Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
SECRETOS
DE UN DIARIO ÍNTIMO ®
© Autora: Betty de la Cal
bettydelacal@gmail.com
CAPITULO 1 – Tiempo de duelo y lloros
Cuatro años han pasado desde que el fatídico accidente me dejó viuda y sola.
Y después de estos años, creo que ha llegado la hora de acabar con mis
la oscuridad del dormitorio que antes fue de placeres compartidos, y otras veces
bajo el rumor del agua saliendo con fuerza de la ducha. Pero ya he decidido
romper con estas sensaciones incompletas, y lanzarme en busca de los intensos
placeres sexuales que mi cuerpo, aún joven a mis cuarenta y siete años, me
los que dejar mi cuerpo para que lo tienten y acaricien con sus manos, y hurguen
entre mis pliegues más íntimos hasta que me hagan explotar de placer, lo mismo
desde el día que enviudé, para evitar cometer los mismos errores a partir de
ahora, pues no deseo volver a tener que morder mis labios para no gritar de
introducía su pene caliente entre mis nalgas frías, pero todo inicio de excitación
se apagaba con urgencia cuando al darme la vuelta me encontraba con las
sábanas vacías al otro lado de la cama. Renuncié a todo placer, por pequeño que
También me olvidé de los cafés compartidos con las amigas en las tardes de
dejé de ir porque no quería ni siquiera estar guapa si no era para él. Y tampoco
tenía el ánimo necesario para darme placer en las noches solitarias, noches que
se hacían largas y crueles mientras permanecía sola en la cama, pues cuando mi
cerebro, azuzado por la necesidad fisiológica del sexo, ordenaba a mis dedos que
fueran hasta el clítoris para liberarme de las más básicas necesidades sexuales,
una especie de temblor recorría mis manos, lo que convertía en un hecho
imposible esa masturbación deseada con la que pretendía aliviar mis tensiones y
alejarme de esos miedos que me llevaban a pensar en una traición que no existía,
ánimo, sin ganas de hacer nada que me sacara de mis lloros y me llevara a
retomar mi vida con una cierta normalidad, acepté los consejos que me venían de
un lado y otro, y una tarde quedé citada con una psicoanalista argentina que se
anunciaba en el periódico del barrio. El anuncio decía así: “Todos sus problemas
y hablara sin parar, contando mis recuerdos, los deseos y anhelos que ya habían
muerto para mí, experiencias del pasado y del presente, los negros pensamientos
que me atemorizaban cada día, y esas fantasías con las que siempre soñé y que
sentimiento que yo tenía y padecía y que me llevaba a creer que todo disfrute era
una ofensa a mi compañero perdido.
A pesar de todos los esfuerzos que ella hacía, utilizando toda su experiencia
profesional para intentar hacerme salir del oscuro pozo depresivo en el que me
mí, poco abierta a creer en las bondades del psicoanálisis personal, pero, al final,
debo reconocer que quien llevaba razón era mi psicóloga, pues el tiempo fue
Aunque yo seguía siendo más bien escéptica respecto a los resultados que se
siguiente en su casa. Debo reconocer que acepté encantada por la amistad que ya
nos unía, pero sin que pudiera imaginarme, ni remotamente, que esa cita iba a
ser el catalizador de la ruptura definitiva con mis días de duelo y lloros, y el
vencida por los recuerdos, poco a poco retomé la costumbre de tomarme un café
los martes y jueves con las amigas; y ellas me hicieron comprender que en
nuestras vidas la mayor parte del tiempo somos independientes y lo pasamos, sin
darnos cuenta, al margen de nuestra propia pareja. Esto me llevó a pensar que
existencia, y que debía volver a retomar todo aquello que me había hecho feliz
hasta entonces, al tiempo que debería intentar suplir, con premura, esa parte de la
lenguas femeninas se explayan sin recato en todo aquello que ocultan fuera de
aquel entorno, casi mágico, de espejos, secadores, lacas y melenas teñidas.
Ningún hombre sabrá nunca de verdad lo que piensa su mujer de él y del sexo y
de otras sabrosas cosas, si no ha tenido la oportunidad de escucharla mientras la
peluquera enreda entre sus cabellos. Y ya nos encargamos nosotras de que en
nueva vía placentera en la que nunca había pensado ni mucho menos buscado,
pero que me sirvió de válvula de escape para descargar mi sexualidad, aún
aquellos momentos, cuando aún estaba recién salida del periodo de “duelo” o de
pero fue ella, mi psicóloga, de una edad algo mayor que la mía y tremendamente
femenina, con la que había compartido mis miedos y los secretos más hondos en
el diván de su consulta, la que me confesó, mientras tomábamos café en una de
nuestras citas de las mañanas, que el aburrimiento sexual con su pareja lo suplía,
con gran intensidad y placer, dejándose acariciar por otras manos femeninas. Y
de un modo muy sutil dejó caer una invitación personal a participar en su juego.
Dudé, claro que dudé, y no me dejé arrastrar, en un primer momento, por ese
nuevo y placentero mundo de sensaciones lésbicas que hasta entonces
desconocía y que, aunque en algún momento pude imaginar, nunca busqué. Pero
al final, llevada por los gritos silenciosos de mi sexo caliente reclamándome
nunca quiso más de una cita a la semana, aunque yo, embriagada por las nuevas
sensaciones descubiertas, habría deseado sentirla cada noche entre las sábanas de
introducía caliente entre las lubricadas paredes de mi vagina, pero aún mi ánimo
no estaba preparado para reemplazar a aquel pene, que durante muchos años
había sido solo mío, por otros nuevos penes aún desconocidos, por lo que me
conformé con seguir manteniendo esa lujuriosa relación lésbica donde ella
boca, y me hacía estremecer de placer cuando su lengua lamía golosa entre mis
pliegues más íntimos, y yo también había aprendido a hacerla disfrutar con esas
mismas armas, chupando su coño y lamiendo su clítoris hasta oírla gritar cuando
Todo parecía perfecto, pues esa relación, antes nunca imaginada, había hecho
que me olvidara de aquellos tiempos de lloros y negros recuerdos. Pero como si
el destino no quisiera darme toda la felicidad que deseaba, los cafés con ella se
fueron distanciando en el tiempo. Quise saber si era por algo que hubiera dicho o
hecho, y que la hubiera molestado, pero con una sonrisa franca me hizo
comprender que no, y se justificó diciendo que con la edad iba perdiendo los
deseos. No quise insistir más porque estaba segura que ninguna otra explicación
Una tarde de principios del verano sonó el teléfono y al otro lado de la línea
sorprendió su llamada pues nos habíamos visto el día anterior, y no era habitual,
encuentro, pero mi sorpresa se hizo mayor cuando me pidió que fuera a su casa a
la mañana siguiente, a la misma hora en la que, habitualmente, poníamos en
que no, pues deseaba volver a sentir su lengua dentro de mi boca y su sexo sobre
mi sexo.
Esa noche me dormí pensando en ella y soñando con unos labios rojos que
Me vestí con una blusa de seda trasparente, que a ella le gustaba, y una falda
tableada corta, y dejé olvidadas las bragas, a propósito, en un cajón de la
con una tarjeta donde estaba escrito mi nombre. La miré un tanto intrigada, y con
tamaño considerable. Una risa nerviosa apareció entre mi boca entreabierta, pues
no me esperaba un regalo de ese tipo. Hasta ese día todos nuestros juegos los
utilizando los labios y la lengua como arietes de placer mutuo, pero nunca
habíamos usado ninguno de los múltiples artilugios sexuales que llenan las
boca esa risa nerviosa, que ella acompañó con una sonrisa pícara, y dijo:
<<Vamos a probarlo, a ver si esta polla fría da el mismo placer que una
juguetona lengua>>. Las dos nos pusimos a reír durante un rato mientras
examinábamos, con detenida curiosidad, aquel pene de color rosado, con casi 20
todos, todos esos hombres que van por ahí presumiendo de machos.
Debo confesar que en aquel momento temí que me entregara aquel corsé
para que me lo pusiera, pues no sabía cómo tendría que utilizarlo, y además no
me apetecía hacer de macho fallándomela con aquella falsa polla, pero pronto
mis dudas se evaporaron cuando vi que era ella la que lo cogía y se iba con él al
cuarto de baño. Intuí que a los pocos minutos iba a aparecer por el pasillo con el
arnés colocado y dispuesta a darme guerra, y no me confundí. Cuando la vi venir
erecto saliendo de entre sus muslos, me trajo recuerdos de otros tiempos, cuando
Sin decir nada esperé a que se acercara hasta el sillón donde yo estaba, y dejé
que fuera ella la que tomara la iniciativa. Me hizo levantar, y dándome media
quedando mis nalgas a la altura del arnés con el pene apuntando a mi sexo, aún
tapado por la falda. Despacio fue levantando la tela y dejando al descubierto mis
glúteos, y sentí sus manos calientes acariciándome con lujuria y llegando poco a
poco hasta mi coño. Con sus expertos dedos palpó, rodeó y presionó, una y otra
vez, sobre mi clítoris, y una humedad caliente comenzó a inundar mi vagina. Y
una sensación placentera y, entonces, apreté mis muslos con fuerza para retener
aquel pene dentro de mí, temerosa de quedar de nuevo vacía. No quise preguntar,
y nunca supe si ella había practicado ese mismo juego con otra, pero, ya fuera
por experiencia o por intuición, me folló con aquella falsa polla como nadie
justa que ponía con cada empuje que le daba, conseguía que mi excitación fuera
aumentando al mismo tiempo que mis lujuriosos pensamientos; y las caricias de
Siempre recordaré aquel día, pues fue, tal vez, uno de los más placenteros
que he tenido en mi vida, pero, a la vez, uno de los más tristes, pues fue el de
Después de unas horas de placeres compartidos y del café frío dejado sobre
la mesa —como sucedía siempre–, llegó la hora de marcharse, como tantas otras
aquellas palabras eran toda una declaración de despedida, y solo fui capaz de
decir un gracias, al tiempo que besaba sus labios, sin saber que era la última vez
que lo haría. Nunca más supe de ella: el teléfono apagado, la casa deshabitada, y
nadie que la conociera que me diera razón de algún nuevo destino donde poder
encontrarla. Pero siempre quedarán entre mis más queridos recuerdos los
intensos placeres que compartí con ella durante dos largos años de encuentros
secretos.
Capítulo 5 – Un diario íntimo
para comenzar el nuevo camino, decidí seguir una recomendación que me dio
mentes inseguras, pero en esta ocasión, pensando que me podía ayudar, comencé
a escribir uno. Eso sí, solo anotaría en él aquellos hechos que realmente quisiera
recordar por placer, y, también, los que me sirvieran para no volver a caer en los
llega, y que el placer está ahí, donde menos nos podemos imaginar,
esperándonos, y que no disfrutarlo es perderlo sin posibilidad de recuperarlo.
