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Alimentación y cultura.
refiexiones desde la Antropología
Jesús Contreras
ALIMENTACIÓN Y CULTURA
Durante los últimos años, en España, estamos asistiendo al desarrollo de
un interés cada vez mayor por los temas relativos a la nutrición, nutrición
y salud, y a la alimentación en general. Este interés aparece, sobre todo,
en dos campos considerablemente diferenciados: los de la nutrición y die-
tética por un lado, y el de la tecnología de la producción de alimentos por
otro. Estos dos campos, a su vez, refieren a dos preocupaciones esenciales
para cualquier país; la de la salud y la de la economía. En este sentido,
podría afirmarse, como ha hecho Fischler (1979, pp. 207-208), que el
Estado, por una parte, y la Ciencia (representada en este caso por la me-
dicina, la agronomía, la biología y, también, la economía), por otra, tienden
cada vez más a afirmar su competencia y su influencia sobre las conductas
alimentarias. Es cierto, sin embargo, que las prescripciones médicas no
constituyen una novedad: el “régimen”, precisamente, constituye una te-
rapéutica fundamental y, desde tiempos muy antiguos se han mantenido
relaciones muy estrechas entre estética culinaria y dietética y entre alimento
y medicamento. Téngase presente, por ejemplo, que la palabra “receta” se
utiliza indistintamente para un preparado farmacológico y para un preparado
culinario. Sin embargo, las prescripciones alimentarias de la medicina mo-
derna son de orden profiláctico y no sólo terapéutico. Se trata, además, de
prescripciones de uso colectiv‹i y no ya sólo individual: y se transmiten a
través de los medios de comunicación de masas y ya no sólo a través de
la consulta particular; y por las políticas estatales de prevención y no
solamente por las clínicas. En efecto, cada vez más, el Estado tiende, o al
menos lo pretende, imponer la aplicación de reglas alimentarias ordenadas
por los médicos, y por los economistas, inaugurando, así, la era de la
prescripción alimentaria de masas mediante recetas médico-ministeriales.
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' Conviene recordar aquí lo que señalara Trémoliércs ( 1975, 135- 142) en relación a las eric uestas
sobre el consumo alimentario. Decía Trémoliéres que estas encuestas son caras e inútiles porque se
parte de una hipótesis generalmente falsa en la medida en que pretenden expresar el consumo, repre-
sentativamente. en valores estadísticos. los cuales sólo serían utilizables por los economistas. En la
mayoría de los países, el hombre come en familia, y la mayoría de las encuestas sobre alimentación
se realizan sobre una persona por familia, independientemente del sexo, de la edad, del trabajo que
realiza. etc.
' Datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno de España relativos a
los años de l98G- 1987 íCf.: Dirección General de Política Alimentaria, 1988).
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‘ Lo mismo podría decirse de otras palabras como, por ejemplo, “bocadillo” La “hora del
bocadil to” to habría que decir, para ser más exactos, la “media hora del bocadillo”), puede ser objeto
de duras negociaciones en los convenios de fabrica o de empresa. Ello pone de manifiesto que el
“contexto” el “ambiente” o las circunstancias para “ingerir” el bocadillo son tanto o más importantes
como el bocadillo mismo.
La duración de las pausas en el trabajo. la “hora del bocadillo” o del “tea-breack” pueden ser
objeto de duras negociaciones entre empleadores y trabajadores e, incluso, de importantes huelgas
según ha documentado Batstone para Inglaterra t 1983, 46).
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Por ejemplo. en un estudio relativamente reciente (Baas, Wakefield y Kolasa, 1979). su.s autores
consideraban la siguiente lista relativa a los diversos usos de los alimentos en la sociedad:
l . Satist‘acer el hambre y nutrir el cuerpo.
2. Iniciar y mantener relaciones personales y negocios.
.3. Demostrar la naturales.a y extensión de las relaciones scriales.
