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FORTINES

Sábado 8 de enero de 2005

CHACO CENTRAL, FORTINES Y COLONIAS MENNONITAS.

© 2005
Por Manuel Cuenca, productor y presentador de “La Revista de
la Semana” del noticiero “24 Horas”.

EN LAS VACACIONES DE VERANO LOS ESTUDIANTES QUE


CONCLUYEN EL NIVEL MEDIO DE ENSEÑANZA, REALIZAN
SUS VIAJES DE FIN DE CURSO. MUCHOS SE DIRIGEN A
BALNEARIOS DE LOS PAÍSES VECINOS. UNA INSTITUCIÓN
QUE COMBINA EL BACHILLERATO CON LA FORMACIÓN DE
OFICIALES DE RESERVA, TOMA UN RUMBO DIFERENTE CON
EL OBJETIVO DE CONOCER IMPORTANTES ESCENARIOS
HISTÓRICOS.

En el Chaco Central, la aguada de Isla Po’i, se une al Riacho


Yacaré Sur, con las lluvias de primavera. Sin embargo, las
edificaciones donde el Mariscal Estigarribia instaló el Comando
Central de la Guerra del Chaco, se están destruyendo con el
paso del tiempo. En Fortín Toledo, se conserva el conjunto más
valioso de refugios antiaéreos del conflicto con Bolivia. Pero,
estuvieron a punto de ser sepultados a causa de un conflicto
de tierras.

En Boquerón el paso del tiempo iba borrando los vestigios de


la Guerra. Pero luego, un museo instalado por la Gobernación
de ese Departamento, preservó para el futuro una lección de
paz, para dos pueblos hermanos que se vieron envueltos en la
desgracia de la guerra. Estos escenarios serán recorridos por
una excursión que toma un destino singular, desde Asunción
la capital paraguaya,

Históricos paisajes se abren ante los sorprendidos ojos de un


grupo de jóvenes que visitan el Chaco Paraguayo, como viaje
de fin de curso. Son los herederos de los oficiales de reserva
que desde 1932 se dirigieron este árido territorio para
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disputarse su posesión, en una trágica lucha contra el ejército
boliviano.

El primer alto en el camino es en el Regimiento de Caballería


Número 1, condecorado con la Cruz del Chaco, en 1935, al final
de la Guerra con Bolivia. Lleva el nombre del Coronel Valois
Rivarola, de legendaria participación en la Guerra con
Argentina, Brasil y Uruguay, de 1865 al 70. El Liceo adonde
estudian estos jóvenes lleva el nombre de otros héroes de esa
trágica guerra, el de los niños mártires de Acosta Ñu.

Cuidados caminos de tierra llevan hasta Isla Po’í, sede del


Comando del Chaco, durante la Guerra con Bolivia. Esta a más
de 400 kilómetros de la capital paraguaya. Se transformó en
una pequeña ciudad entre 1932 y 1935.

“Desde aquí, el entonces Teniente Coronel José Félix


Estigarribia, impartió las órdenes que llevaron al triunfo, desde
el inicio de ese conflicto”, explica frente a la formación el
Coronel DEM Críspulo Orué, Comandante del Liceo Militar
“Acosta Ñu”.

Las ruinas de la Comandancia están rodeada por los vestigios


de otras edificaciones entre ellas la de la Sanidad Militar.
Durante la Guerra del Chaco, isla Po’í tenia numerosas
edificaciones, corrales para ganado y una pista de aterrizaje
que se extendía sobre terrenos que luego ocuparon extensos
cultivos. La vivienda del encargado fue cubierta con tejas,
reemplazando al techo de paja original.

El busto del Mariscal Estigarribia, se levanta al lado del mástil


donde se iza la bandera paraguaya, mientras se entona el
Himno Nacional. Al lado, se conserva la oruga de un tanque
boliviano, que resulto inútil en este arenoso territorio con
escasa agua.

