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LEON DUGUIT

Profuor en 1I Facollad de Dereeho de 1I Unlnrsldad di Burdeos.

LA TRANSFORMACIÚN
D,EL
¡, ESTADO
TRADUCCIÓN, SEGUIDA DE UN ESTUDIO
====== ..... ======
LA NUEVA ORIENTACIÓN
DEL DERECHO pOLlTICO
====~ .. - '0' ======
ADOLfO POSADA
Profuor ea la Universidad de Madrld.
SEGUNDA. EDICiÓN ESPAROLA. CORREOIDA y
AUMENTADA, CON UN PREfACIO DI!L AUTOR

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'1

j FRANCISCO BELTRÁN
LffiRERiA. ESPA~OJ.. A y Ex·rRANJERA.
PRÍNCIPE, IS.-MADRID
?O?JIE,/
ES PROPIEDAD
¡¡DICHO¡ RIiIUVAOOI
·.... . --
f';;Jt;/,

LA TRANSFORMACI6N
DEL ESTADO
' = = .,,, ====;'F.;,
.• ;,'"
LEÓN DUGUIT'

6UPAEMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NA("'..iI.

BIBLIOTECA
I

PREFACIO
DE LA TERCERA EDICiÓN FRANCESA

E STAS conferencias se imprimen por tercera


vez tal cual fueron escritas y pronunciadas,
co H)OB, en "al Escuela Superior de Estudios So-
ciales. Los sucesos extraordinarios que se han
realizado durante estos diez últimos anos. ~ban
destruido, por ventura, lo que yo decia e im-
primia en I<)OS y en 1911?
No lo creo. Estimo, por el contrario, que estos
sucesos han venido a constituir una palmaria y
rotunda demostración de las ideas que enton-
ces exponia. El lector puede juzgar por si mis·
mo. Pero hay más: los hechos nos ban aportado,
por añadidura. UDa preciosa co.seo'anza, que DO
es inútil poner de relieve. Tal es el objeto de
este prefacio.

Dos ideas generales se desarrollaron en estas


conferencias. La primera. que, por lo demás,
inspira todo cuanto be escrito relativamente al
u:6N' DUOUET'

derecbo público, establece que la creencia en la


existencia de un poder soberano o:etático» no co-
rresponde a nada real, que esta creencia está en
camino de desaparecer, que el Estado deja de
ser, mas y más cada dla, un poder de mando.
para convertirse ce una cooperación nacional
que Ilsegura el cumplimiento de los servicios pu-
blicas y sanciona las reglas de derecbo. En las
conferencias que be tenido el bonor de pronun-
ciar, durante el invierno de 1<)30 a 1911, en la
Universidad de Columbia, en Nueva York, ex-
presaba la misma idea, bajo otl a forma, al decir
que en todas partes, y dondequiera, el Estado-
naci6n reemplaza al Estado-poder. La nación, o,
de una manera más general, el grupo de indhi-
duos que viven y obran, está en primer térmi·
no: los Gobiernos no sao más que los represen·
lantes de un poder social que manda: son los
gerentes de los servicios publkos. No hay duda
de que estos gerentes dispenen de una fuerza.
pueden poner en movimiento y ejercitar la coac·
ción material. Pero el empleo de esta Juerza
coercitiva y compulsara no se legitima por una
pretendida soberania de la que estuvieren jn#
vestidos directamente o por represeotacióo;
sólo se legitima por el objeto perseguido. Los
goberoantes tieneo deberes, y en modo alguno
derechos. Las órdenes que dan, la compulsión
que ejercitan, no se imponen ni se legitiman
sioo en tanto que el fin que se proponen es el
LA TRAN!H"OIUU.CI6" DF.t. F-!I;T./oOO 9

de asegurar el cumplimiento de estos deberes.


La gran guerra de 19q·lq18 se llamará en la
Historia la guerra de las nadones. precisamen·
te porque ella manta el triunfo del concepto de
E!ltado·nación sobre el del Estado·potencia, y
este triunfo no se realiza sólo en las relaciones
de los Estados entre si, sino tambitn en el ejer.
dcio de la actividad del Estado en el interior. El
noble esfuerzo llevado a cabo para constituir
una Sociedad de naciones es una demostración
terminante y decisiva de esta transformación
radical. A pesar de los obstáculos que encuen-
tra, no puedo menos de creer que no está lejos
el momento de que se convierta en realidad, ge·
oeradora de grandes bechos.
En el interior de cada pals, y particularmen·
te en Francia, las manifestaciones demostrati·
vas de esta venturosa tendencia abundan de ma·
nera abrumadora, proclamando esta transfor·
mación del Estado. En su Men~aje de 8 de sep·
tiembre de 1918 a los obreros americanos. el Pre-
sidente Wilson decla elocuentemente: uEsta
guerra es una guerra de emancipación, yen.
t..anto que 00 Sea ganada, no podrnn los bom-
bres vi~ir en oioguna parle sin temor ní respi·
rar libremente mientras ejecutan su labor coti-
diana, ni decirse que sus gobernantes son ~us
servidores y 00 sus amos .• La guerra ha sido
ganada; pueden, pues, los hombres decirse abo-
ra que los gobernantes son sus servidores y no
LEóN DUGlllT

sus amos. Pero deben comprender al mismo


tiempo que ellos tienen tambih. por 5U parte,
deberes que cumplir, o, a lo menos, que, según
la bella frase de Augusto Comte, tantas veces
por mi cítada, DO tienen más dere~bo que el de
cumplir siempre IU deber.
Esto me lleva a la otrajdea que ha sido des~
arrollada en estas conferencias, yen la que con·
viene detenerse con mayor reposo.


En la tercera conferencia a6rmé que en rea-
lidad, y contra lo que algunos pretenden, el mo-
vimiento sindicalista no es la guerra emprendi·
da por el proletariado para aplastar a la burgue..
sla ni para conquistar los instrumentos y la
dirección de la producción, síao que es UD mo-
vimiento mucho más amplio. mucho más fecun-
do, mucho más bu mano; que no se trata de UD
medio de disensión ni de un elemento de guerra
social, sino, por el contrario, de un poderoso
elemento de pacificación y de unión, y que, Je-
jas de limitarse a una transformación _tan sóll)
de la cla~e obrera, se extiende a todas las clases.
sociales, tendiendo a coordinarlas en un haz ar-
mónic.o, siendo prec.iso ver en el 'sindicalismo
un movimiento que propende a proporcionar
una estructura juridica definida a las diversas
LA TRANSP'QRJlACIÓN DEL ESTADO TI

clases sociales, esto es, a los grupos de iodivi·


duos unidos ya por la comunidad de la labor
en la división del trabajo social.
Tal es el becho sindicalista. Pero al lado de
el, y diferenciándose de é!, surge la doctrina
sindicalista.
Sucede que, si biee. esta doctrina, considera"
da en si misma, constituye un becho social ¡m·
portante, que es preciso guardarse muy bien de
desconocer, contiene hacer constar que se baila
en violenta contradicción con lo que el movi-
miento sindicalista es, por si mismo, en la rea-
lidad. Yes precisamente esta desarmonin com·
pleta elltre el hecho y la teoria sindicalista lo
que constituye la causa verdadera y profunda
de las perturbaciolles, de los choques, de las
violencias y de las regresiones que se prodücen
en ciertos momentos y vienen suceditndose, en
particular, después de acabada la guerra. Yes
t,lmbié:o esta desarmoola lo que ha contribuIdo
a entorpecer. 8 detener más bien, momentánea·
mente, sin duda, pero incontestablemente, la
evolución rápida y feliz que estaba en camino
de realizarse hacia la organización y la coordi-
nación de las clases sociales.
Hay ce esto mismo, por otra parte, algo dig-
no de observarse y que no es solamente cierto
para el sindicalismo. Estimo, en efecto, que esto
que se ha cODvenido en llamar, ya desorden so-
dal, ya situación social anormal, proviene casi
LEÓN DUQU1T
"
,i.mpr. d. un. contradkción ,ntre la •• olució. '1
natural de una sociedad cualquiera y las leyes-
dictadu por un legislador ignorante o impru-
dente. o una doctrina enseñada como una ver-
dad absoluta y aparentemente dotada de una
fecundidad inagotable y una fuerza irresistible
para la masa de Jos esplritus sencillos, predis-
puestos a creer en lo misterioso y lo sobrena-
tural.
Sindicali5mo, violencia proletaria. huelga
general, Consejo económico del Trabajo, comu-
nismo. "' he aqul otras tantas palabras que ban
ínOamado por un momento los esplritus, por-
que, con el ansia de lo sobrenatural, propia del
coruón del bombre, con los sofismas de los de-
magogos explotadores del pueblo. se les atri-
bula una virtud mágica que iba bien pronto a
rt!oovar la tierra y bacer desaparecer de ella la
miseria,! el dolor. Palabras que, sin embargo,
no upre!aban más que doctrinas artificiales y
blsu, cuya. inanidad se muestra hoy al mundo-
obrero iluminada por la experiencia rusa y la
reacción formidable provocada en Francia freo·
te a la tentativa de huelga general revoluciona-
ria del mes de mayo de lepO.
Pero si la doctrina sindicalista ha muerto, el
movimiento sindicalista no lo está to-davia. La
evolución,de:teoida, en la actualidad, indudable-
mente por la acción de estas falsas y engaoado-
ras teorla~, va a reempreoder-y tengo de ello
LA TR"NSPORMACIÓ,. DEL lUTADO 1,

'e coovic:ción profunde-su firme y progresivo


curso, C:OD más Cuerza todavia que hasta aqui.
por lo demás, ~oo es acaso inevitable sino del
hOmbre el de a&itar~ continuamente en medio
de trastornos y violencias, y, 00 obstante, des-
pués de largas paradas o de fuertes represiones.
avanzar siempre por el camino abrupto y aspe-
ro de su destino~

lJl
En el fondo, todas las doctrinas sindicalistas,
sean cuales fueren las modalidades diversas que
ostenten, sean c:uales fueren los medios de ac-
ción que preconicen, ya prediquen el empleo de
la violencia material y directa, ya quieran iosti·
tufr la dic:tadura del proletariado, ya pretendan
rl!generar el mundo por medio de la huelga ge-
neral, ya aspiren. por la creación de un Cocsejo
económico del Trabajo, a dar a la produccióD
económica una organización nueva, general y
fecunda, ya declaren, COn el Congreso de Amieos
de 1906, permanecer extrañas a todo partido
politico, ya Se propongan, por el contrario, con-
quistar el Poder publico y, a la manera del bol-
chevismo ruso, imponer la dictadura del prole-
tariado; toc!as estas doctrinas, mejor dicho, to-
das estas modalidades, son en el fondo una y la
misma cosa: la doctrina sindicalista, en 8U con-
juOlo, eO su totalidad, tiene como único funda-
14 LEÓN tUJGUIT

mento el Manifiesto del Partído comunista re-


dactado en 18.¡8 por Karl Marx y Engels. Ahora
bien: toda la doctrina del Mitnifiulo se baila
en contradicción violenta COD la realidad social.
La afirmacióo rundamental del Manifiesto
cs, como nadie ignora, la nistencia, en las so·
ciedades modernas, de dos clases, y nada más
que dos clases, sociales: una que posee todo y
otra que no posee nada, una que no trabaja
y otra que trabaja, una que consume y otra que
produce, una que explota y otra que es explota·
da¡ en suma, la clase burguesa y la clase prole-
taria. La burgu~s(a COllcentra en si todos los
instrumentos d\: producción; la clase proletaria
no dispone más que de su fuerza de trabajo. Es
menester, por lo tanto, organizarla y lanzarla,
armada y prepotente, contra la clase burguesa
para aniquilarla.
Todo el mundo conoce las primeras lineas
del Manifitslo, tan c~lcbrc9, tao sofisticas y tan
(alsas como las primeras lineas del CO'llrato $Oa
cial: .La historia de todas las sociedades, hasta
nuestros dias, no ha sido más que la historia de
la9 lucbas de clases ... La sociedad burguesa
moderna, erigida sobre las ruinas de la socie~
dad feudal, no ba abolido los antagonismos de
clase. No ha hecho más que sustituir la::¡ anti·
guas con nuevas clases sociales, crear nuevas
condiciones de opresión, nuevas formas de lu-
cha. Sin embargo, el carácter distintivo de
, LA TRANSFORMACiÓN DEL ESTADO 15

nuestra época de la era de la burgues!a es el de


baber simplificado los antagonismos de clase.
La sociedad se diTide, cada vez COIl mayor pre-
cisión, en dos clase. enemigas: la burguesla y
el proletariado.»
He aqui la afirmación simplista y terminante
de Marx, afirmación que justifica lo que M. Ma·
"ime Leroy, en su reciente libro lAs nutvas lte·
'nicas del sindicalismo, ha escrito con tanto
acierto: cEI proletariado es revolucionario en
tanto que se situa enfrente de la burguesia como
clase autóno.ma.» .
Estas dos clases opuestas y rivales, la clase
burguesa, que posee toda la riqueza y no traba·
ja, y la clase proletaria, que nada posee y trabaja
sola, no pueden continuar viviendo asi, (rente a
frente, contemplándose como enemigas. Es pre·
ciso lan~arlas una contra otra; es absolutamente
necesario proclamar la guerra de clases. «¡Prole~
tarios de todos 108 paises, unios!» No bay pa-
tria, no puede haber guerra internacional, no
debe baber en el mundo entero otra cosa que la
guerra del proletariado, poderosamente armado.
y lanzándose al ataque de la clase burguesa.
No hay patria para los proletarios: be aqulla
segunda afirmación del Manifiesto, tan antinó-
mica con la realidad como la primera. Los pro-
letarios, se dice, no tienen más patria que su
clase. Deben unirse estrechamente, sin distin-
ción de nacionalidad; organizados en partido de
t.E6~ DUGIUT

.:Iase para avasallar y exterminar la burguesta


del mundo entero. «E I trabajo industrial moder-
no-escríbla Karl Marx-. que implica la escla~
vi:.ación del obrero por el capital, lo mismo en
Francia que en Inglaterra, en América como en
Alemania, ha despojado al proletariado de todo
carácter nacionaL. Y añade: "Los obreros DO
tienen patria. No se les puede privar de lo que
no tienen. Como el proletariado de cada paJs
debe, en primer lugar. conquistar el poder pú~
blico, erigirse en clase dominadora de la nación.
sólo por este concepto es nacional en si mismo,
pero de niogún modo en el sentido burgues del
vocablo. Ya las demarcaciones y los antagonis·
mas nacionales de los pueblos desaparecen más
y más cada vez con el desarrollo de la burgue·
sia ... ; el advenimiento del proletariado los bará
desaparecer más pronto todavia. Abolid la ex·
p!otación del hombre por el bombre y aboliréis
la explotación ele una nación por otra nación.
Cuando el antagonismo de clases baya desapa-
recids en el interior de las naciones, la hostili·
dad de nación a nación habrá desaparecido tam-
bién.» (Mallifiesto, edición Gíard y Briere, pá~
g¡nas :;11 Y JS.)

IV
La guerra de las naciones ba demostrado
que si la noción de patria ha de desaparecer al-
LA TRANSFORMACiÓN DEL ESTADO 17

gón dla, y el antagonismo de las naciones no ha


de ser más que un recuerdo, ese dla DO ha lIe·
gado aún. Y hasta parece estar bien lejos de
nosotros. En el momentIJ de estallar la guerra,
y durante 109 cinco ai'JOs de su curso, lo mismo
que en el esfuerzo realizado, desde bará bien
pronto tres anos, para asegurar del modo más
sólido posible 'a paz del mundo, el sentimiento
naciooal de todos los pueblos se ba afirmado y
sigile afirmándose coo una intensidad que so-
brepuja toda expresión y destruye, basta ea sus
más profuados cimiento!!, la afirmación categó·
rica de Marx. La vl!!pera del dia en que la am-
bición alemana desencadenó la catástrofe, nues~
tros socialistas y sindicalistas, en su fe ciega en
las doctrinas marxistas, ¿no nos aseguraban
que la fuerza del proletariado ínternacional ba-
ria imposible toda guerra entre las grandes po-
tencias de Europa, y que, especialmente, la de·
mocracia social alemana se opondrla siempre a
una declaración de guerra que el Gobierno im·'
perial intentase hacer a la democracia francesa?
¡Qué ilusiónl Los socialdemócratas del Reichs-
tag votaron por unanimidad los erMitas de
guerra, y, como todo el pueblo aleman, los so--
cialistas del otro lado del Rhin se lanzaron con
entusiasmo a la guerra franca y alegre. Cuando
llegaron al poder, desputs de la calda del <.Jo·
bierno imperial, ¿no continuaron acaso la poli-

,
tica nacíooalista e imperialista de Bismarck y de
LEÓN DUGUIT

Guillermo m Hoy mismo, los bolchevistas ru~


SOS, (DO ban practicado en el exterior la polttica
nacional heredada del Zar?
En Francia, a partir de '914, el alma nacio·
nal, en su permanente e indefectible unidad, se
ba afirmado con irreductible potencia. Algunas
'Vagas individualidades han querido situarse al
margen de este movimiento; un Romain Rol·
land pretendió colocarse au·deS$US de la melk
(por encima de la lucha); un Barbusse trató de
infiltrar el desaliento en el alma de nuestros
brnos muchachos; tal socialista de marca hizo
el viaje a Kientbal o a Zimmerwald¡ un Caillaux
y sus clienteS famélicos intentaron provocar la
conclusión de una paz de abdicación o de como
promiso. ¡Muñecos de paja que _el soplo pode·
roso de) patriotismo ha deshecho y arrebatado
de un golpe! Y hoy, todo Gobierno que no acer-
tase a mantener alta y firme )a bandera de nues·
tras reivindicaciones nacionales, (no seria im-
placablemente destrozado?
Bien se ve por esto que toda doctrina desco-
nocedora del hecho nacional, que pretenda ejer-
cer su acción baciendo abstracción de la idea de
la patria, está condenada a la impotencia y a la
muerte. Puede arrastrar por un momento a al~
gunos esplritus quiméricos o extraviados; pero
ella misma tiene que desaparecer muy pronto,
sin dejar la menor huella. Si la doctrina sindica-
lista persiste en eliminar la idea de la patria, en
LA TRANSFORMA.CIÓM DEL ESTADO 19

negar su acción y su fuer2.8, se condena a si


misma a la impotencia. Ma!S sucede que, por su
principio mismo, por su esencia, se ve obligada
a eHo. Al hacer del prole(;)#iado, fiel a las ense-
j'¡ao~s de Karl Marx, un partido de clase, al
?rmarle contra la burguesla, tiene que decir neo
c~sariamente, con el socialista alemán: ((El tra-
bajo industrial, esclavitando al obrero, ha des·
pojado al proletariado de todo car"cter nacio-
nal ... Los obreros no tienen patria ... ¡Proletarios
de todos los paises, unlosl» Nada de esto es
verdad; los obreros tienen una patria, como los
burgueses, y ban sabido demostrarlo conclu-
yentemente en el mes de agosto de 1914 y en el
. mes de mayo de 19'0. No; los proletarios de to-
dos los paises no pueden unin:e poUticamente,
tanto en la Internacional de Mnscou como en la
de Amsterdam, puesto que hay UDa fuerza más
poderosa que ellos, que les cerca y les domina"
y esta fuerza es la de la l1acióo, de la que 00'
pueden desligarse, a pesar de cuanto digan y I

pretendan algunos esplritus igoorantes o uto-


pistas. Por lo m~nos, los obreros de los diver~
sos paises no pueden unirse sino dentro de los
limites en que se hallan unidas las naciones a
que pertenecen. El sindicalismo no puede des-
arrollarse sino dentro del cuadro nacional. y la
doctrioa sindicalista no puede cooperar verda-
deramente a la transformación social, que 00
puede negarse está en camino de realizarse,
,o LEÓN OUGUIT

sino cuando haya cesado de predicar la lucba


entre las dos supuestas clases rivales, cuando
abandone la utopla de lanzar a la una sobre la
otra, de anunciar la desaparición de las gue-
rras nacionales y de atizar la ~uerra civil;
cuando, en suma, se emplee. por el contrario,
en acercar y coordinar. en el seno de la na·
dón, las diferentes clases sociales que: la inte-
gran.
Parece que ahora ya al¡unos sindicalistas
franceses advierten esta verdad. En el Congre·
so de la Confederación General del Trabajo ce·
lebrada en tille durante el mes de julio de (1))1,
uno de ellos, M. Digat. Secretario de la Federa-
ción de los P. T. T., pronunció palabras bien
significativas en tal sentido. Despu~s de poner
en guardia a 1"8 trabajadores contra este esplri-
lu mlstico que les lit va a creer que todo puede
resolverse pOr" la intervencion de un MesiM mi.
scf"icor"dioso o de un dictador simpático, y de
?oner en evidencia la labor detestable que rea-
Hzan los que hacen creer al pueblo de 18s fábri·
cas que su emancipación depende del asalto y
pre~i6n del poder por un equipo r"evoluciona-
rio, dijo M. Oigat: «Ha sido precisamente el ras-
go de genio de la burgues(a saber demostrar
qu~ el ¡ntefes de la nación se confunde con sus
propios intereses, y los que no encuentran otra
cosa que oponer al Estado capitalista más que
el Estado proletario no tienen sioo un co·ncc:pto
lA TR.\NSYORMACIÓI't DEL ESTADO II

fI:tró~rado y reaccionario de la orgaoiz.ación so-


cial» '.
No se dice ~erdad cuando se afirma que la
burguesla ha acertado a ~emostrar que sus in·
tereses se confunden con los de la nación. Lo
que 81 es cierto es que, de hecho, las cosas son
así. La Revolución de 17&J. hecha por la burgue·
Fla, fué una revolución verdaderamente nacio·
. nal, que puso a la cabeza la idea de la patria.
afirmando la igualdad de todos 108 ciudadaoos
dentro del cuadro nacional. Y fue precisamente
por esto por lo que la revolución pudo realizar-
~t'. La re"Yolución burguesa suprimla todos los
privilegios de clase, y no quer!a ver en lo suce·
sivo más que individuos iguales y Ubres bajo la
proteccióo del Estado nacional y la garantla de
sus leyea. De hecho 00 pudo, ni podla en modo
a:guno lograrlo, suprimir las desigualdades eco-
nómicas. Tampoco podla impedir. por más que
lo intentó, la reconstitución de las clases profe·
slonales. Pero lo que si biza fu~ realizar la igual~
dad civil y la libertad polltica, preparando de:
este modo el advenimiento del sufragio univer-
sal, manifestación por excelencia de la idea na-
cional. y, dlgase lo que se quiera, esto es algo
mejor y más fecundo que la dictadura del pro·
Ict¡¡riado. La Revolución francesa pudo realizar

• lA T~".,s, 31 de Ju.!lo de 1921, pi,. 3, 'Cese!a In·


(OrPl.atha del Congreso de Lllle.
l.EÓN OUOtUT
"
esta obra porque fu~ verdaderamente nacional
y porque participó en ella la nación entera.
El sindicalismo no vivirá, ni podrá llegar a
rcaJitar nada útil y eficaz, ni a desenvolverse ell
el campo de las realizaciones positivas, si no es
nacional, podda decir iocluso nacionalista, si no
persigue el cumplimiento de una obra de unión
y de organización nadoDa!. En tanto que, bajo
una U otfa forma. se dedique a predicar la gue-
rra de clases. organizando marcialmente una
clase cualquiera de la pación contra otra, su la-
bor será estéril, dañina y criminal, 6in lograr
crear nada, si no es la miseria y el dolor, sea cual
fuere el procedimiento que emplee o pretenda
emplear, ya preconice la violencia material y la
acción directa, la huelga general y la dictadura
del proletariado, o bien, segun la fórmula en
vigor, pretenda hacer organizar la producción
por los productores mismos.

v
A la vis pera de la guerra, un autor al que se
hacia el bonor de tomar eo sHio, aun cuando
segurameote se burlaba de sus lectores, M.jor-
je Sorel. se bacia el apoiogista de la violencia
y pretendia establecer su teoria, su principio y
sus limites. E1!cribia, por ejemplo: «Sólo el pro·
;r lelariado puede regenerar al mundo, porque él
es actualmente la uoica clase armada de un es-
U TRANSPOlUIACIÓH DeL ESTADO ~l

plritu de guerra y. por consecuencía. la única


viril y capaz de progreso.» (El movimienlO$ocia-
lisia, lQ06, pág. 168.} Un disclpulo de Sore!,
M. Edouard Berth, d~da: «FrEnte al mundo ca-
merdante, burgués, democrático, se yergue el
mundo de los productore~, recogieodo yatra-
yendo la dispersión de las cosas y de los vivien-
tes a la unidad permanente de su voluntad de
poder, cada dla más coherente, más dura y te-
nat,en medio del reblandecimiento general, más
concentrado en si mismo entre la confusa mezo
colaina democráticu. (El movimiento .ocialula,
¡gOO, pág, ISo.)
Es esta clase de productores, es decir, de
obreros (porque para est.:::s teorizantes, por un
error singular, sólo los obreros son producto-
res), es esta clase la que Sorel y Berth pretenden
lanzar, llena de odio, de furor, de fuerza mate·
.ial desencadenada contra la clase burguesa. Se
aspiraba a concentrarla enteramente en una
basta organización, la Confederación Interna-
ci01l1l1 del Trabajo que vendría a ser la unión
de las Confederaciones del Trabajo constituidas
en cada psls. En Francia, la C. G. T. pretendía
reuoir en ella, ea unión poderosa e inquebran-
table, a todos los proletarios, todos los asalaria·
dos de la industria privada y de las Administra-
ciones públicas, proveerles de una dirección y
encuadrarlos mititarmente, y lanzarlos, llenos
ardor. a la guerra fresca y alegre contra la bur-
.~~~~.:.
-,
guesta, para aniquilarla, suprimir el salario y
lograr, mediante la vio\t:ncia proletaria, el r-ei-
nado del Paralso en la Tierra.
La guerra internacional es divina, decia Jose
de Maistre; la guerra de clases es igualmente di·
vina, pensaba Sore!. «La violencia en la guerra
de clases-decia -revestirá exactamente, por lo
demás, el mismo carácter que en la guerra in-
ternacional, y Cn una y otra la violencia tiene
sus Ilmites». «Las revoluciones proletarias-es-
cribia Sorel en 19CJ6-no estarán en modo algu·
no manchadas de abominaciones como la re-
volución burguesa ... Esta violencia tendrá pura
y simplemente el valor de demostradones mili·
tares, porque todo cuanto & la guerra se refiere
se hace sin odio y sin esplritu de venganza. En
guerra no se mata a los vencidos, no se bace
soportar a seres inoCensivos las consecuencias
del mal humor que los ejércitos suelen experi·
mentar en Jos campos de batalla.» (El movi-
miento &ociali¡fa, r9OÓ, pág. 161.)
InCantiles profecias y leorlas abominables que
no son extraoas al desbordamiento de barbarie
ya los crimenes de que nOS dieroD repugnante
espectáculo los alemanes en la guerra interna·
cional y los bolcbevistas rusos en la guerra ch·jJ.
Con tal motivo, escribe M. Maxime Leroy muy
acertadamente: o{Por que medios podré. darse
a la brutalidad su parte. siendo la brutalidad, por
su esencia misma, la ausencia de moderación, el
triunfo del instinto~•.• Podemos boy juzgar del
valor de moralidad y de verdad que tienen es-
tas doctrinas, que. en el momento en que fue-
ron formuladas, DO llevaban coa!ligo ni prevelan
el becho ruso ni el hecho de la Gran Guerra.
Hemos visto a seres inofensivos, aniquilados
por la venganza del eMmigo, y el corazón se
estremece todavla recordando los crlmenes de
verdaderos matadores de vencidos, cuya insti·
tución no habia previsto M. Sorel». (L. cit., pá-
gina óq.)
. Lenine y su banda, inspirándose en esta
doctrina, la ban puesto en práctica aplicación.
Por la violencia ban impuesto a un pais de
más de cien millones de hombres, la domina·
ción de unos cuaptos. Segun )a expresión del
propio dictador ruso, es una oligarqula la que
se ha apoderado de toda la fuerza polItica en
Rusia; es a la disciplinil de bierro de un par-
tido a la que se han sometido los rUS08. Se-
mejante disciplina no puede ser más que la
resultante de uca centralización absoluta, de
un régim~n en el que los jefes se hallan in-
vestidos de un poder tal, que dirigen dictato·
rialmente a las mases. t:L1.:gar 8 oponer, escri·
be Leniue, lá dictadura de las masas a )a dic·
tadura de los jefes, es dlt una ridiculez y de una
imbecilidad risibles» l.
I LA ~",~rnudad {njan/il del comHnismo, trnducd6n
IraDcua, J920, pA~n.. 12, 39. 41 1 45.
Esta dictadura del proletariado. instituida
por la 't'iolencia, según la doctrioa de Sorel y de
Edward Berth, ha aniquilado la clase burguesa
y destruido el capital privado. Ya se conoce boy
el resultado de la experiencia. La verdad no
puede ya permanecer oculta. Ya no se puede
negar que, so color de asegurar el triunfo del
proletariado y el establecimiento de la doctlina
comunista, una banda de i:udaces e ímpá vidas
vividores bace pesar sobre Rusia, desde hace
más de tres anos, una sangrienta tirania, junto
a la que fa dktadura zarista era un régimen
liberal. No se puede negar que la miseria. el do-
lor, el hambre y la muerte reinan como duenos
sobre todo e5te inmenso pals. cuyos recursos
naturales son, no obstante, inextinguibles, y
que, en la hora actual, en el momento' en que
esto c!lcribo, millones de hambriento, yerran, a
la ventura, en busca de un pedazo de pan. a tal
extremo, que el propio Gobierno bolchevista se
ba visto obligado a bacer un llamamiento a las
potendas capitalistas. Hermoso tt iunfo para la
doctrina de la violencia proletaria; M. Sorel
debe estar orgulloso de su obra y satisfecho de
contemplar la lógica consecuencia y aplicación
de sus bellas teorlas',

, VlI!ue la critica, tan .''lllal peneU'ante, que bho


de la leorla de la .iolel1cia M. CUl Grand, en IU Filosofia
dd Si"dítllUsmo, lSOU
';".
',.
VI

La experiencia fusa parece haber destruido


de6nitivamente la doctrina de la ,iolencia y la
teoría de la acción directa. Sus partidarios
quedaron en millorla en el Congreso sindicaJis·
ta de Lillc, celebrado en el mes de julio último,
No obstante esto f el aniquilamiento de la clase
burguesa y capitalista Pl)f la clase proletaria
persiste como objetivo esencial de las doctrinas
sindicalbtas. Mas, para alcanzarlo, se pretende
emplear un medio más sutil y más eficaz que la
,,¡olencia material y la acción directa, Me refiero
a la buelga general, la que, en realidad, no es
más que olra forma de la violencia proletaria.
La tcorla de la huelga general se halla tam-
bién en plena declinación. YI a pesar de ello, to~
davla olrece al esplritu utopista de algunos in·
telectuales, y al alma sencilla de muchos obre-
ros, el atractivo de un procedimiento mágico,
d.~tado de poderosa eficacia, para lograr la re-
generación y la emancipación del proletariado .
.I\t. Sorel, reconocido V diplomado defensor de
todas las doctrinas de violencia, bajo cualquier
forma que sea, ha osado decir que el mito de la
huelga general desempeñarla, para el mundo
moderno. el mismo papel que el mito de fa di·
v¡nidad de Jesucrhito para ~1 mundo antiguo,
,6 L.EÓI'l DUGUIT

Aquel mito regenerará el mundo de madana. A


este mito de la huelg~ general se asocia la fe en .,...
el falso do¡ma del derecbo de buelga. 008 pa-
labras absolutamente vacías de sentido. Nadie.
evidentemente. puede ser compelido a trabajar
en condiciones que ti ca quiera aceptar, y tos
obreros de una misma profesión pueden, indu-
dablemente, concertarse para no trabajar sino
mediante UD salario determinado. Pero nadic,
bmpoco, puede negarse a cumplir un contrato
dI! trabajo libremente consentido, y. nadie pue-
de rescindido, sino -::0 lat condiciones preveni·
da~ en el contrato o determinadas por la ley.
Peto, al mismo tiempo, Dada hay en esto que
constituya un dere~ho propio y exclusivo del
mundo obrero: no hay más que la aplicación
del derecho común de Itls contratos, que se apli·
~a a todos y debe aplicarse a todos eo toda so-
ciedad civilizada. Losobreros, como todos 10'1
mi<:mbros de la colectividad nacional, están so·
metidos a los mismos principios de derecho y
justida, dos cosas inseparables la una de la otra.
Estas palabras: huelga general, derecho de
buelg:a, tienen. 00 obstante. no s~ qué encanto
mágico y sing:ular que fascina a ciertos esplri-
luso Antes de la guerra, M. Edward Bcrth, por
ejemplo, escribia: ,:La noción de huelga general
despierta en el (onda del alma un sentimiento
de sublimidad en relación a las condiciones de
una lucha gigantesca. Esta noción hace desta-
car, en primer término, el origen del bombre
libre, y ~one asl al obrero al abrigo del charla
tanismo de jefes ambiciosos y ávidos de poder
y bienestar _ (E'l mQlIimit71Jo UJci.llisJ.J, t9Q6. píi-
giDa 180) Esta sugestión ha llegado hasta a in-
vadir esplritus de buena y sólida c\lltura, que no
se dejan engañar fácilmente por falsos presti-
gios. M. Maxime Leroy, en su reciente libro
tantas veces citado, canta un himno a la gloria
de la huelga general. «A la guerra civil del par-
tido comunista - dice-, los sindicalistas opa
Mn la huelga general. La lÍuelga geocral ~e
presenta con el carácter de clase, de que carece
la táctica comunista; no pertenece más que a
los productores, sólo ellos pueden ejercitarla.
La guerra ci,il es un arma utilizable por todos
los descontentos de todos los partidos. No es
necesariamente proletaria, a diferencia de la
huelga general, que consiste esencialmente en
una detención del trabajo proletario. La huelga
general tiene además otra superioridad, de or-
den proletario, que consiste en expresar mucbo
más que una simple violencia de descontentos:
expresa, de manera única, la potencia del tra~
bajo, ante cuyo nombre todos los partidos obre-
ros son iguales ... La idea de violencia y de cri-
men caracteriza la teoria de la guerra civil; la
idea de trabajo y de organit'ación es la que pre-
side la tcorla de la huelga general.» (l.. cd., pá-
gina 6,..)
Confieso francameote que no comprendo, ell
manera alguna, cómo cn la buelga general hay
una idea de trabajo y de organización. Yo creía,
por el contrario, que la huelga general consiste,
por su propia definición, en la detención total
del trabajo. Yo erc!a que la idea esencial que ins-
pira toda teotativade huelga general era la des·
organización dI! la producción para obtener, por
<.'ste medio, la capitulación de la clase burguesa
y capitalista. Medio revolucionario poderoso.
declan sus promotores, porque la huelga gen~·
ral debe crear fouosameote la miseria y el do-
lor, de los que es bija legltíma la revolución.
Tal era, buta 1910, el pensamiento Intimo
de la C.·G.·T. y sus dirigentes. Basta. para con-
vencerse de ello, referirse a la declaración vota-
da por el Congreso federal de Amieos en lq06~
y que 109 militantes del sindicalismo designan
con el pomposo nombre de «Carta de Amieos».
En aquel documento se lee: «El Congreso coo-
sidl::r8 que esta declaradón es un reconocimien-
to de la lucha de clase:i que opone, en el te-
rrl::no económico, el trabajador en rebeldla con-
tra todas las fuerr.as de e:lplotación y de opre-
sión, tanto materiales como morales, puestos
1::0 acción' por la clase capitalista contra la da·
se obrera. El Congreso concreta y precisa esta
afirmación teórica en los puntos siguic=ntes: En
la obra de reivindicación cotidiana, el sindica-
calismo persigue la coordinación de los esfuer-
tOS obreros. el aumento de bienestar de lo! tra·
bajadores por la realización de mejoras inme-
diatas, tales como la disminución de boras de
trabajo, aumento de salarios, etc ... Pero este
afán no es más que un aspecto de la obra total
del sindicalismo. Este prepara la emancipación
integral. empleando como medio de acción la
huelga ge-neral,yconsidera que el Sindicato, hoy
por hoy grupo de resistencia, será, en lo porve-
nir. el grupo de producción y de repartición,
base de reorganización social'.»
De esta suerte, parece evidente que, ene! pen-
samiento de los dirigentes sindicalistas, la huel-
ga general no es más que otra forma de violen-
cia, Olra forma de la guerra de clases. La doc-
trina sindicalista, que la predica y propugna, no
puede conducir más que a la destrucción de
la riqueza, 8 la miseria y al hambre para to-,
dos, y especialmente para aquellos mismos a
quienes pretende servir. Ha habido, bay y habrá.
todavla huelgas parciales profesionales perfec-
tamente legitimas, destinadas a bacer triunfar
justas reivindicaciones. No se crea por esto que
trato de tomar, en todo caso, a mi cargo la de~
fensa del patrono. Ha cometido éste grandes
faltas y graves errores. Bien a menudo olvidó.
o 00 quiso entender, cuál era su deber; no ha

• Tomado de Joabl.uJ, FI SiH4',¡aj¡.MfI y 1.. C.-G.-r:,


pA¡ia.147.
visto siquiera cuál era su toterés. COD igual fre-
cuencia ha considerado al obrero como un eae-
migo y le trató como tal, cuando debla como
prender, y procurar que se comprendiese, que
patronos y obreros COJlOO sino asociados, que
una estrecha solidaridad de intereses y necesi-
dader; liga fuertemente .•".luchas buelgas parcia·
les que estallaron después de la guerra se hao
resuelto median'te conveoios colectivos de tra-
bajo. Estos acuerdos entre grupos profeslona·
les patronales y obreros habr.án de producirse y
desarrollarse más y más cada "el, a mi parecer,
y me inclino a pensar que, en un porvenir nada
lejano, estas inteligencias asegurarán la regla-
mentación convencionsl del trabajo en cada pro·
fesión '.
En el mes de mayo de 1920, la Confederación
General del Trabajo creyó llegado el momento
de lanzar las masas proletariu al asalto de la
burguesía capitalista y de regenerar en unos días
al mundo corrompido, engendro del capitalis-
mo. El movimiento. como es sabido, partió de
los ferroviarios, Algunos sindicalistas, exalta·
dos e ignorantes, los Montmousseau y consor-
tes. hablan intentado provocar una huelga ge-
neral ferroviaria, con ocasión del 1.· de mayo.

I u.a.e el articulo, DlUj' !ulereAllnte, de lJ, Leaeure


.EI Dlo,tmleato obrero despué, de lA ¡tIcrra-, en la R",
vut d''&oJUJ1Ift. polidque, 1920, (tirada aparlc.)
Los dirigentes de la C.-G.-T. vacilan un instan-
te: no se les oculta que, si la buelga general
fracasara, el golpe inferido a su doctrina y 8 su
partido 5crla tertible, si no mortal. A pesar de
esto, se dejaron arrastrar por Jos extremistas.
Para ello, adoptaron como grito de guerra la
nacíonali%acióD de los ferrocarriles, reconocie-
ron que la huelga no tenía carácter prof~sional,
que no .!!e reclamaba ninguna modi6cadón en
las condiciones dellrabajo, ningún aumento de
salario, y declararon que su objetivo era más
elevado: obtener la nacionalización de las vías
férreas, primera etapa de la reorganizaciÓn ge-
neral de la producción, según el concepto sindi-
calista. Asl justificaron su apoyo al movimiento
oe los ferroviarios. Pero bién pronto se advir-
tió con toda claridad que la tentativa de buel~a
general de los ferrocarriles era un fracaso. En
las redes del Norte y del Este, la huelga no llegó
casi a producirse. En las lineas del P.-L.· M., los
huelgui.!!tas eran más numerosos; no obstante,
el tráfico continuó efectuándose en condiciones
casi Dorm:!!:-1: En las redes del Estado, del P:O.
y del C1Midil, la huelga fué efectiva; pero, a pesar
de ello, ef aprovisionamiento de las poblacio-
nes servidas por estas lineas, quedó asegurado,
105 servicios postales se hicieron con toda regu·
laridad. y 105 principate!! trenes de 'Viajeros ea-
!ian y entraban a su bo,. reglamentaria. "En ta·
les condiciones, era preciso, costase lo que coso
a
l.EÓN' DUOUIT

tase, ocultar a todo trance este fracaso. Fué ea·


tonces cuando la C.-G.-T., prisionera de sus
principios y de los extremistas, que exiglan im 4

periosamente su aplicación, anunció que habla


llegado el momento en que, indefectiblemente,
el capitalismo iba 8 ser aniquilado. Su Secreta-
rio general, M. Jouhaux, declara entonces: dla·
biendo pesado y calculCldo todo, la Comisión ad-
ministrativa de la C.-G.-T. acepta la dirección
del movimiento, que no ha sido decidido por
ella, y cuyo plan, bien madurado, se resume en
esta frase: hemos considerado este pals como un
vaso en que es predso hacer el vaclo y evitar a
todo trance que vuelva a llenarse.» Eo su con-
secuencia, la C.-G.-T. lanza contra el capitalis-
mo, sucesiva y metódicamente, sus olas de asal-
to, cuyo empuje declara irresistible, y que aca-
barán por tomar y dominar la plaza. Son, des-
de luego, los obreras de transportes en común
a quienes se da la orden de buelga; despuh vie·
nen, sucesivamente, los inscritos mariümos, los
mineros, los metalúrgicos ...
Pero de nada sirve. El pals comprendió al
punto que una banda de agitadores y conducto-
res de masas, ambiciollos y exaltados, sin escrú·
pulo, como los l.enine y los Trostki en Rusia,
pretendían nada menos que establecer su dicta-
dura en Francia a favor del desorden, de la mi-
seria y del dolor, que iban necesariamente a na-
cer de la buelga general. Pero Francia no está
LA TR.\NSFOIUIA.CIÓN DEL ESTA.DO 15
hecba para la servidumbre, venga de donde "i-
niere, '1 rechaza todas las dlctadu.a" la del pro-
letariado lo mismo que la de la monarqula. En
el mes de agosto de 191<1 se habla erguido. pal-
pitante de corag!:'. contra el eoco,igo exterior.
En mayo de 1910 se siente cruza. de nuevo el
soplo potente de 191<1. y Francia entera se yer-
gue de nuevo, esta vez contra el enemigo inte-
rior. Una pequei'la parte del mundo obrero res-
ponde a la llamada de la C.-G.-T., y la masa
enorme de las clases medias se subleva coetra
esta nueva dictadura, se opone con todas sus
fuerzas a la revolución social y bace frente a to-
dos aquellos gue, Uamándose pacifistas e inter-
nacionalistas. quieren deseocade.uf la guerra
ci,i1,lIe,ar el bambre a las ciudades y asolar los
campos, so pretexto de llevar a cabo uoa supues-
ta nacionalización de servicios públicos, pero, en I
realidad, para establecer su dictadura a favor de
la miseria y del hambre. Obra criminal contra
la cual el pals entero se revuelve; y del mismo
modo que el «peludo» de 1914 detiene y clava al
«bocbe_ a la orilla del Marne, el pequeno bur-
j!;ues de 1920, ciudadano 'J rural, ell el que "ibra.
cálida e indomable, el alma viviente de la patria.
detiene y clava. en el mismo lugar en que apa-
rece, al bolcbel'ista-sindicaHsta. Bien pronto
más de un millón de sindicados, comprendien-
do la obr-a nefasta a que se pretende arrastrar-
los, se apartaD e independizan de la C.-G.-T.
LEÓN DUQUlT

Tal es, en pocas palabras, el saldo de 101 huel-


ga general intentada en el mes de mayo de
JQ30. Su fracaso fue completo. Asl ocurrirá en
toda nueva tentativa. Más bipócrita que la teo-
rla de la violencia y de la acción directa, la teo-
rla de la huelga general persigue el mismo fin~
lo mismo que aquélla, es una doctrina de vio-
lencia y de muerte. Podrá acaso parecer que
triunfa durante unas horas, pero no será más
que una ilusión. Podrá crear una agitación, des-
truir riqueza, pero no podrá fundar jamás nada
duradero, porque, dlgase lo que se quiera, no
es más que una doctrina de destrucción y de -
odio.
Con ella, en fin, aparece más eo evidencia el
error fundamental de todas las doctrinas sindi-
calistas, error que me be esforzado en poner de
relieve en estas conrerencias. Pretenden estas
doctrinas que todos los individuos de una oa-
ción se dividen en dos clases opuestas y rivales~
la clase de los eapitali~tas y la clase de los pro-
letarios. Nada más ralso. No sólo hay dos clases,
sino que hay numerosas clases de orden profe-
sional,que tienden, no a destruirse entre si, sino,
por el contrario, a asociarse y coordinarse. Una
doctrina no puede ser fecunda y crear otra sino
cuando, muy lejos de predicar la guerra de cia-
ses. afirme, por) el contrario, la necesidad de
asociarlas, de coordinarlas, y busque y procure
hallar la manera de lograrlo.
LA TRANSf'OIUlACIÓN DEL ESTADO 37

Vil

Los dirigentes de la C.-G.-T. parecen haber


comprendido la lección de mayo de 19:<lO y no
creer ya más en la virtud mágica de la huelga
general. Pretenden ahora que su fin es llevar a
cabo. mediante un continuado y persistente es-
fuerzo, una reOTganización completa del trabajo
y de la producción. Han imaginado la constitu-
ción de un nuevo organismo. al que han dado
pomposamente el nombre de Consejo Económi-
co del Trabajo, el cual, por su acción y por su
composición misma, habrá de renovar y fecun-
dar la producción económica. que el régimen
capitalista es, segun ellos, hoy por hoy, impo-
tente para asegurarla y dirigirla.
Fué en el Congreso de Lyon, en 1919. donde
se ba formulado el principio en los términos si-
guientes: (tLa explotación directa, por la colecti-
vidad, de las riquezas colectivas. y la colocación
bajo su control de las {unciones y de los orga-
nismos que presiden las operaciones industria-
les de transformación de sus riquezas y su r~­
parto, constituyen una condición esencial de la
reorganización que queremos emprender. Pero,
siendo evidente la impotencia politica y el ca-
rácter mismo del Poder I no podemos pensar en
aumentar las atribuciones del Estado••• Los re·
18 LEÓN DUGUlT

sultados deplorables advertidos en el pasado,


y que 5e manifiestan lodolJ 109 dias, son cODdt!~
nación bastante de este sistema. Mediante la
nacionalización, entendemos oosotrOE! confiar
las propiedades nacionales a los interesados
mismos: productores y consumidores asoda·
dos ••
Pero Jos redactores de la Declaración de Lyon
no querlan en modo alguno que pudiera creer·
se que la C. G.·T. abandonaba el principio re-
volucionario según el cual se habla constituido.
Por eso, al comienzo mismo de la Declaradón
se consignaba: «Sin que sea posible ningún
equivoco, el sindicalismo declara que, en su
origen, en su actual carácter y en su ideal per·
manente, es una (uerza revolucionaria ..• El mo.
,imiento sindicalista no puede ser sino revo-
lucionario, puesto que su acción debe tener por
fin liberar al trabajo de toda servidumbre. sus-
traer todos los productores a todos los pri"ile-
gios y poner todas las riqu~zas en las manos de
aquellos que concurren a crearlas 1,11
Los mismos principios fut:ron formulados
en Orl~ans. en lQ30. y más tarde, en el mes de
julio de 19H. en L.ille, des pues de violentas dis-
cusiones entre los miembros de la Comisión ad·
ministrativa de la C.·G.·T, y los extremistas,

(1) Tomado de JOQbllUl:, EI tti"4iu'¡ú,,,oyllf C.-C.-T.•


pqinas 233 ., 236.
LA TRANSFORMACIÓN DEL. ESTA.no 39
En su nueva táctica, la C.-G.-T. fracasará
otra vez. Siempre demostrará su impotencia
pafa reorganizar la producción, incluso median·
II! la constitución y la actuación de su Consejo
Económico del Trabajo, toda vez que sigue pri-
sionera de su principio mismo, de la idea radi-
r,:almente falsa sobre la que se apoya su consti-
tución, porque está ligada y comprometida por
sus declaraciones revolucionarias, porque sigue
predicando la guerra de clases, y porque deseo·
noce el poder del capital y la necesidad Ineludi·
ble de su apropiación individual. Cierto que ha
dado UD paso importante al atribuir a los técni·
cos y a los consumidores un puesto en el Con-
sejo Económico del Trabajo, encargado de re-
organizar y dirigir la producción. Pero sabe
muy bien que 109 consumidores no forman cla-
se, porque todo el mundo es consumidor, y
tampoco ignora que el consumidor no tiene,
como tal, cualidad ni competencia alguna para
dirigir una producción industrial, sea la que
fuere. Al asociar de este modo los representan·
les de los consumidores a la dirección de la pro·
duc:ci6n, {no tratará la C.·G.·T. de disimular sus
intendones y ha(:er creer que son paclñcamente
progresistas?
Por otra parte. en la producción, además de
los obreros, afect<J.n creer que sólo los técnicos
pa.rticipan de ella. Se olvida o se desconoce vo-
luntariamente Que hay una infinidad de peque-
I.EÓN DUGUIT

dos capitalistas, a la "el'! trabajadores y propie-


tarios, que COllstituyeo la masa enorme de la
nación, por lo memos en Francia, y que no se
dejarán despojar fácilmente de la parte de
capital que poseen. Bien de veces se h.a de-
mostrado hasta que punto está dividido el
capital en Francia, y qu~ error se comete al
hablar de la concentración, siempre crecien-
te, de capitales. y que numero considerable
hay de pequeños tenedores de obligaciones y
acciones de ferrocarriles y otros valores indus-
triales.
Y, finalmente. tampoco ignora la C,-G.-T.,
diga ella lo que quiera, que si 1& orfl;anización
que preconiza puede aplicarse a ciertas grandes
actividades, muy particularmente de interés
público, que ya constituyen servicios públicos,
o que lo serán, seguramente, en un inmediato
porvenir, nada tiene que hacer con una canti·
dad de actividades que responden a necesida
des ciertas y reales. pero que no pueden ser 01'-
ganizadas según el modelo de los servicíos pú-
blicos, que habrán de continuar entregadas a la
iniciativa individual y Que permanecerán nece-
sa.riamente siendo objeto de empresas privadas,
sometidas a la libre aplicación de la ley de la
oferta y la demanda.
No es, sin embargo, ¡"(uil indicar aqul algu-
nas de las fórmulas que el sindi<:alismo opone
ahora al comunismo, y <:uya vaciedad y contra-
U. TRAltSFORMACIÓN DttL E8TA.OO 11

dicciones internas evidenciarán la inanidad de


la nueva tactica.
El :12 de enero de IQ30, escribla M. Jouhaux
que el fin de la C.·G.•T. es «de organizar para
mejor destruiru. En L'Atelier del 7 de abril
de IQ10, desarrollando y explicando la prece·
dente fórmula, decla: «Nuestro concepto no po.
drla contentarse con una expectativa catastró-
fica que dejara a la catástrofe misma el cuidado
dI! determinar el orden y el equilibrio nuevos."
El proletariado debe situarse en una posición
tal, que le permita tomar a su cargo la subsi-
guiente organización socia!'11
y el 8 de enero de IQlO, en la inauguración
del Consejo Económico del Trabajo, decla tam-
bién el mismo M. Jouhaux: «El taller hará des·
aparecer al Gobierno. pero bajo la condición
e~encial de que el taller venga a ser. no sólo el
taller corporatÍ'to. sino también el tlllller social,
~iempre que htt contenga en 51 todos los ele-
mentos de dirección indispensables para la di.
rección de los asuntos y de los hombres. t::sta
es la prueba que nosotros queremos intentar t ••
«El taller hará desaparecer al Gobierno»;
esta es. como se sabe. la fórmula de Proudhon.
y he aqui cÓmo se muestra por entero la nueva
teorla: 00 más apropiación individual del capi
tal; no más empresa privada; toda la actividad

, \'~ue el TtI"". 9 nero 1920, "Al'. :.


4' LEÓN DUGtJrT

protectora. administrada y dirigida por un Con-


sejo Económico del Trabajo, compuesto de obre·
ros, técnicos y consumidores., No más Gobier-
no: ~ste resulta ¡nutil, puesto que toda la vida
social se resume en la producción económica, y
que esta será regulada y dirigida por el Canse·
o Económico del Tr-abajo, esto es, por ella
misma.
úEI taller hará desaparecer al Gobierno»: he
aqulla nueva fórmula mágica, con ayuda de la
que se quiere abora arrastrar a las clases prole·
tarias a la conquista del capital y al aniquila·
miento de la clase burguesa. Fórmula tan falsa,
tan cogañ1!a, como aquellas otras a las que la
experiencia hizo completa justicia: teoria de la
violencia, leorla de la huelga general¡ siempre
el mito a favor del cual se pretende especular
sobre la necesidad de la fe en (o sobrenatural y
en el misterio, inherente al corazón elel hombre,
sobre todo de 105 que sufreo y padecen.

VIll
No podrla pretenderse, sin embargo, asegu-
rar que 00 hay alguna parte de verdad en la
doctrina sindicalista, tal como la formulan hoy
los dirigentes de la C.-G.·T., y singularmente su
Secretario general, M. Jouhaux.
Lo que bay de verdad es que hoy, en razón
1..\ TRAHSFOIU.l4CIÓN OI!L ESTADO 43

de la transformación profuoda que se opera eo


la vida económica de lag Sociedades modernas,
a consecuencia de los descubrimientos cientlfi-
cos, transformación que puede expresarse di-
ciendo que la economta nacional sustituye cada
. . ez más a la economla doméstica, un número
cada vez: mayor de actiyidades deben ser orga-
nizadas en servicio publico. Asl, al lado de los
viejos servicios públicos de defensa, de justicia
y de policla, en los que el Estado se mostraba
exclusivamente como Poder, ha venido consti-
tuyéndose toda una serie de servi~ios públicos,
en los que no aparece en manera alguna el me-
llar aspecto de poder público. Reconocido esto,
preciso es ioferir con toda lógica que, para que
los servicios públicos de este orden puedan fun.
cionar útilmente, es mene!'!ter industrializ:arlos
en la medida de lo posible, sustrayéndolos a la
acción polltica del Gobierno y confiriéndoles una ,-
dirección autónoma a la que aparezcan asocia-
dos, bajo el auperior cootrol del Gobierno, los
técnicos, los obreros manuales y, si se quiere y
eo una proporción 8 determinar, los represen-
tantes de aquellos que hacen uso más habitual·
mente de! servicio.
~ada más cierto que algunos grandes servi-
dos que boy funciollaa bajo la dirección inme-
diata del Gobierno, y no han recibido aún el me·
nor grado de autonomta, podrfan, desde luego,
ser útilmente organizados coo(orme a este siste
LEÓN DUGUIT

ma, e industrializados y patrimonializados, esto


es, recibiendo un patrimonio y un presupuesto
distinto de los del Estado, y cuyo producto 8~­
da exclusivamente destinado al funcionamiento
y mejora del servicio, dotándole además de una
dire.::cióa autónoma, pero colo.::ada bajo el con·
trol inmediato y permanente del Gobierno. Por
mi parte, creo que habria no pequeñas ventajas
en reorganizar conforme a estos principios el
servicio de Correos y Telégrafos. La Cámara de
Diputados ha recibido ya, por lo dcmh, varias
proposiciones en este sentido.
Los ferrocarriles constituyen. indudable-
mente, un servicio publico, yel principio de·oa.
cionalización, tal como pareela entenderlo la
C.·G.-T., puede defenderse muy bien teórica-
mente. Pero es preciso tener en cuenta la situa·
ción de becho exigtente , las concesiones otorga-
das a las Compai'ltas, cuyos capitales, contra lo
que falsamente afirman los agitadores sindica-
listas. no están concentrados en las manos de al· .
gunos grandes capitalistas, sino divididos, has-
ta el infinito. entre una multitud inmensa de pe·
quei\os tenedores. las Cámaras acaban de aproo
bar un convenio entre el Estado y la, grandes
Compañlas, en términos que parecen aportar fe-
lices modificaciones al régimen de nuestros ca-
minos de hierro.
finalmente, es también exacto que ciertas
actividades. boy completamente abandonadas a
LA TlU/'fSFOJl/llACtÓN DEL ESTADO 045

la iniciativa privada, habrán de ser, en on por-


venir no lejano, organitadas en servicio público
indostrialitado conforme al principio general
patrocinado por la C.·G.-T. Por ejemplo, es pro-
bable que no tarde mucho en hacerse esto con
las minas, la bulla blanca, los seguros y acaso
el su ministro del petl óleo. Pero lo que no dicen
los sindh::alistas es que, a pesar de esta transfor-
mación, los capitales privados que tienen su co-
locación en estas empresas d:berán continuar
recibiendo su remuneración. Lo que tampoco
dicen los sindicalistas, o, por lo menos, !'lO lo di-
ceo. de modo suficientemeo.te claro, es que la
orgaaiu.ción en servicio público de estas gran-
des actividades de interés general, cuyo funcio-
namiento debe estar asegurado de manera ab-
solutamente continua. excluye totalmente la
huelga por parte del personal encargado de ~l.
Huelga y servicio público son dos cosas contra-
dictorias que se excluyen. Todo servicio públi·
co implica, por defloici6n, una acción perma-
nente y continua: toda huelga es una cesación
de trabajo y, por consecuencia, una interrup-
ción de la acción. Que los trabajadores no se en·
ganen y DO persistan en creer en el pr~t~odido
der~cbo de huelga intangible. Toda hu~lga de
servicio público es un crimen, y debe hl.lber-y
habrá, seguramente. siempre-una fuerza go-
bernante para castigar este crimen y prevenirlo
en la medida de lo posible.
LEÓN DUGUIT

Esto demuestra, .1 mismo tiempo, cuénto


hay de falso en la forma con que los sindicalis-
tas nos aturden actualmente los oidos. No: el
taller no reemplazará al Gobierno. Aun admi-
tiendo que el taller Sea una fuerza gubernamen-
tal, podemos. desrlt: luego, asegurar qut: no es
la única existente en los paises modernos, y par·
ticularmente en Francia. Hay una fuerza de la
que, hágase 10 que !te haga, no se puede, segu· j

ramente, desconocer la potencia política y social, ~~


ya que es la fuerza del número. La pura doctrl- j
na democrática yerra cuando afirma que existe
una voluntad, única y colecti,a, de la nación,
distinta de las voluntades individuales compo-
nentes. Pero. en cambio, acierta cuando enseña
que todos los indi.iduos que componen una ca·
lectividad nacional tienden a participar del go-
bierno, y que la mayorla numhica de 108 indi-
viduos de una nación debe ejercer necesaria-'
meote, si no la totalidad, a lo meno!'; una parte
preponderante del poder polltico. Desconocer
este becbo es ir contra la evidencia, es preparar
el camino de la anarqula o de la dictadura.
Si cuando se dice que el taller reempluará
al Gobierno. quiere d~cirse que aquellos qu~par·
ticipan en la producción, y sólo aquellos, orga-
nizarán y reglamentarán esta producción, que
su papel se limitará a esto y no habrá ya más
poder politico, sino tan sólo una dirección de la
producción económica, entonces lo que babr4
1.... TRANSP'ORM ... CIÓN DEL ESTADO 17

sera, sencillamente, la anarqula y el retorno del


hombre a la barbarie. Puede ,oaarse una socie·
dad en que no baya autoridad polltica. Pero se·
rn~jacte sociedad, ¿ha existido nunca? ¿Podrá
jamás existir? No cabe duda de que, respondien-
do a una rórmula de J.-J. Rousseau, si hubiera
un pueblo de dioses, este pueblo podrla vivir sin
gobierno. Pero el caso es que estamos en la tie-
rra y no en el cielo, y en las sociedades terres-
tr~s la existencia de un Gobierno polltico es in-
dispensable. Cierto es que trae consigo muchos
males; pero si no lo hubiera, los males serian
mayores! los sindicalistas lo han advertido per-
fectamente.
Por esto, precisamente, es por lo que me in·
dino a creer que, cuando ellos lanzan a todos los
viento:> su fórmula resplandeciente: «El taller
sustituirá al Gobierno., en su pensamiento, esta
fórmula significa que importa acelerar la llega-
da del momento en que todos los obreros coo-
centren en sus manos todo el poder público; en
una palabra, que es preciso preparar la dictadu-
ra de\ proletariado en sentido bolche.,ista.
Dicho se está que semejante tiraoia 00 podrá
instituirse jamás ~n Francia; y anado que es im-
posible en todo pals que ha llegado, la posesión
del puro concepto de la democracia. La mafa
POpular, los individuos conscientes del sentido
democrático, que es sU ambiente polltico, ge te-
Vantarian como un solo bombre y se lanzarlao
LEÓN DUGUIT

contra aquellos que pretendiesen imponer el


poder tiránico de un grupo cualquiera. Si a fa-
vor de la violencia y de la tuerza brutallleg-aran
algunos agitadores y conductores de masas
sindkalistu a apoderarse del poder, su reino DO
pCldda ser más eflmero, porque el número DO
tardarla en imponer su voluntad. Si Lenine y su
banda han podido imponer, desd~ bace más de
cuatro años, su dictadura a Rusia, es porque el
pueblo ruso está todavla bien lejos de poseer
una conciencia demoli-rática y nacional.
Lejos de mi el negar que en la organización,
polltica del Estado moderno debe establecerse,
aliado de la representación num~rica. una re-
presentación polltica de todo8 los grupos socia-
les, no sólo de 10$ Sindicatos obreros, sino de
todos los Sindicatos, o, por mejor decir, de todas
las clases profesionales organizadas sindical-
mente. No bice en toda mi labor, precisamente.
otra cosa que defender la representación profe-
sional. Pero esto se baila en los antipadas de la
fórmula sindicalista-bolcbevista: «El taller 3US-
tituirá al Gobierno».

L'(
La nueva fórmula de la dOctrina sindicalis-
la, o, para bablar como M. Maxime !..eroy, la
nue9'a t~cnica del sindicalismo. no sólo conduce
a la aoarquia o a la dictadura del proletariado,
LA TRA.NSFORMACIÓN DEL ESTA.DO 49

sino que implica la supresión de toda apropia.


(:Íón individual del capital. Hace ya bastante
tiempO que, bajo todas las formas, se ha demos·
trado que la apropiación individual dt!1 capital
habla constituido un progreso enorme, que su
supresión seria la 'fuelta a la barbarie, que la
propiedad capitalista es la condición indispen·
sable de una producción intensa, y que, lejos de
s~lprimirla, lo indispensable es extenderla o,
por mejor decir, difundirla. De esta "erdad te·
nemos hoy, 00 tan sólo uoa demostración teóri-
ca, sino también una demostración práctica,que
se desprende, con una evidencia abrumadora,
de la experiencia rusa.
Se ha podido, durante algón tiempo, enga-
nar 8 las gentes ingenuas y de buena fe sobre el
estado de la Rusia bolchevista. M. eachín y
.\1. Frossard han podido exbibir, pre&tándoles
108 mas alegres colores de la fantasla, ante los
ofuscados ojos del mundo obrero, lleno de fe y
de esperanza, J09 esplendores paradisiacos de
que los unioe y 109 Trostki les hablaD imbui-
do. Pero hoy, ya, las caretas caeo, los embustes
se deshaceD, Ja farsa queda al descubierto; el Ór·
gano bolcbevista la Pro,vaJ, de MOlcou, !le ve
obligado a escribir: «<Nuestra decadencia se pre.
cipita con loca y atropellada velocidad, en tanto
que la reconstitución se ha becho casi imposi~
ble. {Cómo reconstituiremos nuestra ganadería,
que está casi agotada? ~Cómo podremos cons-
I
trulr las barracas que nos faltan para alojar a
nuestra población civil, 00 teniendo ni clavos,
ní cartón embreado, ní colores, ni ninguno de
los materiales indispensables para la edifica-o
ciónt.
Lenine mismo se ve forzado «a pedir a lodos
los ciudadanos, sin distinción de opinión, a aeu·
dir en su ayuda en este critico momento de la
obra de reconstrucción de la industria nacional,
arruinada por la guerra civil y por ciertos indi-
viduos pertenecieotes al partido comunista, y a
reconocer que 105 idealistas puros, al no tener
en cuenta las circunstancias, ban sumido a la
industria en el marasmo absoluto.» Y se asiste
a este interesante espectáculo de ver al dictador
ruso, al gran sacerdote del comunismo, lanzar
un apremiante llamamiento a los hombres de
negocios alemanes, americanos e ingleses para
salvara Rusia del bambre irresistible que la ¡m·
plantación de la doctrina comunista desencade-
nó sobre aquella desventurada tierra, sujeto de
experiencia '.
La necesidad irresistible de mantener la apro--
piación individual del eapital es de tal modo evi-
dente, a partir de la experiencia rusa, que algu·
nos sindicalistas. más inteligentes o más sin·

I lA Tt"Mp •• U do junio de 1921. Vé~ el discuno de


Leniae en el X Coafreso del partido comunista ea Mos-
cou, pub. ea L'EtlrOle NOtIfJelle, 21m&yo 1921, p. 668.
ceros y valerosos que los ntros, juzgaron de su
obligación, en el Congreso de Ullc del mes de
julio último, poner a sus camaradas en guardia
contra toda tl:ntativa que se hiciese con el fin de
realizar inmediatamente la supresión de la pro-
piedad capitalista. M. Merrheim, Secreta río del
Sindicato de metales, pudo decir. sin ser inte-
rrumpido: «¡Oh! Me hacéis reir cuando hablái.s
de la quiebra del capitalismo en los momentos
mismos en que. por dondequiera, el capital yer-
gue su cabeza. más orgullosa que nunca, en el
preciso instante en que vuelve a Rusia para rC 4

organizarla y levantarla sobre las ruínas acu-


muladas por la Revolución.» M. LavieUe, del Sin-
dicato de los P. T. T., pudo tambito, entre 10&
¡¡plausos de una grao parte del auditorio, afir-
mar ceel borrar que le inspira la evocación y el
conjuro de una catástrore social que acarreada
más miseriu. y pedir (juna re,olución progre-
siva, la de los ,ientres lIeoos. y no la de las tri-
pas vadas '»,
Las mismas contradicciones que aparecen
en algunas de las fórmulas hoy empleadas de-
muestran las vacilaciones y dudas de los siodi·
calistas inteligentes, que no se atreven a apar..
tarsc completamente de la iglesia, pero que per-
..:·~ben ya la inaoidad de la doctrina y el peHgro
de su aplicación. M. LayjeJle babia, como se

I Ú Tt",ps, 28,31 Julio 19Z!.

