Sei sulla pagina 1di 350

SERIE:

FORMACIÓN MINISTERIAL

Historia del

CRISTIANISMO

LOS MIL AÑOS DE


INCERTIDUMBRE
(500–1500)

Dr. Pablo A. Deiros

EDICIONES DEL CENTRO

Buenos Aires, Argentina

Deiros, Pablo Alberto.

Historia del cristianismo: Los mil años de incertidumbre. – 1a ed. – Buenos Aires: Del Centro.
2006

277 p.; 22×15 cm. (Formación Ministerial)

ISBN 987-22449-2-8

1. Cristianismo - Historia. I. Título

CDD 230.9

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Copyright (C) 2006 por Pablo A. Deiros

deiros@sion.com

Publicado por EDICIONES DEL CENTRO

Estados Unidos 1273,

1101 Buenos Aires, Argentina

Telefax: 54-11-4304-3346

e-mail: iglesiadelcentro@sion.com

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o
transmitida de ninguna manera ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia,
grabado o cualquier otro sistema de almacenaje o recuperación de información, sin la autorización
previa en forma escrita por parte de su autor.

ISBN: 987-22449-2-8

Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723

Edición y corrección: Martha L. de Dergarabedián

Diseño de portada y diagramación: Luis Adonis

+ 5411 4635.5678. lyarte@speedy.com.ar

La versión bíblica utilizada en este libro es la Nueva Versión Internacional (Miami: Sociedad Bíblica
Internacional, 1999).

CONTENIDO

Prólogo
Uso de este libro
Presentación
Lista de Mapas y Cuadros

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
INTRODUCCIÓN GENERAL
UNIDAD 1 - Retroceso y recuperación (500–950)
Introducción
El retroceso en Occidente
El cristianismo como religión del Estado romano
La invasión de los pueblos germánicos
Los bárbaros y el cristianismo
El surgimiento del papado romano
El retroceso en Oriente
El Imperio Bizantino
El cristianismo oriental: las controversias teológicas
El surgimiento del Islam: las invasiones árabes
El Imperio Bizantino y Occidente
La recuperación en Oriente
El cristianismo en India
El cristianismo en Asia Central
El cristianismo en China
La recuperación en Occidente
La Iglesia en Europa
El monasticismo en Europa
Las misiones en Europa
El imperio cristiano en Europa
El avance hacia el centro y el este de Europa
Ganancias y pérdidas del cristianismo: 500–950
Elementos
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Ganancias
Pérdidas
UNIDAD 2 - Resurgimiento y progreso (950–1350)
Introducción
El resurgimiento del cristianismo
El cristianismo en Europa occidental
El cristianismo en el Cercano Oriente
El cristianismo en el Imperio Bizantino
El cristianismo en el Lejano Oriente
Las nuevas órdenes monásticas
El monasticismo como movimiento de renovación espiritual
Diversos tipos de órdenes religiosas
Los frailes
La vida de la Iglesia medieval
El clero
El culto
Los templos
El derecho eclesiástico
El escolasticismo y las universidades
El escolasticismo
Las universidades
La mística
Los Papas en el poder
Los papas posteriores a Carlomagno
Los papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Los grandes papas reformadores del siglo XI
Los papas del siglo XIII
Ganancias y pérdidas del cristianismo: 950–1350
Conflicto
Expansión
UNIDAD 3 - Decadencia y vitalidad (1350–1500)
Introducción
Decadencia de la cristiandad oriental
La Iglesia Ortodoxa Griega
Las Iglesias Orientales menores
La Iglesia Ortodoxa Rusa
Resistencia a las pretensiones papales
La opresión de la Iglesia
El cuestionamiento al papado
El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)
El Gran Cisma Papal (1378–1417)
Los concilios reformadores
Los Papas del Renacimiento
Problemas que enfrentaron
Decadencia que experimentaron
Movimientos de reforma
Antecedentes medievales
Precursores de la Reforma
Retroceso en Oriente
El impacto del Islam
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La caída de Constantinopla
Vitalidad en Occidente
Perspectivas de una nueva era
Nuevas modalidades
Ganancias y pérdidas del cristianismo: 1350–1500
El segundo retroceso
Promesa de recuperación y nuevo avance
UNIDAD 4 - Los problemas de la cristiandad medieval
Introducción
El problema ideológico
Relación Iglesia y Estado
Relación Iglesia y sociedad
Relación mundo y trasmundo
Relación vida y muerte
Relación poder y piedad
El problema teológico
Controversia sobre el adopcionismo
Controversia sobre la predestinación
Controversia sobre la virginidad de María
Controversia sobre la eucaristía
Controversia sobre el alma
Controversia sobre el filioque
Controversia sobre las imágenes
El problema cúltico
El culto a María
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El culto a los santos
El culto al Diablo
El problema eclesiológico
El papado
El clericalismo
El sacerdotalismo
El sacramentalismo
El problema misionológico
Misión y monasticismo
Misión y expansionismo
Misión y sincretismo
El problema apologético
Las herejías
La Inquisición
Mirada retrospectiva y prospectiva
BIBLIOGRAFÍA

PRÓLOGO

Este libro de texto sobre la historia del cristianismo tiene su historia. Lo publiqué
por primera vez en 1977 como una edición del Seminario Internacional Teológico
Bautista (Buenos Aires, Argentina). Por aquel entonces, servía como Secretario
Ejecutivo de la Asociación de Seminarios e Instituciones Teológicas del Cono Sur.
Éramos bien conscientes de la carencia de libros de texto especialmente preparados
para servir las necesidades de los nuevos programas de educación teológica por

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
extensión que estaban surgiendo por todas partes en América Latina. Los libros que
tradicionalmente se habían utilizado en instituciones residenciales (Latourette,
Walker, Baker, Bainton) no parecían adecuados por su complejidad y costo.
En aquellos años, el Fondo de Educación Teológica (del Consejo Mundial de
Iglesias), estaba publicando una serie de guías de estudio muy prácticas. El único
problema es que estaban en inglés y orientadas mayormente para servir a las
iglesias en Asia y África. De manera particular, el TEF (Theological Education Fund)
a través de la editora S.P.C.K. estaba publicando una serie sobre historia del
cristianismo, que seguía el esquema de Kenneth S. Latourette en su obra magna, A
History of the Expansion of Christianity (Historia de la expansión del cristianismo)
en siete volúmenes. Los dos primeros volúmenes de la serie publicada por TEF (1972
y 1974) fueron escritos por un destacado historiador británico, John Foster; el
tercero (1975) por Alan Thomson; y la serie se completó más tarde con un cuarto
volumen (1989) escrito por Louise Pirouet.
Esta serie de materiales parecía un buen modelo a seguir en cuanto a los
contenidos, pero había que darle un formato más adecuado a las necesidades de
los numerosos programas de auto-estudio y de formación ministerial por extensión.
En esos años, el Dr. Weldon E. Viertel estaba publicando a través de Carib Baptist
Publications (en El Paso, Texas) una serie de guías de estudio, con una metodología
bien adecuada a nuestras necesidades en América Latina. Así, pues, con el permiso
del Dr. Viertel para utilizar su formato, y el apoyo y participación del Fondo de
Educación Teológica, preparé la edición de 1977.
En 1981, la Casa Bautista de Publicaciones (El Paso, Texas) hizo una primera
edición con el agregado de dos capítulos sobre el desarrollo del testimonio cristiano
en América Latina. Y en 1985 hizo una segunda edición revisada y corregida. Estos
materiales han servido a la formación de varias generaciones de siervos y siervas
del Señor a lo largo y a lo ancho del continente. Se han sacado fotocopias y copias
(algunas autorizadas y otras no) por millares. Miles de personas me han pedido una
nueva edición a lo largo de varios años. Finalmente, creo que llegó el tiempo de
responder a esas demandas y presentar esta nueva edición, que espero sea de tanta
bendición para el cuerpo de Cristo como fueron las anteriores.
Pablo A. Deiros

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
USO DE ESTE LIBRO

Este libro fue diseñado y escrito por primera vez, especialmente para cumplir
con los requisitos y orientaciones de la mayor parte de los diversos programas de
formación ministerial, pastoral, misionera y evangelizadora en América Latina. Fue
preparado con el propósito de poner en manos de los estudiantes una guía de
estudios que resumiera lo mejor de otros materiales más avanzados o que de
alguna manera no están accesibles para la mayoría de los interesados en conocer
la historia del cristianismo.
Este libro de texto está preparado para ser usado especialmente en programas
de educación teológica formales y no formales. Esto significa que puede adaptarse
fácilmente a programas residenciales de diverso nivel académico, como también a
programas de educación teológica por extensión, a distancia o de auto-estudio. De
todos modos, la metodología seguida presupone que el estudiante es responsable
en forma personal de su propio estudio e investigación de los temas aquí tratados.
El énfasis está puesto sobre el trabajo personal del estudiante en el hogar más que
en su trabajo en el aula. El estudio independiente del estudiante resultará en el
desarrollo de sus aptitudes naturales y sus dones espirituales, y en la formación de
una disciplina de estudio que le capacitará mejor para el liderazgo cristiano.
El docente que utilice este libro como libro de texto encontrará de utilidad los
varios instrumentos didácticos que el mismo ofrece. He procurado presentar los
diversos temas de la historia del cristianismo de manera variada, atractiva, simple
y lo más didácticamente posible. Algunos mapas y esquemas ayudan a ilustrar y
clarificar los contenidos. De igual modo, cada unidad está acompañada de un
Glosario de términos técnicos o de uso no muy frecuente, una tabla cronológica, un
cuestionario de repaso, tareas diversas para tres niveles diferentes de complejidad
académica, y la sugerencia de algunas cuestiones para la discusión en grupos
pequeños, como también la sugerencia de algunas lecturas adicionales. La
Bibliografía al final del libro presenta los mejores materiales disponibles para el
estudio de esta materia en lengua castellana y algunos otros en otras lenguas. El
docente verá de qué manera puede utilizar mejor los recursos ofrecidos por este
texto en el desarrollo de sus clases.
He procurado hacer un uso responsable de las fuentes secundarias, cuyas
referencias se encontrarán al pie de página. Más importante todavía es el hecho
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que he realizado una selección de fuentes primarias, con el fin de exponer al
estudiante a los documentos más relevantes de la historia del cristianismo.
Lamentablemente, las limitaciones de espacio no permiten la presentación de todas
las fuentes que uno quisiera. No obstante, es conveniente que el docente tome en
cuenta que el conocimiento y discusión crítica de las fuentes primarias es
fundamental para la tarea histórica. Dado que el intercambio de ideas es vital en la
educación teológica, se sugiere que haya oportunidades suficientes para la
discusión de los temas presentados. La participación del estudiante en estos
debates tiene dos propósitos: por un lado, compartir su comprensión de la materia
con sus compañeros y enriquecerse con el aporte de ellos; y, por otro lado,
estimular el pensamiento y la reflexión al enfrentarse con puntos de vista diferentes
de los propios.
El maestro o tutor actuará en clase como moderador en el repaso del contenido
del libro, la realización de los ejercicios y la discusión grupal, y la asignación de las
tareas para el hogar o trabajos prácticos. Se sugiere que el maestro o tutor no dicte
clases a la manera tradicional, sino que procure cumplir el papel de dinamizador de
la discusión y el diálogo alrededor de los contenidos del libro. Para ello, deberá estar
preparado para responder a las preguntas de los estudiantes, especialmente para
aplicar a las situaciones concretas, propias de cada contexto, los contenidos que se
discutan. El maestro o tutor podrá asignar lecturas complementarias utilizando los
materiales de la bibliografía sugerida, siempre y cuando los mismos sean accesibles
a los estudiantes. Del mismo modo, el docente podrá requerir la elaboración de una
monografía o ensayo escrito sobre algún tema particular, según el nivel académico
del curso.
La evaluación del estudiante se hará en función a su asistencia a clase y su nivel
de participación en la dinámica de la misma, cuando el curso se dicte de manera
presencial. En todos los casos, será importante para la evaluación el
completamiento de todos los ejercicios y cuestionarios del libro, el cumplimiento
satisfactorio de los trabajos prácticos, la realización de las lecturas y trabajos
escritos que eventualmente asigne el maestro o tutor. El maestro o tutor podrá
establecer algún otro requisito conforme con las circunstancias propias de cada
curso, el nivel académico con que se trabaje y el lugar en que se enseñe.
En todo el proceso de enseñanza-aprendizaje deberá tenerse muy presente que
el propósito de este curso no es impartir o recoger información sobre el tema que
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
trata, sino producir cambios de conducta significativos tanto en el maestro o tutor
como en el alumno, a fin de ajustar la vida y el servicio cristianos en términos del
significado y el valor del conocimiento del pasado del testimonio cristiano para la
extensión del reino de Dios. Si después de estudiar estas páginas unos y otros
aprenden a vivir y servir mejor como ciudadanos del reino de Dios, este material
habrá cumplido su propósito fundamental.
Originalmente, este libro consistía en un bosquejo desarrollado del proceso
histórico del testimonio cristiano, como medio para alcanzar los objetivos de un
curso de Historia del cristianismo. En el caso de esta edición, he procurado
incorporar otros materiales que considero importantes para una comprensión más
global de esta historia. En el caso de que el lector esté matriculado en un seminario,
instituto bíblico, escuela de misión o en algún otro programa de capacitación que
utilice este libro como libro de texto, el estudiante será responsable de la lectura
cuidadosa del texto y la bibliografía indicada. Los ejercicios preferentemente
deberán ser hechos en el estudio personal, bajo la guía del instructor. El estudiante
es responsable por el cumplimiento de las tareas para el hogar que figuran al final
de cada unidad como Trabajos Prácticos, y que el maestro o tutor asignará a lo largo
del curso. Los Cuestionarios de Repaso podrán ser utilizados en el estudio personal,
para evaluar el progreso en el conocimiento, o bien el instructor los utilizará a modo
de ejercicios, según el nivel académico en el que estén trabajando los estudiantes.
El cumplimiento adecuado de las lecturas recomendadas, los ejercicios y los
trabajos prácticos podrán ser usados como elementos para la obtención de créditos
académicos. La Discusión Grupal es un elemento adicional que el docente podrá
utilizar en el desarrollo de sus clases, al igual que las Lecturas Recomendadas.
El lector notará que con frecuencia se citan a diversos autores que han escrito
sobre los temas bajo discusión. Las citas transcriptas son el resultado de una
cuidadosa selección de materiales, especialmente de fuentes primarias, hecha con
el propósito de dar oportunidad al estudiante de tomar contacto con las fuentes
documentales de la historia del cristianismo. La Bibliografía presenta la literatura
que yo mismo he utilizado para mi estudio personal del tema. De este modo, estas
citas pueden ser útiles para ilustrar, ampliar, aclarar y fundamentar los conceptos
desarrollados en este libro de texto. A su vez, las fuentes están indicadas como
notas al pie de página, para que el lector pueda referirse a ellas en caso de tener
interés en profundizar el tema. La Bibliografía que se incluye al final del libro no es

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
exhaustiva, pero presenta los materiales publicados más importantes,
especialmente en lengua castellana.
Este libro de texto puede ser también de particular valor para el lector
interesado en conocer más profundamente el desarrollo histórico del testimonio
cristiano. No pretende ser un libro erudito, pero sí es un libro elaborado con el más
alto y serio nivel académico. Si bien no es un libro especializado, reúno en él una
síntesis de mis conocimientos y experiencia como historiador profesional a lo largo
de muchos años. He procurado sintetizar e interpretar los acontecimientos
históricos conforme a la metodología de la investigación histórica más reciente. Su
propósito es introducir a los estudiantes y lectores con diferentes grados de
preparación académica a un tema tan importante como es la historia del
cristianismo. Los estudiantes y lectores que deseen continuar profundizando sus
estudios y lecturas sobre esta materia, encontrarán en la Bibliografía algunos de los
mejores libros disponibles en castellano.

PRESENTACION

Al momento de preparar estos materiales para su publicación estoy celebrando


con gratitud al Señor treinta años de enseñanza de historia del cristianismo. A lo
largo de este tiempo, he tenido la oportunidad de introducir a miles de estudiantes
al fascinante estudio del pasado del testimonio cristiano. Junto con ellos he
aprendido a reconocer con acción de gracias y admiración la manera maravillosa en
que Dios ha estado obrando su plan redentor para la humanidad.
El estudio del pasado adquiere un valor especial cuando el estudiante reconoce
su propio papel en el curso de la historia. Cuando tomamos conciencia que somos
protagonistas y peregrinos en el tiempo, entonces estamos listos para aprender
más y mejor de la historia. Esta actitud hace que el estudio del pasado no resulte
aburrido ni difícil, y que se avive nuestro interés por los eventos acontecidos. De allí
que nuestra aproximación a la historia del testimonio cristiano será “desde el
camino” y no “desde el balcón,” para expresarlo en los conocidos términos usados
por Juan A. Mackay.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Este libro de texto contiene material suficiente para un curso introductorio a la
historia del cristianismo medieval. No es fácil resumir en relativamente pocas
páginas y en forma clara y sencilla la cantidad astronómica de material que existe
sobre esta disciplina. Muchos profesores enseñan historia del cristianismo en
formas novedosas y experimentales: comenzando desde el presente y
remontándose hasta el más lejano pasado, ayudando a los estudiantes a
comprometerse con la realidad inmediata, planeando sus propios materiales
programados para el uso en el aula, siguiendo una línea temática determinada, o
llevando a cabo trabajos de campo cuando esto es posible. Es difícil que un solo
libro pueda servir a tan diversas necesidades y seguir tan diversos enfoques. No
obstante, en la mayoría de los centros de estudios teológicos y de formación
ministerial en América Latina, la enseñanza se desarrolla sobre la base de una línea
“cronológica,” usando libros tan conocidos como los de Kenneth S. Latourette,
Willinston Walker, Justo L. González o Roberto Baker.
Un curso completo de historia del cristianismo puede ser dividido en cuatro
partes fundamentales: los primeros quinientos años; los mil años de la Edad Media;
el período de las reformas de la Iglesia; el cristianismo denominacional. En el
presente estamos transitando por lo que sería un quinto período, que bien merece
ser considerado, al menos provisoriamente, como el período posdenominacional o
nuevo período apostólico.
El primer período, que cubre los primeros 500 años de expansión del testimonio
cristiano, no sólo hacia Occidente sino también hacia África y Asia, fue un período
de avance sostenido del testimonio cristiano. Éste es el período fundacional de la
fe cristiana, en el que cumplieron su ministerio los apóstoles y sus sucesores, en el
que se escribieron y coleccionaron los documentos del Nuevo Testamento, y en el
que fue tomando forma y se definió la fe cristiana a pesar de las enormes
dificultades internas y externas que soportaron las iglesias.
El segundo período abarca los siglos que van desde alrededor del año 500 hasta
el 1500, y considera los mil años conocidos tradicionalmente como la Edad Media,
o lo que Latourette denomina como los “mil años de incertidumbre.” Entre otros
puntos de interés en este largo período está la dilatada lucha entre el cristianismo
y el islamismo (que hoy tiene tanta actualidad), las Cruzadas y el surgimiento de
importantes movimientos de renovación espiritual, como fueron algunas órdenes

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
monásticas. No obstante, en general, fue un período de retroceso y recuperación
en términos del progreso del testimonio cristiano.
El tercer período considera los nuevos movimientos de reformas (1500–1750) y
las ideas que estaban detrás de ellos, que cambiaron la faz del mundo así como de
las iglesias. Estos movimientos fueron también los que llevaron a la gran expansión
misionera de los siglos XIX y XX, y al desarrollo de iglesias nacionales independientes
en todo el mundo. Es en este período que nace y se desarrolla, primero en
Occidente y luego en todo al mundo a través del movimiento misionero moderno,
el denominacionalismo. Esta expansión más reciente del testimonio cristiano
denominacional es el tema del cuarto período. Este período comienza alrededor del
año 1750 y llega casi hasta fines del siglo XX, con la crisis del denominacionalismo y
el desarrollo de iglesias autóctonas, independientes y emergentes en todo el
mundo.
En el presente libro de texto sobre el cristianismo medieval se seguirá
mayormente un criterio cronológico, en base al esquema general propuesto por
Kenneth S. Latourette y seguido por los autores de las Guías de Estudio de TEF
(Theological Education Fund) sobre historia de la Iglesia. El material será arreglado
en cuatro unidades principales, y cada una de ellas estará dividida en un número de
temas de estudio. Así, pues, la primera unidad considera el proceso de retroceso y
recuperación experimentado por el testimonio cristiano entre los siglos VI y X. La
segunda unidad presta atención al resurgimiento y progreso de este testimonio,
tanto en oriente como en occidente entre los siglos X y XIV. La tercera se concentra
en el análisis de lo ocurrido en los siglos XIV y XV, que fue un periódo de decadencia
y vitalidad. La última unidad de este libro repasa los principales problemas a los que
tuvo que hacer frente el cristianismo durante los diez siglos que comprende la Edad
Media, y cómo intentó resolver los mismos.
El estudio de la historia del cristianismo tiene como objetivo general la
recuperación del rico legado de los siglos de testimonio cristiano y la aplicación
creativa de la reflexión cristiana a los problemas de hoy. En un curso de historia del
cristianismo se estudian el surgimiento y desarrollo de las tradiciones, prácticas,
doctrinas y estrategias que se fueron dando durante el proceso de la expansión del
testimonio y del movimiento cristiano a través de los siglos. El énfasis cae en la
relación que existe entre el cristianismo y el marco histórico en el que éste se

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
desenvuelve, en orden a fortalecer la fe personal y a preparar al estudiante para un
ministerio efectivo en el servicio a Cristo y al prójimo.
Este libro de texto, en particular, se propone enseñar a interpretar los objetivos,
fenómenos y procesos históricos relacionados al movimiento cristiano en la real
complejidad de sus manifestaciones, desde el siglo VI hasta fines del siglo XV. Se
evaluará la expansión del testimonio cristiano desde una perspectiva misionológica,
tomando en cuenta la dispersión universal de la fe de Cristo. El estudiante o lector
podrá tener contacto directo con las fuentes de la historia del cristianismo de este
período, que es generalmente conocido como la Edad Media. El cristianismo será
considerado más como un movimiento que como una institución particular, y se
procurará verlo engarzado en los eventos históricos generales y en los procesos de
la cultura, más que como un desarrollo aislado. En la medida de lo posible, se
intentará mostrar también el desarrollo del pensamiento cristiano, y la doctrina y
práctica de los cristianos en el proceso histórico. Con todo esto, se espera contribuir
al desarrollo de la inteligencia mediante la comprensión de las correlaciones de los
hechos históricos y su causalidad, para lo cual se pondrá a prueba la capacidad de
observación, análisis y síntesis del lector o estudiante.
El recorrido de mil años que comprende este curso nos ayudará a reconocer los
factores que explican la caída del Imperio Romano de Occidente. Podremos
también describir las características principales de las invasiones bárbaras y las
diferentes corrientes misioneras que se desarrollaron en Europa occidental en el
período bajo estudio. Por cierto, se prestará atención al papel que jugaron en estos
procesos sus protagonistas principales. El peregrinaje histórico nos llevará “hasta lo
último de la tierra,” de modo que reconoceremos la historia, doctrina y vida de los
cristianos desde China hasta Inglaterra durante estos largos años. De igual modo,
podremos entender las relaciones que existieron entre la Iglesia Romana y los
francos y la Iglesia Griega y los eslavos. A su vez, también analizaremos las
relaciones, a veces tormentosas, entre estas dos ramas mayores de la cristiandad
medieval.
El surgimiento del Islam y su avance sobre la cristiandad, tanto oriental como
occidental, será tema de cuidadoso análisis. A pesar de los múltiples factores de
retroceso, el cristianismo experimentó también recuperación. Estos factores que
ilustran una mayor vitalidad del cristianismo en el período medieval serán
evaluados en sus correspondientes contextos y circunstancias históricas. De igual
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
modo, el desarrollo del escolasticismo, sus principales representantes e ideas y el
surgimiento de las universidades enriquecerán la comprensión del impacto de la fe
cristiana sobre el mundo y el efecto de éste sobre la fe cristiana. En esta dirección
será importante considerar el desarrollo del poder papal y el papel del papado en
la configuración de Europa, como entidad histórica.
El creciente deterioro del testimonio cristiano durante la baja Edad Media y el
reavivamiento del poder musulmán bajo los turcos otomanes será tema de
discusión, al igual que el surgimiento de nuevas ideas y disidencias dentro de la
Iglesia de Roma. El desarrollo y crisis de la cristiandad bizantina ayudará también a
comprender de qué manera, hacia fines del siglo XV, la humanidad estaba
preparada para una nueva comprensión del mundo y la realidad, y experimentaba
una desesperante necesidad de renovación espiritual. En nuestro estudio se
enumerarán los factores que anunciaban una nueva era hacia el final de este
período.

LISTA DE MAPAS Y CUADROS

Mapas
1. Invasiones bárbaras
2. Nuevos reinos germánicos
3. La Iglesia Bizantina
4. Arabia
5. Las invasiones árabes
6. El cristianismo en Oriente
7. El cristianismo en Europa central y oriental
8. Europa en el siglo XV

Cuadros
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1. Retroceso del cristianismo
2. Imperio Romano e Iglesia cristiana
3. Herejías cristológicas
4. Concilios ecuménicos
5. Estructura social del sistema feudal
6. Las Cruzadas
7. Consecuencias de las Cruzadas
8. Causas del cisma Este-Oeste de 1054
9. Resultados del monacato
10.Los papas del Gran Cisma
11.Los papas renacentistas
12.Características de una nueva era
13.Causas de la decadencia del feudalismo

Introducción general

El estudio del desarrollo del testimonio cristiano durante los mil años que los
historiadores han designado como Edad Media es sumamente complejo. Lo es,
primero, por cubrir un período de tiempo tan dilatado, en el que se sucedieron
cambios notables en todas las esferas del quehacer humano: política, económica,
social, cultural y religiosa. Segundo, en estos siglos el cristianismo llega en su
expansión “hasta lo último de la tierra,” en su movimiento hacia el Este (China) y el
Oeste (Inglaterra). Además, la fe de Jesucristo se presenta con una variedad de
manifestaciones diferentes que sorprende. La Iglesia, que en general se mostró
como una en el período anterior (los primeros quinientos años), ahora resultó en
un mosaico de los más diversos colores. Cuarto, será en este período en el que de
manera definitiva se consolidará el paradigma de cristiandad, que perdurará hasta
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
el presente, dándole al cristianismo un perfil muy particular y presentando el
desafío de una comprensión diferente. Finalmente, muchas de las interpretaciones
doctrinales y de las prácticas religiosas que todavía hoy están vigentes se
configuraron durante estos años. Lo mismo puede decirse de los medios de
expresión de la fe y la piedad.
Los “mil años de incertidumbre” que vamos a considerar representan un legado
vasto y profundo tanto para la civilización occidental como para la oriental.
Numerosas instituciones todavía vigentes nacieron en estos años, de manera
particular los grandes cuerpos eclesiásticos de la Iglesia Católica Apostólica
Romana, la Iglesia Ortodoxa en sus varias expresiones y un número importante de
Iglesias Orientales menores. La universidad, que nació en Occidente y desde el seno
de la cristiandad, terminó por globalizarse y ejercer una influencia fundamental en
todo el mundo y todas las culturas. Algunas ideas e instituciones políticas, como la
monarquía, el parlamentarismo, el humanismo y el nacionalismo nacieron de la
misma cuna y se esparcieron por el planeta. A su vez, el islamismo tuvo un impacto
notable en Occidente y continúa todavía hoy siendo el desafío más grande para la
expansión de la fe cristiana.
La influencia de la cristiandad medieval continúa estando vigente hoy en todo el
mundo, especialmente en Occidente. Incluso innumerables elementos de la cultura
global del siglo XXI tienen sus raíces en la cultura medieval, y especialmente en su
marcado carácter cristiano. En maneras profundas, la cristiandad medieval
continúa condicionando nuestro destino hoy para bien o para mal. De allí la
importancia de considerar cuidadosamente el desarrollo del testimonio cristiano
durante estos siglos tan dinámicos y llenos de elementos muy cercanos a nuestra
realidad presente. En las unidades de estudio que siguen procuraremos
adentrarnos a esta realidad compleja de la Edad Media y considerar los aspectos
conductores de esa experiencia, sus logros y fracasos, sus glorias y frustraciones,
sus avances y retrocesos, su vitalidad y decadencia, sus problemas y respuestas.
Finalmente, será necesario tener en cuenta que la experiencia cristiana medieval
sólo puede ser comprendida en la medida en que hagamos el esfuerzo por entender
y percibir la conciencia que tenían los cristianos medievales de los grandes eventos
que determinaron su destino. No obstante, no será suficiente conocer los meros
hechos históricos, sino que será necesario penetrar en su naturaleza íntima hasta
llegar a la mente misma de sus protagonistas y ver sus motivaciones y expectativas.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Para ello deberemos sentir y ver la cosmovisión medieval, que estuvo
profundamente marcada por el cristianismo y su comprensión de la realidad. Este
nivel de comprensión nos permitirá entender cómo los hechos históricos marcaron
la conciencia de las personas que los protagonizaron. Debemos también procurar
entender de qué manera los cambios ocurridos fueron integrados en la experiencia
de las personas en el mundo medieval.
A lo largo de este período y desde la fe cristiana surgieron numerosas ideas
fundamentales. A fin de poder comprenderlas, estas ideas deberán ser
consideradas en el contexto de las situaciones sociales que condicionaron su
surgimiento. Así como no es posible entender la teología de Anselmo en cuanto a
la obra salvadora de Cristo sin ubicarla en el marco del sistema feudal, tampoco
puede entenderse el surgimiento de la escolástica si no se toma en cuenta la
influencia de los árabes en Europa. De igual modo, corremos el riesgo de estimar
como superficial la insistencia de la cristiandad bizantina contra la cláusula filioque,
si no entendemos la influencia de las Iglesias Orientales menores sobre
Constantinopla y especialmente el peso del islamismo sobre la teología cristiana.
En ambientes evangélicos existe la tendencia a considerar a la cristiandad
medieval como totalmente ajena a un cristianismo bíblico y fiel al evangelio de
Jesucristo. En América Latina, la prevaleciente actitud anticatólica romana ha
llevado a muchos a pensar en la Edad Media como una suerte de “agujero negro,”
en el que se perdió todo rastro de un auténtico testimonio cristiano. Nada está más
lejos de la verdad que ilustra la historia. Ningún creyente hoy recibió su fe de mano
de un ángel o de un misionero de otro planeta. Hemos recibido el evangelio de
testigos que, a lo largo de los siglos, supieron comunicar el mensaje de salvación en
Cristo Jesús. Y no sólo esto, sino que con su piedad, consagración y celo cristiano lo
llevaron a lugares distantes a pueblos que permanecían en la ignorancia de las
buenas noticias. Estos creyentes fueron fieles en copiar, traducir, preservar y
transmitir las Escrituras, y sin su trabajo dedicado y fiel hoy no tendríamos la Biblia
en nuestro idioma y en tantos otros idiomas del mundo. Lo mismo podría decirse
de la mayoría de los elementos constitutivos de nuestra fe y práctica cristiana
evangélica.
Con una actitud de gratitud a Dios por su permanente obra redentora a lo largo
de la historia, incluida la Edad Media, y con reconocimiento por la herencia que nos

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
viene de “una multitud tan grande de testigos,” nos proponemos repasar los
elementos históricos más importantes del testimonio cristiano medieval.

UNIDAD 1

Retroceso & recuperación


500–950

INTRODUCCIÓN
Dos cuestiones fundamentales van a ser consideradas en el análisis de este
período del desarrollo histórico del testimonio cristiano: su retroceso y su
recuperación. El retroceso del cristianismo abre este período con el predominio de
realidades, especialmente en Occidente, que siembran dudas sobre la
supervivencia de todo testimonio cristiano que merezca el nombre de tal. El período
entre los años 500 y 950 comienza con el retroceso más serio que el cristianismo
haya experimentado jamás.
CUADRO 1 - RETROCESO DEL CRISTIANISMO

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La caída del Imperio Romano Occidental en manos de reyes germánicos significó
el fin de todas aquellas condiciones que contribuyeron a la rápida expansión del
cristianismo en Occidente. El papado obtuvo mayor poder y eventualmente puso a
la sociedad bajo el dominio de la Iglesia e hizo de Roma su centro de poder. El
Imperio Romano tuvo su centro en Constantinopla y llegó a conocerse como
Imperio Bizantino o Imperio Griego.
En el Imperio Bizantino, se desarrolló una estrecha relación entre la Iglesia y el
Estado. Atacar al cristianismo era rebelarse contra el Imperio; los gobernantes
continuaron interviniendo en las discusiones teológicas. El poder político afectó al
reino espiritual, y la organización eclesiástica fue influida por los líderes políticos
(cesaropapismo). Esta etapa de repliegue y pérdida se vio agravada con el
surgimiento del islamismo (622) en Oriente, que habría de ser el rival más grande
de la fe cristiana en todos los tiempos.
No obstante, a pesar de todos estos desastres, el cristianismo sobrevivió tanto
en Occidente como en Oriente, lo cual es una ilustración notable de su vitalidad y
elasticidad ante las circunstancias adversas. El cristianismo sobrevivió, y en muchas
partes fue la única cosa romana que sobrevivió. A partir del siglo VI, a lo largo de
toda Europa, se hablaban las lenguas bárbaras. El latín desapareció como idioma
popular y sólo permaneció como idioma eclesiástico y litúrgico. Los bárbaros
penetraron todo el continente europeo. El desorden, la falta de gobiernos estables
y organizados, y la inseguridad llevaron poco a poco a la desaparición de la ley
romana (el famoso Derecho Romano), que se amparó en la Iglesia y sobrevivió en
su ley canónica. En Occidente, los cristianos seguían pensando en Roma como la
capital, pero no ya del Imperio Romano, que no existía, sino de un nuevo imperio,
la Iglesia Católica Romana. La estructura política del Imperio desapareció (diócesis
y gobernadores), pero quedó la estructura de la Iglesia (diócesis y obispos). Muchos
edificios públicos romanos fueron transformados en templos cristianos (basílicas).
CUADRO 2 - IMPERIO ROMANO E IGLESIA CRISTIANA
LATÍN IDIOMA ECLESIÁSTICO

DERECHO DERECHO

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
ROMANO CANÓNICO

IMPERIO IGLESIA
ROMANO ROMANA

ESTRUCTURA ESTRUCTURA
POLÍTICA ECLESIÁSTICA

EDIFICIOS EDIFICIOS
PÚBLICOS ECLESIÁSTICOS

Es así como este cristianismo sobreviviente estuvo en condiciones de pretender


un lugar hegemónico en la nueva estructura social, que penosamente se iba
construyendo. Éste fue un lugar como el que jamás podría haber ganado en la
civilización del Imperio Romano, de haber mediado otras condiciones y
circunstancias históricas. La nueva Europa que emergía era la Europa de la
cristiandad.
José Luis Romero: “El imperio estaba definitivamente disgregado. Pero la
idea de la unidad romana subsistía, y con ella otras muchas ideas heredadas
del bajo Imperio. La Iglesia cristiana se esforzó por conservarlas, y asumió el
papel de representante legítimo de una tradición que ahora amaba, a pesar
de que antes la había condenado. De ese amor y de las turbias y complejas
influencias de las nuevas minorías dominantes, salió esa nueva imagen del
mundo que caracterizaría a la temprana Edad Media, continuación legítima y
directa del bajo Imperio.”
La recuperación del cristianismo estuvo dada por una serie de factores
importantes para el desarrollo y expansión del testimonio cristiano. El cristianismo
se expandió nuevamente durante este período, y lo hizo en forma más amplia, más
temprano y más estratégicamente, en el extremo occidental de Europa. Esto es una
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
interesante ilustración de un fenómeno que puede constatarse una y otra vez a lo
largo de la historia del cristianismo. La presión de las circunstancias externas lleva
a una devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano
termina en un avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea
central de la Iglesia: “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda
criatura” (Mr. 16:15).
La expansión del cristianismo fue constante a lo largo de toda la Edad Media, y
en este período se caracterizó por el avance misionero a territorios y pueblos hasta
entonces no alcanzados.

EL RETROCESO EN OCCIDENTE
_ El cristianismo como religión del Estado romano
Cuando los bárbaros invadieron masivamente el Imperio Romano este Estado
era cristiano. Con el emperador Teodosio (347–395), el cristianismo había sido
decretado como la religión oficial del Imperio Romano (379). De perseguidos, los
cristianos se transformaron en perseguidores de los paganos. Esta nueva situación,
que se produjo en un tiempo relativamente corto, trajo resultados tanto positivos
como negativos.
Resultados positivos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo
ciertos beneficios. Más personas fueron alcanzadas por la influencia del
cristianismo. El cristianismo tuvo una influencia más directa y poderosa sobre la
legislación del Imperio, forzando al Estado a dar más atención a los derechos de los
individuos. La posición de las mujeres fue elevada grandemente, los castigos por el
celibato y la falta de hijos fueron eliminados, el concubinato fue prohibido y el
adulterio fue castigado como uno de los crímenes más graves. Se consideró como
un crimen la matanza de niños y los juegos de gladiadores fueron abolidos. El
cristianismo ejerció una influencia beneficiosa sobre la moralidad pública y privada.
Resultados negativos. La elevación del cristianismo como religión oficial trajo
ciertos resultados negativos. Los cristianos cayeron en intolerancia y decretaron
leyes contra los paganos. El cristianismo se secularizó. La legalización de las
corporaciones cristianas hizo que los obispos se dedicaran al enriquecimiento de las
iglesias locales. La legalización del domingo como feriado hizo de este día una fiesta
legal más que espiritual. La oferta de incentivos temporales para quienes se hacían
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cristianos hizo que las iglesias se llenaran de incrédulos. Los beneficios concedidos
a los obispos hicieron que éstos se llenaran de orgullo y mundanalidad. Los paganos
que se hicieron cristianos trajeron consigo numerosos objetos, reliquias y otras
mediaciones para la adoración. El desarrollo jerárquico del clero fue estimulado. La
Iglesia se transformó en un poder perseguidor, usando al poder civil para suprimir
la disidencia y el paganismo. Algunos cristianos reaccionaron a la mundanalidad con
excesos de ascetismo y separación del mundo en los monasterios.
_ La invasión de los pueblos germánicos
La apertura gradual de las fronteras del Imperio Romano, formadas por los ríos
Danubio en el Este y Rin en el Oeste, debido a la presión invasora de los pueblos
bárbaros del norte de Europa, puso fin a la civilización en cuya unidad y paz el
cristianismo había ganado su éxito más completo. Los bárbaros respetaron todo lo
que era romano, pues eran decididos admiradores de la cultura superior del
Imperio. A menudo adoptaron muchas costumbres romanas y no aceptaron el título
de “invasores,” sino que se consideraron como oficiales y súbditos de Roma. Su
hegemonía fue política y militar, pero culturalmente fueron sometidos a Roma.
No obstante, la civilización romana decayó, no sólo como consecuencia de las
invasiones, sino porque ya estaba agotada, y esto dio paso a la Edad Media o la
Edad Oscura. Los días en que se podía viajar por el mundo mediterráneo con gran
facilidad, usando un solo idioma, que era entendido en todas partes, bajo la
seguridad de un gobierno sólido y organizado que imponía el orden y la ley, habían
llegado a su fin. La vida, poco a poco, fue perdiendo su cosmopolitismo y
tornándose más localizada, asumiendo un estilo rural antes que urbano.
A pesar de la decadencia y desaparición del Imperio Romano Occidental, los
pueblos germánicos que se fueron estableciendo en los territorios alrededor del
mar Mediterráneo cayeron bajo el proceso de romanización. Se conoce con el
nombre de “romanización” el período de asimilación de los habitantes autóctonos
de un lugar, a la cultura y vida de los romanos, aceptando sus instituciones políticas,
su idioma, sus costumbres, su derecho, su arte y su religión. Los romanos han
ganado notoriedad en la historia como grandes colonizadores. Y lo fueron aún
después de que su estructura política, social, económica y cultural desapareció,
pues sus “conquistadores” terminaron por ser afectados profundamente por la
herencia de los invadidos, los romanos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
En cierto sentido, el bien cultural más importante y que más profundamente
penetró en la conciencia de los pueblos germánicos fue la religión cristiana. Los
papas fueron los substitutos obligados de los emperadores de Occidente. Fueron
ellos los que negociaron las paces con los bárbaros invasores o quienes
consiguieron de ellos condiciones de tregua, gracias a su prestigio y respetabilidad.
Después del último emperador romano (476) y en los siglos que siguieron, el Papa
se transformó en el más celoso defensor de Roma. Los sacerdotes no escatimaron
esfuerzos para lograr gradualmente la evolución de costumbres y leyes, y la fusión
de razas en la anhelada universalidad del cristianismo. De igual modo, fueron ellos
los que primero atendieron a las urgentes necesidades sentidas de la población.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “La transformación cultural del Imperio
Romano de Occidente para el año 600 era pronunciada. Italia, España y Galia
estaban todas gobernadas por reyes germánicos. El obispo de Roma era de
lejos la autoridad eclesiástica más importante en toda la región y una fuerza
política a tener en cuenta. Las características administrativas seculares de la
sociedad romana urbana fueron reemplazadas por iglesias y monasterios que
básicamente llevaban a cabo tareas civiles. Se estaba hablando un número
considerable de nuevos idiomas, y había dioses y rituales que previamente
habían sido desconocidos en Occidente. A través de la región se estaba dando
un radical encuentro cultural ‘entre romanos y bárbaros, cristianos y
paganos, latinos y germánicos, literarios y orales, vino y cerveza, aceite y
lardo, sur y norte.’ Las consecuencias de este encuentro reverberarían en los
siglos venideros.”
MAPA 1 - INVASIONES BÁRBARAS

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
_ Los bárbaros y el cristianismo
De las tribus germanas invasoras, la mayoría ya había tenido contactos con el
cristianismo antes de su entrada en territorio romano. Por cierto, este cristianismo
era de tipo arriano, pero significó un trasfondo importante para el futuro de la
supervivencia de la Iglesia en Occidente, que sobrevivió en muchos aspectos tan
sólo como una reliquia de un mundo más amplio y floreciente, el mundo del Imperio
Romano.
La supervivencia de la Iglesia. Como ya indicamos, la Iglesia cristiana fue casi lo
único “romano” que quedó en pie. Su clero y sus monjes siguieron considerando a
Roma como la capital, no ya de un imperio, sino de la Iglesia. El idioma de la Iglesia
fue el latín, que se refugió en su liturgia. La ley de la Iglesia resultó un calco del
derecho romano, que llegó a tiempos posteriores gracias a su conservación en la
ley canónica. De esta manera, el cristianismo se transformó en el núcleo de la nueva
civilización, que lentamente se fue desarrollando; y la fe cristiana llegó a ser más
central e influyente de lo que nunca antes había logrado ser.
Para el año 533, Galia estaba en manos de los francos, España estaba bajo los
visigodos, Inglaterra estaba dominada por reinos anglos y sajones, el norte de África
estaba controlado por los vándalos, e Italia estaba bajo el poder de los ostrogodos
y más tarde los lombardos. El Imperio Romano había desaparecido y en su lugar
quedaban los nuevos reinos germánicos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
José Luis Romero: “A causa de las invasiones, la historia del Imperio de
Occidente adquiere—a partir de mediados del siglo V—una fisonomía
radicalmente distinta de la del Imperio de Oriente. En este último se
acentuarán las antiguas y tenaces influencias orientales y debido a ellas se
perfilarán más las características que evoca el nombre de Imperio Bizantino
con que se le conoce en la Edad Media. En el primero, en cambio, las
invasiones introducirán una serie de elementos nuevos que modificarán de
una manera inesperada el antiguo carácter del imperio.
El hecho decisivo es la ocupación del territorio por numerosos pueblos
germánicos que se establecen en distintas regiones y empiezan a operar una
disgregación política de la antigua unidad imperial.… Nada quedaba, pues, al
finalizar el siglo V, del antiguo Imperio de Occidente, sino un conjunto de
reinos autónomos, generalmente hostiles entre sí y empeñados en asegurar
su hegemonía.”
Los nuevos reinos germánicos. Los visigodos fueron un pueblo bárbaro
altamente romanizado, que temprano había adoptado un cristianismo de tipo
arriano. Ocuparon España y establecieron su capital en Toledo. Los visigodos
abandonaron el arrianismo en el año 587, cuando su rey Recaredo (reinó de 586 a
602) adoptó la fe católica ortodoxa. Utilizando el catolicismo, Recaredo procuró la
unidad política en la Península entre visigodos e hispanorromanos. La unificación
religiosa y el apoyo de la Iglesia dio esplendor al reino, acentuado esto por la obra
de notables personajes, como Isidoro de Sevilla (560–636), quien escribió la primera
Historia de España. El reino era gobernado por una asamblea político-eclesiástica,
en la que los obispos ordenaban y resolvían asuntos religiosos, y con la participación
de la nobleza legislaban para el reino. Las leyes visigodas estaban fuertemente
influidas por los derechos romano y canónico, que dieron origen al Fuero Juzgo, el
cuerpo jurídico obligatorio para la población. Esta asociación jurídica de la Iglesia y
el Estado resultó en la base del derecho político moderno, según el cual el ejercicio
del poder real quedaba convertido en un deber para con la comunidad gobernada.
El reino subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió a causa de la
invasión de los musulmanes.
Otro importante reino germánico fue el de los francos. Como ya indicamos, la
mayoría de los pueblos invasores había sido cristianizada antes de ingresar al
Imperio. Sólo aquellos que provenían del extremo más septentrional de Europa,
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
como los francos y los anglosajones, eran paganos. Los primeros comenzaron a
convertirse en el año 496, cuando su rey Clovis o Clodoveo (465–511) y tres mil de
sus guerreros fueron todos bautizados en un día. Por supuesto, fueron conversiones
nominales. En esa oportunidad, el obispo de Reims los exhortó a “Adorar lo que
habían quemado, y a quemar lo que habían adorado.” Clodoveo aceptó el
cristianismo gracias a la influencia de su esposa Clotilde (¿475?–545), una princesa
burgundia que era cristiana. La conversión de Clodoveo fue un hecho fundamental
para la historia de Occidente, ya que para esa época era el único rey bárbaro que
profesaba la fe cristiana católica. Esto le permitió recibir el apoyo de la Iglesia y los
papas recurrieron a él y a sus sucesores por ayuda y a favor de Italia. Con este
respaldo, Clodoveo consiguió la fusión de galos y germanos, lo cual resultó en la
unidad política que lo transformó en el monarca más poderoso de Europa
Occidental. Pero también logró la unidad religiosa, puesto que todos sus súbditos
abandonaron el paganismo y fueron bautizados como católicos.
MAPA 2 - NUEVOS REINOS GERMÁNICOS

En las Islas Británicas, el reino más importante fue el de los anglosajones. La


unidad política en lo que hoy es Inglaterra se consolidó cuando los anglos y sajones
unieron sus reinos en una confederación llamada Heptarquía (reunión de siete
reinos). Posteriormente, los anglosajones lograron la unidad religiosa al convertirse
al cristianismo en el año 597. Esto ocurrió cuando su rey Etelberto fue bautizado.
Sucedió ésto cuando Berta, una mujer cristiana franca casada con el rey, le presentó
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
al papa Gregorio I (¿540?–604) la oportunidad de enviar a Agustín y a otros cuarenta
monjes benedictinos como misioneros a los anglosajones. Gregorio fue el primer
monje que llegó a ser Papa. En la mayoría de las pinturas y dibujos que lo
representan, Gregorio aparece escribiendo, mientras una paloma (Espíritu Santo),
se posa sobre su hombro y le habla al oído. Generalmente, las imágenes están
acompañadas por un panel inferior en el que algunos monjes están trabajando en
el scriptorium, copiando los libros y materiales de Gregorio.
_ El surgimiento del papado romano
Con la caída del Imperio Romano Occidental y el surgimiento de los reinos
germánicos, el papado ganó mayor poder y consiguió poner a la sociedad bajo el
dominio de la Iglesia de Roma. Las distinciones entre las iglesias y sus sedes
episcopales habían surgido bien temprano. Algunas sedes episcopales fueron
creciendo en su prestigio e influencia, mientras que otras fueron perdiendo su
importancia debido a múltiples circunstancias históricas. De todas las sedes
episcopales, finalmente la de Roma adquirió un poder y papel más destacado.
Sedes episcopales más importantes. Varios factores contribuyeron a colocar a
ciertas sedes episcopales en un nivel de importancia y prestigio. El origen y tradición
apostólica de iglesias como Jerusalén, Antioquía, Éfeso, Corinto y Roma les dio gran
prestigio. La organización administrativa del Imperio elevó a ciertas ciudades a un
nivel de importancia. El tamaño e influencia de algunas iglesias aumentó el respeto
por ellas. La capacidad de ciertos obispos reflejada durante sínodos y concilios los
destacó como líderes superiores.
Constantino dividió el Imperio en cuatro prefecturas, que a su vez fueron
divididas en diócesis y éstas en provincias. El clero fue organizado conforme con
estas divisiones políticas. Los obispos rurales ocuparon un lugar secundario frente
a los obispos urbanos, pero no todos los obispos urbanos tenían el mismo nivel. Los
obispos de las ciudades capitales fueron designados como metropolitanos en el
Este y como arzobispos en el Oeste, y éstos supervisaban a los obispos provinciales.
Sobre los obispos metropolitanos estaban los patriarcas. En el Concilio de
Calcedonia (451) los obispos de las cuatro capitales del Imperio fueron
considerados patriarcas: Roma, Alejandría, Antioquía y Constantinopla, junto con
Jerusalén.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Para mediados del siglo V, los patriarcas ejercían dominio sobre regiones bien
definidas. El patriarca de Antioquía presidía sobre una gran parte de Oriente, que
comprendía quince provincias (en Siria, Cilicia y Mesopotamia). El patriarca de
Alejandría presidía sobre la diócesis de Egipto, que abarcaba nueve provincias. El
patriarca de Constantinopla tenía supervisión sobre tres diócesis: Ponto, Asia
Menor y Tracia. El patriarca de Roma extendía su influencia sobre todo el Oeste
incluyendo las prefecturas de Italia y Galia. El patriarca de Jerusalén controlaba el
territorio menor, pero más antiguo.
El ascenso de Roma. De todas las sedes patriarcales, finalmente la que se impuso
fue la de Roma. Hubo varios factores que ayudaron al desarrollo del poder
monárquico del obispo de Roma.
Roma contó con hombres capaces en su liderazgo. Obispos como Inocencio I
(402–417), trabajaron consistentemente para elevar la autoridad del obispo de
Roma. Él fue el primero en pretender jurisdicción universal para el obispo romano
con base en la tradición de Pedro. Sin embargo, quien más hizo en esta dirección
fue León I (440–461). Conocido también como León el Grande, él bien puede ser
considerado como el primer Papa, por las características de sus pretensiones de
autoridad y tradición. León declaró que había autoridad escrituraria para las
pretensiones de Inocencio, aseguró el reconocimiento imperial de sus pretensiones
de primacía, y defendió la posición ortodoxa en el Concilio ecuménico de
Calcedonia (451).
Roma gozó de una posición geográfica privilegiada. El obispo de Roma no tenía
rival en el mundo occidental. Actuó como árbitro en las controversias que
devastaban a la Iglesia Oriental. Roma se vio beneficiada con el cambio de sede de
la capital del Imperio Romano. En 330, Constantino cambió la capital de Roma a
Constantinopla. Esto le dio mayor libertad de decisión al obispo de Roma. El obispo
de Roma pasó a ser un soberano eclesiástico y secular. Roma gozó por mucho
tiempo de un prestigio político sin parangón. Roma había sido el centro del mundo
político por varios siglos. Roma contaba con una tradición cristiana honrosa. Pablo
y Pedro ministraron en Roma y allí sufrieron el martirio por su fe.
Roma manifestó, a través de sus líderes cristianos más destacados, una
interesante sabiduría doctrinal. El obispo de Roma demostró gran capacidad
doctrinal y práctica durante las controversias entre 325 y 451. Hubo tres

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
controversias importantes en Oriente (Apolinar, Nestorio y Eutiques), y una en
Occidente (Pelagio). El carácter especulativo de la mente oriental y el carácter
pragmático de la mente occidental chocaron. El primero garantizó la ortodoxia, el
segundo garantizó el poder.
Las ganancias de prestigio y poder logradas para el papado bajo León I fueron
reforzadas con el ascenso de Gregorio I (590–604). Con él, se completa la transición
del sistema patriarcal al papado medieval, en sentido estricto. Su habilidad en hacer
alianzas con los reyes germánicos y los emperadores orientales amplió la autoridad
de la sede romana. Su práctica de conceder el palio (manto, capa) sobre los obispos
hizo que la validez de su ordenación dependiera del consentimiento papal. Gregorio
extendió también la influencia de la sede romana mediante la obra misionera.

EL RETROCESO EN ORIENTE
_ El Imperio Bizantino
No hay una fecha precisa para el comienzo del Imperio Bizantino, con capital en
Constantinopla. El emperador Justiniano (527–565) se consideró como el único
gobernante legítimo tanto del Este como del Oeste. Él se consideraba un
continuador de la vieja tradición romana, razón por la cual hablaba latín y ordenaba
su uso en la administración del Imperio. No obstante, hizo de la derrota de sus
enemigos occidentales el principal objetivo de sus empeños.
José Luis Romero: “La época que siguió a la muerte de Justiniano fue oscura
y difícil. Ninguno de los emperadores que gobernaron por entonces reunió el
conjunto de cualidades que se requería para hacer frente a los disturbios
interiores, a las rivalidades de los partidos—verdes y azules, según sus
preferencias en el hipódromo—, a las querellas religiosas y, sobre todo, a las
amenazas exteriores. Era necesario mantener un ejército poderoso, que
consumía buena parte de los recursos imperiales, y con él se mantenía dentro
de las fronteras un poder que se sobreponía con frecuencia al emperador.
Pero el ejército era cada vez más imprescindible.”
Para comienzos del siglo VII, el Imperio Bizantino ya era una realidad política,
social y cultural definida. Después del año 610, el emperador de Constantinopla
hablaba griego y estaba involucrado en el desarrollo de un programa que era
típicamente oriental o “bizantino” en su orientación. En los primeros años de su
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
desarrollo, Heraclio (610–641), el gobernante militar de Cartago, tomó control del
Imperio y cambio el título de emperador (imperator) por el de rey (basileus).
Heraclio reconoció la imposibilidad de la meta de Justiniano de restaurar el viejo
Imperio Romano. Promulgó una nueva constitución en la que Asia Menor quedaba
dividida en distritos militares (themas o circunscripciones) dirigidos por estrategos
(strategoi). Como indica José Luis Romero: “Nunca como entonces, … [el Imperio]
estuvo en mayor peligro, y nunca como entonces pudo realizar un esfuerzo tan
vasto y eficaz. No sólo la situación interior era grave por las discordias y rivalidades
de los diversos grupos y las querellas religiosas, sino que también era dificilísima la
situación exterior.”
En Italia, los lombardos (una tribu germánica) habían desplazado a las fuerzas
bizantinas a un enclave en torno a Rávena, sobre la costa del Adriático, y a las
regiones más al sur de Italia y Sicilia. El Imperio Sasánida en Persia continuó
representando una amenaza todavía mayor. Desde 612 hasta 619, los ejércitos
persas marcharon contra Constantinopla asediando Siria, Palestina, Asia Menor y
Egipto. Incluso, incendiaron el Santo Sepulcro (614). Simultáneamente, viejos
enemigos, como los ávaros y eslavos, aparecieron por el norte (año 626). Heraclio
se vio forzado a confiscar fondos de la Iglesia para sobornar a los invasores, a fin de
arreglar un acuerdo pacífico. Entonces, en un movimiento atrevido, Heraclio dejó
que la ciudad montara su propia defensa contra el avance aplastante de los persas,
mientras él marchó con su ejército por detrás de las líneas persas. Heraclio derrotó
al emperador persa, en una batalla peleada en 628 cerca de Nínive. No obstante,
para mediados del siglo VII, el Imperio Bizantino se encontraba rodeado de
problemas y de pueblos invasores: eslavos desde el norte, árabes desde el este y el
sur, y tribus germánicas en Occidente. De todos estos invasores, los que mayor
influencia cultural ejercieron fueron los eslavos.
MAPA 3 - LA IGLESIA BIZANTINA

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
José Luis Romero: “Para ese entonces [mediados del siglo VII], el Imperio
Bizantino se había transformado considerablemente en su fisonomía.
Distintos pueblos—eslavos y mongólicos—se habían introducido en su
territorio y habían impreso su sello en algunas comarcas, dando lugar a la
formación de colectividades que coexistían dentro de un mismo orden
político, pero que acentuaban cada vez más sus rasgos diferenciales. Entre
todas esas influencias, la de los eslavos fue la más importante, y se ha podido
hablar de una ‘eslavización’ del Imperio Bizantino; pero la tradición helénica
se sobrepuso y, eso sí, aniquiló definitivamente a la latina, cuya lengua se
extinguió en el imperio.”
_ El cristianismo oriental: las controversias teológicas
Mientras el cristianismo occidental se organizaba en torno al Papa de Roma, el
cristianismo oriental continuaba bajo la autoridad del emperador oriental. Los
intereses intelectuales de los teólogos orientales se enfocaban sobre cuestiones
doctrinales y se consumían en controversias, especialmente las controversias
cristológicas. Los emperadores bizantinos intervenían en las controversias
teológicas y controlaban a la Iglesia (cesaropapismo), todo lo cual complicaba
todavía más la situación.
CUADRO 3 - HEREJÍAS CRISTOLÓGICAS

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
NESTORIO (nestorianismo)
El Logos moraba en la persona de Jesús, haciendo a Cristo un hombre
portador de Dios más que el Dios-hombre.
Afirmaba una unión meramente mecánica más que orgánica de la persona
de Cristo.

APOLINARIO (apolinarismo)
Cristo no tenía un espíritu humano.
El Logos reemplazó al espíritu humano.

EUTIQUES (eutiquianismo)
La naturaleza humana de Cristo fue absorbida por el Logos.

SEVERO (monofisismo)
Cristo tenía una sola naturaleza
(no aceptaba la naturaleza humana de Cristo).

TEODORO (monotelismo)
Cristo no tenía voluntad humana, sino sólo la voluntad divina.

Los concilios ecuménicos. Todos los concilios ecuménicos se llevaron a cabo en


el Este: Nicea (325), Constantinopla (381), Éfeso (431), Calcedonia (451). El Cuarto
Concilio (Calcedonia, 451) no puso fin a la controversia cristológica entre los que
abogaban por una naturaleza divina (monofisitas) y quienes abogaban por dos
naturalezas, humana y divina (diofisitas). El emperador Zenón (474–491) quiso unir
el Este con un edicto de unión que enfatizó las decisiones de los concilios de Nicea
(325) y Constantinopla (381), pero hizo poco caso de las decisiones de Calcedonia.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Muchos monofisitas del Este aceptaron el edicto, pero el Oeste lo rechazó, con lo
cual se creó más discordia. Esto llevó a un cisma que duró varias décadas (hasta
518).
CUADRO 4 - CONCILIOS ECUMÉNICOS
LUGAR FECHA EMPERADOR PARTICIPANTE RESULTADOS
S

NICEA 325 Constantino Arrio Eusebio Declaró al Hijo


de Nicomedia. homoousios
Eusebio de con el Padre.
Cesarea. Osio Condenó a
Atanasio Arrio. Redactó
la forma
original del
Credo de
Nicea.

CONSTANTINO 381 Teodosio Melecio de Confirmó


PLA Antioquía resultados del
Gregorio Concilio de
Nacianceno Nicea. Produjo
Gregorio de el Credo de
Niza Nicea
revisado.
Terminó con la
controversia
trinitaria.
Afirmó la
deidad del
Espíritu Santo.
Condenó al
apolinarismo.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
ÉFESO 431 Teodosio II Cirilo Nestorio Declaró
herético al
nestorianismo.
Aceptó por
implicación la
cristología
alejandrina.
Condenó a
Pelagio.

CALCEDONIA 451 Marciano León I Declaró las dos


Dióscoro naturalezas de
Eutiques Cristo, sin
mezcla, sin
cambio,
indivisibles,
inseparables.
Condenó al
eutiquianismo.

CONSTANTINO 553 Justiniano Eutiquio Condenó los


PLA Tres Capítulos
para ganar el
apoyo de los
monofisitas.
Afirmó la
interpretación
de Cirilo de la
Definición de
Calcedonia.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
CONSTANTINO 680–681 Constantino IV Rechazó el
PLA monotelismo.
Condenó al
papa Honorio
(m. 638) como
hereje.

NICEA 787 Constantino VI Declaró como


legítima la
veneración de
íconos y
estatuas.

CONSTANTINO 869–870 Condenó a


PLA Focio.

El Quinto Concilio (Constantinopla, 553) tuvo una importancia singular en este


proceso. Lo convocó Justiniano el Grande (527–656), pero no participaron los
obispos de Occidente. Su propósito fue aprobar el edicto del emperador Justiniano
que condenaba a los Tres Capítulos (544), que pretendían reconciliar a los
monofisitas con los ortodoxos.
El Sexto Concilio (Constantinopla, 681) condenó a los monotelitas (sostenían dos
naturalezas en Cristo, pero decían que en Jesús sólo actuaba una sola voluntad en
o a través de estas dos naturalezas). Este concilio marcó el retorno a la ortodoxia,
puso fin al monotelismo, y significó el triunfo de Roma; pero condenó al papa
Honorio como hereje.
El Séptimo Concilio (Nicea, 787) condenó a todo el movimiento iconoclasta y
respaldó la posición presentada por Juan de Damasco (675–749) a favor de la
veneración de imágenes. Las tendencias iconoclastas permanecieron en Asia Menor
y entre la clase militar profesional.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Las iglesias orientales. A diferencia de lo que ocurría en Occidente durante estos
siglos, donde la Iglesia de Roma era prácticamente la única expresión de la fe y el
testimonio cristiano, en Oriente se desarrollaron varias ramas diferentes de la
cristiandad, no sólo separadas y en oposición por sus estructuras institucionales y
de gobierno, sino también por profundas diferencias teológicas.
Los monofisitas de Egipto, Nubia y Etiopía. Bajo el liderazgo del patriarca de
Alejandría, estas iglesias de lengua copta rechazaron las decisiones del Concilio de
Calcedonia y continuaron sosteniendo una teología monofisita. Parte de la
resistencia surgió del rechazo del dominio bizantino y su persecución. Con las
invasiones árabes (siglo VII) se vieron liberados del control bizantino, pero cayeron
bajo la influencia y limitaciones del Islam.
Los monofisitas de Siria. Los jacobitas, seguidores de Jacobo Baradeo (490–578),
extendieron su fe hacia el Este como mercaderes o fugitivos. Fueron perseguidos
varias veces. La emperatriz Teodora los trató con simpatía a mediados del siglo VI.
Fue en el Segundo Concilio de Nicea (787) que se los describió como “jacobitas”
entre los anatemas lanzados contra la doctrina monofisita. Decrecieron con las
invasiones musulmanas, pero lograron extender su fe en Mesopotamia y Persia. La
iglesia jacobita todavía existe, pero con pocos miembros.
Los monofisitas de Armenia. Los armenios sostenían los decretos de Nicea
contra los arrianos, pero rechazaron los de Calcedonia y siguieron monofisitas a
partir de 491. En 506, en el Sínodo de Dvin, representantes de todas las iglesias de
Armenia y de Georgia se decidieron en contra de la doctrina de las dos naturalezas
de Cristo. Se denunció a Nestorio y se rechazó el Tomo de León I. El Henoticón del
emperador Zenón (482) fue abrazado como ortodoxia. Finalmente, la doctrina de
una sola naturaleza en Cristo permaneció como parte de la confesión de fe de la
iglesia nacional armenia. Los monofisitas armenios también sufrieron las invasiones
árabes y restricciones a su libertad.
El cristianismo nestoriano fue posiblemente uno de los desarrollos teológicos y
eclesiásticos más importantes. Según el nestorianismo, hay dos personas separadas
en el Cristo encarnado, una divina y otra humana, en oposición al concepto
ortodoxo de que hay una persona con dos naturalezas. Nestorio fue obispo de
Constantinopla en 428 y su enseñanza fue condenada por el Concilio de Efeso (431).
Nestorio había condenado la creciente popularidad de la Virgen María, diciendo

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que María no era “Theotokos” (madre o paridora de Dios), sino “Christotokos”
(madre o paridora de Cristo). Algunas iglesias en Asia Menor y Siria siguieron sus
ideas. La escuela de teología de Edesa se transformó en un centro de enseñanza del
nestorianismo, hasta su clausura en 489. El nestorianismo se desarrolló en Persia y
se independizó de Roma. Su teólogo más destacado fue Teodoro de Mopsuestia
(350–428). El obispo de Seleucia-Ctesifonte fue elevado como cabeza de esta Iglesia
y se lo llamó catholikós.
La conquista árabe de Persia no cambió la situación de las iglesias nestorianas.
Por el contrario, los nestorianos tuvieron dos siglos de paz y prosperidad. Se les dio
libertad para adorar y hacer convertidos entre los persas. Eruditos cristianos
tradujeron a los filósofos griegos al árabe. Los nestorianos fueron grandes
misioneros, ya que llevaron el cristianismo al Yemen y a la costa oriental de Arabia.
Sus monjes siguieron las rutas caravaneras de Asia Central, y llegaron a India, China
y Egipto.
_ El surgimiento del Islam: las invasiones árabes
El cristianismo y el islamismo. Ambas religiones tenían mucho en común. Ambas
religiones eran de origen semita y adoraban al mismo Dios. Los judíos llamaban a
Dios Elohim, los cristianos siríacos Alaha, y los musulmanes le dieron el nombre de
Allah. Tanto el cristianismo como el islamismo aceptaban las Escrituras del Antiguo
Testamento. Incluso los musulmanes consideran a Jesús como un profeta. No
obstante, el surgimiento del Islam en el siglo VII fue la causa del mayor retroceso
del cristianismo de Oriente en toda su historia, y por cierto, mucho más grave que
el retroceso occidental ante las invasiones germanas. Como consecuencia de las
invasiones árabes, se perdieron territorios cristianos que jamás se volvieron a
recuperar, incluso Palestina, Siria y otros países orientales, que fueron campo de
labor de los apóstoles. También se perdió la costa del norte de África, donde
vivieron muchos de los grandes Padres de la Iglesia, como Tertuliano y Agustín de
Hipona.
El islamismo nació en Arabia, que bien puede haber sido la cuna de todos los
pueblos semitas. Era un territorio desértico, poblado en aquel tiempo por pueblos
nómadas, sometidos a una vida muy rigurosa y, por lo tanto, muy independientes y
divididos entre sí. En el siglo VII estas tribus dispersas comenzaron a unirse por la
necesidad de sobrevivir en una tierra que ya no los podía sustentar y por el

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
surgimiento de una nueva religión: el Islam (significa sumisión), la sumisión al único
Dios verdadero y al gobierno de su Profeta. De este modo, en esta coyuntura
histórica, ocurrieron dos fenómenos importantes: un movimiento de población en
busca de espacio vital y el surgimiento de una nueva religión que les dio identidad.
Mahoma y el Islam. El artífice de este extraordinario suceso fue Mahoma (570–
632), un comerciante nacido en 570, que pertenecía a una familia de una de las
tribus árabes dirigentes de la ciudad de La Meca (los coreichitas). Su padre había
muerto poco antes de que él naciera, dejando a la familia en la pobreza. Mahoma
se crió con un tío y se dedicó más tarde al comercio, llegando a ser administrador
de los negocios de una mujer próspera (Cadija), con quien más tarde se casó. Con
ella tuvo dos hijos y cuatro hijas (ninguno de ellos sobrevivió, excepto Fátima).
La religión en Arabia en tiempos de Mahoma era muy primitiva. Creían en la
existencia de espíritus que habitaban en piedras erigidas. El culto más difundido era
el de la Piedra Negra, que se veneraba en la Caaba, un santuario situado en La Meca,
al que concurrían los árabes en peregrinación anual. Hubo también otros
movimientos religiosos, que buscaban una religión más profunda y que se retiraban
al desierto para buscar a Dios: los janifs. Después de la muerte de sus hijos, Mahoma
mismo había participado de este tipo de movimientos, hasta que comenzó a tener
visiones por las que se sintió escogido como mensajero de Dios. En 610 recibió el
llamado del ángel Gabriel a predicar el mensaje del Dios verdadero y único, en
contra de la idolatría y el politeísmo.
Mahoma regresó a su vida de comerciante en La Meca, pero compartió con su
esposa y algunos de sus amigos sus experiencias e ideas, entre las que se
destacaban cuatro convicciones fundamentales. Primero, Dios es uno, el
Todopoderoso, Allah, y hay que someterse de manera absoluta a él. Alá tiene un
poder y sabiduría infinitos, pero no un amor redentor. Segundo, el pecado de la
idolatría. Mahoma sostuvo un monoteísmo abstracto, monótono, sin vida interior
y plenitud, antitrinitario, que negaba la divinidad de Cristo si bien lo aceptaba como
un gran profeta. Tercero, el temor al infierno. Según Mahoma, el diablo es un ángel
caído que tienta a los seres humanos. Cuarto, las recompensas de los fieles. El
islamismo expresa fatalismo y gran temor al castigo por el pecado; por ello mismo,
los fieles tienen que ser buenos con los pobres y necesitados, y perdonar.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Mahoma estuvo muy influido por judíos y cristianos. Es posible que si la
influencia cristiana hubiese sido un poco más efectiva, el movimiento liderado por
Mahoma se habría inclinado hacia el cristianismo. Pero esto no ocurrió, y la nueva
religión llegó a ser el rival más poderoso de la fe cristiana durante toda la Edad
Media. Al principio, la prédica del Profeta fue rechazada, y sólo su esposa y algunos
parientes la aceptaron.
La suerte de Mahoma cambió en 622, cuando se vio forzado a emigrar junto con
sus amigos. Este episodio se conoce como la Égira, y fue tan importante que los
musulmanes consideran a este año como los cristianos consideramos el año en que
nació Cristo, y cuentan los años de su calendario a partir de aquí. La nueva ciudad
de Mahoma fue Yatreb, donde fue bien recibido y donde llegó a ser su gobernante.
En esta ciudad, que más tarde se llamó Medinat-an-Nabí (“la ciudad del Profeta”) o
Medina, se estableció una comunidad musulmana, en la que el culto y la vida civil y
política siguieron los principios del Profeta. Mahoma murió diez años más tarde
(632). Para entonces, La Meca ya lo había reconocido como Profeta de Dios (630),
y así también lo hicieron todas las tribus de Arabia. La idolatría y el politeísmo
fueron desarraigados, y el monoteísmo absoluto del Islam se impuso.
MAPA 4 - ARABIA

El libro sagrado de los musulmanes, el Corán, fue compuesto por Mahoma,


según él, bajo la revelación divina. Éste es el libro sagrado de los musulmanes y el

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
fundamento de sus creencias y prácticas religiosas, civiles y políticas. Contiene
fragmentos históricos, enseñanzas, consejos e ideas religiosas y morales. Según el
Corán, las creencias fundamentales de los musulmanes son la fe en un Dios único,
Alá; en los ángeles y en los profetas, el último de los cuales, Mahoma, ha traído a
los seres humanos el mensaje definitivo de Dios; en el Corán y sus prescripciones;
en la resurrección y el juicio; y, finalmente, en la predestinación de las personas
según la insondable voluntad de Dios.
El Corán: “El Dios, no hay dios, sino Él, el Viviente, el Subsistente. Ni la
somnolencia ni el sueño se apoderan de Él. A Él pertenece cuanto hay en los
cielos y en la tierra. ¿Quién intercederá ante Él si no es con su permiso? Sabe
lo que está adelante y detrás de los hombres, y éstos no conocen nada de su
ciencia, si no es lo que Él quiere. Su trono se extiende por los cielos y la tierra,
y no le fatiga la conservación de esto. Él es el Altísimo, el Inmenso.”
Islam significa esencialmente la sumisión a Dios. Esta sumisión involucra el
cumplimiento estricto de ciertos deberes religiosos. El primero es la confesión de
fe en Dios y en Mahoma, su profeta. Otros deberes religiosos fundamentales son:
las oraciones, el ayuno, la limosna, el peregrinaje y la guerra santa, esta última
destinada a conseguir la conversión de los infieles a la nueva fe.
José Luis Romero: “Proveniente del judaísmo y del cristianismo en sus
aspectos doctrinarios, la religión musulmana alcanzó cierta originalidad por
la concepción militante de la fe que logró imponer y que tan extraordinarias
consecuencias debía significar para el mundo. Una especie de teocracia
surgió entonces en el mundo árabe y en las vastas regiones que los
musulmanes conquistaron, en la que el califa o sucesor del profeta reunía
una autoridad política omnímoda y una autoridad religiosa indiscutible.
Sobre esa base, el vasto ámbito de la cultura musulmana se desarrolló de una
manera singular. De todas las regiones que los musulmanes conquistaron
supieron recoger el mejor legado que les ofrecían las poblaciones sometidas,
y con ese vasto conjunto de aportes supieron ordenar un sistema
relativamente coherente, del que predominaba, sin embargo, en cada
comarca la influencia que allí había tenido su origen: la griega, la siria, la
persa, la romana. Acaso la más importante contribución de los
musulmanes—fuera de su propio desarrollo como cultura autónoma—haya
sido la constitución de un vasto ámbito económico que se extendía desde la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
China hasta el estrecho de Gibraltar, por el que circulaban con bastante
libertad no sólo los productos y las personas, sino también las ideas y las
conquistas de la cultura y la civilización.”
Las invasiones árabes. Bajo los sucesores de Mahoma (llamados califas)
comenzaron los ataques árabes, que pronto se transformaron en la invasión y
ocupación de los países vecinos, una vez lograda la unidad territorial en Arabia. Las
invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino guerras de conquista
territorial. La conversión de los conquistados al islamismo no fue forzada ni hubo al
principio persecuciones contra judíos y cristianos. No obstante, su religión les dio a
los invasores un sentido de unidad y confianza en la victoria.
Justo L. González: “Los cristianos y judíos podían continuar en el libre
ejercicio de su culto, siempre que respetaran al Profeta y al Corán. Después
se prohibió la conversión de los mahometanos al cristianismo o al judaísmo.
Pero aparte de esto, y de ciertas limitaciones en las señales públicas de su
culto, la única carga que se estableció sobre los judíos y los cristianos fue la
obligación de pagar un tributo mediante el cual el estado se sostenía. Quienes
se convertían al Islam no tenían que pagar ese impuesto. Por tanto, al mismo
tiempo que los musulmanes no tenían interés especial en fomentar las
conversiones a su religión, muchos de los cristianos de convicciones más
flexibles terminaron por aceptar la fe del Profeta.”
El primer territorio que sufrió el arrollador avance árabe fue el Imperio
Bizantino, cuyo ejército fue vencido en 634. Luego, en una sucesión rápida, cayeron
Damasco (635), Siria (636), Jerusalén (638), Cesarea y Gaza (640), Alejandría y todo
Egipto (642). En los años que siguieron, avanzaron sobre Túnez, Argelia y
Marruecos. En 652 conquistaron Persia y fundaron un estado árabe con capital en
Bagdad. En 697 invadieron Cartago y en 711 ingresaron a España por Gibraltar
(Gebel-Tarik: la colina de Tarik, el comandante de las tropas moras, bereberes y
árabes). En pocos años, Persia, Siria, Palestina y Egipto, las tierras del origen del
cristianismo, cayeron en manos musulmanas y se perdieron para el testimonio
cristiano hasta el día de hoy. En menos de un siglo, el Islam casi había aniquilado los
viejos baluartes del cristianismo en África del norte, y había cruzado al continente
europeo en España. A comienzos del siglo VIII parecía como si la cristiandad
occidental hubiese sido atrapada en un vasto movimiento de pinzas: los

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
musulmanes avanzaron hacia Francia en 721, y ya en 717 habían puesto sitio a
Constantinopla.
Como puede verse, toda la cristiandad se sintió amenazada por el vertiginoso
avance musulmán. Dos eventos quebraron los extremos de estas pinzas y salvaron
a la cristiandad de su desaparición. Por un lado, la defensa de Constantinopla por el
emperador León III, en 718, que hizo que los musulmanes se retiraran de Asia
Menor hasta detrás de los montes Taurus. Por otro lado, la victoria de Carlos Martel
(688–741) y su ejército franco cerca de Poitiers (Francia), en 732, que los echó de
Francia impidiendo su avance y no dejándoles pasar más allá de los Pirineos.
Desde 632 hasta 732 se dio un siglo de avance musulmán y de pérdidas
cristianas. El Mediterráneo, que había sido un lago romano, ahora estaba bajo el
control musulmán. Los musulmanes se adueñaron de casi la mitad del Imperio
Romano cristiano. Esto tuvo enormes consecuencias para el comercio europeo
occidental y para la difusión del testimonio cristiano. Por eso, ésta resultará ser la
pérdida territorial más grande que experimentará el cristianismo en toda su
historia. Casi toda la Península Ibérica quedó bajo su control. África del norte,
Egipto, Palestina y Siria no habrían de recuperarse hasta hoy como territorios bajo
influencia cristiana.
Además, si bien las invasiones árabes no fueron guerras de religión, sino de
conquista, el gobierno árabe en los territorios sometidos afectó a la religión
cristiana. En Egipto, la Iglesia Copta sufrió persecuciones, pesados impuestos,
dificultades para realizar matrimonios y los cristianos eran considerados como
extranjeros: éstas y otras presiones llevaron a que muchos se hicieran musulmanes.
En el norte de África, la Iglesia cristiana casi desapareció. Ya los vándalos habían
diezmado a los cristianos y más tarde Justiniano hizo lo mismo, asolando
especialmente a la población local o indígena (bereberes), entre quienes el
cristianismo no tenía mucho arraigo. Muchos consideraban que estaban mejor bajo
el dominio musulmán que bajo el dominio bizantino; otros huyeron a Sicilia e Italia.
En tiempos de Agustín de Hipona (m. 430) había alrededor de setecientos obispados
en el norte de África; para el año 700 apenas había unos treinta. Sólo España se va
a ir recuperando poco a poco para el cristianismo, pero a lo largo de un proceso de
reconquista agotador, que duró ocho siglos. No obstante, el peligro peor había sido
evitado al ser detenido el Islam en su avance sobre Europa. La cristiandad occidental

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
sobrevivió, y estaba lista para aventurarse nuevamente con su fe hacia Oriente una
vez más.
MAPA 5 - LAS INVASIONES ÁRABES

Fernando Picó: “La política oficial del Islam triunfante era la tolerancia de la
‘gente del libro’, cristianos y judíos, a quienes se les ponían cargas fiscales,
pero se les permitía el libre ejercicio de su religión, aunque no el proselitismo.
Parte de las tierras conquistadas se repartían entre los guerreros. En un par
de generaciones los árabes se hicieron navegantes y aprendieron las técnicas
de los marineros de los puertos conquistados. También aprovecharon los
saberes acumulados de los griegos y sus sucesores, e incorporaron a su
acervo cultural técnicas de construcción, sabiduría médica, interés en las
matemáticas y la astronomía, técnicas de horticultura, drenaje y riego, y el
arte de la reglamentación urbana. Todos estos conocimientos serían pasados
eventualmente a Occidente a través de España y de Sicilia.”
El Imperio Bizantino y el Islam. Las guerras contra los persas sasánidas agotaron
los recursos económicos y humanos del Imperio. En 636, un ejército islámico infligió
una derrota mayor a las fuerzas del Imperio Bizantino, en Yarmuk. La derrota le
costó al Imperio todo el territorio de Siria y Palestina. En 642 fuerzas islámicas
capturaron la más rica de todas las provincias del Imperio, Egipto. Cuatro años más

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
tarde una flota musulmana derrotó a la armada bizantina y ganó el control del
Mediterráneo (año 646).
Entre 673–678 naves musulmanas bloquearon la ciudad de Constantinopla. La
marina bizantina logró romper el sitio. En su campaña contra los musulmanes los
bizantinos introdujeron un arma nueva llamada “fuego griego.” El “fuego griego”
era una especie de lanzadera de fuego que se llevaba a bordo, construida alrededor
de un tubo a través del cual se disparaba contra el enemigo una mezcla de nafta,
sulfuro y salitre. Tan pronto como el Imperio había roto el bloqueo, sus viejos
enemigos—los búlgaros y avaros—atacaron desde el norte. En 679 los búlgaros
cruzaron el Danubio y marcharon contra la ciudad. Para el año 700, el Imperio
estaba reducido a una fracción de su tamaño anterior. Ciento treinta y cinco años
después del reinado de Justiniano, el emperador bizantino controlaba solamente el
sur de Italia, Rávena, una pequeña parte de los Balcanes y la mayor parte de
Anatolia.
En 717, León el Isaurio, o León III, subió al trono de Constantinopla como
emperador. Durante los veinticuatro años de su reinado (717–741), León III logró
mantener a raya a los adversarios del Imperio. En 717 los árabes renovaron sus
ataques contra la ciudad capital mientras que otro ejército musulmán marchaba,
como vimos, cruzando el norte de África y entrando a España (717–719). León III
concentró sus recursos en proteger el corazón de su Imperio. Tomó medidas para
reorganizar la burocracia y la administración, y tuvo éxito en echar de Asia Menor a
las tropas musulmanas (740). Las victorias de León III le dieron al Imperio Bizantino
un respiro de dos siglos antes de nuevos avances árabes.
La Iglesia de Oriente y el Islam. Los cristianos al este de Palestina sufrieron el
avance árabe, pero a diferencia de lo ocurrido en España, el norte de África y en los
territorios bajo el Imperio Bizantino, lograron sobrevivir conservando su identidad
e instituciones. Cuando el califato abásida estableció su nueva capital islámica en
Bagdad (750), el patriarca de la Iglesia Persa o Siríaca del Este (es decir, la Iglesia de
Oriente) también se trasladó a la ciudad capital. En 780, el obispo Timoteo, un
hombre reformador y de espíritu misionero, llegó a ser el patriarca. En 781,
participó durante dos días de un diálogo interreligioso con el califa abásida, Mahdi,
y luego escribió un relato de su conversación, que circuló como una apología. El
documento refleja algo de la cristología diofisita (es decir, dos naturalezas), que era

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
característica por entonces en la Iglesia de Oriente. Lo interesante es este ejemplo
de diálogo religioso cristiano-musulmán en una época tan temprana.
Timoteo de Bagdad: “Yo respondí a su Majestad: ‘Oh nuestro victorioso Rey,
en este mundo todos nosotros estamos como en una casa oscura en el medio
de la noche. Si en la noche y en una casa oscura ocurre que una perla preciosa
cae en medio del pueblo, y todos son conscientes de su existencia, cada uno
procurará recoger la perla, que no caerá en manos de todos sino de uno solo,
en tanto que alguien se adueñará de la perla en sí, otro de un pedazo de
vidrio, un tercero de una piedra o de un terrón de tierra, pero cada uno estará
feliz y orgulloso de ser el poseedor real de la perla. Sin embargo, cuando la
noche y la oscuridad desaparecen, y surgen la luz y el día, entonces cada una
de aquellas personas que habían creído que tenían la perla, extenderán y
dirigirán su mano hacia la luz, que es la única que puede mostrar lo que cada
una tiene en la mano. Aquel que posee la perla se regocijará y será feliz y se
gozará con ella, mientras que aquellos que tenían en la mano pedazos de
vidrio o trozos de piedra sólo llorarán y estarán tristes, y suspirarán y
derramarán lágrimas.
‘De la misma manera nosotros los hijos de la humanidad estamos en este
mundo perecedero como en tinieblas. La perla de la verdadera fe cayó en
medio de todos nosotros, y está indudablemente en la mano de uno de
nosotros, mientras que todos nosotros creemos que poseemos el objeto
precioso. Sin embargo, en el mundo venidero, la oscuridad de la mortalidad
pasa, y la niebla de la ignorancia se disuelve, dado que la niebla de la
ignorancia es absolutamente ajena a la luz verdadera y real. En ella se
regocijan los poseedores de la perla, están felices y complacidos, y los
poseedores de meras piezas de piedra llorarán, suspirarán y derramarán
lágrimas, como dijimos más arriba.’ …
Y nuestro victorioso Rey dijo: ‘Tenemos esperanza en Dios que nosotros
somos los poseedores de esta perla, y que la tenemos en nuestras manos.’—
Y yo respondí: ‘Amén, oh Rey. ¡Pero quiera Dios concedernos que nosotros
también podamos compartirla contigo, y regocijarnos en el lustre brillante y
radiante de la perla! Dios ha colocado la perla de Su fe delante de todos
nosotros como los rayos brillantes del sol, y todo el que desee puede gozar
la luz del sol’.”
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
_ El Imperio Bizantino y Occidente
A lo largo del siglo VII y principios del VIII hubo tan sólo relaciones mínimas entre
el Imperio Bizantino y Europa Occidental. Una explicación de esto se encuentra en
la necesidad de concentrar los recursos del Imperio en su defensa y en el desorden
e inferioridad de la situación imperante en el Oeste. Estas condiciones comenzaron
a cambiar a mediados del siglo VIII. Con la victoria de Carlos Martel sobre los
musulmanes (732), el Papa manifestó un renovado interés en la cristiandad
oriental. El emperador León III el Isaurio provocó una controversia con la Iglesia
Occidental cuando prohibió el uso de íconos en los cultos religiosos. El Papa se
opuso a la proclamación de León y respaldó con su autoridad el uso de imágenes.
La controversia iconoclasta. Esta disputa sobre el uso religioso de las imágenes,
que duró desde 717–843, tuvo enormes consecuencias sobre la espiritualidad tanto
oriental como occidental. El conflicto fue inaugurado por los Isaurios (llamados así
por una región en Asia Menor) y tenía que ver con el uso devocional de imágenes o
íconos. En el Oriente griego, el uso de los íconos estaba bien difundido. Los íconos
eran venerados no porque tuvieran algún valor material inherente, sino más bien
por las verdades espirituales que ellos manifestaban. Servían como recordatorios
de verdades espirituales y como medios de discernimiento espiritual. Los íconos
también significaban el completamiento o glorificación (theosis) espiritual de otros
seres mortales junto a Cristo. Estas imágenes eran muy populares en la devoción
personal, la oración y la meditación.
El emperador León el Isaurio consideraba a los íconos como ídolos y su
veneración como idolatría. Él fue el iniciador de la controversia iconoclasta
(“rompedor de íconos”). Seguramente, su postura resultó de las influencias
musulmanas en su región de origen en Asia Menor (Isauria, frente a la isla de
Chipre), pero también al hecho de que en sus días hubo un incremento del culto al
emperador. Los más devotos a los íconos eran monjes y monjas, cuyas comunidades
no sólo estaban eximidas del pago de los impuestos imperiales sino que no hacían
ningún aporte significativo al Imperio.
En 730, León publicó un edicto contra los íconos. El patriarca de Constantinopla
se opuso y fue removido de su puesto. Los soldados imperiales intentaron destruir
los íconos por la fuerza en los lugares públicos, con la oposición especialmente de
grupos de mujeres. Constantino V continuó con la política de su padre (desde 743).

