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El presente artículo ha sido elaborado con base en la tesis del autor; titulada: Aportes del pensamiento
complejo de Edgar Morin y el nuevo pensamiento de Franz Rosenzweig para la construcción de una
psicoterapia compleja, elaborada para optar el grado de Doctor en Pensamiento Complejo y Transdisciplina
por la Multiversidad Mundo Real, México, en julio del 2017.
Resumen
En una relación psicoterapéutica, el desorden no tendría por qué verse censurado por el
juicio del psicólogo. Desde una mirada compleja, el accionar estaría encaminado a que,
con la ayuda del profesional, el paciente logre ir reconociendo y reflexionando sobre ideas
del pensamiento complejo que contribuyan en un nuevo entendimiento de su problemática,
facilitándose así su recuperación. En este artículo se toman a manera de ejemplos para
este fin, los principios del pensamiento complejo: dialógico, hologramático y recursivo.
Incluyéndose en este desarrollo, la importancia del amor como elemento sanador para una
psicoterapia desde la complejidad.
Abstract
Conviene señalar que desde la complejidad se considera que el llamado objeto de estudio
de la psicología es un sujeto, más concretamente un sujeto complejo. Este nunca puede ser
abarcado por completo y responde a una constitución dinámica, única e irrepetible. Su
compresión dista de una delimitación psicopatológica, apuntándose en cambio, a en pro de
una apertura integrativa en la que se consideren múltiples elementos de la psiquis bajo un
paradigma integrador. El sujeto es un sistema en constante cambio, un ser activo en la
construcción de realidades de las que forma parte e, influye a la vez que es influido, por su
entorno. Siendo así, se abre un campo que permite el desarrollo de una Psicoterapia
Compleja que tiene como protagonista al mencionado sujeto complejo.
La relación terapéutica
Tomando al mito de Narciso, Bachelard (1942) reflexiona sobre la relación del ser humano
con los objetos. Al respecto, este autor desarrolla el tema del reflejo analizando la dinámica
entre el hombre y el espejo-artificial, versus, el hombre y el espejo-natural:
Por ello, es el reflejo natural plasmado en el agua el que muestra a Narciso otra alternativa,
la opción de integrar. Le permite no verse únicamente en cuanto a su vanidad egoísta, sino
también concebirse en relación a su entorno. La actividad del agua, de la naturaleza que lo
rodeaba -de la cual es parte y todo-, le brindan la posibilidad de imaginar desde la
integración. (Bachelard, 1942).
A partir del pensamiento complejo de la mano de Morin (1980), puede decirse que este
mito refiere un sistema auto-eco-organizativo, puesto no se trataba de un sujeto solitario
rodeado de objetos artificiales. Por el contrario, se trata de un personaje, cuyo mundo
interno conflictuado, entra en relación con el ecosistema buscando un sentido. Para Bailon
(2015), por ejemplo, la salud mental del sujeto depende de su capacidad organizativa, esto
en términos de equilibrio entre su mundo interno y externo. Es por esto que, un individuo
con mayor armonía podrá regular desde su subjetividad, conducta, pensamiento y
emociones.
En este sentido, realmente Narciso no estaba solo había vida a su alrededor con la que se
genera una complementariedad mutua, similar al principio moriniano de
autonomía/dependencia que quizás se comprenda mejor a partir de la siguiente cita:
“Es decir que tenemos un reloj interno que registra el proceso de alternancia del día
y la noche. Por otra parte, nuestras sociedades se rigen por un calendario establecido
en función de la Luna y el Sol, de manera de organizar nuestra vida colectiva. En la
autonomía, pues, hay una profunda dependencia energética, informativa y
organizativa con respecto al mundo exterior”. (Morin, 1994, p. 2).
Es trascendente señalar que, al final de esta historia, Narciso no muere sino que se
transforma en una flor, reintegrándose a la naturaleza de la cual siempre fue parte. Siendo
así, este mito no debería de comprendérselo únicamente desde la lógica clásica, que
inclusive ha teorizado una psicopatología haciendo uso solamente del lado destructivo de
este personaje. Sino también, dar paso a otras miradas que deriven en nuevos
entendimientos en torno al mismo fenómeno:
“Si, en tanto que psicoterapeuta, me veo frente a mi paciente como una autoridad
médica y me considero capaz de saber algo sobre su individualidad y de hacer
afirmaciones válidas sobre la misma, doy testimonio de mi incapacidad para la
crítica, pues no estoy en condiciones de enjuiciar el conjunto de la personalidad que
tengo frente a mí”. (Jung, 2006, p. 9).
