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ALGUNOS FUNDAMENTOS DE LA PSICOTERAPIA COMPLEJA*

SOME FOUNDATIONS OF COMPLEX PSYCHOTHERAPY

*
El presente artículo ha sido elaborado con base en la tesis del autor; titulada: Aportes del pensamiento
complejo de Edgar Morin y el nuevo pensamiento de Franz Rosenzweig para la construcción de una
psicoterapia compleja, elaborada para optar el grado de Doctor en Pensamiento Complejo y Transdisciplina
por la Multiversidad Mundo Real, México, en julio del 2017.
Resumen

En una relación psicoterapéutica, el desorden no tendría por qué verse censurado por el
juicio del psicólogo. Desde una mirada compleja, el accionar estaría encaminado a que,
con la ayuda del profesional, el paciente logre ir reconociendo y reflexionando sobre ideas
del pensamiento complejo que contribuyan en un nuevo entendimiento de su problemática,
facilitándose así su recuperación. En este artículo se toman a manera de ejemplos para
este fin, los principios del pensamiento complejo: dialógico, hologramático y recursivo.
Incluyéndose en este desarrollo, la importancia del amor como elemento sanador para una
psicoterapia desde la complejidad.

Palabras clave: Psicoterapia; pensamiento complejo; salud mental; relación terapéutica

Abstract

In a psychotherapeutic relationship, disorder should not necessarily be censured by the


judgment of the psychologist. From a complex standpoint, the therapy actions would be
aimed that, with the help of a professional, the patient recognizes and reflects on concepts
of complex thought that contribute to a new understanding of their own problems,
facilitating their recovery. In this article the concepts of complex thinking are developed:
dialogic, hologramatic and recursive. It is also included the importance of love as
recursive and healing element of complex psychotherapy.

Keywords: Psychotherapy; complex thinking; mental health; therapeutic relationship


Introducción

Históricamente, es posible indicar que la psicología compleja, se torna un tema de


relevancia, partiendo con Vallacher & Nowak (1994) quienes estudiaron a la sociedad y al
individuo como sistemas dinámicos complejos. Asimismo, desde la teoría del caos fueron
importantes las aportaciones realizadas por Abraham & Gilgen (1995) y Roberston &
Combs (1995) sobre el comportamiento de los grupos, los procesos cognitivos y la
psicoterapia. Desde una perspectiva netamente política y social, cabe mencionar también
los trabajos de Douglas Kiel & Elliott (1997), y aquellos realizados por Grebogi & York
(1997). A su vez, ya desde el paradigma de la complejidad, se destacan las aportaciones a la
terapia familiar en la monografía llevada a cabo por Bütz, Chamberlain & McCown (1997).
No obstante, esta nueva forma de comprender el comportamiento del hombre, toma
realmente fuerza con el texto de Masterpasqua & Perna (1997) publicado por la Asociación
Americana de Psicología (APA), en el que se exponen investigaciones en las que se
analizaron, a partir de la complejidad, aspectos relativos a la psicología del desarrollo, la
psicopatología y la psicoterapia. Luego del impacto que representó dicha obra, continuaron
algunas colaboraciones a manera de artículos en revistas especializadas, de los que destacan
Byrne (1998) y Stacey, Griffin & Shaw (2000), todo lo anterior según lo descrito por
Munné (2004).

En años más recientes, se continúa estudiando el impacto de las ciencias de la complejidad


en la psicología. Desde la epistemología compleja siguiendo a Jaramillo (2009), por
ejemplo, se abordan diferentes aspectos en psicoterapia como: la inclusión de la
subjetividad, la incertidumbre, el conflicto, la relatividad, varias realidades construidas
entre los participantes, y la inclusión de los “observados” como parte activa del proceso
terapéutico. (Huerta, 2016).

Así, para la consecución del modelo de Psicoterapia Compleja, es necesario que el


psicoterapeuta posea una perspectiva amplia, que lo faculte para mostrarle al sujeto un
camino hacia la transformación, pero que al mismo tiempo sea consciente de sus
limitaciones. Esto sabiendo que no existe el ideal impermeable ante lo incierto de la vida y
que aunque se logren producir cambios constructivos en el ser: “No estaremos en la
estabilidad, sino en el devenir […] nueva aventura de la evolución, y si hay suerte, nuevo
nacimiento del hombre”. (Morin, 1980, p. 519). Es por esto que es posible decir uea través
de esta práctica, se puede lograr una comprensión parcial del sujeto y del mundo como un
sistema.

