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Venezuela en construcción
Un viaje exploratorio hacia nuestra
esencia tripartita
1.a Edición digital, 2016
© Willys Ramírez
© Fundación Editorial El perro y la rana
Centro Simón Bolívar, Torre Norte, piso 21, El Silencio,
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Serie Género-s
Una tribuna abierta para el debate, la reflexión, la historia y
la expresión de la cuestión femenina, el feminismo y la
diversidad sexual.
Serie Aforemas
Entre el aforismo filosófico y lo poético, el objeto literario y
el objeto reflexivo son construidos desde un
espacio alterno.
La crítica literaria, el ensayo poético y los discursos
híbridos encuentran un lugar para su expresión.
Serie Teorema
La reflexión sobre el universo, el mundo, lo material, lo
inanimado, estará dispuesta ante la mirada del
público lector.
El discurso matemático, el f ísico, el biológico, el químico y
demás visiones de las ciencias materiales, concurrirán en
esta serie para mostrar sus tendencias.
Venezuela en construcción
Un viaje exploratorio hacia nuestra
esencia tripartita
Willys Ramírez
Introducción
[9]
Este macroensayo es un compilado de varios temas sueltos
que han sido concatenados con el propósito de presentar una pro-
puesta teórica acerca de la literatura venezolana y su incipiente
estatus en el competitivo mundo intelectual moderno.
Lo que vamos a hurgar en este trabajo es nada más y nada
menos que los elementos fósiles que constituyen nuestra idio-
sincrasia, y su relación con ciertos topos1 literarios marcados en
nosotros. Estos elementos, extraídos de exploraciones hechas de
manera discursiva a ciertos mundos hegemónicos y locales, han
sugerido a la obra el título de Venezuela en construcción, con el
cual hemos querido enfatizar la idea de un “taller”, con las herra-
mientas y menesteres que esto implica.
Las primeras muestras presentadas en este trabajo se obtu-
vieron de un sobrevuelo que se hizo a tres de las más importantes
hegemonías mundiales de los últimos tiempos, a saber: España,
[ 11 ]
culturales, pues lo que el común de la gente conoce como “bellas
artes” pareciera ser el resultado –y debe verse como un asunto fun-
damental en esta noción de poder– de una gestión coherente de
políticas de impacto extraterritorial. Llegar a esta comprensión, en
tan breve espacio, significa un shock que indudablemente requeri-
ría un mayor distanciamiento. Pero los embates de la modernidad
apuntan a una brevedad un poco perversa, lo que nos obliga a asu-
mir estos planteamientos en entelequias.
Para convencernos de los nada inofensivos propósitos de la
cultura, tenemos que volver la mirada hacia atrás, hacia las prime-
ras manifestaciones más o menos formales de cultura contenidas
en la literatura propiamente dicha, y preguntarnos: ¿En qué época
se ubican las mejores obras universales y cuáles fueron los papeles
que jugaron sus respectivas naciones? ¿Qué fueron Grecia y Roma
en la apoteosis de sus culturas? ¿Qué fue Francia en el esplendor
de la literatura francesa?, ¿cuándo sobresalió la literatura inglesa?,
¿cuándo brilló el siglo de oro español? Estas son las primeras pre-
guntas que debemos formularnos para entrar en materia.
Willys Ramírez
aún más esta fecha para incluir en ella la muerte de Calderón. Así
tenemos que los escritores más destacados de la época fueron:
Cervantes (1547-1616), Góngora (1561-1627), Tirso de Molina
(1579-1648), Quevedo (1580-1645) y Calderón de la Barca (1600-
1681) entre muchos otros más.
Sea cual sea el caso, el punto en cuestión es que el imperio
español bien pudiera entenderse en un período que va desde la
conquista de América hasta su ocaso (hay diversas opiniones):
hasta 1700 con el fin del imperio de los Habsburgo, o hasta 1898
con la guerra hispano-estadounidense. Curioso es que –al pare-
cer– poca influencia han tenido las gramáticas en la conquista de
los pueblos del nuevo mundo, pues otras evidencias muestran su
poca relevancia. Tal es el caso de la gramática francesa, publicada
en 1635 por Richelieu, que se registra 150 años antes de la forma-
ción del primer imperio galo, y que se atribuye de poco impacto
en la formación de pueblos cautivos.
[ 13 ]
Todo parece indicar que donde ha habido fuerza militar, ha
habido detrás una serie de actores culturales que contribuyen
discursivamente a fortalecer los cimientos de una hegemonía
naciente. Es obvio que todos estos aspectos no están resueltos,
pero lo que queremos destacar es que detrás de las grandes obras
literarias existe una fuerza desconocida y subyacente que irradia
su influjo. En tal sentido –mi estimado lector–, hecha esta grave y
prematura nota en torno al ingenuo aspecto de la cultura y la lite-
ratura (que por demás hemos querido etiquetar como un asunto
de poder y no de acervo), nos toca ahora abocarnos a la loable
tarea de sintetizar algunos rasgos elementales que los relacio-
nan. Nuestro único propósito (por si fuera poco) es hacer emerger
la literatura venezolana al mismo estatus con que se conocen la
literatura inglesa, alemana, francesa, española y alguna otra de
indiscutible y aparencial belleza.
De comienzo, quisiéramos plantear la inútil idea de pensar
que nuestro acervo se desconoce en tanto que carece irremi-
siblemente de sustancia. Seguramente a medida que estemos
Willys Ramírez
[ 15 ]
Bell). ¿Y esto no fue dicho antes, y más sucinto, por nuestro maestro
Samuel Robinson cuando dijo: “O inventamos o erramos”?
El asunto de fondo de nuestra cultura –y acá podrá notarse
que hemos entrado en materia– radica en que nosotros no quere-
mos “aún” ser venezolanos, y esto (que nos distingue de las hege-
monías) lo vemos retratado permanentemente en el hecho común
de saber de personas ingratas que denigran de sus propios oríge-
nes. Lo que denunciamos no solo ocurre en ciertos estratos socia-
les, sino precisamente en aquellos que tienen la tarea de producir
conocimiento masivo. Padecemos con sorna de aquel triste sín-
drome del turista que quiere solamente disfrutar de los mundos
ya hechos sin querer construir el suyo propio. ¿No es esta la reali-
dad que embarga a la mayoría de los intelectuales de nuestra tierra,
quienes no hacen sino aportar a la sociedad quejas y desacuerdos?
Pues todas estas reflexiones me recuerdan aquel chiste argentino
que decía: “Los jóvenes se creen norteamericanos y los viejos,
europeos. ¿Cómo quieren que funcione un país donde nadie está
en su lugar?”. Siempre he pensado que estas cuestionen han debido
Willys Ramírez
revista Hola… y los que gustan de la feria del tomate, esa que suele
llevarse a cabo el último miércoles de agosto de cada año y que
suele terminar en una suerte de festín bucólico al dios Tomate. A
esta fórmula debemos añadirle luego lo negro: la superstición, el
tambor, la virilidad, la sazón, el complejo, lo pretencioso y ahí sí,
ahí sí tendremos: ¡Voilá, le republiquè! La otra fórmula, la que no
termina de convencer ni funcionar, es aquella en la que se trata
de anular alguno de los ingredientes de este suculento plato, cuya
proporción no debe descuidarse porque nadie añade a dos tazas
de arroz, una de sal.
Todo cuanto se ha dicho hasta ahora me hace recordar una
historia que me contó mi mamá (y no sé si será cierta), que un
día mi abuela –la misma que me había mandado a comprar el
número ganador– le mandó a matar una gallina de la forma acos-
tumbrada: por el cuello. Como ella estaba chiquita y no sabía, la
agarró sin muchas fuerzas y le dio vueltas con tan mala suerte que
[ 17 ]
cuando la soltó, la gallina salió corriendo con la cabeza al revés.