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Un concilio reunido en 753 condenó los íconos y como consecuencia hubo
persecuciones y martirios de monjes y monjas. El sucesor de Constantino V, León
IV, disminuyó la persecución bajo la influencia de su esposa Irene, que estaba a
favor de la veneración de imágenes. Cuando Irene tomó el poder como regente de
su hijo menor en 780, revirtió la política iconoclasta de los Isaurios y en 787, junto
con su hijo Constantino VI, convocó en Nicea el Séptimo Concilio Ecuménico, que
aprobó la veneración de íconos como una práctica ortodoxa. El Concilio también
estableció que las imágenes no eran dignas de la adoración debida sólo a Dios
(latría), sino de una veneración inferior (dulía).
Alfred Weber: “En esta disputa, presenciamos una curiosa sublevación de la
concepción oriental de lo religioso, judaico-arábiga, procedente del Sur
(Capadocia), que carece rigorosamente de imágenes, que se opone a la
veneración de lo divino expresado en imágenes, lo cual había tomado cierto
aspecto pagano, que se opone a la veneración de los íconos como ídolos ‘no
hechos por los hombres,’ que ponía en manos de la Iglesia y de los
conventos—que cada día adquirían mayores proporciones—un poder
peligroso en forma de medios de salvación milagrosos. Al mismo tiempo, sin
embargo, este movimiento constituyó la expresión política, la voluntad de
una mundanalidad casi de tipo pagano antiguo, que encarnaba en aquellos
poderosos príncipes, en contra de la santurronería supersticiosa que se iba
formando. En el siglo IX, se llega respecto de esta polémica a una transacción,
mediante la incorporación o encaje de las congregaciones monacales y al
mismo tiempo volviendo a permitir las imágenes. Este nuevo Imperio
coloreado con tonos muy vivos había vencido el espíritu de la cultura griega,
desde el punto de vista político; pero en lo cultural había vencido en cambio
la helenidad adoptando la forma de un cristianismo magístico y gnóstico; y
no triunfó a modo de una actitud ética—pues nunca se había producido la
lucha en torno a ésta—sino más bien como una sensibilidad plástica de tipo
heleno infundida en la Iglesia.”
Después de la muerte de Irene en 803, el partido iconoclasta intentó hacer
prevalecer su posición. Así es como se impusieron nuevas restricciones sobre el uso
de íconos en las iglesias mediante edictos imperiales, que se proponían terminar
con lo que consideraban idolatría. Monjes y obispos se resistieron, y nuevamente
hubo una persecución severa. Finalmente, en 840, la persecución amainó. La

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
oposición a los íconos había sido más una cuestión de los emperadores y los
militares, y no había sido efectiva para desarraigar la iconolatría del corazón del
pueblo. Con la muerte del último emperador iconoclasta, Teófilo, su esposa, la
emperatriz Teodora, ordenó el final de la persecución. En 843, el patriarca de
Constantinopla predicó un sermón en Santa Sofía, que proclamó que los íconos
debían ser reinstalados en la Iglesia. Ésta es la fecha que la Iglesia Ortodoxa celebra,
hasta el día de hoy, como el final de la controversia.
Las relaciones entre Este y Oeste. Desde un punto de vista político, estas
relaciones se empeoraron entre 780 y 802. En 780 Constantino VI, un niño de diez
años, llegó a ser el emperador bizantino. La madre de Constantino, Irene, actuó
como regente hasta el año 790, cuando su hijo se deshizo de los consejeros de su
madre y tomó el control del poder. Irene intrigó contra su propio hijo, al punto que
sus secuaces lo enceguecieron, con lo cual quedó ritualmente descalificado para ser
emperador. Irene se nombró a sí misma emperatriz y gobernó de 797 hasta 802. El
papa León III (no confundir con el emperador León III, el Isaurio) intervino en la
controversia y declaró vacante al trono oriental, arguyendo que una mujer no podía
gobernar sobre el Imperio. El Papa presentó una afrenta todavía mayor cuando
unilateralmente, como veremos más adelante, nombró a Carlomagno “emperador
de los romanos” en el día de Navidad del año 800. Las consecuencias prácticas de
la acción del papa León III no fueron grandes. No obstante, el nombramiento de un
occidental como cabeza del Sacro Imperio Romano señaló el comienzo de seis siglos
de lucha entre las cristiandades occidental y oriental.
Desde un punto de vista teológico, en Occidente se mantuvo en general una
posición intermedia entre los iconoclastas (destructores de los íconos) y los
iconodulistas (adoradores de los íconos). Los teólogos occidentales distinguían
entre las naturalezas divina y material de Cristo, mientras afirmaban algún modo
de comunicación por el cual cada una compartía sus propiedades con la otra. Para
los teólogos orientales, la veneración de los íconos expresaba su fuerte énfasis
sobre el misterio de la encarnación. El teólogo más importante en este sentido fue
Juan de Damasco, un monje de Palestina que escribió Exposición de la fe ortodoxa
y tres Discursos contra los que rechazan las santas imágenes. Estas obras no sólo
fueron una afirmación del uso devocional de las imágenes, sino también una de las
declaraciones teológicas más importantes de los principios que se discutieron en la
controversia.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Juan de Damasco: “Puesto que algunos nos culpan por reverenciar y honrar
imágenes del Salvador y de Nuestra Señora, y las reliquias e imágenes de los
santos y siervos de Cristo, recuerden que desde el principio Dios hizo al ser
humano a su imagen. ¿Por qué nos reverenciamos unos a otros, si no es
porque somos hechos a imagen de Dios?… Por otra parte, ¿quién puede
hacer una copia del Dios que es invisible, incorpóreo, incircunscribible y
carente de figura? Darle figura a Dios sería el máximo de la locura y la
impiedad.… Pero puesto que Dios, por sus entrañas de misericordia y para
nuestra salvación, se hizo verdaderamente hombre … vivió entre los
humanos, hizo milagros, sufrió la pasión y la cruz, resucitó y fue elevado al
cielo, y puesto que todas estas cosas sucedieron y fueron vistas por los
humanos … los Padres, viendo que no todos saben leer ni tienen tiempo para
hacerlo, aprobaron la descripción de estos hechos mediante imágenes, para
que sirvieran a manera de breves comentarios.… Nosotros no reverenciamos
lo material, sino lo que esas cosas significan.”
Desde el punto de vista cultural, las diferencias entre Este y Oeste eran notables.
La exquisitez y sofisticación de la cultura bizantina estaba muy por arriba del retraso
y barbarie de los logros germánicos. Cuando el Imperio Bizantino y el Occidente se
enfrenaron en el siglo VIII en torno a un problema concreto, la cuestión de los
íconos, sus perspectivas y premisas habían llegado a ser muy diferentes. No
obstante estas diferencias, el sentido de inferioridad cultural del Occidente latino
respecto a Bizancio prevaleció hasta el siglo XII y le permitió al arte, la arquitectura,
y el pensamiento bizantino ejercer considerable influencia sobre el desarrollo
cultural de Occidente.
La dinastía macedónica. Los emperadores que condujeron al Imperio Bizantino
desde 867 hasta 1025 pertenecieron a una dinastía macedónica. Los siglos IX y X
fueron un período de prosperidad para el Imperio. Los ejércitos bizantinos tomaron
la ofensiva y recapturaron buena parte de Siria, Armenia, Chipre y Creta. Con
Constantino VII, que reinó entre 920–959, el Imperio recuperó parte de su prestigio
y esplendor. Basilio II (927–1025) aplastó a los búlgaros y su acción en el orden
cultural tendió a la protección de las ciencias y las artes. En materia política
estabilizó las fronteras del Imperio frente a los magiares y eslavos, los cuales fueron
evangelizados. Desarrolló relaciones amistosas con Vladimir de Kiev (casado con
una hermana de Basilio), en el sur de Rusia. Vladimir invitó a Basilio (989) a enviar

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
monjes a Rusia, lo que llevó a la conversión de los eslavos al cristianismo y su
adopción de la cultura bizantina. El comercio se expandió durante estos siglos y las
reformas de la burocracia imperial mejoraron la vida dentro de los límites del
Imperio. Sin embargo, la profunda crisis social que aquejaba al Imperio provocó
numerosos conflictos, agravados por la ineptitud de los sucesores de Basilio II.
A partir del siglo XI, el Imperio Bizantino entró definitivamente en decadencia.
Sin embargo, un grave suceso lograría prolongar todavía por dos siglos la vida del
Imperio. En 1057, el emperador bizantino solicitó la ayuda del Papa romano con el
fin de detener a los turcos otomanos, que ya habían ocupado Siria y Palestina, y
amenazaban con poner sitio a Constantinopla. El papa Urbano II promovió las
Cruzadas, que lograron detener momentáneamente a los peligrosos enemigos,
pero la dinastía macedónica llegó a su fin y con ello casi desapareció el Imperio
Romano de Oriente, que quedó virtualmente reducido a la ciudad de
Constantinopla y sus alrededores.

LA RECUPERACIÓN EN ORIENTE
Para el siglo VII, el patriarca de la Iglesia de Oriente (siríaca) era la autoridad
cristiana más importante en todo el territorio al este de Persia. Su interés no estaba
enfocado tanto en los debates teológicos de sus días, sino más bien en cuestiones
prácticas y políticas. La adoración en la Iglesia de Oriente se llevaba a cabo en lengua
siríaca, mientras estos cristianos sustentaban una teología nicena. Entre los
patriarcas que sirvieron bajo el dominio musulmán de Persia, uno de los más
influyentes fue Timoteo I, ya mencionado. Él personalmente envió más de cien
misioneros a nuevas regiones donde no había testimonio cristiano.
La expansión del testimonio cristiano al este de Persia después del año 600 fue
básicamente la obra de monjes de la Iglesia de Oriente. Hubo también sacerdotes y
mercaderes que llevaron su testimonio a lo largo de las rutas caravaneras que
cruzaban el continente asiático. Fue precisamente en las principales ciudades junto
a estas rutas entre Persia y China que, ya antes del siglo X, se fueron estableciendo
monasterios, que sirvieron de centros de adoración, evangelización, hospedaje para
mercaderes y escuelas. En ellos se copiaron y tradujeron los textos siríacos de las
Escrituras, la liturgia cristiana, y las historias de santos y mártires.
_ El cristianismo en India

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Hay que esperar hasta el siglo XVI para tener referencias históricas más seguras
en cuanto al desarrollo del testimonio cristiano en India. No obstante, como se vio
en el volumen anterior, hay abundantes indicaciones de la presencia de cristianos
en este sub-continente con anterioridad al siglo VI. Para mediados del siglo VII,
encontramos referencias en la correspondencia del patriarca de la Iglesia de
Oriente, Ishoyahb III, de la ruptura de relaciones con el metropolitano en
Rewardashir. Las iglesias en India continuaron sosteniéndolo financieramente. En
el siglo VIII encontramos nuevamente referencias a las iglesias en India en los
registros persas. Se nos informa que tenían un metropolitano propio, elegido de
entre su propia comunidad en la presencia de los otros obispos. Evidentemente,
debería haber más de una diócesis, ya que según la tradición persa, los
metropolitanos eran nombrados cuando había por lo menos seis obispos bajo su
autoridad. Las iglesias aparentemente estaban bien establecidas. Hay varias cartas
del patriarca Timoteo I que mencionan la presencia cristiana en India. Una de ellas
está dirigida a un monje llamado Tomás, que estaba viajando con un grupo de
inmigrantes a la India. Otra ofrece instrucciones en cuanto a irregularidades
ministeriales. En el siglo IX encontramos la mención de dos hermanos armenios que
llegaron a India como misioneros.
Existe un interesante documento de mediados del siglo IX, que consiste de unas
placas de cobre con inscripciones, que menciona concesiones dadas por los reyes
locales a los cristianos para construir sus lugares de culto. A la luz de esta evidencia
arqueológica, se puede ver que las comunidades cristianas en India eran pequeñas
y mayormente ubicadas en el sur de la India. En su mayoría, se trataría de
inmigrantes venidos de Persia, que se establecieron en la costa Malabar a lo largo
de varios siglos. Algunos llegaron como mercaderes, otros como refugiados
escapando de la persecución persa o islámica, pero también había algunos
misioneros. Muchos de ellos son mencionados como peregrinos, que venían para
visitar Cranganore, el lugar al que según la tradición había llegado el apóstol Tomás,
o Mylapore, cerca de Madrás en el este, donde se creía estaba ubicada su tumba.
Con el tiempo, estos cristianos llegaron a constituir una casta separada, con lo cual
gozaron del reconocimiento social y político de los gobernantes locales según la
costumbre religiosa hindú tradicional. Al igual que los miembros de otras castas en
India, estos cristianos vivían en casas vecinas a su centro religioso, en este caso sus
templos, constituyendo así vecindarios cristianos distintivos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El siríaco continuó siendo la lengua litúrgica, a pesar de haber sido desplazada
por el arábico en Persia. Esta lengua les dio un sentido de identidad cristiana, al
parecer más cercana a la lengua hablada por Jesús y sus discípulos. En sus cultos las
iglesias de la India celebraban liturgias que guardaban cierta relación simbólica con
Jerusalén. Pero al mismo tiempo estaban contextualizados con la cultura local, ya
que utilizaban tortas de arroz y vino de palmera para la eucaristía. Esto pone en
evidencia que su identidad cultural era plenamente india. Estos cristianos
probablemente llevaron su testimonio por mar a Sri Lanka, y tal vez a Java, la
península Malaya, e incluso hasta la costa de China. De hecho, hay mención de
mercaderes persas y a veces armenios que visitaron estos lugares entre los siglos
VII y X.
_ El cristianismo en Asia Central
Al este de Persia, el testimonio cristiano siguió las rutas caravaneras,
especialmente la Ruta de la Seda, que cruzaban por Balkh, la capital de Bactria, y
seguían por las ciudades de Merv y Samarcanda. Estas mismas rutas eran seguidas
por monjes, sacerdotes y mercaderes zoroastristas, budistas, maniqueos y
musulmanes, además de aquellos que sostenían creencias animistas y chamánicas.
La primera presencia cristiana estuvo ligada al establecimiento de monasterios en
las principales ciudades. Como se indicó, estos monasterios estaban directamente
relacionados con el comercio de mercaderes cristianos, a quienes ofrecían
alojamiento y atención religiosa. Las iglesias siríacas fueron bien conocidas por sus
médicos, algunos de los cuales eran también sacerdotes y monjes. La presencia de
cementerios con inscripciones funerarias cristianas para mujeres y hombres es
evidencia de cierto grado de educación en estas ciudades de Asia Central, e indica
la existencia de comunidades cristianas permanentes a lo largo de la Ruta de la Seda
desde Persia hasta China occidental.
En una de sus cartas (781), el patriarca Timoteo I informaba que había recibido
una comunicación de un rey entre los turcos (hunos), en la que le decía que él y su
pueblo se habían convertido al cristianismo. Este rey le pedía que ordenara y les
enviara un obispo junto con algunos monjes, cosa que Timoteo hizo. En otras cartas,
Timoteo I daba testimonio de su interés en asistir a un creciente número de iglesias,
monasterios y sedes episcopales a lo largo de lo que ahora son las naciones de
Uzbekistán, Kazajstán y Tayikistán. En una de sus cartas, Timoteo informaba que el
metropolitano de China había muerto y que él estaba nombrando a alguien para
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que ocupara su lugar. En otra escribió que estaba preparándose para consagrar a
un obispo para los tibetanos. Algunos textos cristianos escritos en la lengua tibetana
antes del siglo X sugieren que había interés, sino una necesidad, de literatura
cristiana en lengua tibetana. La decisión de Timoteo de consagrar a un obispo para
Tibet indica que había un grupo considerable de cristianos en aquella región.
Para fines del siglo VII el mensaje cristiano había alcanzado lo que es ahora China
occidental. Las antiguas ciudades de Tunhuang y Turfan tenían comunidades
cristianas. En la primera, se han encontrado numerosos escritos cristianos en
cuevas budistas. Lo mismo ha ocurrido en Turfan, al norte de Tunhuang, todo lo
cual provee de buena evidencia para afirmar una presencia cristiana considerable
en esta región antes del siglo X. Estos cristianos serían persas, turcos, mongoles y
chinos, con algunas influencias armenias y griegas, según se ve por los escritos
encontrados. Además de las Escrituras, estos materiales incluían libros de
adoración, homilías, comentarios bíblicos, vidas de santos y mártires, tratados de
medicina y obras filosóficas.
Una carta de Abdisho, obispo de la ciudad de Merv, escrita al patriarca de
Bagdad alrededor del año 1000, provee de evidencia de la extensión más
septentrional alcanzada por la influencia misionera cristiana durante este período.
Este obispo informaba al patriarca que el rey de los turcos keraítas que vivía
alrededor de la región junto al lago Baikal en el norte de Mongolia, había tomado
contacto con él. El rey se había convertido a la fe cristiana a través de la aparición
de un santo cristiano, que le había mostrado el camino a través de una tormenta de
nieve y se identificó como un seguidor de Cristo. Como resultado de esto, el
monarca había buscado a mercaderes cristianos que estaban viajando a través de
la región, y ellos lo instruyeron en las doctrinas básicas de la fe. Incluso le habían
dejado una copia del Evangelio. Según Abdisho, unos doscientos mil miembros de
la tribu de este rey habían llegado a abrazar la fe cristiana.
El rey estaba bien comprometido con la nueva fe y estaba solicitando ser
bautizado. Para ello pedía instrucciones en cuanto a cómo prepararse. Se le indicó
que debía ayunar por largos períodos de tiempo durante un año. Los turcos
entendieron que debían abstenerse de comer carne o productos lácteos durante
estos ayunos, pero ésta era su dieta básica y única. El patriarca respondió a sus
inquietudes diciéndole a Abdisho que debía enviar a un sacerdote y a un diácono a
bautizarlos y a ministrarles. En cuanto al ayuno, en razón de la ausencia de otros
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
alimentos, ellos debían abstenerse de comer carne, pero podían consumir
productos lácteos. Éste es un interesante ejemplo de contextualización
misionológica.
MAPA 6 - EL CRISTIANISMO EN ORIENTE

_ El cristianismo en China
El cristianismo llegó a China en el año 635, el año en que la misión céltica llegaba
al norte de Inglaterra, en Northumbria. Si bien este movimiento fue muy pequeño,
es suficiente como ilustración para recordar que el cristianismo no es una religión
exclusivamente occidental, sino universal. Puede decirse, entonces, que para
Inglaterra del norte y para el Lejano Oriente, la historia cristiana comenzó en el año
635.
Los misioneros en China. El documento arqueológico más completo para la
reconstrucción de la llegada del cristianismo a la China es la Estela de Ch’ang-an,
encontrada en la provincia de Xian. Esta piedra de granito negro, grabada con
caracteres chinos en todas sus caras, lleva por título “Monumento que conmemora
la transmisión de la Religión de la Luz en China.” Fue grabada en 781 y declara que
la llegada del testimonio cristiano a la capital del Imperio Chino bajo la dinastía
T’ang (Ch’ang-an) se produjo en el año 635, cuando monjes siríacos de la Iglesia de
Oriente, arribaron bajo el liderazgo de Alopen (o Alouben). La dinastía T’ang fue una
de las más destacadas en la larga historia de la civilización y cultura china. La ciudad
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
de Ch’ang-an contaba con alrededor de dos millones de habitantes, lo que la hacía
la más grande del mundo en aquel tiempo. El confusionismo era la ideología
predominante del Estado, pero se estudiaban también otras religiones e ideas como
el taoismo, el budismo, el zoroastrismo y el maniqueísmo. Entre estas nuevas ideas
estaba la representada por monjes provenientes del extremo occidental de Asia
(Siria), y que en chino se conocía como Jing Jiao (Religión Ilustre o Religión de la Luz
o Luminosa).
Estela de Ch’ang-an: “La doctrina sagrada que ha traído luz al mundo vino
aquí durante el reinado del Emperador Taizong. Las enseñanzas gloriosas
fueron traídas por Alouben, un hombre de alta virtud del Imperio de Da Qin
(Siria). Él vino sobre nubes azules trayendo las escrituras verdaderas, y
después de un viaje largo y arduo, arribó en Ch’ang-an durante el noveno año
de Zhenguan. El emperador envió a su ministro Fang Xuanling para saludarlo
en el suburbio occidental. El visitante fue bienvenido en el palacio donde se
le pidió que tradujera sus escrituras. Cuando el emperador oyó las
enseñanzas, se dio cuenta profundamente de que ellas hablaban la verdad.
Por lo tanto, pidió que estas enseñanzas fuesen enseñadas, y en el mes
séptimo en el otoño del vigésimo año de Shenguan, proclamó un decreto:
‘El Camino no tiene un nombre común y lo sagrado no tiene una forma
común. Proclamen las enseñanzas por todas partes para la salvación del
pueblo. Alouben, el hombre de gran virtud del Imperio de Da Qin, vino desde
una tierra lejana y arribó a la capital para presentar las enseñanzas e
imágenes de su religión. Este mensaje es misterioso y maravilloso más allá de
nuestra comprensión. Las enseñanzas nos hablan acerca del origen de las
cosas y de cómo ellas fueron creadas y nutridas. El mensaje es lúcido y claro;
las enseñanzas beneficiarán a todos; y ellas deben ser practicadas por toda la
tierra’.”
Los primeros misioneros en ir a China vinieron de Persia (Da Qin o Siria en la
Estela), que para aquel entonces estaba bajo el gobierno musulmán. El grupo
misionero había sido enviado por la Iglesia de Oriente, y estaba constituido por
veintiún monjes de habla siríaca, bajo la dirección de uno llamado Alopen. Un edicto
imperial del año 638 les concedió tolerancia religiosa y el emperador mismo les dio
un monasterio en la ciudad capital. El sucesor del emperador ordenó la
construcción de monasterios en muchas provincias y le dio a Alopen el título de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
“Señor Protector de las Grandes Enseñanzas.” La Estela señala: “La enseñanza se
esparció a las diez direcciones y el país prosperó. Se construyeron monasterios en
cientos de ciudades y muchas personas recibieron bendiciones de la Iglesia de la
Religión de la Luz.”
Sin embargo, en 698, al cambiar la dinastía gobernante, los cristianos tuvieron
que hacer frente a la oposición, que por momentos fue muy violenta. Maestros
budistas esparcieron rumores en contra de los creyentes. Para el 712, la oposición
comenzó en la capital misma y aparentemente resultó en la destrucción de recintos
y objetos sagrados. A mediados del siglo VIII se restauró el favor imperial. Se
construyó una iglesia en un ducado “donde la doctrina podía ser enseñada a más
personas de maneras simples y directas,” y “en poco tiempo, muchas personas
fueron convertidas.” El siguiente emperador no sólo permitió la predicación
cristiana, sino que hizo regalos a un monasterio y se les pidió a los monjes que
dirigieran la adoración en el palacio imperial. Un nuevo edicto de tolerancia
permitió ciertos progresos en el trabajo misionero en varias provincias.
La teología en China. La primera parte de la Estela de Ch’ang-an es un resumen
de la doctrina cristiana sostenida por los primeros misioneros en llegar a China. La
declaración de fe comienza confesando a Dios Altísimo como el Creador, uno y
eterno. En cuanto a los seres humanos, “originalmente ellos no tenían deseo
alguno, pero bajo la influencia de Satanás, abandonaron su bondad pura y simple
por el brillo y el oro.” Como consecuencia de esta situación es que apareció Ye Su
(Jesús), “Aquel que emana en tres cuerpos ocultos, escondió su verdadero poder,
se hizo un ser humano, y vino de parte del Señor del Cielo a predicar las buenas
enseñanzas. Una virgen dio a luz a lo sagrado en una morada en el Imperio Da Qin.”
La Estela continúa expresando una cristología bastante similar a la de Nestorio:
Estela de Ch’ang-an: “El mensaje fue dado a los persas quienes vieron y
siguieron la luz brillante para ofrecerle regalos. Los veinticuatro santos [los
libros del Antiguo Testamento según el canon hebreo], nos han dado las
enseñanzas, y el cielo ha decretado que sea proclamada la nueva religión de
la ‘Pureza de los Tres-en-Uno de los que no se puede hablar.’ Estas
enseñanzas pueden restaurar la bondad a los creyentes sinceros, liberar a
aquellos que viven dentro de los límites de los ocho territorios [quizás las
Bienaventuranzas, Mt. 3:3–10], refinar el polvo y transformarlo en verdad,
revelar el portal de las tres constantes [probablemente fe, esperanza y amor,
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1 Co. 13:13], conducirnos a la vida y destruir la muerte. Las enseñanzas de la
Religión de la Luz son como el sol resplandeciente: tienen el poder de disolver
el reino de las tinieblas y destruir para siempre el mal.
“Él puso a flote la barca de la salvación y la compasión de modo que
podamos usarla para ascender al palacio de la luz y unirnos con el Espíritu. Él
llevó a cabo la obra de liberación, y cuando la tarea fue completada, ascendió
a la inmortalidad en un gran resplandor de luz. Él dejó veintisiete libros de
escrituras [Nuevo Testamento] para inspirar nuestro espíritu; reveló las obras
del Origen; y nos dio el método de la purificación por el agua [bautismo].”
Es posible conocer algo más de la teología cristiana china primitiva a partir de
documentos encontrados en las cuevas de Tunhuang y Turfan. Estos documentos
son muy parecidos a las sutras budistas en su estilo. Uno de ellos, la Sutra de
Jesucristo, ha sido fechado alrededor del 638 y puede estar relacionado con la
misión original de Alopen. Otras tres sutras, agrupadas bajo el título común de
Discursos sobre monoteísmo, parecen haber sido compuestas alrededor de 641.
Es interesante notar el vocabulario de estos manuscritos. En la Sutra de
Jesucristo se usa el nombre “Buda” para la divinidad, mientras que las otras tres
usan el término chino I-shen (“Un Dios”). Cristo es también llamado Shih-tsun
(“Señor del Universo”) y el Espíritu Santo Liang-feng (“Brisa o Viento Fresco”). Este
lenguaje facilitaba la comunicación del evangelio en un contexto típicamente
budista y taoista. La Primera sutra litúrgica, compuesta cerca de 720, ilustra la
adaptación de la liturgia cristiana al contexto local con su oración a “Aquel con el
rostro como jade.”
Sutra de Jesucristo: “De modo que Dios hizo que la Brisa Fresca viniese sobre
una mujer joven escogida llamada Mo Yan [María], que no tenía esposo, y
ella quedó embarazada. Todo el mundo vio esto, y entendió lo que Dios había
obrado. El poder de Dios es tal que puede crear un espíritu corpóreo y
conducir al sendero claro y puro de la compasión. Mo Yan dio a luz a un niño
y lo llamó Ye Su, quien es el Mesías y cuyo padre es la Brisa Fresca.… Dios
mira con compasión hacia abajo desde el Cielo, y controla todas las cosas en
el Cielo y la Tierra. Cuando Ye Su el Mesías nació, todo el mundo vio un
misterio brillante en los Cielos. Todas las personas vieron desde sus casas una
estrella tan grande como una rueda de carro. Esta luz misteriosa brilló sobre

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
el lugar donde Dios iba a ser encontrado, porque en este momento el Único
nació en la ciudad de Wen-li-shih-ken [Jerusalén] en el huerto de But Lam
[Belén]. Después que hubieron pasado cinco años el Mesías comenzó a
hablar. Él hizo muchas cosas milagrosas y buenas mientras enseñaba la Ley.…
El Mesías ofreció su cuerpo a los malvados por amor a todos los seres
vivientes. A través de esto todo el mundo sabe que toda vida es tan precaria
como la llama de una vela. En su compasión él entregó su vida.
“Los malos trajeron al Mesías a un lugar apartado, y después de lavar su
cabello lo llevaron al lugar de ejecución llamado Chi-Chu [Gólgota]. Ellos lo
colgaron alto sobre un cadalso de madera, con dos criminales, uno a cada
lado de él. Él colgó de allí por cinco horas.… Temprano esa mañana hubo una
luz solar brillante, pero a medida que el sol se movió al Oeste, tinieblas
vinieron sobre el mundo, la tierra se sacudió, las montañas temblaron, las
tumbas se abrieron y los muertos caminaron. Aquellos que vieron esto
creyeron que él era quien él decía que era. ¿Cómo puede alguien no creer?
Aquellos que toman a pecho estas palabras son verdaderos discípulos del
Mesías.”
De las otras tres sutras mencionadas, la primera ofrece una discusión metafísica
sobre la naturaleza invisible de Dios, y la naturaleza visible e invisible del ser
humano. La segunda trata con la creación y la naturaleza humana (cuerpo, alma y
espíritu). La tercera titulada El discurso del Señor del Universo sobre la limosna,
provee una ilustración del énfasis cristiano sirio sobre la importancia del papel de
las mujeres en el evento de la salvación.
A la luz de estos documentos, parece evidente que las autoridades chinas
consideraban al cristianismo como una secta similar al budismo. Esta identificación
facilitó el ingreso del testimonio cristiano en China bajo la dinastía T’ang.
Los resultados en China. Las crisis políticas internas y externas no fueron
favorables para un gran avance de la fe cristiana en China. La estela de Ch’ang-an
describe la situación hasta el año 781, cuando fue esculpida y termina con una nota
de confianza. Dice la Estela: “Esta doctrina es grande y sus obras son poderosas y
misteriosas. Si soy forzado a describirla, las llamaría la obra del Señor Tres-en-Uno.
Todo lo que este humilde siervo ha hecho es registrar en el monumento lo que ha

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
sucedido y glorificar al Señor Primordial.” La historia posterior debe ser
reconstruida a partir de otros documentos.
A mediados del siglo VIII, la expansión árabe hacia el Este (especialmente Tibet)
creó conflictos con el Imperio Chino. En estos años, uno de los líderes chinos más
destacados fue el duque Kuo Tzu-i, quien defendió los territorios chinos de los
avances árabes. El monumento de Xian dice que uno de los comandantes
nombrados por el emperador para acompañar al duque era un sacerdote cristiano
llamado I-ssu, a quien la Estela lo menciona como su donante. Para entonces,
parece que en algunas iglesias la adoración se hacía en chino y no en siríaco. Es
probable que la creciente identificación del cristianismo con el budismo haya sido
la causa de su rápida declinación hacia mediados del siglo IX. Los registros chinos
mencionan a los cristianos hasta aproximadamente el año 900, cuando desaparece
todo rastro de cristianismo en China. Las razones para este cataclismo fueron dos.
Primero, persecución. En el año 845 un emperador pro-taoísta decidió suprimir
las religiones que no eran de origen chino, incluso el budismo. El edicto decía:
“¿Cómo pueden las religiones triviales de Occidente compararse con las nuestras?”
El edicto menciona a monjes cristianos y zoroastristas (se los menciona juntos,
porque ambas religiones provenían de Persia) en número de 3.000 que, al igual que
los budistas, debían “retornar al mundo para no confundir las costumbres de
China.” La política persecutoria duró sólo veinte meses. El budismo logró
recuperarse, pero la pequeña Iglesia cristiana se debilitó casi definitivamente.
Segundo, desorden. Las continuas guerras civiles durante el siglo IX crearon un
clima de inestabilidad e inseguridad. En el año 878 la rebelión arruinó todo el sur
de la China y su comercio marítimo. Los mercaderes extranjeros regresaron en
multitud a Occidente, y la falta de un gobierno estable puso fin a las comunicaciones
pacíficas en Asia Central, y con todo esto, la tarea misionera murió.
El último testimonio que oímos de este período viene de un cronista árabe que
informa haber conversado con un monje cristiano en Bagdad en 987. Siete años
antes, el monje había formado parte de una misión enviada por el patriarca para
poner en orden las cuestiones de las iglesias en China. Pero no pudieron encontrar
a un solo cristiano en todo el territorio. A pesar de este informe negativo, veremos
más adelante que el cristianismo en el Lejano Oriente logró sobrevivir entre algunas

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
tribus del Asia Central, desde donde volvería a expandirse nuevamente hacia el
Este.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Mirando hacia atrás a los primeros tres
siglos del movimiento cristiano en China, encontramos a una comunidad que
jamás sumó más que una docena de monasterios establecidos y varios miles
de creyentes cristianos. El número de cristianos empalidece a la luz de la
fuerza de las escuelas budista y taoísta de ese tiempo.… En ninguna otra parte
en el mundo en los siglos séptimo y octavo puede uno encontrar a cristianos
comprometidos en un estudio y diálogo activo con budistas, taoístas,
zoroastristas, maniqueos e incluso vecinos confucionistas.… Hubo una buena
cantidad de mezcla de ideas entre estas varias tradiciones en China. Quizás
… ésta fue en parte la causa de la decadencia de estas primeras comunidades
cristianas al final. El eclipse parcial de una identidad cristiana distintiva dejó
a los cristianos chinos con pocas razones para mantener su propia existencia
separada en medio de las escuelas de la dinastía T’ang en China.
“Un argumento histórico más probable es que a pesar de la notable obra
de traducción e incluso de composición de nuevas obras teológicas en chino,
la mayor parte de la iglesia cristiana en China desde los siglos séptimo al
décimo permaneció como una comunidad de extranjeros residentes. Si bien
por algún tiempo en el siglo octavo Ch’ang-an fue constituida como ciudad
metropolitana por el patriarca en Bagdad, las iglesias en su mayoría
permanecieron dependientes del clero foráneo de la región de Balkh para su
liderazgo. La comunicación fue difícil a lo largo de la Ruta de la Seda después
del surgimiento de los árabes o por mar desde la India.”

LA RECUPERACIÓN EN OCCIDENTE
_ La Iglesia en Europa
Establecidos los reinos germánicos, y concretada la atomización política de
Europa occidental, la Iglesia quedaba como la única expresión de cierto orden
institucional. La Iglesia se erigió como celosa guardiana de la organización y cultura
romanas. Poco a poco los monarcas germánicos se fueron convirtiendo a la fe
cristiana y con ellos sus pueblos. La Iglesia fue creciendo en su influencia y prestigio.
A fin de consolidar su unidad y la del mundo cristiano que lideraba, la Iglesia

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
organizó y estableció sus jerarquías siguiendo el modelo de la administración civil
del desaparecido Imperio Romano. De este modo, Europa quedó dividida en
provincias eclesiásticas o arquidiócesis colocadas bajo la autoridad de arzobispos.
A su vez, cada arquidiócesis estaba constituida por un número de diócesis bajo la
autoridad de obispos. Las diócesis estaban compuestas por varias parroquias
urbanas y rurales a cargo de los presbíteros o curas párrocos.
Este conjunto de religiosos constituía el clero secular, porque vivía en contacto
con el seculum (mundo o sociedad). A partir del siglo V aparece otro tipo de clero
cuyos miembros (monjes y monjas) vivían en monasterios, alejados del mundo y
sujetos a una disciplina determinada, expresada en una regla monástica. Por ello
mismo, estos religiosos pertenecían al clero regular. A través de su clero, secular y
regular, la Iglesia controlaba la totalidad de la vida cotidiana, desde el nacimiento
hasta la muerte. También ejercía un creciente poder en el campo político, al coronar
y deponer a reyes y emperadores. Pero sobre todo, moderó las costumbres de los
germanos y ayudó a la difusión de la cultura romana.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “El factor singular más importante que
ligaba a los pueblos de estas regiones [España, Galia, Italia y Gran Bretaña]
alrededor del año 600 era la religión católica: sus obispos proveían de una
red administrativa de naturaleza moral y espiritual. Las iglesias eran dueñas
de tierras, promovían la educación y apoyaban los encuentros regionales de
sus líderes. Dentro de esta red en el Oeste, el obispo más poderoso era el que
ocupaba la sede histórica de Pedro en Roma, el Papa.”
Durante la temprana Edad Media el poder del papado se incrementó. El Papa de
Roma jugó un papel primordial en mantener viva y desarrollar la idea de un Imperio
en Occidente. Ya desde los días del papa Dámaso I (375), el Papa pretendía tener
una autoridad suprema en materia de enseñanza de toda verdad en la cristiandad.
Dámaso basaba su pretensión en la doctrina petrina, según la cual Jesús había
establecido a Pedro como la “roca” sobre la cual la Iglesia debía ser construida. Esta
ideología del papel conductor del Papa como líder de la cristiandad occidental, fue
reforzada y ampliada por el papa Gregorio I (590–640). Él fue el primer miembro de
una orden monástica en llegar al papado. Los logros de Gregorio (conocido como el
Grande) le valieron un lugar de honor entre los grandes Padres de la Iglesia (junto
con Jerónimo, Ambrosio y Agustín). Gregorio desarrolló ideas como la de la
penitencia y conceptos como el del purgatorio. Centralizó la administración de la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Iglesia y fue el primer Papa en gobernar como cabeza secular de Roma así como de
los territorios alrededor de la ciudad. Se destacó como gran estadista,
especialmente en el manejo de los lombardos que amenazaban con invadir sus
posesiones. Gregorio apoyó a la orden benedictina y, en un tiempo cuando las
comunicaciones entre las diferentes partes de Europa estaban colapsando, los
utilizó para crear las bases institucionales de la Iglesia Latina occidental.
Todos, romanos y bárbaros, necesitaban un emperador, pero no lo encontraron
en el Imperio, sino en la Iglesia, que sobrevivió al Imperio y que con el papa Gregorio
I alcanzó su apogeo. Gregorio trajo al trono papal la planificación de un estadista y
la devoción de un monje. Su contribución más notable fue la misión a Inglaterra,
que se concretó con misioneros del monasterio benedictino fundado por él, bajo la
dirección de un monje llamado Agustín (no es Agustín de Hipona).
_ El monasticismo en Europa
Al comienzo del período de declinación, algo empezó a ocurrir. Al principio debió
haber parecido sólo de importancia local, pero finalmente llegó a salvar la situación
del testimonio cristiano en todo Occidente. Se trató del surgimiento del
movimiento monástico, como expresión de profunda espiritualidad y de gran
devoción. A medida que se profundizaba el deterioro moral y espiritual en Europa
fue creciendo el celo monacal. Debido al ingreso masivo de paganos a la Iglesia, a
la violencia e inestabilidad generalizada, a la falta de educación y al caos imperante,
muchas personas veían en la vocación monástica una manera de huir del mundo y
sus poco atractivas circunstancias. El monasterio ofrecía una vida más segura,
anticipable y con buenas oportunidades para el desarrollo cultural.
El monasticismo se originó en el Cercano Oriente. Los primeros monjes estaban
motivados por un deseo de vivir vidas dedicadas a la contemplación y la adoración
a Dios. En Italia, Benito de Nursia (480–540) estableció los fundamentos del
monasticismo occidental, cuando hizo una contribución típicamente romana, no
inventando algo nuevo, sino agregando disciplina y orden a lo que ya estaba. En el
año 500 se hizo ermitaño, y en el 529 fundó un monasterio en Monte Casino, al sur
de Roma, destruyendo un templo de Apolo que había sobre una colina.
Benito había formulado una Regla, que establecía un modelo permanente para
los monjes occidentales. Hasta entonces, la vida de un monje estaba marcada por
la pobreza y la castidad. Benito enfatizó una tercera virtud: la obediencia. Benito le
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
dio estabilidad a la vida monástica mediante una buena organización. El monasterio
estaba presidido por un abad asistido por un prior. Si bien era estricta, la vida en un
monasterio benedictino estaba bien balanceada en el uso del tiempo: adoración y
oración (en varios momentos del día); trabajo en el campo o en la cocina; y, estudio.
Algunos dichos famosos de Benito eran: “El ocio es el enemigo del alma,” y “Un
claustro sin libros es un fuerte sin armamento.” En menos de tres siglos los
monasterios benedictinos se esparcieron por todo el continente europeo, y la Regla
de Benito llegó a unificar a todo el monaquismo occidental.
_ Las misiones en Europa
Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos y arrinconaba a
la cristiandad latina en Europa occidental, en el norte del continente europeo el
cristianismo resistía encarnizadamente el avance musulmán y lograba introducirse
en nuevos territorios a través de movimientos misioneros sumamente dinámicos.
El cristianismo en España. El evento más importante en la Península Ibérica a
comienzos de la Edad Media fue la conversión del rey visigodo Recaredo del
arrianismo al cristianismo católico (587). Dos años más tarde, Recaredo convocó el
famoso Tercer Concilio de Toledo, el primero de una serie de dieciséis cónclaves de
la Iglesia, que se llevaron a cabo bajo la supervisión real entre 589 y 702. Estos
concilios se transformaron en un verdadero poder legislativo, integrado por
miembros del clero y la nobleza. La recopilación de las distintas disposiciones
legislativas dictadas por esas asambleas constituyeron la base del derecho español,
que más tarde (687) quedó plasmado en un código llamado Fuero Juzgo. Este
Concilio fue importante porque su propósito declarado era la conversión pública de
los germanos y el fortalecimiento de la fe católica en todo el territorio (esto antes
de la invasión musulmana). Entre otras cosas, el Tercer Concilio de Toledo decretó
que el Credo fuese recitado antes del Padrenuestro toda vez que se celebraba la
eucaristía. En las actas de este concilio aparece por primera vez la cláusula filioque,
el agregado de la frase “y del Hijo” al Credo de Nicea en cuanto a la procedencia del
Espíritu Santo.
Tercer Concilio de Toledo (589): “Por lo tanto confesamos que existe el
Padre, quien genera de su misma sustancia un Hijo co-igual y co-eterno con
él mismo, pero no de tal manera que sea tanto hijo como padre; sino más
bien, el Padre que genera es una persona, y el Hijo que es generado es otra,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
aun cuando ambos subsisten en una divinidad de sustancia. Porque el Padre
de quien el Hijo existe, él mismo existe de ninguna otra cosa; y el Hijo tiene
un Padre, no obstante él subsiste en divinidad sin comienzo y sin disminución,
de tal manera que es co-igual y co-eterno con el Padre. Y de manera similar,
confesamos y predicamos que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo
y es uno en sustancia con el Padre y el Hijo; realmente que el Espíritu Santo
es una tercera persona en la Trinidad, aunque tiene en común con el Padre y
el Hijo la esencia de la divinidad.”
Los visigodos eran los más cultos de los pueblos bárbaros y al fusionarse con los
hispanorromanos dieron origen a un alto grado de civilización en el reino que
crearon en España. El clero fue el depositario de la cultura y los trabajos literarios
se ocupaban de temas referentes a la religión, la moral y la historia. La figura más
destacada de este período fue el arzobispo Isidoro de Sevilla, un hombre erudito
que escribió sobre casi todas las materias que, en su época, comprendía el saber
humano, desde teología hasta las artes mecánicas. Entre sus muchas obras se
destaca Etimologías, una obra monumental dividida en veinte libros, en los que se
ocupa de temas religiosos, y de derecho, legislación, historia y ciencias naturales.
El reino visigótico subsistió hasta principios del siglo VIII, cuando sucumbió a
causa de la invasión de los musulmanes. En 711, los musulmanes pusieron pie en
tierra española y en el mes de junio derrotaron al rey visigodo Rodrigo. Los enclaves
cristianos quedaron arrinconados por la presencia musulmana en algunos valles del
Cantábrico y en la región montañosa de Asturias, a partir de 713. De esta manera
desapareció la monarquía visigoda y comenzó la lucha por la Reconquista, que se
prolongó por más de siete siglos como una verdadera cruzada cristiana. El iniciador
de tal epopeya cristiana fue el rey visigodo Pelayo, que logró vencer por primera
vez a los invasores en la batalla de Covadonga (718). Pero la expulsión de los
musulmanes de la Península recién pudo ser completada en 1492.
El cristianismo en las Islas Británicas. El desarrollo del testimonio cristiano en las
Islas Británicas tuvo dos movimientos fundamentales. Por un lado, está la misión
celta, que representó una corriente misionera proveniente del norte, básicamente
del movimiento monástico desarrollado en Irlanda. Uno de los misioneros celtas
más famosos fue Columbano (543–615), contemporáneo de Gregorio I. Nacido y
educado en Bangor (Irlanda), condujo a un grupo de doce misioneros al continente
europeo (Galia) a fines del siglo VI. Allí estableció varios monasterios en el sur de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Francia y el norte de Italia, y compuso una regla monástica basada en las prácticas
ascéticas celtas. Al igual que muchos otros líderes espirituales de este período,
Columbano es recordado por los milagros y maravillas que llevó a cabo. Estas
señales y prodigios sirvieron para llamar la atención de los paganos y hacer que
dejaran a sus dioses tradicionales por Cristo. En 603 escribió una carta a un sínodo
de obispos en Galia, en defensa de su adhesión a las costumbres de la Iglesia celta
(especialmente en cuanto a la Pascua) y en oposición con la práctica romana y gala.
Columbano: “Finalmente, padres, oren por nosotros así como nosotros lo
hacemos por ustedes, aunque estemos maltrechos, y rehúsense a
considerarnos alejados de ustedes; porque todos nosotros somos miembros
unidos de un cuerpo, ya sean francos o bretones o irlandeses o cualquiera
que sea nuestra raza. Así que todas nuestras razas se regocijen en la
comprensión de la fe y la aprehensión del Hijo de Dios, y ocupémonos todos
en lograr una humanidad plena, a la medida de la estatura de la plenitud de
Jesucristo, en quien debemos amarnos unos a otros, alabarnos unos a otros,
corregirnos unos a otros, alentarnos unos a otros, orar unos por otros, para
que con Él unos y otros podamos reinar y triunfar.”
Otro gran protagonista de esta acción misionera celta fue Columba (521–597), a
quien se lo conoce como “apóstol de Escocia.” Columba era nieto del rey que
gobernaba Irlanda cuando Patricio, el misionero bretón que evangelizó ese país
(432), fue capturado y hecho esclavo. Columba llegó a ser abad y fundó varios
monasterios en Irlanda, hasta el año 563, cuando “deseó ir en peregrinación por
amor a Cristo” dejando su tierra. Columba escogió a doce monjes que estaban
dispuestos a acompañarlo en su misión y fue a la isla de Iona, frente a la costa
occidental de Escocia, donde fundó un monasterio como base de operaciones.
Columba no sólo fue apóstol de Escocia sino también el fundador de la misión celta
en Inglaterra, misión que desde el año 635 convirtió buena parte del centro de las
Islas Británicas (Northumbria). El año 597 es importante porque señala el año de la
muerte del celta Columba y el comienzo de la historia de la Iglesia en Inglaterra pues
es el año de la llegada del misionero romano Agustín (m. 604), que más tarde sería
consagrado como el primer Arzobispo de Canterbury.
Por otro lado, está la misión romana. El protagonista de este movimiento
misionero jamás pisó tierras británicas, pero fue uno de los estrategas misioneros
más notables de toda la Edad Media: Gregorio el Grande, a quien se lo conoce como
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
el “apóstol de Inglaterra.” Gregorio I es uno de los dos papas llamados “grandes.”
Gregorio pertenecía a una familia noble de Roma (nació en 540). Llegó a ser
gobernador de la ciudad en una época muy difícil (572), de pobreza y peligros. Al
morir sus padres (574), heredó una gran fortuna, que entregó a los pobres, y
transformó su casa en un monasterio benedictino, haciéndose monje él mismo. En
578, el Papa lo envió a la corte del emperador en Constantinopla como su
representante, y luego lo colocó como su secretario personal. En 590 fue nombrado
Papa, sin que él buscara esa posición de honor. Durante el año que pasó en
Constantinopla se dio cuenta de que el emperador no podía hacer nada por Europa
occidental. Consciente de lo difícil de la tarea, asumió la responsabilidad de
transformar a Roma en la conductora y la salvadora de la cristiandad occidental.
Gregorio fue un gran misionólogo. Hizo planes a largo plazo, como que planeó
la conversión de toda Inglaterra cuando todavía el territorio no estaba unificado, de
modo que hubo una Iglesia de Inglaterra antes de que existiera Inglaterra. Alentó la
adaptación a las costumbres nativas, ya que instruyó a sus monjes que los templos
paganos no debían ser abandonados si podían servir como iglesias cristianas.
También les indicó que había que aprovechar las fiestas paganas y hacerlas
cristianas. Agustín, con cuarenta monjes, después de un viaje largo y difícil,
desembarcó con sus compañeros en Kent (597), donde comenzaron sus contactos
con los anglosajones. A los pocos meses, Agustín informaba a Gregorio del bautismo
de 10.000 anglosajones. Posteriormente, se convirtió el rey y todo su reino; Agustín
fue nombrado arzobispo (el primero de Canterbury) y se creó una nueva provincia
eclesiástica. Hubo varios obispados y la Iglesia estuvo relacionada con Roma.
Como puede verse, en la evangelización de las Islas Británicas intervinieron dos
tradiciones cristianas diferentes: una celta y la otra romana. Esto dio lugar a la
confusión, especialmente cuando ambas corrientes se encontraron en
Northumbria, en el centro de Inglaterra. El problema mayor tenía que ver con la
celebración de la Pascua, ya que unos la celebraban según el calendario celta y otros
según el latino. Pero en el fondo lo que se discutía era si la Iglesia de las Islas
Británicas debía ser independiente de Roma o no.
Para resolver este problema se convocó un sínodo, que tuvo lugar en Whitby, en
el año 664. El discurso decisivo lo tuvo Wilfrido, abad de un monasterio romano en
Ripon (Inglaterra) y el primer obispo anglosajón. Era un admirador de la Iglesia
Romana, y en Whitby respaldó la posición de que la Iglesia de Inglaterra dependiera
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
de Roma. La victoria del partido romano fue un triste golpe para la misión celta, que
poco a poco regresó a Irlanda. Así, las Islas Británicas se pusieron en conexión con
el continente, aunque no sin heredar de la tradición celta del norte un profundo
espíritu misionero, que habría de manifestarse una y otra vez en su historia.
Un caso interesante de catolicidad lo ofrece quien fuera el séptimo arzobispo de
Canterbury, Teodoro de Tarso (602–690). Este monje vivía en Roma como refugiado
por el avance musulmán en el Este. El Papa lo consagró como arzobispo de
Canterbury en 668, de modo que la cabeza de la Iglesia en Inglaterra fue un monje
proveniente nada menos que de Asia Menor y del Imperio Bizantino. Teodoro fundó
escuelas en las que se enseñó griego y latín, y trabajó diligentemente para mejorar
el liderazgo pastoral y la vida espiritual de su provincia eclesiástica. Nombró
obispos, creó diócesis nuevas, estableció un sistema parroquial, y celebró sínodos
que acercaron todavía más a la Iglesia de Inglaterra a Roma. Quizás la extraña
combinación que se dio en Gran Bretaña de la disciplina espiritual celta y su fuerte
vocación misionera, con el pragmatismo romano y sus conexiones con Roma, junto
con la erudición teológica clásica representada por Teodoro, hicieron que a lo largo
del siglo VII surgiera una forma distintiva de cristianismo anglosajón. Más tarde, en
los siglos VIII y IX, se verían los frutos de esta amalgama de auténtica catolicidad en
los territorios en los que los misioneros anglosajones llevaron el testimonio
cristiano.
El cristianismo en el norte de Europa. Inglaterra, de campo misionero se
transformó en agencia misionera, y apenas un siglo después de la llegada de Agustín
de Canterbury se inició la expansión del cristianismo hacia el continente europeo.
Hubo dos personajes destacados en este proceso misionero.
El primero de ellos fue Willibrordo (658–739) a quien se lo conoce también como
el “apóstol de los Países Bajos.” Wilfrido de Ripon, en uno de sus viajes a Roma,
pasó algún tiempo en la costa de los Países Bajos, donde quiso interesar a los jefes
de las tribus bárbaras en la civilización cristiana. Fue del monasterio de Wilfrido en
Ripon de donde salió el primer gran misionero anglosajón: Willibrordo. En el año
690 se embarcó junto con otros once monjes. Llegaron a Utrecht, donde realizaron
su obra y donde llegó a ser el primer obispo. Su trabajo misionero se realizó bajo la
protección de los francos, que estaban expandiéndose hacia el este. La historia lo
recuerda como el santo patrono de Holanda.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El otro protagonista importante de esta expansión cristiana anglosajona fue
Winfrido o Bonifacio (679–755), conocido como el “apóstol de Alemania.” Bonifacio
nació en el año 679 y fue educado en un monasterio cerca de Winchester, donde
luego fue invitado para enseñar. Se hizo monje y fue candidato a abad, pero se unió
a Willibrordo en el año 718. De los Países Bajos continuó su obra hacia Alemania.
Fue consagrado obispo y más tarde arzobispo de Maguncia por el Papa, quien en
739 le escribió para elogiarlo por “los cien mil germanos liberados de las ataduras
paganas.” El proceso de conversión no fue difícil, ya que contó con el respaldo de
los ejércitos francos, que abrieron Sajonia a la obra misionera. Además, Bonifacio
apeló a los monjes y monjas anglosajones a respaldar con oración y servicio su obra
evangelizadora en Alemania. Cientos de estos misioneros se unieron a su proyecto.
El incidente más dramático en su carrera misionera fue cuando derribó, ante la
mirada asombrada de una multitud, un roble dedicado a Thor, el dios del trueno, y
luego con su madera construyó una capilla. Su método fue establecer pequeños
monasterios como bases misioneras. A los setenta y cinco años se retiró de su
ministerio como arzobispo y continuó involucrado en el trabajo misionero. En el año
755, fue martirizado en Holanda, donde había dado sus primeros pasos como
misionero, cuando después de un viaje de predicación, reunió a sus convertidos
para ministrarles la confirmación, y hombres armados lo atacaron.
Destrucción del roble de Thor: “Muchas de las personas de Hesse fueron
convertidas [por Bonifacio] a la fe católica y confirmadas por la gracia del
Espíritu: y recibieron la imposición de manos. Pero había algunos, todavía no
fuertes en su alma, que se rehusaban a aceptar plenamente las enseñanzas
de la verdadera fe. Algunos hombres sacrificaban en secreto, y otros incluso
abiertamente, a árboles y manantiales. Algunos practicaban en secreto la
adivinación, sortilegios y encantamientos, y otros en público. Pero otros, que
eran de una mente más sana ponían a un lado toda profanación pagana y no
hacían ninguna de estas cosas; y fue con el consejo y consentimiento de estos
hombres que Bonifacio procuró derribar un cierto árbol de gran tamaño, en
Geismar, llamado en la lengua antigua de la región, el roble de Jove [es decir,
Thor]. El hombre de Dios fue rodeado por los siervos de Dios. Cuando estaba
listo para derribar el árbol, he aquí que una muchedumbre de paganos que
estaban allí lo maldijo agriamente entre ellos porque él era el enemigo de sus
dioses. Y cuando él había comenzado a cortar el tronco, una brisa enviada

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
por Dios sacudió por arriba, y de pronto la copa del árbol se quebró, y el roble
con su enorme follaje cayó al suelo. Y se rompió en cuatro partes, como por
voluntad divina, de modo que el tronco quedó dividido en cuatro grandes
secciones sin ningún esfuerzo de los hermanos que estaban cerca. Cuando
los paganos que habían maldecido vieron esto, dejaron de maldecir y
creyendo, bendijeron a Dios. Entonces el más santo de los sacerdotes
consultó con los hermanos y construyó con la madera del árbol un oratorio y
lo dedicó al santo apóstol Pedro.”
El cristianismo en el corazón de Europa. Las invasiones bárbaras terminaron
aportando una gran masa de nuevos aliados a la Iglesia de Roma en Galia,
especialmente los francos, que fueron el reino germánico más importante durante
la temprana Edad Media. Desde la conversión de Clodoveo, los francos favorecieron
el desarrollo del cristianismo en sus territorios y fueron instrumentos de su
expansión a las nuevas tierras por ellos conquistadas. Fue gracias a la alianza entre
los francos y el papado, que el segundo pudo verse aliviado de los lombardos, que
amenazaban invadir Roma y ganar los territorios vecinos a esta ciudad, conocidos
como los “estados papales.”
Muchas de estas concesiones se lograron gracias a documentos falsos, que
sirvieron para engañar a los monarcas francos y a sus sucesores durante mucho
tiempo. Entre estos documentos cabe mencionar a dos como los más influyentes.
El primero, la Donación de Constantino, decía que, cuando Constantino trasladó la
capital del Imperio a Constantinopla (330), le había dado al obispo de Roma el
dominio de Occidente, además del territorio del norte de Italia, y había ordenado
que todo el clero cristiano debía responder al obispo romano. La falsificación fue
hecha cerca del año 754, pero recién fue descubierta en el siglo XV por Lorenzo
Valla (1407–1457). Para entonces, ya había cumplido su propósito.
Donación de Constantino: “En nombre de la santa e indivisa Trinidad.… El
emperador Constantino … al más santo y bendito padre de los padres,
Silvestre, obispo de la ciudad de Roma y Papa; y a todos sus sucesores, los
pontífices, que se sienten en la silla del bendito Pedro hasta el fin del
tiempo.… En razón de que nuestro poder imperial es terrenal, hemos
decretado que venere y honre a su más santa Iglesia Romana y que la sagrada
sede del bendito Pedro sea gloriosamente exaltada por sobre nuestro
imperio y trono terrenal. Atribuimos a él el poder y la dignidad gloriosa y la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
fuerza y honor del Imperio, y ordenamos y decretamos que él también tenga
gobierno sobre las cuatro sedes principales: Antioquía, Alejandría,
Constantinopla y Jerusalén, y también sobre todas las iglesias de Dios en todo
el mundo. Y el pontífice que por el momento preside sobre esa muy santa
Iglesia Romana será el más alto y principal de todos los sacerdotes en todo el
mundo y conforme a su decisión se resolverán todas las cuestiones que se
emprendan para el servicio de Dios o la confirmación de la fe de los
cristianos.… Concedemos al ya mencionado y muy bendito Silvestre, Papa
universal, tanto nuestro palacio, como adelanto, y del mismo modo todas las
provincias, palacios y distritos de la ciudad de Roma e Italia y de las regiones
del Oeste; y, donándolos a su poder e imperio y de los pontífices, sus
sucesores, nosotros … determinamos y decretamos que lo mismo sea puesto
a su disposición, y legalmente lo otorgamos como una posesión permanente
a la santa Iglesia Romana.”
Otros documentos importantes fueron las Decretales seudo-isidorianas,
llamadas así por haber sido atribuidas a Isidoro de Sevilla. Como se vio, Isidoro fue
un arzobispo de esa ciudad y doctor de la Iglesia, un líder que gozó de gran
influencia durante la Edad Media por haber reunido en el siglo VII toda la legislación
eclesiástica conocida hasta entonces. A esta colección, en el siglo IX, se agregaron
documentos falsos, que llevaban la firma de un tal Isidoro Mercator. Su propósito
era fortalecer la posición del obispo de Roma, reclamando para él una jurisdicción
suprema. No existiendo en aquella época un sentido crítico, las Decretales fueron
inmediatamente aceptadas como genuinas, y la falsedad no se descubrió hasta que
la Reforma despertó los estudios históricos y críticos.
Los francos fueron quienes dominaron el corazón de Europa desde el siglo VI
hasta el X. El hijo de Carlos Martel, llamado Pipino el Breve (714–768), fue quien le
puso fin al débil régimen de los reyes merovingios y destronó al rey Childerico III,
haciéndose coronar en su lugar. Así concluyó la dinastía inaugurada con Clodoveo y
comenzó la dinastía Carolingia (751), con el total apoyo de la autoridad espiritual
de la Iglesia. Pipino había enviado a Roma a dos obispos con el encargo de consultar
al papa Zacarías (papa de 741–752) respecto de los reyes merovingios que tenían el
título, pero no la autoridad. El Papa respondió que más valía llamar rey a quien
poseía autoridad. Poco después, Pipino fue consagrado solemnemente por el papa

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Esteban III (papa de 752–757), que se trasladó a la abadía de Saint-Denis para
ungirlo y proclamarlo “rey de los francos por la gracia de Dios.”
_ El imperio cristiano en Europa
La derrota de los visigodos por los musulmanes en 711 y el rápido avance de
éstos a lo largo de la Península Ibérica hicieron temblar el corazón de Europa, la
Galia. Hasta 750, España constituyó un emirato bajo la dependencia del califa de
Damasco y la antigua capital visigótica (Toledo) fue reemplazada por Córdoba. En
Francia, los reyes merovingios defendieron como pudieron sus fronteras, hasta que
en 732 los mulsulmanes fueron contenidos por Carlos Martel en Poitiers.
José Luis Romero: “La conquista de España por los musulmanes puso en
contacto directo dos civilizaciones. Esta circunstancia caracterizó todo el
período subsiguiente, pues obligó al mundo cristiano a adoptar una política
dirigida por la idea del peligro inminente que lo acechaba. La reordenación
del Imperio occidental por los carolingios fue la consecuencia más
importante de esta nueva situación.”
Carlomagno (742–814). El más grande de los monarcas francos fue Carlos el
Grande (del latín magnis, “el grande”). Fue un gran guerrero, porque duplicó el
territorio recibido de su padre (Pipino el Breve). Fue también un gran organizador,
porque supo manejar con mano firme el Estado y la Iglesia. Y fue un gran promotor
de la cultura, porque contribuyó significativamente a la educación, si bien él mismo
no sabía escribir y apenas podía leer en latín.
Como cristiano dejó mucho que desear, pero su política como gobernante ayudó
a fortalecer y extender la fe cristiana, si bien muchas veces usó la fuerza para ganar
nuevos convertidos. En el año 773, los lombardos volvieron a amenazar los
territorios papales, y el papa Adriano I (papa de 772 a 795) pidió auxilio al “Patricio
de los romanos,” Carlomagno. Éste cruzó los Alpes con un gran ejército y destruyó
a los lombardos en forma definitiva. Así, Carlomagno se transformó en el protector
de Roma. En el norte de Alemania, Carlomagno extendió los territorios francos
conquistando a los sajones (780), que todavía no habían aceptado el cristianismo,
a pesar de la obra misionera de Bonifacio. Con el bautismo forzado de los sajones,
vemos por primera vez el uso a gran escala de la fuerza y violencia militar para
obligar a un pueblo a convertirse al cristianismo. Por otro lado, la conquista de
Alemania fue un hecho importante, porque marcó el primer gran avance logrado
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
por la cultura latina y la fe cristiana al este del Rin. Así, pues, con Carlomagno se
puede hablar por primera vez de una entidad política y culturalmente singular
llamada Europa.
José Luis Romero: “Así constituyó Carlomagno un vasto imperio, que
reproducía con ligeras variantes el antiguo Imperio Romano de Occidente—
sin España, pero extendiéndose hacia Germania—, en el que se reunían los
antiguos reinos romanogermánicos. La fuerza realizadora del nuevo imperio
provenía del poder extensivo del pueblo franco y del genio militar y político
de Carlomagno, pero la inspiración provenía, sobre todo, del papado, que se
consideraba heredero de la tradición romana y pugnaba por reconstruir un
orden universal cristiano.”
El largo reinado de Carlomagno permitió el desarrollo de una cultura cristiana
carolingia (renacimiento carolingio), que contó con el respaldo entusiasta del
emperador y de algunos religiosos que lo respaldaron. Entre ellos cabe mencionar
al anglosajón Alcuino (735–804), el franco Eginardo (770–840) y el lombardo Pablo
Diácono (730–796). El primero fue el líder del movimiento intelectual de
Carlomagno, pues actuó durante quince años como organizador y director de la
escuela palatina, destacándose por su erudición teológica. El segundo fue el
consejero íntimo del emperador y autor de varios relatos históricos imitando a los
escritores de la antigüedad, entre ellos una biografía de Carlomagno. El tercero fue
un cronista que escribió una Historia de los lombardos y sirvió como consejero del
emperador. Todos estos eruditos escribieron en latín, considerado por entonces
como el idioma por excelencia para la expresión intelectual, y que ya servía como
la lengua sagrada de la Iglesia.
Fernando Picó: “Aconsejado por el monje anglosajón Alcuino, Carlomagno
impulsó la revisión cuidadosa de las copias circulantes de la Vulgata (la
traducción latina de la Biblia por Jerónimo) y la renovación de la caligrafía
(con la introducción de la llamada minúscula carolingia, precursora de la
actual escritura del alfabeto latino). Alcuino dirigió una escuela para clérigos
en la residencia principal de Carlomagno en Aachen (Aix-la-Chapelle en
francés y Aquisgrán en español). También aconsejó al emperador a que
patrocinara a distinguidos escritores como Teodulfo de Orleáns. Bajo tales
impulsos florecieron las escuelas de las catedrales.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El Papa y el emperador. A sus conquistas territoriales, Carlomagno agregó la
conquista del título de emperador romano, desaparecido en Occidente desde la
época de las invasiones bárbaras (476). El papado desempeñó un papel muy
importante en la restauración de la dignidad imperial. La Iglesia necesitaba de un
Estado fuerte, que la protegiera de los reinos enemigos. El Papa era un señor feudal
más, que no tenía poder militar suficiente como para defenderse. Carlomagno
gobernaba un vasto reino, que incluía los territorios de la Iglesia, y tenía la fuerza
necesaria como para traer paz y seguridad a Roma. Ante esta situación se llegó a
pensar que el plan de Dios era que el Papa tuviera el poder espiritual y el emperador
el poder terrenal. Papa y emperador se necesitaban mutuamente.
José Luis Romero: “Desde principios del siglo VII, el papado había
acrecentado considerablemente su autoridad, gracias a la enérgica y sabia
política de Gregorio el Grande, y poco a poco la Iglesia había ido adquiriendo
una organización cada vez más autocrática y jerárquica debido a la progresiva
aceptación, por parte de los obispos, de la autoridad pontificia. La conversión
de diversos pueblos conquistadores a la ortodoxia había permitido y
facilitado esta evolución, de modo que, al promediar el siglo VIII, el papado
poseía una autoridad que le permitía gravitar sobre la vida internacional del
Occidente con manifiesta eficacia. Sólo le faltaba el ‘brazo secular,’ es decir,
una fuerza suficientemente poderosa para hacer respetar sus decisiones y
ponerlo al abrigo de todas las amenazas. El pueblo franco aceptó esa misión
por medio de los duques de Austrasia, que lograron en cambio el beneplácito
papal para su acceso al poder real, y desde entonces la unión entre ambos
poderes fue estrecha y fecunda.”
Carlomagno necesitaba del Papa, porque sólo él podía otorgarle el título de
“emperador de los romanos”. El papa León III necesitaba de la protección del rey
franco, porque había sido expulsado de Roma por una revuelta popular en 799 y no
tenía medios políticos ni militares para retomar el poder perdido. Así, el día de
Navidad del año 800, Carlomagno fue coronado como emperador por el papa León
III (papa de 795 a 816) en la Iglesia de San Pedro, en Roma. La restauración imperial
no significaba para Carlomagno mayor poder territorial o político. Pero tenía un
extraordinario alcance moral, pues le daba a Carlomagno, convertido en heredero
de los césares romanos, el magnífico prestigio de la dignidad imperial, que
cuatrocientos años de invasiones y de luchas no habían logrado disipar. Así se

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
fortaleció una relación que habría de llevar a una parcial unificación de Europa y al
desarrollo de la autoridad papal.
El Sacro Imperio Romano-Germánico. El gran Imperio creado por Carlomagno se
deshizo a la muerte de su sucesor Ludovico Pío, cuyos hijos se repartieron el Imperio
en el Tratado de Verdún (843): Carlos el Calvo recibió Francia; Luis el Germánico,
Alemania; y Lotario, la Lotaringia que comprendía el valle del Rin, los Alpes y el norte
de Italia. Al mismo tiempo le correspondía la dignidad imperial que recibiría en lo
sucesivo el nombre de Sacro Imperio Romano-Germánico. En el Tratado de Verdún
quedaron echados los cimientos de Francia y Alemania y de los futuros estados de
Holanda, Bélgica, Luxemburgo y Suiza. Fue la primera tentativa de equilibrio
europeo basada en la estructura social y económica de los estados. La rivalidad de
los príncipes y la invasión de los normandos, de los magiares y de los musulmanes,
deshicieron la obra de Carlomagno.
El primer monarca alemán fue Otón I el Grande (936–973) de la casa de Sajonia,
que impuso su autoridad a la nobleza unificando todos los ducados germanos.
Extendió su reino hacia el Este derrotando a los húngaros y eslavos, y a imitación
de Carlomagno creó marcas fronterizas de contención. Fue coronado emperador
por el Papa en Roma el año 962 fundándose así definitivamente el Sacro Imperio
Romano-Germánico. Sin embargo, pronto la intervención del emperador en los
asuntos eclesiásticos y el carácter feudal de muchos prelados alemanes, originó
grandes conflictos con el pontificado: las luchas político-religiosas conocidas como
las guerras de las investiduras.
Fue Otón I quien puso en vigor una estrecha política de colaboración con los
obispos y abades. En vez de delegar en condes las atribuciones principales del
Estado, Otón I creó vastos principados eclesiásticos, encomendados a los obispos y
abades del reino. A la muerte de cada prelado el rey intervenía para nombrar a su
sucesor. Era frecuente que el seleccionado fuera uno de los capellanes de la corte,
vinculado a alguna familia aristocrática y miembro de algún cabildo catedralicio. De
esta manera el control de estos principados eclesiásticos nunca pasaba fuera de las
manos de la corona, pues los elegidos habían sido formados en la corte real. La
autoridad real tenía un firme apoyo en los prelados alemanes, pero en algunas
ocasiones los obispos alemanes manifestaron su independencia de criterio frente a
la corona, especialmente en asuntos relacionados con la integridad de sus diócesis.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La situación de estrecha alianza entre el rey y los prelados alemanes duró un siglo,
pero como veremos más adelante tuvo inesperadas consecuencias.
En el 955, Otón I obtuvo una completa victoria sobre los magiares en el Lechfeld.
Esta victoria reafirmó el prestigio de la corona como preservadora del orden. A la
vez Otón I fomentó la conversión de los daneses, los eslavos y los magiares al
cristianismo y trató de utilizar los adelantos en la evangelización para extender la
influencia del reino.
El Papa como cabeza de la cristiandad occidental. Los cristianos occidentales de
la Edad Media estaban convencidos de que el obispo de Roma tenía un lugar central
en el reino de Cristo. Pensaban de él como “vicario” o representante de Pedro. En
muchos sentidos, el obispo de Roma era único y la leyenda ayudó a esto (por
ejemplo, la Donación de Constantino y las Decretales seudo-isidorianas). El Papa
había actuado en forma independiente durante mucho tiempo como único
gobernante de Roma y de sus territorios vecinos. En Europa se presentaba como el
único poder “romano” unificador y como el representante de la única autoridad
central: “La Santa Iglesia Romana.”
Sobre estas premisas básicas se movió el papa Nicolás I (papa de 858 a 867), que
de cabeza de la Iglesia transformó al papado en cabeza de la cristiandad, es decir,
en gobernador de todos los territorios donde la Iglesia tenía poder e influencia. Su
lema era: “Aquello que el Papa ha decidido debe ser observado por todos.” Era un
hombre de valor y atrevimiento, que tuvo la fortuna de no enfrentar a un poder
secular demasiado fuerte. Esto le permitió excomulgar al patriarca de
Constantinopla durante un breve cisma, obligar al emperador del Sacro Imperio a
tomar nuevamente a su esposa, de la que se había divorciado, y a humillar a los
arzobispos renuentes que no querían obedecerlo.
_ El avance hacia el centro y el este de Europa
La mayoría de los pueblos que habitaban la región en este período eran eslavos.
A lo largo de estos años, los eslavos ubicados más hacia Occidente adoptaron un
cristianismo de tipo católicorromano y quedaron bajo la tutela de Roma. Los
territorios que hoy comprenden la República Checa, Eslovaquia, Austria, Hungría,
Eslovenia y Croacia eran parte del Sacro Imperio Romano-Germánico, bajo
Carlomagno. A la muerte de este monarca, el Imperio se dividió en tres, y la parte
oriental del mismo (las provincias eslavas) quedó en manos de un nieto de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Carlomagno, Luis el Germano. Los pueblos eslavos ubicados hacia el Este siguieron
un cristianismo de tipo griego (bizantino), que tenía su centro de influencia en
Constantinopla. A los pueblos eslavos que aceptaron el cristianismo
católicorromano hay que agregar a los ávaros y magiares, y más tarde a algunos
pueblos de la cuenca sur y este del Báltico.
De este modo, a partir del siglo IX se dio un período de intensa rivalidad
misionera. La presencia de dos versiones del cristianismo, especialmente en Europa
central, cada una tratando de convertir a reyes y naciones, y de ampliar su esfera
de influencia, explica el éxito que tuvieron en ganar a las sociedades paganas para
el cristianismo. En todos estos casos, el proceso de entrada a la Iglesia era
generalmente por grupos o en masa. A la conversión del rey seguía la conversión y
bautismo de todo su pueblo. Los misioneros fueron monjes y el resultado fue el
establecimiento de la ideología de cristiandad.
Paul Johnson: “Parece que los primeros conversos francos estuvieron
guiados por consideraciones de carácter militar, más o menos como el propio
Constantino: un ejército cristiano tenía más probabilidades de ganar una
batalla. Otro factor fue la incapacidad de las sociedades paganas germánicas
para producir una explicación satisfactoria de lo que sucedía después de la
muerte, en contraste con la certidumbre de salvación ofrecida por el
cristianismo.”
El cristianismo en Europa central. Desde Alemania, el cristianismo se expandió
hacia el Este avanzando sobre Europa central. Los ávaros se convirtieron alrededor
del año 800. Estaban establecidos en Europa central desde el siglo VII y habían
asolado los territorios balcánicos del Imperio Bizantino. En 795, bajo presión de los
francos, uno de los jefes ávaros se sometió al gobierno carolingio y al año siguiente
todo el pueblo se hizo cristiano y quedó bajo el dominio del cristianismo romano.
En las décadas subsiguientes importantes grupos de eslavos, incluyendo a croatas,
serbios, eslovenos y checos, aceptaron la fe cristiana. A lo largo del siglo IX el poder
germano continuó siendo un factor político importante en Europa central. Y esto
hizo que el cristianismo latino se expandiese a todos los pueblos dominados y
conquistados. En 871 se convirtió y fue bautizado el rey de Bohemia, bajo la
predicación de Metodio. Hacia el año 1000, el cristianismo estaba penetrando en
Polonia y también en Hungría. En Hungría se convirtió su rey, Esteban (997–1038),
que luego sería canonizado como San Esteban. Todos estos reinos quedaron bajo la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
jurisdicción de Roma, puesto que eran territorios eslavos del Sacro Imperio
Romano-Germánico.
MAPA 7 - EL CRISTIANISMO EN EUROPA CENTRAL Y ORIENTAL

El cristianismo en Europa oriental. Desde Constantinopla, el cristianismo se


expandió hacia el oeste avanzando sobre Europa oriental. Mientras que en
Occidente se fortificaba la cristiandad latina, recuperándose del desorden
provocado por las invasiones bárbaras, y ahora aliviada de la amenaza musulmana
en España (después de la batalla de Tours), en Europa oriental la Iglesia Ortodoxa
Oriental (griega) obtenía considerables triunfos misioneros. A pesar de que la Iglesia
Griega había sufrido por las controversias teológicas y el avance del Islam, su
vitalidad durante los siglos VIII y IX se ve en su expansión misionera. Después de la
controversia iconoclasta, el Imperio Bizantino y la Iglesia Griega experimentaron un
avivamiento, y el patriarca Focio (810–885) contribuyó grandemente a la expansión
misionera.
Constantino y Metodio. Los protagonistas más importantes en la evangelización
bizantina de los pueblos eslavos fueron Constantino (827–869) y Metodio (815–
885), considerados como los apóstoles a los eslavos. Hacia el año 862, estos dos
misioneros fueron enviados desde Constantinopla para trabajar entre los eslavos
de Moravia, a pedido de su rey Ratislavo. Constantino (conocido en Occidente como
Cirilo el Filósofo) había sido secretario del patriarca de Constantinopla y era un

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
destacado filósofo y lingüista. Metodio era su hermano mayor y también un hombre
notable. La obra mayor de estos extraordinarios misioneros fue la traducción de la
Biblia al idioma eslavo. Para esto, tuvieron que inventar un alfabeto, ya que el
eslavo no tenía escritura. Tradujeron también otros libros cristianos y la liturgia.
Para componer el alfabeto eslavo usaron letras griegas, inventando así la escritura
de pueblos tan importantes como los eslavos rusos. Los eslavos de Moravia tuvieron
que decidirse entre seguir a la Iglesia Latina (o Romana) o la Iglesia Griega, ya que
estaban en el medio de estas dos influencias. Finalmente, se decidieron por Roma
y Metodio fue consagrado por el Papa como su obispo.
John Foster: “Es auspicioso encontrar que en este período, cuando estaba
aumentando la división, misioneros de la Iglesia Griega estaban siendo
aceptados por la Iglesia Latina, y estaban siendo alentados en la creación de
una sección eslava en su seno. Es también agradable registrar que en 881
Metodio visitó Constantinopla, donde fue honrado por el Emperador y el
Patriarca. Ambos mostraron un vivo interés en la Biblia eslava, que Metodio
había completado, y en la liturgia eslava. Metodio murió en 885, y
apropiadamente, su servicio funeral fue en tres idiomas, latín, griego y
eslavo. Él pertenecía a los tres.”
Europa del Este. Dos fueron los principales territorios de expansión cristiana en
esta dirección: Bulgaria y Rusia. A mediados del siglo IX, Bulgaria estaba
emergiendo como Estado entre dos imperios: el Imperio Carolingio al Oeste y el
Imperio Bizantino al Este. Al principio, pareció que su rey, Boris (gobernó de 852 a
888) iba a aceptar el cristianismo de parte de los francos. Pero en 865 se convirtió
al cristianismo ortodoxo y fue bautizado por los griegos. El clero bizantino fue
bienvenido en Bulgaria y penetró profundamente en la región. Boris le escribió al
patriarca de Constantinopla, Focio, para solicitarle ayuda a fin de establecer una
Iglesia autónoma con su propio patriarcado. La respuesta de Focio fue
insatisfactoria. En 866, Boris le escribió al papa Nicolás I pidiéndole que respondiese
a un buen número de preguntas. Nicolás I despachó a dos obispos y respondió a
todas las preguntas, pero rechazó la petición de Boris de convertir en patriarcado a
Bulgaria. Las preguntas de Boris no eran teológicas, sino éticas. Sus interrogantes
reflejan las tensiones provocadas entre los búlgaros por el ritualismo ortodoxo.
Estas preguntas muestran también cuán influyente era el cristianismo sobre la vida
cotidiana durante la Edad Media.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La lucha entre la Iglesia Romana y la Iglesia Griega por el control de Bulgaria
profundizó las diferencias entre Roma y Constantinopla. Finalmente, los búlgaros
optaron por el cristianismo ortodoxo de Constantinopla en razón de su proximidad
geográfica, su riqueza y prestigio, y su mejor contextualización a la cultura eslava.
Los griegos se mostraron más flexibles que los latinos especialmente en el uso de la
lengua vernácula en el culto y los escritos sagrados. Fue en Bulgaria donde la
religión cristiana alcanzó su expresión eslava más plena. La Iglesia de
Constantinopla ganó a casi todas las naciones eslavas respetando su cultura.
Rusia era la más grande de las naciones eslavas y estaba poblada por los eslavos
del Este: los ros. Hacia el año 950 había algunos cristianos en Kiev. En 957 la reina
Olga, quien había sucedido a su marido en el trono, viajó a Constantinopla para ser
bautizada, pero su influencia cristiana se vio frustrada por su hijo, que era pagano.
Pero su nieto Vladimiro I (m. 1015), después de dudar entre el paganismo y el
cristianismo, terminó por aceptar la fe cristiana en el año 987, cuando se casó con
Ana, la hermana del emperador bizantino. Al año siguiente fue bautizado y pidió
sacerdotes a la Iglesia de Constantinopla para establecer el cristianismo en sus
dominios. Muy pronto llegaron monjes que desarrollaron un fuerte movimiento
monástico, que se esparció por toda Rusia. Es evidente que Vladimiro estaba más
impresionado con la civilización y el prestigio de Bizancio, que con el significado de
la fe cristiana. Era un príncipe tiránico y lascivo, y continuó así después de su
supuesta “conversión.” De igual modo, el bautismo de miles de sus súbditos en el
río Dniéper careció de convicción y se trató sólo de conversiones nominales y
masivas, en obediencia a sus órdenes. Este dudoso comienzo, no obstante, aseguró
el futuro del cristianismo en Rusia. Toda Rusia se hizo cristiana y Vladimiro es
recordado todavía hoy como su santo más importante.
Vladimiro de Kiev: “He aquí, los búlgaros vinieron ante mí urgiéndome a
aceptar su religión [islamismo]. Luego vinieron los germanos y alabaron su
propia fe [cristianismo romano]; y después de ellos vinieron los judíos.
Finalmente aparecieron los griegos [cristianismo bizantino], criticando a
todas las otras creencias pero recomendando la propia, y hablaron
largamente, contando la historia de todo el mundo desde su comienzo. Sus
palabras fueron habilidosas, y fue maravilloso escucharlos y placentero
oírlos. Ellos predicaron la existencia de otro mundo. ‘Quienquiera que adopte
nuestra religión y luego muere resucitará y vivirá por siempre. Pero

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
quienquiera que abrace otra fe, será consumido con fuego en el mundo
venidero’. ¿Cuál es la opinión de ustedes [los consejeros reales] sobre este
tema, y qué responden?… [El informe de los enviados reales decía]: ‘Cuando
viajamos entre los búlgaros, observamos cómo adoran en su templo, llamado
mezquita, mientras están relajados. El búlgaro se inclina, se sienta, mira de
acá para allá como un poseído, y no hay felicidad entre ellos, sino sólo tristeza
y un hedor espantoso. Su religión no es buena. Luego fuimos entre los
germanos, y los vimos llevando a cabo muchas ceremonias en sus templos;
pero no observamos ninguna gloria allí. Luego fuimos a Grecia y los griegos
nos llevaron a los edificios donde ellos adoran a su Dios, y no sabíamos si
estábamos en el cielo o sobre la tierra.… Lo único que sabemos es que Dios
mora allí entre los seres humanos, y su culto es mejor que las ceremonias de
otras naciones’.”

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 500–950


_ Elementos
El punto de mayor avance en la expansión del poder franco en el año 800, en
ocasión del coronamiento de Carlomagno como emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico, es un buen momento para hacer un balance histórico de las
ganancias y pérdidas del cristianismo en todo el período. De todos modos, hay tres
elementos que permiten calificar a todo el período del 500–950 como un tiempo
de retroceso para el testimonio cristiano.
Un primer elemento a tomar en cuenta son las invasiones bárbaras, que
pusieron fin al Imperio Romano cristiano. Las pérdidas iniciales del período, en
ocasión de la entrada de los bárbaros germanos al ámbito geográfico del Imperio
Romano, dieron lugar al establecimiento de reinos germánicos, muchos de ellos con
un trasfondo arriano, pero los más aguerridos todavía estaban sumidos en el
paganismo. Poco a poco estos reinos se fueron convirtiendo al cristianismo romano,
pero mientras tanto, el desarrollo y expansión del testimonio cristiano estuvo en
peligro.
Un segundo elemento, que provocó mayores pérdidas de territorios cristianos
se dio con el avance del Islam desde el siglo VII en adelante. Partiendo de Arabia,
los musulmanes alcanzaron la costa de Siria e intentaron penetrar en Asia Menor,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
y, luego, cruzando por el norte de África llegaron a Gibraltar, para entrar en la
Península Ibérica y pasar a Francia, donde fueron detenidos (732). El avance
musulmán llegó a poner en peligro la continuidad histórica del testimonio cristiano
en Europa occidental.
Un tercer elemento de pérdida son las invasiones bárbaras en Oriente, que
amenazaron en forma continuada al Imperio Bizantino y redujeron el número de
cristianos en su territorio. Ávaros y eslavos se sumaron a los persas, primero, y
luego a los musulmanes para mantener en jaque durante muchos años a
Constantinopla.
_ Ganancias
A pesar de los elementos que indican un período de retroceso para el
cristianismo durante la temprana Edad Media, hay otros elementos que
representan indicios de recuperación. Durante este período, en Europa occidental,
la Iglesia de Roma apareció como la Iglesia Madre de la cristiandad. Su influencia
llegó hasta el noroeste de Europa, donde en 496 se convirtieron los francos y en
589 hicieron lo propio los visigodos en España (Recaredo). En 597, desde Roma, se
envió una misión a Canterbury (Inglaterra), mientras que desde el 562 se
establecieron misioneros celtas en la isla de Iona (junto a Escocia), desde donde
comenzó la evangelización de Northumbria, en 635. Las corrientes misioneras
céltica y romana convergieron en Whitby, en 664, donde los romanos ganaron las
deliberaciones del Sínodo allí celebrado. Gran Bretaña fue una ganancia
importante, porque desde estas islas salieron importantes contingentes misioneros
hacia el continente europeo: hacia Holanda en 690, y hacia Alemania un poco más
tarde, en el año 719. Estas misiones estuvieron bajo el patrocinio de los francos,
cuyo reino cristiano era el mayor de Europa y estaba en plena expansión. Esto
significó un importante apoyo para las pretensiones de unidad religiosa en el
corazón de Europa, promovida por el Papa de Roma. Con la asociación del papado
al imperio carolingio la autoridad romana se fortaleció enormemente y el
cristianismo se expandió hacia el centro y el este de Europa.
Mientras tanto, el Imperio Romano de Oriente (Imperio Bizantino) sobrevivía
como podía, si bien con algunas pérdidas considerables. A pesar de esto, la Iglesia
Griega envió a misioneros como Constantino y Metodio, que ganaron reinos eslavos

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
y dieron forma escrita a su lengua. Desde Constantinopla se contribuyó para la
conversión de reinos como Moravia, Bulgaria y Rusia.
Fernando Picó: “Bizancio logró una temprana hegemonía religiosa y cultural
sobre los búlgaros y la mayoría de los pueblos eslavos del Este, que fue
reforzada cuando los hermanos monjes Cirilo y Metodio introdujeron el
alfabeto cirílico. Los polacos y algunos de los grupos eslavos occidentales,
recibieron el cristianismo desde Alemania o Italia y giraron posteriormente
en la órbita religiosa y cultural de Occidente. El estado húngaro, que dividía
a unos eslavos de otros, vino a determinar la orientación cultural
predominante de los eslavos, unos orientados hacia el oeste y otros hacia
Constantinopla. La cristianización de los eslavos y los esfuerzos políticos y
diplomáticos por contenerlos acapararon la atención del imperio bizantino y
fueron un elemento adicional en el distanciamiento operado con el oeste.”
_ Pérdidas
Hacia el siglo IX, éstas resultaron mayores en Oriente que en Occidente, en razón
de que tribus paganas estaban presionando sobre Europa occidental y el Imperio
Bizantino desde Europa oriental. Algunos de estos pueblos eran: los vindos, los
eslavos del norte (es decir, los checos), los ávaros, los eslavos del sur (los serbios) y
los búlgaros. En el extremo occidental del mundo conocido, los vikingos
(normandos) paganos comenzaron a saquear, con ataques relámpagos, las costas
del Mar del Norte y pronto se esparcirían por todas partes, hasta entrar en el
Mediterráneo.
A pesar de lo incierta que parecía ser la situación, se nota en general un cuadro
mejor que el de los siglos V y VII. El cristianismo no estaba meramente a la
defensiva, sino que tenía fuerzas suficientes como para avanzar en varios frentes,
tanto en Occidente como en Oriente.

GLOSARIO

abad: denominación que deriva de la palabra aramea abba (padre o papá) con que
se llama, desde los inicios del siglo IV, al asceta que guiaba a otras personas en la
adopción de este tipo de vida. A partir de la regla de Benito de Nursia, el título pasa

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
a Occidente, contando con un desarrollo posterior considerable durante la Edad
Media.
abadesa: título derivado del latín abbatisa que hace su aparición en torno al año
514. Es el equivalente femenino del abad y al igual que esta última figura resulta
fruto de un desarrollo eclesial posterior ajeno al descrito en el Nuevo Testamento.
abásidas: califato de mayor duración en el gobierno (656–1258). La dinastía
descendía de Abbás, tío de Mahoma, y por ello mantenía la pretensión de gozar de
derechos hereditarios al califato. Valiéndose del apoyo inicial de los alidíes
(descendientes de Alí, el primo de Mahoma), los abásidas derrotaron a los omeyas
y consiguieron el nombramiento como califa de Abul-Abbás. Su sucesor, al-Mansur,
fundó Bagdad, convertida pronto en un centro importante de cultura.
alta Edad Media: es el período (siglos IX al XIII) que transcurre desde la disolución
del Imperio de Carlomagno hasta el comienzo de la crisis medieval. En su transcurso
aparecen obras fundamentales del intelecto, como la Suma teológica de Tomás de
Aquino y las catedrales góticas. Declina la autoridad de los reyes y surge la Europa
feudal que se disgrega en gran número de señoríos. No sucede lo mismo con el
Imperio Bizantino y el califato árabe, pues ambos mantienen su unidad durante más
tiempo.
ascetismo: del griego askesis (ejercicio, laboriosidad), se refiere a la práctica estricta
de la auto-negación como una medida de disciplina personal y especialmente
espiritual, a través de la oración, el ayuno, la meditación y la mortificación del
cuerpo.
baja Edad Media: es la etapa (siglos XIV y XV) en que diversas transformaciones
llevan a la crisis del mundo medieval. Aparece la burguesía urbana, que muy pronto
acumuló grandes riquezas, y no tardó en luchar contra la nobleza, primero por el
predominio económico y luego por el político. Los monarcas se apoyaron en los
burgueses para enfrentar a los nobles y en esta forma, consolidarse en el trono. Se
produjeron conflictos políticos, sociales, económicos y religiosos, y el feudalismo
entró en decadencia.
bárbaros: del latín barbari o del griego barbaroi, se refería a personas cuya lengua
sonaba como “bar-bar” (bla-bla), es decir, una lengua incomprensible.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
bien cultural: toda la cultura existente en una sociedad específica en un momento
dado. El término es usado con mayor frecuencia en los debates acerca del
desarrollo de las invenciones o innovaciones de cualquier tipo, tanto relativas a la
cultura material como a la inmaterial.
Caaba: la Casa de Dios (12x9x15 m) situada en La Meca hacia la que se vuelven los
musulmanes para orar. Es muy posible que el lugar fuera inicialmente un centro de
culto cósmico relacionado con el aerolito que se custodia en el interior del mismo y
que Mahoma conservó. Según la tradición islámica, su primer constructor fue Adán
y, posteriormente, fue reconstruida por Abraham e Ismael. Convertida más tarde
en lugar de adoración de ídolos, fue purificada por Mahoma.
cabildo catedralicio o capítulo: conjunto de canónigos y otros cargos que se ocupan
del servicio eclesiástico en las catedrales. En la Edad Media tenían la potestad de
elegir los obispos. Su extracción social fue generalmente nobiliaria y sus
propiedades territoriales muy extensas.
califa: denominación española del jalifa rasul Allah (sucesor del mensajero de Dios).
El primero, Abú Bakr, se limitó a suceder a Mahoma y accedió al cargo mediante
una elección celebrada en Medina. Con el segundo, Omar, al título de califa se une
el de Amir al-muminim (comendador de los creyentes). El califa era así defensor de
la fe, pero ni podía definir la misma ni dictar dogmas.
celta: grupo de pueblos indoeuropeos establecidos antiguamente en la mayor parte
de las Islas Británicas (especialmente Irlanda), Galia y en buena parte de España y
Portugal, así como en Italia del norte, Suiza, Alemania del oeste y sur, Austria,
Bohemia y la Galacia en Asia Menor.
cesaropapismo: supremacía del Estado sobre la Iglesia (como ocurrió en el Imperio
Bizantino). Es lo opuesto de la hegemonía de la Iglesia respecto al Estado. El
cesaropapismo significa una restricción tanto sobre la Iglesia como sobre el Estado
en sus respectivas esferas.
clero regular: clérigos que son monjes y que viven bajo una regla (en latín regula)
monástica, en oposición a clero secular, que vive en el mundo y que no pertenece
a una orden religiosa.
Corán: libro sagrado del Islam dotado de una extensión similar a la del Nuevo
Testamento. Regla infalible de fe y conducta para el musulmán, contiene el
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
conjunto de revelaciones recibidas por Mahoma y comunicadas por éste a sus
contemporáneos. Su redacción definitiva se produjo durante el tercer califato,
gracias a la tarea de unificación de las siete lecturas del Corán. Esta redacción
canónica implicó la destrucción de todos los demás textos y volúmenes coránicos,
lo que, muy posiblemente significó el abandono de algunos textos originales de
Mahoma. Está compuesto por 114 capítulos o suras, divididos en versículos.
cosmopolitismo: doctrina y género de vida de las personas que consideran como
patria suya el mundo entero, y en consecuencia, adoptan elementos culturales y
socio-político-económicos de diversidad de naciones.
cristiandad: el concepto de cristiandad representa una totalidad cultural y una
unidad política: es el conjunto de los fieles cristianos, el mundo cristiano. Pero
también la cristiandad es al mismo tiempo unidad militar, jurídica y eclesiástica. En
el paradigma de cristiandad, la Iglesia funciona como una parte integral del aparato
del Estado. En esta asociación, el cristianismo proveyó a los líderes del Estado la
ideología capaz de pacificar a los pueblos sometidos y la legitimación moral para
llevar a cabo sus objetivos políticos y económicos. A cambio, el Estado garantizó a
la Iglesia un acceso ilimitado y protegido a nuevas fuentes de recursos humanos y
materiales.
decretal: carta papal, o parte de ella, que contiene una decisión sobre un punto
concreto del derecho canónico.
Égira: del árabe Hijra (emigración). Es el término que designa el viaje de Mahoma y
algunos de sus seguidores de La Meca a Medina en el 622, motivado por la cada vez
más deteriorada situación en la primera ciudad. Omar ibn al Jattab decretó durante
su califato (634–644) que el año de la Égira se contara como el primero de la era
islámica.
ícono: (del gr. eikon, imagen) nombre que designa cualquier imagen venerada por
los cristianos de rito bizantino. Generalmente, consiste de una placa de madera
pintada al óleo con gran profusión del dorado, con representaciones de Cristo, la
Virgen María o un santo. Su uso puede remontarse al siglo V.
Islam: nombre con el que se conoce la religión fundada por Mahoma. Deriva de la
raíz árabe para “someterse” e incluye la idea de rechazar cualquier otro objeto de
culto.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
janif: el término aparece una docena de veces en el Corán. Primitivamente se
aplicaba a los paganos. En tiempos de Mahoma calificaba a los monoteístas que no
eran ni cristianos ni judíos. En el Corán se usa en relación con Abraham y se
recomienda a todos a que se conviertan en junafa (plural), es decir, monoteístas
que renuncian al culto a las imágenes y a los astros.
omeyas: el primer califato de corte dinástico (661–750). Fue instaurado por
Mu’auiya, gobernador de Siria, tras la muerte de Alí y la abdicación de al-Hasán.
Aunque el segundo califa omeya, Yazid, no pudo evitar que ‘Abdallah ibn al-Zubayr
se proclamara califa en el Hijaz, este califato paralelo tuvo escasa duración y bajo
los omeyas el dominio islámico se extendió desde el Atlántico hasta China.
pagano: del latín pagus (rústico). Se aplicó a fines de la antigüedad y durante la
Edad Media a los que no eran cristianos y a los que habían sido evangelizados, pero
rechazaban después el mensaje del cristianismo adhiriéndose a sus religiones
originales o tradicionales.
palio: banda de lana blanca en forma de yugo, bordada con cruces, usada por el
Papa y también por algunos arzobispos, y que simboliza, en este último caso, la
delegación que ostentaban dichos arzobispos respecto a la jurisdicción
metropolitana sobre los demás obispos de su provincia eclesiástica. Lo confería el
Papa y normalmente había que recogerlo en Roma personalmente.
Papa: término derivado del griego papas (latín: papa) que significa “padre.” El
término no aparece en la Biblia. Hasta 1073 era de aplicación a todos los obispos,
cuando Gregorio VII ordenó que se reservara exclusivamente al de Roma. La figura
del Papa está ligada a las tesis de un primado de Pedro, sucesivo y ligado al obispo
de Roma.
prior: prelado ordinario o superior del convento en algunas órdenes religiosas
(conventos de los canónigos regulares y de las órdenes militares); y en otras,
segundo prelado después del abad. En una abadía, la autoridad siguiente a la de
abad; superior de una casa religiosa que no tenía la categoría de abadía.
reliquia: en un sentido general, es el residuo que queda de un todo. En el sentido
religioso, es la parte del cuerpo de un individuo estimado como santo, o lo que, por
haberle tocado, se considera puede producir un milagro o es digno de veneración.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
siríaco: lengua semita que es un dialecto del arameo, y que cuenta con un número
considerable de obras cristianas primitivas y con una traducción específica de la
Biblia, denominada Peshitta. Fue la lengua utilizada en la gran expansión del
testimonio cristiano hacia el Este.
sura: nombre que recibe cada una de las 114 secciones en que se divide el Corán.
El término deriva de shurah (“tirada”), en el sentido de sucesión de pasajes.
sutra: vocablo sánscrito que significa “hilo” y se refiere a un rosario de preceptos
que resumen la enseñanza védica. En el brahmanismo es un precepto, aforismo,
regla breve, y también la colección de tales aforismos o reglas, como el Código de
Manú. En el budismo, se refiere a la parte narrativa de las escrituras budistas,
especialmente los diálogos de Buda.
temprana Edad Media: designa al período desde el siglo V hasta mediados del IX
en Europa occidental, es decir, entre la época de las invasiones bárbaras hasta la
disolución del Imperio de Carlomagno. Entre los acontecimientos importantes
deben mencionarse: la destrucción política del Imperio Romano, el surgimiento de
los reinos romanogermánicos y el propósito de estos nuevos Estados para
constituirse en unidades sociales. Adquieren importancia en este período las
culturas bizantinas e islámicas.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
527–565 Reinado de Justiniano I.

