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De las tecnologías a las culturas digitales1

A lo largo de los últimos veinte años se ha venido gestando una de las más
significativas transformaciones para los seres humanos, desatado por las maneras
en las que se han modificado las formas en la que nos comunicamos y
relacionamos, gracias a la tecnología digital. Lo que surge con las nuevas
tecnologías de la computación y la comunicación, no es solamente la aparición
de nuevas plataformas, innovadores artefactos o estrategias comunicativas.

Los avances tecnológicos han generado transformaciones, cada vez más


aceleradas, en nuestra forma de vivir en el mundo; y aunque algunos consideran
que los cambios son meramente tecnológicos, los más significativos que estamos
viviendo, son principalmente culturales. Nuestros modos de ver, nuestras
maneras de aprender, lo que aprendemos y la percepción misma que tenemos
sobre el conocimiento y la información, nuestras prácticas colectivas y las
representaciones que tenemos sobre nosotros mismos, están sufriendo
transformaciones permanentes de la mano del uso que damos a los medios y las
herramientas tecnológicas y de comunicación, gracias a un entorno digital que
tiene sus propias lógicas, gramáticas, estéticas, narrativas, códigos y formas de
relación, en algunos casos similares, pero en muchos, diferentes a las
herramientas y los medios análogos.

Una aproximación a las nuevas lógicas en la sociedad digital es, por lo tanto, una
aproximación necesariamente desde los estudios culturales; un acercamiento a
nuestras nuevas maneras de ser, pensar, percibir y estar en el mundo que no dejan
de reproducir y confrontar múltiples articulaciones del poder y la desigualdad.
Nuevas maneras que no pueden ser comprendidas en su totalidad si se miran con
la misma lógica con la que se miraban las anteriores, y cuya propia lógica
debemos comenzar a pensar y crear desde nuestro lugar de enunciación en las
dinámicas geopolíticas globales.


1
Escrito entre Germán Franco Díez, Germán Rey y Raúl Motta D.
2

Lo que se conoce como “cultura digital” expresa esas nuevas formas de


comunicación y relacionamiento. La “cultura digital” (o, más precisamente, las
culturas digitales) no únicamente ha transformado la manera en la que
producimos y comunicamos el conocimiento: es cultura en su totalidad y no solo
institucional. La educación se comprende a su vez, desde hace años, como
integral y no solo como un esfuerzo cognitivo o de competencias, y las nuevas
generaciones han incorporado lo digital a la cultura más y mejor que la escuela.
Es decir, lo incorporan a sus repertorios personales y sociales de significados, en
donde además de los conocimientos están la sensibilidad, los afectos, la
corporalidad, y los modos de relatar.

Proponemos entonces pensar la cultura digital no solo en términos de lo


audiovisual, lo virtual, o solamente el uso y la incorporación de nuevas
herramientas tecnológicas. Estos elementos son fundamentales y permiten la
ejecución de nuevos proyectos, pero debemos exigir un mayor reto, que
comprende explorar las posibilidades de encuentro que permite la exploración y
comprensión de las estéticas, lenguajes y formatos alternos de comunicación, la
ejecución de ejercicios de inteligencia colectiva, de colaboración e intercambio
interdisciplinar, intergeneracional e intercultural, la oportunidad de formular
nuevas preguntas y nuevas respuestas a las antiguas, la oportunidad de entender
los problemas culturales de nuestra contemporaneidad a la luz del mundo digital,
y utilizar las herramientas digitales para buscar soluciones y nuevas posibilidades.

Aún no se habían terminado de comprender las lógicas culturales de las formas


de recepción comunicativa de los espectadores del siglo XX cuando aparecieron
nuevas formas de relación con los medios y en torno a ellos: un mundo
relativamente sencillo de espectadores y consumidores se vio invadido de repente
por hackers, twitteros, navegantes, cibernautas, hiperlectores, prosumidores…
cada uno de ellos inmersos en nuevas prácticas y relaciones con los medios y los
contenidos, que no pueden ser analizadas a la misma luz con las que se miraban
las prácticas, por ejemplo, de las televidencias. Estas prácticas disruptivas en la
relación que establecemos entre nosotros, los medios, la información y el
conocimiento, no son una continuación de los modos anteriores, y exigen nuevos
estudios y nuevas formas de estudiar las prácticas de consumo, construcción y
comunicación de la información y el conocimiento.