Me imagino la impresión de mi mamá viendo que la gallus domes-
ticus corría de retroceso. Tal analogía no es para que se juzgue la
historia, pues en esas andamos, sino para que se entienda que la
cabeza de nuestro discurso –como la del caballo de Bolívar– debe
estar en armonía con el cuerpo todo, y no que por un lado anden
los ímpetus y por el otro nuestra visión del horizonte. ¿Puede esto
decirse de alguna manera menos directa y que al mismo tiempo
esté acorde con los astros del Universo? Creo que sí, pero tal atri-
buto me fue incompresiblemente negado.
De tal manera, como podrá verse, la Venezuela que queremos
construir (o reconstruir) en este trabajo responde a circunstancias
muy particulares. Nuestro principal problema lo encontramos en el
hecho de que la región que la contiene, a diferencia de Gran Bretaña,
Francia y España (cuyos territorios –mal que bien– se cohesionan),
se encuentra dispersa entre áreas multiculturales. Esta región, que
sin querer problematizarla más la llamaremos simplemente Lati-
noamérica, ha estado representada por una diversidad étnica que
Willys Ramírez
[ 19 ]
se ha hecho eco del mismo punto de vista local de que los topos
aún están indefinidos. Si como pensamos que la cultura no
está desvinculada del poder, cada paso de estas investigacio-
nes “subalternas” nos llevará a preguntarnos con suspicacia:
¿Por qué un país desarrollado se ha interesado por una región
subdesarrollada al punto de querer ofrecerle a ella una solu-
ción digerible acerca de un problema identitario que no le
corresponde? ¿Cómo sin conocer nuestra idiosincrasia, que
difiere a tajos de quienes pretenden sugerir soluciones, se les
permite a ellos ofrecer una salida justificada sobre una proble-
mática ontológica que no les es inmanente? Adicionalmente
nos causa intriga saber: ¿a través de qué instrumento los hege-
mónicos han podido empaparse –a distancia– de un caso que
debería serles extraño? La respuesta básicamente está conte-
nida en la verdad de que los pueblos dominantes tienden no
solo a buscar entenderse a sí mismos, sino también a enten-
der a otros pueblos, a los subordinados. De allí que podamos
reconocer la certeza de aquella premisa del legendario Arte de
Willys Ramírez
[ 21 ]
nes del citado libro Arte de la Guerra, diríamos que Unamuno
fue un buen general, pues los buenos generales se describen
como aquellos que despiertan tanto amor como odio, y Sun Tzu
decía que esto era así de simple. De Pío Baroja encontramos
un comentario acerca de este “abuelo” de la generación del 98
español, bastante revelador:
[ 23 ]
rumbo al sur, al mero centro del sur, buscando incansablemente
los rastros constitutivos de aquella mítica ciudadela. Al llegar
a ella, y luego de intensas excavaciones en lo más profundo de
nuestras raíces, daremos a conocer al público cautivo, todos los
hallazgos obtenidos. Si esta macroexposición cumple con creces
el alcance de nuestro objetivo, y si esta misión emprendida real-
mente tiene éxito, habremos hecho la demarcación exacta del lin-
dero a seguir, pues estas señas y lucecitas deben de alguna manera
permitirle a otros hallar y seguir hallando todo lo que en el fondo
encierra la mítica montaña. Así que, mi estimado lector, como lo
habrá notado: prepárese para un viaje y no olvide sus implemen-
tos. Tome maletas y enseres y sujétese fuerte al vertiginoso reco-
rrido porque estaremos, como Lao Tse, sobre el lomo del búfalo
hacia nuestras raíces más prístinas. No quiero que partamos sin
antes advertirle que considere la lapidaria exhortación de nunca
ir a la playa sin vitualla. ¡Comencemos!
Partida: Estados Unidos
y los Estudios Subalternos 6 [ 25 ]
[ 27 ]
Por todas estas razones, se reconoce que estos teóricos de la
“subalternidad” han estado racionalmente estimulados a promo-
ver revisiones sustanciales y ontológicas de un territorio, en tanto
concepción viable para su comprensión. En ese sentido, en este
capítulo trataremos de revisar precisamente aquellas propuestas
realizadas por estos teóricos, y en ese sentido trataremos de expo-
ner sus postulados a la luz de sus verdaderos propósitos.
Santiago Castro-Gómez (principal exponente de los Estudios
Subalternos en Estados Unidos) marca la primera pauta al establecer
la línea de trabajo de dichos estudios: “No podemos escapar a nues-
tro destino histórico de tener que elegir continuamente y participar
en la lucha por la creación de sentido”. Así fue como en la búsqueda
de ese término aglutinante para la región se propició el surgimiento
de otros términos experimentales, que igualmente fueron cues-
tionados por parecer “continuistas” en el sentido de que aupaban
9 La doctrina Monroe, sintetizada en esta frase, fue elaborada por John Quincy
Adams y atribuida a James Monroe en 1823.
Willys Ramírez
[ 29 ]
Aquella opinión que nos propone Mignolo, de que no cabe un
post más, busca ponernos a nosotros –y quizás a sus colegas tam-
bién– la idea de que bien o mal, a pesar de sus contradicciones, ya
existe una definición para el territorio que nos cobija, y que plantear
alguna otra, implicaría una trasgresión léxica igual de hegemónicas
que las otras. Es muy probable, entonces, que los Estudios Subal-
ternos estén tratando, solapadamente, de acomodar un concepto
que, por alguna razón, es conveniente para sus fines. En ese sentido,
tenemos motivos para pensar que los Estudios Subalternos en reali-
dad lo que buscan es debilitar epistemológicamente la región a tra-
vés de la actuación “locales” radicados en los centros de poder.
Ciertamente el asunto fundamental que nos interesa señalar
de los Estudios Subalternos10 se ajusta al objeto base planteado
por ellos. Su falta de consistencia en sus objetivos nos alerta, pues
aun ellos mismos no saben qué investigan, y tal como dice una
10 Término que queremos utilizar para aglutinar las disciplinas Estudios Cultu-
rales, Estudios de Áreas y los Estudios Subalternos propiamente dichos.
Willys Ramírez
11 Ibid.
Venezuela en construcción
[ 31 ]
ricos se encuentran si no polarizados, enrarecidos y muy distan-
ciados de la región por la que dicen interesarse. Así que, antes de
comenzar estas evaluaciones sobre sus propuestas discursivas,
bosquejaremos brevemente los elementos coincidentes y favo-
rables que se aglutinan en torno a los Estudios Subalternos. Nos
referimos a los puntos en los cuales, a pesar de sus contradiccio-
nes, todos ellos coinciden.
El primer elemento común es que todos los teóricos de la
subalternidad reconocen la complejidad de la tarea de asignar
un único término a una región que solo tiene afin su carácter no
hegemónico. Casi todos ellos coinciden en que Latinoamérica
es una región no hegemónica, aun cuando se ubiquen dentro
de países como Argentina, Brasil y México cuyas economías no
son precisamente consideradas subdesarrolladas.
El segundo elemento coincidente consiste en que casi todos
estos teóricos reconocen como principal escollo para la asignación
de un término único para la región, dispersa ubicación geográfica y
topos, desde donde se hace frente al poder. Cabe acotarse que estos
Willys Ramírez
[ 33 ]
usando la lógica básica y ancestral de Aristóteles.