Con la inclusión de las ideas del pensamiento complejo a la psicología, no se pretende


despreciar la utilidad de las terapias convencionales que poseen muchos aciertos, sino
que lo que se busca es reconocer que aquello que parece opuesto también es
complemento. Tal como lo indica Morin (1996), cuya visión reside en estudiar las
dinámicas complejas en torno a los objetos de estudio, “…el pensamiento complejo es
ante todo un pensamiento que relaciona […] Esto quiere decir que en oposición al modo
de pensar tradicional, que divide el campo de los conocimientos en disciplinas
atrincheradas y clasificadas, el pensamiento complejo es un modo de religación”. (P.
72).

Conviene señalar que desde la complejidad se considera que el llamado objeto de estudio
de la psicología es un sujeto, más concretamente un sujeto complejo. Este nunca puede ser
abarcado por completo y responde a una constitución dinámica, única e irrepetible. Su
compresión dista de una delimitación psicopatológica, apuntándose en cambio, a en pro de
una apertura integrativa en la que se consideren múltiples elementos de la psiquis bajo un
paradigma integrador. El sujeto es un sistema en constante cambio, un ser activo en la
construcción de realidades de las que forma parte e, influye a la vez que es influido, por su
entorno. Siendo así, se abre un campo que permite el desarrollo de una Psicoterapia
Compleja que tiene como protagonista al mencionado sujeto complejo.
La relación terapéutica

Tomando al mito de Narciso, Bachelard (1942) reflexiona sobre la relación del ser humano
con los objetos. Al respecto, este autor desarrolla el tema del reflejo analizando la dinámica
entre el hombre y el espejo-artificial, versus, el hombre y el espejo-natural:

“El espejo de la fuente ofrece, pues, la oportunidad de una imaginación abierta. El


reflejo un poco vago, un poco pálido, sugiere una idealización. Ante el agua que
refleja su imagen, Narciso siente que su belleza continúa, que no está acabada, que
hay que culminarla. Los espejos de cristal, en la viva luz de la habitación, dan una
imagen demasiado estable”. (Bachelard, 1942, p. 40).

En este sentido, el lago da a Narciso la posibilidad de interaccionar naturalmente con éste y


con la naturaleza. Su reflejo es irregular, puesto el agua adquiere dinamismo al entrar en
comunión con el aire. Narciso al observarse, mientras observa a la naturaleza, puede hacer
uso de ese movimiento generador de borrosidad que le permite proyectar tanto contenidos
propios como universales.

En cambio, su semejante, el objeto-espejo, anula este suceso y aísla al ser humano


circunscribiendo a lidiar en soledad consigo mismo. Vale decir que el espejo -creación del
hombre-, estático, no otorga al sujeto mayores posibilidades de observar más allá de la
nitidez y exactitud de su propia imagen. (Bachelard, 1942). Este objeto, en definitiva
confronta al sujeto directamente con la claridad de su reflejo otorgándole, además,
únicamente una ilusión de compañía.

Por ello, es el reflejo natural plasmado en el agua el que muestra a Narciso otra alternativa,
la opción de integrar. Le permite no verse únicamente en cuanto a su vanidad egoísta, sino
también concebirse en relación a su entorno. La actividad del agua, de la naturaleza que lo
rodeaba -de la cual es parte y todo-, le brindan la posibilidad de imaginar desde la
integración. (Bachelard, 1942).
A partir del pensamiento complejo de la mano de Morin (1980), puede decirse que este
mito refiere un sistema auto-eco-organizativo, puesto no se trataba de un sujeto solitario
rodeado de objetos artificiales. Por el contrario, se trata de un personaje, cuyo mundo
interno conflictuado, entra en relación con el ecosistema buscando un sentido. Para Bailon
(2015), por ejemplo, la salud mental del sujeto depende de su capacidad organizativa, esto
en términos de equilibrio entre su mundo interno y externo. Es por esto que, un individuo
con mayor armonía podrá regular desde su subjetividad, conducta, pensamiento y
emociones.

