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RELIGION E IMPERIO

2. La expansión imperial azteca

El ascenso, expansión y caída del imperio azteca, valles de las tierras altas del México Central hasta las
asombrosamente rápidos, constituyen uno de los episo- tierras bajas tropicales de las costas de Guatemala (Fi-
dios más dramáticos de la historia de la humanidad. gura 7).
Él escenario de este episodio no es menos dramático:
las ásperas mesetas de México Central. El rasgo geo-
gráfico dominante de México es la gran «V» de las
cordilleras mexicanas del Este y el Oeste entre las que
se halla la Meseta Central, la alta meseta del centro
y el norte de México. (Figura 1). Detrás de los dos bra-
zos de la «V» y la meseta, la tierra desciende abrup-
tamente hacia las exuberantes tierras bajas tropicales
de las costal oriental y occidental1.

Fig. 1. El Valle de México.

La propia meseta central presenta una complicada


geografía, con altitudes que oscilan entre los 1.000 y
los 4.000 metros. Su zona norte está cubierta de desi-
ertos inhóspitos, hogar tradicional de «bárbaros» nóma-
das o seminómadas. Una continua actividad volcánica
ha fragmentado la parte meridional en una serie de cu-
encas entre montañas. Una de esas cuencas, el Valle
de México, presenta una red de Iagos y lagunas poco
profundos, unidos entre sí y circundados por volcanes
Pero ese imperio estaba dominado por los mexicas 3,
en actividad (Figura 2). Los fértiles suelos volcánicos
pueblo que entró en el escenario mesoamericano bas-
de ese valle sustentaron una serie le civilizaciones
tante tarde como un pequeño grupo a quien sus veci-
expan-sionistas.
nos desdeñaban como atrasados bárbaros del norte.
El último y acaso el mayor de esos estados expansi-
Las historias mexicas nos dicen que fue sólo a media-
onsitas de México Central fue el que encontraron Cor-
dos del siglo X I V cuando se establecieron en su capital
tés y sus seguidores en 1.519. Cuando los españoles
isleña de Tenochtitlan. ¿Cómo un grupo tan secunda-
cruzaron la cadena montañosa y bajaron al Valle de
rio se hizo tan rápidamente con el poder en el Valle de
México, contemplaron las impresionantes ciudades
México? ¿Cuáles fueron las causas de su frenética ex-
que constituían el corazón del vasto imperio azteca.
Tan asombrosa era la visión de aquellas populosas ca- 3
pitales lacustres que Bernal Díaz, uno de los soldados Los términos azteca y mexica pueden ser fuente de confusión. La p a l a b ra «azteca»
no se utilizaba en época precolombina, pero la popularizaron los historiadores de los
de Cortés, escribió que los españoles no tenían la se- siglos XIX y XX. Procede de « A z t l a n » . el nombre de la legendaria tierra natal de los
guridad de si lo que había aparecido ante sus ojos era mexica antes de que emigraran al Valle de México. Como muchas eti que tas desafor-
tunadas y ambiguas, su uso está tan difundido que cualquier in t e n t o de sustituirla o de
real o una alucinación2. En la época de la conquista afinar su significado resulta inútil. En el uso corriente, «azteca» designa a veces es-
española, el imperio controlado por las ciudades azte- pecíficamente al pueblo gobernante del impe ri o, o los h a bi t a n t es de las dos capi-
tales, las islas cíe Tenochtillan y Tlatelolco. Sin embargo. «azteca» es la etiqueta nor-
cas se extendía a través de Mesoamérica, desde los mal y genérica para todos los pueblos de habla n á h u a l t en el México Central de los si-
glos X I V al XVI.
1 “Mexica” es, en cambio, un vocablo precolombino con un referente mucho más re-
Un excelente estudio geográfico es el de West (1964)
2
ducido: designa específicamente al grupo étnico dominante de la Triple Alianza az-
Díaz, del Castillo, cap. 61, 1956: 100-1. teca, el pueblo de las capitales de Tenochtitlan – Tlatelolco.
2
pansión imperialista hasta las tierras costeras? ¿Cómo En cualquier caso, no cabe duda de que Teotihuacán
un imperio tan vasto, que englobaba millones de perso- tenía una pujante economía de mercado. Las investiga-
nas, pudo ser tan frágil e inestable que se desmoronó ciones arqueológicas han descubierto una gran plaza de
ante los pocos cientos de hombres de Cortés? Son mercado con una entrada estrecha (¿control estatal?)4 .
estos los enigmas que examinaremos aquí. Como en la época azteca, es posible que una rica cla-
se comerciante haya controlado los talleres de artesa-
Antecedentes históricos
nía local, así como el comercio con regiones alejadas.
Los éxitos aztecas sólo pueden entenderse desde el Las distribuciones de mercancías duraderas, las áreas
punto de vista de la antigua tradición mesoamericana de almacenaje y los talleres han permitido identificar un
de la que los aztecas partieron. Aunque nuestro cono- barrio comercial5. Los restos manufacturados demues-
cimiento del imperio azteca en sí proceda de los volu- tran que esos comerciantes se ocupaban de conseguir
minosos informes etnohistóricos de los conquistado- productos no originarios del valle. El interés de Teotihua-
res y frailes españoles, y de sus informantes indios, co- cán por tales productos condujo a establecer avanzadas
nocemos ampliamente las primitivas civilizaciones de A- lejanas en Veracruz y en las tierras altas de Guatemala.
mérica Central a través de los restos arqueológicos. Los Aunque estos rasgos económicos eran indudablemen-
códices, textos pictográficos en papel de corteza de los te de gran importancia para el estado urbano de Teoti-
pueblos de México, y las inscripciones jeroglíficas de la huacán, resulta igualmente evidente que la ideología in-
civilización maya, en el este, contribuyen con sus refe- teresaba vitalmente al pueblo y constituía una fuente de
rencias a la interpretación de esos restos arqueológi- poder para sus dirigentes. El gran centro de Teotihua-
cos, aunque a pesar de todos los restos materiales, a cán, con sus macizas construcciones ceremoniales, sus
menudo escasos, siguen siendo la base principal para pinturas murales complicadas y esotéricas y sus indus-
reconstruir la evolución de la cultura mesoamericana. trias dedicadas a la producción masiva de objetos religio-
Esta evolución no constituyó un proceso continuo y sos (por ejemplo, estatuillas e incensarios) controlaba
uniforme que fuera creciendo gradualmente en com- cla-ramente una compleja religión de estado. Rene Millón
plejidad cultural. Antes bien, la imagen que nos desve- (1.973, 1.976) ha sugerido que el papel de Teotihuacán
lan los testimonios arqueológicos es la de unos ciclos como centro de peregrinación fue fundamental para su
de desarrollo, expansión y derrumbe (cuadro 1). Estos ascensión al poder. Bajo el emplazamiento de la altísima
ciclos comenzaron con la civilización olmeca, en las Pirámide del Sol había una cueva con un manantial, ras-
exuberantes tierras bajas tropicales de la costa del gol- go geográfico que la mayoría de las religiones Mesoa-
fo. Los olmecas y los pueblos relacionados con ellos méricanas consideraban sagrado. Doris Heyden (1.975) ha
construyeron la primera sociedad compleja de Centro- aducido que la presencia de tan sagrada reliquia contri-
américa con muchos de los elementos económicos, so- buiría a explicar el inicio de un temprano desarrollo urba-
ciales y religiosos que reaparecerían en civilizaciones su- no de Teotihuacán. Las representaciones teotihuacanas
cesivas. Tras la decadencia de los olmecas, el foco de tardías y la iconografía de los murales, las vasijas pinta-
innovación y evolución cultural en Mesoamérica se das y las estatuillas muestran el desarrollo de cultos gue-
desplaza al Valle de México. Desea el año 100 d. C., rreros sancionados por la religión de estado6. Este testi-
aproximadamente, hasta el 600, Teotihuacán, el pri- monio sugiere que, al igual que entre los aztecas, la reli-
mer centro urbano mesoamericano digno de ese nom- gión de estado pudo desempeñar un papel fundamental
bre, rigió un vasto imperio económico. De hecho, Teo- en los aspectos más agresivos de la difusión de la influen-
tihuacan fue sólo el primero de una serie de estados cia de Teotihuacán.
del Valle de México que dominaron extensas regiones Si el proceso de ascenso y expansión de Teotihua-
de Mesoamérica. La influencia comercial, y posiblemen- cán constituye una fuente de controversias, las causas
te política, de Teotihuacán llegó incluso a los centros de su derrumbe son sencillamente un enigma. Existen
mayas de las junglas del norte de Guatemala. indicios de que con anterioridad al 650 d. de C., los tras-
Una de las polémicas más duraderas entre los ar- tornos internos habían comenzado a debilitar al estado
queólogos mesoamericanos se centra en por qué el de Teotihuacán7; hacia el 750, estaba en rápida deca-
Valle de México consiguió dominar Mesoamérica du- dencia y fueron abandonadas extensas zonas de la ca-
rante la época de Teotihuacán; las respuestas de los pital8. Según se cuenta, unos pueblos seminómadas del
arqueólogos a esta cuestión prefiguran las controver- norte, los chichimecas, empezaron a avanzar durante
sias que descubriremos en el caso azteca (capítulo 4). los siglos siguientes hacia el Valle de México, proce-
La ecología del Valle de México fue un factor deter- dentes de las tierras más áridas del norte y el noroes-
minante de la importancia de la región y un rasgo fun- te9. El vacío de poder dejado por el hundimiento de
damental en la sucesión de estados expansionistas. Teotihuacán permitió que esos grupos menos evolucio-
Los fértiles suelos y el medio ambiente lacustre del va- nados se instalaran en las fértiles tierras del norte de la
lle proporcionaban ilimitados recursos agrícolas, así co- cuenca. Probablemente la mayor parte de esos intrusos
mo diversas fuentes de proteínas animales. Aún más,
William Sanders y otros (véase capítulo 4), han aducido 4
R. Millon, 1.973, mapa 18
que la diversidad ecológica de la región imponía el inter- 5
R. Millon, 1.976. 233-4
cambio de productos y fomentó por ello la aparición de 6
R. Millon, 1.976. 239-1
la economía de mercado y la naturaleza expansiva de 7
Por ejemplo, R. Millon, 1.973 59 – 63; Lorenzo, 1.968
Teotihuacán. 8
R. Millón, 1973: 59-63; Lorenzo, 1968; Sanders, Parson y Santley, 1979: 129-37.
9
Cfr. Jiménez Moreno, 1959. 1941; Davies. 1977: cap. 4.
3
eran en realidad agricultores mesoamericanizados, po- acontecimiento más recogido del Postclásico Tempra-
bladores de la franja norte y occidental de la esfera de no sea la fábula del reinado del gran rey-dios tolteca
influencia teotihuacana, identificada arqueológicamen- Topiltzin Quetzalcoalt: la saga de sus intentos de re-
te10. Otros pudieron haber sido auténticos «bárbaros» formas religiosas, su desgracia y caída del poder, y por
(teochichimecas), bandas de cazadores nómadas o semi- último su huida desde su capital de Tula a una miste-
nómadas procedentes del gran desierto del norte de la riosa tierra del este. Los detalles de la historia varían
Meseta Central11. A partir del 900 d. de C., una amalga- enormemente según las versiones, y ni siquiera está
ma de esos pueblos (nómadas guerreros, agricultores claro si el Quetzalcoatl de esta leyenda era uno de los
del norte y los restos de las poblaciones de Teotihuacán) primeros o los últimos reyes de la época tolteca15.
formaron la siguiente hegemonía expansionista de Méxi-
Cuadro 1
co Central, el «imperio tolteca».
MARCO CRONOLOGICO DE LA PREHISTORIA
Llegados aquí, nuestras principales fuentes de infor-
DE MEXICO CENTRAL
mación empiezan a desplazarse de la arqueología a la
etnohistoria12: muchas de las historias indígenas reco- PERIODOS CIVILIZACIONES
gidas por los cronistas españoles inician su narración MESOAMERICANAS
a comienzos de esta época «Postclásica». Por desgra-
cia, este desplazamiento hacia las fuentes históricas
no redundo, como cabria esperar, en un conocimiento
más detallado del período. En ciertos aspectos, nuestra
comprensión de la primera mitad del período Postclá-
sico es inferior a la de la era de Teotihuacán, que ha si-
do objeto de investigaciones arqueológicas mucho más
amplias. Y lo cierto es que, en los casos en que la ar-
queología postclásica y la etnohistoria se solapan, en-
tran a menudo en contradicción. Por ejemplo, las leyen-
das de las historias aztecas se remontan a una época
en la que un maravilloso pueblo tolteca, grandes eru-
ditos y artesanos, gobernaba México en el Postclásico
Temprano desde su hermosa capital de Tollan. Pero las
excavaciones arqueológicas de esa legendaria Tollan,
las ruinas de Tula, han revelado un centro ceremonial
más bien vulgar, con construcciones y esculturas que
hubieran avergonzado a los primitivos artesanos de Me-
soamérica13.
Las discrepancias de las fuentes etnohistóricas entre
sí son aún más chocantes. Pocas fechas coinciden, in-
cluso las referentes a acontecimientos fundamentales
de la época, como la fundación de Tula o la caída de
esa capital tolteca. De hecho, si tomamos al pie de la letra
las diversas listas dinásticas recogidas en las historias
indígenas, la única forma de sincronizarlas nos daría
varios gobernantes que reinan más de un siglo y otros Las causas de estos problemas de las fuentes etnohis-
que mueren dos veces14. Los etnohistoriadores ni si- tóricas son numerosas y complicadas; mencionaremos
quiera están siempre de acuerdo; en cuanto a las lí- aquí sólo unas cuantas. Al esperado etnocentrismo de
neas generales de las principales leyendas. Quizá el algunos conquistadores y frailes se suman problemas
10 más serios que surgen del chovinismo local de los au-
Brani ff. 1972; J. C. Kelley, 1971; F.. Kelley. 1978; Drummond y Muller, 1972.
11 tores, códices e informantes indígenas. Cada centro
Sahagún (lib. 10, cap. 29. 1950-69: pt I I , pags. 170-81) examina concreta-
mente las distinciones entre los diversos tipos de chichimecas e insiste en su
posee su propia versión, normalmente autoengrande-
diferente grado de sedentarismo y «mesoamericanización». Aunque la mayo- cedora, de la historia de México Central. Y de hecho
ría de las discusiones sobre los chichimecas remiten primordialmente a pue- muchas de las principales crónicas se basan en histo-
blos del Postclásico Tardío (por ejemplo postoltecas), cabe adoptar genera-
lizaciones para caracterizar cuidadosamente la naturaleza dinámica de la rias estatales redactadas bajo la dirección de los go-
periferia del norte de Mesoamérica en épocas tempranas. (Cfr. Davies, 1980: bernantes locales, con objeto de justificar su sucesión
cap. 4.)
12 en el poder y de enaltecer la historia de su dinastía y
Algunas de las fuentes pri mari as principales sobre el apogeo tolteca son:
Sahagún, lib. 3, caps. 3-14 y lib. 10, cap. 29, 1950-69: pt. 11. pags. 156-70; de su ciudad-estado.
Anales de Cuauhtitlán, 1975: 3-15; Leyenda de los Soles, 1975; Historia de los Gran parte de la confusión cronológica y de la incon-
mexicanos por sus pinturas, caps. 7-10, 1941: 215-19; Ixtlixochitl, lib. 2.
Historia, caps. 1-3. 1977: 7-13; Ixtli-xochitl, lib, I, Relaciones, 1975: 266-91, 397-8,
gruencia se debe también a factores regionales: actu-
418-21. 52')-52: Historia tolteca-chichimeca, 1947; Origen de los mexicanos, almente la mayoría de los etnohistoriadores piensa
1941: 260-4; Relación de la genealogía y linaje. 1941: 232-4.
13
Las excavaciones recientes de Tula (Hidalgo) se describen en Acosta. 1.940, 15
La comparación de los análisis de Jiménez Moreno (1941), Nicholson
1944, 1956, 1964; Diehl. 1971. 1974; Cohean, 1.979.
14
(1957), Kirchhoff (1955), León Portilla (1968a), Séjourné (1965), López
Nicholson (1978) y Davies (1980: cap. 3 y passim) han reexaminado a Austin (1973). Chadwick (1971. Willey (1976). Davies (1977) y Nicholson
fondo el problema de la concordancia de las cronologías históricas (1979) muestra el alto grado de discordancia presente en las reconstruc-
postclásicas. ciones e interpretaciones de la saga de Quetzalcoalt.
4
que en México Central se utilizaban diversos cómpu- de México entre el 950 y el 1.200 d. de C., aproximada-
tos del tiempo, que daban fechas diferentes para el mente. Aunque las historias posteriores exageraron su
mismo acontecimiento16. El caos cronológico se agrava extensión y magnificencia, la organización política tolte-
aún más a causa del sistema de calendario utilizado en ca consistía probablemente en una laxa alianza militar
toda Mesoamérica, el «calendario circular», en el que entre pueblos sin un pasado mesoamericano (chichi-
cada fecha concreta reaparece cada cincuenta y dos mecas bárbaros y agricultores del norte semiciviliza-
años17. Por lo tanto, una fecha que podría relacionar- dos) y pueblos más profundamente arraigados en la
se con la del 1.200 d. C. del calendario cristiano tam- región (restos del desintegrado estado de Teotihua-
bién podría interpretarse como el 1.252 o el 1.148. H. cán). La actitud ambivalente de los pueblos postclási-
B. Nicholson (1.978: 324) finaliza una reciente revi- cos hacia su mezcla de antepasados se refleja en los
sión de las enredadas y contradictorias cronologías et- relatos más tardíos de este período. Esas leyendas
nohistóricas con la conclusión de que los «aconteci- enaltecían el linaje de los rústicos y vigorosos chichi-
mientos» fechados antes del año 1.370 no deberían mecas, ejemplificado en el rey-dios Mixcoatl, guerrero
tomarse como datos, sino sólo como hipótesis que fu- y cazador, fundador del estado tolteca. Pero las histo-
turas investigaciones deberán comprobar. rias también resaltaban las características de civiliza-
El mayor problema estriba en el carácter esencial- ción, habilidad y sofisticación de los toltecas. Estas
mente mítico o alegórico de gran parte de la «historia» raíces culturales se personificaban en el sacerdote y
precolombina. Los pueblos mesoamericanos, a causa gobernante Topiltzin Quetzalcoatl, a través de sus
de su concepción cíclica del tiempo, al parecer pro- asociaciones con pueblos mesoamericanos más anti-
yectaban los acontecimientos hacia el pasado para guos como los nonoalcas y los olmecas, sus relacio-
crear un precedente mítico, en una narración inventa- nes para establecer en el sur centros como Cholula y
da o distorsionada de las épocas primitivas. Y con fre- su ardiente celo por el culto de Quetzalcoatl, una anti-
cuencia sus historias encajaban, a la inversa, los a- gua divinidad mesoamericana.
contecimientos más recientes dentro del molde de su- Además de ilustrar la obsesión de las élites por legi-
cesos primitivos o de venerables leyendas. En vista de timar su prosapia, la leyenda de Quetzalcoatl ilustra
dichos problemas y de otros factores de distorsión, los también un segundo tema fundamental de la era post-
estudiosos contemporáneos muestran cada vez más clásica: la pugna entre los cultos militaristas de la gue-
precaución ante las fuentes. Nigel Davies, por ejem- rra y los sacrificios humanos y otros aspectos más pa-
plo, en un reciente examen de la etnohistoria del perí- cíficos de la religión y la cultura mesoamericana. Hoy