El quinto elemento común es el empleo de la voz más impor-
tante de los Estudios Subalternos, la de Spivak, de quien se cita lo
siguiente: “La única estrategia que quebranta la metafísica es la
que Spivak denomina… la historia radical del propio locus enun-
tiationis”. Fue precisamente Gayatri Chakravorty Spivak (precur-
sora de los Estudios Subalternos en la India junto a Ranajit Guha)
quien definió mejor el término “subalterno” a partir de una refe-
rencia de Gramsci: “La subalternidad [es] como una condición de
subordinación, entendida en términos de clase, casta, género, ofi-
cio, o de cualquier otra naturaleza”. Algunos analistas han visto
en esta acotación de “cualquier otra naturaleza”, la razón por la
cual la doctrina de los Estudios Subalternos ha encontrado amplio
interés en el mundo académico. No obstante más adelante vere-
mos qué tan incluyente y variopinto pudiera ser.
[ 35 ]
subalternidad, debemos resumir de alguna manera los aspectos
fundamentales de la metafísica aristotélica, para así comprender
tanto un punto de vista como el otro.
Todo cuanto parte la obra de Aristóteles radica en su noción
de ser y del principio de contradicción. Para Aristóteles existe
un ser por sí y otro por accidente16 . Llama al ser por accidente al
hecho de que un hombre sea blanco. Aristóteles nos dice: “La
blancura, para el hombre, es accidente, porque el hombre es
blanco, pero lo blanco no constituye su esencia” (Libro IV, Cap. 4).
De tal manera que “hombre”, en esta frase, representa la esencia y
lo “blanco” su atributo.
Este razonamiento (que data de al menos 300 años a.C.) per-
mite fundar nuestro primer principio de contradicción: “No es
posible que lo mismo sea y no sea a un mismo tiempo” (Libro
15 Sin dejar claro el porqué, en La rebelión de las masas, Ortega y Gasset le dice a
Albert Einstein que no se inmiscuya en los asuntos de España.
16 Per se y per accidente.
Willys Ramírez
XI, Cap. 5). Dicho de otro modo: “No será posible ser y no ser la
misma cosa” (Libro IV, Cap. 4); por lo que solo habrá contradic-
ción entre predicados cuyo sujeto es el mismo. Así un hombre no
podrá ser blanco y negro a la vez; y su matización dependerá no
del atributo, sino de lo que se entienda por color.
Aristóteles, tutor de Alejandro Magno, fue aún más lejos
con este planteamiento. Él definió la disciplina metafísica como
“ciencia del ser en tanto que ser” (Libro IV, Cap. 1), con lo cual la
separó de la medicina, la gimnasia, las matemáticas, la poética,
entre otras, y le atribuyó por objetivo el estudio de la esencia.
Igualmente Aristóteles nos propuso lo siguiente: “No es posible
una ciencia del accidente” (Libro VI, Cap. 2). Si esto es así, pode-
mos notar en qué consiste la gran fractura que sufren los teóricos
de la subalternidad con respecto a la filosofía aristotélica, pues
ellos tienen por objeto de estudio precisamente la búsqueda de
un atributo, un gentilicio y nada que en sí sea esencial. En otras
[ 36 ]
[ 37 ]
tomado de referencia. Si en vez de tomar los vértices opuestos se
tomaran los extremos superiores e inferiores, obtendríamos no
un triángulo, sino un rectángulo. Esto implica de alguna manera
el viraje. A simple vista pudiera creerse que dado este otro resul-
tado, no es posible relacionar las resultante triángulo y rec-
tángulo como mitades exactas de un cuadrado. No obstante, el
problema no ha consistido en creer que no existe una Verdad17
contenedora, sino en que no se ha afinado la medida de lo que se
entiende por verdad, pues lo que sí debería ser cierto para ambas
figuras es que sus áreas (tanto la del triángulo como la del rectán-
gulo) deberían ser iguales.
En este caso, el error ha consistido en creer inútil proponer
una verdad en tanto que los resultados aparentes se excluyen,
pero a todas luces se aprecia que lo que ha ocurrido es que no se
ha tomado el criterio correcto (el área o superficie) como factor
con el cual establecer una conclusión adecuada.
[ 39 ]
(conformado por Mesopotamia, Albania, Chipre, Palestina, Libia,
Siria, Macedonia, Creta y Bulgaria entre otros) para darse cuenta de
lo que significó ver reunidas tan variadas culturas bajo un mismo
dominio, que hoy se atribuye enteramente producto de una globa-
lización. Esta noción falsa de las mezclas, que se presenta como un
fenómeno mundial novedoso, aparece curiosamente en Aristóte-
les –quien vivió hace más 300 años antes de Cristo– en su reiterada
denuncia hacia contemporáneos suyos como Anaxágoras, Demó-
crito y Empédocles, quienes decían: “Todo está mezclado en todo”,
“todas las cosas están confundidas” y “ningún ser tiene naturaleza
sino que hay solamente mezclas”, tal como afirmaba cada uno res-
pectivamente. Así fue como el macedonio, extrayendo lo pernicioso
de estos razonamientos, los criticó pues en el fondo querían decir
que no existía nada realmente (Libro IV, Cap. 4). Por el contrario, él
sugería que “todo no es posible de ser mezclado; además, el producto
de una mezcla es distinto de sus elementos; por consiguiente, [de
ser así] el uno no existir[ía]” (Libro XIV, Cap. 5), y “Uno” debe enten-
derse como la unidad, el número o la propia noción de deidad.
Willys Ramírez
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Entre otros preceptos, Aristóteles decía también que “los
seres y las sustancias están constituidas por contrarios” (Libro IV,
Cap. 2), entendiendo contrarios como aquellos elementos de atri-
butos diferentes. Cada elemento binario, si se trata de una rela-
ción binaria perfecta, tiene en el otro una parte consustancial.
Esto lo podemos comprender mejor si imaginamos el antiquí-
simo símbolo chino del yin–yang en el que un círculo se encuen-
tra dividido por una mitad blanca y una negra y en cada parte
hay una semilla del otro. Esta noción (de que las sustancias están
constituidas por contrarios) la podemos entender si, por ejem-
plo, aceptamos el caso conocido por la medicina de que hombres
y mujeres poseemos al mismo tiempo tanto hormonas femeni-
nas (estrógenos) como masculinas (testosteronas), solo que en
proporciones de acuerdo al género. En ese sentido los elementos
antagónicos sirven acá para un propósito común.
Derivada de la noción aristotélica de binariedad, surge otro
concepto útil para la comprensión de las relaciones entre hege-
monías y subalternidades, y es que Aristóteles llamó “potencia”
Willys Ramírez
[ 43 ]
utilizados que, de alguna manera, están contenidos en la litera-
tura universal.
Al respecto tenemos que Edipo rey trata sobre un personaje
cuya condición subalterna es trasformada por un oráculo. Nace
pobre y al anunciarse su inesperado sino, es desterrado y echado
a morir siendo aún un lactante. Por azares del destino, Edipo
sobrevive y al enterarse de su oráculo huye del pueblo donde
cree haber nacido. Ese periplo lo lleva a asesinar a un transeúnte,
a Layo, quien era su padre y rey de la comarca, y casarse con su
madre (una vez pisada la ciudadela). Así, sin saberlo, Edipo asume
el reinado junto con su madre (que tomó por esposa) terminando
luego la historia en tragedia por tan funesta relación incestuosa.
En estos términos tenemos que la obra en general consiste en el
cambio de Edipo de su condición de subalterno a una de hegemo-
nía en la que estuvo casado con su propia madre.
Ahora bien, pudiéramos pensar, tal como nos pide revisar el
texto aristotélico, que Edipo contenía desde un principio la semilla
hegemónica del otro, pero vemos claramente que su ascensión al
Willys Ramírez
[ 45 ]
cual dejó a Segismundo, siendo príncipe, lograr su aclamación.
Segismundo transcendió hacia la hegemonía, pasando por un
estado intermedio, soñando que era rey.
