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Aún está por escribirse una breve historia de los desarrollos conceptuales en
análisis de discursos. Esta crónica seguiría sin duda un curso más “rizomático”
que “genealógico”. Por una parte, se documentaría el cronotopo de la “escuela
francesa”; las inflexiones de sus enunciados programáticos han sido particular-
mente sensibles al empleo del plural: del “análisis del discurso” a las “materialidades
discursivas”. Las oscilaciones conceptuales del inter al intradiscurso y, sobre todo,
la apertura hacia otras disciplinas como la historia y el psicoanálisis, cuya materia
de estudio se centra también en el “discurso”, son parte del movimiento pendular
deconstrucción/reconstrucción que ha asegurado la vitalidad de este campo de
estudios. En otra tradición, esta tendencia a la “refundación” de las teorías y los
métodos ha tomado un curso más agresivo, llegando incluso a cuestionar la centralidad
de la lingüística como único modelo explicativo de las prácticas de significación en
nuestras culturas contemporáneas. La noción de “discurso multimodal” acuñada
por G. Krees y T. V. Leeuwen (2001), ha abierto nuevas líneas de investigación
ante los complejos procesos de comunicación diseñados, por ejemplo, para los
nuevos soportes tecnológicos como las redes digitales de alcance planetario: Internet.
En este ensayo pretendemos dotarnos de un marco de interpretación apropiado a
la emergente comunicación multimodal.
Bibliografía
Introducción
El concepto de auditorio
2
El discurso cotidiano es aquel que sitúa al sujeto que comunica y al sujeto que
interpreta en una relación de igualdad respecto del estatuto de “saber” y fuera del
circuito socio-profesional. Este tipo de discurso, al contrario que el científico, es
plurisémico, tiene baja densidad semántica, contiene ambigüedad y plurivocidad, incluye
gran cantidad de localizadores temporales, espaciales y nocionales, es exotérico.
PREGUNTA
PROPONENTES OPONENTES
• La mayoría
• La minoría
• Wilmut (científico)
• Dr. Slack (científico)
• Los investigadores del Instituto
• Los entusiastas de la clonación
Roslin (2) y de PPL Therapeutics
• Mucha gente
• William Clinton (2)
• Los profetas de la clonación
• Philipe Vasseur (político)
• Paul Segall (científico)
• 89% de los americanos
• Un biólogo de la Universidad
• Filósofos y analistas políticos
George Washington
• Los biólogos que han realizado la
experiencia de reproducción asexual
con changos
• Don Wolf (científico)
• La Iglesia Católica
• El Papa
• La Iglesia de Escocia
• Varios países
• Susan Jacobi (filósofa)
• Los científicos (2)
• Los Estados Unidos
• Un académico de la Universidad de
Harvard
• Colin Stewart (científico)
• Diana Barthels (científico)
3
Por “relatores” comprendemos las “palabras gramaticales” que “tienen como fun-
ción primera la de expresar un tipo de relación lógica, pero que también pueden expresar
otras en función del contexto (polisemia). Diferentes relatores y otros medios de expre-
sión pueden ponerse al servicio de una misma relación lógica” (Charaudeau, 1992:497).
Y 70 42 38 28 41 42 261
PERO 22 8 8 10 19 4 71
O 10 11 4 6 16 5 52
SI 3 5 9 17
PORQUE 2 1 2 4 2 1 12
ADEMÁS 5 3 1 2 11
SIN EMBARGO 5 2 1 8
PUES 5 2 7
AUNQUE 2 1 2 2 7
SINO 1 1 1 2 1 6
NI 1 1 1 1 4
ENTONCES 4 4
ASÍ 3 1 4
NO OBSTANTE 1 2 3
POR LO TANTO 1 1 1 3
YA QUE 1 1 1 3
POR ESTA RAZÓN 1 1 2
DE ESTA FORMA 1 1 2
POR ESO 1 1
A PESAR DE 1 1
POR CONSIGUIENTE 1 1
A LA INVERSA 1 1
AHORA BIEN 1 1
POR LO QUE 1 1
POR ELLO 1 1
EN TANTO QUE 1 1
CONTRA 1 1
PUESTO QUE 1 1
Conclusiones
Bibliografía
En los últimos años, investigadores de diferentes áreas y partes del mundo se han
preocupado por analizar, contextualizar, definir, comprender y hasta criticar a la
lectura. En el proceso de producción del libro queda evidenciado que para ser un
objeto completo son tres los actores principales que lo constituyen: autor, editor y
lector, mismos que le dan vida a la lectura. El presente artículo realiza un recorrido
sobre algunos aspectos relevantes a destacar de lo investigado sobre el libro, el
lector y la lectura. Se hace cierto énfasis en la problemática en México y en un
lector vinculado con la actividad académica que es el universitario. No se pretende
profundizar en cada uno de los temas sino simplemente puntualizar para un
futuro análisis.
