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45505 Dialectología Española

Ángel Morales
2004/2005

MURCIANO

Desde el punto de vista de la dialectología contemporánea, el murciano es un


“dialecto de transición”.

Por lo que a su historia se refiere, no es sino el resultado del acrisolamiento


de elementos castellanos, catalanes y aragoneses, sobre una base latina meridional,
fuertemente modificada por el árabe y el mozárabe.

A partir de la unión definitiva del reino de Murcia con Castilla (1305) las
relaciones con Andalucía, así como la progresiva castellanización de algunas de las
comarcas meridionales del dominio lingüístico catalán, colindantes con Murcia, se ha
prolongado hasta hoy, en gran medida, la situación inicial. Ese es el motivo por el
cual hoy no resulta difícil identificar los restos de cada una de estas influencias.

Los cambios en los modos de vida, así como la fuerte tendencia a la


nivelación idiomática, han dado como resultado el español hablado de Murcia,
acepción más exacta que la de dialecto murciano.

Observamos una fuerte comarcalización interna que nos permite diferenciar


hasta siete subzonas dialectales (añadimos sus rasgos fundamentales):

1. En torno a la Vega del río Segura con sus ya clásicas tres divisiones
(Baja, Media y Alta):
a. inestabilidad de las líquidas, en posición implosiva;
b. algunas aspiraciones de /f-/;
c. seseo de la Vega Baja por influencia valenciana (es ésta la
diferencia más notable).

2. La costa: Caracterizada por el seseo andaluz, aunque es difícil precisar


dónde acaba éste y dónde comienza el valenciano. Características
son, también, las valoraciones sociolingüísticas respecto al habla de
Cartagena debidas, tal vez, a la diferente procedencia de los colectivos
militar e industrial, tan importantes en la ciudad portuaria, así como a
un deseo de desvincularse de la capital regional (se considera como
“normal”, por ejemplo, la pérdida de la /-s/; no así otros aspectos).

3. Zona del Altiplano, junto a una pequeña franja oriental de habla


valenciana, presentando diferencias notables respecto a otras hablas
murcianas:
a. pérdida de /-s/ en posición final, pero no interior;
b. falta de compensación de dicha pérdida.

4. Comarca del antiguo marquesado de Villena, otro enclave castellano


en zona política valenciana. Las razones históricas han propiciado, así:
a. seseo, muy parecido al de Orihuela;
b. aditamento de la aspiración de la /x/ castellana.

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5. Zona del Noroeste (ciertas similitudes con la parte albaceteña de la


Sierra de Alcaraz):
a. mezcla de murcianismos, sobre todo, meridionales;
b. comarca que registra menos pérdidas de /-s/;
c. menos arcaísmos morfológicos que en las otras zonas;
d. algunos aragonesismos (prueba inequívoca de la colonización).

6. Valle del Guadalentín (muchos intercambios fonéticos con Andalucia


Oriental):
a. yeísmo;
b. pérdida de /-s/;
c. aspiraciones de /h-/ y de /x-/;
d. presencia de la /s/ castellana, como en gran parte de Andalucia
Oriental;

7. Comarca de Hellín (al sur de la provincia de Albacete, por lo que su


vinculación es mayor con lo centrocastellano que con lo estrictamente
murciano)

Podemos destacar algunos rasgos prácticamente comunes a todas las hablas


murcianas, aunque no siempre aparezcan con la misma intensidad. Por lo que se
refiere al vocalismo:

1. Variaciones no exclusivas, sino comunes a todas las hablas


meridionales.

2. Baja consideración sociolingüística de quienes las usan.

3. Vulgarismos, también muy extendidos en todo el ámbito hispánico


(tiniente, espital...).

Respecto al consonantismo, presenta el mismo inventario que el español


meridional. Aún no está probada la posible existencia antigua de una pronunciación
bilabial de la /f-/.

La vinculación fonética de las hablas murcianas con las andaluzas es


evidente en:

1. Grado cero de /-s/ implosiva.

2. Trueque de /-r/ y /-l/ en la misma posición.

3. Relajación de las sonoras.

La plasmación literaria más valiosa de muchos de estos rasgos son los Aires
murcianos del poeta archenero Vicente Medina. Interesantes son también las
aportaciones de Gabriel Miró, Miguel Hernández o José Luis Castillo-Puche.

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Respecto al léxico, cabe decir que, aceptando el hecho tangible del “ocaso de
la vida tradicional”, buena parte del vocabulario propiamente murciano está casi
obsoleto.

Otra cuestión de interés es hasta qué punto participan las hablas murcianas
de ese fondo común que son los “orientalismos”, aunque carecemos de estudios que
nos ayuden a comprender porque se prefirió unos términos y se desechó otros. La
toponimia muestra, en cualquier caso, como estas hablas funcionaron como puente
entre Castilla, Aragón, Andalucía y Cataluña.

Encontramos arabismos que no interesan tanto por su cantidad, sino por su


inclusión mayoritaria en el área de la agricultura, así como catalanismos
frecuentemente castellanizados. Destaca la actuación del dialecto aragonés que
puede haber sido la más importante después de la castellana, dejando rasgos
fonéticos y aun morfológicos.

El dialecto murciano fue identificado con el panocho, que no es más que la


caricatura burlesca de las hablas murcianas y que sólo ha conseguido desdibujar la
personalidad de éstas.