Por eso, no quiero dejar pasar el tiempo, y buscaré nuevos caminos, nuevas
silicona que ella me regaló el día de la despedida. Allí, en el fondo, había una
tarjeta de visita con un nombre de mujer y un número telefónico, y al dorso de
Aunque fuera por pura curiosidad, no me pareció una mala idea asistir al
siguiente ‘Tuppersex’ que organizaran, pues nada perdía por conocer ese
ambiente y, además, podría ser un buen momento para relacionarme con otras
mujeres también deseosas de sexo y placer. Tomé buena nota de la fecha —23
Y con esos deseos rondando mi sexo, cierro por hoy las primeras líneas de
este íntimo diario, esperando que no sean las últimas, pues eso significará que
suponer que ya habían llegado todas las convocadas a esa especial reunión
que podríamos definir como festiva/erótica. Las presentaciones fueron
de té y la cafetera con el café humeante, que nos fuimos sirviendo cada una
según nuestros gustos y preferencias. Casi todas parecían ya habituadas a
eran casadas. La presencia de las solteras y viudas parecía tener cierta lógica,
sexuales. Pero en el caso de las casadas, solo una explicación se podía dar: o
el sexo que recibían en su casa era más bien escaso, o sus orgasmos se
con algo que les llevara a esa explosión de sensaciones orgásmicas que tanto
cada una.
para dar placer con la cadencia que cada una deseara. El muestrario era
amplio: grandes y pequeños, gordos y finos, de colores para todos los gustos y
también con formas de frutas y distintos sabores. Destinados, unos, a ser
El ambiente entre todas las que allí estábamos se fue animando y, poco a
poco, la vergüenza fue bajando y la libido subiendo. Ya ninguna utilizaba para
boca, como si cada una de ellas pretendiera ser la que más locuras en materia
comprando y llenando el bolso, no con uno ni con dos sino con varios de
El resto del día lo pasé de tienda y tienda, hasta que las sombras de la
noche comenzaron a cubrir el asfalto de las calles. Al llegar a casa, cansada,
me dejé caer sobre el sofá del salón. En la tele ningún programa que me
gustara, por lo que decidí darme un baño para descansar de las tensiones del
del agua. Me desnudé delante del espejo, y, en un acto reflejo, acaricié mis
pechos buscando un poco de placer. Antes de meterme en el agua aromatizada,
recorté el vello de mi pubis para que cubriera solamente la línea que marcaba
Me introduje en el agua y dejé que la espuma rodeara mis pechos, y los froté
con suavidad al notar por toda mi piel esa especial sensación erótica del
líquido caliente envolviendo mi cuerpo e inundándome por dentro. Esto me
hizo recodar aquellos otros tiempos, que poco a poco se habían ido borrando
postura para colocar su pene flácido entre mis nalgas, y después procuraba
excitarlo moviendo los glúteos con movimientos rítmicos y sensuales, hasta
que aquel pene arrugado y caído se convertía en una polla caliente y dura con
ganas de penetrarme. Por un momento creí sentir de nuevo el placer de tenerla
me acordé del pequeño vibrador que había comprado y que había dejado
poco se fueron extendiendo por todo mi coño. Nunca antes pude imaginar que
tan intenso placer se pudiera conseguir con tan pequeño elemento. Mientras
me introducía los dedos en la vagina para notar algo dentro de mí, dejé que mi
El resto de mi vida, una vez perdida toda esperanza de contacto con aquella
ocultos, y todavía sin ningún nuevo amante que la sustituyera, se movía dentro
de la cotidiana rutina: unos días tocaba peluquería con cuchicheos de todo tipo y
color; otras tardes eran de café compartido con las amigas de toda la vida; a
veces me iba de tiendas y otros ratos los entretenía con alguna lectura en la
biblioteca. También pasaba muchas horas delante del ordenador personal, sin
encontrar en las redes sociales nada que llenara mis ausencias. Y cuando ya las
sombras de la noche avanzaban y cubrían las calles, llenaba la bañera con agua
orgasmos.
la curiosidad por ver si había alguna novedad que mereciera la pena conocer y
probar, me hizo aceptar la invitación.
escandalizara ni lo criticara.
Capítulo 8 – Frente al espejo
como la vez anterior. Tres solteras y tres viudas, y el resto tenían pareja
declarada. No quise hacer comentario alguno sobre ese hecho, pues no había
ido allí para criticar a nadie, ni mucho menos para hacer valoraciones
teoría, deberían ser las menos necesitadas, sexualmente hablando, eran las
más interesadas en conseguir juguetes diversos para placeres solitarios, por
muchas disculpas, poco creíbles, que pusieran para justificar su presencia allí.
Esta vez, la anfitriona, queriendo dar muestras de su carácter de mujer
liberada y sin prejuicios sexuales, además del correspondiente café y de las
habituales pastas de té, ofreció a todas el resto de la casa, incluidos los baños y
dormitorios, por si alguna quería probar en la práctica real cualquiera de
decididas se los introducían bajo el sujetador para sentir el gusto que les daba
al vibrar contra sus pezones. Solo una se atrevió a aceptar la invitación de la
aparatos; nada criticable, por otra parte, pues allí todas sabíamos a lo que
demasiado largo pero sí muy grueso, porque quería que me llenara toda por
dentro cuando lo utilizara. Mas esa no fue la razón principal por lo que me
interesó, pues para llenar mi vagina podría hacerlo también con cualquier
en el momento de ser usado, una tendría la sensación de ser follada por ella
misma. Esa explicación me produjo una gran y morbosa curiosidad por saber
todo, me regaló una crema lubricante y estimulante para que la aplicara sobre
el grueso consolador.
Cuando regresé a casa aún me recorría por la piel una estimulante
sensación erótica, que había nacido y crecido entre el ambiente lujurioso del
Tuppersex. Como si fuera una jovencita adolescente en el día de su
se escapó entre mis labios. Al verlo de nuevo, ese pene, de gelatina compacta y
suave y muy agradable al tacto, me pareció mucho más gordo que cuando lo vi
por primera vez en el salón del chalet donde me lo mostró la chica vendedora.
Sin poder contener mi enorme satisfacción, grité: <<¡Dios mío, no me lo
Todas las sensaciones de un pene de verdad las podía notar en mis manos.
¡Uuufffff…! De nuevo se escapó de mi garganta un fuerte suspiro de
satisfacción, y en mi interior fue naciendo un loco deseo de probarlo.
y la falda al suelo. Me quité las bragas. Humedecí la punta de los dedos con mi
propia saliva y empecé a tocarme el clítoris para estimularlo, al mismo tiempo
del cristal, como si alguien se ocultara dentro del armario y estuviera sacando
su erecta polla a través de un agujero. Allí, reflejado en la superficie
llena, y con una ganas locas de follar y follar. Fue un momento increíble, una
adelante y de adelante a atrás, para que aquel pene erecto y gordo entrara y
mismo tiempo, con los pezones rozándose unos contra otros, creí de verdad
que me estaba follando a mí misma, y aquel fantástico momento se convirtió
en el momento más morboso que nadie nunca haya podido tener, y que me
llevó a un orgasmo total que me hizo gemir y gritar con todas las fuerzas para
liberarme de la enorme tensión placentera que me atravesaba desde la punta
de los pies hasta el último cabello. Me aparté del cristal sudada y despeinada.
Intentando controlar la agitada respiración me fui hasta la cama y, con los
brazos y las piernas abiertas, me dejé caer sobre el colchón para relajarme.
Sonriendo y satisfecha, en aquel mismo instante supe que había conseguido
este día, mi piel se ha vuelto a erotizar, y me imagino que esta noche mis
sueños serán muy placenteros.
las amigas de siempre, que contaban las mismas banalidades por no atreverse a
cruzándome con miradas anónimas que nadan reflejaban. Paseos por la tarde en
el parque, sin que ninguna inesperada sorpresa surgiese entre los árboles. Y al
anochecer, sofá solitario frente al televisor, intentando matar el tiempo con algún
programa interesante, que casi nunca llegaba a encontrar. Al final del día me
delante del espejo. Pero había un vacío que no podían cubrir mis fantásticos
juguetes de gelatina y plástico, pues a veces sentía la necesidad de encontrarme
con carne palpitante y viva a mi lado: alguien que me agarrara por la cintura y
me apretara contra su piel caliente, alguien al que pudiera acariciar su sexo con
mis manos, alguien que pasara su lengua ávida de placeres por mis pechos y por
fuera hombre o mujer, o los dos al mismo tiempo), con los que poder compartir
mis fantasías sexuales. Para intentar llegar a mi objetivo, fui dejando caer
insinuaciones muy directas entre las conocidas de la peluquería y las vecinas
más próximas, por si alguna tenía ocultos los mismos deseos lésbicos que yo, y
aunque recibí algunas miradas que, al menos, parecían mostrar cierto interés,
ninguna dio un paso adelante; ni una sola palabra comprometedora salió de sus
labios que me diera pie para plantear una relación abierta, como si temieran,
hubiera gustado.
A mis amigas, esas con las que compartía cafés y charlas algunas tardes,
creía conocerlas más, aunque es verdad que nunca, nunca habíamos hablado de
había oído en nuestras tardes de tertulia, como si fuera un tema tabú que ninguna
quisiera tocar; ni yo misma lo había hecho durante los dos años que tuve como
amante a una mujer. Cuando el tema sexual salía a colación, todas, con risitas
reprimidas, hacían mención, con poca mesura pero con mucho recato, a los actos
pensar que más de una estaría encantada y deseosa de cubrir esos vacíos
placenteros, y, por qué no, tal vez el mundo lésbico les pudiera llamar la
atención, aunque solo fuera para conocerlo. Por este motivo, y a pesar de que me
en la creencia, tal vez precipitada, de que allí podía encontrar a esa compañera
amorosa con la que compartir placeres y orgasmos mutuos. Sin reparos puse el
alguna de ellas. Pero como si alguien hubiera apretado al mismo tiempo el freno,
todas se fueron apartando del asunto, unas con muestras de desagrado y otras
con el primero que se acercaba a decirme un “hola, guapa”, por lo que no veía la
manera de conseguir la fórmula mágica para conseguir un amante que mereciera
la pena y que llenara con su cuerpo, sus brazos y sus manos mis carencias
sexuales. Me propuse fijarme en aquellos que al cruzarnos mostraran en sus ojos
deseos lascivos de poseerme, algo que, dado que mi cuerpo lozano aún es
cuestión que me planteaba era cómo conseguir que ellos también se dieran
cuenta de mis deseos, cómo hacerles comprender que quería tener sus manos
sobre mis exuberantes tetas, y que necesitaba notar su sexo erecto dentro de mi
húmeda vagina, y todo esto, sin que tuviera que ser yo la que directamente
coqueteos, tenía claro que la iniciativa la tendrían que tomar ellos, pues en caso
que nadie respeta. Cada vez que se cruzaba en mi camino un hombre interesante
y con la edad apropiada, y me miraba y recorría con sus ojos todo mi cuerpo con
muestras de lujuria contenida, yo me insinuaba volviendo la vista hacia él para
a que él me dijera algo que me hiciera detener para decirnos un… hola, un… qué
tal estás, un… de qué nos conocemos, o algo parecido que nos llevara a tomar un
café en el bar más cercano. Pero desgraciadamente para mis propósitos, unos
seguían su camino, acobardados, sin dejar de mirarme, y otros me soltaban
alguna de esas groserías de machistas ignorantes, que les hace suponer que con
decirte que te van a follar entera vas a caer rendida a sus pies. Al final opté por
ser más directa con algunos de los que más me gustaban, pero eso provocó una
huida en desbandada, acomplejados, tal vez, por encontrarse con una mujer que
sexualmente estuviera por encima de sus capacidades como amantes.
mis inanimados juguetes sexuales y mantener sexo solamente con ellos, que me
daban placer sin discutir y cumpliendo todas mis órdenes, durante todo el tiempo
reseñable que resultara sugestivo, ni ninguna novedad sexual que me alegrara los
días. Los meses fueron pasando rápidos, y llegó la primavera, con sus días largos
los calores primaverales seguían siendo mis dos pequeños amantes de plástico y
gelatina, que siempre me esperan uno sobre la mesilla del dormitorio y el otro
con su permanente erección emergiendo desde el cristal del espejo. Nunca me
precio que costaron la inversión había sido más que rentable. Una de esas tardes
de cielo azul y sol primaveral, recibí una nueva invitación para asistir a un
Tuppersex que habían organizado cerca de mi casa. Hacía ya muchos meses que
no había vuelto a tener noticias de ellas, y me alegró que se hubieran acordado
que la reunión era en el barrio donde vivía, de que me encontrara con alguna
Poca confianza tenía en que eso pudiera suceder, pero no estaba dispuesta a
amante que me diera placer y que me dejara sentir en mis labios el sabor
salado de su sexo ardiente.
surgido una incipiente atracción mutua que se rompió por un mal entendido.
Nos saludamos mostrando una fingida sonrisa de compromiso, sin más. Ella
eróticos que, con detenimiento y una cierta dosis de sensualidad, nos iba
simple roce entre unas y otras erotizaba nuestra piel y llevaba a comentarios
conseguí que ninguna me diera pie para hacerle una propuesta de amor y sexo
algo poco apropiado y nada relacionado con los productos eróticos que allí nos
habían estado mostrando, pues se trataba de una clásica bicicleta estática.
Todas nos quedamos esperando una explicación para conocer qué relación
tenía aquella bici con el motivo real que nos había llevado allí. Pronto salimos
levantó la falda hasta la cintura, dejando al aire sus partes íntimas sin bragas,
y se subió a la bici. Comenzó a pedalear lentamente, y aquel pene de silicona,
entrando y saliendo entre los libidinosos labios abiertos del sexo de la chica,
llevó a más de una de las que allí estaban a quitarse las bragas para probar
pedaleábamos. Nos fuimos despidiendo con besos y abrazos, y, por lo que pude
pidiendo guerra, me entró un especial cosquilleo entre las piernas, y sin poder
resistirme me quité las bragas. Busqué el gel lubricante que tenía en el cajón
de la mesilla del dormitorio y, como si estuviera masajeándolo, cubrí toda la
empujando muy lentamente el pedal, hasta que note que aquel pene de
silicona, embadurnado con el gel lubricante y estimulante que le había puesto,
cada vez más trepidante, imaginándome que aquel supuesto amante de carne y
hueso me estaba follando con una intensidad desmedida. Mis piernas,
por toda mi piel, al tiempo que un grito erotizado se escapó de lo más profundo
así para siempre. Un rato después, me bajé de la bici y me dejé caer sobre la
Cansada, y con ganas de irme a dormir, cierro por hoy este diario.
