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DE S Ó C R A T E S
A. E. Taylor
B R E V I A R I O S
DKL PONDO DE CUL I UHA KCONÔMICA
Los Breviarios del F o n d o de C u ltu ra E co
3 'J
LA J U V E N T U D DE S Ó C R A T E S 31
del im perio m arítim o ateniense, se formó menos de
diez años antes de su nacim iento; debía de tener ya
suficiente edad para comenzar a enterarse de lo que
sucedía a su alrededor cuando se establecieron los
fundam entos de la dem ocracia de Pericles por me
dio del ostracismo del rival de Pericles, Cim ón,
hijo de M ilcíades (461 a. c.), y la institución del
tributo general para los jurados democráticos. Era
ya un joven de veinticuatro o veinticinco años
cuando Atenas y Esparta concertaron la “ paz de
treinta años” , que dejó a Atenas, m ediante la re
nuncia a sus aspiraciones al dom inio sobre la tie
rra, en libertad de consolidar su dom inio sobre el
Egeo y convertirse en la prim era potencia naval
del mundo. Estaba ya al borde tie los cuarenta
años cuando estalló la larga guerra que había de
acabar en la destrucción de la grandeza ateniense.
Es im portante recordar estos hechos por una razón
muy sencilla. E l retrato de Sócrates que ha dom i
nado inevitablem ente la im aginación de todas las
generaciones posteriores es el trazado por Platón
en los diálogos que tratan de su proceso y de su
muerte, retrato que lo presenta como un anciano;
lo mismo que la im agen que tenemos del doctor
Johnson es la de Boswell, que no lo vio hasta sus
cincuenta y cuatro años y cuando todas las luchas
habían quedado atrás. No es posible intentar com
prender al Sócrates históricam ente hasta 110 estar
bien enterados de que su juventud y su prim era
madurez transcurrieron en una sociedad separada
de aquella en que crecieron Platón y Jenofonte,
por el mismo abismo que separa la Europa de la
posguerra de la Europa de la preguerra.
No sabemos gran cosa acerca de los padres tic
3ü LA J U V E N T U D DE SÓCRATES
Sócrates. Platón nos dice en el L a q u e s 2 que So-
fronisco estaba unido por lazos de estrecha amistad
con la fam ilia de su famoso vecino del mismo deme,
el “ virtuoso” Aristides, e im plica (jue era hombre
de alguna consideración en el dem e. En el G ri
tón 3 se dice que puso gran cuidado en dar a su
hijo la educación elem ental reconocida en “ gim na
sia” y música. Fenarete (nombre que parece indi
car que era m ujer de buena fam ilia) tenía, de otro
m arido, un hijo llam ado Patrocles; 1 Platón nos
dice en el Teeteto r> cjue tenía gran h abilid ad como
partera. (Esta afirm ación se ha considerado algu
nas veces como una broma, pero de ser una inven
ción sería enteram ente superflua, aunque, desde
luego, no hemos de cometer el anacronism o de
suponer cjue Fenarete era una com adrona p ro fe
sional.) (i La tradición alejandrina, repetida todavía
generalm ente como si fuera 1111 hecho, afirm a que
Sofronisco era un artesano, estatuario o cantero, y
sabemos por Pausanias 7 y Diógenes Laercio 8 que
aún en el siglo 11 d. c., un grupo de las Gracias
- i8od.
3 50 d.
4 Platón, E u tidem o , 2(17 c.
5 '49 3 ·
β Platón dice que Sócrates com para burlonamente el
servicio que hace a sus jóvenes amigos ayudándolos a "d ar
a luz’’ las ideas con la habilidad de su madre. Que Sócrates
hizo realm ente esta comparación parece probarse por el he
cho de que en l.as nubes, comedia escrita cuando Platón
era un niño, Aristófanes hace un chiste sobre el "abo rto de
1111 pensam iento” (Nubes, 137). I.o cjue sería necio a me
nos de que fuera parodia de un modismo que el auditorio
reconociera como característico de Sócrates.
t I, X X I I , 8.
8 I b '9-
L A J U V E N T U D DE S Ó C R A T E S 33
que estaba en la A crópolis era mostrado como obra
de Sócrates. Sin embargo, esto parece ser dudoso.
Al parecer los arqueólogos están de acuerdo en
que el grupo descrito por Pausanias debe pertenecer
a un escultor de una época anterior (el nombre
de Sócrates era muy corrien te). L a prim era refe
rencia acerca de Sócrates como hijo de un cantero
se halla en algunas líneas satíricas citadas del es
critor de versos del siglo ni, T im ó n de Flío y, como
ha dicho Burnet, parece, por lo menos, cjue ni
Platón ni Jenofonte habían oído nada al respecto.
