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TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN
En un campo de las humanidades que está estrechamente relacionado con la psicología y la
sociología, la teoría de la comunicación se ocupa principalmente de las condiciones y variaciones del
intercambio de información entre los seres humanos.
La teoría de la comunicación contemporánea pertinente para la terapia familiar tiene sus
fundamentos en la teoría de la información y la semiótica. En particular, la pragmática de la
comunicación, presentada sistemáticamente primero por Watzlawick, Beavin y Jackson en 1967
(Pragmatics of Human Communication) y en la edición de dos volúmenes de Human Communication
(Jackson, 1968), ha resultado ser de capital importancia para la teoría y la terapia familiar. Estos
autores combinaron los datos clínicos con las ideas, observaciones e investigaciones de la hipótesis
del doble vínculo de Bateson y otros (1956), y postularon principios, más precisamente cinco
“axiomas pragmáticos”, los cuales a su juicio, podrían explicar todas las formas de comunicación
interpersonal.
Con el auxilio de este marco teórico fue posible comprender procesos de comunicación muy
complicados, en especial las reglas que rigen la interacción familiar. La imposibilidad de no
comunicarse significa que todas las situaciones interpersonales son situaciones de comunicación.
Sus características relacionales son de interés primordial. La diferenciación entre la modalidad
digital y analógica de la comunicación es importante porque los mensajes analógicos y la definición
de la relación presentan un alto grado de isomorfismo. La ambigüedad implícita en el intercambio
simultáneo de mensajes relativos a la relación en sí y a cosas externas a la relación da origen a
problemas de interpretación y traducción que, si no se aclaran, terminan por producir estructuras de
interacción patológicas.
El concepto de puntuación permite hablar de la reciprocidad de las relaciones humanas de
una manera diferente de la correspondiente al modelo de conducta tradicional estímulo-respuesta y,
a la vez, más compleja. Por último, los conceptos de relaciones simétricas y complementarias
introducen los importantes aspectos referidos a la evaluación mutua y su relatividad en las relaciones
interpersonales.
AUTOORGANIZACIÓN/AUTOPOIESIS
Estos términos se refieren a la capacidad que tienen los sistemas de modificar sus
estructuras cuando se producen cambios en su medio, logrando por lo general un nivel más alto de
complejidad en ese proceso y potenciando con ello sus probabilidades de supervivencia. Los
cambios estructurales de este orden mantienen la estabilidad del sistema y a la vez dan el impulso
para que se desarrollen modalidades organizativas más complejas. El concepto de autoorganización
suele ser usado como un término genérico, que comprende los conceptos de sistemas
autorrreparadores, sistemas de aprendizaje y sistemas autorreproductores. Entre esos sistemas
figuran organismos vivientes, así como también familias, grupos sociales y sociedades. El aspecto
esencial de esta autoorganización es el esfuerzo por alcanzar el equilibrio en un ambiente en
constante cambio, pero esto sólo es posible si el sistema mantiene permanentemente la capacidad
de crear los elementos que lo constituyen.
Al examinar los procesos vitales nos ocupamos de sistemas abiertos, no cerrados. El
ambiente nunca es estático y está en constante cambio. Puesto que los cambios del ambiente
influyen en las condiciones de vida de esos sistemas abiertos (por ej., organismos o familias), el
sistema debe modificar su estructura original. Un sistema abierto requiere la capacidad de aprender
y desarrollar nuevas estructuras a fin de asegurarse cierto grado de continuidad y auto preservación
en un ambiente que se halla en un estado permanente de fluctuación y cambio.
Maturana y Varela emplearon el término “autopoiesis” para describir los procesos que
mantienen la integridad de un sistema (1974, 1980). El mantenimiento y la evolución de un sistema
dependen, en consecuencia, de su capacidad de cambio. Los sistemas autopoiéticos tienen la
capacidad de reproducir sus propios elementos, manteniendo así la unidad y la coherencia. Estos
sistemas son, por lo tanto, autorreferentes o recurrentes. La aplicación de este concepto a la terapia
familiar se hace evidente cuando empezamos a considerar las reglas de interacción y de conducta
como sistemas evolutivos. En consecuencia, los mecanismos que han mantenido los modos y
estructuras familiares durante el transcurso de las generaciones pueden considerarse autopoiéticos.
Sin embargo, no debemos olvidar el hecho de que las secuencias temporales no son
reversibles en la realidad. Un sistema que ha perdido el equilibrio y trata de recuperarlo se modifica
a sí mismo. Por consiguiente, altera las condiciones de su medio. A su vez, modifica el sistema, el
cual, a su vez, altera el medio, y así hasta el infinito.
En otras palabras, la capacidad que tiene un sistema de sobrevivir, es decir, de mantenerse
como una unidad coherente, está determinada en gran medida por su capacidad de aprender, o sea,
de cambiar su organización lógica interna. Los sistemas que intentan rígidamente retener los
mecanismos de equilibrio que alguna vez resultaron eficaces, se vuelven disfuncionales. Por lo
tanto, la autoorganización exige un nivel lógicamente más alto de conducta equilibrador, es decir, la
capacidad de establecer una y otra vez un equilibrio entre la estabilidad y el cambio.