“Es un privilegio estar en este lugar” señala el Teniente de


Infantería Orlando Villalba, instructor de los cadetes. Iniciar así
su conferencia sobre el papel que cumplió este lugar durante la
Guerra del Chaco. “Isla Po’í era un sitio estratégico para el
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aprovisionamiento de agua en este árido territorio donde no
hay manantiales ni abundan las corrientes de agua”.

Los senderos del lugar están cubiertos de flores, a finales de la


primavera. Las lluvias de esta época del año, aumentaron el
tamaño de la aguada de Isla Po’í y la volvieron a unir con el
sistema del Riacho Yacaré Sur.

Más allá de esta aguada se levantaba la ciudad civil, donde se


aglomeraban parientes de los soldados que llegaban hasta este
lugar. En décadas pasadas, la sequía del invierno llevaba a esta
aguada a su mínima expresión. Esto, unido al gran consumo de
agua, obligó a intensificar el ataque a Boquerón en setiembre
de 1932.

La construcción de rutas y diques para acumular agua, hizo


que el líquido penetrara hacia capas inferiores de la tierra y
arrastrara hacia la superficie a la sal subterránea. “Ahora se
construyen pasos de agua bajo los caminos, intentando
revertir la situación”, indica Don Anselmo Ferreira, encargado
de este histórico lugar.

Aún hay cartuchos de bala que se han conservado más de 70


años después de la Guerra. Las construcciones de Isla Po’í
fueron restauradas, a principios de la década de 1990. Sin
embargo, a fines de 1999, las obras ya estaban deteriorándose
por la falta de presupuesto para el mantenimiento. Ni siquiera
el encargado recibía un sueldo.

Antes de partir, se estampan firmas en el libro de visitas. Al


iniciarse las primeras acciones de la Guerra del Chaco, en
1932, el entonces Teniente Coronel Estigarribia se trasladó
cerca del frente de batalla, para dirigir personalmente las
acciones.

Loma Plata es el centro de una de las tres colonias mennonitas


del Chaco Central. En busca de libertad religiosa, los colonos
empezaron a llegar de Canadá, en 1927. El gobierno paraguayo
les había liberado del servicio militar obligatorio, y les otorgó el
derecho de educar a sus hijos en su idioma materno, el alemán.
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En Loma Plata está asentado uno de los principales centros de


la industria láctea de las colonias mennonitas. Los visitantes
saborean una muestra de la producción, antes de interiorizarse
de la historia de la colonia Menno y de los detalles del
procesamiento lácteo. Antes de partir, los visitantes entregan
un presente recordatorio, agradeciendo las atenciones
recibidas.

Filadelfia es la capital de Fernhein, otra de las tres colonias


mennonitas del Chaco Central. Sus habitantes emigraron de
Rusia, en 1930. Los integrantes de las etnias indígenas
originarias se integraron a la vida de las colonias, a las cuales
prestan un importante porcentaje de mano de obra. En sus
asentamientos tienen sus propias escuelas y cooperativas.

El Museo de Filadelfia recoge testimonios del Chaco Central


desde su prehistoria hasta los cambios que produjeron las
colonias mennonitas. Un caparazón de armadillo de casi un
metro de diámetro, fue extraído en una excavación realizada en
la zona. Millones de años atrás, estos animales alcanzaban
hasta cuatro metros largo.

La cacería y los cambios provocados en la naturaleza por el ser


humano, están causando extinción de los últimos tatú carreta,
que alcanzaban hasta un metro de longitud. También corren
peligro el tigre, el león americano, el oso hormiguero y otras
especies. Sus ejemplares embalsamados son un llamado a la
preservación de estos maravillosos animales.

En manos de los indígenas, elementos naturales se convertían


en los más variados objetos de utilidad diaria o para los
rituales religiosos. Los adornos plumarios adquirían los
colores de las aves más vistosas del árido bosque chaqueño.

Los mennonitas trajeron al Chaco Central, la moderna


tecnología de los años 20 y 30, incluyendo máquinas de coser
y planchas. Junto ellos, traían objetos domésticos como husos
para elaborar hilos, variados elementos de vajilla y los
infaltables libros. La balanza abría las puertas al comercio y la
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imprenta posibilitaba la edición de un periódico local, el
Mennoblett.

