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HACIA UN SENTIDO DE CONSTRUCCIÓN NO MODERNO

DEL ESTADO PLURINACIONAL EN BOLIVIA


Diego Camilo Marca Quezada

Estudiante de las carreras de Economía (egresado) y Sociología en la Universidad Mayor


de San Andrés – Bolivia y Militante en la organización juvenil Movimiento Insurgente
Universitario.

1. Introducción

Presentar una ponencia, hoy en día, que tenga la pretensión de ser lo suficientemente
crítica resulta cada vez más complicado. Por un lado, debido a la exclusión consciente de
la praxis política por parte de la academia; por otro, debido a la actitud de búsqueda de
“ideologías” y estructuras categóricas que le den a uno las respuestas finales de un
proceder cotidiano. En ninguno de estos ámbitos se encuentra quien pretenda una
construcción solida no solo de su actitud reflexiva y de los procesos abstracción de la
realidad, sino de la validación y constante sometimiento a retroalimentación a través de
la praxis.

Esta actitud además implica la ruptura de las lógicas dicotómicas, tan presentes en la
actualidad. Impera la necesidad de generar procesos de construcción creativos que no
impliquen un sentido de ruptura con el pasado para crear “la nueva solución”, sino de un
reencuentro critico con la historia de nuestros pueblos. La configuración presente hace
cada vez mas urgente este reencuentro. Es un contexto de importantes determinaciones y
consolidaciones de los proyectos políticos en disputa.

Las tensiones que se presentan a nivel nacional, cobran sentido en el marco de una disputa
global. De la misma manera, la disputa regional latinoamericana, que en cierto momento
resulto esperanzadora, no es sino el resultado de una interrelación entre lo particular y lo
general. Así es que la condición actual latinoamericana se presenta como una tensión
entre, al menos, dos diferentes proyectos políticos. Por un lado, aquellos procesos que, en
su momento, se afirmaron como alternativas a la implementación de las políticas
neoliberales; proyecto que cobró diferentes denominativos: desde los gobiernos
progresistas, socialismo del s. XXI y revoluciones con diferentes denominativos1. Por
otro lado, con el desgaste de estos proyectos y el continuo debilitamiento desde las
presiones externas, comienza a surgir una ola conservadora que, ya sea por las políticas
económicas y sociales aplicadas o por las declaraciones, se las puede considerar como un
retorno del neoliberalismo. Así lo demuestran los gobiernos de Bolsonaro en Brasil y
Macri en Argentina principalmente.

Sin embargo, los contextos en que estos proyectos económico-político y culturales


pretenden implementarse - en apariencia en una dinámica inmutada de avanzada y
contraavanzada hegemónica - tampoco son homogéneos. Durante la década de los 90, en
momentos en que la globalización parecía inescapable; la frase que sintetizó el sentido

1
La de Bolivia con el gobierno de Evo Morales, se denominó la “revolución democrático – cultural”; por
otro lado, en Ecuador cobra el denominativo de “revolución ciudadana” con Rafael Correa. Se encuentra
también la “revolución bolivariana” de Venezuela a la cabeza de Hugo Chávez, quizás, como el caso más
emblemático de la región.
común del proyecto que se consolidaba era que “había llegado el fin de la historia” frente
a cualquier alternativa que se oponga a la globalización, en tanto consolidación de un
capitalismo mundial. Frente a esta surgiría, en defensa, el contenido de “otro mundo es
posible”, desde los congresos zapatistas hasta su afirmación por parte del presidente
Hugo Chávez.

Hoy en día es otra la disputa del sentido común: una defensa, en algunos casos
lastimosamente desde una posición acrítica de lo que se está reproduciendo o de los
errores que no se desea observar, de aquel “otro mundo es posible”. Por otro lado, el
intentar demostrar que “las alternativas no son viables” y demostrar un fracaso
sistemático de estos gobiernos que marcaron la primera década del siglo XXI.

