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¡Es la democracia, estúpido!

13/09/2019 19:21 Lectura: 4 min (975 palabras)

Si usted es un político profesional pero está asistido por consultores profesionales,


usted no hace política, alguien más hace política con usted. ¡Es la democracia,
estúpido!
En las presidenciales estadounidenses de 1992, George H. W. Bush era el favorito. Ganar la contienda
consistía en mantener la imbatible reputación de político efectivo del entonces presidente. Bush había
participado en el fin de la Guerra Fría y del Golfo Pérsico, fue miembro de la Cámara de
Representantes, Embajador ante las Naciones Unidas, Director de la Agencia Central de Inteligencia,
vicepresidente durante el popular gobierno de Ronald Reagan, para luego sucederlo en la presidencia
de los Estados Unidos desde 1983.

En 1992, Bush era el preferido para ser reelegido. Tenía el poder, los recursos, las instituciones, la
popularidad y se enfrentaba a un joven político auspiciado por el partido demócrata. La
centroizquierda norteamericana apostó por un abogado de 47 años graduado en Yale, procurador y
luego gobernador de Arkansas durante 9 años. Carismático, afable y de una resonante risa contagiosa,
William Jefferson Clinton no parecía ser una amenaza para las aspiraciones de Bush y de sus
copartidarios republicanos.

Los estrategas de campaña de Clinton apostaron por tres ideas, simples como su diminutivo: Bill.
James Carville, un reconocido analista político, comentarista en medios y coanfitrión en CNN, que
consolidó su reconocimiento nacional tras triunfar en las elecciones para gobernador del Estado de
Arkansas, propuso una campaña simple, dirigida a conectar con las necesidades básicas del ciudadano
promedio. La maniobra apostó por colocar tres demandas en los electores: cambio político, economía
doméstica y salud pública.

Para que todo el equipo de campaña pudiera memorizar los ejes de la organización del candidato
demócrata, Carville pegó, en un lugar que todos pudieran ver, un cartel en la central política de Clinton
y que enumeraba estas ideas en forma de eslóganes: 1. Cambio versus “más de lo mismo”/ 2. “Es la
economía, estúpido”/ 3. No olvidar el sistema de salud.

La medida generó inmediato impacto en los integrantes del equipo demócrata y pronto se convirtió en
un eslogan informal de la campaña de Clinton. Pero, indudablemente, la expresión de mayor interés
fue aquella que menciona al estado de las finanzas de cualquier estadounidense promedio. ¿Es la
economía, estúpido?

Un consejero político no es tal si no sabe qué es la democracia, la política, la economía, la justicia, la


constitución o los derechos. De momento digamos que esos son significantes vacíos, categorías vacuas
que los políticos menos informados llenan con cualquier cosa. Pero pocos son los conceptos realmente
útiles en una campaña profesional.

El elector promedio no tiene instrucción en ciencia política. Y está bien. Todos opinamos sobre
deportes, artes, historia o derecho sin ser expertos. Pero nadie cuestiona la experticia de un piloto
aviador al abordar un vuelo comercial o la práctica médica de un cirujano de alta complejidad antes de
ser intervenido quirúrgicamente. En la práctica política sucede lo contrario: no importa si los políticos
no son profesionales, se los vota a pesar de eso. Aun así, lo que sí importa es que sus asesores,
consejeros, analistas y asistentes sean formalmente profesionales. Ser un profesional en la consultoría
pública demanda tener conocimientos profundos sobre democracia, política, economía, justicia o
constitución. ¿Por qué?
La expresión de mayor impacto fue aquella que menciona al estado de
las finanzas de cualquier estadounidense promedio. ¿Es la economía,
estúpido?

Al elector promedio le basta con creer que la democracia es “el gobierno del pueblo, por el pueblo y
para el pueblo”, y recita ese fragmento de Abraham Lincoln pronunciado el 19 de noviembre de 1863
durante la batalla de Gettysburg en la guerra civil de los Estados Unidos, sin saber quién la dijo, cuál es
su origen, contexto, historia o fines. ¿La expresión de “gobierno del pueblo” es suficiente para
entender, explicar o analizar la democracia? No, no lo es, porque no basta con responder a un
significante vacío con otros significantes vacíos. ¿Qué es gobierno? ¿Qué es el pueblo? ¿Las laberínticas
teorías universitarias que responden a estas preguntas en las aulas o en los textos ayudan a responder
a estas preguntas en una campaña profesional? No, no ayuda.

Democracia es un método. Así de simple. Es un método de competencia electoral para formar un


gobierno. Ese es el concepto de Joseph Alois Schumpeter, destacado economista austro-
estadounidense, ministro de Finanzas en Austria y profesor de la Universidad de Harvard desde 1932
hasta su muerte.

Un gobierno es otro método. Es la parte del Estado encargada de administrar sus funciones, delegando
en otras instituciones sus capacidades y ejercer ciertos cargos representativos durante un período
limitado. Así de simple. Esta vez ese es un concepto de Max Weber, filósofo, economista, jurista,
historiador, politólogo y sociólogo alemán, considerado uno de los fundadores del estudio moderno de
la sociología y la administración pública.

Si el consultor político no sabe esto, no es un consultor político profesional. La política es la profesión


de la democracia por excelencia y exige ser actuada por profesionales, al menos en el espacio del
asesor, del consultor. La política, para quien se la toma en serio, no debe estar dominada por
improvisados.

Un político profesional vive “de la política, por la política y para la política”, en términos de Manuel
Alcántara, catedrático de la Universidad de Salamanca en su libro El Oficio del Político.

Bill Clinton, James Carville y el equipo de campaña presidencial del partido demócrata derrotaron al
invencible George Bush y a la maquinaria del partido republicano con una estrategia profesional
sólida, que simplificaba elementos conceptuales profundos de la política, la democracia, la historia y la
economía. Así, Clinton se invistió como presidente de los Estados Unidos el 20 de enero de 1993.

Si usted es un político profesional pero no está asistido por consultores profesionales, usted no hace
política, alguien más hace política con usted. No se ofenda, ¡es la democracia, estúpido!

Democracia es un método. Así de simple. Es un método de


competencia electoral para formar gobierno. Ese es el concepto de
Joseph Schumpeter

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