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1. ACCCION DE GRACIAS
Gracias,
porque en tu cuerpo, mi JESUS,
Tú llevaste todas nuestras enfermedades
y por tu llaga fuimos nosotros curados.
Ayúdanos a siempre creer que tu Palabra
es la verdad y de esa manera batallar
contra toda dolencia, todo síntoma,
toda enfermedad que intente minar
la salud de nuestros cuerpos.
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Doy gracias por la fe que crece cada día y mi alma y mi corazón se
alegran.
Gracias por la alquimia espiritual que en mi existe y atrae la paz y
bendiciones abundante a mi vida
Gracias Señor por mostrarme compasiva(o) y solidaria(o) ante el dolor
de mis familiares y amigos, conocidos y extraños porque ellos son mis
hermanos en Cristo
Gracias Señor por mi salud perfecta y por convertirme en puente de
encuentro de muchas almas que buscan ofrecer lo mejor de si a través
de esta lista y por cada palabra de aliento, alegría y compasión que
reflejamos en cada acto de hoy.
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Quiero sentir la paz para darla a mis hermanos de peregrinar, que,
como yo, corren.
Dejamos lo trascendental por lo transitorio.
En todos los rostros se observa un duro rictus de velocidad que lo va
desfigurando.
Dame, Señor, serenidad para vivir, calma para detenerme y poder amar
a todos.
Sin prisas, sin velocidad, sin atropellamiento.
Te ofrezco mi jornada de hoy, Señor, llénala tu de tu amor, para poder
darlo a los demás. Amén
3. ADORA Y CONFÍA.
No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus
decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Quiere tú, lo que
Dios quiere. Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el
sacrificio de tu alma sencilla que, pese a todo, acepta los designios de
Su providencia. Poco importa que te consideres un fracasado si Dios te
considera plenamente realizado a su gusto. Piérdete confiado
ciegamente en ese Dios que te quiere para Sí y que llegará a ti, aunque
no lo veas.
Debes saber que estás en sus manos, tanto más fuertemente dolido, o
cuánto más decaído y triste te sientas. Vive feliz, vive en paz, que nada
te altere, que nada sea capaz de quitarte tu paz; ni la fatiga, ni tus fallos.
Haz que brote y conserva siempre sobre tu rostro una dulce sonrisa,
reflejo de la que el Señor, continuamente te dirige. Y en el fondo de tu
alma coloca, antes que nada, todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Adora y Confía, porque El te tomará en sus brazos y te hará volar, volar
como un águila.
(T. de Chardin)
3
Señor, te ofrezco este trabajo (tarea, estudio, emprendimiento)
que entiendo hacerlo por tu Amor,
por tu Gloria
y por cumplir tu santísima Voluntad.
Dame la gracia de hacerlo en conciencia,
anteponiendo el deber a todas mis comodidades y mis inclinaciones,
considerando un honor emplear los dones de Tus manos recibidos.
Dame la gracia de hacerlo en paz y con paciencia,
sin desanimarme por el cansancio y las dificultades.
Dame la gracia de hacerlo con alegría y espíritu de servicio.
Dame la gracia de construir con este trabajo(o estudio, etc.) una Nueva
Civilización digna del hombre, más justa y más fraterna, donde Tú seas
conocido, amado y servido.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
5. ANTE EL RUIDO...
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sepa elevar mi grito de súplica
y de confianza al Padre Celestial,
aún desde la cruz en la que tal vez
en algún momento tenga que estar clavado...
Y un día, Señor, grítame tu voz de vida.
Ordéname surgir de la tumba.
Llámame como a Lázaro.
Grítame infundiéndome Vida nueva.
Padre Hugo Orsi
6. BENDICIÓN DE LA MESA
Dios mío bendice mi casa, para que sea el hogar del amor y de la paz.
Bendice la puerta abierta como dos brazos extendidos que dan la
bienvenida.
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Bendice las ventanas que dejan entrar el sol a raudales cada mañana y
por donde se asoman las estrellas que son luces de esperanza.
