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¿Qué son los sesgos cognitivos?

Ya sea porque nuestro cerebro posee una capacidad limitada, o porque no


siempre disponemos de toda la información que desearíamos o porque nos
embarga la incertidumbre de las consecuencias de tomar una u otra decisión,
por lo que en muchas ocasiones tomamos “atajos” mentales para llegar a
la solución de los problemas. Estos atajos mentales que tomamos de forma
inconsciente, en psicología se llaman “Heurísticos”, y nos ayudan a simplificar
la gran cantidad de procesos mentales que llevamos a cabo constantemente y
a hacer más llevadera nuestra vida diaria.
Y es que nuestro cerebro no es capaz de procesar toda la información que
recibe a través de los sentidos, por lo que necesita hacer una selección de la
misma. Cuando nuestros atajos mentales o heurísticos nos conducen a errores
de conclusión, les llamamos sesgos cognitivos.

Los principales sesgos cognitivos que se conocen


Sesgo de memoria
Todos sabemos que nuestra memoria no es perfecta, se difumina con el
tiempo y fácilmente nos induce a errores inconscientes. Las investigaciones
realizadas revelan que cuando evaluamos recuerdos para poder tomar
decisiones sobre nuestro futuro, a menudo se muestran sesgados por los
acontecimientos que son muy positivos o muy negativos, y es que tendemos a
recordar los hechos insólitos o poco habituales más que acontecimientos
diarios, cotidianos. La cusa es que el cerebro da mucha más importancia a los
fenómenos extraordinarios o no tanta a usuales, seguramente debido a la
importancia que estos tenían en el aprendizaje a lo largo de la evolución. Como
resultado, ese sesgo de nuestra memoria afecta a nuestra capacidad de
predicción en el futuro.
Para poder evitar ese sesgo se recomienda tratar de recordar el mayor número
posible de eventos similares, de esta forma se pretende evitar caer en los
extremos, a menudo poco representativos.

Falacia de planificación
Este sesgo se refiere a la tendencia que tenemos a subestimar el tiempo que
tardamos en terminar una tarea. Al parecer tendemos a planear los proyectos
con cierta falta de detalle que nos permitiría la estimación de las tareas
individuales. La falacia de la planificación no solo provoca demoras, sino
también costos excesivos y reducción de beneficios debido a estimaciones
erróneas.
Como dice el científico estadounidense Douglas Hofstadter hay que tener
presente que “Hacer algo te va llevar siempre más tiempo de lo que piensas,
incluso si tienes en cuenta la Ley de Hofstadter”

Ilusión de control
Este sesgo se encuentra detrás de muchas supersticiones y comportamientos
irracionales. Es la tendencia que tenemos a creer que podemos controlar
ciertos acontecimientos, o al menos a influir en ellos. Es gracias a este
pensamiento que los humanos, desde tiempo inmemorial, creamos rituales y
supersticiones que nos aportan cierta seguridad. Un ejemplo de la actualidad se
puede ver en los deportistas que repiten ciertas conductas esperando que
condicionen cosas como su capacidad de marcar goles, y que evidentemente
depende de muchos otros factores objetivos.

Sesgo de apoyo a la elección


En el momento en que elegimos algo (desde una pareja a una pieza de
ropa) tendemos a ver esa elección con un enfoque más positivo, incluso si
dicha elección tiene claros defectos. Tendemos a optimizar sus virtudes y
minimizamos sus defectos.

Efecto de percepción ambiental


Aunque nos parezca extraño, el ambiente que nos rodea ejerce una gran
influencia en el comportamiento humano. Un ambiente deteriorado, caótico y
sucio provoca que las personas se comporten de manera menos cívica, y
también les inclina a cometer más acciones vandálicas y delictivas. Este efecto
es la base de la “teoría de las ventanas rotas” estudiado por el psicólogo Philip
Zimbardo.

