colosio, el rechazo del EZLN a
la propuesta de paz del gobierno, la posible existencia de más de
diez grupos armados en el país y la pérdida de popularidad del
PRI; pero existía optimismo por la recuperación económica debi-
do a factores como el TLCAN y la decisión de las autoridades de
México de que los bancos estadounidenses podrían abrir sucur-
sales en nuestro país (Archivo General de la Nación, 1994 b1).
Esta medida buscaba mantener y atraer al capital foráneo en el
país a pesar de la situación política y social.
A principios de 1994, cuando el TLCAN entró en vigencia,
Estados Unidos planteaba políticas para sancionar a los países
que obstruyeran sus exportaciones, el desarrollo y la democracia
en el mundo. También el ejecutivo estadounidense pretendió vin-
cular los acuerdos comerciales con los asuntos de los derechos
humanos, el medio ambiente y el desarrollo sostenible mediante
la creación de “cláusulas sociales”, (Archivo General de la Na-
ción, 1994 c1) aunque la iniciativa no fue bien recibida en los
círculos políticos estadounidenses, por los costos económicos que
originaría.
Otro tema que se utilizó para motivar la firma del TLCAN en
Estados Unidos fue la migración, al indicar que con el acuerdo
comercial se crearían más empleos en México y disminuiría las
cifras de indocumentados; ya que la migración mexicana hacia
Estados Unidos se incrementó durante el gobierno de Salinas de
Gortari ante una recuperación económica lenta. Esta situación
presionaba a las autoridades de los estados del sur de Estados
Unidos para tomar decisiones unilaterales.
231
Por esta razón, la presión era fuerte para los dos gobiernos y
se reflejó con nuevas medidas que se tomaron a partir de 1993
para controlar la migración hacia Estados Unidos, como la cons-
trucción de tramos de muros en algunos puntos de la frontera, la
reforma a la política de asilo, estímulo a la naturalización de ex-
tranjeros y la facilitación de cruces legales por medio de nuevas
tecnologías y sistemas de control policiaco (AHSREM, 1994 b).
A mediados de octubre de 1994 se inició la construcción de
un muro metálico en Naco, Sonora, posteriormente se planteó la
necesidad de construir un muro en Nogales Arizona y Texas. Este
tipo de medida se extendería a lo largo de la frontera con el argu-
mento de los costos que producía la migración en Estados Uni-
dos. Pero el Urban Institute of Washington informaba que los
impuestos que pagaban los migrantes rebasaba los beneficios so-
ciales que recibían; el problema radicaba en que la mayor parte
de ese dinero era captado por el gobierno federal y no por los
estados que brindan los servicios; de ahí la impresión de que los
migrantes eran una carga para Estados Unidos (Archivo General
de la Nación, 1994d1).
No obstante, a partir de la entrada en vigor del acuerdo co-
mercial los índices migratorios no disminuyeron ni ligeramente.
De los estados que demandaban mayor apoyo para detener la
migración eran California, Arizona y Texas. (Archivo General de
la Nación, 1994 e1) El caso de California sería el más representa-
tivo del tema migratorio. El gobernador Wilson aprobó una de-
claración de emergencia donde se exigía al presidente un
reembolso de 800 millones de dólares por los gastos que ocasio-
naban los migrantes. A lo anterior se sumó la propuesta 187 que
restringía a los indocumentados el derecho a los programas de
educación y salud. El presidente William Clinton desconoció el
estado de emergencia y alertó que esto podría dañar la relación
bilateral.
La respuesta del gobierno mexicano fue de preocupación
por la campaña antimexicana en ese estado; además, lamentaba
la política migratoria policiaca que el gobierno federal estaba
implementando, por lo que sugería reuniones bilaterales antes de
232
que se emprendiera alguna acción unilateral por parte de Esta-
dos Unidos.
Ante la creciente problemática y las presiones económicas
estadounidenses, en septiembre de 1994 la Comisión para la re-
forma a la inmigración estadounidense recomendó a los estados:
negar los servicios públicos a los indocumentados, excepto en ca-
sos de emergencia y cobrar una cuota por cruce fronterizo para
obtener recursos adicionales para la administración (AHSREM, 1994
c). En los años siguientes, las pláticas sobre el tema migratorio se
complicarían ante las dificultades económicas en los dos países.
La realización de una economía liberal intrínsecamente im-
plicaba su equivalente político, la democratización de la socie-
dad, esto se observa en el comentario del presidente del Subcomité
de Asuntos Hemisféricos de la Cámara de Representantes, Robert
Torricelli, el 20 de julio, al expresar que el TLCAN era un club de
países democráticos, por lo que si algún miembro violaba los de-
rechos humanos o alteraba su proceso electoral, obligaría a su
país a suspender los compromisos adquiridos de este Tratado.
Definió que esta advertencia se dirigía directamente a México,
debido a la situación que enfrentaba en esos momentos (Archivo
General de la Nación, 1994 z). De superarse los conflictos políti-
cos en México, el intercambio comercial bilateral podría llegar
hasta los 100 mil millones de dólares.
233
materia de comercio exterior que preveía que ante un balance
comercial desfavorable se podían poner restricciones arancela-
rias al comercio (Excélsior, 1995:1).
De hecho, para algunos políticos estadounidenses el Trata-
do de Libre Comercio de América del Norte mitigó las conse-
cuencias de la crisis económica de México. Mack McLarty,
consejero del presidente Clinton, expresó que aún con las dificul-
tades económicas de México, Estados Unidos continuó sus ex-
portaciones a ese país a pesar de que se presentó una caída de
ellas del 18% en la primera mitad del año, pero subrayaba que las
ventas de otras naciones cayeron el doble. Asimismo, el interés
económico de las inversiones estadounidenses en México retor-
naba paulatinamente, en el primer semestre de 1995 de 15.22 mil
millones de dólares hasta 16.38 mil millones de dólares.
Pero en Estados Unidos la discusión política en torno a las
condiciones económicas de México fue ardua y continua. Uno de
los argumentos en contra fue que las exportaciones estadouni-
denses disminuyeron debido a la crisis económica de México, por
lo que el TLCAN no fue la mejor opción. Para 1995 el déficit co-
mercial de Estados Unidos con México fue de 111 042 millones
de dólares, superior en 4.5% al de 1994 (AHSREM, 1996 e). Sin
embargo, es a partir de ese año que el déficit comercial de Esta-
dos Unidos comenzó a descender. México fue el quinto país con
el que Estados Unidos tuvo déficit, lo que representaba el 9% del
déficit total de su comercio.
A pesar de los cuestionamientos a México por la crisis eco-
nómica, otros analistas argumentaban las ventajas de ésta, Jeffrey
Schott, economista especializado en comercio del Instituto de
Economía Internacional, grupo de investigación de Washington,
mencionó que:
234
además de otras restricciones en años posteriores, sin embargo, fue
más amplia la apertura. También, según los términos del TLC,
México exentaba a varias industrias de propiedad estatal de las
normas de inversión del convenio comercial. Sin embargo, Méxi-
co anunció que podría permitir la inversión en ferrocarriles, ope-
ración de satélites y aceleraba la privatización de sus puertos
(Excélsior, 1995:6f).
235
Arizona, realizó reuniones con la finalidad de aumentar las cuo-
tas arancelarias a los productos de importación, ( AHSREM, 1996 h)
es importante señalar que por ese lugar se introducía la mayoría
de los productos mexicanos hacia Estados Unidos.
Algunos congresistas acusaban a México por la pérdida de
empleos que el déficit comercial estadounidense había causado;
sin embargo; las autoridades mexicanas informaron que las con-
diciones económicas de México no ocasionaron ese déficit, por-
que las importaciones mexicanas sólo disminuyeron 1.3%; en todo
caso se debía al incremento de las importaciones de Estados Uni-
dos que alcanzaron un 31% más, ya que el mercado estadouni-
dense mantuvo una gran apertura para los bienes y servicios en
los primeros años del Tratado (AHSREM, 1995 i).
Por esta situación, el 104 Congreso estadounidense realizó
acciones que fueron difíciles para México, por ejemplo, estima-
ron que la nueva relación comercial afectaba a algunos sectores
productivos, por lo que propusieron iniciativas que perjudicaban
a la producción, distribución y comercialización de productos
mexicanos como el atún, el jitomate y el aguacate.
Otras propuestas estuvieron encaminadas a realizar una pro-
funda revisión del TLC; además, la Ley Helms Burton contra Cuba
impuso nuevas medidas para desalentar la inversión extranjera,
con lo que capitales mexicanos se vieron afectados. Por otra par-
te, los congresistas D’Amato, Helms, Torricelli, Kaptur, y Vento
se opusieron a apoyar a México si éste no realizaba reformas po-
líticas estructurales e institucionales a favor de la democracia, pero
sus iniciativas no encontraron respaldo en el Capitolio ( AHSREM,
1996 j).
Debido a ésta última iniciativa y a la crisis económica mexi-
cana, la imagen de México en Estados Unidos estaba muy dete-
riorada, lo que tensaba más la relación comercial. Por eso, el
mandatario mexicano ordenó a la Secretaria de Relaciones Exte-
riores realizar diversas acciones para modificar esa percepción
negativa en todos los temas y en todas las dependencias estado-
unidenses, así como participar intensamente en los medios de
comunicación.
236
Además, con la finalidad de evitar que la recuperación eco-
nómica mexicana fuera afectada por la relación con Estados Uni-
dos en los temas de migración, narcotráfico y crisis financiera, la
administración de Zedillo se planteó como objetivo cumplir ca-
balmente con los acuerdos celebrados en Zacatecas sobre migra-
ción y seguridad fronteriza que reflejaban un bajo costo político,
y concentrarse en los de alto riesgo, mantener intacta la política
de mexicanización del combate al narcotráfico, y utilizar el dine-
ro de los decomisos producto de éste.
Uno de los principales asuntos que incrementó la imagen
deteriorada de México en Estados Unidos fue la “sobreventa de
las oportunidades de la economía mexicana” durante las discu-
siones del TLCAN, pues meses después se presentó la crisis econó-
mica mexicana. Una encuesta realizada en enero de 1995
mostraba que el 71% de los estadounidenses se oponía al plan de
ayuda de Estados Unidos hacia México; aunque otra encuesta de
mayo, de ese mismo año, reportaba que el 57% desaprobó la ayu-
da dada a México, el porcentaje en contra había disminuido. Por
otra parte, el 48% apoyaba el TLCAN y sólo el 25% podía identifi-
car a Ernesto Zedillo como presidente de México, pero el 57%
consideraba que México era más democrático que hace 5 años
(AHSREM, 1995 k).
De los problemas políticos mexicanos que se habían presen-
tado, el asunto de Chiapas confirmó a México como un país con
un profundo descontento social y rechazo popular hacia el go-
bierno en Estados Unidos. En cuanto a los asesinatos políticos,
éstos presentaban a un país dominado por los capos del crimen;
la inmigración mostraba una frontera fuera de control, y la crisis
económica reflejaba la irresponsabilidad del gobierno mexicano
en los asuntos económicos, situación que ahuyentaba a la inver-
sión extranjera.
En este contexto, la visita del presidente Ernesto Zedillo a
Estados Unidos, en octubre de 1995, representó un buen mo-
mento para expresarle a ese gobierno que se estaban solucionan-
do los problemas económicos, se avanzaba en la reforma legal y
en la aplicación de la justicia, se combatía la impunidad y se pro-
237
piciaba el diálogo político en beneficio del perfeccionamiento de
la democracia; al ejecutivo estadounidense se le mostrarían datos
y ejemplos concretos (AHSREM, 1995 l).
Pero ante la actitud áspera del Congreso estadounidense
hacia México la situación era adversa. La prensa mexicana, de
acuerdo con informes de Washington, publicó que sería inconve-
niente que el presidente Zedillo estuviera en la sesión conjunta
del Congreso, para la Casa Blanca no había motivo para suspen-
der esa visita. Fue un año difícil en general para el Capitolio, pues
se discutía fuertemente la pertinencia de no apoyar al ejecutivo
en su política de apertura económica ante la inexistencia de una
estrategia nacional para minimizar las consecuencias negativas
de la globalización económica.
El 16 de noviembre de 1995 los Senadores Marcy Kaptur y
Peter A. Defazio expresaron su intención de presentar en la Cá-
mara de Representantes un proyecto de ley denominado NAFTA
Accountability Act, que revaluaría la participación de Estados
Unidos en el TLCAN. Éste establecía que si el déficit comercial con
México y Canadá rebasaba el 10% de las exportaciones estado-
unidenses, el ejecutivo debería renegociar el Tratado; además, esta
propuesta impedía la negociación o ratificación de nuevos conve-
nios comerciales hasta que se corrigieran los errores del TLCAN. El
congresista Byron L. Dorgan presentó el mismo proyecto en el
Senado (AHSREM, 1996 h).