Por lo tanto, esta polaridad no es nueva en la historia. De la misma manera, el siglo XX


estuvo marcada por la guerra fría; entre lo que se denominaría el “socialismo real” y el
proyecto estadounidense “anti – comunista”. En ese contexto es que Zabaleta desarrolla
su pensamiento y hace ejercicio de este, pero desde una realidad boliviana, desde la
abstracción de esta realidad como método.

A estas alturas, es necesario afirmar que el pensamiento de Rene Zavaleta Mercado, como
el de cualquier otro pensador con pretensión critica, no es una cuestión estática. Ya sea
entendiendo la periodización que se hizo de su pensamiento en tres diferentes etapas: la
de un Zavaleta cuya lectura la hace partir de un “nacionalismo revolucionario”, una
segunda etapa en la que las reflexiones pueden ser catalogadas dentro de un marxismo
ortodoxo; y, por último, la de un Zavaleta marxista crítico, en la que desarrolla la teoría
de la sociedad abirragada. (Souza, 2013); o entendiendo esta división como meramente
metodológica y comprendiendo, en ultima instancia, la unidad dialéctica de su
pensamiento. Al igual que la división del pensamiento de Marx; en el joven Marx y un
Marx maduro, también se debe comprender su pensamiento como una unidad en
constante autocritica y revisión, una unidad dialéctica. En el caso de Zavaleta en torno a
la problemática que le genera el levantamiento popular del 9 de abril de 1952 y sobre el
que retornara en cada uno de los periodos de su pensamiento.

Sin embargo, esta linealidad del pensamiento de Zabaleta no implica la desestimación de


los escritos que no respondan a la última etapa. Así como la realidad cobra su propio
carácter dinámico, lo debe hacer el pensamiento y nuestra tarea es someter las
construcciones categóricas a una doble evaluación: la de la coherencia interna de esta
estructuración que supere toda concepción pragmatista y, más importante, la de una
coherencia en la relación entre las categorías – la teoría – y la realidad.

Desde esta doble evaluación es que cualquier lectura del pensamiento, realizado en otro
espacio y en otro tiempo, son invitaciones a analizar las problemáticas presentes. El
estudio del pensamiento no se vuelve entonces un fin en sí mismo, sino el medio para
comprender mejor nuestra realidad y sus trasformaciones, nuestro rol en estas.

En este sentido, se podría considerar la condición actual como una fuerte ruptura en la
sociedad boliviana a lo acontecido desde febrero de 2003. Desde entonces se dio paso a
la creación del Estado Plurinacional que se vive desde, al menos formalmente, el año
2009. Tanto el proceso de la Revolución Nacional, que motivo las reflexiones de
Zabaleta, como el del Estado Plurinacional se podrían considerar como los dos procesos
más importantes de la historia contemporánea de Bolivia (Nicolas & Quisbert, 2014).
Ambos como momentos históricos cruciales en la construcción de un sentido de nación
o, si se considera como otro proyecto, el de lo plurinacional.

El potencial constitutivo que tenía el proyecto de la Revolución Nacional de 1952 será


analizado por Zabaleta en el texto “El Poder dual en América Latina”. Por lo tanto, será
desde una revisión de este análisis que se realizará el doble ejercicio: el de analizar la
pertenencia al marxismo de Zabaleta y su coherencia en tanto un marxismo crítico y; por
otro lado, someter las categorías desarrolladas a una evaluación del proceso que comienza
el 2003 para comprender su pertinencia. De esta manera, se puede comprender mejor cual
fue el potencial transformativo que tuvo, o tiene, lo acontecido el 2003. En qué medida
han podido consolidarse, o no, como alternativas desde un sentido de construcción
diferente al establecido por la sociedad moderna.

Es necesario resaltar que el texto que se desarrollara en el presente trabajo se encuentra


dentro de la segunda etapa de la periodización. “El poder dual” se escribe a partir del
rompimiento que Zavaleta establece con el partido del MNR en 1969 a partir del cual se
acercaría a la izquierda marxista. Siendo exiliado a Chile a partir del golpe de Banzer es
que escribe El poder dual en Santiago de Chile y este se publica en diciembre de 1972.
(Souza, 2013).

