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La disrupción del vínculo con Europa, que sobrevino a la crisis de 1930, hizo
que la Argentina se repensara y descubriera que su historia y destino tienen mucho
en común con sus vecinos de la región. Sin embargo, una buena parte de los
argentinos siguió creyendo que el país era demasiado rico y demasiado blanco como
para comprometer su futuro en la región. Los gobiernos militares no fueron proclives
a concebir una identidad latinoamericana de algún tipo para Argentina, porque su
visión de la región estuvo siempre bajo el filtro de las rivalidades territoriales o
geopolíticas, y de las preocupaciones por el equilibrio de poder.
Todo este andamiaje dependía, sin embargo, del buen funcionamiento de una
economía mundial abierta, de una Europa ávida de la producción argentina de
cereales y carne, de la conquista de nuevos mercados y de la libre convertibilidad.
Como ningún otro país de LATAM, la Argentina sufrió severamente la conclusión de
esta fase de globalización de la economía mundial.
Nunca pudo plasmarse, en este ciclo, la facilidad ni los niveles de consenso que
alcanzó el patrón de inserción internacional del primer ciclo largo. Tuvo que
enfrentar, tanto por izquierda como por derecha, fuertes cuestionamientos. La
izquierda, fuera y dentro del peronismo, lo vio demasiado blando, proponiendo en
cambio la unión con los pueblos de LATAM para luchar contra el imperialismo, la
militancia activa en las causas tercermundistas y un mayor acercamiento a los países
socialistas. Esta orientación minoritaria tuvo una sola y efímera vida cuando los
sectores del peronismo de izquierda controlaron parcialmente la cancillería durante
los 49 días del gobierno de Cámpora.
Desde la vereda opuesta, la derecha libral bregó a favor de una relación política,
militar y económica estrecha con la alianza occidental, una relación especial con los
EEUU y la apertura de la Argentina a la economía mundial. Esta visión tuvo peso en
cuatro momentos: tres de ellos gobernados por militares (la Revolución libertadora
de 1955-1958; la Revolución Argentina de 1966-1973 y el Proceso de Reorganización
Nacional de 1976-1983) y el cuarto por José María Guido. En suma, los gobiernos
militares no se apartaron de manera significativa de las referencias del segundo ciclo,
al menos no como para configurar un ciclo distinto. Ellos prometieron abrir la
economía argentina al mundo, pero nunca tuvieron el poder suficiente para hacerlo,
ya que siempre se quedaron a mitad de camino (menos con Martínez de Hoz, la
mayor experiencia neoliberal).