Las prácticas de recibir y ver en la sociedad digital son diferentes a las prácticas
culturales asociadas a la recepción de contenidos en otras sociedades: en la
sociedad mística, la recepción se basaba en el pensamiento mítico en el que la
fuente directa de los mensajes era sobrenatural; en la sociedad parroquial, las
prácticas de recepción dirigida requerían la presencia física del emisor en el
escenario: el púlpito, el tablado, o la carpa del circo, entre otros; en la sociedad
espectadora, las masas acuden a consumir el contenido en silencio a través de
medios impersonales. La sociedad digital no supera ni desecha los modos de
recibir y ver, las prácticas comunicativas anteriores a ella: la sociedad digital hace
que converjan todas las aproximaciones en los contenidos mediáticos. Los
modelos de producción han sufrido una gran transformación por las maneras de
crear mensajes, desde las Venus prehistóricas, hasta los mensajes de texto. La
forma de hacer las cosas evidencia una concepción del mundo, y por lo tanto el
formato hace parte esencial del contenido de un mensaje.

En la afirmación de este texto clásico están varios conceptos en los cuales vale la
pena profundizar:

1. El artefacto no hace la cultura. No por tener máquinas se accede a la


cultura digital, se transforman las prácticas y la representación. No es ni
siquiera determinante el uso que se dé al artefacto, sino la relación con la
información, los códigos, y las nuevas formas de creación de sentido. Por
tanto, la tecnología por sí sola no es equivalente a la cultura digital. Es
posible poseer tecnología digital y usarla bajo lógicas análogas. Es
necesario imaginar de nuevo los artefactos y encontrarles sentido y poder.
Pero el centro de la cultura digital no debe estar en el poder sobrehumano
de un artefacto sino en la imaginación que despierta y en su potencial para
ser instrumento de creación de sentido.

2. La transformación es cultural y no simplemente tecnológica. Lo cambiante


son nuestros modos de hacer las cosas, pero también de percibirlas. Por eso
se habla de culturas digitales: no es que haya cambiado la tecnología, sino
que, con las nuevas formas de comunicación, están surgiendo nuevas
prácticas colectivas y nuevas representaciones sobre nosotros mismos.

3. La cultura de la virtualidad real, que no debería entenderse como una sola,


sino como muchas culturas de las virtualidades, se han hecho reales. Lo
virtual, si bien nunca lo ha sido, ahora es más que evidente que no es
intangible.

4. Suele pensarse en los nuevos medios y formas de comunicación de una


forma romántica: como escenarios de aprendizaje, como grandes
bibliotecas que rompen per se la exclusión y la inequidad en el acceso al
conocimiento, o como lugares de entretenimiento sano. La metáfora de la
gran biblioteca y la referencia a lo lúdico, despojadas de intereses, no solo
son imitaciones engañosas, sino ajenas al espíritu crítico con el cual nos
compete mirar el mundo: los nuevos medios también son como los
antiguos, escenarios de poder, de dominación, de hegemonía.

Características

Lo que caracterizaría las culturas digitales es un conjunto de prácticas colectivas


y de representaciones sociales que emergen como consecuencia de esas prácticas.
Entre algunos de rasgos distintivos de estos comportamientos sociales nuevos,
podemos mencionar:

• Mientras que en las sociedades anteriores la clave de la comunicación


estaba en el medio y en el mensaje, en la sociedad digital se enfatiza más
el sentido y el propósito de la comunicación que la construcción del
mensaje.

• La forma tradicional de comunicación análoga exigía una estructura única,


lineal, que no se podía fragmentar o desordenar, mientras que el mensaje
digital se construye con signos, narrativas no lineales, y elementos
discontinuos, que se pueden relacionar de múltiples maneras y en muchos
órdenes, y que se pueden reeditar por el receptor que es quien define cuáles
son los válidos.

• En la sociedad digital se desdibujan las funciones del emisor y receptor que


en las formas más tradicionales de la comunicación son claramente
diferentes. Esta característica es especialmente importante porque ofrece la

posibilidad de convertir a los ciudadanos en productores de contenidos (y


no solo en consumidores de información).

• La sociedad digital ofrece enormes posibilidades de innovación y


productividad al individuo en la sociedad, mientras que la forma análoga
de asumir las tecnologías relega a las sociedades al plano del desarrollo y
la competitividad a nivel internacional, pues les asigna al individuo el papel
de consumidor pasivo de contenidos.

• Una sociedad digital exige el desarrollo de nuevas destrezas, de nuevas


formas de lectura no solo de texto, sino de imágenes, signos, datos,
entendidos a su vez como “textos” y como construcciones culturales con
sus propios códigos.

• En la sociedad digital se volvieron a encontrar las formas de comunicación


directa y dirigida que caracterizaron a las sociedades místicas y
parroquiales, con las lógicas de la comunicación masiva de la sociedad
espectadora. La comunicación actual, por lo tanto, acerca la comunicación
masiva y dirigida, el entretenimiento y el acceso al saber y a la información,
la recepción y la construcción de mensajes; y estos acercamientos imponen
a las formas tradicionales de relacionamiento interpersonal nuevos retos
que no son solo los del acceso a las tecnologías, sino principalmente la
comprensión de otras maneras de construcción de sentido.