odo tolteca, ha señalado que las descripciones azte- en día los investigadores coinciden en que los primeros
cas del estado tolteca y de su fabulosa capital de To- arqueólogos e historiadores exageraron enormemente
llan (Tula) confunden la Tollan histórica con el primiti- el carácter pacífico de las culturas pretoltecas. No cabe
vo y más impresionante centro de Teotihuacán, así co- duda, sin embargo, de que los sacrificios humanos y el
mo con un generalizado concepto mítico de «Tollan», militarismo creciente fueron rasgos definitorios de la
el arquetipo de ciudad sublime (Davies, 1.977: cap. 2). época Postclásica. Las propias historias aborígenes se
Es posible, además, que los gobernantes del período muestran conscientes de esta tendencia, ilustrada ale-
azteca hayan exagerado deliberadamente en sus na- góricamente por la famosa lucha entre el glorificado
rraciones sobre Tollan, puesto que la mayoría de las di- héroe tolteca Topiltzin Quetzalcoatl y sus más belico-
nastías de ese período se proclamaban descendientes sos adversarios18. En un plano divino, algunas versio-
directas o indirectas de los prestigiosos toltecas (Da- nes hablan del dios-sacerdote Quetzalcoatl, dirigente
vies, 1977: capítulo 1). de un culto religioso pacífico, tentado y engañado por
Pese a la deformación de los detalles, las fuentes et- el tortuoso y sanguinario dios Tezcatlipoca. En otras
nohistóricas ponen de relieve las líneas generales y versiones el conflicto está representado como una lu-
los temas principales de la historia postclásica. Y afor- cha por el poder, más mundana, entre el idealista prín-
tunadamente son esos grandes temas lo que nos inte- cipe Topiltzin Quetzalcoatl, defensor de políticas pací-
resa aquí. Alguno de los factores de distorsión antes ficas y contrario a los sacrificios humanos, y una fac-
mencionados ilustra en realidad, uno de los temas fun- ción más belicosa dentro de su estado tolteca. En am-
damentales: la obsesión mesoamericana por legitimar bos casos, las fuerzas de la guerra y los sacrificios hu-
su poder a través de una prestigiosa herencia —la éli- manos triunfaron y el enfrentamiento terminó con la
te necesita justificar su gobierno mediante vínculos his- desgracia de Quetzalcoatl y su huida desde Tula. Con
tóricos y míticos con el pasado. independencia de las correlaciones históricas concre-
El interés de la élite por poner de relieve, e incluso tas, las diferentes versiones de la leyenda de Quetzal-
por crearse, un linaje ilustre se reforzó probablemente coatl retratan con fidelidad el carácter rápidamente
en tiempos del estado tolteca, que rigió la cuenca norte mudable de la religión mesoamericana en el período
postclásico.
16
Has t a el decenio de 1940, la mayoría de lo» etnohistoriadores in-
terpretaba las fechas del México Central como referidas a una úni-ca 18
Pueden encontrarse importantes versiones primarias de la leyenda de Quet-
secuencia calendárica. Los estudios de Jimé nez Moreno (1940. 1953, zalcoatl en: Sahagun, lib. 3, caps. 3-14; Anales de Cuau-htitlan. 1975: 7-11; Le-
1956. 1961, 1966), Kirchhoff (1950. 1956), Caso (1951. 1953a. 1967. yenda de los Soles, 1975: 123-6; Histoyre du Mechique, (961: caps. 10-11; Historia
1971), Nicholson (1955. 1978) y Davies (1973, 1977, 1980) han detallado de los mexicanos por sus pinturas, caps. 7-8, 1941: 215-8. Hay varias versiones
la variación de las cronologías regionales mexicanas y la presencia de importantes, aunque algo tardías, como la de las Relaciones de Ixtlilxochitl
varias secuencias cro-nológicas, todavía no correlacionadas por completo.
17
(1975: 269-85). Para un examen completo de las versiones, tanto primarias
En Caso. 1939. 1967 y 1971, pueden encontrarse breves exámenes gene- como secundarias, véase Nicholson (1957). Véase también la nota 15 para
rales del calendario del México Central y del problema de las correlaciones. una lista de análisis e interpretaciones de las leyendas de Quetzalcoatl.
5
A juzgar por las representaciones de la propia Tula, narraciones etnohistóricas como las esculturas halla-
tanto etnohistóricas como escultóricas, los toltecas ha- das en Tula sugieren que los cultos militaristas postclási-
bían heredado el complicado panteón de los primitivos cos de sacrificios humanos habían cobrado forma duran-
pueblos mesoamericanos. Este panteón incluía una infi- te el período tolteca. Las esculturas toltecas 26 de Tula
nidad de dioses, patronos de todos los fenómenos cul- y de su Iejana ciudad hermana tolteca-maya de Chi-
turales y naturales imaginables: cuerpos astrales, llu- chén Itzá, incluyen tzompantli, empalizadas sobre las
via, guerra, enfermedades, mundo de los muertos, uni- que se exhibían los cráneos de las víctimas sacrifica-
dades temporales, ciclos del calendario, etc. Pero, en das, y chacmooles, figuras de piedra reclinadas con u-
lugar de presentar una correspondencia directa entre na cavidad en el estómago para recibir los corazones
cada una de las divinidades y los fenómenos, la reli- de las víctimas sacrificiales. También hay representacio-
gión mesoamericana es de una complejidad desespe- nes de procesiones de guerreros con sus emblemas
rante; sus entidades son fluidas, se superponen y mul- totémicos: jaguares, coyotes y águilas (en algunas, las
tiplican, y su lógica conceptual desafía aún el análisis águilas aparecen devorando corazones humanos). Las
de unas mentalidades occidentales. Las interpretacio- esculturas de Tula indican que los cultos con sacrifi-
nes generales más convincentes sobre la religión meso- cios humanos se habían convertido en un aspecto pri-
americana ven el panteón como personificación de seg- mordial de la religión de estado en la época tolteca.
mentos concretos o nudos del sagrado orden cósmico, La leyenda de Quetzalcoatl sugiere que la rápida in-
un continuo de tiempo y espacio19. tensificación de los sacrificios humanos empezaba a
Aunque los pueblos postclásicos del México Central resultar alarmante incluso para los mismos toltecas. U-
heredaron esta complicada cosmología de la época na vez más, las fuentes evidencian Ia crisis de identi-
teotihuacana, hubo un desplazamiento gradual de sus dad postclásica: una ambivalente actitud hacia la gue-
objetivos, reforzando ciertas divinidades múltiples como rra, los sacrificios e incluso el propio linaje étnico de los
Tezcatlipoca y combinando otros dioses o aspectos de pueblos. Esta ambivalencia refleja el desequilibrio diná-
dioses con las divinidades chichimecas y los héroes tol- mico típico de Ia Mesoamérica postclásica, cuando los
tecas20. Para nosotros ofrece particular interés el cambio estados militares trataron infructuosamente de amalga-
gradual de los rituales que aparece alegóricamente en la mar diversos elementos étnicos y de encajar las con-
leyenda de Topiltzin Quetzalcoatl: la elaboración de cepciones ideológicas en una estructura unificada. El
cultos de sacrificio humano. fracaso de estos intentos tiene como resultado la desi-
Los sacrificios humanos son, en sí, uno de los aspec- ntegración de la hegemonía tolteca hacia el año 1200.
tos más antiguos de la cultura mesoamericana. En re- Las pequeñas ciudades-estado rivales del período
alidad, la decapitación ritual es un rasgo difundido por postolteca heredaron los conflictivos e irresueltos te-
todo el Nuevo Mundo21. Hay testimonios de sacrificios mas postclásicos. En el valle entraron nuevas oleadas
humanos entre las primitivas sociedades complejas de de emigrantes chichimecas, fundiéndose con los tolte-
Mesoamérica, y es posible que existieran incluso entre cas que quedaban 27 . De hecho, se desplazó el signifi-
los cazadores-recolectores del árido valle de Tehua- cado del propio término «tolteca», para indicar en ade-
cán22. Unos milenios más tarde (hacia el 400 a. de C.), lante el elemento más antiguo y «civilizado» del Valle de
las esculturas de Oaxaca representan cautivos muertos y México. A medida que el militarismo de las ciudades-
mutilados23 . Tales sacrificios humanos, asociados a la estado aumentaba constantemente, la lucha ideológi-
guerra, se convirtieron en una práctica corriente en el ca hizo lo propio. Se intensificaron los sacrificios y se
período clásico (200 a 700-900 d. de C.). Un mural del reforzaron los aspectos belicosos de las antiguas divi-
periodo clásico, en el emplazamiento maya de Bonam- nidades. Algunos grupos desarrollaron sus propias de-
pak, representa a unos prisioneros decapitados 24 . idades protectoras, producto, frecuentemente, de la fu-
Tanto en el arte de Teotihuacán como en el de la pos- sión de los dioses primitivos con los glorificados héro-
terior Tula hay representaciones de órdenes militares 25 . es toltecas o chichimecas28. Mientras tanto, cada cen-
En la última época azteca esos guerreros tuvieron una tro se esforzó por legitimar sus aspiraciones al poder
participación primordial en los rituales de sacrificios hu- apelando a la estirpe tolteca. Tal descendencia podía
manos y de canibalismo. obtenerse por medio de una mitografía creativa o por
En concordancia con el creciente militarismo de la medio de alianzas matrimoniales con gobernantes con
época, los pueblos postclásicos intensificaron su tra- más derechos a proclamar su linaje tolteca.
dición de sacrificios humanos, en especial en los cultos Esta feroz guerra ideológica ha dejado rastros en los
relacionados con la guerra (Demarest, 1984). Tanto las documentos etnohistóricos: listas dinásticas contradicto-
rias, versiones incompatibles de los acontecimientos histó-
19
ricos y divinidades protectoras introducidas con calzador
Véanse, por ejemplo. Nicholson 1971 a. León Portilla 1968 b. Hunt 1977 en el ya de por sí enredado panteón mesoamericano. Pe-
( ci r. Demarest, 1981, especialmente pags. 71-5).
20
Sobre los problemas de las complicadas fusiones entre divinidades
26
antiguas y figuras históricas véanse López Austin (1973), Nicholson (1957). Ilustraciones y análisis de las esculturas toltecas de Tula y Chichén itza pue-
Davies (1977:), Uchmany (1979), Zantwijk (1979). den encontrarse en Acosta, 1956. 1956, 195, 1957, 1960, 1961, 1964; Kubler.
21 1961, 1962; Ruz Lhuiller, 1945, 1962, 1971; Dutton, 1955; Morris. Charlot y
Véasc por ejemplo Moser, 1973.
22 Morris, I9J1; Covarrubias, 1957; Nicholson. 1971 h; Toz7.cr, 1957; Morley, 1956.
Mac Neish, 1962: 8-9. 27
23 Véanse Ias anteriores notas 11 y 12. Además de las crónicas enumeradas
Esta es una de las varias interpretaciones al uso de las esculturas de los
en la nota 12. las Relaciones Originales (1965) y el Me-morial Breve (1958) de
“danzantes” de Monte Albán (cfr. Coe, 1962:95-7)
24
Chimalpahin constituyen importantes fuentes sobre el confuso período pos-
Ruppert y otros. 1955. tolteca de migraciones y reajustes políticos y culturales.
25 28
C. Millón, 1973. Véase nota 20.
6
ro ninguna de las ciudades-estado militares rivales logró crutinio de numerosas fuentes, la historia temprana de los
realmente armonizar las fuerzas centrífugas del postclá- mexicas sigue sin entenderse suficientemente.
sico, fuerzas económicas, políticas e ideológicas. El éxi- Aunque algunos rasgos del relato de la migración pue-
to de esa unión era un destino reservado a la menos dan ser ciertos, la posterior necesidad mexica de legiti-
prestigiosa de ellas, a los menospreciados y desdeñados mar una herencia tolteca explica muchos detalles de las
aztecas. narraciones de los cronistas nativos. Se dice que, tras una
Sociedad y religión mexicas primitivas. estancia en la propia Tula, los mexicas, despreciados por
Como hemos visto, en los siglos XIII y XIV el Valle de su barbarie34 , se vieron empujados de un área a otra, de-
México, se había fragmentado en ciudades-estado ri- teniéndose invariablemente en lugares donde existían
vales y en frágiles alianzas, cada una de las cuales lu- fuertes asociaciones toltecas. Se cuenta, por ejemplo, que
chaba militar e ideológicamente, proclamándose he- se asentaron en Chapultepec, donde una coalición de
redera de los toltecas. Pero a comienzos del XIV apa- sus perseguidores les infligió una aplastante derrota em-
recieron dos confederaciones no muy sólidas que pa- pujándoles a Ia diáspora35. Este acontecimiento se rela-
recían abocadas a un enfrentamiento más importante. ciona con Ias primitivas asociaciones de Chapultepec
En el noroeste del sistema lacustre (Figura 2) los tepa- como campamento del último rey tolteca, Huemac. Allí
necas, cuya alianza se centraba en la ciudad de Azca- se suicidó Huemac, desesperado por la desintegración
potzalco, expandieron rápidamente su influencia a pe- de su reino y por la diáspora de los pueblos toltecas36.
sar de carecer de la legitimación que daba un linaje Después de la derrota, los supervivientes mexicas se
más o menos tolteca. En la orilla oriental del lago Tex- refugiaron, según se cuenta, en el estado culhua37.
coco otro grupo heterogéneo, los acolhuas, ejercía u- Como ya hemos observado, Culhuacán estaba consi-
na hegemonía más asentada, dominada por una serie derado como un centro de sangre tolteca, y las fuentes
de capitales: Coatlinchan, Huexotla y, por último, Tex- insisten significativamente en que, mientras residían
coco. En medio de las crecientes alianzas de tepane- entre los culhuas, los mexicas «se emparentaron los u-
cas y acolhuas, los estados menores pugnaban por la nos con los otros, por vía de casamientos»38.
supervivencia. En los lagos de agua dulce del sur, la Evidentemente, la migración mexica ha de verse
prosperidad agrícola contribuyó a la lucha de centros tanto a la luz del empeño general de los aztecas por
como Xochimilco y el más poderoso Chalco, donde reivindicar la herencia tolteca, como de la reescritura
desde época postolteca –y acaso antes29- se utilizaba que los mexicas hicieron de su historia tras llegar al poder
un sistema de aprovechamiento de los lechos de los en 1.428. En esta época, el rey Itzcoatl quemó todos los
lagos sumamente productivo, las chinampas o “jardi- códices primitivos y se redactaron nuevos textos histó-
nes flotantes”. El centro de Culhuacán, último resto del ricos y religiosos, en versiones más acordes con las
Estado tolteca, se valía de otra estrategia: las dinas- ambiciones imperiales de los dirigentes mexicas.
tías culhuas comerciaban con los hijos e hijas de su Se narra que los vagabundeos mexicas finalizaron
noble sangre tolteca para ganarse la voluntad de sus con la fundación de su capital, Tenochtitlan, en una is-
amenazadores vecinos30. Por este darwiniano panora- la deshabitada de las ciénagas occidentales del lago
ma político vagaba un insignificante grupito, los mexi- Texcoco. El acontecimiento se produjo en fecha inci-
cas, en busca de una tierra propia. erta, en la primera mitad del siglo XIV39. Se nos dice
Los orígenes de los mexicas siguen siendo oscuros. que unos trece años después los mexicas fundaron Ia
Probablemente eran uno de los muchos grupos norteños ciudad hermana del norte, Tlatelolco40. Una vez, más
influidos por los toltecas que entraron en el Valle de Mé- cabe desconfiar de los mitógrafos imperiales de Teno-
xico después de la caída de Tula. A todos estos pueblos 33
Véanse, Orozco y Berra (1.880: vol. V cap. 7. 8, pag. 131-71) y otros historiadores del
del valle, del postclásico tardío, se les llamó aztecas, XIX.
aunque cada etnia o grupo político se designe con tér- 34
Por ejemplo. Sahagún (lib. 10, cap. 29, 1950-69: vol. 11. pag. 196) refiere que los
minos específicos (por ejemplo, mexicas, tepanecas, maldecían en todas partes. Duran (lib. 2. caps. 3, 4, 1967: vol. 2, págs. 32, 38)
35
acolhuas)31. Sahagún y otros cronistas32 recogieron los Tezozomoc, Crónica Mexcayolt. 1975: 44-49; Durán, lib. 2, cap. 4, 1967: vol. 2.
pags. 37-9; Sahagún, lib. 10, c p. 29, 1950-69: pt. I I , pag. 196; Relación de la gene-
legendarios relatos de las migraciones del pequeño gru- alogia y linaje, 1941: 248; Historia de los mexicanos por sus pinturas, caps. 12-13,
po mexica (Figura 3) y los etnohistoriadores modernos 1941: 223-4; Origen de los mexicanos, 1941: 265.
36
han analizado y discutido ampliamente los detalles de Por ejemplo, Relación de la genealogía y linaje, 1941: 244; Origen de los
sus vagabundeos33. Pero, a pesar de este minucioso es- mexicanos, 1941: 263; Anales de Cuauhtitlan, 1975: 15.
37
Tezozomoc. Crónica Mexicayolt, 1975: 4B-52; Duran. lib. 2, cap. 4. 1967: vol. 2,
pags. 39-41; Historia de los , mexicanos por sus pinturas, cap. 16, 1941: 225.
38
29 Duran, lib. 2, cap. 4. Todas las fuentes mexicas insisten repetidamente en
Armillas, 1.971; Parsons, 1.967; Sanders, Parsons, Santley, 1.979 su mezcla con los prestigiosos culhuas. Por supuesto, Tezozomoc repite y vu-
30
Véase, por ejemplo, Relación de la genealogía y linaje, 1941: 247. elve a repetir este punto vorias' veces, en apariencia para estar seguro de que
31 no se le pasa por alto. Aseguro que los mexicanos que allí quedaron tomaron
Véase la nota 3. Sahagún (lib. 10. cap. 29, 1950-69: pl. I I , pags. 189-97) describe y dife-
como nueras a Ias doncellas culhuas y lo culhuas tomaron como yernos a los
rencia los principales grupos étnicos, mientras que la mayoría de las crónicas regionales
jóvenes hijos de los mexicas de modo que fueron desde entonces verdade-
(Anales de Cuauhtitlán, Chimalpahin, Ixtlilxochitl, Anales de Tlatelolco. etc.) detallan la
ramente sus propios hijos» (1975: 57). Pocas líneas después vuelve a insistir
diferencia pero superponen las historias de los diversos grupos y centros políticos nahuas.
32 sobre el misino punto. Esta obsesiva insistencia sobre Ias fuentes del estado
Veanse, por ejemplo, Sahagún, lib. 10, cap. 29. Duran. lib. 2, caps. 2-5,
mexica (en este caso versiones de la «Crónica X») refleja n el deseo pro-
1967: vol. 2.; Códice Ramírez. 1944: 24-51; Relación de la genealogía y lina¡e, pagandístico de enlazar a los mexicas con los toltecas.
1941: Tezozomoc, 1975:; Historia de los mexicanos por sus pinturas, caps. 9-20, 39
1941: 218-28; Origen de los mexicanos, 264; Ixtlilxochitl, lib. 2, Historia, 1977; La mayoría de Ias fuentes etnohistóricas sitúan Ia fecha de fundación de
Anales de Tlatelolco. 1948. Cristóbal del Castillo, 1908; Torquemado, lib. 2, caps. Tenochti t l a n en el año 1325 d. d C. (véase Nicholson, 1978). Davies (1973)
1-10, 1975: vol. I. Clavijero, lib. 2, 1826: vol. I. y otros historiadores antiguos. defiende con argumentos convincentes la fecha de 1345, basada en Ias inter-
Los manuscritos pictográficos precolombinos que ilustran las migraciones pretaciones de Jiménez: Moreno.
40
mexicas incluyen el Códice Boturini (1944), el Códice Aubin. Anales de Tlatelolco. 1948. 3, 45
7
chtitlan: Ias excavaciones arqueológicas han sacado a
Ia luz muchos restos primitivos en ambas islas, y todo
parece probar que Tlatelolco era la más antigua de las
dos ciudades, con un origen que data, por lo menos,
de comienzos del X III 4 1 y probablemente de mucho
antes.