Si hasta hace dos o tres lustros, los modelos lingüísticos que hemos visto
podían situarse en cualquiera de las cabeceras de las comarcas señaladas (Cieza,
Cartagena, Lorca, Orihuela, Villena, Caravaca, Yecla, Jumilla o Hellín), ni tan
siquiera la capital regional tiene hoy suficiente fuerza aglutinadora ante la fuerza
centrípeta de una koiné hispánica cada día más evidente.

CANARIO

Introducción

Poco sabíamos de las hablas canarias hasta la publicación en 1959 de El


español hablado en Tenerife, que dio paso a una bibliografía hoy ejemplar. Hasta
entonces el español de Canarias había sido falseado, de forma deliberada o
inconscientemente.

Las hablas de Canarias no son un dialecto, al menos lo que solemos entender


por dialecto. Ni uno solo de sus rasgos fonéticos es privativamente suyo; ni su léxico
se diferencia de los otros hispánicos en medida que haga falta la dependencia
idiomática; ni su sintaxis y su morfología son exclusivas. Pertenecen a ese gran
complejo lingüístico que podríamos llamar hablas hispánicas meridionales (el
extremeño del sur, el andaluz, el murciano y, teniendo en cuenta algunas cuestiones
desconocidas por la lingüística peninsular, el español de América). Denominaciónes
como español atlántico o Neorromania o Romania Nueva nos parecen desacertadas.

Tampoco es acertado hablar de arcaísmo en el caso canario. La escuela


lingüística italiana, por ejemplo, estableció, entre otras, una pauta que considera las
regiones marginales como arcaizantes (aree laterali). Éste sería el caso del español

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o el rumano frente al italiano o el francés en el ámbito latino, del canario o


latinoamericano en el hispano. Sin embargo, el canario no es periférico, sino
medular. Tampoco es el español de la época de los Reyes Católicos, como a
menudo se ha pretendido, ni comparte un arcaísmo común con el judeo-español,
otro de los espejismos habituales.

Otro problema es el de adaptación de la lengua a un medio distinto. En el


caso del español canario o del americano destaca el uso tan frecuente de términos
náuticos.

Sevilla y Canarias.

La pluralidad de normas que tiene el español se reduce, realmente, a dos: la


castellana y la sevillana, y es ésta la que emigra cuando comienza la expansión.

A la recién nacida ciudad de Las Palmas se le da el fuero de Sevilla, como ya


sucediera con Granada. Pero no sólo es la estructura jurídica la que conforma la
vida de las islas, sino que, todo lo que estás recibían, tenía relación con la ciudad
andaluza, y, entre otras cosas, con sus peculiaridades lingüísticas.

De Sevilla salió el rasgo más caracterizador de la nueva forma revolucionaria:


la reducción de –ss- sorda y –s- sonora, de –ç- y de –z- a una sola sibilante de
caracter çiçeante, que dio lugar, más tarde, al seseo insular. Sin embargo, la pérdida
de la –d-, el yeísmo y la aspiración de la –s implosiva aún no se habían producido, ni
la conversión de la -x-, -y- (prepalatales fricativas sorda y sonora, respectivamente)
en jota [x] o aspirada, ni la neutralización de –r y –l implosivas. Toda esta serie de
procesos son posteriores y de cronología no uniforme, pero todos ellos constituyen
un tipo de pronunciación “más andaluzado” que “obedece a un influjo más
persistente de Sevilla, ejercido sobre las comarcas de vida principalmente mercantil
y no de las de mayor altura cultural en los siglos primeros”.

Si a todo esto unimos los procesos de nasalización de las vocales producidos


por una n siguiente, el carácter vvelar de la –n, la modificación articulatoria de la ch,
tendremos una base de trabajo que nos obligará a referir continuamente la
modalidad canaria a la situación lingüística de Sevilla.

Vocalismo

Las vocales acentuadas son extraordinariamente largas (i.e. Isabée por


Isabel). De cualquier modo, la duración de las vocales es asignificativa desde un
punto de vista fonológico; incluso cuando hay juntas dos vocales iguales, no se
percibe ninguna oposición con respecto a las simples (azahar). Como es sabido, en
castellano se ha señalado como rasgo diferencial, pero tiene carácter culto y nada
popular.

Como en el habla de Sevilla, se da la palatización esporádica de la –a final (-


a>ä). No así en los plurales por la persistencia de la h (-as>-ah).

Por otro lado, es casi sistemático el cierre de la –o en todo el Archipiélago (i.e.


cochinu por cochino, o mou por modo).

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Consonantismo

Como rasgos más importantes consideramos:

1. Pérdida de –d-: Predomina en las hablas populares, aunque


también encontremos casos de conservación en todas las islas.
2. Seseo: La s es predorsal, fricativa, sorda, y se aspira como en
Andalucía. Hay diversas variantes de la sibilante que dependen del entorno fónico.
En posición final absoluta puede realizarse como –h o como ø, en cuyo caso se
igualarían singular y plural. Ante palabra empezada por vocal, esta –s puede
enlazarse como h (lah-ora) o realizarse como s (las-ora). Como en andaluz, la s ante
consonante sorda se aspira e incluso se asimila a la consonante siguiente (i.e.
eppeho por espejo) aunque las realizaciones polimórficas son constantes. El mismo
tratamiento se da cuando –s + conso.-sorda están en palabras diferentes, mientras
que si se trata de –s + b, d, g hay soluciones semejantes, también, a las andaluzas.
Situación especial es la de la s de la Isla del Hierro, predorsoalveolar muy
dentalizada (según sabemos hoy en día, este fenómeno tiene ancha difusión en el
mundo hispánico: la posición del ápice hace que pueda oírse con un timbre muy
parecido al de la ce castellana, pero nunca dental, sino postdental –véase el punto
siguiente-).