2. La categoría de poder dual para Rene Zabaleta

Para comprender también con quien discutía Zabaleta, cuando contrapone la concepción
de Poder Dual desarrollada en cierto marxismo hegemónico, es que se vuelve necesario
hacer una revisión histórica de lo que se consideraría como marxismo ortodoxo.

A manera de síntesis: luego de la muerte de Marx, quien habría sido parte de la fundación
de la I Internacional, fue Engels quien se encargaría de continuar la labor del pensamiento
revolucionario. Fue este quien habría planteado algunas bases de concepciones que se
reflejarían en la II Internacional, de carácter socialdemócrata, y que se disuelve a partir
del sentimiento nacionalista que rebasa a la mayoría de sus integrantes durante la I Guerra
Mundial. Es debido a este quiebre que Lenin, realizando fuertes críticas y diferenciándose
totalmente de esta corriente socialdemócrata, impulsa la conformación de la III
internacional posteriormente al triunfo de los bolqueviques en lo que sería la Revolución
Rusa, el año 1917. Será este evento de octubre de 1917 el que marcaría profundamente al
siglo XX. Surgen entonces diferentes lecturas sobre lo que significaría la revolución rusa,
sobre cuál debería ser su devenir y cuál el tipo de acciones que se deben seguir en cada
uno de los diferentes territorios para avanzar hacia la construcción de una sociedad
socialista – comunista.

Surge desde el inicio posiciones como la de Rosa Luxemburgo quien discutiría con Lenin
sobre el carácter de la revolución en Alemania; surgiría al interior de la URSS una clara
diferencia entre quien se quedaría en la dirigencia del proceso soviético, Iósif Stalin, y
León Trotsky, este último fundador de la IV internacional y mandado a asesinar por el
primero. Surgen pensadores como Lukács o Gramsci que en algún momento escribirían
alguna crítica sobre el proceso soviético, sin desligarse de la corriente marxista. Desde
territorio latinoamericano surgen posiciones críticas como la de Mariátegui quien no
acataría “militantemente” las resoluciones de algunos congresos de la III Internacional y
quien más bien plantearía posiciones diferentes desde su lectura latinoamericana. Entre
varios otros ejemplos, quizás es importante mencionar la experiencia China bajo el
liderazgo de Mao Tse Tung quien también abriría una nueva posibilidad de considerar
diversos factores al momento de pensar una construcción socialista.

Entonces, lejos de existir un pensamiento marxista ortodoxo más bien existe lo que se
denominaría los marxismos. En este punto cabe la pena preguntarse: siendo Zavaleta, al
momento de escribir “El poder dual”, un pensador marxista ortodoxo ¿A qué corriente o
qué tipo de marxismo ortodoxo es que reproduce desde su pensamiento?

Se puede observar que Zavaleta trasciende estas limitaciones, pero sin desligarse
totalmente de una nomenclatura marxista y que más bien refleja la profundidad de la
revisión que realizo para la elaboración de la obra “El poder dual en América Latina”.
Lejos de cerrarse en prejuicios, como quizás procedemos en la actualidad o como suele
caracterizarse a quienes tienen alguna relación con el dogmatismo que generaron los
Partidos Comunistas de diferentes países, Zabaleta analiza la teoría general sobre la
dualidad de poderes rescatando la discusión que existe entre Lenin y Trotski como la
vertebra principal de su formulación teórica. No por esto dejara de lado la revisión de
otros autores para considerar una posición final entorno a la cuestión; es decir, se puede
notar claramente la lectura de Gramsci, de Lukács, de Althusser o la crítica al foquismo
que surge posteriormente a los 60, etc.

