Sei sulla pagina 1di 5

Asuntos pendientes: la “mochila” que vamos cargando

Tod@s tenemos algunos temas con los que nos encallamos o nos bloqueamos. Piedras con las que
volvemos y volvemos a tropezar y ante las que no somos capaces de aportar soluciones o
alternativas satisfactorias. En Gestalt los llamamos asuntos inconclusos. Son las cuestiones que
tenemos pendientes, situaciones que a lo largo de nuestra vida, no hemos resuelto porque no
hemos sabido hacerlo. Nos han faltado los recursos y las habilidades que necesitábamos y los
hemos ido dejando ahí, abiertos y pendientes de resolver, con la esperanza, quizás difusa, de que
algún día desaparecerían si no les hacíamos el suficiente caso. Pero estos asuntos son caprichosos
y se nos presentan de nuevo. Cada vez que eso ocurre, los sorteamos como podemos. Es posible
que nos sintamos torpes, sobrepasad@s o con una sensación extraña y familiar a la vez de que la
dificultad se nos repite de una manera que ya conocemos, parecida a otras veces y tenemos un
regusto amargo de “esto me suena…” que no nos deja tranquil@s. Seguimos no sabiendo qué
hacer con estos asuntos. Seguimos sin saber cómo cerrarlos, cómo completarlos, cómo pasar
página y ahí siguen, dando “guerra”.

Los “asuntos inconclusos” son los que llenan la famosa “mochila” con la que vamos cargando. Esos
temas que arrastramos y con los que no estamos en paz. Acumulamos emociones no resueltas,
como el resentimiento y con el tiempo, tenemos una larga lista de sentimientos no expresados,
frases no dichas, límites no marcados, sueños repetitivos y necesidades no satisfechas. Esto se
traduce en un malestar que nos suele pasar factura, bien en el cuerpo, a través de síntomas físicos
y enfermedades, bien a nivel emocional o relacional, cuando no nos sentimos satisfech@s con las
relaciones que establecemos o la vida se nos hace insulsa, apática o tal vez hostil y poco amable…
A veces es en este punto cuando la persona llega a consulta.

Llama la atención el hecho de que estos asuntos inconclusos se nos presenten una y otra vez. La
psicología de la Gestalt, de la que se nutre en parte la terapia Gestalt, aporta una explicación.

La psicología de la Gestalt se ocupa de los fenómenos de la percepción y de cómo a través de ellos


configuramos nuestra realidad. Los psicólogos de la Gestalt defendían que la persona organiza su
experiencia en formas o totalidades. Uno de sus principios, la ley de cierre, sostiene que las
personas de manera innata, concluimos las formas y objetos a pesar de no percibirlos completos.
Es decir, añadimos los elementos que le faltan a una figura para completarla ya que, sólo podemos
vivenciar nuestra experiencia en totalidades.

Es muy sencillo con un dibujo:


Aquí, aunque las figuras no estén completas, nosotros tendemos a completarlas y a ver un
cuadrado y una circunferencia, aunque técnicamente, no lo son. Percibimos totalidades, figuras
acabadas.

Este mismo principio “cualquier forma tiende a completarse”, es extrapolable al ámbito personal y
emocional / relacional y así lo hace la terapia Gestalt: cualquier situación tiende a su resolución.
Así, las situaciones que no tenemos resueltas se presentan una y otra vez, para ser concluidas.
Sólo cuando un asunto inconcluso se cierre –y se complete así la figura, la unidad- podremos pasar
a otra cosa. Mientras siga abierto y pendiente de resolver, seguirá presentándose una y otra vez y
nosotr@s seguiremos con la amarga y extraña pero familiar sensación de que algo se nos repite.

Los asuntos inconclusos con los que nos manejamos en la vida, muchas veces tienen que ver con
las relaciones con l@s demás: “no puedo con mi madre”, “mi relación con los hombres/mujeres es
un desastre”, “con mi herman@ no hay quien se entienda”…

Aunque no sólo son las relaciones con las personas las que nos pueden generar conflicto y
dificultad, también las relaciones con los diferentes ámbitos de nuestra vida. Por ejemplo en el
ámbito profesional, podemos tener asuntos pendientes con las funciones que desempeñamos: “lo
que hago no me gusta”, o con la autoridad: “no consigo llevarme bien con mis jef@s, porque l@s
desafío o porque no me atrevo a decir lo que quiero”, e incluso podemos tener asuntos
pendientes con el éxito o el fracaso: desde el “nunca lo conseguiré”, hasta el “tengo que
conseguirlo, sea como sea”…

Hilando más fino, podríamos decir que cargamos en nuestra mochila dificultades no resueltas
(asuntos pendientes) con determinadas emociones. Por ejemplo, si tenemos dificultad para
sentirnos tristes y expresar nuestro dolor, o si lo que preferimos ocultar es el enfado y evitamos la
confrontación aunque eso nos supone soportar una situación con la no estamos de acuerdo y a la
que restamos importancia para que la rabia no nos delate y los demás no vean que,
efectivamente, estamos enfadad@s. O a veces, es la perspectiva de mostrarnos tiern@s y
vulnerables, lo que nos paraliza porque erróneamente asociamos vulnerabilidad a debilidad y
porque tenemos la creencia de que mostranos tiern@s nos expone a demasiados peligros o que
los demás se aprovecharán de nosotr@s. O quizás nos culpamos por sentir miedo y porque lo que
sentimos no concuerda con la imagen de mujer/hombre fuerte, capaz, resolutiv@ con la que nos
identificamos…

Y así podríamos seguir con la lista de relaciones, ámbitos de nuestra vida y emociones con las que
nos manejamos torpemente, con las que nos peleamos interna o externamente, de las que nos
avergonzamos o con las que directamente evitamos manejarnos. Y así vamos sumando asuntos
pendientes.

Aunque en Gestalt utilizamos esta nomenclatura: asuntos pendientes, inconclusos o no resueltos,


estos son en realidad algo muy cotidiano. Son esa mochila emocional que llenamos, cargamos y
vamos arrastrando. Dejar un asunto inconcluso tiene que ver con no estar en paz con ello.
Podemos ser capaces de identificar estos asuntos pero eso no nos garantiza que sepamos qué
hacer para resolverlos o que dejen de repetirse. Reconocerlos y poderlos nombrar es importante
pero no suficiente. Es necesario profundizar en las propias dificultades de abordaje de los asuntos
con los que llenamos la mochila para ver dónde y cómo nos encallamos, cómo contribuimos a ello
y cuál es nuestra responsabilidad, si es que la hubiera, en la situación que se repite.

Abrir los asuntos pendientes. Abrirlos para observarlos, observarlos para entenderlos, entenderlos
para estar más en paz. Estar más en paz porque merecemos una vida plena: amable, pacífica y
amorosa.

Potrebbero piacerti anche