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1. Introducción
Presentar una ponencia, hoy en día, que tenga la pretensión de ser lo suficientemente
crítica resulta cada vez más complicado. Por un lado, debido a la exclusión consciente de
la praxis política por parte de la academia; por otro, debido a la actitud de búsqueda de
“ideologías” y estructuras categóricas que le den a uno las respuestas finales de un
proceder cotidiano. En ninguno de estos ámbitos se encuentra quien pretenda una
construcción solida no solo de su actitud reflexiva y de los procesos abstracción de la
realidad, sino de la validación y constante sometimiento a retroalimentación a través de
la praxis.
Esta actitud además implica la ruptura de las lógicas dicotómicas, tan presentes en la
actualidad. Impera la necesidad de generar procesos de construcción creativos que no
impliquen un sentido de ruptura con el pasado para crear “la nueva solución”, sino de un
reencuentro critico con la historia de nuestros pueblos. La configuración presente hace
cada vez mas urgente este reencuentro. Es un contexto de importantes determinaciones y
consolidaciones de los proyectos políticos en disputa.
Las tensiones que se presentan a nivel nacional, cobran sentido en el marco de una disputa
global. De la misma manera, la disputa regional latinoamericana, que en cierto momento
resulto esperanzadora, no es sino el resultado de una interrelación entre lo particular y lo
general. Así es que la condición actual latinoamericana se presenta como una tensión
entre, al menos, dos diferentes proyectos políticos. Por un lado, aquellos procesos que, en
su momento, se afirmaron como alternativas a la implementación de las políticas
neoliberales; proyecto que cobró diferentes denominativos: desde los gobiernos
progresistas, socialismo del s. XXI y revoluciones con diferentes denominativos1. Por
otro lado, con el desgaste de estos proyectos y el continuo debilitamiento desde las
presiones externas, comienza a surgir una ola conservadora que, ya sea por las políticas
económicas y sociales aplicadas o por las declaraciones, se las puede considerar como un
retorno del neoliberalismo. Así lo demuestran los gobiernos de Bolsonaro en Brasil y
Macri en Argentina principalmente.
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La de Bolivia con el gobierno de Evo Morales, se denominó la “revolución democrático – cultural”; por
otro lado, en Ecuador cobra el denominativo de “revolución ciudadana” con Rafael Correa. Se encuentra
también la “revolución bolivariana” de Venezuela a la cabeza de Hugo Chávez, quizás, como el caso más
emblemático de la región.
común del proyecto que se consolidaba era que “había llegado el fin de la historia” frente
a cualquier alternativa que se oponga a la globalización, en tanto consolidación de un
capitalismo mundial. Frente a esta surgiría, en defensa, el contenido de “otro mundo es
posible”, desde los congresos zapatistas hasta su afirmación por parte del presidente
Hugo Chávez.
Hoy en día es otra la disputa del sentido común: una defensa, en algunos casos
lastimosamente desde una posición acrítica de lo que se está reproduciendo o de los
errores que no se desea observar, de aquel “otro mundo es posible”. Por otro lado, el
intentar demostrar que “las alternativas no son viables” y demostrar un fracaso
sistemático de estos gobiernos que marcaron la primera década del siglo XXI.
A estas alturas, es necesario afirmar que el pensamiento de Rene Zavaleta Mercado, como
el de cualquier otro pensador con pretensión critica, no es una cuestión estática. Ya sea
entendiendo la periodización que se hizo de su pensamiento en tres diferentes etapas: la
de un Zavaleta cuya lectura la hace partir de un “nacionalismo revolucionario”, una
segunda etapa en la que las reflexiones pueden ser catalogadas dentro de un marxismo
ortodoxo; y, por último, la de un Zavaleta marxista crítico, en la que desarrolla la teoría
de la sociedad abirragada. (Souza, 2013); o entendiendo esta división como meramente
metodológica y comprendiendo, en ultima instancia, la unidad dialéctica de su
pensamiento. Al igual que la división del pensamiento de Marx; en el joven Marx y un
Marx maduro, también se debe comprender su pensamiento como una unidad en
constante autocritica y revisión, una unidad dialéctica. En el caso de Zavaleta en torno a
la problemática que le genera el levantamiento popular del 9 de abril de 1952 y sobre el
que retornara en cada uno de los periodos de su pensamiento.
Desde esta doble evaluación es que cualquier lectura del pensamiento, realizado en otro
espacio y en otro tiempo, son invitaciones a analizar las problemáticas presentes. El
estudio del pensamiento no se vuelve entonces un fin en sí mismo, sino el medio para
comprender mejor nuestra realidad y sus trasformaciones, nuestro rol en estas.