Para Lenin, a partir de la gran proximidad entre la revolución democrática – burguesa de


febrero y la revolución socialista de carácter proletario en octubre de 1917, este fenómeno
resultaría diferente al planteamiento de que entre la revolución de carácter burgués y la
revolución socialista existiría un entremedio de tiempo considerable. Esta proximidad de
ambas revoluciones permite a Lenin entender como una característica propiamente del
proceso soviético a la existencia paralela de dos Estados, el burgués y el proletario o, de
forma general como asumiría Trotski, al tránsito entre una forma de Estado y otra.
Mientras Lenin lo analiza como una excepcionalidad la presencia del poder dual en Rusia;
para Trotski, consistiría en una normalidad de todo proceso revolucionario. Sin embargo,
resalta que este debate consiste en una cuestión superestructural, de mutación jurídico –
política. No por esto no guardaría cierto grado de relación con las condiciones materiales
ya que resaltaría en otro momento que son las condiciones de un país atrasado el que lleva
a que, si bien la clase dirigente es el proletariado, no sea la clase mayoritaria. Es decir que
antes que el Estado se formalice para los intereses de determinada clase, primero la clase
debe existir materialmente, el sujeto debe existir antes que su poder. (Zavaleta, 2011, 408)

Para entender la dinámica de la dualidad de poderes es necesario comprender la


importancia de la clase organizada. Mientras que para la burguesía se organiza una vez
conquistado el Estado a partir de las condiciones que no le permiten desarrollarse a
plenitud; para el sector proletario es un requisito el de estar organizado previamente, ser
una clase para sí. (Zavaleta; 2011: 383) Todo esto ya que el socialismo no surge de modo
espontaneo y por lo tanto no podría existir sin partido proletario.

Zavaleta considerara permanentemente la relación entre la base económica (estructura) y


la superestructura al considerar la discusión sobre el poder dual. Sin embargo, lo ha hecho
superando una concepción determinista de la primera sobre la segunda, interpretación que
ha sido predominante en algún momento y quizás hasta la actualidad. Plantea más bien
factores que podrían añadirse al estudiar la relación entre ambas cuando afirma que “es
el ritmo objetivo de la lucha de clases lo que define el tipo de relación entre la base
económica y la superestructura política” (Zavaleta, 2011, 393). Haciendo referencia a que
la lucha de clases puede variar, según tenga la hegemonía la clase obrera o burguesa,
resulta importante al analizar las tareas que cumple el Estado aun cuando dentro de este
Estado no se encuentra necesariamente la clase a la que sirve. Es decir, que una clase
dominante podría conquistar previamente la hegemonía antes que el poder político.
Rompiendo constantemente con una concepción economicista afirma en otra ocasión que
“nadie ha dicho jamás que la superestructura política no pueda adelantarse, durante cierto
tiempo, a la base económica y transformarla desde arriba” (Zavaleta, 2011, 393).

Quizás la consideración más importante, en el apartado teórico que realiza Zavaleta al


considerar la dualidad de poderes, es resaltar una advertencia al concebir la
superestructura jurídica – política dentro de modelos puros; es decir, la de un Estado
burgués, un Estado proletario o el Estado feudal. Reconociendo previamente la diferencia
entre modo de producción y formación social, donde el primero consiste en formas puras
con fines meramente académicos y lo segundo más bien es lo real, donde se entiende un
desarrollo desigual, combinado hibrido o mixto de la base económica. Resalta en este
punto Zavaleta recordar que las designaciones de un determinado tipo de superestructura
guardan correspondencia con el modo de producción al que pertenece, pero siendo lo real
una formación social hibrida cuestiona si se podría hablar de una superestructura “pura”.
Afirmaría Zavaleta:

“¿Cómo se expresa esta convivencia dificultosa no solo de modos de producción


y hasta de fases históricas como también de las clases que los contienen, en la vida
del Estado? La explicación es sabida: porque no hay una correspondencia lineal
entre la base económica y la superestructura jurídico política” (Zavaleta, 2011,
407)