528–533 Codificación del Corpus Juris Civilis.

529 Regla de Benito de Nursia.

532–537 Revuelta de Nika lleva a desorden civil.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
535–553 Belisario y Narsés conducen ejércitos
en el Oeste.

537 Santa Sofía es completada.

542 Plaga en el Este.

553 Segundo Concilio de Constantinopla.

562 Bizantinos completan la conquista de


Italia.

563 Columba, apóstol de Escocia.

568 Los lombardos toman control del


norte de Italia.

570–632 Mahoma.

589 Conversión de Recaredo.

590 Gregorio el Grande, Papa.

597 Agustín de Canterbury llega a


Inglaterra.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
610 Revelación a Mahoma en el monte
Hira.

610–641 Reinado de Heraclio.

622 Égira (huída) de Mahoma a Medina.

625–626 Expulsión de los judíos de Medina


cuando se rehúsan aceptar el Islam.

626 Los persas sasánidas ponen sitio a


Constantinopla.

Ávaros y eslavos atacan el Imperio.

627 Paulino, obispo de York (Inglaterra).

Edwin, rey de Northumbria, recibe el


bautismo.

628 Victoria sobre los persas, ávaros y


eslavos.

630 Retorno de Mahoma a La Meca.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
632 Muerte de Mahoma, el Profeta.

635 Aidan de Lindisfarne llega a


Northumbria.

Alopen llega a Ch’ang-an (China).

636 Derrota de los bizantinos por los


árabes en Yarmuk.

649 El Sínodo de Letrán condena el


monotelismo.

664 Sínodo de Whitby.

674–678 La flota árabe bloquea


Constantinopla.

680–681 Tercer Concilio de Constantinopla.

690 Willibrordo, apóstol de los Países


Bajos.

698–742 Oposición budista al cristianismo en


China.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
711 Tarik en España.

716 Bonifacio en los Países Bajos.

717–802 Dinastía Isauria (siria).

717–741 Reinado del emperador León III.

717–718 Bloqueo árabe de Constantinopla; uso


de “fuego griego.”

718 Bonifacio, apóstol de Alemania.

El ejército bizantino derrota a los


musulmanes y los empuja detrás de
los montes Taurus (Asia Menor).

725–843 Controversia iconoclasta.

730 León III prohíbe el uso de íconos.

732 Batalla de Poitiers o Tours.

740 Victoria sobre los árabes en Akroinon.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
741–775 Reinado de Constantino IV.

742 Los cristianos chinos obtienen el favor


imperial.

745 Los chinos cambian el nombre de los


cristianos de “persas” a “sirios.”

750 Aparece la Donación de Constantino.

751 Caída de Rávena: fin del dominio


bizantino en Italia.

752 Coronación de Pipino como rey de


Francia por el Papa.

754 Sínodo de Hereia: denuncia la


adoración de íconos como idolatría.

Creciente tensión entre el emperador


bizantino y el Papa en torno a los
íconos.

Los bizantinos toman tierras papales


en Sicilia.

771 Carlomagno, rey de todos los francos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
781 Erección de la Estela de Ch’ang-an.

787 Segundo Concilio de Nicea.

797–812 La emperatriz Irene depone a


Constantino IV.

El papa León III declara vacante el


trono de Constantinopla.

800 El papa León III corona a Carlomagno


como emperador del Sacro Imperio
Romano-Germánico.

800–1000 Esplendor del Imperio Bizantino.

812 Miguel I concede el título de


“basileus” a Carlomagno.

820–867 Dinastía amórica. Los árabes ocupan


Creta.

826 Primer viaje misionero de Anscar a


Escandinavia.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
842–867 Miguel III envía misioneros a los
eslavos.

845 Emperador pro-taoísta clausura


monasterios budistas, zoroastristas y
cristianos.

Desorden y guerra en China.

846 San Pedro de Roma es saqueada por


piratas musulmanes.

850 Falsas decretales.

857 Focio, patriarca.

860 Los ros atacan Constantinopla.

Constantino (Cirilo) va como


embajador bizantino a los kazares.

862 Cirilo y Metodio van a Moravia como


maestros a pedido de su rey,
Ratislavo.

865 Cirilo y Metodio en Moravia.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Los búlgaros aceptan el cristianismo:
conversión de Boris.

867 El patriarca Focio rompe con la Iglesia


Romana.

867–869 Conversión de los servios al


catolicismo.

867–1056 Dinastía macedónica en Imperio


Bizantino.

869 Muere Cirilo; Metodio trabaja con la


Biblia y la liturgia en eslavo, que van a
ser usados por la Iglesia Griega en
Bulgaria.

957 Es bautizada Olga, duquesa de Kiev.

978–1015 Vladimir de Kiev.

987 Vladimir el Grande acepta el


cristianismo ortodoxo.

CUESTIONARIOS DE REPASO
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):
1. ¿Aproximadamente, en qué año comenzó el primer período de retroceso del
cristianismo y debido a qué circunstancias?

2. Relaciona en pares los siguientes elementos según se correspondan: Imperio


Romano - ley canónica - latín - Iglesia Católica Romana - Derecho Romano - liturgia.

3. Señala dos cosas comunes al judaísmo, el cristianismo y el islamismo.

4. Menciona las ideas principales de Mahoma.

5. ¿Qué importancia tiene el año 622 para los musulmanes?

6. Dice el texto: “En menos de un siglo, el Islam casi había aniquilado los viejos
baluartes del cristianismo.” Haz una lista de no menos de ocho territorios cristianos
ocupados por el Islam.

7. ¿Qué dos eventos salvaron a la cristiandad de ser totalmente rodeada por los
ejércitos árabes?

8. ¿Qué tipo de presión soportó la Iglesia Copta en Egipto bajo el gobierno de los
musulmanes?

9. Subraya la virtud que Benito de Nursia enfatizó en su Regla: pobreza, castidad,


obediencia.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
10. ¿Qué tres elementos formaban parte de la vida en un monasterio benedictino?

11. ¿Quién fue el que dijo: “El ocio es el enemigo del alma.”?

12. Dice el texto: “Mientras el Islam destruía muchos baluartes cristianos antiguos,
en el norte de Europa el cristianismo avanzaba por nuevos territorios.” ¿Dónde
comenzó este movimiento y quiénes fueron sus protagonistas?

13. ¿Es cierto o falso que la misión céltica convirtió buena parte de las Islas
Británicas desde el año 635?

14. ¿Por qué tres razones el año 597 es importante?

15. Menciona dos papas que fueron llamados “grandes.”

16. Con tus propias palabras, resume la vida y el trabajo de Gregorio I antes de ser
Papa.

17. ¿Cuál fue la contribución más notable de Gregorio I?

18. ¿Cuáles fueron las dos tradiciones que intervinieron en la evangelización de las
Islas Británicas? ¿Dónde se encontraron?

19. ¿Cómo se resolvió el problema planteado en el Sínodo de Whitby? ¿Quién


obtuvo la victoria?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
20. ¿Quién fue Willibrordo y qué hizo?

21. ¿Quién fue Bonifacio (Winfrido) y qué hizo?

22. ¿Cuáles fueron las dos razones por las que hacia el año 900 desapareció todo
rastro de cristianismo en China?

23. Menciona dos documentos falsos que sirvieron para engañar a los monarcas
francos y a sus sucesores, y describe su contenido.

24. ¿Quién fue el más grande de los monarcas francos? ¿En qué tres aspectos fue
grande?

25. ¿Quién fue Nicolás I? Menciona tres cosas que hizo.

26. ¿Quiénes fueron Constantino (Cirilo) y Metodio? ¿Cuál fue su obra más
importante?

27. ¿Quiénes eran los ros y en qué año su rey se convirtió a la fe cristiana?

28. ¿Cuáles fueron las cuatro religiones que Vladimiro el Grande, rey de Kiev,
mandó investigar antes de convertirse al cristianismo ortodoxo (bizantino)?

29. ¿Qué tres elementos hay que tomar en cuenta para evaluar como un período
de retroceso los siglos que hemos considerado en esta unidad?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
30. ¿Por qué razón, hacia el siglo IX, las pérdidas del cristianismo resultaron
mayores en Oriente que en Occidente?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):


1. ¿Por qué razón las tribus germanas que aceptaron el cristianismo escogieron
seguir la enseñanza arriana en lugar de la católica?

2. ¿Qué tipo de país es Arabia, y por qué su pueblo, a lo largo de toda su historia,
ha tenido que moverse hacia los territorios vecinos?

3. ¿Qué tipo de religión practicaban los árabes antes del advenimiento de Mahoma?

4. ¿Piensas que la historia habría sido diferente si en tiempos de Mahoma hubiese


habido una traducción del Nuevo Testamento al árabe? Fundamenta tu respuesta.

5. ¿Quién fue Wilfrido y qué hizo?

6. ¿Cuál fue el incidente más dramático en la carrera misionera de Bonifacio


(Winfrido)?

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. ¿Qué nombre se le da a los escritos sagrados de los musulmanes y cuántos
capítulos o suras contiene? ¿Cuál es el título de cada uno de ellos?

2. ¿Cuál es la diferencia fundamental entre los escritos sagrados musulmanes y las


Escrituras cristianas?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
3. ¿En qué se parece la vida de Mahoma a la de Jesús, y en qué no se parece? Antes
de responder a esta pregunta, investiga cuanto puedas acerca de la vida de
Mahoma.

4. ¿Qué evidencias hay en el pensamiento de Mahoma de que él conocía a los


cristianos de su tiempo?

5. Investiga qué países hoy están bajo gobiernos musulmanes y cuál es la actitud de
estos gobiernos hacia la gente de otras religiones, especialmente hacia los
cristianos.

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: Inscripción del monumento de la Iglesia de Oriente en Xian.


Lee y responde:
“A lo largo de los reinados de los emperadores hubo registros documentando la
historia de la Iglesia de la Religión de la Luz [en China]. Ellos nos cuentan que se
trajeron las enseñanzas de la Religión de la Luz al Imperio T’ang, que se tradujeron
las escrituras y que se construyeron los monasterios. Estas enseñanzas son como
una balsa, que lleva salvación, bendición y buena voluntad a las personas de mi país.
“Siguiendo las huellas de sus ancestros, el Emperador Gaozong construyó
hermosos monasterios e iglesias por toda la tierra. El Camino Verdadero fue
proclamado y el título de ‘Señor Protector de las Grandes Enseñanzas’ fue
concedido. La gente estaba feliz y hubo prosperidad por todas partes.
“El Emperador Xuanzong promovió la doctrina sagrada todavía más. Él siguió las
enseñanzas verdaderas, escribió declaraciones para endosarlas y proclamó
decretos imperiales para apoyarlas. En palabras simples y gloriosas, alabó las
acciones [de la Religión de la Luz] y las consideró dignas de celebración.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
“El Emperador Suzong revivió el Camino del Cielo y observó los días santos. En
una noche, los vientos favorables barrieron con las impurezas que habían
corrompido el palacio. Se quitó el polvo y el país nuevamente fue sanado.
“El Emperador Daizong fue filial y virtuoso. Su piedad fue tan grande como el
cielo y la tierra. Él abrió el tesoro imperial y dio regalos de materiales preciosos e
incienso de jazmín. A aquellos que eran virtuosos, él los recompensó con piedras
preciosas, que eran tan brillantes como la luna llena.
“El Emperador reinante durante Jianzhang [el Emperador Dezong] creyó en las
enseñazas iluminadas. Durante su tiempo, los militares y los generales mantuvieron
la paz en los cuatro rincones de la tierra y los oficiales eruditos fueron honestos y
justos. Él animó a todos a examinar la naturaleza de las cosas con el espejo
escondido. La gente en las seis direcciones fueron iluminadas, y el centenar de
tribus rebeldes fue puesto bajo jurisdicción.”
Estela de Ch’ang-an (781), parte tres.
- Según la Estela de Ch’ang-an, los emperadores de la dinastía T’ang se mostraron,
en general, favorables al trabajo misionero de los monjes siríacos. ¿Piensas que es
bueno y necesario que la Iglesia goce del favor del gobierno para el cumplimiento
de su misión? Presenta varias razones para tu respuesta.

- Describe la relación de la Iglesia y el Estado en tu propio país. ¿Cuál es la situación


de las iglesias evangélicas en tu país en términos de libertad religiosa, en todas sus
dimensiones?

- Muchos evangélicos en América Latina piensan que es necesario crear partidos


políticos evangélicos para poder ejercer una influencia positiva y transformadora
en la sociedad. ¿Qué piensas acerca de esto? ¿Crees que esforzarnos por colocar a
creyentes evangélicos en posiciones de poder político puede ayudar a las iglesias a
cumplir mejor con su misión en el mundo?

TAREA 2: Constantino (Cirilo) y la traducción de la Biblia a otros idiomas.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Lee y responde:
“Constantino pasó cuarenta meses en Moravia, y luego se fue para ordenar a sus
discípulos.… Cuando estaba en Venecia, obispos, sacerdotes y monjes se juntaron
contra él como cuervos contra un halcón. Y promovieron la herejía trilingüe [que
enseñaba que la Biblia sólo debía estar en hebreo, griego y latín], diciendo: ‘Dínos,
oh hombre, ¿cómo es que tú ahora enseñas, habiendo creado letras para los
eslavos, que nadie más ha encontrado antes, ni el Apóstol, ni el Papa de Roma, ni
Gregorio el Teólogo, ni Jerónimo, ni Agustín? Nosotros sabemos de sólo tres
idiomas que son dignos de alabar a Dios en las Escrituras: hebreo, griego y latín.’
“Y el Filósofo les respondió: ‘¿No cae la lluvia de Dios sobre todos por igual? ¿Y
no brilla el sol también sobre todos? ¿Y no respiramos todos el aire de la misma
manera? ¿No están avergonzados de mencionar tan sólo tres idiomas, y de ordenar
a todas las demás naciones y tribus a permanecer ciegas y sordas? Díganme, ¿lo
hacen a Dios tan impotente, como para que él sea incapaz de conceder esto? ¿O
tan envidioso como para que él no lo desee? Conocemos a numerosos pueblos que
poseen escritura y dan gloria a Dios, cada uno en su propia lengua. Seguramente
éstos son obvios: armenios, persas, abcacianos, ibéricos, sogdianos, godos, ávaros,
turcos, kazares, árabes, egipcios y muchos otros. Si ustedes no quieren entender
esto, al menos reconozcan el juicio de las Escrituras.[Sigue la cita de varios pasajes
bíblicos: Sal. 96:1; 98:4; 66:4; 117:1; 150:6; Jn. 1:12; 17:20–21; Mt. 28:18–20; Mr.
16:15–17; Mt. 23:13; Lc. 11:52; 1 Co. 14:5–40.] … Y con estas palabras y muchas
más, él los avergonzó y salió, dejándolos.”
Vida de Constantino (siglo X, en eslavónico), 15, 16.
- Evalúa la defensa que hace Cirilo de su ministerio de traducción de las Escrituras,
tomando en cuenta sus argumentos y especialmente los pasajes bíblicos que él cita.

¿Cuál fue la trascendencia del ministerio de traducción de Cirilo? ¿Qué


consecuencias misionológicas tuvo para la difusión del testimonio cristiano?

- ¿Cuál es tu evaluación personal del trabajo de las Sociedades Bíblicas a nivel


mundial y de sus esfuerzos por poner la Palabra de Dios en la lengua de todos los

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
pueblos de la tierra? Averigua los últimos datos en cuanto a la cantidad de Biblias,
Nuevos Testamentos y porciones bíblicas que se distribuyen en el mundo hoy, y a
cuántos idiomas y dialectos diferentes están traducidos. Puedes investigar
utilizando Internet o materiales e informes de las Sociedades Bíblicas.

TAREA 3: El Corán.
Conseguir una buena traducción del Corán. Se puede obtener en un centro islámico
o una buena biblioteca pública. Leer los siguientes pasajes y responder las
preguntas correspondientes. El número romano indica la sura correspondiente,
mientras que el número arábico indica el número de los versículos:
1. ¿Cuál es la actitud del Corán hacia los cristianos?
II.59; 105–111; 129–135.
III.57–78; 93–115.
V.17–22; 85–88.
IX.29–35.
LVII.25–27.

2. ¿Cuál es la actitud del Corán hacia Jesús?


II.81.
III.37–52.
IV.155–157
V.50–52; 109–120.
VI.84–90.
XIX.16–41.
LVII.25–27.
LXI.1–14.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
DISCUSIÓN GRUPAL
1. Discutir la afirmación del autor: “La presión de las circunstancias externas lleva a
una devoción más profunda y a un fervor renovado, que tarde o temprano termina
en un avivamiento misionero y evangelizador, que cumple con la tarea central de la
Iglesia de ‘Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura’.” ¿Esto es
siempre así? Fundamenten su respuesta.

2. El Imperio Romano fue reemplazado por reinos “bárbaros.” ¿Corrió el


cristianismo la misma suerte siendo reemplazado por el paganismo? Algunos
historiadores han comparado la decadencia del mundo occidental y cristiano de
nuestros días con la decadencia del Imperio Romano. ¿En qué se parecen o difieren
ambos procesos históricos? ¿Cuáles han sido las consecuencias, en cada caso, sobre
la fortaleza e impacto de la Iglesia?

LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La iglesia de nuestros padres, 65–95.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 81–112.
González, Historia de las misiones, 92–106; 109–116.
González, Historia del cristianismo, 1:243–262; 273–288; 303–306; 315–327; 333–
338.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:329–451.
Latourette, Los chinos, 239–243.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:181–243.
Romero, La Edad Media, 9–44; 105–140.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 56–65.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 195–218.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
UNIDAD 2

Resurgimiento & progreso


950–1350

INTRODUCCIÓN
Los sucesores de Carlomagno no tuvieron su habilidad para las cuestiones
políticas, y el poder de los francos comenzó a decaer. Poco a poco la estructura
política del Sacro Imperio Romano-Germánico fue perdiendo efectividad ganando
lugar el sistema feudal, que fue característico de toda la Edad Media.
Henri Daniel-Rops: “El feudalismo, que iba a constituir la base del mundo
medieval, había estado evolucionando durante un largo tiempo en el pasado,
debido a la fuerza de las circunstancias. El desorden continuo de las Grandes
Invasiones había alentado a los débiles a reunirse en torno a unos pocos
hombres fuertes, que eran más capaces de protegerlos que los
representantes de la autoridad oficial; éste fue el principio de
recomendación. Cuando la autoridad central fallaba, los caudillos locales
tendieron a hacerse autónomos.… El colapso de la civilización urbana, al darle
a la agricultura una importancia enorme, había hecho de la unidad agrícola,
la villa, un centro económico independiente, y del gran terrateniente una
especie de gobernante. A estos factores, que surgían naturalmente de la
evolución histórica, se agregaron otros dos: inmunidad y vasallaje, que
fueron propuestos por los mismos gobiernos centrales. Los monarcas débiles,
que se sentían inseguros de sus insubordinados, autorizaron a los grandes
terratenientes a liberarse del control de los oficiales reales, y a tomar el lugar
de los últimos en la administración de la justicia, la recolección de impuestos
y la leva de guerreros en sus propios dominios.… Ahora toda la evidencia
muestra que Carlomagno estuvo involucrado en este proceso.”
Desde un punto de vista social, el feudalismo supuso la existencia de clases, cuya
diferenciación se establecía en las relaciones del ser humano con la tierra. En
consecuencia, disminuyó la densidad de la población, se cortaron las
comunicaciones, creció el aislamiento y la vida se tornó más insegura y violenta.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Desde un punto de vista político, el feudalismo consistió en una jerarquización de
poderes unidos entre sí por lazos de fidelidad personal. Desde un punto de vista
económico, el feudalismo produjo una economía reducida a círculos agrícolas
cerrados, falta de metal precioso, disminución de las transacciones monetarias,
desaparición de los salarios y el pago de los servicios prestados con tierra. Desde un
punto de vista moral, el feudalismo hizo predominar la fuerza y la violencia.
Se produjo, entonces, una atomización del poder caracterizada por la ausencia
de una autoridad central y la organización de gobiernos locales en manos de los
nobles y terratenientes. El origen de este sistema estaba en múltiples concesiones
de tierras, que los monarcas francos habían hecho a sus jefes militares durante las
guerras de conquista. El imperio de Carlomagno se transformó en un Estado feudal,
y más tarde, después de la muerte del gran monarca (814), cuando su imperio fue
dividido entre sus sucesores (Tratado de Verdún, 843), el proceso se profundizó.
Los territorios del Imperio carolingio se repartieron de la siguiente forma: Lotario,
fue reconocido emperador y gobernó Italia y una franja de terreno llamada
Lotaringia, que separaba los dominios de sus hermanos; Luis el Germánico quedó
con Germania o la región comprendida al este del Rin; y Carlos el Calvo recibió las
tierras al oeste del Rin, aproximadamente la actual Francia.
El régimen feudal predominó en Europa desde comienzos del siglo X hasta el XV.
En este contexto, la vida medieval estaba estructurada, en buena medida, como las
piezas de un juego de ajedrez: reyes, reinas, obispos (alfiles), caballeros (caballos) y
otros nobles vivían en castillos (torres), a costa del trabajo de sus siervos (peones).
Los siervos (siervos de la gleba), a cambio del privilegio de cultivar la tierra suficiente
para poder sobrevivir, trabajaban tres días de la semana para su señor, que podía
ser un caballero, un obispo o un rey. En una emergencia, y muy frecuentemente en
tiempo de cosecha, el señor podía exigir a los siervos un trabajo extra. Un siervo no
podía hacer abandono de la tierra de su señor, ni casarse sin su aprobación; también
eran usados como sirvientes domésticos, y muchas veces eran excelentes
artesanos. Los siervos constituían la infantería en las guerras ofensivas y defensivas
de su señor. Carecían de protección y eran los más vulnerables en toda la pirámide
social de aquel entonces.
Los caballeros no tenían otra ocupación más que la guerra, y eran
recompensados por el soberano con tierras y con siervos. Cuando no había guerras,
los caballeros se entretenían con torneos y peleaban fieramente para practicar,
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
para ganar el favor de una dama noble o el castillo de otro caballero. Con el tiempo,
los caballeros (vasallos) se convirtieron en nobles, de modo que nobleza y caballería
se identificaron de tal forma que no se consideraba noble más que a aquel que
había sido armado caballero. Estos señores vivían en castillos, que al principio no
fueron más que torres de piedra con dos o tres niveles, y más tarde se ampliaron
con murallas y fosos. El castillo era el pivote de la vida medieval.
Fundamentalmente, era un refugio, una plaza fuerte, una fortaleza capaz de resistir
un sitio. La riqueza del castillo provenía de la tierra trabajada por los siervos fuera
de los muros del mismo.
Los obispos administraban los negocios así como los asuntos espirituales de la
Iglesia. Los obispos eran señores feudales que muchas veces recibían importantes
donaciones, especialmente de tierras, lo cual les daba gran prestigio y poder. El
sistema feudal llegó a ser de gran beneficio para las pretensiones de Roma, porque
no había rey o señor tan fuerte, que pudiera competir con el poder y la influencia
papal. Además, la Iglesia se enriqueció en forma fabulosa porque al morir los
obispos sus propiedades quedaban en manos del Papa y muchos nobles testaban
también en favor de Roma.
CUADRO 5 - ESTRUCTURA SOCIAL DEL SISTEMA FEUDAL

La reina generalmente estaba tan bien educada como el rey, y a veces lo


eclipsaba en su poder. Era el centro de las fiestas de la corte y a menudo se unía a
los hombres en la caza con halcones. Muchas reinas medievales cristianas ayudaron
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
a la conversión de sus esposos a la fe. El rey pretendía que su poder, gozado por
derecho divino, era supremo. Su pretensión era disputada incesantemente por los
nobles feudales y por la Iglesia. Incluso en su corte, se veía forzado a estar en
guardia contra las intrigas. La corte de un rey era el epítome mundano de una edad
predominantemente religiosa.
La Iglesia ocupaba el lugar central en el tablero de la sociedad medieval. Los
reyes necesitaban el apoyo de la Iglesia; todos los hombres necesitaban el apoyo
espiritual de la Iglesia. Tanto el siervo como el noble, el caballero como el rey eran
iguales en esto: cada uno estaba seguro de otra vida más allá de la muerte y estaban
aterrados por ese trasmundo. De este modo, la Iglesia, con sus sacramentos y ritos,
traía algo de paz a la vida de estos seres sumidos en la ignorancia, la superstición y
la violencia. Éste es el trasfondo histórico-cultural de Europa en el período que
seguidamente consideraremos.

EL RESURGIMIENTO DEL CRISTIANISMO


_ El cristianismo en Europa occidental
Nuevas invasiones bárbaras. En el ámbito político, el mundo escandinavo estaba
en proceso de cambio cuando comenzaron las correrías vikingas por el Occidente.
Esfuerzos por consolidar políticamente en pequeños estados a los habitantes de lo
que hoy día son los territorios de Suecia, Noruega y Dinamarca parece que
acrecentaron el nivel de violencia en esas regiones y resultaron en la expulsión de
las facciones perdedoras. Por otro lado, el reino de Dinamarca, políticamente el más
desarrollado de estos estados incipientes, había sufrido la presión del avance
carolingio en el norte de Alemania. La conversión forzada de los sajones y las
enormes matanzas de éstos en el curso de las guerras de conquista francas, deben
haber alarmado grandemente a los daneses, que se encontraban en la ruta de
expansión franca, con Carlomagno y Luis I persistiendo en su política agresiva.
Además, el avance en las técnicas de navegación de los jóvenes guerreros educados
en una tradición de ejercicio militar y aventuras, les proveyó un nuevo campo de
acción.
Fernando Picó: “Es la combinación de todas estas razones lo que nos explica
la súbita y destructora irrupción de los hombres del norte en el Occidente. En
algunos sitios se les llamó vikingos, en otros, los hombres del norte

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
(Northmen o Nordmen). En el este de Europa y en Constantinopla se les
conocería como varegos. Pero todos pertenecen al mismo movimiento
general de los escandinavos en esa época.”
Hacia el año 800, los normandos (vikingos) de Escandinavia comenzaron un
nuevo proceso de invasión sobre Europa. Todas las poblaciones costeras del Mar
del Norte y de los ríos navegables del noroeste de Europa sufrieron los asaltos
devastadores de estos nuevos piratas invasores. De todos, quienes más sufrieron
fueron los monjes: las iglesias y los monasterios estaban ricamente dotados y eran
presa fácil por carecer de defensa militar. De este modo, monasterios e iglesias
resultaron ser uno de los blancos preferidos de estos saqueadores vikingos. Casi
todos los monasterios celtas en las Islas Británicas fueron asaltados e incendiados.
En el año 851, trescientos barcos vikingos entraron por el río Támesis y saquearon
Canterbury y Londres. A fines del siglo IX, habían conquistado ya gran parte del
territorio de Irlanda y de los reinos anglosajones. El rey de Wessex, Alfredo el
Grande (849–901) logró rechazarlos hacia el norte, pero un siglo más tarde los
daneses se adueñaron de toda Inglaterra. Los normandos invadieron también el
noroeste de Francia, y le dieron su nombre al territorio ocupado: Normandía.
Paralelamente a las invasiones normandas en el Oeste, los eslavos y los húngaros
hostigaron las fronteras orientales de la Europa carolingia. Los eslavos eran pueblos
paganos de raza aria. Los principales pueblos eslavos que avanzaron hacia el Oeste
fueron los polacos, los checos, los eslovacos y los moravos. Los que avanzaron hacia
el sur fueron los servios, croatas, eslovenos y búlgaros eslavizados. Los húngaros o
magiares, pueblos de raza mongólica, fueron los invasores más temibles, pues eran
guerreros feroces dedicados al saqueo y al exterminio. Estas incursiones violentas
fueron parcialmente detenidas cuando el trono de Germania fue ocupado por Otón
I el Grande (936–973), quien reorganizó las fuerzas de su reino y contuvo las
invasiones del Este.
Una tercera ola de invasiones fue la de los sarracenos (musulmanes). Fueron
más bien expediciones de rapiña y piratería, desde España y el norte de África
(Zagreb). Conquistaron la isla de Sicilia, pero el principal resultado de sus correrías
fue la interrupción del comercio por el mar Mediterráneo.
La eventual conversión de los escandinavos y los húngaros cambió el panorama
político y fundamentalmente religioso de Europa hacia el siglo X. Con mucha

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
lentitud, algunos retrocesos y renuencias y no pocos conflictos los escandinavos
comenzaron a aceptar el cristianismo en sus propios territorios de origen,
Dinamarca, Noruega y Suecia, y la recién poblada isla del norte, Islandia. Este
proceso requirió el sacrificio y la dedicación de varias generaciones de misioneros,
especialmente de monjes. La cristianización de estas tierras facilitó los intercambios
comerciales y culturales, y como en el caso de Hungría, acabó integrando a las
nuevas monarquías del norte con los otros estados europeos.
La conversión de Noruega. El testimonio cristiano entre los pueblos
escandinavos y su conversión fue al principio un proceso gradual y las más de las
veces sin un esfuerzo misionero organizado. Los escandinavos tendieron a adoptar
el idioma, la cultura y la religión de sus vecinos cristianos, especialmente los
francos. La eventual conversión de todos estos pueblos se debió en parte al
atractivo que la civilización franca ejercía sobre los normandos, así como la
conversión de los francos se debió en buena medida a la atracción que la civilización
romana ejercía sobre ellos. De todos modos, la conversión de Noruega ocurrió en
razón de la influencia de algunos de sus reyes convertidos al cristianismo. El primero
fue Haakon el Bueno (rey de Noruega desde 946), quien había sido bautizado en
Inglaterra.
En el año 994 hubo una nueva invasión normanda sobre las Islas Británicas, pero
con un final diferente. El jefe del contingente pirata, Olaf Trygveson, en viaje hacia
Inglaterra, se encontró con un monje que le dijo: “Tú serás rey de Noruega y llevarás
a muchos a la fe cristiana.” Después de ser herido de muerte y orar por su sanidad,
se hizo cristiano cuando curó milagrosamente, y continuó su viaje a Inglaterra no
para saquear, sino para ser confirmado por el obispo de Winchester. Un año más
tarde, Trygveson regresó a Noruega como su primer rey cristiano, usando ahora su
poder no para destruir el cristianismo en el extranjero, sino para establecerlo en
sus propios dominios. Era un hombre violento y lo fue durante toda su vida, pero
ahora usaba su espada en defensa del cristianismo que antes había hostigado. Así
comenzó la conversión de Noruega, y con ella, la de casi todas las islas del Mar del
Norte, incluso Islandia y Groenlandia, que eran parte de su reino. Una sucesión de
monjes venidos desde Inglaterra por iniciativa de Trygveson ayudaron en este
trabajo. Lo mismo hizo otro rey cristiano de Noruega, Olaf Haraldsson (rey desde
1015), razón por la cual todavía hoy se lo venera como San Olaf.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La conversión de Dinamarca. La conversión de Dinamarca comenzó gracias a las
influencias cristianas provenientes desde Sajonia (norte de Alemania). Uno de los
primeros misioneros en trabajar entre los escandinavos fue Anskar (800–865),
enviado por el emperador Ludovico Pío. Anskar se estableció en Hamburgo y de allí
viajó varias veces a Dinamarca y Suecia, regiones a las que más tarde sirvió como
obispo. Se lo considera a Anskar como el primer apóstol a los pueblos escandinavos.
Uno de los primeros reyes de Dinamarca en convertirse fue Harald Blaatand
(Haroldo Dienteazul, 950–986), que lo hizo debido a un milagro llevado a cabo por
un sacerdote cristiano en su corte. El rey inmediatamente ordenó a todos sus
súbditos convertirse a la nueva fe. Sacerdotes y obispos llegaron de Alemania para
ocuparse de la evangelización.
Un nieto de Harald Blaatand, Knud o Canuto se convirtió en 1019. Canuto había
sido rey de Inglaterra antes de adicionar la corona de Dinamarca. En este caso
también recibió mucha ayuda desde Inglaterra a través de los monjes misioneros.
Canuto era un cristiano convencido que hizo mucho por establecer el cristianismo
en sus dominios. “Menos de setenta años después de la muerte de Knud,
Dinamarca llegó a tener su jerarquía eclesiástica propia, con un arzobispo en la
ciudad de Lund—que hoy pertenece a Suecia.” Fue necesario un siglo completo
hasta que el cristianismo se estableciera definitivamente entre estos pueblos. Pero,
“en la primera mitad del siglo XI, bajo el rey Canuto, quien llegó a gobernar toda
Inglaterra, Dinamarca, Suecia y Noruega, casi todos los escandinavos eran ya
cristianos, al menos de nombre.”
La conversión de Suecia. Los suecos fueron los últimos de los pueblos
escandinavos en aceptar el cristianismo. Los misioneros más destacados entre ellos
a partir del año 1000 fueron monjes ingleses, llegando a ser algunos de ellos
mártires por la fe cristiana. En este caso, los reyes suecos jugaron también un papel
importante en la conversión de sus pueblos. El primer rey cristiano fue Olov
Skötkonung, pero el testimonio ya había llegado antes a Suecia gracias a las labores
de Anskar. Los sucesores de Olov continuaron su promoción del cristianismo, que
fue más rápida y profunda que en otros pueblos escandinavos.
Dale T. Irvin y Scott W. Sunquist: “Anglosajones, noruegos, daneses, francos,
sajones, burgundios o eslavos—éstas eran identidades tradicionales que la
gente había llevado mientras migraban de lugar en lugar. Para el siglo décimo
la mezcla entre las tribus había alcanzado un punto en el que las fronteras ya
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
no eran claras, ya sea en idioma o en geografía. Las historias locales
tradicionales de dioses y héroes guerreros nacionales estaban siendo
superadas por una historia más grande, la del pasado cristiano romano. Lo
que estaba emergiendo era una civilización común. Mientras muchas
culturas y economías locales, lenguas vernáculas e instituciones políticas
cubrían la tierra, ésta se mantenía unida por una estructura eclesiástica
bastante unificada, liderada por una clase de líderes y clérigos educados que
hablaban una lengua común (latín) en su liturgia y teología. La única
autoridad eclesiástica más importante dentro del entramado de la
cristiandad occidental era el Papa. No obstante, incluso su autoridad no se
extendía de manera pareja o sin interrupción a lo largo del paisaje. Papas
individuales resultaron ser corruptos o ineptos, sin menoscabar el papel total
de la Iglesia Católica en todo el Oeste. Al final, la tradición latina llevó la fe
hacia delante en la cristiandad occidental.”
La conversión de otros pueblos bálticos. Hacia el noroeste de Europa, a mediados
del siglo XII, se convirtieron los vendos. Éstos eran un pueblo eslavo que vivía al este
del río Elba. No eran cristianos sino que adoraban a deidades tribales eslavas
tradicionales. En 1147 los gobernantes alemanes de Sajonia procuraron permiso
para lanzar una cruzada contra ellos y convertirlos. En realidad, lo que querían los
sajones junto con los daneses era ampliar sus dominios. Los vendos fueron
sometidos, sus templos paganos destruidos, se los forzó al bautismo, se los obligó
a entrar a la cristiandad como súbditos de los reyes alemanes y daneses, y se
establecieron iglesias cristianas en sus territorios. En el siglo XIII fueron
incorporados a la cristiandad los pueblos de la cuenca oriental del mar Báltico
(prusianos, estonios y finlandeses); y, en el siglo XIV ocurrió lo propio con los
lituanos.
La conversión de húngaros y eslavos. Los húngaros se convirtieron al cristianismo
en la década de los años 970. Por un largo proceso de asentamiento y de cambio a
una economía basada en la agricultura y el comercio, estos pueblos nómadas y
guerreros se integraron a la convivencia con las zonas vecinas de su reino o regiones
sometidas. Eventualmente enlaces dinásticos con diversas casas reinantes del
Occidente imbricaron a Hungría en el sistema político europeo.
Justo L. González: “A fines del siglo X, el rey Gueisa recibió el bautismo, así
como su corte y su heredero Vayk. En el año 997, Vayk, quien para entonces
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
había tomado el nombre de Esteban, heredó la corona, e inmediatamente les
ordenó a sus súbditos que se hicieran cristianos. Por la fuerza, el país se
convirtió. Tras la muerte de Esteban en el 1038, el pueblo lo tuvo por santo,
y por tanto se le conoce como San Esteban de Hungría.”
Los pueblos eslavos vecinos a Sajonia, Baviera, el ducado de Corintia y
eventualmente a la marca del este (Austria), empezaron también a aceptar a los
misioneros cristianos en sus territorios y a formar sus propias provincias
eclesiásticas. El caso más dramático fue el del reino de Polonia, cuya extensión y
número de habitantes era considerable.
_ El cristianismo en el Cercano Oriente
El desafío musulmán y las Cruzadas. Alrededor del año 1000, pueblos
montañeses de las mesetas de Asia Central avanzaron hacia el Oeste. Venían del
Turquestán y se los conoció como los turcos selyúcidas. Para el año 1055 ya habían
ocupado toda Persia, conquistando el califato árabe de Bagdad. No desplazaron al
califa como líder religioso, pero lo relegaron a esa función, mientras el gobierno
efectivo pasó a manos de los sultanes o reyes turcos (1058). En 1076 tomaron
Jerusalén, donde cometieron todo tipo de crueldades contra los cristianos. Desde
Bagdad se extendieron a Siria y Palestina (que había estado bajo el califato de
Egipto). En 1071 destrozaron al ejército del Imperio Bizantino y avanzaron sobre
Asia Menor, y establecieron su capital en Nicea, cerca de Constantinopla. Eran de
religión musulmana y fieros guerreros nómadas.
Los bizantinos, desesperados frente a la amenaza que representaban las hordas
invasoras, pidieron auxilio a los cristianos de Europa occidental. El emperador
bizantino Alejo Commeno (1081–1118), pese a la interrupción de las relaciones con
Roma que siguió al cisma de 1054, se dirigió al papa Urbano II (papa de 1088 a
1099), solicitándole que animara a los cristianos occidentales a luchar contra el
enemigo común. Este pedido llegó oportunamente, ya que el Papa de Roma estaba
procurando terminar con la turbulencia y la violencia de la sociedad feudal, y quería
lograr una unión más sólida de la cristiandad en torno a su autoridad. La posibilidad
de canalizar la violencia de los señores feudales en una lucha con un motivo tan
noble como la defensa de los intereses cristianos en Oriente, se presentaba como
una efectiva estrategia para el logro de las pretensiones hegemónicas del Papa.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El islamismo había sido el primer adversario en derrotar al cristianismo en el
siglo VII. Ahora, a fines del siglo XI, la cristiandad occidental reestablecida estaba en
condiciones de ofrecer un efectivo contraataque. A pesar de que los soldados
cristianos estaban muy lejos del ideal moral neotestamentario, su intervención en
las Cruzadas fue un notable progreso respecto de la turbulenta sociedad feudal.
“Dado que quieren pelear, que peleen por fines cristianos.” Tal era la estrategia
papal. El papa Urbano II actuó rápidamente en respuesta al pedido bizantino,
proclamando una campaña para recuperar la Tierra Santa de manos de los turcos.
Este desafío cautivó la imaginación de los cristianos europeos, que ya se sentían lo
suficientemente fuertes como para enfrentarse a un enemigo considerado pagano.
Fue así que, en 1095, el Papa convocó un Concilio en Clermont (Francia) y expuso
ante numerosos arzobispos, obispos, abades, señores feudales y multitud de fieles,
la necesidad de emplear todos los esfuerzos para combatir el peligro de los turcos
selyúcidas musulmanes. En el año 1096, los cristianos se lanzaron a la primera
Cruzada con el lema “Dios lo quiere” (Deus vult). El Papa actuó como cabeza de la
cristiandad y su iniciativa lo colocó al frente de la Europa cristiana.
Los fines de las Cruzadas. En esta empresa existieron ciertamente muchos
motivos diferentes. Algunos fueron menos nobles, como la codicia, la ambición, el
afán de aventuras, etc. Pero en general los móviles de los europeos fueron nobles
e idealistas, y muchas veces inspirados por una gran espiritualidad mística.
Hubo fines de orden religioso. Entre los más importantes objetivos de las
Cruzadas estaba el de rescatar el Santo Sepulcro. La devoción a la humanidad de
Cristo acrecentó el entusiasmo por aquellos lugares santificados con su presencia.
Pero también se aspiraba a lograr la unión con la Iglesia Oriental, sujetando a ésta
a la autoridad de Roma y poniendo fin al cisma de 1054. El Papa esperaba que su
iniciativa le permitiera ejercitar su autoridad universal por encima de la del
emperador y los reyes. También se esperaba lograr la defensa de Occidente contra
la invasión del Islam, que continuaba presionando constantemente sobre
Constantinopla como primer paso para llegar a Occidente. La caída de Jerusalén y
la reciente iniciación de un nuevo milenio (con todo su componente de milenarismo
y apocalipticismo) crearon una atmósfera favorable para la generalización de un
exaltado sentimiento religioso.
Hubo fines político-económico-sociales. Los caballeros vieron una oportunidad
para satisfacer sus impulsos guerreros y el ansia de aventuras. La necesidad de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
encauzar en una empresa noble el espíritu guerrero de los caballeros y señores
feudales, para quienes la Tregua de Dios era un freno insoportable, fue central en
la estrategia de la Iglesia. Por otro lado, los vasallos y siervos vieron en las Cruzadas
un modo de liberarse del poder de los señores, mientras que los comerciantes
buscaron nuevos mercados en las ricas tierras orientales.
El desarrollo de las Cruzadas. En general, los historiadores consideran que hubo
ocho Cruzadas, que se llevaron a cabo entre 1096 y 1291. Las dos primeras
despertaron mucho interés religioso y los cruzados se movieron hacia el Este por
tierra, porque no había suficientes embarcaciones para tantos miles de
aventureros. En las Cruzadas posteriores decayó el entusiasmo religioso popular y
los participantes fueron más bien señores, que eligieron las rutas marítimas y
estuvieron motivados más por fines políticos y económicos. Las dos últimas fueron
organizadas por la corona francesa.
La primera Cruzada (1096–1099) fue el resultado de la prédica de Urbano II,
instigando a los cristianos a luchar como soldados de Cristo contra los infieles y a
favor de la fe. Una multitud de personas humildes se lanzaron a las órdenes de un
monje, Pedro el Ermitaño, sin ningún tipo de preparación militar ni logística (1096).
Cruzaron toda Europa, llegaron hasta Constantinopla, desde donde cruzaron a Asia
Menor, para ser casi aniquilados por las huestes musulmanas. Un año más tarde
(1097), llegaron a Asia Menor caballeros normandos del sur de Italia, franceses del
sur y del norte, y alemanes y flamencos, quienes se apoderaron de Nicea y más
tarde de Antioquía y Edesa. De allí marcharon hacia Jerusalén (1099) a la que
consiguieron tomar poco después. En Jerusalén, los cruzados establecieron un reino
cristiano bajo el gobierno de Godofredo de Bouillon (1061–1100). Se establecieron
también otros señoríos en Antioquía y Edesa. Muy pronto llegaron aventureros y
mercaderes, y a principios del siglo XII comenzaron a abrirse las rutas del comercio
mediterráneo.
La segunda Cruzada (1147–1149) fue predicada por Bernardo de Clairvaux y se
organizó para defender los dominios cristianos. Los reyes Luis VII de Francia y
Conrado III de Alemania fracasaron en sus intentos, hasta que finalmente en 1187,
el sarraceno Saladino logró apoderarse de Jerusalén. La tercera Cruzada (1189–
1192) reunió a tres reyes: Federico Barbarroja (emperador), Ricardo Corazón de
León (Inglaterra) y Felipe Augusto (Francia), con el fin de recuperar la ciudad de
Jerusalén. A pesar de algunos éxitos limitados, Federico murió ahogado y los otros
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
dos monarcas regresaron a Europa para seguir allí peleando entre sí, mientras
Jerusalén quedaba en poder de los musulmanes. La cuarta Cruzada (1202–1204)
fue organizada por caballeros franceses, pero dirigida por los mercaderes
venecianos con fines económicos. Los cruzados se volvieron contra Constantinopla
(1204) a la que saquearon y en la que fundaron el Imperio Latino de Oriente (1204–
1261), del que Balduino de Flandes fue el primer emperador, quedando los
bizantinos reducidos a sus territorios de Asia Menor. El papa Inocencio III condenó
esta operación como contraria a los objetivos religiosos de las Cruzadas.
CUADRO 6 - LAS CRUZADAS
CRUZADA FECHAS PROMOTOR PARTICIPAN META RESULTADO
ES TES S

PRIMERA 1096–1099 Urbano II. Godofredo Liberación Masas sin


CRUZADA Pedro el Tancredo de Jerusalén víveres ni
Ermitaño Raimundo de manos armas
de Tolosa de los (18.000). Un
Roberto de turcos. ejército de
Flandes 60.000
Balduino capturó
Nicea,
Antioquía,
Edesa,
Jerusalén, y
estableció
reinos
cruzados
feudales.

SEGUNDA 1147–1149 Bernardo de Conrado III Retomar Fracaso


CRUZADA Clairvaux (Alemania) Edesa de completo.
Eugenio III Luis VII mano de los Desconfianz
(Francia) turcos. a entre los

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cruzados
occidentales
y los guías
orientales
diezmaron
al ejército.
Fracaso en
conquistar
Damasco.

TERCERA 1189–1192 Gregorio VIII Federico Retomar Federico


CRUZADA Clemente III Barbarroja Jerusalén de murió
Felipe manos de ahogado.
Augusto Saladino y Felipe
Ricardo I los regresó a
sarracenos. Francia.
Ricardo
capturó
Acre y Jope,
hizo un
pacto con
Saladino, y
fue
capturado
en Alemania
de regreso a
Inglaterra.

CUARTA 1202–1204 Balduino de Minar el La ciudad


CRUZADA Flandes poder de los cristiana de
Bonifacio de sarracenos Zara fue
Monferrato mediante la saqueada
No para pagar a

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
participaron invasión de Venecia por
reyes Egipto. el
transporte.
Los
cruzados
fueron
excomulgad
os y
saquearon
Constantino
pla.

CRUZADA 1212 Nicolás La conquista La mayoría


DE LOS Esteban sobrenatura de los niños
NIÑOS l de la Tierra pereció
Santa por ahogada en
los “puros el mar;
de fueron
corazón.” vendidos
como
esclavos o
asesinados.

QUINTA 1219–1221 Honorio III Juan de Minar el Los


CRUZADA Brienne poder de los cruzados
Andrés de sarracenos conquistaro
Hungría mediante la n Damieta
Leopoldo de invasión de en Egipto,
Austria Egipto. pero pronto
la perdieron
y regresaron
a Europa.
Juan de

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Brienne hizo
un pacto
con el califa
a favor de
los
peregrinos.

SEXTA 1228–1229 Federico II No fue Federico II


CRUZADA de Alemania propiament firmó un
e una pacto con el
cruzada. sultán de
Egipto, por
el cual
Jerusalén,
Belén,
Nazaret,
Tiro y Sidón
pasaban a
su poder a
cambio de
la mezquita
de Omar.

SEPTIMA 1248–1254 Inocencio IV Luis IX de Aliviar la Los


CRUZADA Francia (San Tierra Santa cruzados
Luis) mediante la fueron
invasión de derrotados
Egipto. en Egipto.
Luis cayó
prisionero y
tuvo que
devolver
Damieta

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
como
rescate.
Pasó a
Palestina y
esperó
refuerzos
que no
llegaron.

OCTAVA 1270 Luis IX de Sitiar Túnez. Luis murió


CRUZADA Francia atacado por
la peste en
Túnez. Se
perdió
Palestina.

CUADRO 7 - CONSECUENCIAS DE LAS CRUZADAS


Religiosas:
- Consolidación de la autoridad espiritual de los Papas, que actuaron como
reyes y señores.
- Incremento del poder temporal de la Iglesia por donaciones y anexión de
nuevas tierras, legadas por los cruzados que morían sin dejar herederos.
- Distribución de indulgencias a quienes participaban o colaboraban
económicamente.
- Freno a la expansión islámica sobre Europa.
- Definitiva separación de la Iglesia Oriental (griega) y la Iglesia Occidental
(latina).
- Mayor tolerancia religiosa entre cristianos y musulmanes.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
- Contaminación de la fe con costumbres orientales y acrecentamiento de
las ambiciones materiales.

Políticas:
- Prolongación de la vida del Imperio de Oriente por dos siglos más.
- Establecimiento de relaciones más sólidas y de mayor colaboración entre
los Estados europeos.
- Fortalecimiento del poder de los reyes.
- Aceleración de la independencia de las comunas y disminución del poder
feudal.

Económicas:
- Mejoramiento del nivel de vida y mayor bienestar.
- Nuevas técnicas para la agricultura e industria: molinos de viento, telares.
- Florecimiento del comercio y aparición de nuevos puertos con flotas
poderosas.
- Establecimiento del primer código marítimo, dictado por la ciudad-puerto
de Barcelona.

Culturales:
- Traspaso de influencias árabes y bizantinas a la cultura occidental en
medicina, química, matemáticas, geografía y astronomía.
- Utilización de la numeración arábiga.
- Desarrollo del arte de la navegación y del de la guerra.
- Transformación de la cultura y del pensamiento occidentales.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
- Introducción de nuevos usos y costumbres, alimentos y especias,
vestimenta y utensilios.

Sociales:
- Generalización del uso de escudos y blasones y del apellido como
distintivo familiar.
- Fortalecimiento de la clase media (burguesía) enriquecida por el
comercio.
- Emancipación de las ciudades al comprar sus libertades de los señores
arruinados.

Durante el siglo XIII se organizaron cuatro cruzadas más. La quinta Cruzada


(1219–1221) fue dirigida por Andrés II, rey de Hungría, y Juan de Brienne, un
caballero francés. Su objetivo era capturar Egipto, el principal dominio de los
musulmanes, pero esto no se logró. La sexta Cruzada (1228–1229) fue organizada
por el emperador de Occidente, Federico II, que no contó con el respaldo papal
debido a sus conflictos con el Papa. Federico entró en negociaciones con los
musulmanes y obtuvo la posesión de Jerusalén con excepción del barrio donde está
situada la mezquita de Omar. Con este pacto se activó el comercio, especialmente
con las ciudades italianas, pero Jerusalén se perdió definitivamente en 1244. La
séptima Cruzada (1248–1254) fue organizada por Luis IX de Francia y se dirigió a
Egipto. Se lograron algunos resultados, que pronto se perdieron. La octava Cruzada
(1270) fue también organizada por Luis IX y se lanzó contra Túnez, pero la
expedición se malogró en parte por la muerte del rey de Francia. Las ciudades de
Palestina fueron cayendo una a una en manos de los turcos. Con la pérdida de
Tolemaida (1291), termina el período de las Cruzadas.
La evaluación de las Cruzadas. Como toda gran empresa humana, las Cruzadas
admiten una evaluación tanto positiva como negativa. Entre los elementos
negativos, cabe mencionar que las Cruzadas comenzaron como un movimiento
popular y espontáneo, sin mayor organización y con resultados desastrosos. Tal fue
el caso de la primera cruzada. Miles se enrolaron en un ejército irregular, sin armas,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
ni conocimientos tácticos, y sin provisiones ni medios de transporte, bajo el
liderazgo de Pedro el Ermitaño. De estos 18.000 cruzados, pocos llegaron a
Palestina y nadie regresó. Los que no murieron en el camino, cayeron a filo de la
espada de los turcos al llegar a Asia Menor.
Por otro lado, la conquista de los lugares santos, que era el fin principal de las
cruzadas, se consiguió sólo parcialmente. Los territorios conquistados y los cuatro
reinos feudales que se organizaron fueron muy inestables. Al cabo de un siglo
Jerusalén volvió a caer en manos de los musulmanes. Además, más que guerras de
conquista, la mayor parte de las cruzadas fueron guerras de reconquista, defensivas
o de repliegue. También hay que señalar que el llamado original había sido para
defender el Imperio Oriental de la amenaza turca. Pero no siempre fue así. La cuarta
cruzada se volvió contra el Imperio Bizantino en lugar de avanzar sobre Egipto. Los
cruzados saquearon Constantinopla en 1204 y la debilitaron para siempre,
profundizando aún más la división entre los cristianos griegos y los latinos.
Finalmente, la fundación del Imperio Latino y del patriarcado latino de
Constantinopla, lejos de promover la unión con la Iglesia Griega sólo sirvió para
distanciar todavía más a los griegos. Nicetas Choniates (1155–1217), un erudito
bizantino que fue testigo del saqueo de Constantinopla, describe lo ocurrido en
términos dramáticos:
Nicetas Choniates (1155–1217): “¡Cómo puedo comenzar a contar de las
acciones obradas por estos hombres nefastos! ¡He aquí, las imágenes, que
debían haber sido adoradas, fueron pisoteadas bajo sus pies! ¡He aquí, las
reliquias de los santos mártires fueron arrojadas a lugares impuros! Luego se
vio lo que uno se estremece de oír, es decir, el cuerpo y la sangre divinos de
Cristo fueron derramados sobre el piso o arrojados por ahí. Arrebataron los
preciosos relicarios, tiraron en su seno los ornamentos que éstos contenían,
y utilizaron los restos rotos como sartenes o copas para beber.… Tampoco la
violación de la Gran Iglesia [Santa Sofía] puede ser oída con ecuanimidad.
Porque el altar sagrado, formado de todo tipo de materiales preciosos, y
admirado por el mundo entero, fue hecho pedazos y distribuido entre los
soldados, como fueron todas las otras riquezas sagradas de un esplendor tan
grande e infinito.… Cuando los vasos y utensilios sagrados … fueron sacados
como botín, mulas y caballos ensillados fueron llevados al santuario del
templo mismo.… Incluso más, una cierta ramera, una participante en su

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
culpa, … insultando a Cristo, se sentó en el trono del patriarca, cantando una
canción obscena y danzando frecuentemente.… Nadie se quedó sin participar
en el dolor. En las callejuelas, en las calles, en los templos, quejas, llanto,
lamentaciones, dolor, el clamor de los hombres, los gritos de las mujeres,
heridas, violación, cautiverio, la separación de aquellos más cercanos. Los
nobles vagaban en ignominia, los de edad venerable en lágrimas, los ricos en
pobreza. Así fue en las calles, en las esquinas, en el templo, en los escondrijos,
porque ningún lugar quedó sin ser asaltado o sirvió para defender a los
suplicantes. Todos los lugares en todas partes fueron repletos de todo tipo
de crímenes. ¡Oh, Dios inmortal, cuán grandes las aflicciones del pueblo, cuán
grande el dolor!”
Entre los elementos positivos, cabe mencionar algunos que tuvieron
consecuencias más permanentes. No todo fue negativo en las Cruzadas. Hubo, al
menos, dos aspectos altamente positivos. Por un lado, las Cruzadas fueron el primer
intento de los nuevos pueblos europeos de actuar juntos en una causa cristiana. Por
el otro, las Cruzadas abrieron el camino hacia Oriente, a la civilización superior del
Imperio Bizantino y de los pueblos del Cercano Oriente y aun más allá. Con esta
apertura, el comercio, las ciencias y las artes se beneficiaron. Las Cruzadas
despertaron un renovado espíritu misionero, que permitió la llegada del
cristianismo a Asia. Las Cruzadas dieron un golpe mortal al feudalismo, pues
caballeros y príncipes, al estar lejos de sus dominios, aprendieron a obedecer. Las
Cruzadas salvaron a Occidente del peligro musulmán y retrasaron la caída de
Constantinopla.
_ El cristianismo en el Imperio Bizantino
La crisis del año 1054. Se considera al año 1054 como la fecha en que la
cristiandad latina y la griega se separaron. La Iglesia Griega del Este se había
orientalizado, mientras la Iglesia Latina del Oeste se había germanizado. La primera
se caracterizaba por una manera de pensar más especulativa y una perspectiva
mística, mientras que la segunda era más práctica y menos educada. Constantinopla
estaba dominada por los emperadores, mientras que Roma estaba controlada por
los papas, impuestos por familias nobles de esta ciudad. Los hechos inescrupulosos
de estos últimos entre 904–964, hicieron que este período se conociera como
“pornocracia,” es decir, el gobierno de todo tipo de mal. Esto hizo que en el Este los
cristianos miraran a Roma con desconfianza y rechazo. A esto se agregó la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
controversia teológica y la diferencia en relación con algunas prácticas, como el
celibato del clero, el uso de pan sin levadura en la eucaristía y el uso de la barba en
los sacerdotes.
El punto de discusión teológica giraba en torno al uso de la cláusula filioque (“y
del Hijo”) por parte de la Iglesia Romana, en relación con la procedencia del Espíritu
Santo. Los orientales podían aceptar que el Espíritu Santo vino “a través” del Hijo
pero no “del Hijo.” No obstante, el problema mayor fue más bien de carácter
político: ¿quién tenía mayor autoridad, el Papa de Roma o el Patriarca de
Constantinopla? Además, en el Este el criterio para la toma de decisiones era a
través de sínodos o concilios, mientras que en el Oeste el Papa era quien tenía la
primera y la última palabra. Por cierto que ambas cristiandades quedaron
separadas también por el avance musulmán, que obstaculizaba la libre navegación
del Mediterráneo.
Con el acceso al trono papal de León IX en 1048, se iniciaron negociaciones para
ver de resolver el distanciamiento. El emperador Constantino IX pidió legados al
Papa, quien no supo escoger a los mejores candidatos. Llegados éstos a
Constantinopla, se dejaron arrastrar en el debate teológico. Humberto, el
representante latino, disputó públicamente con Nicetas, el representante
bizantino, en términos muy radicales, y el patriarca Miguel Cerulario (m. 1059)
terminó por prohibirles a los latinos celebrar misa en la ciudad. La reacción de
Humberto y sus compañeros fue todavía más dura, puesto que en julio de 1054
depositaron sobre el altar de Santa Sofía, ante el clero y el pueblo reunido para el
oficio religioso, una bula de excomunión contra el patriarca Cerulario, redactada
por Humberto en términos durísimos. Y se marcharon, pensando que Cerulario se
sometería o sería depuesto por el emperador. Pero no fue así. La bula de
excomunión fue quemada en la plaza pública y un sínodo de la Iglesia de
Constantinopla promulgó un edicto por el que los latinos eran declarados culpables
de pervertir la verdadera fe. El ejemplo de Constantinopla fue seguido por todas las
demás Iglesias de Oriente (en Serbia, Bulgaria, Rusia, Rumania, etc.), y así se selló
un cisma que se profundizó todavía más con las Cruzadas y que perduró hasta 1965,
cuando el papa Pablo VI y el patriarca Atenágoras anularon las excomuniones.
La crisis del año 1204. La separación más radical y definitiva entre la Iglesia
Romana y la Iglesia Griega ocurrió a partir de 1204, cuando cruzados franceses y
marinos venecianos destrozaron Constantinopla. Los cruzados habían sido llamados
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
por Alejo el Joven, quien prometió una fuerte suma de dinero para que repusieran
en el trono de Constantinopla a su padre Isaac el Ángel. Isaac fue repuesto en su
trono, pero terminó depuesto por los nobles bizantinos y los cruzados no recibieron
el dinero prometido. Entonces asediaron Constantinopla y la saquearon
vergonzosamente y constituyeron el Imperio Latino de Constantinopla, con
Balduino de Flandes como emperador. Venecia recibió extensas posesiones,
principalmente las islas que eran importantes para su comercio y se nombró un
patriarca latino para Constantinopla.
Con esto, el Imperio Bizantino quedó debilitado para siempre. No obstante, la
Iglesia Griega no se sometió, salvo en aquellas cosas que le fueron impuestas por la
fuerza militar de los latinos, y logró mantener a su propio patriarca. El pueblo
bizantino aborrecía a los latinos por las aberraciones que cometieron y la división
entre las dos alas de la cristiandad se profundizó. El Imperio Bizantino continuó con
su capital en Nicea, hasta que en 1261 la ciudad de Constantinopla fue retomada
nuevamente por un emperador bizantino, Miguel VIII el Paleólogo. La dinastía de
los Paleólogos habría de gobernar hasta la caída definitiva de Constantinopla en
manos de los turcos otomanes (1453).
CUADRO 8 - CAUSAS DEL CISMA ESTE-OESTE DE 1054
CAUSA IGLESIA GRIEGA IGLESIA LATINA

Rivalidad Política Imperio Bizantino Sacro Imperio Romano


Germánico

Reclamos del Papado El patriarca de El obispo de Roma


Constantinopla era pretendía supremacía
considerado segundo en sobre toda la Iglesia.
primacía respecto al
obispo de Roma.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Desarrollo Teológico Estancado después del Continuó cambiando y
Concilio de Calcedonia creciendo a través de
(451) controversias y
expansión.

Controversia Filioque Declaraba que el espíritu Declaraba que el Espíritu


Santo procede del Padre. Santo procede del Padre
y del Hijo.

Controversia Iconoclasta Se enredó en una Hizo permanentes


disputa de 120 años intentos de interferir en
sobre el uso de íconos en lo que era una disputa
la adoración; finalmente puramente oriental (se
concluyó que podían ser permitieron las estatuas)
usados (se prohibieron
las estatuas)

Diferencia en Cultura Griega/oriental. Latina/occidental

Celibato Clerical Se le permitió al bajo Todo el clero (alto y


clero que se casara. bajo) debía ser célibe.

Presiones Experiores Los musulmanes Los bárbaros


amenazaban y occidentales fueron
presionaban cristianizados y
continuamente a la asimilados a la Iglesia
Iglesia Oriental. Latina.

Excomunión Mutua Miguel Cerulario El papa León IX


anatematizó al papa excomulgó al patriarca
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
León IX después de Miguel Cerulario de
haber sido excomulgado Constantinopla.
por él.

Kenneth S. Latourette: “Los europeos occidentales, entre ellos los


venecianos y los genoveses, habían de retener por largo tiempo partes de lo
que había sido territorio bizantino, inclusive Atenas, algunas islas del mar
Egeo, Creta y una sección de Asia Menor. Eran los hermanos cristianos del
Oeste en verdad tanto como los turcos musulmanes los causantes del
derrumbamiento del Bizancio Cristiano. Estos desastres políticos no podían
sino afectar el ala oriental de la Iglesia Católica, y ahondar la sima que se
estaba ensanchando entre ella y el ala occidental de dicha Iglesia.”
La expansión en Rusia. Después de 1204, Constantinopla quedó anulada por
varios siglos como centro de expansión cristiana, primero por el dominio latino y
segundo por el cerco musulmán. La disrupción del patriarcado ecuménico de
Constantinopla tuvo como efecto el desarrollo de iglesias autocéfalas en Bulgaria y
Serbia, y especialmente en Rusia. Eventualmente el patriarcado fue restaurado, y la
ciudad de Constantinopla se constituyó nuevamente en capital del Imperio
Bizantino. Sin embargo, este carácter autocéfalo de las iglesias en comunión con el
patriarca quedó como una característica permanente de las iglesias del Este.
No obstante, la tradición cristiana bizantina o el cristianismo ortodoxo fue
expresado y extendido mayormente por la Iglesia Rusa. Si bien el trabajo misionero
en este territorio fue superficial, la fe cristiana fue penetrando cada vez más
profundamente en la cultura y vida del pueblo, hasta llegar a ser sinónimo del alma
rusa. Los monasterios dominaron la vida religiosa del pueblo ruso y determinaron
su espiritualidad. Cuando los mongoles invadieron la región en el siglo XIII y la
tuvieron subyugada por más de dos siglos, el cristianismo bizantino se transformó
en el símbolo de la unidad e identidad nacional para los rusos. Aprovechando cierta
tolerancia de parte de los mongoles, el testimonio cristiano se extendió hacia
Oriente en el Imperio Mongol y hacia el norte entre los finlandeses y lituanos.
El más importante de los misioneros entre los finlandeses fue Esteban de Pema.
Esteban era un erudito que abandonó sus libros para dedicarse a la obra misionera

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
entre los finlandeses que vivían al norte de Rusia, entre quienes realizó algunos
milagros, tradujo la Biblia, fundó monasterios y se dedicó a adiestrar y establecer
un clero nativo. En Lituania el cristianismo ortodoxo ruso se estableció a través de
las conquistas del principado de Moscú en los siglos XIII y XIV. Lituania se
encontraba entre los reinos cristianos latinos del Oeste y los mongoles del Este. En
el siglo XIII había emergido como un reino independiente, que controlaba cierta
porción de territorio ruso, de donde vinieron las influencias cristianas ortodoxas
rusas. Más tarde, cuando los lituanos vinieron a formar parte del reino de Polonia,
la Iglesia Ortodoxa que allí existía se unió al cristianismo romano.
_ El cristianismo en el Lejano Oriente
Vimos la llegada del cristianismo a China en el año 635 y su desaparición hacia
el año 900. A mediados del siglo XII, comenzó a circular por toda Europa una historia
sorprendente, que llenó de esperanzas a los cristianos que en las Cruzadas sufrían
una derrota tras otra frente a los musulmanes. Se trataba de la historia del Preste
(sacerdote) Juan. Esta historia hablaba de un reino poderoso en Oriente, más allá
del imperio musulmán, con un rey cristiano que contaba con un incontable ejército
y que atacaría a los musulmanes por la retaguardia, auxiliando así a los cristianos
cruzados. Pocos años más tarde circulaba en las cortes de Europa una carta, que se
suponía venía del Preste Juan.
Preste Juan: “Hemos planeado visitar el sepulcro de nuestro Señor al frente
de un gran ejército, para combatir y humillar a los enemigos de la cruz de
Cristo.… Nuestro territorio se extiende desde la India, donde descansa el
cuerpo de Santo Tomás el Apóstol, a través de desiertos hasta el lugar donde
nace el sol, y de vuelta junto a las ruinas de Babilonia no lejos de la Torre de
Babel—de un lado la longitud es de cuatro meses de viaje, y del otro lado
nadie sabe cuán grande es.”
Historias como ésta se multiplicaban entre los cruzados y continuaron todavía
por un siglo y medio más, pera alentar a las fuerzas cristianas. Papas, emperadores,
reyes y caballeros las creyeron. Muchos de ellos incluso le escribieron al Preste Juan
y enviaron embajadores para encontrarlo. Nuestra pregunta es: ¿era cierta esta
historia? En parte sí. Su verdad era que el cristianismo no había desaparecido del
todo en Asia Central.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Los mongoles. Poco después del año 1000, el cristianismo se expandió
nuevamente hacia el Extremo Oriente, pero tomando una ruta más hacia el norte.
Hacia esta fecha está documentada la presencia de cristianos entre algunos pueblos
de la Mongolia occidental (ugrios y naimanes) y al sur del lago Baikal (merkitas), y
para el año 1100 incluso entre los tártaros y óngutos de la Mongolia oriental.
El siglo XIII fue la edad de oro para los mongoles, que de pueblo nómada del
desierto lograron construir un vasto imperio, que cubrió casi todo el continente
asiático y penetró incluso en Europa. En 1241 se acercaron a Viena y Roma misma
tembló, pero el avance se detuvo de pronto por problemas de sucesión en el trono
imperial. A pesar del temor que inspiraron las hordas mongolas, la historia del
Preste Juan se confirmó en esto: si bien las oleadas invasoras de los mongoles,
desde 1202 en adelante, habían sometido a reinos cristianos en el Este (por
ejemplo, los keraítas), éstos influenciaron sobre los invasores.
La conquista mongólica fue destructiva, pero colocó a los cristianos en mejores
posiciones que las que hasta entonces habían tenido. El fracaso de las Cruzadas
había dejado a la Europa cristiana muy vulnerable al avance musulmán. Fue la
vertiginosa formación del Imperio Mongol en Asia lo que impidió a los turcos
penetrar en Occidente. Además, hubo ciertas influencias cristianas sobre los
tártaros-mongoles. El famoso Gengis Khan (1162–1226), fundador del imperio
mongol, tenía un hijo que estaba casado con una princesa keraíta. Los registros
chinos dicen que ella fue enterrada en un monasterio cristiano; otros documentos
señalan que “era una verdadera creyente.” Sus hijos se casaron con mujeres
cristianas.
El más importante de los emperadores mongoles fue Kubilai (1215–1294), nieto
de Gengis Khan, quien trasladó la capital del Imperio Mongol a Beijing (1279) y la
llamó Khanbalik (la ciudad del Khan). Su imperio fue el más extenso que el mundo
haya conocido jamás. Sus dominios se extendían desde el Mar de la China hasta el
Danubio y desde los Montes Urales hasta los Himalayas. Fue Kubilai quien como
Gran Khan, le ofreció a la Iglesia cristiana la oportunidad misionera más grande que
haya tenido en toda su historia. En 1269, Kubilai le escribió al Papa de Roma
pidiéndole que le enviara misioneros para evangelizar a su pueblo.
Kubilai: “¿Cómo podéis esperar que me haga cristiano? Ya veis que los
cristianos en estas partes son tan ignorantes que no hacen nada y no tienen

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
poder.… Pero iréis a vuestro Sumo Sacerdote (Papa) y le rogaréis que me
envíe cien hombres preparados en vuestra religión.… Y así seré bautizado, y
luego todos mis nobles y hombres ilustres, y luego sus súbditos, y habrá de
esta manera más cristianos aquí que los que hay en vuestras partes.”
Quienes trajeron al Papa de Roma estas noticias fueron dos mercaderes
venecianos que regresaban de la capital de Kubilai a Europa, después de varios años
de viaje: Nicolás y Mateo Polo. Un hijo de Nicolás, Marco Polo (1254–1324) fue el
más famoso de los aventureros venecianos que llegaron a la China. Después de
cruzar Persia, Turquestán y Mongolia, llegó a la corte de Kubilai en 1275. Marco
ejerció varios cargos y en algo más de una década y media pudo visitar diversas
regiones de China movido por motivos comerciales. Marco Polo dejó China en 1291
y regresó a Europa siguiendo la vía marítima. Escribió un libro en el que narraba sus
aventuras, II Millione, y que sirvió para estimular el interés por el Extremo Oriente.
Los mongoles querían adoptar una religión que estuviese a la altura de su
grandeza imperial y dudaban entre tres posibilidades: el islamismo, el budismo y el
cristianismo. Conocían el Islam en sus territorios de Occidente; el budismo en
Oriente; y, el cristianismo, que de alguna manera estaba en todas partes. En
respuesta al pedido de Kubilai, el papa Gregorio X (1271–1276) sólo envió a dos
frailes dominicos, que ni siquiera llegaron a la capital del Gran Khan. Treinta años
más tarde (hacia el 1300) la decisión imperial dejó de lado al cristianismo: en el
Oeste del Imperio Mongol se adoptó el islamismo y en el Este el budismo. Así pasó
una de las más grandes oportunidades misioneras de la Iglesia.
Los misioneros a Oriente. Durante el período de los mongoles, China recibió
influencias cristianas de Occidente. Frailes dominicos y franciscanos aprovecharon
las mayores y mejores posibilidades de viajar hacia el Extremo Oriente y visitaron
Asia Central, India y China. Otros religiosos lo hicieron como enviados diplomáticos,
como el franciscano italiano Juan del Plano Carpini, entre los años 1245–1247,
quien escribió una Historia de los mongoles. Carpini había partido desde Lión
(Francia) rumbo a China, con una carta del papa Inocencio IV para el Gran Khan.
Poco después del fraile Juan, fue el dominico Ascelino de Cremona que, también
por encargo del papa Inocencio IV, llegó a la presencia del general tártaro Batsciú
(1248), con el cual no llegó a un acuerdo y tuvo que regresar. En 1249 nos
encontramos con el dominico francés Andrea de Lonjumeau, que logró llegar a la
capital mongola (Karakorum, en Mongolia) para encontrarse con el Khan. Esto no
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
pudo ser, porque el monarca estaba muriéndose, pero pudo entrevistarse con su
esposa.
Más tarde, encontramos a Guillermo de Rubruck (1253–1255), un franciscano
flamenco, que el 27 de diciembre de 1253 recitó las plegarias de Navidad frente al
Gran Khan. Su libro El itinerario, escrito hacia 1260 en cincuenta y cuatro capítulos,
se inicia justamente con la narración de este episodio y con una curiosidad.
Rubruck, recibido en la corte, inició la plegaria con un canto en latín (Christus
canamus principen), y el Khan se asustó pensando que se trataba de un canto de
guerra, ordenando el arresto del fraile. Cabe señalar que todos estos misioneros
viajaron a China y tomaron contacto con las cortes mongolas con anterioridad a los
famosos viajes de Nicolás y Mateo Polo, y del más famoso de los viajeros
venecianos, Marco Polo.
Otro gran misionero fue el franciscano italiano Juan de Montecorvino, quien en
1289 fue enviado a Oriente por el Papa junto con el dominico Nicolás.
Montecorvino fue como misionero a Persia, donde fue alentado por el gobernador
mongol a ir a la capital de su imperio. El Papa le dio su bendición y cartas para el
Gran Khan y el catholikós de Oriente. El viaje se hizo por mar hasta la India, donde
murió el dominico. Juan siguió su viaje solo y llegó veinticinco años después (1294)
del pedido de Kubilai por cien misioneros, transformándose así en el primer
misionero católicorromano en llegar al mar de la China. Hacia 1305 Montecorvino
informaba haber ganado para la “verdadera fe católica” al rey de los óngutos, que
era nestoriano. Esto le creó problemas, porque lo acusaron de espía y fue arrestado
varias veces en los primeros cinco años. Su informe habla de seis mil convertidos en
Khanbalik (Beijing), donde ya había construido un templo además de erigir tres
iglesias, un orfanato y un seminario. Su método misionero era muy particular.
Juan de Montecorvino: “He construido una iglesia en la ciudad … y he
reunido a cuarenta niños entre los siete y los once años de edad, sin
preparación en religión. Los he bautizado y les he enseñado latín y nuestra
liturgia. He escrito para ellos treinta Salterios con himnarios y dos breviarios.
Once de ellos ahora conocen nuestro Oficio y mantienen los servicios del coro
esté yo aquí o no.… Y el Señor Emperador está encantado en gran manera
con su canto. Hago repicar las campanas en todas las horas [las ocho horas
para la oración] y realizo el Oficio divino con mi congregación de bebés y

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
lactantes. Pero cantamos de memoria porque no tenemos un libro de culto
con notas.”
En 1307 el Papa consagró a siete franciscanos como obispos, con instrucciones
de consagrar a Montecorvino como su arzobispo y servir bajo su autoridad. Sólo
tres sobrevivieron el viaje. Con ellos se abrieron otras iglesias en Khanbalik y otras
ciudades. En 1321 cuatro franciscanos salieron para unirse a esta misión. Hicieron
escala en lo que hoy es Mumbai (India), pero fueron descubiertos y asesinados,
constituyéndose así en los primeros mártires cristianos conocidos de la India.
John Foster: “La tragedia de esta primera misión de la Iglesia del Oeste al Asia
Oriental fue que arribó demasiado tarde para el movimiento de masa que
Kubilai había anticipado, y permaneció demasiado pequeña—en lugar de
cien misioneros eran tan sólo un puñado. Tuvo también dos otras
debilidades: fracasó en cooperar con la Iglesia del Este, y fracasó en alcanzar
a la gente de la tierra [los chinos].”
El último misionero que llegó a China en la Edad Media fue el franciscano Juan
de Marignolli, delegado papal que luego de arribar por una ruta terrestre, regresó
por mar y llegó a Avignon en 1353. En 1368 la dinastía mongola llegó a su fin.
Keraitas y ugrios, naimanes y merkitas, tártaros y óngutos salieron de China, y con
ellos también todo vestigio de testimonio cristiano. Con la expulsión de los
mongoles y el establecimiento de la dinastía Ming, también se cortaron las
relaciones entre Europa occidental y China. Éstas habrían de reestablecerse recién
en el siglo XVI. Las comunidades establecidas por los misioneros fueron
desapareciendo gradualmente.
Los misioneros desde Oriente. Mientras misioneros occidentales (franciscanos y
dominicos) intentaban llegar al Lejano Oriente con la fe cristiana, desde este
extremo del mundo conocido, hacia 1275, emprendían la marcha hacia Occidente
dos monjes orientales, Sauma y Marcos. Estos monjes óngutos cruzaron todo el
continente asiático desde un pequeño monasterio cercano a Beijing (China). Su
propósito era peregrinar a Tierra Santa y visitar Jerusalén. Los turcos musulmanes
les cerraban el paso, pero se presentaron al catholikós de Maraghah, al sudoeste
del mar Caspio. El catholikós (patriarca) era la autoridad suprema de la Iglesia del
Este de habla siríaca. Era como volver a las raíces del testimonio cristiano en China
(en la primera mitad del siglo VII). El catholikós ordenó como obispo a Marcos y lo

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
envió de vuelta a China como metropolitano (arzobispo). El camino estaba
bloqueado por la guerra, de modo que Marcos volvió al catholikós, pero se encontró
con que había muerto. Los obispos reunidos para elegir un sucesor lo invitaron a
participar de las deliberaciones y terminaron eligiéndolo a él como patriarca. Así,
pues, en 1281, un monje de Beijing (Khanbalik), la capital del imperio mongol, llegó
a ser el catholikós de la Iglesia del Este, cuya jurisdicción se extendía desde
Mesopotamia hasta el Mar de la China.
En cuanto al otro monje, Sauma, fue nombrado por el Ilkhan mongol que
gobernaba Persia, Hulagú (1217–1265), nieto de Gengis Khan, como embajador a
Occidente, a fin de explorar una posible alianza en contra de los musulmanes. El
diario de viaje de este peregrino ha sobrevivido al tiempo y es un testimonio
interesante de cómo era la Europa medieval, vista con ojos orientales. Sauma fue
primero a Constantinopla y quedó asombrado con la magnificencia de Santa Sofía
y su baldaquino increíblemente alto. De allí navegó a Nápoles y siguió por tierra a
Roma, donde sorprendió a los cardenales diciendo que muchos mongoles eran
cristianos y que incluso muchos de los hijos de los reyes y reinas mongoles habían
sido bautizados y confesaban a Cristo. Luego viajó por Francia, y en París fue
huésped del rey Felipe IV el Hermoso (1268–1314) y vio la primera universidad
europea. Continuó su viaje y en Bordeaux se encontró con el rey de Inglaterra,
Eduardo I (1239–1307) quien, como duque de Aquitania, tenía posesiones feudales
en esa parte de Francia. El rey le pidió que celebrara la eucaristía y Sauma lo hizo
utilizando su liturgia en siríaco. De este modo, el rey de Inglaterra recibió el
sacramento de manos de un monje ónguto proveniente de China, quien condujo la
liturgia en siríaco, la lengua sagrada de la Iglesia del Este. De allí, Sauma regresó a
Roma donde se encontró con un nuevo Papa, Nicolás IV (Papa de 1288–1292), quien
lo invitó a participar de la eucaristía celebrada según el rito latino. Pocos días
después, Sauma tuvo la oportunidad de celebrar la eucaristía delante del Papa
usando su propio rito siríaco.
Historia de Yabh-Allaha III [Marcos] y Rabban Sawma [Sauma] (siglo XIV):
“Algunos días más tarde Rabban Sawma le dijo a Mar Papa: ‘Deseo celebrar
la eucaristía para que puedas ver nuestro rito’; y el Papa le ordenó que hiciese
como había pedido. Y en ese día un grandísimo número de personas se
congregó en orden a ver de qué manera el embajador de los mongoles
celebraba la eucaristía. Y cuando ellos lo vieron se regocijaron y dijeron: ‘El

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
lenguaje es diferente, pero el rito es el mismo.’ … Y habiendo llevado a cabo
los misterios, fue al Mar Papa y lo saludó. Y el Papa le dijo a Rabban Sawma,
‘Que Dios reciba tu ofrenda, y te bendiga, y perdone tus transgresiones y
pecados.’ Entonces Rabban Sawma dijo: ‘Además del perdón de mis
transgresiones y pecados que he recibido de ti, oh nuestro Padre, le ruego a
tu Paternidad, oh nuestro santo Padre, que me permita recibir la Ofrenda [el
sacramento eucarístico] de tus manos, de modo que la remisión [de mis
pecados] pueda ser completa.’ Y el Papa dijo: ‘¡Que así sea!’ ”

LAS NUEVAS ÓRDENES MONÁSTICAS


_ El monasticismo como movimiento de renovación espiritual
Durante la Edad Media las inquietudes por una nueva vida religiosa
generalmente asumieron una forma monástica. Durante los siglos XII y XIII se
advierte un gran movimiento monástico. Adolf Harnack llama a estos dos siglos “el
tiempo heroico de los monjes y religiosos.” Un individuo reunía a unos pocos
seguidores y comenzaba una nueva comunidad de monjes. A diferencia de los
monjes primitivos que vivían solos en lugares apartados, los monjes medievales
llevaban una vida cenobítica, es decir, monástica.
A veces no se trataba de una nueva orden religiosa, sino de un movimiento que
adoptaba la Regla de Benito (529), quien en 527 había fundado un monasterio en
Monte Casino. El ideal de Benito era el de una comunidad que elegía su propio abad
(del siríaco abba, padre), y seguía su Regla de carácter paternalista, pero estricta.
En el orden benedictino se ponía gran énfasis en la disciplina, la devoción y el
trabajo. Los monjes hacían votos de pobreza, castidad y obediencia, y se
comprometían a quedarse en el monasterio. El gran mérito del sistema de Benito
era el sentido común y el carácter práctico de su Regla.
CUADRO 9 - RESULTADOS DEL MONACATO
1. El ascetismo monacal ocupó el lugar del sacrificio del martirio de los
primeros cristianos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
2. Los monjes fueron celosos custodios del dogma, especialmente en
Oriente.

3. De los monasterios salieron algunos de los mejores obispos del


medioevo.

4. Los monjes fueron los misioneros más dinámicos en la conversión de los


bárbaros.

5. Los monasterios fueron el refugio de la ciencia y la cultura a lo largo de la


Edad Media: los monjes fueron custodios y vehículos de cultura, pero no
creadores.

6. Muchos monasterios se establecieron en tierras inhóspitas, con lo cual se


transformaron en avanzadas de la civilización y determinaron la historia
futura de Europa.

7. Muchas ciudades europeas deben su origen a la fundación de un


monasterio.

