Estudio del

Apocalipsis
Volumen 1
 Edir Mace
Macedo
do

Estudio del
Apocalipsis Volumen 1

Rio de Janeiro
Editora Gráfica Universal Ltda.
2006
M141e Índice
Macedo, Teólogo Edir, 1945 - Prefacio ...............................................................................07
Estudio del Apocalipsis: volumen 1 / Teólogo Edir Macedo ;
Traducción de Pamela García Damián y Raquel Parras García. Introducción .......................................................................09
1. ed. – Rio de Janeiro : Gráfica Universal, 2005.
144 p. ; 20 cm.
Traducción de: Estudo do Apocalipse: volume 1 CAPÍTULO 1
ISBN 85-7140-432-1 La revelación de Jesucristo ...............................................13
Depósito Legal: M-16085-2006
Las salutaciones .............................................................17
1. Biblia N. T. – Apocalipsis – Estudio. I. García Damián, Pamela. “He aquí que viene con las nubes...” .................................... 23
II. Parras García, Raquel. III. Título.
“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es y
CDD 228.07 que era y que ha de venir, el Todopoderoso.”.........................25
CAPÍTULO 2
Copyright © 2006 Jesucristo y Su Iglesia......................................................................29
COORDINACIÓN GENERAL: Eduardo Lopes
COORDINACIÓN EDITORIAL: Júlio Cesar Freitas y Mauro Rocha “Oí detrás de mí una gran voz, como de trompeta.” ...... 36
DIAGRAMACIÓN: Gilberto M. Soares y Chris Buddy “Escribe en un libro lo que ves y envíalo
PORTADA: Maurinei Carvalho a las siete iglesias que están en Asia:
TRADUCCIÓN: Pamela García Damián y Raquel Parras García
REVISIÓN: Ana Paula Silva a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
AUTORES CONSULTADOS: Win Malgo, John Hagee, Dr. Alberto Filadelfia y Laodicea” ....................................................................... 38
Rivera, Edmond Paris, Russel Champlin y Walter A. Elwell “Y me volví para ver de quién era la voz
1ª edición / 1ª tirada que hablaba conmigo” ................................................................... 38
Año 2006 CAPÍTULO 3
Jesucristo glorificado ...................................................................... 41
Reservados todos los derechos.
No se permite la reproducción total o parcial. CAPÍTULO 4
Los infractores serán procesados conforme a la ley.
Las citas bíblicas son tomadas de La Biblia de las Americas © Copyright 1986, Carta a las Siete Iglesias ................................................................. 51
1995, 1997 by The Lockman Foundation. Usadas con permiso. Carta a la iglesia en Éfeso......................................................... 54
El arrepentimiento ........................................................................... 60
Carta a la iglesia en Esmirna ................................................... 65
Carta a la iglesia en Pérgamo ................................................. 73
Rio de Janeiro Madrid
Carta a la iglesia en Tiatira ....................................................... 89
Universal Produções Grafiarte Cultural S.L.U.
Carta a la iglesia en Sardis ....................................................... 103
Estrada Adhemar Bebiano, 3.610 Avda. Ciudad de Barcelona, Carta a la iglesia en Filadelfia ................................................. 114
Inhaúma – CEP: 20766-720 81 - A/ 5ºB C.P.: 28007
Rio de Janeiro, Brasil Madrid, España Carta a la iglesia en Laodicea ................................................. 125
Tel.: + 55 21 3296-9300 Telf.: + 34 91 513 00 72
www.arcauniversal.com www.paredesufrir.es

5
 Prefacio

T
odo el estudio de la Palabra de Dios debe ser con-
siderado cuidadosamente bajo el punto de vista de
la fe. Sin ese factor, es imposible que él pueda ser
comprendido y así traer cualquier beneficio a su lector.
La Biblia es la revelación de la salvación de Dios para la
humanidad; la revelación de la voluntad del Creador para
Su criatura; y cuando ésta se predispone a observarla en la
práctica, entonces la felicidad deja de ser utópica y se trans-
forma en realidad.
Todos los libros de la Biblia apuntan directa o indirec-
tamente para el Hijo de Dios, el Señor Jesucristo. Pero el
Apocalipsis es diferente de todos los demás libros de la
Biblia, incluso levanta al que está caído en la fe, sustenta
a los que están siendo probados en la fe; en fin, bendice
a todos los que de él se sirven sinceramente. Y además
de todo, revela a Sus siervos la excelencia de la Persona
del Señor Jesucristo. Y es justamente así que el apóstol
Juan lo inicia diciendo: “La revelación de Jesucristo, que
Dios le dio, para mostrar a sus siervos las cosas que deben
suceder pronto.” (Apocalipsis 1:1).

7
Estudio del Apocalipsis
Si el Apocalipsis es una revelación dada por Dios-Padre a
Dios-Hijo, para que Éste venga a mostrar a Sus siervos las cosas
que brevemente deben acontecer, entonces, es seguro que los
siervos, y solamente ellos, tengan acceso a su comprensión. Has-
ta incluso porque, fue escrito para la Iglesia que estaba pasando
por grandes probaciones. En aquella época, los cristianos que
no renunciaban a su fe a cambio de rendir culto al emperador
romano, eran ofrecidos a las fieras, quemados vivos o cocidos.
Está claro que, debido a la multiplicidad de los símbolos del
libro de Apocalipsis, la mayoría de los cristianos sinceros han
encontrado dificultades en el entendimiento de su lenguaje, y
hasta incluso, se han desanimado en su lectura. Pero, aunque
haya dificultades en su comprensión, continúa siendo una reve-
lación para los siervos. Especialmente para los siervos en proba-
ciones. E incluso así, es necesario que estos tengan condiciones
espirituales para comprenderlo. Como por ejemplo, un cora-
zón del tipo de Daniel que, humillándose delante de Dios, dijo:
“Volví mi rostro a Dios el Señor para buscarle en oración y
súplicas, en ayuno, cilicio y ceniza.” (Daniel 9:3).
En seguida, el ángel Gabriel vino a su encuentro para
entonces responder a su súplica, diciendo:
“Me instruyó, habló conmigo y dijo: Daniel, he salido ahora
para darte sabiduría y entendimiento. Al principio de tus súpli-
cas se dio la orden, y he venido para explicártela, porque eres
muy estimado; pon atención a la orden y entiende la visión.”
Daniel 9:22-23
¡Que Dios, en la Persona de Su Santo Espíritu, venga a ilu-
minar nuestros corazones, en la meditación de Su revelación!
¡Amén!
8 9
Introducción
E
l libro de Apocalipsis encierra, básicamente, la revela-
ción del Señor Jesucristo. En griego, la lengua en que
fue escrito el Nuevo Testamento, la expresión “apoca-
lipsis” es usada para expresar la “revelación de Jesucristo”.
Como el único libro del Nuevo Testamento, cien por cien
profético, el Apocalipsis está muy relacionado con los pro-
fetas del Antiguo Testamento, ampliando y profundizando
su mensaje, pues el mayor cumplimiento de toda la profecía
bíblica está justamente en el centro del Apocalipsis: ¡Jesu-
cristo, el Cordero de Dios! En todo el Nuevo Testamento,
por ejemplo, encontramos treinta y tres veces la palabra
“Cordero”, refiriéndose al Señor Jesucristo. Solamente en
el Apocalipsis, esa misma palabra aparece treinta veces.
¡Ahora, está claro que si el apóstol Juan así insiste, es por-
que el mensaje central del libro de Apocalipsis es la revela-
ción del Cordero de Dios!
El carácter y la obra del Señor Jesucristo está desdobla-
do en el Apocalipsis de la siguiente forma:
1) La sangre del Cordero
“Cuando (el Cordero) tomó el libro, los cuatro seres vivien-
tes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Corde-
Estudio del Apocalipsis
ro; cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso,
que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico
nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus
sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste
para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación.”
Apocalipsis 5:8-9
“Y él me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribula-
ción, y han lavado sus vestiduras y las han emblanquecido en
la sangre del Cordero.”
Apocalipsis 7:14
“Ellos lo vencieron por medio de la sangre del Cordero y
por la palabra del testimonio de ellos...”
Apocalipsis 12:11
2) El libro de la vida del Cordero
“Y la adorarán todos los que moran en la tierra, cuyos
nombres no han sido escritos, desde la fundación del mundo,
en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado.”
Apocalipsis 13:8
“Y jamás entrará en ella nada inmundo, ni el que practica
abominación y mentira, sino sólo aquellos cuyos nombres es-
tán escritos en el libro de la vida del Cordero.”
Apocalipsis 21:27
3) Los apóstoles del Cordero
“Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos
estaban los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.”
Apocalipsis 21:14
10
Introducción
4) La novia del Cordero
“Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero.”
Apocalipsis 21:9
5) Las bodas del Cordero
“Regocijémonos y alegrémonos, y démosle a Él la gloria,
porque las bodas del Cordero han llegado y su esposa se ha
preparado.”
Apocalipsis 19:7
6) El trono del Cordero
“Y ya no habrá más maldición; y el trono de Dios y del
Cordero estará allí, y sus siervos le servirán.”
Apocalipsis 22:3
7) La ira del Cordero
“...y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros
y escondednos de la presencia del que está sentado en el trono
y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día de la ira
de ellos, y ¿quién podrá sostenerse?”
Apocalipsis 6:16-17
Verificamos, así, que el mensaje central de libro de Apo-
calipsis es la revelación del Cordero de Dios. El único capaz
de apagar todas nuestras transgresiones, todas nuestras ig-
nominias, en fin, todos nuestros pecados, al punto de poder
presentarnos perfectamente limpios y purificados delante
de Su Padre ¡Aleluya!
11
 Capítulo 1
La revelación
de Jesucristo
“L
a revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para
mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder
pronto; y la dio a conocer, enviándola por medio
de su ángel a su siervo Juan, el cual dio testimonio de la Palabra
de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todo lo que vio.”
Apocalipsis 1:1-2

El Apocalipsis trata de destacar y hace visible a la Per-

sona del Señor Jesucristo. Conforme el siervo del Señor
avanza en su lectura en búsqueda de comprensión, paulati-
namente va teniendo una visión más amplia de la figura del
Cordero de Dios. Está claro que el Apocalipsis reúne infor-
maciones de acontecimientos futuros pero, son justamente
esas informaciones las que revelan la autoridad suprema e
incuestionable del Señor Jesús.
Juan inicia ese libro, diciendo: “La revelación de Jesucristo...”
En realidad, toda la Biblia fue escrita con el objetivo de
revelarnos al Hijo de Dios. Inclusive, el propio Señor Jesús
confirmó eso, cuando dijo: “Examináis las Escrituras porque
vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que
dan testimonio de mí...” (Juan 5:39).
En contraste con los demás libros de la Biblia, donde
es revelado el Salvador, el Hijo de Dios, el Rey y Señor, el

15
Estudio del Apocalipsis
Apocalipsis nos revela al Señor que está volviendo, en su
realización final del plan de Dios. Por eso, es un libro de
consuelo para la Iglesia de los últimos tiempos.
Las catástrofes que se abatirán sobre la tierra, mostradas
en el Apocalipsis, tienen el objetivo de preparar al mundo
para la revelación visible del Señor Jesucristo. Así como
Juan el Bautista preparó el camino para la venida del Salva-
dor, el libro de Apocalipsis prepara el camino para el Señor
y Juez Eterno, a quien Dios dio toda la autoridad y poder,
tanto en los cielos, como en la tierra. ¡Todo está en las ma-
nos del Señor Jesús!
Aquél que teme al infierno eterno y está dispuesto a hacer
cualquier sacrificio para evitarlo, sólo tiene un camino que to-
mar: aceptar al Señor Jesús como Salvador y vivir en la prácti-
ca de Su Palabra. “Bienaventurado el que lee y los que oyen las
palabras de la profecía y guardan las cosas que están escritas en
ella, porque el tiempo está cerca.” (Apocalipsis 1:3).
El Apocalipsis es el único libro de la Biblia que especifi-
ca una bendición tanto para los que lo leen, como para los
que lo oyen y guardan las cosas que en él están escritas.
Hemos sido testigos oculares de esa promesa ya que, a lo
largo de estos últimos años, cuando estábamos meditando,
leyendo y escribiendo sobre el libro del Apocalipsis, fue el
tiempo en que más pasamos por pruebas. Las muchas per-
secuciones nos llevaron innumerables veces hacia el desier-
to. Y es allí que las humillaciones fueron el pan nuestro de
cada día y fue, justamente en este último libro de la Biblia
donde encontramos fuerzas para resistir.
Sus revelaciones no sólo sustentaron nuestra fe, sino que
también, nos fortalecieron hasta el punto de reaccionar y alcan-
zar la victoria cada día, razón por la que nosotros hemos reco-
16
La revelación de Jesucristo
mendado la meditación continua del Apocalipsis, especialmen-
te cuando la persona esté pasando por pruebas en su fe.
Durante el ministerio terreno del Señor Jesús, Él dijo
muchas bienaventuranzas, y ahora, desde el cielo, Él habla
sólo de siete, y la primera es con respecto a aquéllos que
leen, oyen y guardan las palabras proféticas del Apocalipsis;
es decir, no sólo basta leer u oír, sino que además de eso,
es necesario guardar las cosas en él escritas. Incluso “ese”
guardar las cosas en él escritas, caracteriza al Apocalipsis
también como un libro práctico, de instrucciones morales,
y no sólo un libro de revelaciones futuras.
Las salutaciones
“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a voso-
tros y paz, de aquel que es y que era y que ha de venir, y de los
siete Espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo, el
testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los
reyes de la tierra.”
Apocalipsis 1:4-5
El apóstol Juan hace en esos versículos el saludo a las siete
iglesias que están en Asia. Si determinamos la localización de
esas siete ciudades en un mapa, en el orden en que las iglesias
son citadas, esto es: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis,
Filadelfia y Laodicea, descubriremos que el diseño que se for-
ma es un círculo. Esto significa una señal de perfección, lo que
justifica el número de ellas: siete. Siendo así, entonces es po-
sible creer que cada una de esas iglesias simbolice diferentes
épocas o períodos de la historia de la iglesia cristiana. También
es posible que esas siete iglesias representen las condiciones
espirituales tanto de las iglesias en cualquier época, como de
la calidad del cristiano de cada período.
17
Estudio del Apocalipsis
Si cada iglesia está representada por un determinado
período de la era cristiana, entonces, la iglesia actual está
representada por la iglesia de Laodicea. Ahora bien, tanto
si la premisa es verdadera como si no, el hecho es que los
síntomas de la iglesia cristiana actual se adaptan perfecta-
mente con los de Laodicea.
Infelizmente, la Iglesia de nuestro Señor, hoy en día, re-
trata exactamente la condición de Jerusalén cuando fue in-
vadida por los ejércitos de Babilonia, en el año 586 a.C. En
aquella ocasión, el profeta Asaf oró así:
“Oh Dios, las naciones (los demonios) han invadido tu
heredad (la Iglesia del Señor Jesús); han profanado tu santo
templo (cometen prostitución, adulterio, idolatría, enemista-
des, celos, iras, discordias, disensiones, facciones, envidias,
embriaguez, y todo lo demás que es contra Dios, dentro de
Su propia casa); han dejado a Jerusalén en ruinas. Han dado
los cadáveres de tus siervos por comida a las aves del cielo, la
carne de tus santos a las fieras de la tierra.”
Salmos 79:1-2
Los pocos hombres de Dios, hoy, han sido entregados a las
fieras de este mundo animal y demoníaco por aquéllos que
un día también fueron de Dios. ¡De manera que la iglesia de
hoy refleja el mismo espíritu de Laodicea antiguamente!
La bendita gracia y paz es ministrada por el apóstol Juan,
de parte del Dios triuno: Dios-Padre, Aquél que es, que era
y que ha de venir, del Dios-Espíritu Santo, representado
por los siete Espíritus. Estos siete Espíritus pueden ser los
ya referidos por el profeta Isaías cuando, profetizando al
respecto del Señor Jesucristo, dijo: “Y reposará sobre Él el
Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espí-
18
La revelación de Jesucristo
ritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor
del Señor.” (Isaías 11:2).
Y, finalmente, del Dios-Hijo: Jesucristo, el Fiel testimo-
nio, el Primogénito de los muertos y el Príncipe de los reyes
de la tierra.
La secuencia mencionada de la Santísima Trinidad aquí
es diferente de la ya conocida. En ese contexto tenemos al
Dios-Padre, al Dios-Espíritu Santo y al Dios-Hijo. Ese he-
cho puede ser visto como un propósito a fin de que veamos
a las Tres Personas de la Santísima Trinidad en un grado de
una importancia de igualdad absoluta: La grandeza inmen-
surable de gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es
igual, independientemente del orden en que se menciona.
Cuando el Señor Jesús venga con las nubes, Él aparecerá
como el Fiel testimonio para Israel, y como el Primogénito
de los muertos, para Su Iglesia. Pero, para los pueblos incré-
dulos, Él viene Como el Soberano de los reyes de la tierra.
“Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre,
e hizo de nosotros un reino y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él
sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. He aquí,
viene con las nubes y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y
todas las tribus de la tierra harán lamentación por Él; sí. Amén.”
Apocalipsis 1:5-7
El amor con que Dios nos amó es indescriptible. De acuerdo
con nuestro pensamiento natural debería ser diferente: primero
lavado por la sangre y, entonces, amado. Pero es justamente lo
contrario: ¡Él nos amó primero! Y aquí está el ejemplo que los
verdaderos nacidos de Dios tienen que seguir: sembrar el amor
del Evangelio en aquellas personas que los odian, persiguen,
difaman y cometen contra ellos toda clase de injusticia. Y sola-
mente a partir de ahí es que viene la cosecha de su salvación.
19
Estudio del Apocalipsis
Infelizmente, muchos que se dicen cristianos, han esperado
que sus parientes, vecinos, amigos y enemigos incrédulos se
conviertan, para entonces, transmitirles la amistad cristiana.
Me acuerdo de una señora “cristiana” que era vecina de
otra, que iba a la brujería. Todos los viernes por la noche
ella veía a aquella hija-de-santo salir vestida de blanco y
llevando ofrendas para sus guías. Pasados algunos años, ob-
servó que su vecina ya no salía más de noche para hacer los
“despachos”. Un bello domingo la vio llevando una Biblia,
entonces, se aproximó a la ex-macumbera y le preguntó so-
bre su nueva fe. Cuando la ex-hija-de-santo le respondió
que fue liberada de las huestes del infierno en la Iglesia
Universal del Reino de Dios, aquella mujer, que se decía
cristiana, comenzó a insistir para que la nueva convertida
se pasara para su denominación.
Primero, el Señor Jesús nos amó y, después, nos limpió
de todo pecado. Y ése tiene que ser el comportamiento de
todos aquellos que se dicen seguidores del Señor Jesús.
Como resultado de ese amor y perdón viene la promoción:
Él nos constituyó reino, sacerdotes para Su Dios y Padre.
Sacerdote es aquella persona escogida por Dios para
ofrecer ofrendas de sacrificios continuos delante de Él.
Todo aquél que sea lavado por la sangre del Señor Jesús es
un sacerdote, independientemente de la posición que ocu-
pa en la iglesia. La persona puede ser la más vil pecadora en
la faz de la tierra pero, a partir del momento en que acepta
al Señor Jesucristo como su Salvador y practica Su Palabra,
ella pasa a estar en la presencia de Dios constantemente,
para ofrecerle ofrendas de sacrificios.
Cada verdadero cristiano es un sacerdote, de manera
que el Señor Jesús ha construido un reino de sacerdotes
20
La revelación de Jesucristo
para Su Dios y Padre; por lo tanto, ¡a Él sea toda la honra,
toda la gloria y el dominio por los siglos de los siglos!
E inmediatamente después que el Señor Jesús hizo de no-
sotros un reino “y sacerdotes para su Dios y Padre, a Él sea la
gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén”, viene
la promesa gloriosa: “He aquí, viene con las nubes y todo ojo
le verá, aun los que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra
harán lamentación por Él; sí. Amén.” (Apocalipsis 1:7).
Entonces surge una pregunta: ¿Por qué nosotros, después
que nos convertimos, todavía nos tenemos que quedar aquí
en la tierra? Hay, por lo menos, dos razones principales:
• PRIMERO: Si el Señor, a medida que nos va salvando nos
fuera tomando inmediatamente para sí, entonces ¿quién
iría a testimoniar para los que se quedasen aquí?
• SEGUNDO: Nuestra permanencia aquí en la tierra es
para que manifestemos la victoria visible de nuestro Se-
ñor, hasta Su revelación. ¡Nosotros tenemos la responsa-
bilidad de testimoniar, en nuestra propia vida, la victoria
de la resurrección de nuestro Señor! Es por eso que el
Espíritu Santo dice, a través de Pablo, así: “Pero gracias a
Dios, que en Cristo siempre nos lleva en triunfo, y que por
medio de nosotros manifiesta en todo lugar la fragancia de
su conocimiento.” (2 Corintios 2:14).
Eso quiere decir que, antes que el Señor se revele visi-
blemente en las nubes, Él se revela espiritualmente a tra-
vés de nosotros, por Su Espíritu, exhalando Su fragancia.
¡Tenemos la obligación y el deber de permitir que el Espí-
ritu del Señor Jesús manifieste la fragancia de Su conoci-
miento a través de nosotros! Es decir, ¡los incrédulos tie-
nen que tener conocimiento del Señor Jesús por medio del
comportamiento de Sus seguidores! Y ahí está el triunfo
21
Estudio del Apocalipsis
al que el Dios-Padre nos conduce, a través del Dios-Hijo,
por Su Santo Espíritu: ¡El poder de ser testimonios vivos
del Señor Jesús!
Muchos cristianos piensan que el trabajo espiritual que
realizan en sus respectivas iglesias es capaz de cubrir sus pe-
cados, pues ellos se han servido del siguiente versículo: “So-
bre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros,
pues el amor cubre multitud de pecados.” (1 Pedro 4:8).
A decir verdad, para Dios, es más importante ser que
hacer. ¿De qué sirve, por ejemplo, relacionarnos con la
obra de divulgación de la Palabra de Dios en los lugares
más oscuros y escondidos de este mundo, si nuestra vida
privada está llena de pecados? ¿Puede acaso, el amor ha-
cia los perdidos darnos el derecho de vivir en pecado? ¿O
puede el amor intenso, justificar multitud de pecados?
¡Está claro que no! ¡Es por la fe en el Señor Jesús que so-
mos justificados! ¡Es Su sangre la que nos purifica de todo
pecado, y no el amor!
¡Lo que el apóstol Pedro está diciendo es que el intenso
amor, que tenemos unos con otros, es lo que nos hace conocer
al Señor Jesús y ser salvos! ¡Ésa es la manera de amar que cubre
multitud de pecados! Pero los pecados que son cubiertos no son
los nuestros, ¡no! ¡Sino los de aquéllos que son amados! Si noso-
tros amamos, no estamos haciendo más que nuestra obligación.
A fin de cuentas, ¿no creemos que el Señor está en nosotros? Y
siendo Él amor y viviendo nosotros en Él ¿no tenemos que ma-
nifestar ese amor? Además ¿es posible amarnos los unos a los
otros con el amor de Dios y, aún así, permanecer en el pecado?
¡De manera ninguna! Pues como está escrito: “Y nosotros he-
mos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para
nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en
Dios y Dios permanece en él.” (1 Juan 4:16).
22
La revelación de Jesucristo
“He aquí que viene con las nubes...”
¡Aquí está el gran mensaje central del Apocalipsis!
¡Nuestro Señor y Salvador viene! Como Él mismo había
prometido a Sus discípulos: “Y si me voy y preparo un lugar
para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que
donde yo estoy, allí estéis también vosotros.” (Juan 14:3).
Cuando Él vino la primera vez, vino como un Cordero
para sacrificarse por la humanidad. Vino como la Ofrenda
de Dios, para reconciliar Consigo mismo al ser humano;
por lo tanto, en aquella ocasión no vino para juzgar, sino
para salvar. Y después de tres días separado de Su Padre y
del Espíritu Santo, ¡el Señor Jesucristo resucitó! ¡Durante
tres días y tres noches, por primera vez en toda la eterni-
dad, el Dios-Hijo quedó fuera de la Santísima Trinidad! En
la Cruz del Calvario, Él no clamó al Padre como las veces
anteriores; allí, en medio de la sangre y las lágrimas del su-
frimiento físico y espiritual, Él clamó: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15:34).
Por eso, el apóstol Juan nos muestra a Jesús como el Se-
ñor, a quien el Eterno Dios-Padre otorgó toda la autoridad
y todo el poder, en los cielos, como en la tierra. ¡De modo
que todo está en las manos del Señor Jesucristo! Después
que Él solucionara definitivamente, en la Cruz del Calvario
la cuestión de la culpa de la humanidad, ahora, en el final
de los tiempos, está resuelta la cuestión del poder.
Para aquéllos que han creído en Él y han andado de
acuerdo a Sus Palabras, es extremadamente maravilloso
saber que, por la fe, ambas cuestiones ya fueron resueltas.
Esto es, el Señor Jesús ya nos purificó y redimió de toda la
culpa del pecado por Su sangre y también nos redimió del
poder del pecado, pues como está escrito y determinado:
23
Estudio del Apocalipsis
“Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros...”
(Romanos 6:14).
Es verdad que aún no estamos libres de la presencia del
pecado en nosotros, pues como dijo el autor del libro a los
Hebreos: “Despojémonos también de todo peso y del pecado
que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la
carrera que tenemos por delante.” (Hebreos 12:1).
El apóstol Pablo también confesó, diciendo: “...porque
el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no.”
(Romanos 7:18).
Tal vez eso explique porqué muchos convertidos viven la
fe cristiana como si no la tuviesen. ¡El comportamiento de
ellos es vergonzoso porque aún no están bajo el dominio
del Espíritu Santo! “He aquí que viene con las nubes...”
Ahora, el Señor Jesucristo viene con las nubes, o sea, Él
viene con Su Iglesia en gloria. Él viene con toda la autori-
dad y el poder recibidos de Su Padre, con la misión de Juez.
¡La primera vez Él vino para salvar, pero, en la segunda,
vendrá para juzgar!
Daniel también vio ese día y lo relató, diciendo:
“...y he aquí, con las nubes del cielo venía uno como un
Hijo de Hombre... Y le fue dado dominio, gloria y reino, para
que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran. Su do-
mino es un dominio eterno que nunca pasará; y su reino uno
que no será destruido(...) Y la soberanía, el dominio y la gran-
deza de todos los reinos debajo de todo el cielo serán entrega-
dos al pueblo de los santos del Altísimo. Su reino será un reino
eterno, y todos los dominios le servirán y le obedecerán.”
Daniel 7:13,14,27
24
La revelación de Jesucristo
En ese glorioso día, el Señor eliminará el dominio de sata-
nás y todos los poderes demoníacos y anticristianos y estable-
cerá Su magnífico reino de paz y justicia. Y, entonces, todas
las tribus de la tierra, esto es, los pueblos anticristianos, se
lamentarán en ese día. ¡Aleluya! ¡Ven, mi Señor Jesús!
“Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor
Dios, el que es y que era y que ha de venir, el
Todopoderoso.” (Apocalipsis 1:8).
En algunas traducciones de la Biblia encontramos, ade-
más del Alfa y el Omega, la expresión “el principio y el fin”.
Lo que ocurre, es que muchos traductores pensaron que
las personas menos instruidas no iban a comprender el sig-
nificado de alfa y omega; ésa es la razón por la que ellos
incluyeron “el principio y el fin”. Aunque el texto no esté
de acuerdo con el original griego, pero el contenido está
de acuerdo con el sentido. En ese versículo, se identifica al
Señor Dios, el Todo-Poderoso, esto es, el Dios-Padre.
Esa revelación de que el Señor Jesucristo es el Alfa y el
Omega, el Principio y el Fin, es la manera más simple de
definir a Alguien que excede todo y cualquier entendimien-
to. Él encierra la Perfección indescriptible, indefinible, más
profunda que el infinito.
La mayor gloria del ser humano consiste en conocer per-
sonalmente al Señor Jesucristo. Muchas son las personas
que Lo conocen a través de las informaciones proporciona-
das por otros, y cuando vienen las tribulaciones, no saben
cómo salir de ellas, ya que los conocimientos adquiridos al
respecto de Él no son suficientes para salvarlas. Pero el co-
nocimiento de Él se consigue a través de la revelación de
Su propio Espíritu, entonces eso se vuelve suficiente para
25
Estudio del Apocalipsis La revelación de Jesucristo

reunir fuerzas y enfrentar cualquier situación adversa. Y es Es muy importante saber que la revelación que el Apoca-
justamente eso lo que Juan busca trasmitirnos. La mayor lipsis nos presenta del Señor Jesús se divide en tres partes:
riqueza, la mayor gloria, la mayor fuerza; en fin, lo mejor La primera parte revela al Señor Jesucristo en Su rela-
de todo lo que puede sucederle al ser humano es: ¡Conocer ción con Su Iglesia en la tierra; haga una comparación con
al Señor Jesús! Es como Él mismo afirma, por medio del
las cartas a las siete iglesias en Asia.
profeta Jeremías, diciendo:
La segunda parte revela al Señor Jesucristo en relación a
“Así dice el Señor: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se
Su Iglesia en el cielo, ahí vemos a los ancianos glorificados y
gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas
lo que sucede allí en el cielo, después del arrebatamiento.
el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce,
pues yo soy el Señor que hago misericordia, derecho y justicia en la La tercera parte revela al Señor Jesucristo con relación
tierra, porque en estas cosas me complazco, declara el Señor.” al mundo, muestra cómo Él juzga a los pueblos. Y así con-
Jeremías 9:23-24
tinúa paulatinamente, hasta que veamos la gloria completa,
es decir, el nuevo cielo y la nueva tierra, en los cuales habita
Cuando el apóstol Juan, refiriéndose al Señor Jesucris- la justicia.
to, dijo: Yo soy el Alfa y el Omega, esto es, el Señor Dios,
Aquél que es, que era y que ha de venir, el Todo-Poderoso,
no estaba refiriéndose al niño nacido de una virgen, en Be-
lén de Judea. ¡No! ¡Juan estaba hablando del Señor Jesu-
cristo, Dios! ¡Él que existía antes de María, y de todos los
seres existentes en los cielos y en la tierra! El Señor Jesús
ya existía antes de todas las cosas, pues todo fue creado por
medio de Él y para Él, como dijo el apóstol Pablo:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto
en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tro-
nos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado
por medio de Él y para Él . Y Él es antes de todas las cosas, y
en Él todas las cosas permanecen. Él es también la cabeza del
cuerpo que es la iglesia; y Él es el principio, el primogénito de
entre los muertos, a fin de que Él tenga en todo la primacía.
Porque agradó al Padre que en Él habitara toda la plenitud.”
Colosenses 1:15-19