BIIILIOTECA DE LA
SUPREIIA com DE JUSTICIA DE LA r.ACIOI
LEÓN DUGUIT

acaba de ver, de una revolución progresiva.


Hásta aqui, yo crela que lo propio y caracteri~­
tic') de !a re'fo!ución era el ser brusca y rapida,
a diferencia de la evolución, que es, por natura-
lez.a, lenta y progresiva. No se atreven aún a no
bablar de revolución, ~ro se disfraza y disimu-
la 1.1. palabra con un epíteto contradictorio.
Igual vacilación, la mism" antinomia. se advier-
t~ en esta fórmula de otro sindi~alista: IIIEI pro·
letariado es revolucionario cuando construyej
es reaccionario cuando destruye .•

x
Creo haber dicho lo bastante para demostrar
la inanidad y el peligro de la doctrina sindica-
lista, sean cuales fueren las lórmulas que revis-
ta. El principio de que parte es ralso; los me-
dios de acción que preconiza no pueden condu-
cir, ni de hecho han conducido, dondequiera
que de e!lo se hizo la experiencia, a otro resulta·
do que a la miseria, la destruc..:ión, el hambre,
el dolor y la muerte.
Pero si la doctrina sindicalista carece, te6ri·
camente, de todo valor, y e'li, prácticamente, ne
(asta, si la aplicación que de ella se ha hecho ha
sido profundamente nociva, el hecho sindicalis-
ta permanece, no obstante, siendo UD hecbo
cierto y rcal, dc primordial importancia, dota·
1.0\ TRAN'5F'ORMACtÓI'f DEL Ef,UDO ~J

do de los caracteres que be tratado de determi.


oar en e5t~ modesto libro. Sin embargo, en la
bora actual parece haber, si no un retroceso, al
meOOS una detención, un compás de espera en
la evolución sindicalista. Lo que precede de-
muestra que la causa verdadera de ello es la ano
tinomia que existe entre el becho social, consi-
derado en su realidad, y la teorla cuya aplica .
.;ióa se quiere imponer a viu luerza.
El individualismo propielan'stlJ, tal como lo
produjo la Revolución rrancesa, de la que es le·
gitimo heredero, esU. sin el menor genero de
duda, en camino de desaparecer. El concepto
individualista puro na corresponde ya, ni a los.
hechos ni a las ideas de nuestra ~poca. La con-
dencia moderna está impregnada de la idea de
que bay un deber de trabajar, que se impone ri·
gurosamente a todos. y que la participación en
las "enujas sociales debe hallarse en razón di-
recta de la suma de trabajo que cada uno apor·
la a la colectividad. La Pfopiedad capitalista ya
no se entiende boy como el derecbo intangible
del titular. sino como una situación que le im-
pone obligaciones, asl como el interes se consi-
dera como la remunltraCiÓD de la función social
cumplida por el capitalista. Es incootest«ble
también que la noción de UDa potencia de mlUl·
do, imponiéndose como tal a los gobernados,
tiende a dcparecer para dejar paso a la noción
de deber imponiéndose a los gobernantes. Las
LEÓN OUGUlT

diversas clases sociales. que responden a las di-


lerentes categorlas de labores realizadas en el
va6to taller social, tienden a estructurarse jurl- 'j
dicamente de manera definida, a organizarse y
a coordinar sus esfuerzos para el mejor cumpli-
miento y realizadón del trabajo social. De esta
suerte va operándo!'lc indefectiblemente una
profunda transformación en las socied3des mo·
dernas, y asl, insensato seria desconocerlo, tie-
ne razón plena la doctrina sindicalista cuando
afirma que loS viejos moldes jurirlicos desapa-
recen para dejar amplio y expedito el camino a
los nuevos moldes.
En cambio, la doctrina sindicallsto:: !lC equi-
voca de medio a medio, se ataca y se desbarata
a si misma, provoca des.órdenes y choques, pa·
radas y regresiones tn la evolución sodal, cuan-
do predica la guerra de clases, cuando afirma
que no existe en las sociedades maduoas má'!
que dos cla!\t!'s opuestas y rivales, cuando las
incita, las arma y filas lanza :n Sdonb de ~ue.rlra .¡. .
UDa contra otr8, Ya fina que ..sta e e aOlqUI ar
ti; aquélla, cuando quiere suprimir la 8propia~

ción individual del capital, cuando pretende


sustituir al gobierno por el taller, cuandf) pre-
tende, en fin, sustituir por la conciencia sin di-
callas conciencias individuales.
Coexistencia, en el espiritu humano. del sen·
timiento individual de justida y del sentimien-
to ,ocial de solidaridad; pluralidad de las clases
LA TIUI'iSP'ORllACIÓN DEL ESTADO SS
sociales, tendiendo, a pesar de las resistencias,
de las luchas y de las violencias momentáneas,
a acercarse, a compenetrarse, a coordinarse y a
colaborar, apropiací6n individUOIl de la rique:r:a,
estimulante indispensable del trabajo y de la
producdófl; existencia de un poder superior oro
ganizado, que sancione por la fuerta la regla so·
cial, imponiendo a cada uno los deberes corres·
pondientes a su situación en la socíedad: he aquf
tantos bechos cuantos los requiere el esfuerzo
humano, de que son legitimo (ruto, esfuerzo
milenario, cuyo desconocimiento conduce fatal.
mente a una sociedad a la miseria, al hambre y
... la muerte. El ejemplo de la Rusia bolcbevista
es de ello prueba flagrante.
}llIrdeol 1 de 'plO de 19~f.
PRIMERA CONFERENCIA

I. La regla de derecho o d~t~o objell.o. -tI. CarAc-


u:r melaflsico de la noci6n de derecbo lubjetil'o.-
nI. lnexi.tencla del poder p(¡bllco concebido como
derecbo 'lIbjeth'o. - IV, Pellvo social de elite con-
cepto.

SE~ORAS T SEAoRES:

N o sin alguna aprensión abordo el asunto


que ha de ser el objeto de estas tres con·
ferencias. En modo alguno temo exponer aqui
ideas, algunas de ¡tlS cuales pueden parecer te-
mtrarias o paradojas. Bien lOé que en esta casa 1,
tan ampliamente abierta a todas las opiniones,
vengan de donde vengan o vayan adonde vayan,
el derecho de decirlo todo no tiene más I!mite
que la buena fe del conferenciaote.
Pero, francamente, temo ponerme a mal a la
vez: con Jos socialistas y con los juristas orto-
doxos. Con aquéllos estimo que ya lo estoy.

I t. Escuel. de Alto, Estadio. Sociale,.


LEÓN DVGUIT

Tengo el honor de tnseñar Derecho desde hace


veinticinco años. Ahora bien: los profesores de
Derecho son todos sospechoso" para los socia-
listas. Uno de éstos, y de los más calificados.
M. A. ~1ater, en un articulo de la 'RevuC' Socia.- .
li$l~t declara que "con razón se mira el Derecho
como un instrumento de la clase burguesa, el
estudio del Derecho como una disciplina con-
servadora, y los iur¡~tas como reacdooarios
profesionales .•. ; que los profesores de Derecho
remunerados por el f;stado están obligados a
halagar a la clientela rica, única que asiste a sus
cursos y compra sus libros». Y no es ~so lodo.
M. A. Mater, despu~s de buscar una injuria más
cruel para nosotros, no ha encontrado nada me-
jor que colocarnos ... al lado de los sacerdotes
y los guerreros. Espera, en e:ecto, "que co el
nuevo régimen económico. Jos jurist,as no ha-
brán de durar más que los pomlfices y los gue-
rreros» l. -

No oecesito deciros que esos ataques me de-


jaD totalmente indiferente. Pero estas conferen.
cias de scgUfQ que no har.1n más que excitar el
odio vigoroso de M. A. ~1ater contra lag ¡uris-
tu. Me propongo, en efecto. sostener que la
doctrina de la lucha de clases es una doctrina
abominable, y que si la clase burguesa DO tiene

I A lbtet", lA ,odali,,,,ejllridiqlltl. RevHe Socialisle,


tomo XL (jlllio-didembre 1904), pá,ína, 9 y 40.
LA 'rRANSFORMACIÓN DEL EfiTADO 59
el der~cbo de paster, a titulo exclusi.o.los ins·
trumentas de producción, la clase obrera, la co·
lectividad, tampoco lo tiene, y que ni las clases.
oi la sociedad, ni los mismos individuos tienen
como tales derecbo alguno.
Digo: ni Jos individuos. He ahi por qué, eS-
tando ya a mal con los socialistas, temo ahora
indisponerme con los juristas ortodoxos. No
son, sin duda, los reaccionarios profesionales
que dice M, A. Mater. Pero no es dudoso que la
mayorla de ellos, nutridos por el romanismo,
inclinados a ver en el Digesto. en Potbicr y ea
d Código N~poleón la ültima palabra de la sabio
duria bumana, quieren dar como primer ej·
miento a toda sociedad civilizada el derecbo de¡
individuo, el derecho &ubjdivo, el poder del iodi·
viduo de imponer su personalidad como tal a la
s,>ciedad y a los demás individuos. Ese derecho.
dd individuo se les .orrecla hasta cristalir.ado en
unl Corma rlgida, que modelaran los juri~tas
romanos V que adoptaba el Código Napoleón:
la propiedad individual, que Corma como la sin·
tesis de todos los derecbos individuales.
Ahora bien: me propongo sostener que si la
sociedad no tiene derechos, y si las di versas
cla~es sociales no tienen derec.hos, el inciividuo
tampoco los tiene. Estimo que la noción de
derecho sllbjetivo, es decir, la noción de un poder
que pertenece a una persona para imponer a
otra su propia peuonalidad, es una noción del
60 LEÓN OUGUIT

orden metaflsico, que no debe tener lugar en la


organización positiva de las sociedades modcr~
nas. Ese concepto del derecho subjetivo, que
algunos nos presentan como un.a verdad abso-
luta, no ha sido más que un momento en la his-
toria eternamente mudable de las instituciones
y de las ideas; un momento, sin duda impor.
tante, lo admito, pero nada más. Supongamos
que, habiendo surgido a su hora, ha desempe-
ñado un papel importante y prestado inmensos
servicios. Pero hoy su reino ha terminado. Es-
timo que aquellos que aun pretenden fundar un
sistema politico y civil sobre esta concepción
caduca. praparan una legislación sin valor prác-
tico y edifican fuera de los hechos una tecDica
juridica que no es más que una escolástica n-
cia. En una palabra: pienso que está en camino
de elaborarse una sociedad nueva, de la eual
ban de rechazarse tanto la noción de un dere-
cho perteneciente a la colectividad para mandar
en el individuo, como la noción de un derecho
del individuo para imponer su personalidad a
la colectividad y a los demás individuos. Y si,
atendiendo a las necesidades de la exposición,
personificamos la colectividad en el Estado,
niego lo mismo en el derecbo subjetivo del Es~
tado que el derecho subjetivo del individuo.
Por lo demás, el titulo que, en defecto de
otro, se ha dado a estas conferencias, no es
exacto. Al hablar de derecho social y de d~echo
u. TRANSl'O'UIAr.16N DEL ESTADO fJI

ín:lividllal 1, no tengo la intención de proponer,


despues de otros mil, un nuevo sistema para
armonizar los derechos de la colectividad y los
derechos del individuo, sino tan sólo mo~trar
que ni la colectividad ni el individuo tienen de-
rechos; que no hay ni derecho social, ni dere-
cho individual.

I Rceuf:rdese que el libro de M. DUl"uit se titula en 1.


~ici6" (raacesa Ú ¡lroll sod.l et 1, tlrQiJ ¡',dividud ,1
J¡f IruljorntaliON d, l'Et'd.-(N. d,l r.)
LA REGLA DE DERECHO O DERECHO
OBJETIVO

N o creáis, sin e-mbargo, que yo estimo que


no hay e el mundo social nada que 'imi-
te la fuerza: material, y que 00 veo en nuestras
sociedades modernas mAs que conflictos de ape-
titos, de choques de fuerzas brutales, conside-
raodo que el individuo o el grupo mejor arma-
do y más fuerte crea el derecho en virtud d, su
mismo triunfo. No soy un pequei'lo Nietzsche.
Por el contrario. tengo la profunda convicción.
de que los hombres. por lo mismo que forman
parte de un grupo social y basta de la bumani-
dad entera, están sometidos a una regla de con·
ducta que se les impone. Pienso que los indivi ..
~ duoI no tienen derechos, que la colectividad
tampoco los tiene: pero que todos los ¡ndivi ~
duo' estdo obligados, porque lIon seres soda-
les, a obedecer a la regla social; que todo acto
individual que viola esta regla provoca necesa.
riamente una reacción social, la cual reviste
1,'\ TR,\SSFORMACION [')EL EST,\OO b)

íormas diversas, según los tiempos y según los


paises, y que todo acto individual, conforme a
esta regla, recibe una sanción social, que varia
también segun los tiempos y segun los paises.
Esta regla social, sea cual fuere el nombre
COI'l <lue se la designe y el fundamento que se le
de, existe, sic duda, na puede mecos de existir,
porque sin ella la sociedad no existida. Toda
sociedad es una disciplina, y como el hombre
no puede vivir sin eodedad, no puede meno!!
de vivir sometido a una disciplina. Mi iatención
aqui no es demostrar más detenidamente la
realidad de esta regla, ni determinar su funda-
mento, He intentado hacerlo en otro lugar 1,
Todavia resuenan en esta sala los acentos elo-
cuentes, con los cuales M, León Bourgeois,
M. Darlu, M. Raub y M. Gide. afirmaban, aun
no hace mucho, el principio de la solidaridad, y
desenvolvian sus aplicaciones principales t.
Creo que, en efecto, la regla social de que
hablo tiene por fundamento el hecbo de la soli~
daridad social, el cual, por mi parte, no entien-
do, sin embargo, enteramente como los elo-

L Con., mi obra titulada. L·ttat, Ir 11,.011 objtUifd t.


l~' pontif!t (1907), especialmente lo. capítulo. 1 111.
I EUtfí d'u"e ,hilo.ophit de ltf solidarlll; conleron-
('la. y di&<:u$ionet (1901.1902). Ú$ t{,pliu,lio~ $Od"'t.
tlt la slJlIda,.ill; cOllferencill~, I?O:?-1903 (Pflfls, FéIÍll:
AleAn).
LEÓN OUOUIT

cuentes oradores cuyos nombres (lcabo de citar.


Sobre todo, no veo cómo puede introducirse
aqul la idea de un cuasicontrato que tan a me'
do se ha invocado. No veo lo que esta expresión,
apartada del sentido preciso que tiene en la téc-
nica del Derecho romano y del Código civil,
añade para la determinación de la noción de
solidaridad social. Ea la solidaridad sólo veo el
hecho de la interdependencia, que une entre si,
por la comunidad de las neeesidades y la divi-
si6n del trabajo, a los miembros de la humani-
dad, y especialmente Jos miembros de un mis·
mo grupo social. Y a6ado que se ha hecho
desde hace algunos a60s un abuso tan extra60
de esa hermosa palabra de solidaridad, que
ahora vacilo al emplearla. No hay polltico de
campanario que no hable de la solidaridad so-
cial, sin comprender, por lo demás, el alcance
de esas palabras. Por eso prefiero decir: la in-
terdependencia sodal.
Los hombres, pues, están sometidos a una'
regla 50ciallundada sobre la interdependencia
que los une. Esta regla es preciso y necesario
que exista. Si se discutiese su fundamento, 00
vacilarla en postlllarla, como dicen los filósofos.
Asl como Euclides fundaba todo sU sistema de
geometrla en el postulado de las paralelas, asi
el hombre moderno puede fundar todo el siste·
ma polltico y sodal sobre el postulado de una
regla de cOI'lducta que se impone a todos.
S610 afladiré sobre este punto dos observa·
dones. En primer lugar, esta conducta DO es
ona regla de moral, sino una regla de derecho.
No se aplica más que a las manifestadoocs el[·
tcriores de la voluntad humana; no se impone
.. 1 hombre interior: es la rCloJla de sus actos ex·
(~ríores. y no la de sus pensamientos y sus de·
seos, como, por el c.ontrario, debe ocurrir con
toda regla de moral. Ademá!l, no impone al
hnmbre: más que IrJs a.:tlls que tienen un valor
social y porque tienen semejante valor. Nuestra
regla no está Cundada en la idea que se Corma
de cierta cualidad en si del acto exi~ido o prohi.
bido, siDO sobrc el efecto social que es suscc(JÜ·
bit.: de producir talo cual acto individual. Nues-
(ra regla es como la ley organica de la vida so·
cial, sin que por otra parte demos a csa~ expre·
siones más alcance que el de una simple met!·
(ora.
Por lo expuesto se ve tambien, y esta es mi
segunda observación, qu(: diferencia profunda
separa mi concepción de una regla social que
llamo re¡rla de derecho, de la antigua coocep·
>':lón del derecho natural '. Esta es la concep·
ción de un derecho ideal, absoluto, verdadero,
de una verdad geométrica, que los bombres

I Comp. ~Qy ea su critica de mi libroL'Élat, le dr()il


U,j".ti",..
objtclif, (!II 1.. Rn¡I>It Critiflf, lit 1" 1901,
pAriDA ~08.
l.rcóN DUOUlT

deben eslon.arse por alcanzar, acercándose a él


constantemente. Nuestra regla de o.lcrecho, por
el contrario, DO tiene nada de absoluto. No es
uo ideal, es un h~cho. En la esencia cambia,
como ¡as sociedade'\ bu manas; se deriva de su
estructura infinitamente 'Variable, es decir, que
varia con la forma de vida tan diversa que nos
presentan las socitdades humanas.
Por ultimo, la doctrina tradi.:ional del dere·
cho natural deSCaRga !lobr\! el reconOCimiento a
todo individuo humano de ciertos derechos que
nat'Jralment~ le pertenecen, a causa de su cali4
dad de hombre, o según la expresión del malo·
grado Henry .\Hchel 1, a causa de la eminente.
dignidad de la persooa humana. Esos derechos J
los recbazo enérgica meo te, porque son concep- ,
tos metaflsicos J priori que no pueden servir de '
fundamento a un sistema politico positi,o.
Además, esta regla social no puede rundar,
ni en beneficio del iodividuo, ni en beneficio ~e
la sociedad, verdaderos derechos_ Sólo implica
el poder para los individuos, que detentan la
fuerza, de organizar una reacción !iocial contra
los que violan la regla. Implica también para
todo\! el poder de cumplir libremente las obli-
gaciones que impone. En una palabra: no da a
nadie. ni a la colectividad ni al individuo, dere-
chos subjetivos; es decir, el poder de imponer

, L'idü ti, rtl.t (l89~), p••. ~4~.


1...,.\ TRANSFOP.M. ... CIÓN DEL ESTADO 6¡

como tal su personalidad colectiva o individual,


Se limita a proporcionar a todo individuo, en el
medio social, cierta situación estrechamente
dependiente de la de los demás, y que le lleva a
uoa cierta actitud activa o puiu, Implica la
re~la social para todos un cierto estado que de
la misma se deriva, y que podrlamos calificar
de silUolción objetil112, para oponer)a al detUho
!'IIbjelillo que yo niego, Asi nadie tiene en el
mundo social otro poder que el de realizar la
tarea que le impone la regla social. o, si se quie-
re, que le impone la situación que tiene en el
.,istema de interdependencia que une a los
miembros de un mismo grupo social.
Si queréis aceptar estas expresiones de dere-
cho subjdi~>o y de dtrecho objeiivo, dir!a en dos
palabras que boy, a mi juicio, está en vlas de
constituirse una sodedaá de la cual se excluye
la concepción metafisica de derecJw subjeli1l<),
para dar lugar a la noción dd derecho objetivo,
que implica para cada cual la obligacióD social
de cumplir una cierta misión y el poder de rea-
lizar los actos que exige el cumplimiento de
"sta misión,
Esta doctrina la be desenvuelto, hace ya sie-
t~ año!!, en una ~poca t en que. debo declararlo.
aun no habla leIdo el Sistema de poW.á positiva,

IV, el libro y. cit.do, L'Et.t, I~ 4rrnl flbjtt.lif d ¡.


lo; potil{tlr, 1901.
68 1.EÓN tlUGUIT

de Augusto Comte. Me be confirmado en ella


con la lectura del siguiente pa!laje, que bien qui-
!'iera se fijase, •. en la Cámara de Diputados: ilLa.
palabra dtrecho-, escribe Augusto Gamte, debe
ser desterrada del verdadero lenguaje politico,
con la misma fuerza que la palabra calls~ del
verdadero lenguaje filosófico. Oc esas dos no~
cioces teológico-mctaflsicas, la uoa-la de dere-
cho-es ya inmoral y anárquir.:a. mientras la
otra -la de causa-es irraciooal y sofistica. No
puede existir verdadero derecho, a no ser que
los poderes regulares emanasen de voluntades
sobrenaturales. Para luchar contra esas autori·
dades teocráticas, la metaUsica de los cinco ul~
tim~s siglos introdujo los pretendidos derechos
bumanos. que DO impli.:an sino una función
negativa. Cuando se ba intentado darles un
destino verdaderamente orgánico. pronto bar)
revelado su naturaleza antisocial, con la ten~
dencia !>iempre a consagrar la i,'ditidualidad,
En el estado positivo, que no admite lltulo ,e~
leste, la idea de derecho desapare::e ¡rrevoca
blemente, Cada cual tiene deberes para con too
dos, pero nadie tiene ningún derecho propia·
mente dicho .•. En otros términos: nadie posee
otros do:::rtchos que el de cumplir siempre coo
su deber» l.

I Au&,uuo Comtc, Syllimt d~ ,olili'i"~ ,onHfJl, ~di.


d60 1890, 1, ¡¡Ji', 361.
I.A TRAto:!>PúlUltACIÓN nt:l. F.:'iTAI'" 6q
Asf, pues, sobre el fundamento de la elimi·
naci6n de los derecbos subjetivos se cOllstituye
un nueVQ régimtn pollti..::o y social. He shi lo
que yo quisiera intentar demostrar en estas
l·onferencias.
11

CA.RÁCTER ~1ETAFfsICO DE LA NOCIÓN


DE DERECHO SUBJETIVO

H E definido ya el dn'~cho subjetivo :como el


poder reconocido en una persona, para
imponerse como tal a'otras personas, sea cual
fuere. por lo demás, la persona considerada, in.
dividual o colectiva. La persona titular del de~
recho se dice que es el sujdo de ese derecho; la
persona a la cual Se opone el derecho se dice, a
veces, que es el s"jeto pasivo de ese derecho. La
definición que he dado del derecho subjetivo se
presenta con variantcs, en las cuales se ádvierte
fácilmente el influjo de la doctrina hegeliana.
Asi, en ocasiones, se dice que el derecho subje-
tivo es el poder de una voluntad colectiva o in-
dividual de imponerse como tal a otra volun-
tad l. Definición que equivale a la primera, por.
que se considera abi la manifestación por exce·

I JelliDek, Syuem de, s.1tjdliflen 6ffenllic1uH Rech.


le, 2,- eme" 1905, pAg, 4, '
LA TRA"SFORMACIÓN DEL ESTADO 7'
Icncia de la personalidad, el acto de voluntad.
A esas definiciones se ba opuesto la doctrina de
lherin,g, cuya fórmula es bien conocida: «Los
derechos son intereses juridicamente protegi-
dos» '. Ihering quiere decir: intereses protegi-
dus por la intervención reglada de la fuena COA
lectiva. Un profesor muy distinguido, M. Mi·
("houd, ha intentado edificar, sobre la base de
e:.ta definición, toda una teoria para demostrar
que la existencia de un derecho subjetivo no
implica la existencia de una voluntad titular de
ese derecho, y que, por consiguiente, la perso·
n<tlidad juridica puede tener elementos despro·
v¡!>tos de voluntad l . Pero nuestro sabio colega
no ha visto que la definición de Ihering, si no es
inexacta, es imcompleta. El derecho subjetivo
puede tener, en efecto, por soporte un interés,
pero este interés no puede constituir un dere-
cho más que cuando es querido, y un derecbo
en beneficio sólo de la persona que 10 quiere 11.

• Iberin" E$f1rlJ 4 .. 4rflil rOMailf, edie. fraDC. (1878),


lomo IV, pA,. 326.
• Mieboud, TIIioru #le ,. perBOlfnaJiti ",orale, 1906.
J Esto DO obstante, M. llieboud llera por .1 a esta
cODsecuencla. En la pA,. 10.5 de In hermoso libro L.
thiorie de 1/1 /I,rso,m/lliti ",orille define el derecho lub·
jetivo: .BI interés de ua hombre o de un ,rupo de hom·
br<'I, jurIdieamente proterido por medio de la potenda
reconocida a una voluntad de representarle 7 de defen-
derle.a En la pi¡'. 113 escribe que 101 interesel eolectiv.os
U:ÓN DUCNIT
l'
La dC!6nidón de Iberiog viene, en último térmi·
no, hacia la nuestra, y 13 esencia del derecho
subjetivo es un poder de voluntad. un Wollen-
dtilJen, un Wollmlt6mwl, como dicen los alema-
nes, sin que, por lo demás, yt'J trate de investi-
gar la distinción extremadamente sutil que es-
tablecen entre esas dos expresiones '.

J permanentes de lo. ¡rupo6 humano. pueden ler eleva-


dos. 111. dipidad de derecho. subjetivol J el I:"rupo trata-
do como una persona moral, a condición de que tenra una
ora:ani,adóD capu de deaen".oh'cr ulla l'ohllu• .s coJeeti-
ya qne pUNa reflrclclllar J delender este tJlter"', Por Ill·
timo, tl:\ las pÁi"inaa131 J 132 allade: .Frente a eata leo-
tia-la teorla del mandato_, los alemanes bal'l ¡marlna.
do ou. mucho más lutil y ele,snte, 1J141 vnJad~,a,
ad~má$, a rlII~sI,o JNicio: 1.. teorl .. del d,garlO •.. Cnaodo
hll)' órrl\ftO, es l. misma persona jlu'ldica fNiett 0&'.; ID
órlCuo DO ea oosa distinta de cna; el un. parle do cU•••.•
porque l. "Ka",•• ti&.. de <¡lIe es producto perlenece a
1.1. ~M"fIda 11, l. P"UJ'"I. mo,IIl._ Y SIl nucstro stlblo co-
lee-a no R"COIIO« derechos subjctivos a las colec:thid.-
del, lino. coudicióo de que un ór¡-Rl1o desarrolle: una vo-
!ulu.d eolecti ... que rueda representar y defender oI!'l(! lo-
terél. Cuando elte ór¡-auu edite, como es unR parte de la
penona colectiva misma, como ~rteneee • l. el(!oda de
l. ~r!lOn .. Moral, la ml8ml persooa jurldica u ,. fll'
.lw•. M. MicAoud qlllete dedr, evidE'lIle.D:It'nle, qllc la
",iim4 perlOna jurldica el I1 que haco yaJet su ¡uteré',
quien fN¡'" $U intero!l. Por tanto, puel, para ti, el dere-
cho lIubjetl,.o el NrI ¡,.ud. 'I",,¡1l0 po, la p"$l)lfa mis-
"'" ~n'fidaria d, "t, ¡"t,,;•. Y, por nueltra parte, DO
dedillO' otra cosa.
t Comp. Jelllocll, S~'U"'", 2." edie., 19Q5, P'-¡-. 41.
Por lo expuesto se ve que el reconocimientl)
de los derechos subjetivos implica la cxistenciOl
de ciertas voluntades que, como tales, son su
periores a otras 'i'oluntlides, de cierlas voluntH.-
des que son de una esencia particular. Cuando
se dict', por ejemplo, que el poder público, que
la propiedad, son derechos subjetivos, o no ti.e-
ne esto sentido, o quiere decir que la volunl<td
de la persona titular del derecho de podi!'f pú-
blico, del derecho de propiedad, c:s, por su na-
turaleza, supc:rior a la 'I'olunlad de las personas
a quienes se impone el derecho de pod('r públi 4

co o c:l dl'recho de propiedad. E!tto supue!ito,


bien se advierte todo lo que de mc:taflsico y ('s-
culástíco tiene esta noción del derc~bo subjeti-
vo, Todos 10$ <:onceptos sjn vll10r, de esencia y
de sustancia, reaparecen. y Augusto Comte te-
nia cien veces razón al decir que la noción de
derecho (subjeti~o) na efa posible sino con la
a.:eptaci6n de una potencia supratcrrestre que
confiera esos derech(lS, la cual no podria con·
servarse o mantenerse en tI estado Positivo
de la evolu":160 gen~rat de las sociedades bu·
manas.
Si esta noción del derecho subjetivo &1: ha
rlJJntenido hasta nuestros dlas. d~bese "iegura.
meote a la armadura potente coo que 108 juris-
tas romanos la bao reve~tído. Del peder de he·
cha de imponer a Jos individuos una fuerza ma·
yor, hao bt:cho dos derechos subjetivos: el im~
U·:ÓN tlUGlJlT

teriu". o poder público, cuando aquel poder


pertenece a la colectividad o a sus representan-
tes; el dominium t o la propiedad, cuando aquel
poder pertenece a los indi9iduos. Y las partes
de la doctrina estaban tan fuertemente ligadas
entre si, que durante largo tiempo se ha visto
en todo eso, y muchos au~ ven, verdades abso·
lutas, siendo asl que sólo se trataba de las solu
ciones contingentes de problemas soda les bien
distintos, por cierto, de aquellos que hoy se
plantean.
El imptrium es el derecho subjetivo de mano
dar, derecho absoluto, índivísible, que existe
por si mismo. Es el poder público impoDi~ndose
sin otra razÓn que esta: que es el poder públi-
co. Este poder ha tenido por titular la ciudad,
el pueblo romaDO. el emperador: nada importa.
Inv('stido del imfJetinm, el r~presentante de la
colectividad impone su voluntad, yeso CO'osti·
tuye su dere.:bo. Esta voluntad se manifiesta
bajo formas diversas: legisla, administra, juzga.
He ah! modalidades que nO' afectan al carácter
esencial de esta voluntad; puede imponerse a
Jos individuos, porque es supl.!ríor a su propía
voluntad.
En cuanto a ¡os derechos del individuo, se
sintetizan en el dOl1linllll1l, cuya estructura está
aún quizá más fuertemente cimentada que la
del impe'·¡rrm. Trátase, en efecto, del poder ab·
soluto, que pertenece a ciertos individuos, de
I.A TRANSF"O~M"'<:IÓN DEL ESTADO 7S
disponer de una cantidad dl;lda de riqueza y de
imponer a todos tos demás el re~peto a ese po-
der. Este es un derecho absoluto en sus erectos:
comprende los derechos de usar, de gozar y de
disponer. Es un derecho absoluto en su ejerci-
do: se impone al respeto de todos. Es un dere-
,"ha absoluto en su duración: no puede impli-.
car término ni condición resolutoria, y entraña,
además, la facultad de disponer después de la
muerte. Por otra parte, nadie puede ser gravado
con una carga en beneficio de olto individuo, y
nadie puede exigir de otro el cumplimiento de
una carga sino cuando baya mediado UD con·
trato o un cuasicontrato de los comprendidC's
en los cuadros legales reconocidos. Sólo se hace
aqul una excepción: la voluntad puede ser obli-
gada fuera de la acción de un contrato cuando
se hubiera cometido cierta falta.
y por tal manera, todo el ~istema se habla
construido sólidamente sobre la base de la no-
ción metan~ica atriori de dereChO subjetivo y
hit atravesado los siglos. El ímperium y el domi·
nium han sido, sin embargo, considerablemente
di!>miouldos durante el periodo feudal, habien-
do podido verse, en un momento muy breve de
nuestra his.toria, en el siglo lolll, una vasta so-
ciedad muy cosmopolita,con su jerarquia e inte-
gr ada, en la cual puede decirse que casi se re-
chazaban esas nociones romanas de poder pú-
blico y de propiedad absoluta, de impe:rillm y de
l.F.ÓH DUGUIT

dumil1i/ltn. Pero la monarqula francesa y su~ le·


~istas lu han reedificado lentamcnte. A fines
del siglo XIII, el tdificio estaba recon ... tnlldo por
completo: la Revolución y Napoleón no tenian
más que penetrar en él. El imperill1n y el domi·
n;um redblan de la Irgislaci6n revolucionaria,
de las leyes administrativas del Consulado y del
Imperio, y, sobre todo, del Código civil, una
cstru~tUl"a, según el modelo romano, todavia
más sólida y más resistente que la que anteS
tuvieran.
Pero estimn que esto se bada por última.
veZ. Conceptúo, y esto es lo que yo quisiera
mostrar en el resto de mis conferencias, que
hoy la sociediid francesa va a deshacerse defini.
vamcnte de esos conceptos metafisicos dcd()mi..
lIium y de imperium, para elaborar un régimen
polltico, del cual babrá de eliminarse por com··
pleto la noción de poder público, y un régimen
eCQ,nómico del cual habrá también de eliminar·
&e por completo la noción de dominitml, es decir,
la aod6n de la propiedad, derecho subjetivo del
individuo. No digo que la propiedad individual
desaparezca: me limito a afirmar que deja de ser
un dl..'recho individual para convertirse el,l una
fundón social. Por lo demás. insislir6 exclusi-
Vd mente en lo relativo n la transformación del

regimen politico.
JII

I~EXISTENCIA DEL PODER PÚDI.ICO CON-


CEBIDO COM~I DERECHO SUBJETIVO

t muy bien lo que tiene de paradójico p<ir3


S un jurista. y 5nbre todo para un profesor
de Dcrecbo politico, el sostener que no existe el
poder público, que es esta una Doción que no
responde a la realidad, una noción que, felit-
mt!lte, está en .,Ias de: desa.parecer, y que, en
rlecto, desaparecerá en un porvenir muy próxi·
mo. Y, sin embargo, estoy de ello pro(unda~
ment(· convencido: el poder público no es más
que una forma escolástica vaeJa, un concepto
qLlC, en cierta ~po~a, respondiera a una nece~i­
dad, prestando servicios, pero que hoy ei inutil
y peligroso.
Para convencerse de que la afirmación del
poder publico es un puro d pril)ri, basta leer 1119
proposiciones de Il)s mas sabios maestros del
Derecho público de Alemania y de Francia. Me
limitaré., citar dl)s tan s610: M. Jellinek, do::
Alemania, y M. Esmcin, de Francia. El primero
78 LEÓN OUGUlT

escribe lo siguiente; (lEI poder publico es un


poder que manda, que no vieoe de más lejos,
que existe por su propia foena, y por tanto, un
derecbo propio» '. Y M. Esmeio dice: -Lo que
constituye en derecho una nación e~ la existen-
cia en esta sociedad de hombres de una autori-
dad superior a las voluntades individuales. Esta
a'utoridl\d, que naturalmente no recon-:-ce poder
superior o concurrente, en cuanto a las relacio-
nes que rige, se llama soheranlu '. M. Esmein
babia de saberan!a; M. Jellinek habla de poder
pÍ1blico~Sla.1lsgetvalt-. No trato de ver si hay
alguna díferenda entre ambos lo Los sabios
autores, sin duda, se refieren al poder de man-
dar de la colectividad personificada y su fórmu-
la; bien se ve que no es más que la afirmación
a priori de ese poder publico concebido como
derecbo subjetivo '.

I jdlloek, '"'I'''''¡''' Slaatd,lrr, (2,· edic., 191>6),


pá¡inl H6.
, Esmelll., Oroil cOHllitlllioHlul, ~ .• edic., 1906, pá-
¡Io.al.
I COII•. mi JI,ulIltl, pA,llIa. 1l2·1U yla bibliolralla
que a1ll le lodiea.
• Sobre la cuestiólI de la lob<eralll .. COIlt. Ub,ts tlflTe'
Iit1I~, 11110Tiembre 1907, Él.' ti COllv""",en1. M. Hall-
riou t 10 COD5i,oamos ('on ..1 mayor rUlto, ha dado, en
la 6." edición de su D,o,' .dmillistrtllí/. 190', On palO
mu,. notable bacia la DClación complcta de la IOberanfa.
En efecto, en la pár. n: del Prefacio escribe: cA.I, pue.,
ha llegado el momento lIe con.iderar el Estado, 110 tOmo
LA. TR4N$FORllACI6/f bE:L f:ST,.\OO 79
Sin embargo~ se ha intentado justificar este
poder de mando. Y no se han encontrado más
qul': dos explicaciones: el derecbo divino y la so-
heraola nacional. Del derecho divino no vale
siqlliera la pena de hablar. Es evidente que la
I':xphcaci6n no tiene niogün valor. Pero la )usti
ficaci6n, buscada en la voluntad oacional, no
tiene más valor. Augusto Cornte ha podido muy
bien decir: «En una palabra, esta ley-la ley de
la pOlitifa positiva-rechata con la mitlma efica-
cia 10 arbitrario teol6gico o el derecbo divino de
los reyes, y lo arbitrario metafisico o la sobera-
ola del pueblo .• Asl, pues, hace más de medio
siglo, Augusto Cornte habla sacudido, COD su
potente mano, el dogma de lo soberaola nacio-
nal '. Todos los dogmas, ya sean religiosos o

IIIUI lobera!!la, ni tAmpoco como una I~y, lino como 'OU


¡J\JtllucióD o UIl CODilloto dc l.stiludoDcs, o, COD más
cuclhud ada, como la iottitoclóD de IA5 inltitucionel.
Y, entiéndase bicn,·no diromol: .. Ya no ha, IOberaDla.. ,
o bicn eya no hAy ley .. , o blon da soberanlll o la Ic, no
1011. elemcntos CleDcialN del Estado... EstimalJlol siempre
la toberan'a o la ley como elcmentos CICDciales del &ta-
do, pero ya DO están ea primuI lIoea, al dcaempellaD ya
d primer pl~l eo la combiuacióD priClic.a de lal f\ler-
tu. No el poco qoe el tcórlco por e.zccleftC'i. del poder
pOblico reconozca que la IOberaala , la 1('1 DO "tiD , .
eD primer IlI,ar ni dClCmpeaaD el prio:r.crpapel, .• V. Ha.
l~roy. ústrtf'ÍufO""'lItiolls ¡le'. 'Ni,"."" , .. blb¡lIe,
1901.
I SyJti",. de poliJiqu' pos/tifJI, ~ic. 18~S, a~adl~J
LEÓN DUOUIT

pollticos, mueren unos tras otro!!; y como M.


StaiUu ha demostrado, no renacen l.
Esto no obstaote, aun se intenta justificar el
principio de la soberanla nacional, y todas las
explicaciones que se formulan se refieren al so-
fisma de R.ousseau. Sin duda, ya no se habla del
contrato social; la expresión está anticuada.
Pero se dice participación voluntaria de los in-
dividuos en la colectividad; y el contrato social
de J. J. Rousseau no era otra COSIl. _Por el con-
trnrio, dccla Juao Jacobo, se forma un cuerpo
moral y colectivo ... , el cual recibe de ese mismo
acto su unidad, su yo común, su vida. su voluo·
tad. Esta persona pública que se (orma asl por
la unión de todas las demás, tomaba eo otro
tiempo el nombre de Ciudad, y boy loma el de

pi,. 103. Allte. de Comte, Saiat-Simoa bllbf. ctC;rito


_La c.sprc,lón de .obe"a,.{a po" lit f)ol",,'.II lid p.ublo
no sj¡Diflcll nada Ilao en oposlciÓD coa III lollu.n(a po"
1111 I,acia 4~ Diu ..• Esos dos dOlIDAS anta¡ÓDicoa 1610
tienen uaa e,itlenda feefproca. s.oalOlo ruto. de la lar·
,a ¡lIcror. metaHaka mantenida ea todI. l. Enropa occi-
dental, desd~ la Reforma, contra lo.. principlOI polftlcos
del rqimen leudal. •• La metallai.:a del clero puso en ac..
cióa la metafltica de los le~st.s, destload•• lucbar COD-
tra e la. l'ero e .. ta lucha est' hoy terminada." (Du .ysl~
mt ¡"dNurld, IN Itll,t >fU roi. 1E"",ts. ~Ic. Deatu.
1869, tomo V, pá¡inas 210 1211.)
I Stalllel, [,;tI tiffi,matíolls d~ l. toltsd,,,u ,ltod,,,,,r,
1906, .rtlclllo titulado POllrqurif: lu 40gmn ", "~/1lfi;
UIIJ pa4?, ~iinD.l J y,jgaleate •.
LA TRANSFORMACiÓN DEI. ESTADO 81

Rcpublica o ,el de Cuerpo polltico. el cual te


llama por sus miembros Estado, cuando es pa-
sivo, Soberano cuando es activo ... y l.
Compárese con ese pasaje tan conocido de
Rousseau la última ~ustificación que se haya
propuesto de la saberaoia nacional, y se verá
que sólo difiere de aqu~1 en la forma: .La sobe-
ranla nacional. escribe M. Esmein. es la úoica
interpretación jurfdica exacta y adecuada de un
hecho social incontestable. y que se impone ...
(ia potencia de la opinión pública ... ) Colocar la
sobtrania legal alU donde reside necesariamente
la soberanía de hecho o de opinión .... equivale a
traducir en el derecho, tan euctamente como
es posible. el hecho inevitable. Reconocer la so·
beranla nacional .... equivale a dar a la opinión
pública fuerza superior,. una expresión precisa.
un valor juridico. una autoridad legal» '.
Estas explicaciones se parecen a las de Jos an-,
liguas psicólogos que, para dar la razón de los
fenómenos de orden psicológico, colocaban de-
trás de ellos una sustancia pensante llamada el
alma. Los teóricos de la politics. para justificar
un estado de hecho. la fuerza gobernante, a6r-
man la existencia detrás de ella de una sustan-
cia soberana. la personalidad de la nación. Ha·

I C4"t"• •odlll, lib. l, cap. IV.

I FAmein. iJJ'oil COH5UtulionHd, 4." edic •• 1906, p!,¡i-


na 211.
6
LEÓN I')V<lUIT

blan del alma nacional, sustancia sobtrana. y


de 6US atributos, como en otros tiempos se ha·
biaba del alma individual, sustancia pensante,
y de sus facultades. Sólo se trata en esto de fór.
mulas escolásticas 1, que se desvanecen al simple
examen de la realidad. No es preciso ínsistir
más tiempo para demostrarlo.
Se está de acuerdo para reconocer que la
manifestación pOi' excelencia del poder publi-
co es la ley. Ahora bien: ¿cómo se hace la ley.
en realidad? Si se vota directamante por el pue-
blo, se forma necesariamente una mayorla y
una minorla, y la mayorla es la que vota la ley,
La ley no es, pues, en realidad,la emanación de .

• M. Le Fur, por ejemplo, escribe en su hermoso libro


L'h", federal, pAr 596: .. Esta distinción eatre la su,s-
tnm;ja de la soberanla una e indivisible, que no puede
perlcnltCer mb q\le a ana plluooa moral, que es-también
una e iJld.iYi:oiblo, el EstJ\do, 1 el ejerddo de la sobera·
nI., peñe<:tamente divisible, es tscndaL. .• (V. pdgl·
nas 6011 6SO.) La eJprcsión atributos de la .olHrania
se encuentra frecuentemente en los ÉUmenJ~ de droit
COPJt;tiluJionnel, de M. E$mein, por ejemplo, 4. c edición
(1906>. páginu 6, 19, 2J8, 222, 223, 22~> elc. Ahora
bien: todos ubemos ellnlr.r importante qne OCUpaD cn la
.fl!osoUa I'.so:O\áslic. c.su /'loeJOI1~$ de $tUIanCilM 1 de tUri·
bu/o •. Santo TODlA!; detinfa la Suslllncia; c ... F...s.scmliam
coi competit sic esse, id nt, per se es"._ $ol>lllle tluolo.
git¡UL, parto t, eaeatl6a 111, arto ~ ••, edlc:. Lecblll, tomo J,
pág. 66.) Eata rllosofla &dIo se ensefta hOJ ea loa'Semi-
narlot.
LA tRANSFORMACiÓN DEI. F.STAOQ 83
la voluntad general: se hace tan 561('1 por la ma-
yoda de los individuos que componen la asam-
blea del pueblo. Rousseau, y despu~s de él 10$
hombres politi,os y los teóricos, ban dicho:
«Cuando una opinión contraria a la mia se im-
pone, eso no prueba otra cosa sino que me ha-
bia engai'lado, y que lo que yo estimaba ser la
voluntad general, no lo era,) '.
La afirmación es atrevida. ~Quil!n no ve que
tal afirmación es un puro sofisma? El hecho
persiste siempre en pie: la ley votad~ por la
asamblea del pueblo es la ley votada por una
mayorla; es esta la voluntad de un cierto oume-
ro de individuos que pretende imponerse como
tal a otros individuos, Pero se dirá: esta asam-
. blea es una persona cuya mayor!a expresa su'
voluntad; esta voh:mtad ,olectiva es la que se
impone. Nada sabéis de eso, respOoderemos.
Esta voluntad colectiva la a6rmáis. pero no la
demostréis; y si la psicología positiva ha recba..
zado el concepto de alma individual " no veo
cómo puede la polltka mantener el concepto de
alma colectiva, H~y una ley votada por una ma-
yoria, por 10,000 ciudadanos, verbigracia, que
se impone a otros S.ooo, por ejemplo; sólo hay
eso, y nada más que eso. Que la fuerza del nt\-

I (A"lrill soci4J, lib. IV, c.p. 11.


I COIl'. upecíaJmclUc Bine!, L'/flHt tt lt '01'pS,
19~.
LEÓN DUGUlT

mero sea un hecho, un hecho de importll,ncia


primordial, es incr:mtestable. Que !lea preci!o
asegurar a todos la facultad de participar en la
confección de la ley. está bien; pero que la fuer-
z.a del número cree el derecbo subjetivo del po·
der publico. lo niego de una manera absoluta.
Con el régimen representativo resulta esto
mejor. Hasta en 109 paises de sufragio univer-
sal, las leyes se votan, en general, por un nú~
mero de diputados que no representa mlis que
la minorla, no sólo del pais. sino del mismocuer-
po electoral. Se ha demostrado esto repetidas
veces. y no me detengo en ello. El cuerpo elec·
toral franch cuenta, en números redondos, 1I
millones de electores; la Cámara elegida en 1902
representaba a S millones de electores, es decir,."
el47 por 100, sobre poco más o menos, del cuer·
po electoral, y las u~yes más importantes, por
ejemplo, la ley de 9 de diciembre de 1905, sobre
la separación de la Iglesia y el Estado, ha sido
votada por 34' diputados, que representaban
eXactamente 1.Ó47.315 electores, es decir, me·
l
DOS de la cuarta parte del cuerpo electoral •
Lo que a la vez tiene de 6cticio y de peligro·
so el falso dogma de la soberanla nacional, 'un·
dado sobre la ley del número, se ha puesto bien
de relieve con harta frecuencia, y no quiero.

, LA Propo,tion,.41;'SI6, 1.0 de Julio de 1905.


LA TRANSFORMACiÓN DEL ESTADO 8S
por esto, extenderme máa &obre el asunto '.
pc:ro no puedo menos de citar lo que a este pro·
pósito decia M. Clemenceau. presidente del Con·
st:jo, en el elocuente discurso que pronunciaba
el I t de febrero ulti.mo en !a inauguración del
monumento al ilustre Scheurer·Kestner. Recor·
dando el papel desempei'lado por el gr¡m ciuda·
dano ('o el asunto Dre.Yfus, «la suerte estaba
e.;hada,.. decla el sellar presidente del Consejo.

• Para Y. r!.Smeln, por el COMrario, ela ley de mayo-


rlas u una df' esas ideas aeadU.. que .c AceptaD d~sde
IlItiO; ofre<:e la veaujft de qul' por adeluntado no 'a"o·
rece a nadie y coloca a todos los electores en la misma
Iiue.~. (Ihoil ,onstilHlüm"d, 4.' edic., t9~, pAg". 22!o.)
He ¡¡quilo <¡ile Proudbon pelllnba del 5ufrll.¡io por "'Q)'I>-
';11: .. Si la momarqlll. e. el IDllrtillo que apluta a' pue-
blo, la democracia ell el hllcb que lo divide; una J oCr.-;
eOlld;¡cr.n igualtQente a la muerte de la llberlad. Elllllra·
¡lo, :::¡iversal el boa especie de atomi'Salo, por virtud del
(L1al, no pudicndo el k¡isla.dor b.ccr ha.blnr al pueblo ea
la ntti.bd d~.1.I creencia. iuvl!:a a 10lciudldarJos a eJprc·
I.·U 1:1 opiQlvl1 por eabela, vi,i/i", ..• li$ elte el atdSllIo
po!ltko, en 111 peor ¡¡'¡'lIi6cecióll. del t~rll:l¡l1o,(OJHg ,¡ ~~ J"
at"'l" J~ """ c" ..Hdlltl (HII1'lKit'lI dt $IIJ,,,giol p",Utr"
't,,,,lt,l' januJl"" p"uamü"to cene,al .•• El medio uuh
kg\1rode hacer meatir al pueblo e. e~lahle~er el Infra¡io
nni"ersal.,. "liJase y dl¡Rle lo que le quiera, ellUfr8¡iO
universal, te.til:oonl ... de la discordill., ao paede producir
Q1á~ que la dls.eordla._ r Solulúm d. probltfllt sMltl,
temo VI de lA' <EHv,tS cOlllpUltI, 1868, p!\Kinas 62
., 63.)
LEÓN DUGUIT

Ya la mucbedumbre instintiva se inclinaba al


partido de Barrabás. Detiénese Bqul el pensa·
miento ansioso.IEI numero, el sufragio univer·
sal en faltal {No es la ley misma de la democra~
cia la que se ba puesto en cuestión> ¡Cómo re-
. clamamos para )a opinión pública un poder de
gobierno y glorificamos a quien se atreve a re-
sistir, celebramos la victoria de uno solo sobre
la mayoriaL.¡Pero nol Apresur~monos a decir-
lo: la demo.:rada no es el gobierno del número,
en el sentido en que la palabra gobierno se toma
por los partidarios de la autocrada ... Es preciso
que la democracia sea, ante todo, el gobierno
de la raz.ón. porque el problema fundamental
que nos plantea en todo momento es poner ál
bombre en estado de gobernarse a si mismo,
según el promedio de las facultades comunes
de razonar. Este promedio variable hao de de-
terminarlo más o menos felizmente his mayo-
rlas sucesjvas. Pero si esperamos de esas mayo·
rías de un dla el ejercicio del poder que tuvie-
ron nuestros antiguos reyes, entonces no ha-
briamos hech.o otra cosa que cambiar de tira-
nla» t.

I J. Offiri~l. número d~ 13 febrero 1908.


IV
PELIGF.Ú SOCIAL DE ESTE CONCEPTO

D AR a la nación, o más bien a la mayorla


que exprese su supuesta voluntad, el
ejercicio del poder que en otro tiempo tuvieran
nuestros reyes, es 10 uolco que ba hecbo la Re·
.olucióo realizada '!Il 1848. La Revolución, se
ha dicho, ha sustituido el derecbo divino del
r~y coa el derecho divino del pueblo. Tomada a
la letra la fórmula, no es exacta. Pero expresa
muy bieo, sin embargo, la verdad histórica; sig-
nifica que la Revolución ha recogido la noción
de poder público tal como los legistas de la ao-
ligua Francia la tomaran del DC'recho romano,
re:Staur~Ddllla en beneficio del rey. y que ha
aceptado el poder público, con todos sus carac-
teres de derecho absoluto, indivisible, inaliena-
ble, ímpre~criptible, limitándose tan s610 a cam-
biar de titular. Pertene<:ia el poder al rey; en
adelante pertenecerá a la naciÓn personificada,
que expresa su voluntad por medio de la mayo-
rla del cuerpo electoral.
No es este el lugar de demostrar cÓmo se ha
88 LEÓN DUaUlT

elaborado en ouestra Historia esta noción del


poder p6blico. Recordar6 tan sólo que vino ares·
pander a la necesidad de unificación y difusión
de los diversos elementos soda les. Jamlis la idea
romana de impcrium desapareció por completo
durante el régimen feudal. A medida que el rey
de Francia exteodia su dominio, la idea se afir.
maba de una manera más pcrfe<:ta. Y como en
la concepción feudal el poder iba unido a la
propiedad I los legistas de la corona forjaro n
una teorla de la saberanla real, amalgamando
los elementos del im~,ium y del dominjum. Por
tal modo, el poder llegó a ser un derecho subje·
ti,o, y en parte patrimonial, del cual era titular
el rey; un derecbo indivisible, inalienable, im-
prescriptible, absoluto en sus efectos y en su
duración. Bodio', Loyseau' y Lebret', a fines
del siglo ni y en el siglo XVII, son los que ela-
boran la teorfa.
Los bombres de la RC'volución aceptan esta
teoria y declaran que el titular de ese derecho
subjetivo de soberunia no es el rey, sino la na-
ción. Por lo demás, la teorfa en nada cambia. El
rey era una persona; la nación será una perso·

, Le. lfix Uv,,. de ,. Rip"blique. edic• .lraocep,


Lyon, 1693.
• r,aill dts agnturles r T,mll des o/ji,,., Paril:,
1640.
1 Dt la S(JHVtrtJjllttl dll '0;, Paris, 16'2.
LA. TR"SNP'ORM,,~IÓN DEL ESTADO Se)

na. Su derecho, al igual que el del rey, será abo


!'oluto en sus efedos y en su duración. Será
también indivisible, inalienable e imprescripti-
ble. La declaración de Derechos de li89. las
Constitución de 1791. de 1793. del ano 111 y de
1848 proclaman esos principios l. A la sombra
de esos textos. en Francia y en Alemania los ju·
ristu completan las teudas de la soberania y
realizan una notable construcción, según las
reglas de la nueva t~cnica iurldica: la soberanla
es el derecbo subjetivo de dar órdenes incondi-
cionada (11; el Estado es la nación personificada,
establecida en un territorio y titular de ese de-
recho.
Esa es, se dirá, la verdadera doctrina demo-
crática. Sin duda. Pero es la misma doctrina
que sirve a los legistas alemanes para fundar la
omnipotencia del emperador, a los jacob,inos
para justificar la omnipotencia de una Conven-
ción, y It los colectivistas para pedir al Estado
omnipotente que con6!'que los instrumentos de
producción, haciéndose por tal m ·do más po-
teote todavla '.
Con esta concepción regalista, en efecto. el

, DjclaraJion 11" d"n'Js 1789, nrt. 3/'; Consto 1791,


titulo ItI, 8rt. I. t ; Con5t. 1793, "rtrcatos 1. 0 y 7.1'; <:onl·
thud6n 81\0 lIT, artlculol 1.0 1 2.'; COOlt. 18'&8, arto 1.'
, Cons. un libro rc:cieote de G. Dau~t, Loil colZtt:UPiI-
t~s pOllr /9 .•• (1907).
LEÓN OUOutT

Estado se convierte en una potencia formida-


ble. Ya muy grande cuando encarnaba en un
hombre, el poder público se ofrece sin limites
cuando encarna en la nación. El Estado es eo·
tonces verdaderamente el Lcviatham de Hob·
bes l. Lo absorbe todo. lo iguala todo, lo rige
todo; MO soporta el su lado ninguna vida iode·
pendiente» t, y bajo el pretexto de la igualdad,
no consiente por debajo de él más que una masa
pulverizada de individuos impotentes y desar·
mados.
Para limitar esta omnipotencia del Estado se
ha formulado, es verdad, la teoría de los derc·
chos iodivid ... alcs. Se los ha proclamado en
declaraciones solemnes, y la Constitución de
1791 (titulo 1) prohibe expresamente cal legisla·
dor dictar leyes que atenten 8 los derechos na-
turales (del hombre)>>. Era esta una idea gene--
rosa. y soy de los que piensan que la Declara·
ción de los derechos de 1789 ha sido IÍnica en la
historia del mundo. Pero era una quimera creer
que pnr tal modo se pod(a limit;'tr efectivameote
la aeción del Estado. En primer lugar, la doctri·
na de Jos derechos individuales era, teórlca-

t 'El libro c61ebre de Hobbts le public6 t:n inelh ea


1651, bajo este titulo: Lnliatham 01' llu: matter fOl'm IZI/d
pMl.'~ o/ 11 'OI1t",o"'IP~all/,. V. lN dw, 16'9 •
• Ed. Berlb., Lt mOI4(Jtmtlll !Joci41i$le,3." tlerie, 1,
po\rtna 6. •
LA TRANI'FORM ..... CIÓS DF-L ESTADO 91

mente, insostenible. Con frecuencia se ha de-


mostrado esto, y no Insisto 1, Por otra parte, no
habla medio de organizar prácticamente UDa
represión eficaz de las instrucciones del Estado
soberano en la esfera de los derechos del indi-
vidllo. El ejemplo del Senado conservador del
Consulado y del Imperio es bllena prlleba. Por
último, como el Estado puede en todo momen-
to oponer una restricción a los dere.::hos de cada
cllal en interés de 109 derechos de todos, siendo
l!1 el ónico juez de "iemejante restricción, ee rea·
lidad no encuentra otros limites a su acción que
los que. él mismo se fija t. Asi las Declar.:lciones
de derechos no han impedido nUa ti,allla san-
guinaria de la Convención, ni el despotismo de
e'
Napoleón, ni golpe de Estado de ,SS', ni las le·
yes de Seguridad general del segundo fmperio "

, Con!. NtUlIltl d~ droít conml"tiom"l, 1907, pAtri-


n:'5 6 1 sirulentc5. ". Duruit, Manual d, D~"ec"o
cQlIslilllcionnl, trad. esp. de ]. G. Aelll\a. W. Beltrán,
cJitor. Mndrld.)
• & lo que J. J. Rousseau dedil. mUJ darnUlente: _Se
('Ql1viene en que todo lo que cada cual ell8.jeull. mediante
el pacto a.ocial de Sil pGder, de lIU' biellel, de 8U libertad,
e5 llIn tólo a~ncJ!. putc de todo cUo cuyo U!IO importa
" la sociedad ... Pero te debe convenIr en que el !SOberano
I'ij el lInico jnez de "mejnnte importancia .• (Ctml"gJ $0-

citl~, lib, U, cap. IV, titulado Ih los UmiUs d~l poli"


$(}b~'n"o.)
, Ley de 9 de julio de ISS:!, que p<!:rrnite la probibición
por d¡,po~lcl6n admioistrlltiva de la resideqcla ea el de--
9' LEÓN DUOUIT

ni las leyes de inhibición' y d~ expoliación I de


la terc('ra Republica.

portaOlcnto del Se"" y en la 1I,lomeral."ión de L1OD, .,


.obre todo la !ey Je ~ltllridlld ¡,ellera¡ d~ U> de ftbrero
de 1858 (que e610 trope,ó en el Senado con un solo C<l1l'
tr.dictor}, que aut()rjza ¡»tu Internar, por simple dispo-
.ici6n del Ministro dellnlcrlor,. ciert.' pt'fsonu en d~
terminado departlllll'lmto de Fm.nd" o Je Arrel, o lIlen
para ellrulsnrlns del territorio frane6s.
t La ley de 1.0 de martO ml'diflcandCt el IIrt •• "5 del

Códi¡o de jostrocei6o enroln"l, pro¡:r.JUla por el Goblrr·


no y ,"otad. por las C'marlUl con el ob;.elo de sepAr.r-y
tal fué el resllltndo··ala Sala-de lo Criminal del Tribu_
nal de Casad6n del cOllocim;cnto ele la prlm.er. demaoda
de ~ ..lIión del proc:no DreyffuI. a ella ~metido con tod61
regularidad, Cons. l. cxposici6n de motivo, del Gobierno
ye! infotlUt'dell. Riueull ante cl Senado. (j. Off. 31
enf'ro 1899. Dtb. ,arllll",t"t.,. Doc Jlar¡rrmt"t., Senado,
piti'. ¡s.) EA ~u tofonne a la CAM:U", ~!. Rell.u¡t,~:otJie·
re tu'I"O el valor, qll~ boara ,rllodemente 111 memoria, de .
combatir el proyecto d~ ley. U. Off., 18!>9, Dot., l/1rllll- .
,,,N//., pA,. 177.)
• LA Ie:l d.e 7 de Julio de 1904 tiene ciertamente eflcea-
rácter. D~lara suprimiJas todal las Congrcraciones
autorhndu a titulo de COD¡-regllCionu dcdicndll' elclu·
c1usi'l'l.lXIcnte a I~ en..e6anll. (art. 1!>2'). El art'. 5, CI rel( ..la
el modo de liquidar hl~ COD.fl'eirtlciollt'S a., $uprimid..,,.
u dice ea t'l § 2'.0; .... Dedocid"~ la!l peaMiones previstas
por la lel de 24 de m:¡yo de 182S, f'1 prf'cio d(' lot bienes
n.dquiddOl a !fluJO oneroso, o de 101 que no ?¡¡el"... n a los
donantet.", se destinar! a lI.:lmcntar las !lub'l'encion.s del
Estado para la construcci6n O Ampliaci6n de los ediftciol
de Inl esctlelas T para otorg.r IlIbveneionu' pru11 alqui_
ler .• Clf'rtamente, el legislador puede, por UlII medid.
u TRANSFt'lRMACIÓN DEL ESTADO 91

Tal es el régimen politico cODs~cuencia del


derecho romano y pcrJcccionado por la Revo·
lución. Pero los bombres del siglo xx no quie·
ren ya esta forma de F.stado. No la quieren por-
que descansa sobre un dogma, y ya no creen e-D
dogmas de ninguna especie. No la quieren por·
que ~s un instrumento de dominación, y porque
eo cualquier momento puede convc:rtirse en una
tiranla. .
Rechuo enérgicamente-me explicaré en la
tercera conferencia-la mayorla de las doctrinas
del sindicalismo yevo/ucion;,rio¡ pero t":,to no ob'!i-
tante, suscribo lo que dice M. Eduard Berth,
uno de 10$ más distinguidos representantes de
esta escuela, cuando dice en el Mouvemenl So-
.:ialiste: .La noción del Estado en Francia ha
experimentado en la concienda obrera el formi.
dable declioar de todos sabido ... Se ha produ-
cido esta enorme cosa, esle suceso de incalcula·
ble alcance, la muerte de este ser fantástico,
prodigioso, que ha ocupado en la Historia un
lugar tan colosal. .. ; el Estad/) ha muerto» l. :......

general, modificar el r~jmeD de l. propíedad. Pero aqui


ti'! trata de IIna dispol:iición CApecil\l que modifica un des-
lioo legalOleot~ "tableddo, y que lo· modifica Tiolarulo
actos de yoluntad lodiTidalllle¡lIln, que hablaD sido l.
condición de tite eetabl~imienlo. Se",e;ant. le1 es, cler- .
tllmente, 1;101. ley de txpoliadÓG •
• J/OUtJ''''-'IIt Sorlalú/" octubre, 1907, 3." terle, t,
pi,.3U.
!..EÓN DUOUIT
0'
Sin duda, el Estado ha muerto; o más bien,
está en camino de mo¡-,r la forma romana, rega-
lista, jacobina, napoleónica, colectivista, que,
bajo tan diversos aspectos, es una y siempre la
misma la (orma del Estado. Pero al propio tiem-
po se constituye otra rorma de Estado más amo
plia, más flexible, más protectora, más humana,
cuyos elementos aun babrá de determinar.
Son los tales elementos dos: la concepción
de una regla social, que se impone a todos. o
derecho ob;etivo, y la descentraJiudón o el {edera-
lumo $índi~oJ/isll '. Su estudio será el objeto de
las dos próximas conferencias.

t V. Mu: Lcroy, Le.lra"'fontliltioln ti, la ""'¡lUna


,uWiqll" 1907. L RollaDd, R",," 411 moil ,. ..bUc, 1907
pis:. 2M.
T. El poder pIlblico es un simple hecho.-Jl. El v~rdadc­
ro CIlrác:ter de la 1cJ.-lll. Refutación de .',unas ob-
jecionel.-IV. La, obUpcione. de los ¡robernl\ntt'$,-
V, El 'ferdadero earAel~r de 101 o.etOl .dmillif.tro.ti·
1'05. -\'1, RC'flltae\ón de obScclone •• - "11, La respol!.u,·
bilid.d del Salado. - vm. La relpon$llbilld.d del Esta-
do (coDclusiólt),

SEÑORAS y SEÑORES:

D EdA, al terminar la conferencia anterior.


que la forma romana y regalista del Estado
de!';aparece, para dejar su lugar a un régimen
politico más flexible, más bumano, más protec-
tor del individuo, y el cual descansa en dos ele·
mentos: de una parte, la concepción del derecho
ol>jdivo O de una regla social, fundada en el be-
cho de la interdcpendencia que une a los mlem·
bros de la humanidad, y e~pecialmente a los
miembros de un mismo grupo social. regla que
se impone a todos, ruertes y débiles, grandes y
pequeños, gobernantes y gobernados, y de
otra parte, la fÚscen/raJi:aci6n o el federalismo
LEÓN DUGUlT

sindica/isla. Creo que vamos hacia una especie


de federalismo de clases organizadas en Sindi.
catos, y estimo que ese federalismo se combi ...
nará con un poder central siempre sostenido.
siempre vivo, pero que tendrá un carácter y
una acción completamente distintos de 108 que
corresponden al Estado regalista, y que se con-
traerá a una intervención. a una vigilancia.
Esta transformación del poder central sobre
la base del derecho obietivo la resumirt en las
cuatro proposiciones siguientes:
l.- El poder público deja de ser un derecho.
Se reL!onoce que no es más que un hecho. El
Estado deja de ser una personajuridica, ¡"ves ..
tida del dere~ho subjetivo de mandar. Hay el
becho Estado cuando en una sociedad determi·
nada un individuo. un grupo, una mayor(a,
mODopolizan la mayor fuerza. Les llamo Jos go-
bernantes.
2_· Esos hombres, individuos o grupos, que
~ mo.!'opo Iizan la mayor tuerza, no tienen n¡ngun
. derecho. Pero, miembros de la sociedad, están
sometidos a la regla de derecho, cuyo funda.
mento y alcance hemos ir.dicado al principio de
la primera conferencia, y como tales miembros
están obligados a emplear la mayor fuerza de
que disponen en asegurar el respeto, la aplica·
ción de la regla de derecho.
1-· Pueden ellos imponer su voluntad a los
demás individuos, DO de una maDcra absoluta,
u. TRI<NSFORM4C¡6N DE:t.. ESTADO 97

porque seria una voluntad superior, sino de una


manera completamente relativa, porque obliga
sólo en la medida en que es conforme a la regla
de derecho.
4'· El papel de los gobernantes debe forzosa-
mente disminuir de dia co di. y reducirse a la
vigilancia y a la iotervención, porque todas las
funciones económicas y sociales van poco a poco
distribuyéndose eotre las diferentes clases so-
chiles, que adquieren, por el desenvolvimiento
del sindicalismo, una estructura jur:dica defini·
da. y asl podrán, con la intervención de los go·
bernantes, dar impulso y dirección a la parte
de trabajo social que les incumbe.