41
Davies, 1980: 1973; Espejo. 1944: Martines del Río. 1946. Las excavaciones
en curso en México prometen aclarar la cronología temprana de Ia isla.
8

En cualquier caso, a mediados del siglo XIV los me- política totalmente igualitaria. Una vez más, las incon-
xicas estaban instalados en las dos islas de Tenochti- gruencias pueden deberse en parte a la posterior ree-
tlan y Tlatelolco. Por esa época se convirtieron en va- laboración de la historia obra de la élite imperial me-
sallos de la poderosa alianza tepaneca, que controla- xica.
ba la tierra firme al oeste. Anteriormente los mexica La índole contradictoria de las pruebas sobre los pri-
habían servido de vez en cuando a otros estados del mitivos mexicas se debe en gran parte a la naturaleza
valle como mercenarios o tributarios y, si hemos de dinámica de su desarrollo; las instituciones políticas y
dar crédito a sus historias, se habían ganado una re- sociales mexicas sufrieron probablemente continuos
putación de ferocidad42. Mientras actuaban como gue- cambios para adecuarse a su variable suerte y a su
rreros ocasionales al servicio de los tepanecas, se vie- rápida evolución cultural. Las caracterizaciones concre-
ron gradualmente envueltos en los esquemas políticos tas sólo valdrán para un momento determinado. Sin
del tirano tepaneca, Tezozomoc, soberano de Azca- embargo, dada la ausencia casi total de datos arqueo-
potzalco. La participación en Ia alianza tepaneca a- lógicos de importancia, la cronología de la evolución
celeró indudablemente la continua asimilación y la e- mexica sólo puede tomarse en términos muy genera-
volución cultural de los mexicas. Los tepanecas adies- les. La situación se agrava aún más a causa de las
traron a los guerreros mexicas para su posterior papel narraciones que confunden los rasgos de institucio-
de imperialistas militares y proporcionaron un mode- nes tempranas y tardías, y a causa de los intentos de
lo de sociedad enormemente estratificada que alenta- los propagandistas estatales del siglo XV de crear pre-
ría las ambiciones de la naciente clase guerrera me- cedentes históricos o justificaciones alegóricas para el
xica. nuevo orden imperial. No obstante, los estudiosos mo-
Resulta sumamente difícil averiguar la naturaleza dernos han podido ofrecer caracterizaciones genera-
concreta de Ia sociedad mexica antes de su repentina les de la sociedad preimperial mexica a través de un
ascensión al poder imperial, en 1.428, a pesar de las enfoque sumamente crítico de las fuentes primarias 43.
numerosas descripciones de crónicas y códices. En al- Estos análisis de la temprana sociedad mexica descri-
gunos casos, las crónicas posteriores proyectan hacia ben invariablemente una institución particular, el cal-
el pasado, de forma nada convincente, la estructura
43
política y social de la época imperial. En otros casos, Para las fuentes primarias de los mexicas preimperiales véase la nota 32;
los códices y las historias retratan a los primitivos me- para las fuentes secundarias, nota 33. Por desgracia la ma-yor parte del
material primario y su interpretación se refieren a la mi-gración, lo cronología
xicas con una nostalgia casi roussoniana, describién- o las secuencias dinásticas. Sin embargo, Mar-tínez Marín (1964). Bruy (1978),
dolos como un grupo rural con una estructura socio- Castillo T. (1972: 19-46), Davies (1973). Kalz (1966: 173-9 y passím). Caso
(1954), Uchmany (1978), Zant-wijk (1963. 1976), Rounds (1979) y otros
42
estudiosos han tratado de caracterizar los aspectos de la primitiva cultura
Por ejemplo, los señores culhuas contrataron a los mexicas como guerreros mexica y, en algu-nos casos, de comparar las instituciones preimperiales con
durante la época en que los tuvieron sometidos (Anales de Tlatelolco). las im-periales.
9
pulli (calpultin en plural), como centro de la vida me- calpultin de la época imperial —y acaso anteriormen-te
xica44. El calpulli era la unidad básica de la pertenen- — aparece una especialización del trabajo, que segu-
cia social en la primitiva sociedad mexica, así como la ramente acarreó diferencias de riqueza y poder51. Las
principal unidad residencial. A mediados del XIV se ci- diferencias entre los calpultin se agudizaron con la es-
tan quince de esas unidades en la flamante capital me- tructura imperial, por supuesto, pero en el siglo XVI
xica, Tenochtitlan45. Los miembros poseían en común probablemente eran mucho más limitadas.
las tierras del calpulli, que eran inalienables, aunque a Entre los antiguos mexicas el papel de los jefes, así
cada familia se le asignaba el usufructo de un determi- como las diferencias de clase, eran mucho menos pro-
nado trozo de tierra, que se transmitía a sus herederos nunciados que en el período imperial. La mayoría de
con tal de que éstos siguieran cultivando las parcelas las descripciones nos pintan una sociedad mexicana pri-
de propiedad común46. Los calpultin servían también mitiva dotada de notables rasgos democráticos: el jefe
como unidades organizativas para otras funciones: ca- del calpulli era elegido por una asamblea general de
da barrio calpulli poseía su propia escuela y su propio los hombres del común (macehualtin) y asesorado por
templo, y los guerreros del calpulli habitualmente lu- un consejo de ancianos52. Se dice que un consejo de
chaban juntos en un escuadrón47. estos jefes elegidos era responsable de las decisiones
Además de sus funciones económicas y organizati- políticas fundamentales de los mexicas y de la elección
vas los calpultin constituían cierto tipo de grupo de pa- de otros funcionarios, cuyos poderes estaban claramen-
rentesco. Nuestras fuentes del XVI, los cronistas espa- te circunscritos. No obstante ese sistema igualitario, si
ñoles, se mostraron bastante perplejos sobre la exacta alguna vez existió, sufrió considerables modificaciones en
índole de lo estructura de parentesco de los calpultin. el siglo XV. Por entonces parece que los candidatos ele-
Alonso de Zorita examinó el problema, observando su gibles para el cargo de jefes de calpulli tenían que ser
papel de parentesco, así como sus otras funciones de miembros de determinada familia del calpulli53. Esta esti-
vecindad en general, de unidades tributarias y de- pulación implica que la jefatura era en gran medida heredi-
más48. Asimismo, aunque los calpultin eran grupos en- taria, lo cual concuerda con la índole estratificada de la
dógamos unificados, tenían en apariencia jerarquía in- estructura de los calpultin.
terna. Historiadores del X I X como Morgan (1.877) y La característica más importante del calpulli era, sobre
Bandeller (1.878, 1.880), adujeron que se trataba de todo, su flexibilidad. Su naturaleza multifacética le permi-
auténticos clanes, pero la estratificación descrita por tió adecuar sus funciones a los rápidos cambios sociales.
las fuentes no se ajusta a las definiciones convencio- Su estructura fluida le permitió absorber e integrar a nue-
nales de una estructura de clan. Una solución al pro- vos elementos étnicos y sociales y, a la inversa, facilitó la
blema, que goza de amplia aceptación, propuesta por marcha de aquellos cuyos deberes o ambiciones estaban
primera vez por Kirchhoff (1.959), es que el calpulli en otra parte. La estratificación interna de los calpultin,
consistía en un tipo de «clan cónico»; un grupo que aunque quizás inicialmente fuera limitada, permitió más
estaba interrelacionado, aunque poseyera una estrati- adelante la formación de una estructura de clase que se
ficación interna de naturaleza hereditaria49. traslapó con estas unidades tradicionales. Aun así, la
Además de la estratificación social y económica en estructura del calpulli brindó a menudo la posibilidad de
el interior de los calpultin mexicas, también había dife- una movilidad social, rasgo crucial tras la repentina as-
rencias entre ellos. Algunos eran más prestigiosos, ri- censión de los mexicas en 1.428 (que ocasionó una ne-
cos y poderosos que otros, y se nos dice que ciertos cesidad urgente y repentina de personal para ocupar in-
calpultin poseían más tierras y mejores50. En algunos numerables puestos burocráticos). La tolerancia organi-
zativa del calpulli con respecto a la movilidad social re-
44 sultó también esencial para la motivación individual en
Hay análisis excelentes, aunque algo contradictorios, del calpulli: Moreno,
1931. Monzón. 1949: Kirchhoff, 1959: Caso, 1963: Carrasco. 1971; Katz, 1966: épocas posteriores, cuando la ideología imperial ofrecía
117-21; Zanlwijk. 1963, 1966, 1976; Castillo F., 1972: 72-7 y passini. Sin la recompensa de mejor condición social y mayor riqueza
embargo, son muy pocas las fuentes pri-marias que se ocupan con amplitud
de los calpullin y todos los etno-historiadores se alienen fundamentalmente a
a quienes se destacaran en la guerra y el comercio.
Ia Breve y Sumaria Relación de Zorita (1941), en especial a Ias pags. 86 - 90. Tanto por su flexibilidad general, como por sus caracte-
Hay im-portantes referencias diseminadas por otras fuentes y Carrasco (1967) rísticas específicas, dio la casualidad de que el calpulli, uni-
ha compilado otros materiales del XVI relacionados con la naturaleza del
calpulli. dad social básica de la sociedad mexica, se «adaptaba
45
Tezozomoc. Crónica Mexicayolt. 1.975. previamente» al papel imperial que se le confiaría entre
46
Zorita, 1941: 86-8. La situación de la propiedad de Ia tierra apa-rentemente los mexicas. También constituiría posteriormente una ins-
era bastante complicada. Véanse las fuentes secun-darias citadas en la nota titución dúctil en manos de los arquitectos del sistema im-
444 para un examen más a fondo.
7
Sahagún (lib. 2, Apéndice. 1950-69: pt. 3. pags. 179-80) describe el templo del
perial de Tenochtitlán.
calpulli, Duran (lib. 2, cap. 5. 1967: vol. 2, pag. 50) afir-ma incluso que cada .calpulli A finales del siglo XIV, si no anteriormente, otro nivel
poseía tu propia divinidad protectora a lo que se tributaba culto en esos templos de de estructura política se superpuso a los hombres del co-
barrio. Zorita (1941: 111-12) y Pomar (1941: 29) examinan las «cosas de los jóvenes»
del calpulli, donde se instruía a la juventud local en todas las material. Castillo F. mún, los macehualtin, y a sus jefes de calpulli. Hay in-
(1972: 72-3), Kalz (1966: 117-21) y Carrasco (1971: 363-8) pasan revista a otras dicios de que ya antes de establecerse en Tenochtitlan
muchas funciones de la unidad calpulli.
48 existía entre los mexicas un alto grado de liderazgo. Se-
Zorita, 1941: 86-90. 111-12. y passim.
49 51
Algunos antropólogos han aceptado la propuesta de Kirchhoff de que los Monzón, 1.949.
calpultin eran «clanes cónicos» (por ejemplo, Sanders y Price. 1968: 116; 52
Wolf. 1959: M6), pero lo naturaleza de los calpultin y de Ia organización social Véase Zorita (1941: 88-90) sobre la elección del j e f e anciano y el hecho de
mexica e r a n en realidad mas complejas, como ha demostrado Carrasco que no se tomaba ninguna decisión sin consultar a los otros ancianos del
(1971, 1976: 19-16). calpulli.
50 53
Zorita, 1941: 87; Ciarrasco, 1971: 366. Zorita, 1.941.
10
gún los mitos de la migración, cuatro teomamas (portado- ca. No obstante, la presencia de un gobernante clara-
res del dios) interpretaban los deseos de la divinidad pro- mente definido surtió varios efectos que contribuyeron
tectora de los mexicas (Huitzilopochtli) y transmitían sus a preparar a los mexicas para su posterior papel impe-
ordenes al pueblo54. También hay referencias a jefes rial. Según se cuenta, la nobleza mexica, los pipiltin,
guerreros de los calpultin55. Las historias indican, en efec- estaba compuesta en gran medida por descendientes
to, que algunos dirigentes de calpulli alcanzaron una si- de los tlatoque semitoltecas y de hijas de las mejores
tuación de dominio o quizás incluso una soberanía limita- familias de los calpultin62. Los pipiltin guerrearon en los
da 56. ejércitos mexicas y mediante matrimonios polígamos
No se estableció, sin embargo, un sistema formal aceleraron el desarrollo de una clase nobiliaria. Amén
de monarquía hasta 1370, aproximadamente, cuando de esto, la presencia de una línea dinástica de ascen-
el consejo de jefes de calpulli solicitó d e la ciudad dencia tolteca (aunque fuera espuria) constituía un
estado de Culhuacán que les concediese un príncipe de requisito previo imprescindible para una participación
sangre tolteca57. Como hemos visto, la política exterior seria en la política de México Central en el siglo XIV.
de Cul-huacán se basaba en el tráfico de su Con su incipiente clase gobernante, los mexicas pu-
prestigiosa ge-nealogía. Según se cuenta, la ciudad les dieron empezar a desplegar sus ambiciones nacio-
dio un prín-cipe semiculhua, Acamapichtli, que fue el nalistas.
primer sobe-rano tlatoani58, de Tenochtitlan. Por esas A medida que se fue incrementando el papel de los
mismas fe-chas, aproximadamente, la poderosa alianza mexicas en la alianza tepaneca, también lo hizo el
tepaneca concedía un soberano a Tlatelolco, ciudad poder de la clase pípiltín y de los primeros tlatoque. A
hermana de Tenochtitlan, al norte de la isla natal finales del siglo XIV, Tezozomoc, el ambicioso soberano
mexica59. de Azcapotzalco, concedió grandes extensiones de tie-
En las fuentes aparecen Ias contradicciones habi- rra y una parte de los tributos a los mexicas, en re-
tuales, y la verdadera historia del cambio de jefatura a compensa por sus importantes victorias para la alian-
finales del XIV sigue estando confusa. Las referencias za tepaneca63. Este tributo beneficiaba a los tlatoque y
al primer tlaloani, Acamapichtli, son contradictorias, a la élite guerrera, incrementando sus propiedades pri-
tanto en lo que se refiere a su pasado como a su con- vadas. También es probable que algunos de los pue-
dición de gobernante60. Como los mexicas de ambas blos sometidos se convirtieran en mayeque, siervos
ciudades eran tributarios de Azcapotzalco, la capital que pagaban tributo directamente a los guerreros me-
tepaneca, parece que lo más probable es que sus amos
xicas64. Entre tanto, y debido a las victorias tepane-
de tierra firme impusieran a los mexicas los nuevos
gobernantes61. Pero tanto si fue solicitada como im- ca-mexicas, los tributos empezaron a convertirse en un
puesta, esta nueva capa superior de dirigentes repre- claro componente de Ia economía mexica, directamente
sentó otro paso en la emulación mexica de sus vecinos ligado a Ia jerarquía estatal y sus ambiciones militares.
más adelantados. La creciente complejidad de la economía condujo a su
El poder de los tres primeros tlatoque mexicas vez a una mayor importancia de las profesiones inter-
estaba limitado tanto por la autoridad tradicional de los medias, como mercaderes, burócratas y administrado-
calpultin como por los deseos del monarca tepaneca; res.
su principal deber consistía en guiar a los mexicas en Así pues, a comienzos del siglo XV, el papel de los
las guerras entabladas en favor de la alianza tepane- mexicas como vasallos y aliados de la hegemonía te-
paneca había provocado numerosos cambios en la
54
Tezozomoc, 1.975. Durán 1.967 estructura política, social y económica de los mexi-
55
Hay numerosas referencias a «capitanes» que dirigieron Iq mi-gración cas. Todos estos cambios erosionaron el poder del
mexica. Por ejemplo, Historia d los mexicanos por sus pinturas, caps. 12-13, sistema tradicional del calpultin, al tiempo que for-
1941: 223-4; Origen los mexicanos.
56 talecían el papel de la guerra, los tributos y la naciente
Un jefe del mítico país natal de Aztl an llamado Moctezuma (Tezozomoc,
1975), su primer dirigente en la migración, Mexi Chalchiuhtlatonac (Tezozo-
nobleza guerrera.
moc. 1975: 23), y algo más adelante un rey sacerdote Cuauhtlequelzqui (Te- No obstante, todavía a comienzos del siglo XV el
zozomoc, 1975: 36-7) son men-cionados en la Crónica Mexicayotl como diri- creciente poder del tlatoani y de los pipiltin seguía limi-
gentes del período de la migración. Más tarde, Tezozomoc (1975: 46, 60)
describe o un Huitzil ihui tl y un Tenochtzin como gobernantes muy podero- tado tanto por arriba como por abajo: sus ambiciones
sos. Esos nombres aparecen asimismo en otras muchas fuentes, y Huit- territoriales se diluyeron frente a Azcapotzalco, mien-
zil ihui tl y Tenocha, por lo menos, son probablemente dirigentes históricos
reales de algún tipo. Aunque tengamos que desconfiar de la manipulación de tras que en el propio Tenochtitlan los calpultin goza-
esos relatos por los historiadores imperiales posteriores, parece que entre los ban aún de considerable autoridad política y los tierras
mexicas había surgido cierto grado de liderazgo individual antes de su asen-
tamiento en Tenochtitlan.
calpultin seguían siendo Ia base principal de la econo-
57
El titulo de tlatoani significa literalmente «el orador», acaso como remi- mía mexica. Sólo después de la caída de Azcapot-
niscencia de épocas más antiguas en las que quien desempeñaba este cargo zalco pudo la naciente jefatura mexica ganar su batalla
era meramente uno de los portavoces de los ancianos del calpulli. interna contra las instituciones tradicionales de la socie-
58
En realidad las fuentes citan fechas muy diferentes para la supuesta subida
dad.
al trono de Acamapichtli. Davies ha detallado y analizado toda la gama de
esas fuentes. 1.973.
59
Anales de Tlatelolco, 1948: 46-8.
62
60 Relación de la genealogía y linaje. 1.941.
Por ejemplo, pudo haber sido de Coatlinchán, en vez de Culhuacán. (v.gr.
63
Tezozmoc. Crónica Mexicayotl, 1975: 84). Clavijero, lib. 3 1826: vol. I, pags. 122-4. Clavijero pone de relieve los efectos
61 políticos y sociales sobre los mexicas de sus victorias en Xaltocan y las tierras
Esta relación trib utaria queda absolutamente clara en los Anales de Tla-
y los tributos que Ias recompensaron.
lelolco (1.948). En ellos se dice que el primer gobernante de Tlatelolco (Ep- 64
couatzin o Quaquahpitzauac) fue un hijo del rey tepaneca, Tezozomoc, y se Para debates recientes sobre los mayeques como clase social véanse en
describe el pago de tr i b ut o tanto al gobernante de Tlatelolco como directa- especial Hicks, 1974, 1976; Caso. 1963; Berdan, 1975: 56-60; y los ensayos
mente a Azcapotzalco. publicados en Carrasco y Broda, 1976.
11
El sistema religioso de la sociedad mexica se fue del relato de la migración están tan atestadas de con-
asemejando cada vez más a los de sus vecinos me- tradicciones que casi un siglo de erudición etnohis-
soamericanos más «civilizados», al igual que ocurrió tórica no ha podido desentrañar los verdaderos orí-
con la evolución de sus instituciones sociales, econó- genes de Huitzilopochtli y su desarrollo primitivo, en
micas y políticas. A finales del siglo XIV los mexicas algunas fuentes se dice que el dios de la migración
compartían los dioses y los rituales de otras socie- de los mexicas era Mexitli o Meci, que dio su nombre a
dades del México Central. El complicado panteón los mexicas69. Otras fuentes afirman que Meci era un
postclásico incluía antiguas divinidades de la fertilidad
jefe tribal, y no una deidad 70. Pero otras fuentes dan a
y la agricultura (por ejemplo, el primordial dios de la
lluvia mesoamericano, Tláloc, con sus anteojeras, y ese jefe originario el nombre de Huitziton o Huitzilo-
Xipe Totec, patrono de la primavera y la renovación pochtli71. En un pasaje bastante sorprendente de la
de la naturaleza), así como fusiones de dioses-héroes crónica de Sahagún, sumamente fiable, un informante
tolteca-chichimecas (por ejemplo, el familiar Quetzal- comenta que “era sólo un hombre del común, sólo un
coatl y la Serpiente de Nubes, Mixcóatl). Pero las hombre”72.
principales divinidades no eran dioses en el sentido Los estudios recientes han insistido sobre la natu-
occidental; más bien eran conjuntos divinos que po- raleza sintética y algo artificial de Huitzilopochtli. Es-
dían revelarse en un sinfín de aspectos, según las tas investigaciones etnohistóricas señalan que se
concretas asociaciones espaciales y temporales. Por trata de una complicada fusión de dios y héroe, como
ejemplo, Tezcatlipoca (el «espejo humeante»), que otras divinidades postclásicas (por ejemplo, Quet-
dominó la religión postclásica tardía, podía asociarse zalcoatl, Mixcoatl, Xólotl)73. En la mayoría de esos
con la muerte, la noche, el cielo nocturno (y por ende casos el héroe fue posterior al dios, aunque estaba
con las estrellas y la luna), Ia parranda, los banquetes, asociado en cierta medida con él, y a veces tomaba su
los tramposos, los hechiceros, el jaguar, la justicia, nombre. Posteriormente, los logros del individuo se
el castigo, y con otros fenómenos, según el contexto confundieron con los mitos de su divino protector.
concreto (festividad, día del calendario, punto cardi- En el caso de Huitzilopochtli, sin embargo, Bro-
nal, etc)65. Incluido en el mapa cosmológico meso- therston (1974) y Davies (1973: 35-8) han argumen-
americano del calendario y los colores asociados a los tado que el hombre precedió al dios, posibilidad basa-
rumbos, Tezcatlipoca se solapó con otras divinidades da no sólo en Ias afirmaciones de Sahagún sino en otras
mayores o se «desdobló»; al dios Xipe se le llama el varias fuentes importantes74. Las recientes investigacio-
Tezcatlipoca rojo del este, el Tezcatlipoca blanco del nes de Uchmany (1979) y Zantwijk (1976, 1979) han
oeste era un aspecto de Quetzalcoatl, y así sucesi- subrayado tanto la naturaleza compuesta de esta divini-