Para concluir debemos decir que cada elemento estudiado
en este capítulo ha buscado primeramente ponderar cuál es la
línea de investigación actual de Estados Unidos como centro de
poder y qué significa, para el análisis de relaciones antinómicas,
el uso de términos como hibridez o binariedad. También, dentro
de las áreas que nos competen, hemos querido hacer una revisión
de estos aspectos desde la perspectiva literaria con el propósito
de ofrecer herramienta para el análisis, si se quiere, de la geopo-
lítica mundial. Los aspectos cuestionados van desde los criterios
borrosos con los cuales los teóricos de la subalternidad han que-
rido sustantivar a nuestra región, la cual palpita a ritmo propio,
hasta los aspectos más monótonos de la filosofía derridista de la
deconstrucción. Ahora bien, los próximos teóricos a revisar, y
criticar, serán estrictamente literarios.
Willys Ramírez
Bibliograf ía
Aspectos negativos
[ 48 ]
[ 49 ]
tación”. Lo que se encuentra de la obra en cuestión es que las crí-
ticas van desde a la persona de Toro, como hace Mariano Picón
Salas, quien dice que la obra es el resultado del “ocio de las gran-
des tareas políticas de Toro” (Toro XX) hasta su carácter emotivo:
“demasiadas lágrimas” (Picón Salas); “literatura folletinesca del
romanticismo francés” (Díaz Seijas); “lozana conservación del
error pluralizante” (Juan Liscano); “desvaídas novelitas oratorias y
compungidas” (Uslar); “[novela] retórica y libresca” (Rafael Osuna).
Quizás haya sido Díaz Seijas el único que intentó hacer una crí-
tica ontológica a la obra de Toro, al recurrir a un lugar común de
todo saetero: tratar de poner en entredicho el género de la obra.
Cuando un crítico quiere distanciarse radicalmente de algún texto,
se ensaña precisamente contra la condición a la que se circunscribe.
Así, las novelas no son novelas, los cuentos no son cuentos y los poe-
mas no son poemas. Esto evidentemente es falaz porque la miseria
intelectual de un ser humano no lo aleja de su especie, sino que lo
aproxima. Díaz Seijas dice: “No logra siquiera la consistencia de los
personajes principales”, con lo cual se insinúa que dado que Toro no
Willys Ramírez
19 En el prólogo de la novela, Víctor Goti admite haber sido él quien usó la pala-
bra “nivola” y no Unamuno.
20 Anderson Imbert, Enrique. “El género cuento”. Barrera Linares, Luis y Carlos
Pacheco (comps.). Del cuento y sus alrededores. Caracas: Monte Ávila Edito-
res, 1992. pp. 349-362.
Venezuela en construcción
los hace más leves, sino por el contrario más culpables” (Toro,
XXIII). Entonces surge el nombre del “definitivo esclarecedor de
la verdad” (Toro, XXII): Virgilio Tosta, quien en 1954 (112 años
después de la aparición de Los mártires) publicó íntegramente la
obra de Fermín Toro. Entonces la visión sobre su obra cambió.
Se comenzó a hablar de ella en términos del “gusto por repe-
tir lo que hicieron con éxito los grandes maestros de París, Lon-
dres o Madrid” (Toro, XXIX), porque a fin de cuentas “existió un
romanticismo hispanoamericano, con características peculiares,
suficientes como para darle una fisonomía propia dentro del gran
conjunto de la escuela romántica mundial” (Toro, XXX). Enton-
ces se vio con buenos ojos (tarde, pero con buenos ojos) que de
haberse difundido Los mártires a tiempo, la hubiesen preferido
aun por encima de muchos escritores de la época (Toro, X), como
nos lo indica Gustavo Luis Carrera. Estas son algunas de las razo-
nes por las cuales la obra de Toro fue muy criticada. Ahora vamos
[ 51 ]
a revisar sus aciertos.
Aspectos positivos
[ 53 ]
Obviamente, Los mártires posee rasgos típicos románticos:
su marco contrastado entre ricos y pobres, una obra llena de des-
cripciones sentimentales, llanto desatado, “asimilación sensible
de lo que en la religión puede haber de bondad hacia el oprimido”
(Toro, XXXVII), pesimismo o nudo trágico, etc. Lo que más se
le critica a Toro han sido frases como estas, que francamente
ahora están en desuso, pero no por su caducidad, sino porque la
demanda literaria y espiritual apunta hacia otros sentidos: “¿Vie-
nes a comer el pan del mendigo?”; “La sensibilidad tiene abismos
que solo se abren al dolor”; “verse a un lado pobre y desvalido; y
encontrarse con un héroe del drama, joven, apuesto y brillante al
lado de Emma21”; ”La borrasca sin duda soplaba por primera vez
sobre aquella tierna flor”; “caer como loza sepulcral”; “La eterni-
dad reposaba sobre el caos y ella misma se carcomía lentamente”.
Todos estos son los pasajes románticos que los críticos del
romanticismo tanto le asquearon de Los mártires. Pero vamos a ver
otro aspecto predominante en Toro que pudo ser igualmente repul-
sivo para sus saeteros: hablo de su simpatía por el socialismo utópico.
La crítica que se conoce hacia el romanticismo de Toro pare-
ciera haberse enfocado a su carácter imitativo, pero a todas luces
se ve que en realidad se criticaba el combo completo, entre ellos
a Rousseau, Chateaubriand, Víctor Hugo, Walter Scott, Goethe
y Alejandro Dumas entre otros. Esta lista la expone literalmente
Picón-Febres (Toro, XXIV), y por eso la colocamos para que se
note la distancia que quería establecerse en la época hacia todo
aquello que no fuese original. Pero, ¿cuál pudo ser el problema
verdadero de la crítica con respecto a aquel socialismo utópico
planteado por Toro?, pues que “llegó a señalar los vicios y peligros
del capitalismo europeo” (Toro, XLIV), tal como lo apunta Gus-
tavo Luis Carrera. Con esta óptica, lo que se encuentra en Toro
[ 54 ]
[ 55 ]
tendría obligación de serlo” (29); “Sociedad sorda, cruel y homi-
cida” (62). Toro usa su conocimiento acerca de otros mundos, no
para halagarse de conocerlos, sino para ver que las corrupciones
humanas no encuentran fin en ningún rincón del planeta. “No
parezco inglés… nunca he tenido el corazón frío y desleal” (15).
Pero hay más. Fermín Toro también deja entrever ciertas aficio-
nes por la filosofía, a la cual describe sin tapujos a través de ciertas
máximas igualmente ideológicas: “El hombre se envanece hasta de
su propia humildad” (10); “Pero no da siempre la justicia el triunfo”
(31); “Si la caída del hombre no fuera una verdad, la filosofía la habría
inventado para explicar por ella ciertos problemas de la humanidad
que la razón no resuelve” (35); “Nada eleva tanto el alma del hombre
como el amor y la religión” (36); “La virtud no se plantea en el medio
del combate de las más urgentes necesidades” (64).
La filosofía era un tema de interés para Fermín Toro, demos-
trando su más cercana inclinación por las ideas escolásticas, y abor-
dando temas complejos y antagónicos como el placer y el dolor, la
nada y el ser, el fatalismo y la necesidad, la providencia y la eternidad.
Willys Ramírez
22 Uslar (1981).
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Bibliograf ía
[ 57 ]
Segunda pierna: España y nuestra revolución
[ 59 ]
Hemos venido recolectando evidencias como si fuesen como-
dines necesarios para abordar –en calidad de contraseña– la
última nao que nos conducirá a nuestra patria. Pero antes de
embarcarnos, debemos hacer una penúltima parada en la Penín-
sula Ibérica para encontrarnos con una persona, de cuya poderosa
voz Antonio Machado dijo que “blasfemaba en verdad”. Se trata
nada más y nada menos que del vasco Miguel de Unamuno. Su
polémica imagen brilló “desde la cuna hasta la sepultura”, así como
su empecinada manera de hacerle ver a sus compañeros catedráti-
cos lo “caballeros de noria” que eran.
