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¿Qué lecciones podemos aprender de las abejas?

POR JORGE ELIÉCER CASTELLANOS MORENO

Productividad, higiene y vocación de servicio. La sabiduría de las abejas constituye el más claro
ejemplo de trabajar en equipo para obtener más beneficios: eficientes, virtuosas y triunfadoras.

Publicado originalmente en la Revista Diners N. 371, de febrero de 2001.

Las abejas constituyen insuperables modelos de vocación del servicio desvelado por su comunidad y
del trabajo fecundo, eficaz, higiénico y de perfección inigualable, en el contexto del reino animal.

Cumplen con eficiencia su labor sin importarles reconocimiento alguno. Han desarrollado un férreo
sentido de pertenencia y participan activamente, con entusiasmo inusitado, aportando soluciones a los
problemas que se susciten en el interior de su organización.

La tarea la llevan a cabo en provecho íntegro de la comunidad; jamás en favor individual. Conocen
sus metas, ordenan sus procesos productivos y cooperan con todas sus fuerzas para el logro de los
objetivos que se imponen.

Con diligencia, compromiso y entrega total, gerencian su propia cultura organizacional, comprendiendo
sus necesidades y reconociendo el entorno en que maduran sus procesos de producción de cera y
miel, este último el más exquisito alimento natural, de perfección e higiene inigualables.

Permanecen muy juntas en el invierno para compartir el calor corporal y conservar el calor ambiental.
Tienen perfecto control y orden en sus movimientos, en la defensa y en el ataque, el cual es efectuado
solo en búsqueda de la preservación individual o de la especie.
Virtuosismo arquitectónico

Su trabajo en equipo es asombroso. En su organización, una obrera, por su carácter ajeno a cualquier
egoísmo, reconoce a la otra como parte fundamental del proceso productivo total y respeta su labor
como una manera eficaz de obtener el valor agregado en el sentido de que las otras sumen todos sus
esfuerzos.

Edifican a perfección sus recintos de habitación. Sus lugares de trabajo son absolutamente diseñados
con esquemas de estándares superiores de alta ingeniería. Son exigentes a más no poder. Los
panales y colmenas constituyen obras de un virtuosismo arquitectónico que sorprende por sus
maravillosos diseños y finos acabados, en los cuales no se descuida ningún detalle.

No remiendan sino que destruyen completamente todo lo que está mal hecho para volverlo a
reconstruir. Cuando es conveniente hacerlo, pueden derribar parte de un panal y reedificarlo mejor.
No hay la menor posibilidad, contrariamente a lo que sucede con el ser humano, de que estos
esquemas sean modificados.

Las obreras han sido provistas por el Creador de las herramientas necesarias para obtener los más
elevados niveles de productividad en sus trabajos de elaboración de cera y miel. Tienen una trompa
larga que les facilita la labor de extraer el polen y poseen cestas para transportarlo adecuadamente,
una vez lo han recogido de las flores de sus vecindarios. Están equipadas de cámaras especiales para
producir cera.

El proceso de producción apícola es de total calidad. Soporta todos los controles de higiene y
seguridad industrial. Es limpio, ordenado y productivo como ningún otro en la naturaleza, pues supera
los parámetros de perfección que impone la calidad total.

Las abejas inician su gran trabajo de polinización en los cultivos y trasladan en sus cestas, sin demora
alguna, el polen a las colmenas. Por medio de un proceso de salivación intenso solidifican el polvillo
fecundante obtenido justamente en la antera o parte de la flor donde se hallan contenidos los órganos
de reproducción de las plantas.

Después lo almacenan en los panales. Allí, en la colmena, generan un proceso de excelente aireación
u oxigenación mediante su incesante aletear.

Increíblemente, desarrollando esforzada y totalmente su propio sistema social y productivo, aún en


reducidos espacios, producen óptima miel en cantidades abundantes. Aquí se reconoce la práctica de
la sabiduría salomónica: “El trabajo duro aumenta las ganancias”.
Estratégica producción de antibióticos

Estas estrategias empresariales desde milenios atrás, constituyen parte esencial de la orgullosa
cultura organizacional de las abejas y son estupendo testimonio de su indeclinable lucha y, además,
de total calidad que debemos aprender.