Lectura y sociedad
Hubo una época, hace varios siglos, en que escribir y leer eran actividades
profesionales. Quienes se destinaban a ellas aprendían un oficio [Ferreiro, 2002:7].
[...] leer no nos hace circunstancialmente mejores [...] Gabriel Zaid resumiría
todo esto en un par de líneas: “Lo que vale de la cultura es qué tan viva está,
no cuántas toneladas de letra muerta puede acreditar” [Domingo, 2003:17].
Por más eruditos y humanistas que sean, los editores producen objetos
incompletos por naturaleza. Un libro es un objeto en busca de un lector, y no
puede realizarse como objeto cultural hasta que no se encuentra un lector.
Ese lector es muy mal caracterizado cuando se lo define simplemente como un
cliente [Ferreiro, 2002:22, cursivas de la autora].
El lector
¿De qué nos sirve leer aquello que creemos que queremos o que debemos,
leer? Leer para acumular lecturas puede conducirnos perfectamente al hastío
y a la esterilidad. En cambio, leer algunos libros que enriquezcan nuestra
existencia puede aportarle a la acción de leer una dimensión infinitamente
superior que la erudición disciplinada y muchas veces dictada por la
malhumorada obligación [Domingo, 2003:16].
Un lector: el universitario
Bibliografía
—Lo mío no es nada del otro mundo. Repeticiones con cierta dosis
de fortuna. Asuntos viejos y eternos. Nada que los clásicos no hayan
tocado mejor antes que yo. A ellos sí se les debe considerar originales.
Ellos sí que abordaron novedosamente los temas que preocupan y afli-
gen al hombre. Lo mío son meros remedos de lo de ellos. Yo si acaso
intento darle vuelta a sus asuntos, mismos que busco adaptar a mi épo-
ca. Yo visto y doy apariencia de contemporáneos a personajes suyos. En
ellos abrevo. Ese es acaso, si es que lo tengo, el mérito de mi quehacer.
¡Esta es una miserable pequeñez para darla a un hombre por todo el heroís-
mo del que han hablado!
Ahora falta rescatar cuanto antes los cáusticos textos del agitador,
los recios argumentos del polemista y agudos señalamientos del crítico
de ópera, música y teatro.
Por eso puedo asentar aquí que el orador y periodista maderista,
enseguida periodista y militar villista, y más tarde coronel constitucio-
nalista, empresario teatral, cronista y educador, Manuel Bauche Alcal-
de, nació el 3 de junio de 1881.
Así como también afirmar que a dos semanas de cumplir los cuarenta
y ocho años de edad, dañado severamente por aguda endocarditis
bacteriana, su corazón dejó de latir el 19 de mayo de 1929. Y que a poco
de ocurrido lo anterior, una breve calle medio perdida en la maraña ur-
bana de la delegación Azcapotzalco, fue señalada con su nombre.
Asimismo puedo destacar que uno de los más remotos, si no es que el
testimonio más distante acerca de su infancia, lo publicó en 1935 un
contemporáneo y amigo suyo de gran relieve: José Vasconcelos (1882-1959).
Así como también, que ciudad Porfirio Díaz, hoy de Piedras Negras,
Coahuila, población donde residían por esa época las familias de ambos,
fue el escenario donde sostuvieron una breve, aunque recia e inolvidable,
amistad.
Al evocar sus correrías infantiles, Vasconcelos deja ver –página 41
del Ulises Criollo, 1935– que era fiel su recuerdo de Manuel Bauche, el
padre de su amigo y administrador de la Aduana.
Y sin siquiera dudarlo apunta que Manuel fue su condiscípulo en
una escuela sita en El Paso del Águila, Tejas.