vamente66. A medida que los pueblos postclásicos dad como su elaboración a lo largo del tiempo. Este últi-
reelaboraron el viejo panteón mesoamericano, también mo autor afirma que el carácter compuesto, la genea-
extrajeron de entre su infinita variedad y complejidad logía mítica y las fábulas de la migración de Huitzilo-
sus propios dioses protectores. Se nos dice que las pochtli reflejan el carácter étnicamente compuesto de los
profesiones, las dinastías, las ciudades estado y hasta propios mexicas. Davies afirma, de forma similar (1973:
los calpultin67 mexicas tenían sus propios patroci- 35-8; 1980: 181-3, 205) que el dios era una fusión de un
nadores divinos. primitivo héroe tribal y de Opochtli, una deidad lacustre
En Ia época imperial, el conjunto del pueblo me- de los pueblos del sur del valle entre los que se insta-
xica tuvo también una divinidad nacional, su beli- laron los mexicas en el siglo XIV.
coso dios tutelar, Huitzilopochtli, el «colibrí de la Reviste especial trascendencia el hecho de que el
izquierda» o «colibrí del sur». Este dios era uno de los dios constituyera un desarrollo tardío propio de los me-
pocos elementos singulares del panteón mexica, xicas, sin importancia para otros pueblos del valle. En
desde que a mediados del siglo XIV los mexicas com- realidad, lo que diferencia a Huitzilopochtli de la ma-
partieron el sistema religioso de sus vecinos del valle. yoría de las otras divinidades tutelares étnicas es el
La verdad es que Huitzilopochtli ocupaba un puesto carácter estrictamente local de sus seguidores —por lo
bastante incómodo en el panteón; más adelante exa- menos antes de la expansión imperial de los mexicas.
minaremos el papel imperial de Huitzilopochtli en su Más aún, si las investigaciones recientes están en lo
politizada forma final. Aquí nos limitaremos a obser- cierto, Huitzilopochtli no estuvo asociado a importantes
var que su primitiva naturaleza es, en el mejor de los dioses del firmamento, como Tezcatlipoca, hasta des-
casos, oscura y que su papel en el siglo XIV fue pro- pués de su transformación con las «reformas» religiosas
bablemente bastante modesto. del primer período imperial. Cabe por ello contemplar
Los mitos imperiales posteriores contarían cómo con escepticismo el destacado papel de Huitzilopochtli
los mexicas se llevaron a Huitzilopochtli durante su en el panteón imperial mexica. La cosmología imperial
legendaria migración, cómo éste los guió y aconsejó lo clasificó como uno de los cuatro dioses mayores del
en sus luchas, y cómo los condujo finalmente a su isla panteón, adoptando alguno de los aspectos principa-
de Tenochtitlan68. Sin embargo, las diversas versiones 69
Cristóbal del Castillo. 1.908.
70
Sahagún, lib 10.
65 71
Nicholson, 1.971. Cristóbal del Castillo 1.908. Torquemada 1.975.
66 72
Véase especialmente Hunt, 1977, para un examen del desdoblamiento de Sahagún lib 1.
Tezcatlipoca y otros conjuntos divinos mesoamcricanos. 73
Para recientes interpretaciones de Ia compleja y confusa naturaleza de
67
Duran, lib. 2, cap. 5, 1967: vol. 2. Huitzilopochtli véanse Uchmany 1978, 1979; Zantwijk (1979), Davies (1973:
68 318). López Austin (1973, passím), Brundage (1979: cap. 6), Carrasco
Véase Ia nota 32. para las fuentes primarias. Se supone que Duran,
(1979) y Nicholson (1971). Brotherston 1.974.
Tovar y Tezozomoc (todos derivados de la perdida «Crónica X») son 74
los más próximos a la versión oficial del Estado mexica. Castillo y Torquemada, antes citados.
12
les de Tezcatlipoca y confundiéndose a menudo con propiciarse. En muchos ritos se trataba a la víctima
Tonatiuh, el propio Sol. Cabe suponer, sin temor a equi- como si fuera el mismo dios al que se estaba hon-
vocarnos, que fue la posterior reorganización de la histo- rando, y así se le dirigía la palabra77. Incluso en el culto
ria y la cosmología por parte del régimen imperial la militarista de ofrenda de corazones, el guerrero victo-
que asignó a Huitzilopochtli tan asombrosas asociacio- rioso se dirigía a su cautivo como a un hijo, tratándole
nes y atributos, al tiempo que sus exhortaciones impe- con gran respeto antes de sacrificar a los dioses el
rialistas y su insaciable necesidad de sacrificios ma- corazón del guerrero extranjero78. Esos guerreros cap-
sivos. Una deidad tan ostentosamente importante, con turados se consideraban la mejor ofrenda posible en la
ambiciones ilimitadas para su pueblo, no parece encajar mayoría de las ceremonias.
fácilmente con los primitivos mexicas, agazapados en su El componente militarista del culto sacrificial nos in-
fangosa isla a la sombra de las poderosas fuerzas que duce también a sospechar que la constante pugna entre
los rodeaban. Sólo con la ayuda de los mitógrafos los estados del México Central influyó en el desarrollo y la
imperiales la divinidad protectora mexica, antes insig- intensificación de los sacrificios humanos. La violenta
nificante, pudo abrirse paso, a codazos, hasta las competición entre ciudades-estado desempeñó, probable-
alturas del panteón. mente desde época pretolteca, un papel fundamental en
Si de los dioses pasamos a su culto, vemos que los la elaboración de todos los aspectos de la religión de
mexicas (como las demás ciudades estado del Post- estado. Los cultos sacrificiales militaristas del Postclá-
clásico Tardío) no sólo heredaron de los toltecas el sico, las divinidades protectoras regionales y las genea-
militarismo y la obsesión por la genealogía, sino también logías toltecas semimíticas indican que la ideología era
su espeluznante versión del ritual religioso mesoame- una parte de la lucha por el poder tan importante como la
ricano. Los sacrificios humanos eran esenciales para los fuerza mi l i t ar y económica (C fr. Demarest, 1976, 1984).
cultos de muchas divinidades y en las principales En realidad, y como veremos, fueron las innovaciones
festividades del ciclo del calendario. Los sacrificios, como ideológicas de los mexicas las que a la larga les propor-
corresponde a la complejidad de Ia ideología, adoptaban cionaron ventaja sobre unos vecinos más consolidados.
aspectos muy diversos. Según el contexto sagrado de Aunque la institución del sacrificio humano fue funda-
la ofrenda, la víctima podía ser decapitada, quemada, mental en la religión del siglo XIV, la escala de estos sa-
ahogada, estrangulada, despellejada viva, despeñada crificios era bastante reducida en comparación con las
desde una gran altura, muerta en combate ritual o por inmolaciones masivas de la época imperial azteca. Es
inanición, empalada en un potro y asaetada con fle- probable que los inexpertos mexicas no sacrificaran
chas, o podían aplastarle la cabeza. Un fraile español sino unos cuantos centenares de víctimas al año. Los sa-
que acompañaba a Ias tropas de Cortes describió así crificios humanos y el canibalismo ritual debían de pro-
Ia forma más corriente de sacrificio público. ducirse solamente con ocasión de los principales ritos
Tenían aquestos naturales templos muy grandes, y encima religiosos del calendario sagrado, y quizás después de
una casa de oración, y a la entrada de la puerta, un poco importantes victorias militares. Probablemente, entre los
antes, tenían puesta una piedra baja, hasta la rodilla, en donde primitivos mexicas la mayoría de las pequeñas cere-
a mujeres o a hombres que hacían sacrificios a sus dioses, los monias, ritos domésticos o cultos de los calpultín iban
echaban de espaldas, y ellos mismos se estaban quedos, a
donde salín un sacerdote con un navajón de piedra que casi acompañados sólo de sangrías y de sacrificios de anima-
no cortaba nada, hecho a manera de hierro de lanza, y luego les. A comienzos del XV acaso se intensificaron los cultos
con aquella navaja le abría por la parte del corazón y se lo en Tenochtitlan a causa de los iniciales éxitos guerreros
sacaba, sin que la persona que era sacrificada dijese palabra; de la élite, de una mayor afluencia de cautivos y del cre-
y luego al que o a la que era, así muertos los arrojaban por las
escaleras abajo, y lo tomaban y hacían pedazos con gran ciente interés por una religión estatal y un ritual encami-
crueldad y lo asaban en hornillos y lo comían por manjar muy nado a enaltecer su prestigio. No cabe duda, sin embar-
suave, y de esta manera hacían sacrificios a sus dioses75. go, de que antes de los cambios generalizados de 1428,
No es asombroso que tales sacrificios y el caniba- ni Ia ideología mexica ni ninguna otra religión estatal de
lismo ritual consternaran a los conquistadores espa- Mesoamérica había podido conformar los actos sacrifi-
ñoles. Pero en el Postclásico Tardío al parecer habían ciales y la cosmología religiosa en un culto imperialista
sido aceptados como una parte necesaria del ritual unificado. Sólo después de la formulación de ese culto,
religioso. La mayoría de las versiones de la mitología bajo la transformada divinidad protectora de los mexicas,
azteca posterior sostienen que el propio sol y Ia propia Huitzilopochtli, pudieron parecer provechosas o justifica-
luna fueron creados por actos de autosacrificio divi- bles las carnicerías masivas del período imperial.
no76. Los sacrificios humanos del Postclásico Tardío La crisis de transformación
han de entenderse desde el punto de vista del sistema
de creencias y del elaborado ritual que transmutaban Como hemos visto, los mexicas habían sufrido pro-
esos actos carnales en ofrendas bendecidas a unos fundos cambios culturales a finales del siglo XIV. Bajo
dioses siempre amenazantes. En muchas ceremonias la tutela de sus vecinos, más asentados que ellos, a su
concretas del ciclo del calendario, Ias víctimas sacri- tradicional estructura calpullin se agregaron nuevas
ficiales eran en realidad personificaciones del dios, y a instituciones políticas y sociales. Los nuevos dirigentes,
menudo vestían como la divinidad a la que había que el tlatoani y los pipiltin, obtuvieron importantes victorias
77
Las principales ceremonias de los sacrificios se describen detalladamente
75
Aguilar. 1954. en Sahagún (en especial en el lib. 2, 1950-69: pl. 3) y en la Historia de las
76
V. gr. Leyenda de los Soles. 1.975. Sahagún, lib 7. Historias de los Indias de Nueva España, de Durán (lib. I, 1.967. vol. I).
78
mexicanos por sus pinturas. Cap 7. Sahagún lib 2. cap 21.
13
para los mexicas, con lo que se incrementó el papel Tezozomoc no conoció rivales en el valle. Pero, a diferencia
de la guerra y los tributos en su economía y obtuvieron de los posteriores gobernantes imperiales mexicas, Tezo-
en recompensa la propiedad de algunas de las tierras zomoc no se tomó la molestia de legitimar su poder a
conquistadas para la alianza tepaneca. A comienzos del través de un linaje tolteca. Su macroestado carecía, ade-
XV los mexicas casí habían alcanzado la condición de más, de la cosmología imperial unificadora que inspiraría la
aliados de los señores tepanecas de Azcapotzalco, en duradera expansión del imperio azteca. Nada tiene de
lugar de simples vasallos. Coincidiendo con los sorprendente, pues, que el reino de Tezozomoc saltara en
cambios políticos y económicos, la religión mexica se pedazos tras la muerte de éste en 1426.
hizo más militarista y adquirió un carácter más estatal. Los acontecimientos que se suceden desde 1426 a 1428
Su dios-héroe Huitzilopochtli, antaño una divinidad son bastante confusos, tanto a causa de la complejidad
oscura, evolucionó hasta convertirse en una deidad de las intrigas que siguieron a la muerte de Tezozomoc,
protectora del Estado, aunque por el momento no como debido a las narraciones contradictorias que nos han
impresionara en exceso a sus vecinos del valle. transmitido quienes participaron en la lucha por el poder. A la
Pero la naciente estructura estatal de Tenochtitlan muerte del rey estalló en Azcapotzalco una guerra de su-
no era sino un presagió de la inexorable potencia cesión, que finalizó cuando un tal Maxtla se apoderó del
imperial en que rápidamente iba a convertirse tras la trono y, con él, del control de la alianza tepaneca 82. Poco
caída de Azcapotzalco, en 1428. Antes de esa fecha después Chimalpopoca, el tlatoanl mexica, murió por «cau-
sus amos tepanecas limitaban el poder de los mexicas sas no naturales». Las fuentes no concuerdan en lo que a
en los asuntos del valle, la porción de tributos que se los responsables de la muerte de Chimalpopoca se refiere:
les asignaba y sus posesiones en las tierras lo ahogaron unos asesinos, o se suicidó ahorcándose, o
conquistadas. Más adelante, el desarrollo de una bien f u e asesinado en la propia Tenochtitlan 83. Sea como
facción antimexica en la corle del rey tepaneca sea, le sucedió en el poder en Tenochtitlan un nuevo tla-
Tezozomoc, a comienzos del siglo XV, puso de relieve toani, Itzcoatl84.
la existencia de esas limitaciones. Al parecer, ese El nuevo gobernante, con sus sobrinos Moctezuma I y
grupo propugnaba la des-trucción de los mexicas, a Tlacaelel, acaudillaba una facción militante que propug-
quienes consideraba peligro-sos advenedizos 79. Las naba la rebelión contra la alianza tepaneca y su nuevo rey,
trabas externas al poderío de Tenochtitlan se vieron Maxtla. Según las historias mexicas, los miembros de eso
acompañadas de restricciones internas al poder de facción defendían la rebelión por considerar a Maxtla usur-
la élite guerrera; el tradicional sistema calpullin pador y tirano; al parecer también le achacaban un trato
constituía una traba para el desa-rrollo de la autoridad injurioso a su estado e inmoderadas exigencias de mayo-
de la élite, y la importancia económica de la guerra y res tributos85. Parece igualmente probable, sin embargo,
los tributos seguía siendo bas-tante exigua en compa- que los jefes mexicas se hubieran dado cuenta de que la
ración con la agricultura inten-siva lacustre de los guerra civil había debilitado la alianza tepaneca, brin-
campesinos de los calpultin y las actividades de los dándoles la oportunidad de una audaz puja por el poder.
comerciantes mexicas de Tlatelolco. Esos obstáculos La belicosa facción de Itzcoatl prevaleció en Tenochtitlan y
internos y externos al crecimiento y Ia centralización los mexicas entablaron una alianza con Nezahualcoyotl,
del poderío mexica no desapare-cieron hasta después el desterrado príncipe de Texcoco, para dirigir una coa-
de la serie de acontecimientos que siguieron a la lición de ciudades-estado rebeldes contra los tepane-
muerte de Tezozomoc en 1426. cas86. Posteriormente se les unió Tacuba, un centro me-
En la época de su subida al trono, en el decenio de 1977: 57-72).
1370, Tezozomoc había sido el maestro, consejero y 82
Ixtlilxochitl, lib. 2. 1977: cap. 22, págs. 55-6: Tezozomoc, 1975: 100-8;
patrocinador de sus tributarios mexicas, a quienes uti- Historia de los mexicanos, 1941: 229-30; Anales de Tlatelolco. 1948: 55; Relación
lizó como peones en sus grandes planes para la alian- de la genealogía y linaje, 1941: 252; Anales de Cuauhtitlán, 1.975. Nótese que
todas estas fuentes califican de usurpador a Maxtla. Este, uno de los hijos
za tepaneca. Los guerreros mexicas, al mando de su pequeños de Tezozomoc, sólo podía heredar en teoría el trono del vasallaje
tercer tlatoani, Chimalpopoca, ayudaron a Tezozomoc tepaneca de Coyoacán.
83
en la gran guerra contra la otra gran potencia del Estos relatos especialmente contradictorios de la muerte de Chimalpopoca
se dan en los Anales Mexicanos (1903: 50), Anales de Tlatelolco (1948: 55), y
valle, la confederación acolhua. dirigida por la re- en Duran (lib. 2, cap. 8, 1967: vol. 2, págs. 71-2), respectivamente.
nombrada ciudad de Texcoco80. En 1418 los te- 84
Nótese que incluso según las fuentes mexicas (por ejemplo, Durán, lib. 2.
panecas aplastaron por fin esto alianza rival matando cap. 8, 1967: vol. 2, pág. 73), Itzcoatl era hijo ilegítimo de Acamapichtli, el
primer tlatoani mexica, y de una esclava. Eso dificultaba su probable elección
al rey de Texcoco y desterrando a su joven hijo, el príncipe por derechos de nacimiento. Sin embargo Duran refiere que fue elegido por
Nezahualcoyotl81. A partir de entonces la hegemonía de «común consentimiento» sobre Ia base de su valor y de sus «buenos cos-
tumbres» (Durán, lib. 2, cap. 8, 1967: vol. 2, pag. 73). Cabe observar cíni-
79
camente que es muy extraño (y verdaderamente sospechoso) que las fuentes
Véanse, por ejemplo, Durán (lib. 2, cap. 8, 1967: vol. 2. pags. 69-71) y mexicas, tan críticas frente a la «usurpación» del trono tepaneca por Maxtla
Clavijero (lib. 3. 1.826: vol. I, pags. 122-4). Es difícil dilucidar si las fuentes con respecto a sus hermanos mayores, se olviden despreocupadamente de tal
son más fiables en esto o cuando intentan justificar la posterior revuelta objeción en el caso de la elección de Itzcoatl en el mismo Tenochtitlan.
mexica. Sin embargo, y dada la creciente amenaza mexica, es bastante 85
Duran (lib. 2. cap. 8. 1967: vol. 2. pags. 69-72) e Ixtlixochtil (Historia,
verosímil que se desarrollase el partido anti-mcxica de Maxtla.
80
lib. 2, cap. 30. 1977: 77-8) detallan las quejas de los mexicas por el trato irra-
La guerra texcocona-tepaneca es uno de los acontecimientos mejor cional que les daban los tepanecas, que incluían insultos, elevados tributos y la
documentados de la etnohistoria azteca. Una fuente primaria generalmente negativa de los derechos de acceso al agua y a las rutas comerciales.
de fiar (aunque claramente sesgada) sobre la guerra es el cronista texcocano 86
La extensión y la importancia del papel de Texcoco varía, como era de
Ixtlilxochitl, con sus diversos escritos (en especial lib. 2. 1977: 39-54; véase esperar. según Ias fuentes. Las fuentes mexicas atribuyen la victoria a Tla-
también lib. I, 1975: 326-42; 433-9; 536-8).
81
caelel e ltzcoatl, con Nezahualcoyotl como un aliado prestigioso aunque des-
Los años románticos del retiro de Nezahualcoyotl fueron uno de los lemas dibujado (por ejemplo. Duran, lib. 2. cap. 10. 1967: vol. 2, pags. 85-96; Có-
favoritos de Ixtlilxochtil, quien dedicó la mayor parle de los cinco capitulos de su dice Ramírez, Tovar, 1944: 58-72). Naturalmente Ixtlilxochitl, el cronista tex-
Historia de la nación chichimeca en describirlos detalladamente (Ixtlilxochitl, lib. 2, cocano, dibuja el papel del rey de Texcoco, Nezahualcoyotl, como funda-
14
nor. Esta «Triple Alianza» de Tenochtitlan, Texcoco y amigos de apaciguar a los tepanecas—, instigaron a los tepa-
necas de Tacuba básicamente hostiles a Maxtla, o matar a
Tacuba derrotó a los tepanecas en 1428, heredando el Chimalpopoca. Esta historia posee un tono de veracidad. No
reino de Tezozomoc87. Esa Alianza se convertiría en el es muy verosímil que Maxtla deseara llegar al extremo de
imperio azteca y con el tiempo los aztecas mexicas de matar a Chimalpopoca para quedarse luego tan tranquilo mien-
Tenochtitlan dominarían a los estados tributarios de la tras era elegido en su lugar un sucesor mucho menos dócil.
Los acontecimientos posteriores ilustran con claridad que
alianza, cada vez más numerosos. probablemente sea más exacta la versión de que
Los acontecimientos que condujeron a la gloriosa as- Chimalpopoca fue eliminado a causa de su sumisión a Maxtla, y
censión de la Triple Alianza poseen muchas de las carac- a instancias de quienes deseaban adoptar una posición más
terísticas de un golpe militar. Itzcoatl era un curtido gue- dura92.
rrero que había alcanzado el rango de comandante supre- Con independencia de los detalles de la ascensión
mo de los ejércitos mexicas durante el período de vasa- al poder de Itzcoatl, no cabe duda de que después del
llaje de Tezozomoc88. Al igual que su facción de guerreros triunfo de la Triple Alianza los nuevos dirigentes inicia-
nobles tenía mucho que ganar de una rebelión contra los ron una amplia serie de cambios que transformaron la
tepanecas: la victoria eliminaría las diversas trabas, ex- sociedad mexica. La mayoría de las principales cró-
ternas e internas, que limitaban el poder de la élite. nicas mencionan las «reformas» imperiales implan-
Las misteriosas circunstancias que rodearon la tadas por las más destacadas figuras del nuevo or-
muerte del tlatoani mexica, Chimalpopoca, apuntan den: el tlatoani Itzcoatl, su sobrino y sucesor Mocte-
también a una conspiración militar, y de hecho los zuma I y Tlacaelel, una monumental figura que, se-
Anales Mexicanos afirman sin rodeos que Itzcoatl, gún cuentan, fue el cihuacoatl (gran sacerdote y
como líder de quienes propugnaban la rebelión contra consejero) de los cuatro primeros gobernantes im-
los tepanecas, envió un grupo de asesinos tacubas a periales. Se nos informa de que los nuevos dirigen-
matar a Chimalpopoca, con objeto de que él y la fac- tes mandaron quemar los textos históricos religio-
ción guerrera pudieran adueñarse del poder89. Otra sos existentes93,y después acometieron la reestruc-
fuente confirma la muerte de Chimalpopoca a manos turación de las instituciones económicas, políticas, so-
de los tacubas, aunque no acusa concretamente a Itz- ciales e ideológicas mexicas.
coatl de complicidad90. Muchos relatos cuentan que
Chimalpopoca se suicidio o que los responsables de
su muerte fueron los tepanecas91. Cabe sospechar,
no obstante, que éstas eran las versiones oficiales
del suceso, tendentes a responsabilizar a los tepa-
necas para justificar mejor la rebelión mexica. El
nuevo tirano tepaneca, Maxtla, no tenía nada que
ganar con la muerte de Chimalpopoca. Nigel Davies
ha señalado la lógica de la versión de los Anales
Mexicanos:
Según otra versión muy distinta de los acontecimientos, el
sucesor de Chimalpopoca, Itzcoatl, y sus partidarios —nada