26 27
 Capítulo 2
Jesucristo
y Su Iglesia
“Y
o, Juan, vuestro hermano y compañero en la tri-
bulación, en el reino y en la perseverancia en Je-
sús, me encontraba en la isla llamada Patmos, a
causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. Estaba
yo en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran
voz, como sonido de trompeta, que decía: Escribe en un libro
lo que ves, y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérga-
mo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Y me volví para ver
de quién era la voz que hablaba conmigo. Y al volverme, vi siete
candeleros de oro; y en medio de los candeleros, vi a uno seme-
jante al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que le llegaba
hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro.”
Apocalipsis 1:9-13

Después de haber conocido al Señor como realmente es,

el apóstol Juan se presenta para todos los demás seguidores
del Señor Jesús, como “el hermano vuestro y compañero”.
Quiere decir que él no se dirige a la iglesia como apóstol,
tal como hicieron Pablo y Pedro. Al contrario, después de
haber recibido la gran revelación, humildemente, se equi-
para con los demás siervos, considerándolos como herma-
nos y compañeros.
Son tres las características que identifican a los herma-
nos, y compañeros, a quien el apóstol Juan se refiere:

31
Estudio del Apocalipsis
• Primero: “...en la tribulación...”. Lo que significa que
todo Hijo de Dios tiene que entrar en el reino de Dios a
través de muchas tribulaciones. Además, son éstas las que
separan a aquéllos que son de Dios, de aquéllos que no lo
son; pues los que son nacidos de Dios vencen todas las tri-
bulaciones, y los que no lo son, no.
Los vientos de las tribulaciones son los que separan la
paja del trigo. Para entender bien lo que eso significa, es
necesario volver a los tiempos del Antiguo Testamento. Co-
múnmente, en aquella época, se construían eras en lo alto
de los montes. ¿Recuerda la era de Arauna, adonde David
fue a sacrificar? Pues bien, consistía en un cerco redondo
donde los jueces se sentaban para juzgar las causas del pue-
blo. Además de eso, era un lugar donde se separaba el trigo
de la paja. La cosecha del trigo se lanzaba en aquel espacio
redondo, donde el suelo era bastante rígido; allí había una
plancha de madera con dientes de hierro o de piedra, que
era empujada por un buey o un burro, que pasaba sobre el
trigo desparramado en el suelo, entonces, la plancha, aplas-
taba el trigo junto con la paja, separando el uno de la otra.
Se cogía un tridente, y se tiraban el trigo y la paja hacia
arriba, el viento llevaba la paja, porque era más liviana, y
dejaba el trigo. Así se separaba el trigo de la paja.
Esta separación hecha por el viento es un símbolo del
futuro Juicio Eterno, de la separación de las ovejas, de los
cabritos y de los machos cabríos.
“El bieldo está en su mano para limpiar completamente su
era y recoger el trigo en su granero; pero quemará la paja en
fuego inextinguible.”
Lucas 3:17
32
Jesucristo y Su Iglesia
La verdad es que toda tribulación por la que nosotros,
los cristianos, tenemos que pasar, no deja de ser sólo una
pequeña brisa, en comparación con las grandes cosas que
nos están reservadas. Es como está escrito:
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al cora-
zón del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los
que le aman.”
1 Corintios 2:9
• Segundo: “...en reino”. Todo aquél que nace de nuevo,
a través del Agua y del Espíritu Santo, es portador del reino
de Dios. El propio Señor Jesús dijo: “...el reino de Dios entre
vosotros está.” (Lucas 17:21). Ese reino es eminentemente
espiritual, y sólo aquéllos que fueron lavados en la sangre
del Cordero forman parte de Él. No se puede entrar en él
a base de dinero, de amistad, a punta de pistola o a través
de cualquier otra alternativa humana. Solamente existe una
puerta de entrada, ¡el Señor Jesucristo! ¡La persona que
desea entrar, tiene que creer en Él y andar de acuerdo con
Su Palabra! No existe otra forma. El propio apóstol Juan,
refiriéndose a ese reino, dijo: “Aquel que nos ama, nos ha
lavado de nuestros pecados con su sangre y nos hizo reyes...”.
• Tercero: “...y en la perseverancia, en Jesús”. La perseve-
rancia de la fe en el Señor Jesús no es una opción, sino una
condición indispensable para heredar la vida eterna. El dia-
blo es perseverante en su tentativa de destruir la fe cristiana.
Él persevera con las dudas para intentar neutralizar nuestra
fe; y nosotros perseveramos con la fe para neutralizar las
dudas. El que sea más perseverante, vencerá. ¡La verdad es
que solamente el nacido de Dios es perseverante!
¡Los débiles se desaniman, los cobardes huyen, y sola-
mente aquéllos que nacieron de Dios y que tuvieron real-
33
Estudio del Apocalipsis
mente un encuentro personal con el Señor Jesús, son los
que perseveran y prevalecen! El propio apóstol es testimo-
nio de aquello que escribió, pues, aislado de todo y de todos
los suyos, allí estaba él, preso en una isla del Mediterráneo.
¿Y por qué? “...por causa de la Palabra de Dios y del testimo-
nio de Jesucristo”.
Dios nunca permite que seamos prisioneros en nuestra
propia “Patmos”, en la vida, por casualidad. Siempre que so-
mos llevados a circunstancias difíciles, como prisiones, perse-
cuciones, humillaciones, injusticias y demás cosas, es porque
Él quiere hablar con nosotros, quiere revelarnos algo muy
importante para Su obra y para nosotros mismos. Las mayo-
res revelaciones de Dios son mediante las mayores pruebas
de fe. Creemos que Dios nunca habla con nosotros mientras
las cosas van bien. En tiempo de paz es muy difícil tener oí-
dos para oír la voz del Espíritu Santo. Todos los hombres
de Dios, en el pasado, sólo recibieron las revelaciones de Él
cuando estaban en apuros, en prisiones, persecuciones e in-
justicias. Esto ocurrió con Pedro, Pablo, Juan y los demás.
Cuando el apóstol Juan estaba confinado en una prisión
en la isla de Patmos, le fue revelado el Apocalipsis. Eso
sucedió a mediados del año 85 después de Cristo, cuando
ocurrió la mayor persecución a los cristianos promovida
por el emperador romano Domiciano. El apóstol Juan no
fue exiliado en aquella isla por haber robado, matado o co-
metido cualquier otro crimen contra aquella sociedad, sino,
simplemente, porque anunciaba la Palabra de Dios y daba
testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Además, ése
era, y continúa siendo, el motivo por el cual los hombres de
Dios son llevados a las prisiones; no es por el mal que ha-
cen a la sociedad, sino por el bien que buscan hacer por lo
que son llevados a los tribunales. ¿Y por qué? Porque como
34
Jesucristo y Su Iglesia
está escrito: “...y que todo el mundo yace bajo el poder del
maligno.” (1 Juan 5:19). Significa que aquél que es de Dios
siempre será perseguido por aquéllos que no lo son; y como
el mundo entero está bajo el maligno, entonces es obvio
que siempre habrá injusticias, por parte de aquéllos que no
son de Dios, hacia aquéllos que sí lo son. El propio Señor
Jesús avisó a sus seguidores, respecto a eso, diciendo:
“Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí an-
tes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo
suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de
entre el mundo; por eso el mundo os odia.”
Juan 15:18-19
Todo cristiano tiene que pasar por la criba de la perse-
cución, es imposible ser un verdadero cristiano y no ser
probado por la persecución. Ella comienza, primeramente,
dentro de su propia casa; después, se extiende por el ve-
cindario, los amigos del trabajo y de la escuela... ¡Y cuanto
mayor sea su participación en la obra de Dios, mayor será
la persecución movida contra él! Y lo inverso también vale,
pues cuanto menor es su participación en la obra de Dios,
menor será la persecución contra él.
Es interesante que si, por un lado, Juan estaba profun-
damente atribulado en aquella isla, por otro, también, pudo
tener el mayor privilegio: el de ser escogido para estar en
espíritu, en el gran y tremendo día del Señor. “Estando yo
en el espíritu en el día del Señor...”
Ocurrió lo mismo con Moisés cuando huyó de Egipto, y
estando pastoreando las ovejas de su suegro, en el desierto,
súbitamente tuvo su encuentro con Dios, en el Monte Si-
naí. También ocurrió con Elías, cuando desesperado huyó
de Jezabel, mujer de Acab, y se escondió en la caverna de
35
Estudio del Apocalipsis
una roca. Y allí Dios le habló lo que debía hacer. ¡Y ahora
es el turno del apóstol Juan, que en medio de la prueba es
conducido en espíritu al día del Señor! En principio, imagi-
namos que ese día fue un domingo, pues es común llamar
ese día como el día del Señor. ¡Entretanto, su importancia
está muy lejos de la de un simple domingo, a la vista que el
apóstol vio al Señor Jesús en gloria! ¡Esto es, él vio al Señor
Jesús, no como el Salvador, sino como Aquél que era, que
es, y que ha de venir, el Dios Todo-Poderoso!
La verdad es que la revelación que Juan tuvo en ese día,
fue del gran y terrible día de los juicios del Señor o del día
de la Gran Tribulación.
“Oí detrás de mí una gran voz, como de trom-
peta.”
Aparentemente, el apóstol se queda sorprendido al oír
esa gran voz detrás de sí, y no delante o de lado. Enton-
ces, ¿por qué oyó esa voz detrás suyo? Seguramente por el
mismo motivo que cuando el Señor habló al profeta Isaías:
“Tus oídos oirán detrás de ti una palabra: Este es el camino,
andad por él...” (Isaías 30:21).
También Ezequiel tuvo una experiencia semejante, cuan-
do dijo: “Entonces el Espíritu me levantó, y oí detrás de mí un
gran ruido atronador...” (Ezequiel 3:12).
Creemos que esa voz vino por detrás de Juan, con el fin de
neutralizar cualquier otra voz, incluyendo la de su propia con-
ciencia. Cuando el Señor Jesús andaba con Sus discípulos, Él
los dirigía yendo al frente. Pero ahora, en Espíritu, Él dirige a
Su siervo, hablándole por detrás, como si le susurrara al oído.
Infelizmente, los seguidores del Señor Jesús, sólo encuentran
tiempo para oír Su voz cuando están viviendo bajo la presión
36
Jesucristo y Su Iglesia
de las pruebas de la fe. Cuando las cosas van bien y no existen
las angustias de la persecución y las injusticias, cometidas por
los propios hermanos, en fin, cuando hay paz, no prestamos
atención para escuchar la dirección de nuestro Señor.
El Espíritu Santo siempre habla cuando tenemos oídos
para oírlo, pero, cuando sabe que no le prestaremos aten-
ción, entonces Él no habla.
En seguida el apóstol dijo: “...gran voz, como de trompeta”.
Es muy importante señalar las palabras “como” y “seme-
jante”, ellas aparecen muchas veces en el libro del Apoca-
lipsis e indican sólo una comparación y no una identifica-
ción; ya que en la visión que Juan tuvo, no había palabras
para expresar exactamente aquello que él veía.
Por eso tenía que apelar a las comparaciones. La gran
voz que él oía no era exactamente la de una trompeta, sino
como la de una trompeta.
La mención de la trompeta en la Biblia es frecuente,
pues era usada en ocasiones militares y religiosas, para la
convocatoria del pueblo. De entre todas las veces en que la
Biblia se refiere al uso de la trompeta, podemos considerar
dos ocasiones especiales: la primera en la parte terrena y la
segunda en la parte celestial.
En lo terrenal sucedió cuando Dios reunió al pueblo de
Israel, al pie del monte Sinaí. En aquella ocasión:
“Y aconteció que al tercer día, cuando llegó la mañana, hubo
truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un fuer-
te sonido de trompeta; y tembló todo el pueblo que estaba en el
campamento(...). El sonido de la trompeta aumentaba más y
más; Moisés hablaba, y Dios le respondía con el trueno.”
Éxodo 19:16-19
37
Estudio del Apocalipsis
En la parte celestial, y ahora revelada al apóstol Juan,
cuando el Señor reunirá a Su pueblo celestial en el arre-
batamiento de Su Iglesia. El sonido que Juan oyó es como
de trompeta, lo que significa que la trompeta celestial no
es exactamente igual a la trompeta hecha del cuerno del
carnero, usada por el pueblo de Israel.
“Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las
siete iglesias: A Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiati-
ra, Sardis, Filadelfia y Laodicea.”
El libro del Apocalipsis está dirigido a las siete iglesias de
Asia. Hoy, el lugar donde esas siete iglesias se encontraban es
en la parte occidental de Turquía. Como el número siete sim-
boliza la perfección, creemos que esas siete iglesias represen-
tan la totalidad de la Iglesia del Señor Jesucristo. Cada una de
ellas muestra el carácter o la calidad de cristiano que hay en
cada uno de nosotros, además de mostrar también, el tipo de
carácter de Iglesia que hubo y que hay en el mundo. Y el Apo-
calipsis está dirigido a ellas, como una advertencia personal
del Señor Jesús. Por eso es muy importante que, mediante la
revelación del Señor Jesucristo, cada cristiano venga a evaluar
minuciosamente la calidad de siervo que él es hacia su Señor.
Esas siete iglesias son como un espejo que refleja el per-
fil de cada cristiano.
“Y me volví para ver de quién era la voz que
hablaba conmigo.”
Obviamente la visión que Juan tiene del Señor Jesús, en
la isla de Patmos, no es la misma que nos da en su Evange-
lio. El Señor Jesús glorificado no tiene la misma apariencia
38
Jesucristo y Su Iglesia
del Jesús, Hijo del hombre. Los cuatro Evangelios nos pre-
sentan la doble naturaleza del Señor, esto es, Su naturaleza
humana, Hijo de la virgen y Su naturaleza divina, Hijo de
Dios. Siendo así, Él fue la única Persona que en la parte hu-
mana tenía madre, pero no tenía padre; y en la divina tiene
Padre, pero no tiene madre. Además, ésa es la condición
permanente del Señor Jesucristo.
Y cuando vino la primera vez a este mundo, Él se mani-
festó sólo como el Hijo del hombre, o sea, como el Hijo de
María, aunque mantuviese Su naturaleza divina. Después
de muerto, resucitado y glorificado asumió Su naturaleza
divina, la cual el apóstol Pablo describe así:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación. Porque en Él fueron creadas todas las cosas, tanto
en los cielos como en la tierra, visible e invisibles; ya sean tro-
nos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado
por medio de Él y para Él. Y Él es antes de todas las cosas, y
en Él todas las cosas permanecen.”
Colosenses 1:15-17
¿Será ese Señor glorificado el que el apóstol Juan vio?
En principio, no. Porque “Y al volverme, vi siete candeleros
de oro; y en medio de los candeleros, vi a uno semejante al
Hijo del Hombre”. Inicialmente el apóstol vio los siete can-
deleros de oro “...y los siete candeleros que has visto son las
siete iglesias...” Lo que luego llama la atención aquí es que
Juan, antes de ver al Señor Jesús glorificado, ¡vio prime-
ro a Su Iglesia! Y al Señor Jesús en medio de Su Iglesia,
pues “en medio de los siete candeleros, a uno semejante al
Hijo del hombre...” Eso significa que nadie es capaz de ver
al Señor Jesús en gloria, a no ser a través de Su Iglesia. En
otras palabras, para que las personas puedan tener acceso
39
Estudio del Apocalipsis

a la gloria del Señor Jesús, esto es, a Su salvación eterna,

precisan ver esa misma gloria en Su Iglesia. ¡De ahí la gran
responsabilidad de aquéllos que forman parte de ella, espe-
cialmente de sus dirigentes!
Cuando una persona, desencantada por todo el engaño
del mundo, desea tener un encuentro con Dios, ¿adónde
es que ella se dirige primero? ¡A una iglesia cristiana! ¿Por
qué? ¡Porque ella cree que, allí, el Señor Jesús está presen-
te! Pero si en esa iglesia, tanto el pastor como los miembros
no reflejan la imagen del Señor Jesús, entonces, ¿cómo
aquella persona será salva?
Es una gran verdad que aquéllos que piensan que pueden
mantener la comunión con el Señor Jesús del lado de afue-
ra de la iglesia, no tienen la menor idea del perjuicio que
están causándose a sí mismos. Estar fuera de la convivencia
de la iglesia es lo mismo que intentar criar peces fuera del
agua. Por otro lado, también es verdad que la iglesia tiene
la obligación de manifestar la gloria del Señor Jesucristo.
Por eso, el Señor dijo: “Vosotros sois la sal de la tierra;
pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada
otra vez? Ya para nada sirve, sino para ser echada fuera y pi- Capítulo 3
soteada por los hombres.” (Mateo 5:13).
La sal tiene dos valores: dar sabor y conservar. El cristia-
no tiene la responsabilidad, no solamente de manifestar la
presencia de Dios en el mundo, como testimonio del Señor
Jesucristo
Jesús, sino también tiene el poder de conservarse inmune
al pecado, ser cristalino, ya que el pecado no tiene dominio
glorificado
sobre él (Romanos 6:14).
¡Aquél que es de Dios ora, clama, suplica, ayuna, gime;
en fin, lucha con todas sus fuerzas para que la iglesia esté
viva y llena del Espíritu Santo! Pues aquél que clama por la
iglesia, clama por sí mismo.

40
 Jesucristo glorificado

en medio de los candeleros, vi a uno semejante

“Y al Hijo del Hombre, vestido con una túnica que

le llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con
un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como
blanca lana, como nieve; sus ojos eran como llama de fuego;
sus pies semejantes al bronce bruñido cuando se le ha hecho
refulgir en el horno, y su voz como el ruido de muchas aguas.
En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía
una aguda espada de dos filos; su rostro era como el sol cuan-
do brilla con toda su fuerza. Cuando lo vi, caí como muerto
a sus pies. Y Él puso su mano derecha sobre mí, diciendo:
No temas, yo soy el primero y el último, y el que vive, y estuve
muerto; y he aquí, estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo
las llaves de la muerte y del Hades. Escribe, pues, las cosas que
has visto, y las que son, y las que han de suceder después de
éstas. En cuanto al misterio de las siete estrellas que viste en
mi mano derecha y de los siete candeleros de oro: las siete es-
trellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros
son las siete iglesias.”
Apocalipsis 1:13-20

La descripción del Señor Jesús aquí, en la visión del após-

tol Juan, es totalmente diferente de aquella que él había co-
nocido en Galilea. La real grandeza y magnitud de aquella

43
Estudio del Apocalipsis
visión, forzosamente llevó al apóstol a describir al Señor
por medio de las comparaciones. A partir de ahí, retrata al
Señor vestido de Su gloria, de la siguiente forma: “...vestido
con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido por el
pecho con un cinto de oro”. Ese vestido desciende hasta los
pies y señala la dignidad del Sumo-sacerdotal; y el cinto de
oro, a la altura del pecho, Su dignidad de Rey. En realidad,
Juan ve aquí la identificación de Rey y Sumo-sacerdote,
volviendo como el Mesías de Israel. Él viene, entonces, con
Su Iglesia, razón por la que Él está en medio de ella, esto
es, de los siete candeleros.
En seguida, Juan ve la cabeza del Señor: “Su cabeza y sus
cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos
eran como llama de fuego.”
Es decir, ya no es la cabeza cubierta de heridas y san-
gre, debido a la corona de espinas, desfigurada por la hu-
millación y la tortura; al contrario, el apóstol, dirigido por
el Espíritu Santo, describe la mayor gloria, usando palabras
sencillas. Lo mismo sucedió con Daniel, por ejemplo, que
usado por el Espíritu Santo profetizó al respecto del Señor
Jesús, utilizando la figura de la “piedra se desprendió sin
que la cortara mano alguna”, que desmenuzó la estatua.
Los cabellos blancos como la blanca lana, como nieve, se-
ñalan el indescriptible resplandor de la gloria celestial. La
corona de espinos se transformó en corona de honra. Los
ojos, llenos de lágrimas cuando presenció la miseria de Jeru-
salén, ahora son ojos como de fuego, significando juicio.
Los pies ya no son más aquellos pies heridos por los cla-
vos del pecado, sino “...semejantes al bronce bruñido cuando
se le ha hecho refulgir en el horno...”. Los ojos como fuego y
los pies semejantes al bronce bruñido caracterizan al Señor
44
Jesucristo glorificado
Jesús como Juez; por lo tanto, Él no es solamente Rey y
Sumo Sacerdote, sino también Juez.
La voz que Juan oyó no es más aquella voz suave del buen
pastor, que se mantuvo callada delante de los que lo juzga-
ron, escupieron e injuriaron, colgándolo, al final, en la cruz.
¡No! Ahora es tan poderosa que es imposible describirla con
exactitud. Por ello que el apóstol se refiere a ella como “voz
de muchas aguas”; es decir, la voz del juicio de Dios. Varios
profetas del pasado oyeron esa misma voz, y dijeron:
“Tú, pues, profetizarás contra ellos todas estas palabras,
y les dirás: El Señor rugirá desde lo alto, y dará su voz desde
su santa morada; rugirá fuertemente contra su rebaño. Dará
gritos como los que pisan las uvas contra todos los habitantes
de la tierra.”
Jeremías 25:30
“El Señor ruge desde Sion, y desde Jerusalén da su voz, y
tiemblan los cielos y la tierra.”
Joel 3:16
“El Señor ruge desde Sion, y desde Jerusalén da su voz...”
Amós 1:2
¡En todas esas voces, el Señor profiere juicio!
Continuando en su descripción, Juan dijo: “En su mano
derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda es-
pada de dos filos; su rostro era como el sol cuando brilla con
toda su fuerza.”
Esa misma mano que en el pasado cargó el madero y que
fue clavada, ahora es bendita y glorificada, y sustenta a Su
Iglesia, representada por las siete iglesias. La espada afila-
da, que sale de Su boca, es la Palabra de Dios.
45
Estudio del Apocalipsis
“Porque la palabra de Dios es viva, eficaz, y más cortante que
cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma
y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa
para discernir los pensamientos y las intenciones del corazón.”
Hebreos 4:12
Finalmente, el apóstol describe el rostro del Señor Jesús
glorificado. Es tan magnífico su resplandor que nuevamen-
te necesita una comparación: ¡como el sol con su fuerza!
De esta forma, en el inicio de la revelación del Señor Je-
sucristo, Juan ve lo esencial: a Jesucristo como Rey, Sumo-
sacerdote, Profeta y Juez. Aquella figura que el profeta
Isaías describió, anteriormente, diciendo:
“...como raíz de tierra seca; no tiene aspecto hermoso ni ma-
jestad para que le miremos, ni apariencia para que le deseemos.
Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores
y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres
esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos.”
Isaías 53:2-3
¡Ahora se transforma en la figura de vencedor! ¡Aleluya!
Es natural que Juan caiga postrado por la grandeza y ma-
jestad del Señor Jesucristo: “Cuando lo vi, caí como muerto
a sus pies.”
Una experiencia semejante tuvo Daniel:
“Y el día veinticuatro del primer mes, estando yo junto a
la orilla del gran río, es decir, el Tigris, alcé los ojos y miré, y
he aquí, había un hombre vestido de lino, cuya cintura estaba
ceñida con un cinturón de oro puro de Ufaz. Su cuerpo era
como de berilo, su rostro tenía la apariencia de un relámpago,
sus ojos eran como antorchas de fuego, sus brazos y pies como
el brillo del bronce bruñido, y el sonido de sus palabras como
46
Jesucristo glorificado
el estruendo de una multitud. Y sólo yo, Daniel, vi la visión;
los hombres que estaban conmigo no vieron la visión, pero
un gran terror cayó sobre ellos y huyeron a esconderse. Me
quedé solo viendo esta gran visión; no me quedaron fuerzas,
y mi rostro se demudó, desfigurándose, sin retener yo fuerza
alguna. Pero oí el sonido de sus palabras, y al oír el sonido de
sus palabras, caí en un sueño profundo sobre mi rostro, con
mi rostro en tierra.”
Daniel 10:4-9
Tanto la caída de Juan como la de Daniel, tienen razón
de ser, pues ocurrieron como consecuencia de una glorio-
sa visión que tuvieron del Señor Jesús glorificado. Es per-
fectamente natural que se quedasen como en un estado de
shock, y se cayeran delante de aquello que estaban viendo.
¡Pero es importante puntualizar que se cayeron debido a lo
que veían, y no por haber recibido el Espíritu Santo! Nadie
sopló sobre ellos y, mucho menos, les tocó con las manos,
para que se cayeran.
Hay una doctrina demoníaca llamada fanerosis o “caer
por el poder de Dios”, que está divulgándose por este mun-
do. Ese movimiento satánico, ha llevado a millones de per-
sonas incautas “a caer”, como si estuvieran bajo la influen-
cia divina. ¡Lo peor no es “caer” en el suelo, sino “caer” de
la fe pura en la Palabra de Dios a los brazos del diablo! La
gran prueba de éso es el pésimo testimonio de vida cristiana
de esas personas, pues creyendo en esa farsa, están dando
crédito a los espíritus engañadores; y éstos, a la vez, pasan a
tener libertad para destruir a sus familias. Ahí está la razón
por la que los hogares de muchos cristianos se están desin-
tegrando: maridos abandonando a sus esposas y uniéndose
con otras mujeres, enfermedades repentinas en la familia,
hijos perdiéndose en los vicios; en fin, hay una maldición
47
Estudio del Apocalipsis Jesucristo glorificado

contaminando al pueblo de Dios. Y todo eso debido al pe- La muerte, aquí, se refiere a la primera muerte, es decir,
cado escondido, el mismo pecado de Acán, que hizo que a la muerte física. Y el infierno hace alusión al Hades, lugar
todo el pueblo de Israel fuera derrotado (Josué 7:19-26). donde, los que murieron sin el Señor Jesús quedarán aguar-
¡No hay ninguna referencia bíblica que dé una mínima dando hasta el juicio final delante del Gran Trono Blanco.
razón para aceptar esa plaga del “cae cae”! ¡Al contrario! Y serán lanzados al lago de fuego y atormentados día y no-
Cuando el Señor Dios creó al hombre, a Su imagen y se- che sin cesar, por toda la eternidad.
mejanza, éste era de barro y estaba tumbado en el suelo. Enseguida viene la orden: “Escribe, pues, las cosas que has
Entonces, el Señor sopló el Espíritu de vida en sus narices visto, y las que son, y las que han de suceder después de éstas”.
y el hombre pasó a ser alma viviente, y se puso de pie. ¡Eso
Aquí están las tres partes del libro de Apocalipsis:
significa que el Espíritu Santo hace a la persona erguirse, y
no caer! ¡Sería ridículo que Dios soplara Su Espíritu en el Primera parte: las cosas que Juan vio. Todo lo que le fue
ser humano y éste, entonces, se cayera al suelo! ¡No tiene revelado (capítulo uno).
ningún sentido! Segunda parte: las cosas que son. Todo lo relacionado
“Cuando lo vi, caí como muerto a sus pies. Y Él puso su con la Iglesia (capítulos uno y dos).
mano derecha sobre mí, diciendo: No temas, yo soy el prime- Tercera parte: las cosas que tienen que pasar. Todo lo
ro y el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy referente al futuro de la Iglesia, es decir, a los hechos que
vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte ocurrirán antes y después de la venida del Señor Jesús (en
y del Hades”. los demás capítulos).
El hecho de que Juan cayera como muerto, no le impidió
ver al Señor poniendo Su mano derecha sobre él y, además
de eso, también pudo oírlo.
El Señor Jesús se identifica como el Primero y el Últi-
mo, y Aquél que vive eternamente. El título del Señor Je-
sús, aquí, es el mismo que el de Dios-Padre, en el versículo
ocho. Y cuando Él afirma tener las llaves de la muerte y del
infierno, quiere decir que la vida y la muerte eternas están
bajo Su exclusiva autoridad. Nadie puede heredar la vida
eterna sin humillarse delante de Él y pedirle el perdón de
todos sus pecados.
Tiene que haber un reconocimiento sincero delante de Él,
como Señor y Salvador, para evitar la muerte y el infierno.