El bisnieto de José Bernardino Alcalde, irreconciliable y firme
adversario de Antonio López de Santa Anna, cumplía seis años de
muerto ese día de 1935 en que Vasconcelos evocaba así su fiera presencia
al reconstruir en el papel el día de 1893 o 1894 en el que para él y otros
niños mexicanos de su grupo, Bauche se convirtió en una suerte de
reivindicación frente a sus desagradables condiscípulos yanquis:
Sólo uno nos mandó la metrópoli que puso a raya a los gringos. Era el hijo
del Administrador de la Aduana (de Piedras Negras), Manuel Bauche. A los
doce o catorce años tiraba esgrima y boxeo. Desde el primer día se plantó en
el recreo desafiante y varios sintieron su puño en el rostro. Las girls le
sonreían y los más se le acercaban con respeto.
—¿A quién quieres que le pegue, Pepe? –decía dirigiéndose a mí–, ¿ a cuál
le pego?
* El primero en usar este seudónimo fue el liberal Joaquín María Alcalde, abuelo de
nuestro biografiado, en un artículo polémico dirigido a Justo Sierra.
Didier Masson
se adiestra en pilotaje.
Un par de días de por medio aquel mismo diario notificó que Rafael
Martínez, Rip Rip, estaba de regreso en México, luego de años de
destierro en Centroamérica. Su paso por Guatemala y El Salvador no
había sido estéril. Atrás quedaba combativo y en pie, producto de su
esfuerzo, el diario El Tiempo, de El Salvador.
Y en sendas notas medio perdidas en la página tres de las
respectivas ediciones de Excélsior y El Universal correspondientes al
veinte de mayo de 1929, el investigador se topa repentinamente con
la noticia del deceso del personaje cuya vida ha intentado reconstruir
mediante la lectura de reportajes, libros entrevistas y periódicos.
Se entera así de que a las ocho con treinta de la mañana del 19 de
mayo de 1929, Manuel Bauche Alcalde rompió sus lazos con la vida.
Agravados sus males por severa endocarditis bacteriana, su muerte se
precipitó en tan sólo unos cuantos días.
Bibliohemerografía
Actos icónicos
1
Es probable que, como bien me ha sugerido Josefina Vilar, esta noción del acto icónico
tenga un alcance más general y plantee las características de lo que podríamos llamar acto
semiósico o acto simbólico. Esto significa que toda relación con textos y símbolos (sean
representaciones teatrales, clips virtuales o danzas koguies) implica los rasgos del vínculo
que aquí abordamos. Probablemente también dicha vinculación general involucra los
contratos culturales que más adelante describimos. Esta es una manera adecuada de leer
lo que aquí esbozo. Sin embargo, procuro no enunciar el asunto aún como una suerte de
pragmática general de los actos simbólicos porque dicho planteamiento requiere un
examen de las diversas correlaciones texto/intérprete que aún no realizo. Por otra parte,
El sujeto imaginal
2
Sé que la idea misma de “olvido voluntario” parece un contrasentido ¿Qué clase de
olvido puede ser el que consiste en decir “olvido esto o aquello”?, pero la expresión
sirve para señalar que se hace un suspenso de ciertas creencias y referencias del sujeto
que evidenciarían el grosor del artificio icónico, obstaculizando la experiencia imaginal.
3
El marco importa en dos sentidos: a) en la medida que su diseño es neutral o
adecuado a la clase de objeto-imaginario en juego (el buen curador y el buen museógrafo
saben que el marco no debe competir con la obra y debe establecer con ella una conti-
nuidad que permita dos cosas: 1) marcar con claridad donde comienza la obra, y 2)
conciliarse con el texto icónico); y b) en las apuestas estéticas que enfatizan justo la arbitra-
riedad y convencionalidad cultural que enmarca las obras: allí de lo que se trata es de
cuestionar por qué enmarcamos el valor institucional del marco, el poder que a través
de él dice “esto es obra”, “esto no”, etcétera. Pero justamente esta cuestión es posible,
dado que sabemos que del marco en adelante comienza la obra y hemos de ponernos en
disposición sui generis.