mental, atribuyéndole incluso la conquista final de Azcapotzalco y la ejecu-


ción de Maxtla. Véase, por ejemplo, la Historia de Ixtlilxochitl, en la que
Nezahualcoyotl dirige la guerra contra Maxtla, lo hace prisionero y lo sacri-
fica en la plaza mayor de Azcapotzalco (lib. 2, caps. 28-31, 1977: 73-81).
87
Una vez más el poder y la influencia relativos de esos centros han sido
objeto de considerables discusiones. Pese a su asociación nominal, el
pequeño centro de Tacuba era, claramente, una potencia menor dentro de la
alianza. El papel de Texcoco era fundamental, pero llego un momento en que
su poder económico, militar y hasta político quedó eclipsado por el de
Tenochtitlan. En la época de la conquista los tlatoque mexicas manipulaban
incluso la sucesión texcocana (véanse notas 191-192 a este mismo capítulo).
88
Chimalpahin menciona a Itzcoatl como jefe militar e importante
administrador ya en 1407 (Chimalpahin, 1965: 83-4). y Clavijero afirma
concretamente que dirigió los ejércitos mexicas durante tres decenios y
ascendió al rango de comandante en jefe (Clavijero, lib. 3. 1826: vol. I, pag.
144). Recuérdense también los débiles derechos hereditarios de Itzcoatl al
trono (nota 84).
89
anales mexicanos. 1.903
90
Chimalpahin (I965: I90-I) afirma que t a n t o Chimalpopoca como el rey de
Tlatelolco murieron a manos de asesinos de Tacuba (tambi én llamada
Tlacopán). Da a entender, sin embargo, que había muchos «tepanecas»
complicados.
91
Incluso estas versiones mexicas que culpan a los tepanecas de la muerte
de Chimalpopoca se contradicen sospachosamente. Duran (lib. 2, cap. 8,
I967: vol. 2, páginas 71-2) y Tovar (1944:53) afirman que los tepanecas lo Los análisis modernos han confirmado que cabe ras-
mataron mientras dormía en su palacio de Tenochtitlan. Los Anales de
Tlatelolco (1948: 55), Torquemeda (libro 2, cap. 20. 1975: 177) y Clavijero (lib.
trear en esas reformas el origen de cambios cruciales en
3, 1826: vol. I, págs. 139-41) describen cómo Chimalpopoca se suicidó tras todos los aspectos de la sociedad mexica. Castillo (1972:
haber sido hecho prisionero y humi ll ado por los tepanecas en Azcapotzalco.
La Relación de la genealogía y linaje (1941: 252) afirma que una amplia 92
Davies 1.974. Véase también Davies 1.980.
alianza de centros tramó que unos asesinos ahogaran a Chimalpopoca, y 93
todavía hay otras muchas versiones. Sahagún lib. 10. cap. 29. 1.950.
15
45, 46, 69, 70 y passim) y Katz (1966: 33, 34 y passim) vecinos, casi ofreciéndose por esclavos a los de Azcaput-
zalco.
han descrito la reestructuración económica de la sociedad Algunos de los señores dijeron que no era mal consejo... y
mexica resultante de la desigual distribución de las tierras que así podrían meter sus dioses en la ciudad de Azcaput-
y los tributos obtenidos al conquistar a los tepanecas. zalco... y quedarse allí, y casi luego lo quisieron poner por
López Austin (1961: 39-42) ha demostrado que el siste- obra. Porque, llamados los ayos de su dios, les mandaron se
apercibiesen para llevar a cuestas a su dios95.
ma político de concentración del poder en un tatloani y en
un Consejo de los Cuatro (miembros todos ellos de la Sabido por los de México cómo la guerra estaba ya
publicada y que no se podía dejar de hacer y efectuar, la gente
familia imperial) se instauró durante las reformas de común temerosa empezó a temer y a hacer lástimas y a
Itzcoatl y de su consejero Tlacaelel. Brundage (1972: XV- pedir... los dejasen salir de la ciudad. Los señores conso-
XVII, 82-91) ha observado el considerable aumento de lándolos y el rey en persona les dijo: —«No temáis, hijos
poder y prestigio de la clase militar de los guerreros míos, que aquí os pondremos en libertad, sin que se os haga
mal ninguno.» Ellos replicaron: —«Y si no saliéredes con ello,
después de su victoria en la guerra tepaneca. Townsend ¿qué será de nosotros?» —«Si no saliéremos con nuestro
(1979) ha dado una nueva interpretación de la escultura intento, nos pondremos en vuestras manos —dijeron ellos—
azteca como visión imperialista del cosmos — visión cuyo para que nuestras carnes sean mantenimiento vuestro y allí os
inicio descubre en 1427—. Diversos estudiosos han venguéis de nosotros y nos comáis en tiestos quebrados y
sucios, para que en todo nosotros y nuestras carnes sean
sugerido que la rápida elevación del dios Huitzilopochtli en infamemente tratadas.»
el primer período imperial fue resultado del plan de Ellos respondieron: «Pues mirad que así lo hemos de
propaganda mexica94. Todos estos cambios fueron en hacer y cumplir, pues vosotros mismos os dais la sentencia. Y así
provecho de los nuevos dirigentes y de la nobleza, y nosotros nos obligamo, si salís con vuestro intento, de os servir y
concentraron la riqueza, los privilegios sociales y el poder tributar y ser vuestros terrasgueros y de edificar vuestras casos y
de os servir... y de os dar nuestras hijas y hermanas y sobrinas
político en manos del tlatoani gobernante, de sus gue- para que os sirváis de ellas. Y cuando fuéredes a la guerra,
rreros (Figura 4) y de la clase noble pilli * . Las reformas de os llevar vuestras cargas y bastimento y armas a cuestas
religiosas consolidaron y legitimaron los cambios, y de os servir por todos los caminos por donde fuéredes y,
proporcionando un contexto ideológico para las nuevas finalmente, vendemos y sujetamos nuestras personas y
bienes en vuestro servicio para siempre.»
instituciones y la inspiración para la continua expansión Los principales y señores, viendo a lo que la gente co-
del estado. mún se ofrecía y obligaba, admitieron el concierto y, tomán-
Volviendo a la reestructuración de la sociedad mexica, doles juramento de que así lo cumplirían, ellos así lo jura-
hemos de aclarar que no se trata del proceso complicado ron96.
y sofisticado que el término reestructuración implica en De allí se volvieron los mexicanos victoriosos y alegres
nuestros días. La base de la riqueza era la tierra y los a su ciudad, con muchas riquezas y despojos que en la
ciudad [de Azcaputzalco] hallaron, porque, como estaba allí la
tributos. Cuando la alianza de ltzcoatl derrotó a los tepa- corte, estaba allí toda la riqueza de la nación tepaneca,
necas heredó un imperio. Las tierras adquiridas (muchísi- demás de que ellos eran mercaderes y tratantes y gente rica...
mo más extensas que todas las chinampas lacustres de 97
.
Tenochtitlan) no se repartieron entre los grupos calpullin, Apercibieron a la gente común los señores que mirasen
unidades tradicionales de posesión de la tierra. La gran a lo que se habian obligado... Los vecinos todos dijeron que lo
cumplirían y que les mandasen... que ellos estaban apareja-
masa de tierras y derechos tributarios correspondió al dos a los servir en todo.
tlatoani y a su élite guerrera. Cuando los gobernan- Tlacaelel fue al rey y le dijo: —«Señor, estos señores,
tes reescribieron la historia, justificaron esta desi- hermanos tuyos y primos tuyos, que con valor, ánimo y es-
gualdad señalando que los hombres del común no dese- fuerzo han puesto el pecho a la guerra, es bien sean galar-
donados. Ya sabes que nos prometieron los de Azcaputzalco
aban la guerra y que sólo la coerción del nuevo régi- tierras en donde pudiésemos hacer nuestras sementeras: no
men logró volver a los mexicas contra los tepanecas. perdamos la coyuntura; vamos y repartamos la que nos
La versión oficial de los acontecimientos es propagan- señalaron entre nosotros, pues la ganamos con la fuerza de
da en estado químicamente puro. Merece la pena re- nuestro brazo.» AI rey le pareció bien, y mandó que fuesen
contados los señores que en la guerra se habían señalado,
latar este dramático fragmento de la historia estatal, para premiarlos a todos, conforme a sus merecimientos98.
ya que «entre líneas» cabe leer la historia de la reor-
Repartieron entre sí las tierras dando lo primero y mejor
ganización, tanto económica como social: y más pr incip al a la corona real. Luego, entre sí los señores,
Luego empezó [el rey Itzcoatl] a entablar las cosas de la y lo tercero, repartieron a los barrios, tantas brazas para cada
guerra y a proveer en las cosas necesarias para ella. Viendo y barrio, para el culto de sus dioses99.
conociendo la prisa que los de Azcaputzalco se daban para El primero a quien señalaron tierras fue a Tlacaelel, al
destruir (a) los pobres, lo cual se velaban los de la ciudad con cual dieron diez suertes de tierra, todas tierras de Azca-
mucho cuidado y andaban muy sobre aviso; pero la gente co- putzalco, en lugares señalados de la provincia. A los demás
mún, viendo el valor y la fuerza de los tepanecas, temían y de los principales y señores que en aquella guerra se
tenían por imposible la victoria y persuadían al rey y a los de- señalaron, les cupo a dos suertes de tierra cada uno. A la
más señores la paz, mostrando mucha cobardía y flaqueza..., gente común que en esto guerra se halló, como a hombres
lo cual desmayaba mucho a los señores y al rey... cobardes y llenos de temor, que se habían juramentado de
Respondieron que el rey nuevo de Azcaputzalco era hom- servir a los señores y vencedores, no les quisieron dar tierras
bre piadoso, que eran de parecer que tomasen a su dios Huit-
zilopochtli y se fuesen a Azcaputzalco a poner en las manos
del rey todos, con humildad, para que hiciese de ellos lo que
fuese su voluntad, y que quizás los perdonaría, y darían en 95
Durán lib 2. 1.967. vol 2.
Azcaputzalco lugar donde viviesen y los entretejerían entre los 96
Durán lib 2. 1.967. vol 2.
97
94 Durán lib 2. 1.967. vol 2.
Véase en especial León Portilla 1.958. Brotherston 1.974. Padden 1.967.
98
demarest 1.976. Uchmany 1.979. Durán lib 2. 1.967. vol 2.
* 99
Pilli es el singular de pipiltin Durán lib 2. 1.967. vol 2.
16
ni otra cosa alguna, salvo a los que mostraron algún corazón tierras tepanecas. Basados en lo evolución de la sociedad
y brío y deseo de se mostrar100.
mexica en el siglo XV, completaron y consolidaron brus-
Así pues, los historiadores imperiales se tomaron mu- camente el proceso de desarrollo; los tributos, repartidos
chas molestias para demostrar la justicia de la monopoli- sobre la base de derechos de nacimiento y de los éxitos
zación de la tierra y la riqueza por parte de una minoría. La militares, se sumaron a la agricultura de chinampas y al
historia de que la gente común se «apostó» su posición comercio como principales fundamentos económicos de
social y económica es inverosímil, por supuesto; pero los la vida mexica. Las organizaciones calpultin perdieron gran
extremos a los que llegó el nuevo orden para justificar su parte de su significado económico y político, ya que ahora
actuación subrayan el carácter repentino y radical del sólo poseían una menguada porción de la totalidad de las
cambio. tierras mexicas y estaban virtualmente excluidas de la
Al lado de estos cambios económicos y sociales, los nueva estructura política. Se inició un ciclo de creciente
nuevos dirigentes elaboraron un orden político y le dieron imperialismo y estratificación en clases; la nueva riqueza y
forma. Itzcoatl creó mediante decretos imperiales los prin- el nuevo poder de los militares les proporcionaban medios
cipales cargos del nuevo gobierno, cargos que normal- para sustentar sus campañas imperialistas, que acarrearon
mente combinaban funciones militares, religiosas y polí- aún más tributos y reforzaron su dominación. Se habían
ticas. Fue entonces cuando se introdujo un nuevo pro- sentado las bases económicas y sociales del imperio.
cedimiento de elección del tlatoani, arrebatándoles a los Pero los cambios políticos, sociales y económicos resul-
consejos calpullin la elección del jefe y concediéndosela a tantes del golpe de Itzcoatl sólo sirvieron para alzar
la oligarquía a través de la instauración del llamado «Con- bruscamente a los mexicas al nivel del macroestado de
sejo de los Cuatro», principales consejeros del tlatoani y Tezozomoc. Estas reformas se limitaron o concluir pro-
de cuyo seno debía escogerse al nuevo tlatoani101. Itzco- cesos ya muy avanzados a comienzos del siglo XV y a
atl estableció una jerarquía de títulos e inició programas rematar la adopción de las instituciones económicas y polí-
propagandísticos para realzar el prestigio de los recién ticas de sus más adelantados vecinos y aliados. Las nue-
nombrados: vas instituciones de la sociedad mexica, aunque acaso
estuvieran ligeramente mejor organizadas que en las
«El rey ltzcoatl, vuestro señor y rey, y por otra parte, pa-
riente mío, muy cercano de todos, os envía a saludar y dice primitivas ciudades-estado, no eran muy diferentes de las
que, por haceros bien y merced y honraros, conforme a la instituciones de las capitales de las primeras alianzas
calidad de vuestras personas, que os quiere dar dictados y militares. También el reino tepaneca se caracterizaba por
hacer señores de títulos, juntamente con daros y repartiros las
rasgos similares: una autoridad política centralizada, una
tierras para el sustento de vuestros estados y personas.»
estructura social y de clases estratificada, una aristocracia
Aparte títulos..., labró y ensalzó estatuas de piedra para
perpetua memoria de sus grandezas. Los historiadores y terrateniente y una economía en la que destacaban los
pintores pintaban con historias vivas y matices, con el pincel tributos. Pero la hegemonía de Tezozomoc nunca consiguió
de su curiosidad, con vivos colores, las vidas y hazañas de sojuzgar plenamente el Valle de México y fue incapaz de
estos valerosos caballeros y señores, para que su fama volase, sobrevivir a una única sucesión. Ha de advertirse también
con la claridad del Sol, por todas las naciones 102.
que la unión de Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba se había
Mientras tanto, el omnipresente Tlacaelel, en su cali- visto precedida por otras «Triples Alianzas» de parecida es-
dad de cihuacoatl, reorganizaba los cargos civiles y reli- tructura107; éstas, sin embargo, nunca se habían extendido
giosos. En el Códice Ramírez se cuenta que, como con- más allá del México Central y se vinieron abajo pronta-
sejero supremo del tlatoani Itzcoatl y de Moctezuma I, mente, fragmentándose en minúsculos estados guerreros.
puso «en mucho orden y concierto todas sus repúblicas. En cambio, la Triple Alianza azteca se expandió por todo el
Puso consejos casi tantos como los que hay en España» 103. Valle de México y abarcó gran parte de Mesoamérica. En
Bajo el reinado de Moctezuma I prosiguió su obra de lugar de desintegrarse rápidamente en difusos centros de
estructurar las clases. Este segundo auténtico emperador poder, la hegemonía de la Triple Alianza fue con el tiempo
de México promulgó una serie de decretos que definían concentrándose cada vez más en uno sola autoridad
formalmente a los nobles (pípiltin) y a la gente del común suprema, el tlatoani de Tenochtitlan.
(macehualtín)104. Los privilegios en el vestir, la propiedad ¿Cuál fue la diferencia sustancial, el estímulo
y la educación se limitaban a la nobleza. En el nuevo có- competitivo causante del fantástico éxito de los mexi-
digo social había normas que restringían el derecho a cas? La respuesta a esta pregunta está en la trans-
practicar la poligamia y a vivir en casas de dos pisos formación ideológica que garantizó las victorias mexi-
solamente a la nobleza105. El estado consolaba a la gente cas e impulsó la continua expansión de su estado.
corriente recordándole que esos decretos se establecían La contribución original de los mexicas a la evo-
«para la entera salud de su reino»106. lución de Mesoamérica consistió en una ideología que
Nunca se dará demasiado importancia a los efectos de logró integrar los sistemas religioso, económico y so-
las diversas reformas y de la desigual distribución de los cial en una máquina guerrera imperialista. Los cam-
bios ideológicos que originaron esta integración fue-
100
Durán lib 2. 1.967. vol 2. ron obra del mismo puñado de hombres (Itzcoatl, Tla-
101
Durán lib 2. 1.967. vol 2. caelel, Moctezuma I, etc.) que había encabezado el
102
Durán lib 2. 1.967. vol 2. golpe y realizado las otras reformas. En realidad, su
103
Durán lib 2. 1.967. vol 2. alteración de los conceptos históricos y religiosos
104
Durán lib 2. 1.967. cap 26. vol 2. 107
105 Entre ellas se incluyeron la alianza tolteca de Tollán-Culhuacán- Otompan y
Durán lib 2. 1.967. cap 26. vol 2.
106
las triples alianzas postoltecas de Culhuacán-tenanyo-cán-Xaltocan.
Durán lib 2. 1.967. cap 26 vol 2. 1.967 Azcapotzalco-Culhuacán-acolmán. Véase Nicholson, 1.978.
17
eran tanto un intento de justificar sus acciones y de con la reorganización de la religión de estado y la reescri-
consolidar su poder como de asegurar la dominación tura de la cosmología y la mitología mexicas instauradas
mexica. El comienzo de esta reforma ideológica está por el nuevo régimen.
claramente registrado: La naciente elaboración del culto estatal y su combi-
Las historias se habían conservado, pero se quemaron nación con creencias más antiguas tuvo evidentes
cuando ltzcoatl gobernó en México. Se celebró un consejo de repercusiones en los ritos de la guerra y de los sacrifi-
gobernantes y estos dijeron: «Es innecesario que toda la gente del cios humanos que existían desde antiguo. La cosmo-
común conozca los escritos, porque contienen muchas falsedades: logía imperial sostenía que los mexicas debían inexorable-
el gobierno sería difamado y por la tierra se difundirían sólo
hechicerías»108. mente cautivar prisioneros en la guerra y sacrificarlos al
dios; la fuerza espiritual de los guerreros enemigos
La historia se reescribió en gran parte, como sacrificados fortalecería al sol y retrasaría su ineludible
hemos visto, para justificar la actuación de la élite y su destrucción por las fuerzas de la oscuridad. Así, pues, los
derecho a gobernar. Otra función de los nuevos tex- mexicas se veían en el sagrado deber de emprender una
tos consistía en combatir la opinión que de los mexicas carrera de interminables guerras, conquistas y sacrificios
tenían sus vecinos. La mayor parte de los pueblos es- con objeto de preservar al universo de la amenaza
tablecidos en el valle probablemente estaban de acuer- cotidiana de aniquilación. La nueva cosmovisión aceleró
do con los xochimilcas en «que vergüenza era que el ritmo y la escala de los sacrificios humanos hasta
cuatro gatos como los mexicanos, gente vil y de poca extremos sin precedentes, asociando específica-mente
estima, hubiesen prevalecido contra los mayores se- estos antiguos ritos con el estado mexica y la expansión
ñores y más lucida gente de la tierra» 109. Ya hemos imperial de la Triple Alianza. Los estudios de
observado los artificios de los mitógrafos en torno a especialistas en la religión imperial azteca, como Caso
algunos de los elementos contradictorios y alegóricos (1936, 1958) y León Portilla (1959, 1963) han descrito
de los relatos de la migración, con sus intentos a dramáticamente la naturaleza y las consecuencias de la
menudo transparentes de dar a los mexicas un linaje cosmología mexica:
semitolteca. Pero, sobre todo, los nuevos historiadores
Esta idea de que el hombre es un colaborador indispensable
y mitógrafos se pusieron a alterar los antiguos mitos y de los dioses, ya que éstos no pueden subsistir sí no son
la cosmología religiosa con objeto de convertirlos en alimentados, se encuen tra claramente expresada en el
un culto integrado que sustentara el imperialismo sangriento culto de Huitzilopochtli, que es una manifestación
militar mexica. del dios solar.
Esta última reforma constituyó el logro supremo ... por eso, al nacer el dios, tiene que entablar combate
con sus hermanos, las estrellas, y con su hermana la Luna, y
del nuevo orden: la elevación de Huitzilopochtli y la armado de la serpiente de fuego, el rayo solar, todos los días
formulación de un culto imperial que unía la divinidad los pone en fuga y su tri un fo significa un nuevo día de vida
protectora, las ambiciones militares mexicas y el sol, paro los hombres. Al consumar su victoria es llevado en
en una visión de la lucha constante entre las fuerzas andas hasta el medio del cielo por las almas de los guerreros,
que han muerto en la guerra o en la piedra de los sacrificios...
del universo. Hemos visto que el Huitzilopochtli preim- Todos los días se entabla este divino cómbate; pero para que
perial era un protector divino estrictamente local y triunfe el Sol es menester que sea fuerte y vigoroso, pues tiene
que se había desarrollado tardíamente, posible fusión que luchar contra las innumerables estrellas del norte y del sur,
de un dios-héroe mexica con una deidad acuática más y ahuyentarlas a todas con la flecha de luz. Por eso el hombre
debe alimentar al Sol; pero, como dios que es, desdeña los
antigua de los lagos del sur. En el período imperial, y alimentos groseros de los hombres y sólo puede ser
conforme a la nueva preeminencia de los mexicas, mantenido con la vida misma, con la sustancia mágica que se
Huitzilopochtli llegó a identificarse tanto con Tezcatlipoca encuentra en la sangre del hombre el chalchihuatl, el «l íquido
como con Tonatiuh, el sol guerrero110 (Figura 5). Ahora precioso», el terrible néctar del que se alimentan los dioses.
era el Tezcatlipoca del sur (el Tezcatlipoca Blanco), el sol El azteca el pueblo de huitzilopochtli, es el pueblo elegido
«joven» (el sol creciente de la primavera y el verano), y por el Sol; es el encargado de proporcionarle su alimento: por
eso para él la guerra es una forma de culto y una actividad
se identificó también con el cotidiano sol guerrero, necesaria... 113 .
Tonatiuh (Figura 6), que lucha por abrirse paso por el Convencidos de que para evitar el cataclismo fi na l era
firmamento111. De hecho, el dogma mexica sostenía necesario fortalecer al Sol, asumieron la misión de proporcionarle
ahora que Huitzilopochtli era uno de los cuatro hijos de la energía vital que se encontraba sólo en el líquido precioso
las deidades creadoras, los dioses supremos del que mantiene al hombre con vida. Los sacrificios y las guerras
ceremoniales, que eran la principal manera de obtener
panteón mesoamericano112. Este cambio decisivo de la victimas para todos los ritos sacrificiales, eran su actividad
suerte de Huitzilopochtli puede relacionarse claramente fundamental y el auténtico núcleo de su vida personal, social,
militar, religiosa y nacional. La visión mística del culto de
108 Huitzilopochtli transformó a los aztecas en grandes guerreros,
sahagún, lib. 10. cap. 29 1.950.
109 en «el pueblo del Sol»114.
Codex Ramirez. (Edición de Manuel Orozco y Berra. Editorial Innovación.
México, 1979.
110
Aunque algunos elementos de esta visión del universo
Probablemente siempre estuvo poco clara la exacta relación entre
huitzilopochtli y Tonatiuh, justamente a causa de la naturaleza artificial de la
eran viejas creencias mesoamericanas, la nueva cosmo-
fusión estatal de sus mitólogos (León Portillo, 1963: 161-2). La superposición de logía mexica los reunió ligándolos a las necesidades
Huitzilopochtli al dios Tezcatlipoca, que lo abarcaba todo, era inevitable dada su
ascensión a las fi l a s superiores del panteón tradicional azteca. Nicholson (1971
a: 425-6) señala esta «fusión» de divinidades en Huitzilopochtli y también señala 112
Historia de los mexicanos por sus pinturas. 1.941. véase Caso 1.958. León
su discutible condición de divinidad solar en el sentido usual. Véase
Portilla 1.963.
también Caso, 1.958. 113
111 Caso. 1.953.
Véase Hunt 1.977. para un análisis de Huitzilopochtli como una faceta del
114
conjunto múltiple de Tezcatlipoca. León Portilla. 1.963.
18
nacionales y a la vocación imperial del estado. Este nue- Y este es el oficio de Huitzilopochtli, nuestro dios y a esto fue
venido a recoger y atraer a sí y a su servicio todas las naciones, con
vo papel central de los mexicas y su transmutada divi- la fuerza de su pecho y de su cabeza117.
nidad protectora también fueron, claramente, producto
de las reformas imperiales. Diversas fuentes atribuyen Como hemos visto, las manipulaciones ideológicas cons-
específicamente la transformación del culto de Huitzilo- tituyeron sólo una parte de los cambios introducidos por
pochtli al omnipresente gran sacerdote y consejero del el nuevo régimen. Esas reformas religiosas —la elevación
rey, Tlacaelel: de Huitzilopochtli y la nacionalización y elaboración del culto
de los sacrificios— fueron, sin embargo, los elementos más
Fue éste también quien fungió como oráculo del Huitzilo-
pochtli, dios de los mexicas, y quien los guió por boca de él115. innovadores y cruciales de toda la transformación. La nueva
ideología diferenció a los mexicas de sus vecinos y predece-
sores, y alteró irrevocablemente el curso de la historia azte-
ca (Demarest. 1976. 1984). A través de un proceso acele-
rado, los sacrificios humanos masivos alcanzarían a fines
del siglo XV proporciones inimaginables, con ceremonias
que a veces entrañaban la matanza de miles y hasta
decenas de miles de cautivos. Estos rituales y la cosmología
que los exigía, impulsaron a los ejércitos mexicas a una bús-
queda divina, búsqueda cuyo resultado fue la expansión del
imperio azteca.
Al principio no debió de resultar muy fácil un cambio tan
radical de las doctrinas religiosas. Como ha señalado el
historiador del arte Richard Townsend:
La inmolación masiva de prisioneros de guerra no era una
práctica común entre los otros pueblos guerreros de la meseta
antes de la aparición de Tenochtitlan, y Tezcoco se resistió a
tales prácticas incluso después de la alianza con los mexicas118.

Era preciso, pues, propagar el nuevo dogma, «ven-


der» la cosmología imperialista mexica. El programa
propagandístico de los dirigentes imperiales daría lugar a
una parte sustancial del arte y la literatura aztecas. Aná-
lisis recientes de importantes esculturas mexicas aportan
pruebas de la índole política de gran parte del arte me-
xica. Al volver a estudiar los principales monumentos es-
tatales, Townsend (1979) llegó a la conclusión de que los
mexicas utilizaron el arte para promover su cosmovisión
imperialista. Según comenta:
Es bastante improbable que los mexicas se vieran forzados de
algún modo a una incondicional repetición de los arquetipos
mitológicos, pues los mitos podían adaptarse, regenerarse o
crearse de nuevo según la política de los estados imperiales.
Aunque el sentido de misión divina seguramente prestó impulso e
inspiración a la conquista, tales convicciones también pudieron
León Portilla llega a la conclusión de que todo este ser visualizadas y enérgicamente fomentadas por poderosos
gobernantes que deseaban unir a la nación en torno al esfuerzo
conjunto sacro pudo haber sido obra del cihuacoatl: imperial119.
«Fue Tlacaelel quien insistió en la idea —y quien la ori-
ginó— de que la vida del Sol, Huitzilopochtli, tenía que Como hemos visto, todos estos cambios se relacionan
ser mantenida con el rojo y precioso liquido»116. Aunque con la aparición de la Triple Alianza, la desigual distri-
tales interpretaciones atribuyan a esta figura semilegen- bución de las tierras tepanecas y la reorganización del
daria una creatividad acaso exagerada, es cierto que la poder político, obra de Itzcoatl y de sus colegas. Por ello
transformación de la religión estatal data en realidad de resultan fascinantes los comentarios de Townsend a las
ese período de reforma ideológica y que coincide a la inscripciones de un importante monumento mexica, la
perfección con las necesidades del nuevo estado y de Piedra del Sol:
sus gobernantes. Por encima de todo, el nuevo Huitzilo- El último elemento fundamental de la Piedra del Sol que hay
pochtli era una fuerza motriz de las ambiciones del pue- que tener en cuenta es la fecha jeroglífica 13-Acatl. No cabe la
blo mexica. El tlatoani Itzcoatl anunciaba la misión de su menor duda sobre la importancia mitológica de esa fecha, pues la
citan por lo menos dos versiones del mito originario como fecha
recién exaltado protector: de creación del actual sol. Pero el jeroglífico también reaparece
en el ciclo del calendario para marcar el año de una génesis más

117
Durán, lib. 2, cap. 11. 1.967. vol. 2
115 118
Chimalpahin. 1.965. Townsend, 1.979.
116 119
León Portilla. 1.963 Townsend 1.979.
19
directamente histórica: 1427, año de la subida al poder de Itz- desconfiara de los «falsos» sabios que «tienen sus pro-
coatl... 120.
pias tradiciones y las conservan secretamente» y por ello
Anteriormente, Henry Nicholson había señalado el ca- «descarrían al pueblo». Así, pues, sólo el sacerdote adies-
rácter sumamente integrado y normalizado de la iconogra- trado en el calmecac (Quetzalcoatl) debía ser reconocido
fía escultórica azteca121. Podemos ahora llegar a la conclu- como legítimo; los otros quedarían desacreditados, al igual
sión de que ello se debía, al menos en parte, a un control que sus «tradiciones secretas». Tras haber reelabora-
estrechamente centralizado por el estado de este aspecto do la historia y el mito escritos, el estado necesitaba
del sistema ideológico. controlar y alterar asimismo la literatura oral. Pronto los
relatos oficiales de la historia y la cosmología se convir-
tieron en las versiones aceptadas, gracias a la confianza
de los sacerdotes adiestrados en el calmeca en los
códices escritos:
Más, señores nuestros (dice)
hay quienes nos guían,
nos gobiernan, nos llevan a cuestas,
en razón de cómo deben ser venerados nuestros dioses,
... y los llamados Quequetzalcoa,
los sabedores de discursos,
es de ellos obligación...
Los que están mirando (leyendo), los que cuentan (o refieren lo que leen)
los que vuelven ruidosamente las hojas de los códices.
Los que tienen en su poder la tinta negra y roja (la sabiduría)
y lo pintado;
ellos nos llevan, nos guían, nos dicen el camino.

En el mundo feliz del reino de Itzcoatl, el sacerdote


Independiente y el que se autotitulaba chamán tendrían, a
lo sumo, un papel muy circunscrito.
Así pues, el adoctrinamiento a través del arte, la educa-
ción y la literatura consolidaron los cambios forjados por las
muchas reformas del nuevo régimen mexica. La ideología
imperial, creada por la élite al alterar cuidadosamente los
mitos y tradiciones del pasado, se propagó gracias al
control estatal del arte monumental, de la historia escrita y
de la instrucción sacerdotal.
Expansión y consiguientes tensiones
Tras la victoria de 1428 y la subsiguiente transfor-
mación de los mexicas, la historia de este pueblo se
convierte en una narración de incesantes conquistas. Los
ejércitos de la Triple Alianza, dirigidos por los guerreros
En última instancia, fue la creación y el control de mexicas, traspasan las fronteras, y con cada campaña
instituciones religiosas y educativas lo que permitió que crece el número de centros y tribus que prometen
persistieran las revolucionarias reformas religiosas. A fidelidad y tributo a Tenochtitlan y sus aliados aztecas.
Tlacaelel y Moctezuma I se les atribuye la fundación del La comparación de la diminuta isla natal de los mexicas
sistema educativo mexica, enormemente organizado 122. El con la extensión del reino de Moctezuma II (Figura 7)
sistema se componía tanto de escuelas locales «de ba- muestra la impresionante expansión del imperio gracias a
rrio», para la gente común, como de escuelas calmecac, las conquistas de Itzcoatl y de los cinco tlatoque que lo
que dependían del estado, para la educación de los sacer- sucedieron. Interrumpida sólo durante la gran hambruna
dotes y de los jóvenes nobles. Los calmecac, además de de 1450-54, la expansión de la Triple Alianza difundió
encargar arte religioso e himnos sagrados, se ocupaban su hegemonía por toda Mesoamérica, al tiempo que
de difundir el dogma de la élite y de consolidar las Tenochtitlan alcanzaba un indiscutible predominio en el
creencias. León Portillo (1963: 3-24) ha examinado la interior de la alianza.
capacidad azteca de distinguir entre sacerdotes y Los motivos de las campañas militares de la Triple
sabios buenos y malos, prueba del avanzado estado de Alianza eran muy variopintos. A menudo un supuesto
la filosofía azteca. Pero también cabe ver esta dife- insulto al orgullo nacional mexica o a su dios, Huitzilo-
renciación filosófica bajo una luz mucho más cínica. Al pochtli, constituía el pretexto de guerras que se enta-
pueblo se le enseñaba a creer solamente en los maes- blaban por razones económicas o políticas mucho más
tros «buenos», que enseñan la «sabiduría transmitida» justificadas, aunque siempre tras el patriotismo mexica y
y que dan una «educación estricta»; se le advertía que los objetivos racionales del estado se encontraban las
insaciables exigencias de los dioses. La necesidad que
120 tenía el panteón de un número cada vez mayor de ofren-
Townsend 1.979.
121 das de sacrificios exigía guerrear incesantemente con el
Nicholson 1.971 b: 118
122 fin de conseguir cautivos. La propia supervivencia del
Durán, lib. 2. cap 26. 1.967. vol. 2 pag 213.
20
universo dependía de las victorias mexicas, lo cual era una terrible responsabilidad y un poderoso incentivo
para los ejércitos imperiales.