48 49
 Capítulo 4
Cartas a las
Siete Iglesias
 Carta a las Siete Iglesias

L
as cartas a las siete iglesias, componen la segunda
parte del Apocalipsis. Ellas están relacionadas con
los hechos que son; esto es, a la condición espiritual
de la Iglesia. No hay ninguna indicación de que hayan sido
dirigidas, exclusivamente, hacia aquellas siete iglesias de
Asia; pero sí, que sus mensajes fueron dirigidos para toda
la Iglesia de nuestro Señor Jesucristo: Tanto para la Iglesia
actual, como para la Iglesia de las diferentes épocas.
Hay quien cree que esas cartas son proféticas, en el sen-
tido de que cada una está dirigida a la Iglesia de una deter-
minada época en la Historia Eclesiástica. Esto es:
Que la iglesia de Éfeso sea la del final de la era apostólica.
Que la iglesia de Esmirna sea la de la era de las persecu-
ciones, hasta el año 316.
Que la iglesia de Pérgamo sea la de la era del favor im-
perial: del 316 al 500.
Que la iglesia de Tiatira sea la de la era negra: del 500
al 1500.
Que la iglesia de Sardis sea la del tiempo de las refor-
mas: del 1500 al 1700.
Que la iglesia de Filadelfia sea la de la era de las misio-
nes modernas: del 1700 al 1900.
Que la iglesia de Laodicea sea la de la era de la iglesia
apóstata: del 1900 hasta la venida del Señor Jesús.