AUTORREFERENCIA
Este concepto se refiere a la posibilidad de hacer enunciaciones, por intermedio del lenguaje
u otros sistemas de signos, que remitan a la enunciación que se está haciendo o al que la enuncia.
Los procesos y las estructuras que “vuelven” sobre sí mismos son considerados, en general,
autorreferentes. Esto se aplica en todos los sistemas en los cuales los procesos de
retroalimentación y autoorganización/autopoiesis cumplen una función.
Puesto que el pensamiento, la emoción y la comunicación interpersonal de los seres
humanos están ligados al uso de sistemas de signos, la autorreferencia es posible en los procesos
interpersonales e intrapsíquicos. Aquí entran en juego ciertas secuencias no lineales de causalidad.
Las percepciones, expectativas y teorías de la conducta vuelven a recaer en aquellos que las
sostienen. Estas percepciones, expectativas y teorías determinan cómo se comporta el individuo, si
ciertas expectativas se satisfacen o no y ciertas teorías son legitimadas o no. Ejemplos de esto son:
Edipo, cuyo destino era el cumplimiento de una profecía; el paciente de un tratamiento psicoanalítico
que ha leído algunos libros sobre psicoanálisis; el revolucionario que ve el mundo a través de la lente
del marxismo. El efecto de estos procesos puede ser que ciertas creencias, temores y expectativas
lleguen a cobrar realidad (profecía autorrealizadora) o no (profecía autonegadora).
En el ámbito de la comunicación interpersonal, se suscitan problemas cuando una afirmación
autorreferente culmina en una paradoja. Un ejemplo lo constituye la paradoja de Epiménides el
Cretense, que dijo: “los cretenses siempre mienten”. Otras situaciones autorreferentes,
problemáticas, se presentan cuando dos personas se empeñan en alcanzar un acuerdo sobre la
relación que tienen entre sí. En este contexto, cada parte define en cierto grado su visión de la otra
parte. Esta situación, sin embargo, es un aspecto de toda la relación. Y esa relación sólo se hace
evidente cuando se mira la relación desde una perspectiva “externa”, siendo muy probable que éste
sea el motivo por el cual la presencia de un tercero (un hijo, un terapeuta, un amante) puede atenuar
las cosas en un conflicto de pareja. Cuando el terapeuta es el tercero en una situación conflictiva, se
asegura en cierto grado una perspectiva “objetiva” o “externa”.
CAMBIO
Un sistema es capaz de cambiar de dos maneras: 1) Los parámetros individuales varían de
manera continuar pero la estructura del sistema no se altera, conociéndose esto como “cambio de
primer orden”; o 2) el sistema cambia cualitativamente y de una manera discontinua, recibiendo esto
el nombre de “cambio de segundo orden”. Este segundo tipo se produce con “cambios en el
conjunto de reglas que rigen su estructura u orden interno”. El cambio de segundo orden es un
cambio del cambio.
En un ambiente relativamente estable, los valores necesarios de un sistema pueden
mantenerse constantes mientras se producen cambios cuantitativos en la conducta del sistema. Un
ejemplo lo constituye el mantenimiento de la temperatura constante del cuerpo por intermedio de la
transpiración. Ashby (1952) se refirió a estos cambios continuos y puramente correctivos de un
sistema con el nombre de cambio de primero orden, que tienen lugar dentro de un sistema que en sí
mismo se mantiene igual. Frente a estos mecanismos, Ashby describió los cambios de segundo
orden, que modifican el sistema mismo. Los sistemas que tienen la capacidad de variar de manera
cualitativa son mucho más capaces de adaptarse a las alteraciones de su ambiente que los sistemas
que sólo admiten cambios de primer orden. La capacidad de aprender está relacionada con el
cambio de segundo orden.
En tal sentido, un sistema que sólo es capaz de experimentar cambios de primer orden puede
mantener su estabilidad en un medio relativamente constante gracias a los mecanismos de
morfostasis y homeostasis. Si, no obstante, el ambiente cambia, la capacidad de adaptación del
sistema es limitada. A fin de sobrevivir, el cambio de segundo orden es necesario para que el
sistema pueda aislarse del ambiente modificado o cambiar sus propias estructuras internas de modo
que su coherencia se mantenga.
El cambio de primer orden se basa en gran medida en la retroalimentación negativa, que
equilibra las desviaciones y mantiene el sistema en un nivel constante. El cambio de segundo orden,
a su vez, se basa en la retroalimentación positiva, que aumenta las desviaciones (fluctuación) e inicia
así el desarrollo de nuevas estructuras (autoorganización). Las metas de la terapia, entonces,
determinan por anticipado el tipo de cambio que se está buscando consciente o inconscientemente.