El objeto-imagen
Contratos icónicos
vínculos con las imágenes se trazan por contratos distintos para regular
dichas relaciones. Pero siempre en el borde cabe pensar que habrá ciertas
relaciones (ciertas experiencias o encuentros) que no podrán ser
abrazados por contrato alguno, así como ciertos contratos que no
contienen nada, es decir, que ya no restituyen experiencias. Esto nos
indica una interesante dialéctica histórica: la que se da entre contratos
y experiencias icónicas, asunto que constituye un problema del mayor
interés, pero que aquí no podremos abordar suficientemente. Sólo
podemos indicar que la movilización y la dinámica cultural puede
desactualizar contratos, o puede rehacerlos, pero también puede
contener experiencias. De otra manera: que las experiencias de la imagen
se hallan articuladas en los contratos que definen los vínculos, así
estamos ante el horizonte de lo contractualmente posible, pero hay
ciertas experiencias que rebasan dicha contractualidad en una vivencia
más pura, pero que quizás lleve a la formulación de contratos futuros.
Del otro lado, es probable que ciertos contratos pierdan sustancia,
porque sus reglas de articulación ya no rigen nada. Podríamos imaginar,
por ejemplo, una comunidad que se vinculaba de forma ritual con sus
imágenes, que las leía como revelaciones, pero que con el paso del
tiempo, por la movilidad histórica y la incorporación de formas
modernizantes, deteriora esta clase de vínculos, y asume relaciones
más denotativas. Recuerdo que mi abuela creía fehacientemente en el
hálito sagrado que envolvía las imágenes de “La Virgen del Carmen” o
del “Divino Niño”, con ellas actualizaba una clase de contrato ritual
(que aquí no caracterizaremos), sancionado y legítimo en su mundo
histórico-cultural. Veinte años después, esa relación ha dejado de ser
dominante y es más bien exótica en ciertos campos sociales. Los contratos
icónicos se producen y acotan históricamente
Un contrato consiste en la relación acordada entre diversas partes,
podemos decir que hay contrato, porque los pactantes se ponen de
acuerdo acerca de algo. Dicho convenio implica ciertos compromisos
y ciertos beneficios para los contrayentes, y la cuestión clave radica en
que todos ceden algo para obtener algo. El compromiso radica en la
concesión que, para hacer posible el contrato, debe ser mutua. En
realidad los contratos se establecen entre voluntades, lo que implica,
digamos, que están en el universo de las cosas humanas. Los contratos
icónicos se establecen entre miembros de la sociedad, y consisten
básicamente en comportarse, percibir y comprender de ciertas formas
las imágenes. Pero podemos tomarnos una licencia que consistirá en
Bibliografía
La reflexión que se desarrolla en el cuerpo del trabajo establece una relación entre
conocimiento, percepción y discursividades visuales y toma como aspecto nodal la
dimensión del cuerpo entendido como totalidad y en su “estar en el mundo”. El
punto de partida se sustenta en la Fenomenología de la percepción de Merleau-
Ponty, y con ello se fundamenta el acercamiento crítico a las imágenes socialmente
más extendidas y penetrantes del mundo contemporáneo. Éstas, de un modo u
otro, se disocian del cuerpo y sustraen a la percepción de la experiencia y del
tiempo y espacio vividos. Si la argumentación central se inscribe en la fenomenología,
se han sumado otras miradas —no necesariamente coincidentes— pero que nos
permiten descubrir otras facetas de la imaginería actual.
Instrumento que se mueve a sí mismo, medio que se inventa sus fines, el ojo
es eso que se ha conmovido por cierto impacto del mundo y lo restituye a lo
visible por los trazos de la mano. En cualquiera civilización que nazca, de
cualesquiera creencias, de cualesquiera pensamientos, de cualesquiera ce-
remonias de que se rodee, y aun cuando parezca enderezada a otra cosa,
desde Lascaux hasta hoy, pura o impura, figurativa o no figurativa, la pintu-
ra nunca celebra otro enigma que el de la visibilidad [1977:21].
El percibir es encarnado
Lo que reúne las “sensaciones táctiles” de mi mano y las vincula a las per-
cepciones visuales de la misma mano como a las percepciones de los demás
segmentos del cuerpo, es un cierto estilo de los movimientos de mis dedos
y contribuye, por otro lado, a una cierta “andadura” de mi cuerpo [ibid.:167].