53
Estudio del Apocalipsis
No se puede negar que así como en el sueño que tuvo
Nabucodonosor, cuando vio una estatua de las naciones,
donde la reducción de la calidad exterior de las potencias
mundiales fue representada por diversos metales: oro, pla-
ta, bronce, hierro, y también barro, la condición espiritual
de la Iglesia ha disminuido constantemente con el paso de
los siglos. Debido a innumerables factores, la Iglesia de los
últimos tiempos es muy semejante a la iglesia de Laodicea.
¡Mientras tanto, las siete cartas revelan aspectos positivos y
negativos presentes en la Iglesia, durante todas las épocas!
El mensaje de las siete cartas contiene instrucción, ad-
vertencia y edificación. En ellas, el Señor Jesús revela Su
voluntad, así como Su condenación de los pecados allí exis-
tentes. Él da instrucciones con respecto a lo que se debe
hacer inmediatamente. Advierte respecto al peligro de la
desobediencia a Su Palabra, y de la acomodación espiritual.
Edifica, en el sentido de que, mediante la vigilancia y la
fidelidad hacia Él, habrá recompensa eterna. Además de
eso, en las cartas, el Señor Jesús muestra el carácter en que
la persona o la iglesia, puede juzgarse a sí misma, y evaluar
su condición espiritual delante de Dios. En otras palabras:
esas cartas son un espejo que retrata la situación espiritual
de cada cristiano y de cada iglesia cristiana.
Carta a la iglesia en Éfeso
“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las
siete estrellas en su mano derecha, el que anda entre los siete
candeleros de oro, dice esto: Yo conozco tus obras, tu fatiga
y tu perseverancia, y que no puedes soportar a los malos, y
has sometido a prueba a los que se dicen ser apóstoles y no lo
son, y los has hallado mentirosos. Tienes perseverancia, y has
54
Cartas a las Siete Iglesias
sufrido por mi nombre y no has desmayado. Pero tengo esto
contra ti: que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto,
de dónde has caído y arrepiéntete, y haz las obras que hiciste
al principio; si no, vendré a ti y quitaré tu candelero de su lu-
gar, si no te arrepientes. Sin embargo tienes esto, que aborreces
las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al
vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el
paraíso de Dios.”
Apocalipsis 2:1-7
La ciudad de Éfeso, durante el gobierno de César Au-
gusto, se convirtió en la capital de la provincia romana
denominada Asia, que hoy es la parte occidental de Tur-
quía. Hasta entonces, Pérgamo era la capital. Era una
metrópolis que tenía aproximadamente medio millón
de habitantes y un destacado centro mercantil. Era tam-
bién el centro de culto a Diana, según la descripción de
Hechos 19. Éfeso tenía una gran comunidad judía que
el apóstol Pablo conoció en su segundo viaje misionero
(Hechos 18:19-21). Apolo también predicó allá (Hechos
18:24-28). Más tarde, Éfeso fue residencia de Pablo, du-
rante tres años (Hechos 20:31).
La historia registra que la iglesia de Éfeso era consi-
derada la madre de las iglesias de Asia, y que el apóstol
Pablo realizó allí su obra de mayor éxito (54-57 d.C.). La
tradición dice, también, que Timoteo pasó la mayor parte
de su tiempo y, enseguida, vino el apóstol Juan; y que éste
vivió allí antes y después de su exilio, en Patmos. Además
de eso, dice que el apóstol Juan supervisó a las iglesias de
Asia, después de la muerte de Pablo. Y que allí, más tarde,
falleció y fue sepultado.
55
Estudio del Apocalipsis
La iglesia de Éfeso se caracteriza por:
1) obras;
2) trabajo;
3) perseverancia;
4) no soportaba a los hombres malos;
5) había puesto a prueba a los que se declaraban após-
toles y no lo eran, y fueron sorprendidos en mentira;
6) soportaba pruebas por causa del nombre del Señor
Jesús, y no desfallecía;
7) abandonó su primer amor;
8) odiaba las obras de los nicolaítas.
“Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso...”
No nos parece que haya ninguna duda de que ese ángel
a quien el Señor Jesús dirige la carta sea la figura del diri-
gente de la iglesia, pues, cada uno de ellos, representa a la
iglesia que dirige. Un hecho que refuerza claramente esa
idea, está en la propia historia del pueblo de Israel, pues
cuando Moisés lideraba al pueblo por el desierto, rumbo a
la Tierra Prometida, Balaam incitó a las mujeres moabitas
a tramar trampas contra los hijos de Israel, provocando así
la ira de Dios; debido a eso, el Señor mandó que los “ca-
bezas” del pueblo de Israel fuesen ahorcados al aire libre
(Números 25:4). Eso muestra que los líderes del pueblo de
Dios tienen la responsabilidad delante de Él por el pueblo
que ellos lideran.
El líder de cada iglesia tiene la responsabilidad, delante
de Dios, por cada oveja que forma parte de su aprisco. Él es
el representante del Señor Jesús delante de la congregación
que cuida, pues, para eso fue llamado y ungido. ¡Y la con-
gregación, a la vez, también representa a Dios para Él! El
cariño que el pastor tiene hacia sus ovejas es el mismo que
56
Cartas a las Siete Iglesias
él tiene hacia su Señor; y el cariño que el pueblo tiene hacia
su pastor, también es el que tiene hacia Dios.
No podemos olvidarnos que entre las ovejas está la pro-
pia familia del pastor, esto es su mujer y sus hijos. Su esposa
tiene que ser su primera oveja, sus hijos la segunda y la igle-
sia la tercera. ¡Eso no significa que su mujer tiene que ser la
primera en ser servida, y, enseguida, los hijos. No! Pero sí
que debe ser la primera en ser cuidada, a fin de que él tenga
una auxiliadora habilitada para ocuparse de él mismo, de
los hijos y, finalmente, de la casa. A partir de ahí, enton-
ces él estará en condiciones para dar todo de sí, a favor de
la iglesia. ¡La familia del pastor es la prueba más evidente
de si él es un hombre de Dios o no! La Biblia afirma que
el siervo de Dios tiene que saber gobernar bien su propia
casa, criando a los hijos bajo disciplina y con todo respeto.
Si alguien no sabe gobernar la propia casa, ¿cómo cuidará
de la casa de Dios? (1 Timoteo 3:4-5).
La propia familia, especialmente el matrimonio, es la
razón de porqué muchos ministros del Evangelio han fra-
casado en sus respectivos ministerios. Muchos de ellos tie-
nen la vida correcta delante de la iglesia, pues no roban, no
adulteran, no mienten, no hacen nada equivocado; pero el
corazón de ellos no ha sido totalmente leal al Señor. ¡Es
el caso del ángel de la iglesia de Éfeso! Tenía obras, labor,
perseverancia, no soportaba a los hombres malos, sometía
a prueba a los falsos apóstoles y los encontró mentirosos;
soportó pruebas, por el amor al nombre del Señor Jesús y
no se dejó desanimar; y, finalmente, odiaba las obras de los
nicolaítas, las cuales el Señor también odiaba. ¡Sin embargo
“abandonó el primer amor”! Y justamente eso ha ocurrido
en la vida de muchos hombres de Dios. Ellos sólo han so-
portado la vida conyugal; la frialdad en la relación con su
57
Estudio del Apocalipsis
mujer se ha reflejado en su trabajo ministerial y también
en la comunión con Dios. ¡Si ellos no han sido sacerdotes
ni dentro de su propia casa, cuanto más dentro de la casa
de Dios! Y eso ha colaborado mucho para que el trabajo
espiritual se haga más por la fuerza de su propio brazo que
por el poder del Espíritu Santo.
El amor que había hacia su mujer durante la luna de
miel, debería haber aumentado cada vez más; pero en lugar
de eso, con el tiempo se fue enfriando, hasta el punto de
tener que soportarse el uno al otro; ¡y, en consecuencia,
también el amor al Señor Jesús! ¿Por qué? Porque como
dice el apóstol Juan:
“Si alguno dice: Yo amo a Dios y aborrece a su hermano,
es un mentiroso; porque el que no ama a su hermano, a quien
ha visto, no puede amar a Dios a quien no ha visto.” (1 Juan
4:20). ¡Entonces si eso vale para los hermanos, imagine
para el marido y la mujer!
En la carta dirigida para el ángel de la iglesia de Éfeso, el
Señor Jesús le censura el abandono al primer amor, el des-
precio de aquel amor primitivo que había hacia Él. Aquéllos
que un día pasaron por aquella experiencia del primer amor,
saben muy bien lo que esto significa. ¡En el primer amor todo
es novedad, lindo y maravilloso! No hay defectos, censuras
o críticas. Todo es perfecto. Pero, con el tiempo, vienen los
descubrimientos desagradables y comienzan a surgir los de-
fectos, las críticas, los reproches, los desvíos de conducta. La
solución entonces, es arrepentirse, volver al primer amor y
practicar las primeras obras, alimentando ese amor como al
propio cuerpo, porque de él va a depender la fe salvadora.
Aquéllos que un día experimentaron el nuevo nacimien-
to, por el agua de la Palabra de Dios y por el Espíritu Santo,
58
Cartas a las Siete Iglesias
pueden acordarse con placer de la llama viva del amor de
Dios dentro de sus corazones derramándose por todo su
ser, extendiéndose por dondequiera que pasase. Había un
esfuerzo sobrenatural, en el sentido de querer hacer a los
otros experimentar el mismo gozo en el Espíritu Santo. Las
ofrendas misioneras eran las mejores y dadas con mucha
alegría, los diezmos reflejaban la fidelidad y no la obliga-
ción, había comprensión con los débiles en la fe y el perdón
desbordaba, debido al inmenso amor. El Señor Jesús era
el Primero en todo y no había tiempo para que el polvo se
acumulase sobre la Biblia; al contrario, ésta estaba desgas-
tada debido al manoseo constante. Y en todo momento ha-
bía comunión con Dios, a través de la oración. En verdad,
en el primer amor, todo el trabajo era hecho en el poder del
Espíritu de Dios.
El responsable por la iglesia de Éfeso retrata el carácter
de muchas iglesias y personas cristianas que piensan que, por
el hecho de hacer alguna cosa para el Señor Jesús, tal como
evangelizar, predicar, orar y visitar a los afligidos en general,
están aumentando su crédito con Él. El hacer la obra de Dios
no es tan importante como el hecho ser. En su mensaje a la
primera iglesia, el Señor Jesús deja esto muy claro: En aque-
lla iglesia, había obras, pero le faltaba el primer amor; había
dones, pero faltaban los frutos. El primer amor había sido
despreciado. Muchos cristianos han vivido así, infelizmente,
preocupados por mostrarse serviciales, y no el carácter del
Señor Jesús. En otras palabras: están intentando esconder
sus malos hábitos con obras, engañándose a sí mismos. Pero
Aquél que anda en medio de la iglesia tiene analizados sus
corazones, para dar a cada uno según sus obras.
Éfeso manifestaba un trabajo cuantitativo y no cualitativo.
La cantidad de servicio presentado por el responsable de
59
Estudio del Apocalipsis
Éfeso no tenía calidad, porque le faltaba el primer amor.
Por más intensa que sea la tarea en la iglesia, “…pero si no
tengo amor, nada soy.” (1 Corintios 13:2).
“Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.”
Los innumerables compromisos que el pastor o el miem-
bro va asumiendo, dentro o fuera de la iglesia, terminan per-
judicando su relación personal con el Señor Jesús. Cuanto
mayor y más compleja es la actividad administrativa, aunque
sea de la propia vida, menor será el tiempo de comunión ín-
tima con el Señor Jesús. ¿No será eso el abandono al primer
amor? Está claro que no podemos eximirnos de ciertas acti-
vidades seculares; pero, no precisamos comprometernos con
ellas, necesariamente. El Espíritu Santo está ahí, para orien-
tarnos en cómo debemos separar un tiempo para Él.
¿Cuánto tiempo diario dedicamos a la lectura de la Pa-
labra de Dios y a la comunión con el Señor Jesús, a través
de nuestra oración y de nuestra alabanza, hoy? ¿Y cuánto
tiempo había, cuando nos convertimos? ¿Cuál es el motivo
de ese distanciamiento entre lo que era y lo que es hoy?
El arrepentimiento
“Recuerda, por tanto, de dónde has caído y arrepiéntete, y
haz las obras que hiciste al principio; si no, vendré a ti y quita-
ré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes.”
El arrepentimiento es el único camino de vuelta hacia Dios.
A veces, la persona tiene un sentimiento de remordimiento
por haber cometido alguna equivocación y piensa que eso es
suficiente para obtener el perdón de Dios. Fue justamente
éste, el sentimiento que sintió Judas Iscariote, después de su
traición; sin embargo, no le impidió que se suicidase.
60
Cartas a las Siete Iglesias
Remordimiento no es arrepentimiento. Remordimiento
es sólo un sentimiento de pesar, mientras que el arrepen-
timiento es un sentimiento de pesar, seguido de actitudes
contrarias a la acción equivocada. Básicamente, el arrepen-
timiento exige cinco pasos:
• Primero: la persona reconoce su pecado.
• Segundo: la persona odia su pecado.
• Tercero: la persona confiesa su pecado al Señor Jesús.
• Cuarto: la persona abandona su pecado.
• Quinto: la persona olvida su pecado.
Podemos observar esto, en la orden que el Señor dio al
ángel de la iglesia de Éfeso, cuando dijo: “...arrepiéntete, y
haz las obras que hiciste al principio;...”
Tanto la obediencia como la desobediencia a la Palabra de
Dios tiene sus consecuencias. Tarde o temprano, recogeremos
sus frutos de una u otra forma, pues ésa es una ley inflexible e
inmutable de la propia naturaleza de la vida. Hoy recogemos los
frutos de las semillas que plantamos ayer, y mañana recogere-
mos los frutos de las semillas que estamos plantando hoy.
Muchas personas han llevado una vida entera sembrando la
desobediencia a la Palabra de Dios y, de repente, quieren re-
coger los buenos frutos de la buena semilla que plantaron sólo
hace algunos días atrás. ¡Claro que no! Todavía es necesario es-
perar el tiempo determinado, para recoger lo que se plantó.
El arrepentimiento y la vuelta a la práctica de las prime-
ras obras eran las únicas condiciones para que el ángel de
Éfeso se mantuviese en su lugar.
Esa carta debe ser un gran aviso para aquellos que han
sustentado la falsa doctrina de la predestinación, o sea, la
doctrina de “una vez salvo, salvo para siempre”.
61
Estudio del Apocalipsis
El ángel de Éfeso comenzó muy bien, pues comenzó ba-
sado en el primer amor; pero al pasar el tiempo, abandonó
ese primer amor. Y si por casualidad, él no se arrepintiera,
¿qué le sucederá? ¡Perderá su iglesia!, es decir, será separa-
do del cuerpo del Señor Jesucristo. Y una vez cortado de la
Vid verdadera, se secará...
“Sin embargo tienes esto, que aborreces las obras de los
nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.”
Los nicolaítas eran personas que, a pesar de creer en el
Señor Jesús, creían también en la posibilidad doctrinaria de
conciliar las obras de la carne con el fruto del Espíritu San-
to. Ellos admitían los pecados de la carne, porque alegaban
que ella iba a desaparecer. Eso es totalmente contrario a la
Palabra de Dios, que dice:
“Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la men-
te puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta
en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley
de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la
carne no pueden agradar a Dios.”
Romanos 8:6-8
Algunos eruditos tienen la palabra “nicolaíta” como for-
ma griega de la palabra “Balaam”, relacionando así, a los
que sustentaban la “doctrina de Balaam”, que enseñaban a
comer cosas sacrificadas a los ídolos y a practicar toda clase
de prostitución.
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en
el paraíso de Dios.”
Algunas veces, durante Su ministerio terrenal, el Señor
Jesús usó la expresión: “El que tiene oído, oiga...”, y al final
62
Cartas a las Siete Iglesias
de todas las cartas, Él la usa nuevamente. Es muy probable
que Él quiera darle el mismo sentido que le dio las veces
anteriores, en la conclusión de algunas parábolas, las cuales
enfocaban la vida eterna.
Cuando el Señor dijo: “El que tiene oído, oiga lo que el
Espíritu dice a las iglesias”, quiere decir que Él habla. ¡Aho-
ra, el gran problema, es saber quien tiene oídos para oír Esa
voz! Normalmente tenemos oídos para oír las voces exte-
riores y difícilmente para oír la voz del Espíritu, dirigida al
interior de nuestro corazón, a través de Su Palabra.
El espíritu de la generación que el Señor encontró aquí
en la tierra, es el mismo de hoy en día. La mayoría de las
personas están preocupadas con el éxito personal y los cris-
tianos también están incluidos en esa mayoría. La voz de
Dios no ha encontrado eco en el corazón de Sus hijos, de
ahí el fracaso de la iglesia actual y de muchos cristianos.
¿Cómo el siervo puede saber la voluntad de su Señor, si no
hay comunión con Él? ¿Cómo el discípulo puede aprender
del Maestro, si no hay contacto con Él?
“Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está
en el paraíso de Dios.”
¡Aquí está el premio final para aquéllos que venzan! El
privilegio de participar de los frutos del árbol de la vida, de
la vida eterna. Pero, para vencer, es preciso luchar. Nadie
es capaz de conquistar algo sin participar en una lucha. En
todas las conclusiones de las cartas apocalípticas siempre
encontramos una promesa para los vencedores. Es muy im-
portante saber que el Señor Jesús aquí está mostrando la
condición para comer del fruto del árbol de la vida: el pre-
mio es alimentarse del árbol de la vida, ¡pero la condición
es vencer! ¿Y qué es vencer? El Espíritu Santo, a través de
63
Estudio del Apocalipsis
Pablo, ya exhortó a los cristianos de Éfeso con respecto a
las luchas que ellos tendrían que pasar, a fin de mantener la
fe cristiana. Y, entonces, dijo:
“Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su
fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis
estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha
no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra po-
testades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra
las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.”
Efesios 6:10-12
Y, él continúa, diciendo: “Por tanto, tomad toda la arma-
dura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndo-
lo hecho todo, estar firmes.” (Efesios 6:13).
Aprendemos, en esos versículos, que cada cristiano
participa de una verdadera guerra espiritual, pues en dos
ocasiones, el Espíritu Santo nos exhorta a tomar toda la
armadura de Dios. ¿Y por qué tenemos que tomar toda la
armadura de Dios, si ya le pertenecemos? ¡Es verdad que
los que están en Cristo Jesús Le pertenecen! Pero, para que
esa condición permanezca, tenemos que armarnos con toda
la armadura de Dios, para así poder resistir al diablo. Es
justamente eso, la batalla contra el diablo y el pecado lo
que tenemos que vencer cada instante, hasta la muerte.
En una ocasión, el Señor Jesús dijo: “…el reino de los cie-
los sufre violencia, y los violentos lo conquistan por la fuerza.”
(Mateo 11:12).
La resistencia que necesitamos mantener contra el dia-
blo, la mayoría de las veces, es subjetiva. Por ejemplo, re-
nunciar a los deseos de la carne o de la propia voluntad en
beneficio del reino de Dios es una batalla difícil. Muchos
cristianos no consiguen vencerse a sí mismos, esto es, no
64
Cartas a las Siete Iglesias
consiguen vencer las concupiscencias de los propios ojos y
de la propia carne. Ellos dividen el señorío del Señor Jesús
consigo mismos; es decir, el Señor Jesús es Señor de sus
vidas, solamente cuando están en la iglesia. ¡Pero, fuera de
ella, son señores de sí mismos!
Esa guerra que hay entre la carne y el Espíritu Santo ha
sido infructífera en su vida; y si continúan así, no vencerán
y, en consecuencia, no tendrán el derecho de alimentarse
del árbol de la vida.
La vida eterna es un premio sólo para los vencedores.
Cada uno tiene que luchar sus propias batallas y, así, con-
quistar su salvación. Un cristiano puede ayudar a otro con
oración, ayunos y animarle con palabras de fe, pero hay ba-
tallas personales e intransferibles que cada uno tiene que
luchar por sí mismo. Es como comer, beber, dormir... ¡Na-
die puede hacerlo por otro!, ¡así también es la guerra por la
vida eterna!; cada uno tiene que vencer por sí mismo, para
recibir el premio de la vida eterna. Es como la generación
de la propia vida: millones y millones de espermatozoides
corren hacia el óvulo de la mujer; pero, solamente uno con-
sigue penetrar. ¡Ese único es el victorioso! ¡Es él quien va a
tener derecho a la vida! ¡Los demás... morirán!
Carta a la iglesia en Esmirna
“Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el
último, el que estuvo muerto y ha vuelto a la vida, dice esto:
Yo conozco tu tribulación y tu pobreza (pero tú eres rico), y la
blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que
son sinagoga de Satanás. No temas lo que estás por sufrir. He
aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel para
que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel
65
Estudio del Apocalipsis
hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. El que tiene
oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El vencedor no
sufrirá daño de la muerte segunda.”
Apocalipsis 2:8-11
Aunque Esmirna era una rica ciudad comercial de Asia
Menor, la iglesia cristiana que había en ella era pobre y per-
seguida. Esmirna significa “mirra” y también “amargura”.
En el Antiguo Testamento, la mirra tenía que ser primero
triturada, antes que pudiese ser ofrecida como aroma agra-
dable sobre el altar, del incienso, de oro. El sufrimiento por
el martirio era una característica de la iglesia en Esmirna,
pues su fundador, Policarpo, llegó a ser quemado vivo, en
el monte llamado Pagus. En aquella situación, le ofrecieron
la libertad si maldecía al Señor Jesús; pero, él respondió:
“Hace ochenta y seis años que sirvo al Señor, y Él sólo me ha
hecho bien, ¿cómo podría yo, ahora, maldecirlo, siendo Él mi
Señor y Salvador?” Más tarde, en el mismo monte, cerca de
mil quinientos cristianos fueron ejecutados y algún tiempo
después, ochocientos más.
Esa misma historia, se ha repetido a través de los siglos.
Ya no por parte de emperadores políticos, sino por religio-
sos. Siempre que el cristianismo evangélico avanzaba en Eu-
ropa, inmediatamente surgía un plan diabólico por parte de
la iglesia de Roma, a fin de impedirlo por la fuerza, violencia
y crueldad. Y fue así que nació la inquisición en España, en
los siglos XVI y XVII; la masacre de la noche de San Barto-
lomeo, en Francia, en 1572; en Bohemia, en 1600; en Aus-
tria, Hungría, Polonia, Inglaterra etc. La historia registra que
durante todas las persecuciones católicas, ya sea a través de
los dominicos o de los jesuitas, cerca de sesenta y ocho mi-
llones de cristianos fueron martirizados. Más de diez veces el
66
Cartas a las Siete Iglesias
número de judíos muertos en la Segunda Guerra Mundial. Y
todos esos cristianos podrían haber salvado sus pellejos, tan
solamente si hubiesen negado la fe en el Señor Jesucristo y
se hubiesen sometido a la autoridad del papa.
La iglesia en Esmirna es caracterizada por:
1) tribulación;
2) pobreza material y
3) riqueza espiritual.
“Yo conozco tu tribulación y tu pobreza…”
Al contrario del conocimiento de las obras de Éfeso, el
Señor Jesús se dirige a Esmirna, diciendo: “Yo conozco tu
tribulación, tu pobreza...” Es interesante destacar que Éfe-
so presentó obras y fue censurada, mientras que Esmirna,
aparentemente, no presentó obras, y no fue censurada.
¿Por qué? Porque Éfeso se caracterizaba por la cantidad
y Esmirna, por la calidad. ¡Esmirna estaba siendo macha-
cada por la persecución y, sin querer, sus seguidores eran
los que la hacían presentar mayor calidad de obra, es decir,
su carácter y su fidelidad al Señor Jesucristo! El hecho de
que soportara toda clase de tribulación perfeccionaba su
testimonio del Señor Jesús. Su actividad se asemejó a la del
Señor Jesús, que realizó la mayor obra, dejando la acción
por cuenta de los enemigos.
Cuando el Señor Jesús comenzó Su mayor obra, Él dijo
a los que fueron a prenderlo:
“Cuando estaba con vosotros cada día en el templo, no
me echásteis mano; pero esta hora y el poder de las tinieblas
son vuestros.” (Lucas 22:53). Y extendiendo sus manos, se
dejó prender. También delante de Pilatos, Él dijo: “Ninguna
autoridad tendrías sobre mí si no te hubiera sido dada de arri-
ba; por eso el que me entregó a ti tiene mayor pecado.” (Juan
67
Estudio del Apocalipsis
19:11). A Pilatos fue, por lo tanto, entregada la acción para
que el Señor Jesús pudiese realizar la mayor obra.
Sabemos lo difícil que es permitir la acción de la injusti-
cia, pero necesitamos aprender a dejarla, para que podamos
ser instrumento de algo mayor. Debemos dejar que nos sea
quitada la iniciativa, la capacidad de actuar, de defender-
nos, para que nuestro Señor tenga la iniciativa de actuar
y defendernos. Las tribulaciones no solamente nos hacen
crecer espiritualmente, sino también, forman en nosotros
el carácter del Señor. La tribulación es para el cristiano, así
como el fuego es para el oro. Cuanto mayor sea la tribula-
ción, mayor la purificación. Y las tribulaciones a que nos
referimos son exclusivamente los sufrimientos que pasamos
debido a la fe cristiana, como injusticias, calumnias, perse-
cuciones, difamaciones, desprecios, falsedades de aquéllos
que fingen ser hermanos, burlas; en fin, todo aquello que
sufrimos por asumir la fe cristiana.
Es verdad que muchas veces somos llevados a circuns-
tancias tan difíciles y tan humillantes que llegamos al punto
de pensar que el Señor nos abandonó. Pero es justamente
lo contrario, cuanto mayor es la tribulación, más próximos
a Él nos encontramos; por otro lado, también sabemos que
nada en este mundo pasa desapercibido a Sus ojos. Y la pre-
gunta es: ¿Por qué Él no nos libra del cáliz del sufrimiento y
el dolor de cada uno de nosotros? Y Él mismo, a través del
apóstol Pablo, responde: “…también nos gloriamos en las
tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;
y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, espe-
ranza.” (Romanos 5:3-4).
¡Es obvio que Dios permite que todos los que son real-
mente de Él, pasen por el filtro de las tribulaciones para el
68
Cartas a las Siete Iglesias
propio beneficio! ¡De lo contrario, Él jamás lo permitiría!
Además, si no hubiera tribulaciones, no habría perseveran-
cia, no habría experiencia y, mucho menos, esperanza. La
falta de tribulaciones neutraliza la acción de la fe y, en con-
secuencia, hace al cristiano acomodarse. Vea que Éfeso no
pasaba por la tribulación y, por esa razón, estaba en peligro
su vida, pues en su auto-satisfacción espiritual, debido a sus
obras, había abandonado su primer amor.
El único aspecto negativo de las tribulaciones es aquel
momento de tortura, por el cual pasamos, que puede ser al-
gunas horas, días o semanas. En cambio, el aspecto positivo
de las tribulaciones son los frutos que se recogen más tarde,
durante toda la eternidad. Y estos frutos son permanentes,
pues la tribulación es lo que provoca la manifestación de
la fe; y ésta, una vez puesta en acción, obliga al cristiano a
reaccionar y salir de la postración espiritual en que se en-
cuentra. Y de la misma forma que está prometido: “…y fiel
es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá
de lo que podéis soportar, sino que con la tentación provee-
rá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla.”
(1 Corintios 10:13), así también será con respecto a las tri-
bulaciones. Dios no permitirá que seamos atribulados por
encima de nuestras fuerzas; al contrario, juntamente con
las tribulaciones, Él nos proveerá el rescate, de forma que
las podamos resistir. Con eso lograremos perseverancia, ex-
periencia y, finalmente, esperanza.
El Espíritu Santo también a través del apóstol Pedro dice:
“En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por
un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas
pruebas para que la prueba de vuestra fe, más preciosa que el
oro que perece, aunque probado por fuego, sea hallada que
resulta en alabanza, gloria y honor en la revelación de Jesu-
69
Estudio del Apocalipsis
cristo; a quien sin haberle visto, le amáis, y a quien ahora no
veis, pero creéis en El, y os regocijáis grandemente con gozo
inefable y lleno de gloria, obteniendo, como resultado de vues-
tra fe, la salvación de vuestras almas.”
1 Pedro 1:6-9
Nuestras tribulaciones prueban el valor de nuestra fe y
que, una vez confirmado, viene a redundar en alabanza, glo-
ria y honra en la revelación de nuestro Señor. Y el objetivo
final de nuestra fe es la salvación eterna de nuestra alma.
“Yo conozco tus obras, tu tribulación, tu pobreza (aunque
eres rico) y la blasfemia de los que se dicen ser judíos y no lo son,
sino que son sinagoga de Satanás. Yo conozco tu tribulación y
tu pobreza (pero tú eres rico), y la blasfemia de los que se dicen
ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás.”
Al contrario de la iglesia de Laodicea que era rica, ve-
mos la pobreza de Esmirna. Esa pobreza identifica la con-
dición económica de sus miembros. Eso nos hace creer que
esos cristianos estaban dispuestos a renunciar a los bienes
materiales, a favor de una vida cristiana simple, desprovista
de cualquier ganancia personal; de hecho, la sed de posesión
material ha sido un verdadero lazo diabólico para los cristia-
nos imprudentes, pues el aferrarse a las riquezas materiales
tiene siempre como consecuencia la pobreza espiritual. Es el
caso de la iglesia de Laodicea, por ejemplo, su riqueza ocupó
el lugar del Señor Jesús. Pero tal vez la persona diga: ¡Eso
nunca va a suceder conmigo! ¡Y de repente ya sucedió! Pues
el simple hecho de que ella esté ansiosa o preocupada con la
adquisición de algún bien material, ha sido una gran barrera
en su relación con Dios. ¿Podrá recibir el bautismo con el
Espíritu Santo, si está ansiosa o preocupada con cualquier
cosa de este mundo? ¡Es claro que no!
70
Cartas a las Siete Iglesias
Si es así, se podría pensar que la riqueza no es una cosa
buena para el cristiano. No es eso de lo que estamos ha-
blando, sino que ella, principalmente, o cualquier otra
cosa, no puede interferir en la relación íntima con Dios y
enfriar el primer amor. En el ministerio terrenal del Se-
ñor Jesús, tenemos dos grandes ejemplos: uno fue el joven
rico y el otro, Zaqueo. Para el joven rico el Señor le dijo:
“Si quieres ser perfecto, ve y vende lo que posees y da a los
pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme. Pero
al oír el joven estas palabras, se fue triste, porque era dueño
de muchos bienes.” (Mateo 19:21-22). Sus muchas propie-
dades le impidieron ser perfecto, tener un tesoro en los
cielos y seguir al Señor Jesús.
Pero con Zaqueo fue totalmente diferente, cuando el
Señor Jesús estaba en su casa, él, que era el jefe de los re-
caudadores de impuestos y, por lo tanto, un hombre muy
rico, levantándose, dijo:
“Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la
mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defrau-
dado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado. Y Jesús le dijo:
Hoy ha venido la salvación a esta casa, ya que él también es
hijo de Abraham.”
Lucas 19:8-9
Verificamos, así, que la riqueza del joven rico le sirvió
como un lazo en el corazón, impidiendo su entrada en la
vida eterna. Y la riqueza de Zaqueo no le impidió abrazar
la fe en el Señor Jesús, porque su corazón no estaba atado
a ella. ¡Ay de aquél que tiene su corazón preso a las cosas
de este mundo! La iglesia de Laodicea se encontraba en
profunda pobreza espiritual, pues estaba atada a la riqueza
material. En contrapartida, la iglesia de Esmirna estaba vi-
71
Estudio del Apocalipsis
viendo en tribulación y pobreza, por estar aferrada a las co-
sas espirituales. Tenemos aquí, por lo tanto, los ricos pobres
de Esmirna y los pobres ricos de la iglesia de Laodicea.
La iglesia de Esmirna tomó sobre sí, voluntariamente, la
tribulación y la renuncia, porque amaba al Señor Jesús, por
encima de todo; por eso mismo, es una de las iglesias que el
Señor no tuvo que reprender; sino al contrario, el Señor la
fortaleció, teniendo en cuenta las cosas difíciles que ella ten-
dría que pasar, cuando dijo: “No temas lo que estás por sufrir.
He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel
para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días”.
Enseguida Él la estimula diciendo:
“ ¡Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida!”
La fidelidad que el Señor Jesús requiere de nosotros no es
solamente la de mantenernos en nuestra confesión de fe cris-
tiana hasta la muerte; además de eso, debemos mantenernos
y exhalar Su perfume, durante toda la vida, a través de un
comportamiento cristiano de verdad, pues desea que los in-
crédulos vean Su divinidad a través de nosotros, no sólo con
palabras, sino, sobretodo, con actitudes cristianas cristalinas.
No es de admirar que, para aquellos cristianos de Esmirna,
la promesa para los vencedores sea tan reducida: “El vence-
dor, no sufrirá daño de la segunda muerte.”
Existen dos tipos de muerte: la física y, la “segunda”
muerte, la espiritual. Quien nace una vez, tiene que morir
dos veces; pero quien nace dos veces, muere una vez. Aquél
que recibe solamente la vida física de su madre, y nace, por
lo tanto, solamente una vez, éste muere dos veces: primero
la muerte física y, después, la espiritual, esto es, la que no
tiene fin. Esta persona sufre las torturas del lago de fuego,
por toda la eternidad. Pero quien nace dos veces, física y
72
Cartas a las Siete Iglesias
espiritualmente, por la fe en el Señor Jesucristo, recibe la
vida eterna, y, por eso, muere solamente una vez. Esa única
muerte, no es más que volver a la Casa del Eterno Padre.
Carta a la iglesia en Pérgamo
“Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la
espada aguda de dos filos, dice esto: Yo sé dónde moras, donde
está el trono de Satanás. Guardas fielmente mi nombre y no has
negado mi fe, aun en los días de Antipas, mi testigo, mi siervo fiel,
que fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás. Pero tengo
unas pocas cosas contra ti, porque tienes ahí a los que mantienen
la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo
ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a
cometer actos de inmoralidad. Así tú también tienes algunos que
de la misma manera mantienen la doctrina de los nicolaítas. Por
tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra ellos
con la espada de mi boca. El que tiene oído, oiga lo que el Espíri-
tu dice a las iglesias. Al vencedor le daré del maná escondido y le
daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita un nombre
nuevo, el cual nadie conoce sino aquél que lo recibe.”
Apocalipsis 2:12-17
La ciudad de Pérgamo era la gran y antigua capital po-
lítica de Asia que se encontraba a veinte kilómetros al nor-
te de Esmirna. Era un centro literario, sede notable de la
cultura helénica. Era famosa por tener la más importante
biblioteca, después de la de Alejandría. El pergamino, ma-
terial de escritura muy superior al papiro egipcio, fue in-
ventado allí, tomando el nombre de la ciudad.
Pérgamo era la sede del culto al emperador, donde exis-
tía la obligación de ofrecer incienso delante de su estatua,
como si fuera Dios. Y los cristianos de la iglesia de Pérga-
73
Estudio del Apocalipsis
mo, que rehusaban realizar esa práctica, eran considerados
traidores y, en consecuencia ejecutados. La ciudad se carac-
terizaba por la idolatría, por el paganismo y la perversidad,
pues había en ella un gigantesco altar a Júpiter, también un
famoso templo a Esculapio, el dios de la sanidad. Éste era
adorado bajo la forma de una serpiente, símbolo de satanás,
al cual acudía gente de todo el imperio (es interesante ver
que hasta hoy el símbolo de la medicina es una serpiente).
Pérgamo pertenecía a Lidia, bajo el dominio del rey Cre-
so y, después de su derrota, pasó a pertenecer al Imperio
Persa, más tarde pasó al dominio de Macedonia. En el 264
a.C, se convirtió en la conocida y ricamente decorada ca-
pital del reino de Pérgamo. En el año 133 a.C, por el tes-
tamento de su último rey, Atalo III, pasó a pertenecer al
Imperio Romano. Hoy, esa ciudad aún existe, pero con el
nombre de Bergama, y está habitada por griegos y turcos.
La iglesia de Pérgamo se caracterizaba por:
1) Habitaba en el lugar donde estaba el trono de satanás;
2) conservaba el Nombre del Señor Jesucristo;
3) no negaba la fe en el Señor Jesús, incluso en los peo-
res días;
4) pero permitía que hubiera en medio de ellos, aquéllos
que mantenían la doctrina de Balaam;
5) permitía también que hubiera en medio de ellos, aqué-
llos que practicaban la doctrina de los nicolaítas.
A través de los Evangelios, el Señor Jesús enseñó a sus
discípulos y, a través de ellos, a nosotros. Pero en esas cartas
a las siete iglesias, Él se dirige directamente desde Su trono
de gloria a Su Iglesia, es decir, a cada seguidor Suyo; por eso,
cada persona, verdaderamente convertida, debe examinar
esos mensajes y examinar la calidad de su cristianismo. Las
74
Cartas a las Siete Iglesias
siete cartas apocalípticas reflejan el tipo de cristianismo que
hemos profesado. Cualquiera que sea la persona convertida,
está encuadrada en una de esas cartas. La persona puede
tener muchas justificaciones para tener un cristianismo sin
calidad; pero delante del espejo de esas cartas, tiene la visión
correcta de su fracaso espiritual. Es el Señor Jesús quien le
habla directamente, de forma corta, clara y transparente.
A cada iglesia el Señor Jesús le revela el otro lado de Su
ser, dependiendo de lo que la iglesia en cuestión necesitaba
y necesita hoy. Para la iglesia de Esmirna, por ejemplo, que
estaba sufriendo gran aflicción y necesitaba de consuelo, el
Señor Jesús se presenta como “el primero y el último”, o sea,
el vencedor absoluto sobre la muerte. La iglesia de Esmirna
precisaba saber de eso, para mantener la calidad de su fe. Pero
para la iglesia de Pérgamo, el Señor se revela como “El que tie-
ne la espada aguda de dos filos”. Es de acuerdo con esa presen-
tación, que el Señor muestra con claridad el tema central de
esa carta: ¡ninguna mezcla! ¡Pues al ser la Palabra de Dios una
espada de dos filos, a través de ella, todo es colocado en platos
limpios! ¡Todo es revelado! Por mayor que sea la mezcla, ella
separa el trigo de la cizaña, el alma del espíritu.
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante
que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división
del alma y del espíritu, de las coyunturas y los tuétanos, y es
poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones
del corazón. Y no hay cosa creada oculta a su vista, sino que
todas las cosas están al descubierto y desnudas ante los ojos
de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”
Hebreos 4:12-13
¡Dios no quiere cualquier tipo de mezcla!
En la segunda venida del Señor Jesús, el apóstol Juan
nos lo muestra elevado, sentado sobre el caballo blanco:
75
Estudio del Apocalipsis
“Y está vestido de un manto empapado en sangre, y su nom-
bre es: El Verbo de Dios. Y los ejércitos que están en los cielos,
vestidos de lino fino, blanco y limpio, le seguían sobre caballos
blancos. De su boca sale una espada afilada para herir con
ella a las naciones, y las regirá con vara de hierro; y Él pisa el
lagar del vino del furor de la ira de Dios Todopoderoso.”
Apocalipsis 19:13-15
Con ella, Él juzga a las naciones anticristianas, pues, en-
seguida dice: “Y los demás fueron muertos con la espada que
salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves
se saciaron de sus carnes.” (Apocalipsis 19:21). En su evan-
gelio Juan, dijo: “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre no-
sotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.” (Juan 1:14). De manera que el
Señor Jesús es la propia Palabra de Dios que se hizo carne
y habitó entre nosotros. Además, Él Se revela como la Pa-
labra de Dios, no sólo a la iglesia de Pérgamo, sino a través
de toda la historia de la salvación, hasta el día de hoy. Con
esa espada Él matará al anticristo.
La Palabra de Dios convence, juzga y separa. Y fue eso
mismo lo que el Señor Jesús hizo a Sus discípulos:
“No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer
paz, sino espada. Porque vine a poner al hombre contra su
padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;
y los enemigos del hombre serán los de su misma casa.”
Mateo 10:34-36
Cuando alguien se convierte al Señor Jesús, es debido a
la predicación de la Palabra de Dios. ¡Y cuando ese alguien
se convierte, puede luego prepararse para enfrentar a los
enemigos de su fe, dentro de su propia casa!
76
Cartas a las Siete Iglesias
Pérgamo, en aquella época, era la sede de un goberna-
dor romano, como también un centro de culto al emperador
romano César Augusto. Aquéllos que rehusaban adorarlo,
como si fuese un dios, eran inmediatamente sacrificados, por
orden del gobernador enviado de Roma. A causa de eso, la
iglesia en Pérgamo estaba viviendo en un peligro extremo.
Una de dos: o los cristianos de Pérgamo se asociaban a los
demás y adoraban a César para salvar la piel; o se exponían a
la muerte, por la fe en el Señor Jesús. Y en esa encrucijada,
cada uno decidía su destino eterno. Ésa es la razón por la
que el Señor, en lugar de decir, como a las otras iglesias: “Yo
conozco tus obras...”, Él dijo: “y dónde habitas...”
El Señor Jesús reconoce que la iglesia en Pérgamo esta-
ba cercada por el peligro, pues estaba ubicada en el área del
trono de satanás. Es curioso que la historia registra algo se-
mejante en nuestros días. De la misma forma que en Pérga-
mo había un altar de trescientos metros de altura en honor
a Zeus, en cada gran ciudad de este mundo hay gigantescas
imágenes de santos católicos: Padre Cícero, en Ceará; Apa-
recida del Norte, en San Pablo; Cristo Redentor, en Río de
Janeiro; Fátima en Portugal; Guadalupe en México; en fin,
en cada ciudad o capital, hay siempre una imagen católica
determinando un trono.
Cuando el Señor hace referencia al trono de satanás,
en otras palabras, está diciendo que tiene conocimiento de
todo lo que está pasando con cada siervo suyo. Y además
de eso, que nunca va a permitir que seamos probados por
encima de nuestra capacidad de soportar. Fue el caso, por
ejemplo, de Job. Satanás tocó en su familia, en sus bienes
y hasta en su salud, y todo con el debido permiso de Dios.
Y solamente debido a ese permiso es que él pudo dañar la
vida de Job por un tiempo limitado de siete meses. Y aún
77
Estudio del Apocalipsis
así, Job soportó, recibiendo más tarde el doble de todo lo
que antes poseía, además de otros diez hijos.
Vale la pena destacar lo siguiente: el Señor Jesús dijo
que el trono de satanás está en Pérgamo, pero no dijo que
estuviera establecido allí. La verdad es que el trono del dia-
blo nunca fue establecido en algún lugar como el trono del
Señor Jesucristo, que está en la gloria de los cielos y en los
corazones de aquéllos que son Suyos. El trono del diablo
es movible, porque le falta poder para establecerse. Existe
pero no tiene estabilidad.
Hay una alabanza de parte del Señor hacia esa iglesia,
por el hecho de “Guardas fielmente mi nombre y no has ne-
gado mi fe...” La palabra “retienes”, aquí no expresa exac-
tamente el original griego. Originalmente, en griego expre-
sa: asegurar y aferrarse con todas las fuerzas. Quiere decir
que los cristianos de Pérgamo se aferraban con todas las
fuerzas al Nombre del Señor Jesús y que no negaban la fe.
Ejemplo de eso es Antipas, reconocido por el Señor como
Su testigo y siervo fiel.
Se cuenta que Antipas era uno de los principales pas-
tores de la iglesia de Pérgamo y, por el hecho de haberse
negado a rehusar su fe y adorar al emperador romano, fue
apresado dentro de un buey de bronce y, enseguida, echa-
do al fuego. Ese martirio marcó a la iglesia de Pérgamo
con la fama, aquí está la razón de por qué el Señor Jesús
le da el título de Sí mismo: “...y de Jesucristo, el testigo fiel.”
(Apocalipsis 1:5).
Cuando el Señor afirma: “y no has negado mi fe.”, se
está refiriendo a la fe constante, como arma de ataque y
de defensa, con la cual nosotros tenemos que combatir el
infierno cada instante. Como Autor y Consumador de la
78
Cartas a las Siete Iglesias
fe, el Señor Jesús es glorificado cuando ella es usada. Ese
tipo de fe es diferente de aquella usada en la salvación. Por
ejemplo: Alguien predica: “El que cree en el Hijo tiene vida
eterna.” (Juan 3:36). Aquéllos que creen en el Señor Jesús
reciben la vida eterna en el momento, pero ése es solamen-
te el primer paso. ¡Hay que dar el segundo paso, para tomar
posesión de la vida eterna! ¡No basta tan sólo creer, es ne-
cesario avanzar y desarrollar esa creencia!
Es preciso combatir la buena batalla de la fe en cada ins-
tante. Nosotros sabemos que las dudas diabólicas avanzan
permanentemente sobre nuestra mente. Y no solamente
eso, sino los miedos, las preocupaciones, ansiedades; en
fin, todo aquello que va en contra de la fe, tiene que ser
inmediatamente combatido con la propia fe. Y en ese ejer-
cicio continuo de resistencia al mal, por la fe en el Señor
Jesucristo, es que viene nuestra victoria diaria y la gloria de
nuestro Señor.
Por esa razón es que el autor a los Hebreos dice:
“…despojémonos también de todo peso (dudas, miedos,
preocupaciones y ansiedades) y del pecado que tan fácilmente
nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos
por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador
de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz,
menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del
trono de Dios.”
Hebreos 12:1-2
“...y no has negado mi fe”. ¡La fe del Señor Jesús es la fe
que cada uno de nosotros tiene que tener para poder sopor-
tar las pruebas y mantenerse firme! Fue con ese tipo de fe
que el apóstol Pablo dijo:
79
Estudio del Apocalipsis
“Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive,
sino que Cristo vive en mí…” (Gálatas 2:20). El apóstol es-
taba crucificado con el Señor porque vivía en la fe del Se-
ñor Jesús. Y los cristianos, en Pérgamo, entendieron eso
y no negaron esa fe. Vivir la fe del Señor Jesús, es vivir de
acuerdo con Él, a cada momento; es vivir en Él, exhalando
su fragancia. El Señor Jesús dijo: “El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre...” (Juan 14:9). Y justamente eso es lo que
tiene que ocurrir con quien vive en la fe del Señor Jesús; el
cristiano tiene que vivir de tal forma que las demás perso-
nas puedan ver al Señor a través de aquel siervo.
A pesar de que el Señor Jesús ha reconocido la fervorosa
fe de la iglesia en Pérgamo, tal fe no sirvió, de ninguna for-
ma, para tolerar la serie de pecados que allí existían. Ade-
más, es eso lo que ha sucedido con mucha gente cristiana:
personas que han manifestado una fe pura por un lado, pero
por otro, han presentado gravísimos fallos, incluso pecados
que no pueden ser tolerados. La gran cantidad de pruebas
que ellos enfrentaron debido a la fe en el Señor Jesús fue-
ron resistidas debido a la armadura de Dios que pusieron
en práctica. Pues el propio Señor Jesús es quien tiene la es-
pada que traspasa todas las corazas del enemigo. ¡Y aquél
que Lo tiene en el corazón tiene que ser invencible! En la fe
del Señor Jesús somos más que vencedores y sobrepasamos
el trono de satanás.
Pero la victoria exterior de la iglesia de Pérgamo no
refleja lo mismo en su interior, pues el Señor la censura,
diciendo: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti...”
Es decir que, mientras algunos cristianos, en Pérgamo,
¡resistían de manera gloriosa al enemigo exterior, sin em-
bargo, cedieron delante del enemigo interior! Justamente
ahí está la mezcla fatal: ¡victoria y derrota! Es la vieja histo-
80
Cartas a las Siete Iglesias
ria de las zorras y de las zorritas: se plantó una viña y se la
cercó con espinos, contra las zorras; pero, eran las zorritas
las que más causaban daño al viñedo. Muchos cristianos se
preocupan en no robar, no matar, no adulterar, no codiciar
las cosas ajenas; en fin, están siempre vigilantes en cuanto
a las grandes zorras. Entretanto, las zorritas pasan casi des-
apercibidas: las mentiras y los engaños insignificantes, las
medias verdades que son medias mentiras, los deseos en el
corazón, oscuros y escondidos, los pequeños sentimientos
de envidia y de amargura, los ojos altivos y avaros, el or-
gullo, la prepotencia y la vanidad; en fin, todo aquello que
no se puede ver con los ojos físicos, pero que destruye la
comunión íntima con el Espíritu Santo.
¿Qué es lo que el Señor Jesús tenía contra aquellos
cristianos?
“…porque tienes ahí a los que mantienen la doctrina de
Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos
de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer
actos de inmoralidad. Así tú también tienes algunos que de la
misma manera mantienen la doctrina de los nicolaítas.”
Está claro que no todos los cristianos de Pérgamo prac-
ticaban la doctrina de Balaam y de los nicolaítas; pero los
que no lo hacían se volvían cómplices con ellos, sólo por el
hecho de tolerarlos en su medio. El Señor Jesús nos enseña
aquí que, no basta que evitemos la práctica de las obras de
la carne, sino que también nos separemos de aquéllos que
las practican. Es como dijo el apóstol Pedro: “...sino que así
como aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros
santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está:
sed santos, porque Yo Soy Santo.” (1 Pedro 1:15-16). Santo
quiere decir separado, no basta con evitar las obras de las
tinieblas, es necesario separarse de ellas y de aquéllos que
las practican. ¡Esto es ser santo!
81
Estudio del Apocalipsis
Mientras que algunos cristianos en Pérgamo resistían
férreamente a Cesar, la gran zorra, otros se dejaban llevar
por las “zorritas” doctrinarias de Balaam y los nicolaítas.
Y esa mezcla componía la estructura de la iglesia de Pérga-
mo. Los espirituales tolerando a los carnales y conviviendo
juntos, como si todo fuese algo natural.
Nosotros no creemos que deba ejecutarse una fiscaliza-
ción de la conducta moral de los miembros de la iglesia par-
tiendo de que éstos son solamente miembros. Sin embargo,
el líder espiritual de la iglesia tiene que ser firme, respecto
a la obligación de que todos anden de acuerdo a la Palabra
de Dios. No importa si el miembro de la iglesia es rico o po-
bre, ilustre o desconocido, colabora con una buena ofrenda
o no; si tiene una conducta inmoral dentro de la iglesia,
entonces debe ser denunciado dentro de la congregación,
para que se arrepienta, o abandone la iglesia.
Si su conducta es inmoral fuera de la iglesia, pero no afec-
ta al cuerpo de la congregación, cabe al Espíritu de Dios la
responsabilidad de convencerlo del pecado. Pero sea como
sea, el líder espiritual tiene la obligación de condenar el pe-
cado, no el pecador, mediante sus predicaciones hacia los
miembros. No importa si el mensaje es contra intereses oscu-
ros y escondidos de algunos; lo importante es dejar bien cla-
ro que los que se inclinan hacia la carne van hacia la muerte
eterna, y los que se inclinan hacia el Espíritu Santo van hacia
la vida eterna. El hombre de Dios jamás se deja influir por
los recursos financieros de algunos, o de todos, para predicar
una palabra que sea de agrado general. ¡No! Como siervo,
él tiene que esmerarse en predicar el Evangelio completo a
toda criatura y, además de eso, enseñar a practicarlo.
La figura de Balaam aparece en la historia del pueblo
de Israel, cuando éste atravesaba el desierto, rumbo a la
82
Cartas a las Siete Iglesias
Tierra Prometida. En aquella ocasión, el pueblo de Dios
acampó en las llanuras de Moab, después del Jordán, a la
altura de Jericó. Y Balac, rey de los moabitas, tuvo miedo
del ejército de Israel, entonces pidió que Balaam maldijera
a Israel, probablemente a cambio de oro. Pero, por orden
de Dios, Balaam fue obligado a bendecir a Israel, y lo hizo
tres veces consecutivas. Y para no perder el pago de Ba-
lac, Balaam le aconsejó enviar, no un ejército más poderoso
que el de Israel, sino mujeres jóvenes para que se mezclen
en medio del pueblo de Israel (Números 22:25; 31:16); así
pervertirían el corazón de ellos contra Dios, haciéndolos
comer cosas sacrificadas a los ídolos y practicar la prostitu-
ción. Balaam sabía que una vez que el pueblo estuviera en
pecado, su derrota sería una consecuencia.
El pecado genera dudas, y las dudas generan debilidad,
y la debilidad genera derrota. El Espíritu de Dios afirma:
“...y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte.”
(Santiago 1:15).
El diablo sabe que no puede hacer nada contra los que
son nacidos de Dios, pero siempre envía mensajeros para
soplar ideas o pensamientos aparentemente geniales, para
desvirtuar a aquéllos que son de Dios. Cualquiera que sea
el pensamiento que contraría la Palabra de Dios, viene del