A pesar de estas dificultades, la inversión estadounidense se
mantenía en el país. En diciembre de 1995 ésta representaba el
64.7% del total de la inversión extranjera, 7 931 empresas tenían
capital estadounidense, de esas compañías 6 193 tenían
mayoritariamente dinero procedente de Estados Unidos, los em-
presarios estadounidenses se ubicaron principalmente en el sec-
tor manufacturero con 38.8%, el rubro de servicios tenía 33.6%,
y el comercio 20.6%. Para el primer semestre de 1996 la inver-
sión estadounidense fue del 50.2% del total de la inversión foránea
(AHSREM, 1996 f).
Pero ante la persistencia del déficit comercial estadouniden-
se, y a pesar del TLCAN, Estados Unidos aplicó medidas antidum-
238
ping a productos mexicanos. Por su parte, el gobierno mexicano
tenía 45 investigaciones de prácticas desleales de comercio hasta
agosto de 1996 (AHSREM, 1996 h). A pesar de estas medidas, en el
primer semestre de 1996 el comercio bilateral creció 17.1%; pero
la situación crítica de algunos productos estadounidenses presio-
naba para imponer medidas contundentes, sobre todo, ante la
zozobra de que Japón y la Unión Europea presentaban una
ralentización de su economía.
Conclusiones
239
ello, la Casa Blanca mantuvo un apoyo constante al gobierno
mexicano en sus dificultades económicas a pesar de los
cuestionamientos de algunos políticos y sectores de la sociedad
estadounidense.
Bibliografía
Referencias hemerográficas
Referencias documentales
240
AGN, 1990 e, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Gobernación, clave 04.20.04.20, caja 1, expediente 2, Acuerdo
de Libre Comercio, 1990, pp. 52-55.
AGN, 1990 f, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Gobernación, clave 04.20.04.20, caja 1, expediente 2, Acuerdo
de Libre Comercio, 1990, pp. 32 y 48.
AGN, 1990 g, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 1, expediente 2,
Carpeta informativa sobre la relación bilateral México - Estados
Unidos, 23 de abril de 1990, pp. 47-50.
AGN, 1990 h, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 1, expediente 3,
Informes mensuales de la Dirección General para América del
Norte, de enero a julio de 1990, enero de 1990, p. 9.
AGN, 1990 i, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 1, expediente 3,
Informes mensuales de la Dirección General para América del
Norte, de enero a julio de 1990, junio de 1990, p. 13. La encuesta
se realizó a 103 líderes de las principales mil corporaciones esta-
dounidenses, 102 congresistas y 97 representantes de la opinión
pública.
AGN, 1990 j, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, dependencia
PR, clave 05.02.01.00, caja 1, expediente 5, Informe mensuales
de la Dirección General para América del Norte de julio a no-
viembre de 1990, octubre de 1990, p. 12.
AGN, 1990 k, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 1, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, enero-junio de 1990, febrero de 1990, p. 8.
AGN, 1990 l, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.01.02.00, caja 2, expediente 2,
Séptima Reunión Binacional México-estados Unidos de Améri-
ca, 6 de septiembre de 1990, pp. 7-8.
AGN, 1990 m, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria
de Relaciones Exteriores, clave 05.01.02.00, caja 1, expediente 4
, Informe estadounidense sobre narcotráfico, “Certificación”, 29
de junio de 1990, pp. 6-7. Consistía en descertificar a México
porque no se le permitía a los agentes estadounidenses perseguir
en territorio mexicano a narcotraficantes, ni accedía a que se revi-
241
saran sus estadísticas, y no daba información del lavado de dine-
ro; pero sobre todo, porque no se combatía la corrupción en el
gobierno.
AGN, 1990 n, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.01.02.00, caja 1, expediente 4,
Informe estadounidense sobrenarcotráfico, “Certificación”, 29 de
junio de 1990, pp. 8-11.
AGN, 1989 ñ, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.01.02.00, caja 1, expediente 3,
Narcotráfico, 12 de diciembre de 1989, p.13.
AGN, 1990 o, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 1, expediente 5,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, julio-noviembre de 1990, octubre de 1990, p.11.
AGN, 1994 p, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, abril- octubre de 1994, septiembre de 1994, p.16.
AGN, 1994 q, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, abril- octubre de 1994, abril de 1994, p.12.
AGN, 1990 r, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, dependencia
Secretaria de Gobernación, clave 04.20.04.20, caja 1, expediente
2, Acuerdo de Libre Comercio, 1990, p. 27.
AGN, 1990 s, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, dependencia
Secretaria de Gobernación, clave 04.20.04.20, caja 1, expediente
2, Acuerdo de Libre Comercio, 1990, p.31.
AGN, 1990 t, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, dependencia
Secretaria de Gobernación, clave 04.20.04.20, caja 1, expediente
2, Acuerdo de Libre Comercio, 1990, p. 38.
AGN, 1991 u, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones exteriores, clave 05.02.07.00, caja 1, expediente 14,
Contexto económico del Tratado de Libre Comercio México-
Estados Unidos de América-Canadá, 17 de enero de 1991, p. 5.
AGN, 1991 v, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.07.00, caja 1, expediente 14,
Contexto económico del Tratado de Libre Comercio México-
Estados Unidos de América-Canadá, “Estado actual de las nego-
ciaciones del TLC”, 30 de mayo de 1991, p. 3.
242
AGN, 1991 w. fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.07.00, caja 2, expediente 12,
Reuniones ministeriales entre México, Estados Unidos de Amé-
rica y Canadá para la negociación del Tratado de Libre Comer-
cio, de octubre de 1991 a agosto de 1992, 7, 9, 27 y 29 de octubre
de 1991,s/p.
AGN, s/f x, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 1,
Sexto informe de ejecución del plan Nacional de Desarrollo de la
Dirección General para América del Norte, s/f, s/p. La inclusión
de los productos no implicaba un compromiso previo para nego-
ciar reducciones en los plazos de desgravación del TLC.
AGN, 1994 y, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, abril- octubre de 1994, junio de 1994, p.17.
AGN, 1994 z,fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria de
Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, abril- octubre de 1994, julio de 1994, p.18.
AGN, 1994 a1, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria
de Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la Dirección General para América del
Norte, de abril - octubre de 1994, abril de 1994, p. 14.
AGN, 1994 b1, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria
de Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la Dirección General para América del
Norte, de abril - octubre de 1994, junio de 1994, p. 17-18.
AGN, 1994 c1. Fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria
de Relaciones Exteriores, clave 05.02.07.00, caja 3, expediente 7,
Estudios especiales en torno al TLC, 1994, 19 de agosto de 1994,
pp.5-6.
AGN, 1994 d1, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria
de Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, abril- octubre de 1994, mayo de 1994, p.12.
AGN, 1994 e1, fondo documental Carlos Salinas de Gortari, Secretaria
de Relaciones Exteriores, clave 05.02.01.00, caja 2, expediente 3,
Informes mensuales de la dirección general para América del
norte, abril- octubre de 1994, junio de 1994, p.13.
243
Archivo Histórico de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México
(AHSREM)
AHSREM, 1994 a, exp. III- 8289-2, Asuntos bilaterales con los Estados
Unidos de América, noviembre de 1994, p. 45.
AHSREM, 1994 b, exp. III- 8289-2, Asuntos bilaterales con los Estados
Unidos de América, noviembre de 1994, p. 29.
AHSREM, 1994 c, exp. III- 8289-2, Asuntos bilaterales con los Estados
Unidos de América, noviembre de 1994, p. 30.
AHSREM, 1994 d, exp. III-8289-2, Asuntos bilaterales con los Estados
Unidos de América, noviembre de 1994, p. 10.
AHSREM, 1996 e, informes políticos suplementarios, exp. III-8941-1(17ª.),
América del Norte, 4 de marzo de 1996. p. 6.
AHSREM, 1996 f, informes políticos suplementarios, exp. III. 8353-1 (4ª),
Carpeta informativa sobre Estados Unidos, Relación bilateral,
“relación económica bilateral”, 1996, s/p.
AHSREM, 1996 g, informes políticos suplementarios, exp. III. 8941-1(17ª.),
Oficina de asuntos económicos de la embajada de México, Situa-
ción de la economía de los Estados Unidos, enero de 1996, p. 5
AHSREM, 1996 h, informes políticos suplementarios, exp. III. 8353-1 (4ª),
Carpeta informativa sobre Estados Unidos, Relación bilateral,
relación económica bilateral, Medidas contra prácticas desleales
de comercio, 1996, s/p.
AHSREM, 1995 i, informespolíticossuplementarios, exp. III. 8289-3, Gabi-
nete de Política Exterior, situación frente a Estados Unidos, Rela-
ciones económicas, 1995, p. 24.
AHSREM, 1996 j, informes políticos suplementarios, exp. III. 8353-1 (4ª),
Carpeta informativa sobre Estados Unidos, Obra legislativa del
104 Congreso, “México en la agenda del 104 Congreso”, no-
viembre de 1996, s/p.
AHSREM, 1995 k, informes políticos suplementarios, exp. III. 8289-3, Ga-
binete de Política Exterior, situación frente a Estados Unidos,
Diagnóstico: México en los medios, 1995, p. 1.
AHSREM, 1995 l, informes políticos suplementarios, exp. III. 8289-3, Ga-
binete de Política Exterior, situación frente a estados Unidos, Vi-
sita de Estado del Presidente Ernesto Zedillo a Estados Unidos,
9-12 de octubre de 1995.p. 30.
244
8
Introducción
Con el inicio del siglo XXI, la crisis argentina dio lugar a nuevas
formas de movilización social que, por una parte, asumieron for-
mas paradigmáticas en el Cono Sur y en otras regiones de Amé-
rica latina y el mundo; y por la otra se constituyeron como nuevas
formas de movilización social, no tanto por su magnitud sino por
sus características innovadoras.
La profundidad del cataclismo financiero provocado por la
desatada especulación y por la aquiescencia de los gobiernos
neoconservadores, obligó a diversos sectores de la sociedad ar-
gentina a asumir posiciones presentadas inicialmente como me-
ramente defensivas, pero que terminaron por desplegar un
potencial de transformación social imprevisto. Empresas recupe-
radas es como se ha denominado desde 2002, en el punto más
bajo de la crisis, al movimiento de rescate realizado por los traba-
jadores de plantas industriales y empresas de servicios para man-
tenerlas en funcionamiento una vez que la administración patronal
fue incapaz de cumplir con sus compromisos, mantener la pro-
ducción y conservar el empleo. Se trata, ciertamente, de un movi-
miento heterogéneo y con desiguales resultados, pero que ha
trascendido como muestra de la capacidad de los trabajadores
para asumir esas responsabilidades.
245
Es cierto, también, que sólo un pequeño porcentaje de las
alrededor de 2 500 empresas que quebraron en ese periodo, no
más de 140 ó 160 de ellas, pasaron a manos de los trabajadores; y
el fenómeno incorporó a tan sólo 9 mil o 10 mil de éstos. Pero
más allá de sus dimensiones, se trató por primera vez no de casos
aislados sino de un auténtico movimiento laboral y social con
posibilidades de reproducirse en nuevas regiones y con otras di-
mensiones. Un experimento, podría decirse, y una modalidad,
por sus formas de organización, inédita en Nuestra América
(Collin, 2009).1
Los gérmenes de esta aparentemente novedosa forma de
gestión pueden hallarse, sin embargo en muy diversas experien-
cias individuales en la propia Argentina y en otras naciones, si
bien casi siempre como formas defensivas de organización que
no alcanzaron o no han llegado a estructurarse ni a extenderse a
muchas otras empresas o regiones.
Asumimos como empresas recuperadas aquellas instalacio-
nes fabriles o de servicios que, cerradas o en proceso de cierre por
quiebra o movimientos prolongados de huelga, han sido ocupa-
das por los trabajadores o pasado a manos de éstos para mante-
nerlas produciendo. En su mayoría, han asumido la forma de
cooperativas, sin haber nacido como tales sino como resultado de
las nuevas situaciones creadas en el curso de su historia, aunque
otras puedan adoptar otras modalidades de gestión. 2
Aquí se buscará dar seguimiento a dos casos de recupera-
ción de empresas por sus trabajadores en México, que siguieron
cursos muy distintos pero que mostraron igualmente las dificulta-
des para consolidarse como experiencias productivas viables, al
tiempo que pusieron de manifiesto la decisión y el coraje de los
obreros por mantener su fuente de trabajo y su condición no de
asalariados sino de trabajadores productivos. El primero es el del
1
Véase también Programa Facultad Abierta. Facultad de Filosofía y Letras de la Univer-
sidad de Buenos Aires, 2010; Camilletti, Guidini y Herrera, 2010; Movimiento Nacional
de Fábricas Recuperadas s. f. Para una exposición de algunos casos en Colombia, Dávila
et. al., 2010.
