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Análisis
En el teatro argentino moderno, la tragedia aparece asociada entre otras cosas a modos
diversos de representación de la historia y de los acontecimientos del pasado reciente del
país: uno de impronta idealista y otro de impronta materialista. Son ejemplo de esto
Antígona furiosa de Griselda Gambaro y La oscuridad de la razón de Ricardo Monti.
Mientras que en la primera de estas obras operan sobre la tragedia los principios estéticos
idealistas de la identidad, la totalidad y la causalidad, en la segunda lo hacen los principios
materialistas de la negatividad, la fragmentariedad y la discontinuidad.
En Antigona furiosa los elementos trágicos están asociados a la representación del
accionar del terrorismo de estado y la escena funciona como un dispositivo de memoria
alternativo. En el comienzo, Corifeo y Antinoo están vestidos de calle y toman café: se
pretende de este modo situar la acción, mostrar al hombre común, al hombre de la calle, al
porteño. Y el tomar café cobra sentido cuando Antígona lo califica de “veneno”. Es que el
café (como la cerveza en Nietzsche) mina el cuerpo y el alma, alimenta el sentido común,
en los cafés se reproduce la doxa del porteño. Desde este lugar comienzan negando la
existencia de los cadáveres, le preguntan a Antígona: “¿Ves césped? ¿Ves piedra? ¿Ves
tumba?”, se burlan de ella adoptando la voz de Polinices y diciendo en tono de burla
infantil: “¡Nadie me enterrará! ¡Me comerán los perros!” (Gambaro, 1997: 197-198).
Para generar la reflexión sobre la historia reciente, Gambaro configura un sistema
de identificación entre los elementos de la tragedia clásica y los acontecimientos de la
historia reciente argentina. Así, Creonte es identificado con el poder autoritario, Antígona
con las Madres de Plaza de Mayo, Polinices con los desaparecidos. Existe una relación
causal entre ese pensamiento común de los sectores medios y populares y la posibilidad de
que en la Argentina contemporánea exista un Creonte. La Tríada Creonte, Corifeo y
Antinoo, es decir, la alianza entre los sectores medios populares y el poder dictatorial es
quebrada por el personaje de Antígona que representa otra totalidad fundada en la
identificación entre quienes reclaman los cuerpos insepultos (las madres) y Antígona. Se
trata de un enfrentamiento entre dos discursos que se excluyen entre sí en función de una
idea de mundo que es previa a la obra: el de la represión y el de los derechos humanos. La
obra de Gambaro es, en efecto, catártica pero en el sentido nocivo que Brecht le adjudica al
teatro burgués.
En la obra de Ricardo Monti, los elementos trágicos se combinan con otros
provenientes de sistemas artísticos y culturales muy diversos. Esto se evidencia desde el
principio en la didascalia que refiere el espacio escénico: un edificio a medio camino entre
la construcción y la destrucción, “una montaña de escombros” de los que emergen “en
monstruosa mezcla de estilos, muros rematados en ornamentación barroca, columnatas
neoclásicas, escaleras que conducen a ninguna parte. El conjunto es absurdo, producto del
sueño o el delirio de un arquitecto enloquecido” (Monti, 2005: 117). La escena funciona
como un dispositivo de asociación y disociación de imágenes que emergen del
entrecruzamiento de sistemas discursivos y estéticos reconocibles en mayor o menor
medida por el espectador: la tragedia clásica, el drama barroco, el romanticismo
rioplatense, el misterio medieval, la lírica romántica y simbolista. En este sentido, la obra se
exhibe como la disolución de la identidad como principio. En Mariano, el protagonista de
La oscuridad de la razón aparecen citados Echeverría, Orestes, Hamlet, Hölderlin: éste se
configura en la constelación de elementos fragmentarios arrancados de esas construcciones
discursivas. Así, Mariano no es una identidad asociada a un sistema de valores que la
preexiste, es las semejanzas que pueden establecerse entre todas estas figuras, semejanzas
perceptibles únicamente en la forma de esa particular constelación de discursos que es la
obra. Son esas semejanzas transitorias lo que la obra le ofrece al espectador como un escape
posible a la transmisión lineal de la historia y la cultura.
Bibliografía
Referida
Aristóteles. El arte poética. Buenos Aires: Espasa Calpe, 1948.
Benjamin, Walter. El origen del trauespiel alemán. Buenos Aires: Gorla, 2014.
Brecht, Bertolt. Escritos sobre teatro. Barcelona: Alba Editorial, 2004.
Ferreyra, Sandra. La formulación escénica de lo inefable. Tesis doctoral (edición en
preparación).
Gambaro, Griselda. Teatro 3. Buenos Aires: De la Flor, 1997.
Kott, Jan. Shakespeare, nuestro contemporáneo. Barcelona: Alba Editorial, 2007.
Monti, Ricardo. Teatro. Tomo I. Buenos Aires: Corregidor, 2005.
Nietzsche, Friedrich. El nacimiento de la tragedia. Madrid: Alianza Editorial, 2012.
Rodríguez, Martín. “Antígona o la patria ausente: de La pasión de Antígona Pérez (1968)
de Luis Rafael Sánchez a Antígona furiosa (1986) de Griselda Gambaro. Teatro
rioplatense. Cuerpo, palabra, imagen. La escena contemporánea: una reflexión
impostergable (Roger Mirza editor). Montevideo: Universidad de la República, 2007.
Para ampliar
Bentley, Eric. La vida del drama. Buenos Aires: Paidós, 1982.
Pavis, Patrice. Diccionario de Teatro. Buenos Aires: Paidos, 2005.
Ubersfeld, Anne. Semiótica teatral. Madrid: Cátedra, 1989
Williams, Raymond. Tragedia moderna. Buenos Aires: Edhasa, 2012