diablo. Y es responsabilidad de aquél que es de Dios, re-
chazarlo inmediatamente. Y fue contra ese tipo de trampa
que el Señor aconsejó a Sus discípulos, diciendo: “Velad y
orad para que no entréis en tentación…” (Mateo 26:41).
El propio Señor Jesús estaba permanentemente vigilan-
do contra ese tipo de trampa, prueba de eso fue cuando
Él comenzó a mostrar a los discípulos la necesidad de ir a
Jerusalén, donde sufriría en manos de los principales reli-
giosos, moriría y resucitaría al tercer día.
83
Estudio del Apocalipsis
“Y tomándole aparte, Pedro comenzó a reprenderle, dicien-
do: ¡No lo permita Dios, Señor! Eso nunca te acontecerá. Pero
volviéndose El, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Sata-
nás! Me eres piedra de tropiezo; porque no estás pensando en
las cosas de Dios, sino en las de los hombres.”
Mateo 16:22-23
La verdad es que Pedro estaba lleno de buenas intencio-
nes y, movido por el sentimiento de pesar, intentó disuadir
al Señor Jesús de los pensamientos y propósitos de Dios.
Y el Señor fue duro en Su respuesta y directo al autor de
aquella idea: satanás. ¿Estaba Pedro poseído por satanás?
¡No! Pero sí, por la sugestión satánica.
El fracaso de muchos cristianos es debido a que no se
reconocen inmediatamente el origen de los consejos, pen-
samientos e ideas que surgen a cada instante y que normal-
mente son absorbidos y practicados, sin que se den cuenta
si esto es contrario o no a la voluntad de Dios. Muchos des-
conocen el hecho de que el espíritu de Balaam se mantiene
tan vivo en nuestros días como en los días en que Israel
se dirigía a la Tierra Prometida. Y sus consejos sutiles han
llevado a mucha gente de Dios a la corrupción espiritual y,
consecuentemente, a la muerte eterna.
Los nicolaítas eran socios de los discípulos de Balaam.
Nicolaíta era una denominación griega de los discípulos de
la doctrina de Balaam, que sostenía la doctrina de comer
cosas sacrificadas a los ídolos y la prostitución. Tal vez sea
difícil para el lector espiritual entender por qué la doctrina
de Balaam era aceptada entre aquéllos que eran tan fervo-
rosos, pero la verdad es que ellos difundían el pensamiento
de que si el cuerpo material sería destruido con la muerte
física, entonces no tendría importancia su corrupción.
84
Cartas a las Siete Iglesias
En su concepción, lo que valía era el espíritu. ¡Éste sí,
tenía que ser puro!
Si nosotros evaluáramos bien a la iglesia del Señor, en
los días actuales, no veríamos tanta diferencia, pues hay
“reverendos” evangélicos que hasta predican el acto sexual
antes del matrimonio, cuando la Biblia está radicalmente
en contra.
La verdad es que la iglesia vive días en que se busca
agradar a griegos y troyanos. Pocos son los líderes evan-
gélicos que buscan preservar la sana doctrina, objetivando
la salvación eterna del pueblo, porque la mayoría está más
interesado en el triunfo económico, y por eso es capaz de
hacer alianza hasta con el diablo, basta con que sus capri-
chos carnales sean satisfechos. Balaam está comprometido
con la iglesia de Roma y su comportamiento es dudoso para
los cristianos sinceros, predica de modo manso y suave la
Palabra de Dios, buscando conquistar sus corazones; pero,
fuera del púlpito, asume el lobo que hay dentro de sí.
Casi todos los países del mundo han estimulado la prác-
tica de comer cosas sacrificadas a los ídolos. Los nombres y
figuras de los “santos” varían de país en país, pero la prácti-
ca es la misma. Obedecen al mismo satanás y desobedecen
al Único Dios Vivo y Verdadero.
Por ejemplo, en Brasil, la iglesia católica promueve una
fiesta idólatra para cada día del año. La más conmemorada
es la de Cosme y Damián, cuando las costumbres católicas
se mezclan con las costumbres de las religiones africanas:
umbanda, quimbanda, candomblé; además de otras, que se
unen para ofrecer dulces, tortas y caramelos para todas las
personas, principalmente para la minoría. No obstante, a
pesar de la muerte de millares de personas, especialmen-
85
Estudio del Apocalipsis
te, niños, atropellados, o por accidentes y “enfermedades
inexplicables”, tal práctica diabólica permanece inalterable
y ninguna autoridad toma ninguna medida en este sentido.
El Señor Jesús dejó bien claro que “El que es de Dios
escucha las palabras de Dios; por eso vosotros no escucháis,
porque no sois de Dios.” (Juan 8:47). Aquéllos que comen
cosas sacrificadas a los ídolos no pertenecen a Dios, por-
que si fuesen de Dios, jamás desobedecerían Su Palabra.
Los que insisten en comer cosas sacrificadas a los ídolos es-
tán tan sujetos a la condenación eterna, como aquéllos que
practican la prostitución, el robo, la mentira; en fin, todo
aquello que la Biblia condena.
Pero el Señor Jesús advierte, tanto para los de la iglesia
de Pérgamo, como para los cristianos del tipo de ella: “Por
tanto, arrepiéntete; si no, vendré a ti pronto y pelearé contra
ellos con la espada de mi boca.”
Ese juicio, en realidad, ya pasó en la vida de muchas
personas que tanto resistieron a la voz del Espíritu Santo.
¡Cuántos ex-obreros, ex-pastores, ex-miembros, en fin, ex-
cristianos que hoy están viviendo como una sal insípida, no
sirven ni a Dios ni al mundo!: ¡son difuntos ambulantes!
Es verdad que el diablo trabajó duro para que eso pasara
en sus vidas; pero ése no es el motivo principal por el que
cayeron, pues la Palabra de Dios nos ha advertido respecto
al arrepentimiento y a la práctica del primer amor. Nadie
puede buscar disculparse o acusar a otro por el motivo de
su caída. El Espíritu Santo siempre usa a sus siervos para
orientar, exhortar, advertir y demás, para que nadie caiga
en la condenación del diablo. Cabe a cada persona, exclu-
sivamente, decidir por sí misma y practicar aquello que la
Biblia enseña, para tomar posesión de su salvación diaria.
86
Cartas a las Siete Iglesias
Los que reconocen su pecado y se arrepienten, ésos son
los vencedores que tienen la promesa garantizada por el
Señor:
• PRIMERO: “Al vencedor le daré de comer del maná escon-
dido.” Esto es el pan de la vida, es decir, el propio Señor
Jesucristo. El Señor aquí, nos recuerda acerca de Su pueblo
que fue diariamente sustentado por Él, durante un período
de cuarenta años. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo
que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá
para siempre.” (Juan 6:51).
• SEGUNDO: “...y le daré una piedrecita blanca...” Esa pie-
drecita blanca es el Señor Jesús. Él es la piedra cortada sin
auxilio de manos, como el profeta Daniel dice: “Estuviste
mirando hasta que una piedra fue cortada sin ayuda de ma-
nos, y golpeó la estatua en sus pies de hierro y de barro, y los
desmenuzó.” (Daniel 2:34).
La piedra angular según cita el apóstol Pedro: “Por lo
cual también dice la Escritura: He aquí, pongo en Sión la
principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; el que crea en
él, no será avergonzado.” (1 Pedro 2:6).
Y la piedra fundamental: “Pues nadie puede poner otro
fundamento que el que ya está puesto, el cual es Jesucristo.”
(1 Corintios 3:11).
El Señor Jesucristo es llamado piedrecita blanca, como
una figura de Él glorificado.
• TERCERO: “...y grabado en la piedrecita un nombre nue-
vo, el cual nadie conoce sino aquel que lo recibe.”
“...y en la piedrecita” quiere decir, grabado en esa pie-
drecita. Exactamente lo que el Señor prometió al profeta
Isaías, diciendo: “He aquí, en las palmas de mis manos, te
he grabado; tus muros están constantemente delante de mí.”
(Isaías 49:16).
87
Estudio del Apocalipsis
La piedra recuerda la vestimenta sacerdotal del sumo sa-
cerdote Aarón que, sobre el pecho, traía piedras preciosas
delante del Señor. Pues el Señor había ordenado:
“Y harás el pectoral del juicio, obra de hábil artífice; lo
harás como la obra del efod: de oro, de tela azul, púrpura y es-
carlata y de lino fino torcido lo harás. Será cuadrado y doble,
de un palmo de largo y un palmo de ancho. Y montarás en él
cuatro hileras de piedras. La primera hilera será una hilera
de un rubí, un topacio y una esmeralda; la segunda hilera,
una turquesa, un zafiro y un diamante; la tercera hilera, un
jacinto, una ágata y una amatista; y la cuarta hilera, un berilo,
un ónice y un jaspe; todas estarán engastadas en filigrana de
oro. Las piedras serán doce, según los nombres de los hijos de
Israel, conforme a sus nombres; serán como las grabaduras de
un sello, cada uno según su nombre para las doce tribus.”
Éxodo 28:15-21
La pregunta es: ¿Por qué era realizado todo ese trabajo
artístico en la estola sacerdotal del sumo sacerdote?
La respuesta es: “Y Aarón llevará los nombres de los hijos
de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón cuando
entre en el lugar santo, continuamente por memorial delante
del Señor.”
Éxodo 28:29
En otras palabras, Aarón, el sumo sacerdote, traía en el
pecho, a la altura del corazón, doce piedras, cada una de
ellas representando el nombre de cada hijo de Israel, cuando
entraba en la presencia de Dios. El pectoral del juicio era un
pedazo de paño esmeradamente tejido, doblado y abierto en
la parte superior, de modo que formaba una especie de bol-
so, y colocado en la parte frontal de la estola. Adornado con
doce piedras preciosas, en cuatro hileras, en las que estaban
grabados los nombres de las doce tribus de Israel.
88
Cartas a las Siete Iglesias
Ahora podemos entender mejor la promesa que el Se-
ñor Jesús hizo para los vencedores de la iglesia en Pérga-
mo: la piedrecita blanca grabada con un nombre nuevo que
sólo conoce aquél que la recibe. Las piedras preciosas que
Aarón traía en el pectoral del juicio, sobre su corazón, para
memoria continua delante del Señor, representan la pie-
drecita blanca que el Señor Jesús trae en Su corazón, en
memoria eterna delante de Su Padre. ¡Pero que quede bien
claro, esa piedrecita blanca sólo tiene grabado el nuevo
nombre de aquéllos que Lo tienen como Señor y Salvador,
Sumo Sacerdote e Intercesor junto al Padre, y que practi-
can Su Palabra! A través del Señor Jesús, ellos tienen acce-
so a la más íntima y profunda comunión con el Dios-Padre.
La piedrecita blanca está en el corazón del Señor Jesús y
en Él los vencedores estarán permanentemente delante del
Dios-Padre. Es lo que el apóstol Pablo dijo: “Porque habéis
muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.”
(Colosenses 3:3).
Usted, amigo lector, ¿ha sido un vencedor? ¡No estoy
refiriéndome a su vida profesional o matrimonial sino a
su vida espiritual! Si usted muere hoy, ¿tiene la seguridad
de su salvación? ¿Tiene seguridad de ganar esa piedrecita
blanca con un nombre nuevo escrito? Si, hasta hoy, usted
vivía una vida más o menos de acuerdo con la Palabra de
Dios, ahora no tiene más disculpas. ¡Tome ya la decisión de
no vivir más así, sino totalmente de acuerdo con Dios, pues
el Espíritu Santo no permite la mezcla!
Carta a la iglesia en Tiatira
“Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios,
que tiene ojos como llama de fuego, y cuyos pies son seme-
jantes al bronce bruñido, dice esto: Yo conozco tus obras, tu
89
Estudio del Apocalipsis
amor, tu fe, tu servicio y tu perseverancia, y que tus obras re-
cientes son mayores que las primeras. Pero tengo esto contra
ti: que toleras a esa mujer Jezabel, que se dice ser profetisa, y
enseña y seduce a mis siervos a que cometan actos inmorales
y coman cosas sacrificadas a los ídolos. Le he dado tiempo
para arrepentirse, y no quiere arrepentirse de su inmoralidad.
Mira, la postraré en cama, y a los que cometen adulterio con
ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten de
las obras de ella. Y a sus hijos mataré con pestilencia, y todas
las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña las mentes y los
corazones, y os daré a cada uno según vuestras obras. Pero a
vosotros, a los demás que están en Tiatira, a cuantos no tie-
nen esta doctrina, que no han conocido las cosas profundas
de Satanás, como ellos las llaman, os digo: No os impongo
otra carga. No obstante, lo que tenéis, retenedlo hasta que yo
venga. Y al vencedor, al que guarda mis obras hasta el fin, le
daré autoridad sobre las naciones; y las regirá con vara de hie-
rro, como los vasos del alfarero son hechos pedazos, como yo
también he recibido autoridad de mi Padre; y le daré el lucero
de la mañana. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a
las iglesias.”
Apocalipsis 2:18-29
Tiatira era una pequeña ciudad de Asia Menor, en la ac-
tual Turquía. Era rica, conocida como un centro comercial,
y se localizaba en un valle fértil, por donde pasaba el río
Lico. Además, era famosa por causa de sus excelentes arte-
sanos. Tiatira permanece hasta hoy con el nombre de Akhi-
sar, que significa la “ciudad blanca”, debido a las muchas
canteras de mármol que brillan en las montañas próximas.
En la década de los 30, Akhisar tenía mala fama, debido a
su comercio de opio.
90
Cartas a las Siete Iglesias
La carta al ángel de la iglesia en Tiatira es la más ex-
tensa, todo lo que indica que esa iglesia tenía un trabajo
evangélico intenso y saludable. Incluso antes de que la igle-
sia fuera fundada allí, Lucas, el médico, dijo que había una
mujer llamada Lidia, de esa ciudad de Tiatira, vendedora
de púrpura y que era temerosa de Dios. Ella y su familia se
convirtieron, durante el segundo viaje misionero de Pablo
a la ciudad de Filipos. Es probable que la iglesia en Tiatira
haya comenzado con el testimonio de Lidia.
La Iglesia en Tiatira se caracterizaba por:
1) obras;
2) amor;
3) fe;
4) servicio;
5) perseverancia;
6) últimas obras más numerosas que las primeras; y, fi-
nalmente,
7) tolerar que Jezabel enseñe y seduzca a los siervos
a practicar la prostitución, y a comer cosas sacrificadas a
los ídolos.
“El Hijo de Dios, que tiene ojos como llama de fuego, y
cuyos pies son semejantes al bronce bruñido…”
Esa singular forma de expresión no deja dudas respecto
a la Persona que se dirige al ángel de la iglesia en Tiatira:
¡El Señor Jesucristo glorificado! Y es conveniente darse
cuenta que aunque la presencia del Señor Jesús no sea fí-
sica, sí se identifica tan real como si lo fuese, pues los ojos
como llama de fuego revela todo lo que está escondido. Ese
mirar, como llama de fuego, ilumina hasta lo más profundo
del alma, capaz de traer los propósitos de los pensamien-
tos e intenciones más ocultos del corazón, de manera que
91
Estudio del Apocalipsis
absolutamente nada pueda escapársele. El cristiano puede
dar un millón de razones para justificarse y así intentar es-
conder la verdadera intención del alma, pero nada puede
camuflarse delante de los ojos del Hijo de Dios.
Y de la misma forma que los ojos como llama de fuego re-
velan todo, también Sus pies, semejantes al bronce bruñido,
desmenuzan todo pecado por más insignificante que parez-
ca, pues nada entristece y ofende más al Señor, que luchó por
nosotros en el Calvario, para comprarnos por un precio tan
elevado, que el ver que el pecado continúa teniendo dominio
en nuestra vida, a pesar de Su victoria. De hecho, como está
escrito y determinado: “Porque el pecado no tendrá dominio
sobre vosotros…” (Romanos 6:14). Eso es una teoría que tie-
ne que ser asumida con toda la fe del corazón. Si dejamos al
pecado, por menor que sea, dominar o incluso influenciar
en nuestro carácter, entonces, ¿de qué sirven las obras, el
amor, la fe y la perseverancia? ¡El vencedor no es aquél que
conquista una ciudad, sino aquél que vence a cada momento
el pecado que tenazmente lo asedia!
El Señor Jesús reconoce que la iglesia en Tiatira pre-
sentaba una serie de cosas que Le agradaban, tales como
obras, amor, fe, servicio, perseverancia, y las últimas obras
más numerosas que las primeras; pero, además de eso, el
gran error era el de tolerar a Jezabel en su medio. ¡Y es
justamente aquí donde se revela que una intensa actividad
puede también esconder un gran pecado! Aunque muchos
siervos piensen que sus buenas obras pueden justificar pe-
cados escondidos, aquí el Señor considera esa situación y la
repudia. ¡El pecado nunca puede ser justificado, perdonado
o incluso encubierto por las buenas obras, por más bellas
e importantes que sean! Pero lamentablemente, eso es lo
que ha sucedido con más frecuencia dentro de la iglesia de
92
Cartas a las Siete Iglesias
nuestro Señor; ya que muchos, que tanto se han dedicado
a la obra de Dios, intentando llevar la salvación a otros, se
olvidan de cuidar de sí mismos. Piensan que tanta dedica-
ción y el hecho de hacer algo para Dios los hace superiores
a otros y, por lo tanto, merecedores de algo más. Pero así, el
orgullo entra en el corazón de muchos que se dicen siervos,
haciéndoles creer en su propio valor y en que son señores
de sí mismos.
Pero, ¿quién era esa mujer, Jezabel? ¿Sería literalmen-
te una mujer profetisa que al mismo tiempo que enseña-
ba, seducía a los hombres de Dios para que practicasen la
prostitución y comiesen cosas sacrificadas a los ídolos? Es
poco probable que aquéllos que tenían obras como amor,
fe y perseverancia pudiesen dejarse llevar por pecados tan
grotescos y abominables como ésos; incluso porque aqué-
llos que son nacidos de Dios, normalmente tienen mayor
cuidado con ese tipo de pecados. ¡No, no creemos que Je-
zabel pueda ser literalmente una mujer! Pero sí, que repre-
senta una situación, un sistema, una doctrina, o incluso una
conducta diabólica dentro de la iglesia, capaz de colocar en
riesgo todo su trabajo espiritual.
En el Apocalipsis aparece cuatro veces la representación
simbólica y profética de una mujer. Y eso en el sentido posi-
tivo y negativo. En el sentido positivo: “...la novia, la esposa
del Cordero.” (Apocalipsis 19:7 y 21:9), es la propia Iglesia
del Señor Jesús. “Una mujer vestida del sol.” (Apocalipsis
12:1), es Israel en su significado, en el Plan de Salvación, el
remanente que es salvo a través de la Gran Tribulación.
La otra representación simbólicamente negativa es “...la
gran ramera (...) la mujer estaba vestida de púrpura y escarla-
ta...” (Apocalipsis 17:1,4). Creemos que la gran ramera es
una figura de la iglesia apóstata de esos últimos tiempos,
93
Estudio del Apocalipsis
comprometida con el ecumenismo, prostituida con la polí-
tica, haciendo alianzas y contaminándose cada vez más con
los que tienen poder económico o político. ¿No sería eso
un compromiso mayor con la razón que con la fe? Pues las
ventajas que el mundo ofrece para la iglesia, que vive por la
fe, de repente es una trampa jezabólica, porque, al mismo
tiempo que la iglesia se aferra a las facilidades ofrecidas,
deja de depender de Dios. De esta forma, la fe, la esperan-
za y el amor pasan a quedar en segundo plano y la iglesia,
sujeta a la inteligencia de los compromisos mundanos, co-
rrompiendo los principios morales y espirituales de los sier-
vos que la componen. ¿Y no será eso Jezabel, induciendo a
los siervos de Dios a la prostitución espiritual y a comer de
las migajas de los gobernantes de este mundo?
Cuando el Señor Jesús hace referencia a Jezabel, es
para que consideremos la historia de la vida de ella, con
relación a Israel. Y a partir de ahí, podamos tener una
idea del peligro que representa, no solamente para la igle-
sia en sí, sino para cada cristiano. Ella fue criada en Tiro,
una ciudad portuaria fenicia; su padre, Etbaal, era rey y
también sacerdote de Astarot, y hacía sacrificios a Baal.
Los fenicios eran un pueblo navegante que negociaba con
maderas nobles, oro y piedras preciosas; habitaban en di-
versas ciudades, a los lados del Mar Mediterráneo. A tra-
vés de su matrimonio con Jezabel, el rey Acab esperaba
tener asegurada, para su reinado, la amistad con la mayor
potencia comercial. Esa alianza, políticamente, parecía
perfecta, ¡en lugar de buscar fortalecer al pueblo de Israel
con los principios de su fe en el Dios de sus padres y así
consolidar su reinado, él se alió con los enemigos de Dios!
Buscó ardientemente engrandecerlo más que el propio
reino de Judá. Actuó por la razón y por la astucia, como
94
Cartas a las Siete Iglesias
muchos que, queriendo alcanzar sus objetivos económi-
cos, se casan, o hacen alianzas hasta con el diablo.
La verdad es que la simiente se multiplica según la for-
ma como es: si es ruin producirá frutos ruínes también. La
unión con Jezabel fue fatídica, no sólo para él, sino para
todo el pueblo de Israel. Debido a la influencia de su mujer
idólatra, Acab construyó una casa para Baal, le edificó un
altar y lo adoró. Levantó un poste–ídolo, réplica del miem-
bro masculino, como símbolo de la fertilidad, promoviendo
así, más abominaciones entre el pueblo de Israel y provo-
cando la ira del Señor Dios de Israel. Y por si no basta-
se, Jezabel se convirtió en una implacable perseguidora de
aquéllos que servían a Dios, inclusive llevando a muchos de
ellos a la muerte. Debido a eso, la palabra de los profetas,
en Israel, fue silenciada. Y, verdaderamente, cuando la pa-
labra profética, que incita a la santificación, es silenciada
en la iglesia por cualquier motivo, entonces, da lugar a otra
palabra que no es de Dios. Por eso muchas iglesias, que
antes fueron tan usadas por el Espíritu Santo, hoy parecen
cementerios. Y lo mismo sucede con muchos cristianos que
sustituyeron la dirección de la Palabra del Espíritu de Dios,
por la dirección de la palabra del espíritu de este mundo. ¡Y
es ahí que Jezabel entra!
Jezabel también significa “la pura”, pero es pura sola-
mente en apariencia, pues ésta es justamente su doctrina:
producir un abismo entre la posición y la situación real, en
Cristo. La posición en Cristo es aquélla en que la persona
cree porque está escrito. Por ejemplo: ella confiesa que es
lavada por la sangre de Cristo. ¿Pero la situación actual de
ella permanece pura? Ella cree: “De modo que si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí, son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Pero, ¿pasaron
95
Estudio del Apocalipsis
ya las cosas antiguas? ¿O será que en ella aún permanece
la misma criatura antigua, con un genio insoportable? De
ahí se llega a la conclusión que la posición que ella asume
es una, y su situación verdadera es otra.
Cuando ponemos un abismo entre posición y situación,
confesando una cosa y viviendo otra, es porque la sombra
de Jezabel está actuando en nuestro ser. Eso está ocurrien-
do en la iglesia de nuestro Señor, pues la doctrina de Jeza-
bel se está practicando.
“Pero tengo esto contra ti: que toleras a esa mujer Jezabel,
que se dice ser profetisa, y enseña y seduce a mis siervos a
que cometan actos inmorales y coman cosas sacrificadas a
los ídolos.”
El espíritu de Jezabel muchas veces consigue inspirar y
seducir a los siervos que no están vigilantes, a comer cosas
sacrificadas a los ídolos, es decir, a sentarse a la mesa te-
niendo comunión con aquéllos que no tienen nada con el
Señor. No siempre el pecado de la iglesia consiste en un
acto contra el Señor Jesús, sino en la tolerancia pasiva con
el enemigo. Tolerar significa estar de acuerdo, y eso es lo
que la iglesia moderna ha abrazado en estos últimos tiem-
pos. Casi nadie se atreve a denunciar las falsas doctrinas,
pues no quieren quedar aislados, ni ser nombrados de sec-
tas y vivir en la dependencia exclusiva de la fe en Dios. Pre-
fieren tolerar a Jezabel, en nombre de la paz con todos, que
rebelarse a sus doctrinas. ¡Pero no fue eso lo que nuestro
Señor enseñó! Él dijo:
“No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer
paz, sino espada. Porque vine a poner al hombre contra su
padre, a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra;
y los enemigos del hombre serán los de su misma casa.”
Mateo 10:34-36
96
Cartas a las Siete Iglesias
¡Aquéllos que toleran las profecías de Jezabel por miedo
al conflicto con el sistema político-religioso de este mundo,
esto es, con las tinieblas, no soportarán las pruebas por las
que tendrán que pasar! ¡Si son cobardes delante de las fal-
sas doctrinas, imagine cuando tengan que pasar por la gran
tribulación!
La prostitución espiritual es tan grave como la física; sig-
nifica infidelidad hacia el Señor.
“Yo le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no
quiere arrepentirse de su fornicación. Le he dado tiempo para
arrepentirse, y no quiere arrepentirse de su inmoralidad.”
Cuando el pueblo de Israel estaba de camino a la Tierra
Prometida, al sospechar que alguien estaba leproso, el Sacer-
dote lo observaba bien y entonces determinaba que quedase
siete días aislado. Si después de los siete días su situación
física continuaba dudosa, era “encerrado por siete días más.”
En el caso de ser constatada la lepra, entonces la persona era
considerada inmunda y expulsada de la comunidad.
Aplicado a Jezabel, significa que ella recibió un plazo
para arrepentirse, pero no lo hizo, por eso la sentencia es:
“Mira, la postraré en cama, y a los que cometen adulterio
con ella los arrojaré en gran tribulación, si no se arrepienten
de las obras de ella. Y a sus hijos mataré con pestilencia.”
Muchas veces, personas que han confesado la fe cristia-
na, llevan una verdadera vida de penurias, como: el matri-
monio arruinado, la salud abatida, la ruina financiera, los
hijos enfermos etc. La verdad es que siempre hay demonios
actuando por detrás de eso; pero no podrían hacerlo si no
tuviesen el permiso de Dios. Nada sucede porque sí, siem-
pre hay un motivo o una causa, detrás de un efecto. Una
persona puede decir: “¡Yo no me he equivocado en nada!
97
Estudio del Apocalipsis
¿Dónde está mi pecado?” Y en realidad hay una gran in-
fluencia del espíritu de Jezabel en su corazón, que pueden
ser intenciones impuras, orgullo y pensamientos malignos
hacia un hermano; en fin, el espíritu de prostitución espiri-
tual está siempre activo en la vida de ella, pues cualquiera
que sea el motivo por el que hay algo contra alguien, espe-
cialmente contra un hermano, eso es contra el propio Señor
Jesús. Y el Señor determina un juicio contra ella, permi-
tiéndole una humillación, a través de la enfermedad y la
gran tribulación, para darle condiciones de arrepentirse.
Nada es más humillante para el ser humano que estar en
un lecho de dolor. Eso sucede porque el Señor Se mantiene
fiel a Su amor hacia ella, como está escrito:
“Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni
te desanimes al ser reprendido por él; porque el Señor al que
ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Es para
vuestra corrección que sufrís; Dios os trata como a hijos; por-
que ¿qué hijo hay a quien su padre no discipline? Pero si estáis
sin disciplina, de la cual todos han sido hechos participantes,
entonces sois hijos ilegítimos y no hijos verdaderos.”
Hebreos 12-5:8
Cuando el Señor dijo: “A sus hijos heriré de muerte...” sig-
nifica que el compromiso de la iglesia al prostituirse con
Jezabel, genera hijos; pero esos hijos han estado muertos
en sus delitos y pecados. ¿Y no es eso lo que ha sucedido
con muchos creyentes modernos? Hace algún tiempo, un
pastor adepto a la doctrina de Balaam, dio una entrevista,
diciendo no tener nada en contra de que sus hijos usaran
pendientes y el pelo largo (como muchos artistas endemo-
niados del teatro, las novelas y el cine). Realmente, hoy en
día, no son pocos los padres que lloran la pérdida de sus hi-
98
Cartas a las Siete Iglesias
jos, pues éstos no quieren ningún compromiso serio con el
Señor Jesús y Su Palabra. Eso sucede porque ellos han sido
generados en la prostitución de sus padres con Jezabel.
“...y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la
mente y el corazón. Os daré a cada uno según vuestras obras.
Todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña las mentes
y los corazones, y os daré a cada uno según vuestras obras.”
Lo interesante es que aquí el Señor no se refiere sola-
mente a la iglesia de Tiatira, sino a todas las iglesias. Y,
eso, ciertamente incluye a cada uno de nosotros. Debemos
reconocer que Sus ojos, como llamas de fuego, exploran
nuestras mentes y corazones, de modo que respecto a no-
sotros, todo lo nuestro está al descubierto delante de Sus
ojos. Pero es también un gran consuelo saber que el Señor
no pierde de vista a aquéllos que le han sido fieles.
“Pero a vosotros, a los demás que están en Tiatira, a cuan-
tos no tienen esta doctrina, que no han conocido las cosas
profundas de Satanás, como ellos las llaman, os digo: No os
impongo otra carga.”
¿Qué significa conocer las cosas profundas de satanás?
El hecho es que aquéllos que se relacionaban con Jezabel,
se justificaban con los demás que se mantenían inmunes a
ella, diciendo que necesitaban conocer las profundidades
de satanás, para experimentar la grandeza del amor de
Dios. Era una doctrina que ellos habían acogido.
A este respecto, el apóstol Pablo dijo a los cristianos
romanos: “¿Entonces qué? ¿Pecaremos porque no estamos
bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ningún modo!” (Romanos
6:15). En otras palabras, él dijo: ¿Tendremos que hacer lo
que es del diablo, para que experimentemos mucho más la
salvación? ¿Tendremos que penetrar en las cosas profundas
99
Estudio del Apocalipsis
de satanás, para que alcancemos las profundidades del Se-
ñor Jesús? ¡Nunca!
Para aquéllos que se ratifican contra la doctrina de Jeza-
bel, el Señor promete no ponerles otra carga. “No obstante,
lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.” Quien se man-
tiene en el primer amor al Señor, es siervo, es discípulo y no
tolera la mezcla, y sobre eso el Señor no impone otra carga.
Pero Él advierte muy seriamente: conserven lo que tienen,
no se dejen corromper... ¿Por cuánto tiempo? Hasta que el
Señor Jesús venga:
“Y al vencedor, al que guarda mis obras hasta el fin.” ¿Y
cuál es el motivo que ha impedido que lo guarden hasta el
fin? ¡El pecado escondido! Está claro que siempre existe
la posibilidad de perdón y la reconciliación con Dios. Es
necesario, para eso, que haya arrepentimiento, pero esto
es imposible mientras no exista el reconocimiento de ese
pecado y el deseo sincero de abandonarlo. A partir de ahí,
el Espíritu Santo concede el don del arrepentimiento.
“Y al vencedor, al que guarda mis obras hasta el fin, le
daré autoridad sobre las naciones; y las regirá con vara de
hierro, como los vasos de alfarero son hechos pedazos, como
yo también he recibido autoridad de mi Padre; y le daré el
lucero de la mañana.”
Esa autoridad sobre las naciones fue representada proféti-
camente con las victorias de Josué, David y Salomón. Cuando
Israel entró en la Tierra Prometida, le fueron subyugadas to-
das las naciones que allí estaban establecidas, pues había una
promesa de Dios, tanto por medio de Moisés como de Josué,
que decía: “Todo lugar que pise la planta de vuestro pie será
vuestro.” (Deuteronomio 11:24). El apóstol Pablo dijo a Timo-
teo: “si perseveramos, también con Él reinaremos.” (2 Timoteo
100
Cartas a las Siete Iglesias
2:12). Esa autoridad sobre las naciones fue dada por el Señor
a Sus discípulos vencedores. ¡Si ellos no asumieron todavía esa
condición, ése es otro problema! Pero, tener la autoridad del
Señor Jesús para juzgar a todas las naciones y autoridad sobre
todo el poder del infierno, es obvio que se produce por medio
de la propia Palabra de Dios: “Mirad, os he dado autoridad
para hollar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder
del enemigo, y nada os hará daño.” (Lucas 10:19). El significa-
do de “serpientes y escorpiones” es el de los diferentes tipos
de demonios; y el enemigo, al que se refiere aquí, es el propio
diablo. ¡Y la autoridad dada por el Señor es solamente para
los que vencen! Si el pueblo de Dios, por medio del Señor
Jesús, no asume esa autoridad que le fue delegada, el diablo,
a través de la iglesia católica, de los musulmanes y de una in-
finidad de sectas y religiones, irá dominando los pueblos y las
naciones de toda la tierra. ¡Los vencedores, en Cristo Jesús,
son la única oportunidad de salvación para las naciones de la
tierra, pues Él no tiene a nadie con quien contar en este mun-
do para salvarlas, a no ser sus siervos!
¿Y usted amigo lector, es un vencedor? ¡Si lo es, enton-
ces sepa que el Señor Jesús está contando con usted, para
llevar la salvación a aquéllos que se encuentran perdidos!
Conviene destacar que en esas primeras promesas a los
vencedores de las cuatro primeras iglesias, encontramos
cuatro niveles:
1) el árbol de la vida;
2) la vida eterna, ningún daño de la segunda muerte;
3) el maná escondido;
4) y el ejercicio del poder judicial y autoridad del gobier-
no, a través de la victoria del Señor Jesús.
¡Todo eso a través del Señor Jesús y con el Señor Jesús!
Mientras que ahora está concluida la serie de libros profé-
101
Estudio del Apocalipsis
ticos del Antiguo Testamento, las tres promesas siguientes
para los vencedores de las demás iglesias, hablan de cosas
que aún son futuras. Ellas indican acontecimientos solem-
nes en la historia mundial, que aún faltan por suceder.
Está claro que todas las promesas a los vencedores apun-
tan de manera singular para el indescriptible y glorioso fu-
turo de la iglesia vencedora. Pablo, refiriéndose a ella, dijo:
“Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón
del hombre, son las cosas que Dios ha preparado para los que
le aman.” (1 Corintios 2:9).
Cada una de las siete cartas contiene una promesa para
un determinado vencedor; mientras que, el conjunto de to-
das ellas, son para todos los que venzan.
¡Es muy importante definir que vencedor no es aquél
que conquista los bienes materiales, sino el que se mantie-
ne limpio en medio de tanta suciedad, puro en el medio de
tanta impureza, en fin, salvo en medio de tantos que se han
desviado! Que se vence a sí mismo, sus malos hábitos, su
propia voluntad, sus ambiciones personales..., por el Señor
Jesús. Y aquél que es siervo, vive, cree, y practica aquello
que el Señor determinó. ¡Para él, el último es el primero y
el primero es el último!
Los perdedores son aquéllos que tienen la Biblia en la
mente, como la verdadera voluntad de Dios; pero practi-
can la voluntad de la carne. Son expertos para sí mismos,
pero no para Dios. Tienen el espíritu de Jacob y, si no se
arrepienten y no tienen un encuentro real con Dios, nunca
llegarán a ser Israel. ¡Para ellos la teoría es una, la práctica,
otra, el primero es el primero!, ¡y el último es el último!
“El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Esta advertencia final del Señor viene después de la pro-
102
Cartas a las Siete Iglesias
mesa a los vencedores, en contraste con la secuencia de las
iglesias anteriores. ¡El Espíritu Santo habla a todas las igle-
sias y, esto significa, que ninguno de nosotros está excluido
de oírla!
Carta a la iglesia en Sardis
“Y escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los
siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice esto: Yo conoz-
co tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muer-
to. Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que estaban
a punto de morir, porque no he hallado completas tus obras
delante de mi Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido
y oído; guárdalo y arrepiéntete. Por tanto, si no velas, vendré
como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero
tienes unos pocos en Sardis que no han manchado sus vesti-
duras, y andarán conmigo vestidos de blanco, porque son dig-
nos. Así el vencedor será revestido de vestiduras blancas y no
borraré su nombre del libro de la vida, y reconoceré su nombre
delante de mi Padre y delante de sus ángeles. El que tiene oído,
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Apocalipsis 3:1-6
Históricamente, Sardis era la antigua sede real de Lidia
y tenía un pasado lleno de glorias. Aunque en la época del
apóstol Juan, ella presentase el bienestar, aún así ya no po-
seía la misma gloria del pasado. A través del obispo Melito
de Sardis, fallecido en el año 170 d.C, Sardis ganó cierta
fama. Hoy en día, el lugar que Sardis ocupaba, no pasa de
ser un área llena de ruinas y, entre ellas, barracas turcas lle-
nas de miserias que forman una pequeña villa con el nom-
bre de Sarte.
103
Estudio del Apocalipsis
La iglesia de Sardis se caracteriza por:
1) obras;
2) tiene nombre del que vive pero está muerta;
3) sus obras no han sido íntegras delante de Dios;
4) hay entre todas unas pocas personas que no contami-
naron sus vestiduras.
El Señor Jesús como sucede en las demás cartas se iden-
tifica inmediatamente después de dar la dirección hacia
donde Él envía la carta. Para la iglesia en Sardis dijo: “El
que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, dice
esto.” Los siete espíritus de Dios revelan toda la plenitud
del Espíritu Santo, pues, refiriéndose al Señor Jesús, el pro-
feta Isaías dijo que sobre Él reposará:
1) El Espíritu del Señor;
2) El Espíritu de sabiduría;
3) El Espíritu de entendimiento;
4) El Espíritu de consejo;
5) El Espíritu de fortaleza;
6) El Espíritu de conocimiento y
7) El Espíritu de temor del Señor (Isaías 11:2).
Nuestro Señor Jesús poseía toda la plenitud del Espíritu
Santo, cuando se manifestó en carne al mundo y Se mantiene
poseedor de la plenitud de Dios, “...porque toda la plenitud de
la Deidad reside corporalmente en Él.” (Co1osenses 2:9). Las
siete estrellas son los dirigentes de las diferentes iglesias, que
representan a la Iglesia del Señor Jesús en su totalidad.
El Señor, que tiene los siete espíritus de Dios, habla
como la fuente de toda la vida en Sardis, y tiene las siete
estrellas - Su Iglesia - en Su mano. Es como si Él quisiese
decir aquí con toda la plenitud del Espíritu Santo y con las
siete estrellas: ¡toda la plenitud del poder renovador está a
disposición de toda la iglesia!
104
Cartas a las Siete Iglesias
Cuando el Señor dijo a la iglesia en Sardis: “Yo conozco
tus obras...”, no tiene el mismo sentido que hacia las demás
iglesias. Esto es, no contiene ni consuelo ni alabanza en
ese “Yo conozco tus obras...”, pues, en seguida, Él concluye:
“...que tienes nombre de que vives y estás muerto.” Quiere de-
cir que esas obras solamente tenían apariencia de vida, pero
estaban muertas. ¡Eso es muy fuerte! ¡Imagine cuántas son
las iglesias denominacionales que viven de apariencia! Tie-
nen un bello templo, un bonito coro, hermosos mensajes,
vida exterior y muerte interior... Son como el Señor Jesús
habló: sepulcros blanqueados.
Es interesante darse cuenta en contraste con las otras,
esa iglesia, es dejada en paz por el diablo. Satanás no es
citado aquí, ¡ni tampoco hay referencia a doctrinas falsas,
Balaam, Barac, nicolaítas, Jezabel! Tampoco hay pruebas
ni sufrimientos. ¿Por qué? ¡Justamente porque ella está
muerta! Ella tiene apariencia de vida, pero está muerta a
los ojos del Señor.
El contraste de esa iglesia con la de Esmirna es total, pues
Esmirna tenía fama de pobre, pero era rica, y en cambio,
Sardis tenía fama de que tenía vida, pero estaba muerta.
En el Antiguo Testamento, las personas recibían el nom-
bre de acuerdo con su ser, su carácter o su tarea: Jacob, quie-
re decir usurpador; Israel, significa príncipe de Dios; Eva,
madre de los vivientes etc. El nombre Sardis significa “el
que escapó”. Indica una iglesia viva que escapó del mundo,
pero ella sólo está viva en apariencia. Cuando una persona
dice que pertenece a la Iglesia del Señor Jesús, o dice a qué
congregación o comunidad pertenece, entonces, las demás
personas se hacen, inmediatamente, una idea de su compor-
tamiento cristiano. El hecho de ser cristiano significa ser una
fuente de agua viva y, al mismo tiempo, ser una barrera es-
105
Estudio del Apocalipsis
piritual contra todo el poder del infierno; pero, la iglesia en
Sardis, daba la impresión de estar viva, pero estaba muerta.
Infelizmente, la situación de Sardis retrata exactamente
a la mayoría de las iglesias de nuestros días, de aquéllos que
se dicen cristianos, pero viven sólo de apariencia. Hay un es-
píritu engañador y mentiroso que los hace pensar que todo
está bien. Muchos frecuentan la iglesia con asiduidad, dan
sus diezmos, no hacen mal a nadie, oran, no tienen proble-
mas por causa de la fe, pero, sin embargo, son tan fríos como
los difuntos. Viven en la ilusión de una gran mentira.
Los jesuitas están entrenados para combatir a todo y a
todos los que no estén de acuerdo con la iglesia católica, y
una de sus técnicas para desmoralizar públicamente a un
determinado hombre de Dios, predicador del Evangelio,
es crear una mentira en relación a él. Y usan los medios
de comunicación para acusar continuamente a aquel siervo
de Dios hasta que esa mentira, se vuelve verdadera para la
opinión pública.
Así también sucede con los “cristianos de Sardis”: son
convencidos de que sus conocimientos teológicos o enten-
dimientos bíblicos les garantizan la salvación. Es interesan-
te observar que el mismo espíritu tenía el pueblo de Judá,
pues pensaba que la Casa del Señor lo protegería del juicio
de Dios. Cometía abominaciones y después corría hacia la
Casa del Señor, creyendo que esto lo libraría del castigo. El
“cristiano de sardis” tiene un pesado equipaje de conoci-
mientos, pertenece a una conceptuada denominación evan-
gélica, es respetado entre los hermanos, tiene fama, presti-
gio y piensa que eso le garantiza la salvación.
¡Cada cristiano tiene que ser nacido de Dios! ¡Y cuando
eso no ocurre, es porque nunca nació del agua y del Espí-
ritu Santo! ¡Nadie es cristiano de cuna, por herencia o por
106
Cartas a las Siete Iglesias
imposición de alguien! ¡No! ¡Se nace por obra y gracia del
Espíritu del Señor Jesucristo, por eso es llamado cristiano!
Está claro que el Señor Jesús aquí no está determinan-
do ya el juicio del infierno para la iglesia en Sardis, sino
llamando su atención para que despierte y se vuelva a Él.
De la misma forma, alerta a los que están en la misma con-
dición de Sardis: “Pues yo no me complazco en la muerte de
nadie –declara el Señor Dios–. Arrepentíos y vivid.” (Ezequiel
18:32). Y para que haya salvación, el Señor determina lo
siguiente: “Ponte en vela y afirma las cosas que quedan, que
estaban a punto de morir, porque no he hallado completas tus
obras delante de mi Dios”.
El Señor ordena que la iglesia en Sardis sea vigilante,
para consolidar el resto, que estaba a punto de morir. La
mayor parte ya estaba muerta naturalmente, pero aún res-
taban algunos que también se encaminaban hacia el mismo
destino. Para salvarlos, era imperativa la vigilancia. “Sé vi-
gilante...” fue la orden dada. ¿Por qué? Porque ciertamente
el sueño de la muerte eterna envolvía a la iglesia, y el único
camino para cambiar esa situación era que ella despertase
para una vigilancia efectiva. Sabemos que mientras hay vigi-
lancia, no hay riesgo de sorpresas. El diablo siempre espera
la oportunidad de atacar, cuando el cristiano está dormido,
dormitando o distraído con la propia apariencia religiosa.
A veces, el orgullo de la sensación de capacidad e inteligen-
cia impide a muchos “cristianos” ver la miseria espiritual en
que viven. Ese mismo orgullo les hace pensar que la rutina
religiosa es suficiente para mantenerse salvos; y es eso lo
que al diablo más le gusta, pues, al no haber ejercicio total
de la fe, puede continuar trabajando tranquilamente en la
vida de ellos. Las actividades de esa iglesia eran muy útiles
para los propósitos del diablo, de ahí la razón de porqué no
eran íntegras las personas delante de Dios.
107
Estudio del Apocalipsis
Cuando el Señor Jesús ordena: “Sé vigilante y confirma
las otras cosas que están para morir...”, ¡Él está avisando
como atalaya: despierta de este sueño mortal, a la vida!
La siguiente orden es: “Acuérdate, pues, de lo que has
recibido y oído..” Es, a partir de que el cristiano despierta
que puede pensar de manera espiritualmente normal. No
se puede esperar que una persona que duerme, pueda pen-
sar y discernir claramente, pues es incapaz de ver la reali-
dad. Pero, una vez despierta, entonces tiene la capacidad
de pensar, e inclusive de recordar las palabras de Dios olvi-
dadas hace tanto tiempo. Cuando una persona se arrepien-
te, está mostrando humildad, y entonces el Espíritu Santo
se encarga de hacer el resto. Esto fue lo que pasó con el
apóstol Pedro, que era celoso, orgulloso de sí mismo, tenía
conciencia de lo que realizaba en el Reino de Dios, por eso
quería tener razón y ser el primero en manifestarse delante
del Señor. Y porque Él recibió la revelación de que el Se-
ñor Jesús era el Hijo del Dios Altísimo, dejó que su cora-
zón pensara que era mayor que los demás; así que, cuando
el Señor Jesús dijo lo que iba a pasar en Jerusalén, Pedro,
inmediatamente, se manifestó como consejero, intentando
disuadirlo de la idea de ir hasta allá. Fue cuando el Señor le
dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres piedra de
tropiezo; porque no estás pensando en las cosas de Dios, sino
en las de los hombres.” (Mateo 16:23).
En otro momento cuando Pedro fue puesto a prueba, él
negó al Señor tres veces, antes que el gallo cantara. Y, ¿cuán-
do se arrepintió? Cuando se acordó de las palabras del Señor
Jesús: “Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro. Y recordó
Pedro la palabra del Señor, cómo le había dicho: Antes que el
gallo cante hoy, me negarás tres veces.” (Lucas 22:61).
108
Cartas a las Siete Iglesias
Entonces Pedro salió y lloró amargamente, mostrando así
arrepentimiento. Quiere esto decir que hasta ese momento
él vivía sólo de apariencia, exactamente como muchos “se-
guidores” del Señor Jesús; ¡pero en la hora de la prueba,
cuando las circunstancias obligan a revelar lo que está dentro
del corazón, es cuando muestran si son de Dios o no!
Las dos órdenes finales del Señor a la iglesia en Sardis,
son: “...guárdalo y arrepiéntete”. ¿Qué debemos guardar y
qué significa esto? ¡Debemos guardar la Palabra de Dios!
¡Pero, esto no significa colocarla en el estante inmune al
polvo! Sino en el sentido de observar, ejercitar y practicar
lo que en ella está escrito, porque es a partir de allí que el
verdadero arrepentimiento sucede. Nadie tiene capacidad
de arrepentirse mientras está dormido espiritualmente; por
eso, esa secuencia de órdenes culmina en el arrepentimien-
to. Como está escrito:
“Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muer-
tos, y te alumbrará Cristo.” (Efesios 5:14). Si la persona, hu-
mildemente, reconoce que ha estado en un sueño espiritual
y despierta para usar su fe con base a la Palabra de Dios,
entonces el factor primordial para su salvación, que es el
arrepentimiento, va hacerla resucitar para la vida eterna.
Finalmente el Señor Jesús alerta, diciendo: “Por tanto, si
no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré
sobre ti”. Para las demás iglesias, el Señor muestra la realidad
en que viven y lo que les sucederá, en el caso de que no se
arrepientan; pero, a los cristianos en Sardis, les muestra que
ellos deben vigilar. En otras palabras: Si no vigilares, serás
sorprendido con mi venida. ¿Y no es este también el sentido
de la parábola de las diez vírgenes, simbolizando a la iglesia?
Cinco de ellas eran necias, pues no traían aceite consigo y no
estaban preparadas para participar de las bodas del novio. En
109
Estudio del Apocalipsis
el contexto de la iglesia de Sardis, el Señor Jesús habla de un
ladrón que sólo es descubierto cuando ya cogió lo que quiso
y se fue. ¡El perjuicio ya fue causado y no hay mas remedio!
Así será en Su segunda venida: Todo estará ya decidido, de
manera que quien se quede, se quedó...
No es por casualidad que Sardis también significa “re-
manente”, pues el Señor, además, dice: “Pero tienes unos
pocos en Sardis que no han manchado sus vestiduras, y anda-
rán conmigo vestidos de blanco, porque son dignos.”
Esas pocas personas, aunque formaban parte de aquella
comunidad, estaban separadas, pues no se contaminaron
con la forma de proceder de los otros. Esto significa que en
Sardis hay una separación radical entre la muerte y la vida,
entre la luz y las tinieblas. ¿Cómo es posible que en la igle-
sia haya semejante diferencia? Es posible porque existen
aquéllos que no se dejan contaminar por las sugerencias de
los demás, no regulan sus vidas de acuerdo con la de éstos,
pero sí, de acuerdo con la Palabra de Dios. Hay muchas
personas cayendo en la fe, simplemente por quedarse ob-
servando la vida ajena; en lugar de cuidar de sí, se reflejan
en el mal ejemplo de los otros. El Señor Jesús dijo que si un
ciego es guía de otro, entonces ambos caerán en el precipi-
cio. Eso también es válido para el justo que se deja influir
por el injusto. Con eso aparece el efecto dominó: si uno
cae, los demás también. Los pocos que no contaminaron
sus vestiduras son aquéllos que practicaron la Palabra del
Señor y no la de los demás “hermanos”. La figura de esas
pocas personas, que anduvieron de blanco con el Señor,
tiene relación con la visión de Jeremías acerca de las dos
canastas de higos. Los exiliados de Judá que obedecieron la
voz del Señor y aceptaron ser deportados a Babilonia, están
representadas por la canasta de higos muy buenos; confia-
110
Cartas a las Siete Iglesias
ron en la promesa de Dios, de que volverían a Palestina.
Esa fe en la Palabra de Dios, más tarde los hizo alcanzar la
gracia divina. Pero, aquéllos que permanecieron en Jerusa-
lén, en contra de la voluntad de Dios, fueron considerados
como higos muy malos, que de tan malos, no se podían co-
mer, por eso sufrieron el juicio divino. Ellos eran la casa
real de Judá que fue rechazada (Jeremías 24).
Esas dos figuras, tanto de los pocos salvos de Sardis,
como de aquéllos de Judá considerados muy buenos, avi-
san a todos los que tienen interés en la vida eterna, que
el Señor no tolera a los “más o menos”: “Antes bien, sea
vuestro hablar: Sí, sí o No, no; y lo que es más de esto, pro-
cede del mal.” (Mateo 5:37). ¡Nadie es “más o menos” de
Dios!: ¡O es nacido de Dios o no lo es! ¡O sus vestiduras
están blancas por la dignidad, pureza y santidad, o no! Las
vestiduras blancas son, precisamente, las de los vencedores,
pues nuestro Señor concluye: “Así el vencedor será revestido
de vestiduras blancas y no borraré su nombre del libro de la
vida, y reconoceré su nombre delante de mi Padre y delante de
sus ángeles.”
Esos pocos presentados como vencedores, acompañarán
al Hijo de Dios en el cortejo triunfal por el cielo, con ves-
tiduras resplandecientes. Eso será después de la primera
resurrección, la apertura de los libros y después de la re-
velación de aquéllos cuyos nombres están anotados en los
cielos. ¡Aleluya!
Nada puede ser más importante en la vida del ser hu-
mano que estar en paz con Dios y seguro de la salvación
eterna. Las vestiduras blancas son colocadas inmediata y
exclusivamente sobre aquéllos que tengan sus vidas lavadas
con la sangre del Señor Jesucristo. Delante del Dios-Padre,
esas vestiduras blancas ya son un hecho consumado. Su ma-
111
Estudio del Apocalipsis
nutención es de vital importancia para que el nombre del
cristiano nunca sea borrado del libro de la vida. Pero, es ne-
cesario que quede bien claro que la salvación eterna es algo
que se conquista cada día y cada instante y, en contra de
aquéllos que han predicado la doctrina de la “predestina-
ción”, o que “una vez salvo, salvo para siempre”. El Señor
Jesús es bien explícito cuando dice: “...y no borraré su nom-
bre del libro de la vida...” Esto significa que es posible perder
la salvación. También el profeta Ezequiel advierte:
“Y cuando un justo se desvíe de su justicia y cometa ini-
quidad, yo pondré un obstáculo delante de él, y morirá; por-
que tú no le advertiste, él morirá por su pecado, y las obras
de justicia que había hecho no serán recordadas, pero yo
demandaré su sangre de tu mano.”
Ezequiel 3:20
El escritor a los Hebreos también confirma la posibili-
dad de perder la salvación:
“En el caso de los que fueron una vez iluminados, que pro-
baron del don celestial y fueron hechos partícipes del Espíritu
Santo, que gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del
siglo venidero, pero después cayeron, es imposible renovarlos otra
vez para arrepentimiento, puesto que de nuevo crucifican para sí
mismos al Hijo de Dios y lo exponen a la ignominia pública.”
Hebreos 6:4-6.
De modo que esas escrituras, además de otras, concuer-
dan entre sí en la posibilidad de perder la salvación. Por
eso el Señor Jesús concluye todas sus cartas, diciendo: “El
vencedor...” ¡heredará eso o aquello! Es muy importante
para el cristiano mantenerse inmune a la suciedad de este
mundo vil, con el fin de conservar limpias sus vestiduras. Es
necesario, por tanto, vigilar y orar todo el tiempo, para no
caer en las trampas que el diablo ha colocado para quienes
son de Dios.
112
Cartas a las Siete Iglesias
Podemos encontrar innumerables doctrinas diabólicas