El intento de establecer un statu quo (ante la situación que existía en la familia antes de que se
manifestasen los síntomas) implica sólo un cambio de primer orden, concordando este enfoque con
el punto de vista médico tradicional de la terapia. En cambio, si el objetivo es crear nuevas pautas
de conducta, nuevas estructuras familiares y el desarrollo de mejores aptitudes para resolver los
problemas, lo que se está proponiendo es un cambio de segundo orden.
CIBERNÉTICA
El término “cibernética” (del griego kybernetes, piloto, timonel) fue acuñado por el
matemático Norbert Wiener en 1948, para abarcar “todo el campo de la teoría del control y la
comunicación, ya se trate de la máquina o del animal.” La cibernética se ocupa de investigar
científicamente procesos sistémicos de carácter muy variado, entre ellos los fenómenos de
regulación, procesamiento de la información, adaptación, autoorganización, auto reproducción,
acumulación de información y conducta estratégica. Dentro del enfoque cibernético general se han
desarrollado los siguientes campos teóricos: teoría de los sistemas, teoría del control, teoría de la
información, teoría de la comunicación, teoría del juego y teoría de la decisión.
La cibernética, se basa en el supuesto según el cual las funciones de control, intercambio de
información y procesamiento de la información siguen los mismos principios, independientemente de
que se apliquen a máquinas, organismos o estructuras sociales.
En el ámbito de la terapia familiar pueden distinguirse dos fases. En la primera, los
investigadores se preocuparon por determinar cómo podrían mantenerse la estabilidad de un
sistema (homeostasis, morfostasis). En la segunda, los temas predominantes fueron las condiciones
y necesidades del cambio y la creatividad (cambio, morfogénesis).
CIRCULARIDAD/RECURRENCIA
Estos términos se refieren a una secuencia de causa y efecto que remite a una primera causa
y la confirma o modifica. El modelo de circularidad más elemental es el llamado circuito de
retroalimentación, siendo su opuesto conceptual la linealidad.
Los procesos circulares constituyen el interés central de la cibernética, en la cual
innumerables elementos de un sistema son recíprocamente contingentes e influyen sus conductas
entre sí de una manera compleja. Muchos fenómenos sólo pueden explicarse haciendo referencia a
la contingencia recíproca de diferentes variables. Esto se aplica en particular a los procesos
evolutivos, a los procesos necesarios para mantener y establecer la estabilidad y al desarrollo y
alteración de las estructuras de los sistemas (morfogénesis y morfostasis). La cibernética trata de
responder a los interrogantes que se plantean en relación con estos procesos complejos de los
sistemas en general, independientemente de su composición física, y son de particular interés para
la terapia familiar.
El instrumento fundamental del análisis cibernético es la exclusión de la dimensión temporal,
es decir, sólo se toman en cuenta las relaciones de interacción sincrónicas o, al menos, las que se
producen muy rápidamente. La circularidad no es comprensible dentro de la dimensión temporal que
experimentan los humanos, porque el tiempo no es reversible; el pasado no puede modificarse con
retroactividad. No obstante, cuando el pasado deja su marca en las estructuras personales o
familiares (en la memoria, en las reglas familiares, en las estructuras familiares, en el inconsciente,
etc.) la circularidad desempeña una función. Como dijo Shakespeare, “el pasado es un prólogo”.
Una regla familiar establecida en el pasado se aplica en el presente y puede ser confirmada o
modificada en el futuro. El requisito previo de esta resultante es un proceso de abstracción por el
cual se agrupan las situaciones que son similares entre sí y que tienen idénticos contextos. Sólo
cuando se ha establecido un modelo interno del mundo, y los sucesos concretos, las conductas y las
experiencias se han traducido de alguna manera en signos, la circularidad puede aplicarse a la
regulación de la conducta humana.
En tal sentido, en los sistemas familiares, los pensamientos y sentimientos de cada individuo
están insertos en el contexto familiar y se sustentan en las reglas familiares. Lo contrario también es
cierto; las configuraciones de los pensamientos y sentimientos de cada miembro mantienen el statu
quo de las reglas familiares. Se trata de un proceso de estabilización recíproca. En consecuencia,
se genera una situación en la cual la circularidad puede condicionar un tipo de estabilidad que resulte
inadecuada frente a las exigencias de las circunstancias cambiantes externas e internas (ciclo de
vida familiar), siendo la consecuencia una disfunción o patología del sistema familiar.
COHERENCIA
La coherencia (del latín cohaerere, estar unido) se refiere a la unidad de elementos
individuales en un todo superordenado. Con respecto a un sistema, el concepto describe “la
conducta de un sistema siendo él mismo”. Dell sostiene que el término coherencia debe reemplazar
al de homeostasis. Él la define como “una interdependencia congruente del funcionamiento de un
sistema por el cual todos los aspectos de éste se corresponden”. La coherencia, entonces, es el
criterio decisivo de la estabilidad y la adaptabilidad de un sistema se manifiesta en su capacidad
para sobrevivir.