Capítulo 11 – Paseo por el parque
placer me da, y luego, sin ningún recato, darme una vuelta por los caminos de
tierra y cruzarme con la gente que por allí pasean. Reconozco que siempre me
pareció una idea descabellada, una verdadera locura, pero, a la vez, también
muy morbosa, pues el hecho de tener tu vagina llena y todo tu sexo sintiendo
las contracciones del placer mientras me movía entre los paseantes, tenía que
Por eso, esta mañana, decidida a cumplir esa loca fantasía, volví a coger el
destornillador y la llave inglesa, y me dispuse a cambiar de la bici estática a la
de paseo el sillín con el especial mecanismo incorporado. Una vez hecho esto,
acoplé el consolador bajo el asiento y lo dejé preparado para utilizarlo en
cualquier momento. Ya solo me quedaba arreglar unos leggings para dejarlos
los leggings preparados para la ocasión. Cubrí mi torso con un maillot de fibra
muy ajustado, que dejaba entrever la voluptuosidad de mis pechos. Me calcé
unas zapatillas deportivas y salí a la calle con la bici. Con un morboso espíritu
deportivo comencé a pedalear por las calles de tierra del parque, procurando ir
que había untado bien con el gel lubricante, funcionaba como estaba previsto,
fijando en las reacciones de las gentes con las que me cruzaba: unas, miraban
con cara de ignorante curiosidad, sin saber bien para qué podía servir aquel
mecanismo que se movía de arriba abajo y de abajo arriba; otras, a las que se
veía más informadas, sonreían con malicia al verme pasar. Los que más se
fijaban, sin duda ninguna, eran los hombres, que no apartaban su vista hasta
al ver cómo la gente se paraba a mirarme, era tan fuerte, que dejaba en un
segundo plano el placer sexual de mi coño penetrado una y otra vez al ritmo
del pedaleo. Volví a casa sudorosa y con ganas de completar un verdadero
descargué contra el cristal todo el fluido vaginal que salía del interior de mi
siesta, volví a soñar con un amante de carne y hueso para que mis deseos
amante que tanto anhelo, para hacer realidad mis sueños y fantasías eróticas.
Pensando en ello, cierro por hoy este diario.
Capítulo 12 - Citas online
Aunque por mis actos y mis fantasías eróticas —puestas en práctica con
mayor o menor éxito— pudiera parecer una mujer segura y atrevida, sin
salas de fiestas, ni me habían gustado los ligoteos fáciles sentada en las terrazas
de los bares; mi vida ordinaria y pública se movía siempre entre personas
aunque nunca renuncié a ello. Sexo lésbico o hetero; tanto me daba sentir sobre
Habían pasado ya casi cuatro años desde que la mala suerte o un destino
adverso me dejó viuda y sin compañero con el que compartir sueños y placeres.
Cuatro años que fueron convirtiendo su imagen en una sombra diluida entre una
sentía libre para ir en busca de nuevos amores carnales con los que desahogar
me pareció que ese tipo de web podía ser un buen medio para conseguir, al fin,
ese amante o amantes que tanto deseaba. Como no quería pasarme meses y
fuera coincidente con mis gustos sexuales, pensé que lo mejor era ser directa, y
liberal y con una discreta, pero clara, orientación de carácter sexual. Una vez
muchas o pocas), iría haciendo varias selecciones hasta quedarme con dos o tres
pretendientes interesados en convertirse en el amante perfecto. Lógicamente, en
mi perfil me declararía bisexual, pues estaba muy interesada en que entre los
aspirantes también hubiera algunas mujeres. Una vez pensado y repensado,
encendí el ordenador personal, abrí el Word y me puse a redactar el mensaje, que
quedó así:
tanto, el amante que busco podrá ser un hombre o una mujer, a los dos al
mismo tiempo, depende. Soy madurita, 47 añitos bien llevados, y para elegir a
qué harías si al final te eligiera como amante secreto/a. Dime algo que me
insinuante foto. Después de esto solo me quedaba esperar a recibir las primeras
contestaciones. Y para mi sorpresa no tardaron ni veinticuatro horas en llegar los
mensajes de los primeros pretendientes, entre los que también había alguna
como aquellos otros, machitos con una sobrevaloración desmedida, que se creían
que con mencionar las palabras “polla grande” diez veces yo caería rendida y
puesta de rodillas para chupársela. Los pobres diablos no sabían que iban a ser
los primeros en ser eliminados. Pero, para mi suerte, no solo hubo tontos
desprenderse de sus escritos. Casi todos estaban dentro del tramo de edades que
yo había requerido en mi perfil personal, lo que de hecho me evitó tener que
experiencia. Eso sí, había un rasgo común que, con algunas excepciones,
cumplían la mayoría de ellos: eran CASADOS. No quise hacer ninguna
valoración moral de ese hecho, pues entonces me habrían quedado muy pocos
pretendientes, pero me llamó poderosamente la atención que no se esforzaran
más en utilizar sus penes sedientos de placer en cubrir lo que tenían en casa, en
lugar de buscar ignotas aventuras ajenas, sobre todo teniendo en cuenta que, si
no les daban a sus compañeras los placeres que necesitaban, lo más probable es
que ellas se buscaran nuevas pollas dispuestas a follarlas hasta que saciaran sus
necesidades sexuales. Pero no iba a ser yo la que intentara hacerles ver y
comprender que los “cuernos” iban a ser de ida y vuelta, pues allí estaba para lo
había que me pedían, y casi suplicaban, que viera sus fotos donde mostraban su
Descarté a todos estos, y me puse a hacer una selección entre los que se
único fin de tenerlos entre mis piernas para que me dieran placer, sin embargo,
me surgió una pequeña duda moral sobre la responsabilidad que pudiera recaer
sobre mí si, por culpa de mis conquistas amorosas, alguna pareja se desmadejaba
y acababa en la ruptura. Pero pronto alejé de mi conciencia esa idea de
culpabilidad, pues de los polvos que yo pudiera echar con algún hombre casado
no se me debería culpar a mí, porque en modo alguno buscaba arrebatar el
marido a ninguna otra mujer; eso no me interesaba, porque había aprendido a
vivir en libertad y así quería seguir. Ni siquiera pretendía tener un amante fijo y
responsabilidades, y que cada una defendiera sus orgasmos como mejor pudiera.
Fui leyendo y releyendo cada uno de los mensajes que llenaban mi buzón,
deseo sexual bajo mis bragas. Al fin encontré uno que consiguió que pensara en
él en el momento de irme a la cama esa noche; aunque debo confesar que, más
que por lo que había escrito, lo que me atrajo de verdad fueron las fotos que
acompañaban al texto: era corpulento, con pecho y abdominales bien definidos
provocativo mensaje:
Yo:
Mandado el 20/08 a las 16:01
¿Qué te parece?”
La respuesta no se dejó esperar. Esa misma noche un nuevo mansaje entró en
mi buzón:
RobertBolchiago
46 años casado
Madrid, Comunidad de Madrid
RobertBolchiago dice:
Mandado el 20/08 a las 23:19
Además, tengo muchas ganas de tenerte entre mis brazos, mis dedos están
para hacer el amor durante horas como más te guste y sin tabúes ni
vergüenzas. Hasta ese momento, te envío besos cálidos con deseos libidinosos”
No sabía bien con lo que me iba a encontrar, pues era mi primera cita a
ciegas con alguien desconocido, pero, después de algunos mensajes más en los
días siguientes, vencí todos los miedos y me cité con él un jueves, a media tarde,
en la cafetería de unos grandes almacenes del centro de la ciudad.
Capítulo 13 – Primera cita a ciegas
duché despacio, y me preparé un café con leche y una tostada con miel y
mermelada para desayunar. Después salí a la calle y me dirigí a la peluquería,
donde tenía hora reservada; quería estar guapa cuando mi primer y anónimo
de bisutería fina y un nuevo perfume que quería estrenar para esa cita de
Después de comer procuré relajarte tumbada sobre el sofá del salón, para
tarde, sin tiempo límite para nuestros escarceos amorosos, pues a pesar de
estar casado, no tenía que ir a “fichar” a su casa a hora temprana, según me
pezones, y una falda ajustada al cuerpo, con una larga abertura por delante,
para dejar al descubierto mi sinuosa figura. Llegué unos minutos después de
la hora convenida para hacerme querer y desear. No tuve problemas en
reconocerle, pues llevaba el mismo peinado y el mismo pantalón que en la foto
pronto dejamos sobe la mesa los cafés a medio tomar y nos dirigimos al hotel
Nada más entrar en la recepción no me fue difícil intuir que era un sitio
intensa tarde de excitante sexo. Me agarró por la espalda y sus fuertes brazos
me rodearon. Hacía tanto tiempo que no estaba sola con un hombre que, como
todo el cuerpo. Me di la vuelta, y besé con ansiedad sus labios y jugué con mi
lengua dentro de su boca para volver a sentir esa especial sensación íntima
que tanto me gustaba y que hacía muchos años que no disfrutaba. Él siguió mi
juego e introdujo entre mis labios la suya, que chupe con suavidad para
saborearla. Todos los sentidos se me iban despertando en exceso empujados
por las sensaciones placenteras que cada vez me recorrían con más intensidad.
Uffff… Cuánto tiempo sin que una piel masculina rozara la mía, cuánto
tiempo sin sentirme abrazada con deseos lujuriosos, cuánto tiempo sin vibrar
arrastrar por el placer, por el puro placer, sin tabúes ni remordimientos, dejar
que mi sexo explotara como si fuera una cascada interminable de fuegos
artificiales.
Sin oponerme a sus deseos, y al mismo tiempo deseosa de que así fuera, le
dejé que bajara su mano hasta la abertura de la falda, para que la introdujera
entre mis muslos. Ufffff… hacía ya tanto tiempo, tanto tiempo sin que nadie
llegara con sus dedos hasta los encajes de mis bragas, que sentí un especial
follara. Cerré los ojos. Esperaba que se lanzara sobre mí y me arrancara las
bragas que apenas cubrían mi coño excitado y húmedo. Quería su pene dentro
de mí. Deseaba volver a tener la placentera sensación de sentir una polla
clítoris. Yo, con los ojos aún cerrados, quise tener su pene erecto entre mis
manos. Fui buscándolo con ansiedad. Con mi imaginación alterada por los
había visto en las fotos de la web de contactos, y pensé en una polla dura y
vigor suficiente para follarme, y así calmar los impúdicos deseos que ya
inundaban todo mi coño. Permanecí con los ojos cerrados mientras le
abajo arriba sobre aquella verga aún un tanto floja, para intentar conseguir
una mayor dureza, pero de pronto, noté entre mis dedos una sustancia viscosa,
cálida y suave, lo que me hizo sospechar lo peor, una nada deseable realidad
que pude comprobar cuando abrí los ojos. Su semen estaba en mi mano en
todo el deseo sexual que momentos antes me invadía se vino abajo, y tuve que
conformarme con unas livianas caricias sobre mi clítoris, con las que él
pretendió suplir una buena y excitante follada. Salimos del hotel cuando aún
tarde de sexo sin límites que esperaba, se había convertido en una caricatura
siguiente vez todo sería distinto, no fueron suficiente para que yo aceptara una
nueva cita con él. Un adiós frío y distante nos alejó para siempre. Llegué a mi
casa frustrada y con ganas de darme un baño en agua muy caliente con sales
más intenso. La vulva abierta invitando a entrar a los dedos. Las manos, como
búsqueda de alguien que llenara mi vida de orgasmos y placeres. Por eso, a los
pocos días volví a entrar en la página de contactos y comencé a leer los mensajes
hacer una selección previa de seis o siete candidatos, para tener una lista de
nuevas citas. Tuve que dedicar muchas horas para separar la paja (“paja”, sin
ninguna connotación sexual) del grano. Fui descartando a todos aquellos que
les interesara fuera meter su pene en caliente. También dejé apartados a los que
veía indecisos o inocentones, porque, a mi edad, no estaba dispuesta a ser la
niñera ni la maestra de nadie en materia sexual, pues buscaba todo lo contrario,
alguien que me llevara hasta el quinto cielo de los placeres más atrevidos e,
incluso, indecentes. Poco a poco la lista se iba haciendo más corta, y me di
cuenta que si no bajaba el nivel de mis exigencias era muy posible que me
quedara sin candidatos, por lo que asumí que la perfección no existía y que tenía
que ser flexible en la elección, pensando que solo los necesitaba, a ellos o a ellas,
para unas horas de cama, o en el mejor de los casos unos horas de cama
compartidas con alguna comida o cena si la generosidad del amante así lo
permitía. Al final me quedé con seis posibles candidatos; solo una mujer entre
ellos. Me hubiera gustado que fueran algunas más, pero no habían sido muchas
entre ellos al que sería la siguiente cita a ciegas: el posible amante perfecto que
Josephine, fue tanta la efusividad que mostró Napoleón en la cama, que el perro
de Josephine, que dormía a los pies de ésta, intentó morderle porque pensaba que
estaba atacando a su dueña. En mi casa no había perro alguno, pero lo que sí
tenía muy claro, es que buscaba un verdadero Napoleón, alguien que me hiciera
sexo.
