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INTRODUCCIÓN/PRESENTACIÓN
Antes de empezar a reflexionar sobre cada uno de los desempeños docentes que se
presentan en este material, es importante que reflexionemos sobre algunos aspectos.
A la escuela en general, y a los docentes en particular, nos llegan cada año una serie de
demandas. Así, por ejemplo, hay una demanda por mejores resultados en las pruebas ECE, hay
una demanda vinculada a las evaluaciones de desempeño en el aula (no solo las establecidas por
norma técnica, si no también las que llevan a cabo las y los directores, por ejemplo) y la
implementación del nuevo currículo.
Pero lo importante es que los docentes no veamos estas demandas como algo separado, ni que
aislemos una demanda de la otra. En realidad, todas tienen una misma finalidad, mejorar la
calidad y la equidad de los aprendizajes, aspectos claves en cualquier reforma educativa de las
últimas décadas.
Es claro, por ejemplo, que para mejorar en la ECE, los docentes debemos comprender cómo se
produje los aprendizajes vinculados a la lecto escritura o a la construcción de la noción de
número, pero no es menos importante tener claro que hay una serie de aspectos esenciales para
que los aprendizajes se produzcan. Así, toda la literatura pedagógica concuerda en afirmar que
la motivación y el involucramiento de los estudiantes es la esencia de cualquier aprendizaje; que
evaluación constante formativa y la retroalimentación son parte esencial de cualquier
aprendizaje. Por otro lado, las investigaciones han demostrado que un buen clima es un factor
asociado a la mejora de los aprendizajes.
Entonces, si queremos mejorar los resultados de nuestros estudiantes en las pruebas ECE (punto
aparte, además es asumir que estos resultados son unos de los tantos de los aprendizajes a
lograr; el currículo es bastante más amplio que eso), involucrar a todos los estudiantes,
retroalimentarlos cuando están construyendo sus aprendizajes, manejar los comportamientos
de manera positiva, generar un clima cálido y de respeto es entre otros factores, esencial.
Por otro lado, implementar el Currículo Nacional (CNEB 2017) no debe verse tampoco como una
tarea desvinculada a estos desempeños. Como veremos en cada capítulo de este material,
implementar el currículo nos permite mejorar o consolidar los desempeños. Así, por ejemplo,
un enfoque de competencias, implica la búsqueda de situaciones significativas o problemáticas
que los estudiantes tienen que enfrentar. Estas situaciones deben generar interés genuino en los
estudiantes (motivación intrínseca) que es la base del involucramiento de los estudiantes en sus
propios aprendizajes. Este enfoque de competencias, además de los enfoques de cada área y de
las mismas competencias, llevará, si los aplicamos bien, a que los estudiantes desarrollen
razonamiento, pensamiento crítico y creatividad.
Otro aspecto importante es que los docentes reflexionemos sobre lo que implica desarrollar o
consolidar estos seis desempeños. Puede ser que pensemos que estos desempeños dependen
únicamente de cómo nos sintamos, o cómo estén los estudiantes un día en particular; pero
creemos que no es así. Como veremos al profundizar en cada uno de ellos, se requiere un trabajo
arduo y prolongado. Por ejemplo, ¿cómo involucrar a los estudiantes si no los conocemos; si no
conocemos sus intereses, sus habilidades, sus gustos? ¿Cómo trabajar el comportamiento de
manera positivo, o como promover un ambiente de respeto (que implica valorar al otro en toda
su diversidad) y calidez, si no hemos trabajado en esos aspectos durante meses? Pero, además,
no se trata de un trabajo asilado, sino que debiera ser un trabajo colegiado; ¿si queremos que
los estudiantes razonen, o desarrollen un pensamiento crítico, no debemos trabajar todos los
docentes en esa línea? Como veremos en una de las lecturas complementarias, de lo que se trata
es de cambiar la cultura escolar. De allí que es fundamental que los docentes generemos
comunidades de aprendizaje en nuestras escuelas, e incluso en nuestras redes para reflexionar
sobre estos desempeños y en general sobre nuestras competencias docentes.
La última afirmación nos lleva a poner de relieve nuestras competencias docentes; y el Marco
del Buen Desempeño Docente nos propone una serie de competencias. Estos seis desempeños
no están aislados de esas competencias. Más bien se insertan en ellas.