La coevolución de la coherencia de un individuo y un sistema familiar es el ajuste, o
complementariedad que no puede ser separada en sus componentes ni reducida a ninguno de ellos.
En la terapia familiar, el terapeuta y la familia pueden experimentar una “coevolución de coherencias”
si la familia sigue permanentemente en terapia, con lo cual el terapeuta llega a formar parte del
sistema familiar y es ineficiente como profesional.
COMPLEMENTARIEDAD
La complementariedad (del latín complementum, complemento) se refiere a un modelo de
relación en el que la conducta y las aspiraciones de los individuos o grupos difieren pero se ajustan
mutuamente en un equilibrio dinámico.
Bateson (1935, 1972) introdujo los términos “complementario” y “simétrico” en la
investigación de las ciencias sociales a raíz de su estudio de los nativos del Iatmul de Nueva Guinea.
Este autor postuló que la diferenciación persistente de los grupos en equilibrio dinámico se encuadra
en dos modelos de Esquimogenésis, en los cuales las relaciones son complementarias (difieren pero
se ajustan recíprocamente) o son simétricas (son similares pero tienen una orientación diferente).
Entre los ejemplos de relaciones complementarias pueden mencionarse la que se establece entre el
médico y el paciente, la madre y el niño, una persona o grupo dominante y una persona o grupo
sumiso. Los conceptos de dominante / inferior denotan posiciones jerárquicas en un marco de
relaciones complementarias.
El concepto de complementariedad está estrechamente ligado a los conceptos de ajuste y
coherencia. Los sociólogos de la familia, partiendo desde una perspectiva no batesoniana, han
afirmado que el concepto de complementariedad de las necesidades es un factor fundamental en la
elección del compañero (Winch, 1958).
CRISIS
En una situación de crisis (del griego krisis, momento decisivo), se ve perturbada la
adaptación interna y externa de un individuo o un sistema. Cuando los mecanismos adaptativos
previamente eficientes no bastan para mantener la estabilidad o el equilibrio, es necesario aplicar
nuevas técnicas y realizar la correspondiente reestructuración interna.
Lindemann (1944), distinguió dos tipos de trastornos de adaptación: la emergencia y la crisis.
Las situaciones emergencia pueden superarse empleando los métodos acostumbrados; una crisis
requiere nuevas pautas de conducta. Desde una perspectiva cibernética puede decirse que una
emergencia es una perturbación de la adaptación que puede superarse con un cambio de primer
orden; una crisis sólo puede superarse con un cambio de segundo orden. Los procesos evolutivos
en general pueden verse como una sucesión de diferentes situaciones de crisis. En las unidades
familiares tienen lugar procesos similares. Cuando se produce un cambio en uno de los miembros
de la familia, inevitablemente repercute modificando el ecosistema de toda la familia.
Minuchin y Barcai demostraron que pueden derivarse enfoques terapéuticos de la teoría de
crisis de Lindemann, introduciendo una crisis en la familia para crear las condiciones para que se
produzca un cambio en la familia (un cambio de segundo orden repentino y discontinuo).
DEFINICIÓN DE LA RELACIÓN
Esta definición describe la manera y el grado en que las partes de una relación llegan a un
consenso sobre lo que es aceptable para el otro en la relación. En otras palabras, las reglas que son
válidas para la relación.
Haley (1959) afirma que la definición de una relación depende de quién la define: “cuando
una persona comunica un mensaje a otra, está maniobrando para definir la relación. La otra persona
es colocada frente al problema de aceptar o rechazar la relación ofrecida. Puede dejar el mensaje
como está, aceptando con ello la definición del otro, o contrarrestarla con una maniobra definiéndola
de otro modo. Asimismo puede aceptar la maniobra del otro pero condicionar su aceptación con un
mensaje que indique que le está permitiendo su maniobra”.
A juicio de Haley, los clásicos síntomas psiquiátricos de la esquizofrenia pueden entenderse
como el resultado de estrategias para evitar definir una relación a fin de mantener el control sobre
ella. Selvini-Palazzoli y el grupo de Milán hablan de “comunicación esquizofrénica” no bien un
miembro de la familia evita consecuentemente definir la relación.
DOBLE VÍNCULO
Es “una situación en la que, haga lo que haga una persona, no puede ganar” (Bateson,
Jackson, Haley y Weakland, 1956). Este concepto es parte de un enfoque general de la
comunicación para el estudio de una amplia gama de conductas humanas (y algunas animales), y
que incluye a la esquizofrenia como un caso fundamental.
