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Instituto Popular de Cultura

Escuela de Teatro
Asignatura: Historia
Informe de Lectura
Estudiante: Ingrid Lizeth Pérez
Mayo 10 de 2019

El actor más allá del personaje… ¿Podría haber personaje más allá del actor?

El siguiente informe tiene como objetivo principal analizar algunas reflexiones planteadas por
Enrique Buenaventura en torno a la psicología de los personajes de teatro. Por ello, se tendrá en
consideración cómo y por qué el autor niega la existencia de esta, basado en el hecho de que un
personaje teatral no está realmente dotado de vida, dado que carece de un sujeto real, que sea
portador de una historia cuyo contenido evidencie las experiencias que ha tenido a lo largo de su
existencia. Posteriormente, este documento permitirá exponer las perspectivas personales surgidas
frente a lo expuesto por el autor, siendo ello, puesto en dialogo con los saberes consolidados en
dinámicas académicas en las cuales se reflexionó sobre la psicología de los personajes. Esto, se
justifica en virtud de que aquellos que se dedican al teatro constantemente se encuentran frente a
la disyuntiva de asumir que simplemente están interpretando a un personaje que morirá en el
momento en que ellos dejen el escenario, o por el contrario, pueden creer que aquel sujeto del
libreto constituye otra parte de sí mismo que aflora en escena y que permanece latente hasta que
una nueva oportunidad amerite su aparición.

Así pues, la psicología del personaje constituye una cuestión que ha sido objeto de análisis y
reflexión por parte de personas conocedoras del tema, tal como fue el caso de Enrique
Buenaventura, para quien dicha psicología no puede existir dado que los personajes de teatro son
una especie de “fantasmas” carentes de vida propia, cuya presencia sólo es posible en la medida en
que se relacionen con otros personajes y se encuentren inmersos en un contexto que dota de sentido
su aparición en escena. En caso contrario, es decir, si estos personajes no se encuentran en diálogo
con otros, en relación con un tiempo y espacio, verán desvanecer su existencia tan pronto como el
actor finalice su caracterización. Para Buenaventura, los actores encarnan distintos personajes,
según se requiera, e incluso en ocasiones se convencen a sí mismos de que están apropiándose de
ellos, pero; ¿cómo podría un personaje tener inquietudes, necesidades, experiencias y anhelos más
allá de la representación temporal que realiza el actor? Al respecto es claro el planteamiento del
autor: “los actores permanecen, los personajes no”, por consiguiente, según él, si el actor
continuara creyendo en su apropiación del personaje se estaría dedicando a la especulación y al uso
de conjeturas sobre las cuales no podría existir un análisis psicológico, dado que faltaría un sujeto
real sobre el cual versar la reflexión:

(…) En otras palabras, la psicología sólo es posible en un sujeto real, con una historia
individual y social, con unas instancias como el Superyó (la familia y la sociedad
internalizadas), el Yo (la imagen que él se hace de sí mismo, y los otros de él, como sujeto
a los discursos no verbal y verbal que la sociedad le impone) y el Ello o inconsciente (donde
están su impulso vital, sus deseos, sus pulsiones, sus sueños como lenguajes cifrados, sus
fantasías, sus delirios, su fantasmagoría y todo aquello que ha reprimido, obedeciendo a las
convenciones sociales, las cuales le permiten ser relativamente normal o aceptado,
comprensible y, dentro de lo posible, previsible para los otros). (Buenaventura, en; Agenda
Cultural, párr.6, 2009)

De esta manera, el autor puso de manifiesto ciertas condiciones que a su criterio y tomando como
referente a Freud, son características de los sujetos reales, es decir de los actores. No obstante, en
este orden de ideas, Buenaventura dio cuenta de cómo algunas personas quisieron atribuir dichas
características también a los personajes, lo cual obedeció a cuestiones naturalistas que tomaron
preponderancia y causaron confusión ya que mostraron ciertas cualidades o habilidades artísticas
no como el resultado de un ejercicio disciplinado y consciente, sino como producto de la
espontaneidad. En consonancia, como cierre del documento, el autor escribió una interesante y
provocadora conclusión: “Por eso estas notas no pretenden ser didácticas, sino hacer reflexionar
a los actores sobre la complejidad de las relaciones que establecen con los personajes con el fin
de que las gocen más, de que ahonden en ellas”. (Buenaventura, en: Agenda Cultural, Párr.20, 2009)
Precisamente el quehacer del actor implica que constantemente esté en análisis y reflexión sobre
lo que hace, los personajes que representa, la caracterización que de ellos lleva a cabo, así como
también el sentir y las emociones que le imprime a su arte.
Por consiguiente, la discusión en torno a la psicología del personaje, no está agotada y no se deben
dar por sentadas ciertas afirmaciones al respecto, las cuales si bien provienen de maestros que
fueron o son autoridad en la materia, tienen como trasfondo alimentar el ejercicio crítico y reflexivo
del quehacer actoral. Durante algunas experiencias formativas vivenciadas por un actor en
formación, resulta evidente que la relación con el personaje que interpreta es bastante particular,
compleja e incluso llega a tornarse paradójica. Por una parte, generalmente se es consciente de que
la interpretación está plasmada en un libreto y pudo haber sido producto de la imaginación, de las
historias personales y colectivas o de la necesidad de trasmitir un mensaje, pero por otra, se requiere
que el actor sienta profundamente su personaje y alcance cierto grado de sensibilidad que le permita
encarnarlo de la forma más convincente posible, más contundente y con mayor impacto. Es
precisamente esta compleja situación la que sitúa al actor en una paradoja puesto que si bien es
consciente de que está representando a un personaje ficticio o que en el mejor de los casos sí existió
–como sujeto real-, el actor no es, ni será el personaje, cuando se encuentre fuera del escenario
dado que tiene su propia vida, pero, para interpretarlo en escena se requiere que sienta empatía,
simpatía y familiaridad con las características de ese personaje, que lo sienta como propio, lo que
genera en muchos casos que el artista se confunda y quizá llegue a considerar que sí es posible
consolidar una psicología del personaje.

A partir de los aprendizajes académicos, a través de la lectura de algunas piezas teatrales y la puesta
en escena de las mismas, se va haciendo evidente que el actor puede y debe ser más allá del
personaje, pero aún se generan debates acerca de si el personaje puede llegar a ser más allá del
actor. En conclusión, la “práctica artística” como la denominó Buenaventura, es un ejercicio que,
en el caso del teatro requiere de la reflexión constante, la indagación y el cuestionamiento de
aquello que se está llevando a cabo, con el objetivo de evidenciar los conflictos, las tensiones, las
contradicciones que son puestas en escena y que constituyen la esencia de la labor y el quehacer
del actor. Asimismo, debe considerarse que es un ejercicio en constante construcción que merece
la pena ser asumido con rigor y responsabilidad mientras se permite el disfrute natural que genera.
Referencias bibliográficas

Buenaventura Enrique. Notas sobre la psicología de los personajes. Publicado en: Revista Agenda
cultural. Ed. Universidad de Antioquia. N. 153. (2009)

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