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Resumen
Mi trabajo como integrante del Equipo de Salud Mental del Centro de Estudios Legales y
Sociales (CELS), me permitió conocer algunas realidades del hospital Dr. Alejandro Korn,
de la localidad de Melchor Romero de la provincia de Buenos Aires, a partir de una acción
de amparo colectivo interpuesta por el organismo en el año 2014.
La acción se fundamentó tras conocer las graves violaciones a los derechos humanos que
recaían sobre las 570 personas internadas (hoy 526), posibles de ser consideradas malos
tratos, o tratos crueles, inhumanos o degradantes en los términos de la Convención contra
la Tortura de las Naciones Unidas (ONU, 1984).
La acción tuvo por objeto la implementación plena de la Ley Nacional de Salud Mental nº
26.657 de 2010, y en particular, la externación sustentable, la vida autónoma y en
comunidad de todas las personas alojadas.
La acción habilitó cautelarmente la creación de una Mesa de Trabajo Permanente
dispuesta por el juzgado Contencioso Administrativo nº 1 de la ciudad de La Plata, de
carácter intersectorial, en el marco de cuyo desarrollo se han llevado adelante importantes
avances.
Mi participación en la Mesa Permanente me permitió conocer e interesarme por las
vulneraciones de las mujeres que se profundizan por su condición de género y en
particular, la relación entre el ejercicio libre de sus derechos sexuales y reproductivos, y la
administración de psicofármacos como modo de control social y normalización de ciertas
conductas definidas como desviadas.
En este escrito propongo abordar esta relación como producto de las lógicas
institucionales del hospital psiquiátrico, utilizando el concepto de violencia institucional
comprendida por Inés Izaguirre en tanto vínculo que determina una posición de autoridad
y otra de obediencia; normalización institucional definida por Goffman como aquellas
prácticas tendientes a borrar las subjetividades de los individuos desviados y plantear
comportamientos normales de patológicos; lo normal y lo patológico, propuesto por Ruth
Benedict para definir constructos instituidos culturalmente y la cuestión de la
medicalización (Silvia Faraone y Eugenia Bianchi) hasta su forma contemporánea: la
farmacracia (Szasz) como un proceso que brinda explicaciones del campo médico sobre
asuntos que no son médicos y configuran modos de ejercicio del poder.
El objetivo de este trabajo es interpelar el uso de los psicofármacos como vía para el
control social, en particular, lo concerniente a la expresión de la sexualidad de las mujeres
y su derecho de reproducción. Con esa finalidad utilizaré de forma complementaria con la
bibliografía, dichos de personas usuarias y de trabajadores/as de diferentes salas y
servicios del Hospital que permiten dar cuenta de las construcciones imaginarias acerca
de las mujeres con padecimientos mentales internadas.
2. 2. DESARROLLO
1 Según estimaciones del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires en 2015 –una
jurisdicción en la que está declarado el estado de emergencia hospitalaria- de los 4 hospitales en
situación más crítica, 2 son hospitales psiquiátricos.
2
Estos datos emergen de las presentaciones judiciales realizadas por la Comisión Provincial por la
Memoria (CPM) en el marco de un habeas corpus colectivo y de las medidas de prueba solicitadas
por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y el Movimiento Desmanicomializador de
Romero (MDR) en el marco de un amparo colectivo de los derechos de las personas internadas en
dicho hospital (Juzgado Contencioso Administrativo N° 1, “CENTRO DE ESTUDIOS LEGALES Y
SOCIALES (CELS) y otros c/ Provincia de Buenos Aires s/ Amparo” (Expte. 31.147).
3 La dimensión federal de esta problemática fue señalada por los participantes del 2do Encuentro
Anual de la Red Nacional de Salud Mental Comunitaria y Derechos Humanos de Argentina, realizado
en noviembre de 2016. En dicho encuentro participaron representantes de 14 organizaciones de la
sociedad civil y usuarios de los servicios de salud mental de 11 provincias y de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires. Las conclusiones del encuentro disponibles en: wwww.redsaludmental.org.ar
4 Datos relevados en el marco de la Mesa de Trabajo Permanente constituida a partir del amparo
colectivo mencionado.
por la Desmanicomialización en Romero (MDR). En estas historias de vida, se entraman
hechos y prácticas de violencia institucional que han determinado el curso de sus vidas.