Pronto la Guerra con Bolivia rodeó a quienes vinieron al Chaco


huyendo de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Fusiles,
balas y yataganes son un mudo testimonio del enfrentamiento
de paraguayos y bolivianos, alrededor de las colonias
mennonitas.

Se expone una sierra manual que proporciono la madera con la


cual los primeros colonos construyeron sus viviendas. En el
patio se exhibe una maquina industrial de gran tamaño, traída a
la colonia, años después.

En las calles de Filadelfia, se levanta la antena de modernos


equipos de comunicaciones. A pocos metros, algunos añosos
samu’u recuerdan al milenario bosque que cubría el territorio
chaqueño.

Al norte de Filadelfia esta el Batallón de Ingeniería No. 4


“Aquidabán”. Lleva el nombre del río en cuya margen se
sepulto al Mariscal Francisco Solano López. Su muerte, el
primero de marzo de 1870, marcó el final de la Guerra contra
Argentina, Brasil y Uruguay.

Los cadetes del Liceo “Acosta Ñú” forman al atardecer. Se da


parte al Comandante, informando acerca de la cantidad de
efectivos, el estado de salud del personal y la situación del
equipamiento. Los cadetes se ubican en las amplias cuadras
del cuartel.

Cuando llega la noche, estos jóvenes celebran el fin del año


lectivo, a la luz de las fogatas. Los del tercero curso han
compuesto su propia canción de despedida, en la cual se
describen los días vividos en el Liceo. Las fogatas se
extinguen con la llegada de la retreta. Canciones patrióticas y
hurras rompen el silencio de la noche. El encargado del cuerpo
de cadetes da las últimas instrucciones. Es el mas antiguo, el
que obtuvo mejores notas en los tres años de estudios. Los

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cadetes se dirigen luego a la cuadra, para el descanso del final
de la jornada.

Al amanecer, las actividades se inician con una nueva


formación y el canto del Himno Nacional. Los del ultimo año, se
están despidiendo definitivamente de la institución donde
finalizaron el bachillerato y adquirieron el grado de
subtenientes de reserva.

La mayoría se reincorporará a la vida civil. La meta es seguir


alguna carrera a nivel universitario. Doce cadetes desean
incorporarse a la Academia Militar para convertirse en oficiales
de carrera, en cuatro años mas de estudio.

En las cercanías del Batallón de Ingeniería, está el cruce que


lleva de la Ruta Transchaco a Neu-Halbstadt, la capital de
Neuland, otra de las tres colonias mennonitas de la Región
Occidental del Paraguay. Pocos kilómetros al sur, se
encuentran el Fortín Boquerón.

“En setiembre de 1932, las tropas paraguayas lucharon durante


varias jornadas para recuperar esta posición, que estaba en
manos de los bolivianos” detalla en su conferencia el Teniente
Primero Hugo Galeano, instructor de los cadetes.

“Se interponía un amplio terreno despejado de árboles. En


este cañadón que rodeaba al fortín, se produjeron o muchas
bajas entre los efectivos paraguayos”, agrega el Sub Teniente
Jorge Rivas, otro de los instructores “Cuando se rodeo
totalmente al fortín, los suministros se interrumpieron y los
bolivianos tuvieron que rendirse”.

En el terreno que ocupaba el fortín, se reconstruyó la


edificación de la comandancia, también la panadería que
complementaba la alimentación de los soldados, el
denominado “rancho” donde se cocinaban los alimentos y el
casino donde se servían las comidas. Señalizaciones indican la
dirección en la cual se encontraban los fortines bolivianos más
cercanos.

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La Gobernación del Departamento de Boquerón, levantó un
moderno museo donde se conservan los cañones que los
soldados empujaban por el arenoso terreno del Chaco.
Ametralladoras y morteros están junto a sus proyectiles. Hay
sables que utilizaron los oficiales paraguayos, los menajes que
llevaban los integrantes de la tropa y los restos de un avión
que se estrelló durante la contienda.