3. Ce postdental: El timbre ceceante no debe ser moderno, pues se


documenta desde hace siglos y pertenece a las clases más bajas (/s/ y /ce/ son
alófonos –siseante o ciceante- de un mismo fonema).

4. Nasalizaciones: En posición final absoluta, la –n puede articularse


como velar. La no pertenencia de este rasgo se comprueba por su desaparición
cuando la palabra siguiente empieza por vocal, recuperando entonces su carácter
alveolar. En posición final absoluta, la –n puede nasalizar a la vocal anterior y
desaparecer (más raramente si va en el interior de palabra). Algunas nasalizaciones
peculiares de Las Palmas serían cafén y leche o lan don (por las dos).

5. Palatales: La distinción ll-y es un fenómeno rural y no urbano,


aunque las excepciones son muy frecuentes. La articulación de la y es muy abierta y
vocalizada, y forma correlación (de abertura, no de sonoridad) con una ch muy
adherente. La y menos abierta formará correlación de sonoridad con una ch muy
palatal.

6. Aspiradas: La h- inicial, procedente de una aspirada castellana (a su


vez de F- latina), presenta casos de polimorfismo en un mismo hablante [hoyo] /
[oyó] y diferentes realizaciones (aspiradas laríngeas o faríngeas). No es
característica de un determinado grado de cultura, aunque con la progresiva
nivelación lingüística se pueda pensar en cierto ruralismo. Como intervocálica, [h] es
sonora cuando se corresponde con la [x] castellana.1

Morfología

1
Véase la descripción de los sistemas fonológicos canario y castellano en el Manual de dialectología hispánica
de M. Alvar (pág. 335).

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Hay cambios de género (i.e. el ubre, el costumbre...) y, en ocasiones, se dota


de terminación femenina a los sustantivos de dicho género (i.e. la chincha).

En los pronombres, debe anotarse losotros por nosotros y los por nos,
fenómenos considerados vulgares. Vosotros no existe, como tampoco existe en
andaluz occidental ni en español de América.

En el verbo, -emos es un vulgarismo muy difundido, así como –ate(s) (<-oste)


y –ite(s) (<-iste). Es conocida la traslación acentual en véngamoh. En romances
tradicionales todavía aparecen tratón (por trataron), sentensión (por sentenciaron).
Otros arcaísmos son ía (por había) o vide (por vi).

El cambio de conjugación se documenta en flurir (por florecer), roir (por roer),


etc.

LÉXICO

En el habla viva son muy escasos los guanchismos: baifa (cabra), gofio
(harina tostada), perenquén (lagarto), etc. Más abundantes son los occidentalismos
y portuguesismos: andoriña (golondrina), casal (pareja), etc. Hay, logicamente
andalucismos (cigarrón por saltamontes), americanismos (guagua por autobús) y
arcaísmos (antier, lenguaraz...).

Interesa la caracterización del español en el vocabulario canario. Por razones


de geografía, la terminología marinera es variada y compleja: términos prehispánicos
como tasarte (albacora), lusismos como abade (merlo), americanismos y
pseudeamericanismos como bicuda (espetón), andalucismos como aguja palagar
(pez espada), catalanismos como anjova (anchoa), vasquismos como tollo (cazón) o
creaciones insulares como chamorrito (cría del bocinegro).

A pesar de la fuerte unidad léxica en cuanto al acervo marinero, cada isla


tiene una fuerte personalidad, sobre todo, de forma abrumadora, la isla del Hierro,
mientras que Tenerife y Gran Canaria son las menos innovadoras, porque se
relacionaron más con el exterior.

El silbo gomero

Según Ramón Trujillo, las vocales se reducen a dos (grave y aguda) y las
consonantes, a cuatro, formando dos pares de contrastes (grave / agudo, interrupto /
continuo). En la grave continua se comprenden /m, b, f, g, h/, en la grave interrupta
/p, k/, en la aguda continua /n, ñ, l, r, ll, y, y/ y en la aguda interrupta /t, ch, s/.

Es un mecanismo sustitutivo, basado sobre la doble articulación de los


códigos naturales, lo que lo diferencia de los códigos de señales. Puede transmitir
cualquier mensaje, pero la descodificación resulta muy difícil dada la precariedad de
los elementos con que cuenta.

EL JUDEO-ESPAÑOL

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1- EL LADINO

De los orígenes

Alfonso X necesitaba fuentes documentales para su Grande e General


Estoria y la Biblia le vino a ser la mejor –y muchas veces, única- información. Es
éste el origen de un movimiento cultural en el que nace el ladino, lengua sacralizada,
no hablada, sino escrita, y en concreto la traducción “verbo a verbo” del hebreo o del
arameo al español –hebraizado- de textos bíblicos o de oraciones rituales. 2

Varias son las hipótesis sobre el origen de la palabra ladino, que, en general,
pasan por la evolución desde el adjetivo latino. Ya en tiempos de la diáspora sefardí
resultó que ladinar era “saber español” y ladino el “romance escrito por los
sefardíes”.