Sesgo de disponibilidad
El sesgo o heurístico de disponibilidad es un mecanismo que la mente utiliza
para valorar qué probabilidad hay de que un suceso suceda o no. Cuando más
accesible sea el suceso, más probable nos parecerá, cuanto más reciente
la información, será más fácil de recordar, y cuanto más evidente, menos
aleatorio parecerá.
Este sesgo cognitivo se aplica a muchísimas esferas de nuestra vida, por
ejemplo, se ha demostrado que doctores que han diagnosticado dos casos
seguidos de una determinada enfermedad no muy usual, creen percibir los
mismos síntomas en el próximo paciente, incluso siendo conscientes de que es
muy poco probable (estadísticamente hablando) diagnosticar tres casos
seguidos con la misma enfermedad. Otro ejemplo es el de una persona que
asegura que fumar no es tan dañino para la salud, basándose en que su abuelo
vivió más de 80 años y fumaba tres cajetillas al día, un argumento que pasa por
alto la posibilidad de que su abuelo fuera un caso atípico desde el punto de
vista estadístico.
En el fondo consiste en sobreestimar la importancia de la información
disponible (y extraer por tanto conclusiones erróneas). Las loterías por ejemplo,
explotan el sesgo de la disponibilidad, y es que si las personas comprendiesen
las probabilidades reales que tienen de ganar, probablemente no comprarían
nunca más un décimo en su vida.

El efecto Dunning-Kruger
El efecto Dunning-Kruger sesgo cognitivo consiste en una de autopercepción
distorsionada, según la cual los individuos con escasas habilidades o
conocimientos, piensan exactamente lo contrario; se consideran más
inteligentes que otras personas más preparadas, están en la certeza de que
son superiores de alguna forma a los demás, midiendo así incorrectamente su
habilidad por encima de lo real. Esta distorsión se debe a la inhabilidad
cognitiva del sujeto de reconocer su propia ineptitud, debido a que su habilidad
real debilitaría su propia confianza y autoestima. Por el contrario, los individuos
competentes asumen, falsamente, que los otros tienen una capacidad o
conocimiento equivalente o incluso superior al suyo.
Los autores de este descubrimiento David Dunning y Justin Kruger de la
Universidad de Cornell, trataron de averiguar si existía algún remedio para
nivelar la autoestima sobrevalorada de los más incapaces. Por suerte resultó
que sí lo había: la educación. El entrenamiento y la enseñanza podían ayudar a
estos individuos incompetentes a darse cuenta de lo poco que sabían en
realidad.
Ya lo dijo en su momento Charles Darwin: “La ignorancia engendra más
confianza que el conocimiento”.

Efecto halo
El efecto de halo es un sesgo cognitivo por el cual la percepción de un rasgo
es influenciado por la percepción de rasgos anteriores en una secuencia de
interpretaciones. O sea, si nos gusta una persona, tendemos a calificarla
con características favorables a pesar de que no siempre disponemos de
mucha información sobre ella, por ejemplo, pensamos de alguien que es
simpático, y esto nos hace presuponer que ya conocemos otras características
más específicas como: también es inteligente.
El mejor ejemplo para entender este sesgo son las estrellas mediáticas
(actores, cantantes, famosos…) demuestran el efecto de halo perfectamente.
Debido a que a menudo son atractivos y simpáticos, entonces y de manera casi
automática, suponemos que también son inteligentes, amables, poseen buen
juicio y así sucesivamente. El problema aparece cuando estas suposiciones son
erróneas, ya que se basan a menudo en aspectos superficiales.

Esta tendencia parece estar presente incluso en todos los niveles sociales,
tanto bajos como altos, incluyendo donde la objetividad es primordial. Por
ejemplo, se ha demostrado que, de media, a la gente atractiva le caen penas de
prisión más cortas que otros que fueron condenados por delitos similares.

Sesgo del poder corrupto


Seguro que a muchos no les va a de extrañar la realidad de este sesgo, que
dice que hay una tendencia demostrada en la que los individuos con poder
son fácilmente corrompibles, en especial cuando sienten que no tienen
restricciones y poseen plena libertad. ¿Les suena de algo? Políticos,
empresarios, actores famosos, deportistas de élite e incluso la realeza están
llenos de casos de corrupción.

Sesgo de proyección
Este sesgo nos habla de la tendencia inconsciente a asumir que los demás
poseen pensamientos, creencias, valores o posturas parecidas a las
nuestras. Como si fueran una proyección de nosotros mismos.

