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El objetivo principal del ilustre geógrafo y director del prestigioso London School of
Economics, Halford Mackinder, fue poder conseguir que los estudios geográficos
fuesen reconocidos como una disciplina independiente. En una de sus primeras
publicaciones, On the Scope and Methods of Geography en 1887, argumenta que la
Geopolítica está condicionada por las realidades físicas de los países y que lo político
depende de la interacción del hombre con su entorno. Los recursos naturales o la
ausencia de ellos, el territorio, el clima, la población tendrían una fuerte incidencia en la
política. Hoy sabemos claramente que es así.
Aunque tuvo grandes predecesores, como Karl Ritter, Rudolf Kjellen, Alfred Mahan,
Friedrich Ratzel entre otros, Mackinder fue el primero con pensamiento global al ofrecer
una visión geopolítica universal e integrada. Sus aportaciones al lenguaje geopolítico
son muchas, gracias sus innovadores conceptos introducidos en su Teoría del
Heartland que en español se ha traducido de muchas formas diferentes, Teoría de la
Región Cardial, Área Pivote, Núcleo Vital o Isla Mundial, publicada en su ensayo The
Geografical Pivot of History en 1904, y presentada ante la Royal Geographic Society de
Londres. El área pivote o región cardial corresponderían a Asia Central y Europa
Oriental, y estaría rodeada de una franja intermedia donde se encuentran los ámbitos
terrestre y marítimo.
La teoría establece que en esa región, el poder terrestre tendría una mayor ventaja frente al
dominio marítimo por su inaccesibilidad por mar, el aprovechamiento de los rápidos medios de
comunicación terrestres, especialmente los ferrocarriles y por la explotación de los recursos de
la zona. Mackinder afirma que la nación que dominase esa región se convertiría en una potencia
mundial. En este mapa la potencia mundial se escenifica con la superposición del los territorios
que conformaban el Imperio Mongol en 1220. Su mundo estaría dividido por un lado por la Isla
Mundial, que comprende los continentes de Europa, Asia, y África, siendo el más grande, más
poblado, y más rico de la tierra, de todas las combinaciones posibles. Seguido de la zona creciente
interior o marginal, en el que se incluyen las Islas Británicas y las islas de Japón y tierras del
creciente exterior o insular, donde forman parte los continentes de América del Norte, América
del Sur, y Australia.
Según Mackinder, cualquier nación que controlase la Isla Mundial controlaría más del 50% de
los recursos del mundo y por tanto una posición central. En el año 1919 Mackinder resumió esta
teoría con esta frase lapidaria: “Quien gobierne en Europa del Este dominará el Heartland; quien
gobierne el Heartland dominará la Isla Mundial; quien gobierne la Isla Mundial controlará el
mundo.” Esta teoría sirvió de base para justificar la política exterior de Gran Bretaña durante
todo el siglo XX, y su permanente veto y bloqueo a cualquier alianza entre Alemania y Rusia y
posterior Unión Soviética.
Muchos años más tarde, el colapso y la desintegración de la URSS, transformó esa enorme región
de Asia Central, el ‘Heartland’ de Mackinder. ¿Quién y cómo dominarán estas extensas estepas
con enormes riquezas naturales pero también potenciales conflictos? Pero la potencia que domine
estos territorios seguro que dominará la isla mundial: Europa, Asia y África. ¿Será Rusia? ¿O
quizás China?
Aunque un siglo después, las predicciones de Mackinder parecen cumplirse…
En el siguiente post, Spykman, la Doctrina Monroe y América Latina….
Teoría del heartland: la conquista del
mundo
27 diciembre, 2013
Fernando Arancón
@FernandoArancon
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Así llegamos a 1904, cuando nuestro autor explica de manera más amplia
todo lo comentado anteriormente. El medio terrestre parecía estar
ganando de nuevo la partida al mar, por lo que la teoría del corazón
continental resucitaba. De manera más amplia, ahora debía haber una
potencia terrestre y una marítima, que básicamente pugnarían por el
control del heartland. Quien controlase el corazón continental controlaría
el “cinturón interior”, zona que comprendía el resto de la Europa y Asia
continental, y quien controlase ese cinturón interior probablemente
acabase controlando el “cinturón exterior”, que venía a ser el resto del
mundo.
