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habrán aprendido a realizar una indagación psicoanalítica ni

1» conferencia. Introducción a ejecutar un tratamiento de esa índole. Mas si alguno de


ustedes no se sintiera satisfecho con un trato pasajero con
el psicoanálisis, y quisiera entrar en una relación permanente
con él, no sólo se lo desaconsejaría, sino que directamente
lo prevendría contra ello. Tal como están hoy las cosas, me-
diante esa elección vocacional se coartaría toda posibilidad
de lograr éxito en una universidad, y, si hubiera de entrar
en la vida como médico practicante, se encontraría en me-
Señoras y señores: Yo no sé cuánto sabe cada uno de us- dio de una sociedad que no comprende sus empeños, que lo
tedes acerca del psicoanálisis, sea por sus lecturas o de oídas; mira con desconfianza, con hostilidad, y que le suelta todos
pero estoy obligado, por la ktra de mi anuncio —«Intro- los malos espíritus que en ella están en acecho. Las mani-
ducción elemental al psicoanálisis»—, a tratarlos como si festaciones que acompañan a la guerra que hoy descarga sus
nada supieran y necesitasen una instrucción preliminar. furias sobre Europa quizá les permitan formarse una idea
Lo que sin duda puedo dar por supuesto es que ustedes de cuántas legiones hay de tales espíritus.
saben que el psicoanálisis es una modalidad de tratamiento Siempre hay bastantes personas que, a pesar de tales in-
médico de pacientes neuróticos. Entonces puedo presentar- comodidades, se sienten atraídas por algo que puede consti-
les, acto seguido, un ejemplo de cómo muchas cosas ocu- tuirse en un nuevo fragmento del saber. Si alguno de us-
rren en este ámbito de manera diversa, y aun directamente tedes perteneciera a esa clase y, desdeñando mis avisos,
al revés, de lo que es habitual en el resto de la medicina. volviera a presentarse aquí la próxima vez, será bienvenido.
En esta, cuando sometemos a un enfermo a una técnica mé- Pero todos tienen el derecho a enterarse de estas dificulta-
dica que le resulta nueva, por regla general restamos impor- des del psicoanálisis a que he aludido.
tancia a las dificultades y le damos optimistas seguridades
acerca del éxito del tratamiento. Creo que está justificado
hacerlo, pues con tal conducta aumentamos la probabilidad Primero están las de la instrucción, las de la enseñanza
del éxito. Ahora bien, cuando tomamos a un neurótico bajo del psicoanálisis. En la enseñanza médica se han habituado
tratamiento psicoanalítico procedemos de otro modo. Le ex- ustedes a ver. Ven el preparado anatómico, el precipitado en
ponemos las dificultades del método, su prolongada duración, la reacción química, la contracción del músculo como resul-
los esfuerzos y los sacrificios que cuesta y, en lo tocante al tado de la estimulación de sus nervios. Más tarde, se exhiben
resultado, le decimos, nada podemos asegurarle: eso depende a los sentidos de ustedes los enfermos, los síntomas de su
de su conducta, de su inteligencia, de su docilidad, de su enfermedad, los productos del proceso patológico y, en mu-
perseverancia. Desde luego, tenemos motivos para adoptar chos casos, hasta el agente de la enfermedad en su esta-
un comportamiento en apariencia tan contrario a lo habitual, do aislado. En los departamentos de cirugía son testigos
y quizá más adelante llegarán ustedes a comprenderlos. de las intervenciones mediante las cuales se procura aliviar
No lo tomen ustedes a mal si al principio los trato de al enfermo, y tal vez ustedes mismos ensayen ejecutarlas.
manera parecida a esos enfermos neuróticos. En verdad les También en la psiquiatría la presentación del enfermo con
desaconsejo que vengan a oírme una segunda vez. Con ese sus muecas, sus modos de decir y su conducta alterados les
propósitot les presentaré las deficiencias que por fuerza son sugiere una multitud de observaciones que dejarán en us-
inherentes a la enseñanza del psicoanálisis y las dificultades tedes una impresión profunda. Así, el profesor de medicina
con que tropieza quien desea formarse acerca de él un jui- desempeña predominantemente el papel de un guía y de un
cio personal. Les mostraré que toda la capacitación anterior intérprete que los acompaña por un museo mientras ustedes
y los hábitos de pensamiento de ustedes tienen que con- obtienen un contacto inmediato con los objetos, y, por me-
vertirlos en opositores al psicoanálisis, y cuánto deberían dio de su propia percepción, se sienten convencidos de la
vencer dentro de sí mismos para dominar esa hostilidad ins- existencia de los nuevos hechos.
tintiva. No puedo anticiparles, desde luego, lo que ustedes Por desdicha, en el psicoanálisis todo es diverso. En el
obtendrán de mis comunicaciones en cuanto a comprensión tratamiento analítico no ocurre otra cosa que un intercambio
del psicoanálisis, pero algo puedo asegurarles: oyéndolas no de palabras entre el analizado y el médico. El paciente ha-