Efecto del lago Wobegon o efecto mejor que la media


Es la tendencia humana a autodescribirse de manera favorable,
comunicando las bondades de uno mismo y pensar que se encuentra por
encima de la media en inteligencia, astucia u otras cualidades. Eso sí, si no se
trata de una persona con problemas de autoestima, claro.

Sesgo de impacto
Este sesgo se refiere a la tendencia que tenemos a sobreestimar nuestra
reacción emocional, sobrevalorando la duración e intensidad de nuestros
futuros estados emocionales. Pero las investigaciones muestran que la
mayoría de las veces no nos sentimos tan mal como esperábamos cuando las
cosas no van como queremos, por ejemplo. Este sesgo es una de las razones
por la que a menudo nos equivocamos en la predicción sobre cómo nos
afectarán emocionalmente los acontecimientos futuros. Los estudios han
demostrado que meses después de que una relación termine, las personas no
suelen ser tan infelices como esperaban y que personas a las que le ha tocado
la lotería, con el tiempo vuelven a su grado de felicidad habitual o que tenían
antes de ganar el premio.

Efecto del falso consenso


El sesgo de falso consenso efecto es parecido al antes descrito sesgo de
proyección, y es que la mayoría de personas juzgan que sus propios
hábitos, valores y creencias están más extendidas entre otras personas
de lo que realmente están.

Heurístico de representatividad
Este heurístico es una inferencia que hacemos sobre la probabilidad de que
un estímulo (persona, acción o suceso) pertenezca a una determinada
categoría. Por ejemplo, si decimos que Álex es un chico joven metódico cuya
diversión principal son los ordenadores. ¿Qué le parece más probable?, ¿que
Álex sea estudiante de ingeniería o de humanidades?
Cuando se hacen preguntas de este tipo, la mayoría de la gente tiende a decir
que seguramente Álex estudia ingeniería. Un juicio así resulta, según el
psicólogo Daniel Kahneman de la aplicación automática (inmediata o no) del
heurístico de representavidad. Suponemos que estudia ingeniería porque su
descripción encaja con un cierto estereotipo de estudiante de ingeniería. Pero
esto pasa por alto hechos como que, por ejemplo, los estudiantes de
humanidades son mucho más numerosos que los de ingeniería, por lo que
sería mucho más probable encontrar estudiantes de humanidades que se
correspondan con esta descripción.
Este sesgo no solo es anecdótico, sino que forma parte del fundamento de
ciertos prejuicios sociales. Por ejemplo, cuando juzgamos la conducta de un
miembro de un determinado colectivo, como los inmigrantes, tendemos muchas
veces a basarnos en estereotipos supuestamente representativos, ignorando
datos objetivos de frecuencia y probabilidad.
Defensa de status
Este sesgo se refiere a cuando una persona considera que posee cierto
status, tenderá a negar y a defenderse de cualquier comentario que lo
contradiga, aun si para ello debe autoengañarse.

Prejuicio de retrospectiva o recapitulación


Es la tendencia que tenemos a ver los hechos pasados como fenómenos
predecibles. Las personas sesgamos nuestro conocimiento de lo que
realmente ha pasado cuando evaluamos nuestra probabilidad de predicción. En
realidad este es un error en la memoria. De la misma manera que también
tenemos tendencia a valorar los eventos pasados de una forma más positiva a
como ocurrieron en realidad.

Error fundamental de atribución


Se refiere a la tenencia que mostramos a priorizar nuestras dotes
personales para valorar nuestros éxitos y a atribuir a las circunstancias
externas nuestros fracasos. En cambio cuando se trata de otra persona, la
tendencia es la inversa, atribuimos a la suerte o la ayuda sus éxitos y a
características internas sus fallos.

Sesgo de disconformidad
Es la tendencia que tenemos a hacer una crítica negativa a la información
que contradice nuestras ideas, mientras que aceptamos perfectamente
aquella que es congruente con nuestras creencias o ideologías. De este
modo se produce una percepción selectiva por la cual las personas perciben lo
que quieren en los mensajes de los demás o de los medios de comunicación. y
es que por lo general las personas tendemos a ver e interpretar las cosas en
función de nuestro marco de referencia. También tenemos más probabilidades
de buscar información favorable a nuestras ideas que buscar información que
desafíe nuestras ideologías o línea de pensamiento.