Numerosas fotografías muestran diversos aspectos del


conflicto, desde los buey cabaju sobre los cuales se recorría el
difícil terreno del Chaco, hasta el enorme orificio que causó la
caída de una granada.

“El recorrido por el Fortín se inicia en el refugio de


Comandante boliviano”, indica el Teniente Coronel Herman
Preda, Jefe de Plana Mayor del Liceo “Acosta Ñú”. “Estas
excavaciones se denominan tucas, haciendo referencia al tuca
tuca, un pequeño animalito que cava túneles en la tierra”.

Aun se conserva un samu’u, donde se talló una posición de


tiro. El grueso tronco da cabida a un soldado. A través de un
orificio se pueden realizar disparos a buen recaudo de las
balas enemigas.

Las trincheras cavadas por lo bolivianos rodean el fortín. La


profundidad original permitía que un hombre caminase por
ellas, sin que sobresaliera su cabeza. Boquerón era una
verdadera ciudadela subterránea, donde las tucas e inclusive el
hospital se comunicaban a través de estas trincheras. De cinco
a diez metros separan a brazos que salen de la trinchera
principal.

“Eran posiciones defensivas para repeler al enemigo. En


muchas de estas posiciones se instalaban nidos de
ametralladoras”, detalla el Teniente Coronel Preda. Agrega:
“Están estrictamente ubicadas de acuerdo a la doctrina de
empleo máximo del terreno como cinco a diez metros, de
posición a posición, para que los hombres tengan apoyo
mutuo correspondiente para impedir que el enemigo se
infiltre”.
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En el árido territorio chaqueño es posible encontrar agua de


lluvia acumulada en las antiguas trincheras, que pronto
desaparecerá con el calor reinante. Un cementerio paraguayo
y otro boliviano cobija a las victimas de una guerra cruel que
enfrentó por tres años a dos pueblos hermanos.

En el Batallón de Ingeniería, los cadetes se sirven el almuerzo.


El popular ka’i ladrillo sirve de postre, al igual que en la Guerra
del Chaco donde este conocido dulce proporcionaba una
buena ración de proteínas.

Viajando hacia el norte, se encuentra Fortín Toledo. Junto a


Boquerón, fue ocupado por los bolivianos antes del inicio de la
Guerra del Chaco. En esos momentos críticos, el Presidente
Eusebio Ayala tomó importantes decisiones.

“Otorgó mando práctico de tropas al Coronel Estigarribia”


indica en su conferencia el Sub Teniente Aldo Sosa, instructor
del Liceo. “Sin pausas, Paraguay pasó a la ofensiva, atacando
a Boquerón”

Luego de la retoma de Boquerón, las tropas paraguayas


reconquistaron Toledo en 1932, desalojando al enemigo
fuertemente atrincherado. Las tucas de este fortín, incluso
protegían de las granadas lanzadas desde los aviones.

“En ese tiempo era un importante nudo de caminos: al norte,


Toledo-Laguna Negra, al oeste: Toledo Corrales, al este:
Toledo-Isla Po’í”, detalla en su alocución el Sub Teniente David
Otazo, otro de los instructores.

El conjunto mejor conservado de tucas, estuvo a punto de ser


sepultado a causa de un conflicto de tierras. Por el momento,
uno de los monumentos más valiosos de la Guerra del Chaco,
se está salvando de la destrucción.

“La experiencia es muy importante, ya que durante todo el


año, estudiamos las estrategias que utilizó el Mariscal

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Estigarribia, en la Guerra del Chaco”, afirma el cadete de
segundo año Luis Duarte.

“Es una experiencia buena porque tuvimos la oportunidad de


conocer diferentes sitios, donde se desarrollaron importantes
batallas durante la Guerra del Chaco”, añade el Brigadier Mayor
Pedro Peña Rolón. “A pesar del clima extremadamente
caluroso y el terreno árido, pudieron avanzar y recuperar el
Chaco”.