Las traducciones

En 1547 aparece en Constantinopla un Pentateuco traducido palabra por


palabra desde la verdad hebrea.

De 1552 es el Libro de oraciones de Ferrara, en cuya portada se declara la


intención de traducir verbo por verbo y corregir errores anteriores (al parecer, los
“errores” no se refieren a las traducciones romances, sino a anteriores Biblias
hebreas).

Los autores ferrarenses conocían el riesgo de estas traducciones cuando


publican una Biblia (1553) que servirá de base para posteriores impresiones. La más
antigua apareció en Amsterdam en 1611.

La Biblia de Ferrara

La labor de la imprenta ferrarense ladina fue, ya en 1552, puesta en relación


con protestantes y “marranos” por algunos prelados del Concilio de Trento. La
sospecha de herejía no impediría, sin embargo, la rápida difusión de la Biblia de
1553 a través de las comunidades sefardíes de Europa y Levante.

Como la versión de Santos Pagnini (traducción muy distinta de la Vulgata


pero muy estimada en su época), la Biblia de Ferrara pretendió devolver a los textos
hebreos su máxima pureza, con lo que, a su vez, se comienza a prestigiar la lengua
vulgar.

La elegancia o polidez buscada por los autores de Ferrara se encuentra en


cierto semitismo atenuado, en la morfosintaxis y en no pocos términos de aquella
lengua sacralizada que fue el latino (Dio, circunción, templaciones).

Según M. Morreale, no hay ningún texto hebraico que pueda considerarse


antecedente de esta obra, si bien parece como si en algún momento hubiera una

2
Según otra definición, más exacta (Íbid, pág 355), el ladino es la “versión al español de los textos religiosos
hebreos hecha de forma literal”.

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vulgata ladina subyacente, lo cual podrían corroborar ciertos comentarios


medievales.

Acción y reacción

La imprenta de Ferrara no pararía ahí, sino que publicaría aún otras obras en
la línea que estamos viendo. Esto nos lleva a pensar en una tradición que arranca
del quehacer alfonsí y se perpetúa a través de Moshé Arragel de Guadalajara y su
Biblia de Alba (esta Biblia, de 1422, es, según considera M. Morreale, “el grado más
alto de imitación del latin” sea por afán de acercamiento a la dicción jeronimiana, sea
por imitar la sabiduría clásica). La tradición continuará hasta el siglo XX (hasta hace
pocas décadas aún imprimían los sefardíes de Marruecos unas cartillas para seguir
las lecturas de Pascua llamadas Hagadá de Pesah).

Entre las reacciones contra esta tradición se encuentra, en el siglo XVI, la de


Yosseph Franco, profesor de lengua hebrea, quien pensaba que las versiones
romances de la Biblia no hacían sino oscurecer el original hebreo. De 1740 son los
comentarios de Isaac Nieto.

La aventura que significó la traducción palabra por palabra no supuso, sin


embargo, calcar la palabra A por su equivalente B, sino que además creo términos
españoles que poco o nada se usaron entre nosotros, pero que tenían un marcado
cuño romance (afermosiguado por glorificado, ermollecer por florecer, hermoyesén
por creciendo).

La literatura en ladino

Las páginas que la Biblia de Ferrara dedica Al lector son muy claras, por
cuanto declaran su fidelidad a la verdad hebraica y expresan su deseo de que el
castellano posea una versión de la Biblia, como ya era el caso de otras lenguas
europeas.

Los eruditos ferrarenses mantienen su fidelidad a la verdad hebraica, pero


respetan el juicio de la curia romana porque mantuvieron su apego a los textos
latinos y hebraicos. Hay, pues, un respeto a la tradición hebrea forzada por la
traducción del verbo a verbo que obliga a un indudable arcaísmo, pero que, al tener
en cuenta los traslados latinos, antiguos y modernos, consiguió un nivel de
traducción no contaminado de lenguaje extraño y, en ocasiones, con una adaptación
a lo que fue la traducción verbo a verbo.

Este procedimiento dual se denuncia en otros textos ladinos. El Orden de


bendiciones, de 1687, está transido de cultismos (absolución, alegorizar, etc.).

La importancia de la emigración portuguesa se manifestaría muchas veces a


través de portuguesismos en el Libro de oraciones (1552) o en la combinación de
pasajes ladinos con algunos portugueses en el citado Orden de bendiciones (1687).

Con todo, las traducciones bíblicas no fueron uniformes, sino que


manifestarion muy claras diferencias.3
3
Véase la cotejación de varias obras: Íbid págs. 353-354

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Resumamos ciertos aspectos comunes a los diferentes textos:

-Léxico que discrepa del general: Se conservan ciertas palabras del


siglo XIII como escuantra, mochiguar, partijas, que a partir del siglo XV parecen sólo
sobrevivir en el refugio arcaizante del ladino; otras, como afermociguar o ermollo,
todavía perviven en las zonas más arcaizantes del español como dialectalismos o
ruralismos. Hubo, en cualquier caso, un distanciamiento voluntario de la lengua
coloquial, pero con unos elementos que, en su forma al menos, podían ser
comprensibles.