A pesar de que en el siglo IX los normandos asaltaron e incendiaron muchísimos


monasterios benedictinos, y en el siglo X los desórdenes feudales también los
afectaron, el movimiento benedictino continuó en todo Occidente y la Regla de
Benito fue el modelo por excelencia para la mayor parte de las órdenes monásticas
medievales. No obstante, para entonces, la vida monástica había decaído
notablemente. Esto se debió, por un lado, al hecho de que muchos monasterios se
habían transformado en centros generadores de riqueza, lo cual provocó la
relajación de las costumbres y la intromisión por parte de los señores feudales. Por
otro lado, muchos monasterios eran propiedad del rey o de los señores, los cuales

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
los confiaban a abades laicos, que no se preocupaban por la disciplina, sino por
acaparar riquezas. A diferencia de su contraparte de Oriente, el monasticismo
occidental fue un movimiento de clase alta y tendió a reflejar la jerarquía natural
de la sociedad feudal. Esto hizo necesaria la implementación de profundas reformas
a lo largo los siglos IX y X.
_ Diversos tipos de órdenes religiosas
Órdenes que tomaron como base la Regla de Benito. Algunas de las órdenes más
reformistas durante la Edad Media adoptaron la Regla de Benito. Tal fue el caso de
los cluniacenses. En el año 910, el duque Guillermo de Aquitania fundó un
monasterio en Cluny (Francia). Para liberarlo de los abusos bajo control laico, lo
sometió a la protección directa de Roma. Siguiendo la Regla de Benito, los monjes
de Cluny desde el principio eligieron su propio abad y colocaron el monasterio
directamente bajo la autoridad papal, librándose así de las interferencias del Estado
y de las autoridades eclesiásticas locales.
El modelo de Cluny se esparció con rapidez, gracias a una serie de abades
excepcionales. Su independencia y espíritu reformista tuvieron gran influencia en
casi todos los monasterios de Europa. Muchos otros monasterios se unieron a esta
reforma, dando lugar a la Congregación de Cluny. Para el año 1150 ya había más de
trescientos monasterios cluniacenses que atacaban la simonía (compra-venta de
cargos eclesiásticos) y otros abusos. El abad de Cluny se transformó de esta manera
en la cabeza de una gran familia de monasterios que contaban con un prior al frente
de cada uno, y todos ellos con grandes ideales en cuanto a la Iglesia, que
consideraban debía gobernar al mundo.
C. H. Lawrence: “Se habría necesitado visión profética para discernir en la
plantación iniciada por el duque Guillermo en el año 909, el grano de la
semilla que había de crecer hasta convertirse en un árbol pujante. En el cenit
de su esplendor, a finales del siglo XI, Cluny era la capital de un enorme
imperio monástico que se extendía por toda Europa occidental. Era un vivero
de prelados fervorosos y el guía de príncipes piadosos. Sus santos y sabios
abades eran prominentes consejeros en las cortes de papas y emperadores.…
era a Cluny adonde los hombres dirigían su mirada en busca de guía espiritual
y de inspiración religiosa. Incluso después de que hubieran pasado sus días
álgidos, y su creatividad y la confianza en sus posibilidades hubieran

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
empezado a decaer, siguió siendo una fuerza poderosa en el mundo de las
políticas eclesiástica y secular del siglo XII.… En el siglo X Cluny representa la
restauración de la vida monástica benedictina.”
Los cluniacenses magnificaron la vida ascética y se mantuvieron alejados de los
favores seculares. Después del año 962, los emperadores alemanes apoyaron la
reforma de Cluny. El Papa al principio se resistió, si bien el movimiento significaba
un gran respaldo para sus pretensiones hegemónicas. En el año 1049, el emperador
Enrique III nombró como Papa a su primo León IX, que hasta entonces había sido
cluniacense. Éste a su vez, nombró como secretario y asesor a un joven monje
reformista llamado Hildebrando. Estos dos hombres produjeron algunos de los
cambios más importantes en toda la historia de la Iglesia Católica Romana.
Otra orden medieval que siguió la Regla de Benito fue la de los cistercienses.
Citeaux es una aldea de Francia, donde en 1098 se fundó una comunidad religiosa
derivada de los benedictinos, que se ramificó por todo el país y después por España.
La orden fue fundada por Roberto de Molesme, quien con otros monjes disidentes
quería seguir la Regla de Benito, pero querían volver a una vida más simple. Sus
ropas eran blancas con escapulario negro, y su estilo de vida era más ascético que
el de otras órdenes. Se caracterizaron por la pobreza rigurosa, el trabajo manual
obligatorio, la dependencia del obispo y una organización más democrática que la
de los cluniacenses. Buscaron lugares agrestes para establecer sus casas y en
muchos lugares de Europa fueron los primeros en desmontar bosques y drenar
pantanos. De este modo, los cistercienses se convirtieron en los apóstoles agrarios
de la colonización interna de Europa.
C. H. Lawrence: “Citeaux y la orden que surgió de él fueron el resultado de
una misma inquietud que buscaba una forma de vida ascética más sencilla y
recogida y que encontró su expresión en nuevas órdenes durante el siglo XI.
Al igual que otros movimientos similares, comenzó como una reacción contra
las riquezas corporativas, los compromisos mundanos y el ritualismo litúrgico
exacerbado de la tradición monástica carolingia. Los fundadores de Citeaux
se propusieron crear un monasterio en el que quedara restaurada la prístina
observancia. Se inspiraban, de hecho, en un cúmulo de ideas que eran
corrientes en su época. Pero la orden que se desarrolló a partir de sus
esfuerzos eclipsó a todas sus rivales por el vigor de su crecimiento, el número
de sus miembros y el brillo de su reputación.”
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Uno de los cistercienses más famosos fue Bernardo de Clairvaux (1090–1153).
Era de una familia noble de Burgundia, que a los veinticinco años ya era abad de
una casa cisterciense. Fue un hombre muy piadoso que ejerció una gran influencia
reformadora y purificadora en la Iglesia, llegando a tener más poder espiritual que
los papas de su tiempo. Fue fundador de una abadía en Clairvaux, predicó la
segunda cruzada y fue autor de excelentes obras, entre las que se encuentra la letra
del famoso himno: “Oh, rostro ensangrentado.”
Una tercera orden regida por la regla benedictina fue la de los cartujos. Fundada
por Bruno de Colonia, quien se retiró a la vida eremítica en el valle de la Chartreuse
(Cartuja), cerca de Grenoble (1084), con seis compañeros. Fue la más austera de
todas las órdenes religiosas basadas en la Regla de Benito, a la que Bruno le añadió
algunas penitencias rigurosas, como la abstinencia perpetua y el silencio continuo.
A causa de su rigidez y penitencia, se expandieron muy lentamente. Su período de
mayor esplendor fue en el siglo XV.
Órdenes que tomaron como base la Regla de Agustín. Esta regla había sido
primero formulada por Agustín de Hipona para el clero de su diócesis en el norte de
África. De allí que, mayormente, fue seguida por el clero secular más que por el
clero regular. El florecimiento de la vida religiosa había tenido su repercusión en la
vida del clero secular, mediante la renovación de los capítulos catedrales y las
parroquias más importantes. Desde el papa Nicolás II en adelante, los clérigos
fueron exhortados a abrazar este género de vida como el mejor camino para
implantar la reforma de la Iglesia. Estos obispos y sacerdotes abrazaron
generalmente la Regla de Agustín, hasta que con el tiempo llegó a formarse una
especie de congregación agustiniana en varios lugares de Europa.
No obstante, hubo también órdenes regulares que adoptaron la regla
agustiniana. Entre ellos, los premostratenses. La orden fue fundada por Norberto
de Xanten, quien se retiró con cuarenta clérigos al valle de Prémontré, cerca de
Laón (Francia), en 1121. Seguían la Regla de Agustín, pero con influencias de los
cistercienses y de las costumbres de Cluny. Se dedicaban fundamentalmente a la
cura de almas y a la predicación; fueron grandes misioneros en las regiones del
Báltico.
Órdenes militares. Estas órdenes fueron, en un sentido, totalmente diferentes
de las órdenes más características del clero regular. Tuvieron su origen en las

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Cruzadas como conjunción del espíritu monacal y del espíritu guerrero. Sus
miembros eran laicos que se obligaban, mediante votos, a defender la religión y a
proteger a los peregrinos en Palestina. Como monjes prometían pobreza, castidad
y obediencia. Y, como soldados, prometían su servicio militar. Al perderse la Tierra
Santa para la cristiandad, se trasladaron a Europa, donde se pusieron al servicio de
los reyes, pero conservando su independencia. Su organización era muy
centralizada. La autoridad suprema era el Gran Maestre. Sus miembros se dividían
por naciones y lenguas, y dentro de cada nación, se agrupaban en prioratos.
Algunas de las órdenes militares más famosas fueron las de los Caballeros de San
Juan, la de los Caballeros Templarios y los Caballeros Teutónicos. Los primeros
tomaron su nombre del Hospital de San Juan (hospitalarios), fundado en Jerusalén
en 1048 por unos caballeros de Amalfi (Italia) para atender a los enfermos y
peregrinos. Al ser ocupada Jerusalén por Saladino (1187) pasaron a Chipre, más
tarde a Rodas, y finalmente a Malta. En cuanto a los Templarios, la orden fue
fundada en 1118 por Hugo de Payens, Godofredo de San Omer y otros siete
caballeros franceses. Residían sobre las ruinas del Templo en Jerusalén, y de allí su
nombre. Fueron grandes guerreros, que se enriquecieron y adquirieron privilegios
excesivos. La orden fue suprimida a principios del siglo XIV. Los Caballeros
Teutónicos tienen su origen en un hospital militar alemán fundado en San Juan de
Acre, durante el asedio de esta ciudad. Después de tomada la ciudad, se llamó
Hospital de los alemanes en Jerusalén (1190). Los Teutones participaron en el
sometimiento de los paganos en Prusia (1238), hasta que fueron secularizados con
el advenimiento del protestantismo.
Órdenes mendicantes. De todas las órdenes medievales, las mendicantes fueron
las que hicieron un aporte reformador y renovador más efectivo. Tuvieron ciertas
características generales en común. Por un lado, se distinguieron por lo que podría
calificarse como un apostolado universal. Las nuevas órdenes mendicantes se
consagraban directamente a la acción apostólica, abrazaban toda clase de
ministerios y se dirigían a todos los países. El monje laico e iletrado se convirtió en
un religioso sacerdote instruido, algunos de ellos preparados en alguna universidad.
Los conventos no se fundaron en la soledad del campo sino dentro de las ciudades,
para predicar y enseñar a la gente.
Segundo, un rasgo notable de estas órdenes fue que se sostuvieron mediante la
mendicidad. La pobreza no fue solo individual sino comunitaria (conventos). Para
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
su subsistencia, los monjes contaban con su trabajo y con las limosnas mendigadas
u ofrecidas espontáneamente por los fieles. Además, estas órdenes cambiaron la
manera de denominar a sus integrantes. Los miembros de las órdenes mendicantes
ya no se llamaban monjes (alguien que vive solo, solitario) sino que se llamaban
hermanos o frailes.
Otra característica interesante de las órdenes mendicantes medievales tiene
que ver con su forma de organización. Todos los miembros y todos los conventos
estaban sometidos a la autoridad de un jefe supremo llamado superior general, el
cual estaba sometido directamente al Papa. Los mendicantes no eran auxiliares del
obispo ni del clero secular, sino que obedecían sólo al Papa.
En todos los casos, estas órdenes tuvieron una importante influencia espiritual
y moral en el mundo de sus días. Las órdenes mendicantes sirvieron de fuerte
estímulo para la vida espiritual y moral del pueblo en un tiempo de decadencia del
clero secular. Finalmente, fueron organizadas como órdenes laicas, es decir,
integradas por personas no ordenadas al sacerdocio secular. Todas las órdenes
mendicantes desarrollaron, además de una rama de varones y otra de mujeres, una
tercera orden para varones y mujeres en el mundo.
_ Los frailes
El movimiento de renovación espiritual más importante durante la Edad Media
fue el advenimiento de las órdenes mendicantes, especialmente la de los frailes
dominicos y franciscanos. La gran diferencia entre ellos y los benedictinos fue que
no estaban encerrados en un monasterio, sino que vivían en el mundo y no
provenían de las clases privilegiadas, como ocurría con la mayoría de las monjas y
con muchos de los monjes. Eran pobres o bien identificados con los pobres y
estaban dispuestos a mendigar su pan.
La influencia de los frailes fue inmensa. Al aumentar el comercio y la riqueza, los
castillos medievales se fueron transformando en palacios, y éstos se expandieron
gradualmente hasta llegar a ser ciudades amuralladas. Las ciudades se
transformaron en centros comerciales llenos de mercaderes y artesanos, pero los
pobres que vivían en chozas construidas fuera de los muros de la ciudad, no recibían
los beneficios de su sistema parroquial y de su prosperidad comercial. Eran
personas necesitadas de ayuda y los frailes fueron quienes se la dieron.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
C. H. Lawrence: “Las órdenes de frailes mendicantes que aparecieron a
principios del siglo XIII representaban un nuevo punto de partida, una ruptura
radical con la tradición monástica del pasado. Al adoptar una regla de
pobreza corporativa y rehusar aceptar dotaciones o tener propiedades, se
desprendían del impedimento que había sido considerado durante mucho
tiempo como indispensable para cualquier comunidad de monjes organizada.
Pero su rechazo de la propiedad y su dependencia de la mendicidad para su
mantenimiento eran sólo signos externos de un cambio espiritual más
profundo. Las órdenes mendicantes quedaban libres de uno de los principios
básicos del monacato tradicional, al abandonar el aislamiento y la clausura
del claustro, a fin de ocuparse en misiones pastorales activas a favor de la
sociedad de su tiempo. La predicación y la administración de los sacramentos
a la gente eran su razón de ser. El mensaje que transmitían era distinto
también. Ya no había por qué buscar la seguridad de la salvación en la huida
de la colmena humana ni en la adhesión a los cilicios de una aristocracia
espiritual; los que vivían en el mundo, cualquiera que fuese su condición,
podían cumplir las exigencias de la vida cristiana santificando los monótonos
deberes y tareas de su estado; todo lo que necesitaban era arrepentirse y
aceptar el evangelio.”
Domingo de Guzmán y los dominicos. Domingo de Guzmán (1170–1221) era
español y de familia noble. En 1206 fundó una orden religiosa en Tolosa (Francia)
para luchar contra los herejes albigenses, una secta que combinaba enseñanzas
cristianas con ideas persas. Sus líderes se llamaba “Perfectos” (por eso se los conoce
también como cátaros, del griego “puros”). Eran muy estrictos en su disciplina, en
contraste con el clero relajado e ignorante de la época. La Iglesia quería eliminarlos
por la fuerza, pero Domingo procuró hacerlo por la predicación. Por eso, a sus
seguidores se los conoció también con el nombre de “frailes predicadores,” hasta
el día de hoy.
La orden fue reconocida por el papa Inocencio III en 1206, pero la aprobación
definitiva la concedió el papa Honorio III (1217). La orden se esparció rápidamente,
y en 1277 había cuatrocientas casas. En 1216 se fundó también la orden de las
dominicas, que en el siglo XIV fue reformada por Catalina de Siena (1347–1380).
Hubo también una tercera orden. En 1218 Domingo se entrevistó con Francisco de
Asís en Roma, e introdujo a su orden la pobreza estricta. Los dominicos se

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
destacaron por el cultivo de las ciencias, en oposición a los franciscanos que
inicialmente se despreocuparon de ellas.
Francisco de Asís y los franciscanos. Francisco de Asís (1181–1226) era hijo de un
rico mercader de telas de Asís (Italia). Era un joven amante de la aventura, que
después de haber caído prisionero y padecer una seria enfermedad cambió
rotundamente su estilo de vida (1206). Abrazó una vida penitente y comenzó a
ayudar a los pobres, leprosos y mendigos. Como consecuencia, su padre lo repudió
y desheredó.
En 1209, junto con once compañeros, que compartían sus ideales de abnegación
y pobreza, fundó una hermandad a la que le dieron el nombre de “Penitentes de
Asís,” que luego cambiaron por el de “Hermanos Menores.” Francisco compuso una
brevísima Regla con frases entresacadas del evangelio y pidió al papa Inocencio III
(1210) su aprobación. El Papa les permitió predicar y seguir viviendo según su Regla,
pero difirió la aprobación hasta que la orden creciese en número. El movimiento
siguió creciendo hasta que, en 1212, una niña de familia noble de nombre Clara fue
admitida a la comunidad. Éste fue el comienzo de una segunda orden franciscana,
esta vez para mujeres, que fueron conocidas como las Pobres Claras o Clarisas. En
1221 comenzó una tercera orden para hombres y mujeres, que sin abandonar su
vida común, aceptaban seguir los ideales de Francisco.
El papa Honorio III aprobó oficialmente la orden y su Regla en 1223. Los
franciscanos se difundieron con extraordinaria rapidez por toda Europa. A fines del
siglo XIII ya contaban con 1.583 conventos. Como su fundador, los franciscanos se
caracterizaron por su amor a la naturaleza, la música, la bondad de espíritu y el celo
misionero. Francisco fue canonizado a los dos años de su muerte en 1228, por el
papa Gregorio IX, quien comisionó al fraile Tomás de Celano a escribir su vida.
Tomás de Celano: “… [Francisco] preparó su caballo, lo montó y tomando con
él ropas escarlatas [del inventario de su padre] para vender, arribó apurado
a la ciudad llamada Foligno. Allí, como mercader exitoso, vendió como de
costumbre toda la mercadería que había traído, luego obtuvo un precio por
el caballo que había estado cabalgando, y lo dejó. Así, habiendo dejado a un
lado sus cargas, regresó, meditando con una mente devota qué hacer con el
dinero. Pronto, de una manera maravillosa, se volvió completamente a la
obra de Dios, y sintiendo que llevar ese dinero incluso por una hora lo único

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que haría sería oprimirlo, se apuró por deshacerse de él, considerando a
todas sus ganancias como mucha arena. Y mientras estaba regresando a Asís,
encontró junto al camino una iglesia que había sido construida hacía tiempo
en honor de San Damián, pero que estaba en peligro de colapsar pronto
debido a su antigüedad. Cuando el nuevo caballero de Cristo vino a ella fue
movido con compasión por tal necesidad, y entró con respeto y reverencia.
Encontrando allí a un sacerdote pobre, besó sus manos con gran fe, le ofreció
el dinero que estaba llevando y le explicó, en orden, sus planes. El sacerdote
se sorprendió y, preguntándose por ese repentino cambio de circunstancias,
se rehusaba a creer lo que oía. Y en razón de que pensaba que [Francisco] se
estaba burlando de él, no quería tomar el dinero ofrecido—porque casi el día
anterior, por así decirlo, él había visto a Francisco vivir disolutamente entre
sus parientes y conocidos y sobrepasando a los demás en necedad. Pero con
obstinada persistencia Francisco continuó tratando de ganar crédito para sus
palabras, rogando y encarecidamente suplicando al sacerdote que le
permitiese estar con él por amor al Señor. Al fin el sacerdote estuvo de
acuerdo con esto, pero no tomaría el dinero por temor a los padres de
Francisco; y el verdadero despreciador del dinero entonces lo echó sobre una
mesilla de ventana, considerándolo poco menos que polvo. Porque él
anhelaba poseer sabiduría, que es mejor que el oro, y obtener prudencia, que
es más preciosa que la plata.”
Comparación entre dominicos y franciscanos. Las dos órdenes tenían una
organización muy similar. Tenían áreas de trabajo divididas en provincias, cada una
bajo una cabeza. Cada una de estas órdenes tenía una segunda orden para mujeres
y una tercera para laicos de ambos sexos que aceptaban sus ideales. No obstante,
los religiosos eran diferentes. Los dominicos enfatizaban la erudición como
salvaguarda contra la herejía, mientras que los franciscanos temían la erudición
pensando que podía pervertir a los hermanos.
Las dos órdenes crecieron estrechamente relacionadas. Los dominicos
aceptaron la pobreza como virtud y un estilo de vida mendicante, y los franciscanos
comenzaron a preparar mejor a sus frailes. Cuando comenzaron las universidades,
ambas órdenes trabajaron entre los jóvenes estudiantes. De ellas salieron algunos
de los grandes eruditos medievales como Alberto Magno y Tomás de Aquino, que
eran dominicos; y Roberto Grosseteste, que era franciscano.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Además, las dos órdenes fueron misioneras. Si bien Francisco no fue un cruzado,
pertenecía a la edad de la caballería y “tomó su cruz” para intentar salvar el Santo
Sepulcro. En 1219, durante la quinta Cruzada, cruzó desarmado las líneas
musulmanas y se presentó ante el sultán de Egipto, a quien le predicó el evangelio.
En 1221 franciscanos y dominicos aceptaron oficialmente su vocación de “ir por
todo el mundo” predicando. Los dominicos, reunidos en Bologna, aceptaron
Marcos 16:15 como palabras dirigidas específicamente a ellos y fueron a misionar
a Europa oriental y el Cercano Oriente. Francisco incorporó el mandato misionero
en la Regla de su orden.
El español Raimundo Lulio (1235–1315) estuvo en estrecho contacto con ambas
órdenes de frailes, pero después de una juventud muy disipada, tomó el hábito
franciscano y se dedicó a la conversión de los musulmanes. A tal efecto, hizo tres
viajes misioneros al norte de África. Según él, la Cruzada más efectiva era convertir
a los musulmanes a Cristo mediante la persuasión, pues si esto ocurría iba a ser
mucho más fácil convertir al resto del mundo. Lulio comenzó a educarse después
de su conversión, y llegó a ser un teólogo de renombre y el estratega misionero más
grande desde Gregorio I. Según él, la obra misionera requería de tres medios: el
dominio del idioma del pueblo que se quería alcanzar (él mismo fue un lingüista
notable); erudición y la elaboración de argumentos convincentes para compeler a
los no cristianos a aceptar la fe (él escribió varios libros sobre diversos temas); y, el
testimonio de vida con la disposición de morir por la fe (en sus tres viajes al norte
de África sufrió arresto y expulsión). En su tercer viaje, terminó martirizado por
lapidación en Túnez, en 1315, cuando tenía ochenta años.
En estas misiones de los frailes encontramos un ejemplo de la devoción religiosa
reavivada, que se expresaba en la vida monástica y en el retorno a la tarea central
de la Iglesia: la evangelización del mundo. La oportunidad para estas misiones se
cerró después del 1350 cuando el islamismo cerró las puertas en Asia Central y
comenzó el segundo gran retroceso del cristianismo.
Otras órdenes mendicantes. Hay otras dos órdenes mendicantes de importancia:
los carmelitas y los mercedarios. El origen de los primeros se remonta a 1163,
cuando existía en el monte Carmelo, en Palestina, una capilla junto a la gruta de
Elías. La comunidad eremita que allí se desarrolló seguía una regla dada por el
patriarca Alberto de Jerusalén (1208). Más tarde (1226) fueron aprobados por el
papa Honorio III. Debido a la oposición de los musulmanes, estos eremitas del
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
monte Carmelo se trasladaron a Chipre (1238), después a Mesina (1247) y desde
aquí se extendieron por toda Europa.
Los mercedarios fueron fundados por el francés Pedro Nolasco (1189–1256) con
el apoyo del español Raimundo de Peñafort (1180–1275), como una asociación
piadosa de laicos para liberar a los cautivos cristianos durante las Cruzadas (1222).
El rey Jaime I de Aragón los transformó en una orden militar para reprimir a los
albigenses, y como tal fue aprobada por el papa Gregorio IX (1235). Más tarde
(1318), volvieron a adquirir un carácter estrictamente religioso.
Fundaciones eclesiásticas femeninas. A la vez que surgieron las órdenes
monásticas masculinas, surgieron también los nuevos monasterios para mujeres,
aunque su número fue mucho menor. En Francia el renacimiento monástico
cluniacense había avivado las viejas fundaciones benedictinas de mujeres. Hubo
una gran orientación hacia el cuidado de leprosos, huérfanos y otros menesterosos.
El misticismo cisterciense suscitó la aparición de varias sabias exponentes entre las
monjas cistercienses. Pero fue en el benedictinismo tradicional que las religiosas
del siglo XII encontraron su más elocuente portavoz. Hildegarda de Bingen (1098–
1179), abadesa alemana, usó el género literario de las visiones para detallar en su
libro, Scivias (Para que entiendas) veintiséis reflexiones sobre las relaciones entre
Dios y la humanidad y el buen ordenamiento de la vida cristiana. También escribió
dos vidas de santos, dos libros de medicina e historia natural, cincuenta homilías
alegóricas, una obra edificante de teatro, numerosas cartas a personalidades de su
época, himnos y cánticos. A través de sus obras, Hildegarda tuvo una enorme
influencia sobre el desarrollo de la espiritualidad femenina en Flandes y Renania en
el siglo XIII.
Otra mujer notable fue Catalina de Siena (1347–1380), una dominica terciaria
que a los siete años tuvo una visión y dedicó a Cristo su virginidad. A través de sus
cartas y diversas gestiones procuró ayudar al papado a resolver los problemas del
Cautiverio Babilónico y del Gran Cisma de Occidente. La mayor parte de sus
esfuerzos estuvieron dedicados a luchar por la unidad de la Iglesia. Además de
numerosas cartas a papas y reyes, Catalina fue la autora de cuatro tratados bajo el
título de Diálogo.

LA VIDA DE LA IGLESIA MEDIEVAL

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Muchos historiadores denominan al período entre los años 500 al 1500 con el
nombre de “Edad Media,” porque está entre la decadencia de la civilización romana
y el Renacimiento. En estos mil años, las características de la vida de la Iglesia fueron
singulares. Muchos de los elementos que se han perpetuado hasta nuestros días
tanto en la Iglesia Romana como en la Iglesia Griega, tuvieron en estos siglos su
período formativo. Fue especialmente durante la alta Edad Media que se dieron las
condiciones históricas para definir al período de 950 a 1350 como un tiempo de
resurgimiento y progreso para la cristiandad. Entre los factores a mencionar, se
destacan los siguientes.
Primero, prácticamente toda actividad intelectual y artística a lo largo de estos
siglos estuvo asociada con la vida de los monasterios. Segundo, el complejo de un
monasterio era como un pequeño pueblo que, además de los monjes (clero regular)
y a veces a miembros del clero secular (obispos y sacerdotes) daba alojamiento a
cientos de otras personas. Los monjes recibían tras sus muros a obreros de todo
tipo, niños pobres y huérfanos, viajeros y peregrinos, y todo esto sin cargo alguno.
En razón de que se requería de todo sacerdote que diera misa una vez al día, los
templos de los monasterios necesitaban de muchos altares. En razón de que el
templo servía a la comunidad monástica más que a personas fuera de ella, había
generalmente un ápside tanto al este como al oeste al final de la nave principal,
mientras que las entradas al templo daban a los claustros o a otras partes del
complejo del monasterio.
Tercero, este fue un período de veneración de reliquias y de peregrinajes a
santuarios. Todo el culto a los mártires representaba una renovación de la pasión y
resurrección de Cristo. Con el paso del tiempo, las reliquias de los santos llegaron a
asumir más importancia que la emulación de sus vidas. Se desenterraron cuerpos,
se los desmembró, dividió en pedazos, se peleó por el dedo de uno o un diente de
otro, e incluso se robaban las reliquias y se organizó un lucrativo negocio alrededor
de ellas y los relicarios. Ningún precio parecía ser demasiado alto por una reliquia,
fuese auténtica o espuria, especialmente si tenía fama de milagrosa. Toda la
cristiandad parecía tener como meta tomar el cayado del peregrino e ir a pie a
visitar los santuarios más sagrados, como Santiago de Compostela en España (la
tumba de Santiago), Roma (la tumba de Pedro), y por supuesto, Jerusalén (la ciudad
sagrada). A lo largo de estas rutas de peregrinaje se ubicaban los monasterios más
grandes, con los templos más monumentales y las reliquias más “auténticas.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Cuarto, estos templos majestuosos fueron construidos a lo largo de muchos años,
a veces más de un siglo. Cuando el arquitecto original moría y otro era designado,
éste generalmente cambiaba el proyecto para adecuarlo a un estilo más moderno.
Esto explica por qué en muchas de estas construcciones se ve una mezcla de estilos
(como el románico y el gótico).
_ El clero
La preparación del clero. Desde el siglo VI casi cesó todo tipo de educación en
Europa occidental. Las escuelas fueron cerradas y los maestros esparcidos como
consecuencia de las invasiones. Algunas pocas familias que valoraban el saber
conservaron libros y transmitieron conocimientos a sus hijos. Debe tenerse
presente que para el siglo VIII una biblioteca que tuviera cien libros era un centro
educativo destacado. Además, se necesitaba de un año entero para producir un
manuscrito de primera clase de la Biblia. Las principales abadías se transformaron
en centros de instrucción, pero el programa era limitado y el propósito intelectual
humilde.
La preparación ministerial comenzaba con las primeras letras en la infancia. Una
familia devota decidía, a menudo por sugerencia de un sacerdote, dedicar uno de
sus hijos a la Iglesia. Lo dejaban en manos del obispo para que lo criara en su casa,
donde vivía y trabajaba y se educaba para el clero. Otros niños eran dejados con un
abad y eran educados como monjes. Aprendían latín, la liturgia (canto y recitado) y
el calendario eclesiástico. De todos modos, el clero era muy ignorante y, salvo en
los monasterios, no se ponía ningún énfasis en su preparación académica.
Los deberes del clero. Por estar un poco mejor preparado que sus feligreses, el
sacerdote era un líder de la comunidad en que vivía. Actuaba como pacificador en
las disputas, consejero y director de procesiones y dramatizaciones religiosas. El
sacerdote debía enseñar a sus feligreses el Padre Nuestro, el Credo, los Diez
Mandamientos y el significado de los sacramentos. No era necesario que supiera
latín, pero sí el orden de la liturgia y que pudiera participar en ella.
Su tarea principal, no obstante, era el ministerio de la Palabra y la administración
de los sacramentos. El sermón sólo se impartía cuando venía un obispo y era en
lengua vernácula. La confesión se tomaba frente al altar y el bautismo se realizaba
sumergiendo a los infantes en una fuente y ungiéndolos con aceite en sus frentes.
La confirmación se hacía a edad temprana ante un obispo y los matrimonios se
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
celebraban con una ceremonia breve en la puerta de los templos. Además, el
sacerdote debía visitar a los enfermos y moribundos con el viaticum (provisión para
el viaje, la muerte), y promover de toda manera posible la acción social cristiana.
Los obispos debían dedicar parte de sus ingresos a los pobres, y desde el siglo IX, se
establecieron casas para pobres cerca de las catedrales.
El celibato del clero. La práctica de requerir al clero que permanezca sin casarse
y se consagre a la pureza personal en pensamiento y obra se remonta a tiempos
anteriores a la Edad Media. No obstante, fue en Oriente durante los siglos VI y VII
que se aprobaron leyes que prohibían el casamiento de los obispos. En Occidente,
el celibato se tornó en una obligación canónica a través de decretos papales y de
concilios regionales. Durante los siglos IX y X, el celibato cayó casi en el olvido y
muchos eclesiásticos estaban casados o vivían en concubinato. Pero con las
reformas de Gregorio VII en el siglo XI volvió a ser impuesto de manera obligatoria
para todos los niveles del clero. A pesar de este nuevo espíritu ascético, continuó
habiendo una considerable distancia entre la teoría y la práctica respecto a este
requisito. Una y otra vez, los decretos papales y las resoluciones de sínodos y
concilios a lo largo de la Edad Media tuvieron que insistir sobre la sujeción del clero
a esta demanda.
_ El culto
El idioma eclesiástico. Correctamente se llama a la Iglesia de Occidente, Iglesia
Latina, ya que su Biblia y su liturgia se encontraban en latín. Cuando los pueblos
germanos introdujeron sus dialectos después de las invasiones, el latín se conservó
como el idioma de la Iglesia y de la literatura, y se perdió como lengua hablada. Ya
para mediados del siglo X era costumbre escribir una traducción palabra por palabra
sobre el texto en latín, para ayudar al lector a explicar lo que leía a la congregación.
Los idiomas de los diferentes países europeos, muchos de ellos derivados del latín,
tuvieron que esperar bastante tiempo antes de vencer a la lengua madre,
justamente porque no se los consideraba “literarios.” Los que querían leer debían
aprender latín.
Los cristianos bizantinos eran griegos tanto en su idioma como en sus
costumbres. El griego era el idioma original de buena parte del cristianismo, y este
idioma no murió, si bien fue transformado. La Biblia y la liturgia bizantinas estaban
escritas en un griego menos evolucionado, pero no había problemas en entenderlo.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
No obstante, fue en el Este donde se produjo la mayor parte de las primeras
traducciones de los escritos cristianos. En el caso de la Iglesia de Oriente, cuya
lengua religiosa era el siríaco, también produjo numerosas traducciones según la
necesidad, si bien el siríaco continuó siendo la lengua preferida para la liturgia.
Las devociones. A lo largo de toda la Edad Media se desarrolló la mayor parte de
las devociones que todavía hoy caracterizan al catolicismo romano. Ya en el siglo
XII, el afán de los fieles de contemplar la forma consagrada del pan y del vino de la
eucaristía dio lugar al rito de la elevación en la misa, primero sólo de la hostia y
luego también del cáliz. La devoción culminó en la instauración de la fiesta del
Corpus Christi en el siglo XIII. En general, las grandes devociones de la piedad
católica romana deben mucho a la escolástica, la cual creó algunas nuevas y
permitió el desenvolvimiento de otras. Surge una “devoción” cuando a una cosa
concreta procedente del campo de la fe, sea un misterio o una persona, se le hace
objeto de una veneración especial. Algunas de las devociones más populares
durante este período fueron: la conmemoración de los Fieles Difuntos (fomentada
por los cluniacenses); la devoción al Niño Jesús (desarrollada por los franciscanos),
a la Virgen María, a San José, a la Sagrada Familia, a la Pasión de Cristo
(franciscanos), a las cinco llagas, al Sagrado Corazón de Jesús, y a la Madre Dolorosa,
entre otras.
Mientras en las universidades los intelectuales hacían un balance entre la fe y la
razón, y elaboraban un ideario cristiano práctico para la política, la ética pública y
el ordenamiento social, en las ciudades de Italia y de Flandes se cuajaba en el siglo
XIII una espiritualidad popular que se expresaba en prácticas devocionales como el
rezo del Rosario (difundido por los carmelitas en ese siglo), el uso del Breviario, la
práctica del Vía Crucis, la contemplación de Jesús en la Pasión, y la elaboración
navideña de los nacimientos o pesebres (cuya introducción se atribuye a Francisco
de Asís). Un arte popular, que encontraba patronos en las clases medias urbanas y
en sus iglesias y cofradías, favorecía la iconografía del Jesús sufriente en la cruz y de
la Madonna (la Virgen María) con el Niño en brazos, más asequibles e identificados
con la cotidianidad humana que los grandes personajes hieráticos del arte derivado
de Bizancio. Desprendidos de su trasfondo dorado bizantino, que simbolizaba la
eternidad, los personajes sagrados adquirían naturalidad y expresaban emociones
en un naciente marco humano de paisajes agrarios o urbanos. En el siglo XIV esta

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
transformación iconográfica llevaría a la pintura de Giotto y de Duccio, y a las
primeras grandes creaciones del arte renacentista italiano.
Las reliquias. El culto de las reliquias fue sumamente popular. Las reliquias se
convirtieron en el factor individual más importante de la devoción cristiana. Se creía
que los santos se comunicaban con el mundo a través del contacto con sus restos
terrenales, cualesquiera que éstos fuesen. Las reliquias irradiaban cierta forma de
energía y podían producir milagros, con lo cual, para la gente común, se
transformaron en el aspecto más importante de su religión. Además, en esta
creencia, el laicado y el clero estaban en el mismo nivel. Las reliquias funcionaban
como defensa contra el hambre, el sufrimiento y las acechanzas de los demonios.
Eran indispensables para decir misa y estaban agregadas al altar colocadas dentro
de suntuosos relicarios. Representaban un papel fundamental en el sistema judicial,
en relación con los juramentos y los debates judiciales. Los reyes las portaban en
combate para obtener la victoria. Las peregrinaciones a los lugares en que se
guardaban reliquias importantes se convirtieron en el motivo principal de los viajes
realizados durante más de mil años y determinaron la estructura de las
comunicaciones e incluso la forma de la economía de muchas regiones.
En torno a ciertas reliquias, estimadas como mucho más valiosas que todos los
metales preciosos, se desarrollaron ciudades, ferias regionales y nacionales, y se
activó un comercio notable. Una parte enorme de los activos de la sociedad estaba
invertida en las reliquias y en los preciosos engastes y decoraciones de los relicarios.
Era un modo de guardar con seguridad el dinero. Una buena colección de reliquias
atraía a peregrinos y, por lo tanto, riqueza a una abadía o catedral. Los reyes
formaban colecciones importantes para aumentar su poder y prestigio. El problema
detrás de tal valoración de las reliquias es que altos dignatarios de la Iglesia y del
Estado no sólo las compraban y vendían, sino que llegaron a justificar el robo y la
piratería con tal de obtenerlas.
Los santuarios. A partir del siglo XI se percibe en Europa occidental una creciente
movilidad. Lo que llama la atención en este período es ver cómo grandes grupos
humanos se ponen en movimiento, bien para colonizar la frontera interior de cada
región, o para expandir el marco de Europa occidental a expensas de los vecinos
musulmanes, eslavos o bizantinos. También los individuos se desprenden de sus
ataduras familiares y étnicas, y emprenden viajes, peregrinaciones, mudanzas de
trabajo y de condición social. La relativa saturación demográfica de zonas de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
antiguo cultivo resultaba en la redundancia de mano de obra y en un acicate para
que personas individuales buscaran alternativas. La antigua modalidad religiosa de
la peregrinación desarrolló nuevos itinerarios, según nuevas zonas que se fueron
incorporando a la red de prácticas e inquietudes devocionales. Además de los
antiguos lugares de peregrinación, como Jerusalén y Roma, otros santuarios se
hicieron populares, tales como Santiago de Compostela en la península ibérica.
El descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago el Mayor, en Compostela
(Galicia), a principios del siglo IX, fue un acontecimiento de extraordinaria
trascendencia para la vida política, cultural y religiosa de España. Por un lado, le dio
a los cristianos españoles, tanto a los que vivían en las tierras reconquistadas de los
moros como a los que residían en tierras de árabes, un santuario, objeto de
constantes peregrinaciones, que venía a ser para la cristiandad como una Anti-
Meca. Por otro lado, puso a la España cristiana, a través del llamado Camino
Francés, en continua comunicación con los otros pueblos cristianos europeos, los
cuales, desde el primer momento de este descubrimiento del sepulcro del Apóstol,
acudieron a él en peregrinación, con lo que se terminó el aislamiento en que había
vivido España, con respecto al resto de Europa en el siglo VIII. En este sentido, los
santuarios se transformaron en verdaderos centros de intercambio cultural y la
peregrinación a los mismos abrió el camino para las comunicaciones en Europa
occidental.
La Biblia. Tanto para la celebración litúrgica (la oración pública, la eucaristía,
etc.) como para la meditación personal, el conocimiento íntimo de la Biblia era
imprescindible para el monje y el clero secular. Desde los comienzos del
monasticismo benedictino los comentarios bíblicos de los Padres de la Iglesia
tuvieron un lugar prominente en las bibliotecas de las abadías. Estos comentarios
tendían a seguir los modelos de la escuela de Alejandría, en que los pasajes bíblicos
y los versos individuales eran explicados alegóricamente. De esta manera el monje
que estaba cantando un salmo en el coro o que estaba escuchando la lectura de un
segmento de un libro de los profetas podía reflexionar sobre el sentido cristológico,
moral, escatológico o eclesiológico del texto bajo su consideración.
La enseñanza de la Biblia en las escuelas monásticas seguía ese patrón. El texto
se glosaba, tanto por escrito como oralmente, con los comentarios de Agustín de
Hipona, Jerónimo, Gregorio, Beda el Venerable o alguna de las otras autoridades
del pasado. El propósito del estudio bíblico era reforzar la oración.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
_ Los templos
Durante la Edad Media, todas las expresiones del arte—especialmente la
arquitectura—fueron expresión de un profundo espíritu religioso. En los primeros
siglos del medioevo, las manifestaciones artísticas y arquitectónicas estuvieron
refrenadas por la inestabilidad política y social que siguió a la caída el Imperio
Romano. Pero a partir del siglo XI, cuando los bárbaros ya estaban más asentados y
la Iglesia contaba con mayor poder y riquezas, el arte y la arquitectura se liberaron.
Entonces comienzan a desbordar muchos de los conocimientos técnicos de la
antigüedad y se ponen al servicio del cristianismo.
La construcción eclesiástica. En los tiempos neotestamentarios, como vimos, la
Iglesia carecía de edificios destinados al culto. Durante mucho tiempo los cristianos
se congregaron en casas particulares. La arquitectura era una de las artes en la que
los romanos sobresalieron. Al caer el Imperio Romano, decayó también la
arquitectura monumental, pero su técnica sobrevivió y se aplicó a la construcción
de templos y monasterios cristianos. La arquitectura y el arte medieval tuvieron un
carácter eminentemente religioso. Los monasterios fueron una expresión plástica
de la intensidad de la devoción y fe cristianas. La vida retraída de los monjes
requería edificios apropiados a la convivencia de colectividades numerosas. El
edificio estaba separado del exterior por altos muros y todas las dependencias
daban a un patio interno descubierto, llamado claustro (del latín, lugar cerrado). A
partir del siglo XI estos edificios fueron espléndidos.
El románico. La celebración del culto exigió la construcción de grandes recintos
para albergar a un gran número de participantes. Los primeros templos cristianos
adoptaron las formas arquitectónicas de las antiguas basílicas romanas, cuya planta
rectangular fue evolucionando poco a poco hasta tomar la forma de una cruz. El
portal de entrada daba acceso a un recinto con dos filas de columnas, que lo
dividían en tres naves. La nave central terminaba en un espacio llamado ábside (del
griego apsis, bóveda), con un muro semicircular techado con una bóveda
semiesférica, donde estaba el altar y el coro. La nave transversal se llamaba crucero
y los brazos de la cruz latina que se formaba eran los transeptos. Los muros estaban
edificados en ladrillo o piedra, pero utilizando el arco de medio punto romano para
darle fuerza y así poder abrir una línea de pequeñas ventanas justo debajo del
techo, que era de madera y tejas. De los techos a dos aguas sobresalían los

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
campanarios y, en algunos casos, una cúpula que, al prolongar la elevación del
edificio, restaban pesadez al conjunto.
El románico fue el estilo arquitectónico que predominó entre los siglos XI y XII.
El aspecto exterior de estos templos era sencillo, pero a su vez sólido y macizo. La
escultura y la pintura estuvieron al servicio de la arquitectura, y fueron fruto de
influencias orientales. El interior estaba poco iluminado, pero los muros estaban
decorados con escenas religiosas pintadas al fresco, en colores muy brillantes, al
estilo de las pinturas bizantinas. A lo largo de toda la Edad Media, el templo cristiano
fue el edificio más importante en cualquier comunidad y el centro de su vida civil y
religiosa. La gente se sentía orgullosa de su templo, al que concurría con mucha
frecuencia no sólo por cuestiones religiosas.
El gótico. Hacia mediados del siglo XII se produce en la vida europea medieval
un renacer que se expresó en la construcción de templos monumentales. Este
despertar arquitectónico duró algo más de tres siglos, en los cuales se levantaron
cientos de edificios eclesiásticos en toda Europa, con un estilo monumental y
agresivo: el gótico. Los logros obtenidos entre 1150 y 1450 son un misterio y una
maravilla. El gótico se caracteriza por el uso del arco quebrado u ojival, mucho más
resistente que el arco de medio punto, lo cual permitió aligerar las columnas, elevar
las paredes y abrir en ellas grandes ventanas. La bóveda está formada por cuatro
semiarcos ojivales que se cruzan (bóvedas de crucería), y no descansa totalmente
sobre las columnas sino que su peso se transmite en forma oblicua a los arbotantes,
arcos de piedra que, a su vez, se apoyan sobre los contrafuertes más macizos. Con
esto se resolvió el problema del equilibrio de las bóvedas y de la iluminación de las
naves.
A pesar de estar construidos totalmente en piedra, los templos góticos no
parecen estructuras “pesadas” en razón de su altura, las nervaduras de sus
columnas, las bóvedas de crucería que parecen apuntar al cielo y la enormidad de
sus ventanales cubiertos con vitrales de múltiples colores (vitraux). A diferencia del
templo románico, macizo y fuerte, el templo gótico provoca, sobre todo, una
sensación de gracia y de ligereza. La altura del edificio, coronado por techos muy
inclinados de doble pendiente, de los que sobresalen elevados campanarios
terminados por finas agujas de piedra, contribuye a confirmar la sensación de
verticalidad y de penetración en el espacio que deja la catedral gótica. Toda la
estructura parece estar disparada hacia el cielo y expresa el ideal espiritual de la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
época: un profundo sentido de trascendencia y las aspiraciones de una nueva clase
social en ascenso.
Hubo tres condiciones que hicieron posible el surgimiento de una arquitectura y
un arte tan sofisticados y monumentales. Primero, la alta Edad Media fue un tiempo
de relativa paz. Los saqueos de los piratas normandos terminaron hacia el año 1000
y esto permitió el surgimiento de Estados organizados (Francia y Alemania), que al
tener una mayor fuerza central pudieron terminar también con las guerras y el
desorden feudal. Segundo, se contó con una mayor riqueza. El crecimiento del
comercio trajo aparejado el desarrollo de las ciudades, y con ellas, el deseo de lograr
algo más que la mera satisfacción de las necesidades elementales. Y, tercero, se
contó con nuevos recursos técnicos. Se desarrollaron nuevas técnicas
arquitectónicas y se mejoraron los estilos. Esto permitió levantar edificios
monumentales y de estructura complicada como son las catedrales góticas.
José Luis Romero: “Un sentimiento místico predominaba en la concepción
de las vigorosas flechas de piedra erigidas hacia el cielo, como símbolo de la
aspiración ultraterrena del hombre; pero no reflejaba menos su construcción
un intenso sentimiento de orgullo y poderío ciudadano, visible a través de la
riqueza invertida y del esfuerzo consagrado a construir un monumento
insuperable y que testimoniara la gloria de cada ciudad frente a su vecina.”
Las catedrales. Una persona imbuida con la actitud escolástica contemplaba el
modo de presentación arquitectónica de la misma manera que contemplaba el
modo de presentación literaria. Para un escolástico de la alta Edad Media ambas
expresiones se concebían desde el punto de vista de una manifestatio, una
manifestación de fe. Tal persona hubiera dado por sentado que el propósito
principal de los muchos elementos que componen una catedral era asegurar la
estabilidad, igual que tomaría por contado que el propósito principal de los muchos
elementos que constituyen una summa era asegurar la validez o verdad de la fe.
Para autores como Panofsky, tanto la catedral como la summa pretendían
representar la totalidad de lo conocido dentro de un ordenamiento cristiano de la
realidad. Un aspecto interesante de la homología de Panofsky es la progresiva
divisibilidad de los elementos arquitectónicos y conceptuales en las catedrales y en
las summae. Todas las partes que se encuentran en el mismo “nivel lógico”
comparten una relativa uniformidad, que le brinda tanto a la catedral como a la

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
summa escolástica un aspecto simétrico, en el que el balance y el orden producen
agrado a la vez que le dan peso al conjunto. La organización formal de los edificios
góticos refleja una unidad de propósito afín a la de los autores de las grandes
summae teológicas escolásticas de la época.
Fernando Picó: “La construcción de las catedrales góticas supuso una
racionalización de las rentas de los cabildos catedralicios, ya que fueron las
corporaciones eclesiásticas las que por lo general asumieron la
responsabilidad de la construcción.… En el esfuerzo por asegurar suficientes
ingresos para la construcción, los cabildos recibieron la cooperación de la
aristocracia regional y el nuevo patriciado urbano. Pero también los gremios
artesanales dieron una mano.”
El esplendor de los oficios religiosos aumentó paulatinamente a medida que se
construyeron magníficas catedrales e iglesias en las ciudades de Europa occidental.
La música, las pinturas, el incienso y las riquísimas vestiduras contribuyeron a la
impresionante celebración de la misa. La dramaturgia moderna tuvo su origen en
las representaciones de escenas bíblicas y de vidas de santos—los llamados autos.
Estos autos dramáticos se representaban en ocasión de las grandes festividades de
la Iglesia, a menudo en las escalinatas de los mismos templos.
La catedral vino a ser el centro social de la vida urbana. Desde los maitines a la
medianoche o el alba hasta el canto de completas por la noche, el canto de las horas
del oficio divino en la catedral continuamente convocaba a los fieles a sus servicios.
Las grandes misas solemnes y la multitud de misas en las capillas laterales
mantenían al templo en ebullición. Los peregrinos acudían a venerar las reliquias
de los santos memorables de la localidad, y pernoctaban en la Casa de Dios, el
hospicio que solía estar situado al lado de la catedral, y que hacía también las veces
de hospital y asilo. La escuela de cantores practicaba en los claustros. En aquellos
sitios donde todavía se mantenían vigentes las escuelas catedralicias acudían
jóvenes de toda la diócesis a estudiar.
_ El derecho eclesiástico
Un importante progreso realizado por la Iglesia en el siglo XII fue la creación de
una ciencia del derecho eclesiástico. Durante la temprana Edad Media, se habían
formado colecciones de usos y tradiciones y decretos papales llamados
“Decretales.” Estas recopilaciones fueron obra de iglesias particulares o también de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
personas privadas, pero todas tienen más o menos un tronco común. Las
colecciones jurídicas aumentaron en número a partir del siglo X.
El fundador propiamente dicho del derecho canónico como ciencia es Graciano,
residente de Bologna en las primeras décadas del siglo XII, quien elaboró un texto,
conocido como el Decreto o Concordia discordantium canonum (Concordia de los
cánones discordantes), escrita en 1140. En esta obra, Graciano no se limita a dar
una colección de decretos, sino que además hace de ellos un estudio sistemático.
Su trabajo rápidamente asumió una importancia vital en la enseñanza de la ley
canónica. Organizado temáticamente alrededor de las grandes cuestiones de la ley
eclesiástica, el Decreto yuxtaponía las opiniones encontradas donde quiera que
surgieran e invitaba al análisis sistemático de ellas, para indagar si se trataba de un
principio universal o una excepción, de una norma basada en derecho positivo o en
otra base. El rápido éxito del Decreto puede medirse por el número de manuscritos
que sobreviven y las muchas adiciones e interpolaciones que se le hicieron.
Fernando Picó: “Con el Decreto el derecho canónico tuvo un instrumento
pedagógico que facilitó y popularizó su enseñanza. Pronto surgieron los
decretistas, o comentaristas del Decreto. Eventualmente a éstos se
añadieron los decretalistas, o comentaristas de las decretales o cartas
papales difundidas para resolver algún punto de la ley. La variedad y el
número de estos maestros muestra el vigor de la disciplina para finales del
siglo XII.”
La primera codificación oficial del derecho canónico fue iniciativa del papa
Gregorio IX. Por encargo de este Papa, el dominico Raimundo de Peñafort publicó
en 1234 cinco libros de decretales. A ellos vino a añadirse en 1298 un sexto libro de
Bonifacio VIII, y luego dos libros de constituciones de Clemente V (1314) y Juan XXII
(1317). Estas obras fueron completadas en los siglos XIV y XV.

EL ESCOLASTICISMO Y LAS UNIVERSIDADES


_ El escolasticismo
Surgimiento. Entre los años 1050 y 1250 se dio un resurgimiento en la vida
intelectual que produjo una sucesión de grandes teólogos. Se los llamó escolásticos
porque pertenecían a las “escuelas” o colegios que florecían en los monasterios y
especialmente en las catedrales. Poco antes del 1200, algunos de estos centros
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
(escuelas abaciales y catedralicias) se transformaron en universidades. El elemento
cristiano impregnaba no sólo los libros que se leían, sino todos los elementos de la
cultura. No había una educación secular, con lo cual la cristiandad no fue sólo un
vehículo de cultura, sino que se convirtió en cultura.
Por otro lado, durante estos años se dio una multiplicación de textos traídos por
los cruzados a Europa vía España, que fueron traducidos y circulados profusamente.
Una de las instituciones culturales más representativas de este período en España—
que se inició con Fernando I de Castilla y se cerró al subir al trono de León, Fernando
III el Santo (1035 a 1230)—es la Escuela de Traductores de Toledo. Esta escuela dejó
una honda influencia en la cultura española y en la europea en general y marcó un
hito de gran significación histórica en la evolución cultural de España. Fue un obispo
francés, Raimundo de Peñafort (1125–1151), el que, recogiendo la inquietud
cultural de su época, fomentada por la orden de Cluny en España, fundó en Toledo
la primera escuela de traductores. Aquí se tradujeron las obras árabes, primero las
científicas (medicina, astronomía y matemáticas) y luego las de filosofía.
William H. McNeill: “La recuperación de la obra aristotélica completa y la
disponibilidad de los comentarios musulmanes sobre ella ejercieron una
tremenda influencia sobre los teólogos occidentales durante la segunda
mitad del siglo XII. Al principio, las autoridades eclesiásticas intentaron
prohibir el estudio de Aristóteles, temiendo que su paganismo corrompiera
el espíritu de los estudiantes, pero su tentativa fracasó. Al contrario, muchos
pensadores se dedicaron a la tarea de acomodar a Aristóteles y al resto de la
sabiduría griega y árabe dentro del marco cristiano. Sus esfuerzos dieron por
fruto la filosofía escolástica, llamada así porque era propuesta y estudiada en
las escuelas, es decir, universidades.”
Características. El escolasticismo representa a las tendencias filosóficas,
científicas y teológicas dominantes de la alta Edad Media. El escolasticismo era una
manera de ver el mundo y las relaciones del ser humano con Dios. Como tal,
representaba tanto un método de enseñanza y de aproximación a los problemas,
como un contenido específico. No se procuraba una exploración creadora de la
doctrina cristiana, porque ésta estaba cerrada. Esta convicción surgía de la idea de
que la obra ya había sido ejecutada y de cierto sentimiento de inferioridad respecto
al mundo clásico, que ya había desaparecido. Los monjes de los siglos VIII y IX creían
que bajo los romanos la humanidad había poseído prácticamente la suma del
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
conocimiento humano, de modo que todo lo que había que hacer era transmitir
fielmente lo que se había preservado de ese conocimiento.
El escolasticismo resultó de la aplicación de la razón a la teología, no con el fin
de investigar los credos o reflexionar sobre nuevas verdades, sino con el fin de
sistematizar y comprobar las creencias tradicionales existentes. El escolasticismo
procuró reconciliar la razón con la fe; por eso, predominaron en el mismo los
conceptos filosóficos de Aristóteles. El creciente contacto con el Imperio Bizantino
y el mundo islámico levantó un número de preguntas acerca de cómo podía un
cristiano encontrarle sentido a la tradición pagana. En este proceso, surgieron
algunas de los pensadores filosóficos y teológicos más grandes de toda la Edad
Media.
El escolasticismo se caracterizó básicamente por tres cosas. Primero, su especial
relación entre la filosofía y la teología. Se considera a la filosofía como esclava de la
teología. Segundo, su dependencia de la filosofía aristotélica. Hasta el siglo XII en
Europa se conocía casi exclusivamente la Lógica de Aristóteles, pero a partir de allí
se traducen su Metafísica, Física y Ética. Tercero, su uso del método lógico-
deductivo y dialéctico. Para elaborar la síntesis del pensamiento anterior era
necesario un método lógico-deductivo consistente en definiciones, divisiones,
argumentos, silogismos, y otros recursos. Para ello, era necesaria la lógica
deductiva. El método dialéctico, comprendía esencialmente dos momentos. Lectio,
mediante el cual el maestro leía un texto y después lo interpretaba. Disputatio, por
el que un alumno, asistido por un maestro, después de exponer las definiciones y
estado de la cuestión, respondía en forma de silogismo a las preguntas de los
arguyentes. Finalmente el maestro hacía un resumen de la discusión y decía la
última palabra en el asunto tratado.
Ludwig Hertling: “Lo que sobre todo faltaba a la escolástica medieval, era la
posibilidad de someter a un examen crítico el material teológico dado.
Faltaban sobre todo conocimientos sistemáticos de carácter histórico, y
especialmente filológico, sobre la significación y evolución del lenguaje
humano. Además, el pensamiento teológico quedaba en muchos puntos
trabado por una deficiente observación de la naturaleza. Aquí es donde las
épocas posteriores pudieron efectuar aún grandes progresos.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Representantes. Hubo en estos siglos un sinnúmero de pensadores, maestros,
filósofos y teólogos identificados con el método de la escolástica. Los escolásticos
más importantes fueron los siguientes.
Anselmo (1033–1109). Se lo considera como el padre del escolasticismo. Era
italiano, pero siendo joven se trasladó a Normandía donde llegó a ser profesor de
teología y más tarde abad benedictino. Al morir el arzobispo de Canterbury fue
nombrado como sucesor en 1089, destacándose como defensor de los derechos y
libertades de la Iglesia y como escritor a través de sus varios tratados de teología.
El gran tema de los escolásticos estaba expresado en estas palabras de Agustín de
Hipona: “Entiende para que puedas creer; cree para que puedas entender.” El
problema era, ¿qué ponemos primero, la fe o la razón? Para Anselmo no había
conflicto. Él procuró reconciliar la fe con la razón, y quiso armonizar las naturalezas
racional y espiritual del ser humano. Ambas eran parte de los dones de Dios al ser
humano. Lo que la fe cristiana enseña es una parte esencial del concepto racional
del universo y de la vida. Su meta era la fe en busca de la comprensión, de allí su
frase: “Creo para entender” (Credo ut intelligam). La fe precede al conocimiento.
Su obra más famosa fue Cur Deus Homo (“¿Por qué Dios hombre?”). En
Occidente la teología era práctica y menos interesada en la vida interior de Dios que
la teología de Oriente. Lo que preocupaba a los teólogos occidentales era la vida
real del hombre, un pecador necesitado de perdón. En respuesta a esta inquietud,
Anselmo desarrolló la teoría de la satisfacción al estudiar la doctrina de la salvación.
En la Edad Media se pensaba de Dios como un gran señor feudal, a quien los
vasallos debían alianza y honor. El ser humano debe honor a Dios como el siervo a
su señor; pero por su pecado, el hombre ha deshonrado a Dios y es impotente para
dar satisfacción por su deslealtad. En la época feudal era posible expiar una ofensa
recibiendo el castigo correspondiente o dando “satisfacción,” es decir, la restitución
del honor mancillado. El ser humano es incapaz de dar satisfacción a Dios, por eso
Dios en su misericordia envió a su Hijo, que asumió la humanidad, y quien como ser
humano, dio amplia satisfacción por su muerte inocente. Ésta es la razón por la que
Dios se hizo hombre, según Anselmo.
Abelardo (1079–1142). Nació en Francia y llegó a ser el maestro más popular en
París. Fue famoso por sus clases entusiastas en la escuela catedral de Notre Dame.
Se enamoró de Eloisa (sobrina de Fulberto, canon de Notre Dame). Cuando Fulberto

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
descubrió esto colocó a Eloisa en un monasterio y ordenó la castración de Abelardo.
Él escribió una autobriografía, cuyo título describe bien sus sufrimientos: La historia
de mis calamidades.
Su obra más conocida es Sic et Non (Sí y No). Es un libro de teología para
principiantes, donde responde preguntas sobre ciencia, ética y religión usando citas
bíblicas y de los Padres de la Iglesia. Tomó pasajes que se contradecían con el
propósito de resolver con la razón las contradicciones aparentes. Abelardo había
sido educado en la nueva lógica aristotélica y su libro quería estimular el
razonamiento lógico. Según él: “Nada debe ser creído hasta que no es entendido.”
De allí que invirtiera el axioma de Anselmo, y dijera: “Entiendo para creer” (Intelligo
ut credam). Sus detractores lo acusaron de querer minar la autoridad de la Iglesia.
Bernardo de Clairvaux lo forzó a retirarse del debate público, y la Iglesia consideró
que sus ideas eran heréticas.
En cuanto a la doctrina de la salvación, Abelardo partió de la teoría de Anselmo,
pero fue más allá poniendo énfasis sobre el amor de Dios. La muerte de Cristo,
según él, nos muestra cuánto nos ama Dios y es este amor el que nos mueve al
arrepentimiento.
Pedro Lombardo (1100–1160). Nació cerca de Lombardía. Estudió en Bologna y
en Reims, y enseñó en París, donde también fue obispo. Su obra más importante es
Cuatro libros de sentencias, que es un tesoro en cuanto a la abundancia de citas de
los Padres de la Iglesia. Esta obra, que está dividida en cuatro partes, llegó a ser el
libro de texto del escolasticismo y tuvo una gran difusión durante la Edad Media.
Este libro fue la primera teología sistemática medieval. En ella, Lombardo define los
siete sacramentos, que todavía hoy sostiene la Iglesia Católica Apostólica Romana:
bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, orden sacerdotal, matrimonio y
extremaunción.
Alberto Magno (1206–1280). Nació en Alemania (Bavaria) y estudió en Italia. Era
dominico y llegó a servir como obispo de Ratisbona por un corto tiempo. Su interés
estaba en el estudio y especialmente en las ciencias naturales. Usó a Aristóteles
como ayuda para el pensamiento cristiano acerca del universo y la vida de los seres
humanos. Quiso unir a Agustín con Aristóteles. Su obra significó una recuperación
de la lógica, la ciencia y la ética aristotélica. Abogó por el uso de la investigación
empírica guiada por la observación y la prueba. Alberto fue uno de los grandes

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
maestros medievales que difundió la doctrina escolástica en las universidades de
París, Padua, Estrasburgo y Colonia. Entre sus obras sobresalen Suma teológica y
Suma de las criaturas. Fue maestro del más grande de los escolásticos, Tomás de
Aquino.
Roberto Grosseteste (1175–1253). Filósofo y científico franciscano inglés,
canciller de la Universidad de Oxford, uno de los primeros europeos en traducir
obras directamente del griego. Era un aristotélico que trató de demostrar que el
mundo era redondo. Hizo experimentos sobre la refracción de la luz y demandó que
sus estudiantes basaran sus especulaciones en la observación y la experimentación.
Un discípulo suyo, Roger Bacon (c. 1214–1294) anticipó la invención del telescopio,
enfatizó la importancia de las matemáticas y argumentó que la observación debe
guiar a la razón.
Buenaventura (1221–1274). Era franciscano y llegó a ser general de su orden en
1257. Estudió con Alejandro de Hales (m. 1245) en París. Su nombre de bautismo
era Juan de Fidanza. Francisco de Asís fue quien le dio el nombre de Buenaventura
cuando apenas tenía cuatro años. Supo unir admirablemente los estudios
especulativos con la mística. Se le conoce como el doctor seráfico. Entre sus muchas
obras de teología, exégesis, oratoria y espiritualidad sobresale su Breviloquium,
donde presenta de un modo claro y sintético toda la teología escolástica medieval.
Tomás de Aquino (1225–1274). Tomás merece una atención especial porque fue
el más grande de los teólogos escolásticos. Nació en el sur de Italia, cerca de
Nápoles. Su madre era normanda, conectada con la casa imperial alemana de los
Hohenstaufen. Entró al monasterio de Monte Casino a los cinco años y, contra la
voluntad de sus padres, a la orden dominicana a los diecinueve años (1243).
Estando estudiando en la universidad de Nápoles, reconoció su llamado de ser un
líder del pensamiento cristiano. Estudió en París con Alberto Magno y lo siguió hasta
Colonia. Enseñó en varias universidades (Roma y especialmente París), y fue
consejero de tres papas. Tomás era un hombre simple y de oración, profundamente
religioso y de un intelecto privilegiado. Sus obras están marcadas por tal claridad,
lógica y amplitud que lo colocan entre los pocos grandes maestros de la Iglesia. Se
destacó como escritor muy prolífico. Sus obras más destacadas son Suma contra
gentiles y Suma teológica.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La Suma teológica es un sistema de teología completo, que le llevó nueve años
para escribirla y que es la fuente principal de la filosofía y teología católicorromana.
En ella utiliza la forma de argumentación dialéctica típica del escolasticismo. La
estructura de la Suma es tan racional, tan lógica y tan clara como la estructura del
otro gran logro del siglo XIII: la catedral gótica. Como dice Henry Adams: “El método
era el mismo para ambas, y el resultado fue un arte marcado por una unidad
singular, que permaneció y sirvió a su propósito hasta que el ser humano cambió su
actitud hacia el universo. La suma de Santo Tomás fue la más expresiva que el ser
humano haya hecho, y las grandes catedrales góticas fueron su expresión más
completa.”
Ideas. Tomás de Aquino fue el hombre que realmente intentó fundir el sistema
filosófico de Aristóteles y la teología cristiana en un todo armonioso. Mirando hacia
atrás al escenario medieval a lo largo de los siglos que han pasado desde que Tomás
vivió y escribió, uno tiende a olvidarse que él fue un innovador y que para sus
contemporáneos él era un pensador avanzado. Sin embargo, el hecho es que al
prestar su apoyo pleno, si bien no acrítico, a la filosofía aristotélica, cuyo espectro
sólo recientemente había llegado a ser conocido, Aquino no sólo enriqueció
inmensamente el pensamiento cristiano sino que dio también un paso atrevido. Sea
lo que fuere que se piense de algunos aristotélicos cristianos posteriores, la
simplificación de cualquier acusación de “oscurantismo” contra Aquino resultaría
en una interpretación totalmente equivocada de la situación en la primera mitad
del siglo XIII. Por otra parte, Aquino no abrazó simplemente el aristotelismo en
razón de que era novedoso, sino que lo abrazó porque pensaba que en lo básico era
verdad, si bien ciertamente no lo consideró infalible.
Entre las ideas más importantes de Tomás de Aquino, cabe destacar las
siguientes. En cuanto a la fe y la razón, Aquino intentó su reconciliación. Siempre
puso a la fe por sobre la razón, pero esto no significa que haya desvalorizado a la
razón. Su fe y su filosofía se desarrollaron en un todo orgánico debido a que ambas
surgen de la misma fuente divina. Tomás daba gran alcance a la razón sosteniendo
que aun sin la revelación divina los hombres podían llegar a creer en Dios. Para él,
la razón humana, entendida de manera aristotélica como procediendo a partir de
la percepción sensorial, podía captar algunas de las verdades que eran conocidas
por la revelación divina (como la existencia de Dios), y más aún, no contradirían a
esas verdades reveladas a las que no puede captar. Así, pues, según él, el propósito

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
de la investigación teológica era ofrecer un conocimiento de Dios y del origen y
destino humanos. Tal conocimiento venía parcialmente por la razón (teología
natural), pero esto era inadecuado o no suficiente. Este conocimiento debía ser
aumentado por los dones sobrenaturales de Dios (dones de Gracia), que se
agregaban a la naturaleza de tal manera que no la destruían, sino que más bien la
llevaban a la perfección. Dado que Dios era el autor tanto de la fe como de la ley
natural, la luz de la fe no destruía la luz natural del conocimiento que era innato en
el ser humano. La fe es un tipo de conocimiento. Ella le da asentimiento a la verdad
revelada porque ésta ha sido hablada por Dios, pero requiere de la acción
determinativa de la voluntad. Por lo tanto no puede haber conflicto entre filosofía
y teología, porque ambos son de Dios.
De allí que, las creencias cristianas no son irracionales, pero la base de nuestras
creencias no es la razón sino la revelación a través de las Escrituras y los Padres, que
son aceptados por fe, que es un acto, no del intelecto sino de la voluntad y por lo
tanto una decisión moral. Tomás creía que había dos órdenes de verdad: en un
nivel, la razón podía demostrar proposiciones tales como la existencia de Dios; en
un nivel superior, algunas cosas tales como la naturaleza de la Trinidad debían ser
aceptadas por fe.
Además, Tomás enfatizó el aristotelismo aun más que Alberto Magno. No sólo
que lo entendió, sino que lo admiró y lo colocó en toda su obra. Tomás basó su
escolasticismo sobre el concepto del universo como una gran cadena de ser. Dios
omnisciente y omnipotente había dado su ser a todas las cosas; cada parte de la
creación tenía su lugar en un orden que iba desde la materia inanimada hasta Dios.
El ser humano ocupaba un lugar intermedio entre lo material y lo espiritual. La
razón le daba a los seres humanos el poder de comprender algunas cosas.
Frederick C. Copleston: “La adopción del aristotelismo por un hombre como
Tomás de Aquino en el siglo XIII involucró, por supuesto, el replanteo crítico
de la filosofía de Aristóteles de tal manera que resultó una síntesis obligada
de teología y filosofía. El siglo XIII fue, realmente, notable por la producción
de tal síntesis. La metafísica, particularmente lo que se conoce generalmente
como ‘teología natural’, constituyó, realmente, el punto de encuentro de
estas dos ciencias.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Teología. En cuanto a Dios, él es la causa primera y actividad pura. Él es también
la más real y perfecta de las existencias. Dios no necesita de nada, y por lo tanto la
creación del mundo es una expresión del amor divino que él concede sobre sus
criaturas. El pecado hace que sea imposible para el ser humano agradar a Dios. La
restauración del ser humano es posible sólo a través de la gracia de Dios libre e
inmerecida por la cual es cambiada la naturaleza del ser humano, sus pecados son
perdonados y se le infunde el poder para practicar las tres virtudes cristianas (fe,
esperanza y amor).
En cuanto a la doctrina de la expiación, Tomás combinó el concepto de Anselmo
con el de Abelardo. Según él, Cristo hizo satisfacción por los pecados de los seres
humanos, y esto es lo que mueve a los hombres a amarle. La obra de Cristo fue el
método más sabio y el más eficiente para perdonar los pecados del ser humano. La
Iglesia es una, dondequiera que esté representada, en los cielos, sobre la tierra o
en el purgatorio. Cuando un miembro de la Iglesia sufre, todos sufren; cuando uno
está bien, todos comparten en su buena obra.
_ Las universidades
Origen. Fueron las ciudades las que dieron nacimiento a las universidades, y esto
después de las Cruzadas, cuando un mejor conocimiento de las civilizaciones
bizantina y musulmana provocó en Europa occidental un gran interés por aumentar
los conocimientos. Antes de la aparición de las universidades, el conocimiento había
sido fomentado y controlado por la Iglesia. En el siglo XI, los centros de enseñanza
existentes en Europa occidental eran las escuelas organizadas por el clero, que
funcionaban anexas a una iglesia o a un monasterio. El principal objetivo de ellas
era la preparación religiosa. Pero estas escuelas no podían satisfacer el ansia
creciente de conocimiento.
Al principio, el nombre del nuevo sistema no fue “universidad,” sino studium
generale (estudios generales), no porque se estudiara de todo, sino porque los
estudios estaban abiertos a todos. La agrupación de estudios surgió generalmente
por la iniciativa de algún obispo, pero en la segunda mitad del siglo XIII se restringió
la libertad de creación de estos centros de estudios generales y sólo el Papa o los
reyes estaban autorizados a reconocerlos como tales, concederles privilegios y
darles oficialmente el carácter de “universidad” (del latín universitas, agrupación o
conjunto de todos, corporación). El término universitas denotaba, en la Edad

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Media, el cuerpo de profesores y estudiantes enseñando y estudiando en una
ciudad determinada. La autorización papal o real las constituía formalmente en una
corporación educativa, con estatutos y privilegios definidos.
En este sistema, los profesores o maestros y estudiantes estaban asociados en
gremios (guildas) para defender sus derechos y dependían del obispo o del rey,
quien los autorizaba o no a enseñar. Con el tiempo, los maestros de estudios más
avanzados demandaron mayor libertad y apelaron al Papa, quien los colocó bajo su
protección. De esta manera, comenzó a desarrollarse una nueva institución, libre
del control de la ciudad y de sus autoridades eclesiásticas. Esta independencia fue
aceptada como un derecho de las universidades, y la mayoría fue fundada por
decretos papales.
Ludwig Hertling: “Las primeras universidades propiamente dichas surgieron
hacia fines del siglo XII, no como transformación de las escuelas catedralicias
o clausurales, sino por la libre asociación de maestros y discípulos. Tales
asociaciones recibieron luego extensos privilegios de los príncipes, y sobre
todo del papa, entre ellos jurisdicción propia y también beneficios
eclesiásticos. Los primeros ‘Estudios generales’, que tal era su nombre
primitivo, aparecieron en París, Bolonia, Oxford. Las universidades
posteriores fueron por lo común fundaciones de reyes y señores, pero
siempre con privilegio papal. Entre las más antiguas de esta clase figuran
Nápoles, fundada en 1224 por Federico II, Tolosa en 1229 por Gregorio IX,
Roma en 1244 por Inocencio IV, y en España, Palencia, fundada en 1212 y
Salamanca, fundada en 1243.”
Posiblemente la universidad más antigua fue la de Salerno (Italia), cuyos
comienzos se fijan a principios del siglo XI. Rápidamente le siguieron muchas otras:
Bolonia (fines del siglo XI), Parma (1100), París (1120), Oxford (1130), Montpelier
(1130), Cambridge (1209), Padua (1222), Nápoles (1224), Salamanca (1230),
Valladolid (1346), Praga (1347), Colonia (1388), y otras más en numerosas ciudades.
En el campo de la teología y la filosofía especulativa París era sin dudas la
universidad más importante del siglo XIII. La política de la Santa Sede,
especialmente de los papas Inocencio III, quien sancionó los estatutos a través de
su legado, y Gregorio IX, era la de promover el servicio a la religión y a la Iglesia
mediante la conciliación de la filosofía con la teología. En otras palabras, París era
considerada como la campeona y baluarte intelectual de la verdad cristiana. En
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cuanto a Bologna, la universidad de esta ciudad fue también de gran importancia;
pero más bien en el campo de la ley eclesiástica y civil, que en el de la teología
dogmática o de la filosofía. Fue en París que, antes que cualquier otro lugar, el
contacto entre la teología cristiana y la filosofía griega e islámica llevó a resultados
importantes. En Oxford los teólogos-filósofos eran marcadamente conservadores
en espíritu, ligados fuertemente a la tradición agustiniana, si bien este
conservatismo estaba combinado con otra característica, propia del Oxford del
período, es decir, el cultivo de las matemáticas y la ciencia según fue transmitida
por los árabes.
Estructura. Los estudios universitarios estaban divididos en cuatro facultades:
teología, leyes, medicina y artes. La mayoría de los estudiantes eran clérigos
mayores de trece años, que durante siete años estudiaban el Trivium (del latín, tres
caminos), que consistía en gramática, lógica (dialéctica) y retórica; y, el Quadrivium
(del latín, cuatro caminos), que consistía en música, aritmética, geometría y
astronomía. Al terminar el curso en las siete artes liberales, donde estudiaba la
mayoría, se obtenía el título de Bachiller en Artes. Luego comenzaban los estudios
superiores en cualquiera de las otras facultades (teología, leyes o medicina), que
duraban unos siete años más y que terminaban con el título de Magíster (maestro),
título que le daba al graduando el derecho a enseñar. Teología no era un curso que
seguía todo el clero, sino sólo los más capaces. El grado de preparación de la
mayoría de los sacerdotes era muy pobre. Contaban con algo de latín aprendido en
la escuela de gramática y en la catedral, algo de Trivium y Quadrivium, más un poco
de exposición bíblica y preparación práctica, que impartía el obispo o algún otro
maestro. El idioma universitario era el latín, lo que facilitó el intercambio cultural,
pues en todas partes de Europa se enseñaba en forma semejante, usando la misma
lengua.
Influencia. El método de enseñanza era escolástico y consistía en la lectura de
textos realizada por el maestro y ampliada con sus comentarios personales. Los
estudiantes tomaban nota de lo que el maestro leía o comentaba, y participaban de
los debates que seguían. No había muchos libros y los estudiantes eran pobres y
pendencieros. No obstante, fue en las universidades medievales donde se
desarrolló la escolástica y donde la teología y la filosofía tuvieron su mejor hora. Los
conocimientos científicos fueron muy escasos, debido al interés absorbente por la
teología y la filosofía. Además, todo conocimiento se fundaba en textos ya escritos,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
dejando de lado toda observación o experimentación propias, y por cierto, todo
tipo de aproximación crítica.
_ La mística
Junto con el desarrollo del escolasticismo y las universidades se dio en la alta
Edad Media un reavivamiento de la mística cristiana. Mientras los escolásticos se
esforzaban por llegar al conocimiento de las verdades reveladas mediante el
raciocinio, los místicos preferían sumergirse en las verdades reveladas por medio
de la contemplación interior, para exponer después los resultados de su experiencia
de un modo más formal. En un sentido, la escolástica y la mística parten de un
mismo principio. Se distinguen únicamente por la manera como cada una busca las
verdades religiosas. La escolástica, como vimos, lo hace por medio de la dialéctica,
mientras que la mística por medio de la contemplación. La escolástica discute; la
mística intuye.
Muchos místicos destacados, como Bernardo de Clairvaux, escribieron
comentarios sobre el Cantar de los Cantares, al que le dieron una interpretación de
carácter alegórico, y escribieron poemas e himnos de profundo contenido
espiritual. Tomás de Aquino no sólo fue el teólogo más destacado del período, sino
un gran místico. Sus obras místicas, como Punge lengua y Lauda, Sion presentan a
un Aquino que estaba enamorado de Jesús. Se dice que sus sermones movían a los
oyentes al llanto. En su comentario sobre los Salmos (por ejemplo, Salmos 32 y 46),
Tomás sugiere que el jubileo o regocijo místico es la manera correcta y más
profunda de alabar al Señor, porque nos permite expresarnos aun cuando las
palabras racionales no alcancen o el lenguaje conceptual no sea suficiente.
Buenaventura, otro teólogo medieval destacado, supo combinar el rigor de un
teólogo competente con el amor simple de un místico. El jubileo (que incluye el
alabar al Señor en lenguas) jugó un papel importante en su teología del misticismo.
Según él, el jubileo o regocijo exaltado es particularmente fuerte justo antes de la
unión con Dios. En su obra Camino triple, una de sus obras más importantes sobre
misticismo, Buenaventura señala dos pasos en este proceso. Primero, el alma es
limpiada a través del dolor, las lágrimas y el arrepentimiento. Luego viene el
perfeccionamiento del alma a través de la alabanza, la acción de gracias y el jubileo.
Juan Gerson (1362–1428) fue uno de los más grandes eruditos de la Edad Media.
Como rector de la Universidad de París hizo importantes contribuciones a la

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
educación superior. Fue también un predicador muy popular y un defensor de la
teoría conciliar para la renovación de la Iglesia. En sus obras, Gersón describe una
forma particularmente exuberante de regocijo, que él pone en contraste con el
ruido descontrolado de las calles y los teatros. Según él, el jubileo cristiano resulta
de una experiencia profunda del gozo del Señor y puede ocurrir durante el éxtasis
místico. Para él, este regocijo es un gozo puro del corazón que se manifiesta en el
cuerpo a través de la canción y gestos corporales espontáneos.
Juan Gerson: “La hilaridad de la persona devota … es una cierta dulzura
maravillosa e inexplicable que toma control de la mente … de modo que
ahora ella ya no se controla. Ocurre una especie de espasmo, éxtasis o
partida.… La mente brota, salta o danza por medio de los gestos del cuerpo,
que son graciosos, y luego se regocija en una manera imposible de expresar.…
La alabanza es placentera, la alabanza es agradable, en razón de que la pureza
del corazón canta junto con la voz.”