En el área del Fortín Toledo, se desarrolla el Proyecto Taguá,


con el apoyo de los prestigiosos zoológicos de San Diego y de
Kansas, en los Estados Unidos. Su objetivo es la cría y el
repoblamiento de sectores del Alto Chaco con esta especie. Se
creía que el taguá se había extinguido en la prehistoria, pero
que fue hallada por los científicos en los bosques de la Región
Occidental del Paraguay. La preservación de los taguá y de
otras especies puede significar también la sobreviviencia de la
especie humana.

“En Toledo criamos a los taguá y cada año los liberamos hacia
el Alto Chaco, en estancias privadas, para que los cazadores
no los maten, para protegerlos”, señala Iván Benítez,
encargado del proyecto.

El tagua es una especie en peligro de extinción. Junto al


tañycati y el kure’i pertenecen a la familia de los pecaríes.
Estos ejemplares se preservan para realizar estudios
comparativos con el taguá. “Para que la gente pueda
diferenciar entre las tres especies de pecaríes: el tagua, el
pecarí de cuello blanco y el kure’i ”, especifica Iván.

En idioma guaraní, la denominación “tañykati” indica la


principal caracteristica visible de esta especie: su mandíbula
rodeada de blanco. Tañykati significa “mandíbula blanca”.
“Tañyka”: mandibula. “Ti”: apócope de moroti, blanco. Tienen
un carácter agresivo ya que en el bosque chaqueño viven en
grandes manadas. El kure’i es la especie mas pacífica,
teniendo en cuenta que estos ejemplares ya fueron criados en
cautiverio.
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La Reserva Tagua está rodeada por un área donde aun viven en


su estado natural especies como el ñandú, el tatú carreta, el
yacaré, el guasú y el mboreví. Esta zona es de suma
importancia para la preservación de estos ejemplares.

Al atardecer, se llega al Tercer Cuerpo de Ejército, en Mariscal


Estigarribia, situado a más de 500 kilómetros de la capital del
país. Era el Fortín Camacho, durante la Guerra del Chaco. Con
el tiempo se transformó en una gran Villa Militar. A su lado
empezó a crecer una Villa Civil, que ya se consolida como una
población autónoma.

El tercer día de este viaje, se inicia con una charla sobre la Villa
Militar. Aquí inicialmente funcionó el Hospital del Tercer
Cuerpo de Ejército. Luego se traslado a la Villa Civil, donde se
transformó en el Hospital Regional, que atiende a toda la
comunidad.

Muchos cadetes visitan por primera vez la unidad militar de


Mariscal Estigarribia. Quizás muchos nunca vuelvan,
exceptuando a los que sigan la carrera militar. Este histórico
lugar trae a la memoria las canciones épicas de la Guerra del
Chaco. Uno de los cadetes entona “13 Tuyutí” acompañándose
con una guitarra.

Los cadetes marchan cantando por una de las avenidas que


está bordeada por grandes ejemplares de samu’u, cultivados
muchos años atrás. Los alumnos de la escuela salen a
observar el inesperado desfile.

Los cadetes abordan los ómnibus para seguir el recorrido.


Dentro del Tercer Cuerpo se encuentra el Aeropuerto de
Mariscal Estigarribia. Con tres mil metros de longitud, está
preparado para aterrizaje de grandes aeronaves, en casos de
emergencia.

Los ómnibus se dirigen hacia otro sector. En Mariscal


Estigarribia, está también el asiento de la Sexta División de
Infantería, que lleva el nombre del General Eugenio A. Garay,
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héroe de la Guerra del Chaco. De esta División dependen
numerosos destacamentos asentados en la frontera con
Bolivia, incluso a 500 kilómetros de este lugar.

La hora de volver ha llagado. A pesar de la distancia y el


intenso calor, ha sido una experiencia enriquecedora. Fue un
viaje de fin de curso inolvidable, a esta mítica tierra llena de
bellezas naturales y colmada de sitios históricos. El recuerdo
de estos días inolvidables, junto a sus inseparables
camaradas, vivirán para siempre en la memoria de estos
jóvenes.

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