En este sentido, realmente Narciso no estaba solo había vida a su alrededor con la que se
genera una complementariedad mutua, similar al principio moriniano de
autonomía/dependencia que quizás se comprenda mejor a partir de la siguiente cita:

“Es decir que tenemos un reloj interno que registra el proceso de alternancia del día
y la noche. Por otra parte, nuestras sociedades se rigen por un calendario establecido
en función de la Luna y el Sol, de manera de organizar nuestra vida colectiva. En la
autonomía, pues, hay una profunda dependencia energética, informativa y
organizativa con respecto al mundo exterior”. (Morin, 1994, p. 2).

Es trascendente señalar que, al final de esta historia, Narciso no muere sino que se
transforma en una flor, reintegrándose a la naturaleza de la cual siempre fue parte. Siendo
así, este mito no debería de comprendérselo únicamente desde la lógica clásica, que
inclusive ha teorizado una psicopatología haciendo uso solamente del lado destructivo de
este personaje. Sino también, dar paso a otras miradas que deriven en nuevos
entendimientos en torno al mismo fenómeno:

“En efecto, el narcisismo no siempre es neurotizante. También desempeña un papel


positivo en la obra estética, y por transposiciones rápidas, en la obra literaria. La
sublimación no siempre es la negación de un deseo; no siempre se presenta como
una sublimación contra instintos. Puede ser una sublimación por un ideal. Entonces
Narciso ya no dice: "Me amo tal cual soy", dice: "Soy tal cual me amo"”.
(Bachelard, 1942, p. 42).

Referenciando aquello elaborado hasta aquí, parece preciso el siguiente cuestionamiento,


¿es posible hacer una analogía entre lo expuesto sobre el mito de Narciso y aquello que
pudiera ocurrir en psicoterapia? Sobre la práctica de la psicoterapia el psicólogo suizo Jung
(2006) señala lo siguiente:

“[…] propugno la individualización del método y la irracionalización de las metas,


esto último en especial para garantizar la mayor ausencia posible de prejuicios […]
el médico debería por principio dejar actuar a la naturaleza y evitar cuidadosamente
influir sobre el paciente de acuerdo a sus propios presupuestos filosóficos, sociales y
políticos”. (P. 30).

Así, mientras la pérdida de la naturalidad del diálogo paciente-terapeuta deriva en el


establecimiento de jerarquías durante el proceso terapéutico. Por el contrario, -desde la
complementariedad- es posible entender las sesiones como aquella interacción entre dos
sujetos complejos que, a pesar de tener características diferentes, logran relacionarse en la
búsqueda de aquella potencialidad sanadora de la psiquis:

“Si, en tanto que psicoterapeuta, me veo frente a mi paciente como una autoridad
médica y me considero capaz de saber algo sobre su individualidad y de hacer
afirmaciones válidas sobre la misma, doy testimonio de mi incapacidad para la
crítica, pues no estoy en condiciones de enjuiciar el conjunto de la personalidad que
tengo frente a mí”. (Jung, 2006, p. 9).

De esta forma, para el hombre puede ser más terapéutico un encuentro basado en la
naturalidad integradora, que otro sustentado teóricamente en la artificialidad divisoria.
Dado que, por ejemplo, siguiendo a Jung (2006), al ser el sujeto único, ininterpretable e
impredecible, el psicólogo necesita renunciar al método para llevar a cabo un
procedimiento puramente dialéctico. Igualmente para Morin (1994) el yo es la cosa más
corriente, pero al mismo tiempo es una cosa absolutamente única. Por ende, solo es factible
acercarse a su entendimiento, mientras el psicólogo se conciba a sí mismo, también como
un sujeto complejo, lo que implica, entre otras cosas, el aceptar sus propias limitaciones,
puesto “[…] sobre lo individual del otro solo puedo decir lo que encuentro en mi propia
individualidad […]”. (Jung, 2006, p. 9).