-Morfosintaxis: Abundan los prefijos y sufijos en formaciones


desusadas por el castellano común (i.e. engravecer por morir); formas que se
presentan como participios activos, y cuyo valor es el de una oración de relativo (i.e.
“camellos venientes”) o de agente (i.e. “omne poblante tiendas”); repeticiones
pleonásticas del artículo (i.e. “el tu fijo, el tu uno”) o su omisión (i.e. “quebrante
enemigo”). M. Morreale ha señalado, además, construcciones calcadas del hebreo
como pleonasmos (i.e. “dixeron por fezir”), la construcción de uns sutantivo abstracto
con función calificativa seguido de adjetivo (i.e. ”escogimiento de sus cabdiellos”),
transmisión literal de la fraseología (i.e. “fartarse ha de ellos la mi alma”).

No debe olvidarse que esta lengua sacralizada estaba, sabida o no, en todas
las bocas, como el latín eclesiástico en la de los cristianos, y hubo un trasvase
desde el ladino litúrgico hasta el judeo-español coloquial, como lo hubo en la homilía
dominical a los labios que musitaban su román paladino. Nos asomamos a una
constante de la cultura sefardí: el valor de la tradición. Y, como los cristianos, los
judíos han conservado nuestros romances y los han reelaborado y recreado, como
demuestran los recogidos el siglo pasado en Marruecos.

La pregunta de si la literatura ladina fue sólo una literatura sacralizada se


contesta con el Orden de bendiciones de 1687. Esta obra fue creada para que el
desterrado aplacara las iras de Dios aprendiendo a rezar, pero, más allá de este
motivo principal, en ella aparece un mundo heterogéneo en el que tienen cabida,
incluso, numerosísimos elementos de valor etnográfico.

Así pues, la literatura en ladino fue más que los textos sagrados que
conocemos; se acercó a la vida profana y pervive en los textos rituales, como
demuestran las Hagadot de Pesah.

Finalicemos comentando que, a pesar del fuerte ataque de modernización


producido en el siglo XVIII, el ladino fue hasta el siglo XX muy conservador. Si
comparamos una hagadá de Amsterdam de 1687 y otra de 1876, seguimos
observando coincidencias léxicas de casi un 75%.

2- EL JUDEO-ESPAÑOL BALCÁNICO

Introducción

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Los judíos españoles, asentados en Portugal y en el norte de Africa con


posterioridad a su expulsión de España, fueron invitados por el sultán Bayaceto II a
establecerse en el Imperio Otomano, creándose, así, las comunidades sefardíes de
Turquía (Constantinopla, Adrianópolis, Esmirna), Grecia (Salónica, Lárisa), la isla de
Rodas, Bulgaria (Sofía, Ruse), Serbia (Bitolia), Bosnia (Sarajevo), Macedonia
(Skopje) o en Rumanía (Bucarest).

Desde sus enclaves balcánicos disfrutaron de los privilegios concedidos por


los sultanes, e incluso llegan a constituir la burguesía; controlaron el comercio del
Imperio, las aduanas y las minas de oro y plata; se erigieron en los médicos y
armadores más celebres, en los traductores oficiales, pues el Corán no admitía que
los musulmanes fueran intérpretes.

En el campo de la cultura implantaron la imprenta y fundaron en Salónica la


primera universidad a principios del siglo XVI.

Pero la prosperidad, como la de las colonias de Amsterdam y Liorna, sólo


duró un siglo. Los puertos mediterráneos perdieron importancia tras los
descubrimientos atlánticos, a la vez que se asentaba una burguesía nacional que
sustituía a la sefardita, y a finales desl siglo XVIII apenas hay judios españoles en
puestos de importancia.

La decadencia cultural es paralela: las escuelas van reduciéndose a recintos


donde se recitan los textos sagrados (meldares).

El prestigio económico y cultural de los sefardíes balcánicos hizo que el


español gozase de prestigio durante siglos, aunque la decadencia mencionada lo
llevó a convertirse en una lengua exclusivamente familiar.

Caracterización lingüística

Aislado totalmente de su patria, el judeo-español presenta innovaciones a la


vez que arcaísmos. Dos son sus variantes: la hablada (djudezmo), sobre la que nos
centraremos, y la empleada para la traducción de los textos bíblicos (ladino).

Los arcaismos más evidentes se encuentran dentro de la fonología, pues el


judeo-español conserva, en líneas generales, el sistema consonántico del antiguo
español (distinciones s/z, š/ž...). Además de estos fenómenos de carácter general,
hay otros de extensión geográfica limitada:

1. conservación de la africada dz en el noroeste de la Península


Balcánica y en Turquía (ondzi, dodzi, tredzi...), transformación
dz>z en otras zonas o, de forma aislada, dz>z;

2. conservación de la labiodental fricativa v en Sarajevo y Bucarest


frente a v>b en el resto de territorios (aunque es general la
conservación de v en el grupo vd, i.e. sivdad);

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3. conservación de –mb- (i.e. palomba); en el noroeste (a veces,


también Salónica), conservación de d, g en posición interior
(boda, agua) y de f inicial en algunos latinismos (ferir, fumo).

En la morfología los arcaísmos se enmarcan, sobre todo en la flexión verbal.


Son generales:

1. –o por –oy (do, esto...);

2. algunas variantes antiguas del pretérito absoluto (trusi, vide...);

3. imperfecto en –iba (-iva): kiriba (pronunciada con fricatización);

4. vos por os (os no existe).