2
Esas otras modalidades, en algunos casos, se trata de formas de gestión mixta empresa-
rio-trabajadores, por ejemplo.
246
ingenio Puruarán, en el municipio de Turicato, Michoacán; el
segundo el de la antigua Compañía Hulera Euzkadi, en El Salto,
Jalisco, hoy transformada en la Cooperativa Trabajadores De-
mocráticos de Occidente, Tradoc. Ambas situaciones presentan
muchas diferencias entre sí y han sido analizadas en diversos fo-
ros y publicaciones; pero es a partir del propio análisis compara-
tivo que se pueden obtener algunas enseñanzas que eventualmente
puedan servir a la organización de la clase obrera y al movimien-
to cooperativista en particular.
247
en Pedernales, a donde fueron también trasladadas partes impor-
tantes de la maquinaria y equipo de Puruarán. La clausura del
centro de trabajo implicó el despido de 327 trabajadores y pronto
se reveló como un golpe mortal para la vida económica de la
región. El cierre de la empresa no sólo afectó a los trabajadores
directos del ingenio sino a los 2 260 cultivadores cañeros de cua-
tro ejidos que lo abastecían (Turicato, Puruarán, Tavera y El
Cahulote), a transportistas, 800 cortadores de caña, 244 fleteros
y, en general a los casi treinta mil habitantes de la región. Al ce-
rrar el ingenio desaparecieron también los créditos de avío que
éste otorgaba a los cultivadores de caña de la región (Paleta, 2002:
32). La habilitación de canales de riego como alternativa emer-
gente de empleo temporal, ideada por el gobierno estatal, no re-
solvía el problema económico y social generado.
Por esa razón, en noviembre de 1992 los obreros se constitu-
yeron como Comité de Defensa para la Conservación del Inge-
nio de Puruarán (CDPRIP). Solicitaron la mediación del gobernador
Ausencio Chávez frente al propietario Santos de Hoyos; pero ante
el fracaso de esta gestión, en diciembre de ese año decidieron
tomar el ingenio para trabajarlo por su cuenta y realizar la zafra
1992-93, lo que lograron con relativamente buenos resultados a
pesar del saqueo parcial de la maquinaria y equipo por la empre-
sa. Mil cañeros les entregaron su producto y, sin ayuda de técni-
cos, procesaron en ese ciclo agrícola 37 mil toneladas de caña y
elaboraron 3 mil 100 toneladas de azúcar.3 A esta etapa los cañe-
ros se refieren como la “minizafra”.
El azúcar fue vendido a un comerciante de Morelia y a los
propios habitantes de la región. En tráileres lo enviaron a Zacapu
y Morelia (Rojas, 2000). Con la venta cubrieron sueldos a los tra-
bajadores, liquidaciones a los cañeros y los créditos comprometi-
dos para fertilizantes e insecticidas; pero el dueño del ingenio les
3
Según otra fuente, la molienda fue de 37 mil toneladas de caña y la producción azuca-
rera de 3 700 toneladas. La capacidad del ingenio es para producir 30 mil toneladas de
azúcar. En la zafra anterior —la única realizada bajo la propiedad del grupo de Santos—
se habían molido 200 mil toneladas de caña y producido 19 700 toneladas de azúcar
(Rojas, 2000).
248
negó el derecho a vender el resto del endulzante, que se quedó en
las bodegas del ingenio. Según argumentaban el propietario Al-
berto Santos de Hoyos y el entonces subsecretario de Agricultu-
ra, serían necesarios 4 mil millones de viejos pesos4 para reparar
y mantener funcionando el ingenio, una inversión inalcanzable
para los trabajadores. Sin embargo, éstos lograron en muy poco
tiempo reparar por sí mismos y hacer funcionar la maquinaria,
virtualmente con su solo trabajo y a pesar de que una parte del
equipamiento había sido sustraído y llevado a Pedernales por la
empresa.
En marzo de 1993, los trabajadores, con el respaldo de los
presidentes municipales de Turicato y Tacámbaro, y de diversas
organizaciones sociales, se dirigieron al presidente de la Repúbli-
ca Carlos Salinas de Gortari para solicitarle la entrega del inge-
nio.5 Los obreros no plantearon en un inicio recuperar la factoría,
sino otras opciones: que el dueño reabriera simplemente el inge-
nio, o que éste se rentara o vendiera a la comunidad, o que fuera
expropiado y el Estado lo devolviera a los cañeros y el resto de la
comunidad puruarense.
Pero la respuesta gubernamental fue la represión. El 3 de
julio de ese año, el gobierno estatal con aproximadamente dos-
cientos agentes de la Policía Judicial tomó las instalaciones del
ingenio para desalojar a los trabajadores que lo operaban, y apre-
hender a los principales dirigentes obreros. Con la policía res-
guardando las instalaciones, los administradores de la empresa
Santos comenzaron a desmantelar la maquinaria para trasladar
4
El 1 de enero de 1993 el Banco de México modificó el sistema monetario, convirtiendo
1 000 pesos en 1 (nuevo) peso (N$). Durante un periodo de varios años se habló de viejos y
nuevos pesos, pues estaban en circulación billetes y monedas con ambos tipos de denomi-
naciones y bajo el considerando de que $ 1 000 eran = N$1.
5
“Hemos gestionado” —le escribieron— “en coordinación con el gobernador de Mi-
choacán y con los funcionarios del gobierno estatal y federal y representantes nacionales
de cañeros y obreros, para adquirir por la vía de la compraventa esa fuente de trabajo,
aceptando los adeudos por crédito de avío y se nos amplíen para la operación de la
fábrica como sociedad anónima, entre cañeros y obreros. [...] Señor presidente, le pedi-
mos nos haga entrega oficial del Ingenio Ejidal Puruarán y se nos otorguen los créditos
necesarios para su operación, con el compromiso de hacer esta fuente de trabajo próspe-
ra y rentable, en beneficio de los habitantes de esta región” (Cit. en Nava, 1994).
249
las piezas que aún estaban ahí a Pedernales, o simplemente des-
echarlas como chatarra. Los trabajadores y grupos solidarios se
instalaron entonces en plantón. Siete trabajadores que participa-
ron en la ocupación del ingenio fueron aprehendidos y encarcela-
dos en Morelia y después en Tacámbaro. La movilización de los
obreros se extendió a la capital del Estado —con la solidaridad de
diversas organizaciones populares— y a la ciudad de México.
Gregorio Álvarez Vargas, líder de los obreros del ingenio, realizó
un primer contacto con la Cooperativa de Refrescos Pascual, que
expresó su interés en apoyar con créditos y comprando la pro-
ducción azucarera, pero la operación no se concretó en ese ciclo.
En ese periodo nació también entre los trabajadores la idea de
formar una cooperativa propia para operar la fábrica.
Al entrevistarse con el propietario Alberto Santos, éste ofre-
ció vender el ingenio a la comunidad puruarense en cien mil mi-
llones de viejos pesos, mientras que él lo había adquirido en 4 mil
600 millones, apenas el 7 por ciento de su valor real, de 55 mil
millones. Se demostró que el contrato de compraventa con que
su grupo se había hecho de la fábrica, lo obligaba, en su cláusula
8, a mantener sus ingenios como fuentes de empleo y a “fomentar
la modernización, la rehabilitación, la diversificación, la integra-
ción y el desarrollo agrícola”. Si bien los obreros, con apoyo de
Financiera Nacional Azucarera y del gobierno de Michoacán ele-
varon su oferta, el empresario se negó a vender y finalmente a
proseguir asistiendo a las pláticas con los trabajadores.
El grupo obrero, por su parte, se fue dividiendo conforme
algunos aceptaban ofrecimientos del gobierno para crear peque-
ñas empresas —aunque éstas casi nunca se concretaron— y por
acusaciones a Gregorio Álvarez por su forma de comercializar el
azúcar y por no haber pagado adeudos con los cañeros. 6
En junio de 1996, los trabajadores decidieron recuperar las
instalaciones que estaban en poder de la policía; y si bien en los
6
Adicionalmente, vale decir que Álvarez Vargas fue postulado en 1995 para diputado
local por el PRD en el distrito de Tacámbaro, aunque perdió la elección frente al candidato
del PRI (Paleta, 2002: 38-39).
250
años siguientes no se llegó a ningún acuerdo, se permitió a los
trabajadores seguir en posesión del ingenio aunque no pudieran
trabajarlo a toda su capacidad. Los puruarenses —que con ante-
rioridad habían solicitado sin éxito al gobierno estatal la expro-
piación del ingenio— entregaron simbólicamente las instalaciones
al gobierno del Estado, a cargo de Víctor Manuel Tinoco, quien
a su vez se las devolvió “en custodia” al órgano legalmente reco-
nocido, el Comité Pro Reapertura del Ingenio Puruarán ( CPRIP)
(Paleta, 2002: 41).
En definitiva, en la primavera de 1998 los trabajadores en
resistencia decidieron volver a moler la caña que un grupo de
cultivadores leales (la mitad de ellos ya llevaban sus cosechas a
Pedernales) les entregó.7 Aunque la producción fue exigua (300
bultos de 50 kilos), después de cinco años de no funcionar la fac-
toría, se trató de la virtual reapertura de ésta, que los obreros
siguieron trabajando en los años siguientes sin que el propietario
ni el gobierno los molestaran. Durante la zafra “de prueba”, 1997-
1998, sólo molieron 5 mil toneladas de caña y se obtuvieron 20
toneladas de azúcar. Para el ciclo siguiente, 98-99 se pudo proce-
sar unas 40 mil toneladas de caña y producir 2 mil 895 toneladas
de endulzante. Para la zafra 1999-2000 el ingenio recibió 61 mil
toneladas de caña y produjo 5 mil 100 toneladas de azúcar. No
obstante, no había ganancias, pues los costos de mantenimiento
eran muy elevados (Rojas, 2000).
Con el apoyo y asesoría de un diputado federal perredista,
Gonzalo de la Cruz, se formó la Sociedad Cooperativa Trabaja-
dores del Ingenio de Puruarán. Desde 1998 lograron el registro
ante la Secretaría del Trabajo y el respaldo de la Cooperativa
7
Acerca de la fidelidad de los cultivadores de caña, Guillermo Paleta interpreta que
había dos motivos para no llevar su producto a Pedernales sino entregarlo a Puruarán: “1)
Los cañeros de Puruarán percibieron condiciones desiguales en el pago de cosechas, debi-
do a convenciones locales; pues sencillamente los de Pedernales no aceptaban a los
‘hambreados’ de Puruarán. Fue evidente la operación de fuertes culturas locales creadas
por la anterior organización de producción de azúcar, que estructuraron prácticas en el
presente. 2) Se desplegaron mecanismos de resistencia contra el Estado y el mercado. La
gente de Puruarán no incorporó sus tierras al Procede con el fin de no titularlas y con esto
no convertirlas el ‘mercancías’, que pudieran ser enajenadas para cubrir las deudas de
anteriores créditos” (Paleta, 2002: 29-30).
251
Pascual, que compraba la mayor parte del producto. Así mismo,
recibieron apoyo de migrantes de la región radicados en los Esta-
dos Unidos. Pero sus gastos de equipo y mantenimiento eran muy
altos. En el 2000, los dirigentes declaraban a la reportera: “Bus-
camos un crédito para complementar los gastos que se están ha-
ciendo, necesitamos un crédito de 3 millones de pesos. No
buscamos socios. Llevamos 80 por ciento de avances en repara-
ción de la fábrica, pero falta mucho material y estamos haciendo
el cultivo de la caña sin crédito”. También tenían adeudos y re-
trasos en el pago de cuotas al IMSS (Rojas, 2000).
Quince personas fueron asesinadas en ese periodo por con-
flictos relacionados con el ingenio, entre ellos el dirigente Gregorio
Álvarez Vargas, el 13 de septiembre de 1996. También su herma-
no José Horacio, profesor de la Universidad Michoacana y pro-
motor de la solidaridad con el movimiento puruarense.
La cooperativa siguió funcionando durante los siguientes diez
años y, en un principio, logró elevar la productividad del ingenio.
En abril de 2006, al concluir la zafra, la producción alcanzó más
de 4 mil toneladas de azúcar, que fueron entregadas en su totali-
dad a Pascual (Rico, 2006). La directiva de la cooperativa Puruarán
solicitó al gobierno del Estado un proyecto para elevar la rentabi-
lidad de la fábrica, y también comenzó a promover los trámites
para la expropiación de las instalaciones azucareras (Rico, 2008).
Durante casi una década, la cooperativa logró mantener la mo-
lienda de caña y elevar constantemente la producción, sin que el
propietario o los gobiernos estatales (de Víctor Manuel Tinoco
Rubí, Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy) volvieran a inter-
ferir con la acción de los obreros.