4. Prupcrcionar un foco para Jas actividades comunitarias.
5. Expresar amor y carrito.
6. Proclamar la distintividad de un grupo.
7. Demostrar la pertenencia a un grupo.
b. Hacer frente a stress psicológicos o emocionales.
9. Expresar individualidad.
10. Signi ficar estatus social.
11 . Recompensas o castigos.
12. Reforzar el autoesl ima y ganar el reconucimient‹i.
13. Ejercer pt›der político y económico.
14. Prevenir. diagnt›sticar y tratar enfermedades físicas.
15. Prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades mentales.
1 6. Simbolizar experiencias emocionales,
17. Manifestar piedad o devoción.
18. Represencar seguridad.
19. Expresar sentimientos morales.
20. Significar riqueza.
Como puede observarse en esta lista. de los veinte usos considerados, todos menos uno dejan
de ser estrictamente nutricionales y refieren. mfis bien. a condicionamientos socioculturales.
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como dice Fischler (1979), ¿cómo es posible, entonces, que, cada vez más,
el hombre coma más de lo necesario y, además, más de lo que exigiría su
salud? La explicación que surge espontáneamente (Fischler, 1979, pp. 190-
191), es que las pautas culturales “han sumergido” la capacidad que tenía
el hombre para equilibrar su alimentación del modo más beneficioso para
su salud y su longevidad. En otras palabras, la “sabiduría del cuerpo”
parece engañada por la “locura de la cultura”. Ahora bien, lo que el análisis
parece indicar es que no es la evolución cultural en sí la que contribuye a
perturbar los mecanismos reguladores, sino, más bien, la crisis de la cultura
que atraviesan los países desarrollados, fundamentalmente, la desestructu-
ración de los sistemas normativos y de los controles sociales que regían,
tradicionalmente, las prácticas y las representaciones alimentarias.
Por el camino de estas últimas consideraciones podría llegar a hablarse
de una crisis multidimensional del sistema alimentario, expresada en sus
aspectos biológicos, ecológicos, psicológicos, sociológicos, ideológicos. . . ;
crisis que, a su vez, se inscribiría en una determinada “crisis de civilización”
Es cierto, también, sin embargo, que en los últimos años han proliferado,
en relación con diversos tipos de percepciones o imágenes —“estéticas”,
“éticas” y “médicas”—, numerosas corrientes dietéticas y una multiplici-
dad de regímenes adelgazantes que suponen la expresión de una nueva
conciencia alimentaria”, pero sin que su aparición implique la desaparición
de la anterior. A este respecto, la publicidad nos ofrece pistas muy signi-
ficativas. Por una parte, los mensajes contenidos en las presentaciones de
los numerosos productos “light” y, por otra, los de los “empresarios” del
azúcar cuando nos indican que, “por una vez”, lo que gusta (lo dulce) y
lo que conviene (energía fácilmente asimilable) coinciden en un mismo
producto: el azúcar6. En cualquier caso, parecería como si, en la actualidad.
entre la tecnología y la publicidad hubieran trastrocado o destruido las
referencias culturales de los alimentos. Ya nada parece ser lo que era
(Fischler. 1979). Así parece ser. Pero ¿es así, realmente?, ¿cuáles son las
características y los condicionamientos de nuestra alimentación contempo-
ránea?, ¿hasta qué punto nuestras pautas actuales son totalmente nuevas,
son las mismas que antaño o una mezcla compleja y todavía confusa de
nuestros hábitos del pasado y de los constreñimientos y de las posibilidades
del presente?
