Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
El patio interior de la curia de Buenos Aires, con restos del incendio, el 3 de julio de
1955. Foto: Archivo
Sobre el conflicto entre Perón y la Iglesia, una estudiosa del tema, Lila Caimari, afirma que "el
episodio sigue siendo misterioso, sin explicación racional, rodeado de una atmósfera de
irrealidad, un conflicto inútil". Trataremos en estas líneas de encontrar algunas explicaciones
de una disputa que no fue la primera de su tipo en nuestra historia, ya que otras habían tenido
como protagonistas, además de a la jerarquía católica, a la Junta de Mayo, a Rivadavia y a
Roca.
Una primera motivación, sorda, prolongada en el tiempo, puede ubicarse en que el peronismo
había ido derivando de una convicción política hacia algo parecido a una creencia
seudorreligiosa, basada en la adoración de las masas a su benefactor y sustentada
principalmente en el culto a la difunta Eva Perón, "jefa espiritual de la Nación", a quien se la
imaginaba canonizada. Esto se tradujo en los contenidos de la enseñanza escolar, hasta
entonces monopolizada por los criterios curiales.
En los principios de su gobierno, las relaciones de Perón con la Iglesia habían sido óptimas,
como lo manifestó en su biografía Yo, Perón, dictada a Enrique Pavón Pereyra: luego de vencer
en la batalla electoral de 1946 y reimplantada la enseñanza religiosa en las escuelas, el padre
Hernán Benítez fue recibido en el Vaticano por Pío XII, "quien le encargó que me hiciera llegar
su más alta aprobación, porque yo había interrumpido una tradición de sesenta años de
laicismo y ateísmo; porque había confirmado la indisolubilidad del matrimonio, contra la cual
se habían pronunciado las leyes de todos los países católicos y no católicos; porque las leyes
sociales del peronismo habían conjurado el peligro de la infiltración comunista en la Argentina
y porque, con la afirmación de nuestros ideales de paz, había asumido una posición de tercera
fuerza cristiana necesaria en un país donde derechas e izquierdas estaban impregnadas de
anticlericalismo".
Fue cierto que Perón y la cúpula eclesiástica establecieron entonces una fuerte alianza de
provecho recíproco, que fue decisiva en el triunfo electoral, en 1946, de la fórmula Perón-
Quijano, pero que, con el correr del tiempo había ido desgastándose paralelamente al
crecimiento del disconformismo de amplios sectores de la clase media, que se veían
postergados ante los favores del gobierno peronista hacia los sectores proletarios. Dicho
descontento no encontraba vías de manifestarse, no sólo por la negativa del gobierno a
facilitar su presencia en los medios de difusión, sino también por la falta de algún dirigente
capaz de aglutinar al antiperonismo.
Tulio Halperín Donghi, quien ingresó a la Universidad de Buenos Aires luego del golpe de
septiembre de 1955, le adjudica al peronismo la responsabilidad mayor en el enfrentamiento
aludiendo a "la mal adormecida vena anticlerical" y cae en el lugar común de la mayoría de
quienes se ocuparon del tema de referirse a un supuesto desafío de Perón en contra de la
institución católica, por medio de medidas "provocativas" como la equiparación legal de los
hijos legítimos e ilegítimos, la ley del divorcio, la supresión de la enseñanza religiosa
obligatoria, la eliminación de subvenciones a los colegios confesionales, la ley de profilaxis que
promovía el control sanitario de los prostíbulos. Además, en el Legislativo, esperaba su sanción
la ley de separación de Iglesia y Estado.
Como puede colegirse del listado, son medidas que, en su mayoría, están hoy en vigencia y las
que no lo están cuentan con un amplio consenso. Es decir que nada tenían de ilógicas, por lo
que puede interpretarse que Perón, advertido del deterioro de su gobierno durante su
segundo período, iniciado en 1952, ya sin Evita a su lado, haya decidido llevar adelante una
"revolución cultural" que devolviera el brío transformador de su primera etapa. Ya no en el
campo de las leyes sociales, habiendo sido aprobadas las fundamentales (jubilación,
vacaciones pagas, aguinaldo, estatuto del peón de campo, voto femenino), sino en el ámbito
de los avances liberales de las democracias mundiales. Al mismo tiempo, su gobierno iniciaba
un cambio sustancial en la política económica, iniciando tratativas con la Standard Oil de
California.
La oposición, ahora vertebrada por lo religioso, se lanzó sobre flancos que torpemente ofreció
el gobierno, enturbiando una gestión por muchos motivos admirable: los rumores sobre una
extendida corrupción, la afiliación obligatoria al partido, la obsecuencia que bautizó con los
nombres de Perón y de su esposa incontables avenidas, hospitales, escuelas, hasta ciudades y
provincias. Aunque es indudable que éstos eran sólo pretextos para una oposición en muchos
basada en el deseo de que se retrocediera en las conquistas sociales, que se anulara la
progresista Constitución de 1949 y que la riqueza nacional no siguiera repartiéndose por
mitades entre la patronal y los trabajadores. De ello se encargarían Aramburu y Rojas en 1955.
Luego vendría el tumultuoso junio de 1955, con la procesión de Corpus Christi del 11, una
multitudinaria manifestación ficticiamente religiosa, engrosada por ateos, marxistas y
antiperonistas de todos los colores. Luego, el 16 por la mañana, se conocería la excomunión de
Perón por la expulsión de los monseñores Tato y Novoa. Más tarde, se desencadenaría el
bombardeo de la Casa Rosada por parte de aviadores de la Marina, con el ominoso resultado
de cientos de muertos. A la noche de ese mismo día, la quema de varias iglesias capitalinas y la
curia, como revancha por los sucesos del día.
Poco faltaba para el triunfante golpe del 16 de septiembre, cuyo jefe, Eduardo Lonardi,
nacionalista católico, había sido peronista pero luego, como muchos, pasó a la oposición
influido por el conflicto entre Perón y la Iglesia. .