De tal manera que espero que sepan soportar los embates
de un discurso necesario, cuyo fin es el de reencontrarnos con la
consiga de Benjamín Franklin quien dijo que “los caminos más
tortuosos generalmente conducen a las fortunas más cómodas”.
Ahead!, o ¡Venga!, como diría un español.
¿Cómo escribir acerca de este tío Unamuno, y no tomar de él
la misión de atormentarles? Porque debo decirles que si estuviese
Willys Ramírez
han hecho pensar en, ¿por qué estos, que los venezolanos llaman
meritócratas, les dieron –tan de entrada– la espalda a su revo-
lución? ¿Cuál será su empeño porque fracase todo? Pudiéramos
pensar que son ocurrencias mías, pero hay cosas que no logro
entender de aquellos mundos. ¿Será que estos venezolanos pien-
san que las buenas ideas no pueden provenir de malas personas?,
pues –por acá– me es muy difícil entender que alguien pueda ser
absolutamente malo o bueno. Porque hasta para ser malos, hay
que ser muy buenos en maldad.
Estas son las cosas que me hacen recordar aquel comic ame-
ricano de los Simpson. En uno de sus capítulos –o episodios para
ser más escolásticos– la chiquilla Lisa le decía a su hermano Bart
lo inminente que era el divorcio de sus padres. Por supuesto,
aquel chicuelo lo negaba. Pero Lisa –como siempre– le replicaba
que ella se encontraba en la “etapa II del Síndrome de Separación
de Padres”, en la etapa de la aceptación; mientras que su hermano
del alma se encontraba en la etapa I: en la de la negación.
Venezuela en construcción
[ 61 ]
jungiana (la colectiva) le han hecho un borrón nemotécnico del
año 2002. Es como acá en España con el 98, una cosa repulsiva,
innombrable, de la hostia. Pues este Encarta for Windows no sabe
que allá se perdieron algo así como diez mil millones de dólares23 ,
que para su economía representaban, en aquel entonces, como el
30% de los ingresos de la nación; y eso por usar una de las cifras
más conservadoras.
El quijotesco, al cual le dicen loco, me parece que ha dicho
muchas verdades sanchopancescas. ¿Y qué han hecho esos tíos?,
tratar por todos los medios de desestimarlo. ¿Y quién frustra
más las esperanzas de un pueblo: quien da una aunque sea falsa
o quien les dice a todos que les están mintiendo? Por esos es que
Unamuno buscó la manera de saber insultarles. Como decía él:
“Estúpidos por opilación de sensatez”. ¡Galeotes!, diría yo. Y se me
23 En Encarta 2005 se lee el siguiente eufemismo: “el paro llegó a afectar a Petró-
leos de Venezuela... uno de los pilares de la economía del país” (Cursiva del
autor).
Willys Ramírez
[ 63 ]
me pareció muy nuestra; más unamunesca, ¡imposible!
Así que al quijotesco, al que le dicen loco, le han salido miles
de sanchopancistas pidiéndole salario fijo; y en eso fundan su fe.
Entonces, ¿cómo no pensar que por aquellos predios no se esté
llegando a una sanchopancización de Don Quijote o a una qui-
jotización de Sancho? ¿Y si Sancho (o por lo menos sansonesca-
rrascos) somos todos? Recordemos que la fe del héroe se alimenta
de la que alcanza a infundir a sus seguidores. Y si mataran espiri-
tualmente al quijotesco, ¿quién podrá con los temores materiales
típicos de los Sanchos?
Casi podría oír a Unamuno decirme: ¿Y es que nadie lo iba a
decir –y de esa manera– nunca? Deberían dejar al quijotesco que
se degrade en Sancho, si quieren. Pero mientras tanto, deberían
ponerse a trabajar en la transformación de los Quijotes. Pues,
“solo el que ensaya absurdos es capaz de conquistar imposibles”,
decía Unamuno, quien entre otras cosas también dijo: “Cuando
las matemáticas matan, son mentiras las matemáticas”, por aque-
llo de que tanta verdad no cabe en una sola alma.
Willys Ramírez
[ 65 ]
habrá aquí caminos que lleven a parte adonde merezca irse mien-
tras no descubramos nuestro cristianismo, el quijotesco”.
Bibliograf ía
[ 69 ]
estas las que cada cierto tiempo impulsan a ciertos intelectuales
a retomar la historia para acomodarla en sus entuertos; y nuestro
propósito, el que nos embarga, es el de estudiar precisamente los
bemoles de una expedición realizada por un grupo de insurrectos
a las costas orientales el 11 de agosto de 1929, la cual tuvo por pro-
pósito derrocar el gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez.
Lo leído hasta ahora, cargado de ciertas notas de autoflage-
lación, nos va conduciendo a una lectura “a contra pelo” que rea-
lizaremos sobre a las verdaderas condiciones anímicas que se
manifiestan en nuestras desvalidas voluntades patrias, pues estas
–cuales signos y síntomas– nos indicarán cuán deplorable se
encuentra nuestro lastimero psiquismo victorioso. Las facetas que
mostraremos de la “Flota Invencible”25, llamada Falke, no buscarán
25 También conocida como “Armada Invencible”, término usado por Felipe II,
en ocasión de intentar destronar a la reina de Inglaterra Isabel I en la guerra
anglo-española, entre 1585 y 1604. La flota sufrió una estruendosa derrota
que algunos historiadores atribuyeron a los temporales del mar.
Willys Ramírez
pondió: “El que sabe leer, lee como sea”. ¿Quién podría pensar que
este simpático bigotudo haya sido uno de los gobiernos dictato-
riales más largos de la historia venezolana?
Toda circunstancia nacional debería pasar por la lupa del
Falke y verse reflejada en la desbandada de pesimistas que la tri-
pula. Embarcados todos aquellos insurrectos en aquella “chalana”,
pretendieron realizar la más heroica acción conocida a comien-
zos del siglo pasado, y sus menudencias fabulosas, recogidas en la
novela de Vegas, quedaron regadas de babor a estribor. Sin pre-
tender ser una crónica marear, Vegas nos regala el modus vivendi
(o modus operandi) de su tripulación: “Esta contagiosa alegría
del pesimismo”; “Pesimismo es el pensamiento y optimismo la
acción”; “Me siento raro, demasiado pesimista, triste, rencoroso...”;
“Nada le gusta más a un padre que conocer a un joven fracasado...
y luego usarlo de ejemplo para darle consejo a sus propios hijos”.
Así tenemos una inusual visión a trasluz del romanticismo
falkiano que contrasta enormemente con las muy criticadas
utopías de Toro, y que nos van indicando por qué tenemos en
Venezuela en construcción
[ 71 ]
la fatídica expedición, y vincula –de alguna manera– las desilu-
siones con el inevitable síntoma del “retraimiento del yo”, del cual
hablaremos más adelante. Así Vegas logra vislumbrar y resu-
mir algunos rasgos nuestros: tendencia a una proyección como
ideólogos políticos, manifestación de un optimismo exagerado,
figuración renacentista homocéntrica, declaración jurada de
defensores del Caín desvalido y del Judas vilipendiado, etc. Todos
estos rasgos corresponden a un específico sector de la literatura
universal que se enmarca claramente en los rasgos propios del
romanticismo abundante en Vegas.
Por un lado tenemos el carácter romántico de la historia
misma (lo que ocurrió tras el arribo de los insurrectos) y, por el
otro, los guiños narrativos que buscaron describir algunas de
nuestras circunstancias nacionales: “Presiento que me guía una
tentación romántica, más que una voluntad política”; “Soy tan
[ 73 ]
Lo mismo que le ocurrió al personaje de Falke, Román Delgado
Chalbaud, de ir al frente del grupo de batalla y morir, le pasó a Joa-
quín Crespo cuando decidió enfrentar –él mismo– al Mocho Her-
nández en Mata Carmelera, donde lo “sorprendió” una bala perdida.