con “apariencia” bíblica, que han surgido en estos últimos
tiempos, como: “caer” por el poder de Dios o “fanerosis”,
“dormir” en el Señor, “perfume” del Señor, el “milagro”
del diente de oro, “predestinación” etc. La verdad es que
el diablo, como en la tentación del Señor en el desierto, ha
usado la propia Palabra de Dios distorsionada, para inten-
tar corromper y confundir la mente de los cristianos que no
ejercitan su fe.
Cuando el Señor Jesús hace referencia a no borrar el
nombre del libro de la vida, está diciendo, en otras palabras,
que así como es posible que exista un registro del nombre de
alguien en ese libro, también es posible borrarlo, en caso que
este nombre ya no sea digno. La salvación eterna es algo que
se conquista a través de una lucha constante contra las fuer-
zas del infierno. Si vencemos, conquistaremos la salvación,
pero, en caso contrario, la perderemos. Nuestra victoria nos
dará el privilegio de ver y oír al Señor Jesús confesar nuestro
nombre delante del Padre y de Sus ángeles.
Amigo lector, ¿usted está seguro de que su nombre será con-
fesado por el Señor Jesús delante del Padre y de los ángeles?
¿Tiene la seguridad de que un día será vestido con vestiduras
blancas? ¡Si por casualidad tiene dudas respecto a eso, entonces
humíllese delante del Señor Jesús, coloque el rostro en el suelo
y clame a Él de todo corazón, confesando sus pecados y deter-
minando, a partir de ahora, nunca más volver a cometerlos! Y
el Espíritu Santo hará el resto en su vida. ¡Amén!
Carta a la iglesia en Filadelfia
“Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: El Santo, el
Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie
cierra, y cierra y nadie abre, dice esto: Yo conozco tus obras.
113
Estudio del Apocalipsis
Mira, he puesto delante de ti una puerta abierta que nadie
puede cerrar, porque tienes un poco de poder, has guardado mi
palabra y no has negado mi nombre. He aquí, yo entregaré a
aquellos de la sinagoga de Satanás que se dicen ser judíos y no
lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se pos-
tren a tus pies, y sepan que yo te he amado. Porque has guar-
dado la palabra de mi perseverancia, yo también te guardaré
de la hora de la prueba, esa hora que está por venir sobre todo
el mundo para probar a los que habitan sobre la tierra.Vengo
pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu coro-
na. Al vencedor le haré una columna en el templo de mi Dios,
y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de mi
Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén,
que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que
tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”
Apocalipsis 3:7-13
La ciudad de Filadelfia se localizaba aproximadamente a
veinte kilómetros al sudeste de Sardis, en las proximidades,
por lo tanto, de la iglesia que el Señor dijo: “...que tienes
nombre de que vives y estás muerto”. Filadelfia todavía sub-
siste hoy en día, pero con el nombre turco de Alaseir. Ella
fue fundada en el año 154 antes del nacimiento del Señor
Jesucristo por el rey de Pérgamo, Atalo II, que usaba el
sobrenombre de Filadelfo, donde se originó el nombre de
la ciudad. Varios terremotos destruyeron esa ciudad pero, a
pesar de eso, siempre fue reconstruida y alcanzó una nueva
prosperidad. Filadelfia significa “amor fraternal”.
La iglesia en Filadelfia se caracteriza por:
1) obras;
2) poca fuerza;
3) guardaba la Palabra de Dios;
4) no negó el Nombre del Señor Jesús;
114
Cartas a las Siete Iglesias
5) los de la sinagoga de satanás van a postrarse a sus pies
y sabrán que el Señor te ha amado,
6) y, finalmente, guardó la palabra de perseverancia del
Señor Jesús.
Las características de esa iglesia muestran su grandeza de-
lante del Señor, pues no hay ninguna censura contra ella, sino
solamente elogios. Es importante notar que su carácter no es-
taba inmune a la contaminación de aquéllos que tenían fama
de vivos, pero estaban muertos. Pero, a pesar de que Filadelfia
estaba próxima a aquéllos que estaban espiritualmente muer-
tos, aún así se conservó pura y viva delante del Señor.
Al contrario de lo que normalmente sucede, esa iglesia
no se dejó contaminar con la situación espiritual de Sardis.
¿Cuántas personas que fueron usadas por Dios, hoy son
usadas por el diablo para hacer a otras caer en la fe? Las
que están cayendo, por el mal testimonio de esas personas,
no han perseverado en su fe en el Señor Jesús, pero sí en el
hombre carnal. Por esa razón han sucumbido también. ¡La
iglesia en Filadelfia es un ejemplo para los que están caídos
en la fe por causa de otros! Ella estaba muy próxima a los
muertos, pero no se contaminó con ellos, porque guardó la
palabra de la perseverancia en el Señor Jesús.
“Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de Da-
vid, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre…”
En cada identificación que el Señor Jesucristo glorificado
hace de Sí mismo para cada iglesia, muestra los diferentes as-
pectos de Su Persona y determina la naturaleza de la iglesia
a la que Se dirige. Así, en Su identificación hacia Filadelfia,
entendemos que ella tiene poca fuerza, pero Aquél que tiene
la llave de David, tiene el control del poder para determinar
quien entra o no en el Reino de Dios. No obstante, no impor-
ta si la fuerza es grande o pequeña, pues esto jamás influirá
115
Estudio del Apocalipsis
en la condición de poder conquistar, siempre que se manten-
ga el firme propósito de practicar la Palabra de Dios.
Esa iglesia puede representar a aquellos cristianos, que
incluso por su debilidad de carácter material o cultural
(como a la falta de condiciones financieras y grandes cono-
cimientos teológicos) o de orden espiritual (como la falta
de los dones del Espíritu Santo) presentan obras para Dios.
Sus trabajos en la obra de Dios casi nunca aparecen delante
de los demás, pero su fidelidad en la obediencia a la Palabra
de Dios, hace de ellos una iglesia inmaculada e irreprensi-
ble en la presencia de su Señor. Las flaquezas del hombre
de Dios no siempre significan debilidad, pues también el
apóstol Pablo las tenía, e inclusive pidió tres veces a Dios
que las apartase de él. Pero el Señor le respondió:
“Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la
debilidad. Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más
bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more
en mí.”
2 Corintios 12:9
En esta carta, el Señor Jesucristo revela lo que Él es:
“Esto dice el Santo, el Verdadero...” y el que tiene: “...la llave
de David”. El Señor se identifica para Filadelfia como el
Santo y Verdadero. ¿Por qué? Porque la iglesia en Filadel-
fia era santa y verdadera, es decir, ella mostraba en sí misma
el carácter de su Señor. Santo significa separado del mundo
del pecado. La santidad de esa iglesia estaba justamente
en vivir día a día separada de todo aquello que contribuía
para distanciarse del Señor. El propio Señor atestigua eso,
cuando dijo: “Porque has guardado la palabra de mi perse-
verancia”. Quiere decir que en los momentos más difíciles,
en las situaciones más adversas, tú obedeciste a mi palabra.
Y en eso consiste la santificación: vivir de acuerdo con la
116
Cartas a las Siete Iglesias
Palabra de Dios, lo inverso también es válido, pues quien
guarda la Palabra de Dios vive en santificación. En la ora-
ción sacerdotal, el Señor Jesús dijo: “Santifícalos en la ver-
dad: tu palabra es verdad.” (Juan 17:17). Aquí está entonces
la relación íntima entre la santificación y la obediencia a la
Palabra de Dios.
De la santificación de la iglesia depende la grandeza de
la obra de Dios en este mundo. Es obvio que cuando la
iglesia o el cristiano asume la personalidad de la Palabra de
Dios, entonces, el carácter de Dios se muestra en la vida de
aquella iglesia o de aquella persona. ¡Eso pasó con el Señor
Jesús! Él es el Verbo que se hizo carne y habitó entre no-
sotros (Juan 1:14). Y así como Él manifestó la gloria de Su
Padre aquí en la Tierra, sujetándose a Su propia Palabra,
también nosotros, Sus seguidores, tenemos la obligación de
manifestar Su gloria en este mundo, mediante la obedien-
cia a Su Palabra.
Cuando el Señor Jesús dijo a Felipe: “El que me ha visto
a mí, ha visto al Padre...” (Juan 14:9), Él quería y quiere
que, de la misma forma, los hijos de las tinieblas puedan
verlo a través de Sus seguidores. Pero para que eso pueda
suceder es necesario que Sus seguidores sean santificados.
Y para que ellos sean santificados, tienen que practicar la
Palabra de Dios, pues una cosa depende de la otra. La igle-
sia en Filadelfia era perseverante, aún acorralada por los
que se declaraban judíos y no lo eran, o sea, por los falsos
cristianos, miembros de la sinagoga de satanás. “El Santo,
el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y nadie
cierra, y cierra y nadie abre, dice esto.”
La plenitud de autoridad del Señor Jesucristo dada por
Su Padre es capaz de abrir cualquier puerta para quien de-
sea y quiere someterse a Él, por la obediencia a Su Palabra.
117
Estudio del Apocalipsis
Él, la raíz de David, tiene la llave de David, o sea, la llave
del Rey de reyes. Y solamente Él puede abrir la puerta de
la vida eterna, que nadie puede cerrar; y cerrarla, y nadie
la puede abrir. Él tiene el poder sobre la vida, la muerte y
el infierno, según sus propias palabras: “Yo soy el primero y
el último, y el que vive, y estuve muerto; y he aquí, estoy vivo
por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del
Hades.” (Apocalisis 1:17-18).
Un rey humano tiene autoridad suprema sobre todo su
reinado. Su Palabra es ley, por lo tanto, nadie puede opo-
nérsele, porque estará en riesgo de muerte. El Señor Jesu-
cristo es el Rey de reyes, Señor de los señores en los cielos,
en la tierra y en todo el universo. Incluso hasta las leyes
de la física creadas por Él están sometidas a su dominio y
poder. No hay dolor o enfermedad que pueda resistirse a
Su Palabra. Él tiene la llave de David que abre cualquier
puerta: La puerta de la salud, de la prosperidad, de la vida
sentimental, de la familia bien establecida, del perdón y de
la salvación; en fin, de la vida abundante y eterna. El Dios-
Padre ya había determinado respecto a Su Hijo, diciendo:
“Entonces pondré la llave de la casa de David sobre su hom-
bro; cuando él abra, nadie cerrará, cuando él cierre, nadie
abrirá.” (Isaías 22:22).
En esa carta a la iglesia de Filadelfia, el Señor Jesús,
en cumplimiento de esa profecía, viene al encuentro de su
iglesia débil y afligida, y declara: “Yo conozco tus obras…”
Aunque el Señor no enumere esas obras, como la iglesia de
Esmirna, ella tuvo que gemir por amor al Señor Jesús.
El hecho es que así como Esmirna se caracteriza por la
tribulación, también Filadelfia tuvo que combatir la buena
batalla de la fe, contra el cerco del paganismo cubierto de
odio, pues aquella iglesia que guarda la palabra de su per-
118
Cartas a las Siete Iglesias
severancia está en confrontación radical con las circunstan-
cias de este mundo tenebroso. El gran peligro de la iglesia,
o del cristiano, es cuando hay poco o ningún contraste con
el mundo. A partir de la modernización de la iglesia, cuan-
do la fe cristiana pasa a estar de acuerdo con la corriente de
la impiedad de este mundo, entonces, hay que preocuparse
por el riesgo de perder la salvación. El Espíritu Santo ad-
vierte, a través del apóstol Pablo, diciendo: “Así que, herma-
nos, estad firmes y retened la doctrina que habéis aprendido,
sea por palabra o por carta.” (2 Tesalonicenses 2:15).
De modo que, si la iglesia o el cristiano se adaptan al
espíritu modernista de este mundo, entonces ya no hay más
esperanza para ella o para él. “...¿no sabéis que la amistad
del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere
ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.” (Santia-
go 4:4). La consecuencia es que Dios cierra las puertas del
Evangelio para el mundo y el mensaje de la iglesia se vuelve
inoperante y el testimonio del cristiano sin efecto y ridículo.
No siempre es culpa del mundo, si no quiere el mensaje del
Evangelio, sino de aquéllos que predican para los otros, pero
ellos mismos no practican lo que predican; ahí su mensaje se
vuelve sin sabor, sin vida, sin poder y sin autoridad.
Cuando Sodoma estaba a punto de ser destruida, Lot
intentó, por insistencia de los ángeles, transmitir el mensaje
a sus futuros yernos: “Pero sus yernos pensaron que bromea-
ba.” (Génesis 19:14). ¿Cómo puede la iglesia o el cristiano
querer tener una “puerta abierta” para predicar el Evange-
lio al mundo, si los cristianos están atados a la televisión,
vídeo juegos, música, vicios y otras cosas más?
Los cristianos en Filadelfia se aferraron al Señor Jesús
y no lo negaron. Por eso el Señor Jesús les prometió una
puerta abierta: “Por eso, he puesto delante de ti una puerta
abierta, la cual nadie puede cerrar...”
119
Estudio del Apocalipsis
Nosotros podemos entender que esa puerta abierta tie-
ne doble sentido, esto es, tanto abierta para lo alto:
“Entonces, hermanos, puesto que tenemos confianza para
entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por un cami-
no nuevo y vivo que Él inauguró para nosotros por medio del
velo, es decir, su carne (…) acerquémonos con corazón since-
ro.” (Hebreos 10:19-22), como también una puerta abierta
para la predicación del Evangelio al mundo: “…porque se
me ha abierto una puerta grande para el servicio eficaz y hay
muchos adversarios.” (1 Corintios 16:9).
Esa puerta estaba abierta para los cristianos de la iglesia
de Filadelfia. Aunque el odio pagano intentase resistir a los
cristianos, aún así, la puerta estaba siempre abierta y nadie
podía cerrarla.
“He aquí, yo entregaré a aquellos de la sinagoga de Satanás
que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí,
yo haré que vengan y se postren a tus pies, y sepan que yo te
he amado”.
Es interesante puntualizar que las únicas iglesias que no
tuvieron ninguna reprensión, Esmirna y Filadelfia, tuvieron
que enfrentar la oposición de aquéllos que pertenecían a la
sinagoga de satanás. ¿Quiénes son aquéllos que se declaran
judíos y no lo son? Sabemos que durante el ministerio te-
rreno, el Señor Jesús tuvo que enfrentar a judíos hipócritas.
Y a ellos, entre otros, el Señor dijo:
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque
sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera lucen
hermosos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y
de toda inmundicia. Así también vosotros, por fuera parecéis
justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocre-
sía y de iniquidad.”
Mateo 23:27-28
120
Cartas a las Siete Iglesias
Esos escribas y fariseos hipócritas profesaban aparente-
mente la misma fe de Abraham, pero fueron ellos mismos
los que asesinaron al Hijo de Dios. Los que hoy pertenecen
a la sinagoga de satanás, que se dicen judíos y no lo son,
también profesan la fe cristiana, pero mienten, pues el dios
de ellos es el dinero y la posición social destacada. Muchos
son miembros efectivos de congregaciones evangélicas y
pugnan por tener sus nombres escritos en placas de bronce,
en las fachadas de las iglesias: “Construida para la gloria
de Dios, por el pastor fulano de tal”. En otras palabras: ¡es
para la gloria de Dios y de ellos también!, pero de converti-
dos sólo tienen el nombre. Y son esos “hermanos” los que
más envidia han tenido de la verdadera obra de Dios. Y lo
peor de todo, que como los Judas de este tiempo final, se
han asociado a la Babilonia a través del ecumenismo y han
creado grandes dificultades para el progreso del Evangelio en
todo el mundo. Son como la cizaña en medio del trigo: tienen
apariencia cristiana, cara de evangélicos, conocen la Biblia
como pocos, pero todo eso sólo lo hacen para engañar a los
incautos. La verdad es que intentan en vano cerrar la puerta
que el Señor Jesús ha abierto para los verdaderos cristianos.
“De la sinagoga de Satanás que se dicen ser judíos y no lo son,
sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a
tus pies, y sepan que yo te he amado.”
Eso ya es un hecho, pues muchos han dejado la “sinagoga
de satanás”, el cristianismo de broma, y se han convertido
verdaderamente, dejando de lado la fe formal y muerta y se
han apegado a la comunión íntima y viva con el Señor Jesús.
Las dos iglesias irreprensibles tuvieron algo en común:
los judíos de mentira que había entre ellas y que formaban
parte de la sinagoga de satanás. Eso nos hace pensar en las
iglesias llenas del Espíritu Santo, atacadas constantemente
121
Estudio del Apocalipsis
por falsos hermanos, mensajeros de satanás, con el objeti-
vo de promover el engaño y las falsas doctrinas, entre los
que son de Dios. El diablo no se preocupó en enviar falsos
cristianos a las otras cinco iglesias, pues ellas ya estaban co-
rrompidas por otros tipos de problemas, como el abandono
al primer amor, el comer de cosas sacrificadas a los ídolos,
la práctica de la prostitución, la tolerancia con Jezabel, la
doctrina de Balaam y las obras de los nicolaítas.
La iglesia de Filadelfia ha debido ser un ejemplo de igle-
sia, viendo la manifestación de su ardiente primer amor.
Como consecuencia, tenía la puerta abierta para la predica-
ción del Evangelio. Esto significa que la iglesia que tiene la
puerta cerrada para la predicación del Evangelio es porque
no debe de haber sido aprobada por el Señor.
“Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, yo
también te guardaré de la hora de la prueba, esa hora que está
por venir sobre todo el mundo para probar a los que habitan
sobre la tierra”.
Una de las cosas más increíbles en toda la Sagrada Es-
critura es la condición por la que Dios cumple todas Sus
promesas. La Biblia registra más de ocho mil promesas de
Dios para el ser humano. Entretanto, que se realice el cum-
plimiento de cada una de ellas, depende sólo del propio ser
humano. Hay un precio que éste tiene que pagar, y eso no
está por encima de su capacidad. Al contrario, todos tienen
la condición necesaria, pues Dios no puede exigir de no-
sotros más de aquello que podemos dar. La condición del
cumplimiento de Sus promesas es la obediencia a Su Santa
Palabra; y es exactamente eso lo que el Señor afirma a la
iglesia en Filadelfia: “Porque has guardado la palabra de mi
perseverancia… yo también te guardaré de la hora de la prue-
122
Cartas a las Siete Iglesias
ba”. Una cosa depende de la otra: porque fue perseverante,
entonces será protegida de la hora de la prueba que vendrá
sobre el mundo entero.
El Señor Jesús enseñó eso en la oración, cuando dijo:
“Porque si perdonáis a los hombres sus transgresiones, tam-
bién vuestro Padre celestial os perdonará a vosotros. Pero si no
perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará
vuestras transgresiones.”
Mateo 6:14-15
¡Por lo tanto, las bendiciones de Dios están siempre con-
dicionadas a una actitud de nuestra parte!
Esa “hora de la prueba” significa la gran tribulación que
vendrá sobre toda la Tierra. Pero la iglesia, cuyos cristia-
nos tengan el carácter de acuerdo con la de Filadelfia, será
arrebatada antes de la gran tribulación.
“Vengo pronto; retén firme lo que tienes, para que nadie tome
tu corona. Al vencedor le haré una columna en el templo de mi
Dios, y nunca más saldrá de allí; escribiré sobre él el nombre de
mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusa-
lén, que desciende del cielo de mi Dios, y mi nombre nuevo. El
que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”.
En estos últimos versículos, el Señor Jesús exhorta a la igle-
sia en Filadelfia a conservar siempre el mismo patrón espiri-
tual de fe, porque sólo así ella es capaz de mantener la corona
de la vida. Es una gran verdad, pues muchos que antes poseían
esa misma calidad de vida espiritual, se acomodaron en la fe y
terminaron sucumbiendo, porque se relajaron en su conduc-
ta cristiana y se dejaron seducir por los deleites del mundo.
Cambiaron la bendición de la primogenitura, de la salvación
eterna, por un plato de lentejas, o sea, por la “comida” de este
123
Estudio del Apocalipsis
mundo. Perdieron el aceite del Espíritu y, por eso, el fuego se
apagó, no consiguiendo volver a conquistarlo.
Esa advertencia es una alerta para todos los que están
determinados a pagar cualquier precio por la conquista de
su salvación, especialmente para aquéllos que se han en-
vuelto con la doctrina de la predestinación, que dice: “Una
vez salvo, salvo para siempre”.
¡El Señor Jesús viene en breve y el diablo lo sabe! Por
eso, hay una corriente de doctrinas diabólicas extendiéndo-
se por todo el mundo, en un intento desesperado de cegar
al máximo posible a personas sinceras y desinformadas.
Amigo lector, si usted desea conquistar la vida eterna,
tiene que mantenerse despierto, vigilante todo el tiempo,
verificando toda doctrina con las Sagradas Escrituras. ¡Y
no se fundamente sólo en uno u otro versículo suelto de la
Biblia! Busque verificar en todo el texto sagrado, pues el
diablo acostumbra a usar versículos sueltos para confundir
a los ingenuos. Si tiene alguna duda, entonces, pare y ore
al Espíritu Santo, en el Nombre del Señor Jesús, para que
Él le dé la dirección correcta. ¡Nunca se deje llevar por las
emociones del predicador, sino por su propia fe en la Pala-
bra de Dios!
¡En todos los desenlaces de las cartas apocalípticas, el
Señor Jesús deja bien claro que vencedor no es aquél que
conquista una vida económica estable, o aquél que tan so-
lamente no se deja llevar por los vicios o por una vida de
libertinaje! ¡No! ¡El vencedor es aquél que se mantiene sal-
vo hasta la venida del Señor Jesucristo! Es decir, aquél que
vive en este mundo, pero no forma parte de él.
124
Cartas a las Siete Iglesias
Carta a la iglesia en Laodicea
“Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: El Amén, el
Testigo fiel y verdadero, el Principio de la creación de Dios,
dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.
¡Ojalá fueras frío o caliente! Así, puesto que eres tibio, y no
frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque dices: ‘Soy
rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad’; y no sabes
que eres un miserable y digno de lástima, y pobre, ciego y des-
nudo, te aconsejo que de mí compres oro refinado por fuego
para que te hagas rico, y vestiduras blancas para que te vistas
y no se manifieste la verguenza de tu desnudez, y colirio para
ungir tus ojos para que puedas ver. Yo reprendo y disciplino a
todos los que amo; sé, pues, celoso y arrepiéntete. He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor, le con-
cederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí
y me senté con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo
que el Espíritu dice a las iglesias.”
Apocalipsis 3:14-22
Históricamente, la ciudad de Laodicea se situaba al sudoeste
de Filadelfia, en las proximidades de Colosas. Se trataba de una
bella ciudad de Frigia, que originalmente se llamaba Dióspolis,
y después Rheos. Más tarde recibió el nombre de Laodicea en
honra de Laodice, la maquiavélica mujer del rey sirio Antioco
II. Laodicea era una ciudad muy rica y famosa por ser un centro
comercial y bancario. Poseía una fabulosa reserva financiera,
además de una notable industria de delicados vestidos y tapetes.
Poseía también una escuela de medicina donde se producía un
remedio para el tratamiento de enfermedades oculares. Pode-
mos observar teniendo en cuenta esas características, que Lao-
dicea era independiente de por sí tratándose de su fe cristiana.
Su riqueza era tan significativa, que la fe en Dios quedaba en
125
Estudio del Apocalipsis
segundo plano, como algo unido sólo a una tradición. De ahí, la
razón por la que confiesa su riqueza e independencia, diciendo:
“Soy rico, me he enriquecido y de nada tengo necesidad…”
En el año 62 de la era cristiana Laodicea, juntamente con
Hierápolis y Colosas fue destruida por un gran terremoto.
Pero debido a su gran riqueza, pudo ser reconstruida tan
rápida y completamente que en el tiempo en que el após-
tol Juan recibió la revelación del Apocalipsis en Patmos,
aproximadamente en el 85 d.C., esa terrible catástrofe ya
había sido olvidada hacía mucho. En el año 1402, nueva-
mente Laodicea fue destruida por los ejércitos de Timur-
Lenk. Hoy se encuentran en su lugar solamente ruinas que
llaman la atención y tienen el nombre de Eski-Hisar, que
significa “castillo antiguo”. Esas ruinas son nada más testi-
monios melancólicos de la gloria terrena del pasado.
Espiritualmente, la ciudad de Laodicea nos recuerda a las
metrópolis de los países del Primer Mundo, donde la riqueza
de las industrias, del comercio y la prestación de servicios
se concentran en los grandes bancos. Eso las ha hecho opu-
lentas y orgullosas, en contraste con las demás ciudades del
Tercer Mundo, donde la miseria y el hambre hacen exhalar
el olor de la corrupción e injusticias sociales. Las facilidades,
los encantos y el confort han empujado a las sociedades ha-
cia el comodismo espiritual. El entretenimiento saciante, ex-
cesivo, ha embriagado el alma de sus pueblos hasta tal punto
que la Palabra de Dios pasa desapercibida para casi todos.
La libertad se ha confundido con la promiscuidad de manera
ilimitada, y se suman, a esa degradación moral, las centenas
de millares de niños que ya nacen huérfanos y crecen sin la
ternura y el cariño de los padres. La mayoría de ellos, cuando
no son “adoptados” por el narcotráfico, lo son por la prosti-
126
Cartas a las Siete Iglesias
tución. Pienso que los habitantes de Sodoma y Gomorra se
quedarían rojos de vergüenza si viviesen en los días de hoy
en esas grandes ciudades. ¡Pues bien! La iglesia en Laodicea
se encuentra en medio de esa ciudad abastecida por todo lo
que el mundo puede ofrecerle, pero nada de aquello que el
Señor Jesús puede darle.
La verdad es que como el ser humano fue creado a ima-
gen de Dios, entonces él también está constituido por una
trinidad: cuerpo, alma y espíritu. Y así como el cuerpo fí-
sico se alimenta de alimentos naturales y el alma de amor,
también el espíritu sólo se alimenta y se desenvuelve a tra-
vés de la meditación en la Palabra de Dios. El espíritu hu-
mano es la base del cuerpo y del alma, de la misma forma
como los cimientos son la base de una casa. Si él está bien
fundamentado en la Palabra de Dios, entonces el alma y
el cuerpo tendrán apoyo para desenvolverse plenamente,
cada uno con su alimento propio. Es a partir de allí que la
criatura humana vuelve a ser perfecta según la imagen de
Dios; pero si ese orden natural no se establece, entonces
toda la estructura de la vida humana estará en riesgo de
supervivencia; y es, exactamente en ese aspecto, que el dia-
blo ha sacado ventaja a la humanidad, pues, sabiendo que
el espíritu del hombre basado fuertemente en la Palabra
de Dios dará consecuentemente condiciones al cuerpo y al
alma, él intenta distraer el alma con entretenimientos y sa-
tisfacer los caprichos de la carne con pecados, para intentar
impedir que el espíritu pueda tener alguna oportunidad en
la meditación de la Biblia. Ésa es una de las razones por la
que el cuadro espiritual de las iglesias de las ciudades mejor
provistas económicamente son también las más fracasadas
espiritualmente. Creemos que Laodicea simboliza a la igle-
sia de los últimos tiempos, por lo tanto, la iglesia actual.
127
Estudio del Apocalipsis
El Señor Jesús, dirigiendo Su carta al responsable de la
iglesia en Laodicea, señala solamente características nega-
tivas tales como:
1) obras tibias;
2) tan rica y abastecida, materialmente hablando, y ma-
terializada, que no necesita ninguna cosa espiritual;
3) desconoce su infelicidad;
4) su miseria;
5) su pobreza;
6) su ceguera y
7) su desnudez.
La iglesia del Señor Jesús en estos últimos días, de un
modo general, es la iglesia de la ostentación material y, a
su vez, de la desgracia espiritual. Ella es poderosa política
y económicamente, pero pobre, miserable, ciega y nula es-
piritualmente. Las nubes de doctrinas satánicas que ella ha
abrazado y anunciado muestran claramente su condición de
calamidad. “Caer por el poder de Dios” y “predestinación”
han sido un engaño del diablo para la simiente pentecostal,
así como también el ecumenismo, que procura unir, a través
de una alianza, todas las religiones. Montado en el caballo
blanco, el anticristo ha salido por el mundo, predicando la
unión entre todas las religiones; sólo que esa unión no es
más que una trampa satánica para aislar y rotular de rebel-
des, de herejes, a los que perseveran en guardar la Palabra
del Señor Jesús, como una nueva inquisición. Los conser-
vadores evangélicos, que ya perdieron totalmente la visión
de la voluntad de Dios, han caído en esa artimaña, unién-
dose a los enemigos de la cruz, en confrontación con aqué-
llos que son de la cruz. Y juntando todo eso en una alianza
“evangélica”, se tiene, entonces, un plan astutamente idea-
do por los jesuitas en un intento por destruir totalmente la
128
Cartas a las Siete Iglesias
iglesia de nuestro Señor Jesucristo. ¡Así ha estado la iglesia
en estos últimos días, comprometida con las tinieblas, en
nombre de la paz universal!
La auto-revelación en forma triple que el Señor Je-
sucristo hace de Sí mismo a la iglesia en Laodicea es la
siguiente:
PRIMERO: “El Amén, el Testigo fiel y verdadero, el Princi-
pio de la creación de Dios, dice esto”. Durante Su ministerio
en la tierra, el Señor Jesús nunca hizo tal afirmación. Pero
ahora, después de haber sido resucitado y exaltado por el
propio Padre, Él tiene la autoridad para revelarse como el
“Amén” personificado. El Espíritu Santo ya había revelado
esa condición de Su Hijo para el apóstol Pablo, al decir:
“Pues tantas como sean las promesas de Dios, en El todas son
sí; por eso también por medio de Él, Amén, para la gloria de
Dios por medio de nosotros.” (2 Corintios 1:20). ¡El Señor
Jesús es el Amén! Entre Él y Su Palabra no hay abismo, no
hay fronteras ni barreras: “Dios no es hombre, para que mien-
ta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y
no lo hará?, ¿ha hablado, y no lo cumplirá?” (Números 23:19).
¡Por lo tanto, el Señor Jesús es el “Así Sea” en persona! Cual-
quiera que dude de la Palabra de Dios, duda de la Persona
del Señor Jesús. Y cualquiera que añada o quite una palabra
de la Biblia, hiere a la Persona del Señor Jesús.
Además de eso, la palabra “amén” no sólo significa “así
sea”, es también un juramento.
SEGUNDO: En seguida Él Se identifica como “el Testi-
monio fiel y verdadero”. Él es el Testimonio fiel y verda-
dero, porque habiendo Dios jurado por Sí mismo, como
está escrito: “...no pudiendo jurar por uno mayor, juró por
sí mismo.” (Hebreos 6:13), el Señor Jesucristo vino a ser
el cumplimiento de ese juramento en la cruz del Calva-
129
Estudio del Apocalipsis
rio. De ahí que tiene el derecho de ser el Testimonio fiel
y verdadero, por haber sido Él mismo Cordero del sa-
crificio. El Amén que personifica el juramento que Él
mismo cumplió en el Calvario debe despertar a la iglesia
en Laodicea que es tibia.
TERCERO: Él Se revela como “...el Principio de la creación de
Dios”. En Colosenses el Señor es llamado de “...el Primogénito
de toda creación.” (Colosenses 1:15). Esto se refiere a la primera
existencia de toda la creación de Dios. Y, la verdad, es que Él
es el origen y el principio de todas las creaciones de Dios, como
fue revelado al apóstol Juan: “Todas las cosas fueron hechas por
medio de Él, y sin Él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
(Juan 1:3). Eso dijo también respecto a su resurrección. Él es el
Primogénito de la nueva creación, de la nueva vida. ¡Qué enor-
me contraste hay entre Su ser y la iglesia en Laodicea!
El apóstol Pablo trabó una lucha especial por los creyen-
tes de Laodicea, como afirma al escribir a los colosenses:
“Porque quiero que sepáis qué gran lucha tengo por voso-
tros y por los que están en Laodicea, y por todos los que no me
han visto en persona, para que sean alentados sus corazones,
y unidos en amor, alcancen todas las riquezas que proceden de
una plena seguridad de comprensión, resultando en un verda-
dero conocimiento del misterio de Dios, es decir, de Cristo.”
Colosenses 2:1-2
Pablo debió saber que los miembros de la iglesia de Lao-
dicea se habían apartado del primer amor. El corazón de és-
tos estaba enfermo. Pablo debe haber sentido los dolores de
aquella situación, pues como Colosas y Laodicea eran ciuda-
des vecinas, él quería que los “creyentes” de Laodicea tam-
bién conociesen su carta a los colosenses, pues dice: “Cuando
esta carta se haya leído entre vosotros, hacedla leer también en
130
Cartas a las Siete Iglesias
la iglesia de los laodicenses; y vosotros, por vuestra parte, leed la
carta que viene de Laodicea.” (Colosenses 4:16).
La iglesia del Señor Jesús se encuentra hoy en una si-
tuación decisiva, pues vivimos los tiempos finales, de inde-
pendencia espiritual, de justicia propia, de materialismo y
bienestar. El espíritu que reposa sobre la iglesia de hoy es
el mismo que en Laodicea: el de orgullo. De ahí que sea la
única que tiene la insolencia de decir: “...yo soy rico, me he
enriquecido y de nada tengo necesidad”. Ella da testimonio
de sí misma y se auto-exalta. Es así la iglesia de los últimos
tiempos, contaminada por el espíritu de Babilonia. Nabu-
codonosor, emperador de Babilonia, hizo exactamente lo
mismo cuando, con orgullo, dijo: “¿No es ésta la gran Babi-
lonia que yo he edificado como residencia real con la fuerza
de mi poder y para gloria de mi majestad?” (Daniel 4:30).
Creemos que la gran Babilonia será restablecida en los
tiempos finales, bajo la forma del imperio mundial romano.
En su liderazgo estará el anticristo, que va a exaltarse a
sí mismo y a presentarse como dios. ¡De ahí la razón del
ecumenismo!
“Que nadie os engañe en ninguna manera, porque no vendrá
sin que primero venga la apostasía y sea revelado el hombre de
pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se exalta sobretodo
lo que se llama dios o es objeto de culto, de manera que se sienta
en el templo de Dios, presentándose como si fuera Dios.”
2 Tesalonicenses 2:3-4
La propia alabanza y el engaño son las características de
Babilonia.
Al mismo tiempo que el Señor acusa a Laodicea: “Yo
conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente.”, también se
lamenta, diciendo: “¡Ojalá fueras frío o caliente!” En otras
palabras: ¡Quisiera que fueses totalmente incrédulo o ar-
131
Estudio del Apocalipsis
dientemente cristiano! ¡O una cosa u otra! Que la frontera
estuviese claramente establecida! Aquí está la razón por la
que muchos cristianos evangélicos están viviendo de des-
gracia en desgracia: ¡porque no asumieron aún una posi-
ción definida de su fe! Están mitad acá y mitad allá, mitad
de barro, mitad de ladrillo. Intentan ser más o menos cris-
tianos, más o menos practican la Palabra de Dios y más o
menos sirven a Dios...
Y lo peor es que desconocen el hecho de que el Señor
Jesús Se encuentra totalmente del lado de afuera de sus
corazones, como afirma: “Yo estoy a la puerta y llamo...”
Pero, quien está a la puerta llamando es porque está del
lado de afuera. Es eso lo que ocurre con la mayoría de los
que se dicen creyentes, y también sucedió con Sansón, pues
al respecto está escrito: “Pero no sabía que el Señor se había
apartado de él.” (Jueces 16:20). Pero, es el caso de muchas
personas que se dicen creyentes, y la verdad es que el Señor
nunca estuvo realmente con ellas.
¡Cuántas iglesias hoy en día, supuestamente cristianas,
han expulsado al Señor Jesús de sus cultos, para dar lugar
al formalismo y a la pompa religiosa! ¡Ellas tienen la Biblia,
el bautismo, la santa cena, el culto, todo, menos la presen-
cia del Señor de la iglesia! Y esto también ha ocurrido con
muchos que se dicen cristianos. Aceptaron al Señor Jesús
como Salvador, leen la Biblia, hacen oraciones y ayunos,
hasta son diezmistas y frecuentan la iglesia; pero hacen
todo eso sólo con su capacidad intelectual, pues saben que
la desobediencia a la Palabra de Dios produce la muerte
eterna; y como no quieren ir para el infierno, entonces
practican algunas partes de la Biblia, apenas para descar-
gar de conciencia. No es difícil pagar el diezmo, ¡ganar cien
y pagar diez no es gran cosa!, ¡sería difícil, sí, ganar diez y
132
Cartas a las Siete Iglesias
pagar cien! Tampoco es cosa del otro mundo visitar la igle-
sia, pasar por el bautismo en las aguas, leer la Biblia, orar y
practicar la religión evangélica; todo eso es muy sencillo de
cumplir. ¡Pero, orar por el enemigo, perdonar a los ofenso-
res y tener consideración hacia ellos, eso sí es difícil! ¡Es ahí
que está la diferencia entre el trigo y la paja!
¡No cabe la menor duda de que hay muchos creyentes
que han confesado lo que está escrito en la Biblia, pero
en la práctica, la Persona del Señor Jesús nunca formó
parte de sus vidas! ¡El cristianismo para ellos ha sido sólo
teórico y, en compensación, también las promesas de Dios
en sus vidas!
Respecto a Esmirna, le es prometida la corona de la vida,
Tiatira es exhortada a conservar lo que tiene hasta que el
Señor venga; los cristianos en Sardis son advertidos de que
deben vigilar, si no quieren ser sorprendidos por la venida
repentina del Señor; la iglesia en Filadelfia recibe la pro-
mesa de que será guardada de la Gran Tribulación, pero la
iglesia en Laodicea es amenazada de ser vomitada por la
boca del Señor.
Es verdad que Laodicea no presenta pecados graves como
las demás, pero su estado de tibieza causa un malestar tan
grande al Señor glorificado, que Él está a punto de vomitar-
la. Si ella fuese fría, entonces estaría muerta, todavía podría
tener una oportunidad para resucitar, y el Señor podría ser
invocado por ella; si fuese caliente, estaría en perfecta comu-
nión con Él. Pero como su estado característico es de tibieza
–“...y de nada tengo necesidad.”–, ¿qué podría hacer el Señor
por ella? ¡Absolutamente nada! El Señor Jesús solamente
puede salvar a aquél que reconoce su estado de perdición; en
caso contrario, no es posible hacer nada.
133
Estudio del Apocalipsis
Un ejemplo de esto es que, durante Su ministerio terre-
no, el Señor Jesús pasaba entre aquéllos más necesitados,
y solamente cuando lo invocaban ellos eran atendidos. Ese
estado de independencia es agravante en la iglesia de Lao-
dicea, en la vida de aquéllos que son tibios.
“¡Ojalá fueras frío o caliente!”, en otras palabras: ¡Cómo
quisiera que ustedes fuesen incrédulos, ateos y hasta inclu-
so contrarios a mi Palabra o entonces estuviesen viviendo
en el primer amor! “Pero por cuanto no eres tibio y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca. Tú dices: yo soy rico, me he
enriquecido y de nada tengo necesidad”. Esa confesión de au-
toalabanza de riqueza y abastecimiento, señala el corazón
orgulloso y avaro de aquéllos que vivían en una ciudad de
grandes negocios, y que ganaban mucho dinero. Y debido
a la riqueza de sus miembros, la iglesia en Laodicea podría
darse el lujo de no necesitar pedir ofrendas, porque éstas
eran abundantes y eso la convertía en rica y provista. Pero
al mismo tiempo, cuanto más dinero juntaba, más codiciosa
también se volvía. Su riqueza era una red para su corazón.
La multiplicación de las riquezas puede ser encarada
como una trampa, si no se tuviera el cuidado de mantenerlas
fuera del corazón. Por eso el rey David dijo: “...si las riquezas
aumentan, no pongáis el corazón en ellas.” (Salmos 62:10). No
es que las riquezas sean malas, sino que como cualquier otra
cosa en que se coloca el corazón, que no sea la fe en el Señor
Jesucristo, causa la pérdida de la vida eterna.
Cuando una determinada iglesia es pobre económica-
mente, ella solamente se preocupa con aquéllos que for-
man parte de su nivel social, es decir, con los pobres. Pero
cuando es rica como la de Laodicea, entonces deja su nivel
de pobreza y humildad espiritual, para establecerse al ni-
vel de los ricos y grandes en sabiduría. Paradójicamente, en
134
Cartas a las Siete Iglesias
Esmirna la iglesia pobre y humilde se vuelve rica delante
de Dios; y la iglesia rica y orgullosa, se vuelve pobre y mise-
rable. Si queremos evaluar el nivel espiritual de una iglesia
o denominación, es necesario observar el nivel de la gente
que ella se preocupa en alcanzar para el reino de Dios.
¡El tipo de trabajo realizado por el responsable de la
iglesia en Laodicea es el mismo de muchas denominaciones
evangélicas de hoy, tan preocupadas en la pesca del salmón,
que les dará condiciones económicas y prestigio, que se ol-
vidan de las “sardinas”! Y eso ha desagradado profunda-
mente al Señor, que vino para salvar a todos. A partir de ahí
la iglesia de estos últimos días ha perdido totalmente la vi-
sión de la voluntad de Dios. Ella es rebelde, contradictoria
y no teme al Señor. Por eso mismo se ha quedado ciega de
la situación en la que se encuentra, la cual el Señor revela,
diciendo: “Pero no sabes que eres desventurado, miserable,
pobre, ciego y estás desnudo”.
El dicho popular: “El peor ciego es aquél que no quiere
ver” es tan real para la iglesia en Laodicea como para la igle-
sia en los días actuales. La mayoría de aquéllos que se “con-
vencieron” al cristianismo han creído que sus conocimientos
bíblicos son capaces de justificarlos y hasta de admitirlos en
la presencia de Dios. Además, la sensación de bienestar ma-
terial los hace pensar que el Señor ha aprobado la condición
espiritual en la que viven. El desconocimiento de la propia
situación ya es un síntoma de ceguera espiritual proveniente
de la indiferencia y falta de práctica de la Palabra de Dios y,
la consecuencia de esto, es la apatía, el conformismo o tibie-
za espiritual, por eso el salmista oró: “¡Ojalá fueran estables
mis caminos para guardar tus estatutos! ¡Ojalá mis caminos
sean afirmados para guardar tus estatutos!” (Salmos 119:5).
En otras palabras: tiene que haber un firme propósito
y una determinación en las cosas referentes al Reino de
135
Estudio del Apocalipsis
Dios, para que entonces se pueda practicar Su Palabra.
Pero cuando el corazón está firme en la búsqueda de las
riquezas de este mundo, entonces, el Reino de Dios que-
da en segundo plano y, consecuentemente, la práctica de
Su Palabra también. Y por ahí viene la desgracia espiri-
tual. La iglesia en Laodicea comenzó caliente, como mu-
chas iglesias hoy en día; pero, con el paso de los años, fue
desviando su visión del objetivo principal y eterno, para
vislumbrar otro objetivo pasajero y corto, que es el econó-
mico. Conclusión: ella cambió la visión de la voluntad de
Dios por la visión empresarial del mundo, o sea, ella tenía
conocimiento de la Palabra de Dios, pero por libre y es-
pontánea voluntad, prefirió practicar su propia voluntad,
de ahí la razón de su tibieza.
El Espíritu Santo, a través del apóstol Pablo, advierte a
todos los cristianos:
“Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales (Israel),
tampoco a ti te perdonará. Mira, pues, la bondad y la severi-
dad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero para ti,
bondad de Dios si permaneces en su bondad; de lo contrario
también tú serás cortado. Y también ellos, si no permanecen
en su incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios
para injertarlos de nuevo.”
Romanos 11:21-23
Dios no perdonó al pueblo rebelde de Israel, sino que lo
expulsó de la Tierra Prometida, y lo diseminó por todo el
mundo. La historia registra su peregrinación por el mundo
y cuenta acerca de su sufrimiento y de su dolor entre ex-
traños. Incluso después de milenios, al volver a su tierra,
vemos al pueblo de Israel humillado en su propio suelo por
no tener el derecho de construir su mayor gloria: el templo
de adoración al Dios de Israel. En su lugar está la mezquita
136
Cartas a las Siete Iglesias
de Mahoma. Y si el Dios Vivo no perdonó a Su pueblo es-
cogido, tampoco perdonará a los cristianos tibios.
Sabemos que aquéllo que se vomita no se come nueva-
mente; por eso, la misericordia divina es tan infinita que
da tiempo para el arrepentimiento. Pues el Señor afirma:
“Estoy a punto de vomitarte de mi boca.”
Significa que Él todavía no vomitó, pero está a punto de
hacerlo. ¡Aquéllos que se encuentran acomodados en la fe,
deben colocarla en práctica inmediatamente o, sino enton-
ces, serán purgados!
“Por tanto, yo te aconsejo que compres de mí oro refinado
en el fuego para que seas rico...”
Hay dos tipos de riquezas: la riqueza espiritual, constituida
de oro refinado por el fuego divino, y la riqueza física, consti-
tuida por el oro de este mundo. La iglesia en Laodicea estaba
acostumbraba a comercializar el oro que enriquece material-
mente y a despreciar la riqueza espiritual; por eso ella era rica
delante del mundo, pero pobre delante de Dios. Bajo ese mis-
mo aspecto, tenemos las figuras de Abraham y Lot. Dice la
Escritura: “Y la tierra no podía sostenerlos para que habitaran
juntos, porque sus posesiones eran tantas que ya no podían habi-
tar juntos.” (Génesis 13:6). Entonces dijo Abraham a Lot:
“¿No está toda la tierra delante de ti? Te ruego que te se-
pares de mí: si vas a la izquierda, yo iré a la derecha; y si a la
derecha, yo iré a la izquierda.Y alzó Lot los ojos y vio todo el
valle del Jordán, el cual estaba bien regado por todas partes
(esto fue antes de que el Señor destruyera a Sodoma y Gomo-
rra) como el huerto del Señor, como la tierra de Egipto rumbo
a Zoar. Y escogió Lot para sí todo el valle del Jordán; y viajó
Lot hacia el oriente. Así se separaron el uno del otro.”
Génesis 13:9-11
137
Estudio del Apocalipsis
Cuando se tiene posesión de la riqueza espiritual, no es
necesario disputarse la riqueza material con quienquiera
que sea, pues la riqueza espiritual da acceso a toda la ri-
queza material, independientemente de las circunstancias.
El lugar donde se vive, la cultura, el color, el sexo, la edad,
en fin, nada puede impedir la conquista de la riqueza ma-
terial, cuando se está en posesión de oro refinado por el
fuego, que es la gloria de Dios, ofrecida por el Señor Jesús.
¡Abraham tenía la posesión de la riqueza espiritual y esto
era suficiente para él! Por eso podía darse el lujo de dejar
a Lot escoger la parte que a los ojos humanos era la mejor.
Él hasta tenía el derecho de escoger primero, pero prefirió
ser el último. Y Lot, sin la gloria de Dios, levantando sus
ojos carnales, optó por la parte que, aparentemente, era la
mejor. Pero, más tarde, tuvo que sufrir las consecuencias,
por haber juzgado y optado por la voluntad de la carne.
Para quien quiera tomar posesión de ese oro refinado
por el fuego, enriquecerse de la gloria del Señor Jesús y to-
mar posesión de todo lo que Le pertenece, basta rendirse a
Él de cuerpo, alma y espíritu, y seguir Su consejo: “Así, pues,
cualquiera de vosotros que no renuncie a todas sus posesio-
nes, no puede ser mi discípulo.” (Lucas 14:33).
¡Es todo o nada! O la persona se entrega a Él cien por
cien, amándolo por encima del padre, de la madre, de los
hijos, marido, mujer, hermanos, nietos... por encima de su
propia vida y pasa a tener ese oro refinado por el fuego o, en-
tonces, va a morir en sus pecados y sufrir el castigo eterno.
Acerca del comerciante que buscaba buenas perlas, Él
dijo: “El reino de los cielos también es semejante a un mer-
cader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran
valor, fue y VENDIÓ TODO LO QUE TENÍA Y LA COM-
PRÓ.” (Mateo 13:45-46).
138
Cartas a las Siete Iglesias
Ése es el consejo del Señor Jesús para la entrega total
por el oro refinado en el fuego del Calvario.
“Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado
por fuego para que te hagas rico, y vestiduras blancas para
que te vistas y no se manifieste la verguenza de tu desnudez, y
colirio para ungir tus ojos para que puedas ver.”
Probablemente, las tres mayores fuentes de riqueza de la
ciudad de Laodicea eran sus Bancos, la producción de lana
y el colirio para los ojos. De ahí la razón de que el Señor
Jesús aconseje a la iglesia en Laodicea a comprar de Él,
esto es, a comercializar con Él oro, vestiduras blancas y co-
lirio para los ojos. Vea que nuestro Señor no impone nada,
sólo sugiere, permitiendo a la iglesia, o a la persona, tomar
la decisión, de acuerdo con su propia voluntad. Mientras
tanto, queda claro una cosa: solamente con Él es posible
adquirir la verdadera riqueza, esto es, las vestiduras blan-
cas que impiden la manifestación de nuestra vergüenza y el
colirio capaz de hacernos ver perfectamente.
Respecto a aquéllos que tienen derecho a usar vestidu-
ras blancas, tenemos las siguiente información:
“Y uno de los ancianos habló diciéndome: Estos que están
vestidos con vestiduras blancas, ¿quiénes son y de dónde han
venido? Y yo le respondí: Señor mío, tú lo sabes. Y Él me dijo:
Estos son los que vienen de la gran tribulación, y han lavado
sus vestiduras y las han emblanquecido en la sangre del Cor-
dero. Por eso están delante del trono de Dios, y le sirven día y
noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá
su tabernáculo sobre ellos.”
Apocalipsis 7:13-15
139
Estudio del Apocalipsis
La vestidura blanca es un símbolo de pureza. La novia,
cuando va a encontrarse con el novio en el altar, para sellar
su alianza con él a través del casamiento, va vestida comple-
tamente de blanco, lo que significa su virginidad.
Las vestiduras blancas quieren decir que ella nunca fue
tocada por nadie. ¡Por lo menos teóricamente! Pero las ves-
tiduras blancas lavadas en la sangre del Cordero de Dios
significan, en la práctica, la pureza y la virginidad de la no-
via que es la iglesia. Quien no posea esas vestiduras blancas
no podrá estar delante del trono de Dios y, mucho menos,
servirlo de día y de noche en Su santuario. Por eso, nuestro
Señor aconseja, a los tibios en la fe, comprar de Él esas
vestiduras blancas.
La Biblia dice que el Señor Jesucristo se volvió semejan-
te a los seres humanos, para que éstos se volviesen seme-
jantes a Él:
“Por tanto, tenía que ser hecho semejante a sus hermanos
en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo
sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propicia-
ción por los pecados del pueblo.”
Hebreos 2:17
Podríamos describir esa semejanza de la siguiente mane-
ra: ser igual a Él en el comportamiento, en las obras, en el
carácter y en las palabras. ¡Es eso lo que da el derecho y el
privilegio de vestir vestiduras blancas para el encuentro con
nuestro Señor y Dios!
Finalmente el Señor aconseja que la iglesia, o el cristiano
tibio, compre colirio para la unción de los ojos, a fin de que
pueda ver. Aquéllos que no tienen la visión de la voluntad
de Dios son como ciegos; un ciego puede estar en medio
de la luz y, aún así, no podrá ver. ¡Ésta es la situación de
140
Cartas a las Siete Iglesias
muchos que se dicen cristianos! ¡Están dentro de las igle-
sias, tienen conocimiento de la Luz y conocen la Palabra de
Dios, pero no tienen ninguna visión de la voluntad divina
para sus vidas! ¡Por eso son tibios en la fe, como la iglesia
de Laodicea!
El único camino que conduce al tibio a la condición de
caliente es el arrepentimiento, pero para que eso suceda,
antes es preciso que haya un celo, un cuidado, según las
palabras del Señor Jesús:
“Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso
y arrepiéntete.” En ninguna otra carta el Señor instruye a la
iglesia para que sea celosa. El arrepentimiento de la iglesia
de Laodicea dependía de guardar un celo con respecto a la
Palabra de Dios. Esa iglesia estaba tan envuelta con los lucros
materiales, que veía la Biblia sólo como un libro de historias.
Laodicea debía volver a la meditación de la Palabra de Dios
para encontrar el arrepentimiento, pues es imposible prote-
ger el corazón del pecado, sin que haya una vigilancia con-
tinua de la Palabra de Dios. Es ella la que instruye, exhorta
y revela lo que está escondido, señala lo que es correcto y lo
que está equivocado; y solamente a través de ella el pecador
encuentra el arrepentimiento para recibir el perdón.
Esa exhortación del Señor muestra Su infinita misericor-
dia y paciencia hacia los “cristianos” del tipo de Laodicea y
también Su deseo de recuperarlos. Pero el deseo de Él no
siempre es el mismo de aquéllos que están caídos y tibios.
Es preciso que haya una determinación de querer volverse
hacia Dios, para que Su voluntad sea realizada. La voluntad
de Dios solamente se hace en la vida del hombre cuando
él se somete a Dios. El Señor Jesús quiere recuperar a los
perdidos, pero ellos tienen que querer ser recuperados. ¡En
caso contrario Dios no podrá hacer nada!
141
Estudio del Apocalipsis Cartas a las Siete Iglesias