LOS PAPAS EN EL PODER


Con la coronación de Carlomagno por el Papa León III (800) nació el Sacro
Imperio Romano-Germánico. Con esto se restauró el Imperio Romano occidental
destruido desde el año 476 por los bárbaros germanos, pero con un sentido
enteramente cristiano. La corona imperial no aumentó en nada el poder real o
territorial de Carlomagno, pero ante la cristiandad entera le confirió una autoridad
moral, y sobre todo, una dignidad político-sacral. Bajo el Sacro Imperio Romano-
Germánico quedaron unificados todos los cristianos de la Europa occidental.
José Luis Romero: “Durante el transcurso de la alta Edad Media, y a medida
que se acentuaba el regionalismo feudal, la autoridad de los papas romanos
creció y se afirmó decididamente. En una Europa que guardaba
fervorosamente el recuerdo del Imperio Romano y que, sin embargo, se
resistía a congregarse en uno nuevo—pues el Santo Imperio Romano-
Germánico no extendía su influencia fuera de Alemania e Italia—, el papado
representaba un vínculo espiritual que satisfacía la concepción universalista
predominante sin imponer una relación de dependencia política.”
La unificación de todos los cristianos en un gran Imperio correspondía a la idea
agustiniana de la Ciudad de Dios. Agustín presentaba al reino de Cristo como algo

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que ya existía en este mundo dondequiera que la Iglesia compartiera el poder con
el Estado. Según esta idea, el Papa, como cabeza de la cristiandad, y el Emperador
como cabeza suprema temporal, tenían que trabajar en unión estrecha para el
doble fin de la humanidad: el trascendente o eterno y el inmanente a este mundo.
Éste fue el fundamento ideológico del concepto de cristiandad. “Cristiandad”
designa, en sentido lato, al conjunto de los fieles cristianos, al mundo cristiano; en
sentido estricto, se refiere al control de la Iglesia sobre el aparato estatal, con el
sueño de reunir el poder espiritual y terrenal en un reino duradero, una especie de
civilización cristiana, bajo el control de la Iglesia. El emperador tenía el derecho y el
deber de proteger a la Iglesia y colaborar con la difusión del evangelio, mientras
que la Iglesia bendecía al emperador y legitimaba su poder político.
_ Los Papas posteriores a Carlomagno
Los cristianos occidentales de la Edad Media no tenían dudas en que el obispo
de Roma tenía un lugar central en el reino de Cristo. Pensaban de él como “vicario,”
es decir, el representante de Pedro, que en el Nuevo Testamento es el primero de
los apóstoles (Mt. 10:2) y es la roca sobre la que se edifica la iglesia (Mt. 16:18). El
obispo de Roma era único en muchos aspectos y la leyenda ayudó a incrementar su
prestigio y fundamentar sus pretensiones. Documentos falsos como la Donación de
Constantino y las Decretales Pseudo-isidorianas sirvieron a este propósito.
El Papa había actuado de manera independiente durante mucho tiempo como
el único gobernante de Roma y sus territorios vecinos. En 753 fue a París a coronar
a Pipino el Breve como si el reino franco fuese suyo. El Papa era el único poder
“unificador” en una Europa atomizada por los diversos reinos germánicos. Su
autoridad recordaba la unidad bajo el Imperio Romano y garantizaba la continuidad
de los viejos tiempos. Sin embargo, fue la personalidad, ingenio, persistencia y
convicción de ciertos papas lo que paulatinamente fue haciendo realidad tales
pretensiones hegemónicas.
Algunos papas del siglo IX. Gregorio IV (827–844) fue invitado por Lotario a
Alemania para hacer de intermediario entre Ludovico Pío (sucesor de Carlomagno)
y sus hijos rebeldes. Pero no consiguió nada por su postura a favor de Lotario, uno
de ellos. Sergio II (844–847) vio a los sarracenos llegar hasta Roma y saquear las
basílicas de San Pedro y de San Pablo. Para evitar estos asaltos, León IV (847–855)
hizo rodear de murallas el Vaticano, mientras que Benedicto III (855–858) tuvo que

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
luchar por mantener su posición con un candidato imperial. Fue en estos años que
apareció un Papa (que aparentemente gobernó dos años entre León IV y Benedicto
III), y que resultó ser una mujer, la papisa Juana. Se dice que el engaño se descubrió
cuando la mujer dio a luz durante una procesión.
Nicolás I (858–867). Nicolás I fue el Papa más importante de todo el primer
período medieval. Nicolás aceptó como auténticos los documentos que apoyaban
su poder y actuó convencido de lo que decían. Él estableció un nuevo concepto de
la dignidad y poder del papado. Según él, el Papa, que era la cabeza de la Iglesia,
pasaba a ser la cabeza de la cristiandad, es decir, su gobierno se extendía sobre
todas las tierras donde la Iglesia ejercía su ministerio y poder. En consecuencia,
tenía un rango igual o mayor que el del emperador y actuaba independiente de él.
En 843, por el Tratado de Verdún, el imperio de Carlomagno había sido dividido por
sus sucesores en tres partes: Francia (Carlos), Alemania (Luis), y Este de Francia y
Norte de Italia (Lotario). Nicolás no tuvo que enfrentar a un solo emperador, sino a
tres reyes que competían entre sí. Por eso, fue famoso por su dominio de los
emperadores y los reyes. En 863 le ordenó a Lotario II que retomara a su esposa, a
la que había repudiado por otra mujer, y declaró su matrimonio indisoluble.
Además, excomulgó a los prelados que habían autorizado la separación y depuso a
los arzobispos que se opusieron a su medida. Lotario II intentó atacarlo en Roma,
pero el emperador Luis II se reconcilió con él y Lotario tuvo que despedir a su
amante y recibir a su esposa.
Nicolás pensaba del Papa como el único líder de la Iglesia Católica. Él sostenía el
derecho de los obispos de pasar por arriba de los metropolitanos y apelar a Roma.
Pero también aplicó una fuerte disciplina a los obispos y arzobispos que lo resistían,
incluso usando la excomunión. Con esto, Nicolás pretendía que el Papa era el juez
supremo y que la ley de la Iglesia no era válida excepto cuando estaba aprobada
por el Papa, quien era el representante personal (vicario) de Cristo. De igual modo,
se atribuyó el derecho de censurar los escritos sobre la fe y la doctrina, y estableció
el precedente de que la Iglesia Romana tenía el poder para confirmar concilios. Los
decretos conciliares eran nulos si no estaban refrendados por el Papa. Los sínodos
no eran otra cosa que instrumentos para expresar la voluntad papal. En todas estas
cuestiones, Nicolás hizo uso de las Decretales pseudo-isidorianas para fundamentar
sus pretensiones.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Nicolás I es recordado también por su desavenencia con el patriarca Focio, que
terminó en un primer cisma con la Iglesia Bizantina. Focio, que era un laico erudito,
gobernó como patriarca durante dos períodos (857–867 y 878–886). En 863, Nicolás
I depuso a Focio y reconoció a Ignacio (que había sido depuesto en 857 por el
emperador bizantino) como el legítimo patriarca. Focio respondió acusando a la
Iglesia Romana de herejía por incluir la cláusula filioque en el Credo Niceno-
Constantinopolitano y por la práctica de ayunar el día sábado en lugar del día
domingo. Para complicar más las cosas, en estos años había una disputa entre Este
y Oeste por el control eclesiástico de Bulgaria.
_ Los Papas desde fines del siglo IX a principios del siglo XI
La falta de un emperador todopoderoso le dio la oportunidad a un Papa fuerte
como Nicolás I de demostrar lo que un Papa, como cabeza de la cristiandad, podía
hacer. Pero un siglo más tarde, la falta de un gobierno efectivo en Roma, el
desorden y los problemas sucesorios llevaron al papado al desastre. El problema
mayor fue que el papado pasó a ser la propiedad privada de algunas familias
romanas.
El siglo de hierro de la Iglesia (siglo X). El siglo X es conocido como “el siglo de
hierro de la Iglesia” en razón de su barbarie y esterilidad espiritual. Fue un tiempo
de profunda crisis moral y espiritual tanto dentro como fuera de la Iglesia. Fue un
tiempo oscuro, plagado de escándalos papales y pérdida de todo sentido de
integridad. Los papas entraban y salían de su trono con violencia, y la mayoría no
logró ostentar el poder más que por unos días o meses. Con el papa Sergio III (904–
911) comenzó un tiempo de anarquía, en el cual los papas pasaron a ser títeres de
la poderosa familia de Teofilacto. Éste era tesorero de la Iglesia Romana, jefe del
ejército y senador. A su lado estaba Teodora, mujer ambiciosa y poco escrupulosa
en materia de honestidad. Una hija de este matrimonio, Marozia, terminó
quedando dueña absoluta del poder en Roma y nombró Papa a su propio hijo, Juan
XI (931–935), a quien había engendrado con el papa Sergio III.
Años más tarde llegó al trono papal Juan XII (955–964), nieto de Marozia, cuando
contaba con sólo dieciocho años. El nivel de corrupción que el papado alcanzó con
él es difícil de describir. Ya antes de llegar a ser Papa, había hecho un pacto con el
diablo durante una orgía. Su conducta pública y privada fue simplemente
escandalosa. Su gobierno infame de la Iglesia llegó a su fin con el advenimiento de

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Otón I (936–973) de la dinastía de Sajonia al trono imperial en 962. Otón lo
destituyó y colocó a León VIII en su lugar. Cuatro meses más tarde, Juan convocó
un sínodo en Roma, excomulgó a Otón y poco después murió, terminando así este
período de pornocracia.
No obstante, al morir Otón I (973) se sucedieron los desórdenes en Roma. Al
frente de la nobleza apareció una nueva familia, los Crescencios, que se adueñarían
de la ciudad por unos cuarenta años más. Otón II (973–983) no pudo dominar la
situación romana y finalmente murió joven dejando el papado de nuevo en manos
de la nobleza local. Su hijo, Otón III (983–1002) se presentó en Roma en 996,
llamado por el papa Juan XV, quien reconoció su supremacía. A la muerte de Juan
XV, los romanos pusieron en sus manos la elección del nuevo Papa, que resultó ser
Gregorio V (996–999), el primer alemán en el trono papal. Al morir éste, eligió a
Silvestre II (999–1003), el primer francés en llegar al pontificado. El ideal de Otón III
era la renovación del Imperio Romano, concebido como un gran reino cristiano, una
federación de naciones independientes, con igualdad de derechos y con capital en
Roma. Pero los sueños imperiales de Otón III acabaron trágicamente. Una rebelión
de los romanos, que no veían con buenos ojos la continua presencia el emperador
en Roma, lo obligó a huir junto con el papa Silvestre II. Al morir poco después Otón
III y Silvestre II, el papado cayó de nuevo en manos de la nobleza romana.
Las primeras décadas del siglo XI. Hacia el año 1000 se produjeron
levantamientos populares en contra del sistema feudal y el papado, al que acusaban
de ser propiedad de una familia noble de Roma, los Túsculo. El peor de todos los
papas designados por esta familia fue Benedicto IX (1032–1044), un adolescente
degenerado (dieciocho años), que fue depuesto por el pueblo en el año 1044. En su
lugar los romanos nombraron a Silvestre III (1045), pero pocas semanas más tarde
fue depuesto por Benedicto IX, que vendió el trono recuperado al mejor postor. El
comprador fue Gregorio VI, su padrino y presbítero romano, que pagó cien talentos
de plata, y que tenía intenciones de reformar el papado. Benedicto cambió de
parecer y no quiso abandonar lo que había vendido y esto significó que en un
momento en Roma había tres papas: Benedicto IX, Silvestre III y Gregorio VI.
El pueblo romano no soportó la situación y apeló al emperador Enrique III (1039–
1056), quien depuso a los tres y nombró a su primo León IX. Silvestre III fue
encerrado en un monasterio, y Gregorio VI fue desterrado a Colonia, a donde lo

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
acompañó Hildebrando, el futuro papa Gregorio VII, hasta el día de su muerte. Más
tarde, León IX invitó a Hildebrando a que se le uniera en sus planes de reforma.
Jeffrey Burton Russell: “Su intervención más recordada [de Enrique III] fue
en el llamado sínodo de Sutri (1046), en el cual tres personas distintas
reclamaban haber sido elegidas legítimamente como papas. Había
acusaciones mutuas entre ellos de haber accedido al papado mediante
regalos y dinero. Enrique III indujo a los tres reclamantes a deponer sus
pretensiones e hizo elegir como Papa a un obispo alemán [Clemente II (1046–
1047)]; cuando éste y su sucesor murieron, promovió la ascensión al papado
del obispo Bruno de Toul, quien tomó el nombre papal de León IX (1048–
1054).”
_ Los grandes Papas reformadores del siglo XI
León IX (1049–1054). La primera acción de León IX fue rehusarse a entrar en
Roma con gran pompa, como correspondía a un Papa. Lo hizo descalzo y vestido
como un peregrino. En cinco años sólo estuvo en Roma seis meses; viajó
incansablemente revigorizando la Iglesia, mejorando su disciplina y animando a
arzobispos y obispos a cumplir su ministerio. León estaba imbuido del ideal de
reforma de la Iglesia.
León estaba formado en el espíritu de los monjes Cluny y planeó un programa
de reforma de la Iglesia en tres direcciones. Primero, se propuso la reforma de la
Iglesia para librarla de la corrupción que imperaba. Luchó contra la simonía y el
nicolaísmo (una herejía del siglo I). Segundo, llevó a cabo campañas militares contra
los normandos y los musulmanes, si bien en esto no le fue bien. En 1053 dirigió
personalmente una campaña militar contra los normandos del sur de Italia, pero
cayó prisionero. Esto fue un antecedente de las Cruzadas, de la idea del soldado
cristiano y de la Iglesia tomando la iniciativa de la guerra. Y, tercero, durante su
papado el rompimiento entre Roma y Constantinopla fue total. La política de León
en el sur de Italia (que pertenecía a Oriente) ayudó a esto, ya que León celebró
sínodos y depuso a algunos obispos. Así, la lucha por el poder y nuevas disputas
teológicas terminaron en el cisma definitivo en 1054, que ocurrió unos meses
después de su muerte. Los representantes del Papa excomulgaron al patriarca
Miguel Cerulario en Santa Sofía.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Nicolás II (1058–1061). Su pontificado es recordado por el decreto relativo a la
elección del Papa. Para liberar definitivamente las elecciones papales de las
injerencias de los nobles y de la corte imperial, reunió un sínodo en Roma en 1059,
que promulgó un nuevo reglamento para elegir al Papa y liberó al papado de su
relación política con la ciudad de Roma y sus desórdenes. Esto significó que en
adelante el Papa no sería elegido por el pueblo de Roma, sino por un colegio de
cardenales. El Papa no tenía que ser necesariamente romano ni venir a Roma a fin
de ser coronado para ejercer su autoridad.
Nicolás II - Decreto sobre la elección papal (1059): “Nosotros decretamos y
decidimos que a la muerte del pontífice de esta iglesia romana universal, los
cardenales obispos, determinen todas las cosas con el mayor cuidado,
adscriban enseguida a los cardenales-presbíteros, y que el resto del clero y el
pueblo dé su asentimiento a la nueva elección, de suerte que, en prevención
de que el veneno de la venalidad se deslice bajo un pretexto u otro, sean los
hombres religiosos los primeros que promuevan la elección del pontífice y
que otros la sigan.… Que escojan al elegido del seno de la iglesia romana
misma si se encuentra una persona capaz, y si no que la busquen en otra
iglesia.”
Este mismo sínodo prohibió la investidura de laicos, es decir, la ordenación de
un abad u obispo por el gobierno secular. Este decreto indignó a la corte imperial,
y para prevenir las posibles represalias de los alemanes, Nicolás II buscó el apoyo
de los normandos del sur de Italia. En 1059 se firmó también un tratado por el cual
los normandos pagaban tributo a la Santa Sede y defendían a la Iglesia contra todo
ataque de sus enemigos.
Gregorio VII (1073–1085). En el año 1073, Hildebrando, que durante veinticinco
años había estado junto al trono papal fue coronado, no conforme a las reglas de
1059, sino por aclamación popular con la aprobación de los cardenales.
Hildebrando adoptó el nombre de Gregorio VII, y fue el más grande de todos los
papas medievales. Fue uno de los papas reformadores más radicales: sus legados
recorrieron toda Europa corrigiendo y castigando abusos. Su programa de reforma
comprendía dos cuestiones esenciales: la lucha contra la simonía y el nicolaísmo, y
la lucha contra la investidura laical. Según él, no había dos poderes en los planes de
Dios (el temporal y el espiritual), sino sólo uno: el poder espiritual. Por eso, los
príncipes debían besar sus pies.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Norman E. Cantor: “Continuando en la veta agustiniana, Gregorio concluyó
que el único poder legítimo en el mundo residía en el sacerdocio,
particularmente en el obispo de Roma como el vicario de Cristo sobre la
tierra. Sólo aquellos que se sometían a esta autoridad divinamente
constituida podían esperar ser incluidos en la ciudad celestial. Enfatizando
fuertemente el concepto de libertad paulino-agustiniano, él afirmaba con
denuedo que la libertad del cristiano consistía en la sujeción de su voluntad
egoísta a los fines divinos que el papado perseguía en el mundo. Sólo un
orden mundial en el que se concretaban estas doctrinas podía ser llamado
justo y correcto.”
Las metas de Gregorio. Las metas principales de Gregorio fueron varias y muy
importantes. Primero, eliminar la oposición al papado dentro de la Iglesia. Segundo,
liberar a Roma de la influencia secular en el nombramiento de papas y oficiales
eclesiásticos. Y, tercero, conseguir el apoyo de los poderes seculares para lograr los
ideales papales de dominación.
Los medios de Gregorio. Para alcanzar estas metas, Gregorio utilizó diversos
instrumentos, entre ellos los siguientes. Por un lado, la excomunión, que significaba
la suspensión de los sacramentos y por lo tanto la condenación eterna y también
temporal, ya que el excomulgado era marginado. Si el excomulgado era un rey, sus
súbditos no estaban obligados a obedecerlo y cualquier católico fiel podía
adueñarse de sus propiedades. Por otro lado, el interdicto, que era la excomunión
de toda una comunidad, incluso de todo un país. Las iglesias se cerraban y no se
administraban los sacramentos, excepto el bautismo y la extrema unción. Y,
finalmente, el bando, que declaraba fuera de la ley a quien era puesto bajo el
mismo. La persona así condenada carecía de toda protección legal y el poder secular
podía disponer incluso de su vida.
El poder de Gregorio. Utilizando estos instrumentos con bastante elasticidad y
fuerza, apelando a documentos falsos e invocando la autoridad de Pedro, Gregorio
VII fue ganando cada vez más poder e influencia sobre los poderes seculares. En
1075 publicó un resumen de los privilegios de la Santa Sede, donde expuso su
concepción sobre el poder pontificio en relación al poder de los reyes y
emperadores. En la proposición doce se proclamaba el poder del Papa para deponer
a los reyes, y en la veintisiete el poder de librar a los súbditos del juramento de
fidelidad respecto a sus soberanos.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Las reformas de Gregorio. Entre las reformas más importantes de Gregorio,
mencionamos especialmente dos. Por un lado, se les negó a los reyes y príncipes el
derecho de nombrar obispos y Papas. Por otro lado, se proclamó el celibato del
clero, medida que resultó en un alivio económico para Roma, en el aumento de la
diferencia entre clérigo y laico, en una mayor movilidad y disponibilidad del clero,
en la eliminación del nepotismo, y en el enriquecimiento de la Iglesia, que era la
única heredera de las posesiones de los obispos cuando éstos morían.
Los problemas de Gregorio. El choque con el poder temporal fue el problema
más serio que confrontó Gregorio. Éste se produjo en ocasión de la controversia de
las investiduras, cuando Enrique IV, rey de Alemania, que pretendía ser coronado
emperador del Sacro Imperio por el Papa, nombró por su cuenta al arzobispo de
Milán. Gregorio VII le escribió una carta reprendiéndolo y aquél le respondió
convocando un sínodo (1076), que depuso a Gregorio como Papa. Enrique envió a
Roma el documento de deposición con una carta dirigida a “Hildebrando, ya no
Papa, sino monje falso.” El Papa excomulgó y depuso a Enrique IV, absolviendo al
pueblo de su juramento de fidelidad. Gregorio no tenía un ejército para hacerle
frente, pero Enrique contaba con fuerzas que fácilmente se podían dividir, porque
el poder real todavía no era lo suficientemente fuerte. Así, Enrique se dio cuenta de
que se quedaba sin el respaldo de los sajones y de los príncipes alemanes, y que
debía actuar sin demora haciendo las paces con el Papa a cualquier costo.
Gregorio viajaba de Roma a Alemania, para asistir a una dieta que decidiría esta
cuestión, y se detuvo en Canosa (1077), en el castillo de la condesa Matilde de
Toscana. Enrique con su esposa e hijo en pleno invierno cruzó los Alpes para verlo
y estuvo parado descalzo en la nieve durante tres días en la puerta del palacio
esperando que el Papa lo recibiera. Finalmente, se le levantó la excomunión y
prometió obediencia y fue restaurado al seno de la Iglesia.
Gregorio VII: “Sin ninguna muestra de hostilidad o insolencia, llegó al pueblo
con una comitiva pequeña. Durante tres días estuvo de pie en miseria delante
del pórtico del castillo, habiéndose quitado su capa real, descalzo, vestido
sólo con ropas de lana. Con muchas lágrimas imploró la ayuda y consolación
de nuestra piedad apostólica.… Finalmente, movidos por la urgencia de su
dolor, y las oraciones de todos los presentes, soltamos el yugo de su
excomunión, y lo recibimos en el seno de la santa madre Iglesia.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Este acto de humillación fortaleció la imagen del rey ante sus súbditos y éste,
lejos de claudicar en sus pretensiones, declaró la guerra al Papa, a quien finalmente
derrotó (1083) enviándolo al exilio, donde murió. Enrique coronó a un nuevo Papa
(Clemente III) y éste lo coronó emperador (1084). Estas luchas en torno al problema
de la investidura y el trono papal no terminaron hasta comienzos del siglo XII,
cuando se hizo un arreglo: la Iglesia nombraría a los obispos, pero con la aprobación
del emperador.
_ Los Papas de los siglos XII y XIII
Alejandro III (1159–1181). Comenzó su reinado con dificultades, especialmente
con Federico Barbarroja (1152–1190) el rey alemán, pero pudo continuar la obra
reformadora de Gregorio VII. Entre sus contribuciones cabe mencionar que fue él
quien citó el Tercer Concilio de Letrán, que se reunió en 1179. Este concilio decretó:
(1) sólo los cardenales podían nombrar al Papa; (2) los cristianos que morían
peleando contra la herejía recibían el perdón de todos sus pecados; (3) las
autoridades seculares no debían interferir en los asuntos de la Iglesia; y, (4) la
canonización de los santos debía ser aprobada por Roma.
En relación con lo último, Alejandro III convirtió en monopolio papal toda la
cuestión de la canonización de los santos. Con las Cruzadas, el comercio de las
reliquias y su veneración fue creciendo hasta llegar a ser un verdadero furor. Las
iglesias y los particulares competían entre sí en cuanto a quién poseía las reliquias
más valiosas y milagrosas. Esto había dado un fuerte impulso al culto de los santos,
que llegó a tener cierto peso político. De allí la decisión del Papa de poner control
sobre el mismo.
Inocencio III (1198–1216). A fines del siglo XII llegó al trono de Roma otro de los
grandes papas: Inocencio III, el Papa de los grandes logros y de las glorias mayores
durante la Edad Media. Sus contemporáneos lo llamaron “estupor del mundo.”
Tomó el título usado por Gregorio de “Vicario de Pedro” y lo transformó en “Vicario
de Cristo.” Sus pretensiones de poder fueron menos radicales que las de Gregorio,
en parte porque era más estadista y menos batallador, y en parte porque no había
muchos opositores. Su gobierno llevó al máximo el poder papal, que alcanzó la
cúspide del poderío terrenal. Llegó a ser el mayor poder de Europa y manejó la
política internacional a su antojo, coronando y deponiendo reyes, excomulgando
individuos y naciones, y otorgando favores y reinos a quienes le rendían homenaje.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Inocencio III colocó al papado en el centro de los movimientos mundiales. Al
igual que Nicolás I, consideraba que “el mundo es una ecclesia,” de modo que
consideraba como derecho y obligación aprobar a reyes y emperadores. La Iglesia
Romana era la legisladora final de toda la cristiandad y su autoridad se extendía
sobre toda la societas christiana, cuyos gobernantes debían someterse a los juicios
del Papa. Para lograr esto, el papado tenía derecho a utilizar todas las armas
espirituales disponibles, sobre todo la excomunión y el interdicto, y a emplear todos
los recursos del privilegio espiritual. Por lo tanto, el mundo tendía a dividirse no en
personas buenas o malas, sino en papistas y antipapistas.
Dos de los logros mayores de Inocencio III fueron: (1) El Cuarto Concilio Laterano
de 1215, que por orden papal reunió a autoridades eclesiásticas y seculares de toda
Europa, y que fue el más importante de toda la Edad Media (asistieron unos 1.200
prelados). Entre otras cosas, este concilio enfatizó la importancia de la predicación
y la enseñanza, la disciplina moral del clero, se declaró como artículo de fe la
transubstanciación, se hizo obligatoria la confesión y la comunión anuales y se
inauguró la inquisición para la represión de los herejes (especialmente de valdenses
y albigenses). El concilio decretó una nueva Cruzada y prohibió la fundación de
nuevas órdenes religiosas. (2) El reconocimiento de los frailes: durante su gobierno
se alentó a laicos y humildes que se consideraban llamados a una vida de pobreza
a organizarse como órdenes de frailes (“hermanos”). Fue en este tiempo que
surgieron y recibieron aprobación los franciscanos y los dominicos.
Para entonces, ya estaba internalizada en toda Europa occidental la idea de una
sociedad cristiana y el paradigma de cristiandad había alcanzado su expresión más
alta. Este proceso había comenzado en el período anterior, pero fue en el siglo XIII
que se completó con el Papa en la cúspide del poder político y religioso. A partir de
aquí el prestigio papal comenzaría a decaer hasta llegar a niveles increíbles.

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 950–1350


_ Conflicto
El territorio capturado por el Islam continuó en sus manos, excepto España, que
comenzó a ser reconquistada lentamente para el cristianismo. Sicilia, que había
caído en manos musulmanas en el año 902, fue capturada por los normandos (que
posteriormente se hicieron cristianos), en el año 1091. Más seria fue la

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
revigorización del Islam producida por el advenimiento de los turcos selyúcidas, que
invadieron Asia Menor y amenazaron la ciudad de Constantinopla. Las Cruzadas,
que comenzaron en 1096, lograron recuperar Asia Menor y durante algún tiempo
pudieron mantener reinos cristianos en Siria y Palestina, pero no en forma
permanente.
_ Expansión
A pesar de los muchos problemas internos (pornocracia, controversia de las
investiduras), la cristiandad occidental continuó en plena expansión en Occidente.
Escandinavia fue evangelizada gracias a las influencias y los misioneros
provenientes de Inglaterra, comenzando con la conversión de Olaf Trygveson en el
año 995. Desde Noruega, la fe cristiana se expandió a las islas del Mar del Norte,
llegando a Islandia y Groelandia. A partir del año 1000, desde Inglaterra y
Dinamarca se evangelizó Suecia. El progreso aquí no fue muy rápido, pero sí
persistente. En la misma época el cristianismo avanzaba hacia Polonia y Hungría, y
hacia el año 1150 los vendos paganos se convirtieron.
En Oriente la Iglesia Ortodoxa ganaba a los búlgaros en el año 964, a los serbios
un poco más tarde, y en el año 987 el cristianismo penetraba en el Ducado de Kiev
y comenzaba la gran expansión en Rusia. En definitiva, sería este cristianismo
ortodoxo ruso el que forjaría la identidad nacional y la cultura de esta gran nación,
aun en medio de las invasiones mongolas.

GLOSARIO

apocalipticismo: movimiento que pretende descubrir un ordenamiento inteligible


en el curso general de los acontecimiento humanos y, especialmente, concede
importancia central en ese ordenamiento a la vida histórica de Cristo. Los eventos
anteriores a él se interpretan como preparatorios, y los sucesos posteriores como
desarrollo de sus consecuencias. Divide la historia en antes y después de Cristo.
ábside: extremo, frecuentemente oriental y en forma de polígono o semicircular,
de una iglesia, límite del presbiterio, el lugar donde se encuentran el altar y el coro.
baldaquino: o baldaquín, de Baldac, nombre dado en la Edad Media a Bagdad, de
donde venía una tela así llamada. Con esa tela de seda se confeccionaba una especie
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
de dosel o palio a modo de pabellón que cubría el altar mayor. En Santa Sofía, el
baldaquino estaba debajo del gran domo (cúpula o bóveda) central en forma de una
media esfera.
breviario: libro que contiene el orden completo del Oficio Divino de cada día y las
oraciones que se ofrecen en cada momento.
catholikós: obispo patriarca o primado de ciertas iglesias orientales, especialmente
de la Iglesia Armenia o de las iglesias nestorianas (Iglesia del Este) como la Iglesia
Ortodoxa Siria.
cenobita: persona (hombre o mujer) que profesa o practica la vida monástica o
cenobítica; monje o anacoreta que expresa su vocación religiosa mediante una vida
en común (del griego koinóbion), es decir, en comunidad, en oposición a la vida
eremítica.
completas: última hora de oración del Oficio Divino. Fueron establecidas en
Occidente por Benito de Nursia en su Regla, proveyendo un oficio de retiro para las
comunidades religiosas posterior a las Vísperas, que se ofrecían al atardecer. Incluía
varios salmos y el Nunc Dimittis o cántico de Simeón (Lc. 2:29–32).
Cruzadas: guerras realizadas durante los siglos XI a XIII (1096–1291) por los
cristianos occidentales para reconquistar el Santo Sepulcro del dominio de los
turcos selyúcidas musulmanes. Al principio fueron guerras de carácter religioso. Los
cristianos marchaban hacia Oriente a combatir por la cruz, signo que bordaban en
rojo sobre sus vestidos para destacar la finalidad de su empresa. De allí el nombre
de “cruzadas.”
devoción: amor, fervor y veneración religiosa, y la manifestación exterior concreta
de estos sentimientos a través de actos rituales. En la Edad Media, las devociones
fueron el conjunto de mediaciones religiosas, a través de las cuales el pueblo
sencillo y carente de una adecuada formación teológico-doctrinal, expresaba su
dependencia de la divinidad y su piedad. Las devociones eran un medio para
conseguir la satisfacción de alguna necesidad sentida e inmediata.
dieta: del latín dies, día. Asamblea política en que se discutían los negocios públicos
de una nación. Llevaron este nombre las asambleas deliberantes celebradas en la
Edad Media y comienzos de la Moderna en Alemania, Polonia, Hungría, Suiza,
Suecia, Dinamarca y Croacia.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
epítome: resumen o compendio de una obra extensa; síntesis o ejemplo de algo.
En retórica es una figura que se utiliza cuando, después de dichas muchas palabras,
para mayor claridad se repiten las primeras.
eremita: del griego eremítes, que deriva de éremos, desierto, yermo. Se refiere a la
persona (hombre o mujer) que sigue el modo de vida ascético propio de la vocación
y disciplina de un ermitaño o eremita, que vive una vida apartada del mundo y
consagrada a la oración y meditación en solitario, en oposición a la vida monástica
en comunidad.
escapulario: distintivo de ciertas órdenes religiosas, que consiste en un pedazo de
tela, que cuelga sobre el pecho y la espalda. Pedazo pequeño de tela, generalmente
con una imagen de la Virgen María, que se lleva por devoción colgado al cuello con
dos cintas largas.
gleba: tierra que constituye la dotación de una iglesia parroquial. Tierras a las que
estaban adscritos determinados colonos y posteriormente los siervos (siervos de la
gleba).
indulgencia: según la fe católica romana, es la remisión de la deuda debida a Dios
por el pecado después que la culpa ha sido perdonada. La remisión tiene que ver
con el período de corrección y disciplina en el Purgatorio. Se dice que esto es posible
debido al “tesoro de méritos” que se supone ha sido acumulado por Jesús, la Virgen
María y los santos.
liturgia: del griego leitourgia, obra o servicio público. Se refiere al campo religioso-
cultural, especialmente la relación con los ritos religiosos, sobre la base del
comportamiento ritualizado en cuanto tal o de las implicaciones emotivas y
existenciales propias de determinadas ceremonias y manifestaciones religiosas.
maitines: el oficio nocturno del breviario, derivado de la práctica de las vigilias de
la iglesia primitiva. Destinados a decirse a la medianoche en la Iglesia Romana.
metropolitano, na: perteneciente o relativo a la metrópoli arzobispal, arzobispo. Se
aplica también a la iglesia arzobispal que tiene dependientes otras sufragáneas,
lideradas por obispos.
milenarismo: del latín millenarius, que contiene un mil. Movimiento social reactivo
basado en la creencia de que la brecha entre el ideal cultural y la realidad social se

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cerrará (y durará por mil años). Es la creencia en el inminente advenimiento de un
período histórico utópico de mil años de duración, que inaugurará un milenio de
paz y felicidad, y que ocurrirá después de la segunda venida de Cristo y con
anterioridad al fin del mundo.
nicolaísmo: doctrina de los nicolaítas, herejes del siglo I que formaron una de las
más antiguas sectas heterodoxas del cristianismo (Ap. 2:6, 15). Se los acusaba de
promiscuidad y orgías, especialmente de la práctica de la fornicación como
idolatría. Se los identificaba con un tal Nicolás.
normandos: hombres del norte, procedían de las comarcas de Europa
septentrional, Escandinavia y Dinamarca. Eran de origen germánico, pero al asolar
las costas de las Islas Británicas y de Francia, todavía eran paganos. Comprendían
tres tribus principales: daneses, noruegos y suecos.
Oficio Divino: (Opus Dei u obra de Dios, según Benito) es el conjunto de actividades
litúrgicas cantadas o recitadas en las horas canónicas (de oración) de cada día. El
oficio monástico era algo más largo que el cantado en las iglesias seculares.
órdenes mendicantes: expresión general aplicada a las órdenes de frailes, llamadas
así porque rehusaban tener propiedades corporativas y dependían de la
mendicidad organizada para su mantenimiento.
pornocracia: sistema de gobierno y estado social en que dominan las cortesanas, y
que se caracteriza por la obscenidad y la corrupción de las costumbres.
relicario: vaso o recipiente, hecho con frecuencia de un metal precioso y ricamente
ornamentado, que se usaba para guardar las reliquias de un santo.
sacramento: signo sensible o tangible de un supuesto efecto interior y espiritual
que Dios obra en el alma del creyente. La Iglesia medieval definió siete
sacramentos: bautismo, confirmación, penitencia, comunión, extremaunción,
orden sacerdotal y matrimonio.
scriptorium: escritorio, sala u otro lugar de un monasterio donde se escribían y
copiaban manuscritos.
selyúcidas: célebre dinastía turcomana, fundada a principios del siglo XI por Togrul
I, descendiente de un famoso jefe turco llamado Selyuk o Selgiuk, y que durante dos
siglos y medio dominó en el Asia occidental.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
silogismo: argumento que consta de tres proposiciones, la última de las cuales se
deduce de las otras dos.
sistema feudal: sistema de organización social dominante en Europa Occidental
desde el siglo X al XV. Estuvo basado en un sistema de tenencia de la tierra, según
el cual un señor otorgaba (no en propiedad) extensiones de diversos tamaños
(feudos) a sus vasallos (caballeros) en pago por sus servicios militares. Los feudos
podían ser divididos por el vasallo entre otros caballeros, quienes a su vez pasaban
a ser sus vasallos. Los feudos se componían de uno o más señoríos, es decir, de
fundos con siervos cuya producción agrícola proporcionaba la base económica para
la existencia de la clase feudal. Cuando un vasallo recibía un feudo, hacía votos de
honra y lealtad a su señor debiendo ofrecer fidelidad como así también un cierto
número de servicios militares. Al morir un vasallo, el feudo técnicamente debía
pasar de nuevo a su señor, pero era práctica común que el hijo mayor tomara el
lugar del padre como vasallo del mismo y, por lo tanto, los feudos eran de hecho
transmitidos mediante el principio de primogenitura. El feudalismo tuvo su mayor
auge entre el siglo XI y el siglo XIII. Su decadencia se debió principalmente al
crecimiento de las ciudades de manera concomitante a la aparición de una clase
media urbana, de una economía comercial y, también, a la ascensión al poder de
las monarquías centralizadas.
studium generale: estudio general; término que apareció a finales del siglo XII y que
se aplicaba a una escuela que tenía carácter universal, usado especialmente para
centros que fueron precedentes de las universidades y, después, para las
universidades mismas. En la teoría del derecho canónico indicaba una categoría de
privilegio que sólo era conferida por el Papa a determinadas escuelas. Su seña de
identidad era el derecho de sus licenciados a enseñar en cualquier otra escuela de
la cristiandad sin ningún otro examen.
sultán: rey de los turcos selyúcidas.
Summa: del latín “la totalidad.” Tratado que da un resumen de la esencia de un
tema. En la Edad Media era un compendio de filosofía, teología o derecho canónico
que se empleaba en las escuelas como libro de texto. En estas obras, el tema de
discusión se exponía por medio del planteamiento de una serie de preguntas, que
luego se contestaban mediante el método dialéctico.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
terciarios: miembros de la orden tercera, confraternidad de laicos adscrita a los
frailes. Se obligaban a seguir ciertas observancias religiosas de los frailes,
incluyendo la recitación de las horas del Oficio Divino durante el día.
vikingos: en las sagas islandesas se refiere a los piratas escandinavos o normandos,
que invadieron territorios del Occidente, Oriente y sur de Europa, descubrieron
Islandia, fundaron el reino de las Dos Sicilias y el ducado de Normandía y
conquistaron a Inglaterra en 1066.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
843 Tratado de Verdún: división del
Imperio Carolingio.

841–896 Invasiones vikingas.

867–1056 Dinastía macedónica en el Imperio


Bizantino.

900–1100 Movimiento cluniacense.

936–973 Otón I el Grande, primer rey sajón de


territorios germánicos.

978–1015 Vladimir de Kiev acepta el cristianismo


ortodoxo (bizantino).

980 Avicena.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
996 Polonia se convierte al cristianismo.

1000–1200 Florecimiento de la arquitectura


románica.

1025–1453 Decadencia del Imperio Bizantino.

1033–1209 Anselmo.

1040 Pax Dei (Paz de Dios).

1046 Comienzo del período de la reforma


del papado.

1049–1054 El papa León X defiende la primacía de


Pedro.

1054 Gran Cisma entre Oriente y Occidente.

1055 Turcos selyúcidas toman Bagdad y


reinan como sultanes.

1059 Los cardenales eligen al Papa.

1071 Turcos selyúcidas derrotan al ejército


bizantino en Manzikert.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1073–1085 Gregorio VII: idea monárquica del
papado.

1074 Comienzo de la controversia de la


investidura con Enrique IV.

1076 Enrique IV y los obispos alemanes


deponen a Gregorio VII.

Gregorio VII excomulga a Enrique IV.

1077 Enrique IV se encuentra con Gregorio


VII en Canosa.

1079–1142 Pedro Lombardo.

1080 Segunda excomunión de Enrique IV.

1081–1185 Alejo Commeno.

1084 Orden de los cartujos. Enrique IV


corona como Papa a Clemente III.

1090 Turcos selyúcidas atacan


Constantinopla.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1095 Alejo Commeno pide ayuda al papa
Urbano II contra los selyúcidas.

En noviembre, Urbano II predica una


Cruzada en Clermont.

1096–1291 Período de las Cruzadas.

1096 Comienza la primera Cruzada.

1098 Formación de los cistercienses.

1099 Captura de Jerusalén por los cruzados


en julio.

Reino de Jerusalén bajo Godofredo de


Bouillon.

1100–1300 Fundación de las primeras


universidades.

1126–1298 Averroes.

1135–1204 Moisés Maimónides.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1147–1149 Segunda Cruzada.

1150–1500 Florece el estilo gótico.

1167 Secta de los cátaros o albigenses:


dualistas.

1167–1227 Gengis Khan: primer Imperio Mongol.

1168–1253 Roberto de Grosseteste.

1179 Se requiere a las escuelas catedrales


pagar a los maestros.

1187 Saladino captura Jerusalén y pone fin


al reino cristiano.

1189–1192 Tercera Cruzada: Federico Barbarroja


muere ahogado; Ricardo Corazón de
León negocia un armisticio con
Saladino; peregrinos pueden visitar
Jerusalén.

1200–1229 Herejía de los albigenses.

1202–1204 Cuarta Cruzada: Inocencio III envía un


ejército cruzado contra Egipto; los

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
venecianos usan a los cruzados para
saquear a Constantinopla.

1205–1225 Conquista mongola de China.

1206–1280 Alberto Magno.

1210 Valdenses.

1212 Cruzada de los Niños: miles de niños


son llevados de Marsella a

Alejandría y terminan como esclavos.

1215 Comienza la Inquisición.

1225–1275 Tomás de Aquino.

1226–1410 Caballeros Teutónicos.

1248–1254 Quinta Cruzada: Federico II es


excomulgado.

Obtiene Jerusalén por un tratado con


el sultán El Kamil de Egipto.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1245 Invasores mongoles (tártaros)
conquistan Rusia.

1250–1277 Cumbre del escolasticismo.

1256 Los mongoles penetran en Persia.

1258 Los mongoles capturan Bagdad. Fin de


la dinastía abásida.

1261 Fuerzas bizantinas recuperan el


control de Constantinopla.

1270 Séptima Cruzada: San Luis muere en


su esfuerzo por tomar Túnez.

1291 Cae Acre, el último bastión cristiano


en Tierra Santa.

1301 Comienzo del surgimiento de los


turcos otomanes.

1315–1317 Hambrunas e inundaciones.

1330 Levantamientos de campesinos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1337 Los otomanes sitian Nicomedia.

1337–1453 Guerra de los Cien Años.

1343–1346 Quebrantos bancarios en Florencia.

1348–1351 Peste Negra.

1354 Los otomanes sitian Gallípoli.

1389 Los otomanes sitian los Balcanes.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. ¿Cuál fue el origen del sistema feudal?

2. ¿Quiénes sufrieron más las invasiones normandas? ¿Por qué?

3. ¿Quién fue Olaf Trygveson y cómo se convirtió al cristianismo?

4. ¿Quién fue Canuto? (un Papa, un rey, un monje). Subrayar la palabra correcta.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
5. ¿Quiénes eran los turcos selyúcidas y qué religión tenían?

6. ¿Cómo se llamaba el líder religioso de los turcos selyúcidas? ¿Cómo se llamaba


su líder político?

7. ¿Cuál fue la ocasión de la primera Cruzada y cómo se organizó?

8. ¿Cuántas Cruzadas hubo y cuál fue la característica general de la mayoría de


ellas?

9. Menciona dos aspectos positivos de las Cruzadas.

10 ¿Qué narraba la historia del Preste Juan? ¿Era cierta esta historia?

11. ¿Quién fue Kubilai y cuál es su importancia para la historia del cristianismo?

12. ¿Quiénes fueron Nicolás y Mateo Polo?

13. ¿Cuáles fueron las tres religiones posibles que los mongoles tenían para
escoger? ¿Cuál fue la que rechazaron?

14. ¿Qué forma asumieron, durante la Edad Media, las inquietudes por una nueva
vida religiosa?

15. ¿Quiénes fueron los cluniacenses y cuáles fueron sus características?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
16. ¿Qué es la simonía?

17. ¿Quiénes fueron los que produjeron algunos de los cambios más importantes
en toda la historia de la Iglesia Católica Romana?

18. ¿Quiénes fueron los cistercienses y cuáles fueron sus características?

19. ¿Quién fue Bernardo de Clairvaux y qué hizo?

20. Menciona algunas de las características de los frailes.

21. ¿Quién fue Domingo de Guzmán y qué hizo?

22. ¿Quién fue Francisco de Asís y qué hizo?

23. ¿En qué aspectos de su organización se parecían los dominicos y los


franciscanos?

24. Menciona dos órdenes militares. ¿Qué prometían sus miembros como monjes
y como soldados?

25. ¿Cómo denominan los historiadores al período entre los años 500 y 1500? ¿Por
qué?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
26. ¿Qué tres condiciones hicieron posible el desarrollo del arte y la arquitectura
gótica entre los años 1050 y 1350?

27. ¿Qué fue el escolasticismo?

28. ¿Los conceptos de qué filósofo griego predominaban en el escolasticismo? 29.


¿Quién fue Anselmo y qué escribió?

30. ¿Qué enseñó Anselmo acerca de la salvación?

31. ¿Qué enseñó Abelardo acerca de la salvación?

32. ¿Quién fue Tomás de Aquino?

33. ¿En qué consistía el Trivium? ¿En qué consistía el Quadrivium?

34. Según Gregorio VII, ¿qué dos poderes había en los planes de Dios?

35. ¿Cuáles fueron las metas principales de Gregorio VII?

36. ¿Cuáles fueron algunos de los instrumentos que Gregorio VII utilizó para
alcanzar sus metas? 37. ¿Cuáles fueron algunas de las reformas importantes de
Gregorio VII?

38. Describe con tus propias palabras la controversia de las investiduras.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
39. Menciona cuatro decretos del Tercer Concilio Laterano (1179).

40. Menciona cuatro resoluciones del Cuarto Concilio Laterano (1215).

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):


1. Explica qué quiere decir el autor cuando afirma: “La vida medieval estaba
estructurada, en buena medida, como las piezas de un juego de ajedrez.”

2. Identificar los siguientes términos: Cruzadas, Preste Juan, Gengis Khan, keraítas.

3. ¿Qué es lo que el autor quiere significar con la expresión: “El Papa actuó como
cabeza de la cristiandad.”?

4. ¿Quiénes fueron los frailes, y cuál fue la diferencia más importante entre ellos y
la mayoría de las órdenes monásticas?

5. ¿Qué parte tuvo Francisco de Asís en las Cruzadas, y cuándo actuó?

6. El autor afirma: “En 1221 franciscanos y dominicos aceptaron oficialmente su


vocación de ‘ir por todo el mundo’ predicando.” ¿Cómo realizó cada orden de frailes
su tarea?

7. La tarea principal del sacerdote medieval era “el ministerio de la Palabra y la


administración de los sacramentos.” ¿Qué otras tareas tenía un sacerdote durante
la Edad Media?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
8. ¿Qué era un studium generale?

9. ¿Por qué el siglo X es considerado como “el siglo de hierro de la Iglesia”?

10. Haz una evaluación del pontificado de Gregorio VII.

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. En el año 1095, el papa Urbano II proclamó la primera Cruzada. ¿Qué dos
problemas pretendía solucionar con ella.

2. Compara la acción del papa Gregorio X al enviar una misión a Mongolia, con la
acción del papa Gregorio I al enviar una misión a Inglaterra. ¿Qué resultados hubo
en cada caso?

3. Resume con tus propias palabras la enseñanza de Tomás de Aquino sobre fe y


razón.

4. Pedro Abelardo sostenía que en cuestiones de ciencia, ética y religión siempre


hay más de una respuesta (sí y no). ¿Qué piensas sobre esto? Ofrece razones para
tu respuesta.

5. Lee Baker, Compendio de la historia cristiana, capítulo 10 (pp. 113–124) y


menciona los movimientos más importantes que contribuyeron a la revitalización
del papado y de la Iglesia Romana.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: La violencia de la vida medieval.


Lee y responde:
“Aunque los nobles no trabajaban para ganarse la vida, no pasaban el tiempo en la
ociosidad. Los convencionalismos de su sociedad les exigían gran actividad bélica,
aventurera y deportiva. No sólo luchaban con pretextos baladíes para apoderarse
de los feudos vecinos, sino también por puro amor a la lucha como aventura
excitante. Eran tan frecuentes los actos de violencia, que la Iglesia tuvo que
intervenir con la Paz de Dios en el siglo X y luego con la Tregua de Dios en el siglo
XI. Mediante la Paz de Dios la Iglesia pronunciaba anatemas solemnes contra
quienes realizaban actos de violencia en los lugares destinados al culto, robaban a
los pobres o agraviaban a los sacerdotes. Más tarde se extendió esta protección a
los comerciantes. La Tregua de Dios prohibía toda clase de lucha desde ‘la víspera
del miércoles hasta el amanecer del lunes’ y también desde la Navidad hasta la
Epifanía (6 de enero) y durante la mayor parte de la primavera, fines del verano y
comienzos del otoño. El propósito de esta última regulación era, evidentemente,
proteger a los labradores durante las estaciones de la siembra y la cosecha. La pena
que se imponía al noble que violaba esa tregua, era la excomunión.”
- ¿Por qué razones los pueblos germánicos, especialmente sus caballeros,
manifestaban una actitud de vida tan violenta?

- ¿Cuál es tu opinión frente a la afirmación de algunos en el sentido de que la


violencia es una cuestión étnica y cultural? ¿Es posible que haya pueblos que son
más violentos que otros?

- ¿Qué podemos hacer los cristianos hoy para neutralizar la violencia que se
manifiesta en múltiples formas en todo el mundo, especialmente a través de la
guerra y el terrorismo?

TAREA 2: Focio de Constantinopla vs. Nicolas I de Roma por Bulgaria.


Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Lee y responde:
Patriarca Focio de Constantinopla: “… no es permisible decir que el Espíritu Santo
procede del Padre y del Hijo, sino sólo del Padre.… Es más, ahora la tribu bárbara
de los búlgaros, que eran hostiles y animosos a Cristo, se han convertido a un grado
sorprendente de mansedumbre y conocimiento de Dios. Más allá de toda
expectativa han abrazado como cuerpo la fe de Cristo, alejándose de la adoración
a los demonios y a sus dioses ancestrales, y rechazando el error de la superstición
pagana.… ¡Pero qué trama perversa y maligna, qué situación impía!… Ese pueblo no
había abrazado la verdadera religión de los cristianos por apenas dos años, cuando
ciertos hombres impíos y siniestros … surgieron de las tinieblas (porque han surgido
del Oeste). Éstos, … como un jabalí salvaje saltando con codicia sobre la muy amada
y recién plantada viña del Señor con pies y dientes desnudos—sobre sendas de
administración deshonrosa y doctrina corrupta, dividiendo de esta manera el país
para ellos mismos, han traído ruina sobre el pueblo. Perversamente se propusieron
alejarlos de la verdadera y pura doctrina y de una fe cristiana sin mácula y de esta
manera destrozarlos. [Sigue la enumeración de enseñanzas y prácticas presentadas
por los misioneros francos, que Focio considera erróneas] … Pero la blasfemia
contra el Espíritu Santo, o más bien contra toda la Trinidad, no se compara con nada
de esto, y si todas las demás enseñanzas falsas no estuvieran presentes, esto solo
sería suficiente para traer diez mil anatemas sobre ellos.”
Carta encíclica a las sedes arzobispales del Este, 866.
Papa Nicolás I de Roma: “… el muy bendito Pedro, quien nos protege y defiende a
nosotros, los herederos de su ministerio, lleva las cargas que pesan sobre todos
nosotros. De hecho, él las lleva en nosotros. Seguramente entre las dificultades que
nos causan gran preocupación están aquellas, especialmente perturbadoras para
nosotros, que los emperadores griegos, Miguel y Basilio, y sus súbditos nos infligen
a nosotros, y verdaderamente a todo el Oeste. Inflamados con odio y envidia contra
nosotros, … intentan acusarnos de herejía. Con odio realmente, porque nosotros
no sólo desaprobamos sino incluso condenamos por deposición y anatematización
el avance logrado por Focio, un neófito, usurpador y adúltero de la Iglesia de
Constantinopla.… Y con envidia, porque supieron que Miguel, rey de los búlgaros, y
su pueblo recibieron la fe de Cristo y ahora deseaban que la Sede de San Pedro les
proveyera maestros e instrucción para ellos. En lugar de esto, ellos procuran
fervientemente alejar a los búlgaros de la obediencia al bendito Pedro y someterlos
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
solapadamente a su propia autoridad bajo el pretexto de la religión cristiana. Ellos
predican cosas tales sobre la Iglesia Romana, que es sin mancha ni arruga o nada de
ese tipo, que los ignorantes de la fe que escuchan estas cosas nos evitan, se apartan,
y casi nos abandonan como a criminales manchados con la mugre de varias
herejías.”
Carta al arzobispo Hincmar de Reims y a los obispos del Imperio Occidental, 23 de
octubre de 867.
- ¿De qué manera estos dos documentos reflejan la creciente oposición y distancia
entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Constantinopla?

- ¿Qué lugar ocupaba la controversia teológica sobre la cláusula filioque en las


diferencias que separaban la cristiandad latina de la cristiandad griega?

- ¿En qué medida la doctrina y obra del Espíritu Santo es hoy una cuestión que
mantiene divididos a muchos cuerpos cristianos? Presentar ilustraciones.

TAREA 3: La caída de Jerusalén en manos de los cruzados (1099).


Lee y responde:
“Después de su vano intento de tomar Acre mediante un sitio, los francos se
movieron a Jerusalén y la sitiaron por más de seis semanas. Construyeron dos
torres, una de las cuales, cerca de Sión, fue quemada por los musulmanes, matando
a todos dentro de ella. Ésta apenas había dejado de arder cuando un mensajero
arribó para pedir ayuda y traer las nuevas que el otro lado de la ciudad había caído.
De hecho, Jerusalén fue tomada desde el norte en la mañana del viernes 22 de
Sha’ban de 492 [15 de julio de 1099]. La población fue pasada por la espada por los
francos, que saquearon el área durante una semana. Una banda de musulmanes se
refugió en el Oratorio de David y pelearon por varios días. Se les concedió la vida a
cambio de rendirse. Los francos honraron su palabra, y el grupo se fue de noche
hacia Escalón. En el Masjid al-Aqsa los francos masacraron más de 70.000 personas,
entre ellos un gran número de imanes y eruditos musulmanes, hombres devotos y

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
ascéticos que habían dejado sus hogares para vivir vidas de reclusión piadosa en el
Lugar Santo. Los francos despojaron al Domo de la Roca de más de cuarenta
candelabros de plata, … una gran lámpara de plata … así como unos ciento
cincuenta candelabros de plata más pequeños y más de veinte de oro, y un botín
mucho mayor. Los refugiados de Siria llegaron a Bagdad en Ramadán.… Les
contaron a los ministros del califa una historia que destrozó sus corazones y trajo
lágrimas a sus ojos. El viernes fueron a la mezquita catedral y rogaron por ayuda,
llorando de tal manera que quienes los oían lloraban con ellos mientras describían
los sufrimientos de los musulmanes en aquella Ciudad Santa: los hombres
asesinados, las mujeres y los niños tomados prisioneros, los hogares saqueados. En
razón de las terribles aflicciones que habían sufrido, se les permitió romper el
ayuno.”
Ibn al-Athir (1160–1233), fue testigo ocular de las últimas Cruzadas. Su relato de la
caída de Jerusalén en 1099 en manos de los cruzados es parte de su historia del
mundo musulmán y presenta la visión musulmana del conflicto bélico.
- ¿Cuán profundamente el saqueo de Jerusalén por parte de los cruzados afectó las
relaciones entre Occidente y Oriente? ¿De qué manera los hechos que Ibn al-Athir
describe profundizaron todavía más el conflicto que desde 1096 cristianos y
musulmanes lidiaron en Tierra Santa? ¿Quiénes fueron la fuerza invasora?

- Procura encontrar otros ejemplos históricos en los que la brutalidad y violencia de


ejércitos de naciones llamadas cristianas han resultado en un impedimento para la
difusión del cristianismo.

- Algunas cristianos justifican las acciones bélicas, imperialistas y opresoras de sus


países diciendo que actúan como cristianos para llevar al mundo oprimido los
bienes de la libertad y la democracia. ¿Cuál es tu opinión sobre esto?

DISCUSIÓN GRUPAL

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1. En 1963, un informe de la Comisión de Misión Mundial y Evangelización del
Consejo Mundial de Iglesias, declaraba: “La verdadera excelencia en el estudio
teológico sólo se desarrollará en una comunidad cristiana.” ¿Cuál es la opinión del
grupo?

2. Algunos cristianos condenan al papa Urbano II y a otros papas por haber confiado
en la fuerza armada y otros recursos humanos para el logro de fines religiosos. Tales
críticos dicen que la Iglesia no debe hacer uso de las armas mundanas. ¿Cuál es la
opinión del grupo? ¿Se justifica una guerra religiosa?

3. ¿Qué agencias cristianas en el día de hoy pretenden el derecho de interferir en


los asuntos nacionales e internacionales? Presenten ejemplos de alguna acción
asumida por la Iglesia en oposición a los gobernantes de algún Estado.
¿Piensan que esta acción se justifica?

LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La iglesia de nuestros padres, 95–129.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 113–135.
González, Historia de las misiones, 106–109; 116–132.
González, Historia del cristianismo, 1:325–332; 339–453.
Knowles, Nueva historia de la Iglesia, 2:224–228; 299–356.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:457–528; 545–699.
Latourette, Los chinos, 313–334.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:244–301.
Puiggrós, El feudalismo medieval, 7–11; 38–47; 55–72; 114–129; 144–157.
Romero, La Edad Media, 45–74; 141–179.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 65–72.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 218–292.

UNIDAD 3

Decadencia & vitalidad


1350–1500

INTRODUCCIÓN
El período entre los años 1350 y 1500 se caracteriza por la segunda declinación
en la historia del cristianismo, debida en buena medida a los triunfos de los
musulmanes en Asia Central y a la ruptura del ordenamiento y equilibrio que
caracterizó a la alta Edad Media en Europa occidental.
En Occidente, el impacto que tuvieron las Cruzadas rompió el enclaustramiento
en el que la cristiandad se había desarrollado. La renovación de la vida económica
y el ascenso acelerado de la burguesía agregó nuevos factores de poder y quebrantó
el orden social. Los reinos nacionales emergentes y la decadencia del feudalismo
llevaron al fortalecimiento de la monarquía, ahora poderosa y con recursos
suficientes para lograr sus fines. La declinación de la idea de un orden ecuménico,
que resultó de la debacle tanto del Imperio como del papado, dio lugar al
surgimiento de nuevos incentivos culturales, muchos de los cuales venían de más
allá de las fronteras de la cristiandad occidental (mundo bizantino, influencias
árabes).
José Luis Romero: “Las postrimerías del siglo XIII señalan a un tiempo mismo
la culminación de un orden económico, social, político y espiritual, y los
signos de una profunda crisis que debía romper ese equilibrio. Quizá sea
exagerado ver en las Cruzadas el motivo único de esa crisis, que sin duda
puede reconocer otras causas; pero sin duda son las grandes
transformaciones que entonces se produjeron en relación con ellas y en
todos los órdenes las que precipitaron los acontecimientos.”
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
En Oriente, Miguel Paleólogo (1261–1282) logró expulsar a los franceses de
Constantinopla y recobrar los territorios europeos del Imperio Bizantino (1261).
Pero sus fronteras estaban amenazadas por nuevos peligros internos y externos. En
lo interno, el surgimiento de un nuevo Estado, el reino servio, que se había
apoderado de importantes provincias bizantinas. Y en lo externo, un nuevo avance
del islamismo, representado ahora por los turcos otomanos, que avanzaron hacia
el Oeste penetrando en Europa, llegando en su avance hasta el río Danubio (1389)
e invadiendo los Balcanes, y finalmente produciendo la caída de Constantinopla en
el año 1453. Santa Sofía, expresión del esplendor alcanzado por la cristiandad
bizantina, fue convertida en mezquita (hasta hoy). En Rusia, mientras tanto, se
perpetuaba la cultura bizantina, primero alrededor de la ciudad de Novgorod para
pasar más tarde a la hegemonía de Kiev. Mientras tanto los mongoles habían
fundado la Horda de Oro y dominaban las vastas llanuras amenazando
permanentemente al mundo bizantino. Todo esto puso a la cristiandad bizantina en
situación de riesgo. Las otras cristiandades menores en Asia Central, Cercano
Oriente, Egipto, Nubia y Etiopía casi desaparecieron en estos siglos.
Para la cristiandad en Occidente las cosas no fueron mejores. A principios del
siglo XIV comenzó un largo período de profundas crisis y graves conmociones, que
se prolongarían hasta fines del siglo XV. Los abusos de la Iglesia habían llegado a un
nivel insoportable. El Cautiverio Babilónico de la Iglesia, con el papado en Aviñón
(Francia), entre los años 1305 y 1376, colocó a la Iglesia bajo el dominio de Francia
a pesar de su ideal de ser supranacional. Este escándalo fue seguido por otro peor
entre 1378 y 1415, conocido como el Gran Cisma o Cisma Papal, cuando hubo dos
papas, uno en Aviñón y el otro en Roma, y los nuevos países se ponían de parte de
uno u otro conforme con sus intereses políticos o económicos. Además, a la crisis
eclesiástica se agregaron en estos dos siglos diversos flagelos, como sequías,
inundaciones y epidemias. Fueron tiempos difíciles en los que la Peste Negra, la
Guerra de los Cien Años, el ataque de los turcos otomanos a Europa y otros
conflictos políticos, sociales y económicos llevaron a un estado de caos e
incertidumbre.
La Peste Negra fue una de las causas más importantes que provocaron la crisis
del siglo XIV. Esta pandemia de peste bubónica fue traída de Oriente en naves
genovesas, que arribaron a Mesina en 1347. La enfermedad se expandió con
rapidez por el continente europeo, favorecida por el mal estado sanitario y el

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
hacinamiento en los centros urbanos, y en menos de tres años produjo la muerte
de más de veinticinco millones de personas. En algunos lugares de Europa la
población disminuyó en dos tercios, con lo cual hubo una reducción drástica de la
mano de obra y grandes extensiones de tierra quedaron sin cultivar. Hubo también
una baja de los precios agrícolas y aumentaron los gastos de explotación. La falta
de mano de obra, las malas cosechas y la carencia de recursos y reservas hicieron
que aumentara la escasez, el hambre, la depresión económica y los conflictos
sociales. El flagelo de la Peste Negra recién declinó en el año 1351. No es de
sorprender, entonces, que se oyeran voces de protesta y rebeldía, especialmente
en los países enemigos de Francia, como en Oxford con Juan Wycliff y en Praga con
Juan Huss.
Un nuevo y poderoso factor se agregaba a los muchos que querían romper el
viejo sistema feudal y la opresión del papado romano, llegando a amenazar la
unidad de la cristiandad: el creciente sentido de nacionalismo. En el camino de esta
creciente tendencia siguió un período de Concilios, en el que pareció abrirse un
proceso de desarrollo hacia una cristiandad unida bajo la dirección del Papa y un
Concilio, que representaría los diversos intereses nacionales. Pero para 1459 el
Papa había hecho de esto algo imposible. Al frustrarse la posibilidad de un cambio
gradual no quedó otro camino que el de la revolución, y la Reforma fue esa
revolución.

DECADENCIA DE LA CRISTIANDAD ORIENTAL


El Imperio Latino de Oriente, constituido después de 1204, duró por un medio
siglo, hasta que Constantinopla fue recapturada en 1261 por Miguel Paleólogo, un
general griego, quien forzó al emperador y al patriarca latino a huir. Si bien los
griegos vencieron a los latinos, no pudieron resistir los embates de los turcos
otomanos. Constantinopla nunca más pudo alcanzar el esplendor, tamaño, riqueza
e influencia que había tenido con anterioridad al siglo XIII. Mientras la Iglesia Griega
declinaba, la Iglesia Rusa se transformaba en la más grande y en el exponente
supremo del cristianismo bizantino. El resto de las Iglesias Orientales sufrieron su
peor hora, con pérdidas territoriales y numéricas. Para ellas, ésta fue una era oscura
y desalentadora. Como indica Latourette: “Excluyéndose la familia de la Iglesia
Ortodoxa, entre las otras iglesias orientales, numéricamente más pequeñas, no
hubo ni un rayo de luz ni de esperanza para la oscuridad de la retirada.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
_ La Iglesia Ortodoxa Griega
A comienzos del siglo XIV, el Imperio Bizantino, que había estado ligado a la
Iglesia Griega por unos mil años, disminuyó rápidamente frente a la agresividad de
los turcos otomanos. Los monarcas bizantinos intentaron unirse a Occidente en
contra de la amenaza turca. Incluso estuvieron dispuestos a poner a un lado las
diferencias teológicas y la autonomía religiosa y reconocer la primacía del obispo
de Roma a fin de conservar su independencia política. Los líderes religiosos
orientales, especialmente los monjes, no pudieron ver la amenaza política y militar
que representaban los turcos otomanos y continuaron sosteniendo sus costumbres
religiosas. En algunos casos, prefirieron capitular ante los turcos antes que aceptar
las costumbres religiosas de Occidente. Mientras tanto, los turcos avanzaban
inexorablemente en sus conquistas: en 1326 capturaron Brusa, en 1329 tomaron
Nicea y en 1337 Nicomedia.
Los intentos del emperador Andrónico III (1328–1341) y más tarde de Ana de
Saboya, que actuó como regente en lugar de su hermano Juan V Paleólogo (1341–
1391), para tratar de resolver el cisma entre Oriente y Occidente fueron en vano.
Juan I viajó a Italia en procura de ayuda, pero fue apresado como deudor en
Venecia. Su hijo, Manuel II Paleólogo (1391–1425) también visitó Occidente y rogó
la ayuda del Papa contra los turcos. Logró que los occidentales tomaran conciencia
del peligro y enviaran un ejército a los Balcanes, que fue derrotado.
En 1397 los turcos sitiaron Constantinopla, que se salvó porque Timur o
Tamerlán el tártaro (1336–1405) los atacó en el Este y en 1402 el sultán fue
derrotado y capturado por los mongoles de la Horda de Oro. Timur era un oficial
militar turco de fe musulmana en la región cercana a Samarcanda al servicio del
khan mongol, que se hizo del poder con la caída de los mongoles occidentales. A
partir de 1365 comenzó a tomar el control de los territorios mongoles y en unas
pocas décadas llevó a sus ejércitos a través de Irán, India, Mesopotamia, Siria,
Anatolia y Georgia. Desde Rusia hasta la India la gente sufrió bajo uno de los
regímenes más terroríficos de toda la historia humana, al punto que se lo conoció
como Azote de Dios y Terror del Mundo. Sus matanzas redujeron sensiblemente la
población en Asia central. Cristianos, musulmanes e hindúes padecieron bajo la
brutalidad extrema de sus conquistas. Las iglesias cristianas en el Este sufrieron
serios golpes con las invasiones de Timur, y los que escaparon de la masacre
terminaron siendo absorbidos por el islamismo.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Sin embargo, en 1413 el dominio de Timur fue quebrado y los turcos otomanos
se recuperaron para continuar con sus avances hacia Constantinopla. Frente a la
amenaza turca, los bizantinos procuraron reestablecer las relaciones con
Occidente. En 1439, en el Concilio de Florencia, se discutió la unión de la Iglesia de
Oriente y la Iglesia de Occidente. Se lograron acuerdos en cuanto al uso de la
cláusula filioque en el credo occidental, las doctrinas de la Eucaristía y el Purgatorio,
e incluso el primado del Papa. El 6 de julio de 1439, el papa Eugenio IV y el
emperador oriental Juan VIII Paleólogo (1425–1448) ratificaron el Decreto de Unión,
y todos los padres conciliares se arrodillaron delante del Papa reconociéndolo como
primado y cabeza de la Iglesia. Los delegados de las principales iglesias orientales,
incluyendo a las Iglesias Armenia, Jacobita, Etíope, Siria, Caldea y Maronita,
suscribieron el Decreto de Unión. No obstante, la delegación oriental que había
acordado la unión fue recibida con gritos y pedradas por el pueblo de
Constantinopla. Los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén repudiaron el
Concilio de Florencia y el Decreto de Unión. Con la caída de Constantinopla en 1453,
el acuerdo quedó en letra muerta.
Decreto de Unión: “ ‘Alégrense los cielos (Laetentur caeli) y gócese la tierra’
(Sal. 96:2; Vulg. 95:2). Porque la pared intermedia de separación, que estaba
dividiendo a la Iglesia oriental y occidental, ha sido quitada y han retornado
la paz y la concordia, con Cristo, la piedra angular, que ha hecho de ambos
uno … Porque, he aquí, después de un largo período de división y discordia
los padres occidentales y orientales se han expuesto a los peligros de [viajar
por] mar y tierra y, no escatimando esfuerzos, se han congregado gozosa y
ansiosamente en este santo concilio ecuménico, deseando esa unión muy
sagrada y por la restauración del viejo lazo de caridad … Porque los latinos y
los griegos se han congregado en un santo sínodo ecuménico y se han
aplicado con fervor de modo que, entre otras cosas, ese artículo
concerniente a la piadosa procesión del Espíritu Santo pueda ser
diligentemente discutido y determinadamente examinado … Por lo tanto, en
el nombre de la Santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, con la aprobación
de este santo y universal concilio de Florencia, definimos que esta verdad de
la fe sea creída y recibida por todos los cristianos, y que todos hagan así su
profesión, que el Espíritu Santo es eternamente del Padre y del Hijo y que en
su ser él tiene su sustancia y su naturaleza del Padre y del Hijo juntos y de
ambos eternamente como si procediese de un principio y de un origen único
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
… Además, definimos que la explicación de aquellas palabras ‘y del Hijo’
(filioque) ha sido legal y razonablemente agregada al símbolo, por declarar la
verdad y bajo la compulsión de la necesidad … Además, definimos que la
santa sede apostólica y el pontífice romano tienen la primacía en todo el
mundo, y que el pontífice romano es el sucesor del bendito Pedro, príncipe
de los apóstoles, y el verdadero vicario de Cristo, la cabeza de toda la Iglesia,
y que se destaca como el padre y maestro de todos los cristianos … En adición
reafirmamos la posición de los otros patriarcas venerables decretada en los
cánones; el patriarca de Constantinopla como segundo después del santísimo
pontífice romano, en tercer lugar Alejandría, en cuarto Antioquía, y Jerusalén
quinta en orden, esto es salvaguardando todos sus derechos y privilegios.”
Desde Occidente se enviaron refuerzos para enfrentar a los turcos en los
Balcanes y en sus ataques contra Constantinopla, pero fueron aplastados. En 1453
griegos y latinos entraron a Santa Sofía para participar de la misa por última vez. El
emperador Constantino XI Paleólogo (1448–1453) salió de esa misa sólo para
encontrar la muerte en las calles de la ciudad, con su espada en la mano, mientras
exclamaba: “¡Moriré junto a mi ciudad! ¡Dios no permita que viva como un
emperador sin imperio!”
Steven Runciman: “La tragedia fue final. El veintinueve de mayo de 1453, una
civilización fue borrada irrevocablemente. Había dejado un legado glorioso
en la erudición y el arte; había levantado a países enteros de la barbarie y
había dado refinamiento a otros; su fortaleza y su inteligencia había sido por
siglos la protección de la cristiandad. Por once siglos Constantinopla había
sido el centro del mundo de la luz. La brillantez rápida, el interés y la estética
de los griegos, la orgullosa estabilidad y la competencia administrativa de los
romanos, la intensidad trascendental de los cristianos del Oriente, fundidos
en una masa fluida y sensible, ahora fueron adormecidos. Constantinopla iba
a transformarse en la sede de la fuerza bruta, de la ignorancia, de una
magnífica falta de buen gusto. Sólo en los palacios rusos, sobre los que voló
el águila de dos cabezas, la cresta de la Casa de los Paleólogos, vegetó algún
vestigio de Bizancio por algunos siglos más.”
_ Las Iglesias Orientales menores

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Los nestorianos casi desaparecieron de Oriente con la caída del Imperio Mongol.
La invasión de Timur hacia fines del siglo XIV terminó con los últimos focos de
nestorianos, incluso en Mesopotamia y el Curdistán. En el siglo XV, el patriarcado
nestoriano se hizo hereditario. Sólo en el sur de la India sobrevivieron algunas
comunidades nestorianas.
Los jacobitas monofisitas, con su patriarca en Antioquía, también sufrieron con
la desaparición del Imperio Mongol en Persia, Mesopotamia y Asia Central. El
islamismo los diezmó, incluso en Siria donde eran más numerosos. A las
consecuencias de las presiones externas se agregaron las divisiones internas entre
patriarcas rivales. Para cuando se resolvió el cisma, a fines del siglo XV, la
comunidad jacobita había quedado reducida a unos pocos centenares de
individuos.
El cristianismo armenio también enfrentó dificultades hacia fines de la Edad
Media. Después del dominio mongol, Armenia se dividió en muchos señoríos bajo
control de armenios, turcomanos y curdos. Éstos sufrieron las invasiones de Timur,
y muchos armenios emigraron a otras regiones. Después de la muerte de Timur,
buena parte de Armenia fue gobernada por turcomanos hasta que a comienzos del
siglo XVI pasó a manos persas. Todo esto resultó en la división de la cristiandad
armenia. Algunos permanecieron ligados a Roma (como iglesia uniata), con lo cual
conservaron sus tradiciones pero reconociendo la supremacía del Papa. La mayoría
permaneció alejada de Roma y sumida en luchas intestinas, por momentos muy
violentas. Durante dos siglos, la Iglesia Armenia padeció de circunstancias
escandalosas muy parecidas a las vividas por la Iglesia Latina en Occidente durante
el siglo XIV. Finalmente, a mediados del siglo XV se logró establecer el patriarcado
armenio en Echmiadzin, cerca del monte Ararat, pero no se puso fin a los conflictos
ocasionados por las ambiciones del clero armenio.
Maghakia Ormanian: “En la primera mitad del siglo XV, la Iglesia Armenia se
encontraba en un estado de gran confusión. El reino [armenio] de Cilicia [Asia
Menor] había desaparecido definitivamente (1375); la ciudad de Sis, sede del
patriarcado, había caído en poder de los egipcios … La sede patriarcal había
perdido su fuerza y su esplendor. La propaganda del catolicismo romano se
ejercía con éxito en Cilicia, gracias a la actividad de los misioneros
franciscanos. Al mismo tiempo, los dominicos trabajaban para convertir la
Gran Armenia.… Un número considerable … deplorando el estado lamentable
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
de su Iglesia, decidieron tomar medidas radicales para mejorar la situación y
poner orden. Como se habían dado cuenta de que no existía ya razón ni
utilidad para mantener alejada de su sede primitiva a la residencia patriarcal,
se pensó en establecerla de nuevo en Echmiadzin, a causa de la seguridad
relativamente superior que gozaba esa ciudad bajo la dominación persa …
Desde el patriarca Grigor Djelalbeguian (1443), la sede de Echmiadzin fue
presa de alteraciones y disturbios interiores y exteriores que duraron hasta
la elección de Moisés III de Tathev (1629).”
No fue mejor la suerte de la Iglesia Copta en Egipto, que sufrió severas
restricciones y persecuciones a lo largo de los primeros cuatro siglos de dominación
islámica. No podían construir templos, tenían que pagar mayores impuestos, no
podían casarse sin autorizacón y estaban totalmente al margen de la vida política y
social en Egipto. Con el tiempo, los cristianos tuvieron que vivir juntos en barrios
separados cerca de sus templos. En el siglo VIII se impuso el árabe como lengua
oficial de los dominios islámicos y la lengua copta quedó en desuso. El copto se
conservó sólo en la liturgia, pero los textos teológicos tuvieron que ser traducidos
al árabe. La Iglesia Copta continuó deteriorándose bajo el gobierno de los
mamelucos musulmanes, y desde 1517 bajo el dominio turco otomano. Estas
dificultades redujeron el número de cristianos, muchos de los cuales se hicieron
musulmanes por conveniencia.
En Nubia (Sudán) el cristianismo también decayó notablemente bajo el dominio
musulmán, y para fines de este período casi no existía. Muchos cristianos nubios
habían sido esclavizados desde mediados del siglo VII en adelante. Esto fue el
resultado de un tratado firmado entre el gobernador musulmán de Egipto y el rey
cristiano de Nubia, según el cual trescientos esclavos por año debían ser entregados
al gobernador árabe en Asuán. Según Irvin y Sunquist, “ésta fue una de las primeras
experiencias de esclavos que fueron comercializados como parte de las relaciones
económicas entre musulmanes y cristianos en África. En los siglos que siguieron
veremos crecer los números de personas esclavizadas, vendidas y removidas
permanentemente bien lejos de sus tierras de origen a medida que continuó el
comercio de carne humana africana.”
Con el advenimiento de los mamelucos (1260), los cristianos nubios volvieron a
sufrir persecución. Muchos se vieron forzados a abandonar sus hogares y villas o a
retirarse a regiones más remotas donde había comunidades monásticas.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Finalmente, en 1323 los mamelucos instalaron a un rey musulmán en la región
norte del país y le impidieron al patriarca de Alejandría enviar sacerdotes a Nubia,
con lo cual las iglesias quedaron sin liderazgo. La última evidencia de comunidades
cristianas en la región viene de mediados del siglo XV. Después de eso, Nubia parece
haberse transformado en una región totalmente musulmana.
En Etiopía, el cristianismo se desarrolló bastante aislado del resto del mundo
hasta el siglo VII, cuando el mar Rojo se transformó en un lago árabe, y las rutas
marítimas a la India quedaron totalmente bajo el control musulmán. No obstante,
los árabes no invadieron el reino de Axum, en buena medida debido a que los
etíopes habían alojado y ayudado a refugiados musulmanes durante las
persecuciones en días de Mahoma. La cabeza de la Iglesia Etíope (conocido como
abuna) era nombrada por el patriarca de Alejandría y su credo era no calcedónico.
Con la invasión árabe a Egipto (siglo VII), el nombramiento de abunas se hizo más
difícil, dejando acéfala a la Iglesia etíope por largos períodos de tiempo. En el siglo
IX el reino etíope se expandió hacia el sur y con ello también se desarrolló el trabajo
misionero cristiano, especialmente en manos de comunidades monásticas.
Las presiones políticas de los mamelucos se hicieron sentir en el reino cristiano
de Etiopía en el siglo XIII, que respondió con un avivamiento de su identidad política,
cultural y religiosa, fundándose en sus lazos históricos con el judaísmo. La capital
del reino se trasladó de Axum a Adefa (más al sur), se construyeron numerosos
templos, los monarcas tomaron la conducción de la Iglesia Etíope y el cristianismo
se expandió por toda la región sur de Etiopía. Este proceso es conocido como el
Avivamiento Salomónico, en referencia a la relación de Salomón con la reina de
Saba. La fuente más importante de esta tradición es el Libro de los reyes, que ofreció
la base ideológica para la idea de la nación etíope como legítima sucesora de
Jerusalén, lo cual fortaleció su identidad religiosa frente al Islam. Los reyes etíopes
se consideraban descendientes de Salomón y miembros de la casa de David,
reclamo que ningún musulmán egipcio podía hacer en el siglo XIII en cuanto a
Mahoma o sus descendientes. Así, pues, mientras el cristianismo desaparecía
definitivamente de Nubia y las iglesias coptas experimentaban serias restricciones
de parte de los mamelucos, en Etiopía el cristianismo estaba firme y se expandía
notablemente durante el siglo XIV a pesar de que el país estaba rodeado por todos
lados por Estados musulmanes.
_ La Iglesia Ortodoxa Rusa
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Mientras la cristiandad bizantina se desplomaba como consecuencia del avance
musulmán de los turcos otomanos, la Iglesia Ortodoxa en Rusia no sólo se expandía
territorialmente sino que se mostraba notablemente vital. Lejos de deteriorarla, la
ocupación mongola (la Horda de Oro) provocó un incremento del prestigio de la
Iglesia, que se transformó en el centro de la identidad y resistencia nacional.
Después de 1310, el metropolitano de Kiev y de toda Rusia se trasladó de manera
permanente a Moscú. Hacia fines de ese siglo, el principado de Moscú era lo
suficientemente fuerte como para desafiar al dominio mongol, a quienes
finalmente derrotaron. A partir de 1386, el centro de todo el cristianismo ortodoxo
ruso estuvo localizado en Moscú. Para 1448, la Iglesia Rusa ya tenía a su propio
patriarca ecuménico y se declaraba autocéfala, si bien continuaba en la tradición
ortodoxa. Tres décadas más tarde (1480) el soberano de Rusia, Ivan III el Grande
(1440–1505) salvó a Rusia del poder de los tártaros, puso fin al dominio de la Horda
de Oro, construyó el Kremlin y constituyó así un reino independiente con una iglesia
nacional bajo el primado de Moscú, que fue considerada como la Tercera Roma.

RESISTENCIA A LAS PRETENSIONES PAPALES


A medida que el papado fue aumentando su ambición de poder y autoridad
mundanos, también se fue incrementando la resistencia de emperadores, reyes y
príncipes a tales pretensiones. Hubo cuatro pasos en este proceso de deterioro de
las pretensiones papales: la opresión de la Iglesia; el cuestionamiento al papado por
su corrupción; el Cautiverio Babilónico de la Iglesia; y el Gran Cisma papal. Todo
esto llevó finalmente al intento de resolver estos problemas mediante la
convocación a Concilios reformadores.
_ La opresión de la Iglesia
La opresión política. Después del año 1215, el poder papal comenzó a decaer, en
buena medida debido a los mismos factores que lo ayudaron a crecer. Los príncipes
comenzaron a ver en la Iglesia a un poder secular más, lleno de equivocaciones e
inconsistencias, y en competencia con sus propias aspiraciones hegemónicas. Las
Cruzadas y la Inquisición despertaron en muchos serios interrogantes en cuanto a
la autoridad de la Iglesia y del Papa, y la capacidad de éste para gobernar a toda la
cristiandad, como pretendía.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Las monarquías emergentes se resistían a aceptar el ordenamiento feudal y
aspiraban a un mayor centralismo. Para ello se apoyaron en la naciente burguesía
urbana en su lucha contra la nobleza feudal (señores y obispos). A través de esta
alianza, los nuevos factores de poder pretendían fomentar la discordia en el seno
de los señoríos, favorecer a la burguesía mediante la protección de sus intereses, y
contar con los recursos necesarios para el desarrollo de una política nacional. Por
cierto, la Iglesia representaba y defendía el viejo orden, pero al entrar en profunda
crisis durante este período no podía frenar las apetencias de las monarquías
nacionales. La multiplicación de los movimientos disidentes, el descrédito del clero
y un despertar lento y firme de cierta concepción naturalística de la vida
comprometían la vigorosa posición que la Iglesia había obtenido hasta entonces y
que pretendía seguir gozando.
La opresión económica. La avaricia de obispos y papas, y los pesados impuestos
destinados a mantener a la Curia Romana y las Cruzadas, hicieron dudar a muchos
de la legitimidad del poder papal. La inmensa estructura de la Iglesia Romana
demandaba cada vez mayores impuestos para su sostenimiento: Roma era una
corte muy costosa. Había mucha corrupción en la administración de la Curia y se
utilizaban varios métodos abusivos para obtener los recursos necesarios.
Entre estos métodos utilizados, cabe enumerar los siguientes: (1) Anatas: una
anata era la entrega a Roma del total de las ganancias de un obispo o abad durante
el primer año de su ministerio en un lugar. La palabra viene del latín annata y esta
voz se deriva del latín annus, año. Era una especie de impuesto eclesiástico que
consistía en la renta o frutos correspondientes al primer año de posesión de
cualquier beneficio o empleo en la Iglesia. (2) Colaciones: una colación era la
práctica de cambiar de lugar a un obispo o abad a cargos vacantes. Esto se hacía
frecuentemente porque representaba más anatas para el Papa. (3) Preservaciones:
una preservación era la reserva de los mejores y más rentables oficios eclesiásticos
para el uso del Papa. El Papa enviaba un sacerdote en representación suya y
guardaba para sí los fondos correspondientes. (4) Expectativas: consistían en la
práctica de vender los cargos eclesiásticos al mejor postor, antes de que el puesto
estuviera vacante. Se trataba de una especie de compra a futuro que se daba en
Roma a una persona para obtener un beneficio o prebenda eclesiástica, cuando
ésta quedara vacante. (5) Dispensas: una dispensa era el perdón de las violaciones
a la ley canónica mediante el pago de dinero. Se trataba de un privilegio o excepción

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
graciosa de lo ordenado por las leyes generales; y más comúnmente era concedido
por el Papa o por un obispo. (6) Indulgencias: eran la obtención de la remisión de
las penas “temporales,” incluidas las del Purgatorio, trasladando a favor de uno o
de un ser querido muerto los méritos excedentes de los santos, mediante el pago
de una cierta cantidad de dinero. De este modo, consistía en la remisión que hacía
la Iglesia de las penas debidas por los pecados, usando su supuesta autoridad de
“atar y desatar” y de perdonar pecados. (7) Simonía: se refería a la venta de los
oficios eclesiásticos. Era simplemente la compra o venta deliberada de cosas
espirituales, como los sacramentos y sacramentales, o de las cosas temporales
inseparablemente anexas o relacionadas con las espirituales, como las prebendas y
los beneficios eclesiásticos. (8) Nepotismo: era el nombramiento de familiares para
cargos eclesiásticos hereditarios. (9) Recomendaciones: era la práctica de pagar un
impuesto anual al papado a cambio de un nombramiento provisional que rendía
algún beneficio, como una canonjía. (10) Diezmo: era cobrado por los obispos y el
clero parroquial sobre los frutos del campo, la mercadería, y las obras artesanales.
El sostén del clero se devengaba en parte del mismo.
La opresión social. La Iglesia llegó a considerarse como la expresión máxima de
la sociedad cristiana. En consecuencia, el papado fue el factor social dominante,
mientras el Papa se colocaba en la cúspide de la pirámide social como poder
hegemónico por excelencia. Con la crisis del feudalismo y el surgimiento de la
burguesía, comenzó a cuestionarse el orden estanco de la sociedad feudal. Cuanta
más riqueza se acumulaba en manos de la burguesía, muchos comenzaron a
cuestionarse por qué el Papa tenía que ocupar la cúspide de la pirámide social, con
todos los demás seres humanos a sus pies como siervos.
Rodolfo Puiggrós: “Los inevitables cambios socioeconómicos relegaron a un
lugar oscuro a las órdenes contemplativas de la edad agrícola. Florecieron
órdenes activas, arrojadas a la conquista de las conciencias en pugna con los
traficantes de la fe o a la conquista de los bienes materiales en competencia
con los traficantes de dinero y mercancías. La Iglesia se adaptó a los nuevos
tiempos, pero los nuevos tiempos no tardaron en envejecer y se vio
constreñida a nuevas adaptaciones, cuando en el siglo XIII estallaron
conflictos sociales que pusieron en tela de juicio la intangibilidad de los
dogmas y modificaron las relaciones entre las clases, proclamadas eternas
por la teología.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
“En las ciudades nacieron las órdenes mendicantes, las universidades y la
dialéctica tomista. Ninguna de ellas resistió la seducción del fruto prohibido.
Contemporáneas de las comunas y de las corporaciones de oficio, de la época
de la expansión de la economía mercantil y de los pasos iniciales de la técnica
aplicada a la producción, no se sustrajeron a los cambios sociales, y si
promulgaron como normas de vida la pureza evangélica, también se
embriagaron con el logos griego en su forma aristotélica y lo acoplaron a la
teología.”
Los numerosos conflictos sociales de este período llevaron también al
cuestionamiento de la posición del Papa como Vicario de Cristo y cabeza de la
cristiandad. Para la burguesía adinerada, el papado y cualquier otra posición dentro
de la Iglesia era algo que se podía comprar y vender, y tanto más si rendía buenos
beneficios. De allí que a lo largo de este período, uno de los flagelos más reiterados
en la administración de la Iglesia haya sido la simonía y el nepotismo.
_ El cuestionamiento al papado
Después de Inocencio III la Iglesia Occidental entró en una situación caótica. Sus
sucesores procuraron acrecentar el poder y el prestigio de la Iglesia, convertida por
el régimen teocrático en una verdadera potencia universal. Mientras el Papa hacía
esfuerzos por traer el reino de Dios a la tierra, autotitulándose “Vicario de Cristo” y
presentándose como un poder político más, sus pretensiones eran severamente
resistidas por muchos príncipes, que ahora contaban con mejores recursos para
enfrentarlo.
Los reyes y los reinos. En la segunda mitad del siglo XIII, Francia e Inglaterra
entraron en una era de organización interior, que trajo como resultado mayor
estabilidad. Mientras tanto en Italia, incluidos los estados pontificios, reinaba el
desorden y la anarquía. La política papal a lo largo del siglo XIV quedó
definitivamente orientada hacia Francia al nombrarse a cardenales franceses para
la Curia. Finalmente, Roma cedió poder a los franceses y cayó bajo su control.
En Inglaterra, el reinado de Eduardo I (1272–1307) se caracterizó por la
prudencia y habilidad con que el monarca aceptó las consecuencias de la
insurrección de los señores, manteniendo y organizando la institución
parlamentaria. Su nieto dividió el Parlamento en dos cámaras—de los lores y de los
comunes—y logró su definitivo fortalecimiento. En Francia, los reyes franceses
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
procuraban organizar un régimen centralizado. De todos los reinos, Francia fue el
primero en convertirse en una monarquía centralizada y en la primera potencia
europea, con Luis IX o San Luis (1226–1270). Más tarde, el proceso se aceleró con
Felipe IV el Hermoso (1285–1314), quien se propuso aprovechar la tradición jurídica
romana para reordenar su autoridad sobre principios absolutos, y contó con la
eficaz colaboración de jurisconsultos salidos generalmente de las filas de la
burguesía para fundamentar su política.
José Luis Romero: “El siglo XIII es, pues, un período de organización de los
reinos de Francia e Inglaterra, de estabilización, aunque presenta caracteres
opuestos en ambos casos. Inglaterra marchó desde un régimen monárquico
bastante centralizado—impuesto tras la conquista normanda—hacia una
monarquía limitada por un parlamento que representaba a la nobleza y a la
burguesía. Francia, en cambio, marchó desde una monarquía feudal hacia un
régimen cada vez más centralizado, gracias a la coalición de la corona y los
burgueses.”
Los papas y el papado. Mientras los monarcas aumentaban su poder y sus reinos
crecían en su identidad nacional, los papas y el papado iban menguando en su
influencia. La cúspide de esta decadencia y cuestionamiento al papado se dio con
Bonifacio VIII (1294–1303). Bonifacio era pariente de Inocencio III, amante de la
erudición, asociado a la fundación de varias universidades, pero con demasiadas
ambisiones, y muy duro en sus pretensiones y con poco tino político. Tuvo graves
conflictos con los reyes de Francia e Inglaterra, a quienes quiso manejar a su gusto.
Pero éstos lo resistieron. Deseoso de conservar la autoridad del pontificado sobre
los poderes laicos, se vio envuelto en un serio conflicto con Felipe IV el Hermoso,
rey de Francia. En un plazo de siete años, el Papa y el rey tuvieron varios choques.
Influido por los jurisconsultos de su tiempo (los legistas), que propugnaban el
absolutismo monárquico, Felipe IV dispuso afirmar la autoridad real, para lo cual
gravó con pesadas cargas los bienes eclesiásticos. Ante esta actitud, el Papa
contestó con la bula Unam Sanctam (noviembre de 1302), por la que prohibía al
clero pagar impuestos sin su consentimiento y afirmaba las pretensiones papales
de autoridad suprema en el mundo. El conflicto se agravó poco tiempo después,
con el nombramiento del legado pontificio, el obispo Bernardo Saiset, que el rey de
Francia se negó a reconocer con el apoyo de los Estados Generales. El rey hizo
arrestar al legado papal y lo acusó de traición, violando así las provisiones de la ley
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
canónica. Entonces, Bonifacio VIII excomulgó a Felipe IV y relevó a sus súbditos de
todo juramento de obediencia. Para vengarse, el monarca francés inició una
campaña de calumnias contra el Papa y se dispuso a atentar contra él. Después de
acusarlo de hereje y de varios delitos, Felipe envió a una pequeña tropa, bajo el
mando del legista Guillermo de Nogaret y con el apoyo de la familia romana de los
Colonna, para capturar al Papa. Éstos entraron al territorio pontificio y
sorprendieron a Bonifacio VIII en su residencia de Anagni (1303). El Papa fue
tomado prisionero y fue objeto de vejámenes, pero a los tres días logró escapar,
liberado por el pueblo. Pero no pudo reponerse del atentado y falleció al mes
siguiente, poniendo fin al período de los grandes papas. Era evidente que los
tiempos habían cambiado.
Bula Unam Sanctam: “Que hay una santa iglesia católica y apostólica somos
impelidos a creer y sostener por nuestra fe—esto es lo que firmemente
creemos y abiertamente confesamos—y fuera de esto no hay ni salvación ni
remisión de pecados … La Iglesia representa un cuerpo místico, y de este
cuerpo Cristo es la cabeza … A esta Iglesia veneramos y a esta sola … En esta
Iglesia y en su poder hay dos espadas, a saber, una espiritual y una temporal
… Tanto la espada espiritual como la material, por lo tanto, están en poder
de la Iglesia, la última realmente para ser usada para la Iglesia, la primera por
la Iglesia; la primera por el sacerdote, la otra por la mano de reyes y soldados,
pero según la voluntad y con la conformidad del sacerdote.
Además, es adecuado que una espada esté bajo la otra, y la autoridad
temporal esté sujeta al poder espiritual … Por lo tanto, quienquiera que
resista a este poder, ordenado por Dios, resiste a la ordenanza de Dios, a
menos que haya dos comienzos [es decir, dos principios], como imagina el
maniqueo … Además, proclamamos, declaramos y pronunciamos que es
absolutamente necesario para la salvación de todo ser humano estar sujeto
al pontífice de Roma.”
La idea de nacionalidad. Aparece en toda Europa un sentimiento de
“nacionalidad” y de cierto orgullo por la independencia de cada país. Una autoridad
centralizadora y absolutista como el papado, que pretendía ser supranacional o
universal, debía buscar otro camino para sus pretensiones. La época del esplendor
del papado y el comienzo de su decadencia está marcada por la humillación de que
fue objeto Bonifacio VIII; con él termina el período de los grandes Papas.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
José Luis Romero: “A la progresiva organización de hecho de los reinos
nacionales correspondió la lenta formación de una conciencia nacional. Un
sentimiento apenas entrevisto algún tiempo antes comienza a despertar
poco a poco, manifestado como una adhesión al destino histórico de cierta
circunscripción territorial. Este sentimiento estaba alimentado por la
monarquía, que lo estimulaba en cuanto representaba una adhesión a la
corona, y en efecto, provenía de la creciente asimilación entre nación y
monarquía que se operó desde el siglo XIII. Lo compartían de manera
vehemente los grupos burgueses, para quienes el vínculo abstracto entre
individuo y Estado parecía incomparablemente preferible al vínculo personal
entre villano y señor. Pero lo compartían también porque sus intereses de
clase coincidían con los intereses de la corona, empeñados unos y otra en
desarrollar un tipo de economía que sólo podía ser llevado adelante por la
burguesía, pero que parecía requerir la protección y el apoyo del Estado para
extenderse, precisamente, hasta donde el Estado era capaz de hacer llegar
su influencia, dentro de las fronteras nacionales y en las áreas de expansión
que pudieran controlar.”
_ El Cautiverio Babilónico de la Iglesia (1305–1377)
Éste es el nombre del período en el que el papado instaló su sede en Aviñón
(Francia), desde el año 1305 hasta el 1377. El sucesor de Bonifacio VIII fue Benedicto
XI, quien murió envenenado al año siguiente. Entonces Felipe IV hizo valer su
influencia en el Sacro Colegio y logró que fuera elegido Papa el arzobispo de
Burdeos, Bertrand de Got, quien asumió con el nombre de Clemente V (1305–1314).
Clemente V, que era un hombre de grandes fallas morales y débil de carácter,
ordenó a nueve franceses como cardenales. Con esto se inició la decadencia del
pontificado, y el Papa dejó de ser árbitro indiscutido de todos los problemas, para
transformarse en rival o aliado de los soberanos, según les conviniera a estos
últimos. Para complacer a Felipe IV, el Papa abandonó Roma y finalmente trasladó
su corte a Aviñón (1309), donde permanecerían sus sucesores por casi setenta años.
El conflicto entre Felipe y Bonifacio fue un episodio más en la larga lucha de la
Iglesia con los soberanos. El traslado de la sede pontificia a Aviñón perjudicó la libre
acción de los pontífices y favoreció la influencia creciente de la monarquía francesa
en las cuestiones eclesiásticas. A lo largo de todo el siglo XIV estos hechos fueron
fruto y consecuencia de diversos conflictos políticos, sociales y eclesiásticos.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Conflictos políticos. Todos estos cambios fueron severamente criticados por
muchos, porque la Iglesia quedó sometida a los dictados de la política francesa. Esto
produjo gran descontento y preocupación en el mundo cristiano, especialmente en
Italia, donde se insistía en que Roma había sido siempre la sede pontificia y el
colegio de cardenales había estado compuesto normalmente por italianos. Para
muchos, el Papa no era otra cosa que un prisionero de los franceses. De allí el
nombre de Cautiverio Babilónico o Cautiverio de Aviñón.
Clemente V fortaleció la influencia francesa en la corte papal y ordenó a
veintitrés obispos franceses. Autorizó a Felipe IV a cobrar un diezmo sobre las
propiedades de la Iglesia por un período de cinco años y anuló las bulas de Bonifacio
VIII, que imponían la sujeción del monarca francés al Papa. Afirmó que, en la nueva
dispensación, Francia ocuparía el lugar de Israel y que el reino secular de Francia
había sido fundado por Dios. El sucesor de Clemente V fue Juan XXII (1316–1334),
quien condenó la tesis de los franciscanos que señalaba que la pobreza de Cristo y
los apóstoles había sido absoluta. También repudió la teoría política de Marsilio de
Papua y de Juan de Jandun según la cual la soberanía descansaba en el pueblo
representado por la mayoría, y que, en consecuencia, el poder supremo de la Iglesia
no residía en el papado o los obispos, sino en un Concilio compuesto de clérigos y
laicos que representaban al pueblo cristiano (teoría conciliar). Su pontificado fue
agitado y funesto.
Benedicto XII (1334–1342), un cisterciense de gran cultura teológica, se propuso
retornar el papado a Roma, pero luego decidió permanecer en Aviñón y levantar
allí un gran palacio papal. Clemente VI (1342–1352) fue un aristócrata aficionado al
esplendor y la magnificencia. Convirtió a Aviñón en una corte mundana hasta que
la ciudad fue atacada por la Peste Negra (1348). En 1355, Inocencio VI (1352–1362),
que era un jurista acomodaticio sin gran competencia política, coronó a Carlos IV
como emperador, quien publicó una bula que colocaba la elección del emperador
en las manos de electores, haciendo del Sacro Imperio Romano un Imperio Alemán
solamente. La bula marcó el final de la intervención imperial en Italia y el cierre de
una larga lucha entre Papa y Emperador. Inocencio se opuso a esta medida, porque
pasaba por encima del derecho papal de confirmar la elección de los monarcas
alemanes y de administrar el Imperio en caso de vacancia.
A estos hechos dramáticos se agregaron otros, como las guerras que se
produjeron a lo largo del siglo XIV. Al llegar al límite de sus posibilidades fiscales, los
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Estados tendieron a pensar que la solución a sus problemas residía en aumentar su
territorio con la anexión de zonas más débiles. La expresión más acabada y trágica
de esta política fue el antagonismo entre Francia e Inglaterra por el control de
Flandes y su comercio. La alianza inglesa con los flamencos irritó sobremanera a los
reyes de Francia. Otra causa de conflicto fue la situación de Guyena, única posesión
feudal que los ingleses tenían en Francia.
La hostilidad entre los dos reinos estalló en ocasión del reclamo dinástico de
Eduardo III de Inglaterra por la corona de Francia, a través de su madre, que era hija
de Felipe el Hermoso. Los franceses rechazaron el reclamo de Eduardo III,
adoptando una resolución por la que se establecía que las mujeres no tenían
derecho a reinar en Francia y por lo tanto no podían transmitir por herencia la
corona (ley sálica). El conflicto llevó finalmente al estallido de la Guerra de los Cien
Años (1337–1453) entre Francia e Inglaterra.
Este conflicto entre las dos coronas más importantes de la cristiandad alentó los
sentimientos antipapales especialmente en la segunda nación. La guerra se inició
con triunfos ingleses y finalizó con victorias francesas. Un personaje clave para el
logro de las victorias francesas fue una joven campesina llamada Juana de Arco
(1412–1431). Juana nació en la aldea de Domremy (Lorena) y era hija de un
matrimonio humilde. A los trece años tuvo diversas visiones celestiales y oyó voces
que la animaban a libertar a Francia de los ingleses. A pesar de la negativa de sus
padres, Juana resolvió visitar al capitán francés, que se opuso a su intervención.
Ante la decisión de Juana de entrevistar al rey, Baudricourt le facilitó caballos y una
escolta de seis hombres. Vistiendo una armadura, la joven anduvo once días y
atravesó sin ningún incidente más de cien leguas de territorio enemigo, para arribar
a Chinón, donde residía Carlos VII, el Delfín. El monarca aceptó el desafío de Juana
y la autorizó a salir al campo de batalla. Juana se propuso atacar la ciudad de
Orleáns, uno de los últimos baluartes ingleses en territorio francés, y logró su
rendición. A éste le siguieron otros triunfos, que permitieron a Carlos VII trasladarse
a Reims, en cuya catedral fue coronado rey de Francia.
Posteriormente, Juana cayó prisionera de los borgoñeses, cuando trataba de
liberar la ciudad de Compiegne. Fue entregada a los ingleses por 10.000 francos de
oro, ante la indiferencia de Carlos VII. En diciembre de 1430 fue trasladada a Ruán
y juzgada por la Inquisición, que la acusó de hechicería. Finalmente, por haber
usado ropas masculinas fue condenada por hereje a prisión perpetua. Sus enemigos
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
le hurtaron sus ropas mientras dormía y le dejaron sólo una vestimenta masculina.
La joven se cubrió con ellas y entonces fue declarada relapsa (reincidente) y
condenada a morir en la hoguera. El 25 de mayo de 1431 fue conducida al cadalso
levantado en la plaza de Ruán. El papa Benedicto XV canonizó a Juana de Arco en
1920.
Conflictos socioeconómicos. Los problemas económicos y los conflictos políticos
hicieron mella sobre el tejido social. El siglo XIV fue notable por los levantamientos
de campesinos, las luchas urbanas, la insurrección de la burguesía, las protestas de
trabajadores textiles, además de tumultos, motines y guerras civiles. Los burgueses
culpaban a los nobles por los fracasos militares y les perdieron el respeto que
tradicionalmente les habían tenido. En Francia, comenzaron a exigir que se les
permitiera controlar el uso del dinero que pagaban como impuestos y reclamaron
una mayor participación en el gobierno. Los soldados franceses que habían sido
derrotados por los ingleses en la batalla de Poitiers (1356) comenzaron a asolar los
campos y provocaron la indignación de los campesinos, que se lanzaron al asalto de
los castillos y los campos sembrados. Los jacques, como se les llamó, cometieron
toda suerte de crueldades contra la nobleza, hasta que fueron reducidos y
castigados con mayor crueldad.
Además, a mediados del siglo XIV, toda Europa se vio sacudida por un repentino
desastre demográfico, debido al estallido de una plaga de peste bubónica. La
disminución de la población en razón de la “muerte negra,” como se la denominó,
fue tan grande que la estructura social, política, cultural y religiosa fue conmovida.
La curva de la población, que había estado levantándose firmemente desde
mediados del siglo X, de pronto de niveló y probablemente declinó incluso antes
que la peste bubónica se llevara a un cuarto de la población de Europa. Las ciudades
ya no construyeron nuevos suburbios y murallas, y es probable que el volumen del
comercio internacional fuese realmente menor en 1400 que en 1300, al menos al
norte de los Alpes. Ciertamente la tierra dejó de cultivarse en Inglaterra y Alemania,
como han mostrado los estudios estadísticos. Esto parece haber sido causado
conjuntamente por el agotamiento del suelo y la declinación drástica de la
población.
Sobre los problemas que la peste bubónica trajo consigo se añadieron los
consecuentes a la primera gran crisis bancaria en la historia europea. Los bancos
florentinos habían sobrextendido el crédito a las monarquías de Inglaterra, Francia
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
y el reino de Sicilia para el pago de sus guerras, préstamos que estos reinos no
pudieron devolver. Esto generó una profunda crisis de confianza. El colapso de los
bancos tuvo un impacto en la manufactura y el comercio, que se nutrían del crédito
extendido para aumentar sus operaciones y transacciones.
Conflictos eclesiásticos. Si bien durante buena parte del siglo XIV Francia pudo
controlar al papado al mantener su sede en Aviñón, no todos en el reino
consideraban que esto era una bendición. También en Francia hubo oposición al
papado francés, especialmente de aquellos que con sus impuestos debían
mantener dos cortes: la de Francia y la de Aviñón. De todos modos, la corte papal
en Aviñón funcionaba con más eficiencia que la Curia romana. Era una estructura
más centralizada, con treinta cardenales residentes, que superó a Roma en la
actividad misionera y la diplomacia. Pero se mostraba más como una corte
mundana, centrada en el poder, la ley y el dinero, que en el cumplimiento de un fin
espiritual.
Petrarca: “Aquí [en Aviñón] reinan los sucesores de los pobres pescadores de
Galilea. Han olvidado absolutamente sus orígenes … [es] Babilonia, el centro
de todos los vicios y el sufrimiento … no hay piedad, ni caridad, ni fe, ni
reverencia, ni temor de Dios, nada que sea santo, nada justo, nada sagrado.
Lo único que se oye o se lee tiene que ver con la perfidia, el engaño, la dureza
del orgullo, la desvergüenza y la orgía desenfrenada … en resumen, todas las
formas de la impiedad y el mal que el mundo puede mostrar se reúnen aquí
… Aquí se pierden todas las cosas buenas, primero la libertad y después
sucesivamente el reposo, la felicidad, la fe, la esperanza y la caridad.”
El sexto Papa francés en Aviñón fue Urbano V (1362–1370), un benedictino de
origen noble. Logró consolidar las posesiones del papado en Italia gracias al talento
militar y político del cardenal español Gil de Albornoz. En 1367 decidió regresar a
Roma, donde permaneció por tres años, pero luego volvió a Aviñón, donde murió.
Su sucesor fue Gregorio XI (1370–1378), sobrino de Clemente VI, quien era un
especialista en derecho canónico. Animado por cartas de Catalina de Siena, se
instaló en Roma a principios de 1377, cuando sólo le quedaba un año de vida. Para
entonces, los cardenales estaban divididos. La mayoría eran franceses (11 de 16) y
estaban a favor de Aviñón como sede, pero la elección del nuevo Papa debía
hacerse en Roma.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El pueblo de Roma demandó que un italiano ocupara el trono papal. Pero el
nuevo Papa no fue romano ni francés, sino napolitano, y asumió con el nombre de
Urbano VI (1378–1389). Urbano VI era un déspota brutal, autoritario y cruel, que
no hizo nada por volver a Aviñón a pesar de haber prometido hacerlo. En razón de
esto, los cardenales franceses declararon que su elección no era válida, y eligieron
a un Papa francés, Clemente VII (1378–1394), quien se trasladó a Aviñón. Urbano VI
se resistió diciendo que todo era ilegal, se rehusó a reconocer a Clemente VII como
Papa, y ordenó nuevos cardenales en lugar de los que lo habían depuesto. Así
comenzó el Gran Cisma Papal. Nuevamente, la cristiandad occidental quedó
dividida en dos bandos, que acataban respectivamente la autoridad de los
pontífices establecidos en Roma y Aviñón.
_ El Gran Cisma Papal (1378–1417)
Dos Papas. Había, pues, dos papas: uno italiano en Roma y uno francés en
Aviñón, cada uno con su colegio de cardenales. La cristiandad occidental se dividió
tomando partido por uno u otro. El Papa romano (Urbano VI) fue reconocido por
Italia, Inglaterra, la mayor parte de Alemania, Escandinavia, Hungría, Bohemia,
Flandes, Países Bajos y Portugal. El Papa francés (Clemente VII) fue seguido por
Francia, Escocia, Saboya, Austria y el resto de Alemania. La elección se hizo sobre
premisas nacionalistas y factores políticos, frustrándose así el ideal de una Iglesia
universal por encima de los intereses nacionales. Ninguno de los dos papas estaba
dispuesto a renunciar, porque ambos afirmaban haber sido elegidos
canónicamente. La mayoría de los cardenales estaba preocupada y ansiosa por
poner fin a este escándalo.
CUADRO 10 - LOS PAPAS DEL GRAN CISMA
PAPAS DE ROMA PAPAS DE AVINOŃ PAPAS CONCILIARES

GREGORIO XI (1370–
1378)
Murió en 1378,
preparando el escenario
para el cisma.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
URBANO V (1378–1389) CLEMENTE VII (1378–1394)
Terminó con el Cautiverio Babilónico Después de tres años de guerra
pero provocó el Cisma al separar a los contra quienes respaldaban a Urbano
cardenales franceses y elegir a otros. VI, se mudó a Aviñón en 1381.