,
EL PODER PÚBLICO ES UN SIMPLE HECHO

todo, afirmo que el poder publico no


A NTE
es un derecho, sino un simple hecho, un
becho de la mayor fuerza. A decir verdad, 10 1
dicho 00 es más que el resumen de 1M anterior
conferencia. Siempre ha habido, y probable-.
mente habrá siempre en las sociedades, un
individuo, una clase. una mayorla, que de he-
cho, y en virtud de circunstancias iofinitameo~'
te diversas, concentrará la Cuerza coactiva. Se
ha dicho que en Francia, después de la Revolu-
ción, la clase que posee por tal modo la mayor
ruerza. es la burguesla capitalista, porque dis-
pone de )a potencia económica, y el poder poU.
tico sigue siempre la potencia económica. Se ha
dicho además que desde 1848 hay en Fran·
cia una contradicción Dagrante entre el hecho y
el derecho, de la cual resulta, en parte, el mal-
estar de la época moderna, contradicción entre
el principio de) sufragio universal, que da a los
proletarios, que son el nú'mero, la pOlencia po-
l. ... TRAI'ISFORMACIÓN DEL E5T ... OO Q9

litiGa, y el n!:gimeo económico, que hace del


proletario el asalariado. :asi el esclavo del capi-
talista.
Ya en I~l M. jaures exclamaba en la Cáma-
ra de los Diputados: «Ya ese rey del orden po-
Iitico (el proletario) se le lanza a la calle» " Ins.
pirándose en la misma idea, M. Viviani, minis ..
tro del Trabajo y de la Previsión social, decfa
recientemente en Sceaux: ala verdad es que el
sufragio universal ha venido a crcar dificulta ..
des, acerca de las cuales debo llamar vuestra
atención. El dia en que se ha entregado la pa...
peleta del 'Voto a todos los ciudadaMs, aun a
los que nada poseen. se ha suscitado un con-
traste tremendo eutre el hombre que vota y el
hombre que trabaja. Ante la urna es soberano:
en la fábrica está bajo el yugo. Y se siente lle-
vado a comparar su SoberaD!a politica V su de-
pendencia económica; y de semejante compara-
ción es de donde vienen todu las turbulencias
y todas las agitaciones» "
Si esta contradicción entre el hecho y el de-
recho es cierta, parece resultar que la clase pro-
letaria, que tiene el número, debe tratar de apo-
derarse de la potencia politica efectiva median~
te la conquista del poder y la socialización de
los instrumentos de producción. Tal es la tácti-

I Sesión de Z7 d(! noviembre de 1893,


, ú Tr""" 2~ lebrero 1908.
'00 I,.EÓN DUQUIT

ca que predican CiCitos socialistas', No s~, nÉ


pretendo saber lo que ella valga. P~ro estimo
que la evolución polftica no se orienta eo ese
sentido. Creo que marchamos progresivamente.
con tropiezos y cbaques, por Jo demás. hacia
ur.a forma poHtica en la cual la mayor fuerza
pertenecerá, no a una clase más o menos privi~
legiada, sino a una verdadera mayoria, com-
puesta de Jos representantes de todas 183 clases
de la nación y de todos los partidos.
En la anterior conferencia se ha demostrado
que el sufragio universal inorgánico, tal como
ha surgido de la revolución de f~brero. conduce'
a hacer votar las leyes por 1'15 representantes de
una minarla. Pero semejante estado de cosas no
puede durar. Todos los miembros de la socie-
dad debea estar verdaderíimente asociados al

I V~ue cspedllhueate el manifiesto dl'l Partido 14>-


cialisJa fn"c¡, (partido lO<:ialhto. ia.d:C'pe.ll.diente, qae
comprea.de, .obre todo, len diputados socialistas DO IIDld.
ados), 1D.fl1li1it',to publicado con ocasióJI; de hu elecciones
municipales del! de mayo de 1908, 1 que comienza con
ClItU pAlabru: .Si la Or¡:tnÍlAclóu .i!id.ieal obrera es 1IC'-
cesaria, en primer término, pan, ta' luctlu diarias contr:S
1ft due capitalistA 1 para despertar en los proletario. la
O:01:Iciencia clara de la. Inttruc• .olidarl", debe pro,('-
CUiHe ~r41e¡am('nte con lA acción polhica, \lAica que
puede procurar al proletariado ofl"oizallo In. conqlltSta
de los rodetes pl'lblicos. 'EUlre éstos, el poder oUln(Cipl'l
es lUlO de 103 que It correspoDde adqtlirir.1 (ú Tr"""
17 abril 1908.) •
1-" TRANSf"OlUIACIÓN DEL E!lT"OO 10t

poder. público, y marchamos, no puedo menos


de creerlo, hacia una fGrma orgaoica del sufra-
gio universal que aseguré la preponderancia de
una verdadera mayorla. formada mediante la
participación (:onsciente y regulada de todas las
Cl35CS y de todos los partidos.
La dominación de clase debe terminar; por
nuestra parte, rechazamo~ la de la clase prole~
taria, al igual que la de la clase burguesa. Quizá
sea esto una ilusión mia; pero me parece que
los progresos considerables que desde hace al-
gunos aflos ba hecho en todos los partidos, y en
toda!!; las regiones del pats, la idea de la repre-
sentación prop')rcional de los partidos---combi-
nada con la representación profesional, de que
habLlre en la próxima cooferenci,a -. es una
prueba de que la evolución se produce en el
$t'ntido qUe" indi,o. Es para todos un deber tra~'"
bajar. en la medida de las respectivas fuerzas,
por la realización de semejante reforma y por la
supresión de la elección uninominal y de ma-
yorlas, que es un instrumento de desmoraliza-
ción y de corrupción universales 1,

I La CAmara, .1 lIe,ar • la terminación de 111' EDIIn-


dalo" en el me. de mRyo de 1906, tenr" en la Comisión
del sufragio uniyersal dos proyectos: el ano, eucaminado
1& In rcs¡auracióll del escrutinio por lilta (M. Duyat, po-

Dente), y el otro sobre et establecimiento de la represen-


ta<;ióa proporcional (M. Clurte. Ilenoilt), La Il!'iI'iitatur..
10' LEÓN DUGUIT

Los gobernantes. pues, soo los representan.


tes de esta mayoda formada mediante [a parti-
cipación consciente y regulada de todos los par·
tidos y de todas las clases; y por tal modo, de
hecho, tienen la mayor fuerza y disponen de la
coacción material. De derecho, no la tieneo, no
pueden tenerla. Pero, sometid9s a la regla de
derecho, deben emplear su mayor fuerza en
realizar la aplicación de esta regla, consignán-
dola, reprimiendo todos los actos individuales
que [a violen, sancionando todos los actos indí-

dió tln sin qlle: ~ abordase la dí!ICusióa de ct.O!I proyectos.


La CAmaraeleeida en 1906 ha remitido" StI Comisión del
sufra&,ío IIniversallos informes de M. BIIJ\U y de M. Char-
les Bcnoillt. Al. E. FInndin ha 5ido enCAcllldo del ¡monDe
sobre la representación proporcional, DO ,ustitución de
M. Cbnrle~ Btnoist, aombnldo presidente de 1.. Comisión.
Rccicnlemrnl~ 10& periódicos publicaban la $i¡ui~nt~ .
aota: _La presidencia de la Comisión del .ufragio univer-
ul ba rellliu:do el lunes por la mai'iana la Ifestlón que se
le habla enco(Q~odldo cerCa del presidente del C<:Iuejo. A
consecueucia de nta entrevista le ha decidido, de cOl1l.ún
Acuerdo: 1.° Que la Comisión estudie lo mAs pronto posi·
ble los nuevos proyectos relativos ft la reforma electoral¡
2.~ Que el Gobierno dcli~re acerea de ellos después de
mayo¡ 3.° Que se tomen las disposieioue.'i necesarias en la-
legislatura de octubre, a 6n de que In d¡scusión sobre el
conjnnto de la reforma pneda veri6cane ante la C'mara
inmediatamente dupués de la discusión del prcsupuesto,
y lo mb tarde a principios de 1909,_ Ptlit~ Gíro"dt, 2~
m.rlo 1908. Comp. Po¡ne.ré, RttllU. I'II'imero de abrU
1908.
u. TRA.NSFORMA.CIÓN DEL ESTADO r01
viduales que se conrormen a ella. No tienen, en
una palabra, otro poder qua el de cumplir la
obligación de emplear su fuerza f!n proteger la
interdependencia social. Lo cual entraña UDa
serie de consecuencias.
II

EL VERDADERQ CARÁCTER DE LA l.EY

E H primer lugar, resulta una concepción de


la ley completamente distinta de la con~
cepción revolucionaria'. Es sabido que la De·
claración de derecbos de 1¡8q (art. 6." deñnia
la ley como la expresión de la .,aluntad general.
De donde resultaba que lo que constituye la
fuerza obligatoria de la ley. consiste en que
la ley sea querida por la colectividad, siendo ley
todo lo que la colectividad quiere. la ley, se
dice t, tiene una fuena particular, un carácter"
especial, porque emana de UDa voluntad que es
en si de una naturaleza particular. Es la volun-
tad de la colectividad personificada en el Esta-

• COU. en la Rn>1H dll D,.~ ,.bUl. 1908, pá~. S, el


mur interc9uote articulo de ),1. Deslandrea, tituladG ÉJ,,·
J~ Sil,. Jl!lo .. df>H~H/ lit I~ 101. Dlcey, ú drlril d l'OfJ¡'~
"Ü/" f'ubUq~. edie. fraile., 1906.
, M. Esuaein, por ejemplo, escribe: ..... la I"y (e-s) el
mandato del $Obcrnno '! tiene su fuena oblirn!oria de la
autoridad de quien emana•• ([)yoit t:O"SllIldio,n,~l, ..... e.:Ii4
eión, 1906, P'i'. SS.)
LA TRo\NSFORM .... ClÓN DEL ESTADO lOS

do, de una esencia dircrente de la voluntad de


los individuo!. Estos no pueden, pues, menoS
de someterse a la ley, sea lo qu(" ruere lo que
mande, porque tieneo UDa fuerza trascendente
que se les impone. De abi ese fetichismo de la
ley, que tan bien ha puesto de relieve M. Eduar-
do Bertb en un articulo del Mmnwlenl Socialis.
te y que ya he citado: .. La democracia parla.
mentada. escribe, ¿no es el propio derecho di·
~ioo de la potencia mágica del Estado, que ha
pasado del rey a los partidos encargados de tra.
ducir la llamada soberanía del pueblo? .. La ley
que emaol:! de nuestros pdrlamentarios moder-
nos está rodeada de un respeto más supersti-
cioso que el que en cualquier tiempo se ha re-
servado para los reyes más absolutos, pudiendo
decirse que el legalismo moderno es más esela·
vitante aún que el antiguo lealísmo» 1,
La verdad es que la leyes la expresión, DO
de una voluntad general, que no existe. ni deJa

I lIouflrmrnl SoclaJiult, julio, 190', 3.- serie, J, pAri-

na 11. Herbert Spcncer decla: _La gran superstición de la


poJltica de Olros tiempos era el dr.rechl> divino de 105 re- '
yes. La p.n superitidóll de la polhiea de boy ea el de-
recho divinl> de los Parlamento•. El .ceite de la ilaciÓn
p"rece haberse desli.tado $iD darse eUenlft de UrIA aola CA-
beza hacia. 1..., de un ¡raft número, consa,Tándolo, a ello.
y a .us dt>ere-tos, Pue:le encontrarse irracíonalln primera
dI! es"~ creeneiu¡ del!.! e'lirnllflSe, sin cl1I.h.rro, que era
mb ló~ca que l. 1Uticn•..•• L'individu cortl"t "Élal,
edic. franc., pAr. 116.
106 LE6N DlICUlT

.aluntad del Estado, que tampoco existe, sino


de la voluntad de lo! hombres que la 'latan. En
Francia, la leyes la expresión de la ",oluntad de
Jos JSo diputados y de los 200 senadores que
(orman la mayoría babitual en la Cámara y en
el Senado. He ahí el becbo. Fuera de cso, sólo
hay ficciones y fórmulas vanas: no las admiti~
mos ya.
Si la leyes la expresión de la voluntad india
vidual de los diputados y de los senadores. no
puede imponerse como t.,,1 a las otras volunta·
des. No puede imponerse más que si es la fór-
mula de una regla de derecho, o la afirmación
prtictica de esta regla, y en la medida que lo es.
Todas las leyes se dividen, en efecto, cn dos
grandes categorlas: las que formulan una regla
de derecho y las que toman medidas para ase·
gurar su apHcaci6n.. He llamado a las primeras
leyes nQrm:Jliv/2s, y a las segundas leyes cons··
11'llcliv~ '. Pero las palabras importan poco. Ni
unas ni otras contienen. a decir verdad, man-
datos dirigidos por una voluntad superior a
voluntades subordinadas. Y, sin embargo. 60n
obligatorias, porque son la fórmula o la reali-
zación práctica de una regla obligatoria por si
misma.
Se comprende, esto supuesto, por qul: y

• Cons. L' EltU, lt 41'0# objectlf ti la lo; PO$IIi1Jt


(1907), p6¡inaa557., .~ientu.
LA TftANSP'ORM..\C¡Ótl 0&:1. I!:~TAOO ¡07

,ómo las leye$ son obligatoria~ aun para aque-


llos que las ban hecho, para los gobernantes, o,
como es corriente decir, para el E~tado. La ley
es tan rigurosamente obligatoria para el Parla·
meoto que Ja ha votado como para el particu·
lar a quien se dirige. Si se ve en la ley una orden
formulada por el Estado-persona, y si se bace
del Parlamento el mandataño representativo o
el órgano jurldico del Estado, reclamo que se
nos explique cómo el Parlamento puede verse
ligado por la ley que ha becho, siendo perfecta-
mente lógicos los ingleses cuando dicen que el
Parlamento puede ba..:erlo todo, menos de un
hombre una mujer. .
Los juristas alemanes, siguiendo a Ihering y
a M. Jellinek, enseñan la teorla sutil de la aul(J-
limitación del Estado. El Estado, dicen, está so-
metido a la ley que Ilace, porqul! se limita vo
luntariamente por esta ley; puede hacerlo. aña·
den, sin que se atente a su soberanía, puesto
que la soberanla es la (acuitad de 41/loddermina-
ción, y al autolimitarse el Estado se autodcter·
mina, y por tal modo persiste como soberano,
aunque subordinado a su propia ley t •

• ("onl. IheriD'. lk, Zwtc} ¡m RuM, tomn 1, p'Ci-


IUl 241. Jellinelt, e,",.
"mi V"ordnunK, 1887, pA&,. 197.
Allg~","n' $laalsl,II" (2" edic., 19O5), plt&'_ 357. Para
Ja crllica que yo he intentado hacer de e"'ta doclfin., ,.ta·
se L'ÉJal, 1, droiJ tI&j,ttiJ••• , párina, JOS J !illUlcntel, '1
.Vanrud (1907), pá¡. St.
<08 LEÓN DUGUIT

Todo esto es muy ingenioso¡ pero eso no


prueba nada. En efecto, decir que el Parlamen-
to, que hace la ley y que representa al Estado,
está Iigadoysometido porque quiere, y en cuan·
to quiere y en la medida que quiere, estar some-
tido por la ley, equivale precisamente a decir
que no lo está. Y ello es tan cierto, que los teó'
ricos de la autolimitadón, como M. Jellinek,
enseñan que la ley no es necesariamente una
disposición de alcance general. que puede baber
leye~ individuales '. Es decir, que el Parlamen-
to puede en todo momento acordar una deroga·
ción individual de la ley general por el votada.
y puede en todo momento sustraerse a la apli·
cación de la ley .

• }ellinek, Geut. "1111 Vt1'ordmmK (1887), pH,. 232.


AlIremnNt Staatsltl,Yt (2.- edic., 1904), pág. 595.
Comp. Latmnd, Drait p/wlic(edic.lranc. 1901), tomo ID,'
pia. 260.
III

REfUTACiÓN DE ALGUNAS OBJECIONES

L A concepción de la ley que expongo, ha tro·


pezado con objeciones bastante vivas, que
no puedo dejar pasar en silencio.
1<:0 primer lugar, se ha dicho que se trata de
una teorla anarquista; no hay sociedad que pue·
da vivir con semejante concepción de la ley l.
La obediencia pasiva a la leyes la condición ne-
cesaria de toda vida social. La teorla preceden ..
te reconoce en cada individuo el derecho de
negar obedien6a a una ley, bajo él pretexto de

I M. &mein da fin a so lar,a y cortis critica de mi

doctrina diciendo: «Si se nie,. la soberanIa, una de dos:


o no hay leyes, ni Gobierno, y tendremos la quimera
anarquista .•.• o las leyes no pueden aer más que tranue"
ciones entre las diferentes fllenas o clases que de hecho
e:ristll.n en la naci6n.,. (D,oit COHtitit"tio""d, 4.&editi6n,
1906, pa&". 40.) No creo ser UD anarquista; pero creo 1
espero demostrar en mi tercera collferencia que, en efec-
to, nnettras sociedades modernas evolucionan bada un
estado de derecho que descanSA esencialmente sobre el
acuerdo entre las diferentes clases sociales.
tlO LEÓN DUGU1T

que no res.ulta conforme a la noción que se for-


ma de la regla de derecbo; y siendo asl, la con-
secuencia será la desorganización general. Cuan·
do menos, se dice 1, es preciso afirmar que toda
ley se presume que es conforme al derecho, y
debe, salvo prueba en contrario, imponerse a la
obediencia de los ciudadanos.
La objeción, que parece grave, no me afecta
en nada. Puedo devolverla y decir que mi teorfa
de (aley es, por el contrario. esencialmente so-
cial, porque obliga a los gobernantes a no dic-
tar otras leyes que aquella$ respecto de cuyo
canicler juridico· DO pueda suscitarse duda al..
gu'na. Bien sé que la verdad jurldica no se im-
pone con la evidencia de una fórmula matemá-
tica; pero no es menos cierto que determinadas
reglas de derecho, en un momento dado, ban.
penetrado tan profunda y tan generalmente en.
la concieneia de 105 hombres. que toda ley que
no tenga otro fin que asegurar la aplicación de
semejante norma, c:ncontrara indudablemente
una adhesión casi unánime.
Pero se dirá: el número de leyes que respon-
dan a semejantes condiciones será muy restrin-
gido. Sin duda; yel mal no es grande. Es, a mi
juicio, un gra ve error creer que el progreso so-
cial se mide segiJ.n el numero de leyes nuevas

I Geny. cAn4lisil de mi IIhro L'Eta', l~ 4lI'OI" objecltf.,


en la Revu# Crilj¡¡IIt. 4l~ U&islll.tioor (1901). pAj", 608.
LA TRANSFO~MACIÓN DEI; ESTADO 1II

que los gobernantes dicten. Por otra parte, en


un porvenir quizá no muy lejano, los gobernan-
tes barán cada vez menos leyes, porque las rela.
ciones de los individuos y de los' grupos se re-
girán, sobre todo. mediclnte reglamentos con-
vencionales, quiere decirse mediante reglamen-
tos que resulten de una inteligencia entre dos
o varios grupos, no debiendo los gobernantes
illtervenir más que para darles una sanción,
vigilando e inspeccionando.
Además de esto, cuando se babIa de resiso
tencia a la aplicación de la ley, se alude casi
!1oiempre a la resistencia violenta'. Pero debe ad-
vertirse que la resistencia a las leyes opresoras
puede manifestar.c¡e muy de otro modo. Hace
largo tiempo que los teólogos bao distinguido
la resistencia pasiva, la resistencia defensiva y
la resistencia agresiva, mo~trando que ~sta no
es legitima sino como último recurso -. Si, como
yo pienso. los grupos sociales están en camino
de integrarse dentro de cada sociedad nacional.
y especialmente en Francia, mediante las for-
maciones sindicales, podrán organizar una fuer·
te y pacifica resistencia a la aplicación de las le·
yes opresores. ¿Qu~ mal habrfa en que el legis-
lador estuviese advertido de que toda ley que

- Cons. Chénon, TIr/orle calhoUqlle de la $()lWera/rleti


'/(IUo"ale (1898), pArlnaa 16 y I¡,.uientea. y mi Jlanlu:1
(1907), psi,. 677. Trad. e.p. de Acu&a. (F. Beltrán, editor.)
LEÓN I.IUGUlT
'"
oprimiera a uoa clase en bene6cio de otra ha-
bria de tropezar er. su aplicación COD una opo-
sición de la primera, luertemente organizada?
iNo seria hasta un deber de todo Parlamento
orgaoizar semejante resistencia legitima? La
cosa, ciertamente, no es muy sencilla. Con la
concepción de la ley, voluntad soberana) serta
impGsible. Con nuestra concepción no lo es. El
principio se encontrarla expresado en la crea-
ción de uo alto tribunal compuesto por igual
con representantes de todas las dases sociales,
y el cual iuzgase. por decirlo asl, d~ la legalidad
de la ley',
Otra objeción c:; la formUlada por mi joven
y brillante colega M.. Pilotis, profesor en la Fa-
cultad de Derecbo de Poitiers. Como yo, admi-
te la existencia de una regla de cODdlJeta fund.a-
da en la interdependencia social; mas, segón él,
se trata de una regla de moral más bien que de
uoa regla jurldica. La regla 00 es imperativa
por sl misma; no llega a serlo sino cuaado se
formula en la ley positiva. La prueba de esto
está en que antes de ser formulada en ta ley po·
sitiva, su violación no entraña represión alguna,

t Comp. 1M prOpolicionu de MM. J. Roche y Cbarle$


SenoiSI sobre la Clueióa de UIl TribuQ.o.1 Supremo para
utatnfr acerca de lat: reclamaciones de los dudadanos
tobrc Ylolación de .nl derechos por parte del poder lelis-
latiovo. (J. Off·, DIJe. parl., CámarAler. ord.1903, pári-
raas 97 1 99.)
LA. TRANSFORMACiÓN DEL !.STAnO 11]

y que los actos realizados por los individuos,


conforme a la regla, no producen efecto, no es-
tán socialmente sancionados. La ley positiva no
es, pues, dice, la mera comprobación de la regla
social; bay algo más, que esta añade: es ella
quien le da el carácter imperativo.
Me parece que, al dirigirme esta objeción
M. Pilotis, ba confundido un tanto el carácter
obligatorio de la regla y la sanción, socialmente
organizada, de esta regla. Ciertamente, mien ...
tras DO baya ley escrita o costumbre compro-
bada, no existe una sanción regular y juridica..
mente organizada de la regla de derecho. Pero
¿prueba esto que la regla social DO sea por si
misma imperativa~ Por otra parte, la expresión
imperativa DO es adecuada, porque implica la
idea de una orden dada. Ahora bien: la regla
de derecho no es una orden; es una disciplina
de hecho, que la interdependencia social impo-
ne a todo miembro del grupo.
M. Pilotis admite el carácter imperativo de
la costumbre, y lo explica mediante el consenti·
miento voluntario de los bombres a la regla
que la costumbre contiene. La ley será, pues,la
realización de un grado más, y su carácter im...
perativo se explicará también merced a la acep-
tación voluntaria de los individuos a quienes se
dirige. Esta aceptación voluntaria, por mi parte
no la niego; pero nada puedo añadir a la regla
misma, que recibe todo su valor de la interde ..
8
LEÓN DUOUIT
'"
pendencia sodal o del postulado admitido de
una vez para siempre. La aceptación yolunta-
da de la regla no es en el fondo más que una
condencia más clara y más precisa, que fad.
licita su aplicación y que asegura su sanción.
POr lo demás, M. Pilotis debe fijarse; su idea de
.regla obligatoria en cuanto es querida por los
hombres», le lleva muy cerca del carril del con-
trato social.
Por ultimo, se me ha dicho: uVuestra con-
cepci6n de la ley no es más que una vuelta a la
teorla de los doctrinarios de la soberania de la
razón. la cual no es sino una edición. apenas
revisada. de la antigua y caduca leorla del de-
recho natural» t. ¡Por Dios, que st muy bien

I M. RAdU:to u~ribe: .Esta tuls, que nle,a la .ob!ra,


01. ,. el Poder coa.tituye.lne, 00 es, por otra partO, nueva---
sioo UD .,:110 tltla ttorla rejuvenecida merced a la lDvoca-
clótl de al¡lInll idn, bUIIllte vlj'u, por lo dClI'\b boy
admitida', ya en Francia, 11'1 cn A)ematl¡a, ,aln como el
principio de la solidaridad hUmAua '1 la contepclólI ~ la
re8"la de derecho que se basta a al m¡sma_ Ea estala doe-
trina que en diferentes C!ipocu ha pretendido DO recono-
cer otra $Oboeranfa que la de la razón; es la misma doc-
trina que Guitot defendió bajo la Restauración (JloJleru
fl'oppo ..-titm, p!8". 67); la que tambi~. formulaba el par-
tido doctrinario por boca de RoUer-Conan:! (Discol4rs SfI,
l. fn.i,je, 1831). En los flere,"" ti i.'r,eu. legitimo"
doode ~.te 'fe la bue misma de la sociedad polltiea, se
el\cv,eD.tu el equ¡'l!.leule no.cto de la '¡llIación. jllrldiea y
de la reila de derecho, sobre la cual)4. Du,llit CODltru-
LA TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO liS
qlle los Roller·Collard y 108 Guizot son perso·
najes hoy un lanto pasado! de modal Y, sin em·
b9rgo, eso no seria sí •.. se ha de decir: la ley no
es soberana y obligatoria más que en la medida
en que es conforme a la razón. Un bombre a
quien no se acusará, Sllpongo. de no ser modero
nista, M. Clemenceau, presidente del Consejo,
no decia otra cosa en el discurso antes citado:
,Es preciso, afirmaba, que la democracia sea,
ante todo, el gobierno de la ruón .. i. BilStará

"Ir. todo tu .Istema (Esm~¡o. D,oit co"51j/lltio",,~I. 4.-


edición, 1906, pA... 36). No niego que qoepA referir, deade
t! pUflto de 'I'!sta formal, mi doctric.a a 1a1 COnCl:'pciouell
doctrinarlas, y lo d¡..o en el lutO. Pero DecesilO bac:er
1I1II'0na. iodieacioues mAl precisas. M. Etmelu parece no
Dj"rse ea el 10ICar qoe atribuyo a la sihtaddll ¡",idicól
,.bJ~J{f)a. Hace de ~I UDa de tu ~. de: mi sllt'lma.
cPllndo por mi parte be plocorado demonrar que el el
puntO de lIe,ad.... La litQltdón de derecho sobjetl'l'o no
Met, .. n efecto, lino euudo llII.B. declara<:iólI de "Voluntad
individual se hA producido conforme a la r~la de d'lre·
cho. En cuanto lo l. noción que me formo del der~ho ob·
;eti"o y de la "-"gla de derecbo, es completamente distln·
ta de la cOlleepdón doetriDaria t1e 1m de,,""o, y 4./04
ú,ltfeu,leg{Ii'lIos. Il:sta descanSA e'l'ldcDtemente cn de-
rc<;bOI Indi'l'ldualel determicadol .t priori por la ralióllj
\Xli a.6.rmll.Clón de la re¡la de derteho de!lC8l1$& elicluli .... •·
¡ncnte en UD hr.cho, el hecho de la interdependencia t.o-
Cilll, eomprobada por la oi)Ur"l"o,cióll. La diterene!1l me
p.rece fundamental. (Comp. 8ertb~lem,., .Anilisis de mi
MCHwd», en 1, RnJlitt tilit Drolt Public, 1908, núm. 1, pi-
(¡'lll 161.)
1 J. OlJfcid, 13 febrero 1908.
.. 6 LF:61'f OW:tJIT

ponerse de acuerdo sobre lo que es conforme a


la razón. Si se dice: una ley no es obligatoria
más que cuando es conforme a ciertos princi-
pios racionales, inmutables, siempre los mis-
mos en todo ti.empo y en todos los paises, ten-
dremos la doctrina del dereebo natural; doctri-
na que rechazo en~rgicamente. Pero si se dice:
una ley DO se impone más que cuando es con-
forme a las condiciones de vida actuales. mo-
mentáneas y variables, de una sociedad dada,
determinadas por la observación y el análisis
racional de su e,olución y de su estructura, be
abl, a mi juicio, una doctrina completamente
distin~a de la del derecho natural y de las con'"
cepciones de los doclrina,.ios¡ una doctrina de
orden puramente positivo y de inspiración ver-
dadt:ramente cientifica. Y esa es la que, por mi
parte, defiendo.
IV

L.AS OBLlOACIONl':S UF. LOS GODEHNANTES

ONIENDO a un lado la doble nocióo de perso-


P nalidad y de saberaala del Estado, pode-
mos fundar el principio de una limitación efec-
tiva y estricta. negativa y positiva de Jo. acción
de 108 gobernantes. Sé muy bien que la doctri-
n8 de la soberania personal pretende que tam-
bién puede limitar la acción del Estado. Es po-
sible, aunque, como se ha visto, los hechos pa-
recen probar lo contrario. De todas suerte!, no
puede limitarla mas que negátivamente; no
puede imponer al Estado obligaciones positi-
vas. Las Declaraciones de derechos y las Cons-
tituciones de 1789, d~ 1791 Y del año ni, que
contienen la expresión más perfecta y más com-
pleta de esta doctrina, DO babia n mas que de
una limitación negatiu: ttEI poder legislativo,
se dice, no podrá dictar ley alguna que atente al
ejercicio de los derechos naturales del hombre 1,

, Consto 179L, titulo 1, § 3.°


.,8 LItÓN DUOUIT

y nada más. De donde resulta, dlgase lo que se


quiera tique con la soberanía del Estado y la
doctrina individualista no es posible fundar la
obligación, pardo Jos gobernantes. de asegurar
gratuitamente a todos un miaimum de ense-
ñanza, de procurar trabajo a quien lo demande
y de proporcionar los medios de subsistencia a
cuantos se bailen en la imposibilidad de consc·
guirlos COD su trabajo. Nuestra legislación posi..
ti.a, dominada basta estos últimos aaos por la
falsa doctrina individualista, DO ha establecido
la enseñanza primaria, gratuita, basta 1881 (ley
de 16 de junio de I&h); no ha reconocido aun lo
que impropiamente se llama el derecho al tra-
jo, y sólo impone la obligación de la asistencia.
desde 1893 (ley de IS de julio de 18<)J) para los
enfermos, y desde 1905 (ley de 14 de julio de
1905, modificada por el arto 35 de la ley de JI de.
diciembre de 19(7), para los ancianos y los in·
curables. Puede decirse, pues, que el reconoci~
miento de las obligaciones positivas de los go-
bernantes se ha desarrollado al compás de la
decadencia constante de la doctrina individua-
lista y de la concepción regalista del Estado, con
ella relacionada'.

I H. MicbeJ, L'idie de l'Élal (18981, pi&". 90. V. ta


critica de esta proposición en mi Na,,,,,,
(1907), pA¡i.
oa 6.. 9.
• Coos. el bermoto libro de ~(. A. Sebat,. L'j"divi·
'¡ICaUS"'t iCOIfOllliqICt tI SOd4', 1907.
LA TRANSFORMACiÓN DEL ESTADO t 19

Que en un régimen polltico fundado sobre la


concepción del derecbo objetivo, el deber de la
asistencia, de la enseñanza, del seguro contra
el paro, se imponga a los gobernantes, bien se
comprende. Estos son individuos como los
otros, y no los órganos de una supuesta perso-
na colectiva. Como los otros, los gobernantes
están sometidos a la regla de derecho, que les
impone las obligaciones correspondientes a la
situación que ocupan en la sociedad, y que, por
consiguiente, les obliga a poner la mayor fuerza
que poseen al' servicio de la interdepenHeocia
social. No están sólo obligados a abstenerse: es-
tán. además, obligados a obrar. y esta obliga-
ción se traduce en el deber jurldico de la ense-
itanza, de la garantía del trabajo.
Pero el deber de la asistencia suscita el pro-
blema mas perturbador entre todos aquellos
que se plantean ante la conciencia moderna. El
cristianismo lo babia resuelto con el deber mo-
ral de la caridad en el sentido que todos sabe..
mos. La polltica positiva. ¿debe resolverlo en el
mismo sentido? ¿Qué solución se desprende ló-
gicamente del hecho de la interdependencia in-
dicada~ Que los gobernantes están obligados a
asegurar la asistencia médh:a a todos aquellos.
cuya curaCión es posible, no ofrece duda; la
asistencia tiene entonces por objeto conservar
una (uerza social: concurre en este caso a au-
mentar y a mantener la interdependencia. Pero
,.. 1.ItÓN DUGUIT

la asistencia. ~ge debe igualmente a los ancianos


que consumen sin producir y deben desapareo
cer forzosamente en algunos años; a los incura-
bles. qu~ no sólo son valores improductivos,
sino que pueden introducir en la raza hasta un
germen de muerte, de decadencia, ¿No implica
esto una ,iolación de la ley misma de ¡ntorde-
pendeocia social?
Spencer indicaba que la asistencia asl com-
preDdida es una obra antisocial', Nietzsche la

, Herl:>erl Spenc~r no prell'mdr. prohibir la beneficen-


cia indh'idual: _No eJ¡ mi huenci6n, ~scr¡bja. luprlQlir o
conden., lo. :1u:zi!io, concedidos a los hombres mil dota-
dos por pUle de lo' hombre. bien dotado' en Id calidad
de- indhiduol._ L'inJítlidu contre l'Élal (edlc. francela,
1885, pAg. 98). Pero partiendo d4!1 principio darwlnl$t4 de
lit. lu<:"hl por I1 e:liltoncia o d~ la IoCI~eci6n. estima qu~ .. !a
sociedad tomada en lO totAlidad DO puede, sin upoousc
Il un dClUt1tre inme..liato o futuro_, intervenir para fa,.o-
recer el det.enV'olyimioato de IOJ, Indi .. iduoI mal dOl.dol,
_En eOIl(;urrendll eon los miembro!; de IU proola elpedc,
en lucha con 101 mitlnbrOJ, de Olr . . csp~cies, el indi .. lduo
do!<!:le J mllere, o bien prospttl. y se multiplica, ae¡li.n que
est' bien o mal dotado, E,¡dcnt~rnente, un ré,imea con..
tratio,.i pll3iera ler, en efecto, lUantenido, ruultana
con el tiempo flltal para la ~pecle ... iHay qltien piense
que elta verdad no tea aptienblc a la r.spc::de huma"a) o,.
tSc ptetcllderil que no resaltar .. mal 1l1iuno 1I a 10' in"l·
,,¡daos poco dotado! le lel colo.;a ea la pos.ibilidad de pros_
perar r de multiplicarse tinto o mA. qne 101 Individuos
bien dOla"oll Una sociedad humana, puesta ca lacbl o en
coacutrellcia con otra. lodeda"u. puede coalidetane
LA. TRANSFORMACI6:'1
'.
DEL E5'f1A.OO I:l(

destierra de la sociedad fundada sobre la )Jolun-


t:ziJ dl polmcla l. Y. sin embargo, nadie entre
nosotros se inclina a desaprobar una ley como
la de q de julio de 1905. que, por primera vez,
formula el derecho 8 la asistencia imponiendo
pesadas cargas a 109 contribuyentes para ase-
gurar los socorros o la hospitalización a los ao-
cianos y enfermos e incurables. Pero hay que
reconocerlo con toda rranqueza: la ley de inter-
dependencia por sI sola es, en el caso, impoten-
te. Es ntcesario algo más: es necesario el gentí·
miento de la pietaad por el sufrimiento huma-'
no. Sentimiento adquirido o sentimiento inna-
to, poco importa esto; es una de las más her-
mosas cualidades del hombre civilizado del si-
glo xx, y debe tener su lugar en nuestro régi-

(omo unll f:t,pecie. o mili bien (:OnlO u.na variedad de ~.


ci~. 1 se pu.ede wmar que, al modo de otras e~i~, o
"IIriedadea, ter' incapar de tDl.l'ltencr5C I\rllle en la IDcba

OOfIta de .u.
(on otras aod~dades, ai luore-ce sus Doidll.d<-s lalerlore."
unidadel lupetlorea•• (Herbert Spen«('r,
Irx:. til., p'¡rinu 97 y 98. Parll, F. Alean.)
I v ... ~ elpedahrumle LA 'VoI~l1Ii dr IHIlÚS(lHre (edl·
~ión frll.uee.'l.ll. trad. U. Albert, 1903), sobre todo eu el
tomo 11, el libro (V I titlllado Dimplínll y "ferci6f1/, qu~
comleuza con estas Plllabrlll: .Mi 61010fla aporla el ¡-r1l1l
pc:ns,QllItento ,iclorioiO qne aCIlb.'\ por eellpaar cualquier
otro mftodo. Es éste el Irran pcn$amiento "l«ci~lIIl.dor..
las razas que 110 lo soportaD estin cou.~nlldu; tu que lo
cOlJsldernn como el mayor de lo. beneftcio. e$tAlI ele¡i.
das ~ra la dominación_ (p'i'. 170.)
L~61\1 DUGUrT
'"
meo polltico positivo. que debe abarcar todo el
hombre.
Es preciso anadir. además. que la contem-
plación de los auxilios concedidos a los eofer~
mos, a los anciános, 8 los incurables, es un es·
pectáculo de justicia que entnu't3 un estJmulo
para los trabajadores sociales y contribuye, por
tal manera. a aumentac su fuerza productora.
v
EL VERDADERO CARÁCTER DE LOS ACTOS
ADMINISTRATIVOS

L A actividad pú.blica se manifiesta, no s610


mediante la ley, sino también mediante
los actos individuales, que sao, o actos jurisdic-
donales o actos administrativos, y cuya distin-
ción es uno de los puntos más delicados del de-
recbo público '. Según la teoría tradicional, el
acto administrativo o jurisdic:cional, que de be-
cbo es la obra de un bombre. administrador O
juez, es, de derecho, obra del Estado mismo. Ja-
más he podido comprender esas distinciones
entrc" la verdad de hecho y la verdad de dere-
cbo. Toda construcción jurldica que descanse
en semejante distinción no tiene valor. Tome-
mos, pues, el hecho tal como cs. El acto admi-
nistrativo y jurisdiccional emana de una VOIUD~
tad individual, y la voluntad de un jefe de Esta-

I Conl. sobre est. distinción mi Jluu" (1907>, p'ri-


nas 99 y si,"ientel 1 237 ., lipicntel.
LEÓN OUGUIT

do, de un mini~tro o de un juez, que toma una


decisión, nada tiene en si misma que la distio-
ga de mi propia voluntad. No puedo, pues, ad-
mitir que se bable de actol de autoridad, de po-
der publico, de funcionarios que poseen una
partlcula del poder publico, Son estas otras
tantas palabras vaclas de sentido, y, además,
peligrosas, porque del acto de potencia publica
al acto de gobierno (uera de todo recurso, 00
bay gran distancia, y del r~g,men de potencia
pública al régimen dictatorial y tir4nico. no hay
más que un paso.
Pero si negamos ~I p"lder público, ¿cómo ex-
plicar que el acto individual de sus agentes se
nos imponga legltimameote? Mediante la teorla
del acto ;urldico l.
El acto del agente produce un efecto de de-
recho, como todo licio de voluntad individual,
unilateral o contractual que reúna las condicio-
nes del acto jurldkn. Sin in'Jistir sobre esta de-
licada teorla, quiero mostrar en breves palabras
cómo se relaciona directamente con nuestra
concepción de derecho objeti'fCl.
Defino ef acto jurídico como una declaración
de ,oJuntad que emana de una persona capaz y
que tiene por objeto una cosa que puede que-

I Paraesu, tear!a cona. mi UbroL'lJat, le d,.oiJ objt-


tif (1901), mp. 1If, plij'iuu 138 y 1ilrUientes, y JlaHlltl,
pái'iaa, 210 1 sii'ulcDte1.
LA TR.,NSFORMACIÓN DEL ESTA.DO I:aS
rer, determinada por un fin legal y hecha con la
intención de crear una situación jurfdica. El
efecto de derecho no es, en realidad, producido
por el acto de voluntad. La manifestación vo-
luntaria de un individuo, sea quien fuere, sim-
ple particular o emperador, rey, presidente de
la república, ministro, prefecto, alcalde, es im-
potente por si misma para crear un efecto de
derecho. El efecto de derecho es un hecho so-
cial, puesto que no es otra cosa que la coacción
socialmente impuest, a una o a varias volunta·
des de hacer o de no hacer alguna cosa. Abara
bien: una voluntas! individual no puede por su
sola fuerza producir un efecto social. Pero si el
acto de voluntad individual está determinado
por un fin social, si es conforme a la regla de
derecho, si tiende a crear una situación de de..
recho, el efecto se produce como consecuencia
directa de la aplicación de la rt'gla de derecho:
de ahlla obligación para la voluntad, refrenda.
da por el acto, de cumplir una..cierta prestación
o de abstenerse de realizar una acción determi·
nada, y esto bajo la sanción de una coacción so·
eial, y en los paises civilizados, de una coacción
socialmente organizada.
Asl, pues, los actos realizados por los agen-
tes públicos no son más que actos de voluntad
individual. La voluntad de un administrador,
de un juez, no es una voluntad de una esencia
superior a la de los particulares. Y no se diga
,,6 l.EÓN OUGtlIT

que son los mandatarios o J08 órganos de una


persona soberana, el Estado: eso no pasarla de
ser una ficción, y es bien sabido lo que de ella
debe pensar~. Sí el acto de un agente público
produce un efecto, es tan s610 porque es UD
acto jurldico, y sólo cuando lo es, como todo
acto emanado de una voluntad individual, y
bajo las condiciones que se imponen a toda vo-
luntad individual.
Bien advertiréis las consecuencias pnkticas
de considerable importancia, que se despren-
den de esta proposición. Durante largo tiem-
po se ba estimado el acto administrativo como
un acto de una naturaleza completamente es-
pecial, y se le ha rodeado de una especie de
respeto supersticioso. La administración apare-
da como una potencia superior que podla im-
poner su voluntad, como en otros tiempos los
prlncipes absolutos, porque tal era 8U buen
querer. No reconoda SiDO en si misma el poder
de apreciar la legalidad de 108 actos que habia
hecho. Se cerola como una divinidad misterio-
sa y temible por encima de los mortales asus-
tados.
Conceptúo que muchos administradores tie.
nen todula la creencia Intima de que son de
una esencia superior. Pero el público se hace
csctptico, Desde el momento en que se ba tomo
prendido y afirmado que el acto administrativo
el!. un acto como cualquier otro, un acto que no
LA. T1UN8FORMACI6N DEL ESTADO IlJ

recibe fuerza alguna especial de la voluntad de


su autor. un acto que no produce ef\!'cto más que
si es conforme a la regla de derecho y en la me-
dida que se conforme a elta, la fuerza arbitraria
del administrador quedó rota y el miedo supen:!-
ticioso que inspiraba se ha disipado en no pe-
queña parte. El derecho administrativo resulta
asi por tal modo verdaderam ;Qte fundado, vien-'
dose el particular protegido contra la arbitrarie·
dad " Todos 108 din la admirable ;urispruden ..
da del Consejo de Estaclp aplica, consciente o
inconscientemente, poco importa, la consecuen..
cia de esta noci6n Dueva que resumo en estas
palabras: el acto administrativo es UD acto cma·
nado de una voluntad particular, y no puede
producir efecto sino en la medida en que se
conforma con la regla de derecbo.

I D~bo decir q\l~ • )1, HauriolJ, sabio decano de TOD-


lo!Ue, es • quien, sobl:'e todo, corresponde el mérito ,~ 1111
bonor de baber afirmado por primer. ve, que el acto ad.
ministrativo es UD acto jurldico, 1 como tlll, sometido al
derecho. Comp. 1.s sel. edldollu del P,ici, Ir D,oiJ "d·
""¡ltút,_i/.
VI

REFUTACiÓN DE OIlJECIONES

S IN embargo, esta proposición tropieza con


ciertas objeciones. Se dice primeramente:
la. proposición que precede es verdad con rela-
ción a muchos actos administrativos, aquellos
que en una terminalogla boy admitida se lla-
man actos de sutíón. Pero hay muchos actos
emanados de agentes públicos que tienen cier-
t.lmeote un carácter partic,,¡lar. Son los que se
llaman actos de. auloridad o de po.1~ pUbliro'
-puiuance publi1ue-. Estos no se concibe que
puedan ser hechos pOf simples particulares. Es
preciso, pues, que los agentes que los realizan
tr~ngan una cualidad propia, que les permita
conferir a esos actos ese carácter especial, y
esta cualidad propia no puede ser más que una
delegación del poder público.
La objeción ha sido, sobre todo, formulada
por mi sabio colega y amigo M. Berthelemy •.
Comprendo que se atribuya al acto llamado de

, Droil tld",¡nist".uif. &," edic., 1908, pAco 42.


LA TRANSFORMA.CIÓN rlE!. nT.\PO 139

~utorid.Jd O de poder f'uolico un Caracter propio


en relación con la cualidad del agcn~e, ~uando
se admite la doctrina que reconoce la persona-
lidad dd Estado. Pero no lo comprendo yo
cuando, como hace M. Bertbélerny. se niega
cnt'-rgicamente la personalidad del Estado, po_
tencia pública, y cuando se afirma que los agen.
tes de autoridad no obran jamás como manda-
tarios u órganos de una persona colectiva pü.
blh::a t sino expresando verdaderamente su vo-
luntad individual '. ~Cómo es que M. Bertbéle.
my, que admite que el acto emane realmente de
1... voluntad individual del agente, puede admi-
ur al mismo tiempo que ciertos agentes den a
sus actos un carácter particular) Porque se dirá:
la ley les atribuye esta competencia. Sea¡ pero
la ley no puede transformar el caracter de una
voluntad, bacer que una voluntad individual no
sea una voluntad individual y se haga superior
a otra voluntad.
Comprendo muy bien que se diga: el acto
administrativo tiene un caracter particular,por.
que, por el órgano del agente, emana de una
persona colectiva. cuya voluntad es por su na-
turaleza superior a las voluntades individuales.
Eso es falso. es una ficción pura; pero eso es ló-

I Droil tfd".¡,fút,aI.!. pAr .• 2. 1 adeDll' Prelado de-


l. edición ffllnceu. del DNJ;t admillistnrtif, de OltO ~b·
,.er, 1903.


'3° LEÓN DUGUIT

gieo. No comprendo que se diga, como dice


M. Bcrthél~my: el Estado, pockr pl.iblico, no
tiene personalidad; los aclos administrativos
emanan todos de la voluntad individual de los
agentes, aun aquellos calificados como actos de
autoridad; y, sin embargo, éstos tirnco una
(ucna propia, un valor que no pueden tener los
actos emanados de una voluntad pilrticular.
Todo esto es, evidentemente, contradictorio.
Además, al decir que bay acto ... de autoridad
que se reconocen en que 00 se con.::ibe que pue-
dan ser realizados por simples particulares, se
cae en un verdadero círculo vicioso. En efecto,
si hay ciertos netos que nos parece que DO puc 4

den ser obra más que de agentes del Estado, es


que tales actos se rdiereo a una actividad que,
de hecho, en un momento y un pals dados, está
monopolizada por el Estado. Ese monopolio es
lo \'loico que nos hace atribuir un carácter parti- .
cular a esos actos. Pero en realidad esos actos
no tieneo nada de especial: podrán muy bien no
cumplirse por agentes del Estado, y en ciertas
épocas no se cumplian por tales agentes, ea
decto. Se ofrece como ejemplo las operaciones
de polícJa, que se dice se refieren de cierto al
ejercicio del poder públko, porque no se cooci·
be que semejantes operaciones sean desempe-
6adas por particulares. Eso no es exacto. Nada
se opondrla a que las operaciones de poli.:ia
fueran ejecutadas por asociaciones privadas, y
asl ha sido algunas veces. Todos lo. que ban
leido el Ql/iiot~ recOl"darán los altercados del
cablillcro con la Santa Hermandad, la cual DO
era más que una asociación privada al cuidado
de la poli;;la de los campos españoles. Hoy el
Estado ba monopoliz.ado la poHcia desde hace
tiempo, y sólo en razón a que tal monopolio ei
antiguo, DOS parece que unicnmente el Estado
puede cuidar de la polida.
Otro ejemplo: la jurisdicci6n, dirá M. Der-
thélemy, e!l, sin duda. el ejercido del poder pu-
blico, porque no se concibe que los particulares
realieen actos de esta especie. Tampoco esto es
exacto. Nada se opondria a que el servicio de la
justicia resultase garantido por árbitros priva-
dos. La justicia privada (ué un momento el sue-
ño de la Convención, no obstante sus principios
autoritarios. Autores importantes hay que esti~
man que en casi lodas partes el régimen de la.
justicia privada ba precedido al régimen de jus~
ticia pública.
Sólo de una eategarla de actos cabe decir
que 00 pueden ejecutarse más que por los go-
bernantes o a nombre de los gobernantes: son
los actos que implican el empleo de una fuerza
material, superior a toda fuena material dada
en un pai, determinado. ~on loa simples aclos
de eíecuci6n. cuyo carácter ;uridico no hay que
investigar. No:se preguntará. creo yo, cuál es
el carácter jurJdico del acto del verdugo que
1)' LF'.óN DUGUlT

corta una cabeza. La distinción de gobernantes


y gobernados en un pais, es un hecho de la ma-
yor fuerza. Los gobernanles son aquellos que
monopolizan la fuerza. Sólo ellos pueden reali·
zar los actos que implican el empleo de una
fuerza de coacción superior a toda resistencia.
Pero eso DO da al aclO jurldico ejecutado un ca-
rácter jurldico especial. El acto es puramente
material; es una fuerza que quiebra otra fuer·
za; no es una voluntad que pretende imponer-
se a otra voluntad en virtud de la existencia de
un poder jurídico propio.
En realidad, esta distinción de los actos,
como actos de gestión y actos de autoridad, se
reduce a la distinción tan senema de los actos
unilaterales y de los actos contractuale~. La de-
claración de voluntad produce un efecto de de-
recho cuando reúne las condiciones anterior-
mente indicadas, ya sea unilateral, ya sea con-
tractual. Hasta la misma declaración de volun-
tad unilateral de un particular puede crear un
efecto de derecho. Poco a poco desaparece esta
vieja creencia de los juristas ortodoxos, según
la cual sólo el contrato puede dar nacimiento a
una situación de derecho. Durante muchotiem-
po se ha creldo que el poder de crear un efecto
de derecho por un acto unilateral era un privi-
legio de la autoridad pública; he ahl por que se
ha dado el nombre de acto de autoridad a 10"8
actos unilaterales realizados por agentes públi-
LA. TIUf\lSFORMA~IÓf\l !'EL ESTADO 133
coso Sin embargo, los particulares pueden tam-
bi~n crear una situación de derecho por UD
acto unilateral. No hay, pues, diferencias que
establecer: que el acto del agente público sea
unilateral o contractual, tiene, como el de un
particular,el mismo carácter, y produce los mis·
mos efectos de derecho y en las mismas con-
diciones "

I lA dlsmhludó" del rapel del contrato en las rela4


cioncs socialcs me parece un hecho incontutabJe': es 1,
COU!lCCuencia de UDa conciencia cada di. mis clara de 18
interdependencia social. Bn un sistcma aocial 'nndado
!'.Obre el derecho ,ubjeli"o dado en la misma penoDA hu·
mana, la c~teu,iÓD de 11, cdera jurfdica de cada. indi"iduo
no puede modificarse poco o mucho más que con .u pro-
pio consentimiento. y, por tanto, una .!tnacio. iurfdica
no puede nacer mAa que con el COnsentimiento coneordan
le del snjeto activo y del lujeto palli"o de esta situación.
Sólo una "oluutad superior, la "oluntad del Estado, pue-
de modificar por un acto unilateral h, clfera jurfdica de
una penona. Pero" medida que la nocion de derecho lub-
jetivo dellll.parece, par' dej"r lurar a la uoción de dere 4

ch.o objetivo fundado en la interdependencia social, las


cosa. cambian. No se trata ya de UDa eucstiÓII de c.fera
jurfdica de una persona humana: el acto de 'f'olllnt~ in-
dhidual produce un efecto de derecho cuaudo cs un nclo
social, es decir, cuaudo tiene por objeto, y por electo, co-
operar a la Interdependencia social, y ICmejante car6cter
es completamente independiente de que sea un acto uni-
lateral o contractual. Sicmpre se ha admitido que ca cier·
tO$ casos la .oluntad unilateral pueda hacer nacer obli-
pciones eDtre particulares: czplic6base esto mediante
una Acción: le decia que la obli(ación Dada como de Ull
114 LEÓN OUGU¡T

Queda por saber cuándo el agente obrará


mediante acto unilateral, y cuándo mediante

contrato_ Ese anti,llo proctdimiento de la fkei6n 1'10 estA


boyen prActica¡ la obligllción nace porque la. dedaraci6n
de yoluotad, aunque SC'a anilateral, redne In. condiciones
del acto jllrfdko y DAce ena1'l11ll reces sea II,sl. Par uo, y
lolamelue por C&O, es por lo que la obligación nacc caoa
ve .. con mb frecuencia dt' llctos unUatendcs re!llbado.
por los .¡,cnte. pLlbJh:o~, y tllmbiéo cad,. 'le .. COD mb
Irc<:uencill, de actos nnilRlerales emllnados de simples
JlIlrtienhtres.
IMporta. ademb aotar que, eu virtud de UDII deplora-
ble inc%oclitud de leoaruaje, se habla· a menudo de con-
trato en casos en que no hay, en rea.Hdlld, tal cOatrato,
AsI ocurre, por e;emplo, COI'l lo, aCI!;)1 calillcad" inexac-
tamente de contrato. de asociación, de conlr.tOS de ad_
hesión, de conlrlltOlll colectivos.
Cons. mi JlaHuel, pl\a". 236, Y tambi~n L'É/at, "
rl,-oil objttlif. p4¡. 53. V, ademAI Hauriou, D,oiJ IIdmi.
HúlraJi/(6." edic., 1907), pág. 23, toJo el § litulado lA
HIJlÜUOÓ", ti c""Jnllo y fIl C(lIH~rdojlfrf4ico. Opone, con
ruón, tll contrato propiamellte dicbQ -la adhrsidn « un
hecho que le tncuentra tn lódos 101 fenómcnaa de con-
sentimiento propios de 111. Institución_ (pi\liOA$ 23 1 552),
He leido y releldo la teorfa de la iHIliJI4ri6H desenvuelta
por mi sabio amigo en lit I1lti01a edición de ,,, Pricis. En
deliaitiva, creo que se aproJ:ima mucho a la distinción
que he expnesto tktde 1901 fL'État, le #lroil tJbjtcli/. pá_
¡-inu uo 'J 196) entl""e tu IÍJl.lflciollu de ."e"'o objni-
110 y las ntlUlOO"ts j .. rfdicru. $lll>jttivrll. SI la ÍlIIIÍ/ .. •
etdn adqaiere tO las sociedades modernas la importanda
que polle muy bien de relieve M. Hauriou. es precisa_
mente como un. con$f':eucneia de la IUlltucíón prorresl-
va del derecho subjetivo por el dlre.:ho Objetivo.
LA TRANSFORMACiÓN DEl.. ESTADO 135

acto contractual. Es imposible formular una so-


lución general á la cuestión apuntada. No hay
tunción del Estado que no pueda ser cumplida,
ya sea mediante contrato, ya por virtud de un
acto unilateral. Todo depende de los hecho8, del
estado social, de la conciencia que se forma, en
la 6poca de que se trate, del papel de los gober-
nantes y de su modo de acción. Todo lo que
puede decirse es que hoy la tendencia general
y cierta '\la hacia la disminución constante del
dominio de lo contractual. Muchos actos en los
cu,des, ha poco todnla, se .,clan contratos, hoy
nos aparecen como actos unilaterales. Me limi-
tar~ a citar,a titulo de ejemplo, los nombramitm-
tos dc.los funcionarios 1, las concesiones de Ser-
vicios públicos', en los cuales se propende cada
vez más a ver actos unilaterales. y no contratos.
Algunos autoreS han sostenido que el crite-
rio según el cual se puede distinguir el acto
unilateral del contrato, _es aquel en ,.irtud del
que sólo ~ste liga a la administracióo, mientras
que, por el contrario, el acto unilateral 00 le
obliga y puede siempre ser anulado l. Hay aquI

I CODS. mi Malllftl, pt¡inu 428 1 si,uientes.


t ('onl Jhe, R~~ d .. DroiJ ,,,blit, 1907, pár. 679,
a prop6$ito (!.e la dcdsióD Dtpltv.qllt, de 3l de m.lyo (!.e
190"; mi articulo en l. misma revista. 1907, pA,. 411, r
Hauriou, Drafl "dmi"ístratif, 6,· cdie., 190'7, pi... 69'.
t V. e$peeiahnente Ilaurlou, Droil administra'i!,
~ .• ..tIc., 1903. pA,. S~7 y nota l.
(jO LEÓN DUGUIT

un error contra el c:ual deho protestar. SegUf'a·


mente, ciertos actos unilaterales pueden ser
anulados. como ciertos actos contractuales pue-
den ser rescindidos por la voluntad de un, sola
de las partes. Pr-ro eso no prueba que el acto
unilateral no pueda crear una obligación a car-
go de la administración. Es ha~ta una conse-
cuencia de la transformación política que estu-
diamos, la de que el acto unilateral haga nacer
una situación de derecho obligatoria, como el
acto contractual mismo. Por ejemplo: del he-
cho de que el nombramiento de los funciona-
rios, la concesión de servicios publicos. son ac-
tos unilaterales, no se sigue que la administra-
ción no está obligada respecto del funcionario
nombrado y respecto del conce~ionario. Esas
obligaciones las reconoce a diario la jurispru·
deDcia del Consejo de Enado. Decir que sólo el
contrato obliga a la administración equivale a
mantener la concepción regalista del Estado,
esto es, que el Estado está por encima del dere-
cbo. Desconociendo asl esta conquista de la
conciencia moderna, que no ve en el acto admi·
nistrativo más que un acto sometido a las con·
diciones de todo acto jurldico l.
Pero eso nos lleva frente a una objeción que
a primera vista puede parecer grave. ¿Cómo
-nos dicen los juristas ortodoxos-, si negais

, CODl. mi Nartud, pir. 236.


LA TRAN!'FORMACI6N DEI.. ESTADO 117

la personalidad del Estado, podéis sostener que


el Estado está obligado? No puede haber obliga-
ción si no hay una perSÓña sujeto de esta obli-
gación.
L1J. objeción formulada tiene, por otra parte,
un alcance general, y se relaciona con el vasto
problema del sujeto del derecho, que no quiero
examinar aqui', Manteniéndose en el dominio
particular del acto administrativo, es fácil re-
chazar la objeción. Basta mostrar c6mo se ma-
nifiestan de hecho las obligaciones nacidas,
respecto de la administración, de un acto admi-
ni~trat¡vo. Cuando se dice que la administra-
ción, que el Estado, están oblij!ados, no quiere
esto decir que se ha producido una obligación
para esta persona, creación de la imaginación
escolástica de los juristas, a saber: la persona
colectiva Estado; ello equivale a decir única-
mente que los agentes publicas. los euales son
seres concretos y reales, están obligados a abs-
tenerse de realizar ciertos actos, o bien obli-
gados a ejecutar una determinada prestación.
Cuando, por ejemplo, se dice que el Estado
no puede separar de su cargo a este o aquel
funcionario, o retirar tal concesión, en la reali-
dad de las co!'as y eliminando todas lu ficcio--
nes, eso no quiere decir más que lo siguiente:

I V. el libro ,a citado, de .1. Michoud, Tlriorie le l.