“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la Ni el pastor, ni las obreras, ni los obreros y, muchos me-
puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor, nos, los miembros. La salvación tiene que ser conquistada
le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también cada momento de la vida. ¿Cómo? ¡Observando y practican-
vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tiene oído, do la Palabra de Dios! ¡Por lo tanto, el vencedor es aquél que
oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” se mantiene practicando la Palabra de Dios hasta el fin!
En el desenlace de esta carta, el Señor Jesús se presenta
para la iglesia corrupta, como quien está del lado de afuera.
¿Cómo puede el Señor de la iglesia estar del lado de afuera?
¿Esto es posible? No sólo es posible, sino que ha sido real
en los días de hoy. Está claro que ninguna denominación
evangélica va a admitir estar en esta situación. ¡Mientras
tanto ha pasado en la mayoría de las iglesias evangélicas!
¡Desgraciadamente ése es el cuadro de la iglesia de nuestro
Señor hoy! Por eso la iglesia de Laodicea proféticamente,
es la iglesia de los últimos días.
Muchos están dentro de las iglesias como laicos, miem-
bros, obreros, y forman parte del coro o tienen alguna fun-
ción dentro de ellas, pero, aún así, el Señor Jesús perma-
nece del lado de afuera de sus vidas. Trabajan con el deseo
profundo de ser útiles al Señor, pero hace mucho tiempo
que Lo expulsaron de sus corazones. Su comportamiento
muestra cuán nocivo ha sido con la causa del Señor, pues
el mal testimonio de esas personas ha bloqueado la entrada
de otras en el Reino de Dios.
El final de cada carta a las siete iglesias registra una pro-
mesa al vencedor. Es vencedor aquél que humildemente oye
y practica la Palabra de Dios, cueste lo que cueste, y no aquél
que solamente forma parte activa de una iglesia o denomina-
ción. Los demonios han hecho a muchas personas ilusionar-
se con ese tipo de cristianismo, pues piensan que su salvación
está garantizada por el hecho de hacer algún trabajo en la
iglesia. ¡El obispo no tiene la salvación garantizada!

