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En el ambiente olía a rock. Las cervezas navegaban —Tendrás que darme un consejo entonces.

por la barra servidas por los capitanes a su mando. —¿Sobre qué?


Para mi, solo una noche más.
Ni si quiera quiero conocer a nadie. —Si he de resistirme a tu embrujo, ¡créeme! Cual-
quier consejo es bienvenido.
Casi preferiría haberme sumido en la soledad de
casa. Haber dejado que las paredes me absorbieran. La música alta nos permite danzar entre susurro y
Un poco de meditación y una copa de vino. Ese hu- susurro. Me deja el margen auditivo suficiente para
biese sido un gran plan, pero ahí estaba. Una vez más acercarme a su oído. Lento, grabe, sexual. No estoy
viendo risas pasar. Algunas falsas, otras verdaderas. para bromas esta noche, y se comienza a respirar
tensión entre los dos.
Mis pensamientos se van cuando una chica de no
más de 20 años cruza contra mi una traviesa mirada En ese momento llegan sus amigas como guerreras
que golpea de bruces con la mía. Si en las miradas que luchan para sacarnos de nuestro mágico mo-
pudieran nacer chichones, este habría sido uno bien mento de miradas intensas, cercanía prohibida y pa-
gordo. Los nervios se disparan. labras escuetas. Yo no dejo de mirarla y me quedo
Una noche más vienen a avisarme de que quizá nada impasible contemplando la escena.
haya acabado. De que posiblemente el baile nupcial
de la aventura esté deseando devolverme a mis orí- Cuando se calma el numerito, me acerco de nuevo a
genes y darle un buen chute a este corazón aburrido. por mi fruta prohibida.

—¡Bonita mirada! —le digo pillándola de improviso. —Creo que tus amigas no me consideran buen chico
para ti —vuelvo a susurrar en su oído mientras per-
—¡¡Gracias!! mito que mi mano recoja su cintura.

Contesta con ánimo, pero sin decir nada más. En- —Bueno, lo que ellas piensen me da igual.
tonces sé que me va a tocar trabajármelo para ligar
sin hablar mucho. Cosa que a veces me apetece y ce- —¿Aunque estén en lo cierto?
lebro. Otras no tanto.
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—No creo que seas tan malo. ¡De esta no te vas a querer escapar!

—Desafíame si quieres —resoplo mirándola muy de Salimos del pub, del rock y de las espías de sus ami-
cerca. gas para meternos en un taxi que nos hará de carroza
celestina. Por las calles navega susurrante la oscuri-
3 dedos pulgares más y notaría la humedad de sus dad de Murcia. Se cuela entre sus murmullos al paso
labios. de parejas calientes y locos adolescentes.

—¿Sabes que tienes las pupilas muy dilatadas? — —¿Te puedo pedir un pequeño favor? —le digo in-
prosigo diciéndole—. Tienen un brillo especial. De- clinándome hacia ella mientras trata de abrir la anti-
berías darme las gracias. gua puerta de su piso de universitaria.

—Si vas a ser malo conmigo no veo porqué tendría Mientras siento su culo en mi sexo…
que agradecértelo.
—No sé si a estas alturas estaría muy dispuesta a ne-
Los dos sonreímos y nos quedamos mirándonos. garte algo razonable —dice riendo ante su propio
comentario.
—No, mirada de lobita. Confía en que voy a ser malo
contigo. Pero confía más en que lo vas a disfrutar. —Creo que deberías dejarte puestos los tacones.
Ambos disfrutaremos siendo malos…
—¡Ja, ja! Será un placer. ¿Pero que piensas hacer con
Nuestros labios cruzan entonces sus líneas de defen- el resto?
sa. A fuego y pegamento comienzo a sentirla caliente
junto a mi. Su fina y suave cintura. El negro oscuro —Abre de una vez esa dichosa puerta y lo descubri-
de su pelo. Los zapatos rojos que se empinan ante remos.
mi para recibir mis dones. Y tiembla. Tiembla ella.
Tiemblo yo. Temblamos juntos. Su piso es como esperaba.
Algo menos antiguo que esa puerta chirriante.
Tiembla pequeña. Coquetamente reformado con pinturas alegres y
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ruines muebles modernos del Ikea. Beso a beso tras- —Sabía que esto te gustaría —le oigo decir entre un
pasamos un pasillo que se hace casi infinito. Una vez gemido y otro.
en su habitación me empuja contra su cama.
—Admiro tu sabiduría para adivinar ciertas cosas —
—¿No querías verme solo con tacones? acabo espetando sonriente como puedo.