Si Platón hubiera tenido noticia de ella d ifícil
mente habría puesto en boca de Sócrates, como lo
hace en la A po lo g ía, que cuando empezó a buscar a
su alrededor un hombre más sabio que él, se volvió
hacia los políticos, después hacia los poetas, y sólo,
por últim o, hacia los “ artesanos” . Creo, como B u r
net, que la afirm ación surgió probablem ente de una
mala interpretación de una referencia hum orística
de Sócrates, citada por Platón,0 a Dédalo, el legen
dario constructor de imágenes de madera, como
antepasado suyo, y que el verdadero significado de
esta broma es que la fam ilia tenía un lin aje que
se hacía rem ontar hasta Dédalo, de la misma m a
nera que la casa de los Filedas, a la que pertene
cieron Pisistrato y Alcibiades, llevaba su origen
hasta Eaco. En todo caso, paiece evidente, si he
mos de confiar en Platón, que Sócrates no practicó
jam ás ningún oficio. Siem pre se le describe como
8 181 b.
9 En Diógenes Laercio, 11, 26, se hace decir a Sócrates
que salvó la vida de Jenofonte en Delio; sin embargo,
dado que Jenofonte era seguramente un niño de pecho en
aquel entonces, debe tratarse simplemente de una versión
inexacta del salvamento de Alcibiades en Potidea.
Ú L T IM O S AÑOS DE S Ó C R A T E S 79
les inspiró el fatal desvarío de la conquista de Sira
cusa cjue llevó directam ente a la ruina de Atenas.
L a fecha de la reunión celebrada en casa de Aga-
tón, descrita en el B a n q u ete de Platón, se ha fijado
a principios de 4 15, en los meses anteriores a dar
se a la vela la gran flota ateniense que llevaba
a Alcibiades como prim er com andante; y el retra
to que hace Platón del com andante “ hinchado de
insolencia y de vino” , pretende, sin duda alguna,
recordar la boyante confianza general en sí mismo
a que se había abandonado por entonces el pueblo
ateniense.10 En unos pocos meses la situación cam
bió totalmente. Apenas se había hecho a la m ar
la gran arm ada cuando toda Atenas se conmovió
por un gigantesco “ sacrilegio” . El propio A lcib ia
des y muchos de sus compañeros fueron acusados de
haber tomado parte repetidas veces en burlas sa
crilegas a los m isterios de Eleusis, parte integral
del culto religioso del Estado. Alcibiades recibió
orden de regresar inm ediatam ente para ser juzga
do, logró h uir en su viaje de regreso y fue conde
nado a la pena capital en ausencia, junto con su tío
Agioco, también m iem bro del círculo socrático, y
gran núm ero de hombres distinguidos, que inclu
ye al parecer a varios de los que figuran en el relato
platónico del banquete de A gatón.11
•48 Isócrates, xi, 5-6. Sin duda alguna, Isócrates había leí
do la Apología de Platón; pero su lenguaje implica que en
tre sus lectores había un grupo que amaba la memoria de
Sócrates. Respecto a la división de opiniones sobre Alcibia
des, compárese a Isócrates, xvt, por una parte, con Lisias, xiv,
por la otra.
io8 Ú L T IM O S ANOS DE S Ó C R A T E S
como m ártir de la filosofía no a una m elodram ática
explosión de sentim iento popular en una democra
cia emocional, sino a la Providencia que le dio,
como amigo más joven y discípulo, al único hombre
en la historia que ha com binado la grandeza supre
ma como pensador filosófico con una grandeza igual
como maestro del lenguaje, y por ello ha sido, di
recta o indirectam ente, el maestro de todos los
hombres de pensamiento desde sus días.
IV. EL PENSAMIENTO DE SÓCRATES
2 Frag. 1 3 1 , Bergk.
s Como ocurre, en la obra de Eurípides, cuando el Cíclo
pe dice que por una vez "dará gusto a su psych e" con un
atracón de caníbal (Ciclopes, 340). Así los romanos decían
genio indulgere en el mismo sentido, y anima cansa agere,
"actuar según propio capricho” .
11 i E L P E N S A M I E N T O DE S Ó C R A T E S
Parece cierto cjue en Atenas, en el siglo v, la
palabra psyche sugería al hombre ordinario no más
de lo que para nosotros significa la palabra “ fan
tasma” , y ésta es la razón de que Aristófanes hable
en Las nubes acerca de Sócrates y sus compañeros
como αοφα'ι ψυχαί — intenta sugerir que la vida de
aquellos "pensadores” no pasa de la ele otros tantos
“ fantasmas” . De esta suerte, φιλοψυχία, el cuidado
de la propia psyche, significa ese aferrarse cobarde
mente a la “ vida am ada” que lleva a un hombre a
ser presa del pánico en el campo de batalla.
