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Rodan cabezas

Lucho era el típico peruano exitoso que alardeaba de sus logros y miraba con suspicacia la
tranquilidad del pobre conformista que vivía el día sin aspirar a ningún tipo de gloria, sino la de
comer para sobrevivir. Lo curioso es que se conmovía con vendedoras de comida entradas en
años que ofrecían sin éxito su comida apelando a la misericordia. Doña, le decía a una de ellas,
le compro todo lo que tiene. Papito lindo, respondía la más vieja, Dios te bendiga eres un gran
hombre. Los ojos de lucho brillaban, la bondad de la que tanto escaseaba en ese momento se
realizaba. No cabe duda, soy un gran hombre se decía a si mismo.

Lucho descubrió una sensibilidad oculta hasta ese momento. Luego de consultarle a su novel
pareja de aquel descubrimiento cayo en la cuenta que estaba llamado a ser político.

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