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La guerra del Pacífico (1879-1883) profundizó las divisiones entre Chile, Perú
y Bolivia que el paso del tiempo no cicatriza. Bolivia reclama a Chile la salida
al mar, mientras Chile y Perú, con denuncias de espionaje de por medio,
litigan en la Corte Internacional de Justicia de La Haya por la demarcación de
la frontera marítima. En el alto tribunal también dirimen diferencias Argentina
y Uruguay; Nicaragua litiga con Colombia, y Quito con Bogotá.
El escenario de división viene de atrás. América aparece partida: de un lado,
gobiernos conservadores afines a Washington, como Colombia y Perú; del
otro, la izquierda autoritaria y populista de Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael
Correa y Fernando Lugo; entre ambos, una socialdemocracia a la europea, con
Lula da Silva y Bachelet como estandartes. Es probable que Chile, Perú,
Colombia, Panamá y México acaben constituyendo un eje del Pacífico de
países moderados. Frente a ellos estaría la Alternativa Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América (ALBA), una alianza ideológica creada y
financiada por Chávez. El pacto militar de Colombia con el Pentágono para la
utilización de siete bases profundizó la división y aisló a Álvaro Uribe.
¿Cuánto hay de verdad o de retórica para el consumo interno en la advertencia
de Hugo Chávez sobre que ‘vientos de guerra empiezan a soplar en América
Latina’?
Las rencillas entre naciones tienen componentes personales. Evo Morales
tacha al presidente peruano Alan García de muy gordo y poco
antiimperialista. Insultos de Chávez contra Uribe son impublicables. García
responde en forma desabrida a Morales, de quien dice que es un peón de
Chávez. Según Jorge Elías, "las secuelas de la Guerra del Pacífico brotan en
improperios contra Chile, país al que García califica de republiqueta que se
siente envidiosa".
Aunque ideológicamente son polos opuestos, a Uribe y Chávez les une su
delirio caudillista por perpetuarse en el poder, arrasando con las instituciones
y la decencia democrática. Uno y otro cambian la Constitución a su antojo
para seguir en la presidencia.
Lo sucedido en Bolivia es un mal presagio. En Sucre, capital política del país
andino, el bicentenario de lo que se dice que fue el primer movimiento
independentista latinoamericano se celebró hace una semana con total
división. Las autoridades regionales y el presidente Evo Morales convocaron
actos por separado, debido a desencuentros entre el Gobierno central y las
provincias.