Sin embargo, entre 2007 y 2008 se empezaron a acumular
los problemas. Los cañeros comenzaron a demandar adeudos por
30 millones 700 mil pesos y a amenazar con no entregar la caña si
no se les pagaban, ante la presión, decían, de la elevación del
costo de los fertilizantes (Cambio de Michoacán, 2008). El 4 de
noviembre de 2009, en medio de la crisis financiera y productiva
del país, y pese a haber recibido apoyos del gobierno estatal por
más de siete millones de pesos, la cooperativa se declaró en quie-
252
bra y el ingenio cerró por segunda ocasión sus puertas, esta vez de
manera al parecer definitiva. Se adeudaban más de 8 millones a
los cañeros y, al decir del presidente de la sociedad cooperativa,
Roberto Calderón, se requerían de otros 25 millones para mo-
dernizar la maquinaria del ingenio. Calderón declaró a los me-
dios que se buscaría que el Grupo Azucarero de México se quedara
como apoderado del ingenio en busca de reactivar la producción
y evitar así la pérdida total de los empleos y el hundimiento de la
mitad de la economía de la región (Cambio de Michoacán, 2009).
Con el fin del gobierno perredista de Leonel Godoy se ter-
minaron todos los apoyos que, si bien precariamente, se venían
otorgando a los trabajadores del ingenio. El nuevo gobierno de
Michoacán, encabezado por Fausto Vallejo Figueroa (y sus susti-
tutos Jesús Reyna y Salvador Jara), no dio nunca ningún apoyo a
los obreros ni a la comunidad de Puruarán para propiciar una
segunda reapertura del ingenio que beneficiaría a toda la región.
Todavía en diciembre de 2012 los trabajadores del ingenio se di-
rigieron a la fracción parlamentaria del Partido de la Revolución
Democrática en la LXXII Legislatura del Congreso estatal para
solicitar el apoyo de los legisladores para la reapertura del centro
de trabajo. Como representantes de los ex trabajadores, Encar-
nación Cortés Cornejo, Martin Saucedo Dávila y Rubén Madri-
gal, lograron un compromiso de los diputados de acompañarlos
en sus gestiones, incluso ante el gobierno federal (Agencia
Quadratín, 2012), compromiso a la postre infructuoso. Actual-
mente se está a la espera del resultado de las auditorías a la admi-
nistración de la sociedad cooperativa y de que, a través del gobierno
estatal, se gestionen más apoyos para que el paro de la industria
no sea total.
Pero durante casi veinte años de resistencia y movilización,
y diez de operación autogestionaria del ingenio, esos trabajadores
demostraron su aspiración y su capacidad para decidir, por sí
mismos, el curso de sus destinos y remontar las condiciones más
adversas.
253
Tradoc: de la lucha defensiva al control obrero
254
Como respuesta a la ofensiva patronal, y ya cerrada la fábri-
ca, el sindicato resolvió estallar la huelga, la cual se prolongó por
más de tres años: mil 141 días en que los obreros se movilizaron
en marchas, plantones y una caravana que recorrió otras plantas
llanteras del centro del país, y llegó a la ciudad de México. La
dirigencia sindical se trasladó a la sede misma de Continental, en
Alemania, para contactar a los obreros y a los propietarios de la
empresa en su matriz. En ese periodo los trabajadores de Euzkadi
recibieron el apoyo de la comunidad de El Salto, de otros sindica-
tos de la rama hulera, de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT)
y organizaciones sociales y activistas en el país, y también del sin-
dicato de la industria hulera de Alemania y diversas formaciones
obreras internacionales.
Después de más de dos años de la suspensión de labores, el
19 de febrero de 2004, la huelga fue declarada existente por la
Junta Especial número 10 de Conciliación y Arbitraje, lo que obli-
gaba a la empresa a pagar salarios caídos a los obreros por todo el
tiempo de duración del conflicto.
A la postre, la empresa Continental Tire hizo una propuesta
de solución a la huelga: el pago de las indemnizaciones deposita-
das por la empresa en la Junta Federal de Conciliación y Arbitra-
je; entregar en propiedad a los trabajadores la mitad de la planta
como pago de salarios caídos; la reapertura de la fábrica en socie-
dad con la empresa Llanty Systems, de Querétaro; el respeto al
empleo de los trabajadores que trabajaban en la planta de Conti-
nental en el Valle de México; asesoría técnica a los trabajadores
para volver a echar a andar la producción; la compra de 500 mil
llantas por año; y la venta de la materia prima para sostener la
producción (Gómez, 2010: 130).
Una vez aceptados los ofrecimientos de la empresa, la facto-
ría fue entregada a los trabajadores el 18 de febrero de 2005.
Éstos se constituyeron como Cooperativa Trabajadores Demo-
cráticos de Occidente, y su nueva empresa se denominó Corpo-
ración de Occidente, S. A. En 2012 facturó más de dos mil millones
de pesos con la marca Blackstone Tires (Llamas, 2012). Si bien
para sostener la producción tuvo que vender el ocho por ciento
255
de las acciones —conserva el 42 por ciento—, ha mantenido un
crecimiento constante de la producción. Tradoc da empleo a 850
trabajadores directos, 750 de ellos miembros de la misma; y, por
la naturaleza especializada de la producción y la necesidad de
abastecerse de materias primas, se ha asociado con la llantera
estadounidense Cooper Tyre & Rubber Company, la novena en
importancia en el nivel mundial y la cuarta de los Estados Uni-
dos. Hoy, la cooperativa —que comenzó produciendo dos mil
llantas por día— ha cumplido diez años de existencia y tiene una
producción de más de 16 mil neumáticos diarios, facturando 300
millones de dólares al año. A finales de 2014 había producido
más de 25 millones de llantas de 90 tipos diferentes y se planteaba
fabricar, para este año de 2015, más de 5 millones (La Jornada
Jalisco, 2014).
Se trata de una cooperativa que se ha planteado no alejarse
de sus orígenes en la lucha y la resistencia a los designios del capi-
tal transnacional y mantener la solidaridad con otros destacamen-
tos obreros y populares movilizados, como hoy ocurre con los
trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas en lucha por
recuperar su fuente de empleo tras el cierre de la compañía de
Luz y Fuerza del Centro, con los campesinos de Atenco y con el
movimiento nacional por los estudiantes desaparecidos de
Ayotzinapa.
Consideraciones finales
256
experiencias, la segunda exitosa, la primera sólo parcialmente,
tuvieron su origen en el movimiento defensivo de los trabajadores
frente a decisiones de lejanos centros de poder que amenazaban
la planta laboral y las condiciones de trabajo; en suma, donde los
obreros eran la parte sacrificable.
El curso de la lucha fue también distinto. De entrada, el
caso de Puruarán parece ser el que más se identifica con las expe-
riencias contemporáneas argentinas de recuperación de fábricas,
al no esperar una resolución legal del conflicto para echar a an-
dar la producción. Ahí, la formación de la cooperativa se dio en
el curso de la misma lucha y como condición para la recupera-
ción de la empresa; en tanto que en Euzkadi, la constitución de la
cooperativa sólo se dio después de que un laudo de la JFCA obligó
a la empresa a negociar la cesión parcial de la propiedad de la
planta al entonces sindicato llantero. En Puruarán el enfrenta-
miento con los propietarios del ingenio fue más directo y al mar-
gen del marco legal, por lo que incluso el conflicto llevó a un alto
número de asesinatos; en Euzkadi la lucha sindical estuvo
enmarcada dentro de la normatividad del derecho de huelga y
culminó con el reconocimiento, si bien muy tardío, de las autori-
dades laborales.
Sin embargo, cabe señalar que aun en la Argentina el movi-
miento de recuperación contó con un marco legal, precario pero
favorable, sin el cual no hubiera podido extenderse a un número
tan amplio de empresas. Una reforma a la Ley de Concursos y
Quiebras a finales de 2001 permitió a los jueces autorizar, como
una medida para amortiguar los efectos de la crisis, la gestión
temporal de las factorías por los trabajadores. A la postre, ese
carácter temporal ha dejado en la incertidumbre el destino de las
empresas y ha sido motivo de división entre los trabajadores que
defienden la posesión definitiva de las fábricas sin patrón y los
que piensan que es posible regresar a la situación anterior una
vez superada la crisis (Camiletti, et. al.: 318).
La forma en que se da el proceso de lucha y recuperación no
determina el futuro de la empresa recuperada. En casi todos los
casos, el movimiento es inicialmente defensivo y no está vincula-
257
do con un propósito expropiatorio sino de preservación de la fuente
laboral. En el caso de Puruarán, como en el de muchas de las
empresas resucitadas argentinas, los trabajadores intentaron am-
pliar lo más posible la gama de opciones para dar salida al con-
flicto, sin cuestionar el derecho de propiedad de los dueños; en el
caso de Euzkadi buscaban tan sólo echar atrás la ofensiva patro-
nal y lograr la reapertura de la empresa con su planta laboral
íntegra. Sólo en el curso de los acontecimientos, y como resultado
de la intransigencia de la parte empresarial, los trabajadores tien-
den a radicalizarse y a afirmarse en la alternativa de ocupar las
factorías y hacerlas producir por sí mismos, sin patrón. Aun en el
caso de la empresa llantera, una salida negociada a tiempo hubie-
ra evitado a la empresa transnacional Continental Tire la pérdi-
da del control sobre la planta. Tampoco es la acción de dirigentes
y promotores o asesores radicales (en Euzkadi los había, al igual
que en algunas empresas argentinas; en Puruarán difícilmente se
los podría identificar) lo que induce la acción de los obreros. Son
las propias condiciones de la lucha las que van determinando la
radicalización política de éstas y moldeando su ideología.
Y el punto de llegada del proceso de recuperación tampoco
está determinado de antemano ni, en la mayoría de las veces, por
el solo papel y la voluntad de los trabajadores. El ingenio Puruarán
logró subsistir a lo largo de una década en manos de los obreros,
pero sucumbió frente al efecto combinado de las adversas condi-
ciones de la crisis de 2008-2009, el Tratado de Libre Comercio
(que abrió la frontera a las importaciones masivas de fructosa de
maíz y acentuó el desplome de los precios del azúcar) y las defi-
ciencias de un nuevo equipo de administración de la factoría re-
cuperada. Aun los apoyos gubernamentales, siempre insuficientes,
no lograron impedir la quiebra final de la planta y el daño para la
vida de la región. En contraste, el posicionamiento de Euzkadi
El Salto en el mercado, la tecnología con que opera y su salud
financiera previa al conflicto, facilitaron su recuperación econó-
mica tras la solución a éste; pero no han impedido —a despecho
de la radicalidad ideológica de sus dirigentes y de una parte de los
obreros— una mayor dependencia con respecto de factores ex-
258
ternos como el nuevo capital asociado, ni el haber tenido que
vender una parte de su paquete accionario para recapitalizarse,
dando lugar a una gestión sólo parcial de la empresa por parte de
la cooperativa obrera.
Las mujeres de los trabajadores y sus familias en general, las
comunidades locales, los productores vinculados (cañeros, por
ejemplo) y aun los hijos y otros familiares emigrados se constitu-
yen en la retaguardia y el sostén del conflicto; pero el papel de la
solidaridad externa es también muy importante. No sólo en la
etapa de lucha por el control de las instalaciones, donde es deter-
minante el apoyo de la comunidad inmediata y de grupos sociales
directamente vinculados al proceso productivo y social, sino tam-
bién una vez que la movilización ha desembocado en la recupe-
ración de las instalaciones. Puruarán no habría sobrevivido por
una década sin el apoyo de la Cooperativa de Refrescos Pascual,
que cumplió con adquirir el producto de la cooperativa azucare-
ra. Tradoc por su parte vino a resolver su vinculación externa por
medio no de relaciones de solidaridad sino de un contrato comer-
cial que la vincula a una empresa transnacional estadounidense.
La ocupación de empresas fabriles, como lo ha destacado
Collin (2009), pone en primer plano la lucha por conquistar el
trabajo como un derecho humano y social que no puede estar
sujeto ni ser disminuido por el derecho de propiedad, menos por
la voluntad caprichosa de los dueños de las empresas, y tampoco
por el Estado. En los dos casos aquí estudiados, la lucha de los
trabajadores era por su supervivencia como tales ante la inexis-
tencia de alternativas de ocupación para todos ellos en sus respec-
tivas regiones, además de la defensa de su identidad cultural e
histórica en cuanto tales. La defensa del derecho al trabajo llevó a
la ocupación y administración autogestionaria de las plantas pro-
ductivas como una consecuencia si no inmediata sí necesaria y
congruente.