Que acertara o no con mi elección, y que al final el elegido fuera un vigoroso
a elegir a uno de ellos, sin más datos que lo que expresaban en sus mensajes, y
Sin saber por quién inclinarme, pues ninguno me llegaba a convencer del
todo, decidí que fuera el azar el que señalara al que debería convertirse en mi
verdad es que no lo sé, pues mi experiencia en esto sigue siendo escasa, pero
las circunstancias son las que mandan, y él me había propuesto las doce de la
mañana para vernos. No quise preguntar, ni tampoco saber las razones o
motivos para elegir ese horario más propio de reuniones de trabajo que de otro
mí, pensando en que podía llegar a ser ese amante perfecto que cubriera todas
unas horas u otras? Yo no tenía que dar cuentas a nadie de mis idas o venidas,
ni de con quién estaba ni de lo que hacía; lo único importante era el resultado:
disfrutar sin límites de placeres lícitos o prohibidos, sin compromisos sociales
carne y hueso.
Además, no podía desentonar con el lugar de la cita, un sitio de esos que las
páginas de publicidad hotelera califican como de “alto standing”: el Hotel
Palace, en la Plaza de las Cortes de Madrid, era el refugio elegido por él para
fantasías sexuales. Aunque nunca había estado allí, sin embargo era muy
Salí de casa decidida a que este día se convirtiera en algo muy especial y el
principio de un futuro muy halagüeño y sexualmente prometedor; por mi
una relajante luz natural. Estaba segura que no tendríamos ningún problema
instante me di cuenta que le había gustado, y para acentuar sus deseos hacia
mí, de nuevo dejé en el aire una coqueta e insinuante sonrisa. Agarró mi brazo
con delicadeza y me llevó hacia el 1912 Museo Bar Palace que se abría en un
cumplirse, por lo que me centré en él, ese candidato a amante que, hasta ese
uno solo. Se quitó la chaqueta y el chaleco y vino hacia mí. Me agarró por la
cintura y me apretó contra él. Noté los pezones de mis pechos rozando su
para restregar mis tetas contra su pecho, como si fuera una perrita en celo. Me
besó, me besó con intensidad; su lengua quería jugar con mi lengua y yo dejé
la boca abierta para que su pasión entrara entre mis labios. Una sensación
erotizante empezó a recorrerme por cada centímetro de la piel, y noté cómo su
mis pezones entre sus dedos y los apretó con suave intensidad. Al sentirlo, mis
comenzó a mojarme las bragas. Al fin sus manos buscaron mi clítoris. Las
siguió acariciándome las tetas y puso la otra sobre mi coño húmedo y caliente.
Su verga, dura y excitada, se clavó entre mis nalgas desnudas. Uuummm… En
alrededor tenía sentido, salvo ese pene erecto apretando contra mis glúteos.
Placer por el puro placer, tal y como había imaginado y deseado durante tanto
momento no deseaba tener un orgasmo tras otro sino que quería acumular
más húmedo y caliente, y, excitada como estaba, busqué su polla con ganas de
manos se llenaron de ella, y solo con mirarla todos mis sentidos enloquecieron
con los deseos más libidinosos de saborearla, chuparla, comérmela…
Uuumm… Poco a poco la fui acercando a mis labios. Cuando la tuve más
cerca me pareció aún más hermosa. La rocé con la punta de la lengua e
no deseada. Toda la libido se perdió entre el ruido del pedo y la hediondez que
dejó a su paso. Tuve la repugnante sensación de tener algo pestilente llenando
disculpas de perdón, disculpas sin límite, con las que él pretendió arreglar lo
que no tenía arreglo posible. Ante esa situación tan incómoda ninguno de los
dos fuimos capaces de mirarnos a los ojos. Él comenzó a dar vueltas sin
entrara en mi nariz.
No quedaba más remedio que hacer algo para romper aquella embarazosa
realidad que ya nadie podía cambiar. Por eso, sin decir palabra, abandoné la
cama y fui hasta el cuarto de baño, pensando que, tal vez, una ducha rápida
disculpa repetidas una y cien veces. Antes de abandonar el cuarto de baño cogí
el cepillo y el dentífrico que había sobre el lavabo por cortesía del hotel, y dejé
que el sabor mentolado de la pasta refrescara mi boca, para eliminar todo
Cuando salí él ya estaba vestido, y había cubierto sus ojos con una gafas
vuelvo a rememorar los instantes mágicos que viví al comienzo de la cita y que
me gustaría recordar siempre, pero, al mismo tiempo, sin poder remediarlo mis
Confiando que algún día solo queden presentes los buenos momentos
vividos en este encuentro, cierro por hoy este diario.
Capítulo 16 – Segunda oportunidad
Hotel Palace, después de aquella mañana que comenzó con lujo y glamour y
terminó con esa desagradable sensación de olores inmundos anegando todos
mis sentidos. Pero, a veces, nuevos hechos y algunas otras circunstancias nos
llevan a claudicar y cambiar de idea, sin que por eso tengamos que
Cada mañana, a las doce, sonaba el timbre, y al abrir la puerta allí estaba
esperando el repartidor de la floristería con una docena de rosas rojas y una
tarjeta a mi nombre donde una mano firme había escrito: “Espero que estas
olorosas flores sirvan para que nuestros nuevos encuentros estén llenos de
agradable olor. Es lo que más deseo”
No sé si fue por el impactante efecto del embriagador aroma de las rosas
repartido por todos los rincones de la casa, o por la sensación sacrílega de
verme y sentirme adorada como si fuera una diosa del olimpo, el caso es que
empecé a pensar que, tal vez, había sido demasiado injusta con él por un
hecho solo imputable a una desafortunada fatalidad. ¿Quién no ha tenido que
ocultarse alguna vez para evitar que una ventosidad inoportuna nos deje en
una bochornosa situación delante de los demás? Me preguntaba
Volví a recordarle tal y como lo había visto bajo la cúpula vitral del Palace
conservador y moderno, y una sonrisa franca en los labios. Generoso con sus
de estilo inglés, y, cómo no, los intensos placeres que recorrieron mi piel
placentero embrujo que me envolvía se rompió por culpa de… Era mejor
olvidarlo —me dije a mí misma.
corazón y le dije que sí, que estaba dispuesta a compartir una segunda
oportunidad, aunque, previamente, quería tener un encuentro donde el placer
no tuviera cabida, una nueva cita en la que hablar con solo unos cafés de por
medio, una charla amigable para borrar los recuerdos no queridos y aclarar
ideas. Hoy fue el día que acordamos para vernos, a las cinco de la tarde, en
una discreta cafetería cercana a la Puerta del Sol.
después de la ducha preparé un desayuno con café solo y una tostada con
hasta que se acercara el momento del encuentro, sin embargo, las rosas no
me dieron las dos del mediodía. Regresé a casa y preparé una ligera comida y,
como hacía siempre, vertí sobre el agua sales aromáticas y dejé que la espuma
rebosara por el borde.
costa, pues no estaba dispuesta, bajo ningún concepto, a llegar a la cita con mi
sexo caliente, porque eso me llevaría a quedar indefensa ante cualquier
propuesta que él me hiciera. No era ese el propósito para el que nos habíamos
que saciar todos mis sentidos con múltiples orgasmos antes de acudir al
encuentro, así podría ir con la mente despejada y el cuerpo frío.
introduje entre el agua caliente. La espuma rodeó mis pechos. Puse en marcha
abriendo las piernas cuanto pude las alcé por encima del agua, en una inútil
invitación a que alguien, que no existía, me follara. Sustituí la falta de un
amante real por mis dedos, que de dos en dos y de tres en tres intentaron
completar la masturbación para hacerme llegar al orgasmo, un orgasmo que,
que mi coño y el agujero por donde tenía que salir aquella polla de silicona
después del baño, relajada, comencé a arreglarme para la cita prevista, segura
de que ninguna propuesta de él, por muy atractiva que fuera, me llevaría hasta
una cama.
Salí de mi casa con tiempo suficiente para llegar la primera, pues, en esta
fondo, otras cinco estaban alineadas frente a una gran vidriera de tenues
colores. Me senté en la que estaba en la esquina, desde la que se podía ver la
entrada y el resto del local. Pedí un café y esperé a que él llegara. Dos minutos
después lo vi entrar por la puerta: atractivo y elegante y con esa sonrisa franca
que tanto me había gustado la primera vez. Se acercó con una rosa roja en la
mano y, junto a un galante saludo, deslizó una nueva disculpa por el
desagradable incidente pasado. El pasado… precisamente lo que a mí me
mencionarlo; iniciar una nueva relación como si nada hubiera ocurrido antes,
partir de cero olvidando que el Palace y la habitación con vistas a la fuente de
Neptuno había existido. Pero no… tuvo que hacerlo y a mí ese recuerdo me
trajo a la memoria los más desagradables momentos vividos entre los dos, y sin
saber cómo ni por qué, comencé a notar las mismas sensaciones de entonces,
pues el único olor que debería estar percibiendo era la fragancia de la rosa
labios y paladeé el agradable sabor del carmín. Saqué del bolso un frasquito
de Chanel nº 5 y me eché unas gotas en el cuello y las muñecas. Confiaba que
con todo aquello mis sentidos volverían a situarse en la realidad, dejando atrás
cualquier ofuscamiento oloroso relacionado con el pasado. Salí de los lavabos
y decidida me dirigí hacia la mesa con la intención de convertir el encuentro
en algo agradable y, por qué no, quizá con un futuro prometedor, pero, según
me iba acercando hacia él, de nuevo ese olor pestilente comenzó a impregnar
todos mis sentidos. Miré a mi alrededor, con la intención de comprobar si
inverosímil, dicha con amabilidad pero, al mismo tiempo, con total firmeza
Ahora sé que no tenía que haber aceptado esta segunda cita, pues nunca
segundas partes fueron buenas. Y sin querer recordar nada más de este día,
cierro por hoy este diario.
Capítulo 17 – Loreta80
en todo lo que había hecho, en todo lo que puse de mi parte, en todo lo que
completas de sexo. Pero no me podía permitir darme por vencida —me dije.
Quizá no fuera tan fácil encontrar un buen amante como imaginé al principio,
pero tenía que seguir intentándolo si quería que mi vida sexual no se limitara a
volver a probar en ese mundo lésbico que tantas satisfacciones me había dado. Y
pensando en ello recordé los mensajes que había recibido de Loreta80 a través
me habían deparado los encuentros con el género masculino, decidí probar con
ella. Claro está que después del tiempo pasado la que se hacía llamar Loreta80
podía haber encontrado lo que estaba buscando, pero nada perdía en el intento,
por lo que preparé un corto mensaje dirigido especialmente para ella, y entrando
en la página web se lo envié esa misma tarde:
Yo:
Mandado el 25/11 a las 19:12
“Hola cariño: Te sorprenderá que haya tardado tanto tiempo en
contestarte, pero no me sentía preparada para volver a comenzar una nueva
relación lésbica. Aunque después de leer y releer tus mensajes, he pensado
mucho en ti, y, aunque aún no sé cómo eres, sin embargo he soñado que tus
manos me acariciaban, tus dedos recorrían mi sexo, y tu lengua, perdida entre
los pliegues más sensibles de mi cuerpo, me llevaba hasta un cielo de
orgasmos repetidos una y mil veces. No sé si aún sigues buscando amores y
placeres con una mujer, pero si así fuera, aquí me tienes, dispuesta a besar y
saborear toda tu piel.”