• Las reglas del juego en la sociedad digital rompen con la linealidad y la


racionalidad de lo análogo y están marcadas por la interactividad, la
fragmentación, la movilidad, la portabilidad y la reedición de contenidos
de múltiples fuentes por parte del receptor.

• Si pretendiéramos descomponer la cultura digital, tendríamos que decir


que el último componente, el menos importante, es el de la tecnología, pues
los componentes principales para moverse en este universo cultural tienen
que ver con la postura, las comprensiones, la claridad en los propósitos y
especialmente la fortaleza cultural de la sociedad para usar la tecnología a
favor de su desarrollo, y del bienestar de sus miembros.

• Tal vez lo más importante en este momento, el mayor reto de todas las
formas de comunicación, es hacer un esfuerzo por comprender mejor a
quien está al otro lado de la emisión del mensaje, y proveer elementos para
su fortalecimiento. No podemos pretender que sea solamente un individuo
que hace parte de una masa amorfa, que se comporte como un lector,
televidente, espectador o consumidor sumiso y pasivo, que espere la verdad
confiando en el emisor, sino que nos debemos formar y encontrarnos con
navegantes, hackers, reeditores, creador de contenidos, receptores que en
el mejor de los casos sean críticos y reaccionen ante el contenido, que
decidan sobre sus propios intereses, que participen tomando decisiones
cotidianas propias motivados por esos intereses, y que se sepan creadores
y no se quieran someter al monopolio de la información: en última
instancia, un individuo que entienda su lugar y su poder dentro de la
sociedad contemporánea.

Confusiones

Se tiende a confundir la cultura digital con:

La conectividad

Este es solo un elemento y posiblemente no es indispensable. Las gobiernos


locales y nacionales junto a las grandes organizaciones han creído que una buena
banda ancha garantiza el acceso a la cultura digital. Posiblemente con ello solo se
obtenga acceso a contenidos análogos transmediados. Tener licencia de una
plataforma virtual y ancho de banda no garantiza el ingreso al mundo de lo
digital, especialmente si no se promueven otras prácticas como la creación y
comprensión de nuevos contenidos y formatos, la formación de gestores de la
comunicación que conozcan las lógicas de la cultura digital para que tomen
mejores decisiones sobre su pertinencia, y especialmente que nos dispongamos a
experimentar, explorar, jugar, fracasar y aprender.

Infraestructura

La imagen con la cual se representa con frecuencia el mundo de lo digital es un


artefacto: el computador, la tableta o el teléfono inteligente. Eso ha generado una
confusión en la percepción social sobre el tema, asociando la cultura con la forma
más simple e instrumental de su aparición: los dispositivos. Es comprensible que
algo tan complejo como las culturas digitales quiera ser representado, que
busquemos símbolos para representar lo que ocurre, que llenemos de sentido
algunos íconos que condensen el significado conceptos o ideas difíciles de
explicar. Pero no podemos confundir la cultura con el ícono o el artefacto, como
no podemos confundir el complejo mundo del conocimiento con el libro o el del
cine con el proyector.

La nube

Se cree con frecuencia que subir contenidos a “la nube” o acceder a ella es
sinónimo de cultura digital, pero es probable que el tipo de contenidos que se
suban o a los cuales se acceda traigan consigo la lógica de lo análogo. Por
ejemplo, en las Universidades con frecuencia se cree que hacer un curso virtual
es subir las presentaciones de .ppt o .pdf de la clase a internet para que el
estudiante acceda a ellas. Esto es solamente un gesto para hacer llegar mensajes
educativos al alumno, pero no garantiza el surgimiento de prácticas de
aprendizaje diferentes y más eficaces, como las que caracterizan a la cultura
digital.

Conceptos en cuestión

Este texto quiere cuestionar términos y conceptos usados con frecuencia al pensar
lo digital en ambientes educativos, universitarios y académicos:

Educación a distancia

Se refiere a la posibilidad de usar medios de comunicación para enviar mensajes


educativos a una audiencia. Los medios masivos de la sociedad espectadora

intentaron reemplazar al maestro, con un fracaso contundente. La radio permitió


con cierto éxito formalizar conocimientos que el sistema educativo formal quería
impartir y, salvo contadas excepciones, la televisión fracasó en su intento por
transmitir mensajes educativos formales y reemplazar al maestro. El cine apenas
alcanzó a ser usado en espacios de debate como cineforos y con algún avance en
temas de moral y salud pública, especialmente. Por supuesto, no quiere esto decir
que no se aprenda nada viendo televisión o yendo al cine, pero no se aprende lo
que la escuela nos quería enseñar.