Efecto Forer o efecto de validación subjetiva


El efecto Forer es la tendencia a aceptar descripciones personales vagas y
generales como excepcionalmente aplicables a ellos mismos, sin darse
cuenta que la misma descripción podría ser aplicada a cualquiera. Este
efecto parece explicar, por lo menos en parte, por qué tanta gente piensa que
las pseudociencias funcionan, como la astrología, cartomancia, quiromancia,
adivinación, etc., porque aparentemente proporcionan análisis acertados de la
personalidad. Los estudios científicos de esas pseudociencias demuestran que
no son herramientas válidas de valoración de la personalidad, sin embargo
cada una tiene muchos adeptos que están convencidos de que son exactas.

Heurístico de anclaje y ajuste o efecto de enfoque


Este heurístico describe la tendencia humana a confiar demasiado en la
primera información que obtienen para luego tomar decisiones: el “ancla”.
Durante la toma de decisiones, el anclaje se produce cuando las personas
utilizan una “pieza” o información inicial para hacer juicios posteriores. Una vez
que el ancla se fija, el resto de información se ajusta en torno a ella incurriendo
en un sesgo.
Por ejemplo, si preguntamos a unos estudiantes 1) ¿cómo de feliz te sientes
con tu vida? y 2) ¿cuántas citas has tenido este año?, tenemos que la
correlación es nula (según las respuestas tener más citas no alteraría el nivel
de bienestar). Sin embargo, si se modifica el orden de las preguntas, el
resultado es que los estudiantes con más citas se declaran ahora más felices.
Es falto de lógica, pero al parecer, focalizar su atención en las citas hace que
exageren su importancia.

Ilusión de frecuencia
Al parecer, cuando un fenómeno ha centrado nuestra atención
recientemente, pensamos que este hecho de repente aparece o sucede
más a menudo, aunque sea improbable desde el punto de vista
estadístico. En realidad, esto ocurre porque ahora nosotros lo percibimos de
forma diferente (antes no le prestábamos atención) y por lo tanto creemos
erróneamente que el fenómeno se produce con más frecuencia. Ocurre también
con los objetos,

Ilusión de la confianza
Este sesgo se trata de la confusión entre la confianza de quien nos habla
con su credibilidad, de tal manera que percibimos a una persona como
más creíble cuanta más confianza muestra en sus argumentaciones. La
realidad es que las investigaciones han demostrado que la confianza no es un
buen indicador, ni tampoco es una forma fiable de medir la capacidad o aptitud
de una persona.

Punto de referencia o status-quo


Al parecer un mismo premio no posee igual valor para dos personas
diferentes. Por ejemplo, si tengo dos mil euros y gano cien en una apuesta, lo
valoro menos que si tengo quinientos euros y gano esos mismos cien en la
apuesta. El punto de referencia es muy importante. Pero sus implicaciones
pueden ser algo mayores, pues no sólo se trata de la referencia que tengo
respecto a mi propia riqueza inicial, sino con la riqueza de mi círculo de
personas cercano. Si alguien desconocido para mi gana cien mil euros en la
lotería, yo no me veo afectado. En cambio, si los gana mi compañero de
trabajo, me da la sensación de que soy más pobre y desgraciado, aunque no
hubiera jugado a la lotería.

Efecto Bandwagon o efecto de arrastre


Este error consiste en la tendencia a hacer (o creer) cosas sólo porque
muchas otras personas hacen (o creen) dichas cosas. Al parecer, la
probabilidad de que una persona adopte una creencia aumenta en función del
número de personas que poseen esa creencia. Se trata de un fuerte
pensamiento de grupo.

Efecto Keinshorm
Es la predisposición a contradecir sistemáticamente las ideas o
formulaciones que otra persona hace y con la cual no se simpatiza, sólo
por este hecho, pues ya no deseamos que tenga la razón y estamos más
predispuestos a no creer en sus palabras.

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