Por último, considerara Zavaleta la cuestión de la sobredeterminación. Retomando la


cuestión de la complejidad de la base económica y siendo que el Estado es la “síntesis de
la sociedad” afirma que también debería existir un Estado complejo pertinente. Llamando
por Estado subdesarrollado a aquel que corresponde al capitalismo dependiente que sea
producto de una clase de determinación particular, en tanto formación social; sin
embargo, resalta que también la superestructura presenta características propias que
deben considerarse para analizar esta relación ya que cada Estado también presentara un
“modo característico de recibimiento de la determinación. Finalmente, cada
superestructura desarrollara una diferente capacidad de réplica o retorno”. (Zavaleta,
2011, 409). Esta replica no es una cuestión homogénea en el tiempo ni en el espacio.

Podemos notar de esta manera un amplio contenido reflexivo desde diferentes


perspectivas, no solo tomando las coincidencias entre diferentes autores a manera de
armar un esquema teórico complementario entre todos ellos; sino más bien resaltando las
diferencias que lleven a una síntesis de reflexiones que permitan un marco categorial
adecuado para el análisis de la realidad latinoamericana.

3. Poder dual en la revolución de 1952

El evento a partir del cual se problematiza sobre la cuestión dual del poder en Bolivia será
la insurrección de 1952. Zavaleta al respecto considera que “jamás en la América Latina
se ha producido una situación histórica tan próxima a la dualidad de poderes en la Rusia
de 1917 como en Bolivia en 1952” (Zavaleta, 2011, 413). Con resultados que resaltan
como la abolición del ejército, su suplantación por masas obreras armadas; la
conformación de la Central Obrera Boliviana. Sin embargo, ya desde un inicio llamo la
atención que no solo que la dirigencia se la entregue a la burguesía, al esperar la llegada
de Paz Estenssoro para que ocupe formalmente el gobierno; sino que siendo la clase
obrera la mayoritaria dentro del partido del MNR y siendo la revolución estrictamente de
carácter obrero, fabril y minero, sea finalmente la burguesía quien se apropiara del Estado.

Con la revolución del 52 llegan al poder a la vez dos fuerzas, resalta Zavaleta, el MNR y
la clase obrera. Sin embargo, será con el MNR que los obreros ingresan en masa a la
política, pero este partido no contenía ni en práctica ni en su teoría la ideología del
proletariado (Zavaleta; 2011: 415). Sucedió entonces que una clase realiza los ideales y
objetivos históricos de otra clase, el de la burguesía en este caso ya que se crearía el
Estado burgués boliviano a falta de la fusión de un partido obrero que contenga dentro de
su pensamiento el socialismo científico con las masas proletarias. Entonces lo que
predominaba era la ideología burguesa aun dentro de la clase obrera y más bien seria
Lechín quien encarne, pero solo como individuo, el radicalismo de las masas siendo la
voluntad omnímoda e indiscutida que no contradice el nuevo carácter del Estado, sino
que incluso llega a ser instrumento fundamental para que ese Estado existiera.

De esta manera, Zabaleta concluye que no existió tal poder dual, la coexistencia de dos
tipos de Estado, en 1952. Debido a la inexistencia de un partido de características
proletarias y la ausencia de la conciencia proletaria políticamente organizada es que más
bien lo que se presento es un cogobierno MNR – COB, siendo esta la primera experiencia
de posibilidad de existencia de un poder dual en Bolivia pero que ni cercana a
consolidarse como tal; esto hasta la experiencia de 1971 de la Asamblea Popular.

La Asamblea Popular nace a partir del Comando Político, supera la experiencia del 52 al
ser una organización obrera y que dada la “memoria de masas” la clase obrera se organiza
fácilmente alrededor de la Asamblea Popular. Al tratar de imponer su programa se
tropieza con el poder del Estado burgués manifestado a través del ejercito como su brazo
armado. Para Zavaleta por eso la situación de 1971 fue un embrión avanzado del poder
dual, aunque no propiamente el poder dual, un esbozo y no la figura misma. (Zavaleta,
2011, 429). Se entiende esto a partir de que la Asamblea no haya tenido la capacidad
material suficiente para plantear esta situación.