La hipótesis del doble vínculo fue desarrollada por Gregory Bateson y sus colegas en 1956,
en su investigación sobre las estructuras de comunicación de familias que tenían un miembro con
diagnostico de esquizofrenia. Postularon que una persona con ese diagnóstico tiene dificultades en
tres áreas de discriminación:
1) “asignar el modo comunicacional correcto a los mensajes” que se reciben
2) “asignar el modo comunicacional correcto a los mensajes” que se emiten verbalmente o no
verbalmente, y
3) asignar el modo comunicacional correcto” a los “pensamientos, sensaciones y percepciones
propios”
El doble vínculo, además, tiene los siguientes elementos contextuales:
1) el carácter intenso de la relación entre las personas en cuestión
2) la presión para discriminar, para hacer una elección, sea factible o no, y
3) el hecho de que los participantes no pueden, pero deben, hablar sobre el carácter discrepante de
los mensajes vinculantes.
La única salida posible de una situación de doble vínculo es pasar a una etapa más elevada de
abstracción, es decir, metacomunicarse sobre ella. En un sentido estricto, conceptual, el doble
vínculo es aplicable sólo cuando la metacomunicación está prohibida o es imposible.
Bateson señaló posteriormente que las situaciones de doble vínculo no son exclusivas de la
esquizofrenia. Se producen en otros contextos de la comunicación, en especial en los literarios o
humorísticos, que suelen tener elementos paradójicos. Si bien las paradojas y las incongruencias
pueden confundir y desorganizar a sus receptores, no son en sí mismas un doble vínculo. Lo que
puede ser específico de la situación esquizofrénica de doble vínculo es que la paradoja no se
resuelve con humor o enfoques creativos.
ENTROPÌA / NEGENTROPÍA
De la Segunda Ley de la Termodinámica, la entropía es un concepto que se refiere a una
medida aproximada de la desorganización y el desorden, o a la falta de un modelo en la
estructuración de un sistema cerrado. Según esta ley, la entropía aumenta siempre hasta un
máximo, que se alcanza cuando se logra el equilibrio.
La negentropía es un concepto que, en la Teoría de la Información, se usa para describir la
cantidad de información organizada y coherente que contiene un mensaje codificado. El aumento de
la información reduce la entropía. Según Shannon y Weaver (1949), la negentropía y la información
son esencialmente lo mismo, pero en condiciones controladas (no en ámbitos de no control como la
dinámica familiar).
Durante la entrevista es posible reducir la entropía aumentando el volumen de información.
La entropía distorsiona la comunicación, mientras que la negentropía y la redundancia lo clarifican.
Ambos conceptos, entropía y negentropía, fueron empleados para los sistemas cerrados y aún se
está construyendo una teoría adecuada para los sistemas abiertos.
HOMEOSTASIS
Es un concepto (del griego homos, similar y stasis, permanecer quieto) que designa el
estado interno relativamente constante de un sistema que se mantiene mediante la autorregulación.
Fue introducido en 1932 por Walter B. Cannon, para explicar procesos fisiológicos. Jackson (1957)
fuel el primero en aplicar este concepto a los sistemas familiares, pero en vista de las dificultades de
este concepto, ya que atiende sólo al mantenimiento del sistema y hace caso omiso de los aspectos
del cambio, últimamente se ha debatido si corresponde aplicarlo en la teoría y la terapia de la familia.
INDIVIDUACIÓN/COINDIVIDUACIÓN
Desde el punto de vista de la dinámica familiar, los conceptos relativos a la individuación y la
diferenciación se aplican principalmente a la formación de límites o fronteras individuales (identidad)
y psíquicos. Se puede decir que los seres animados han estado esforzándose por lograr niveles más
elevados de individuación desde hace unos mil millones de años. Este proceso entraña el riesgo de
caer en la hipoindividuación o en la hiperindividuación. La individuación es un principio general
según el cual un nivel más elevado de individuación exige y hace posible a su vez un mayor nivel de
relacionalidad. Este concepto destaca la necesidad (tarea) de conciliación que tienen todas las
formas superiores de vida, en especial los seres humanos. En general, esta tarea comprende la
coindividuación de toda la familia en la que cada miembro determina las condiciones de la
individuación de los demás.
La hiperindividuación se caracteriza por una demarcación de límites demasiado
impermeables y rígidos; la independencia se convierte en aislamiento, la separación en soledad y
apatía y cesa todo intercambio con los demás. La hipoindividuación, que se superpone en cierta
medida con el vínculo y la fusión, se caracteriza por la imposibilidad de trazar límites; los límites entre
el self y los demás son difusos, permeables o frágiles. La pérdida de la individuación debida a la
fusión con organismos más fuertes o a la absorción de éstos se vuelve una amenaza. Cada paso
hacia una mayor individuación implica nuevas exigencias con respecto a la comunicación y la
conciliación. En determinados momentos, y de cierta forma, deben abrirse las fronteras que en otras
ocasiones son sólidas y protectoras; la separación y la mutualidad, la individuación y la solidaridad, la
autonomía y la dependencia deben conciliarse entre sí. Este proceso produce una complejidad cada
vez mayor en las estructuras de relación y en el proceso de desarrollo, y brinda las condiciones que
posibilitan la coindividuación y la coevolución. El principio de “diferenciación y e integración” de
Heinz Werner (1957) postulaba que, en el transcurso de cualquier tipo de desarrollo, una situación de
relativa globalidad y diferenciación limitada se resolverá en un estado de diferenciación, articulación
e integración jerárquica crecientes.