Una novela, un poema, un cuadro, una pieza musical son individuos eso es,
seres en los que puede distinguirse la expresión de lo expresado, cuyo sentido sólo es
accesible por un contacto directo y que irradian su significación, sin abandonar
su lugar temporal y espacial. Es en ese sentido que nuestro cuerpo es compa-
rable a la obra de arte [ibid.:168].
El percibir es perspectivo
El percibir es proyectivo
1
Traemos a cuento a E. H. Gombrich por tratarse de uno de los más lúcidos psicólo-
gos constructistas de la percepción además de un notable historiador del arte. Desde
ambas perspectivas, atento a los mecanismos de la creación en las artes plásticas como
a los mecanismos de la recepción visual. Tal vez sea redundante decirlo, pero igualmen-
te añadimos no haber descubierto contacto evidente con la fenomenología de la per-
cepción. En cambio, su influencia ha sido determinante en lo que atañe a la asociación
entre representación visual y figuratividad. Y, en otro orden de ideas, su influencia es
notoria sobre todo en trabajos tempranos del semiotista U. Eco.
¿Analogía = literalidad?
A modo de conclusión
Bibliografía
Concepciones de la muerte
1
Los estoicos desprecian la muerte y frente a ésta permanecen insensibles. Vacían a
la vida y a la muerte de todo sentimiento. Según Edgar Morin el estoicismo es una
moral, una actitud práctica, una propedéutica de la muerte. La sabiduría estoica es
permanente ejercicio de preparación a la muerte, menosprecia la muerte al menospre-
ciar la vida. El estoicismo procura separar el espíritu del cuerpo. Edgar Morin, El hombre
y la muerte, Kairós, Barcelona, 1999 (p. 265 y s.).
2
Según Edgar Morin (1999:23) se debe a Frazer el más monumental catálogo de
creencias relativas a los muertos.
razón tiene que admitir su incompetencia, pues el hombre es incapaz de definir un ser
“divino”a causa de sus limitaciones intelectuales. En este caso “divino”es un nombre
que puede basarse en un credo y no en una prueba real. Este es un ejemplo de un
término simbólico para representar un concepto que no se puede comprender del todo
y es por esto que todas las religiones emplean lenguaje simbólico e imágenes.
4
Aparición de lo inefable o indescriptible.
5
Véase Roman Ingarden (1998), “La obra de arte literaria y la armonía polifónica”,
en La obra de arte literaria, Taurus/Universidad Iberoamericana.
La muerte en Trilce
6
Esta primera obra de César Vallejo aparece en agosto de 1919 y no en 1918, tal y
como figura en la página legal de algunas ediciones. Juan Larrea esclarece este dato en
“Datos y esclarecimientos biográficos”, en Poesía completa, editada en 1978, citado en la
bibliografía.
7
César Vallejo sufrió la pérdida de muchos de sus seres queridos durante su
estancia en Lima y en París, y sus críticos refieren que “Los heraldos negros”, junto a
otros poemas del libro con el mismo nombre, aluden a una situación vivida por el
poeta en Lima.
LXXV
Estáis muertos.
Qué extraña manera de estarse muertos.
Quien quiera diría no lo estáis. Pero en verdad,
estáis muertos.
Flotáis nadamente detrás de aquesa membrana
Que, péndula del zenit al nadir, viene y va
de crepúsculo a crepúsculo, vibrando ante la sonora caja
El aspecto fonético
El poema LXXV está compuesto por cinco estrofas, una de cuatro versos,
dos de seis, una de siete, otra más de cuatro y un verso suelto. Esta
división permite dar una entonación a la lectura y un ligero viraje a la
significación cada vez que se pasa de una estrofa a otra, aun cuando
todo el poema aluda a la “muerte en vida”. Propicia que los lectores
hagan pausas, las cuales generan un ritmo en la lectura con la ayuda
de los espacios entre los versos como entre las estrofas, que ayudan a
visualizar con más detenimiento las frases principales.
La construcción “Estáis muertos” aparece sola como verso, sin otras
palabras, en dos ocasiones; al principio, casi como título y al final para
cerrar el poema y para subrayar el sentido medular del verso dentro
del poema. El verso mencionado obliga al lector a detenerse mediante
la pausa generada por el espacio. A la vez, la agrupación en estrofas,
aunque en este caso no se trate de estrofas convencionales por la
ausencia de rima, pues nos referimos a un poema en prosa, determina
tanto el ritmo como la manera en que se debe dar la entonación, unida
a otros factores como la puntuación.