Esta circunstancia cíclica de la historia nos coloca en suelo firme en
cuanto a nuestros propósitos por resaltar como parte de los rasgos
de los venezolanos, todo cuanto se relaciona con los rasgos falkianos.
Otro rasgo singular de aquel grupo insurrecto proveniente de
Polonia, y afrancesado por las facilidades que les ofrecía el haber
prosperado en Europa, se traducía en el deplorable desempeño
bélico producto del cambio anímico de verse desprovisto de sus
condiciones y comodidades acostumbradas. Vegas –sin tapujos–
describe sus espíritus envanecidos: “Mientras peor van las cosas
uno mejor se viste para enfrentarlas”.
El mundo de Falke se resume de la misma manera como
pudiera resumirse la historia nacional: “Nuestra pelea duró dos
horas”. La psicología literaria de esta aventura marítima nos
transmite ese reiterado empeño por abrazar el lado luminoso de
Willys Ramírez
rra firme. Esta nave Falke, con todo y sus desperfectos, nos per-
mite enrumbarnos hacia nuestro destino: El Dorado. Así que
nos tocará ahora, como nuevo acto de adaptación, hacer de tri-
pas corazón y trucar nostalgias por la idea más estimulante que
podamos hallar. Debemos, entonces, salir de nuestra cómoda
trinchera del fracaso y echarnos a andar por nuestra indómita y
desconocida selva. Nuestra nueva misión será adentrarnos hacia
el sur, hacia mero centro del sur donde se supone que está oculto
uno de los mayores tesoros guardados que humano alguno haya
visto. Pero antes, al igual que Colón, debemos hacer primero un
reconocimiento del lugar. Esperemos que hasta este punto no
se haya cometido el craso error de aquel experimentado capitán
que, viendo un lucero en la lejanía, pidió al barco que desviara su
curso 20 grados. Al recibir la negativa por respuesta, se encolerizó
[ 75 ]
santa paz. Pero esa tranquilidad, respirada por el hecho de que
cada quien se ha procurado su felicidad, también ha traído como
consecuencia los desmanes propios de aquellos que olvidan fácil-
mente. Y esos conflictos y desmanes han de ser evaluados a trasluz
en la figura del insigne escritor venezolano, Arturo Uslar Pietri,
de quien mostraremos los resultados obtenidos de una exhaustiva
investigación realizada a –al menos– 68 años de relaciones epis-
tolares que sostuvo con diversas personalidades. Será vital para
nuestros fines poder recrear los errores cometidos por aquellos
que, cegados por la luz, se extraviaron al final del recorrido, justo
cuando ya se había alcanzado la parte más encomiable.
Los resultados de esta investigación sintomática fueron
extraídos de un corpus manejado de al menos 200 cartas enviadas
[ 77 ]
que lo impida redundará a nuestro favor. ¡Sigamos!
La frívola respuesta de Uslar hacia un interesado admirador
suyo y su tema colombino contrasta enormemente con la gran
cantidad de cartas que descubrimos que Uslar había respondido
afectuosamente a muchos otros; por lo que el resultado de nuestra
investigación terminó desdibujando aquella imagen humanista
que se creía del autor de Lanzas coloradas y de La isla de Robin-
son. Uslar Pietri no vio en la correspondencia de García Fornieles
ningún motivo para hacer más extensas sus palabras de cortesía,
ni tampoco consideró pertinente ahondar en el juego de códices
misteriosos que le proponía el remitente, ni siquiera tomando en
cuenta lo relevante que sería para las Américas hallar la “verda-
dera” nacionalidad de su “descubridor”.
De esas doscientas cartas revisadas se pudo apreciar que
Uslar Pietri siempre se mantuvo lúcido como escritor y pensador
de su época, y que además solía ofrecer muchas más respuestas
extensas a quienes consideraba de su agrado. Tal es el caso de una
amplia carta que escribe a su discípulo e historiador Guillermo
Willys Ramírez
[ 79 ]
indica lo persistente que fue su deseo por figurar en todos los
ámbitos de la literatura que le fueran posibles.
Otro aspecto que pareciera ser notorio en las corresponden-
cias de Arturo Uslar Pietri es su empeño por producir un cambio
en la sociedad venezolana. Ciertamente para Uslar haber tenido
un éxito temprano en la literatura, y no haber calado plenamente
en la política, tuvo que serle un tema por conciliar. Se sabe que
Uslar pudo ejercer cargos políticos de importancia, pero hay algo
en sus obras y en sus epístolas que lo muestran decepcionado de
la labor pública.
Haber tenido, a sus veinticinco años de edad, un primer y tan
pronto éxito literario con Lanzas coloradas, y haber escrito: “Es
mucho lo que tenemos todavía que hacer”, nos lo muestra como
un hombre con una gran inquietud intelectual por lograr algo
más que simples publicaciones de novelas. Leyendo una carta suya
del 2 de junio de 1932, dirigida a un foráneo de apellido Holmes,
en la que le esboza el tema de “la influencia de las letras francesas
en la literatura latinoamericana”, puede apreciarse cierto matiz
Willys Ramírez
Más adelante en la misma novela nos dice: “Lo que se hace aquí
en educación es malo y tendría que ser modificado”. Se queja con
Simón Rodríguez: “Él sembraba una escuela, y lo que brotaba era
un hospicio de mendigos”. Sus lamentaciones no eran solo hacia el
ciudadano común, sino hacia la república en general: “Esto no se va
a poder mantener [la independencia], es un mamotreto demasiado
grande y mal atado”; “Asómese usted a la ventana y vea los que
están en la plaza. Eso es el país. Con eso no se puede hacer nada”.
Pareciera que Uslar, ante el futuro desalentador, encarnaría en
Samuel Robinson su misión por querer hacer realmente algo útil
por la sociedad: “Lo que importaba no era la enseñanza sino la edu-
cación. Preparar a los niños para vivir útilmente en sociedad. Ense-
ñarlos a trabajar. La escuela debe ser al mismo tiempo un taller”.
Esta imagen del taller que aparece en La isla de Robinson en
1984 se asemeja muchísimo –a mi modo de ver– a la imagen que
había utilizado 50 años antes en la carta dirigida a Holmes. En
la misiva aparece lo siguiente: “Urge la necesidad de expresar las
Venezuela en construcción
[ 81 ]
reiterar la consabida manía intelectual de criticar todo cuanto
no formó parte de nuestro agrado. Por eso esperamos que todo lo
hasta ahora expuesto sirva de alerta acerca de los posibles fraca-
sos a los que se somete quien desestima las verdaderas causas de
sus imperfecciones. Esperamos que lo mapeado en Uslar, siendo
sucinto, no haya significado piedra de tropiezo o reproche para
continuar construyendo la conveniente imagen que queremos de
Venezuela.
La conclusión que nos queda de esta investigación epistolar sobre
Uslar Pietri ha sido que en realidad este insigne escritor fue un hombre
materialista e inconforme, deseoso de volcar su conocimiento en pos
de la mercancía y que, no obstante, intentó ser maestro de instrucción
ciudadana. Esto nos lo confirma un fragmento de La isla de Robinson:
Bibliograf ía
[ 82 ]
Nota: Las cartas de Uslar Pietri que sirvieron para el análisis de este capí-
tulo correponden a una revisión efectuada en el 2008 en la Biblioteca de la
Casa de Estudios de la Historia de Venezuela “Lorenzo A. Mendoza Quintero”,
en Caracas-Venezuela.
Llegada: El Dorado venezolano
[ 83 ]
El camino hacia El Dorado no será sencillo. Recordemos que
una vez Diego de Ordaz, en 1531, viajó y viajó por el majestuoso
Orinoco y –quizás– por haber subestimado su empresa, desis-
tió y prefirió ir a México a descubrir los mundos aztecas. En este
caso, nuestro único equipaje imperecedero será el amor propio.