Esa misma noche un mensaje de ella entró en mi buzón virtual:
loreta80 casada
37 años
Comunidad de Madrid
loreta80 dice:
Mandado el 25/11 a las 22:37
“Hola, estoy encantada de volver a tener noticas tuyas.
Me ha gustado mucho tu presentación…directa y al grano, ole!!
Y ahora a ver yo si consigo cumplir tus deseos…me presento…siempre he sido
curiosa… me encantan las mujeres…y hace poco empecé a jugar con alguna,
pero siempre acompañada de mi amigo…porque, sinceramente, necesito
rematar con un hombre, jejeje
Ahora llevo poquito con un nuevo amigo y quiero q me acompañe en este
juego. Por eso buscamos una mujer q quiera jugar conmigo principalmente…
pero q también le acepte a él, y pasar un buen rato de morbo y buen sexo.
Qué te parece?”
Esperé a la tarde siguiente para contestar:
Yo:
Mandado el 26/11 a las 16:33
“Hola Loreta80: Nunca pensé en compartir amante con nadie, pero creo
que nos podríamos entender bien, ya sea con tu pareja o, mejor aún, sin tu
pareja. Estoy segura que al final podemos llegar al orgasmo también solas.
Pero necesito saber algo más de ti, algo que me excite y me lleve a soñar
contigo. De momento quiero seguir en contacto. Besos.”
Una cierta impaciencia se apoderó de mí hasta que me llegó su contestación
unas horas después:
loreta80 dice:
Mandado el 26/11 a Las 22:29
“Yujuuuu!! He conseguido al menos llamar tu atención, jaja!!
Y bueno…algo más de mí… decirte que sí….q estoy segura de q contigo
llegaría al orgasmo…y más de uno, cielo, porque soy multiorgásmica … y
cuando consigo el primero después no paro y engancho uno con otro…”
La respuesta parecía prometedora, pero quería algo más concreto, más
directo, para saber hasta dónde estaba dispuesta a llegar ella. Dejé pasar un
tiempo prudente para no dar la impresión de estar desesperadamente ansiosa, y
al día siguiente contesté y pregunté directamente:
Yo:
Mandado el 27/11 a las 23:28
“¿Qué harías a una mujer como yo si la tuvieras delante de ti en la cama?
No te cortes que no me voy a asustar.”
A los pocos minutos contestó, y comenzamos a intercambiarnos mensajes,
uno tras otro, sin parar durante casi una hora.
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:38
“Mmmm….te gusta jugar eh???
Eres morbosa también???
A ver…q tal si empezara acariciando tu piel…por tus brazos….besando tu
cuello…peinando tu pelo hacia un lado…bajando mis manos por tu costado…
haciendo q se ponga tu piel de punta y erizando tus pezones….mmmm
Continuo???”
Yo:
Mandado el 27/11 a las 23:40
“Sííííííí”
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:41
“Biennnn….
Te quitaría el sujetador mientras me pego a ti…rozando mis pezones, ya duros
por la excitación, contra los tuyos…te besaría el cuello y seguido te besaría en
la boca…tímidamente…unos piquitos…y poco a poco besos más largos…
besos apasionados para que todo tu cuerpo también se excitara…
Mas???”
Yo:
Mandado el 27/11 a las 23:43
“Uuuffff creo que puedes ser una buena amante. Uuummm . Pero tendrás
que bajar tus labios un poco más… abajo. Que tus besos dejen mi boca para
buscar mi clítoris. Aunque es posible que aún no quieras o no te atrevas a
hacerlo. Besos, besos y besos.”
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:45
Aún no lo he probado….mi experiencia llegó hasta meternos los dedos en
el coñito la una a la otra…
Para las dos era nuestra primera experiencia
Y llegado a ese momento ya nuestras parejas nos cogieron porque les teníamos
cardiacos mirándonos
Eso me encanta….jugar y poner caliente al personal q mira…ji ji”
Yo:
Mandado el 27/11 a 23:48
“Yo pondré la experiencia siempre que tú pongas las ganas de hacerme
llegar a los placeres carnales más locos y pervertidos.”
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:50
“Pero aceptarías también a mi chico?
O solo me quieres a mí”
Yo:
Mandado el 27/11 a las 23:51
“Soy bix, no tengo problemas en estar con hombres o mujeres, pero
depende si me gustan o no.”
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:52
“Ah, genial
Cuando quieras nos pasamos fotos y a ver si nos gustamos entre todos…
aunque no siempre es el físico lo que más importa en una relación a tres…
pero sí q ayuda, verdad? Jeje.
Te puedo decir q elegí muy bien a mi chico…Muy bien dotado… ji ji ji”
Yo:
Mandado el 27/11 a las 23:54
“¿Quién lleva la iniciativa en tu pareja, él o tú?”
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:55
“Ambos”
Yo:
Mandado el 27/11 a las 23:56
“¿Y yo, qué papel tendría?”
loreta80 dice:
Mandado el 27/11 a las 23:58
“Otra parte igual en el juego
Es cosa de tres…todos por igual”
Yo:
Mandado el 28/11 a las 00:00
“¿Yo con él y contigo, y tú conmigo y con él?”
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a las 00:02
“Eso es…un trío…todos jugamos con todos por igual.
Aunque me gustaría más jugar yo contigo y ponerle calentón a él mientras nos
mira…ji ji
Tiene 38 años, yo 37”
Yo:
Mandado el 28/11 a las 00:05
“Me empieza a gustar tu idea, me encantaría probar algo así, pues la
verdad es que nunca me he encontrado en una situación igual. ¿Él está de
acuerdo en todo esto?”
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a Las 00:06
“Claro, cielo
Aquí no se obliga a nadie a nada”
Yo:
Mandado el 28/11 a las 00:07
“Creo que podemos hacerlo muy bien. Has logrado excitarme solo de
pensarlo. ¿Tenéis sitio?”
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a las 00:08
“Solemos vernos en hoteles por horas.
Los dos estamos casados.
Somos amantes”
Yo:
Mandado el 28/11 a las 00:12
“Esto de que tú eres una mujer casada y que él también está casado, pero
que, a la vez, sois amantes, no me lo habías contado. Debo reconocer que me
ha sorprendido y, en parte, me ha hecho gracia que yo, que estoy buscando
amante (ya sea hombre o mujer), me encuentre con los dos al mismo tiempo.
Vamos, que me he quedado sin saber qué decirte.
Pero me erotiza pensarlo.”
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a las 00:13
“Anda…mira q bien
Si al final te vamos a gustar….ya lo veras…je je”
Yo:
Mandado el 28/11 a las 00:14
“Casada, casado y viuda… un trío peligroso jajaja”
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a las 00:15
“Jajajajaja”
Yo, inexperta y absolutamente ignorante sobre ese tipo de relaciones de
sexualidad múltiple, quise que ella me detallara más: cómo se plantean los
encuentros; cuáles eran las posturas más frecuentes; qué pasaba si alguna o
alguno de los participantes decidía en el último instante echarse atrás…y otra
serie de dudas que me rondaban por la cabeza. Ella me contestó con un mensaje
un tanto escueto, pero que sirvió para darme tranquilidad por lo natural de la
respuesta.
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a 00:20
“No te preocupes, cielo, todo es más normal de lo que en principio pueda
parecer. Hay relaciones de tú a tú bastante más complicadas… ya lo verás…”
Pensé que de momento mi primer objetivo estaba cumplido, pues había
conseguido despertar su interés hacia mí, y cansada di por terminada ese primer
encuentro virtual, dejando el resto de los detalles para los días siguientes:
Yo:
Mandado el 28/11 a las 00:22
“Cariño, se me está haciendo tarde, me voy a dormir. Mañana seguimos
hablando.
Besos”
loreta80 dice:
Mandado el 28/11 a 00:23
“Descansa, guapa. Hablamos… un besazo”
Cuando me levanté por la mañana, y mientras me tomaba el café con una
quien no se moja el culo no pasa el río —me repetí varias veces—, y decidí jugar
al juego que ella había propuesto, y dejar que el destino marcara después el resto
del camino.
descubierto nuestros deseos más íntimos y las fantasías más deseadas, aunque en
ningún momento conseguí que ella aceptara una cita las dos solas, como a mí me
hubiera gustado, por lo que, para no perder la oportunidad de estar con ella, no
me quedó otra opción que formar parte del trío con el que era también su
amante.
Un ménage à trois, una nueva experiencia que nunca había tenido y que
esperaba que no se convirtiera en otro fracaso; al menos yo pensaba poner de mi
parte todo lo que hiciera falta para conseguir que el sexo y los orgasmos más
placenteros fueran los protagonistas de este encuentro a tres.
Unos días después Loreta80 me envió un nuevo mensaje indicándome el
lugar y la fecha para la cita. Y yo acepté.
Capítulo 18 – Emparedada
sobre el que cabalgaron ellos dos. Pero ahora, cuando estoy dejando
constancia en este diario de las sensaciones padecidas y la frustración sufrida,
no sé bien si lo que me ha sucedido es motivo para llorar o más bien para reír,
llevó a pensar que, tanto él como ella, tendrían la capacidad necesaria para
repetir orgasmo tras orgasmo, por lo que me hice la ilusión de que aquel
encuentro podía convertirse en una sublime experiencia sexual con tanto
besos sirvieron como primer saludo. No hubo más preliminares; él, con un
seco: “Vamos dentro”, abrió el camino que nos llevó a la recepción donde nos
entregaron la llave y una botella de cava como regalo de bienvenida. En el
acepté el roce de sus pechos contra los míos para romper la frialdad del
momento y comenzar a erotizar mis sentidos. Él permaneció al margen de
nuestros primeros escarceos sexuales, como si no tuviera nada que ver con
nosotras. No lo di mayor importancia, pensando que en la habitación su
amplio ventanal que permitía contemplar unas fantásticas vistas de una de las
zonas más bonitas de Madrid: iglesias, monumentos, todo a nuestro alcance
visual, pero no estábamos allí para eso. En el techo del dormitorio, sobre la
cama, había un gran espejo, que me hizo suponer que estaba colocado así a
propósito, para reflejar todo lo que sucediera sobre las sábanas. Esto me hizo
recordar el vestidor de mi dormitorio con el consolador emergiendo del cristal,
toda la ropa, que dejaron tirada en el suelo, como si esa acción la hubieran
ver cuál era su reacción. Él cogió el mando de la tele y, a los pocos segundos,
habitación se llenó con los gemidos y gritos de los protagonistas que estaban
follando. No me interesé mucho por la peli, pues nunca me motivó ver esas
escenas de falsos polvos y orgasmos fingidos, pero si a ellos les gustaba
buscaba con ansiedad entrar entre los labios de su vulva. Como si fuera un
juego premeditado, ella se dejaba caer sobre mi cara para que mi lengua la
permanecer unos minutos dejando que fuera ella la que llevara la iniciativa,
agarré con fuerza sus nalgas y la atraje hacia mí, para comerme todo su coño
para no romper la sorpresa del nuevo juego que ella estaría preparando.
