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Basándose en este artículo el presidente López había establecido que serían los
delegados de programas para el desarrollo, los llamados “superdelegados”, quienes
serían los encargados de llevar a cabo acciones de coordinación en materia de
seguridad pública, invitando a éstas a los titulares de los gobiernos de las entidades
federativas.
Además de este tema, varios gobernadores se habían quejado de que podrían quedar
fuera del presupuesto de egresos para 2019, puesto que no se estaban considerando en
éste las prioridades estatales sino sólo las federales. Por otro lado, estaba pendiente el
asunto de la educación, en particular la creación de las 100 universidades públicas.
Por insólito que parezca, la CONAGO logró hacerse escuchar por parte de un presidente
que ha venido trabajando rindiendo culto a su persona y a la investidura presidencial,
mostrando su agresivo discurso disruptivo y dualista y su papel como nuevo portador
y dador de vida a través del símbolo presidencial: el nuevo eje de la religión política.
En este sentido, además de un revés para el poder federal que quedó acotado en varias
materias, el evento fue un acierto de nuestra institución federalista, puesto que la
CONAGO nació como elemento de discusión y generación de acuerdos con el gobierno
federal, bajo el amparo de un sistema federal que permite de manera co-extensa la
vigencia de un poder público mediante un pacto federal conformado con un gobierno
federal y 32 entes locales, compuesto a su vez por autoridades municipales.
Este hecho deja ver la forma en que habrán de conducirse otras relaciones entre
poderes, como en el caso del poder jurisdiccional, que ya mostró sus desacuerdos en
cuanto a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó suspender la Ley
de Remuneraciones —promovida por Morena y el presidente López—, que establece
que ningún funcionario, incluyendo a los integrantes del Poder Judicial, podrá ganar
más que el presidente.
La tónica de los desencuentros irá subiendo de nivel. Serán tomadas en cada caso
concreto decisiones acotadas, acordadas o coordinadas, lo que demandará del
presidente López estar más atento y aprender a escuchar, negociar y trabajar los
conflictos, dejar de lado la exageración del discurso y tomar en cuenta a las fuerzas vivas
tanto públicas, como sociales y privadas, a partir de un desempeño más apegado a los
principios de un político maduro y eficiente que a los dictados de un liderazgo
apologético cargado de barato nacionalismo.
En una democracia no sólo cuentan los votos sino la participación de los actores, los
ciudadanos y sus instituciones. Tendremos poco a poco la edificación de una nueva
institucionalidad en la que el presidente López irá recortando y cediendo terreno ante
el empuje de otros actores de la democracia mexicana.