Requerimos mucho de él a borbotones para sostenernos en pie
durante el recorrido que nos falta, y debemos abastecernos lo
suficiente antes que nuestras fuerzas comiencen a diezmar. Aun-
que parezca una tarea irrenunciable, siempre se podrá abandonar
todo empeño, siempre y cuando entendamos que cada cosa hecha
o dejada de hacer a favor del país será culpa nuestra.
Así que comencemos esta nueva sección del periplo, invo-
cando –cual per signum– licencia de la musa Filaucia30 , quien será
nuestro magneto norte de disertación. ¿Por dónde comenzar?
He dispuesto esquematizar esta etapa final en dos partes: una
Heaven is where the police are British, the cooks are Italian,
the mechanics are German, the lovers are French, and everything is
organized by Swiss. Hell is where the British are the cooks, the mechanics
are French, the lovers are Swiss, the police are German, and everything is
organized by Italians31 .
[ 87 ]
aquellos que piensan que la hibridez ha usado los ingredientes
incorrectos. La realidad histórica, antropológica, arqueológica y
cultural muestra que todos hemos estado mezclados con todos
desde un principio. Recordemos que partimos de Pangea y aque-
lla masa de tierra, uniforme toda, fue para la humanidad como el
Popol Vuh para su comunidad.
Gayatri Chakravorty Spivak, mujer hindú, analista de dis-
cursos y fiel copartícipe del modelo de “contra pelo” de Derrida,
de quien hablamos en el análisis de los Estudios Subalternos,
dijo –palabras más palabras menos– que: “Todos hemos estado
mezclados con todos y que Europa no ha sido menos inventada”.
Y en efecto nada más habría que recordar el conglomerado de
31 Se trata de un refrán anglosajón anónimo cuya traducción del autor es: “El
cielo es donde los policías son británicos, los cocineros son italianos, los
mecánicos son alemanes, los amantes son franceses, y todo está organizado
por suizos. El infierno es donde los británicos son los cocineros, los mecánicos
son franceses, los amantes son suizos, los policías son alemanes, y todo está
organizado por los italianos”.
Willys Ramírez
Razas originarias
[ 89 ]
Ahora hemos llegado a una parte del recorrido. Cuenta Uslar
Pietri que Diego de Ordaz (al igual que Colón) pensaba que tanta
agua dulce no podía ser más que un indicio de un camino hacia el
mítico Dorado. En efecto, así lo creyó, pero la desidia y la soledad
le hicieron abandonar su empresa en 1531. Espero no desfallezca-
mos en la nuestra.
Ciertamente los irlandeses son una prueba de que no es nece-
sario morir compungidos añorando un abolengo perdido para
hacer literatura. Irlanda tomó la imposición inglesa y la volcó
toda hacia su cultura gaélica. ¿No podríamos hacer nosotros lo
mismo precisamente con el Popol Vuh o algún otro texto origina-
rio al igual que ellos hicieron con sus mitos celtas? ¿No debería ser
de gran curiosidad para nosotros ver que ese antiquísimo texto
maya haya sido traducido y estudiado con tanto ahínco por ale-
manes y franceses, en vez de latinoamericanos?
El Popol Vuh era una tradición oral y fue trasvasado a lengua
escrita por el padre Francisco Ximénez. Tal trabajo le dio al texto
Willys Ramírez
33 www.samaelgnosis.net.
34 Veedor, diría Colón.
Venezuela en construcción
[ 91 ]
fue quien mejor observó a las mujeres indígenas y le parecieron
“fertilísimas”, que “se conservan después del parto” y que los
nativos se asemejaban a tártaros. A Vespucio le pareció que éra-
mos “muy sencillos; pero en la realidad (…) muy astutos y saga-
ces”. A Federmann, quien vino mucho después que Colón y Ves-
pucio, parece que le aterramos, pues dijo que éramos semejantes
“más bien a diablos que a hombres”.
Aunque Vespucio nos haya visto “ligeros y veloces” o “muy
certeros”, o Federmann “astutos y pérfidos”, será Colón quien
determinará mejor un rasgo persistente en los venezolanos: la
suma de belleza más ignorancia. Colón nos dijo: “Ellos no traen
armas ni las conocen, porque les mostré espada y las tomaban por
el filo, y se cortaban con ignorancia”.
Ciertamente el rasgo indio más predominante en el vene-
zolano es nuestro desvivir por lo otro, por lo que no es nuestro.
“Todo daban por cualquier cosa que se les diese”, decía Colón;
casi como si de “tanto amor que darían sus corazones” por-
que “por cualquier cosita… son contentos”. Y en realidad los
Willys Ramírez
Europa
[ 93 ]
Fanon– nuestro apetito por mujer blanca. Pero quisiera pensar,
¿qué nos han dejado los españoles por heredad de aquellas –al
parecer– irracionales aventuras marinas?
Primeramente habría que admitir con honestidad quiénes
eran aquellos marinos colonizadores, nuestros ancestros del viejo
continente. Los libros más respetables de historia hablan de que
Colón y su combo eran corsarios, un rango un tanto más distin-
guido que el de mercenarios o piratas. Ciertamente eso eran.
Las agallas de Colón ante la Corona española consistían en
querer ser nombrado virrey de las tierras por descubrir, lo cual
nos dice cuán apretadas las tenía; sobre todo porque pedía per-
petuidad de cargo no solo para él, sino para sus hijos también. En
esos términos negociaba.
Una oscura mancha rodeó el origen “bárbaro” o “extranjero”
de Colón, al punto de que curiosamente en su biografía se regis-
tra un cierto hermetismo con respecto al abolengo de los “colo-
nes”, quienes al parecer supieron guardar el secreto familiar,
sea cual haya sido. Colón en ningún momento quiso revelar por
Willys Ramírez
África
[ 95 ]
Tras muchas reticencias, los científicos habían admitido
que el negro era un ser humano.
Frantz Fanon
[ 97 ]
tamientos predominantemente negros. Ciudades como Nirgua y
Aroa lo atestiguan: de la primera salió el conocido culto a María
Lionza, reina de Sorte; y en la segunda está el “Cementerio de los
Ingleses”, camposanto que se destinaba a los antiguos adminis-
tradores de las minas de cobre.
Pienso firmemente que la literatura venezolana muestra al
indio y al negro excepcionales. Ambos se ocultan a nuestros ojos
para colocar en su lugar al que devoramos. La literatura es his-
toria de ganadores y, por lo tanto, su presencia deja entrever que
los negros e indios –más que norma– fueron triste salvedad con-
tingente. Cada vez, en tanto que uno revisa las evidencias, puede
notar que la conducta literaria de nuestro pueblo apunta en algu-
nas ocasiones, sin titubeos, a discriminar a un sector particular
de la comunidad, lo cual convierte el fenómeno agresor en una
acción sistemática, inconsciente y colectiva.
Como nuestra negritud no es visible, es subcutánea y cultural,
se dificulta mucho cualquier estudio al respecto. Pero por medio
de la reflexión más, podemos sacar a flote algunas evidencias:
Willys Ramírez
[ 99 ]
vez nos conformáramos con España, pero para ello tendríamos
que hacer énfasis en crear acá una fiesta de San Fermín39, o colo-
car una marca en Earth Google que diga “La nueva Guernica40”, o
fundar y distribuir por todo el país nuestra propia revista Hola.
Si este panorama no resuelve el asunto, puede que tal vez haga
falta ser un poco más fundamentalista y tratar de parecernos a
Israel. Entonces habría que propiciar un holocausto contra nues-
tros propios familiares. En todo caso, si se prefirieran modelos de
otras épocas, pudiéramos tratar de parecernos al antiguo Egipto.