A finales del siglo XIX casi estalla una guerra entre británicos y rusos en
Afganistán e India por el control de Asia central, una región
geoestratégica clave según Mackinder. La cuestión de entonces no era
quién iba a controlar el corazón continental, puesto que se sabía ya
sobradamente que en su mayoría esta zona estaba bajo el dominio del
Imperio ruso, sino si este sería capaz de desarrollar el potencial suficiente
para cumplir la profecía geográfica.
Conquista del heartland por parte del Imperio ruso. Fuente: Pinterest
La Primera Guerra Mundial evidenció que Rusia no era ni iba a ser ese
candidato a dominador mundial. Su ejército, pésimamente armado,
apenas hizo nada en la guerra al no haber una capacidad industrial detrás
que respaldase ese esfuerzo. Llegó la Revolución de Octubre, Rusia
cambió su nombre por el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS) —con una dura guerra civil acompañada de hambrunas— y el
puesto de potencia terrestre se quedó otra vez sin candidato al estar
también Alemania puesta contra la lona tras el Tratado de Versalles.
“Los líderes nazis de Alemania han dejado claro que pretenden no solo
dominar toda forma de vida y pensamiento dentro de su propio país, sino
también esclavizar a toda Europa y entonces hacer uso de sus recursos
para dominar el resto del mundo. […] ¿Alguien cree realmente que
necesitamos temer un ataque mientras permanezca en el Atlántico como
nuestro más poderoso vecino naval una Gran Bretaña libre? ¿Alguien cree
realmente, por otro lado, que podríamos descansar en paz si las potencias
del Eje fueran nuestro vecino ahí? Si Gran Bretaña cae, las potencias del
Eje controlarán los continentes de Europa, Asia, África, Australia y los
océanos. Y entonces se encontrarán en situación de convocar enormes
recursos militares y navales contra este hemisferio”.
Ahora las cosas han cambiado. Y mucho. Las armas ligeras son
relativamente baratas y fáciles de adquirir donde no hay un control estatal
fuerte —véase África—, el sistema internacional está organizado
mínimamente gracias a la ONU y el Derecho internacional y las armas —
afortunadamente— no son sacadas tan alegremente como hasta hace 70
años. Pero no por esto vivimos en un mundo más seguro o menos
agresivo. El poder mundial es como la energía: ni se crea ni se destruye,
simplemente se transforma. Cambia de manos o de manera de ejecutarse,
pero siempre hay poder.
Que China vaya por delante de Estados Unidos en algunas cuestiones no
quita para que Washington todavía saque ventaja a Pekín en otras.
Fuente: The New York Times
Estados Unidos nunca ha parecido comprender el poder blando o
económico —al menos su Gobierno, porque su sector privado lo ha
entendido a la perfección—. Siempre han optado por la fórmula clásica, la
guerra, ya con ejércitos profesionales, como en el caso de Irak o
Afganistán, o mediante guerras encubiertas, como los golpes de Estado en
América Latina o la lucha de los talibanes contra los soviéticos en
Afganistán en los años 80.
Que desde Pekín hayan querido vallar para ellos los islotes del Mar de
China ha hecho que más de uno tenga la mosca detrás de la oreja. De
momento, el marcador está ‘Potencia terrestre 0 – Potencia marítima 4’.
Para el próximo partido queda poco. Las apuestas están a que una posible
Tercera Guerra Mundial sería principalmente entre Estados Unidos y
China en un futuro inexacto. ¿Quién se proclamará vencedor en la disputa
por el control mundial? ¿Será China, una potencia del heartland, del
interior del gran continente euroasiático, como profetizaba Mackinder?
¿O será por el contrario Estados Unidos, una potencia del exterior del
corazón continental? La conquista del mundo ha empezado; hagan sus
apuestas.