En la práctica de la terapia familiar, aparecen tres tipos de individuación limitada o
disfuncional, que pueden entenderse como subcategorías de la hiperindividuación y la
hipoindividuación: 1) la fusión simbiótica, en la cual la experiencia propia, el sentimiento del propio
self, el rol sexual u ocupacional propio se fusionan con los de otro; 2) un desapego rígido, autístico,
de los demás que, a menudo, tiene insinuaciones de desconfianza, paranoides; y, 3) una oscilación
ambivalente entre los extremos de la fusión y el desapego.
INFORMACIÓN
Información (del latín informare, formar, moldear) no es sinónimo de “significado”. El caudal
de información no especifica el contenido, la veracidad ni los objetivos de la información, pero
constituye una medida del grado en que un enunciado reduce el número de resultados posibles, es
decir, del grado en que aumenta la negentropía.
Bateson (1979) la define como “cualquier diferencia que diferencie”. La información no es un
atributo estático, inherente, de un objeto, sino un aspecto de la interacción desarrollada entre un
“emisor” y un “receptor”. La reacción ante la información depende de si los interlocutores reconocen
una diferencia como diferencia; de ser así, puede decirse que la información se crea.
En terapia familiar, la manera en que una familia se ocupa de la información es un factor
decisivo para su diagnóstico y tratamiento. La introducción de información en un sistema conlleva la
potencialidad de cambiar dicho sistema. Los sistemas familiares rígidos tienen a su disposición
mecanismos que les permiten hacer caso omiso a la nueva información. Si las diferencias no son
reconocidas, no pueden producir una modificación. La terapia resulta eficaz sólo cuando el
terapeuta logra que la familia utilice la información disponible para reorganizarse (por ejemplo,
mediante preguntas circulares).
JERARQUÍA
El concepto de jerarquía tiene tres significados en la terapia familiar. En primer lugar, define
la función del poder y sus estructuras en las familias. A este aspecto de la jerarquía corresponde la
diferenciación de roles de padres e hijos y de fronteras entre generaciones (fronteras generacionales
o transgeneracionales). En segundo lugar, se refiere a la organización de los tipos lógicos, o
jerarquías lógicas, en la cual un orden inferior de tipos lógicos constituye un elemento dentro de un
orden superior. Por último, hay una jerarquía de niveles de sistemas cada vez más incluyentes. En
este sentido, un miembro de la familia es un sistema que lógicamente está subordinado al sistema de
la familia, del mismo modo que la familia se halla subordinada al sistema de la comunidad y ésta al
sistema que llamamos sociedad.
LIMITES/FRONTERAS
Los límites de un sistema o subsistema son determinados por las reglas que definen quién
participa y cómo participa (en la familia o subsistema) y qué le está permitido hacer y qué no le está
permitido hacer. Los límites o fronteras familiares internos son reconocibles por las diferentes reglas
de conducta aplicables a los distintos subsistemas familiares. Las reglas que se aplican a la
conducta de los padres suelen diferir de las que se aplican a la conducta de los hijos. Los límites
entre la familia y el ambiente externo son determinados por la diferencia en la conducta interaccional
que los miembros de la familia manifiestan hacia otros miembros de la familia y hacia personas que
no pertenecen a la familia.
Estas normas interaccionales en el nivel de la conducta obedecen a las normas básicas de la
epistemología que la familia tiene de sí, esto es, las reglas de esa familia. Las familias con
interacción disfuncional manifiestan perturbaciones en la diferenciación de los límites, y hay dos tipos
de perturbaciones en la formación de límites que revisten especial importancia en la terapia familiar:
una demarcación demasiado débil y una demarcación demasiado rígida. Esta última perturbación,
expresada en el concepto de desapego, consiste en ignorar o negar el hecho de que las personas
están comprometidas recíprocamente por algún tipo de relación. La demarcación de límites
demasiado rígida termina engendrando autismo y aislamiento. Los límites demasiado débiles se
conceptualizan bajo la denominación de apego excesivo, fusión o masa indiferenciada familiar (factor
que interviene especialmente en la formación de los síntomas esquizofrénicos). Esta clase de
perturbaciones se hallan en familias que tratan, o al menos tienen la esperanza, de lograr una unidad
de pensamiento y sentimiento en todos los miembros de la familia.
La experiencia ha demostrado que sólo la individuación conexa es funcional, es decir, cuando
el equilibrio entre la separación y la unidad se mantiene en un estado constante de negociación. Por
último, los límites indican el grado de apertura de los sistemas o de su posibilidad de apertura,
pudiendo transformar estructuras estables (morfostasis) en estructuras flexibles (morfogénesis).