Bendice los muros que nos defienden del viento, del frío y que son
nuestros amigos en las horas que pasan.
Bendice nuestra mesa y los sitios de trabajo para que nos ayudes y el
lugar de reposo para que nos guardes.
Bendice el techo que cobija los afanes de hoy y los sueños de mañana
y que guarda para siempre entre los vivos la memoria sagrada de los
que se han ido.
Bendice la luz de la casa: la madre, la fuerza y el aliento...
el padre y que sean benditos los hijos luz y esperanza de ellos.
Bendice los sentimientos, las ternuras, los anhelos que florecerán en
nuestras vidas.
Bendice nuestros pensamientos para que sean puros, las palabras para
que sean rectas, nuestros actos para que nos conduzcan hacia TI.
Bendice nuestras horas de paz y de silencio,
para que fortalezcamos juntos nuestro espíritu.
Bendice nuestros dolores y alegrías porque son el corazón de la
familia.
Señor quédate con nosotros...
en tu morada...
en nuestra casa....
8. DETENERSE
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¿Por qué tanta prisa? ¿Por qué tanta agitación?
Yo no puedo salvar al mundo.
Hola Señor, soy yo ¿me recuerdas? Estoy seguro de que sí. Siempre te
he agradecido por lo que me has dado y porque me has respondido
cuando te lo he pedido, pero hoy quiero agradecerte por las peticiones
que "ignoras"...
Así es, aunque suene extraño quiero agradecerte por no hacer caso de
esas peticiones absurdas que muchas veces en momentos tristes o
angustias en mi vida he hecho.
Gracias por no darme el dinero extra que me hubiera quitado la paz.
Gracias por no darme ese trabajo lejano que me hubiera alejado de mi
familia.
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Gracias por no darme fortunas ni fama que me hubieran hecho
insensible y frío.
Gracias por no darme el conocimiento que me hubiera hecho pensar que
no te necesitaba.
Gracias Señor, pues no me das lo que no es bueno para mí, no me das
aquello con lo que me puedo lastimar o alejar de Ti, aunque en el
momento me haya enojado.
Ahora te doy gracias, pues no me das lo que no me es útil.
Gracias Señor por lo que "ignoras"...
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11. HAZLO TAMBIÉN POR MÍ, SEÑOR
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Qué sentiste, Jesús, cuando te contaron que tu entrañable primo y
profeta fue decapitado? No pudiste verlo, ni hablar con El. Era joven,
tenía una vida por delante. Te fuiste solo a orar, tal vez a llorar tu
desconsuelo. El Padre te dio fortaleza, paz, caricias. Enjugó tus
lágrimas y bajaste a alimentar a la gente hambrienta.
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Buen Pastor, también dio su vida por él. Antes de morir el ladrón
escuchó de labios del Cristo la promesa de eterna comunión.
Claudio Posse
Anda, pasa.
Pasa, anda,
no tengo más remedio que admitirte.
Tú eres el que viene cuando todos se van.
El que se queda cuando todos se marchan.
El que cuando todo se apaga, se enciende.
El que nunca falta.
Mírame aquí,
sentado en una silla.
Todos se van, apenas se entretienen.
Haz que me acostumbre
a las cosas de abajo.
Dame la salvadora indiferencia,
haz un milagro más,
dame la risa,
¡hazme payaso, Dios, hazme payaso!
Gloria Fuertes
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Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que tenga necesidad de
alimento.
Cuando tenga sed, mándame a alguien que necesite de bebida.
Cuando tenga frío, mándame a alguien para que lo abrigue.
Cuando tenga un disgusto, ofréceme alguien para que lo consuele.
Cuando mi cruz se vuelva pesada, hazme compartir la cruz de otro.
Cuando me sienta pobre, condúceme hasta alguien que esté necesitado.
Cuando tenga tiempo, dame alguien a quien pueda ayudar unos
momentos.
Cuando me sienta humillado, haz que tenga a alguien a quien alabar.