Básicamente podemos decir que se relacionan con los dos primeros dominios. Efectivamente,
incluso con el dominio de preparación para el aprendizaje como veremos en el siguiente
cuadro
Esperamos que los siguientes capítulos faciliten la reflexión sobre nuestros desempeños
docentes en el aula; y, sobre todo, sean el punto de partida (y no el de llegada) de las
conversaciones al interior de las comunidades de aprendizaje que cada escuela debe formar.
PRIMER DESEMPEÑO
En este desempeño se busca que los docentes logren involucrar activamente a sus estudiantes
en sus propios procesos de aprendizaje, consiguiendo que participen de manera activa en su
construcción y que se interesen en lo que están aprendiendo, además de ayudarlos a ser
conscientes del sentido, importancia o utilidad de lo que se aprende.
Los aspectos que se consideran en este desempeño son tres:
Acciones del docente para promover el interés y/o la participación de los estudiantes en
las actividades de aprendizaje.
Proporción de estudiantes involucrados en la sesión.
Acciones del docente para favorecer la comprensión del sentido, importancia o utilidad
de lo que se aprende.
Sin embargo, estos son los aspectos que se observan. En este material, buscamos aportar a la
comprensión de aquellos aspectos que están detrás de un involucramiento profundo y
auténtico.
Al final de una reunión de profesores, Marcela (una docente) plantea que en la siguiente
reunión le gustaría trabajar el tema de la motivación de los estudiantes. Ella comenta que
está preocupada porque no logra involucrarlos en sus procesos de aprendizaje.
Inmediatamente varios colegas intervienen dando una serie de opiniones:
Edgardo: «Tienes razón. Motivar a estudiantes es casi imposible. Solo los motiva estar en la
cabina con acceso a Internet».
Gloria: «No te preocupes tanto. Busca una buena actividad de inicio que los motive y lo
lograrás».
Juan: «No sé por qué te preocupas. La responsabilidad de la motivación recae en los mismos
estudiantes».
Gabriela: «En la otra escuela donde trabajaba era más sencillo involucrar a los estudiantes.
Los papás eran más exigentes con sus resultados, y por eso los chicos estaban más atentos».
Sonia: «A mí me funciona cuando les digo que lo que estamos estudiando es importante y,
sobre todo, fundamental, porque les va a servir en la universidad».
Rosa: «Para involucrarlos en el aprendizaje, hay que hacerlos hablar. Si logras que participen
en debates, logras que se involucren».
Luisa: «Ponlos a hacer algo. Tenerlos ocupados todo el rato garantiza que estén
involucrados».
Antonio: «Tienes que encontrar algo que les interese y planificar tus clases en torno a eso. De
esta manera te garantizas que todos se involucren todo el tiempo».
Miguel: «Lo que no entiendo es por qué hay que darle importancia a que comprendan el
sentido o la finalidad de lo que hacen. Además, es obvio que al final de la sesión o la unidad
se darán cuenta de la importancia».
Marcela escuchó atentamente todas las opiniones de sus compañeros, pero le han quedado
muchas dudas. Por otro lado, ella cree que la mejor manera de mejorar su práctica docente,
así como la de sus compañeros, es a partir de la formación de comunidades de aprendizaje.
Por eso, le ha pedido a la directora organizar una reunión de interaprendizaje entre todos. La
directora acepta, pero le pide que elabore algunas preguntas que permitan dinamizar dicha
reunión. Marcela ha preparado las siguientes:
1. ¿El involucramiento está vinculado con «estar haciendo actividades todo el rato»?
¿Qué quiere decir que se involucren con «su aprendizaje»?
2. ¿La motivación se relaciona con un momento de la unidad o de la sesión?
3. ¿Cuál es la relación entre estudiantes involucrados y estudiantes que comprenden el
sentido de lo que hacen?
4. ¿El involucramiento tiene relación con las presiones externas (padres exigentes,
notas, premios, promesas de utilidad en la universidad, etc.)?
5. ¿Es más difícil involucrar a los estudiantes ahora que antes? ¿Les interesa menos
aprender? ¿Internet es un factor contra el cual no podemos luchar?
Antes de comenzar a leer las siguientes páginas, detente un momento y reflexiona:
a. ¿Con qué docente te identificas? ¿Qué hubieras opinado tú?
b. Piensa en las preguntas que se han planteado al final y elabora algunas ideas en torno
a ellas.
Antes de empezar a reflexionar sobre las opiniones de los docentes, así como acerca de las
preguntas planteadas, es importante que nos pongamos de acuerdo sobre qué quiere decir
«involucrar a los estudiantes».