METÁFORA
La metáfora (del griego metaphora, transferencia a una palabra del sentido de otra, de
matepherein: meta, sobre y pherein, llevar) se refiere a un giro del lenguaje que se empela en un
sentido no literal, figurado. Si bien una metáfora es una “figura del lenguaje”, tiene mucho en común
con la comunicación analógica.
El uso de las metáforas en la terapia permite ofrecer, lingüísticamente, interpretaciones que
están vívidamente vinculadas a experiencias concretas. Los símbolos de los sueños y los síntomas
pueden considerarse metáforas. A diferencia del lenguaje normal; denotativo, que siempre traduce
estructuras sincrónicas en estructuras diacrónicas, los múltiples estratos de asociaciones
simultáneas evocadas por las metáforas hacen posible una representación de estructuras
sincrónicas.
Son ejemplos del uso de metáforas en la terapia familiar, la narración de cuentos y la
escultura familiar. En la primera de estas técnicas, se narra un cuento que presenta una estructura
similar a la historia de la familia o del individuo en cuestión. En la segunda, se caracterizan las
relaciones emocionales, en especial las que implican la necesidad de proximidad y distancia, en
términos espaciales.
MITOS FAMILIARES
Ferreira (1963) introdujo el concepto. Estos mitos suelen servir de paradigmas familiares, ya
sea para mantener el statu quo de la familia (homeostasis) o para diagramar modelos de crecimiento
y orientaciones para el cambio en los momentos de crisis. En consecuencia, estos mitos funcionan
en las familias de la misma manera que funcionan los mecanismos de defensa de los individuos y
salen a la palestra cuando los miembros distorsionan conjuntamente la realidad de sus relaciones,
con el fin de evitar el dolor y el conflicto, y para negar, racionalizar u ocultar lo que se han hecho
unos a los otros.
Según Stierlin, los principales mitos familiares pueden clasificarse de la manera siguiente: 1)
mitos de la armonía; 2) mitos del perdón y la expiación, y 3) mitos del rescate. Los mitos de la
armonía presentan un cuadro rosado de la vida pasada y presente de la familia, y están en total
contradicción con que puede captar un observador alerta después de tan sólo unos minutos de
haber tomado contacto con la familia. Los mitos del perdón y la expiación tienen una estructura más
complicada. Se observan en ellos procesos de separación, negación, idealización e intensa
proyección. Los mitos de rescate son una ampliación de los mitos del perdón y la expiación. Se
atribuye poderes mágicos a una persona ajena a la familia (terapeuta) y se le considera un salvador
o benefactor o, en otra modalidad de la delegación, se espera que esa persona logre en su vida las
metas que no pudo alcanzar un padre, hermano o abuelo. En terapia, la mejor estrategia suele ser
respetar los mitos de la familia y no atacarlos directamente, aún cuando parezcan disfuncionales.
MORFOGÉNESIS
El término morfogénesis (del griego morphe, forma; genesis, generación) se refiere a la
formación y desarrollo de las estructuras de un sistema. Fue introducido por Mayurama (1960) y
describe un fenómeno por el cual una retroalimentación positiva de desviación-amplificación,
exagerando una desviación (cambio) mínima en el sistema, puede inducir un cambio
desproporcionadamente grande en el mismo sistema. Según éste, la funcionalidad a largo plazo de
una familia depende, como en todo sistema, de la medida en que las estructuras son capaces de
cambiar (adaptabilidad). Sin la capacidad de cambio, el potencial de desarrollo de las familias y los
individuos es limitado, siendo las crisis las que producen cambios y provocan, a su vez, nuevas
definiciones de la relación.
MORFOSTASIS
El término morfostasis (del griego morphe, forma; stasis, permanecer quieto) es la capacidad
de un sistema de mantener su estructura en un ambiente cambiante. Se refiere a la manera en que
un sistema elimina las perturbaciones y es capaz de mantener una estructura determinada
(coherencia). Actualmente, las intervenciones se orientan menos hacia la eliminación de los
mecanismos morfostáticos considerados patológicos y más hacia el fortalecimiento de los
mecanismos morfogenésicos.
MUTUALIDAD
Es una relación recíproca que adopta una modalidad positiva o negativa de un dar y tomar
espiralado (Stierlin). Este concepto también se ha usado para caracterizar una fase del desarrollo
de los sistemas relacionales (Wynne).
La mutualidad positiva es el “proceso de un crecimiento y una satisfacción de las
necesidades mutuas y espiraladas”, con la tendencia a abarcar aspectos en constante renovación y
profundización de las personalidades de las partes interactuantes.
A diferencia de la mutualidad positiva, la mutualidad negativa se expresa mediante una falta
de movimiento, una falta de diálogo real y una desvalorización mutua de las partes diádicas. Las
relaciones de este tipo pueden terminar en una esquismogénesis, ya sea complementaria o
simétrica. Cada persona aporta a las relaciones de mutualidad genuina un sentido de su propia
identidad significativa, valorada positivamente, y, a partir de la experiencia o participación conjunta,
se desarrolla el reconocimiento recíproco de la identidad, incluido un reconocimiento creciente de las
potencialidades y aptitudes del otro. La mutualidad genuina a diferencia de la pseudomutualidad, no
sólo tolera la divergencia de los intereses del self, sino que además prospera por el reconocimiento
de esa divergencia natural e inevitable.