142 143
 están siempre abiertas para todo el mundo que desee en-
contrar una vida mejor de la que quizás ha estado vivien-
do hasta ahora.
PERSEVERANCIA
Para que la persona tenga éxito, es sumamente impor-
tante que persevere. Nada se logra si no hay perseveran-
cia. Si a la persona le falta una fe activa y determinación,
no vencerá, nuestro Señor dijo: “El que persevere hasta
el n será salvo.” (Mateo 24:13).

A unque la persona incrédula piense que Dios está muy

ocupado, en el ¡Pare de Sufrir! se cree que Él está
siempre preparado para oír y atender al afligido. Todo es
sencillo en el ¡Pare de Sufrir! y cualquier persona que entre
en una de sus iglesias encuentra apoyo, cariño, mucho
amor y sobretodo, las enseñanzas necesarias para alcan-
zar el único camino que lleva a la salvación: Jesús.
En el ¡Pare de Sufrir!, no hay acepciones o discrimina-
ciones, todos, desde el más necesitado al más abaste-
cido, son bien recibidos porque Dios no hace distinción
entre las personas. Por actuar de esta manera, el ¡Pare
de Sufrir! ha recuperado a personas adictas, marginadas,
maltratadas, traumadas, depresivas... entre otras que,
a cualquier hora del día, sienten ganas de entrar en la
iglesia y conocer al Dios Vivo, que Se preocupa con los
problemas de cada uno. Las puertas del ¡Pare de Sufrir!
 LA VIDA POR LA FE
Cuando Dios creó la vida, la creó con tres grandes
propósitos: El primero fue para que ella fuese vivida en
abundancia, esto es, con todos sus derechos y privile-
gios, sin ningún tipo de aflicción, angustia o preocupa-
ción. En el plan de la creación de Dios, “vivir la vida”
significaba automáticamente vivir la felicidad. El propio
Señor Jesús afirmó eso:
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la ten-
gan en abundancia.” (Juan 10:10).
El segundo y gran propósito fue para que ella no tu-
viese ningún tipo de interrupción provocada por infec-
ciones, enfermedades, dolores, en fin, cualquier tipo
de sufrimiento e incluso hasta la muerte. Por esa razón,
Isaías, profetizando acerca del motivo de la venida del
Señor Jesús, dijo:
“Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó
con nuestros dolores; (...) el castigo, por nuestra paz, cayó
sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.” (Isaías
53:4-5).
También en Romanos 6:23 leemos:
“...la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús
Señor nuestro.”
Finalmente, el tercer y gran propósito, el de vida, y el
principal, fue para que a través de ella, manifestásemos
Su gloria por toda la eternidad, empezando aquí en la
tierra conforme al Salmo de David:
“Cantad al Señor, un cántico nuevo; cantad al Señor,
toda la tierra (...); proclamad de día en día las buenas nue-
vas de Su salvación. Cantad Su gloria entre las naciones,
Su maravillas entre todos los pueblos. Porque grande es
el Señor, y muy digno de ser alabado...” (Salmos 96:1-4).
NOSOTROS ESTAMOS SEGUROS QUE SU
VIDA VA A CAMBIAR SI USTED CREE Y HACE
SU TRATAMIENTO ESPIRITUAL CON FIDELIDAD
Si usted se siente triste, desani-
mado o tiene alguna incertidumbre
por favor llámenos inmediatamente
y hable con uno de los directores
espirituales.
00 34 91 539 26 18
www.paredesufrir.es
LIBROS
Una de las crisis más intensas
que el cristianismo enfrenta a lo
largo de su historia es la que tiene
relación con respecto al carácter
del verdadero cristianismo.
La vida cristiana depende mucho
de la relación personal del hombre
con Dios.
Meditando en las dificultades
enfrentadas y en las exhortaciones
y consejos dados a la luz de la Pa-
labra, siervos de Dios fueron inspi-
rados para escribir los volúmenes
de esta colección, cuyo mensaje
central es la vida cristiana centrada
en el modelo de Dios.
Esta es una obra compuesta por
cuatro volúmenes, donde son trata-
dos los principales casos de nece-
sidad humana, como la familia, el
hombre, la mujer, y el joven de Dios.
EL PERFIL DE LA FAMILIA DE DIOS
Este libro trata de
enseñar a las perso-
nas cómo tener la
verdadera familia que
fue instituida por Dios,
para ello da la ense-
ñanza que el origen de
la familia está en Dios.
Fue a partir de la
Sagrada Familia, cons-
tituida por Dios-Padre,
Dios-hijo y Dios-Espí-
ritu Santo, que todos
los seres vivos tuvie-
ron su origen, tanto los
celestiales como los
seres humanos.
Todo el Universo
tuvo su origen en la
Santísima Trinidad y,
por eso, la familia humana será perfectamente feliz sólo
cuando esté constituida en el Espíritu de la Familia de
Dios. Como los hijos son creados para la gloria de los
padres, así también la familia humana fue creada para
la eterna gloria de Dios.
 EL DISCÍPULO DEL ESPÍRITU SANTO

Esta es una narrativa que CAMBIE SU VIDA A TRAVÉS

define el carácter y los caminos DEL SACRIFICIO
de aquél que siente la especial
llamada para dedicar la vida a Dios entregó a Su propio Hijo
Dios. En “El Discípulo del Espíritu para la redención del hombre. Con
Santo”, será posible reconocer a la gracia de Dios, manifestada en el
quién, cómo y cuándo el “Gran Señor Jesús, no necesitamos más
Alfarero” prepara Su especial sacrificar animales para la remisión
creación para Su Reino, aquí en de nuestros pecados. En contra-
la Tierra. En este libro, el candida- partida, existen otros sacrificios que
to a siervo de Dios entenderá que tienen que ser realizados en la vida
su vida solamente tendrá valor en cristiana, y es sobre este asunto
la obra, si estuviere bajo la orien- que el teólogo Edir Macedo trata, a
tación del Espíritu Santo. la luz de la Palabra de Dios.

LA FE DE ABRAHAM

Es muy bueno tener a alguien

en quien confiar, al punto de
no tener que preocuparse con
nada más. En esta obra el lec-
tor conoce la trayectoria vivida
por este gran personaje bíblico,
desde que fue escogido por Dios
hasta el momento en que tuvo su
fe probada y aprobada. Con la
experiencia de Abraham, el lector
descubrirá la principal caracterís-
tica de aquellos que Dios separa
para que trabajen en la propaga-
ción del Evangelio.
Si usted desea recibir información sobre más obras
publicadas por este autor, u obras que se asemejan a la
lectura de este ejemplar para ayudarnos a la mejora de
las demás obras que serán publicadas, puede rellenar
si lo desea sus datos y enviarlos a Avd. Ciudad Barcelona
81 A, 5ºB 28007 - Madrid - España.

Nombre y apellidos: _____________________________

______________________________________________
_______________________________________________
Dirección: ______________________________________
______________________________________________
_______________________________________________
C.P.:____________________________________________
Ciudad: ________________________________________
País: ___________________________________________
Correo electrónico: ______________________________

¿Cómo adquirió este libro?

( ) Regalo ( ) Adquisición Propia
¿Qué nos puede sugerir para que estos
libros mejoren su calidad?
______________________________________________
_______________________________________________
_______________________________________________
_______________________________________________
______________________________________________
_______________________________________________

Sepa que todas las informaciones aportadas son

totalmente confidenciales y no serán usadas para
beneficios personales de la empresa.