La ocupación y recuperación de fábricas tiene también un
papel didáctico para los trabajadores. Es claro que, en un princi-
pio, la mayoría de ellos, incluso todos ellos, temen asumir el con-
trol fabril y prefieren soluciones que restablezcan su situación
259
anterior como fuerza de trabajo subsumida en el capital: nego-
ciar la reapertura de la planta fabril por la empresa y los salarios
caídos. La autogestión no es la primera opción; pero una vez que
las circunstancias presionan, los operarios van cobrando confian-
za en su propia capacidad para gestionar la empresa de manera
cooperativa. Ésta, como es conocido, se convierte a su vez en una
escuela de democracia en donde los trabajadores se involucran
de manera directa en las principales decisiones en una forma en
la que no pueden hacerlo en otros ámbitos de la vida cotidiana: la
familia, la escuela, las iglesias, el gobierno civil (en sus tres órde-
nes), etc. En ese sentido, la experiencia autogestionaria es tam-
bién una escuela de ciudadanía.
Lo decisivo, en todos los casos de recuperación de empresas,
es la voluntad de los trabajadores, no necesariamente todos, y
pocas veces todos, por resistir y dar salidas, con mayor o menor
grado de radicalidad, a la amenaza de perder la fuente de traba-
jo. En aras de ese objetivo, se expresan el espíritu de sacrificio, la
identificación social, la creatividad y la combatividad, y se mol-
dean las nuevas formas de conciencia social. Esa voluntad se da el
lujo, incluso, de imaginar el futuro.
Bibliografía
260
Collin, L. (2009). “Fábricas resucitadas. Respuesta de los trabajadores
argentinos ante el desempleo” en Economía y Sociedad. núm. 23.
Morelia, Facultad de Economía “Vasco de Quiroga”, UMSNH,
enero-junio.
Dávila, R., O. Huertas y D. Castillo. (2010). “Estrategias de gestión se-
guidas por los trabajadores en empresas recuperadas: El caso de
dos cooperativas rurales en Colombia”, en Urbiola, A. (Coord.):
Ventaja cooperativa y organización solidaria en un mundo complejo. Estrate-
gias cooperativas frente a la ambigüedad e incertidumbre. México, Univer-
sidad Autónoma de Querétaro/Editorial Fontamara.
Gómez, D. (2010). Ellos sí pudieron mirar el cielo. La victoria obrera en Euzkadi.
Tercera edición. México, Trabajadores Democráticos de Occi-
dente/Movimiento al Socialismo, Agrupación Política Nacional.
La Jornada Jalisco, 2014. “Tradoc cumplió diez años”. 5 de diciembre.
Llamas Sánchez, Araceli 2012. Nota en Milenio Jalisco, 28 de diciem-
bre.
Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas: http://www.fabricas
recuperadas.org.ar.
Nava Hernández, Eduardo: “Pasamontañas en tierra caliente. El cierre
del ingenio de Puruarán”, en Viento del Sur, núm. 3. México, D. F.,
diciembre de 1994.
Paleta, G. (2002). “Zafra de justicia y libertad: Protesta rural en una
comunidad cañera de Michoacán”, Estudios Agrarios, núm. 21. Sep-
tiembre-diciembre, pp. 9-58.
Programa Facultad Abierta. Facultad de Filosofía y Letras de la Univer-
sidad de Buenos Aires: Las empresas recuperadas en la Argenti-
na. Informe del Tercer Relevamiento de Empresas Recuperadas
por sus trabajadores. Buenos Aires, Ediciones de la Cooperativa
Chilavert, 2010.
Rico, R. (2006). “Llega a su fin periodo de zafra; más de 4 mil toneladas
de azúcar, las obtenidas”. Cambio de Michoacán, 21 de abril.
Rico, R. (2008). “Nueva esperanza para los cañeros”. La Voz de Michoacán,
28 de septiembre.
Rojas, R. (2000). “Puruarán, la lucha de un pueblo por sobrevivir al
cierre de un ingenio”. La Jornada. México, D. F., 25 de noviembre.
261
262
9
Introducción
263
ción de capacidades o habilidades tecnológicas de las
firmas.1 Ciertamente, desde el punto de vista de la literatura so-
bre este tema, las habilidades tecnológicas constituyen el poten-
cial con que cuenta una empresa para producir un bien
determinado y se caracterizan por la existencia de vínculos que
relacionan dos procesos centrales como son el aprendizaje tecno-
lógico y la innovación tecnológica, con algunos acervos tangibles
(aquellos que pertenecen a la capacidad de producción o con los
componentes de un sistema que incluyen al capital fijo, productos
y diseños especiales, insumos específicos, organización y procesos
de producción), e intangibles (que abarcan información, conoci-
mientos, prácticas, experiencias, vínculos y estructuras
institucionales dentro de las firmas y entre ellas).2 De la suma de
ambos acervos resulta la producción de bienes y servicios para los
mercados local, nacional e internacional.
Bajo ese contexto aquí se pretende: i) verificar la influencia
de la norma de calidad Codex Alimentarius (CCA) sobre el apren-
dizaje tecnológico y la formación de capacidades tecnológicas de
las firmas procesadoras de aguacate ubicadas en Uruapan, Mi-
choacán; y, ii) comprobar que la propensión a la innovación de
dichas firmas ha dependido de la creación y fortalecimiento de
dichas capacidades.
Este trabajo se basó en estudios de caso. No recurrimos aquí
a comprobaciones matemáticas pues los estudios de caso son una
de las formas colectivamente aceptadas en la metodología de las
ciencias sociales para explicar hechos, aplicar conceptos y con
ello sostener y extender un cuerpo de conocimiento, por lo tanto,
1
Aunque en los trabajos de Penrose, 1959; Richardson, 1972 y Pavitt, 1977 ya se hace
referencia a las capacidades o servicios productivos de una empresa para sobresalir en el
mercado nacional e internacional.
2
La literatura sobre este tema es muy amplia, pero habría que destacar, cuando menos,
los siguientes trabajos: Penrose, 1959; Richardson, 1972; Smith, 1984; Teece, 1998; Cohen
y Levintal, 1990; Prahalad y Hammel, 1990; Leonard-Barton, 1992; Unger, 1993a; Lall,
1993; Teece y Pisano, 1994; Nonaka, 1994; Nonaka y Takeuchi, 1995; Bell y Pavitt,
1995; Rosembloom y Christensen, 1998; Kim, 1999; Casanueva, 2001; Figueiredo, 2002;
Best, 2002; Tacla y Figueiredo, 2002; Dutrénit, 2003; Vera-Cruz, 2003; Arias, 2003,
Arias y Dutrénit, 2003; Taboada, 2005; Tapias, 2005; García, 2008; Sanz y Arias, 2010;
Tapias, 2005; Roberts, 2009; Torres, 2006; García, 2007.
264
pueden ser consideradas como una forma alternativa de comuni-
cación social racional. Así pues se llevaron a cabo estudios de
caso de cuatro empresas mexicanas procesadoras de aguacate lle-
vados a cabo en conversaciones con expertos, propietarios, direc-
tivos y gerentes generales y de planta, ubicados en Uruapan,
Michoacán. Las firmas presentan varios atributos: en 2007 eran
las principales productoras mexicanas de aceite de aguacate,
guacamole y cosméticos y representaron el 25% de las ventas al
exterior de productos de aguacate a nivel nacional y el 36.5% en
Michoacán; poseen distintos grados de madurez tecnológica; y,
presentan diferentes grados de integración y diversificación. Puesto
que en México la cultura del consumo de productos procesados
de aguacate es incipiente, el mercado de esas empresas es prefe-
rentemente el extranjero.
El capítulo se divide en cuatro secciones. Como el ingreso
de las empresas procesadoras de aguacate al mercado internacio-
nal ha dependido del desarrollo de capacidades tecnológicas, en
la primera se examina brevemente la naturaleza, origen y forma
de evaluarlas. Luego, puesto que el desarrollo y acumulación de
estas capacidades y habilidades son producto de un proceso de
aprendizaje tecnológico, en la segunda parte se explora este ele-
mento como parte de la competitividad empresarial de los
procesadores de aguacate; mientras que en la tercera se señalan
las innovaciones tecnológicas generadas por las firmas.
Las tres secciones contribuirán a establecer, en la última,
una idea precisa de lo que constituye la competitividad de los
procesadores de aguacate ubicados en Uruapan, Michoacán.
265
to a la inversión, la producción y vinculación— para generar in-
novaciones. Por su origen, estas habilidades surgen del conoci-
miento y de las acciones de diversos mecanismos de aprendizaje
tecnológico puestas en marcha por las empresas.3
Para evaluar las capacidades tecnológicas aquí se hace refe-
rencia a la metodología (matriz de capacidades tecnológicas) crea-
da y propuesta tanto por Lall (1992) como por Bell y Pavitt (1995),
en el sentido de que las empresas poseen, por lo menos, un par de
subsistemas de conocimientos expresados en: i) un cúmulo de
saberes y capacidades tecnológicas; y, ii) esfuerzos tecnológicos o
mecanismos para agilizar la creación de saberes que pueden re-
presentarse en tres funciones: inversión, producción y vínculos
con la economía o actividades de apoyo (cuadro ocho).
Al tomar a las capacidades tecnológicas como el esfuerzo
tecnológico con que cuenta una empresa para producir un bien
determinado (Bell, 1984; Bell y Pavitt, 1993; 1995), se han creado
marcos metodológicos para evaluarlas en el ámbito de las firmas
industriales a través de las tres funciones mencionadas (inversión,
producción y apoyo), pero además por medio de tres tipos de ha-
bilidades: básicas, intermedias y avanzadas.
Ésta clasificación de capacidades está sujeta, según Lall (1992)
al grado de complejidad tecnológica. Es por esa razón que las
habilidades se agrupan en básicas, intermedias o avanzadas. Las
primeras son simples porque se apoyan en la experiencia; las se-
3
En los textos sobre la formación y acumulación de las capacidades tecnológicas existen
varios referentes que podrán ser organizados en seis tipos: i) los estudios que aluden a la
capacidad organizacional de la firma basada tanto en fuentes endógenas como exógenas
(Penrose, 1959/1972; Chandler, 1962; Richardson, 1972); ii) los análisis que indican la
manera en que la firma percibe las oportunidades y necesidades creadas por el crecimien-
to poblacional, el ingreso y el cambio tecnológico y emplea los recursos existentes de una
manera más rentable para lograr su crecimiento estratégico (Chandler, 1962); iii) las in-
vestigaciones sobre la organización interna de la empresa (Richardson, 1972; Pavitt, 1971,
Unger, 1993); iv) los que exploran las capacidades de absorción e innovadoras de las
firmas (Cohen y Levintal, 1990; Kim, 1999; Figueiredo, 2002; Tacla y Figueiredo, 2002);
v) los que comparan la forma de coordinación de los recursos internos de la empresa con
la administración estratégica del conocimiento y el aprendizaje tecnológico (Leonard –
Barton, 1992; Kim, 1999; Dutrénit y Vera-Cruz, 2001; y, vi) los que establecen la influen-
cia del medio ambiente económico en la creación de capacidades tecnológicas (Bell y
Pavitt, 1995; Dutrénit, 2003; Vera-Cruz, 2003, Casanueva, 2001; Arias, 2003).
266
gundas son intermedias pues dependen de las capacidades de
búsqueda por parte de la empresa para iniciar proyectos de adap-
tación o duplicación de tecnologías existentes; y, las terceras son
avanzadas debido a la actitud de las empresas ya sea para promo-
ver proyectos innovadores o riesgosos o para emprender planes
de investigación.
Así, el esquema metodológico que se utiliza para determi-
nar las capacidades tecnológicas en las empresas industriales se
muestra en el cuadro ocho. En las columnas se señalan las capaci-
dades tecnológicas en el ámbito de la empresa de acuerdo con las
funciones de inversión (preinversión y ejecución de productos, toma
de decisiones y control o diseño e implementación de proyectos);
de producción (ingeniería de procesos, de productos e industrial;
organización de procesos y producción y centrado en el produc-
to); y actividades de apoyo o vínculos con la economía. Los ren-
glones, por su parte, muestran el grado de complejidad tecnológica
medida por el tipo de actividad de la cual surge la capacidad tec-
nológica (básica, intermedia y avanzada). La ordenación de las
capacidades según el tipo de función y habilidad tecnológica se
basa en el supuesto de que existe una capacidad básica de las
funciones en cada categoría principal que debe ser adquirida por
la empresa, a través de la experiencia, para asegurar su operación
comercial exitosa.
Si una firma, por si misma, no puede decidir sobre sus pla-
nes de inversión o selección de equipo o no le es posible alcanzar
los niveles mínimos para operar eficientemente en los ámbitos de
control de calidad, mantenimiento de equipo o mejora en costos,
entre otros, es probable que no pueda competir en un mercado
abierto; aunque las capacidades básicas centrales crecen en la
medida en que la empresa realiza tareas más complejas (Leonard
– Barton, 1992).
Es decir, las habilidades desarrolladas por una firma le per-
miten utilizar de manera efectiva el conocimiento tecnológico con
el objetivo de asimilar, adaptar, usar y modificar las tecnologías
existentes; pero además, mediante ellas pueden crear nuevas tec-
nologías y desarrollar nuevos productos y procesos como respues-
ta a los cambios del medio ambiente económico (Lall, 1992).