En el léxico se registran arcaísmos como atorgar, trokar, yanta...

En cuanto a las innovaciones distinguimos dos grupos: internas y externas.

1. Innovaciones internas:

a. fonéticas: yeísmo generalizado (yave); desaparición de la


nasal palatal (grafia ñ) y, en su lugar, pronunciación n+i
(aniu); en Bucarest, pronunciación simple de r vibrante
multiple en posición intervocálica o inicial;

b. léxicas: pérdidas cuantiosas o desplazamientos


semánticos (p. ej. pequeño, chico recibe un valor
diferente, mucho más fuerte que el que tenía en español);

2. Innovaciones internas generalizadas:

a. fonéticas: neutralización de /s/ y /ŝ/ en /s/ (no existe el


sonido de la ce castellana moderna); [s] se convierte en
[š] en –ais, -eis (avlas, keres), en seis (ses) y en el grupo
sk (buskar); cierre de e, o en posición final (kwantu) e>a
frente a vibrante (cuarda) excepto en Rumania y Serbia;
monoptongaciones o diptongaciones (ken por quien,
buendad por bondad); desarrollo de x ante ue (sxuegra
por suegra) y de g ante ue en inicio de palabra (güevo); –
rd->-dr- (vedre); mue>nue (muestru).

b. morfológicas: desinencia –í para la primera persona del


singular en la primera conjugación (despertí); derivados
de los sufijos –ada, -asión, -dero, -iko, -ižo, -ón, -ozo
inexistentes en español; diferencias en la evolución
semántica (piña por mazorca de maíz)

3. Innovaciones externas:

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a. fonológicas: aparición de /ŝ/ por préstamos (sobre todo,


hebraicos), de una velar sorda /x/ por préstamos (árabes,
hebreos y de las lenguas balcánicas) o de la
fonologización de x por la existencia de pares mínimos
(graža-graxa); modificación en la distribución de
consonantes no habituales en español antiguo como z (no
sólo en posición interior, sino inicial de palabra: i.e.
kamiza, zaxut) o de otros fonemas (/v/, /b/, /f/...)

b. morfológicas: desinencias plurales de origen hebraico –im


para el masculino y –ot para el femenino; subjuntivo por
infinitivo en ciertas expresiones (kali se la deše, es decir,
“tiene que dejarla”).

c. léxicas (el campo más rico en préstamos de las lenguas


balcánicas –sobre todo, del turco-, del francés, del italiano
y del hebreo): términos domésticos y de la gastronomía
(especialmente, del turco), de la flora (turcos y griegos),
nociones abstractas (del hebreo), etc; también calcos
semánticos de las lenguas balcánicas o del francés.

En 1909 M. L. Wagner habló, al respecto de las variantes dialectales, de dos


zonas (una al este de la Península Balcánica y otra, al oeste) basada en la
procedencia desde diferentes regiones ibéricas. Esta teoría fue aceptada por la
mayoría de autores, no así por I. S. Révah, quien afirma que sólo hay diferencias
entre Constantinopla y Salónica: las diferencias entre las demas variantes se
explican por la extensión de ciertas particularidades de un habla a otra.

Situación actual

Unos cuantos factores, más evidentes y numerosos durante la segunda


guerra mundial y en el período de posguerra, tuvieron como consecuencia la
disminución del número de sefardíes y, por consiguiente, la reducción de su lengua
al ámbito familiar.

Esta situación es también el resultado de unas causas anteriores:


confinamiento de los judios al pequeño comercio; supresión de las escuelas judeo-
españolas tras la aparición de los estados balcánicos; prohibición en Turquía y
Grecia del alfabeto raši (una variante del alfabeto hebreo) con lo que el judeo-
español pierde su expresión escrita; pérdida de prestigio; relajación en las creencias
religiosas; asimilación de la cultura de los países de adopción; abandono de los
guetos; ausencia de un elemento unificador y de una norma de prestigio; influencia
francesa y de la Alianza Israelita Universal; etc.

3- EL JUDEO-ESPAÑOL DE MARRUECOS

Algo de historia

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Las hablas judeo-españolas no son un dialecto del modo que puedan serlo el
leonés, el aragonés o el andaluz. Son un conjunto heterogéneo de modalidades
formadas en el exilio tras el encuentro de judios de diversa procedencia. En cada
sitio se formó una koiné en la que cabían rasgos aragoneses, castellanos,
andaluces, etc.

Junto a la diversa procedencia de los judios españoles, influyó en su lengua el


idioma del país de acogida (árabe, turco, griego...).

El descubrimiento del judeo-español

El descubrimiento del judeo-español de Marruecos durante la guerra de África


(1859-1860) sorprendió tal y como soprendió el descubrimiento del de Oriente en
1897, año de publicación de una noticia de El folklore español, y eso que Grünbaum
había publicado un año antes (1896) su Jüdisch-Spanische Chrestomathie.

El reencuentro con la madre patria supuso el comienzo del hermanamiento de


las hablas de los dos lados del Estrecho y el prodigio de conservación lingüística iba
a confundirse con el importado desde la Península Ibérica.