Lo hasta aquí expuesto abre el camino hacia la práctica de una Psicoterapia Compleja, más
natural y menos acentuada en los aspectos negativos del inconsciente. Dado que al hacer
referencia al pensamiento complejo, se puede comprender que el inconsciente no solo debe
ser explorado en relación a eso que aqueja al sujeto, a manera de repetición (circular). Sino
también en redescubrir al inconsciente que crea y que con ayuda de la consciencia, es
recursivo (espiral) y por ende fuente de sanación. A la par, el reconocimiento de las
profundidades inconscientes es tan necesario para el sujeto como el entendimiento de la
dinámica de su consciente. Recordando que es en la concurrencia desde donde es posible
un acercamiento más real hacia la comprensión de sistemas (psíquicos) que se influyen
mutuamente. (Morin, 1986). La psicología compleja es definida por Dalloca, et. Al. (2010),
como una nueva psicología que en términos sistémicos incorpora las interacciones,
procesos emergentes, recursividad, retroactividad, hologramática y la dialogía.

Principios del pensamiento complejo en psicoterapia

El pensamiento complejo se muestra como una alternativa al exceso de simplicidad de las


diferentes teorías, en especial aquellas que en su afán de ser científicas han dejado de lado
variables que no pueden explicar según su método. Esto mismo ocurre en el terreno de la
psicología, en donde la simplicidad ha terminado por borrar las características complejas
del sujeto. (Soto, 2000; Fariñas, 2006). Es por ello que, esta nueva forma de hacer
psicoterapia, requiere una mirada compleja que implique a los principales conceptos del
pensamiento complejo como lo son: dialogía, hologramia y recursividad.
El principio dialógico que, permite una concepción del proceso psicoterapéutico
fundamentado en la relación, -complementaria y antagonista-, a efectuarse entre dos sujetos
que se influyen mutuamente durante las sesiones. Al respecto, Trujillo (2003) plantea una
compresión parcial del sujeto, basada en un diálogo en el que ambos participantes se
reconocen como seres humanos en búsqueda de una vida mejor.

El principio de recursividad surge, a su vez, como un elemento fundamental en la


psicoterapia, puesto que es el sujeto quien, desde su propia realidad, logra hacerle frente a
su vida. A la par, la reflexividad juega un rol trascendental en la posibilidad que tiene la
persona para reorganizarse internamente. Así, de acuerdo con Pozzoli (2006), ésta permite
al sujeto auto observarse, promoviéndose el descubrimiento de metacogniciones que dan
pie a la construcción del sujeto complejo. Morin (2001) expone cómo diversas perspectivas,
al ser empleadas como únicas conocedoras de la verdad, imposibilitan la compresión de la
características complejas del sujeto.

El principio hologramático parte de la idea según la cual es posible entender al sujeto desde
diferentes vertientes que, lejos de entrar en contradicción, logran complementarse entre sí.
De esta forma, es posible comprender que el sujeto responde a componentes genéticos
heredados, tanto como a aquello que recibe de su familia, experiencias personales, etcétera,
siendo por ende él mismo organizador de factores fenomenológicos. Al respecto, también
posee características egocéntricas en cuanto busca su propio bienestar y supervivencia
pero, a la vez, es auto en tanto a su facultad para sacrificarse por los otros y sentirse parte
de ellos. (Morin, 1980).

Reflexiones finales

La rigidez tanto metodológica como teórica, imperante en la clínica, es posible referenciarla


asemejándola al mito griego de Procusto, quien ofrecía posada a viajeros solitarios,
invitándolos a recostarse a descansar sobre una cama de hierro. A pesar de la aparente
amabilidad de este personaje, se conocía que si sus huéspedes eran más grandes que la
cama, Procusto les cortaba las extremidades y, si eran más pequeños, los estiraba
torturándolos.

Este mito, metafóricamente sirve para comprender hasta dónde puede llegar el hombre en
su deseo de ajustar a los otros a sus ideas. Pareciera que, al igual que Procusto, muchos
intentaran modificar el “objeto de estudio” para lograr enmarcarlo según los lineamientos
de un método preestablecido. Lo contrario a esto, posiblemente sería el procurar adaptar el
método a las circunstancias que se presentan teniendo sí, como referencia, un modelo
teórico y/o procedimental, pero sin temor a modificarlo si en la relación terapéutica se
presenta un panorama diferente.