267
Por otra parte, una de las funciones más importantes hoy en
día para la formación de capacidades tecnológicas es la creación
y manejo de nexos empresariales, de tal forma que en la literatu-
ra reciente sobre la creación de capacidades también se puede
encontrar el concepto de habilidades para el desarrollo de víncu-
los, ya que constituyen la destreza de las firmas para establecer
relaciones con otras y con algunos agentes de un sistema de inno-
vación (Rosenbloom y Christensen, 1998; Best, 2002; Dutrénit,
2003). En este sentido, aunque las ventajas competitivas de una
empresa madura o de reciente creación están asociadas con el
cambio técnico, pero la esencia de tal ventaja está relacionada
con sus habilidades para cambiar sus estrategias organizacionales
y de vinculación, no precisamente sus tecnologías (Rosenbloom y
Christensen, 1998).
Con este marco de análisis enseguida se mostrará que la
competitividad de las empresas procesadoras de aguacate se basa
en la creación de conocimiento, formación de capacidades tecno-
lógicas e innovaciones.
268
Cuadro 8 Clasificación de las capacidades tecnológicas según tipo de capacidad y función tecnológicap
269
Fuente: Elaboración propia con base en Lall (1993) y Bell y Pavitt (1995).
dólares de materias primas (MarketStudies, 1998). Aunque los
datos anteriores abarcan a la industria cosmética mundial dan
una idea del potencial del uso del aceite de aguacate en ella.
En cuanto a los centros producción sin duda son cuatro los
principales países que elaboran aceite de aguacate y otros pro-
ductos procesados de la fruta: México, concentrado en la elabo-
ración de guacamole y aceite; Estados Unidos, enfocado en la
fabricación de guacamole, aceite comestible y sopas enlatadas;
Sudáfrica, dedicada a la transformación del aguacate en aceite; e
Israel, que es el más diversificado pues produce pulpa, aceite y
subproductos como champús, cremas y sopas (Bioplus, 1998).
Por otro lado, el destino principal de las ventas mexicanas
de productos procesados de aguacate es el mercado de Estados
Unidos. Durante 1997 las exportaciones a ese país sumaron 11,825
toneladas –aproximadamente 21 millones de dólares- e incluye-
ron guacamole, pasta y aceite, demandados principalmente por
instituciones, restaurantes y cadenas de supermercados (Market
Asia, 1995).
En lo que se refiere a la información estadística sobre la ven-
ta de esos productos, la Secretaría de Desarrollo Agropecuario
(SEDAGRO) reportó que en el periodo 2001–2005 el 91% de la pro-
ducción de pulpa de aguacate tanto de empresas mexicanas como
firmas estadounidenses que operan en México se vendió a Esta-
dos Unidos. En Cambio en 2009 del total de aceite de aguacate
exportado, el 10% se exportó a Estados Unidos y el 90% a Fran-
cia y Panamá.
Ahora bien, debido a la influencia de las normas sanitarias y
fitosanitarias y con el propósito de incrementar su competitividad
en el mercado internacional, las empresas procesadoras de agua-
cate han generado diversos tipos de conocimiento; mecanismos
de aprendizaje tecnológico similares; y, por lo tanto, han creado
capacidades de inversión, producción y apoyo o vinculación para
generar innovaciones y que se muestran detalladamente en las
siguientes secciones.
Aunque algunas habilidades desarrolladas por las empresas
son generalizables y otras no, su acumulación responde a la
implementación del CCA y, con ello, al mercado de destino y el uso
270
del producto. El desarrollo de habilidades tecnológicas más fre-
cuentes entre los procesadores de aguacate han dependido del
mercado de destino porque, con excepción de los fabricantes de
cosméticos, el resto de los empresarios exportan el aceite y
guacamole a Estados Unidos, Canadá, Japón, China y Europa -
principalmente Alemania, Francia, España, Inglaterra y Holan-
da. Esto se explica porque el mercado de los productores de
cosméticos es el mexicano en donde no existen estándares de ca-
lidad exigentes para la producción de jabones, champús, cremas
faciales y de manos, entre otros; por el contrario, cuando se trata
de alimentos las normas privadas de los países mencionados con
frecuencia son muy exigentes.
Además, el impulso para la creación de habilidades diferen-
tes también obedece a la utilización del producto. La evidencia
indicó que las innovaciones tecnológicas para la fabricación de
aceites comestibles para aderezo y el guacamole —productos que
requieren vida de anaquel más larga—, se ha concentrado en la
adaptación de maquinaria y equipo ya existente; mientras que las
innovaciones para la fabricación de aceite crudo como materia
prima para la industria farmacéutica ha requerido de actividades
creativas de inversión y producción no sólo operativas e innovativas
básicas sino también intermedias y avanzadas.
Enseguida se describen, primero, las principales regulacio-
nes establecidas por el CCA al tiempo que se exploran los mecanis-
mos de aprendizaje tecnológico generados por las firmas para su
cumplimiento y, por ende, el uso del producto y el mercado de
destino; posteriormente, se examinan cuáles han sido las innova-
ciones resultantes de esos mecanismos; y, por último se recupera
esa información para hacer un recuento y comparación de las
capacidades desarrolladas por los fabricantes de productos deri-
vados del aguacate Hass.
271
las empresas productoras de aceite, pasta o guacamole surgen de
las exigencias sanitarias del mercado de destino. Por tanto, a con-
tinuación se describen brevemente las especificaciones de esa nor-
ma general para establecer, posteriormente, su influencia sobre el
aprendizaje y la formación de capacidades tecnológicas de las
empresas y, por lo tanto, su propensión a la innovación de proce-
sos y productos.
Las medidas del CCA abarcan regulaciones para todos los
alimentos ya sean elaborados, semielaborados o sin elaborar; los
contenidos permisibles de residuos de plaguicidas, aditivos y con-
taminantes, incluidos los ambientales, y las sustancias tóxicas na-
turales presentes en alimentos; las prácticas de higiene y fabricación
—que abarcan las disposiciones sobre manipulación y envasado
del sistema de análisis de peligros y puntos críticos de control
(HAPPCC)—; requisitos de nutrición y etiquetado; sistemas oficiales
de inspección y certificación de importaciones y exportaciones de
alimentos; incluso protocolos para la evaluación de la inocuidad
de los alimentos obtenidos por medios biotecnológicos.
Derivadas del CCA existen tres normatividades específicas
para el sector procesador de aguacate y que han constituido una
fuente para la creación de capacidades tecnológicas e innovacio-
nes: i) los principios generales de higiene de los alimentos; ii) la
norma para grasas y aceites comestibles no regulados de manera
individual; y, iii) la norma general para los contaminantes y las
toxinas presentes en los alimentos. La primera establece guías
obligatorias para el etiquetado de los productos, salud e higiene
del personal, prácticas sanitarias para controlar la contaminación
procedente del aire, suelo, agua y fertilizantes, entre otros conta-
minantes.
Por otra parte, aunque la segunda normatividad aplicable a
las grasas y aceites comestibles, y la tercera para contaminantes y
toxinas presentes en los alimentos son obligatorias para los pro-
ductores de cualquier tipo de alimentos, es fundamental para los
fabricantes de aceite y guacamole ya que mediante ellas se regu-
lan los límites máximos permisibles para el uso de aditivos
alimentarios, colores, aromas, antioxidantes y sus sinérgicos, meta-
les pesados y residuos de plaguicidas en los productos.
272
Así, la adopción de sistemas de calidad impulsan el aprendi-
zaje tecnológico puesto que al procesar bienes agrícolas las em-
presas utilizan productivamente tanto el conocimiento y la
información que proviene de su ámbito externo como la expe-
riencia dentro de la firma para crear nuevos conocimientos y ge-
nerar innovaciones de procesos, productos y administrativas a
través de mecanismos de aprendizaje tecnológico como se mues-
tra enseguida.
273
experiencias son acumuladas por los actores de cada organiza-
ción productiva y se acrecientan a partir de los vínculos entre las
firmas y diversas organizaciones, principalmente las internacio-
nales.
El cumplimiento de regulaciones referentes al etiquetado,
salud e higiene del personal, prácticas sanitarias, protección del
producto, capacitación, instalaciones, estructura interna del mo-
biliario, equipo y recipientes, así como el uso o restricción de adi-
tivos alimentarios -mencionados en la sección 2.1-, han originado
que las empresas emprendieran una variedad de mecanismos de
aprendizaje para administrar el cambio tecnológico. Es decir, un
conjunto de tareas que se relacionan con las operaciones de pro-
ducción rutinarias o bien con actividades de innovación básicas e
intermedias vinculadas con las funciones de producción, inver-
sión y apoyo. Con este orden de ideas en el cuadro nueve se resu-
men los medios prácticos de las empresas para aprender.
274
sas mantener el proceso de fabricación del aceite, guacamole y
cosméticos.
Por su parte, las operaciones de vinculación consisten en asis-
tir a las ferias de proveedores de maquinaria, equipo, envases,
etiquetas e ingredientes y a las principalesferias de la industria
alimenticia y cosmética con el objetivo de observar las tendencias
de tales industrias, reunirse con clientes y proveedores de maqui-
naria y productos químicos o ingredientes inofensivos para el con-
sumo humano; establecer nuevas relaciones de negocios y
monitorear las tendencias del sector de alimentos. Con dichas
actividades las firmas han acumulado conocimiento tecnológico
externo que utilizan para generar nuevas ideas sobre la mejora de
procesos y fortalecer así su posición competitiva mediante el
monitoreo o benchmarking.
275
vas informales con otras firmas, como el trueque o préstamo de
ingredientes para la formulación de los productos o la negocia-
ción de contratos de maquila o proveeduría con otras firmas, es-
pecialmente en el caso de los aceites y productos de limpieza
personal.
También las relaciones con otras firmas son un mecanismo
de aprendizaje puesto que los procesadores reciben de los clientes
la información sobre las tendencias mundiales en el consumo de
productos procesados del aguacate y las exigencias fitosanitarias
de cada país. En el largo plazo, las tareas de operación básica han
ayudado a las firmas a fortalecer la secuencia de acumulación de
capacidades tecnológicas y han creado la base para la diversifica-
ción de nuevos productos y mercados.
Ahora bien, con frecuencia los elementos básicos de la tec-
nología existente que son incorporados en nuevas plantas se adap-
tan a situaciones específicas de tal manera que al realizar cambios
las empresas se involucran en un proceso creativo, mucha veces
complejo, que abarca desde el conocimiento relacionado con el
mundo natural y el experimental, hasta el articulado con la prác-
tica del diseño, y que se unen en la utilización de experiencias
operativas concretas, ubicación del conocimiento específico so-
bre disponibilidad de equipo, materiales, instalaciones y servicios,
desempeño y la aplicación de determinados criterios de diseño y
sus especificaciones, respectivamente. Aun con esas tecnologías
ya establecidas, la productividad de las nuevas plantas depende
de la fortaleza de las capacidades básicas generadas por las firmas
y disponibles para administrar el cambio técnico.
Al respecto, las habilidades de los empresarios para mejorar
la tecnología transferida permiten que los proyectos de innova-
ción (ya sean de inversión, producción o vinculación) puedan ser
exitosos pues los gastos para nuevas instalaciones de producción
incluyen a un amplio rango de proveedores de bienes de capital,
de productos y de sus ingredientes, envases, etiquetas y de servi-
cios de ingeniería o de administración de proyectos. Así, las em-
presas han participado activamente en la gestión tecnológica
porque, además de controlar las decisiones sobre la elección de
tecnología y su implementación, interactúan con sus proveedores
276
para el desarrollo de diseños y especificaciones de etiquetas, en-
vases y productos y, además, generan una parte significativa del
cambio tecnológico al incorporar modificaciones a las fases suce-
sivas de la fabricación de mercancías o a éstas mediante la
reformulación de sus componentes.
Para tal efecto, las empresas procesadoras de aguacate desa-
rrollaron varios mecanismos de aprendizaje que les permiten rea-
lizar actividades innovativas básicas. En el caso de las tareas de
inversión, el monitoreo de los productos de los competidores y la
adaptación de instrumentos de medición y control para vigilar
temperaturas y humedad en el proceso de producción son ele-
mentos de aprendizaje que si bien derivan del cumplimiento del
CCA, con ellos las firmas supervisan, por una parte, la tendencia
en el consumo de los bienes producidos y el proceso de fabrica-
ción de los productos.
Por otra parte, el proceso creativo básico en la manufactura
de bienes implica también la utilización de múltiples mecanismos
de aprendizaje. Por ejemplo, la mejora en la disposición de la
maquinaria y equipo dentro de la planta (layout) o en la
reformulación de productos son tareas de aprendizaje por medio
de las cuales las empresas se mantienen en el mercado. En parti-
cular, la reformulación de productos consiste en obtener artículos
nuevos de acuerdo con las diferentes exigencias sanitarias y
fitosanitarias de los países consumidores de guacamole o aceite
de aguacate, y es un mecanismo de aprendizaje tecnológico que
permite mostrar que las firmas han acumulado un nivel de expe-
riencia importante en el área de diseño.