La entonación, en principio, es la de una sentencia, e inmedia-
tamente en seguida, de asombro, para pasar al tono de una descripción.
A menudo sube el tono del poema, dependiendo del efecto que
produzcan las palabras, y se combinan los tonos reflexivos con los de
lamento dentro de la enunciación para concluir con la sentencia: “Estáis
muertos”.
En este poema sin rima, el timbre y el ritmo también se producen por
la repetición de algunas expresiones, por el uso de la segunda persona
del plural en todo el poema, “estáis”, “flotáis” “percibís”, etcétera, cuyas
terminaciones son parecidas, y cuya función es separar lo que piensa el
hablante poético respecto de los escépticos, dentro de los cuales no se
incluye el sujeto. La crítica o denuncia por momentos se realiza en tono
de lamento “vosotros sois los /cadáveres de una vida que nunca fue.
Triste destino.” Otras expresiones con sonidos y significaciones similares
como “Estáis muertos”, “estarse muertos” así como el uso de palabras
que derivan de la misma raíz significativa, muertos, muerte, morir
contribuyen a la estética de los sonidos y reforzar la fuerza significativa.
Otro efecto fonético que genera el poema es el tempo, relacionado
con la agilidad, lentitud o pesadez de la expresión verbal. El tempo es
lento, los versos son, casi todos largos, adecuados al tono de sorpresa y
a la descripción que prevalece en el poema, así como al tratamiento del
tema de índole existencial que aborda el vacío producido por la muerte.
El lenguaje
8
Véase Roman Ingarden (1998), “El estrato de las formaciones lingüísticas del soni-
do”, en La obra de arte literaria, citada en la bibliografía.
Procedimientos abstractos
Conclusión
Bibliografía
1
Etimológicamente, clasi-ficare es hacer clases, formar grupos de cosas, concretas o
abstractas que comparten un rasgo en común, ordenarlas de acuerdo con una o varias
características que nos parezcan importantes.
2
Las cursivas son mías.
claro que esa tipología no existe todavía. El trabajo sobre el discurso político
se ha desarrollado entonces sobre la base de ciertas intuiciones [...] como la
que consiste en analizar como “discurso político” textos producidos por
líderes o por partidos políticos [...] Este modo de proceder podrá ser tacha-
do de circular, puesto que el término a definir forma parte de la definición
[...] Conviene sin embargo subrayar el hecho de que la circularidad en
cuestión es relativa [...] [más bien] el concepto de “político” califica dos
instancias diferentes, por un lado, los discursos, por el otro, las institucio-
nes. Dado que la teoría de los discursos sociales parte del supuesto de que
las unidades de análisis significativas, en lo que hace al discurso, deben
estar asociadas a condiciones sociales de producción más o menos estables,
parece lógico situarse dentro del marco de contextos institucionales fácil-
mente identificables [...] Y a este respecto, la cuestión decisiva es la siguien-
te: ¿en qué medida el análisis de los discursos asociados a estructuras
institucionales determinadas permite comprender mejor los mecanismos
de dichas instituciones, su naturaleza y sus transformaciones? [...] Todo
indica que hay niveles de funcionamiento de los procesos [institucionales] a los
que sólo podemos acceder a través del análisis del discurso [...] [Y que] la caracte-
rización de un tipo de discurso supone en efecto trabajar en varios niveles
[...] En primer lugar, lo que se trata de conceptualizar no es nunca un discurso,
sino un campo discursivo. Dicho de otra manera, nuestro objetivo no es cons-
truir una tipología de discursos, sino una tipología de juegos de discurso.