—Por supuesto. Y algo me dice que no voy a tener —Está muy rica.
que esperar mucho.
¡Traviesa!
Se acerca lentamente a mi aparentemente molesta.
Fingiendo, por supuesto. Hay que darle emoción. —Me alegro de oír eso, pero todavía estoy esperando
tu promesa.
—Ahora por mandón te vas a quedar con las ganas
muñeco —provoca con mirada de cabreada mien- Oigo que mi voz se entrecorta por el estremecimien-
tras pasea sus manos por mi paquete. to.
Tras succionar mi sexo con efusividad un vez más, se
¿A qué demonios quiere jugar? De repente empieza levanta y comienza a bailar delante de mi.
a besarme. Consigue liberar mi miembro, y sin decir
nada más, se la mete en la boca. ¿Qué está haciendo?

¡Dios que labios más carnosos tiene! Me hace una especie de stripties amateur improvi-
sado bastante coqueto. Es divertido verla tan alegre.
Ronronea una y otra vez. Gime y gime. Cualquiera
diría que no lo estaba deseando. Cierro los ojos, algo Pese a ser tan callada al principio, sin duda ahora se
que me cuesta hacer. Me encanta mirarla. Ella clava siente cómoda. La premio acercándome a ella para
sus ojos verdes en los míos mientras juega con su decirle lo mucho que me está gustando.
lengua a arrastrarme de placer. El mundo entero se
me deshace en su boca. —¿Sabes que me encantas? —le susurro con aires de
Suavemente, dentro y afuera. Excitados. Poseídos. agresividad mientras la arrincono contra la pared.
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Me pego bien a ella y comienzo a arrancarle el panta- Se funde en un gruñido prolongado que le rasga la
lón. ¡Suspira! Casi asustada, pero sonriendo. voz.

La apoyo de espaldas hacia mi, deposito su culo Es preciosa. Me vuelve loco verla disfrutar mientras
abierto a plena disposición para recibirme y como siento cómo se corre sobre mi. Todo su cuerpo vibra
yo pensaba, esos tacones realzan su de por si esbelta volviéndose rígido. Estremeciéndose contra la pared
figura juvenil. mientras me coge del cuello con una mano. Ofre-
ciéndome su culo.
Si he de ir al infierno por esto, merecerá la pena.
Sin duda. Se corre y se corre.
Y me moja. ¡Joder!
—No me hagas daño. Soy delicada —susurra diverti-
da mirándome hacia atrás. En cuanto se calma un poco la giro frente a mi.
Con su mirada de deseo completamente perdida.
Yo me hundo en sus profundidades de un plumazo.
Está húmeda, muy húmeda. Y muy apretada. 20 Se lanza desesperada a besarme.
años tienen la culpa. Ella gime entre gritos de dolor Como el náufrago
e intenso placer. Noto su culo fresco y erizado contra que besa la tierra
mis caderas. Cada roce de su sexo es un paraíso pro- tras meses vagando
hibido que ella me invita a visitar. en el océano.
Yo soy su huésped.
Con sus manos sobre mi cuello me mira lasciva. To-
—¡Dámelo! Dame tu culito pequeña lobita davía quiere más fuegos artificiales.
—susurro y susurro. — Y yo, no inocentemente, me dejo llevar por sus
deseos…
¿Me sientes? —continúo susurrando con voz grabe.

—Pufff, te siento. Te siento… LÁGRIMAS DE ESPÍRITUS MUERTOS


Rolando García
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