'tr$OPlPl/di,¡ ".orlllt, 1906.
11 8 I.f:ÓH DUOUIT

ningún agente del Estado es competente para


separar a aquel funcionario, y todo acto de se.
paradón será nulo y podrá entrañar unil res-
ponsabilidad, La deuda en metálico misma no
implica una personalidad patrimonial de Esta-
do. Cuando se dice que el Estado es deudor de
ana cierta suma, eso equivale a decir sencilla-
mente que los agentes competentes están obli-
gados a librar un mandato de pago a favor de
tal persona contra la caja del Tesoro público, y
que el pagador del Estado está obligado a abo--
nar al portador del maodato la suma indicada.
He ahl los hechos: son muy sencillos, y no s~
por qu~ se quiere, cueste lo que cueste, hacer-
los entrar en los cuadros estrechos y carcomi-
dos de la vieja técnica juridica.
VII
l.A RESrOI'\SADlLIDAD DEL ES1"ADO

E SAS obligaciones aparecen de una manera


espedalmente acentuada en lo que se lla-
ma la responsabilidad del Estado l regpecto de
la cual se elabora a nuestra vista un derecho
nuevo, creación de nuestro Consejo de Estado,
que deja muy atrás la obra tan ensalzada del
pretor romano. Debemos detenernos en este
punto algunos instantes: la jurisprudencia de
que se trata es, en efecto, una notable m4nifes~
tación de la transformación que se realiza en la
nocióo del Estado.
Dominados por la vieja concepción regalis-
ta, nuestros juristas, DO hace mucho tiempo
aún, a6rmaban como dogma intangible la irres-
ponsabilidad del Estado poder público. Según
su idea, el Estado es una persona de esencia
supraterrena: puede equivocarse, puede come-
ter faltas. pero es irresponsable. El poder pú-
blico no puede ser sometido a la gran ley de la
responsabilidad: e§ta por encima de esta ley,
que DO lie ba bocho para ~1.
L.EÓN OOGUlT

M. Berth~lemy-y perd6neseme que le aluda


con tanta frecuenda-habla todavía, en la últi·
ma edición de su TraiU de droil administra/il
(1908>. de la irresponsabilidad de las adminis-
traciones publicas en razón de los actos de au-
toridad. Asi, dice: «Lu administraciones no
tienen por qué responder de los actos de auto-
ridad de los funcionarios más que en los casos,
por lo demás numerosos, en que la ley ha pre-
visto y organizado esta responsabilidad "
Apena:l si los juristas establedan alguna el:-
eepción con respecto de los casos en que, aun
fuera de una expropiación propiamente dicha,
resultaba una sustracción de riqueza para lle-
varla de un patrimonio privado al patrimonio
pó.blico. En tal supuesto, la responsabilidad del
Estado se fundaba, no en la idea de una res-
ponsabilidad general del Estado, que obra en el
ejercicio del poder público, sino en la inviolabi-
lidad del derecho de propiedad consagrado en
el arto 17 de la Decl",ración de derecbos',
Hoy, por el contrario, se produce y afirma
cada dia mAs uoa jurispf"udencia que a.dmite el
principio general de la responsabilidad del Es·

I Pi¡-.71.
• A esta idea liC refieren Dumerosu decisiOI1e$ del
Corucjo de E.rldo que d~$d~ hice ti~m.p<I C:OflC'edtts 11\·
demnbac:iollu por ddio. cII.1I5lldol en las propiedades por
la ejecuci6ts de obru públiell•. Cona. HII;uriou, obra dt.,
P'i. 668.
LA Tl'tANSFORM.\r.IÓN DE:L E:STAOO 11'

tado. Se reconoce esta responsabilidad en CI~


SOS, cada dia más numerosos, en que los parti-
dario~ de la noción clásica de poder público no
pueden menos de recono.;er que el Estado obra
como tal poder. Ciertamente ~e conserva la ex-
presión consagrada de pode!" público, pero se
afirman soluciones que son en rigor su nega-
ción_ Está ya lejos el tiempo, diga lo que quie-
ra M. Berthétemy, en que no se reconoe!a la
responsabilidad del Estado poder más que en
If)~ casos, por ejemplo, de expropiación, de re-
quisiciones militart!s, de errores judiciales, se-
gún la ley de l89s sobre la revisión de las cau-
S3S criminales, o en el caso en_ que bubiese uo
cambio de valor de un patrimonio privado al pa-
trimonio público. El Consejo de Estado no vaciJa
yiJ en declarar la responsabilidad del Estado en
casi todos los dominios de su actividad. Es res-
ponsable, por ejemplo, cuando se abstiene de to-
mar las medidas de palida necesarias para ga-
rantir la seguridad de la navegación t, In prote:c~
ción de las personas y de las cosas, cuando se

t 001 dedsionq del Consejo de E$tade (22 mano 19D7,


NaurlJ, P«i". 292, Fl)urnirr y DUlltl'fchtf) determinaD
q\le el E~tado de~ $er d~larado ,.e~ponsable de la pfr-
dida de ulla pbana 1 de la muerte de los marineros que
la tripalabal1, res..:Jtanlc del ('boque en ell'a.nal de la Gi·
rOflJa contra UII ~to de UII bl1que aban,IOllado, ea "'.rtud
uel urt. 216 del Códi,o de Comercio, "1 que la Administra·
ciún babiA dejado de sellalar.
LE6N DuaUlT

hao ejecutado' operaciones materiales de policia


irregulares o insuficientes " .:uando se ha pro·
cedido lmJtrllriamtllle a una ejecuciór. previa •.

I Para ~stablecer qlle lA hu·isprudenclll del COllteJode


E..alado u tonlorme a la propo.¡tión aeg{ln la cual el Es·
tado no 11'1 responsable con ocasión de 10$ actos de alllCJri·
dad, ?d. IkrthElemy ch. la dedsi,ín Úp~H", 13 enero
1900, en la C1LII se dice: "Coll'iderlindo qut es ua pritu:!.
pio el dI' que el F..slado no es en tanto qne poder póbllco,
1 especialmente en lo que ae reitere a la. medidas de po-
!ida, re~ponsable de la nl",.li¡-E'nda de aa ••,.catca•..•
Dude 1899, el Conejo de E~tndo ha abandollado uta jlt·
risprudendn. La notable nota publicada por M. !lIIUriOU
al pie de ('!la decisión (S. 1900, m, pliK". 1) no ha sido
e1trAila n este c.mbio. En un cuo Ido!l1tico.l de 1", de<:l·
"'¡ón lAp,.tuJ:, el Conaejo de ~Iado (cleciaión T1JrmllIU
e""eo, 10 febrero 1905, R"udl, P'Il. 139; ha reconocido
el principio de l. responsabilidad del Estado en el caso
el) que 100IIgentes encarcadoll de la polida no hay.n to-
mado 1.... m~¡du 'lIfklt-nte$ para ¡nrl.atir 'a I('illridad
de las per&On3l. Comp. la. notablea conclusiones de
ltI. Romiell, Rtturil, 1905, p,,.. 139, Y l. nota de M Ha.-
riou a lA decisión S. t90S, m, p4r. 113. V. la, doa deci-
'Ian.ea del 22 de mano de 1907 IV. In 11.011. IInterior) reco-
nociendo la rt-SpoaNlbilidad del E~tado eoa oca.ión dt- la
poUcla de naVelación. Se pued"', pues, CODsider.r como
eltablecida lA jurispr'llde1lcia. teiÓn la cual el Estado t i
responuble: del perjuicio cauu.do a los PllrticularCl por
la nerliecacla o la il1lpradenein de: SUI _,ente. en mate-
ria de polida. No puede oponerse la decj¡i611 eillit", de
! de febrero de 1904 (ReeJu#, pIIIl, 88) qae es aOlerior &
11.$ declsiollu que preeeden J motlva.ta de hecho.
I Deci,ión Zi,Il",""'411,., 27 fcbrero 1903, RecHNl,
p4¡ina 1711: ,ColIsidu&ndo, se dice ea la declsida, 111c ti
LA TRANSFORMACiÓN DEL ESTADO 14J

por otra parte, conocéis ,in duda las notables


conclusioneg del repres~ntante del GObierno
M. Teissj,~rt a consecuencia de las cuales. en el
asunto Leberre, el Consejo de Estado vino a re·
conocer la responsabilidad del Estado ea el caso
de separación ilegal, y aunque sea simplemente
injustificada, de un funciooario 1,

ti pr~f~eto ha ~Iercitado un derecbo que le conllcre el ar'


tlculo 69 de 1<1 ley de 22 de julio de 1889, DO ha polido
hacerlo mAs que a rjislO y p~li&ro lit , • .A.4mi"istr.-
dri".- \'. la interesante nota de M. Hauri,)u a l. dedo
lión S 1905, tu, pá¡-. 17.1 en el Ru ..~illu <:o(\clullo.
nel del ac60r comisario del Gobierno i\1. Romicou,
Baloá,adose en hll muy notable, coneJlllionel de
11 rei'sier el Consejo de Estado, en 1:1, deciti6n UN"t
(ZQ mayo 1903, Rta.eil. pil'. 41"'), reconoció que IIn ofi·
dRI, objeto de d05 CllSIIcloIIC! sucesiva. de IU Irrado, lin_
¡ulanncnte dklada, contra lo disPllCStO en 111.1 leye,
de 23 de julio de 1881 1 18 marzo de 1882, puede re.
tlaml\r del Eltado uil.a lademoicadón pC:(iJl!;llrift en ra_
,ón dd perjuiciO moral y mAterial que tal medida le hA,.a
CAusado. El Con·ejo de Bstado leitiene hoy que 101 fun-
donarlo, m ..Jlic.i,aJe. leparo.dos, auaquc $Ca de un. modo
replar. pueden, cuando DO sea dable atrilla'rlcl falta al.
runa. rc.:lamar Wl.a indemnitaci6n de <:esantll. E~ta jo..
rbprl1dcada j tndj.:ada en la decisión. "iUnfa4t '01'111'11 14
tilld4d de Artd, 11 diciembre 1903 (Nttuea, p:',. 761 Y
».
S, 190"" 111, p.A,. 121, !;Iota de Hauriou), ha lido con-
firmado. mur chu3.mente en la deeiliól1 LA,,,,,r/, '0"/'.
la elu4,," d, COfta .. , U febrero 1907 (Rtcudl, pi,. 156).
Ln lcparacidn e. leral, ¡wro el Consejo de E:>lado conee·
lIe la iademni,ación .coolidcraudo que la lepar ación, ~n
la. circunstancias el! que 5e ba prodllcido, ha uUIRdo a
LJroN DUOOlT

y no es esto todo. La irresponsabilidad del


Estado parcela incuestionable cuando obraba
mediante un acto regtamentario; porque, de-
cian uoos, la soberanla se manifiesta en un gra-
do eminente I_to que, por Jo demás, es contra-
dictorio, porque si la soberanla existe, es uc
derecbo absoluto, y no es susceptible de más ni
de menos. El Estado, decían otros-y yo mis-
mo lo be escrito 1_, es irresponsable, porque
siendo el reglamento una disposición de carác-
ter general, no se pone en relación, en comercio
jurídico, según la expresión de M. Haunou, coa
una persona determinada, y, por lo tanto, no
puede ser declarado responsable respecto de na·
die. Pues bien: esta irresponsabilidad del Estado
al obrar por via reglamentaria, está también a
punto de desaparecer. En una decisión reciente
(6 de di¡;iembre de 19(7)1 de una importancia ca-

M. Laconrte un perjuicio, en ('1 ('ual se bll f:lndado pAra


reclamar la iod('lDlliudón». No hAy dnda de que c:I Con·
lejo de úl~do DO aplica c!la illrUpf'\1dcllc.i.A a 101 lUfU::to
nllriO$ del E:Jta:lo que fueten .eparad09 .!liD ean... Cons. 111
nota de ~. Nze. RetiNt 4" D,,,it Puhlic, 1907, P'i' 236.
Sobre la rhpon8111bilidad del EllaJo COP OCAsión del ejer·
ctdo del poder público, con •. Tel5Sier, Riperl, droiJ alf·
,It/" , ~,;a&e R~$P""$4h1Jjti, publicado en volumen .. par-
te. Tirard, Lit ruprmsahiliJi de lit JmiultlUt puM;-
911t, 1906,
I Tciuier, ú",d",siolftS para la d«"i,ión Leberre,29
mayo 1903. Rtt"ttl, rá,. 4U.
• JI_mud, pll,. 667,
LA TR.IoN!\FOItMACIÓN Oi:I. ESTAno 145
pitaJ, dictada sobre la base de tas conclusiones
del comisado del Gobierno, M. Tardieu. y de la
ponencia del consejero M. Romieu, el Conroejo
de Estado, en un curioso considerando, reco-
noce en principio que la responsabilidad del
Estado puede comprometerse aun coo' ocasión
de un reglamento, cuando la aplicación de éste
aumente directamente la, cargu que pesan so-
bre un patdmonio.detcrminado l.
Se trataba del reglamento de 1.° de marzo
de 1901, que ha aumc:ntado considerablemente
las cargas de las Compal'lias de ferrocarriles,
tal cual estas resultaban de la Ordenanza de 1 S
de noviembre de 18.,6 y de 9US concesiones.
Las grandes Companias atacaban dicho re-
glamento mediante el recurso de exceso de
poder, recurso que se declaró admisible, aun·
que mal fundado 1, S610 en uno de los conside.
randos, el Consejo de Estado declara que, si las
Compañias demuestran que el nue'Vo reglamen·
to, hecbo por el Estado en la plenitud de sus
derechos, o más exactamente, el reglamento
hecho legalmente, por los agentes competentes,
tienen por erecto aumentar las obligaciones re·

• V. el lexto d", IR d",chl6n ., Ju conc!lI,ionta de


ll. Tnrdieu, S. 1908, m, pA.,.
1i la Ifol. M ~1. Jhe,
Rrrn.(' 4u Droit puWi(, 1908, n11m. 1.0, pA¡rina, 38 y d·
¡:'l.liente ••
• Con,. J/a,"ul, p4&'ina, 1023 J 1¡'Dlente,.
10
LEÓN DUGU1T

sultantes para ellas de las condiciones de las


concesi.onn, están en condiciones para obtener
ante el juez del cootrato-e:s decir, ante el Con·
sejo de prefectura-una indemnización. Esta-
mos, con esto, bien lejos de la antigua noción de
poder público irresponsable, puesto que se re-
conoce esta responsabilidad con ocasión de un
reglamento administrativo declarado legal, con·
siderado como hecho por delegación del Parla-
mento, y o(red~ndose por tanto como una
maoifenación de la soberao!a. ~No entrafla esto
la r'!e:gación misma del imMrillm.'
Se dirá, quid, que el Consejo de Estado re-
conoce la responsabilidad del Estado, porque
en el caso hay violación basta del contrato mis-
mo que obliga al Estado. Que la citada juris-
dicción baya tenido semejante idea, no es du-
doso. Pero si. en efecto, habla ,iolación de un
contrato, el aeta reglamentario seria nulo, el
Consejo babrla debido decidir esta nulidad, y
00 reCOnocer l. validez del reglamento y el
principio de la indemnización. La verdad es que
la situación de las Compañías de ferrocarriles
concesionarias es una situación reglamentaria
que el Gobierno puede modificar por un regla.
mento. Pero si el nuevo texto aumenta en iote.
r~s colectivo, la carga del concesionario, la caja
colectiva, debe indemnizar el patrimonio de
aquél.
VIII

LA R!:SPONSADJLICAD D[L ESTADO


(CGNCLUSIÓN)

Y se irá más allá toda vla? ¿Se llegará a re-


conocer la responsabilidad del Estado en
materia legislativa, propiamente dicha~ La cues-
tión suscita en este mismo momento un conflic~
to enlre la Cámara y el Senado, a propósito del
proyecto de ley sobre el empleo de la cerusa en
los trabajos interiores. Al examinar el Senado
el proyecto 90tado por la Cámara ha formulado
en el el principio de la indemnización en bene-
ficio de loe fabricaotes de cerusa. La Cámara. al
examim:.r de nuevo el problema. ha recbazado
la indemnización, estando aqu~1 en este mo-
mento pendiente ante la Cámara alta!. Por 10

I M. Viriani, mini81ro del Trllbajo, ha pedido. la eoo


tnis¡óll. lote. tonal qllC propoll~ al Sen.lldo la rectUieací61l,
J' reehaudo, como la Cimar., el principio de l. indeIQul·
lació•. Al efecto, ha ¡oslatido sobre la idu de que el pro-
yecto de ley uo implica una tlproplación, toda vu que
probibe el cJIlpl.eo de la «ru" sólo en 101 trabajo. ial<:-
LEÓN DUG\.IIT

demás, se debe plantear la cuestión de una ma·


nera general y preguntar si el legislador que
hace una ley cU'ya aplicación entraña un perjui..
cio especial para ciertos individuos está obliga.
do, en virtud de la regla de derecho, a inscribir
en la ley el principio de la indemnización debi·
da a los perjudicados.
Por mi parte, respondo ~in vacilar que 00; y
esta respuesta es la consecuencia lógica del ca-
rácter que bemos reconoci.do en la ley. Esta, be
dicho, es la consignación del derecho objetivo,
la fórmula o la realización de la regla de dere-
cho. Si el legislador. al hacer una ley nueva,
concediese una indemnización a los que experi-
menten un perjuicio por tal motivo, reconocerla
que la ley que dicta no formula el derecho, yes
más bien, al menos para algunos, contraria al
derecho. Lo que es contradictorio con la noción
misma de la ley l.
Hay casos en los cuales esta soludon es evi..
dente.

rioru, ill.ocando el precedeotl" de la ll"y sobre la AIlcari·


na. (S. de 30 marzo de 1902. arto '9. LA /If~li", Ilfebre-
ro 1907.) El' de abril, M. Pédebidou, ponence, presenta-
ba ante 11 mUA del 5e-nado una. ponencia ell .tavor del
proyecto tal C!lal le bab!/!' votado por primera 'Ver en el
Senado, el declr, con el pailo de UOA Il1deltll'l¡:a<:l~n a los
fabricante ... (Le Jlalin, 8 abril de 1908.)
I Comp. BeMbllemr, RnI~ tlu DroiJ P"b/u., J907,
pA¡ri.na 92" mi Mil""." p88'i~ 667 1 lIJ3, contra la
lndemnimdóa.
LA. TRANSFOIU\A.CrÓN DEL Ej;TADO 1'¡9

Si se supone, por ejemplo, que en un pais


como Inglaterra, donde no se castiga. el eocu ..
brimiento, se bace una ley nueva castigándolo,
nadie sostendria, creo yo, que los individuos o
las sociedades que han organizado ostensible-
mente en Londres casas de encubrimiento pue·
dan legitima mente pretender que la ley nueva
deberla reconocerles un derecho a una indem-
nización. Del propio modo, si se demuestra cien.-
tíficamente que el empleo del blanco de cerusa
en los trabajos interiores es mortal para los
obreros, los fabricantes de esa sustancia no
pueden pretender una indemnización, porque
el legislador no bace otra cosa que dictar una
regla conforme al derecbo al prohibir el empleo
de un producto tóxico. De la propia suerte que
si un día-próximo, asilo espero- I la ley pro·
hibe la fabricación y la venta del ajenjo en Fran-
cia, los fabricantes de este veneno no podrlan
reclamar indemnización alguna t; se trata de

I Puede le~rse eo:l LA Afirlin del 25 de mano de 1908


lo silflliente: cM. BéreolJer ha apoyado ante el R'rllpo nn-
tialcoh6lico del Senado la propO$lciún que )or. de Lamar-
¡die tiene el propósito de presentar para prohibir la ven.
ta del ajenjo. El grupo ha "probado IR medida._
I Sin cmbartro, en Suba, la Comisión del Consejo Na-
cional de Iniciativa contra el ajenjo se decidió a propo-
ner al Consejo ~acioaal que &c recbace la peticlóa de ial-
cil\tiva, babieDdo estado unánime pAra acordar que, ca el_
caso en qlle la prohibidóa de la fabricación se decidiera,
serta preciso coaceder a 10$ fabri.cantes indemnbncione.
LEÓN DUGUlT

envenenadores públicos, a quienes el legislador


prohibirá la condenable industria, muy legíti-
mamente.
Por tanto, pues, apruebo por completo la ac-
titud de M. Viviani, ministro del Trabajo, cuan-
do recientemente pedía a la Comisión del Sena·
do que propusiera a la Cámara alta la adopción
de la solución de la Cámara de diputados, re-
chazando el principio de la indemnización.
Surge ahora otra cuestión, distinta de la an-
terior. Una ley, como tal, no entraña perjuicio
alguno especial para nadie: se limita a autori-
zar a la autoridad administrativa para que tome
ciertas medidas individuales, que se dejan a su
libre apreciación. Supongamos que la ley no
contiene el principio de una indemnización. En
tales condiciones, los tribunales, ~pueden otor-
gar una indemnización a quiene!¡ experimenten
un perjuicio derivado de la aplicación indivi-
dual con respecto a ellos, de la ley, mediante
una indemnización administrativa? Si se adop-
ta la idea que parece haber inspirado al Consejo
de Estado en la precitada decisión relativa a las
grandes Compañia! (6 de diciembre de 1907),

equitath'a'. (u Jo",,_14~ G~"Iw, 25 mauo 1908, J.a


edici6n ) El Consejo Federal decidi6 aefialar el dominiO
3 de Mio de 1908 para la votación popular sobre la petl-
ci6n de lolci:ati"a respecto de la prohibici6n del ajenjo en
Suiza. (LA T'''''',2 m:l.yO de 1908.)
LA TRA.N8PORlU.CtÓN DEL ESTADO 151

no veo cómo los tribunales podrian negar la in·


demnización. Se reconoce la responsabilidad
del Estado por el perjuicio causado por la apli·
cación individual de UD reglamento. tPOr qué
no babria de procederse de la misma manera
cuando se trate de la aplicación individual de la
ley? No puede decirse que la leyes una maDi.
(estación más completa de la soberania que el
reglamento, porque, admitida la soberania,no es
susceptible de grados, y además no la admiti·
mos t.
Sin embargo, la responsabilidad del Estado
no resultaria sin duda comprometida si la ley
autorizase al Gobierno para decidir con medidas
individuales la clausura de ciertos estableci-
mientos, en razón de lo nocivo de los productos
en ellos elaborados, por ejemplo, los establecí·
mientos donde se fabrica el ajenjo, para repetir
el ejemplo poco ha presentado. No se deberla in·
demnización a esos fabricantes cuyas fábricas
se cerrasen, como no se deberla tampoco a los
apaches y explotadores cuando una nueva ley

I AsI hace muy bien la Icy de U dc mano dc 1904,


rclativa a 1.. oficinAS de colocación, al decidir que se
:lbonará IIna JUlta indemnlzaci611 a 101 quc I(n;len..an las
ollciuas suprimida. por disposici6n admiaistratiu (ar·
Ilculo 1,·), Si el principio de l:l' indemnización no se
bubicra inscrito en la ley, eltimo que 101 Trlbunalel
que intervinieten habrlao debido atribuirla. "1 IClral·
melllc.
LEÓN l.IUGU1T

autorizase su detención por determinación de


carácter administrativo.
Asf, pues, a medida que desaparece la noción
romana, regalista y jacobina del Estado, el prin.
cipio de la responsabilidad pública se afirma con
más energia, ampliándose su dominio.
Pero quizá se diga que reconocer la respon-
sabilidad equivale a reconocer su personalidad,
puesto que la responsabilidad implica una obli-
gación fundada sobre una falta; abora bien: el
Estado no puede ser obligado más que si es una
persona, y no puede cometer una falta más que
si es una persona.
La objeción que, a primera vista, parece se-
ria, en el fondo no bay tal. No 'Yoy a estudiar
aquí en detalle el fundamento de la responsabi·
I¡dad del Estado, que nos llevarla demasiado le-
;05. Pero es fácil mostrar en algunas palabras
que lo que llamamos la responsabilidad pública
no implica en manera alguna la responsabilidad
del Estado.
Esta responsabilidad no entraña siempre la
reCerencia al mismo principio. En ciertos casos
tiene por causa la necesidad de reparar con los
Candas de las cajas colectivas el perjuicio parti-
cular sufrid) por un individuo en pro del interés
colectivo. En tal supuesto, la responsabilidad se
funda únicamente en el rie.go; la caja pública
es una caja de seguro mutuo de los individuos
centra los daños que se les ocasionen en beneS·
LA TRANSFORMACIÓN DEL 1':STADQ 151

cio del interés público. Asl ocurre siempre que


el Estado es responsable, sin que baya violación
alguna del derecho, sin que se baya cometido
ninguna i.-regularidad, por ejemplo, en el caso
de la expropiación, de daños resultantes de la
ejecución de obras públicas.
En otros casos, por el contrarío, el servicio
público ha funcionado mal; ha habido violación
de la ley reguladora del servicio; ha habido UDa
falta. y por ella es por lo que el Estado es res-
ponsable. Pl!ro esta faita la hn cometido el fun-
cionario, no el Estado. simple abstracción. Si se
babia de una falta del Estado, todo ello no pasa
de ser una metáfora l. Para sostener que el mis·
mo Estado puede cometer una falta, es preciso
volver II las doctrinas metafisicas de la persona·
lidad colectiva, del alma nacional, a la quf""esti·
mo baber hecho justicia. De hecho es una falta
cometida por hombres, los agentes de un servi-
cio publico. y asi se plantea la cuestión de saber
qu~ patrimonio soportará dc:finitivamente las
consecuencias de esta falta. Si es esta personal
del funcionario 1, es decir, si éste ha obrado con

1 rar-n dnne cuenta de lu soluciones nrtiBeiales a que


ha coud.¡cldo la cscohbtica jurldica,' tan can a alguu()s
juri.tas, puede leerlO el libro, por 10 demás muy notable,
de M. !destre, {.AS p"lo,.lfes mortl/es ti le pri,,,ipe de
lnfr respoll44biJiti morale, 1899.
• I>arn 111. deterrnÍnacióu de la fallll per!()lIlt eOIl'. U·
b,.tl e..tntitNS lDarlO 1908, y mi yolumen L'ttat, lrs
LEÓN OUOU1T

un objeto extraño al funcionamiento del servi-


cio publico, el perjuicio deberá repararse a cos-
ta de su propio patrimonio. Si, por el contrario,
hay unaafalta del servicio, es decir, ~j el funcio-
nario, al cometer uoa falta, obraba con el objeto
de asegurar el funcionamiento del servicio, la
indemnizac.ión debida a la v¡c.tima de la Calta
sera tomada de la caja publica. M. Hauriou ha
dicho que en ese caso el Estado era responsable
por falta '. Conviene entenderse. El Estado DO
es responsable de una falta que no puede come-
ter, por la sencilla razón de que no es una per·
sona. Pero la caja colectiva asegura al admini!\-
trado contra el perjuicio que proviene ·del mal
funcionamiento de un servicio publico, debido
a la falta de uno o de varios funcionarios. Este
seguro es de derecho, porque el servicio publi-
co se ha establecido en vi~ta del interés colectivo•

•••
Merced a esas nociones nuevas de la ley, de
las obligaciones negativas y positivas que se im-
ponen al gobernante, del acto administrativo.
de la responsabilidad del Estado, puede verse

fOlllnr"~,,,t1Its, 1903, pltr. "3,1 MaHIlll, p'~inA' 0457 y


si,uicnlea.
, Nota !!Obre lA deebi4n Tholltaso GrlUq. 10 febre_
ro 190', S. m, pAr. 113. Cons. mi MIIHlltll, JUi¡¡-. 6'0.
LA TRANSFORMACiÓN 'DEL ESTADO (SS
cómo se elabora un regimen poUtico nuevo, del
cual habrán de eHminars~ definitivamente los
conceptos metafisicos de personalidad y de so·
beranla, cuya falta de fundamento y cuyos pe-
li~ros he procurado, ante todo, poner de mani-
tiestO.
Quédame abara que estudiar el segundo ele-
mento de la transformación politlca: la descen-
tralización o el federalismo sindicalista. Tal será
el objeto de la pró.tima y última conferencia.
TERCERA CONFERENCIA

t. Critica delsindicaliamo rf::volueionario.-lI. La verda.


dera noción de clase loclal. - lIt. Ell'crdadero ('.rie •
ter del moyilniento .indicalista.-IV. Cómo se coordina
con In tran5form:u~i6D del rérimcn politico.··· V. El sin·
dicalismo /uncionarlu". - VI. La descentralización
por senicios pdbllcol. '7 VII. CODclusiOllCa- generales.

SEÑORAS y SE~ORES:

A L mismo tiempo que el Gobierno central


se transforma y se organiza sobre el fun.
damento del derecho objetivo, aparece otra or-
denación social de una considerable importan.
cia, y que be denominado la descentralización o
el {ednalismo sindicalisla. Las direrentes clases
sociales adquieren conciencia a la vez, tanto de
su autonomla como de su interdependencia.
Mediante el sindicalismo se procuran una es-
tructura jurldica definida; tienden basta adqui-
rir la dirección de la tarea social que de becho
les incumbe; vienen a limitar la acción del Go.
bierno central, debiendo reducirla, en un parvo.
nir quizá próximo, a un simple t>at>el de inter-
vención y de 'Vigilancia. Asi. pues, abrigo la
convicdón de que el mo,imiento sindicalista,
-después de un perlado más o menos largo de
perturbaciones. y quizá hasta de violencias. po-
drá dar a la sociedad politicn y económica de
mañana una cohesión y una integración que
nuestra sociedad francesa no ba conocido desde
hace siglos.
CRfTICA DEL SI(liDICALIS.'lO
REVOLUCIONARIO

todo, es preciso que yo procure disi.


A NTE
par una mala inteligencia. Una escuela
ruidosa se califica como escuela sindicalista re-
volucionaria; tiene por órgano una revista Le
Mouvemenl Socz'a(iftt, en la cual escribén hom·
brcs tao distinguidos como M. LagardeHe,
M. Jorge Sorel, M, Eduardo Berth, el cual be
citado ya en algunas ocasiones. Nadie mejor
que f!:1 ha demostrado la descompollición del Es-
tado regalista y la importancia capital del mo-
vimiento sindicalista actual. Una asociación in-
quieta, la Confederación General del Trabajo,
con su periódico La Vo;x du Peuple, pretende
aplicar. desde luego, las doctrinas del sindica·
lismo revolucionarío, y se presenta como el ór-
gano esencial ya formado de la sociedad nuc-
la, constituida según el principio del sindica-
lismo l.

I Cons E. Poujct, lA ec"fi.U,alil1" Gi..'ral~ ti"


Travail (1908). Ea La,ardelle, Nl1I1tJ~,..~", SocillluU, 3."


LA TRANéFOIUIACIÓN DE.1. -ESTADO 159

Creo firmemente en la prolundidad y en la


importancia del mo't'ímiento sindicalista; pero
es pTeciso que señale de una manera clara en
qué puntos, muy determinados, rechazo, con
toda energia, las doctrinas del sindicalismo re·
volucionario.
En primer lugar, rechazo con la mayorener·
gla lo que los sindicalistas revolucionados, si·
guiendo a M. Jorge Sorel,lIaman pomposamen· '
te la teorla de la violencia y el mito de la buelga
general. M. Jorge Sorel ha dicho claramente
que «la violencia viene de un modo natural a
ocupar su puesto en nuestro sistema: de un lado,
un progreso rápido de la producción, conduci·
do por un capitalismo desenfrenado, y del otro
una organización creciente del proletariado,
que adquiere las cualidades de una potencia en
las luchas violentas que las huelgas entrañanj
he abllas dos condiciones del sindicalismo re·
volucionario» l. Asl, ·pIlCS, para 1\-1. Jorge Sorel

strie, 1, pil". 46 (1907), lIa re'lImea de: la, doctrinas de la


eSCllela sindicalista re"úlucioaaria. Id., lA ';YHtlitaJiSlff.,
eu DocttmtIJ/S ti" proKrls {abril 19(8), pag. 299. V. Ch.·
1I."e, lA .;y1UlicaJ~M' rrf7(1llllio,u.a¡r" Rnmt 4t Mila.-
ph;yW¡.~ (el1l1ro 1907, pAl". 103,1 m_r.ro 1907, pAC. 2S6).
\'illey, L~s "o.fltllt~ ¡,"c•••ocitdtll, ,~ S;YIIl/itali.",e,
Rnnu 4'üQ"o",je ,oJili'ltt~ (1907, páj'. 721).
I ,a
J. SoI"t'I (R~Jkdo~'~' ffioltMÍtII, tnducd6a
de A. ViTero, F. Beltr'u. Hitar), J/o.vtmt,,¡ 56ci4liu~,
2,- lerie, X\"Ill.(1906), p'ciuu $,140,2$6, aoo, eSp«ial·


¡.e6N nUOUIT

la violencia es la condición misma del progreso.


Contra esto es contra lo que protesto energi-
camente. La violencia es esencialmente destrué-
tora; es, en erecto, fuente de surrimiento y de
muerte. La regeneración y el progreso median-
te el surrimiento es una doctrina que me indig-
na; puede servir de tema para las paradojas de
un Jose de Maistre¡ puede gustar a algunos indi-
viduos exaltados, que buscan, merc~d a una ;:ter-
versión de los sentidos. la voluptuosidad de las
maceraciones. P('ro es una doctrina de muerte.
También recbazo en~rgicamente \21 huelga
general. Comprendiendo que es materialmente
imposible, porque si se realitase, las buelguis-
tas serian los primeros en sufrir s-us erectos,
puesto que soo consumidores antes de ser pro-
ductores. los sindicalista!' revolucionarios ban
inventado esta bonita expresión: el
mito de la
huelga general. Si yo interpreto bien su pensa-
miento, parece que quieren decir que la huelga

mente p:ilr. 266¡ XIX {I906l, pAR". 33. F.I nutor afirma,
en conclu~ióD, lo ,¡pichte: ..El la..o que he seb.lado
entre el ,iadiealisUlo '1 la .. lolel'lci. proku,rill. se DOS
olr~e ahora COI1 toda IU lucrra. A 13 violel1cia es a 10
que el sorilllismo debe 101 alto...alores morales, merced.
110 loa cuale. procura la ",I".dón .1 mundo moderno._
V. 1. carta de M. J. Sorel I lI. Dnnic} Halé",., catta que
.irve de introduccíón • la. R/fluio".. s,,, '11. tlÍol,1fu,
publicadas en un ,.olum~n aparte, ,Vouvtlftnfl Soc¡clisU,
3.· serie, 1 (1907>, pi,. 137.
t..A TRANSFORM.ACIÓN DEL ESTADO 16,

~eDeral es de hecbo imposible; pero que, esto no


obstante, es preciso difundir la creencia de que
es posible, dándole basta el carl!:cter de una
creencia religiosa, para tener. por tal modo, UD
poderoso medio de provocar, de clIidtar las lu-
chas violentas y homicidas, de las cuales debe
surgir la sociedad nueva y regenerada.
M. Ed. Berth y M. Jorge Sorel llegan hasta
decir que as[ como el muñdo antiguo rué rege·
nerado por el mito de Jesucristo, asl el mundo
moderno sed renovado por el mito de la buelga
general',
Protesto aqui tambi~n, porque esta teorIa,

t V. e~l;peclaha~o.te J. Son-l, lA ,rh, li,.iral~ proll·


lari~,.,." J/OIItJtJN~nl 5«iali"~,
1.. serie, XVIII (1906),
p;'¡llina. 2S6 y si"uieate.; Ed. Benh, U., 3." st:rie, 1
(1907), p6¡1nu 3911 ,i¡pti~DI~, 11 (190a), p4iJ'inu 2v8 1
221, don4e diee: •..• El mito de la huel¡,a e:zpresa la ruu-
rrecd6n del pu~blo qpe adquiere conciencia de .1 mismo,
de BU pcrtonaUdad compleja; de BII unidM espiritual
como nl! todo Indl,i50. Frente a la inteleclualimd6n ere·
ciente, el dedr, la materialba<:16n crecitn(c de la nue'l'a
dtcadencia. eomo en otro tiempo el crbtlonilmo rrente a
'n deeadtnd. roman ..... , frente. Cite del~rrnmamienlo,
nla pul'~rüación ... , donde nada sodal lubsitlc ...• te
forma un ppeblo alrededor de los tallerel, cn los Sindica-
tos. en 1M bllelpl ... El sind¡~lIsmo. rOl! el milo ¿, la
hllt/ca gtnrral, ";elle a dar.1 lOCi:llilmo UIl ,ieor nll~'
.,0 •••• Comp. J. Sotel, LA nti,.,dll"'(JH""".Uf,.~(19Q2);
L, s,lIlm, Irit¡lorjque dI' Ntu(f" (19Q6). Sobre 1. huelp
¡;¡-eneral conl. GrifIllelbcl. L'.cljon s,/fdj(alit¡l~ (19Q8);
El. Bu.issou, La I,lvl 1,,.,,.11, (1905).
ti
LEÓN nUGUlT

que parece sabia, no es en rigor más que otro


medio más de provocar la violencia y de agra-
var la intensidad de la lucha de clases. Por otra
parte, cuidémonos de pOller en nuestra aClh,i-
dad polltica y social el esplrilu de la fe religiosa;
ha provocado ya bastantes sufrimientos en el
mUlldo para que se estime llegado el momento
de mantenerlo (uera de las relaciones sociales,
no víendo en él mas q\e un estado de concien-
cia individual.
Por último, también rechazo la idea, dema-
siado estrecha, que los sindicali:;tas revoJudo.
narios se lorman del movimiento siodic~lista.
Penetrados por el colosal error introducido por
Karl Marx, los siodjcali.~tas revolucionarios DO
veo en las sociedades modernas en general, y en
Francia en partic:ular. más que dos clases opues·
las y en lucba: la clase burguesa o capitalista y
la clase obrera o proletaria, o, como ellos dicen.
los parásitos y los productores; predican en to-
das partes la lucha a mano armada de la clase
obrera contra la clase capitalista. Y no admiten
tregua ni transacción en esta lucha: debe prose.
guirse basta el aniquilamiento completo de la
clase burguesa.
He aqui, por vla de ejemplo, lo que escribta
en el Mouvemenl Socialiste M. Eduardo Bertb en
el mes de mayo ultimo: «Hay dos fuerzas frente
a frente: la fuerza capitalista y la fuerza obrera;
no tienen por qué preocuparse la una de la otra.
LA T'RANSFO,utAC-¡ÓN DEL ~TAOO J63
La clase obrera no se considera en modo alguno
como la parte de un lodo, antes bien, se estima
como siendo el lodo .•. ; quiere la ruina lotal de
sus adversarios, el destronamiento absoluto del
régimen burgués y la creación de un régimen
obrero. No se trata de entenderse o de transigir
COD la burguesla; se trata de destruirla •. , Antes
de procurar atenultr la insolii~rid~d. se debe
acentuarla cada -vez nlás, proseguirl" hasta el
fondo y transformarla ea una -verdadera lucha
de clases» -, Y M. Lagardelle deda en la misma
revista, en el mes de Og05tO de 1907: (lEI sindi-
calismo es el ataque contra los deh:ntadores del
capital y la reivindicación de la dirección de la
producción por los grupos productores» t,
Esos gritos de guerra no expresan la realidad
social. La estructura de nuestras sociedades mo·
deroa, es cosa harto mis complicada de lo que
parecen creer los I;olectivlstas, y con eJlos los
sindicalistas revolucionarios. No siempre se tra·
ta de dos clases cuyos iotereses se oponen: la
clase capitalista y la ciase obrera. Ambas exis-
t~n y con frecuencia están en lucha; eso no ofre-
ce duda. Pero bay también otras clases en todas
las sociedades modernas, y especialmente en
Francia. Si sólo se consideran las dos clases ea-
pitalista y obrera y sus relaciones, únicamente

I J/oJIWmenl Sodalisle (mayo 1907), pill . .f88.


t MoufJt",ml Soriali5tt (41"OSIO (907), pAIC. 100.
l.EÓN bUOUIT

se abarcará ".ma peqoeila parte del problema so·


cial y del problema polltÍl:o, con el social Intima ..
mente ligado. Si en el movimiento sindicalista
sólo se ve la organización del proletariado para
conquistar el capital y la dirección de la produc·
ción, nO se comprenderá el verdadero carácter
de ese vasto movimiento: se le explota para te~
ner con él un medio crimir.al con que excitar las
pasiones malsanas, impulsar a las muchedum-
bres ignorantes al pillaje y a la violencia, siendo
8sf que no es aquél sino una "evoluciÓn endere-
zada a la redistribución de todos los elementos
constitutivos de nuestra sociedad.
1I

LA VERDADERA t\oCI6N 1).1<;. CL."SE SOCIAL

Q UÉ. SOO, pues, las clases sociales? ... Todos


hablan de ellas; pero no es cosa fácil en·
contrar una definición de las misrnllS ni aun en
los escritos de aquellos que más las estudian. Si
es indiscutible que en nuestras socledades mo·
dernas bay clases, no es numos cierto que no
son grupos de individuos sometidos a regime-
ne!\ jl.lrldicos y distintos. Es esto evidente en
aquellos paises donde, como en Francia, exis-
ten In igualdad civil y la igualdad politiea. Como
la diferenciación de las clases no está juridica-
mente de6oida, los limites que la separan sao,
por necesidad, extremadamente indetermina-
dos. Es muy frecuente la imposibilidad de fijar
la clasc, habiendo muchos individuos colocados
en la linea frontera, muy indecisa, que separa
dos clases vecinas.
Numerosos hecbos podrlan mostrar cuaa
lejos de la verdad se está cuando se pretende
que cn las sociedades modernas no bay más que
.66 LP..óN DUllUr'r

dos clast's, la cla"e capitalista y la clase obrera,


viviendo en una lucha irremisible basta el com-
<
plcto cxtcrminiQ de una de ellas.
Citar6 tan sólo algunos ejemplos. En Fran-
cia un número muy grande de individuos, y
quid la mayor!a, son a la vez capitalistas y tra
bljadores. Especialmente las gentc!l del campo,
pequeños propietarios que cultivan pOf si mis-
mos sus tierras, con el auxilio de su familia y de
algunos obreros. Son, cor'no es
sabido, nume-
rosos en todas las r('gione~ de Francia. Yade-
más, los dueños de un comerdo, de una indus-
tria. que explotan por si misrnos mediante su
trabajo el pequcflo capital que les pertenece. Se
dira. yo bien lo sé, que el pequeño comercio. la
pequeña industria, estáo a punto de desapare-
cer ante los grllOdes almacenes y los grandes
totUeres. Es posible; pero. por el momento, la
pequeña industria y el pequeño comerdo cons-
tituyen una clase QUméricdmente importante dt!
la poblacion. Bien se ha visto esto en 18H"188q
en la época del movimiento boulangista: ella fue
la que en Parls mismo, el 27 de enero dc tHS9.
daba al general 80.000 votos de mayoda. E5
preciso !lO' haber recorrido ninguna regióD dI!
Francia en automóvil o en bicicletcl para desell'
oocer el lugar eonsidentble que ocupa en el pals
la pequeña burguesla. obrera y capitalista a un
mismo tiempo, tanto camp~sina como ciuda-
daDa.
t Jo. TItJo.N~ynIl"MJo.r::IÓN DEL ESTADO 167

Desde otro punto de vista, no se tiene una


noción exa~ta d~ la cosa cuando se pone en
una misma clase, la de los asalariados, a todo,
aquellos que no tienen capital y que sólo cuen-
tan para vivir con el salario de su trabajo. El
obrero manual, cuyo salario es a menudo más
e/evado que- el sueldo del empleado o del funcio·
nario modesto, no pertenece a la misma clase
que eUos, y. sin embarlfo, unos y otros son
asalariados. Cuando los funcionarios quieren
solidarizarse con hl clase obrera, obran como
gentes sencillas que se dejan arrastrar por las
declamaciones, tan vanu como pl:rfidas, de los
demagogos revolucionarios '.
Los elementos que constituyen las di(ereo·

, TAl oculTe, por t';emplo, 'COQ loa m.~stro" que 00


hft<:t'o sino comprom~tcr su causa Ñadica1ista cuaado yo-
tAn resoludonu alea como la aprobad. por'\I Congreso
de Lyon el 17 de abril de 1908: cEI Coui'reso dc loa lIio_
diCllto. dt' mliUtros, con.iderando que la organirad6ft de
la I'uselb'nla primaria debe !ler obra de la colabor.clo~u
!'Iectiv. de loa profc!lolUl.le-s_mae5tro._,. de loa interc-
UdOI-pMres dI! familia-; <¡ae csta colab(¡r.dún no pue-
de featirarse a no ser medl.nte la reunión de represea.-
tantes clpeci.lmeute desijftlaclos al electo por los i'tllpo!l
corporath·o., dtdde: t +Qut le cclebre~n 1909, cot! oca-
don del Con¡relO eorpor.liyo de Puco., UD COD¡t'e$O
midO, compuellto de dclepdos de lo. sindicato. de maes-
tro,,. de dt'leg'fldos de 101 &iudieatos obrl'rOl, J 2.· Que
ele Congreso se enear&,lJ.c di' la t-Iaborac!ón de un proyl'(:-
to dI' rcorlfaniraci6ft de tI. eusdllln,a primaria._ (lA
Tt ...p., 19 abril 1908.,
108 Le:ÓN DUGQIT

tes clases sociales son numerosos y complejos


t!:n extremo. Pero uno de ellos constituye siem-
pre el car<lcter más saliente y más especialmen:
te represenlativo. Se ad.,ierle esto mejor si se
refiere la diferenciación de las clases a la estruc·
tura misma del agregado social, y se definen las
clases, ea nuestras sociedades modernas, de la
manera siguiente: como grupos de individuos
pertenecientes a una sociedad daáa, entre los
cuales existe una interdependencia especial-
mente intima, porque realizan una tarea del
mismo orden en la división del trabajo social.
La idea de división del trabajo social. tan
magistralmente puesta de relieve por M. OUT-
kbeim, es, en definitiva, muy sencilla '; puede
resumirse en esta proposición: la interdepen~
dencia que une a los fiom:bres que pertenecen a
UD mismo grupo $Q~ial resulta. sobre todo, de
la parte difc:rente, que cada cual pone, en el tra·
bajo destinado a realitar la !:oatisfacción de las
necesidades de to<;lO$ y de cada uoo, Esto su·
puesto, fácilmente se concibe que exista un lazo
especialmente intimo entre los nf)mbres que
realizan el mismo orden de tareas U ocupacio~
Des en este vasto taller de la sociedad entera.
Ese lazo, más estrecho resulla, ante todo, de la

I Durkbcim, La djvúion d" Ira"",1 ,o~,nJ', 1894,


2,· edición, 190~, Parlt. P. Ah:an. CODl, mi libro L'Elal,
1, 4,&il o"/tcJif, 1901, cap(tLllo primero,
semejanta de los intereses y de las aptitudes,
de la naturaleza de "la labor cumplida. manual e
intelectual; pero, además. de la analogla de los
hábitos, de las maneras de vivir, de ¡as aspira.
dones, de los goces y de los sufrimientos co·
munes.
Si las clases son realmente Jo que digo. se
comprende fácilmente por qué, por ejemplo, 105
obreros manuales de la industria privada y los
funcionarios no pertenecen a la misma clase,
aunque unos y otros sean asalariados; no reali·
zan el mismo orden de tareas: los funcionarios
ejecutan un trabajo que tiene un carácter ente-
ramente especial por el hecbo mismo de cons~
titulr uo servicio ptíblico. Se comprende, ade-
más, cómo hastá los mismos obreros y los em-
pleados de la industria privada o del comercio,
aunque unos y otros sean ¡¡salariados. noperte·
neceo, sin embargc>, 8 la misma clase; tampoco
ejecutan trabajos de la misma naturaleza. Y
ta~bi~n se comprende cómo Jos obreros de una
empresa y los directores de ésta pertenecen a
clases diferentes, aunque a menudo los directo·
res o') sean, en rigor, sino asalariados, como
los c:ampesinos-pequel\os propietarios. Jos pe-
queños industriales. los pequeños c:omerciao~
tes, los obreros agrlcola.s, los obreros de las ciu-
dades, pertenecen a otras tantas clases dis-
tintas.
Por óltimo, hay y habrá, probablemente, du·
'70 LEÓN bUGUlT

rante mucho tiempo todavla, una clase capita-


Jifta, una clase exclusivamente capitalista, y.. lr)
digo sin vacilar: eso no es un mal. En primer
lugar, es mucho menos numerosa de lo que se
dice. En Francia, sob,e todo, el número de ca·
pita listas Vuro~, quiero decir, de gentes: que vi·
van exclusivamente del interés de su capital, es
en rcali~ad muy limitado. Además, (recuente-
mente se ha demostrado que con la división in-
finita del capital en los valores públicos I y de
muchas sociedades por acciones, la famosa con-
,colradón de los I!aritales, con que los colecti·
vista! nos atruenan los oidos, no reviste en
Francia las proporciones que tratan de darle.
y añado. por mi parte, que la clase capitalista
pura tiene también su papel social que des-
empeñar: comprende a todos aquellos cuya mi·
sión es reunir los capitales y ponerles '1 disposi-
ción de las emprt"!l8s. El propietario capitalista
esU invelltido de una fUllción !lociftl determina-
da. Su derecho subjetivo de propiedad, lo nie-
go, y, en cílmbill, afirmo su deber social. Mien-
tras la clase capitalista llene 1.. misión que le
está asignada, vivirá. En cuant,., la abandone.
della parecerá, COlmO) han desaparecido, en li89.
la noblez.a y el clero.

I V. especinlmeDte \". discursos de MM. Jallo Rache


y Aymond en 11\ Climar. de Diputados 101 dlll' 21 Y 2Z de
mayo de 1908.
1Il

E.L \"ERllADERO CARÁCTER IH·:L MOVI·


MIENTO SINLHCALIST/I.

S IF.NDO
c1a~es
la expuesta la nociÓn modrrna de las
sociales, fácil es comprender el ver·
dadero carActer del movimiento !i'indicalista y
cómo concurre a una transformación profunda
del r~gimen politico. El movimiento sindicalista
no es, en realidad, la guerra emprendida por el
prolf'tariado para destruir la burguesía y para
conquistar los instrumentos y la di. ección de la
producción, No es, como pretend~n les tt'ón(;os
del sindicalismo rcvoluciooario. la clase obren
que adquiere concienda de si misma parA con-
centrar en si el poder y la riqucla y aniquilar la
clase burgue-u. Es un movimie"to mucho más
amplio, mucho más fecundo, y dírla mucho más
humano. No es un medio de guerra y de división
~oeioles! creo que es, porel contrario, un medio
potente de pacificación y de unión. No es sólo
uoa mera traosformación de la da5e obrera: se
extiende a todas las .::Jases sociales y tiende a
coordenarlas en un haz armónico.
'7' I.EÓN DUOUIT

Ha de verse, en efecto, en el sindicalismo un


movimiento que tiende a dar una estructura ip.
ridica definida a las diferentes clases sl)ciales. es
decir, a los grupos de individuos que están ya
unidos por virtud de la igualdad de ocupación
en la división del trbbajo social. Se ha podido,
c()mprob 'r históricamente que las luchas de cla- .
ses han sido tanto menos vivas en las 5oocieda-
des, cuanto más heterogéneas eran las clases y
cuanto más jurldicamente delimitadas se arre-
cian. En tales condiciones establécese una coor-
dinación entre la!> diversas clases, que reduce al
mlnimum las luchas sociilles y prot~geal propio
tiempo fuertemente al individuo comprendido
en su grupo, contra las reivindicaciones de las
demás clases y contra las arbitrariedades de un
poder central.
Sin referirse a las castas de la India y del an-
tiguo Egipto, puede encontrarse una prueba de
este ast:rto tU la historia del periodo feudal. Con
\lario!! bistoriadores modernos, creo que des-
puts de muchasJuchas y violencias, el feudalis-
mo nos ha ofrecido en un momento, en el ~i­
~Io XIII, el ejemplo de una sociedad, por lo de-
más muy cosmopolita, en la cual las clases je·
rar~uiz.adas y coordenadas estabitn unidas en-
tre si por un sistema de convenciones que les
reconoda una serie de derechos y de deberes
reciprocas, con la intervención del rey, sobera-
no superior encargado, según la bella expresión
u. TfU.MSFORMACIÓN DEL. UTAOO J 73

de la ~poca, de hacer reinar «el orden y la paz


por la justiciall; es decir, asegurar el cumpli-
miento por cada grupo de 108 deberes que le
imponla su lugar en la composi.:ióo social.
Con la monarqula absoluta desaparece la ie-
rarquia social de las clases. La monarquia cen-
tralizada llama hada si todo~ los poderes y to-
das las funciones. Los órdenes subsisten, pero
sólo son una supervivencia. No prestan ya ser-
,icios; están condenados a muerte. V, en-efecto,
desaparecen al primer soplo revolucionario. En·
tonces, ya lo he dicho, el Estado. formidable-
mente poderoso, porque se apoya en el dogma
de la soberaola nacional, que cuenta en tal mo'
mento con muchos creyentes, reina sin (:ootra·
peso sobre una masa de individuos aislados e
impotent~s, sobre un montón de bombres.
El sindicalismo es la organi!ación de esta
masa amorfa de Individuosj es la constitución
en la sociedad de grupos fuertes y coherente1'l,
de I.":structura jurldíca definida y compuestos de
bombres ya unidos por la comunidad de ocu-
pación, de tarea social y de inte~s profesional.
y no se diga que eso es la absorción y el aniqui-
lamiento del indi,iduo por el grupo sindical. No
bay tal. El hombre es un animal social, tiempo
ba(:e que esto se ha dicho; y siendo 8sl, el indio
viduo es tanto más hombre cuanto más se so·
cialice, esto es. es má!! social a medida que for-
me parte de más grupos sociales. Me atreverla
'74 Lf:;ÓN DUOUIT

a afirmar que sólo t:'!ntonces es un superhombre.


El superhombre no es, como quiere Nietzsche,
el que quiere imponer su omnipotencia indivi-
dual: es el que está lu~rtemente comprendido
en los grupos sociales, porque entoncC''1 es cuan-
do su vida, como hombre social, se hace más
intensa. Y como la ramilía se disgrega cada día
más, como el municipio ba dejado de ser un
grupo sodal coherente, el hombre del siglo XX
no podrá encootr¡¡f esta vida social intensifica·
da más que cn los sindicatos profesionales.
Ese gran movimiento de integracióIl que en-
trana el sindicalismo se extiende y comprende
a todas jas clases. E!tá aún en su aurora. Lle-
nará nuestro si¡!lo; será, sin duda, su señal ca-
racterlstica. Su acdón pacificadora es cierta, y
lo es tambícn la protección cfi..:az que procuran!·
a !>us individuos frente a la arbitrariedad de los
gobernantes.
Todo esto se ha comprendido muy bien por
un noble esplritu que, durante su carrera harto
breve, ha sido uno de los mlispoderosos instiga-
dores del movimiento sindical. Fernando Pello ... -
tier escnbla en su fljsloire des Bour$U du Tra-
"gi/, publicada en 11102, un año despues de su
muerte:
«Es cierto que los bombres que creen en el
Estado.Providencia deben experimentar alguna
antipatla respecto de esas asociaciones libres de
hombres-los sjndicatos-. Pero ¿cómo aque-
lA TRAN'!lFORMACIÓN' DEI. ESTADO 115
1I0s que aman la libertad, que recbazan el siste-
ma descentralizador ... , cómo no CQmprc::nden
que los grupos corporativos son las células de
la sociedad federalista próxima? El sistema
tiende a cOllstituir, según la ley de la separación
de los órganos, grupos mediocres-Pelloutit'r
quiere deciJ grupos de importancia numérica
mediocre- respectivamente soberanos y uni.
dOl:, en la medida y mientras se juzguen útiles,
mt"diantc pacto:; federativos libremente estable-
cidos)>> '.
Por lo demá~, el influjo de Proudhon· y de

, Pelloutier, Hi5lo{re de& BOlfrle$ du 1'rtuulil (1902),


páeilW 169.
I Clerlameute, en la obra tan abiprrada y tan dIver-
sa de Proudhon se eacacntrau cou facilidad ideas de oro
den diferente, ya ,.«el cootradictorias. Sin embarlo, l.
idea directriz parece sin dud~ haber sido la de la orlani-
!I,ción de la sociedad en un coujunto ordellado de clasel
orpuizadas y que relulasen su. relacione. mediante CODo
venclonel colectivu. I-Ie aquí el pasajo que me par~e
mAs caracterfltic,o:
_Lo que ponemos en IUlar del Gobierno, sepn hemos
hecho nr, ella orpniJaeiÓD. indUltrial, Lo que ponemos
en IUlar de las leyes 100 los eoutratos. Nada de ley ,.ota,
d., ni por mayorla, ni por unanlmldad¡ cada. ciudadano,
uda Municipio O Federación bac:e la suya. Lo que pone
mOl ca IUlar de los poderes p(¡blieol son I.s 'uerzAl eco-
nómicas¡ lo que ponemos en IUlar de lu aatilaa s c1asea
de ciudadanos, aoblna y eltado Uano, burruel¡a y prole-
tariado, IOD las CAtclorfa. y c.pCi;:ialidlldes de 'unciones:
.¡r¡eullllra, iudu.trill, comercio, etc. En IUI.r de la
LEÓN bUGUIT

8akounine I es ahí cievto, se deja sentir CaD


Cuerza, tanto sobre 1015 doctrinas como sobre_el
movimiento de que hablamos. Pero el tiempo
no nos permite insistir sobre ti asunto.

faeuI pdbliu, poneOlo~ la fUlluI colectin.j en. IUifar de


en
los ejért::ho1 permlneotn, 1111 COl.II.paJ.\lu. iodu5triale.;
tUi"r de la pollcla, 'a identidad de 101 inlereaes, y en Iu-
i"r de 'a centrlllbadon politica, 'a centtlllilaeión ecolló,
mica. ¿Comprendéis abora elle orden sirr. funeionarlO&,
e.ta unidad proluDda '1 completnmeJIte IDlelectual? ¡Ahl
Jamás habéis sabido 10 que u 'a tlDidad, ya qne DO pod.i$
cOncebirla lino merced al cODjunto de le¡i.lltdore., pre-
fectol, proeurador~s trentnt.lel, aduanerol, iendarmel.,..
(ProudboD, ldle &"II,/llr de la ritJoluliOH (1" XIX $ilclt.
Otllvre. co",pltle$, X. 1860, págin:n 259 '1 260.)
• El hlftnjo de Bllkounlnc en Francia ba sido, lija duda.
bastante rcslrin.¡ido. Su nombre, ,in embario, debe unirse
al de Proudhon. Se leerá con inter6$ el trozo publicado en
el tomo 1 de .us lk'iIIlI,n. edil'. franc., con el Iftulo de
Fltll,aJisme, $oclali~'Ht d a ..tillllologÍ$m#. Sin embarro.
el federalismo que easei!la parece IoCr mal bieD UD Icdera-
lismo d<l pro.inciu '1 de Municipio. que un federalismo
de <:tases. Conl. tlpecialrnent~, pi&,. 16.
IV

CÓMO SE COORDINA CON LA TRAl"SFORMA-


CIÓN DEL RÉGIMEN POLÍTICO

se armoniza este movimiento sindica-


C
ÓMO
lista con la transformación del Estado.
senalada en las conferencias anteriores? No es
dificil mostrarlo desde el puoto de vista pontieo
puro y desde el punto de vista de los servicios
públicos.
M. Fournierc, bien conocido en esta casa, ha
dicbo que, ICmerced a la Asociaclóc,cvitaremos
dos escollos temibles: de una parte, la violencia
de uo sobresalto revolucionario; de otra,la om·
nipotencia del Estado, es decir, la tiranla agra-
vada de la demagogiaD '. El eminente e~critor
ha comprendido perfectamente el error de Dues·
lros padres, quienes creian haber conquistado

I Fouruiere. L'illlliv"íd". l'Associatj'JIJ ~I 1'1/"1, 1906,


IlAglna 1, PlI.rfs, F. Alean, Conl. Id., L_ SocioCt'lIJie, Re-
~IU' Socitdisle (mano, 1908), p!\riluu; 2S3 , si"uie'Ut;8;
JlrlQpl"/ioM lit l' Éli2Id safontli<m lcollo".ique, ¡bfd. (<l:ne'
"0,1908), pt¡inu 1 y siltuienlei.
17~ LEóN DUGUIT

la libertad proclamando el principio de la sobe-


ranla del pueblo, sin ver que por tal modo ~x­
poolan al illru'Viduo a una tíranla 8UO más temi"
ble que la del rey. La formación de sindicatos
potentes, que comprendan los individuos de lo
das las clases sociales, ligados entre si por con~
venciooes colectivas. en las que se determinen
las relaciones de orden jurldico, constituirla
una fuerte garantla, la única eficat. contra la
omnipotencia de los gobernantes. quiero decir.
la omnipotencia de la clase. del partido o de la
mayarla, que de hecbo detenta el monopolio de
la tuerta. Habr¡f¡ en esta formación sindical une
fuerte y resistente estructura, que constituirá
UDa barrera contra la aplicación de toda medi- .
da opresora. Será ésta como una organizacióD
permanente de una resistencia defensiva eontra
la opresión. La forma orgánica completamente
natural de esta fuerza de resistencia seria una
representación profesional amplia y fuer temen·
te organizada.
Naturalmente, los tenedores de la soberanía
nacional y de la ley del número combaten con
energla esta rerorma. M. Esmein, por ejemplo,
declara que «el principio de la soberanía nacio-
nal rechaza lógicamente lo que se llama la re-
presentación de los intereses,., Da esta razón,
que refleja muy bien la escolástica. y. según la
cual, _los diversos colegios electorales no deben
ser más que fracciones del cuerpo electoral en-
LA TRANSFORMACIÓN DEL ESTADO 179
tero .•.• que las fracciones no son tales sino en
en tanto que posean todas las cualidades d.el
todo- l . Pero los becbos serán más fuertes que
los bombres. Quizá no está el movimiento sin-
dicalista lo suñcientemente avanzado para que
se pueda intentar la empresa de una legislación
positiva en este punto. aun cuando hombres
muy distinguidos. como M. Carlos Benoist y
M. el Abate Lemire. la bayan pedido '. Pero.lin
duda, en un porvenir que alcanzarán los jóve-
nes de boy, se organizará, aliado de una repre-
sentación proporcional de los partidos. una rc-
presentación proporcional de los intereses, Cf:
decir~ una representación de las diversas clase!'
sociales, organizadas en Sindicatos y en Fede-
raciones de sindicados.
Como M. Charles Benoist dice, «es preciso
organizar la representación de modo que abar-
que lo más posible del bombre y de la vida, que
sea proporcional DO sólo con relación a las opi-
niones' que no son en nosotros más que una mi·

I Droil crmllilMl¡o,.fI,1 (4.' edie., 1906), pálinas 22&


J n1.
I Cb. 8enoist, RaHorl" ,. CI"""",." 1905,Ie¡isla·
tura ord.,J.OII., Debatea parllmel1tllrlos, pág .1'2. Con-
"ltese id., LA PoIiHqIu: S&/JltiSl"ts /Jolili'lulS lit u
,'".,.; La criu lit "ÉlIfII moll,,.,,,; Pou,. la "'/0,.."
iltelot'tUt. 1908: Abate Leu:lire, Discou,., cm la CAmllJa
(16 mauo, 1894),J. 0./1., Debate¡ parlameatario¡. pAri-
.. ~62, CollJ. mi Jllmu", pá(ina' 368 'Isi¡ulentes.
.80 LEON DUGUIT

nima parte, sino con respecto a tOlO lo que es


en nosotros humanidad, vida, fuerza social, l .
Sólo UDa Cámara compuesta por los elegi-
dos de los grupos sindicales puede constituir
un contrapeso al poder de una Cámara que re-
presenta a los individuos, aunque esté elegida
por el sistema de la representación proporcio-
naL La separaci6n de 109 poderes entre UD bom-
bre investido del ejecutivo y un Parlamento in-
vestido del legislativo, entraña hoy, menos que
nunca, una limitación del poder politice. Hay
gentes que taclnia creen que un Presidente de
la República mejor armado, de origeo, en su
elección, distioto de aquel que le da la Consti··
lución de 187S1 pacida constituir UD contrapeso
útil frente a la omnipotencia de la Cámara de
diputados. Hoy, en Francia, un jefe del Estado,
sea cual fuere el origen que se le atribuya y sca
cual (uere el poder que se le confiera, no es otra
cosa que un persooaje decorativo que recibe a
109 soberanos y a los embajadores. preside las
ceremonias, da bailes y banquetes, va a las ca-
rreras, pero cuya actuación politica se reduce a
cero. Se teme la dictadura de un ¡ere de Estado
elegido por sufragio directo y universal. Temor
quimerico. Esta dictadura no seria posible a no
apoyarse en la preponderancia de un elemento

, Rappo"" eitado en la 110ta lltiterlor. J. Ofl., ""Ei-


118 .11.
1.4 TRANS~OItlL\C[ON DEL ESTADO 181

militar de espíritu pretoriano. Abara bien: yo


creo que desde el fracaso del boulangi!lmo, des~
pués del asunto Oreyfu!! y del servicio de dos
ai':los, esta preponderancia y ese esplritu ba des·
aparecido, felizmente, sin remedio.
Por otra parte, y hablando claro, la omnipo-
tencia poUtica pertenece hoy, ea realidad, mu·
cho menos a la Cámara que al Con!lejo de mi-
nistros, que de derecho es el intermediario po-
liticamente responsable entre el Presidente de
la República y el Parlamento; que, de hecho,
es uoa especie de Comité de salud pública, que
.;on el auxilio de los medios extraparlameota-
rios puede, si asl lo quiere, conservar su poder
cllanto le plazca l. Su responsabilidad polltica
ha llegado a ser una pa.labra vana. Esta defor-
mación del régimen parlamentario subsistirá
mientras no se organice una representación
profesional al lado de la representación propor·
cional. No sé: yo si el ré:gimeo que entonces se
tenga podria llamarse parlamentario; pero con~

t Se ('lienta que erlo el ahuueno de lIrIarlenbad (.liNIO,


1901), blbiendo prc¡'1IlIta.do Eduardo VII Il. M. Clemen-
ceau, Prutder:¡te del COllSeio, euinto tiempo pem.. pu-
rtlaDt~f aún al frente de 1M uelfocio., ~.Ie re.poodi6:
.Sire, c:.Ulluto yo quiera." No .~ .1 la Iln~cdoca Col eierta;
en todo caso, la re.puesta atribuida al Prelidcnte del Con·
sejo eJ 1. expresi6n perfe<:tnmente eneta de la ,ltuacl6.a
poUtiCA Iletual.
LEÓn OUGUIT

veneldo estoy de que seria una ~arantla podero...