Desde el principio nos vemos confrontados al análisis de procesos de inter-
cambio discursivo. En segundo lugar, y en consecuencia, la definición gene-
ral de un “tipo” supone la definición de una serie de variantes del mismo,
que no son otra cosa que diferentes estrategias dentro del mismo juego. La
definición general del “tipo” supone la definición de un “núcleo” invariante y de un
sistema de variaciones sin lo cual la descripción de las relaciones inter-discursivas
dentro del campo en cuestión es imposible. En tercer lugar, la descripción de
intercambios discursivos implica que trabajamos en diacronía: los inter-
cambios ocurren en el tiempo. Y una misma estrategia varía a lo largo del
tiempo. Por lo tanto, aun en la caracterización de una estrategia discursiva, se
nos plantea el mismo problema de diferenciar un “núcleo” invariante de
un sistema de variaciones. En cuarto lugar, los diferentes modos de manifesta-
ción de un “tipo” de discurso no pueden ser dejados de lado: los discursos sociales
aparecen materializados en soportes significantes que determinan las con-
diciones de su circulación: la escritura de la prensa, la oralidad de la radio,
la imagen televisiva. Es evidente que no podemos analizar de la misma
manera los discursos [...] que aparecen en los distintos medios. La descrip-
ción de un tipo supone pues la descripción de múltiples estrategias,
de procesos de intercambio, de variaciones de cada estrategia a lo largo de
un proceso discursivo, de modificación de estrategias según el soporte
que juegan con las relaciones posibles respecto de lo que están relatando).
Además, el juego discursivo ocurre entre tres tipos de sujetos: los
periodistas, los políticos y partes definidas del resto de la sociedad en
tanto el “público-objetivo” de la oferta periodística, en tanto espectadores
o consumidores, pero jueces al fin y al cabo.
Sobre este núcleo discursivo invariante aparecerán necesariamente
las estrategias de los agentes para obtener o sostener una posición en el
campo, es decir, para legitimarla, conformando así lo que Verón llama
un “sistema de variantes” que pueden ser observadas en un momento
dado, es decir, en sincronía, o a lo largo de la historia, es decir, en
diacronía. Podríamos considerar las secciones o emisiones periodísticas
aparentemente no políticas —como lo son el periodismo deportivo, el
financiero, el de espectáculos, etcétera— como parte del sistema de
variaciones en tanto que son también construcciones políticas, tal vez
oblicuas, del poder simbólico. Y al considerar estas manifestaciones
del periodismo, podemos notar la movilidad de los campos y las
intersecciones entre ellos. Porque si el periodismo político se integra al
campo del poder, el de espectáculos o el de deportes, además de incluirse
en el campo general del periodismo, es parte de las industrias corres-
pondientes al cumplir la función de publicitar los productos deportivos
o de los espectáculos en los ejemplos anteriores, es decir, de mantenerlos
como esquemas de recepción legítimos posicionándolos al mismo
tiempo como objetos de consumo económico.
El campo periodístico nos permite observar también la operación
industrial de los bienes culturales y su inclusión dentro del campo eco-
nómico, porque en él se instalan empresas económicas que ofrecen sus
productos en el juego contemporáneo del libre comercio. En este sen-
tido, es importante reconocer el ejercicio de la propaganda y la publi-
cidad como otro subcampo fundamental en la operación simbólica de
los medios de comunicación. En él existen agentes e instituciones en-
cargados de que las prácticas se mantengan, refuercen y reproduzcan
que compiten entre sí por el acceso a los recursos y a las posiciones
legítimas. Las prácticas profesionales de este campo son ante todo
discursivas y su núcleo invariante consiste en la interpelación a cual-
quier sujeto que pueda estar en situación de recepción para convencerlo
de que haga suyo un objeto, un servicio o un conjunto de certidumbres.
Persuasión que se ejerce mediante operaciones retóricas que pueden in-
cluir cualquier figura poética, tanto a nivel de los significantes como de
los significados, incluyendo en ellas los escenarios humorísticos.
Decía Verón que no hay que dejar de lado los diferentes modos en
que cada “tipo” de discurso se manifiesta porque “los discursos socia-
les aparecen materializados en soportes significantes que determinan
las condiciones de su circulación: la escritura de la prensa, la oralidad
de la radio, la imagen televisiva”. Me parece que cada uno de estos
soportes significantes a nivel del discurso opera socialmente al interior
de los campos culturales como un componente privilegiado, porque es
al mismo tiempo el objeto de la disputa y de la distinción, y la entidad
que otorga tanto un sentido simbólico como práctico a las acciones de
los sujetos. Así, la prensa, la radio, la televisión, etcétera, son al mismo
tiempo soportes significantes, campos sociales y campos discursivos,
sin olvidar que mirados desde la economía son también como indus-
trias de la cultura. Por todo lo anterior, si retomamos la propuesta de
Verón respecto de la necesidad de definir el núcleo discursivo invariante
de cada campo discursivo, y cada uno de los medios de comunicación
es al mismo tiempo un campo y una industria, habrá que trabajarlo
semiótica y semiológicamente como distintos y específicos soportes
de la significación.