Problemático es el trillado tema del arcaísmo. Cabe matizar que, al margen


de la pervivencia del arcaico sistema de las sibilantes, la diáspora de judíos
castellanos, aragoneses, andaluces, catalanes, etc. crearon una koiné en el exilio:
es decir, el dialecto judio español no es una variedad antigua, sino una formación
moderna (a partir del siglo XVI).

El judeo-español de Marruecos

Desde que en 1926 José Benoliel comenzó a publicar su memorable estudio


sobre el dialecto (iniciado con mucha antelación), apenas si queda hoy algo más que
unos supervivientes de un naufragio total. Porque primero fue la galicación de las
hablas sefardíes a través de la Alianza Israelita Universal; luego la comunicación con
España a partir de la guerra de 1859-1860 y el reordenamiento de la jaketía (nombre
del dialecto que posiblemente proceda del árabe hekaia o hakaita, “dicho agudo”).
En 1945, Bénichou afirma que “el dialecto, o gran parte de él, ya no es más que un
recuerdo”.

Fonética

En el vocalismo es frecuente la prótesis de a- (arrobar, adormir), aunque


también se da la aféresis (parece por aparece), y hay inestabilidad de la vocal átona
(pidiste, asperando). Es de notar la persistencia de una –e paragógica antigua
(gavilane).

El consonantismo presenta la conservación de sibilantes propias del


castellano antiguo: distinción de s sorda y z sonora (esta z es para Bénichou el
elemento arcaico más tenaz y característico), de š y ž (aparece, a veces, la jota
castellana, p. ej. en gente) y de ce interdental y z (ya sin valor fonológico);
articulación de la r- inicial vibrante múltiple como simple; igualación de b y v;
ausencia de aspirada; yeísmo (con desaparición de y en contacto con í, p. ej. Castía

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por Castilla); seseo total. Por acción del árabe: s>ss, d>dd y muchas asimilaciones
(r+l=l-l, l+r=r-r...) con pérdida posterior de las consonantes dobles. También se
conserva la F- inicial en muchas palabras (faldiquera). Finalmente, debe obedecer a
la recastellanización del dialecto la pérdida de –s final que, como en el andaluz
oriental, lleva a la abertura vocálica, aunque no siempre. Y, como en andaluz, se
pierde muchas veces la –n final o la -r.

Morfología

La morfología nominal se caracteriza por arcaísmos y vulgarismos como


naide, que ya, en el siglo XVI, coexistía con nadie; también pertenecen a un fondo
español las formas analógicas mosotros (nosotros), mos (nos), muestros (nuestros).

Se forman plurales españoles sobres bases hebreas (tefel-lines “filacterios”) o


árabes (arasbas “doncellas”).

Sobre las desinencias verbales: cambios de –ir a –er (vister, suber); evolución
de –emos a –imus (venemos); conservación del antiguo –des (queríades) junto al
uso del español estándar (dejeisme) o a la reducción del diptongo (desmayís) o a
extrañas simplificaciones (tengás); pérdida de –d en –ad y –id (dejá, vení);
pervivencia de los arcaísmos –ai (levantai) y –d+-l>ld (dezilde); desinencia –í
analógica en la primera persona singular de los perfectos de la primera conjugación
(encontrí), -tes en la segunda persona singular y –tis en vosotros (dexatis).

Sintaxis

Señalamos las perífrasis a mí, a ti, a vos (me, te, os). Lo es empleado como
complemento directo de persona o cosa masculina (¿quién lo ira a buscar al novio?)
aunque también existen el leísmo y el laísmo. Entre los tratamientos tú se utiliza
entre iguales, usted para cristianos y judíos de Europa, vos como fórmula de respeto
y vosotros refiriéndose a varias personas, según apuntó Benoliel, aunque notamos
divergencias (la penetración de usted denota la hispanización del dialecto).

El artículo se antepone al posesivo (la mi madre); también se utiliza entre el


sustantivo y su calificador (vuestra boca la dulse).

En cuanto a los tiempos, se emplea el imperfecto de subjuntivo por perfecto


absoluto (yo me levantara un lunes), aunque también se da el caso contrario:
perfecto por imperfecto de indicativo (me eché y soñaba); el condicional atenúa la
idea del futuro absoluto (almorzará con nosotros y de mí tú le hablarías); el
imperfecto de indicativo tiene no pocos matices.

Vocabulario

Persisten viejas voces patrimoniales (solombra por sombra, empolarse por


engalanarse) así como aparecen curiosas deturpaciones. Abundan los trueques
léxicos (río-vado, camisa-delgada) y no escasean los hebraísmos ni los arabismos
genuinamente marroquíes.

Conclusiones

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En 1953, año de la primera edición de las Endechas judeo-españolas de M.


Alvar, el dialecto de Larache estaba ya en “claro proceso de castellanización”. La
independencia de Marruecos (1955) motivó una nueva diaspora a Israel,
Norteamérica, Venezuela, Argentina. El español es sustituido por el francés, que
creará la nueva conciencia lingüística de los niños sefardíes.

La hispanización del dialecto era perceptible en: la tendencia a perder la


oposicion s sorda / s sonora, la caducidad de ž / š, la presencia esporádica de j y ce
interdental, la sustitución de r- simple inicial por múltiple, la no aspiración de h en
palabras románicas, así como la pérdida de las consonantes implosivas finales y de
la –d- intervocálica.