Adicionalmente, han surgido ideas basadas en el conocimien-
to previo adquirido a partir de su vinculación laboral con la in-
dustria alimenticia, farmacéutica y cosmética; incluso la
reformulación de la composición de los productos constituye una
fuente de aprendizaje, pues permite a las firmas mejorar algunos
productos —mediante la sustitución de ingredientes que hubieren
sido modificados genéticamente como el azúcar o almidones, o
para eliminar aditivos, determinados antioxidantes, colores y
metales pesados— o bien, debido a la experiencia, desarrollar
otros novedosos como saborizantes y aderezos a partir de la ma-
277
teria prima restante del proceso de producción del aceite obteni-
do por el método de prensado.
Para este proceso creativo es muy frecuente la participación
de los diferentes clientes internacionales. Muchas innovaciones
tienen como fuente principal a la mayoría de los comercializadores
quienes informan a las empresas sobre las tendencias generales
de las normas sanitarias. Es importante destacar lo anterior por-
que si bien las empresas han aprendido de las exigencias del CCA,
lo han hecho en mayor medida a través de la interacción con sus
clientes internacionales con la consecuente mejora de sus pro-
ductos.
Por otro lado, las empresas no establecen programas de de-
sarrollo de proveedores, primero, porque las firmas procesadoras
utilizan aguacate no exportable que adquieren con los proveedo-
res que acuden a las plantas a venderlos.5 Segundo, en las com-
pañías integradas verticalmente existe desarrollo de proveedores
en la medida en que éstos son parte del mismo grupo empresa-
rial, aunque contablemente se administren de manera indepen-
diente. Por ejemplo, existen dos empresas que pertenecen a una
misma familia: una vende, mediante contratos mensuales, aceite
crudo de aguacate a otra que produce cosméticos.
Se mencionó que las empresas han establecido vínculos más
bien informales con los institutos de investigación locales para la
búsqueda de tecnologías alternativas a fin de producir pulpa de
aguacate inocua o adaptar la maquinaria existente para despulpar
la fruta o bien para elaborar etiquetas y envases. En este caso es
frecuente que el personal científico de instituciones públicas loca-
les acuda con algunas empresas para ofrecer sus servicios de in-
vestigación. De esta relación han surgido investigaciones y métodos
para establecer el valor nutrimental del aceite de aguacate e in-
formarlo en las etiquetas de los envases, exigencia establecida en
las normas del CCA con respecto al etiquetado de los productos.
5
De acuerdo con la entrevista realizada al Sr. Rito Mendoza, Presidente de la Comisión
Michoacana del Aguacate (COMA) cerca del 10% del total de la producción nacional de
aguacate que no cumple con los requerimientos del mercado (con manchas, roña o enfer-
medades de la piel) se destina a la producción de aceite y pulpa.
278
Ahora bien, para mantener y respaldar la competitividad
empresarial se requiere que el cambio técnico continué con nue-
vas inversiones en la planta, actividad que las empresas genera-
ron de tres maneras: i) al incorporar mejoras incrementales en la
maquinaria existente y que han introducido en las instalaciones
mediante proyectos de inversión subsecuentes; ii) modificar y, en
consecuencia, mejorar los productos; y, iii) adaptar materiales y
componentes existentes o desarrollar sustitutos para los que ya se
utilizan.
Aunque las actividades tecnológicamente creativas de las
empresas individuales tienen un papel central durante las fases de
los procesos de inversión y postinversión, la vinculación de las
firmas con otras empresas o con institutos de investigación ha
tenido un efecto significativo sobre el proceso de cambio tecnoló-
gico. Las relaciones interempresa involucran la colaboración in-
formal entre proveedores y clientes en el intercambio de
conocimiento, información y habilidades acumuladas durante el
diseño y uso de los insumos de producción. Así un componente
importante del cambio tecnológico en la industria procesadora
de aguacate es la forma de vinculación entre las firmas y con
otros agentes, por lo tanto, los comercializadores y clientes inter-
nacionales han inducido a los fabricantes de guacamole y aceite a
realizar mejoras en la fabricación de los productos y en la utiliza-
ción de insumos; aunque las firmas hayan recurrido a sus capaci-
dades internas para generarlos. Esas interacciones han ocurrido
porque existen habilidades de gestión tecnológica en las firmas
que no se limitan únicamente a las transacciones de mercado.
Lo anterior implica actividades de aprendizaje que genera-
ron capacidades de inversión innovativas intermedias en cuanto
a la compra de maquinaria y equipo existente como cámaras de
congelación para mantener la temperatura de los productos en
planta o de maquinaria de alta presión para fabricar productos
inocuos y sin la utilización de aditivos o conservadores.
Por otro lado, los programas de capacitación interna y ex-
terna tanto para el personal operativo como para el de mayor
nivel jerárquico son un mecanismo de aprendizaje que originó
279
también capacidades de inversión intermedias y que las empresas
desarrollan de manera continua mediante, por ejemplo, el trasla-
do de trabajadores a instituciones de educación superior (como la
Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Poli-
técnico Nacional), para recibir cursos de microbiología y proce-
sos de inocuidad, además de la capacitación en cuanto a la
manipulación inocua de los productos.
Al mismo tiempo las empresas han articulado acciones de
aprendizaje por medio de las cuales desarrollaron capacidades de
producción intermedias al realizar cambios administrativos tales
como la creación de nuevos departamentos para el control de la
calidad de los productos y, por ende, la contratación de personal
especializado en las áreas de química y bioquímica; el rediseño
del proceso productivo de acuerdo con el tipo de aguacate utiliza-
do para fabricar aceite o bien la eliminación automática del ma-
terial de desecho; el establecimiento de programas de supervisión
y vigilancia para detectar el origen de contaminantes; y el diseño,
construcción y mantenimiento preventivo y correctivo de la ma-
quinaria y equipo o bien su adaptación. De acuerdo con los me-
canismos de aprendizaje tecnológico descritos las empresas han
generado innovaciones tecnológicas como se muestran enseguida.
Innovación tecnológica
280
las que se modifican las técnicas y los equipos, pero también se
reorganiza una planta; de producto que constituyen las modifica-
ciones a los productos exigidas por los clientes; y, administrativas
que se componen de los cambios que influyen en las políticas de
las firmas, pero en mayor medida en la asignación de recursos.
En el cuadro diez se resumen las innovaciones tecnológicas
llevadas a cabo por los procesadores clasificadas en procesos, pro-
ductos y administrativas. En todos los casos, las innovaciones de
los empresarios según el tipo de productos que ofrecen son
incrementales, es decir, han mejorado o ampliado las operaciones
físicas básicas al adaptarlas a las necesidades de producción o bien
se manifiestan por la transferencia o compra de maquinaria y
equipo avanzado; mientras las innovaciones de producto se com-
ponen de los cambios realizados en los bienes que manufacturan
esas firmas, notorias por la reformulación de productos de acuer-
do con las exigencias del cliente.
La mejora en los procesos de producción y en la composi-
ción de los productos son dos aspectos relevantes para que las
empresas permanezcan en el mercado mundial por lo que ambas
acciones requieren de creatividad. Precisamente para garantizar
su estabilidad en dicho mercado, las firmas han basado sus priori-
dades de administración del cambio tecnológico en la satisfac-
ción de las necesidades de los clientes, lo cual implica un cambio
cultural al interior de la firma.
En este sentido, se ha creado un conjunto de saberes colecti-
vos en donde los integrantes de las firmas están motivados para
actuar con la suficiente comprensión de las metas y actividades
que deben emprender las empresas para la satisfacción de sus
respectivos compradores. Así, el ambiente y la cultura, traduci-
dos en innovaciones administrativas son también componentes
determinantes en la interacción interna y externa de las firmas
debido a que las condiciones para el desarrollo de la innovación
siempre se han adaptado para los propósitos de producción pre-
vistos y, además, son congruentes con el aprendizaje, la interacción
y la cooperación.
Enseguida se presenta información detallada que alude a los
tres tipos de innovaciones mencionadas asociados con las regula-
281
ciones y mecanismos de aprendizaje que se desencadenaron para
efectuar innovaciones. Es decir, al tomar en cuenta las definicio-
nes sobre la innovación aquí se considera que ante la influencia
del ambiente externo las empresas han activado un conjunto de
mecanismos de aprendizaje tecnológico que a su vez influyen en
su cultura y resultan en innovaciones incrementales para satisfa-
cer su mercado. Es una espiral en la que no hay precisamente una
relación biunívoca entre el ambiente externo, definido por las re-
gulaciones sanitarias, los mecanismos de aprendizaje, la cultura,
las innovaciones y el mercado. En otras palabras, las exigencias
de las regulaciones fitosanitarias no desencadenaron un mecanis-
mo de aprendizaje único y, por lo tanto, las innovaciones de pro-
cesos, productos o administrativas no surgieron solamente como
consecuencia de éste mecanismo ni de un único impulso del am-
biente externo.
Así, en el cuadro diez se muestra, de manera reducida, el
tipo de regulación según el CCA; el aprendizaje tecnológico dividi-
do en mecanismos de inversión, producción y vinculación y, por
último, las innovaciones separadas en mejoras de procesos, pro-
ductos y administrativas.
Los requerimientos sobre envase y etiquetado, que obligan a
proporcionar información a los consumidores sobre el valor
nutrimental de los productos así como evitar el desarrollo de
microorganismos en los productos durante su preparación o al-
macenamiento, originaron mecanismos de inversión, producción
y vinculación en cuanto a la adquisición de empaques que no se
producen en México —empaques cilíndricos, por ejemplo— y la
participación de las empresas en ferias de proveeduría; además
de la adaptación de tecnología de producción —despulpadora
automáticas— para sustituir el proceso manual de despulpado
del aguacate; por añadidura, en lo que a mecanismos de vincula-
ción se refiere, el aprendizaje se relaciona con la articulación
interempresa para diseñar y desarrollar etiquetas (lo que a sus vez
implicó la relación con institutos de investigación para establecer
el valor nutrimental de los productos e informarlo en las etique-
tas), además de la creación de nuevas fórmulas para alargar la
vida de anaquel de los productos.
282
La relación entre las regulaciones de envase y etiquetado
con los mecanismos de aprendizaje generó innovaciones tanto en
los procesos mediante la adquisición de maquinaria de alta pre-
sión para lograr productos inocuos y congeladoras como en los
productos que se generaron a partir del diseño y fabricación de
etiquetas y envases o bien su adquisición con proveedores nacio-
nales y extranjeros. Una innovación importante es la reformulación
de los productos que consistió en sustituir ingredientes que se sos-
pechara fueran dañinos o genéticamente modificados, lo cual
implicó que al mismo tiempo se mejorara la administración de la
compra de insumos y la implantación de sistemas de vigilancia de
los ingredientes adquiridos para producir guacamole.
Por su parte, las regulaciones sobre capacitación, salud e hi-
giene del personal y prácticas sanitarias originaron mecanismos
de aprendizaje de inversión y producción dentro de la empresa.
En efecto, la capacitación del personal operativo es una actividad
que implicó el diseño de programas de entrenamiento relaciona-
dos con la manipulación del producto y esquemas de limpieza y
mantenimiento de la planta; para el personal especializado re-
presentó su desplazamiento a centros de investigación nacionales
públicos y privados para recibir entrenamiento sobre química
orgánica —especialmente para evitar el desarrollo de microorga-
nismos en los productos. Asimismo, los mecanismos de aprendi-
zaje tecnológico con respecto a la producción son relevantes por
la mejora de la disposición de los diferentes departamentos den-
tro de la planta. Por ejemplo, separar el laboratorio de microbio-
logía del interior de las instalaciones de producción para evitar la
contaminación cruzada.
En conjunto, con estos tres tipos de regulaciones se conci-
bieron innovaciones de proceso y administrativas. Las más im-
portantes son la capacitación bimestral dentro de la empresa; la
creación de cuadrillas de monitoreo para vigilar que en el proce-
so no se genere contaminación del producto y el acondiciona-
miento de cuartos limpios y cámaras de refrigeración in situ
(cuadro once).
283
Cuadro 10 Innovaciones tecnológicas de procesos, productos y administrativas según tipo de productor
284
Fuente: Elaboración propia.
Cuadro 11 Procesadores de aguacate: innovaciones tecnológicas según regulaciones y mecanismos de aprendizaje
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
•
• •
•
•
•
•
•
285
Continúa
286
Fuente: Elaboración propia con base en Codex Alimentarius. Principios Generales de Higiene de los Alimentos CAC/RCP 1-1969, Rev 4 (2003);
norma Codex para Grasas y Aceites Comestibles no Regulados por Normas Individuales CODEX STAN 19-181 (Rev. 2-1999) y entrevistas con
empresas procesadoras.