En este sentido, se podría considerar la condición actual como una fuerte ruptura en la
sociedad boliviana a lo acontecido desde febrero de 2003. Desde entonces se dio paso a
la creación del Estado Plurinacional que se vive desde, al menos formalmente, el año
2009. Tanto el proceso de la Revolución Nacional, que motivo las reflexiones de
Zabaleta, como el del Estado Plurinacional se podrían considerar como los dos procesos
más importantes de la historia contemporánea de Bolivia (Nicolas & Quisbert, 2014).
Ambos como momentos históricos cruciales en la construcción de un sentido de nación
o, si se considera como otro proyecto, el de lo plurinacional.
Para comprender también con quien discutía Zabaleta, cuando contrapone la concepción
de Poder Dual desarrollada en cierto marxismo hegemónico, es que se vuelve necesario
hacer una revisión histórica de lo que se consideraría como marxismo ortodoxo.
A manera de síntesis: luego de la muerte de Marx, quien habría sido parte de la fundación
de la I Internacional, fue Engels quien se encargaría de continuar la labor del pensamiento
revolucionario. Fue este quien habría planteado algunas bases de concepciones que se
reflejarían en la II Internacional, de carácter socialdemócrata, y que se disuelve a partir
del sentimiento nacionalista que rebasa a la mayoría de sus integrantes durante la I Guerra
Mundial. Es debido a este quiebre que Lenin, realizando fuertes críticas y diferenciándose
totalmente de esta corriente socialdemócrata, impulsa la conformación de la III
internacional posteriormente al triunfo de los bolqueviques en lo que sería la Revolución
Rusa, el año 1917. Será este evento de octubre de 1917 el que marcaría profundamente al
siglo XX. Surgen entonces diferentes lecturas sobre lo que significaría la revolución rusa,
sobre cuál debería ser su devenir y cuál el tipo de acciones que se deben seguir en cada
uno de los diferentes territorios para avanzar hacia la construcción de una sociedad
socialista – comunista.
Surge desde el inicio posiciones como la de Rosa Luxemburgo quien discutiría con Lenin
sobre el carácter de la revolución en Alemania; surgiría al interior de la URSS una clara
diferencia entre quien se quedaría en la dirigencia del proceso soviético, Iósif Stalin, y
León Trotsky, este último fundador de la IV internacional y mandado a asesinar por el
primero. Surgen pensadores como Lukács o Gramsci que en algún momento escribirían
alguna crítica sobre el proceso soviético, sin desligarse de la corriente marxista. Desde
territorio latinoamericano surgen posiciones críticas como la de Mariátegui quien no
acataría “militantemente” las resoluciones de algunos congresos de la III Internacional y
quien más bien plantearía posiciones diferentes desde su lectura latinoamericana. Entre
varios otros ejemplos, quizás es importante mencionar la experiencia China bajo el
liderazgo de Mao Tse Tung quien también abriría una nueva posibilidad de considerar
diversos factores al momento de pensar una construcción socialista.
Entonces, lejos de existir un pensamiento marxista ortodoxo más bien existe lo que se
denominaría los marxismos. En este punto cabe la pena preguntarse: siendo Zavaleta, al
momento de escribir “El poder dual”, un pensador marxista ortodoxo ¿A qué corriente o
qué tipo de marxismo ortodoxo es que reproduce desde su pensamiento?
Se puede observar que Zavaleta trasciende estas limitaciones, pero sin desligarse
totalmente de una nomenclatura marxista y que más bien refleja la profundidad de la
revisión que realizo para la elaboración de la obra “El poder dual en América Latina”.
Lejos de cerrarse en prejuicios, como quizás procedemos en la actualidad o como suele
caracterizarse a quienes tienen alguna relación con el dogmatismo que generaron los
Partidos Comunistas de diferentes países, Zabaleta analiza la teoría general sobre la
dualidad de poderes rescatando la discusión que existe entre Lenin y Trotski como la
vertebra principal de su formulación teórica. No por esto dejara de lado la revisión de
otros autores para considerar una posición final entorno a la cuestión; es decir, se puede
notar claramente la lectura de Gramsci, de Lukács, de Althusser o la crítica al foquismo
que surge posteriormente a los 60, etc.
El evento a partir del cual se problematiza sobre la cuestión dual del poder en Bolivia será
la insurrección de 1952. Zavaleta al respecto considera que “jamás en la América Latina
se ha producido una situación histórica tan próxima a la dualidad de poderes en la Rusia
de 1917 como en Bolivia en 1952” (Zavaleta, 2011, 413). Con resultados que resaltan
como la abolición del ejército, su suplantación por masas obreras armadas; la
conformación de la Central Obrera Boliviana. Sin embargo, ya desde un inicio llamo la
atención que no solo que la dirigencia se la entregue a la burguesía, al esperar la llegada
de Paz Estenssoro para que ocupe formalmente el gobierno; sino que siendo la clase
obrera la mayoritaria dentro del partido del MNR y siendo la revolución estrictamente de
carácter obrero, fabril y minero, sea finalmente la burguesía quien se apropiara del Estado.