BONIFACIO IX (1389–1404) BENEDICTO XIII (1394–1417)


Depuesto por el Concilio de Pisa en
1409; pero se rehusó a renunciar.
Depuesto por el Concilio de
Constanza en 1417. Regresó a
España, convencido hasta el día de su
muerte de que era un Papa legítimo.

INOCENCIO VII (1404– ALEJANDRO V (1409–


1406) 1410)
Nombrado por el
Concilio de Pisa.

GREGORIO XII (1406– JUAN XXIII (1410–1415)


1415)
Depuesto por el Concilio
Depuesto por el Concilio de Constanza en 1415.
de Pisa en 1409, pero se
rehusó a renunciar.
Depuesto por el Concilio MARTIN V (1417–1431)
de Constanza en 1415. Nombrado por el
Concilio de Constanza
para terminar con el
Cisma.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Varias soluciones. Se ensayaron diversos caminos para la solución del Gran
Cisma. Una de las propuestas fue per viam facti o de los hechos consumados.
Ambos partidos intentaron primero presentar pruebas positivas arguyendo su
legitimidad a través de declaraciones. Luego, apelaron al anatema, la propaganda,
la intriga e incluso la violencia. Clemente VII intentó esta solución por el camino de
la fuerza; pero no le dio resultado. Los teólogos y juristas de la Universidad de París
en 1394 propusieron otros tres caminos. Dos de ellos apelaban a la buena voluntad
de los dos papas. Se trataba de la vía cessionis, según la cual uno o ambos papas
debían renunciar al papado. La segunda propuesta era la vía compromissi, según la
cual ambos papas se reunirían acompañados de sus respectivos cardenales para
discutir las razones que se alegaban; quien mejores razones tuviese sería
reconocido como Papa por toda la Iglesia. La tercera solución presentada por los
eruditos de París preveía la convocación de un Concilio universal que prescindiera
de los dos papas en litigio. Ésta era la vía concilii. Finalmente, ésta fue la idea que
prevaleció, es decir, la idea de resolver el Gran Cisma por medio de un Concilio de
todos los obispos.
_ Los concilios reformadores
El Gran Cisma Papal puso en evidencia el descontento de muchos respecto de
un gobierno eclesiástico centralizado en el Papa. Algunos renombrados profesores
universitarios, como Pedro de Ailly (1350–1420) y Juan Gerson (1363–1429), creían
que el poder pleno de la Iglesia no residía en el Papa, sino en el cuerpo total de los
creyentes, que sólo podía estar representado por un Concilio de delegados de toda
la Iglesia. Sostenían, además, que le correspondía al poder civil el derecho de
convocar tal Concilio, ya que el primer Concilio ecuménico (Nicea, 325) había sido
convocado por el emperador Constantino. Estos principios se impusieron y durante
el siglo XV se realizaron varios Concilios, que pusieron fin al Gran Cisma, enfrentaron
las herejías y buscaron reformar la Iglesia.
Concilio de Pisa (1409). Pedro de Ailly y Juan Gerson desconfiaban de que el Papa
de Roma y el de Aviñón se avinieran a citar un Concilio y a obedecer sus decretos;
por eso, persuadieron al rey de Francia para que quitara su apoyo al Papa de Aviñón
y reuniera a los dos grupos de cardenales. Tanto Francia como Inglaterra apoyaron
la convocación de este Concilio, que finalmente se reunió en el año 1409 en la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
ciudad de Pisa. Los obispos reunidos eran pocos, pero muy representativos. El
propósito era terminar con el cisma y la herejía. El Concilio afirmó también la
autoridad conciliar sobre la papal. El resultado fue la declaración de vacancia del
trono papal, la deposición de Gregorio XII (Roma) y de Benedicto XIII (Aviñón), y el
nombramiento de un nuevo Papa: Alejandro V (1409–1410), que fue apoyado por
Inglaterra, Francia, y parte de Alemania. Pero los papas depuestos no aceptaron la
decisión y continuaron en el poder: Benedicto XIII con el apoyo de España, Portugal
y Escocia, y Gregorio XII respaldado por Alemania e Italia. De modo que el escándalo
de tener dos papas se acrecentó porque ahora había tres y cada uno pretendiendo
legitimidad. Alejandro V podía haber logrado la unificación, pero murió pronto y fue
sucedido por Juan XXIII (1410–1415), un Papa mundano y degenerado, que dejó
una página negra en la historia del papado. El Concilio no tuvo poder para aplicar
sus decisiones, y dejó a la Iglesia con tres papas rivales.
Concilio de Constanza (1414–1418). Después de Pisa, la Iglesia se encontró en
un camino sin salida, del que logró salir gracias al emperador Segismundo, quien
presionó a Juan XXIII para que convocara un Concilio en Constanza. Los propósitos
del Concilio fueron terminar con el Cisma, poner en marcha una reforma moral y
administrativa de la Iglesia y condenar las herejías de Juan Wycliff y de Juan Huss.
Los personajes más destacados en su desarrollo fueron el Papa Juan XXIII, Pedro de
Ailly y Juan Gerson. Sin embargo, como instrumento de reforma, el Concilio fue una
triste desilusión, pero logró poner fin al Cisma, al condenar a los tres papas
existentes, deponerlos y elegir a un nuevo Papa, Martín V (1417–1431), quien fue
reconocido por todos.
M. David Knowles: “La desconfianza hacia el Papa y los cardenales, así como
el nacionalismo naciente—excitado por la hostilidad que reinaba entre
Inglaterra y Francia—, condujeron a dos innovaciones importantes. Primero
se discutía y votaba por grupos nacionales. Luego fueron admitidos muchos
teólogos que no eran obispos. Esto aseguró una posición fuerte a los
universitarios, que sostenían la supremacía del Concilio sobre el Papa y la
necesidad de celebrar Concilios periódicos. Pedro de Ailly, ya cardenal, era
un ‘conciliarista’ extremo. Gerson, más conservador, proponía una reforma
limitada.”
A partir de Constanza, la cristiandad romana tenía una vez más una sola cabeza.
El Cisma había terminado formalmente, pero la autoridad papal estaba muy
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
deprimida. De ahora en adelante, según las decisiones del Concilio, el Papa tendría
el poder ejecutivo de la Iglesia, pero sería regulado por un cuerpo legislativo
(Concilio), que se reuniría regularmente y representaría los intereses de toda la
cristiandad. Martín V prometió convocar a otro Concilio cinco años más tarde, en
cumplimiento de la resolución del propio Concilio de Constanza de tener Concilios
regulares. El Concilio de Constanza logró la transformación del papado de una
“monarquía absoluta” a una “monarquía constitucional.”
Concilio de Pavía (1423). Fue convocado por Martín V, conforme con lo resuelto
en Constanza, pero contra su voluntad, ya que él era de la idea de un papado
absolutista. La asistencia fue pobre debido a la peste. Fue trasladado a Siena y fue
aplazando su conclusión. Sin haber logrado concluir nada ni resolver nada
significativo, el Concilio fue disuelto en 1424 por Martín V. La responsabilidad del
fracaso recayó sobre el Papa y esto aumentó el descontento.
Concilio de Basilea (1431–1449). Fue convocado por Martín V, que falleció dos
meses más tarde, y fue sucedido por Eugenio IV (1431–1447). A este Concilio
asistieron menos participantes, menos obispos y más universitarios, y su desarrollo
fue más complejo que el de Constanza. La mayoría de los padres conciliares eran
adversos a la supremacía papal y sostenían que el Concilio general poseía una
autoridad superior a la del Papa. El Concilio tuvo cuatro propósitos. (1) Encaró las
reformas administrativas y morales que no se concretaron en Constanza,
ordenando la realización de sínodos anuales en cada diócesis y cada diez años un
Concilio general, entre otras medidas. (2) Inició las gestiones tendientes a la reunión
de la Iglesia Latina y la Iglesia Griega, esta última amenazada por los conquistadores
turcos otomanos. (3) Tomó medidas respecto a las revueltas religiosas en Bohemia
(movimiento husita), logrando vencerlas. (4) Consolidó la paz entre los príncipes
cristianos.
Concilio de Ferrara-Florencia (1437–1439). En Basilea no hubo acuerdo sobre el
lugar donde debía realizarse el contacto con los representantes de la Iglesia Griega,
y el Concilio se dividió sobre esta cuestión. El Papa, que tenía el apoyo de una
minoría, trasladó el Concilio a Ferrara en 1437 para encontrarse allí con los griegos,
y luego en 1439 la sede fue llevada a Florencia. Allí se produjo la reunión de las dos
Iglesias, hecho que aumentó el prestigio de Eugenio IV. Mientras tanto, en Basilea,
la mayoría adoptaba resoluciones más radicales: depuso a Eugenio IV acusándolo
de herejía y eligió a Félix V (1439–1449). Félix V y el Concilio de Basilea fracasaron
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
en lograr apoyo político y el Concilio terminó por respaldar al legítimo sucesor de
Eugenio IV, Nicolás V (1447–1455). El fracaso de Basilea arruinó las esperanzas de
transformar al papado en una monarquía constitucional o de hacer la reforma tan
necesaria por medio de un Concilio.
El fracaso de todos estos concilios se debió a la falta de unidad en los motivos y
propósitos (cuestiones políticas, intereses personales, ideales nacionalistas, etc.); a
la solución parcial de Constanza, que declaró todo terminado sin resolver nada; y,
al antagonismo por el poder papal, pues ningún Papa estaba dispuesto a renunciar
a sus privilegios. No obstante, una nueva fuerza se estaba manifestando en estos
Concilios: la idea de nacionalidad. Este sentimiento iría aumentando hasta la
Reforma, y sería un factor importantísimo en su logro.

LOS PAPAS DEL RENACIMIENTO


El retorno de la sede papal a Roma y el fracaso de los Concilios reformadores
dieron lugar al surgimiento de un nuevo tipo de papas en el trono de San Pedro. Su
mentalidad, ambiciones, conducta y realizaciones estuvieron fuertemente
afectadas por los vaivenes de la política de Italia y el desarrollo del Renacimiento
Italiano. Desde un punto de vista religioso, el papado alcanzó durante la segunda
mitad del siglo XV y comienzos del XVI su punto espiritual y moral más bajo.
M. David Knowles: “En lo que concierne al papado, el período se caracterizó
esencialmente por el hecho de que la Santa Sede estuvo cada vez más
implicada en las violencias políticas de Italia y los eclesiásticos italianos
participaron en lo que se llama el Renacimiento Italiano. Estos dos factores
iban a disminuir la fuerza espiritual y moral de la curia y a aminorar
notablemente su prestigio.”
Hacia mediados del siglo XV, los papas le imprimieron al papado todos los rasgos
que habrían de caracterizarlo hasta el advenimiento de la Reforma: intrigas
políticas, objetivos temporales, corrupción, relajación moral, preocupaciones
dinásticas, ambiciones desmedidas, indiferencia pastoral, falta de espiritualidad y
abandono de todo ideal religioso.
_ Problemas que enfrentaron

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La eliminación del peligro turco otomano. Los Papas Renacentistas empeñaron,
en más de una ocasión, todo su entusiasmo en preparar una Cruzada contra los
turcos. Pero los príncipes cristianos no respondieron e hicieron fracasar sus planes.
Nadie tenía interés en encarar una nueva Cruzada religiosa. El resultado de esto fue
que los turcos avanzaron sobre Europa y en 1453 tomaron Constantinopla. El papa
Nicolás V (1447–1455), más erudito y humanista que clérigo, hizo de Roma la capital
del Renacimiento Italiano, pero no movió un dedo para detener el avance
demoledor de los turcos sobre Constantinopla.
El último emperador bizantino, Constantino XI había logrado renovar la unión
con la Iglesia Romana (1452) por medio del cardenal Isidoro de Kiev. Pero los
Occidentales no prestaron a los bizantinos la ayuda que necesitaban contra los
turcos. Después de las victorias de Warna (1444) y de Merli (1448), los turcos
estrecharon cada vez más su cerco sobre Constantinopla. Los turcos favorecieron la
ruptura de relaciones entre la Iglesia Griega y la Iglesia Romana. Un sínodo
celebrado en Constantinopla rompió formalmente con Roma (1472). En 1459 Rusia
se separó de Constantinopla, y Moscú empezó a llamarse “la Tercera Roma.”
Calixto III (1455–1458), el primer Papa de la familia de los Borgia, fue un jurista
y guerrero español, que tuvo como único propósito de su pontificado la cruzada
contra los turcos. Envió legados y predicadores por toda Europa. Pero ya había
pasado mucho tiempo desde las primeras Cruzadas. El nacionalismo con sus
intereses particulares hacía tiempo que se había apoderado de Europa. Sólo
Hungría apoyó el proyecto de Cruzada y sus ejércitos lograron un resonante triunfo
sobre los turcos en Belgrado (1456). Al año siguiente, una escuadra naval, enviada
por Calixto III logró también una victoria sobre los turcos. Pero estas victorias no
tuvieron el resultado deseado, porque Venecia entró en relaciones con los
otomanos, e hizo con ellos un pacto de no agresión. No obstante, Calixto III invirtió
enormes sumas de dinero en la guerra contra los turcos.
Pío II (1458–1464), un Papa humanista, continuó los esfuerzos por frenar el
avance turco sobre Europa. En 1458 reunió un encuentro de príncipes europeos en
Mantua, en el que se decidió una guerra de tres años contra los turcos, pero sin
resultados prácticos. Ante la imposibilidad de librarse del peligro turco por las
armas, Pío II cambió de estrategia. Escribió una carta al sultán Mahoma II
exhortándolo a abrazar la fe cristiana. Nicolás de Cusa (1400–1464) intentó allanar
las dificultades doctrinales entre el islamismo y el cristianismo a través de una obra
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
titulada Cribatio alchorani. Pío II terminó por organizar una campaña naval contra
los turcos, colocándose él mismo al frente de la escuadra, pero cayó enfermo y
murió en 1464.
Sixto IV (1471–1484), un hombre de origen modesto pero bien formado
teológicamente, quiso transformar a la monarquía pontificia en una gran potencia
italiana e intentó una nueva Cruzada contra los turcos. En 1473 envió cinco legados
por toda Europa a predicar la Cruzada y a recoger los diezmos impuestos para el
mismo fin. Pero los príncipes no respondieron y el clero no entregó los diezmos. La
escuadra naval consiguió conquistar Esmirna, pero las disensiones entre
venecianos, napolitanos y pontificios hicieron fracasar la empresa. En 1480 los
turcos conquistaron Otranto, y con ello lograron una cabecera de playa para la
conquista de Italia y de Roma misma. Al año siguiente, una nueva flota que el Papa
logró reunir, reconquistó la ciudad.
CUADRO 11 - LOS PAPAS RENACENTISTAS
Nicolás V (1447–1455)

Calixto III (1455–1458)

Pío II (1458–1464)

Paulo II (1464–1471)

Sixto IV (1471–1484)

Inocencio VIII (1484–1492)

Alejandro VI (1492–1503)

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La reforma de la Iglesia. A lo largo de la Edad Media se fue oyendo el clamor por
una reforma in capite et in membris (desde la cabeza hasta los miembros), y esto se
agudizó en los siglos XIV y XV, pero sin mayores resultados. Desde la muerte de
Calixto III (1458) no se verá una tentativa sincera de reforma. Pío II intentó favorecer
algunos procesos de cambio, pero sin mayores efectos. Durante su pontificado se
rodeó de amigos entregados a la reforma de la iglesia, como Domingo Domenichi y
Nicolás de Cusa. Ambos redactaron ciertos proyectos, para cuyo estudio y
aplicación el Papa constituyó una comisión de reforma. Pero la Cruzada contra los
turcos le impidió poner por obra las disposiciones que ya tenía proyectadas. A partir
de Sixto IV, la Curia pontificia entró en una profunda decadencia moral.
La teoría conciliar. Las ideas conciliaristas de la supremacía del Concilio sobre el
Papa habían sido defendidas abiertamente en Basilea con fuerte apoyo de
eclesiásticos de renombre, como Nicolás de Cusa. Estas teorías fueron resistidas por
los Papas y finalmente derrotadas por teólogos papistas. El papa Pío II había
militado en el partido conciliarista de Basilea en su juventud, como secretario de
Félix V. Pero poco a poco fue cambiando de actitud, hasta que en 1444 confesó sus
errores y en 1463, siendo ya Papa, publicó una bula (Exsecrabilis) en la que se
retractaba de sus ideas conciliaristas y reafirmaba la supremacía pontificia.
Exsecrabilis: “Ha surgido en nuestro tiempo un abuso execrable, del que no
se había oído en edades anteriores, es decir, que algunos hombres, imbuidos
con el espíritu de rebelión, pretenden apelar por un concilio futuro al
pontífice romano, el vicario de Jesucristo, a quien en la persona del bendito
Pedro se le dijo, ‘Alimenta a mis ovejas’ y ‘Todo lo que atares en la tierra será
atado en el cielo’; y esto no por un deseo de un juicio más sano sino para
escapar de los castigos de sus errores. Cualquiera que no sea totalmente
ignorante de las leyes puede ver de qué manera esto contraviene los cánones
sagrados y cuán perjudicial es esto para la cristiandad. Y, ¿no es simplemente
absurdo apelar por lo que ahora no existe y cuya fecha de existencia futura
se desconoce? Por lo tanto, deseando expulsar de la Iglesia de Dios este
veneno pestilente y tomar medidas para la seguridad de las ovejas confiadas
a nuestro cuidado, y para proteger al rebaño de nuestro Salvador de todo lo
que pueda ofender … nosotros condenamos apelaciones de este tipo y las
denunciamos como erróneas y detestables.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
La promoción y aplicación de la teoría conciliar fue resistida por los papas porque
iba contra sus intereses. Pero el período conciliar tuvo tres consecuencias sobre el
papado. Primero, fueron los príncipes quienes cosecharon los beneficios de la
agitación antipapal y conciliarista. Los derechos y privilegios papales no se vieron
limitados, pero fueron transferidos a los príncipes, o se repartieron y negociaron
con ellos. Segundo, el gobierno papal fue reorganizado como resultado de los
concilios. Para confrontar a los príncipes de igual a igual, el papado necesitaba de
nuevos órganos de gobierno (maquinaria diplomática, recursos financieros), es
decir, una nueva Curia, más eficiente. Y, tercero, la cancillería y la camera, que
habían sido los vehículos principales del gobierno papal desde el siglo XII, dejaron
de ocupar la posición central que habían tenido. Nuevos oficios y oficinas,
directamente relacionados con el Papa ocuparon su lugar (secretario personal,
secretario de estado, Signatura, nuncios). Al tratar con los príncipes como iguales,
los papas mismos se condujeron como príncipes mundanos.
Las nuevas corrientes culturales. A partir del siglo XIV se fue afirmando poco a
poco una nueva corriente cultural y espiritual: el humanismo. El humanismo tuvo
su origen en Italia, desde donde se expandió a toda Europa. Su iniciador fue Petrarca
(1304–1374), el cual tuvo un gran precedente en Dante Alighieri (1265–1321), autor
de la Divina Comedia. Los centros humanistas más importantes estaban en Italia,
como Florencia, Roma, Nápoles y Mantua. Papas como Nicolás V, Sixto IV, Julio II y
León X favorecieron a los humanistas y a los artistas. Cuando el Renacimiento
comenzó a tomar vuelo y a modificar la sociedad, especialmente en Italia, el papado
no pudo abstraerse de su influencia. Por el contrario, algunos papas se
transformaron en celosos promotores del mismo. Nicolás V había sido un erudito y
humanista destacado antes de acceder al trono papal y una vez en el mismo, hizo
todo lo posible por transformar a Roma en la capital cultural de Italia. Se rodeó de
un grupo de notables eruditos, como Poggio, Filelfo y Lorenzo Valla. Además,
emprendió dos proyectos de importancia. El primero fue el de transformar la
pequeña biblioteca pontificia en una gran colección de manuscritos latinos y
griegos, y así fundó la famosa Biblioteca Vaticana. El segundo fue el de reconstruir
San Pedro, el Vaticano y la misma ciudad de Roma con una magnificencia
inigualada.
El papa Sixto IV fue también un generoso mecenas para los artistas
renacentistas. Hizo construir una capilla que lleva su nombre, la Capilla Sixtina, y

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
para decorarla reclutó una pléyade de genios: Ghirlandaio, Botticelli, Perugino,
Pinturicchio y Melozzo da Forli. Hizo construir también varias iglesias.
MAPA 8 - EUROPA EN EL SIGLO XV

_ Decadencia que experimentaron


Los Papas del Renacimiento aumentaron el prestigio y la riqueza externa del
papado, tan maltrecho desde el cautiverio de Aviñón y casi moribundo durante el
Cisma de Occidente. Pero la decadencia interna creció de un modo alarmante y
hasta límites casi inverosímiles durante la segunda mitad del siglo XV y principios
del siglo XVI. A lo largo de este período hubo un notable incremento en tres formas
de actividad papal: el tráfico de indulgencias, el arbitraje papal en cuestiones
internacionales, y la elaboración de un sistema de nombramientos u otorgamientos
papales de beneficios eclesiásticos. Como expresión de estas acciones, surgieron
algunos de los problemas que más afligieron a la Iglesia institucional, entre ellos los
siguientes.
Nepotismo. Los papas de la baja Edad Media llegaron a considerar que todas las
posiciones jerárquicas en el clero de la Iglesia de algún modo les pertenecían y que
era su derecho designar para las mismas a quienes ellos quisieran. Ya en 1335,
Benedicto XII afirmaba: “Nos reservamos para nuestra propia ordenación,
disposición y provisión todas las iglesias patriarcales, arzobispales y episcopales,
todos los monasterios, prioratos, dignidades, rectorías y oficios, todas las canonjías,
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
prebendas, iglesias y otros beneficios eclesiásticos, con o sin cura de almas, ya sean
seculares o regulares, de todo tipo, vacantes o a hacerse vacantes en el futuro,
incluso si han sido o deben ser cubiertos por elección o en alguna otra manera.” No
es extraño, pues, que sobre esta base, los papas hayan favorecido a familiares y
amigos especialmente con aquellos puestos eclesiásticos que eran más rentables.
La preferencia de los papas por los propios parientes, a los que llenaban de
riquezas y colmaban de cargos y de honores eclesiásticos sin tener en cuenta la
dignidad moral ni la eficiencia de gobierno, fue una verdadera plaga durante este
período. El papa Calixto III hizo cardenal a su sobrino Rodrigo Borgia, quien llegaría
a ser Papa como Alejandro VI. El nepotismo del papa Sixto IV fue probablemente el
más escandaloso de todo el período. En la primera promoción de cardenales (1471)
concedió el capelo cardenalicio a dos sobrinos y más tarde hizo cardenales a otros
cuatro familiares, todos ellos indignos de ocupar un ministerio religioso y
desprovistos de toda vida espiritual. Al resto de su familia lo dotó de altos cargos y
lo enriqueció a costa de los bienes de la Iglesia.
Corrupción. Las debilidades morales de algunos papas fueron muy graves y
escandalizaron a toda la cristiandad. Con el papa Sixto IV, que había sido general de
los franciscanos, comenzó la época más desastrosa del papado después del siglo de
hierro de la Iglesia (siglo X). Los papas se convirtieron en príncipes seculares,
entregados totalmente a la política y la corrupción. Entre otras acciones, Sixto IV
fue quien autorizó a los Reyes Católicos de España a implantar la Inquisición en todo
ese país (1478), con todas las consecuencias que ello tuvo para los judíos y los
musulmanes, y más tarde, para los protestantes. Calixto era español y le dio al
papado del siglo XV sus rasgos más funestos.
La corrupción de la Curia se incrementó con el ascenso al trono papal de
Inocencio VIII (1484–1492). Un colegio de cardenales completamente
mundanalizado lo eligió Papa, en una elección que no estuvo exenta de simonía. Un
hijo suyo se casó con una hija de Lorenzo el Magnífico (Medici), y las bodas se
celebraron en el Vaticano con un lujo y derroche propios de un sultán. La corrupción
y compra de cargos en la Curia fueron frecuentes, y abundaron las bulas falsas y los
privilegios falsos. En 1489 se descubrió un tráfico ilegal de documentos papales,
vendidos a buen precio por los empleados de la Cancillería. Las finanzas pontificias
llegaron a tal grado de corrupción, que fue necesario empeñar la tiara pontificia y
una buena parte del tesoro de San Pedro. El colegio cardenalicio estaba plagado de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
parientes y partidarios, y compuesto por hombres ambiciosos y ricos, divididos en
bandos que prolongaban las intrigas pontificias en la ciudad y sus alrededores. Por
otro lado, Inocencio VIII fue responsable de una brutal caza de brujas a manos de la
Inquisición, que ocurrió a partir de la publicación de una bula suya (1484) en la que
denunciaba fenómenos de brujería y alertaba sobre su multiplicación por toda
Europa, especialmente en Alemania.
Probablemente, de todos los papas renacentistas, ninguno fue tan corrupto
como Rodrigo Borgia, quien ascendió al trono de Pedro con el nombre de Alejandro
VI (1492–1503), cuando tenía más de sesenta años. Su elección fue
escandalosamente simoníaca, porque directamente compró el papado, y toda su
vida y ministerio papal continuó siendo escandalosa. Había sido nombrado cardenal
por su tío, el Papa español Calixto III (1456), de quien recibió toda suerte de
prebendas que le producían notables ganancias. Llevó una vida de lujo oriental y
siendo cardenal tuvo tres hijos con una mujer romana desconocida, además de
varios otros hijos con otras mujeres. Muchos de estos hijos llegaron a ocupar
lugares en la jerarquía de la Iglesia o recibieron títulos de nobleza.
Mundanalización. Los papas de este tiempo fueron más bien príncipes seculares
que pastores de almas. Algunos llegaron a considerar los estados y territorios de la
Iglesia como propiedad personal, de la que podían disponer a su antojo, incluso
utilizando la guerra a favor de sus intereses. Alejandro VI gobernó la Iglesia como si
fuese un principado personal. Se lo consideraba un hombre amable, genial y
sumamente hábil para la política. Pero también demostró ser capaz de cometer
cualquier intriga o crimen contra quienquiera que se interpusiera a su interés
personal o el de sus hijos. Así es como entró en conflictos con los príncipes italianos,
el rey de Francia, el emperador, el rey de España e incluso el sultán turco. Designó
a su hijo Juan como duque de Gandía, y le concedió el ducado de Benevento, que
pertenecía a los Estados Papales. Con su hijo César Borgia, a quien nombró
cardenal, usurpó la administración de los Estados Papales, encarceló, asesinó y
envenenó a todos los que se opusieron. Se sospechaba incluso que César había
asesinado a su hermano Juan, para ocupar su lugar. La hija preferida de Alejandro
VI fue Lucrecia Borgia, una mujer que heredó la afección de su padre por el
escándalo y las intrigas, a las que agregó varios matrimonios y divorcios.
Otros papas se destacaron más por ser humanistas, más interesados en las artes
y el engalanamiento de sus palacios que en el cuidado de la Iglesia. Nicolás V invirtió
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
grandes sumas de dinero en la restauración de iglesias y en la compra de códices
para la Biblioteca Vaticana, de la que fue fundador. Su sucesor, Calixto III, favoreció
también a humanistas como Lorenzo Valla, Eneas Silvio Piccolomini (futuro papa Pío
II) y otros. Con el papa Paulo II (1464–1471), sobrino de Eugenio IV, un estupendo
economista y un autócrata moderado, se profundizó el proceso de mundanalización
de la corte pontificia. El Papa se granjeó la antipatía de algunos humanistas, pero
agradó al pueblo de Roma por sus carnavales y su política de construcción. Paulo II
se mostró más interesado en la gastronomía exquisita, la moda lujosa y las fiestas
suntuosas que en la administración de la Iglesia.

MOVIMIENTOS DE REFORMA
_ Antecedentes medievales
El deseo de reforma. El deseo de una reforma de la Iglesia estaba bien
generalizado durante el siglo XV, pero tenía antecedentes en muchos individuos y
grupos disidentes a lo largo de toda la Edad Media. En general, estas
manifestaciones de protesta anhelaban un cristianismo más auténtico y fiel al
Nuevo Testamento, pero también expresaban los reclamos de los sectores sociales
más oprimidos y que más sufrían los cambios que se estaban produciendo en la
sociedad feudal. Lógicamente, estos disidentes y rebeldes fueron considerados
como herejes, especialmente por los líderes eclesiásticos de su tiempo, que eran
los principales custodios del sistema. La historia de estos “reformadores” no es fácil
de recuperar, pero la fe de casi todos ellos fue heroica, estuvieron dispuestos a
sufrir por su causa y es apasionante recordarlos.
La mayoría de estos disidentes medievales afirmaban creencias ortodoxas, pero
sus reclamos estaban ligados a cuestiones sociales y especialmente religiosas. A
medida que la Iglesia se sumergía en el paradigma de cristiandad, se
institucionalizaba y entraba en competencia con los señores de este mundo por el
poder político y económico, la disidencia se fue generalizando. Para el siglo XII, los
cimientos sociales de la Iglesia se vieron sacudidos como consecuencia de las pestes
y hambrunas recurrentes, que desataron despertares místicos y sociales contra la
jerarquía eclesiástica y contra los grandes señores, seculares y eclesiásticos, a
quienes se culpaba de provocar la ira de Dios con sus atropellos, desmanes y vicios.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Un ejemplo de estos estallidos fueron los flagelantes de los siglos XI al XIV, que
recorrían en bandas los campos y ciudades de Francia, Italia, el norte de España,
Flandes, Hungría e Inglaterra. Así como se desgarraban el cuerpo a latigazos, estos
exaltados se apoderaban también de los bienes de la Iglesia, golpeaban o mataban
a los sacerdotes y asaltaban casas y castillos. Otro ejemplo era el caso de los
bogomilas, que en el siglo X introdujeron a Bulgaria desde Oriente ideas maniqueas,
como arma ideológica de lucha de los siervos contra los señores. Sus creencias y
prácticas se difundieron entre siervos y artesanos de Rusia meridional, el resto de
los Balcanes, Italia del norte y el mediodía de Francia. En este último lugar, sus libros
y ritos fueron traducidos a la lengua vernácula. En 1167 se realizó cerca de Tolosa
un concilio al que asistieron delegados bogomilas de los Balcanes, que sostenían
una actitud radicalmente anticlerical.
De las herejías dualistas, la más difundida y persistente fue la de los cátaros o
albigenses. Los cátaros ya eran conocidos en el sur de Francia en 1022, en el norte
de Italia alrededor del 1032, y se hicieron numerosos en Provenza alrededor del
1200. El papa Inocencio III lanzó contra ellos la Cruzada Albigense, que comenzó
con la excomunión del conde Raimundo VI de Tolosa (1207) y continuó con una
guerra, la predicación de los dominicos y finalmente la aplicación de la Inquisición.
Algunos rebeldes y disidentes medievales. Además de los movimientos o grupos
organizados, hubo una serie de individuos que expresaron su disidencia con el
status quo, si bien afirmaban creencias rigurosamente ortodoxas y aspiraban a un
cristianismo bíblico. Muchos de ellos intentaron llevar a cabo sus ideales de reforma
desde adentro de la Iglesia, pero otros fueron tenidos por herejes y perseguidos
con toda fuerza. Entre los rebeldes más destacados, cabe mencionar a los
siguientes.
Pedro de Bruys (m. 1130). Fue un predicador del sur de Francia (Languedoc), de
principios del siglo XII. Combinaba un ascetismo estricto con la negación del
bautismo infantil; el rechazo de la presencia real de Cristo en la Cena del Señor; el
repudio de las ceremonias, los templos y los crucifijos; y, la inutilidad de las
oraciones a favor de los difuntos. Su enseñanza más importante fue la fe personal
en Cristo como único medio de salvación. Sus adversarios más encarnizados fueron
Pedro el Venerable (1092–1156) y Bernardo de Clairvaux, que se enfrentaron con
él personalmente y por escrito. Por haber quemado crucifijos, él mismo fue

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
quemado vivo por el populacho enfurecido entre los años 1120 y 1130. A sus
seguidores se los llamaba “petrobrusianos.”
Enrique de Lausana (m. 1149). Fue discípulo de Pedro de Bruys y era un ex-monje
y teólogo benedictino. Predicó la vida ascética (pobreza y penitencia) y negó la
validez de los sacramentos administrados por sacerdotes indignos. Atacó la
corrupción del clero y se opuso al pago de los diezmos y las ofrendas a la Iglesia.
Predicó en diversas partes del sur de Francia y fue declarado hereje por el Concilio
de Tolosa (1119). En 1135, después de ser tomado prisionero por el obispo de Arlés,
logró escapar y continuó su predicación. Uno de sus más encarnizados opositores
fue Bernardo de Clairvaux, quien fue enviado a combatir su predicación. Enrique
fue arrestado y murió en Tolosa en 1149.
Arnaldo de Brescia (1100–1155). Contemporáneo de Pedro y Enrique, de origen
noble, estudió en París donde fue discípulo de Abelardo e ingresó a la orden de los
agustinos. Regresó a Italia, donde vivió de manera muy austera. Arnaldo sostenía
que los miembros del clero debían abandonar toda propiedad y poder temporal,
para ser verdaderos discípulos de Cristo. Fue un celoso promotor de la pobreza
apostólica y atacó las riquezas y el poder temporal de la Iglesia. También rechazó la
validez de los sacramentos administrados por los clérigos que tenían bienes
mundanales. Esto le costó la vida, porque el papa Adriano IV puso como condición
al rey alemán Federico Barbarroja la cabeza de Arnaldo antes de coronarlo
emperador. En 1155 Arnaldo fue ahorcado y quemado como hereje.
Pedro Valdo (¿ –1217). Era un rico comerciante de Lión, que en 1176 abandonó
sus bienes, dejándolos a los pobres, y se dedicó a predicar. Un año más tarde ya
tenía un grupo de seguidores, que se autodenominaban los “pobres de espíritu” o
“pobres de Lión.” Apelaron al Tercer Concilio de Letrán (1179) solicitando permiso
para predicar y aprobación para una traducción de la Biblia al francés, pero se les
negaron ambas cosas. Valdo, que era muy obstinado, consideró la negativa como
la voz del hombre contra la voz de Dios, y continuó predicando con sus compañeros.
Por su desobediencia fueron excomulgados, pero esto les valió nuevos adeptos.
Fueron condenados como herejes por el Cuarto Concilio de Letrán (1215).
Sus ideas más importantes fueron las siguientes. (1) La Biblia, especialmente el
Nuevo Testamento, era la única regla de fe y práctica, por eso la aprendían de
memoria. (2) Rechazaban como antibíblicas las misas y las oraciones por los

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
muertos, y negaban el Purgatorio y los méritos de los santos. (3) Defendían la
predicación laica de hombres y mujeres y criticaban el uso del latín en el culto. (4)
Proclamaron el bautismo de creyentes. Los valdenses lograron sobrevivir en los
valles alpinos de Francia e Italia. Más tarde se convirtieron al calvinismo y continúan
hoy como una denominación evangélica reconocida.
_ Precursores de la Reforma
Juan Wyclif (1329–1384). Era un inglés educado en Oxford, donde alcanzó
renombre como erudito. Allí enseñó filosofía y teología. Escribió mucho sobre la
Iglesia y el Estado, sobre lo que estaba mal en ambas esferas y cómo corregirlo.
Basaba su enseñanza en la idea de lo que llamaba el “dominio de la gracia” que,
según él, significaba que toda propiedad o poder venía de Dios y quedaba en el ser
humano utilizarlos correctamente, porque si eran usados mal se perdían.
“Correctamente” significaba de acuerdo con la Ley de Dios, tal como se la encuentra
en la Biblia. Si se usaba correctamente lo que Dios había dado al ser humano,
entonces se estaba bajo el “dominio de la gracia.”
Sus ideas parecían inofensivas y ortodoxas, pero había en sus escritos una severa
crítica a los abusos de la Iglesia, su riqueza, los impuestos papales que drenaban a
su país y la misma autoridad papal. Gente de todo tipo y clases sociales escuchaba
con interés la prédica de Wyclif, porque expresaba muchos de sus propios
sentimientos. Muchos estaban de acuerdo con él en que la religión de la Biblia era
muy diferente de la que tenían a su alrededor. Las noticias de esto llegaron a Roma
y el Papa (Urbano V) envió instrucciones al arzobispo de Canterbury y al obispo de
Londres para que advirtieran al rey (Eduardo III) y a los nobles contra Wyclif, y que
lo arrestaran y enviaran a Roma para ser juzgado (1377). Pero Wyclif tenía amigos
poderosos y era la figura universitaria más notoria en Oxford. Por eso no se tomó
ninguna medida hasta 1382, cuando el arzobispo de Canterbury condenó su
enseñanza. Wyclif se retiró de Oxford para ir a Lutterworth como párroco, donde
murió en paz en 1384.
Las ideas más revolucionarias de Wyclif tenían que ver con la Iglesia y la Biblia.
En cuanto a la Iglesia, su modelo era la iglesia del Nuevo Testamento. Por eso, el
poder temporal y las riquezas eran una ruina para la Iglesia, y el Estado debía
incautarse de las posesiones eclesiásticas y contribuir con un subsidio para el
sostenimiento del culto y del clero. Al producirse el Gran Cisma de Occidente, Wyclif

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
se declaró no solamente en contra de los dos papas, Urbano VI y Clemente VII, sino
en contra del papado en cuanto institución. Según él, la verdadera Iglesia era la
“elegida” y estaba constituida por aquellos que habían sido predestinados por Dios
para ser salvos. En contraste con la Iglesia visible (jerarquía y fieles), esta elección
era invisible y sólo Dios la conocía. Ningún ser humano, ni siquiera el Papa “conoce
si es de la Iglesia o si es un miembro del Diablo.” Además, Wyclif afirmaba que Cristo
era la única cabeza de la Iglesia. En consecuencia, la excomunión del Papa sólo
afectaba a aquél que ya había sido excomulgado por Dios. Por otro lado, todos los
fieles eran sacerdotes y no sólo aquellos que formaban parte del clero. Respecto a
los sacramentos, Wyclif negó la transubstanciación, si bien creía en la presencia real
de Cristo, aunque no “materialmente o corporalmente.” También condenó a la
confesión como una institución diabólica, rechazó el celibato sacerdotal y monacal
como inmoral y nocivo para la Iglesia, y combatió las indulgencias, el culto de los
santos y las misas por los difuntos.
En cuanto a la Biblia, Wyclif tenía el más alto concepto de ella como la Palabra
inspirada de Dios. La contribución más positiva y permanente de Wyclif tuvo que
ver precisamente con la Biblia, a la que consideraba como autoridad final para la
doctrina y la práctica cristianas. Para Wyclif, la Biblia era la única fuente de la
revelación. Por eso era importante que todos pudieran leerla y estudiarla en su
propio idioma. Entre los años 1382 y 1384 se hizo una traducción de la Vulgata al
inglés, en la que Wyclif tuvo una participación importante. Esta versión bíblica tuvo
una gran circulación y ejerció una importante influencia en el pueblo inglés.
Según él, la Biblia debía ser predicada al pueblo. Todavía no había imprenta y
para llevar el evangelio al pueblo, Wyclif comenzó a enviar a sus seguidores como
predicadores, vestidos de campesinos, con un báculo en la mano y de dos en dos.
Estos predicadores llevaban copias de pasajes bíblicos, que leían a las multitudes y
luego los enseñaban de memoria. En el año 1408 el arzobispo de Canterbury
condenó las doctrinas de Wyclif y su traducción de la Biblia, y prohibió la
predicación sin licencia episcopal. Algunos seguidores de Wyclif, llamados
“lolardos”, fueron quemados, pero la semilla ya había sido sembrada. El pueblo ya
sabía lo que era tener la Biblia en su propio idioma.
Juan Huss (1373–1415). Bohemia (República Checa) era un estado eslavo dentro
del Sacro Imperio, en el que comenzó un movimiento de reforma similar al de
Wyclif, caracterizado por un retorno a la Biblia. El movimiento de renovación
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
espiritual estuvo también acompañado de un avivamiento del espíritu nacional. Al
fundarse la Universidad de Praga (1348) llegaron, con algunos profesores franceses,
las ideas de reforma del clero, para terminar con los abusos en la Iglesia. Los obispos
en el país eran casi todos alemanes y no cumplían con el deber de la residencia, es
decir, la Iglesia checa estaba casi sin pastores.
Juan Huss era un sacerdote educado en la Universidad de Praga, donde llegó a
ser profesor de filosofía (1396) y más tarde rector (1402). Huss se transformó en el
líder de dos movimientos: la reforma religiosa y el nacionalismo checo. Huss era un
gran predicador, que declaraba el señorío de Cristo y no el de Pedro, y que de esta
manera se opuso a todo lo que consideraba antibíblico en el papado y en la Iglesia.
El movimiento husita fue ayudado por los acontecimientos en Inglaterra, ya que por
el casamiento del rey inglés (Ricardo II) con una princesa de Bohemia (Ana), en
1382, se iniciaron relaciones académicas entre las universidades de Oxford y Praga,
la más importante del Imperio. En Oxford los estudiantes checos recibieron la gran
influencia intelectual y reformadora de Wyclif y los lolardos. Huss mismo siguió la
mayor parte de las doctrinas de Wyclif.
En Praga, el movimiento husita se identificó con el nacionalismo checo en
rivalidad contra el conservadorismo alemán. En 1409, el partido husita triunfó y los
profesores y estudiantes no eslavos se retiraron de Praga para fundar la universidad
(alemana) de Leipzig. En 1410 ya era evidente que esta división trascendía el ámbito
local (Praga), nacional (Bohemia) e incluso imperial: se trataba de una verdadera
amenaza a la unidad de toda la Iglesia en Occidente. Por orden del Papa y del
arzobispo de Praga se quemaron los libros de Wyclif y se excomulgó a Huss, a quien
se le ordenó presentarse en el Concilio de Constanza. El rey Wenceslao le aconsejó
que se presentara y el emperador Segismundo le prometió su protección con un
salvoconducto. Huss fue a Constanza esperando participar de un debate teológico,
pero fue tratado como hereje y encerrado en un castillo. Allí fue sometido a varios
interrogatorios, en los que no accedió a negar sus escritos y se reafirmó en sus
ideas. Finalmente, el Concilio lo condenó como hereje, lo degradó de su dignidad
sacerdotal, lo entregó al brazo secular, que lo condenó a morir en la hoguera en
1415.
Mientras Huss estaba preso en Constanza, en Praga sus seguidores se dividieron
en dos partidos: uno aristocrático, conocido como los utraquistas, y el otro más
radical y democrático conocido como los taboritas. Los utraquistas contaban con el
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
apoyo del rey Wenceslao y los nobles. Eran partidarios de la comunión bajo las dos
especies del pan y del vino (sub utraque specie) en la celebración de la eucaristía.
Los taboritas tomaron su nombre de la ciudad de Tabor, y vencieron a los ejércitos
papales que intentaron una Cruzada contra ellos (decretada por una bula del papa
Martín V en 1420). Del movimiento husita se desarrolló, a partir de mediados del
siglo XV, la Unitas Fratrum, que absorbió lo más importante del movimiento husita,
y llegó a ser la antecesora espiritual del movimiento moravo posterior.
Todos estos movimientos representaban un profundo reclamo de libertad de
todo tipo de opresión: religiosa, política, económica, social y cultural. Europa estaba
cambiando; toda una manera de entender la realidad y de estructurar la sociedad
se estaba desplomando. Desde abajo hacia arriba olas tras olas de levantamientos
religiosos y sociales como el de los husitas taboritas, expresaban el ideal de libertad
de todo tipo de opresión y abusos de las grandes masas.
Alfred Weber: “Las guerras taboritas de los husitas no hubieran podido, a
pesar de las oposiciones nacionales, encender aquel indomable fanatismo
que no dejó respirar a la Alemania del sur durante diecisiete años y que, al
mismo tiempo, la empapó con ideas husitas, si no hubiera sido porque allí y
entonces actuó eficazmente la primera gran fusión de la voluntad popular de
libertad con un mundo de ideas, revestido de ropaje religioso, que se
proyectó sobre aquel afán de liberación.”
Por otro lado, todos estos movimientos buscaban reformar a la Iglesia, que como
institución estaba sumida en la crisis más profunda de toda su historia hasta aquel
momento. Pero hacia fines del siglo XV todas las esperanzas de una Iglesia mejor
terminaron por desvanecerse. Como vimos, en 1493, Rodrigo Borgia, un hombre
irreligioso e inmortal, tomó la corona pontificia con el nombre de Alejandro VI.
Roma se encontró nuevamente en manos de un principado italiano, gobernada por
un príncipe mundano y necesitada de una profunda limpieza. El trabajo reformista
de Nicolás II, León IX, Gregorio VII o Inocencio III fue como si no hubiese existido
nunca. Pero, ¿quién iba a hacer ahora la limpieza? La baja condición moral de la
Iglesia y el papado, y el crecimiento de la disidencia y el nacionalismo demandaban
la voz y la acción de un reformador. El mundo estaba preparado para la llegada de
Martín Lutero.

RETROCESO EN ORIENTE
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
_ El impacto del Islam
El primer retroceso del cristianismo en Oriente se produjo a partir del siglo VII,
con el avance del Islam. El Islam ocupó la mitad del territorio que había sido del
Imperio Romano y desplazó al cristianismo de esas tierras en muchos casos en
forma permanente. El Islam llegó también a ocupar territorios hasta entonces más
o menos cristianos en Asia oriental, central y próxima. En el siglo XI, los turcos
selyúcidas invadieron Asia Menor y provocaron las Cruzadas. Si bien las Cruzadas
no lograron sus objetivos principales, consiguieron contener la expansión
musulmana hacia Occidente.
Hemos visto también la oportunidad que perdió el cristianismo durante el
imperio de los Khanes mongoles (1269–1294), y cómo las provincias occidentales
de este imperio se hicieron musulmanas. A fines del siglo XIII, otras tribus turcas, al
mando de Otmán u Osmán, invadieron nuevamente Asia Menor y después de
destruir a los selyúcidas, ocuparon sus territorios y dejaron constituido un imperio
que se llamó otomano u osmanlí y que se caracterizó por su ferocidad y su
fanatismo religioso. Hacia 1368, con la expulsión de los mongoles de China por la
dinastía Ming, los extranjeros se vieron forzados a emigrar hacia Occidente y por
segunda vez el cristianismo desapareció de la China.
El avance turco otomano fue detenido por la invasión de los mongoles tártaros
procedentes de Asia Central, cuando un musulmán conocido como Tamerlán o
Timur tomó el poder (1370). Sus ejércitos saquearon toda Asia destruyéndolo todo,
al punto que redujeron su población. Sometieron todo el Cercano Oriente, Irán,
Rusia, norte de India, incluso atacaron a los turcos otomanos, a quienes vencieron
en la batalla de Angora (1402). Los que escaparon de la masacre fueron absorbidos
por el Islam.
_ La caída de Constantinopla
En el segundo período de retroceso, Europa oriental se agregó a la lista de
pérdidas cristianas, especialmente después de la caída de Constantinopla en el año
1453. De este modo, la pérdida más grande de territorios cristianos en manos del
Islam se produjo con el surgimiento de los turcos otomanos, una pequeña tribu
turca sobre la frontera oriental del Imperio Bizantino en Asia Menor. Como vimos,
los turcos otomanos fundaron un Estado musulmán con un ejército casi invencible,
constituido en su mayoría por esclavos que, desde niños, habían sido entrenados
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
para la guerra y con un profundo odio hacia todo lo que fuera cristiano. En 1356
pasaron a Europa y hacia fines del siglo XIV ocuparon los Balcanes, sometiendo al
Imperio Bizantino.
A pesar del avance otomán, la vida religiosa de los Balcanes no decayó
demasiado. En la segunda mitad del siglo XIV la Iglesia Búlgara experimentó un
avivamiento notable, con un aumento de la literatura cristiana en idioma eslavo,
bajo el patriarca de Constantinopla. La Iglesia Ortodoxa de Servia también
experimentó avivamiento al constituirse en patriarcado bajo el reinado del rey
Dushan. Bajo el dominio otomano, la Iglesia Servia se transformó en el símbolo del
nacionalismo servio. En Albania, por el contrario, la población se convirtió al
islamismo.
Constantinopla se salvó del saqueo otomano en el siglo XIV porque Tamerlán,
como vimos, invadió Asia Menor y destruyó al Estado otomano. Les llevó cincuenta
años a los turcos recuperarse, pero después de la muerte de Tamerlán lo lograron.
Obtenida su independencia, se dispusieron a continuar con su política expansiva.
En 1453, el sultán Mahoma II puso sitio a Constantinopla. La lucha duró dos meses
y finalmente la ciudad sucumbió bajo los otomanos. El emperador Constantino XI
luchó hasta el último momento pero cayó junto con su Imperio.
El último baluarte cristiano en Oriente, que había sobrevivido como capital del
Imperio Romano cristiano, estaba ahora en manos musulmanas al igual que las
poblaciones cristianas del sudeste de Europa. Este estado de cosas se mantuvo en
algunos casos hasta fines de la Primera Guerra Mundial, en 1918. La capital cristiana
de Constantino cambió su nombre por el de Estambul y su templo más
extraordinario, la Iglesia de Santa Sofía, fue transformada en mezquita. El dominio
de los otomanos sobre toda la península Balcánica y Asia Menor provocó, directa o
indirectamente gran cantidad de transformaciones en todos los órdenes de la vida,
y por ello este acontecimiento ha sido tomado como punto de partida de una nueva
edad histórica.

VITALIDAD EN OCCIDENTE
_ Perspectivas de una nueva era
Los “mil años de incertidumbre,” que van del 500 al 1500, muestran cómo la idea
de “cristiandad” llegó a ser el principio unificador de Europa occidental en lugar del
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Imperio Romano. Occidente era el centro de toda actividad cristiana, dado que
Oriente estaba prácticamente en manos musulmanas. Hacia fines de estos mil años
comienzan tres movimientos nuevos, que produjeron profundos cambios en las
vidas de los pueblos y de la Iglesia de Europa occidental.
Nuevo saber. Avivamiento del saber o Renacimiento son los nombres que se han
dado a este fenómeno. El redescubrimiento de la cultura greco-latina estimuló,
primero en Italia y luego en el resto de Europa, el surgimiento de un nuevo arte
manifestado en la pintura, la arquitectura, la escultura y la literatura. Los eruditos
se interesaron por el estudio de la historia, la crítica histórica y literaria, y la
investigación e invención científica.
En el campo de la literatura hubo una clara separación entre la literatura
cortesana y la burguesa. Cada una representaba en realidad las dos corrientes que
aparecieron en la Iglesia entre agustinos y tomistas: la primera llevó a la ciencia
experimental, mientras que la segunda al misticismo. Como fruto del renacer
científico apareció una serie de ensayos sobre geografía y astronomía.
La mística alemana tuvo en este período su desarrollo literario más pleno. Una
de sus características más importantes fue una lucha intensa en la vida presente
por trascender lo humano, y lograr un estado de perfecta unión y comunión con
Dios. La doctrina fundamental de los místicos era el carácter absoluto de Dios y la
insignificancia humana. Sus más excelsos representantes, la mayor parte de ellos
frailes dominicos, procuraron formular las vías para alcanzar una comunión con
Dios perfecta. Entre ellos cabe mencionar a Juan Ruysbroeck (1293–1381), Meister
Eckhart (1260–1327) y Juan Taulero (1300–1361). Sin embargo, la obra más
difundida fue la Imitación de Cristo, de Tomás de Kempis (1380–1471), una de las
grandes obras devocionales de todos los tiempos.
Albert Henry Newman: “Los escritos y sermones de los místicos alemanes
hicieron una profunda impresión sobre las mentes de un gran número de
cristianos. Comparativamente pocos fueron conducidos al extremo de la
contemplación mística al cual llegaron los líderes. Pero una fuerte corriente
de una vida cristiana celosa, en oposición al cristianismo exterior y formal que
prevalecía, surgió de estos hombres y fue perpetuada por sus escritos. No fue
todavía una manera totalizadora de ver al cristianismo. Sin embargo, fue muy

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
efectivo en su oposición al formalismo muerto en el que el cristianismo había
caído.”
El idealismo literario alcanzó su más alta expresión con dos autores italianos,
Dante Alighieri y Francisco Petrarca. En Dante Alighieri todo era medieval: su
concepción del futuro del ser humano, su fe en Dios, su noción política, y su amor
sublimado a las más altas esferas. Dante escribió un tratado, De monarquía, a favor
de una monarquía universal encarnada en los emperadores germánicos, y un
tratado teológico de profunda raíz escolástica. Pero su obra más importante fue la
Divina Comedia (1307), poema de carácter alegórico, en el que personificaba al
alma humana que, guiada por la razón (representada por Virgilio) conocía el mal,
los vicios y sus diversas manifestaciones, así como los castigos de sufrían en el
Infierno quienes se dejaron arrastrar por ellos. Arrepentida, el alma era llevada al
Purgatorio, donde se purificaba y conseguía la perfección antes de que por la gracia
y la teología (representada por Beatriz) pudiera conocer el misterio de la Trinidad y
la felicidad de contemplar a Dios. En esta obra, las ideas teológicas, las ciencias y la
poesía alcanzan un grado sublime. La obra representa el espíritu humanista
cristiano del siglo XIII.
El otro escritor destacado fue el poeta y humanista Petrarca. Escribió Secretum,
posiblemente inspirada en las Confesiones de Agustín de Hipona, y Los triunfos, que
es una visión alegórica típicamente medieval. Petrarca escribió en latín y en lengua
vernácula, y con su trabajo inició la poesía renacentista e influyó sobre toda la lírica
europea moderna.
La invención de la imprenta en 1450 permitió a más personas participar de este
nuevo saber. Los navegantes competían unos con otros en sus viajes de exploración
y descubrimiento. Todo esto elevó el nivel de educación y conocimientos y aumentó
el interés de las personas por el mundo. Todo esto resultó sumamente amenazador
para la Iglesia y el papado, que a lo largo de los siglos se habían considerado los
únicos poseedores y administradores de la verdad y, en consecuencia, de la
educación.
Paul Johnson: “De esta forma, el Nuevo Saber chocó por primera vez con la
Iglesia establecida. Pero el conflicto era inevitable. Ahora, los hombres
podían estudiar los textos griegos y hebreos originales, y compararlos con la
versión recibida en latín y considerada sacrosanta durante siglos en

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Occidente … Cuando los hombres comenzaron a mirar los textos con criterios
diferentes, advirtieron muchas cosas que los incomodaron o entusiasmaron.
El mensaje del Nuevo Saber de hecho era éste: gracias a la acumulación del
saber alcanzaremos una verdad espiritual más pura.”
Nuevas tierras. En Europa misma, los Reyes Católicos (Isabel de Castilla y
Fernando de Aragón) lograron la reconquista total de su territorio en España de
manos de los musulmanes (1492), a quienes expulsaron al igual que a los judíos. Los
que se quedaron fueron obligados a hacerse cristianos. La victoria definitiva de la
Reconquista no sólo significó la integración territorial de la Península Ibérica sino
también la configuración territorial de la Europa cristiana. La cristiandad europea
occidental por fin contaba con un territorio sin la presencia de pueblos con una fe
diferente o ajena al cristianismo.
Fuera de Europa, en el siglo XV los europeos navegaron hacia el sur de África y
Asia por primera vez. A fines de este siglo y comienzos del siguiente los marinos
europeos descubrieron el continente americano y las islas del Pacífico. Pronto se
inició el comercio con estos territorios, hasta que esto se transformó en la actividad
más importante. El avance de los europeos sobre nuevas tierras de ultramar fue
posible gracias a varios desarrollos técnicos importantes durante el siglo XV. La
cartografía mejoró notablemente gracias al cambio revolucionario provocado por
Nicolás Copérnico (1473–1543), quien rechazó la tradicional comprensión
“geocéntrica” del universo y planteó su teoría “heliocéntrica.” Entre otras cosas,
ésta cosmovisión le quitó a la astrología, muy popular por aquel entonces, todo
fundamento.
A partir de aquí y debido a la influencia que la “revolución copernicana” tuvo
sobre los marinos portugueses y españoles, o al menos aquéllos al servicio de la
Península Ibérica, comenzó la búsqueda comprobatoria de las teorías expuestas
sobre la esfericidad de la Tierra, por diferentes estudiosos, escritores y cartógrafos.
Cristóbal Colón no fue ajeno a la literatura de la época. Pero recién en el primer
viaje de circunnavegación iniciado por Magallanes y llevado a feliz término por
Elcano, pudo afirmarse fehacientemente que la Tierra era una esfera.
No obstante, el descubrimiento más importante de estos años no fueron
meramente nuevos territorios sino los nuevos pueblos que habitaban en ellos. La
enorme diversidad de estos pueblos en términos de sus culturas, cosmovisiones,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
religiones y sistemas de organización social y política, resultó en un gran desafío
misionero. Fue esta realidad humana no cristiana la que motivó a los primeros
europeos en aventurarse a ultramar y a considerar la necesidad de evangelizar a
estos pueblos. De allí que, junto con la expansión colonial, las primeras potencias
de ultramar se involucraron en la difusión de la fe cristiana, dando origen a
importantes movimientos misioneros de la Iglesia Romana.
Nueva vida. Después del 1200 comenzó a sentirse la necesidad de una profunda
renovación en la Iglesia occidental. Monjes y frailes, laicos y rebeldes, teólogos y
oficiales de la Iglesia trataron de reformarla. Se lograron algunos cambios
importantes, pero quedaron pendientes muchos problemas serios. Al fin de los mil
años, en diferentes lugares y por diferentes razones, mucha gente todavía veía la
necesidad de una reforma en la Iglesia. Los caminos que se ensayaron para lograrlo,
como vimos, fueron diversos. Algunos optaron por el levantamiento social y
violento; otros siguieron el camino de la protesta religiosa y la disidencia. Todos los
sectores sociales estuvieron involucrados en los procesos de cambio y sintieron la
necesidad de vitalizar a una Iglesia que parecía moribunda. Desde sus filas, hubo
quienes propusieron los caminos del conciliarismo, el misticismo y el humanismo,
como vías posibles para darle a la Iglesia una vida nueva, y esto preparó el camino
para el período de reformas que vendría a partir del siglo XVI.
William H. McNeill: “El conciliarismo, el misticismo y el humanismo cristiano
contribuyeron de diversas maneras a la Reforma Protestante: el conciliarismo
atacando la monarquía papal e insistiendo en que los laicos debían participar
con el clero en el gobierno de la Iglesia; el misticismo recalcando la
posibilidad de un acercamiento individual a Dios sin la mediación de los
sacerdotes; y el humanismo por su crítica racionalista y a menudo aguda de
los abusos constantes que ocurrían en la Iglesia. Ciertamente ya reinaba un
vago descontento con la Iglesia, y cuando el papado volvió a entronizarse en
Roma, se enredó en la política italiana y no se ocupó seriamente de la
Reforma, el camino quedó allanado para que la personalidad de Lutero
hiciese explotar el descontento latente.”
CUADRO 12 - CARACTERÍSTICAS DE UNA NUEVA ERA
Sociales:

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
- Contraste entre las minorías—clero y nobleza—y la enorme masa de
pequeños burgueses, artesanos y campesinos.
- Enriquecimiento de una pequeña minoría de burgueses, que actúa como
nobleza.

Económicas:
- Búsqueda de nuevas rutas de comercio, por el cierre del mar
Mediterráneo, aparición de empresas, bancos y casas de cambio,
principio de la economía capitalista (capitalismo comercial).

Políticas:
- Establecimiento de monarquías absolutas.
- Disminución de la importancia y papel de los parlamentos.

Técnicas:
- Conocimiento y perfeccionamiento de la brújula, el astrolabio, el timón
vertical. Nuevas embarcaciones: más seguras, veloces y de mayor calado.
- Aparición de la imprenta de tipos movibles.
- Aparición de la pólvora, invento de las armas de fuego.

Culturales:
- Difusión masiva de las ideas gracias a la imprenta.
- Desarrollo de las lenguas vernáculas y las controversias religiosas por la
traducción de la Biblia y la predicación al pueblo en su lengua.
- Difusión de manuscritos grecorromanos por sabios emigrados de
Constantinopla.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
- Restauración de ideales clásicos e imitación de formas artísticas de Grecia
y Roma.

Religiosas:
- Cuestionamiento de la autoridad del clero y el Papa, lo que aceleró el
rompimiento de la unidad del cristianismo.
- Búsqueda de independencia respecto de la autoridad episcopal por parte
de las universidades.

_ Nuevas modalidades
Estos tres movimientos (nuevo saber, nuevas tierras, nueva vida) determinaron
las nuevas modalidades que la Iglesia habría de asumir en la nueva edad, la Edad
Moderna. El Renacimiento llevó a la gente a pensar acerca del mundo, la historia
de su país y en sí mismos de una manera nueva, y esta nueva manera de pensar
afectó su fe. El segundo movimiento puso a los europeos en contacto con cinco
continentes y numerosos pueblos, y esto abrió el camino para pensar en una Iglesia
realmente “mundial”, pero al mismo tiempo llevó a la dominación colonial de la
mayor parte del mundo por los europeos occidentales. El tercer movimiento llevó
a la división de la Iglesia en Europa occidental y al desarrollo de diversos intentos
reformistas.
De todos los factores apuntados, posiblemente el más importante como gestor
de profundos cambios en la cristiandad occidental fue el humanismo. Partiendo de
la base de que los valores humanos constituyen el centro fundamental de la
sociedad, los humanistas proyectaron su atención sobre la antigüedad clásica y se
dedicaron al estudio del ser humano y de su obra. Estaban decididos a encontrar
los ideales o modelos de las formas humanas, literarias, artísticas, históricas,
filosóficas y religiosas, que les sirvieran de ejemplo y paradigma para promover una
educación y un estilo de vida humanístico y cristiano. En general, sus intenciones
no eran meramente académicas, sino que procuraban la defensa del ser humano
ante la amenaza que representaba para su libertad moral y espiritual, la excesiva
preponderancia de los valores secundarios: económicos, políticos o biológicos. Por

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cierto, los humanistas aspiraban también a liberar a la fe cristiana de toda opresión
clerical, eclesiástica y dogmática.
El humanismo fue una revuelta contra muchos aspectos del pensamiento y la
sociedad medieval. Los humanistas consideraban que la cultura de la Edad Media
era obsoleta e inadecuada. El centro de la vida se había desplazado del campo a la
ciudad. La economía natural antigua basada sobre el trabajo de la tierra había sido
suplantada por una nueva economía que se nutría del comercio, la artesanía y una
población urbana. El capitalismo comercial estaba naciendo y los burgueses
urbanos estaban reemplazando a la nobleza como líderes de la comunidad. Al irse
complicando cada vez más las bases materiales de la estructura social, los ideales
tradicionales comenzaron a sufrir un profundo proceso de transformación. Por ello
mismo, los humanistas admitían la necesidad de liberar a la Iglesia de las
superestructuras mundanas e históricas que parecían deformarla, y querían desatar
a la cultura cristiana de sus vínculos con las deformaciones provocadas por la
filosofía medieval (escolástica) y las supersticiones. Para ello, procuraron formular
una síntesis de la cultura clásica, preferentemente de orientación platónica, con el
cristianismo. En este sentido, los humanistas fueron la partera de una nueva
cultura, la cultura del Renacimiento, y de una nueva Iglesia, la Iglesia de la Reforma.
Este resultado inesperado y desafortunado, que separó a los protestantes y los
católicos, no sólo fue irreversible, sino que más tarde continuó con su proceso
divisionista con el surgimiento del denominacionalismo (a partir de la segunda
mitad del siglo XVIII). Esto, a su vez, llevó bastante más tarde a otro movimiento
que procuró reunir la Iglesia dividida sin lograrlo: el movimiento ecuménico
(segunda mitad del siglo XX).

GANANCIAS Y PÉRDIDAS DEL CRISTIANISMO: 1350–1500.


_ El segundo retroceso
Hacia el año 1500 terminaron los “mil años de incertidumbre” con un futuro que
no era menos incierto. Alguien contemplando la realidad del cristianismo en el
mundo al filo del año 1500 y proyectando su mirada hacia atrás a los diez siglos
precedentes y hacia delante al futuro que podía anticiparse, hubiese visto un
panorama oscuro y deprimente. Si bien aquí y allí habría descubierto algunas luces

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
brillando con pálido esplendor, el conjunto se le habría presentado desolador, tanto
en Oriente como en Occidente.
La Iglesia Ortodoxa Oriental. Mientras España era poco a poco recuperada
totalmente para el cristianismo a través de los largos y penosos años de la
Reconquista, la Iglesia Oriental sufría los estragos producidos por el Islam. Para el
año 1500 los turcos otomanos musulmanes ya habían cruzado a Europa y habían
colocado una cuña en la cristiandad europea, que todavía avanzaría más en las
primeras décadas del siglo XVI. Constantinopla ya había caído en el año 1453 y se
perdió de manera definitiva para la fe cristiana. Sin el Imperio Bizantino que la había
sostenido, la Iglesia de Oriente estaba maltrecha y sólo habría de encontrar
vitalidad y fuerza en Rusia y a través del movimiento monástico que se desarrolló
allí.
La Iglesia Católica Romana. Para el año 1500 esta Iglesia acababa de dividirse
debido a conflictos de tipo nacional. El nacionalismo era ahora el nuevo factor
perturbador y todavía habría de ocasionar mayores problemas para la institución
eclesiástica. Poco a poco el papado iba perdiendo poder e influencia sobre los
nuevos reinos nacionales, que se tornaron cada vez más absolutistas y seculares.
Las cumbres de prestigio y poder de poco tiempo atrás se habían perdido
definitivamente y nunca más habrían de recuperarse.
_ Promesa de recuperación y nuevo avance
La Iglesia Ortodoxa Oriental. Esta Iglesia encontró un nuevo respaldo en el Gran
Ducado de Moscú. Liberado de la subordinación a los mongoles de la Horda de Oro
(ahora musulmanes) hacia el año 1400, el patriotismo ruso encontró su unidad
nacional en torno a la religión cristiana. Cuando cayó Constantinopla (la Segunda
Roma), Moscú fue proclamada como la Tercera Roma, y su gobernante recibió el
título de Zar (César). Desde esta nueva capital se produciría un nuevo movimiento
de expansión cristiana hacia Oriente.
La Iglesia Católica Romana. Manifestó dos señales de nueva vida. Las voces que
se levantaban en rebelión contra Roma no eran sólo negativas y destructivas. Las
enseñanzas de Wyclif viajaron de Oxford a Praga y sus ideas se difundieron
ampliamente por toda Europa. Wyclif y Huss abogaban, entre otras cosas, por un
retorno a la Biblia. Este énfasis fue por demás de significativo ya que proveyó al
período de la Reforma de uno de los secretos de su renovado vigor cristiano. Con la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
invención de la imprenta, los libros pudieron ser leídos por un número mayor de
personas, y esto significó una rápida difusión de la Biblia y las nuevas ideas. Todo
esto dio comienzo a un movimiento de nueva vida en una cristiandad hasta
entonces decadente, y habría de ser una de las razones del próximo avance del
cristianismo.
El cierre de Asia por los musulmanes afectó al comercio europeo e hizo necesaria
la búsqueda de nuevas rutas hacia Oriente. Antes de terminar este período esas
rutas fueron halladas. España envió a Colón en procura de Oriente por el oeste en
1492; Portugal envió a Vasco de Gama en procura de Oriente por el sur, siguiendo
el litoral africano, en 1497. Ambos esfuerzos representaban a un mundo nuevo que
se abría y ampliaba. Apareció también un nuevo celo cristiano en la vida y la
devoción de la cristiandad occidental. Bajo los auspicios de las mayores potencias
de entonces, España y Portugal, la Iglesia Católica Romana comenzó un nuevo y más
amplio movimiento misionero, siguiendo las nuevas rutas abiertas por los
descubridores y conquistadores. Ésta llegará a ser la expansión territorial más
grande que experimentará cristianismo en todos los siglos hasta entonces. Una
nueva era estaba comenzando.

GLOSARIO

abuna: del árabe, que quiere decir “padre nuestro,” era el obispo o jefe de la Iglesia
abisinia o etíope.
beneficio eclesiástico: cualquier cargo eclesiástico; renta anexa al mismo. Conjunto
de bienes cuya renta es propiedad de un clérigo que generalmente ostenta una
dignidad eclesiástica (frecuentemente canónigos); normalmente esta renta era
vitalicia.
Camera: o Cámara Apostólica era el erario o tesoro de la Santa Sede y la junta que
los administraba.
canonjía: renta de los canónigos de una catedral.
Curia: la Curia romana es el conjunto de congregaciones y tribunales que existen en
la corte pontificia para el gobierno de la Iglesia Católica. Este cuerpo gubernamental

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
mediante el cual el Papa administra la Iglesia ha ido evolucionando a través de su
historia.
Estados Generales: nombre dado en Francia a las Asambleas generales de la nación
que se constituían con la nobleza, el clero y el tercer estado (estado llano) del reino,
convocados por el rey para tratar con él asuntos importantes concernientes al bien
del Estado. Terminaron en 1789.
estamento: estrato social de carácter más cerrado y rígido que el de una clase social
y menos que el de una casta. La sociedad feudal de la Europa medieval constituyó
el modelo primario del sistema estamental. Los derechos y deberes de los
miembros de un estamento estaban definidos por ley y la pertenencia al mismo era
principalmente de carácter hereditario. Sin embargo, existía alguna posibilidad de
movilidad ascendente, no tanto entre estamentos como dentro de los mismos,
debido a que cada uno incluía una amplia variedad de ocupaciones y niveles
socioeconómicos.
flagelantes: grupos que en la Edad Media estaban bajo la influencia de una forma
de histeria religiosa y practicaban una penitencia rigurosa andando descalzos y
azotándose el cuerpo hasta sangrar. Su surgimiento estuvo ligado a épocas de
plagas y hambrunas, especialmente la Peste Negra de mediados del siglo XIII.
humanismo: término genérico que designa la actitud mental y espiritual de
considerar al ser humano como el eje esencial a cuyo alrededor gira la vida
filosófica, literaria, artística, científica, política y religiosa.
iglesia autocéfala: aquella iglesia nacional que forma parte de la Iglesia Ortodoxa
Oriental y está en comunión con Constantinopla, pero es gobernada por su propio
sínodo nacional.
iglesia uniata: iglesia del rito oriental que, independientemente de mantener una
serie de normas propias en materia litúrgica y administrativa, aceptan la jurisdicción
universal del Papa.
legado: representante que una suprema potestad civil o eclesiástica enviaba a otra.
Un legado papal era generalmente un cardenal enviado extraordinariamente por el
Papa para que lo representara cerca de un gobierno o en un Concilio.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
mamelucos: del árabe “esclavo”. Eran descendientes de turcos de Rusia que habían
sido vendidos a Egipto. Muchos se hicieron soldados en el ejército egipcio y
ascendieron en sus rangos. En 1250 derrocaron al sucesor de Saladino y
establecieron un nuevo sultanato, que se extendió militarmente por todo Egipto y
Palestina, Siria y partes de Armenia.
nacionalidad: pertenencia e identificación con una nación específica. El término es
esencialmente político e implica a un grupo que comparte rasgos culturales
comunes, incluyendo una lengua y una historia común.
pirámide social: estratos sociales concebidos como formando, aproximadamente,
una pirámide, con los estratos más bajos (que son los más numerosos) en la base y
las clases altas (menos numerosas) en la cúspide (la parte más estrecha).
prebenda: parte de la propiedad o de las rentas de una catedral o de una colegiata
(iglesia colegial atendida por un grupo de clérigos) asignada a una canonjía de esa
catedral o colegiata.
Signatura: tribunal de la corte pontificia, formado de varios prelados, en el cual se
decidían y resolvían diversos asuntos de concesiones papales o de justicia. Su tarea
principal era examinar todos los pedidos de concesiones hechos al Papa. Fue
establecida como departamento fijo durante el pontificado de Sixto IV.

SINOPSIS CRONOLÓGICA
1337–1453 Guerra de los Cien Años.

1347 Nace Catalina de Siena.

1348–1349 Epidemia de la Peste Negra.

1349 Muerte de Guillermo de Occam.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1353–1363 El cardenal Albornoz restablece los
Estados Pontificios.

1354–1378 Alejo, metropolitano de Moscú.

1357 Constitución de Albornoz para los


Estados Pontificios.

1358 Jacquerie, revuelta de los campesinos


franceses.

1361 Muerte de Juan Taulero.

1378–1417 Gran Cisma de Occidente.

1379 Wyclif empieza a enseñar su doctrina


sobre la eucaristía.

1380 Oxford condena a Wyclif.

1381 Revuelta de los campesinos ingleses.


Muere Ruysbroeck.

1402 Juan Huss comienza a predicar. Rector


de la Universidad de Praga.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1409 Concilio de Pisa. Tres papas.

1410 Huss es convocado a Roma.

1413–1414 Rebelión de los lolardos.

1414–1418 Concilio de Constanza.

1415 Huss es quemado vivo en Constanza.

1416 Jerónimo de Praga es quemado vivo


en Constanza.

1417 Elección del papa Martín V.

1420 Cuatro Artículos de Praga. Primera


Cruzada contra los husitas.

1420–1431 Las guerras husitas en Bohemia.

1427 Imitación de Cristo, de Tomás de


Kempis.

1431 Juana de Arco quemada viva en Ruán.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1431–1449 Concilio de Basilea.

1433 Segismundo es coronado emperador


en Roma.

Acuerdos de Praga entre el Concilio y


los husitas.

1438 El papa Eugenio IV traslada el Concilio.

1439 Unión de la Iglesia Griega y la Iglesia


Latina.

1447 Nicolás V, Papa renacentista.

1448–1461 Jonás, metropolitano de Rusia, se


independiza de Constantinopla.

1453 Caída de Constantinopla por los turcos


otomanos.

1456 Gutemberg imprime la primera Biblia


en Maguncia.

1458–1464 Pontificado de Pío II (Enea Silvio


Picolomini).

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1460 Bula Exsecrabilis contra las
apelaciones a un Concilio.

1464 Muerte de Nicolás de Cusa.

1465 Empieza la imprenta en Italia.

1467 Se establece en Bohemia una Iglesia


separada.

1469–1492 Lorenzo de Médicis, príncipe de


Florencia.

1474–1504 Isabel la Católica, reina de Castilla.

1479–1516 Fernando el Católico, rey de Aragón.

1484 Bartolomé Díaz da vuelta al Cabo


Buena Esperanza.

1490 Savonarola en Florencia.

1492 Los Reyes Católicos conquistan


Granada.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Expulsión de los judíos de España.
Colón descubre América.

Iván III el Moscovita proclama a


Moscú como la “Nueva
Constantinopla.”

1492–1503 Pontificado de Alejandro VI Borgia.

1493 Promulgación de la bula


“Intercaetera” por Alejandro VI.

1494 Tratado de Tordesillas.

1497 Vasco da Gama: los portugueses


desplazan a los moros de partes de
África.

1498 Ejecución de Savonarola.

1500 Llegada de la flota de Cabral al Brasil


(con franciscanos a bordo).

1513 El Príncipe de Maquiavelo.

1516 Nuevo Testamento Griego de Erasmo


de Rotterdam.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. “Un nuevo y poderoso factor se agregaba a los muchos que querían romper el
viejo sistema feudal y la opresión del papado romano.” ¿Cuál era?

2. Menciona diez métodos usados por la Iglesia Romana para obtener los recursos
necesarios.

3. ¿Con qué reyes tuvo conflictos el papa Bonifacio VIII? ¿Qué hicieron éstos?

4. ¿Cuál es el nombre del período histórico en el que el papado instaló su sede en


Aviñón (Francia)?

5. ¿Qué dos cosas hizo Clemente V que le valieron una crítica severa?

6. ¿Quién fue el Papa que por primera vez pensó en trasladar la sede papal de
Aviñón a Roma?

7. Explica con tus propias palabras cómo la elección papal de 1377 llevó a lo que se
conoce como Gran Cisma de Occidente.

8. ¿Qué países reconocieron al Papa de Roma y cuáles al Papa de Aviñón durante el


Gran Crisma, y por qué razón?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
9. Menciona dos profesores universitarios que sugirieron cómo podía terminarse
con el Gran Crisma. ¿Qué sostenían?

10. Indica la fecha de los siguientes Concilios: Pisa, Constanza, Pavía, Basilea,
Ferrara-Florencia.

11. ¿Por qué razones fracasaron estos concilios?

12. ¿Quién fue Pedro de Bruys y qué hizo?

13. ¿Quién fue Enrique de Lausana y qué hizo?

14. ¿Quién fue Arnaldo de Brescia y qué hizo?

15. ¿Quién fue Pedro Valdo y qué hizo?

16. ¿Cuáles fueron las ideas más importantes de Pedro Valdo?

17. ¿Cuál fue la reacción del Papa a la enseñanza de Wyclif?

18. ¿Cuál fue la contribución más positiva y permanente de Wyclif a la Iglesia?

19. ¿Quién fue Juan Huss y qué hizo?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
20. Los husitas se dividieron en dos partidos, ¿cómo eran y cómo se llamaban?

21. ¿Quién fue Tamerlán?

22. ¿Qué tribu musulmana causó la pérdida más grande de territorios cristianos?
¿Qué tipo de ejército tenían?

23. ¿Por qué Constantinopla no cayó bajo los turcos otomanos cuando esta tribu
cruzó de Asia a Europa en 1356?

24. ¿Por qué afirma el autor que entre los años 500 y 1500 Occidente fue el centro
de toda actividad cristiana?

25. ¿Qué tres tipos de movimientos produjeron profundos cambios en las vidas del
pueblo y la Iglesia en Europa occidental a fines de la Edad Media?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y 3):


1. Menciona cuatro pasos en el proceso de deterioro de las pretensiones papales.

2. “Los tiempos habían cambiado.” ¿Qué quiere decir el autor con esta expresión?

3. ¿Cuál fue el resultado principal del Concilio de Pisa?

4. ¿Cuál fue el resultado principal del Concilio de Constanza?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
5. Menciona los tres propósitos de Concilio de Basilea.

6. ¿Qué pensaba Wyclif acerca de la Iglesia?

7. ¿Qué pensaba Wyclif acerca de la Biblia?

8. Describe cómo los seguidores de Wyclif transmitían la Biblia al pueblo.

9. “El movimiento husita fue ayudado por los acontecimientos en Inglaterra.”


Describe estos acontecimientos.

10. Menciona algunas características del Renacimiento.

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. Explica con tus propias palabras qué entendía Wyclif por “dominio de la gracia.”

2. Wyclif consideraba a la Biblia “como autoridad final para la doctrina,” aun por
sobre la Iglesia. ¿Qué pensaban las autoridades eclesiásticas de su día acerca de
esta convicción? ¿Cuál es tu propia opinión?

3. En días de Wyclif, muchas personas se sentían insatisfechas con la Iglesia y


procuraban cambiarla de alguna manera. ¿Cuál es la mejor manera de demostrar la
desaprobación hacia el estado de la Iglesia? ¿Abandonarla o procurar cambiarla
desde adentro? Presenta razones para tu respuesta.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
4. Explica la afirmación del autor, cuando dice: “El trabajo reformista de Nicolás II,
León IX, Gregorio VII o Inocencio III era como si no hubiese existido nunca.” ¿Se
puede afirmar que el trabajo de muchos grandes cristianos ha sido inútil?

5. En un párrafo breve presenta tu propia evaluación del impacto del humanismo


sobre el cristianismo.

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: Retroceso en las Iglesias Orientales.


Lee y responde:
“La caída de Constantinopla en 1453 produjo el fin de todo imperio cristiano en
su forma bizantina. La caída del Imperio Mongol en China aproximadamente un
siglo antes produjo un fuerte movimiento nacional contra las religiones foráneas, y
así el segundo eclipse del movimiento cristiano allí. Por todas partes en Asia los
gobernantes mongoles experimentaron conversiones a gran escala a la fe islámica
de la mayoría de sus súbditos en el siglo XIV. Los cristianos fueron generalmente los
perdedores en las consecuencias de estas conversiones. El reinado breve pero
sangriento de Timur Lenk aceleró la declinación rápida de las iglesias a través de
Asia central, Persia y Mesopotamia. El surgimiento de los otomanos en Anatolia
disminuyó todavía más la presencia cristiana en Asia occidental.
Después de 1453, el patriarca ecuménico quedó sujeto a los gobernantes
otomenos, que eran musulmanes. En Europa oriental, Serbia, Bulgaria, Macedonia
y Grecia fueron todas puestas también bajo el gobierno otomano. El efecto sobre
las iglesias en estas regiones no sólo fue limitar su acceso al poder sino disminuir su
número a través de guerra y conversión. La única excepción entre las iglesias en la
familia de la ortodoxia bizantina fue Rusia, que pronto iba a ser proclamada como
una Nueva Constantinopla e incluso la Tercera Roma. Junto con el reino de Etiopía,
Rusia fue el único Estado fuera de Europa occidental a fines del siglo XV donde reyes
cristianos ejercieron el gobierno político.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Después de mil quinientos años, el movimiento cristiano se encontró en una
situación más bien desproporcionada. La mayoría de los cristianos del mundo
residía en la Europa occidental. La cultura dominante de Europa occidental era
virtualmente sinónimo de la cristiandad latina. Las instituciones sociales y políticas
estaban conformadas por la gente de la Iglesia. Los ejércitos occidentales
marchaban a favor de impulsos cristianos tanto como políticos y nacionales. Estos
mismos ejércitos, acompañados de frailes y seguidos por mercaderes, pronto iban
a esparcirse por todo el mundo en la nueva fase de expansión cristiana que
acompañó al colonialismo europeo.”
- ¿Cuáles han sido las consecuencias de las circunstancias políticas que se describen
en estos párrafos sobre el desarrollo del testimonio cristiano hasta el presente?

- ¿Hasta qué punto la cristiandad ortodoxa rusa expresó un carácter fuertemente


nacional y cuán significativa fue en preservar esa identidad nacional hasta nuestros
días?

- ¿Qué ventajas o desventajas puedes mencionar en relación con el hecho de que


para el año 1500 el cristianismo estaba representado mayormente por la
cristiandad latina?

TAREA 2: La teoría conciliar.


Lee y responde:
Haec Sancta: “Primero [este Concilio] declara que, reunido legalmente en el Espíritu
Santo, constituyendo un concilio general y representando a la Iglesia Católica
militante, ostenta poder directamente de Cristo; y que cada uno de cualquier
estado o dignidad que sea, incluso papal, está obligado a obedecerlo en aquellas
cosas que pertenecen a la fe, y a la erradicación del dicho cisma, y para la reforma
general de la dicha Iglesia de Dios en cabeza y en miembros. Ítem, declara que
quienquiera, de cualquier condición, estado o dignidad que sea, incluso papal, que
contumazmente se niegue a obedecer los mandados, leyes u ordenanzas o
preceptos de este santo sínodo, o de cualquier otro concilio que sea que se reúna
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
conforme a la ley, en relación de lo anterior o de asuntos pertenecientes a ellos,
hecho o para hacerse, estará sujeto a un castigo bien merecido, a menos que se
arrepienta, y será debidamente castigado, incluso teniendo que recurrir a otros
apoyos de la ley, si eso es necesario.”
Frequens: “La realización frecuente de concilios generales es una manera
preeminentemente buena de cultivar el patrimonio de nuestro Señor … El descuido
de los concilios, por otro lado, esparce y promueve los males anteriores. Esta
conclusión es puesta bajo nuestras narices por el registro de lo que ha ocurrido en
el pasado y por las reflexiones sobre la situación presente. Por esta razón por un
edicto perpetuo, establecemos, promulgamos, decretamos y ordenamos que el
primero tendrá lugar en cinco años inmediatamente después del final de este
concilio, y el segundo en siete años de ese concilio que siga inmediatamente; y
después ellos tendrán lugar de diez a diez años por siempre.”
- El Concilio de Constanza, apoyado por todas las potencias europeas, resolvió la
crisis del Gran Cisma deponiendo a los tres papas y nombrando a Martín V. El
Concilio afirmó su postura “conciliar” a través del decreto Haec sancta y en
Frequens intentó asegurarse la realización futura de concilios. ¿Cuán efectivos
resultaron estos concilios en resolver los problemas que afligían a la Iglesia en aquel
tiempo?