Como el desempeño lo plantea, se trata de lograr que estos se involucren en los aprendizajes
cuya construcción se busca; es decir, no se refiere a si los estudiantes se encuentran trabajando
en alguna «experiencia activa» o con metodologías activas en la clase. En sí mismas, las
metodologías activas no son malas, pero este desempeño no busca «activismo», sino que los
estudiantes se involucren con sus propios aprendizajes, pues son ellos mismos quienes
construyen sus aprendizajes y desarrollan sus competencias a partir de procesos mentales.
Tanto las corrientes cognitivistas como las constructivistas afirman que el aprendizaje se
produce cuando en el cerebro de las personas ocurren asociaciones. Los constructivistas van
más allá y sostienen que las personas construyen su propia comprensión y conocimiento del
mundo. En esta construcción, la experiencia de los estudiantes es fundamental, pues el
aprendizaje ocurre a causa de la relación entre las interacciones externas y los procesos
reflexivos que el aprendiz genera a partir de sus propios modelos mentales. Así, pues, partiendo
de los contenidos de sus propios modelos mentales, al incorporar nuevas informaciones
validadas por el aprendiz, este reordena la organización del conocimiento que tenía
anteriormente, con lo cual crea nuevos significados y sentidos. Esta reordenación puede generar
sentidos más profundos de las concepciones previas, e incluso cambiar las relaciones del
individuo con el mundo. Se crean nuevos significados, y también nuevos sistemas de significados
(Casassus, s. f.). Confirmando estas ideas, las neurociencias cognitivas también sostienen que el
aprendizaje ocurre como un proceso activo en el cerebro del aprendiz, aun cuando este no se
dé cuenta, es decir, aunque muchas veces dicho proceso sea inconsciente.
La pieza clave para aprender: CONECTAR a los estudiantes con sus aprendizajes
José Ignacio Pozo (2009) define a la motivación como un proceso auxiliar del aprendizaje; pero
que al mismo tiempo resulta fundamental para este, pues resulta necesario para que los
estudiantes se involucren y se conecten con su aprendizaje. Así, muchas veces los docentes,
cuando iniciamos nuestras sesiones con los estudiantes o cuando les proponemos alguna
experiencia de aprendizaje, imaginamos que todos ellos están preparados para aprender. Pero
esto no ocurre así. Debemos, por el contrario, asegurarnos de que haya razones y motivos para
que se involucren y se arriesguen a aprender. Pozo sostiene que aprender de modo explícito
suele ser costoso para el aprendiz, pues todo aprendizaje implica cambios y supone esfuerzo.
Por eso se requiere motivación para «moverse» hacia el aprendizaje y superar, de esta manera,
la inercia de no aprender. Motivar supone cambiar las prioridades de la persona y la dirección
del movimiento cognitivo.
Por otro lado, tanto Pozo (2009) como Casassus (s. f.) incluyen en la motivación no solo a los
estudiantes, sino también a los docentes. Pozo afirma que, en la actualidad, en la sociedad del
conocimiento y del cambio constante, la motivación es fundamental también para los maestros,
quienes constantemente deben estar dispuestos a aprender y a cambiar sus metas. Por su parte,
Casassus —quien sostiene que la emoción es fundamental en el proceso de aprendizaje— afirma
que la relación del docente con la materia es esencial. Los docentes, en consecuencia, debemos
entusiasmarnos con los problemas que planteamos, con las experiencias de aprendizaje que
gestionamos. Si no mostramos interés en lo que se busca aprender, ¿cómo podrían tenerlo los
estudiantes? Las situaciones de aprendizaje deben ser desafiantes, entretenidas y participativas.
¿Quién no recuerda a aquella profesora o profesor que nos involucraba en algo que no nos
gustaba tanto, solo por la pasión que mostraba por lo que hacía?
Muchas veces hemos asociado la motivación solo con el interés, pero, en realidad, tiene muchas
aristas. A continuación, te presentamos algunas ideas sobre este proceso, partiendo de las ideas
expuestas por dos autores: José Ignacio Pozo y Monique Boekaerts; creemos, sin embargo, que,
antes de comenzar a desarrollarlas, es importante mencionar algunos planteamientos de
Boekaerts acerca de las creencias motivacionales que nos facilitan la comprensión de sus
planteamientos.