Esto porque en Bolivia aún no se habían cumplido ciertos requisitos para la existencia de
una situación revolucionaria in pleno: la burguesía aun actuaba en cierta coherencia con
el sector obrero. Además, que el programa tenía un carácter gradualista y no extremista
para la construcción de un Capitalismo de Estado; por lo que para al autor aún se hacía
presente una lucha al interior de la clase, entre los sectores avanzados y los rezagados.
(Zavaleta, 2011, 430)

Para todo esto juegan un rol importante las figuras del entonces presidente Torres como
la de un primer Ovando. Al permitir la existencia de la Asamblea Popular, pero resalta
que no por esto la estuviera recreando sino simplemente para contrarrestar la presión
derechista de la burguesía. Existía la inter-necesidad entre Torres y la Asamblea, aunque
la segunda respondía exclusivamente a la organización obrera. Así dentro de cada polo
cada uno significaba un tipo de Estado: “el ejército, el estado burgués real; aunque solo
en la medida del limitado desarrollo capitalista logrado por la Revolución del 52; la
Asamblea, el Estado proletario potencial, meramente embrionario porque vivía aun en las
precarias condiciones emergentes de la contradicción interna en el seno del ejército y no
de sí misma, porque no atinaba a lograr una plena autonomía” (Zavaleta, 2011, 433).

Para 1971 entonces los sectores avanzados ya demostraban el carácter de ser una clase
para sí, pero sin tener el mismo aparato represivo que en 1952 (masas obreras armadas).
Aun cuando ya se había planteado la existencia de programas avanzados como la Tesis
de Pulacayo aun no existía carnalmente en las masas. Por eso Torres represento el
renacimiento de la revolución democrático – burguesa en combinación con la estrategia
socialista de la Asamblea Popular. Por eso afirma que las tareas burguesas no han
concluido en Bolivia.

4. La plurinacionalidad y el embrión de un Estado Plurinacional

Antes de pasar al análisis del proceso que se constituyó como “proceso de cambio”, es
necesario incorporar algunas categorías analíticas para comprender de una manera mucho
más compleja el carácter de la “plurinacionalidad”. Desde la concepción que realiza
Enrique Dussel de modernidad y post – modernidad dentro de un sentido dialectico y de
totalidad.

Este ejercicio permitiría comprender la disputa de los proyectos políticos en disputa en


América Latina de manera diferente, como se la pretende visibilizar hoy en día. Como se
presentó durante el siglo XX, esa dicotomía de los proyectos políticos en un sentido de
construcción únicamente entre el Estado burgués y el Estado obrero. De esta manera el
sentido de un Estado Plurinacional no sería solamente en contraposición al Estado
Republicano desde una alternativa socialista, sino que contiene un sentido de
construcción alternativo a lo que podría considerarse incluso una izquierda moderna, que
intenta reproducir la misma dinámica de relaciones políticas en tanto solamente una
disputa por el poder.

Por esto, se vuelve necesario desarrollar dos categorías. El de modernidad y el de


transmodernidad, haciendo una breve referencia al sentido de la postmodernidad. Estas
categorías solamente pueden entenderse desde el sentido de totalidad que la lógica
dialéctica desarrolla. No sería lo mismo entender solamente la forma económica de
producción capitalista como la desencadenante del sistema político, sino más bien la
modernidad como un proyecto civilizatorio.