Pronto la sentí de nuevo a mi lado. Agarró mis piernas, y con un enérgico
instante, hasta que ella acercó un poco con su dedo a mi boca, y pude
saborearlo: nata, era nata lo que cubría mi sexo. Tuve la tentación de abrir los
ojos para verlo, pero ella me volvió a ordenar con un susurro que
coño se mezclaba con la nata que lo cubría. Con el deseo urgente de que
me imaginé su boca metida entre la nata. No pude aguantar más y abrí los
todas sus fuerzas hasta dejarla limpia de nata. Yo, al borde del orgasmo,
comencé a arquear mi cintura y a elevar rítmicamente las nalgas buscando su
para que siguiera, pero ninguna palabra salió de mi boca cuando vi que él se
echaba sobre la cama al lado de ella. Me quedé pensativa queriendo creer que,
tal vez, entre los tres podríamos terminar lo que ella y yo habíamos comenzado
quieta en el otro lado de la cama, esperando entrar en el juego, sin saber cuál
también estaba allí, me colocaron en medio de los dos. Al sentir sus cuerpos
apretados contra mi piel, todas mis fantasías sexuales volvieron a renacer, y
sus brazos me rodeó la cintura y me atrajo hacia sí. Noté sus pezones junto a
los míos, y durante unos segundos la excitación volvió a recorrer mi cuerpo,
hasta que, desilusionada y engañada, me di cuenta que no era el roce de mis
pero no quise rendirme, porque la tarde era muy larga y tenía la esperanza de
tiempo para que él me buscara con ansia para follarme con su polla
encendida, y para que ella deseara volver a tener entre sus labios mi coño
caliente.
en la cama con los brazos en cruz y las piernas abiertas, y ella se tumbaría
frente a mí y se pondría encima en la misma postura. Esto me llevó a pensar
que teniendo sus pechos contra mis pechos y su coño rozando el mío las
posibilidades de llegar a completar el orgasmo perdido eran reales. Me tumbé
sobre las sábanas. Ella se echó sobre mí y al instante noté el roce de sus tetas
apoyadas contra las mías y el vello de mi pubis tocando su pubis afeitado, lo
que me provocó una gran excitación que hizo que mi coño volviera a
humedecerse. Todo parecía preparado para conseguir, al fin, una explosión de
placeres; solo faltaba que él introdujera su polla empalmada entre nuestras
mí y de mis deseos. Me quedé allí, tumbada, sin poder moverme y sin consuelo
sexual alguno, aguantando el peso de los dos y haciendo de colchón para
ellos.
rutina: peluquería una vez a la semana; cafés con las amigas los martes y jueves;
miércoles por las mañanas de tiendas y un ratito en el club de lectura de la
biblioteca por las tardes; los viernes algún cine de autor, y los fines de semana,
cuando todas mis amigas estaban ocupadas con sus respectivas parejas o de viaje
al pueblo de los padres (aunque la verdad es que no sé bien quién se aburría más,
cadenas de televisión.
completo nuevas citas a ciegas. Era consciente de que con esa decisión estaba
condenada, casi irremediablemente, a tener como únicos compañeros para mis
disfrutes carnales a esos tres discretos y sumisos juguetitos eróticos, que siempre
criterios que me han acompañado hasta estos momentos en la vida, solo para
conseguir un par de polvos, por mucho que lo echara en falta.
proporcionar lo que yo estaba buscando. Tenía claro que los caminos para
reencontrarme con el placer tenían que ser otros distintos a aquellos por los que
manera habitual, pero no había pensado en ello como algo que me pudiera llevar
con pasar una tarde distendida, distinta a la monotonía habitual, y allí nos fuimos
mi amiga y yo vestidas con tacones altos y escotes bajos, como mandan los
En primer lugar estaba previsto un lunch informal, tipo buffet, de manera que
pudiéramos ir de un lado a otro, para comentar o cotillear con esta, este o
aquella, sin la limitaciones de una comida formal al uso, con mesa y mantel,
donde solamente existe la opción de hablar con los que tienes a tu alrededor.
Después llegarían las copas, con alcohol de más o de menos, según las
rápidamente y sirvieran para romper los miedos del primer encuentro y aflorar
los deseos más íntimos e inconfesables. Las sonrisas directas y los besos de unas
mientras que a los nuevos y nuevas se les veía más retraídos. En ninguno de los
singles”, especialmente entre las féminas, era brutal, y la verdad es que nunca
entendí a qué se referirían esos comentarios, pero cuando vi la manera de vestir
del vestido se ajustaba como una segunda piel a mi cuerpo, dejando bien al
descubierto mis voluptuosas redondeces, y una generosa abertura lateral en la
falda mostraba parte del muslo al andar. Todo esto complementado con unos
zapatos de tacón alto para realzar la figura. Pensé que con ese estilismo sería
suficiente para provocar un golpe visual entre los hombres que me rodearan,
hasta que me fijé en la vestimenta de las demás. Si en algún momento llegué a
imaginarme que iba a llamar la atención con ese sensual look que me había
puesto, pronto me di cuenta de lo muy confundida que estaba, pues casi todas me
era fácil adivinar que ni siquiera las llevaban puestas; otras vestían blusas de
malla transparentes a través de las que quedaban casi a la vista la redondez de
sus pezones arrebolados; las había con leggings, efecto piel, tan ajustados, que
marcaban con nitidez el contorno de los labios del sexo; espaldas al descubierto
hasta la ranura del pompis; ombligos al aire; tetas operadas escapando entre la
Los hombres, a la hora de vestir, suelen ser muy previsibles, y los que por
allí pululaban en busca de algún ligue rápido y fácil no eran una excepción. Lo
mejor y, a la vez, lo peor que se podía decir de ellos era que todos parecían
sacados del mismo escaparate: Los cabellos canosos y las entradas profundas y
Ballantine´s con hielo y agua. Estaba allí, absorta, mirando a un lado y al otro,
cuando noté su presencia cerca de mí. No me había fijado antes en él, y me dije a
misma que había sido un fallo imperdonable, pues era, tal vez, el más interesante
tripa inexistente; barba cortita y bien cuidada; cabello entrecano que le daba un
aspecto de maduro seductor; camisa y chaqueta informal a la vez que elegante.
Mis ojos se cruzaron con los suyos, y entonces me di cuenta que también me
observaba con interés. Con un movimiento intencionado procuré que la abertura
labios. Respondí con otra sonrisa al tiempo que acercaba el vaso a mi boca;
después, como si quisiera eliminar las gotas de whisky que habían quedado
pegadas al rojo carmín, con la punta de la lengua recorrí mis labios con
sentir la proximidad del chico guapo de la clase. Hacía tiempo que no sentía esa
especial sensación, pero me quise hacer la dura para no caer rendida en sus
brazos antes de saber cuáles eran sus deseos e intenciones; tenía claro que no me
iniciara la conversación:
conseguido una mirada tuya. Tal vez porque no soy tu tipo o no te haya resultado
interesante —dijo.
Me quedé un tanto perpleja y cortada, pues había pensado que tampoco él me
—No creo que sea para tanto —contesté—. Esto está lleno de mujeres
seguro.
Sus halagos comenzaron a hacer mella en mi ego de mujer, pero quería
conseguir algo más que una simple conversación en medio de una “quedada” de
solteros y solteras.
—dijo.
nuestras vidas. Me enteré entonces que era soltero, sin compromiso alguno, lo
que me alegró saberlo, pues así evitaría situaciones adversas como las pasadas.
No tuvimos inconveniente en hablar de los deseos más personales e íntimos, y
poco favorable para cumplir con mis expectativas y deseos sexuales, esta
atormentado durante buena parte de mis sueños, y por eso alrededor de mis
pesar de esas dudas y recelos, me dije a mí misma que la suerte no tenía por
qué ser esquiva conmigo y mi sexo una vez más, y me apuré a poner un poco
adecuada para presentarme ante él. Para esta cita había decidido no ir
cansado de ir de mujer provocativa por la vida, sin que esa actitud me hubiera
proporcionado, hasta el momento, más placeres que a esas otras que van por
entre las perchas un conjunto que sin ser muy sugerente no fuera en exceso
monjil, pues tampoco era cuestión de quitar, a ese que se tendría que convertir
la obra se titulada “La Ciudad Negra”, y tenía una portada que me pareció
que alguna intensa relación tendría que haber entre ellos en la historia.
Aunque no había ido allí para eso, decidí comprarlo por la curiosidad que me
había despertado. Cuando fui a la caja para pagar, él se acercó por detrás y
vez, la suerte iba a dejar de ser esquiva conmigo, y se iba a poner de mi parte
para hacer realidad todos esos deseos de amores y placeres aún no cumplidos.
contrario que las veces anteriores no había urgencias para quedarnos sin ropa
y follarnos como animales en celo.
perder todo pudor, antes de entregarnos a las pasiones sexuales más locas y
desenfrenadas.
Una vez en la calle cogimos un taxi que nos llevó al apartamento donde él
color dorado rojizo. Nunca había tenido la tentación de convivir con ningún
hacía a su amo parecía estar muy bien adiestrado, por lo que me relajé. El
puerta. Una luz suave y cálida caía sobre la cama. Pronto sus dedos
comenzaron a jugar con los rizos de mi pelo, y su boca se acercó a la mía.
Pude notar aún el sabor afrutado del champagne y sentí una mezcla de
sensaciones contrapuestas. Reaccioné dejando mis labios entreabiertos, y él
los besó con pasión al tiempo que introducía su lengua en mi boca. Rodeé con
mis brazos su cuello buscando que aquel beso no terminara nunca. Su cuerpo
nada que las retuviera, se apretaron contra su pecho. Los pezones, erizados al
rozar con el ligero y suave vello que lo cubría, se me endurecieron. Con los
dedos los apretó con apasionada intensidad. Sus fuertes brazos me enlazaron
por la cintura. Su cuerpo y mi cuerpo quedaron febrilmente unidos. Noté su
sexo, firme y duro, pegado a mi pelvis. Los lujuriosos deseos de placer que
fluían bajo la fina tela de mis bragas anularon cualquier atisbo de resistencia.
Las palpitaciones del corazón galopaban violentamente dentro de mi pecho.
sobre el mío y, fundidos en uno solo, nos revolcamos sobre la cama deseosos
de placeres intensos. Sus dedos volvieron a estar dentro de mí, muy dentro, y
pues mi boca estaba llena con sus besos y su lengua; solo jadeos sordos se
empecé a pensar que aquel sí podía ser el amante perfecto. Arqueé la cintura y
moví con ímpetu las caderas de abajo a arriba y de arriba abajo para
liberándome de sus besos grité y grité al tiempo que le pedía que siguiera
penetrándome sin parar.
cuerpos. Me olvidé del perro para seguir disfrutando de sus dedos, que
volvieron a acariciar con delicada fuerza mi excitado clítoris. Con
incontenibles deseos de que me follara le agarré de los glúteos y le atraje hacia
poco en mi vagina. Cerré los ojos para concentrar todos mis sentidos en la
intensidad del placer que me producía sentirme toda llena, llena por una polla
grande y gorda que comenzó a entrar y salir rítmicamente entre los impúdicos
labios de mi sexo. Mis pensamientos y deseos se centraban solo en mi coño
aumentado de volumen y peso. Abrí los ojos para comprobar si algo extraño le
había pasado, y me llevé una gran sorpresa al ver al perro subido sobre su
espalda, con las patas apoyadas en los hombros, y el hocico, con la lengua
agarrado con fuerza al cuerpo del que en aquellos momentos era mi amante.
Jadeaba y se movía como si estuviera montando a una perra en celo, y no
¡Así… así… así… sigue… sigue… no pares!, gritaba como una loca una y
de que mi cuerpo entero explotara de placer, y por eso alargué los brazos todo
sábanas calientes.
los dos, sin posibilidad de moverme. El perro movía su cuerpo cada vez con
más brusquedad, y los gritos de su amo se incrementaban al notar la verga del
animal introduciéndose más y más en su culo. La situación era tan
la verga del animalito debía estar muy dentro pues no se veía nada de ella. Y
mordiendo las sábanas, seguramente para soportar mejor el dolor que sufría, y
socorrer a este amante que ahora se encontraba en esa situación tan incómoda
pasado, pero pronto pude comprobar que nada era lo que en un principio
parecía, pues los dos seguían unidos, colocados culo contra culo, con el pene
perruno dentro del ano humano. De nuevo me quedé sin habla y paralizada, y
comportamientos sexuales entre canes, pensé que algo malo les estaba
pasando, y reclamé con urgencia la ayuda de los que por allí paseaban con
otros perros. Entre risas me dijeron que me tranquilizara, y me comentaron
que, después de la cópula, los canes quedaban enganchados porque el pene del
perro se hinchaba y se ensanchaba dentro de la vagina de la perra, y no
sugerí la posibilidad de llamar al 112 para que vinieran en su ayuda, pero con
un desgarrador tono de voz me rogó que no lo hiciera, decisión que comprendí
indecorosa, podía ser hiriente para sus sentimientos, me fui a la ducha para
limpiar mi piel del sudor frío del polvo disfrutado y, de paso, despejar mi
mente.
considerar como delirante alguno de los hechos que había soportado y vivido;
del día a día, dejando los instantes placenteros para la intimidad del hogar, donde
hábito se fue apoderando de mis instintos más primarios y los fue neutralizando,
de modo que, casi sin darme cuenta, mi apetito sexual quedó relegado a unos
renuncia al sexo más divertido y alocado. Aún me consideraba una mujer joven,
busca de otro tipo de aventuras sexuales que, por lo que había oído en los
cotilleos de la peluquería, sin duda ninguna existían. Salí del baño dispuesta a
explorar nuevos destinos en los que el sexo dejara de ser monótono y aburrido.