Cuando esté desanimado, mándame a alguien a quien dar ánimos.
Cuando sienta necesidad de comprensión de otros, mándame a alguien
que necesite de la mía.
Cuando necesite que se ocupen de mí, mándame a alguien de quien
tenga que ocuparme.
Cuando pienso sólo en mí mismo, atrae mi atención sobre otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos que, en todo el
mundo, viven y mueren pobres y hambrientos.
Madre Teresa de Calcuta
14.
INVOCACIÓN A LA CONFIANZA
Ayúdame Señor, a creer que detrás de las nubes está el Sol; que los
desnudos árboles de otoño volverán a vestirse de hojas, si tengo la
paciencia de esperar.
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Confío en ti como un niño que se siente seguro en brazos de su madre.
Ayúdame a caminar por donde no puedo ver sabiendo que tú estás ahí
conmigo.
A. Pangrazzi
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16. “ORACION A LA EUCARISTIA "
Señor Jesús:
Nos presentamos ante ti sabiendo que nos llamas y que nos amas tal
como somos.
"Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido
que tú eres el Hijo de Dios" (Jn. 6,69).
Tu presencia en la Eucaristía ha comenzado con el sacrificio de la
última cena y continúa como comunión y donación de todo lo que eres.
Aumenta nuestra FE.
Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos
llegar al Padre para decirle nuestro SÍ unido al tuyo.
Contigo ya podemos decir: Padre nuestro.
Siguiéndote a ti, "camino, verdad y vida", queremos penetrar en el
aparente "silencio" y "ausencia" de Dios, rasgando la nube del Tabor
para escuchar la voz del Padre que nos dice: "Este es mi Hijo amado,
en quien tengo mi complacencia: Escuchadlo" (Mt. 17,5).
Con esta FE, hecha de escucha contemplativa, sabremos iluminar
nuestras situaciones personales, así como los diversos sectores de la
vida familiar y social.
Tú eres nuestra ESPERANZA, nuestra paz, nuestro mediador, hermano
y amigo.
Nuestro corazón se llena de gozo y de esperanza al saber que vives
"siempre intercediendo por nosotros" (Heb. 7,25).
Nuestra esperanza se traduce en confianza, gozo de Pascua y camino
apresurado contigo hacia el Padre. Queremos sentir como tú y valorar
las cosas como las valoras tú.
Porque tú eres el centro, el principio y el fin de todo. Apoyados en esta
ESPERANZA, queremos infundir en el mundo esta escala de valores
evangélicos por la que Dios y sus dones salvíficos ocupan el primer
lugar en el corazón y en las actitudes de la vida concreta.
Queremos AMAR COMO TÚ, que das la vida y te comunicas con todo
lo que eres.
Quisiéramos decir como San Pablo: "Mi vida es Cristo" (Flp. 1,21).
Nuestra vida no tiene sentido sin ti.
Queremos aprender a "estar con quien sabemos nos ama", porque "con
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tan buen amigo presente todo se puede sufrir". En ti aprenderemos a
unirnos a la voluntad del Padre, porque en la oración "el amor es el que
habla" (Sta. Teresa).
Entrando en tu intimidad, queremos adoptar determinaciones y
actitudes básicas, decisiones duraderas, opciones fundamentales según
nuestra propia vocación cristiana.
CREYENDO, ESPERANDO Y AMANDO, TE ADORAMOS con una
actitud sencilla de presencia, silencio y espera, que quiere ser también
reparación, como respuesta a tus palabras: "Quedaos aquí y velad
conmigo" (Mt. 26,38).
Tú superas la pobreza de nuestros pensamientos, sentimientos y
palabras; por eso queremos aprender a adorar admirando el misterio,
amándolo tal como es, y callando con un silencio de amigo y con una
presencia de donación.
El Espíritu Santo que has infundido en nuestros corazones nos ayuda a
decir esos "gemidos inenarrables" (Rom. 8,26) que se traducen en
actitud agradecida y sencilla, y en el gesto filial de quien ya se contenta
con sola tu presencia, tu amor y tu palabra.