En el contexto de internamiento manicomial, se suceden diariamente una serie de hechos
caracterizados como actos de violencia institucional. Siguiendo a Inés Izaguirre (1998), la
violencia define un vínculo caracterizado por el sometimiento de una de las partes; “una
forma de relación social por la cual uno de los términos realiza su poder acumulado”, una
relación donde una de las partes ejerce poder y autoridad, y la otra debe respeto y
obediencia.
La autora señala que la relación de poder es una resultante de la situación de violencia;
hay violencia cada vez que se destruyen relaciones sociales establecidas, pero también
cada vez que se construyen en su lugar nuevas relaciones, que no sólo impiden reconocer
la situación anterior, sino que producen nuevos lazos de obediencia. Y concluye “Toda
situación de poder que naturalice la desigualdad y la jerarquía es una situación de violencia
permanente, que nos escinde como miembros de una especie humana única, que
transforma una porción de sujetos en objetos”.
Sobre esos conceptos, la institución manicomial facilita dinámicas que legitiman la violencia
y las relaciones de poder. Entre otras escenas que se han registrado en el Hospital:
- Un médico de guardia de día domingo del sector clínico del hospital Melchor
Romero firma un certificado de defunción de un paciente que aún estaba con
vida, para no ser “convocado” nuevamente. A las pocas horas la persona fallece.
- Una paciente sufre una descompensación y es trasladada del servicio de
rehabilitación al de clínica médica del sector hospital general. Los médicos que la
reciben refieren en la historia clínica “impregnación medicamentosa”.
- Otra mujer del mismo hospital, sufre una descompensación. En el dosaje de
sangre efectuado constan psicofármacos que no habían sido prescriptos en su
esquema de medicación.
- Durante una inspección del Órgano de Revisión de la Ley Nacional de Salud
Mental, niños de 6 años internados en el hospital C. Tobar García, juegan a
atarse. El personal que debería cuidarlos los mira y juntos se ríen de la escena.
¿Qué tienen en común estas escenas? Configuran patrones de violencia institucional donde
las personas internadas ocupan un lugar de sometimiento y obediencia ante la otra, en este
caso, la figura del médico.
Las prácticas más visibles de violencia institucional en los psiquiátricos son la
sobremedicación, las condiciones de alojamiento, la falta de tratamiento adecuado, los
abusos físicos y sexuales, la negación de los derechos sexuales y reproductivos y el pleno
encierro. Considerar la voz de la persona en posición de obediencia, es la vía de posibilidad
para subjetivar esa posición y modificar el lugar objetivizado definido por Izaguirre.
Las repercusiones de la violencia institucional en la salud física y mental de los sujetos en
posición de objetos, suelen ser profundas y de largo alcance. Expertos en la asistencia a
víctimas de violencia institucional confirman que esta práctica es altamente lesiva y
desestructurante para el psiquismo y enfatizan que la persona suele estar en tal condición
de vulnerabilidad que permanece en una situación de aislamiento y desamparo que afecta
su integridad y dignidad.
La psicoanalista Ana Berezin, afirma que “Cada vez que los seres humanos somos
expuestos a situaciones límites de desamparo, indefensión y ataque a la vida, individual o
colectivamente, se reactivan y movilizan las vivencias inaugurales de desamparo y (...) los
modos de tramitación psíquica, siempre precarios, pero variables entre las diferentes
singularidades subjetivas” (Berezin, 1998).
El equipo de salud mental del CELS ha señalado que “La violencia entraña altos niveles de
sufrimiento psíquico en quien la padece situación que, en casos de personas internadas con
padecimiento mental, viene a agregarse a otros sufrimientos en una suerte de vulneraciones
acumuladas. La violencia puede modificar y hacer parecer poco lógicas las respuestas que
despliega la persona ante distintas situaciones de su cotidianidad. De igual modo la
extrapolación de un lenguaje medicalizado al impacto subjetivo que implica ser objeto de
violencia, introduce un modo de comprensión que lo asimila a una manifestación
psicopatológica, cuando en realidad es la respuesta esperable que cualquier sujeto activaría
ante la conmoción de dicha vivencia.