Entre tinte y tinte y entre cafés y cafés fui poniendo toda mi atención en
escuchar lo que unas y otras contaban, sin rubor alguno, sobre sus deslices
amorosos y las aventuras sexuales que habían disfrutado más allá del colchón de
sí mismo, pues no buscaba la morbosidad sexual de las historias, sino que quería
saber cómo llegaron a conseguirlo. Por no estar de acuerdo con mis gustos,
descarté por completo todo aquello que había tenido su inicio en un ligoteo
facilón en discotecas o salas de fiesta; no me atraía nada meterme entre luces
sicodélicas y música estridente a esperar que algún tipo me guiñara un ojo desde
la barra, o se acercara a pedirme un baile. Tampoco estaba dispuesta a sentarme
aunque por los comentarios que escuchaba, parecía ser el único modo de
llegó a mis oídos una confidencia, hecha con mucha discreción entre dos
conocidas. Una confesaba a la otra que tenía bajo su protección a un gigoló para
averiguar si el gigoló iba con ella solo por placer o también por dinero. Después
de escuchar aquella ajena confesión, una idea, un tanto loca, comenzó a circular
por mi cabeza: ¿Y por qué no…? Al fin y al cabo, todo tiene un coste en la vida,
sabía solo lo que había podido leer en la prensa del corazón, y siempre los vi
relacionarse con mujeres de un alto nivel económico, lo que no era mi caso, pues
mi economía, aunque no era mala, tampoco estaba para grandes dispendios; pero
nada de esto conseguía hacerme olvidar esa nueva posibilidad en la que nunca,
nunca, había pensado ni, mucho menos, imaginado que pudiera formar parte de
mi vida sexual. Sin poder remediarlo esos pensamientos seguían dando vueltas y
más vueltas dentro de mi cerebro, por lo que decidí informarme para conocer
algo más de ese mundillo, y nada mejor que recurrir a internet, donde es difícil
no encontrar una respuesta a cualquier tema planteado.
Encontré varias páginas web que ofrecían servicios “completos” de
compañía con esbeltos chicos, pero todo mi interés quedó enterrado cuando vi
las tarifas. ¡Por Dios! ¿Cómo era posible que la prostitución masculina fuera tan
carísima? Una gran desilusión se apoderó de mí, y llegué a pensar que mi vida
qué lugares eran en los que se movían esos gigolós o putos masculinos que
ofrecían su cuerpo para disfrute de mujeres, y qué posibilidades podía tener para
privado era lo único que encontré que fuera accesible para mi mediana
economía, y decidida a probar suerte me preparé para hacer una incursión con
total cautela a algunos de esos lugares.
Por no saber cómo funcionaban, y con cierto temor a meterme en algún sitio
poco recomendable para una mujer sola, en un principio descarté entrar en los
clubs donde se podría encontrar ese ambiente, y me dispuse a realizar mis
transexuales y chaperos que, exhibiéndose sin pudor por las esquinas, se ofrecían
a mujeres y hombres por igual. Estaban visiblemente separados unos de otros
según los servicios que ofrecían, tal vez para no pelearse entre ellos o para no
confundir a los posibles clientes. En una rápida decisión descarté en primer lugar
sexo a los hombres que a las mujeres. También pasé de largo por la calle que
Casi todos cubrían sus piernas con medias brillantes y ligueros de encaje negros
o rojos, y las altas plataformas de sus zapatos los hacían aún más llamativos y
de los corpiños. Nunca había pensado en este nuevo género humano mixto, cuyo
cuerpo era mitad de hombre y mitad de mujer.
Para observarlos con más detenimiento me escondí entre las sombras de unos
soportales, procurando que ellos no me vieran, y cuando los tuve cerca y los
pude ver mejor, se encendió en mí un morboso deseo de poseer y de ser poseída
había algo distinto, una especie de halo misterioso que le rodeaba al andar y que
Los días siguientes seguí pensando en él, o en ella (la verdad es que no sabía
cómo definirlo, pues me resultaba difícil poder adjudicarle un sexo concreto). De
cintura para arriba era imposible no creer que fuera mujer, con unas tetas
delicadas, ni grandes ni pequeñas, como si hubieran sido hechas perfectas por la
madre naturaleza, y una cara con rasgos claramente femeninos, con una larga
melena negra cayendo sensual sobre los hombros. Todo esto contrastaba con lo
que se podía adivinar, sin riesgo a equivocarse, de cintura para abajo, pues entre
las piernas, allí donde anida tanto el sexo de un género y el otro, un abultado
paquete bajo la bragueta de su pantalón hacía sospechar de la existencia de una
gran y potente verga masculina. La sugestiva y morbosa idea de que una mujer
me pudiera dar algo más que una simple mujer, comenzó a danzar alocadamente
entre mis pensamientos diarios, y esto me llevó a sueños eróticos nocturnos que
precio. Cuando llegué, aprovechado la falta de luz en una farola, aparqué en una
zona oscura y permanecí en silencio, con las ventanillas subidas, esperando que
podía preguntar, pues ni siquiera conocía su nombre. Entre la oscura soledad que
me rodeaba comencé a imaginarme las cosas más extrañas: tal vez no era un
prostituto profesional y había estado allí aquel día solo por casualidad o por
necesidad; quizá se había marchado a otro país y nunca más le volvería a ver;
o… Mientras estaba sumida en estas elucubraciones, un lujoso coche aparcó en
blusa blanca, que dejaba al descubierto la mayor parte de sus sugerentes pechos.
Una corta falda realzaba su figura femenina, aunque yo no podía dejar de
imaginar que bajo aquella falda se escondía toda la humanidad masculina en
que elegir entre ser honrada o puta —pensé. Sentí una sacudida de placer en mi
sexo mientras lo miraba y, perdiendo toda vergüenza y pudor, abrí la puerta para
qué decirle, pues no tenía la menor idea de cómo se pactaban ese tipo de
relaciones. Y ese tiempo fue fatal para mis propósitos, pues otro automóvil de
excitado, y sentí una humedad caliente naciendo entre la fina tela de mis bragas.
Volví al interior del coche decidida a permanecer en la oscuridad el tiempo que
fuera necesario para acordar con él una cita. Para que la espera fuera menos
Por suerte para mí el último cliente con el que se había ido seguramente
como había visto hacer a los que por allí se acercaban en busca de sexo pagado,
—Ya me han dicho que nos has estado espiando algunos días —sonrió.
presencia, pero al instante me di cuenta de que no había sido así, que toda mi
supuesta discreción no había servido para pasar desapercibida. Ellos, por lo
segura.
Me di cuenta que el hecho de tratarla como mujer le había gustado, y sin
Pareció sorprenderse.
—No es muy habitual que se acerque por aquí una mujer en busca de sexo
—dijo.
—Alguna tenía que ser la primera —dije mostrando una sonrisa pícara—.
—En ese caso no creo que este sea el lugar apropiado; aquí follamos o nos
follan con urgencia, sin preámbulos ni cariños posteriores. Tal vez te has
—Me imagino que tendrás otros momentos. Salvo que solo quieras follar así
—dije con firmeza, intentando abrir una nueva posibilidad.
Se quedó pensativo.
—¿Qué propones? —dijo sin mucho convencimiento.
entre las sombras se acerque a mí, me trate como otra mujer y me proponga una
en una cafetería cercana. Un beso de despedida en los labios fue el mejor regalo
que pude recibir, y de regreso a casa recé a todas las divinidades conocidas y
desconocidas para que no faltara a la cita. La noche y la espera hasta la hora del
olvido se haga dueño de los increíbles placeres vividos en estos tres últimos
días, y por eso, luchando contra el decaimiento que invade mi alma, quiero
nunca.
La cita con ella (nunca más la volví a tratar como un hombre) se cumplió
la vi llegar esplendida, atractiva, como una diosa bajada del Olimpo. Más bella
de lo que la recordaba. Vestía un elegante traje negro de cuello alto y falda
larga, que hacía aún más sugerente su figura. Por un momento me avergoncé
de las imperfecciones de mi cuerpo comparándolo con el suyo, y temí que al
verme me rechazara. Sin embargo, ella se acercó con una gran sonrisa que me
pareció sincera, y me besó como si fuera el amor de su vida. Se sentó a mi lado
con un: <<Estás guapísima, mucho más de lo que pude apreciar entre la
nuestros deseos más íntimos entre café y café, hasta que deseosa de tenerla
solamente para mí, sin nadie más que intentara conquistarla con la mirada, le
propuse ir a mi casa. Un subidón enorme de adrenalina me recorrió por todo
el cuerpo cuando aceptó con una sonrisa cómplice en los labios. Agarradas del
brazo fuimos hasta el coche. Conduje nerviosa mientras ella apoyaba su mano
sobre mi muslo. Pensé que sería una costumbre habitual con sus clientes, pero
Hasta ese momento todo había transcurrido como si fuéramos dos amigas
esto, era su profesión, cobraba por follar y que la follaran, y aún no habíamos
hablado nada del precio. La noche anterior me había insinuado que me podía
resultar caro, muy caro, y yo, llevada por los irrefrenables deseos de tenerla
apretaba con cariñosa fuerza mi muslo, y con voz sentida me dijo: <<No,
cariño, no. Hoy tú no eres mi clienta, eres mi amante, y quiero tener tu cuerpo
entre mis brazos para sentir todos los placeres que no siento cada noche>>.
Una enorme sensación de alivio me invadió. Me habría gustado decir que yo
quería lo mismo, que me gustaba mucho como mujer, pero que, al mismo
boca contra la mía, y pude saborear el carmín de sus labios, algo que jamás un
despacio hasta mis pechos, y con una sublime delicadeza comenzó a explorar
bajo el sujetador hasta dar con mis pezones, que ya comenzaban a estar duros
y calientes. Los primeros gemidos se escaparon de lo más profundo de mi ser
al notar sus dedos apretando con suavidad sobre ellos. Por un momento me
hizo recordar las mañanas de apasionado sexo pasadas con mi psicóloga. Dejé
que poco a poco fuera abriendo mi blusa; después me desabrochó el sujetador
vestido para sentirla más cerca, para tener su piel pegada a la mía, para
liberar sus pechos y frotarlos contra los míos. El vestido entero cayó al suelo y
vi delante de mí una figura de mujer perfecta, única, inconmensurablemente
atractiva, solo cubierta con unas bragas negras donde se ocultaba su gran
Buscando que ella hiciera lo mismo, me levanté para quitarme las bragas y
dios hubiera tenido que pensar en ello antes de crearnos como seres
imperfectos. Me quedé frente a frente paralizada, mirándola sin pestañear,
espalda y me abrazó agarrando con fuerza mis enarboladas tetas. Después fue
bajando las manos muy lentamente hasta que sus dedos se posaron sobre mi
clítoris. Al sentirlo no pude reprimir un grito de placer. Me inclinó sobre el
sofá, dejando mis nalgas a la altura de su sexo. Metió sus dedos en mi vagina y
con experta maestría llegó al punto G. Un firmamento entero de placeres me
glúteos. Nunca había tenido sexo anal, pero era tal la sensibilidad con la que
nueva experiencia, dejé que ella siguiera. Relájate, me dijo con un tono de voz
sensación placentera que me fue subiendo por la espalda hasta llegar a lo más
profundo del cerebro. La tenía detrás de mí, haciendo realidad una fantasía
tantas veces deseada y nunca practicada. Se apartó unos instantes y, poco
después, colocó su polla dura y empalmada entre mis piernas. Con el glande,
suave y cálido, primero me acarició el clítoris; siguió avanzando
suficiente, pues ella era todo aquello que yo llevaba buscando desde hacía
tanto tiempo. Por eso me atreví a pedirle que se quedara, que viviera conmigo,
que yo sería su amante, su esclava, incluso haría de taxista para ella, y le daría
todo lo que me pidiera. Y mi deseo, por increíble que parezca, se hizo realidad,
al menos durante tres inolvidables días. Esa noche, cumpliendo mis promesas,
del alba empezaban a clarear, volví a recogerla para llevarla de nuevo a casa.