Apoyada en el paradigma de la complejidad, la Psicoterapia Compleja es una práctica


fundamentada en la naturalidad del diálogo entre dos sujetos complejos, encaminada a
acercarse a la realidad del paciente, admitiendo responsablemente las emociones que
puedan surgir en el propio psicólogo. Además, siendo éste último capaz de aproximarse al
otro con honestidad; es decir, aceptando sus errores y escuchando el dolor de su paciente,
que inevitablemente hará eco con el propio. Cabe enfatizar, que no se trata de que los
problemas del paciente pasen a un segundo plano, pero tampoco de mostrarse como alguien
carente de emociones, que se niega a sí mismo en pro de la pretendida “objetividad”.

Una persona perturbada psicológicamente acude a consulta muchas veces desorganizada y,


en el mejor de los casos, pasará por un proceso sanador junto al psicólogo quien -sin
ataduras- servirá como guía en este camino que ambos construirán. Si por el contrario,
ambos poseen en su mente “un mapa” preelaborado que excluye o reste valor a este
desorden como elemento constitutivo del sistema/ psique-, probablemente se estaría
imposibilitando una aproximación real hacia la comprensión de dicho sujeto.

Es por ello que pareciera que la principal dificultad en el tratamiento se presenta si


cualquiera de los dos protagonistas mantiene un pensamiento puramente racionalista
durante el proceso terapéutico, es decir, cuya visión se sustente exclusivamente en dar
orden a los fenómenos. Así, cuando el psicólogo arbitrariamente se centra en una sola
variable, no hace otra cosa que negarle al paciente la posibilidad de llegar a un cambio más
profundo. Puesto que si bien es cierto, algunos pacientes optarán por modificaciones, por
ejemplo, exclusivamente a nivel de la conducta, otros podrían estar haciéndole al psicólogo
un llamado a la transformación.

Con todo esto, aunque no es posible decir que un solo método es el adecuado para todos los
casos. Sí es factible señalar que la evitación del desorden en la psicoterapia, por ejemplo,
ignorando su presencia, o confrontándolo mediante su delimitación diagnóstica, no hace
más que dificultar el acercamiento entre psicólogo/paciente y, por ende, impedir una
adecuada comprensión del sistema complejo.

Desde la complejidad, el orden junto al desorden, la interacción y la organización,


construyen al sistema (Santamaría, 2014), elementos que merecen ser incorporados al
estudio del sujeto. La psicoterapia basada en la complejidad, parte de la idea de que el ser
humano tiende a buscar siempre la compensación en su mente para así hacerle frente al
desequilibrio. De esta manera, la esencia de la psicoterapia es dar a conocer al paciente el
funcionamiento de su sistema psíquico, con la finalidad de que disponga de un saber que le
permita elegir otras formas de mantener su sistema en armonía. El psicólogo, consciente de
que únicamente a través del otro existe la posibilidad de sanación, es acompañante en este
proceso.

Por otro lado, es justo también decir que existen procedimientos psicoterapéuticos basados
en la ciencia clásica de indudable efectividad técnica, por lo que su aplicación en ciertas
circunstancias es notable complemento al tratamiento, tal es el caso de requerirse cambiar,
preventivamente, ciertas conductas que estén poniendo en riesgo la vida de un paciente. No
obstante, a partir de lo desarrollado hasta aquí, en la psicoterapia compleja estas y otras
técnicas pasaría a ser asumidas como un recurso práctico, más no como la esencia misma
de la terapia.

Como se indicó, en la Psicoterapia Compleja la idea es que el paciente logre con la


colaboración del psicólogo, otorgarle un sentido aquello que le acontece. Más precisamente
que sea capaz de descubrir cómo está operando su mente, -el ordenamiento de su sistema-;
reconociendo además, por medio de su interacción con el profesional y los otros, la manera
en que funcionan y se relacionan orden/desorden en su sistema.

Pero, ¿un sujeto que haya culminado un proceso psicoterapéutico desde la complejidad,
estará en condiciones de alcanzar cierto grado de conocimiento que brinde armonía a su
sistema psíquico?, esto podría ser cierto fundamentalmente por medio del contacto con
aquellas expresiones constructivas que habitan en él y, que de darse, le permitirán
relacionarse mejor consigo mismo y con los otros. Sin olvidar que el sujeto será siempre un
sistema susceptible a enfermar psicológicamente, por ejemplo, producto de la incidencia
que su entorno ejerce en él, capaz de precipitar la potencialidad tanto constructiva como
destructiva de su inconsciente.