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bla, cuenta sus vivencias pasadas y sus impresiones presen-
lita para formarse un juicio. Casi todo depende, es evidente,
tes, se queja, confiesa sus deseos y sus mociones afectivas.
de la fe que puedan ustedes prestar al informante.
El médico escucha, procura dirigir las ilaciones de pensamien-
Figúrense ustedes que no han concurrido a una confe-
to del paciente, exhorta, empuja su atención en ciertas di-
rencia de psiquiatría sino a una de historia, y que el confe-
recciones, le da esclarecimientos y observa las reacciones
renciante les cuenta acerca de la vida y de los hechos béli-
de comprensión o rechazo que de ese modo provoca en el
cos de Alejandro Magno. ¿Qué motivo tendrían para creer
enfermo. Los parientes incultos de nuestros enfermos —a
en la veracidad de sus comunicaciones? Primero, la situación
quienes solamente les impresiona lo que se ve y se palpa,
parece todavía más desfavorable que en el caso del psicoaná-
de preferencia las acciones como se ven en el cinematógra-
lisis, pues el profesor de historia asistió tan poco como us-
fo—, nunca dejan de manifestar su duda de que «meras
tedes a las expediciones guerreras de Alejandro; el psicoana-
palabras puedan lograr algo con la enfermedad». Desde lue-
lista por lo menos les informa de cosas en que él mismo há
go, es una reflexión tan miope como inconsecuente. Es la
participado. Pero entonces hay que considerar aquello que
misma gente que sabe, con igual seguridad, que los enfer-
confirma lo que el historiador dice. Puede remitirlos a us-
mos «meramente imaginan» sus síntomas. Las palabras fue-
tedes a los informes de autores antiguos que fueron contem-
ron originariamente ensalmos, y la palabra conserva todavía
poráneos de los acontecimientos o estuvieron muy próximos
hoy mucho de su antiguo poder ensalmador. Mediante pala-
a ellos, vale decir, a los libros de Diodoro, Plutarco, Arriano,
bras puede un hombre hacer dichoso a otro o empujarlo a
etc.; puede presentarles reproducciones de las monedas o
la desesperación, mediante palabras el maestro trasmite su
estatuas conservadas del rey, y hacer circular entre los pre-
saber a los discípulos, mediante palabras el orador arrebata
sentes una fotografía del mosaico pompeyano que representa
a la asamblea y determina sus juicios y sus resoluciones. Pa-
la batalla de Issos. En rigor, todos esos documentos sólo
labras despiertan sentimientos y son el medio universal con
prueban que generaciones anteriores ya creyeron en la exis-
que los hombres se influyen unos a otros. Por eso, no des-
tencia de Alejandro y en la realidad de sus hazañas, y en este
preciemos el empleo de las palabras en la psicoterapia y dé-
punto podría recomenzar la crítica de ustedes. Descubrirán
monos por satisfechos si podemos ser oyentes de las palabras
entonces que no todo lo que se informa sobre Alejandro es
que se intercambian entre el analista y su paciente. 1
digno de crédito ni susceptible de certificarse en sus detalles,
pero yo no puedo suponer que saldrán de la sala de confe-
Pero es que no podemos hacerlo. La conversación en que
rencias dudando de la realidad de Alejandro Magno. Su jui-
consiste el tratamiento psicoanalítico no soporta terceros
cio se regirá por dos consideraciones principales: la pri-
oyentes; no admite ser presentada en público. Desde luego,
mera, que el conferenciante no tiene ningún motivo concebi-
en una lección de psiquiatría es posible presentar a los alumnos ble para presentarles como real algo que él mismo no tenga
un neurasténico o un histérico. Cuenta entonces sus quejas
por tal, y la segunda, que todos los libros de historia ase-
y síntomas, pero nada más. Las comunicaciones de que el quibles exponen los acontecimientos de una manera pare-
análisis necesita sólo serán hechas por él a condición de que
cida. Y si después se enfrascan en la compulsa de las fuentes
se haya establecido un particular lazo afectivo con el mé- antiguas, tomarán en cuenta estos mismos factores, a saber,
dico; callaría tan pronto notara la presencia de un solo tes-
los motivos posibles del informante y el acuerdo recíproco
tigo que le fuera indiferente. Es que esas comunicaciones to-
dé los testimonios. El resultado del cotejo será sin duda
can lo más íntimo de su vida anímica, todo lo que él como tranquilizador en el caso de Alejandro, pero es probable que
persona socialmente autónoma tiene que ocultar a los otros
no ocurra lo mismo si se trata de personalidades como Moi-
y, además, todo lo que como personalidad unitaria no quiere sés o Nimrod. Ahora bien, en lo que sigue tendrán ocasión
confesarse a sí mismo.
de individualizar con suficiente nitidez la duda que pueden
No pueden ustedes, por tanto, ser los oyentes de un tra- elevar contra la credibilidad del informante en psicoanálisis.
tamiento psicoanalítico. Sólo pueden oír hablar de él y to-
mar conocimiento del psicoanálisis de oídas, en el sentido Ahora tienen todo el derecho de hacer esta pregunta: Si
estricto de la palabra. Esta instrucción de segunda mano, no existe ninguna certificación objetiva del psicoanálisis ni
por así decir, los pone en una situación por completo insó- posibilidad alguna de hacer demostración pública de él, ¿có-
mo se puede aprenderlo y convencerse de la verdad de sus
1
[Véase un pasaje análogo en ¿Pueden los legos ejercer el aná- aseveraciones? Ese aprendizaje no es en realidad fácil, ni
lisis? (1926e), AE, 20, pág. 175.] son muchos los hombres que lo hayan hecho en regla, pero