Parece que la lógica masiva de comunicación no funciona tan bien como la


comunicación directa, cara a cara, tradicional en el sistema educativo. Por esta
razón parece que formatos de comunicación dirigida como el mail y los foros, o
directa como las videoconferencias, pueden adquirir mayor relevancia al
momento de usar estrategias virtuales para aprender. La comunicación masiva
tiende a disminuir el impacto mientras amplía la cobertura, y la educación, que
requiere de un alto impacto, parece eludir sus funcionalidades. Sin embargo, no
debemos confundir la educación masiva a distancia con la educación virtual, que
permite interactividades y procesos colectivos que escapan del modelo
unidireccional de distribución masiva.

Virtualización

Este término ha sido asumido en la práctica como el proceso mediante el cual se


digitalizan y suben a internet, cargados en la llamada “nube”, contenidos
pedagógicos que se ofrecen a disposición de los estudiantes. Las virtualizaciones
más exitosas tienden a ser aquellas que van acompañadas del diseño de estrategias
digitales colaborativas, motivantes y críticas que aprovechan lo digital no solo
como un medio sino como un espacio propio de exploración y de acción. Lo
virtual no es un asunto de distancia ni de lugar: no se trata de cambiar el aula
presencial por un aula virtual en la nube, así como no se trata de enviar
enseñanzas a otros a distancia.

La propuesta

Más allá de los formatos, plataformas y tecnologías, la clave está entonces en


entender que la pregunta por lo digital, por la cultura digital no pasa por un asunto
técnico sino por uno fundamentalmente epistemológico, crítico y discursivo. Pasa
por entender que estamos en un momento en el que lo que acontece en el espacio
inmaterial del ciberespacio puede tener efectos en el mundo físico, y lo que
hacemos en el mundo analógico, puede generar también impactos en el mundo
digital. Lo digital debe servir entonces como una herramienta para extender la
calidad del conocimiento, su alcance, su impacto, y como un espacio en donde
podamos realizar acciones como los actores de transformación social, cultural y
política que podemos ser. Así como lo digital ha reformulado los conceptos de las
tradiciones de investigación, sus resultados y las formas de comunicarlos,
debemos entender que también es posible construir conocimientos digitales más
complejos que apenas estamos comenzando a pensar. Esto no solo en una
construcción del conocimiento por sí mismo, sino para entender que la
instalación artística y la expresión académica en el mundo digital también sirven
como una crítica cultural y un llamado al cambio.

Es nuestra labor aprovechar lo digital para entender y solucionar los problemas


culturales que afectan nuestra contemporaneidad como la identidad, la raza, las
condiciones sexuales, el poder, la dialéctica global/local, indagando en las
desigualdades y desequilibrios que trae consigo la misma sociedad digital,
sometiendo a análisis el control de los medios y los sistemas de
producción/distribución de contenidos digitales y las infraestructuras
tecnológicas. Es nuestra labor comenzar a entender lo digital de forma cualitativa,
interpretativa, experiencial, emotiva y generativa, y comenzar a formarnos y a
explorar y retarnos con nuevas prácticas y conceptos como la curación crítica
aumentada, la textualidad fluida, la edición aumentada, la analítica cultural, la
minería de datos e información, la visualización y el diseño de información, el
mapeo denso, la producción distribuida del conocimiento, la gamificación
académica, los estudios de software y código, la cultura remix, el ciberactivismo,
entre varios otros. Es nuestra labor entender realmente que lo digital no es un
asunto técnico sino cultural, que implica nuevas formas de ver, de hacer, de
pensar, de crear sentido y de ser, que podemos estudiar y que podemos


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aprovechar para generar un efecto positivo en el mundo y en la sociedad


contemporánea.

Referencias citadas

Burdick, Anne et al. 2012.Digital_Humanities. Cambridge M.A. y Londres: The


MIT Press.
Miguel Francés i Domenec, Guillermo Orozco Gómez (eds.) 2016. Nuevos
modelos midiáticos. Diversidad, usuarios y ventanas. pp. 191 – 397. Madrid:
Editorial Sintesis, S.A.
Rodríguez Ortega, Nuria. 2016. “Las Humanidades Digitales: un marco de
reflexion críticas sobre la cultura (I) y (II)”. Dixit.. En:
http://historiadelartemalaga.uma.es/dixit/las-humanidades-digitales-una-
marco-de-reflexion-critica-sobre-la-cultura-i-cshdsur/# y
http://historiadelartemalaga.uma.es/dixit/las-humanidades-digitales-un-
marco-de-reflexion-critica-sobre-la-cultura-ii-cshdsur/

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