Es evidente que lo cjue se necesita para el des
arrollo de una m oralidad y una religión "espiritu a
les” es cjue la insistencia órfica sobre la imjDortancia
suprem a de "ocuparse de los intereses de la psyche” ,
se combine con la identificación de esa psyche su-
j^remamente preciosa como sede de la inteligencia
y del carácter de la jiersona norm al. Éste es el
jjaso que da la doctrina del alm a enseñada por
Sócrates en Platón y en Jenofonte, y debido a este
rom pim iento con la tradición órfica, tanto como a
conceder el lugar central a la conducta en la vida,
centro que los pensadores anteriores habían dado
a la astronomía o a la biología, Sócrates, según la
manoseada frase de Cicerón: “ hizo bajar a la filo
sofía del cielo a la T ie rr a ” . En otras palabras, lo
que hizo fue crear la filosofía como algo entera
mente distinto de la ciencia natural y de la teosofía,
o cualquier am algam a de ambas, y llegar a este re
sultado de una vez por todas. E l alm a, tal como él
la concibe, tiene toda la im portancia y la indivi
d u alidad perm anente de la psyche órfica. Por ra
zones dadas anteriorm ente, me j^arece evidente que
debemos creer los relatos jilatónicos acerca de la
E L P E N S A M I E N T O I)E S Ó C R A T E S 115
firm e convicción de su maestro sobre la inm ortali
dad del alma, y en boca de un griego, esto significa
su d ivin id a d esencial. He aquí la verdadera justi
ficación de una m isión de prédica a todos los hom
bres, en todas las épocas, el sencillo deber de “ cui
dar el alm a” , y "hacerla tan buena como sea
posible” , fuera cual fuere el precio que la fortuna
o el cuerpo propios hubieren de pagar. Pero la
identificación del alm a, cuyo “ cuidado” es nuestro
prim er deber, con el yo norm al, significa, natural
mente, que el “ cuidado” no consistirá en la prác
tica de abstenciones y purificaciones rituales, sino
en el cultivo del pensam iento racional y de la con
ducta asimismo racional. El deber de un hombre
consistirá en ser capaz de “ dar cuenta” , de tener
una justificación racional de lo que cree y de lo
que hace. Precisam ente por afirm ar y por hacer
todo aquello de lo cual no podemos dar ninguna
justificación racional, mostramos nuestra indife
rencia al deber de "cu id ar” nuestras almas. Ésta es
la razón por la cual, cuando Sócrates em prendió el
cum plim iento de su m isión, su prim er empeño fue
el de convencer de su “ ignorancia” a los no ente
rados; dem ostrarles cuán poca justificación inteli
gente tienen para lo que hacen o creen.
Debemos señalar que esta doctrina socrática del
alm a no es psicología, en el sentido que damos a
esa palabra, ni psicofísica. N ada nos dice sobre la
cuestión de lo que el alm a es, excepto que es "lo
que está dentro de nosotros, sea lo que fuere, en
virtud de lo cual se nos dice sabios o necios, buenos
o m alos” , y que no puede ser visto ni captado por
ninguno de los sentidos. No es una doctrina de las
“ facultades” del alma, como tampoco de su "sus-
11G E L P E N S A M I E N T O DE S Ó C R A T E S
ta n d a ” . Se piensa que la “ ob ra” o “ función” ele
este divino constituyente del hombre es sólo cono
cer, captar las cosas tal como son realm ente, y, por
consecuencia, saber, particularm ente, lo que es bue
no y lo que es malo, y d irig ir y gobernar las accio
nes de un hom bre de m anera que lleven a una
vida que evite el m al y logre el bien. Así, pues, lo
que a Sócrates interesa no es la psicología especu
lativa ni la em pírica,4 sino un principio común de
la epistemología y la ética. “ H acer el alma tan
buena como sea posible” sería, por una parte, lle
gar al conocimiento de la existencia tal como es
realmente, y por la otra, basar la propia conducta
m oral en un verdadero conocimiento de “ los valo
res m orales” . En ambas esferas, lo único que debe
superarse es el poner la “ opin ión ” , la “ fantasía”
(d o xa ), las suposiciones que no pueden justificar
se como verdaderas, en el lugar del conocimiento. Así
como la ciencia se arruina por la confusión de la
fantasía con el hecho, así la vida práctica se echa a
perder por una falsa estimación del bien. Hemos de
ver ahora cómo este concepto del conocimiento
de la verdad como interés suprem o del alm a y, por
consiguiente del hombre, resulta en el principio de
una teoría tanto de la ciencia como de la conducta
m oral. Podríam os aceptar con confianza, aunque
no poseyéramos las claras indicaciones de Platón
2. T e o r ía d e l c o n o c im ie n t o y m é t o d o c ie n t í
I. I n t r od u cc i ón ...................................................... 7
11 . L a j uv en t ud de S ó c r a t e s ............................... 30
III. Ü l i i mo s años de Sócrates: su proceso y su
m u e r t e ............................................................. 74
I V. E l pensami ento de S ó c r a t e s .......................... íoy
1. É ti ca ................................................................. 117
2. T eo ría del conocimiento y método
científico ...................................................... 128