De esta forma, para el hombre puede ser más terapéutico un encuentro basado en la
naturalidad integradora, que otro sustentado teóricamente en la artificialidad divisoria.
Dado que, por ejemplo, siguiendo a Jung (2006), al ser el sujeto único, ininterpretable e
impredecible, el psicólogo necesita renunciar al método para llevar a cabo un
procedimiento puramente dialéctico. Igualmente para Morin (1994) el yo es la cosa más
corriente, pero al mismo tiempo es una cosa absolutamente única. Por ende, solo es factible
acercarse a su entendimiento, mientras el psicólogo se conciba a sí mismo, también como
un sujeto complejo, lo que implica, entre otras cosas, el aceptar sus propias limitaciones,
puesto “[…] sobre lo individual del otro solo puedo decir lo que encuentro en mi propia
individualidad […]”. (Jung, 2006, p. 9).
Lo hasta aquí expuesto abre el camino hacia la práctica de una Psicoterapia Compleja, más
natural y menos acentuada en los aspectos negativos del inconsciente. Dado que al hacer
referencia al pensamiento complejo, se puede comprender que el inconsciente no solo debe
ser explorado en relación a eso que aqueja al sujeto, a manera de repetición (circular). Sino
también en redescubrir al inconsciente que crea y que con ayuda de la consciencia, es
recursivo (espiral) y por ende fuente de sanación. A la par, el reconocimiento de las
profundidades inconscientes es tan necesario para el sujeto como el entendimiento de la
dinámica de su consciente. Recordando que es en la concurrencia desde donde es posible
un acercamiento más real hacia la comprensión de sistemas (psíquicos) que se influyen
mutuamente. (Morin, 1986). La psicología compleja es definida por Dalloca, et. Al. (2010),
como una nueva psicología que en términos sistémicos incorpora las interacciones,
procesos emergentes, recursividad, retroactividad, hologramática y la dialogía.
El principio hologramático parte de la idea según la cual es posible entender al sujeto desde
diferentes vertientes que, lejos de entrar en contradicción, logran complementarse entre sí.
De esta forma, es posible comprender que el sujeto responde a componentes genéticos
heredados, tanto como a aquello que recibe de su familia, experiencias personales, etcétera,
siendo por ende él mismo organizador de factores fenomenológicos. Al respecto, también
posee características egocéntricas en cuanto busca su propio bienestar y supervivencia
pero, a la vez, es auto en tanto a su facultad para sacrificarse por los otros y sentirse parte
de ellos. (Morin, 1980).
Reflexiones finales
Este mito, metafóricamente sirve para comprender hasta dónde puede llegar el hombre en
su deseo de ajustar a los otros a sus ideas. Pareciera que, al igual que Procusto, muchos
intentaran modificar el “objeto de estudio” para lograr enmarcarlo según los lineamientos
de un método preestablecido. Lo contrario a esto, posiblemente sería el procurar adaptar el
método a las circunstancias que se presentan teniendo sí, como referencia, un modelo
teórico y/o procedimental, pero sin temor a modificarlo si en la relación terapéutica se
presenta un panorama diferente.
Con todo esto, aunque no es posible decir que un solo método es el adecuado para todos los
casos. Sí es factible señalar que la evitación del desorden en la psicoterapia, por ejemplo,
ignorando su presencia, o confrontándolo mediante su delimitación diagnóstica, no hace
más que dificultar el acercamiento entre psicólogo/paciente y, por ende, impedir una
adecuada comprensión del sistema complejo.