continuo lucha contra las fuerzas de la oscuridad y el


desorden. Así pues, la necesidad de sacrificios humanos
no sólo era más aguda, sino que además no conocía lí-
mites: cuanto mayor fuera el número de cautivos ofrecidos
en el altar de los sacrificios, mayor sería la fuerza (y la
gratitud) de los dioses. Reveses como derrotas militares y
hambrunas no menguaron el celo de los mexicas, sino
que, por el contrario, redoblaron el militarismo. Tales
desastres indicaban el disgusto de los dioses, o advertían
sobre la ruina inminente que su debilidad iba a provocar.
La receta para curar esas dolencias sobrenaturales con-
sistía, ineludiblemente, en más sacrificios, que exigían
nuevas victorias para conseguir prisioneros.
La escala de los sacrificios aumentó, como puede verse
en muchas narraciones históricas de los rituales públicos de
finales del siglo XV, así como en las descripciones de tes-
tigos presenciales de los sacrificios masivos a comienzos del
XVI (Figura 8). S. F. Cook (1946) ha calculado, revisando las
pruebas de los sacrificios en México Central, que cada año
se sacrificaban por término medio unas 15.000 personas.
Muchos investigadores contemporáneos opinan que las
cifras de Cook son más bien cautas. Aunque los sacrificios
humanos constituían parte integrante de las principales
festividades religiosas, los rituales que coincidían con las
grandes victorias imperiales muestran las ofrendas más
masivas de cautivos; en dichas ocasiones podían caer bajo
el cuchillo del sacrificio miles de prisioneros.
Podemos observar la asombrosa escala de los sacrifi-
cios mexicas en las descripciones de la consagración del
Gran Templo de Tenochtitlan, en 1487. Miles de cautivos
Aunque las religiones mesoamericanas habían impli-
(conseguidos en las últimas victorias del gran emperador
cado siempre sacrificios humanos, la cosmología mexica
Ahuítzotl) se alineaban en cuatro largas filas que corrían
encuadró esta necesidad en una nueva y casi mecánica
por las escaleras del templo y cubrían las cuatro calzadas
visión del universo. Sus dioses, y en especial el conjunto
de la isla donde estaba la ciudad. En la cima del nuevo
solar Tonatiuh/Huitzilopochtli, exigían la sangre y los co-
templo, Ahuítzotl y los jefes de las otras capitales de la
razones de víctimas humanas para alimentarse en su
21
Triple Alianza, ayudados por sus sacerdotes, arrancaban la fuerza de los dio-ses astrales a las ofrendas de sus
uno tras otro los corazones de las víctimas a medida que colaboradores mor-tales, los mexicas. Este ajuste, en
éstas ascendían por los peldaños del templo. El sacrificio se apariencia menor, sirvió también para enlazar el
prolongó durante cuatro días y hasta los relatos más mo- antiguo conjunto de sacrificios con las ambiciones
derados del acontecimiento cifran en más de diez mil las imperiales del estado.
personas sacrificadas125. Los conquistadores y los frailes de La guerra mexica y el culto sacrificial integraban
la época de la conquista española presenciaron ofren- también de forma muy racional todos los planos (co-
das masivas muy parecidas. A los españoles les ho- lectivo, grupo de interés e individual) de las motiva-
rrorizaron no sólo las matanzas en masa, sino los ri- ciones económicas y políticas. En el plano colectivo, la
tuales caníbales que solían acompañarlas; después racionalidad: «secular» del culto estatal podía obser-
del sacrificio, el guerrero que había hecho los prisio- varse en la cuidadosa coordinación de las campañas
neros solía dar un banquete a sus amigos y su familia para conseguir víctimas sacrificiales con las necesi-
en el que la carne de los miembros de las víctimas se dades económicas y políticas de los pueblos de la Tri-
servía en guisos de esmerada elaboración126. ple Alianza. Inicialmente, en la época del derrumba-
Frente a rituales tan horripilantes y conceptos tan miento tepaneca, Ias reformas ideológicas satisficieron
ajenos, no sólo los frailes españoles, sino muchos et- la necesidad aguda y urgente de legitimarse que tenía
nohistoriadores modernos han tenido grandes proble- Tenochtitlan. Las reformas de la mitología y de la
mas a la hora de analizar con objetividad la guerra y historia proporcionaron al estado la prosapia cultural
los sacrificios aztecas. Las recientes explicaciones del precisa, una herencia tolteca. Y, lo que es más impor-
culto estatal azteca han abarcado todos los extremos. tante a ún , los mitos de la lucha solar y de Huitzilo-
Un investigador (Arens, 1979) ha llegado a sostener pochtli otorgaron al estado una sanción divina, ele-
que el canibalismo ritual azteca fue un mito inventado vándolo a un nivel superior al de sus vecinos. La
por la inquisición española y los conquistadores —argu- nueva cosmología confería un papel sagrado al pueblo
mento que ignora las abrumadoras pruebas aportadas mexica, dándole la identidad nacional y el celo colec-
por cientos de fuentes independientes (textos nativos, tivo necesarios para sobrevivir y triunfar en el enorme
narraciones de testigos presenciales, restos arqueoló- ruedo político al que se veían lanzados repentina-
gicos de los utensilios rituales, descripciones en mu- mente. Así, pues, el culto estatal de contiendas ace-
rales y esculturas, etc.). En el otro extremo se halla leradas y sacrificios masivos constituyó una oportuna
una reciente teoría según la cual la Triple Alianza era adaptación ideológica al ambiente político del México
una especie de «imperio caníbal» impulsado por una Central en el ligio XV. Aunque la modificación de la
insensata búsqueda de proteínas. La pertinaz visión de cosmología mexica no traspasaba lea fronteras del
los mexicas como un pueblo esclavizado por una ideo- pensamiento religioso mesoamericano tradicional, se
logía irracional, que les inducía a ignorar fanática- trató de una medida políticamente racional (y real-
mente su propio bienestar político y económico, cons- mente astuta).
tituye una hipótesis no menos inexacta. En ese mismo plano colectivo, también podemos ver
Las interpretaciones más holísticas de la guerra el culto estatal como una adaptación económica. Aun-
azteca y sus sacrificios humanos muestran que este que su base siguiera siendo la agricultura intensiva,
conjunto sagrado era un fenómeno racional, tanto las economías de las ciudades-estado del México
desde el punto de vista del contexto ideológico de las Central dependían también en gran medida de los tri-
creencias religiosas mesoamericanas como del de los butos ganados con las conquistas militares. La cosmo-
concretos intereses políticos y económicos del pueblo logía sacrificial mexica les dio el impulso competitivo
y el estado. Si consideramos, en primer lugar, el con- necesario para esas victorias: el fanatismo. El insa-
texto ideológico, veremos que la cosmología mexica ciable apetito de sacrificios masivos que los dioses
resultaba aceptable y eficaz sólo en la medida en que mostraban engendró también un infatigable dina-
procedía de instituciones religiosas consolidadas y de mismo de los ejércitos mexicas, una tenacidad que les
mitos tradicionales. El sacrificio humano era una tra- permitió acabar con sus más obstinados enemigos.
dición antiguo y venerada en Mesoamérica, como lo Las ventajas de esa tenacidad pueden verse en la
ha sido entre muchas culturas de Ia historia pugna entre Tenochtitlan y Chalco, uno de los más
humana. La reforma de la ideología imperial se limitó a fuertes competidores de los mexicas por la herencia
alterar la escala potencial (y por ende, Ias del legendario imperio tolteca. Campaña tras campaña,
consecuencias) del sacrificio, asociando directamente la Triple Alianza batalló contra la hegemonía chalca.
Impulsados por su culto sacrificial, los mexicas eran
125
Ixtlilxochitl (lib. 2, cap. 60, 1977: 157) y Durán (lib. 2. cap. 43, invariablemente los agresores en estos guerras, y por
1967: vol. 2, pág. 340) afirman, efectivamente, que se sacrificaron ello las batallas se cobraron el mayor número de vícti-
80.400 cautivos. Torquemada fija la cifra en exactamente 72.344 mas en las ciudades y tierras chalcas, donde se comba-
(lib. 2, cap. 63, 1975: vol. I, pag. 257). Se supone que estas fuentes
reflejan la propaganda mexica, que exageraba el acontecimiento. tían. Por fin, tras décadas de resistencia, el estado chalca
Según la interpretación de Orozco y tierra de la Iconografía en pie- quedó agotado por la tenacidad de sus adversarios, más
dra (1877: 61), así como el estudio comparativo de las descripcio- entusiastas, y la economía mexica cosechó los beneficios
nes que Cook hizo (1946: 91), la cifra más probable parece la de, de nuevas y grandes cantidades de tributo anual y del con-
aproximadamente, 20.000
126 trol de fuentes adicionales de mano de obra.
Los descripciones mis completaa y fiables de las muchas varie-
dades de sacrificios humanos aztecas y del canibalismo se encu- Aunque, como hemos visto, los beneficios económicos
entran en el lib 2 del Códice Florentino de Sahagún (1950-69: p. 3). de los recursos adquiridos en las guerras se distribuían
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de forma desigual, ayudaron, no obstante, a toda la so- rápida expansión del imperio también puede explicarse
ciedad mexica. En su análisis de la economía del imperio por la estrecha coincidencia entre la exigencia de vícti-
azteca. Francés Berdan ha demostrado que el tributo era mas para el culto y las ambiciones de concretos grupos
un subsistema diferenciado que, con los mercados y el co- de interés en el interior del estado. Ya hemos visto que el
mercio a larga distancia, constituía la economía azteca. El tlatoani y sus nobles guerreros, la clase teuctli*, se convir-
sector de los tributos puede caracterizarse ampliamente tieron en una aristocracia terrateniente como resultado
como de naturaleza «redistributiva». De los tributos no de las primeras victorias mexicas. Estos dos grupos si-
sólo vivían gobernantes, guerreros y burocracia admi- guieron beneficiándose desproporcionadamente de la ma-
nistrativa, sino que con ellos se costeaban planes de quinaria bélica mexica; a medida que el imperio crecía,
obras públicas a gran escala, la subsistencia de la pobla- conseguían mayores porciones de tributos, tierras y
ción urbana y algunas reservas para épocas de hambre. Los mano de obra. En efecto, las clases dependientes, ini-
pueblos sojuzgados tenían la obligación de proporcionar cialmente reducidas —los siervos mayeque y los criados
mano de obra y materiales para proyectos como la cons- esclavos, los tlacotin— fueron creciendo posteriormente
trucción de calzadas, acueductos y sistemas de canales en en número para satisfacer las necesidades de una
Tenochtitlan. Estos últimos ampliaron enormemente las nutrida élite. Mientras tanto, la baja nobleza de la cla-
áreas de cultivo, creando más parcelas de tierras ricas en se pilli también se aprovechó enormemente de la ri-
pantanos desecados y en los lechos de los lagos. Por lo queza militar del estado, ya que sus miembros ocuparon
tanto, el tributo contribuyó indirectamente a mejorar este cada vez más cargos en las burocracias administrativa
aspecto básico del sustento de la población mexica. Con y religiosa del estado.
el transcurso de los años, el papel económico de los tribu- Los omnipresentes pochtecatin, los comerciantes
tos se hizo aún mayor, pues en Tenochtitlan aumentó autorizados por el estado, se contaron también entre
enormemente la proporción de empleados del estado y de los principales beneficiarios de la expansión militar. El
especialistas no agrícolas. Así, pues, el culto estatal —y la crecimiento de la hegemonía mexica abrió lejanos
perpetua guerra que éste requería— podría considerarse mercados a sus actividades. Los comerciantes multipli-
económicamente provechoso para la totalidad del pueblo caron hábilmente su propio patrimonio mientras repre-
mexica —al menos, inicialmente—, al proporcionar tribu- sentaban al estado en expediciones comerciales para
tos a la nación y víctimas a los dioses. intercambiar bienes suntuarios con las potencias extran-
Amén de esta coincidencia estructural de las necesi- jeras. El poderío militar mexica proporcionó ventajas a los
dades ideológicas, políticas y económicas mexicas, la pochtecatin, tanto en sus intercambios en nombre del
búsqueda divina del estado fue también racional en lo estado como en sus negocios privados; no es de
político y lo económico, en la concreta orientación de extrañar que, ante la inminente amenaza de los fero-
conquista elegida por los dirigentes. El tlatoani, tras con- ces ejércitos de Huitzilopochtli, los mercaderes extran-
sultar a sus generales, dirigía a menudo campañas con- jeros no se obstinaran en sus regateos. Y, en realidad,
tra provincias rebeldes o contra vecinos potencialmente entre las causas más comúnmente citadas para que la
peligrosos. A este último criterio responden, sin duda, los Triple Alianza iniciara sus campañas se encuentran
constantes ataques de los mexicas contra los chalcas y supuestos insultos o malos tratos a comerciante. La
sus campañas no tan fructíferas contra el imperio clase pochteca se benefició también de la expansión
tarasco y el reino de Tlaxcala; estos dos estados gue- militar merced a los privilegios especiales que se les
rreros amenazaban los flancos occidental y oriental de confirieron por sus servicios al estado; como hemos
la Triple Alianza (véase la Figura 11). Aunque algunas señalado, los ejércitos de la Triple Alianza solían
campañas estaban guiadas por los objetivos políticos y seguir la pista de las riquezas que habían trazado
militares del estado otras muchas estuvieron motivadas estos comerciantes espías. Por ello los pochtecatin
por pragmáticos objetivos económicos. Los pochtecatin, ascendieron con rapidez a una posición de nobleza
que comerciaban en el exterior por cuenta del estado, menor, acumulando tanto poder y condición social
actuaban también como espías para acopiar informa- como riquezas.
ción sobre la riqueza y Ios recursos de Ios otros pueblos. Vemos, pues, que el culto estatal y la expansión mi-
Cuando el hambre de los dioses exigía nuevas guerras, litar mexica apoyaban las ambiciones de grupos de in-
esas cruzadas solían orientarse gracias a la información terés concretos, en la medida en que fueran compa-
recogida por los pochtecatin. No parece una coincidencia tibles con las necesidades políticas y económicas de
que después de las hambrunas de 1450-54 la Triple Alian- toda la nación. Pero, como los estudiosos van com-
za intensificara sus guerras contra las tierras perma- prendiendo cada vez más, no existe un análisis com-
nentemente húmedas y fértiles de la costa del Golfo; ni pleto de un sistema a menos que también explique las
tampoco hay que asombrarse de que los ejércitos me- estrategias individuales, al igual que las colectivas. A
xicas, dejando intactos los territorios intermedios, fin de cuentas, la mayoría de las decisiones se adop-
asaltaran y conquistaran el distante reino de Soconus- tan en el nivel individual, y es preciso comprender
co, en Guatemala: esta región era famosa por sus plan- también las motivaciones y la racionalidad de dichas
taciones, sumamente productivas, de cacao, los valiosos decisiones. En el caso de los mexicas, vemos de nue-
granos de chocolate que constituían casi una moneda vo que el imperialismo del estado armonizaba per-
entre los pueblos mesoamericanos. fectamente con las motivaciones ideológicas, sociales y
Así, pues, las campañas sagradas de Huitzilopochtli económicas de los ciudadanos, fueran estos pipiltin o
estuvieron sincronizadas con las necesidades políticas y
económicas de la totalidad de la nación mexica. Pero la *
Teuctli, singular de tetecutin.
23
comunes macehualtin. De hecho, la capacidad del culto de los esclavos», que entrañaba distribución de regalos
estatal para motivar al individuo fue la clave del éxito inicial por el comerciante, un banquete ritual y el baño y sa-
y de la primera expansión del sistema imperial mexica. crificio de un esclavo. El mérito de un comerciante se
Las motivaciones ideológicas del individuo deberían ser expresaba, a f in de cuentas, en el acto sacrificial que
evidentes a través de nuestras primeras descripciones del marcaba su avance hacia lo alto de la jerarquía pochte-
culto estatal. La cosmología de la cotidiana lucha de los ca. La ideología imperial impregnaba así todos los as-
dioses se enseñaba tanto a la gente común como a los no- pectos de la sociedad mexica, motivando a los indivi-
bles en el sistema educativo mexica, perfectamente orga- duos y hasta definiendo sus merecimientos persona-
nizado. La literatura oral, el arte monumental, los códices les en términos del culto de los sacrificios y del alimen-
escritos y las ceremonias públicas y privadas instilaban y to a los dioses.
reforzaban de continuo la creencia en esa divina lucha y la Aunque nobles y comerciantes podían alcanzar
incesante necesidad de víctimas para los sacrificios (es de- una posición más alta (a veces hereditaria), también a
cir, de victorias militares). Reforzaban aún más el fanatismo los hombres ordinarios (macehualtin) se les brindaba
del creyente las garantías de inmortalidad para quienes la posibilidad de una movilidad ascendente en el sis-
perecieran en la guerra santa: los guerreros muertos en tema imperial. Ya hemos examinado la enorme flexi-
batalla o en la piedra del sacrificio y las madres que morían bilidad de las unidades calpultin, cuya estructura «có-
de parto (produciendo la próxima generación de cruzados) nica» permitía una estratificación interna. El estado uti-
se incorporaban al séquito sagrado del propio sol guerrero, lizó esta característica en propio provecho, ofreciendo
y lo acompañaban en su cotidiana marcha triunfal por el privilegios y una posición mejor a los macehualtin que
firmamento. daban pruebas de su valía consiguiendo cautivos en
La motivación del individuo estaba garantizada también las campañas militares. No es de asombrar, pues, que
por el incentivo, más terrenal, de la movilidad social, que hasta los simples escuadrones de los calpultin se mos-
ofrecía a cada persona la posibilidad de mejorar de condi- traran tan feroces en la batalla: si tenía éxito, el ciuda-
ción social, política y económica. Este sistema de recom- dano soldado ganaba privilegios en esta vida, y si pe-
pensa de las hazañas inspiraba la máxima contribución, recía en la divina búsqueda ganaba la inmortalidad en
tanto de los hombres del común como de los nobles. En el la otra, como guerrero compañero del Sol.
plano de lo élite, los pipiltin, a pesar de su condición heredi- Podemos ver, pues, que Ia integración de la máquina
taria, tenían que dar pruebas de su valía con proezas perso- bélica mexica abarcaba todos los niveles de la socie-
nales en la guerra o excepcionales capacidades burocráti- dad. El impulso de la expansión Imperial fue la divina
cas o sacerdotales. En el interior de cada subdivisión de la tarea de los mexicas: la necesidad de hacer prisione-
sociedad mexica (guerreros, sacerdotes, nobles, comercian- ros para los sacrificios rituales que alimentaban a los
tes, etc.) existía una jerarquía perfectamente ordenada. La dioses y evitaban la destrucción del universo.
posición dentro de esa jerarquía se basaba ampliamente en Tú has sido enviado a la guerra. La guerra es tu merecimien-
las obras, en especial durante las primeras décadas del im- to, tu tarea. Has de dar bebida, alimento y comida al Sol y a la Tierra.
perio. El rango se definía y reforzaba mediante privilegios
en el vestir, las posesiones y la conducta. El guerrero Pero esta sagrada misión no era incompatible con
Trifnfante era, más que nadie, recompensado con las necesidades políticas y económicas del estado —
enormes beneficios sociales y económicos, especial- por lo menos no a comienzos del período imperial—.
mente si era de noble cuna. En verdad esa ideología proporcionó a los mexicas la
Este sistema de jerarquías y el movimiento ascen- clave de la victoria, y con la victoria llegaron los tri-
dente en su interior estaban integrados con la ideo- butos, pilar fundamental del sistema económico
logía estatal y el culto de los sacrificios. En muchos mexica. Por ello, Huitzilopochtli, agradecido por el san-
sectores sociales, el mejoramiento de posición se ce- griento alimento que le proporcionaban, recompón-
lebraba con ritos específicos de sacrificio y con ban- saría a su vez a los creyentes:
quetes caníbales. Como es natural, los guerreros de Os haré señores, reyes de cuanto hay por doquiera en el
éxito que ofrendaban cautivos a los dioses mejoraban mundo; y cuando seáis reyes tendréis allí interminables, innume-
rables, infinitos vasallos que os pagarán tributos, os darán innu-
su posición social y económico. Su ascensión se con- merables, excelentísimas piedras preciosas, oro, plumas de quet-
memoraba con un festín ritual para amigos y parientes zal, esmeraldas, corales, amatistas.
que incluía trozos de las víctimas cuyos corazones y
cuya sangre habían ofrendado al Sol y al estado. Como hemos visto, los despojos terrenales de las gue-
Resulta más sorprendente que la carrera de otros rras santas no iban a recaer solamente en la minoría esta-
especialistas no militares se expresara a menudo en tal, sino que beneficiarían en diferentes grados a todos los
términos de sacrificios. Entre los gremios de comer- sectores de la sociedad. Las exigencias militares de los
ciantes pochtecatin existía también una complicada dioses y del estado coincidían también con los intereses
jerarquía de posiciones que reflejaba el éxito en el co- especiales de clases y grupos profesionales, así como
mercio o en los servicios especiales al imperio. Cada con las aspiraciones individuales; las proezas en apoyo
uno de esos rangos iba acompañado de especiales del imperio serían recompensadas con mejores condi-
privilegios en el vestir y la conducta, así como de un ciones económicas y sociales.
mayor acceso a recursos económicos concretos. Con Pese a esta integración de la cosmología mexica
ello el estado reconocía implícitamente que sus obje- con las metas pragmáticas del estado y el ciudadano,
tivos eran tanto económicos como religiosos y polí- la mayoría de los análisis del imperio azteca lo han
ticos. El cronista Sahngún detalla el ritual del «baño visto como un sistema gravemente resquebrajado. Diri-
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gentes e individuos sólo podían adaptarse a su entorno tados libres ofrecían asilo a los dirigentes rebeldes, que
inmediato, a sus intereses a corto plazo y a un futuro podían volver a molestar al imperio en posteriores ocasio-
previsible. Los antropólogos e historiadores disfrutan, nes.
en cambio, de la mayor perspectiva histórica que da la
lejanía, así corrió de un marco comparativo más amplio.
Basándonos en esos saberes más dilatados, podemos
ver las limitaciones inherentes al imperialismo mexica
y sus defectos estructurales.
Aunque la adaptación ideológica de los mexicas les
proporcionó inicialmente la victoria sobre sus com-
petidores y los medios para su expansión imperial, no
les dio, al parecer, una clara visión de lo que había
que hacer con el imperio conquistado con esas victo-
rias. Los principales objetivos de las guerras de la Tri-
ple Alianza consistían en alimentos para los dioses y
tributos para el estado. Una vez conseguidos esos
fines, divinos y materiales, los mexicas no estaban pre-
parados para enfrentarse con los problemas que a
largo plazo representaba el gobierno y el control de los
pueblos sojuzgados. En el momento en que la he-
gemonía de la Triple Alianza creció hasta abarcar una
vasta parte de Mesoamérica, los limitados objetivos del
imperialismo mexica empezaron a ser cada vez más
incompatibles con el tamaño de su reino.
Cabe caracterizar ampliamente al imperialismo
azteca como un sistema de conquistas carente de con-
solidación ulterior. Un realidad, el «Imperio Azteca»
no fue tal imperio, al menos no en el habitual sentido
del leí mino. Más bien consistía en una laxa hegemo-
nía sobre ciudades que prometían obediencia y tri-
butos a las capitales de la Triple Alianza. Tras derro-
tar a los ejércitos de una región (Figura 9), los mexicas
hacían centenares o miles de prisioneros entre sus
soldados, con objeto de sacrificarlos en Tenochtitlan.
Después instalaban en el trono de la provincia sojuzgada
a un gobernante, a menudo perteneciente a la misma El estado montañoso de los tlaxcaltecas fue quizás el
dinastía que acababan de derrotar. No se hizo el menor más molesto de esos reinos independientes. Pueblo