La investigadora sostiene que es fundamental conocer cuáles son las creencias motivacionales
de los estudiantes, porque estas influyen en el deseo de participar en actividades de aprendizaje,
incluso sin que los estudiantes sean conscientes de ello. De esta manera, los estudiantes utilizan
sus creencias motivacionales para dar significado a las tareas y situaciones de aprendizaje, así
como a su contexto social y educativo. Se han identificado diversos tipos de creencias
motivacionales (Boekaerts, 2016):
Creencias sobre su propia capacidad para hacer algo (eficacia).
Creencias sobre que ciertas acciones conducirán al éxito y otras al fracaso (expectativas
de resultado).
Creencias sobre el propósito de una actividad de aprendizaje (orientación hacia una
meta).
Creencias sobre cómo de interesantes o aburridas son las actividades (juicios de valor).
Creencias de causas percibidas del éxito y el fracaso (atribuciones).
Por otro lado, la autora plantea que las emociones también son cruciales en los procesos de
aprendizaje. Define a la emoción como una amplia gama de procesos afectivos: sensaciones,
estado de ánimo, afecto y bienestar. Señala, además, que las emociones son fundamentales
para el ser humano, pues emiten señales de peligro y nos preparan para responder rápidamente.
Así, por ejemplo, en una situación de evaluación, los estudiantes pueden sentir agitación y
emociones negativas, como ansiedad y preocupación, que pueden terminar obstaculizando el
desempeño. Yendo más lejos, sostiene que las emociones negativas son muy dañinas, pues la
vergüenza o la desesperación pueden ser duraderas en el aula si se producen en una situación
de aprendizaje; ya que se activarán nuevamente cuando el estudiante enfrente situaciones
similares en el futuro.
Boekaerts añade a todo ello que nuestro comportamiento como docentes y nuestras prácticas
de enseñanza y evaluación desencadenan emociones específicas y creencias motivacionales en
los estudiantes que afectan su involucramiento y, por consiguiente, la calidad de sus
aprendizajes.
Pozo y Boekaerts desarrollan algunas ideas similares y otras complementarias; por eso te las
presentamos en un cuadro.
Hemos hablado sobre la importancia de algunos principios pedagógicos para conseguir que los
estudiantes conecten con las experiencias de aprendizaje que les proponemos, y logren, de esta
manera, desarrollar sus competencias. En los siguientes párrafos profundizaremos sobre tres
ideas:
1. Para que los estudiantes conecten con los aprendizajes y se mantengan involucrados con las
actividades, es necesario que se produzca un aprendizaje significativo. Muchas veces este
concepto se ha vinculado solo a la motivación del estudiante («es significativo porque tiene
algún interés para el estudiante»). Pero el concepto es bastante más complejo: se relaciona
con la manera en que lo que se aprende se integra en las estructuras de conocimiento que
el estudiante posee. Entonces, un aprendizaje es significativo si la persona que aprende le
puede dar significado a partir de sus estructuras cognitivas:
Si esto es así, los docentes requerimos activar los conocimientos previos de los estudiantes;
de esta manera lograrán «dialogar» con lo que traen consigo, ya que todos vamos
construyendo una estructura cognoscitiva, configurada por una red de esquemas de
conocimiento. Dichos esquemas se definen como las representaciones que una persona
posee, en un momento dado de su existencia, sobre algún objeto de conocimiento.
A lo largo de la vida estos esquemas se revisan, se modifican, se vuelven más complejos y
adaptados a la realidad, y más ricos en relaciones. Desde esta estructura se produce el
aprendizaje cuando se establecen relaciones sustantivas y no arbitrarias entre lo que ya
formaba parte de ella y el nuevo contenido que se aprende. Si esta conexión no se realiza,
no se genera un aprendizaje significativo. Y cuando los estudiantes no están generando
conexión y no realizan comprensiones profundas, tienden a alejarse de lo que se está
aprendiendo.
2. Para que los estudiantes se mantengan conectados con lo que se ha planificado aprender,
los docentes debemos conocer el nivel de desarrollo de nuestros estudiantes; es decir, las
capacidades cognitivas de que dispone y que determinan la posibilidad de establecer
vínculos entre los conocimientos previos y los nuevos. Si la demanda cognitiva es demasiado
alta, los estudiantes tenderán a alejarse de las actividades o experiencias que se planteen
(además de la frustración que se puede producir, como se mencionó en el cuadro anterior);
pero si la demanda cognitiva es muy baja, también tenderán a alejarse de las actividades,
pues se aburrirían. Por eso es fundamental que los docentes comprendamos que nuestra
intervención pedagógica debe concebirse como una ayuda ajustada al proceso de
construcción del estudiante; una intervención que vaya creando zonas de desarrollo
próximo (Zabala y Arnao, 2008, p. 109).