En nuestras noches físicas y morales, si tú estás presente, y nos amas, y
nos hablas, ya nos basta, aunque muchas veces no sentiremos la
consolación.
Aprendiendo este más allá de la ADORACIÓN, estaremos en tu
intimidad o "misterio".
Entonces nuestra oración se convertirá en respeto hacia el "misterio" de
cada hermano y de cada acontecimiento para insertarnos en nuestro
ambiente familiar y social y construir la historia con este silencio
activo y fecundo que nace de la contemplación.
Gracias a ti, nuestra capacidad de silencio y de adoración se convertirá
en capacidad de AMAR y de SERVIR.
Nos has dado a tu Madre como nuestra para que nos enseñe a meditar y
adorar en el corazón. Ella, recibiendo la Palabra y poniéndola en
práctica, se hizo la más perfecta Madre.
Ayúdanos a ser tu Iglesia misionera, que sabe meditar adorando y
amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos
los hermanos.
Amén. Juan Pablo II
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17. ORACIÓN DE LA ALEGRÍA
Qué alegría!
saber que estás de mi parte,
haga lo que haga,
por tu amor.
¡Qué alegría!
sentir que me aceptas como soy,
y que no necesitas que me justifique,
por tu amor.
¡Qué alegría!
comprobar tu fidelidad inagotable,
inamovible como la Roca,
por tu amor.
¡Qué alegría!
hacer contigo de la vida una historia de amor,
hecha de holas y adioses,
por tu amor. Qué alegría!
descubrir que otros te aman y que Tú les amas,
y saber que sus amores,
como el mío te son imprescindibles,
por tu amor.
¡Qué alegría!
poder regalarte algo
de todo lo que tú me has dado antes,
por tu amor.
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¡Qué alegría!
tenerlo todo en Ti,
no teniendo yo nada,
por tu amor.
Señor:
Has Señor de nuestro hogar un sitio de tu amor,
que no haya injuria, porque tú nos das comprensión,
que no haya amargura, porque Tú nos bendices,
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que no haya rencor, porque Tú nos das el perdón.
que no haya abandono, porque Tú estás con nosotros.
que sepamos marchar hacia Ti en nuestro diario vivir,
que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio,
que cada noche nos encuentres con más amor de esposos.
Has Señor de nuestras vidas diarias que quisiste unir, una página llena
de Ti.
Has Señor de nuestros hijos, lo que Tú anhelas,
ayúdanos a educarlos y orientarlos por el camino.
Que nos esforcemos en el consuelo mutuo.
Que hagamos del amor un motivo para amarte más.
Que demos todo lo mejor de nosotros para ser felices en el hogar.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro,
nos concedas el hallarnos unidos para siempre en Ti.
Amen.
¡Señor, en este día yo te doy las gracias por los hijos que me diste! No
puedo esconder, en esta hora, una cierta preocupación. ¡Ellos son tan
frágiles, tienen tantas riquezas escondidas en esa fragilidad!
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escucharlos, quiero servir a cada uno de ellos. Quiero reír cuando estén
riéndose. Quiero llorar con ellos.
Concédeme Señor,
una buena digestión
y también algo que digerir.
Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa
que sepa aprovecharlo que es bueno,
para que no se asuste ante el error,
sino que encuentre el modo de
poner las cosas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca
el aburrimiento, la murmuración
el suspiro, y el lamento.
Y no permitas que sufra excesivamente
por ese ser tan dominante
que se llama YO.
Dame Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia
de comprender las bromas,
para que conozca en la vida
un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás.
(Atribuida a Santo Tomás Moro)
Señor Jesús,
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Tu voz calma las aguas en el mar de Galilea. Regálame tu voz,
regálame tu acento y guíame a través del mar del nuevo milenio, este
mar inmenso que todos llamamos Internet.