intento real de asimilar a los pueblos conquistados, ni, belicoso, los tlaxcaltecas se resistieron con éxito a los
cultural ni políticamente. El único cambio real en el ejércitos de la alianza durante más de cincuenta años.
estado vencido serían los pagos del oneroso y periódico A lo Iargo de ese período se afanaron constantemente por
tributo impuesto por la victoriosa Triple Alianza. Al dejar minar la hegemonía azteca —conspirando, aliándose con
intacta la estructura dirigente local, los aztecas reducían otras tribus, fomentando rebeliones y albergando a los
al mínimo los problemas administrativos, aunque tam- enemigos del imperio—. El «problema tlaxcalteca» per-
bién aumentaba la posibilidad de rebelión. Y en realidad sistió, como veremos, hasta los días postreros de la
eran muy corrientes tales insurrecciones, que normal- Triple Aluniza, ejemplificando las quiebras estructu-
mente se iniciaban con el asesinato de los recau- rales inherentes al sistema imperial mexica.
dadores de tributos aztecas; las regiones sojuzgadas Otro grupo amenazador, los tarascos, nunca llegó a
tenían que ser reconquistadas una y otra vez. ser conquistado por la Triple Alianza. En 1478 el
Como resultado de esta disgregada estructura im- ejército imperial mexica había invadido el territorio
perial y de los objetivos inmediatos de las campañas, muy tarasco, que se hallaba a menos de 50 millas al oeste
reducidos, existieron numerosos enclaves independientes del Valle de México. Los mexicas perdieron más de
dentro del imperio (véase Figura 11). Los ejércitos im- veinte mil hombres en esa desastrosa campaña. La
periales se limitaron a cruzar las regiones montañosas, a fuerza numérica de los tarascos era ingente, ya que
no enfrentarse con adversarios irreductibles, o a olvidar controlaban una amplia alianza de ciudades-estado, y, lo
las zonas carentes de recursos cuyos tributos no fueran que es aún más importante, poseían una gran expe-
muy deseables, en su camino hacia presas más fáciles y riencia de combate en el escarpado terreno montañoso
más ricas. En el momento en que el tamaño del imperio del oeste de México. Los mexicas jamás volvieron a
aumentó, esos focos independientes llegaron a plantear intentar subyugar estas regiones. Así, pues, la Triple
serios problemas. Deseosos de preservar su autonomía, Alianza tenía, justamente al oeste de su propio centro
los gobernantes de esos enclaves fomentaban insurrec- de poder, un amenazador vecino que obstaculizaba
ciones en las regiones del imperio que los bordeaban. totalmente su expansión por ese lado. Como conse-
Cuando los aztecas aplastaban esas revueltas, los es- cuencia, la forma del imperio resultó asimétrica, con su
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núcleo en el México Central y unos dominios que se ideología imperial alentaba el crecimiento interno de la
extendían muy lejos por el sur y por el este. Esta población: la demanda divina de nuevos guerreros era
circunstancia, como es natural, originaba problemas infinita. Se produjo una explosiva inmigración a la
logísticos adicionales, tanto en lo que respecta a la capital. La aristocracia y la burocracia estatal, cada vez
administración como a la organización de campañas más nutridas atraían gran cantidad de sirvientes, arte-
de conquista de nuevas tierras. sanos, comerciantes, escribas, concubinas y otros es-
pecialistas al servicio de sus necesidades. Un estudio
sobre Tenochtitlan a comienzos del siglo XVI (Figura
10) llegó a la conclusión de que la mayoría de los po-
bladores de la ciudad estaba especializada en la pro-
ducción de géneros no alimenticios. Los jardines la-
custres de la reglón de la capital sólo podían suminis-
trar una parte de los bienes que el sustento de la ciu-
dad requería. En respuesta a esta explosión demo-
gráfica los dirigentes de Tenochtitlan pulieron en mar-
cha proyectos masivos de aprovechamiento de tierras y
de obras agrícolas. Como las provincias distantes no
estaban en condiciones de abastecer la ciudad con
productos perecederos, la zona central del Imperio, y
en especial las provincias del México Central, tenían
que proveer a las necesidades de subsistencia de
Tenochtitlan, que crecían rápidamente. Los plebeyos de
la zona del Lago Texcoco se beneficiaron del botín del
expansionismo, puesto que constituían la columna
vertebral de los ejércitos de la Triple Alianza. Pero las
provincias conquistadas en México Central, más allá
de la inmediata zona del lago, sufrieron enormemente
a causa de las exigencias de tributos, cada vez más gra-
vosas. Los pueblos de dichas regiones soportaban a
menudo una doble carga, porque pagaban tributo
tanto a la Triple Alianza como a sus propios gober-
nantes, tradicionales o impuestos por los mexicas. El
delicado equilibrio entre población y recursos (y más
adelante el creciente desequilibrio) produjeron hambre
y hambrunas en los años de escasez, tanto en las
provincias centrales como en las capitales aztecas a
las que éstas mantenían.
Con el propósito de aliviar esta peligrosa situación
en el México Central, los gobernantes imperiales adop-
Además del enclave tlaxcalteca y de la barrera ta- taron frecuentemente medidas contraproducentes. Exi-
rasca, a medida que el imperio fue creciendo prolifera- gían a las provincias tributos aún mayores y este es-
ron graves problemas de intendencia. Muchas de las fuerzo adicional provocaba a menudo rebeliones, segui-
dificultades no procedían de enemigos indomables, das por invasiones y reconquistas mexicas; a continua-
sino que reflejaban más bien los límites del crecimiento ción se castigaba a las tribus insubordinadas con una
inherentes al propio carácter del imperialismo mexica. cuota de tributo más elevada. Evidentemente, esas
El sistema de tributos, organizado sin mucha cohe- exigencias mayores resultarían mucho más difíciles de
sión, resultó cada vez más inadecuado como suple- satisfacer, dado que la reconquista mexica solía diez-
mento de las crecientes necesidades de las ciudades mar las filas de los principales productores de la re-
del México Central. Las regiones recién conquistadas gión: jóvenes varones adultos que perecían en las fú-
quedaban cada vez más lejos de la capital y las pro- tiles luchas contra los ejércitos imperiales, en las
vincias periféricas no podían aportar una contribución matanzas que seguían a la derrota y como víctimas de
sustancial de productos alimenticios. En vez de ello sacrificios en los altares de las capitales aztecas. Las
su tributo consistía sobre todo en bienes suntuarios, provincias se veían, pues, aplastadas bajo un ciclo de
como plumas de quetzal, uniformes, ropas ceremonia- opresión imperial: aumentos del tributo, rebelión, recon-
les, mantas decoradas y otros artículos que necesi- quista, castigo, tributos más altos, resentimiento y
taban la burocracia estatal y la aristocracia para refor- nueva rebelión.
zar su prestigio y para los rituales del templo y de la Los intentos de hallar una solución a las dificultades
corte. Sin embargo, tales artículos no podían mitigar la económicas mediante nuevas conquistas perdieron su
escasez de alimentos que afligió al México Central eficacia en los últimos días del imperio. Todas Ias presas
durante la época imperial. ricas y fáciles llevaban mucho tiempo sojuzgadas y abru-
Las exigencias materiales del propio Tenochtitlan se madas por los impuestos a finales del siglo XV. Los cos-
dispararon al aumentar la población de la ciudad. La tos de las campañas y sus riesgos logísticos impedían la
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conquista de tierras lejanas. Los ejércitos imperiales de- económico que la mantenía. La estructura social mexica
bían marchar a través de centenares de millas de regio- se había desequilibrado por la cúspide a causa de algunos
nes intermedias y las provincias por las que pasaban se de los propios privilegios que en principio eran incentivos
veían obligadas a mantenerlos; a menudo el ejército im- para el éxito.
perial tenía que reconquistar varios estados antes de lle- En la raíz de esa inestabilidad administrativa, econó-
gar a su meta original. A veces las zonas de paso esta- mica y social del imperio se halla la dinámica fundamen-
ban sin conquistar o se encontraban amenazadas por en- tal del propio culto imperial. Pese a que inicialmente el
claves independientes. Estos factores dejaban a las tro- culto de la guerra continua y de los sacrificios humanos
pas de la Triple Alianza con una línea de avance, abaste- dio a los mexicas la inspiración motriz de sus victorias,
cimiento y retroceso sumamente insegura. Si tenían éxi- ese culto resultaba básicamente incompatible con cual-
to, el sometimiento de reinos alejados no contribuía gran quier estructura política estable. Exigía constantes gue-
cosa a la subsistencia que las capitales aztecas necesita- rras, sacrificios y expansión e impedía cualquier intento
ban desesperadamente; como hemos señalado, las ri- de consolidar y asegurar el reino. Aunque el culto
quezas proporcionadas por las provincias periféricas se imperial fue al principio una brillante adaptación ideoló-
utilizaban para reforzar los sistemas político e ideológico gica al entorno militar y político de comienzos del siglo
de los mexicas y no para alimentar a la creciente pobla- XV, acabó por convertirse en una remora destructiva du-
ción. Como puede imaginarse, resultaba especialmente rante los últimos años del imperio, cuando los mexicas
difícil evitar y sofocar las revueltas en las regiones distan- tenían mayores necesidades de estabilizarse que de
tes; en ciertos casos se acometió el gasto adicional de expandirse, de consolidarse que de conquistar. Pero los
fortificar guarniciones con objeto de garantizar el control engranajes de la maquinaria bélica divina se habían
mexica de estas áreas periféricas. puesto en marcha y no podían detenerse. La cosmo-
El poder militar de los mexicas se enfrentaba con logía de la lucha solar, los cultos de los sacrificios
complicados problemas que no cabía resolver con la me- masivos y la glorificación de la guerra y el guerrero
ra fuerza. Los ejércitos de Huitzilopochtli eran tan feroces estaban tan profundamente engranados en el modo
como siempre y tuvieron éxito en la consecución de sus de vida mexica que ni el pueblo ni sus gobernantes
finalidades ideológicas: hacer gran número de prisione- podían imaginar otra perspectiva ideológica.
ros (de los ejércitos derrotados de las provincias rebeldes Al contrario de algunas teorías, consideramos que
o de nuevas conquistas), alimentar a los dioses con su los efectos del culto estatal sobre la demografía del
sangre y preservar la vida del universo. Pero, como siste- México Central fueron destructivos. Como examinare-
ma economice terrenal, el imperialismo mexica era una mos más adelante (capítulo 4), Cook (1946), Price
empresa cuyos rendimientos decrecían con rapidez. (1978) y otros (por ejemplo, Harris, 1977; Harner, 1977
Entre tanto, los problemas logísticos y económicos a, b) han afirmado que la guerra y los sacrificios ma-
creados por el crecimiento del imperio iban acompañados sivos exigidos por la religión de estado constituyeron
por Ias tensiones sociales resultantes de la rápida se- una respuesta adaptativa a la creciente presión demo-
cuencia de cambios y transformaciones de la sociedad gráfica en el México Central. El fallo de esas teorías
mexica. Cuando el imperio empezó a desarrollarse, generalizadoras consiste en que no tienen en cuenta
constituía una cultura sometida a continuos trastornos in- los datos específicos de la estructura de los proble-
ternos. Las reformas iniciales y las transformaciones que mas de la Triple Alianza. La mayor presión demográ-
siguieron a la victoria de los mexicas en 1428 no crearon fica se daba, como hemos visto, en las capitales az-
una nueva sociedad, sino que más bien pusieron en tecas: pero las zonas más diezmadas por la conquista y
marcha un ciclo de continuo cambio cultural en respuesta los sacrificios eran los propios tributarios cuyos pro-
a la constante expansión del imperio. Tan pronto como ductos alimenticios sustentaban al superpoblado Valle
los decretos de Itzcoatl y Moctezuma I formalizaron unas de México. La guerra azteca destruyó, pues, al causar
capas sociales claramente separadas, los rápidos cambios la muerte de miles de productores de alimentos, la
de la sociedad mexica multiplicaron los desequilibrios propia base de subsistencia del imperio.
entre las clases; surgió una creciente movilidad social en A finales del período imperial el culto de los sa-
respuesta a la creciente complejidad del gobierno y la crificios, cada vez más inadaptado, creó otro problema.
religión mexicas y a las necesidades estatales de una gama A las crecientes obstrucciones a la logística adminis-
más diversificada de especialistas profesionales. Pero en trativa, económica y militar se sumó un dilema de lo-
los últimos decenios de la era azteca, el lento crecimiento gística ideológica: a medida que disminuyó el ritmo de
del imperio condujo a restricciones en la movilidad so- las conquistas y los campos de batalla quedaron más
cial. Comenzaron a desarrollarse conflictos entre la aris- alejados, resultó cada vez más difícil conseguir el abas-
tocracia hereditaria y terrateniente y los guerreros y co- tecimiento de víctimas que los dioses precisaban. Al
merciantes prósperos, que anteriormente habían sido las igual que las otras necesidades de Tenochtitlan, las
fuerzas motrices de la expansión imperial. Mientras se exigencias de víctimas sacrificiales de la capital ha-
desarrollaban tales conflictos, se multiplicó el número de bían aumentado constantemente. El desproporcionado
la aristocracia hereditaria de los pipiltin a causa del privi- crecimiento de las necesidades rituales de ciertos sec-
legio de la poligamia. Las familias de cada noble o de ca- tores de la sociedad mexica había estimulado una
da burócrata requerían a su vez los servicios de docenas de aceleración del culto de los sacrificios. Guerreros, no-
otros especialistas no agrícolas paro satisfacer sus necesi- bles, sacerdotes y comerciantes necesitaban víctimas
dades. En el siglo X V I la clase de los pipiltin, extensa y sacrificiales para participar en las principales ceremo-
acaudalada, llegó a constituir una carga para el sistema nias del calendario y para marcar su movimiento as-
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cendente en la escala social. El propio estado seguía timas innumerables y recursos inagotables. Por des-
sacrificando grandes masas de víctimas; se necesi- gracia, a finales del siglo XV los ejércitos de Huitzilo-
taba un mayor número de cautivos para las horrendas pochtli no disponían ya de un entorno tan infinito.
exhibiciones rituales montadas con objeto de intimidar a
Trayectoria final del estado mexica
los dirigentes extranjeros invitados a las sangrientas
ceremonias. Además, a medida que el tardío imperio Hemos visto que los problemas que acosaban al im-
se empantanaba en las dificultades de las guerras ex- perio al iniciarse el siglo XVI nacían de las limitaciones
ternos y las hambrunas internas, la respuesta del es- inherentes al sistema imperial desde sus propios co-
tado, totalmente contraproducente, consistía en sacrifi- mienzos, en 1428. No obstante, hasta el reinado de
car aún más víctimas. Moctezuma II, que ascendió al trono en 1503, no se
Al disminuir el ritmo de las conquistas, se buscaron manifestaron tales limitaciones, ni el imperio se había
nuevas vías para satisfacer la creciente demanda de tenido que enfrentar con la inevitable crisis interna.
víctimas para los sacrificios. Se desarrolló u n a clase Sucesor del heroico conquistador Ahuítzotl, Mocte-
cada vez más numerosa de traficantes de esclavos, zuma II heredó no sólo una tradición de glorias mili-
que cubrían tanto las necesidades de sirvientes como tares, sino también sus consecuencias: una hegemo-
las de víctimas sacrificiales. Este floreciente comercio nía imperial muy vasta, vagamente organizada y total-
para alimentar a los dioses proporcionaba a las clases mente inestable. La Triple Alianza, sin par en el arte
minoritarias y ascendentes las víctimas requeridas por de la guerra, adolecía de inadecuaciones logísticas y
muchos rituales del calendario y sociales. Pero administrativas, así como de desequilibrios económi-
algunos acontecimientos de importancia exigían el cos aún más nefastos. Esta trayectoria, que conducía
sacrificio de guerreros capturados en batalla: sólo su inexorablemente a la crisis, arrancaba de la acelera-
vigor y su valentía fortalecían al Sol. En respuesta a da urbanización del Valle de México, en combinación
esta escasez de guerreros para los sacrificios surgieron, con las repetidas y asoladoras guerras de reconquista
al parecer, las llamadas «Guerras Floridas». Según de las propias provincias que le proporcionaban el sus-
diversas crónicas, las principales ciudades-estado del tento. El conjunto de los problemas del imperio, cla-
México Central acordaron enfrentarse periódicamente maba por una solución de estabilización y consolida-
en batalla con el fin de que cada una pudiera capturar ción, más que de conquista y sacrificios.
guerreros con destino a los sacrificios rituales de sus Moctezuma II fue el primer tlatoani que se dio
dioses. Hay ciertas pruebas que indican, no obstante, cuenta de la verdadera naturaleza del dilema azteca y
que las «Guerras Floridas» fueron a menudo pura que intentó una política de consolidación y estabiliza-
propaganda imperial, un modo de explicar al pueblo la ción. Al igual que a muchos dirigentes que heredaron
incapacidad del imperio para domeñar a ciarlos empe- una situación imposible, la historia no ha tratado con
cinados enemigos (por ejemplo, los tlaxcaltecas), pese a contemplaciones a Moctezuma II, a quien se le acha-
los numerosos intentos. Parece, no obstante, que esas can muchos de los problemas inherentes al mismo sis-
guerras, con sus metas deliberadamente limitadas, se tema azteca. Pero Moctezuma demostró una perspica-
iniciaron en los últimos tiempos imperiales, con la cia superior a la de sus predecesores al reconocer esos
intención de obtener víctimas para los sacrificios y defectos y tratar de resolverlos. El fracaso de su política
también de utilizarlas como métodos para el adiestra- se debe en mayor medida a las consecuencias irrever-
miento de los guerreros jóvenes. sibles de la ideología imperial que a la debilidad per-
El desarrollo de instituciones tales como el tráfico de sonal de Moctezuma. De hecho, a finales del reinado
esclavos para los sacrificios y las más problemáticas de su ilustre predecesor, Ahuítzotl, ya era evidente
«Guerras Floridas» subraya los sustanciales aprietos que el imperio, con su exonerada extensión, estaba
de finales del imperio: la obsesión por los sacrificios en entrando en un período de crisis.
masa resultaba cada vez más inadecuada y difícil de Recordado como un gran conquistador, lo que hizo
satisfacer. El escaso crecimiento del imperio en sus Ahuítzotl fue dilatar las fronteras del imperio muy por
últimos decenios era incompatible con las crecientes encima de la capacidad de su estructura interna para
exigencias del culto sacrificial. Además, la subsistencia administrar esas conquistas e incluso para mantener-
de las abarrotadas capitales aztecas dependía de los las; Moctezuma II dedicó gran parte de su reinado a
víveres de las provincias, lo cual estaba en pugna con reconquistar las tierras añadidas al imperio por Ahuít-
los objetivos de combatir las rebeliones internas. Tales zotl. Puede que la capacidad del imperio para empren-
campañas reprimían las insurrecciones y conseguían der campañas de éxito hubiera tocado techo con
víctimas para el sacrificio, pero a menudo a expensas Ahuítzotl. Pese a su reputación de invencible general
de la población y de la capacidad productiva de las pro- sufrió numerosos reveses durante la prolongada cam-
pias provincias que mantenían el superpoblado núcleo paña para conquistar Oaxaca y la región del istmo de
del imperio. Thuantepec. Ante la amenaza azteca, los belicosos
Por ello las dos principales finalidades de la guerra grupos zapotecas de Oaxaca habían cesado en sus
mexica, cautivos para sacrificarlos a los dioses y tri- disputas intestinas, uniéndose para atajar las campa-
butos para sostener al estado, se convirtieron gradual- ñas mexicas. Los problemas logísticos frustraron los
mente en objetivos contradictorios, ya no coinci- esfuerzos de Ahuítzotl en otras guerras en la distante
dentes. La unidad inicial de la razón de ser ideológica región de Tehuantepec. En una campaña no se hicie-
y económica del imperialismo mexica presuponía la ron prisioneros; en vez de ello hubo que matarlos en
existencia de un mundo de conquistas ilimitadas, víc- masa, pues «la distancia de esas provincias a la ciud-
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ad de México era grande». En otra guerra en el istmo, de gran parte del actual estado de Guerrero. Los sal-
el tlatoani suspendió la campaña a pesar de las ins- vajes montañeses de las tribus de Guerrero podían ser
tancias de sus aliados para que prosiguieran hasta derrotados, pero jamás sometidos: los sucesivos tlato-
conquistar partes de Guatemala: «El rey Ahuitlzotl les que habían emprendido nuevas campañas para recon-
dijo que no quería pasar adelante. Lo uno porque quistar la región, pero a la retirada de las fuerzas im-
aquellas gentes no le habían agraviado en nada... y lo periales se sucedían invariablemente rápidas y difundi-
otro porque él traía la gente ya muy cansada y con das insurrecciones. Por último, el ala oriental del imperio
mucho menoscabo». Las largas marchas desde Mé- llegaba más allá de Tehuantepec, donde una frágil línea
xico restaban eficacia a las campañas imperiales, al de puestos defensivos enlazaba el istmo con los encla-
tiempo que hacían sumamente difícil el transporte del ves mexicos de Soconusco, ricos en cacao (Fig. 11).
botín y de los cautivos hasta Tenochtitlán. De hecho, Ya hemos visto los aprietos aztecas en esta fronte-
se nos dice que los jefes de algunos de los estados ra del sudoeste. Los ejércitos mexicas de Ahuítzotl y
que participaban en la Triple Alianza se negaron a se- Moctezuma II entablaron costosas desmoralizadoras
guir a los mexicas en algunas de estas campañas re- guerras con la intención de ganar el control de los valles
motas, nada provechosas '". montañosos de Oaxaca para mantener despejadas las ru-
A finales del reinado de Ahuítzotl, los resultados de las tas que cruzaban Tehuantepec hacia Soconusco. Aunque
conquistas, cada vez menores, unidos a las crecientes ne- las riquezas de las vertientes al Pacífico de la provincia de
cesidades de las capitales aztecas, provocaban escaseces Soconusco valían la pena, otras conquistas adicionales
periódicas de alimentos y de bienes vitales. Ahuítzotl em- por el este significarían grandes costes sin entrañar ganan-
prendió un ingente plan hidráulico para solucionar cias de interés: los belicosos reinos de las tierras altas de
los problemas de abastecimiento alimenticio de la capi- Guatemala sólo ofrecían la perspectiva de una tenaz re-
tal. Sus ingenieros trataron de canalizar las aguas de sistencia y muy pocos recursos nuevos. Como se vio en las
una fuente de tierra firme hasta la zona de Tenochti- primeras campañas de Ahuitzotl, la distancia con la leja-
tlan por medio de un nuevo sistema de acueductos; se na frontera oriental era excesiva, tanto si se trataba de sa-
esperaba que este plan aumentaría el abastecimiento tisfacer la constante necesidad divina de cautivos como
de agua no salada al lado occidental del sistema de de contribuir a aliviar el hambre terrenal de los pueblos
lagos del valle. El abastecimiento controlado de agua del México Central.
dulce mejoraría los rendimientos y evitaría los ruinosos El análisis que Berdan (1975) hizo del entramado eco-
efectos de las periódicas sequías sobre el sistema agrí- nómico azteca señala una barrera adicional para la expan-
cola lacustre. La respuesta de Ahuítzotl a los problemas sión hacia el este. Su complicada argumentación demues-
de subsistencia de la ciudad era demasiado ambiciosa tra que el sistema de tributos azteca dependía de unos
y se remató con una desastrosa inundación que des- mercados muy desarrollados en las provincias conquis-
truyó virtualmente a Tenochtitlan y arruinó los cultivos tadas, capaces de generar los variados bienes y artículos
de la región circundante. Siguieron unos años de costosa manufacturados exigidos como tributos (Berdan, 1975:
reconstrucción, dificultada aún más por la destrucción 270-79). El escaso desarrollo de los mercados de las tie-
de los campos y de los graneros de la ciudad provo- rras bajas mayas eliminaba cualquier incentivo económico
cada por la inundación. Ahuítzotl murió en medio de para conquistar esas zonas, que quedaban muy al este:
tan desfavorable atmósfera, y su sobrino, Moctezuma Las poblaciones conquistadas conseguían los bienes que consti-
II, ascendió al trono en 1503. tuían el tributo por medio de transacciones comerciales o de acuerdos
Ya en los comienzos de su reinado, Moctezuma II con los comerciantes. Esas redes permitieron que el estado azteca tu-
mudó la estrategia imperial, buscando más la consolida- viera acceso a recursos que se producían en realidad más allá de las
fronteras de los distritos con-quistados. Unos sistemas de mercado
ción interna que la expansión. Como hemos visto, los enormemente desarrollados permitían un flujo de bienes extraimpe-
problemas internos de orden administrativo, logístico riales al interior del imperio, bienes que la Triple Alianza exigía a su
y económico habían empezado ya a poner coto a las vez como tributo. Este modelo de tributo se adaptaría a la perfección a
fuerzas centrífugas del culto imperial y la consecución zonas con un amplio sistema de mercados, y esos modelos de mer-
cados y tributos caracterizaron el área incluida en los territorios im-
de tributos. En el reinado de Moctezuma II, otros obs- periales en 1519.
táculos aún más infranqueables bloquearon la expan-
A falla de una red amplia de mercados, y allá donde los bienes
sión. Por el norte, las conquistas aztecas se extendían deseados no eran productos locales, las estrategias de conquista y
por paisajes desolados donde sólo vivían reducidos tributo no podían resultar eficaces, como lo eran en los distritos ya
grupos de agricultores marginales y de nómadas. Por conquistados donde las redes de mercados eran extensas. De hecho,
el oeste, la indomable combinación de terrenos monta- sería imposible disponer siquiera de esos bienes.
...en áreas con un sistema de mercados escasamente desarrollado
ñosos y ejércitos tarascos frenaba la expansión azteca. no podían obtenerse bienes extranjeros a través de la conquista y el
Por el sur, la hegemonía de la Triple Alianza llegaba tributo. En este caso, la institución del comercio exterior, controlado
hasta el Pacífico, extendiéndose débilmente a través por el estado, se convertiría en una estrategia viable para tener acceso a
esos recursos externos... .
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Las tierras bajas mayas se caracterizaban por un sistema de deseos económicos y las exigencias de individuos y
mercado escasamente desarrollado. Los mercados existían,
grupos de interés. Nada tan lejos de este ideal como las
ciertamente, pero parece que estaban sumamente localizados y
probablemente no llegaban a integrar diversas regiones... guerras de desgaste contra los enclaves montañosos de
los pueblos no conquistados. Estos, indomables y agre-
En las tierras bajas mayas, el contexto económico hubiera
convertido la conquista y la exacción de tributos en una sivos, no cedían con facilidad ni prisioneros ni tributos.
estrategia indeseable para la Triple Alianza. En dichas áreas se Protegidos por las características naturales de su
desarrollaron enclaves comerciales que permanecieron topogra-fía, templados por años de resistencia a los
neutrales, al menos en un sentido formal. ejércitos de la Triple Alianza, y generalmente pobres en
Así, pues, la incapacidad del sistema de tributos az- recursos, los focos libres apenas ofrecían incentivos y sí,
teca para absorber con eficacia la diferente estructura en cam-bio, todos los obstáculos posibles a la conquista.
económica de los grupos de las tierras bajas mayas Por es-tas razones los ejércitos imperiales los habían
constituyó una barrera para la expansión por el este, soslaya-do anteriormente en su marcha hacia victorias
menos tangible que la de los ejércitos tarascos por el más fáci-les y provechosas.
oeste o los prohibidos desiertos del norte, pero que resul- Los ejércitos de Moctezuma empezaron a atacar siste-
tó igualmente eficaz para impedir ulteriores conquistas. máticamente, uno tras otro, todos los enclaves indepen-
Moctezuma, heredero de una hegemonía tan circuns- dientes: en la campaña sitiaron el reino de Metztitlan al
crita centro los esfuerzos de los mexicas en los enclaves norte, los focos occidentales en Michoacán, a los sal-
independientes del interior de las fronteras de la Triple vajes guerreros montañeses de Yopitzingo (en lo que
Alianza. Estos grupos reacios amenazaban la disgrega- es hoy el Estado de Guerrero), y numerosas ciudades
da estructura interna del imperio y las rutas comerciales, pequeñas en la región de Oaxaca y Tehuantepec.
de transporte y de tributos. Moctezuma quizá pretendía También llevaron a cabo una serie de campañas más
crear un reino más estable y sólido mediante la conquista importantes contra las dos áreas independientes ma-
de esos enclaves independientes y la terminación del yores y más poderosas: el reino mixteca de Tototepec
ciclo de insurrecciones en el seno del imperio. y el amenazador enclave centromexicano de tlaxcal-
Por desgracia, como pronto comprendió el nuevo tla- tecas y huexotzingas Los esfuerzos mexicas sólo
toani, tal política de consolidación no se ajustaba a alcanzaron un éxito limitado contra estos adversarios
los patrones tradicionales de la guerra mexica. La gue- principales, así como contra las zonas libres más
rra ideal mexica consistía en una breve campaña que pequeñas. Por vez primera desde el comienzo del
produjera miles de prisioneros y un rico botín, para período imperial, la suerte de las batallas se volvía a
aportar posteriormente un continuo flujo de diversos menudo en contra de la Triple Alianza. Aparte de algu-
bienes en calidad de tributo. Esas guerras satisfacían la na conquista satisfactoria en Oaxaca, los resultados
necesidad de víctimas del culto estatal así como los de las muchas campañas de Moctezuma II fueron una
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triste mezcla de victorias pírricas, treguas negociados im-perial siempre había impulsado y recompensado el
y francas derrotas. En verdad, hasta el indomable éxito por medio de un sistema de movilidad social con-
espíritu de los pueblos aztecas iba sucumbiendo gra- trolada. Privilegios especiales, poder, riqueza y presti-
dualmente a la desesperanza a medida que los ejér- gio premiaban no sólo a personas de linaje, sino a
citos de la Alianza se empeñaban en aplastar los in- quienes alcanzaban éxito al servicio del Estado. Los
fructíferos focos de resistencia. El primitivo vigor de guerreros que se distinguían en la batalla, los comer-
las sanguinarias victorias sacrificiales de los mexicas ciantes pochtecatin que sobresalían en el comercio
contrasta agudamente con la descripción del regreso controlado por el Estado o en misiones diplomáticas, y
de las tropas de Moctezuma II de una de esas los administradores políticos o religiosos de excepcio-
campañas del siglo XVI: nal capacidad eran recompensados con distinciones
Esta nueva le fue dada a Motecuhzoma de la muerte de que venían a significar un ascenso en la propia estruc-
sus hermanos y de la pérdida de muchos señores y de cómo su tura de clases. Este sistema de movilidad social cono-
ejército había sido desbaratado. El cual, en sabiendo esta triste cía algunas restricciones debidas a consideraciones he-
nueva, empezó a llorar muy amargamente... Lo cual divulgado reditarias, pero fue capaz, en combinación con la fuerza
por toda la ciudad, todos fueron puestos en muchas lágrimas y
tristeza y en mucho desconsuelo, y así, sabido que ya llegaban de la ideología estatal, de promover una rápida expan-
los que de la guerra habían escapado, todos destrozados y sión. Era asimismo una política que permitió el desa-
muchos de ellos heridos, mandó Motecuhzoma salir a recibirlos. rrollo y la reestructuración de nuevas categorías so-
El recibimiento fue de mucha tristeza, porque los ciales y profesionales, en respuesta a las necesidades
sacerdotes, que solían salir con sus cabellos trenzados con
hilos de color, ese día salieron con el cabello tendido y suelto, y circunstancias, en rápido cambio, de la naciente
y los viejos y cabildos, que solían salir con plumas en lo Triple Alianza.
cabeza, atadas al cabello de la coronilla, este día salieron sin La insistencia de Moctezuma en contar con una
plumas, sino con insignias de mucha tristeza. Los levitas, que estructura de clase rígida, fuera o no consciente, era
solían salir con incensarios... este día no hubo incensarios,
sino Iágrimas y desconsuelo; no se tocaron caracoles, ni coherente, en efecto, con su estrategia militar de
bocinas, ni flautas, como solían, ni tambores, sino todo sordo y consolidación interna. Al reducir las recompensas
sin alegría. económicas y sociales al éxito personal, las reformas
Entre tanto, y en un frente totalmente distinto, Moc- hubieran estabilizado el cambio interno, al tiempo que
tezuma II había emprendido otro desafortunado pro- eliminaban el aspecto material de los incentivos
grama de consolidación y estabilización: intentó centra- personales para la expansión externa. El nuevo orden
lizar el poder político y detener los rápidos cambios social era más acorde con el crecimiento limitado y la
sociales que erosionaban la estructura de clases de la reorganización interna que caracterizaron el reinado
sociedad mexica. Las reformas sociales y políticas de de Moctezuma. Esta nueva política representaba
Moctezuma se acomodaban tanto a su política general también el reconocimiento inconsciente de que el
de consolidación como a su talante personal, aristo- expansionismo mexica había tocado techo.
;
crático y autocrático según la mayoría de los testimo-
nios. Desde el comienzo de su reinado impuso despia- Moctezuma también se afanó por aumentar su
dados recortes de la estructura de clases. Empezando propio poder y por centralizar su control de la hege-
por la cima, sus decretos más drásticos (e impopulares) monía azteca. Dentro del propio Tenochititlan, redujo
purgaron la corte de todos los consejeros y jefes que no las obligaciones y el poder de otros altos funcionarios
fueran de la más alta cuna. Algunos relatos refieren del Estado. El consejero regio y gran sacerdote, el
incluso que ejecutó a todos los funcionarios de su pre- cihuacoatl, se convirtió en poco más que un mero
decesor, Ahuítzotl, más liberal que él en lo social. Es- administrador de los decretos reales, y Moctezuma
tas «reformas» se extendieron después hacia abajo redujo el papel de su Consejo a algo puramente
por todos los niveles de la jerarquía administrativa, formal. Las elaboraciones de un ceremonial, protocolo
militar y religiosa. A la clase mercantil, cultivada y y ritual cortesanos contribuyeron a engrandecer y
protegida por gobernantes anteriores, cuyo ascenso casi hasta a divinizar al tlatoani. La espléndida
había sido muy rápido, se le ordenó ahora no eclipsar exhibición de la corte real mexica coincidió con un
con su comportamiento y sus trajes a sus superiores de aumento efectivo de su poder y su supervisión de
alta alcurnia. Sahagún dice que se advirtió a los todos los aspectos de la vida en Tenochtitlan.
pochtecatin que la nobleza guerrera podía matarlos si Y, lo que es aún más importante, el tlatoani de Te-
los comerciantes olvidaban cuál era su lugar. Se limi- nochtitlan llegó a ser el único poder independiente de la
taron explícitamente los honores concedidos a gue- Triple Alianza. Durante los primeros decenios de la
rreros de baja extracción. Así, pues, los trajes, las in- alianza entre Tenochtitlan, Texcoco y Tacuba, la dinas-
signias y los privilegios rituales quedaron vinculados tía de Texcoco, antigua y prestigiosa, tuvo considerable
más estrechamente a criterios hereditarios, para dis- influencia en las decisiones y la política del naciente
tinguir y engrandecer a la nobleza. Todas estas refor- imperio. Con el transcurso de los años el poder político y
mas miraban a aumentar las distancias sociales para militar de Texcoco se fue reduciendo gradualmente, aun-
luego inmovilizar la estructura de clases, deteniendo que siguiera siendo grande su papel económico y cultural.
así el ciclo de continuo cambio interno que había En 1515 Moctezuma puso fin a cualquier apariencia
caracterizado los primeros tiempos del imperio. diplomática de igualdad entre las capitales. Ese mismo
Estos cambios representaron una mudanza radical año intervino en el delicado proceso de seleccionar al
de la política mexica. Como hemos visto, el sistema siguiente tlatoani texcocano, llegando a instalar en el
trono n su propio favorito. Según fuentes texcocanas,
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este acto enfureció y desilusionó a gran parte del pueblo, ¿Sabéis lo que os decís? ¿No tienen los mexicanos
empacho y vergüenza? ¿De cuándo acá se han vuelto sin
conduciendo a un cisma en el poder de Texcoco. La juga- vigor ni fuerzas, como mujercillas flacas? ¿Deprenden
da era coherente con el riguroso control que Moctezuma II ahora a tomar la espada y la rodela, el arco y la flecha?
ejercía sobre sus otros aliados y tributarios y constituía un ¿Qué se ha hecho el ejercicio de tant os años desde la
paso lógico hacia la consolidación de la disgregada fundación de esta insigne ciudad? ¿Cómo se ha perdido y
afemi nado, p ar a que quede yo avergonzado delante de
estructura del imperio, pero le costó una importante baza: todo el mundo? ¿A qué fueron allá tantos y t a n valerosos
el entusiasmo agresivo de los aliados texcocanos, que señores y capitanes, y t an ejercitados y experimentados
habían supuesto una contribución fundamental a las en guerra? ¿Es posible que ya se les ha olvidado el orden y
victorias de la Triple Alianza. el reforzar sus escuadrones, para romper por todo el
mundo? ¡No puedo creer sino que se han echado a dormir
Al igual que el programa militar de ataques a los encla- adrede, para darme a mí esta bofetada y hacer burla de
ves internos, la nueva política de estabilización social y mí!»
centralización del poder de Moctezuma fue probable- Mundo llamar a Ci uac oatl y a los demás de su
mente la respuesta necesaria a la debilidad interna y a la consejo, y contándoles el caso, teniéndose por muy
afrentado, mundo que a todos los que volvían de aquella
limitación exterior de la Triple Alianza. Pero, al igual que guerra no se les hiciese recibimiento alguno, ni se tocase caracol,
la nueva política militar, las reformas sociales y políticas ni otro ningún instrumento, ni pareciese hombre o mujer en su
constituyeron desoladores fracasos, que sólo sirvieron llegada en toda la ciudad, ni se hiciese ni mostrase pesar ni
para desmoralizar aún más a los ya atribulados ciuda- tristeza de su pérdida, ni de su venida contento ninguno. Y así fue
que al tiempo que se trujo la nueva de su llegada, toda la ciudad
danos de la alianza. El desplazamiento de los funciona- se puso en extraño silencio, y que en todo ella, ni en los templos,
rios, guerreros y mercaderes en ascenso en la época de no pareció hombre, ni mujer, ni sacerdote, ni persona que les
Ahuítzotl originó amplio resentimiento entre esos impor- pudiese decir cosa de esta novedad. Los cuales yendo al templo a
tantes grupos. Además, los mexicas plebeyos y la peque- hacer sus ceremonias acostumbradas, solieron de él para ir a besar
las manos del rey. Las puertas les fueron cerradas y echados con
ña nobleza se enfrentaba ahora con la disminución de los mucho oprobio de las casas reales. Y así, avergonzados, se fueron a
incentivos personales para participar con ardor en las sus casas y ciudades.
sangrientas guerras, así como en la administración civil
del Estado. Mientras tanto, entre los aliados de los mexi- A la desilusión que acompañaba a la derrota se le
cas, la escasamente velada degradación de sus dirigen- unían, pues, animosidades internas cada vez mayores.
tes originó resentimientos y menguó los entusiasmos. Aún más nefasta que la pérdida de fe en sí mismos
Todas estas reacciones negativas frente a los programas de los mexicas fue la amenaza de una posible erosión
políticos y sociales se produjeron en el momento en que el de su fe en la cosmología imperial. El culto estatal
Estado necesitaba más desesperadamente un fanático exigía y prometía al mismo tiempo victorias constantes
apoyo del pueblo, para afrontar los problemas económicos y un crecimiento ininterrumpido. Huitzilopochtli y el
y demográficos y encarar la ardua tarea de aplastar los panteón exigían para su alimento un abastecimiento
arraigados enclaves independientes. ilimitado de guerreros capturados, y, a su ver, habían
Tanto el cambio de la estrategia militar como la prometido la invencibilidad a los ejércitos mexicas y
reestructuración de la jerarquía social y política preten- riquezas incalculables para Tenochtitlan. La ideología
dían consolidar el imperio a costa del dinamismo que le imperial había conducido a un ciclo de conquistas que
había dado origen. Las reformas políticas y sociales cobraba nuevos ímpetus con cada victoria inicial de la
erosionaron las motivaciones militares, empeorando la Triple Alianza. Más tal situación podía invertirse fácil-
actuación de los ejércitos aztecas en su lucha contra los mente si se repetían los reveses y derrotas. Las de-
enclaves independientes. El resquemor causado por los rrotas significaban menos cautivos, lo cual a su vez re-
decretos de Moctezuma I I , las decepciones de las cam- dujo el alimento de los dioses, lo que no sólo provocó
pañas militares mexicas y las periódicas escaseces y su ira, sino que además los debilitaba, con lo cual dis-
hambrunas se combinaron para crear una atmósfera de minuía el apoyo divino para futuras campañas. El celo
malestar social. A medida que la tensión creció y que y la confianza de los ejércitos imperiales habían de-
cada grupo pretendió echar a los otros la culpa de los crecido enormemente al no contar con la total segu-
muchos fracasos, aumentaron los conflictos internos. La ridad del apoyo divino, por lo que en los últimos dece-
carga emocional negativa de la incapacidad de los ejér- nios de la Triple Alianza se inició otro ciclo de refuer-
citos de la Triple Alianza para derrotar a los reinos zo negativo que amenazaba los cimientos mismos del
independientes condujo a peores resultados en guerras imperio azteca: el contrato sagrado entre los dioses
sucesivas. Este ciclo de refuerzo negativo se aceleró con hambrientos y sus belicosos colaboradores mexicas.
rapidez cuando las campañas contra los tlaxcaltecas no La debilitación del sagrado vínculo del culto de los
lograron someterlos. Un relato de la reacción de Moctezu- sacrificios condujo inexorablemente a la derrota, al
ma II con motivo de la derrota a manos de los tlaxcaltecas resentimiento del pueblo y al rencor entre los mexicas
ejemplifica las disensiones causadas por los reveses y sus dioses. Ante el fracaso de todos los intentos de
militares: estabilización, tanto los guerreros como su jefe
Moctezuma II parecían percibir el declive del predo-
La cual nueva vino a Motecuhzoma de cómo su ejér-
minio mexica:
cito quedaba perdido y desbaratado y que en todo el
tiempo que se había podido defender contra los tlaxcal- Y así entraron a la ciudad los que venían de esta guerra y
tecas traían los mexicanos presos, de su parte, fueron al templo, donde la oración fue lamentar y quejarse de sus
cuarenta indios tlaxcaltecas, y la parte de Tezcuco, veinte, dioses, sin ofrecerles ningún sacrificio De allí fueron a las casas del
y la de los tepanecas, quince, y los tlatilulcas, sólo cinco. rey, donde lo hallaron con mucha tristeza y lo saludaron.
Lo cual, oído por Motecuhzoma, levantóse de su asiento
con g r a n i ra y enojo: Les dijo: —«¿Qué decís vosotros?
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Esta era la situación de la Triple Alianza, del imperio Este desastre ideológico, uni do a las contraproducen-
azteca, en vísperas de la conquista española. El impe- tes tentativos de Moctezuma de estabilizarla estructura
rio, circunscrito por barreras externas y limitado por la interna del Estado, habían desencadenado una serie
debilidad de su estructura interna, no podía esperar de acontecimientos que condujeron a la derrota y la
mantener durante mucho tiempo una política de desesperación.
expansión exterior. Pero los planes de consolidación A medida que se debilitaba la situación psicológica
mil itar interna y de estabilización social y administrativa del imperio, se reforzaba la de sus enemigos. Los tlax-
de Moctezuma II habían fracasado. La paradoja que caltecas, cercados y asediados, lucharon fanáticamen-
derrotó a Moctezma II consistió en que la expansión, ya te, inspirados por su culto de estado al dios Cam-
imposible de lograr, seguía siendo la piedra angular de los naxtli, culto que a lo largo del tiempo funcionó mucho
sistemas ideológico, social y político mexicas. Resultaba mejor que el de los mexicas a Huitzi-lopochtli Mientras
imposible transformar el sistema imperial mexica en un los tlaxcaltecas blandían su arma ideológica, en el
estado estable sin destruir los valores fundamentales oeste se reforzó la hegemonía tarasca, al desarrollar
que lo mantenían unido. Los efectos de la cosmología im- una metalurgia utilitaria que probablemente incluyó el
perial y de un siglo de crecimiento ilimitado eran irre- uso del bronce; gracias a esa ventaja adicional los
versibles, sin más. Y por ello los intentos de Moctezuma tarascos podían haberse convertido en una amenaza
II de evitar que el imperio caminase hacia el desastre para toda Mesoamérica. Entre tanto se produjeron una
estaban condenados al fracaso. serie de rebeliones como secuela de cada desastre,
Con la aparición de Cortés y los conquistadores, en derrota o estancamiento militar mexica, a medida que
1519, la evolución independiente de la civilización mesoa- los oprimidos tributarios veían la oportunidad de
mericana llegó bruscamente a su fin. El empuje español sacar provecho de las crecientes dificultades del
arrasó los estados del Nuevo Mundo, débiles y fuertes, imperio.
crecientes y menguantes. En el caso de la Triple Con independencia de cuál pudiera haber sido el
Alianza, esta pereció ante la furiosa embestida de los futuro de las culturas mesoamericanas, está claro que
pocos centenares de hombres de Cortés. El disgregado la era de la Triple Alianza se acercaba a su fin. Las
imperio se hizo pedazos a medida que los estados reformas imperiales y el culto estatal habían lanzado
tributarios se rebelaron o dieron su apoyo a los espa- al pueblo mexica, desde sus humildes y atrasados
ñoles, ofuscados por la perspectiva de cualquier fuerza comienzos, a una carrera verdaderamente irreversible.
que pudiera librarlos de la opresión azteca. Es muy signi- Huitzilopochtli, el sanguinario protector del Estado,
ficativo que en el ataque final a Tenochtitlan el puñado había presidido uno de los episodios más extraordi-
de hombres de Cortés encabezara un ejército de decenas narios de la historia humana. Impulsados por la fuerza
de miles de aliados indígenas, en su mayoría tlaxcaltecas de su ideología, los ejércitos de la Triple Alianza
sedientos de venganza. habían dominado toda Mesoamérica. Pero al final, ni
Cabe especular, por supuesto, sobre lo que habría los dioses, ni el estado supieron amoldarse a los
ocurrido con la evolución cultural mesoamericana de no límites inevitables con los que toda unidad política se
haber llegado los españoles. En el caso del estado mexi- topa. El pueblo mexica fue traicionado por sus creen-
cano, sin embargo, la tendencia parece clara. Presiones cias más fundamentales. A la llegada de los españoles,
demográficas, problemas económicos y debilidad logísti- el imperio azteca estaba siendo sofocado por las
ca y administrativa azotaban la hegemonía azteca. La mismas fuerzas que lo habían creado.
expansión exterior estaba bloqueada. Los intentos de una
consolidación militar interna se habían limitado a reducir CONRAD, G. DEMAREST, A.
los focos de resistencia dentro del imperio, pero sin Religión e Imperio. Dinámica de la
eliminarlos y se había pagado un terrible precio por estas expansión Azteca e Inca.
guerras de desgaste: el mito de la invencibilidad mexica y Madrid.
de la total eficacia de su culto estatal quedó destrozado. Alianza Editorial. 1.988.

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