!la (:ootra la arbitrariedad del Gobierno, que n2
podrla salirse de su papel de inspección, de vi-
gilancia, de prote<:(:\ón, de impulsor de la tuer-
za pública, papel al cual deberla reducirse s~
acción.
v
EL SIr;:DICALIS~O «iiUNCIQNAKISTA»

F
~
L movimiento sindicalista viene también
por otro camino a armonizarse con la for.
ma nueva del Estado. Prepara, en efecto, la des--
centralización de los servicios públicos median-
te la formación de Sindicatos de funcionarios
que necesariamente hao de estar dotados de una
muy amplia autonomia. Y nos encontramos
ahora con una cuestión de ioterh capital '1 de
verdadera actualidad. En primer lugar. se im-
pone ya en el derecho positivo la cuestión de loa·
Sindicatos de funcionarios. Según la legislación
í!ctualmente en vigor en Francia, ¿pueden los
:uncionarios sindicarse legalmente? Sin vacilar
contesto que no: ninguna clase de funcionarios
¡:>uede sindicarse. La ley de rBS.¡ sobre los Sin-
dicatos profesionales DO se aplica a los funcio-
narios, sino unicamente a las profesiones priva-
das 1, Esto DO ofrece duda, y sigo. Pero ~qué

1 CODS. Cat. 28 febrero 1902, S. 1903,1, pA... 445. Se


h~dleho que la le, de 21 de mano de 1884 Diell'a «el de-
LEÓN DUGU1T
'·4
debe hacer hoy el legislador aote el sindicalismo
fimcionar-ista? ¿Hay un movimiento superficial
sio duda, pero susceptible de entrañar la des!.
organización de las servicios públiC::05, movi-
miento que el legislador puede contener o diri-
gir a su placer, que debe contener o dirigir para
evitar la desorgani:r.ación misma del Estado? 0,
por el contrario. {se trata de un movimiento
profundo e intenso, contra el cual resultarán
impotentes las disposiciones legislativas,los ae·
tos de gobierno, un movimiento que prepara
UQa ordenación nueva y mejor de la vida pollli·
ca y administrativa del pais?
Debo decirlo: hace algunos años. en "el mo-
mento mismo en que ese movimiento comen-

rl'Cho de formar Sill.dlu.tol • todos allllclloa que no ten·


ga. que de'coder oin(Ún inlerfs iodWlltrial, comereia¡ o
agrlcol...... No..b.y por qué bacer la pretendida distind6n
entre los hI¡Ja.ouriol Uamados de aQtoridad: '1 IOIUama.
dos de lfeslló•• Esta dlstineióD, propuesta por M. BtJ"tb\!·
lem., (Droilumi,.¡IIt'ali/, 1902, y !I. a (>dletóa, 1908, pdo-
¡lna .9), Y por M. Bourl'ulD (De Z'Il/>/>lktm(HI drs lols
o"f1ri"~. all% e",p/oyl.,,~ I'ÉlaI,1902), ., que en ciertos
rnoalcnto, «11"0 alfr1ln cddito, hOJ b..I ,ido aMadonada.
\'" para la critica de eata distlncióD, lArnaudc, Rnna Pi-
,"ttl/liait'e, junio 1906, 1 tirada aparte; mi Manuel, pé.
¡iuas .20 y tl,p.le"tuj COIII. la de!illlción del funcionario
dada en el pro'1eeto del Gobierno cilado ¡"/"', 1 que re-
chaza esta distlndón,., ta1Jlbi\!n el ¡nfor"', de M. Jcan-
nener sobre el pro'1eeto de leJ relatiYo a 101 SiodicalOl dc:
hUlcioDario-. J. Olf.. Doc. parl. Cámaralel". ord •• 1907.
P'aina 608.
zaba. he creldo que· era muy superficial. provo-
cado por algunos funcionarios, malas cabezas.
que quedan que se hablase de ellos pari;l apro-
vecbarse del desorden; se me figuraba que era
lácil al Gobierno impedir la formación de esos
Silldicatos. Y estimaba que tal era su deber, por-
que tolerar los Sindicatos de funcionarios im~
plicaba permitirles la buelga, toda vez que )05
Sindicatos profesionales tieneo, entre otros
fines, el perfectamente leg1timo de preparar y
de $Ostener las huelgas. Y me decla: estando
los funcionarios por su definición misma aso--
ciados directamente al funcionamiento de los
!iervicios públicos, no es posible autorizar Sin-
dicatos de funcionarios que pudieran legltima-
meote organizar huelgas, ya que por su misma
(unción los gobernantes están obligados jurtdi-
camente a asegurar el (uncia na miento sin inte-
rrupción de los servicios públicos l.
Sigo pensando que los funcionarios no pue-
den emplear la huelga, y que los gobernantes
no se salen de su papel de intervención y vigi-
lancia cuando emplean su fuerza de coacción en
impedir las huelgas de funcionarios, seaD quie·
nes tueren, y cuando dejan cesantes a los direc-
tores t. Sigo creyendo que muchos de los ora-

I ReilIU PoliJit.u d p.rlcm. (lIbrilI906), Pltl" 28.


t V. ¡a. entr¡ical df"(:laradoaes de lI. Cle=c!leeatl.
Presidente del Conac:jo. 1 de M. Bartbou, Ministro de
186 LEÓN DUGUIT

dores de las Bolsas del Trabajo, de los Sindica-


tos de maestros, subagentes de Correos. adua-
neros y otros más, persiguen, sobre todo, suS"
intereses personales. Pero, al propio tiempo, es
timo hoy que ~I siodicalismofuncionarista es un
movimiento profundo e inteoso que el legislador
no puede ni estorbar ni tampoco dirigir¡ que es
un movimiento correlativo y complementario
de la desaparición del poder personal y sobera-
QO del Estado, y que es uno de los aspectos del

gran movimiento sindicalista que va en camino


de reorganizar la tiociedad. Sin pretender expli-
car ni discutir las nociones de funcionario y de
servicio público, recordaré en breves palabras
que funcionarios son todos los individuos aso-
ciados directamente y de una manera perma~
nente y normal al funcionamiento de un servi·
cio p6blico " y que un servicio público es una

Obra, pdblieas. de Correos, etc., ea la Cimara de Dipu.


tados, aeeióa de 13 mano 1908.
I Debo recordar, aliado de est... deflnJeiÓD. la dada en
el proyecto de ley sobre las Asociacione. de funciona.
rlo•.••• presentado el 11 de marzo de 1907: .Se conside·
ran como funcionarios.;. todos los que, en calidad de de·
lecados de la anloridnd pública, de empleados o do a¡'eo·
tes, (orm.ln parte de los cuadros permanentes orraniza-
dos para I\SClrurar el funcionamiento de un aerricio pII.
bUco re¡rido por el Estado .• V. el tc,;to del proyecto, R.~
l/fU" dll [Hoit ImbliC.1907, pAr. 252, 1 el articulo muy
interesante de M. Rollilnd. La Comisión de la Climara 1111
adoptado eae te,;to, comprendit'udo en él, 1 con ru611, a
LA TRANSPORMAClóN DEI. ESTA.DO lSi

.. ¡erta actividad, el cumplimiento de una deter"-


minada tarea, que, en un momento dado, se
considera como revistiendo una imponancia tal
para el grupo social, que es para los gober_
nantes un deber jurldico asegurar su desem-
peño.
Los funcionarios. pues, realizan en la divi-
~;iÓD del trabajo social tareas que tieneo un ca-
rácter común, especialmente saliente y determi-
~~ado, por el hecho de que su trabajo se cOn5i-
J~ra como necesario para la vida misma del
bruPO. Si nuestra de6nición de las clases socia-
leS es exacta, 106 funcionarios forman por si
mismos, sin duda, una clase sodll! distinta. Pa·
fécenoi, en verdad. que numerosos bechos de
"bservación, que seria muy largo referir. con-
ñ.rman esta proposición.
Dado esto, la clase social de los funcionarios
se ve llevada por el gran movimiento sindica-
:ista. Al Igual que todas las demás clases de la

:os a¡enles de los .:Iepa.nameotos y de los MuDiclpiO$.


f Rapport de M. Jeaolleoel. 1oc. rit.) Comp. la di$Cllriótl
y las declaraciones del Gobierno en. la CAmara de Díp".
tadose-nlnsSe-SiOOClSde losdrns',8, 10,11,13114 de
,Qayo de 1907, y upccialmenlt el discUfloO de M. P. De.
chanel (8 mayo), 5ej'llida.s de la votación de tUla. orde" del
dla de c:onftnn%D, sobre las interpelaciones de yarios DI-
<,utados, tobre tedo de MM. Galllhier (de Clap1), BuluoD,
raurh.
LEÓN DUOUIT

sociedad, tiende a adquirir una estructura ¡url.


dica definida. El sindicalismofuncionan"sta. no es
nicguna cosa especial: noes más que unode~ios
elementos del movimiento general sindicalista,
que se extiende a todas las partes de la socie-
dad. Pero, esto no obstante, considerado ese
sindicalismo ea si, es un fenómeno bastante
complejo. La gran clase de los funcionarios, en
efecto, es una clase numerosa que comprende
muchas subclases, tantas como servicios pú~
cos diferentes hay. Si todos los funcionarios
están unidos por la semejanza de tarea, los
funcionarios de un mismo servido están evi-
dentemente unidos unos con otros de una ma-
nera más estrecha. Asi, pues, aunque uno,
el movimiento del sindicalismo de funcionarios
es, en realidad, un movimiento complejor que
reviste formas diferentes se~un los diversQ& ser-
vicios públicos, y provoca la formación de tan-
tos Sindicatos como. servicios públicos diferen-
tes haya, pudiendo, además. constituir los ele-
mentos de uoa vasla federación.
Pero que los funcionarios tengan mucho cui·
dado y desconnen de los agitadores y de los de·
magogos que quieran arrastrarles a la acelón
revolucionaria de la Confederación General del
Trabajo. Que se mantengAn cxtrai'los al sindica.
lismo revolucionario; que se convenzan de que
nada podrla ser más perjudicial a sus propios
intereses que su participación en una acción re-
U. TRANSFORMACiÓN D&L ESTA.OO ISq

voluciooaria l. No deben olvidar tampoco que


no pueden invocar, como tales funcionarios que

• I M. ClcmencellU ha prestado a 101 maestros UII seña.


lado ternelo-que aquéllol, por lo demu, 00 han .. ueri·
do comprender-al d.ecirles co .u Dotable carta del 7 de
ahril de '1907 lo lIiruiente: .. Vaelltro poc.to no e.tA en la
Confe-defac!ón General del 'trabajo. Y tanto meno. eUIII-
to .111 se emplea UII lenJ1laje al euol 110 p,,~e adherirse
uu educador. La apolorla del ...botn.J'fJ_ "1 de la .acción
dire<:ta., la provocación alodio entre cindlldallGll, ellla·
mamiento a la de~rdón o. la tuición, ¡on una doctrina
que deMb combatir con .uprema euer¡1a, cumpliendo
\"uutra mu.ión, con la eseuelalaica y con ellde,ll republi·
cano 1 COII vueltro pall. El párrafo 3.° del art. 16 de lo:!!
Estatutos de la Confederación General del Trn.bAjo ICIlaJa
como fines de la AlIodaclón .Ia propaganda ade<:uada
parn hacer penetrar en. el espfritu de los trabajadore. or-
¡RabadaS la necesidad de la buelra ¡-enerab. Si sincera.-
mente pensAls que vuestrOS esfuerros deben enderezarse
a CODSC¡ulr semejante reaultado, deWis reconocer que
har Incompatibilidad Absoluta entre esa eonc.cpdón .,10-1
deberes de vuestru funciones,. (ú T~IIIP'. 8 abriI19(l7.)
Con•• la rnolación votada en el Con(feso de maestros de
Lyon el 15 de abril de 1908 y referida 111 principio de esta
conferencia.-El COnJr.e;ao nAcional de los subalcnl" de
Correa. se ha dejado ir también en contra de los mismo.s
interests que preleude rcpretcDtar al votar, dClpuél de
una lar,a discusión, Cf; cierto, el 19 de abril de 1908,Ia
siruiente Orden del dia: .EI COllrre-to del Sindicato na-
cioa.. ¡ de suba.¡ente. de Corrllos, Teléj"utos 'f Teh!fonos,
considerando que la Confederación General deí Trabajo
es la npreBióD vi ... 1 actuaote de la solidaridad proleta-
ria, que es actualmente el luo de un..i6n IDdisp<!Ml.blc
entre todas las or¡lt!Úlaeloucllindirole., que n.in.¡una or-
LEÓN DUGUIT

son, el mito de la huelga general, porque están


por derecho asociados a un servicio publico ... es
decir, a una actividad cuyo desempei\o consti-
tuye un deber jurldico para quienes de hecho
están con ti investidos. Recurrir tl la huelga
!lerla para los funciooarios el m~dio más segu-
ro de restaurar la arbitrariedad sin limites de
un Gobierno central omnipotente.
Mantenidos, por el contrario, en 109 limites
que acabo de traz.ar en breves palabras, el sin-
dicalismo (uncicmarisl.:J. permitirá ciertamente,
en un porvenir próximo, lo que be llamado una
descentralización por ser~icios públicos, lo cual,
a mi juicio, responde a una necesidad positiva.
Me explicaré. .

¡aDitaci6n consciente de 'JI" dcb<::re. de solidaridad dehe


pennAnecer hlua de la COlllcJeracl6n Cellera) del Tra·
bajo; eOIl,idcrando, por otra parte, que los suba¡rente. de
CorreOl, Tel~,l1llos 1 Teléfono, asalariado. por el F..ua·
do tienen, como todOl los demA$ aSKlarlados, reivindica·
ciones que lormlllar ante su empresario e-I E:!JtadO-pluro.
no, que 110 podrlll.n lidmitir la tesis iubctollmental que
¡avanta una barrera entre ~I proleturiado admlni~trn·
tivo yel .,alariado d~ la iodustrill, prlnda, qu~ adbi·
r{E;ldole a la Confederación GenerAl del Trlibajo cumplen
so deber de ,olldaridad obrera, qne los Sindicat05 obre.
rOl en toda ocasi6n han apoYAdo J alentado las re¡ ... ¡adi·
eationes de 10000ualariado. del Eatndo. declarall que l1e
adbi~ren a la Confederaci6n Gcnern] ¡Jel Trab.jo.• (Le
T~m,., D'lUlrroa de 20 J 21 abril de 1908.)
VI
LA DESCEr\TRALIZACIÓN ron SERVICIOS
PÚBLICOS

M 1ENTRAS al Estado sólo se le pedia que ad·


ministrase justicia. garantizase la segu-
ridad en el interior y la protección en el exte-
rior I la necesidad de la descentralización no se
imponta, y los gobernantes, poseedores de la
mayor fuerza. podían cumplir. por si mismos o
mediante sus agentes directos. esta misión de
justicia, de protección, de seguridad. Pero
cuando el hombre moderno, Juego que ha ad-
quirido UDa conciencia clara de la independeD~
ei.a social que une a todos los miembros del
grupo. gobernados y gobernantes. ba reconoci-
do ea ~9to8 el deber de asegurar el desempeOo
o cumplimiento de tareas diversas en todos los
órdenes de la actividad humana, forzosamente
tenia que producirse una tendencia descentra-
lizadora. les gobernantes, que no son más que
los tenedores ,de la mayor tuerza, no pueden
realizar efOS diversos trabajos por si mismos ni
por medio de sus agentes directos. Y siendo

,
(.EÓN DUGUIT
'9'
asl, sento necesariamente ejecutados aqu<!:lIos
por grupos de individuos que tienen una ciert.a
iodeptndencia respecto de los gobernantes. e
imprimen el impulso al servido, hasta dirigi~n.
dole, pero con la intervención y bajo la vigilan-
cia de los gobernantes y de sus agentes. En eso
precisa mente consiste la descec.tralizaci6n.
Se ba intentado realizarla utilizando al efec-
to un grupo social, natural, muy antiguo, pero
muy envejecido. el municipio; o un grupo de
creación nueva y enteramente artificial, el De-
partamento. Las leyes de 10 de agosto de 1871
y de 3 de abril de 1884 ban pretendido reaJitar
UDa verdadera descentralización regional y mu·
QicipaL Pero es !sta más aparente que real; y
aun cuando fuese real, es in$uficicnte, porque
deja fuera de 51 la mayor parte de los servicios
público!.
No es ciertamente en el sentido de la desceo-
tralización municipal o departamental bada
donde se orienta nuestra organización admi~
nistrativa. La descentralización se ha produci-
do también en una cierta medida, merced a la
erección de algunos servicios publicos en esta-
blecimientos publicos, con derecho a UDa cierta
autonomia, pero colocados siempre bajo- la in-
tervención vigilante, estrecba, y a menudo pun-
tillosa, de los agentes del Gobierno'.

" La tentativa mAs iDtereaante realizada en tallenti.


u. TRAN!lFORMACIÓN DEL RSTAoO II~J

La forma de descentralización bacia la cual


rnarcbamos es completamente dHerente. Se rea·
liza poco a poco mediante la organización carpo--
Tatin de loa funcionarios de UD mismo servi-
cio. Es ella la consecuencia del movimiento sin~
dicalista. cuya intensidad profunda hemos reco-
nocido. Los funcionarios de UI'l mismo ser'Vicío
formarin un Sindicato corporativo que les ga-
rantice una protección contra la arbitrariedad
del Gobierno. contra las separaciones ilegales,
contra el favoritismo, las denuncias, y que, al
propio tiempo, cste asociado a la dirección mis-
ma del servicio. Los Sindicatos de funcionarios
constituidos primeramente para d~fender los
intereses profesionales, los intereses de clase,
adquirirán poco a poco un papel de impulsoT y
de dir«:ción del servicio público que les está.
confiado. Por lo demás, será preciso reservar 8J
los gobernantes 1 a sus a~ntes su derecho de
intervención efectiva y de vigilancia constante.
Además, esta autonomla funcional deberá tener
como contrapeso una responsabilidad fuerte-
mente organizada, en!rgicamente sancionada"
del funcionario respecto del publico.

do en Francia el, 8'f Identemente, 'a descent(ali.aclÓD. de


la ~D.eflanz •• uperior, efectuada en parte con 'a c:rcaelÓII
de la. l.."n!verridade.s. Ley dl' 10 de JII110 de 1896 ralath'a.
11. 'a coDltitudÓD de la. Unlvel'aidadel, lo. tru dec:retol
d~ 21 de julio 1101 do. decretos de 22 de jatio de t897.
13
194 LEÓN DUGUlT

Cuanto más protegido esté el funcionario,


cuanto más independiente sea·y más iniciati\'&
se le reserve, deberé sel' más responsable.
Sin duda DO bemos llegado todavla a alcan-
Ear una noción bastante precisa del papel pro-
fesional y social de las clases, ni a tener una
conciencia bastante clara de la estrecha inter-
dependencia que las une; los funcionarios mis-
mos 00 está aún bien penetrados de la obliga-
ciÓn que se les impone de asegurar, en todo
momento y eD toda circunstancia, el exacto
funcionamiento, no interrumpido, de los servi·
cios públicos; aun no tienen los funcionarios el
sentimiento suficientemente claro de su res-
ponsabilidad respecto del p'Úblico, para que
desde luego pueda aplicarse ese sistema de des-
centralización a todos los servicios. Pero esti~
mo que marchamos rápidamente en tal senti-
do. Uoa de las luchas que, a mi juicio, señalan
mejor semejante tendencia es la organización
corporativa de la disciplinajuncion.lI, que resul·
ta de una serie de decretos que el Gobierno se I

ha visto impulsado a dictar estos últimos anos


respecto de muchas categorias de empleados,
por ejemplo: los empleados de los diferentes
ministerios, los funcionarios de puentes y ca~
minos, los administradores de Hacienda, etc. "

t CoM. Bonnard, C,.d"i,. 4I1nd"ist,alitl4, RftI'" du


D,clt 1U"'ú:, 1907, pll,. 481, publicada aparte bajo el tt·
LA TlUI'ISFORMACIÓN DEL ESTADO t9S
¿No es esto uoa prueba evidente de la tenden-
cia bacia la organización corporativa de las
fundones publicas?
Los caracteres de ese movimiento sindicalis.
ta ban $ido puestos de relieve por algunos pu-
blicistas distinguidos. M. Máximo uroy 1, que
se ha becho el abogado especial y animoso de
los funcionarios victimas del abuso del poder,

lulo 1AI criu 4U/ottUioHtlarislfU,"s (allU, tI u. ,t-


",ldt.s (1907). Analizando las dispolidoDe'l'encraletque
filurau eu T'rlO' decretol, M. Bonnlrd cacrlbe 10 .1-
pientc: dIII1 UD' dilpotlcl6n-que mcrece IIlraer elpe_
clalmente l. atención, '1 et 1. relath. 11 1" pteMllda de
repruontanu:1 e1e¡idOl por SU! colel.', y" .se.en l.,
eoml.iov.ea de aculO, 7. ea 101 Cousejoa de disciplina.
La importal1da de e.ta dilpotición con.ilte ea que
pa~ repretelltar Gil lDomellto <:1:1 la e1'olu<:lón de l.
fuación pdbliea bAda IU ori"Aull'acic!n corporltha ••
Con•. Id., Df 111 ritrtuirJH ¡:Ii,ciPli ...¡,." tui •. Bur·
deOl, 1902.
IV. e.peeialmente el foUeto publicado bajo el patro-
nato de la Liguc tJts 4,oil, 4c ""omINC, por M. Mal: Le·
roJ, bajo el titulo LA 4roU 4c./OHClíoll"4J¡,.n, 1906; Me-
moria pra l. Lila de 10& derechol del hombre tobre el
tlcr~do tJe Ion jMmiotllln'os, 1907¡ lA cn'u dcs sn'VÍcu
,ublin, ea PIIgcslUwes, 22 tebrero 1908, J Ademlh 101
do. impore ... nte. librOl de Mu Lero1, U. ,,.aH,/orma.
tiO". ti. 111 ,,,i",,HU ¡Hblif"c,le, .yJUlu.,•• , /o"cho,,·
"".i,.u, 1901¡ LfI len, cu.u $Ur t. IMori. de ¡'."torili
d.N, ,. 4C,"(I(.,lIlic, 1908 1 publicado durllntr.la impr;e-
ltela de I'lte trabajo.
,
LEÓN DUGUlT
'<1>
M. Berthod I y M. Paul Boncourt ., Siguiendo
a este último, dirla sin inconveniente que DOS
dirigimos nacia «una descentralización comple-
ta, un federalismo integral, corporativo y Hdmi·
nistrativo al propio tiempo». M. Rodrlguez se
expresa coo más precisión refiriéndose a la en-
señanz;a primaria: «Los Sindical')s de funciona-
rios-dice-, como los Sindicatos obreros, no
son sencillamente Asociaciones corporativas de
defensa; antes están llamados a convertirse, an-
dando el tiempo, en órganos directores,,, Tien-
den a sustituir la dirección extrana que viene
de arriba, con UDa administración autónoma
venida de abajo "
Los sostenedores de la doctrina regalista se
ban opuesto fuertemente a semejantes afirma-
ciones. M. Fernando Faure. en UQ vigoroso ar·
ticulo publicado en la Revue Polihque el Parle-
mmlaire (enero, 1906). fulminaba el anatema
contra los Sindicatos de funcionarios y contra
cuantos se atreveD. a sostener que son el porve·
airo El periódico Le 1emp¡ se ba sentido beri·

1 Berlhod, Rt1Iue Politique el Par/c",eOllllire, MAr-


zo, 1906, pág. 413.
t Paul &Ilcourt, RnJU Soc;/diJle. ED<'lto, 1906, pi.
~1lU 17 y .i¡uieDte•.
J Rodd,(UeJ, Ú sYlflJ;calÜIM untve,sil.¡". Rt1Iue
Sodoli.,., O<:lubre 1905, paC .• S'J,llucarta _LA T,n.p.s.
ndmt'ro del 9 de noviembre de 19O5,
LA nANSPOIUll.I.CIÓH DEL ESTADO 197

do', Mi querido y sabio colega y el anónimo de


ú Temps, sostienen que eso es la anarquia, la
destrucción de la soberanla intangible, una, in-
divisible. del Estado. No han visto que el sindi_
calismo {uncionarista no es una causa, sino Un
efecto; que se produce porque no se cree ya en
la ficción de la sobtranla uetátic81), realizácdo~
se la evolución hacia la descentraHución por
servicios públicos.
Pero, dice M. Berthélemy " eso no es la des-
(:entralización, eso es la anarqufa. la descen-
tralización, atJade, se hace en inte~9 de los ad-
ministrados, esto es, de aquellos que se aprove-
chan de 108 servicios públicos, mientras que la
formación de Sindicatos de funcionarios autó-
nomos e investidos de su papel de dirección,
tiene por objeto la protección de los intereses
de los administradores mísmos, de aquellos en-
cargados de cuidar el servicio publico.
La objeción no deja de tener su valor. Sín
embargo, DO puede detenernos. Seria preciso,
en erecto, probar que los administrados DO se
beneficiartan con una transformación que pusie-
ra en manos de los fUDcíonarios, o de sus repre-

I V. e.speda1meDte ~l1mero del 29 de enero 1906,


Como dilcttrso precitado de M. P. Descb&Del, en 1. ama-
ra,8 maJo 1907, J el articulo de M. Caben, R~," PoU-
p".
Iif.~ el Pat<lem., julio 1906, 80.
• R~.e #le PU, LYOD, juuio 1906•


,,/8 LEÓN bUGUlT

senlanles elegidos, la direcciÓn del servicio pú·


blico. Seria, además, preciso probar que el ser-
vicio público estarla peor administrado cuando
la dirección de la gestiól1 pertenezca a un Conse-
jo corporativo, elegido bajo la simple inspección
del Gobierno. Se puede sostener, muy razona..
blemente. que los senicios públicos no funcio ..
carán sino mejor cuando, en vez de estar some-
tidos a la dirección, a veces arbitraria, al ¡mpul.
la, a veces ignorante, de un agente directo del
Gobierno, sin conocimientos técnicos, reciban
la dirección y el impulso de un Consejo t~cni·
co, elegido por los mismos funcionarios del re-
ferido servicio. Puede también sostenerse que
el público estará mejor servido si la organiza-
ción-corporativa del servicio público tiene como
consecuencia una responsabilidad personal más
fuertemente sancionada de los funcionarios.
Por lo .demás, el peligro de la anarqula se
e'9itará, y se garantizará la coordinación de los
diferentes servicios, merced al mantenimiento
del poder interventor y de vigilancia, reservado
5iempre al Gobierno.
VII
CONCLUSJONb;S GENERALES

E s preciso termi.nar: no me es posible insis-


tir más en el problema, por mucha que
sca su importancia en la bora presente. En ri-
gor I creo baber dicho lo bastante para demos-
trar en qué sentido se elabora y qué Corma
reviste, poco a poco, el rtgimen politico qu-e
tiende a suceder al régimeo fundado sobre la
idea falsa, peligrosa, de la soberan!ay de la per ..
sonalídad del Estado. En la cima,los goberDan-
tes, que representan la mayor!a dectiva de 108
individuos que componen el grupo social: nada,
en ellos, de un derecho de poder público, sino
el deber de emplear la mayor fuerza en la reali·
zación del derecho en el más amplio sentido,
reduciéndose su acción, para el desarrollo de
las acti"idades Ucnicas, a una función de ins-
pección e iotervención. En la sociedad, los gru·
pos sindicalistas, fuertemente integrados, fede·
rados por profesiones y con una representación
politica que asegure una gran limitación al po-
der de 109 gobernantes. Las lucbas de clases ex·
'00 L.EON DOGlHT

tinguidas, O, cuando menos, apagadas merced


81 establecimiento con'lencional de reglamentos
que determinen las relaciones de las clases cn·
trt si, e inspirados por una conciencia clara de
su interdependencia. Los servicios públicos.
ejecutados y dirigidos por Corporaciones de
funcionarios. responsables de sus raltas con los
particulares y colocados bajo la intervención y
la vigilancia de los gobernantes.
Pero me diréis: eso es un sueño. No bay tal.
Me limito en lo expuesto 8 resumir los princi-
pales elementos de la evolución que se realiza
ante nuestros ojos, consecuencia Decesaria de la
eliminación de! derecho subjetivo de poder pú-
blico.
Al propio tiempo se produce otfa transfor-
mación, consecuencia de la eliminación de un
derecho subjetivo, del cual le ha becho como la
sfntesi! de los derechos individuales: el derecho
de propiedad, transformación que merecena un
estudio largo y profundo.
No creo que la apropiación individual, ni
aun siquiera la de los capitales, deba desaparea
cer durante largo tiempo. Pero no olrece duda
.que la concepción de la propiedad, derecho
subjetivo, desaparece para dejar su lugar a la
concepción de la propiedad, función social. El
tenedor de una riqueza no tiene derecho sobre
ella; es la suya una situación de hecho que le
une a uoa (unción social dada, y su apropia-
lA. TRA.NSP'ORMAC1ÓN DEL ESTADO 201

ción está protegida en la medida, y 11610 en la


medida, en que desempeñe dicha función so-
cial.
Augusto Compte, a quien he citado ya va-
rias veces, ha percibido tambit:a muy biea esta
transformación de la propiedad. En efecto, de-
ela: «En todo estado normal de la humanidad,
cada ciudadano, cualquiera que sea, constituye
realmente un funcionario público, cuyas atri-
buciones, más o meDOS definidas, determioaD
a la vez tanto sus obligaciones como sus pre-
tensiones. Ese principio universal debe cierta-
mente extenderse hasta la propiedad, en la cual
el posititismo ve sobre todo una indispensable
función social, destinada a formar y adminis-
trar lo, capitales, merced a los cuales cada ge-
neración prepara los trabajos de la siguiente.
Sabiamente concebida, esta apreciación Dar·
mal ennoblece su posesión sin restringir su jus-
ta libertad, y antes bien, bacj~ndola más respe-
tada» '.
Esta {unción social, que consiste aen formar
yen administrar los capit:lles merced a los cua-
les cada generación prepara lo, trabajos de la
siguiente_, la escuela colectivista quiere entre-
garla al Estado, y por tal modo. viene a conti-
nuar la tradición romana, regalista, jacobina y

, Auptto Comte, S:JsUm~ lit Polilif/IU /kJ.iliot (ed¡·


clón 1892),1, pAc. 156.
", LEÓl'f DUGOIT ,
napoleónica '. Por todo lo que precede, se ve .,
que esta escuela va contra los hechos, puesto '.1
que su sistema implica el sostenimiento del ESa ~
lado personal y soberano; ahora bien, este Es~
tado ha muerto, o c!.tá a punto-de morir. Felí~
mente, porque si la doctrina colectivista triun-
fase, entrañarla esto para el Estado un poder
monstruoso. más formidable aún que el del Es-
tado que viene de la revolución: seda la des-
trucción del individuo y la vuelta a la barbarie.
y no es esa, cie¡-lamente, dlgase lo que se
quiera, la dirección hacia la cual se orientan
nuestras sociedades modernas, sino más bien
van éstas en el sentido del sindicalismo econó-
mico y ¡ulldonan'sta, cuyas lineas gecerales be
procurado trazar.

Al principio de esta conferencia recordaba el


arUculo de M. A. Mater, diciendo que esperaba
que en el nuevo r~gimen económico 0:108 ¡uris..
tas no babrán de. durar más que los pontlfiees
y los guerrerosn. Como N. deseo que en la so-
ciedad de mañana DO baya ni ponUfiees oigue-
rreras. Pero ciertamcote, hnbrá juristas; basta
ocuparán un lugar preeminente, como encarga-
dos de determicar las funciones y los deberes de

I Cou. Dllc~l. Lo;$ colltdJlI1J1" PON" l'aH 19 ..•


(1907); E. BuiMOD. lA pa"ti wcinliut ti lts $yHdU4I&
:ntvrl,.,s, 1907. G. Renard, Ú $iHiali,mt. l'tz1IWt, 1907.
LA. TlUNSYOJt.U,CIÓN 'DEL ESTADO -X>l

cada individuo y de cada clase, y COn la misión


de afirmar, como querla Augusto Corote, que
nadie tiene otro derecho que el cumplir en todo
momento coo su deber. Además, deseo Con to-
das mis fuerzas que en esta sociedad Duna J
regenerada no baya en manera alguna. dema-
gogos.
BISll0TEC/. D~ L~ '.
COfl,;;; 2:'; F'¡~EMA
[~ J~!:.::';";Cr,.,
C~LJ...;.¡ ...~


LA NUEVA ORffiNTACIÓN
DEL DERECHO POLlTICO
==='''===
ADOLFO POSADA
1

ALGUNOS ANTECEDENTES DE LA CRISIS


DEL OER1~CHO POLíTICO

H ACE ya algún tiempo, con ocasión de eo ..


mentar el interesante libro del americano
Mr. Wilson sobre El Edado t, recoglamos algu·
nas de las indicaciones de la crisis aguda por

, Las Idea!. que se contienen en elte Esl14llio han al.


c&na.do mi, amplio deSl\rrollo en el cllno explicado el
;lao 1921 en la Uoi ...eraidad de Buenos Airea, 1 reco¡ido
por el autor en uo libro sobre la Tto"¡.. $Od.:d y iurldít;tI
IItI Estado (BUCM' Aire., 1922). V. el Estlldio prdimi.
"IIr cut como ItI~ e.erit., para la primera edieidn de La
,,.tHltI/o,,,,«dd,. JIl ElJl.do. o. eorre¡irlo, para uprellr
eo él mis opiniones y puutOI de Tiata de hoy, seria preci-
10 rebacerlo por completo. Detde que el! 1909 lo escrlbf,
ha "(Tldo 'VIda ID tly intensa la poUtiea de lo. pueblo., 1
bao experimentado sacudidas muy hondas los EJtado" a
la ..'" qae se ha Bj'fuado demulado la erials de la Ideo-
lo¡fa paUdca, para que puedan manteuene intnctu las
po¡icioDU ralonada. entonces.),fe limltarl!, pues, en la
nue". edición. hacer nlriltlns correcciones, aclarado·
ADOLFO POSADA

que, en los momento~ que corren, atraviesan el


A"IUJ y la idta del Estado. Tratábase, y trAtase,
de una crisis general, apreciable en el proceso
universal de los principios politicos y en Ja'"tv()o
lución histórica de JO! Estados, y. a la vez de
crisis que podrlamos llamar nacionales, en el
sentido de que la primera tiene manifestaciones
parciales de distinto carácter e intensidad en
los diferentes pueblos. Ya entonces, al apreciar
la relación del libro de W. Wilson con las doc-
trinas politicas americanas, seflalábamos la si-
tuación critica de las ideas y de las creencias po-
IIticas en los Estados Unidos, al contacto o bajo
el Influjo de las doctrinas europeas y de las
grandes transformaciones interiores. Segula-.
mas, como gula inspirador, el excelente Ubro
de Merriam, A. History o/ Ameríc<2n fJolilicallluo-
,.¡es t. Advierte Mr. Memam cómo se modifican
en los Estados Unidos los conceptos que venian
constituyendo el fondo sustancial de la política
teórica y práctica americana, En la última mi-
tad del siglo xlx-dice-ha aparecido en los Es·
tados Unidos un grupo de teóricos poUticos di-
ferentes de los primitivos pensadores en el -res-
pecto del método y con relación a m(lchas im-

11M Y adieloaes. a la ve¡- que lupriQ1i{~ eiertot datOl e

""'I ...Un ...01. New-York, 1903.


IlIdleadollel, que resultarfatl ahora illOportUI1a1 o hllle«-
ORIENTACiÓN DEL DItltECHO POLfTtCO lOl}

portantes doctrinas de la ciencia politiea. El


nuevo método es más sistemático y más cien.
tífico que el que te babIa precedido, y 1011 rellul.
tados conseguidos revelan una acentuada reac_
ción frente a la filosofia individualista de 10.
primeros años del siglo» l .
El fenómeno de la crisis de las doctrinas y
de las realizaciones políticas, que determina la
nueva orientación del Derecho politico america-
DO, es un ejemplo interesantlsimo de cómo la,
crisis se produceo eo el proceso evolutivo de un
Estado.
En América bablan florecido, con extraordi-
naria,lounla, las ideas del siglo xvn inglés y del
siglo XVIII francés. En su aislamiento relativo,
sin una tradición llena de fermentos, como cn
Jos pueblos de Europa, esas ideas, que no cons-
tituyen un verdadero cuerpo de doctrina ,0Ds-
truida, pudieron obrar como ideas-fuerzas ins-
piradoras, en relación inmediata con los pro-
blemas prácticos que han constituido la trama
dramática. d.e la bistoria de Ja UniOIl americana .
• En general, diCe! Merriam. la teorla polltica
americana se ba determioado en relación COn
las controversias sobre asuntos dados. Los de·
recbos del bombre, el consentimiento de los
gobernados, el derecho a la re90lución, se dils·
cutieroD en relación con la re90lución de 1776.

• Ob. dt., pt¡". 3OS.

"
210 A.DOLFO POSA.DA

La cuestión de la aristocracia natural y artifi~


dal venia asociada a la lucba entre los federa-
Hslas y sus adversarios; el esfuerzo para res-
tringir la upansión de la esclavitud condujo a
la discusión de las relaciones adecuadas entre
las raZdS desiguales, bajo las condiciones que
hacen necesaria la coexistencia en el mismo sue-
lo. El gran problema del carácter de la Unión
suscitaba el examen de la naturaleza del gobicr.
DO federal, de los rasgos esenciales de la sobera·
ola y de 101 elementos de la nacionalidad. En
die s pró:rimos, la expansión territorial de los Es-
tados Unidos provoca de Duc\'oel problema del
consentimiento de los gobernados y el de la
justa relación entre razas de capacidad entera.
mente di fercnte. Pero en todos estos casos los
aspectos constitucional y legal de los proble-
mas ban sido los más libre y plenamente di,-
C:Utid08. mientras que se ha parado poco la
atención sobre los principios de la ciencia poU-
tica, La naturaleza de la Unión, por ejemplo,
filé tratada más adecuada y hábilmente desde
el punto de vista c:onstitudooal que desde el de
la ciencia poUtica. o, tomando otro caso, las fa-
ses constitucionales de la expansión esclavista,
fueron estudiadas con mucho más cuidado que
la cuestión de los derechos humanos o la de las
relaciones entre las razas» l.
~mo explicar este interesante y curioso
, )hrri"m, ob, cit" P'i. 33!1.
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLITICO :lI1I

fenómeno? Conviene examinar esle aspecto de


la cuestión, porque tal cnmcD. n05 llevará de
modo natufal a la determinación del alcance y
significación de estas crisis de las doctrinas y
de la vida poUtica, generadoras fecundas de las
nuevas orientaciones del Derecho poUtico .
• Las causas de esta penuria de leoria poHti~
ca, dice Merriam, son "arias. Puede aducirse
que )a falta de teerla se debe a la tendencia del
americano, o del inglés, a la acción más bien
que a la reflexióD, a ser práctico más bien que
61ósofo_ '. Pero se ha de recordar, sin embar-
go. que fué Locke, un pensador inglés, el que
elaboraba )05 principios fundamentales de las
revoluciones inglesa. americana y francesa de
los siglos XVII y XVIII. Merriam recuerda ade-
más a Burke, .. el escritor que más e6cazmente
trabajó contra esos principios», y ya antes a
Hobbes, «el gran teórico del absolutismo_ .• Una
explicación, más plausible que ésta, de la inca-
pacidad para pensar abstracta mente, puede en-
contrarse en la afirmación de que las tendencias
de la democracia moderna no e!ltán aún lo bas-
tante plenamente desenvueltas para que sea pa-
sible la elaboraci6n de 11. teorla política en rela-
ción con estas nuevas condiciones. Desde este
punto de vista, el desen'folvimiento de una leo-
rla americana tlpica está. aún por realizar.'.
Ob. cit., pi, _336.
I Merrlam, ob. cit., pi,. 336.
Cierto; pero llega el momento en que se in-
troduce en el proceso aislado, o relativamen-
te aislado. el ferm~nto geoerador, que en este
caso Jo procuran las doctrinas qUI!, poco B poco,
se habian ido condensando en el pensamiento
original, central más bien, de la historia pollti...
ca de América. «El gran depósito reserva, en el
cual los ~Padres» se alimentaball, .era la teorla
pelltica inglesa del siglo anterior, las ideas de
Sidney, Locke y de los revolucionarios Whigs
ingleses. Tal era el origeo de las doctrinas luo·
damentales que aceptaban los patriotas. Este
cllerpo de ideas tuvo en el pasado, y aun lo tie·
ne ahora, un gran influjo sobre el "pensamiento
politico de tos americanos. Tambien lo ban ejer·
cido grande las teorlas individualistas de Mili, de
Spencer y de Austio. Y ciertos pensadores fran·
ceses, como Montesquieu, «merced a la famosa
doctrina de la di'1isión tripartita de tos poderes
de gobierno. La Revolución francesa dió un
fuerte impulso al movimiento democrático en
Am!rican, asl como las revoluciones de 1810 y
l~8, aunque pocas doctrinas de las formuladas
entonces arraigaron en el sue.lo americano. liDes·
tutt de Traey era recomendado por jeffersoQ,
pero nunca tuvo una gran influencia». Recuer-
da Merriam, además, que se citaba a De Mais~
tre, a veces, en la controversia sobre la natura-
Ic:za de la Unión. añadiendo que Comte debe
incluirse en la indicación de los influjos france·
ORIENTACiÓN DEL DeRECHO POLíTICO 113

!le!l. _En suma, escribe, es evidente que la teo-


ria americana se ha producido tentendocn cuen-
ta las ideas reinantes ~n Francia ... Pero el influ·
jo se realiza en forma de un estimulo general
más bien que en el de las doctrinas y princi-
pios especiales. '.
El último influjo, y el más próximo en el or-
den de las doctrinas, es el de los pensadores ale-
manes, y ~I es el que determina la crisis más
reciente. «Comienza este influjo con la labor de
F. Lieber, como maestro en las escuelas ameri·
canas e investigador en Jos campos de la ciencia
politica, En el movimiento producido para es-
tudiar la politica, durante la última decada, 108
directores, casi sin excepción, ban sido hom-
bres formados en las escuelas alemanas, fami-
liarizados con los métodos alemanes y profun-
damente influidos por las ideas alemanas. La
acción de publicistas tales como Gneist, Stein.
Ibering, Blunto;chli, Jellinck y Holtzendor{(, ea
c"idente en el metodo y en el pensamiento de
loa poUticos cieotlficos de los actuales momen-
toS)) '.
Mr. Merriam cita entre los más distinguidos
representantes de la nueva escuela a Tb. Wol-
sey. cuya PoJiti'll~ $cúnce se publicó en 1877, '1
a Jbon W. Burgess, que escribió en 18qo la Poli·

McrrialD, 0&. cit" pi\glnaa 336·337.


Merr!l;lD, oh. cit" P'¡iDIS 338 y s¡picbtu.
AOOI.FO POSADA
"4
lical Scimc~ and comparaliw consti/llUonal Lam 1,
y luego alude a otros varios autores que han
contribuido al desen90J"imiento de la acción:
Lowell, Essais on ROllt1'lImmt (18Q~); Goodnow,
'Poli/Íca and adminis~ration (1900); Willoughby,
1M nalure o{ the S/llle (18<)6), So~ial jusJice•••
y de la acción y del influjo de este grupo
proviene el trastorno critico de la tradición po-
IItica americana. A la vez que se transtorma el
método, introduciendo el elemento de la doc-
trina y de la especulación ideal, se ponen en
pleito las ideas consagradas. y se sugiere la
necesidad de una construcción politice. con otra
orientación,
"Las doctrinas de estos bombres difieren
en muchos importantes respectos de ¡as ante-
rior mente aceptadas. las ideas individualistas
de la teorla politica de la escuela del ¡cderecho
naturaL .• se recbazan y se desacreditan. La-004
ción según la cual )a sociedad polltica y el go·
bierno se fundan en un contrato entre indi,i-
duos independientes. y que semejante contrato
es la Íloica fuente de la obligación politica. se
considera como insostenible ... 1, El origen del
Estado se estima ya, no como el resultado de un

I El libro de BurreS! tuf dado A eotaoeer entre 1'101-


otro. rrimeramcntc por el Sr. AilcArate; potterlormeu-
te le publl06 UIlIl tradu('Clóu upaflolA.
1 14erriam, ub. cit •• pA¡:. 30'.
ORIENTACIÓN DEL DERECHO POdTICO l¡ S
acuerdo entre los hombres. sír.o como el resul-
tado del desenvolvimiento histórico, instintivo
más bien que consciente, y se estima que Jo~
derecbos tienen su fuente, no en la naturaleza.
trino en la ley. La moderna escuela, adem'a
ba formulado una idu de la libertad muy dife-
rente de aquella que se enseñaba en los prime-
ros años de la Republica... ~ '. AfirmAbase en-
tonces la libertad como un derecho natural;
venia como una persistencia del (jestado de na-
turaleza», en el cual todos los bombres gozaban
de libertad perfecta, siendo el Gobierno la limi-
ación necesaria de esta libertad para hacer po-
sible la sociedad civil. ealhouD y su escuela ya
rechazaban esta noción de la libertad. e que
nunca tuvo una realización práctica efectívn;
Burgess entiende por libertad «un dominio en
el cual el individuo se somete a 8U propia 1"0-
luntad»; (jel Estado es la fuente de la libertad
individual, es quien la bace posiblclI. La libertad
además no es un derecbo de que todos gozan
igualmente: depende del grado de civilización
alcaQitado por el pueblo y aumenta con IU
¡¡vanee ...
Una transformación análoga experimenta la
noción clásica de la9 funciones o misión del ESM
teda. «En los dlas de la Revolución, escribe
Merriam, se pensaba que el fin de la sociedad

I tdeld, pq. 311 Y siauienlct


polItica era proteger la vida, la libertad y la pro-
piedad de los ciudadanos, y nada mis que eso.
El deber del Estado se reBumla en la protección
de los derechos del indhiduo» l. Lieber modi-
ficó radicalmente el sentido de la doctrina, al
indicar que el Estado debe hacer; 1.0 Lo que el
hombre no pude hacer solo; 2.0 Lo que no dt~
hacer solo, y ,.0 Lo que no quiera aquél hacer
sólo. Y. posteriormente. los te6ricos, como
Woolsey, Surgess, Willougbby y WilSOD', se
ban inclinado de una manera acentuada a atri-
buir al Estado una misión positiva. consistente
en contribuir al progreso colectivo, material y
espiritual, ya que el Estado no actúa solQ, con
respecto a los intereses del individuo como tat,
sino también con relación a los intereses de la
comunidad, considerada como un todo. Y aun
podrla sei\alarse la acción de las nuens doctri-
nas en la transformación de los conceptos de
Estado y Gobierno y en el fundamental de la
soberaala.
Al considerar ya en nuestro estudio del libro
de W. Wilson esta manifestación critica del de-
recbo politico americano, advertlamos que qui-
zá no revelan Jos escritores citado~, con la ver-
dadera amplitud, complejidad e intensidad,

t Merriam, ob. cit., pA,. 31S.


I VI.u: oa el libro de WHlOa El Es/tillo, pir-rafol
JSI-4, U36.
ORIEHT4CIÓN DEL DERItCHO P'O¡.ITICO al1

toda la crisis actual del Estado, como idea y


como becbo, ni entranan sus vuntos de 'lista
todos los lé:rminos en que abora se ofrece el
problema politico.
A nuestro juicio, las indicaciones recogidas
por Mr. Merriam son un excelente argumento
en pro de nuestra tesis, en cuanto confirman la
realidad de la crisis actual de la Polltica, como
lo son-declamas-las que M. Deslandrcs ha
sabido reunir en su interesante monografla so-
bre La Crise de la Science politique ti le probJAme
de la Mttltodt '. Pero quizá ninguDo de estos
libros, tan ex.celentes por tantos conceptos, con·
tienen y consideran todos los datos del proble-
ma; verdad es que no se lo propon!an sus au·
tares.
La ciencia polltiea y la vida politica y el Es-
tado entero, atraviesan actualmente por una de
sus crisis, que no aleeta sólo a estas o aquellas
ideas pollticas determinadas, a talo cual rela-
ción, o bien a cualquiera de sus problemas; ver·
bigracia: la noción de libertad. la de sobe-rania,
la explicación del origen o del I'undamento del
Estado, el problema del metodo y del criterio
para constituir su ciencia; a mi juicio. la crisis
se produce en la totalidad de las manifestacio-
nes en que se conden!la el Estado como idea J
como Mcho.

t Un vol. Pnrb. MllrtM'<,l. 1902.


1I

F:XTENSIÓN DE LA CRISIS ACTUAL


DE LA POLíTICA

E L. Estado y la cifocia polltiea, sin duda, ja·


más han dejado de estar en crisis, mejor.
nunca han dejado de transformarse, y toda
transformación implica siempre su crisis; es de·
cir, uoa descomposición y reconstitución de ele-
mentos. No cabe distinguir ni en las institucio-
DC!!, ni en las ideas, mientras aetuen con au (uer-
za condensadora y c:llpanshra, periodos de quie-
tud. de equilibrio absoluto, de estabilidad ra.tO-
nable, resultado de una conformidad doctrinal
o de una adaptación perfecta a las exigencias de
la vida, como opuostos a periodos criticos, t.;6:-
clusiJ.'ammte ameos. La satisfacción plena y de-
finitiva de la nece~idad seria la negací6n de la
... ida: la vída. lo mismo la del 'pensamiento que
la de la acción, se desarrollan en un fluir coos.
tante, en un renovarse permanente. Pero aun
siendo asl, es evidente que hay momentos de
distinto carJcter en el proceso de las institucio-
ORIE"TACIÓN DEL DERECHO ~ 31 9

nes, como los hay en el de la vida de 108 seres,


en el proceso de las ideas y en el de las activi-
dades; bay, en erecto, momentos de verdadera
fiebre. en 108 cuales se produce una mayor ¡D-
tensidad en las palpitaciones en que el vivir se
revela, obra de la mayor intensidad del fuego
que mantiene y agita 108 elementos que inte-
gran el proceso vital de que se trate. Y a mi Jui-
cio. el Estado se encuentra ahora en uno de eS05
momentos; todo puede decirse que está en plei·
to eo ~I; tanto la consideración reflexiva de su
fundamento o de la razón de su existencia. (Por
qu~ hay Estado? (Para qu~? ¿Es una necesidad
esencial? ¿Es un mal? ¿Es una obra diglla de
apoyo, o una creación del abuso, que debe des·
trulrse .•. ? -como su existencia misma y la ci-
mentación social en que su organismo descao-
sa, y hasta las estructuras en qlle sus institu-
ciones consisten-o El Estado es objeto de ata-
ques continuos .•.
y be ahl por qu~ estimamos incompleta la
cQcKideración de Mr. Merriam, y claro es, la in·
dicación. doctrinal puramente, de M. Deslan.
dres. Sin duda. abondando en cualquiera de las
idcas quc Merriam señala en 'tlas de profunda
trans(ormación en América, verbigraciol., tI con-
cepto de libertad, la noción del contrato como
origen del Estado, la da la misión de éste, se
puede Ilc,\"ar al planteamiento de los prOblemas
todos quc entraDa el momento prescnte de la
ADOLFO POSADA

idea y del hecho del Estado; pero tales proble-


mas no surgen desde luego espontáneos en l.
cxposición de las «tendencias reciente~Jt y de
las teorlas americanas que hace Mr. Merriam '.
Análogo razor.amieoto podrla bacerse con rela·
ción a la interesante monografia de M. Deslan-
dres. ¿Cómo no ver, en efecto, la crisis del Esta·
do, su crisis real, al través de la elaboración de
un método adecuado para construIr la ciencia
polltica?
Una interpretación adecuada del momento
presente del Estado y de 8U doctrina tiene, en
mi sentir, que colocarse, procurando recoger
los problemas que al Estado se refieren. como
problemas que afectan al conjunto de su vida y
a la ralz real y racional de sU existencia. Pres-
dndase, si se quiere. para no sugerir supuestos
equivocados, de la palabra crisis; no hablemos,
pues. ni de crisis del Estado ni de crisis del de·
recho polltico; el observador que pretenda ex-
plicarse, mediante la oportuna interpretación de
los dalos rtales. bechos y doctrinas, el momento
actual de la vida politica. tendrá que colocarse
en un punto de vista superior, centra'. desde el
cual se considere la total transfo,mación que ex.
perimenta el E,tado, merced a u n conju nto muy
complejo de causas. Y sólo asi podrá apreciar
la. marcba del pensamiento y de la acción en la

t Merriam, ob. cit., cap'. IX 'f XIH.


ORIENTACIÓN DI:l. DERECHO POI.iTlCO :u {

esfera de los intereQes, de las pasiones y de 108


ideales pollticos. Es el punto de .. i!:lta ~n que, a
su modo, se coloca M. Ouguit en su excelente
Ii.bro sobre La tr4nsformQción del Estado, como
luego veremos.
y no hay acaso operación más interesante y
atractiva que esta de interpretar la transforma·
ción positiva de las instituciones, atendiendo, a
la vez, a la marcha real de su proceso y al influ·
jo que en el tienen las ideas y las doctrinas. Por
nuestra parte, hemos intectado realizar esa in-
terpretación, según queda indicado, al comen-
tar el libro de W. Wilson. y ahora nos propo-
nemos insistir, tomando como base y ocasión
el eiudo libro de M. Duguit, que tiene sobre el
de WilsOQ la ventaja, para el cuo, de ser un
trabajo crItico, en el cual, como se ha dicho, le
plaotea expresamente el problema general de la
transformación del Estado, realizando, basta
donde nos sea posible, una interpretación cons·
tructivlI de los becbos y de las ideoas en Que pa.
rece revelarse con intensidad la nuen orienta-
ción del proceso politico. LQ importante en esta
labor interpretativa es procurar descubrir las
fuerzas históricas que actóan ahora en el Esta-
do, manteniendo o destruyendo su actual sig-
nificación, su estructura, fiU influjo y la idea
que las geetes se forman de él. El Estado, sin
duda, responde en el momento presente a un
ideal, y se ofrece con una forma admitida-tá-
ADOLFO POSA!),\,
2"
cita o expresamente, por obra de una acción
instintiva y de una .cción lélic(J, que diMa
Ward-, en raz,ón de la cual se manifiesta con
determinada estructura. Pero el Estado 00 se
concreta jamás en una cristaliz.ací6n definitiva;
y asi, la sin tesis de esfuerzos humanos sociales
en que hoy se define, es necesariamente transi·
toria, tanto que el Estado parece deshacerse,
descomponerse, desintegrándcse quizá, estre~
meciéndose hasta en sus mismos cimientos,
cual si allá, en el fondo de la conciencia social,
de donde fluye su vida, se produjeran nuevos
fermentos con nuevas fuerzas, con nuevas agi·
taciooes y con nuevas ansias, que, si no traen
a la realidad una condenación absoluta del Es·
tado, piden acaso una reconstitución del mj~
mo, una readaptación de su estructura, de sus
funciones y de su posición entera, en medio de
la tormentosa realidad social presente.
Si nos propusiéramos realizar un estudio
completo, sistematizado, del problema de la
transformación del Estado-y no es. boy por
boyo tan general nuestro propósito '-, seria
preciso sei'!.alar los importantes antecedentes
que tal problema tiene en la Historia contempo..
ráoea; quiere decirse, antecedentes inmediato!!,
que la Historia no se interrumpe según nuestro
I Paede ..erle DUcttra TNrl~ ,odnl y JtlrUlell ti,l
E&il1do (192:Z). donde bemOl ~ouider.do &OIpliamelltc el
problema a qae le alude ea 01 texto,
OR1ENT4C1ÓN DEL DEJtECHO POLlnco UJ

capricho, y detrás de eS08 antecedentes inme-


diatos. la cedeo! causal nos sci'lalarla otros y
otros, indefinidamente. Pero aun sin insistir en
el aoálisis de antecedente alguno, importa con-
signar que la explosión actual de los influjos
transformadores del Estado, en los que se con-
tiene aquélla ~omo en su germcn-y más que
en germen a veces-vieoe preparada en una lar.
ga elaboración de ideas y de h~chos, cuya ini-
ciación es absolutamente indeterminable ... Ya
se verá esto más concretamente lu~go. Abora
sólo se indicará, por vla de ejemplo, que una
buena parte de la interpretación a que se presta
la consideración presente de la transformación
del Estado, hállase perfectamente prevista. eo el
movimiento, más de ideas que de realizaciones.
aunque lleDo de grandes sugestiones para la vi·
da. que en la segunda mitad del siglo pasado se
produjo, desde la ética y en el derecho contra
el doctrinarismo politieo y contra el formalismo
abstracto, inspirador de uoa polltica puramente
mecánica y verbalista, que tan singular arraigo
tiene todav!a en no pocas manifestaciones delli·
beralismoi verbigracia, en España. Bastará leer
el interesante y admirable estudio del Sr. Giner
sobre La política antigua y la politiea nueva I para
convencerse de lo que queda dicho.
~ el tomo de E$ludio, j.J'lditos y pof(lito* CM....
drid, 18'5), incluido eD ,.110zno V de la, OtwIlS to",ple-
14. del maettro.
ADOLFO POSA.DA

Por otra parte. el lejano abolengo de las cau-


au que obran en la translontlacicn d~l Estado y
en la generación, quizá 1, de un nuevo derecho
polltico - nuevo con todo gtnero de reservas - .
resulta, desde lu~go, c1arisimo, como una neceo
sidad bistórica, de la simple consideración de
las indicaciones en que actualmente se revela
aquella transformación, y que explican la crisis
aguda del Estado, tanto en la idea como en los
hechos. Prodúcese. en efecto, bajo el influjo de
la filosona, de la sociologla y del bistnricismo
ambiente, una renovación de métodos, no sólo
para la ('-Iaboración teórica de la politica, aino
para la comprensión e interpretación del fenó-
meno polltico; ad9iertese, Ildemá~, un fermento
de agitación intelectual frente a los problemas
del Estado, suscitado, en buena parte, por los
nUClOS aspectos que en la vida de ésta se
ofrecen.
y dentro ya del contenido que se trata de in-
terpretar- siempre unu 'taJidad determinada-
con la aplicación de los m6todos adecuados, la
cuestión se pone, "in reserva alguna, con res-
pecto a la Daturale:!:a misma del Estado; 50n, ea
efecto, innumerables los interrogllotes: ¿qué es
el Eslador Se dice el Estado ES; sin duda, ahl
está, pero ¿qu~ ts? Y esto, ante todo, en vista
de la formación de UD conctplO que siDtetice. en

• H01 Itlprlalirla el qui.d.