- ¿Cómo se resuelven los problemas de divisiones, controversias, doctrinas erróneas


o conflictos de poder en tu iglesia local y denominación?

- ¿Qué importancia le asignas a la discusión abierta y el diálogo entre cristianos para


la resolución de los problemas o circunstancias que nos mantienen separados en
iglesias o denominaciones diferentes?

TAREA 3:
Copia o calca un mapa que incluya Europa, Cercano Oriente y norte de África, y
marca en él las siguientes ciudades: Alejandría – Antioquía – Aviñón – Basilea –
Canterbury – Constantinopla – Constanza – Florencia – Jerusalén – Kiev – Mesina –
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Moscú – Nápoles – Nicea – Nicomedia – Novgorod – Otranto – Oxford – París – Pisa
– Praga – Roma – Ruán – Tolosa.

DISCUSIÓN GRUPAL
1. ¿Pueden pensar en algún invento del siglo XX o XXI que haya ejercido una
influencia tan grande sobre la expansión del cristianismo, como la que tuvo la
introducción de la imprenta en Europa en el siglo XV? ¿Hay alguna relación entre el
desarrollo tecnológico y científico y el progreso del cristianismo?

2. “El Renacimiento llevó a la gente a pensar acerca del mundo, la historia de su país
y en sí mismos de una manera nueva, y esta nueva manera de pensar afectó su fe.”
¿Cómo la afectó, positiva o negativamente? Algunos cristianos han dicho que la
Iglesia no tendría que haberse identificado con el Renacimiento, porque estaba
basado sobre las ideas paganas de la antigua Grecia y Roma. ¿Cuál es la opinión de
ustedes?

LECTURAS RECOMENDADAS
Bainton, La iglesia de nuestros padres, 130–141.
Baker, Compendio de la historia cristiana, 136–174.
González, Historia del cristianismo, 1:453–557.
Knowles, Nueva historia de la Iglesia, 2:407–469.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:703–789.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:303–343.
Puiggrós, El feudalismo medieval, 130–139.
Romero, La Edad Media, 75–101; 180–209.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 76–84.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 292–334.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
UNIDAD 4

Los problemas de la Cristiandad medieval


INTRODUCCIÓN
El gran historiador del cristianismo, Kenneth S. Latourette, calificó a la Edad
Media como “los mil años de incertidumbre.” Probablemente no hay una mejor
manera que ésta para evaluar un período tan dilatado y complejo, como el que
representan los diez siglos que van del año 500 al 1500. Fue en estos siglos donde
la cristiandad oriental, al tiempo que se expandió “hasta lo último de la tierra,”
sufrió también serios reveses de todo orden que pusieron en vilo su continuidad
histórica. Mientras tanto, en Occidente, es notable la manera providencial en que
el testimonio cristiano logró sobrevivir a pesar de las enormes dificultades internas
y externas que experimentó a lo largo de los siglos.
En ambos casos, el testimonio cristiano no creció con la velocidad y en la
profundidad que alcanzó en los primeros quinientos años. Si bien la fe en Jesucristo
estuvo cruzando permanentemente nuevas fronteras, también es cierto que su
crecimiento y expansión fueron mucho más lentos que en el primer período. Habrá
que esperar hasta después del año 1500 para ver al cristianismo esparcirse de
manera significativa, al menos en un sentido geográfico.
Esta pérdida de dinamismo expansivo puede ser atribuida a numerosos factores,
tanto internos como externos. Indudablemente los de carácter interno fueron los
más significativos y los más difíciles de resolver. No obstante, a pesar de los
enormes altibajos por los que atravesó el testimonio cristiano en este período, la fe
cristiana estaba mucho más y mejor establecida, tanto dentro como fuera del
mundo del mar Mediterráneo, en el año 1500 que en el 500. Su influencia e impacto
eran notables sobre la cultura y la sociedad. La cosmovisión que se acrisoló a lo
largo de la Edad Media especialmente en Europa occidental habría de tener efectos
duraderos, llegando hasta nuestros días.
No obstante, la vida y mentalidad cristiana que resultó de tan gigantesca mezcla
de ingredientes tan diversos y a lo largo de tanto tiempo, no se dio sin el
padecimiento de los fuegos inevitables de serias crisis históricas. Los problemas
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
ideológicos prevalecieron, en términos de las relaciones de los individuos y las
sociedades con un sistema de ideas independientes que reflejan, racionalizan y
defienden los intereses propios y los compromisos institucionales. En la esfera
social, moral, religiosa, política o económica, estos problemas ideológicos tuvieron
un fuerte impacto. La resolución de estos problemas fue necesaria a fin de
encontrar las mediaciones más adecuadas para la acción en cada uno de los campos
mencionados.
Las controversias teológicas del período agregaron peligrosos elementos
negativos, porque en casi todos los casos restaron energía a la Iglesia y
entretuvieron a los cristianos en cualquier cosa menos el cumplimiento de la
misión. Pero, a su vez, ayudaron a madurar un consenso en cuanto a la fe según
debía ser creída y enseñada, a evitar herejías e interpretaciones del evangelio que
podían liquidarlo o desnaturalizarlo y a encontrar una línea clara de identidad en
medio de un océano de ideas y corrientes diferentes. Por otro lado, estos debates
aportaron ricos elementos para la comprensión de la fe propia, que facilitaron su
comunicación a otros que no la conocían o experimentaban.
Algo similar ocurrió en la esfera de lo cúltico y la estructura de la comunidad de
fe. El período de la Edad Media se presenta como uno de los más creativos y
diversos en cuanto al proceso de sincretismo y complicación de las prácticas y
formas heredadas del período anterior. Como es de imaginar, cuanto más se
dilataba geográficamente la expansión del cristianismo y cuanto más diversas eran
las culturas entre las que se proclamaba, tanto más se incrementaba la diversidad.
No se adoraba de la misma manera en todas las comunidades cristianas en un
determinado momento, ni se tenía la misma estructura eclesiástica en todas partes.
Si bien el rango astronómico de estas diversidades pudo ponerle fin al cristianismo
como tal, el mismo actuó positivamente como elemento enriquecedor. Además,
ayudó al cristianismo a romper con el cautiverio étnico o cultural, y lo ejercitó en la
práctica de la contextualización, con la cual pudo afirmar su naturaleza
esencialmente universal y ecuménica.
En mil años, como es de suponer, las dificultades para la difusión de la fe fueron
muchas y muy graves. No obstante, la fe de Jesucristo encontró siempre la manera
de correr como el agua, buscando un camino para llegar con su mensaje de fe,
esperanza y amor hasta los rincones más recónditos del mundo conocido de aquél
entonces. No siempre los caminos escogidos fueron los más adecuados ni los que
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
mejor respondían a los altos ideales de la fe. Pero sea como fuere, el evangelio del
reino fue proclamado. En algunos casos tal proclamación, ya sea por su carácter
profético o por su distorsión de la fe, fue reprimida y perseguida por quienes se
consideraban dueños de la verdad absoluta. Así y todo, la semilla de la Palabra de
Dios encontró un suelo fértil, a veces en terrenos insospechados, y mantuvo su
maravillosa capacidad de dar vida, aun en medio de la muerte y las tinieblas más
profundas.
En esta Unidad prestaremos atención a algunos de estos elementos
mencionados. Al hablar de estos problemas de la cristiandad medieval no lo
hacemos con una perspectiva negativa, sino como áreas de desafíos que
confrontaron los cristianos. En la medida de lo posible, procuraremos ver de qué
manera en la Edad Media los creyentes hicieron frente a estas cuestiones y las
respuestas que dieron a las mismas.

EL PROBLEMA IDEOLÓGICO
_ Relación Iglesia y Estado
El anhelo de unidad. El gran problema religioso y político que mantuvo en vilo al
mundo medieval fue el de la unidad. Desde los días del emperador Constantino, la
gran preocupación había sido cómo lograr la unidad política del Imperio Romano a
partir de su unidad espiritual y religiosa en torno al cristianismo. Con las invasiones
bárbaras y el establecimiento de los reinos germánicos el problema de la unidad se
tornó todavía más acuciante. Europa vio profundizarse la brecha entre Oriente y
Occidente. Destruida la realidad de la unidad imperial, ésta permaneció como una
aspiración y como un proyecto. La Iglesia cristiana occidental, en la que se fijaron
múltiples rasgos de la estructura imperial, fue la promotora principal de la
concepción unitaria de Occidente y creó un modelo del papado a imagen y
semejanza de la autoridad de los emperadores.
El Imperio carolingio fue expresión de esta aspiración de una unidad político-
religiosa, estimulada por la Iglesia y posibilitada por el ascenso al poder de los
francos. En este sentido, el Imperio organizado por Carlomagno fue una
restauración del viejo ideal del Imperio Romano. Pero la aspiración a un orden
universal alimentada por el recuerdo del Imperio Romano, no logró superar el
proceso de fragmentación provocado por la multiplicación de los señoríos con el

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
feudalismo. Con la desaparición de Carlomagno el ideal de unidad no desapareció,
pero sí su expresión concreta. El proceso de desintegración que se operó en el curso
del siglo IX fue una lucha universal por el predominio de las diversas regiones y el
desarrollo del feudalismo. A la antigua unidad política le siguió una infinita
parcelación del poder. El ideal de unidad, entonces, fue proyectado a un plano
religioso, en el que la Iglesia y el papado representaban la única posibilidad de
realización del anhelo ecuménico. Como indica José Luis Romero: “El imperio no fue
en ningún momento, durante la Edad Media, ni una realidad, ni siquiera una
virtualidad verosímil. Sólo cabía la posibilidad de lograr una unidad espiritual, la de
la cristiandad, o al menos, la de la cristiandad occidental, y esa posibilidad
correspondía exclusivamente al papado.”
Cuando alcanzamos la segunda mitad del siglo XIII, la disolución del orden
medieval parecía inminente. La renovación de la vida económica y el ascenso
acelerado de la burguesía, que siguió a los siglos de las Cruzadas, no sólo
incrementó el individualismo sino que puso en riesgo el ideal de unidad. Los reinos
nacionales fueron adquiriendo identidad y poder, mientras declinaba la viabilidad
de un orden ecuménico bajo la conducción de la Iglesia y especialmente del papado.
Cada vez más, reyes y burgueses, herejes y disidentes reclaman una cuota de poder
y autonomía a expensas de la Iglesia una y del dominio papal.
José Luis Romero: “Lo que representaban papado e imperio eran ya,
inequívocamente, ideas superadas que los nuevos tiempos no sentían con el
fervor de antaño. El mundo occidental comenzaba a moverse ahora al
impulso de nuevos incentivos, muchos de los cuales venían de más allá de las
fronteras del área del cristianismo occidental. En el campo de la cultura, la
influencia de los mundos vecinos se hacía notar enérgicamente, a través del
averroísmo y de la ciencia árabe, a través de las renacientes sugestiones de
la antigüedad, que llegaban desde Bizancio, a través de los relatos sobre
países y culturas exóticos. Una nueva perspectiva se abría para el mundo
occidental, que comenzó por encandilarse y sumergirse en las más
descabelladas experiencias.”
En el matrimonio medieval entre la Iglesia y el Estado, fue la primera la que
mantuvo la iniciativa y la voz cantante. El mundo medieval se mantuvo unido
principalmente por la Iglesia y, en un grado considerablemente menor, por las
instituciones del Estado. Fue la Iglesia la que inundó toda la cristiandad de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
estructuras eclesiásticas e institucionales, que crearon una verdadera red universal.
Arzobispados, obispados, parroquias, escuelas, universidades, claustros,
monasterios, templos y oratorios configuraron una red gigantesca, que cubría todo
el continente europeo y se extendía también más allá. El calendario eclesiástico
regía la vida cotidiana de la Iglesia y el Estado. El ciclo del año era una dramática
renovación anual de la historia cristiana. Cada día recordaba a un mártir o a un
santo y sus hechos más destacados.
Además, la Iglesia se transformó a lo largo de la Edad Media en una de las fuerzas
que más colaboraron en el robustecimiento del poder real. Las relaciones de la
Iglesia con el Estado presentan en todo este período una curiosa paradoja: por un
lado, los clérigos son los más acuciosos en defender el poder real en su lucha contra
el feudalismo, pues ven en el primero una mayor garantía para el desempeño de
sus funciones religiosas; pero, por otra parte, los prelados tratan de convertirse
ellos mismos en señores feudales de las villas o territorios en que residen.
Un orden universal. La idea de que la vida individual está insertada en un sistema
universal ordenado por Dios fue característica de los tiempos medievales. Esta idea
fue heredada de los ideales del Imperio Romano y perduró en la concepción
universal (católica) de la Iglesia de Roma.
José Luis Romero: “Tan contradictoria como pudiera parecer la realidad
históricosocial respecto a esa convicción, [ésta] fue alimentada y sostenida
por el recuerdo duradero del imperio y por la enérgica acción del papado. Se
entremezclaron a lo largo de la temprana Edad Media las dos raíces que la
nutrían, chocaron a veces las dos concepciones que representaban, y se
fundieron poco a poco en el plano teórico aun cuando esbozaran muy pronto
sus zonas de fricción. Una y otra representaban dos interpretaciones
diferentes del ideal ecuménico, pues la tradición romana tendía a una unidad
real—el Imperio—, y la tradición cristiana conducía a una unidad ideal—la
Iglesia—, en la que, sin embargo, el pontificado hubo de ver, en cierto
momento, la virtualidad de una unidad tan real como la del Imperio. De esta
disparidad surgiría más tarde el conflicto entre ambas potestades.”
Poco a poco la Iglesia se fue transformando en la gestora de este orden
universal. Al principio, tal orden estaba limitado al reino del espíritu sin aspirar a
ostentar algún poder temporal. Pero con el tiempo, la Iglesia y especialmente el

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
papado fueron creciendo en su apetencia de colocar a “los reinos de este mundo”
bajo su tutela espiritual y control político. La unidad religiosa y la obediencia al
obispo de Roma fueron consideradas condiciones necesarias para el
mantenimiento del deseado orden universal. El papado fue alimentando cada vez
más su aspiración a transformar su autoridad y poder espiritual en una autoridad y
poder terrenal. Todos aspiraban a un orden universal regido por una autoridad
ajena a las luchas políticas. La única entidad que podía satisfacer tal anhelo era el
papado, especialmente cuando el Imperio desaparecía o declinaba. A lo largo de la
mayor parte de la Edad Media, el papado no tuvo competidores como poder
regulador de la cristiandad, frente a la indefinida fragmentación del poder político
provocada por el feudalismo.
Su éxito en instaurar un cierto orden universal mediante la organización de la
jerarquía eclesiástica, la reforma de las órdenes monásticas, las universidades, las
grandes empresas internacionales como las Cruzadas, le permitió al papado
disfrutar de autoridad y poder universal. Es así como, hacia fines de la Edad Media,
surge la teoría de “las dos espadas,” según la cual todo poder venía de Dios y se
mantenía por medio del brazo eclesiástico y el brazo secular, de los cuales el
segundo debía estar al servicio del primero. Pero cuanto más se salía de la esfera
espiritual para entrar en la esfera propiamente temporal, sus intentos enfrentaron
la resistencia de otros agentes con apetencias similares. En este caso, ya no se
trataba del Imperio, sino de los reinos nacionales, que luchaban por ganar su
identidad poniendo fin al feudalismo y a la hostilidad de sus vecinos.
La controversia de las investiduras. Uno de los aspectos más memorables del
siglo XI fue el conflicto entre el papado y el Imperio alemán en torno a la selección
de los prelados eclesiásticos y su instalación en sus oficios. Este conflicto se ha
llamado a veces “la querella de las investiduras,” “la reforma Gregoriana” o según
la concepción del historiador alemán Gerd Tellenbach, “la revolución Gregoriana.”
En la historia política europea este conflicto es memorable porque le dio un impulso
decisivo a la definición del Estado vis a vis la Iglesia. Eventualmente, de este
conflicto va a nacer una mayor conciencia entre los europeos sobre la distinción
entre el Estado y la sociedad civil.
Para entender las raíces del conflicto, hay que recordar las diferencias entre las
concepciones romana (pública) y germánica (patrimonial) del Estado. También hay
que traer a colación la noción de “iglesia propia” o “iglesia particular” (Eigenkirche)
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que los germanos desarrollaron dondequiera que se establecieron. Según esta
noción, el dueño de una iglesia (templo) era la persona que había donado la tierra
sobre la cual estaba emplazado el altar. No importaban las adiciones al monasterio
o al templo en cuestión, no importaban las rentas que se acumularan o los
donativos que se añadieran, el donante original y sus herederos retenían la
propiedad de la iglesia como parte de su patrimonio.
De este derecho de propiedad, reconocido en la ley germánica, se derivaban
varios corolarios. El patrón o dueño de la iglesia (o templo) la confería como un
beneficio de por vida a una persona, para que atendiera las necesidades de la
misma. Pero cuando esta persona moría, el derecho de nominar a su sucesor se
revertía al patrón. Éste tenía derecho a gozar de las rentas cuando la iglesia no tenía
titular, y podía heredar una porción de los bienes muebles del titular.
Esta noción germánica de la iglesia o templo como propiedad de un particular
estaba en conflicto abierto con la noción romana de la iglesia o templo como
perteneciente a la comunidad de los creyentes, cuyo gestor era el obispo. Por eso
fueron tan frecuentes los conflictos entre los obispos que querían mantener
jurisdicción sobre todas las iglesias de sus diócesis, y los patronos que querían
mantener los derechos heredados sobre las iglesias fundadas por sus familias.
_ Relación Iglesia y sociedad
La Iglesia y la sociedad feudal. El desmoronamiento del gobierno centralizado
fue acompañado por un fenómeno similar en la Iglesia. El papado se convirtió en
botín disputado por las facciones nobles de Roma e Italia, y hasta hubo batallas
entre los pretendientes rivales. Los papas designados carecían del prestigio y los
medios necesarios para controlar los asuntos religiosos del vasto territorio de la
cristiandad occidental. En realidad, durante buena parte de la Edad Media, papas,
arzobispos, obispos y abades no gozaron de más poder y prestigio que el que les
correspondía como señores feudales en competencia con otros señores feudales.
Los monasterios y las diócesis poseían tierras extensas y ricas que, bajo las
condiciones caóticas de los siglos IX y X, fueron presa tentadora para los señores
fuertes y rapaces. Ante la ausencia de un instrumento público de paz y orden, los
obispos y abades se vieron obligados a arreglárselas como podían para proteger sus
bienes. Esto significó, naturalmente, buscar caballeros y concederles feudos a
cambio de sus servicios como defensores de las tierras de la Iglesia. De este modo
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
la Iglesia se fue feudalizando completamente, y hasta los mismos abades y obispos
llegaron a ser generalmente hijos segundones de la aristocracia feudal. Como abad
u obispo, el hijo menor de un duque o conde podía llegar a poseer vastas tierras y
rentas proporcionales a su rango; y en no pocas ocasiones tales eclesiásticos tenían
la oportunidad de valerse de su entrenamiento caballeresco capitaneando a sus
hombres para combatir contra algún señor vecino con quien tenían una disputa. Es
cierto, sin embargo, que las tradiciones del derecho y la administración romanos no
se olvidaron por completo y perduraron con mayor vigor entre los eclesiásticos.
La Iglesia y la corrupción feudal. Como puede fácilmente imaginarse, la Iglesia se
corrompió no pocas veces dadas las condiciones feudales. Muchos obispos y abades
apenas se distinguían de sus compañeros nobles en cuanto a la conducta personal
se refiere. La mayoría de los párrocos estaban casados a pesar de las prohibiciones
del derecho canónico. La ambición de bienes terrenales y de poder y prestigio
afectaban de igual modo a los señores eclesiásticos como a los seglares. Éstas y
otras deficiencias perturbaban a las personas piadosas, y se hacían esfuerzos para
corregirlas, si bien no siempre con resultados efectivos.
Durante el transcurso de los siglos X y XI muchos fieles de la Iglesia, tanto
miembros del clero como laicos, llegaron a pensar que la corrupción y degradación
prevalecientes en la Iglesia no se podrían remediar mientras los laicos poseyeran la
facultad de nombrar prelados, y especialmente mientras los cargos eclesiásticos se
vendieran a los candidatos interesados. La simonía y la investidura laicas parecían
ser—en particular a los ojos de los monjes cluniacenses—los obstáculos principales
que impedían la reforma y purificación de la Iglesia.
Las actividades de los frailes infundieron un nuevo ardor e idealismo a la práctica
cristiana. Las ciudades, en rápido crecimiento, fueron desde el principio el terreno
de su preferencia. Los frailes cuidaban a los enfermos y a los pobres, y para ello
fundaron hospitales; además predicaban, a menudo en las esquinas de las calles, y
tomaban parte activa en la educación. Por primera vez los habitantes de las
ciudades de Europa occidental entraron en contacto con todo el poder del
idealismo cristiano gracias a los franciscanos, mientras que los escépticos y herejes
quedaban expuestos a los sutiles y convincentes argumentos de los cultos frailes
dominicos.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
En realidad, la Iglesia se mostró hostil hacia los campesinos y siervos de la gleba.
Muchos clérigos escribieron de manera muy negativa acerca de ellos, destacando
su avaricia, violencia e ignorancia. De hecho, no hubo muchos santos campesinos,
salvo Juana de Arco, que llegó tardíamente a los altares, después de haber sido
condenada a la hoguera como bruja. El clero se fue haciendo cada vez más urbano
y menos rural. No obstante, el campesinado permaneció católico, porque la Iglesia
era su única esperanza de salvación en este mundo y por la eternidad.
_ Relación mundo y trasmundo
La cosmovisión medieval estuvo dominada por la imposición de las ideas
cristianas sobre el trasfondo de la tradición pagana (no destruida totalmente) y los
aportes de los pueblos germánicos invasores. La tradición pagana grecorromana
había aportado una cierta imagen naturalista, de corte politeísta y mágico, que
coincidía bastante con el aporte de la tradición de los germanos. En ambos casos,
lo milagroso y misterioso ocupaba un lugar muy importante. El trasmundo de los
dioses y de los muertos irrumpía constantemente en el mundo real. Fue sobre este
trasfondo que se impuso el cristianismo, de suerte tal que la concepción naturalista
de la realidad no desapareció, sino que encontró formas de expresión en la religión
cristiana, como en una multitud de supersticiones, el culto de las imágenes, la
veneración de la Virgen María y el sacramentalismo.
El mundo. La Edad Media se presenta, en general, como una era en la que lo
religioso ocupó un lugar fundamental. La religión afectó todas las esferas de la vida
de los pueblos, y produjo una inevitable tensión entre los presupuestos y los
mandamientos religiosos por una parte, y las necesidades prácticas de la realidad
mundana por la otra.
Herbert Rosinski: “Esta tensión subyacente entre religión y mundo fue
especialmente aguda en el cristianismo, cuya original independencia radical
del mundo sólo gradualmente cedió a una progresiva adaptación. La relación
del cristianismo con el mundo, de hecho, estaba destinada a ser
esencialmente tensa. Esta tensión podía franquearse y en la práctica se
franqueaba, pero, no obstante, en principio, permanecía sin resolver y era
necesario que permaneciera de ese modo si se pretendía preservar su
esencia y su singular fuente de energía … Sin embargo, esta tensión era
mucho más intensa en el Occidente que en Bizancio, hecho que tuvo decisiva

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
significación para el desarrollo interior de las dos ramas del cristianismo,
como también para su destino definitivo.”
En el caso del Islam, la situación era totalmente diferente, ya que Mahoma fue
profeta pero también un hombre de Estado. La religión para él no era algo que
estaba en contradicción con el mundo. Por el contrario, era un poder que
encontraba su meta precisamente en el dominio político y en la transformación
política del mundo. Religión y mundo en el cristianismo eran términos opuestos, ya
que la primera tiene que ver básicamente con la relación del alma con Dios,
mientras que en el Islam la religión está más relacionada con la regulación
escrupulosa de la vida y no hay contradicción con el mundo.
El ideal de vida superior durante toda la Edad Media fue la vida monástica, es
decir, la huida del mundo para poder vivir una vida contemplativa. Las formas de la
convivencia monástica giraban en torno a reglas particulares, la mayoría siguiendo
el modelo ideado por Benito de Nursia, que combinaban diferentes dosis de acción
y contemplación, estudio y plegaria. Pero el retiro del mundo no fue la opción de
todos. La mayoría de las personas fueron encontrando en las incipientes ciudades
medievales las posibilidades de invertir sus vidas como artesanos o mercaderes,
estudiosos o religiosos, líderes de la comunidad o sacerdotes. La ciudad, de algún
modo, ofrecía la oportunidad de escapar a la dominación señorial y lograr algún
grado mayor de libertad y oportunidad para una vida mejor. La vida ciudadana fue
resultando más ordenada, previsible y ajustada a derecho, que la vida rural propia
del feudalismo. Este proceso sirvió para cambiar poco a poco la valoración negativa
que se tenía del mundo, y tanto más cuando nos acercamos a la baja Edad Media.
La aparición del humanismo completó el proceso de secularización y de valoración
del mundo como esfera adecuada para la realización del ser humano.
El trasmundo. Ya en la temprana Edad Media puede advertirse de qué manera,
en un complejo cultural dominado por una cosmovisión cristiana, se da la presencia
eminente del trasmundo. La realidad inmediata estaba saturada por la presencia
del trasmundo, que se tornaba en una realidad bien concreta gracias al fuerte
impulso apocalíptico que animó la comprensión de la fe cristiana en ese tiempo.
Incluso en la alta Edad Media continúa advirtiéndose la presencia de un ideal de
vida vigorosamente enraizado en la imagen del trasmundo. Si bien la imagen del
mundo mejoró notablemente para entonces, nada perteneciente al mundo real

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
podía compararse en significación con la esperanza de la eternidad y la vida
bienaventurada después de la muerte.
Las expresiones más elevadas de la cultura medieval destacan la presencia
permanente del trasmundo en la conciencia colectiva de aquel tiempo. El
trasmundo se presentaba en los capiteles historiados de los claustros e iglesias
románicas y góticas, los pórticos, los vitrales y las pinturas. La decoración,
especialmente la escultura, adquirió una significación extraordinaria y una
simbología llena de misterio, que incitaba a la constante consideración del
trasmundo a través de las alusiones al Juicio Final y a las historias sagradas.
Catedrales, iglesias y edificios comunales de estilo gótico a partir del siglo XII, al
tiempo que revelan el empuje de la burguesía en ascenso, fueron testigos
elocuentes de la importancia que el trasmundo tenía para quienes los construyeron
y utilizaron.
Alfred Weber: “Sobre el sencillo sentido religioso de externidad, propio de
los cistercienses, se eleva como nacida de esas contraposiciones la gran
arquitectura gótica de plenitud.… Las formas expresivas de esta arquitectura
exhalan la múltiple diversidad de la vida, como en amplios tonos orquestales;
unen la línea horizontal de lo terreno con la línea vertical de lo eterno; y están
creadas y representadas por aquel fuerte sentido religioso enfocado al otro
mundo, cuyos efectos espirituales y psicológicos fueron los que hicieron
posible que, en el siglo XIII, se pudiese superar el estilo tan maravilloso del
último período de arte románico en Alemania, que constituía ciertamente un
arte rico, esclarecido y altivo, pero todavía con un sentido terrenal.
“En el exterior y en el interior de los templos creados o afectados por ese
sentido religioso de lo eterno, de ultratumba, hallamos las obras plásticas de
esta época, las cuales se hallan configuradas de un modo técnico con toda la
fuerza de las formas aprendidas del mundo antiguo, pero siendo ciertamente
en cuanto a su esencia cristianas hasta el último pliegue … Y estas figuras
constituyen ciertamente los documentos más impresionantes de aquel
destino europeo, convertido entonces por vez primera en realidad, de aquel
destino espiritual del mundo occidental, de aquel destino inserto en la
contraposición entre Dios y Mundo, que no tiene solución.”

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Por otro lado, la totalidad de la sociedad cristiana a lo largo de la Edad Media, se
basaba en una intensa creencia en lo sobrenatural. El trasmundo mágico y
fantástico se vivía a flor de piel. Al no disponerse de un sistema científico que
permitiera una comprensión más objetiva y crítica de la realidad, la dimensión
sobrenatural de la existencia humana se veía magnificada. En este contexto, los
milagros ocupaban un lugar muy destacado y la intervención de Dios en el mundo
era estimada como permanente. Los eventos calificados como miracula penetraban
la vida en todos los niveles. De allí la enorme cantidad de relatos y testimonios de
milagros en la literatura medieval, especialmente de aquellos relacionados con los
santuarios de santos y sus reliquias. Además, estaban los milagros atribuidos a la
Virgen y a algunos misioneros.
Benedicta Ward: “A lo largo de la Edad Media se vio unánimemente a los
milagros como parte de la Ciudad de Dios sobre la tierra, y cualesquiera
hayan sido las reflexiones que las personas hayan tenido sobre su causa y
propósito, ellos constituían una parte integral de la vida ordinaria. La
exploración de los relatos de milagros deja dos impresiones principales: el
número y diversidad de los eventos considerados como de alguna manera
milagrosos, no con ingenuidad sino a partir de una concepción más compleja
y sutil de la realidad que la que poseemos; y la unidad de opinión acerca de
los milagros tanto en el pensamiento como en su registro, una unidad
expresada por Agustín: ‘Dios mismo ha creado todo lo que es maravilloso en
este mundo, los grandes milagros así como las maravillas menores que he
mencionado, y él los ha incluido a todos en esa maravilla única, ese milagro
de los milagros, que es el mundo mismo’.”
Además de manifestarse a través de los milagros, el trasmundo se hacía también
evidente a través de la magia, que era su contraparte. Si bien las “artes mágicas”
habían sido consistentemente prohibidas por la Iglesia, gozaron de gran
popularidad, especialmente en los siglos XIV y XV. El uso de la magia para el
contacto con lo sobrenatural y el trasmundo fue común tanto en las tierras paganas
del norte de Europa como en el mundo del Mediterráneo, al punto que la diferencia
entre magia y milagro no siempre estuvo muy clara. No obstante, en teoría al
menos, la magia que involucraba la invocación de demonios fue condenada por la
Iglesia mientras que los milagros fueron recomendados como el método adecuado
para la obtención de poder sobrenatural por parte de los cristianos. Sin embargo,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
en las masas predominaba un área intermedia de prácticas y creencias
sincretizadas, donde lo mágico y lo milagroso se mezclaban.
Benedicta Ward: “La discusión de los milagros durante la Edad Media
muestra por sobre cualquier otra cosa la aceptación de lo milagroso como
una dimensión básica de la vida. Los lazos de la realidad incluían lo invisible
de una manera ajena al pensamiento moderno. Los milagros eran la regla
más que la excepción, y el concepto de la mano de Dios obrando en la
totalidad de la vida coloreaba la percepción de los milagros y sus registros.
Dada esta preocupación con los milagros, es de esperar que hubiera muchos
registros de milagros contemporáneos.… El número mayor de estos milagros
fue registrado en los santuarios de los santos, dado que virtualmente cada
pueblo tenía su santuario y frecuentemente también a alguien capaz de
registrar los milagros.”
Será durante la baja Edad Media que se hará más evidente la tensión entre una
concepción teísta y trascendentalista de la realidad y una concepción naturalista e
inmanentista. El humanismo promovía lo segundo, pero las grandes masas no
educadas continuaron sumergidas en el dominio del trasmundo y en toda suerte de
supersticiones y sincretismos. Mientras algunos humanistas expresaron a través de
sus obras (literarias o plásticas) un optimismo radical en las posibilidades humanas,
otros representaron en sus producciones el patetismo angustiado frente a la
enfermedad, el hambre, la miseria y la muerte. Como indica José Luis Romero: “La
presencia del trasmundo—signo revelador de la perduración de la típica
medievalidad—se enerva en unos mientras se robustece en otros, o a veces se
reviste de cierta gracia ingenua que parece compartir una y otra tendencia.”
_ Relación vida y muerte
La presencia de la muerte. Toda la Edad Media estuvo caracterizada por un
sentido muy vivo de la presencia constante de la muerte en la vida de las personas.
La violencia feudal, la fragilidad frente a la pobreza y la miseria, la falta de recursos
para satisfacer las necesidades humanas básicas, y la vulnerabilidad frente a plagas
y cataclismos, llevaron al desarrollo de un verdadero culto a la muerte. En tiempos
medievales hubo una relación dinámica entre vivos y muertos, que hoy es
desconocida.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Patrick J. Geary: “En este mundo [medieval], que comprende esencialmente
esas regiones de Europa bajo la influencia directa de las tradiciones políticas
y culturales de los francos, la muerte era omnipresente, no sólo en el sentido
de que las personas de todas las edades podían morir y de hecho morían con
asombrosa frecuencia y celeridad, sino también en el sentido de que los
muertos no dejaban de ser miembros de la comunidad humana. La muerte
marcaba una transición, un cambio de estatus, pero no el fin. Los vivos
continuaban debiéndoles ciertas obligaciones, la más importante era la de la
memoria, el recuerdo. Esto significaba no sólo el recuerdo litúrgico en las
oraciones y las misas ofrecidas por los muertos por semanas, meses y años,
sino también mediante la preservación del nombre, la familia y las acciones
de los que partieron. Para una categoría de los muertos, aquellos venerados
como santos, las oraciones por ellos cambiaron a oraciones a ellos. Estos
‘muertos muy especiales’ …, podían actuar como intercesores a favor de los
vivos delante de Dios. Pero esta diferencia era sólo de grado, y no de especie.
Todos los muertos interactuaban con los vivos, continuaban ayudándolos,
advirtiéndoles o amonestándoles, incluso castigándoles si las obligaciones de
memoria no se cumplían.”
Esto se hizo todavía más patético con episodios catastróficos como la Peste
Negra (1348–1349). En pocos meses, la población de Europa Occidental se redujo a
un tercio de su total. Las consecuencias económicas y sociales de la peste fueron
muchas. Se dio una drástica reducción de los cánones de arrendamiento y las
exacciones señoriales; la mano de obra diestra urbana se encareció; hubo una
concentración de la riqueza inmueble en los sectores dirigentes por las muchas
herencias de los sobrevivientes y la estructura social tambaleó.
Culturalmente la peste bubónica también afectó la vida y el pensamiento. La
muerte omnipresente en los frescos y en las sepulturas de las décadas
subsiguientes ensombreció el arte. En la vida religiosa la epidemia dejó hondas
huellas. Una alta proporción del clero secular murió y en muchos lugares nunca
volvió a tener la misma importancia numérica. Muchos monasterios y conventos
tampoco recuperaron el número de miembros que habían tenido antes de 1348.
Los estragos de las epidemias y el horror de su recurrencia marcaron las
percepciones y las mentalidades. La fascinación con los temas mórbidos marcó la
expresión religiosa. En la mente de muchos fieles, la epidemia era un castigo divino,

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
y por eso se desarrollaron prácticas penitenciales comunitarias, que a veces
canalizaron y otras veces fomentaron la histeria colectiva. A la vez, los excesos
ascéticos y la prédica moralizante propiciaron la ironía y el escepticismo.
La concepción heroica de la vida. Mientras en Oriente la actitud cristiana
predominante era de carácter contemplativo y las cuestiones terrenales se
proyectaban al más allá, en Occidente y debido al impacto de los pueblos
germánicos, el destino del ser humano se cumplía de este lado de la eternidad. En
la cosmovisión germánica, el guerrero y su heroísmo eran sinónimo de virtud, en
contraste con el quietismo contemplativo predominante en el cristianismo de
origen oriental. Heroísmo y activismo llevaron a una concepción señorial de la vida,
en la que constituían el signo de una acción relacionada con el poder, la gloria y la
riqueza.
La Iglesia procuró poner bajo control esta concepción heroica de la vida y
canalizarla de maneras más creativas y convenientes a sus propios intereses. Esto
es lo que intentó en las sucesivas Cruzadas contra los musulmanes, que predicó con
entusiasmo. Incluso los monjes occidentales fueron muy diferentes de los
orientales, en que mientras estos últimos se dedicaban a una vida contemplativa y
de oración, los primeros se mostraban como santos militantes, capaces de poner
en acción su vocación religiosa en beneficio de la propagación y defensa de la fe. En
este sentido, fueron monjes y soldados los que a lo largo de la temprana Edad
Media esparcieron la fe por todo el continente europeo. Y más tarde, fueron
caballeros cristianos, que aprendieron a subordinar el heroísmo a la fe, los que la
defendieron frente a los musulmanes y los herejes surgidos en el seno mismo del
mundo cristiano.
En la baja Edad Media, esta concepción heroica de la vida asumió un carácter
más refinado. El espíritu caballeresco sobrevivió a las Cruzadas, pero poco a poco
se secularizó y mundanalizó. Perdió prestigio popular, pero se refugió en las
minorías señoriales y en las cortes. Se llenó de convenciones propias del decadente
orden feudal y estableció reglas sofisticadas para la conducta social. Fiestas y
torneos, ceremonias y festines fueron las ocasiones en que este espíritu se
manifestó de manera más espectacular. Los trovadores y ministriles exaltaban, a
través de sus canciones y poemas, las virtudes de la caballería, que eran imitadas
por los burgueses ricos. La exaltación e idealización de la mujer, el amor cortés, la
apetencia por la buena vida y el goce de vivir, un sentido profano de la realidad, la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
contemplación de la naturaleza, la creación estética y el amor por la belleza fueron
expresión de esta concepción heroica de la vida, que estuvo acompañada de un
creciente individualismo. Lo individual se fue tornando más importante que lo
colectivo. El espíritu de aventura, la apetencia del saber y la aparición del retrato
en la pintura son manifestaciones de esta concepción heroica y exaltada de la vida.
El Purgatorio y el Infierno. Más allá de su particular posición en la compleja
pirámide social medieval y de su manera de entender y vivir la vida, todas las
personas compartían la misma certidumbre en cuanto a la muerte. Señores y
siervos, obispos y laicos, cultos e incultos todos eran bien conscientes de la
proximidad de la muerte y de su funesto efecto nivelador. Frente a ella todos eran
iguales y enfrentaban los mismos temores y necesidad de salvación. Fue en torno a
esta realidad palmaria que se elaboraron los conceptos y creencias en cuanto al
Purgatorio y al Infierno.
El Purgatorio. La preocupación por la muerte llevó necesariamente a
preocuparse por qué ocurría con el alma después de experimentarla. Ya en el
monasticismo temprano se había planteado la necesidad de responder a la
inseguridad de la salvación y la inminencia del castigo divino con algún camino
alternativo. En el monasticismo celta se acentuaba el carácter penitencial de la vida
monástica. En la concepción celta, la majestad de Dios era tal y la fragilidad humana
y su inclinación al pecado eran tan pronunciadas, que continuamente había que
estar reconciliándose con Dios. El monje irlandés hurgaba su conciencia sin cesar
para ver en qué había ofendido a Dios y cómo reparar esas ofensas. Por esa
insistencia celta en la necesidad continua del perdón y la reconciliación, la práctica
penitencial de Occidente se modificó y se elaboraron numerosos libros
penitenciales. Las penitencias que se les imponían las cumplían después de la
absolución. De esa manera la absolución vino a anteceder a la penitencia, y la
confesión de los pecados vino a ser un ejercicio privado que sustituyó la antigua
absolución pública. Sin embargo, subsistió la ansiedad en cuanto a qué pasaba si
uno se moría antes de cumplir con todas las penitencias que se le habían impuesto.
De ahí vino a cobrar importancia la noción de purgar por los pecados, de la cual en
el siglo XII se esbozó teológicamente el concepto de Purgatorio.
Fernando Picó: “De esta noción de conmutar la penitencia no cumplida con
una obra piadosa también surgió eventualmente la noción de indulgencia,
que tanto dio que hacer en las controversias de la Reforma Protestante del
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
siglo XVI. La indulgencia era un equivalente en oraciones de la obra piadosa,
que a su vez equivalía a una penitencia no cumplida. Sin embargo, en los
siglos XIV y XV surgiría la noción de que hacer un donativo en dinero para
llevar a cabo una obra piadosa era equivalente a hacer la obra piadosa. Por
lo tanto, le restaba purgatorio por cumplir al donante lo que le hubiese
restado de días de penitencia la obra piadosa.”
Los Padres Griegos no hablaron del Purgatorio, pero recomendaron las
oraciones y servicios eucarísticos a favor de los difuntos. Los Padres Latinos,
especialmente Agustín enseñaron la purificación por medio del sufrimiento en la
otra vida. Los escolásticos sistematizaron y desarrollaron la herencia patrística,
enseñando que el más ínfimo dolor del Purgatorio era mayor que el más grande
dolor de la tierra, aunque a las almas allí las consuela el saber que se hallan entre
aquellos que van a ser salvos. Desde Tomás de Aquino y Buenaventura, los teólogos
latinos enseñaban que las almas en el Purgatorio eran atormentadas por el fuego,
pero los teólogos bizantinos no aceptaron esta conclusión. Por otro lado, a la luz de
la práctica de las indulgencias, estos tormentos ocurrían en el tiempo y se medían
en términos de años y días. Se decía también que el estado del Purgatorio consistía
en cierta posición en el espacio, y que era algo totalmente diferente del Cielo o del
Infierno. Pero cualquier teoría en cuanto a su latitud o longitud, según se lo describe
en la Divina Comedia de Dante, era pura imaginación.
El Purgatorio era para las almas de los creyentes (bautizados), que no dejaban
de ser miembros de la Iglesia por ir allí. Es por esto que estas almas podían ser
ayudadas por los sufragios (oraciones, ofrendas, buenas obras y sacrificios) de los
vivientes. El sacrificio por excelencia a favor de quienes estaban en el Purgatorio
era el sacrificio de la Misa, porque ella aseguraba la salvación al penitente. El
fundamento bíblico que se citaba era la creencia judía en la eficacia de la oración
por los muertos, según 2 Macabeos 12:42–45. Sea como fuere, la eficacia de las
oraciones por los muertos e indirectamente la doctrina del Purgatorio fueron
rechazadas por los cátaros, los albigenses, los valdenses y los lolardos, junto con
otros disidentes medievales, porque carecía de base bíblica y era contraria a una
sana doctrina.
El Infierno. El temor a ser condenado en el Infierno por la eternidad llenó de
terror a la cristiandad medieval. La creencia en el Infierno fue tan firme para los
medievales como su esperanza del Cielo, sólo que la primera los llenaba de temor
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
y determinaba la mayoría de sus acciones. En razón de que era poco menos que
imposible tener certidumbre de salvación debido a que la misma dependía cada vez
más de lo que el ser humano podía hacer para salvarse, el temor al Infierno
acercaba este aspecto oscuro del trasmundo a la realidad inmediata. Estos temores
fueron alimentados especialmente por la lectura y predicación dramática del
Apocalipsis, que llenó de pánico a personas carentes de otro recurso salvífico que
los sacramentos cuasi-mágicos que les ofrecía la Iglesia. A la interpretación
tremebunda del Apocalipsis se sumaba La Ciudad de Dios de Agustín, que dominó
la teología medieval y que hizo la conocida distinción entre dos mundos
contrapuestos: la ciudad celeste y la ciudad terrestre. Esta afirmación del
trasmundo continuó con la mayoría de los teólogos medievales, especialmente
aquellos que trabajaron en la alta Edad Media.
José Luis Romero: “El mundo después de la muerte, con su Infierno, su
Purgatorio y su Cielo, había sido imaginado muchas veces antes de que Dante
le proporcionara, en las postrimerías de la Edad Media, los rigurosos perfiles
con que aparece en la Comedia. La Visión de San Pablo y el Viaje de San
Brandán en el siglo XI, la Visión de Túndalo, el Purgatorio de San Patricio y la
Visión de Alberico en el siglo XII, así como el Viaje al Paraíso de Baudoin de
Condé y el Sueño del Infierno de Raoul de Houdenc, nos muestran cuánto se
pensaba en el misterio del vago mundo que esperaba al hombre para morada
eterna. Era seguramente el tema que más interés despertaba en el auditorio
de los predicadores, y alrededor de él gira la obra de Joaquín de Fiore, el
ferviente y semiherético monje calabrés fundador del grupo de los
Espirituales, una de cuyas obras fundamentales desarrolla el comentario del
Apocalipsis. Poco antes, los inquietantes signos del fin del mundo habían sido
esculpidos con honda dramaticidad en los capiteles del claustro del
monasterio de Silos y seguían siendo tema predilecto de otros imagineros.”
_ Relación poder y piedad
Desde los días del emperador Constantino, cuando éste decidió establecer la
capital del Imperio Romano en la ciudad que llevó su nombre, la separación entre
Oriente y Occidente fue inevitable. Los patriarcas de Oriente quedaron sometidos
al emperador (cesaropapismo) y distanciados del obispo de Roma. En los cinco
siglos que siguieron al reinado de Constantino hubo cinco grandes cismas entre la
Iglesia de Oriente y la Iglesia de Occidente. Además, de cincuenta y ocho patriarcas
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que gobernaron en Constantinopla durante este período, veintidós fueron
considerados como herejes o sostenedores de enseñanzas heréticas en el Oeste.
Todos ellos menos uno fueron depuestos por los emperadores. A diferencia del
obispo de Roma, estos líderes religiosos dependían del Estado para el ejercicio de
su ministerio. Así continuaron las cosas hasta que finalmente en 1054, bajo Miguel
Cerulario, la división se consumó de manera definitiva, en buena medida debido a
la competencia entre los líderes religiosos y también al carácter totalmente
diferente de su concepción en cuanto al poder. Mientras para el patriarca de
Constantinopla la base sobre la cual proclamaba su primacía era puramente
política, para el Papa de Roma su autoridad pretendía ser exclusivamente espiritual.
Lloyd B. Holsapple: “El legado de Constantino a la Iglesia fue una controversia
que perduraría durante cuatro siglos y traería aparejada consigo una
desunión sin precedentes. La disputa religiosa se convertiría en la principal
actividad de la Iglesia y los individuos en Oriente. Él legó las causas que no
podrían dejar de producir el cisma entre Oriente y Occidente tanto en la
Iglesia como en el Estado.”
Al impacto político de la influencia de Constantino se agregó el enorme efecto
del pensamiento de Agustín de Hipona (354–430) sobre toda la cristiandad
occidental. Para sus días, tres de las cuatro fuerzas espirituales que habían animado
al mundo grecorromano—el judaísmo y las civilizaciones griega y romana—estaban
exhaustas. Sólo el cristianismo estaba en pleno ascenso y apenas empezaba a
ejercer influencia en los asuntos seculares. La transformación del cristianismo, de
fuerza espiritual que se mantenía separada del mundo, a una fuerza que poco a
poco iba penetrándolo e identificándose con él, representó el fin de una edad y el
comienzo de una nueva era: la Edad Media.
Por otro lado, la desintegración de Occidente debido a las sucesivas invasiones
de pueblos germanos, la presión externa de los pueblos euroasiáticos sobre
Oriente, y el surgimiento y expansión del Islam condujo a la división tripartita que
constituyó el mundo de la Edad Media. La parte oeste abarcaba la mitad occidental
del Imperio Romano, invadido y repartido entre las tribus germánicas, y las zonas
germánico-eslavas ubicadas en el centro y el norte de Europa, fueron gradualmente
absorbidas en su órbita. El Imperio Bizantino comprendía la península balcánica y
Asia Menor. El mundo islámico incluía básicamente (además de Irán) Siria, Egipto,
el norte de África y grandes extensiones en España. Los tres territorios fueron
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
herederos del mundo antiguo. La significación histórica del período medieval radica
en los diferentes modos por los cuales estas tres civilizaciones desarrollaron su
herencia espiritual y política común, especialmente la dimensión religiosa.
Las tres civilizaciones fueron esencialmente monoteístas y desplazaron a las
religiones míticas politeístas. Esta difusión del monoteísmo resultó en un proceso
sin precedentes de penetración cultural, que saturó de sentimientos y conceptos
religiosos la sociedad y la cultura. Todas las esferas de la vida de los pueblos se
vieron afectadas por la manera en que los individuos se relacionaban
personalmente con Dios. Esto hizo que fuese imposible separar la esfera del poder
político de la esfera del poder religioso, de suerte tal que la simbiosis entre poder y
piedad caracterizó la mayor parte del período medieval, tanto en el Este como en
el Oeste.
La cosmovisión medieval no era horizontal sino vertical. Por sobre la tierra, que
era plana, se extendía la bóveda celeste, donde moraban Dios y sus ángeles. Por
debajo de la tierra estaba el infierno, habitado por Satanás y sus demonios.
Encerrada por este marco espiritual, la realidad terrenal estaba dividida en
estamentos estancos, un vasto orden jerárquico que tenía al Papa como señor
supremo compartiendo su posición con el emperador. En los niveles que seguían
hacia abajo, cada uno tenía sus tareas especiales, y sus deberes y derechos
particulares.
Herbert Rosinski: “En esta vasta armonía dispuesta por Dios, nada parecía
encontrarse aislado, ni pensamiento, ni sentimiento; ni ángel, ni hombre; ni
animal, ni planta ni objeto inanimado. Todo tenía, además de su realidad
inmediatamente dada, un profundo significado simbólico. Todo estaba
vinculado con todo y, en último análisis, con el Creador de todas las cosas. En
la civilización occidental de la Edad Media, la vieja forma básica de las
Grandes Civilizaciones, el sistema universal del mundo vinculado y
equilibrado en todas sus direcciones, tuvo su última y su más general
realización en una forma clarificada y racionalizada por los pensamientos
bíblico y griego.”

EL PROBLEMA TEOLÓGICO

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Cuando pensamos en la Edad Media, la tendencia es a considerarla como mil
años de aridez en el desarrollo teológico. A lo sumo, se destaca la importancia de la
teología escolástica y su contribución al pensamiento cristiano occidental, con
consecuencias que todavía persisten. No obstante, los tiempos medievales no
fueron tan quietos en materia de producción teológica como nos parecen. Una serie
de cuestiones ocuparon la atención de quienes procuraban expresar su experiencia
de fe cristiana en términos que pudiesen ser entendidos por otros. Esto llevó al
surgimiento y desarrollo de una serie de controversias, especialmente durante el
período del Renacimiento Carolingio, que ayudaron a madurar el pensamiento
cristiano y a actualizar la comprensión de la acción redentora de Dios en la historia
humana. Lamentablemente, la mayor parte de estas discusiones estuvieron muy
comprometidas con cuestiones políticas, que no siempre ayudaron al desarrollo de
una sana doctrina. Más adelante, en el siglo XII, la teología maduró con el
escolasticismo, que fijó el dogma de la Iglesia Romana, a pesar de los desafíos
planteados por un buen número de disidentes.
_ Controversia sobre el adopcionismo
En tiempos del emperador Carlomagno, una de las controversias que mantuvo
ocupados a los pensadores cristianos giró en torno al adopcionismo. El escenario
principal de tales debates fue España y como es de suponer, la discusión teológica
no pudo abstraerse de los conflictos políticos, especialmente la enorme empresa
de la reconquista de la Península de manos musulmanas.
El personaje que se destacó en este debate fue Félix de Urgel (m. 818), quien
sostenía una postura adopcionista, es decir, que Cristo había sido adoptado como
Hijo de Dios durante su ministerio en la tierra. El arzobispo Elipando de Toledo había
intentado refutar el sabelianismo, pero al hacerlo propuso una cristología de corte
adopcionista, a la que se adhirió Félix. En reacción a ellos se colocó el Beato de
Liébana, Alcuino, Paulino de Aquileya y los papas Adriano I y León III, y por supuesto,
el propio Carlomagno.
A los teólogos más ligados a la ortodoxia, el adopcionismo les parecía un rebrote
de nestorianismo, es decir, cierta tendencia a dividir la persona de Cristo. Quienes
reaccionaron lo hicieron procurando enfatizar la unidad de lo divino y lo humano
en Cristo y la comunicación de las propiedades entre sus dos naturalezas. Así, pues,
mientras Elipando y Félix parecían hacer una distinción entre la humanidad y la

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
divinidad de Cristo, con énfasis en la preservación de esta última con sus
características intactas, sus opositores rechazaron tal división porque temían que
se perdiese la realidad de la encarnación. Una vez fallecidos Elipando y Félix, el
debate se terminó tan pronto como había comenzado.
_ Controversia sobre la predestinación
Esta controversia ocurrió también durante el período carolingio. Los principales
protagonistas fueron Rábano Mauro, Ratamno de Corbie, Servato Lupo, Prudencio
de Troyes, Floro de Lión y Juan Escoto Erígena. Un monje de nombre Gotescalco,
seguidor fanático de la enseñanza de Agustín de Hipona, llegó a desarrollar un
concepto radical de la predestinación, con énfasis en la condenación de los
réprobos. Su planteo era de una doble predestinación (a salvación y a condenación),
de modo que Cristo murió sólo por los elegidos. Gotescalco fue condenado por
Rábano Mauro, quien escribió contra él un tratado titulado De la presciencia y la
predestinación, de la gracia y el libre albedrío, en el que enseñaba que somos
predestinados en la presciencia divina.
La oposición de Mauro fue continuada por el arzobispo Hincmaro de Reims
(806–882), quien insistía en la voluntad salvadora universal de Dios. Prudencio de
Troyes y Servato Lupo se opusieron a este planteo y apoyaron una doble
predestinación. Pronto intervino en el debate Retramno de Corbie (m. 868), quien
escribió un tratado titulado De la predestinación, en el que sigue la doctrina de
Agustín al pie de la letra. Fue entonces que hizo su entrada en el debate Juan Escoto
Erigena (810–877), que también escribió un tratado titulado De la predestinación,
en el que hace un acercamiento más filosófico que teológico al tema y en el que
apoya la posición de Hincmaro. Su libro provocó nuevas reacciones de parte de
Prudencio de Troyes y más tarde de Floro de Lión. Al final, el debate perdió todo
sentido de discusión teológica y se transformó en una confrontación por poder y
prestigio entre las sedes episcopales de Lión y Reims, representadas por sus líderes
Floro e Hincmaro.
En realidad lo que estaba en discusión era una cuestión de énfasis. El énfasis
agustino tendía a sacrificar la libertad humana a favor de la soberanía divina,
mientras que del otro lado se respeta el derecho del ser humano a disponer de sí
mismo y a hacer su parte en el logro de su salvación eterna. Por cierto, el problema

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
no se resolvió y en consecuencia volverá a presentarse nuevamente en los siglos
XVI y XVII en los debates teológicos dentro del catolicismo y del protestantismo.
_ Controversia sobre la virginidad de María
Nuevamente aparece el nombre de Ratamno de Corbie en esta breve
controversia. Este monje reaccionó a ciertas enseñanzas que circulaban en
Alemania en el sentido de que Jesús no había nacido de María del modo natural,
sino que había surgido del secreto vientre virginal de algún modo misterioso y
milagroso. Según Ratamno, Jesús nació de María por la vía natural, pero esto no lo
contaminó ni violó la virginidad de su madre. Esto significa que María fue virgen
antes del parto, en el parto y después del parto, y esto es algo que sólo puede
aceptarse por la fe.
La enseñanza de Ratamno fue refutada por un tal Pascasio Radberto (786–865),
quien no discutió la perpetua virginidad de María sino el modo en que esa virginidad
permaneció intacta en el parto. Según él, la virginidad permaneció intacta porque
Jesús nació milagrosamente, estando el útero cerrado. Toda esta discusión fue muy
importante para el desarrollo del dogma de la perpetua virginidad de María y otras
doctrinas dependientes de este dogma.
_ Controversia sobre la eucaristía
Esta discusión giró en torno a la doble cuestión de, primero, si la presencia del
cuerpo y la sangre de Cristo en la eucaristía era tal que sólo podía verse con los ojos
de la fe o si, por el contrario, se trataba de una presencia verdadera, y, segundo, si
el cuerpo de Cristo que estaba presente en la eucaristía era el mismo que nació de
María, sufrió, murió y fue sepultado, y ascendió a los cielos. Pascasio Radberto
había escrito un tratado (844) en el que presentaba una interpretación realista
extrema de la presencia de Cristo en la eucaristía. Según él, cuando los elementos
son consagrados, se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo de manera
sustancial. De modo que la eucaristía era una repetición del sacrificio de Cristo, y
esto de tal modo que repetía la pasión y muerte del Salvador.
Quien respondió a Pascasio fue Ratramno de Corbie con un tratado titulado Del
cuerpo y la sangre del Señor. Según él, el cuerpo de Cristo no estaba presente de
manera real sino “en figura.” Cristo estaba presente en el sacramento, pero no de
manera visible. Además, ese cuerpo no era idéntico al que nació de María y fue

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
crucificado, porque ese cuerpo visible estaba sentado a la diestra del Padre,
mientras que el cuerpo presente en la eucaristía era sólo espiritual, y el creyente
participaba de él sólo espiritualmente. El debate continuó con una nueva reacción
de Pascasio y la intervención de Gotescalco y Rábano Mauro que se le opusieron.
Finalmente, prevaleció la interpretación realista de la eucaristía. Se afirmó la
transformación substancial del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, y
se enfatizó la realidad de su presencia en el rito. Esto constituyó un importante
antecedente de la posterior doctrina de la transustanciación, que habría de ser
característica del dogma católicorromano.
El debate en torno a la eucaristía volvió a plantearse siglos más tarde (siglo XI)
cuando Berengario de Tours adoptó como propia la interpretación de Ratramno de
Corbie. Berengario negaba la transformación de la esencia del pan y del vino y
afirmaba que el cuerpo de Cristo estaba presente sólo de manera “intelectual,” es
decir, espiritualmente. Berengario fue condenado varias veces, más por cuestiones
de poder eclesiástico que por asuntos propiamente teológicos. Entre quienes
rechazaron su planteamiento estaba Hugo de Chartres, quien afirmó la conversión
real del pan en el cuerpo de Cristo, aun cuando conservara el sabor del pan. La
cuestión de la presencia real de Cristo en la eucaristía y la transformación de los
elementos seguía siendo tema de preocupación para los teólogos de la segunda
mitad del siglo XI. No obstante, habrá que esperar hasta 1215 para ver consagrada
definitivamente la doctrina de la transubstanciación.
_ Controversia sobre el alma
Dos cuestiones fueron motivo de debate durante el período carolingio: la
incorporeidad del alma y su individualidad. Respecto del primer asunto, Ratramno
de Corbie sostenía que el alma era incorpórea, y por lo tanto, no estaba circunscrita
al cuerpo, sino que sobrepasaba sus límites. Estas conclusiones fueron refutadas
por quienes sostenían que el alma estaba atada al cuerpo, si bien no estaba limitada
a él. El segundo asunto fue más importante, ya que de la individualidad del alma
dependía la posibilidad de una vida eterna individual y consciente.
Algunos monjes habían enseñado una doctrina según la cual había sólo un alma
universal, de la que participaban las almas individuales. Esta enseñanza fue refutada
por Ratramno, quien quería preservar la individualidad de las personas. En su
Tratado sobre el alma, Ratramno rechazó la idea de que el alma pueda ser una y

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
múltiple. Según él, hablar del alma en singular no implica un alma universal que
exista por encima y más allá de las almas particulares.
_ Controversia sobre el filioque
La cuestión de la procedencia del Espíritu Santo ya había sido tema de discusión
durante el período carolingio en Europa occidental, como parte del debate acerca
de la doctrina de la Trinidad. Sin embargo, fue en el Este donde la cuestión adquirió
mayor relevancia y finalmente llevó al cisma teológico entre Oriente y Occidente.
Mientras en Occidente se confesaba que el Espíritu procedía “del Padre y del
Hijo,” en Oriente se decía que procedía “del Padre por el Hijo.” En el primer caso,
se comenzó por agregar a la fórmula del Credo Niceno la frase “y del Hijo”—
filioque—para indicar la doble procedencia del Espíritu Santo. Mientras tanto, en
Constantinopla se rechazó tal agregado como violatorio del significado del Credo
Niceno-Constantinopolitano, si bien los motivos de este rechazo eran más de
carácter político que propiamente teológicos.
Con posterioridad al Segundo Concilio de Nicea (787) el tema continuó
debatiéndose pero con tintes más políticos que teológicos. El patriarca Focio entró
en conflicto con la sede romana (el papa Nicolás I), especialmente por el control de
la cristianización de Bulgaria y por su oposición a la introducción de la cláusula
filioque en el Credo Niceno. La controversia sobre la procedencia del Espíritu Santo
siguió en aumento hasta que para mediados del siglo IX (cisma de Focio, 867), la
cuestión del filioque se había transformado en uno de los motivos principales de la
separación entre la cristiandad occidental y la oriental. El Concilio de
Constantinopla (869–870) condenó a Focio, que de todos modos quedó como
patriarca en Constantinopla con el reconocimiento del papa Juan VIII, mientras que
Roma se quedó con el control de Bulgaria.
Fuera de los motivos políticos que movían el debate, lo que estaba en discusión
eran dos maneras diferentes de ver la cuestión trinitaria. En Occidente el énfasis
caía en la relación que une a las tres personas de la Trinidad. Se pensaba del Espíritu
como el amor que une al Padre y al Hijo. En razón de que este amor es mutuo,
entonces es posible decir que el Espíritu procede “del Padre y del Hijo.” En Oriente
el énfasis era puesto en la unidad de la trinidad y en su origen único. En este sentido,
sólo podía haber una fuente en el ser de Dios, y esa fuente era el Padre, de allí la
fórmula “del Padre, por el Hijo.”
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
_ Controversia sobre las imágenes
Este debate se dio fundamentalmente en el Imperio Bizantino y tuvo
importantes componentes políticos además de la cuestión propiamente teológica.
Especialmente, bajo el gobierno de León III el Isaurio y sus sucesores (siglo VIII) se
suscitaron profundas controversias, de las que la de las imágenes fue la más seria.
León asumió una actitud “iconoclasta” (opuesta a la veneración de imágenes),
probablemente influido por el contacto con judíos, musulmanes y monofisitas, y en
oposición al poder de los monjes que defendían tal veneración. Como indica Justo
L. González: “Para León, su campaña iconoclasta era parte de su programa de
restauración imperial. El hijo y sucesor de León III, Constantino V, estaba
convencido de que la veneración de las imágenes y de las reliquias de los santos y
de la Virgen era falsa.”
Entre los defensores de la veneración de imágenes estaban el patriarca Germán
de Constantinopla (715–729) y Juan de Damasco (675–749). Al segundo nos hemos
referido en la Unidad Uno. En cuanto al primero, refutó el argumento según el cual
la veneración de imágenes era idolatría marcando la distinción entre diversos tipos
de “adoración.” Según él, una cosa era proskunesis (respeto o veneración) y otra
muy distinta era latreia (adoración en sentido estricto), que se debe sólo a Dios.
Juan de Damasco, por su parte, distinguía entre diversos grados de culto. El culto
absoluto era sólo para Dios (latreia) y si se rendía a una criatura eso era idolatría.
Pero la reverencia a las imágenes era más una cuestión de respeto u honra
(proskunesis timetiké) y podía prestarse a objetos religiosos e incluso a personas en
el ámbito civil. Finalmente, el culto a las imágenes fue restaurado por el Concilio de
Nicea en 787, que afirmó la conservación de las mismas, pero indicando que no
debía adorárselas como se adora a Dios.
En Occidente el debate no fue tan importante como en Oriente. En general, los
Papas asumieron una actitud favorable a las imágenes, pero cuidándose de no caer
en idolatría. Así, pues, se conservaron las imágenes, pero no se las consideró dignas
de adoratio, es decir, de la adoración debida sólo a Dios. Por eso, en Occidente no
se le atribuyó a las imágenes el poder sacramental que tenían en Oriente, ni llegaron
a ocupar allí el lugar de importancia que tuvieron en Oriente. No obstante, en la
religiosidad popular, las imágenes en Occidente adquirieron la funcionalidad de

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
verdaderos ídolos, ya que la realización de milagros y señales estuvo ligada
directamente a ellas y al poder que se les atribuía.

EL PROBLEMA CÚLTICO
_ El culto a María
La mariolatría (culto o adoración a la Virgen María) surgió muy temprano en la
experiencia de la cristiandad, como resultado de un deseo de aumentar la
glorificación de Cristo. El misterio de la encarnación del Hijo de Dios colocó a la
madre de Jesús en una posición de honor y prestigio. A mediados del siglo IV, los
teólogos cambiaron del título de María como “madre del Señor” para transformarla
en “madre de Dios” y “reina del cielo.” De “bendita tú entre las mujeres” (Lc. 1:28)
María pasó a ser considerada como una intercesora por encima de todas las
mujeres y participante de algún modo en la redención humana. La veneración de la
Virgen se transformó en adoración, y en algunos momentos llegó a ser más
importante que Cristo mismo, especialmente en la religiosidad popular.
El monasticismo ascético, que estimó el celibato como superior al matrimonio,
enfatizó la virginidad de María. José era considerado como una persona de edad,
que se casó con María sólo para protegerla de la calumnia. Los hermanos de Jesús
eran hijos de José de un matrimonio anterior. Ya para el siglo IV se afirmaba la
perpetua virginidad de María. Parecía lógico, pues, que si María era la madre de
Dios, ella merecía ser objeto de adoración. Primero, se la invocó buscando su
protección. Luego, en el siglo V, muchos templos fueron dedicados a la “Santa
Madre de Dios” o la “Virgen Perpetua.” Justiniano I imploró su intercesión frente a
Dios para la restauración del Imperio Romano. En los siglos que siguieron, su imagen
fue venerada y surgieron innumerables leyendas en cuanto a los milagros que se
producían a través suyo. La piedad popular le adscribía una concepción y
nacimiento sin pecado, y una resurrección y ascensión milagrosa al cielo.
En la Edad Media, Bernardo de Clairvaux jugó un papel director en el desarrollo
del culto a la Virgen, que llegó a ser una de las manifestaciones más importantes de
la piedad popular del siglo XII. Él no fue el inventor de la mariolatría (adoración de
María) ni de la mariología (doctrina sobre María). Según los eclesiásticos
medievales, esta doctrina estaba implícita en los Evangelios mismos. Pero en el
pensamiento medieval temprano, la Virgen María había jugado un papel muy

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
menor, y es sólo con el surgimiento de un cristianismo más emocional en el siglo XI,
que ella se transformó en una intercesora de primer orden a favor de la humanidad
delante de la deidad. Se la consideraba como la madre amante de todos, cuya
misericordia infinita ofrecía la posibilidad de salvación a todos los que buscaran su
asistencia con un corazón amante y contrito. Anselmo y algunos de sus discípulos
hicieron contribuciones importantes a la expansión rápida del culto a la Virgen a
fines del siglo XI, pero fue Bernardo quien hizo de la mariología una doctrina
cardinal de la fe católica y una creencia que fue más allá de las dimensiones de la
enseñanza estrictamente religiosa hasta enriquecer profundamente la visión
artística y literaria de la alta Edad Media.
Así, pues, la piedad popular se fundaba no tanto en las doctrinas filosóficas
elaboradas por los teólogos medievales, como en la veneración de los santos y las
reliquias, y especialmente en el culto a la Virgen María. Durante el siglo XII el
papado afirmó su derecho a canonizar nuevos santos, y se estableció un
procedimiento legal para probar su santidad. Se creía que las reliquias poseían
poderes curativos y propiedades milagrosas. Lo más característico de la religión
popular, sin embargo, fue la vasta difusión del culto mariano. Se consideraba a la
Virgen María como intercesora por los seres humanos ante Dios, más poderosa que
los demás santos, e infinitamente más compasiva. Así, pues, las plegarias de las
personas comenzaron a dirigirse con creciente frecuencia a ella.
Los cristianos bizantinos también reverenciaron a María con gran entusiasmo.
Ciertas aclamaciones litúrgicas cotidianas la declaraban: “Más honorable que los
querubines, y más gloriosa fuera de toda comparación que los serafines.” Desde el
siglo X, el tema de la intercesión de la Virgen encontró una iconografía distintiva,
mucho más apasionada y amorosa que en las formas estáticas anteriores. Desde
entonces la Virgen adquirió un perfil más maternal y humano en las
representaciones bizantinas.
Ligada directamente a la devoción mariana, se desarrolló en la alta Edad Media
una transformación del carácter del caballero andante. La cristianización de la
caballería constituyó un ejemplo notable del poder de la religión en la Edad Media.
Los guerreros toscos y brutales del siglo X se fueron transformando en “caballeros
gentiles y perfectos,” defensores galantes de los pobres y los débiles, dedicados a
promover la religión y a defender a la Iglesia. Tal era, por lo menos, el ideal
expresado en innumerables romances—el del Santo Grial, por ejemplo—y
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
simbolizado en ceremonias relacionadas con la investidura de la caballería. La
realidad, como siempre, distaba bastante del ideal. Sin embargo, no debe
menospreciarse la eficacia de la Iglesia y del sentimiento religioso para mitigar la
violencia de las guerras internas en la cristiandad. Muchas veces los miembros del
clero intentaron reducir la plaga de la guerra privada declarando una Tregua de
Dios, durante la cual se prohibía la lucha entre cristianos. Dichas treguas no eran
observadas universalmente, por supuesto, pero posiblemente contribuyeron a
favorecer un clima de paz en las regiones rurales de Europa. En estos procesos de
cambio cultural la devoción mariana jugó un papel fundamental.
Por otro lado, las mujeres (tanto en Oriente como en Occidente) fueron grandes
promotoras del culto mariano, especialmente de la veneración de su imagen sea en
forma de estatuas (en el Oeste) o de íconos (en el Este). La razón es que las mujeres,
que ocuparon generalmente un lugar secundario respecto de los varones en la
sociedad y la cultura, buscaban mediadores sagrados (María u otras mujeres santas)
para interceder ante un Dios masculino de tremendo poder y majestad. Hay
evidencia de que las madres alentaban a sus hijas a besar y acariciar estatuas o
íconos así como algunas niñas hoy juegan con una muñeca. Las imágenes familiares
eran consideradas como miembros honorables de la familia, e incluso a veces se
nombraba a una imagen como madrina de un niña.
La misma raíz mariana puede verse en el cambio de la posición de la mujer en la
sociedad caballeresca medieval. La mujer pasó a ser idealizada y se transformó en
la depositaria de lo que se llamó el amor cortés y romántico. El culto a la Virgen
María motivó un grado de mayor reverencia hacia la mujer y la maternidad. La
caballería y los trovadores alababan la lealtad a la mujer que había ganado el
corazón de un caballero, y exaltaban no sólo su belleza física sino especialmente la
hermosura de su ser interior.
Alfred Weber: “En esta sociedad aparece entonces como centro la mujer,
llamada a actuar de árbitro del varón, en un curioso paralelo con el culto a
María Santísima, que es venerada en aquella época de manera idolátrica. Se
trata de una sociedad, en la cual los caballeros son los representantes de las
preciosas formas culturales de este período, las cuales muy pronto se
convierten en amaneradas. Y en esa sociedad, los caballeros no sólo
desenvuelven sus dotes varoniles, y sus aptitudes amorosas cortesanas, sino
también su productividad espiritual, sobre todo en la epopeya y en las
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
canciones. El clérigo, que antes lo había dominado todo en el terreno
espiritual, no es descartado, sino que, junto a la corte feudal, obtiene una
nueva tribuna en el centro espiritual de Europa.”
No obstante, a lo largo de la Edad Media, la mujer representó un papel doble: el
de agente del Diablo para la perdición del hombre y el de esposa de Cristo para su
redención. Se consideraba a la mujer como fuente de todos los males a través de la
seducción sexual, su supuesta inclinación a lo sensual más que a lo espiritual e
intelectual, y su debilidad moral y espiritual por su descendencia de Eva. Por otro
lado, cuando la mujer se retiraba del mundo y se hacía monja pasaba a ser la esposa
de Cristo, dedicada a la intercesión por la redención de los hombres. En la Virgen
María, la mujer llegó al estatus de redentora y vencedora de la serpiente tentadora,
a la que le pisa la cabeza.
_ El culto a los santos
El ingreso de grandes masas de paganos a la Iglesia llevó a la adoración de los
mártires, santos y reliquias. Los mártires cristianos ocuparon el lugar de los viejos
dioses y héroes en la devoción de las masas. A los martirologios se agregaron los
santos, que fueron reconocidos por su piedad ascética extraordinaria y su servicio
a la Iglesia. Después de Ambrosio y Jerónimo, sólo personas célibes o vírgenes
podían calificar para ser considerados santos. Con posterioridad al Concilio de Nicea
(325) se fue desarrollando la invocación formal a los santos como patrones e
intercesores delante de Dios. Se construyeron templos y capillas sobre las tumbas
de los mártires y se los dedicó a sus nombres (advocación). Allí se llevaban a los
enfermos para su sanidad y se celebraban fiestas en honor del mártir en el
aniversario de su muerte, mientras se veneraba alguna reliquia suya, a la que se
atribuían poderes milagrosos.
A lo largo de la Edad Media, el número de santos se multiplicó notablemente, al
punto que el santoral llegó a contar con más de uno por cada día del año. La
canonización de los santos la hacía el obispo conforme con el testimonio de los
fieles de que habían ocurrido milagros por la intercesión del mismo. Los sínodos
extendían después la veneración de un santo a varias diócesis. Pero los papas
empezaron a reservarse el derecho de canonización de los santos. El primer santo
canonizado por un Papa fue Ulrico de Augsburgo (m. 973), canonizado por el papa
Juan XV (993). El papa Alejandro III reservó todas las canonizaciones a la Santa Sede.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Los santos canonizados eran inscritos en el Martirologio. Estos catálogos o listas de
santos aprobados se conocían ya desde el siglo IV; el más célebre era el Martirologio
Jeronimiano (450). En el siglo IX se compusieron muchos de estos catálogos, como
el de Wandelberto de Prum, el de Rábano Mauro o el de Adón de Vienne.
Patrick J. Geary: “La devoción a los santos era aceptada tan universalmente,
y el culto de las reliquias era una parte tan natural de la vida humana, que la
regulación y limitación de estos fenómenos no era siquiera considerada,
excepto sobre una base ad hoc cuando un caso de abuso o fraude era tan
evidente y tan dañino a la comunidad de los fieles que no podía ser ignorado.
Así los niveles de fuerza e intensidad por los cuales los fieles, laicos y
religiosos, procuraban ganar el favor de los santos se desarrolló
naturalmente y se incrementó en intensidad con la urgencia de los problemas
que eran traídos a la consideración de los santos.”
Las Cruzadas contribuyeron notablemente a aumentar la devoción a los santos.
Después de la caída de Constantinopla en manos de los cruzados (1204), Occidente
se inundó de reliquias. Los papas y los obispos procuraron oponerse en cierta
medida a la superstición, al engaño y al tráfico ilegal de reliquias. Pero en muchos
casos supieron aprovechar la oportunidad de lucro y de control social que las
mismas representaban. Las fiestas de algunos santos como Nicolás, María
Magdalena, Lorenzo y Juan Bautista fueron declaradas de precepto, es decir, de
observancia obligatoria.
Howard Clark Kee, et al.: “Los santos y sus reliquias, el peregrinaje y la
esperanza de una recompensa celestial encontraron su camino
profundamente en la conciencia de los hombres y mujeres medievales. El
cristianismo ofrecía esperanza para la vida venidera y significado en sus vidas
terrenales duras y precarias, tocando virtualmente todos los elementos de su
existencia cotidiana. Desde el nacimiento hasta la muerte, las vidas de los
campesinos giraban en torno de la iglesia de la villa, donde los infantes eran
bautizados, las parejas se casaban, y los afligidos oraban por las almas de sus
muertos, que estaban enterrados en el cementerio de la iglesia.”
_ El culto al Diablo
La figura del Diablo y los demonios es tanto o más frecuente que la de santos y
ángeles en el arte y la literatura medieval. Se creía que el aire estaba plagado de
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
demonios y el Diablo era una presencia permanente y temible en la vida cotidiana.
La diabología y demonología de la temprana Edad Media estuvo dominada por el
monasticismo, que siguió el concepto tradicional del Diablo desarrollado por los
padres del desierto. Más tarde, el surgimiento de las ciudades permitió el desarrollo
de universidades y la comprensión escolástica del Diablo y sus acciones. También
durante la alta Edad Media, la comprensión cristiana de lo diabólico se alimentó de
la teología y las creencias musulmanas sobre el particular. No obstante, a lo largo
de todo el período medieval la creencia en Satanás ocupó un lugar muy importante.
Jeffrey Burton Russell: “El arte y la literatura siguieron, más bien que
condujeron, a la teología del Diablo. No obstante, dramáticamente
expandieron y fijaron ciertos puntos en la tradición. El esfuerzo por crear
unidad artística, por hacer el relato uno bueno y el desarrollo de la trama
convincente, llevó a un escenario en ciertas maneras más coherente que el
de los teólogos. El Diablo pasó por varios movimientos de declinación y
avivamiento en la alta y baja Edad Media. El decaimiento de Lucifer en la
teología de los siglos XII y XIII fue balanceado por el crecimiento de una
literatura basada sobre preocupaciones seculares tales como el feudalismo y
el amor cortés, y más tarde por el crecimiento del humanismo, que atribuyó
el mal a las motivaciones humanas más que a las maquinaciones de los
demonios.”
A la figura del Diablo y los demonios se agregaba el temor a un sinnúmero de
otras criaturas malvadas, cuyo objetivo era molestar al ser humano, hacerlo sufrir
o destruirlo. La mayoría de estas criaturas diabólicas provenían del folklore pagano,
como duendes, gnomos, elfos, enanos, gigantes, monstruos, ogros y, sobre todos
ellos, el Anticristo. El Anticristo era el más importante de todos los cómplices del
Diablo. Su influencia era profunda en todas las cuestiones humanas y se creía que
hacia el fin del mundo vendría en la carne para conducir las fuerzas del mal en una
última batalla desesperada contra el bien. A la lista de ayudantes del Diablo se
agregaban herejes, judíos y brujas.
Se consideraba que el Diablo tenía mucho poder y se invocaba su ayuda de
múltiples maneras especialmente haciendo un pacto formal con él. Una vez hecho
este pacto era muy difícil deshacerse del mismo y de sus consecuencias. El
compromiso y veneración del Diablo estaba relacionado con la magia y varias otras
prácticas del ocultismo. La mayoría de los practicantes de las artes mágicas eran
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
curanderos y adivinos. El ejercicio de la magia médica estaba muy generalizado,
mediante el uso de hierbas y animales medicinales. Eran populares los
encantamientos mediante el uso de oraciones, bendiciones e invocaciones. Todo el
mundo utilizaba algún tipo de amuleto o talismán protector, y se creía en el poder
de ciertas piedras semipreciosas para curar o proteger del mal. La adivinación y la
brujería se desarrollaron notablemente a lo largo de toda la Edad Media, al igual
que la astrología, la magia astral, la cábala, la necromancia y más tarde la alquimia.
Richard Kieckhefer: “Los misioneros medievales tempranos en su conflicto
con la religión germana y celta pudieron predicar contra la magia. No
obstante, al hacer acomodaciones a la cultura germana y celta permitieron
prácticas que según definiciones medievales tardías serían consideradas
como mágicas y quizás demónicas. Sin duda la confusión se incrementó por
la importación más o menos simultánea de diferentes tipos de magia de la
cultura árabe. El arribo de las ciencias ocultas, basadas en la metafísica y la
cosmología, prestó una nueva respetabilidad a la magia no demoníaca, pero
a lo largo de la misma ruta de transmisión cultural vinieron elementos clave
de necromancia.”

EL PROBLEMA ECLESIOLÓGICO
_ El papado
La idea del papado comenzó a desarrollarse en Occidente durante el tiempo de
las invasiones germanas (450–750). Para entonces Roma era muy débil, pero el
obispo de Roma se consideraba sucesor del emperador romano. En razón de sus
conflictos con el imperio bizantino, el papado buscó a un rey occidental que
resucitara al Imperio en el Oeste y restaurara la unidad política y la fuerza de los
países católicos latinos. Este avivamiento y reconstrucción ocurrió a principios del
siglo IX bajo Carlomagno, y la idea del imperio fue muy significativa en Occidente
desde el siglo IX al XIV, especialmente entre los monarcas germanos.
Ya hemos considerado cómo las divisiones políticas y geográficas del Imperio
afectaron la organización de la Iglesia. El área de la jurisdicción episcopal se
transformó en “diócesis,” que había sido la división administrativa imperial
instituida por Diocleciano. De igual modo, las “provincias” del Imperio pasaron a ser
el ámbito administrativo de los arzobispos o metropolitanos, que adquirieron poder

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
en razón de gobernar sobre las ciudades más importantes del Imperio. Mientras
tanto, en el Imperio Bizantino, los obispos de las ciudades más importantes
(Constantinopla, Alejandría y Antioquía) recibían el título de patriarcas. La ventaja
del obispo de Roma, el más importante en Occidente, fue que no tuvo competidores
por el poder y esgrimió argumentos bíblicos con gran consistencia. Al no tener
demasiados conflictos teológicos ni políticos a los que hacer frente, el obispo de
Roma (o Papa) pudo desarrollar mayor poder y prestigio y extender y afirmar su
autoridad (papado). De este modo, el papado fue el continuador de la autoridad
imperial romana y la teoría de una monarquía teocrática encontró en esta
institución una vía de expresión.
Quien más hizo por afirmar la idea del papado como institución fue el papa
Gregorio I el Grande. Al tiempo que afirmó la autoridad pastoral de los obispos en
la Iglesia, Gregorio era bien consciente de que el obispo de Roma era más que un
mero obispo. Como obispo de Roma, él era sucesor de Pedro, primado de la Iglesia,
y servus servorum Dei, “siervo de los siervos de Dios.” Gregorio expresó la autoridad
del papado en términos de responsabilidad, jerarquía y poder, ya que quien tiene
mayor responsabilidad tiene que gozar de mayor poder. En razón de que el Papa
era responsable delante de Dios por su ministerio como líder de la Iglesia cristiana,
demandaba una autoridad ilimitada en orden a llevar a cabo la obra divina que se
le había confiado.
No obstante, una cosa era desarrollar la ideología del papado, y otra muy
diferente era afirmar el liderazgo del papado en Europa occidental, especialmente
frente a los poderes seculares. A lo largo de la alta Edad Media el papado estuvo
involucrado en hacer prevalecer su pretensión de dominio absoluto frente a los
monarcas nacionales cuyo poder estaba en ascenso. Para cuando el papado alcanzó
el máximo de su poder temporal y prestigio en el siglo XIII, con el papa Inocencio III,
pasó a ocupar un lugar más en el concierto de otros poderes emergentes, que con
el tiempo le pondrían límites y en definitiva reducirían su impacto en la conducción
de la cristiandad europea occidental. Para fines del período medieval, estaba claro
que el papado debía renunciar a toda ambición de poder mundano y debía
reformarse para dedicarse a una tarea más específicamente religiosa y pastoral.
Inocencio III fue el Papa que sostuvo las pretensiones de autoridad y poder más
grandes de todo el papado medieval. Él no agregó nada nuevo al concepto del

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
papado, pero procuró hacer valer su convicción sobre la supremacía del papado
sobre cualquier otro poder en el mundo.
Kenneth S. Latourette: “[Inocencio III] soñaba con la cristiandad como una
comunidad en la cual el ideal cristiano había de ser realizado bajo la dirección
papal. Como sucesor de Pedro, el Papa—así lo creía Inocencio—tenía
autoridad sobre todas las iglesias. Al menos en una ocasión, además, él
declaró que él como Papa era el vicario de aquel de quien se había afirmado
que era el Rey de reyes y Señor de señores. Escribió que Cristo ‘legó a Pedro
el gobierno no sólo de la Iglesia sino también de todo el mundo’. También
dijo que Pedro era el vicario de aquel de quien son la tierra y lo que en ella
está, el mundo y los que en él habitan … Admitía que a los reyes les eran
confiadas ciertas funciones por comisión divina, pero también afirmaba que
Dios había ordenado tanto el poder pontifical como el real, lo mismo que él
creó el sol y la luna, y que como ésta recibe su luz de aquél, así el poder real
deriva su dignidad y su esplendor del poder pontifical. Además, como sucesor
verdadero de los grandes papas reformadores, Inocencio insistía en que el
poder del gobernante secular no alcanzaba al clero, sino que el clero había
de ser independiente de la ley del Estado y sujeto tan sólo a la de la Iglesia.”
_ El clericalismo
El surgimiento del clericalismo es anterior al período medieval. El gnosticismo
jugó un papel muy importante en hacer una diferencia entre aquellos que tenían el
conocimiento (gnosis) de los misterios de la religión y el común de la gente que los
ignoraba. De este modo, los obispos (pastores) surgieron como hombres que
ostentaban una autoridad religiosa y dogmática, administrativa y pastoral por
encima de cualquier otro creyente. Ellos tenían la responsabilidad de definir el
dogma y ejercer un control absoluto sobre el rebaño. Los presbíteros (sacerdotes)
surgieron como asistentes de los obispos. Los sacerdotes estaban bajo la autoridad
del obispo y lo asistían en su ministerio en la catedral y en las congregaciones locales
que dependían de ella y eran parte de su diócesis. Se creía que la autoridad de los
obispos derivaba de su ordenación mediante la sucesión apostólica, es decir, de
Cristo a través de los apóstoles y por sus sucesores legítimos a todos los obispos. El
misterioso poder espiritual de la Iglesia era considerado como emanando de Cristo
en una línea directa hasta el que ocupaba cada sede episcopal.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
El desarrollo de la jerarquía eclesiástica fue también alentado por el crecimiento
del sacramentalismo. A través de los ritos misteriosos de los sacramentos el
creyente podía obtener acceso a la gracia salvadora de Dios. Por ser los únicos
administradores de los sacramentos, los sacerdotes adquirieron un gran poder y
prestigio, y se consideraba que tenían una relación especial con Dios. Tan especial
era esta relación que parte de su deber era ofrecer el sacrificio de la misa de manera
regular y permanente, incluso estando solos o fuera de la congregación. Esto hizo
que los miembros del clero adquiriesen un estatus social y espiritual superior al de
cualquier otra persona en la sociedad medieval. Esta diferenciación era marcada
mediante el uso de vestimentas especiales, la tonsura del cabello, el celibato y una
vida alejada de lo que se consideraba mundano.
No obstante, muchos clérigos y monjes estaban lejos de practicar los ideales de
la fe que profesaban. El voto de castidad era violado permanentemente por la
mayoría de los clérigos. Borracheras, venalidad y simonía eran comunes. Los
deberes sacerdotales eran llevados a cabo a la ligera y sin dedicación. En algunos
casos, el clero se involucró en prácticas ocultistas e incluso satánicas. Los obispos
se transformaron en magnates que se ocupaban más de las cuestiones temporales
que de sus deberes espirituales y pastorales. Todo el mundo respetaba el oficio
sacerdotal, pero muchos resistían los abusos del clero y expresaban una actitud
anticlerical. El desarrollo del clericalismo puso en evidencia el contraste entre el
ideal del evangelio cristiano y la corrupción del mismo.
Kenneth S. Latourette: “Los muchos esfuerzos para la reforma del clero y los
monasterios y de la Iglesia como un todo son al mismo tiempo una indicación
de una vida religiosa que no podía permanecer satisfecha con los abusos o
con nada menos que la perfección establecida en los Evangelios, y con los
alejamientos patentes y crónicos de ese modelo. La introducción del
cristianismo [al clericalismo] trajo una tensión entre lo ideal y lo real. Muchos
fueron atraídos, pero muchos también estaban contentos con encontrar un
estilo de vida más o menos confortable en las concesiones y otros
emolumentos provistos por los fieles.”
_ El sacerdotalismo
Debido al sacramentalismo y el clericalismo, el sacerdocio (sacerdotium) ocupó
una posición elevada por encina de la posición de otros miembros de la Iglesia. Sólo

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
los sacerdotes podían llevar a cabo el milagro de la eucaristía (transubstanciación)
y darle validez a los demás sacramentos de la Iglesia. Con la institución de una
jerarquía eclesiástica, el sacerdocio de todos los creyentes se perdió y se creó la
noción contraria al Nuevo Testamento del creyente común como laico (es decir,
perteneciente al pueblo). De este modo, el laicado quedó bajo la autoridad de la
jerarquía, sujeto a los sacerdotes y los obispos. Los dones del Espíritu Santo, que en
los primeros siglos del testimonio cristiano habían estado en manos de todos los
creyentes, ahora eran privilegio exclusivo de la jerarquía. Con todos los cinco
ministerios bíblicos (predicación, enseñanza, comunión, adoración, servicio)
ocurrió lo mismo. Los laicos quedaron limitados al papel de espectadores de los
rituales sagrados llevados a cabo por los sacerdotes y obispos.
En relación con los sacerdotes y su autoridad para llevar a cabo los misterios
sacramentales, se decía que era su oficio y no la calidad de su conducta la que daba
efectividad al milagro sacramental. Esto era así, se decía, porque el sacerdote no
actuaba como ser humano, sino como representante de Cristo y oficial de la Iglesia.
El sacerdote era el único que podía, mediante las palabras y fórmulas prescritas,
hacer que los sacramentos operasen como vehículos de gracia salvadora.
En razón de que la parroquia era la unidad básica de la organización de la Iglesia
y que el sacerdote era el personaje más importante de la comunidad, su prestigio y
poder casi no tuvieron competencia. La edad para acceder a los órdenes mayores
era de treinta años para el sacerdocio, veinticinco para el diaconado y veinte para
el subdiaconado. Los sacerdotes que vivían en pueblos gozaban de una variedad
mayor de servicios y oportunidades para su desarrollo. En las iglesias más grandes,
los sacerdotes vivían en una comunidad semimonástica conforme con una regla
(canon) de donde se deriva el nombre de cánones para estos sacerdotes. Estas
comunidades sacerdotales eran llamadas collegia y se designaba a estas iglesias
como colegiales. Los cánones estaban asociados también con las catedrales, en las
que servían como asistentes de los obispos. Durante el siglo XII, los cánones de las
catedrales (conocidos colectivamente como el capítulo) llegaron a jugar un papel
decisivo en la selección de nuevos obispos.
Carl A. Volz: “Los sacerdotes que servían en las grandes iglesias urbanas eran
sostenidos mediante legados de tierra que producían renta y que se llamaban
prebendas. Algunos cánones abusaron del sistema en la baja Edad Media
cuando se dedicaron a colectar los derechos de varias prebendas, con cuya
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
renta contrataron a substitutos (vicarios) para cumplir con sus deberes. Se
promulgaron regulaciones que estipulaban que todo sacerdote debía pasar
al menos un tercio de cada año en residencia en su parroquia. El surgimiento
de los pueblos e incluso de las grandes ciudades a comienzos del siglo XII,
junto con la aparición de las universidades, incrementó considerablemente
las oportunidades para la educación y el mejoramiento clerical.”
La separación y distinción marcada por el sacerdotalismo encontró un fuerte
elemento definidor en la práctica del celibato sacerdotal. Con anterioridad a la Edad
Media ya se consideraba al celibato como indicación de santidad, y en
consecuencia, como requisito necesario para aspirar al sacerdocio. No obstante, fue
dentro de los círculos monásticos que el celibato fue elevado por primera vez a un
estado obligatorio, y de allí pasó a ser requerido a todo el clero. El celibato romano
era diferente del aprecio bizantino por el matrimonio de su clero. En el Este,
sacerdotes y diáconos continuaban con su vida matrimonial después que eran
ordenados. Sólo se obligaba a los obispos a enviar a sus esposas a monasterios
distantes.
_ El sacramentalismo
Es a lo largo de la Edad Media que la práctica y doctrina del Bautismo y de la
Eucaristía se desarrollaron considerablemente con un tinte mágico. Ambos ritos
cristianos adquirieron en estos siglos un marcado carácter sacramental, es decir, se
los consideró como sacramentos. El sacramentalismo es el concepto teológico que
considera al sacramento como una forma visible de la gracia invisible de Dios. Este
concepto apareció bien temprano en la historia del cristianismo y debe mucho de
su contenido a formulaciones procedentes del helenismo. No obstante, fue a lo
largo de la Edad Media que el sacramentalismo se afirmó de manera definitiva,
especialmente en relación con el Bautismo y con la Eucaristía.
Durante la alta Edad Media, los sacramentos se organizaron y sistematizaron.
Hugo de San Víctor (1097–1141) consideraba que eran treinta en total, siguiendo el
modelo de Agustín. Pero su contemporáneo Pedro Lombardo, en sus Sentencias
produjo una sistematización que consideraba sólo siete y los distinguía de los
sacramentales menores. Sus conclusiones recibieron el sello de ortodoxia en el
Cuarto Concilio Laterano y su sistema fue finalmente confirmado y establecido
teológicamente por Tomás de Aquino en su Suma teológica e impuesto

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
oficialmente por el Concilio de Florencia (1439). Según Lombardo y Aquino, los
sacramentos confieren gracia divina simplemente al ser ejecutados (ex opere
operato). Esto es lo que se conoce como sacramentalismo.
Bautismo. La comprensión del bautismo fue afectada por la controversia entre
Agustín de Hipona y Pelagio. La doctrina del pecado original, que sostenía Agustín,
resultó en la comprensión del bautismo como medio de salvación y fomentó la
necesidad de bautizar a los niños para que no fueran al infierno o al limbo. La alta
tasa de mortalidad infantil, característica de los tiempos medievales, hizo que el
bautismo se practicara cada vez más temprano en el recién nacido. Además, en
razón del concepto de cristiandad, el bautismo llegó a ser no sólo el medio de
ingreso a la comunión en la Iglesia sino también a la sociedad cristiana (Estado).
A partir de Gregorio I comenzó a practicarse una sola inmersión del catecúmeno
(hasta entonces se lo sumergía tres veces, desnudo). La aspersión para entonces
era bastante común y se la consideraba como equivalente a la inmersión. De todos
modos, el bautismo era considerado como un rito de purificación en el que todos
los pecados previos eran lavados y la persona comenzaba la vida eterna. Sólo el
martirio podía ser un substituto válido para el bautismo. Generalmente, los
bautizados eran adultos, pero el bautismo de infantes ya estaba bien difundido a
comienzos de la Edad Media y llegó a ser la práctica universal durante estos siglos.
Carl A. Volz: “El Bautismo ocupó un lugar a la cabeza de los sacramentos
porque era por él que se hacían nuevos cristianos. Si bien en la iglesia
primitiva el número de bautismos de adultos era grande, para el año 1200 la
mayor parte de los adultos ya había entrado a la Iglesia, y los bautismos eran
primariamente de niños. Bajo Carlomagno el gran bautisterio para adultos
dio lugar a una fuente más pequeña, y la inmersión fue reemplazada por la
aspersión, pero los infantes siguieron siendo sumergidos en grandes fuentes
hasta el siglo XVI. El rito era acompañado del uso de símbolos—agua, vela,
vestidura blanca, sal y aceite. En una edad posterior el niño recibía la
Confirmación, que era una afirmación del Bautismo.”
Hacia fines del período medieval comenzó a desarrollarse la idea de que con el
bautismo el alma quedaba sellada con un “sello” indeleble, con lo cual no era
necesario repetirlo. Lo mismo se afirmaba de los sacramentos de la confirmación y
de la ordenación. Esto era una conclusión lógica a partir del concepto agustino de

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
que el bautismo de los donatistas era válido, y por lo tanto no era necesario
repetirlo aun cuando los herejes donatistas se arrepintieran y reconciliaran con la
Iglesia Católica.
Eucaristía. La celebración de la Eucaristía o Santa Comunión, acompañada de
ciertas oraciones, continuó siendo a lo largo de la Edad Media el clímax de la
adoración cristiana, tanto en Oriente como en Occidente. En estos siglos se
confirmó la comprensión sacramental de la Eucaristía en Occidente, al afirmarse la
presencia real de Cristo en los elementos, su transformación substancial
(transubstanciación) y su carácter como renovación del sacrificio expiatorio. Como
vimos más arriba, en el siglo IX, Ratramno fue uno de los últimos escritores en
describir los elementos de la Eucaristía como “símbolos,” pero su libro fue
condenado en 1050. Él se oponía a Pascasio Radberto que asumió la posición
realista, que afirmaba una presencia real de Cristo en los elementos eucarísticos y
anticipaba la idea de la transubstanciación de los mismos. Así, pues, alrededor del
año 1000, ya estaba bien generalizada la idea de que en la Eucaristía el signo es lo
mismo que aquello que significa o señala (posición realista). Finalmente, el Cuarto
Concilio Laterano (1215) afirmó la idea de la transubstanciación y enseñó que la
sustancia del pan y del vino es cambiada en el cuerpo y en la sangre reales de Cristo.
Aquino defendió la transubstanciación usando categorías aristotélicas, lo cual
dio lugar a nuevos énfasis y prácticas. La eucaristía se transformó en el rito máximo
del culto y hubo un aumento de devociones fuera de la liturgia. Entre estas
devociones secundarias una de las más populares fue la fiesta del Corpus Christi
(cuerpo de Cristo), en la que se veneraba a la hostia consagrada. Los laicos quedaron
excluidos de la participación del vino, para evitar que derramaran el vino
transubstanciado en la sangre de Cristo. También empezaron a celebrarse misas
(sacrificios eucarísticos) por los muertos y misas privadas.
En Oriente, ya desde el siglo IV se sostenía que Cristo se hacía presente en los
elementos sacramentales durante la oración conocida como la Invocación. Se oraba
para que el Espíritu Santo descendiera y efectuara el cambio de los elementos
consagrados. En Occidente se creía que la consagración de los elementos ocurría
cuando se pronunciaban las palabras de Jesús: “esto es mi cuerpo … éste es el nuevo
pacto en mi sangre.” En Oriente la acción consagratoria era la epiklesis u oración
invocando al Espíritu Santo. Esta oración central era recitada como un susurro por

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
el sacerdote, lo cual acentuaba el misterio del acto pero también alienaba a la gente
de la participación en el mismo.
La presencia real de Cristo hacía de la Cena tanto un sacrificio como un acto de
comunión. En Oriente se enfatizaba el aspecto de la comunión según la cual la Cena
era un misterio vivificador, por el cual el participante recibía el cuerpo y la sangre
transformadores del Señor, y de ese modo participaba de la naturaleza divina. En
Occidente, donde se afirmaba que la salvación venía a través de una correcta
relación con Dios a través de un sacrificio, se concebía a la Eucaristía como un drama
en el que el sacerdote, detrás de un velo, ofrecía un sacrificio a Dios y apelaba a él
para que se mostrara misericordioso hacia aquellos por quienes se ofrecía tal
sacrificio.
Hubo controversias entre el Este y el Oeste en cuanto a la práctica de la
Eucaristía. En Occidente se generalizó la práctica de usar pan sin levadura (azymes)
y desde el siglo VIII en adelante se usaron hostias para la comunión. En Oriente, por
el contrario, se utilizó pan común. El Cuarto Concilio Laterano (1215) estipuló que
todos los cristianos debían comulgar por lo menos una vez al año, y especialmente
para Pascua. Para los siglos XI y XII la misa era exclusivamente una ceremonia
sacerdotal en la que las personas participaban como espectadores pasivos. Además,
al ser llevada a cabo en latín y con el sacerdote de espaldas a la congregación, era
ininteligible para la mayor parte de las personas.