PROXIMIDAD / DISTANCIA
En toda relación la distancia psíquica entre las partes debe regularse en el plano de la
fantasía y en el de la realidad. Se debe hallar un equilibrio entre el extremo de estar demasiado
cerca (fantasías de fusión) y el de estar demasiado distante (autismo). El temor a la pérdida de
autonomía individual y al aislamiento caracteriza la ambivalencia estrechamente ligada a la
negociación de la proximidad y la distancia.
Las relaciones interpersonales se caracterizan inevitablemente por una ambivalencia entre
los deseos y temores que suscita la proximidad y los que genera la distancia. El deseo o el temor
que experimenta un individuo frente a la proximidad o la distancia está determinado en gran medida
por las estructuras de interacción familiar. Casi todos los teóricos de la terapia familiar brindan
descripciones de familias en las cuales la proximidad excesiva da origen a la aparición de síntomas y
a una vinculación emocional exagerada. Una distancia excesiva, por su parte, termina por producir
una disfuncionalidad. En el desarrollo de todo sistema familiar deben equilibrarse constantemente
los modelos centrífugos y centrípetos. Si se mantiene una forma de equilibrio establecida a pesar de
las circunstancias cambiantes en el ambiente de la familia, las estructuras familiares se vuelven
rígidas. Cuando sucede esto, un aspecto de la ambivalencia de la familia puede ser comunicado
abiertamente, mientras que el otro aspecto puede ser comunicado sólo de manera encubierta,
haciendo posible la triangulación donde un hijo asume la regulación de la distancia manifestando
síntomas.
PUNTUACIÓN
La puntuación se refiere a la estructuración y organización que hace un observador de una
secuencia continua de sucesos y conductas. Por ejemplo, dos cónyuges percibe y organizan su
interacción corriente en diversas secuencias, y cada uno percibe subjetivamente diferentes
esquemas de causa y efecto o diferentes estructuras de interacción. Según que el proceso de
interacción entre A y B sea visto desde la perspectiva de A o la de B, puede aparecer que A está
reaccionando ante B, o que B está reaccionando ante A. De acuerdo con una puntuación, una
esposa se queja porque el marido la abandona; de acuerdo con la otra, el marido la abandona
porque ella está quejándose constantemente. El modo en que es puntuado un proceso de
comunicación o un secuencia de interacción determina el significado que se le asigna y la manera en
que se evaluará la conducta de cada persona, es decir, quién es responsable o “culpable” y cómo
decide actuar (reaccionar) el individuo.
ROLES
Se refieren a la totalidad de expectativas y normas que un grupo (por ejemplo, una familia)
tiene con respecto a la posición y conducta de un individuo en el grupo. En consecuencia, un rol es
equivalente a las expectativas de conducta que son dirigidas hacia un individuo en una situación o
contexto social dados.
Según Parsons, los procesos esenciales de organización familiar pueden verse como la
formación de una jerarquía y la atribución de un rol “expresivo” o “instrumental” dentro del
subsistema. Los primeros terapeutas familiares tendían a aceptar como característicos del padre el
rol de trabajar y tener objetivos, y para la madre el rol integrador y socio emocional. Sus
intervenciones estaban dirigidas a reestructurar la jerarquía familiar patológica. En la actualidad,
parece que es más aceptable ver la existencia de efectos patológicos cuando las definiciones de los
roles se han vuelto demasiado rígidas como consecuencia de procesos de desarrollo prolongados o
tardíos y la frustración del cambio necesario.
SIMETRÍA
El concepto de simetría (del griego syn, de igual medida, igual, idéntico y metron, medida)
designa un modelo de relación que se basa en el esfuerzo por lograr la igualdad y la reducción al
mínimo de las diferencias entre las partes. En su investigación con los pobladores de Nueva
Guinea, Bateson descubrió que la diferenciación social sigue dos modelos: o bien destacan las
diferencias entre los individuos o grupos, o son las similitudes las que se subrayan. Bateson
denominó a este proceso de diferenciación esquismogénesis, esto es, que las relaciones humanas
en general se diferencian mediante procesos complementarios o simétricos.
Los terapeutas sistémicos tienen especial interés en las relaciones simétricas en las cuales
ninguna de las dos partes interactuantes puede aceptar estar en el mismo nivel; cuando dos partes
interactuantes se esfuerzan por mantener la posición dominante en la relación, se produce una
“escalada simétrica”, una lucha en la cual cada uno trata de ser “un poco más igual” que el otro
(carrera armamentista, lucha por el poder marital). En una relación simétrica no escalante, las
partes son capaces de encontrarse en una actitud de mutualidad positiva, confianza y respeto, y
también de confirmar las definiciones del “yo” y el “tú” de cada uno.