Reflexión final
287
extracción del aceite de aguacate (virgen, extra virgen y crudo), el
despulpado de la fruta y la producción de guacamole inocuo, que
se manifiestan en la calidad del producto y la rapidez del proceso.
Los nuevos procesos son, para el aceite, el tipo de extracción por
medio de prensas, mediante el cual se asegura la permanencia de
moléculas del aceite que es utilizado para la fabricación de medi-
camentos; por el contrario, esas moléculas no se conservan en el
aceite si éste se obtiene por centrifugación y refinación a altas
temperaturas.
Por su parte, las empresas fabricantes de guacamole en dife-
rentes presentaciones han hecho hincapié en lograr un producto
no sólo inofensivo para el consumo humano sino con vida de ana-
quel más larga, por lo tanto, en establecer un proceso totalmente
automatizado -que consiste en despulpar el aguacate y mezclar la
pulpa con algunos ingredientes en máquinas de alta presión para
asegurar la inocuidad y estabilidad del producto. Estos trabajos
son relativamente recientes y se considera que su diseño puede
dar origen a que las firmas generen capacidades avanzadas en el
futuro; sin embargo, no existen vínculos formales con universida-
des, centros de investigación u otras instituciones para trabajar en
el procesamiento del aguacate.
De esta forma, el diseño de nuevos métodos para el procesa-
miento de aguacate podría considerarse como una capacidad
innovativa avanzada si se estrechan los vínculos tanto con los cen-
tros de investigación y universidades para realizar junto con ellos
investigación básica y aplicada con lo cual se podría generar un
cambio en las empresas.
Por otro lado, el diseño de nuevos productos es una activi-
dad constante de los procesadores de este sector que en parte se
debe a su propensión a la innovación. Tales son los casos del de-
sarrollo de nuevos subproductos como saborizantes elaborados a
partir del bagazo restante después de la extracción del aceite de
aguacate; o la generación de nuevos productos al diversificar el
giro de cosmética al área gourmet; o bien la variación en los in-
gredientes del guacamole de acuerdo con las peticiones de los
clientes. Es importante destacar lo anterior ya que la mayoría de
las empresas manufacturan sus productos y agregan otros nuevos
288
que cumplen con las especificaciones del cliente. Así, la idea de
diseñar nuevos productos representa una innovación en ese gru-
po de empresas.
Esta capacidad en diseño se podría considerar en este traba-
jo como una capacidad innovativa avanzada, ya que en este caso
si bien teóricamente se señala que el diseño de productos nuevos
involucra investigación, desarrollo e innovación y, por añadidura,
administrar el cambio técnico, en el caso de las actividades
innovativas de los empresarios entrevistados lo que les permite
diseñar procesos y productos nuevos es su experiencia en otros
empleos relacionados con la extracción de aceites y/o las habili-
dades o destrezas generadas al construir plantas nuevas
Por otra parte, los procesadores de aguacate están relacio-
nados de manera incipiente con instituciones de investigación para
buscar la creación de nuevos productos o la diversificación en la
composición química de sus ingredientes. Aunque esta capacidad
innovativa de apoyo avanzada es latente, no se han concretado
principalmente por la falta de vínculos estrechos con las universi-
dades, centros de investigación, organizaciones de promoción
gubernamental o privadas y asociaciones.
Así, la relación entre las regulaciones, el aprendizaje y la
formación de habilidades tecnológicas es ahora clara. Los
estándares de calidad se combinan con los diversos tipos de cono-
cimiento que posee un productor y su aplicación permite el apren-
dizaje tecnológico en el momento en que los miembros de las
empresas sistematizaron y codificaron las mejores prácticas pro-
ductivas. Es decir, el aprendizaje tecnológico originó cambios en
las rutinas productivas y organizacionales de los procesadores con
lo cual se acumularon capacidades innovativas básicas e interme-
dias. La mayoría de los procesadores han aprendido en el mo-
mento en que han almacenado, administrado y movilizado sus
experiencias, habilidades y conocimientos difundidos por los ins-
titutos de investigación, universidades, asociaciones y fundacio-
nes. Las normas de calidad son pues una institución y un factor
importante para la competitividad de las empresas porque con
ellas se ha reducido la incertidumbre en el comercio de bienes
agrícolas procesados.
289
Bibliografía
290
Codex Alimentarius, Manual de Procedimientos, Organización Mun-
dial de la Salud y FAO (http://www.codexalimentarius.net/web/
index_es.jsp (fecha de consulta 16 de octubre de 2007), 1999
Codex Alimentarius, Principios Generales de Higiene de los Alimentos
CAC/RCP 1-1969, Rev 4, http://www.codexalimentarius.net/
web/more_info.jsp?id_sta=23 (fecha de consulta 16 de octubre
de 2007), 2003.
Codex para Grasas y Aceites Comestibles no Regulados por Normas
Individuales CO DEX STAN STAN 19-181 (Rev. 2-1999)
(www.codexalimentarius.net/download/standards/74/
CXS_019f.pdf, fecha de consulta 16 de octubre de 2007), 1999.
Cohen W. y D. Levinthal, (1990). “Absorptive capacity: a new perspective
on learning and innovation”, Administrative Science Quarterly, number
35, pp. 128-152.
Dutrénit, G. y A. Vera-Cruz. (2001). “Aprendizaje, Conocimiento y Ca-
pacidades Tecnológicas”, Monografía, núm. 2 del proyecto Apren-
dizaje Tecnológico y Escalamiento Industrial: Generación de
Capacidades de Innovación en la Industria Maquiladora de Méxi-
co, COLEF/FLACSO/UAM, México.
Dutrénit, G. (2003). “Retos de la administración del conocimiento en la
construcción de las primeras capacidades centrales. Un estudio
del caso del Grupo Vitro”, en Aboites, J., y G. Dutrénit (coordi-
nadores), Innovación, aprendizaje y creación de capacidades tecnológicas,
México, UAM-X, Miguel Ángel Porrúa, 311 - 334.
Figueiredo, P. (2002). “Learning processes features and technological
capability-accumulation: explaining inter-firm differences”,
Technovation, number 22, pp. 685-698.
García, F. y J. E. Navas. (2007). “Las capacidades tecnológicas y los re-
sultados empresariales. Un estudio empírico en el sector
biotecnológico español”, Cuadernos de Economía y Dirección de Em-
presas, núm. 032, pp. 1 – 39.
García, F., et. al. (2008). “La complejidad del conocimiento y el sosteni-
miento de las ventajas competitivas”, Cuadernos de Economía y Di-
rección de Empresas, núm. 37, pp. 7-32, diciembre.
ISO 22000, Nuevo estándar mundial de seguridad alimentaria, SGS,
Infocalidad, (http: //www.qsinnovations.com/iso22000espanol.
htm, fecha de consulta 15 de noviembre de 2007), 2005.
Kim, L. (1999). “Building Technological Capability for Industrializa-
tion: Analytical Frameworks and Korea’s Experience”, Industrial
291
and Corporate Change, Oxford University Press, volume 8, number
1, pp. 111-136.
Lall, S. (1992). “Technological Capabilities and Industrialization”, World
Development, volume 20, number 2, pp. 165-86.
Lall, S. (1993). “Technological capabilities”, en Salomon, J.J., et al (eds.),
The Uncertain Quest: Science, Technology and Development, Tokio, UN
University Press.
Leonard-Barton, D. (1991). “Core Capabilities and Core Rigidities: a
Paradox in Managing New Product Development”, Strategic Man-
agement Journal, volume 13, issue 0, summer, pp. 111-125.
Market Asia. (1995). “Agribusiness Information. World Market for Avo-
cado”. RAP. Market Information Bulletin, No. 10, http://
fintrac.com/rap/bulletins/market/avocado.html.
Market Studies (1998). Inc., U.S. Cosmetics and Toiletries Market, http:/
/www.marketstudies.com/cos989/hihglts.htm.
Nonaka, I. y N. Konno (1995). “The concept of ‘ba’: Building a
foundation for knowledge creation”, California Management Review,
volume 40, number 3, pp. 40-54.
Nonaka, I. (1994). “The Knowledge-Creating Company”, Neef, D., G.
Siesfeld y J. Cafola, The Economic impact of knowledge, Resources for the
knowledge based economy, Laurence Prusak, Series editor, pp. 175-188.
Norma Codex para Grasas y Aceites Comestibles no Regulados por
Normas Individuales CODEX STAN 19-181 (Rev. 2-1999), http://
www.codexalimentarius.net/web/more_info.jsp?id_sta=74, (fecha
de consulta 16 de octubre de 2007), 1999.
Pavitt, K. (1971). “La empresa multinacional y la transferencia de tecno-
logía”, Dunning, J., La empresa multinacional, (compilador), Méxi-
co, Fondo de Cultura Económica, pp. 72 – 103.
Penrose, E. (1959). The Theory of the Growth of the Firm, Oxford,
Basil Blackwell.
Prahalad, C. y G. Hamel (1990). “The Core Competence of the
Corporation”, Harvard Business Review, volume 68, number 3, mayo
- junio, pp. 79-91.
Richarson, G. (1972). The organization of the industry, EBSCO Publishing.
Roberts, A. (2009), “Social construction of innovative capabilities in ru-
ral economic initiatives in El Salvador”, Revista Pueblos y Fronteras
Digital, no. 006, pp. 1- 42, diciembre – junio.
Rosenbloom, R. y C. Christensen. (1998). “Technological discontinuities,
organizational capabilities, and strategic commitments”, en Dosi,
292
G., D. Teece y J. Chytry (editors), Technology, Organization, and
Competiveness, Grand Bretaña, Oxford University Press, pp. 215-
246.
Sanz, L. y E. Arias, (2010), “Especialización y capacidades tecnológicas
de las regiones españolas: un análisis a través de las patentes eu-
ropeas”, Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIC), Documento
de Trabajo 98-10.
Smith, A. (1984). “Technological capability in oil refining: Sierra Leone”,
Canadá, Progress Report to International Development Research Centre.
Swisher, H. (1988). “Avocado Oil. From Food Use to Skin Care”, Journal
of the American Oil Chemists’ Society, vol. 65, pp. 1704-1706.
Taboada, E., (2005), “La cooperación tecnológica inter empresa desde
las teorías de los costos de transacción y evolutiva”, Análisis Econó-
mico, vol. XX, núm. 43, pp.125 – 146.
Tacla, C. y P. Figueiredo. (2002). “Aprendizagem e Competências
Tecnológicas na Indústria de Bens de Capital: O Caso da Kvaerner
Pulping do Brasil”, Brasil, Simpósio de Gestão da Innovação Tecnológica,
6 a 8 de noviembre.
Tapias, H., (2005), “Capacidades tecnológicas: elemento estratégico de
la competitividad”, Revista Facultad de Ingeniería Universidad de
Antioquia, núm. 033, pp. 97 – 119, junio.
Teece D. y G., Pisano. 1994). “The dynamic capabilities of firms: An
introduction”, Industrial and Corporate Change, Oxford University
Press, volume 3, number 3, pp. 537-556.
Teece, D. (1993). “Capturing value from knowledge assets: the new
economy, markets for know-how, and intangible assets”, California
Management Review, volume 40, number 3, pp. 55-79.
Torres, A., (2006), “Aprendizaje y construcción de capacidades tecnoló-
gicas”, Journal of Technology Management &Innovation, año/vol. 1,
no. 005, pp. 12 – 23, diciembre.
Unger, K. (1993). “Productividad, Desarrollo Tecnológico y
competitividad exportadora en la Industria Mexicana”, Economía
Mexicana, México, Nueva época, volumen II, no. 1, enero-junio.
Vera-Cruz, A. (2003). “Apertura económica, exportaciones y procesos
de aprendizaje. El caso de la Cervecería Cuauhtémoc -
Moctezuma”, Aboites, J. y G. Dutrénit (coords.), Innovación, apren-
dizaje y creación de capacidades tecnológicas, México, Universidad Au-
tónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco y Miguel Ángel
Porrúa,pp. 269 - 364.
293
294
SOBRE LOS AUTORES
295
ENNA PALOMA AYALA SIERRA
Licenciada en Economía por la UMSNH, egresada del programa
de Maestría en Ciencias del Desarrollo Rural Regional.
296
Universidad Michoacana. Ha publicado artículos de la política
exterior de Luis Echeverría hacia América Latina y sobre la polí-
tica financiera de Estados Unidos hacia México. Correo electró-
nico: nareim_odal@yahoo.com.mx.
297
ORGANIZACIONES, ACTORES, ESPACIOS LOCALES Y TECNOLOGÍA, de
se terminó de imprimir
en el mes de diciembre 2015
en los talleres gráficos
de Editorial Morevalladolid, S. de R.L. de C.V.,
en Morelia, Michoacán,
Ejemplares: 300