EL ESPAÑOL EN ÁFRICA

LA LENGUA ESPAÑOLA EN GUINEA ECUATORIAL

Introducción

Los territorios africanos fueron zona de litigio entre portugueses y castellanos


durante todo el siglo XV y continuaron siéndolo hasta la firma del Tratado del Pardo
(1778). Por él, Portugual cede a España los territorios guineoecuatorianos. Los
intentos de colonización por parte de España fueron, sin embargo, esporádicos. En
1885 se empieza a poner orden ante los desmanes de ingleses, alemanes y
franceses, y se inicia seriamente la colonización. Llegan colonos levantinos y, desde
Cuba, negros “emancipados” y deportados políticos. A partir de 1887 se abre la
comunicación marítima directa con España y llegan los primeros misioneros
claretianos, iniciándose la educación y la evangelización en español a la vez que se
desarrolla la economía agrícola. En 1959 Fernando Poo y Río Muni se convierten en
dos provincias españolas más. La independencia llegó en 1968, y con ella su
decadencia económica y cultural.

Fonología y fonética

Las lenguas bantúes no están muy bien descritas, y lo que más se resiente en
las descripciones existentes es el nivel fónico. Pese a todo, enunciamos sus rasgos
más destacados a continuación.

1. Vocalismo: Pese a las diferencias, pocas dificultades de


realización encuentran los hablantes guineanoecuatorianos, aunque se da:
inestabilidad vocálica (sobre todo, en las átonas, i.e. cumplementar); aféresis de la
vocal átona inicial (guana por iguana) o en interior de palabra (maestro por mastro);
formas con diptongo o sin él (riegar, recordo); aparición, a veces, de una consonante
epentética (riyos por ríos).

2. Consonantismo: Las lenguas indígenas poseen los fonemas


oclusivos, que se pronuncian, en general como los españoles. Sin embargo, el lugar
de articulación de [t] y [d] es bastante variable; la /p/ se sonoriza con mucha

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frecuencia; en las secuencias [tr] y [rt] se pierde frecuentemente la vibrante


realizándose [t] como alveolar; la secuencia [tl] es siempre tautosilábica (a-tlas); la
/k/ se sonoriza a veces; /b/, /d/ y /g/ se realizan como oclusivos en los mismos
contornos que el español general, en el resto como fricativos o incluso desaparecen
en posición intervocálica o en contacto con [r]; la [d] en –ado es muy variable,
aunque se conserva generalmente; abundan los fonemas fricativos en las lenguas
indígenas (la /f/ española es pronunciada, sobre todo, como bilabial); /s/ presenta
gran polimorfismo (por orden de frecuencia: predorsoalveolar, apicoalveolar y
apicodentoalveolar plana), con casos de conservación y desaparición en posición
implosiva; muchos imformantes pronuncian la ce interdental castellana como tal,
distinguiéndola de /s/, mientras que en otros varía el uso y en otros el seseo es
constante (también se dan casos de sustitución por /f/); /x/ tiene tres realizaciones
(faríngea, velofaríngea y velar) o desaparece (dibúo por dibujo); las lenguas
indigenas poseen en general cuatro fonemas nasales (bilabial, alveolar, palatal y
velar –este último inexistente en español- con diferentes realizaciones); la r vibrante
multiple se realiza, frecuentemente, como simple, perdiéndose también en posición
postnuclear (cobata por corbata); /l/ se pierde, en muchos casos, al final de
palabra; /lj/ se suele palatalizar (famíya por familia); el sonido lateral palatal de
nuestra ll no existe en las lenguas autóctonas (destaca, entre muchas, la realización
[y]); muchas veces, tanto ll como y se pierden ante vocal palatal (éa por ella).

3. Tono y entonación: Las lenguas bantúes son tonales. Por eso,


su pronunciación del español tiene un comportamiento melódico especial. En
términos generales, su tempo es mucho más lento y la configuración del
fundamental se mantiene en los niveles frecuenciales durante todo el enunciado (en
español desciende paulatinamente)

4. Morfosintaxis:
a. Número: La existencia de prefijos como marca de plural
en las lenguas indígenas puede explicar la falta de
sentimiento de pluralidad que tiene el morfema español –
s para los guineanos.
b. Artículo: No existe en las lenguas indígenas; por ello, su
uso es muy irregular.
c. Pronombres: Es muy complejo en las lenguas bantúes.
Ello ocasiona: supresión y adición (levanto a las seis, se
fue reduciéndose), confusiones (ruégote me haces una
consulta).
d. Verbo: La mayoría de fenómenos de desviación se deben
a desconocimiento de la norma (confusiones de tiempo,
modo, de significado entre verbos como ser y estar;
frecuencia de la pasiva y de perífrasis verbales).
e. Adverbios y locuciones adverbiales: Son frecuentes los
cambios semánticos o la adopción de nuevos
significados.
f. Negación: Se utiliza en construcciones distintas.
g. Preposiciones: Fuerte vacilación.

5. Léxico:
a. Cambios de significado (bosque por selva o jungla).

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b. Creaciones sobre modelos autóctonos.


c. Muchos indigenismos.
d. Americanismos y prestamos de Filipinas traídos por
negros emancipados y por deportados a Fernando Poo.
e. Anglicismos frecuentes, transferidos a través del
“pichinglis” (moni por dinero)
f. Cultismos, arcaísmos y giros inusuales en el español
general actual.

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