EL PROBLEMA MISIONOLÓGICO
_ Misión y monasticismo
A diferencia de sus antecesores orientales, los monjes occidentales no sólo se
dedicaron a la vida contemplativa y de separación del mundo, sino que se
transformaron en la fuerza misionera más importante, especialmente durante la
temprana Edad Media. Desde el siglo VI en adelante, la mayoría de los misioneros
de la Iglesia Romana y de la Iglesia Griega eran hombres y mujeres que habían
hecho votos monásticos. Entre los primeros, los monjes irlandeses ocuparon un
lugar muy particular. Eran hombres de un buen nivel de educación y de gran celo
religioso, que orientaron su vocación hacia la tarea misionera y fueron así pioneros
en la conversión de los paganos anglosajones y en sus intentos por reformar la
Iglesia en Galia. La estructura no jerárquica de sus monasterios, donde el abad no

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
tenía autoridad sobre los monjes, sino que éstos eran libres para ir y venir como les
parecía bien, favoreció el desarrollo de sus aventuras misioneras. Norman E. Cantor
señala, además, que “los misioneros celtas que comenzaron la conversión del norte
de Inglaterra a fines del siglo VI y principios del VII trajeron con ellos su profunda
erudición, y las escuelas anglo-sajonas de los siglos VII y VIII se debieron en parte a
las contribuciones de la erudición irlandesa.”
En el caso de los benedictinos, con el tiempo se tornaron más elitistas y sus
cuadros estuvieron integrados mayormente por personas pertenecientes a la
nobleza. No obstante, si bien la mayoría de los monjes permaneció en sus
monasterios y sujetos a sus votos, en el siglo VIII los monjes benedictinos más
capaces dejaron con frecuencia sus comunidades para dedicarse a la obra
misionera. De este modo, el monasticismo de Benito de Nursia, que había sido
pensado como una forma de huir del mundo civilizado para dedicarse a una vida
contemplativa, se transformó en la temprana Edad Media no sólo en una parte
integral de la sociedad sino también en una fuerza salvadora de primera
importancia en la civilización caótica que siguió a las invasiones germanas.
Fue especialmente en el continente europeo que los monjes jugaron un papel
importante en la conversión de numerosos pueblos paganos. A fines de la última
década del siglo VII, monjes anglosajones comenzaron a misionar entre los frisios
paganos de los Países Bajos. Muy pronto estos misioneros tomaron contacto con
los carolingios, la nueva familia dominante en Francia. Bajo la dirección de Pipino el
Breve, se transformaron en la vanguardia de la expansión de los francos al norte del
río Rin.
Norman E. Cantor: “La actitud de simpatía de los carolingios hacia los
misioneros anglo-sajones estuvo motivada por su deseo de aparecer como
amigos de la Iglesia, cuyo apoyo moral podía ser especialmente útil en vista
de su propio dudoso derecho legal a dominar la monarquía francesa, y en
razón de que creían que la cristianización de las tribus germánicas de la
frontera haría más fácil su absorción efectiva a la monarquía franca.”
En este proceso, algunos misioneros, como Bonifacio, jugaron un papel
fundamental, ya que fueron los gestores de la primera Europa. Bonifacio no sólo
fue el apóstol de Alemania, sino también el reformador de la Iglesia franca y el
principal gestor de la alianza entre el papado y la dinastía carolingia. Sus labores

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
misioneras en Alemania fueron de gran trascendencia, ya que colocó bajo la
civilización cristiana latina a un amplio territorio de Europa occidental y echó los
cimientos de la Iglesia alemana, que ya en el siglo X se destacó por la intensa calidad
de su religiosidad. El profundo espíritu misionero de los monjes anglosajones de la
temprana Edad Media está bien ilustrado por una carta que Bonifacio dirigió a todos
los obispos y clero de la Iglesia en Inglaterra, solicitando su asistencia en la labor
misionera que estaba llevando a cabo.
Bonifacio: “Humildemente les rogamos … que la palabra de Dios pueda
avanzar y ser glorificada. Les encarecemos que estén alertas en la oración
para que Dios … pueda volver los corazones de los sajones paganos a la fe
católica … y reunirlos entre los hijos de la Madre Iglesia. Tengan compasión
por ellos, porque ellos mismos están diciendo ahora: ‘Todos nosotros somos
de una sola sangre y hueso con ustedes.’ … Además, que sea notorio a
ustedes que al hacer esta apelación cuento con la aprobación, la conformidad
y la bendición de dos pontífices de la Sede Apostólica.”
Las labores misioneras de estos monjes benedictinos y sus esfuerzos por
cristianizar el occidente europeo pusieron en movimiento un complejo de ideas e
instituciones que llegaron a configurar la civilización de la primera Europa. Por
cierto que este mundo de tensiones, ambigüedades, logros y desengaños estaba
bastante más allá de los ideales puros y simples y de las expectativas misionológicas
de los misioneros anglo-sajones.
_ Misión y expansionismo
Una constante de los grandes emprendimientos misioneros de todos los tiempos
es que los misioneros acompañan a los ejércitos y mercaderes de los poderes
dominantes, en el proceso de su expansión territorial. En la historia del cristianismo,
la expansión del poder carolingio durante el siglo IX fue clave para determinar el
éxito de la empresa misionera en Europa occidental. En la conversión de los pueblos
paganos al norte del río Rin dos factores se asociaron de manera estrecha: el celo
misionero de los monjes anglo-sajones y la fuerza militar de la dinastía carolingia.
Evangelización belicosa. Durante el período carolingio, la expansión del
cristianismo estuvo ligada directamente a la expansión territorial de los francos.
Esto se vio claramente en la evangelización del norte de Europa y especialmente de
Europa central. Los francos querían crear una estructura social y cultural que fuese
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cristiana por definición. El resultado de tremenda empresa fue un maravilloso
sentido de unidad y coherencia bajo el signo de la cruz. Esto le dio a Europa
occidental un gran dinamismo cultural, pero implicó cierto grado de intolerancia
doctrinaria, litúrgica, y en el fondo cultural y social, lo cual no hizo posible el
desarrollo de una Iglesia auténticamente ecuménica. Por lo menos, una Iglesia que
combinara lo mejor de las tradiciones cristianas de Oriente y de Occidente.
Paul Johnson: “Se obtuvo la unidad profunda a expensas de la unidad amplia.
La penetración cristiana en todos los aspectos de la vida de Occidente
significó la creación de una estructura eclesiástica muy organizada,
disciplinada y particularista, que no podía permitirse la concertación de un
compromiso con los desvíos orientales. Más aún, el sesgo imperioso de la
Iglesia carolingia poco a poco tiñó las actitudes del papado y rigió a la postura
romana mucho después de que el propio Imperio carolingio desapareciera.
Durante los siglos X y XI Roma utilizó, en sus enfrentamientos con
Constantinopla, argumentos que habían sido concebidos por la corte franca
en los siglos VIII y IX, y a los que en ese momento aquélla se había opuesto,
o bien había intentado moderar.”
La importancia de la violencia como método misionológico fue un rasgo
especialmente acentuado en Occidente. Los cristianos orientales tendieron a seguir
las enseñanzas de Basilio de Cesarea, para quien la guerra era una práctica
vergonzosa. Ésta había sido la actitud de la tradición cristiana original. Pero en
Occidente se siguieron las enseñanzas de Agustín de Hipona, para quien la guerra
era “justa” si era la voluntad de Dios. De allí que cuando Urbano II predicara la
primera Cruzada lo hizo al grito de: “¡Dios lo quiere!” Por otro lado, el uso de la
fuerza era meritorio cuando se lo orientaba contra los que afirmaban o sostenían
otras creencias religiosas o ninguna. Las Cruzadas se transformaron así,
probablemente, en la empresa más monumental de evangelización belicosa
emprendida por la cristiandad occidental.
Cuatro factores confluyeron en el desarrollo de las Cruzadas militares. El primero
fue el desarrollo de la Reconquista española, que estuvo cargada de un profundo
contenido espiritual y de fanatismo religioso. El segundo fue el temple violento de
los pueblos germánicos, especialmente los francos y más tarde los anglosajones,
siempre afectos al uso de las armas. El tercero fue el peso de la tradición histórica,
ya que los francos, desde los días de Carlomagno, habían asumido el derecho y el
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
deber de proteger los lugares santos de Jerusalén y a los peregrinos occidentales
que los visitaban. Y, el cuarto fue la idea de unir la expansión territorial a expensas
de los infieles con la práctica de la peregrinación religiosa masiva y armada a Tierra
Santa.
Paul Johnson: “La idea de que Europa era una entidad cristiana, que había
adquirido ciertos derechos inherentes sobre el resto del mundo a causa de
su fe y de su deber de extenderla, armonizaba perfectamente con la
necesidad de hallar una salida tanto a su afición a la violencia como al exceso
de su población.… Por consiguiente, las Cruzadas fueron hasta cierto punto
un extraño episodio a medio camino entre los movimientos tribales de los
siglos IV y V y la migración transatlántica masiva de los pobres en el siglo XIX.”
No obstante, las Cruzadas fueron un derroche de violencia, pero
misionológicamente fueron nulas. Los cristianos occidentales gobernaron a la
población conquistada como una elite colonialista. No se realizó ningún esfuerzo
por convertir a los musulmanes y los ataques contra Constantinopla debilitaron
radicalmente a la cristiandad bizantina. Sin embargo, el espíritu de cruzada
caracterizó la mayor parte de los esfuerzos evangelísticos y misioneros de la alta y
baja Edad Media. En muchos casos, no se podía entender de qué otra manera podía
predicarse el evangelio que no fuese a punta de espada. Las excepciones a esta
estrategia bélica fueron Francisco de Asís y Raimundo Lulio, en sus intentos por
llegar a los musulmanes con el evangelio.
Paul Johnson: “Un aspecto que seguramente debe parecer extraño al
historiador es que ni la cristiandad occidental ni la oriental crearon órdenes
misioneras. Hasta el siglo XVI el entusiasmo cristiano, que adoptó tantas otras
formas, nunca se orientó institucionalmente por este canal. La cristiandad
continuó siendo una religión universalista. Pero su espíritu propagandístico
se expresó durante la Edad Media en distintas formas de violencia. Las
cruzadas no fueron iniciativas misioneras sino guerras de conquista y
experimentos primitivos de colonización; las únicas instituciones cristianas
específicas que ellas originaron, las tres órdenes caballerescas, fueron
cuerpos militares.”
Evangelización urbana. La decadencia del feudalismo y el restablecimiento del
poder real significaron un cambio en la comprensión de la misión cristiana. El

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
régimen feudal había provocado la desintegración política y territorial de Europa en
pequeños Estados, gobernados por señores representantes de la nobleza. Pero a
fines del siglo XIII, el feudalismo comenzó a declinar en Francia e Italia y si bien el
sistema se prolongó por más tiempo en Alemania e Inglaterra, hacia el año 1500 ya
se había extinguido totalmente en Europa occidental.
CUADRO 13 - CAUSAS DE LA DECADENCIA DEL FEUDALISMO
1. Desarrollo económico: desde el siglo XI creó nuevas oportunidades de
trabajo y permitió a muchos siervos y campesinos comprar su libertad.

2. Nuevas tierras: el crecimiento de la agricultura demandó de nuevas


tierras, lo que llevó a la tala de bosques y el drenaje de pantanos, trabajos
emprendidos por los campesinos, que lo hicieron a cambio de su libertad.

3. Peste Negra: diezmó las poblaciones y esto valorizó la mano de obra.

4. Ejércitos profesionales: muchos siervos se incorporaron a ellos como


soldados mercenarios y esto debilitó el prestigio de la caballería.

5. Guerra de los Cien Años: originó períodos de caos y precipitó la caída del
feudalismo.

La decadencia del feudalismo y el surgimiento de una burguesía urbana


favorecieron la progresiva consolidación del poder real y el surgimiento del
concepto de Estado o Nación. Los burgueses de las ciudades enfrentados con la
nobleza, apoyaron militar y económicamente a los reyes con el propósito de
asegurar el orden y la unificación política y territorial. La nobleza perdió sus
privilegios mientras la monarquía consolidaba su poder y carácter absolutista.
Ya para fines del siglo XI, el relativo aumento de la seguridad social y de la
demografía, incrementó la construcción de núcleos urbanos. Cuando desapareció
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
el peligro de los ataques de húngaros y de normandos, y también cesaron las
guerras entre los señores feudales, los habitantes de los lugares fortificados, en
razón del aumento de la población, abandonaron esos recintos muy estrechos y se
dirigieron a las ciudades, que fueron reconstruidas y repobladas. La relativa
prosperidad de la agricultura, con nuevos cultivos como el del arroz; el progreso de
las artesanías, con la agrupación de los patrones y los obreros en gremios; y, el
resurgimiento del comercio marítimo, como resultado de las Cruzadas, provocaron
un inusitado desarrollo urbano. En las proximidades de los castillos y de los
monasterios, en los cruces de caminos comerciales o en los puertos de mar, se
agrupó la población, constituyendo las villas; en las afueras de las arruinadas
ciudades antiguas se formaron barrios o burgos y se construyeron nuevas murallas
y defensas. A los habitantes de estos núcleos urbanos fortificados, generalmente
comerciantes, artesanos y gente que no se dedicaba a trabajos manuales, se les
llamó burgueses.
Las villas y los burgos dependían al formarse de un señor feudal, pero pronto se
fueron emancipando al comprar sus libertades o conquistándoles por la fuerza. Los
reyes, por su parte, favorecieron este movimiento de emancipación de la clase
media o burguesía, en su lucha por abatir la nobleza feudal, siempre peligrosa para
la autoridad regia. Así, ayudadas por los reyes, las ciudades se convirtieron en
municipios y organizaron su propia administración, de la que se encargaba una
asamblea de vecinos que formaban el concejo o ayuntamiento, presidido por un
magistrado llamado alcalde o síndico. Según los lugares, hubo municipios libres o
autónomos y otros aforados o francos, cuya carta o fuero limitaba los derechos del
señor, de quien en parte dependían.
Los comerciantes y artesanos urbanos organizaron su trabajo tomando como
base la asociación obligatoria. Patrones y obreros se agrupaban en corporaciones o
gremios, que eran entidades de carácter religioso-profesional. Cada oficio poseía su
corporación y ningún artesano podía trabajar sin hallarse inscrito en la asociación
respectiva. En su aspecto religioso, las corporaciones eran verdaderas cofradías,
pues poseían asesores eclesiásticos, y se hallaban bajo la advocación de un santo o
“patrono” espiritual. En el día destinado a honrar al divino protector, se realizaban
solemnes fiestas patronales. Éstas consistían en desfiles y procesiones,
encabezadas por los estandartes del gremio y la imagen del santo tutelar.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
En este contexto urbano, los paladines de la evangelización fueron los frailes
dominicos y franciscanos, a lo largo del siglo XIII. Su ministerio evangelizador fue
típicamente urbano y apeló notablemente a las nuevas clases sociales, que veían
en su estilo de vida sencillo y sus ideas renovadoras un contraste notable con la
corrupción del clero secular y regular. Muy pronto obtuvieron facultades
sacerdotales, lo que les permitió escuchar confesión y administrar los sacramentos,
y transformarse en dinámicos competidores de los sacerdotes parroquiales y del
clero de la catedral. La metodología evangelizadora que utilizaron fue típicamente
urbana y respondió adecuadamente a las expectativas de la mayoría de los laicos,
que estaban desencantados con la Iglesia institucional. Con el correr del tiempo, los
frailes fueron absorbidos por los ideales urbanos, adquirieron propiedades en las
ciudades y se inclinaron al estudio de la filosofía y de la ciencia. En el último cuarto
del siglo XIII, profesores franciscanos dominaban la Universidad de Oxford mientras
que sus pares dominicos hacían lo propio en París.
_ Misión y sincretismo
Con el ingreso masivo de los bárbaros al ámbito del Imperio Romano se inició un
proceso de sincretismo religioso de gran envergadura. Este proceso se modeló con
el aporte de dos fuentes principales: la tradición pagana, que nunca había
desaparecido del todo, y la tradición germánica, que de algún modo perduró al no
haber habido una adecuada evangelización sino una mera cristianización
superficial. Sobre este sustrato fundamental, durante la temprana Edad Media, en
la Europa germanizada hubo una profunda penetración de los elementos culturales
orientales, que dejarían su rastro a lo largo de todo el medioevo. La Iglesia
cristianizó y dio expresión a todas estas influencias a través de sus creencias y ritos.
Además, si bien nunca se abandonó un cierto sentido de naturalismo frente a
una naturaleza que se presentaba misteriosa y desconocida, predominó el
acercamiento fantástico y mágico a la realidad. La doctrina y la práctica cristianas
durante la Edad Media se construyeron con estas concepciones combinadas de
mundo y trasmundo, lo cual terminó en diversas manifestaciones de sincretismo.
Las supersticiones populares y el sincretismo religioso afectaron notablemente el
carácter y la estrategia misionera.
José Luis Romero: “El afán de introducir a los pueblos paganos dentro del
ámbito de la iglesia movía a utilizar—fuera de la coacción, usada muchas

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
veces—procedimientos catequísticos que, siendo sin duda muy hábiles,
conducían a resultados inmediatos muy diversos de los esperados. La
superposición de las fiestas cristianas sobre antiguas y tradicionales fiestas
paganas, la asimilación de los milagros a los viejos prodigios, la explicación
grosera de ciertas ideas abstractas inaccesibles, todo ello debía contribuir a
perpetuar cierta concepción naturalística por debajo de una aparente
adhesión a la concepción cristiana. El signo de esa perpetuación fue la
multitud de supersticiones que la Iglesia creyó necesario combatir y el
peligroso culto a las imágenes, en el que desembocaba cada cierto tiempo el
antiguo politeísmo. En los campos sobre todo, las supersticiones se
manifestaban vigorosas, y constituía toda una preocupación de la Iglesia el
combatirlas.”
El proceso de sincretismo continuó a lo largo de toda la Edad Media. El legado
del paganismo teutónico, celta e incluso grecorromano no desapareció nunca. De
una u otra manera es posible detectar sus raíces en la enorme difusión de la magia,
la profusión de lo milagroso, la veneración de las reliquias y el culto a los santos.
Con las Cruzadas, el proceso de sincretismo religioso alcanzó niveles asombrosos.
Los cruzados trajeron de Oriente todo tipo de ideas y objetos, creencias y prácticas,
que fueron reciclados en Occidente dando lugar a las más diversas manifestaciones
de religiosidad popular.
Paul Johnson: “… es indudable que los cruzados que retornaban traían
consigo la herejía. El dualismo de los bogomilos de los Balcanes, que tenían
vínculos que se remontaban a los gnósticos, llegó a Italia y la Renania a
principios del siglo XII y de ahí se extendió a Francia. Una vez que los viajes
de larga distancia se convirtieron en hechos rutinarios, fue inevitable que se
difundiesen diferentes herejías, y las cruzadas suministraron medios de
comunicación precisamente al tipo de gente que tomaba en serio las ideas
religiosas y que emocionalmente era propensa a adoptar posturas heréticas.”
A su vez, en Europa occidental la antigüedad grecorromana continuó
manifestándose especialmente en las formas plásticas y arquitectónicas. La
literatura clásica fue estudiada en las universidades bajo la aprobación y protección
de la Iglesia. Los poetas latinos paganos eran altamente estimados y tenidos como
autoridades en materia moral y espiritual. De hecho, Dante era un gran admirador

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
de Virgilio y varios papas renacentistas se ocuparon más por resucitar la antigüedad
grecorromana que por resucitar a la Iglesia que en sus días estaba moribunda.
En la alta Edad Media se dio una forma sofisticada de sincretismo con el impacto
que la filosofía griega pagana tuvo sobre la formulación del pensamiento cristiano
escolástico. Las obras de Platón y los escritos de Dionisio el Areopagita, un autor
cristiano neoplatónico, influyeron notablemente sobre los místicos y pensadores
medievales. El avivamiento de los estudios de Aristóteles y de Averroes, su
intérprete árabe, durante los siglos XII y XIII marcó profundamente la formulación
dogmática de la fe cristiana. El islamismo tuvo también su influencia notable en la
formulación del pensamiento cristiano. En buena medida, el escepticismo
materialista de muchos pensadores cristianos del siglo XIII resultó de su estudio de
la filosofía musulmana. Filósofos como Avicena (979–1037) y Averroes (1126–1198)
fueron estudiados por los escolásticos cristianos y afectados por su pensamiento
aristotélico. En un grado menor, los judíos, que estaban esparcidos por toda Europa,
también ejercieron su influencia sobre la cosmovisión cristiana, especialmente a
través de los escritos de Maimónides (1135–1204), destacado seguidor de la
filosofía de Aristóteles.

EL PROBLEMA APOLOGÉTICO
_ Las herejías
Uno de los problemas que más agobió a la Iglesia en Occidente durante la alta
Edad Media fue el problema de la herejía. Al finalizar el siglo XII, la Iglesia debió
hacer frente a diversos movimientos de disidencia y renovación, e incluso grupos
heréticos, que representaban una reacción contra el estado calamitoso del clero y
los abusos del papado. Algunos de estos movimientos procuraban la recuperación
de un cristianismo más bíblico y semejante al de los primeros siglos. Los más
importantes de estos movimientos fueron los encabezados por los albigenses o
cátaros y los valdenses.
Rodolfo Puiggrós: “Como la teología abarcaba entonces en profundidad y
extensión toda la superestructura del feudalismo y lo consideraba un
régimen estático sin tolerar competencias ni críticas, a cualquier movimiento
revolucionario se le colgaba el sambenito de hereje. Oponerse al orden social
establecido equivalía a oponerse a la Iglesia. Es cierto que las querellas entre

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
el trono y el altar o las rivalidades entre los señores parecían agitar nada más
que la superficie del régimen sin modificarlo, pero aun así provenían de la
ebullición de factores internos, cuya acción se prolongó en el curso de la Edad
Media, a través de un sordo y constante descontento que estallaba
convulsiva y esporádicamente sin desprenderse de su cobertura religiosa e
hizo crisis a fines del siglo XII.”
El fin de la cultura de la alta Edad Media se vio marcado por una profunda
percepción de la crisis del orden tradicional. Las certidumbres que se habían
logrado en este período comenzaron a hacer agua y el naturalismo encontró vías
de desarrollo. No obstante, hubo una exaltación del sentimiento religioso, que
tendió a apartar a muchos de las vías cada vez más racionales que adoptaba la
teología oficial. Como indica José Luis Romero: “En el campo de las creencias
populares, aparecieron numerosas herejías cuyo signo era el retorno a la verdad
simple y pura del evangelio, con prescindencia de todo el vasto aparato de saber
intelectual que la escolástica había construido, y con prescindencia también del
vasto aparato de poder que la Iglesia significaba y que había adquirido una
desmesurada importancia a lo largo del duelo sostenido por el papado y el imperio.”
Movimientos. Los cátaros (puros) representaron la herejía más difundida de
todas las herejías medievales. El nombre de cátaros se utilizó por primera vez en el
Concilio de Tours (1163). También recibieron el nombre de albigenses. Este nombre
se debió a que la primera diócesis cátara se constituyó en la ciudad de Albi, en el
sur de Francia. Los cátaros predicaban la abstinencia de todo lo que suponían
impuro, como una reacción a la laxitud moral del clero, especialmente los monjes.
La doctrina de los cátaros tenía cierta inspiración oriental ya que admitía la
existencia de dos principios: el bien y el mal. Al primero pertenecía el alma y al
segundo el cuerpo. Para defender el alma, creada por Dios, era preciso destruir el
cuerpo, símbolo de impureza. En base a esto, algunos cátaros recomendaban el
suicidio y condenaban el matrimonio. Los cátaros creían en la trasmigración del
alma, la que luego de abandonar el cuerpo solía pasar al de un animal. Por eso se
abstenían de matar animales y no consumían carne, ni leche ni huevos. No admitían
más sacramentos que la penitencia y el bautismo.
Estos movimientos de alguna manera estaban relacionados con los bogomilas
(amigos de Dios) de Bulgaria y Siria. Éstos fueron conocidos con distintos nombres
por toda Europa: umiliatos (humillados) en Italia, ketzer (herejes) en Alemania,
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
strigolniki (pelos cortos) en Rusia. La confusión acerca de los nombres revela cierta
confusión respecto a las ideas, pero en esencia todas estas herejías eran iguales.
Apuntaban a reemplazar al clero corrupto por una elite perfecta. Repudiaban a la
Iglesia institucional y querían restaurar un cristianismo similar al del Nuevo
Testamento. Algunos de ellos no reconocían otra autoridad que la que recibían
directamente del Espíritu, y rechazaban a la Iglesia, la Biblia y la encarnación de
Cristo, y eran marcadamente dualistas o maniqueos.
Los valdenses, también llamados “pobres de Lión,” tuvieron como inspirador
como vimos a Pedro Valdo, un rico comerciante de esa ciudad, que orientó su
ministerio a partir de una actitud ascética y repartió sus bienes entre los pobres.
Valdo adquirió notoriedad por su predicación pública del evangelio y su rechazo del
ministerio sacerdotal, afirmando que no hacía falta ninguna mediación humana o
institucional para obtener la salvación. También rechazó la eucaristía y prohibió el
culto a los santos como idolatría.
El primer canon del Cuarto Concilio Laterano (1215) contenía un credo
formulado cuidadosamente para expresar las diferencias que existían entre el
cristianismo latino y las creencias de los valdenses y albigenses. El Concilio condenó
a estas herejías y ordenó el castigo de todos los herejes que no se arrepintieran.
Esto mostró la nueva importancia del problema de la herejía a comienzos del siglo
XIII. Por primera vez desde la supresión del arrianismo, la fe ortodoxa se
confrontaba con un serio rival en Occidente. Había habido herejías menores en la
temprana Edad Media e incluso más tarde, pero generalmente fueron el resultado
de pequeñas controversias teológicas y más tarde de argumentos escolásticos, y en
la mayor parte de los casos casi no habían encontrado apoyo popular. Incluso un
maestro tan bien conocido como Abelardo no había causado un peligro real para la
Iglesia cuando cayó en herejía (según se lo acusaba). Una vez que sus errores fueron
expuestos, él y sus seguidores renunciaron a ellos uno por uno y el problema se
terminó. Pero las nuevas herejías de fines del siglo XII eran populares, no
académicas; los herejes contaban con el apoyo de miles de personas fuera del clero,
y no podían ser eliminados simplemente usando argumentos teológicos. La Iglesia
tenía que encontrar métodos nuevos para combatir la herejía y se tomó algún
tiempo para hacerlo.
Bajo el pontificado de Inocencio III, la Iglesia reprimió con mano dura a los
movimientos heréticos, y para ello utilizó distintos recursos que variaron desde la
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
prédica hasta la excomunión. Como los herejes y disidentes persistieron en su
actitud, el Papa organizó una Cruzada que reunió gran número de señores franceses
y alemanes. Al mando del conde Simón de Montfort (m. 1218), la campaña duró
unos veinte años (1209–1229) y se caracterizó por su extremada violencia y
crueldad. Los albigenses, al mando del conde de Tolosa y el rey Pedro II de Aragón
(m. 1213), fueron derrotados en la batalla de Muret, en el sur de Francia (1213). La
sangrienta lucha prosiguió por algunos años y terminó con el triunfo de los
cruzados, que lograron exterminar a los herejes.
A estos casos de disidencia y herejía habría que agregar las numerosas
desviaciones dogmáticas, condenadas por concilios y papas, pero limitadas a los
círculos eclesiásticos intelectualizados. Berengario de Tours desconocía la presencia
real de Cristo en la eucaristía. Amalarico de Géne (m. 1206), teólogo de París que lo
divinizaba todo, proclamó el amor libre, llamaba Anticristo al Papa y anunciaba el
comienzo del reinado del Espíritu Santo. El calabrés Joaquín de Fiore (1145–1202),
profeta del evangelio eterno, del cual la Biblia no era más que un antecedente, y de
la era del amor con nuevos apóstoles, los fraticelli, constructores de la ciudad
perfecta, logró una audiencia importante.
A fines de la Edad Media se destaca la figura de Jerónimo Savonarola (1452–
1498), un dominico de Florencia, y su lucha contra la corrupción de la Curia romana
bajo el reinado de Alejandro VI. Savonarola fue un fogoso y popular predicador, que
empezó a conmover a sus auditorios anunciando el inminente juicio de Dios, y
llamando a sus oyentes al arrepentimiento y a una vida ascética. Según él, la Iglesia
sería renovada después de un período de aflicción, los incrédulos se convertirían y
el evangelio triunfaría sobre la tierra. Bajo su liderazgo, la ciudad de Florencia se vio
conmovida por un auténtico avivamiento espiritual. Pero esto le valió la enemistad
del papa Alejandro VI, quien le prohibió continuar con su predicación. Savonarola
no sólo retomó la predicación pública, sino que denunció valientemente los males
de la Iglesia y del papado. En 1497, el Papa lo excomulgó y más tarde amenazó a
Florencia con el interdicto. Esto comenzó a colocar a la opinión popular en su
contra, hasta que un franciscano lo acusó públicamente de herejía. Finalmente, el
gobierno de la ciudad arrestó a Savonarola y lo juzgó bajo tortura, y terminó por
condenarlo, ahorcarlo y quemar su cuerpo en 1498, según directivas de Alejandro
VI.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Motivos. La razón principal del debilitamiento del control de la fe ortodoxa sobre
el pueblo era el disgusto de la gente con la conducta del clero. No es que los
eclesiásticos de fines del siglo XII eran más inmorales que sus predecesores—por el
contrario, su carácter había mejorado notablemente—sino que los laicos estaban
estableciendo una pauta mucho más alta para ellos. Ya no era suficiente que un
clérigo se abstuviese del pecado abierto; debía también llevar una vida de piedad
activa. La gente en las ciudades quería más instrucción religiosa; no estaban
satisfechos con cultos sin sermones, o con sermones recitados de un libro. Los laicos
se rehusaban a reverenciar a prelados y sacerdotes que vivían en lujo y que
gastaban más tiempo en administrar sus propiedades que el que invertían en
cumplir con sus deberes religiosos. Se acusaba a la Iglesia de preocuparse más por
el aumento de su ingreso que por el aumento del pecado, por exprimir el diezmo a
los pobres que por darles caridad, por promover a clérigos corruptos al obispado
que por promover a los verdaderos santos. La gente quería que el clero dedicara su
tiempo a predicar en lugar de administrar, y reclamaban que el dinero que tenían
fuese utilizado en ayudar a los pobres y no en una vida cómoda para ellos.
Rodolfo Puiggrós: “Las herejías procedían, en general, de las clases oprimidas
y atacaban sin tapujos al orden social establecido, desde dos puntos de vista
antitéticos, que solían confundirse en uno solo, siendo difícil diferenciar el
prevaleciente: a) para destruir el feudalismo y crear algo confusamente
entrevisto, cuyas bases materiales de desarrollo comenzaban a apuntar, y b)
para restaurar una sociedad prefeudal idealizada o, en particular, las
primitivas comunidades cristianas.
Ambos tipos de rebeldía (… una mirando al futuro y otra al pasado) derivaban
de la misma causa socioeconómica: la estructura interna de los dominios
feudales adaptada a una economía de autoabastecimiento era corroída por
la introducción desde el exterior de una economía de mercado, a través de
formas precapitalistas (comercio y usura).”
Obviamente los laicos estaban tratando de aliviar algo de sus propios
sentimientos de culpa en cuanto a la codicia y a la usura atacando la avaricia del
clero, pero el ataque no carecía de fundamentos. Este reclamo era muy difícil de
confrontar porque el papado mismo había alentado a los laicos a demandar pautas
morales altas de sus pastores. Cuando Gregorio VII y Urbano II prohibieron a los
sacerdotes con esposas o concubinas celebrar la misa, se apoyaron en las
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
congregaciones parroquiales para ver que esta orden se cumpliese. De esta manera,
el movimiento de reforma, al enfatizar la importancia de pautas morales altas para
el clero, hizo posible el desarrollo de la herejía. Todo eclesiástico de influencia a lo
largo del siglo XII denunció las vidas malas de algunos miembros de su orden, y los
líderes heréticos atrajeron poca atención cuando comenzaron el mismo tipo de
ataque. Muchos líderes comenzaron a extraer la conclusión final y a enseñar que el
clero ordenado del la Iglesia Católica Romana era inútil. Miles de herejes que
diferían en otras cuestiones concordaron en esta convicción, y todos ellos pueden
ser agrupados como “anti-sacerdotalistas.”
Los anti-sacerdotalistas eran especialmente fuertes en las ciudades. Esto era
natural, dado que las ciudades habían jugado un papel importante en el
movimiento de reforma y estaban bien preparadas para unirse a una nueva ola de
indignación moral. También es cierto que las personas en las ciudades estaban
inclinadas a ser más críticas y menos conservadoras que los campesinos y, por lo
tanto, eran fácilmente seducidas por las nuevas doctrinas. No estaban satisfechas
con los cultos regulares de la Iglesia y querían sermones entusiastas que
denunciaran el vicio y la corrupción. Si los sacerdotes de sus parroquias fracasaban
en interesarlos, ellos estaban siempre listos para escuchar a un revivalista de
ortodoxia dudosa que predicara en cualquier esquina.
Manifestaciones. El carácter gregario de la vida urbana les daba a los habitantes
de las ciudades medievales oportunidades frecuentes para la discusión, y dado que
la religión era tan importante en sus vidas, eran afectos a dedicar mucho de su
tiempo a dialogar sobre ella. Las teorías anti-sacerdotalistas se generaban
fácilmente en esta atmósfera, y se esparcían de una ciudad a otra a través de los
contactos comerciales. Como resultado de esto, para el 1200 una buena proporción
de la población urbana en Europa occidental había aceptado alguna forma de
herejía, y los demás habitantes urbanos, si bien nominalmente se decían ortodoxos,
eran muy críticos del clero. Los anti-sacerdotalistas aceptaban la fe cristiana pero
rechazaban la organización y jerarquía de la Iglesia. No obstante, un grupo de
herejes más peligroso era el de aquellos que rechazaban la fe junto con la
organización y la jerarquía.
Además, los líderes de los herejes se aprovechaban del bajo nivel de educación
y moralidad del clero cristiano católico. Los heresiarcas eran hombres capaces que
llevaban vidas virtuosas y practicaban un ascetismo extremo. Su prestigio era tan
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
grande que los viajeros buscaban su compañía a fin de sentirse protegidos por la
reverencia que ellos inspiraban. Los católicos ortodoxos pedían ser enterrados en
los cementerios junto a los herejes, de manera que pudieran descansar entre la
“buena gente.” Muchos señores feudales protegían a los líderes de los herejes y les
permitían predicar en público. Algunos nobles abiertamente aceptaban estas
nuevas formas de la fe y muchos más las practicaban en secreto. El éxito de la
herejía se debió no sólo a la virtud de sus maestros, sino también a la simplicidad
de su doctrina. En el caso de los cátaros, los líderes (los “prefectos”) tenían que
llevar vidas bien ascéticas, pero no ponían demasiadas restricciones sobre sus
seguidores. Estos últimos, si tenían fe, podían alcanzar la salvación simplemente
recibiendo el rito final (el consolamentum) de los “perfectos” en su lecho de
muerte.
_ La Inquisición
La Inquisición toma su nombre de un procedimiento penal específico: la
inquisitio, no existente en el derecho romano, que se caracterizaba por la
formulación de una acusación por iniciativa directa de la autoridad, sin necesidad
de instancias de parte, es decir, de delaciones o acusaciones de testigos.
Comienzo y desarrollo. A fines del siglo XII, la Iglesia desarrolló este
procedimiento con el decreto del papa Luciano III: Ad abolendam (1184). La rápida
difusión de herejías en Europa occidental como el maniqueísmo, el valdeísmo y más
tarde el catarismo obligó a la Iglesia Romana a crear una estrategia defensiva. En
1184 se empezó a aplicar la pena de fuego para los herejes; en 1199 se añadieron
otras penas como la confiscación de bienes y se autorizó el empleo de la tortura en
el interrogatorio sobre materias de fe, incorporándose además determinadas
disposiciones sobre el secreto en las actuaciones, como la ocultación de los testigos
y la eficacia procesal.
Para evitar el resurgimiento de las herejías y consolidar la unidad de la Iglesia, el
papa Gregorio IX convocó un Concilio en Tolosa, que en 1229 creó el Tribunal de la
Inquisición o Santo Oficio. La responsabilidad de esta institución era la de combatir
toda trasgresión al dogma o al culto católico, e investigaba la conducta religiosa de
las personas, incluido el clero. Así, pues, desde 1230 el procedimiento inquisitorial
se transformó en una nueva institución eclesiástica, que se creó en Francia

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
especialmente para reprimir el catarismo o herejía albigense, institución controlada
inicialmente por el papa Gregorio IX.
El primer inquisidor conocido fue Roberto de Brougre, un dominico que había
sido antiguo cátaro. Concretamente, donde más éxito tuvo la Inquisición fue en el
sur de Francia, aunque no con pocas resistencias, como lo demuestra el asesinato
en 1242 del dominico Guillermo Arnaud, inquisidor de Tolosa. El apogeo de esta
Inquisición tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIII, y las últimas
ejecuciones de cátaros fueron llevadas a cabo entre 1319 y 1321.
Procedimiento y carácter. El procedimiento empleado por el tribunal era
secreto. El acusado de herejía conservaba la libertad mientras se acumulaban
pruebas en su contra. Éstas consistían en actuaciones verbales o escritas. Para
evitar venganzas, se ocultaba el nombre del delator, aunque podía ser ajusticiado
el que acusaba falsamente. Reunidas las pruebas, el supuesto hereje era detenido,
alojado en la cárcel y torturado si no confesaba su culpa. Si el acusado insistía en su
negativa o abjuraba de sus creencias en un acto público, era absuelto. En caso
contrario, el tribunal lo entregaba al “brazo secular” o laico, que era el encargado
de aplicar las sentencias, en su mayoría multas y prisión temporal o perpetua. Los
relapsos (reincidentes) y los que persistían en su actitud de herejía, eran quemados
vivos. El principio dominante en todo el proceso era que una persona era culpable
hasta tanto se demostrara que era inocente.
Las herejías medievales tuvieron un marcado carácter de revueltas populares,
pues aglutinaban a todas las clases sociales marginadas en el proceso de conquista
del poder por la burguesía urbana. La penetración de la herejía cátara en Italia
supuso también la introducción de inquisidores en Lombardía—aquí el inquisidor
Pedro de Verena fue asesinado y canonizado con el nombre de San Pedro Mártir—
y en Viterbo donde en 1273 llegaron a ejecutarse más de doscientos herejes en un
día. En el siglo XIV había tribunales inquisitoriales en Bohemia, Polonia, Portugal,
Bosnia y Alemania. Sólo los reinos latinos de Oriente, Gran Bretaña, Castilla y
Escandinavia carecían de tribunales inquisitoriales.
Progresivamente se fue multiplicando la burocracia inquisitorial y se editaron
manuales procesales, como el de Raimundo de Peñafort (siglo XIII), Bernardo Gui
(siglo XIV) y Nicolau Eymerich (siglo XV). Las categorías delictivas también se fueron
ampliando hasta incorporar otros delitos: blasfemia, bigamia y brujería. A partir de

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
1438 se descubrieron sabbats (aquelarres) en los Alpes, con lo que se desató la caza
de brujas.

MIRADA RETROSPECTIVA Y PROSPECTIVA


Cuando se mira hacia atrás, a los diez siglos que hemos estado considerando en
este libro, el panorama que se percibe es sumamente diverso y da lugar a las más
variadas interpretaciones y evaluaciones. La imagen generalizada y popular de los
tiempos medievales como un período oscuro de la historia debe ser corregida. Por
lo menos, no fue totalmente así cuando consideramos el desarrollo del testimonio
cristiano a lo largo de estos siglos. Es cierto que la invasión de los pueblos
germánicos y posteriormente las invasiones árabes, de los normandos y de otros
pueblos de Europa del norte y del este afectaron el desarrollo de la cristiandad en
el Oeste. También es cierto que los avances de los turcos selyúcidas, los mongoles,
los tártaros de Timur y los turcos otomanos frenaron múltiples posibilidades para
la cristiandad en el Este. No obstante, ambas cristiandades lograron de algún modo
sobrevivir a estas crisis, ajustarse a nuevos contextos e intentar nuevos desarrollos.
Lo mismo puede decirse de la depresión que siguió al Imperio Carolingio, el siglo de
la Iglesia de hierro (siglo X) y los fracasos de las Cruzadas.
Si bien éstas y otras instancias pueden ser consideradas como momentos
“oscuros” en la historia del testimonio cristiano medieval, ellos tienen que ser
balanceados con otros momentos luminosos de tal historia. El surgimiento del
movimiento monástico en la temprana Edad Media, las cumbres alcanzadas por el
desarrollo teológico, artístico y literario de los siglos XII y XIII, la permanente
expansión misionera y la incorporación de numerosos pueblos no alcanzados al
seno de la cristiandad, y el desarrollo de la piedad mística son algunos de los
elementos positivos que deben ayudarnos a mantener tal balance. En definitiva,
más allá de la conclusión a la que lleguemos en la evaluación final de la Edad Media,
siempre será mejor elaborarla en base a sus logros y contribuciones más
perdurables y positivas y no en base a las expresiones más oscuras y negativas.
Además, en cualquier evaluación histórica es importante tener presente la
cosmovisión y valores prevalecientes en el período analizado. Considerar a la
cristiandad medieval con las presuposiciones del presente puede afectar la
objetividad de nuestro juicio, forzarnos a cometer injusticia en nuestras
conclusiones sobre el pasado o distorsionar lo que realmente ocurrió o cómo
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
pensaban y sentían los agentes históricos. En esto es bueno aplicar la regla
enseñada por Jesús: “Tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a
otros, se les medirá a ustedes” (Mt. 7:2).
El testimonio cristiano durante el período medieval no fue ni bueno ni malo, ni
glorioso ni perverso. Como en cualquier otro momento de la historia de la
humanidad, el balance final nos deja luces y sombras, grandes logros y aberrantes
conductas. De todos modos, fueron estas “vasijas de barro” con todas las
limitaciones propias de la naturaleza humana pecadora, las que preservaron y
transmitieron el testimonio de la fe en Cristo, de la que nosotros somos herederos
y responsables hoy.
No obstante, la situación de toda la cristiandad hacia fines de la Edad Media era
alarmante. El panorama de la cristiandad al llegar al final de los tiempos medievales
no podía ser más desolador. Los papas renacentistas lograron decorar San Pedro
con todo tipo de obras magníficas, expresión acabada de su riqueza y poder
mundano. Pero la Iglesia en Occidente estaba pasando su peor hora en términos
morales y espirituales. En el Este la situación de la Iglesia no era mejor. Con la caída
de Constantinopla en manos de los turcos otomanos desapareció el Imperio
Bizantino, que había sido el poder que había promovido, sostenido y dominado a la
cristiandad oriental.
En Roma, el cuadro era lamentable. La ciudad había perdido su posición como
centro del mundo europeo y no era más que otro poder en competencia con el
creciente nacionalismo y apetencias de poder absoluto de otros Estados en Europa
occidental. La Iglesia y el papado habían perdido totalmente su camino y no había
indicaciones de que fueran a encontrarlo de alguna manera. El gran humanista
Erasmo de Rotterdam criticaba y satirizaba las enormes contradicciones en que
habían caído los papas. En su obra Julius exclusus (1517), escrita en forma de un
diálogo, presentaba al papa Julio II como llegando a las puertas del Cielo después
de su muerte y no pudiendo atravesarlas. En respuesta a la demanda de Julio de
que Pedro lo reconociera como Vicario de Cristo y lo dejara entrar, Erasmo pone en
labios del apóstol las siguientes palabras:
“Veo al hombre que quiere ser considerado como segundo respecto a Cristo
y, de hecho igual a él, sumergido de lejos en la más sucia de todas las cosas:
dinero, poder, ejércitos, guerras, alianzas—para no decir nada en este punto

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
acerca de sus vicios. Pero además, si bien tú estás tan alejado de Cristo como
te resulta posible, no obstante usas mal el nombre de Cristo para tus propios
propósitos arrogantes; y bajo el pretexto de Aquel que despreció el mundo,
juegas el papel de un tirano del mundo; y si bien eres un verdadero enemigo
de Cristo, te apropias del honor que le es debido a él. Tú bendices a otros,
siendo tú mismo maldito; a otros les abres los Cielos, los cuales te están
totalmente cerrados y de los que estás muy lejos; tú consagras y estás
execrado; tú excomulgas cuando no tienes comunión con los santos.”
Hacia el año 1500, la cuestión no era si la iglesia necesitaba o no de una Reforma,
sino cuándo esta reforma iba a tener lugar y quién la iba a llevar a cabo. El sucesor
de Julio II fue un hijo de la famosa familia política y banquera de los Medici. Subió
al trono papal con el nombre de León X (1513–1521) y fue Papa durante los
primeros años de la Reforma. Las palabras con las que se dice inauguró su
pontificado indican cuán poco preparado estaba para responder al clamor
generalizado por una reforma de la Iglesia Romana: “Ahora que Dios nos ha dado
el papado, vamos a disfrutarlo.”
Hacia el año 1500 en Europa occidental todos sentían que se estaba llegando al
fin de una era. Muchos creían que se encontraban transitando el atardecer de un
mundo moribundo y se estaban introduciendo en el amanecer de un mundo nuevo.
La ignorancia y la superstición que habían prevalecido por mil años parecían estar
desapareciendo poco a poco. El surgimiento del humanismo y especialmente el
desarrollo del Renacimiento estaban cambiando la manera de pensar y ver la
realidad. El papado mismo, que había promovido algunos de estos desarrollos, fue
absorbido casi totalmente por los nuevos movimientos y su espíritu mundano y
secular. Nunca más en la historia subsiguiente sería igual y en la primera mitad del
siglo XVI experimentaría cambios sustanciales, que ayudarían a la Iglesia a
sobrevivir y proyectarse hacia delante, a pesar de la seria división del ese siglo.
Hacia el año 1500, la cristiandad europea estaba lista para una Reforma y los
agentes históricos de este evento fundamental ya estaban listos para actuar.

GLOSARIO

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
advocación: título que se da en la Iglesia Católica Romana a un templo, capilla, altar
o imagen particular, cuando están consagrados a la Virgen María o a un santo
particular, como Nuestra Señora de los Dolores, Virgen del Pilar, etc.
averroísmo: doctrina que enseñaba que el alma humana era mortal o, más
específicamente, que todas las almas humanas son parte de una única alma-
sustancia de la cual los individuos surgen al nacer y a la cual regresan al morir. El
nombre proviene de Ibn Rushd Averroes (1126–1198), árabe, erudito jurista de
Córdoba, España, que sostenía ideas aristotélicas.
calendario eclesiástico: o calendario litúrgico, se complicó durante la Edad Media
al llenarse todos los días con festividades de los santos, a veces legendarios y más
de uno por día. Otro desarrollo medieval fue tener festivales o días dedicados para
ciertas doctrinas medievales como el día de Todos los Santos (Purgatorio) y el día
de Corpus Christi (transubstanciación).
casuística: sistema de teología moral que considera plenamente las circunstancias
e intenciones de los penitentes y formula reglas para casos particulares.
cátaro: relativo a la herejía dualista de la Edad Media que consideraba
intrínsecamente malos la carne y el mundo de los fenómenos físicos. Hereje de esta
secta. Esta herejía se extendió desde mediados del siglo XII, sobre todo por el sur
de Francia, donde se les denominaba albigenses. Los cátaros pretendían una pureza
absoluta de costumbres y contaban además con una auténtica organización
eclesiástica.
catecúmeno: convertido al cristianismo que está preparándose para el bautismo.
En la temprana Edad Media, esta preparación era muy breve, se hacía durante la
Cuaresma e incluía oración, ayuno, exorcismo y aprendizaje del Credo. Con el
incremento del bautismo de infantes, esta preparación desapareció o quedó
reducida a un rito breve a cumplirse en la puerta del templo, antes del bautismo del
niño, generalmente el día de Pascua.
clericalismo: influencia del clero en la vida política y social. Es la búsqueda de poder,
especialmente de poder político y social, por parte de la jerarquía religiosa, llevada
a cabo con métodos seculares y con propósitos de control social. Abarca todo lo
que lleva al establecimiento de un despotismo espiritual ejercido por una casta

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
sacerdotal. Promueve los intereses exclusivos del clero a expensas de los laicos o
creyentes que no forman parte del clero.
escrutinios: examen formal de los catecúmenos antes de su bautismo. Incluía tres
“escrutinios”: una homilía, oraciones y la imposición de manos después de la lectura
del Evangelio durante la Eucaristía en ciertos domingos de la Cuaresma. La palabra
se usaba también para el examen de candidatos a las órdenes sagradas.
hijo segundón: hijo segundo de la casa o familia o cualquier hijo que no fuese el
primogénito. En consecuencia, designaba a alguien que no heredaba las tierras
señoriales ni el título de nobleza y los privilegios que lo acompañaban.
Generalmente se dedicaban a las artes liberales o ingresaban al clero.
hostia: del latín hostia, víctima. En el antiguo Israel se refería al animal inmolado en
sacrificio a Dios. En la liturgia católica es el pan eucarístico sin levadura, que se cree
se convierte literalmente en la sustancia del cuerpo de Cristo con la consagración y
que es ofrecido en el sacrificio incruento de la misa. Consiste en una oblea blanca
que es consagrada por el sacerdote y tragada sin masticar por el comulgante.
libro penitencial: tratado que establecía las penitencias o actos de satisfacción por
los diversos pecados, que el penitente debía realizar después de arrepentirse y
confesar sus faltas a un sacerdote. De forma semejante, era la parte de una regla
monástica que prescribía las penitencias debidas por las diversas faltas o
transgresiones contra la disciplina monástica.
limbo: de una palabra teutónica que significa el ruedo o borde de una vestidura;
por extensión: el borde del Infierno. El limbus infantum es el lugar ubicado entre el
Cielo y el Infierno, al cual son enviados a su muerte los niños no bautizados y que,
en consecuencia, no han sido limpiados del pecado original. Implica la pena de daño
(privación de la visión de Dios), pero no pena de sentido (sufrimiento físico). Hay
una segunda sección en el limbo donde moran los justos del Antiguo Testamento
muertos antes de la encarnación del Hijo de Dios.
martirologio: historia o lista oficial de mártires cristianos. Originalmente era un
calendario que nombraba al mártir, el lugar de su martirio y la fecha de la festividad
del santo. Los martirologios “históricos” posteriores, como el de Usuardo (m. 875)
o el de Ado de Vienne (m. 875) agregaron historias de fuentes de diverso valor.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
naturalismo: concepto del mundo y de la relación del ser humano con el mismo en
el que sólo se admite o asume la operación de leyes y fuerzas naturales (en
oposición a lo sobrenatural o espiritual). También se refiere al concepto que los
principios morales pueden ser analizados en términos de conceptos aplicables a los
fenómenos naturales.
necromancia: el pretendido arte de revelar eventos futuros y otras cosas mediante
la comunicación con los muertos. Por extensión, designa el uso de la magia,
encantamientos y conjuros.
órdenes: los diversos grados del ministerio cristiano, es decir, los órdenes menores:
de acólito, lector, exorcista y hostiario; y los tres órdenes mayores: de subdiácono,
diácono y sacerdote.
órdenes menores: los cuatro primeros órdenes a los que puede ser ordenada una
persona, es decir, el de acólito, el de lector, el de exorcista y el de hostiario, en
oposición a los tres órdenes mayores: el de subdiácono, el de diácono y el de
sacerdote. En el derecho canónico medieval, el celibato sólo era requerido para los
órdenes mayores.
papado: si bien el término denota estrictamente el oficio del Papa, el obispo de
Roma, comúnmente se refiere al sistema de gobierno centralizado de la Iglesia
ejercido por él, junto con la pretensión de que tiene por designación o voluntad
divina autoridad universal sobre toda la cristiandad.
Purgatorio: según la Iglesia Católica Apostólica Romana, estado de sufrimiento
después de la muerte en el que las almas de aquellos que han muerto en pecado
venial, y/o de aquellos que todavía deben alguna deuda de castigo temporal por
pecados mortales, son limpiados (purgados) para poder entrar al Cielo.
sacerdotalismo: sistema religioso en el que el sacerdocio ocupa un lugar esencial
como mediador entre los seres humanos y Dios. El término señala también al
espíritu, método o carácter de tal sistema. Generalmente se usa el término en un
sentido peyorativo para denotar la exaltación de una clase sacerdotal a expensas
de los valores espirituales y la participación responsable de todos los creyentes en
la vida religiosa.
sacramento: palabra latina empleada para describir el juramento de fidelidad que
prestaban los soldados romanos. En la versión latina del Nuevo Testamento se
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
utilizó para traducir el vocablo griego mysterion. Según Agustín es “un signo exterior
y visible de una gracia interior y espiritual,” obrado por la gracia de Dios en el
creyente. Es un signo o dramatizacion, que resulta en un efecto más poderoso que
las palabras.
sacramentales: objetos y acciones a los que, en imitación de los sacramentos, se les
reconoce algún tipo de poder o virtud para obtener por medio de su aplicación o
uso, efectos o beneficios espirituales. Son tenidos por signos sagrados, creados
según el modelo de los sacramentos, por medio de los cuales se significan efectos,
sobre todo en el carácter espiritual que se obtiene por la intervención de la Iglesia.
Son bendecidos por ella y deben ser utilizados conforme con las pautas establecidas
para su uso, a fin de que cumplan con su propósito. Son sacramentales: las
procesiones, peregrinaciones, bendiciones de casas y otros objetos como medallas
bendecidas, crucifijos, rosarios, agua bendita.
sacramentalismo: en un sentido general es la doctrina y uso de los sacramentos. En
sentido estricto, es la adscripción de un poder inherente y salvador a los
sacramentos, o el énfasis sobre el poder de éstos de impartir gracia, incluso sin la
operación de una fe activa. En muchos casos, es una expresión de magia o
superstición de tipo religioso.
sambenito: contracción de las palabras “saco bendito,” una capa de penitencia que
llevaban los presos de la Inquisición y que indicaba el tipo de castigo a que el
tribunal los había sentenciado.
sincretismo: sistema religioso o filosófico que pretende conciliar varias doctrinas y
prácticas diferentes. El sincretismo une elementos distintos, tomados de diversos
sistemas, en una nueva totalidad o sistema. Ocurre cuando una forma o símbolo
cultural es adaptado a la expresión cristiana, pero lleva con él ciertos significados
unidos al sistema anterior de creencias. Los viejos conceptos pueden distorsionar
el mensaje u oscurecer el sentido cristiano que se pretende trasmitir.
sufragios: oraciones, especialmente intercesiones u oraciones de intercesión. Se
aplica particularmente a las oraciones por las almas de los que han muerto.
superstición: una actitud irracional o primitiva de la mente hacia lo sobrenatural o
Dios, que resulta de la ignorancia, el temor a lo desconocido o lo misterioso, o de
una escrupulosidad mórbida. Es la creencia en la magia o la fortuna, o en cualquier

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
actitud mal dirigida o desinformada hacia la naturaleza y que es subversiva o ajena
a la religión pura y verdadera.
tonsura: corte ritual del cabello, que dejaba una marca notoria en el centro de la
cabeza, por el cual una persona recibía la condición de clérigo. La tonsura era
fácilmente reconocible.
trasmundo: un mundo que está más allá de éste: el mundo venidero, el mundo que
está más allá de la tumba, la realidad no terrenal sino celestial y espiritual. En
muchos pueblos paganos es la tierra espiritual donde moran los muertos y los
espíritus.
vicario: responsable de una iglesia parroquial que estaba vinculada a un monasterio
o a alguna otra corporación eclesiástica que recibía el gran diezmo. El vicario recibía
una parte fija de las dotaciones de la parroquia y de las ofrendas, y, una vez
instituido por el obispo, tenía asegurado el beneficio eclesiástico de por vida; de
aquí la expresión “vicariato a perpetuidad,” que se refiere a este tipo de beneficio.

CUESTIONARIOS DE REPASO

Preguntas sobre el material básico (para los niveles 1, 2 y 3):


1. ¿Qué lugar ocupó en la cristiandad medieval la cuestión de la unidad religiosa y
política?

2. ¿A través de qué medios se expresó el ideal de unidad medieval?

3. ¿En qué consistía la teoría de las “dos espadas” de fines de la Edad Media?

4. ¿De qué manera la Iglesia se vio afectada por el sistema feudal?

5. ¿Cuál fue la actitud de la Iglesia hacia los siervos de la gleba y los campesinos?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
6. ¿Cuál fue el ideal de vida superior durante la Edad Media?

7. ¿Qué lugar ocupaba lo sobrenatural en la sociedad cristiana medieval? Da


ejemplos.

8. ¿Qué sentido tuvo la muerte en la vida de las personas durante la Edad Media?
¿Por qué?

9. ¿Qué fue la Peste Negra y cuándo ocurrió?

10 ¿Qué es el Purgatorio?

11. ¿Qué lugar ocupó el temor al Infierno en la cristiandad medieval?

12. ¿Qué tres civilizaciones monoteístas desplazaron a las religiones míticas


politeístas durante la Edad Media?

13. ¿Durante qué período se dio la mayor parte de las controversias teológicas
mencionadas en esta unidad?

14. Menciona un personaje destacado en cada una de las siguientes controversias


teológicas medievales: sobre el adopcionismo; sobre la predestinación; sobre la
virginidad de María; sobre la eucaristía; sobre el alma; sobre el filioque; sobre las
imágenes.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
15. ¿Qué es la transubstanciación?

16. ¿Qué quiere decir la expresión griega filioque?

17. ¿Qué papel jugó el monasticismo ascético en la promoción del culto a María?

18. ¿Qué son la mariología y la mariolatría?

19. ¿Qué era el Martirologio?

20. ¿Qué lugar ocupaba el culto al Diablo en la devoción medieval?

21. ¿Qué se entiende por “clericalismo”?

22. Describe con tus palabras el sacramentalismo.

23. ¿Cuál fue la comprensión y práctica medieval del bautismo?

24. ¿Cuál fue la comprensión y práctica medieval de la eucaristía?

25. ¿Quién fue Bonifacio y qué hizo?

26. ¿Qué cuatro factores confluyeron en el desarrollo de las Cruzadas militares,


según el autor? 27. ¿Qué valor misionológico tuvieron las Cruzadas? Explica.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
28. ¿Quiénes fueron los agentes evangelizadores más efectivos en los contextos
urbanos medievales?

29. ¿Qué es el sincretismo y cómo afectó el carácter y la estrategia misionera


durante la Edad Media?

30. ¿Quiénes fueron los cátaros o albigenses?

31. ¿Quiénes fueron los bogomila?

32. ¿Cuál fue la actitud del Cuarto Concilio Laterano (1215) hacia los valdenses? 33.
¿Quién fue Jerónimo Savonarola y qué hizo?

34. ¿Qué fue la Inquisición y cuándo se creó?

35. ¿Cómo era el proceso inquisitorial?

Preguntas suplementarias (para los niveles 2 y3):


1. ¿De qué manera el feudalismo afectó el ideal de unidad de la Edad Media?

2. Define la noción de “iglesia particular.”

3. ¿Cuál fue la relación religión y mundo en el cristianismo medieval?

4. ¿Qué es el trasmundo?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
5. ¿En qué sentido la Peste Negra afectó la vida y el pensamiento medieval?

6. La cosmovisión medieval era: horizontal – vertical (subrayar la palabra correcta).

7. ¿Quién fue Ratamno de Corbie y qué enseñó sobre la eucaristía?

8. ¿Quién fue el monje que jugó un papel director en el desarrollo del culto a la
Virgen?

9. ¿Cómo afectó la devoción mariana al carácter del caballero andante?

10. ¿Qué se entiende por “papado”?

11. ¿Qué quiere decir el autor cuando afirma: “El desarrollo de la jerarquía
eclesiástica fue también alentado por el crecimiento del sacramentalismo.”?

12. ¿Qué se entiende por “sacerdotalismo”?

13. ¿Qué lugar ocuparon los monjes en las misiones medievales?

14. ¿En qué sentido la evangelización medieval fue belicosa?

15. Menciona algunas causas de la decadencia del feudalismo.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
16. ¿Cuáles fueron las razones sociales para el surgimiento de movimientos
disidentes durante la alta y baja Edad Media?

Tareas avanzadas (para el nivel 3):


1. ¿En qué se parecen y difieren el ideal de un orden universal durante la Edad
Media y el fenómeno de la globalización presente?

2. Describe con tus palabras la concepción heroica de la vida que se tenía en la Edad
Media.

3. El vocabulario evangélico aplica a la tarea de evangelización expresiones militares


medievales como “cruzadas,” “campañas,” “conquista,” “toma,” “guerra
espiritual,” etc. A la luz de lo estudiado en esta unidad, ¿te parece que éste es un
vocabulario adecuado? Da razones para tu respuesta.

4. ¿A qué se refiere el autor cuando habla de “forma sofisticada de sincretismo”?

5. ¿Cuál fue el principio dominante en todo el proceso inquisitorial? ¿En qué manera
este mismo principio ha sido utilizado por las dictaduras militares del siglo XX en
América Latina?

TRABAJOS PRÁCTICOS

TAREA 1: La imagen del universo: el trasmundo.


Lee y responde:
“Pero al mismo tiempo el trasmundo se manifestaba a los ojos por medio de los
elementos fantásticos que creía descubrirse entreverados con la realidad. Leyendas
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
musulmanas y sobre todo bretonas comenzaban a difundirse por el Occidente
europeo, en las que se hablaba de cosas antes inauditas. No sólo se sospechaba un
mundo semimágico construido sobre la vaga reminiscencia de Bagdad, de
Samarcanda y de El Cairo, lleno de posibilidades insospechadas, como el que
reflejaba Juan Bodel en el Juego de San Nicolás y difundían los cantares y las
crónicas de las cruzadas, sino también un mundo absolutamente fantástico,
poblado por monstruos y en el que lo inimaginable se tornaba verosímil, como el
que revelaban las leyendas bretonas del rey Artús y de sus pares. El milagro
familiarizaba al espíritu con lo irreal, y nada podía sorprender en el encuentro con
el monstruo, en las voces del bosque, en el arcano de los mares. Una intensa
curiosidad despertaba el anhelo de la aventura, y algo de eso se combinaba con la
fe para mover al peregrino y al cruzado a abandonar sus lares en busca de tierras
lejanas. Por lo demás, el misterio podía esconderse en cualquier rincón del
contorno familiar, en el castillo presumiblemente encantado o en el hada visitante.
Porque el misterio último del mundo escondido tras la muerte llevaba al ánimo la
certidumbre de que sólo apariencia de realidad era lo que veían los ojos. ¿Quién
creyera lo que contaba Giovanni Pian del Carpine, o lo que relataba Marco Polo en
II millione? Y sin embargo, cosas más misteriosas podían revelar la voz del ruiseñor
o suscitar el filtro encantado.”
- ¿Por qué te parece que las personas medievales daban tanto lugar a lo fantasioso,
lo legendario e imaginario?

- ¿Qué lugar te parece que tienen estos elementos en la cultura posmoderna


actual? Considera en tu respuesta la literatura, el arte, el cine y otras expresiones
culturales contemporáneas.

- ¿De qué manera la cosmovisión de Jesús y los apóstoles se parece o no a algunos


elementos de la cosmovisión medieval?

TAREA 2: Escrutinios y exorcismos.


Lee y responde:

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
“Para el tercer siglo el significado del exorcismo se había tornado más preciso:
era el ritual de expulsión de espíritus dañinos de personas y objetos afectados con
la ayuda de poderes espirituales superiores. Tres tipos de exorcismos eran comunes
en las liturgias primitivas y medievales: exorcismo de objetos, exorcismo de
catecúmenos durante los escrutinios del bautismo y exorcismo de demonizados.
Originalmente se asumió que el Diablo o los demonios no eran exorcizados ellos
mismos, si bien el exorcismo indirectamente estaba dirigido a ellos, y en último
análisis el exorcismo siempre es una oración indirecta a Cristo. Incluso los santos
pueden expulsar demonios sólo con el poder de Cristo, nunca con el suyo propio. A
los fines litúrgicos, se exorcizaban directamente el agua bendita, el incienso, la sal
y el aceite de la unción: ‘Yo te exorcizo, criatura de la sal … que esta criatura de la
sal pueda en el nombre de la Trinidad llegar a ser un sacramento efectivo para hacer
huir al Enemigo.’ Pero gradualmente se fue haciendo más común dirigirse
directamente al Diablo o a los demonios. Incluso en las liturgias tempranas los dos
modos eran combinados, como en este exorcismo del agua bendita: ‘Yo te exorcizo,
criatura del agua; yo los exorcizo a todos ustedes huestes del Diablo.’ Subyaciendo
al exorcismo está la suposición de que Satanás retiene algún poder sobre el mundo
material así como sobre las almas de los humanos caídos. Sobre este punto la
tradición cristiana jamás fue consistente. Para algunos, el señorío de Satanás sobre
este mundo se extiende sólo a los humanos. Para otros, éste también afecta el
orden inferior de las criaturas, y entre éstas hay algunos que argumentan que este
dominio es el resultado del pecado original y otros que sostienen que Dios concede
a Satanás el poder para usar objetos materiales para tentar y probar a la humanidad
caída.”
- ¿Qué importancia tenían los exorcismos en la pastoral cristiana medieval y en qué
se parecían (o no) a la práctica de echar fuera demonios en el ministerio de Jesús y
de los apóstoles?

- ¿En qué se parece el uso de algunos de los elementos sacramentales mencionados


(agua bendita, sal, aceite de la unción) con el uso de estos elementos hoy por parte
de la Iglesia Universal del Reino de Dios?

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
- ¿Cuán necesario te parece hoy un ministerio de exorcismo o de echar fuera
demonios—tanto dentro como fuera de la iglesia—como parte de la misión
cristiana?

TAREA 3: Herejía y justicia social.


Lee y responde:
“Los movimientos herejes tenían de común su composición social
originariamente plebeya y campesina (desposeídos de las ciudades y siervos
domésticos y de la gleba), así como sus objetivos: igualdad de los hijos de Dios y, en
consecuencia, comunidad de bienes, abolición del clero, eliminación de la Iglesia,
supresión de los impuestos, servicios y privilegios, imperio de la justicia sobre la
tierra.
“Los plebeyos constituían el eje y punto de partida de esos movimientos. No
tenían cabida ni en las corporaciones ni en los feudos. Eran la única clase que estaba
fuera de la sociedad oficialmente establecida. Carecían de bienes y privilegios. El
feudalismo—desarticulado internamente por la irrupción creciente del comercio
(economía mercantil)—los arrojaba continuamente de su seno y los obligaba a
actuar contra el orden social, pero sin que atinaran a luchar por un nuevo orden
social. Por lo que tenían de opositores a la propiedad feudal y partidarios de la
igualdad ante Dios contaron al principio con la ayuda de los burgueses que
ambicionaban la igualdad ante la ley, la anulación del rígido sistema corporativo
feudal y la libertad del individuo, es decir, la libertad de ellos y de la pequeña
nobleza asfixiada por los señores …
“Era natural que esos herejes plebeyos fueran seguidos por multitud de siervos,
en una época en la cual éstos, al desarticularse el feudalismo de la alta Edad Media,
descubrían los caminos viables de su conversión en campesinos independientes.”
- ¿Hasta qué punto los movimientos disidentes y heréticos medievales representan
levantamientos sociales de las clases oprimidas contra los estamentos opresores?

- A lo largo de la historia del cristianismo ha habido numerosos movimientos de


renovación y reforma de la Iglesia (anabautistas en el siglo XVI, bautistas y
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
cuáqueros en el siglo XVII, moravos y metodistas en el siglo XVIII) que, al igual que
los movimientos medievales, han tenido profundas consecuencias sociales. ¿Cómo
evalúas, en este sentido, el surgimiento y desarrollo del movimiento pentecostal y
carismático en América Latina durante el siglo XX?

DISCUSIÓN GRUPAL
1. El concepto de cristiandad (paradigma de cristiandad) ha estado en vigencia
desde los días del emperador Constantino hasta el presente. Durante la Edad
Media, esta manera de entender la fe cristiana y sus implicaciones políticas, sociales
y culturales, maduró y adquirió características que han perdurado en el tiempo. ¿En
qué aspectos fundamentales es posible detectar rasgos del concepto de cristiandad
en las iglesias evangélicas hoy día? ¿Está caduco el paradigma de cristiandad o
todavía sigue vigente? Hacer una evaluación de la vigencia del paradigma de
cristiandad ofreciendo fundamentación para las conclusiones a las que se llegue.

2. El monasticismo fue uno de los movimientos de renovación espiritual y de


impulso misionero más importantes de los tiempos medievales. ¿Qué relación
existe entre renovación espiritual e impulso misionero? Responder a esta pregunta
discutiendo desarrollos misioneros recientes, especialmente desde América Latina
hacia el resto del mundo.

LECTURAS RECOMENDADAS
Knowles, Nueva historia de la Iglesia, 2:231–295; 357–403.
Latourette, Historia del cristianismo, 1:531–543.
Muirhead, Historia del cristianismo, 1:244–301.
Puiggrós, El feudalismo medieval, 7–11; 38–47; 55–72; 114–129; 144–157.
Romero, La Edad Media, 45–74; 141–179.
Vos, Breve historia de la Iglesia cristiana, 65–72.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Walker, Historia de la Iglesia cristiana, 218–292.

BIBLIOGRAFÍA

Fuentes primarias
Bettenson, Henry S., ed. Documents of the Christian Church. Oxford: Oxford
University Pess, 1979.
Coakley, John W. y Andrea Sterk, eds. Readings in World Christian History. Vol. 1:
Earliest Christianity to 1453. Maryknoll, N.Y.: Orbis Books, 2004.
Kidd, B. J., ed. Documents Illustrative of the History of the Church. 3 vols. Londres:
S.P.C.K., 1920.

Fuentes secundarias
Alvarez Gómez, Jesús. Manual de historia de la Iglesia. Buenos Aires: Editorial
Claretiana, 1982.
Bainton, Roland H. La iglesia de nuestros padres. Buenos Aires: La Aurora, 1969.
Baker, Robert A. Compendio de la historia cristiana. El Paso, TX: Casa Bautista de
Publicaciones, 1995.
Barraclough, Geoffrey. The Medieval Papacy. Norwich, Inglaterra: Harcourt, Brace
& World, 1970.
Bloch, Howard. Medieval Misogyny and the Invention of Western Romantic Love.
Chicago y Londres: University of Chicago Press, 1991.
Burns, Edward McNall. Civilizaciones de Occidente: su historia y su cultura. 2 vols.
Buenos Aires: Siglo Veinte, 1980.
Cannon, William R. History of Christianity in the Middle Ages. Nueva York: Abingdon
Press, 1960.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Cantor, Norman E. Medieval History: The Life and Death of a Civilization. 2da. ed.
Londres: Macmillan, 1969.
Copleston, Frederick C. Medieval Philosophy. Nueva York: Harper Torchbooks, 1961.
Cross, Lawrence. Eastern Christianity: The Byzantine Tradition. Sidney y Filadelfia:
E. J. Dwyer, 1988.
Daniel-Rops, Henri. The Church in the Dark Ages. 3 vols. Garden City, N.Y.: Image
Books, Doubleday, 1962.
Deanesly, Margaret. A History of the Medieval Church: 590–1500. Londres:
Methuen, 1979.
Deiros, Pablo A. Historia del cristianismo: con énfasis en los evangélicos en América
Latina. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1986.
Dowley, Tim, ed. A Lion Handbook: The History of Christianity. Herts, Inglaterra: Lion
Publishing, 1980.
Fliche, Agustín y Víctor Martin, eds. Historia de la Iglesia: de los orígenes a nuestros
días. Vols. 4–17. Valencia: EDICEP, 1974–1977.
Foster, John. Church History 2, AD 500–1500: Setback and Recovery. Londres:
S.P.C.K., 1974.
Ganshof, Frederick L. El feudalismo. Barcelona: Ariel, 1981.
García Cárcel, Ricardo. La Inquisición. Madrid: Grupo Anaya, 1990.
Geary, Patrick J. Living with the Dead in the Middle Ages. Ithaca y Londres: Cornell
University Press, 1994.
González, Justo L. Historia de las misiones. Buenos Aires: La Aurora, 1970.
———. Historia del cristianismo. 2 vols. Miami: Editorial Unilit, 1994.
———. Historia del pensamiento cristiano. 3 vols. Buenos Aires: Editorial La Aurora,
1972.
González López, Emilio. Historia de la civilización española. Nueva York: Las
Américas Publishing Company, 1970.
Hertling, Ludwig. Historia de la Iglesia. Barcelona: Editorial Herder, 1996.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Homes, George. Europe, Hierarchy and Revolt: 1320–1450. Nueva York: Harper and
Row, 1976.
Huizinga, Johan. El otoño de la Edad Media: estudios sobre las formas de la vida y
del espíritu durante los siglos XIV y XV en Francia y en los Países Bajos. Madrid:
Revista de Occidente, 1973.
Hurlbut, Jesse Lyman, J. Roswell Flower y Miguel Narro. La historia de la Iglesia
cristiana. Miami: Editorial Vida, 1952.
Hurst, Juan Fletcher. Historia compendiada de la Iglesia cristiana. Barcelona: Libros
CLIE, 1985.
Irvin, Dale T. y Scott W. Sunquist. History of the World Christian Movement. Vol. 1:
Earliest Christianity to 1453. Maryknoll, N.Y.: Orbis Books, 2001.
Jedin, Hubert. Manual de historia de la Iglesia. Vol. 3: De la Iglesia de la primitiva
Edad Media a la reforma gregoriana. Barcelona: Editorial Herder, 1987.
Johnson, Paul. Historia del cristianismo. Barcelona: Vergara, 2004.
Jones, Gwyn. A History of the Vikings. Nueva York: Oxford University Press, 1968.
Jourdan, Luis. Compendio de historia de los valdenses. Colonia Valdense (Uruguay):
n.p., 1901.
Kee, Howard Clark, et al. Christianity: A Social and Cultural History. Nueva York:
Macmillan; Toronto: Collier Macmillan Canadá, 1991.
Kieckhefer, Richard. Magic in the Middle Ages. Cambridge: Cambridge University
Press, 1991.
Knowles, M. David. Nueva historia de la Iglesia. Vol. 2. La Iglesia en la Edad Media.
Madrid: Ediciones Cristiandad, 1983.
———. The Evolution of Medieval Thought. Nueva York: Vintage Books, 1962.
Latourette, Kenneth S. A History of the Expansion of Christianity. Vol. 2: The
Thousand Years of Uncertainty. Grand Rapids, MI: Zondervan, 1970.
———. Historia del cristianismo. Vol. 1. El Paso: Casa Bautista de Publicaciones,
1994.
———. Los chinos: su historia y su cultura. Buenos Aires: Sudamericana, 1949.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Lawrence, C. H. El monacato medieval: formas de vida religiosa en Europa
occidental durante la Edad Media. Madrid: Editorial Gredos, 1999.
Le Goff, Jacques. Mercaderes y banqueros de la Edad Media. Buenos Aires: EUDEBA,
1966.
McNeill, John T. Los forjadores del cristianismo. 2 vols. Buenos Aires: Editorial La
Aurora, 1950, 1956.
McNeill, William H. La civilización de Occidente: manual de historia. San Juan,
Puerto Rico: Editorial Universitaria, 1968.
Maritain, Jacques. St. Thomas Aquinas. Meridian books. Cleveland y Nueva York:
The World Publishing Co., 1964.
Mitre Fernández, Emilio. Cristianos, musulmanes y hebreos: la difícil convivencia de
la España medieval. Madrid: Ediciones Anaya, 1988.
Muirhead, H. H. Historia del cristianismo. Vol. 1. El Paso, TX.: Casa Bautista de
Publicaciones, 1953.
Musset, Lucien. Las invasiones: las oleadas germánicas. Barcelona: Editorial Labor,
1973.
Neill, Stephen. A History of Christian Missions. Londres: Penguin, 1975.
Newman, Albert Henry. A Manual of Church History. Vol. 1: Ancient and Medieval
Church History (to A.D. 1517). Filadelfia: American Baptist Publication Society,
1939.
Oberman, Heiko. Forerunners of the Reformation: The Shape of Late Medieval
Thought Illustrated by Key Documents. Filadelfia: Fortress Press, 1981.
Ormanian, Maghakia. La Iglesia Armenia. Buenos Aires: n.p., 1994.
Panofsky, Edwin. Gothic Architecture and Scholasticism. Cleveland y Nueva York:
Meridian Books, 1967.
Picó, Fernando. Historia general del occidente europeo: siglos V al XV. Río Piedras,
Puerto Rico: Ediciones Huracán, 1997.
Pirenne, Henri. Historia de Europa: desde las invasiones hasta el siglo XVI. México:
Fondo de Cultura Económica, 1956.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
———. Historia económica y social de la Edad Media. México: Fondo de Cultura
Económica, 1955.
Puiggrós, Rodolfo. El feudalismo medieval. Buenos Aires: Centro Editor de América
Latina, 1972.
Romero, José Luis. La Edad Media. México: Fondo de Cultura Económica, 1966.
Runciman, Steven. Byzantine Civilization. Nueva York: Meridian Books, 1956.
Russell, Jeffrey Burton. A History of Medieval Christianity: Prophecy and Order.
Arlington Heights, III.: Harlan Davidson, 1968.
———. Lucifer: The Devil in the Middle Ages. Ithaca y Londres: Cornell University
Press, 1984.
Smalley, Beryl. The Study of the Bible in the Middle Ages. South Bend, Indiana:
University of Notre Dame Press, 1970.
Southern, R. W. Western Society and the Church in the Middle Ages. Middlesex,
Inglaterra: Penguin Books, 1979.
Strayer, Joseph R. y Dana C. Munro. The Middle Ages: 395–1500. Nueva York:
Appleton-Century-Crofts, 1970.
Tellenbach, Gerd. Church, State and Christian Society at the Time of the Investiture
Contest. Trad. R. F. Bennett. Oxford: Basil Blackwell, 1959.
———. The Church in Western Europe from the Tenth to the Early Twelfth Century.
Trad. Timothy Reuter. Cambridge: Cambridge University Press, 1993.
Tron, Ernesto. Historia de los valdenses. Montevideo: Imprenta El Siglo Ilustrado,
1941.
Van de Bogart, Doris. Introduction to the Humanities: Painting, Sculpture,
Architecture, Music, and Literature. Nueva York: Barnes & Noble Books, 1968.
Viertel, Weldon E. y William L. Womack. Early and Medieval Christianity: First
Course Church History. El Paso, TX: Carib Baptist Publications, 1975.
Vincens Vives, Jaime. Aproximación a la historia de España. Madrid: Salvat, 1970.
Volz, Carl A. The Medieval Church: From the Dawn of the Middle Ages to the Eve of
the Reformation. Nashville: Abingdon Press, 1997.
Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.
Vos, Howard F. Breve historia de la Iglesia cristiana. Grand Rapids: Editorial
Portavoz, 1988.
Walker, Williston. Historia de la Iglesia cristiana. Kansas: Casa Nazarena de
Publicaciones, 1957.
Ward, Benedicta. Miracles and the Medieval Mind: Theory, Record and Event (1000–
1215). Filadelfia: University of Pennsylvania Press, 1982.
Weber, Alfred. Historia de la cultura. México: Fondo de Cultura Económica, 1963.
Zwemer, Samuel M. Raimundo Lulio: primer misionero entre los musulmanes.
Madrid: Sociedad de Publicaciones Religiosas, n.f.

Libros de referencia
Anderson, Gerald H., ed. Biographical Dictionary of Christian Missions. Nueva York:
Macmillan Reference USA, 1998.
Cross, F. L., ed. The Oxford Dictionary of the Christian Church. Oxford: Oxford
University Press, 1972.
González, Justo L., ed. Diccionario ilustrado de intérpretes de la fe. Barcelona:
Editorial CLIE, 2004.
Nelson, Wilton M. Diccionario de historia de la Iglesia. Miami: Editorial Caribe, 1989.
Vila, Samuel y Davío A. Santamaría. Enciclopedia ilustrada de historia de la Iglesia.
Barcelona: Editorial CLIE, 1979.

Deiros, P. A. (2006). Historia del Cristianismo: Los mil años de incertidumbre (500–
1500). Buenos Aires, Argentina: Ediciones del Centro.

Potrebbero piacerti anche