Se entiende por modernidad como el “manejo de la centralidad de Europa en el Sistema


Mundo” (Dussel, 2008, 27). Esto implica que, si bien hoy la modernidad es un estado casi
establecido y que tendría como origen el encuentro de dos mundos, el europeo y el de las
indias americanas; se trata aun de un proceso englobante de los no-modernizados para
incluirlos en su proyecto socio político. De esta manera el proyecto del Estado – nación
como tal, tiene origen en la concepción de la revolución francesa que se extiende por toda
Europa, y posteriormente el mundo, a través de las diferentes determinaciones históricas
hasta la actualidad. Aun lo que se ha denominado como la “izquierda ortodoxa”, continuó
reproduciendo esta lógica de la modernidad en una actitud globalizadora de su totalidad.
Que en su condición de ser la oprimida la bastaba con pasar a ser la opresora, pero sin
romper esta lógica de dominación en el fondo que es lo que se requiere en la actualidad.

La modernidad se ha constituido como aquella totalidad totalizante, que ya en su etapa de


ser consolidada ha recurrido a la postmodernidad para quitar la posibilidad de lucha por
otra alternativa. Esta última como una nueva “sabiduría del desencanto” posicionando
cualquier lucha en un sinsentido. Ante estas se contrapone la transmodernidad, en tanto
totalidades que no asumen ese rol encubridor y dominante de otras totalidades, otras
cosmovisiones; pero no llevadas al plano individual, como lo ha hecho la postmodernidad
donde cada quien tiene sus propias verdades. Así en nuestro territorio cada una de las
naciones originarias podrían considerarse como totalidades, sentidos de construcción y
convivencia, de cosmovisiones diferentes, que se encuentran en resistencia (si es que no
ya subsumidas por el sistema moderno).

El gobierno que se vive actualmente se lo presenta como la de un gobierno indígena,


donde, por lo tanto, se estaría desenvolviendo otro Estado, alternativo al Estado
homogeneizador, moderno y colonizador. Sin embargo, se entendió la practica
colonizadora como simplemente la exclusión del sujeto indígena dentro de las estructuras
estatales modernas. Por lo tanto, su superación – para ellos - seria su inclusión y la gestión
de esta estructura por parte de sujetos diferentes pero, aun así, ya colonizados.

De la misma manera en que la revolución nacional de 1952 se presentó como un


cogobierno MNR-COB como la base de un poder dual, que Zabaleta se encargaría de
concluir que esta no tenia en sí el potencial de constituirse realmente en un Estado
alternativo; hoy en día la participación de la Coordinadora Nacional por el Cambio
(CONALCAM) y las Coordinadoras Departamentales por el Cambio (CODECAM) se
presentan como aquella forma de organización paralela a la estructura estatal – del
gabinete de ministros – que permite la participación en la toma de decisiones.

Asumiendo lo que algunas organizaciones hoy en día proponen como forma de


organización territorial, política y social partiendo de la comunidad como núcleo
organizacional, pero como la comunidad de comunidades como forma organizativa
abarcadora de estas particularidades. De esta manera se puede contraponer un verdadero
sentido de Estado Plurinacional como la comunidad de las comunidades frente al proyecto
moderno del Estado – nación y del actual cogobierno de los movimientos sociales junto
al gobierno.

Si bien se podrían considerar como potenciales transformaciones a los procesos de


formalización de las autonomías, en tanto estas consoliden formas alternativas de
organización, participación y toma de decisiones; diferente a la lógica de las mayorías
sobre las minorías que se consideraría como la democracia republicana. De esta manera
se puede contraponer y afirmar que los sentidos de construcción social y política de los
pueblos originarios lo hace en resistencia ya no solo al capitalismo mundial como forma
de organización económica sino a la modernidad como sistema civilizatorio.

De esta manera un verdadero potencial poder dual, pero en el que se contraponga el


Estado Moderno aún no se podría considerar presente. Incluso la actual polaridad en tanto
continuidad o no de lo que se denomina “proceso de cambio” que circula en torno a la
legalidad o no del resultado del Referéndum del 21 de febrero de 2016 aun circulan en
torno a este sentido moderno. De la democracia republicana, de la disputa por la legalidad
y dentro de un mismo sentido de construcción.