La naturalización de la violencia institucional es producto de su recurrencia. La desconfianza
es producto de la sospecha que se instala respecto de la altura moral del semejante y
correlato del miedo de las personas víctimas o en riesgo de serlo, a que se perpetúen, se
repitan o se produzcan hechos de violencia que las afecte de modo directo. En los
hospitales psiquiátricos la víctima difícilmente se representa la figura del médico como
alguien en quien confiar” (CELS, 2017).
El caso de Nancy ilustra con claridad los efectos de la medicalización, o en los términos de
Szasz, farmacracia.
La anulación del ejercicio de la sexualidad y de los derechos reproductivos en las
mujeres de internadas en Romero
“ja, ¿no me digas que la gordita cogió? No te la creo al final es loca pero ninguna
boluda... ¿Y quién pudo cogérsela...?”, “¡Naaa me muero! ¡Te la imaginas! ¡Qué
asco!”, “Tienen que saber respetar... acá mando yo...por algo están acá…”
Jessica tiene 24 años, 3 en Romero y otros tantos en un instituto de menores, donde fue
abusada. Logró escapar. Tiene un hijo de 2 años, con quien no mantiene contacto desde
hace un año. Quiere cuidarlo y desea tener una hija, pero durante la cesárea de Martín, el
médico le ligó las trompas sin consentimiento. El juez, la Asesora de Incapaces y el equipo
de salud lo decidieron por ella en función de “su derecho a la salud”.
De las personas entrevistadas en el marco de la investigación “Cruzar el muro: desafíos y
recomendaciones para la externación del manicomio” (CELS, 2014) sólo el 3,4% informó
haber recibido atención para prevenir embarazos en el último año. Una mujer entrevistada
señaló respecto a la realización de su aborto y posterior esterilización: “decidieron por mí
porque estaba medicada”.
Una usuaria tuvo 2 hijas durante su internación que duró los últimos 30 años. Ninguno de los
padres pudo ver a las niñas cuando nacieron y desconocen su paradero desde entonces.
Estas decisiones sostienen la presunción de que las personas no están capacitadas para
criar a sus hijos de una forma adecuada. La rescisión de la patria potestad sobre los hijos
impone un cercenamiento al derecho a formar una familia o lisa y llanamente el despojo del
vínculo filial. Las prácticas dan cuenta de la manifestación de la violencia institucional que
ubica a las usuarias en el lugar de ser habladas por otros para la toma de decisiones
centrales de sus vidas, atinentes a derechos personalísimos.
Siguiendo a Izaguirre respecto del vínculo violento
“Es en estas relaciones cotidianas donde se produce y reproduce la "violencia
invisible", no hablada pero consentida por el temor del subordinado que la
padece y negada por la complicidad domesticada de la mayoría, que lo victimiza
nuevamente cada vez que se atreve a pedir amparo (Aguiar). Tal ocurre con la
construcción social misma del género femenino y la negación de sus derechos
sobre el cuerpo, que se advierte en las prácticas hospitalarias castradoras
de sus órganos genitales (Carpman), como en los reclamos de las mujeres
por el derecho a una sexualidad que no sea equivalente de fecundación
(Checa y Rosemberg) hasta en la dificultosa y reciente aceptación de los niños
como sujetos de derecho. (El subrayado es propio).
A partir del recorrido propuesto, intenté reflexionar sobre las prácticas de control social que
se generan en las dinámicas de la institución psiquiátrica, en particular dentro del Hospital
Melchor Romero. Se trata del entramado de prácticas caracterizadas como violencia
institucional, que en las mujeres, adquieren formas añadidas de sometimiento asociadas a
su condición de género: el ejercicio de su sexualidad y el derecho de reproducción.
Propuse categorías que se presentan dentro del campo médico en tanto imaginarios que
dan cuenta de la sexualidad de las mujeres con padecimiento mental. Expresan formas de
medicalización donde se explican cuestiones no médicas como si fueran el resultado de
supuestos fenómenos psicopatológicos vinculados a los diagnósticos de ingreso que, rara
vez, se modifican a lo largo de una vida de internamiento. De este modo se niega la
sexualidad como producto de la subjetividad pero además, se pierde de vista que en la
mayoría de los casos la expresión de un comportamiento sexual “inadecuado” está sujeto a
las propias reglas de juego de la institución manicomial.