Frente a esta pantalla desfilan los dolores y las esperanzas, los gozos y
las angustias de millones y millones de mis hermanos. Las noticias, las
empresas, las conversaciones y los correos son otras tantas puertas que
me acercan a las historias y los corazones de tus hijos, aquellos por los
que tú, Jesucristo, rogaste con lágrimas en Getsemaní y con tus llagas y
sangre en el Calvario.
Jesús, amor de nuestras almas, gracias por oír la plegaria que juntos te
ofrecemos. Junto a María, la Virgen y Madre del Cenáculo, somos un
solo corazón en tu Iglesia, para implorar la gracia divina que nos hará
testigos de la potencia y la belleza de tu Pascua. ¡A ti la gloria y la
alabanza por los siglos! Amén.
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de un grupo que se reúne en tu nombre,
se amontonan en mi memoria muchas palabras tuyas,
dichas desde tu experiencia para mí.
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Señor:
Soy un desastre pero te quiero,
te quiero terriblemente, locamente,
que es la única manera que tengo yo de amar
porque, ¡sólo soy un payaso!
Ya hace años que salí de tus manos;
pronto, quizá, llegará el día
en que volveré a Ti...
Mi alforja está vacía,
mis flores mustias y descoloridas,
sólo mi corazón está intacto...
Me espanta mi pobreza
pero me consuela tu ternura.
Estoy ante Ti como un cantarillo roto,
pero, con mi mismo barro puedes hacer otro
a tu gusto...
Señor:
¿Qué te diré cuando me pidas cuentas?
Te diré que en mi vida,
humanamente, ha sido un fallo,
que he volado muy bajo.
Señor:
Acepta la ofrenda de este atardecer...
Mi vida, como una flauta,
está llena de agujeros...
pero tómala en tus manos divinas.
Que tu música pase a través de mí
y llegue hasta mis hermanos los hombres,
que sea para ellos ritmo
y melodía que acompañe su caminar,
alegría sencilla de sus pasos cansados
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a dar mi tiempo, mis energías y mi amor
a quienes sufren. Aquí estoy, Señor,
envíame. Dispón mi mente y mi
corazón a escuchar sin perjuicios, a
servir hasta las últimas consecuencias.
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como lo haces conmigo.
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Señor, apiádate de los animales de granja,
que crecen en insoportables estrecheces,
líbrales pronto de sus cárceles.
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Envía tu luz y tu verdad
para que resplandezcan sobre la tierra,
porque soy tierra vana y vacía
hasta que Tú me alumbres.
Derrama de lo alto tu gracia;
riega mi corazón con el rocío celestial;
concédeme las aguas de la devoción
para sazonar la superficie de la tierra;
porque produzca fruto bueno y perfecto.
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Durante todo el día, no intenté
enjugar ninguna lágrima de ningún ojo.
No intenté compartir la carga
de ningún hermano, en su camino.
Ni tan siquiera fui a visitar
al enfermo que yacía en la casa de al lado.
Sin embargo, otra vez, al acostarme,
oré así: "Señor, bendícelos a todos".
Pero, mientras así oraba, oí junto a mi oído,
una clara voz que me decía:
"Detente, hipócrita, antes de orar.
¿A quien has tratado de ayudar hoy?"
"Las mejores bendiciones Dios las da siempre
por medio de las manos de los que aquí le sirven".
Entonces, cubrí mi cara con las manos y lloré:
"Perdóname, Dios, porque te he mentido;
permíteme vivir un día más,
que yo trataré de vivir de acuerdo con mi oración".
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Háblame muy frecuentemente en el fondo del alma y exígeme mucho,
que te juro por tu corazón hacer siempre lo que Tú deseas, por mínimo
o costoso que sea.
¿Cómo voy a poder negarte algo si el único consuelo de mi corazón es
esperar que caiga una palabra de tus labios, para poder satisfacer tus
gustos?
Señor, mira mi miseria, mi debilidad.
¡Mátame antes de que te niegue algo que Tu quieras de mí!
¡Señor, por tu Madre! ¡Señor, por tus almas! Dame esa gracia..."
P. Arrupe
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