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desde luego existe un camino transitable. El psicoanálisis tica que ustedes* pretenden conseguir en manos de esos
se aprende primero en uno mismo, por el estudio de la per- médicos legos, naturistas y místicos, a quienes tanto des-
sonalidad propia. No coincide esto en un todo con lo que precian.
se llama observación de sí, pero si es preciso puede subsu- No ignoro la disculpa que puede hacerse valer respecto
mírselo en ella. Existe una serie íntegra de fenómenos aní- de esa carencia. Falta la ciencia auxiliar filosófica que pu-
micos harto frecuentes y de todos conocidos que, tras alguna diera servir a los propósitos médicos de ustedes. Ni la filo-
instrucción en la técnica, pueden pasar a ser objeto del aná- sofía especulativa ni la psicología descriptiva, ni la llamada
lisis en uno mismo. Por esa vía se obtiene la buscada con- psicología experimental, que sigue las huellas de la fisiolo-
vicción acerca de la realidad de los procesos que el psico- gía de los sentidos, tal como se las enseña en las escuelas,
análisis describe y acerca de lo correcto de sus concepciones. son capaces de decirles algo útil acerca de la relación entre
De todos modos, los progresos alcanzables por este camino lo corporal y lo anímico o de ponerles al alcance de la mano
encuentran límites precisos. Más lejos se llega si uno se hace las claves para la comprensión de una perturbación posible
analizar por un analista experto, si se vivencian en el yo en las funciones anímicas. Dentro de la medicina, es cierto
propio los efectos del análisis y se aprovecha esa oportuni- que la psiquiatría se ocupa de describir las perturbaciones
dad para atisbar en el analista la técnica más fina del pro- del alma observadas y de reunirías en ciertos cuadros clíni-
cedimiento. Desde luego, este excelente camino es transita- cos, pero por momentos los propios psiquiatras dudan de
ble en cada caso para una persona individual, nunca para que sus clasificaciones meramente descriptivas merezcan el
un curso entero. nombre de una ciencia. Los síntomas que componen esos
cuadros clínicos no han sido individualizados en su origen,
ni en su mecanismo, ni en su enlace recíproco; no les co-
rresponden alteraciones registrables en el órgano anatómico
Hay una segunda dificultad en la relación de ustedes con del alma, o esas alteraciones son tales que a partir de ellas
el psicoanálisis de la que no puedo hacer responsable a este, no podría explicárselos. Y esas perturbaciones del alma sólo
sino que debo achacarla a ustedes mismos, mis oyentes, al son susceptibles de influencia terapéutica cuando se las pue-
menos en la medida en que hayan cultivado hasta ahora es- de individualizar como efectos colaterales de una afección
tudios de medicina. Esa formación previa ha imprimido a orgánica por lo demás.
la actividad de pensamiento de ustedes una determinada
orientación que ha de apartarlos mucho del psicoanálisis. Se He ahí la laguna que el psicoanálisis se empeña en llenar.
les ha enseñado a buscar un fundamento anatómico para Quiere dar a la psiquiatría esa base psicológica que se echa
las funciones del organismo y sus perturbaciones, a expli- de menos, y espera descubrir el terreno común desde el cual
carlas en términos de física y de química y a concebirlas se vuelva inteligible el encuentro de la perturbación corpo-
biológicamente, pero ni un fragmento del interés de ustedes ral con la perturbación anímica. A este fin debe mantenerse
fue dirigido a la vida psíquica que, no obstante, corona el libre de cualquier presupuesto ajeno, de naturaleza anató-
funcionamiento de este organismo maravillosamente com- mica, química o fisiológica, y trabajar por entero con con-
plejo. Por eso les es ajeno un modo de pensamiento psico ceptos auxiliares puramente psicológicos; por eso me temo
lógico y se han habituado a mirarlo con desconfianza, a ne- que al principio les suene a cosa extraña.
garle carácter de cientificidad y a abandonarlo a los legos,
a los poetas, a los filósofos de la naturaleza2 y a los mís-
ticos. Esta limitación importa por cierto un perjuicio para En cuanto a la dificultad que sigue, no quiero echar parte
la actividad médica de ustedes, pues el enfermo les presen- de la culpa a la formación previa o a la actitud de ustedes.
tará primero, como es la regla en todas las relaciones hu- Por dos de sus tesis el psicoanálisis ultraja a todo el mundo
manas, su fachada anímica, y yo me temo que en castigo se y se atrae su aversión; una de ellas choca con un prejuicio
verán precisados a dejar una parte de la influencia terapéu- intelectual, la otra con uno estético-moral. Permítanme que
no subestime estos prejuicios; son poderosos, son los sedi-
2 mentos de procesos de desarrollo útiles y aun necesarios
[En el sentido de los partidarios de la «filosofía de la natura-
leza» panteísta de Schelling, que tuvo vigencia en Alemania en la 3
[«Sie» (ustedes) en las primeras ediciones alemanas; «sie» (ellos)
primera parte del siglo xix.] en GS y GW.]