Por otro lado, es justo también decir que existen procedimientos psicoterapéuticos basados
en la ciencia clásica de indudable efectividad técnica, por lo que su aplicación en ciertas
circunstancias es notable complemento al tratamiento, tal es el caso de requerirse cambiar,
preventivamente, ciertas conductas que estén poniendo en riesgo la vida de un paciente. No
obstante, a partir de lo desarrollado hasta aquí, en la psicoterapia compleja estas y otras
técnicas pasaría a ser asumidas como un recurso práctico, más no como la esencia misma
de la terapia.
Pero, ¿un sujeto que haya culminado un proceso psicoterapéutico desde la complejidad,
estará en condiciones de alcanzar cierto grado de conocimiento que brinde armonía a su
sistema psíquico?, esto podría ser cierto fundamentalmente por medio del contacto con
aquellas expresiones constructivas que habitan en él y, que de darse, le permitirán
relacionarse mejor consigo mismo y con los otros. Sin olvidar que el sujeto será siempre un
sistema susceptible a enfermar psicológicamente, por ejemplo, producto de la incidencia
que su entorno ejerce en él, capaz de precipitar la potencialidad tanto constructiva como
destructiva de su inconsciente.
Hasta aquí, es preciso recordar que la invitación a realizar un trabajo psicoterapéutico desde
la complejidad surge, no contraria sino complementaria al quehacer profesional. Eso sí,
para su correcta ejecución, necesitará ser siempre aplicada por un psicólogo que, apoyado
en los planteamientos del pensamiento complejo, posea características de: flexibilidad, dado
que rompe viejos paradigmas y se adapta al paciente; empatía, porque se acerca de una
manera más humana a la realidad del otro e intenta imaginarla y; creatividad, porque
contribuye a que su paciente logre distinguir las diversas formas en que se puede lograr
armonizar su sistema psíquico, principalmente a través del arte.
Así, la creatividad desempeña un rol crucial como medio de exploración que puede ayudar
al sujeto a descubrir diferentes soluciones a los problemas que lo afectan. Esta salida
creativa, rescata el componente artístico existente en los seres humanos, lográndose por esta
misma vía la integración de los elementos de la psique.
De esta forma mediante la obra de arte, se pasa del plano individual, en donde se evidencia
la particularidad de los matices, al colectivo, cuando ésta pasa a formar parte del mundo.
Arte, no fundamentado en lo puramente estético, sino como aquel ejercicio capaz de
convertirse en medio de comunicación entre el mundo interior y el exterior, entre lo
inconsciente y lo consciente del sujeto. Igualmente siendo ejercicio que, a manera de lazo,
tiene la posibilidad no solo de entrelazar lo individual con lo colectivo, sino también lo
divino. (Rosenzweig, 1997).
Ese deseo de ayudar implica compromiso hacia el enfermo e involucra, por ende, un acto
de amor. Es de suponer que este intercambio es parte de un proceso en el que,
gradualmente, se irá comprendiendo una nueva forma de pensar y de vivir. Y que para
llegar a esto, juntos habrán de pasar por los escollos producidos por la enfermedad. Un
ejemplo repetido de este camino, muestra en primera instancia al sujeto narrando su vida,
persistiendo en referir acontecimientos pasados y/o futuros causantes de malestar, mientras
que su presente comúnmente se encuentra excesivamente dominado por su yo.
Sabiendo asimismo que cada sesión es única e irrepetible, porque así somos los seres
humanos, complejos. Sería ingenuo tratar de determinar con precisión qué sucederá en cada
sesión o cómo exactamente deberá actuar el especialista, dado que lo impredecible de la
vida imposibilita saber; qué contestará el psicólogo o qué dirá el paciente.
Tampoco existe una verdad absoluta que determine qué método es mejor que otro. Al
contrario se deben realizar aportes desde diferentes ámbitos con el fin de contribuir, en este
caso, a una psicoterapia que pueda tener la flexibilidad suficiente para adaptarse a la
realidad que nos presenta cada ser humano. Lo que sí es claro es que la psicoterapia desde
la complejidad apunta más allá de la simplificación del método, intentando mostrarse como
una vía de trasformación sanadora para paciente. Y en este sentido, aunque muchos años
atrás, Jung (2006) indicará que “El tratamiento tiene que hacer más que destruir la vieja
actitud mórbida; tiene que construir una nueva actitud que sea sana y robusta”. (P. 137).
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