Hasta aquí, es preciso recordar que la invitación a realizar un trabajo psicoterapéutico desde
la complejidad surge, no contraria sino complementaria al quehacer profesional. Eso sí,
para su correcta ejecución, necesitará ser siempre aplicada por un psicólogo que, apoyado
en los planteamientos del pensamiento complejo, posea características de: flexibilidad, dado
que rompe viejos paradigmas y se adapta al paciente; empatía, porque se acerca de una
manera más humana a la realidad del otro e intenta imaginarla y; creatividad, porque
contribuye a que su paciente logre distinguir las diversas formas en que se puede lograr
armonizar su sistema psíquico, principalmente a través del arte.

Así, la creatividad desempeña un rol crucial como medio de exploración que puede ayudar
al sujeto a descubrir diferentes soluciones a los problemas que lo afectan. Esta salida
creativa, rescata el componente artístico existente en los seres humanos, lográndose por esta
misma vía la integración de los elementos de la psique.

De esta forma mediante la obra de arte, se pasa del plano individual, en donde se evidencia
la particularidad de los matices, al colectivo, cuando ésta pasa a formar parte del mundo.
Arte, no fundamentado en lo puramente estético, sino como aquel ejercicio capaz de
convertirse en medio de comunicación entre el mundo interior y el exterior, entre lo
inconsciente y lo consciente del sujeto. Igualmente siendo ejercicio que, a manera de lazo,
tiene la posibilidad no solo de entrelazar lo individual con lo colectivo, sino también lo
divino. (Rosenzweig, 1997).

Ya en el diálogo psicoterapéutico complejo, dos realidades se entrelazan terminando de


alguna manera con la mera narración, dando paso al intercambio espontáneo entre dos seres
humanos que se miran cara a cara. Así, las máscaras iniciales deberán ir cayendo en
procura de encontrar en los actos diarios las respuestas a lo que se es, en el aquí y el ahora.
Consecuentemente, para que este diálogo surta efecto resulta indispensable que, tanto el
psicólogo haya pasado previamente por un proceso de introspección, como que exista en él
el deseo real de ayudar a su paciente.

Ese deseo de ayudar implica compromiso hacia el enfermo e involucra, por ende, un acto
de amor. Es de suponer que este intercambio es parte de un proceso en el que,
gradualmente, se irá comprendiendo una nueva forma de pensar y de vivir. Y que para
llegar a esto, juntos habrán de pasar por los escollos producidos por la enfermedad. Un
ejemplo repetido de este camino, muestra en primera instancia al sujeto narrando su vida,
persistiendo en referir acontecimientos pasados y/o futuros causantes de malestar, mientras
que su presente comúnmente se encuentra excesivamente dominado por su yo.

La Psicoterapia Compleja busca resignificar ese presente que acontece en el momento de la


experiencia psicológica, como única certeza que ambos tienen. Y a partir de allí, habrá que
trabajarse para que la narración enferma, ceda el paso hacia una nueva mirada de la
realidad.

Sabiendo asimismo que cada sesión es única e irrepetible, porque así somos los seres
humanos, complejos. Sería ingenuo tratar de determinar con precisión qué sucederá en cada
sesión o cómo exactamente deberá actuar el especialista, dado que lo impredecible de la
vida imposibilita saber; qué contestará el psicólogo o qué dirá el paciente.

Tampoco existe una verdad absoluta que determine qué método es mejor que otro. Al
contrario se deben realizar aportes desde diferentes ámbitos con el fin de contribuir, en este
caso, a una psicoterapia que pueda tener la flexibilidad suficiente para adaptarse a la
realidad que nos presenta cada ser humano. Lo que sí es claro es que la psicoterapia desde
la complejidad apunta más allá de la simplificación del método, intentando mostrarse como
una vía de trasformación sanadora para paciente. Y en este sentido, aunque muchos años
atrás, Jung (2006) indicará que “El tratamiento tiene que hacer más que destruir la vieja
actitud mórbida; tiene que construir una nueva actitud que sea sana y robusta”. (P. 137).

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