La fuente más poderosa de tentación, sin embargo es
nuestra propia carne <<Santiago 1:14>>.
No es Dios quien nos tienta a pecar (Stg. 1:13). La tentación no es pecado: El pecado está en ceder. El poder de la tentación 1. El poder de la tentación para entenebrecer la mente. a. la tentación puede dominar la imaginación y los pensamientos de tal manera que uno puede pensar en ninguna otra cosa. La tentación es tan fuerte que domina tu mente y tu imaginación. b. La tentación puede usar los deseos y las emociones para entorpecer la mente e impedir que piense con claridad. Antes de que entre en la tentación particular, puede ver con claridad que cierto curso de acción está equivocado. c. La tentación provocará los deseos malos del corazón del hombre de tal manera que estos deseos controlarán la mente. El deseo pecaminoso es como un fuego, y la tentación es el combustible que lo hace arder y salir fuera de control. 2. El poder de la tentación personal ¿Por qué es tan fuerte la hora de la tentación? Hay dos poderes cuando somos tentados: a. Uno es el poder de la tentación desde fuera de nosotros b. el otro es el deseo pecaminoso del corazón. En la hora de la tentación estos dos poderes se junta y toman poder uno de otro. A causa de la tentación, nuestro deseo pecaminoso crece más fuerte, el poder de la tentación sobre nosotros crece aún más fuerte. Ejemplo de cómo crece la tentación: Como es que una pareja. Deseos pecaminosos: Somos tentados en la ambición, el orgullo la mundanalidad, la impureza, la tentación a vestirte mal, a pintarte, la tentación a peinarte mal, a hablar mal de otros, la tentación a mentir, la tentación a ver pornografía, la tentación a dejar de asistir al culto, la tentación de no leer la Biblia, la tentación de no orar, o lo que sea debemos esforzarnos para mortificar (matar) este deseo. La alternativa es esta: Debo matar el deseo pecaminoso o terminará matándome a mí. Debemos considerar también que la tentación afecta la totalidad del alma, una vez que la tentación haya entrado al alma, encontramos que la razón empieza a obrar progresivamente en favor de la tentación. La meta de Satanás de tentar al hombre siempre es la misma. En cada tentación su meta final es la de “Deshonrar a Dios y también arruinar tu alma”.