Con la revolución del 52 llegan al poder a la vez dos fuerzas, resalta Zavaleta, el MNR y
la clase obrera. Sin embargo, será con el MNR que los obreros ingresan en masa a la
política, pero este partido no contenía ni en práctica ni en su teoría la ideología del
proletariado (Zavaleta; 2011: 415). Sucedió entonces que una clase realiza los ideales y
objetivos históricos de otra clase, el de la burguesía en este caso ya que se crearía el
Estado burgués boliviano a falta de la fusión de un partido obrero que contenga dentro de
su pensamiento el socialismo científico con las masas proletarias. Entonces lo que
predominaba era la ideología burguesa aun dentro de la clase obrera y más bien seria
Lechín quien encarne, pero solo como individuo, el radicalismo de las masas siendo la
voluntad omnímoda e indiscutida que no contradice el nuevo carácter del Estado, sino
que incluso llega a ser instrumento fundamental para que ese Estado existiera.
De esta manera, Zabaleta concluye que no existió tal poder dual, la coexistencia de dos
tipos de Estado, en 1952. Debido a la inexistencia de un partido de características
proletarias y la ausencia de la conciencia proletaria políticamente organizada es que más
bien lo que se presento es un cogobierno MNR – COB, siendo esta la primera experiencia
de posibilidad de existencia de un poder dual en Bolivia pero que ni cercana a
consolidarse como tal; esto hasta la experiencia de 1971 de la Asamblea Popular.
La Asamblea Popular nace a partir del Comando Político, supera la experiencia del 52 al
ser una organización obrera y que dada la “memoria de masas” la clase obrera se organiza
fácilmente alrededor de la Asamblea Popular. Al tratar de imponer su programa se
tropieza con el poder del Estado burgués manifestado a través del ejercito como su brazo
armado. Para Zavaleta por eso la situación de 1971 fue un embrión avanzado del poder
dual, aunque no propiamente el poder dual, un esbozo y no la figura misma. (Zavaleta,
2011, 429). Se entiende esto a partir de que la Asamblea no haya tenido la capacidad
material suficiente para plantear esta situación.
Esto porque en Bolivia aún no se habían cumplido ciertos requisitos para la existencia de
una situación revolucionaria in pleno: la burguesía aun actuaba en cierta coherencia con
el sector obrero. Además, que el programa tenía un carácter gradualista y no extremista
para la construcción de un Capitalismo de Estado; por lo que para al autor aún se hacía
presente una lucha al interior de la clase, entre los sectores avanzados y los rezagados.
(Zavaleta, 2011, 430)
Para todo esto juegan un rol importante las figuras del entonces presidente Torres como
la de un primer Ovando. Al permitir la existencia de la Asamblea Popular, pero resalta
que no por esto la estuviera recreando sino simplemente para contrarrestar la presión
derechista de la burguesía. Existía la inter-necesidad entre Torres y la Asamblea, aunque
la segunda respondía exclusivamente a la organización obrera. Así dentro de cada polo
cada uno significaba un tipo de Estado: “el ejército, el estado burgués real; aunque solo
en la medida del limitado desarrollo capitalista logrado por la Revolución del 52; la
Asamblea, el Estado proletario potencial, meramente embrionario porque vivía aun en las
precarias condiciones emergentes de la contradicción interna en el seno del ejército y no
de sí misma, porque no atinaba a lograr una plena autonomía” (Zavaleta, 2011, 433).
Para 1971 entonces los sectores avanzados ya demostraban el carácter de ser una clase
para sí, pero sin tener el mismo aparato represivo que en 1952 (masas obreras armadas).
Aun cuando ya se había planteado la existencia de programas avanzados como la Tesis
de Pulacayo aun no existía carnalmente en las masas. Por eso Torres represento el
renacimiento de la revolución democrático – burguesa en combinación con la estrategia
socialista de la Asamblea Popular. Por eso afirma que las tareas burguesas no han
concluido en Bolivia.
Antes de pasar al análisis del proceso que se constituyó como “proceso de cambio”, es
necesario incorporar algunas categorías analíticas para comprender de una manera mucho
más compleja el carácter de la “plurinacionalidad”. Desde la concepción que realiza
Enrique Dussel de modernidad y post – modernidad dentro de un sentido dialectico y de
totalidad.
5. Conclusiones
6. Bibliografía
- Souza Crespo, Mauricio. (2011). “Apuntes sobre la obra de Rene Zavaleta Mercado,
1957 – 1974: Ahora sé porque hubo quienes pensaban que conocer es recordar”. En
Obra Completa de Rene Zavaleta, Tomo I: Ensayos 1954 – 1974. Ediciones Plural.
Bolivia