41 Tirano que mandó a transcribir la tradición oral de las obras Ilíada y Odisea.
42 Rey de Babilonia que sitió a Jerusalén.
43 Se dice que todo el esplendor de la civilización romana se debió a su sistema de
tratamiento de aguas negras que se tradujo en salud para los habitantes.
44 Son vegetarianos, no usan papel higiénico ni ropa sintética, entre otras cosas.
Venezuela en construcción
[ 101 ]
dad afectiva”, que se traduce como el desamor “filáucico”; y esto
viene a confirmar nuestro real sentimiento de inferioridad en el
sentido de que solemos emparentarnos con el superior en una
relación sadomasoquista inviolable.
Ahora bien, cuando dijimos al comienzo de este trabajo que
haríamos un viaje exploratorio y que excavaríamos evidencias
empíricas, no dijimos que lo que hallaríamos sería verde y lozano.
En efecto, todas estas cuestiones serán por muchos años difíci-
les de digerir. Pero lo que hemos tratado de hacer es determinar
–con medicina legal– qué le ha ocurrido, a lo largo de estas cen-
turias, a esta prueba fosilizada que llamamos patria y que se nos
presenta ante nuestros ojos desfigurada e irreconocible.
Fanon nombra ciertos topos negroides comunes a nuestra cul-
tura: la queja de nuestra carencia de pasado histórico, nuestra bús-
queda incansable por asumir otras lenguas que nos “enaltezcan”,
y nuestra intención permanente por adecuarnos e igualarnos –en
mayor o menor medida– a una cultura hegemónica.
Willys Ramírez
[ 103 ]
para volver a nuestro curso de consagración. Aceptemos también
con humildad, como lo sugiere Fanon, que por viriles han sido
castrados los negros.
Precisamente esta suma de terror, negritud y virilidad la vi
retratada cuando tomé por primera vez la mítica obra Las mil y
una noches. Cada fragmento escudriñado, en el que Sherezad rela-
taba sus historias, mantenían fija mi inquietud de encontrar en
algún lugar las conocidas aventuras de “Simbad el marino” y de
“Alí Babá y los cuarenta ladrones”. No obstante, nunca pensé que
aquella historia, edulcorada por las comiquitas de Wall Disney, era
realmente una gigantesca alegoría racial contra lo negro. El cuento
de la obra nos describe a un monstruo de la siguiente manera:
Se nos echó encima, bajando de la parte alta del palacio una perso-
na de estructura gigantesca y aspecto humano: era de color negro,
de estatura elevada como la de una gran palmera, con dos ojos que
parecían dos brasas de fuego y colmillos como los de los jabalíes.
Tenía una boca inmensa semejante a un pozo, labios como los del
Willys Ramírez
camello que le colgaban sobre el pecho, dos orejas como dos man-
tas que pendían sobre los hombros y uñas de las manos semejan-
tes a garras de un león. Cuando le miramos y contemplamos su
aspecto perdimos el sentido, sentimos un miedo y un terror atroz
que hacían que pareciéramos como muertos.45
Bibliograf ía
Anónimo. Las mil y una noches. Trad. Samsó, Julio. Madrid: Alianza
Editorial, 1975.
Charton, Eduardo. Los viajeros modernos o relaciones de los viajes más
interesantes e instructivos que se hicieron en los siglos XV y XVI.
Universidad Autónoma de Nuevo León. http://cd.dgb.uanl.mx/
[ 105 ]
Colón, Cristóbal. Diario de a bordo. Madrid: Dastin, 2000.
Federmann, Nicolás. Viaje a las Indias del Mar Océano. Caracas: Fun-
dación de Promoción Cultural de Venezuela, 1986.
Fanon, Frantz. ¡Escucha, blanco! Barcelona: Editorial Nova Terra, 1970.
Instituto Cultural Quetzalcoatl de Antropología Psicoanalítica, A.C
Gnosis. Popol Vuh. Página Web www.samaelgnosis.net.
Montaner, Carlos Alberto. Artículo: ¿Indemnizar a los descendientes
de los esclavos negros? Septiembre 9, 2001. www.carlosalberto-
montaner.com/144.htm.
Rojas, Reinaldo. Artículo: La rebelión antiesclavista del negro Miguel y
su trascendencia en el tiempo. www.simon–bolivar.org
Tarragó, Rafael. Artículo: La iglesia y el negro: lección magistral dic-
tada por el Dr. Reinaldo Rojas en el acto de instalación de la X jor-
nada nacional sobre investigación y docencia en la ciencia de la
historia. http://www.vitral.org/vitral/vitral62/ecles.htm.
Colofón
[ 107 ]
El deber de los escritores no es conservar el lenguaje sino abrirle camino en
la historia. Los gramáticos revientan de ira con nuestros desatinos pero los
del siglo siguiente los recogen como genialidades de la lengua. De modo que
tranquilos todos: no hay pleito. Nos vemos en el tercer milenio.
Gabriel García Márquez
47 Comida religiosa judía que consiste en carne desprovista de sangre, tal como
lo demanda el reglamento de la Torá.
Willys Ramírez
[ 113 ]
plinas.
Entre la lista de cosas que la humanidad no volverá a superar,
tenemos desde las siete maravillas del mundo hasta el viaje a la
Luna. Lo que en 1969 pareció el comienzo de una carrera espacial
sin fin, ahora (por múltiples razones) se ve muy lejana y hasta in-
creíble; lo cual demuestra que aquello que parecía ser una “proe-
za humana”, hoy se aprecia (ante la vastedad del Universo) como
la típica euforia del joven inexperto.
Al ver las pirámides egipcias, y al analizar su composición simé-
trica con respecto a la bóveda celeste, uno tiende a pensar que ta-
les obras jamás encontrarán su par, ni siquiera entre los babélicos
rascacielos de hoy, pues a lo mucho nuestra ciencia no ha llegado,
ni por asomo, a los tobillos de aquella “precaria arquitectura”.
La tecnología es la única que entre estas cien disciplinas marca la
notable diferencia entre nuestra modernidad y la de antaño. No
obstante, en cuanto a guerras, géneros literarios, ciencia, filosofía,
medicina, deportes y música, no creo que pueda superarse una vez
más la marca humana. No habrá otro San Agustín, otro Newton
Willys Ramírez
[ 115 ]
pongo que cuando Colón se dio cuenta de que no había llegado a
Las Indias, dijo algo parecido.
Con estos dos tópicos tenemos espacio suficiente para producir la
novela venezolana por excelencia. Licuemos a Pocaterra, Andrés
Eloy Blanco, Gallegos, Uslar, Bello y algún otro desdichado escri-
tor; pulvericémoslos y volvámoslos cápsulas. Esas cápsulas, disol-
vámoslas en coñac, brandy o algún tinto de Burdeos o, si le place, en
algún aguardiente de alambique rupestre, y démosle a tomar –de
un solo trago– a quien escojamos como nuestro insigne escritor. No
tiene que ser una lumbrera. Recordemos que en las letras no impor-
ta quién saca la espada de Excalibur, pero hay que sacarla.
Luego contémosle a este conejillo de Indias el dato de los tres tó-
picos, y enseñémosle bien en qué consiste el tercero: para que una
obra contemporánea sea universal, debe dar cuenta de algún
mito. Si ustedes revisan las obras imperecederas notarán que to-
das abordan al menos un mito humano, latente y ancestral.
El asunto de la esterilidad moderna consiste en que al parecer se
han acabado las historias; no hay más historias qué contar. Hagan
Willys Ramírez
[ 117 ]
—Una pregunta más: ¿No le teme usted al plagio?
—En lo absoluto, todos están muertos.
Índice
Introducción 9
Colofón 107
Cuento 109
El insigne unánime 111
Edició digital
abril de 2016
Caracas - Venezuela.