Todo lo anterior nos lleva a afirmar que una de las actividades más importantes que los
docentes deben realizar para lograr que los estudiantes se conecten a sus aprendizajes es
conocer a sus estudiantes. Para esto, deben realizar buenas evaluaciones diagnósticas que
les permitan identificar el nivel de desarrollo cognitivo y el de cada una de las competencias
que se busca desarrollar.
3. Para que los estudiantes se involucren profundamente con sus aprendizajes, necesitan
realizar una actividad mental (y no solamente una actividad) y generar conflicto cognitivo.
En esa línea, es indispensable el papel activo y protagonista del estudiante. En este proceso
tiene una especial relevancia el conflicto cognitivo, mediante el cual el estudiante cuestiona
sus ideas como paso previo a la construcción de significados.
Otro de los aspectos que facilitan el involucramiento de los estudiantes está relacionado con los
procesos de atención. Sobre este tema, incluimos una lectura sugerida de José Ignacio Pozo.
Entre otras cuestiones, el autor afirma que las actividades planteadas tienen que ser diversas;
debemos lograr que los estudiantes dialoguen, trabajen en equipo y que utilicen medios
variados.
Es importante tener claro que los desempeños que se plantean como importantes para mejorar
los aprendizajes de los estudiantes no están desconectados del Nuevo Currículo Nacional. Dicho
de otra manera, afirmamos que varios de los aspectos, enfoques o componentes del CNEB 2016
pueden ayudar a mejorar los desempeños o prácticas docentes.
A continuación, te presentamos algunos de ellos.
2. Aprender haciendo
Como ya se ha mencionado, para que los estudiantes se vinculen con lo que van a aprender,
requieren activar su aparato cognitivo, realizar una actividad mental. Este aspecto está
claramente contemplado en el CNEB cuando en las orientaciones pedagógicas se habla de
APRENDER HACIENDO: «El desarrollo de las competencias se coloca en la perspectiva de la
denominada “enseñanza situada”, para la cual aprender y hacer son procesos indesligables, es
decir, la actividad y el contexto son claves para el aprendizaje».
3. Saberes previos, mediación y estándares de aprendizaje
En sus orientaciones pedagógicas, el Currículo Nacional afirma también que es esencial partir de
los saberes previos y mediar el progreso de los estudiantes de un nivel de aprendizaje a otro
superior. Como hemos visto, ambos aspectos son indispensables para que los estudiantes no
solo se involucren inicialmente con las actividades, sino para que se mantengan conectados con
las experiencias de aprendizaje. Es fundamental recordar que debemos evitar exponer a
nuestros estudiantes a fracasos constantes.
Por otro lado, el Currículo Nacional aporta un instrumento fundamental para diseñar pruebas
diagnósticas que nos permitan plantear situaciones de aprendizaje adecuadas para los
estudiantes. Nos referimos a los estándares de aprendizaje, que se explicitan en dicho
documento para todas las competencias.
Como se aprecia en el cuadro de las páginas anteriores, todos estos aspectos ayudan a que los
estudiantes se conecten de manera más profunda con sus propios aprendizajes y desarrollen la
metacognición.
Boekaerts plantea, como ya se ha visto, que la motivación y las emociones son aspectos cruciales
para el aprendizaje. A lo largo de su texto (y de las investigaciones que menciona) se afirma que
la autorregulación de emociones es esencial no solo para involucrarnos en el aprendizaje, sino,
sobre todo, para mantenernos involucrados a lo largo de todo el proceso.
Esta posibilidad que tenemos los seres humanos de autorregular nuestras emociones es la que
se plantea como una capacidad esencial en la construcción de la identidad. Sobre esta, el CNEB
afirma que:
Las tres funciones del sistema atencional humano (control, selección y vigilancia) pueden
hacerse más efectivas en el aprendizaje si los maestros ayudamos a los aprendices a seguir
ciertos principios que, a partir de lo anterior, se pueden resumir de la siguiente forma:
3. Graduar la presentación de nueva información que deba ser aprendida, de forma que no haya
que atender muchas cosas nuevas a la vez, lo que sobrecargaría la memoria de trabajo del
aprendiz. Hay que evitar que las tareas exijan de los aprendices realizar a la vez varias
operaciones o procesos que no hayan sido aprendidos previamente y que requieran, por tanto,
un procesamiento controlado.