Así, para la radio, las operaciones discursivas de base se ubican en el
sonido sin imagen que es sintonizado instantáneamente por su audien-
cia. De esta cualidad técnica se derivan otras dos discursivas: una es que
el medio, es decir, sus locutoras y locutores, interactúa con los sujetos
receptores sin que éstos “tengan la vista fija”3 en él, es decir, al mismo
tiempo que están haciendo otra cosa; lo cual se convierte en un posicio-
namiento frente a la competencia inter-mediática. La otra es la situación
de intimidad que la radio produce a manera de charla en la que los oyen-
tes, a través del teléfono en cabina, pueden participar activamente toda
vez que los programas pasen en vivo. Estas dos propiedades discursivas
hacen que el tratamiento radiofónico de otros campos sociales tenga sus
particularidades y sea objeto de una profesionalización progresiva. Por-
que tenemos que reconocer que la radio es un soporte significante y un
campo socio-discursivo bajo la forma de varias empresas económicas,
públicas y privadas, con apuestas simbólicas particulares que compiten
entre sí y contra otros medios, por ejemplo y para citar uno de los cam-
pos antes mencionados, por la publicidad, es decir por la transimisión,
impresión, etcétera, de anuncios.
3
Enunciado de un anuncio muy recordado de los noticieros de una emisora de radio
de la Ciudad de México: entérese sin tener la vista fija.
Bibliografía
En este trabajo se ofrece una discusión acerca de las reflexiones sobre cuento y
minificción elaboradas por una docena de investigadores y escritores venezolanos
contemporáneos. Entre quienes han escrito acerca de la naturaleza genérica del
cuento se encuentran los escritores Guillermo Meneses, Ednodio Quintero y
José Balza, así como los investigadores Luis Barrera Linares, Carlos Pacheco y
Gustavo Luis Carrera. Y entre quienes han reflexionado acerca de la minificción
se encuentran los escritores Gabriel Jiménez Emán, Luis Britto García y Eduardo
Liendo, así como los investigadores Violeta Rojo y Julio Miranda. Las aportaciones
de estos escritores e investigadores a la teoría y la escritura del cuento y la
minificción son ya parte del canon de ambos géneros literarios en Hispanoamérica.
Qué es el cuento
a) Narratividad y ficcionalidad
b) Extensión
c) Unicidad de concepción e intensidad del efecto
d) Economía, condensación y rigor
Más allá de los contenidos implícitos en el tema del cuento —es decir, de
aquellos encaminados a ilustrar algún conflicto existencial—, podemos
afirmar que en éste predomina lo estético [...] De allí su inutilidad y su
esplendor [ibid.:55].
Qué es la minificción
Poéticas de la minificción
Conclusiones
Bibliografía
Balza, José (1993), “El cuento: lince y topo”, en Teorías del cuento, L. Zavala (ed.),
UNAM, México. Anteriormente publicado en Sábado de Unomásuno, México, 6
de agosto, 1988.
Barrera Linares, Luis (1993), “Apuntes para una teoría del cuento”, en C. Pacheco y
L. Barrera Linares (comps.), Del cuento y sus alrededores, Monte Ávila, Caracas,
pp. 29-42.
—— (1994), “El cuento y sus dos tipos básicos”, en Desacralización y parodia.
Aproximación al cuento venezolano del siglo XX, Monte Ávila, Caracas, pp. 30-34.
—— (1992), “Pre-texto: El nuevo cuento venezolano”, en Memoria y cuento. 30 años
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C. Pacheco y L. Barrera Linares (comps.), Del cuento y sus alrededores, Monte
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Bell, Andrea (1991), “The cuento breve in modern Latin American literature”, Stanford
University.
Britto García, Luis (1991), Fragmentos de entrevista con Andrea Bell, incluida en
su tesis doctoral, “The cuento breve in modern Latin American literature”,
Stanford University, pp. 190-207.