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Al referiremos al batllismo en realidad nos estamos remitiendo al primer battlismo que se extiende desde
1903 y finaliza en 1929; con la crisis mundial económica y la muerte de José Batlle y Ordóñez.
Este periodo comprende la primera presidencia de Batlle (1903-1907), luego la presidencia de Claudio
Williman (1905-1911), la segunda presidencia de Batlle (1911-1915), la presidencia Feliciano Viera (1915-
1919), la presidencia de Baltasar Brum (1919-1923), la presidencia de José Serrato (1923-1927) y por último
la presidencia de Juan Campisteguy (1927-1931).
En el último tercio del siglo XIX la vida política uruguaya había cristalizado a ciertos rasgos: el bipartidismo
(blanco-colorados), la tradición histórica como fundamento de bandos o partidos, centralización de la disputa
política en torno a la cuota de poder que correspondía a la oposición y el policlascismo en ambos bandos,
relegando al bando gremial.
El estado interventor batllista del s XX, nació en el seno del Estado liberal del siglo XIX en un clima intelectual
ya preparado y dentro de un organismo – EL ESTADO- habituado y hasta capacitado burocráticamente
para sustituir o alentar la empresa privada.
Hay una modernización del sistema político de partidos, donde hacen aparición en las elecciones de 1910
dos partidos “de ideas” la Unión Cívica y el Partido socialista, se abandona la abstención del Partido Nacional
en las elecciones de 1913 y el nacimiento del movimiento batllista dentro del Partido colorado.
El batllismo habría representado de este modo la trasformación total del Partido Colorado y su conversión
en un “partido de ideas” y de las clases “populares”, opuesto a los intereses conservadores de la sociedad
cuya defensa habría correspondido solo a sus adversarios (el riverismo y el viejo Partido Nacional)
Según Yaffe, el batllismo era portador de un “modelo de país” que era una formulación intermedia entre lo
filosófico-doctrinal y la política pragmática. La acción económica del gobierno respondía a objetivos políticos
que a su vez se inspiraban en principios filosóficos. Parte de la respuesta a esta pregunta debe atender al
desarrollo de la ciencia económica en Uruguay hacia comienzos de siglo.
Estas fases de crecimiento tienen lugar en el marco de dos estructuras económicas diferentes, con
predominios sectoriales muy disímiles, en la medida en que difieren los pesos relativos de los diversos
sectores de la economía (en particular, la participación de la industria con relación a la ganadería). Ambas
constataciones confirman la existencia de dos modelos diferentes de crecimiento y desarrollo cuyas
características señalaremos a continuación: las dos primeras fases de crecimiento (1902-1912 y 1922-
1930) se desarrollan bajo la vigencia de un modelo; la tercera (1944-1957) bajo la de otro. Una buena parte
de la historiografía nacional –y también la producción desde el campo de la ciencia económica– caracterizó,
en la década de 1960, a los dos primeros escenarios como el resultado de la dinámica del “modelo
de crecimiento hacia afuera” y al tercero como la consecuencia del triunfo del “modelo de crecimiento
hacia adentro”. En los últimos tiempos, cambios en el paradigma interpretativo y la generación de nuevas
evidencias, permiten ubicar de otra manera la historia económica del Uruguay en el contexto
internacional, y mejorar sustantivamente la comprensión de su evolución.
Como resultado, se han ido generalizando otros conceptos para referirse al modelo de desarrollo que
caracteriza a los dos primeros períodos, tales como “modelo agro-exportador”, “crecimiento
inducido por las exportaciones”, “inserción virtuosa”. Asimismo, el papel que jugó la industria en el
tercer escenario de crecimiento llevó, para caracterizarlo, a utilizar el concepto de modelo de
“industrialización sustitutiva de importaciones” (ISI).
En el marco del modelo pecuario-exportador heredado del siglo XIX, el batllismo impulsó a partir de 1903 –
más enfáticamente a partir de 1911– un extenso plan de reformas económicas y sociales que, de concretarse
en su totalidad, hubieran transformado la estructura económico-social hasta el punto de configurar un modelo
claramente diferente de aquel. En efecto, el elenco político encabezado por José Batlle y Ordóñez se
propuso modernizar, diversificar y nacionalizar la economía uruguaya al mismo tiempo que expandir
el bienestar social. En ese sentido, por un lado, se fomentó, con acentos y avances diversos, la
modernización de la producción ganadera, el desarrollo de la agricultura, de la industria, de los servicios y
la reforma de la estructura fiscal. Por otro, se postuló el reconocimiento de los derechos sociales de los
trabajadores, la necesidad de elevar sus ingresos y de desarrollar un conjunto de servicios sociales para
mejorar las condiciones generales de trabajo y de vida. De igual forma, se impulsó una completa reubicación
del Estado en el proceso económico y social, promoviendo un intervencionismo cuya expresión concreta fue
la decidida política de nacionalizaciones y estatizaciones
Este panorama de crisis social urbana indica la pista para la resolución de la aparente paradoja. La
localización urbana del deterioro señala una diferenciación económico-geográfica relevante para el problema
en cuestión. Mientras que la economía y la sociedad urbanas recibieron, sin mediaciones de ninguna
especie, todo el peso de las restricciones impuestas por la crisis y la guerra, la economía y la sociedad
ganaderas se beneficiaron ampliamente, también sin mediaciones, del notable incremento del valor de
nuestras exportaciones. El enriquecimiento durante la guerra tuvo un claro carácter clasista: se enriqueció
directamente el sector ganadero y hubo cierta distribución al interior de la sociedad rural.