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Tras el vendaval del protestantismo, Trento abrió una nueva época de esplendor
para el catolicismo, el éxito duradero que alcanzó el concilio de Trento no se
explica sin el trabajo previo de la escuela de salamanca que había forjado una
ciencia teológica vigorosa capaz de superar los errores protestantes, esta
escuela había sido fundada por francisco de vitoria, dominico admirador de la
teología de santo Tomás de Aquino, vitoria es el creador del derecho de
gentes, precursor del moderno derecho internacional; afirma que existe
una comunidad universal de todos los pueblos organizados políticamente
fundada en el derecho natural y regida por una razón natural común a todas
las naciones con fuerza de ley.
Esta idea permitió instaurar después de Trento un orden mundial al que se
subordina en todos los estados que amparaba en lo que hoy llamamos derechos
del hombre.
Con esta enseñanza Trento refuta la doctrina de Lutero que afirma que sólo debe
ser seguida la sagrada escritura, el pecado original enseña el sínodo debilitó a
la naturaleza humana que quedó herida en la inteligencia y la voluntad, pero no
absolutamente corrompida incapaz de lograr el bien como proclamaba Lutero;
Trento enseña que el cristiano con la ayuda de la gracia puede hacer el bien y
evitar el mal, aunque le resulte costoso. El concilio tridentino explica también que
la gracia llega al cristiano por medio de los sacramentos que son siete.
El bautismo borra el pecado original pero no la tendencia a pecar, la confesión
perdona realmente cualquier pecado cometido después del bautismo si estamos
arrepentidos.
La santa misa es la renovación incruenta del sacrificio del calvario.
El sacramento del orden sacerdotal fue instituido por Jesucristo para la
celebración de la eucaristía y el perdón de los pecados.
Frente a la herejía de Lutero de justificación por la sola fe sin obras, el concilio
declara que el pecador se justifica mediante la acción conjunta de su voluntad
libre y la gracia divina.
Enseña con san pablo que la fe sin obras está muerta y que las buenas obras
son necesarias para salvarse.
El concilio defiende el culto a la virgen y a los santos pues son interceptores
eficaces ante dios y sus imágenes son útiles para facilitar la piedad del pueblo
cristiano, aconseja en especial el culto de veneración a la santísima virgen madre
de dios y madre nuestra.
En el aspecto disciplinar los decretos de Trento suponen un gran impulso
reformado, a los obispos se les impone la obligación de residir en sus diócesis
visitar sus parroquias y llevar una vida austera deben cuidar la selección y la
formación moral teológica y doctrinal de sus sacerdotes para ello deben crear
centros de formación llamados seminarios diocesanos.
Ningún otro concilio ha dejado una huella tan profunda en la vida de la iglesia.
No pudo restablecer la unidad perdida con la escisión de los protestantes, pero
clarificó los puntos esenciales de la fe católica y trazó un ambicioso programa de
reformas; los frutos fueron muy positivos y abundantes en los siglos posteriores.