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para la humanidad; alimentados por fuerzas afectivas, la que el psicoanálisis proclama como uno de sus hallazgos con-
lucha contra ellos es asunto difícil. tiene, en efecto, la aseveración de que mociones pulsionales
La primera de esas aseveraciones ingratas del psicoanálisis que no pueden designarse sino como sexuales, en sentido
dice que los procesos anímicos son, en sí y por sí, incon- estricto y en sentido lato, desempeñan un papel enorme-
cientes, y los procesos concientes son apenas actos singula- mente grande, hasta ahora no apreciado lo suficiente, en la
res y partes de la vida anímica total.4 Recuerden ustedes que, causación de las enfermedades nerviosas y mentales. Y, más
por el contrario, estamos habituados a identificar lo psíquico aún, que esas mismas mociones sexuales participan, en me-
con lo conciente. A la conciencia la consideramos directa- dida que no debe subestimarse, en las más elevadas crea-
mente el carácter definitorio de lo psíquico, y a la psico- ciones culturales, artísticas y sociales del espíritu humano.6
logía, la doctrina de los contenidos de la conciencia. Hasta Según mi experiencia la repulsa por este resultado de la
nos parece tan trivial esa igualación que sentimos como un investigación psicoanalítica es la fuente más importante de
absurdo manifiesto toda contradicción a ella. Y no obstante, la resistencia con que ella ha chocado. ¿Quieren saber cómo
el psicoanálisis no puede menos que plantear esa contra- nos explicamos este hecho? Creemos que, bajo el acicate
dicción; le es imposible tomar como supuesto la identidad del apremio de la vida, la cultura fue creada a expensas de la
entre lo conciente y lo anímico.8 Su definición de lo aní- satisfacción pulsional, y en buena parte es recreada siempre
mico dice que consiste en procesos del tipo del sentir, el de nuevo en la medida en que los individuos que van ingre-
pensar, el querer; y se ve obligado a sostener que hay un sando en la comunidad de los hombres repiten, en favor del
pensar inconciente, hay un querer inconciente. Pero con eso todo, ese sacrificio de satisfacción pulsional. Entre las fuer-
se ha enajenado la simpatía de todos los amigos de la cien- zas pulsionales así empleadas, las pertenecientes a las mo-
tificidad sobria y se ha hecho sospechoso de ser una fantás- ciones sexuales desempeñan un importante papel; en ese pro-
tica doctrina esotérica que querría edificarse en las tinieblas ceso son sublimadas, vale decir, desviadas de sus metas se-
y pescar en río revuelto. Desde luego que ustedes, mis oyen- xuales y dirigidas hacia otras, que se sitúan socialmente en
tes, no pueden todavía comprender todo el derecho que me un plano más elevado y ya no son sexuales. Pero esta cons-
asiste para tachar de prejuicio un enunciado de naturaleza trucción es lábil; las pulsiones sexuales no quedan bien do-
tan abstracta como «Lo anímico es lo conciente»; tampoco madas, y en todo individuo que debe sumarse a la obra cul-
pueden aún colegir el desarrollo que eventualmente llevó a tural subsiste el peligro de que sus pulsiones sexuales se^
desmentir lo inconciente, si es que existe una cosa tal, ni rehusen a ese empleo. La sociedad no discierne amenaza ma-
la ventaja que de esa desmentida pudo obtenerse. Todo sue- yor a su cultura que la eventual emancipación de las pulsio-
na como1 una vacía disputa verbal: ¿se hace coincidir lo nes sexuales y el regreso de ellas a sus metas originarias.7
psíquico con lo conciente o debe extendérselo más allá? No Por eso no gusta de que se la alerte sobre esa delicada pieza
obstante, puedo asegurarles que con el supuesto de que exis- de su basamento, no tiene interés alguno en que se reco-
ten propesos anímicos inconcientes se ha iniciado una reorien- nozca la fuerza de las pulsiones sexuales y se ponga en claro
tación decisiva en el mundo y en la ciencia. la importancia que la vida sexual posee para los individuos;
Menos todavía pueden ustedes sospechar cuan estrecho es más bien, con propósito pedagógico, opta por desviar la aten-
el lazo que une esta primera audacia del psicoanálisis con la ción de todo ese ámbito. Por eso no soporta el mencionado
segunda, que ahora mencionaré. Este segundo enunciado hallazgo de la investigación psicoanalítica, y daría cualquier
cosa por ponerle el marbete de repulsivo en lo estético, de
4
[Destaquemos desde ya que en alemán las palabras «Unbewusst» vituperable en lo moral, o de peligroso. Pero nada puede
{inconciente} y «bewusst» {conciente} tienen una forma grama- hacerse con tales objeciones contra un hallazgo del trabajo
tical pasiva y, en general, un sentido pasivo. En inglés, las palabras científico que se supone objetivo. Si es que ha de expresarse
«conscious» y «unconscious» pueden ser utilizadas en forma pasiva,
pero, con igual frecuencia, lo son en forma activa. Así, en inglés se en voz alta esa contradicción, debe trasponérsela al ámbitc
diría: «í am conscious of a pain in my toe» {literalmente: «Soy con- intelectual. Ahora bien, es propio de la naturaleza humana
ciente de un dolor en un dedo mío del pie»} o «He was unconscious
of bis hatred» {«El era inconciente de su odio»}; en alemán, en 8
[Las pulsiones sexuales son el tema de la 20 ! conferencia, 16,
cambio, lo habitual sería decir que el dolor es conciente o el odio págs. 277 y sigs.]
es inconciente, y este es el uso adoptado comúnmente por Freud.] 7
[El tratamiento más completo que hizo Freud del tema del an-
6
[Esta cuestión se examina extensamente en el trabajo de Freud tagonismo entre la cultura y las fuerzas pulsionales se halla en El
sobre «Lo inconciente» (1915?), AE, 14, págs. 161 y sigs.] malestar en la cultura (1930a).]