ORIENTA.CIÓPf DEL O&RECHO POLfTICO ;325

una idea, la realidad sO'rprendida en el conoci-


miento: <es el Estado una verdadera ,lntesis de
elementos? La realidad actual del Estado, la que
viene del lado de 13 Historia, nos lo presenta
como una obra bumaoa, o, más bien, como una
expresión dada de 105 esfuenos humanos, con-
secuencia del mismo pr<xeso natural en que se
desarrollan los fenómenos sociales: ea el Esta-
do, ciertamente, un fenómeno social; pero ~qu~
clase de fenómeno social es? Y el ana lisis des-
compone sus elementos, sus componentes: el
territorio, la sociedad establecida en el, las re-
laciones en que se determina - relaciones psi-
quicas-. Hay, se nos dice, UDa flsica del Esta-
do. y una socio logia del Estado, y una psieolo-
gla del Estado 1,
Está bien; pero aun persiste como una inte-
rrogante el problema de lo que es el Estado. No-
ya ea la esfera de la formación de 5U idea y
concepto, sino en la más concreta de la Histo-
ria, y refiriéndonos a los Estados reales actua-

'V. Eleatberopnlo., DU &4~tu"l 4t,. Soriolozir


¡IR Sysltmt 4t,. Wisuruclur¡W'. eD Jlf)It(Jtsdrifl fir 51-
(loloZit (euero 1~9, LeipÚI), eSpKialmelllc IJI. donde
trata de la d¡-nlftcaciólI. de la lOCiolo¡!a n la U¡w{. g.-
H,,.., 4" ~tlllo. Y se alude a la "0,.1. ".Iu,.., 41" Es-
tallo; comp., H. Leo. 51,.4i,II ..,.41 S/ri•• tH ... nM,. N.-
'u"llr.,,.t 4" 51,""••• V. J. BoasaDquet. n, PhiloMlIrK.¡
TIr,o,.y ofllttSl.tt. V. mi T,orl. del &lado (2.·ediclóD
del T,.atado 4rDutcllo '0111;'0, 19U).
t'
AOOl..rO POSAOA

les, el interr-ogante surge para preguntar: (que


es lo que constituye en cada pueblo el Estado?
tQue elementos de la realidad deben tomarse
para forjarnos una representación del mismo!
y se oponen la, concepciones que imaginan el
Estado como una institución de 'dominación y
como una institución de armonia 1, luchando
aquellas, tanto en el terreno de la doctrina como
cn el de los partidos-.
Pero el problema de la naturaleza del Esta.
do tiene otro aspecto, que habrá de tratarse lue·
go con más detenimiento, porque es uno de los
que .examina M. Duguit, y porque, en efecto, en
ti se refleja, de una manera muy exacta, el al-
cance del critico momento actual de la transror-
mación del Estado. tEs este-se pregunta-una
verdadera institución, sustantiva, distinta, uoa
~sonaüdad, en suma, y con apoyo fisico pro-
pio y núcleo pslquico determinable? ¿O es, por
el contrario, el Estado una palabra que expresa
sólo una pluralidad de individuos organizados

, Comp. Gumplowiez. Dwuho ,olltico-jilo¡¡djit:o, lA.


luel,. d, t'lua¡¡, y Ward. P"", Sodology. GiDcr, Egu.
"io, ~ frag,,,,,,t06 IObn IR Itorla de IR pwsolla .ortlll.
V, }tlllnelr:, Allg~ri1tt St,,_tsrrrld.
, Hemot cllud!.do c'¡)(lcblmente esta oposic:1611 de
la, COl1ccpd01le. d(!1 En.do en La bita del ~a40 y ,.
c"t",.a &"opta (191$). Y. mi T,.:¡lado dt De"tcho poI{.
Heo, 2.- ed •• t. r.
ORtENTACIÓH DEl. DERECHO POLITICO H7

de cierta manera para hacer posibles determi-


nadas funciones ... ?
y cuáles son éstas~ Pues sea cual fuere la
naturaleza del Estado, como éste es \lDa reali-
dad histórica, es preciso determinar para qu~
existe, qué misión desempena, o, lo que es lo
mismo, importa ver para qul! se unen los hom·
bres en Estados, y c6mo se unen.
Porque bay en esto dos cuestiones distintas
que se enlazan Intimamente, verbigracia, en la
concepción del proceso hegeliano y en su deri-
vación marxiana de la interpretación materia~
lista de la Hi!otoria, cuestiones que se separan
en la concepción que podrla sugerir la sociolo-
gía de Ward. por ejemplo.
En efecto: la explicación de cómo se unen
los hombres para constituir Estados, equivale a
dcsentraflar, en el proceso bistórico, la indica-
ción de la marcba instintiva - e ideal- de los
hombres en la formación de Jos Estados¡ pero
esta indicación no puede menos de interpretar
el devenir causal, esto es, la acción de los moti-
vos que mueven e impulsan a la humanidad a
vivir en Estados. Ahora bien: (cómo efectuar el
análisis de tal proceso sin tropezar con el moti·
vo racional, es decir, con la acción e innujo de
la reflexión humana que qu.iere el Estado como
medio para este o aquel fin~ Todo ello: 10 ins-
tintivo, o mejor, lo dado, como fondo activo-
de sentimiento, de pasión, de irritación fnti ..
ADOLFO POSADA

ma _ y como generador del lUVDair histón·co-


del Estado aqul - y lo Wico ojílliJli$ta, pero re·
tlexivamente finalista, todo ello, digo, es conte-
nido de la Historia y expresión positiva de la
realidad social, y asi fundido es como parece
darse en la concepción hegeliana y en la inter-
pretación marxista I
Pero planteado el problema en el terreno
critico. el desdoblamiento se produce. sín rom-
per la unidad del proceso, y cab~, en pura psi-
colo:;lgía y en pura filosofia, distinguir el desen-
volvimiento espontáneo, objetivo del Estado, de
la razón ttlica del mismo, esto es, del para qué.
inseparable de toda acción finalista l . Y de este
modo se explican y diferencian las dos cuestio-
Des que se indican; la una con relación a lo que
es realmente el Estado, y la otra enderezada a
determinar para qué forman los bombres el Es-
tado. (Es para que los fuertes dominen a los d~·
biles, o sea los vencedores a los veocidos-Iu-
cha de razas de Gumplovicz-, o biea, es para

I v. ~Ii.rman, lA i",",,,et,,ri6,, t't>.dntiCIII d# ¡_


Billllria; trad, esp., 190B.F. BeltrAD, t'dilor, Madrid.
I e:'ta distinción es capital en la concepción locloló·
,¡rica del Etuulo. delde el momento que se cortlldere a
éste, en cuanto a realidad producida, como una conae·
cl.lencia dt'l actuar e5poatlÚleo de la, eMr&(u lOCia!el, '1
Cl)mo una aspiración sentida '1 alcaa.ada por los bOID·
brel. Con •. Ward, ob. cit., 1 AfJpli~J &C1'lJloIY. Puede
Ter..e mi. Pn"tdpios d~ SodfJ/llr(a. ¡'~"fJd ..ccid".
ORIENTACIÓN DEL DEaECHO POLfTJ(".o 239

afirmar el poder social de los propietarios de


los instrumentos de producción, viniendo 8 ser
el Estado, con el derecho, elemento de la super_
estructura resultante del juego fatal de los fac_
tores económicos-concepción marxista, espe-
cialmente en Engels 1_, o, por el contrario, el
Estado expresa un ideal de justicia, una aspira..
ción ética a crear en la vida social una organi-
zación neutral, ponderadora, que refleje en cada
momento el espiritu jurfdico, el interés supe-
rior del conjunto social frente a los egoismos
desencadenados de individuos, clases, institu-
ciones ...? •
Pero aun hay otra relación en la cual esta dis-
tinción importa, en cuanto permite plantear el
problema de la explicación reflexiva del Estado.
En efecto: la posibilidad de esa cuestión, fnti-
mamente enlazada con la del fundamento rado-
nal, o el porque del Estado, es la que legitima
todo el problema critico del mismo, suscitado
hoy con tan especial resolución por cuantos se
preguntan si el Estado, aun siendo UDa realidad

I V. Engels, O,ige" de la familia, de la p,opied~d


1»'ifJ44a y dd bla40 •
• Tradición ideaUsta de Kraule, ROder, Ahren!. Vt!óa-
se Ide41 de ,. 1",.,,_III(ld, de Krao!U'!. Cons. Giner y Cal.
derón, ,Pri"dpios de Derecho ,.«1,""41. Comp. Ward,
Pr"e 5«iolog,. V, mi T,alado de De,echo PDliIico,
2. a edlc., t. 1.
ADOt.rO POSA DA •
'3 0
histórica, debe desaparecer como una institu-
ción artificial, que es a~aso basta od.iosa, Y.
cuando menos, dlicamenle innecesaria.
Con sólo recordar las dlXtrioas ¡Jltar9uisla.s.
se comprenderá el va~or y alcaoee de esta ma-
nera de formular el problema del Estado. Yaun
sin llegar a tales extremos criticas - perfecta.
mente legitimos, claro e5-, la posibilidad de la
explicación reflexiva y racional del Estado en el
'lientido expuesto, es la que puede justificar es·
tas coosíderaciones, en virtud de las cuaJes se
pretende formular una apreciaciÓn, un juicio
sobre la transformación del Estado, con el pro-
pósito de interpretar su marcha y el valor que
en su proceso tenga la intervención reflexiva,
humana, de modo esencial.
Si <ie la esfera de las doctrinas y de las ideas
polItÍéas pasamos a la de la 'Vida real del Estado
contemporáneo. las indicaciones de la crisis
aguda que supone la transformación actual del
Estado 0.0 son ni menos grnes que las apunta-
das anteriormente, ni menos numerosas, y a(ec-
tan tambi~n a la esencia misma de la institu-
ción poUtica, y, además, a 8U estructura. Ya en
el E.tud'o pr~liminar al libro del profesor Wil-
800. fieñalábamos aquellas indicaciones: de en.
tonces acá, ni una sola ha cedido en su intensi-
dad significativa; alguna mas bien ha acentua_
do esta intensidad, iefluyendo positivamente
en la marcha misma del organismo polltico.
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLÍTICO l)I

Hablábamos entoncés, en primer lugar, de


la descomposición de los partidos pollticos, e$-
pecialmcnte de los llamados Itbu,¡lt$~ descom-
polición que produjera desorientación inevita-
ble entre los pollticos militantes, ante los pro-
blemas sociales suscitados, por las nuevas con-
diciones de la vida racional (económica y ~tica)
y ante la necesidad includible de dccidir' cuál
debe ser la posición y la función del Estado
frente a 108 mismos. El liberalismo bsbrla de es-
timarse como el precipitado de la crisis revolu-
cionaría del 89, que al deshacerse, renovándo-
se, por haber producido la evolución nacional
que de ~I podla esperarse, provoca nueva crisis,
no menos grave que aquella de que el fue un
resultado. Se aludla luego a la fuerza invasora,
..:a(la día más inYa&ora, a pesar de .rus crisis io-
ternas, del socialismo organizado, merced a la
cual se ban trastornado los términos en que pa-
recia planteado, hasta poco ha, el problema po--
lltico; en efecto: DO puede ponerse en duda que
las cuestiones de forma o de estructura en el
Estado ban pasado a un lugar secundario, ocu ..
pando, en cambio, el primero en las preocupa-
ciones pollticas del dia, las cuestiones que afec-
tan a la escocia o contenido de la acdón propia
del Estado y del Gobierno. en relación con Jos
grandes intereses humanos.
La descomposicióo de los partidos liberales
continúa; más que esto, su desaparición, como
ADOLFO POSAOA
'1'
partidos distiotos y estrictamente Iib~(Jks. sigue
sicodo uno de 108 signos más caracterlsticos de
los tiempos. Doquiera se ban transformado ta-
les partidos. convirtiendose en partidos de pro·
grama social, o fund¡~ndose UDa parte con los
partidos cOQservadores - que afirman siem-
pre una acción social, aunque esencialmente
bu'-guesa, de mera tutela protectora-, y consti-
tuyendo Olra parte los nucleos atractivos de los
partidos radicales, que no desdej')an- antes, a
veces, buscan-la coincidencia y alianza del so-
cialismo reformi!lta. El ejemplo de Inglaterra es
típico en este respecto, preciRamente en la eta-
pa del Gobierno de Campbell, primero, y luego
de Mr. Asquith y al fin de Lloyd George. Como
lo es Bélgica, donde frente al partido católico,
con su it.quierda democrática y social, renace
el partido liberal con programa social, a la vez
que persisten los parlidos radical y socialista '.
V es también un caso tipico la situación presen-
te del partido liberal, y del partido o de los par.
tidos demócratas y republicanos españoles, im·
potentes, en su persistente desorientación, para
realit.ar una política eficaz, por no haber sabido
adaptarse todav!a a las nuevas exigencias de la
vida social, por no decidirse a tener una politica
francamente social-por la cultura, por los obre-

• V. A. Dev~re. l,t! ptlrti lild,.", el Us r'f(J""'~$ $O-


dtllt!$ (TourDail, 1907).
ORIENTACIÓN DEL DERECHO POLlTlco :¡oH
ros. por los bumildes ...-. poUtica de transror-
mación de las actuales eondiciones económicas,
eticas y jurldicas l.
Hablábamos también de la protesta anar_
quista, refiriéndonos, no tanto a la ruidosa y
violenta, como a la paelfica y suavej en suma,
no a la que se exterioriu en la propoganM por
el Meho, sino a la de la doctrina, que lentamente
se apodera de tantos espiritus, protesta que va
de una manera directa contra el Gobierno. y a
veces contra la ralz misma del Estado, en cuan-
to éste se considera como el órgano de la auto-
ridad eoactiva, y cuyas repercusione~ más vivas
y graves se manifiestan en la actitud pesimista
de los grupos rnolucionarios, que se abstienen
de toda intervención politica, esperando el éxito
definitivo de una acción .,¡olenta, de una deten-
ción general de la "ida, ,. gr., de una huelga
gttUral de la Re.,oludón social, y en la actitud
de aquellos otros que preconizan la resistencia
pasiva al poder, sin revolución, ni violencias '.
por último, nos referlamos a dos indicado,
nes que revelan la persistencia-transformada
en buena parte-de las antiguas preocupaciones
de la polltica, a saber: «el renacer indudable del

I No se olvide que tod.u estas considcradotle. se eJ-


-::rlblerOD aliOlI aote. de la perra.
, V. Sorel, Rejlenollu sobre la violencia. Traducción
etpaiIol. de A. Vlnro. F. BeltrAD. editor, Madrid.
AOOLFO t>OSA{I" •

imperialismo militante, en contradicci6n vi~


leota con la corriente general bada una demo-
cracia social y pacifica. culta, obra de una con-
junción intima entre las aspiraciones de I?s hu_
mildes y de 108 pobres, y 108 movimientos ge-
nerosos de 108 intelectuales., y la lucha, a veces
recrudecida, en algunas partes. en el terreno
politico, entr~ la tendencia laica y secularizado-
fa, neutral, de la polltica y del derecho. y la
reacci6n defensiva del esplritu teocrático y de
las pretensiooes confesionales, que aprovecha
todas las ocasiones que se presentan para dete-
ner el avance bacia un régimen politico de uni-
versal tolerancia y de respeto a la conciencia de
todos t.

I V~ale lo dicho en la Ilota aoterior.


III

EL MOMENTO PRESENTE EN LA. CIENCIA


-POLfTICA

~jbro-y de mucbas págin~s-serla pre-


U N
CISO para razonar convementemente el
valor I la significación y el alcance I de todas las
indicaciones apuntadas, que babrla que com-
pletar con otras " DO menos importantes. Pero
00 se trata ahora de escribir UD libro. ~s bas-

, Tll:"mpo bace que deseo bacer eate Ubro, J huta le


b.e annncu.do al,ulla Te¡ el!. preparación: '1 at! II!lit'. Lo
asi.mo el 8$tudio fw~límifl"" de la obr. de Wibon. que
cite cauro para determinar la orientación aCtlla¡ del
Derecho polltico, 5u¡erido por el trabajo de M. Da,uit,
1011, tu definid .... , labor preparatoria dc:1 libro 11 que te
alodo sobre 1" tri"s dd 8$tlulo, ,. que desearla escribir.
Aliado abora que, loIi DO el hbro que acariciaba ca 1m, el
problcDla cutral del mismo CODstituye la materl. princi-
pal d~ la leo,.,_ .oatú JI jllridiea lid EUalllJ (1922) lo
que Die be referido f:1I antcrlores notal,
• Verbi¡rrac:ia, el renacimiento de la vida mUnicipal
COncentrada con todo! 101 problemas de sociolo¡la poU~
tlca (loc,") que lU.cita.
ADOLFO POSADA

tante más modesto nuestro propósito, que se


contrae abora a la tarca de apreciar de una ma~
nera general la situación actual del Estado y de
la ciencia que lo explica, Es. a mi juicio, de un
¡oteres extraordinario el momento presente,
que con cierta exactitud refleja el libro de M, Du·
guito Como queda dicbo, ninguna de las indica-
ciones sintomáticas expuestas en el artlculo an-
terior ha perdido su valor; siguen, repito, to-
das, actuando con la misma o mayor fuerza. En
el libro de M, Duguit podrla el análisis ,eñalar
su expresión y la buella bonda que en este es-
plritu tan preocupado, o mejor, interesado por
la suerte de los ideales politicos, ban producido
y producen esas indicaciones, que revelan la
acción encontrada de los fermentos destructo-
res y renoudores que obran en la ideologla po-
Utica y en la vida real de los Estados.
Recogiendo, en resumen, la interpretación
que formula ~\. Duguit en este pequeño libro
-que tiene una larga preparación en obras más
amplias y comprensivas '-interpretación que,

I v. Du¡-uit, L'Elat, " 4 ..oil objIClif tila loi ,osili~


W,' DD vol., PuEs, 1901. L'E1al, ," 101l",..""nl. tI ,,.
IfK",J" UD vol., Parll, 1903. Nanual d, Dutcho conU;.
twdOlfrü, tradlleelóll upafloll de J. Acuiia, F. Beltr4I1,
editor, 3ladrid, un yol.; f':rc:elcDle reaumpa de lo. proble_
mu actual". del Derecho poUtico, Hpf'Ci.lmHlte de,.je ,,1
punto do, vista franch. POlterlormt'Dte M. Dupit ha pu~
blkado LI1~ trl11flfo",u&donn dtl Dtrtcho p,u,Uco (tra-
ORIEMTA.CIÓN DEL "DF.RECHO POLÍTICO 337

en mi sentir. se enlaza perfectameote con el pun


to de vista general que sosteoemos en nuestra
idea de la transformación del Estado; resumien-
do, digo, tal interpretación, quizá deba afir~
marse que la crisis se acentua, especialmente:
(.', con respecto a la ~ignificación de losconcept08
que se han considerado. y se coo¡:.ideran toda-
vía. generalmente, fundamentales en el Derecho
poUtico, bien sea como expresión quintaesencia·
da de las ideas corrientes explicativas del Esta-
do, bien como ideas generadoras o supuestos
doctrinales del Estado contemporáneo; 1,-, con
respecto a la estructura y composición social
del Estado, en virtud de la constante incorpora-
ción a la vida potitica de todos los intereses hu-
manos, y de la creciente complejidad de las ins-
tituciones que los representan, instituciones que,
al constituirse, actúan como núcleos propulso-
res y expansivos de las acciones y reacciones po-
llticas,
y sea cual fuere el alcance e intensidad del
movimiento transformador del Estado, parece
evidente que se elabora UDa nueva doctrina del
Estado! y una nueva (orma histórica de esta ios·

dllCd61l c.pdio!a pllblicda por F. Beltrb, Madrid.), y


ha com"lllado. publicar lUla QQna t'dicióll de.tI T,~iI'
th Droit coNSlilHlioMNd.
I Coo" Men¡er, N",e SI~aJud't (1903). Véa~, eo
cspa.fl.ol, El /üla40 .~(iI,U!tn.
ADOLFO POSADA

titución, Y si esto se estima demasiado exagera·


do, conviene advertir que no se trata de nada
verdaderamente inusitado o excepcional, Al de-
cir que se elabora una nueva doctrina del Esta-
do, y que se gecera, quizá, un cambio muy hon·
do en su estructura, 00 se quiere significar que
abara se va a producir, repentinamente, una ez-
plicación original del Estado, ni a trastornar por
completo su composición, surgiendo una nueva -;
combinación de los elementos sociales que lo io ...
tegran. Me parece en este respecto muy exage-
rado-pura oratoria quiu-el lenguaje que em
pIea, por ejemplo, M. E. Berth, cuando dice: IISe
ha producido esta cosa enorme, este suceso de
alcance incalculable, la muerte de este ser fan-
tástico, prodigioso, que ha ocupado en la Histo-
ria un lugar tan colosal..., el Estado ha muer-
to" ti y aun estimo digno de reflexión este juicio
de M. Duguit, segó n el cual, en efecto, «el Esta-
do ha muerto; o, más bien, está en camino de
morir la forma romana, regalista, jacobina, na-
poleónica, coleclivista, que, bajo diversos aspec' l
tos, es una y siempre la misma la forma del Es-
tado. Pero al propio tiempo se constituye otra
forma más amplia, más flexible, más protecto-
ra, más bumana ... II.
Porque conviene considerar con una gran

I JI""lJr".~rrl aoca.!i"" cx:tubrc, 190'. Tereera serie, 1,


piC_ 3101, ciladO por Uucuit.
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLfTtCO 319

prudencia estas transformaciones, que CODStitU·


yen el proceso de la Historia. La indicación be-
cba de la elaboración de una nueva doctrina y
de una nueva forma del Estado, no tíene otro al-
cance que el que puede suponer el reconoci-
miento de la existencia de una fermentación en
las ideas y en las combinaciones de las fuerzas.
que constituyen el contenido dinámico y la ra-
zon histórica de las estructuras pollticas. Esta
fermentación, que viene preparada de mucho
antes, entraña quizá una nueva manera de apre-
ciar y de explicar el Estado, y SUpOM y produce
-ambas cosas, por la continua acción y reacción
de ¡as Ideas j de los hechos-un cambio en la
composición real del mismo, pero cambio que
no ha de imaginarse como un salto, ni como una
ruptura del encadenamiento causal del proce-
so poUtico. Surgen, enlazadas con la tradición,
nueva~ explicaciones de los hechos o fenómenos
históricos: el Estado. su poder. su misión, etc~·
tera. etc.; y surgeo. además, en la continuidad
de la Historia siempre lluevas fuerzas que son
intensificaciones de fuerzas antiguas, o bien coo·
secueDcias de necesidades e irritaciones suscita-
das por la transformación lenta, pero efectjva~
de la sensibilidad, de la intelectualidad, de la
psicologla de la masa humana. Y todo esto se re·
tleja en la vida del Estado y en su concepción
ideal; la tarea del critico que pretende interpre-
tar la labor de la Historia-que es la tarea que
ALOLFO POIADA

roalíza M. Duguit-consiste en descubrir el al-


cance y el valor de las fuerz;¡s renovadoras y de
109 ¡cnlljos modificativos, de 119 ideas y de 108
movimientos, que engendran la transformación
presente del Estado, fuerzas e influjos que. aun
en el supuesto de que lleguen a ser destructores
del Estado-en un nihilismo absoluto-3c;rlan
lo dado como más natural por la Historia: la
consecuencia lógica y racional, de efecto a causa
de las concepciones y de los bechos constítuti-
"08 de ese Estado romano, regalista, cesariano,
napoleónico ..•

( ,
\. ~----- -)
IV

EL UBRQ DI!J M. DL'OUIT

M. Duguit, los dos elementos, mejor di~


P ARA
riamos factores, que obran en la realidad
actual y que provocan y producen la transfor-
mación del Estado. son: 1.°, «la concepción de
una regla social que se impoDe a todos, o sea el
derecho objetivo, y lo·, la dtscenlralizaci6n, o bien
el federalismo ,ind;cali$la».
Baste considerar el alcance propio de estae
dos fuerzas determinantes, a que Duguit se re-
fiere, para que se vea cuán exacta era nuestra
apredacióQ del punto de vista critico de este
sabio profesor. De un lado, se trata de una
transformación interna de los conceptos gene-
radores de la polltica¡ de otro. de una transfor-
mación intcrna también, porque afecta a la
constitución social del Estado, pero que se ma·
nifiesta eo la composición de su instrumental. o
sea en la estructura.
En efecto. el influjo a que M. Duguit alude
al bablar de la «concepción de una regla social
que se impone a todos, o derecho objetivo», en-
t6
ADOl.FO POSADA

trai\a en el pensamiento del autor y en la expli.


cación raz.onada que desarrolla, uoa rectifica.
ción p09itiva-ideal y práctica-de conceptos
fund<tmentales. m~s o menos tradicionales, que,
basta ahora se tenlan como supuestos del dere·
cbo politico. Por otra parte, el influjo a que
M. Duguit se refiere al señalar (.da descentraliza-
ción. el (NualiJmo económico_, se manifiesta en
la transformación de la constitución del Esta·
do, de aquella constitución que tiene como base
"iva. la composición y organiz.ación de los ele·
mentos sociales-la masa del pueblo, las castas, '
las clases, los núcleos territoriales l municipales
y regionales, las formaciones colectivas, los
gremios y sindicatos, etc., etc.
La primera tesis capital del profesor Duguit
es la de la negación del llamado derecho subidi•.
\/o. G'Estimo-dice- que la nociól1 de dertCM
subjtli'/Jo, es decir, la noci60 de un poder que 1

pertenece a una persooa para imponer a otra su ;


propia personalidad, es una noción de orden
metaflsico, que no debe tener lugar en la orga-
nizacióo positiva de las sociedades modernas.
Ese concepto del derecho subíeti.,o, que algu-
nos nos presentan como una verdad absoluta,
no ha sido m~s que un momento en la bistoria
eternamente mudable de las instituciOllcs y de
las ideas; un momento, sin duda. importante,
lo admito. pero nada más ... Su reino ha termi-
Dado ... Pienso que está en camino de elaborarse
ORIENTACIÓN DEL DEAtCHO POLITICO
'43
una sociedad nueva, de la cual bll,n de recba~
urse, tanto la noción de un detecho pertene.
ciente a la colectividad para mandar en el indi~
... ¡duo, como la nodón de un derecho del indi-
viduo para imponer su personalidad a la colec-
tividad y a 108 demds individuos. Y si, aten-
diendo a las necesidades de la exposición, pero
sonificamos la colectividad en el Estado, niego
lo mismo el derecho subjetivo del Estado que
el derecbo subjeti't'o del indi,iduo».
y después añade: .AI hablar de derecho so ..
cíal y de derecho individual, no tengo la inten-
ción de proponer, después de Otros mil, un
nuevo sistema para armonizar los derechos de
la colectividad y los derechos del individuo,
sino tan sólo de demostrar que ni la colectivi-
dad ni el individuo tienen derechos; que no hay
ni derecho social ni derecho indi'¡dualll 1,
Nadie oegará que la cuestión es grave. Pero
no hay que alarmarse demasiado; 00 estamos
{rent~ a un ensayo o intento doctrinal de nihiU.s-
fflO jurídico. El profesor Duguit entiende el de-
recho a su macera •• Pienso-cscribe más ade-
lante-que los individuos no tienen derechos.
que la colectividad tampoco tos tiene; pero to~
dos los individuos están obligados, porque son
seres sociales, a obedecer a la regla social, que
todo acto iDdividual que viola esta regla pravo-

I V. el! el tubajo de DU¡'llit, !"lrodt«:dd,..


ca aecesariamente una reacción social. ..•• por·
que toda sociedad es UDa disciplina, (ly como el
hombre no puede vivir sin sociedad, no puede.
menos de vivir sometido a una disciplina» '.
Razón de estas afirmaciones: los bechos. La
observación de la realidad impone la concepción
de la regla social. ((Nuestra regla de derecho no
tiene nada de absoluto-escribe M. Duguit-;
no es un ideal, es un hecho .•
Pero ¿es que no podemos elevarnos a una
explicación racional del hecho?¿Es que tenemos
que renunciar a toda justificación !tica de las
reglas sociales, por muy objetivas que sean o
que las imaginemos? .•
La concepción fundamental, critica y cons-
tructiva de M. Doguit tiene, o quiere tener. en
el respecto filosófico, una base realista, yen la
relación polltica podrla considerarse como un
intento para formular una doctrina mas alza del
individualismo y del socialismo, dpctrina capaz
de explicar ciertas manifestaciones y tendencias
actuales que propenden a destruir los cimiea·
tos del Estado contemporáneo, el cual es, cn
efecto l una resultante de influjos socialistas e
individualistas: porque individualismo y socia·
lismo afirman la existencia del llamado derecbo
9ubjetivo-o poder reconocido en una persona
para imponerse como tal a otras personas, ya

• V. Du&,uh, .Prim~ra Conferenci:u, l.


ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLiTICO 245

sea la persona que se impone individual, ya sea


colectiva. Y según el autor, «sobre el funda-
mento de la eliminación de los derechos subje-
tivos se constituye un nuevo r~gimen polltico y
social •.
Las consecuencias, que son en otra relación
verdaderos supuestos, de esta concepción funda·
mental, entrañan una modificación al parecer ra-
djcal de ciertas ideas tenidas, con alguna genera-
lidad, como capitales en el der.echo polltico, a
saber: 1.° La de personalidad juridica, ya sea
apUcado el concepto al Estado, a la sociedad y
a las colectividades todas, ya sea aplicado dicho
concepto al individuo mismo, si bien en dos as-
pectos distintos. pues en un caso se trata de si la
idea de personalidad se da en el Estado-y en las
sociedades o colcctividades-, esto es, si las for-
maciones sociales .son personas, y en el otro se
trata de la significación y alcances jurtdico! de
la personalidad individual fisica; :a.o La idea o
noción del poder polltico, y su atributo o carac-
terlstica de la Soberania; 3.- La idea o noción
de la Ley-o sea de la regla juridica positiva, y
4.' La idea o noción subsiguiente a todas de la
responsabilidad del Estado.
No pUNe admilirse-de halw se propende a no
admitirla-la noción de un dereclw suHetivo. y
conviene presentar asl la expresión del pensa-
miento de Duguit, porque en todo el razona-
miento de su tesis van perfectamente confundi-
ADOLPO POSADA •1
das estas dos manifestaciones: que no es admisi·
ble racioMJmtnle tal noción, y que la transforma-
ción histórica del Estado se realice preci!'lamente
en el sentido de la negación del derrcho su";divo'
Pues bien: no puede admitirse la noción del de-
recho subjetivo, porque, en concepto del autor,
éste supone la existencia de _una personalidad
superior definidora-con propio imperio-del
derecho. Esta personalidad superior DO puede
atribulrse!a ningún individuo, porque no hay ra-
zón que justifique la imposición de la personali-
dad como un derecho, y no puede añrmaue en
el Estado, porque el Estado no es una persona,
es decir, no es una entidad sustantiva, un ser
distinto de la suma de individuos componentes;
no tiene el Estado una realidad concreta, deter-
minada, positiva, ni aun siquiera ficticia, y 00
teDiendo el Estado tal personalidad, falta el su-
jelo jurídico, y (altando el sujeto jurldico, (alta
el ser a quien atribuir el poder-el poder sobera-
DO, üoico, que, de existir, seria capaz de engen·
drar un ckr~cho subjetivo. ¡
v
LA PERSONALIDAD DEL ESTADO; LA IN-
TERPRETACiÓN DE LOS HECHOS

L A. doctrina de la negación' de la personali·


dad y de la sustantividad del Estado es
característica del sistema jUridico y político que
~. Dugult vieoe elaborando. Es una doctrina cn
íntima relación con las doctrinas más genera-
les-sociológicas-que desconocen la realidad so-
ci:1.l como realidad distinta de la individual, o,
mejor. eon aquellas doctrinas que no veo en lo
social una nueva expresión de realidad-una sin-
tesis-inexplicable por el puro análisis de lu
psiquis individuales. Y es que el problema de la
personalidad y sustantividad del Estado-de la
sociedad constituida en Estado-entrana el pro--
blema sociológico fundamental de la naturaleza
de 111 realidad social', ¿Es !sta un puro ordeo de
relaciones mentales, psiquicas, que se contraen

1 Puede yene en mil TtQrI.u pol{h'cAJ el eapJta.!o .o-


bre lA lodriNII orgáNicA tillA. sonetlAdes y ,. p"f.O''''-
lid.4 tI,1 Estd¿O.
A.OOLFO PQSA.DA..

al movimiento entre individuos, a la acción de


un individuo en otro; o es, por el contrario, un
orden distinto, dado que, al producirse el fenó-
meno de la interacción social, surja, con la slete-
sis, una nueva manifestación de vida; o, desde
otro punto de vista, la realidad social es el munA
do de las actividades sociales: ahora bieo, estas
actividades ¿son (enómenos de mera pluralidad
de las actividades individuales, que se suman y
superponen, o bien son fenómenos su; gerlerisf
Demos un paso más: consideremos la sociedad
-toda sociedad-como un orden de vida, y pre-
guntemos: la sociedad ¿es una simple pluralidad
de individuos, o es una slntesis distinta, que re-
obra con acción propia-la acción social-sobre
sus individuos?
M. Duguit es uno de los escritores de po·
Iltica que con más radicalismo se oponen a la
consideración del Estado como una sustanti·
vidad. Toda su doctrina de la idea del Estado,
que constituye el contenido de los dos prime-
ras conferencias de su libro, tiene como su-
puesto impllcito siempre, y a veces muy explIci-
to, la negación de la sustantividad del Estado
como entidad social. Y es esta una de las posi-
ciones más enérgicamente sostenidas por Du·
guit, y razonada, (:00 especial atención, en su li-
bro sobre L'Et,;¡t, k droil obiediJ el la loi positiw•
• Salvas raras excepciones, dice M. Dllguit.
todas las leorlas modernas del Estado y del de-
ORIENTACiÓN [)~L DERECHO POL.fTICO l~9

recho público descansan sobre la OOciÓD del Es.


tado'persona, sobre la noción del Estado conce-
bido como la personificación de la cole!ctividad»
segun lo define ya Bluntschli, añade! Duguit; ;
podia haber anotado más antecedentes, pues los
tiene la doctrina, Y. gr., en la 61050fla de Krau·
se y su escuela (,.. gr., en Ahrens¡ y entre no~­
otros Giner), asi como en toda la corriente que
prepara el advenimiento de la sociologia, y. den-
tro de ésta, en las diversas manifestaciones del
organicismo l •
• Ya es el Estado, añade M. Duguit, la colec-
tividad organizada, realidad biol6gica viva,como
el individuo, vasto organismo cuyos individuos
son las células componentes¡ sometidas a leyes
• V. Gll'rke, Dit C,JllI4btgrilf IIl!S Slaals, ea la
Zri/sc"riflfR, gl!samWlU$lalllm$#Hu/u.¡r, 187-4. Cita·
do por· Cumplo'Wie.z, lhr.lcl. fol., ~r. lloS,., Du6ait,
obra titada, pá¡". ¡5. COIOZIp. HaurioQ. Pricis 41, tlroild·
¡JlúrlcraJi/. Con&llltue Giuer, EUudíO$ JI f,aIlWl~"'IJ$ &/J-
br~ 14 tl!/W(a de la pcrsfI_ $004'¡, pár.30. "V'Ilrdad es,
dice el Sr. Ciuer, que, merced a 101 esfuC'uoI de los más
opuestos pensadores, He¡el., UUenfeld, KnuM ., Comte,
c..rul ., HAckel, Jlaer y Renau, Sch:lf8e y Taparelll,
Treudeleaburl1 EspiDH, TiberrhicIl1 Spcocer. comiea·
1"3.11. ponerse- fuera de dDdal_ lu.stanti.¡dad del R'r 5Oclal.,
allt~edellte. como hemol dicbo, !leCeurio J ló¡ico de la
concepcióu del Ettado, eatidad .¡"a, C:ODlO p!'uona-como
su. cHt atributo de la penollalldad, dice M. WilIoughby,
et lo que c:a.racteriJa mAs e.pecialmellte la moderna cou'
("epdÓIl dcl Estado•• V. nl! Nature of the 5/«1', pági.
na 393.
ADOLFO POSADA

que presiden el nacimiento, el desenvolvimien-


to y la muerte de todo organismo; ya se conci-
be el Estado a la vez como organismo y como
voluntad, siendo aqutl el soporte de hta ... ; ya,
en fin, se afirma la personalidad ..:olectiva del
Estado! sin explicarse sobre su carácter mctafl.
sico u org<1nicolf j,

y asl es, en efecto. Tiene razón M. Duguit.


La corriente general de las doctrinas del dere-
cho polltico se mueve alrededor de la nO(i60 de
la personalidad del Estado, aunque muy diver-
samente entendida.
Según Gierke, el Estado es ala más alta y
comprensiva entidad colectiva, no perceptible
por los sentidos, pero si cognoscible como efec-
tiva por medios espirituales, la cual hace mani.
fiesta la existencia de la especie bumana en la
existencia individual», y además <da esencia de
la unión de Estado consiste en que tiene por
contenido la dirección soberana de la 'Voluntad
común; es la comunidad de la acción polltica;
:;IU sustancia es la voluntad comun; su forma
exterior, la potencia organizada; su {uncióo, la
acción consciente del 60.; es como «la unidad
permante de voluntad y de acción vivas a la
cual se encadena todo un pueblo» 1,
I Ob, cit., párinas 2 y 3.
I Gi~rke, ob, cit. COD'- AhreDI, O"If(J".isc.~ Sitlóll.
ld",. Comp. Gin~r. ob, cit. V, mi T,,41, JI Ik,tdlJ'<Jo
lhu••
ORIEMTACIÓ" DEL OERI!CHO POLfnco ~51

Para M. Hauriou, el Estado es .una sociedad


que ha engendrado en si misma una COsa pú-
blíca y una persona soberana, ea la cual encarna
el poder pollticon '.
La doctrina dd profesor Jellioek entraña
también el reconocimiento del carácter de ((SU-
jeto de derecbo» y aun de persona jurldica, del
Estado. y esta per50nalidad del Estado no es un
atributo ficticio del mismo: existe aquélla en el
mismo sentido que en cualquier- otra persona.
Una persoaa no es, propiamente, un ser con-
creto, sino una abstracción; 00 significando
personalidad lo que individualidad flsiea. La
personalidad expresa la capacidad para unificar
y afirmar UI. continuidad de la voluntad razoaa·
dora, Porque hay dos especies de unidad: uoa
lIsica y otra ideal. de propósito, de objetivo, de
finalidad. Y a esta ultima, que es el principal
factor de individualizaciÓn en las cosas numa-
nas, es a la que se refiere la personalidad, que
entraña al fin un complaus de átomos atraldos
por UD fin-sin que sea necesaria la continuidad

• Cita d~ )1. Dur1t con refu~nel4 ,. In 4," edic, del


PrÜu dt dreit qdm., de Haurioll. V. 5," edil:. d~ ~.te;
en le. pAi" '. dice: .Hl Iblado el ano. lOCiedad en la cnal
UD. poder propio de doaUnaclón y un pal. ie~al combi-
nan la acci6n para mejorar las condicione.. de "ida del
medio aocia1. Ela la ... u org,,"is,'" pú6lico, nudi.., d.
vid.,_
11001 FO PO!AIU.

Osica de los mismos-una unidad teleológica l.


La personalidad juridica del Estado estima-
se como la mejor manera de expresar las rela-
ciones posibles de éste, como sujeto de derecho~
en su vida interior y en la vida internacional;
pero de confirmidad co~ la doctrina general an-
tes expuesta, la realidad sustantiva del Estado
no se explica directamente, suponiendo a éste
una entidad fisiológicamente viva. _El funda-
mento teórico de la concepción juridica de la
noción del Estado es la realidad indudable, na·
tural e histórica del pueblo, dominado por una
potencia establecida en un territorio determi-
nado.. t. La personalidad, pues, más que el re.
conocimiento del Estado, entidad sustanti't'8.
parece querer indicar. en la doctrina de que se
trata, una cualidad atribuida a la entidad pue-
blo, de quiell es el Estado. «Personalidad o pero
sana, esto es, la capacidad. de ser titular de de-
• rechos, en una palabra. la capacidad jurídica,
no pertenece al mundo de las cosas en sí, no es
una realidad. sino una reación de un sujeto a
otroy de orden jurídico.,,» l. Y este cOl'lcepto,que

I V. Ge"t. "xII Yerordnunl, pAfin" 192 r tlpien.


tea. citada por WilIourhby, ob. cit., 04¡'. 135. Comp. Je.
llinek, Altg. StaaJ$l., pAgo 151. Comp. nuostro Euudio
prtliJni"ar a El lUtado, de WilsoD, y Teoriall pollliuu,
cap.cit.
• S;y4ttm, pA¡iDQ 20 y 25, cit. por Duruit, pAa". 4.
I S;y4t.
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLfTICO 25'3

como se ve presenta el matiz: especial juridico de


la doctrina de la personalidad del Estado, esté
con6mado por la noción de corporación que se
considera como UDa pura noción juridica, «que
no tiene en el mundo de los hechos nada obje·
tivamente perceptible; es· una forma de la sio ..
tesis juridica para expresar las relaciones de
la uoidad jurldica, su relación con el orden
juridicoD 1, Y el Estado se ha de apoyar eo )a
corporación, la cual tiene como substracto los
hombres, Es decir, que el Estado. como tal, no es
un objeto corpóreo como el hombre, fisicamente
substantivo; por otra parte, la personalidad del
Estado tiene como contenido el pueblo politico,
conservando el carácter de unidad sólo en el
sentido de ser un sujeto activo de relaciones ju·
ridicas 1,

, AlIf. SttuJlsl., pág. 160, Cons6ltese todo el cap. VI.


m, y especialmente páginas 160·161.
• Laband dicc que ede la cODccpci6n d,d Estado como
persona jurIdica del dtlrecho público resulta que el sujeto
del poder del Estado es el Estado mismo,"¡ ademú, opone
la doctrina de Gierke y IUS partidarios, especialmente
Prcus.s, que atribnyCll a lu peraolllU colectivas una e:ds·
tenciA tan sustancial como la de los individuos humanos,
a la de e1a coDeepci6n. basada sobre una abstracción l6g1·
ca, a saber: la idea de un esujeto de derecho," formado
por la colectividad 1 esencialmente distinto de los ¡ndi,.l·
duOP. La persona jnrIdica es, sobre todo, una idea. VI!a.
se lA d"oU publi( de l'El1Ipi", allen~"d, 1, pá¡1I. 158-
159. Comp. Jellinek, SysltlM cit. eLa personalidad, escri·
'54
La doctrina de Jellinek recuerda. en cierto
respecto, a pesar de lo! t~rmin05 empleados,
la de Wundl ... «El E!ltado, dice ~ste, es a UD
tiempo ser espiritual y sujeto jurídico, yen amo
bos respectos muy superior al individuo; pero
M es ptrsotla. Tiene una voluntad social incom-
parablemente más pOderosa y respetable que
todas lai ,"oluntades individuales que le sirven.
una conciencia social que se compone de las re-
presentaciones y aspiraciones de la masa de sus
miembros. Pero le falta la conciencia de.sl mis_
mo-SelbsJbeu.lUsslsÚtl-, la posesión inmediata
de un 'YOD 1,
Hay, pues, en la filosona poUtica una corriente
muy favorable al reCOnocimiento de la sustan-
tividad del Estado; pero entendida la sustanti-
vidad de muy diversa manera. y dando al con-
cepto que supone muy difenmte alcance: es ma.
terial para unos, psiquica para otros, moral y
como de mera apariencia ;"rldica para otros. En
algunos casos se llega a atribuir al Estado una
.propia pers.onalidad real; por lo meoos se le

be Jel!iuelt, !lO e. el fD.nd'mcnIO, riuo el tuult.do de la


eomanidad Jarídlca.. LI CO!l.cepclón de J. persouUda.d del
"Ef.tado te eowml como Ulctl. parqv.e es 1I dIUca que
pl1ede upliear jllrldlumente 1.. m.o.lfeulclones del de-
techo p11blko. Cltu de Du¡uit. L' tllItI, 1"1. •. PuMe ver-
te en mis TeorlfU ,oliJj,.., Cl,p. cit., uaa cJ:posid6n mAl
detall.d. de todll est.s dOCtrln ••.
• WuruI, Él,.,., cit. por Gillcr, ob. eh.
ORIENTACIÓN DEL DERECHO POLÍTICO 'SS
reconoce la cualidad de .mjdo (activo) dt d~echo.
Lo que no siempre resulta claro es si el I!:stado
se conceptua como entidad social distinta, o
como la sociedad misma, desde el punto de vis·
ta de su constitución politica '.
y frente a esas doctrinas se coloca, como he-
mos indicado, M. Duguit.
Al principio de la introducción. en su intere-
sante libro sobre L'Etal, el profesor de: Burdeos
dice lo siguiente: «Queremos mostrar que el Es-
tado no es una persona colecti . . a invt:stida de
UD poder soberaDo. imaginada por el esplritu
inventivo de los publicistas» '. Y, aludiendo a ,
Gierke. Gerber, jellinek. Esmein y Haurioa,
8aade: .Todas esas doctrinas, cualesquiera que
sean la autoridad y el ingenio de SUf: defensores,
no son más que hipótesis y ficciones, cuando no
eotrai\an un círculo vicioso" " La explicación
del Estado para M. Duguit, se contiene en esta
interesan ti sima indicación: tlGrupos humanos
rundados en la comunidad de las necesidades,
en la diverl'idad de aptitudes individuales, en la
reciprocidad de los servicios prestados; en esos
grupos humanos bay individuos que son más
fuertes que otros, ya porque están mejor arma-
dos, ya porque se les reconoce un poder sobre-

Comp, WÜS(lD, 1392·1393.


Ob. dt., p4. 1.
, llitm, pi&:. ~.
ADOLFO POSAOA

natural, ya porque son más ricos, o porque son


mb Dumerosos, y que, gracias a esta mayor
fuerza, pueden hacerse obedecer por los demás:
be abf los hechos. Que se llame Estado a un
grupo humaoo establecido eo un territorio da-
do, donde los más fuertes impongan su volun-
tad a los más débiles, bueno. Que se llame so-
beraola politica a ese poder de los más fuertes
sobre 1011 más débiles, perfectamente. Pero ir
más allá de eso, equivale a entrar en la hipóte-
siS/) i.
El Estado 00 tiene, para M. Duguit, una exis~
tencia real, o, mejor, duJinla. "El Estado, dice,
DO es la persona colectiva que represent.a contra
el individuo los derechos de la colectividad» -.
Pero es que el becho de que el Estado tenga
una personalidad propia, ¿supone por necesi-
dad un sujeto de derechos cont,.a o enfrente o
,obre loe individuos, domintndolos, imponién-
dose~
La idea de que el Estado sea !tun grupo en el
que bay hombres que deben emplear su fuerza
material en realizar la integración social prote-
giendo al individuo, y proteger al individuo
trabajando en la integración social» " no n09
parece que rechaza fatalmente la personalidad

L'DtJl, pdo,. 1,
ldem P'i.IO.
Idem, P'¡. 10.
oRrEKUCI61'1 DEL OeR!.cHO POLITICO 2S7

del Estado. Antes, quizá, hay en esas palabras


Un supuesto muy aceptable de. esta persou"ü-
dad, y más aún de la realidad social, base de la
personalidad; bastarla considerar la fuerz.a in ti·
ma de atracción que lleva al grupo director a
realizar la doble misión que el profesor Duguit
le atribuye. Se afirma en ella una corriente o
una inclinación que busca su sujeto propio.
Pero .~t Duguit se inclina resueltamente a
otra interpretación. Veamos cómo: hay que par·
tir, a lo que parece, de ros hechos, y para
nuestro autor die aqui los bechos: hombres que
tienen necesidades comunes, que tienen aptitu-
des diversas, que cambian servicios, que siempre
ban vivido en común y han cambiado siempre
servicios; que a consecuencia de su naturaleza
flsica no pueden vivir más que ea común y cam·
biando servicios¡ bombres de los cuales los
unos son más fuertes que los otros, y de los
cuales los más fuertes ban impuesto siempre
uoa coacción a los más débilesj hombres que
obran, que tienen conciencia de sus actos. He
ahl 10& hecbos. Fuera de ahl todo es ficci6n
Esos hombres, se dice, forman un ser viyo y
organizado, que piensa y quiere, distinto de los
individuos que lo componeD. Jamás se le ha
visto, y se bao escrito volúmeoes sio poder de-
mostrar su existencia. Detrás de esas yolunta-
des y de esas conciencias indiyiduales bay, se
dice, una voluntad y UDa conciencia colectivas,
17
ADOI.FO POllADA

distintas de las . . oluntades 'J de las conciencias


individuales. Sin duda un cierto número de
hombres, en una misma época, quieren y pien-
san la misma cosa. (Resulta de ahl una volun-
tad, una conciencia que DO sea la suma de la8
conciencias y de las voluntades individuales.?
Admltase la hipótesis irrealizable de que todos
los hombres de un mism'o grupo social piensen
y quieran la misma cosa; resultará de ahJ una
~olu[ltad y una conciencia que 00 sca la de los
individuos~.,
flUna ,oluotad individual, aunque sea deter.
minada por un 6n colectivo, es UDa voluntad
individual. ¿Quién afirma esta pretendida con~
ciencia colectiva? El individuo. Su atirmaciÓG
es uo acto de conciencia individual.,_; que el
primer acto de la conciencia Ilumana baya sido
UDa representación de la solidaridad social. es
posible; más aún, probable, Pero.el acto no por
eso ha dejado de ser iodividwl. Podéis afirmar
que el iodi viduo piensa y obra; no podeis allr.
mar otra cosa. Pero se dice; Detrás de ese pen-
aamiento y de esos actos que se nos presentan
como pensamientos y actos individuales, hay la
esencia" colectiva. Nadie lo sabe 1,
«La cosa en si, en el sentido de la filosofla ale-
mana, añade 1\1. Duguit, es el pensamiento ia-

, L'ÉtIlI, 1, par. 6.
ORIENT .... CIÓN DEL OERECHO POLfTICO 35q
dividual...» t flEI pensamiento individual es. El
contenido de este pensamiento individual pue ..
de ser exclusivamente social. El hombre, quizá.
ha pensado en la sociedad antes de pensarse a
,1 propio; el hombre, quizá, no piensa más que
porqae es un ser social; la única realidad obie·
ti.... es quizás la sociedad: ~qué importa~ El coo·
tenido de la conciencia es, bien está, social; pero
la conciencia es exclusivamente indi .. idual» ' •

..•
Varias observaciones se ocurren al cOQside-
nr detenidamente las ideas expuestas por el
profesor de Burdeos.
cEs verdad que el análisis-de los hechos-
de la realidad social, que es nuestra propia rea-
lidad, 9ólo nos ofrece hombres, .sera en si, que
se relacioean? ~No soe tan realidad-hechos-
como 109 hombres las colectividades y el am·
biente social que htas forman~ Esos sindicatos,
en los que tan legitimas esperanzas pone el au-
tor, como luego ha de verse; las naciones que
por tal manera diferencian a los bombres, eno
,on tan realidad como los hombres mismos~
¿No ton algo, en cada caso distinto, de 108 in di-
't'¡duos~ cNo se tienen vivos al modo que éstos?
~Se puede estimar que el Estado de una socie·

L'tJtd, pA... 26.


Idem, 1, P4. 27.
ADOLFO POSADA

dad, o la sociedad constituida en Estado, es de-


cir, unificada, intensamente unificada por la ac-
ción de la solidaridad, de la tradición, de la
atracción del fin común, es un puro concepto,
uoa palabra que expresa sólo una idea de plu~
raUdad, y el individuo no, una realidad, un he..
cho? Es como si, en est~tica, negásemos la rea..
Iidad de la impresión del bosque, afirmando
que se trata de la suma de impresiones-y re-
presentaciones-de los árboles que lo compo-
nen. Ciertamente, el bosque supone los árboles¡
pero el bosque es el bosque y no la mera suma
de sus árboles.
Que la realidad y la sustantividad consiguien'
te de la sociedad y del Estado son distintas en su
composición, estructura, esencia, de las de los
individuos, conformes. Estimamos inadmisible
la concepción organicista de pura orientación
bilógica; la sociedad y el Estado, las colectivida-
des todas, no son organismos naturales al modo
fisiológico¡ pero (es que no bay manera de raEa-
nar la sustantividad de las instituciones colecti-
vas, si no es acudiendo a la metáfora naturalista~
¿No será, por el contrario, la idea de organismo
y de sustantividad-ser por ¡{-una idea general.
que comprende a la vez al individuo-una sinte~
sis de la n~turaleza, que dice Ward- I y a todas

'V. Ward, P"r'e Sociolol7. cap. V. Con•. mi. Pn'tt·


dtios de Sodololl•.
ORIEHTACIÓK DEL DE:aUHO POLÍTlCO Xli

las concreciones vivas, determinadas, defir.;das,


merced a la fermentación y condensación de los
mlcleos de Cuerzas-cosmológicas, fisiológicas,
psfquicas, sociales-~ Sugiere esta concepción
muy oportunamente al Sr. Giner, cuando al re·
ferirse a la doctrina naturalista, dice que ~sta
sigue las buellas de los discipulos de Se:bellieg,
cuyo influjo se advierte aún en Fechner, Jager
y otros más modernos, y en los que «ban apli·
cado a la vida del esplritu las categortas de la
ciencia natural, y con este carácter introducen,
por ejemplo, el concepto del organismo en la
ciencia moral. el derecbo, la historia. l.
Desde otro punto de vista, partcenos muy
razonable la rectificación de Gierke 0.1 sentido
puramente naturalista de la concepción orgá-
nica. «En nuestros tiempos, dice, la teoria so-
cial orgánica ha seguido muchas veces una di-
recd60 exclusivamente cientlllco-naturBI: se ha
dejado seducir por la analogia ... Pero la com-
paración, rectamente interpretada, no significa
mAs sino que reconocemos en el cuerpo social
una unidad de vida de un todo que consta de
partes unidas, que sólo observamos en los seres
"¡1'OS naturales. No olvidemos que IR estructu-
ra interna de un todo l cuyas partes 80n hom-
bres, debe ser tal que no hay modelo para ~l en
la naturaleza; que hay ahi un conjunto espi-ri-

1 Gloet, FUo$()fl_ y SodollJg{_. 1'4,. 9, aota 2.-


,6, ADOLFO POSADA

tual que es creado, modelado y expuesto me-


diante UDa acción motivada pslquic.amente.
Aqul concluye el imperio de la ciencia natural
y comienza el de la ciencia moral •.. » ". la cien·
cia moral puede tener que babtrselas con esos
todos de hombres que engendran una ética que
trasciende de la vida individual pura-la cual,
además. no exislt como vida aparte o (uera de
la sociedad que la engendra.
Porque, y aqul está lo más grne, los mis-
mos argumentos que¡ partiendo del análisis-
real de los hechos, se esgrimen para negar la
sustantividad del Estado-la sociedad Estado-
podrlan oponerse, como otros tantos reparos
-muy scrios-a la existencia de la sustantivi-
dad del individuo. (Cómo, en virtud de qué
principios afirmamos la sustantividad personal
del individuo? ¿Qué queremos afirmar cuaado
decimos: Los bechos sólo nos oCr(!cen .. hombres
que tienen necesidades~, ~\fuera de ah.! todo u
ficción ... D; sólo hay de positivo la conciencia
individual, la voluntad individual. el pensa-
miento individual-verdadera cosa en si? Ea.
primer lugar, éPuede decirse esto después ele
Kant? Y si, siguiendo a Schopenhauer, supone-
mos que d ndummo, .ese substracto de la na-
turaleza toda, no es más que aquello que sién-
j

donas conocido inmediatamente y muy fami-


ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLfnco 163

liar, hallamos en el interior de nuestro propio


ser como voluDtad ...• 1, si ponemos en el fondo
de la realidad la voluntad, el impulso, el querer
vivir, como la fuerza creadora, {seria posible
negar esta cualidad a las sociedades y al Es-
tado~ '.
«El Estado, escribe Willoughby, es una per-
sonalidad, porque tiene una voluntad propia,
que se reconoce en la conciencia nacional, de
una manera muy análoga a como los senti-
mientos de un organismo individual se recono--
cen por la conciencia animal. Asl, los órganos
legislativos del gobierno son el instrumento
mediante el cual la voluntad se expresa. o d..a
psicologia. añade, y es esto lo más importante
para el caso, nos enseña que la voluntad de un
ser consciente es, en todo caso, el resultado de
la acción e interacción de numerosas fuerzas
-de tendencias flsicas y ps!quic8S, de influjos
objetivos, de hábitos-, y que los actos de 't'oli-
ción más simples son, en el fondo, cuando se
los analiza, de una naturaleza muy complicada.
Yeso es lo que ocurre con la voluntad del Es-
tado: resulta, como aqu~lIa, de la acción de in-
numerables fuerzas, de motivos interesados '1

I SchopeDhauer, LA vobmltld eH 111 NIII,,~tdt.lI. tr&~


dncd6n esp., "'¡ina. 30-31.
• Con•• en mis Tto'{tls ,ol{tiuu el capitulo .La To-
lnntad del Estado •.
ADOLFO POSADA.

desinteresados, morales e inmorales, de condi-


ciones materiales, de tendencias, de costum-
bres, de usos hereditarios, de caracteres ~tni­
cos y de impulsos intelectualesn '.
Estima, además, Willoughby uque la unidad
de fin poUtico es la que da al Estado su atributo
de penonalidad, y que en este aspecto de per-
sona es como el Estado se distingue de los in-
dividuos organizados en ~l. Sin duda, el Estado
está siempre y necesariamente compuesto de
ciudadanos unidos bajo ~I, y sin ciudadanos no
bay Estado; pero asl considerado, el Estado es
algo más que la suma de sus partes. Tiene una
existencia aparte de ellos, exactamente en el
mismo sentido que el individuo bu mano es
algo más que una determinada suma de agua J
carbono y otros cuantos elementosn '.
Pongamos, donde Willougbby pone «volun-
tadn, «conciencian-unidad de conciencia-, y
tendremos planteado todo el problema a que
nos estamos refiriendo. ¿Cómo, en efecto, afir.
mar la realidad, la unidad y la sustantividad de
la conciencia individual-que es un complejo,
un proceso, una resultante-, y negar la reali-
dad. la unidad y la sustantividad de la con-
ciencia social, porque sea un complejo, un pro-
ceso-intermental-y una resultante~

Ob. cit., pá¡'. 134.


, Ob. cit., pAIr. 136.
ORIENTACIÓN DEL DERECHO POLfTlCO ,65
A mi juicio, el bombre individual-como ser
fisico y como ser espiritual, o sencillamente
como t~r-es UDa síntesis de elementos; pero
110 es otra cosa la realidad social, y en ella, sus
nucleos, las colectividades. A ambas formacio-
nes puede aplicarse este principio formulado
por Wundt: «No bay. dice, absolutamente for-
ma que en la significación y valor de su conte-
nido no sea algo más que la simple resultante
mecánica de las partes que la componen» I~
principio que sirve de base a la sugestiva doc·
trina de Ward, de las «Creative Syntbesis~: «La
naturaleu, escribe Ward, es creadora como el
hombre; la creación es genética a la vez. que té·
Iica; los productos de la génesis, as! como los
de la télesis. son productos de la slntesis crea·
dora •..• d..a evolución es esencialmente creado-
ra. A medida que las modificaciones se suce-
den, desde el caos de la nebulosa al cosmos uni-
versal, del cosmos al bios, y de éste al logos, se
interponen largos intervalos entre los diversos
grandes estados, durante los .:uales los produc-
tos cr~;llillos no revisten aUQ formas definitivas
que constituyan momentos criticos o crisis en
la marcba del mundo •. Pero bay un momento
en que la nueva forma surge, actuando así la
fuerza de la «creación sintética. de la naturale-
za. aLimitándooos a nuestra tierra, sabemos

t Wao.dt, LAp, Z,& edic, (lB9!.), n, zn


ADOLFO P05ADA

practicamente que en el curso de su bistoria se


ban de8eoTueho tres propiedades que hacen
~poca, a saber: la "ida, el sentimiento, el pensa·
miento. «Pero estas propiedades pertenecen a
ciertos productos que bao evolucionado prime·
ro, y cada uno de los cuales ha ~ido U1W tlUetlQ
crtacúi"fI ' •• Cada producto es a la vez el efecto
de causas aoteriores y la causa de efectos ulte-
riores; todas las actividades son moleculares o
de masas; todos los fenómenos son Hsicos o
"ita les, pslquicos o sociales, y todas las causas
son eficientes, cODativas o télicas.» Ward clasi-
fica en serie todos los productos distintos de la
acción creadora sintética, a partir del ~ter uni-
versal, que vibra e irradia, siguiendo por los
elementos qulmicos, los compuestos inorgllni-
cos y orgánicos, el protoplasma, las plantas,
los animales, hasta llegar al hombre, cuya pro--
piedad distintiva es el intelecto; y luego a la sa-
ciedad, cuya propiedad diferencíal es el QChAv~
mml, o sea el producto social, la obra social (el
perfeccionamiento), algo, en suma, que no se
explica ni podrla existirae sin la sociedad: la
lengua, el derec:ho, la ética, la economia, el
arte, las instituciones ... '.
Imaginaos que los componentes del ser indi-

, Ward, PI41'# Socielo6Y. V. el cap. V•


• Coa, W.rd, oh. cil., y Wundt, l. c' o 1 Pmolocf_
"doI6giC., 5 .• edlcl6n, In.
ORIES" ... C1ÓH DItL bU,ECHO POunco l(y¡

vidual tuvieran su conciencia y pudieran defi~


Dirse, limitarse en una concreción continuada:
acaso ncgarlan la existencia del individuo que
108 comprende, a no colocarse por el razona-
miento, más que por la experiencia, en el pun-
to de .¡sta superior de la evolución universat
que contiene todoe los productos obra de la
ac.cióQ creadora en las slntesis distintas.
VI

MÁS ALLÁ DEL Jr-;DIVIDUALTS~IO. DEL SO-


CIALISMO Y DEL ANARQUISMO

Y cuenta que este reconocimiento de la rea·


¡¡dad propia y distinta de lo social, base
del reconocimiento de la realidad distiota y pro·
pia de la sociedad y del Estado, aun cuando im·
ponga la proclamación de las sociedades y de
los Estados como núcleos condensadores y ge-
Deradores de vida, no entraña, a mi juicio, los
graves peligros pollticos que señala M. Duguit.
Piensa éste que la afirmación de la persooalidad
del Estado-consecuencia de la afirmación dela
sustantividad del ser social-sugiere, mejor, im·
pone, la oposición entre el Estado y el individuo
con el peligro inevitable de la absorción de éste
por aqu~l. Si el Estado, se: dice, personificado
en un rey soberano, es ya un Estado formidable
que se impone y aniquila toda fuerza contraria,
.el poder público llega a no tener limite cuando
encarna en la nación». El Estado entonces es,
verdaderamente, el Leviatham de Hobbes. Lo
ORIENTACiÓN DEL DERECHO ~ 26<}

absorbe todo: todo lo iguala, todo lo rige, «no


sufre a su lado ninguna vida independiente»
(dice M. Bertb), y con el pretexto de la igualdad,
no quiere debajo de ~I más que una multitud de
individuos impotentes y desarmados t.
En mi concepto, la oposición temida-una
realidad histórica, rectificable, por lo demás,
como expresión bistórica-cntre el Estado y el
individuo COD la posible, y, a menudo, efectiva
absorción de éste por aqu~I, se acenttla, más
que se desvanece, con la concepción formulada
por el profesor Duguit como interpretación de
los hechos. Segdn ~I, el poder central-la repre-
sentación más acentuada del Estado-experi-
menta UDa transformación bajo la acción del
tkree/w objetivo, es decir I de la ley dada sin im-
imposición de poder, sin derecho de poder, sin
derecho subjetivo al poder-, y esta transforma·
ción se resume en varias proposiciones '. de las
cuales importa recordar las1iiguientes: el poder
púbUco deja de ser un derecho: es sólo un he-
cho; el Estado deja de ser una persona jurldica
investida del derecho subjetivo de mandar: hay
el hecho del Estado cuando en una sociedad de-
terminada un individuo, un grupo o una mayo·
rla monopolizan la mayor fuerza. M. Duguit
dice: .Los llamo gobernantes», pero ~stos no
tienen ning'Ón derecho; ucomo miembros de la
t V. DUj"uit, .Primera eonfereDeia., IV.
, V. Du¡ull, .Primera eODfereDdu.
sociedad, están sometidos a la regla de derecho,
yen tal concepto están obligados a emplear la
mayor fuerza de que disponen en asegurar el
respeto, la aplicación de la regla de derecho¡
pueden imponer su voluntad a los demás indi-
viduos, no de una manera absoluta, porque se·
rla una voluntad superior, sino de una manera
relativa, porque sólo obliga en la medida en que
es conforme a la regla de derecho)) '.
Abora bien: desde el momento en que se con..
crete el E-Hado a un grupo monopolif.ador de la
mayor fueru., 1m la sOciedad-·nótese bien ,en yno
eh la sociedad-, fuerza que resulta de la suma
de fuerf.as individuales o de una posición histó-
rica preeminente; v. gr., tener la propiedad y
disfrute de 109 medios de producción, que dirIa
Mar:t, ~urge la sugestión inevitable de la oposi-
ción entre el grupo monopolizador de los go-
bernantes y los otros, los gobernados O someti-
dos. la masa, y el peligro que se quiere evitar de
la omnipotencia del poder politico, más se agra•.
va entonces que se alivia. Y !lO basta para des-
vanc:cerlo la ilusión a la regla objetiva. de dere-
cho, como canon a que debe acomodarse la con-
ducta de 109 gobernantes; porque ¿en nombre
de qué principio ideal, si no queremos decir su-
periOf", o bien en nombre de quE: o de quién se
puede imponer a los gobernantes, a los mo:-
l PetO ~CÓIllO J por quién se doeto:rmlna tI. conformidad
de la yolllou,d del ..obero.lIte con l. re&I. do:l d<:t~ho?

- - - - - - --- --
Dopoli:tadores de la mayor fuerza, el limite que
entraña la regla objetiva de derecbo~ La aDM
tioomia entre gobernantes y gobernados, eotre
soberano y súbditos, que pareda resolverse en
la noción de la soberanta inmanente del todo
social, y en la de la aulolimitacron de Jelli M

oek, persiste en la concepción de M. Dúguit


con todas sus graves COnt;ecueneias.
En cambio, coloqutmonos eo el punto de
Tista de la interdependencia del individuo y la
sociedad; consideremos que aquél es obra de
ésta y ésta una consecuencia, un efecto de las
relaciones individuales; recordemos con Cooley
qlo1e lo areal es la ,ida humana, la cual puede
considerarse eo un aspecto individual o en un
aspecto social, esto es, en un aspecto general, si
bien de becbo es siempre individual y general»;
o -en Olros términos, que «individuo y sociedad
n~ designan fenómenos separables, sino que son
sencillamente los aspectos colectivo y distribu-
tivo de la misma cosa» 1; recordemofl además
c.oa Bald wio.. que el «estudio de la sociedad re-
vela un cuerpo de reglas de conducta con saa-
ciones que son, ea su eseocia, adecuadas para
la vida privada del iodi'1iduo». mientras que «el
estudio del individuo descubre reglas y saocio·
ne1l que son en lo esencial adecuadas para la vida
t Cooley t HWfI4t1 NlÚlU'~ 1M Sodlll O,~~, P'Jinu 1
J' lo Con... mis Priruipío, dI! Sodologiol. pj". 470 J' ..i-
pientCll.
AOOLFO POSADA
'7'
social» '; pues bien: colocados en ese punto de
vista que va más aUá del individualismo, porque
no contrae la rcalidad politica y sociológica a la
conciencia individual, ni estima la sociedad CO~
mo un puro medio¡ que va más allá también del
socialismo, porque afirma la realidad irreducti_
ble y persistente del inter~s individual, del indi.
viduo como generador de vida, y que rectifica, .
en cierto modo, el anarquismo. en cuanto a5r-
Ola la sustantividadeseocial de la sociedad como
un todo; colocados en este punto de vista, repi-
to, se sugiere la desaparición de la oposicióo po-
lItica entre el individuo y el Estado, ya que tal
oposición carece, al parecer, de base (esencial)
sociológica y psicológica.
y no bay en esto pura metaffsica, si por me--
tan(C;ico entendemos el discurrir imaginativo y
caprichoso. La compenetraci6c esencial del yo"!
individual y lo $OCial, basta el punto de que elyo ~
individual es esencialmente social y lo social no .~
se concibe sino sobre base individual, siendo el ~
individuo su órgano de concreción. parece ser
la conclusión a que .con fuena propenden la '.
psicología y la sociologla modernas, que eo
tal compenetración encuentran, al propio tiem-

IV. Baldwln, 1"lf,.p,~/atf'nlt!J .ocia/f' y 'ticas dd


dU~lff1(Jl~iJ,.il1SIo ".ffllal, trad. esp., pÁl" 311-31 •.
&ldwiD. ilide: cNiuJ'11l0 de esot pruu:ipiol e. abJoluto.;
pt'ro la aplicación de la rcc:ti6cación relatin de los prin-
cipios DO modi6CR el .,alor de la arrumentacl6n del te::lto.
~TACIÓI'f DEL DERECHO POI.fnco 273

pO, el fundamento de las relaciones de intimidad


que entre ambas existen y el de su respectiva
distinción.
Por otra parte, una interpretación racional de
la historia polItica y social contemporánea, creo
que nos llevarla a análoga conclusión.
La Historia es siempre una "esultante de las
fuerzas que en ella se producen: su p,.oceso, y
las condensaciones continuadas del mismo, en-
trai"Jan una composición superior de las ideas y
de los sentimientos y de las energias, que im-
pulsan el proceso, quizá mejor, que lo constitu-
yen. Abara bien: en la actualidad, la Historia de
mañana, se contraponen y lucban como ideales
sociales y politicos que engendran y mantienen
1a8 tendencias dominantes, la aspiración indivi-
dualista y la anarquista, opuestas al Estado, y
contrarias al predominio del ser social, y la as-
piración socialista y la estadista que acentúan la
acción colectiva, y propenden a someter toda la
vida humana '8 normas dadas y a uniformidades
más o menos impuestas. Pero la realidad expre-
sa una resultante que ni es socialista, ni estadis-
ta, ni individualista, ni anarquista, sino más
bien de composición, en la cual cada vez se afir-
ma con más vigor la individualidad, dentro de
una afirmación paralela de los sentimientos de
solidaridad, condición esta favorable para el
desarrollo, cada vez más intenso, de la vida co-
lectiva y de la acción armonizadora del Estado.
18
VII

JNDJ\'iOUO y ESTADO CO.\1O REALIDADES


y COMO CE·'TROS DE '"IDA; EL DE·
RECHO

el alcance politico
C ONVIE:'\IE ahora explicar
de este reconocimiento del ser social-ea
la realidad social--..::zl [~dol ji no por tncima, del
individuo. Quizá esta explicación nos lleve a
conclusiones de análogo alcance al de las for~
muladas por .\1. Duguit. A nuestro juicio. desde
el punto de vista del Derecho y de la definición ~
de la personalidad, no puede considerarse el in·l
dividuo ni superior ni inferior al.Estado; am-
bos sall realidades que tkllcn igual Cundamen·
to psicológico, sociológico y Nico; son centros,
núcleos de vida, núcleos expansivos que luchan,
se contraponen y se destruyen a veces, pero
que en la evolución general del proceso bistó·
rico persisten YI al fin. se acomodan en un ré'-
gimen de armonla, entre otras razones, porque
no podrian ser el uno sio el otro, como se ha
visto.
ORIENTACiÓN DEL DI!RECHO POLfTU".o l1S

Éticamente considerados individuo y socie-


dad-con su Estado-son centros de vida racio-
nal, o sea UUca, finalista, dirigible o autodirigi-
ble; en ambos hay una relación interna, intima,
de la propia actividad respectiva, con lo sentido
como apetito, deseo, aspiración, o sea con la
finalidad que DUlre de contenido dicha activi-
dad: en los individuos-bombres-y en las 5<'1-
ciedadcs-homanas- se da on poder racional,
que en una medida mayor o menor-ello de-
peDderá siempre de la capacidad psíquica res-
pectiva~,.dena esa relación de la actividad pro-
pia con las atracciones del fin, manifestadas in-
teriormente en apetitos, de~eos, necesidades. El
individuo humano, como la sociedad, se forja su
ideal, que se convierte. por reflexión, en motivo
inmediato del obrar, en determinación del que-
rer; y en uno y otra, sobre una base histórica y
actoal de vida instiotiva, subconsciente o pre-
consciente o coosciente, pero .sin reflexión. El
distintivo diferencial del individuo hombre, el
que hace de f!1 una persona, un ser qu.e se dirige
ichal y tticamenle, es un equilibrio superior de las
facultades del esplritu, en virtud del cual orde-
na el proceso de su actividad. ((Los datos aco-
piados por la psicologia comparada. basta hoy
-dice el Sr. Giner-, parecen, en efecto, mos-
trar que sólo el hombre puede elevarse sobre el
horizonte inmediato, individual y sensible a
que vive encadenado el aoimal más inteligente.
ADOLFO POSAD4-

Traer a reflexión las ideas, formular leyes in- ,


condicionales. fundar una religión, construir
ciencia; sólo a él es dado amar la verdad sobre
toda consideración relativa; el Derecho sin mira
egotsta alguna; la belleza para su espiritu al
goce del idea); el bien por el bien mismo. Los
demás seres no conocen, sienten Di deseac sino
la verdad, el bien y la belleza individua~ ...
Si el animal es capa:t de sacrificarse por su
dueno. únicamente el hombre dará su vida en
holocausto de cosa tan impersonal com", una
idea. "
y lo que se dice del individuo puede afirmar-
se del grupo social humano .• Esto es-clice el
mismo Sr. Giner-, de aquellos organismos I
constituido!, en último extremo, por un ciclo
de individuos que forman una comunidad de
vida, ora voluntaria, como las corporaciones;
ora involuntaria, como ea la nación; ora total,
como el matrimonio, sea especial y para un fin
dado, como uoa asociación industrial» '.
Individuo y grupo social-Estado o socie-
dad-entrañao, como consecuencia natural _de
su carácter humano, una fuena interna, de di-
rección racional; y el h~cho de que ~sta fuerza

I Giner, E$twlio'l:yf,ag. di., pi,. 13.