Vale anotar que en el ámbito de producción y utilización de los antibióticos, por parte de las astutas e
higiénicas abejas, el proceso nos sirve de incontrovertible ejemplificación que aún va más allá del
postulado empresarial moderno de la calidad total.

En efecto, en el reino animal, aplicando el criterio empresarial, el cuidado de la salud de los integrantes
de la compañía es crucial: prolongan para bien su existencia o se extinguen sus vidas. La labor de
higiene tiene que ser perfecta cuando se trata de sociedades de numerosos animales como las abejas,
que viven en reducidos espacios y albergan decenas de miles de individuos en las colmenas.

El entomólogo francés especializado en el estudio de las abejas, Rémy Chauvin, y su colaborador, el


doctor Lavie, al proponerse la elaboración de un inventario de gérmenes y bacterias que las abejas
libadoras recogían en sus vuelos y transportaban a la colmena, comprobaron que estos insectos no
tienen en sus patas ningún tipo de bacterias y que, en consecuencia, jamás poseerán cultivos
bacteriológicos, no obstante que entren en contacto con un incalculable número de bacterias en su
larga búsqueda de néctar.

Esta razón obligó al investigador Lavie a infectar, mediante un alambre de platino, el pelo y la totalidad
del cuerpo de varias abejas, para que transmitieran la infección al campo alimentario. La prueba resultó
negativa. La experiencia demostró que las superficies del cuerpo de las abejas se encuentran
recubiertas por un antibiótico que mata a las bacterias que entran en contacto con el insecto.

Así mismo, se demostró científicamente que las abejas utilizan un segundo antibiótico para cubrir sus
panales, que con un tercero protegen el polen, con un cuarto mezclan el néctar que sirve de alimento
a la abeja reina, y un quinto lo añaden a la miel.

Esta es la mayor virtud que posee la miel elaborada como un alimento completo y sano. Los
investigadores mencionados descubrieron un sexto antibiótico en la cera de abeja, la cual es recogida
en los brotes de los álamos en algunos otros árboles.

La utilizan para calafatear la colmena contra la lluvia, las corrientes de aire las inclemencias
climatológicas y, también, contra las hormigas. El antibiótico que la cera contiene es
extraordinariamente activo.

Además de evitar el crecimiento de los hongos impide la fecundación todo tipo de semillas. Es más,
las papas y los granos de trigo de siembra que el doctor Lavie colocó en el interior de la colmena, se
volvieron infecundos.
Está claro que el uso de este tipo de antibióticos previene que una colmena se convierta en un depósito
de basura inclementemente devorado por arsenales de bacterias o en un paraíso vegetal cubierto por
todo tipo de yerbas.

La elevada producción y utilización racional de esos seis antibióticos en la comunidad apícola nos
sorprenden. Por ejemplo, en un servicio sanitario en que funcione a cabalidad la aglomeración masiva
de 50.00 seres vivos, estaría el lugar tan sometido a epidemias como un campo de concentración de
50.000 humanos que no poseyera ningún control médico.

Claro está que la cultura organizacional de las abejas responde a un esquema empresarial. Aun es
más deslumbrante el fenómeno que consiste en que las abejas usan los excelsos antibióticos de
manera apropiada en el lugar preciso, de modo que en el interior de una colmena los controles
higiénicos superan las condiciones de un hospital moderno.

En síntesis, en las colmenas reina un extraordinario nivel de productividad y un fanatismo higiénico-


sanitario excelente que permite asegurar la vida comunitaria de las abejas y la mejor optimización de
su producción industrial, generación tras generación, en razón de que aplican, de un lado, estrategias
empresariales como la calidad total, el empoderamiento, la reingeniería, entre otras, y, del otro,
técnicas médicas y uso apropiado de los antibióticos, de manera tan inteligente y ordenada en
movimientos y en tiempos que nos apabullan, dejándonos en el apropiado lugar que merecemos: no
somos más de lo que pensamos y estamos muy lejos de ser cuanto queremos ser, con nuestra altiva
y humana inteligencia.

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