En Francia. también, los fabricantes de mantequilla han emprendido una campaña “instit ucio-
nal” a favor de su consumo. Contando con que la mantequilla constituye uno de los productos "tradi-
cionales” del desayuno y apreciado por los consumidores pero del que parecen abstenerse más por
razones “ascéticas” que gastronomicas han acuñado el siguiente slogan: “¿Por qué cas!!’e arse ya desde
la maíiana*. dando por supuesto que prescindir de la mantequilla en el desayuno constituye un auto-
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Fraser extraída.s de la public îdad de la marca de platos cucinados “Guisos de España" y que
otrecc Ice siguiente s “platos”° “Pollo con setas”. “pudding de kabratxu”, “chipirunes en su tinta”,
‘potaje de v igilia”. “pato at oporto”. “bacalao a la vizcaína”, “pisto manchegn”, “ternera a la jardinera”
“pimientos rellenos dc came”, “pimientos rellenos de bacalao”. “bonito a la riojana”. “rabu del buey
al jerez” “albtindieas a la casera” “manzana con salsa de frambuesa” y “peras al vino’
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' La palabra limpieza tiene diferentes significados y que refieren tanto a la higiene como a la
moral
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las materias primas. La mujer que, por ejemplo, compra “ensaladilla rusa”
congelada no sólo está comprando unos alimentos preparados, está com-
prando, también, el tiempo que necesita para dedicarlo a otras tareas. El
uso creciente de alimentos congelados y precocinados es una de las carac-
terísticas de la llamada “nueva ama de casa 0. En Inglaterra, las empresas
alimentarias han encargado numerosos estudios sobre las actitudes de las
mujeres británicas hacia el trabajo doméstico, el empleo, la vida familiar,
las valoraciones sobre los diversos tipos de alimentación, etc. Se trata de
elaborar el “perfil de la mujer del mañana”. Y esa “mujer del mañana” se
caracteriza por comprar más alimentos y platos preparados en vistas a
disminuir el tiempo dedicado a la cocina y a poder comprar menos a menudo
(Fischler, 1979; Harrisson, Köch, Lewis, Wardle).
2) Los productos congelados y precocinados en general representan
ventajas (no necesitan trastos ni alborotos ni preparación; se presentan en
porciones individuales. . .) para, además, de que para las mujeres que tra-
bajan, para todas aquellas personas que viven solas. A este respecto, hay
que señalar que en el Estado Español, entre 1971 y 1981, el nümero de
hogares unipersonales pasó de un 7' r a un l07r .
3) La tecnología alimentaria influye considerablemente en la satisf ac-
ción de las preferencias y de las necesidades individuales: el microondas,
por ejemplo, y los alimentos preparados, permiten la posibilidad de que
cada miembro del grupo familiar elija y se prepare su propio menú y a la
hora que le conviene, no necesariamente coincidente con otros miembros
del grupo familiar. La alimentación familiar ha sufrido las consecuencias
de la creciente subordinación de la alimentación a los horarios laborales.
La alimentación se ha individualizado. Ha disminuido el grado de comen-
salidad familiar y, simultáneamente, se valorapositivamente la informalidad
y el individualismo en la vida cotidiana: rechazo del ritual, de la autoridad,
etc. (Harrison, p. 41; King. pp. 58-62; Nelson. p. 201 ).
Ahora bien, las interacciones, los feed-backs entre alimentación y cul-
tura, siguen. Los alimentos preparados son, como acabamos de ver, un
importante recurso para la mujer. pero provocan en ella una profunda
ambivalencia (Dare, p. 152). Las mujeres expresan una cierta preocupación,
incluso. desconfianza, en relación a los alimentos procesados y, particu-
larmente, en relación a los aditivos. Algunas mujeres, según Atkinson, no
sólo pueden experimentar desconfianza hacia los alimentos preparados sino,
incluso. sentimientos de ‘culpa” por utilizarlos en la preparación de las
'".4 pesar de sus ventajas aparentes y mej‹ir preci‹a. la demanda ale productos preparados no
necesariamente se debe a su me jor precio. Según Wardle, p. 1 6. en la lnglaterra de 1973. los productos
c‹›nyeladcs cran mäs carr›s que lus frescr›s \’. per łantc. su cr›nipra habría que atribuirîa at hecho de
que con ellos sc ahorra trabajo )' se evitan tareas consideradas como desagradables o, cuanto menos.
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