I Reeu~rde5(! 'ille 1'10 H loma aquí O'IJI"ÚntO en el
5eDddo biológico.
I Giacr, Idem, pAl', 30.
OR.IENTACIÓN DEL DER.ECHO POLiTICO 277

se produzca y se manifieste, ordenando la ,ida,


es lo que se consagra en el distinti,o de la pero
sonalidad. No cs, pues, esta un slIpUesto, sino
una conquista; mejor es un resultado del proceso
evolutivo general, en el cual se ba producido el
hombre-las razas bumanas-, y del proceso
particular de cada hombre, que no alcanza]a
plenitud de la personalidad sino a la vez que la
de su capacidad racional, acentuándose aquella
en relación directa con la acentua.:ión de esta.
En cuanto a los grupos sociales, lo mismo pue·
de decirse: la personalidad es tambien, o una
conquista, lucha actual de los sindicatos por la
plenitud de la ,ida racional, o bien el resultado
de un proceso histórico, la formación de los
pueblos, o ambas cosas, porque la afirmación
de la personalidad social entraña necesariamen-
te Un proceso de cOllcentración y de expansión,
que muy a menudo es una lucha, cuyo triunfo
depende de la potencialidad material y moral
del núcleo generador. Bien se ha podido soste-
Der, como ya indicamos, que la "personalidad
no es el fllndamento, sino el resultado de la co-
munidad jurldican i .
La persona, pues, supone en todo caso el ser
-individual o colectivo-que tiene la capacidad
racional-fueru itica-para diri¡]irse¡ no entra·
ila el supuesto del poder de absorción. Y esa

I V. Jellind:, cit. mb uriba, p. $"" Ilota.


'78 "DeL"" ponS""''
capacidad de verdadera autodirecc:ión y aun de
aulodeterminación '. o de aldoJimil"ción, es la
base esencial y fundamental de la capacidad iu-
ridica y del Estado, o sea de la capacidad de di-
rigirse cada persona -individual o social-se-
gún las exigencias del Derecbo.
No bay, pues-tiene razón el profesor Du-
guit-, un derecho !tubjdivo, en el sentido de una
facultad o poder de dominación¡ esta facultad o
poder de imponer la propia voluntad indivi-
dual: tirano, dictador. etc., a la voluntad de los
más, o la de una minarla, demagogia ti oligar-
qui.e, es sólo un becho. Y, en efecto. la trans-
formación actual del Estado consiste principal-
mente en la creciente negación positiva y racio-
nal de ese becbo, siendo, a mi juicio, esa la alta
significación ideal de la doctrina de los dere-
cbos del hombre y de toda la tradición del de-
recbo oatural. Ln afirmación de la existencia de
«ciertos derecbos que pertenecen al individuo
humano, naturalmente, a causa de su calidad
de hombre» " ha de interpretarse como una
doctrina demoledora del principio del estatis-
mo, del Estado regalista, del poder omnimodo
del soberano, independientemente de la ver.i~
hislóri,,,, de lo~ derechos naturales, como la

, ':ODS. JeUinek. Gut:l. ,md Verordnu"K. páC'lnu


197-198; cita. de Duguit, L'ilal, le droit obgul'f. etc"
pAginas 111 y si¡'Uin.td_
• V, IlIe,o DUlfUit.
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLíTICO 219

misma doctrina del contrato social; el valor


principal de esta última doctr!oa consiste más
en ser una doctrina demoledora del absolutis-
mo, que una explicación histórica y racional de
la sociedad humana. Más aún: la concepción de
la soberania como un atributo del pueblo, o de
la nación y sus fórmulas de soberanla del pue.
blo y soberania nacional, entrañan, racional-
mente interpretadas, etapas eficacIsimas de
esta transformación del Estado que boy señala
M. Duguit, en razón a que destruyen, al menos
en la idea. el concepto del derecho subjetivo
del soberano personal, es decir, del soberano
rey, minoria, grupo aristocrático; en términos
generales, del Soberano, concretado en una re·
presentación aparte del todo social y superior
a él.
El Oerecho-ni subjetit'O ni objetivo-, el De-
recho sencillamente, en el sentido expuesto, °
sea, como cualidad de la persona, es decir, como
distintivo de todo ser racional que se dirige,
significa la sin tesis de la conducta personal; no
implica uoa imposición extraña de otro sobre
mi voluntad. No hay, en efecto, derecho-sub-
jetivo-a imponerse a otros por razooes de sobe-
raoia abstracta. Cootra esta concepción va, sin
duda, todo el movimiento de ideas a que el au-
tor alude. La polltica racional moderoa parece
-aborrecer los feliches, pues aunque constante·
mente los crea y eleva, pronto los destruye; el
ADOLFO POsAnA
Estado, personificado ea un poder mayestático.
es un fetiche, que presto se desbact, como 00
encarne, temporalmente. claro es, una aspira-
ción o una necesidad, o UD ideal colectivo, como
no sea un stmbolo. El derecho individual y el 80-
cíal, ni son ni soportan (e/¡ches; uno y otro sig-
nifican el r~gimeD interno, propio, de la vida de
cada persona, expresión constantemente mu-
dable-en devenir perenne-de la expansión de
la actividad personal para satisfacer racional-
mtnt~ las necesidades racionales '.
Por lo expuesto estimo que, ni aun dentro
de la esfera puramente jurldica, cabe oponer el
individuo al Estado: si el derecho se da por
igual en todas las manifestaciones de la vida
humana - en todas las personas - y se da, en
efecto, porque en todas las personas hay una
esfera propia de actividad, en la cual la persona
rige y se rige sin imponerse a otra, sino como
obra personal; si el derecho, por tanto, no es el
poder de imponerse a otros, !lino el de dirigirse
según las exigencias f-ticas, cada persona, in di ..
v¡duo o sociedad, tendrá su circulo de derecho,
en el cual será rey y señor - mi casa, mi reino,
dicen los ingleses -. Yasl se ha podido sosle ..
ner que toda persona es, a su modo, un ES1(JM,

IV. GiDer ,. Calderón: (M"" d. Filo'''f(<< del Ihr,-


dI". Coaa. mi T,.atad" Ile Derecho ,.Ulí~. 1, e.rltq..
1M 11 n. .•.
,•
ORIENTACiÓN DEI.. DERECHO pOLfTICO a~I

tiene un Estado. Mi Estado soy yo l. Mi vida la


rijo yo, en efecto.
_El circulo sustantivo de derecho que rige
una persona -dice el Sr. GiDer -, sea indivi-
dual, sea social. lo mismo una aldea que un im·
perio, se llama Estado, aunque este nombre se
reserve boy las más veces para el último grado
constituido en la Ilociedad bu mana, el Estado
naciona!.,,1I " Y luego añade: «Toda sociedad
humaaa, en su más amplio sentido, es un grUA
po donde se resuelve una o más oposiciones
(sexo, carácter, fines, profesiones.,,), y cuyos
miembros cooperan a UD fin común ... La socie-
dad, como todos los términos y modos de la
vida bumana, pues el hombre no es más que el
grado superior y armónico de la vida universal
entera, se halla prefigurada ya en 108 grupos
animales, mostrando que no es un mecanismo
artificial, convencional y mas o menos contín·
gente para el servicio de los individuos, ni una
organización. sino un (lrganismo nll/ur<2I, una
unidad, un ser vivo,con la consiguiente división
de funciones)) '. y cada sociedad (lOO es sólo
una realidad sustantiva, un verdadero ser, sino
una . . . verdadera persona, dotada de concien-
cia.... ~. Por eso las sociedades !lOO, más que su·
I v. el Pr610p dl' L. Al.! R mi traduccl6n de ú IN·
ella />0,. el d~r'''/u¡, de Iheri~i'.
• r,orl. ti, l. pt,.'OlHf sotífd, ptlC. 192.
, Idem, pá,.193.
Idem, pir, 202'.
jetos. seres de derecbo y Est:Jdos» '. En otros
tl::rminos: las sociedades, como el individuo,
abarcan en 5U propio circulo la totalidad del
derecbo, como orden de las necesidades senti-
das. en relación con los medios de que se dispo-
ne para satisfacerlas.
y esta doctrina, no es sólo una concepción
teórica. Los hechos la abonan. E~ análisis de la
propia personalidad nos afirma la realidad de
nuestra vida iurldica; cada cual tiene, en efecto,
una vida que rige, es dedr, una vida irreducti-
ble e indominable por ningún género de presión
externa, de poder extrai'lo. Y esta vida irreduc-
tible la reclaman la familia, el municipio, la re-
gióu,:y se advierte doquiera que históricamente
concurren las condiciones generadoras de los
nucleos de cODcentración de actividad humana.
eQué significa el sindicalismo sino una intensi·
ficación de la vida colectiva profesional y de los
intereses de clase? t~ué expresa la autonomía
que reclama y defiende el Siodicato, sino Ja
afirmación de un propio derecho a regir su de-
recho? Y ¿qué significado ideal puede tener el
anarquismo-factor importante en la elabora-
ción del ideal y de la realidad polltica preseo-
tes-sino el que supone la reivindicación del
autogobierno individual-última consecuencia
del movimiento en pro del respeto a la persona·

I Idem, pá&. 202.


ORIENTACiÓN .DEl. DER.ECHO POLiTICO 383

lidad individual que culmina ya en Sócrates, se


dignifica en Cristo, resurge en la Refórma, se
dogmaliu en los Derechos del Hombre y toda·
via lucha por .:oosolidarse... ?
Estimo, por lo demás, que esta doctrina de
la personalidad jurldica del Estado y del dere·
cho, no obstaote la diferencia de los términos
coo que se expresa, coincide con la interpreta-
ción de Dugllit del momento presente de la
transformación del Estado; bastará para descu-
brir tal coincidencia penetrar en el sentido Inti-
mo de esa interpretación. Hay en ella dos puo.
tos capitales, a saber: J.O La corriente de la vida
poUtica va resueltamente contra el «derecho
suhjlllilJOll, o sea cel poder reconocido a una per-
sona de imponerse como tal a otras personas,
sea cual fuere la persona considerada, indivi-
dual o colectiva l. 3,0 E:I seotido general de la
polItica va resueltamente contra el carácter
a.bsorbente, dominador, mayestático, dirtamos,
del poder público; va contra el régimen basado
erlla noci6n del Imperio.
En mi sentir, esto es evidente; y la doctrina
que afirma: 1" La igualdad etica y iurldica de la
persona individual y de la persona colectiva.
3.0 La universalidad del derecho como orden ra·
cional que comprenqe la .ida humana, y que se
impone no por el impen·o--coactivamente-sino

I V. IlIc¡,o DII¡,uit.
ADOLFO POSA.D"

por su 'firtualidad. como expresión racional,


como expresión querida. ].0 La condición de
Estado del individuo y de la sociedad; pero con~
cretá.ndose el Estado, no en un poder de domi-
nación, sino en la fuerza moral con que la so-
ciedad se rige; una doctrina que contiene estos
principios y que estima que tales principios re-
flejan el Condo intimo del ideal politico moder- :-
oo-Ia resultante de la Historia-puede recba-
zar como hecho que se destruye, la noción ias-
piradora del derecho subjetivo como derecho a
mandar del gobernante y destruir el concepto
del impn-ium como caracteris.tico del poder po-
lItico.
Pero semejante doctrina no prescindida, en
manera alguna, de la noción del poder del Esta-
do, ni de la idea de la SoberanlB inmanente.
y aun me atl'égeria a afirmar que tlQ tiene
por qu! rechazarlas el propio Ouguit. ,;1
Veamos ahora cómo, se enlaza la doctrina
que. en sentir del profesor rranc!s, resulta de
la transformación presente del Estado con cier-
tos conceptos fundamentales, dominantes aúo~._,.
en el derecho polltico. :;,
t
VIII

LA SOBERANfA y EL PODER

E N buena parte de la literatura politica, más


corriente pareda admitido. y aun parece,
como concepto esencial y como expresión de la
misma realidad histórica, el de Poder politico
-poder del Estado-. adornado con el at~buto
o cualidad de la SOMranta y autor natural de la
Ley-o r~gla jurldica-, la cual debe estimarso
como reflejo o condensación de la conciencia
social atralda por un ideal ético. Hablase llega-
do a considerar el Estado cornoJa forma poUti-
ca de la sociedad, slntesis histórica, constante·
mente renovada, de sus fuerzas en la tarea de
elaborar y establecer un orden de derecbo, ya
sea merced a la acción espontánea del esplritu
del pueblO-C05lUntbrt-, ya co virtud de la labor
reflexiva de las Instituciones(PodereJ)constitul.
das-Ley-o Propendlase y prop~ndese. como
acabamos de ver,·8 no explicar el derecbo como
norma ()bjtJiva que se impone, sino, más bien,
como una adaptación de la voluntad social a
,86 ADOLFO POSADA

las necesidades depuradas y convertidas, por


virtud de las reacciones pslquicas, en móviles
de la conducta.
Una idea, luminosa idea, que cada ella pa-
rece definirse con más determinación y relie~
ve en el derecbo político contemporáneo, es
la de la Sobe,ania del lodo ,ocial: la Nación, el
Pueblo, el Estado; pero concebida la Sobtt'anta,
no como poder material irresistible (el mauser),
sino como el poder moral de dirigirse y dirigir
la comunidad politica, según las exigencias del
espiritu social; algo como una fuerza de impulso
intimo que discierne y se determina ... y que
constituye la cualidad propia y distintiva de
quien es capaz de proceder racionalmente, o sea
de la Persona.
y brotan de este concepto de la Soberania
tos de autooomla, autarqula, y basta aquel otro
de la autolimitaci6n del Estado, en el cual, como
d propio Duguit recuerda; la soberania aparece
como una facultad de autodeterminación, es de ...
cir, uoa facultad de dirección propia, bajo el in-
fiujo decisivo de la razón que gula.
El derecho politico, sin separarse lodat'la por
entero de la tradición que supone el imperio,
propendla-y propende-a buscar el fundamen-
to racional del Estado en la afirmación eficaz
del derecho-el reinado de la justicia-; pero,
mirando, sobre todo, al buscar el fundamento,
hacia adentro, hacia la conciencia del bombre y
OkIENT.\CIÓN DEL DERECHO POLÍTICO lB,

del ciudadano. a 6n de poner en la intensifica-


ción del sentido jurldico y en la autodetermi.~
nación Iibre-con su base en la Elie" y en la
Cit.'iIiUlción-eJ apoyo más firme de la constitu·
ción polltica. y as! pareela estimarse preciso
comenzar por enseñar al individuo el valor de
su poder moral. en .su prof'io E&JoIdo, para que
la sociedad, ,Intesis de conciencias, llegue a
comprender el valor de esta frase: el lisiado
somos nosotros, ya que la vida ética, racional, el
imperio moral positivo-no por miedo a la
pen8-d~penderá del esfuerzo soherano, CODS~
tante, de la sociedad misma y de la colaboración
de lodos sus miembros, manirestada en expre-
siones juridicas que por igual obligan a,-sobe-
rano que las elabora y al conjunto de ciudada-
no!! que ban de "¡,,idas, no a modo de una serie
de imposiciones, sino como la atmósfera moral
del esplritu y de la conciencia.
y tenia y tiene este derecbo polltico buen
ambiente en mucbos de los fil6sofos, politicos
y juristas que personifican el esplritu moderno,
y. además, una adecuarla interpretación politica
de la Historia, desde la Reforma y aun antes,
acaso equivaldrla a la explicación del proceso
de las ideas fundamentales de este derecbo po#
IItico, no rectificado siquiera por la corriente
socialista, ni destruido por el anarquismo, no
obstante sus audaces negaciones.
Una primera lectura de la obra del sabio Du·
,88 ADOLFO POS",OA

guit produce, sin duda, la imprl::lióD de que


todo ese derecho poHtico está próximo a dcsba·
cerse como castillo de arena. El poder politico,
se dice, «no es sino fórmula escolástica vacla,
un concepto que en cierta época respondia a
una necesidad ... hoy inútil y peligroso», Es.
mein habla de' soberanta; Jellinek de poder po..
Iitico (Staalsgeroalt)l): es lo mismo¡ todo ello- '
es una arirmación ~ pr:"Oti del poder público-
concebido como derecho subjetivo de quien
lo ejerce, derecho y poder consiguiente, cual
se ban querido justificar COD la doctrin'a del
derecho di tino y con la de la sobetanla nacio·
nal. nY del derecho divino no vale siquiera la
pena de hablar ..• Pero la justificación buscada
en la voluntad nacional, se añade, no tiene ma-
yor valou¡ «sustancia nacional, p~rtlonalidad de
la nación, alma nacional» y todos los conceptos ..:
que se sintetizan en la personalidad del Estado
como una realidad, y el valor etico del poder
como expresión del querer colectivo, son sim-
ples fórmulas escolásticas, invenciones que no
encuentran ninguna base de hecho, o en los
hechos. Y el derecho politico debe generarse
como una interpretación de los bechos.-Pero
ya hemos visto que hay hechos para todos los
gustos e interpretaciones.
Nueva It!ctura de las consideraciones del libro
de Duguit rectifica bastante la impresión pri-
mera. Se trata. no hay inconveniente, de una
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLfTICO 289
interpretación de hecbos politicos; pero la inter-
pretación de los bechos deja, 8 mí juicio, CaD
vida la idea del Poder polltico, que es un «becho»
-se dice-, no un «derecho»; no bay,,.según
esto, derecho a mando.r,aunque bay el becho de
que el Estado manda, como órgano de reaccio-
nes sociales; es decir, que fli nOI atenemos a los
hecbos y les dama. el valor de una doctrina,
suponiendo que el becho lleva en si toda su ra-
zón. y es la razón misma convertida en realidad,
¿cómo negar la realidad del Poder palltico y la
de la impbsición-impeor;o-de sus mandatos?
Son hechos, sin duda. Pero. por fortuna-por
fortuna para la élica-. el hecho del Poder politi-
ca no se agota en el puro movimiento exterior
del imperio, en la acción dominadora de la fuer-
za material: no es pura mecánica. La reacción
social, que es elica en acción, convierte al Poder
polltico en un becho de valor moral, en el sen-
tido de que su fuerza nace, no del imperio-de-
recho a mandar-, sino de la atracción íurldica,
generada por la necesidad sentida de una orde-
nación interna de la vida, segUn 105 ideales que
se elaboren en la conciencia social.
Hay, creo, en la interpretación reaüsta de los
bechos del Estado que bace el profesor Duguit,
una limitación qlJe conviene rectificar. La ob·
servación txtmor del juego o movimiento de
las fuerzas poHticas descubre inmediatamente,
según acabamos de reconocer, el Poder politi-
19
ADOLFO POSABA

co, en función de lB. idea de dominación coo el .


hecho positivo de la reacci6n socíal. Pero. tno
llevan nada dentro? eNo descubre la obser'Va~
ei6n, además, el flúido ~lico, haciendo su labor?
{No cabe una explicación moral del Poder poll- ,
tieo, en virtud de la cual la regla jurfdica es una:
reacción social, pero elaborada por la concien-
cia humana, merced a una sintesis de reaccio- ;
nes éticas? ¿No descubre la observación en el
proceso del poder politico la acción impulsora
-un becho-cie la resultante de las reacciones
~ticas, algo asl como la acción de unjlúidomco'
Pero en cuanto admitamos como un hecho,
como una realidad objetiva observable, la rela-
ción ~/;c~ de la polltica, reverdecen lozanos los;
conceptos que señalamos como fundamentales
en el Derecho polJtico, ahora en crisls, ain duda, .
pero no como consecuencia de la destrucción de
aquellos conceptos.
Poder polltico es el poder juridico, obra de la
capacidad personal del Estado politico, no SU~ I
perlar, ni inferior, sino equivalente a la capaci- t
dad propia de toda persona-individual o co- .
lectiva; es para el Estado lo que el poder de or·
ganización y de autonomia para los sindica-
tos-o SoberanJa es la caracteristica, no del PO",I
der politico, sino de toda persona, del sindica·
to inclusive, en razón de que la persona, la del
individuo como la del Estado-el Estado por
antonomasia-tiene en si la capacidad suficien-
OR1EN'I'.t.C¡ÓN nEL DERECHO POl.lTlCO 291

te para regirse; no indica la soberanta tanto el


imterio sobre olrO$ como el imperio Ulbrf! !I mu·
mo, y por ahl comien1-a. Salvo aquellos casos
de tutela, en que una persona rige a otra inca-
paz de dirigirse-el menor, el loco .... el crimi-
nal-, y en otros respectos y relaciones. la colo-
nia, el municipio, la región. La soberanla tiene
su supuesto sociológico cn la realidad de la co-
lect¡"i~d, y ésta tiene su supuesto psicológico
en la compenetración de .idas que entraña la
solidaridad, condidón precisa para la elabora·
ción del Upfrltu comUn. No hay, pues, en la so-
beranIa ningún concepto de: «sustancia»; es sen-
cillamente una cualidad: la de ser la persona.
Estado capaz de dirigirse. Y será la cole¡:ti'fidad
tanto más soberana cuanto más intensa se re-
vele 8U capacidad en esa función de autodirec-
dón.
lIe aquJ un interesante párrafo del profesor
Duguit, en el cual define la tendenda actual de
la politica: «Creo, dice. que marcbamos progre-
sivamente... bacia una forma poUtica donde la
mayor fuerza pertenecerá, no a una clase más
o menos privilegiada, sino a una verdadera ma-
yoria, compuesta de los representantes de to-
das las clases de la nadón y de todos los parti-
dos)) l. Pero <qué significa esto sino el recono-
cimiento: 1.°, del becbo de la compenetración

V. el trabajo de M. DUl"ult.
'9' ADOLFO POSA.DA

de los elementos que constituyen la c8ción, y


:a.O, de la relación estrecha entre ~8tOS y sus re·
presentantes los gobernantes? {O es que la na·
ción es s610 una palabra que expresa una mera
pluralidad? No parece, pues se habla de UDa
verdadera mayorla compuesta de los represen-
tanles de todas las clases de la nación y de to..
dos tos partidos como sujeto de la mayor fuer.
za en el Estado. «Todos los miembros, se aña·
de, cUbas estar verdaderamente asociados al
poder polltico •.•• Conformes: me~or seria decir
que el poder polltico es una resultante de esa
asociación. Pero si los ciudadanos deben aso·
ciarse •..• ¿cuál es el sUjeto determinante de ese 1

tUber'l ¿Por qué deben asociarse? ¿No surge del I


lado de esta exigencia UDa relación de derecho?
Sin duda; y la sin tesis de todas esas relaciones
de derecho constituye el circulo jurldico de la
sociedad '1 de su Estado, siendo el Soberano
aqul la comunidad de los ciudadanos, y el Po-
der politico la energía ética que la comunidad
desarrolla para «emplear su mayor fuerza en I
realizar la aplicación de la regla de derecho.-
palabras de Duguit. ~
,-.,
IX

I~A NOCIÓN lJE LA LEY

C OMO no podia menos, M. Duguít, aborda


en Sll estudio el problema de la Ley; se
impone-tste necesaria e inevitablemente ea toda
doctrina palluca general. El Estado Mee ¡eyé!;
a la vista de todos está semejante función del
Estado. ¿No bay en todos los pueblos su lempÚJ
o fábric« de leyes? No obstante lo cual, las gen-
tes discuten la razón y la eficacia de e!las labo·
res legislativas.
Pero quizá el autor no examina la cuestión
de la ley llegando a las ralees del concepto y
abarcando el problema en su complejidad. En.
la doctrina del sabio profesor de Burdeos. al pa·
recer tan radicalmente opuesta a la noción de
la Ley como expresión de la Voluntad general
y decisión eficaz de la Saberao!a, se parte de al-
gún supuesto, que es el que quizá deberla di9~
cutirse, y que al discutirlo es como se llega a
lo m"s bondo de la crisis actual del Derecbo
politico. En un articulo del Sr. Giner, A prop6-
ADOLFO POSADA

sito d. la {un.a'ms d~ ÚJ!...Ay, publicado en la Re1lW


InttrnatiOMlt d~ Sociologi~. de Parls. •t puede
verse como esta aun en el aire el supuesto a que
se alude.
En mi concepto, no se llega al corazón del
problema de la Ley con sólo discutir si ésta es
o DO la expresión de la voluntad general, o de la
voluntad del Estado, o la decisión obligatoria
de la Soberaaia. para acabar sosteoiendo, ver..
vigracia, que la Leyes la fórmula de una regla
de Derecho. y es obligatoria preci!lamente por
ser la rórmula y realización de una regla de tal
naturaler.a que Be impone por si misma.
La crisis del derecho politico no se agrava de
veras en este punto sioo cuando se renueva la
contienda clásica de la escuela histórica, frente
al culto fetichista de la Ley, culto hoy en cierto
renacimiento por motivos de muy diversa indo-
le, y que tiene muy interesantes antecedentes.
como el Sr; Giner recuerda.
En efecto: la /~ ~n la ley es consecuencia lógi-
ca de la fe ueo el poder de la renexión para de-
terminar la acción de los bombres en la vida
social» ., caracteristica del siglo XVIII. Primera-
mente la fe se dirigla bacia los hombres supe-

, V.'el nám. de agosto de 1908 de la club Rnnu.


, Tod-.s 1... citas que en estos plrrafos se hacen .os
del estQdio del Sr. Giner,1 la d.OC'triaa ¡refleral que en
eU., le el:pollc ruume la d.e! relerido elltudio.
.-
ORI EMUCIÓN DU. DERECHO POLfTlco :195
riorcs t a quienes correspoodla la dirección del
Estado; el resto era como una masa casi amol'-
{a, neutral, pl.tstica, especie de arcilla pronta a
rt:cibir pasivamente el sello de las altas persona-
lidades monopoliuadoras del Gobierno. No se
concebla el Estado como una comunidad de
vida, y t por tanto, de derecho; era J.¡ del Estado
una constitución dualista, de directores y diri-
gidos, de soberanos y súbditos, sin unidad real,
sin Impulso intimo común. Y tiene la doctde.
orlgenes remotos: en la República de Platón
alcanzó su expresión magnifica. Pueden, ade-
más, distinguirse ¡(dos formas de esta concep-
ción, o, más bien, dos momentou ... Uno es el
de la acción personal del gobernante, más fle-
xible, más en condiciones de adaptar sus pre-
ceptos a las sinuosidades de la vida, renuncian-
do a cristalizarlos en una regla rlgida perma-
nente. El otro, por el cootrario, busca en la fór-
mula de la norma, por UD tiempo a lo menos
indefinido, la regulación de todo un grupo de
casos y de conflictos futuros. Es éste, en el sen-
tido técnico y más amplio de la palabra, el
gobierno de la ley. que es, además. claro esUl,
la unica Juente de las reglas de derecho para la
comunidad.
La leyes, pues, en tal sentido, la voluntad
suprema, eficaz, que dirige. que dispone: lo
expresado en la leyes el derecho positivo que
conviene. y además que tiene la virtud de im-
ADOLFO POSADA

ponerse. y que por tal modo modifica en la di-


rección marcada las corrieates de la vida colec-
tiva. Quien tiene la ley, mejor, el poder pü-
blico que la declara, tiene, segün esto, el go-
bierno real de la sociedad; es, por decirlo asI, el
Estado.
Frente a esa concepción formalista y mecá-
cica, que con tanta fuerza se mantiene aún boy
por los gobernantes y los politicos de acción,
señala el Sr. Giner la reacción romántica del
siglo pasado. "COD todas sus fanlaslas especu·
lativas, todo su sentimentalismo, sus prejuicios _
históricos, pollticos, nacionales. sociales, ella es
quien ha elevado el servurn t~us en la leogua y
en la paesla, ea el arte, en la industria, hasta en
la religi61l, la ciellcia y la filosona. a la dignidad
cuando menos. de colaborador, en las obras
que 00 se estiman ya como cosa de un grupo
social.» La escuela histórica considera como la
primera de las fuentes del derecbo. la .costum- ,
bre_; que es la expresión espontánea del sentir
difuso del cuerpo social, de la comunidad ente..
ra, con espiritu y alma. Y esta forma de vida.
real, reduce al mlnimum el papel de la reflexióo
sabia. y. la concepción que supone, rectifica
los conceptos politicos fundamentales que 8ir-
"en de base a la doctrina de! gobierno de la ley
y de la soberania de los direct9res.
El Sr. Giner anota una interesante coinci·
dencia entre la escuela histórica-que reivindi-
ORIEN'rACIÓN DEL DERECHO POLtTICO :19-7

ca el principio conservador del imperio juridico


de la costllmbre-y ROllsseau, el gun inspira-
dor de la Revolución, Ya en sus Dotas a la En--
ciclopedia jUrldica de Abrens t babIa ádvertido
el Sr. Ciner c.ómo la escuela histórica y Rous-
aeau coíncjden en atribuir al cuerpo social-al
Pueblo-el poder de elaborar el derecho, Cierto
que entre la concepción de Savigny 1"la del
autor del Contrato social existen profundas dife-
rencias; pero la idea de la soberaoia como atri-
buto del todo social puede encontrar en ambas
interesantes apoyos, que, por otra parte, se re-
afirman, como es sabido, con las enseIlan.Eas de
la Sociologla moderoa.
En loa momentos actuales asistimos, sin
duda, a una renovación de la teorfa de las fuen-
tes del derecho. que pone en pleito el valor mis-,
mo de la constitución actual del Estado "J del
Gobierno, como conjunto de Magistraturas ca-
pacitadas para elaborar el derecho positivo; las
tendencias del momento presente parecen incli-
narse, más bien del lado de la costumbre, del
lado de un reconocimiento del antiguo prestigio
de la ley; pero, advierte el Sr. Ciner, con otro
alcance y otro sentido; no se esperan ya de la
ley prodigios: un nuevo factor importaatlsímo
se considera al determinar el valor de la ley: es
el factor histórico; y 1St se cree ca la ley, pero

, E-Ipedalmeote tOlDO 1.
ADOLFO PoSA04

enlauda con la Historia. La legislación es obra


de arte reflexivo, pero no de una reflexión abs-
tracta, sino ejercida !lObre materiales que ofrece
la Historia, que impone la realidad; C1ellegisla-
dor debe poner toda su habilidad y los recursos
de su educación más o menos técnica al servi_
cio de la conciencia nacional. No tiene que bu,·
car en otra parte; la razón persiste siempre
como el principio absoluto de toda evaluación;
pero ya 00 se considera en la naturaleza «como
un imperio en un imperio!), ni como el enemigo
de la Historia: forma parte d"e elta •..
y surgen, todnla, multitud de problemas al
considerar la g~nesis entera de la ley, expresión
del sentir público: verbigracia, el de la relación
de cooperación entre la espontaneidad y la re-
flexión en el desenvolvimiento de )as funciones
sociales, el de la acción del Gobieruo y el capi...
talismo del valor objetivo de las normas legis-
lativas. Porque una ley se elabora, se promul-
ga, se lanza como una norma de conducta so-
cial, con todos losrequisito6 formales, pero (es
ya ky por esto? (Es necesariamente fórmula de
justicia> ¿Es derecho> Y shlo o no, ¿cuándo
afirmaremos que el propósito del legislador se
ha cumplido? (Bástale disponer de Ja Gacet:al
Desde que uoa ley se proclama basta que se
vive, ~no media ningún espacio> i.Y quién lo
llena? ¿La acción coactiva del Poder p(¡blico?
Pero el Poder p(¡blico ¿es capaz de introducir
OR1ENTAC16H DEL DERECHO POLfTICO :i9C)

en la conciencia nacional la norma formulada


81 aquélla no la recibe: y bace suya, !i no se la
asimila? .. Quizá no pueda afirmarse si una ley
es verdaderamente ley _ derecho del pueblo-
hasta que el pueblo, conjunto vivo orgánico, se
la ha asimilado, o bien la ha reconocido como
expresión de/una necesidad sentida y recla-
mada f.
aLa función de la ley-dice el Sr. Giner-oo
es más que un caso particular de la acción del
hombre sobre el hombre ... El legislador tiene
que desempeñar un papel considerable, como
el escritor o el educador. Todos son excitantes
para provocar una cierta reacción en seres que
tienen su vida propia. ¿Se despertará esta reac-
ción? ¿Obedecerá el hombre al hombre? El pro-
blema es el mismo para el orador, el poeta, el
actor... u; «todo gobierno, como toda eaucación,
acaba por resolverse en una autarquia».
En lo mas Intimo, el problema de la ley,
pues, sugiere o impone una gran renovaci6n de
los conceptos fundamentales del Estado. De
UDa parle pónese en pleito la e6cacia de la fun.
dón tradicional que se le atribuye, (unción que
acaso DO recbaza Duguit ea su concepto de la
regla de derecho. Si la ley no es la regla de de-
recbo, formulada expresamente como una nor-

I Cons. Costa, La vida dd Dtru./u) 1 Lc/gHoranda


lid Dfr"A6.
1"" ADOLFO pOSADA

ma objetiva a la cual debe acomodarse la con_


ducta social, sino que es sólo UD estimulante de
esta conducta, y de la conciencia que la elabo_
ra, el Estado legislador se con vertirá en uoa
trl$titución r:ducaliva, d~ tute/a, di! cultura, aun_
que saturada siempre del esplritu de justicia. 8U
móvil capital y la razón que se aduce para jus-
tificarlo.
Por otra parte, la complejidad creciente de
la vida social hace cada dia más dificil la deter-
minación segue normas de ley de todas sus re-
laciones, y ello explica ya 'la visible quiebra de
la estructura actual de los gobiernos basados,
más o menos positivamente, Dunca de uoa ma- '
nera fiel, en la doctrina de la dú,isíón d~ los po-
deres, con la atribución a uno de la (unción le-
gislativa. No obstante la fe que en la ley impe-
ra, es evidente que, por una reacción natural,
te propende a facilitar las manifestacione4 es-
pontáneas del derecho. respetándolas y procu-
rando que la ley, si la hay I se a-:iapte y complete
mediante Una libre aplicación IJdmi"jstratj."a~
social, y I sobre todo, iudicialJ de '" espiritu, a las
condiciones particulares de cada caso; yaslle-
gislar DO es monopolio de ningún poder legis-
lativo.
Pero repito que, aunque M. Duguít tiene ple-
na cODciencia de la importancia del problema
de la ley, la interpretación del movimiento de-
terminante de la transformación actual del Es-
ORIENTACiÓN DEl. DERECHO POLlnco 101

~do pide una do'trina de la ley elaborada co~


más amplio horitonte.
Está bien la critica del concepto de la ley
como obra d.e los Parlamentos y como expre-
sión de la voluntad general. No bay,ciertamen·
te, tal voluntad general en el sentido de Rous-
seau " ni nuestros Parlamentos podrlao, en todo
caso, estimarse como sus órganos. Pero ccnBe-.
so que serIa preciso meditar largamente sobre
lo que el autor quiere decir cuando afirma que
la .Iey 00 puede imponerse más que si es la fór·
mula de una regla de derecbo, o ID realización
de esta regla, yen la medida en que lo es», y
cuando ai'lade que las leyes normatitl4$ y (on,·
lruclivas obligan, aporque son la fórmula o la
realización de UDS regla obligatoria por si mis·
ma» '.
En primer Jugar, esta regla de derecho,
¿cuándo podemos saber qu~ es derecho? Duguit
encuentra la contestación fácil: oUna ley. dice,
no se impone más que cuando es coorarme a
las condiciones de vida actuales, momentáneas
y mudables de una sociedad dada, determi·
nadas por la observación y el análisis racio ..
nal de su evolución y de su estructura». De
acuerda.

I OJu. eD mi. Teorl"s poUlic"s el c.pftulo eLa "'0-


IWltad del E.tado•.
• Las eitu SOA del trabajo de Dua-uit.
lO' ADOLFO POSADA.

Pero ~qui6n es el órgano llamado a declarar


en todo momento la relación de conformidad
de la ley con las exigencias realistas y objetivas
de la regla de derecho? ~Un Parlamento que,
mediante una muy orgánica y adecuada com-
posicióa de las representaciones sociales, ex-
prese la 'VolunJad de todos los miembros asocia-
dos? ¿Quién impondrá el límite a la acción de
ese Parlamento? ¿Un Tribunal. •. ? Por muy ad-
mirable, calculada y fiel que sea su composi-
ción, ese Parlamento será un órgano espedtico
de la vida social; una oficútQ de elaboraci6n de k-
yu, que no es lo mismo que elabMaci,Sra de UII
deret:ho; y siendo as(, surge de nuevo el grave
problema. ¿Se puede, en efecto, formular en
una ley, es dcdr I en UDa expresión refluiva, el
ideal juridico, o mejor, la realidad de la "ida jUa
ridica~ ~No se escapará ésta a toda cristaliza-
ción? ('No será otra muy distinta la (unción del'
legislador, que esta formal que la rutina le atri~
buye de lesislar'l
Hay, sin embargo, en la idea de M. Duguit
de la ley, una indicación muy exacta, y es la de"
la disolución actual del feticbismo legislativo,
en cuanto este fetichismo supone la afirmación'
del "alor trascendental de las leyes, como im-
posición de un poder misterioso y mayestático.
La leyes una obra esencialmente humana, pero'
por esto mismo tiene valor. que proviene de ese
su carácter bumano. en cuanto la ley refleja ee.
ORIENTACI6N DEL DERECHO POLÍTICO ,03.

su condensación las exigencias éticas o las aspa·


raciones de mejora social. .
Por lo demás, ante la critica de M. Duguit
queda en pie el problema del talor real de la
regla de derecho, cuando no reviste la forma de
ley, y se produce Con las formas flexibles de la
costumbre.
x
LA RESPONSABIl..IDAD DEL ESTADO

L A nueva orientación del Derecho poUtico no


afecta sólo a las Ilociones fundamentales
de la Soberania, del Poder y de la Ley; se ad-
vierte también, en las manifestaciones positivas
de la vida real de 109 Gobiernos, en la produc-
ción y en la interpretación de los bechos en que
se concreta la actividad del Estado. en su con-
ducta y en las relaciones de éste con la de las
demás personas. En cierto respecto, podrla de-
cirse que la crisis del derecho polItico afecta,
bonda y directamente, al Derecho administrati-
vo actual.
Este punto y el de la organización poUti-
ca-consecuencia del renacimiento del espiritu
corporativo de que luego bablaremos - 90n,
quizá, los que con más profundidad trata M. Du-
guit en su estudio sobre la Tramformacián del
Estado,' por lo menos son aquellos ea que seOa a

la con más claridad los efectos reales o posibles


del actual movimiento crítico, aunque no siem-
ORIENTACIÓN bEL DERECHO POLiTICO 30S

pre parezca admisible la explicación que, de las


causas y del alcance de este movimiento, nos da....
el ilustre profesor.
En todas partes seadvíerten tendencias, muy
acentuadas, en el sentido de modificar la idea de
los actos de Gobiefllo, de Policla y de Adminis·
tracióQ, transformando la noción fundamental
de la responsabilidad del "!Estado al afecto de
someter la .. ida entera del Poder publico-del
Soberano mismo, a mi ver-a las exigencias y
prescripciones del derecho, más concretamen-
te, de las leyes. Pero estas tendencias, en virtud
de las cuales se colocan en la misma linea jurl-
dica al Estado y al individuo, en las relaciones
que nacen del roce inevitable de las actividades
de los gobernantes y con Jas de Jos gobernados,
a fin de que se responda siempre por alguien de
las consecuencias perjudiciales o perturbadoras
de los actos. ~son tendencias que presupongan
la disolución de la doctrina de la personalidad
del Estado y el aniquilamiento del atributo de
la Soberan1a y de la noci6n del Poder poll-
tico?
Se dice que 00 hay. de becho,Bctosde Estado;
que lo mismo los actos administrativos-de pura
gestión de intereses-que los de auton"dad-de
mando-, son realrnmlc actos de voluntad indivi·
dual, actos del ~gente o funcionario que los eje-
cuta, 00 habiendo detrás, ni encima, nada ni
nadie, ninguna entidad superior capaz de im-
20
106 ADOLFO POSAtIA.

primir un sello excepcional a tales actos, para


sustraerlos al régimen juddico de la respol1sa-
bilídad 1,
«El acto administrativo o jurisdiccional-es-
cribe M. Duguit-emaoa de UDa voluntad indi-
vidual, y la voluntad de un jefe de Estado, de
un ministro, de un prefecto o de un jue% que
toma úna decisión, no tiene nada que la distinga
de mi propia voluntad. No puedo, pues, admitir
que se bable de actos de autoridad, de poder
público, de d~Jegación de éste, de funcionarios
que tienen una parte del mismo. Son todas pa-
labras 'lacias de sentido, y ademas peligrosas,
porque del acto de poder público al de gobierno
exceptuado de todo recurso, no hay gran di,·
tancia, y del régimen de puissanct publique al de
régimen dictatorial y tiránico no hay más que
un paso.»
Exacto, exacto: el peligro es evidente, y no
es s610 un peligro el régimen a que se alude, es
una realidad en aquellos pueblos en los que el.
sentido jurIdico no ha vivificado por entero las
intimidades de la constitución polltica; mas esto
le explíca por el influjo - supervivencia - del
concepto tradicional de la SoberanIa personal •.
considerada como UD poder de origen traseeo·
dental y absoluto y absorbente. Hay toda vi a, en

, Cou. HauriOQ, P,.ids d" d,."a adminiSlrtUif. COIIl·


p'fele ud Tralado 4~ d"~("o administrativo, tomo J.
OR.IE~TACIÓN DEL DERECHO pOt.fTtCO J07

muchas partes, manifestaciones de la crisis del.,


antiguo régimen, o sea de la crisis del absolutis-
mo cesarista y de la cOlilcepción patrimonial del
Poder público. Los mismos Estsdos constitucio-
nales representativos y democráticos, mantie-
el
nen muy viva la tradición mayestática, prin-
cipio de la autoridad personal, la superioridad
del gobierno, ett.. etc.
Pero, aun en los paises donde esto ocurre
con más exageración, se aplica parcialmente la
doctrina de la responsabilidad del Estado, mer-
ced a la distinción entre actos de autoridad, es
decir, actos de' poder público, de mando, mani-
festación más o menos directa de la Soberaofa,
y actos de gestión administrativa, babiendo,
además, aquellos otros actos en que el Estado
obra como una persona privada. En mi sentir,
para definir todos estos actos. seg(ln el criterio
juridico de la responsabilidad del Estado. cnn
los oportunos recursos defensivos del interés y
del derecho particulares, DO el preciso disolver
la entidad Estado, Di prescindir del supuesto de
que tales actos son del Estado mismo, a fin
ele afirmar que son sólo actos de 108 funciona-
rios considerados como personas privadas. Bas-
ta admitir que el Estado se exterioriza en sus
miembros, obra mediante sus fUDcionados, con
la indicación antecedente de que no hay una
superioridad fundamental - metaflsica - del
Estado sobre el interés privado, sino que, por
¡08 ADOLFO POSADA.

encima de todos, está el Derecho, es decir, el


interés y valor éticos de la justicia.
Toda la crisis del Estado, y las trallsforma~
ciones que provoca. se explican, en parte, per_
sistiendo la noción d~ la sustantividad del Esta.
do, y aplic8odo a la definición de su conducta
la teorla de la representación, con todas sus
fecundas consecuencias. El funcionario es un
repreun/anle del Estado, y, por tanto~ obra a su
nombre, comprometiéndole o comprometiendo·
se él, según los cas08. La regla podria ser ésta:
el EsJado Obril por su represtnlrmlt cflando, en
efecto, éste se coJUtiluye en órgano rU $U interés, o
sea cuando la actividad del representante (orrespon·
de a ta atracción de la jiM/idad rkl Estado,' en otro
caso, el acto del represen/ante es de su propÜJ indi-
vidualidad exclusivamente: es un acto suyo, '/JOTque
entonces no es vndadero represenlanÚ.
y esta misma teorla basta para transformar
la doctrina tradicional de la irresponsabilidad
del Estado como autoridad, con sus {unciones_
soberanas de mando, en el sentido que revda
la jurisprudencia a que se refiere M. Duguit
cuando recuerda que el «Consejo de Estado'
francés 00 vacila en declarar al Estado respon- ,
sable en casi todos los dominios de su activi-
dad. Es responsable, por ejemplo-dice-, cuan-
do se abstiene de tomar las medidas de policía
necesarias para garantizar la seguridad de la
navegación, la protección de las personas y de
ORIENTACiÓN DEL DEftECHO POL(TICO 309
las cosas; cuando se reaU%a.n operaciones mat~.,..
riales de polida irregulares e Insuficiente-s; cuan-
do se ha procedido l~rari(Jmen.te .•.» La mis-
ma Irresponsabilidad del Estado. incontestable
«cuando procedla por vla de acto reglamenta-
rio», «está a punto de desaparecer». Y esa y
toda la. irrespo'sabilidad del Estado debe des-
aparecer, y en ese camino vamos, DO hay duda.
Pero repito que la transformación de nocio.-
nes pollticilS, que la crisis ~apunlada supone,
quizá se explica mediante una razonable aplica-
ción de la doctrina del Gobierno representati-
vo, doctrina que será preciso depurar más y
más, para resolver tambi~n el grave problema,
que nuestro autor suscita al preguntar si se
llegará a reconocer la responsabilidad del Esta-
do ea materia legislativa propiamente dicha.
Al fin y al cabo, los legisladores son repre-
sentantes del Estado. y deben estar sometidos
• la regla general de la representación. El oh!-
tAculo principal-teórico y práctico-está en la
idea que aUD se tiene de la. superioridad del
Poder legislativo, comO órgano más directo de
la Soberanfa, idea que se traduce en la p("áctica
independencia de este Poder, irresponsable, en
erecto. Pero la doctrina de la aulolimitatWn
podrta tener aqut una manifestación muy efi-
caz: ella harla que el mismo Poder legislativo
reconociese BU propia sumisión al derecbo-de·
darando su responsabilidad-. ya que no pen~
¡fO ADOLFO POSADA

dramos en la posjbilidad de una jurisdicción


suprema, de análogo alcance a la del Poder
judicial norteamericano, cuando declara sobre
la constitucionalidad de las leyes '.
Sin deteneroos más en este interesante pro-
blema, sólo el hecho de que se plantee. aun.
que sea en los lt:rminos que se indican, basta
para ver. en el planteamiento mismo, otro ar.
gumento en favor de la realidad de la crisis
de la vida del Estado, como Estado mayestático.
sagrado, superior al derecho. crisis real que
todavia espera largos desenvolvimientos, si ha
de vencer Jos obstáculos que ofrece el fetichismo
reinante.

I Comp. Du&'Uit, cSl!:l'Ullda comerenc¡.,., 111.


XI •

EL ESTADO COMO -REALIDAD SOCIAL.
EL SINDICALISMO I

L A consideración realista de la evolución so-


ciológica del Estado y de su derecbo tiene
que registrar. como una indicación de las más
interesantes, la que supone el movimiento sin-
dicalista o de integración social profesional. Un
6Ió$o{o de la politica, que buscase antecedentes
en la historia de las ideas a este movimiento,
que por tal modo conmueve los cimientos de la
constitución de los Estados contemporáneos,
tcndrla que fijarse, de seguro, en la concepción
orgánica de las sociedades y del Estado. Re-
cu~rdese que en esta concepción se afirma,
como una realidad y como UD ideal, la com-
plejidad de las estructuras sociales, la riqueza
de las formaciones sociales, la fecundidad del
estimulo o del atractivo social, en virtud del
que se producen constantemente los grupos,

". ml T~(},.la .f«ilJly jf,rldí(a del Estado.


lO> AOOLFQ POSADA

las aso<:iaciones, las corporaciones, las colc:cti.


vidades, en suma, obedeciendo a la necesidad
de intensificar el esfuerzo, de practicar la divi-
sión del trabajo social, de diferenciar las activi-
dades humanas. según los fines y los intereses
de la vida, de prolongar o perpetuar la acción
-concepción orgdnica (y funcional) de la socie-
dad y del Estado.
Nada más lejos de esta concepción que aque-
lla idea segun la cual serIa el Estado tan sólo
una pluralidad de individuos, y las sociedades,
meras sumas de miembros o de socios; atenta
tal cot;1cepciÓD a la realidad social, estima el con-
tenido que esta ofrece, no como UDa masa ho-
mogénea de moléculas vivas, Di como uoa re-
unión de hombres, sino como UD mundo de
estímulos, de fuenas y de impulsos creadores;
un complejo d: s[ntesis sociológicas, constaDM
temente reDondo, interiormente diferenciado,
en el. cual el individuo es factor esencial, base,
podrlamos decir, pero no el itnico, puesto
que aliado del individuo están las formaciones
colectivas, variadfsimas, coberentes, y. a veces,
de una cobesión tan Intime. que recuerda la
cobesión fisiológica individual, en atención a la
resistencia que opone a todo intento de disoluM
ci60.
y siendo asi la realidad social, un mundo de-
núcleos sociales, el Estado que comprende en
UDa sintesis poUtica-territorial o de espacio-.
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POÚTICO 313

UD8 determinación más o menos definida de la


realidad social, se compone del (actor elemc.n-
tal, el individuoj pero IÍ la vez de cuantos nú-
cleos sociales se han constituido. y viven, en la
sintesis superior que abarca su expresión terri-
torial.
El movimiento sindical, como integración y
diferenciación de los intereses profesionales,
formando grulfS homogéneos, en razón de la
homogeneidad de los fines. poddamos, en cier-
to modo, enlazarlo, sin gran esfuerzo, con la
tradicióD idealista de la sociologia-que)a hay.
y muy importante y gloriosa-; y como cada
cual tiene sus fuentes de inspiración y de estu-
dio, por mi parte no teodda inconveniente en
imaginarme el movimiento sindicalista como
una realización parcial. en la vida económica,
de aquellde41 de la Humanidad de Krause y de
Sauz del Rlo, que con tanto deleite lciamos ... y
Jeemos toda vla.
No quiero con esto establecer una r:elación
histórica, como de efecto a su causa, entre el
sindicalismo y esta o aquella manifestación del
ideaüsmo sociológico. Mas para enlazar el mo-
vimiento sindicalista con cualquiera de las alu-
dida') manifestaciones, no hace Calta establecer
la relación de causalidad histórica: basta poder
seoalar esta otra relación que se limita a denun-
ciar un entronque puramente ideal '1 lógico,
y cuya significación no pasa de lo siguiente:
A.DOLFO POSA.DA

este o aquel filósofo que. desde la región de


la idea, contemplaba la realidad social, tuvo
UDa clara intuición d~1 porvenir; sintió. sin re-
ferirlo a un momento histórico determinado,
el fluir eft:ctivo de la Historia. ¡Qué duda cabe
que cuantos. frente al sentido igualador de la
Revolución, frente a la con¡;epcióo mecánica y
abstracta de la democracia atomistica, plura-.
lista, simétrica, de tradición roussoniana-par.
cial, que en Rousseau hay m~s-. oponlan la
natura1eza orgánica de lo social, la fuerza y efi~
cada de los instiotos colectivos, de las attac~
ciones Intimas que unen y separan al propio
tiempo a los hombres, formando los grupos, las '
personas colectivas, las clases; qué duda cabe,
repito, que ellos, por idealistas que fueran, pe-
netraban el fondo intimo de la realidad social y
vislumbraban, y profetizaban, su ulterior des-
cn volvimieo tol
He abi, en rigor, el gran mérito de Marx, un
soberbio idealista, a su modo. Puso éste, con
Engcls, el porvenir proletario en la organización
colectiva de los asalariados. por y para la lucba
de clases. El análisis de la evolución moderna
del sindicalismo obrero no podrá menos de se-
ñalar como una de sus determinantes la suges-
tión contenida en la frase aquella: "¡Proletarios
de todos los paises, unlosl» Claro es que el mo-
vimiento de concentración obrera en sindicatos
profesionales. en federaciones sindicales, en
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLlTICO 'JIS

grandes uniones, obedece a una complejidad


de causas barto intrincadas para que la co..,psi-
deremos como la consecuencia de una pura su-
gestión del genio. Per6, venga de donde venga
la ola, Marx vió claro, penetró bondo en la tra-
ma interna de la Historia, y convirtió, con cer-
tera habilidad de bombre de acción, en motivo
sugestivo. en progama de avance, la sustancia
misma de la ¡calidad social, que impon!a al
mundo la reacción reconstituti'a de los grupos
sociales, sobre bases o atracciones económicas t
para la lucba de clases, cierto, pero, además,
para la cooperación, para la mejora, para la ele-
vación moral de las clases, y, quizá tambitn,
para facilitar una superior armonla o integra..
,ióo de las Cuerzas sodales; que el mundo bu-
mano, como el mundo natural, 00 es necesaria
y fatalmente de la lucba, DO tiene la lucba como
un fin, sino más bien como una condición y
como' un medio, al que acude s610 en último re-
curso.
El sindicalismo tieoe una relación muy inti-
ma, en la evolución política, caD el desenvohi·
miento del Estado. Cuantos boy se preocupan.
t;omo filósofos o como hombres de acción-los
pollticos-, con la marcha del Estado, unos con·
siderándolo corno ídea, otros como fio práctico,
al preteoder incorporar a la evolución polltica
las indicaciones de la vida, las palpitaciones de
las .sociedades bu manas, 00 puede.n meoos de
1,6 AOOU'O POSADA

pararse a retlc:tiooar en la síroi6cación y en el


influjo del sindicalismo. A mi juicio, la acción
sindical, que 00 puede nunca ser neutral, es
decir, apolitiea, por indiferente que quiera man·
tenerse ante las lucbas de los partidos pollticos,
provoca la crisis en ciertas determinaciones tra·
diciooales del derecho poHtico, y parte en la
misma coostit-ución real de las instituciones del
Estado. No puede atribuirse la crisis poUtica mo.
deroa sólo al sindicalismo; pero es evidente que
el observador y el gobernante no pueden menos
de interpretar este movimiento, para ver hasta
qué punto trastorna, o, mejor, renueva, o con-
tinúa la Historia, dándole nueva savia y susci-
tando problemas.
No olvidemos que el Estado no es una pura
abstracción, ni un mero mecanismo funcional,
ni una simple combinación de poderes que se
mueven acompasadamente, segó.n las normas
de una constitución escrita o no: esta idea me-
cánica del Estado, esta concepción del gobier-
no como un equilibrio de fuerzas y de la poli-
tica como un arte habilidoso, en el manejo de
tales o cuales chirimbolos constitucionales, todo
esto, que tuvo su momento, ha pasado a la his-
toria ... después de haber desempeñado su pa-
pel en la vida.
El Estado es una realidad &oci<JJ, es lo más
profundamente social, es la sociedad misma,
coo sus impulsos, sus pasiones, su fluir inago-
ORIENTACiÓN DEL OE;RECHO POLl1'lCO 117

table¡ el Estado está en nosotros, es la humani-


dad, que se afirma cOllsc:ientemellte en una
existencia colectiva superior; tiólo cuando el
grupo bumano llega a una intcgracióo. tal Alue
se siente como tal grupo, puede decirse que
surge y vive el Estado: su materia, palpitante,
su fuerza generadora e impulsora, es, con el in~
dividuo socializado, la masa social organizada
o que perpetuamente se organiza, y que busca
en el Estado sIMorma pohtica, su expresión ju-
rldica en un vivir fecundo de armonlas, Y sien-
do eso el Estado, ~no ha de afectarle el movi-
miento de disolución, de concentración y de re-
constitució:J orgánica de la masa social (su ma-
teria, el fondo dinámico de su realidad), que
produce y mantiene' el sindicalismo? A veces
pare,ce que basta el individuo va a evaporarse
descompuesto por la atracción sindical. ~Puede
la criti¡;a del Estado observar indHerente esta
grave indicaciónr ¿No viene el Estado moderno
de una manera inmedlata de la exaltación de la
personalidad individual, del reconocimiento de
su existencia anterior y aun superior al Estado?
¿Qué significan los Derechos tkl hombre? ¿Qu~
significa en sustacda el régimen constitucio-
nal? ¿Es quizá incompatible con el desarrollo
sindical la tradición jurldica de la Revolución?
¿No será aquél más bien una prolongación in-
tensificada de esa tradición? Desde un cierto
punto de vista, el punto de.vista legal y consti-
)18 ADOLPO POSADA.

tuciooa), el sindicalismo es el ejercicio de un


derecho personal: _el de asociarse para los fines
de la vida humanu. Acaso se trate de una acen-
tuación pasajera, circunstancial, de los intere-
ses económicos. Pero, aun siendo asf, c:l mo-
mento presente es un momento crUico para el
E::ltado y para los «programas_ politicos de
todos los partidos.
No puede, en verdad, sorprender que las
gentes tomen I!on cierto empe~o el estudio e
interpretación del sindicalismo; sobre todo, las
gentes pollticas.
Porque no sólo afecta el sindicalismo al Es-
tado en la relación que se acaba de seflalar.
Hay otra más intima, no sé si más grave, pero
si más apremiante, que ha producido y produ-
ce su alarma en algunos espiritus, en Francia
más especialmente. El sindicalismo, es decir. la
organización corporatin de los intereses, sobre
todo de los intereses proCesionales, la organiza·
ción jurídica definida de los grupos sociales
constituIdos por atracciones comunes, por im·
pulsos convergentes, se ha introducido, no ya ~
en el Estado, sino en el mismo aparato guber- -1
na menta!. Era inevitable.
Hay en el becho sindical, y en la acción sin-
dicalista, una fuerza expansiva y absorbente
verdaderamente indomable. El mundo entero
de! comercio, de la industria, de la ciencia, de
la polttica. de la ética, de la religióD, se aprove-
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLlnco 319

cha de eUa con fiebre y CaD fe ciega. Sobre todo,


en el terreno de las luchas ecotómicas, Ja\nión
de los esfuerzos, la formación de los grupos ho-
mogéneos, es la gran pallinca, con incoomovi·
ble punto de apoyo. Los débiles, o los que se
estiman tales, cuantos tienen que habérselas
con un adversario poderoso, 'len en el sindicato
-una forma de ta asociaciÓn-el instrumento
defensivo y ofensivo mas eficaz.
Ya un Conleso obrero francés, el de Lyon
ele 1878, señalaba los fines de los sindicatos pro-
fesionales obreros: regularización de la produc·
ción, defensa de los salarios, colocación de obre-
ros, Gajas· de socorros, y de cotonces acá, la
acción sindical se ha ensanchado. «A la hora
presente, dice M. Boisdon, en su obra sobre
A.soliatio'Lf, Syndicats, CooperatilJu, la celebra-
ción del contrato de trabajo es y será largo
tiempo la misión primera de los sindicatos,
tanto obreros como patronales. Además, unos
y otros crean cursos y conferencias técnicas,
laboratorios, sociedades de socorros mutuos,
de huelgas o de lock-ouls," ponen al alcance del
público ciertas inrormaciones o documentos es-
peciales en los boletines y periódicos que publi·
can, y. en general, cumplen las misiones exi-
gidas por lo que constituye, según los tér-
minos mismos de la ley de 18~4, su objeto:
«el estudio y la defensa de los intereses eco·
nómicos. industriales, comerciales y agricolasll.
3'0 ADOLFO POSADA ,
Se trata, pues, de una aplicación muy inten.
sificada, por obra de las exigencias del momen-
to, de la Asociación. pero que DO ~e ha detenido
en las manifestaciones aisladas que exige la de-
fensa de estos o de aquellos intereses. flAgru-
pados-dice M. CbaUaye I _ en Sindicatos y
Asociaciones de Sindicatos, los trabajadores
piensan en el poder que empiet.an a conseguir
uniéndose; elaboran una leorla social nueva,
afirmando el valor eminente de la acción siD- 1
dical.lI

I Syndi,c/i¡,..t rÑ)ol"II'01lllirt tt s;YH41'.li$nft ,.tf_


mi~t, pi,. 3 (Parll, 1909).
I

XII
INTERPRETACiÓN DEL SISOICALlS.\to


E muy en lo firme M. Duguit al conside-
STÁ
rar como una de las fuerzas de mayor al-
cancc, en la actual transformación del Esta-
do, el movimiento de concentración y diferen-
ciación sindicalista l.
~Pero este movimiento exige, anle todo, UDa
interpretación: (qué- significa y representa el
sindicalismo en si, como fenómeno sociológico,
, 'Webb, H($I(I¡" IN trad,·""itUc(II'" (traducclÓII
Irall«Wl, 1897); Pouget,lA$ 611«, 'IN &'yndkllli,ItU, LA
syN#liut; DelesaUc, Dn.$ mllh()d~. 11" $yffdic4llw",;
Griffuelbet, L'.diotf 'yndit:41t; G. Sorel, Rljtuioll''''''
ItI viol,PlU (1908 y 19J9}; Hubert-VaUerolU,~. nwp9-
,,4ft/o,"4'.",. tI ,",ti", el /,. 'y"dictUS pro/euia,u,eI..
'n p,.."a" It "''''.''6". Recaaud, ús sytldkl'll.
/tuionnfls; E. Buisaotl, Le />ar# wd41W, ti lu 'JI"dt-
',Q-
CMS OUfIrier. (1917); Cballa,e, oh. cit.; Louia, oh. cita-
da; Bou..lé, Sy"tU~al{SIM d dl",oc,o.He (1908). V. un at-
tfcglo .obre S4mlictdismo era 1ft &ridoptdill jflrl4ic,. de
Sei% , una conferl!Dcia de la Facultad de Cil!nda. econó-
micas de BUeD~ Aires (Teorlll Soc. y J-. 4,1 Estallo
1922),
2.
ADOU'f) POSADA

y luego en 9U relación con la evolución actual


del Estado? Unas veces, dice M. Challaye, es la
acción sindical, sobre todo, el medio de destruir
la sociedad presente: su filosofía es el sindicalia-
mo revolucionario; otras veces, es la acción sin~
dical sobre todo el medio de mejorar inmedia-
mente la condicióD de la clase obrera: su filo-
sofla es el sindicalismo re{ormisl!!. '. Aunque
M. Challaye interprete muy especialmente el
sindicalismo franc~s, que es acaso el más acen-
tuado eD un sentido doctrinal e idealista, su
interpretación cuadra, desde cierto punto de
vista, a todo el movimiento sindical obrero
puro.
«El sindicalismo revolucionario, añade mOD-
sieur Cballaye. se presenta como una filosofla
de la acción: es una doctrina elaborada por
hombres que obran, para que su acción sea fe-
cunda ... Mas precisamente el sincticalismo se
ofrece como una. filosona de la acción obrera:
una filosofía de la huelgan l. Sin duda, la huel-
ga es un momento culminante del sindicalismo
revolucionario y del reformista. «De todos los
becbos especiales que constituyen la vida obre-
ra, la huelga es el más ·rico en enseñanzas» '. La
huelga descubre el drama social, que está laten-

t Cballa,.e, oh. cit., pq•. 3·4.