Muchas veces escuchamos “No tienen pudores, son como niñas”, mientras los baños
carecen de cortinas en las duchas para el cuidado y la preservación de la intimidad; los
baños no tienen puertas y en las salas las camas no cuentan con tabiques o divisiones que
pueda conservarlas de las miradas de los otros.
No reciben información acerca de cómo prevenir embarazos no deseados o enfermedades
de transmisión sexual. No cuentan con un sistema de apoyos para la toma de decisiones o
para ejercer la maternidad. El hospital psiquiátrico no dispone de espacios de intimidad
donde mantener encuentros íntimos con otras personas como existe en otros ámbitos de
privación de la libertad como son las cárceles, por lo que las personas deben mantener
relaciones sexuales en lugares de acceso público. Se unifica el ejercicio de la sexualidad a
la genitalidad de nacimiento, desconociendo que las identidades de género son
construcciones mucho más complejas. Y así dividen pabellones de hombres y de mujeres
desde una lógica estrictamente hetero normativa, arrojando a una marginalidad a mujeres
travestis y trans.
Muchas mujeres que han quedado embarazadas fueron presionadas a practicarse abortos,
y en casos de embarazos que llegaron a término, han sufrido esterilizaciones forzadas como
la ligadura tubaria sin consentimiento. En las mujeres con padecimiento mental, he
observado que el prejuicio moral acerca del aborto es inverso al que se produce en algunos
sectores de la sociedad: no están en condiciones de maternar y lo conveniente es que
aborten.
A pesar de las reglas de juego propuestas por la institución psiquiátrica, el campo médico
asocia estas conductas a los diagnósticos de base desde una lógica medicalizante, cerrando
toda posibilidad de interpelar las dinámicas que arrojan a las mujeres a realizar sus actos de
determinada manera por no encontrar alternativas y quedar inexorablemente al
sometimiento del poder de un otro. Pero además actúa en consecuencia administrando
múltiples psicofármacos combinados en altas dosis para evitar que se expresen sus deseos.
Para finalizar y a propósito de “Damiana Kryygi, la niña ache”, confinada en Melchor Romero
a comienzos de 1900 por apropiarse de su cuerpo y vivir su sexualidad, un “vicio” de libertad
sexual, la socióloga Carla Wainsztok concluye “Puede decirse que las pedagogías de la
dominación vinieron con el conquistador. Pero también podría decirse que a las pocas horas
de la acción de esa pedagogía de la dominación, comenzaron las rebeldías en América
Latina. La rebelión es la síntesis natural de Damiana a su destino de niña colonizada. Mi
cuerpo me pertenece. Que terrible. Todavía con la inquisición y el nazismo esperando que
una pequeña indiecita se atreva y diga: mi cuerpo es mío” (CTA, 2013).
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
Berezin, Ana N. (1998). La oscuridad en los ojos ensayo psicoanalítico sobre la crueldad.
Rosario: Ed. Homo Sapiens.
Bianchi, E. (2014). Biopolítica: Foucault y después. Contrapuntos entre algunos aportes,
límites y perspectivas asociados a la biopolítica contemporánea. Astrolabio Nueva Época;
Lugar: Córdoba; vol. 1 p. 218 – 251. Disponible en:
http://revistas.unc.edu.ar/index.php/astrolabio/article/view/7779
Central de Trabajadores Argentinos (CTA) (2013). La indígena Loca que decidió ser dueña
de su cuerpo. Escrito por Tabaré.Disponible en: http://www.cta.org.ar/damiana-y-la-libertad-
sexual-2033
Faraone, S. (2013) “Reformas en Salud Mental. Dilemas en torno a las nociones, conceptos
y tipificaciones”. En Salud Mental y Comunidad. UNLA (Pp. 29-40)
Lagarde y de los Ríos, M. (2014). Los cautiverios de las mujeres. Buenos Aires: Siglo XXI
editores.