Estaba cansada, muy cansada, y se durmió pronto. Me acurruqué junto a ella
sintiéndome feliz de tenerla a mi lado, sin importarme los polvos ajenos que
labios, la besé una y mil veces. Comenzamos a jugar con la lengua, la suya
entrando en mi boca y la mía chupando la suya. Pronto las tetas de una y la
otra buscaron ser libres, y mis pezones frotándose contra los suyos elevaron mi
piel sobre la mía, que me desnudé con rapidez y me tumbé sobre el sofá
ofreciéndole mi sexo abierto. Ella se puso de rodillas en el suelo y metió su
cabeza entre mis piernas. Comenzó a lamerme los labios de la vulva con
intensidad. Arqueé la cintura y elevé las nalgas para que su boca no se
placer, placer, placer. Agarré con mis manos su cabeza y la apreté contra mi
que sentía por ella, que estaba dispuesta a darle todo, todo lo que quisiera. Se
boca. Se lo chupe con depravada ansiedad. Quería que fuera feliz, que sintiera
cuanto pude y, como si fuera una perrita en celo, puse mi culo a la altura de
su sexo. Se acercó por detrás. Noté sus tetas aplastándose contra mi espalda.
Me abrazó y sus dedos aprisionaron mis pezones. Gemí de placer. Presionó
con su polla empalmada contra mis glúteos. Aunque estaba dispuesta a darle
todo lo que ella deseara e, incluso, a vender mi alma, si fuera preciso, para
que se sintiera feliz, temí que el dolor al metérmela por el ano pudiera romper
Por favor, házmelo con cuidado, dije con voz apenas audible. Tranquila,
cariño, hoy solo te follaré con la puntita, me contestó con voz cariñosa. Arqueé
la espalda y relajé los músculos, dejando que ella tomara la iniciativa. Con el
propio flujo de mi vulva lubricó la parte externa del culo. Noté cómo la punta
de su glande pugnaba por adentrarse en la zona restringida del ano,
algo del exterior se metiera dentro. Según iba entrando el glande, fui notando
una especial sensación de dolor y placer combinado al mismo tiempo. Respiré
fantástico; y ella, chillando como una gata apareada, dejó escapar un chorro
de semen lechoso dentro de mí.
Esa noche, cuando una profunda oscuridad llenaba las calles y cubría el
asfalto, volví a llevarla a ‘Fortuny Night’, donde los clientes la estarían
esperando para satisfacer sus perversos y libidinosos deseos fallándola sin
para salir a la calle antes de que ella se levantara. Llegué a la farmacia con la
Comimos un poco de pasta al dente y una dorada a la sal que preparé con
mucho mimo. Después nos echamos la siesta desnudas, y nos abrazamos como
y al instante noté como me cogía el clítoris entre sus labios provocándome una
brutal sacudida que me llegó a lo más hondo de la vagina. Todo parecía que
los testículos, hasta que los noté suaves y escurridizos. Después me di media
vuelta, me puse en la postura de perrita y elevé mis nalgas para que ella
Cuando la sentí toda dentro respiré hondo y liberé el aire que había estado
conteniendo mientras me la metía. Relájate, dijo en un susurro, y comenzó a
moverse con embestidas suaves y rítmicas. Gemí fuerte, agarrándome a las
Cuando llegó la noche una vez más hice de conductora particular, y con
quería perderla tenía que aceptar que durante unas horas no sería mía. A las
acordado aparqué tres calles más abajo de la zona donde habitualmente los
lo que pensé que algún servicio con algún cliente la habría demorado. Puse
la misma farola en la que había estado esperándola el primer día, que aún
permanecía sin luz. Un policía, con malos modos, me apartó para que no
molestara. Dirigí mis pasos hasta un grupo de transexuales que se agrupaban
un poco más allá, para saber algo más de lo que hubiera pasado. Vi caras
pálidas y lágrimas en los ojos de alguno de ellos. Un temor intenso empezó a
madre había clavado una navaja en su pecho, y que su corazón dejó de latir en
siquiera unas lágrimas pudieron salir de mis ojos. No podía ser que toda mi
sofá del salón, donde había conocido, junto a ella, los más intensos placeres,
aunque hubiera sido solamente durante tres inolvidables días.
Y con mis ojos aún humedecidos, cierro por hoy este diario.
Capítulo 23 – Retorno a la realidad
Las siguientes semanas fueron pasando bajo una depresión que no me
permitía alejarme del dolor. Mi alma rechazaba todo placer, y hasta mis amantes
imperfectos, esos juguetes eróticos que tantas veces suplieron a los amantes de
cuerpo mixto, que había sido hecho por las imperfectas manos de los cirujanos
en lugar de ser creado por los dioses, permanecía vivo en mi vida y también en
mis sueños. Hasta que un día, mientras la recordaba, me di cuenta que ella no se
A pesar de querer sentir otra vez sobre mi piel unas manos que me
acariciaran, que recorrieran con maestría los rincones más secretos de mi cuerpo,
frustraran mis orgasmos. No sabía cómo iba a suplir mis ansias de sexo, pero, de
momento, me conformé con tener muy cerca a mis tres amantes imperfectos, que
playa. Daba por hecho que entre los calores veraniegos, la desinhibición que
acompaña a hombres y mujeres cuando se alejan de sus lugares habituales, y mi
apenas tapaba mis ingles, sin embargo, ningún joven ligón de playa se acercó
para proponerme ni siquiera un polvete rápido en el hotel cercano. Y los
maduritos que por allí paseaban, estaban más preocupados de las miradas
inquisitoriales de sus esposas que de mí, aunque he de reconocer que de reojo no
mejor dicho, libre de polvos sí, pero no de pajas, pues cuando la necesidad
aprieta si no hay carne se come pan, y si tampoco hay pan, entonces, nada mejor
que una mano amiga, y muy personal, para mitigar el insaciable apetito erótico
con una simple insinuación sino que tendría que lanzarme de lleno a la corriente
del agua cuando el objetivo fuera realmente interesante. Recordé ese viejo
adagio que había escuchado en más de una ocasión: “Quien no se moja el culo
no pasa el río”. Y de pronto me di cuenta que, tal vez, tenía que comenzar a
aplicármelo a mí misma. Todo va cambiando en la vida, me dije, y mucho más
en asuntos de amor y sexo según pasan los años, por lo que si quería seguir
Y llegó el otoño con sus días cortos y las noches largas, frías y solitarias.
Quizá sea una estación adorable para los románticos, pero nunca fue mi tiempo
se hacen más largos y las noches más amenas, y el sol se vuelve un afrodisíaco
que altera mis hormonas, me levanta el ánimo y hace que la libido me suba y
suba y salga por todos los poros de la piel buscando con intensidad una respuesta
a mis adormecidos deseos sexuales del invierno. Pero no me podía saltar el
figura de cuando era treintañera; necia ilusión, como comprobé al final de unos
meses de pesas, abdominales y spinning, pues lo único que me pesaba en el
cuerpo eran los años, y esos no había manera de quitarlos en ningún gimnasio.
Renuncié a seguir sufriendo con todos aquellos ejercicios físicos, poco útiles
para lo que buscaba, y me di de baja.
El invierno llegó y con él la navidad, fiestas que nunca me han gustado y que
un lugar lejano y cálido, donde los termómetros permitieran ir con falda corta.
Reservé viaje y hotel, y dejé preparada la maleta.
fin me pude sentar dentro del avión. Menos mal que tuve la suerte de coincidir
con un guapo compañero de viaje, y eso me hizo relajar. Lo miré, y él
primer momento. Era más joven que yo; rondaría los cuarenta. De aspecto
demasiado mayor para él (reconozco que en los últimos tiempos tengo una
cierta obsesión con mi edad, que me provoca un complejo de senectud cuando
me encuentro cerca de alguien más joven que yo). Mas en esta ocasión, viendo
lo atractivo que era y que el azar o la suerte nos llevaba al mismo lugar de
Yo llevaba puesta una falda corta que dejaba al descubierto una buena
parte de mis piernas. Y mi busto lo cubría con una blusa blanca un tanto
transparente.
El avión despegó. Íbamos en clase business, y los asientos de alrededor
estaban vacíos, lo que venía bien a mis propósitos. Con un sutil toque de dedos
conversación con él. Una parte de mis pechos emergió a la superficie por
encima de la blanca tela. Pude observar que sus ojos miraban, con disimulo,
unas veces a mis piernas y otras a la parte alta de la blusa. Quise jugar un
poco a la atracción fatal, y dejé que mis pechos se mostraran más de lo que
recatadamente hubiera sido aconsejable. Al verme, un leve sonrojo apareció
recomponer una realidad que empezaba a resultar un tanto incómoda para él,
temeroso de que pudiera darme cuenta de una ‘abultada fogosidad’ que, por
visible crecía y crecía, y tanta dimensión estaba alcanzando que me hizo temer
que el hilo que sujetaba los botones no fuera lo suficientemente fuerte para
poder resistir la presión a la que estaba siendo sometido. Confieso que me
gustó ver lo que había logrado con tan poco esfuerzo, y una incipiente
empezaba a ponerse a favor mío, por lo que moví una pierna para que rozara
se rompiera.
alta de los muslos. Al instante comprobé que en su cara el rubor iba creciendo,
y vi sus ojos clavados en mis tentadoras piernas. El juego estaba resultando
blusa. Mis tetas saltaron de manera impúdica por encima de la blanca tela que
momentos antes las cubría, quedando al descubierto, incluso, una buena parte
de la areola de los pezones. En ese instante deseé sentir su boca sobre mis
pude evitar sentir un calor húmedo que me nacía entre las piernas.
café?”, a él, quizá llevado por su inconsciente, sólo se le ocurrió decir: “No
señorita, no quiero café, pero si es tan amable me trae una manta, por favor”.
con una pequeña manta de color azul que le entregó mientras forzaba una
sonrisa de compromiso. Me quedé sin saber qué pensar al escuchar la insólita
petición de mi guapo acompañante. Yo, que estaba cada vez más caliente, y él,
con los colores subidos a la cara: ¿para qué querría una manta? Esperé hasta
ver qué destino daba a aquel extrañísimo deseo. Cuando vi que se tapaba con
ella de cintura para abajo, con la clara intención de tapar su cada vez más
notoria erección, lo comprendí. Así se liberaba de posibles y comprometedoras
miradas ajenas.
Debo reconocer que aquello al principio me desconcertó, pero fui capaz de
abajo, aunque solo lo hice hasta la mitad de los muslos, pues no quería que la
insinuante desnudez de mis piernas desapareciera por completo.
introduje las manos por debajo de la pequeña manta, y dejé que mis dedos se
tocar el minúsculo tanga que llevaba puesto. Una brusca sensación placentera
húmedo y caliente. Su mano comenzó a recorrer mi sexo sin parar. Tuve que
morderme los labios hasta hacerme sangre para ahogar mis gritos de placer y
Ayer, cuando abandonamos el aeropuerto, lamenté profundamente que
nuestros hoteles fueran distintos, pues eso hacía muy poco probable que nos
intensidad del mundo, de algo en lo que nunca pensé, y que ni siquiera en mis
él.
sol que entraban por la ventana y que caían sobre mi cuerpo. Aún adormilada
me puse un pequeño bañador blanco y, para respirar el aire con olor a mar
507 que ocupo en este hotel. Estaba absorta en mis pensamientos, cuando al
mirar hacia la derecha le vi a él. Repetidamente cerré y abrí los ojos para
confirmar que no era una alucinación que se desvanecería al instante. Pero
no, era tan real como en el avión. Estaba tres habitaciones más allá de la mía,
deseable que el día anterior. Sentí una especie de atracción fatal hacia él. El
destino nos había unido otra vez y no estaba dispuesta a dejar pasar esta nueva
cruzaron con los míos. Con estudiado interés dejé una coquetona sonrisa en el
aire, al tiempo que con la punta de la lengua me humedecía los labios.
Entonces, pude ver cómo nacía en sus ojos una penetrante mirada llena de
Lo que sucedió después fue increíble. Muchos fueron los placeres que nos
garganta, los flujos de mi vulva bañando sus labios, follamos mil veces, lluvia
Fueron tantos y tan inconfesables los placeres que nos dimos, que ahora ni
diario.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.—.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.—.-.-
Diario íntimo – 2 de enero
Ya es Año Nuevo, y he regresado de un viaje que jamás podré olvidar. Diez
días increíbles, diez maravillosos días aunque no he podido ver los grandes
tesoros que existen en esas lejanas tierras ni recorrer sus calles; ya habrá otra
oportunidad para conocer esas culturas y a sus gentes. Por las mañanas nos
durante ese último viaje, maldigo mil veces al ladronzuelo que me robó el
se llevó sino porque dentro tenía mi agenda personal, donde estaba anotado el
número de teléfono de ese que, durante los últimos días, sí había sido un
único que le pido al nuevo año en estos momentos, es recibir una llamada
telefónica a través de la que pueda escuchar de nuevo su voz, tal como me