Cballare, oh. cit., pál. 8.
ldem, pAI. 8.
ORIENTACiÓN lIEL DeRECHO PO.L(TICO 313

te en el r4imen del salario. Pero la buelga tie..


ne, a su vez, una significación muy diversa. Por
de pronto, es un hecho de complejas repercu-
siones, y, por tal razón, es un hecbo que impor-
ta a todos; no sólo a qo(enes utilizan este temi-
ble medio de lucha y a los otros, a los que deben
experimentar mas inmediatamente sus erectos,
sino al resto de la sociedad entera, que ha de
sufrir, de un modo inevitable. sus próximas o
lejanas repercusiGQcs. ¿Puede el politico perma·
necer indiferente ante el desarrollo de las buel-
gas~ tEs .admisible que nada tenga que ver con
~Ias el jurista?
¿No tendrá la huelga ninguna relación COD las
exigencias del derecbo?
Por otra parte, ¿no entraña la huelga movi-
mientos clt masas, impulsos colectivos, emocio-
nes, deseos, sentimieotos de clase? ¿Cómo no
ha de atraer la atención del psicólogo-social,
cómo no ba de excitar la curiosidad del sació·
logo;'
La huelga tiene, a mi juicio. hasta una socio-
logia particular especiaUsima, en la cual se plaD~
tean 109 intrincados problemas que. en general,
justifican la incesante labor de los sociólogos
filósofos y de los sociólogos de accióo.
Seda mezquino considerarla buelga tan sólo
como una simple Ct:!ación del trabajo, asl, abs-
tractamente. Hay en la huelga esoj pero hay.
además, una porción de cosas que la convierten
PI ADOLPO POSADA

en UD poderoso instrumento de lucha, de agita-


dón '1 de renovación social. Y luego hay basta
una idea de la Hue1ilJ, con H grande, en virtud
de la cual esa cesación del trabajo representa o 1:
simboliza, para muchos, el empuje propulsor ~
del movimiento obrero.
Tiene, por todo esto, la huelga, DO sólo 8U
socioJogfu, sino su filosofia: una filosofla de la
Historia, y cntrai'la tambi~n un punto de vista
",tópico: la Huelga general, o sencillamente la
Huelga, que runciona como una sugestión atrac-
tiva en la vida de la masa proletaria, y. al pro-
pio tiempo, como una amenaza a la sociedad
toda.
La Huci¡sa general, esto es, el ejército de los
trabajadores que en UD momento dado suspeo·
de su labor y detiene la vida industrial entera,. ~
produciendo el paro general de las actividades ¡
productivas de la sociedad, es quizá sólo UDa 1
abstracción, una concepción irrealizable, UD
fantasma acaso para ejercer una atracción ani-
madora en el alma del proletariado, fascinán-
dole. alimentando su fantasía con ensueños de
triunfo. Pero ...
«E.l socialismo, dice M. Gíde, tiende boya
reducirse al sindicalismo, como se dice, y el sin'
dicalismo mismo busca su perfecta expresión
en la buelga. Todo conduce a eUa. Y las huelgas
repetidas, incesantes, pero parciales todavla, no
son más que un medio de adiestrarse para ese
ORIENTACIÓN DEL DERECHO POLITICO 3:JS
fin supremo de la Huelga general. M. GEorges
SOfel, sin creer en su realización próxima, ve en
ella un ideal de gran valor, porque sostiene los
'oimos, algo análogo a la espera en la .vuelta de
Cristo, que daba un milagroso empuje al cris-
tianismo de los primeros siglos. «La confianza
es mucho mayor, añade G. Sorel, que antes,
desde que el mito de la Huelga general domina
todo el movimiento verdaderamente obrero l.
• Alcan:ta, geg~ esto, la H:Jelga general, el
valor y la eficacia de una Idea,fuerza, en el ~en·
tido de f'ouillée, de un (deal preñado de prome-
sas, acaso eDganO!laS, pero que atraed y provo-
can una acción, o más bien un estado de alar-
ma, de tentación, de excitabilidad y de irritabi-
lidad. Relacionando caD eUs las huelgas parcia-
les, producidas a veces por motivos mezquinos,
como una táctica de guerrillas de un ejército
irregular, adquieren una significación general,
un alcance universal: se suman al proceso inti-
mo de la Historia y ayudan a interpretarla ra-
cionalmente.
«La Huelga general, escribe el citado Sorel,
en sus Refluiona &obre ta vioknda, es el mito cn
el cual el socialismo JO:e encierra por entero; una
organización de imágenes capaces de evocar ias·

I V:Cide, LA ¿"OiJ d_ K"Iv_, e.,. el yoJumen JObr(l


lI'Ite tema, de la BibliDl"~q,,~ gt"t"glr IIts Sd~"u•• 0.-
o
cs",_. (Pul., 1909), pÁ¡in.s I y 2
o
l'Ó ADOLFO POSADA

tiotivamente todos los sentimientos que corres.


ponden a las diversas manifestaciones de la
guerra empel'lada por el socialismo contra la S~
ciedad moderna. Las huelgas ban engendrado
en el proletariado los sentimientos más nobles
y más profundos que posee; la huelga general
los agrupa todos en un cuadro de conjunto, y,
merced a esta relación, da a cada uno su m.1.xi-
mum de intensidad ... ,,',
Pero no debe olvidarse que aliado de esa
concepción abstracta, simbólica, de la Huelga,
hay la otra, la de la buelga como un recurso tác-
tico. De todos modos, la H,"lga y las huelgas
entrañan una caracterlstica del movimiento sin-
dical obrero.
Conviene, sin embargo, observar: 1.°, que
todo el movimiento sindicalista obrero no se
concreta en la huelga, y 2.°, queel sindicalismo
obrero, en su significación m!s comprensiva,
no se puede considerar como un fenómeno ex·
elusivo y meramente característico del movi-
miento obrero.
En cierto sentido parece que el sindicalismo
obrero representa, ante todo, un movimiento
agresivo o defensivo; late en ~Ila lucha de cla..
ses, y ~sta se expresa en toda su desnudez eo
la huelga: el sindicalismo, como organización
de resistencia obrera, es, en efecto, una organi-

, $orel, ob., cit., 1"1'- 96,


~CIÓN DEL DE.RECHO POLjTIC_~. 1:117

tación para la huelga; pero abondandCP',más.


aun en el sindicalismo d.e combate, podria des-
cubrirse algUn otro objetivo, y especialmente
algún otro resultado que responde a muy dis-
tinto ideal, Pasa quizá, coc estas manifestado-
nes de la acciÓn sindicdl, lo que con todos los
fenómeQOS sociales que se interpretan como
expresiones de una ley de oposición y de lucha:
lucha por la existencia, lucha de razas, de pue-
blos, de intereses; la lucha no es en eUos todo:
hay siempre cn sU.J>rocesootra cara, que es la de
la cooperación pM la ¡ueba, en cierto senlido-,
pero con repercusiones próximas o lejanas que
al60 obscureceD los efectos de l. lucha misma.
Esto aparte de que, como ad"jerte M. Levas-
seur, "la guerra no es el unico objetivo del sin-
dicalismo, ni aun del sindicalismo obrero. Lo,
obreros tienee do!! maneras de comprender el
sindicalismo y de practicarlo: la una consiste en
ocuparse exclusivamente de los asuntos de la
profesión: defender el salario contra la baja,
procurar elevarlo, discutir las cuestiones del
personal o el reglamento del taller, crear y sos~
tener instituciones útiles a los miembros ... ; tal
es la manera conforme al espiritu de la ley mn·
cesa de 1884 ... La otra consiste, no sólo en ocu·
parse con las cosas del oacio, sino ademés ea
trabajar t mediante una ltgitación sistemática,
en la descomposición del orden social actual, a
fin de preparar el advenimiento de un orden
ADOLFO POSADA

nuevo, en el cual el asalariado y el patrono sean


,ustituld(), por la asociación universal de los
trabajadores ... » '.
Pero téngase en cuenta que ambas maneras,
no sólo no son incompatibles, sino que se ar-
monizan, y aun pudiera decirse que se supo-
nen. A mi juicio, el sindicalismo obrero es, so-
bre todo, un movimiento cuyos efectos princi-
pales son la educa.ción y la disciplina de la masa
proletaria, así como la suscitación de sus instin-
tos solidarios.
Por otra parte, el sindicalismo es un fenó-
meno de valor muy general, aun en sus mani-
festaciones actuales, tan aguzadas y tan acen·
tuadas y expresivas. Ya antes Jo indicabamos,
y estamos en este punto de acuerdo con M. Du-
guito cuando afirma que el sindicalismo 00 es
un medio de guerra y de división ... , ni es una
transformación de la clase obrera sólo, pues ((se
extiende a todas las clases sociales y tiende a
coordenarlas en un baz: armónico_·. Cierto;
hay que 't'er en el sindicalismo un movimiento
que prop.:=:nde a dar UDa estructura jurldica de-
fieida a las diferentes clases socia!es'; y más
aún, bay que considerar en todo el movimiento
siedical una gran intensificación de la atracción
de los fines comunes, de las necesidades que
LeVIISlI!'IU,I. e.
• V. lue&,Q .coderencia tercerlU, IU.
Du&,pit, lu&" cit.
ORI~TACI6N OEL DEReCHO POLÍTICO 32~

uncn. del espiritu de solidaridad cntre lo~ que


se sieoten llevados bacia una misma dirección.
Descubre este importante movimiento, que no
es una agitación superficial la realidad positiva
de 108 dos elementos que constituyen la vida
bumana: el elemento inclividuo. en que se coo-
<:reta y sintetiz.a aquélla de una manera inme-
diata, y el elemento colectivo, en el cual dicha
vida humana se ha condensado siempre! obede-
ciendo 8 necesidades verdaderamente orgao¡-
eas, internas, de l'!.fah; del ser. La masa burna-
na, según la reali!ad y la historia, no es UDa
masa amorfa de individuos, uoa suma o mero
agt'cgado: la diferenciación de las necesidades
sobre un fondo de naturaleza común organiza
esta masa cn grupos de las más variadas for-
mal" CODstituyenc1o las distintas sociedades en
que se diversificaD, sin disolverse, la actividad
y el esfueno de los hombres. Y esa diferencia-
ción, que a veces parece apagada, bien sea por
el predominio d.e una acción pol1tica, como en
la Monarqula absoluta y en la concepción napo-
leónica del Estado, o bien por el predominio de
UD ideal individualista de protesta, como en el
liberalismo abstracto, se acentúa otras con fuer-
za de una intensidad absorbente tan aguda, que
parece acabar con la personalidad individual,
como ocurrla en ciertas manifestaciones de la
vida social de la Edad Media. Ahora.Ja diferen·
ciación hállase en un boen momento. Parece
JJO ADOLFO POSA.DA

renacer la Edad Media, pero unido el reDad-


miento a los efectos de la afirmadón histórica
de la individualidad, reali¡r.ada por la Revolu-
ción, y que por 9f 80la puede explicar cómo el
movimiento asociacionista alcanza la intensi-
dad actual, ya que la caractcrlstica más salien-
te de) mismo es, precisamente, la defensa de los
intereses del individuo. en peligro dentro de la
gran complejidad dela vidaeconómica moderna.
La relación del sindicalismo en general.
como reconstitución de las (ueru!:I colectivas
de la sociedad; como expresión viva de la dife-
renciación de los intereses morales, espiritua-
les, económicos, jurldicos, etc_o y como indica-
ción de la gran intensidad alcanzada por el sen-
timil!oto de solidaridad, sobre la base de una
intensificación anterior del sentimiento de la
personalidad individual; la relación, digo, de
este sindicalismo con el Estado. se condensa,
ante todo, en esta afirmación, que refleja, a
nuestro juicio, la situación actual de la polltica
de los pueblos cultos: el Estado no ruede dar un
ta.ro ,in tener en cueJlla el Mcha Si11dical.
Toda la obra legislativa, juridica, gubernatj·
va, económica, del Estado ha de basarse en el
supuesto de una sociedad que no es sólo una
masa de individuos, los cuales, en sus ulliones,
producen meras resultantes de simples sumas
numéricas _ sufragio universal-, sino que
aquella masa es además un complejo de asocia·
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLiTICO 'nI

ciones, de clases asociadas, de grupos 'h:prc-


sentativos de intereses, de instituciones con-
densadoras de ideales éticos, religiosos, mora-
les, estéticos. En Francia mismo, el pals donde
la superstición del 6ufra~io universal es el dog-
ma'generador de la democracia politica, nadie
se atreverá hoya discutir el influjo capital del
becho sindicalista. Quizá DO hay pueblo donde
la crisis polltica que provoca el sindicalismo
esté más acentuada. ('Qué representaba la ac-
ción absorben te de las mismas congregaciones
religiosas sino UD momento culminante del mo-
vimiento asociacionistat ('Qué significación y
alcance tieoe hoy a1ll el movimiento obrero~
M. Duguít señaM. en mi sentir con gran opor·
tunidad, las dos manifestaciones más ostensi-
bles de la relación del movimiento sindicalista
con la transformacióD del Estado. Son éstas:
primera, la relación de influjo Robre la estruc-
tura del Estado y del Gobierno, y segunda, la
relación especial. de influjo tambi~n, sobre Jos
servicios públicos. La primera refleja la acción
total del sindicalismo general, de todas las cla-
ses y de todos los intereses; la segunda expresa
la indicación particular del movimiento sindi-
cal dentro de la vida propia del Estado. o más
bien del funCionamiento defiDido y especifico
del Gobierno.
Examinaremos separadamente cada una de
estas relaciones.
114 AOOLFO POSADA

y esto supuesto, se impone. no en virtud de


un razonamiento abstracto, sino positivamente,
por la realidad misma, una renovación de la
estructura del Gobierno, ya que éste, necesa-
riamente, ha de reflejar la situación histórica
de los elementos y de las fuerzas que integran
la realidad social en que se apoya: pero advitr.
tase bien que esta realidad social no es Ifj sf'tá
-tal permite afirmar una interpretación racio-
nal de la Historia-un conjunto de Sindicatos,
ni el Gobierno podría ser por esto una /t:krQ.
ción sindical. En la realidad social del Estado
hay, en efecto (abora, como nunca, es esto cIa-
ra), más realidad que la contenida en las fuer.
zas sindicales: hay la acción total de la tradición
y de la historia y los indú,iduos, que constituyen
otras tantas fuerzas vivas y Quton6ma.s.
La expresión natural, realista, objetiva, del
conjunto actual que forma la base bumana del
Estado-cl Estado polltico por antonomasia-
se concreta en estos inevitables componentes
activos: a) los índíviduos que no se dejarán ani·
quilar ya por ningún nucJeo superior; b) las co·
lectividades que se afirman con personalidad
propia multiforme; e) la sintesi! viva de estos
dos factores; d) la fuerza de la tradición que 8

cledad C(lD la 1'oluntad. 1 • 1., ~,ttlla' Y',mpo,.,,-


1", etc., p"ra Ajarse mAs particularmente en las 'Pral,.
,. "~ci"I,,. V. p4{lI.as 229-30,
OR.IENTACIÓN DEL DERECHO POLITlCO ns
todos impulsa. El influjo de la acción concu-
rreote de estos elementos se revela a la hora
presente en las siguientes indicaciones: l.", la
afirmación del valor deda vida total del Estado
en el desenvolvimiento del Gobierno, el cual no
será UDa resultante artificial de la pluralidad
de voluntades individuales, una síntesis y re-
sultante orgánica de todas las fuerz..as que
obraD en el Estado; 2.0, la afirmación c.el valor
especifico de la ~rsona.lidad individua.l, conquis-
ta trabajosa de la evolución y de la Historia.
que tonifica eL Estado y el Gohierno, impidien-
do la absorción poUtica de la vida intima del
hombre, vida de condencia y de accióo; J.", el
reconocimiento ex.preso, a menudo solemne.
del hecho de la personalidad individual en la
esfera política y jurldica, merced a la consagra-
ción de los derechos del hombre y del ciudada-
no, reconocimiento manifestado ostensiblemen·
te en el respeto a la libertad de conciencia, de
ed ucaci6n, de ideal, y en la participación ex-
presa del individuo en la obra del Estado, ver-
bigracia, por medio del sufragio '; 4.°, la atlr..

I Cons, mi Tr(fltulo de Duecho /,olut(o. La otlrma_


clÓIl, coa el debido tetieye de la persoDalidJ\d IndiYidud
tomo UIIA relll.idad yhoa 1 eo=o nna fller .. distinta, ea,
Iln dudn, una de lu earactccfaUcas del derecho polldco
moderno, 1 ella impide la absorci6n por el E5tado, no
obltante la fran expanaión df" IU a«lón iatcr>rcator., de
la Tida propia de los Indh'lduoI, '11a posibilidad o eleetl-
04001.1"0 roBADA

mación paralela del valor propio y especifico de


las colectividades, como factores esenciales de
la misma vida polItica: primero, hasta como una
prolongación del derecho de personalidad ¡ndi..
vidual. y luego como una realidad sociológica;
S.o, el reconocimiento del hecho síndical (la aso-
ciación humana), que coovive con el de la per-
sonalidad individual, contribuyendo, con perso.
nalidad individual y sindical, a formar, no sólo
la realidad social del Estado, como hemos vis·
to, sino su ambiente y su fuente de inspiración.
Una consecuencia muy importante de estas in-
dicaciones de la realidad politica actual es la de
que sigan un proceso, en cierto modD paralelo,
estas dos eVDluciones, al parecer, contrarias: la
de la expansi6n o aumento de la acción inter-
vencionista y basta coactiva del Estado como
GobiernD, y la de la libertad y autonomla dt la per-
S01I4 individual. Y es que, a la .ez que la inten-
sificación del espiritu de solidaridad sDcial im-
pone mayor número ele deberes-interveocio-
nes-al Estado, que a su vez suscita cada dia
CaD mayor fuerza la acción colectiva auxilia.
~descentra1ización de servicios-, el individuo
alcanza UDa conciencia más intensa, reflexiva,
exigeote, expansiu y socializada. El Estado
moderno regula, reglamenta, quizá excesiva·
mente (Spencer)¡ pero, al propio tiempo, el in-
vldad de UIlA armollfa elltre el ladividQaliimo 1 el &ocia·
¡billa,
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POLlnco rn
dividuo y sus colecti .. idades tienen cada vez
más personalidad, y más vida propia. suya.
La politica positiva, por unas u otras rua-
nes. quizá, en el fondo} por una m ísma razón
fundamental, a saber: el influjo de lo q~ es y
cómo tIla realidad social presente, propeDde a
rec;:oger y utilizar. como elemento vivo. el becho
asociacionista, la fueru sindical, que sintetiza
las energias corporativas. Toda una corriente
existe, en efecto, en el derecho polltico, favora·
ble a la consagración constitucional de la con-
centración colectiva del sindicalismo. Huellas
de esta corriente hay ya en las legislaciones po-
lllicas: recu~rdese nuestro Senado; UDa no me-
nos interesante se oCrece en algunos proyectos
de reforma de nuestro r~gimen local con cilla..
mado voto corporativo, tan singularmente apre-
ciado por nuestros polIticos. Otras indicaciones
podrfan señalarse en el celo vigoroso con que
101 ohreros defienden la integridad del derecho
de asociación, en su de3eo de imponer el Sindi-
cato como personalidad viva en la ordenación
del trabajo, en la incorporación a la vida de 101
Municipios de las representaciones sociales, no
ya de una manera expresa electoral, sino por
virtud de un influjo creciente de su fUerza, et-
cétera l . Seria preciso alargar demasiado estas
I De COIIliderar ahora elt.s iadicacioaes, leña preci-

.
so recocer otra. mucbal maDifestaciouu delilll!ujo poH-
rico del liudil::alimo.
ADOLFO POSADA

consideraciones para señalar los diversos datos


eigcificatil08 que comprueban la tesis que tIoC .(
sustenta.
Puede decirse que toda pretensión o reforma
que se produzca dentro de la poHtica, el] el sen·
tido de acentuar el valor representativo de las
formaciones colectivas: afirmación jurldica de
la per~onalidad sindical, incorporación al Mu·
nicipio y al Estado de la representación co-
lectiva, fomento del espiritu de solidaridad-en
el mutualis\Uo,cooperativismo y sindicalismo-.
acentuación de la autonomla de todo género de
corporaciones para fines económicos, morales,
estéticos, cientlficos, constitución por el Estado
mismo de instituciones colectivas para servicios
públicos, etc.; toda pretensión o reforma en este
sentido, repito, refleja o, mejor, interpreta ra·
cionalmente la reaUdad social presente y oxige·
na el derecho polltico COn los aires puros de esa
realidad.
Pero conviene advertir que toda esta corrien-
te sindicalista, asociacionista y de reconstitu-
ción renovada, de clases y grupos, no destruye
la que se contiene y revela en la acentuación
creciente de la personalidad individual, tal cual
ésta ge afirma en las fórmulas democráticas me.
dernas. Ambas corrientes responden, como se
ha procurado demostrar antes, a la marc.ba mis-
ma de la evolución bistórica y a la naturaleza
pSlcológica~de la:vida individual, que supone la
ORIENTACiÓN DEL DERECHO POl.lTICO 339
social, cerno su ambiente y ruón, al igua,l ql,lC!
la sociedad supone la "ida individual. La consi.
deraci6n ade~uada de la Vida individual y social
compenetradas e interdependientes, engendra
necesariamente el punto de vista sociol6gi·
eo de la poHtica, de una polltica que se dibuja
ya en la marcha actual de los Estados, y cuya
fórmula podria ser la que más" arriba razonába·
mas, a saber: más allá del individu4lismo y tkl
sacialismo, y por encima del anarquismo l.
Por esta razón, no vemos que el resultado
polItico de la relación entre el sindicalismo y la
transformación del Estado pueda concretarse
en la fórmula de un federalismo sindicalista.
Aparte otras consideraciones ya bechas, no pa-
rece que esté próxima la desaparición de la sln-
tC$is histórica y social que éonstituye el ser del
Estado, como algo distinto de la federación de
sus componentes. Hay muchas indicaciones que
sostienen esa slotesis: el Estado federal del tipo
territorial norteamericano, alemán o suizo, ofre-
ce un buen ejemplo de la Cuerza de integración
• V. ntes en el capItulo V de e.te e.tudio; alU te in.-
dlcan lo, f~l\damelltoa tlXloi6¡icOl de e.ta f6maula. Eu
lo. pn7lcipios de Soeíologill (pAliaa 409 y 'i..uiento.),
habla010! de utc: punto de Tista de armanf. superior del
!ndi.,¡duallsmo 1 del socllldii!.mo. Cons41tcae Ripa.o, U7I
&od,.U.",# e1I JrarlffO"u ,.fJC:C ,. doan'nc: Ico7l0lff'Ü/u# li-
bj,.l,. 1901. Albornoz, ¡"dioúlutlli'nlo , MeiaUSltto,
190&. V. adeouis la reciente obra de M. Fouitlée. lA. So-
dtdi,lJU rll. 500010"-# Rijo",,,ult. Parfs. t909.
('

ADOLFO POSADA

juridica y social que tiene la idea del Estado,


como unidad compuesta por la coincidMcia de
sentimientos nacionales en las conciencias jndi~
viduales. Por mucho que queramos acentuar el
ulor disolvente de los Sindicatos, ¿puede espe·
rarse que destruyan y aniquilen esta corrieote
de unidad, esta ,le tesis del Estado, dentro de
la cual se elabora el derecbo mismo de los Sin-
dicatos? No se olvide, es preciso repetirlo, que
aliado del ¡nteres de clase y de grupo están, de
una parte, el ambiente común. en que las clases
y grupos se engendran, y de otra, el fundente
del espiritu individual. rebelde siempre a toda
tiranla aniquiladora.
Porque. y esta es otra indicación que cabe
oponer al sentido de M. Duguit. ¿se puede pen-
sar que la personalidad individual que destruyó
revolucionaria mente el antiguo régimco, por
opresor de su originalidad y de su conciencia,
consentirla la tiraola de los Sindicatos> ¿Y no es
evidente el peligro de esta tiranla> ¿Valla la pena
de destruir el Estado regalista y napoleónico,
para crear la absorción y el dominio pol1tico y
social sindicalistaf I ..

I No olvide, repito, 4l1lector la leeha el1 q .... ute atu·


dJo fu~ etcrito. La eyoluclón poUtiea posterior no oblip
al autor a reettftear nil1runo de los puntos de "lita enton-
ces mllllten!dos, Muy al MDtrario, como pnede yerse eD
el ensayo de reconstrucción intentado en la Teorf4 social
~JlII.rldi'/J lid Esla4o, qlle utUi"a la enaeAanla q,ue pro-
cora el derecho poUt~ de la ¡\lerra y de la po¡¡'¡uena,
XIV

EL SINDICALISMO y LA DESCENTRALlZA-
CIÓN DE LOS SER\'ICJOS PÚBLlCOS.-SIN··
OICATOS DE FUNCI0XARlOS

P ASEMOS a considerar el otro punto de vista


a que M. Duguit alude. IIEl sindicalismo.
dictl. prepara la descentralización por servicios
públicos. mediante la formacióa de los sindica·
tos de funcionarios".» '
El fenómeno del sindicalismo afuncionaris·
ta» tiene una doble significación que, ante todo,
cODvienc scaalar. Deciamos antes que el movi-
miento sindical no es exclusivamente obrero, •
ni responde exclusivamente al sentido del pro~.
lanado. El sindicalista Cllfuncionarista» eS UDa
prueba más de este aserto " Pero debe añadir-
I V.1ue1lO en.el trabajo de Y. DU,llit _Terceracoc._
fereDcia., V.
, V. Muhne Leroy, us ,ra,u/fWltlaHOtfl dt 14 pui,.
'4111;:6 publit¡rc~. /.As Sy"d~alS tlt /OfU:Iú:J""trirtll (1907).
Jt-anuey. AuDciali,», d Sy"dic4ts ti, /O"CJlofltudr6.
(1908). DelivC!t, LIs 17ftploytJ ti l",rs CorpDraIiD'"
(1909).
ALOLFO POSADA

se que, esto no obstante, la. importancia excep.


cional que actualmente aleanza este sindicalis·
mo viene, sobre todo, del valor que reviste el
obrero en sus dos tendencias. revolucionaria y
reformista, y en cuanto uno y otro, el {uncia-
narista como el obrero, suponen la afirmación
del esplritu de una clase frente IJ otrllS. La gra-
vedad que se .atribuye al sindicalismo de los
funcionarios públicos, tiene su causa en el be-
cho de que semejante sindicalismo está tocado
del esplritu del proletariado, que aplica como
método la lucha de clases. Mientras las Asocia-
ciooe, de funcionarios DO pasen de unioDes
para el socorro mutuo, defensa respetuosa de
los intereses profesionales, nadie verá en eUas
ningún peligro, ni un síntoma de crisis en el
Estado. La alarma que provoca el movimiento
sindical fundonarista. tiene su ralz eo el temor
que inspira la actitud aproletarial> del mismo,
revelada en su simpatla hacia la Unión General
del Trabajo.
Hay en esta actitud que llamamos uproleta-
ria", o sea propia de proletarios, un problema
del mayor ioterés l y es este: indepeodientemen·
te del influjo tranaformador del sindicalismo
general, eCo hay una relaci6n especial, determi·
nada, entre el sindicalismo obrero propiamente
dicho y el Estado, merced a la cual aquél per-
sigue un cambio radical en la vida y funciones
de éste, para que su acción eficaz responda y
ORIENTACiÓN DEL DERECHO PQLfTICO 143
se acomode a los ideales pmletarios? ~Cómo
olvidar ee este respecto el inflUjo del principio
y del becbo de la lucha de clases? Y ¿que peo-
sar. enlonces, de este movimiento sindical,
cuando se apodera de los servidores o agentes
mismos del Gobierno? ¿Qué pensar cuando el
sentido del proletariado se apodera del funcio"
nario que sirve al Estado, introduciendo en la
organización de éste el criterio de la lucba de
c1ases~
La cuestión es gra ve y la cuestión está plan.
teada en el seno de 10& Estados reales.
La formación de los Sindicatos y Asociacio-
nes de funcionarios públicns responde, en pri.
mer término, a las mismas causas que produ-
cen el moderno movimiento general de concen-
tración social de los intereses. Es un fenómeno
que, en si mism.o, nada tiene de extraeo. Sién-
tese hoy, ya lo indicábamos, con especial inten.
sidad la necesidad de agruparse y de formar
uniones defensivas, al efecto de conseguir, me-
diante ellas, bien sea el logro de determinado~
bene6cios, imposibles o más diflciles para el
individuo aislado-todos los que procura la or~
ganizadón de la mutualidad y de la coopera-
ción-, bien sea la imposición, en el concierto o
desconcierto de la 'Vida social, trabajada por
tantos egofsmos y luchas, del respeto a las as-
piraciones comunes, en punto a la mejora de
las condiciones de la vida y al goce de los dere~
344 ADOLFO POSADA

chas que cada cual ticoe co el ejercido de la


profesión que constituye su principal, cuando
no su único, modo económico de vida.
cPodian los funcionarios públicos,c:iertos fun ...
donarios, sobre todo. sustraerse al movimiento
ca.racteristíco de los tiempos, que no es, segura.
o mente, un movimiento artificial, obra de com-

binaciones pollticas, oi la explosión pasajera de


las pasiones de partido en las lucbas nerviosas
por obtener el Poder público, sino la consecuen-
cia de una acción intensa de motivos esencial-
mente humanos y de corrientes que se produ-
cen allá, en lo que Marx llamarla la intraeslf'UCw
'"ra de las sociedades?
Los obreros del Estado y sus agentes tienen,
como tales, intereses comunes: en primer lugar,
pueden seatir, y la sienten, la debilidad del es-
(uen/) aislado. y a la vez, como reacción. la fuer.
la que procura la combinaci6n organizada de
los esfuer~os individuales. La igualdad de con-
dición social despierta, especialmente cn los de- .
dicados a un mismo ser,icio (como en los obre-
ros de un oficio), el espiritu de solidaridad en la
clase, y el cual lleva espooténeamente a la afir-
mación práctica del auxilio mutuo. Por otra
parte, los mismos funcionarios publicos pueden
experimentar la impresión que provoca ea el
proceso social de las clases, no sólo el deseo de
la concentración de esfuerzos para mejorar, mer-
~ed a la intensiñcación del espiritu solidario,
OR.IENTA.CIÓN DEL J)P.:RECHO POLiTICO 34~

sinQ el otro, muy humano. de defenderse con-


tra todo ataque que vengade cOlalquier elemen-
to o factor del medio social, o bien de la entidad
misma a quien los funcionarios prestan sus ser·
vicios.
No debe olvidarse que todo funcionario pú-
blico-retribuido, agente o empleado, no ei fuo·
cioaario director o el mero reprcsentaote-tiene
como tal, y frente al Estado, la Provincia o el Mu-
nicipio, una posición que genera todo un siste-
ma de relaciones juridic.as. Ni aun el simple
agente, el subalterno más humilde, puede esti-
marse, en derecho, como un puro subordinado
o sometido al capricho del superiot', personifica.
ción aqul de la Administración pública, y repre·
senlación de la Ley.
Los tratadistas de derecho administrativo ha·
blan de la relación de empleo, que es, en defiBi.
tin. una manifestación de la relación más gene--
ral del contrato de senicios t, en sus t!rminos
eseociales. ¿ Puede establecerse una diferencia
sustancial entre la relacióD que tiene por objeto
la prestación de servicios-los del empleo-y
toda otra en la cual dicho objeto !Jea una presta.
ción ('ual~uiera de servídos personales-ocupa·
CiÓD de UDa actividad proresional-por una re-
tribuciónt O!jese a UD lado la trascendencia po-.

• El! mi T,,'¡u(J 4, lhr~d(J 44mj"iS/rativo, 1, he e,.


tudlnd.o deteDidam.eDlc esta relad6D.. .
AOOL,.O POS~OA

Utica del servicio en la función del empleo: es.


se dice. una (unción pública; pero (es men06
fundón publica el servicio de una fábrica de
alumbrado público. de un ferrocarril, de un hos·
pital y basta de las panaderlas? .. El becho po·
sitivo es el siguiente: el agente Del empleado que
eetra al servicio del Estado establece con este
una relación juridico·económica y tecnica de
prestación de servicios, por una remuneración
dada, que se hace efectiu en las variadas for.
mas que suelen revestir las remuneraciones del
trabajo, en los mismos contratos privados de
trabajo que celebran patronos y obreros. Podria
establecerse cierta distinción entre los funciona·
rios que ejercen el poder de mando y los demás;
pero sio detenerse en esto. conviene recordar
con M. Bertbélemy. que da mayoria de los fun-
cionarios no disponen de ese poder. Están en~
cargados tan sólo de realizar, en inter~s general.
actos semejantes a 105 que pueden realizar a dia-
do los agentes de grandes industrias privadas.
Trátase, por ejemplo, de un :lrquitecto que diri·
ge la construcción de una escucla de un munici-
pio, de un profesor que educa a jóvenes disc(pu·
los. de un agente de ferrocarriles .•. _ t,
Aun hecha la anterior distinción, hay diferen-
cias entre las relaciones de carácter privado y las

I Sertb~lcall, ob. cit., pr. 40.


ORIENTACiÓN DEL DERECHO pOLf"tICO 347
de empleo'.¡ pero por encima, 0, si se quiere} al
lado de tales diferencias, bay la9 analoglas su-
gestivas. muy sugestivas, y a propósito para
suscitar la idea de la analogia de situaciones, y
con eUél la aparición del sindicalismO funciona·
dsta.
No se diga, por ejemplo, que la relación de
empleo es una cuestión que s610 inleresa al f:s-
tado como tal y al funcionario como persona
que obra libremente. El Estado, en efecto, no
obliga a nadie a ser empleado-auoque baya
funciones o cargos públicos obligatorios, pero
este es otro problema-; el Estado reglamenta
sus funciones, y el que decide prestarle los !toer-
vicios que el desempeño de las mismas exige, lo
bace con toda Ubertad y sabe a qué atenerse en
materia de sueldo ascensos, horas, etc.
Pero cambiando, no demasiado, los t!rmi.
nos, es el mismo razonamiento de cuantos re·
cbazao el intervencionismo tutelar en la regla-
mentación del trabajo, y condenan la estipula-
ción, más o menos obligatoria, de los contratos
colectivos de trabajo y la dirección de los inte-
reses obreros por sus sindicatos -profesionales.
Es preciao aceptar esta imposición de reali-
dad, merced a la cual cuantos viven de la remu·
neración-salario o sueldo-del trabajo perso-

I Ettu dilereac:i.. h1.D sido upue.sta. repetida. veces


por el Gobierno h.nt~" V. JeanUC1. ob. dt.
ADOLFO POSADA

oal, se 1lieoten lloidos por un lazo de c:ompaDe~


rismo, de Intima solidaridad, sentimiento que
los diferencia, según una distinción instintiva,.
que se cODvierte rácilmente en una oposición la·
teote. y la cual explota al primer cboque exci~
tante con los otros, es decir, los que reciben el
beneficio del servicio remunerado. La exagera-
ción de este hecho de psicología colectiva engeo.-
dra la fatalidad de la lucba de dases.
Pero no es preciso llegar al extremo de la lu-
cha de clases, cuando se quiere explicar cita
concentración de fuertas que los funcionarios
públicos empiezan a utilizar. M. Duguit alude a
un principio menos alarmante: al de la división
del trabajo social, que suscita un motivo de
atracción especial en los que desempei.'lan UDa
misma runción ... Eso supuesto, dice, fácilmen-
te se concibe que exista un lazo especialmente
estrecho entre los bombres que realizae el mis·
mo orden de tareas ce el vasto taller que cons-
tituye toda sociedad. Ese Jazo más estrecba re-
sulta, ante todo, de la semejanza de los intere.
ses y de las aptitudes, de la naturaleza del tra-
bajo realizado, manual o intelectual, y, además,
de la analogla de los hábitos, de las maneras de
vivir, de las aspiraciones. de los goces y de los
sufrimientos comunes.u
y es eso tan natural, aun tratándose de 105
fuecianarios públicos, que los mismos Gobier.
nos-los Gobiernos fuertes y autoritarios como
ORIENTACiÓN llEL DERECHO POLITICO 149

verbigracia, ocurre en Alemaoia - , acuden, a


veces, a proteger y fa vorecer el movimiento
asociaciocista de los empleados. He aqui algu-
nas Qoticias recogidas por el Bulletin du Com~
mili Cenlral du Tra1lail Industriel, belga ':
«No bay en Alemania verdaderos sindicatos
de funcionarios. Pero si hay Asociaciones pro·
fesionales poderosas a que pertenecen una gran
parte de los funcionarios subalternos y medios
del imperio. El Gobierno protege esas Asocia~
ciones «contando con su reconocimiento y COD-
curso •. Se veia en esas agrupaciones un instru-
Mento dócil desde el punto de vista electoral,
un medio de mantener en la Administración el
esplritu de cuerpo y las antiguas tradiciones y,
en último término, UDa barrera opuesta al des-
arrollo de las ideas liberales y socialistas. Gra~
cias a esa alta protección, las Asociaciones pro·
fesionales se han desenvuelto en poder y en nú·
mero; casi todas poseen un órgano mensual o
semanal ... »
Pero. como no podia menos, esta misma in·
tensificación del esplritlJ colecti,o. con la con-
centración del interes camón en una organiza~
ci6n poderosa 1 tenia que producir la Intensifi·
c.ación de la candencia profesional.

I ~ll¡nero dell~ deet:lero de 1909. El BwlltU,. toma


elta informaci6D $Obre Alemania de U Tt".~, Recuer~
den siempre la fecha en que este Es/.nl,'o fuI!: escrito.
ADOLFO POSADA

Las Asociaciones, al seatirse fuertes, y al


darse, asI, más fina conciencia de sus intereses,
se atrevieron a formular, con más relieve y con
más apremio, sus reivindic8ciollcs.
cAuo manteniendose en los limites que la
Administración alemana no consentirla traspa·
sar a sus empleados, las Asociaciones alemanas
comienzan a tratar de igual a igual con los Po-
deres públicos, y no se detienen ni aun ante la
presión cuando se trata de poner en movimien-
to al Reichstag. Una reciente reunión de la Aso·
ciación general de los empleados de Correos,
que comprende funcionarios que perciben de
sueldo hasta S.ooo pesetas, invitaba, 00 hace
mucho, a los diputados para que acudieran a
escucbar las raZOnes que les impulsaban a pedir
un aumento en sus sueldos. Y tuvieron buen
cuidado de indicar, en las ¡n,.itaciones dirigidas
a los distintos diputados, el nombre de los de·
legados de su circunscripción respectiva que
coostitulao el Congreso. Advertencia que pro-
dujo su efecto, pues ningún miembro del Par.
lamento icvitado dejó de IIsístir a la sesiÓn.- Se
recuerda tambitn la acción colectha de los
maestros .
• Su emancipación social, se dice, se ba des·
arrollado paralelamente con su emancipación
material, y ba podido verse de qué suerte po-
Ilen su lealismo gubernamental en relación con
la manera como se remuneran sus servidos .•
OR.ttNTACtÓN Del. DERECHO POLITICO HI
Las AsociacioDCS dc funcionarios nO puede
decirse que en Alemania se bayan incorporado
al socialismo; pero .. ,
En este p~o está el gra 'Ve problema general
de las Asociaciones de funcionarios t.
Lo indicaba con grao claridad UD periódico
frances, Le $itcu -... Somos, en principio, muy
partidarios de las Asociaciones profesionales.
Quisieramos que el beneficio de las leyea sindi-
cales pudiera alcanzar a todas las categorfas de
trabajadores, funcionarios o no, obreros o em-
picados del Estado o de las empresas priva-
das .•
Pero con una condición, a saber: .Que el
ejercicio de los derechos que esa. leyes confie·
ren na conduz.can ¡amb a ta desorganizaci60
de los servicios públicos....
y luego añade:
(lAbora bien: como los Sindicatos, basta
aquI, ban servido, sobre todo, de instrumentos
de guerra y de buelga, hay derecho a pregun-
tarse si las Asociaciones formadas por los fUD'
cionarios no se exponeo, al aceptar su nombre,
a beredar también sus bábitos y su espiritu.
»Serla ese el mayor peligro que hasta abora
ban corrido nuestras instituciones liberales.»

I Todo esto escribfase euI909.


• Nllmero del 20 de diciembre de 1908, citado por el
BMlltliJJ a que le refiere la nota anterior.
15' ADOLFO POSADA

La cuestiÓD, pues, csti1 bien clara.


No se discute-en principio-ni el derecho
ni la utilidad de las Asociaciones de funciona-
rios: 65t08 pueden unirse, atraldos por el bien
común, para defender ese mismo interés co-
mün, formando orgaaizacione~ profesionales,
pero sin olvidar lo que soo: que no son obre-
ros, porque el desempeño de 110a función pú..
bliea no es precisamente la prestación del ser·
vicio que supone el trabajo del obrero- el tra-
bajo asalariado-. M. Ferneuil, cn la Revru Po.
littqza el PQrlemmtcu;re " combatiendo a M. Du.
guit, recuerda estas palabras de E. Spuller:
«Una tunción pública, decia ~ste. DO es una
profesión, ni el sueldo es un salario. El salario-
del obrero se discute en todo momento entre
obrero y patrono; es esta una lucba de intere-
ses, regida por la ley de la oferta y de la deman-
da. Los sueldos, por el contrario, están deter-
minados por la ley, y no pueden ser modifica-
dos más que por eUa ••
Pero ¿puede afirmarse tan en absoluto que
los sueldoll de los empleados públicos no depen-
deD para oada de la oferta y la demanda?
M. Ferneuil recuerda además unas palabras
de Clemenceau tomadas de su respuesta a la
Memoria de la Federación nacional de Sindica-
tos de maestras y maestros públicos (marzo,

I Ntlmero de julio de 1908.


ORl&NTACI6H DEL. DER.ECHO POUTICO 353
1907): .NingOo. Gobierno aceptará jamás, decia
el presidente del Gobierno francés, que los agen·
tes de los servicios públicos se asimilen a los
obreros de las empresas privadas, porque esta
asimilación no es ruonable ni legitima ... Estáis
colocados. acadla, fuera del derecb" común de
loa trabajadores de las empresas privadas. He
aqui por qué la ley de al de marzo de 188.f. he-
cha para los asalariados, no puede ni debe apli·
carse a vuestro caso. La lógica y el buen senti-
do están en contra de las protestas formuladas
en vuestra Memoria .•
y dice por su cuenta Ferneuil: «Al escribir
esto M. Clemenceau, se hacia el intérprete de la
lógica y del buen sentido de la verdad econ6mi.
ca y polItica...• El buer. sentido y la lógica no
pueden permitir que los funcioaariOtl se síodi-
queD, esto es, que conviertan sus Asociaciones
en aSociedades de resistencia».
Esto no obstante. los interesados, o una bue-
na representación de ellos. en Francia, por
ejemplo, en el Congreso de los funcionarios siD-
dicalistas de Hacienda, de Guerra. de Correos
y íelégrafos, de las manufacturas del Estado,
de los ferrocarriles y basta de la enseñanza, ce--
lebrado en 27 de diciembre de ¡<)OS, afirmaban
el derecho al Sindicato con todas sus conse-
cuencias. M. Duguit recuerda el movimiento de
incorporación de algún Sindicato nacional fun-
cionarista a la Confederación del Trabajo. Bien
23
AOOLFO pOSADA

se comprende lo que todo esto significa. Porque


la caracterlstica del Sindicato está cn lo que se
llama la «acción sindical» •• saber: la afirma-
ción y defensa del interb profesional en un
cierto estado de prevención y de lucha, que
conduce, en último extremo, a la IIhuelga»-la
acción directa.
y asi surge el punto quid más grave de la
preocupación que supone el «sindicalismo fun-
cionarista». ¿Puede admitirse que los funciona-
rios acudan legltimamente a la huelga para de-
fender o imponer sus aspiraciones? <Puede, por
otra parte, permitirse que el citado sindicalismo
se confunda con el sindicalismo obrero, de in· ~
dale revolucionaria?
No es posible ya examinar aqut estas y otras
interesantes cuestiones, que acaso no deban
plantearse en estos t~rmioO$, porque el ejerci-
cio del recurso extremo de l. huelga, más que
UD problema legal, es un asunto de hecho, de po-
tencialidad, de fuerza, que pide algo más que
uoa mera consideración represiva, y que quizá
cae fuera del derecho. cuando no ha podido im-
pedirlo.
"Pueden 103 funcionarios ir a la huelga? ¿PIJE-
DEN.> He ablla pregunta racional, que es la mis·
ma que se debe formular tratándose de los obre-
ros. La huelga es una cuestión de becho, sobre
todo. Si 101 SiodicatoS obreros. y. eo general.
el proletariado, no tU viera fuerza y organita-
ORIENTACiÓN DEL OEREr:HO POLfTICO 1S5
-ción para ir a la huelga, esta no se babrla incor-
porado a las costumbres ya la ley positiva. ((La
huelga-dice M. Berthélemy_se ha introduci-
do en nuestras costumbres. Los mismos he-
chos que durante taato tiempo ban constituido
delito se han incorporado al uso. Por fecundas
que sean en atentados a la libertad del trabajo,
por temi.bles que resulten, aun para la mayoda
de los obreros, las huelgas se ofrecen boy como
manifestaciones periódicas y normales de UDa
libertad necesaria. Tal ocurria en otros bempos,
en la epoca de la barbarie feudal, con las gue-
rras privadas. consideradas como una forma
regular de procedimiento» '.
Las huelgas, pues, son un mal boy inevita-
ble ... eomo la guerra, por deficiencia de medios
jurldico8 eficaces.
Pero puede hacerse la pregunta de otro
modo, tratándose de 10& funcionario.s: cDeben
estos acudir a la buelga~ ¿No bay una contra-
dicción entre la (unción del funcionario y el
hecho perturbador de la huelga! El problema
debe considerarse en Jos becbos, para ver si és-
tos ofrecen la posibilidad y la realidad de la
huelga de funcionarios. Por impersonal que ¡ea
el Estado, y por especial que sea la posición de
I BertbélclDY, lA d,.,,;t de g,.;v. el las fOH~ti""Jlm·
bli.qIfU, COD e!yo!umell. L,. d"p¡t dr ,,,iw, RIel cilado,
p6r1na 3~, Recuétdcle cómo Dllestra lAoy de Huel&,u COIl-
sarra. el derecho de eoUgAci6n ,. de huelea.
ADOLFO POSADA

UD agente suyol si éste se siente de hecho prole-


tario. el Estado se convierte de becho c,::n patro--
no. con todas sus inevitables consecuencias.
y no valen represiones penales. Lo dice el
profesor Berthclemy. después de condenar la
huelga de funcionarios. ~Se debe-preguota-
modificar el derecho penal? Eso no servirla de
nada. No contemos-añade-con el derecho pe-
nal, y no lo modifiquemos. !'lo contemos tam-
poco con la sanción más sencilla de que los mi·
nistros dispongan ..• la separación del servicio.
REI único medio de combatir útilmente las buel·
gas de funcionarios es combatir sus causas ...
Es preciso-dice más adelante-hacel' que las
huelgas de funcionarios resulten imposibles,
quitándoles toda excusa. Se les quitará toda ex-
cusa asegurando a lodos los agentes de los ser-
vicios públicos los dos bienes que estiman como
preciosos: la seguridad y I¡¡. justicia_ 1; que se
imponga e impere en el servicio del Estado el
espiritu de justicia, y la huelga perderá su fuer-
za si se produce.
y ai'ladimos: Si los obreros lograsen un régi-
men de seguridad y de justicia, ¿acudirian con
tanta frecuencia a la hue!ga~ ¿No se desvanece·
da basta el fantasma de la buelga general~ •
¡ BoertboSlem1, ob. cit., pá¡inaa 51·52.
• Sí el autor pudiera con'iderar de Duevo,1 a folUlo, ..
el problema de la hnelra, tcntUfa que desarrollar tula
dOC:lrloa con otras perapectiya•.
ORIENTACiÓN DEI. DERECHO POLíTICO 357
M. Dugult, al examinar el problema l!ieneral
del sindicalismo fuocionarista, afirma la impor-
tancia del movimiento: «es un movimiento pro·
fundo e iotenso que el legislador no puede es-
torbar ni dirigirnj adema!., lo estima como mo-
vimiento de clase. oLos funcionarios forman,
ciertamente, una clase social distinta», la cual
se ve arrastrada en el gran movimiento sindi-
cal; pero M. Duguit es conlrario a las ten den·
cias agresivas del sindicalismo revolucionario:
nada de dejarse llevar' por las atracciones de la
Confederación Geoenl del Trabajo; ((Dada pue-
de ser' más perjudicial a los intereses de los
funcionarios que participar en uoa acción revo-
lucionaria)). A juicio del sabio profesor, el sin-
dicalismo funcionarista, mantenido dentro de
los limites que traza (limites de prudencia y
reserva), permitirá, sin duda, un porvenir pró-
ximo, lo que llama una descentralización por
servicios publicas ...
No discutiremos ya la tesis del carácter que
debe tener el sindicalismo funcioo.arista, aun~
que, como se ba visto, de becho se re"'elen en
él tendencias y posibilidades revolucionarias.
Considerado de modo general el sindicalismo
funcionarista, se suma CaD el general proleta.
rio y con el más amplio de la concentración y
renovación de grupos y de clases, y es una de
las fuerzas sociales que provocan la transfor.
mación del Estado. El problema particular que
118 ADOLFO POSADA

abora señala M. Ouguit más concreto se refiere


a la relación de los funcionarios como clase o
como conjunto de clases. con el Estado, y más
directamente con su organización.
Estima el autor que la constitución de los
funcionarios po.blico~ en Sindicatos puede pro-
ducir una descenlralitaci6n de los servicios del
Estado, atribuyendo la gestión de ~stos aa gru-
pos de indh'iduos que tienen derta independen-
cia respecto de los gobernandos e imprimen el
impulso al servicio, dirigieodolo, pero bajo la
inspección e intervención de los gobernantes y
sus agentesn.
Pero esta descentraHtoci6n-hacia la cual se
propende basta entre 0080tr08-, ¿teudrá sus
órganos propios en los Sindicatos de funciona-
rios? M. Duguit, después de aludir a las formas
de descentralización en los grupos sociales an-
tiguos, ~tu[]idpio!l, y en los mis recientes, De-
partamentos, y en ciertas instituciones. se re-
fiere a esta otra~ «a la que. segun él, se realita
poco a poco, mediante la organización corpora-
tiva de Jos funcionarios de un mismo servicio.
Es, añade, la consecuencia del movimiento sin-
dicalista ••. Los Sindicatos de funcionarios,
constituidos primeramente para defender sus
intereses profesionales, los intereses de clase,
adquirirán poco a poco un papel de impt!o y de
dirección en el servicio público que les está
confiado».
ORIENTACiÓN DEL DERECHO PQUTICO JSq
La evolución del funelooarismo a que Du-
guit se refiero! es evidente; aun entre nosotros
podrian señalarse no pocas indicaciones demos.
trativas. Cuanto se hace por definir y determi ..
Dar la situación del funcionario, dándole condi.
ciones de estabilidad, garantizándole la justicia
de sus ascensos, confiándole al juicio moral de
sus compañeros. regulando su responsabilidad,
acentuando su carácter profesional, exigiendo
la demostración de su aptitud técnica, va, sin
duda, en el seotido que abl se señala, todo ello
de conformidad con un movimiento, cada dla
más ¡oleoso e inevitable, en pro de la afirma-
ción y del reconocimiento del lado jurldico y
Iknico de los servicios públicos, y de la necesi..
dad apremiante de sustraerlos a las epasiones»
de la llamada polltica y al imperio arbitrario del
poder constituido. neu/raJí:ándolos, para con-
vertir la administración en una acción de gestión
de negados iurldicos. económicos, pedagógí·
'::0$, bigiénic:os, de ingenieria, etc., etc., gestión.
por lo demás, autónoma y responsable.
y ts evidente que, en el desarrollo y eficacia
de esta evolución del funcionarismo, desempe~
ñaran un papel extnordinario Jos Sindicatos o
Asociaciones de funcionarios. Puede '\Ierificar.
se aqul un cambio análogo al que después de
todo se observa a veces en la industria, como
advierte M. Brouilbet '. IlLos ministros, dice,
, SJI1.Ii¡ud. 4~ f(JIfCH(JR"trl,.~., u 1., {JIUSJilJ'U pr._
ADOLFO POSAO ...

les piden-a los Sindicatos de funcionatios-


colalxmICiÓ!1 y sugesJion~ de reforma, al modo
como los patronos inteligentes transforman $;US
obreros en agentes del progreso técnico.»
Pero en esta evolución que M. Duguit seaa·
la, (tendrá como término, más o menos próxi-
mo, la atribución al Sindicato de funcionarios
autónomo del servicio público? ¿Vamos, como
indica M. Brouilhet, hacia .una organización cor~
/JOl'ativa th los ~,,!icios f1Ühlicos en el sentido
más enérgico de la frase? I
Estimo, con este último, que todo eso está
poco en armanla con las teorlas de nuestro de-
recho público; aaado que no sé si la armonla
llegará a establecerse. ni si es de desear que se
establezca. (No bay, en efecto, un gran peligro
en dejar 8 los especialistas, constituidos en cia-
se, la gestión de un servicio público? ~Es que
no nos amenazada inmediatamente el influjo
del esplritu de cuerpo, del egolsmo sindical, es-
trecho, tiránico, absorbente? ¿Es que no surgi·
rla m.h potente el criterio aniquilador del (un·
cionari!lmo ati!ado por la acción concentrada y
aislada del Sindicato autónomo?
El aumento de las Cunciones del Estado mo-
derno y la imposibilidad en que se encuentra ya

liqMU 4, UliM.UO,. olf"r¡¡r<, febff!'fo·marlo 1909, P.·


rl., p'¡lau "-5.
I BroQUbet. ob. cit., pág.!i.
OR.IENTACIÓN DEL DER.r.cHO POI.fTICO 1bl

de realizarlas cODservando su estructura tradi-


cional t J impone la transformación radical de su
estructura. Yt en efecto, la transformación se
realiZa, y por diversos caminos: de una parte,
mediante la descentralización geográfica, que
no se expresa sólo en la atribución a Municipios
y Provincias de estas o aquellas funciones del
Estado, sino tambif!:n en la intensificación cre-
ciente de la vida de la ciudad moderna; basta
observar el movimiento de las grandes aglome-
raciones urbanas de Alemania, de Inglaterra, de
Amf!:rica, y en España, de Barcelona, COD toda
la agitación polltica que el empuje renovador de
esta última ba producido, para convencerse de
lo que queda dicbo -.
Por otra parte, la descentralización de los
servicios públicos, impuesta por la complicación
de la vida moderna, ces de rigor que se baga to
mando como órganos especificos los sindica-
tos de funcionarios? ¿No convendrá neutralizar
los peligros que esta excitación del egoismo sin-
dicalista supondria, con la infuvención s0ci4/,
una intervención representativa, honorable,
de confianza, en la gestión de los negocios
todos?
Se ve, no hay duda. muy clara la necesidad
t Brouilhet,l. cit., pá,. S.
_ He tratado ampliamente de este upe<-to del pro-
blema cn El rigimr" n"mitipal .Ir la dudad mod"nlZ
(1916).

• l i • • " ..
ADOLFO P08ADA

de la diferenciación de las funciones públicas y


de su especificación juridil;a y técnica; la afir-
rnación de la autoDomla eo la gestión del servi-
..:io es indispensable¡ el movimiento descentra-
lizador, evidente; el papel del Gobierno-como
representación del Estado-pareceque deberla li-
mitarse al de iniciador y suscitador consciente y
refie:a:ivo de las necesidades colectivas; su acción
eficaz deberla quizás reducirse luego a procurar
el medio adecuado para satisfacerlas; la satis-
facción efectiva de las necesidades deberla, en-
tonces, dejarse a organismos o instituciones au-
tónomas, en los cuales, si bay un cuerpo de
funcionarios, puede baber una representación
de la intervención social. Ab! están, como tipos
diversos de esta forma autonómica de gestión
del servicio público, las Universidades, las Jun-
tas, Comités, .Consejos, Patronatos, etc., tan
comunes en todas las administraciones, en la
de España inclusive, donde este sistema o rtgi-
men de la administración corporativa tiene al-
gunas manifestaciones más o meDOS acentua-
das: v. gr.,lnstituto de Reformas Sociales. Con·
sejo Superior de Emigración, Junta de Am-
pliación de Estudios e Investigaciones cient!6-
cas, etc.
Se aplica a esta transformación del Estado.
promovida y procurada. en buena parte, por el
movimiento sindical, el mismo principio que se
ha aplicado antes al apreciar el valor histórico
OIUENTACIÓK DEL D.eR~IiO POLlTlCo 363
del movimiento 8iodical general. La formación
especifica de 108 grupos y clases para la defensa
y gestión de los intereses comunes distintos. por
mucho que se acentúe, no disolverá la unidad
social, su base, su fuente. Esa descentraHz.aci6n
de 105 servicios 8Ociales\ esa especificación de
los Intereses bu manos, suscitadora del sindi-
calismo, no podrá subsistir sino a condición de
acentuar intensamente la integración del todo
social.
Yen el Estado, que es cosa muy distinta del
aparato oficial de las magistraturas públicas y
de las diversas jerarquias de funcionarios, ocu-
rre algo parecido: la descentralizaci6n de los
servicios ba de hacerse sobre la base de una
constante comunicación entre el órgano espe-
cJ6co, al que se atribuye su gestión, y la vida
total del Estado, o bien de l. sociedad consti-
tuida en Estado.
xv
CONCLUSiÓN

y doy 6n a este largo est~dio. Dos palabras


tao sólo, por vla de breYísimo resumen.
La transformación actual del Estado es, sin du-
da, bonda, y además general, y revela una cri-
sis agudaí la transformación afecta a ideas, a
instituciones, a los procedimientos y criterios
pollticos. De una parte, los conceptos tradicio-
nales del Derecho politico se modifican; el Es-
tado se humaniza cada dla más, perdiendo, como
indica M. Dllguit, el carácter de institución que
se impone a nombre de un derecho subjetivo, de
soberaoo anterior al Estado, añadiré', y al huma-
nüarse, el Estado propende a buscar su cimien-
to en la conciencia del grupo social que lo sos-
tiene y que constituye su razón; de estructura
mecánica, de instrumento de poder, cooYiértese
en expresión formal y flexible de las necesida-
des, aspiraciones e ideales de un grupo pollti-
CO, que se mantiene unido en cuanto es capaz
de elaborar un esplritu común. activo y creador.
yen cuanto puede y sabe producir elfiuido eli-
ORI&NTACIOH DEL DERECHO POLITICO 165
CO~ o sea la corriente impulsora que ba de mo--
ver de dentro a fuera, eficazmente, las activida-
des iuridícas del Estado. Pero no be de repetir
abara las explicaciones que en mi sentir exige
la comprensión de la transformación de 108 coo-
ceptos fundamentales de la Polltica: Soberania,
Poder. Personalidad del Estado; se elabora,
ciertamente, UD derecbo politico nue'lo; nuevo,
pero con todas las reservas indicadas. De otra
parte, es evidente la transformación de la es-
tructura del Estado bajo el influjo del sindica-
lismo y de la mayor complejidad e intensidad
de la vida social. M. Duguit la demuestra, a mi
juicio, cumplidamente, si bien, quiZ<1.s, hay que
rectificar, como bemos visto, algunas de sus in-
terpretaciones l .
En resumeo: el momento actual de la poUtJ-
ca, momento dramático desde el punto de .. ¡sta
de la vida real, es, además, uno de los de mayor
i.nteres desde el punto de vista de la elaboración
de la doctrina.
Nada, en verdad, más oportuno que estos es-
t udios como el de M. Duguit.

~I.drid l de mayo de 1909.

• V. el intercsaote estudio de lI. G. Platon Po"" le


DnJil " • •"e1 (1911), fin el cual se estudia la doctrina de
~. Da¡uit, y COD oca,lón de ella le recOlen J conlideran
al¡uau de mil: IndludoDU.
INDICE

h"porta4a •.•.•...•••.••••..•••.• , ...... ,'....... ..•• I


Obr •• d.l .... tor y del ~r.dll0\Or.........................
P. ."..d............................ ...................... 8i,
Pro,lfld... a.. ,•••... ,••.• , ...•.•..•••••••..•••••.•..••. o..

LA TRANFORMACIÓN DEL ESTADO


Prefacio de la tercora edición.... .• . . .•. . ••.•• 7
Primera conlerencia ••. ..... ••.••. •••. . .. . • • 67
I.- L. regl& de derecho, o derecho objotlvo. 6.
n.-CatAder metaff,leo de 1.. noclóD de de-
recho suhjetlvo ••. ,'" -••.••.•.•..•• 70
nr.-Inflxllteoe!a del poder públleo concebi·
do como deroeho 8ubjetlvo.••.•••.••• 77
IV.-Pellgro social de eato concepto.•.•••• o •• 81
Segunda eonferencl." .•. , .•..••.•••.•• " ••• ' %
l.-El poder público el un simple hecho •• 9S
U.- El verdadero caricter de la ley •••••• lO<
nI.-Refutaclón de alguDas objeelon&' ..•• 108
IV.- La8 obllgac:lonos de loa gobornante.ll" 117
V -El verd!\de1'o CAl'aeter de loe aetoe ad·
mlnistratlvo.·.,· •• " .• ·,. " .•.•. , '28
VI.-Refut.aclón de objeciones •.••••. • 1 ••• 128
VIl.-La roaponubllldad del Eatado ...... . 1S9
VIlI.-La responllabJlldad del Estado (con-
el'l1.lllóD) ••.••.• o ••••••••••••••••
0 •• 1<7
Tercera conferencia ... ' .................... . 1""
1. -Critica delslndlcallamo revolucionario. 1M!
n.-La verdadera noción de la claeo ,oda!. 16l\o
(HDleE

nL-EI verdadero c.ltr6et.&r del m()l'lmlento


alndlcallsta........ ..•.•...•..••... 111..
lV.-Cómo ae coordina etln la traneforma.
do" dell'eglmen poUtico..... .•. ... 177
V.-"Elalndlealiemo -funeionarlata_ ...•••. ISS
VI.-LIl deacentraUz~lón por lervlel08 pU-
blleOl!l ............................. 191
VIl.-Concluaiones generales............... 199

LA NUEVA ORIENTACiÓN
DEL DERECHO POLlTlCO
l.-Algunos antecedentes de la erlsIs del
derecbo pnlJtlco., , ...•..... , ..... ,. 207
n.-Extenslón de la crlals actual de la po-
IItlea...• ,. . . ..•• . . . •. . .. . . . .. . .•. 218
I(l.-El momento preeen«laD la denda pG-
HUca............................. 23ti
IV.-ElllbNl de N. DugnJt...... ......... 2·U
V.-Lu personalidad del EstAdo. La ID-
terpret.aclon de loe bechos •. '" .•.• 241
VI.-}.IIl,a aUi del ¡"dlviduallamo, del eocla-
llamo y del anarquIsmo............ 268
Vrr.-Iudlvlduo y Estado eomo realldadea y
como eentrOf de vida. El derecbo '" 274
YIIl,-La Sobaranla ye! Poder ••.••••.••••. 28I'J
IX.-La noción do la ley .............. ".. 29B
X.-La repoolabutdad del Estado........ 3tH
XI.-EJ Estado como r&alldad. .oelal. El
sindicalismo...................... 811
XII.-lntorpretaeI6n tlel alndlcallamo••••••. 821
XIII.-La algnlfteacl6n polltlea del alndlea-
llamo. El Estado y el elemento so·
tia) .....• : .•••.••.••••..•• , ..•.•• 382
XIV.-El sindicalismo y la descontralluel6n
de loa aervldoa publico•• Sindica·
toa de runclonarIOJ................ MI
XV ,-ConclusiÓn... . . ••••. .••••.••••.•••• . 864
fttdlee.............................. ......... S66
IIIIUOTECA DE LA
SUPINA CORTE C' "" ',1 lWlDI
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