Por más que las organizaciones y diferentes movimientos sociales se encuentran


presentes, y en la toma de decisiones a través de la CONALCAM, este resultaría, de la
misma manera que el gobierno MNR-COB en más bien el ejercicio de la hegemonía
moderna. Ya la forma organizativa carga el potencial concepto de relaciones políticas;
por ejemplo, en la estructura de las secretarias ejecutivas en la que de forma piramidal se
estructura no solo la participación sino la disputa por alcanzar esta cima.

5. Conclusiones

Caracterizar el pensamiento de Rene Zabaleta si bien resulta metodológicamente sencillo


adecuarlo dentro de la periodización propuesta por Luis H. Antezana en tres periodos; al
mismo tiempo resulta complejo definir a priori que se trata de una concepción marxista
ortodoxa. Mientras dentro de una abstracción del pensamiento marxista se puede
categorizar como tal; considerando tanto la revisión de sus diferentes autores como los
planteamientos propios que se generan en su análisis crítico resulta, más bien, una riqueza
compleja de los diferentes marxismos.

Lejos de ser una reproducción esquemática a la que la realidad se somete a la estructura


categórica del marxismo, como quizás algunas personas pretender y que lo malentienden
como ideología marxista; Zabaleta nos presenta el carácter dialectico de la generación del
conocimiento. A partir de la revisión de las ideas presentadas hasta el momento, pero
sometiéndolas a crítica y cuestionamiento, reformulación y, por lo tanto, aportes al debate
sobre la construcción de una sociedad diferente, que supere las opresiones y
explotaciones. Es por lo tanto Zabaleta un pensador vigente hasta hoy en día si es que se
realiza el mismo carácter critico de revisión de su pensamiento, no solo en su periodo
como marxista ortodoxo (al que ya complementamos su complejidad) sino como unidad
de pensamiento desde sus primeros escritos hasta su fallecimiento en 1984.

En este sentido, el proceso llevado a cabo desde la configuración de un Estado


Plurinacional se puede analizar desde la concepción de Poder Dual, pero ya no entre el
sentido de Estado obrero y burgués, sino dentro de la esquematización de un Estado
Moderno y otro desde la transmodernidad.

Desde esta óptica, analizando el potencial organizativo y de potenciales formas de


participación, toma de decisiones en las lógicas comunitarias; nos permitiría romper la
dicotomía del debate incluso en lo que se aborda actualmente sobre el carácter
democrático de Estado y su relación con el “Estado de derecho”. Así se podría concluir
que no existe tal forma embrionaria de un real Estado Plurinacional aun cuando este se
ha presentado como alternativa a un sistema capitalista

6. Bibliografía

- Bautista Segales, Juan José. (2018). “Dialéctica del fetichismo de la modernidad;


Hacia una teoría critica del fetichismo de la racionalidad moderna”. 2° Edición. Yo
soy si tú eres ediciones. La Paz. Bolivia.

- Dussel, Enrique. (2008). “Marx y la modernidad; Conferencias de La Paz”.


Ediciones Rincón. La Paz, Bolivia.

- Dussel, Enrique. (1977). “Introducción a una filosofía de la liberación


latinoamericana. Editorial Extemporáneos”. México.
- Nicolas, Vincent & Quisbert Pablo. (2014). “Pachakuti: El retorno de la nación;
Estudio comparativo del imaginario de nación de la Revolución Nacional y del Estado
Plurinacional”. Fundación PIEB. Sucre. Bolivia

- Souza Crespo, Mauricio. (2011). “Apuntes sobre la obra de Rene Zavaleta Mercado,
1957 – 1974: Ahora sé porque hubo quienes pensaban que conocer es recordar”. En
Obra Completa de Rene Zavaleta, Tomo I: Ensayos 1954 – 1974. Ediciones Plural.
Bolivia

- Zabaleta Mercado, Rene. (1974). El Poder Dual en América Latina. En Obra


Completa de Rene Zavaleta, Tomo I: Ensayos 1954 – 1974. Ediciones Plural. Bolivia

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