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el inclinarse por tachar de incorrecto algo que no gusta, y
después es fácil hallar argumentos en su contra. La sociedad
convierte entonces lo ingrato en incorrecto y pone en entre-
dicho las verdades del psicoanálisis con argumentos lógicos
y fácticos, pero lo hace a partir de fuentes afectivas y sos-
tiene estas objeciones, en calidad de prejuicios, contra todo
intento de réplica.
Ahora bien: nosotros, estimadas señoras y señores, pode-
mos decir que cuando formulamos ese enunciado que se nos
objeta no perseguíamos ningún propósito tendencioso. No
quisimos sino expresar algo que pertenece al orden de los
hechos y que, mediante un empeñoso trabajo, creímos ha-
ber reconocido. Y ahora exigimos también el derecho de
mantener lejos del trabajo científico la injerencia de tales
prevenciones prácticas, y ello incondicionalmente, aun antes
de que hayamos averiguado si se justifica o no se justifica
el temor que pretende dictárnoslas.

Muy bien, esas serían algunas de las dificultades que les


saldrían al paso si ustedes se ocuparan del psicoanálisis. Qui-
zás es más que suficiente para empezar. Si pueden sobrepo-
nerse a la impresión que ellas les han causado, habremos,
por nuestra parte, de continuar.

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