5. Dosificar las tareas, evitando que sean muy largas o complejas, de forma que no exijan una
atención sostenida que fatigue en exceso a los aprendices al agotar sus recursos atencionales.
Principio clave número 5: Los estudiantes dirigen su atención lejos del aprendizaje cuando
experimentan emociones negativas.
La ansiedad frente al desempeño es la emoción negativa más conocida en lo que se refiere al
aprendizaje, pero otras son la vergüenza, el aburrimiento, la cólera, la decepción y la
desesperación. Las emociones negativas dan lugar a pensamientos (como en el ejemplo de Julia)
que inhiben el desempeño. Las emociones negativas sacan información codificada de la
memoria a largo plazo e indican al estudiante que algo no funciona (Bower, 1991). Esto da lugar
a un estado de ánimo negativo y a valoraciones desfavorables sobre la tarea y cómo se está
desempeñando. Las emociones negativas también pueden indicar que las necesidades
psicológicas de competencia, autonomía y relaciones sociales del estudiante están frustradas.
Según van avanzando en el sistema escolar, los niños son cada vez más conscientes de sus
propias necesidades. Al mismo tiempo, se dan cuenta de los límites de su capacidad para realizar
tareas escolares en relación con sus compañeros, lo que afecta a su autoestima. Weiner (1986,
2007) y Covington (1992) han descrito el efecto devastador que pueden tener en su autoestima
las reacciones de los estudiantes frente al fracaso, especialmente los que atribuyen el fracaso a
causas estables e internas («no soy capaz de hacer eso»). Esto activará emociones negativas y
creencias motivacionales desfavorables la próxima vez —bajas expectativas y baja eficacia
propia así como evitación del desempeño— y reforzará experiencias de aprendizaje negativas.
El consejo que se da comúnmente a los docentes es que intenten romper este círculo vicioso
programando una serie de experiencias de éxito. Pero cuando los estudiantes gozan de un éxito
inesperado, no experimentan las emociones positivas habituales sino que, por el contrario, se
sienten aliviados porque no les fue mal y se sienten agradecidos con el docente, los pares o
incluso las circunstancias favorables que ellos piensan que causaron el éxito. Su manera de
atribuir la causa no les permite establecer una visión positiva, aun cuando alcanzan el éxito. Así
pues, estos estudiantes continuarán codificando actividades de aprendizaje de una manera
negativa.
Es necesario que los docentes rompan este círculo vicioso imponiendo tareas de aprendizaje
que estén un poco más arriba del nivel actual de competencia de los estudiantes y dando una
retroalimentación que no consideren amenazante. Dweck (1986) aconsejó a los docentes evitar
referirse a la inteligencia de sus estudiantes, las comparaciones sociales y las críticas personales,
y que los invitaran a determinar su propio desempeño y los animaran a escuchar
cuidadosamente la retroalimentación del docente. Los docentes deben hacer hincapié en que
los errores son inherentes al aprendizaje y que uno puede aprender mucho de ellos (Brown,
1994). Deben animar a los estudiantes a reflexionar sobre sus propios puntos fuertes y los de
los demás estudiantes y a disfrutar de los logros que requieren esfuerzo. Cuando se fracasa, los
docentes deberían utilizar respuestas como: «Lo intentaste, pero no funcionó. ¿Tienes idea de
por qué?» o «¿Podrías pensar en otra manera de hacerlo la próxima vez?». Se debe dar la
oportunidad a los estudiantes con los resultados más bajos de poder responder a estas
preguntas.
Wiebe Berry (2006) aconsejó a los docentes que no ayudaran demasiado a sus estudiantes y que
se cercioraran de que los estudiantes formaran parte de la conversación sobre su aprendizaje.
También es necesario colocar a dichos estudiantes en el papel de ayudantes, porque sus pares
interpretan que recibir ayuda sin prestarla también, demuestra que son incapaces de contribuir
valiosamente.
Referencias bibliográficas
Pozo Municio, Juan Ignacio (2008). Aprendices y maestros: La psicología cognitiva del
aprendizaje. Alianza Editorial. España.
Zabala, A., & Arnau, L. (2008). 11 ideas clave. Cómo aprender y enseñar competencias.
Barcelona: GRAO